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OBRAS DE JEAN LAPLANCHE EN ESTA BIBLIOTECA

El extravío biologizante
Vida y muerte en psicoanálisis
de la sexualidad en Freud
La angustia
Problemáticas I Jean Laplanche
Castración. Simbolizaciones
Problemáticas II
Ám orrortu editores
La sublimación
Problemáticas IU

El inconciente y el ello
Problemáticas IV

La cubeta. Trascendencia de la transferencia


Problemáticas V

Nuevos fundamentos para el psicoanálisis.


La seducción originaria

La prioridad del otro en psicoanálisis

«La pulsión de muerte en la teoría de la pulsión sexual»,


en André Green, Pentti Ikonen, Jean Laplanche,
Eero Rechardt, Hanna Segal, Daniel Widlócher y
Cliffórd Yorke, La pulsión de muerte
mace genera
Biblioteca de psicología y psicoanálisis
Directores: Jorge Colapinto y David Maldavsky
Le fourvoiement biologisant de la sexualité chez
Freud, Jean Laplanche
© Synthélabo (colección «Les empêcheurs de pen­
ser en rond»), 1993
Traducción, Silvia Bleichmar

Unica edición en castellano autorizada por Synthé­ 9 Prefacio


labo, París, y debidamente protegida en todos los
países. Queda hecho el depósito que previene la 11 19 de noviembre de 1991
ley n° 11.723. © Todos los derechos de la edición 79 11 de febrero de 1992
en castellano reservados por Amorrortu edito­
res S. A., Paraguay 1225, 7S piso, Buenos Aires.

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dio mecánico o electrónico, incluyendo fotocopia,
grabación o cualquier sistema de almacenamiento
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los editores, viola derechos reservados. Cualquier
utilización debe ser previamente solicitada.

Industria argentina. Made in Argentina

ISBN 950-518-076-4
ISBN 2-908602-43-1, París, edición original
prefacio

En 1970, Vida y muerte en psicoanálisis des­


plegaba la noción de un apuntalamiento de la
sexualidad sobre las funciones de autoconser-
vación. Ya presente en esa época, la seducción
tomaría, en el curso de mi pensamiento, una
posición cada vez más central. Después de Nue­
vos fundamentos para el psicoanálisis (1987),
me faltaba recorrer nuevamente, con Freud, lo
que yo llamo su «extravio biologizante». A partir
del abandono por parte de Freud de la teoría de
la seducción, el retorno a una concepción pura­
mente endógena de la sexualidad era inelucta­
ble: el instinto anclado en la filogénesis, aunque
revocado inicialmente , Tub” cesar á dé visitar al
pensamiento ffeudiano. Tres momentos de este
extravío se pueden apuntar:1

1. La teoría del apuntalamiento, que propone


una sexualidad que emerge desde la autocon-
servación. Muy poco explicitada por Freud,
creemos que esta teoría no puede ser salvada
desde una interpretación puramente, endógena.
Sus contradicciones internas, ampliamente
analizadas en este trabajo, se abren sobre lo
que le falta: el clivaje de un plano propiamente
sexual en lo biológico infantil, que no puede serj
concebido salvo a partir dé la acción del otro.
2. Con «Introducción del narcisismo» (1915)
se abrió la posibilidad de un retrabajo fecundo
gracias a la clara distinción de tres niveles: au-
toconservativo, sexual-erótico, sexual-narcisista.
La acción del otro adulto como punto de partida
de la elección de objeto sexual fue incluso avi-
; zorada.
3. Pero muy rápidamente se anuncia la últi­
ma teoría de las pulsiones que colapsa estas
distinciones indispensables. Bajo el comando de 19 de noviembre de 1991
Eros unificador, finalmente, se propone un re­
torno mítico al instinto de modo encubierto. La Quisiera, este año, marcar las coordenadas
«pulsión de muerte» surge, seguramente, para de este título «Extravíos del freudismo», o «Ex­
mantener el conflicto, pero se trata de un con­ travíos del pensamiento freudiano». Entendien­
cepto compositivo en el que Freud y sus suce­ do por ello que cuestiono no sólo a los ffeudia-
sores se rehúsan a poner al descubierto el re- nos sino a Freud mismo: extravíos de Freud y
^ torno de la sexualidad «demoníaca». Una vez a partir de Freud. De dos lados muy heterogé­
comprendida claramente su función histórica, neos, pero homogéneos para el caso, fui tratado
la de una compensación en el seno del extravío recientemente de revisionista. Este término, que
_ inicial, el pensamiento psicoanalítico tiene inte­ tiene su vieja marca estalinista, me ha hecho
rés en deshacerse de ella. sonreír. No citaré a las personas. No asumo esta
estigmatización, porque lo que intento hacer no
Denunciar un extravío biologizante de Freud es una revisión. Uno revisa su copia, revisa un
no implica, en modo alguno, desconocer la bio­ texto, no se trata de revisar a Freud.
logía en el ser humano. Se trata, por el contra­ Se ha dicho que pongo en peligro el equilibrio
rio, de resituarla en un lugar positivo, y no ya del pensamiento freudiano, lo que interroga de
mitológico: de permitir investigaciones precisas inmediato el tipo de equilibrio en cuestión; equi­
sobre la forma en que los fantasmas sexuales librio de un pensamiento en general, pero espe­
vienen a habitar, desviar y retomar, «en sous- cialmente de este. ¿Se trataría de un edificio, de
oeuvre» [por los cimientos], un funcionamiento un bello edificio, al cual no habría que quitar
biológico que la etología humana comienza a ningún ala, ninguna parte? ¿Es entonces nece­
describir mejor. sario aceptarlo en bloque —sin lo cual uno sería
desviacionista— como se ha aceptado durante
siglos el pensamiento aristotélico, y como se si­
Curso pronunciado en el marco del DEA de Psicoanálisis gue, en ciertos círculos, actuando respecto de
(Universidad de París VII, París X, París XIII) los textos sagrados? ¿Se trataría de ser talmu­

10 11
dista? ¿Es el pensamiento freudiano un bello menor éxito:2 un psicoanálisis de Freud no pa­
edifìcio? ¿Hay que aceptarlo en bloque o es ne­ rece llevar allí donde yo deseo ir.
cesario elegir? Desde luego, ni lo uno ni lo otro.
Yo diría: hay que conocerlo en su conjunto, pero Creo que existe cierto nivel de interpretación
también es necesario ser capaz, justamente co­ que permite seguir la pista, en Freud, de algo
nociendo este conjunto, de descubrir en él los t que yo llamo, desde hace mucho tiempo, la exi-
falsos equilibrios, los equilibrios inestables, los 1 gencia. La exigencia es algo que está dictado
desniveles, e intentar hundir el pico o el cuchi­ v)por el objeto: ni por el hombre Freud ni tampo­
llo en las fallas. Freud mismo acusó a sus des- co por la lógica. En cierto modo, como ocurre
viacionistas, Jung o Adler —que son sus dos con el método psicoanalítico, es el objeto «in­
grandes demonios, poco dignos, a decir verdad, consciente» el que orienta la evolución misma
de ese honor o de esa indignidad— , de poner el del pensamiento. Interpretar a Freud con Freud
acento sobre tal o cual aspecto de su pensa­ en el nivel de la exigencia es descomponer, es
miento, de manera unilateral. En suma, es cier­ adaptar mutatis mutandis las reglas mismas de
to que elegir un aspecto de Freud en detrimento Freud de la disolución, para ver las cosas re­
de otro, sin tener en cuenta lo que cada uno de componerse en fin de otro modo bajo nuestros
ellos significa en el conjunto, es absolutamente ojos, precisamente a partir de la exigencia del
insuficiente. objeto. Es descubrir, como en un psicoanálisis,
¿Qué es, por lo tanto, «Interpretar a Freud movimientos subterráneos que comandan las
con Freud», para retomar el título de uno de recomposiciones inauguradas; es detectar, en
' mis artículos?1 No se trata ciertamente de hacer ciertos momentos, una suerte de cripto-Freud,
una hermenéutica de Freud, es decir, de trans­ recubierto por el Freud oficial. Mencioné más de
poner a Freud a un sistema que uno considera una vez que Freud, escribiendo su propia histo­
mejor que el de él: una tentativa como la de ria, se las arreglaba para confundir o embellecer
Jung y muchos otros; tal vez incluso, en cierto sus huellas.3
modo, la de Lacan: sería olvidar la desconfianza
de Freud ante el sistema, o sea, ante todo sis­ ¿Qué quiere decir: retorno a las fuentes? Un
tema. cripto-Freud no es por cierto un proto-Freud.
Interpretar a Freud con Freud no es tampoco No se trata, como se buscó a un primer Marx o
hacer un psicoanálisis de Freud, en el sentido
en el cual algunos se aventuran con mayor o 2 Cf., por ejemplo, los destacables trabajos de Anzieu.
3 Un ejemplo de nuestra manera de proceder hacia un
cripto-Freud, no un Freud esotérico sino el Freud de una
1 1968. Incluido en La révolution copernicíenne inache­ corriente subterránea que se tapa sin cesar, es el artículo
vée, París: Aubier. 1992, págs. 21-36. Hay edición en cas­ de Jacques André, «La sexualité fem inine, re tour aux
tellano: Interpretar (con) Freud, Buenos Aires; Nueva V i­ sources», en Fsychanalyse á VUniversité, 16, 62, 1991,
sión, 1978. págs. 5-50.

12 13
a un primer Hegel, de ir a un Freud primero investigador sigue guiado por su objeto princi­
que sería más verdadero que el segundo. Si pal; es decir, para tomar la imagen del alpinista:
bien puede ser verdad que ese primer Freud desde el lugar en el cual se llega a un precipicio
está más cerca, en ciertos momentos, de la «exi­ infranqueable, encontrará otras vías sin volver
gencia», ¿por qué el segundo no la reencontraría necesariamente al punto de bifurcación, siem­
en otros momentos? Tampoco se trata de un re­ pre imantado por la exigencia de la cima.
torno a las fuentes temporales. Hölderlin dice Por otra parte, no se trata de pretender que
que yendo hacia la desembocadura el río se no hay nada nuevo en el pensamiento freudia-
aproxima a la fuente; pensamiento dialéctico, no. Hay descubrimientos nuevos en la medida
marcado totalmente por su familiaridad con He­ del progreso de la experiencia y del método, y
gel. Y bien, es un poco de esto de lo que se tra­ ello viene a complicar todo. A partir del momen­
ta; no de exhumar las «fuentes» de un «primero» to en que un pensamiento, que sigue no obs­
ilusorio, sino de reencontrar lo que constituye tante guiado por la exigencia de su objeto-fuen­
la fuente y que se ve sin cesar tapado, tal como te, se interna empero por algo que se asemeja a
se pierde de golpe una fuente en los meandros, un extravío serio (tal vez un extravío inicial
o en lo que se llama pérdidas, para resurgir —aunque yo tenga mis reservas respecto de la
más lejos luego de un trayecto subterráneo. De idea de algo «inicial» en el tiempo—), se ve so­
esto se trata: la fuente de la inspiración no es metido a movimientos de recuperación destina­
otra cosa que el objeto de búsqueda. dos a integrar hechos nuevos y reencontrar al
Introduzco la idea de extravío, la cual supone mismo tiempo la dirección de la cima. Sin em­
que la investigación de aquel que se desvía está bargo, estos toman a menudo la forma de hipó­
guiada por una meta que insiste. Al que quiere tesis ad hoc, es decir, inventadas para respon­
alcanzar la cima del Everest y se extravía, y se der a las necesidades de la causa, en un intento
ve de repente sobre un precipicio, evidente­ de hacer concordar los hechos con una teoría
mente lo guía el Everest, lo impulsa la idea que que no siempre se les pliega.4
él tiene de la cima. Esto supone, entonces, la
exigencia de llegar a algún lado. Supone, con­
cretamente, bifurcaciones, elecciones posibles,
con algunos momentos en los cuales se toma 4 El término hipótesis auxiliar ad hoc se encuentra en
un callejón sin salida, que ha sido propuesto y particular, en este sentido, en Popper. Una teoría contra­
escogido. Y por supuesto, no basta con hacer dicha por ciertos hechos puede ser complicada sin tér­
mino con nuevas hipótesis en lugar de ser reemplazada
dar al pensamiento pasos atrás, como se vuelve por una hipótesis más simple y englobante. Encontramos
a la encrucijada para tomar la dirección correc­ las hipótesis ad hoc en ciertos textos muy enredados de
ta, la via regía. Porque cuando se trata de un Freud. ¿Puede tal vez la pulsión de muerte ser calibeada
pensador como Freud, el callejón sin salida de hipótesis ad hoc? En el genio de Freud, al lado de la
inventiva y la apertura hacia hechos nuevos, existe tam­
nunca es un puro callejón sin salida, ya que el bién el rehusamiento de cuestionar una falsa vía de base.

14 15
Demostrar un extravío consiste por supuesto (Sigue aquí, en esta enseñanza de 1991-1992,
en poner en evidencia el error, la vía falsa, pero un desarrollo sobre el extrauío ptolemaico del
también en intentar mostrar sus causas, y es freudismo, que se retomó en el artículo «La revo­
allí donde las cosas se complican: ningún extra- lución copernicana inacabada», como introduc­
vio es inocente, ninguno deja de tener una cau­ ción al volumen que lleva el mismo título.)5
sa; pero, ¿cómo orientarse cuando, una vez más,
es el objeto lo que constituye la causa mayor
del extravío: no sólo de la exigencia verdadera, 14 de enero de 1992
sino de las desviaciones y callejones sin salida
por la ruta de lo verdadero? Lo que he propuesto llamar extravío (de los
Existe un recubrimiento del inconsciente y que existen muchos, mayores o menores, ar­
de la sexualidad en la obra misma de Freud, ticulados entre sí) surgió del retroceso —cuasi
que se calca sobre los recubrimientos del in­ obligatorio, y que no se trata de reprochar a
consciente y de la sexualidad en el ser humano Freud— ante las consecuencias de la prioridad
mismo. Es algo que intenté expresar por medio del otro, en la constitución. . . ¿de qué? ¿del su­
de una fórmula parodiando la ley de Haeckel: jeto? ¿del individuo? ¿de la persona? —por qué
«la ontogénesis recapitula la filogénesis», dicien­ no, pero cada uno de estos términos está muy-
do que la «teoréticogénesis», es decir, la evolu­ marcado filosóficamente; digamos: del ser hu-,
ción misma de la teoría y sus avatares, tiende mano' sexual.
a recapitular la ontogénesis, o sea, el destino Cada uno de los extravíos mayores puede ser
-de la sexualidad y del inconsciente en el ser definido con claridad por lo que se desprende
humano. de él, por su descendencia posffeudiana:
A este encaminamiento de la obra ffeudiana, El primer extravío, que intentaré denominar
y para complicar las cosas, me veo forzado a más precisamente, y que aparece ligado a un
agregar mi propio encaminamiento, que suelo biologismo de la sexualidad, encuentra su des­
describir como una espiral, con lo que indico cendencia directa en Melanie Klein y sus discí­
que vuelvo sin cesar sobre los mismos puntos, pulos.
pero según una curva que intento hacer progre­ El segundo extravío — del cual hablé parcial­
sar todo lo posible, o sea, remontando hacia la mente en la «revolución copernicana»— es la re­
fuente del freudismo, mientras me desprendo construcción autocentrista o ipsocentrista del
de mis formulaciones más antiguas {pienso, ser humano, que invadió a toda una psicología
sobre todo, en Vida y muerte en psicoanálisis). que se considera más o menos surgida del psi­
Aun se podría imaginar que estas espirales, co­ coanálisis.
mo las espiras genéticas, se enrollan una sobre 5 La révolution copernlcienne inacheuée, op. cit,, 1992.
otra, pero no entraré en tales especulaciones. Edición en castellano: La prioridad del otro en psicoanáli­
sis, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1996,

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En fin, el tercer extravío consiste en situar lo
estructural en el corazón del inconsciente, cuya que sea, mi propósito actual no se inscribe sino
descendencia se reconocerá en el estructuralis- muy indirectamente en ese debate con las neu­
mo de Lacan. rociencias, aun si este invita a la prudencia en
Existen otros extravíos más o menos subor­ cuanto a los términos a emplear.
dinados a los precedentes: la filogénesis, la no­ «Biologismo de la pulsión sexual». ¿Qué quie­
ción de ello primordial, pero toda esta división re decir? ¿Que la sexualidad está injertada en lo
es bastante artificial, se trata más bien de una biológico, que a toda excitación sexual corres­
manera de exponer las cosas. ponde un aspecto somático al mismo tiempo
Mi tema presente es entonces aquel de lo que que fantasmático? En tal caso no habría, evi­
se puede llamar el biologismo de la pulsión se­ dentemente, ningún biologismo que denunciar.
xual, un extravío del lado de la biología. Pero es La sexualidad, incluso bajo las formas que toma
una fórmula peligrosa y que debe ser precisada, en el ser humano, no puede sino situarse en el
porque no se trata de denunciar la biología en cuerpo. La teoría deJmseducción. tal cual ella
nombre de la psicología, ni incluso de lo psí­ se anunciaba con Freud, ciertamente hácíá'difí-
quico. Tendríamos allí una opción temible: el al­ cü el. camim^ cohcébif'é^á huella dé la
ma contra el cuerpo o la psicología contra la perversión del otro en ’él cuerpo Tierniño? ¿No
biología, lo que en absoluto está en mi inten­ había allí un peligro de partir hacia un idealis­
ción. Se trataría de una opción muy riesgosa en mo? La respuesta queda por ser elaborada, en
un momento en el cual una ofensiva renovada, la medida en que retomamos la teoría de la se­
proveniente de lo que se llaman las neurocien- ducción generalizada. Pienso en particular en
cias, o la neurobiología, toma como uno de sus las investigaciones recientes de Jacques André
blancos principales, todavía y siempre, al psico­ sobre la génesis de la sexualidad femenina, in­
análisis. Conminado sin cesar el psicoanálisis a vestigaciones que no se detienen en modo al­
dar explicaciones ante las neurociencias: yo no guno sobre la sexualidad vaginal a partir de la
puedo entrar en ese debate de múltiples aspec­ conjunción de una sensibilidad y de una excita­
tos, he entrado en él en otras ocasiones, y vol­ ción que se ha llamado «cloacal» y, por otra par­
veré aún,6 pero no aquí. ¿Por qué esta explica­ te, de fantasías adultas concernientes a la pene­
ción ante la neurociencia sería obligada en par­ tración. Sería necesario en todo caso sostener
ticular para un psicoanalista, y no para el que esto con firmeza: la seducción no es una teoría
cultive cualquier otra ciencia del hombre: esté­ de la encarnación del espíriETen^eTcue^o.
tica, historia, lógica, política, etc.? Comoquiera Hay, por urrlado, un organismo que es montaje
biológico pero también sentido (el pequeño
organismo infantil, volcado al comienzo hacia
6 Cf. S. Jaffrin, «Rep enser Freud: rencontre avec Jean una finalidad más o menos oscura de autocon-
Laplanche», entrevista en Sciences Humaínes, 10, octubre
servación) y , pormtro ladm del lado del adulto,
de 1991, págs. 32-5.
lo que se implanta son mensajes ante todo so-

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máticos, inseparables de log significantes ges- parte, la retroacción, la fantasía retroactiva, y
tuales, mímicos o sonoros, que los portan. por otra, la herencia.
El problema no es entonces el de la relación Con la primera, aquella de la retroacción, es
/alma-cuerpo, sino. ehde la articulación de un decir, de la sexualidad considerada como una
funcionamiento_s£xuaLv de un funcionamiento simple imaginación del adulto retro-proyectada
auto conservativo. tanto el uno como el otro in­ sobre la infancia, Freud nunca se compromete­
disolublemente psíquico v somático. Es así co- rá a fondo: su afirmación de la sexualidad in­
f m o en el freudismo el viejo problema del alma y fantil permanece inquebrantable.
del cuerpo —yo ya lancé esta idea— no ha sido Por el contrario, la vía de la herencia o de la
| resuelto (¿quién querría resolverlo?), sino que preformación, que vo y ^ T d efrñ iF ^
resulta desplazado .sobre una nueva línea: pre­ mente, permanecerá siempre presente, lateral­
cisamente, la línea de articulación constituida mente, en particular en lo que concierne a los
por el apuntalamiento o la seducción. Línea que orígenes de la sexualidad humana. Antes de lle­

I no es la del advenir de lo psíquico en lo vital,


sino la del advenir de lo sexual biopsíquico en
J a cría humana igualmente biopsíquica.
Hablar de extravío a propósito de la teoría de
la sexualidad obliga a precisar en qué sentido
gar a los Tres ensayos de teoría sexual, mencio­
naré que, en una carta del 14 de noviembre de
1897, por lo tanto muy poco posterior a la carta
del equinoccio, Freud esboza ya una transmi­
sión hereditaria de la sucesión de estadios de la
esta teoría de la sexualidad corre el riesgo de sexualidad infantil (en particular, y es siempre
empantanarse. Cito aquí la carta del equinoc- el paradigma freudiano, el pasaje de lo anal a lo
' ció,7 donde se indican dos vías que, una vez genital).
abandonada la hipótesis de la seducción, se en­ El riesgo de tomar una falsa vía a partir del
cuentran según Freud recubiertas, y según no­ abandono de la teoría de la seducción tiene por
sotros, abiertas a la errancia: «Parece de nuevo nombre: instinto. Se pueden situar fácilmente
discutible que sólo vivencias posteriores den el las dos etapas de ese riesgo con las dos teorías
impulso a fantasías que se remonten a la niñez, de las pulsiones: la primera se extiende desde
con lo cual el factor de una predisposición he­ los Tres ensayos de teoría sexual hasta «Pulsio­
reditaria recupera un imperio del que me había nes y destinos de pulsión», es decir, de 1905 a
impuesto como tarea desalojarlo - en interés del 1915; la segunda etapa es puesta en marcha
esclarecimiento de la neurosis». con el descubrimiento del narcisismo y encuen­
Estas dos vías por las cuales uno puede en tra su culminación con la teoría del «gran» dua­
lo sucesivo internarse y perderse son, por una lismo pulsional, pulsiones de vida - pulsiones
de muerte.8

7 Carta a Fliess n 9 139/69. i Citada según Sigmund


Freud, Cartas a Wilhelm Fließ (1887-1904), Buenos Aires: 8 He comentado ya estas dos etapas. La primera, a par­
Amorrortu editores, 1994, pág. 285.] tir de Vida y muerte en psicoanálisis, capítulo 1, luego en

20 21
trario cómo ambos términos:" instinto y pulsión,
Volvamos a la primera etapa que se extiende
coexisten en Freud. -------------- "
, entre„19Q.5-v 1915, y centrémonos en la noción
Hay, por otra parte, una afirmación mucho
/i de instinto y en el hecho de que Freud elige
más grave que la de Lacan (que es, al fin y al
muy rápidamente hablar de Tnefc», en tanto que
el térmitíp íñstinkt existe también en alemán. cabo, simplemente un error de información)
—la que está subtendida por una interpretación
Con Trieb, entonces, el acento se pone en el
a la vez banalizante y biologizante— : se preten­
empuje casi ciego, demoníacoT que va á Ia~bús-
de que cuando Freud habla de Trieb en alemán,
queda de la satisfacción más que haciá'un fin
quiere decir lo mismo que se quiere decir en
preestablecido. En el conjunto de la lengua ale­
francés con instinto, y por lo tanto que la in­
mana se encuentran tales dobletes, con dos pa­
tervención de la palabra «pulsión» es una espe­
labras, una de origen latino, ínstinkt, que pro­
cie de complicación totalmente inútil, una es­
viene de instinguere, y por otra parte Trieb, que
pecie de germanización del francés.
es de origen germánico; ambos términos tienen
No obstante, la distinción es de hecho muy
entonces, a partir de su etimología, sentidos
positiva y significativa en Freud, en la medida
vecinos, y remiten a la idea de «incitar», de «em-
en que .Freud comenzó muy precozmente a ha­
. pujar»; pero en tales casos corresponde al uso
blar de Trieb —primero muy rara vez, y luego, a
^ d e la lengua, y, sobre todo al uso del autor, es­
partir de Tres ensayos, de manera usual— para
tablecer o' no entre ambas una diferenciación.9
designar el objeto específico de su reflexión, es
En lo que concierne a Freud, dos interpre­
decir, en primer lugar la sexualidad, pero en
taciones deben ser diferenciadas. La de Lacan
que él sigue hablando de Instinkt, y también
que, en su radicalismo pro-pulsional, que no se
utilizando el adjetivo instinktuell (instintual, o
le puede reprochar, pero también en su igno­
instintivo), en un sentido muy diferente. En el
rancia del conjunto del Corpus freudianoT pre­
lenguaje corriente, pero también en innumera­
tende lisa y llanamente que Freud no habló
bles textos en los cuales ese término aparece de
nunca de instinto.10 Pero, lo que es de hecho
un modo totalmente natural bajo la pluma de
interesante (y que no contradice en modo algu­
Freud, «instintivamente» remite a una reacción
no el pensamiento de Lacan), es ver por el con-
cuasi automática, a un montaje que viene de
manera espontánea a responder a una situa­
Problemáticas III: La sublimación. Entre estas dos obras ción dada, allí donde la palabra «pulsionalmen-
hay una profundización en la crítica, que continúo aquí. te» sería por entero inadecuada. «Instintivamen­
Para la segunda etapa, véase en particular Vida y muerte te, le respondí que. . «instintivamente, Lucky
en psicoanálisis, capítulo 4, y Problemáticas IV: El incons­
ciente y el ello, págs. 214-50. Luke sacó el revólver»; ¿quién no entiende la
9 Cf. Traduire Freud (en colaboración con A. B o u r­ diferencia con: «movido por una pulsión asesi­
guignon, P. Cotet y F. Robert), París: PUF, 1989. na, el bandido blandió un revólver»? Cito, entre
«Ese término que no encontrarán ustedes jamás bajo las decenas de ocurrencias, la lección XXV de
la pluma de Freud» (Ecrits, París: Seuil, 1966, pág. 834).

