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Centinelas
de la llamada

28 de febrero de 2003
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Vivir es responder a una
llamada

1. JESÚS ESTÁ EN LA EUCARISTÍA Y EN SU


PALABRA

En aquel tiempo, al ver Jesús a las gentes, se


compadeció de ellas, porque estaban extenuadas y
abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo
a sus discípulos:
- “La mies es abundante, pero los trabajadores son
pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande
trabajadores a su mies”.
Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad par
expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y
dolencia. Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el
primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago
el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y
Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el
Celote, y Judas Iscariote, el que lo entregó.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:
“No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de
Samaría, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y
proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad
enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad
demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”
(Mateo 9,36 – 10,8)

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2. Llegamos hasta ti, Señor

Señor, llegamos de diversos lugares, la sed de Dios,


el cuerpo marcado por la fatiga tu Cuerpo partido
del día o de toda la semana. y tu Sangre derramada...
El corazón, quizás herido, la mirada asombrosa de los niños
o lleno de un entrañable gozo... cuando descubren...
La cabeza repleta de preocupaciones
o vacía de tanta actividad. Cada vez que dos o más
nos reunimos en tu nombre...
Hemos venido, Cada vez que como hoy
quizá sin saber por qué, contemplamos tu presencia...
o porque por experiencia sabemos Meaux siempre es posible:
que tu mirada ilumina nuestra arde en ascuas nuestro corazón
oscuridad, y se cae la venda de nuestros
y tu ternura acoge nuestras fatigas. ojos...
También sabemos que a tu lado, Y cuanto tú te ocultas,
aunque a veces no sintamos nada, nos invitas a seguir nuestro
nunca podremos volver a decir camino,
que todo está irremediablemente porque sabemos que tú vas
perdido. delante.

En este silencio ante tu presencia


resuenan los ecos de mi existencia: Padre nuestro,
la amistad cálida o difícil, tú sabes que estamos de vuelta
el éxito compartido, de muchas cosas
el silencio, el lugar del encuentro, y es muy difícil ilusionarnos;
los momentos de interioridad hemos pretendido comenzar
o de gozo sosegado, tantas veces...
la vida cotidiana, En algunos momentos
o la vida simplemente, nos parece que sin resultados.
las elecciones difíciles, Sin embargo, estamos aquí,
los conflictos renovados, otra vez.
las heridas que vuelven a abrirse, Quisiéramos convertirnos
la búsqueda de sentido, sin hacer trampas,
la confesión de fe, para poder llegar a ser
o la increencia que me acecha, hombres y mujeres nuevos.
la Palabra de Jesús, Sabemos, Padre nuestro,

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que nos amas la vida de tu hijo Jesús.
y nos ofreces tu perdón. Creemos en tu misericordia.
Acompaña nuestro esfuerzo, Haz que busquemos tu perdón
para que, y nos preparemos a celebrar
libres de todo obstáculo, la Cuaresma y la Pascua.
podamos descubrir con alegría Amén

Leucemia, quimioterapia y ejercicios


espirituales

“En el verano de 8° de E.G.B. (era el año 1989)


mi tío sacerdote me pidió que le acompañara a
Santiago de Compostela, para preparar el
encuentro de jóvenes con el Papa, que iba a ser
un mes después. Pasé con él tres días
divertidísimos, aunque el viajé en coche se me
hizo muy largo. Paramos en un pueblo para
dormir, y a la mañana siguiente rezamos laudes
en una capilla pequeña. Rezamos con otros
sacerdotes, amigos de mi tío, y recuerdo que me
impresionó mucho la alegría con la que lo hacían y la unidad que
había entre ellos. Seguimos el viaje y al llegar al Pórtico de la Gloria,
en Santiago, me dijo mi tío que le pidiese al Apóstol lo que más
desease. Sin que él lo supiera, pedí que Dios me hiciera un sacerdote
santo. ¿Por qué pedí esto? No lo sé, antes no lo había pensado...
Bueno, siendo más pequeño había hablado con un jesuita, que nos
impresionaba a todos en el colegio por su entusiasmo, su amor a la
Virgen, y las historias de las misiones (porque él iba todos los
veranos a Guinea). Quizá cuando fui a Santiago ya tenía el deseo de
hacer algo grande, como lo que le escuchaba a este impresionante
jesuita.
Después de aquel "viaje relámpago" a Santiago, pasé un
verano bastante distraído. Sólo pensaba en motos y chicas... Al

