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Para empezar definiremos dos conceptos principales: biotecnología y semillas

Transgénicas.

“Biotecnología: la biotecnología es el empleo de células vivas para la obtención y mejora


de productos útiles, como los alimentos y los medicamentos. También es la disciplina que
se encarga del estudio científico de estos métodos y sus aplicaciones”
(Casquier & Ortiz, 2012, p.282).

“Semilla transgénica: Un transgénico es un organismo vivo que ha sido modificado


genéticamente (OGM) en un laboratorio. En el caso de las plantas, son aquellas cuyo
genoma ha sido modificado mediante ingeniería genética, bien para introducir uno o
varios genes nuevos o para modificar la función de un gen propio. Como consecuencia de
esta modificación, la planta transgénica muestra una nueva característica” (Casquier &
Ortiz, 2012, p.282).

La biotecnología promete aumentar la productividad creando plantas adaptadas a su


medio ambiente, reducir costos de producción, generar innovaciones y mejoras en los
alimentos y conducir prácticas más ecológicas. Es decir, promete contribuir a una
agricultura sostenible, utilizando recursos más acordes con el medio ambiente, osea,
ayudar a satisfacer las necesidades actuales sin comprometer las futuras. Estas
posibilidades han sido reconocidas por la FAO al señalar que “la biotecnología ofrece
instrumentos poderosos para el desarrollo sostenible de la agricultura, la pesca y la
actividad forestal, así como de las industrias alimentarias y puede contribuir a satisfacer
las necesidades de una población en aumento y cada vez más urbanizada”.

A través de la ingeniería genética es posible la creación de organismos genéticamente


modificados (OGM), incluyendo plantas transgénicas.

Hasta el presente se han producido plantas resistentes a insectos-plaga y patógenos;


mejores productos, como frutos con prolongado período de almacenamiento; productos
con mejores propiedades nutritivas, como un mayor contenido de proteínas, aceites,
aminoácidos, etc.; y con mejoras industriales, como un mayor contenido de sólidos de los
frutos.

A pesar de que la investigación biotecnológica se viene realizando desde hace varios


decenios, la distribución comercial de los primeros productos transgénicos se inició en
1990 en China, con una variedad de tabaco resistente a un virus. En 1994, el tomate Flavr
SavrTM de maduración lenta, desarrollado por la empresa Calgene, se empezó a vender
en los países desarrollados.

En general, los agricultores que han empezado a sembrar cultivos transgénicos están
satisfechos. Esta satisfacción queda demostrada por el vertiginosos incremento de las
ventas de los productos transgénicos y por el aumento de los países que están adoptando
esta tecnología a nivel mundial

Una vez que los primeros alimentos modificados genéticamente empezaron a ser
comercializados, se generó una polémica de grandes proporciones entre ecólogos y
biólogos por un lado y biotecnólogos por el otro. Los ecólogos y biólogos señalan que la
introducción de genes de especies no relacionadas con el mejoramiento tradicional, pues
se saltan barreras naturales y se crean combinaciones que no existen en la naturaleza,
dando lugar a individuos “artificiales”, que violan las leyes naturales que impiden el
cruzamiento entre organismos biológicamente diferentes. Así mismo indican que el cultivo
de plantas transformadas y los derivados de los OGMs entrañan serios riesgos para el
medio ambiente y la salud humana.

A pesar de los riesgos mencionados en el párrafo anterior debemos tener en cuenta que
existen grandes beneficios por los cuales deberíamos vivir un estilo de vida acompañada
de la biotecnología ya que puede mejorar la calidad de vida de las personas, al producir
alimentos más nutritivos, mayor productividad, cultivos de crecimiento más rápido.

Otros posibles beneficios del empleo de la ingeniería genética son la obtención de


alimentos con más vitaminas, minerales y proteínas y con menores contenidos de grasas;
producción de ácidos grasos específicos para uso alimenticio o industrial; cultivos más
resistentes al ataque de patógenos o insectos disminuyendo la necesidad de emplear
productos químicos, lo que supone un ahorro económico y menor daño al medio
ambiente; mayor tiempo de conservación de frutos y verduras, disminución de los costos
de producción; preservación de la biodiversidad natural y desarrollo de cultivos tolerantes
a la sequía y el estrés.

Teniendo en cuenta la seguridad de los productos no solo se benefician los productores y


las empresas agrícolas, sino también los consumidores, al tener mayor acceso a los
alimentos con mayor calidad.

“Los beneficios más generales a favor del ambiente y la sociedad, se reflejan en una
agricultura más sostenible y mayor seguridad en los alimentos, gracias al uso reducido de
pesticidas” (Romero, 2008, p.10).

Bibliografía: https://es.slideshare.net/Leo963/ensayo-final-55604395
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2221496.pdf

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