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ARTÍCULO / ARTICLE 107

SALUD COLECTIVA, Buenos Aires, 5(1):107-120, Enero - Abril, 2009


Médicos y policías durante la epidemia de fiebre
amarilla (Buenos Aires, 1871)

Police officers and medical doctors during the yellow


fever epidemic (Buenos Aires, 1871)

Diego Galeano1

1Licenciado en Sociología. RESUMEN Este trabajo analiza la actuación de médicos y policías durante la epidemia
Doctorando en Historia Social,
Universidad Federal de Río de
de fiebre amarilla que tuvo lugar en la ciudad de Buenos Aires en 1871. Aunque las
Janeiro, Brasil. Investigador del embestidas de enfermedades infectocontagiosas fueron recurrentes durante el siglo XIX,
Departamento de Planificación y
Políticas Públicas, Universidad la epidemia de fiebre amarilla constituye un quiebre, no solo por sus dimensiones cuan-
Nacional de Lanús, Argentina. titativas y por los efectos materiales sobre la ciudad, sino también por las querellas que
dgaleano.ufrj@gmail.com
suscitó entre discursos en pugna. En particular, se intenta mostrar aquí cómo las figuras
de los médicos y los policías fueron posicionadas en relación al tema del héroe y del
sacrificado en cumplimiento del deber.
PALABRAS CLAVE Epidemias; Salud Pública; Historia de la Medicina; Argentina.

ABSTRACT This paper examines the action of medical doctors and policemen during
the yellow fever epidemic in Buenos Aires (1871). Even though during the XIX century
epidemics were frequent, the yellow fever one constitutes a break, not only because of
its scope and material effects on the city, but also because it opened a crisis of hegemonic
discourses. In particular, the paper scrutinizes the effects of the yellow fever epidemics
on the figures of doctors and policemen, who were redesigned in light of tropes of
heroism and sacrifice.
KEY WORDS Epidemics; Public Health; History of Medicine; Argentina.
108 DIEGO GALEANO
SALUD COLECTIVA, Buenos Aires, 5(1):107-120, Enero - Abril, 2009

