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N

Manual

Derecho Procesal Penal

Profesor Alberto Ayala


Cuestiones generales, Medidas Cautelares, Investigación, Cierre de la Investigación, Salidas
Alternativas, Juicio Oral, Preparación Juicio Oral, Recursos Procesales.

[Escribir texto] Página 1


NOCIONES PREVIAS.

Derecho Penal y Derecho Procesal Penal.

El orden jurídico penal comprende tres zonas claramente diferenciadas: la sustantiva, que se ocupa de
los delitos, las penas y la reprochabilidad; la procesal, que se encarga de las formas del proceso; y la
orgánica que se refiere a los tribunales encargados de ejercer la función jurisdiccional, sin perjuicio de
que ello constituye también una cuestión procesal en la medida que es uno de los presupuestos de la
justicia penal.
El Derecho Penal tipifica ciertas conductas humanas como delito, señala los presupuestos de la
responsabilidad penal y determina las sanciones o penas que corresponden.
Una vez que una de estas conductas ocurren, o se cree que han ocurrido, las mismas deben ser
investigadas en el proceso penal para comprobar su existencia, como asimismo, la identidad de quienes
intervinieron en el mismo. A este actuar provee sus normas el Derecho Procesal Penal.
De esta manera podemos decir que el derecho penal y el derecho procesal penal son estructuras jurídicas
que el Estado construye mediante ley para realizar la función de impartir justicia penal o para reestablecer
el orden jurídico alterado.
Así, cada vez que se presenta un litigio de naturaleza penal, debe ser resuelto por la jurisdicción mediante
el proceso, que viene a ser pues el medio idóneo para dirimir, imparcialmente, por acto de autoridad, un
conflicto de intereses de relevancia jurídica.

Ahora bien, no está de más recordar que la Jurisdicción, a su vez, es la función pública realizada por los
órganos competentes del Estado, con la cual, por acto de juicio, se determina el derecho de las partes,
con el objeto de dirimir sus conflictos y controversias de relevancia jurídica, mediante decisiones con
autoridad de cosa juzgada, eventualmente factibles de ejecución.

Por esto podemos definir el Derecho Procesal Penal como el conjunto de normas jurídicas que regulan la
actividad jurisdiccional del Estado en asuntos penales, mientras que, siguiendo al jurista Eugenio Florían
decir que el proceso penal es: “el conjunto de actividades y formas mediante las cuales los órganos
competentes, preestablecidos en la ley penal, observando ciertos requisitos, proveen, juzgando, la
aplicación de la ley penal en el caso concreto”.
En otros términos, el proceso penal es el medio de concreción de las normas penales sustantivas en un
caso específico, es decir, es un instrumento esencial de la actuación del derecho sustantivo. Tal proceso
se ventila conforme a un procedimiento y que no es, sino, la forma como la sociedad desea juzgador a
quienes – se supone- han cometido algún hecho punible. Se trata pues, de la única vía que la sociedad

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organizada tiene para determinar si efectivamente se ha atentado en contra de las normas que la propia
colectividad se ha dado pues, de no existir, la resolución de los conflictos quedaría en manos de cada uno
de sus miembros.
Así, el proceso penal, debe responder a una finalidad, cual es la realización del derecho penal material y
adaptarse de manera oportuna y adecuada a los requerimientos sociales.
Desde luego debe tenerse presente que el procedimiento penal, en general, debe regirse por una serie
de principios que permitan la concreción de la pretensión punitiva del estatal, considerando el respeto de
la dignidad de las personas y de sus libertades. Por lo mismo, un aspecto central del derecho procesal
penal lo constituye la regulación de los derechos y garantías básicas que los individuos pueden demandar
frente al poder estatal representado por los órganos de persecución penal, de modo tal de constituir una
regulación frente a este poder constituida por las normas fundamentales de un país, es decir, por la
Constitución. De allí que se hable que el derecho procesal penal es derecho constitucional aplicado,
derecho constitucional reformulado o reglamentado, es decir, una regulación específica de principios
constitucionales básicos acerca de las facultades de los órganos estatales y de los derechos ciudadanos
en materia de persecución penal.
Un tercer aspecto del cuerpo normativo del sistema de justicia criminal lo constituyen las reglas que
regulan la ejecución de las sanciones impuestas por el poder jurisdiccional, que incluye, entre otras
cuestiones, el denominado derecho penitenciario.

PROCESO PENAL EN CHILE.

Antecedentes históricos.

Desde el período de la Conquista y durante toda la colonia se aplicó en nuestro país el sistema inquisitivo
español correspondiente a una etapa histórica anterior al reconocimiento de los derechos individuales y
a la expansión del pensamiento jurídico liberal, desarrollado fundamentalmente a partir del siglo XIX.
En esta etapa cabe señalar a las Siete Partidas y a la Novísima Recopilación como leyes principales.
Las formas de inicio del proceso eran la denuncia o de oficio y los medios de prueba estaban
minuciosamente reglamentados, teniendo especial importancia la confesión que podía obtenerse por
tormento.
En cuanto a la organización del sistema judicial, en primera instancia conocía de los procesos un oidor de
la Real Audiencia y este tribunal era el de alzada.
A partir de la Independencia y hasta la dictación del Código de Procedimiento Penal en el año 1.906,
siguió rigiendo en Chile la legislación española, pero sucesivos textos constitucionales y legales fueron
modificando en parte dicha legislación influidos por principios liberales.

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Así, ya el Reglamento del año 1.812 señalaba diversas garantías como, por ejemplo, la limitación de la
incomunicación hasta por diez días y consagraba el principio de legalidad del proceso y la sentencia.
La Constitución del año 1.818 introdujo la prohibición de juramentar al procesado y la penalización de la
tortura.
A su vez la Constitución del año 1.822 prohibió el juzgamiento por comisiones especiales y le pena de
confiscación de bienes. Por su parte la Carta del año 1.833 insistió en la legalidad del proceso y contuvo
un catálogo de garantías de relevancia, agregando una suerte de recurso de amparo ante la Corte
Suprema.
Sin perjuicio de lo anterior, en cuanto los textos constitucionales establecieron un grupo de garantías las
verdaderamente operativas resultaron puntuales y las demás eminentemente declarativas, de manera
que no constituyeron un cambio del sistema colonial y no dieron lugar a mayores modificaciones del
sistema legislativo.

En este período cabe destacar un verdadero programa de reforma que se expuso en la Constitución
Liberal del año 1.828 que contenía una declaración programática en cuanto a la necesidad del juicio por
jurados.
En el plano legislativo importancia tuvieron los cambios orgánicos en materia de administración de
justicia; diversas leyes en materia de procedimientos, destacándose, entre otras, la del año 1.837, que
obligó a fundar las sentencias (sin perjuicio de la precariedad de la obligación) y dos importantes leyes
en materia de garantías individuales dictadas en los años 1.884 y 1891. La primera consagró la libertad
individual regulándose de un modo preciso la privación de libertad y la segunda reglamentó el recurso de
amparo

Por ley del año 1.906 se aprobó el Código de Procedimiento Penal que comenzó a regir el 1° de marzo
del año 1.907. Para estos efectos el Gobierno llamó a un concurso siendo preferido el proyecto presentado
por don Manuel Ballestero que fue aprobado por el Congreso Nacional.

Desde luego debe señalarse que este Código en su concepción está basado en el sistema existente, de
manera que, sin temor, puede señalarse que corresponde a la lógica de un estado premoderno y por su
estructura e instituciones evidentemente resulta incompatible con las exigencias del Estado de Derecho,
la democracia y la normativa internacional de derechos humanos.

Por lo demás, ello lo tenía claro el legislador de la época. La mera lectura del Mensaje del Código así lo
demuestra pues se dejó expresa constancia que el sistema ideal era “un juicio por jurados” o el “juicio
oral”, pero que no podía introducirse en Chile pues: “se comprende fácilmente que el sistema puede ser

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establecido en países ricos y poblados. En Chile parece que no ha llegado aún la ocasión de dar este paso
tan avanzado...” Luego de su dictación se le han introducido diversas modificaciones, teniendo particular
importancia el D.F.L. 426 del año 1.927 que suprimió los promotores fiscales estableciendo que la
acusación debía ser realizada también por el juez de la causa, lo que importó llegar a una máxima
concentración de funciones y afectó, aún más, la imparcialidad del tribunal.

A partir de fines de la década de los ochenta y principios de la siguiente, se dictaron diversas leyes
modificatorias que trataron de racionalizar los actos de procedimiento y reducir la duración de los
procesos, representando, además, algún mejoramiento en materia de los derechos de los justiciados,
por ejemplo, al establecer como trámite esencial la contestación de la acusación, favorecer la libertad
provisional, el deber de información a los detenidos los cargos en su contra, establecimiento de un
catálogo de derechos de los inculpados, entre otros. Sin perjuicio de ello también han existido posiciones,
incluso materializadas legislativamente, que buscaron restringir los derechos de los imputados,
particularmente en lo que dice relación con la excarcelación.

No está de más señalar en la evolución del proceso penal chileno iniciativas de reformar el sistema y, a
este respecto, destacar un proyecto elaborado por el profesor Rubén Galecio, aprobado por la Cámara de
Diputados en el año 1.969, que distinguía entre jueces de instrucción y jueces sentenciadores y establecía
el Ministerio Público en primera instancia.

Reseña del Proceso Penal bajo la vigencia del Código de Procedimiento Penal del año 1.906.

El Código de Procedimiento Penal reglamentó tres tipos de procedimientos de aplicación general y algunos
especiales.
Dentro de los procedimientos de aplicación general, encontramos el Juicio ordinario sobre Crimen o
Simple Delito de acción Público, el Juicio Ordinario sobre Crímenes o Simples Delitos de Acción Penal
Privada y el procedimiento sobre Faltas.
Reseñaremos exclusivamente al primero, esto es, el juicio ordinario sobre crimen o simple delito de
acción penal pública, que es el de mayor aplicación práctica e importancia sobre la base de la materia
sobre el cual se aplica.
El juicio ordinario sobre crimen o simple delito de acción penal pública se aplica siempre que se trate de
delitos que deban perseguirse de oficio.

Consta de dos etapas claramente diferenciadas: sumario y plenario.

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La primera, de un indisimulado rasgo inquisitivo, tiene por objeto la averiguación de la existencia del
delito y del delincuente y el aseguramiento de la persona y responsabilidades de este último. Se trata de
la etapa de investigación que es dirigida, en el diseño legislativo, por un juez del crimen, el mismo quien,
posteriormente, debe acusar y dictar sentencia. De las diversas actuaciones de investigación se deja
constancia en actas que se agregan materialmente a un expediente. En esta etapa, si bien teóricamente
preparatoria del juicio penal que debiera tener lugar en plenario, las pruebas que se recopilan tienen
pleno mérito probatorio en este último y, antes bien, la práctica de tribunales hizo preferirlas a las que
aportaran las partes en el plenario en la medida que se las estimó más confiables.

La segunda parte o plenario, debiera constituir, como se dijo, el juicio criminal propiamente tal, siendo
un proceso contradictorio seguido entre la sociedad y el acusado, estando la primera representada por el
juez quien, como se dijo, tuvo a su cargo la investigación y deberá dictar la sentencia.
El proceso penal puede iniciarse por denuncia, querella, de oficio por el propio tribunal y por requisición
del Ministerio Público Judicial.
Para ello el juez debe ordenar que se instruya sumario y decretar las diligencias que estime necesarias
para el cumplimiento de los objetivos del sumario.
A fin de asegurar la persona del imputado el juez puede disponer su citación, detención, someterlo a
prisión preventiva o disponer su arraigo, para todo lo cual deben reunirse ciertas exigencias legales.
Dentro del sumario, capital importancia tiene la resolución que somete a proceso a un imputado, por cuya
virtud este se transforma en parte del proceso y sin la cual no se puede pasar la causa a plenario.
Una vez agotada la investigación el juez debe declarar cerrado el sumario.

Ejecutoriada dicha resolución el juez puede adoptar dos actitudes: sobreseer la causa, ya sea temporal o
definitivamente, o bien acusar al procesado con lo que se abre la etapa de plenario.
Si hay querellante o actor civil el juez les confiere traslado para que ejerzan sus derechos, pudiendo el
primero adherirse a la acusación oficial o deducir una particular y, el segundo, presentar una demanda
civil.
Realizado la anterior, se da traslado al encausado de la acusación oficial, la de la particular y de la
demanda civil si las hubiera.
Su abogado debe contestar la acusación lo que constituye un trámite esencial que no puede ser evacuado
en su rebeldía.
Una vez realizado tal trámite, si las partes las ofrecieron, se recibe la causa a prueba y una vez rendida,
o de inmediato si es que no se recibió la causa a prueba, el juez ordena traer los autos para estudiar la
posibilidad de decretar medidas para mejor resolver.
Vencido dicho término o cumplidas las medidas que se decretaron debe dictar sentencia definitiva.

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En materia de recursos debe señalarse que se contemplan, con reglas particulares, los mismos del
procedimiento civil pero debe tenerse presente que el recurso de apelación procede en contra de toda
resolución que causa “gravamen irreparable”, lo que origina una amplia posibilidad de revisión de las
resoluciones por los tribunales de justicia.
Además, aún cuando no se interpongan recursos, la ley obliga que deben consultarse los sobreseimientos,
las libertades provisionales y las sentencias definitivas cuando se trate de delitos sancionados con pena
aflictiva y, estas últimas, además, en caso de imponer al acusado una pena privativa o restrictiva de
libertad superior a un año.
Por último, es importante señalar que las facultades del tribunal de alzada en materia de recurso de
apelación permite modificar resoluciones en contra del apelante, aún cuando este sea el imputado, lo que
se denomina la posibilidad de reformatio in peius.

FUENTES DEL DERECHO PROCESAL PENAL

Sin perjuicio de lo estudiado en otros cursos y ramos, puede señalarse que la fuente formal directa del
Derecho Procesal Penal en nuestro país es la ley en su sentido más amplio.
Así normas de contenido procesal encontramos en el Código Procesal Penal, pero también en otros textos
legales, como el Código de Justicia Militar, el Código Tributario, el Código Orgánico de Tribunales y el
Código de Procedimiento Civil, este último como complementario del primero.
También deben tenerse presente diversos textos legales con normas de contenido procesal penal, como
la ley de Seguridad Interior del Estado, la Ley sobre Conductas Terroristas, la Ley sobre Control de Tráfico
de Estupefacientes.
A su vez, la Constitución Política de la República contiene diversas normas de contenido procesal.
Desde luego debe recordarse que el Capítulo Sexto contiene normas generales sobre el Poder Judicial,
especialmente sobre sus facultades generales y sistemas de nombramientos de magistrados.
Además, el Capítulo VII establece el Ministerio Público otorgándosele el carácter de organismo
constitucional.
Desde otro punto de vista, la Carta Fundamental establece diversos derechos relacionados con el proceso,
particularmente el artículo 19 N° 3, que consagra la igualdad ante la justicia, el principio de legalidad del
tribunal, el derecho a la defensa jurídica y a la asistencia jurídica y a un procedimiento e investigación
racional y justos.
Particularmente desde el punto de vista del Derecho Procesal Penal la Constitución consagra en el artículo
19 N° 3 inciso séptimo la prohibición de presunciones de derecho en materia de responsabilidad penal;
en el siguiente el principio de legalidad e irretroactividad de la ley penal en materia penal y, en el inciso
final, el principio de tipicidad.

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Especialísima importancia tiene la consagración en el N° 7 del artículo 19 de la Carta, el derecho a la
libertad personal y la seguridad individual y todas sus consecuencias desarrolladas en la norma.
Una cuestión interesante presenta, a partir de la reforma constitucional del año 1.989, el artículo 5 de la
Carta en cuanto en el inciso segundo que señalaba que: “El ejercicio de la soberanía reconoce como
limitación el respeto de los derechos esenciales que emanan de la naturaleza humana. Es deber del Estado
respetar y promover tales derechos garantizados por esta Constitución.”, se agregó la frase: “así como
en los tratados internacionales ratificados por Chile y que se encuentren vigentes”.
La nueva redacción plantea diversos problemas. Entre otros, determinar que debe entenderse por
tratados internacionales vigentes y cual es la posición jerárquica que de acuerdo al precepto cabría
asignar a los principios declarados en esos acuerdos internacionales.
Respecto a lo primero, una opción sostiene que por tratado internacional vigente debe entenderse aquel
que, habiendo sido suscrito por Chile, ha sido aprobado por el Congreso Nacional sometiéndose a los
trámites de una ley, ratificado, promulgado y publicado en el Diario Oficial. (artículo 50 N° 1 de la
Constitución)
Sin embargo, para otros, esta interpretación conlleva el defecto que la aplicación del tratado quedaría en
manos de la autoridad de turno, por lo que estiman que no se requeriría ni la promulgación ni la
publicación del tratado cuando es su obligatoriedad frente al Estado la que está concernida y tales fases
sólo pueden tener un sentido obligatorio cuando se intenta aplicar las normas de un tratado a los
particulares.

Para ello tienen presente que la normativa Constitucional no regula el problema de la incorporación del
tratado al ordenamiento jurídico interno sino que, exclusivamente, a establecer las condiciones para que
Chile pueda obligarse internacionalmente cuando el tratado requiere ratificación. En esta función, por lo
demás, el Congreso actúa en ejercicio de atribuciones exclusivas y no como órgano legislativo. Tan es
así que el Congreso no puede modificar los términos del tratado internacional que el Presidente de la
República presenta, pudiendo sólo aprobarlo o desecharlo y, en derecho, la resolución del Congreso
respecto del tratado es un acuerdo y no un proyecto de ley.

En cuanto al segundo problema hay quienes sostienen que la referencia a los tratados internacionales les
otorga a los derechos consagrados en ellos el carácter de norma constitucional. El artículo 5 diferenciaría
entre tratados sobre derechos humanos y tratados de carácter general. Para ello se basan en que antes
de la modificación aludida el derecho internacional era válido para Chile por lo que no se puede pretender
que la reforma tenga por único alcance formular una declaración de vigencia y aplicabilidad de los tratados
sobre derechos humanos y al efecto consideran la situación histórica chilena a la época de la reforma, su
motivación y la valorización internacional de la temática sobre derechos humanos.

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En otros términos, los tratados sobre derechos humanos se incorporarían al derecho interno como adición
al catálogo de derechos establecidos en la Constitución.

Así, si se entiende que los derechos consagrados en los tratados en comento tienen un nivel
constitucional, la contradicción existente entre los tratados y las normas internas podrían ser objeto de
un pronunciamiento por medio del mecanismo de control de la constitucionalidad admitido en nuestro
ordenamiento, especialmente el recurso de inaplicabilidad o, incluso, por la vía de la aplicación directa.

