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de Opinión
1. INTRODUCCIÓN
EMPIRIA. Revista de Metodología de Ciencias Sociales. N.o 9, enero-junio, 2005, pp. 89-113.
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trado su fundamento y su razón de ser en la crítica del poder real, una vez que las
élites burguesas e ilustradas logran sus objetivos tras la Revolución Francesa.
Evidentemente, la única forma en la que puede sobrevivir es cambiando su
fuente de legitimidad: la «opinión pública necesita traspasar su elemento legiti-
mador desde la razón hasta la cantidad, hasta el número de personas que la sus-
criben. Es de esta forma como el «pueblo» se convierte en una categoría central
del discurso político, y como los conceptos de «opinión pública» y de opinión
«popular», «común», que hasta entonces habían estado separados, encuentran
ahora su identificación. Así, el hecho de que, al menos simbólicamente, las
masas hayan entrado a formar parte del sujeto de la opinión pública, marca el co-
mienzo de un proceso por el cual dicho concepto que, en principio es bastante
impreciso y poco delimitado, se convierte finalmente en un concepto «mensu-
rable». Sin embargo, será precisamente durante la segunda década del siglo XX
cuando se produce un cambio sustancial, tanto en la forma de concebir la opi-
nión pública, como en la metodología que ha de registrarla, cambio que se rela-
ciona con la irrupción de las técnicas cuantitativas procedentes de la psicología,
que se están desarrollando en dicha época en Estados Unidos.
A partir del momento en que aparecen los sondeos como técnica de investi-
gación, será necesario un lapso de tiempo muy corto 1 para que la noción de opi-
nión pública vuelva adaptarse al dispositivo que le confiere objetivación, y pase
de ser representado como un concepto ambiguo, con límites poco determinados,
a convertirse en un constructo «mensurable».
El cálculo de probabilidades y la estadística constituyen la base —mate-
mática— en la que se sustenta la metodología dominante de la encuesta/sondeo 2
de opinión pública. En su origen, la estadística se desarrolló a partir de la nece-
sidad de los jefes de estado por conocer los elementos que conformaban su po-
derío —población, potencia militar, riqueza económica—, para lo cual la idea de
registro sistemático y exhaustivo de todos los elementos de la sociedad, encaja-
ba perfectamente con esa necesidad de conocimiento de la mayor calidad y
precisión posible. Sin embargo, será a partir de la segunda mitad del siglo XVII
1
L. Blondiaux estima que bastarán apenas diez años desde la aparición de las encuestas en Es-
tados Unidos, para que se produzca la equiparación entre opinión pública y resultados de los son-
deos. (Blodiaux, 1998: 10)
2
A este respecto, sería necesario realizar una precisión lingüística: mientras en castellano los
términos encuesta y sondeo (de opinión) han terminado por devenir casi sinónimos en el uso co-
rriente, hay que tener en cuenta que, si bien el francés sondage se aproxima bastante al equivalen-
te en castellano, la palabra enquête tiene, sin embargo, un significado más amplio, más cercano al
de «investigación». Así, por ejemplo, es perfectamente válido hablar, de enquête policier, o de en-
quête par monographie
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cuando surja con fuerza la idea, no sólo de realizar censos que faciliten un re-
gistro exhaustivo de datos, sino de conocer y explicar los fenómenos económicos
y sociales (Tassi 1988:117-118).
Se trata de una época que coincide con el desarrollo de la aritmética polí-
tica —precursora de la posterior estadística inferencial—, fundamentalmente
en Inglaterra, cuya preocupación principal es la investigación y la cuantifica-
ción constante de comportamientos poblacionales que permitan hacer poste-
riores estimaciones y previsiones 3. Sin embargo, una serie de cambios tanto
desde el punto de vista epistemológico como metodológico, permitirán que ha-
cia la primera mitad del siglo XIX 4 pueda hablarse del paso de la aritmética po-
lítica hasta el nacimiento de la estadística social. Esta transformación se re-
sume en palabras de M. Donnelly, como «el movimiento que va desde la
información sobre el cuerpo político (considerando explícitamente las impli-
caciones del poder del estado) hasta la información sobre el cuerpo social, es
decir, la población» (ya no específicamente la comunidad política) (Donnelly,
1996, 230-231).
