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Diego Galeano1
1Licenciado en Sociología. RESUMEN Este trabajo analiza la actuación de médicos y policías durante la epidemia
Doctorando en Historia Social,
Universidad Federal de Río de
de fiebre amarilla que tuvo lugar en la ciudad de Buenos Aires en 1871. Aunque las
Janeiro, Brasil. Investigador del embestidas de enfermedades infectocontagiosas fueron recurrentes durante el siglo XIX,
Departamento de Planificación y
Políticas Públicas, Universidad la epidemia de fiebre amarilla constituye un quiebre, no solo por sus dimensiones cuan-
Nacional de Lanús, Argentina. titativas y por los efectos materiales sobre la ciudad, sino también por las querellas que
dgaleano.ufrj@gmail.com
suscitó entre discursos en pugna. En particular, se intenta mostrar aquí cómo las figuras
de los médicos y los policías fueron posicionadas en relación al tema del héroe y del
sacrificado en cumplimiento del deber.
PALABRAS CLAVE Epidemias; Salud Pública; Historia de la Medicina; Argentina.
ABSTRACT This paper examines the action of medical doctors and policemen during
the yellow fever epidemic in Buenos Aires (1871). Even though during the XIX century
epidemics were frequent, the yellow fever one constitutes a break, not only because of
its scope and material effects on the city, but also because it opened a crisis of hegemonic
discourses. In particular, the paper scrutinizes the effects of the yellow fever epidemics
on the figures of doctors and policemen, who were redesigned in light of tropes of
heroism and sacrifice.
KEY WORDS Epidemics; Public Health; History of Medicine; Argentina.
108 DIEGO GALEANO
SALUD COLECTIVA, Buenos Aires, 5(1):107-120, Enero - Abril, 2009
Peste bubónica, escarlatina, disentería, de la ciudad de Buenos Aires han sido especial-
cólera, tifus, viruela, sarampión, fiebre amarilla: mente prolíficos a la hora de recordar la epidemia
las epidemias configuran un dato ineludible para de 1871, al punto de erigir en torno a ella una suer-
la comprensión de la experiencia urbana de los te de mito urbano. Desde la literatura (de Eduardo
hombres que habitaron Buenos Aires en el siglo Gutiérrez a Jorge Luis Borges) hasta los estudios his-
XIX. A su vez, la idea de higienización de los tóricos de Bucich Escobar, Ruiz Moreno y Scenna,
espacios y, en general, el lenguaje sanitarista, los temas del héroe y de la traición interactúan tra-
fueron elementos constitutivos de la administra- zando un diálogo que organiza los discursos sobre
ción política de la ciudad. Esto es repetido por la epidemia. Por detrás de esas reconstrucciones,
casi la totalidad de la producción historiográfica más o menos extemporáneas, en este trabajo se
que se ha ocupado de estudiar las enfermedades recurrirá a la prensa gráfica de la época y a fuentes
desde una perspectiva sociocultural, es decir, del archivo policial, no para buscar allí una supues-
como fenómenos que exceden el mero desajuste ta verdad tergiversada por los relatos posteriores
orgánico desencadenado por un virus o una bac- sino para rastrear la genealogía de esos mismos
teria (a). Esta nueva literatura creció notablemen- temas. Por último, se intentó trazar un puente entre
te en América Latina en los últimos treinta años, las fuentes escritas y la composición de un famoso
encauzada en una tendencia hacia la renovación cuadro de Juan Manuel Blanes (Un episodio de fie-
de la "historia tradicional de la medicina", centra- bre amarilla en Buenos Aires). Aunque la iconogra-
da en la biografía de médicos notables y en la fía no sea la especialidad del autor de este trabajo,
narración progresiva de descubrimientos científi- ese diálogo fue posible gracias a los estudios que
cos. Siguiendo un balance hecho por Diego dos historiadores del arte (Roberto Amigo y Laura
Armus, uno de los temas privilegiados por la Malosetti) realizaron sobre ese cuadro.