Pero aún no aceptando la tesis en orden a asimilar las normas internacionales de derechos humanos a
nivel constitucional, no podría desconocer su carácter obligatorio a nivel legal y también así jugar un rol
normativo.
Otros, en tanto, indican que tal posición significa alterar el sistema de reforma de la Constitución Política,
pues al dar a los tratados internacionales el carácter constitucional se estaría incorporando en el ámbito
de los derechos humanos un procedimiento de reforma distinto al contenido en la Carta.

Para estos autores la reforma es una disposición programática, un principio, una mera intención que debe
inspirar las actuaciones de los órganos del Estado.

Una tercera posición señala que del propio texto de la reforma fluye la naturaleza de la modificación, esto
es, la obligación precisa, de los órganos del Estado, de respetar y promover los derechos de las personas
en la forma allí preceptuada, es decir, de respeto de los derechos consagrados en la Constitución, pero
también en los tratados internacionales suscritos por nuestro país.

Así, respetar significaría acatar, lo que importa el deber de no-trasgresión, pero algunos van más allá y
sostienen que ello significaría reconocer esos derechos, de tal manera que el goce y el ejercicio se hagan
posibles, por lo que puede ser necesario dictar normas jurídicas que los salvaguarden, como también que
los legisladores los consideren en las iniciativas legales.
Por su parte la promoción implicaría la realización de actividades concretas tendientes a perfeccionar el
sistema de protección de tales derechos.

Esta discusión, en lo que se refiere a la aplicación directa de los derechos contenidos en los tratados
internacionales sobre derechos humanos, debe entenderse superada desde que el nuevo Código Procesal
Penal así lo establece, sin perjuicio del rango normativo que los mismos pueden tener. El artículo 10 del
Código, dispone que el juez de garantía, en cualquier etapa del procedimiento, si estima que el imputado
no está en condiciones de ejercer los derechos que otorgan garantías judiciales consagradas en la

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Constitución Política, en las leyes o en los tratados internacionales ratificados por Chile y que se
encuentren vigentes, puede adoptar las medidas que estime necesarias para tal ejercicio. A su vez la ley,
en la letra a) del artículo 373 del Código consagra como causal del recurso de nulidad la infracción
sustancial de los derechos y garantías asegurados por la Constitución o por tratados internacionales
ratificados por Chile que se encuentren vigentes.

Por último, también debe tenerse presente en esta materia lo dispuesto en los artículos 250 inciso final
y 300 letra c) del Código Procesal Penal.

CUESTIONES GENERALES DEL NUEVO PROCESO PENAL

Objetivos de la reforma.

De acuerdo al mensaje del ejecutivo, de fecha 13 de junio del año 1.995, con el cual se inició la
tramitación del proyecto del Código Procesal Penal, la modernización del sistema de administración de
justicia constituye un esfuerzo de crecimiento institucional ineludible para el desarrollo y consolidación
del sistema constitucional y democrático.
Se agregó que tal modernización fue definida como una política que tiende a adecuar el conjunto de las
instituciones que participan en la administración de justicia a los procesos de desarrollo económico y
político del país en las dos últimas décadas.
Desde el punto de vista económico se señaló la pretensión de hacer más redistributivo el gasto de justicia,
evitando que el sistema penal produzca marginalidad, lograr mayor rapidez en la resolución de litigios y
maximizar la imparcialidad y eficiencia del sistema legal en su conjunto.
En cuanto al punto de vista político se expresó el requerimiento de una justicia accesible, imparcial,
igualitaria y que maximice las garantías de los derechos de las personas.
En síntesis se expresó la necesidad de modernizar la justicia para garantizar la gobernabilidad de parte
del sistema político, la integración social y la viabilidad del modelo de desarrollo económico.
Ahora bien, se reconoció la necesidad de reformar en su conjunto el sistema penal lo que constituye una
labor que va más allá de la reforma al proceso penal y que supone:

a) Modificar los criterios de criminalización primaria, introduciendo criterios como los de lesividad y ultima
ratio.
b) Supervigilar la ejecución de las penas, para evitar así castigos excesivos y favorecer la reinserción
social.

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c) Modificar la relación entre el Estado y la policía, para favorecer la oportunidad y selectividad en el uso
de la fuerza.

d) Reemplazar el proceso penal para transformarlo en un juicio genuino, público y contradictorio, con
igualdad de armas entre el estado y el inculpado y con plena vigencia de la oralidad, la oportunidad y la
inmediación.

e) Satisfacer las exigencias del debido proceso.

f) Respetar los derechos y garantías de las personas.

g) Mejorar la gestión jurisdiccional del Estado sobre la base de criterios de eficiencia.


h) Racionalizar el gasto público en justicia.

Se indicó también que la proyección de la reforma hacia el conjunto del sistema penal debe producirse a
través de dos mecanismos principales.

El primero de ellos es la creación de un ministerio público que, además de cumplir su papel específico
como órgano investigador y acusador en el procedimiento penal, asuma su función de ordenar la
utilización de los recursos represivos del sistema conforme a criterios generales, conocidos y legitimados
en medio de la discusión pública y frente a órganos representativos de la comunidad.

El segundo consiste en devolver a las decisiones judiciales y, en especial, a la sentencia judicial, su plena
centralidad como forma de control y legitimación de la utilización de dichos métodos.

En síntesis, se expresó que el proyecto establecía las bases procedimentales de un nuevo sistema procesal
penal que pretende abandonar el modelo inquisitivo y avanzar hacia otro con una orientación de carácter
acusatorio.
Estructura general nuevo Código.

El nuevo Código Procesal Penal tiene cuatro libros. El primero se refiere a disposiciones generales,
contemplándose aquí principios generales, regulaciones de actividades procesales, a saber: plazos,
comunicaciones, citaciones, notificaciones, resoluciones, registro de las actuaciones judiciales, costas y
normas supletorias, regulación de la acción penal y civil, determinación y reglamentación de los sujetos

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procesales. También se contempla la reglamentación de las medidas cautelares, tanto reales como
personales y por último, el sistema de nulidades procesales.
A su turno el Libro Segundo reglamenta el procedimiento ordinario, comprendiendo la etapa de
investigación, preparación del juicio oral y juicio oral.

El Libro Tercero comprende los recursos, comenzando por disposiciones generales para luego
reglamentar los recursos de reposición, apelación y nulidad.

Por último el Libro Cuarto se reglamentan diversos procedimientos especiales: el simplificado, el relativo
a los delitos de acción penal privada, el abreviado, el procedimiento relativo a las personas que gozan de
fuero constitucional, la querella de capítulos, la extradición y el procedimiento destinado a la aplicación
exclusiva de medidas de seguridad y, además, la ejecución de las sentencias condenatorias y las medidas
de seguridad. En esta parte se reglamenta, también, el procedimiento de revisión de las sentencias
firmes, dejando de lado así considerarlo como un recurso procesal.

Cuadro sinóptico del procedimiento ordinario.

Este consta de tres etapas:


a) investigación,
b) etapa intermedia o de preparación del juicio oral y
c) de juicio oral.

La primera, de investigación, comienza, por regla general, por denuncia, que puede presentar cualquier
persona ante el Ministerio Público, la policía o un tribunal con competencia criminal. En estos dos últimos
casos quienes reciben la denuncia deben ponerla de inmediato en conocimiento del Ministerio Público.
Además, la etapa de investigación puede iniciarse por querella o de oficio por el Ministerio Público.
Una vez en conocimiento de un hecho que reviste características de delito el Ministerio Público debe iniciar
la investigación, practicando todas las diligencias que estime necesarias para su cabal esclarecimiento.
Se trata de una actividad desformalizada, de carácter administrativo. Sin embargo, si pretende realizar
una actuación que prive al imputado o a un tercero del ejercicio de derechos asegurados por la
Constitución o los restringiere o perturbare, requiere de autorización del juez de garantía.
Ahora, si bien, en principio, el Ministerio Público debe proceder a investigar todos los hechos
aparentemente delictivos que le sean informados, la ley le entrega la posibilidad de utilizar ciertos
mecanismos para no hacerlo o bien para terminar prontamente una investigación iniciada, denominados

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formas de terminación anticipada, cuya fundamento pasa, en términos generales, por cuestiones de
política criminal, de administración del sistema o de racionalización de recursos.
Así, el Ministerio Público, puede ejercer la facultad de no iniciar la investigación (art. 168), disponer el
archivo provisional de los antecedentes (art. 167) y ejercer el principio de oportunidad. (170) En todos
estos casos la ley da, especialmente a la víctima por el delito, posibilidad de controlar judicialmente la
actuación del Ministerio Público, o bien, hacerlo por vía administrativa, sin perjuicio de imponer un control
de oficio por el tribunal de garantía en el caso de la facultad de no iniciar la investigación y la aplicación
del principio de oportunidad.
Dentro de la etapa de investigación resulta de especial importancia la denominada formalización de la
investigación, acto por el cual ministerio público comunica al imputado, en presencia del juez de garantía,
que desarrolla actualmente una investigación en su contra por hechos determinados. Esta actuación del
fiscal produce diversos efectos, entre otros, comienza a correr el término para el cierre de la investigación
y determina la futura acusación pues debe existir congruencia entre esta y los hechos imputados en la
acusación.

El nuevo Código reguló de manera distinta las denominadas medidas cautelares personales, cambiando
el enfoque que tradicionalmente habían tenido. Expresamente se dejó constancia que sólo podían
decretarse cuando fueran indispensables para la realización de los fines del procedimiento y se pretende
introducir en su regulación el respeto a la presunción de inocencia, el principio de la proporcionalidad y
el carácter de excepcional que deben tener, especialmente las más gravosas, como la prisión preventiva.

Al igual que en el Código anterior se regulan, claro que de diversas forma, la citación, la detención y la
prisión preventiva y, en el artículo 155 se introducen una serie de medidas cautelares que no contemplaba
el antiguo sistema, buscando así ampliar al abanico con medidas que no sean tan gravosas como la
privación absoluta de libertad del imputado pero que, al mismo tiempo, garantice el cumplimiento de los
fines del procedimiento.

Desde otro punto de vista debe indicarse que, sin perjuicio de la utilización de las denominadas forma de
terminación anticipada, ello no significa que cada vez que exista un imputado necesariamente la causa
debe concluir en un juicio oral, pues el Código regula también, como manera de ampliar la capacidad de
respuesta del sistema frente a delitos de menor gravedad, las denominadas salidas alternativas cuales
son la suspensión condicional del procedimiento y los acuerdos reparatorios. (237 y siguientes)

Una vez que la investigación es cerrada, el Ministerio Público puede pedir el sobreseimiento de la causa,
definitivo o temporal.

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En el primer caso la resolución que acepte tal solicitud tiene fuerza de cosa juzgada. El segundo produce
la suspensión del procedimiento.

El Ministerio Público puede, además, si no ha reunido antecedentes que permitan fundar una acusación,
comunicar su decisión de no perseverar en el procedimiento y, en el evento que haya formalizado la
investigación, la misma queda sin efecto y deben revocarse las medias cautelares que se hubiesen
concedido.
El querellante puede oponerse a estas solicitudes e, incluso, obtener del juez de garantía autorización
para acusar por sí mismo llevando al imputado a juicio oral.
Por último, el Ministerio Público puede acusar al imputado. En este caso se abre la etapa de preparación
del juicio oral, cuya centralidad está en la audiencia denominada, precisamente, de preparación del juicio
oral.
Previa oportunidad de que el querellante se adhiera o acuse por su parte y que el perjudicado directo
deduzca demanda civil en contra del imputado, como asimismo, que este conteste dichas acusaciones,
demandas y señale argumentos de defensa, en la audiencia de preparación del juicio oral se deben
corregir los vicios formales que presenten las acusaciones y demandas civiles; pueden oponerse algunas
excepciones denominadas de previo y especial pronunciamiento y, principalmente debatir acerca de la
prueba que hayan ofrecido las partes pudiendo, en algunos casos, excluir prueba para el juicio oral,
teniendo especial importancia cuando ello se hace por provenir tales pruebas de actuaciones o diligencias
que hubieren sido declaradas nulas y las que se hubieren sido obtenidas con inobservancia de garantías
fundamentales.

Esta audiencia debiera terminar con la dictación del auto de apertura del juicio oral que, indicando las
cuestiones principales a debatir en el juicio, las personas que deben ser citadas y la prueba que se rinde,
debe ser remitido al tribunal del juicio oral para iniciar así la tercera etapa.

El juicio oral tiene como características centrales su publicidad y oralidad, encontrándose regido, también,
entre otros, por los principios de inmediación y continuidad de la audiencia, desarrollándose ante un
tribunal colegiado de tres miembros.
El tribunal debe fundar su convencimiento exclusivamente sobre la base de la prueba rendida en el juicio
y las alegaciones formuladas por las partes en este, dando a conocer, por regla general, de manera
continuada e inmediata, previa deliberación, su decisión de absolución o condena del imputado, pudiendo
diferir, hasta por cinco días, la dictación de la sentencia.

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La sentencia del tribunal de juicio oral se dicta en única instancia, sin perjuicio de consagrarse un recurso
de nulidad para impugnar determinados vicios en el procedimiento o del juicio

Denominación del Código.

El Código del año 1.906 y el que propuso el Gobierno se denominaban “Código de Procedimiento Penal”.
Sin embargo, ya la Comisión de Legislación y Justicia de la Cámara de Diputados, teniendo presente que
estos códigos no regulan ni establecen sólo normas de procedimiento, sino que, además, contienen
normas de jurisdicción, competencia, garantías y relaciones entre sujetos e instituciones intervinientes y
considerando la tendencia moderna de llamarlos no códigos de procedimiento, sino códigos procesales
(por ejemplo Argentina, Perú y Costa Rica) optó por denominarlo “Código Procesal Penal”, como en
definitiva fue aprobado.

Aposición de epígrafes previos al texto de los artículos.

Todos los artículos del Código Procesal Penal llevan un título, rúbrica o epígrafe, previo al texto del mismo.
Se trata de una práctica de reciente data, efectuada sistemáticamente en los códigos vigentes y en
algunas leyes importantes.
Si bien no había sido utilizada antes en Chile, se optó por emplearla en el Código procesal penal, tal como
se hizo en los códigos argentino e italiano, que le sirven de fuentes.

En la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia de la Cámara de Diputados, se dejó constancia que


el epígrafe sirve para indicar el contenido del artículo mediante palabras que, en síntesis, lo reflejen,
tornando fácil e inmediata su identificación y por lo mismo, debe ser único, preciso, exacto y completo,
pero también breve, conciso y concreto.

Al igual como sucede con el título general de la ley, también para los títulos de los artículos se plantea
la cuestión de determinar su valor jurídico, es decir, si son o no ley en sentido formal y de la relación
entre rúbrica y texto. Si bien el título procede del legislador, se han planteado posiciones diversas, ya
desde negar que sea parte integrante de la ley a admitirlo plenamente, pasando por una posición
intermedia, esto es, otorgarle valor de ley en la medida que el título haya sido también votado.
En el Segundo Informe de la Comisión de Legislación y Justicia del Senado se dejó expresa constancia
que los epígrafes, si bien forman parte del Código, al igual que la denominación de los Libros, Títulos y
Párrafos en que se divide, lo hacen a título indicativo, pero no propiamente normativo, por cuanto no

Derecho Procesal IV Profesor Alberto Ayala Página 15


contienen reglas de conducta las que estarán establecidas en las disposiciones sustantivas del artículo, a
las que el interprete debería atenerse.

PRINCIPIOS DE PERSECUCIÓN PENAL EN EL SISTEMA PROCESAL PENAL CHILENO.


(Resumen de un trabajo del profesor Julián López Masle)

Uno de los objetivos centrales de la reforma procesal es la adecuación del sistema procesal a las
exigencias de un Estado Democrático de Derecho. Preocupación fundamental que se expresa en el origen
del proceso de reforma es la inconsistencia existente entre el sistema procesal penal chileno y las
garantías individuales reconocidas en tratados ratificados por Chile.
Por ello resulta indispensable estudiar los principios y garantías que el sistema reconoce y consagra.

La tarea no resulta fácil pues, por una parte, el análisis de las garantías que informan el proceso penal
ha estado lejos de formar parte regular de los cursos de derecho procesal penal en nuestro país. Lo poco
que se ha realizado dice más bien con los denominados principios formativos del procedimiento,
presentándolos en pares como criterios orientadores de las formas que adquiere el procedimiento en su
nivel de concreción. Se habla así del principio de publicidad - secreto, oralidad – escrituración, mediación-
inmediación. En este nivel de análisis, la discusión en torno a estos principios no involucra juicios
valorativos de preferencia, lo que permite que éstos sean presentados de manera más bien neutra, sin
referencia a las limitaciones que impone su reconocimiento las garantías individuales reconocidas por el
ordenamiento jurídico.

En ese entendido podemos distinguir entre principios y garantías. Sin perjuicio de ello, debe indicarse
que la distinción en algunos puntos puede parecer forzada porque, en el fondo, el reconocimiento de
garantías procesales obedece, en buena medida, a lo que se ha llamado constitucionalización de los
principios procesales, Así, por ejemplo, al considerar como garantía: “el derecho al juicio oral y público”
no estamos haciendo más que elevar a rango constitucional los principios de oralidad y publicidad,
excluyendo su antítesis teóricas (escrituración y secreto) como alternativas válidas para la consolidación
de este derecho.

Sin embargo no todos los principios que determinan un sistema procesal pueden ser elevados al rango
de garantías, pues buena parte de ellos obedece a las necesidades de la organización del poder de
persecución penal de un Estado y son, por tanto, opciones políticas que no tienen necesariamente una
dimensión garantista. Así sucede con principios como el de oficialidad, verdad material y legalidad y no

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tan indiscutiblemente con el principio acusatorio, que sin embargo para efectos metodológicos será
incluido en esta categoría.

PRINCIPIO DE OFICIALIDAD:

Este principio expresa la idea de persecución penal pública de los delitos, esto es, la noción de que éstos
pueden y deben ser perseguidos por el Estado de oficio, sin considerar la voluntad del ofendido ni de
ninguna otra persona. La antítesis teórica del mismo es el principio dispositivo en sentido estricto, esto
es, la disponibilidad que las partes tienen sobre el interés privado y la conveniencia o no de acudir al
órgano jurisdiccional pretendiendo su satisfacción.

La idea de oficialidad, en nuestro país al menos, no excluye la posibilidad que el ofendido pueda promover
la persecución penal o incluso intervenir como parte, pero declara que esa intervención no es necesaria
ni determinante.