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comenzar 1 ° de B.U.P. me tuvieron que ingresar en el hospital
Ramón y Cajal con una leucemia bastante avanzada. Además, la
quimioterapia complicó las cosas con una hepatitis, una septicemia,
neumotórax... Por eso, no me cabe duda que mi curación total y
repentina fue una intervención especial de Dios. Muchos amigos me
mostraron entonces su cariño, donando sangre, haciéndome visitas,
rezando por mi... Mis padres y hermanos (que entonces teman 4, 8,
12 y 19 años) sufrieron enormemente pero el Señor me salvó la vida.
Lo cierto es que salí de aquel trauma agradecido a Dios y con muchas
ganas de aprovechar la vida: los estudios, mi familia, mis amigos. ..
¡qué ganas de ser feliz, después de haber sufrido tanto!
Pero, con el paso de los meses, me fui desilusionando. Ni la
moto nueva, ni empezar a salir a Jácara y otras discotecas, ni los
buenos resultados en los estudios, ni las chicas, ni las fiestas, me
daban lo que yo necesitaba: nada llenaba los deseos que tenía
dentro... ¡Qué bien me lo pasaba... y qué vacío llegaba a casa los
viernes por la noche! Me interesé por la política, y empecé a
moverme en ambientes radicales. Pensaba que sólo es feliz el que se
entrega del todo a un ideal, y confundía la entrega total con adoptar
posiciones extremistas. Pero tampoco esto me satisfacía... Más bien
me llenaba de rencor y amargura. Lo peor es que no entendía lo que
me estaba pasando...
No sé por qué en la Navidad de 1990 busqué unos Ejercicios
Espirituales. ¡Qué tres días: los más intensos de mi vida! La primera
noche le dije al director que quería marcharme porque no me estaban
sirviendo de nada. Él me recomendó que esperara. Eso hice y fue un
acierto. A la mañana siguiente meditamos el pasaje del joven rico. En
la capilla pequeña de aquella casa de Ejercicios, delante de una
imagen de Cristo crucificado, me pareció entender de golpe toda mi
vida: mis deseos, mi tristeza... ¡que Jesucristo está vivo!, ¡que estaba
ahí conmigo, en el sagrario!, ¡que me quiere como soy! Entendí
claramente que nada me llenaba como aquello, que nada vale nada
comparado con Él, que tengo sólo esta vida para dársela a Él, y que
yo tenía que consagrar mi vida a estar con Él.

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Después el Señor me puso cerca todo lo que necesité.
Coincidí en la clase con el único chico de todo nuestro curso que
después iba a entrar al Seminario. Él me presentó a un sacerdote, y
"Rafa" fue desde entonces mi padre espiritual y mi mejor amigo. Lo
que más me ayudaba de él era su alegría contagiosa, su amor
apasionado a Jesucristo y a la Iglesia, y que "me tomó muy en serio"
desde el principio. Digo esto porque varios amigos y algún sacerdote
me decían que era demasiado joven para tomar una decisión así, que
tenía antes que conocer el mundo... (¡Con lo cansado que estaba ya
del mundo!). Lo demás "vino rodado": yo entré en el Seminario nada
más terminar COU. Por mí hubiera entrado antes... pero fue más
prudente esperar hasta entonces. En el Seminario del Cerro de los
Ángeles he pasado los cinco años más apasionantes de mi vida, y el
pasado 9 de octubre (de 1999) fui ordenado diácono.
(Manuel Vargas Cano, Madrid)