La gran cantidad de datos numéricos acumulados en series continuas parece
haber sido crucial en la aparición de una nueva forma a partir de la cual los es-
tadísticos «contemplan» sus estadísticas, de forma que, a partir de ahora, se co-
mienzan a cuestionar el marco conceptual al cual son referidos los números:
«¿son síntomas o indicadores?, ¿qué se cuenta?, «¿cómo pueden ser interpre-
tados los números?». Y es desde el momento en que tiene lugar el examen
concienzudo de las enormes series de datos acumulados, cuando los estadísticos
comienzan a «descubrir» regularidades en los mismos; regularidades que les lle-
van a creer que sus números revelan un nuevo orden de la realidad. Desde nues-
tro análisis, ¿qué puede suponer este cambio? Podemos decir que aquí comien-
za un proceso por el cual el número adquiere legitimidad como entidad de
objetivación científica, con el poder de revelar «lo que existe», «lo que está ahí
fuera» en el terreno de las ciencias sociales; el número será capaz de transformar
las meras conjeturas —opiniones 5— en hechos científicos, verídicos, y por tan-
to legítimos para dar cuenta de la realidad.
Este proceso hace que los estadísticos utilicen la noción de regularidad o es-
tabilidad en las proporciones de los fenómenos, para comenzar a hablar de leyes
sociales. La idea es la siguiente: la contemplación de los individuos sólo permite
ver una cantidad —grande, pero poco definida— de peculiaridades, pero con la
agregación de las mismas, las unas se cancelarían con las otras, dejando ver úni-
camente los rasgos comunes, la generalidad 6. Esta es la idea que, a través de la
aplicación de la distribución normal a la biometría, viene a encarnar el «homme
3
Por ejemplo, el número de hijos por mujer, el tiempo entre dos nacimientos para una misma
madre, el número de habitantes por hogar, etc.)
4
Según M. Donnelly, los historiadores se refieren concretamente al período 1820-1850. (Do-
nelly 1996:230-231)
5
Entendiéndolas desde la concepción negativa de la que se habló en el apartado anterior.
6
Esta idea será luego popularizada a través del análisis del suicidio de E. Durkheim.
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7
No en vano, señala E. Allo que con el artículo De inceti aestimatione de 1678, Leibniz se es-
taba refiriendo a la formación de la opinión (Allo, 1984: 79)
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calcul des probabilités et la méthode des majorités» (Borel, 1908a: 125-151) de-
sarrollará un procedimiento consistente en:
A lo largo del texto, su propósito será mostrar la utilidad del cálculo de pro-
babilidades para el método de las mayorías, cuestión que aprovechará igual-
mente para lanzar una crítica —no sin cierta dosis de ironía- hacia aquéllos que,
como Stuart Mill 18, habían manifestado su desaprobación a la hora de aplicar la
probabilidad a cuestiones de derecho. La importancia del método de las mayo-
rías reside en que podemos encontrar en él la antesala de lo que será el método
representativo, que se desarrollará y usará plenamente en las encuestas estadís-
ticas y en los sondeos de opinión a partir de los años treinta en Estados Unidos.
Así, señala Borel:
Lo único que haría falta para que el método funcione es, según Borel, que el
grupo total en relación al cual se plantea determinada cuestión sea sensiblemente
homogéneo, mientras que el grupo parcial representativo del total ha de aproxi-
marse a la misma heterogeneidad que posee el grupo total. Como puede obser-
varse, Borel hace depender la precisión de la inferencia, no sobre el tamaño del
grupo parcial, sino sobre el grado de heterogeneidad —la varianza— del grupo
total. No llega mucho más lejos respecto a este punto 20 —el tamaño que debería
tener el grupo representativo y la forma de seleccionarlo— pero sí señala que la
relación que existirá entre la verdad relativa (refiriéndose al valor observado) y
la verdad absoluta (el valor teórico) depende de un coeficiente de probabilidad
que además tiende a la unidad siempre que el grupo parcial sea una imagen fiel
del grupo total 21.