23
22
Conferencias de introducción al psicoanálisis, por su parte, volverá con Inhibición, síntoma y
sobre «La angustia», en la cual una de las ideas angustia cuando se rediscuta su finalidad even­
mayores es que el niño en situaciones de peligro tual; una vez más se empleará la palabra Ins-
no manifiesta en modo alguno angustia o miedo Unkt en ciertas circunstancias bien deslindadas
«instintuak y con palabras específicas para discutir una
eventual instintualidad de la angustia: Zwec­
«En todas las situaciones que más tarde pueden kmässigkeit (adecuación a un fin), zweckmässig
condicionar fobias (alturas, puentes estrechos (adecuado), unzweckmässig (inadecuado). Aquí
sobre el agua, viajes por ferrocarril o por barco), la pregunta es: ¿la angustia es desde el comien­
el niño no muestra angustia alguna ( . . . ) Muy zo adecuada a un fin, para evitar el peligro, o es
deseable sería que se recibieran en herencia puro desborde, inadecuada?
más instintos de esta clase, protectores de la Cierro este paréntesis importante sobre el
vida (. . ;) Es por entero obra de 1% educación uso constante, aislado conceptualmente, bien
que por fin despierte en él la angustia realista, marcado, del término Instinkt en Freud, en tex­
pues no puede perm itírsele que haga por sí tos en los cuales es imposible comprender algo
mismo la aleccionadora experiencia».11 si se lo reemplaza por su supuesto sinónimo, es
decir, Trieb.
Este texto es interesante por el uso mismo Es hora ya de aventurar una definición de
del término Instinkt, al que aporta uná defini­ este instinto. Se trata de un esquema de com­
ción como reacción final y preformada, dada en portamiento que se caracteriza por tres puntos.
«herencia»: interesante también por la Afirma­ En primer lugar, su finalidad vital, biológica, su
ción de la ausencia casi total, en el ser humano, Zweckmässigkeit, por ejemplo, una evitación del
de instintos,1
12 que le permitan huir, automáti­
1 peligro; existen en este sentido comportamien­
camente, del peligro. La cuestión de la angustia, tos experimentales comprobados: el pichón de
pájaro que habita en las fallas de los acantila­
dos se aparta instintivamente del vacío. Esta
11 Gesammelte Werke (GW), vol. XI, pág. 423. [Tomamos adecuación al fin puede ser incluso, por ejem­
la versión de Sigmund Freud, Obras completas, Buenos plo, la búsqueda de tal o cual hábitat o bien la
Aires: Amorrortu editores, 1978-1985, vol. XVI, pág. 371.) de tal o cual lugar de fecundación o de anida­
Desde el informe sobre el caso Emmy von N. en los Stu­
ción (las grandes migraciones estacionarias. . .).
dien (1895), el uso está perfectamente diferenciado. Por
una parte, Freud evoca la hipótesis de un «miedo primarlo Segundo carácter. La invarianza, en un mis­
y por así decir instintivo (ínstíntófo)» provocado por ciertos mo individuo, y en los individuos He una misma
animales (GW, vol. I, pág. 143); por otra parte, habla de la especie, de ciertos esquemas relativamente fijos
sexualidad, «esta pulsión (Trieb), la más potente de todas» (aurTaIänfiö~Ios^föT0^s hayan mostrado que
(GW, vol. I, pág. 160).
12 Sustituir en tales textos el término Instinkt por Trieb
estos esquemas instintuales son susceptibles de
conduciría a un absurdo. ciertas variaciones).

24 25
Por último, la idea de un carácter (digamos
masas y análisis del yo, de la existencia o no de
simplementej/imato)—no adquirido por el indi­
una pulsión gregaria, una Herdentrieb.
viduo— , y esto sin presuponer idea alguna so­
Si vengo de situar este término instinto es
bre el modo de adquisición en la especie; en es­
también para plantearlo como aquello que pue­
te punto, como sabemos, los debates están lejos
de constituir una especie de tentación, o de lí­
de haberse cerrado. Pero con independencia de
mite, de extravío o de falsa vía. Un extravío ins-
que seamos neo-darwinianos o no, el modo de
tintual de la teoría de la sexualidad es siempre
adquisición es una hipótesis aún sometida a
posible. Sería entonces más justo hablar de una
discusión y verificación, en tanto que el carácter
instintualización de lo sexual que de una biolo-
hereditario y no adquirido individualmente es
gizacxón de lo sexual. Se podría decir que Freud
de comprobación más sencilla.
lucha constantemente contra esta posibilidad:
q EstosJres_elementos (los podríamos reencon­
en su caso, el retorno del instinto en la sexuali­
trar en los principales textos freudianos que
dad no se hace sino por vías apartadas, incluso
tratan del instinto): adecuación a un fin, esque­
en el peor momento.
m a fijo y herencia, guardan total conformidad
Abordaré ese «peor momento», el de las lla­
con las descripciones modernas, aun si estas
madas pulsiones de vida y pulsiones de muerte,
incluyen numerosos matices, excepciones, des­
al final de mi recorrido. Pero para ofrecer des­
viaciones. Cito, por ejemplo, un librito de Viaud,
de ahora una suerte de prefiguración de esto, a
sobre Les instincts,13 que expone el estado de
título de exergo, situaré aquí la reflexión sobre
los trabajos de los etólogos y empieza, sin pes­
el empleo que Freud hace del famoso «mito de
tañear, sin verdaderamente plantearse ninguna
Aristófanes» como se lo narra en El banquete, de
cuestión (porque, después de todo, no habría
Platón. Cito aquí a Freud mismo, y retraduzco
que plantearse ninguna), por una gran clasifica­
su traducción alemana del griego antiguo.
ción, ella misma acorde a un fin: instintos liga­
dos a la conservación del individuo, instintos
«En efecto, en otros tiempos, nuestra naturaleza
ligados a la conservación de la especie e instin­
no era en absoluto idéntica a la que es ahora,
tos ligados a la conservación del grupo social.
sino de otra suerte. En el comienzo, la humani­
Un cuadro que reencontraremos en Freud en
dad comprendía tres sexos y no dos, macho y
cierto modo, presto a ser discutido y cuestio­
hembra, como ahora; no, existía además un ter­
nado: la autoconservación (o sea, la conserva­
cero, que participaba de los dos reunidos: el an­
ción del individuo), la sexualidad (cuyo principal
drógino. Todo en esos seres humanos era doble;
problema es que no se trata de la conservación
tenían cuatro manos y cuatro pies, dos caras,
de la especie) y, en fin, la conservación del gru­
partes pudendas dobles, etc. Zeus se decidió
po social, con la discusión, en Psicología de las
entonces a partir a cada uno de estos seres hu­
manos en dos como se cortan los membrillos
13 París: PUF, «Que sais-je?», 1959.
para hacer conserva. Habiendo sido el cuerpo

26 27
cortado en dos, una nostalgia (Sehnsucht} em­ ran a reunirse de nuevo en el amor se corres­
pujaba a las dos mitades a reunirse. Buscándo­ ponde a maravilla con la teoría popular de la
se con abrazos, se enlazaban la una a la otra en pulsión sexual».
la pasión de ser una sola».14
Como vemos aquí, el mito de Aristófanes se'
Este mito es extremadamente claro en su aduce en apoyo de la opinión popular que pre- \
voluntad de dar cuenta del deseo sexual; este tende que la sexualidad está predeterminada,'
surgió de una unidad original perdida, que se que cada uno encuentra a su pareja según una
trata de reconstruir al encontrar, como se dice armonía original que debe ser restablecida. Pe­
muy exactamente, su «mitad» (hombre + hom­ ro, desde el comienzo, Freud anuncia, por así
bre o mujer + mujer para el amor homosexual; decir, el color («tenemos pleno fundamento para
hombre + mujer para la heterosexualidad). Pero discernir en esas indicaciones un reflejo o copia
este mito aparece en la obra de Freud en dos muy infiel de la realidad»), y todos los Tres en­
ocasiones, afectadas ambas de dos apreciacio­ sayos de teoría sexual van a esforzarse por
nes diametralmente opuestas. demoler esta concepción llam ada popular,
He aquí en primer lugar el comienzo de Tres adaptativa y armoniosa de la sexualidad.
ensayos de teoría.sexual (1905):15 Pero he aquí que a catorce años de distancia,
en Más allá del principio de placer (1919), des­
«La opinión popular tiene representaciones bien pués de haber desarrollado ampliamente su teo­
precisas acerca de la naturaleza y las propieda­ ría de las pulsiones de vida y de las pulsiones
des de esta pulsión sexual. Faltaría en la infan­ de muerte, Freud propone el siguiente razona­
cia, advendría en la época de la pubertad y en miento: toda pulsión está habitada por la «com­
conexión con el proceso de maduración que so­ pulsión d ejx rpetición», v tiende a restablecer
breviene en ella, se exteriorizaría en las mani­ u n estadoTanterior: en lo que concierne a la pul­
festaciones de atracción irrefrenable que un se­ sión de muerte, sabemos cuál es este estado
xo ejerce sobre el otro, y su meta sería la unión anterior: se trata del retorno a la materia, inani­
sexual o, al menos, las acciones que apuntan mada, que pone fin_aLdesequilibrio energético
en esa dirección. Pero tenemos pleno funda­ creádojpor la^aparicióirde la vida. Pero, ¿qué
mento para discernir en esas indicaciones un ocurre en este sentido con la pulsiónjie^vida?
reflejo o copia muy infiel de la realidad (. . .) La
fábula poética de la partición del ser humano «Entonces, si no queremos abandonar la hipóte­
en dos mitades —macho y hembra— que aspi­ sis de las pulsiones de muerte, hay que asociar­
las desde el comienzo mismo con unas pulsio­
nes de vida. Pero es preciso confesarlo: trabaja­
14 Más allá del principio de placer, en Sigmund Freud,
Obras completas, op. cit., vol. XVIII, pág. 56. mos ahí con una ecuación de dos incógnitas. Lo
15 En Ibid., vol. VU, págs. 123-4. que hallamos en la ciencia acerca de la génesis

28 29
de la sexualidad es tan poco que este problema haber dicho que la sexualidad no estaba prefor-
puede compararse con un recinto oscuro donde mada, se vuelve, en Más allá del principio de
no ha penetrado siguiera la vislumbre de una placer, a la idea de que todo estaba dado de


hipótesis. Es verdad que hallamos una hipótesis antemano y que no se buscaba sino volver a lo

á i. ..... . ............ ■
asi en un sitio totalmente diverso, pero ella es que estaba allí desde el comienzo.17 Según esta
de naturaleza tan fantástica — por cierto, más interpretación aún bien superficial, Freud ha
un mito que una explicación científica— que no cambiado totalmente su concepción de la se­
me atrevería a mencionarla si no llenara justa­ xualidad, y todo su trabajo, que había consisti­
mente una condición cuyo cumplimiento anhe­ do en disociar la pulsión del instinto, se diluye.
lamos Esa hipótesis deriva una pulsión de la Esta interpretación es en cierto modo la opinión
necesidad de restablecer un estado anterior. Me común, incluso si se intenta hacer una suerte
refiero, desde luego, a la teoría que Platón hace de síntesis bastarda entre ambas. Pero, ¿quién
desarrollar en El banquete por Aristófanes».16 es aquel entre los freudianos que no levantará
los brazos al cielo si se le propone esta clave
Esas son entonces las dos circunstancias elemental: «El Eros no es la sexualidad»? Por
¡ 5 ™ C1I? Í S Cn laS CUales Freud ^ c a el mito supuesto, el Eros es una parte de la sexualidad.
de Aristófanes: en 1905, para estigmatizarlo en Ahora bien, si Freud va a afirmar este Eros
I razón de quedar ligado a una opinión que quie- narcisista que tiende a restablecer una unidad,
i na ^ de Una sexuáUdad preforma­ diremos que la sexualidad erótica que, por su
da, en 1919, por el contrario, para encontrar parte, tendía a todo salvo a la unidad y no es­
precisamente el origen del Eros o de las pulsio­ taba ligada a ningún plan preestablecido, o bien
nes de vida —volveré sobre estas palabras— en resulta totalmente suprimida, y Freud reniega
una unidad originaria que bien se puede consi­ por completo de todo lo que había dicho sobre
derar narcisista. Lucifer amor, sobre la libido devastadora, o bien,
Nos vemos de manera ejemplar ante el pro- en otro caso. . . reaparece en otra parte, tal vez
blema de «interpretar a Freud con Freud». Se bajo una máscara rieforpiada"que^s^preciso
puede decir: Freud está en contradicción consi- descifrar.
^ Tm i,Smo; est0 no nos aporta gran cosa, salvo "bCuándcTse lee un texto de tanta fuerza como
para decir que el no sabe muy bien lo que dice los Tres ensayos de teoría sexual, es difícil
o que ha olvidado lo que había dicho en los prever el futuro extravío instintual. El excelente
Tres ensayes (1° que por otra parte es posible). prefacio de Michel Gribinski a la edición Galli-
Otio punto de vista: h a cambiado de opinión
sobre la sexualidad. ¡Pero se trata verdadera­
mente de un giro de 180 grados! Después de 17 Evidentemente de manera poética, pero el recurso al
mito no es sino una escapatoria: si el mito es correlativo
de una estructura, aunque sea intemporal, empero todo
16 Obras completas, op. clt., vol. XVI. págs. 55-6. se juega fuera de los avatares de la evolución individual.

30
31

JL
mard (que se refiere también a Vida y muerte en proceso que obtiene el placer), respecto del obje-
psicoanálisis) señala claramente el carácter po­ tqy, por ú ltim q ja mbién respecto deHGpúente.
lémico y fuerte de este libro. Incluso si, como él es decir, del usosexual de^zqnáá’corporales que
también lo recuerda, muchas cosas que se en­ no son zonas normalmente necesarias para el
cuentran en ese libro eran «sabidas» (como se coito. Todas desviaciones que destruyen en el
dice) — algunos no se han privado de decir que adulto la idea de una preformación, de una fi­
Freud no hizo más que reunir elementos que nalidad, ya que la única meta asignable a todos
estaban esparcidos por todas partes— , ello no esos actos llamados (y con justo título) sexuales
impide que el ensamblaje fuera explosivo. no puede ser un fin biológico, sólo puede ser
A partir de la introducción, ya citada a pro­ pura y simplemente el placer.
pósito de Aristófanes, comienza un desarrollo El segundo capítulo, sobre la sexualidad in­
en tres capítulos, cuya secuencia podría ser fantil, afirma por su parte lo mismo a propósito
considerada como una odisea del instinto: el de la actividad en el niño, es decir, la existencia
instinto perdido, en el primer capítulo sobre las de una sexualidad en el niño, y, por otra parte,
aberraciones sexuales, luego, en el segundo, que se trata de una sexualidad profundamente
sobre la sexualidad infantil y, al final, en el úl­ perversa, incluso tal vez más perversa — o, al
timo capítulo, el instinto reencontrado o, tal vez, menos, menos regulada, menos unificada— que
porque lo que se reencuentra al final no es en en ela d ifi^ fiama una «perversi­
modo alguno el instinto, es algo que, de uno u dad ~pollmorfa^Tam bién~áqürse puede decir
otro modo, reconstruye en el ser humano un que^tddoésto era conocido desde siempre, pero
comportamiento que puede parecerse al instin­ esto no significa que se lo admitiera, del mismo
to, sin serlo. modo como la obra de Freud y la de los psico­
En cuanto a ese primer capítulo sobre «las analistas no han probablemente modificado el
aberraciones sexuales», se ha insistido en el he­ juicio «popular» sobre este punto. La sexualidad
cho de que se trata de una compilación; lo que infantil encuentra una de sus pruebas principa­
Freud mismo confirma desde el comienzo, des­ les en el hecho mismo de ser condenada, repri­
de el título: «Las referencias contenidas en el mida, constantemente negada, por el adulto.
primer ensayo se tomaron de las conocidas pu­ Esto es de observación corriente, aun en 1992,
blicaciones de Krafft-Ebing, Molí, Moebius, pese a todo lo que ha ocurrido en materia de
Havelock Ellis. . ,»,18 No existe entonces ningu­ liberación sexual.19 Si existe una sexualidad
na voluntad de originalidad en cuanto al conte­ que sigue siendo condenada, pese al supuesto
nido de esas aberraciones sexuales, sino una liberalismo moderno, es claramente la sexuali­
acumulación de argumentos en cuanto a las dad infantil. O, cuando es admitida —en teoría
aberraciones respecto de la meta (es decir, al
19 Y a pesar de todas las paradojas brillantes sostenidas
18 Tres ensayos de teoría sexual, op. cít., pág. 123. por un Foucault.

32 33
al menos— , es notable que se vea más o menos ediciones ni mencionaban la existencia de esos
situada bajo el capítulo de la genitalidad, es añadidos sucesivos, de suerte que los mejores
decir, de una actividad precoz de los órganos autores razonaban como si, por ejemplo, Freud
genitales. Y se aporta sin cesar, como prueba de afirmara desde 1905 la existencia del estadio
esta espontaneidad, la existencia de erecciones, anal o del narcisismo (incluso la edición alema­
por ejemplo, en el varoncito, como si eso fuera na de las Gesammelte Werke ofrece sin comen­
lo esencial de lo que Freud describió. Ahora tario el texto de 1924); ahora tenemos ediciones
bien, lo que Freud llama sexualidad infantil no más críticas que indican los agregados en pe­
es sino accesoriamente una actividad genital: si queñas notas. Por otra parte, sería tal vez inte­
ella es calificada de «polimorfa», no es sólo por resante poder leer de un tirón los Tres ensayos
el tipo de actividad, sino también por las zonas de 1905 para darnos cuenta verdaderamente
que resultan excitadas en el niño y respecto de del impacto de esta obra y también del encami­
las cuales Freud pensó que eran múltiples, que namiento freudiano ulterior; porque Freud, en
podían ser, en el límite, el conjunto del cuerpo. una especie de sincretismo, modifica en reali­
En cuanto al tercer capítulo, intitulado «Las dad profundamente su pensamiento al reescri­
reconfiguraciones de la pubertad», se puede de­ birla. Si se leyera este texto tal como existió en
cir que es un retorno al instinto o a algo pareci­ el origen, tachando todos los pasajes ulteriores,
do: un retorno, por una parte, a la genitalidad, nos daríamQs~cnenta del hecho de que existe un
y, por otra parte, a un objeto sexual, «la perso­ considerable hiatus^un gap, entre la segunda y
na del sexo opuesto» como dice la canción, por la tercera parte, entre la sexualidad infantil po­
lo tanto un reingreso aparente en los carriles limorfa y las recomposiciones de la pubertad,
del instinto. Aunque es cierto que Freud dice en tanto que la edición definitiva, si introduce
muy poco de su finalidad «biológica» supuesta, todas las invenciones sucesivas de Freud, las
es decir, de un reencuentro con la procreación. intercala sin ponerlas en perspectiva.JLas edi­
Es difícil darse plena cuenta, en una lectura ciones introducen en particular, en el segundo
desprevenida, de la impresión de subversión de capítulo, lo que se llama «las organizaciones se­
esta obra, de su carácter profundamente «per- i xuales», o «los estadios sexuales infantiles», que
|verso», que pone el acento ante todo en la au­ están estrictamente ausentes de la edición de
sencia de normas de la sexualidad humana. 1905. La idea de una sexualidad infantil ya «or­
¿Por qué? Este libro fue retrabajado por Freud ganizada» no viene sino posteriorm ente, y a
gran número de veces. Es de 1905, pero Freud continuación de artículos sucesivos de Freud
le aporta añadidos considerables en 1910, que corresponden a investigaciones clínicas. De
1915, 1920 y 1924. Pero esos añadidos van to­ m manera sucesiva se introducen la organización
I anal, que es la primera gran organización no ge­
dos en el mismo sentido, que es el de dismi­
nuir, precisamente, el aspecto aberrante de la nital registrada por Freud, la organización oral,
sexualidad. Hace treinta o cuarenta años, las que nunca constituye verdaderamente el objeto

34 35
de un descubrimiento aparte sino que entra en Una indicación esencial: esta adecuación a
el circuito a continuación de la organización un fin domina en la medida misma en que la
anal, y, por último, punto mayor, eso que Freud teoría del desarrollo sexual se presenta como la
>41ama la organización genital infantil, con la totalidad del desarrollo humano; en la medida
//oposición fálico-castrado.20 en que reina en la teoría un pansexualismo, rei­
Aun cuando sólo fuera por esta interpolación nará en razón de ello la necesidad de describir
de las organizaciones sexuales infantiles, us­ una génesis del acceso al objeto (a la vez per­
tedes ven que en principio se introduce, con es­ ceptivo y sexual). Pero, por otra parte, y por un
te solo término «organización», la idea de una retorno totalmente legítimo, ese pansexualismo
suerte de adecuación al fin; y aun más, cuando que pretende ser todo, que pretende ignorar y
la serie deviene completa, ¡qué tentación de ver despreciar todo desarrollo autoconservativo, se
en esta secuencia de estadios jerarquizados en difumina en una teoría de la pura y simple re­
un orden temporal — oral, anal, genital— algo lación. Terminaré entonces con esta afirmación:
que se asemeja a una evolución a la vez prefor­ la especificidad de lo sexual sólo se afirm a
mada e integrativa! Es exactamente lo que va a cuando se refirma, en cierto modo, al menos
ocurrir con uno de los principales discípulos de potencialmente, la existencia de un dominio no
Freud, Karl Abraham, que llevará al máximo lo sexual. De este dualismo de lo autoconservativo
que se ha dado en llamar el «estadismo». y de lo sexual partiré la próxima vez.
A partir del momento en que esta secuencia
misma se presenta como ordenada, tal que pro­
gresa hacia una etapa final llamada de objetali- 21 de enero de 1992
dad y de genitalidad; a partir del momento en
que esta secuencia ontogenética supuestamente Hablaré entonces dehapqntalamiento, de la ¡
reproduce una sucesión filogenética. . . en ese falsa vía que esta noción puede~abrir7 y de s u '
caso lo que yo llamaba el instinto perdido del indispensable reenderezamiento.
primer capítulo, sólo en apariencia se habría ""Sitúo Cierto número de textos que no discu­
perdido. La sexualidad infantil aparece en la tiré en detalle: los Tres ensayos de teoría sexual,
bruma, pero en realidad la ruta la lleva indefec­ en la edición de 1905, completados (y en cierto
tiblemente hacia la sexualidad adulta, confor­ modo renegados), desde 1905, por un artículo
me, esta, a la «opinión popular». Es un finalis- más breve intitulado «Mis tesis sobre el papel de
mo que abrazan todas las tentativas de psicolo­ la sexualidad en la etiología de las neurosis».21
gía genética de inspiración psicoanalítica, cuyo Segunda etapa, la aparición de las pulsiones de
padre es en particular Abraham. autoconservación en los años 1910-1912, con el
dualismo formulado como tal: pulsiones de au-
20 Véase Problemáticas II: Castración. Simbolizaciones, 21 En Obras completas, op. cit., vol. VII, págs. 259 y
Buenos Aires: Amorrortu editores, 1988.
sigs.

36 37
toconservación {SelbsterhaltungstriebeJy pulsio­ La Anlehnung, entonces, es una tentativa de
nes sexuales [Sexualtriebe). Hay allí cierto nú­ snuliciaFHerln articulación fundamental entre
mero de textos, de los cuales «La perturbación dós tipos^de funcionamiento y dos modos de
psicógena de la visión» y, al mismo tiempo, una satisfacción. Entre un funcionaím^hto'sexual
formulación del apuntalamiento que retornará Ligue precisamente, en e ln m o n o e S ' una Jun- <
en las ediciones ulteriores de Tres ensayos. Ter­ ción sexual, sino que anticipa la función bioló­
cera parte, muy importante, la discusión sobre gica de la sexualidad— y por otra parte un fun­
el onanismo. Ella comprende, por un lado, dos cionamiento autoconservativo, él mismo mucho ¡
textos bastante cortos de Freud: la introducción más funcional, incluso si es parcialmente defi-*
y la conclusión de la discusión sobre el onanis­ ciénte en lá cría humana.
mo; y por otro lado, ocho sesiones de la Socie­ ; ' Para la definición de apuntalamiento, me
dad psicoanalítica de Viena, introducidas en permito remitir a los diferentes artículos del
cada caso por una exposición de uno de los Vocabulaire de la psychanalyse, que verdadera­
miembros de la Sociedad, que se extendieron mente circunscribió la cuestión. Me conformo
entre el 22 de noviembre de 1911 y el 24 de con recordar una citación particularmente ex-
abril de 1912; más la sesión de conclusión por íplícita de Freud:23 «Las pulsiones sexuales ha-
parte de Freud. Ustedes encontrarán estas dis- flian sus primeros objetos apuntalándose en las
Í. cusiones en las Minutas de la Sociedad de Vie­ ! estimaciones de las pulsiones yoicas, del mismo
na, de las cuales aconsejo fervientemente su ; modo como las primeras satisfacciones sexuales
lectura en alemán, porque la traducción france­ i se experimentan apuntaladas en las funciones
sa es una masacre. En cuarto lugar, en 1914, corporales necesarias para la conservación de la
«Introducción del narcisismo»; y, por último, en

(
vida». Un texto en el cual se podrían subrayar
1915, «Pulsiones y destinos de pulsión». dos términos: el de «estimación» de un valor,
¿Qué es entonces el apuntalamiento? Hemos que se reencontrará en los otros pensadores, en
traducido así [étayage ] Anlehnung hace ya mu­ los etólogos, y a continuación de ellos en Laga-
cho tiempo, Pontalis y yo mismo, por sugerencia che, quien insistió mucho en la idea de que el
de una traductora hoy totalmente olvidada pero
que había encontrado esta palabra, la cual per­
mitió sacar a la noción de su olvido; más que
un olvido, por otra parte, ya que se trata, si se interés del pensamiento de este autor, encuentro lamen­
puede decir, de un olvido «originario», puesto table y peligroso tomar un término importante y difícil,
definido con precisión por el Vocabulaire de la psychana­
que la noción nunca había adquirido relevancia, lyse, para expresar ideas cuyo lazo con la noción freudia-
ni siquiera para Freud.22 na en modo alguno es evidente. Sobre todo, otros térmi­
nos estaban disponibles.
23 «Sobre la más generalizada degradación de la vida
22 Se me preguntó recientemente qué pensaba yo de la amorosa (Contribuciones a la psicología del amor, II)», en
noción de apuntalamiento en Rene Kaés. Sea cual sea el Obras completas, op. c lt, vol. XI, pág, 174.

