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EXPLICACIÓN DEL GRABADO

La humanidad no encontrara paz, hasta que no vuelva con


confianza a Mi Divina Misericordia.
(Palabras de Nuestro Señor Jesucristo a Sor María
Faustina).

i
“Los rayos del cuadro representan la Sangre y el Agua que
brotaron del fondo de Mi Misericordia cuando Mi Corazón
agonizante fue abierto por la lanza en la cruz. Los rayos
pálidos simbolizan el Agua que justifica el alma y los rayos
rojos representan la Sangre, que es la vida del alma. Estos
rayos protegen al alma de la Ira de Mi Padre Feliz el que
viva bajo su sombra porque la mano de la justicia de Dios
nunca lo alcanzará “.- (Palabras de Nuestro Señor
Jesucristo a Sor María Faustina).

LA MISERICORDIA DE DIOS

La Misericordia de Dios es de una importancia inmensa


para la humanidad, especialmente en nuestros días no
solamente para los que han sido atormentados
horriblemente en lo pasado, sino aún más para los que
viven en angustias e incertidumbres a causa de un futuro
más horroroso todavía.

Desde el año de 1931 Nuestro Salvador Divino apareció


varias veces a Sor María Faustina enseñándole la
Devoción a la Divina Misericordia, ordenándole la
propagación de esta Devoción. El Señor desea compeler
por medio Sor María Faustina, a la infeliz humanidad para
que busque su salvación donde únicamente puede
encontrarla: Su Divina Misericordia.

LAS PROMESAS DE NUESTRO SEÑOR.

“Yo prometo al alma que veneraré esta Imagen en la


Misericordia que nunca perecerá. Yo le prometo ya aquí en
la tierra, la victoria sobre sus enemigos, especialmente en
la hora de la muerte. Yo, el señor, la protegeré como mi
propia Gloria… Yo doy a la humanidad un vaso con el cual
deben venir a la fuente de mi misericordia a buscar
gracias… Ese vaso, es este cuadro, con la inscripción:

ii
“¡Jesús, yo confío en ti”! – “Yo deseo que el primer
Domingo después de Pascua Florida se celebre, la Fiesta
de la Misericordia, cualquiera que se acerque en ese día a
la Fuente de la Vida, obtendrá remisión completa de culpa
y pena. La humanidad no obtendrá la Paz hasta que venga
con confianza a Mi Misericordia. Di a la humanidad
sufriente que venga a mi misericordioso corazón y les daré
la Paz.- Vengo ahora como Rey de Misericordia, antes de
venir como Justo Juez, para que no haya ninguno que
pueda excusarse en el día del juicio, que poco a poco se va
acercando. A las almas que propaguen Mi Misericordia yo
la protegeré por toda su vida como a una Madre a su niño,
y a la hora de la muerte para ellos no seré Juez, sino
Redentor. En esa última hora el alma no tiene otra
protección que mi Misericordia, pues Mi Justicia no la
alcanzará. Yo preservaré las ciudades y casas en las
cuales se encontrara esta Imagen”.

CORONA DE LA MISERICORDIA

(Para rezarla particularmente en su Rosario)


Un Padrenuestro, Avemaría y Gloria:

EN LAS CUENTAS GRANDES:

“Padre eterno, yo Te ofrezco el Cuerpo, la Sangre el Alma y


la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo y Señor Nuestro en
expiación por nuestros pecados y los pecados del mundo
entero”.

EN LAS CUENTAS PEQUEÑAS:

"Por la Pasión Dolorosa de Jesús, ten Misericordia de


nosotros y del mundo entero". (Esto se repite diez veces en
cada decena del Rosarlo, meditando en los. diferentes
misterios).

iii
PARA CONCLUIR SE REZA TRES VECES:

"Santo Dios, Santo Omnipotente, Santo Inmortal, ten


Misericordia de nosotros y del mundo entero".

“Oh Sangre y Agua que brotásteis del Sagrado Corazón de


Jesús como una Fuente de Misericordia, yo confío en Vos”.

ORACIÓN

Oh Dios, cuya Misericordia es infinita y cuyos tesoros de


compasión no tienen límites, míranos con Tu favor y
aumenta Tu Misericordia dentro de nosotros para que en
nuestras grandes ansiedades no desesperemos, sino que
siempre con gran confianza nos conformemos con Tu
Santa Voluntad, la cual es Idéntica con Tu Misericordia, por
Nuestro Señor Jesucristo, Rey de Misericordia quien con
Vos y el Espíritu Santo manifiesta Misericordia hacia
nosotros por siempre. Amén.

(CON APROBACIÓN ECLESIÁSTICA)

Imp. del Colegio Salesiano “Don Bosco” — Quito

iv
MANUAL
PARA

RECUERDO DE LAS SANTAS MISIONES


(TOMADO DEL R. P. ESTEBAN PEREZ)

REFORMADO CORREGIDO Y AUMENTADO

POR ESTA

COMISARIA DE TIERRA SANTA

4ta. EDICIÓN REFORMADA

CON LICENCIA ECLESIASTICA Y DE LA ORDEN

QUITO – ECUADOR

ESCUELA TIPOGRAFICA SALESIANA


1929.

1
Jesús y María

¡Dios te salve, María, llena de gracia!


-¡Mi alma engrandece al Señor Y mi espíritu se regocijó te
En Dios mi salvador!....

2
ALABANZAS

A los Santísimos nombres da Dios y de María

Bendito sea Dios.


Bendito su Santo Nombre.
Bendito Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre.
Bendito el Nombre de Jesús.
Bendito su Sacratísimo Corazón.
Bendito Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendita la gran Madre de Dios, María Santísima.
Bendita su santa Inmaculada Concepción.
Bendito el Nombre de María, Virgen y Madre;
Bendito San José, su castísimo Esposo.
Bendito Dios en sus Ángeles y Santos.
Amén.

Rezando devotamente dichas alabanzas se puede ganar


un año de indulgencia por cada vez, y si se rezan
públicamente en cualquier idioma, dos años; e indulgencia
plenaria una vez al mes, confesando y comulgando y
rogando según la intención del Sumo Pontífice, el que
rezare todos los días. Concedidas por Pío IX y
posteriormente confirmadas por su Santidad León XIII, el
día 2 de Febrero de 1897.

Pueden aplicarse también en sufragio de las, almas del


purgatorio.

La señal del Cristiano, o sea el persignarse

El cristiano empieza siempre la oración y toda obra buena


haciendo una cruz en su frente, otra en su boca y otra en
su pecho, diciendo:

3
Por la Señal + de la Santa Cruz—de nuestros enemigos —
líbranos, Señor, + Dios nuestro.

En seguida otra cruz de la frente al pecho y del hombro


izquierdo al derecho, diciendo:

En el nombre del Padre y, del Hijo y del Espíritu Santo.


Amén.

(50 días de indulgencia cada vez, y con agua bendita 100


días).

Se, piden a Dios las gracias que nos son necesarias,


diciendo la oración que el mismo Señor nos ha enseñado, y
es:

El Padre nuestro

Padre nuestro, que estás en los cielos: santificado sea el tu


nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad, así
en la tierra como en el cielo. E! pan nuestro de cada día
dánosle hoy, y perdónanos nuestras deudas, así como
nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos dejes
caer en la tentación, - más líbranos de mal. Amén.

Se pide a la Santísima Virgen que interceda por nosotros,


diciendo:

El Ave María

Dios te salve, María, llena eres de gracia: el Señor es


contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito
es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de

4
Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de
nuestra muerte. Amén.

Glorificamos al Señor, diciendo:

El Gloria

Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era al


principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.
Amén.

Rezamos el Símbolo de fe, compuesto por los Apóstoles,


afirmando querer vivir y morir en la creencia de las
verdades santas que contiene, diciendo:

El Credo

Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Criador del cielo y de


la tierra, y en Jesucristo su único Hijo, nuestro Señor, que
fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y nació
de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio
Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los
infiernos; y al tercer día resucitó de entre los muertos, subió
a los cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre
Todopoderoso; desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y
a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia
Católica, la comunión de los Santos, el perdón de los
pecados, la resurrección de la carne y la vida perdurable.
Amén.

5
Los Artículos de la Fe son catorce

Los siete primeros pertenecen a la Divinidad, y los otros


siete a la Santa Humanidad de nuestro Señor Jesucristo.

LOS QUE PERTENECEN A LA DIVINIDAD SON ESTOS:


1º. Creer en un solo Dios Todopoderoso. 2º. Creer que es
Padre. 3º. Creer que es Hijo. 4º. Creer que es Espíritu
Santo. 5º. Creer que es Criador, 6º. Creer que es Salvador.
7º, Creer que es glorificador.

LOS QUE PERTENECEN A LA SANTA HUMANIDAD SON


ESTOS

1º. Creer que nuestro Señor Jesucristo, en cuanto hombre,


fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. 2º.
Creer que nació de santa María Virgen, siendo ella virgen
antes del parto, en el parto y después del parto. 3º. Creer
que recibió muerte y pasión por salvarnos a nosotros
pecadores. 4º. Creer que descendió a los infiernos, y sacó
las ánimas de los santos Padres, que estaban esperando
su santo advenimiento. 5°. Creer que resucitó al tercero día
de entre los muertos. 6º. Creer que subió a los cielos y está
sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso. 7º.
Creer que vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos,
conviene a saber: a los buenos para darles gloria, porque
guardaron sus santos mandamientos, y a los malos pena
perdurable, porque no los guardaron.

Se confiesa humildemente el cristiano diciendo:

La Confesión general

Yo, pecador, me confieso, a Dios Todopoderoso, a la


bienaventurada siempre Virgen María, al bienaventurado

6
San Miguel arcángel, al bienaventurado San Juan Bautista,
a los santos apóstoles San Pedro y San Pablo, a todos los
Santos y a Vos, Padre, que pequé gravemente con el
pensamiento, palabra y obra, por mi culpa, por mi culpa,
por mi grandísima culpa. Por tanto ruego a la
bienaventurada siempre Virgen .María, al bienaventurado
San Miguel Arcángel, al bienaventurado San Juan Bautista,
a los Santos Apóstoles San. Pedro y San Pablo, a todos los
Santos y a Vos, Padre, que roguéis por mí a Dios nuestro
Señor. Amén.

Se pide al Señor perdón de nuestros pecados y se propone


la enmienda diciendo:

El Acto de Contrición

Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Criador,


Padre y Redentor mío: por ser Vos quien sois, y porque os
amo sobre todas las cosas, a mí me pesa, pésame Señor,
de todo corazón, de haberos ofendido, y propongo
firmemente la enmienda, con vuestra gracia, de nunca más
pecar, de confesarme y de cumplir la penitencia, que me
fuere impuesta y apartarme de todas las ocasiones de
ofenderos. Ofrézcoos, Señor, mi vida, obras y trabajos en
satisfacción de todos mis pecados; y confío en vuestra
divina bondad y misericordia infinita, me los perdonaréis
por los méritos de vuestra preciosísima sangre, pasión y
muerte, y me daréis gracia para enmendarme y para
perseverar en vuestro santo amor y servicio hasta el fin de
mi vida. Amén.

Acudimos también a la Santísima Virgen María diciendo:

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La Salve

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura


y esperanza nuestra, Dios te salve, a ti llamamos los
desterrados hijos de Eva; a tí suspiramos gimiendo y
llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora,
abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos
misericordiosos, y después de este destierro muéstranos a
Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clemente! ¡Oh
piadosa! ¡Oh dulce siempre Virgen María! ruega por nos,
Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar
las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Recordamos la Santa Ley de Dios, nuestro Señor, diciendo:

Los Mandamientos de la Ley de Dios son diez

Los tres primeros pertenecen al honor de Dios, y los otros


siete al amor y provecho del prójimo.
El primero, amar a Dios sobre todas las cosas.
El segundo, no jurar su santo nombre en vano.
El tercero, santificar las fiestas.
El cuarto, honrar padre y madre.
El quinto, no matar.
El sexto, no fornicar.
El séptimo, no hurtar.
El octavo, no levantar falso testimonio ni mentir.
El noveno, no desear la mujer de tu prójimo.
El décimo, no codiciar los bienes ajenos.
Estos diez mandamientos se encierran en dos: en servir y
amar a Dios sobre todas las cosas, y a tu prójimo como a ti
mismo.

Recordamos también lo que nos manda la Santa Iglesia


diciendo:

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Los Mandamientos da la Santa Madre Iglesia son cinco

El primero, oír misa entera todos los domingos y fiestas de


guardar.1
El segundo, confesar a lo menos una vez al año, por la
cuaresma, o antes si hay peligro de muerte; o si ha de
comulgar.
El tercero, comulgar por Pascua Florida.
El cuarto, ayunar cuando lo manda la Santa Madre Iglesia.2
El quinto, pagar diezmos y primicias a la Iglesia de Dios.

En el Ecuador se debe guardar:

Ayuno sin abstinencia, el viernes de las Témporas de


Adviento, los miércoles de Cuaresma y el Jueves Santo.

Ayuno y abstinencia: el miércoles de Ceniza y los viernes


de Cuaresma.

1
Las fiestas de guardar, además de los domingos, son 10; cinco de Jesucristo, su Nacimiento, en 25 de
Diciembre; la Circuncisión, 1º. de Enero; la Epifanía, el 6 de Enero; y la Ascensión y el Corpus, que no
tienen día fijo. Dos de la Virgen: la Inmaculada Concepción, en 8 de Diciembre, y la Asunción en 13 de
Agosto. Y tres de los Santos: San José, el 19 de Marzo; San Pedro y San Pablo, el 29 de Junio; y Todos
los Santos el 1º. de Noviembre.
2
La ley de Abstinencia prohíbe alimentarse de carne y caldo de carne; pero no prohíbe comer huevos,
lacticinios (o de leche) ni cualesquiera otros condimentos de grasa de animales. (Canon, 1250).
La ley del ayuno fundamentalmente prescribe que no se haga más que una sola comida al día; permite, no
obstante, que se tome algo de comida (la llamada parvedad) por la mañana, y la llamada colación) par la
noche; pero observando en ambas, en lo referente a la cantidad y calidad de los alimentos, lo que
prescribe o autorice la costumbre legitima del lugar. (Canon,1234)
Tampoco está ya prohibido el promiscuar carne y pescado en una misma comida, y puédese conmutar la
refección o colación de la noche con la comida del mediodía, es decir, que se puede hacer la comida por
la noche, y la colación al mediodía (Canon, id 2)
Pero no obliga ni la ley de abstinencia, ni la del ayuno y abstinencia, ni la del ayuno solamente, en los
Domingos y Fiestas de precepto, exceptuando las Fiestas dentro de Cuaresma, ni hay necesidad de
adelantar el ayuno o abstinencia de la vigilia, más aun, ni el ayuno ni la abstinencia del Sábado Santo
obliga después de mediodía. (Canon, 1252, 4)
La ley de la abstinencia, obliga de suyo a cuantos tengan los siete años cumplidos. (Canon, 1254, 4)
La del ayuno a los que hayan cumplido los veintiuno y no hayan empezado el sexagésimo (sesenta)
Canon, ibid. 2.

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Abstinencia sin ayuno: en las Vigilias de Navidad, de
Pentecostés, de la Asunción de la Santísima Virgen y de
los Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo.

En la parvedad de la mañana se permiten los lacticinios,


pero no los huevos, y salva la ley de la parvedad.

Los indios y negros están dispensados de la ley de solo el


ayuno, pero están obligados a ayunar y guardar abstinencia
los viernes de Cuaresma, y a la abstinencia sin ayuno en la
Vigilia de la Natividad del Señor.

Los Sacramentos de la Santa Madre Iglesia son siete:

1º. Bautismo, 2º. Confirmación, 3º. Penitencia, 4º.


Comunión, 5º, Extremaunción, 6º. Orden sacerdotal 7º.
Matrimonio. Amén.

Recordamos además lo que debemos hacer con nuestros


prójimos, diciendo:

Las obras de misericordia son catorce: siete corporales


y siete espirituales

LAS SIETE CORPORALES SON ESTAS:


1ª. Visitar a los enfermos.— 2ª. Dar de comer al
hambriento.— 3ª. Dar de beber al sediento. — 4ª. Vestir al
desnudo.— 5ª. Dar posada al peregrino.—6ª. Redimir al
cautivo.—7ª. Enterrar a los muertos.

LAS SIETE ESPIRITUALES SON ESTAS:


1ª. Enseñar al que no sabe.—2ª. Dar buen consejo al que
lo ha menester.—3ª. Corregir al que yerra.—4ª. Perdonar
las injurias.— 5ª. Consolar al triste. — 6ª. Sufrir con

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paciencia las flaquezas de nuestros prójimos—7ª. Rogar a
Dios por los vivos y los muertos.

El pecado venial se perdona por una de estas nueve


cosas:

1°.- Por oír misa con devoción. — 2°. Por comulgar


dignamente.— 3°. Por oír la palabra de Dios,—4°. Por
bendición Episcopal.— 5°. Por decir el Padre nuestro.— 6°.
Por confesión general.- 7°. Por agua bendita.— 8°. Por pan
bendito. — 9°. Por golpes de pecho. Todo esto hecho con
devoción y dolor.

Los pecados capitales (que también se llaman


mortales) son siete:

1º. Soberbia.— 2°. Avaricia.— 3º. Lujuria.— 4°. Ira. — 5°.


Gula.— 6º. Envidia,— 7º. Pereza.

CONTRA ESTOS SIETE VICIOS HAY SIETE VIRTUDES

Contra soberbia, humildad.—Contra Avaricia, Largueza —


Contra Lujuria, Castidad.— Contra Ira, Paciencia.—Contra
Gula, Templanza.— Contra Envidia, Caridad.-- Contra
Pereza, Diligencia.

Los enemigos del alma son tres:

Mundo, demonio y carne.

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Las virtudes teologales son tres:

Fe, esperanza y caridad.

Las virtudes cardinales son cuatro:

Prudencia, justicia, fortaleza y templanza.

Las potencias del alma son tres:

Memoria, entendimiento y voluntad.

Los dones del Espíritu Santo son siete:

1º. Don de sabiduría. — 2°, Don de entendimiento. — 3o.


Don de consejo. — 4°. Don de fortaleza. — 5º. Don de
ciencia. — 6º. Don de piedad. — 7º. Don de temor de Dios.

Los frutos del Espíritu Santo son doce:

Caridad, gozo espiritual, paz, paciencia, Ionganimidad,


bondad, benignidad, mansedumbre, fe, modestia,
continencia y castidad.

Las bienaventuranzas son ocho:

1ª. Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos


es el Reino de los Cielos.
2ª. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la
tierra.

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3ª. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán
consolados.
4ª. Bienaventurados los que han hambre y sed de justicia,
porque ellos serán hartos.
5ª. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos
alcanzarán misericordia.
6ª. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos
verán a Dios.
7ª. Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán
llamados hijos de Dios.
8ª. Bienaventurados los que padecen persecución por la
justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Los novísimos o postrimerías del hombre son cuatro:

Muerte, juicio, infierno y gloria.

El Bautismo privado a (como dicen) agua de socorro

Como sea el bautismo la puerta de la Religión cristiana y


de la vida eterna, y tenga el primer lugar entre los otros
sacramentos, cualquiera lo puede conferir en caso de
necesidad, por ejemplo, en peligro de muerte, echando
agua natural sobre la cabeza de la criatura, y formando tres
cruces al decir, con intención de hacer lo que hace la santa
Madre Iglesia:

Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del


Espíritu Santo.
En cuanto sea posible, procúrense dos testigos, o a lo
menos uno, que puedan probar haber sido bautizado.

(Ritual Romano.- 1926.- Tit. II, Cap. I, Nos. 1 y 16)

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CATECISMO DE LA DOCTRINA CRISTIANA
ADVERTENCIA

Amado cristiano, para poder salvarse el hombre después


que llega al uso de la razón, necesita absolutamente creer
y saber de un modo explícito, los misterios de la Unidad de
Dios, de La Santísima Trinidad, de la Encarnación y eterna
Remuneración. Si tu, cristiano, los ignoras, estás en
continuo pecado mortal, y tampoco irás al cielo, porque es
imposible que te salves sin que de un modo o de otro los
aprendas. En el siguiente Catecismo tienes un medio muy
fácil de aprenderlos, y repasarlos de cuando en cuando, y
con este buen método enseñarlos a otros, que los ignoren,
practicando así la primera de las obras de misericordia,
enseñar al que no sabe, obra, por cierto, muy buena y de
caridad muy grande, que el Señor te premiará sí por su
amor lo haces.

CATECISMO

EXISTENCIA Y UNIDAD DE DIOS

Pregunta. — Decidme hijo, ¿hay Dios?


Respuesta. — Si, Padre, Dios hay.
P. — ¿Cuántos Dioses hay.
R. — Un solo Dios no más.
P. — ¿Dónde está Dios?
R. — En el cielo, en la tierra y en todo lugar.

LA SANTISIMA TRINIDAD

P. — ¿Quién es Dios?
R. — La Santísima Trinidad

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P. — Quién es la Santísima Trinidad?
R. Es Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo: Tres
personas distintas y un solo Dios no más.

ENCARNACION Y REDENCION

P. — ¿Cuál de estas tres personas divinas se hizo hombre


por nosotros?
R. — La segunda persona que es el Hijo de Dios.
P. — ¿Dónde se hizo hombre?
R. — En las purísimas entrañas de la Virgen María,
P. — ¿Hízose hombre por obra de varón?
R. — No, Padre.
P. — ¿Por obra de quién?
R. — Por obra y gracia del Espíritu Santo.
P. — El Hijo de Dios hecho hombre ¿cómo se llama?
R. — Jesucristo.
P. — ¿Jesucristo es Dios. ,
R. — Sí, Padre.
P. — Qué hizo Jesucristo por nosotros?
R. — Padeció y murió en la cruz por librarnos del pecado.
P. — ¿Murió en cuanto Dios?
R. — No, Padre.
P. — ¿En cuánto quién murió?
R. — En cuanto hombre,
P. — Después que murió en la cruz ¿volvióse a levantar
vivo?
R. — Sí, Padre.
P. — ¿A dónde fue?
R. — Al cielo.

ETERNA REMUNERACIÓN

P. — ¿Ha de venir otra vez acá?

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R. — Sí, Padre.
P. — ¿Cuándo vendrá?
R. — El día del juicio.
P. — ¿A qué ha de venir?
R. — A tomarnos cuentas a todos.
P. — Para entonces ¿qué haremos todos?
R. — Levantarnos vivos de la sepultura, para vivir para
siempre.
P. — Los buenos ¿a dónde irán?
R. — Al cielo, a ver y gozar de Dios para siempre.
P. — Y los malos ¿a dónde irán?
R — Al infierno, a padecer para siempre.
P. — Nuestro Señor Jesucristo; en cuantas partes está?
R. — En cuanto Dios, en el cielo, en la tierra y en todo
lugar.
R. — Y en cuanto hombre ¿dónde está?
R. — En el cielo y en el Santísimo Sacramento del altar.

Lo que debe saber todo buen Cristiano

P. — ¿Cuántas cosas debe saber el cristiano desde que


llega al uso de razón?
R. — Cuatro cosas.
P, — ¿Cuáles son?
R. — Saber lo que ha de creer, lo que ha de orar, lo que ha
de obrar, y lo que ha de recibir.
P. — ¿Cómo sabrá lo que ha de creer?
R. — Sabiendo bien, y entendiendo el Credo o los artículos
de la Fe.
P. — ¿Cómo sabrá lo que ha de orar?
R. — Sabiendo bien el Padre Nuestro y Ave María.
P. — ¿Cómo sabrá lo que ha de obrar?
R. — Sabiendo bien los Mandamientos de la Ley de Dios,
los de la Sta. Madre Iglesia y las Obras de Misericordia.
P. — ¿Cómo sabrá lo que ha de recibir?

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R. — Sabiendo los Sacramentos de la Santa Madre
Iglesia…
El Bautismo y la Confirmación, se reciben, cada uno, por
una sola vez en la vida, y nos imprimen el carácter de
Cristiano - Católico.

LA CONFESIÓN

P, — ¿Para qué se confiesa el cristiano?


R. — Para que Dios le perdone sus pecados.
P. — ¿Qué condiciones se requieren para hacer una buena
confesión.
R. — Cinco: Examen, Dolor, Propósito, Confesión y
Satisfacción.
P. — ¿Qué es Examen?
R. — Traer a la memoria todos los pecados cometidos
desde la última confesión bien hecha, hasta la que se va a
hacer.
P. — ¿Qué es Dolor?
R. — Tener pena o sentimiento de haber ofendido a Dios.
P. — ¿Qué es propósito?
R. — Una firme resolución de nunca más pecar.
P. — ¿Que es confesión?
R, — Decir al confesor todos los pecados, sin callar
ninguno; ni por vergüenza, ni por temor.
P. — ¿Que es Satisfacción?
R. — Aceptar y cumplir la penitencia que impone el
confesor.
P. — El que ha pecado mortalmente y muere sin confesar
¿se podrá salvar?
R. — No, Padre, si teniendo confesor y pudiendo, no se
confiesa.
P. — El que no tiene confesor, ¿qué hará para salvarse?
R. — Un acto de verdadera contrición.
P. —¿Qué es acto de verdadera contrición?

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R,— Un dolor eficaz de haber ofendido a Dios, sólo por ser
quien es.
Decid, pues, siempre que os halléis en algún peligro, y no
os podáis confesar, el acto de contrición, pág. 8, Señor mío
Jesucristo, etc.

LA COMUNIÓN

P. — ¿Para qué comulga el cristiano?


R. — Para recibir en su pecho a Jesucristo Sacramentado,
P. — Pues ¿dónde está Jesucristo?
R. — En el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar.
P. — ¿Qué entendéis por el Smo. Sacramento del Altar?
R. — La hostia y el vino consagrados por el Sacerdote.
P. — Antes que el Sacerdote consagre la hostia o el Vino
del cáliz ¿está allí el Cuerpo y Sangre de Jesucristo.
R. — No, Padre, porque entonces es sólo pan y vino.
P. — Pues, ¿cuándo se convierto el pan en Cuerpo de N.
S. Jesucristo?
R. — Cuando el Sacerdote en la Santa Misa acaba de decir
las palabras de la consagración sobre la Hostia.
P. — Y ¿cuándo se convierte el vino en Sangre de N. S.
Jesucristo?
R. — Cuando el Sacerdote acaba de decir las palabras de
la consagración sobre el Cáliz.
P. — Cuando se parte la hostia consagrada, ¿se divide o
parte el Cuerpo de Cristo.
R. — No, Padre, porque todo Cristo está en toda la hostia y
en cualquier parte de ella, así el que recibe cualquier parte
de la hostia consagrada, por pequeña que sea, recibe
enteramente a todo Cristo.
P. — ¿Qué condiciones se requiere para recibirle?
R. — Dos de parte del alma, y una de parte del cuerpo.
P. — De parte del alma ¿qué se requiere?

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R. — Estar en gracia de Dios y saber a quién se va a
recibir.
P. — De parte del cuerpo ¿que se requiere?
R. — Estar en ayuno natural desde la media noche, sin
haber comido ni bebido cosa alguna, hasta después de
comulgar.

Extremaunción. — Debemos pedirla en el peligro de


muerte, para que se perdonen nuestros pecados.
Orden Sacerdotal. — Debemos obedecer y respetar a los
Sacerdotes.
Matrimonio eclesiástico. — Obliga a los casados, a ser
fieles entre los dos, y a cuidar y enseñar a sus hijos.

CONCLUSIÓN DEL CATECISMO

P. — ¿Por qué creéis la doctrina cristiana?


R. — Porque Dios la ha revelado y la Iglesia la enseña.
P. — ¿Qué es la Iglesia?
R, — Es la congregación de todos los fieles cristianos bajo
una cabeza visible, que es el Papa.
P. — ¿Quién es el papa?
R. — Es el Romano Pontífice a quien debemos obedecer
todos los cristianos.
P. — ¿Sois Cristiano?
R. — Sí, por la gracia de Dios.
P. — ¿Por qué decís por la gracia de Dios?
R. — Porque ser cristiano es un don que no puede
adquirirse por ningún otro medio.
P. — Y el ser hombre, ¿de quién lo habéis recibido?
R. — De Dios Nuestro Señor, que nos ha creado dándonos
una alma a su imagen y semejanza.
P. — ¿Cuánto tiempo durará nuestra alma?

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R. — Durará eternamente porque es un espíritu inmortal,
criado por Dios para que libremente le sirva durante esta
vida y así después le goce en la eterna. Amen.

EJERCICIO DIARIO
POR LA MAÑANA

Al despertar dirás: (y puedes repetirlas entre día,).


Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
Jesús, José y María, amparadme en la última agonía.
Jesús, José y María, recibid en vuestros brazos, cuando yo
muera el alma mía. (100 días de indulgencia, cada una).

Al toque de Angelus

En la mañana, mediodía y noche.

V/. El Angel del Señor anunció a María,


R/. Y concibió por obra del Espíritu Santo, Ave María.
V/. He aquí la esclava del Señor.
R/. Hágase en mí según tu palabra. Ave María.
v/. Y el Hijo de Dios se hizo hombre.
R/. Y habitó entre nosotros. Ave María.
R/. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
V/. Para que seamos dignos de las promesas de
Jesucristo.

ORACIÓN.— Derramad, Señor, vuestra gracia sobre


nuestras almas para que, ya que por medio del Angel
hemos conocido la encarnación de vuestro Hijo, por su
pasión y su cruz podamos llegar a la gloria de la
resurrección. Por el mismo Jesucristo, Nuestro señor.
Amén.

20
(100 días de indulgencia por cada vez: y una plenaria al
mes, rezando tres veces al día).

Actos qua todo fiel Cristiano debe hacer devotamente,


todas las mañanas, con un verdadero afecto del
corazón.

Por la señal, etc.

Omnipotente y sempiterno Dios, humildemente postrado


ante Vuestra Divina Majestad, con el más profundo respeto,
os adoro y reconozco como a mi Supremo Señor, principio
y fin de todas las cosas.

Creo como verdad infalible, porque Vos lo habéis revelado,


qua sois Uno en la esencia y Trino en las personas, Padre,
Hijo, y Espíritu Santo; creo que la segunda persona de la
Santísima Trinidad, que es el Hijo, se hizo hombre mortal
en las purísimas entrañas de María Virgen; murió en una
cruz, resucitó y subió a los cielos, de donde ha de venir al
fin del mundo a juzgar a todos, y dar a los buenos el
Paraíso y a los malos el Infierno; creo firmemente todo
cuanto cree y enseña la Santa Iglesia Católica, Apostólica,
Romana: y estoy pronto a derramar hasta la última gota de
mi sangre en su defensa.

Espero en Vuestra Misericordia y Fidelidad, que por los


méritos de Jesucristo, me daréis la gloria del cielo que me
habéis prometido, si hago obras de buen cristiano, lo cual
propongo hacer, mediante vuestra santa gracia.

Os amo ¡Oh sumo y perfectísimo Bien sobre todas las


cosas, y quisiera amaros cuanto os aman los Angeles y
Santos del Paraíso; y así mismo, amo a mi prójimo, por

21
amor vuestro, como a mi mismo, y perdono sinceramente
todas las injurias que me son y serán hechas.

Os doy gracias de todo corazón por haberme criado,


conservado, redimido y llamado a la santa fe y por todos
los beneficios que de vos he recibido y continuamente
recibo.

Os consagro mi alma y cuerpo con todos los pensamientos,


palabras, obras y sufrimientos de este día y de toda mi
vida, en unión de las más puras y sublimes intenciones que
tuvieron Jesús y María, con todos los Santos del cielo.

Tengo intención de asistir con el espíritu a todas las misas


que hoy se celebraran en el mundo católico, y de ganar
todas las indulgencias posibles para mí y para las benditas
almas del purgatorio.

Dios mío, porque sois infinitamente bueno me arrepiento y


me duelo con todo mi corazón, de haberos ofendido y
propongo firmemente, ayudado de vuestra gracia, el no
ofenderos más y huir de la ocasión próxima del pecado.

Recibid ¡oh Señor! esta mi pobre alma en sacrificio;


bendecidla, inflamadla toda en vuestro santo amor y
enriquecedla de todas las virtudes, y en particular del don
de la perseverancia final.

Los mismos beneficios os pido para mis padres, parientes,


amigos, enemigos y para todos en general, como también
os ruego por la exaltación de la Santa Iglesia Católica, por
la paz entre los gobiernos cristianos, por la conversión de
los pecadores y la perseverancia de los justos; a fin de que
de nadie más seáis ofendido, pero sí de todos reconocido,
amado y glorificado por todos los siglos de los siglos.

22
Me acojo bajo las llagas de Jesucristo, mi Redentor;
ocultadme en ellas y defendedme, Jesús mío, a fin de
poderos ver por toda la eternidad en la patria celestial.
Amén.

(El que reza estos actos consigue cada día 7 años y 7


cuarentenas de indulgencia, una plenaria en la hora de la
muerte, y otra cada mes, confesando y comulgando).
(Benedicto XIV).

