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1. Describe los tres elementos básicos que constituyen la estructura del texto.
Los tres elementos básicos que constituyen la estructura del texto so:
introducción, desarrollo y desenlace.
1. Introducción o planteamiento
Sirve para introducir los personajes. Nos presenta una situación inicial, un
conflicto que les sucede a unos personajes en un tiempo y en un lugar
determinado.
2. Nudo o conflicto.
Se desarrollan los acontecimientos planteados en la introducción. Los
personajes se ven envueltos en el conflicto y actúan en función del objetivo que
persiguen.
3. Desenlace o solución de la situación planteada.
En esta parte del relato se resuelve el conflicto de la fase inicial. Puede tener
un final feliz o trágico; positivo o negativo
6.- Explica cuál es la función del narrador y define los tipos más usuales.
II Lee cuidadosamente el siguiente texto, y realiza las actividades que se piden al final
de la misma.
No se trata en este caso de leer para informarnos, no; sino de leer simplemente
como entretenimiento. Cuando dedicamos un rato de nuestro tiempo libre a
leer piezas literarias, el cerebro trabaja al mismo tiempo que se divierte. Es
cierto que resulta más fácil buscar entretenimientos que no le exigen nada al
intelecto como ver una película, una telenovela, un juego de pelota… pero ahí
está el problema: no activa las neuronas del cerebro; y como este tipo de
programa suele traer consigo mucha violencia, en lugar de distraernos
terminamos estresados.
Aprender a pensar
(Versión libre del cuento de David Owen)
‘El señor Whitson nos enseñaba ciencias naturales en sexto año de primaria.
El primer día de clases, su exposición trató de una criatura llamada
gatiguampo, animal nocturno y mal adaptado al medio biológico, que se
extinguió durante la Era de las Glaciaciones. El maestro hizo pasar un cráneo
de mano en mano, mientras explicaba el tema. Todos tomamos notas y, más
tarde, contestamos un cuestionario sobre esa lección.
Muy sencillo, nos explicó el señor Whitson. Él había inventado ese cuento del
gatiguampo. Jamás había existido tal especie. Por lo tanto, cada uno de los
datos de nuestras notas era incorrecto. ¿Acaso queríamos que nos aprobara
por contestar falsedades?
Huelga decir que nos pusimos furiosos. ¿Qué clase de prueba era esa? ¿Y qué
clase de maestro era éste?
El señor Whitson agregó que esperaba que hubiéramos aprendido algo de esa
experiencia: los maestros y los libros de texto no son infalibles. Y nadie lo es.
Nos recomendó no permitir que nuestras mentes se adormecieran y tener
siempre la disposición de hacer una investigación por nuestra propia cuenta.
Y cuando estemos seguros, después de habernos documentado, tener el valor
expresar nuestra inconformidad si el maestro o el libro de texto nos parecen
errados.
Cada lección del señor Whitson constituía una aventura. Todavía hoy recuerdo,
casi de principio a fin, algunas de sus disertaciones. Un día nos dijo que su
Volkswagen era un organismo viviente. Tardamos dos días en armar una
refutación que le pareciera aceptable. No se dio por satisfecho hasta que le
demostramos no sólo que sabíamos lo que era un organismo viviente, sino
también que teníamos la entereza de defender la verdad.
Ejercicios
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