38 39
esencialmente puesto en evidencia por Lacan;
objeto de la autoconservación es registrado en
Anlehnung, por Laplanche y Pontalis.24
el entorno como un «valor alimento», y por otra Estos conceptos tienen una situación extra­
parte, la noción de función corporal, amplia­ /V
ña: ofrecen posibilidades de una gran riqueza a
mente concurrente con la de «pulsión», y tal vez
los desarrollos posffeudianos, pero esta riqueza
más adecuada que esta cuando se trata de la
es en gran medida prestada, justamente en ra­
autoconservación.
zón de que el autor no los desarrolló, y de que
¿Es el apuntalamiento un «concepto freudia- guardan un estatuto pivote, pero mal definido,
no»? Hemos discutido con François Robert, con no dogmatizado, un_.es|atuto .que. es centrai
quien comparto la responsabilidad de la termi­ aunque permanece implícito. Esta es entonces
nología en la traducción de las Obras completas unáTíqueza queTnosotros, los posfreudianos,
de Freud. Esto implica distinguir, en el pensa­ nos vemos llevados a conferirles. Di hace dos
miento freudiano, diferentes niveles de temati- años un curso sobre «el après-coup en el après-
zación: conceptos, cuasi conceptos, paraconcep­ coup», y a su vez lo que yo desarrollo aquí es un
tos, etc. Digamos_que se trata de^un concepto «après-coup del apuntalamiento». Por otra parte,
que nunca fuehm atizadq^ el autor:
estos dos conceptos comparten una evolución
' Fréud^jáinás escribió ni se le habría ocurrido curiosa: el momento en que están a punto de
escribir un artículo, sobre el apuntalamiento. Y, tematizarse, cuando Freud toma conciencia del
por otra parte, es un concepto que durante lar­ uso concertado que él mismo hace de estos tér­
go tiempo no tuvo «entrada» específica en los ín­ minos, es el momento mismo en el cual corren
dices, ni siquiera en las ediciones alemanas, y riesgo de empobrecerse. Sistematizan cuando
qüe fue registrado fundamentalmente por los están a punto de declinar. Es el caso de Nach­
traductores, alertados por la recurrencia de un träglichkeit El adjetivo nachträglich aparece en
mismo término y de una misma idea. A esto lla­ Freud duranteYódo éTpefíodo'cléf gran innova­
mé, siguiendo a Antoine Berman, «la prueba de ción en la correspondencia con Fließ con la teo­
lo ajeno»:* cuando una obra es atravesada por ría de la seducción, y después viene el término
la prueba de la traducción y se descubren cons­ Nachträglichkeit, que sella la transformación del
tantes, gravitaciones, que no son explícitas para adjetivo en sustantivo, por lo tanto en concepto.
el autor ni para su lector de lengua alemana. Pero esta dignidad conceptual aparece precisa­
En más de un punto, el término Anlehnung es mente algunas semanas después de que Freud
semejante al de Nachträglichkeit, que tiene tam­ deja cagrJa teoría de la seducción25 y, con ella,
bién esenstatuto de «concepto implícito», o de
«paraconcepto», Nachträglichkeit, après-coup, fue
24 Aun si algunos atribuyeron a Lacan el descubrimien­
to del apuntalam iento, cuando este le fue siem pre un
* [L ’épreuve de l ’étranger; étranger se puede traducir concepto totalmente ajeno.
25 Carta del 14 de noviembre de 1897, nQ 146/75.
como «extranjero» o también como «ajeno». (JV. de la T.}]

41
40
la riqueza potencial del concepto, ya que a par­ lidad, compuesta por los mismos elementos que
tir de entonces va a darle un sentido mecanicis-
esta.
ta, sin invertir en nada la flecha del tiempo. El L a autoconservación se calcará sobre la se-
après-coup, en esta carta, no es ya sino una xuafidad éTmvefsámeñter'esto-reactuará sobre
bomba de tiempo depositada en el sujeto y que, la pulsión sexual, abriendo la vfa a una instin-
después de un tiempo, explotará. No sugiere ya tualización alómenos virtual de la pulsión se­
la existencia de una retroacción posible, o de un xual- Si se define la función según el modo de
movimiento antero-posterior, que constituye la Impulsión, se corre el riesgo, inversamente, de
riqueza del concepto: es en el momento mismo plegar la pulsión sobre la función, en el sentido
en el cual Nachträglichkeit pierde su fundamen­ de un funcionalismo de la sexualidad.
to en la seducción cuando de golpe el término De allí la posición paradojal de quien, come
es sustantivado.26 yo, interpreta un concepto latente de este tipo,
Con Anlehnung ocurre más o menos lo mis- este intérprete tematiza lo que Freud no ha tema
mo. ¿Qué ocurre con él en 199§? Hay una ne­ tizado, muestra que ese tema puede serjecundc
bulosa sobre los orígenes de la sexualidad. La y proponer una salida, un salvataje para une
.^Idea de «pulsión de autoconservación» no está cuestión importante en la obra• pero debe mos
Ij/presente en ningún lado, la autoconservación es trar también cómo este salvataje mismo pued<
puesta por lo general bajo el rubro de la función ser arrastrado a lo que yo llamo el extravío, cóm<

Í o de la necesidad, no bajo el de la pulsión. La


relación entre pulsión sexual y autoconserva­
ción busca también, en el texto de 1905, una
«asociación»,a través de diferentes palabras, en
particular la de Vergesellschaftung. Hallamos la
puede reiterarlo.
Esta falsa vía tomada por el apuntalamienti
y en ^apuntalam iento es lo que pretendo de
sarrollar aquí, pero ya fue marcado como con
clusión de mi exposición de Problemáticas IJ
palabra Anlehnung una sola vez en nuestra pri­ sobre la sublimación:27 sólo la teoría de la se
mera edición de los Tres ensayos, a propósito ducción aporta la verdad del apuntalamiento.
del apuntalamiento de la sexualidad anal en la Nos vemos aquí forzados a recordar las cus
función de excreción. tro dimensiones o los cuatro aspectos de la pu
Uno de los aspectos de mi tesis consiste en sión según Freud, en su_simpficMa¿J^parente-
que en el momento en el cual el apuntalamiento al mismo tiempo en su inmensa ambigüeda
comenzará a tematizarse, en los años de 1910- que se descubrirá poco a poco. Las cuatro soi
»^1912, corre el riesgo de tomar una falsa vía: es la fuente [Quelle], la meta {Zíel), el objeto {OI
el momento en el cual la autoconservación se jektTy el empuje [Drnng). Remito aquí a los ai
afirmará como una pulsión paralela a la sexua- tículos del 17ócabu/aire de la psychanalyse, a

26 Todo esto será claramente explicado en un texto por 27 Buenos Aires: Amorrortu editores, 1987, págs. 3
aparecer: «La Nachträglichkeit en el après-coup».
76.

42 L
como a Vida y muerte en psicoanálisis28 y a de hombres ilustres, se mostraba aún en Atenas
Problemáticas III.2
29
8 la nave de Teseo, con la cual él había ido, siglos
El examen atento de estas cuatro nociones, antes, a vencer al Minotauro en Creta. Ese ver­
en sus contradicciones internas, dado que se dadero monumento histórico era evidentemente
trata de la sexualidad humana, lleva a una mis­ de madera, de modo que de tiempo en tiempo
ma conclusión, que se desprende también de una pieza se pudría; se cambiaba la pieza y así
las observaciones reunidas en Tres ensayos. de seguido, de suerte que al final todas las pie­
v\ ! En la Trieb sexual, todo es variable.. El objeto zas habían sido reemplazadas. De tal modo, di­
es contingente, susceptible de todas las sustitu­ ce Plutarco, este barco de Teseo había llegado a
ciones; según Freud, se puede siempre reempla­ ser para los filósofos un gran ejemplo. ¿Si todo
zar un objeto por otro. La meta es susceptible ha sido cambiado — se preguntaban— , es aún
; de intercambios, modificaciones, inhibiciones. «el velero de Teseo?
1Las fuentes, en fin, están conectadas las unas a f La pulsión es una especie de velero de Teseo.
I las otras, susceptibles de «vicariarse». En esta ¿Qué queda de la pulsión? Nada, salvo el empu­
! concepción, objeto, fuente y meta en la pulsión je, e s e ^ S ^ qu e^poria semántica, efijexaqta-
1 sexual son, finalmente, evanescentes. Y la ima­ mente sinónimo de Trieb. Es, creo, lo que Lacan
gen que me viene es la del cuchillo de Jeannot o quiso subrayar cuando sugirió el término «deri­
incluso del velero del Teseo, como la cuenta va». Ningún traductor de Freud, incluso laca-
Plutarco. En la época en la que escribió su Vida niano, se atreverá a retraducir: «Derivas y des­
tinos de derivas». Pero en ese juego de palabras
lacaniano que pasa por el inglés drive, afrance­
sado en deriva, existe esta idea de que la pul­
28 Buenos Aires: Amorrortu editores, 1973, págs, 19-24.
sión es una deriva, es decir que Trieb no indica
29 Op. cit.,- págs. 34-42. El único detalle que podría
agregar concierne a la distinción que habría que hacer ninguna vía. La Trieb, de origen endógeno, no
entre lo que se llama Ziel (la meta) y los problemas del indica nada, y hay que desembarazarse de ella
Zweck (el fin). Con el primer término, no está en cuestión por todos los medios. Sólo queda el empuje, que
una tendencia, sino un comportamiento, una secuencia
consumatoria y satisfaciente. Con el Zweck y la Zweck­
es ciego. ~ ~~ ”
mässigkeit (cf. supra, pág. 25), está en juego el problema
de la finalidad, de la teleología de los comportamientos.
Destaquemos que Freud, tan opuesto inicialmente a una 28 de enero de 1992
concepción teleológica de la pulsión, se desliza a veces ha­
cia ella (a propósito del onanismo del lactante, donde se
reconocería la «intención de la naturaleza» que prepara el
Fuente - meta - empuje - objeto. Una vez re­
primado de la zona genital), hasta el punto de hacerse re­ cordadas estas cuátfo"ñbcib'íresr, que no son
prender por un discípulo (Rudolph Reiüer), para, con la in­ simples pero que sirven de jalones aproximati-
troducción de las pulsiones de vida y de muerte en 1920, vos en Freud y en nosotros, vuelvo al problema
reafirmar la ineluctabilidad del punto de vista teleológico
en biología (cf. Tres ensayos, op. cít., pág. 170, n. 26).
que nos ocupa: el del apuntalamiento. El apun-

44 45
talamiento responde a un problema de origen, Se trata, en efecto, con la sexualidad infantil,
explícitamente situado de manera temporal. No de algo muy particular que se llama la sexuali­
hay Tazón para renegar de las cuestiones de dad extensa, extendida a lo pregenital — diga­
tiempo y cronología en nombre de una intempo- mos más bien a lo extra-genital, para no prejuz­
ralidad cualquiera. Se trata de dar cuenta de la gar sobre una secuencia cronológica entre lo
apariciórudeJa sexualidad en sus comienzos, de pregenital y lo que vendría después— ; una se­
la sexualidad infantil, entonces. xualidad extensa cuya enumeración conocemos
hasta la saciedad: oral, anal, uretral, etc. Pero
De aquí esta cuestión previa: ¿por qué dar
todo, finalmente, puede ser la ocasión de algo
cuenta de ella si no existe? El debate no ha ter­
minado, y las maneras de negar la sexualidad sexual en el funcionamiento del ser humano.
Esta sexualidad infantil plantea un doble
infantil son muchas. Se la puede negar por
problema de prueba y de definición. Pero —y
completo, explícitamente, o se la considera co­
aquí hay que hacer intervenir un poco de dia­
mo algo aberrante, patológico, que no se funda
sino en la observación de algunos casos excep­ léctica— ese problema es doble sólo en aparien­
cionales. Se la puede negar, en un segundo ni­ cia, porque la prueba de la sexualidad, de su
vel, por ser de naturaleza biológica y de origen generalización, hace derivar la esencia misma
—por tanto, la definición— de la existencia de lo
endógeno, lo que no implica sin embargo negar
su existencia. Por último, se la puede negar de que es comprobado. En otros términos, no es
un modo más sutil pero peligroso en el seno que 1) defino esto como sexual, y 2) le muestro
mismo del movimiento psicoanalítico, cuando se a usted que esto sin duda existe. Sino que le
^ía desexualiza, se la diluye en otra cosa donde muestro que algo existe y en razón de ello pro­
/ pierde su especificidad sexual. Las tentativas duzco una idea diferente, que no deja de estar
7 son variadas y persisten aun en nuestros días. enlazada con la primera, con la idea común,
Lo que Ereud llamó las perspectivas de Jung (y pero que es derivada de esta.
«Derivación de las entidades psicoanalíticas»
su aproximación temporaria a las perspectivas
de Jung) es precisamente esto: hacer de la «libi­ es un artículo escrito en 197130 en el que yo
do», o del Eros, todo, es, al fin y al cabo, trans­ intenté mostrar, a propósito de muchos de los
formarlos en nada. Nos vemos de inmediato con conceptos psicoanalíticos, que su definición, su
el verdadero problema: definir y localizar esta génesis, trae consigo su existencia. Para volver
! sexualidad. Pero otras tentativas, más moder- a cosas mucho más simples, toda derivación
- ñas, son actualmente dominantes: así toda la sigue las vías reconocidas umversalmente y
tendencia a diluir la sexualidad en lo que se lla­ desde siempre, clasificadas desde el siglo XVHI,
ma relación de objeto, donde el término mismo las vías de la asociación de ideas y, agregaría,
sexual pasa por completo al segundo plano sal­ 30 En Hommage á Jean Hyppolite, París: PUF, 1971,
vo para designar únicamente lo genital; lo que págs. 195-215, y en La révolatíon coperntcienne tnachevée,
precisamente Freud no quiso hacer. op. c it

46 47
del encadenamiento de las cosas o entidades. camente psicoanalítica. Esta prueba aparece
Estas leyes nunca serán más que tres: semejan­ desde el comienzo del capítulo II de Tres ensa­
za, contigüidad y oposición. yos, en el parágrafo que se intitula «El descuido
Tanto en Tres ensayos de teoría sexual como de lo infantil». Es la prueba que consiste en el
en el capítulo XX de las Conferencias de intro­ hecho de que los «conocedores» descuidan siste­
ducción al psicoanálisis vemos funcionar estas máticamente hablar de la sexualidad infantil.
tres modalidades de prueba y al mismo tiempo Se trata de ima prueba por la represión. De he­
de derivación de la sexualidad. cho, los conocedores son aquí los representan­
La semejanza. Freud la hace funcionar en el tes de los adultos en general, que han reprimido
nivel del orgasmo: existen fenómenos de un ni­ su propia sexualidad infantil y que la condenan
vel distinto que el genital, en los cuales reconoz­ cuando la perciben en el exterior. Estos fenó­
co algo que se asemeja al despliegue orgàsmico menos no serían reprobados con el mismo furor
del adulto. Otra semejanza —más probatoria a que condena la perversión sexual adulta si no
mis ojos— es la que se establece entre numero­ hieran objeto de una condena interna anterior a
sas actividades infantiles generadoras de placer la condena externa.
y actividades de los perversos que todo el mun­ Ven ustedes que estas pruebas implican una
do coincide en llamar sexuales. nueva definición, que ella misma —agrego esto
La contigüidad o la continuidad. Se recurre a personalmente— trae aparejada la necesidad de
este argumento sobre todo a propósito de los un nuevo fundamento.
placeres preliminares, que acompañan o prece­ Esta definición por parte de Freud de la se­
den al acto genital propiamente dicho en el xualidad infantil merece ser reproducida por
adulto, y que interesan a zonas y a procesos entero, en una traducción exacta.
muy diversos de los genitales. Los placeres lla­ ; ' ~En primer lugar, ella «aparece en apuntala-
mados preliminares (Voríusí) están a la vez en ¡miento sobre una de las funciones corporales
contigüidad con el acto genital que preparan, y /importantes parada vida»: en segundo lugar,
en semejanza con la sexualidad infantil. ¡«ella no conoce aún objeto sexual, es autoeró-
A partir de este juego combinado de seme­ |tica»; en tercer lugar, «su meta sexual está bajo
janza y de contigüidad —lo que yo llamo meta­ [el dominio de nna zona erògena ^ 1
bolismo o simbolización— se produce una deri­ Encontramos todo aquí, salvo el «empuje»:
vación (una deriva - Lacan) tanto en el nivel de meta, objeto y fuente (la zona erogena). Pero
la existencia como de la comprobación. Muy destaquemos la posición predominante dada
osado será quien diga si se trata de una prueba aquí al apuntalamiento: este no es introduci­
extrínseca o si esta prueba crea la cosa misma. do sino aorés-coupr e n lQ lhDnero se lo pone a
Por último, existe el abordaje por oposición, la cabeza de la definición, como una suerte de
que no es en absoluto la prueba por lo contra­
rio, sino una prueba importantísima y específi­
31 En Gesammelte Werke, voi. V, pág. 83,

48 49
verdad —vislumbrada, podríamos decir— de a su vez la fuente, es decir, de remitir eventual­
la sexualidad infantil.
mente esta predilección por una u otra zona
Del mismo modo como la seducción es la (¿por qué tal o cual zona es elegida como zona
verdad del apuntalamiento — como no ceso de erógena?) a un proceso él mismo,fisiológico, del
afirm ar— , el apuntalam iento aparece como orden, por ejemplo, de una repartición de hor­
la verdad après-coup de los enunciados sobre el monas sexuales. Es cierto que se debería probar
autoerotismo y las zonas erógenas. El primer esta repartición prioritaria de ciertas hormonas
elemento, el apuntalamiento, es dinámico, defi­ —no sólo en el nivel de los órganos genitales, si­
ne generando, en tanto que los enunciados dos no también en el nivel de las diferentes zonas
¡Jy tres plantean problemas de esencia en los que erógenas, por ejemplo.
la discusión corre el riesgo de atascarse: por Es aquí donde los argumentos contemporá­
una parte, el problema d e jQjtiológico, con su neos ofrecidos por los defensores de una sexua­
meta bajo el dominio de una zona somática (es lidad infantil biológica están en perfecta contra­
el tercer elemento de la definición), y por otra, el dicción: al apoyar la noción de sexualidad in­
problema del objeto o de su ausencia, que abre fantil en ciertos hechos — como las erecciones
toda la cuestión del objeto fantasmático. del lactante varón— , dejan lisa y llanamente de
Diré algunas palabras acerca de estas dos lado la cuestión central planteada por Freud:
cuestiones para intentar clarificar lo que está en una sexualidad infantil ampliada, prioritaria­
juego. Por supuesto, las retomaré en edición mente extragenital. Y, por otra parte, dejan en
ampliada con la discusión del apuntalamiento. suspenso la cuestión de la sexualidad de la ni­
Primero la cuestión de lo biológico planteada ña —respecto de la cual Freud mismo se mostró
V en la tercera frase: «su meta sexual está bajo el muy atento— en beneficio de la sola excitación
\* ^ dominio de una zona erògena»; una frase que genital del varoncito.
i tiene dos corolarios, muy ligados entre sí: por Por otro lado, esta idea de una dependencia
M u ñ a parte, el primado de la «fuente»; por otra, estrecha de la meta respecto de una zona somá­
Ajana discusión sobre el «placer de órgano». tica sólo es verdaderamente válida para algunas
A partir del momento en que se dice que la pulsiones parciales, en particular ciertas muco­
meta — es decir, la acción cumplida— está bajo sas que sirven siempre de referencia, pero para
la dependencia (unter der Herrschqft) de la fuen- algún otro placer erótico, por ejemplo, lo que
te, y que la friente es definida como zona eróge- Freud llama la pulsión de mirar (Schautrieb), es
na, se lleva a cabo, en principio, un gran empo- evidente que la idea de una detumescencia y
brecimiento de la meta: porque esta pobre zona una tumescencia del ojo está totalmente fuera
erògena, se trate de los labios, del ano o del pe­ de alcance. Probablemente no es una detumes­
ne, no tiene otra meta que la detumescencia o cencia del ojo, salvo de urna manera muy meta­
algo -semejante. Por otra parte, ello trae la ten­ fórica, lo que busca un voyeurista. Ven ustedes
tación, y las tentativas renovadas, de biologizar cómo rápidamente se agota esta idea de una

50
51
suerte de secreción de la sexualidad por una de la época en. la cual se sitúa el fantasma. En j \
fuente somática, o zona erógena.32 1905, los Tres ensayos oponen dé manera bas- I |
Voy ahora al otro problema, el del autoerotis- tante clara toda una infancia que es sin objeto, j /
mo definido como ^ausencia de objeto: «La se­ y por tanto es «autoerótica», y una pubertad que ¡|j/
xualidad infantil no conoce aún objeto sexual, es el descubrimiento del objeto. Y en el artículo 'h
ella es autoerótica». El problema esencial se (también de 1905) «Mis tesis sobre el papel de la m
jenuncia: ¿es que no tiene objeto real sino fan- sexualidad en la etiología de las neurosis», que n
ftasmático, o es que no tiene objeto en absoluto? completa y acentúa ciertos aspectos biologi- jjl
Hay que reconocer claramente que cuando no­ zantes de Tres ensayos, los fantasmas son pro- p?
sotros decimos (Pontalis y yo mismo en Voca- ducidos sobre todo en la pubertad y reproyecta-IA
bulaire de la psychanalyse, artículo sobre el au- dos de manera retroactiva.33
toerotismo, o en lo que he escrito sobre el apun­ Vienen luego todas las discusiones de la
talamiento) que^eL autoerotismo está ligado a un Sociedad de Viena sobre el onanismo, que inte­
fantasma, se trata de lo que querríamos hacer resan forzosamente a la redefinición del auto-
decir a Freud q^rrt que n o_está_en él. Para erotismo, de lo cual sus «Protokolle» o «Minutas»
F reud, autoerotismo quiere decir «absoluta- dan cuenta.
mente^sjn. objeto», sea exterior al cuerpo propio Hubo en 1910 una primera discusión sobre
o fantaseado: sin objeto exterior, aun cuando se el onanismo, donde el debate fue tan contra­
tratase de un objeíoniexterion en la fantasía. dictorio que se interrumpió luego de dos o tres
Hay sin embargo una evolución en Freud sesiones. La discusión se retomó en 1911, paso
que está ligada al modo con el cual hace retro­ a paso, durante ocho sesiones, aproximada­
ceder cada vez más la sexualidad hacia la más mente quincenales.34 La cuestión de la fantasía
. temprana edad. Esta retrogradación de la se­ o del fantasma está allí presente de manera
xualidad corre parejas con una retrogradación constante. Cito algunas intervenciones sobre el
problema del autoerotismo.
Intervención de Federn (pág. 20): «La cues­
32 Abro aquí un paréntesis sobre un libro reciente que
pasó demasiado inadvertido, de Gérard Mendel, intitulado tión consiste en lo siguiente: ¿una fantasía se­
La psychanalyse revlsltée (París: La Découverte, 1988). En xual [sexual está subrayado, él debió de desta­
este libro se puede seguir a Mendel en toda una parte es­ car la palabra] está conectada a todo onanismo
pecial de su argumentación, y en particular en dos argu­ (ob mit je d e r On.anie eine sexuelle Phantasie
mentos de los cuales él mismo se asombra de que fueran
también míos: la negación de una sexualidad infantil bio­ verknüpft sei)?».
lógica y la negación de una herencia de las fantasías a r­
caicas, del carácter hereditario de los famosos fantasmas
originarios. Algunas convergencias han sido apuntadas, 33 En Obras completas, op. cit., vol. VII.
por otra parte, en un artículo de Amine A. Azar, «La malé­ 34 Protokolle des Wiener Psychoanalytischer Vereinigung,
diction des pharaons pèse-t-elle sur les psychanalystes?», Francfort del Meno: Fischer, vols. III y IV, 1976. Las citas
en L ’Evolution Psychiatrique, 56, 1991, págs. 177-87. están tomadas del volumen IV.

52 53
Cuestión bien planteada a la cual Stekel res­ persona, incluso si el acto se realiza en total so­
ponde de modo preciso en la reunión siguiente ledad, hay que hablar de onanismo, y no de
(pág. 33). «Stekel designa como onanismo todo autoerotismo. Y continúa: «En su concepción de
acto sexual realizado sin la ayuda de otra per­ las fantasías inconscientes, Federn (Pedern ha­
sona y quisiera calificarlo de auto erótico, haya o bía dicho: existen tal vez fantasías inconscientes
no fantasía, sin perjuicio de las fantasías». De de los 0 a los 2 años) toma al inconsciente no
todos modos, fantasía o no, a partir del momen­ sólo en el sentido de lo reprimido, sino en el
t o en el que no hay persona real exterior, se tra­ sentido de la parte innata de la psique».
ta de autoerotismo. Queda así abierta la puerta a la presencia de
Lo que Freud por su parte había discutido fantasías de 0 a 2 años, pero fantasías que no
antes muy vivamente (pág* 22): «Sólo designa­ son el efecto de relaciones exteriores en el inte­
mos en general como autoerotismo los primeros rior del sujeto, sino que serían de origen inter­
dos años de vida. El onanismo de la época ulte­ no; pensamos enseguida en el ello hereditario
rior, con fantasías sobre otras personas, no es no reprimido y en lo que esto va a devenir en
ya puramente autoerótico». Por lo tanto, a partir Freud después. Federn abre la puerta, se podría ¡
' dé que hay objeto exterior, incluso en la fanta­ decir, por donde se zambullen los kleinianos:
sía, ya no hay verdaderamente autoerotismo. fantasías queyno tienen origen exterior sino que
En otros textos,' Freud precisa: ustedes de­ están allí desded í comienzo.
ben distinguir claramente tres grandes períodos Reíeámos_eTa]rtícuId^e Susan Isaacs en De­
de la actividad onanista: de 0 a 2 años, de 3 a 5 sarrollos en psicoanálisis, «Naturaleza y función
años, y luego la pubertad. JErLdfiQ5u sólo había de la phantasy».35 Se trata de un clásico. A dife­
fantasías en la pubertad. Aquí, Freud se remon- rencia del Freud de 1901-1915, Susan Isaacs
- ta de un salto hacia atrás, y admite la presencia sitúa el fantasma desde el origen, como fantas­
de fantasías en el período de 3 a 5 años. Pero ma inconsciente. Se trata de fantasías incons­
mantiene la idea de que el verdadero período cientes de origen endógeno. Se ha dicho hasta
autoer ótico es el primero, aquel donde no hay el cansancio, pero es una verdad en los kleinia-
fantasía. nos: toda la vida fantasmática del niño está pre­
Continúo mi «montaje» con otra intervención, sente desde el comienzo en el interior, incluso si
la de Rosenstein (pág, 21), que «señala que la encuentra pretexto en el exterior. Y para com­
cuestión de las fantasías está en correlación (zu- prender esta perspectiva kleiniana de la vida
sammenhangt) con la cuestión del autoerotismo; fantasmática, hay que concebir el proceso pul-
si las fantasías se refieren a una segunda per­ jsional como un proceso de dos caras: un aspec­
sona, la masturbación no es ya puramente au- to puramente fisiológico y un aspecto psíquico
toerótica». Rosenstein corrobora así muy exacta­ inconsciente, anverso-reverso. Esto corre pare-
mente el punto de vista de Freud: a partir del
momento en el cual una fantasía engloba a otra
35 París: PUF, 1966, págs. 64-114.