A la Virgen Santísima3

Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se oyó


decir que ninguno de los que han acudido a vuestra
protección, implorando vuestra asistencia y reclamando
vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado
con esta confianza, a Vos también acudo, oh Virgen madre
de las Vírgenes, y, gimiendo bajo el peso de mis pecados,
me atrevo a presentarme ante vuestra presencia soberana.
¡Oh Madre de Dios! no despreciéis mis súplicas, antes
bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Así sea.

Un padre nuestro y Ave María al santo Angel de la Guarda;


otro al santo del propio nombre; otro al glorioso San José; y
otro a N. P. San Francisco.

V/. Virgen purísima antes del parto. R/. Hacednos puros y


castos, humildes y mansos. Ave María
V/. Virgen castísima en el parto.
R/. Hacednos puros y castos, humildes y mansos. Ave
María.
V/. Virgen inmaculada después del parto.

3
Esta oración es de San Bernardo, y tiene 300 días de indulgencia por cada ves que se rece, e indulgencia
plenaria al mes confesando y comulgando, (Pio IX).

23
R/. Hacednos puros y castos, humildes y mansos. Ave
María.

Bendita sea tu pureza


Y eternamente lo sea,
Pues todo un Dios se recrea En tan graciosa belleza,
A ti, celestial princesa,
Virgen sagrada, María,
Te ofrezco desde este día Alma, vida y corazón;
Mírame con compasión No me dejes, Madre mía.
(30 días de indulgencia por cada vez. Pío X).

DURANTE EL DÍA

Al principiar el trabajo

Dios mío, os ofrezco esta obra y lo que sufra en ella;


dadme vuestra santa bendición. En el nombre del Padre y
del Hijo + y del Espíritu Santo, Amén.

En todo tiempo y principalmente en los trabajos y


tentaciones, acuérdate de levantar el corazón a Dios que te
está mirando, o a la Santísima Virgen, o al Santo de tu
devoción, diciendo:

¡Dios mío, ayudadme!... ¡Jesús mío, misericordia!...


¡Dulcísima Virgen María socorredme!... ¡No me dejes,
Madre mía, María!... ¡Angel Santo, guardadme en esta
hora!; u otras jaculatorias semejantes; y reza una Ave
María, cada vez que dé la hora.

NOTA. — Invocando o alabando: El Nombre de Jesús, o el


de. María, tienen, cada uno, 100 días de indulgencia. Pío X,
20 Junio 1913

24
Y los Nombres de Jesús y María juntos, mental o
vocalmente, 300 días. Pío X. 18 Septiembre 1904.
La Jaculatoria; Jesús mío misericordia, 300 días Pío X, 20
Abril 1911.

Antes de comer

Derramad, Señor, vuestra santa bendición sobre nosotros y


sobre estos alimentos que de vuestra bondad vamos a
tomar. Por Cristo nuestro Señor. Amén. Padre nuestro y
Ave María.

Después de comer

Os damos gracias, Señor, por todos los beneficios que de


Vos hemos recibido, y deseamos alabaros por los siglos de
los siglos, Amén. Padre nuestro y Ave María.

POR LA NOCHE

Antes de acostarte piensa, alma cristiana, que tal vez sea


la última noche de tu vida, y que la cama en que vas a
descansar, es precisamente el lecho en que has de morir, y
el sueño, a que te vas a entregar, imagen triste de la
muerte en que has de parar. ¡Ay! ¡Cuántos y cuántas se
entregaron descuidados al sueño y al día siguiente
despertaron en la eternidad. .. Mira no te descuides, pues,
y haz con todo fervor y pausadamente, lo que sigue:
Arrodillado delante de Dios di:
Por la señal, etc.

25
Señor y Dios omnipotente, yo creo que estáis aquí mismo
presente delante de mí, conocéis todos mis pensamientos,
sabéis cuáles son mis obras, y nada de cuanto hay en mi
corazón se oculta a vuestra divina Majestad.

Os doy gracias, por todos los beneficios que, en este día y


en toda mi vida, he recibido de vuestra soberana bondad.

Dadme gracia, oh Dios mío, para conocer mis pecados, y


un grande dolor para arrepentirme de ellos con propósito
de la enmienda. Esta gracia os pido por la Santísima Virgen
y todos los Santos del Cielo. Amén.

Aquí examinarás las faltas que hayas cometido en el día,


deteniéndote en cada una de estas preguntas:

Pensamiento: ¿He consentido en pensamientos contra la fe


o la providencia de Dios?... ¿He pensado temerariamente
mal del prójimo?.. . ¿He deseado o me he complacido o
detenido en cosas malas?

Palabras: ¿He dicho palabras malas?... ¿Juramentos o


blasfemias?... ¿He conversado de asuntos inmorales?...
¿He murmurado?. . . ¿Mentido?

Obras: ¿He guardado la vista y demás sentidos. ¿He hecho


o impelido a otro a hacer cosas malas?... ¿He respetado a
los mayores?... ¿He tenido caridad con los demás?... ¿He
cometido algún exceso en la comida, bebida, etc., conmigo
mismo?.

Conocidos las faltas delante de Dios se pide perdón con el

26
Acto de contrición.

Señor mío Jesucristo, etc., pág. 8

En seguida rezarás un Credo en memoria de la pasión y


muerte del Señor, y luego la Oración y las Ave Marías a la
Santísima Virgen y los Padre nuestros a los Santos, como
por la mañana.

Después al desnudarte dirás:

Jesús José y María, etc., como por la mañana, pág. 23.

Ofrecimiento.

Omnipotente y sempiterno Dios, que por vuestra infinita


bondad y misericordia, os dignasteis mandar a vuestro
Unigénito Hijo al mundo, para la salvación de todos los
hombres, os ofrezco, Señor, este mismo Hijo vuestro, que
va a ofrecerse por manos del Sacerdote en esta Santa
Misa, como se ofreció en la Cruz, y os lo ofrezco, Señor
mío, en reconocimiento de vuestro soberano dominio sobre
todas las cosas; en acción de gracias por todos los
beneficios que de Vos hemos recibido; en satisfacción de
mis pecados y los de todo el mundo; en sufragio de las
almas del Purgatorio, especialmente de las de mi
obligación, y, finalmente, para alcanzar de vuestra infinita
bondad gracias de conversión a los pecadores,
perseverancia a los justos, y para que yo viva siempre y
muera en vuestra santa gracia.

27
A los Kyries

Contempla a la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu,


Santo, y, adorándola profundamente en su augusta Unidad,
di con todo el fervor posible:

Dios mío, que sois Uno en esencia y Trino en personas,


adoro profundamente vuestra inefable Trinidad, y por ella
os suplico tengáis misericordia de mí y me déis una fe viva
para que os reconozca, una firme esperanza para que os
desee, y una ardiente caridad para que os ame sobre todas
las cosas, a fin de que pueda llegar a veros y contemplaros
en el cielo. Amén.

Para el Gloria

Contempla al Hijo de Dios hecho tierno niño por nuestra


salvación, adóralo en espíritu con los ángeles, y dile de
corazón:

Gloria a Ti, Señor, en el cielo, y paz en la tierra, a los


hombres de buena voluntad. Te alabamos, te bendecimos,
te adoramos y glorificamos, dulcísimo Jesús, pues has
querido hacerte hombre para redimirnos. Los Angeles te
alaben, los Querubines, Serafines y todos los espíritus
celestes te bendigan, porque Tú sólo eres el Santo, el
Señor, el Altísimo, el Rey de la eterna gloria con el Padre y
el Espíritu Santo. Amén.

A las Oraciones

Contempla a los Reyes Magos adorando a Jesús recién


nacido en Belén.

28
Señor mío Jesucristo, que para salvar al género humano
viniste al mundo, y con una nueva estrella guiaste a los tres
reyes del Oriente al lugar de tu nacimiento: alúmbrame
también a mí con tu divina luz, oh divino Rey, y guíame con
los dulces atractivos de tu gracia, hasta que llegue a verte y
contemplarte en la mansión feliz de la eterna y celestial
adoración. Amén.

A la Epístola

Contempla a Jesús en su vida oculta, obedeciendo y


sirviendo a María y José.

¡Oh dulcísimo Jesús! que te dignaste santificar todas las


acciones de la vida con tus sagrados ejemplos,
humillándote por mi amor a vivir en un oscuro taller,
sirviendo con tanta bondad a María y José; adoro
profundamente tus saludables humillaciones, oh Salvador
mío; y por ellas te suplico me enseñes y ayudes a cumplir
santamente las obligaciones de mi estado, haciendo en
todo la voluntad del Padre celestial, para gloria suya y bien
de mi alma. Amén.

Al Evangelio

Contempla al mismo Salvador Jesús predicando en público


su celestial doctrina.

¡Oh Maestro y Redentor nuestro! que predicando tu


Evangelio y ordenando a tus Apóstoles y Sacerdotes que lo
sigan predicando hasta el fin de los siglos, ocultas tus
secretos inefables a los soberbios del mundo y los
descubres a los humildes y sencillos: hazme como a éstos,
para que te vea en el cielo. Amén.

29
Al Credo

Creo en Dios Padre, todopoderoso, Criador del cielo y de la


tierra, etc. pág. 6.

Al Ofertorio

Considera la prontísima voluntad con que Jesucristo se


ofreció a padecer y morir por nuestra salvación, y uniendo
tu intención con la del celebrante y la de la Santa Madre
Iglesia, di:

Recibe ¡oh Padre Santo! Dios eterno y omnipotente, esta


Hostia inmaculada, que te ofrece el Sacerdote, y esta
indigna criatura, a Ti, que eres mi Criador y mi Dios, el Dios
vivo y verdadero. Te la ofrecemos por mis pecados, por mis
ofensas e innumerables negligencias, por todos los que se
hallan presentes a este sacrificio, y también por todos los
fieles cristianos vivos y difuntos, para que así a ellos, como
a mí, nos aproveche para la salvación eterna. Y así mismo
te ofrecemos, Señor, este cáliz saludable, suplicando a tu
clemencia que, cual agradable olor de suavidad, ascienda
hasta el trono de tu Divina Majestad, para nuestra salvación
y la de todo el mundo. Amén.

Al Orate Fratres

Acepta, ¡Oh Dios! este sacrificio que te ofrecemos a mayor


gloria y alabanza de tu santísimo nombre, a, provecho y
utilidad nuestra y de toda tu Iglesia Santa. Amén.

30
Al Prefacio y Sanctus

Contempla al Salvador entrando en Jerusalén, montado en


humilde jumentillo.

¡Oh piadosísimo Rey de Israel! que entrando triunfante en


Jerusalén os salieron a recibir con ramos y palmas en las
manos, cantando: «Hosanna en las alturas, bendito el que
viene en nombre del Señor»; suplícote humildemente
tomes posesión de mi alma y triunfes verdaderamente en
ella, para que cante con tus escogidos el Hosanna eterno
en las alturas de tu gloria. Amén.

Para el Canon

Contempla a Jesús orando en el Huerto de las Olivas,


pensando en ti, conociendo tus pecados y tratando de
repararlos con el tremendo y cruento sacrificio del Calvario,
sacrificio que hoy se renueva en el altar. Ofrécelo al Eterno
Padre, diciendo con el celebrante:

Suplicámoste con profundo respeto, Padre clementísimo, y


te pedimos por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
recibas este sacrificio y por él te dignes dar paz a tu santa
Iglesia Católica, conservarla y gobernarla por todo el orbe
de la tierra, juntamente con tu siervo nuestro santísimo
Padre el Papa N...., nuestro Prelado N...., y todos los fieles
cristianos.

Acuérdate, Señor de tus siervos y siervas N... N.... (Aquí se


hace una pausa para encomendar a Dios aquellas
personas por quienes se quiere rogar en particular) y de
todos los que están aquí presentes, por los que te
ofrecemos, o te ofrecen este sacrificio de alabanza, por la
redención de sus almas.

31
Comunicando y venerando la memoria de la Santísima
Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo, de
los bienaventurados Apóstoles San Pedro y San Pablo y de
todos los Santos, por cuyos méritos y ruegos nos libres de
la condenación eterna y nos cuentes en el número de tus
escogidos. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Consagración

Es el acto más imponente, augusto e inefable de la Misa.


Jesucristo, Señor nuestro, vivo y verdadero como está en el
cielo, desciende a la hostia y al cáliz. Recoge tus sentidos y
potencias, aviva tu fe, adóralo profundísimamente y dile,
con el amor y adoración de todos los Serafines, lo
siguiente:

A la elevación de la Hostia

¡Señor mío y Dios mío! (7 años y 7 cuarentenas).


Adorámoste, sagrado Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo,
que en el ara de la Cruz fuiste digna Hostia para la
redención del universo.

A la elevación del Cáliz

Adorámoste, preciosísima Sangre de nuestro Señor


Jesucristo, que en el ara de la Cruz fuiste derramada para
borrar loa pecados del mundo.

32
Después de la Elevación

Considera a nuestro Señor Jesucristo azotado, coronado


de espinas y sentenciado a muerte, llevando la Cruz hasta
la cima del Calvario y crucificado en ella; pues así se
representa en el altar, donde está sacramentado,
ofreciendo su Cuerpo y Sangre por nuestra redención, a su
Eterno Padre; y ofrécelo tú también, diciendo con el
Sacerdote:

Dígnate, Señor, mirar este Pan de vida y este Cáliz de


salvación con rostro propicio y sereno, y acéptalo como
sacrificio santo y Hostia inmaculada.

Te suplicamos humildemente, Dios Todo poderoso,


mandes que sean presentadas estas augustas ofrendas
por las manos de tus santos Angeles ante el sublime altar
de tu Majestad divina, para que todos cuantos participamos
del Cuerpo sacrosanto y de la Sangre adorable de tu Hijo,
seamos llenos de todas las bendiciones y gracias del cielo.
Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Momento por los difuntos

Acuérdate también, Señor, de tus siervos y siervas N....


N...., que nos han precedido con la señal de la fe y
duermen en el sueño de la paz.

(Aquí se ruega por los difuntos que se desee encomendar


en particular). Después di:

Te suplicamos, Señor, les des por tu misericordia, a ellos y


a todos los que descansan en Jesucristo, la mansión feliz
de la luz y de la paz. Por el mismo Jesucristo nuestro
Señor. Amén.

33
A nosotros también pecadores, tus siervos, que esperamos
en la muchedumbre de tus misericordias, dígnate hacer
que tengamos parte y compañía con tus santos Apóstoles,
Mártires, Confesores, Vírgenes y con todos los demás
bienaventurados en cuya compañía te pedimos nos
recibas, no confiados en nuestros méritos sino haciéndonos
gracia. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Al Pater noster

Considera las Siete Palabras que el moribundo Salvador


pronunció en la Cruz, y en memoria de ellas, di con toda
devoción:

Padre nuestro, que estás en los cielos, etc.

Al partir la Hostia

Contempla a Jesucristo muerto y sepultado en presencia


de la Virgen Santísima.

Te rogamos, Señor, nos libres, por tu muerte y sepultura,


de todos los males pasados, presentes y futuros; y por la
intercesión de la Santísima Virgen María, de todos los
Santos, y por tu bondad, dadnos la paz en la vida, el
consuelo de tu gracia en la muerte y tu gloria en el cielo.
Amén.

Al Pax Dómini

Contempla a Jesús glorioso y resucitado.

34
¡Oh gloriosísimo Jesús! que abriste la puerta de la vida
eterna por tu gloriosa resurrección, la cual anunciaste a tus
Apóstoles dándoles la paz; suplícote, Señor, hagas que mi
alma resucite contigo a la vida de la gracia y siempre te
ame. Amén.

Al Agnus Dei

Considera como Jesús resucitado se aparece a sus


Apóstoles y discípulos.

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten


piedad de nosotros, — Se repite tres veces, diciendo en la
tercera: danos tu santa paz.

En las misas de requiem por los difuntos, se dice: dales


descanso; y en la última vez: dales descanso eterno.

A la Comunión

Aviva la fe, vuelve a adorar profundamente a Jesús


Sacramentado, pídele con toda humildad el perdón de los
pecados, y deseando recibirle, di con el Sacerdote:

Señor mío Jesucristo, yo no soy digno de que entres en mi


pobre morada; mas, di una palabra, y sanará mi alma.

Se repite tres veces y se comulga real o espiritualmente:

35
Comunión Espiritual

Creo, mi Jesús, que estáis en el Santísimo Sacramento; os


amo y deseo mucho recibiros; venid a mi corazón; yo os
abrazo y me uno con Vos.... (San Alfonso M. de Ligorio).

Señor mío Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que por voluntad


del Padre, cooperando el Espíritu Santo, vivificaste el
mundo con tu preciosa muerte; líbrame. Señor, de todas
mis iniquidades, y concédeme, por tu infinita misericordia,
que tu sagrado Cuerpo y preciosa Sangre, que aquí se
reciben, no sean para mí juicio y condenación, sino vida y
salvación eterna. Amén

Haz, Señor, que mi alma, participante de los inefables


misterios de tu Cuerpo y Sangre, permanezca sin mancha
alguna de pecado, y anímala con sacramentos tan puros y
santos, viva sólo para Ti, que vives y reinas por los siglos
de los siglos. Amén.

Para después de la Comunión

Contempla la subida triunfante de Jesús al cielo, en su


gloriosa Ascensión.

¡Oh dulcísimo Jesús! que después de tu resurrección


subiste al cielo en presencia de tus Apóstoles y discípulos,
ruégote, Señor, cautives dulcemente mi alma, para que
desprendida de todo lo de este miserable mundo, suspire
únicamente por verte y gozarte a Ti, oh mi Señor y mi Dios,
fuente inagotable de toda consolación. Amén.

36
A las últimas oraciones

Contempla a la Santísima Virgen y a los Apóstoles en el


Cenáculo, orando fervorosamente.

¡Oh Padre Celestial! Infundid en mi alma los dones y


gracias del Espíritu Santificador, para que arrepentida de
las culpas pasadas, siga en adelante animosa por el feliz
camino que conduce a Jesús, con quien vives y reinas en
unidad del mismo Espíritu Santo, por los siglos de los
siglos. Amén.

A la Bendición

Contempla al Espíritu Santo descendiendo sobre los


Apóstoles, el día de Pentecostés.

La bendición del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo


descienda sobre nosotros y permanezca para siempre.
Amén.

Al último Evangelio

Considera la predicación del Evangelio por los Apóstoles y


Sacerdotes, sucesores de los Apóstoles, hasta el fin del
mundo,

¡Oh Verbo del Padre! ¡Sabiduría infinita! ¡Verdad eterna!


¡Hijo de Dios y Dios verdadero! que te has hecho hombre
para redimirnos, has muerto para darnos vida, y has
resucitado y subido a los cielos para elevar allí a tus
criaturas; yo, la más vil de la tierra, te adoro profundamente
y te doy gracias por tantos y tan señalados beneficios,
principalmente por el que acabas de hacerme en esta

37
Santa Misa, donde todos estos divinos misterios se
representan. Alábente por ello todos los espíritus angélicos,
regocíjense los Santos, alíviense las ánimas benditas,
anímense los justos, conviértanse los pecadores, y en la
tierra como en el cielo, resuene, un nuevo cántico de gloria
por los siglos de los siglos. Amén.

Preces

Que por mandato de Su Santidad el Papa León XIII, deben


recitarse de rodillas, después de cada Misa rezada.

El Sacerdote dice con el pueblo el Ave María por tres


veces, después la Salve y luego la siguiente:

Oración

¡Oh Dios, nuestro refugio y fortaleza, mira propicio al


pueblo que a Ti clama; y por la intercesión de la gloriosa e
inmaculada Virgen María. Madre de Dios, de San José su
Esposo, de tus bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y
todos los Santos, escucha benigno y misericordioso las
súplicas que elevamos por la conversión de los pecadores
y por la libertad y exaltación de nuestra Santa Madre
Iglesia. Por el mismo Cristo Señor Nuestro. Amén.

Añádase: San Miguel Arcángel, defiéndenos en nuestros


combates; sé nuestro amparo contra la malicia y
asechanzas del diablo. Impóngale Dios su mandato, se lo
pedimos suplicantes; y tú, oh príncipe de la milicia celestial,
lanza al infierno con virtud divina a Satanás y a los demás
espíritus malignos que, para la perdición de las almas,
andan vagando por el mundo.
R/. Amén.

38
Por último se agregará tres veces, alternando con el
pueblo:
V/. Sacratísimo Corazón de Jesús.
R/. Ten misericordia de nosotros.
V/. Corazón Inmaculado de María.
R/. Ruega por nosotros.
(300 días, etc.)

39
EL SANTO ROSARIO
DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

Entre todas cuantas devociones hay en honor de la Reina


de los Angeles, dudo se halle otra que sea más agradable
a esta Señora, más útil a las almas, ni más temida del
infierno, que la del Sacratísimo Rosario. En él repasa el
cristiano y píamente medita los misterios principales de
nuestra Redención, recuerda a la Virgen Madre las
mayores dichas y padecimientos de su vida, y la saluda con
las palabras más augustas en sí y más dulces a su
corazón. ¡Dichoso el que lo rece cada día con fervor, a
solas, o mejor, en el seno de la familia, con respeto,
evitando toda irreverencia, despacio, clara y distintamente!
¡Qué gracias no recibirá del cielo! ¡Cuántos por medio del
Santo Rosario hallaron alivio en los trabajos, consuelo en
las, aflicciones, remedio en los males, fuerza contra las
tentaciones, y aun la salvación eterna! ¿No querrías
también tú acaudalar tesoros inmensos para la eternidad?
Pues no dejes pasar día alguno sin rendir este obsequio a
tu Madre amantÍsima. Y si rezas la tercera parte del S.
Rosario delante del SSmo. Sacramento, aunque esté
reservado, ganas cada vez INDULGENCIA. PLENARIA con
las condiciones acostumbradas de confesión Y comunión.
(Pío XI, Breve Apostólico del 4 de Septiembre de 1927).

Entre otras muchas indulgencias concedidas por S. S. León


XIII el 29 de Agosto cíe 1899 a los que recen el S. Rosario
conviene recordar las siguientes: 1. Indulgencia de cien
días, por cada uno de los padrenuestros y avemarias, a los
que rezaren el Rosario entero o a lo menos la tercera parte,
con tal que el rosario que usen esté bendecido por algún
sacerdote que tuviere esta facultad. 2. Indulgencia de cinco
años y otras tantas cuarentenas, cada vez que rezaren la
tercera parte del Rosario. 3. Indulgencia de diez años y

40
otras tantas cuarentenas, una vez al día, si juntamente con
otros, en casa, en la iglesia o en el oratorio público o
privado, rezaren a lo menos la tercera parte del Rosario. 4
Indulgencia de siete años y otras tantas cuarentenas, cada
día del mes de octubre, en que rezaren la tercera parte del
Rosario públicamente en alguna iglesia o en privado. Todas
estas indulgencias son aplicables a las almas del
Purgatorio (Acta S. Sedis, vol. XXXII, pág. 239-240).

Práctica del Santo Rosario

Por la señal, etc. Señor mío Jesucristo, etc., pág. 8.


Dios te salve, María, Hija de Dios Padre.
Dios te salve, María, Madre de Dios Hijo.
Dios te salve, María, templo y Sagrario de la Santísima
Trinidad.
Dios te salve, María, Señora nuestra, concebida sin
mancha de pecado original. Amén!

V/. María, Madre de gracia, Madre de misericordia.


R/. En la vida y en la hora de la muerte ampáranos, Madre
nuestra. :

Se anuncia en seguida uno de los quince misterios,


gozosos, dolorosos o gloriosos, según sea el día de la
semana en que se reza.

Se reza un Padre nuestro, diez Ave Marías y Gloria al


Padre, etc.; se repite María, Madre de gracia etc.; se
anuncia el segundo misterio del día; y concluido el quinto
misterio, se dice otra vez Dios te salve María, Hija de Dios
Padre, etc., como arriba.

41
Misterios gozosos
(lunes y jueves)

Primer misterio. — La encarnación del Hijo de Dios en las


purísimas entrañas de María Santísima.
Segundo misterio. —La visita que hizo Nuestra Señora a
su prima Santa Isabel.
Tercer misterio. — El nacimiento del Hijo de Dios en el
portal de Belén,
Cuarto misterio. — La purificación de la Santísima Virgen
y presentación de su Hijo Santísimo en el templo.
Quinto misterio. — El hallazgo del Niño Jesús en el
templo, disputando con los Doctores de la ley.

Misterios dolorosos
(martes y viernes)

Primer misterio. — La oración del Huerto.


Segundo misterio. — Los azotes que sufrió nuestro
soberano Redentor, atado a la columna.
Tercer misterio. —La coronación de espinas.
Cuarto misterio. — La cruz a cuestas que llevó nuestro
Señor Jesucristo, desde Jerusalén hasta el monte Calvario.
Quinto misterio. — La crucifixión y muerte de nuestro
soberano Redentor.

Misterios gloriosos
(domingo, miércoles y sábado)

Primer misterio. — La triunfante Resurrección de nuestro


Señor Jesucristo al tercer día.
Segundo misterio. —La Ascensión de nuestro Señor
Jesucristo a los cielos.

42
Tercer misterio. — La venida del Espíritu Santo en figura
de lenguas de fuego sobre el Colegio apostólico.
Cuarto misterio. — La Asunción de nuestra Señora a los
cielos.
Quinto misterio. — La Coronación de nuestra Señora por
reina soberana de todo lo criado.

Ofrecimiento

Infinitas gracias os damos, Soberana Princesa, por los


favores que todos los días recibimos de vuestra benéfica
mano; dignáos, Señora, tenernos siempre bajo vuestra
protección y amparo; y para más obligaros, os saludamos
con una Salve.
Dios te salve, Reina y Madre, etc. Pág. 9.

Letanía a la Santísima Virgen

No se ha de repetir ninguna de las cinco invocaciones


primeras (Decret. 10 de Nov de 1921). —La S. C. de Ritos
a 6 de Nov. de 1925 contestó a este propósito que en el
rezo, no en el canto, pueden repetirse. — En 15 de Octubre
de 1920 declaró la misma S. C. que se pueden cantar las
Letanías de modo que. cantadas tres invocaciones (cada
una con su respectivo Ora pro nobis) el pueblo cante la
cuarta invocación añadiendo Ora pro nobis. Si después de
tres invocaciones continuas, solo se añade al fin de la
tercera una vez Ora pro nobis no se ganan las
indulgencias. —Están concedidos trescientos días de
INDULGENCIA cada vez que se recen devotamente las
letanías lauretanas. Los que cada día las recen podrán
ganar INDULGENCIA PLENARIA en las cinco fiestas de la
SSma Virgen, a saber, Inmaculada Concepción. Natividad,
Asunción, Purificación y Anunciación, confesando,

43
comulgando, visitando una iglesia y rogando en ella
vocalmente por las intenciones del Romano Pontífice. (PÍO
VII).

(Rituale Romanum Tit. X cap. III.)


Kyrie, eléison. Virgo prudentissima,
Christe, eléison. Virgo veneranda,
Kyrie, eléison. Virgo praedicanda,
Christe, audi nos. Virgo potens,
Christe, exaudi nos. Virgo ciemens,
Pater de coelis Deus, Virgo fidelis,
miserere nobis. Spéculum justitiae,
Fili, Redemptor mundi, Sedes sapientiae,
Deus, miserere nobis. Causa nostrae letitiae,
Spiritus Sancte Deus, Vas spirituale,
miserere nobis. Vas honorábile,
Sancta Trinitas, unus Deus Vas insigne devotionis,
miserere nobis. Rosa mystica,
4
Sancta María Turris Davidica,
Sancta Dei Genitrix, Turris ebúrnea,
Sancta Virgo virginum, Domus áurea,
Mater Christi, Foederis arca,
Mater divinae gratiae, Janua coeli,
Mater purísima, Stella matutina,
Mater castissima, Salus infirmorum,
Mater inviolata, Refugium peccatorum,
Mater intemerata5 Consolatrix afflictorum.
Mater amabilis, Auxilium Christianorum,
Mater admirabilis, Regina Angelorum,
Mater boni consilii, Rigina Paternaharum,
Mater Creatoris, Regina Apostolorum,
Mater Salvatoris, Regina Mártyírum,
4
Regina Confessorum,
ORA PRO NOBIS, después de cada
invocación. Regina Virginum,
5
La invocación Mater inmaculata, fue suplida
con ventaja por la de Regina sine labe originali
Regina Sanctorum
concepta, añadida por Pío IX, por eso no se omnium.
halla en ninguna edición oficial o autentica.

44
Regina sine labe originali
concepta,
Regina Sacratissimi
Rosarii,
Regina pacis, Ora
6
prónobis .
V/. Agnus Dei, qui tollis
peccata mundi.
R/. Parce nobis, Dómine.
V/. Agnus Dei, qui tollis
peccata mundi.
R/. Exaudi nos, Dómine,
V/. Agnus Dei, qui tollis
peccata mundi.
R/. Miserere nobis.

6
En las iglesias de la Orden franciscana, se
puede añadir al fin; Regina Ordinis Minorum.

45
Según la diversidad del tiempo, se podrá añadir:

1. — Desde el Adviento hasta la Natividad del Señor:

V/. Angelus Dómini nuntiavit Mariae.


R/. Et concepit de Spíritu Sancto.

Oremus

Déus, qui de beatae Maríae Vírginis útero Verbum túum,


Angelo nuntiante, cárnem suscípere voluisti: praesta
supplicibus túis; ut, qui vere éam Genitricem Déi crédimus,
ejus ápud te intercessiónibus adjuvemur Per eum dem
Chrístum Dominum nostrum. R. Amen

2.- Desde la Natividad del Señor hasta la purificación de


María:

V./ Post partum, Virgo, inviolata permansisti.


R/. Dei Génitrix, intercede pro nobis

Oremus

Déus, qui salutis aeternae, beatae Mariae virginitate


fecunda, humano géneri praemia praestitisti: tribue,
quaésumus; un ipsam pro nobis intercédere sentiamus, per
quam merúimus auctorem vitae suscípere, Dóminum
nostrum Jesum Christum Filium túum. R. Amen.

3. — Desde la Purificación hasta la Pascua, y después del


tiempo Pascual hasta el Adviento:
V/. Ora pro nobis, sancta Dei Génitrix.
R/. Ut digni efficiámur promissiónibus Christi.

46
Oremus

Concede nos fámulos túos, quaésumus, Dómine Déus,


perpétua mentis et córporis sanitate gaudere: et gloriosa
beatae Maríae sémper Vírginis intercessione, a praesenti
liberari tristitia ét aeterna pérfrui laetitia. Per Christum
Dóminum nostrum. R. Amen.

4. — En el Tiempo Pascual:

V/. Gaude et laetare, Virgo Maria, alleluia.


R/. Quia surrexit Dóminus vere, alleluia.

Oremus

Deus qui per resurrectionem Filii tui Dómini nostri Jesu


Christi mundum laetificare dignatus es; praesta quaesumus;
ut per ejus Genitricem Virginem Mariam perpetuae
capiamus gaudia vitae. Per eumdem Christum Dóminum
nostrum. Amen,

Conviene acostumbrarse a rezar la letanía y las oraciones


en castellano, para que el pueblo sepa lo que dice; por este
motivo puedes rezarlas como sigue.

Letanía da Nuestra Señora

Señor, ten piedad de Jesucristo, escúchanos.


nosotros. Dios Padre celestial, ten
Jesucristo, ten piedad de piedad de nosotros.
nosotros. Dios Hijo Redentor del
Señor, ten piedad de mundo, ten piedad de
nosotros. nosotros.
Jesucristo, óyenos.

47
Dios Espíritu Santo, ten Torre de marfil.
piedad de nosotros. Casa de oro.
Santísima Trinidad, que Arca de la alianza.
eres un solo Dios, ten Puerta del cielo.
piedad de nosotros. Estrella de la mañana.
Santa María, ruega por Salud de los enfermos.
nosotros. Refugio de los pecadores.
Santa Madre de Dios. Consoladora de los
Santa Virgen de las afligidos.
Vírgenes. Auxilio de los cristianos.
Madre de Jesucristo. Reina de los Angeles.
Madre de la divina gracia. Reina de los Patriarcas.
Madre purísima. Reina de los Profetas.
Madre castísima. Reina de los Apóstoles.
Madre virgen. Reina de los Mártires.
Madre inviolada. Reina de los Confesores.
Madre amable. Reina de las Vírgenes.
Madre admirable. Reina de todos los Santos.
Madre del Buen Consejo. Reina del Santísimo
Madre del Criador. Rosario.
Madre del Salvador. Reina concebida sin
Virgen prudentísima. mancha.
Virgen veneranda. Reina de la paz.
Virgen laudable. Reina de la Orden
Virgen poderosa. Franciscana.
Virgen misericordiosa. Cordero de Dios, que
Virgen fiel. quitas los pecados del
Espejo de justicia. mundo, perdónanos,
Trono de eterna sabiduría. Señor.
Causa de nuestra alegría. Cordero de Dios, que
Vaso espiritual de elección. quitas los pecados del
Vaso precioso de alegría. mundo, óyenos, Señor.
Vaso de verdadera Cordero de Dios, que
devoción. quitas los pecados del
Rosa mística. mundo, ten piedad de
Torre de David. nosotros.