El principio de oficialidad está asociado a la idea de monopolio estatal en el ejercicio de la acción penal.
Para Maier constituye (junto con la averiguación histórica de la verdad como meta directa del
procedimiento) una de las dos máximas fundamentales de la Inquisición que perdura hasta nuestros
días. Lo anterior se explica porque, como sabemos, los sistemas acusatorios históricos no contemplaban
la existencia de este principio sino que, por el contrario, desarrollaron la acción popular y la acción
privada como únicas formas de inicio del procedimiento.

a) Implicancias del principio de oficialidad respecto del inicio del procedimiento.

El principio de oficialidad expresa la idea de que la investigación de los delitos puede ser iniciada de oficio
por el Estado. Su antítesis teórica, el principio dispositivo, predica a este respecto que la persecución sólo
puede iniciarse a petición de parte, pues el particular debe ser libre para medir el interés que le mueve
a luchar por un derecho o dejarlo ignorado o insatisfecho.
La razón para la aplicación del principio de oficialidad en materia penal es la idea de que los delitos
constituyen las formas de comportamiento desviado más intolerables socialmente y, por lo tanto, existe
en su persecución un interés público que se superpone y excluye al eventual interés privado existente en
la misma. Lo anterior implica para el Estado que no sólo tiene el derecho a la persecución penal de oficio
sino que el deber de hacerlo.

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Este principio constituye la regla general en el nuevo sistema penal chileno. Así viene declarado en el
artículo 83 de la Constitución Política de la República que dispone que el Ministerio Publico dirigirá en
forma exclusiva la investigación de los hechos constitutivos de delito y en su caso, ejercerá la acción
penal pública en la forma prevista por la ley.
Lo anterior está reafirmado en el artículo 1° de la Ley Orgánica del Ministerio Público, mientras que el
Código Procesal Penal, en su artículo 172, dispone que la investigación de un hecho que reviste los
caracteres de delito podrá iniciarse de oficio por el ministerio público.

La consagración de este principio no resulta novedad en nuestro ordenamiento más sí lo es en la


exclusividad que la ley otorga al Ministerio Público en el ejercicio de la acción penal pública, lo que implica
privar a los tribunales de la facultad para iniciar la persecución penal pero, en todo caso, es un órgano
del Estado quien se reserva el monopolio de la misma.
Este principio está fuertemente vinculado al concepto procesal de acción y, en particular, de la tradicional
clasificación que distingue entre acción penal pública, acción penal privada y acción penal mixta o, en la
nomenclatura del actual Código Procesal Penal, acción penal pública previa instancia de particular. Así,
mientras el principio se expresa con toda su fuerza en la idea de la acción pública, la existencia de delitos
de acción privada o mixta da cuenta de una declaración del Estado acerca de delitos en que el compromiso
del interés público es menor y en que la persecución penal pasa por actos voluntarios del ofendido.

Ahora, si se considera que la generalidad de los delitos son considerados de acción penal pública por
el nuevo legislador, sin que hubiesen existido cambios sustanciales respecto del sistema anterior
podemos concluir que, con respecto del inicio del procedimiento rige, como regla general, el principio de
oficialidad y, como excepción, el principio dispositivo.

b) Respecto de la disponibilidad de la pretensión penal.

Con respecto a la disponibilidad de la pretensión penal el principio de oficialidad expresa que ésta no es
disponible por las partes, ya que existe un interés público comprometido en la persecución penal. Su
antítesis teórica, el principio dispositivo permite la libre disponibilidad de la pretensión, porque este
involucra un derecho de interés privado.

La posibilidad de disposición de la acción penal no fue extraña en el sistema antiguo si se considera que
se reconocía eficacia a la renuncia, desistimiento y abandono de la acción penal privada, lo que el nuevo
Código mantiene.

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No obstante, la aplicación del principio dispositivo a la disponibilidad de la pretensión penal se ha ampliado
enormemente con el reconocimiento de eficacia de ciertos acuerdos de carácter procesal.

Entre estos acuerdos especial mención merece el acuerdo reparatorio (241 y siguientes del Código),
mientras que, con menor intensidad, pero teniendo en cuenta que nos encontramos ante un sistema
acusatorio formal en que el rol de la parte acusadora es ejercido por un organismo autónomo del Estado,
podría considerarse como aplicación de la máxima de disposición la posibilidad del Ministerio Público de
acordar con el imputado la suspensión condicional del procedimiento. (237 y siguientes del Código)

PRINCIPIO DE LA VERDAD REAL O MATERIAL.

Este principio, también llamado principio de investigación oficial, supone que el tribunal investiga por sí
mismo los hechos de la causa (instruye por sí mismo) y, en ello, no está vinculado a los requerimientos
y declaraciones de las partes en el proceso.
Ello conlleva dos consecuencias:

1. El tribunal no queda vinculado por las posiciones de las partes acerca de la verdad de un hecho
(por ejemplo, la confesión no obliga a condenar)
2. El tribunal puede y debe producir prueba de oficio.

La antítesis teórica del principio de verdad material es el principio de verdad formal, a veces llamado
principio de la aportación de parte. Conforme a este principio la carga de la prueba y la iniciativa de los
actos de producción de la prueba recaen en las partes, sin que se reconozcan al tribunal facultades para
intervenir en ella. El principio de la verdad formal descansa, fundamentalmente, en la autonomía de la
voluntad particular, y por ello determina que el tribunal no se interese por la averiguación autónoma de
la verdad.
Tradicionalmente se ha entendido que el principio de la verdad formal es propio del proceso civil, en el
que sólo están involucrados intereses privados, en tanto, el principio de la verdad material sería propio
del procedimiento penal.

Esta afirmación resulta aplicable al nuevo sistema procesal penal sólo si entendemos que el principio de
la verdad material como un principio que impone derechos y cargas al Estado. En efecto, en cuanto el
Ministerio Público dispone de amplias facultades en la iniciativa de los actos de investigación y tiene la
carga de producir, durante el juicio oral, la prueba que ha de servir de base para la condena, es correcto
afirmar que el sistema procesal penal de la reforma se rige por el principio de la verdad material. Por el

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contrario, si entendemos el principio de la verdad material como un principio dirigido a la actividad del
Tribunal, habrá que concluir que nuestro sistema se rige por el principio de verdad formal. En efecto,
uno de los rasgos característicos del proceso penal chileno es la absoluta pasividad del juzgador, tanto
en la etapa de investigación como durante el juicio oral, lo que implica que este tiene generalmente
vedada la realización de actos de investigación e, incluso, la intervención en la producción de la prueba.
Excepción a lo anterior es la posibilidad contemplada en el artículo 329, inciso cuarto, del Código Procesal
Penal, que permite a los miembros del tribunal, en el juicio oral, formular preguntas a los testigos o
peritos con el fin de aclarar sus dichos, como asimismo, la facultad prevista en el artículo 337 del mismo,
en orden a constituirse en un lugar distinto de la sala del juicio en la medida que se considere necesario
para la adecuada apreciación de determinadas circunstancias relevantes del caso. A su turno, durante la
etapa de la investigación, cabe considerar la posibilidad prevista en el artículo 257 en cuanto permite que
el Juez de Garantía reabra la investigación y ordene la práctica de determinadas diligencias de
investigación mas, eso sí, siempre a petición de los intervinientes y en la medida que estos hubieron
formulado al Ministerio Público, durante el curso de la misma, oportunamente, solicitudes para que las
mismas se practicaren y hubiesen sido rechazadas.
Por último es conveniente señalar que la contraposición verdad real y verdad formal no corresponde a
una discrepancia conceptual en torno a dos distintos conceptos de verdad, sino más bien en torno a
distintas formas de procedimiento en materia probatoria. En otras palabras, la verdad que ambos
principios persiguen es la misma, sólo cambia la forma que se considera más adecuada para llegar a la
verdad.

PRINCIPIO ACUSATORIO.

Este principio impone la distribución de los poderes de persecución penal y, por ello, de las funciones
asociadas a su ejercicio, implicando una triple separación entre las funciones de investigación, acusación
y enjuiciamiento.
El principio puede entonces descomponerse en dos aspectos:

1. Distribución de las funciones de acusación y decisión.

En su núcleo básico el principio acusatorio impone una distribución de los poderes que se despliegan en
la etapa del juicio, impidiendo que quien acusa y juzga sean una misma persona, como resulta
característico del principio inquisitivo. Para estos efectos el principio acusatorio exige la presencia de un
acusador que sostiene la acusación y de un juez que decide sobre ella.

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En los sistemas acusatorios históricos, el principio acusatorio se aplicaba naturalmente toda vez que no
existía el concepto de persecución penal pública y, por lo tanto, no regía el principio de oficialidad. El
proceso penal era siempre un proceso entre partes. Los sistemas acusatorios modernos, en cambio, han
debido lidiar con la necesidad de compatibilizar el principio de oficialidad con el principio acusatorio, por
lo cual el Estado ha asumido tanto la tarea del acusador como la de juzgar, pero separando estas
funciones en dos autoridades estatales distintas, esto es, una autoridad de acusación y un tribunal. Esto
es lo que se conoce como principio acusatorio formal.

2. Distribución de la función de investigación y decisión.

El principio acusatorio impone también una distribución de los poderes procesales de investigación y
decisión. Como sabemos, en los sistemas inquisitivos reformados o mixtos, el procedimiento penal se
divide en dos fases bien diferenciadas: la de instrucción, regida por el principio inquisitivo y la fase de
juicio oral regida por el acusatorio.
La distribución de las funciones de investigación y decisión, impuesta por la aplicación del principio
acusatorio, es considerada actualmente una garantía individual implícita en el derecho a ser juzgado por
un tribunal independiente e imparcial.

La incorporación del principio acusatorio al sistema procesal penal chileno es, sin dudas, la nota más
distintiva de la reciente reforma procesal penal chilena. El sistema procesal penal anterior, en particular
a partir de la supresión de los promotores fiscales del año 1.927, podía ser caracterizado probablemente
como uno de los sistemas inquisitivos más puros del mundo contemporáneo, ya que no sólo en el hecho,
sino también en el derecho, estaban entregadas a una misma persona -el juez- las funciones de
investigar, acusar y decidir sobre acusación.

En el nuevo sistema procesal las funciones de investigar y acusar están entregadas a un organismo
autónomo, denominado Ministerio Público, mientras la función de decidir es entregada a un órgano
jurisdiccional colegiado, integrado por tres jueces, denominado tribunal oral en lo penal. Por su parte, la
función de controlar el respeto a las garantías individuales durante la etapa de investigación, ha sido
encomendada por la ley al juez de garantía, tribunal unipersonal distinto del llamado a decidir la
controversia, a quien se priva de facultades de persecución penal y se le encomienda la etapa de
preparación del juicio oral.

La fuerza con que rige el principio acusatorio en el nuevo sistema procesal penal chileno es evidente,
particularmente si se compara su estructura con la de otros sistemas de derecho comparado. Así entre

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las particularidades de este sistema merece ser destacado el carácter autónomo que se reconoce
constitucionalmente al Ministerio Público. Opción que implicó dejar de lado alternativas menos radicales
en la distribución de los poderes procesales, como era la de entregar tales funciones un juez de
instrucción o a un ministerio público dependiente del Poder Judicial. En el mismo sentido, la preocupación
por crear un sistema auténticamente acusatorio queda de manifiesto en la creación de la figura del
defensor público encargado de la defensa de los imputados.

La aplicación del principio acusatorio en el ámbito orgánico se ve, finalmente, reforzada por numerosas
normas procesales funcionales que buscan garantizar la separación de roles. Así, por ejemplo, la
preparación del juicio oral y las facultades asociadas a ellas, tales como la exclusión de prueba, quedan
entregadas al juez de garantía; al tribunal oral en lo penal le queda vedado el acceso a los registros de
la investigación, durante el juicio oral; se prohíbe invocar, dar lectura ni incorporar como medio de prueba
ningún antecedente que dijere relación con la proposición, discusión, aceptación, procedencia, rechazo o
revocación de una suspensión condicional del procedimiento, de un acuerdo reparatorio o de la
tramitación de un procedimiento abreviado; al tiempo que también se prohíbe invocar e incorporar, en
general, los registros y documentos que dieren cuanta de las diligencias o actuaciones realizadas por la
policía o el Ministerio Público, salvo las situaciones excepciones previstas en los artículo 331 y 332 del
Código. (artículo 334 y 335).

El principio acusatorio está en íntima relación con numerosos otros principios (contradicción, congruencia
entre imputación y fallo) y con numerosas garantías procesales (imparcialidad, defensa, prohibición de
reformatio in peius), que a menudos son consideradas como derivaciones o partes integrantes del mismo
principio.

PRINCIPIO DE LEGALIDAD

El principio de legalidad enuncia que el Ministerio Público está obligado a iniciar y sostener la persecución
penal de todo delito que llegue a su conocimiento sin que pueda suspenderla o hacerla cesar a su arbitrio.
El principio de legalidad resulta entonces de la suma de dos principios menores, como son el principio de
promoción necesaria (deber de promover la persecución penal ante la noticia de un hecho punible) y el
principio de irretractabilidad (prohibición de suspender, interrumpir o hacer cesar la persecución ya
iniciada)

Este principio respondió originalmente a las teorías retributivas de la pena, según las cuales el Estado
tiene que castigar sin excepción todas las infracciones a la ley penal con el objeto de realizar la justicia

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absoluta. Consecuentemente ha perdido parte importante de su base teórica con la aceptación de
justificaciones preventivos-generales y especiales de la pena. No ha sido - sin embargo - abandonado
del todo porque la idea de democracia y Estado de Derecho le han proporcionado una nueva base teórica,
en la que aparece sirviendo al principio de certeza y también al principio de igualdad.

El fundamento más importante para la aplicación del principio de legalidad se encuentra en el principio
de igualdad ante la ley. A través de él se pretende que la persecución penal no quede sujeta al arbitrio
de un órgano estatal cuya decisión de perseguir o no un delito podría ser discriminatoria. El principio de
legalidad impone así, al Estado, la obligación de perseguir por igual todos los delitos que se cometen en
una sociedad determinada, sin permitirle seleccionar entre ellos de manera alguna.
No obstante lo anterior, el principio de legalidad se encuentra, en la actualidad, desacreditado. Su
desprestigio no se encuentra en su planteamiento teórico sino en sus implicancias prácticas. La hipertrofia
del derecho penal sustantivo, unida a la incapacidad inherente de todo sistema procesal penal para
perseguir la totalidad de los delitos que se cometen en una sociedad determinada han provocado que la
aplicación estricta del principio de legalidad impida la existencia de un adecuado sistema de selección
formal de casos que son procesados por el sistema, generándose formas de selección natural o informal
que redundan, generalmente, en un direccionamiento de la persecución penal hacia sectores socialmente
más desprotegidos. La paradoja es que un principio que encuentra su fundamentación teórica en el
principio de igualdad resulta, en definitiva, creador de profundas desigualdades en su aplicación práctica.

La crítica al principio de legalidad ha dado origen, como antítesis teórica, al principio de oportunidad.
El principio de oportunidad enuncia que el ministerio público, ante la noticia de un hecho punible e
inclusive, ante la existencia de prueba completa de la perpetración de un delito, está autorizado para no
iniciar, suspender, interrumpir o hacer cesar el curso de la persecución penal cuando así lo aconsejan
motivos de utilidad social o razones político-criminales. Cuando la ley deja a la absoluta discreción del
ministerio público esta facultad, se habla de principio de oportunidad libre o simplemente de
discrecionalidad; cuando, por el contrario, la ley establece los casos y condiciones bajo las cuales el
ministerio público está autorizado para ejercer la facultad, sometiéndola adicionalmente a un sistema de
controles, se habla de principio de oportunidad reglada o normada.
Maier asigna dos objetivos principales a la aplicación de criterios de oportunidad: el primero
es la “descriminalización de hechos punibles, evitando la aplicación del poder estatal allí donde otras
formas de reacción frente al comportamiento desviado pueden alcanzar mejores resultados o donde
resulte innecesaria su aplicación”; el segundo es “la eficiencia del sistema penal en aquellas áreas o para
aquellos hechos en los que resulta indispensable su actuación como método de control social, procurando
descongestionamiento de una justicia penal sobresaturada de casos, que no permite, precisamente, el

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tratamiento preferente de aquellos que deben ser solucionados indiscutiblemente por el sistema y como
intento válido de revertir la desigualdad que, por selección natural, provoca la aplicación rígida del
principio de legalidad”.
En un sentido amplio las aplicaciones del principio de oportunidad son de la más variada
especie. Siguiendo a Maier, podríamos reconocer como paradigmáticos los siguientes criterios de
oportunidad:

1. criterios que tienden primordialmente a la descriminalización:


I. El concepto de adecuación social del hecho. Si bien el hecho cabe en la descripción
abstracta de la ley, se trata de un comportamiento que el legislador no tuvo en cuenta o, incluso, quiso
dejar fuera del ámbito del comportamiento punible ya que se adecua al sentimiento generalizado del buen
proceder o del obrar fuera de la zona de comportamiento socialmente desviado.
II) La importancia ínfima del hecho: se trata de lo que se conoce en doctrina como delitos
de bagatela.
III) La culpabilidad mínima del autor: se trata de formas de realización insignificante de
tipos penales que merecen ser desviados a otras formas de control social.
IV) La retribución natural: se trata de casos en que el propio autor sufre un daño como
resultado de su propio comportamiento desviado que supera con creces a la pena que puede esperarse
de su persecución penal.
2. Criterios que tienden primordialmente a la eficiencia del sistema
I) La posibilidad de prescindir de la persecución penal de un hecho punible o de un partícipe
en él para procurar éxito en la persecución de otro hecho o de otro partícipe: se trata de casos en que el
último hecho es valorado como considerablemente más grave que aquél del cual se prescinde o casos en
que interesa arribar a la condena de uno de los partícipes para lo cual resulta imprescindible que el otro
auxilie la investigación (por ejemplo inmunidades o hipótesis de arrepentimiento eficaz).
II) La suspensión de la persecución penal para el sometimiento a prueba del imputado.
III) Criterios de privatización del derecho penal: se trata de autorizar el fin de la persecución
penal pública mediante mecanismos auto -compositivos con participación de la víctima, en casos en que
el interés público supuestamente existente en la sanción penal no es real.
IV) Formas de solución del conflicto social que no significan, culturalmente, aplicación del
derecho penal.

Como se puede observar todos los criterios de oportunidad enunciados obedecen a casos en que,
sencillamente, los criterios de prevención no exigen imposición de una pena.