54 55
í jas con toda una línea del freudismo que sitúa Cito en principio sin comentario, ya que lo he
Jal inconsciente antes del consciente» y da una kecho a menudo, el pasaje cardinal de los Tres
|prioridad a una suerte de inconsciente atávico, ensayos.37
presente desde los orígenes.
Tendré ocasión, al final del recorrido, de vol­ «Es claro, además, que la acción del niño chu-
ver sobre esta cuestión del kleinismo, como peteador se rige por la búsqueda de un placer
punto extremo de este extravío endógeno que —ya vivenciado, y ahora recordado— . Así, en el
constituye mi tema actual. caso más simple, la satisfacción se obtiene ma­
mando rítmicamente un sector de la piel o de
mucosa. Es fácil colegir también las ocasiones
4 de febrero de 1992 que brindaron al niño las primeras experiencias
de ese placer que ahora aspira a renovar. Su
El apuntalamiento. Di acerca de él diferentes primera actividad, la más importante para su
graficaciones en Problemáticas, III y IV.36 La vida, el mamar del pecho materno (o de sus
imagen más simple es la de un diedro, o sea, la subrogados), no pudo menos que familiarizarlo
intersección de dos planos, el de la autoconser- con ese placer. Diríamos que los labios del niño
vación y el de la sexualidad; el apuntalamiento se comportaron como una zona erógena, y la
se produce sobre la línea de intersección. estimulación por el cálido aflujo de leche fue
la causa de la sensación placentera. Al comien­
zo, claro está, la satisfacción de la zona eróge­
na se asoció con la satisfacción de la necesidad
de alimentarse. El quehacer sexual se apuntala
primero en una de las funciones que sirven a la
conservación de la vida, y sólo más tarde se in­
dependiza de ella.38 Quien vea a un niño sacia­
do adormecerse en el pecho materno, con sus
mejillas sonrosadas y una sonrisa beatífica, no
Otro modelo más dinámico es el de dos fle­
podrá menos que decirse que este cuadro sigue
chas, que figuran las dos mociones pulsionales.
siendo decisivo también para la expresión de la
satisfacción sexual en la vida posterior. La nece­
sidad de repetir la satisfacción sexual se divor-

37 Gesammelte W erke, vol. V, pág. 82; trad, en casi..


36 Problemáticas III, op. cit., y Problemáticas IV: El in­ Obras completas, op. c it, vol. VII, págs. 164-5.
38 Esta frase, que marca a posterlori todo el pasaje con
consciente y el ello, Buenos Aires: Am orrortu editores,
1987. el término conceptual apuntalamiento, se agregó en 1915.

56 57

-----:--------
cia entonces de la necesidad de buscar alimen­ un mismo término (pulsión) sea adecuado para
to, un divorcio que se vuelve inevitable cuando designar a la vez la autoconservación y la se­
aparecen los dientes y la alimentación ya no se xualidad. En un modelo así, habría poca inter­
cumple más exclusivamente mamando, sino vención de un proceso sobre el otro, salvo en lo
también masticando». que concierne al desencadenamiento, es decir,
en el nivel de la «fuente». La función de auto-
¿Cómo comprender entonces el apuntala­ conservación, la alimentación en este caso, es la
miento? «Sólo se les presta a los ricos», se dice. ocasión39 de ima estimulación de la zona eròge­
Pero se puede decir también claramente que na, en este caso de los labios. Esta estimulación
hemos enriquecido el apuntalamiento de Freud, será repetida a continuación de manera endóge­
que no siempre es tan explícito como se preten­ na. Habría entonces una suerte de desfasaje de
de. Y por momentos uno se ve muy tentado de la fuente, entre la fuente de la autoconservación^ /
retomar lo que le hemos prestado a Freud. Para (de la es difícil decir que se trata jie jo s la- v
simplificar, diré que hay tres interpretaciones bios: ¿se podría decir que los labios son la fuen­
posibles de esta articulación entre la autocon- te del hambre?), entre el proceso somático enj;l
servación y la sexualidad: origen del ham br^y_uñaJlX5nLedBgxñaI~5é5ig'
nadanórFreud crén o la mucosajÍ&-los4abios.
Q t J n a interpretación pobre, paralelista; 2) una
En cuanto a la meta, ¿qué se nos dice? Nada
mterpretación rica, en el sentido de una emer­
de concreto ni de específico. La meta de la auto-
gencia: pero esta interpretación es contradic-
conservación es la jngestión, en el caso alimen­
/"feoria, de suerte que su dialéctica se abre sobre
tario, y ía Excreción, en el caso de las zonas ex­
’ una interpretación invertida del apuntala­ cretoras. Pero una meta así no puede ser reen­
miento.
contrada en la actividad autoerótica: «La fuente
La interpretación pobre del apuntalamiento de la pulsión sexual es un proceso excitatorio
surge de un Freud, después de todo, tomado a en el interior de un órgano, y su meta inmedia­
la letra. Hay pocos pasajes freudianos sobre el ta consiste en cancelar ese estímulo de órga­
apuntalamiento: este texto y los agregados de no».40 Es la idea deU<placer d_e órgano»: hay una
Tres ensayos, un solo pasaje en «Pulsiones y tensión en los labios, se trata de hacerla ce­
destinos de pulsión». En cuanto al texto sobre sar; la mucosa es excitada“y,^enjxé o_salga eso,
«El narcisismo», sobre el cual volveré más ade­ será excitada del mismo'mo'do; por lo tanto, no
lante, da el apuntalamiento por admitido, pero hay ninguna relación de derivación directa en-
no lo describe. Esta interpretación pobre supo­
ne una suerte de paralelismo genético entre los 39 «Es fácil colegir también las ocasiones que brindaron
dos tipos de pulsiones, acerca del cual señalé al niño las primeras experiencias de ese placer que ahora
aspira a renoval». i .
antes que es muy dudoso aun a título de una 40 Gesammelte Werke, voi. V. pag. 68; trad. en cast.,
analogía descriptiva, ya que no es seguro que Obras completas, op. c it, voi. VII, pág. 153.

58 59
tre la acción consumatoria (la meta) alimentaria tanto tal, sino en mecanismos tal vez un poco
y la acción consumatoria (la meta) sexual. más simples que aquellos de la alimentación, y
En lugar de mi primer esquema, podríamos claramente descriptos en la fisiología del peris-
más bien gradear:
taltismo intestinal.
AC Pero este paralelismo empobrece al mismo
tiempo la sexualidad, dándole un modelo dema­
siado cómodo como es el del chupeteo, de suer­
te que, si la sexualidad fuera el placer de órga­
no, bastaría (lanzo esta provocación) con dosifi­
Sexualidad car de modo diferencial la hormona sexual en
tal o cual zona llamada erógena y en tal otra
O parte determinada del cuerpo. Esto no quiere
decir que no haya zonas del cuerpo más sensi­
En cüantov a^^/^¿¿, las cosas son contra­ bles que otras, pero conviene extender esta vir­
dictorias. Se admite, desde luego, que la auto- tualidad a todo revestimiento cutáneo, incluso a
conservación puede mostrar su dirección (el pa­ mecanismos anclados en el cuerpo pero más
ralelismo del esquema) a la búsqueda del objeto complejos, como la visión y la actividad muscu­
sexual, pero, para Freud, lo propio de la sexua­ lar —aquello de lo cual habla Freud a propósito
lidad, el tiempo que yo llamo «auto» en Vida y de las fúentes indirectas de la sexualidad.41
muerte, es decir el autoerotísmo, no implica fan­ . ''“'Este paralelismo, del mismo modo que el ar- f
tasma, de suerte que no podría haber allí rela­ Stículo «Pulsiones y destinos de pulsión» en gene-1
ción de simbolización entre un objeto y el otro; ■ral, aporta entonces una especie de perspectiva!
hav un simple objeto de reemplazo, tomado en intermedia que no da cuenta claramente ni de>\
el propio cuerpo. El pulgar del «chupeteo» reem­ la autoconservación, ni de la sexualidad, ni de!i
plaza al alimento, peíxTdelIñ módo puramente
la relación de ambas.
mecáiücóTvno ^significante.
Una segunda ¿nfepamfeEeián-es-la-que-salva el
Un paralelismo de este tipo es lamentable apuntalam iento viendo en él una suerte de
desde todos los ángulos. Va en desmedro de la emergeiiciarSTrvíiuaJiza<^^ ts nuestro esque­
concepción de la autoconservación y de sus me­ ma con la flecha de la autoconservación y esa
canismos complejos. En efecto, Freud no se in­ segunda flecha que se separa de ella progresi­
teresa en absoluto en la necesidad alimentaria, vamente luego de haber caminado en paralelo.
que no tiene su origen en los labios, ni tampoco Ustedes encontrarán la explicación de esto en el
en el estómago, sino en toda una serie de regu­ Vocabulaire de la psychanalyse, que descubrió
laciones homeostásicas muy complicadas. Del
mismo modo, la fuente de la expulsión, de la
41 Véase sobre este punto Vida y muerte en psicoaná­
defecación, no está evidentemente en el ano en
lisis, op. cit., págs. 34 y sigs.

60 61
i

el apuntalamiento, y en Vida y muerte en psico­ Retomo el término — que pertenece a Lacan—


análisis. de objeto metonímico, que cuadra bien aquí. El
En ese esquema no hay sólo apoyo, sino si­ objeto" el pecho, se encuentra en contigüidad,
multáneamente toma de distancia y empréstito. particularmente en una relación de continente-
Dicho de otro modo, cada una de las pulsiones contenido, en una relación metonímica, enton­
no funciona por cuenta propia. Descripto es­ ces, con la leche. Relación metonímica, pero tal
quemáticamente, el apuntalamiento incluye dos vez también metafórica, y en razón de ello to­
Atiempos: un funcionamiento conjunto y luego mada en ese complejo de metáforas y metoni­
.-fun momento de toma de distancia o de rebote. mias que llamamos simbolismo; pero la primera
/ Es lo que Freud dice explícitamente en otros línea de derivación es metonímica^
pasajes: la sexualidad encontraba en un co­ Por otra parte, al mismo tiempo que hay cli-
mienzo su satisfacción al mismo tiempo que la vaje entre leche y pecho, hay en este esquema
alimentación, y luego se separó de esta para despegue y rebote; en ese movimiento de la fle­
devenir autoerótica. El autoerotismo sería en- cha que da vuelta sobre sí misma, lo introyecta-
tonces rebote, tiempo de un devenir y no tiempo do en el fantasma, lo «alucinado» {pongo la pa­
originario. Insistí más de una vez en el aplana­ labra entre comillas; ustedes conocen las re­
miento que se producirá luego en Freud cuando servas fundamentales que hago a la noción de
haga del autoerotismo el tiempo primero del ser alucinación primitiva) es el pecho. De allí el ab­
humano, y no ya un tiempo secundario. surdo de hablar, respecto^elaT«experiencia de
Conjunción, luego emergencia, que es un satisfacción», de una satisfacción alucinatoria
desfasaje, una suerte de metabolización o de de la necesidad. En esta famosa parábola de los
simbolización, siguiendo las vías de toda asocia- orígenes, Freud se encueñSmante-este-dllema:
• ción, en las cuales repito que son ineluctables dar de inicio lugar a lo sexual, en cuyo caso no
—no sólo en el pensamiento sino también en el se lo deducé~^rTabsóluto (sería esta la posición
ser viviente— las vías de la contigüidad y de la kleiniana), o no dar lugar a lo sexual, en cuyo
semejanza. caso no se lo deduciría jamás.42
En esta interpretación favorable y salvadora La meta, desde esta perspectiva emergentis-
del apuntalamiento, el objeto de la autoconser- ta, toma consistencia. Ya no se trata de la sim­
vación es la leche, mientras que el pecho es el ple descarga in situ del placer de órgano, sino
objeto sexualYPero la leche, el alimento, es com­ de una metaforizacióri y unaJantasmatización
pletamente olvidado, tanto por los kleinianos de la meta alimenticia. Si la meta alimenticia es
como por todos aquellos que descuidan clivar, la ingestión del alimento, la meta sexual deviene
desdoblar la oralidad. Si se plantea la idea de
42 Para el desarrollo de este punto, cf. «La révolution co-
que al comienzo se trata para el ser humano de
pernicienne inachevée», en La révolution copernicienne
incorporar el «pecho», bueno o malo, y bien, to­ inachevée, op. c t t , págs. xxvi y sigs.; trad. en c a s t, La
do está dicho; o, más bien, nada está dicho. prioridad del otro en psicoanálisis, op. c it, págs. 9-43.

62 63


la incorporación, derivada de la precedente, en toconservativo, con la salvedad de darse cuenta
este caso según la línea de la similitud o de la de que se lo ha puesto allí desde el comienzo.
metáfora. Ocurre del mismo modo con la meta Felizm ente, en esta interpretación por la
de la analidad, en cuyo caso la expulsión anal emergencia, son las grandes coordenadas mis­
es la metaforización de la excreción de los ex­ mas (objeto, fuente y meta) las que se ven sacu­
crementos.
didas, puestas en movimiento. En el esquema
¿Qué es la fu en te, por último, desde esta del paralelismo, yo podía designar a cada una
concepción que intenta salvar al apuntalamien­ de ellas por una letra, como puntos de referen­
to dándole un contenido? No es sólo la «fuente» cia. Aquí no se trata simplemente de decir que
de la necesidad alimenticia lo que provoca oca­ no son las mismas o que unas surgen de otras;
sionalmente el despertar de la «fuente sexual». he hecho como si la una surgiera de la otra al \
Es la función alimentaria — o excretora— en su hablar de objeto metonímico, de meta meiafó-
conjunto, a ja vez fuente, meta y objeto, el con­ rica; pero lo que intento ahora mostrar es que
junto de «la actividad útil para la conservación no es sólo el contenido de la fuente, la meta y el
de la vida», la que sirve de fuente, trastocando objeto el que deriva de su correspondiente en la
una zona más o menos predestinada a devenir autoconservación, sino que son las nociones
sexual. ... . mismas de fuente, de objeto y de meta las que
Intentar salvar a'Freud, como lo hace este co­ caducan, no sólo cada una por su cuenta sino
mentario («salvar los fenómenos», decían los as­ ,en su articulación con las otras.
trónomos, lo que tiene una doble significación: Es que, en cada tiempo, sobre cada uno de
o„dar cuenta, en el mejor de los casos, de los fe­ estos factores, uno se ve forzado a^h^erjnter-
nómenos, o salvar las apariencias proveyendo vjmiplajnntasía. ¡Pero atención! La fantasía, o
. toda suerte de escapatorias, de las cuales los el fantasma, no es simplemente la imaginación
epiciclos son uno de sus modelos), salvar a de lo real, no es simplemente el aspecto psíqui-
Freud es intentar sacarlo del extravío mayor en ; co del fenómeno^somático. .ELfkntasma-aporia
esta concepción del apuntalamiento, el de una 'pira cosaTquejunaj^^^ De \
sexualidad ppp priprida.(l_cndóge.na, que en­ la ingestión a la incorporación, es decir, de lo i
cuentra su punto de .partida en ,ego .43 En el es­ autoconservativo a lo sexual, hay mucho más y ||J
quema anterior, las flechas parten de la izquier­ algo muy distinto que una psiquización, o incluso f
da, de ego, cualquiera que sea la manera en una simbolización.
que se lo conciba —por ejemplo, como un orga­ Retomemos otra vez esta serie, sin duda algo
nismo— y, por una especie de truco de prestidi­ fatigosa, para hacerla andar.
gitador, se trata de hacer salir —o, como se dice Lafuente. La fuente es designada a veces por
más dignamente, «emerger»— lo sexual de lo au- una función autoconservativa precisa, pero esto
en casos bien delimitados que son siempre algo
43 Ego: aquel de quien, se trata. fáciles y al fin y al cabo poco numerosos: los la-

64
65
bios, el ano, los órganos genitales externos, los económico del masoquismo» del modo siguiente:
orificios urinarios, en última instancia las mu­ «Según eso, también la excitación de dolor y la
cosas —por cierto no se trata de descuidarlas— . de displacgjnlendoamesamonsecuencia. Esta
\Las mucosas en cuestión son por naturaleza m exoitación libidinosa provocada-oor-una ten­
lugares de pasaje, frotados mecánicamente por sión dolorosa v displacentera seríanmmecanis -
lo-quereifcula7excitados por el simple contacto mo fisiológico infantil que se agotaría luego» 45
del-líquido-oda materia que los atraviesa. Pero Sin entrar con Freud en el problema del ma­
son también lugares de intercambio con el exte^ soquismo,46 se puede comprobar la extensión
|rior/én'píimer término el intercambio autocon- introducida por el término «coexcitación». No se
í servativo, es decir, los intercambios del orgahis- trata ya, como en el apuntalamiento en sentido
|m or Son también lugares de cuidados: ya en el estricto, de un funcionamiento en paralelo, pro­
! animal, esos lugares de pasaje y de intercambio veniente siempre de ego: una agitación del or­
que son los orificios del cuerpo son también el ganismo, de una proveniencia distinta de la del
I lugar principal de los cuidados de limpieza. Por funcionamiento autoconservativo, puede hacer
■último, desde nuestra perspectiva_sx>n lugares surgir la excitación sexual. Vemos qué tipo- de
| de polarización de algo externo que viene a in- generalización rfeJa^fuente» se esboza. La fuen-
1j j r E s é T ^ T alrgy g s a f^ td s ^ c uidados, sobre el te deviene agitación jx ó g ena, implantación_de
|funcionamiento endógeno. un cuerpo extra ñ osa Huestión del origen tien­
Pero He aquí que la idea de una fuente se- de de golpe á invertirse en esta generalización,
xual localmente ligada a una función de auto- si ya~~no~hay nada'eñ^ o p n ó T ^ e llím it e , que
conservación caduca más aún cuando abando­ no compórte algo jx o g e ^ Lá fuen-
namos las famosas mucosas (o sea, las fuentes te no es ya un lugar del cuerpo de la cuaUbrota- f
donde la descripción del apuntalamiento es más ríanTen ve~cmdád7dos procesos de los cuales j
simple, más canónica). ¿Cómo mostrar, cuando uno sería autoconservativo y eTofrcTsexual. El í
se califica de erógeno a todo el revestimiento cu- términoHnísmolüente no e s y a válido si lo en- j
■ táneo, cuál es la fuente autoconservativa? Igual­ tendemos como aquello de lo cual brota natu- j
mente, cuando Freud afirma que todo funciona­ raímente algo: la sexualidad no brota de la/
miento orgánico puede dar lugar a excitaciones fuente, como lo hace el agua. i
sexuales. La meta. Hay que mostrar cómo esta también
{* Freud incluso generaliza las cosas, desde los _se dialectiza. Porque, incluso en el eterno mode- -
Tres ensayos, hasta suponer que «en el organis­
mo no ocurre nada de cierta importancia que
no ceda sus componentes a la excitación de la 45 Obras completas, op. cit., vol. XIX, pág. 169.
46 Cf. «Masochisme et théorie de la séduction généra­
pulsión sexual».44 Y lo comenta en «El problema
lisée», en La révolution coperntctenne inachevée, op. c it ;
trad. en cash, «Masoquismo y teoría de la seducción gene­
44 Gesammelte Werke, vol. V, pág, 106. ralizada», en La prioridad del otro en psicoanálisis, op. c it

66 67
lo alimenticio, el pasaje de lo autoconservativo a Recordem os que había dos tiem pos en la
lo sexual no se hace por una simple metáfora: descripción freudiana. Pero el primer tiempo (en
el pasaje de la ingestión a la incorporación es presencia del objeto) era autoconservativo y sin
mucho más que una simple analogía. «Incorpo­ fantasma. El segundo tiempo (en ausencia) era
rai», en primer lugar, no es sólo introducir en la sexual v fantasmático. Lo que nos deja librados
psique, es metabolizar, destruir, refabricar en sí, a preguntarnos cómo lo sexual puede «llegar a»
cosas que están todas ellas fuera de la expe­ lo autoconservativo.48^ ^
riencia inmediata del acto alimenticio. Aun más, Prosigo mi citación de Green: «Al primer tipo
ya que la fantasía de meta oral rebasa esto en [es decir en presencia de la satisfacción] corres­
mucho. La famosa tríada oral que Bertram Le- pondería el fantasma como equivalente psíquico
win intenta definir: comer - ser comido - dormir, del funcionamiento pulsional (este es el sentido
trae consigo algo muy distinto que un simple adoptado por los kleinianos desde el trabajo de
desfasaje de la ingestión; implica, en particular, S, Isaacs) [¿Pero es sexual ese tiempo? ¿Puede
la situación pasiva de ser comido, una situación haber un fantasma no sexual?]; al segundo tipo
que quizás, en el nivel de la fantasía, es origi­ correspondería el fantasma propiamente dicho
nal. La meta sexual nunca es el simple correla­ [fantasma «propiamente dicho»: ¿el otro, enton­
to de una actividad fisiológica. ces, no lo sería?] como sustituto de la satisfac­
Releí un número muy viejo de la Nouvelle Re­ ción pulsional ausente. En ese sentido, en el ca­
vue de Psychanalyse dedicado al «canibalismo», so presente, se podría decir que es el fantasma
tanto en el sentido etnológico del término como de incorporación canibálica el que es incorpora­
en el sentido en el cual el psicoanálisis lo ha do en lugar del pecho».49
—por decir así— colonizado. En ese número, el ¿Qué significa esta última frase? ¿De dónde
único artículo propiamente psicoanalítico es el vendría este fantasma de incorporación. . . que
de Green que se intitula «Cannibalisme, réalité debe ser incorporado? El único sentido asig­
ou fantasme agi».47 nable a lo que propone Green es que sería el
Para proponer una génesis del fantasm a, fantasma de incorporación canibálica parental
Green describe allí una suerte de modelo de la el incorporado. Lamentablemente, Green no lle­
experiencia de satisfacción, y desemboca, pa­ ga hasta el punto de hacer propia la teoría de la
recería, en desdoblarla: «Cabría distinguir aquí
la actividad fantasmática que sobreviene en el
48 Del mismo modo que «la sabiduría llega a las niñas»
curso de la satisfacción de una pulsión y aque­
(tema bien conocido de la literatura licenciosa, desde el
lla que se produce en ausencia de esta y por la cuento II, 1, de La Fontaine, hasta «Mitsou» de Colette).
ausencia de esta». Para una crítica de «La experiencia de satisfacción», véase
también La révolution coperntcíenne inachevée, op. ctt.,
pág. xxvi y sig,,* trad. en cast. en La prioridad del otro en
47 IVüuueííe Revue de Psychanalyse, «Destins du canni­ psicoanálisis, op. c it págs. 33-4.
balisme», 6, otoño de 1972, págs. 27-52 (cit. pág. 45). 49 Op. c it, pág. 45. Entre corchetes: comentarios de J. L.

68 69
seducción: él quiere salvar a la vez a S. Isaacs, posterior destinada a encubrir el recuerdo de la
con su concepción endógena, y a algo totalmen­ actividad sexual in fantil, a excusarlo y em ­
te diferente, que consistiría en que la ausencia bellecerlo. El núcleo de verdad que contiene este
de la satisfacción debería abrirse sobre la pre­ fantasma [de seducción por el padre] reside en
sencia del m ensaje parental. En cuanto a la el hecho de que el padre ha despertado efectiva­
expresión según la cual el fantasma de incorpo­ mente, por sus ternuras inofensivas (harmlosen
ración viene «en lugar» del pecho, señalo que Zärtlichkeiten), en la primera infancia, la sexua­
puede ser entendida en dos direcciones: «en el lidad de la niñita. (Lo mismo vale para el varón
lugar del», pero también «respecto del» pecho. El respecto de su madre.) [Ven ustedes que en esta
fantasma canibálico es implantado en el cuerpo, época, 1912, Freud no da ninguna prioridad a
en el lugar en que es plantado el pecho. la relación madre-hijo, porque llega a establecer
Dentro de una concepción que busca salvar una simetría perfecta: padre/hija, madre /hijo,
el apuntalamiento, vemos cómo tambalean la que luego desaparece.] Son los mismos padres
fuente, la meta, y también la relación fuente- , tiernos los que se esfuerzan después en desha­
meta, ya que la meta, supuestamente secretada bituar al niño de la masturbación, de la cual
por la fuente (es esta la im agen m ism a de la habían devenido inocentem ente la causa (die
«fuente», la cual tampoco es verdadera para el unschuldige Ursache). Así, los motivos se unen
caso de la autoconservación), la m eta en tanto de la m anera más adecuada para form ar ese
está ligada al fantasma, toma de golpe posición fantasma que domina a menudo la vida entera ,
de fuente. Y el «objeto» también. de la mujer, fantasma de seducción, que pre­
- Sobre las contradicciones del objeto, volveré senta estos tres elementos: una parte de ver­
la próxima vez. Hoy, para terminar, cito simple­ dad, una parte de satisfacción amorosa y una
mente esto, tomado de las Minutas de la Socie­ parte de venganza».50
dad psicoanalítica de Viena. Es del «protocolo»
159, reunión del 24 de enero de 1912, dedicada Es muy interesante ver cómo este pasaje in­
a la cuarta discusión sobre el onanismo: vierte completamente la teoría anterior a 1897.
El padre es aquí inocente, en tanto que la niñita
«Como el onanismo infantil es un fenómeno tan es sexual. Los términos son también inversos a
extendido y tan poco mencionado, debe de tener los de Ferenczi: no es el niño el que habla el
un equivalente en la vida psíquica. Encontra­ lenguaje de la «ternura», es el adulto. Freud ol­
mos en efecto este equivalente en el fantasma vida plantearse la cuestión central de Tres ensa­
que aparece en la mayoría de los pacientes [se yos: si el padre es tan inofensivo e inocente,
trata probablemente de los pacientes conside­ ¿por qué castiga la m asturbación? ¿Por qué
rados en la exposición del comienzo de la reu­
nión], a saber, que fueron seducidos por su pa­
50 He retraducido todo este pasaje. Entre corchetes:
dre en la infancia. Hay allí una recomposición
comentarios de J. L.