48
Pueda añadirse lo que sigue según el tiempo:

1. — Desde el Adviento hasta la Natividad del Señor.


V/. El Angel del Señor anunció a María.
R/. Y concibió por obra del Espíritu Santo.

Oración

Oh Dios, que quisistéis que vuestro Verbo tomara nuestra


carne en las entrañas de la bienaventurada Virgen María,
anunciándoselo el Angel: concedednos como os
suplicamos: que los que la creemos verdadera Madre de
Dios, seamos socorridos con su intercesión en vuestro
acatamiento. Por el mismo Cristo Nuestro Señor. R Amén.

2. —Desde la Natividad del Señor hasta la Purificación ds


la B. V. Maria.
V/. Después del parto, quedaste Virgen, intacta.
R/. Madre de Dios, intercede por nosotros.

Oración

Oh Dios, que por la virginidad de la bienaventurada María


otorgastéis al género humano los premios de la eterna
salvación: os pedimos nos alcancéis que echemos de ver
que intercede con Vos por nosotros aquella por quien
merecimos recibir al autor de la vida Jesucristo vuestro Hijo
y Señor nuestro. R. Amén.

3. — Desde la Purificación hasta la Pascua, y después del


Tiempo Pascual hasta el Adviento.
V/. Ruega por nos. Santa Madre de Dios.
R/. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.

49
Oración

Rogámoste, Señor Dios, que nos concedas a tus siervos


gozar de perpetua sanidad en el alma y en el cuerpo: y por
la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen
María, ser librados de la tristeza de la vida presente, y
disfrutar de la eterna alegría. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.

4. — En el Tiempo pascual:
V/. Gózate y alégrate, Virgen María, aleluya.
R/. Porque resucitó el Señor en verdad, aleluya.

Oración

Oh Dios, que te dignaste regocijar al mundo por la


resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo:
rogámoste nos concedas que por su Madre la Virgen María
alcancemos los gozos de la vida eterna. Por el mismo
Cristo Señor nuestro. Amén.

50
ORACIÓN MENTAL

ADVERTENCIA

En particular se sacará más fruto meditando cada cláusula


que se lee, formando un conjunto de utilísima meditación.

La oración mental es uno de los medios más poderosos


para librarse el alma de todo pecado, obtener las virtudes y
llegar a salvarse eternamente. Para hacerla bien, lee
despacio y con reflexión algún punto de las meditaciones
que siguen; y puesto en la presencia de Dios, piensa en lo
que has leído, arrepiéntete de tus pecados, propón la
enmienda, habla interiormente con el Señor, tu Dios, y pide
cuanto necesitas, haciendo antes y después de la
meditación los siguientes actos:

Antes de la meditación
Invocación

¡Ven oh Espirita Santo, llena los corazones de tus fieles, y


enciende en ellos el fuego de tu divino Amor!7

V/. ¡Envía Señor tu Espíritu, y todo será creado!


R/. Y renovarás la faz de la tierra.

Oración

¡Oh Dios, que has iluminado los corazones de los fieles con
las luces del Espíritu Santo: concédenos el saber
rectamente según el mismo Espíritu, y gozar siempre de su
consuelo. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

7
800 días de indulgencias cada vez

51
Oración preparatoria

Dios mío, en quien creo y espero, y a quien amo sobre


todas las cosas, a mi me pesa de haberos ofendido, sólo
por ser quien sois; y propongo, con asistencia vuestra,
nunca más ofenderos. Reconózcome indigno de hablaros,
por mi vileza y muchas culpas; pero ya que con tanta
misericordia me concedéis audiencia, dadme gracia, oh
Dios mío, para que aproveche esta hora a gloria vuestra y
bien de mi alma Nada puedo, nada soy, nada valgo;
hablaré al Señor, aunque sea polvo y ceniza; Tú, que me
formaste de la nada, ten misericordia de mí.

Señor, es mi intención juntar esta mi pobre y tibia oración


con todas las de las almas santas que en esta hora te
están alabando, y con todos los espíritus angélicos y
bienaventurados; de la manera que todos ellos te aman, así
te quiero yo amar, alabar y engrandecer ¡Oh Señor, quien
como Vos! tened misericordia de mí.

Señor, dadme gracia para tener esta oración; María


Santísima, Madre de la luz increada, enseñadme a orar;
glorioso San José, ensañadme a orar; Santo Angel de mi
guarda, enseñadme a orar; Angeles y Bienaventurados de
la corte celestial, enseñadme a orar.

Ahora se lee la meditación, se medita sobre lo que se ha


leído y se pide al Señor lo que cada uno necesita....

Después de la Meditación o de la Comunión

Alaben al Señor todas las gentes, alaben al Señor todos los


pueblos: porque su misericordia se ha confirmado en
nosotros, y en verdad ha de permanecer eternamente.

52
Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame. Agua del costado de Cristo,
lávame. Pasión de Cristo, confórtame. ¡Oh mi buen Jesús!
óyeme. Entre tus llagas escóndeme. No permitas que de Ti
me aparte. Del enemigo malo, defiéndeme. En la hora de
mi muerte, llámame y mándame ir a Ti, para que con tus
Santos te alabe por los siglos de los siglos. Amén8.

¡Oh mi buen Jesús, amor de mi alma! ¿Qué tengo yo que


Tú no me hayas dado? ¿Qué valgo yo si Tú no estás a mi
lado? ¿Qué merezco yo si a Ti no estoy unido?
Alúmbrame, Señor, si estoy engañado. Enséñame el
camino, si voy perdido. Perdóname los yerros que contra Ti
he cometido. Pues me criaste sin que te lo rogara. Me
redimiste sin que lo mereciera. Mucho hiciste en criarme.
Mucho en redimirme. Y no eres menos poderoso en
perdonarme. Pues la acerba muerte que padeciste y la
mucha sangre que derramaste, no fue per los ángeles que
te alaban, sino por mí y los demás pecadores que te
ofenden. Pues te he negado, déjame reconocerte. Pues te
he ofendido, déjame servirte. Pues te he blasfemado,
déjame alabarte, porque es más muerte que vida la que en
tu santo servicio no está empleada. Amén.

¡Oh Jesús, Dios de mi corazón! Suplícote por aquellas


cinco llagas que el amor a los hombres te abrió en la cruz,
favorezcas a tus siervos qua rescataste a costa de tu
preciosísima sangre. Amén.

8
300 días etc. Pío IX, 9 Enero 1854.

53
MEDITACIÓN 1ª.

Llamamiento del Señor


(Recuérdalo diariamente)

I. — Dios te llama. — Considera, quien quiera que seas,


cómo real y verdaderamente, Dios nuestro Señor te tiende
amorosamente los brazos de su paternal providencia.
ofreciéndote el inestimable tesoro de la gracia y del perdón.
Y ¿cuánto tiempo hace que te está convidando y llamando?
Desde que te apartas de El por el pecado, no cesa Su
Divina Majestad de llamarte.
Tú huyes, desgraciadamente de Él, y El, amorosamente, te
sigue a todas partes. Él se sirve de inspiraciones interiores,
de pensamientos saludables o bien de avisos exteriores,
por medio de los predicadores, de los confesores, de
lecturas piadosas y de acontecimientos que suceden. A la
vista de un pecador convertido, te dice el Señor,
interiormente: conviértete tú también y te salvarás. En
presencia de un cadáver; mira, te dice, en qué vendrá a
parar tu cuerpo culpable. Cuando algún grave peligro te
amenaza de muerte: confiésate. Y en la continua inquietud
que atormenta tu conciencia: deja, te está diciendo, deja
ese vicio, sal de ese estado desgraciado en que te
pierdes...

¡Ah reconócelo, pobre alma! esas inspiraciones y esos


impulsos que de continuo sientes hacia el bien, son voces
amorosas de Dios nuestro Señor, que, cual tierno y amante
Padre, que no puede ver, sin conmoverse, la desgraciada
suerte del hijo que va a perderse, viéndote el Señor así en
tan deplorable estado, te llama amoroso, para que te
conviertas y te salves.

II. — Tu debes oírle.— Los llamamientos del Señor, por


muy eficaces que sean, son gracias que no nos quitan

54
nuestra libertad; tienden a salvarnos, pero no salvan a
quien las resiste. Con ella quiere Dios llevarnos al cielo,
pero no a la fuerza ni ciegamente. ¿Lo entiendes, alma
rebelde? ¡Ah! piénsalo bien y comprende la necesidad de
aprovecharte con tiempo de esas gracias. Tal vez te venga
la muerte, y ya Dios no te llame; aun cuando vivas mucho
tiempo, que nadie puede asegurarlo, ¿no temes que,
cansado el Señor de amenazarte, esperarte y llamarte,
viendo que es inútil llamar al que se hace sordo, iluminar al
que cierra los ojos y favorecer al que se obstina en ser
ingrato, te abandone y te condenes para siempre? ¡Ah!
Quién sabe si la gracia que actualmente te está solicitando
y llamando, es la última que Dios ha dispuesto
concederte?.... ¡Es muy posible que de esta misma
Meditación que lees, dependa la salvación o la
condenación de tu alma....

III. — No resistas a la gracia. — Dios te llama; ¡ay de tí si


no correspondes a tan amoroso y providencial
llamamiento!.... Apenas percibió S. Mateo el llamamiento
de Cristo, Señor nuestro, se levantó para seguirle, y de
pecador publicano se hizo Apóstol. La Magdalena, apenas
se sintió impresionada de la presencia del Señor, a quien
tanto había ofendido, se arrojó a sus pies y los inundó con
sus lágrimas, convirtiéndose de pública pecadora, en gran
Santa. San Pedro, ante una sola mirada de su divino
maestro, prorrumpió en amargo llanto, se movió a
penitencia de sus sacrílegos juramentos, y se hizo tan
grande Santo,

Pero Judas, ni a los avisos, ni a los remordimientos, ni a los


favores, ni a las bondadosas miradas del Señor, se
ablandó; se vio, por fin, abandonado, murió
desastrosamente y está condenado… ¡Ay! ¿Y cuál quieres
que sea tu suerte? Ahora tienes tiempo y gracia de Dios

55
para convertirte; si lo dejas para otra ocasión, tal vez no lo
tengas.

Afectos

Amabilísimo Señor, ahora empiezo a comprender el


inmenso beneficio que me hacéis, llamándome después de
haber sido tan ingrato. ¡Ah Señor! Por mis muchos pecados
merecía que me abandonaseis y arrojaseis al infierno, pero
Vos. ¡oh Dios de bondad!, por un exceso de misericordia,
en vez de castigarme, me convidáis con el perdón, y me
queréis volver al verdadero camino que conduce al cielo.
¿Abusaré aún de este don inapreciable? ¡Ah basta, basta,
Señor de resistencia a vuestra gracia! Siento en el alma
haber despreciado tantos llamamientos, y quiero
aprovecharme ahora de vuestra dignación soberana.

Ayudadme, Señor, con vuestra gracia; y Vos, amantísima


Madre mía María, miradme con ojos misericordiosos, y
alcanzadme la gracia de la conversión, y el don de la
perseverancia final. Amén.

MEDITACIÓN 2ª

Sobra el fin del hombre

I. — Dios te ha creado para que le ames y sirvas en la


tierra y lo goces después en el cielo. —Figúrate a Dios
nuestro Señor, sentado sobre un trono de inmensa
majestad y de infinita grandeza, del cual como de ilimitado
océano, salen y vuelven al mismo todas las criaturas. Así
has salido tú de las manos de Dios, no por tus
merecimientos, ni porque el Señor tuviera necesidad de ti,
si no por sola su bondad y misericordia, con que desde la
eternidad te amo y determinó tu creación. Eres, pues, de

56
Dios, más que un hijo es de su padre, más que la flor es del
que la cultivó, más que el cuadro del pintor, y la casa del
que la fabricó.

Tú no eres dueño de tu inteligencia, ni de tu voluntad, ni de


tu corazón, ni de tu mismo ser, sino Dios es quien te lo dio
y quien actualmente te lo está dando; que si El quisiera,
ahora mismo perdieras la vida y cuanto tienes, porque El
sólo es el dueño, el solo el Señor, y debes vivir no como tú
quieres, sino como quiere tu Dios y Señor. Y aunque
bastara darte por fin lo que pida tu naturaleza, no se
contentó su divina Majestad con eso, sino que infinitamente
bueno como es, te ordena y eleva a un fin tan sublime y
elevado, cual es el que llegues a verle claramente y gozarle
como los Angeles y Bienaventurados en el cielo. Aun
cuando no nos diera nada, deberíamos amarle y servirle
por quien es. ¿Cuánto más debemos hacerlo con tan
glorioso galardón?

II. — Pero tú has desconocido y desatendido ese fin. —


Dios te da inteligencia para que le conozcas, y tú la
envuelves en tinieblas, errores y dudas de fe; te da lengua
para que le alabes, y la empleas en murmuraciones,
calumnias, mentiras y toda suerte de malignidad; te
concede vida para que le sirvas, y la empleas en correr tras
los gustos, honras, riquezas, placeres y regalos que, como
el humo, se han de disipar; te deja libre el corazón para que
le ames con mérito y gloria inefable, y tú abusas
torpemente de lo más santo y noble que tienes, cometiendo
por esa causa innumerables pecados, como si el fin para el
cual Dios te crio y conserva, no fuera la pureza y santidad,
sino la inmundicia y la perversidad. ¡Oh miserable criatura
cuan ciega y errada andas en lo que más te importa saber!
¿Qué haces pues, alma desventurada, en este mundo
donde pasajeramente te encuentras?... Por qué no vives

57
según la voluntad de Dios y conforme al fin para el cual te
crio?

III. —Alternativa que se te presenta. —Si no vives conforme


al fin para el cual Dios te ha creado, pierdes el alma,
pierdes la divina gracia, pierdes el mérito de cuanto haces y
el derecho a la gloria, pierdes la paz y el sosiego natural,
como todo ser cuando se desvía de su centro, o como
hueso dislocado, que sale de su lugar: pierdes la quietud y
la tranquilidad del corazón; pierdes la bienaventuranza;
incurres en la eterna condenación, y, con ella en la pérdida
del mismo Dios, que es cuanto se puede penar y perder.
Pero si cumples tu fin, vivos en gracia de Dios, eres
amparado de su providencia paternal; gozas paz santa y
dulce tranquilidad: mereces en todo cuanto haces, y
principalmente en lo que padeces, inmenso peso de gloria
eterna, y consigues la posesión de Dios que es cuanto se
puede gozar y poseer.

Siendo esto así, como es ¿qué haces alma desasosegada?


Ea, vuelve a tu Dios que es tu centro y tu descanso, pues
fuera de Él no hallas sino inquietud y tormento: dirígete
hacia Él, como la brújula hacia el norte del firmamento,
pues sólo así hallarás sosiego. Si sirves a Dios, ¿qué más
quieres?... Si tienes a Dios, ¿qué más buscas?...Si
Dios es tu posesión, ¿qué te falta?... Dale, pues, gusto,
en pretenderle y confía de alcanzarle y gozarle.

Afectos

¡Oh Dios mío! centro de mi alma, conviérteme a Ti, para


que descanse, pues me hiciste para Ti, y mi corazón está
inquieto mientras no descanse en Ti ¡Oh Hijo Unigénito del
Padre, pues me redimiste con tu preciosa sangre, ayúdame
con tu gracia para que me salve! ¡Oh Espíritu Santísimo,

58
pues me santificaste, y con tus inspiraciones me llamas a
ser santo, concédeme que lo sea, cumpliendo el fin para
que he sido criado! Virgen Santísima. Angeles del cielo.
Bienaventurados todos de la gloria, que habéis alcanzado
el fin para que fuisteis creados, interceded por mí, para que
yo también le alcance, y suba a gozar de él en vuestra
compañía, allá en el cielo! Amén.

MEDITACIÓN 3ª

Sobre la salvación

I. — La salvación es el negocio más importante. —


Considérate en este mundo, como eres en realidad, simple
viajero, que no puedes quedarte en él, sino que, por
necesidad, quieras o no quieras, pienses o no pienses,
creas o no creas en ello, tú vas indefectiblemente a otro
mundo; ¡caminas hacia la eternidad!. .. Dos caminos se te
presentan: ancho y al parecer sembrado de flores el uno;
estrecho, difícil y cubierto de espinas, el otro. Si vives en
este mundo sólo para divertirte, comer, vestir, gozar, y lo
que peor es, para pecar, vas por el camino anchuroso, que
te conduce a la eterna perdición. Si vives usando de las
cosas del mundo según el fin dispuesto por Dios, y amas y
sirves en todo a su divina Majestad, vas por el camino
estrecho, que lleva a la eterna glorificación. Ahora bien,
¿de qué te aprovecharía gozar de todo el mundo, dice
Jesucristo, Señor nuestro, si al fin perdieras tu alma para
siempre? ¿De qué les ha servido a los que ya están en la
eternidad? Este es el negocio principal de todo hombre; el
que lo descuida tiene que ir a gemir eternamente, y decir,
pasó para mí como un sueño la gran figura del mundo, y
por haberme dejado fascinar de él, he aquí que he errado
para siempre el camino que me podía haber conducido a la

59
eterna verdad: todo se perdió para mí (S. Pab. Cor. 7 y
Sap. 5.)

II. —La salvación del alma es el negocio más incierto. —


Muchos son los llamados, porque a todos nos quiere salvar
el Señor, pero muy pocos son los escogidos, porque muy
pocos son los que de veras quieren salvarse, como lo
quiere Dios. Santa Brígida vio, en revelación que los
réprobos caían en el infierno como caen los copos de nieve
o las gotas de agua sobre la tierra, cuando nieva o llueve.
San Vicente Ferrer asegura que el día que murió San
Bernardo, murieron en todo el mundo treinta mil personas,
y que sólo cinco se salvaron. Según podemos observar
nosotros mismos, los más de los hombres viven como si de
propósito quisieran condenarse, y sólo alguno que otro
anda por el camino de la salvación. ¿Puedes asegurar tú
que te salvarás? Puedes contarte en el número de los
pocos escogidos?....¡Ah! la salvación del alma no se
compra con oro, no se consigue con placeres, se gana
haciéndose violencia, se pierde por un solo pecado mortal
de pensamiento. Pues ¿qué seguridad puede tener de
salvarte, viviendo como vives?

III. —La salvación del alma es el negocio más irreparable.


—Todo cuanto se puede perder en este mundo, tiene su
correspondiente reparo y remedio, y aunque perdieras todo
cuanto se puede perder aquí, esta pérdida sería
remediada, si nos salvamos eternamente, pero si perdemos
la salvación, lo perdemos todo y para siempre. Así, pues, si
pierdes un pleito, si pierdes la salud, si pierdes la fortuna, si
pierdes la fama, etc. puedes esperar algún remedio, pero si
pierdes el alma, una vez perdida, ya no hay remedio
posible, ya no hay esperanza de ningún reparo por toda la
eternidad. Si te cortan una mano, como dice San Alfonso,
te queda otra; si te cortan un pie, te queda otro; si te sacan
un ojo, otro te queda; pero el alma es una sola, si cometes

60
un pecado mortal y la muerte te sorprende en ese estado
de pecado, te pierdes y condenas para siempre, sin
remedio, ni reparo, ni esperanza. ¿Cómo, pues, piensas
tan poco en salvarte o te tienes por seguro?... ¿Cómo vives
tranquilo, cuando si ahora murieses, no sabes si te
salvarías?.... ¿En qué te ocupas, en qué piensas?.... ¿En
qué pasas la vida entera? ¡Ah procura asegurar la
salvación de tu alma por medio de una confesión general,
si no la has hecho todavía, y escoge un buen confesor, que
en nombre de Dios, te guíe y conduzca con seguridad a la
gloria, que el Señor te tiene preparada!

Afectos

¡Oh Dios mío! Si: es ya cosa resuelta, quiero a todo trance


salvar mi alma. ¿Qué no han hecho los Santos para salvar
la suya? ¿Qué no habéis hecho Vos, oh Jesús de mi vida,
para darme con qué poder salvar la mía?... ¿Y yo querré
todavía perderme?...No,

Dios mío, quiero salvarme, haciendo en todo vuestra


voluntad y no la mía, siguiendo los impulsos de vuestra
divina gracia y no los depravados instintos de mi libertad
enloquecida; ayudadme, Señor, salvadme, porque perezco;
y Vos, Madre mía, María, socorredme con vuestra
protección y haced que mi alma no se pierda, a fin de que
vaya a veros en el cielo. Amén.

MEDITACIÓN 4ª

Sobre el pecado

I. —Descripción del pecado. —Considera que ves al


Omnipotente sentado en su trono de gloria infinita y
rodeado de innumerables ejércitos de Angeles. A este Dios

61
de infinita majestad y grandeza has ofendido cuando has
pecado. Contra este gran Dios te has revelado, cuando has
consentido en pensamientos torpes, o proferidas palabras
escandalosas, o has hecho aquellas acciones, que Él te
prohíbe por su ley divina, por su Iglesia Santa, o por la voz
secreta de tu conciencia.

A este Ser Supremo, digno de la veneración y respeto de


todas las criaturas, has menospreciado, cuando has dicho,
hecho, pensado o deseado alguna cosa contraria a su Ley
eterna e inmutable… ¡Oh! ¡Qué descaro! ¡Qué
atrevimiento! ¡Un vil gusanillo de la tierra como tú (hombre
miserable), un puñado de asqueroso lodo, oponerse a un
Dios Omnipotente! ¡Ah ¿Cómo no se te hiela el corazón de
terror y de espanto, al reflexionar en tan enorme
atentado?... ¿Cómo no mueres de vergüenza y de dolor,
por haber ultrajado a un Dios tan grande y poderoso?...

II. —Circunstancias del pecado. — ¿Cómo le has


ofendido?.... ¡Ah! Recuérdalo, haz una triste memoria de
ello y avergüénzate al considerar que has consentido en
aquellos pensamientos delante de Dios: has dicho aquellas
malas palabras en la presencia de Dios, y, en fin, en el
seno mismo de la providencia de Dios, que te tiene como
una madre en sus brazos, has hecho lo que no te hubieras
atrevido a hacer delante de un niño de cinco años.—¡Oh
ciencia infinita de Dios, oscurecida tan monstruosamente
por mi maldito pecado.... ¡Oh inmensidad adorable de
Dios!, tan horriblemente profanada por mi iniquidad! ¡Oh
Dios, que moras especialmente dentro de mi alma ¿cómo
te he podido despreciar? — ¿Y por qué le has ofendido?
¡Por un vil placer! ¡Por un gusto brutal!.... por un capricho!
¡por nada! ¡Ahí Con razón te dice Dios por su profeta:
¿A quién me has comparado, oh pecador?... ¿Por qué cosa
me has despreciado?.... Aun cuando te dieran todo el
mundo y cuanto se puede gozar en él, no debieras cometer

62
pecado, porque el mundo entero perecerá para ti. ¿que
locura mayor, pues, que la de perder tu alma, perder el
cielo, perder la compañía de los Santos, perder a Dios y
condenarse eternamente y todo esto por un solo querer?—.
¡Oh maldito querer del pecado! ¡Cuán grande, cuan
incomprensible es tu malicia!

¿Y cuando has ofendido a Dios? Cuando El no sólo está


ante tí y dentro de tí, sino lo que es más digno de
consideración, cuando te está dando el ser y cuanto tienes,
cuando se muestra Padre, y lo es en efecto; pues a cada
instante prolonga tu vida, que a cada instante podría
abreviar. ¿Quién, sino El, hace que tú existas en esta hora,
tú que pudieras muy bien no ser, y que hasta ignoras cómo
es posible que seas? ¿Quién, sino El, da a. tu alma esas
facultades que son para tí tan preciosos dones? ¿De
dónde, sino de Dios, viene la luz a tu espíritu, el
sentimiento a tu corazón, la vitalidad a tus miembros. La
existencia a tí mismo? ¡Ah! ¡Cuánto debe conmoverte esta
consideración, si te haces bien cargo de ella!.... ¿Qué te ha
hecho Dios para que así le ofendas? ¿No es tú verdadero
Padre? ¿Por qué le tratas, pues así, hasta hacerle servirte
en tus iniquidades? ¿Hasta cuándo has de ser tan ingrato y
rebelde?

III. — Consecuencia del pecado. — Correspondiendo tan


vilmente a los designios adorables de Dios, los frustras y
contrarías y te pierdes. Un solo pecado mortal que
cometas, te hace perder todas cuantas obras buenas
habías hecho en toda tu vida: ayunos, penitencias,
comuniones, limosnas; aun cuando tuvieras la perfección
de todos los santos, y la pureza de todos los ángeles y el
amor de todos los serafines, todo se destruye y se pierde
por ese solo pecado mortal. ¡Cual rayo formidable cae
sobre un corazón sano, ese pecado, y hace de él un
corazón de réprobo: de un ángel hace un demonio; de un

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hijo de Dios y heredero de la gloria, hace un esclavo de
Satanás y víctima del infierno!

¿Puede darse mayor desgracia? Teme pues, y tiembla,


porque ¡Hay de ti! que no uno solo, sino tantos pecados
has cometido, no solo de pensamiento, como el demonio,
sino de palabra y obra; no solo en un instante, sino durante
días, semanas y aún, tal vez, años has vivido ofendiendo a
Dios y pecando. ¿Cómo te atreves a vivir así? ¿Cómo
puedes dormir seguro? ¿No ves que, si Dios se cansa,
puedes morir en el momento que menos pienses e ir al
infierno? Millares de ángeles cayeron en aquel abismo
eterno por un solo pecado: ¿y tú te tienes por seguro,
habiendo cometido tantos? Miles y miles de almas caen
cada día en la condenación eterna. ¿Cómo no temes tú
caer el día menos pensado?....

Afectos

¡Oh mi Dios! aquí me tenéis postrado a vuestros pies y


arrepentido de mis pecados. ¡Ay, de mí! Yo no sé cómo no
caigo muerto de dolor. ¿Con qué cara, Señor, me atrevo a
presentarme ante vuestra divina presencia? Vos habéis
muerto por salvarme, y yo me he empeñado en
condenarme, habéis derramado vuestra sangre por lavar
mis pecados, y yo, cruel e inhumano, he hecho aquello por
lo cual Vos la habéis derramado. Así me he portado con
Vos, Dios de mi vida, como el más cruel verdugo, mil veces
peor que los mismos judíos y aún tal vez peor que los
mismos demonios. ¡Ay, Señor! ¡Tened misericordia de mí!
¡Perdonadme, Dios mío, ya que hasta ahora me
habéis esperado a penitencia, yo propongo hacerla de
todos mis pecados! ¡Virgen Santísima, Madre y abogada de
los pobres pecadores que desean convertirse, interceded
por mí!

64
MEDITACIÓN 5°

Sobre la muerte

I. — Has de morir. — Figúrate que te halles condenado a


muerte y te llevan al patíbulo, donde vas a ser ejecutado:
Así, pues, estás en este mundo. Dios ha dado la sentencia
de muerte y nadie puede resistir a su soberano mandato.
Cada día nacen más de cien mil y cada día mueren casi
otros tantos; una generación viene y otra pasa; y de todos
los que vivimos hoy día, no quedará ni uno dentro de poco,
todos habremos ido a la eternidad. Tú también irás un día
por más que cuides tu salud.... por más que procures el
regalo y la conservación ....allá vas, y cada día te acercas
más a la muerte, allá vas y tendrás que dejar los parientes,
los amigos, las conveniencias, los regalos, cuanto tienes en
el mundo, y hasta la propia vida. Tu habitación será un
sepulcro lleno de gusanos; tu morada será la eternidad,
para siempre feliz o para siempre desgraciada.

II. — No sabes cómo ni cuándo has de morir. — ¿Quién


sabe si morirás este año? ¿Quién sabe si en este mes?....
Sólo Dios lo sabe. ¡Ah! ¡Cuántos se han acostado sanos y
han amanecido muertos en la cama!.... ¡Cuántos han salido
llenos de vida y de salud de su casa, y la muerte los ha
sorprendido en la calle, o en el campo! No sabes el día ni la
hora ¿Morirás de calentura lenta? ¿De enfermedad aguda?
¿De un accidente? ¿Con tiempo o sin él para confesarte?
Nada de esto sabes.... ¿Cómo, pues, vives descuidado?
¿Qué esperas para arrepentirte de tus pecados y
convertirte a Dios?....

En qué confías para arreglar el asunto principal que tienes,


cual es, la salvación de tu alma? ¿En el tiempo? ¡Ah! Así
pensaban, como piensas tú ahora, la mayor parte de los

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condenados. Todavía tengo tiempo, decían, y el tiempo les
faltó cuando menos lo pensaron. Lo mismo te va a suceder
a ti, y este pensamiento te hace temblar a veces. Pues,
¿cómo no pones remedió? Vas dilatando la enmienda de
día en día, de mes en mes, de año en año. ¡Infeliz! Si
llegas a morir en pecado y te condenas, ¿de quién podrás
quejarte? ¡Resuélvete, pues, cuanto antes y arregla tu
conciencia, para estar siempre preparado a morir bien, con
lo cual se consigue la salvación del alma!

III. — ¡A qué te reducirá la muerte!. — Mírate ya en ese


cadáver en qué has de ir a parar. ¿Qué eras pocos días
ha? Eras el embeleso de tu familia, quizá de tu pueblo y
aún de tu siglo, si quieres.... prodigio de saber y de
prudencia.... ídolo de tus amigos, de la fortuna, de los
honores, etc. y ahora eres un cadáver mudo, yerto,
deforme, espantoso, cuya vista nadie puede soportar, ni los
que te eran queridos.... Serás encerrado en una caja
mortuoria y conducida al panteón, para ser metido en el
sepulcro.

Los que te han conocido pensarán en ti, y tendrán mucho


de que entristecerse al recordar tu mala vida. Los
mundanos tal vez te alaben, pero ¡Dios mío! de qué
servirán a tu pobre y desventurada alma las alabanzas de
los enemigos de Jesucristo?.... ¿No es esto mismo lo que
constituirá tu mayor desconsuelo?. El ruido que canse tu
muerte en el mundo, desaparecerá bien presto, y tu
memoria se desvanecerá como el humo. He aquí lo que es
el hombre. ¡Oh, tú que lo piensas! ¿Cómo te atreves a
levantarte contra el cielo? ¿Cómo te olvidas de tu alma,
para dar gusto a tu miserable cuerpo?.... ¿Cómo vives tan
descuidado de tu destino eterno?....

66
Afectos

¡Oh, Jesús mío! ¿Qué hubiera sido de mi, si hubiese


muerto cuando estuve en pecado?... ¡Ah, me horrorizo al
pensarlo!. ¡Estaría en el infierno sufriendo y
desesperándome sin remedio!;.... mas he aquí que en vez
de esto me encuentro con medios de salvarme aún. ¡Oh
cuanto os debo, Dios mío! Pues ya que ha sido tanta
vuestra bondad hasta ahora, no quiero abusar más de ella.
Me arrepiento y detesto todos mis pecados, y propongo
enmendarme. Sí, Dios mío, quiero vivir de tal suerte que
muera con la muerte del justo. Virgen Santísima,
amparadme y ayudadme ahora y en la hora de mi muerte.
Amén.

MEDITACIÓN 6ª

Sobre el juicio

I. — Establecimiento del Tribunal. — Figúrate que te


encuentras en aquel supremo momento, en el cual,
separada el alma del cuerpo, se presenta al juicio de Dios,
o mejor dicho, Dios se descubre a tu alma en la región
eterna, para premiarla para siempre o castigarla, según
hubiesen sido sus obras en esta vida: En este tiempo, que
ni es tiempo, ribera de la eternidad, instante indefinible,
momento el más imponente y trascendental, tu alma verá
en la parte de arriba al juez de vivos y muertos, en la parte
de abajo el infierno abierto de par en par, a un lado las
obras que has hecho en la vida, y al otro los demonios
queriéndote llevar. Así describe San Agustín y con él todos
los Santos Padres, fundados en la sagrada Escritura, el
establecimiento del Supremo tribunal en que Dios nos ha
de juzgar. ¡Oh trance terrible! ¿Qué pensarás tú cuando te
encuentres en él? ¿Qué querrás entonces haber hecho en

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la vida? Haz, pues, ahora lo que entonces no podrás
hacer.

II. — Declaración de las faltas. — ¡Qué terror causará a tu


alma culpable el verse denunciada, acusada, condenada
delante de tu Dios!....Era ese Dios tu Padre y no le
amaste.... Era tu dueño Soberano y le despreciaste....; era
tu Redentor, que vertió su sangre divina y murió en la cruz
por salvarte, y tú has neutralizado con dañada libertad,
redención tan costosa: lo has propuesto mil y mil veces a
Barrabás, has preferido lo que te ocasionaba un sucio
deleite de un momento a lo que Él te proporcionaba para
toda la eternidad con su pasión y muerte. Entonces será tu
juez, y con una sola mirada te pondrá delante tu ingratitud,
tu perfidia e incomprensible ceguedad.

¿A dónde acudirás entonces? ¿A la Virgen Santísima?....


