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El proceso se encuentra sembrado de respuestas que dan los órganos judiciales a los litigantes. Cada una
de ellas, al dirimir un punto de conflicto, habrá de favorecer a una de las partes en desmedro de la otra.
Lo ideal es que esa respuesta sea perfecta y, por ello, justa. Frente a lo justo no hay posibilidad de
cuestionamiento alguno.
Sin embargo, muy lejos estamos de ese estado idílico, ya que los jueces son falibles y muchas veces
incurren en errores al resolver un planteo llevado por los litigantes. Por otro lado, es normal que la parte
derrotada en la litis tienda a considerar injusto o errado el fallo que no la favorece y pretenda
modificarlo en un sentido más beneficioso para sus intereses.
Por tales motivos, y partiendo de la falibilidad de los magistrados, es que el orden jurídico debe
proveer herramientas para que se canalice el intento revisor y así determinar si es cierto lo que se
señala o bien se trata de un simple e infundado intento dilatorio.
Frente al primero de los casos será necesario dejar sin efecto la resolución injusta para dictar una nueva
norma individual que armonice con el orden jurídico todo (es decir, una nueva sentencia).
Frente al segundo de los supuestos, fallo correcto, se procederá al rechazo del intento revisor y la
confirmación del decisorio atacado.
Esta valoración la realiza un órgano distinto a aquel que la dictó.
De tal modo, al intervenir un nuevo órgano judicial que controla el fallo, se reduce el riesgo de error.
Cuantas más instancias revisorias existan, mayor será la justicia que podrá lograrse con los
pronunciamientos judiciales. Pero al mismo tiempo, los procesos se alongan y el valor seguridad
jurídica se debilita porque los conflictos no terminan de encontrar su solución final con fuerza de cosa
juzgada.
2) RECURSOS
Se denomina recurso al acto procesal en cuya virtud la parte que se considera agraviada por una
resolución judicial pide su reforma o anulación, total o parcial, sea al mismo juez o tribunal que la dictó o
a un juez o tribunal jerárquicamente superior.
Fundamentos
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La razón de ser de los recursos reside en:
1) La falibilidad del juicio humano y en la consiguiente conveniencia de que, por vía de reexamen,
las decisiones judiciales se adecúen en la mayor medida posible a las exigencias de la justicia.
2) La unificación de la jurisprudencia en la aplicación del derecho, del tribunal inferior al de mayor
jerarquía.
Principios generales
* Forma - los recursos deben ejercitarse por regla, de conformidad con el procedimiento prescripto por
los códigos rituales.
* Prohibición del ejercicio “ad eventum” - no pueden proponerse en forma subsidiaria, sino en forma
directa y principal, salvo la reposición con apelación en subsidio.
a) Remedios y Recursos - la doctrina formula una distinción entre remedios y recursos. Mientras que los
primeros tienen por objeto la reparación de errores procesales, y su decisión se confía al propio juez que
incurrió en ellos, los segundos persiguen un nuevo examen por parte de un tribunal jerárquicamente
superior, llamado a ejercer un control sobre la justicia de la resolución impugnada. Es más apropiado
caracterizar a los recursos como una especie dentro de los remedios.
b) Principales e incidentales - son principales los recursos destinados a atacar las decisiones que ponen
fin al pleito, e incidentales los que se dirigen contra las providencias interlocutorias.
c) Recursos ordinarios y extraordinarios - la clasificación básica de los recursos está determinada por el
carácter ordinario o extraordinario de aquellos.
Para distinguir a los recursos ordinarios de los extraordinarios debe buscarse en la mayor o menor
medida de conocimiento que respectivamente acuerdan a los tribunales competentes para conocer de
ellos.
Mientras que los ordinarios se hallan previstos para los casos corrientes y tienen por objeto reparar
cualquier irregularidad procesal (error in procedendo) o error de juicio (error in iudicando), los
extraordinarios se conceden con carácter excepcional, respecto de cuestiones específicamente
determinadas por la ley.
Para que los recursos tengan cabida, debe invocarse un vicio que, a su vez, cause un agravio al
impugnante, ya que de no darse esta situación, carecería de sentido el ataque.
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El vicio del decisorio se erige en el antecedente de los recursos, ya que, en definitiva, a través de estos se
pretende enmendar a aquel, y todo ello con evidente finalidad de evitar el agravio al litigante.
Es por eso que existe una trilogía vicio (error defecto) – agravio – recurso. El primero es el antecedente
del segundo y, a su vez, este es la antesala del último.
En efecto, el vicio del pronunciamiento es el germen o causa del agravio, y si el mismo se configura, el
ataque debe tener éxito.
Vicio y error
Es preciso apuntar que los términos de vicio y error son utilizados como sinónimos, lo que significa que
no son esgrimidos en su acepción técnica como defectos de la voluntad, sino como imperfección del acto
sentencial, por lo cual para su aparición en nada influye si el juzgador se equivocó a sabiendas o no, lo
trascendente para el tema es el resultado, la consecuencia. Por ello lo que importa a estos fines es que
haya existido un error decisorio, sin que nos deba preocupar si el magistrado produjo el yerro de buena
o mala fe.
- “Error in iudicando”(vicios del juicio) – este error no afecta a los medios de hacer el proceso, sino
a su contenido. No se trata ya de la forma, sino del fondo, del derecho sustancial. Este error
consiste en aplicar una ley inaplicable, o aplicar mal la ley aplicable o en no aplicar la ley
aplicable.
Forma de atacarlos
El recurso dado para reparar el defecto en los medios señalados por el derecho procesal para la
dirección del juicio es la nulidad o anulación.