renovación historiográfica fue el impacto de las Para comenzar, es preciso mencionar
epidemias urbanas de la segunda mitad del siglo brevemente algunos datos sobre lo que significa-
XIX y las primeras décadas del XX (2 p.18). Estos ba la fiebre amarilla en el siglo XIX. En el Río de
estudios ayudaron a entender las penosas condi- la Plata, los primeros signos de una epidemia de
ciones de vida de amplios sectores de la pobla- esta enfermedad, también llamada entonces "fie-
ción, a interpretar la construcción de los Estados bre del mal carácter", aparecieron a mediados de
nacionales, tanto en materia de vigilancia como la década de 1850 (4). La fiebre amarilla era una
de asistencia pública, a examinar el proceso de enfermedad costera que tenía un carácter endé-
profesionalización de los médicos y las luchas mico en Río de Janeiro y otros puertos brasileños
entre las elites estatales. (5,6). Los buques que viajaban desde Brasil hacia
En este trabajo (b) se intenta partir de Montevideo y Buenos Aires llevaron consigo la
esta base problemática para llegar a otro punto. El enfermedad hacia el sur del Atlántico. En 1857
interés se centró en analizar cómo la epidemia de una tercera parte de la población de Montevideo
fiebre amarilla de 1871 fue colocada en una se contagió el virus, muriendo alrededor de 888
región de la memoria urbana donde se jugaba el personas. Al año siguiente la epidemia se trasla-
prestigio social de dos profesiones: la del médico dó a Buenos Aires aunque con menor intensidad.
y la del policía. Se trata de examinar un conjunto A causa de ello, la prensa se manifestaba frecuen-
de intervenciones escritas e iconográficas produ- temente preocupada por los buques procedentes
cidas por diferentes actores (periodistas, políticos, de la capital del imperio brasileño.
artistas, médicos, policías) que trabaron luchas
simbólicas por la definición de significados tras- La terrible fiebre amarilla [se leía en una nota de
cendentes a aquella experiencia histórica. ¿Cuáles 1870] la desoladora peste que el año 57 llevó a
fueron los héroes y cuáles los culpables? Estos dos la tumba la mitad de la población total de
interrogantes articularon todo un campo de posi- Montevideo, hace estragos en Río de Janeiro, es
ciones que puede ser estudiado desde el punto de decir está a nuestras puertas. (7)
vista de una historia social de la cultura. Para res-
ponderlos se analizarán distintos tipos de fuentes. La columna recordaba que tanto la fie-
Los textos que recogen y construyen el memorial bre amarilla como la viruela negra ("y otras cien
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gases, los elementos que alteran o purifican el trasladar a los enfermos hasta el lazareto y a los
aire que los hombres respiran. Durante la prime- cadáveres hasta los cementerios.
ra mitad del siglo XIX, la inquietud por el aire Por otra parte, la intervención policial
será la piedra de toque de las políticas de sanea- en las casas particulares no solo asumía la forma
miento urbano. La relación de cercanía o lejanía de inspecciones y desalojos. Durante las epide-
respecto de las emanaciones pútridas se ofrecía mias, algunas familias pudientes, cuyas residen-
como una taxonomía de los espacios urbanos. cias aún estaban localizadas en el centro de la
Los miasmas, aquellos efluvios malignos, podían ciudad, abandonaban sus viviendas, dirigiéndose
emanar de cuerpos enfermos, cadáveres, aguas a la campaña en busca de un aire más puro. Esas
estancadas o basurales. casas deshabitadas eran lugares sumamente pro-
El higienismo se fue consolidando en la picios para los saqueos, máxime en esos momen-
segunda mitad del siglo XIX, ampliando su campo tos en los cuales las autoridades estaban aboca-
de intervenciones en el espacio público y en la das casi de lleno a los problemas de salubridad.
vida familiar. Respecto de la organización urbana, Inspecciones domiciliarias en hogares más bien
médicos y sanitaristas pondrían el acento en la cir- precarios y custodia de la seguridad de las resi-
culación del aire, cuya contaminación se vincula- dencias abandonadas, parece haber sido el doble
ba con los azotes de cólera y fiebre amarilla. Se carácter de la intervención policial durante los
apuntó entonces a la necesidad de alejar estable- azotes epidémicos.