¿Pero, cómo ha de abogar entonces por ti; si con tus
pecados has crucificado siempre a su Hijo, si nunca te has
acordado de acudir a ella, ni le has tenido devoción?¿Te
defenderá el ángel de tu guarda? ¡Ah! nunca lo has
obedecido, siempre le has rechazado sus interiores avisos
y consejos ¿Cómo piensas que entonces te defenderá? El
demonio fue siempre tu guía y amigo, él será allí tu
acusador, él con tu propia conciencia, donde, como en un
cuadro, presentará toda la negra y triste historia de tu vida
en la maldad…

III. — Sentencia final. — La ha de pronunciar Jesucristo,


Rey Soberano de la eternidad, Juez de vivos y muertos,
llamándote bendito o maldito, escogido o réprobo, salvo o
condenado.... ¿Cuál será tu suerte? ¿A dónde irás a
parar?... ¿Qué destino te cabrá por toda la eternidad ¿Ir
con Jesucristo al cielo, o con Satanás al infierno? ¿Oirás
con inefable alegría: ¡ven, bendito de mi padre, a poseer el
reino que te está preparado desde el principio del mundo! o

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retumbará cual formidable trueno sobre ti aquel: ¡Apártate,
maldito, apártate al fuego eterno! ¡Oh Dios mío! ¿Cuál de
éstas será mi sentencia? Y ¿Cómo vivo olvidado de lo que
tanto me importa?....¿Cómo no pienso que en cada
momento puedo comparecer a semejante juicio.

Afectos

¡Ay Jesús, mío! harto merecido tengo el ser juzgado y


condenado. ¡Cuánto he resistido a vuestra gracia! ¡Cuánto,
oh Dios mío, cuánto he pecado!.... La vergüenza y
confusión se apoderan de mí, al pensar en mis extravíos
pasados ¿Qué será, mi Dios y mi Juez, cuando Vos me lo
propongáis delante de los ojos?... Justo Juez de las
venganzas, tened misericordia de mí, ahora que es tiempo
de perdón. Ayudadme, Señor, a juzgarme a mí mismo,
como debo, para que no sea juzgado y condenado en el
tribunal eterno. Virgen Santísima, Madre mía, abogad
ahora por mí: ¡Refugio de los pecadores! ¡Rogad por mí!

MEDITACIÓN 7ª

Sobre el Infierno

I. — Pena de daño. — Figúrate que ves en espíritu aquel


abismo de fuego, del cual tantas veces nos habla Dios en
las Santas Escrituras, aquella caverna obscura y
tenebrosa, aquel inmenso y turbulento mar de fuego, no
como el da este mundo, creado por Dios para nuestro bien,
sino de un fuego terribilísimo, indescriptible, que criado por
Dios omnipotente y justiciero encierra en sí todos los
tormentos imaginables, fuego divino que penetra, inflama,
tortura a los mismos espíritus.

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Considera que ahí vas a parar (y ahí irás si no mudas de
vida): míralo bien, mira tú triste y espantoso destino, Allí no
se ama a Dios, ni se recibe de El ningún alivio, por
consiguiente, no hay orden, sino sempiterno horror y
desconcierto, no hay luz, ni espiritual ni corporal, sino
tinieblas, turbación infernal, desesperación satánica; no hay
esperanza de ninguna clase, sino absoluto y eterno
abandono; ni, siempre estarás (si por desgracia tuya te
condenas) siempre estarás desterrado del cielo y de la
tierra, siempre privado de cuanto deseas en tu cuerpo y en
tu espíritu, siempre atormentado, siempre afligido, siempre
desesperado. Perdiendo a Dios, lo habrás perdido todo, y
jamás saldrás de aquel abismo de todos los tormentos; allí
permanecerás en aquel abismo donde toda vida muere y
toda muerte vive, ¡maldito abismo! criado por la ira de Dios
para castigo eterno de les demonios y condenados, que no
quisieron someterse a sus soberanas leyes.

¡Gran Dios! Si aquí se siente tentó la pérdida de un


pariente, de una herencia, de un pleito, etc. ¿qué será
perderos a Vos, y con Vos perderlo todo junto?...

II. — Pena de sentido.— Si te condenas (como


infaliblemente te condenarás. si no dejas el penado, si no
abandonas el vicio) sufrirás en el infierno todos los
tormentos imaginables. Envuelto en la maldición divina,
caerás como un rayo en aquel pavoroso abismo, donde
estarás sumergido y como nadando entre las llamas de
inextinguible fuego. ¡Dios mío!... ¡Qué dolores! ¡Qué
tormentos! Si aquí no pueden sufrir la quemazón de una
mano, ni siquiera de un dedo. ¿Cómo podías soportar la
acusación inexplicable, el ardor terribilísimo de aquel fuego,
que penetrará en tu mismo espíritu?

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Por los modos mismos, con que el alma criminal peca, que
llamamos aquí sentidos, por los mismos, dice el Espíritu
Santo, será atormentado el réprobo en el inferno Si, allí
será atormentada la vista con visiones y espectros
espantables, mayores, sin comparación, que los que
concibe el espanto mismo. Crujido formidable de dientes:
voces atronadoras ayes y blasfemias, gritos y
desesperaciones: truenos formidables, mayor que el que
produciría el despedazamiento del universo, atormentarán
el oído. Hedor pestilencial y asco insoportable; hambre
canina y sed rabiosa, todo cuanto se pueda decir y pensar,
sufrirán el olfato y el gusto. Todos los pesares, todas las
torturas, todos los tormentos concentrados por la
omnipotente ira de Dios, en aquel fuego infernal,
atormentarán el tacto y sensibilidad del condenado: cuánto
más hubieres pecado, otro tanto será tu eterno sufrimiento.
Por un pecado, un infierno; por diez pecados, diez
infiernos; por cien mil pecados mortales, cien mil infiernos,
eternamente castigado como cien mil demonios juntos....

¡Ay!... ¡Gran Dios!... ¿Cómo no pienso en esto? ¿Qué


diré yo mismo, si me condeno?... Diré que ojalá hubiera
escuchado lo que me inspiraba Dios por medio de los libros
santos, de los predicadores, de los avisos interiores, de
tantas gracias de conversión y santificación como he
tenido, diré que me he condenado por mi culpa, porque he
querido, por haber hecho menos caso de mi alma y de mi
Dios que de las cosas más viles, del mundo, Esto es lo que
dicen los condenados, y lo que dirán eternamente sin
remedio.

III. — Eternidad de las penas. — Si llegas a condenarte,


por no dejar tu pecado, jamás dejarán de atormentarte
aquellas penas; jamás saldrás de aquella mazmorra eterna,
siempre y siempre serás devorado por aquellas llamas de
fuego. Pasarán años y más años, siglos y más siglos,

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tiempos y más tiempos, más para el condenado no pasa
nada; está en la eternidad, y sus penas son eternas,
continuas sin disminución, sin un momento de descanso,
sin el menor alivio. Vendrán generaciones y más
generaciones, habrá cambios y más cambios en el mundo;
llegará por fin a perecer el mundo, perecerán los astros,
perecerá todo lo temporal, mas tú, si estás en el infirmo,
permanecerás allí eternamente, en fuego eterno por
perpetuas eternidades, sin jamás tener remedio. ¿Qué
dices, pues, alma mía, y que haces al considerar la
terribilidad y eternidad del infierno? ¿Tanta duración y tanta
continuación?.... ¿Tanta inmutabilidad y tanto
desconsuelo?... ¡Oh justicia infinita de Dios! ¡Quién no
tiembla en tu presencia!

Afectos

¡Oh Dios eterno! ¿Qué hubiera sido de mí, si hubiera


muerto sin considerar esto? Y ¿qué será de mi, si muero
sin aprovecharme de ello?.... ¡Ah, Señor, qué locura la mía,
perder la eternidad de gloria en el cielo, por un placer
momentáneo de la tierra, e incurrir, por lo mismo en una
eternidad de tormentos!.... Basta, pues, basta, Señor y Dios
mío, basta de locuras, quiero vivir y morir en vuestra gracia,
ayudadme a salir del tremendo peligro en que me
encuentro. ¡Oh Virgen María, Madre compasiva de los
pobres pecadores, tened misericordia de mi, alcanzadme la
salvación de mi alma.

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MEDITACIÓN 8ª.

1. — Misericordia en tolerar al pecador. — Figúrate que ves


al divino y amante Salvador Jesús, cual tierno Padre,
Pastor, Amigo y cuánto hay de más amable al corazón ¡Ah!
Él ha sabido todo cuanto tú has hecho…. Es el Padre del
hijo pródigo, que ha contemplado el triste espectáculo de
los desórdenes de un hijo ingrato que la ha abandonado
por ir a apacentar monstruos inmundos y vivir con ellos. Es
el Pastor amantísimo, que ha llorado la oveja extraviada,
oveja para El tan querida, y lo ha visto desfigurada
horriblemente por lobos del infierno. Es el buen Amigo, que
ha dado su sangre y su vida y se ha sacrificado en una
cruz, por darte a ti la vida; mas tú ¡oh ingrato!, le has
negado, le has vendido, y con el pecado le has crucificado
de nuevo. Sin embargo, Jesús te ha tolerado y te tolera
aún, después de tantos y tan graves delitos como has
cometido, siendo así que merecías te hubiera castigado
apenas cometiste la primera culpa. ¡Qué bondad la del
Señor! ¿Cómo puedes resistir tanto a ella? ¿Hasta cuándo
has de ser tan cruel para con tu Salvador y contigo
mismo?.

II. — Misericordia en llamar al pecador. — Jesucristo


mismo nos lo dice: que no ha venido a buscar justos sino
pecadores; nos llama amorosísimamente, convidándonos a
ir en pos de Él, para encontrar descanso en nuestras almas
afligidas; venid, nos repite, Venid a Mi todos los que
padecéis el peso insoportable de vuestras conciencias y Yo
os aliviaré. Nos llama, y te llama a tí, en particular, con
toques interiores, con remordimientos, con enfermedades y
tribulaciones te convida al perdón y a la misericordia por
medio de los predicadores, confesores, libros piadosos,
consejos y ejemplos de parientes, etc. Mas ¿cómo
correspondes a tan saludables llamamientos? ¿No es cierto
que casi siempre te haces el sordo y continúas viviendo en

73
la culpa?... Así es, pero... ¡oh paciencia y amor del Señor!
en vez de abandonarte, te llama ahora de nuevo, y te
convida con más instancia, con el perdón y la misericordia.
¿Resistirás todavía? ¿No dejarás de ser tan ingrato y
rebelde a tan buen Dios?.... ¿Temes acaso que te
rechace? ¡Ah! lejos de esto, te sale al encuentro, previene
tus pasos con nuevas gracias, y te abre los brazos de su
paternal ternura para recibirte y salvarte. Sólo depende de
tí, arrójate, pues, a sus pies y dile: ¡Padre mío, he pecado
delante del cielo y contra Ti. ya no merezco llamarme hijo
tuyo; mas recíbeme como el último de tus siervos! sálvame
y llévame aunque sea al último lugar de tu gloria en el cielo.

III. — Misericordia en recibir al pecador. — Es indescriptible


el amor. y excesiva la ternura con que el Señor recibe al
pecador arrepentido, perdonándole todas sus culpas, por
grandes y numerosas que sean. Tanto como es
terriblemente justiciero con los que persisten en su rebelde
obstinación, otro tanto se manifiesta compasivo y amoroso
con los que, arrepentidos, le piden perdón. ¡Oh! si: apenas
hace el pobre pecador la resolución de convertirse, apenas
tú mismo te resuelves a ir a los pies del Señor, este Padre
cariñoso y compasivo, no sólo se olvida de lo pasado, sino
que te ayuda con su gracia, te sale al encuentro con
blandura y amor paternal, te abraza interiormente y te da
aquel ósculo suavísimo de paz y consolación, que inunda el
alma de gozo espiritual, aún entre las lágrimas de la
contrición. ¿Y después?.... ¡Oh bondad infinita del Señor!
Después te trata mejor que a sus más fieles servidores,
hace que por tu conversión se celebra fiesta en el cielo: te
devuelve todos los tesoros de la gloria, que habías perdido
por la culpa: y, después de atenderte y mirarte con singular
predilección en esta vida, te abre de par en par las puertas
de la región celestial, haciéndote participante de su misma
felicidad en la otra. Tú no aspirabas sino a ser el último en
aquella celestial Sión, y el Señor de tal suerte colma los

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deseos de su infinito amor, que llega a hacerte semejante a
Él, por toda la eternidad….

Así ha tratado a un Agustín; primero pecador hereje,


enemigo de la religión y después convertido a Dios, hecho
un gran santo, gran amigo del Señor, su ardiente defensor,
y ahora felicísimo bienaventurado en el cielo; así a una
Santa Margarita de Cortona, mujer escandalosa y disoluta
como la Magdalena, a una Pelagia y otros mil que habían
sido grandes pecadores, y después, convertidos al Señor,
su divina Majestad los regaló amorosísimamente con
dulzuras inefables en esta vida, los coronó en su dichosa
muerte, y ahora tiene sus mejores delicias en alegrarse con
ellos en su gloria inmortal del cielo.

Afectos

¡Amabilísimo Redentor mío! ¿Cómo podré resistir a tanto


amor como me manifestáis? ¡Vuestra paciencia en tolerar
mis pasadas ingratitudes, vuestra bondad en llamarme y
esperarme, vuestro amor y ternura paternal en recibirme,
me fuerzan a caer a vuestros pies, confuso y arrepentido
de haberos ofendido tanto. Me pesa, Señor, me pesa de
haber pecado; me entrego ya del todo a Vos, no quiero
amar más que a Vos; si, ya os amo Jesús mío, digno de
infinito amor; os amo con toda la intensidad de que es
capaz mi pobre corazón. Virgen Santísima, Madre mía,
ayudadme a amar a vuestro hijo Jesús, y haced que le ame
a El y Voz a tiempo y eternidad, Amén,

75
LA CONFESIÓN

ADVERTENCIA

Nuestro amabilísimo Señor Jesucristo, instituyó este


Sacramento, para salvar nuestras almas después de haber
pecado, Por lo tanto, si después del bautismo has pecado y
quieres salvarte, es preciso que te confieses y que te
confieses bien; de lo contrario, te condenarás como se
condenan muchos por no confesarse, y muchos también
por confesarse mal. ¡Cuántos y cuántas veremos el día del
juicio condenados para siempre al infierno, por haber hecho
malas confesiones! ....Tú, al menos, que lees esto, procura
confesarte siempre bien, retírate para esto a un sitio donde
nadie te estorbe o distraiga, o al menos, aunque estés en
compañía de otros en la iglesia, figúrate que te encuentras,
solo que te presentas delante de Dios (el Señor siempre y
en todas partes te ve) pídele a Dios la gracia de conocer
bien tus pecados, prepárate siempre para confesarte, como
si fuera la última confesión que vas a hacer (puede ser que
lo sea) a este fin examínate bien, arrepiéntete, propón la
enmienda, confiésate con sencillez y sin excusas, y cumple
lo que te diga el ministro de Dios, el cual te concederá el
perdón.

Oración para antes del examen

¡Oh Dios y Señor mío! yo me presento delante de Vos,


humillado y arrepentido conozco Señor, que he pecado,
pero no sé cuántas son y hasta dónde llegan mis
iniquidades, dádmelas, Dios mío, a conocer para
confesarme de ellas. Y Vos, Virgen María, Madre mía?;
gloriosísimo Patriarca San José, Santo de mi nombre,
Angel de mi guarda y Santos todos, interceded por mí, y
alcanzadme esta gracia. Amén.

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EXAMEN

Nota. — A las personas piadosas que se confiesan con


frecuencia, les basta el examen que se ha apuntado en la
página (31); ¡para los demás te pone aquí el siguiente
examen, advirtiendo, que si tienen pecados graves, deben
averiguar su número, o cuántas veces al día o a la semana,
o al mes, o al año habrán cometido esas faltas.

1er. Mandamiento. — ¿Cuánto tiempo ha pasado que me


confesé? …Lo hice bien?... ¿He negado o dudado de
alguna cosa de las qua Dios ha revelado y la Iglesia
enseña?.... ¿He dicho palabras contra la fé, o las he oído
voluntariamente?... ¿He leído libros, novelas o periódicos
impíos?.... ¿He desconfiado de Dios?....¿Me he quejado de
su providencia?.... ¿Ignoro la doctrina Cristiana?... ¿He
tenido alguna superstición?.

2º Mandamiento. — He nombrado a Dios, a la Virgen María


o a los Santos sin respeto?.... ¿He blasfemado?.... He
jurado falsamente, aunque sea por buen fin?.... ¿He
cumplido las promesas o votos que he hecho?
3er. Mandamiento. — He trabajado o hecho trabajar en
días de fiesta, sin causa proporcionada para ello?... ¿He
oído con devoción la Santa Misa?... ¿He cometido alguna
irreverencia en el templo?

4°. Mandamiento.— ¿He honrado a los padres y


superiores?.... ¿He murmurado de ellos?.... ¿Le he
respondido mal?... ¿Les he desobedecido?.... Les he
socorrido cuando era necesario?

5°. Mandamiento. — ¿Perdono a los que me han


ofendido?... ¿He tenido odio a alguno?... ¿He deseado
algún mal?... ¿He dicho palabras ofensivas?... ¿He
causado algún daño a otro?... ¿He abusado de la comida o

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bebida?.... ¿Me he perjudicado en la salud?... ¿He dado
algún escándalo?

6º. y 9º. Mandamientos. — ¿He consentido con


deliberación en malos pensamientos?... ¿He deseado
alguna cosa impura?... ¿Me he complacido en
indecencias?... ¿He tenido conversaciones, o leído cosas,
o mirado objetos inmorales?.... ¿He hecho alguna cosa
mala?

7º. y 10. Mandamientos. — He codiciado los bienes


ajenos?.... ¿He retenido injustamente lo que no era mío?...
¿He robado algo?... ¿He satisfecho mis deudas
pudiendo?.... ¿He causado algún perjuicio a otro?

8º. Mandamiento. — ¿He formado algún juicio temerario?...


¿He descubierto algún secreto?... ¿He manifestado faltas
graves y ocultas del prójimo?... ¿He calumniado?... ¿He
mentido?....

Mandamientos de la Iglesia. — ¿He oído misa entera todos


los días de precepto?... ¿He sido causa de que otros no la
oyesen? ¿He cumplido con la confesión y comunión
pascual?.... ¿He faltado sin causa a los ayunos y
abstinencias?.... ¿He comido carne en días prohibidos?...
¿He murmurado de lo que se da a los ministros de Dios,
para su decente sostenimiento?

Hecho el examen de conciencia se reza detenidamente


(procurando sentir en el alma lo que se dice con las
palabras) la siguiente:

78
Oración para antes de la Confesión

¡Señor y Dios mío! Creo firmemente que estáis aquí


presente, y que véis todos mis pensamientos, hasta lo más
oculto y recóndito de mi corazón. Os adoro con el más
profundo respeto, recordando la multitud y gravedad de mis
pecados, por los cuales tan miserablemente he perdido el
cielo y he merecido ser castigado eternamente en el
infierno. Me confundo y avergüenzo en vuestra divina
presencia. Vos, Señor, os hicisteis hombre y moristeis en
una cruz para salvarme, y yo, ingrato, he perdido con mis
pecados lo que me conseguisteis con vuestra pasión y
muerte.

¡Ay mi Dios y Redentor amorosísimo! ya me pesa en el


alma de haberos ofendido, quisiera sentir en mi corazón lo
que Vos, Jesús de mi vida, sentíais por los pecados del
mundo, cuando moríais en la cruz.... Si, Dios mío, me pesa
y me arrepiento de haberos ofendido y tanto más cuanto
Vos sois quien sois, mi Padre, y Señor y mi Dios, mi Sumo
Bien tan bueno siempre y tan misericordioso para conmigo.
Te propongo firmemente, con vuestra gracia, no ofenderos
más, confesarme bien y vivir en adelante como Vos
mandais. Ayudadme, Dios mío, con vuestra gracia; Virgen
María, Madre mía y refugio de los pobres pecadores,
interceded por mí.

Nota. — Conviene repetir esta oración durante el tiempo


que se está esperando para la confesión, o bien rezar el
acto de Contrición de la pág. 8, procurando formar dolor y
propósito de la enmienda, sobre el mandamiento en que
más se haya fallado, y sobre el cual se va acusar en la
confesión de un modo especial....

79
Oración pare después de la Confesión

Gracias os doy, clementísimo Señor, por haberme


perdonado mis pecados en esta confesión. Confío en
vuestra misericordia y en el amor que me tenéis, que he
quedado absuelto enteramente de todas mis culpas, y os
ruego, amabilísimo Dios mío, que esta confesión no sea
para mi perdición, sino para mi salvación, (con la
enmienda) a fin de que pueda veros en el cielo, Amén.
Cúmplase cuanto antes la penitencia, que impuso el
confesor.

Dos casos terribles de callar pecados en la confesión y


uno de falta de enmienda

Cuán gran error y qué funesta desgracia sea el callar


pecados, por vergüenza en la confesión, no hay para que
decirlo, que bastante lo echa de ver el infeliz que tiene esta
desgracia. Todas sus confesiones son nulas y sacrílegas,
sus comuniones horrendos sacrilegios y a su alma se le
prepara un infierno mayor que el que tienen los mismos
demonios, según abusa de gracias y sacramentos, de que
ellos no abusaron.

Son innumerables las almas que se condenan por ese


maldito vicio de callar pecados en la confesión, y entre los
innumerables casos, que podríamos citar, referiremos los
siguientes:

1º. Sabido es el ejemplo del joven Pelagio, según lo cuenta


S. Alfonso de Ligorio. (Selva p. III. cap. 6.) sacado de las
Crónicas de la Orden de S. Benito. Este joven tenía el oficio
de pastor de ovejas, y era de vida tan inocente y cristiana
que, todos le llamaban el Santo ermitaño. Tentado por un
mal pensamiento deshonesto, consintió en él, y después

80
tuvo vergüenza de confesarlo. Vivía, al parecer, muy bien y
se confesaba con frecuencia y aún logró entrar en la
Religión de S. Benito, para hacer penitencia de su pecado,
pero el infeliz siempre lo callaba en la confesión.

Todos le tenían por un santo según la piedad, la modestia,


la mortificación y demás buenas acciones que practicaba,
pero delante de Dios era como un demonio. Así continuó
toda su vida, se confesó en la hora de la muerte, y también
calló su pecado, recibió el Sagrado Viático, murió y fue
sepultado en la iglesia en opinión de Santo. En la noche
siguiente el sacristán halló al cuerpo de Pelagio sobre la
sepultura volvió a sepultarlo, ignorando tal novedad. Más
tanto en la segunda como en la tercera noche volvió a
encontrar el cadáver de Pelagio insepulto. Ya entonces se
resolvió a dar cuenta al Abad, el cual vino con la
Comunidad de monjes benedictinos al sepulcro y dijo: o
Pelagio, tú, que has sido obediente en vida, obedece
también en la muerte: de parte de Dios te mando me digas
¿si es voluntad de Dios que te sepultemos en lugar más
honorífico? y entonces el difunto Pelagio, dando un grito
exclamó: ¡Ay de mí, que estoy condenado por un pecado,
que cometí cuando era joven, y por vergüenza nunca lo he
confesado. Es voluntad de Dios que toméis de mi lengua la
forma consagrada, que recibí por viático (así se hizo) y que
arrojéis de aquí mi cuerpo, echándolo a un muladar. Así lo
cumplieron; quedando los monjes horrorizados con la
condenación eterna de uno que ellos creían
bienaventurado. He aquí las funestas consecuencias de
callar pecados en la confesión. (Vid. S. Ligorio, ut supra).

2º. Refiere el P. Razzi y lo trae también San Alfonso de


Ligorio, que en una ciudad de Italia hubo una señora
casada, madre de familia noble, que llevaba una vida tan
ejemplar que por su exterior modesto y buenas obras era
tenida por santa. Llegada la hora de la muerte, recibió los

81
santos sacramentos y murió, con la buena fama en que la
tenían. Dejó una hija, que siempre la encomendaba a Dios:
un día mientras oraba por el eterno descanso del alma de
su madre, oyó un gran ruido en la puerta de su aposento.
Volvió los ojos y vio la figura horrible de un monstruo, como
un gran cerdo inflamado, y sintió el hedor insufrible que
despedía. Tal fue el horror, miedo y confusión que produjo
en la pobre hija tan espantable figura, que iba a arrojarse
por la ventana, cuando oyó esta voz: Detente, hija mía,
detente; que soy tu desventurada madre que era tenida por
santa, más por los pecados deshonestos cometidos con tu
padre, que, por vergüenza jamás quise confesar, Dios me
ha condenado al infierno. Es, pues, inútil que ruegues por
mí, antes me das pena. Y dando espantosos gritos,
desapareció. (Véase el curso de misiones por nuestro P.
Gual. Toni. 1. pág. 249 y siguiente).

3º. Un día Santa Clara de Montefalco vió en una visión, el


infierno abierto y a los demonios muy atareados en levantar
a toda prisa una casa amontonando ascuas y más ascuas;
faltaba poco para que la casa estuviera concluida. Preguntó
la santa para quien era esa horrenda casa, y se lo dijo
Nuestro Señor, indicando a un caballero muy rico y muy
limosnero.

¿Cómo repuso la Santa, un caballero tan caritativo se ha


de condenar?.... Sí, respondió Nuestro Señor, porque tiene
una mala amistad; verdad es que confiesa cada mes sus
pecados; pero no se determina a dejar esa perversa
amistad, y por esto, aunque se confiese, no le perdono, y si
no la deja por fin le echaré al infierno, y precisamente
porque es tan caritativo, te doy a ti este aviso para que se
lo pases. La Santa llamó al caballero y le refirió su visión; y
él exclamó. ¡Ay de mí, creía que me bastaba confesar mis
pecados, y veo ahora que era grande mi engaño, que hay
que apartarse de las malas ocasiones! Este es por cierto

82
aviso de Dios, porque sólo Dios y mi confesor saben mis
criminales relaciones. Las dejó por completo, hizo
confesión general, y seis meses después murió, y la Santa
viole primero ardiendo en el purgatorio y luego coronado de
gloria en el cielo. (El Apóstol del Hogar, pág. 441).

Muchos veremos el día del juicio condenados eternamente,


por haber callado algún pecado por vergüenza en la
confesión, o por haberlo excusado o disimulado, como se
cuenta que se condenó la hija del Rey Auguberto de
Inglaterra. ¡Qué engaño tan deplorable callar el pecado o
los pecados, que después en el día del juicio han de
manifestarse a todo el mundo, aún al confesor, a quien
trató de engañar, y condenarse eternamente por esa
maldita vergüenza. El confesor no se irrita cuando se le
manifiesta algún pecado vergonzoso, por el contrario, se
apiadará de ti. Te tranquilizará y estimará por la confianza,
que has depositado en él. Nunca ni por ningún motivo se
puede manifestar lo que se oyó en la confesión, ni jamás
ningún Sacerdote ha dicho lo que se le confiesa. Nunca
jamás podrá decirse que haya sobrevenido algún mal al
que se ha confesado todo con confianza; y si han
sobrevenido y sobrevienen males horribles y eternos a los
que callan pecados o no los confiesan como deben.

83
COMUNIÓN

ADVERTENCIA

La más grande de las acciones, que puede practicar el


hombre en esta vida es, sin duda, el unirse con su mismo
Dios en la Sagrada Comunión A los ángeles del cielo no les
hace Dios un favor tan grande, como el que en la Sagrada
Comunión hace al hombre. Prepárate, pues, con las más
santas disposiciones cada vez que te acerques a recibir a
Jesucristo en la Comunión.

Para comulgar dignamente se requiere:


1° Estar en gracia de Dios, libre de todo pecado mortal.
2° Saber a quién se va a recibir, que es al mismo
Jesucristo vivo y verdadero, con su Cuerpo, su Sangre, su
alma, y su Divinidad.
3°. Estar en ayuno natural, sin haber comido ni bebido cosa
alguna, desde la media noche hasta después de la
Comunión.

PREPARACIÓN PARA LA COMUNIÓN

1. ACTO DE FE Y DE CONFIANZA

¡Oh adorable Jesús, Hijo de Dios vivo y Salvador mío


amantísimo! Que excesos de Amor y qué portentos de
bondad practicáis conmigo en el adorable Sacramento del
altar! Siendo Dios, os hicisteis hombre; siendo inmenso, os
convertisteis en niño; siendo Señor, quisisteis ser esclavo;
del seno del Eterno Padre bajasteis al de una Virgen; del
cielo descendiste a un humilde pesebre; del trono de
vuestra gloria a una afrentosa cruz; y esta mañana queréis
venir del sagrado altar, donde estáis sacramentado, a la

84
pobre morada de mi corazón.... ¡Oh Dios escondido y
humillado! Yo os reconozco por quien sois; os amo, os
confieso y adoro en este augusto Sacramentó; creo, Señor
y Dios mío, que estáis ahí presente, vivo y verdadero en
vuestro cuerpo, sangre, alma y divinidad.

Desde ahí, donde estáis sacramentados por mi amor me


llamáis amoroso, deseando que os reciba en mi pecho para
mi consuelo y salvación. A Vos, pues, acudo, oh Jesús de
mi vida, y a Vos vengo, cual hijo pródigo, al mejor de todos
los padres, a mi Padre y mi Dios. Recibidme, pues, oh Dios
mío, en vuestra gracia, para que yo os reciba dignamente
en esta Sagrada Comunión. Medítese.

II. — ACTO DE HUMILDAD Y DE DOLOR

¡Oh Jesús mío sacramentado, verdadero Dios y verdadero


Hombre! ¿Es posible que dentro de breves momentos os
reciba yo en mi corazón? ¿Quién sois vos y quién soy
yo?... Conozco y creo que vos sois un Dios de majestad
infinita y de incomprensible grandeza; mas lo que yo soy,
Vos lo sabéis, Señor y Dios mío, pues veis todos mis
pensamientos y penetráis hasta lo más oculto y recóndito
de mi corazón. ¡Oh gran Dios! en vista de vuestra majestad
infinita y de mi suma vileza me avergüenzo de parecer
delante de Vos.

El triste recuerdo de mis pasadas iniquidades, con las que


tanto os ofendí y por las que merecí tantas veces el
infierno, me anonada y me confunde ante vuestra divina
presencia. Espero, Dios mío, que me habréis perdonado,
pero antes de recibiros en esta comunión, os pido de nuevo
perdón de todos mis pecados, pues ahora más que nunca
me arrepiento de todos ellos, y propongo con vuestra
gracia no volver más a ofenderos Purificadme, Señor

85
misericordiosísimo, y santificadme más y más con vuestra
gracia, a fin de que esta comunión os sea del todo
agradable a Vos y sirva para mi eterna salvación. Medítese.

III. — ACTO DE AMOR Y DE DESEO

¡Oh salvador mío y Salvador del mundo! que en esa Hostia


Sagrada vais a venir, vivo y verdadero, como estáis en el
cielo, a la pobre morada de mi alma, yo os amo con todo mi
corazón, os amo sobre todas las cosas; y quiero amaros
siempre; deseo amaros como aman todos los justos de la
tierra y todos los santos y los Angeles del cielo. Desearía,
Dios mío, tener el corazón inflamado en el amor de todos
los Serafines, en el amor de la Santísima Virgen María, en
vuestro mismo infinito amor, para amaros de un modo
digno de Vos. Venid, pues, Señor y Dios mío, venid a mi
corazón, venid, para que este corazón mío os ame con
vuestro mismo amor; Venid a poseerme, pues mi alma os
desea, venid, oh dulce, oh tierno, oh buen Jesús, venid a
mí, que yo también me entrego todo a Vos, para ser todo
vuestro en la vida, en la muerte y por toda la eternidad.
¡Virgen Santísima y madre mía María, amparadme en este
momento, en que voy a recibir a vuestro amado Hijo
Gloriosísimo Patriarca san José, Santo Angel de mi guarda,
Santos, Angeles y Bienaventurados del cielo, interceded
por mí. Medítese.

Al acercarse a la Sagrada Comunión

Reiterando los sentimientos que quedan expresados,


profundamente recogido en Dios, con toda fe, confianza,
humildad, amor, dolor y devoción, di como el publicano.

86
Señor mío Jesucristo, yo no soy digno, de que Vuestra
divina Majestad entre en mi pobre morada; mas por vuestra
divina palabra, mis pecados sean perdonados, y mi alma
sea sana, salva, limpia y perdonada. En vuestras manos,
Señor, encomiendo mi alma. (Se dice tres veces)

La acción de gracias después da la Comunión

Es muy doloroso y sensible lo que hacen algunos malos


cristianos, que apenas acaban de comulgar, con el
Santísimo Sacramento en su pecho, se salen de la Iglesia
haciendo como Judas, que salió del Cenáculo luego que
recibió al Divino Maestro. No seas tu así, amado hermano;
aprovecha antes bien de esos momentos, que son los más
preciosos de tu vida; y emplea, por lo menos un cuarto de
hora en dar gracias al Señor, y pedirle los favores que
necesitas, bien seguro de que cuanto le pidas en esta
dichosa, ocasión, lo conseguirás. Conserva, pues, todo el
posible recogimiento y di con fervor.