Peste bubónica, escarlatina, disentería, de la ciudad de Buenos Aires han sido especial-
cólera, tifus, viruela, sarampión, fiebre amarilla: mente prolíficos a la hora de recordar la epidemia
las epidemias configuran un dato ineludible para de 1871, al punto de erigir en torno a ella una suer-
la comprensión de la experiencia urbana de los te de mito urbano. Desde la literatura (de Eduardo
hombres que habitaron Buenos Aires en el siglo Gutiérrez a Jorge Luis Borges) hasta los estudios his-
XIX. A su vez, la idea de higienización de los tóricos de Bucich Escobar, Ruiz Moreno y Scenna,
espacios y, en general, el lenguaje sanitarista, los temas del héroe y de la traición interactúan tra-
fueron elementos constitutivos de la administra- zando un diálogo que organiza los discursos sobre
ción política de la ciudad. Esto es repetido por la epidemia. Por detrás de esas reconstrucciones,
casi la totalidad de la producción historiográfica más o menos extemporáneas, en este trabajo se
que se ha ocupado de estudiar las enfermedades recurrirá a la prensa gráfica de la época y a fuentes
desde una perspectiva sociocultural, es decir, del archivo policial, no para buscar allí una supues-
como fenómenos que exceden el mero desajuste ta verdad tergiversada por los relatos posteriores
orgánico desencadenado por un virus o una bac- sino para rastrear la genealogía de esos mismos
teria (a). Esta nueva literatura creció notablemen- temas. Por último, se intentó trazar un puente entre
te en América Latina en los últimos treinta años, las fuentes escritas y la composición de un famoso
encauzada en una tendencia hacia la renovación cuadro de Juan Manuel Blanes (Un episodio de fie-
de la "historia tradicional de la medicina", centra- bre amarilla en Buenos Aires). Aunque la iconogra-
da en la biografía de médicos notables y en la fía no sea la especialidad del autor de este trabajo,
narración progresiva de descubrimientos científi- ese diálogo fue posible gracias a los estudios que
cos. Siguiendo un balance hecho por Diego dos historiadores del arte (Roberto Amigo y Laura
Armus, uno de los temas privilegiados por la Malosetti) realizaron sobre ese cuadro.
renovación historiográfica fue el impacto de las Para comenzar, es preciso mencionar
epidemias urbanas de la segunda mitad del siglo brevemente algunos datos sobre lo que significa-
XIX y las primeras décadas del XX (2 p.18). Estos ba la fiebre amarilla en el siglo XIX. En el Río de
estudios ayudaron a entender las penosas condi- la Plata, los primeros signos de una epidemia de
ciones de vida de amplios sectores de la pobla- esta enfermedad, también llamada entonces "fie-
ción, a interpretar la construcción de los Estados bre del mal carácter", aparecieron a mediados de
nacionales, tanto en materia de vigilancia como la década de 1850 (4). La fiebre amarilla era una
de asistencia pública, a examinar el proceso de enfermedad costera que tenía un carácter endé-
profesionalización de los médicos y las luchas mico en Río de Janeiro y otros puertos brasileños
entre las elites estatales. (5,6). Los buques que viajaban desde Brasil hacia
En este trabajo (b) se intenta partir de Montevideo y Buenos Aires llevaron consigo la
esta base problemática para llegar a otro punto. El enfermedad hacia el sur del Atlántico. En 1857
interés se centró en analizar cómo la epidemia de una tercera parte de la población de Montevideo
fiebre amarilla de 1871 fue colocada en una se contagió el virus, muriendo alrededor de 888
región de la memoria urbana donde se jugaba el personas. Al año siguiente la epidemia se trasla-
prestigio social de dos profesiones: la del médico dó a Buenos Aires aunque con menor intensidad.
y la del policía. Se trata de examinar un conjunto A causa de ello, la prensa se manifestaba frecuen-
de intervenciones escritas e iconográficas produ- temente preocupada por los buques procedentes
cidas por diferentes actores (periodistas, políticos, de la capital del imperio brasileño.
artistas, médicos, policías) que trabaron luchas
simbólicas por la definición de significados tras- La terrible fiebre amarilla [se leía en una nota de
cendentes a aquella experiencia histórica. ¿Cuáles 1870] la desoladora peste que el año 57 llevó a
fueron los héroes y cuáles los culpables? Estos dos la tumba la mitad de la población total de
interrogantes articularon todo un campo de posi- Montevideo, hace estragos en Río de Janeiro, es
ciones que puede ser estudiado desde el punto de decir está a nuestras puertas. (7)
vista de una historia social de la cultura. Para res-
ponderlos se analizarán distintos tipos de fuentes. La columna recordaba que tanto la fie-
Los textos que recogen y construyen el memorial bre amarilla como la viruela negra ("y otras cien
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pestes") habían sido "importadas" de Brasil. todos modos, las distintas medidas que se pro-
Concluía que "siempre el mal nos ha venido de yectaron para higienizar la ciudad no fueron
los puertos del imperio" y exigía mayor vigilancia igualmente aceptadas, ni contaron con los mis-
a las autoridades (7). mos apoyos. Más aún, no todos los factores sobre
¿Quiénes eran esas autoridades? los objetos señalados –calles, pantanos, aguas,
¿Quiénes detentaban poder de policía en materia hospitales, cementerios, comercios, mataderos–
sanitaria? Es claro que esta intervención periodís- eran admitidos por igual como espacios legítimos
tica se refería al control de los ingresos en el de injerencia estatal.
puerto, cuya principal herramienta era la cuaren- La incorporación de la cuestión sanita-
tena de buques presuntamente infectados. Pero ria como parte de la administración urbana de
el abanico de medidas antiepidémicas del nove- Buenos Aires se remonta, por lo menos, al último
cientos era bastante más amplio. De hecho, en cuarto del siglo XVIII, a partir de las reformas bor-
Buenos Aires, la "policía sanitaria" constituía una bónicas y, en particular, desde la gestión del
de las funciones administrativas básicas del Virrey Vértiz. Pero fue el proceso de reformas
gobierno comunal, desde los tiempos del cabil- administrativas de 1821 el que insertó las medi-
do. Los bandos de buen gobierno (c) habían das sanitaristas en una nueva política de regulari-
intentado regular acciones que afectaban la lim- zación urbana basada en el principio de situar
pieza de las calles, la ubicación de la basura, la todo aquello que sea "de sana utilidad" en el cen-
matanza de animales, el uso del agua y la rela- tro de la ciudad y enviar todo elemento conside-
