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UNA MIRADA EPISTÉMICA AL CANTAR DE LOS CANTARES.

El autor intenta representar el imaginario de una sociedad fuertemente


influenciada por el espíritu religioso, en el que la realidad depende del estado
intelectual (o nivel e progreso comparativo del conocimiento en medio de su
posición social). Desde una perspectiva positivista, la obra de Chagall (1963),
recurre al ideario de la fe como un fenómeno universal en la medida que la
experiencia espiritual de la cosmovisión teológica es generalizada. Sin embargo,
el conocimiento asociado a esta expresión artística no permitiría una abstracción
de hechos objetivos que facilitara al lector medir la realidad concretamente. Por
otra parte, un aparente abordaje racionalista de la exposición artística plantea una
verdad que desde la óptica del autor contrasta lo terrenal con lo espiritual una
visión apocalíptica de una humanidad sumida en el caos, pero con esperanzas de
salvación. Autor y obra encarnan una realidad aprehensible desde la cual permita
al investigador viajar al pasado para comprender y explicar fenómeno natural y
cultural.

La realidad es innegable e intangible, pero la interpretación de la misma varía


de acuerdo a los factores que determinan la condición del ser. Aunado a lo
anterior, el paradigma post-positivista emerge como respuesta al análisis crítico
en “El cantar de los cantares”. Por su esencia surrealista la pintura transciende el
plano objetivo, dado que, la interpretación de la realidad está subordinada a
conceptualizaciones lo que permite entenderla de manera imperfecta. Luz y
oscuridad, iluminación (sol) versus oscurantismo (luna), juicio y redención
aspectos duales de una “realidad intangible”, que desde una mirada externa
podría reinterpretarse y por su ambivalencia refutarse las “generalizaciones” que el
autor plasma desde una conciencia artística.

Todas estas observaciones se relacionan también con la comprensión e


interpretación de la obra de Chagall, asumiendo una postura investigativa alienada
a la fenomenología. Por tanto, el supuesto conocimiento estará fundamentado en
la interpretación e intuición de la realidad primeramente, así como, el fruto de la
experiencia de la misma. Enfrentarse a las corrientes universales del arte para
entender el pensamiento del autor y la realidad sociocultural de la época implica
una ruptura de la vida cotidiana.

El arte como expresión comunicativa centra su poder en la capacidad del


lector de entender la realidad en dimensiones multiformes a la que plantea el
autor. En este sentido, el paradigma sociocrítico permite al creador de la obra
identificarse con el lector. Surge un dialogo en el que interactúan
asincrónicamente para tratar de entender las intenciones de uno y otros. Ese
interactuar apela a la racionalidad del autor y a la capacidad de entendimiento del
público. De manera análoga, el trasfondo de la pintura demarcada por la creencia
del autor retrata aspectos de la sociedad y las actuaciones entre quienes la
conforman. En la imagen, se aprecia la naturaleza escasa, pero colorida y viva, en
contraste con lo decadente, efímero y sombrío de las personas. En contraste con
la condición terrenal, la vieja naturaleza escasa de iluminación construye su propia
babel para trasformar su estructura moral, ética y espiritual.

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