87
ACTOS DE ACCIÓN DE GRACIAS
para después de la Comunión

I. — ACTO DE ADORACIÓN Y AGRADECIMIENTO


¡Oh mi buen Dios! Ya os he recibido. Sí, ya os tengo en mi
pecho, os poseo en mi alma, estáis conmigo y yo con Vos.
Yo os adoro desde el abismo de mi nada, Soberano Señor
del cielo y de la tierra, que estáis actualmente en mi
corazón. Todos los Angeles, todos los Espíritus celestiales
y todos los Bienaventurados os adoren, os alaben y
bendigan conmigo. ¡Oh amor verdaderamente infinito! ¡Oh
bondad incomprensible! ¡Un Dios infinitamente poderoso,
infinitamente santo, infinitamente bueno y amable, está
dentro de mí!

¡Oh Rey de la gloria! ¿Cómo habéis abatido vuestra


soberana majestad hasta venir a mi corazón? Los cielos, y
los cielos de los cielos, no son capaces de contener vuestra
inmensidad, y os habéis dignado encerraros en los
estrechos límites de mi pobre corazón! !Gran Dios! ¡Cuán
admirable sois en poder y grandeza! pero también, cuán
inefable en bondad y misericordia! Gracias os doy por el
inmenso beneficio que acabais de concederme. Gracias os
sean dadas por el cielo, la tierra y todos los seres del
Universo. Gracias y alabanzas infinitas se os den
eternamente en prueba de mi gratitud y en correspondencia
a vuestro infinito amor. Medítese.

II. — ACTO DE OFRECIMIENTO Y PETICIÓN

¡Oh mi amado y buen Jesús! ¡Qué dicha tan grande es el


poseeros en mi corazón! ¿Cómo podré corresponder a tan
insigne beneficio? ¡Ah Vos os habéis entregado a mí, y
razón es que yo me entregue y consagre enteramente a

88
Vos. Sobre el ara de mi propio corazón en que estáis con
inefable amor, os ofrezco y os consagro todo mi ser; mi
cuerpo, que respetaré siempre como templo vivo de
vuestra Majestad; mi alma, que hermosearé con todas las
virtudes; mis sentidos y potencias, que guardaré de toda
tentación; mis fuerzas y energías, que emplearé en serviros
con fidelidad y fervor; mis pensamientos, mis intenciones y
deseos, que dirigiré incesantemente hacia Vos, mi Dios, mi
dicha, mi consuelo y mi gloria en la vida, en la muerte y en
la inmortalidad. Ya no viviré yo, sino Vos, Jesús de mi vida,
viviréis en mí. Aceptad oh dulce, oh misericordioso, oh
buen Jesús, esta ofrenda que os hago de mí mismo, y ya
que habéis venido a mi pecho para colmarme de gracias,
haced, Dios mío, que cumpla en adelante lo ofrecido en
este momento.

Aumentad en mí las virtudes de la fe, de la esperanza y de


la caridad; hacedme manso y humilde conforme a vuestro
corazón; no permitáis, oh Santo de los santos, que mi
cuerpo ni mi alma se manchen con ninguna sombra de
maldad, hacedme temer vuestros juicios, oh Señor y Dios
de tremenda Majestad; dadme la perseverancia en el bien,
una santa muerte y la gloria de vuestro reino celestial. Los
mismos beneficios os pido humildemente por mis padres,
parientes, amigos y bienhechores; también os ruego por la
conversión de los pobres y desgraciados pecadores, por la
perseverancia de los justos, por el alivio de las almas del
Purgatorio, principalmente por las que estoy más obligado,
así también os ruego, misericordiosísimo Señor, por la
exaltación de la Santa Iglesia y la paz de todos los pueblos
y gobiernos cristianos, por nuestro Soberano Pontífice el
Papa.....por los Prelados y Obispos, por los sacerdotes,
vuestros ministros, y en fin, por todos los que se han
encomendado a mis oraciones. Virgen María, Angeles y
Bienaventurados del cielo, interceded por mí. Amén.

89
III. — ORACIÓN POR LA QUE SE GANA INDULGENCIA
PLENARIA

Ha de rezarse después de la comunión delante de un


Crucifijo, y rogando al mismo tiempo por la intención de Su
Santidad. (Pío IX, 31 de Julio de 1858.)

Miradme, oh mi amado y buen Jesús, postrado en vuestra


presencia santísima, suplicándoos con el más vivo fervor,
os dignéis grabar en mi corazón, vivísimos sentimientos de
fe, esperanza y caridad, dolor de mis pecados y propósito
firme de nunca más ofenderos; mientras yo con todo el
amor y compasión de que soy capaz, voy considerando
vuestras cinco llagas, empezando por aquello que dijo de
Vos el Santo Profeta David: «Taladraron mis manos y mis
pies y pudieron contar todos mis huesos».

Se reza la estación de seis Padrenuestros, Ave Marías y


Glorias, diciendo al fin de cada uno:

V/. Infinitamente sea alabado.


R/. Mi dulce Jesús Sacramentado.

Advertencia. — El que guste puede también dar gracias


después de la Sagrada Comunión, según está indicado en
la pág. 62; (o con los Quince minutos, pág. 118) y el que
pueda hágalo todo.

90
TRISAGIO

A LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Bendita sea la Santa e Individua Trinidad, ahora y siempre


y por todos los siglos. Amén,
V/. Abre, Señor, mis labios.
R/. Y mi boca pronunciará tus alabanzas,
V/. Dios mío, en mi favor benigno entiende.
R/. Señor, a mi socorro presto atiende. Gloria sea al Padre,
gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo, por los siglos de los
siglos. Amén.

ACTO DE CONTRICIÓN

Amorosísimo Dios Trino y Uno, Padre, Hijo y Espíritu


Santo, en quien creo, en quien espero, a quien amo con
todo mi corazón, cuerpo y alma, sentidos y potencias, por
ser Vos mi Padre, mi Señor y mi Dios, infinitamente bueno
y digno de ser amado sobre to das las cosas; me pesa,
Trinidad Santísimo; me pesa, Trinidad misericordiosísima;
me pesa Trinidad amabilísima de haberos ofendido, sólo
por ser quien sois; propongo y os doy palabra de nunca
más ofenderos, y de morir antes que pecar; espero en
vuestra suma bondad y misericordia infinita, me habéis de
perdonar todos mis pecados, y me daréis gracias para
perseverar en un verdadero amor, y cordialísima devoción
a vuestra siempre amabilísima Trinidad. Amén.

HIMNO (Coro)
Ya se aparta el sol ardiente:
Y así, oh luz perenne unida,
Infunde un amor constante
En nuestras almas rendidas.
En la aurora te alabamos,
Y también al medio día,

91
Suspirando por gozar
En el cielo de tu vista.
Al Padre al Hijo y a Ti,
Espíritu que das vida,
Ahora y siempre se tributen
Alabanzas infinitas. Amén.

Aquí se dirá un Padrenuestro y Gloria Patri, etc. Después


se repetirá nueve veces, lo siguiente:

V/. Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los Ejércitos, llenos


están los cielos y la tierra de la Majestad de vuestra gloria.
R/. Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo.
Repítase 2ª. y 3ª. vez, el Padrenuestro etc. con los
versículos: Santo, Santo, etc. nueve veces, en cada uno de
los tres Padrenuestros.

ANTÍFONA

A ti Dios Padre Ingénito, a ti Hijo Unigénito, a ti Espíritu


Paráclito: Santa e individua Trinidad: de todo corazón te
confesamos, alabamos y bendecimos. A tí se de la gloria
por los siglos de los siglos.
V/. Bendigamos al Padre, y al hijo al Espíritu Santo.
R/. Alabémosle, y ensalcémosle en todos los siglos. Amén.

GOZOS DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

V/. Dios Uno y Trino, a quien tanto Arcángeles y


Querubines.
R/. Angeles y Serafines Dicen: Santo, Santo, Santo.
Gózate, amable Deidad,
De tu incomprensible esencia,

92
Y de que por tu clemencia,
Perdonas nuestra maldad;
Por esta benignidad
En místico dulce canto:
Angeles y Serafines dicen, etc,

¡Oh inefable Trinidad!


Bien sumo, eterno, increado,
Al hombre comunicado
Por exceso de bondad;
Y porque en la eternidad
En tu Ser te gozas tanto:
Angeles y Serafines dicen, etc.

Gózate, pues tu luz pura


Con ser tan esclarecida,
No llega a ser comprendida,
Por alguna criatura.
Por eso al ver tu hermosura,
Con el más sagrado espanto:
Angeles y Serafines dicen, etc.

Gózate de que en tu Ser,


Todo es sumo, todo igual,
Que perfección desigual
En Ti no puede caber:
Llegando esto a conocer
En trisagio sacrosanto:
Angeles y serafines dicen, etc.

Anque ciega, nuestra fe


Se aventaja a la razón,
Pues con la revelación
Iluminada se ve;
Enigma es todo lo que
Ahora vemos, entre tanto:

93
Angeles y serafines dicen, etc.

Fiada nuestra esperanza


En tu promesa divina,
Hacia la patria camina
Con segura confianza;
Entre tanto que esto alcanza,
Con el más melífluo canto:
Angeles y serafines dicen, etc.

Tu suma amable bondad


Nuestro corazón inflama,
Derivándose esta llama
De tu inmensa caridad,
Amad pues, hombres, amad
A quién, por amarlo tanto:
Angeles y Serafines dicen, etc.

Sea ya nuestro consuelo


El trisagio que Isaías,
Con suaves melodías
Oyó cantar en el cielo:
Donde con ferviente anhelo
Para dar al infierno espanto.
Angeles y Serafines dicen, etc.

ANTÍFONA

Alabada sea la Santa e Individua Trinidad, que todas las


cosas crea y gobierna, ahora y siempre por infinitos siglos.
Amén.

V/. Bendigamos al Padre, y al Hijo con el Espíritu Santo.


R/. Alabémosle y ensalcémosle en todos los siglos de los
siglos. Amén.

94
ORACIÓN

Omnipotente y Sempiterno Dios, que te dignaste revelar a


tus siervos, en la confesión de la verdadera fe, la gloria de
tu eterna Trinidad, y de que adorasen la Unidad de tu
Augusta Majestad: te rogamos Señor, que por esa firmeza
de esa misma fe, nos veamos siempre libres de todas las
adversidades y peligros, Por Cristo Señor nuestro. Amén.

OFRECIMIENTO

Rogámoste, Señor, por el estado de la santa Iglesia y


prelados de ella, por la exaltación de la fe católica,
extirpación de las herejías, paz y concordia entre los
príncipes cristianos, conversión de todos los infieles,
herejes y pecadores, por los agonizantes y caminantes, por
las benditas almas del purgatorio y demás piadosos fines
de nuestra santa madre Iglesia. Amén.

Bendita y Alabada sea la Santísima Trinidad, Padre Hijo y


Espíritu Santo, el Santísimo Sacramento del altar y la
Purísima Concepción de María Santísima, Señora nuestra,
concebida sin mancha de pecado original desde el primer
instante de su ser natural. Amén.

Un Credo y una Salve, y si es posible una estación.

95
TRISAGIO

AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Creo en Dios, espero en Dios, amo a Dios sobre todas las


cosas.

Bendito, adorado y dulcemente amado sea el divino


Corazón de Jesús, ahora y siempre por infinitos siglos de
los siglos. Amén.

Dirigid sagrado Corazón, mis expresiones, y ellas


publicarán vuestras adoraciones; estos auxilios deseo,
Corazón mío, para siempre vencer mis apetitos.

Gloria al dulce, gloria al amable, gloria al divino Corazón de


Jesús sacramentado, por los siglos de los siglos. Amén

ACTO DE CONTRICIÓN

Dulcísimo Corazón de mi Redentor divino humillado y


escondido sobre nuestros altares, e injuriado
especialmente por mi ingrato corazón. ¿Cómo podré
reparar amado mío, tan formidables ultrajes? Mi dolor
únicamente podrá resarcir tantos desprecios. Yo me lleno
de confusión y arrepentimiento, al considerar mis enormes
iniquidades, al veros ofendido por mí; olvidado por vuestros
propios hijos, hecho un solitario en ese altar, herido de una
lanza y ardiendo en el amor de vuestros propios enemigos;
me pesa de haber multiplicado vuestros dolores en mis
ingratitudes; y lleno de confianza en la multitud de vuestras
misericordias, os pido, Corazón santísimo, el perdón de mis
delitos, con la firme resolución de no ofenderos más en
adelante y de perseverar en vuestro amor y servicio hasta
la muerte. Amén.

96
HIMNO

Oculto en nuestros altares,


Amante Redentor mío,
En tu corazón nos das
La prenda de tu cariño.
El desprecio que padeces
De tantos ingratos hijos,
Hoy quisiera reparar
Con afectos encendidos,
Al dulce y al amable
Corazón santo y divino
Se den las adoraciones
Por los siglos de los siglos. Amén.

Padrenuestro y Ave María, y luego cinco veces lo siguiente:


V/. Santísimo, dulcísimo y Amabilísimo Corazón de Jesús,
llena los corazones de tus fieles de tus sagrados y
purísimos incendios.
R/. Gloria al dulce, gloria a1l amable, gloria al divino
Corazón de Jesús sacramentado.
Repítase 2ª., 3ª., 4ª. y 5ª. vez el Padrenuestro y a cada uno
cinco veces los versículos: Santísimo etc.

ANTÍFONA

A ti, Corazón divino, a ti, Corazón amable, a ti, Corazón


clemente, con humildes respetos, y con la adoración más
rendida te alabamos, adoramos y bendecimos, por los
siglos de los siglos. Amén.

V/. Bendigamos al divino Corazón de Jesús sacramentado.


R/. Alabémosle y ensalcémosle en todos los siglos de los
siglos. Amén.

97
ORACIÓN

Santísimo Corazón de Jesús, dadnos con frecuencia los


incendios, los ardores y las llamas de que estáis rodeado,
para que nuestros tibios corazones, purificados con el llanto
y el gemido, e inflamados en vuestra caridad, recompensen
de algún modo, con sus afectos lo fino de vuestro amor, por
los siglos de los siglos.

GOZOS AL CORAZÓN DE JESÚS

Porque eres de nuestro amor


El más tierno dulce encanto
Resp. Todos los hombres te adoren
Corazón Amable y Santo.

Las insignias de dolor


Que a nuestra fe son visibles,
Demuestran los indecibles
Quilates de vuestro amor;
Por esto llenos de ardor,
Con el más melífluo canto;
Todos los hombres, etc.

Esa cruz que con su peso


Te maltrata ¡oh Corazón!
Demuestra la sin razón
De mi criminal exceso;
Yo quisiera que por eso
En desquite de mal tanto:
Todos los hombres, etc.

Ese cerco que blasona


Vuestra caridad paciente,
Mi proceder insolente

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Te lo puso por corona;
Y así mi dolor pregona
Mi atrevimiento; entre tanto
Todos los hombres, etc.

La funesta cruel herida


Que en tu santa imagen veo,
La abrió mi torpe deseo
Con una lanza atrevida;
Mas ya con canción lucida
Por desvengar este espanto,
Todos los hombres, etc.

Y pues pagas con fineza,


Con incendios con ardor,
Dulce corazón de amor,
Mi conocida tibieza,
Sólo desea mi flaqueza
Que entre suspiros y llanto:
Todos los hombres, etc.

Oye, Corazón, el ruego


Que te hacemos tus amados,
Perdona nuestros pecados
Y abrásanos en tu fuego;
Y a fin de que el mundo ciego
Con la gloria una su canto:
Todos los hombres, etc.

Haz que ese Mongibelo..


Ese Sagrado Vesubio,"
Derrame un dulce diluvio
De amor, de luz, de consuelo,
Para cantar en el suelo,
Como en la gloria entre tanto:
Resp. Todos los hombres te adoren,

99
Corazón amable y Santo.

Alabado y venerado sea en el cielo y en la tierra el


Santísimo Corazón de Jesús, que arde sin cesar en el amor
de los hombres, por los siglos de los siglos. Amén.

V/. Bendigamos al divino Corazón de Jesús Sacramentado.


R/. Alabémosle y ensalcémosle, en todos los siglos de los
siglos. Amén.

ORACIÓN

Amorosísimo y dulcísimo Corazón de mi Jesús, que en ese


altar estáis ardiendo en llamas de indecible caridad,
expuestos siempre a los ultrajes, desprecios y
abominaciones de los hombres. Aquí el inicuo judío te
aborrece, el malvado hereje te maltrata, el cristiano atrevido
te ofende; y sin embargo de tantas injurias te muestras a
nuestra fe con esas insignias de amor y cariño, rodeado
todo de ardor y llamas, símbolo del deseo en que te
abrasas de perdonar nuestros pecados. Yo me atrevo,
pues, a presentar mi ingrato y denegrido corazón, para que,
después de haberlo lavado en la sangre que vertiste do esa
herida, lo adornes con las sagradas señales de tu cruz y
pasión, con que pueda reparar en esta vida tus injurias, y
después comparecer seguro en tu presencia y adorarte por
eternidades en la gloria. Amén,

Bendito y alabado sea el divino Corazón de Jesús


sacramentado y la inmaculada Concepción de María
Santísima, Señora nuestra, «hora y siempre y por infinitos
siglos de los siglos. Amén.

100
ORACIÓN

Os rogamos, Dios Omnipotente, que a los que nos


gloriamos en el Corazón santísimo de vuestro Hijo, nos
concedáis que haciendo recuerdo de los principales
beneficios que de su caridad hemos recibido, nos
aprovechemos de ellos actualmente, y nos deleitemos con
su fruto, por el mismo Jesucristo Señor nuestro, que con
vos y el Espíritu Santo vive y reina, Dios por todos los
siglos de los siglos. Amén.

101
QUINCE MINUTOS

En compañía de Jesús Sacramentado

No es preciso, hijo mío, saber mucho para agradarme


mucho; basta que me ames mucho, Háblame, pues, aquí
sencillamente, como hablarías al más íntimo de tus amigos,
como hablarías a tu madre, a tu hermano.

¿Necesitas hacerme en favor de alguien una súplica


cualquiera? Dime su nombre, bien sea el de tus padres,
bien el de tus hermanos y amigos; dime en seguida, qué
quisieras hiciese yo actualmente por ellos. Pide mucho,
mucho; no vaciles en pedir: me gustan los corazones
generosos, que llegan a olvidarse en cierto modo de sí
propios para atender a las necesidades ajenas. Háblame
así, con sencillez, con llaneza, de los pobres a quienes
quisieras consolar, de los enfermos a quienes ves padecer,
de los extraviados que anhelas volver al buen camino, de
los amigos ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado.

Dime por todos una palabra siquiera pero palabra de


amigo, palabra entrañable y fervorosa; recuérdame que he
prometido escuchar toda súplica que salga del corazón; ¿y
no ha de salir del corazón el ruego que me dirijas por
aquellos que tu corazón más especialmente ama?

Y para ti ¿no necesitas ninguna gracia? Hazme, si quieres,


una como lista de tus necesidades, y ven, léela en mi
presencia.

Dime francamente, que sientes orgullo, amor a la


sensualidad y al regalo; que eres tal vez egoísta,
inconstante, negligente....y pídeme luego que venga en
ayuda de los esfuerzos, pocos o muchos, que haces para
sacudir de encima de ti tales miserias.

102
No te avergüences ¡pobre alma! ¡Hay en el Cielo tantos y
tantos justos, tantos y tantos Santos de primer orden, que
tuvieron esos mismos defectos! Pero rogaron con
humildad... y poco a poco se vieron libres de ellos.

Ni menos vaciléis en pedirme bienes del cuerpo y del


entendimiento: salud, memoria, éxito feliz en tus trabajos,
negocios o estudios....Todo eso puedo darte, y lo doy, y
deseo que me lo pidas, en cuanto no se oponga, antes
favorezca y ayude, a tu santificación. Hoy por hoy, ¿qué
necesitas? ¿Qué puedo hacer por tu bien? ¡Si conocieses
los deseos que tengo de favorecerte!

¿Traes ahora mismo entre manos algún proyecto?


Cuéntamelo todo minuciosamente. ¿Qué te preocupa?
¿Qué piensas? ¿Qué deseas? ¿Qué puedo hacer por tu
hermano, por tu hermana, por tu amigo, por tu Superior?
¿Qué desearías hacer por ellos?

Y por mí ¿no te sientes con deseos de mi gloria? ¿No


quisieras poder hacer algún bien a tus prójimos, a tus
amigos, a quienes amas tal vez mucho, y que viven quizá
olvidados de mí?

Dime: ¿qué cosa llama hoy particularmente tu atención?


¿Qué anhelas más vivamente? ¿Y con qué medios cuentas
para conseguirlo? Dime si te sale mal tu empresa, y yo te
diré las causas del mal éxito. ¿No quisieras interesarme
algo en tu favor?

Soy, hijo mío, dueño de los corazones, y dulcemente los


llevo, sin perjuicio de su libertad, donde me place?

¿Sientes acaso tristeza o mal humor Cuéntame, cuéntame


alma desconsolada, tus tristezas con todos sus

103
pormenores. ¿Quién te hirió? ¿Quién lastimó tu amor
propio? ¿Quién te ha menospreciado? Acércate a mi
corazón, que tiene bálsamo eficaz para todas estas heridas
del tuyo. Dame cuenta de todo, y acabarás en breve por
decirme, que, a semejanza de mí, todo lo perdonas, todo lo
olvidas, y en pago.... recibirás mi consoladora bendición.

¿Temes por ventura? ¿Sientes en tu alma aquellas vagas


melancolías, que, no por ser injustificadas, dejan de ser
desgarradoras? ¡Echate en brazos de mi providencia!
Contigo estoy; aquí, a tu lado me tienes; todo lo veo, todo
lo oigo, ni un momento te desamparo.

¿Sientes desvío de parte de personas, que antes te


quisieron bien, y ahora, olvidadas, se alejan de ti, sin que
les hayas dado el menor motivo? Ruega por ellos y yo las
volveré a tu lado, si no han de ser obstáculo a tu
santificación.

¿Y no tienes, tal vez, alegría alguna que comunicarme?


¿Por qué no me haces partícipe de ellas, a fuer de buen
amigo tuyo que soy? Cuéntame lo que desde ayer, desde
la última visita que me hiciste, ha consolado y hecho como
sonreír tu corazón. Quizá has tenido agradables sorpresas;
quizá has visto disipados negros recelos; quizá has recibido
faustas noticias, una carta, una muestra de cariño, has
vencido una dificultad, salido de un lance apurado.... Obra
mía es todo esto, y yo te lo he proporcionado: ¿por qué no
has de manifestarme por ello tu gratitud, y decirme
sencillamente, como un hijo a su padre: Gracias, Padre
mío, gracias? El agradecimiento trae consigo nuevos
beneficios, porque al bienhechor le agrada verse
correspondido.

¿Tampoco tienes promesa alguna que hacerme? Leo, ya lo


sabes, el fondo de tu corazón: a los hombres se les engaña

104
fácilmente, a Dios no: háblame, pues, con toda sinceridad.
¿Tienes firme resolución de no exponerte ya más a aquella
ocasión de pecado? ¿de privarte de aquel objeto que te
dañó? de no leer más aquel libro que exaltó tu
imaginación? de no tratar más a aquella persona que turbó
la paz de tu alma?

¿Volverás a ser dulce, amable y condescendiente con


aquella otra, a quien, por haberte faltado, miraste como
enemiga?

Ahora bien, hijo mío, vuelve a tus ocupaciones habituales,


a tu taller, a tu familia, a tu estudio....pero no olvides los
quince minutos de grata conversación que hemos tenido
aquí los dos, en la soledad del santuario, Guarda en lo que
puedas silencio, modestia, recogimiento, resignación,
caridad con el prójimo. Ama a mi Madre, que lo es tuya
también, la Virgen Santísima....y vuelve otra vez mañana,
con el corazón más amoroso todavía, más entregado a mi
servicio: en el mío encontrarás, cada día nuevo amor,
nuevos beneficios, nuevos consuelos.

105
AL SANTÍSIMO SACRAMENTO DEL ALTAR

Al reservar el Santísimo suelen cantar los fieles con el coro


lo siguiente:

Tantum ergo Sacramentum


Veneremur cernui
Et antiquum documentum
Novo cedat ritui:
Praestet fides suplementum,
Seusuum defectui.

Genitori Genitoque
Laus et jubilatio;
Salus, honor, virtus quoque
Sit et benedictio:
Procedenti ab utroque
Compar sit laudatio. Amen.

v/. Panem de coelo praestitiati eis.


R/. Omne delectamentum in se habentem.

Acto da adoración al Santísimo Sacramento


que sirve también para la visita

Yo te adoro, Salvador mío y Salvador del mundo; Verbo del


Padre, Hostia Sagrada, Vida verdadera, Carne de vida,
Deidad entera, verdadero Hombre: Cuerpo y Sangre de mí.
Señor Jesucristo; que naciste de María Virgen, padeciste y
moriste por mí en una Cruz. ¡Oh dulce, oh piadoso, oh
buen Jesús, ten misericordia de mí!

¡Oh Señor mío Jesucristo, verdadero Dios y verdadero


hombre! Yo te adoro realmente presente en este augusto
Sacramento, y en él te confieso y te invoco; como que de

106
ninguna manera dudo de la verdad de tu Cuerpo y Sangre,
Alma y Divinidad. Ojalá pudiera yo contemplarte, conocerte,
amarte, alabarte y glorificarte, como te contemplan,
conocen, aman, alaban y glorifican tantos millares de
ángeles y santos. Justo es, Señor, que todas las criaturas
te alaben y te rindan infinitas acciones de gracias, por el
ardentísimo amor con que bajaste del cielo hasta nosotros,
y por habernos dejado en prenda de tu amor, ese mismo
Cuerpo vivo e inmortal.

¡Oh Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo!


Ten misericordia de nosotros, danos tu paz, y alimenta
nuestras almas con esa comida espiritual, para que ni en la
vida ni en la muerte nos separemos jamás de tu
misericordia. Tú que vives y reinas en los siglos de los
siglos. Amén. (Récese la estación,)

107
Sacratísimo corazón de Jesús
Ten piedad de nosotros

108
CONSAGRACIÓN
DEL GENERO HUMANO AL SAGRADO CORAZÓN DE
JESÚS

(Prescrita por Su Santidad el Papa Pío XI, el 17 de Octubre


de 1925, que debe renovarse en la fiesta de Nuestro Señor
Jesucristo Rey).

Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano, miradnos


humildemente postrados delante de vuestro altar: vuestros
somos y vuestros queremos ser: y a fin de poder vivir más
estrechamente unidos con Vos, todos y cada uno
espontáneamente nos consagramos en este día a vuestro
Sacratísimo Corazón.

Muchos, por desgracia, jamás os han conocido: muchos,


despreciando vuestros mandamientos, os han desechado.
Oh Jesús benignísimo, compadeceos de los unos y de los
otros, y atraedlos a todos a vuestro Corazón Santísimo.

Oh Señor, sed Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se


han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os
han abandonado; haced que vuelvan pronto a la casa
paterna, porque no perezcan de hambre y de miseria. Sed
Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu
de discordia, viven separados de Vos: devolvedlos al
puerto de la verdad y a la unidad da la fe, para que en
breve se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor. Sed
Rey de los que permanecen todavía envueltos en las
tinieblas de la idolatría o del Islamismo; dignaos atraerlos a
todos a la luz de vuestro reino. Mirad finalmente con ojos
de misericordia a los hijos de aquel pueblo que en otro
tiempo fue vuestro predilecto; descienda también sobre
ellos, bautismo de redención y de vida, la Sangre que un
día contra sí reclamaron, Conceded oh Señor, incolumidad

109
y libertad a nuestra y vuestra Iglesia; otorgad a todos los
cristianos, tranquilidad en el orden; haced que el mal al otro
confín de la tierra no resuene su funesta voz: Alabado sea
el Corazón divino, causa de nuestra salud; a Él se entonen
cánticos de honor y de gloria por los siglos de los siglos.
Así sea.

(De «Acta Apostolicae Sedis”, Año 1925, pág. 545).

La Sagrada Congregación de Ritos declaró el 18 de Abril


de 1926 que esta Consagración podrá ad libitum hacerse
también en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús; y que
en la fiesta de Nuestro Señor Jesucristo Rey han de
rezarse también las Letanías del Sagrado Corazón de
Jesús.

LETANÍAS

del Sagrado Corazón de Jesús

Señor, ten piedad de nosotros.


Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor ten piedad de nosotros.
Jesucristo, oídnos.
Jesucristo, escuchadnos.

110
Dios Padre celestial,
Dios Hijo Redentor del mundo,
Dios Espíritu Santo,
Trinidad Santa que eres un solo Dios,
Corazón de Jesús, Hijo del Padre Eterno,
Corazón de Jesús consagrado por el Espíritu
Santo en el seno de
la Virgen Madre,
Corazón de Jesús unido substancialmente al
Verbo divino,
Corazón de Jesús, de infinita majestad,
Corazón de Jesús, templo sagrado de Dios,
Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo,
Corazón de Jesús, morada de Dios y puerta del
cielo.
Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad,
Corazón de Jesús, asilo de la justicia y del amor

Ten piedad de nosotros


Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor,
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes,
Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza,
Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los
corazones,
Corazón de Jesús, en el cual se hallan todos los
tesoros de la
sabiduría y de la ciencia,
Corazón de Jesús, en el cual reside toda la
plenitud de la Divinidad,
Corazón de Jesús, en el cual el Padre puso sus
complacencias,
Corazón de Jesús, de cuya abundancia todos
recibimos,
Corazón de Jesús, el deseado de los collados
eternos,
Corazón de Jesús, paciente y misericordiosísimo,
Corazón de Jesús, poderoso para con to dos los
que os invocan,

111
Corazón de Jesús, fuente de vida y de santidad,
Corazón de Jesús, propiciación por nuestros
pecados,
Corazón de Jesús, saciado de oprobios,
Corazón de Jesús, rasgado por nuestras culpas,
Corazón de Jesús, obediente hasta la cruz,
Corazón de Jesús, traspasado con la lanza,
Corazón de Jesús, fuente de todo consuelo,

Ten piedad de nosotros


Corazón de Jesús, nuestra vida y nuestra
resurrección,
Corazón de Jesús, nuestra paz y nuestra
reconciliación,
Corazón de Jesús, víctima de los pecadores,
Corazón de Jesús, salud de los que en vos
esperan,
Corazón de Jesús, esperanza de los que mueren
en vuestra gracia,
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos,

Cordero de Dios, que quitáis los pecados del mundo,


perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que borráis los pecados del mundo,
oídnos, Señor
Cordero de Dios, que borráis los pecados del mundo, tened
piedad de nosotros, Señor.
Jesús manso y humilde de corazón.
Haced mi corazón semejante al vuestro.

OREMOS

Omnipotente y eterno Dios, mirad el Corazón de vuestro


amadísimo Hijo y las alabanzas y satisfacciones que por
los pecadores os ha ofrecido y conceded, aplacado por sus
méritos, el perdón de sus pecados a los que imploran
vuestra misericordia en nombre de vuestro Hijo Jesucristo,

112
que con Vos vive y reina en unión del Espíritu Santo, por
todos los siglos de los siglos. Amén.

A Cristo Rey Universal

¡Oh Cristo Jesús! os reconozco por Rey del universo. Todo


lo que ha sido hecho, para Vos ha sido creado. Ejerced
sobre nosotros todos vuestros derechos.

Renuevo mis promesas del bautismo, renunciando a


Satanás, a sus pompas y a todas sus obras, y os prometo
vivir como buen cristiano. Y muy particularmente me
comprometo a hacer triunfar por todos los medios puestos
a mi alcance, los derechos de Dios y de vuestra Iglesia.

Divino Corazón de Jesús, yo os ofrezco mis pobres


oraciones para conseguir que todos los corazones
reconozcan vuestra Realeza santa, para que así el reino de
vuestra paz establezca en todo el universo. Así sea.

(Indulgencia plenaria una vez por día, con las condiciones


ordinarias. —Sagrada Cong. de R 1925).

Acto de Desagravio al Sagrado Corazón de Jesús

que debe hacerse en todas las iglesias del mundo en la


fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.
(Pio XI, 9 de Mayo de 1928)

Oh dulcísimo Jesús, cuyo inmenso amor a los hombres no


ha recibido en pago de los ingratos más que olvido,
negligencia y menos precio! vednos postrados ante vuestro
altar, para reparar, con especiales homenajes de honor, la

113
frialdad indigna de los hombres y las injurias con que, en
todas partes, hieren vuestro amantísimo Corazón.

Mas recordando que también nosotros alguna vez nos


manchamos con tal indignidad de la cual nos dolemos
ahora vivamente, deseamos, ante todo, obtener para
nuestras almas vuestra divina misericordia, dispuestos a
reparar, con voluntaria expiación, no sólo nuestros propios
pecados sino también los de aquellos que, alejados del
camino de la salvación y obstinados en su infidelidad, o no
quieren seguiros como a Pastor y guía, o, conculcando las
promesas del bautismo, han sacudido el suavísimo yugo de
vuestra ley.