cimientos que infectaban el ambiente, tales como La cuestión de la fiebre amarilla inter-
los cementerios, hospitales y mataderos. También peló a la policía en pleno proceso de reorganiza-
se propuso regular la localización de plazas, par- ción. En noviembre de 1867, Enrique O'Gorman
ques y espacios verdes de la ciudad, el ancho de había asumido la jefatura del Departamento
las calles y la altura del frente de los edificios (12). General de Policía, iniciando un proceso de
En cuanto a la esfera familiar, la mirada de los reformas institucionales. Los cuerpos de calle
higienistas se dirigió –como nunca antes– hacia (alcaldes de barrio, tenientes, serenos) no tenían
los conventillos y casas de inquilinato. En los una clara orientación, estaban notoriamente
digestos municipales de la década de 1870 se superpuestos en sus funciones y excedían la pre-
observan innumerables reglamentaciones sobre el tendida subordinación a una autoridad única. Ni
uso de letrinas y normativa sobre las casas habita- bien asumió el nuevo jefe, una epidemia de
das por más de una familia. La memoria de la epi- cólera invadió Buenos Aires, dejando una cifra
demia de fiebre amarilla de 1871 fue clave para la oficial de 1.580 muertos (14). La policía intervi-
conformación de ese imaginario que asociaba no con sus habituales herramientas de política
enfermedad y vivienda popular (13). sanitaria, pero los actores que conformaban la
Mucho antes de que los médicos del escena pública de Buenos Aires ya no eran los
Consejo de Higiene Pública estuvieran mediana- mismos. En esos años la ciudad tenía una triple
mente legitimados para ingresar en las casas de dimensión política: sede de una corporación
los enfermos, fue la policía la encargada de prac- municipal que reclamaba mayor margen de
ticar "visitas domiciliarias". Los vigilantes debían autonomía, capital de la provincia de Buenos
garantizar también el cumplimiento de las dispo- Aires y centro provisorio de las autoridades del
siciones en materia de salubridad, retirando de Poder Ejecutivo nacional. Las agencias destina-
las calles objetos perjudiciales para la salud, das a las políticas de salubridad eran una caja de
rellenando pantanos y evitando el estancamiento resonancia de esa multiplicidad: la comuna
de aguas. De todas las actividades, sin dudas la había creado una Comisión Municipal de
más problemática era la inspección de las casas Higiene que disputaba el terreno tanto con la red
de inquilinato que comenzaban a proliferar en el asistencialista de parroquias como con el
sur de la ciudad y en los arrabales. Esas visitas Consejo de Higiene Pública, creado por las auto-
involucraban a menudo desalojos por hacina- ridades nacionales en 1852. En el plano discur-
miento, fumigación de habitaciones y quema de sivo, la epidemia de cólera de 1867 desencade-
ropa de cama de los infectados. Coerción pero nó un efecto para nada despreciable en la histo-
también "asistencia": los policías se ocuparon de ria de la relación entre enfermedad y cultura: a
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la elite porteña, eran duramente criticados en los hacia el norte de la ciudad. En esas páginas mis-
diarios y, a nivel popular, resistidos e incluso celáneas de los periódicos donde aparecían dis-
acusados de provocar directamente la enferme- posiciones y edictos es frecuente encontrar avisos
dad. El principal atacado fue el Consejo de sobre alquileres y ventas de propiedades alejadas
Higiene Pública, en calidad de representante de del centro. Entre una oferta de trabajo como coci-
la incipiente corporación médica que ingresaba nero y una crónica de policía enumerando las
en el orden estatal. Se esperaba un dictamen diri- inhumaciones en los cementerios, se vislumbra
gido a la Comisión Municipal con recomenda- en La Tribuna el alquiler de "una casita con cua-
ción de medidas profilácticas. tro habitaciones y demás oficinas" que prometía
Esas indicaciones recién se dieron a ser "un buen remedio contra la peste" (22).
conocer el 10 de febrero y las medidas aconseja- En medio de esta situación, y de la mul-
das fueron diversas: desalojo de las manzanas tiplicación de críticas a la Municipalidad y al
infectadas, visitas domiciliarias en casas de inqui- Consejo de Higiene, los sectores opositores con-
linato, inspección de mataderos y de mercados, formaron una Comisión Popular para reorganizar
nombramiento de inspectores para la revisión de la lucha contra la epidemia. En realidad, se trata-
comestibles y bebidas, regulación de las aguas ba del mismo grupo de intelectuales, periodistas,
corrientes, riego de calles, "cuidado de las causas médicos y políticos que durante la epidemia de
que infectan el aire", control de saladeros en rela- cólera de 1867 habían logrado destituir a la cor-
ción a los residuos sobre el Riachuelo, control de poración municipal (23,24). Aunque no logró
los desperdicios de los buques, aislamiento del demasiado consenso para sus intervenciones, el
enfermo y eliminación de sus ropas, estableci- propio discurso de la Comisión (con su hostilidad
miento de médicos de sección, creación de un sistemática hacia la administración municipal y
nuevo lazareto, inhumación de los cadáveres en los médicos del Consejo de Higiene) es testigo de
el Cementerio del Sur (19). Esta diversidad refle- un rechazo bastante generalizado al rol de algu-
jaba la perplejidad de los médicos ante el "miste- nas autoridades durante las epidemias.
