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En psicoterapia, existe una relación entre grado de alianza terapéutica, percepción de cambio,

frecuencia de sesiones y estilo de intervención del analista.

El desarrollo de la alianza terapéutica implica la posibilidad de cambio cuya expresión general


sería la percepción de la mejoría. Este cambio depende del vínculo en cuya constitución
intervienen elementos de distinto nivel, influido por el encuadre.

Las variables del encuadre en relación con el desarrollo de una alianza que facilite o produzca el
cambio psíquico de valor curativo, es crucial ya que la experiencia de una relación que brinde
ayuda es el primer factor curativo de la psicoterapia psicoanalítica.

La implicación del paciente en el proceso es una variable que se relaciona positivamente con el
resultado de la psicoterapia. Esta implicación es motivada por el “deseo de curación” y se
sostiene a partir de la actitud del terapeuta.

El concepto de alianza terapéutica incluye tres aspectos: el establecimiento y posterior


desarrollo de un vínculo; acuerdo sobre metas u objetivos del proceso terapéutico; y acuerdos
sobre tareas y responsabilidades para alcanzar esas metas.

En la alianza terapéutica se diferencian los elementos más racionales de los menos racionales.
Los primeros son la colaboración, el trabajo, acuerdo, experiencia, etc. Se atribuyen al aspecto
realista de la relación. Los menos racionales son el apoyo, el vínculo afectivo, la confianza, etc.
Estos se incluyen más como fenómeno transferencial. A estos se les atribuye a su vez un mayor
poder de producir adherencia y cambio.

Los llamados factores comunes a toda psicoterapia incluyen la fuerza del vínculo y del encuadre
para promover el cambio.

El desarrollo y resolución de problemas a través de la alianza no es un prerrequisito para el


cambio sino más bien aquí se hallaría la esencia del proceso del cambio.

La interiorización de la experiencia que se da en el vínculo con todos estos componentes


funciona como agente directo de cambio.

El encuadre analítico es la variable constante en contraste con lo variado del proceso y sus
vicisitudes. Por ejemplo, la determinación de la frecuencia de sesiones es un tema controversial,
ya que es notorio que no es habitual incluir la perspectiva del paciente para evaluar su cambio
o mejoría. Sigue existiendo una tendencia en privilegiar la autoridad del analista sobre lo que se
entiende por cambio. El propio análisis del analista es una oportunidad de ser paciente, y valorar
desde allí la percepción subjetiva de mejoría.

La alianza terapéutica es lo opuesto a la resistencia de transferencia: es por tanto no sólo la


condición necesaria para el cambio sino que representa un cambio psíquico en sí mismo.
Construir alianza es disminuir resistencias y riesgos de idealizaciones iatrogénicas. Nadie se cura
sin el deseo narcisista de curación que se deposita en un ideal que promueve la colaboración
para vencer las resistencias contra ese mismo deseo.

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