ción de la ciudad con el río (8). Este saber higié- rado "peligroso" o "inarmónico" a las márgenes.
nico no estaba claramente institucionalizado, tal (10 p.129)
como lo estaría el higienismo en las postrimerías Aún así, los envites centrífugos del
del siglo XIX cuando hiciera su entrada en esce- gobierno fueron bastante resistidos por intere-
na el paradigma pasteuriano. Aún así, existieron ses particulares. Las intervenciones estatales,
discursos, proyectos y reglamentaciones que por más científicamente fundadas que estuvie-
apuntaron a transformar hábitos y espacios sospe- ran, estaban muy débilmente legitimadas cuan-
chados de inducir ciertas enfermedades. do afectaban en algún punto la propiedad y los
Desde la segunda mitad del siglo XVIII, bienes personales.
el pensamiento médico comenzó a desplazar su Los proyectos urbanos del higienismo
centro de atención desde el clima hacia el medio estuvieron alineados con un saber epidemiológi-
urbano. Este giro se verifica en el uso de la noción co que fue variando mucho a lo largo del siglo
de foco: tanto en las disposiciones municipales XIX. La teoría de los miasmas en la que se basaron
como en las reglamentaciones policiales, lo que las políticas de alejamiento de mataderos, cemen-
legitimaba la intervención –más o menos coerciti- terios, hospitales e industrias, perdió fuerza a par-
va– de una autoridad, era la supuesta presencia tir de la generalización de los principios pasteuria-
de focos infecciosos. Todo factor que se presumía nos a fines del siglo XIX. Es sabido que la tradición
como tal debía ser retirado (de la casa o de la ciu- hipocrática unía a la medicina con las condicio-
dad), aislado y eventualmente eliminado. No obs- nes ambientales, prestando atención a factores
tante, los principales elementos indicados como tales como el agua y el aire en el proceso de cura.
causales de enfermedad (el agua y el aire) no eran Pero se trataba solo de una terapéutica del cuerpo
factores sobre los cuales se pudiera intervenir con individual; recién a partir del siglo XVIII aparece-
igual facilidad. Mientras en un caso se requerían ría una medicina colectiva sostenida en un con-
obras de provisión de agua corriente y cloacas, el junto de saberes estadísticos y topográficos sobre
aire malsano y sus miasmas pútridos solo podrían las condiciones de salud de la población (11). Así,
combatirse interviniendo sobre la totalidad de la agentes climáticos, atmosféricos y estacionales
trama urbana (9). En Buenos Aires, esta operación comenzaron a ser identificados como causales de
holística se cristalizó en un intento de resemanti- enfermedades. Influida por descubrimientos quí-
zación de la vieja cuadrícula colonial, impulso micos, la medicina prestará especial atención al
que se nutrió de las modernas ideas de aireación, aire, pero ya no en relación a los cambios meteo-
buena orientación y amplitud de los espacios. De rológicos sino en su composición misma, sus
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gases, los elementos que alteran o purifican el trasladar a los enfermos hasta el lazareto y a los
aire que los hombres respiran. Durante la prime- cadáveres hasta los cementerios.
ra mitad del siglo XIX, la inquietud por el aire Por otra parte, la intervención policial
será la piedra de toque de las políticas de sanea- en las casas particulares no solo asumía la forma
miento urbano. La relación de cercanía o lejanía de inspecciones y desalojos. Durante las epide-
respecto de las emanaciones pútridas se ofrecía mias, algunas familias pudientes, cuyas residen-
como una taxonomía de los espacios urbanos. cias aún estaban localizadas en el centro de la
Los miasmas, aquellos efluvios malignos, podían ciudad, abandonaban sus viviendas, dirigiéndose
emanar de cuerpos enfermos, cadáveres, aguas a la campaña en busca de un aire más puro. Esas
estancadas o basurales. casas deshabitadas eran lugares sumamente pro-
El higienismo se fue consolidando en la picios para los saqueos, máxime en esos momen-
segunda mitad del siglo XIX, ampliando su campo tos en los cuales las autoridades estaban aboca-
de intervenciones en el espacio público y en la das casi de lleno a los problemas de salubridad.
vida familiar. Respecto de la organización urbana, Inspecciones domiciliarias en hogares más bien
médicos y sanitaristas pondrían el acento en la cir- precarios y custodia de la seguridad de las resi-
culación del aire, cuya contaminación se vincula- dencias abandonadas, parece haber sido el doble
ba con los azotes de cólera y fiebre amarilla. Se carácter de la intervención policial durante los
apuntó entonces a la necesidad de alejar estable- azotes epidémicos.
cimientos que infectaban el ambiente, tales como La cuestión de la fiebre amarilla inter-
los cementerios, hospitales y mataderos. También peló a la policía en pleno proceso de reorganiza-
se propuso regular la localización de plazas, par- ción. En noviembre de 1867, Enrique O'Gorman
ques y espacios verdes de la ciudad, el ancho de había asumido la jefatura del Departamento
las calles y la altura del frente de los edificios (12). General de Policía, iniciando un proceso de
En cuanto a la esfera familiar, la mirada de los reformas institucionales. Los cuerpos de calle
higienistas se dirigió –como nunca antes– hacia (alcaldes de barrio, tenientes, serenos) no tenían
los conventillos y casas de inquilinato. En los una clara orientación, estaban notoriamente
digestos municipales de la década de 1870 se superpuestos en sus funciones y excedían la pre-
observan innumerables reglamentaciones sobre el tendida subordinación a una autoridad única. Ni
uso de letrinas y normativa sobre las casas habita- bien asumió el nuevo jefe, una epidemia de
das por más de una familia. La memoria de la epi- cólera invadió Buenos Aires, dejando una cifra
demia de fiebre amarilla de 1871 fue clave para la oficial de 1.580 muertos (14). La policía intervi-
conformación de ese imaginario que asociaba no con sus habituales herramientas de política
enfermedad y vivienda popular (13). sanitaria, pero los actores que conformaban la
Mucho antes de que los médicos del escena pública de Buenos Aires ya no eran los
Consejo de Higiene Pública estuvieran mediana- mismos. En esos años la ciudad tenía una triple
mente legitimados para ingresar en las casas de dimensión política: sede de una corporación
los enfermos, fue la policía la encargada de prac- municipal que reclamaba mayor margen de
ticar "visitas domiciliarias". Los vigilantes debían autonomía, capital de la provincia de Buenos