Nosotros queremos expiar tan abominables pecados,


especialmente la inmodestia y la deshonestidad de la vida y
de los vestidos, las innumerables asechanzas tendidas
contra las almas inocentes, la profanación de los días
festivos, las execrables injurias proferidas contra Vos y
contra vuestros Santos, los insultos dirigidos a vuestro
Vicario y al Orden Sacerdotal, las negligencias y horribles
sacrilegios con que es profanado el mismo Sacramento del
Amor y, en fin, los públicos pecados de las naciones que
oponen resistencia a los derechos y al magisterio de la
Iglesia por Vos fundada.

¡Ojalá que nos fuése dado lavar tantos crímenes con


nuestra propia sangre! Mas, entre tanto, como reparación
del honor divino conculcado, uniéndola con la expiación de
la Virgen vuestra Madre, de los Santos y de las almas
buenas, os ofrecemos la satisfacción que Vos mismo
ofrecisteis un día sobre la Cruz al Eterno Padre y que
diariamente se renueva en nuestros altares, prometiendo
de todo corazón que, en cuanto nos sea posible y mediante
el auxilio de vuestra gracia, repararemos los pecados
propios y ajenos y la indiferencia de las almas hacia

114
vuestro amor, oponiendo la firmeza en la fe, la inocencia de
la vida y la observancia perfecta de la ley evangélica, sobre
todo de la caridad, mientras nos esforzamos además por
impedir que seáis injuriado y por atraer a cuantos podamos
para que vayan en vuestro seguimiento.

Oh benignísimo Jesús! por intercesión de la Santísima


Virgen María Reparadora, os suplicamos que recibáis este
voluntario acto de reparación; concedednos que seamos
fieles a vuestros mandatos y a vuestro servicio hasta la
muerte y otorgadnos el don de la perseverancia, con el cual
lleguemos felizmente a la gloria, donde, en unión del Padre
y del Espíritu Santo, vivís y reináis. Dios por todos los
siglos de los siglos. Amén.

Consagración de la Orden al Sagrado Corazón de


Jesús

¡Oh amable Salvador! Deseando manifestarte los


sentimientos de mi gratitud y ofrecerte por mis culpas
alguna satisfacción, me consagro todo entero a tu Sagrado
Corazón, y propongo con el favor de tu gracia nunca más
pecar.

¡Oh Sagrado Corazón de Jesús! Derrama la plenitud de tus


bendiciones sobre tu santa Iglesia, sobre sus ministros,
sobre todos sus hijos, y principalmente sobre nuestra
familia. Confirma a los justos, convierte a los pecadores,
asiste a los moribundos, libra a las almas detenidas en el
Purgatorio, y extiende el dulce imperio de tu amor, sobre
los corazones de todos. Amén.

Padre nuestro, Ave María y Credo.


V/. Corazón de Jesús que ardes por nuestro amor.
R/. Inflama nuestro corazón en tu santo amor.

115
300 días de indulgencias cada vez que se haga un acto de
amor al Sagrado Corazón de Jesús.

Consagración a la Santísima Virgen


Para cualquier día (y más en sus festividades)

¡Dulcísima Virgen María, madre de Dios y madre mía!


Deseando manifestaros mi amor y devoción me consagro
en este día a Vos, Virgen Santísima, y os entrego mi
corazón...

¡Oh soberana princesa y reina de todos los ángeles y


Santos! Poderosa sois para salvarme; ni necesitáis otra
recomendación que el ser madre mía y el ofrecerme yo,
aunque indigno, por hijo vuestro. Cubridme, pues,
amabilísima madre mía, María, cubridme con el manto de
vuestra misericordia; extendedme compasiva los brazos de
vuestra ternura y de vuestro amor; abridme, Señora mía,
vuestro maternal Corazón, que en él quiero morar y en él
tener el hogar que corresponde a un hijo vuestro. ¡Virgen
Santísima! Libradme de los peligros; socorredme en las
tentaciones; consoladme en las aflicciones, protegedme en
todas las empresas de mi vida; no me abandonéis jamás,
oh dulce Virgen María, asistidme solicita y compasiva
siempre llevadme, Vos misma, Reina del cielo, a la patria
inmortal de la gloria. Amén

Tres aves Marías y Salve.

Oración a San José

(Nuestro Santísimo Padre el Papa León XIII compuso esta


oración y concedió siete años y siete cuarentenas de

116
indulgencia, por cada vez que se rezare públicamente
durante el mes de Octubre y 300 días en cualquier tiempo)

A Vos, bienaventurado José, recurrimos en nuestra


tribulación, y después de haber implorado el auxilio de
vuestra Santísima Esposa, solicitamos también
confiadamente vuestro patrocinio.

Por aquella caridad que os unió con la Inmaculada Virgen


Madre de Dios, y por el paternal amor que profesasteis al
Niño Jesús: os suplicamos que, considerando bondadoso
la herencia que Jesucristo nos legó con su Sangre, y con
vuestro poder y auxilio nos socorráis en nuestras
necesidades.

Proteged ¡oh prudentísimo Custodio de la Sagrada


Familia!, la prole escogida de Jesucristo; apartad de
nosotros, Padre amantísimo, toda peste de error y
corrupción; sednos propicio, oh poderosísimo libertador, y
asistidnos desde el cielo, en esta lucha contra el poder de
las tinieblas, y así como en otro tiempo librasteis al Niño
Jesús del grave peligro de la vida, así defended ahora a la
Santa Iglesia de Dios de las asechanzas del enemigo y de
toda adversidad; y a todos nosotros, protegednos con
vuestro Patrocinio a fin de que, siguiendo vuestro ejemplo y
auxilio, podemos vivir santamente, morir con tranquilidad, y
alcanzar la eterna bienaventuranza en los cielos. Amén.

Dolores y gozos de San José

Primer dolor y gozo: «No sabiendo todavía el misterio de la


Encarnación, quiere José separarse de su Esposa: ¡qué
amargura! — Mas un Angel le revela que María ha
concebido por obra del Espíritu Santo: ¡qué alegría!»

117
Medítese un poco, y récese Padrenuestro, Ave María y
Gloria.

2º. — «Nace Jesús en suma pobreza: ¡qué dolor! Mas ¡qué


alegría cuando le ve adorado de los Angeles, Pastores y
Reyes!». .. Padre nuestro, etc.

3°. — «¡Qué tristeza al verle derramar sangre en la


Circuncisión! — Mas ¡qué contento al oír del Angel que se
llamará Jesús, y salvará a su pueblo!... Padre nuestro, etc.

4º. — «Profetiza Simeón la terrible Pasión de Jesucristo:


¡qué espada de dolor! — Mas el anuncia también sus frutos
y su triunfante Resurrección: ¡qué consuelo!»....
Padrenuestro, etc.

5°. — Avisado del Angel huye precipitadamente a Egipto:


¡qué angustias! — Mas libra de esta suerte a Jesús del
furor de Herodes: ¡qué alegría!.... Padrenuestro, etc.

6º. — Recibiendo aviso de volver a Nazaret, teme a


Arquelao, no menos cruel que su padre: ¡qué pena! — Mas
el Angel le disipa toda inquietud: ¡qué gozo!....
Padrenuestro, etc.

7°. — Pierde a Jesús: ¡que llanto! ¡qué dolor! — Mas le


encuentra en el templo: ¡qué afectos de alegría!»....
Padrenuestro, etc.— (P. Mach.)

Oración a San José

(A esta oración concedió la Santidad de León XIII 300 días


de indulgencia aplicable a las almas del purgatorio, para
todos los habitantes del Ecuador, una vez al día).

118
¡Gloriosísimo Patriarca Señor San José, Padre putativo de
nuestro Señor Jesucristo, Esposo castísimo de María,
Madre de Dios, Santo Patrón de la Iglesia, y Santo Patrón
especial nuestro, por vuestra vida Santísima y oculta con
Jesús y María, os suplicamos que nos alcancéis la gracia
de vivir santamente, iluminados de fe viva, confortados con
esperanza firme y abrasados con ardorosa caridad, en
perfecta humildad de corazón, pureza de alma y cuerpo y
pobreza de espíritu. Y por vuestra preciosísima muerte, en
brazos de Jesús y María, obtenednos de ellos el don de
una muerte santa, unida con la que padeció en la cruz
Jesucristo, Señor nuestro, en expiación de nuestros
pecados. Amén.

Gloriosísimo Señor San José, rogad por la Santa Iglesia.


Gloriosísimo Señor San José, rogad por los agonizantes.
Gloriosísimo Señor San José, rogad por los pecadores.

119
LA BENDICIÓN DE SAN FRANCISCO

La bendición de San Francisco


El Señor te bendiga y te guarde
El Señor te muestre su faz y tenga misericordia
de ti:
Vuelva el Señor su rostro hacia ti y te conceda el
Señor la paz.
El Señor bendiga este tu siervo

(Bendito significa muy dichoso). Ep Filip. IV-7 y Númer. VI-


22.

Oración especial a San Francisco de Asís para


conseguir una gracia

¡Oh Seráfico Padre mío, San Francisco, abrasado en amor


de Dios y del prójimo! Por las llagas de nuestro Señor
Jesucristo y las vuestras, os pido que cumpláis el voto que

120
a Dios hicisteis de dar por su amor todo aquello que os
fuese pedido; por amor de Jesús os pido por esta
República, y este favor… si me conviene, dádmelo por
amor de Dios, pues por amor de Dios so lo pido. Y como
Dios os hizo en imagen en cuerpo y alma, y os prometió
favoreer en todo a vuestros devotos, no será nunca
confundida mi eperanza en Vos. Así lo espero, así a de
ser. Amén.

Oración al Padre San Francisco

¡Gloriosísimo Padre San Francisco! Triunfador del mundo,


demonio y carne, Imagen viva de Jesucristo, Serafín
encendidísimo, Patriarca de los pobres, dechado de los
sencillos y humildes de corazón, mártir del amor y estrella
resplandeciente del empíreo: desde el altísimo trono de
gloria que ocupáis, tan cerca del Señor, dirigid una mirada
benigna y amorosa sobre nosotros, hijos tuyos, que
estamos gimiendo aún y suspirando en este valle de
lágrimas. Mirad los Hijos de las tres Ordenes que
fundásteis como tres divisiones del ejército de Cristo;
amparadnos con vuestra poderosísima protección a todos
para que, siguiendo vuestro glorioso estandarte, con el
espíritu de fervor que nos dejásteis por herencia,
triunfemos de nuestros enemigos y consigamos vernos
juntos en el reino de la gloria. Amén.

Cinco Padrenuestros, Avemarías y Glorias, en memoria de


las cinco llagas que nuestro Señor imprimió al Santo.

Oración a San Antonio de Padua

¡Oh glorioso San Antonio, lirio de virginidad, perla de la


pobreza, predicador de la gracia, astro refulgente de

121
Padua, gloria de la Religión Seráfica y asombro de todo el
mundo por los milagros y prodigios obrados. Vos, Santo
bendito, espejo de pureza y castidad, merecisteis estrechar
en vuestros brazos al Hijo del Altísimo, el niño Dios: Vos
con vuestra ardiente palabra, encendisteis en los
corazones de todos el fuego del divino amor, y merecisteis
que el Vicario de Jesucristo, admirado de vuestra
elocuencia divina y del modo como la derramabais por
todos los pueblos, os llamara «arca del Testamento».

Glorioso Santo mío, por tantos merecimientos vuestros, y


por tantos y tan grandes prodigios como siempre habéis
obrado en favor de vuestros devotos recibidme a mí, y a
esta República bajo vuestra protección. Alcanzad me el
amor a Dios, el ejercicio de la oración, el don de lágrimas
por mis pecados, y la gracia particular. . . que Vos sabéis
necesito a fin de que, viviendo santamente, merezca por
vuestra intercesión llegar a la gloria del cielo. Amén.

Se rezan tres Padrenuestros, Avemarías, Gloria y

EL RESPONSORIO
De San Buenaventura a San Antonio

Si buscas milagros, mira,


Muerte y error desterrados,
Miseria y demonio huidos,
Leprosos y enfermos sanos.

El mar sosiega su ira,


Redímense encarcelados.
Miembros y bienes perdidos,
Recobran mozos y ancianos.

El peligro se retira,

122
Los pobres van remediados;
Cuéntenlo los socorridos
Díganlo los Paduanos.

El mar sosiega su ira, etc.:


Gloria al Padre, gloria al Hijo,
Gloria al Espíritu Santo…

El mar sosiega su ira, etc.


Ruega a Cristo por nosotros,
Antonio glorioso y santo,
Para que dignos así,
De sus promesas seamos. Amén.

ORACIÓN

Haced ¡oh Señor! que la intercesión de vuestro confesor


San Antonio llene de alegría a vuestra Iglesia, para que
siempre sea protegida con los auxilios espirituales, y
merezca alcanzar los eternos gozos. Por Cristo Nuestro
Señor. Amén.

Cien días de indulgencia cada vez y una plenaria al mes.

Oración a San Roque

Eficacísima contra la peste y demás enfermedades del


alma y cuerpo.

ANTÍFONA.—Dios te salve, oh Varón de insigne santidad,


que, distinguido por el noble linaje de que naciste, lo fuiste
aún más por la señal de la cruz, que gravó el cielo en tu
costado izquierdo. ¡Oh Roque Santo! que habiendo dejado
el hogar paterno, a impulso de la caridad cristiana,

123
asombrasteis al mundo con la virtud prodigiosa de curar,
con sólo tu tacto, cualquiera peste o enfermedad
contagiosa. Dios te salve, oh glorioso San Roque, porque
movido el Señor de la pureza angelical con que le servías y
del amor divino en que ardía tu corazón, concedió que se
vieran libres de la peste cuantos se lo pidieren por tu medio
e intercesión.

V/. Ruega por nosotros, oh glorioso San Roque.


R/. Para que seamos dignos de las promesas de
Jesucristo.

Oración

Oh Dios, que por medio de vuestro Angel, presentasteis al


bienaventurado San Roque una tabla escrita,
prometiéndole que a cualquiera que de corazón le invocare,
ningún daño le harían los estragos de la peste:
concedednos, os pedimos, que los que celebramos su
memoria gloriosa, seamos también libres, mediante sus
méritos y sus ruegos, de toda peste mortal, tanto de cuerpo
como de alma. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Oración al Arcángel San Miguel

Gloriosísimo Príncipe de las milicias celestiales, Arcángel


San Miguel, acuérdate de nosotros ahora y siempre,
defiéndenos, con tus ejércitos angélicos, del demonio y sus
ejércitos terrestres e infernales que tanto nos per siguen;
guarda con tu salvadora espada, a la Iglesia Santa;
ampara, con tu inexpugnable escudo, a todas las almas; y
libra a la mía del dragón infernal, a fin de que, por tus
manos sea presentada limpia de toda mancha ante la
Divina Majestad. Amén.

124
Oración al Angel de nuestra guarda

¡Oh Dios y Señor mío! que con amorosa providencia


proveíste al género humano del socorro de los Angeles, y
habéis ordenado, que a mí en particular me acompañe,
socorra, guarde y guíe mi santo Angel, dadme gracia,
Señor, con que así honre a este Angel de mi guarda, y que
siempre le siga y obedezca sus interiores inspiraciones, a
fin de que merezca ser conducido seguramente por él,
hasta veros y poseeros en la patria inmortal de vuestra
gloria. Y Vos, santo Angel de mi guarda, fidelísimo
compañero, defendedme siempre en la lucha que sostengo
en este mundo, a fin de que no perezca en el tremendo
juicio y me salve eternamente. Amén.

Oración al Santo del propio nombre

Oh gloriosísimo Santo mió, que reinas con Dios, en la


divina presencia y ves cuanto pasa en el mundo: mírame
en este valle de lágrimas, en medio de tantos combates y
peleas con el mundo, demonio y carne: enemigos míos;
mírame, Santo mío, y compadécete de mi, pues llevo tu
propio nombre; y a fin sígueme del Señor las virtudes que
practicaste, y los triunfos que contuviste, para que, contigo,
sea coronado de gloria en el cielo. Amén.

A todos los santos

¡Oh Santos y Santas de Dios, que después de haber


navegado el turbio y tempestuoso piélago de este siglo y
salido de este desfierro, llegasteis al puerto de la ciudad
celestial: sed mis medianeros y abogados y rogad al Señor
por mí, para que por vuestros merecimientos y oraciones,
sea yo favorecido ahora y en la hora de mi muerte. Amen.

125
Oración por las Almas del Purgatorio

¡Oh Padre de las misericordias y Dios de toda consolación!


Escuchad los clamores de mi alma y aceptad, benignísimo
Señor, lo que en espíritu contrito y humillado, os ofrezco en
favor de las benditas Almas del Purgatorio, a quienes tanto
amáis.

Por los dolores y penas de infinito valor de vuestro


amantísimo Hijo Jesús, libradlas, Señor, de aquellas penas;
por la sangre que derramó en el Calvario y la muerte que
padeció, sacadlas cuanto antes de esa cárcel del
purgatorio; por su gloriosa resurrección y ascensión a los
cielos, llevadlas a la gloria, donde gocen de la posesión de
vuestra infinita Majestad. Os lo pido también por los
méritos e intercesión de la Santísima Virgen, Madre
compasiva de esas pobres almas; por la intercesión del
gloriosísimo Patriarca San José y de todos los Angeles y
bienaventurados de la corte celestial. Amén.

Tres Padresnuestros, Avemarías y Requiem.

Oración por las Misiones

El Santo Padre Pio XI, en su Encíclica del 28 de Febrero de


1926, encarga a los Prelados que introduzcan y promuevan
entre los fieles, y especialmente entre los niños, y las
Religiosas, en los Asilos, orfanatos, escuelas y colegios de
niños, en todas la casas y conventos de Religiosas, la
costumbre de pedir a Dios que envíe Operarios a su miés y
además gracias abundantes para los infieles. Con este
objeto se recomienda a los fieles, que recen todos los días
la siguiente:

126
Oración impetratoria

¡Oh Dios infinitamente amable y bondadoso que para


salvar a todas las almas enviasteis al mundo a Vuestro Hijo
Unigénito, os rogamos, Señor, que mandéis Operarios a
vuestra mies, a fin de que todos se conviertan y se salven.
Os lo pedimos por la Pasión y muerte de nuestro Divino
Salvador, por los méritos e intercesión de la Virgen
Santísima, nuestra misericordiosa Madre, del glorioso San
José, nuestro amante protector, del glorioso Patriarca San
Francisco y de todos los Angeles y Santos.

¡Reina de los Apostoles, Angeles y Santos todos de la corte


celestial, rogad al Señor que mande operarios a su miés.
¡Asistid, Señor a los Misioneros con vuestra poderosa
gracia! iluminad sus entendimientos para que disipen tanto
terror y tanta ignorancia: inflamad sus corazones en vuestro
divino amor, para que hagan arder en él a las almas que
los escuchan: y conceded a tantos infieles la gracia de la
conversión a la verdadera fe, y a los convertidos la gracia
de la perseverancia en el bien, a fin de que todos
consigamos gozar de la eterna bienaventuranza, con el
Padre y el Hijo y el Espíritu Santo por los siglos de los
siglos. Amén,

Un Padre nuestro, Ave María y Gloria.

127
VIA - CRUCIS
ADVERTENCIAS

El gran propagador San Leonardo dice: «La devoción al Via


- Crucis es la más excelente, la madre y reina de las
devociones, el azote del pecado y el mejor de todos los
remedios contra el contagio de la impureza y libertinaje».

Los Stos. Padres aplican el texto de los Números c 21 • v 8,


a la Pasión del Señor: « La pondrás como señal, el que
herido la mirare vivirá».

Ganará las indulgencias el que recorra meditando algo de


cada una de las Estaciones. Lo añadido es de devoción. (P.
A. Iglesias).

Pueden, pues, ganarse las indulgencias meditando solo el


primer párrafo de cada una de las Estaciones.

128
PRACTICA DEL VIA – CRUCIS
Por la señal.... Señor mío Jesucristo....

ORACIÓN PREPARATORIA

¡Oh amabilísimo Jesús! aquí me tenéis humildemente


postrado ante vuestro divino acatamiento, implorando
vuestra misericordia, en favor de tantos pecadores
infelices, de las benditas almas del Purgatorio y de toda la
Iglesia. Aplicadme, Señor, los merecimientos infinitos de
vuestra sagrada Pasión, y concededme los tesoros de
indulgencias con que vuestros Vicarios en la tierra
enriquecieron la devoción del Vía Crucis Aceptadlas en
satisfacción de mis pecados y en sufragio de las almas de
los difuntos a quienes tengo más obligación.

Y Vos ¡oh afligidísima Madre mía! por aquella amargura


que inundó vuestro corazón cuando acompañasteis a
vuestro Hijo al Monte Calvario, penetrad mi alma de los
sentimientos de que Vos estabais entonces animada.
Alcanzadme del Señor vivo dolor y detestación del pecado,
y un santo valor para abrazar la cruz de la mortificación y
seguir las huellas de Jesús. No me negueis esta gracia, oh
Madre mía, a fin de que, tomando ahora parte en sus
trabajos y dolores, pueda un día acompañar a vuestro Hijo
en el triunfo de la gloria. Amén.

V/. Adorámoste Cristo, y bendecímoste.


R/. Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
(Se repite esta jaculatoria al principio de cada Estación.)

129
PRIMERA ESTACIÓN

Pilato… puso en libertad a Barrabás, y después de haber


hecho azotar a Jesús, lo entregó para que lo crucificasen.
(Mar.15 – 15)

JESÚS CONDENADO A MUERTE

¿Lo ves, alma cristiana? Está el inicuo juez sentado en su


tribunal, y a sus pies el Hijo de Dios, el Juez de vivos y
muertos, lleno de confusión, las manos atadas como un
facineroso, escuchando la más injusta e ignominiosa
sentencia. ¡Oh Jesús mío amantísimo! ¡Vos el autor de la
vida, condenado a muerte! ¡Vos la inocencia y santidad
misma condenado a morir en un infame patíbulo, como el
más insigne malhechor! ¡Ay que amor el vuestro tan
grande, y qué ingratitud tan monstruosa la mía, pues os
condeno de nuevo a la muerte cada día! ¡Y esto por un
sucio deleite... por un mezquino interés,., por un puntillo de
honra. . . por un qué dirán!

Perdonadme, dulcísimo Jesús mío, y por esta inicua


sentencia, no permitáis que yo sea condenado un día a la
muerte eterna, que merecían mis pecados,
Señor, pequé, tened misericordia de mí; y de todos los
pecadores.

¡Bendita y alabada sea la Sagrada pasión y muerte de


nuestro Señor Jesucristo, y los dolores de su Santísima
Madre María Amén.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria Patri.

Al pasar de una Estación a otra puede rezarse o cantarse


lo siguiente:

130
Llevemos animosos Sigamos sus pisadas
Las cruces abrazadas; Con llanto y compasión.
Adorámoste, etc.

SEGUNDA ESTACIÓN

Tomaron a Jesús y le sacaron fuera. Y llevando la cruz a


cuestas salió para,... el Calvario o Gólgota, (Juan 19).

JESÚS CARGADO CON LA CRUZ

¿Y queréis, oh inocentísimo Jesús mío, llevar Vos mismo,


cual otro Isaac, el instrumento del suplicio? ¡Estáis tan
exhausto de fuerzas! ¡Vuestras espaldas y hombros están
tan doloridos y rasgados por los azotes! ¡La cruz es tan
larga y pesada!... y ¡cuánto no acrecienta su peso mis
iniquidades y las de todos los mortales!... Sin embargo,
Jesús la acepta, la abraza y besa con inefable ternura...
¿Y aborrecerás tú, alma mía, la ligera cruz que te envía el
cielo? ¿Querrás tú, pecador, ir al cielo por los deleites y
regalos, habiendo tenido que ir el inocentísimo Jesús por el
dolorosísimo camino de la cruz?...

Reconozco mi engaño, Salvador mío: enviadme penas y


tribulaciones, que resuelto estoy a llevarlas con resignación
y alegría, por amor de un Dios, que tanto padeció por mí.

Señor, pequé, etc. como en 1ª. Estación.

131
TERCERA ESTACIÓN

El grave peso que siento, me tiene en un estado el más


abatido y me oprime hasta más no poder. (Salmo 37 -1.)

JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ

No es extraño, dulce Jesús mío, que sucumbáis agobiado


de tan enorme peso. Lo que hace llorar a los ángeles de
paz, es la bárbara fiereza de esos sayones inhumanos. Si
cae un vil jumento, se le tiene compasión, le ayudan a
levantarse. ¡Caéis Vos, Rey de cielos y tierra. Vos que
sostenéis la máquina admirable del Universo! y lejos de
excitar a compasión os insultan con horribles blasfemias,
os maltratan y acocean con diabólico furor...

— Y ¿qué hacías, en qué pensabais, dulce Jesús mío?...


— En ti pensaba, pecador, por tí sufría con heroica
paciencia y alegría. Tú habías merecido los oprobios y
tormentos más horribles, y yo para librarte de ellos, quise
pasar por tan espantoso suplicio. Y qué: ¿no estás todavía
satisfecho?... ¿quieres aún maltratarme con nuevas
ofensas?... Aquí me tienes; descarga tú también fieros
golpes sobre mí...

— No, Jesús mío, no: ¡antes morir, que volver a ofenderos!


Señor, pequé, etc. como en la 1ª. Estación.

CUARTA ESTACIÓN

María en la Calle y en el Calvario: (Luc. 23 y Juan). «¡Oh


vosotros.... que pasáis por el camino, atended y mirad si
hay dolor como mi dolor». (Jere. Tren. 1 - 12).

132
JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE SANTÍSIMA

¿Qué sentisteis, oh angustiadas Señora, cuando visteis


aquel trágico espectáculo? ¡El pregonero que publicaba
con su lúgubre trompeta la sentencia fatal! Una inmensa
multitud que se agrupaba profiriendo mil injurias y
blasfemias contra Jesús! ¡Los soldados y sayones en dos
filas! ¡Y" en medio de dos malhechores!

¡Ay! ¿Le conocéis, oh Madre amantísima? ¿Es ese vuestro


Hijo? ¿Es ese el más hermoso de los hijos de los hombres,
la hermosura del cielo y la alegría de los ángeles? ¿Aquel
Hijo de Dios que con tanto regocijo disteis a luz en Belén?
¡Ay dolor! ¿Dónde están aquéllos Reyes y pastores que
entonces le adoraban? ¿Qué se han hecho aquellos
espíritus celestiales que entonaban entonces himnos de
alabanza? ¡Ay qué trocado está! ¡Sus ojos inundados de
lágrimas y de sangre, coronado de espinas, y todo hecho
una llaga! ¡Oh María afligida entre todas las mujeres! ¡Oh
Jesús el más perseguido entre los hijos de los hombres!
¡Oh Madre la más desolada! ¡Oh Hijo, el más maltratado de
todos los hijos de Adán! ¡Oh Jesús! ¡Oh María! perdonad a
este ingrato, a este traidor, a este monstruo, que es la
causa de tanta amargura.

Señor, pequé, etc. como en la 1°. Estación.

QUINTA ESTACIÓN

Compelieron a uno que pasaba, Simón Cireneo... para que


cargase con la cruz en pos de Jesús» (Marc. 15 y Lnc. 23).

133
JESÚS AYUDADO POR EL CIRENEO

¡Qué dicha tan grande la de Simón Cireneo, alquilado para


ayudaros a llevar la cruz! ¡Oh! ¡Quién hubiese estado en su
lugar! Quién hubiese podido ayudaros a llevar carga tan
pesada!... —Sí, hijo mío tú puedes aliviarme: sufre con
resignación y alegría las cruces que yo te envío, y entonces
más feliz y generoso que el Cireneo, me ayudarás a llevar
la cruz.

¡Ah, si supieras cuán preciosas son las penas y trabajos de


esta vida! las apreciarías más que si te regalasen una
reliquia insigne de mi santa cruz. Mas, como no conoces su
valor infinito, miras con horror toda tribulación y adversidad
y prorumpes en mil quejas y murmuraciones contra mí...—

¡Es verdad, Señor, así lo he hecho hasta ahora! mas, de


aquí en adelante, os diré con San Agustín: Quemad, Dios
mío, cortad, castigadme en esta vida, con tal que reservéis
vuestra misericordia infinita para la otra.

Señor, pequé, etc. como en la 1°. Estación.

SEXTA ESTACIÓN

«Vímosle despreciado y reputado como el más vil de los


hombres, cerrado por todas partes de dolores, y su rostro
obscurecido por los oprobios» (Isaías 53).

LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS

¡Qué valor el de esta piadosa mujer! Ve el rostro de Jesús,


aquel rostro divino, a quien desean contemplar los ángeles,

134
y lo ve cubierto de polvo, afeado con las salivas, denegrido
con la sangre, y movida de compasión quitase la toca,
atropella por todo, se acerca al Salvador y enjuga su rostro
desfigurado,

¡Ay, cómo esta mujer fuerte confunde la cobardía de tantos


cristianos, que por los vanos temores del qué dirán, no se
atreven a obrar el bien! ¡O a dichosa Verónica, y qué bien
premia el Señor tu denuedo, pues deja su santísimo rostro
estampado en tres pliegues de tu toca!

Y tú, cristiano, ¿no quisieras que Dios imprimiese en tu


alma una perfecta imagen de sus virtudes? Huella, pues,
todo respeto humano, como la Verónica; haz con fervor y a
menudo el Vía Crucis: y no dudes que Jesús grabará en tu
alma un fiel retrato de sus virtudes, y saldrás conforme a
este divino modelo de predestinados.

Señor, pequé, etc. como en la 1°. Estación.

SÉPTIMA ESTACIÓN

«Tomó en verdad sobre sí las penas de nuestros


pecados.... Le reputamos como leproso y herido de Dios y
humillado», (Isaías 53 - 4)

JESÚS CAE SEGUNDA VEZ

¡Qué espectáculo tan lastimoso! Llegado a la puerta


judiciaria, todo extenuado, exhausto y desangrado, cae
segunda vez nuestro amabilísimo Jesús; quisieran los
ángeles ayudarle a levantarse, pero el amor y el deseo que
tiene de satisfacer por mis culpas no se lo permiten. A los

135
sayones sí, da entera libertad para que lo maltraten. Unos
le blasfeman, otros le descargan fieros golpes, éstos tiran
de la soga, aquellos forcejean con la lanza; las espinas se
hincan más en la cabeza, lastímanse sus rodillas: y no
obstante, carga de nuevo con el pesado e ignominioso
leño.

¡Y yo, Jesús mío no sé sufrir una palabrilla! ¡Sólo el nombre


de mortificación me horroriza, y únicamente tengo valor
para arrastrar una horrible cadena de pecados. Esta carga
sí, por abrumante que sea, la hallo siempre ligera y nunca
pongo medios para deponerla con una verdadera
penitencia. ¡Ay, Señor, que siendo yo tan cobarde para el
bien, sea tan osado para el mal, y para cargar con tan
horribles consecuencias del pecado! ¡Por esta dolorosa
caída, curad, os suplico, mi loca temeridad!

Señor, pequé, etc. como en la 1°. Estación.

OCTAVA ESTACIÓN

«Jesús.... les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis sobre mí,


sino sobre vosotras mismas y sobre vuestros hijos». (Luc.
23).

JESÚS CONSUELA A LAS SANTAS MUJERES

Hijas de Jerusalén, dice Jesús a las piadosas mujeres que


le seguían llorando, no lloréis sobré mi suerte; llorad sí,
sobre vosotras y sobre vuestros hijos. ¡Qué caridad tan
ardiente! ¡Olvida sus atrocísimos dolores, y sólo se acuerda
de nuestras penas!... Mas, ¡oh amante Jesús mío! ¿Qué
objeto puede haber más digno de llanto que la pasión y
muerte del Hijo de Dios?... ¡Sí, cristiano, hay aún cosa más

136
digna de tus lágrimas y de lágrimas eternas, y es el
pecado!...

¡Sí, el pecado es la única causa de esta pasión y muerte


tan ignominiosa, el pecado mortal es el origen y el colmo de
todos los males, el más terrible y el único mal, mal infinito
de Dios y de la criatura ¡Y no obstante, tú pecas con tanta
facilidad!... ¡y te confiesas con tanta frialdad!... ¡ y recaes
tan a menudo en el pecado!... ¡y pasas tranquilo días,
meses, años y hasta la vida entera en el pecado!....

Señor, pequé, etc. como en la 1°. Estación.

NOVENA ESTACIÓN

«Afligido estoy y abatido hasta lo sumo..., Mi corazón está


conturbado... Fáltanme las fuerzas, y aún la claridad de mis
ojos se ha obscurecido». (Salmo
37).

JESÚS CAÍDO TERCERA VEZ

¿Qué es esto, Jesús mío? ¡Vos resplandor de la gloria del


Padre, consuelo de los mártires, hermosura y alegría del
cielo; Vos caído en tierra por primera, segunda y tercera
vez! ¡Vos que sois la fortaleza de Dios!...