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El grado de extensión con que se admiten aplicaciones del principio de oportunidad en el derecho
comparado es sumamente diverso. Así, por ejemplo, en los Estados Unidos el principio de oportunidad
constituye la regla general y no se encuentra reglado, de tal manera que la decisión de perseguir o no
determinados delitos es siempre una decisión del fiscal que se ejerce generalmente sin sujeción a un
mecanismo formal de control. En Alemania, por el contrario, la Ordenanza Procesal Penal Alemana regula
los casos en que la fiscalía puede prescindir de la persecución de los delitos formando cuatro grupos
vinculados a situaciones en que: a) el reproche por el hecho es insignificante y no existe ningún interés
en la persecución penal; b) el interés en la persecución penal puede ser satisfecho de otro modo; c) el
interés en la persecución penal le son opuestos intereses estatales prioritarios y d) el ofendido puede
llevar adelante por sí mismo la persecución penal.
El nuevo Código Procesal Penal se refiere al principio de oportunidad en el artículo 170, permitiendo a los
fiscales del Ministerio Público no iniciar la persecución penal o abandonar la ya iniciada cuando se tratare
de un hecho que no comprometiere gravemente el interés público y el delito tuviere asignada una pena
mínima que no excediere de presidio o reclusión menores en su grado mínimo y siempre que no se tratare
de un delito cometido por un funcionario público en el ejercicio de sus funciones.

No obstante lo anterior, es evidente que, en un sentido amplio, y aunque no se utilice la denominación


principio de oportunidad para referirse a ellos, son también aplicaciones del mismo la suspensión
condicional del procedimiento y los acuerdos reparatorios.
Estas dos instituciones han sido agrupadas en la doctrina nacional siguiendo la denominación del
mensaje del ejecutivo que acompañó el proyecto de ley sobre nuevo código bajo la denominación de
salidas alternativas porque aluden a formas de solución del conflicto penal que son distintas de la
imposición de una pena.

Garantías en el proceso penal.

Estudiar parte capítulo denominado “Principios y Garantías del Sistema Procesal Penal Chileno”, contenido
en el libro “Derecho Procesal Penal Chileno”, Tomo I, pag. 52 a 103, de María Inés Horvitz Lennon y
Julián López Masle, Editorial Jurídica de Chile.

Principios básicos del proceso penal establecidos en el Código Procesal Penal.

El Código Procesal Penal, en el Título Primero del Libro Primero, establece lo que denomina “principios
básicos”.

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En su mayoría ya han sido analizados a propósito del estudio de las garantías en la medida que algunas
de estas el legislador entendió necesario establecerlas expresamente en el Código como principios
básicos.
Corresponde pues, referirse a aquellos principios que no se han estudiado a propósito de las Garantías.

Protección de la víctima:

El primero de ellos es considerar como principio básico del nuevo ordenamiento la protección a la víctima.
Debe tenerse presente que el artículo 108 del Código contiene el concepto de víctima, equiparándolo al
de ofendido por el delito, mas no tiene tal carácter el mero perjudicado por el delito desde el punto de
vista patrimonial, como por ejemplo, las entidades aseguradoras.

La protección de la víctima y la satisfacción de sus intereses se estima uno de los objetivos relevantes
del procedimiento penal para lo cual, además de establecer el deber de protección de los operadores del
sistema, se le da a la víctima el carácter de sujeto procesal, titular de derechos, sin necesidad de que
realice actos procesales formales como la interposición de una querella, sin perjuicio de que pueda
hacerlo.

El artículo 6, como principio general, establece la obligación del Ministerio Público de velar por la
protección de la víctima del delito en todas sus etapas del procedimiento, mientras que dispone que los
tribunales deben garantizar en este la vigencia de sus derechos. De la misma manera la norma dispone
que la policía y los demás organismos auxiliares deben otorgarle un trato acorde con su condición
procurando facilitar al máximo su participación en los trámites que deben intervenir.
La ley 19.789, publicada en el diario oficial el 30 de enero del año 2.002, con la finalidad de robustecer
la protección de la víctima, estableció, también en el artículo 6°, el deber de los fiscales de promover
durante el curso del procedimiento los acuerdos patrimoniales, medidas cautelares u otros mecanismos
que faciliten la reparación del daño causado a la víctima, mas agregó que este deber no importara el
ejercicio de acciones civiles que pudieran corresponderle a las víctimas.

Intervinientes:

El artículo 12 del Código señala que para los efectos regulados en este cuerpo legal, se entiende por
intervinientes en el procedimiento: al fiscal, al imputado, al defensor, a la víctima y al querellante, desde
que realizaren cualquier actuación procesal o desde el momento en que la ley les permitiere ejercer
facultades determinadas.

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Debe señalarse que el concepto de interviniente no corresponde al concepto tradicional de parte en el
proceso, pues los intervinientes son aquellas personas con facultades de actuación en el procedimiento,
aún cuando no tengan la calidad de parte, como ocurre con la víctima que no ha deducido querella.
Esta norma fue agregada con la finalidad de facilitar la redacción de las diferentes normas, pues se
incluyó a todas las personas que pueden actuar en el procedimiento o respecto de las cuales la ley obliga
a realizar ciertas actuaciones.

Así diversas normas del Código se refieren de manera genérica a los intervinientes y en tales casos debe
entenderse que se hace referencia a todos los nombrados en la norma en comento. Ejemplos: artículos
14 inciso segundo, 18, 26, 44, 159, 260, 352.

Efectos en Chile de las sentencias penales de tribunales extranjeros.

El artículo 13 el Código otorga valor en Chile a las sentencias penales extranjeras y, consecuente con
ello, dispone que nadie puede ser juzgado ni sancionado por delito por un delito por el cual hubiere sido
condenado o absuelto por una sentencia firme de acuerdo a la ley y al procedimiento de un país
extranjero. A este propósito la norma, en su inciso final, establece que la ejecución de las sentencias
penales extranjeras se sujetará a lo que dispongan los tratados internacionales ratificados por Chile y
que se encontraren vigentes.

Sin embargo la misma norma establece dos excepciones a la cosa juzgada de tales sentencias.

En primer término cuando el juzgamiento en país extranjero hubiere obedecido al propósito de sustraer
al individuo por su responsabilidad penal por delitos de competencia de los tribunales nacionales o bien,
cuando al imputado lo solicitare expresamente si el proceso respectivo no hubiere sido instruido de
conformidad con las garantías de un debido proceso o lo hubiere sido en términos que revelaren falta de
intención de juzgarle seriamente.
Establece el inciso segundo de la norma que en tales casos la pena que el sujeto hubiere cumplido en
país extranjero se la imputará a la que debiere cumplir en Chile si también resultare condenado.

Debe indicarse que en el Código de Procedimiento Penal y en el proyecto, se distinguía entre sentencia
absolutorias y condenatorias, dando valor, en principio, exclusivamente a las primeras, sin perjuicio de
considerar excepciones en ambos casos.
La Comisión de Legislación y Justicia del Senado entendió que ello obedecía a una visión de las soberanías
nacionales que está siendo superada en el plano internacional, por lo que se estimó que, en principio,

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debía reconocerse valor en Chile a todo tipo de sentencias penales extranjeras, criterio recogido en el
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y en la Convención Americana de Derechos Humanos,
en términos que se contemplan excepciones y rige en forma absoluta el principio del non bis in idem.

Sin embargo, para evitar que algunos sujetos acepten ser juzgados en otro país por delitos graves, como
por ejemplo narcotráfico o terrorismo, que les ofrezca condiciones más benignas y luego pretendan hacer
valer en nuestro país sentencias absolutorias o penas exiguas, se contempla, como norma de resguardo,
la posibilidad de un nuevo juzgamiento en la medida que el primitivo, en otro país, haya tenido el
propósito de sustraer al individuo de su responsabilidad penal o bien, en una hipótesis diversa, eso sí a
petición del imputado, cuando en el proceso no hubiese sido instruido de conformidad a las garantías del
debido proceso o lo hubiere sido en términos que revelen falta de intención de juzgarlo seriamente.
En estos casos, si bien, en principio, se vulneraría el non bis in idem, se tomó como modelo el tratado
que crea la Corte Penal Internacional suscrito en Roma en junio del año 1.998, que contempla excepciones
similares a la cosa juzgada.

ACTIVIDAD PROCESAL:

Bajo esta denominación el Código Procesal Penal, en el Título I del Libro II contiene diversas normas
sobre plazos, comunicaciones, citaciones, notificaciones, resoluciones, actuaciones judiciales y su
registro, costas y normas supletorias.
Veremos las más relevantes.

Normas supletorias:

De conformidad a lo dispuesto en el artículo 52 del Código son aplicables al procedimiento penal, en


cuanto no se opusieren a lo estatuido en dicho cuerpo legal o en leyes especiales, las normas comunes a
todo procedimiento contempladas en el Libro I del Código de Procedimiento Civil.
Lo anterior debe ser complementado con lo dispuesto en el artículo 3 del Código de Procedimiento Civil,
que hace aplicable las normas sobre procedimiento ordinario a todas las gestiones, trámites y actuaciones
que no estén sometidos a una regla especial diversa.

Plazos:

La primera norma, el artículo 14, dispone que en el procedimiento penal todos los días y horas son hábiles
y no se suspenden los plazos por la interposición de días feriados.

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Se trata de una regla distinta a la del procedimiento civil que se explica lógicamente por la naturaleza de
las materias involucradas.

A su turno, el inciso segundo del artículo 14 dispone que si un plazo de días concedido a los intervinientes
venciere en día feriado, se considerará ampliado hasta las veinticuatro horas del día siguiente que no
fuere feriado. El profesor Cristian Maturana, concluye que esta ampliación sólo está referido a actuaciones
individuales por los intervinientes, pero no respecto de actuaciones que deban celebrarse en con
asistencia conjunta de los intervinientes, como ocurre con el control de detención.

Con esta norma se evita que los intervinientes deban efectuar presentaciones en días inhábiles,
interposición de recursos por ejemplo, sin que se cumpla algún objetivo práctico concreto.

Debe tenerse presente que la norma plantea el problema de que sucede con los plazos del tribunal para
dictar resoluciones cuando ellos vencen en días feriados, pues la ampliación se contempla para los
intervinientes y, dentro del concepto de tales en el artículo 12, no se contempla a los tribunales.

Dentro de las características de los plazos establecidos en el Código Procesal Penal debe consignarse su
carácter de fatales, improrrogables y renunciables.

En lo que se refiere a las dos primeras características el artículo 16 deja abierta la posibilidad que la ley
establezca lo contrario, mientras que, en lo que se refiere a la renunciabilidad, el artículo 18 posibilita
que los intervinientes puedan renunciar, total o parcialmente, a los plazos establecidos en su favor,
siempre, eso sí, que ello se manifieste expresamente. Si el plazo es común, la abreviación o renuncia
requiere el asentimiento de todos los intervinientes y, además, la aprobación del tribunal.

En cuanto a los plazos de horas contenidos en el Código, de conformidad a lo establecido en el artículo


15, su cómputo empieza inmediatamente después de ocurrido el hecho que se fijare para su iniciación,
sin interrupción.

Por último cabe consignar que la ley, en el artículo 17, posibilita que los intervinientes puedan solicitar
un nuevo plazo cuando, por un hecho no imputable, por defecto en la notificación, por fuerza mayor o
caso fortuito, se han visto impedidos de ejercer un derecho o desarrollar una actividad dentro del plazo
establecido en la ley, caso en los cuales el tribunal está autorizado para otorgar una por el mismo período.
Establece la ley sí que la solicitud debe formularse dentro de los cinco días desde que cesó el impedimento.

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Notificaciones y citaciones judiciales:

Cuestión previa:

Lo primero es que debe tenerse presente es que, como lo anuncia el título, pasaremos al análisis de las
notificaciones y citaciones judiciales. Las comunicaciones y citaciones que practica el Ministerio Público
en sus actuaciones, particularmente de investigación, están reguladas, separadamente, en los artículos
22 y 23 del Código.

Notificaciones:

En materia de notificaciones a los intervinientes se aplican, salvo en lo previsto en el Código Procesal


Penal, las reglas sobre notificaciones contenidas en los artículos 38 y siguientes del Código de
Procedimiento Civil, pues así lo dispone expresamente el artículo 32 del Código sin perjuicio de que a
igual conclusión se debe llegar por la aplicación de lo establecido en el artículo 52 del Código.

En cuanto a las reglas especiales contenidas en el Código Procesal Penal, la primera dice relación con el
funcionario habilitado para practicar notificaciones pues, de conformidad al artículo 24, los funcionarios
del tribunal que hubieren sido designados por el Juez Presidente del Comité de Jueces se consideran
habilitados para ello.
Además, la norma permite que notificaciones determinadas se practicaren por otro ministro de fe,
suprimiéndose, por la ley N° 20.227 de 15 de noviembre del año 2.007, la posibilidad que, en casos
calificados y por resolución fundada, se practicara notificaciones por un agente de la policía, pues se
trataba de una carga que era ajena a las funciones propias del personal policial, que distraía recursos
humanos y financieros.

En lo que se refiere al contenido de la notificación, de acuerdo al artículo 25, siempre debe incluir la
identificación del proceso en que se dicta y una copia íntegra de la resolución de que se tratare a menos
que la ley ordene agregar otros antecedentes o que el juez los estimare necesario para la debida
información del notificado o para el adecuado ejercicio de sus derechos.

Aplicándose las reglas generales las notificaciones podrían ser personal, especial del artículo 44, por
cédula, por el estado diario y tácita.

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Problema puede presentar lo dispuesto en el artículo 25, como norma general, en materia de
notificaciones pues el que todas ellas deban incluir, al menos, copia íntegra de la resolución de que se
trata, se opone a la posibilidad de aplicar la notificación por el estado diario en el proceso penal, como
quiera que las mismas sólo refieren haberse dictado una resolución pero sin considerar su contenido ni
menos contener copia de la misma. Sin embargo, las referencias a notificaciones por el estado diario
(artículos 26 y 30) dan cuenta que el artículo 25 dice relación con el contenido de las formas de
notificación que son practicadas por un funcionario habilitado conforme a lo dispuesto en el artículo 24.

En otro orden de ideas el Código dispone que el Ministerio Publico será notificado en sus oficinas, para lo
cual debe indicar su domicilio dentro de los límites urbanos de la ciudad en que funcionare el tribunal e
informar cualquier cambio.
La obligación de designar domicilio dentro de los límites urbanos del tribunal y comunicar el cambio del
mismo para efecto de practicar notificaciones, rige para todos los demás intervinientes de conformidad
a lo dispuesto en el artículo 26 mas, tratándose los otros intervinientes, la ley dispone que la omisión de
señalamiento del domicilio o de la comunicación de su cambio, cualquier inexactitud en el mismo o la
inexistencia del domicilio, produce como sanción el que las resoluciones serán notificadas por el estado
diario, siempre que se les haya apercibido en tal sentido lo que debe constar en el acta respectiva.

Tratándose del imputado que es puesto libertad debe efectuársele el mismo apercibimiento, salvo que
fuere consecuencia de un sobreseimiento definitivo o de una sentencia absolutoria ejecutoriada.

Por otra parte, expresamente dispuso el Código en su artículo 28 que cuando un interviniente hubiese
designado defensor o mandatario constituido en el procedimiento, las notificaciones deben efectuarse
exclusivamente al mandatario, salvo que la ley o el tribunal dispusiesen la notificación directa a él.

Otras formas de notificación contempladas en el Código procesal penal.

1. De conformidad a lo dispuesto en el artículo 29, las notificaciones al imputado privado de libertad


se le harán “en persona” en el establecimiento o recinto en que permaneciere, aunque este se
hallare fuera del territorio jurisdiccional del tribunal, mediante entrega, por un funcionario del
establecimiento y bajo la responsabilidad del jefe del mismo, del texto de la resolución respectiva.
Al efecto el tribunal debe remitir la resolución y cualquier otro antecedente relevante por cualquier
medio de comunicación idóneo.Sin perjuicio de ello el tribunal puede disponer, por
excepción,mediante resolución fundada, que la notificación sea practicada en el recinto en que
funcione.

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2. El artículo 30 dispone que las resoluciones dictadas en audiencias judiciales se tendrán por
notificadas a los intervinientes en el procedimiento que hubieren asistido o debido asistir a la
misma. De las notificaciones se debe dejar constancia en el estado diario pero su omisión no
invalidará la notificación.

3. El Código permite, en su artículo 31, que los intervinientes pueden proponer, para sí, otras formas
de notificación, lo que el tribunal puede aceptar si, en su opinión, resultaren suficientemente
eficaces y no causaren indefensión.
Citaciones

La citación, esto es, el llamamiento que el tribunal hace a cualquier persona disponiendo su
comparecencia a una determinada actuación, se encuentra regulada en el artículo 33.
Dispone la norma que la citación se practicará a la persona citada notificándole la resolución que ordena
su comparecencia, mientras que las exigencias formales aparecen descritas en el inciso segundo. En caso
de incomparecencia se debe distinguir:
Si la persona citada es un testigo, perito u cualquier otra persona cuya comparecencia se requiriere, el
tribunal puede disponer su arresto hasta la realización de la audiencia por un período máximo de
veinticuatro horas e imponerles, además, una multa de hasta quince unidades tributarias mensuales.

Si se trata del imputado, el tribunal puede ordenar la detención o su sometimiento a prisión preventiva
hasta la realización de la audiencia respectiva.

En caso que quien no asistiere a la audiencia fuere el defensor o el fiscal, se aplican las sanciones del
artículo 287 del Código, es decir, con suspensión de hasta dos meses del ejercicio de la profesión.

Resoluciones judiciales:

En esta materia rigen las reglas generales contenidas en los artículos 158 y siguientes del Código de
Procedimiento Civil.

El Código Procesal Penal, además de reiterar las normas constitucionales sobre el poder coercitivo de los
tribunales contenidas en el artículo 76 de la Constitución, establece tres reglas especiales en la materia.
La primera, contenida en el artículo 35, es la que declara la nulidad de las actuaciones que requieran
intervención del juez y que fueren delegadas en funcionarios subalternos. Se garantiza así la plena

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vigencia del principio de la inmediación eliminado la práctica común en el antiguo sistema de delegar en
empleados administrativos la realización de actuaciones que la ley encomendaba directamente al juez,
como la recepción de declaraciones de testigos y, derechamente, la tramitación de las causas.

Otra regla es la obligación de fundamentar las resoluciones que se dictaren, salvo las de mero trámite.
Exige el Código, en su artículo 36, que ello se haga sucintamente, pero con precisión, indicando los
motivos de hecho y de derecho en que se basaren las decisiones tomadas y, para evitar una práctica
judicial habitual, el inciso segundo indica que la simple relación de los documentos del procedimiento, la
mención de los medios de prueba o las solicitudes de los intervinientes, no substituye en caso alguno la
fundamentación.

De esta manera se aumenta la exigencia que contiene el Código de Procedimiento Civil pues su artículo
171 dispone que los autos y las sentencias interlocutorias deben indicar las consideraciones de hecho y
de derecho y la enunciación de las leyes y de los principios de equidad conforme a los cuales se dictan,
sólo cuando la naturaleza del negocio lo permita.