garantizar también el cumplimiento de las dispo- Aires y centro provisorio de las autoridades del
siciones en materia de salubridad, retirando de Poder Ejecutivo nacional. Las agencias destina-
las calles objetos perjudiciales para la salud, das a las políticas de salubridad eran una caja de
rellenando pantanos y evitando el estancamiento resonancia de esa multiplicidad: la comuna
de aguas. De todas las actividades, sin dudas la había creado una Comisión Municipal de
más problemática era la inspección de las casas Higiene que disputaba el terreno tanto con la red
de inquilinato que comenzaban a proliferar en el asistencialista de parroquias como con el
sur de la ciudad y en los arrabales. Esas visitas Consejo de Higiene Pública, creado por las auto-
involucraban a menudo desalojos por hacina- ridades nacionales en 1852. En el plano discur-
miento, fumigación de habitaciones y quema de sivo, la epidemia de cólera de 1867 desencade-
ropa de cama de los infectados. Coerción pero nó un efecto para nada despreciable en la histo-
también "asistencia": los policías se ocuparon de ria de la relación entre enfermedad y cultura: a
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saber, que el debate epidemiológico pasara de …en una reunión celebrada hoy por el Consejo
ciertas publicaciones especializadas (como la de Higiene a pedido de la comisión municipal,
Revista Médico-Quirúrgica) a la prensa gráfica de que ha aconsejado insistentemente a ésta que
circulación periódica (15). proceda a hacer desalojar por los vecinos respec-
Los médicos insistían con las medidas tivos las manzanas infectadas y que se infestasen
habituales de combate epidémico (control del por la fiebre amarilla. Ese desalojo pueden los
puerto, cuarentenas, visitas domiciliarias, desin- vecinos practicarlo voluntariamente, pero es de
fecciones), pero percibían que los mecanismos presumir que muchos de ellos la resistan, por lo
públicos para la contención de enfermedades que la comisión referida […] pide se sirva mani-
infecciosas estaban desbordados. Gran parte de festarle con la brevedad que las circunstancias
la población huyó de la ciudad, renunciaron las requieren si para hacerlo efectivo en este caso
autoridades municipales y comenzó una reforma puede emplear la fuerza pública. (17)
del Consejo de Higiene Pública. A raíz de esta
situación, la municipalidad empezó a divulgar en La respuesta fue positiva. El avance de
los diarios una mayor cantidad de disposiciones las autoridades públicas sobre la esfera privada
sobre limpieza y salubridad. El Nacional, La era legitimado por el estado de apremio que
Tribuna y La Prensa albergaban cotidianamente habilitaba la epidemia. Muchas de las habituales
anuncios que se ubicaban, con escasa jerarquiza- obsesiones de la policía urbana (la vida en los
ción visual, en un mosaico bastante confuso de conventillos, las actividades en saladeros y mata-
publicidades sobre servicios profesionales, deros, la basura en las calles, la contaminación
comercios y avisos fúnebres. Esos mismos perió- del río) eran en esta coyuntura elevadas a la con-
dicos criticaban ferozmente a la corporación dición de urgencias. Y todos los actores comen-
municipal por su inacción en materia de higiene. zaron a hablar este lenguaje de la excepción, que
El cuestionamiento apuntaba también a los médi- se convertiría más tarde en un vector discursivo
cos que se aferraban al protocolo antiepidémico, de la Comisión Popular.
centrado casi con exclusividad en disposiciones La ambigua información brindada por
coercitivas. Estaban emergiendo en Buenos Aires, estos organismos, y cierto sector de la prensa que
tibia y lentamente, imaginarios que unían el com- insistía en cuestionar la existencia de la epidemia,
bate de la enfermedad con debates sobre la defi- instaló en los primeros días una confusión genera-
nición de los poderes públicos. lizada. Mientras las autoridades discutían si se tra-
Lo cierto es que cuando en enero de baba de un brote de fiebre amarilla, comenzaba el
1871 la policía detectó en San Telmo los prime- carnaval. No solo las disposiciones de salubridad
ros casos de fiebre amarilla, comenzaron las pug- se endurecían sino también aquellas que afecta-
nas entre los distintos actores en juego: la ban al disciplinamiento de la ciudad, insistiendo
Comisión Municipal de Higiene, el Consejo de principalmente en lo inoportuno de los festejos y
Higiene Pública, las comisiones parroquiales, la bailes de máscaras. El 24 de febrero, en un cua-
prensa, el Departamento General de Policía y, derno de anotaciones que llevaba durante la epi-
más tarde, la Comisión Popular de Salubridad. demia, el periodista catamarqueño Mardoqueo
Enrique O'Gorman informó al ministro de Navarro escribía lacónicamente:
gobierno que el comisario de la sección catorce
había encontrado en dos casas cuatro cadáveres La fiebre salta de San Telmo al Socorro. Pasada
de individuos atacados por la fiebre amarilla, y la locura carnavalesca, viene la calma y a ésta
que el médico de policía habría atendido otros sucede el pánico. (18)
diez enfermos en viviendas del mismo barrio
(16). Por orden del ministro, la Municipalidad y El terror provocado por la certeza de la
el Consejo de Higiene mandaron a aislar la zona nueva epidemia (en definitiva, por el miedo a un
afectada. Ambas instituciones pidieron autoriza- fenómeno cuyas causas eran desconocidas) se tra-
ción al gobierno provincial para que la policía dujo rápidamente en antipatía frente a la interven-
pudiera intervenir en los desalojos. El presidente ción de las autoridades competentes. Los médi-
de la Municipalidad escribía: cos, aún algunos nombres prominentes dentro de
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la elite porteña, eran duramente criticados en los hacia el norte de la ciudad. En esas páginas mis-
diarios y, a nivel popular, resistidos e incluso celáneas de los periódicos donde aparecían dis-
acusados de provocar directamente la enferme- posiciones y edictos es frecuente encontrar avisos
dad. El principal atacado fue el Consejo de sobre alquileres y ventas de propiedades alejadas
Higiene Pública, en calidad de representante de del centro. Entre una oferta de trabajo como coci-
la incipiente corporación médica que ingresaba nero y una crónica de policía enumerando las
en el orden estatal. Se esperaba un dictamen diri- inhumaciones en los cementerios, se vislumbra
gido a la Comisión Municipal con recomenda- en La Tribuna el alquiler de "una casita con cua-