Dificultades y alegrías

Dificultades y alegrías en mi camino vocacional. La dificultad más


grande es buscarme "planes alternativos" a la voluntad de Dios: la
tentación más grande siempre es desear "contentar a Dios" haciendo
lo que a mí me gusta... A mí me gustaba estudiar, las chicas, la
música, la política, el cine. .. Muchas veces, antes de entrar al
Seminario, pensaba: “Pero si esto no es pecado... ¿Por qué no puedo
ser santo en la facultad de Empresariales, y salir con esta chica, en
lugar de ser sacerdote?" A veces llegaba a creérmelo... pero me
duraba poco... El corazón es un termómetro perfecto: lo que me deja
triste, lo que me encoge el alma, lo que me quita las ansias locas y
apasionadas de amar a Cristo, y me instala en una monotonía
placentera y gris... me aparta de la voluntad de Dios. Y esto, sólo
esto, es lo que hay que buscar: la Voluntad de Dios.
He ido superando estas dificultades con la ayuda de Dios (que recibo
en la Misa de cada día, en la confesión frecuente, en la oración

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personal ante el sagrario), y con los consejos de mi director espiritual.
¡Qué regalo de Dios es haber encontrado un santo sacerdote para la
dirección espiritual! Tengo alegrías todos los días. Otras veces, el día
transcurre normal, sin nada extraordinario... Pero lo realmente
extraordinario es la paz interior y la alegría serena que encuentro a
diario en Cristo. Este gozo no desaparece con los años, sino que se
afianza cada vez más.
¿Para qué quiero ser sacerdote? Quiero ser sacerdote para servir a
Cristo y a la Iglesia. Quiero "ser de Cristo", ser suyo, de su
propiedad, y dar mi vida por Él y por mi Madre la Iglesia. a la que
debo todo, a la que quiero amar sin reservas.
Deseo ser sacerdote "como la Iglesia los quiere": un hombre de fe y
de oración, lleno de Dios, "alter Cristus" ("otro Cristo"); un hombre
de Iglesia, obediente al Papa y su Obispo, hermano de los demás
sacerdotes, y padre para los fieles; un hombre de comunión, que
busca la unidad y no la polémica, que sabe reconocer lo que hay de
bueno en todos los hombres (creyentes y no creyentes) y que es capaz
de dialogar con la cultura de nuestro tiempo; un pastor que ama a sus
ovejas, que les predica la Palabra de Dios sin ambigüedad, les dedica
tiempo para curar las heridas (aunque esto le cueste horas de
confesionario), y que se ofrece cada día junto a Cristo en el sacrificio
de la Eucaristía; un hombre que tenga un corazón misericordioso
como el de Cristo, y se haga especialmente cercano a los que sufren,
a los pobres y a los que viven alejados; un sacerdote que vive su
vocación feliz e ilusionado, y que quiere dar a conocer a Cristo y
mostrar su identidad en todo: En la manera de hablar, de vivir, e
incluso (sin miedo) en la forma de vestir.
(Manuel Vargas Cano, de Madrid)

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Oración

- Para que no falten en tu Iglesia ministros que prediquen el


Evangelio a la humanidad necesitada de reconciliación y de
esperanza. Roguemos al Señor.
- Para que los que viven agobiados y desesperanzados
encuentren en los sacerdotes el consuelo y el aliento del Buen
Pastor, Roguemos al Señor.,
- Para que los jóvenes de nuestras parroquias y grupos estén
atentos para descubrir la voluntad de Dios y dispuestos a ser
sacerdotes, si ésa es su vocación, roguemos al Señor.
- Por el Seminario de nuestra Diócesis, por los formadores y los
seminaristas, roguemos al Señor.

Te rogamos, Señor,
por la intercesión de María,
que suscites en nosotros
niños y jóvenes abiertos a tu voluntad
y dispuestos a seguir
la vocación sacerdotal.
Envía a tu Iglesia sacerdotes,
que nos descubran el rostro de Jesucristo
y, por la acción del Espíritu Santo
nos introduzcan en tu Misterio
de Amor y Salvación,
para la vida del mundo.
Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén

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