Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Ya desde su nacimiento estaba claro que el puente de Tacoma era algo especial.
Y no precisamente por su diseño o sus dimensiones, sino porque disfrutaba de
una particularidad única: era el único puente del mundo que hacía doblete como
atracción de feria. Los suaves vientos de la zona hacían que el tablero del puente
subiese y bajase cada pocos segundos. Evidentemente, eso no era lo que debía
suceder, pero al público le encantó. Los conductores recorrían decenas de
kilómetros para cruzar por “Gertrudis galopante,” como la bautizaron los obreros
que la construyeron. Eso eran buenas noticias, no sólo para el turismo local, sino
para la cuenta de resultados del puente, que era de peaje.
Cada vez que un vórtice abandona el puente por la parte superior, crea una
fuerza de arriba abajo; cuando lo hace por la parte inferior, la fuerza tiene sentido
opuesto. Si coincide con una de las frecuencias naturales del puente, tendremos
resonancia.
Pero antes de que Farquharson pudiese seguir sus investigaciones, llegó el día
del desastre. El 7 de noviembre de 1940, cuatro meses después de su
inauguración, los vientos en la zona eran más fuertes que lo habitual, unos 65
km/h. Hacia las diez de la mañana, el puente se vio sacudido por fuertes
movimientos de torsión. El tablero central no se limitaba a subir y bajar
suavemente, sino que se retorcía de una forma que solamente podemos calificar
como salvaje.
Los resultados del estudio realizado para esclarecer las causas muestran que sí
hay un efecto de torsión a 0,2 Hz, tanto más violento cuanto mayor fuese la
velocidad del viento. Experimentalmente, pues, el túnel de viento muestra que el
puente debió romperse, y eso es exactamente lo que hizo. Pero no se trató de
un fenómeno de resonancia.
Digamos que la torsión es en el sentido de las agujas del reloj. Ahora el trazo
vertical izquierdo de la H está más elevado que el de la derecha. La
consecuencia es que el viento, que viene del lado de la izquierda, genera en la
parte superior un remolino más grande que en la parte inferior.
Pero si el viento sopla con fuerza, el remolino recorrerá el puente con rapidez y
saldrá por el lado de la derecha antes de que el tablero del puente haya vuelto a
la horizontal. Cuando la torsión sea la opuesta, será la parte inferior la que
genere un remolino. Ahora el abuelo está empujando el columpio desde atrás,
corre hacia delante y vuelve a empujar en sentido opuesto. En ambos casos, los
efectos se refuerzan. Y lo hacen de modo espectacular.
Eso es lo que pasó en el puente de Tacoma Narrows. Cada vez que se inclinaba
lateralmente, se generaban remolinos, los cuales ejercían un momento de
torsión que retorcía el puente cada vez más. A cada oscilación, la torsión crecía,
lo que incrementaba el tamaño de los remolinos, que a su vez aumentaba la
torsión, y así sucesivamente. El efecto es un “bombeo” de energía del viento al
puente. En apenas una hora, la energía cinética acumulada partió el puente y lo
hizo añicos.