ción de medidas profilácticas. tro habitaciones y demás oficinas" que prometía
Esas indicaciones recién se dieron a ser "un buen remedio contra la peste" (22).
conocer el 10 de febrero y las medidas aconseja- En medio de esta situación, y de la mul-
das fueron diversas: desalojo de las manzanas tiplicación de críticas a la Municipalidad y al
infectadas, visitas domiciliarias en casas de inqui- Consejo de Higiene, los sectores opositores con-
linato, inspección de mataderos y de mercados, formaron una Comisión Popular para reorganizar
nombramiento de inspectores para la revisión de la lucha contra la epidemia. En realidad, se trata-
comestibles y bebidas, regulación de las aguas ba del mismo grupo de intelectuales, periodistas,
corrientes, riego de calles, "cuidado de las causas médicos y políticos que durante la epidemia de
que infectan el aire", control de saladeros en rela- cólera de 1867 habían logrado destituir a la cor-
ción a los residuos sobre el Riachuelo, control de poración municipal (23,24). Aunque no logró
los desperdicios de los buques, aislamiento del demasiado consenso para sus intervenciones, el
enfermo y eliminación de sus ropas, estableci- propio discurso de la Comisión (con su hostilidad
miento de médicos de sección, creación de un sistemática hacia la administración municipal y
nuevo lazareto, inhumación de los cadáveres en los médicos del Consejo de Higiene) es testigo de
el Cementerio del Sur (19). Esta diversidad refle- un rechazo bastante generalizado al rol de algu-
jaba la perplejidad de los médicos ante el "miste- nas autoridades durante las epidemias.
rio de la fiebre amarilla". Es posible distinguir dos formas distin-
Muchas de estas medidas ya habían tas de resistencia ante las medidas aplicadas. En
sido implementadas por la Municipalidad y la primer lugar, aparecieron diversos cuestiona-
policía. Otras estaban siendo ejecutadas, a su mientos a las disposiciones policiales que afecta-
manera, por las comisiones parroquiales que ban las libertades económicas. El propio presi-
habían intervenido en casi todas las epidemias dente de la Nación, Domingo Faustino
anteriores. Los cadáveres se multiplicaban a una Sarmiento, había desatendido –claro que antes
velocidad mucho mayor que la reacción de las de 1871– un pedido de los médicos para instru-
autoridades y la peste se expandía desde San mentar cuarentenas de buques en el puerto.
Telmo hacia el resto de la ciudad. Mientras tanto, Argumentaba que la teoría de los miasmas y las
la policía, coordinada con las parroquias, distri- hipótesis científicas de contagio no eran lo sufi-
buía cajones y carros para trasladar ropa infecta- cientemente sólidas como para coartar la libertad
da y cadáveres, otorgando además licencias para de comercio (25 p.90). Similar actitud se adoptó,
sepultar a un ritmo inédito (20). Inaugurado en durante la epidemia de 1871, a propósito de las
1867, el Cementerio del Sur ya no daba abasto, inspecciones en los saladeros. El juez de paz del
por lo cual se creó otro mucho más apartado, pueblo Barracas al Sud, por ejemplo, consultó a
hacia el oeste, en los terrenos de Chacarita. distintos médicos y elevó un informe al ministro
Necrópolis alejada tanto de las nuevas moradas de gobierno en el que cuestionaba "la creencia
al norte como del sur rancio; ese sur atestado de de que ellos son la causa de la epidemia".
fiebre amarilla que ahora estaba diseminando Discutía las medidas del Consejo adjuntando infor-
muerte sobre el resto de la ciudad. Chacarita mes de médicos que aseguraban no haber atendi-
nació, según escribió Borges, "porque Buenos do pacientes de fiebre amarilla en su jurisdicción,
Aires no pudo mirar esa muerte" (21 p.93). área de saladeros por excelencia. Temía que esas
Algunos por no querer mirar la muerte creencias "pudieran influir en el ánimo del superior
ajena, otros por miedo a la muerte propia, huyeron gobierno, con perjuicios de los intereses de este
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partido", pidiendo al gobierno que no permitiera Anteanoche a las doce penetró un sereno en una
"la ruina completa de este pueblo quitándole los casa […]. Llamándole la atención que a una hora
saladeros que son su arteria principal". Este juez tan avanzada permaneciera la puerta abierta,
ponía en duda la "poca solidez de las mismas tomó aquella resolución. En una de las piezas
opiniones de los autores científicos, que en resu- interiores, encontró tendido en el suelo el cadá-
midas cuentas ignoran completamente" las cau- ver de una mujer, y entre sus brazos una criatu-
sas de la fiebre amarilla (26). ra de cuatro meses con vida aún, y que estrujaba
El segundo núcleo de resistencias tuvo con los labios los finos pechos de la que ya no
como protagonistas a los propios enfermos. existía. (27)
Durante el mes de marzo, cuando el número de
muertes diarias estaba en su punto más alto (entre Horroroso. Anteanoche el sereno de la manzana,
cuatrocientas y quinientas personas) y algunas en que se halla situada la casa que en la calle
autoridades recomendaban un éxodo masivo de la Balcarce lleva el número 348, notó que la puer-
ciudad, el prestigio de los médicos tocó fondo. A ta principal de ella se encontraba abierta […]
las críticas sobre la ineficacia de los diplomados encontró en una de las piezas el cadáver de una
que actuaban en la administración pública se mujer, en cuyo seno mamaba un niño. No sin
sumaba ahora una culpabilización hacia los que algún trabajo consiguió desasirlo de los brazos
huían de la ciudad. La prensa denominó este alter- de la muerta. (28)
cado la "cuestión de los médicos", que se agrava-
ba por las creencias de muchos enfermos en que Estos dos periódicos que publicaron la
eran las propias medicinas las que provocaban la noticia, El Nacional y La Tribuna, eran junto con
enfermedad. Una suerte de "horror al médico" La República los principales voceros de la
desencadenaba desde ataques de los pacientes Comisión Popular de Salubridad. Se trataba de
hasta pedidos de los allegados a las víctimas para un grupo de opositores, particularmente encres-
que el diplomado probara la medicina que estaba pados con las autoridades de la corporación
recetando. Las resistencias de los enfermos hicie- municipal, liderado por José Roque Pérez, doctor
ron que O'Gorman dispusiera que los policías en leyes y una de las principales figuras de la
acompañaran a los médicos en sus visitas. masonería porteña. En el marco de una lucha de
La epidemia se retiró dejando huellas facciones, las logias habían adquirido un peso