«¿Y qué, hijo mío, no has pecado tú más de dos o tres


veces? ¿No recaes tú cada día e innumerables veces en el
pecado? ¿Por qué esa inconstancia continua en mi
servicio? ¡Hoy formas generosos propósitos, y en la
mañana siguiente están ya olvidados: ahora me entregas el
corazón, y un instante después ya no suspiras sino por las
vanidades del mundo!... ¡Yo caigo segunda y tercera vez

137
para expiar tantas recaídas tuyas; caigo para alzarte a ti de
la tibieza; caigo, para que temerario no te expongas de
nuevo al peligro de recaer en el pecado; caigo en fin, para
que no caigas tú en el abismo del infierno!. de la tibieza;
caigo, para que temerario no te expongas de nuevo al
peligro de recaer en el pecado; caigo, en fin, para que no
caigas tú jamás en el abismo del infierno!»

¡Gracias. Dios mío, por tan inefable bondad: y os suplico


por tan dolorosa caída, me déis fuerza para alzarme del
vicio, y caminar firme y constante en vuestro santo servicio!

Señor, pequé, etc. como en 1ª Estación.

DECIMA ESTACIÓN

«No hay en mi carne parte sana. Me dieron hiel por comida,


y en mi sed me dieron a beber vinagre». (Isaías 21 y
Salmos 37 y 68).

JESÚS DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS

Cuando nos curan una herida, por fino que sea el lienzo
que se le aplica, por cariñosa que sea la más tierna madre,
y por mucho cuidado que tenga en desprenderlo; ¿qué
dolor no sentimos al despegarse la tela de la carne viva?
¿Cuál sería, pues, vuestro tormento, Jesús mío, al quitaros
las vestiduras? Con tanta sangre derramada, estaban
pegadas a vuestro delicado y dolorido cuerpo: vienen los
verdugos, os arrancan los vestidos con bárbara fiereza
haciendo seguir la corona, para luego clavarla de nuevo, y
arrancando con los vestidos trozos de carne que se les
habían pegado...

138
— Y ¿en qué pensabais, oh purísimo Jesús, viéndoos
desnudo delante de tanta muchedumbre?... — En ti
pensaba, pecador deshonesto, en aquellos pecados
impuros que sin escrúpulo cometes: por ellos ofrecía yo al
Eterno Padre una confusión y un suplicio tan atroz. Sabía lo
que te costaría el arrancar aquel mal hábito, privarte de
aquel placer, romper con aquella amistad y ocasión de
pecar: por esto permití en mi cuerpo inocentísimo tan
horrible carnicería. — ¡Oh inmensa caridad de Dios! ¡Oh
negra ingratitud del hombre! Nunca más, Señor, renovar
esas llagas con mi desenfrenada licencia.

Señor, pequé, etc. como en la 1ª. Estación.

UNDÉCIMA ESTACIÓN

«Y cuando llegaron al lugar del Calvario, le crucificaron».


(Luc 23.) Taladraron mis manos y pies». (Salmo 21).

JESÚS CLAVADO EN LA CRUZ

¡Ya han despojado a Jesús; ya le han dado a beber hiel y


vinagre; ya le mandan que se tienda sobre el lecho
doloroso de la cruz! ¿Obedecerá? Sí: tú alargaste la mano
a lo vedado; ¡Jesús alarga también la suya, para que sea
clavada!... Ponte, pecador, en su lugar: imagínate que van
a horadar tus pies y manos con gruesos clavos... ¿Te
horroriza este pensamiento?...Y no obstante, Jesús es
inocente, y tú, reo de eternos suplicios... Contempla a lo
menos esta tragedia, la más atroz que vieron los siglos...

¡Ya los golpes del martillo desgarran el corazón de la


Madre; ya el clavo penetra las carnes, rompe los nervios,
rasga las venas, desmenuza los huesos: ya saltan copiosos

139
raudales de sangre de Jesús! ¡Ay qué dolor para la Madre!
¡Qué tormento para el Hijo! No llegando la otra mano, ni los
pies al agujero, que estaba hecho de antemano, lígalos con
cordeles, y tiran con tanta inhumanidad, que le
descoyuntan los huesos, hasta poderlos contar. ¿Ves tú,
deshonesto, lo que costaron a Jesús esas que tu llamas
bagatelas, y que tal vez callas al confesor?... ¡No permitáis,
dulce Jesús mío, que yo traspase jamás vuestras manos
con acciones impuras, y taladre vuestros pies con pasos
criminales!

Señor, pequé, etc. como en la 1ª. Estación.

DUODÉCIMA ESTACIÓN

«Y Jesús exclamando con voz potente dijo: Padre en tus


manos encomiendo mi espíritu. Y diciendo esto, expiró».
(Luc. 23 - 46).

JESÚS MURIENDO EN LA CRUZ

¡Ya enarbolan la cruz: ya le dejan caer de golpe en el hoyo


que estaba abierto en la peña! Y ¿cuáles serían las
convulsiones y el estremecimiento de aquel cuerpo tan
maltratado? ¡Ya entra Jesús en una mortal agonía!...
Mírale, pecador: es tu Padre, tu Criador, tu Dios, y está
agonizando por ti. Dime, ¿Dónde habrá un dolor semejante
al suyo? Si alza los ojos al cielo, ya no bajan los ángeles a
servirle como en el desierto; antes bien la justicia divina
descarga sobre él todo su peso…

Si echa una mirada a al tierra, no oye sino insultos y


blasfemias, no ve sino desamparo e ingratitud; hasta el
dolor de la Madre acrecienta los tormentos del Hijo… Tal

140
vez, Señor, en los siglos venideros hablaréis algún
consuelo… ¡Más cuántos veis que no se aprovecharán de
esta sangre preciosísima! Vos bien hacéis el último
esfuerzo para moverlos: rogáis por los que os crucifican,
abrís el cielo a uno de los ladrones, les dáis por Madre a
vuestra propia Madre: y no obstante, se obstinan en
perderse... ¡Ay amorosísimo Jesús mío, no sea yo del
número de estos ingratos; que nunca más ofenda a un Dios
tan bondadoso!
Pequé, Señor, etc. como en la 1ª. Estación.

DECIMA TERCERA ESTACIÓN

«Y cuando fue tarde, vino José de Arimatea.... y bajó de la


cruz el cuerpo de Jesús». (Mat. 27). «Y cómo consolarte,
oh Virgen hija de Sión. Tu dolor es vasto como el mar».
(Lament. 11-13).

JESÚS MUERTO EN LOS BRAZOS DE SU MADRE

¡Ay de Mí! ¿A dónde iré, oh afligida Madre mía! ¡vuestro


Hijo es muerto, y mis pecados son los verdugos que lo
enclavaron en la cruz y le dieron muerte inhumana! ¡Ay
infeliz de mí! Yo he apagado la luz de vuestros ojos, y
acabado la alegría de vuestro corazón. Sí: yo desfiguré ese
rostro hermosísimo, yo taladré esos, pies y manos que
sostienen el firmamento yo traspasó esa augusta cabeza,
yo abrí esas llagas, yo descoyunté y despedacé todo ese
inocentísimo cuerpo que tenéis en los brazos...

¡Ay atentado enorme!... ¿reo de tan horrendo deicidio a


dónde iré? ¿dónde me ocultaré? Pero por monstruosa que
sea mi ingratitud, Vos sois mi Madre, y yo soy vuestro hijo,

141
Jesús acaba de transferir en mí los derechos que tenía a
vuestro amor. Me lanzo, pues, a vuestros brazos con la
más viva confianza. No me despreciéis, oh dulce refugio de
pecadores arrepentidos; miradme con ojos de bondad, y
amparadme ahora y en el trance de la muerte Amén.
Señor, pequé, etc.- como en la 1ª. Estación.

DECIMA CUARTA ESTACIÓN

«Y habiéndole quitado — el cuerpo de Jesús — le envolvió


en una sábana y lo puso en un sepulcro labrado en una
peña, en el cual ninguno había sido puesto». (Luc. 23-53).

JESÚS PUESTO EN EL SEPULCRO

¡Contempla, alma cristiana! cómo José de Arimatea y


Nicodemo, postrados a los pies de María, le piden el dulce
objeto de sus caricias; le ungen con preciosos aromas, le
amortajan y le ponen en un sepulcro nuevo de piedra. ¡Ah
cristianos! ¡Cuál sería el dolor de esa Virgen! Sin duda,
grande era como la del mar, su amargura ni ver a su Hijo
todo ensangrentado, clavado y espirando en un infame
patíbulo, pero a lo menos le veía; tal vez le abrazaba y
lavaba con sus lágrimas. Mas ahora, ¡oh angustiada
Señora, una losa os quita este último consuelo!

¡Oh sepulcro afortunado! ya que encierras el adorado


cuerpo del Hijo, y el dulcísimo corazón de la Madre,
guardad también junto con estas prendas riquísimas, mi
pobrecito corazón. Sea éste, Dios mío, el sepulcro don de
descanséis; los afectos puros de mi alma sean los lienzos
que os envuelvan, y las buenas obras los perfumes
aromáticos que os recreen, que yo muera al mundo, a sus
pompas y a sus obras, para que viviendo según el espíritu

142
de Jesús, resucite y triunfe glorioso con Jesús por siglos
infinitos. Amén.

Pequé, Señor, etc. como en la 1ª. Estación.


Récese la Estación al Santísimo Sacramento.

En Tierra Santa constan por lo menos 54 Lugares Santos


con Indulgencia Plenaria y más de 112 con indulgencia de
7 años y 7 cuarentenas. (Gías de T. Sta.).

REQUISITOS PARA GANAR EN CASA LAS


INDULGENCIAS DEL VÍA – CRUCIS

Cuando una persona se halla física o moralmente


imposibilitada para visitar las iglesias u oratorios en donde
se halle canónicamente erigido el Vía-Crucis puede ganar
en casa las mismas indulgencias por medio de un Crucifijo,
con tal que concurran las circunstancias siguientes:

1ª. Que el Crucifijo esté bendecido por un Sacerdote


autorizado por el Sumo Pontífice para aplicarle las
indulgencias del Vía-Crucis.

2ª Que por enfermedad u otro impedimento legítimo, no se


pueda ir a la iglesia u oratorio donde está el Vía-Crucis
canónicamente erigido.

3ª. Que con el corazón contrito, y teniendo dicho Crucifijo


en la mano, se recen 20 Padre nuestros, Ave marías y
Glorias, a saber: uno por cada estación, 5 en honor de las 5
Llagas de Jesús Crucificado, y otro a la intención del Sumo
Pontífice. Si varias personas impedidas rezaren juntas,
bastará que una tenga en la mano el Crucifijo, y las otras
se recojan debidamente, pospuesto cualquier otro cuidado.

143
(León XIII 19 de Enero y 15 de Marzo de 1884).

Pío IX en 18 de Diciembre de 1878 concedió que un


enfermo que no pudiere rezar fácilmente los 20 Padre
nuestros etc. pueda suplir con un acto de contrición, o con
el verso del TEDEUM: «Rogámoste, pues, Señor, que
socorras a tu siervos, a quienes redimiste con tu preciosa
Sangre».

Asociación del VÍA - Crucis perpetuo

Esta Asociación fue aprobada por el Rvmo. Padre Ministro


General de la Orden Franciscana, y posteriormente, la Silla
Apostólica por el Breve Supplicatum de 21 de Enero de
1879 no solo la aprobó, sino que también concedió muchas
indulgencias a los asociados.

El formar esta Asociación es muy sencillo: se reúnen siete


personas, y se compromete hacer cada una en el dia de la
semana, que se le señale o ella escoja, el ejercicio del Vía -
Crucis, haciéndolo una en todos los domingos, otra en
todos los lunes etc.

Si se reúnen treinta personas, entonces se compromete a


hacerlo cada una de ellas, en el día del mes que escogiere.

Estas reuniones se llaman COROS DEL VÍA - CRUCIS


PERPETUO, Y el que los forma o reúne Celador o
Celadora, y para formarlos, necesita tener el
consentimiento de un Superior de la Orden, o de otro
Sacerdote competentemente autorizado al efecto.

Los socios tienen indulgencia plenaria: 1º. El día que se


inscriben. 2°. En la hora de la muerte. 3°. En la fiesta
principal de la Asociación, 15 de Setiembre, fiesta de Na.

144
Sra. de los Dolores. 4º. El 4 de Octubre, fiesta de N. P. S.
Francisco. 5º. El 26 de Noviembre, fiesta de S. Leonardo
de Puerto Mauricio, Apóstol Franciscano del Via - Crucis.

Y además todas las indulgencias que ganan los demás


fieles en este santo Ejercicio.

ASOCIACIÓN DEL VÍA - CRUCIS VIVIENTE

Aprobada por la Santa Sede, y enriquecida con


muchísimas indulgencias, por Decreto de la Sda. C. el 16
de Agosto de 1901.

REGLAMENTO. — El Vía - Crucis viviente se compone de


Coros de 14 personas que se comprometen a hacer cada
una todos los días el ejercicio de una de las 14 Estaciones
del Vía - Crucis, la que le tocare en suerte. Cada Coro tiene
su Celador o Celadora, bajo la dirección de un Sacerdote
autorizado per algún Superior de la Orden Franciscana.

PRÁCTICA.— Se sortean las estaciones para cada mes o


año según determine el Director y se hace el ejercicio de la
estación sorteada, teniendo en las manos el Crucifijo
especialmente bendecido para eso: meditando en el paso
que indica la estación y rezando tres Padre nuestros,
Avemarías y Glorias. Puede hacerse en cualquier hora del
día, pero se aconseja hacerlo por la noche al tiempo de
acostarse.

INDULGENCIAS. — CIEN DÍAS de indulgencia en cada


día que se haga el ejercicio de la estación, y si es día
festivo SIETE AÑOS Y SIETE CUARENTENAS.

INDULGENCIA PLENARIA, previa confesión y comunión,


y rogando en alguna iglesia por la intención del Sumo

145
Pontífice en les fiestas principales del Señor. Además si el
Crucifijo que se usa está bendecido por el sacerdote
autorizado, tiene indulgencia plenaria para la hora de la
muerte, y en caso de imposibilidad física o moral puede
ganar todas las indulgencias del Vía - Crucis, cumpliendo
las condiciones arriba indicadas en la pág. 171.

La Obra Pía de Tierra Santa

San Francisco de Asís, en 1219, visitó los Stos. Lugares de


Ntra. Redención, predicando la verdadera fe a los infelices
discípulos de Mahoma. Fundó la primera Casa Franciscana
en Jerusalén y constituyó a sus hijos como guardas del Sto.
Sepulcro.

Fue San Francisco imagen y alférez de Jesús, Rey de los


mártires, y los Franciscanos son los intrépidos y fieles
Cruzados, que defienden desde ese tiempo las
preciosísimas reliquias de la Iglesia Católica — los Santos
Lugares.

Ayudad a los Franciscanos con vuestras oraciones y


limosnas, para conservar los primeros Santuarios de
nuestra Religión, defender la fe católica, contra los herejes,
cismáticos, judíos y mahometanos, y propagarla
eficazmente, con parroquias y escuelas, en Turquía, Egipto
y Chipre.

¡Dios lo quiere! Es el grito que los Sumos Pontífices de


Roma no cesan de repetir.

Alistaos en la Hermandad de la Tierra Santa. Jesús


recompensará abundantemente cuanto hagáis en favor de
esa tierra bendita, qua fué el teatro de su vida terrestre y de
su Madre Santísima.

146
Los Cofrades de Tierra Santa participan de todas las obras
buenas de los Franciscanos, de los peregrinos y de los
heroicos católicos de aquella Santa Custodia.

También tienen parte en más de cien misas diarias


celebradas en los Santos Lugares por los bienhechores
vivos y difuntos.

Los devotos pueden entenderse con el R. P. Comisario de


Tierra Santa. — Convento de San Francisco, Quito — o
con los Hermanos franciscanos, Colectores de Tierra
Santa,

INDULGENCIAS
DE LOS COFRADES DE TIERRA SANTA QUE
CONTRIBUYEN CON LA LIMOSNA DE UN SUCRE
ANUAL

1. Con los Crucifijos que obsequia la Comisaria de Tierra


Santa, se pueden ganar las indulgencias del Vía -
Crucis, (como 8º ha indicado en la pág. 171).

2. Con los rosarios pueden ganar las indulgencias tanto de


los PP. Dominicanos como de los PP. Crucígeros, es
decir, 600 días, por cada Padrenuestro o Avemaría, que
recen.

3. Todos los fieles que estén en posesión de los piadosos


objetos de Tierra Santa, bendecidos, como son: coronas,
rosarios, cruces, crucifijos, pequeñas estatuas, medallas.
etc. y los lleven consigo, o los conserven en su
habitación, pueden ganar: 1. indulgencia plenaria,

147
confesando, comulgando y rogando por las intenciones
del Soberano Pontífice, en los días o festividades
siguientes: Navidad. Epifanía, Resurrección, Ascensión,
Pentecostés Santísima Trinidad, Corpus Christi y
Sagrado Corazón de Jesús.—Purificación (2 de feb.),
Anunciación (25 de marzo), Asunción (15 de agosto),
Navidad (8 de set.), e Inmaculada Concepción de la B.
V. María (8 de dic).— Natividad de S. Juan Bautista (24
de junio), S. José (19 de marzo), y el día del Patrocinio;
S. Pedro y S. Pablo Ap. (29 de junio), S. Andrés (30 de
nov.), Santiago el Mayor (25 de julio), S. Juan
Evangelista (27 de dic.), Sto. Tomás (21 de dic.). Santos
Felipe y Santiago el Menor (1º. de mayo), S. Bartolomé
(24 de agosto), S. Mateo (21 de set.), S. Simón y S.
Judas. (28 de | octubre), S. Matías (24 de feb.) y Todos
los Santos (1º. de nov.).

Nota.— Para ganar estas indulgencias es preciso que los


fieles acostumbren a rezar, al menos una vez cada
semana, alguna de las devociones siguientes: es a saber,
la Corona del Señor o de la Virgen, o la tercera parte del
Rosario, o el oficio divino, o el oficio Parvo de la B. V. M., o
bien el de los difuntos, o bien los salmos penitenciales, o
los graduales, o que ejerzan algún acto de caridad, como
ensañar el catecismo, visitar los encarcelados o los
enfermos, socorrer algún pobre; o que oigan misa, o si son
sacerdotes, la celebren.

Hay otra Indulgencia Plenaria en la hora de la muerte,


invocando el Nombre de. Jesús. Se debe haber confesado
y comulgado; pero el que no pueda, que esté contrito y
acepte con resignación a la voluntad de Dios, la muerte; si
no puede hablar, que haga esto mentalmente.

PRIVILEGIOS. — 1º. Participar de más de 38.000 misas y


de todas las obras buenas, Los Sres. Obispos y Párrocos

148
que recomienden eficazmente esta Obra de la Hermandad
de Tierra Santa, cada año, como lo mandó el Papa
Banedicto XV, el 4 de Octubre de 1918, tienen facultad de
bendecir e indulgencias los Crucifijos para el Vía-Crucis; y
bendecir e imponer el cordón de S. Francisco con las
indulgencias de los Cordígeros. (Pío XI, el 17 de de febrero
de 1922).

INDULGENCIA PARA LOS CORDÍGEROS

Tienen los Cordígeros, Indulgencia Plenaria en la hora de


la muerte. Y pueden cada año ganar Indulgencia Plenaria,
el 4 de octubre, el 17 de septiembre, el 13 de junio y el 12
de agosto. Y si asisten a la Bendición Papal, otra Plenaria
el 8 de diciembre. Todas confesando, comulgando y
rogando a intención del Sumo Pontífice. Véase Resc. Sda.
C. Ind. 23 ab 1876 y 1883. Act. Ord. año 1883, pág. 60 y
122. Tienen también otras ind. parciales.

LEY DE LA CONFESIÓN Y COMUNIÓN PARA GANAR


INDULGENCIAS

La confesión, según el Código vigente puede hacerse bien


en el día a que se ha fijado la indulgencia, bien en alguno
de los ocho días inmediatamente precedentes, o bien
dentro de la octava que sigue inmediatamente al ejercicio
concluido.— La comunión puede recibirse el día de la
fiesta, o en la víspera, o en cualquier día de la octava.

Los que suelen, a no estar legítimamente impedidos,


confesar al menos dos veces al mes, o comulgar
diariamente, aun cuando de ello se abstengan una o dos
veces por semana, pueden ganar todas las indulgencias
aún sin la confesión actual, que en otras circunstancias

149
sería necesaria para lucrarlas, exceptuadas las
indulgencias del jubileo ordinario y extraordinario, o a modo
de jubileo, pero sí ganan el de Porciúncula.

INDULGENCIAS DE LAS TRES ORDENES


FRANCISCANAS, LA ESTACIÓN.

Cada vez que recen cinco Padrenuestros, Avemarías y


Glorias, y además un Padrenuestro, Avemaría y Gloria por
la intención del Sumo Pontífice, pueden ganar las
indulgencias plenarias y parciales, concedidas a los que
visitan los santuarios de Roma, de la Porciúncula, de
Jerusalén, y de Santiago de Compostela, sin necesidad de
recibir los Sacramentos. Los cofrades que llevan el
Escapulario azul, si rezan esos seis Padrenuestros, a
intención de esa cofradía, ganan las mismas indulgencias.
(León XIII, el 11 de Septiembre de 1901).

Además los Terciarios tienen en su Catálogo más de cien


días al año con Indulgencia Plenaria, confesando, etc., etc.

Privilegios. —Todas las misas que se celebren por un


Terciario, gozan de altar privilegiado. (Sacan ánima del
Purgatorio). — (León XIII, el 11 de Setiembre de 1901).

El sacerdote Terciario, puede decir Misa por cualquier


difunto con altar privilegiado, tres días cada semana. —
(León XIII, el 11 de Setiembre de. 1901).

La Corona Franciscana

Una indulgencia plenaria está concedida al rezo de la


Corona de las siete alegrías de la Santísima Virgen, cada

150
vez para los Franciscanos y sus Terciarios: (León XIII, el 11
de Septiembre de 1901.)

Y Pío X, el 23 de Agosto de 1905, extendió las indulgencias


a los que les acompañen en el rezo de la Corona.

Consiste en rezar siete decenas de Avemarías en honor de


las siete Alegrías de la Santísima Virgen:

Misterios. — 1°. La Encarnación del Hijo de Dios. 2°. La


Visita a su prima Santa Isabel. 3º. El Nacimiento del Hijo de
Dios. 4°. La Adoración de los Magos. 5°. El hallazgo del
Niño Jesús en el templo. 6°. La Resurrección del Señor. 7°.
La gloriosa Asunción y Coronación de la Santísima Virgen.

Se rezan las siete decenas de Avemarías, precedidas cada


una de ellas de un Padrenuestro y seguidas de un Gloria
Patri; después se le agregan dos Avemarías más, y por
último un Padrenuestro y Avemaría por la intención del
Sumo Pontífice. Principia y termina como el rosario.
(Enseñada por la Virgen María a un Hermano Lego
Franciscano en 1422).

Corona Dolorosa

«Se reza del mismo modo que la franciscana, cambiando


únicamente, por misterios dolorosos, los misterios gozosos
de aquélla, en la forma siguiente».

«Primer dolor: La Profecía de Simeón. — 2°. La huida a


Egipto. — 3º. La pérdida del Niño Jesús.— 4°. El encuentro
de María con Jesús, en la calle de la Amargura. — 5º. La
Crucifixión del Salvador. — 6º. María con el Cuerpo
exánime de su Hijo en los brazos.— 7°; Sepultura de Jesús
y Soledad de María». (P. Eiján).

151
Estos misterios sirven además, para rezarlos con siete
Avemarías, o con una. etc.

INDULGENCIAS DE LAS SANTAS MISIONES

En las Misiones dadas por los Padres Franciscanos,


pueden ganar INDULGENCIA PLENARIA, confesando,
comulgando y rogando a intención del Romano Pontífice:

1°. Todos los fieles que al menos tres días continuos


asistieren a los ejercicios espirituales dados por dichos
Padres.

2º. El día de la erección dé la Santa Cruz, erigida por los


Frailes Menores en las misiones predicadas a los pueblos,
como también el aniversario de la dicha erección, y en las
fiestas de la Invención (3 de Mayo) y de la Exaltación de la
Santa Cruz (14 de Setiembre)9.

3º. Los fieles que, habiendo concurrido por lo menos a


cinco sermones de los predicados con solemnidad por los
Religiosos de dicha Orden en Adviento y Cuaresma,
recibieren al fin de esos sermones la Bendición Apostólica
impartida por los mismos Padres. (Pío X, el 22 da Agosto
de 1906).

Todas las anteriores indulgencias son aplicables a los


difuntos.

9
Cualquier día del año que delante de la Cruz de la Misión rezaren piadosamente cinco
Padrenuestros, Avemarías y Glorias en honor de las Llagas del Redentor, podrán ganar 300
días de indulgencia.

152
A TODOS LOS FIELES

El Soberano Pontífice Pío X, por Decreto de 9 de Marzo de


1904, concedió que todos los fieles cristianos puedan
aplicarse una indulgencia plenaria mediante un acto que,
verificado una sola vez durante la vida, previa la Confesión
y Comunión hechas con esta misma intención,
ofreciéndose a Dios con verdadero afecto de amor, queda
aplicada dicha indulgencia para el mismo instante de la
muerte, sin necesidad de añadir otra cosa, por parte del
moribundo, que recitar ahora el siguiente:

OFRECIMIENTO

«Señor y Dios mío, ya desde ahora, de buen grado admito


de tu mano cualquier género de muerte como a Ti
agradare, con todas sus angustias, penas y dolores».

153
CANTICOS

INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

I
¡Alúmbranos, Espíritu divino:
Inflámanos en tu santo amor.
Enséñanos la palabra divina,
Y grábala en nuestro -corazón.
Condúcenos por la senda del Cielo
Y muévenos a seguirte con fervor!

II

Ven a nuestras almas,


Coro Oh Espíritu Santo,
Y envíanos del cielo,
De tu luz un rayo.

1. Ven, Padre de pobres, 3. Con tus aguas puras


Ven, de dones franco, Lava lo manchado,
Ven, de corazones Riega lo que es seco,
Lúcido reparo, Haz lo enfermo sano.

2. Ven, consolador 4. Aumento en virtudes


Dulce y soberano, Haz que merezcamos;
Huésped de las almas Da el eterno gozo
Suave regalo. Da el feliz descanso.
Amén.

154
CANTICOS PARA MISIONES EJERCICIOS

I
A Misión os llama,
Coro Errantes ovejas,
Vuestra tierna Madre
La Pastora excelsa.

1. Divina Pastora, 3. Oye sus balidos,


Dulce amada prenda, Alivia sus penas,
Dirige los pasos. Abreles, piadosa,
De estas tus ovejas. Del redil las puertas.

2. ¡Oh bella Pastora, 4. Mas ya arrepentidas


Madre la más tierna! Y en llanto deshechas
Libra a tu rebaño Buscan en tus brazos
De enemigas fieras. Su esperanza eterna.

II
Pésame, Señor,
Coro De haberte ofendido:
Por pasión y muerte
Misericordia te pido.

1. Jesús amoroso, 4. De atrevidas manos


Dulce Padre mío: Fue tu rostro herido:
Pésame, etc. Pésame, etc.
2. En el huerto orando, 5. Con la cruz pesada.
Por mi amor vendido: Es tu hombro oprimido:
Pésame, etc. Pésame, etc.
3. Retrato de dolores 6. Por mis graves culpas
En la columna has sido Te miro caído:
Pésame, etc. Pésame, etc.

155
7. ¡Oh dulce Pastor! 8. Por estos misterios
Con la lanza herido: Misericordia te pido:
Pésame, etc. Pésame, etc.

III

Sangre preciosa Sangre que en las lágrimas


Por mi amor vertida. Hilo a hilo corrías.
Coro Purifica mi alma Sangre que te viste
De toda malicia. De hombres abatida.
Sangre de mi Dios, Sangre que sacaron
Noble, excelsa y rica. Agudas espinas.
Sangre redentora, Sangre que vertieron
Vida de mi vida. Manos atrevidas.
Sangre derramada Sangre dulce y suave,
Por las culpas mías. Humana y divina.
Sangre rubicunda Sangre que nutrió
De estima infinita. La dulce María.
Sangre del costado Sangre de mí alma,
En la cruel herida. Sangre de mi vida.
Sangre consagrada Sangre siempre pronta
En Hostia pacífica. A curar heridas.
Sangre con que aplacas Sangre en que se funda
Tu justísima ira La esperanza mía.
Sangre que llorando Sangre que haces fuerte
Mi Jesús vertía. Al que en Ti medite.

IV

Perdona, Dios mío,


Coro Dios mío, perdona,
Perdona, Dios mío,
Y usa de piedad

156
1. Yo soy el ingrato 4. Pequé, Jesús mío,
Que a vos Redentor Con mi mal obrar;
Ofendí, ¡qué horror! Mas usad clemencia
Con tanta impiedad. Por vuestra bondad.
2. Pequé con exceso; 5. Si yo no merezco
Confieso, oh Señor, Perdón ni clemencia
Con sumo rubor Para mi indulgencia,
Mi horrenda maldad. María, alcanzad;
3. Verted ojos míos, 6. Esta pía madre,
Copiosos torrentes; Mi dulce esperanza,
Llorando, dolientes, De su Hijo me alcanza
Alcanzad piedad. Perdón y piedad.

Perdón, ¡Oh Dios mió!


Coro Perdón, indulgencia,
Perdón, y clemencia,
Perdón y piedad.

1. Pequé, ya mi alma 4. Más ya arrepentido


Su culpa confiesa, Te busco lloroso,
Mil veces me pesa Oh Padre amoroso
De tanta maldad. Oh Dios de bondad!
2. Mil veces me pesa 5. Mi humilde plegaria
De haber mi pecado, Traspase las nubes;
Tu pecho rasgado Ardientes querubes
¡Oh Suma Bondad! Mis votos llevad.
3. Yo fui quien del duro 6. Tus brazos amantes
Madero inclemente Estréchenme al cuello
Te puso pendiente Firmísimo sello.
Con vil impiedad. De eterna amistad

157
VI
¡Amante Jesús mío!
Coro ¡Oh cuanto te ofendí!
Perdona mi extravío,
Y ten piedad de mí

1. ¿Quién al mirarte exánime,


Pendiente de una cruz:
Por nuestras culpas víctima
Espirar, buen Jesús;
De compasión y lástima
No siente el pecho herido,
Habiéndote ofendido
Con negra ingratitud?

2. Una ardorosa lágrima


Vierte mi Salvador,
Tiende su vista lánguida
Buscando al pecador.
Triste, confuso y trémulo
Ya mis pecados lloro
Y tu perdón imploro
Con lágrimas de amor.

3. Mi alma confusa y trémula,


Llena de compunción,
Con pena la más íntima,
Implora tu perdón.
¡Triunfaste Rey pacífico!
Tu gracia es tu victoria;
Tuyo es el triunfo y gloria
¡Tuyo es mi eterno amor!

158
VII
Un cuidado sin cesar
Coro Me atormenta noche y día:
¡Ay Jesús del alma mía,
Si me tengo de salvar!

1. Todo cuanto tiene el mundo


Ningún cuidado me dá:
Mis congojas y cuidados
Se lleva la eternidad.

2. La muerte tengo cercana,


Y luego me asaltará;
¡Pobre de mí, pecador,
Qué suerte me tocará!

3. Dentro de breve, ha de verme


De Dios en el tribunal;
¿Si hoy me llama, qué haré?
Por mí quien responderá?

4. Abierto tiene el infierno


Aquel que en pecado está;
Sal luego, pues, alma mía,
Sal del pecado mortal.

5. ¡Oh cuán corto es el deleite


Que se percibe al pecar!
¡Y cuán grave es el tormento
Con qué se ha de castigar!

6. Vámonos, pues pecador.


Vámonos a confesar.
Porque de no hacerlo así
Nos vamos a condenar.

159
VIII

Perdón, ¡Oh Dios mío!


Coro Perdón, indulgencia,
Perdón, y clemencia,
Perdón y piedad

1. ¿Hasta cuándo, hijo perdido,


Hasta cuándo has de pecar?
No me seas tan ingrato,
Llora, pues, tu iniquidad.
2. ¿No me ves aquí clavado
En el leño de la cruz?
Hijo mío, así me has puesto
Con tu horrenda ingratitud.
3. ¿No me ves pobre y desnudo
Y en escarnio sin igual?
Tus nefandas impurezas
Son la causa de este mal.
4. Hijo, arrójate a mis brazos,
Soy tu Padre, soy tu Dios:
Nada temas, que en mi pecho
Hallarás dulce perdón.

IX

A Ti nos convertimos
Coro De todo corazón,
Y humildes te pedimos
Perdón, Señor, perdón.

1. Pequé, Jesús del alma,


La muerte yo te he dado.
Detesto mi pecado;
Perdóname, Señor.

160
2. Pequé, mi dulce Esposo,
Ingrato te he ofendido;
Más ya contrito, pido
Me concedas perdón.
3. Pequé, ingrato, atrevido,
Perdón ya no merezco,
Pero por mí te ofrezco
Tu Cruz y tu Pasión.
4. Allí, Jesús piadoso,
Formarás de mi pecho
Un delicado lecho
Para tu casto amor.

