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La angustia es en primer lugar una disposición afectiva. Eran tres las características
de la disposición afectiva como existenciario: ésta abre al Dasein para sí mismo, lo abre
como ser-en-el-mundo y permite que el mundo le comparezca. Que lo abra para sí mismo
quiere decir que en el estado de ánimo la existencia se le manifiesta como carga, se le hace
patente que en su ser le va su ser. Propiamente hablando, el Dasein siempre se encuentra en
la disposición afectiva. Ésta muestra, dice Heidegger, “como uno está y como a uno le va”.
Por ello no se trata de un estado interior o subjetivo que modifique nuestra percepción de
un mundo externo. El estado de ánimo adviene, pertenece al mundo porque es desde él que
éste se abre. Así pues, no es primariamente en la intuición que los “objetos” nos aparecen,
sino que éstos ya han comparecido siempre desde cierto estado de ánimo.
angustia? ¿Qué la distingue de la apertura que pueden proporcionar otros estados de ánimo?
La cuestión radica en establecer si la angustia puede ser una disposición afectiva
“eminente” y por qué. O como lo formula Heidegger: “¿De qué modo en la angustia el
Dasein es llevado ante sí mismo por su propio ser, de tal manera que el ente que la angustia
abre en cuanto tal pueda ser determinado fenomenológicamente en su ser, o que esta
determinación pueda al menos recibir una preparación suficiente?”2.
La caída había sido caracterizada como una huida. En el absorberse del mundo del
Uno, las posibilidades del Dasein quedaban delineadas a partir de las habladurías, la avidez
de novedades y la ambigüedad. En su existencia cotidiana, el Dasein no es jamás él mismo.
No obstante, esta caracterización no es negativa. Al contrario, aquello que positivamente
hace manifiesto, aunque de manera no temática, es que a lo que se le da la espalda es a la
apertura. Pues en la huida se muestra de igual forma, que sólo en la medida en que el
Dasein es apertura puede huir de sí, puesto que aquello de lo que huye es de sí mismo. Así
pues, la caída no es algo que hay que apartar teoréticamente para poder encontrar la
“esencia” del Dasein. Sino que es desde ella, como terreno fértil, donde se puede averiguar
ontológicamente algo sobre el Dasein mediante una “vuelta hacia atrás
fenomenológicamente interpretativa”3. No se trata de dar la espalda en la cotidianidad, sino
de sumergirse aún más en ella.
Para lograr esto, es necesario distinguir entre la angustia y el miedo. Existe entre
ellos una afinidad fenoménica –nos dice Heidegger- pero no se confunden. El miedo es
siempre de un ente. Como señala él mismo: “el ante-qué del miedo es siempre un ente
perjudicial intramundano que desde una cierta zona se acerca en la cercanía y que, no
obstante, puede no alcanzarnos”4. Pero en la angustia no se trata de un ente, aquello de lo
que se huye en la caída no puede comparecer intramundanamente, puesto que la caída es un
absorberse en los entes. La cuestión es que aquello de lo que la angustia se angustia es el
propio ser-en-el-mundo. Así en ella “La totalidad respeccional –intramundanamente
descubierta- de lo a la mano o de lo que está-ahí, carece, como tal, de toda importancia.
2
Ibíd., § 40, pp. 202-203.
3
Ibíd., p. 203.
4
Ibíd., p.204.
Emiliano Quintana Villalobos
Toda entera se viene abajo. El mundo adquiere el carácter de una total insignificancia”5.
Tan lejano que no puede comparecer pero tan cercano que corta el aliento, el ante-qué no
está en ninguna parte, es nada, pero no como no-ser, sino como la apertura misma. Aquello
que se manifiesta es pues, la pura posibilidad de todo comparecer y de toda mundaneidad.
5
Ibíd., pp. 204-205.
6
Ibíd., p.206.
7
Ídem.
Emiliano Quintana Villalobos
perdida en el uno, puede estar en tranquila familiaridad”8. La caída es pues una huida del
no-estar-en-casa que en cada caso es el Dasein como ser-en-el-mundo “arrojado y
entregado a sí mismo en su ser”, hacia el familiar y tranquilizante absorberse en el ente
intramundano. Y si bien en la cotidianidad el Dasein trata de atenuar lo inhóspito de la
angustia, ésta pertenece a la constitución ontológica del propio Dasein, es un modo de ser.
Por lo tanto: “el tranquilo y familiar estar-en el mundo es un modo de la desazón del
Dasein, y no al revés. El no-estar-en-casa debe ser concebido ontológico-existencialmente
como el fenómeno más originario”9.
Posibilidades atisbadas aquí, pero que aún necesitan del esclarecimiento del cuidado como
ser del Dasein.
8
Ibíd., p.207.
9
Ibíd., p.208.
10
Ibíd., p.209.