en las relaciones entre aquellos actores que dis- enorme en la construcción de redes informales
putaban espacios en la incipiente burocracia de sociabilidad política, que tenían una fuerte
estatal. En la simbología que custodió la memo- incidencia en las luchas por la definición de lo
ria de este episodio se vislumbran a menudo público (29).
vestigios de un montaje que aparece en los mis- La prensa escrita desempeñaba en tal
mos documentos de ese año: policías y párrocos sentido un rol fundamental: la propia Comisión
trabajando por los enfermos y muriendo al lado Popular se había constituido algunos días antes
de ellos, frente a la perplejidad de los funciona- de la trágica noticia de San Telmo en un meeting
rios municipales y a la huida en masa de los en la Plaza de la Victoria convocado por los
médicos hacia la campaña. Este cuadro se repi- periódicos. El diario El Nacional (cuyo jefe de
tió una y otra vez a excepción de un espacio redacción, Aristóbulo del Valle, aparecía como
escénico muy particular. En la madrugada del un miembro activo de la Comisión) comenzaría
17 de marzo de 1871 un policía del cuerpo de a incluir una sección higiénica permanente en la
serenos había abierto la puerta de una vivienda que se daban cuenta de las reuniones y se publi-
situada en la calle Balcarce, en el golpeado caban solemnes proclamas. Al igual que la
barrio de San Telmo. Al ingresar en ella, expuso Comisión Popular de 1867, la participación de
sus ojos a una imagen ciertamente dramática: sociedades secretas de la masonería era más que
en una vivienda humilde se encontraba un niño notable. Críticos del papel de los religiosos, sus
aferrado al seno de su madre que yacía muerta intervenciones no se fundaban en el concepto
en el suelo. La prensa dio cuenta de la noticia al de caridad cristiana sino en la necesidad de ilu-
día siguiente: minar la política con el saber científico. Ante la
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perplejidad de las autoridades competentes, los Este era un claro intento de ajustar el cua-
masones pretendían desplegar su capacidad aso- dro al acontecimiento que lo inspiró, omitiendo
ciativa para combatir la epidemia, convirtiendo todo lo que tenía de decisión estética y política la
en lema propio la locución latina "salus populi inclusión de los masones en el lienzo. De hecho,
suprema lex esto" (la salud del pueblo como ley las fuentes parecen descartar la creativa hipótesis
suprema). de Bucich Escobar: el circuito de comunicacio-
Pocos días después de la conformación nes entre las autoridades que intervinieron en el
de la nueva comisión, José Roque Pérez murió asunto solo alude al sereno, un ayudante, el
atacado por la fiebre amarilla. En mayo cayó otro comisario de sección y el jefe de policía. En la
reconocido masón de la misma tendencia, nota del comisario dirigida a O'Gorman, encon-
Manuel Argerich. Fue entonces cuando la noticia tramos el nombre del sereno, dato que los perió-
de la calle Balcarce, que estaba cargada –como dicos habían omitido:
ninguna otra– de todos los lugares comunes del
discurso sanitarista (conventillos, inmigrantes ita- Marzo 17 de 1871. Al Señor Jefe de Policía.
lianos, pobres) se unió a la simbología masónica A la 1 de la madrugada de hoy, el sereno de la
de los héroes del pueblo. Unos meses más tarde, manzana 72, Manuel Domínguez, notó que la
cuando la epidemia se apagaba, las fórmulas puerta de la calle Balcarce número 348 estaba
expresivas del sufrimiento de los desprotegidos y abierta. En cumplimiento de su deber, llamó y
del martirio de los héroes iban a quedar plasma- visto que no se le contestaba, entró y encontró a
das en una misma imagen. una mujer muerta, con una criatura de pecho
En el Teatro Colón, que anteriormente mamándole. Entonces éste recogió al niño y
había sido la sede de la masonería, el pintor pasó palabra al ayudante, don José María Sáenz
uruguayo Juan Manuel Blanes presentó, ante la Peña, quien remitió al niño a ese departamento.
mirada impávida de intelectuales y políticos, su En la mañana de hoy, el que firma fue a la indi-
cuadro más famoso: Un episodio de la fiebre cada casa y encontró el cadáver tirado en el
amarilla en Buenos Aires (Figura 1), inspirado suelo, encima de un colchón. Según los informes
en aquella escena que los periódicos de la que he podido conseguir, esta mujer fue traída
época habían hecho pública. La exposición del ayer en un carro a la citada casa. Dicen que se
cuadro fue un éxito. Miles de personas concu- llama Ana Bristiani, italiana, y que tiene su mari-
rrieron a contemplar su inmensidad, su ilumina- do enfermo en la Boca del Riachuelo, pero que
ción, su patética belleza. El cadáver de la mujer, no saben adónde. (31 p.331)
por su parte, se convirtió en el más famoso de
los diez mil muertos que la gran epidemia des- ¿Cómo explicar entonces la presencia
parramó en las calles de Buenos Aires. Más de Roque Pérez y Argerich en el cuadro de
famoso, incluso, que los cuerpos de los mártires Blanes? Historiadores del arte demostraron la
que aparecían retratados en el cuadro y que por- existencia de al menos dos bocetos previos. En el
taban nombres propios: precisamente, Roque primero, la versión más alejada del lienzo defini-
Pérez y Argerich. tivo, la mujer ocupa el centro de la escena. Al
La inclusión de los masones en la com- igual que en los periódicos y en la carta del comi-
posición fue uno de los motivos del éxito del cua- sario, el niño está mamando el pecho de su
dro. Algunos relatos de la epidemia intentaron madre, cuyo cadáver tiene un aspecto desgarra-
–infructuosamente– argumentar que los miem- dor. En lugar de los mártires de la Comisión
bros de la Comisión habrían acudido al conven- Popular, aparecen tres figuras anónimas, capta-
tillo de la calle Balcarce a pedido del sereno. Por das en el preciso momento en que ingresan a la
ejemplo, Bucich Escobar se aventura explicando casa, lo que según las noticias publicadas habría
que el sereno habría corrido luego de ver la esce- realizado en principio un ignoto sereno. El cadá-
na hacia la sede de la Comisión Popular, retor- ver del hombre yacía mucho más próximo a la
nando a la casa junto a Pérez y Argerich, quienes mujer, conformando entre ambos una escena de
habrían sido los responsables de llevar al niño cuerpos desordenados. El segundo boceto introdu-
hasta la Casa de Expósitos (30). ce en el centro del cuadro el triángulo dramático
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Figura 1. UN EPISODIO DE FIEBRE AMARILLA EN BUENOS AIRES (1871).