17
Traducido del original: «Nous donnerons, d’une manière générale, le nom de « méthode des
majorités» au procédé qui consiste à regarder comme pratiquement valable l’avis exprimé par la
majorité, après dépouillement des avis ou des opinions d’un nombre plus ou moins grand de per-
sonnes» (Borel 1908a: 125)
18
Stuart Mill había señalado que la aplicación del cálculo de probabilidades a las decisiones ju-
diciales constituía «el escándalo de las Matemáticas». (Citado por Borel, 1908a)
19
Traducido del original: «La méthode des majorités consistera donc, en consultant un petit
nombre seulement de personnes, à chercher à prevoir le résultat que donnerait le dénombrement gé-
néral» (Borel, 1908a: 129)
20
Hay que señalar que en esa época se está desarrollando el debate sobre el método representa-
tivo en el seno de los congresos sucesivos del Instituto Internacional de Estadística. Dos años antes del
artículo de E. Borel, A. Bowley ya había introducido el cálculo de los intervalos de confianza.
21
Cuestión en la que Borel mostraba mucha confianza. (Borel, 1908a: 130-131)
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ciales, señalará también los riesgos que ambas pueden suponer en su aplicación a
las ciencias sociales. Dichas regularidades son la manifestación de lo colectivo, de
la cohesión de los fenómenos sociales, y no de la combinación de múltiples
constantes y variables independientes las unas de las otras. Por tanto, si para
Halbwachs, la principal virtud de la estadística consiste en apreciar los rasgos del
colectivo, es decir, mostrar las características de un grupo que no pueden ser des-
cubiertas en ningún miembro del mismo tomado aisladamente, hay que tener
igualmente la precaución de considerar los análisis estadísticos, no como fines en
sí mismos de la investigación, sino como «instrumentos de observación y de com-
paración, precisos y objetivos» 24 y, por tanto imprescindibles que, sin embargo,
«no nos aportan teorías». Así, la estadística aportaría la materia prima —muy va-
liosa, eso sí— de un posterior análisis sociológico profundo que permite com-
prender la lógica social presente en los resultados estadísticos.
Con ello Halbwachs mostrará una posición crítica frente a los excesos de la
estandarización y la abstracción que comenzaban a tener lugar con la aplicación
de las técnicas cuantitativas a las ciencias sociales (Arribas 2004:339). Así, se
opone tanto al estudio de estadísticas sobre grupos o conjuntos de gran tamaño
que, de hecho, esconden realidades muy diversas, como a la extracción de la re-
alidad social de un pequeño número de hechos perfectamente circunscritos y sa-
cados así de su contexto. Todo ello no hace más que separar al sociólogo de su
verdadero objetivo, que es el estudio de las diferencias 25. No es posible extraer
de su contexto los acontecimientos humanos, pues los hombres se encuentran in-
sertos en la sociedad, y se definen en relación a ella. De ahí, que su concepción
de investigación social excluya la realización de encuestas de un gran número de
casos simples —que él califica de extensivas— por disimular y esconder errores
e influencias de los casos excepcionales, al igual que el método intensivo de Le
Play, cuya observación de «casos típicos» juzgados como casos «medios», «se
corre el riesgo de truncar la realidad».
Por tanto, podemos concluir que, para Halbwachs, las matemáticas consti-
tuyen un instrumento metodológico imprescindible para el investigador social
que permite aproximarle a regularidades sobre los fenómenos sociales a las
que no podría acceder de otra forma, si bien, no sustituyen al verdadero trabajo
de interpretación que permite al sociólogo conocer la verdadera «naturaleza» de
los fenómenos sociales.
Una vez realizado este breve repaso a las aportaciones de los estadísticos
que, antes de la eclosión de los sondeos de opinión, intentaron acercarse al tra-
tamiento matemático de los fenómenos políticos y sociales, el interés reside en
saber cómo se introduce y qué visiones del mundo deja implícitamente percibir
el verdadero sustento metodológico que permite el desarrollo de las encuestas de
opinión: el método representativo. De ello nos ocuparemos a continuación.