rio de la fiebre amarilla". Es posible distinguir dos formas distin-
Muchas de estas medidas ya habían tas de resistencia ante las medidas aplicadas. En
sido implementadas por la Municipalidad y la primer lugar, aparecieron diversos cuestiona-
policía. Otras estaban siendo ejecutadas, a su mientos a las disposiciones policiales que afecta-
manera, por las comisiones parroquiales que ban las libertades económicas. El propio presi-
habían intervenido en casi todas las epidemias dente de la Nación, Domingo Faustino
anteriores. Los cadáveres se multiplicaban a una Sarmiento, había desatendido –claro que antes
velocidad mucho mayor que la reacción de las de 1871– un pedido de los médicos para instru-
autoridades y la peste se expandía desde San mentar cuarentenas de buques en el puerto.
Telmo hacia el resto de la ciudad. Mientras tanto, Argumentaba que la teoría de los miasmas y las
la policía, coordinada con las parroquias, distri- hipótesis científicas de contagio no eran lo sufi-
buía cajones y carros para trasladar ropa infecta- cientemente sólidas como para coartar la libertad
da y cadáveres, otorgando además licencias para de comercio (25 p.90). Similar actitud se adoptó,
sepultar a un ritmo inédito (20). Inaugurado en durante la epidemia de 1871, a propósito de las
1867, el Cementerio del Sur ya no daba abasto, inspecciones en los saladeros. El juez de paz del
por lo cual se creó otro mucho más apartado, pueblo Barracas al Sud, por ejemplo, consultó a
hacia el oeste, en los terrenos de Chacarita. distintos médicos y elevó un informe al ministro
Necrópolis alejada tanto de las nuevas moradas de gobierno en el que cuestionaba "la creencia
al norte como del sur rancio; ese sur atestado de de que ellos son la causa de la epidemia".
fiebre amarilla que ahora estaba diseminando Discutía las medidas del Consejo adjuntando infor-
muerte sobre el resto de la ciudad. Chacarita mes de médicos que aseguraban no haber atendi-
nació, según escribió Borges, "porque Buenos do pacientes de fiebre amarilla en su jurisdicción,
Aires no pudo mirar esa muerte" (21 p.93). área de saladeros por excelencia. Temía que esas
Algunos por no querer mirar la muerte creencias "pudieran influir en el ánimo del superior
ajena, otros por miedo a la muerte propia, huyeron gobierno, con perjuicios de los intereses de este
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perplejidad de las autoridades competentes, los Este era un claro intento de ajustar el cua-
masones pretendían desplegar su capacidad aso- dro al acontecimiento que lo inspiró, omitiendo
ciativa para combatir la epidemia, convirtiendo todo lo que tenía de decisión estética y política la
en lema propio la locución latina "salus populi inclusión de los masones en el lienzo. De hecho,
suprema lex esto" (la salud del pueblo como ley las fuentes parecen descartar la creativa hipótesis
suprema). de Bucich Escobar: el circuito de comunicacio-
Pocos días después de la conformación nes entre las autoridades que intervinieron en el
de la nueva comisión, José Roque Pérez murió asunto solo alude al sereno, un ayudante, el
atacado por la fiebre amarilla. En mayo cayó otro comisario de sección y el jefe de policía. En la
reconocido masón de la misma tendencia, nota del comisario dirigida a O'Gorman, encon-
Manuel Argerich. Fue entonces cuando la noticia tramos el nombre del sereno, dato que los perió-
de la calle Balcarce, que estaba cargada –como dicos habían omitido:
ninguna otra– de todos los lugares comunes del
discurso sanitarista (conventillos, inmigrantes ita- Marzo 17 de 1871. Al Señor Jefe de Policía.
lianos, pobres) se unió a la simbología masónica A la 1 de la madrugada de hoy, el sereno de la
de los héroes del pueblo. Unos meses más tarde, manzana 72, Manuel Domínguez, notó que la
cuando la epidemia se apagaba, las fórmulas puerta de la calle Balcarce número 348 estaba
expresivas del sufrimiento de los desprotegidos y abierta. En cumplimiento de su deber, llamó y
del martirio de los héroes iban a quedar plasma- visto que no se le contestaba, entró y encontró a
das en una misma imagen. una mujer muerta, con una criatura de pecho
En el Teatro Colón, que anteriormente mamándole. Entonces éste recogió al niño y
había sido la sede de la masonería, el pintor pasó palabra al ayudante, don José María Sáenz
uruguayo Juan Manuel Blanes presentó, ante la Peña, quien remitió al niño a ese departamento.