Fuente: Juan M. Blanes. Óleo sobre tela, 230 x 180 centímetros. Museo Nacional de Artes Visuales, Montevideo, Uruguay.

que quedará en la versión final: Peréz, Argerich y en la mañana del 18 de marzo, la estampa de los
la mujer con su niño. En el paso del primer boce- masones brilla ante la ausencia del sereno. Sin
to al cuadro expuesto en el Teatro Colón asoma nombre en los diarios, sin rostro en el cuadro, el
un intento de civilización de la imagen, en el policía había desaparecido.
cual los retratos de esas heroicas figuras ofrecían Los avatares del cuadro de Blanes mues-
mejores réditos que el personaje original (32,33). tran que, más allá de los espacios que las corpo-
Lejos de la noticia que conmovió a los porteños raciones médicas y policiales fueron ocupando
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dentro de la política sanitaria, el impacto de la deber como magistrado, se mantuvo firme en la


epidemia de fiebre amarilla puede medirse en brecha, haciendo hasta el sacrificio de su vida, si
otro terreno: la construcción de la figura del así puede decirse, y el de la familia. Esta pobla-
héroe que la masonería supo capitalizar en ción ha sido testigo ocular de lo que se dice. Ha
medio del rechazo popular a los médicos. ¿Y visto al señor O'Gorman en esos días de luto, en
qué sucedió con los policías? La institución poli- que la ciudad, especialmente de noche, repre-
cial intentó, en un primer momento, aprovechar sentaba un cementerio, recorrer las calles de la
y encumbrar la fama que O'Gorman había cose- ciudad cuidando de la vigilancia y de la seguri-
chado en la prensa periódica. Por ejemplo, el dad de tantos intereses abandonados por sus
folletinista Eduardo Gutiérrez había dedicado dueños. (35 p.72)
en 1871 una amplia nota en su honor, en la que
escribía: Uno de los redactores de la revista,
Osvaldo Saavedra, le respondió a Méndez con
En aquellas siniestras e interminables noches de particular dureza. Lo acusaba de mirar las cosas a
marzo y abril […] cuyo silencio sólo era turbado través de un vidrio de aumento que convertía un
por el ruido de los carros cargados de cadáveres "imperceptible infusorio en un monstruo de gran-
y el ¡ay! desgarrador de los infelices que morían des y colosales formas" (36). Así resumía su resis-
sin una mano amiga y caritativa que les alcanza- tencia a la figura de héroe policial, construida
ra un medicamento, se veía al señor O'Gorman sobre los cadáveres de la epidemia:
sereno y abnegado cruzar las desiertas calles de
Buenos Aires, cuidando de hacer recoger los Dejémonos de bombo por simpáticas que sean las
cadáveres de los que habían caído muertos en la personalidades [agregaba] hablemos la verdad: si
calle y cuidando la ciudad abandonada de los apenas se le ha concedido honradez al señor
ladrones que en carros de mudanza habían O'Gorman, no habrá más que concederle. (36)
empezado a saquear. Buenos Aires, sola y azota-
da despiadadamente por la epidemia, abandona- Saavedra, que era también policía, se
da de "todas las autoridades", era cuidada por el oponía a la interpretación institucional del episo-
señor O'Gorman que, lleno de un valor temera- dio de 1871:
rio y una sublime abnegación, no abandonó su
puesto ni un solo momento. (34 p.151) Se quiere hacer un hecho heroico que el señor
O'Gorman, en la época calamitosa de la epide-
Esta nota, publicada originalmente en El mia, no abandonara su puesto y se fuera a gozar
Plata Ilustrado (diario de amplia circulación en la del aire puro y oxigenado de las frescas campi-
época), fue reproducida en una revista policial, edi- ñas. […] si haberse mantenido en la brecha cum-
tada por policías, que había comenzado a aparecer pliendo con su deber envuelve un sacrificio
precisamente en 1871. No obstante, el tono lauda- digno de alabanzas, tribútelas el señor Méndez a
torio centrado en el jefe de la policía había genera- la policía entera; a nosotros también entonemos
do algunos recelos internos. Al año siguiente se himnos de gloria, que nosotros como el señor
desató en la revista una acalorada polémica entre O'Gorman, tuvimos la misma delicadeza y supi-
los defensores y los detractores de O'Gorman, a mos sostenernos en nuestros puestos. (36)
partir de una serie de críticas a la jefatura, que cues-
tionaban el centralismo y la instrucción militar de Es probable que la intención de
las tropas de calle. Santiago Méndez, entonces Saavedra haya sido reclamar una distribución
comisario de órdenes, salió a la defensa del jefe, más justa del heroísmo. Pero además aludía –iró-
apelando a la narración del drama epidémico en nicamente– a la asociación entre la figura del
un tono cercano al de Gutiérrez: héroe y la esfera necrológica. Escribía que, a su
juicio, la policía de O'Gorman solo difería de la
El señor O'Gorman con una abnegación heroica, anterior "en que ésta hace honores fúnebres que
con un sentimiento profundo de humanidad, no hacía aquella y en que aquella limpiaba las
con la conciencia de hacer una religión de su arañas de la Catedral" (36). La limpieza de las
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arañas era una síntesis, bastante cáustica, de un culto a los muertos invadió todos los canales de
gran tema para la organización policial de esta difusión de la cultura policial.
época: la separación entre las funciones de la poli- Por un lado, los ritos de veneración a
cía y las de la Municipalidad creada en 1854. Es los caídos fue una estrategia interna de reafirma-
notorio que al lado de ese asunto aparezca este ción de ciertos valores policiales (abnegación,
otro más misterioso de los "honores fúnebres". entrega, sacrificio) que la cúpula de la institución
¿Qué significaba esta inclusión? Por detrás de pretendía inculcar a los subordinados. Esta era
O'Gorman asomaban los vigilantes muertos duran- una preocupación existente en los discursos poli-
te la epidemia, los mártires anónimos, que para ciales de la segunda mitad del siglo XIX (38). La
algunos policías eran los verdaderos sacrificados. diferencia era que, a comienzos del siglo XX,
Así como las elites porteñas habían apro- esos discursos se articulaban con una serie de
vechado las circunstancias del cuadro de Blanes mecanismos de recompensa (por ejemplo, pre-
para neutralizar su creciente desprestigio, apelando mios por buen desempeño que se traducían en
a la fórmula afectiva del culto a los mártires, los salarios bonificados) y con una red mutualista de
policías intentaron construir otra historia de la epi- beneficios (caja de socorros, plan de facilidades
demia. Se trataba de una historia de héroes bajos, para la construcción de viviendas, hospital pro-
desconocidos, una historia del sacrificio cotidiano pio, etc.). De este modo, se instaló en la policía
de los subalternos. En el siglo XX, las narraciones toda una cultura del estímulo al sacrificio.
policiales sobre la epopeya de 1871 volverán sobre El culto a los muertos no fue únicamen-
la hipérbole de la adulación a O'Gorman, pero éste te una práctica interna para la reafirmación de
ya no estará solo en su altar sacrificial. En la valores. Apuntaba, además, a incitar sentimientos
Historia de la Policía de la Ciudad de Buenos de compasión entre los "buenos vecinos", dejan-
Aires, de 1934 (37), por ejemplo, Ramón Cortés do de lado la vieja "oposición entre el pueblo y
Conde narraba melodramáticamente el episodio: la policía" que tanto preocupaba a los redactores
de la revista policial de 1871. Los reclamos de la
La tarea de los funcionarios y agentes de policía policía por un mayor reconocimiento de la socie-
durante esos días aciagos que vivió la ciudad, dad, una comprensión social de los sacrificios
fue más que intensa, heroica. Raleadas también que implicaba ser agente de calle, comenzaron a
sus filas por la epidemia, debiendo prestar su ser escuchados. Existen indicios muy contunden-
especial atención a la salud pública, tuvieron tes de un crecimiento de la colaboración vecinal
que hacer frente también a esa otra plaga nefas- con la policía a comienzos del siglo XX. Por
ta, que persigue a los pueblos azotados por el ejemplo, las colectas que se realizaron en las
infortunio. Había que evitar el saqueo de las décadas de 1920 y 1930 (divulgadas por la pren-
casas abandonadas por sus moradores y a esa sa, especialmente por radiodifusión) para com-
difícil e ímproba tarea se dedicó la policía con prar armas a la policía. Habría que mencionar
sus exiguos efectivos, ocupándose en esa misión también las fiestas organizadas por comisiones
hasta el mismo Jefe de Policía, mereciendo su vecinales que se agrupaban por comisaría seccio-
conducta y la de sus subordinados la más unáni- nal, realizadas en clubes y teatros porteños. En
me aprobación. (37 p.110-111) 1918 se celebraron varios festivales a fin de
recaudar fondos para la caja de socorros de la
La descripción de una escena cargada policía, que pretendía construir un panteón para
de arrojos heroicos es clara, sin embargo, el rela- sepultar a las "víctimas del deber". Finalmente,
to ya no está centrado en la heroicidad del jefe de con esta colaboración de los vecinos y una colec-
la policía. La apuesta fuerte de Cortés Conde fue ta interna, el panteón fue inaugurado en 1922 en
la asociación de los héroes de la epidemia con la el Cementerio de la Chacarita, la necrópolis
categoría más general de los policías "caídos en improvisada en 1871 para enterrar a los muertos
cumplimiento del deber". Un hecho de enorme de la epidemia de fiebre amarilla (39).
visibilidad pública había reactivado el tema de En suma, los médicos, los policías y tam-
los mártires: el asesinato del jefe de la policía, bién los masones, desplegaron estrategias discur-
Ramón Falcón, en 1909. Desde entonces, el sivas para otorgarle a la epidemia un significado
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trascendente, una suerte de enseñanza moral, que y la medicina) que se presentan a la sociedad
los colocara entre las filas de los héroes y los apar- con un carácter misional, una misión que hace
tara de las acusaciones culpabilizantes. Esas estra- gala de su uniforme y del motivo religioso de la
tegias implicaron, más de una vez, intentos de vigilia (mientras los ciudadanos duermen, los
invalidación del sacrificio ajeno. El culto a los már- policías patrullan la ciudad y los médicos cum-
tires, presente en el cuadro de Blanes y en los ritua- plen con los servicios de guardia). Este entra-
les de veneración a los caídos en cumplimiento del mado sacrificial constituye uno de los usos cul-
deber, contribuye a la consolidación de un sentido turales, aún poco estudiados, de la memoria de
de pertenencia al todo institucional. Contribuye, la epidemia de 1871.
además, a la difusión de dos profesiones (la policía