70 71
castigaría lo que él mismo provocó, si no lo con­ es sólo algo que está comprendido en un cuer­
denara interiormente? Es tal vez inocente cons­ po: es, podemos decirlo sin forzar la palabra, un
cientem ente, desde luego, pero in con scien ­ significante. Está incluido en un mensaje. Vol­
temente reprime ante todo en él mismo lo que veré sobre esto.
luego reprimirá en el exterior: la sexualidad. Pero aun la leche, a la que ese modelo recu­
„' Ven ustedes que un pasaje com o este, en rre, no es designada por Freud como tal, como
j 1912, bien en medio del extravío, continúa ha- objeto de la ingestión. Y, por otra parte, ¿cuál
‘j ciendo justicia a ese grano de verdad que es la sería el objeto del comportamiento alimenticio
I seducción; pero es necesario que, en esta se- primitivo? No es probablemente la leche en sí.
ducción, el seductor sea considerado inocente. ¿Es que la leche en su pura materialidad podría
querer decir algo para el pequeño animal, hu­
mano o no? Pongan la leche en un recipiente,
11 de febrero de 1992 pocos animales irán a lamerla; incluso al gatito
hay que m eterle un poco la nariz adentro. La
Recupero nuestro recorrido reciente: dialec- leche en sí misma no está estrechamente solda­
tizar el apuntalamiento, hacerlo «saltar» en la da a un comportamiento.
m edida en que sería un cerrojo, en la medida Digo aquí — con tanta insistencia que, a ve­
en que corre el riesgo de ser un salvataje del en- ces, se me critica hacer una teorización alejada
. dogenismo de la pulsión sexual. Con dos inter­ de la observación— que la palabra en ese do­
pretaciones que he recorrido rápidamente: una minio vuelve plenamente a la etología, animal
interpretación que llamo <paralelista» y una in­ pero también humana, a la observación con­
terpretación <por emergencia», de la cual intenté creta del lactante. He insistido ya en Nuevos
mostrar’ la última vez, respecto de los diferentes fundamentos:51 el psicoanálisis encuentra allí
elem entos (a excepción del objeto), que no se un dominio-frontera, un dominio en el cual el
puede salvar el apuntalamiento sin poner en no encuentra toda su razón de ser; la sexuali­
cuestión no sólo el esquema de la pulsión se­ dad humana no encuentra allí su explicación
xual, sino también el esquema de lo que se 11a- última, pero el psicoanálisis no puede pensar
i ma autoconservación, y el de sus relaciones. su objeto propio sin tener en cuenta desarrollos
Estábamos en el objeto; dije que en la inter­ concretos de la psicología y, en particular, de la
pretación por emergencia y simbolización, el ob­ psicología animal. Es probable, en todo caso,
jetó sexual — el pecho, para tomar ese modelo— que el alim ento entre en un conjunto objetal
es un d erivad o esen cialm en te m eton ím ico complejo: la leche caliente, el pecho caliente, la
— continente y contenido en contigüidad— del madre; la busca no es sólo de alimento, sino de
objeto de autoconservación, es decir, la leche. calor, con uno o múltiples releasers, o sea, com-
Digo ahora que esto es muy «corto». El pecho es
también emblemático de la sexualidad oral; no 51 Buenos Aires: Amorrortu editores, 1987.

72 73
piejos perceptivos que desencadenan el com-
«Una parte de las pulsiones sexuales es, como
-;¡portamiento apetitivo. Es probable que sólo por sabemos, susceptible de esta satisfacción auto-
artiñcio aislemos el com portamiento estricta- erótica, y por lo tanto apta para servir de sus­
m iente alimentario de otras necesidades tam­ tento al desarrollo descripto a continuación, re- t
bién fundamentales: la necesidad de calor, de gido por el principio de placer [por lo tanto se
contacto, con montages de grasping o de root- trata de un desarrollo sin objeto]. Las pulsiones
ing, de enraizarse en el regazo materno.
sexuales que desde el comienzo reclam an un
Si Freud pretendió que el objeto alimentario objeto, así como las necesidades de las pulsio­
innato y preform ado, el objeto de la «pulsión nes yoicas, que nunca se satisfacen de manera
oral», es el pecho, esto sin duda es falso e in ­ autoerótica, perturban desde luego ese estado y ,
completo: el pecho es succionado, no ingerido.
preparan los ulteriores progresos».52
Pero que sea necesario, por el contrario, como En consecuencia, yo no insisto en esta nueva
en el modelo un poco abstracto que recordé la distinción, discutible, entre pulsiones sexuales
vez anterior, plegar la autoconservación sobre la autoeróticas y pulsiones sexuales que exigen
leche, es también casi falso, y puramente didác­ desde el comienzo un objeto,53 sino en la idea ,
tico. Un modelo falso, porque pretende precisa­ de que las pulsiones de autoconservación, pul-;
mente salvar el modelo fretidiano, que se funda siones llamadas «del yo» (no entro en esta dife-:
en una especie de «mixto» de autoconservación rencia terminológica), no podrían «nunca ser sa-j
y de sexualidad, un esquema de la pulsión con tisfechas autoeróticamente». Freud embrolla uní
su fuente, objeto y metá, que finalmente no se poco las cosas; es cierto, cuando usa la expre­
aplica bien ni a la una ni a la otra. Este esque­ sión «de manera autoerótica» para pulsiones que
ma es el de «Pulsiones y destinos de pulsión», precisamente no son. . . eróticas. Pero se com­
ese texto de 19-15 relativamente dogmático que prende lo que quiere decir: estasjmlsioriesmun--
describe un modelo de la pulsión en general, ca podrían ser satisfechas «auto», en sí mismas
común a la autoconservación y a la sexualidad, y"sobre~sTmismas, porque buscan desde el co-
modelo que va a desaparecer poco tiempo des­ nñémóHmTobjéto" Tenemos aquí la idea indis-
pués, en el movimiento que nos arrastra hacia cíítible~de que él funcionamiento «autoconserva-
las dos grandes Triebe de vida y de muerte. tivo» (pongo entre com illas esta palabra para jt
Si «Pulsiones y destinos de pulsión» es bas­ decir que se trata sólo de una etiqueta de con//
tante dogmático, el texto de 1914, Zar Einführ- junto) está desde el comienzo abierto al mundo
ung des Narzissmus, es mucho más exploratorio. exterior. Pero es esto, ese funcionamiento no so-
Evidentem ente, «Pulsiones y destinos de pul­
sión» parece matizar el problema del objeto en
lo que concierne a las pulsiones sexuales y a las 52 Gesammeíte Werke, vol X, pág. 227; Obras completas,
pulsiones de autoconservación, pero lo hace so­ op. c it, vol. XEV, pág. 129.
bre la base del mismo esquem a en paralelo: 53 En m i opinión, son todas autoeróticas y son todas
inicialmente un objeto.

74 75
lipsista, esta abertura, lo que se cerrará en el fies de autoconservación individualizables es to­
pensamiento freudiano cuando la autoconserva- talmente ilusoria. E xistenjppru n^partocom - *
ción termine absorbida por el m odelo sexual. pprtamient2§^p_etiüvos^abierios_inicialmente
$1 Volveré sobre esto más adelante. Ya, en el nivel fiobr&-eInto.biológico, el compañero adulto, el
J d e la alimentación concebida como necesidad progenitor; existen —muy diferentes— necesi­
prim aria —lo único sobre lo cual sin cesar dades, mecanismos fisiológicos que no ponen de
Freud y nosotros mismos volvemos— , el objeto manera primaria al otro en juego, ni tampoco a
es tomado en un conjunto que incluye implí- un^objeto». __
citamentejal otro cuerpo, nosólcycomq uncuer - ¿Qué quedaría del apuntalamiento en lo que !
po que aportadla leche, sino también comojca-, concierne al objeto si nos atuviéramos a este es- .
lor7comd"ániídamiento, como soporte. quema? Nada, salvo esta derivación pobre: ali­
Pero ¿qué ócuffe~si intentamos abstenernos mento (leche) - pecho. Todo, por el contrario, si
del eterno ejemplo oral? Si pretendemos seguir damos ahora el paso de ir a mirar «Introducción^
esta secuencia en el nivel anal o urinario, ya
que son supuestamente los tipos de apuntala­
miento que siguen a la oralidad, ¿se podría aún
hablar de algo, en el nivel autoconservativo, se­
mejante a lo que Freud describe como una pul­
sión? ¿Son las heces el objeto autoconservativo?
¿Es ese el objeto intentado por el funcionamien­
to excretorio? Un objeto, por otra parte, apenas
discernido en el comienzo, ya que, como sabe­
mos, las heces del lactante no son discernidas
como algo, porque el bolo fecal unificado, solidi­
ficado, sólo llega después. Esto es todavía más
verdadero con la mixión. ¿Cuál es entonces, en
este caso, ese objeto «inicial» exterior del que
j habla Freud? ¿Qué perm anece del esquem a
j fuente - meta - objeto? ¡Y sin embargo fue sin
j duda respecto de la analidad, y sólo de ella, que
.} apareció por primera vez, en los Tres ensayos
I de 1905, la palabra apuntalamiento!
Lo que intento mostrar aquí también pode­
mos demostrarlo respecto del funcionamiento
urinario. No seamos demasiado puntillosos. Sin
embargo, en todos esos casos, la idea de pulsio-

76
11 de febrero de 1992

Abordaré este ensayo «Introducción del nar­


cisism o» sólo por unas pocas sendas. Es un
texto bisagra, con aportes inmensos, pero que
serán rápidamente recubiertos, retomados en
otros conjuntos, desviados. Intentaremos regis­
trar algunos de esos aportes. Pero hoy mi abor-
daje,preciso es el del apuntalamiento. -i ]
I^ P e ro el único lugar, antes de Laplanche y !
Pontalis, donde el término apuntalamiento o,/
m ás bien, el de Anlehnung, ha sido registrada
■en Freud, es en este texto; con una traducción
inglesa de Strachey, la palabra artificial cuicu-
clisis o anaclitic, que lo ha enmascarado todo._ .
La palabra se presenta entonces aquí eñ la
expresión Anlehnungstypus der Objektwahl: tipo
anaclítico —por apuntalamiento— de elección
i de objeto.
í Este es un interesante movimiento de après-
coup. Freud descubre el apuntalam iento en
1914, pero la noción retom a enseguida sobre el
texto de Tres ensayos, cuya ed ición resultará
modificada. De hecho, este «apuntalamiento» del
Narzissmus es a la vez parecido y diferente de la
concepción originaria. A continuación cito y
comento el pasaje importante de 1914:

79
«Las primeras satisfacciones sexuales autoeró- * veces es sólo la mujer: «Decimos que el ser hu­
ticas son vivenciadas a remolque \im Ansdiluss mano tiene dos objetos sexuales originarios: él
an] de funciones vitales que sirven a la autocon- mismo [en el narcisismo] y la mujer que lo crió»,
servación. Las pulsiones sexuales se apuntalan pero otras veces Freud hace intervenir, al con­
al principio en la satisfacción de las pulsiones trario, sumadas en la protección, dos figuras de
yoicas [también aquí ruego que provisionalmen­ gran generalidad: «Se ama, según el tipo del
te la expresión pulsiones yoicas se tome en el apuntalamiento, a) a la mujer nutricia [que no
sentido de pulsiones de autoconservación. Los es la madre, es más amplio] y b) al hombre pro­
que tengan una curiosidad, legítima, sobre este tector». La alimentación, los cuidados, la protec­
punto pueden leer el artículo «Pulsiones yoicas» ción (por cierto no son cosas de poca monta) se
del Vocabulaire de la psychanalyse. En Freud, reparten más o menos arbitrariamente entre las
esto es muy complejo, pero por el momento y dos figuras que yo llam o em blem áticas (¿por
para mis propósitos es suficiente], y sólo más qué la madre o la mujer no protegería? Y sabe­
tarde se independizan de ellas [hasta ahora, co- mos que el hombre puede también alimentar. , .
z mo ustedes ven, sólo se trata del esquema del no es la diferencia de sexos lo que cuenta aquí);
apuntalamiento como antes lo presenté]; ahora reparen también en la actividad: no se mama de
bien, ese apuntalamiento sigue mostrándose en la mujer sino que la mujer nutre, y el hombre
el hecho de que las personas encargadas de la protege; la actividad, marcada por el verbo, está
nutrición, el cuidado y la protección del niño del lado del otro.
devienen los primeros objetos sexuales: son, so- He aquí lo que hace contrapeso a este térmi­
\ . bre todo, la madre o su sustituto».1 no «autoconservación» y a una intepretación de­
masiado estrecha, incluso «alimentaria» que se
Hay allí una mutación esencial: de un golpe diera de él, una autoconservación fragmentada
hemos abandonado el objeto parcial —y la in­ a veces también por Freud en pulsiones separa­
terpretación paso a paso del apuntalam iento das que corresponderían a montajes muy espe­
que yo intenté en vano construir— , y hemos cíficos, muy parciales, demasiado heterogéneos
pasado al otro de la autconservación; además, ni también y claramente insuficientes. El término
siquiera hem os perm anecido en la alim enta­ «autoconservación», como el término «sexuali­
ción: «las personas encargadas de la nutrición, dad», forma parte evidentemente de un prosaís­
el cuidado y la protección del niño»; de ese otro, mo freudiano que tiene su valor (quiero decir
ese compañero de la autoconservación, se da que hay que evitar comenzar a entrar en el pa-
un poco más adelante una doble versión; unas thos. . . como se lo hará pronto con Eros). Con
la autoconservación, Freud mantiene algo extre­
madamente adherido a la tierra, algo «alimenta­
1 S. Freud, «Introducción del narcisism o», en Obras rio», y no se podría, sin más, reprochárselo: des­
completas, op. c lt, vol, XIV, pág. 84. pués de todo, vale más afirmarse prosaicamente

80 81
que ser un Schwärmer intemperado que se nu­ del cual hablaremos próximamente. Digamos lo
tra de visiones entusiastas y grandiosas; la erótico y el narcisismo.
grandiosidad no es asunto de Freud. Mejor en­ Este término «ternura» lo encontramos tam­
tonces. A pesar de todo, digamos que el término bién en otros contextos, en particular en Fe-
«autoconservacíón» queda un poco corto. Freud renczi, en ese famoso artículo sobre «La confu­
por momentos introduce otra oposición parale­ sión de las lenguas entre el niño y el adulto», en
la, pero más locuaz, con los términos ternura y el cual Ferenczi aprehende algo de lo que Freud
sensualidad: la oposición de una corriente tier­ había reprimido respecto de la seducción.2
na y de una corriente sensual; nos hemos en­ Marqué a menudo mis diferencias con Fe­
contrado también la última vez con este término renczi, podría marcar otras que tengo con él,
ternura, en ese pasaje divertido de las Minu­ por ejemplo: Ferenczi comparte con Freud el he­
tas en el cual se trata de las Zärtlichkeiten, las cho de que siempre se trata de lo patológico. Fe­
ternuras prodigadas por un padre que seduce renczi, como Freud, perm anece lim itado a la
— ¡con toda inocencia!— a su hijo. El término idea de que no está en cuestión la constitución
más moderno «apego» vino a reemplazar, a com­ del inconsciente en general, de lo reprimido en
pletar, del lado de los psicólogos, el de ternura. general, sino que se trata de los casos patoló­
Existen estudios, libros, simposios sobre el ape­ gicos de traumatismo o de seducción.
go, término hoy en desuso, tal vez equivocada­ El artículo sobre «La confusión de lenguas»
mente. En todo caso, todos estos términos nos opone explícitamente dos «lenguajes»: el lengua­
invitan a no negar una evidencia: el enraiza- je de la ternura, que estaría por entero del lado
' miento vital, biológico, de comportamientos ani­ del niño, y el lenguaje de la pasión, que estaría
males en los cuales el amor mismo encuentra por entero del lado del adulto. Es un reparto
una de sus raíces. con el que estoy inmediatamente en desacuer­
No quiero ni ahora ni luego discutir sobre el do, porque la ternura está de ambos lados; bas­
amor: pero digamos que es siempre para Freud te recordar el pasaje de las Minutas en el cual la
una especie de m ixto de tres elem entos para ternura está del lado del padre. Por otra parte,
dosificar. Por una parte la ternura, como factor la pasión (si se quiere emplear este término pa-
biológico, ligado a comportamientos parcialmen­
te innatos, parcialmente adquiridos, donde hay
2 H abría todo un trabajo, en prim er lugar histórico, que
fenómenos como el de la impronta, la impregna­ hacer sobre Ferenczi y la seducción; en principio, puesto
ción, bien descriptos por los etólogos (el apego que Ferenczi no disponía ni del Entwurf ni de las cartas a
irremediable y conmovedor de las famosas ocas Fließ, convendría determ inar exactam ente las tentativas
de Lorenz): todo esto es comúnmente lo que lla­ que para forzar la «caja fuerte» de la seducción freudiana,
qu e h a b ía sid o expu lsada, d e ja d a d e la d o , por Freu d.
mamos ternura o apego. El segundo elemento ¿Qué logró percibir? H ay evidentem ente un Ferenczi para
es, por supuesto, la sexualidad; y el tercero, es­ «h a cer trabajar» m ás allá de cu alquier ten tativa de an e­
ta parte de la sexualidad que es el narcisismo, xión de su obra por los ferenczianos.

82 83

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ra designar lo sexual, lo que es ciertamente una tas no tiene casi impacto sobre su práctica. . . f
manera de desexualizar lo sexual), la pasión o El funcionamiento de autoconservación es en­
lo sexual está por cierto prioritariamente en el tonces com plejo, pero incluso tom ado en su
adulto, pero lo interesante es lo sexual incons­ conjunto no puede ser llamado fuente de lo se- :
ciente y no lo sexual actuado de manera tranca. xual, en el sentido de una fuente natural; no sel
Pero en lo segundo se interesa esencialmente puede decir que de ese comportamiento de con-l
Ferenczi: en el abuso sexual adulto, franco, junto brota lo sexual. -
perverso, traumático, un poco en lo que Freud La relación de autoconservación llamaba.la
llamaba ya, en su período anterior a 1897, se­ seducción, y de múltiples maneras. En primer
ducción. lugar, primordialmente, la autoconservación es­
Ahora bien, desde mi punto de vista, y para tá abierta sobreseí.otro, ella implica a lo tro . Se
marcar allí también la diferencia, incluso en un habla de interacción en ciertos medios psico-
abuso sexual abierto, cometido por un adulto analíticos, sobre todo anglosajones; la interac­
sobre un niño —una violación, por ejemplo— , el ción es considerada como evidente, como la res­
único hilo psic oanalítico es la parte que sigue puesta a todo; es así como, cada vez que yo pro­
perm aneciendo enigmática. Un adulto puede pongo ¿pero no creen ustedes que lo esencial de
hacer sufrir los mayores -ultrajes a un niño, y el lo sexual en el niño viene del otro?, obtengo es­
único punto por el'cual esto se fantasmaüza es ta respuesta corriente: pero por supuesto, la in­
siem p re^ p ese a todo lo que^queda -más aüá; teracción es de ambos lados. En cambio, y pese
delJadO-del .mño^ <<¿Qué_quiere^de-mi?»; y del la­ a este abuso de la noción, estoy totalmente de
do del adulto: «¿Qué me pasa, qué me ocurrió acuerdo en describir la ternura bajo el rubro de
que hice esto, cómo me pasó?». la interacción; pero con todo lo aleatorio, los
Volvamos ahora a esta visión más amplia del agujeros, las fallas, que podemos describir en el
apuntalamiento sobre la cual se abre el texto de ser humano. Es en la interacción de la ternura
1914. El funcionamiento vital, lo llamemos au- donde se desliza, ¿onde viene a insinuarse la
toconservación o ternura, es un comportamien­ acción inconsciente^deLotro, la cara sexual in-
to complejo, ante el cual la observación psicoló­ conscienté del mensaje_deLotro.
gica y comparada mantiene toda su legitimidad. Suponiendo que dibujemos la interacción, en
Digo bien, «comparada», porque precisamente la el nivel de la conservación, con dos flechas que
parte de ternura, de autoconservación, en el ser vienen al encuentro la una de la otra, la cara
humano es recubierta por lo sexual tan rápida­ inconsciente del m ensaje es algo paralelo al
mente que es más bien por referencia a com­ comportamiento del adulto.
portam ientos animales afínes como se puede niño i ........ ..... — ... ..... .. ■■..adulto
llegar a hacer esa especie de deducción eviden­
temente abstracta, psicológica, pero que no ca­ faz inconsciente, sexual,
rece de interés, incluso sí para los psicoanalis­ del mensaje adulto

84 85
- Es esta parte inconsciente del mensaje del * La vieja idea de «coexcitación», que no es por1
otro, vehiculizada en el comportamiento mismo putero la del apuntalam iento, encuentra su
de la ternura, en esas Zärtlichkeiten; es esta fk lo f aquí, si percibimos que es inseparable de
parte la que viene, en su lugar de impacto sobre lafantasía^no hay coexcitación del dolor en el i
el cuerpo y el comportamiento del ñiño, a crear lAasoquismOi no hay tal vez coexcitación sexual ¡
el. punto de partida del apuntalamiento —si se en un traumatismo como el accidente somático i
quiere conservar esta palabra,' brutal- sin que se le sume una parte de fantasía.
El otro adulto es múltiple; Freud lo designa 1 -Vuelvo a esta cuestión de los estadios, que
muy esquemáticamente: el padre, la madre, el hay que intentar desinflar un poco. Los estadios
hombre, la mujer, sus sucesores, dice, sus sus­ están ligados, como ustedes saben, a lugares
titutos. Y sobre todo el otro adulto de la ternura del cuerpo, se dice: estadio oral, estadio anal,
tiene muchos aspectos que vimos claramente etc.; la libido viajaría de este modo a lo largo del
distinguidos por Freud: nutrir, brindár cuida­ cuerpo, de un punto al otro. ¿Qué son esos lu­
dos, proteger. gares del cuerpo? Se trata inicialmente de todo
Es totalmente ilusorio, en un esquema como el cuerpo. Freud no se equivoca cuando dice
este, intentar subdividir a ese otro adulto en es­ que en principio todo el cuerpo es susceptible!
tadios, según la relación de objeto. En otros tér­ de ser el lugar de esos mensajes tiernos, esas;
minos, ño se trata desdecir que hay un otro caricias, esos mimos. Pero, evidentemente, los;
adulto oral, un otro adulto 'ánaí, urTótro adulto lugares del cuerpo son ante todo las zonas de
fálico:„lo que no haría sino reintroducir un pun­ pasaje, las zonas de cuidados y las de limpieza.
to desvista, endógeno. El otro, si es anal o fálico Son zonas absolutamente prefiguradas, prede­
—lo que es muy posible— , el otro, si es mudo y terminadas por el funcionamiento mismo de un
dominado por un fantasm a —y esta forzosa- organismo, y destinadas a los cuidados de la
mente dominado por fantasmas— , lo será en to­ limpieza, no sólo en el ser humano, sino tam­
dosJ_os_.momentos~de-su-vida7 ¿Qué son enton­ bién en el animal. ¿Qué ocurre entonces con
ces esos supuestos estadios? Imposible conce­ esta idea de sucesión de estadios como de una
birlos fuera de la relacióií de ternura y de cui­ sucesióñ de lugares, y de una libido que se pa­
dados. Tomémoslos por este sesgo: la relación searía del uno al otro, que seguiría una especie
de .cuidados ofrece, propone, lugares dejm plan- de recorrido en zigzag sobre el cuerpo?
tación por el hecho de que los gestos del__adulto Lo que se llama el «estadismo» del psicoanáli­
van a vehiculizar fantasías. Implantación: em­ sis tiene un aspecto ridículo. Freud, a decir ver­
pleo esteTermino“errun^enüdb apenas metafó - dad, jam ás dio en esta especie de sucesión,
rico, porque en el límite no veo por qué la fanta­ hasta de subdivisión de los estadios, que es
sía y el mensaje, el mensaje que vehiculiza una obra de Abraham. Quiero remitirlos al excelente
fantasía inconsciente, no se implantaría en una artículo, ya antiguo, ya que data de 1958, de
parte del cuerpo tanto como en el cerebro. Rosolato y Widlócher, «Karl Abraham, lecture de

86 87

-------- S
■ - - - - - - - - -- - - - - - - - - R
son oeuvre»,3 que muestra bien ese estadismo cuales brinda instrucción, Y cada uno da una
impenitente en el cual todo es subdividido, so­ respuesta, evidentemente «falsa»: los píes son
metido a una escala: no sólo las etapas de la Ib un medio de locomoción, los pies son la extre­
bido, sino también las etapas del yo» y también midad inferior del cuerpo, etc. El cabo, consul­
aquellas de la elección de objeto. Así, Abraham. tando su m anual, da entonces la respuesta
ha subdividido el estadio oral en estadio oral de correcta: no, los pies no son un medio de loco­
succión y estadio oral de mordedura, el estadio moción, «los pies son el objeto de atención per­
anal en estadio anal de expulsión y estadio anal manente del soldado». La respuesta del cabo en
de retención, etc. Evidentemente, hay que ser su absurdidad es mucho más interesante que
claros y no temer decir que ciertas maduracio­ la de los soldados. EUa jjvoca para nosotros el
nes fisiológicas son importantes; pero su im por­ hecho de que todas jas zonas corporales llaman
tancia principal,dpsde nuestro punto de vista, a los cuidados^del .adulto, cuidádosque están
e^taTpreHsamente en que ¿ o lm ii^ lá atéhción presentes desde las primeras horas, en razón de
deradulto: sus'gestos, sus mensajes, sus fan­ lo .cual es totalmente vano pretender describir
tasmas. Asi ocurre con la salida dé los dientes, un orden de sucesión. Desde las primeras horas
y nías”aun con la maduración de lo que se lla­ de vida, las zonas anal y genital son objeto de
ma el control sobre, los esfínteres, que desem­ atención, H ó deí soldado, sino Yeálméñté de la
boca en heces más retenidas y más firm es; es persóña” que cuida7 habitualmente de la madre.
esta una evidencia, pero que no autoriza en mo­ Uo hay que negar que se crean sucesiones, p o -.
do alguno a hacer que se sucedan en el orden y larizaciones sucesivas. Pero incluso en lo que se j
en el rango estadios de la autoconservación e, llama aprendizaje de la limpieza, a lo cual aludí j
incluso más, a hacer que se correspondan a es­ hacé übdhoméhfo a propósito cíel control de es­
tadios libidinales, o a estadios del yo, del objeto, fínteres, con un control más relajado prim ero,;
¡y hasta de la aprehensión científica del mundo! más controlado después, todos sabemos que
Ferenczi mismo toma ese camino en su a r­ ese aprendizaie .de la limpieza es diferente de un j
tículo sobre «Los estadios del desarrollo del sen­ niño a otro, yjDor cierto que no se cumple enj
tido de realidad». ¿Adonde se llega cuando se función de la sola maduración muscular ni aun
comienza a escalarizar todo de este modo? Muy neurológica del niño, sino de la atención vigi-f
sim plem ente, hacia un psicoanálisis de CCM lante que le aportan los padres. Atención v i­
— «cuestiones de com plem entaxiedad m ú lti­ gilante del soldado, atención vigilante de la ma­
ple»— ; ¿qué viene después del estadio oral 2, el dre. Es lo que crea las zonas erógenas.
estadio anal 1 o el estadio uretral? Se trata de 7^ Las zonas erógenas son entonces el objeto de rá¡*
un psicoanálisis para instruir a «la tropa». Esto éindadós Embebidos de los fantasmas principa­
me recuerda una vieja historia idiota: «¿Qué son les del adulto. La madre que amamanta puede
los pies?», pregunta el cabo a los soldados a los «embuchar» desdé“él comienzo un pecho fálico o
anal, sin esperar para eso el estadio anal. Quie-
3 La psychanalyse, 4, París: PUF. 1958, págs. 153-78.