5. En fin, allí morando


Mientras que vida tenga,
Cuando la muerte venga,
Quieto la esperaré.

6. Allí, buen Jesús, cuando


Dirija a mí su tiro,
El último suspiro
En tus brazos daré.

CANTICOS AL SANTÍSIMO SACRAMENTO

I
Dueño de mi vida,
Coro Vida de mi amor,
Abreme la herida
De tu Corazón.

1. Corazón divino, 3. Tú eres Jesús bueno


Dulce cual la miel, Florido vergel
Tú eres el consuelo De delicias lleno
Para el alma fiel. Para el alma fiel.

161
2. Tú abrasas el hielo 4. Tú vences potente
Tú endulzas la hiel Al fiero Luzbel,
Tú eres el consuelo Tú eres Dios clemente
Para el alma fiel. Para el alma fiel.

II

1. Cantemos al amor de los amores,


Cantemos al Señor.
¡Dios está aquí! venid adoradores,
Adoremos a Cristo Redentor,

Gloria a Cristo Jesús!


Coro Cielos y tierra, bendecid al Señor.
Honor y gloria a Ti, Rey de la gloria;
Amor por siempre a Ti, Dios del amor.

2. Unamos nuestra voz a los cantares


Del coro celestial:
¡Dios está aquí! Al Dios de los altares
Alabemos con gozo angelical.

3. Los que buncáis solaz en vuestras penas


Y alivio en el dolor,
¡Dios está aquí! y vierte a manos llenas
Los tesoros de divinal dulzor.

4. El almo eterno Dios de las justicias,


El sumo justo Juez
¡Manso helo aquí! colmando de caricias
A los hombres con noble esplendidez.

5. ¡Oh rara caridad y real fineza!


¡Oh dulce memorial!
¡Dios está aquí! con toda su riqueza,
Con su Cuerpo y Sangre divinal.

162
6. Que abrase nuestro ser la viva llama
Del más ferviente amor:
¡Dios está aquí! Está porque nos ama,
Como padre, amigo y bienhechor.

7. Cantemos al amor de los amores


Cantemos sin cesar:
¡Dios está aquí! Venid, adoradores;
Adoremos a Cristo en el altar.

III

De rodillas, Señor, de rodillas


Coro Y en el polvo inclinada la frente.
Hoy venimos a Ti, Dios clemente,
Con amante y con fiel corazón.

1. Que si un tiempo el ingrato olvidara


Por el mundo tu amor y tu gloria,
Lamentando tan triste memoria,
Hoy humilde te pida perdón.
2. Aquí estamos, Señor, aquí estamos,
Anegados en llanto los ojos:
Que se acaben, Señor, tus enojos,
Pues que somos tus hijos al fin.
3. Por tu amor alentados venimos:
Que si Tu eres Señor de Señores,
También eres Jesús, Dios de amores
infinito en amar y en sufrir.

IV

Si los hombres conocieran


Coro Las finezas de Jesús,
A su amor correspondieran
Con eterna gratitud.

163
1. ¡Oh cristianos! ¡qué dulzura
Halla el alma en visitar,
A Jesús, que con ternura
Nos da audiencia en el altar!

2. No dejemos solitario
Al dulcísimo Jesús,
Ya que quiere en el sagrario
Ser del hombre vida y luz,

3. Todas nuestras ansiedades


Quiere tierno disipar,
Y con múltiples bondades
Nuestros males remediar.

4. Es Jesús Sacramentado
Nuestro amigo sin igual,
Nuestro asilo asegurado
En la lucha contra el mal.

V
Coro Viva, viva Jesús mi amor
Viva, viva mi Salvador, (bis)

1. ¡Oh Jesús tiernecito! 2. Al mirar extasiado


Ejemplar de candor, Tu infantil sonreír,
¡Oh precioso hermanito! ¡Oh Jesús adorado!
Tú eres todo mi amor. Ya me es dulce morir.

164
3. Eres tú en el pesebre 5 A tus niños queridos
Más hermoso que el sol, Da cordura y virtud,
Y más lindo y alegre Y serán parecidos
Que el más bello arrebol. A su hermano Jesús.

4. Eres ¡oh Niño amado 6. De tu santa doctrina


De delicias Edén; Lléname el corazón,
Eres, dueño adorado, Y con mano benigna
Mi modelo y mi bien. Dame tu bendición.

7. Y después de adorarte
Tan amable en Belén,
Llévanos a gozarte
A los cielos. Amén.

VI
Vamos, niños, al Sagrario
Coro Que Jesús llorando está
Pero viendo tantos niños,
Muy contento quedará.

1. Pajaritos de los bosques,


Venid todos a cantar,
Por ver si con vuestros trinos
Le podemos consolar.

2. Florecitas de los valles,


Venid todas a exhalar
Vuestros más puros aromas,
Al que es todo caridad.

3. Estrellitas de los cielos,


Bajad todas a adorar
A Jesús Sacramentado
Que está oculto en el altar.

165
4. Serafines de la Gloria,
Jesús es todo bondad,
El Sagrario es su morada
Manantial de caridad.

5. Fieles hijos de la Iglesia,


Diariamente a comulgar
Que Jesús nuestro amiguito
Nos quiere sus gracias dar.

6. Recibamos a Jesús,
Que es muy sabroso manjar,
Vida divina del alma
Y dador de santa paz.

7. Ven a mí, Jesús querido.


Que de amor muero por Tí,
Que mi alma enamorada
Sin Tí no puede vivir.

8. Quiero vivir para amarte


Qué sólo amarte es vivir,
Y morir quiero en tus brazos,
Para amarte ya sin fin.

VII

Coro Al cielo, al cielo


Al cielo quiero ir. (bis)

1. Si al cielo quieres ir, 2. Si al cielo quieres ir,


a recibir la palma, Jugar en falso evita;
a Dios con toda el alma La blasfemia maldita,
has de amar y servir. Jamás quieras decir.

166
3. Si al cielo quieres ir, 7. Si al cielo quieres ir,
Hay que guardar las fiestas, odia el robo y la usura,
No trabajando en estas; porque es gran desventura
Y a Misa has de asistir como un ladrón morir.
4. Si al cielo quieres ir, 8. Si al cielo quieres ir,
Respeta a tus mayores, huye, cual del demonio,
A hijos e inferiores del falso testimonio,
Los debes instruir y deja de mentir.
5. Si al cielo quieres ir, 9. Si al cielo quieres ir,
donde nada padezcas, conserva el alma pura,
no mates, ni aborrezcas, pues roba su hermosura
ni oses maldecir. solo el mal consentir.
6. Si al cielo quieres ir, 10. Si al cielo quieres ir,
detesta la impureza, no codicies lo ajeno,
y siempre con limpieza, pues todo lo terreno
procura tú vivir. aquí queda al morir.

HIMNO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Coro Corazón Santo, tú reinarás


Tú nuestro encanto siempre serás.

1. Venid Cristianos, 3. Divino pecho


Y acá en el suelo, Donde. se inflama
Como en el cielo, La dulce llama
Se ve adorar, De caridad,
También nosotros ¿Por qué la tienes
Adoraremos Ahí encerrada
Y ensalzaremos Y no abrasada
Al Dios de paz. La tierra está?

2. Jesús amable, 4. Arroja en ella


Jesús piadoso, Tu hermoso fuego
Dueño amoroso Y todo luego
Dios de bondad. Se inflamará.
Vengo a tus plantas, No ves que el mundo
Si tú me dejas, Vive aterido
Humildes quejas Y endurecido
A presentar. En la impiedad.

167
5. Corazón dulce 6. Tú sólo puedes,
Manso y clemente Omnipotente,
Principio y fuente Mi sed ardiente
De santidad. Refrigerar.
Véante mis ojos Aquí, Bien mío,
Desenojado, Aquí el postrero
Dueño adorado, Suspiro quiero,
Dios de bondad. Por Tí exhalar.

HIMNO A CRISTO REY

Cristo es mi Rey, Virgen María


Oye el clamor de mi cantar,
Dile a tu Hijo, ¡oh Madre mía!
Que soy su esclavo hasta expirar.

¡Ah! no desoigas, Madre,


Coro El grito de mi fe,
A Cristo adoro, que es nuestro Padre,
A Cristo adoro, que es nuestro Rey.

Cristo es mi Rey, grito de guerra


Que elevo al pie del santo altar,
El reine solo sobre la tierra,
Sobre los astros, sobre la mar.
Cristo es mi Rey, con este grito
Se ha de formar la juventud,
En las escuelas sea bendito,
Que El es Maestro de la virtud.
Cristo es mi Rey, su nombre santo
Defienda siempre el dulce hogar,
Sea en la vida mi luz, mi encanto
Y mi corona al expirar.
Cristo es mi Rey, con ansia aclame

168
El mundo fiel, lleno de ardor,
Mientras el grito de gente infame
Quitarle quiere gloria y honor.
Cristo es mi Rey, yo mi creencia
Con santo ardor defenderé,
Jamás al grito de mi conciencia
Con torpe miedo yo faltaré.
Cristo es mi Rey, su ley divina
Será la ley de mi nación
Como una antorcha que la ilumina
Por los senderos de salvación.
Cristo es mi Rey, en esta vida
Servirle bien, es nuestro fin,
Buscar su gloria, prenda querida
De eterna paz, suerte feliz.
Cristo es mi Rey, hasta el delirio
Yo quiero amar al Sumo Bien,
Y hasta la muerte y hasta el martirio
Por El mi sangre derramaré.
Cristo es mi Rey, a la victoria
Nuestra bandera El guiará,
Y ella cubierta de eterna gloria
Sobre los montes tremolará.
Nobles soldados que con aliento
Lucháis por Dios, llenos de honor,
Fieles seamos al juramento:
¡Cristo es mi Rey, Cristo es mi amor!

169
CANTICOS A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

Salve, salve, cantaban, María,


Coro Qué más pura que tú ¡sólo Dios!
Y en el cielo una voz repetía
¡Más que tú, sólo Dios, sólo Dios!

1. Con torrentes de luz que te inundan


Los Arcángeles besan tu pie,
Las estrellas tu frente circundan
Y hasta Dios con orgullo te ve.

2. Pues llamándote Pura y sin mancha,


De rodillas los mundos están,
Y tu espíritu arroba y ensancha
Tanta fe, tanto amor, tanto afán.

3. ¡Ay! Bendito el Señor que en la tierra


Pura y limpia te pudo formar;
Como forma el diamante en la sierra,
Como cuaja las perlas el mar.

4. Y al mirarte entre el ser y la nada,


Modelando tu cuerpo, exclamó.
«Desde el vientre será Inmaculada,
Si del suyo nacer debo Yo».

5. Ella pide virtudes por palmas,


Corazones por templo y altar,
Para luz de sus ojos las almas
Que pretenden su amor cautivar.

6. Y en las iras de Dios las esconde


Y le grita al sonar la explosión:
«¡Son mis hijos, piedad». Y El responde:
«¡Son tus hijos! Piedad y perdón!»

170
II
Pues concebida
Coro Fuisteis sin mancha,
¡Ave María,
Llena de gracia!

1. Oh Virgen Madre, 3. En todo tiempo


dulce abogada, Tú nos amparas
Refugio nuestro, Mas en la muerte,
firme esperanza. Con más constancia.

2. A Ti suspiran 4. Haz que tu Hijo


Todas las almas Nos dé su gracia,
Arrepentidas: Y en ella siempre
Oye sus ansias. Perseverancia.

III

¡Oh Virgen Sacrosanta


Coro la más pura y hermosa.
Tu Concepción dichosa
Mi voz ensalzará.

1. Oh cándida azucena, 3. Mitiga nuestras penas


Suavísima y fragante, Calma nuestro dolores
Desde el, primer instante Y eternales loores
Exudas puro olor. Tus hijos te darán.

2. Oh celebrada Reina 4. Disipa las tinieblas


De sus eternos cantos; De nuestra oscura mente
Consuelo de los llantos Y alcánzanos, clemente,
De la hijos de Adán. La gracia de Jesús.

171
IV

¡Oh María, Madre mía!


Coro ¡Oh consuelo del mortal!
Amparadme y guiadme
A la patria celestial.

1. Con el Angel, de María


Las grandezas celebrad,
Trasportados de alegría,
Sus finezas publicad.

2. Quién a Ti ferviente clama,


Halla gloria en el penar;
Pues tu nombre luz, derrama,
Gozo y bálsamo sin par.

3. De sus gracias Tesorera


La nombró tu Redentor,
Con tal Madre y Medianera,
No, no temas, pecador.

4. Pues te llamo con fe viva,


Muestra ¡oh Madre¡ tu bondad
A mi vuelve compasiva
Esos ojos de piedad.

5. Hijo fiel, quisiera amarte


Y por Ti solo vivir;
Y por premio de ensalzarte.
Ensalzándote morir.

6. Del Eterno las riquezas


Por Ti logre disfrutar,
Y contigo sus finezas
Mil y mil siglos cantar.

172
V

Te aclamamos
Coro Abogada
Madre amada
Del Creador.

1. Bella rosa 3. Flor que excede


Purpurina, En hermosura
Peregrina A la albura
"Del amor; Del jazmín;
Flor preciosa Flor que admira,
Trinitaria, Arrobado,
Pasionaria El alado
Del dolor. Querubín.
2. Blanco lirio 4. En tu cáliz
De belleza, Sin mancilla,
De. pureza Flor sencilla,
Sin igual; Se encarnó
Que perfuma El rocío
Con su esencia, Que del cielo
La existencia Por consuelo
Del mortal. Descendió.

VI

Madre amante,
Brinda a mi alma
Dulce calma
Coro De virtud,
Y protege
Bondadosa
Mi luctuosa
Juventud.

173
1. De mis penas, 3. Allí arriba
Mi quebranto, Tu morada,
De mi llanto Prenda amada
Ten piedad; Del Criador,
Y consuela Do proclamas
Con dulzura La victoria
Mi amargura, De la gloria
Mi orfandad. Del Señor.

2. Tierna escucha 4. Coronada,


De mi pecho, De diamantes
Ya deshecho Rutilantes
De dolor De rubí,
Este canto, Esta queja
Que te envía Y este acento
Melodía Raudo el viento
De mi amor. Lleve a Ti

VII

Dios te salve, Reina y Madre


Coro Madre de misericordia;
Al pie de la cruz constante
Afligida y dolorosa

1. Vida, dulzura, esperanza,


Sálveos Dios, toda hermosa,
Y aunque estéis atribulada
No falta quien os conozca
2. En el preciso destierro,
A Voz llamando sollozan
Los hijos de aquella madre
Injustamente curiosa.
3. A Vos, Reina de hermosura,
Suspiran, gimen y lloran
En aqueste triste valle
De lágrimas y congojas.

174
4. Ea, pues, Señora mía,
Abogada nuestra toda
Vuelve a nos esos tus ojos,
Ojos de mansa paloma.
5. ¡Oh clemente, de clementes!
¡Oh de las pías, piadosa!
¡Oh cómo os reconocemos Siempre misericordiosa!
6. ¡Oh dulce Virgen María!
Sed nuestra intercesora,
Para que seamos dignos
De las promesas dichosas.

VIII

Dios te salve, María,


Coro Llena eres de gracia,
El Señor es contigo,
Nos dé su gracia.

1. Divina María 4. En mis aflicciones


Luz del alma mía, Me causa alegría
Espejo sin mancha, Siempre que te imploro,
fuente cristalina. Divina María.

2. Al verte, ¡oh María! 5. A tu amparo vengo


Al verte tan linda Buscando piedades
El alma y la vida Reina de los cielos
Llenáis de alegría. No nos desampares.

3. ¡Oh bella María! 6. Acoje, ¡oh Madre!


Tu nombre me alivia Dentro de tu manto
En tantos dolores A los que te llaman
En tantas fatigas. Gimiendo y llorando.

175
IX

Ya lo juré, soy hijo de María,


Coro Hermano soy del mismo Salvador
Antes morir, ¡Oh dulce Madre mia!
Antes morir que perder tu favor, (bis)

1. Mi corazón rebosa de alegría


Al contemplar tan alta dignidad;
¡Pues hijo soy de la feliz María,
Antes morir que ofender tu bondad! (bis)

2. Oigo la voz del mundo que me llama;


Por un placer, por un humo de honor
¿Podré dejar a la que tanto me ama?
Antes morir que faltar a tu amor, (bis)

3. Madre de Dios, en la última agonía


Me llamarás a tus pies con amor,
Y volaré… ¡Qué dicha, que alegría!
Antes morir que pierda tu favor, (bis)

Ave, Ave, gracia plena.


Coro Ave, dichosa María
En los cielos y en la tierra
Alabemos a María.

1. Mar de consuelo es María


Muro de la Santa Sión
Maestra de grandes virtudes
Madre eres del pecador.
2. Aurora que anuncias dicha,
Arca de la salvación,
Alegría de los justos,
Amparo del pecador.

176
3. Reina misericordiosa,
Rayo del eterno Sol,
Remedio a toda dolencia,
Refugio del pecador.

4. Incendio de caridad,
Imagen pura de Dios,
Imán de los corazones,
Iris para el pecador.

5. Antorcha en las tinieblas,


Alivio en nuestro dolor,
Abogada en nuestra causa,
Asilo del pecador.

XI

Coro Vuelve, Señora, tus ojos


Llenos de misericordia.

1. De cuantos a tus umbrales


Suspiran, gimen y lloran.
2. Por el alto privilegio
De tu Concepción dichosa.
3. Porque nacisteis al mundo
Cándida y brillante aurora.
4. Porque con vuestra hermosura
Al mismo Dios aficionas.
5. Porque jamás desamparas,
A cuantos tu nombre invocan.
6. Dando mayores socorras
En cuantas son sus congojas.
7. Las súplicas repetimos
Diciendo a voces, ¡Señora!

177
XII

Gloriosa María
Coro Madre de mi Dios
Oye los gemidos
De este pecador.

1. En aquel día amargo 3. Cuando en mi agonía


Lleno de aflicción, El demonio atroz
Cuando de la muerte, Arme fuerte guerra
Me asalte el horror. Por mi perdición.

2. Cuando mis pecados 4. Virgen Soberana,


Con fiero rigor Madre de mi Dios,
Atormenten crueles En cuya presencia
Mi imaginación. No hay tribulación.

XIII

Bendita sea tu pureza


Coro Y eternamente lo sea,
Pues todo un Dios se recrea
En tan graciosa belleza.

1. En el llanto y la tristeza
Eres un grande consuelo
Al que dice con anhelo
Bendita sea tu pureza.

2. Quien en trabajos se vea


Debe decir humillado
Vuestro nombre Bea elogiado,
Y eternamente lo sea.

3. En tus virtudes se emplea


Y en tu pura castidad
La misma Divinidad
Pues todo un Dios se recrea.

178
4. Dios te dio la fortaleza
Para triunfar del pecado,
Por eso se ha recreado
En tan graciosa belleza.

5. La Trinidad en fineza,
De mil gracias te llenó
Y con gracias te adornó
A Ti, celestial Princesa.

6. Eres perfecta alegría


De los tristes desterrados,
Por Ti se ven consolados,
Virgen sagrada María.

7. El dolor que en la agonía.


De mi muerte he de tener
Cuando llegue a padecer,
Te ofrezco desde este día.

8. Con fervor y devoción


Lleno de grande confianza
En Ti pongo mi esperanza
Alma, vida y corazón.

9. En la tierra de aflicción,
En este mar de quebranto
Donde padecemos tanto
Míranos con compasión.

10.En tanta melancolía,


Abismados de dolor:
Te encarezco con fervor.
No nos dejes, Madre mía.

179
XIV

Salve, salve, gran Señora,


Coro Salve, poderosa Madre,
Salve, Emperatriz del cielo,
Hija del Eterno Padre.

1. Templo de la Trinidad,
Y puerta del cielo abierta
Que para que todos entren
Descendisteis hasta la tierra.

2. Madre tan grande y sublime


Tan soberana y excelsa
Que hacerte mayor no puede
Ni Dios con su omnipotencia.

3. Madre piadosa, que siempre


El ser Madre desempeñas
En los conflictos prestando
Tus gracias a manos llenas.

4. Cuando caído tú me levantas,


Si triste, tú me consuelas,
Si estoy enfermo me sanas,
Y si débil me das fuerzas.

5. Pues nunca se ha oído


Ni en algún siglo consta
Llorase desamparado
El que recurre a tus puertas.

6. Pues nadie se ha de salvar,


Sin que tu amor intervenga.
En tus manos desde ahora
Mi espíritu se encomienda.

180
XV

Coro Ave, Ave, Ave, María


Ave, Ave, Ave, María

1. Cantad a María Qué dulce es ¡oh


Cantad en su honor, Madre!
Tejedle guirnaldas, Venirte a cantar.
Guirnaldas de amor. 4. Celeste Señora,
2. La Virgen bendita Divina Beldad,
Sonríe de amor, El cielo te adora
Cuando oye a sus hijos La tierra y el mar.
Tan grata canción. 5. El mismo saludo
3. De nuevo nos tienes Que el Angel te dio
Al pie de tu altar, Repiten tus hijos
Cantando, a una voz.

XVI

Coro A tu amor nos acogemos,


María, ruega por nos.

1. Vuestro amparo buscan 3. Vuelve ya a nosotros


Benigno y suave, ¡Oh piadosa Madre!
Hoy los desterrados Esos bellos ojos
En aqueste valle. Llenos de piedades.

2. A ti, pues, clamamos 4. Si por nuestras culpas,


Buscando piedades Penas a millares
Ea, pues, Señora Merecemos todos,
No nos desampares. Tu favor nos salve

XVII

A ti suspiramos,
Coro Contigo clamamos
Al cielo volar.

181
1. Escucha, tierna Madre, 3. Gozar espero entonces
Cuál es mi vivo anhelo La luz de la belleza,
Volar, volar al cielo La luz de la pureza,
Tu dulce rostro a ver. Tu bello rostro al ver.
Volar quisiera al cielo, Volar quisiera etc.
Tu dulce rostro a ver.
4. Entonces, Madre mía,
2. Tan bella, tan amable Mi dicha soberana
Quien como tú, María, Será cantarte ¡Hosana!
¡Ay cuanto el alma ansia! Tu rostro siempre al ver.
Tu faz radiante ver. Volar quisiera etc.
Volar quisiera etc.

XVIII

Con dulce amor cada día


Coro Y con tierno corazón
Rezaré con devoción
El Rosario de María.

1. A tus plantas, ¡oh María!


Míranos hoy acudir;
Te rogamos, Virgen pia,
Que nos quieras bendecir.

2. Míranos en este suelo,.


Tú que reinas en Sión
Da a tus hijos el consuelo,
Pues están en la aflicción.

3. Tu oración ¡Oh dulce Madre!


Da esperanza al pecador;
Pues la escucha siempre el Padre,
Con agrado y con amor.

4. Tú remedias nuestros males,


Tú procuras nuestro bien,
Con tus gracias celestiales,

182
Sé, sin fin, nuestro sostén.

5. Haz de nuestro pecho amante,


De virtudes un vergel;
Y no cese ni un instante.
De morar Jesús en él.

6. Oye. Madre, nuestras preces,


Nuestros votos y clamor,
Que muramos cien mil veces
Antes que perder tu amor.

XIX

Venid y vamos todos


Coro Con flores a porfía
Con flores a María
Que Madre nuestra es.

1. De nuevo aquí nos tienes,


Purísima Doncella,
Más que la luna bella,
Postrados a tus pies.

2. Venimos a ofrecerte
Flores del bajo suelo
¡Con cuanto amor y anhelo
Señora, Tú lo ves!

3. Con ellas te ofrecemos


Rendidos corazones,
Pidiéndote los dones
Que rica Tu posées.

4. Por ellas te rogamos,


Si no lo desmerecen,
Las que en la gloria crecen,
En cambio Tú nos des.

183
5. No nos dejes un punto,
Que el alma, pobrecilla,
Cual frágil navecilla,
Sin Ti, dará al través.

6. Tu poderosa mano,
Defiéndanos, Señora,
Y siempre desde ahora,
A nuestro lado estés.

XX

¡Dulcísima Virgen,
Coro Del cielo delicia!
La flor que te ofrezco
Recibe propicia.

1. Benéfico hiere 4. Así agradeciendo


Lumínico rayo Su noble destino,
Del sol que engalana La gloria publican
Las flores de mayo. Del dueño divino.

2. Los prados semejan 5. Mostrad hoy a gala


Amenos jardines, Mayor lozanía.
Sembrados de rosas Que va a recibiros
Y suaves jazmines. La Virgen María.

3. Risueñas se abren, 6. El alma, Señora,


Y el cáliz asoma, Yo pobre aunque soy,
Y esparcen en torno Con todas mis ansias
Balsámico aroma. Rendido te doy,

XXI

Coro Oh Madre mía


Eres mi amor,

184
1. Virgen María 3. Cuando irritado,
Eres mi amor, En su furor,
Mi luz, mi guía El cielo brama
Mi galardón; Que causa horror,
En dulce llama Tu mano tiendes
Mi pecho inflama, ¡Ay! bienhechora
Cual la que ardía Al que confía
En tu corazón. En tu favor.

2. Eres la aurora 4. Constantemente


Del pecador, Eres mi amor,
El que te implora Mi pecho ardiente
Tendrá perdón; Te lo probó:
Por eso ahora, Y, amante, juro
Bella Señora, Con más ternura,
Mi voz repite En noche y día,
Con gran fervor. Cantar tu amor.

XXII

Adiós, Virgen María


Coro Dulce prenda de amor
Adiós Madre querida,
Adiós, adiós, adiós.

1. Adiós, Reina del cielo, 3. Mas, dejarte ¡Oh María!


Madre del Salvador: No acierta el corazón;
Dulce prenda adorada Te lo entrego, ¡oh Señora!
De mi sincero amor. Dame tu bendición.

2. De tu divino rostro 4. Adiós, del cielo encanto,


La belleza al dejar, Mi delicia y amor:
Permíteme que vuelva Adiós, oh Madre mía,
Tus plantas a besar. Adiós, adiós, adiós.

185
Lo que se ha de pensar siempre

Yo ¿para qué nací? ¡para salvarme!


Que tengo que morir, es infalible;
Dejar de ver a Dios y condenarme,
Dura cosa será, pero posible.
¡Posible! ¿y río y duermo y quiero holgarme?
¡Posible! ¿y tengo amor a lo visible?
¿Qué hago, en qué me ocupo, en qué me encanto?
Loco debo ser, si no soy santo.

CANTOS A SAN JOSÉ

¡José! nuestra plegaria


Coro Escucha con amor,
Y séanos en la muerte
Piadoso defensor.

1. Pues Dios, de nuestra muerte


Te hizo el abogado
Acude a nuestro lado
Al tiempo de morir;
Que nuestros labios puedan
Durante la agonía,
«Jesús, José y María»
Mil veces repetir.

2. En tu piadosa muerte
Jesús te consolaba,
María te ayudaba
Amante a bien morir.
Concédenos ¡Oh Santo!
Muramos de esta suerte,
Y séanos la muerte
Más dulce que el vivir.

186
3. Contigo nos asistan
Durante la agonía,
Tu Esposa fiel, María,
Y el dulce buen Jesús;
Y ruégales piadoso
Infundan en nuestra alma
Profunda paz y calma,
Con su especial virtud.

4. Sé, Tú, nuestro abogado


En el tremendo juicio,
Haciéndonos propicio
Al Juez universal;
Y siendo de El absueltos,
Contigo al cielo iremos,
Do siempre gozaremos
De dicha sin igual.

II

Oh José, tu favor imploramos


Coro En tus brazos queremos morir
Y después de morir esperamos
Hasta el cielo contigo subir.

1. ¡Oh Patrón de la muerte dichosa!


Que moriste en los brazos de Dios
Invocamos tu ayuda valiosa
Cuando llegue la muerte veloz.

2. En aquellos momentos de lucha,


En que suelea las fuerzas faltar,
¡Oh José! nuestros ruegos escucha,
Nuestras lágrimas ven a enjugar.

187
3. No permitas, José cariñoso,
Que muramos sin gracia de Dios,
Antes bien rebosando de gozo
De la muerte escuchemos la voz.

4. Haz que al cielo contigo volemos,


Y que allí nos admita Jesús,
Que a la Virgen y Santos cantemos
Entre efluvios de célica luz.

Coros

1. ¡Oh José venturoso! 2. ¡Oh tiernos corazones!


Padre del mismo Dios Que amáis al justo y santo,
Desde tu excelso trono Celebre vuestro canto
Benigno míranos. Las glorias de José.

CANTOS A SAN FRANCISCO

GOZOS

¡Oh Serafín abrasado,


Coro Imagen del Redentor
Transformadnos por amor
En Cristo Crucificado.

1. En un pesebre nacisteis,
Con que de alta santidad,
En muy profunda humildad,
Los fundamentos pusisteis
Y sobre ellos constituisteis
Vuestro edificio elevado.

188
2. Raro ejemplo de pobreza
Dais al mundo hambriento de oro
Y mostrando ser tesoro
Lo que él tiene por vileza;
Bienes, vestido y riqueza
Por ser rico habéis dejado.

3. Hecho volcán encendido


En llamas de caridad,
Socorréis con piedad
Al leproso y al tullido,
Al enfermo y desvalido,
A todos todo entregado.

4. Con saeta de amor herido


Bebéis divino licor
Para apagar vuestro ardor,
Y exclamáis más encendido:
Vos para mi, mi Querido,
Y yo para Vos mi Amado.

5. Con ternuras deliciosas


Os halaga vuestro Esposo,
Y vos, Francisco, gozoso
Con palabras amorosas:
Dios mío y todas mis cosas,
Le decís enamorado.

6. Cual tortolilla llorando


Con doloroso suspiro
Del Alverna en el retiro,
Viene un Serafín volando,
Y su efigie en vos grabando.
Quedáis en él transformado.

7. Desnudo en el duro suelo


Queréis, Francisco, morir,
Para con Cristo vivir,

189
Y con más ligero vuelo
Dejar el mundo, ir al cielo,
Para ser galardonado.

8. Rocío de bendiciones
Desde el cielo derramad;
Con santo fuego inflamad
Nuestros fríos corazones;
Y alcanzadnos ricos dones
Del Sumo Bien increado.

CANTOS A SAN ANTONIO

I
Los ruegos escucha,
Coro Antonio clemente,
Que el pueblo doliente
Dirige hacia ti.

1. De angustia oprimido, Y amante paloma


El pueblo te aclama; Le ofrece tu pecho
Atiende el gemido Suavísimo lecho
Que eleva a tu altar, Y grata quietud.
Y pío derrama
Las gracias del cielo 3. Mil claros portentos
Y trueca en consuelo Dispensa tu mano;
Su amargo llorar. Amansa los vientos
De atroz tempestad;
2. Del lirio exhalando El género humano
El célico aroma Te invoca en sus penas,
Atraes con blando Y al punto serenas
Arrullo a Jesús; Su cruda ansiedad.

190
4. Das pan al hambriento, 5. La Patria angustiada
Vestido al desnudo; Su fe te confía,
De viuda el lamento Herencia preciada
No olvidas jamás; Que asedia Satán;
Hablar, claro al mudo, Tus huestes envían,
Al huérfano madre, Al recio conflicto
¡Oh próvido Padre! De Cristo ¡oh invicto
Benigno les das. Leal Capitán.

HIMNO DE LA JUVENTUD ANTONIANA

A la lid, Antonianos valientes


Coro Tremolemos de Antonio el pendón,
Dios lo quiere, y cual nuevos Cruzados
Renovemos al noble Ecuador.

1. A la sombra del gran Taumaturgo


Que en sus brazos le ríe Jesús
Triunfaremos del vicio reinante
Reinará sobre todo la Cruz.

2. San Antonio nos mira del cielo


Nuestros pechos inflama en ardor
Nos augura victoria esplendente
Y nos brinda la palma de Dios.

El Responsorio Si buscas milagros etc., se halla en la página


144.

Coros

San Antonio glorioso, Santo bendito


Amante de Jesús, Que todo lo puedes
Al pueblo piadoso A nuestro ruego
Socorre con tu luz. Benigno atiende,

191
Ante vos hoy, Antonio, arrodillado
Este pueblo os implora con fervor:
Pues que sois de Jesús tan gran privado
Escuchad compasivo su clamor.

GOZOS AL GLORIOSO SAN ANTONIO

Pues vuestros santos favores


Dan de quien sois testimonio:
Humilde y glorioso Antonio,
Rogad por los pecadores.

1. Vuestra palabra divina


Forzó a los peces del mar
Que saliesen a escuchar
Vuestro sermón y doctrina;
Y pues fue tan peregrina,
Que extirpó diez mil errores.
Humilde, etc.

2. Vos sois de la tempestad


El amparo milagroso,
Del incendio riguroso
Agua de la caridad;
Puerto de seguridad
Del mar y de sus rigores.
Humilde, etc.

3. Sanáis mudos y tullidos,


Paralíticos, leprosos,
Endemoniados, furiosos,
Restituís los sentidos,
Volvéis los bienes perdidos,
Y curáis todos dolores.
Humilde, etc.

192

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