Por último, en materia de firma de las resoluciones judiciales, el artículo 37 establece que deberán ser
suscritas por el juez o por todos los miembros del tribunal que la dictaren y si alguno de los jueces no
puede hacerlo se debe dejar constancia del impedimento.

Tratándose de la firma de resoluciones del tribunal de juicio oral se plantea la duda si los decretos o
providencias pueden llevar la firma de uno sólo de los integrantes del tribunal (como lo permite el artículo
168 del Código de Procedimiento Civil y reitera el inciso segundo el artículo 70 del Código Orgánico
de Tribunales) o debe aplicarse la norma del Código que no hace ninguna distinción y pareciera obligar
la firma de todos los miembros del tribunal incluso para este tipo de resoluciones de mera tramitación.
Teniendo presente que el artículo 281 del Código, a propósito de la resolución que, entre otras materias,
fija la fecha para la celebración de la audiencia de juicio oral, dispone que ello lo hace exclusivamente el
juez presidente de la sala, pareciera que para la tramitación posterior de la misma, en la medida que se
trate de providencias de mera sustanciación, puede quedar entregada a la firma de uno solo de los jueces,
hasta que la sala haya entrado en conocimiento del asunto, pues allí se aplicaría el inciso cuarto del
artículo 70 del Código Orgánico, que obliga a que el tribunal completo dicte este tipo de resoluciones.

Debe tenerse presente que tratándose de resoluciones dictadas en una audiencia el Código, en el inciso
final del artículo 37, establece que basta el registro de la audiencia, no requiriéndose por tanto firma de
dichas resoluciones.

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Por último, en materia de plazo para dictar las resoluciones, el artículo 38 dispone que las cuestiones
debatidas en una audiencia deberán ser resueltas en ella, mientras que las presentaciones escritas deben
ser resueltas antes de las veinticuatro horas siguientes a su recepción.

Registro de las actuaciones judiciales.

El tema del registro de las actuaciones de los tribunales, como también las del Ministerio Público y de la
Policía, motivó debate durante la tramitación de la reforma.
Rigiendo los principios de oralidad e inmediación en el proceso penal, el conocimiento de los asuntos se
produce, por regla general, en audiencias y no por la lectura de los registros que dan cuenta de las
distintas actuaciones de los tribunales, de intervinientes y terceros. Luego, el registro pasa a tener una
finalidad diferente a la que tenía en el antiguo sistema pues ya no es el medio de interiorización del
asunto por el tribunal, sino un mero testimonio de la realización de las mismas y, eventualmente, para
servir de antecedente en la interposición de recursos. Así, por lo demás, se desprende de lo dispuesto en
el artículo 42 del Código que, en lo referente al valor del registro del juicio oral, establece que este
demuestra el modo que se desarrollo la audiencia, la observancia de las formalidades previstas para ella,
las personas que han intervenido y los actos que se hubieren llevado a cabo. Sin perjuicio de lo anterior,
y en un claro intento de restar valor al registro por sí mismo, el inciso segundo de la norma citada señala
que la omisión de formalidades del registro sólo lo privará de valor cuando ellas no pudieren ser suplidas
con certeza sobre la base de otros elementos contendidos en el mismo o de otros antecedentes confiables
que dieren testimonio de lo ocurrido en la audiencia.

En ese entendido lo primero que debe señalarse es que la ley estableció como primera regla en la materia,
en el artículo 39 del Código, que de las actuaciones realizadas por o ante un juez de garantía, el tribunal
de juicio oral en lo penal, Las Cortes de Apelaciones o la Corte Suprema, judiciales debe levantarse un
registro en la forma señalada en el párrafo.

La forma del registro quedó abierta por el legislador pues, el artículo 41 señala que las audiencias ante
los jueces con competencia pena en materia penal será registrada en forma íntegra, por cualquier medio
que asegure su fidelidad, tal como el audio digital, video u otro soporte tecnológico equivalente.
Se ha optado, en general, en registrar las actuaciones de los mediante grabaciones por medios
computacionales, existiendo instrucciones en tal sentido.

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En lo que se refiere al registro de las actuaciones del Ministerio Público y de la Policía, ello aparece reglado
en los artículos 227 y 228 respectivamente.

Tratándose de las actuaciones de investigación del Ministerio Público la ley permite que se utilice cualquier
medio que permitiere garantizar fidelidad e integridad de la información, como el acceso de quienes tiene
derecho a exigirlo, debiendo consignar, a lo menos, las circunstancias establecidas en el inciso segundo
del artículo 227.
En lo que se refiere al registro de las actuaciones policiales, la exigencia de firma del funcionario a cargo
de la investigación da entender que el mismo debe ser escrito. En este caso el registro debe expresar lo
señalado en el artículo 228.
Este último artículo dispuso, además, que los registros no pueden reemplazarlas declaraciones de la
policía en el juicio oral, lo que debe complementarse con lo dispuesto en los artículos 332 y 334 del
Código que, por lo demás, como se verá, da lugar a dudas interpretativas.

LA ACCIÓN PENAL.

El Código Procesal Penal concede acción penal para impetrar la averiguación de todo hecho punible.
De conformidad a lo dispuesto en el artículo 53 la acción penal es pública o privada.

Acción penal pública:

La acción penal pública se concede para la persecución de todo delito que no esté sometido a regla
especial, debiendo ser ejercida, de oficio, por el Ministerio Público. Sin perjuicio de ello, puede ser ejercida
por las personas que determina la ley.
El artículo 83 de la Constitución Política de la República indica que pueden ejercer la acción penal pública
el ofendido por el delito y las demás personas que determinen la ley.

La acción penal pública debe entenderse, en términos generales, como la posibilidad de interponer, ante
los tribunales con competencia penal, la petición de imposición de una pena penal por la comisión de
un hecho que se entiende constituir un delito. Desde este punto de vista la acción penal sólo puede
identificarse como la presentación de una acusación o requerimiento en el caso del procedimiento
simplificado, pues es la forma de hacer valer, frente a un tribunal, un pretensión condenatoria en materia
penal.

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Ahora bien, en cuanto a quienes son estas demás personas que determina la ley, si se asocia la acción
penal pública con el ejercicio con una pretensión sancionatoria ante un tribunal penal, ello sólo
correspondería a quienes, de conformidad a lo dispuesto en el artículo en el artículo 111 pueden interpone
una querella criminal, esto es la víctima, su representante legal o su heredero testamentario, norma que,
además, autoriza que cualquier persona domiciliada en la provincia deduzca querella tratándose de
hechos punibles cometidos en la misma que constituyeren delitos terroristas o delitos cometidos por un
funcionario público que afectaren derechos de las personas garantizados por la Constitución o contra la
probidad pública y, en su inciso tercero, prevé que los órganos y servicios públicos sólo podrán interponer
una querella en la medida que sus respectivas leyes orgánicas le otorguen expresamente las potestades
correspondientes.

Debe sí tenerse presente que, conceptualmente, la interposición de una querella no supone el ejercicio
de la acción penal pública pero, sólo quienes pueden querellarse, en la oportunidad procesal
correspondiente, podrán presentar una acusación –adhesiva, particular o forzada- o intervenir en un
procedimiento abreviado o simplificado ejerciendo una pretensión penal condenatoria.

Por diseño, eso sí, sus posibilidades de ejercicio se encuentra limitadas o supeditadas a la decisión del
Ministerio Público. En el procedimiento ordinario, por ejemplo, a la decisión del ente de persecución penal
de formalizar la investigación. Si esta posición accesoria de todos quienes pueden ejercer la acción penal
se ajusta o no a la norma constitucional, es una cuestión que resulta discutible y que ha originado
requerimientos ante el Tribunal Constitucional.

Ejercicio de la persecución penal pública:

Sin perjuicio de lo señalado debe indicare que, conforme a lo dispuesto en el artículo 173 del Código,
cualquier persona puede denunciar la comisión de un hecho que revista los caracteres de delito y, con
ello, promover el ejercicio de la persecución penal que, a su turno, puede derivar en el ejercicio de la
acción penal.
Además, acuerdo a lo dispuesto en los artículos 166 y 172 del Código Procesal Penal la persecución penal
puede ponerse en movimiento también de oficio o por la presentación de una querella criminal. Luego,
son tres las formas de iniciación del procedimiento criminal:

1. De oficio por el Ministerio Público.


2. Por denuncia.
3. Por querella.

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Renuncia de la acción penal pública:

Prescribe el artículo 56 del Código que la acción penal pública no se extingue por la renuncia de la persona
ofendida, lo que se explica fácilmente por cuanto tratándose de delitos de acción penal pública cualquier
persona puede efectuar la denuncia para promover la persecución o el Ministerio Público iniciarla de oficio,
de modo que si el ofendido renuncia a ejercerla ello no produce efectos desde que de todas formas puede
promoverse la persecución.

Transacción de la acción penal pública:

Si bien, en principio, la acción penal pública no resulta disponible para el ofendido, lo que incluye la
imposibilidad de llegar a una transacción sobre la misma, debe tenerse presente que tratándose de los
delitos expresados en el artículo 241 tal posibilidad se admite bajo la denominación de acuerdo
reparatorio comprendiéndose algunos delitos de acción penal pública, casos en que el acuerdo de
voluntades del ofendido con el imputado pueden producir la extinción de la responsabilidad penal en la
medida que se reúnan los demás supuestos de la institución.

Delitos de acción penal pública previa instancia particular:

La regla general en materia de promoción de la persecución penal pública, en orden a que cualquier
persona puede promoverla, sea o no ofendido con el delito, o bien puede hacerlo el Ministerio Público de
oficio, contiene una excepción en los llamados delitos de acción penal pública previa instancia particular
en los cuales, conforme al inciso final del artículo 53, para que pueda procederse a su persecución,
requieren denuncia previa de la víctima mas, una vez iniciado el procedimiento, se tramitan, de acuerdo
a lo dispuesto en el inciso final del artículo 54 del Código Procesal Penal, según las reglas generales
relativas a los delitos de acción pública.
Si es que falta el ofendido por el delito, la denuncia la pueden efectuar aquellos que, conforme lo dispone
el artículo 108 del Código, son considerados víctimas.

Por otro lado, de acuerdo a lo dispuesto en el inciso cuarto del artículo 54, si el ofendido por el delito
está imposibilitado de efectuar la denuncia o cuando quienes pudieren formularla por él se encontraren
imposibilitados de hacerlo o aparecieren implicados en el hecho, el Ministerio Público puede proceder de
oficio.

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Son delitos de acción penal pública previa instancia particular los señalados en el artículo 54 del Código.
Dentro de los indicados en la letra g) de la norma, esto es, aquellos que otras leyes señalaren en forma
expresa, especial importancia tienen los delitos consistentes en atentados sexuales previstos en los
artículos 361 a 366 quater del Código Penal, pues de conformidad a lo establecido en el artículo 369 de
dicho cuerpo legal no puede procederse en este tipo delitos sin que, al menos, haya habido denuncia
de la persona ofendida, sus padres, abuelos, guardadores o por quien la tuviera bajo su cuidado.

Renuncia de la acción penal:

Tratándose de delitos de acción penal pública previa instancia particular, la renuncia a ejercer la acción
penal por el ofendido produce, de conformidad al inciso tercero del artículo 56, la extinción de la misma,
salvo que se trate de un delito perpetrado contra menores de edad, lo que concuerda con lo dispuesto en
el inciso segundo, parte final, del artículo 53, que concede siempre acción penal pública para la
persecución de los delitos cometidos contra los menores de edad.

Acción penal privada:

Es aquella que emana de ciertos delitos cuya persecución le ley entrega exclusivamente al ofendido.
Son delitos de acción penal privada los señalados en el artículo 55 del Código Procesal Penal.
Tratándose de delitos de acción penal privada resulta aplicable un procedimiento especial establecido en
los artículos 400 y siguientes del Código Procesal Penal, una de cuyas particularidades es que sólo puede
comenzar con la interposición de querella por la persona habilitada para promover la acción penal.

La acción penal privada se extingue, de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 56 del Código, por la renuncia
de la víctima; admite desistimiento de la querella (artículo 401), abandono (art. 402) y transacción (art.
404).

Con relación a la renuncia de la acción civil debe tenerse presente la forma de renuncia tácita que
contempla el artículo 66 del Código en cuanto dispone que si sólo se ejerce la acción civil respecto de un
hecho punible de acción privada se considerará extinguida, por esa circunstancia, la acción penal. Aclara
la norma, eso sí, que no constituye ejercicio de la acción civil la solicitud de diligencias destinadas a
preparar la demanda civil o asegurar su resultado que se formularen en el procedimiento penal.

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Contra quien se dirige la acción penal:

La acción penal, sea pública o privada, de conformidad al artículo 58 del Código, no puede entablarse
sino contra las personas responsables del delito.
La persona responsable del delito es el sujeto pasivo de la acción debe reunir ciertos requisitos
1. Debe tratarse de una persona natural. Así lo dice expresamente el inciso segundo del artículo 58.
Esta norma, además, se encarga de precisar que por las personas jurídicas responden los que
hubieren intervenido en el acto punible, sin perjuicio de la responsabilidad civil que las afectare.
Sin embargo debe tenerse presente que la Ley 20.393 estableció, como una cuestión excepcional,
la responsabilidad penal de las personas jurídicas en los delitos de lavado de activos,
financiamiento del terrorismo y delitos de cohecho.
2. Ser vivo. Si la persona natural muere no hay proceso penal, sin perjuicio que pueda hacerse
efectiva la responsabilidad civil en los herederos.

3. Estar presente en el juicio. El sujeto debe estar presente en el juicio para que pueda defenderse.
En el caso de que esté ausente se debe suspender el procedimiento hasta que comparezca. Si el
sujeto está ausente por su propia voluntad debe decretarse su rebeldía, que no suspende la
investigación, debiendo adelantarse el procedimiento hasta la audiencia de preparación del juicio
oral en la cual se puede sobreseer definitiva o temporalmente según el mérito de los antecedentes
(101 inciso segundo). Si la declaración de rebeldía se produce en el juicio oral, debe sobreseerse
temporalmente la causa hasta que el imputado compareciere o fuere habido.

4. Ser capaz de responsabilidad penal: Esta capacidad está dada por la edad del sujeto pasivo que
en nuestro ordenamiento está fijada en los catorce años, sin perjuicio que hasta los dieciocho años
la misma se determina por la Ley de Responsabilidad Penal Juvenil N° 20.084 de 7 de diciembre
del año 2.00

5. Permiso para proceder: Este es un requisito ocasional, que debe ser cumplido cada vez que el
imputado tenga fuero y que importa obtener permiso legal para proceder en contra del inculpado,
lo que se materializa en los procedimientos de desafuero y querella de capítulos.

LA ACCIÓN CIVIL:

La acción civil es el medio concedido a la víctima del hecho punible, con el propósito que por su intermedio
haga valer sus pretensiones civiles tendientes a obtener la reparación de los efectos civiles del mismo.

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Del artículo 59 fluye que la acción civil puede tener por objeto:

1. Obtener la restitución de los objetos incautados o recogidos en el curso de una investigación.


De conformidad al artículo 189 del Código los intervinientes o terceros pueden intentar estas
reclamaciones o tercerías con el fin de obtener la restitución de los objetos recogidos o incautados durante
el procedimiento.
Esta acción debe intentarse siempre ante el juez de garantía y la resolución que las acoge se limita
simplemente a declarar el derecho del reclamante sobre los objetos pero no se efectúa su devolución
hasta que se concluya el procedimiento, salvo que el tribunal considere innecesaria su conservación.
Existe una regla de excepción respecto de las cosas hurtadas, robadas o estafadas, las cuales deben ser
entregadas a su dueño o legítimo tenedor en cualquier etapa del procedimiento una vez comprobado su
dominio o tenencia por cualquier medio y establecido su valor.
2. Acciones indemnizatorias:
Estas acciones tienen por objeto obtener la reparación de los perjuicios provenientes del delito.

¿Quién puede ejercerlas?

De conformidad al artículo 59, dentro del procedimiento penal sólo la víctima puede ejercer la acción civil.
Debe tenerse presente que el término víctima está definido en el artículo 108 del Código Procesal Penal,
norma que, además, señala a ciertas personas que, a falta de la víctima, deben considerarse como tales.

De esta manera, los terceros civilmente perjudicados que no sean víctimas sólo pueden ejercer sus
acciones civiles ante el tribunal civil que fuere competente de acuerdo a las reglas generales. Así lo dice
el inciso final del artículo 59.

¿Contra quien puede ejercerse?

En el proceso penal la acción civil sólo puede ejercerse en contra del imputado. Así, las acciones civiles
en contra de otras personas distintas del imputado –terceros civilmente responsables-, deben intentarse
ante un tribunal civil, aplicándose el citado artículo 59 inciso final del Código.

Oportunidad para interponer la demanda civil:

Esta materia está regulada en el artículo 60 del Código, en cuanto dispone que en el procedimiento penal
la demanda civil debe interponerse en la oportunidad prevista en el artículo 261, esto es, el término que

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comienza desde la notificación de la acusación del Ministerio Público a todos los intervinientes hasta
quince días antes de la realización de la audiencia de preparación de juicio oral, dentro del cual el
querellante puede definir que actitud asumirá en el juicio oral.

La demanda civil debe ser presentada por escrito, cumplir los requisitos exigidos en el artículo 254 del
Código de Procedimiento Civil y, además, contener la indicación de los medios de prueba en los términos
expresados en el artículo 259 del Código Procesal Penal.
Por último cabe consignar que la demanda civil debe deducirse conjuntamente con el escrito de adhesión
o acusación particular.

Desistimiento y abandono de la acción civil:

Esta materia está regulada en el artículo 64 del Código.


En primer término la norma permite que la víctima de desista de la acción civil en cualquier estado del
procedimiento.
Respecto del abandono de la acción civil la norma señalada, en su inciso segundo, establece que la acción
civil se considera abandona si la víctima no compareciere, sin justificación, a la audiencia de preparación
del juicio oral o a la audiencia del juicio oral. Se asimila así la situación del actor civil a la del querellante
respecto del cual el artículo 120 establece causales similares de abandono de la querella.

Preparación de la demanda civil:

El artículo 61 posibilita que la víctima pueda preparar la demanda civil, eso sí, con posterioridad a la
formalización de la investigación, pudiendo al efecto solicitar la práctica de diligencias que considere
necesarias para esclarecer los hechos que serán objetos de su demanda, aplicándose lo dispuesto en los
artículos 183 y 184 del Código.