88 89
ro recordarles ese bello lapsus que hemos des­ simplemente pulsional siguiendo el viejo mode­
cubierto en el Entwurf, donde Freud, en lugar lo. Y aún menos la pulsión sexual, si queremos
de escribir aporte de alimento, Nahrungszufuhr, mantener este térm ino pulsión.5 Adm itam os
escribe Nahrungseinfuhr: introducción de- ali-
que lo conservamos: no podemos ciertamente
jmento.4 Estamos aquí, ya que comentamos Zur hacerlo sin trastocar de arriba abajo las famo­
Einführung des Narzissmus: «Introducción del sas cuatro dimensiones de Freud. Y en particu-
narcisismo». Bonito lapsus de Freud, que nos /"íar, la pulsión sexual tiene una fuente indisocia-?
dice todo acerca de la acción del adulto, la cual blemente fantasmática e implantada en él cuer-'
no se conform a con presentar, aportar como pm Su objeto, eí~hitrd",~ésta eíT éi origen de la
'Servidor neutro y anónimo, el alimento al niño. pulsión. SuTñbjetoUuente (y podría decirse in-
Los cuidados entonces circunscriben y rele- dusoTsii objeto-fuenfeuneta) es lo que resta del
o váñ sobre el cuerpo las zonas erógenas, cir­ mensaje enigmático deLfitro vehiculizado en lá
cunscriben y relevan también sobre el cuerpo
| autoconservacíón. !
del adulto significantes, como el pecho. Espe­ 'Emgmático. Termino con esto. Lo enigmático
rando que salga al fin el libro de Jacqueline La- hace fortuna, estoy encantado. La próxima obra
nouziére, que desarrolla, entre otras, la idea que postuma de Léon Chertok, recolección de ar­
todos los psicoanalistas han descuidado: ¡olvi­ tículos, se intitulará El enigma de la relación en
\ daron que se trataba dé una zona erógena del el corazón de la medicina. Me siento feliz de que
adulto! Ustedes pueden leer todo Melanie Klein
el enigma se abra camino.
sin encontrar allí la idea de que el pecho es un
objeto de placer, que una mujer tiene placer con
el pecho. El pecho es el caballito de batalla de
18 defebrero de 1992
los kleinianos (y de algunos otros. . .) y jamás la
idea de que el pecho es un lugar de placer se ha Seguimos la vía zigzagueante, compleja, de
m encionado (digo «jam ás», no se puede decir un extravío, tanto más compleja porque se trata
«jamás». Tal vez alguien encuentre un pasaje. . .
de un pensamiento genial que por momentos se
¡ello me pondrá muy feliz!).
recupera de mna manera extraordinaria. Hay
A l apuntalamiento Intenté subvertirlo, darlo aportes constantes — que veremos— , reform u­
vuelta a través de la seduccionTTero lo que viró
laciones por la experiencia psicoanalítica (die
corola seduccíohUué también todaUa estruc­ •psychoanalytische Eifahrung), cambios bruscos,
tura: insistí en ello /porcpie’ la relación autocon-
de aspecto casi calidoscópico, sobre los cuales
servadora o tierna no podría ser descripta como
se han planteado muchos problemas, y que no
4 Cf. La révolution copernicienne Inachevée, op. cit., pág.
xxvii, n. 52, y pág. xxviii, n, 56; trad. en cast., La p rio­
5 La pulsión pour quoífaire? ¡¿La pulsión, para qué sir­
ridad del otro en psicoanálisis, op. cit., pág. 34, n. 52, y
pág. 36, n. 57. ve?] es el título de una obra colectiva (D. Anzieu, R. Do-
rey, J. Laplanche, D. Wtdlócher], París: APF, 1984.

90 91
son negativos. Por otra parte, reenderezar un un derivado puramente asociativo de la leche.
extravío, extraer de él los aportes y reform ula­ Es demasiado simple, incluso si a cierto nivel es
ciones, no es menos complejo. ¿Sería posible exacto, decir que el objeto sexual es una meto­
mostrar qué podría ser —lo que habría podido nimia del objeto de alimentación. Hemos inten­
ser— la teoría psicoanalítica sin el extravío ini­ tado mostrar que hacía falta ir más lejos, hacia
cial? ¿Desconstruir impasses no implica fundar aquel que designa el pasaje de la leche al pe­
nuevamente y de otro modo? cho, que de-signa, que de-limita, que cerca algo
Intenté mostrar el sentido nuevo que podría que es el pecho, el pecho de la madre, cercado
tomar el apuntalamiento una vez introducido en por ella misma como su propio órgano sexual,
el marco de la teoría de la seducción, sin duda designado por ella, en el corazón mismo de su
desplazándolo de su marco de origen, endógeno,~ relación de apego con el niño, relación que es,
el de una em ergencia de la pulsión sexuada claramente (lo he destacado, estoy de acuerdo
partir de la autoconservación, pero teniendo en con esto) interactivo en su propio nivel.
cuenta también nuevos elementos que aparecen Retomo entonces el camino de estos extra­
en la evolución del pensamiento de Freud. En víos de la pulsión, de esta tentación una y otra
otros términos, no sólo el apuntalamiento esta­ vez renovada de un biologismo endógeno, que
lla desde el interior, (he intentado indicarlo mos­ reaparece y que se volverá aún más presente en
trando la idea de la seducción como su única lo sucesivo, tentación biologizante, hasta meta-
interpretación posible, como su verdad), sino biologizante. Retomo ese texto de 1914, «Intro­
que además, en este caso en Freud, un elemen­ ducción. del narcisismo», limitándome, tanto co­
to nuevo viene a ampliar la perspectiva: la apa­ mo sea posible, a su aspecto pulsional. Eviden­
rición del tipo de elección de objeto por apunta­ temente es un texto difícil, un texto de búsque­
lam iento, que nos perm ite tom ar una nueva da, tanto por las nociones que introduce como
perspectiva, en particular respecto del objeto. por aquellas de las cuales hace la síntesis, un
En una teoría un poco simplista, se trataba texto que introduce no sólo el narcisismo sino
del objeto de la autoconservación. Pero nos di­ también el ideal, el superyó, o una teoría de la
mos cuenta de que la elección de objeto por hipocondría: Es un artículo repleto de descubri­
apuntalamiento mostraba, balizaba algo mucho m ientos y puntualizaciones. Hoy voy a abor­
más vasto que este alimento, esa leche, objeto darlo por lo que es, pese a todo, su aspecto cen­
puramente material; que el conjunto de lo que tral: la introducción del narcisismo,
se llam a con justeza el apego, y que Freud ña­ \ Introducir el narcisism o es evidentem ente
mó a veces la ternura, le daba su marco verda­ reintroducir é f y o , yueíñtr oducirlo en_la teoría
dero. Por otra parte, hemos visto que el objeto psicoánafíticaTConocemos bien el destino de la
sexual, fantasmátieo por esencia —el objeto se­ nócionide'yóT desde aquí, con El yo y el ello, y la
xual no puede ser inicialmente más que un ob­ continuidad que tuvo en lo que se llamó la psi­
jeto en el fantasma, digamos el pecho— no es cología del yo, pero no sólo en ella. (Los remito,

92 93
también en este caso, como una lectura que no mienzo, y esto contra toda una tradición dema­
podría dejar de lado, al artículo sobre el «yo» en siado simple pero tenaz que pretende que Freud
el Vocabulaire; es el artículo más extenso de ese habló del yo como individuo hasta aproxim a­
libro y traza bien esta evolución de la noción de damente 1914, y que a partir de allí, abrup­
yo y sus problemas, su problemática, al prin­ tamente, se puso a hablar en otro sentido, en
cipio y a lo largo de toda la obra de Freud. Sub­ el sentido de la tópica. En realidad, hemos
rayaré simplemente algunos ángulos, algo más mostrado que la distinción y la relación entre
tal vez que en el Vocabulaire, aun cuando ya es­ ambos existían desde el comienzo. Porque evi­
tén allí bien indicados. dentemente, si los dos eran perfectamente dis­
Existe de inicio la distinción cómoda (para tintos, bastaba denominarlos de dos modos di­
tomarla en cuenta, pero también para borrarla ferentes, llamar al primero, por ejemplo, «indivi­
enseguida) entre el yo-individuo y el yo-instan­ duo», y el pase estaría realizado. Pero el pase no
cia. Entré el individuo, llamémoslo biopsíquico, estaba dado, porque se producía precisamente
en el sentido en que se puede decir que también un pase entre ambos, entre el yo-individuo y su
un animal es un individuo biopsíquico,6 y por instancia delegada.
Por otra parte, ¿qué tipo de relación, de dele­
otra parte lo que se llama el yo-instancia, aque­
llo que en adelante Freud llamará «instancia». gación, hay entre el individuo y su agency? He
insistido en el hecho de que hay dos únicas vías
El Vocabulaire recuerda que el yo instancia (Iris-
tanz) es un término jurídico introducido desde para una delegación, como para toda asocia­
La interpretación de los sueños: la instancia en­ ción: la de la contigüidad y la de la semejanza,
juiciante, la instancia censurante. Los ingleses o sea, de la metonimia y la metáfora. En mi ar­
traducen más bien por «agency», que no tiene tículo «Derivación de las entidades psicoanalí-
del todo el sentido jurídico de instancia en fran­ ticas»,7 por ejemplo, tomé precisamente el yo-
cés y en alemán,* aun cuando ustedes encon­ instancia como derivado á la vez metonímico y
trarán de todos modos esta idea de delegación metafórico del yo-individuo, e indiqué que ese
de poderes, la agencia, la «representancia». Pero doble tipo de derivación superaba incluso am­
pliamente' el dominio de la lógica, de la retórica
Pontalis y yo mismo mostramos ampliamente
o de lo psíquico, ya que se podría decir del mis­
que los dos sentidos del yo, como individuo y
como instancia, están presentes desde el co~ mo modo que en lo biológico el niño es un de­
rivado metonímico, un pedazo del cuerpo de la
madre, y que es al mismo tiempo, a imagen de
6 No se trata de lo que yo designo a veces ego. Introduz­
la madre o de los padres, un derivado metafóri­
co ese término ego por comodidad, para indicar, en tal o
F. cual desarrollo, aquel de quien se trata, para indicar un co. La generación misma no escapa a estas dos
espacio, sin prejuzgar en modo alguno sobre su naturale­
za de individuo, de persona, de sujeto. Entonces, en lugar
de decir Henri o Paul, digo simplemente ego. 7 (1971) En La révolutíon copemicienne inachevée, op.
* [Y, evidentemente, en castellano [N. de la T.)I cit., págs. 107-24.

94
grandes y únicas vías de derivación. Pero esto subrayada ya por muchos —por mí mismo— y
mismo supone posibilidades de sim plificación luego por Anzieu, que hizo de ello una parte im­
injustificada, contra las cuales hice en cierto portante de su reflexión; la frase aparentemente
momento una puntualización. en el sentido de misteriosa, en una nota de El yo y el ello: «El yo
que no se trata sin embargo de distinguir nue­ no es sólo un ser de superficie, sino también la
vamente dos «yo», un «yo metonímico» y un «yo proyección de una superficie». Lo que quiere de­
metafórico»; porque precisamente el problema cir, exactamente: él no es sólo metommico, es
es que un solo y mismo yo-instancia es a la vez también m etafórico. No es sólo un pedazo di­
metonímico y metafórico, metonimo-metafórico, ferenciado en superficie, es al mismo tiempo
^derivado de manera com pleja desde algo que algo que resulta, por así decir, como la proyec­
í podría definirse como la totalidad de un orga­ ción de la superficie, como algo que se asemeja,
nismo viviente en el mundo. No hablemos en­ en el interior, a la superficie. El término proyec­
tonces de yo-metonímico, y de yo metafórico, si­ ción se toma aquí en todos los sentidos, inclui­
no de derivación metonímica y derivación meta­ do el sentido originario que hay en el Freud
fórica del yo. neurólogo, el sentido con el cual se habla de la
Derivación metonímica del yo, ¿qué quiere «proyección» tan conocida de las diferentes par­
decir esto? El término agency lo deja entender. tes del cuerpo en la corteza cerebral, ese famoso
Es una especie dé~órgano'difer enciad o y espe­ homúnculo que se puede dibujar sobre el córtex
cializado del todo, que esta encargado de una cerebral. Freud se refiere a esto. Con una serie
d élas funciones]de este. Es un ministerio en un de correlaciones que bien podemos llamar «fan-
gobiernóToúírTgobierno en un país, tal o cual tasmáticas». De tal modo, entre este ser de su­
cuerpo constituido; se trata de un pedazo que perficie que sería una corteza y el córtex que,
está diferenciado, una parte del cuerpo en la pese a su nombre, es todo salvo una corteza
que se delega cierta función. Y ustedes saben, (muy por el contrario, es hipersensible, hiper-
Freud va lejos en ese sentido de la metonimia, ffágil), hay en Freud una especie de pasaje, de
de la diferenciación, puesto que nos dice que el juego entre ambos tipos de superficie.
yo y el sistem a percepción-conciencia del que Pese a todo —para dar una perspectiva de
deriva (o que es su centro, si ustedes quieren) largo plazo sobre aquello que llegará a ser el yo
son una parte diferenciada del organismo, una en Freud y en sus sucesores— , entre los que se
diferenciación superficial, en la superficie del van a alinear en la ego-psychology, prevalecerá
organismo; en el límite, se trata de una especie el aspecto metonímico, es decir, la idea de un yo
de piel, o de ojo, de órgano de recepción y de que es una diferenciación, un aparato, un órga­
protección. Asisten ustedes a una generación no encargado de la razón, de la racionalidad,
del yo y del sistema percepción-conciencia de del dominio de las pulsiones y también de la
este tipo, por ejemplo, en Mas allá del principio negociación entre las pulsiones y el mundo ex­
de placer. Pero conocen también esa frasecita terior. De modo que la derivación metafórica del

96 97
yo se ve tal vez dejada un poco de lado —0 al t.ns dn.c ^ teced en tes mayores y explícitos
menos los autores tienen cierta dificultad en %ád texto de 1914 «introducción del narcisismo»
sostener juntas las dos derivaciones, por una , son los textos sob reL ggggd g, ^ 0 9 1 0 - e n él
parte !a idea de un yo-órgano de la racional!- I subyacen las discusiones con Sadger sobre el
ad, de la percepción y de la conciencia, y por ! problema de la identificación narcisista con la
otra la idea de un yo que sería a imagen de algo .madre— , y, por otra parte, el texto sobre Schre-
quiza mas oscuro y menos racional— ; se puede ■¡ ker de 1911 — en este caso, en trasfondo, el
decir que de allí nace el sí-mismo, el se¡f. Ese í nombre de Jung.
self encuentra exactamente su justificación o Es interesante leer una prim era «Introduc-
mas bien su coartada, en la incapacidad de jfcción del narcisism o» en el Schreber, tres años
mantener juntos ambos tipos de derivación En M antes del texto que lleva ese título.
a medida en que el yo había sido empujado del
lado de unq. instancia racional, cartesiana, en el «indagaciones recientes [se refiere a Sadger y a
lim ite platónica (el noús platónico que lleva la su propio «Leonardo»! nos han llamado la aten­
rienda de las pasiones), era necesario encontrar ción sobre un estadio [volverem os sobre este
un lugar para esa otra cosa que son las identifi- término estadio para discutirlo y cuestionarlo]
" P - Es poco creíble que por la vía de las en la historia evolutiva de la libido, estadio por
identificaciones, eventualmente distorsionadas, el que se atraviesa en el camino que va del au-
se cree una instancia capaz de distinguir lo ver­ toerotismo al amor de objeto. [La libido va del
dadero de lo falso. Es allí y no en otra parte autoerotismo al amor de objeto, es lo que se ha­
donde se encuentra el origen de la invención y bía dicho desde 1905: autoerotismo en la inían-
de la hipertrofia actual de esta instancia del «sí- cia, amor de objeto en la pubertad y en la edad
m ismo», instancia identificatoria, m etafórica, adulta.] Se lo ha designado «Narzissismus»; pre­
que permite, como lo dije en muchas ocasiones, fiero la designación «Narzissmus», no tan correc­
esem bargar al yo de la irracionalidad que él ta tal vez, pero más breve y menos malsonan­
también vehiculiza. te.8 Consiste en que el individuo empeñado en

Dos distinciones, entonces, demasiado fáci­


8 Notem os que Freud ha elegido «narcism o» en alemán,
les, de las cuales se podría decir que la una du­
y que los franceses eligieron «narcisism o» por ser, ^ con­
plica a la otra: la distinción entre un yo y un sí- trario, e l térm ino que m ejor suena. Algu nos h an hecho,
mismo o, como siempre se me ha querido hacer por otra parte, todo un psicoanálisis de Freud al respecto,
decir y yo no digo, entre un yo metonímico y un diciendoPque F reu d h ab ía cortado la sílaba «is» (Narzis-
yo m etafórico (es exactamente la misma opo­ .sismas - Narzissmus) como había cortado; s"
haciéndolo pasar de Sigism und a Sigmund; lo ^ Freud
sición), distinción duplicante y que agrava una reprimiría así en realidad, es la decUmac ón Isl!s es decir
diferencia, también clasificatoria y extrínseca, toda u n a parte de la egiptología; m ás alla de este ps
entre el yo-individuo y el yo-instancia. análisis de Freud, en el cual yo no entro, es cierto que no

98
el desarrollo [este texto es interesante porque es con dos posibilidades de detención a lo largo de
más explícito en este punto que el de 1914], y
esta vía]».9
que sintetiza en una unidad sus pulsiones se­
xuales de actividad autoerótica, para ganar un Los dos estudios clínicos de Freud en los que
objeto de am or se tom a prim ero a sí mismo aborda el narcisism o —notarán ustedes tam ­
[sich selbst nimmt], a su cuerpo propio [ven us­ bién que se trata de estudios clínicos fuera de la
tedes aparecer allí algo cercano al Selbst, un cura, ya que se ejercen sobre textos— son los
ancestro del selj, pero un self-cuerpo], antes de trabajos sobre Leonardo da V in ci y sobre el
pasar de este a la elección de objeto en una Presidente Schreber. No hago aquí sino recordar
persona ajena. Una fase así, mediadora entre cosas muy conocidas. La homosexualidad en
autoerotismo y elección de objeto, es quizá in­ Leonardo es definida como una elección de ob­
dispensable en el caso normal [en Freud encon­ jeto narcisista: Leonardo, habiendo sido hiper-
tramos a menudo, pese a todo, la idea de una amado por su madre, se pone en el lugar de es­
sucesión* acorde al fin y normativa]; parece que ta para amar jóvenes como él.fue amado por
numerosas personas demoran en ella un tiempo ella cuando era joven. Elige objetos según el
insólitamente largo, y que de ese estado es mu­ modelo de lo que se ha sido, pero poniéndose a
cho lo que queda pendiente para ulteriores fa­ sí mismo, como amante, en un lugar diferente,
ses del desarrollo.' [Un lugar en el cual uno pue­
el de la madre.
de detenerse, un punto de fijación, y por tanto El otro estudio es el del Presidente Schreber,
una posibilidad de regresión.] En este sí-mismo que fue objeto de una discusión permanente y
[allí, es das Selbst: an dlesem Selbst] tomado fascinante con Jung en su correspondencia. La
como objeto de amor puede ser que los genita­ interpretación freudiana es en este caso que
les sean ya lo principal. La continuación de ese luego del desastre, de la «catástrofe», de la pér­
cam ino lleva a elegir un objeto con genitales dida del mundo y sus objetos, Schreber se re-
parecidos; por tanto, lleva a la heterosexualidad unifica en un delirio de grandeza construyendo
a través de la elección homosexual de objeto. un universo cerrado y grandioso. He aquí lo que
[Habría entonces una especie de secuencia nor­ Freud dice en «Introducción del narcisismo»:
mal: autoerotismo, narcisismo, elección de obje­
to homosexual, elección de objeto heterosexual, «¿Cuál es el destino de la libido sustraída de los
objetos en la esquizofrenia? El delirio de gran­
deza propio de estos estados nos indica aquí el
deja de tener relevancia el cortar una sílaba de su propio camino. Sin duda, nació a expensas de la libido
nombre. Cf. sobre este punto la tesis de la Universidad de
París VII de Ricardo Andrade: «L’héritage romantique alle­
mand dans la pensée freudienne» (La herencia romántica 9 En Gesammelte Werke, vol. VIII, págs. 296-7; trad. en
alemana en el pensamiento freudiano), sostenida el 12 de casi., vol. XII, pág. 56. Entre corchetes: comentarios de
diciembre de 1990.
Jean Laplanche.

100 101
de objeto. La libido sustraída del mundo exte­ se podría decir inventado, a un estado biológico
rior fue conducida al yo, y así surgió una con­ primero, postulado de manera totalmente inde­
ducta que llamamos narcisismo. Ahora bien, el bida {tuve en más de una ocasión oportunidad
delirio de grandeza no es por su parte una crea­ de romper lanzas contra esta idea de un narci­
ción nueva, sino, como sabemos, la amplifica­ sismo biológico de partida). Ven ustedes que es­
ción y el despliegue de un estado que ya antes te desplazamiento no existe en el pasaje citado:
había existido. [Este pasaje es interesante por el allí es totalmente claro que el narcisismo secun­
hecho de decir claramente: la psicosis es un dario es el de los síntomas narcisistas, el nar­
narcisismo secundario, una regresión al narci­ cisismo primario es el de la infancia, y aquello
sismo primario, que es el narcisismo de la in­ que viene después del autoerotismo; no es en­
fancia al cual se ha retornado. El narcisism o tonces primero, no existe desde el comienzo en
secundario es un narcisismo adulto, patológico, el ser humano.
sintomático; el narcisismo primario es, simple­ La introducción de esta noción de narcisismo
m ente, el de la infancia; lo que contribuye a es un tiempo tan fuerte, tan novedoso, que pro­
desmitificar la idea de un narcisismo primario voca una suerte de vacilación de toda la teoría
que fuera totalm ente «originario». Continúo:] de las pulsiones. Una vacilación que no es pura
Así, nos vemos llevados a concebir el narcisismo cláusula de estilo, y que se traduce en términos
que nace por repliegue de las investiduras de radicales: «Dada la total inexistencia de una
objeto como un narcisismo secundario que se doctrina de las pulsiones que de algún modo
edifica sobre la base de otro, primario, oscureci­ nos oriente, está permitido o, mejor, es obliga­
do por múltiples influencias».10* torio adoptar provisionalmente algún supuesto
y someterlo a prueba de manera consecuente
, ' Insistamos en lo siguiente: esta distinción de hasta que fracase o se corrobore».11
lo secundario y lo primario resultará luego des­ Por supuesto, se puede hacer la elección, en
plazada cuando Freud llame narcisismo prima­ ese texto, entre lo que anuncia una deriva ulte­
rio a una especie de narcisism o del individuo rior y lo que lleva el germen de algo más fecun­
biológico, es decir un estado biológico primero, do. Yo prefiero, por el momento, insistir en lo
en el límite un estado que no sería psíquico, en que me parece más fecundo. Y en ese sentido
tanto que designa al «narcisismo del yo», incluso recuerdo el pasaje esencial, que en definitiva no
en la infancia, el amor llevado a la instancia del hace sino repetir el largo pasaje, citado antes,
yo, como un narcisismo secundario. Hay des­ de Schreber: «Hago notar: Es un supuesto ne­
plazamiento hacia atrás, pasaje a un estado que cesario que no hsté presente desde el comienzo
en el .Individuo una unidad comparable al yo; el
yo tiene que ser desarrollado. Ahora bien, las
10 En Obras completas, op. c it , vol. XIV, págs. 72-3.
Entre corchetes: comentarios de Jean Laplanche. 11 Ibid., pág. 75.