24
Citado en Martin, 1999: 77
25
De ahí que mantenga igualmente una postura crítica frente a la teoría del hombre medio Que-
telet. (Martin, 1999: 85-86)
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el método de estratificación con afijación óptima diez años antes de que lo hi-
ciera Neyman. Sin duda, las dificultades debidas al alejamiento espacial y lin-
güístico y los acontecimientos ligados a la revolución de octubre obstaculizaron
el conocimiento de la escuela rusa dedicada a la «estadística parcial».
Como apunta P. Tassi, las «ironías del tiempo» harán que la crítica que
hace Neyman a la selección intencional vaya a coincidir precisamente con el mo-
mento en que se produce la emergencia de los sondeos de opinión (Tassi
1988:126), los cuales se valdrán al comienzo de su andadura, de esa misma téc-
nica o, como mucho, de una de sus variantes, el muestro por cuotas.
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mada por la prensa. Así, los sondeos de opinión se presentan como un disposi-
tivo sólido, capaz de soportar las consecuencias de esta «revelación de debilidad»
(Blondiaux 1998:277-278). A este respecto, J. Stoetzel, introductor de los son-
deos de opinión en Francia, señala:
«Los sondeos, se dirá, que sólo han reportado éxitos. Si el de 1936 acuña,
de alguna forma, su acto de nacimiento, el «fracaso» de 1948 en circunstan-
cias análogas, momento de la elección del Presidente Truman, revela su fra-
gilidad (…) Al final ¿qué ciencia no tiene una historia jalonada por fracasos?
Un avión que se cae no condena la aviación. Es más, las dificultades y los fra-
casos estimulan el espíritu de investigación, y contribuyen a menudo al per-
feccionamiento de las técnicas y al progreso de la teoría» (Stoetzel, Girard
1973:53).
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En el sentido de una realidad concreta, casi física.
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Hacking, I. How Should We Do the History o Statistics? I and C (formerly Ideology and
Consciousness) 1981. Citado por Donnelly, 1996: 227.
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RESUMEN
El presente artículo pretende realizar un recorrido por los avatares que ha ido
experimentando el concepto de opinión pública, desde que aparece como tal a
mediados del siglo XVIII hasta el momento del triunfo definitivo de la metodo-
logía que, hasta el día de hoy, ha sido predominante como técnica de investiga-
ción social en las democracias occidentales a partir de los años treinta del si-
glo XX: la encuesta estadística. Así, las perspectivas teórica y metodológica se
relacionan y complementan, ya que el propio concepto de opinión pública se
verá influido y mediatizado por la propia metodología que en cada momento ha
sido utilizada para «registrarlo», «medirlo», en definitiva, para dar cuenta del
mismo.
Partiendo de este planteamiento, trataremos de presentar, no sólo los co-
mienzos de la noción de opinión pública, sino también —y fundamentalmente-
los orígenes matemáticos de los sondeos, a través de las representaciones que,
sobre aquellas entidades que no resultan tan fácil ni evidentemente medibles
como las del «mundo físico» —tales como las opiniones—, van a mostrar los au-
tores de la temprana estadística social, obviamente influidos por el contexto
político y social de su época.
Finalmente realizaremos un breve repaso por el proceso mediante el cual los
sondeos de opinión «arrancan» en el contexto norteamericano de los años trein-
ta y terminan por adquirir la «legitimación necesaria» para convertirse en la me-
todología predominante en la investigación de la opinión pública.
PALABAS CLAVE
ABSTRACT
This article tries to follow the changes involved in the development of the
concept «public opinion» since its first use in the middle of the 18th century un-
til statistical surveying became predominant in social research in western de-
mocracies from the 1930s. It is argued that theoretical and methodological pers-
pectives are not only related but supplementary, and that the concept of «public
opinion» is influenced and mediatized by the methodology which is being used
to «register», to «measure».
The paper outlines not only the beginnings of the notion of public opinion,
but also the mathematical origins of polls through the representations of entities
which are not easily appraisable or evidently part of the «physical world» —such
as opinions— by early authors of social statistics, obviously influenced by the
political and social context of their time.
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The paper concludes with a brief consideration of the rise of opinion polls in
the U.S. in the 1930s, acquiring the «necessary legitimation» to become the pre-
dominant methodology in public opinion investigation.
KEY WORDS
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