La víctima, además, puede solicitar una media cautelar real de aquellas previstas en el artículo 157, esto
es, las medidas precautorias establecidas en los artículos 290 y siguientes del Código de Procedimiento
Civil. Debe tenerse presente que en este caso las solicitudes se substanciarán y regirán de acuerdo a lo
previsto en las normas correspondientes a las medias prejudiciales, mas el plazo para interponer la
demanda establecido en el artículo 280, esto es, diez días ampliables a treinta, se extiende hasta la
oportunidad prevista en el artículo 60 del Código Procesal Penal.
Además la víctima puede solicitar una de estas medias cautelares reales al momento de deducir la
demanda civil.

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Cabe consignar que, de acuerdo a lo establecido en el artículo 158 del Código, son apelables las
resoluciones que niegan o dan lugar a medidas precautorias.

La preparación de la demanda civil interrumpe la prescripción, mas si la demanda no se deduce en la


oportunidad antes señalada, la prescripción se considerará como no interrumpida.

Tramitación de la demanda civil:

Una vez presentada la demanda la misma debe ser notificada al acusado, de conformidad al artículo 262,
hasta diez días antes de la realización de la audiencia de preparación de juicio oral.

De acuerdo al artículo 62 el imputado debe oponer las excepciones que correspondan y contestar la
demanda civil en la oportunidad señalada en el artículo 263. Además, puede señalar vicios formales que
adoleciere la demanda requiriendo su corrección.

En la audiencia de preparación de juicio oral el juez puede ordenar que los vicios formales que adoleciere
la demanda sean subsanados: “sin suspender la audiencia si ello fuere posible”. Si es necesario
suspenderla, el término de corrección del procedimiento no puede exceder de cinco días y si no es
rectificada dentro de dicho plazo se tendrá por no presentada. ( artículo 270)

El artículo 63 señala que todos los incidentes y excepciones deducidos con ocasión de la interposición de
la demanda y su contestación deberán resolverse en la audiencia de preparación del juicio oral, sin
perjuicio de lo señalado en el párrafo anterior.

En la misma audiencia de preparación del juicio oral el juez debe llamar al demandante y al imputado a
conciliación, conforme lo dispone el artículo 273, proponiendo las bases de arreglo, rigiendo al efecto lo
dispuesto en los artículos 263 y 267 del Código de Procedimiento Civil.

Debe tenerse presente la posibilidad de que el juez de garantía, en la audiencia de preparación del juicio
oral, luego de examinar la prueba ofrecida y de oír a los intervinientes puede disponer, de acuerdo a lo
dispuesto en el artículo 276 del Código, que se excluyan del juicio oral prueba ofrecida por estos en los
casos indicados en dicha norma, entre la que también se cuenta la prueba ofertada con relación a la o
las demandas civiles que se hubieren interpuesto.

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De acuerdo al artículo 277 al término de la audiencia de preparación del juicio oral el juez de garantía
debe dictar el auto de apertura del juicio oral que, entre otras materias, debe contener la demanda civil
que fuere objeto del juicio y las pruebas que deben rendirse en el juicio oral.

En el curso del juicio oral, el actor civil puede efectuar sus alegaciones y rendir su prueba de conformidad
a las reglas del juicio oral que serán estudiadas en su oportunidad.

Prueba de la acción civil:

En cuanto a la prueba de la acción civil el Código, en el artículo 324, reitera una regla que ya contenía el
Código de Procedimiento Penal en orden a que la prueba de las acciones civiles en el procedimiento
criminal se sujetará a las normas civiles en cuanto a la determinación de la parte que debiere probar y a
las disposiciones del Código Procesal Penal en cuanto a su procedencia, oportunidad, forma de rendirla y
apreciación de su fuerza probatoria.
Esta regla se aplica también en el caso previsto en el artículo 173 del Código Orgánico de Tribunales, es
decir cuando en el juicio criminal se suscita cuestión sobre un hecho de carácter civil que sea uno de los
elementos que la ley penal estima para definir el delito que se persigue, o para agravar o disminuir la
pena, o para no estimar culpable al autor, pues estas materias deben ser resueltas por el tribunal con
competencia criminal.
Cuestión distinta es lo que ocurre con las denominadas cuestiones prejudiciales civiles cuyo conocimiento
y resolución corresponde a los juzgados civiles.

Sentencia:

Una vez finalizado el juicio oral el tribunal debe dictar sentencia definitiva en la causa en la cual, entre
otras materias, debe contener, como lo dispone el artículo 342 letra e): “La resolución que condenare o
absolviere a cada uno de los acusados por cada uno de los delitos que la acusación les hubiere atribuido;
la que se pronunciare sobre la responsabilidad civil de los mismos y fijare el monto de las indemnizaciones
a que hubiere lugar”.

Hay que tener presente que, como expresamente lo señala el artículo 349 del Código, tanto en caso de
absolución como de condena el tribunal debe pronunciarse acerca de la demanda civil válidamente
interpuesta.

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Sobre este punto debe tenerse presente que el Código, en su artículo 67, expresamente consagra la
independencia de la acción civil respecto de la criminal, en términos que la circunstancia de dictarse
sentencia absolutoria en materia penal no impide que pueda darse lugar a la acción civil, si ella es
legalmente procedente. Esta norma viene en solucionar así una cuestión que fue materia de algún debate
en el procedimiento penal antiguo pues, a falta de disposición que lo permitiera, se discutió si podía
condenarse civilmente a una persona absuelta penalmente.
Esta independencia se manifiesta también en la regla contenida en el artículo 66, que establece que
extinguida la acción civil no se entiende extinguida la acción penal para la persecución del hecho punible.
Así es posible que las partes celebren una transacción sobre la acción civil en un delito de acción penal
pública que va a producir los efectos señalados en la norma indicada. Igualmente, la existencia de plazos
de prescripción de la acción civil más cortos que la penal pueden provocar el mismo efecto.

Acción civil y formas distintas de terminación del procedimiento penal:

De acuerdo a lo dispuesto en el artículo 68, si antes de comenzar el juicio oral el procedimiento penal
continuare conforme a las reglas del procedimiento abreviado o bien termina o se suspende por cualquier
causa, sin decisión acerca de la acción civil oportunamente deducida, la prescripción continuará
interrumpida siempre que la víctima presentare su demanda ante el tribunal civil competente en el
término de sesenta días siguientes a aquel en que, por resolución ejecutoriada, se dispusiere la
suspensión o terminación el procedimiento penal.

En este caso la demanda y la resolución que recayere en ella se notificará por cédula y el juicio se sujetará
a las reglas del procedimiento sumario. Si la demanda no es deducida en dicho plazo la prescripción
continuará corriendo como si no se hubiese interrumpido.

Durante ese mismo plazo mantiene vigencias las medidas cautelares que se hubiesen decretado.
Por último dispone este artículo que si durante el juicio oral se dicta sobreseimiento definitivo de acuerdo
a las prescripciones del Código, el tribunal debe continuar con el juicio para el sólo conocimiento y fallo
de la cuestión civil.

LOS SUJETOS PROCESALES:

Siguiendo a Alberto Binder podemos señalar que en doctrina se distingue entre lo que se denomina
“Derecho Procesal Penal” en sentido estricto, esto es, las normas que estructuran los distintos actos
procesales y lo que se llama “Derecho de la Organización Judicial”, compresivo del estudio de las normas

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que tienen que ver con la organización, no sólo de los jueces, sino de todos los sujetos que, de un modo
u otro, intervienen en el proceso penal.

Sin perjuicio de estimarse que la influencia de las normas sobre organización judicial sobre el
funcionamiento efectivo de las puramente procesales es muy grande y por lo mismo no resulta aceptable
la separación absoluta de unas y otras, para efectos teóricos la misma resulta conveniente.

En ese entendido podemos señalar que los sujetos que intervienen en el proceso penal se pueden agrupar
en tres sectores: a) el juez y sus auxiliares; b) quienes acusan y llevan adelante la pretensión penal (a
la que puede sumarse la acción civil) y c) quienes se defienden. (imputado y defensor como asistente
suyo)
El Código Procesal Penal, en el Título IV del Libro Primero, contiene diversas normas sobre sujetos
procesales, dando tal categoría a los tribunales, el Ministerio Público, la policía, el imputado, la defensa,
la víctima y al querellante.

En otros términos podemos señalar que el proceso penal se desenvuelve gracias a la participación del
conjunto de sujetos procesales, cada cual hace uso de poderes jurídicos propios. Como señala el profesor
Vásquez Rossi, los sujetos procesales: “son aquellas personas de existencia física que intervienen dentro
del proceso y de los cuales emanan actos de relevancia para la investigación, discusión y decisión de la
cuestión sometida u objeto procesal” (Derecho Procesal Penal, Rubinzal – Culzon Editores. Buenos Aires
1.997, Tomo II pag. 62)

De acuerdo a la doctrina procesal los sujetos procesales pueden ser “intervinientes” o “no intervinientes”.
Los primeros están vinculados a la controversia y a su solución. Lo segundos sólo realizan actos
significativos para la investigación, discusión o decisión, sin involucrarse en la contradicción a que ella da
a lugar para llegar a la solución jurisdiccional del objeto penal en definitiva, como el caso de la policía o
los tribunales.

LOS TRIBUNALES:

El párrafo primero del Titulo IV (artículos 69 a 76) se refiere al tribunal como sujeto procesal. En dicho
párrafo se contienen normas relativas a denominaciones utilizadas por el Código, a competencia y
conflictos de competencia y a inhabilidades de los jueces de garantía y del tribunal del juicio oral en lo
penal.

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Más allá de las materias reguladas en ese párrafo resulta conveniente en esta parte dar algunas
referencias respecto de la nueva forma y organización de los tribunales a partir de la reforma al proceso
penal.

Se ha dicho por algunos (Juan Enrique Vargas V., Nuevo Proceso Penal, varios autores, pag. 333) que
los cambios operados en la estructura y funcionamiento de los tribunales en el nuevo sistema procesal
penal constituyen en sí mismo una reforma distinta de aquella que se realiza al proceso penal, en cuanto
tiene un sentido refundacional por la profundidad de los cambios que entrañan.

Así, al pasar a ser la investigación de los delitos y el ejercicio de la acción penal una función del Ministerio
Público el rol de los tribunales se concentra en velar por el respeto a las garantías fundamentales y decidir
sobre la inocencia y culpabilidad de los imputados, además de controlar, en algunos casos, la juridicidad
de otras formas de terminación del procedimiento distintas de la sentencia definitiva.

Para ello el legislador estimó del caso crear dos tipos de tribunales: los juzgados de garantía y los
tribunales de juicio oral en lo penal.

A los primeros le corresponde velar por el respeto de las garantías de las personas, principalmente en la
etapa de investigación, debiendo autorizar toda actuación del procedimiento que prive, perturbe o
restrinja derechos asegurados en la Constitución (art. 9); conocer y aprobar ciertas formas de terminación
anticipada (facultad de no hincar la investigación y principio de oportunidad), salidas alternativas
(acuerdos reparatorios y suspensión condicional del procedimiento) y pronunciarse sobre la procedencia
de sobreseimientos temporales y definitivos solicitados por el Ministerio Público. Además de ello debe
realizar el juicio y dictar sentencias en el procedimiento simplificado, monitorio y abreviado. También le
cabe dirigir la etapa de preparación del juicio oral dictando el auto de apertura del mismo. Por último le
compete conocer la ejecución de las sentencias dictadas en el proceso penal.
A su turno al tribunal de juicio oral en lo penal le cabe conocer y fallar el juicio oral.
No está de más indicar que los artículos 14 y 18 del Código Orgánico de Tribunales señalan las materias
que les corresponde conocer a los tribunales de garantía y de juicio oral en lo penal respectivamente.

Organización de los Tribunales Penales:

En atención de las materias que corresponde conocer a los tribunales penales se estimó del casó
organizarlos de manera diferente. Así, la labor de control propia de los tribunales de garantía puede ser
ejercida por jueces unipersonales no siendo obstáculo para ello el que, además, estos tribunales deban

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fallar ciertos juicios pues se trata, por regla general, de faltas y delitos menores o bien juicios en los que
no se rinde prueba como en el caso del procedimiento abreviado.

Mas, tratándose del juzgamiento de crímenes y simples delitos de mayor gravedad, al resultar imposible
la existencia del recurso de apelación, en la medida que la aplicación de los principios de oralidad e
inmediación en el juicio resultan incompatibles con un nuevo análisis de aspectos de hecho y de derecho
involucrados que supone el recurso de apelación, resultaba necesario que el conocimiento y fallo de estos
hechos quedara entregado a un tribunal colegiado de tres jueces letrados para disminuir, al máximo, los
márgenes de error en la apreciación y ponderación de la prueba y la aplicación del derecho.

Gestión de los nuevos tribunales:

En lo que se refiere al modelo de gestión de los nuevos tribunales se establecieron lineamientos generales
de organización. Así debía aprovecharse los modelos vigentes en el poder judicial, siempre que fueran
funcionales a las necesidades del nuevo sistema. En segundo lugar la estructura administrativa debía
estar al servicio de los jueces, liberándolos de dichas tareas y, por último, se propendería a la constitución
de tribunales grandes de todo que varios jueces o salas compartieran un mismo personal administrativo.

En ese entendido, se busca introducir en la administración de los tribunales criterios de eficiencia y


profesionalización, creándose la figura del administrador del tribunal, quien debe ser profesional con un
título de al menos ocho semestres en las áreas de administración y gestión. Sus funciones aparecen
indicadas en los artículos 389 letras a) y siguientes del Código Orgánico de Tribunales.

Además, se trata de flexibilizar la estructura organizacional de los tribunales constituyéndolos a partir de


secretarias comunes, lo que ocurre aún tratándose de tribunales unipersonales como en el caso de los
juzgados de garantía. De este modo se aumenta considerablemente de número de jueces pero se reduce
el número de tribunales. (aproximadamente de 245 jueces a 809, mientras que los tribunales bajan de
245 a 195)

Este sistema debería permitir una mejor distribución de la carga de trabajo y conjuntamente adecuarse
al crecimiento de la demanda.

Se prevé una coordinación entre la administración del tribunal y los jueces que integran los tribunales.
Para ello se crea el comité de jueces y el juez presidente de dicho comité con funciones establecidas,
para cada uno, en los artículos 23 y 24 del Código Orgánico de Tribunales.

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Con lo anterior se elimina el cargo de secretario de tribunal.
Los nuevos tribunales tienen un organigrama administrativo definido en la ley, a cuya cabeza aparece el
administrador del tribunal, apoyado, en los tribunales más grandes, de un subadministrador y de las
unidades indicadas en el artículo 25 del Código Orgánico de Tribunales a cargo de un jefe de unidad,
requiriéndose para todas las jefaturas títulos profesionales.

EL MINISTERIO PÚBLICO

La transformación del sistema inquisitivo a uno acusatorio tiene uno de sus pilares más importantes en
la creación del Ministerio Público, en la medida que esta institución: “permite la encarnación de la
persecución estatal en un órgano diverso al judicial”. (Rodrigo de la Barra, Gaceta Jurídica N° 235, año
2.000)

Así la reforma busca quitar al poder judicial la función de investigación y acusación limitándolo
exclusivamente al cumplimiento de su verdadero rol jurisdiccional y aquellas son entregadas a este
organismo que, sin perjuicio de la existencia de diversos funcionarios que desde la época del Imperio
romano su rol puede asociarse al de los fiscales en el proceso penal moderno, es conocido como un “hijo
de la revolución”, en cuanto en el sistema inquisitivo reformado ideado con posterioridad a la Revolución
Francesa pasó a tener la titularidad en el ejercicio de la acción penal, sin perjuicio de otras funciones
que en ese entonces se le adjudicaron como el control institucional de legalidad y constitucionalidad.
El Ministerio Público fue creado por la reforma constitucional introducida por la ley 19.519 de 16 de
septiembre del año 1.997, que agregó a la Constitución Política de la República el capítulo VI-A,
compuesto por nueve artículos, signados con los números 80 A al 80 I, actualmente Capítulo VII, artículo
83 a 91.

El artículo 83, en su inciso primero, señala que: “Un organismo autónomo, jerarquizado, con el nombre
de Ministerio Público, dirigirá en forma exclusiva la investigación de los hechos constitutivos de delitos,
los que determinen la participación punible y los que acrediten la inocencia el imputado y, en su caso,
ejercerá la acción penal pública en la forma prevista por la ley. De igual manera le corresponderá la
adopción de medidas de seguridad para proteger a las víctimas y a los testigos. En caso alguno podrá
ejercer labores jurisdiccionales.”

Como se ve, esta norma contiene la definición de la institución, fijando su ubicación institucional y sus
roles más relevantes constituyendo, pues, el eje sobre el cual se establece su reglamentación.

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Esta reglamentación se encuentra en la ley 19.640, Orgánica Constitucional del Ministerio Público, dictada
el día 15 de octubre del año 1.999, sin perjuicio de que, además, el Código Procesal Penal se refiere a
sus actuaciones y facultades procesal en el curso del proceso penal.

Funciones del Ministerio Público:

Las funciones del Ministerio Público aparecen señaladas tanto en el artículo 83 de la Constitución como
en el artículo 1° de la Ley Orgánica de esta institución.

Así le corresponde la dirección exclusiva de la investigación en materia penal; el ejercicio de la acción


penal pública, y la protección de víctimas y testigos.
En lo que se refiere a la investigación, al entregársele al Ministerio Público se desecha así la posibilidad
que la misma esté en manos del Poder Judicial, incluso sobre la fórmula propuesta por algunos de un
juez instructor o investigador a la usanza española.

Esta labor de dirección de la investigación el Ministerio Público no supone que realice directamente
labores de investigación sino que actúe auxiliado por la policía u otros organismos especializados,
concibiéndose esta labor como una etapa de preparación para el juicio oral, debiendo los fiscales
investigar los hechos denunciados reuniendo los medios de prueba que, en su momento, pueden servir
para respaldar una acusación frente al tribunal de juicio oral que debe dictar el fallo.
La actividad de investigación del fiscal resulta así de carácter administrativa y debe ser eminentemente
desformalizada, estando facultado para desarrollar todas aquellas diligencias que resulten técnicamente
apropiadas para el esclarecimiento de los hechos y la determinación de responsabilidades penales. De
esta manera se abandona el modelo de instrucción formal establecido en el Código del año 1.906 en que
el juez incorporaba a un expediente actuaciones de prueba que pueden servir de base para la dictación
de la sentencia definitiva.

Ahora bien, en su labor de investigación, el Ministerio Público debe regirse por el principio de objetividad
en virtud del cual, de conformidad a lo dispuesto en el artículo 3 de la ley 19.640, deben investigar, con
igual celo, no sólo los hechos y circunstancias que funden o agraven la responsabilidad del imputado,
sino también los que la eximan de ellas, la extingan o atenúen.