102 103

.... ....... .
pulsiones autoeróticas existen desde el.origen; de objeto heterosexual, es una especie de suce­
por tanto, algo tiene que agregarse al autoero- sión abstracta que nunca fue muy inspiradora
tismo, una nueva acción psíquica, para que el en la prosecución del pensamiento psicoana-
narcisismo se constituya».12 lítico. Hay allí como una secuencia de desarrollo
Este pasaje ha sido comentado a menudo; «canónico», que resulta trabajoso hacer cohe­
he insistido en particular en el hecho de que de­ rente con otras secuencias, por ejemplo la suce­
cir «lás pulsiones autoeróticas existen desde el sión de estadios libidinales. El fracaso del esta-
origen» constituye ya una suerte de aplana­ dismo se ve aún más claramente en ese caso.
miento, porque en otros textos, particularmente Por mi parte, afirmo que nada obliga a ver en el
en Tres ensayos, Freud declara explícitamente: narcisismo un «estadio»: más bien me inclinaría
«La pulsión deviene auto erótica». En realidad, a verlo afirmarse en una multitud de momentos
entonces, ese narcisismo viene luego del auto- narcisistas, con una repetición, sin embargo, de
erotism o, que éí mismo viene después de un m icrosecuencias: autoerotism o - narcisism o.
tiempo anterior, ya que el autoerotismo como Pero no existe en el ser humano estadio narci-
repliegue sobre el fantasma es algo que adviene. sista como no hay «estadio» autoerótico.
Este primer narcisismo, tal vez «primario», no Comento aquí esa frase «nueva acción psíqui­
es menos segundo. Segundo, no en el sentido ca»: nuevas acciones psíquicas, se podría decir,
en que viene después de otro narcisismo, sino deben agregarse al autoerotismo. Toda una se­
en el sentido de que viene después de otra cosa. rie de nombres se presentan, y toda una serie
Hay a llí una am bigüedad sobre los térm inos de aproximaciones que vienen a completar algo
que es conveniente subrayar: ¿es que se dice que había sido dejado en puntillado por Freud.
prim ario por relación a algo secundario, a un Pronunciaré tres nombres. El de Federn, que se
narcisismo ulterior, o es que se dice primario de dedicó a este problema del yo como unificador,
manera absoluta, en el sentido de que no hay y, en cuanto a la cuestión de la génesis, los de
nada que venga antes que él? Es para mí evi­ Lacan y Anzieu.
dente que se trata de un primer narcisismo, pe­ ConJLacan, se trata .evidentemente del «esta­
ro que no es el prim er tiempo del «desarrollo» dio del espejo», acerca del cual se nos ha repe­
(para hablar como Freud, ya que no hay razón tido regularm ente que lo debem os a Wallon.
para rechazar ese modo temporal de pensar). “Confieso que ese tipo de crítica me deja helado,
Un paréntesis sobre este térm ino estadio. porque lo que Lacan hizo con él no es lo mismo
Nada obliga a concebir ese primer narcisismo que hizo WáUon. Tal vez Lacan erró en no citar
como un estadio. Señalaré incluso que la suce­ sus fuentes, pero la fuente no es todo el río. . .
sión propuesta por Freud: autoerotismo, narci­ ^Í?¿E1 término estadio? Lacan mismo no escapó
sismo, elección de objeto homosexual, elección del todo al estadismo, con el título de su artícu­
lo, pero también con su contenido: la idea de
12 Ibid., pág. 74. que un día, cierto mes, en algún momento, de

104 105
golpe, todo esto se precipitó; hay un aspecto En Anzieu, encontramos una línea de pensa­
dramático en esta descripción del estadio del miento en apariencia muy diferente, pero en mi
espejo: todo eso prende como una mayonesa, opinión complementaria, en la cual el término
un buen día. clave es «yo-piel», La idea del yo-piel consiste sin
¿El término espejo? Aun si Lacan no lo dijo duda en que el yo no es sólo una superficie, si­
explícitamente, ese estadio del espejo no requie- no'adem ás la proyección de una superficie; el
re'de ese aparato que llamamos espejo; indivi­ yo es, metafóricamente, la piel del psiquismo o,
duos que nunca tuvieron uno a su disposición, como dice también Anzieu, «una piel para los
ni incluso superficie reflejante, son susceptibles pensamientos». El yo coagula por proyección de
sin embargo de pasar por el estadio del espejo. la.superficie del cuerpo.
Porque se trata del espejo del otro.13 Además, Estas dos vías no son en absoluto contra­
Lacan agrega la idea de qu elflgo «prende»; in­ dictorias. Se puede concebir, por ejemplo, que el
cluso si no es en una sola vez, hay algo que, en espejo se.a tam bién un espejo táctil, por el he­
un momento, cuaja, se transforma. En esa épo­ cho de que m i piel no se percibe a sí misma
ca de su pensamiento, Lácandába conferencias sino tocando a otro, o tocando tal o cual parte
enteras sobre los fenómenos de impregnación del propio cuerpo, como otro. La idea,de una
animal (en una, de eílas lo conocí por primera derivación del yo, sea sobre el plano de una im-
vezjT’íaTovulación de la paloma cuando es pues­ pregnación esencialmente visuaI7~seapor~btras
ta en presencia de la Gestalt del palomo; o aun vías sensoriales? en particular táctiles, no hace
lasdangostas^Deregrinas que pasan.de una for­ más que eñriqü^céhla génesis de la instancia
m a individual a la form a gregaria, en este caso cfél yo.
también gracias aITirifenÓmeno de espejo. Evi­ Pero lo que yo mismo pude aportar a este te-
dentemente , ni las’ langostas peregrinas ni los fm a es en principio que no hay una prioridad
pichones de paloma necesitan espejos para te­ II temporal entre el narcisismo (la etapa o el mo­
ner un «estadio del espejo». Por supuesto, se mento narcisista), por una parte, y la «elección
puede además mostrar a una palom a su im a­ I de objeto narcisista», por la otra. Lo que se pue­
gen en el espejo, lo que la hará también ovular. de sospechar en Freud en «Duelo y melancolía» !
Aquello a lo que se refiere Lacan es a la imagen o en el Leonardo es que_el narcisismo originario^
del semejante en una superficie reflejante. ^ n o es otra cosa güélaTelección ~5e objeto ñ arci-1
sistiT los d o T s e precipitan en ^coriímito."mien­
13 Se trata por otra parte de un término que encontra­ tras que la reciprocidad especular se tiene que
mos también en Freud, en el «Schreber»; el término Spie­ s o s te n e rli cada momento de totalizaciónT14
gelung, que se traduce imperfectamente por reflejo, por­
que un reflejo es algo evanescente; la Spiegelung es el
reflejo en espejo. En el pasaje de «Schreber» al que me re­ 14 Agrego aquí: no es evidente que un individuo pueda
ferí, Freud dice: la pareja Sol / Tierra-madre, en los m i­ reconocerse en el espejo. Miren ustedes su imagen en el
tos, es el reflejo especular-deia-parejajparental. espejo y su fotografía, pónganlas una ai lado de otra, y

106 107
E l narcisism o».sobre esta base, es eljam or nalmente, lateralmente, un efecto de modera­
del yo; el ainor de \m yo el mismo precipitado ción y de dominio. Hay allí una idea que data
por amQr,. en el tiempo justo del amor jior la del «Proyecto de psicología» (1895), expresada
forma, semejante; un yo precipitado_.al mismo allí en términos de «neuronas», pero que sigue
tiempo quejtijser vivientese„apega a la imagen siendo sugestiva desde el punto de vista del me­
deO em éjante; un yo amado^investido de libido canismo psíquico. El yo, dice Freud, es como
nos dice Freud ^ „ q ue deviene, agrega, «un gran una red de neuronas investidas: hay más carga
reservorio» de la libido. Por otra parte, el yo es en este conjunto de neuronas que en el exterior;
«ligádoi»; él liga. es~por definiclórutotal, se trata de modo que todo proceso que pase por la pro­
para él de mantener juntas, reunir todas sus ximidad del yo se ve atraído y englobado en la
pulsiones áütoeróticas y, al mismo tiempo, con- totalidad, moderado o frenado, en lugar de cir­
tenerlas, con teñ ^Ilalau toerótico; contener lo cular libremente, como por una suerte de fenó­
erótico, eventualmente englobándolo, al totali­ meno de imantación; según una comparación
zarlo, pero ja mbién ejerciendo sobre él, margi- con la astronomía moderna, se podría decir que
todo lo que ocurre en la proximidad del «agujero
negro» del yo se ve de golpe atraído en su masa.
No es tura imagen totalmente descartada desde
comprobarán Inmediatamente cierta ajenidad, ya que el
espejo invierte lo que ustedes ven en la fotografía. Es po­
el punto de vista de la psicología de las neurosis
co, por supuesto, ustedes reconocen su propia imagen, y del síntoma.
pero con algún desfasaje. ¿Por qué? Es que existen algu­ / Entonces el yo amado; el yo que liga y con-
nos elementos de asimetría en todo rostro. Supongamos 7 sérvalo erótico; eT^o amante también, ya~qtte
ahora que el ser humano no sea del todo sim étrico (es
éñconbarárnventúálménte
r_____ ____
U iU U U U U A W ) ^
,^iTobjeto'según su
totalmente posible; existen seres vivos que no son simé­
tricos, aunque la simetría sea por lejos lo más frecuente); ^ r p p io m odeio. Y es allí donde interviene el se-
no podrá reconocerse en el espejo; un ser vivo no simétri­ gu n d olip o de elección de objeto, después del
co no puede reconocer al otro como semejante a él mis­ «tipo de elección de objeto por apuntalamiento»,
mo; un otro él mismo, a prtort, no es lo mismo que su
lo que Freud llama el «tipo de elección de objeto
imagen en el espejo. Sobre todo esto paso un tanto rápi­
do. Remito, por ejemplo, en cuanto a la identidad funda­ narcisista». En este caso, el objeto de amor es^
mental del narcisismo originario y de elección de objeto elegido según el modelo deLvo mismo, con arre-j
narcisista, a los análisis de Problemáticas I. La angustia, f a o álásTam osas formulas: lo que se es (sí-mis­
en particular a propósito del pasaje sobre «Su majestad el il mo), lo que se ha sido (sí-mísmó)71d"que se 1
bebé», donde vemos de golpe que el texto freudiano vira
en sentido inverso, es decir, que detrás del bebé para el
|querría seflsFmismoJTuna parte del propio sí- j
adulto, existe el adulto para el bebé. Problemáticas I. La |mismbTPor todosTíados encontramos el SelbsL j
angustia, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1988, págs, p e puede decir que el yo se encuentra allí bajo j
292-3 y 305. Y también a propósito del cuadro de Santa $ forma «refleja», como sí-mismo o como «sí». I
Ana — que por otra parte J.-P. Maidani-Gérard comenta
El Vocabulaire de la psychanalyse, en el ar­
por extenso— en Problemáticas Hf. La sublimación, op. c i t ,
págs. 93-4. tículo sobre los dos tipos de elección de objeto,

108 109
mostró las aparentes contradicciones del texto indicaciones, en «Introducción del narcisismo»,
de Freud. Pero son más que contradicciones; es uno de los principales textos freudianos con­
uno de los tipos de elección no es descriptible cernientes al amor, un texto que desde mi pers­
sin aludir al otro; en realidad, hay una verda­ pectiva ha sido insuficientem ente retomado,
dera intricación de ambos. El principal ejemplo incluso en otros textos freudianos. Pude notar
de ello es el siguiente: el hom bre elige, en el que un artículo como «El amor de transferencia»
amor, a la mujer, en una elección que es por ex­ no alude a esta distinción, pese al esclare­
celencia una elección por apuntalamiento (una cimiento evidente que ella podría aportarle. Si
elección no narcisista); pero, en razón de ello, se se quiere retomar la cuestión del amor, no es
deshace de su propio narcisismo, y además es por medio de dos sino de tres componentes co­
atraído por alguien que es a su vez narcisista. mo es preciso hacerlo en realidad: la ternura o
Ven ustedes cómo ambos están íntimamente li­ relación de apego autoconservativo, los compo­
gados, en-una descripción compleja pero verda­ nentes propiam ente eróticos y, por último, el
deramente cercana a la realidad. componente del Eros narcisista.
Evidentemente, lo que se perfila en el hori­ De esos tres planos yo volveré a partir la pró­
zonte^ de esto,csim a teoría del amor en la cual xima vez, para intentar mostrar la vía que con­
el componente narcisista seria importante. Ten- duce desde el equilibrio al fin y al cabo muy
taciórujustificada del psicoanálisis de atrapar en inestable de este texto hacia un nuevo desequi­
el amor-pasión el narcisismo, una vía propues­ librio y un cierto reequilibramiento (acerca del
ta por Freud mismo, por ejemplo en «Pulsiones cual algunos han dicho que era incluso deliran­
■y destinos de pulsión», donde introduce la dis­ te), que se denomina pulsiones de vida y pulsio­
cusión del amor y el odio de la siguiente mane­ nes de muerte.
ra: no se puede hablar de amor y de odio en lo
que concierne a las pulsiones; es totalmente ab­
surdo decir que una pulsión «ama» u «odia» su 25 de febrero de 1992
objeto; una pulsión ni ama ni odia, sólo se pue­
de hablar de amor y de odio cuando se trata de Reconstruí entonces una especie de tiempo
personas totales enlrelación con un objeto total. ideal, de acuerdo con una vía «idealmente» es­
Lo que no está lejos, tampoco, es el famoso Eros bozada de ese texto de 1914, tal como pudo ha­
de Aristófanes, del cual ya hemos hablado15 y ber sido si ese extravío inicial de 1897 no se hu­
del cual volveremos a hablar. biera producido.
Terminaré con lo siguiente: ese largo pasaje Dibujo ahora tres planos, con gran diversi­
por los dos tipos de elección de objeto y sus dad en cuanto al objeto, al partenaire, al otro.
otro del apego
I niño i ------: > -O - .■ ' -^ = objeto de la
autoconservaclón
15 Cf. antes, págs. 27 y sigs.

110 111
II niño C > otro del apego tuye en el fantasma; es una sexualidad que en­
= otro comprometido
por su Ice. su propio
cuentra su origen en el inconscientéT és una se­
otro interno xualidad que no está ligada, es decir que no
está unificada, tanto en sus zonas como en sus
III yo
objeto total objetos, en sus realizaciones, en sus metas. Es
esto lo que Freud llama con un término oscuro
en sí mismo: autoerótico. Digo oscuro en sí mis­
A l prim er plano lo designo como aquel del mo porque el término autoerótico no designa
apego y de la auto conservación. Los dos están todo lo que esta sexualidad pretende designar.
estrechamente ligados, siendo el término auto- El tercer plano, por último, es el aporte de
conservación en sí mismo insuficiente para dar 1911-1914, la llegada, el descubrimiento de la
cuenta de la complejidad de cada etapa del pro­ sexualidad narcisista, ligada y ligante, con un
ceso, en particular en el nivel del objeto, ya que tipo de objeto hecho a imagen d eu n a «b u en a
designar al objeto sólo y puramente como objeto form a»r dé'uhá^Gésfaif. Y rio es totalmente por
alim entario no es dar lugar al conjunto de un azar si, introduciendo el narcisism o como un
m ontaje anim al, en el sentido más noble del tiempo ulterior al autoerotismo, Freud lo define
término, que es el del apego de la cría a su pro­ |en los siguientes términos: eine nene psychische
genitor; generalmente, pero no de manera ex­ ÍAktion, um den Narzissmus zu gestalten, «una
clusiva, la madre. El segundo plano es el de la 1nueva acción psíquica para poner en form a el
sexualidad, a la cual no es totalmente tautoló­ ¡narcisism o». El narcisismo es justam ente una
gico calificar de «erotismo», ya que precisamente IGestaltung, una puesta en forma dél autoerotis-
como erótica descubre Freud a la sexualidad en Jmo, que trae consigo una profunda mutación de
Tres ensayos de teoría sexual. Ustedes ven que |a sexualidad por el .hecho de que la acción nar-
la articulación con el primer plano se hace por pisista, la precipitación o coagulación narcisista,
la seducción y el apuntalamiento que de ella re­ }iga esta sexuahdad.
sulta (he desarrollado más arriba esto). La fle­ Dibujé un esquema provisional, también con
cha del apego designa al otro del apego, pero dos flechas, paráríndicar que, en este caso, hay
ese otro, por su parte, no es tan simple como el algo como un «espejo^ entre ambos; un espejo
apego pretende creer (si se puede decir así): es N , (insistí en esto) qué no es forzosamente el ins-
un otro «comprometido» por su propio incons­ Itrum ento que se llam a así, la superficie refle­
ciente, por su «otro» interno podemos decir, de jante como tal; ¡puede haber «espejo» sin espejo!
suerte que los mensajes que envía son mensa­ Ese plano de lo total, de lo totalizante, del yo,
jes ellos mismos comprometidos, o enigmáticos para ^ e c irloTpdo,^^Ldel"objetricomo total, se
para retomar ese término. A fin de definir un construye en principio a p jrfirrieT p lario I que
poco esta «sexualidad erótica»: se trata de una le provee sus percepciones, sus GestaTten. En
sexualidad que se constituye y sólo se^consti- efecto, es traveri"drilá percepcíón;ríanto la

112 113
ja u top ^ síiC lfliL iiel^ iierp p (en particular de la puede ser descripta en diferentes niveles, pero
fsuperficie coporalj como la percepción deTotro yo subrayo una vez más dos de ellos. En su
1como total; es, pues,Agracias a algo que ocurre esencia y en su génesis. La especificidad en su
ren el nivel de la autoconservación y de sus fun- esencia: es decir que el nivel n es inseparable de
■clones corporales perceptivas com o«se forma» la fantasía, de la constitución del fantasma. Es-|
poco a poco el yo, por precipitaciones sucesivas. pecificidad en su génesis, por otra parte: porque)
t - " E l plano de lo total (III) se construye enton­ el nivel II es indisociable del tiempo de la se-j
ces a partir de I, pero se construye sobre todo a ducción que lo constituye; de la seducción y de!
partir de II, ya que Freud nos dice con razón todo lo que ocurre a continuación de la seduc-j
: que el yo extrae su fuerza de pulsión del plano ción, en particular la represión.
de lo erótico, que el yo está «investido» de libido, Este equilibrio inestable va a deshacerse rá­
de pulsión sexual, al punto de devenir lo que él pidamente. Como en una especie de dibujo ani­
\llam a en esta época el «gran reservorio de li- mado, el uno comerá a los otros dos, reabsorbe­
'hido». Expresión que en adelante será — equivo­ rá a los otros dos. ¿Cuál devorará a los otros?
cadamente^— puesta en cuestión por Freud. En Es el III. Es el recién llegado el que se comerá a
todo caso, aquí la idea no es ambigua, el yo es I y, con más dificultades y no sin historias, a n.
un reservorio de libido en el sentido en que está Para tomar otra imagen, dos repliegues traen
lleno; no es un reservorio originario, no es un el riesgo de hacer caer, colapsar esta estructura.
recipiente que estaría allí desde siem pre —lo Ellos son indicados por Freud desde las prime­
que el «ello» va a devenir a continuación— , es ras páginas del texto sobre el «narcisismo» como
un reservorio que es llenado por otra cosa, a una posibilidad. Antes de desarrollar este gran
partir de una.fuente que es precisamente la se­ texto, dice de entrada: y bien, debo enfrentar
xualidad, y que luego puede volver a verter el desde el comienzo dos objeciones. Previendo por
agua en diferentes dominios. anticipado, se podría decir, lo que ocurrirá; por­
Ese tiempo de 1914 es una suerte de equili­ que esas dos objeciones son m ortales para el
brio que recreo aquí, un equilibrio inestable que equilibrio del todo.
sólo se sostiene de un hilo, o m ejor, de una Cito aquí la traducción del pasaje central, tal
clavija, en el sentido en que un armazón, por como la hice en 1957. No es tal vez azaroso que
ejemplo, es sostenido por una clavija que en­ este haya sido el primer texto de Freud que yo
sambla una pieza a otra, y luego esta pieza re­ traduje.
tiene una tercera, etc. Quiten la clavija y todo
se derrumba. «Antes de seguir adelante debo tocar dos cues­
¿Cuál es la clavija de este equilibrio? Es el tiones que nos ponen en el centro de las dificul­
tiem po II. En tanto que la especificidad del tades del tema. La primera: ¿Qué relación guar­
tiempo II no es vista, no es afirmada, todo corre da el narcisismo, de que ahora tratamos, con el
el riesgo de derrum barse. Esta especificidad autoerotismo, que hemos descripto como un es-

114 115
tado temprano de la libido? [Dicho de otro mo­ sión más que una respuesta provisional, ya que
do: ¿cabe distinguir el plano III y el plano II?] La termina por dejar en suspenso la tesis de Jung:
segunda; Si admitimos para el yo una investi­ Jung tendría razón si yo mismo fracasara en
dura primaria con libido, ¿por qué seguiríamos dem ostrar que tengo razón (sobre el ejemplo
forzados a separar una libido sexual de una crucial de la esquizofrenia).
energía no sexual de las pulsiones del yo? ¿Aca­ /■'■"¿Cuál es el fondo de la cuestión? La cuestión
so suponer una energía psíquica de un solo tipo Jes simple, no es en absoluto abstracta, es esen-
no ahorraría todas las dificultades que trae se­ Jcial para el psicoanálisis. Si. el yo es el gran re-
parar energía de las pulsiones del yo [plano I] y íheiXQrjQ^dgJa-libido; si todos nuestros actos pa-
libido del yo [plano ID]. . .?».16 jsan finalm ente por nuestro amor a nosotros
mismos; si todo lo que el ser humano hace su­
Yo no inventé esta devoración de la teoría por puestamente para conservarse en vida no pasa
ella misma, o más exactamente por el narcisis­ más que por el hecho de que se conserva en
mo, estos dos repliegues. Están allí, exactamen­ vida por el amor de. . ., por el amor del otro y
te indicados por Freud. por el amor de sí mismo; si el ser humano sólo
De estas dos cuestiones, es la segunda, es fiv e por amor, ¿por qué entonces mantener un
decir, la relación entre la sexualidad narcisista y plano de la autoconservación pura, en el cual
la autoconservación, la que se tratará más am­ Un sujeto, en la abstracción, se conservaría con
pliamente, en tres páginas trabajosas, en tanto vida sin tener necesidad de amor?
que la prim era dificultad será barrida en un s, La cuestión es al fin y al cabo muy simple,
corto párrafo, ese que tuve ocasión de citar an­ pero los argumentos en sí son muy sinuosos y
teriormente. frágiles, precisamente porque Freud no acierta
' En lo que concierne al repliegue mayor, el de con el punto esencial, que es la articulación de
lo sexual sobre lo no sexual, hay allí tres pági­ ambos planos. L ^ ^ g p m ^ t^ ó jt^ ^ e r ^ r in c i-
nas que son directamente la respuesta a Jung. pio clínica: el conflicto psíquico exige que algo
La discusión com ienza entonces así: «Ante la se oponga a la sexualidad ,~sea puesto en peligro
exhortación a responder term inantem ente la por ella. Lo propio del conflicto psíquico es que
segunda pregunta, . La exhortación viene de la sexualidad es com batida, reprim ida. ¿En
Jung: ¿por qué mantener esta diferencia entre nombre de qué? La cuestión permanece abierta.
una libido narcisista y una energía psíquica ge­ ¿Es la autoconservación, es decir, nuestra con­
neral? Si leen ustedes esas páginas que tienen servación con vida, la que se ve puesta en peli­
gran interés histórico, verán que Freud se ve gro por el deseo sexual? Se trata de una posi­
envuelto en esta cuestión, y no da a la discu­ ción que Freud sostuvo a veces, pero en la cual
no logró m antenerse. ¿O será quizás el yo el
que se opone a la sexualidad? Pero en ese caso,
16 Obras com pletas, op. c it , vol. XIV, pág. 74. Entre
corchetes: comentarios de Jean Laplanche.
si es el yo quien constituye el segundo polo del

116 117
conflicto psíquico, no tenemos necesidad, para Digo que esta argum entación se sostiene
dar cuenta de esto, más que de la relación entre apenas y, en efecto, se hundirá rápidamente.
esos dos planos II y III, ya que el plano I es Una vez pasada la tempestad, Freud retomará
completamente vicariado, representado, por el retrospectivam ente la historia en un texto de
plano III. 1922, intitulado «Teoría de la libido».18
Más allá de esta argumentación en el nivel Tres parágrafos titulados: «El narcisism o»,
de la clínica y de la etiología de las neurosis,17 «Aparente acercam iento a la concepción de
Freud recurre, ya entonces, a argumentos que Jung» y, algo más adelante, «Reconocimiento de
él puede considerar biológicos, pero que son dos clases de pulsiones en la vida anímica». Es
más bien de orden metabiológico, incluso mito­ lo que voy a recorrer ahora.
lógico. Ejemplos: 1) Algún día se conseguirá ais­ La aproximación aparente a la concepción de
lar la «sustancia» sexual; por lo tanto es preciso Jung es la absorción de I en III: de la autocon­
mantener claramente la diferencia entre sexua­ servación en el Eros narcisista. Para retomar un
lidad y autoconservación. 2) La pertenencia de término ffeudiano: he ahí todo el problema del
todo ser vivo a dos linajes celulares (estamos en pansexualismo; precisaré de entrada mi punto
plena especulación biológica), el linaje del ger­ de vista personal: el pansexualismo, antes de
men y el del soma, implica la independencia re­ ser una teoría, es una realidad; dicho de otro
cíproca de la sexualidad (conservación de la es­ modo, existe un pansexualismo real antes de
pecie) y de la conservación del individuo. 3) Por que haya un pansexualismo pensado y reflexio­
último, last but not least, la «distinción popular nado como tal. Ese pansexualismo real es el he­
entre hambre y amor». Digo last but not least cho de que en el ser humano la sexualidad está
porque esta «gran distinción» popular a la cual por todas partes; en realidad, no está desde el
Freud otorga tanta importancia (que se encuen­ comienzo por todas partes, pero invade todo.
tra en Schiller y en los románticos) es presta­ Esta sexualidad es un movimiento de conquista
mente cambiada, ya que, apenas cinco años (como lo son todos los movimientos en «pan»,
después ya no será «hambre y amor», sino, co­ paneslavismo, por ejemplo); el pansexualismo
mo sabemos* «amor y odio». Freud cambió un real es un movimiento de conquista por el cual
poeta-filósofo por otro, Schiller contra Empé- la sexualidad narcisista viene a retomar por su
docles. ¡Siempre es posible ir a buscar grandes cuenta, a vicariar, como digo a veces, el plano
oposiciones de este tipo para ponerlas en exergo de la autoconservación. El pansexualismo en el
de una teoría! m ovim iento de la teoría — aquel que hace a
Freud aproximarse momentáneamente al punto
17 Argumento que le parece accesorio: «quiero confesar de vista de Jung— no es sino el reflejo deforma-
en este lugar de manera expresa que la hipótesis de unas
pulsiones sexuales y yoicas separadas [. . .) descansa mí-
nimamente en bases psicológicas, y en lo esencial tiene
apoyo biológico [ibid., pág. 76). 18 En Obras completas, op. c it, vol. XVIII, págs. 250-4.