mirada impávida de intelectuales y políticos, su En la mañana de hoy, el que firma fue a la indi-
cuadro más famoso: Un episodio de la fiebre cada casa y encontró el cadáver tirado en el
amarilla en Buenos Aires (Figura 1), inspirado suelo, encima de un colchón. Según los informes
en aquella escena que los periódicos de la que he podido conseguir, esta mujer fue traída
época habían hecho pública. La exposición del ayer en un carro a la citada casa. Dicen que se
cuadro fue un éxito. Miles de personas concu- llama Ana Bristiani, italiana, y que tiene su mari-
rrieron a contemplar su inmensidad, su ilumina- do enfermo en la Boca del Riachuelo, pero que
ción, su patética belleza. El cadáver de la mujer, no saben adónde. (31 p.331)
por su parte, se convirtió en el más famoso de
los diez mil muertos que la gran epidemia des- ¿Cómo explicar entonces la presencia
parramó en las calles de Buenos Aires. Más de Roque Pérez y Argerich en el cuadro de
famoso, incluso, que los cuerpos de los mártires Blanes? Historiadores del arte demostraron la
que aparecían retratados en el cuadro y que por- existencia de al menos dos bocetos previos. En el
taban nombres propios: precisamente, Roque primero, la versión más alejada del lienzo defini-
Pérez y Argerich. tivo, la mujer ocupa el centro de la escena. Al
La inclusión de los masones en la com- igual que en los periódicos y en la carta del comi-
posición fue uno de los motivos del éxito del cua- sario, el niño está mamando el pecho de su
dro. Algunos relatos de la epidemia intentaron madre, cuyo cadáver tiene un aspecto desgarra-
–infructuosamente– argumentar que los miem- dor. En lugar de los mártires de la Comisión
bros de la Comisión habrían acudido al conven- Popular, aparecen tres figuras anónimas, capta-
tillo de la calle Balcarce a pedido del sereno. Por das en el preciso momento en que ingresan a la
ejemplo, Bucich Escobar se aventura explicando casa, lo que según las noticias publicadas habría
que el sereno habría corrido luego de ver la esce- realizado en principio un ignoto sereno. El cadá-
na hacia la sede de la Comisión Popular, retor- ver del hombre yacía mucho más próximo a la
nando a la casa junto a Pérez y Argerich, quienes mujer, conformando entre ambos una escena de
habrían sido los responsables de llevar al niño cuerpos desordenados. El segundo boceto introdu-
hasta la Casa de Expósitos (30). ce en el centro del cuadro el triángulo dramático
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Fuente: Juan M. Blanes. Óleo sobre tela, 230 x 180 centímetros. Museo Nacional de Artes Visuales, Montevideo, Uruguay.
que quedará en la versión final: Peréz, Argerich y en la mañana del 18 de marzo, la estampa de los
la mujer con su niño. En el paso del primer boce- masones brilla ante la ausencia del sereno. Sin
to al cuadro expuesto en el Teatro Colón asoma nombre en los diarios, sin rostro en el cuadro, el
un intento de civilización de la imagen, en el policía había desaparecido.
cual los retratos de esas heroicas figuras ofrecían Los avatares del cuadro de Blanes mues-
mejores réditos que el personaje original (32,33). tran que, más allá de los espacios que las corpo-
Lejos de la noticia que conmovió a los porteños raciones médicas y policiales fueron ocupando
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trascendente, una suerte de enseñanza moral, que y la medicina) que se presentan a la sociedad
los colocara entre las filas de los héroes y los apar- con un carácter misional, una misión que hace
tara de las acusaciones culpabilizantes. Esas estra- gala de su uniforme y del motivo religioso de la
tegias implicaron, más de una vez, intentos de vigilia (mientras los ciudadanos duermen, los
invalidación del sacrificio ajeno. El culto a los már- policías patrullan la ciudad y los médicos cum-
tires, presente en el cuadro de Blanes y en los ritua- plen con los servicios de guardia). Este entra-
les de veneración a los caídos en cumplimiento del mado sacrificial constituye uno de los usos cul-
deber, contribuye a la consolidación de un sentido turales, aún poco estudiados, de la memoria de
de pertenencia al todo institucional. Contribuye, la epidemia de 1871.
además, a la difusión de dos profesiones (la policía
AGRADECIMIENTOS
Agradezco los comentarios de Lila Caimari, Osvaldo Barreneche, Ricardo Salvatore y a los evaluadores
anónimos de esta revista, como así también a la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia
de Buenos Aires, por financiar la investigación de este artículo.
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