Para que el Ministerio Público realice esta labor de manera eficaz la ley otorga al propio Ministerio Público
las facultades para organizar su trabajo de modo eficaz. Los criterios de asignación, agrupación, control
y evaluación de casos no son regulados por la ley procesal sino que se trata de definiciones que deben

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adoptar las autoridades superiores del Ministerio Público, con lo que se pretende una racionalización de
la persecución penal a partir de criterios generales, dictados con competencia técnica y con visión de
conjunto respecto de todo el sistema.

Como límite a la actividad del Ministerio Público se consideran los derechos de las personas. Así el artículo
9 del Código Procesal Penal establece que el Ministerio Público requiere de autorización judicial previa
para toda actuación del procedimiento que privare al imputado a un tercero del ejercicio de los derechos
que la Constitución asegura, o lo restringiere o perturbare.

La segunda función entregada al Ministerio Público es el ejercicio de la acción penal respecto de la cual,
en principio, tiene el monopolio absoluto, sin embargo ello no significa que no existan otras vías para el
ejercicio de la acción penal por la víctima u otras personas establecidas por la ley, en la medida que la
ley permite, en los delitos de acción penal pública, la intervención del querellante adhesivo o particular
e, incluso, por la vía del denominado forzamiento de la acusación, la sustitución del Ministerio Público por
el querellante o bien de la prescindencia de su voluntad en el caso de los acuerdos reparatorios.

En el ejercicio de la acción penal pública el legislador establece criterios de discrecionalidad en favor del
Ministerio Público por medio de diversas formas de oportunidad. (art. 167 a 170)
La última función, protección a las víctimas y testigos, refleja la intención del legislador, manifestada no
sólo con relación al Ministerio Público, sino que también con el establecimiento de obligaciones para los
tribunales, la policía y demás auxiliares de la administración de justicia, de que a la víctima se le otorgue
un trato adecuado a su condición de ofendida y de garantizar sus derechos en el procedimiento.
Se trata de una tendencia mundial de poner a la víctima en un lugar central dentro de a la justicia
criminal, de manera de evitar al máximo todo tipo de perjuicio para esta y, además, tiende a lograr una
mayor eficiencia en el sistema buscando que la víctima y también los testigos comparezcan al juicio.
Debe tenerse presente que la Ley Orgánica del Ministerio Público, luego de indicar cuales son sus
funciones, en su artículo 1° expresamente señala que este organismo no podrá ejercer funciones
jurisdiccionales, consagrando así como principio su interdicción para este tipo de funciones.

Estructura del Ministerio Público:

De acuerdo a lo establecido en su Ley orgánica Constitucional, el Ministerio Público tiene cuatro órganos
principales: La Fiscalía Nacional, El Consejo General, las Fiscalías Regionales y las Fiscalías Locales.

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El Fiscal Nacional y la Fiscalía Nacional.

De conformidad a lo dispuesto en el artículo 13 de la Ley orgánica del Ministerio Público el Fiscal Nacional
es el jefe superior del Ministerio Público y responsable de su funcionamiento.

Para ser Fiscal Nacional debe reunirse los requisitos del artículo 14 de la Ley, esto es, ser ciudadano con
derecho a sufragio, tener a lo menos diez años el título de abogado, cuarenta años de edad y no
encontrarse sujeto a alguna de las incapacidades e incompatibilidades previstas en la ley.
En su proceso de designación, regulado en el artículo 15 de la Ley, intervienen la Corte Suprema,
elaborando una quina; el Presidente de la República, quien debe proponer uno de esos nombres al
Senado, que, a su turno, debe pronunciarse sobre la propuesta requiriéndose para su aprobación los dos
tercios de sus miembros en ejercicio.
El Fiscal Nacional dura diez años en su cargo y no puede ser designado para un nuevo período. (art.16)

Funciones del Fiscal Nacional:

Estas están señaladas en el artículo 17, pero la que da sentido al cargo es la de la letra a) esto es, fijar
los criterios de actuación del Ministerio Público para el cumplimiento de los objetivos de la institución,
como asimismo, permitiéndole que dicte instrucciones generales que estime necesarias para el adecuado
cumplimiento de las tareas de dirección de la investigación de los hechos punibles, el ejercicio de la acción
penal y protección de las víctimas y testigos.
La ley, expresamente, veda al Fiscal Nacional la posibilidad de dar instrucciones y ordenar u omitir la
realización de actuaciones en casos particulares, salvedad de los casos contemplados en el artículo 18,
es decir, en los hechos estimados como delitos cuando la investidura de las personas involucradas como
víctimas o imputados hiciere necesario que el Fiscal Nacional asuma, de oficio y de manera excepcional,
la dirección de la investigación, el ejercicio de la acción pública y la protección de las víctimas o testigos,
con la finalidad de garantizar que dichas tareas se cumplirán con absoluta independencia y autonomía.

La Fiscalía Nacional.

La Fiscalía Nacional es la oficina de apoyo a la labor del Fiscal Nacional y está constituida por las seis
unidades administrativas que indica el artículo 20, todas bajo la organización y supervisión de Director
Ejecutivo Nacional, funcionario de exclusiva confianza del Fiscal Nacional.

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El Consejo General:

El Consejo General, de acuerdo a lo previsto en el artículo 24 de la Ley Orgánica, es un órgano integrado


por el Fiscal Nacional, quien lo preside, y por los Fiscales Regionales.
Sus funciones están señaladas en el artículo 25, siendo básicamente consultivas. Debe sesionar,
ordinariamente, al menos, cuatro veces al año y extraordinariamente cuando el Fiscal Nacional lo
convoque.

Los Fiscales Regionales.

De conformidad a lo dispuesto en el artículo 27 de la Ley Orgánica del Ministerio Público a los Fiscales
Regionales les corresponde el ejercicio de las funciones y atribuciones del Ministerio Público en la región
o extensión geográfica de la región que corresponda a la Fiscalía Regional a su cargo, por sí o por medio
de los fiscales adjuntos que se encuentren bajo su dependencia.

De conformidad al artículo 28 debe existir un fiscal regional en cada una de las regiones del país, con
excepción de la Región Metropolitana que contará con cuatro.
Para ser Fiscal Nacional debe reunirse los requisitos del artículo 31 de la Ley, esto es, ser ciudadano con
derecho a sufragio; tener, a lo menos, cinco años el título de abogado, treinta años de edad y no
encontrarse sujeto a alguna de las incapacidades e incompatibilidades previstas en la ley.

Los Fiscales Regionales, de acuerdo al artículo 29, son nombrados por el Fiscal Nacional de una terna que
debe elaborar la o las Cortes de Apelaciones de la respectiva región.
Los fiscales regionales duran ocho años en su cargo y no pueden ser designados para un nuevo período,
sin perjuicio que puedan ser nombrados en otro cargo del Ministerio Público. (artículos. 30 de la Ley
Orgánica y 86 de la Constitución)

Funciones de los Fiscales Regionales:

Son las indicadas en el artículo 32, pero lo más relevante es lo ya señalado, dispuesto en el artículo 27,
en orden a que a los Fiscales Regionales les corresponde el ejercicio de las funciones y atribuciones del
Ministerio Público en la región o extensión geográfica de la región que corresponda a la Fiscalía Regional
a su cargo, por sí o por medio de los fiscales adjuntos que se encuentren bajo su dependencia. En otros
términos, a ellos les corresponde realizar la investigación de los hechos constitutivos de delito, el ejercicio
de la acción penal y la adopción de medidas para proteger víctimas y testigos.

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Debe tenerse presente que el Fiscal Nacional, de acuerdo a lo establecido en el artículo 19, puede
disponer, de oficio y de manera excepcional, que un fiscal regional asuma la dirección de la investigación,
el ejercicio de la acción penal pública y la protección de las víctimas o testigos con relación a hechos
delictivos que lo hicieren necesario por su gravedad o por la complejidad de su investigación.
De la misma manera puede disponer que un fiscal regional distinto de aquel en cuyo territorio se hubiese
perpetrado los hechos tome a su cargo las tareas antes señaladas cuando la necesidad de operar en
varias regiones así lo exigiese.

Estos dos casos constituyen, pues, excepciones a lo dispuesto en el inciso segundo de la letra a) del
artículo 17 en cuanto el Fiscal Nacional no puede dar instrucciones y ordenar u omitir la realización de
actuaciones en casos particulares.

Las Fiscalías Regionales.

Las Fiscalías Regionales, en forma paralela a la Fiscalía Nacional, constituyen las oficinas de apoyo
administrativo a los Fiscales Regionales y están constituidas por las cinco unidades administrativas que
indica el artículo 34, bajo la organización y supervisión de director ejecutivo regional, funcionario de
exclusiva confianza del fiscal regional respectivo.

Los Fiscales Adjuntos y las Fiscalías Locales

El artículo 38 de la ley expresamente dice que las fiscalías locales son las unidades operativas de las
Fiscalías Regionales para el cumplimiento de las tareas de investigación, ejercicio de la acción penal y
protección de las víctimas y testigos.

Cada una contará con los fiscales adjuntos, profesionales y personal de apoyo que determine el Fiscal
Nacional a propuesta del fiscal regional respectivo.
Si la fiscalía local tiene dos o más fiscales adjuntos a su cargo de estará uno de ellos, denominado fiscal
jefe, mientras cuente con la confianza del fiscal regional.

Para ser nombrado fiscal adjunto se deben reunir los requisitos establecidos en el artículo 42, siendo
nombrados por el Fiscal Nacional de una terna que debe elaborar el fiscal regional respectivo.

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Funciones de los fiscales adjuntos:

De acuerdo al artículo 44 dentro de cada fiscalía local los fiscales adjuntos deben ejercer las funciones
del ministerio Público en los casos que se le asignen, por lo que deben dirigir la investigación y, cuando
proceda, ejercer las demás atribuciones que la ley les otorgue de conformidad, además, con las
instrucciones generales que pueden impartir el Fiscal Nacional y los fiscales regionales. Sin perjuicio de
ello, la norma indica, además, que los fiscales regionales pueden dar instrucciones a los fiscales adjuntos
en los casos particulares que se les asignen.

EL IMPUTADO:
Cuestiones generales.

Junto con el defensor, el imputado es uno de los sujetos procesales denominados partes pasivas.
Según Vélez Mariconde, el imputado: “es aquella persona contra quien se dirige la pretensión penal”.
Debe hacerse notar que no se habla de la acción penal, pues la misma se dirige en contra del juez, en la
medida que esta constituye el derecho a petición judicial, mientras que sí se trata de la pretensión
punitiva, esto es, el pedido de castigo contra una persona.

Debe ponerse acento en el carácter de sujeto procesal que tiene el imputado, idea que forma parte del
derecho procesal moderno, dejando así de lado la tradición inquisitiva para la cual el imputado no era,
sino, el objeto del proceso, en la medida que este no fue concebido como una disputa entre partes iguales,
en posiciones contrarias, sino como una forma de averiguación de la verdad a cargo de una sola persona:
el juez inquisidor.
Por el contrario, el proceso acusatorio, contradictorio, de partes, una acusadora y otra acusada, este
última no puede ser, sino, un sujeto titular de derechos y garantías.
Sin perjuicio de que el imputado en ningún caso puede ser considerado objeto del proceso penal, se
discute si puede ser objeto de prueba, en aquellos casos que actúa de esta última manera, como por
ejemplo, en el reconocimiento en rueda de presos, o bien, en el caso de pruebas biológicas o psicológicas
que pueden tomarse del acusado.

En lo que se refiere al reconocimiento en rueda de presos debe considerarse que verdaderamente el


medio de prueba es el testigo que lo practica, que necesita la presencia del imputado para transmitir la
información que posee.

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Más discutible es la situación de las pruebas biológicas y las extracciones de sangre, en que se ha
pretendido, por algunos, su improcedencia sobre la base de que constituirían una forma de aportación de
prueba de cargo por parte del mismo imputado lo que sería contrario a sus garantías básicas y a la
obligación del agente de persecución penal de demostrar la responsabilidad penal de este.

Sin embargo, otros estiman que en la medida que no se afecte la integridad física y psíquica del imputado
puede ser obligada a este tipo de pruebas. Esta es la solución de nuestro Código Procesal Penal que en
el artículo 197 dispone que el Juez de garantía debe autorizar la realización de exámenes corporales al
imputado siempre que no fuere de temer un menoscabo para su salud o dignidad. Por último cabe indicar
que este tema ha sido materia de encontradas discusiones ante tribunales internacionales de Derechos
Humanos.

De lo dispuesto en su artículo 7 podemos señalar que para el Código Procesal Penal imputado es la
persona a quien se le atribuye participación en un hecho punible.

Dicha norma prescribe que las facultades, derechos y garantías que la Constitución política, el Código y
otras leyes reconocen al imputado pueden hacerse valer desde la primera actuación del procedimiento,
entendiéndose por tal, cualquiera diligencia o gestión, sea de investigación, de carácter cautelar o de otra
especie, que se realizare por o ante un tribunal con competencia en lo criminal, el ministerio público o la
policía en la que se le atribuye a una persona responsabilidad en un hecho punible y que la misma se
extiende hasta la completa ejecución de la sentencia.

No obstante la claridad de la norma el Fiscal Nacional, en su instructivo N° 4, pretendió que no cabía


considerar imputado a una persona respecto de la cual no se hubiera formalizado la investigación ni
formulado cargos. Para ello entendió, sobre la base de lo dispuesto en los artículos 186 y 236, que antes
de la formalización se está ante “afectados” por una investigación pero no imputados, considerando así
este último término contenido en ambas disposiciones como una categoría procesal diversa.

Esta interpretación resulta inaceptable. El inciso segundo del artículo 7 es de tal claridad que no admite,
en caso alguno, diferir la protección que el ordenamiento jurídico consagra para los imputados a un
momento que puede ser muy posterior en el desarrollo de la investigación o, incluso, pudiendo mediar
una privación de libertad por vía detención, lo que además, constituye una vulneración flagrante a lo
señalado en el artículo 94 del Código.

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Claramente la utilización del término afectado en las dos disposiciones citadas obedece a la posibilidad
que terceros, no imputados, puedan estar comprendidos en las situaciones que las mismas plantean.

Otro punto interesante es que la norma fija dentro del ámbito de protección que el ordenamiento jurídico
otorga a las personas que son sujetos de la persecución penal, también la etapa de cumplimiento de las
penas impuestas, en la media que la norma expresamente que los derechos reconocidos a los imputados
podrán hacerse valer “hasta la completa ejecución de la sentencia”.

Derechos y garantías del imputado.

El párrafo Cuarto del Título Iv del Libro Primero, artículos 93 a 98, regulan los derechos y garantías el
imputado.

Lo primero que debe señalarse es que el imputado no sólo tiene los derechos y garantías indicados en el
párrafo, sino todos aquellos que le confiera el ordenamiento jurídico, como ya se vio al analizar,
precisamente, el tema de las garantías. Ello, por lo demás, precisa expresamente el artículo 93, sin
perjuicio de agregar, además, que: “en especial”, tiene los derechos contenidos en la norma, de lo que
deviene claramente que existen otros.

Los derechos consagrados en el artículo 93, como ya se analizaron, dicen relación, fundamentalmente,
con las diversas manifestaciones que asume el derecho de defensa del imputado, a los que se agrega el
derecho a guardar silencio, como también el principio universal de prohibición de tortura, o padecimiento
de tratos crueles, inhumanos o degradantes.

A su turno, el artículo 94 contiene una serie de derechos de los imputados privados de libertad, también
relacionados con el derecho de defensa, de información y trato.
Cabe consignar, además, la obligación que impone el artículo 97 del Código al tribunal, ministerio público
y policía de dejar constancia en los respectivos registros de haber cumplido las normas legales que
establecen los derechos y garantías del imputado, de modo de poder controlar efectivamente su
cumplimento.

Declaraciones del imputado.

El artículo 98 del Código Procesal Penal contempla la declaración del imputado como medio de defensa,

erradicando así la tradicional concepción, aceptada por el Código de Procedimiento Penal del año 1.906, de

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considerar la declaración del imputado como un medio de prueba, específicamente de confesión, que de

conformidad a los principios recogidos por diversas normas, entre otras el artículo 481 de este cuerpo legal,

sólo servía para demostrar la participación del acusado en el delito, mas se requería que el hecho punible

resultara acreditado por otros medios de prueba.

Siendo uno de los objetivos de la reforma al proceso penal su adecuación a la normativa internacional sobre
derecho humanos no podía, sino, consagrase el derecho del imputado a guardar silencio, lo que hizo de
manera expresa el artículo 93 letra g) del Código a lo que se agrega el derecho a ser informado del mismo,
conforme aparece del artículo 135. De esta forma, consagrándose el derecho señalado, un paso siguiente
fue erradicar el tratamiento de la declaración del imputado como medio de prueba y consagrarla como
una manifestación más del derecho de defensa.

Esa es la regulación que le otorga el artículo 98 del Código, que dispone que durante todo el procedimiento
y en cualquiera de sus etapas el imputado tendrá siempre derecho a prestar declaración como un medio
de defensa de la imputación que se le dirigiere. En consonancia con lo anterior el artículo 8, en su inciso
segundo, dispone que el imputado tendrá derecho a formular los planteamientos y alegaciones que considere
oportunos, así como intervenir en todas las actuaciones judiciales y en las demás actuaciones del
procedimiento, salva las excepciones expresamente previstas en el Código.

Ahora, cuando el imputado desee prestar declaración, la misma no puede recibirse bajo juramento, debiendo
limitarse el tribunal a exhortarlo a que diga la verdad y a que responda con claridad y precisión las preguntas
que se le formularen, aplicándose la norma especial del juicio oral contenida en el artículo 326.

Mención especial merece la regla del inciso cuarto el artículo 98 del Código, en cuanto permite al juez de
garantía sugerir al Ministerio Público la práctica de una determinada diligencia de investigación cuando lo
soliciten el imputado o su defensor y la misma aparezca necesaria para el ejercicio de la defensa y el respeto
del principio de objetividad. Debe recodarse que la dirección de la investigación es una cuestión de
competencia exclusiva del Ministerio Público, de suerte que la posibilidad que el tribunal pueda sugerir la
realización de una determinada diligencia de investigación altera este principio de la persecución penal, mas
se justifica por las garantías de defensa y de justo y racional procedimiento que se ven involucradas. A la
anterior debe agregarse la posibilidad del artículo 257 del Código que derechamente prevé la posibilidad de
que el tribunal disponga la práctica de diligencias de investigación, pero sólo una vez que la misma se haya
cerrado y siempre que la misma hubiese sido pedida por alguno de los intervinientes durante su desarrollo.