AGRADECIMIENTOS

Agradezco los comentarios de Lila Caimari, Osvaldo Barreneche, Ricardo Salvatore y a los evaluadores
anónimos de esta revista, como así también a la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia
de Buenos Aires, por financiar la investigación de este artículo.

NOTAS FINALES Nacional de La Plata (UNLP) y el Consejo


Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas (CONICET), entre los días 30 de mayo y
a. Hasta el momento, el estudio más exhaustivo 1 de junio de 2007. El mismo fue publicado en el
de una enfermedad en la ciudad de Buenos Aires libro Miradas sobre la historia social en la
desde una perspectiva sociocultural es la tesis Argentina en los comienzos del siglo XXI (3).
doctoral de Diego Armus sobre la tuberculosis,
publicada recientemente como libro (1). c. Los llamados "bandos de buen gobierno y
policía" eran mandamientos del gobierno colo-
b. Una versión previa de este trabajo fue presen- nial dirigidos a todos los vecinos y habitantes de
tada en las Primeras Jornadas Nacionales de una ciudad. Eran colocados a la vista, en algún
Historia Social organizadas en La Falda lugar público, y leídos en voz alta por pregone-
(Córdoba, Argentina) por el Centro de Estudios ros. La palabra "bando" podía designar tanto el
Históricos "Carlos Segreti", el Centro de Estudios auto (decreto con fuerza de ley) como el acto de
de Historia Americana Colonial, Universidad publicación.
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FORMA DE CITAR
Galeano D. Médicos y policías durante la epidemia de fiebre amarilla (Buenos Aires, 1871). Salud Colectiva.
2009;5(1):107-120.

Recibido el 10 de junio de 2008


Versión final presentada el 27 de octubre de 2008
Aprobado el 10 de noviembre de 2008

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