Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
2.1 Antecedentes
Las mediciones de la lluvia y de la nieve son mucho más costosas de efectuar que
las de las temperaturas, y su corrección, en caso de errores o de lagunas
estadísticas, es mucho más difícil. La variabilidad espacial de la precipitación es
muy grande y en muchas regiones del mundo escasean las mediciones. La
tendencia secular es también desconocida pues apenas el 30 % de la superficie
continental tiene series válidas de precipitación que se inicien antes de 1970.
De todas formas algunos análisis indican que en la segunda mitad del siglo XX,
entre 1950 y el 2000, la media anual de la precipitación global en los continentes
ha rondado los 800 mm. La media mensual global es de unos 65 mm.
Cuando más llueve por lo general es en el verano del hemisferio norte (el clima
mediterráneo es una excepción). Por eso, la gráfica de la evolución de la
precipitación global sube y baja, con un pico en los meses de verano de cada año
y un mínimo en invierno. El calor continental veraniego produce bajas presiones
que atraen tierra adentro al aire húmedo marino. Las lluvias más abundantes
llegan con los monzones, vientos estivales que afectan al sur de Asia, al sur del
Sahara y a Norteamérica. En otras regiones alejadas del mar, de clima continental,
el calor provoca nubes de desarrollo vertical, tormentas y precipitaciones. Como
en el hemisferio norte hay muchas más tierras que en el hemisferio sur, son los
meses de verano del hemisferio norte los que marcan las máximas globales.
Teóricamente los modelos calculan que debería haber un aumento porcentual de
las precipitaciones de un 3% aproximadamente por cada grado de aumento de la
temperatura global media (Hulme, 1995), ya que con más calor se intensifica el
ciclo hidrológico evaporación-precipitación. Sin embargo, la precipitación global no
indica hasta ahora ninguna tendencia definida.
Fig. Anomalía anual de la precipitación global (1900-2009) (Australian Bureau of
Meteorology)
En Australia, las precipitaciones, en las últimas décadas del siglo XX, parecen
haber aumentado (Hulme, 1996).
Clasificación morfológica.
Se llama precipitación a toda el agua que cae en forma líquida o sólida. Puesto
que las condiciones atmosféricas varían mucho geográfica y estacionalmente, son
posibles diferentes formas de precipitación. Las más comunes son la lluvia y
nieve. Según la apariencia de los elementos, la precipitación se clasifica en:
Lluvia: se define como una precipitación de agua líquida que llega al suelo, con
gotas de diámetro entre 0.5 y 5 milímetros. Si la lluvia no llega al suelo, porque se
evapora a medio camino al pasar por una capa de aire seco, se forma una especie
de cortina que cuelga de la base de la nube, llamada virga, que como no llega al
suelo, no es lluvia.
Agujas de hielo: Delgadas barritas o pequeñas chapas de hielo muy livianas que
flotan.
Granizo: se forma cuando las gotas de agua sobre enfriadas circulan en una zona
de corrientes ascendentes en el interior de un cumulunimbus. El granizo cae de la
nube como precipitación sólida de terrones de hielo duro, redondeados o
irregulares, cuando adquiere demasiado peso para que las corrientes ascendentes
lo mantengan en el aire.
Clasificación genética.
Llovizna: gotas pequeñas y numerosas cayendo de una niebla o de una capa baja
destratus. Son indicios de estratificación estable, sin ningún movimiento vertical de
consideración. En buena parte, las pequeñas gotas pueden caer por la ausencia
de movimiento vertical del aire hacia arriba.