118 119
do del pansexualismo real. Ese pansexualismo
He aquí ahora el parágrafo siguiente, intitu­
teórico puede incluso desem bocan algo más
lado «Aparente acercamiento a la concepción de
adelante, en un «panpsicoanalitismo»: el psico­
análisis, apoyándose en el pansexualismo real y Jung»:
en la teoría pansexualista, llega a pretender
«De esa manera se suscitó la apariencia de que
infiltrar otras ciencias conexas, en particular la
la lenta investigación analítica no había hecho
psicología, pero también la biología, al preten­
sino seguir con retraso a la especulación de
der constituirse en su corazón y esencia. Es un
Jung sobre la libido prim ordial, en particular
movimiento de conquista que yo sólo señalo, no
porque la transmudación de la libido de objeto
para lamentarlo —ya que no se puede lamentar,
en narcisism o conlleva inevitablem ente una
sin más, algo que tiene un fundam ento tan
cierta desexualización, una resignación de las
real— sino para mostrar sus resortes.
metas sexuales específicas».
Cito uno o dos pasajes de ese texto de 1922,
del parágrafo sobre «El narcisismo».19
Ven ustedes puntuado allí nuestro segundo
problema, el riesgo de absorción de II por III.
«Era entonces posible que la libido de objeto se Formulemos la paradoja así: en cierto modo, el
transmudara en investimiento del yo y vicever­ pansexualismo puede aparecer como sin peligro
sa. Nuevas consideraciones mostraron que este sobre el plano interno de nuestra práctica. Di­
proceso debía suponerse en máxima escala, que gamos incluso que ese pansexualism o no es
era preciso ver en el yo un gran reservorio de li­ sólo un m ovim iento en lo real, es también el
bido, desde el cual la libido es enviada hacia los movimiento mismo de nuestra práctica psicoana-
objetos, y que está siempre dispuesto a acoger lítica que, por definición, sólo se interesa en el
la libido que refluye desde los objetos. [¡Extra­ conflicto sexual, que reduce todo a lo sexual;
ordinaria imagen hidráulica! Y he aquí donde pero esto en la medida misma en que lo sexual
todo vira:] Las pulsiones de autoconservación ha reducido todo, en el ser humano, a sí mis­
eran entonces también de naturaleza libidinal mo. Existe entonces, además del pansexualismo
[con ese «entonces» la absorción está he chai, real y del pansexualismo teórico, un tercer nivel
eran pulsiones sexuales que habían tomado por del pansexualismo, el pansexualismo metodoló­
objeto al propio yo en vez de los objetos exter­ gico de la cura psicoanalítica. Este, por método,
nos». Las pulsiones de autoconservación no se­ sólo se interesa en aquello a lo cual tiene ac­
rían entonces otra cosa que acciones realizadas ceso, el conflicto interno al plano sexual, en la
por el amor del yo. medida en que ese conflicto intrasexual reper­
cute sobre otro plano al cual el psicoanálisis no
tiene acceso directo, el de la autoconservación.
Pero entonces se puede decir que, si ese panse­
19 íbief,, pág. 252.
xualismo metodológico corresponde claramente

120
121
dejar de lado una palabra, la palabra sexuali­
a la práctica psicoanalítica,20 sin embargo nos dad. Se puede evidentemente agregar relación
hace correr un grave peligro si se lo transpone de objeto sexual, o libidinal: esto no trae gran­
sin precauciones a la teoría; ese peligro es. . .e l des consecuencias.
de la desexualización. Para decirlo con una pa­ La absorción de I por II es entonces tanto
labra: si todo es sexual, entonces nada es se­ más peligrosa dado que II corre el riesgo de ser
xual. «Sexual» deviene una palabra sin conse­ a su vez arrasada por III. En otros términos, la
cuencias. Es con lo cual Jung juega finalmente: sexualidad, tal como Freud la descubrió al co­
a esta energía se la puede por supuesto llamar mienzo: específicam ente ligada al fantasm a,
libido, pero ¿por qué no también energía psí­ funcionando según el modo del proceso prima­
quica? Otros lo han dicho al mismo tiempo que rio, según asociaciones que hacen que la histé­
Jung: si no se quiere enloquecer a la clientela, rica pueda tener una crisis de angustia o llorar
se la llamará energía psíquica, si se quiere jugar a la vista de un objeto totalmente fútil, todos los
de conocedor, se la llamará libido, pero todo es­ desplazamientos y condensaciones descubiertos
to ya no tiene mucha relación con la sexuali­ por Freud como el modo mismo del funciona­
dad. Y esto tanto más dado que «cierta desexua- miento sexual, la originalidad de las metas se­
lización, cierto abandono de las metas sexuales xuales, la tendencia al goce orgástico absoluto,
específicas» están inevitablem ente ligados al etc.; esta sexualidad resultará, por un tiempo,
narcisismo, en el seno de una sexualidad «yoi- olvidada, convertida en un avatar de un funcio­
ca» ella misma adaptativa. namiento biológico, acabado, totalizante.
¡Este peligro no ha desaparecido con Jung! Indico algunos de los signos que presagian
El movimiento que lleva de la autoconservación esta absorción.
al pansexualismo, y del pansexualismo a la de­ El desplazamiento del narcisismo. El narcisis­
sexualización del análisis, ese movimiento re­ mo pasa a ser un estadio biológico inicial, lo
aparece evidentemente en el psicoanálisis con­ que nos conduce a ese otro aspecto del extravío
temporáneo, aun cuando no fuera sino en una freudiano, la tentativa de describir una génesis
teoría y una práctica que son designadas ac­ endógena del ser humano. El narcisismo es en­
tualmente como las de la relación de objeto. Re­ tonces rem itido hacia atrás, hacia lo biológico
m itir todo a la relación de objeto es en efecto puro —como estado real del comienzo— . Ade­
más, y en esto consiste toda la subsunción, lo
que antes se designaba autoerotismo se verá en
20 Y con buen derecho: no formulo aquí ninguna crítica lo sucesivo subordinado a este narcisismo ini­
contra la práctica psicoanalítica; se trata de lo que en otro cial. Cito nuevamente ese pasaje de «Pulsiones y
contexto he denominado «la cubeta psicoanalítica», que destinos de pulsión» concerniente al repliegue
consiste justamente en esta reducción al conflicto sexual,
a la vicarianza de la autoconservación por lo sexual. Cf. operado en un año (1914-1915) del autoerotis­
Problemáticas V. La cubeta. Trascendencia de la transfe­ mo sobre el narcisismo, es decir, de II sobre III:
rencia, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1990.

123
122
«El yo se encuentra originariamente, al comien­ do sólo de la ligazón, que toda la sexualidad ha
zo mismo de la vida anímica, investido pulsio- pasado al lado III, cito para comenzar, total­
nalmente, y es en parte capaz de satisfacer sus mente al azar, una nota de Más allá del prin­
pulsiones en sí mismo. Llamamos narcisismo a cipio de placer:
ese estado, y autoerótica a la posibilidad de sa­
tisfacción».21
«Con la tesis de la libido narcisista y la exten­
El auto erotismo pasa a ser simplemente el sión del concepto de libido a la célula individual
tipo de satisfacción de la etapa narcisista origi­ [se trata de una especulación que va hasta el
nal. ¿Por qué esto? ¿Qué fue lo que no se «sos­ nivel biológico de la célula], la pulsión sexual se
tuvo» del autoerotismo? ¿Qué impide conservar nos convirtió en Eros [es exactamente por la
el autoerotismo como estadio independiente? Es instauración del narcisismo como la sexualidad
el olvido delfantasma como constitutivo del au­ se transforma en Eros, no se lo podría expresar
toerotismo, A partir del momento en que Freud más claramente], que procura esforzar las par­
se rehusó a que el autoerotism o se fundara, tes de la sustancia viva unas hacia otras y co­
desde el comienzo de las actividades sexuales hesionarlas; y las comúnmente llamadas pulsio­
del lactante, en el fantasma, desde ese momen­ nes sexuales aparecieron como la parte de este
to, el repliegue del autoerotism o estaba listo Eros vuelta hacia el objeto. [Ciertamente, hay
para efectuarse. otra cosa que el narcisismo; pero este Eros vira­
Otro signo: la aparición del término Eros co­ do hacia el objeto es también totalizante; per­
mo sinónimo de amor; un término que, pese a manecemos en el plano DI: el amor de objeto, se
la etimología común, va a destronar, englobar y podría decir, es un narcisismo proyectado.!»22
finalm ente hacer desaparecer lo «erótico» en
nombre de lo total. Amor del yo total y amor del He aquí otro texto, extraído del Esquema: «La
objeto total.
meta de Eros es producir unidades cada vez
Otro signo aun (son todos síntomas del mis­ más grandes y, así, conservarlas, o sea la liga­
mo movimiento): la expresión pulsión de vida,
zón», 3
invención extraordinaria para designar, dese-
xualizándola, la sexualidad. ¿La sexualidad se habría pasado con todas
Esta reducción de la sexualidad a su forma sus armas y pertrechos del lado de la ligazón?
totalizante, su form a de amor, se confirm a en DI ha arrasado con I y está en camino de arra­
numerosos textos, desde Más allá del príncípio sar con II, El pansexualismo devino pan-Eros,
de placer hasta Esquema del psicoanálisis. Para pan-amor; y a través de este pan-Eros, lo que
mostrar que el Eros se sitúa claramente del la­

22 En Obras com pletas, op. cít., vol. XVIIÍ, pág. 59.


Entre corchetes: comentarios de Jean Laplanche.
21 En Obras completas, op. c ít, vol. XIV, pág. 129.
23 En Gesammelte Werke, vol. XVH, pág.. 71.

124 125
despunta es una suerte de pan-vitalismo. Así
ocurre, por ejemplo, con la referencia a los pro­ acentos que habría que ponerle, no veo ninguna
cesos vitales, hasta en el nivel celular. Como lo palabra que yo no apruebe en ese capítulo. Les
señalé al com ienzo de este curso, el m ito de permitirá, en particular, leer de otro modo Más
Aristófanes, de contrastador que era en Tres allá del principio de placer, una relectura para la
ensayos devino, por una especie de mutación cual propongo la clave siguiente: sH a sexuali­
extraordinaria y mágica, el paradigma mismo de dad es sólo el Eros totalizador, y si esta sexua­
la sexualidad. Está en vías de desaparecer la lidad funciona con arreglo ja un 'pim cfnío de
sexualidad fragmentada, perversa y no acabada placer concebido como .principio de homeosta­
descripta en esos Tres ensayos (y aún en cierto sis, por lo tanto de estabilidad, entonces hace
modo en «Pulsiones y destinos de pulsión»), el falta un «más allá del principio de placer», ya
rol del fantasma, y el rol del inconsciente re­ que se vuelve necesañóúúTm ^ allá^zr0.un más
primido en tanto situado en los orígenes de la acá— dél Eros totaliz^oiy Digo más acá porque
pulsión. reafirmamos^algo que, lógicamente, puede ser
Pero entonces, felizmente, hay una «peripe­ considerado como más primario, en el sentido
cia» (como dice Aristóteles), un retorno al menos del proceso primario, que la ligazón (aim cuan­
parcial de la situación; la sexualidad erótica no do ambas, ligazón y desligazón, sean comple­
se deja al fin arrasar, ya que es necesario que mentarias). La pulsión de muerte, reafirma, por
su aspecto radical, desligado, resurja en algún lo tanto, una fuerza dedesligazok, planteada
lado. Es ímposiblé"que Freüd haya olvidado to­ desde el com ienzo ¡por el psicoanálisis en su
talmente su descubrimiento, hace falta que la metodología misma y en su abordaje de los pro­
sexualidad sobreviva a ese desastre... y he aquí cesos inconscientes, una fuerza de desligazón
la prosecución de mi cita del Esquema del psico­ que opera en lo que se denomina el proceso pri­
análisis: «. ., la meta de la otra pulsión es, al m aria^
contrario [el antagonista de Eros], disolver ne­ Én segundo lugar (son los tres puntos de­
xos y, así, destruir las cosas». He aquí el resur­ sarrollados en Vida y muerte), la pulsión de
gimiento, la reaparición, en otro lugar, de lo que muerte reafirma la prioridad del tiempo reflejo,
no pudo ser englobado por el Eros narcisista: del tiempo «auto», en la génesis de la pulsión,
algo que se llama, como ustedes saben, pulsión tiempo reflejo que debe ser puesto en relación
de muerte. directa (este es el punto que agregaría hoy) con
«¿Por qué la pulsión de muerte?». Es el título el proceso de metabolización yxepresión.
de un largofrupítuló de Vida y muerte en psico­ Por últim o, en" tercer lugar, la «pulsión de
análisis al cual no puedo dejar de remitirlos.24 muerte» reafirma el ataquejnterno por ese cuer­
Lo releí ayer por la noche y, más allá de algunos po extraño internó introducido en el individuo
psíquico; este «auto-ataque» es el sentido pro­
24 op, c tt fundo de la «auto-agresión», planteada como
pulsión de muerte.

126
127
de no tienen nada que hacer, salvo de un modo
Pero hoy pretendo ubicar sobre este concep­ que yo consideraría más que metafórico: pro­
to, o pretendido concepto, el acento crítico: la fundamente desplazado. Con esta especulación
pulsión de muerte, en primer lugar, yerra los metabiológica, vemos que recobra vigor el pro­
elementos esenciales en lo que pretende restau­ blema del Zweck, de la teleología de la sexuali­
rar; d i segundo lugar, la pulsión de m uerte dad, una visión de la sexualidad acerca de la
transpone el conflicto en un horizonte «meta»; cual Freud intenta mostrar que está presente
por último, tn tercer lugar, la pulsión de muerte desde los orígenes a través de la compulsión de
permite encubrir elementos contrabandeados. repetición. En otros térm inos, se puede decir
- El concepto bruto de pulsión de muerte yerra que los dos grandes modos de funcionamiento
los elementos esenciales. Si ustedes han tenido de la sexualidad, según esos dos verdaderos
la voluntad de seguirme, yerra simplemente la principios del funcionamiento psíquico —no el
base de todo esto, es decir, la seducción; yerra principio de placer y el principio de realidad
la fantasía como fuente de la pulsión; yerra el sino el principio de ligazón y el principio de
proceso de represión como generador de la fan­ desligazón— , esos dos grandes modos de fun­
tasía. Una pulsión de muerte sin represión, sin cionamiento del alma han devenido pulsiones, y
que encuentre incluso su propio origen en el yo diría que incluso han devenido instintos. Sin
proceso de represión, yerra lo esencial de aque­ duda Freud emplea aún el término Trieb para
llo que consideramos la génesis de lo pulsional hablar de pulsiones de vida {Lébenstriebe) y de
en el hombre, algo pulsional «demoníaco» que pulsiones de muerte (Todestrieb) (con la cos­
ella pretende, sin embargo, reafirmar. tumbre de un plural para las pulsiones de vida
La transposición del conflicto en un «hori­ y un singular para las pulsiones de muerte), pe­
zonte meta» es el traslado de toda la interroga­ ro en realidad todo muestra que hay allí un re­
ción —que inicialmente era cercana a la expe­ torno al instinto, e incluso, en Más allá del prin­
riencia— a la especulación que se puede llamar cipio de placer, una referencia directa a este con
metafísica, pero que podríamos calificar con un la evocación admirada de las grandes migracio­
término más locuaz aun: metabiología. Especu­ nes animales, salmones que remontan el río o
lación sobre los orígenes de la vida, sobre la aves migratorias, empujadas por el instinto, por
evolución de los seres vivos, sobre la oposición un retorno hacia algo que es, precisamente, un
germen y soma, una especulación que no teme Zweck.25
tampoco ir a buscar modelos en Aristófanes o Mi tercer punto, para afirmar que lamenta­
en los filósofos presocráticos. Los términos mis­ blem ente este surgim iento de la pulsión de
mos «vida» y «muerte» se podría decir que no son muerte es más que imperfecto, que es falaz, es
conceptos biológicos; son términos de los cuales
una ciencia de lo biológico puede perfectamente
abstenerse. Pero esos conceptos metabiológicos 25 Véase supra, págs. 24-5 y pág. 44, n. 29.
son introducidos en el conflicto sexual allí don­
129
128
el hecho de que la Invención del término «pul­ tricarlos según los tres niveles antes indicados:
sión de muerte», con toda su imprecisión y todo el nivel vital y animal, el nivel erótico, y el nivel
su romanticismo, permite ocultar las mercan­ narcisísta. La «pulsión de muerte» más bien ha
cías más diversas, de las que algunas no son impedido desintricar esos niveles.
demasiado loables. ¿Cuántas veces, a partir de Otro ejemplo aún: la transposición directa,
entonces, el psicoanalista no se ha visto bajo la sin precauciones, de la pulsión de muerte en un
admonición, comandada por el «filósofo», de no deseo de muerte biológico. Solución verbal fácil,
olvidar esta pulsión de muerte que permite tan que permite ir sin esfuerzo a un supuesto ele­
bellas especulaciones? Esta expresión tan bella mento primario, a propósito de cualquier pro­
se presta a encubrir cualquier cosa. Recubre ceso somático que desemboque en la muerte.
para algunos una tendencia al Nirvana, algo ex­ Concretamente, no ha habido año en el cual,
tremadamente apacible, una especie de budis­ como director de investigación, no se me haya
mo latente, de m editación trascendental más propuesto un trabajo — digamos, sobre el cán­
que pacífica, sin asperezas; pero también, se­ cer— en el cual no se empleen los servicios de
gún otros, algo que se emparienta por el contra­ la pulsión de muerte. Y luego, otro contraban­
rio con el frenesí dionisíaco. Del lado del frenesí, do, el ser-para-la-m uerte existencialista, que
Freud se dejó llevar hasta hablar del «cultivo por supuesto se vio asimilado desde temprano a
puro de la pulsión de muerte»; la vemos, por así la pulsión de muerte: ¡por fin se encontraba en
decir, pulular bajo el microscopio como bacte­ el psicoanálisis algo que correspondía a aspira­
rias encarnadas o virus destructivos. Por el con­ ciones metafísicas! Lacan mismo participó de
trario, en otros momentos, es el silencio más este reclutamiento del ser-para-la-m uerte, en
absoluto el que caracteriza la pulsión de muer­ nombre de la pulsión de muerte.
te, algo en lo cual ya nada «hace olas». Pese a estos «encubrimientos», en el sentido
Otro ejemplo. La pulsión de muerte va a re­ e.n_que-la pulsión de muerte m ism a sería una
cubrir definitivam ente, o al menos por largo form ación encubridora (Deckbildung), Freud
tiempo, el problem a real de la agresividad, al permanece ai menos firme y prosaico sobre este
cual nada m uestra que aporte una solución, último punto (el ser-para-la-muerte), y eso pese
salvo de carácter muy abstracto. Una solución a su relación personal y patética con la muerte,
por otra parte apenas presente — cosa notable— la muerte de sus seres cercanos y la suya pro­
en Más allá del principio de placer, donde casi pia. Sostendrá que no hay idea de la muerte en
nada alude a la agresividad. En todo caso, es el inconsciente (lo cual puede ser una afirma­
una clave [un comodín) que no se han privado ción sin consecuencia si se quiere admitir que,
de emplear a continuación del modo que fuera, simplemente, no hay ideas26 en el inconsciente),
¡para olvidar los mecanismos tan complejos que
están en juego en la agresión! Mecanismos que
deberían ser retomados totalm ente'para desin- 26 No hay idea de la «vida», por ejemplo. . .

130 131
pero también, más cerca de la experiencia y de
muerte. No es nada asombroso, entonces, que
la observación, afirmará que la idea consciente este extravío se estabilice en la corriente psico-
de la muerte no es primaria, es adquirida en el analítica que ha tomado más en serio la oposi­
niño, concretamente, en la historia del indivi­ ción — con la salvedad de transponerla en se­
duo, y que ella es adquirida también en la his­ xualidad/agresividad— , quiero decir la escuela
toria de la especie (Tótem y tabú, y otros textos), de Melanie Klein.
y además que ella pasa por la mediación de la Enumeré algunos olvidos del descubrimiento
muerte del otro, sea esta muerte la pérdida o a freudiano principal en esta teoría y esta práctica
veces el asesinato del otro. No es quitar su dra­ kleinianas; retomo algunos de ellos; después de
matismo a la idea de la muerte decir que es ad­ todo, son solidarios entre sí. El olvido del m é­
quirida y mediatizada por la muerte del otro.
todo freudiano, en lo que comporta precisamen­
«¿Por qué la pulsión de muerte?» era el título te de aná-lisis, es decir, de sometimiento al pro­
del último capítulo de Vida y muerte en psico­ ceso primario, y que es reemplazado por una
análisis. Es interesante dar a esta cuestión un hermenéutica, un retorno, bajo otra forma, al
doble sentido. ¿Por qué la pulsión de muerte, modo de intervención pre-freudiano; lo que de­
en Freud? ¿Por qué conservar la pulsión de viene esquema de interpretación son los marcos
muerte, después de Freud?
teóricos mismos: los principios de ligazón y des­
He realizado cierto número de veces el tra­ ligazón, bajo el nombre de amor y de odio, se
yecto de la pulsión de muerte para mostrar la convierten en interpretantes comodín, embu­
función mayor que tiene, en Freud, de resurgi­ chados al paciente. Esto ha sido ya descripto y
miento, de reequilibramiento, pero también de criticado en detalle, en particular por Maurice
ocuitamiento. Si queremos salvar el término Dayan en un artículo intitulado «La Sra. K. in­
«muerte» en esta pulsión de muerte, hay que ex­ terpreta»;27 pero lo que tiendo a agregar es que
plicarlo sin cesar: se puede decir entonces que se trata aquí de un retorno embozado a la vieja
es una «pulsión de muerte para el yo»; o inclu­ «hermenéutica».
so, y sobre todo, que no se sostiene sino como Otro olvido serio es la pérdida de la refe­
«pulsión sexual de muerte», pulsión de desliga­ rencia a la autoconservación. Indicaba hace un
zón sexual.
instante que esta pérdida de la autoconserva­
¿Pero podemos rehacer sin cesar el trayecto ción, en sí, no era un drama para el psicoana­
freudiano? ¿No tendrá el término, el significante lista, ya que lo propio de su práctica era ese
«pulsión de muerte» un peso intrínseco que tor­ moverse entre los planos II y III, donde la «cu­
ne vana toda explicación? ¿No será además ese beta psicoanalítica» opera precisamente esta
peso peligroso para el pensamiento psicoana-
lítico: un verdadero inhibidor del pensamiento?
El extravío biologizante desemboca en Freud
27 En L'arbre des styles, París: Aubier-Montaigne, 1980,
en la oposición pulsiones de vida-pulsiones de
págs. 107-63.

132
133
suerte de abstracción o de cesura con la auto- seducción, y su fundamento necesario, la prio­
conservación. Pero esto no impide a la autocon- ridad del otro en la constitución del sujeto se­
servación existir, y tampoco impide referirse a xual, es también perfectamente ajena a un sis­
ella cuando se pretende tener una perspectiva tema en el cual el adulto-objeto sirve sobre todo
de lo que es el psicoanálisis (y la sexualidad) en de punto de anclaje para movimientos instin-
el ser humano. Cuestión paradójica, Melanie tuales por naturaleza endógenos en el niño.
Klein va a moverse, ella también, enteramente Por último, para volver a los conceptos me-
sobre los planos II y III, es decir sobre el plano tapsicológicos más clásicos, la problemática de
de lo que le es propio al psicoanalista, pero en la represión, la del inconsciente como dominio
ella esos planos han devenido, por así decir, separado con sus leyes y sus contenidos pro­
fantasmagóricos, el lugar de combate de entida­ pios, no tiene el menor lugar en un pensamien­
des míticas, lo bueno y lo malo, el amor y la to que definitivamente hace suya otra formula­
agresividad, lo total y lo parcial. Entidades mí­ ción freudiana discutible según la cual «todo lo
ticas, pero que son también entidades de natu­ consciente ha sido primero inconsciente».
raleza biológica, ya que todo desarrollo, y hasta Vuelvo ahora a mi pregunta: la pulsión de
la génesis misma del fantasma, son concebidos muerte, ¿qué hacer con ella después de Freud?
según el modo endógeno. Se trata en verdad de En un sistema coherente (el Meinismo), aparece
grandes «instintos» que dominan el combate, y como una pieza bien integrada en el seno de un
que no hacen sino acuñarse en el individuo. remodelamiento biologizante, o metabiologizan-
La que pierde su verdadero lugar, al fin y al te, del psicoanálisis. En muchos contemporá­
cabo, en esta cupla antagonista que constituyen neos, es una suerte de pieza añadida, empleada
el amor y la agresividad, es la sexualidad. Lo en bien de las necesidades de la causa cuando
j. sexual, como el Eros freudiano, deviene el amor se trata de paliar dificultades e impasses diver­
|totalizante, sintetizante. Enguanto a lo sexual sas encontradas en la clínica.
* de^gado y desligante, teñamos que apelar a to­ En una refundación consecuente del psico­
da nuestra buena voluntad para reconocerlo en análisis —y una vez comprendida claramente
acción allí donde se oculta en el sistema: pre­ su función coyuntura! en el edificio freudiano— ,
cisamentejb a jo la máscara-de la destructividad, la pulsión de muerte se nos aparecerá sin duda
por ejemplo en la posición paranoide, o en el como una noción superflua, cuando se trate de
objeto malo, parcial"'atacante. definir tanto los «partenaires» como aquello que
Este considerable cambio de perspectiva re­ está en juego en el conflicto psíquico.
percute en el plano metapsicológico. La idea de
apuntalamiento, por ejemplo, no tiene tampoco
ya su lugar: las pulsiones están allí desde toda
la eternidad, de suerte que la génesis de lo se­
xual en el individuo no constituye problema. La

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