5) LEGITIMACIÓN
El derecho de impugnar un fallo está supeditado al cumplimiento de una serie de requisitos, unos
subjetivos, es decir que el que lo interponga revista la calidad de parte, haber recibido un perjuicio, e
incoar el embate ante el órgano habilitado para resolverlo; y otros objetivos, en el sentido de que el
carril debe ser idóneo para el fin propuesto, y jurídicamente posible.
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Partes
Para recurrir hay que revestir la calidad de parte, y tal condición se extiende no sólo a quien lo haya sido
efectivamente en el juicio, sino también al que haya podido serlo. Un tercero también estaría, en
algunos casos, legitimado para el ataque.
El interviniente voluntario puede entrar al proceso en cualquier momento y, por ende, atacar el fallo, sin
embargo tal actitud no deviene automáticamente, ya que éste debe acreditar su interés y el juzgador
debe dar traslado a las partes.
Otro ejemplo es el del asesor de menores cuando actúa promiscuamente.
Hemos visto que por vía de principio está legitimado para recurrir el que ha sido parte, si además ha
sufrido un agravio en el trámite judicial. Desde esta perspectiva los terceros carecen de dicha potestad
impugnatoria, pues la cosa juzgada no les alcanza a ellos.
La interposición de los recursos debe realizarse dentro de un plazo perentorio, que comienza a correr, si
es individual, desde la notificación de la resolución respectiva a cada litigante, y si es común, a partir de
la última.
Distintos plazos
Suspensión e interrupción
El CPCC no le da a esta temática un tratamiento específico al abordar los recursos, pero toca la cuestión
en la parte general.
De lo dicho se infiere que el mencionado cuerpo legal consiente la suspensión convencional por un plazo
máximo de 20 días, y la suspensión obligatoria, que debe ser decretada por los jueces en los casos de
fuerza mayor o causas graves.
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Otro caso de suspensión del plazo es la muerte o incapacidad del mandatario, los que se reanudan
cuando se apersona el nuevo apoderado o vence el término fijado por el juez.
Por último, cabe decir que la interrupción sólo aprovecha al perjudicado, por lo que no podrá ser
invocada por quien no ha sido afectado. Por su parte, los jueces están investidos del poder-deber de
interrumpirlos o suspenderlos por causas graves o fuerza mayor que hicieren imposible la realización del
acto.
Los efectos están vinculados, por un lado, con la ejecución de la resolución del recurso, y por el otro, con
la oportunidad en que aquel debe ser sustanciado y decidido.
Terminología
Aunque estrictamente la terminología adecuada sería la de apelación con y sin efecto suspensivo, el
Código habla de apelación en efecto suspensivo y de apelación en efecto devolutivo, manteniendo una
expresión que si bien sólo tiene un fundamento histórico, está avalada por un antiguo uso judicial que la
ha dotado de una significación inequívoca.
Por efecto devolutivo se entiende la remisión del fallo al órgano superior que está llamado, en el orden
de la ley, a conocer de él. La jurisdicción se desplaza del juez apelado al juez que debe intervenir en la
instancia superior. La sumisión del superior hace cesar los poderes del juez “a quo”.
El superior asume la facultad plena de revocación de la sentencia recurrida, dentro de los límites del
recurso. Sus poderes consisten en confirmar íntegramente el fallo, de confirmarlo en una parte y
revocarlo en otra, y de revocarlo íntegramente.
Efecto suspensivo
Este consiste en la atenuación provisional de los efectos de la sentencia, una vez introducido el recurso
de apelación. Interpuesto el recurso sus efectos quedan detenidos.
El efecto suspensivo depara a la sentencia apelada la condición de expectativa. Pendiente el recurso, no
es una sentencia sino un acto que puede devenir en sentencia, cuando se determine definitivamente la
conclusión que se admita en segunda instancia.
Sólo frente a una especial disposición de la ley que lo autorice, será posible al juez disponer el
cumplimiento de la sentencia apelada y otorgar tan sólo con efecto devolutivo el recurso de apelación.
El efecto diferido
De acuerdo con la oportunidad en que el recurso de apelación debe ser sustanciado y resuelto, aquel
puede ser concedido en efecto inmediato o diferido.
Trámite
Como principio general, el recurso de apelación procede siempre en efecto suspensivo, a menos que la
ley disponga que lo sea en el devolutivo.
La concesión del recurso sólo suspende la competencia del juez inferior y no cabe la ejecución de lo
decidido por él, hasta tanto recaiga resolución definitiva del tribunal superior.
Cuando la apelación procede en efecto diferido, el escrito de interposición del recurso debe presentarse
dentro del plazo de cinco días contados desde la notificación de la resolución que se intenta impugnar.
Si se trata de procesos ordinarios, las apelaciones concedidas en dicho efecto deben ser fundadas ante la
Cámara respectiva, dentro del quinto día de notificada la providencia que ordena poner el expediente en
la oficina, y ser resueltas con anterioridad a la sentencia definitiva.
En los procesos de ejecución, deben fundarse en el escrito de interposición del recurso deducido contra
la sentencia definitiva y resolverse juntamente con aquel.
Los poderes del superior en el recurso tienen dos limitaciones fundamentales. La primera es la
prohibición de la “reformatio in peius”; la segunda es la derivada del principio denominado de la
personalidad de la apelación.
La reforma en perjuicio consiste en una prohibición al juez superior de empeorar la situación del
apelante, en los casos en que no ha mediado recurso de su adversario.
Fundamento
Esta limitación se asienta en la garantía constitucional de la defensa en juicio (Art.18 CN), y el derecho a
la propiedad (Art. 17 CN). La propia Corte ha dado sustento constitucional ubicándola en el plano de las
garantías del proceso, garantías que tienden a asegurar la justicia.