Derecho Procesal IV Profesor Alberto Ayala Página 57


Una cuestión que se vincula con las declaraciones del imputado es aquella que dice relación con la valoración
de la misma como medio de prueba cuando, en el desarrollo de un juicio, al prestar declaración, el imputado
reconoce, en todo o en parte, la existencia del delito o de su participación en el mismo, resultando así que
la misma, en la práctica no opera como un medio de defensa.
La respuesta a esta interrogante debe ser necesariamente positiva pues, sin perjuicio de que el Código
Procesal Penal erradicó el tratamiento de la declaración del imputado como el medio de prueba confesión,
nada impide que, en la medida que el acusado reconozca en el juicio parte o la totalidad de los hechos que
le son imputados, el tribunal valore sus dichos como prueba.

En primer término, por cuanto el artículo 295 dispone que todos los hechos y circunstancias pertinentes
para la solución del caso pueden ser probados por cualquier medio producido e incorporado en conformidad
a la ley, medios que, a su turno, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 297, pueden ser valorados
por el tribunal con entera libertad, siempre que no se contradigan los principios de la lógica, las máximas de
la experiencia y los conocimientos científicamente afianzados.

En segundo lugar porque el artículo 323, que establece la procedencia de incorporar al juicio oral otros
medios de prueba no regulados expresamente, permite la utilización de cualquier medio apto para producir
fe, como puede ser, precisamente, la deposición del imputado.

En tercer lugar, y de manera categórica, por que el artículo 340 inciso final del Código Procesal Penal
establece que nadie puede ser condenado con el solo mérito de su propia declaración, de lo que sigue,
necesariamente, que la ley prevé la posibilidad de otorgar valor a la declaración del imputado, con la
limitación que por sí misma, no puede sustentar una sentencia condenatoria.
Por lo demás, el procedimiento simplificado contempla la imposición de una sentencia condenatoria sobre
la base de la admisión de responsabilidad de los hechos por parte del imputado, como se ve en el artículo
395 del Código, mientras que conceptualmente lo mismo puede decirse del procedimiento abreviado que,
para su aplicación, requiere que el imputado acepte los hechos contenidos en la acusación y los antecedentes
de investigación en que la misma se funda. (art. 406 inciso segundo)

AMPARO ANTE EL JUEZ DE GARANTÍA.

Cuestiones previas:

El artículo 95 del Código Procesal Penal regula lo que denomina amparo ante el juez de garantía.

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En uno de los informes de la Comisión de Legislación y Justicia del Senado de señaló que se trata de una
acción especial de amparo, cuyo objetivo es velar por el respeto de la garantía constitucional de libertad
personal de un individuo afectado por una actuación del fiscal o de la policía, con el objeto que sea
conducido ante el juez de garantía para velar por la legalidad de su detención.

Se trata, pues, de una acción distinta al recurso de amparo previsto en el artículo 21 de la Constitución
Política de la República como que quedó claro en la tramitación legislativa y, finalmente, en el inciso final
del artículo 95 del Código.

En el nuevo Código Procesal Penal se suprimieron las normas relativas a la regulación del recurso de
amparo del artículo 21 de la Constitución que sí contenía en Código de Procedimiento Penal del año 1.906
en sus artículos 306 y siguientes. Ello por cuanto se vio la necesidad de legislar separadamente acerca
de las acciones de amparo constitucionales, teniendo presente que el recurso de amparo puede referirse
a amenazas o privaciones de libertad ajenas al ámbito del proceso penal como, por ejemplo, por
resoluciones de carácter administrativo. Sin embargo no puede pensarse que el recurso de amparo
constitucional quedó circunscrito a las amenazas o privaciones de libertad de origen no judicial como
pretendieron verlo algunos legisladores, (por ejemplo el senador Sergio Diez) pues expresamente la
mayoría de los legisladores y el Ministro de Justicia indicaron que también era una remedio procesal para
reclamar sobre privaciones de libertad dispuestas judicialmente. Por eso se agregó el inciso tercero al
artículo 95 que expresamente estableció la posibilidad de utilizar el amparo constitucional para reclamar
de privaciones de libertad ordenadas por resolución judicial.

Por lo demás, si se analiza lo dispuesto en el artículo 21 de la Constitución en cuanto establece que el


recurso de amparo puede deducirse por toda aquel que se encontrare arrestado, detenido o preso, o bien
a favor de toda persona que ilegalmente sufra cualquier privación, perturbación o amenaza de su derecho
a la libertad personal y seguridad individual, debemos convenir que es de tal amplitud que no puede
pretenderse su improcedencia respecto de privaciones de libertad originadas en resoluciones judiciales.

Características del amparo ante el juez de garantía.

Tribunal competente para conocerlo.

La consagración de este mecanismo de amparo debe necesariamente relacionarse con el sentido


garantístico del nuevo sistema y se relaciona con el rol cautelar de garantías que, en términos generales,
entrega el artículo 10 del Código al juez de garantías.

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El artículo 95 regula este amparo como el derecho de toda persona privada de libertad, para ser
conducida, sin demora, ante el juez de garantía, para que se examine la legalidad de su privación de
libertad y, en todo caso, para que se examine las condiciones en las que se encontrare.
Este acción puede ejercerla la persona privada de libertad, por sí misma, o bien, por su abogado, sus
parientes o cualquier persona a su nombre, ante el juez que conozca del caso o bien el del lugar donde
ella se encuentra privada de libertad.

La referencia al “juez que conociere del caso” contenida en el inciso segundo plantea el problema de si
ese puede ser uno distinto del juez de garantía. Por ejemplo, el tribunal del juicio oral, si la causa está
en esa instancia. Esa es la posición del señor Fiscal Nacional (Instructivo General N° 51)

Sin embargo, el epígrafe de la norma, que sin ser ley sirve para interpretar su sentido, la referencia
exclusiva que el inciso primero hace al juez de garantía y su rol cautelar general, parece limitar la
competencia exclusivamente a este tribunal y no a otro. Por lo demás, ello está en concordancia con las
normas de competencia contendidas en el Código Orgánico de Tribunales, que, en lo que se refiere a los
jueces de garantía, expresamente señala, en el artículo 14 N° 1, que le corresponde: “Asegurar los
derechos del imputado y demás intervinientes en el proceso penal, de acuerdo a la ley procesal penal”.

Ámbito de aplicación.

Otro problema se plantea con la amplitud de esta acción cautelar el que puede analizarse desde dos
puntos de vista.
El primero dice relación con la posibilidad de utilizar este remedio respecto de personas que no están
privadas de libertad, pero sí amenazadas en esta o bien experimenten algún grado de perturbación o
restricción de la libertad personal. Por sus características y finalidad pareciera que debe restringirse su
utilización exclusivamente a los casos de privación efectiva de libertad, sin perjuicio de que pareciere
desprenderse del tenor literal de la norma.

Desde otro punto de vista y acotada este amparo a las privaciones efectivas de libertad, debe responderse
¿cuales son las privaciones de libertad que autorizan esta acción?

El inciso tercero descarta de plano la impugnación de la legalidad de una detención por esta vía si la
misma a sido ordenada por resolución judicial, pues en tal caso la misma sólo puede ser atacada por los

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medios procesales que correspondan ante el tribunal que la hubiere dictado o bien, por medio del recurso
de amparo constitucional.

Si la libertad ha sido dispuesta por un tribunal no penal, por ejemplo, apremios decretados por un tribunal
de menores o civiles, se presenta la duda si también es aplicable el señalado inciso tercero. La respuesta
parece ser afirmativa, tanto por que la ley no distingue, como por que no parece que tribunales de una
misma o inferior jerarquía puedan revisar la legalidad de lo actuado por otro, aún con competencia
diferente, por aplicación del principio de inavocabilidad contenido en el artículo 8 del Código Orgánico de
Tribunales.

También se plantea el problema con privaciones de libertad que sean ajenas al proceso penal dispuestas
por autoridades administrativas. Algunos, el Fiscal Nacional por ejemplo, han entendido que quedarían
fuera del ámbito de control del juez de garantías por esta vía. Sin embargo, en el entendido que el
artículo 95 no distingue, salvo en el caso del inciso tercero, el origen de las privaciones de libertad y el
rol general de la judicatura en la protección de los derechos de las personas, especialísimamente el de
libertad personal, no parece un despropósito establecer que esta acción pueda alcanzar el ámbito de
control de la legalidad de detenciones practicadas por orden de autoridades administrativas.

Lo que sí resulta claro es que la acción del artículo 95 puede ser utilizada en todos los casos de detenciones
practicadas en situaciones de flagrancia por funcionarios policiales o por cualquier persona.

Objeto del amparo:

De conformidad a lo dispuesto en el artículo 95 del Código Procesal Penal resulta indubitado que siempre
este amparo tendrá por finalidad que se determine judicialmente las condiciones en que se encuentra la
persona privada de libertad, lo que supone el resguardo a la integridad física y psíquica de esta.
Un segundo objeto que señala la norma es el examen de la legalidad de la privación de libertad. El punto
puede plantear la controversia de acerca de la profundidad de dicho examen. Así una posibilidad es que
se refiera a la legalidad formal de la privación de libertad, esto es, que el juez se limite a constatar la
existencia de una causa legal que lo amerite; por ejemplo, tratándose de la detención en caso de
flagrancia por un crimen, bastaría que el juez recibiera la información policial sobre el hecho que la
motiva y que el mismo quede comprendido objetivamente en el ilícito que justifica la detención. Sí, en el
caso propuesto, el hecho no es constitutivo de un delito que autorice la detención, por ejemplo, falta no
prevista expresamente por la ley, debería decretarse ilegal la detención.

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La segunda posibilidad es entender que este amparo habilitaría al juez para analizar el mérito de la
detención, estudiando si efectivamente se ha cometido el delito y la persona privada ha tenido
participación en el mismo.

Por sus características, debiera estarse por la primera posibilidad, salvo para el caso que entendiésemos
que este recurso también es procedente respeto de privaciones de libertad dispuestas por autoridades
administrativas, pues, en tal caso, el rol de la judicatura debiera autorizar para analizar el mérito
sustantivo de la misma. En los demás casos, practicándose la privación de libertad en el marco del
proceso penal, que contempla mecanismos temporales inmediatos de control de la legalidad de la
detención, tanto por el Ministerio Público como por el mismo juez de garantía, pareciere que por vía del
recurso de amparo el tribunal sólo podría avocarse el control de la legalidad formal de la privación de
libertad pues el mismo proceso establece los mecanismos adecuados de protección de los derechos de
los imputados pero, además, los de garantía de los derechos de la víctima y de la función de persecución
del Ministerio Público, en la medida que tales decisiones de adoptan en audiencias a las que pueden
concurrir todos los intervinientes en audiencia y en las que rige el principio de contradicción.

LA DEFENSA:

Como ya se señaló el Código contempló la defensa del imputado como un sujeto procesal independiente
de este, en la medida que al defensor, en cuanto tal, la ley le reconoce una serie de derechos y facultades,
sin perjuicio que, además, como lo dispone el artículo 104, puede ejercer todos los que de acuerdo a la
ley corresponden al imputado salvo que la ley reserve su ejercicio a este último.

El Código Procesal Penal, al momento de regular la defensa dentro del título de los sujetos procesales,
reglamenta el derecho del imputado a designar defensor de confianza o, en su defecto, a que se le
designe un defensor público, sin perjuicio de que aún en este último caso tiene siempre la posibilidad de
elegir, posteriormente, a otro de su confianza. (102 y 107) Además, expresamente dispone la sanción
de nulidad para las actuaciones a las que debiendo, no comparezca el defensor, salvo lo dispuesto en el
artículo 286. ( 103)
El artículo 105 dispone la posibilidad de defensa común para varios imputados salvo que las mismas
fueren incompatibles.

Por último, el artículo 106 se refiere a la renuncia del abogado defensor, indicando que la misma no lo
libera de realizar los actos inmediatos y urgentes que fueren necesarios para impedir la indefensión del

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imputado. En caso de renuncia o de abandono de la defensa el tribunal debe designar un defensor
público, salvo que el imputado eligiere a uno de su confianza.

LA VÍCTIMA:

Concepto:

Haciendo eco a la tendencia legislativa comparada y a las modernas orientaciones doctrinarias, el nuevo
sistema de enjuiciamiento criminal ha tratado de otorgarle un rol preponderante a la víctima,
reconociéndole derechos por el mero de hecho de serlo y sin necesidad del ejercicio de actos procesales
determinados y formales, como la interposición de una querella.

Así hemos vistos que dentro de las obligaciones fundamentales del Ministerio Público se contempla la
protección de la víctima dándole a la misma, incluso rango constitucional. Dicha obligación está también
en el Código Procesal Penal en cuyo artículo 6, además de reiterarla para el Ministerio Público, la
contempla, como principio básico del procedimiento, también para los tribunales, en el sentido de que
garantizar de conformidad a la ley la vigencia de sus derechos durante el procedimiento y para la policía
y demás organismos auxiliares, en términos del deber de otorgarle un trato acorde a su condición de
víctima, procurando facilitar al máximo su participación en los trámites que debiera intervenir.

De este modo, contemplando la ley respecto a la víctima, por su mera calidad, una serie de derechos, se
la contempló como sujeto procesal en el título respectivo.
El artículo 108 da un concepto de víctima, entendiendo por tal al ofendido por el delito, debiendo
comprenderse dentro de este tanto a personas naturales como jurídicas, como quedó registrado en el
debate de la Comisión de Legislación y Justicia del Senado.

Ofendido por el delito es el sujeto pasivo del mismo, es decir, el titular de los bienes jurídicos afectados
por el delito, como también el sujeto pasivo de la acción, es decir, el que sufre la acción delictiva aun
cuando no sea titular del bien jurídico afectado (por ejemplo el cajero del banco en que se comete un
delito de robo con intimidación)
No puede considerarse víctima, eso sí, a los meros perjudicados desde el punto de vista patrimonial por
el delito, por ejemplo las entidades aseguradoras o el propietario del vehículo que conducía un tercero
lesionado en un delito culposo.

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Dicha norma establece, además, que en caso de muerte del ofendido y en los casos que éste no pudiere
ejercer los derechos que el Código le otorga, se consideran víctimas:

1. al cónyuge y a los hijos;


2. a los ascendientes;
3. al conviviente;
4. a los hermanos, y
5. al adoptante y al adoptado.

Debe señalarse que objeto de discusión fue la inclusión de los convivientes dentro de las personas que
se consideran víctimas, sin embargo se estimó el caso dejarla por tratarse la convivencia de una situación
de hecho extendida en la sociedad y que presenta características de estabilidad que el legislador no
puede negarse a admitir.

Por otra parte la referencia al adoptante y al adoptado fue aprobada en el entendido que se refiere a
aquellos casos de adopción no constitutiva de estado civil, - contrato de adopción y adopción simple-
ocurridas bajo el marco de la legislación anterior a la ley vigente en la materia.

Eso sí la ley se encarga de regular la intervención de estas personas en el lugar de la víctima,


estableciéndose en el inciso final que la enumeración del artículo constituye un orden de prelación, de
manera que la intervención de una o más persona pertenecientes a una categoría superior excluye a las
comprendidas en las categorías siguientes.

En este caso, tratándose de un orden de prelación, debiera entenderse que la intervención de una de las
personas pertenecientes a las categorías posteriores no excluye la posibilidad de que los hagan las
indicadas en las anteriores, sin perjuicio de que se produzca preclusión de facultades procesales, mas
luego de la intervención del de grado anterior debe entenderse sí que queda excluido el de grado posterior
que ya haya intervenido, sin perjuicio de que lo obrado por éste último sea válido desde que la exclusión
no tiene efecto retroactivo.

Por último, debe señalarse que si ninguna de las personas que pueden ejercer los derechos de víctima
intervienen en el procedimiento, de acuerdo a lo previsto en el artículo 110, el Ministerio Público está
obligado a informar sus resultados al cónyuge del ofendido por el delito o, en su defecto, a alguno de los
hijos u otra de estas personas.

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Derechos de la víctima

Están establecidos en el artículo 109 del Código mas, desde luego, debe señalarse que tal numeración no
es taxativa, tanto por que la norma expresamente lo señala como por cuanto el Código establece otros
derechos para la víctima, por ejemplo, en el artículo 78.

Debe indicarse que se precisó en el artículo 109 que quien pudiere ser considerado víctima pero tiene la
calidad de imputado no puede ejercer los derechos de aquellas, sin perjuicio de los que le corresponden
por su segunda calidad.

EL QUERELLANTE:

Aún cuando resulte obvio querellante es quien deduce una querella, la que, a su vez, puede ser definida,
siguiendo al profesor Héctor Oberg Yánez: “como el acto procesal consistente en una declaración de
voluntad dirigida al órgano jurisdiccional, por el cual el sujeto activo, además de poner en su conocimiento
la noticia de un hecho que reviste los caracteres de delito, solicita la iniciación de un proceso frente a una
o varias personas determinadas o determinables y de constituirse en parte acusadora el mismo,
proponiendo que ser realicen los actos encaminados al aseguramiento y comprobación de los elementos
de la futura pretensión punitiva y de resarcimiento de perjuicios en su caso.” (Derecho Procesal Penal,
ediciones Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad de Concepción, pag. 62 y 63)

La querella es pues una forma de iniciar la investigación, por el Ministerio Público, de los hechos que
revisten los caracteres de delito (art. 172 del Código) pero, además, es el medio formal de constituirse
en parte de la investigación y, en el futuro, de todas las etapas que de ella se originen, con la
consecuente posibilidad de ejercer los derechos y facultades que como pleno interviniente la legislación
le otorga. Esto último tan es así que aún cuando la investigación ya se haya iniciado por alguno otro de
los medios aptos para ello, -de oficio o por denuncia- de todas formas se puede deducir una querella
para los otros fines indicados.

Ahora, debe considerarse que tratándose de delitos de acción penal privada la querella, de conformidad
a lo establecido en el artículo 400 del Código, es el único medio para promover la acción penal y, en caso
de desistimiento de esta, el tribunal, de acuerdo al artículo 401, debe decretar el sobreseimiento definitivo
de la causa.
La intervención del querellante, en los delitos de acción penal pública, no es necesaria ni irrevocable.

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No es necesaria pues en este tipo de delitos la participación de un querellante no es obligatoria. No es
irrevocable por cuanto puede desistirse de la querella y el proceso seguirá subsistiendo. Lo anterior pues
debe recordarse que por aplicación de los principios de oficialidad y legalidad tratándose de delitos de
acción penal pública deben ser perseguidos por el Estado de oficio, sin considerar la voluntad del ofendido
ni de ninguna otra persona y el Ministerio Público está obligado a iniciar y sostener la persecución penal
sin que pueda suspenderla o hacerla cesar a su arbitrio.

¿Quién puede querellarse?

De conformidad a lo dispuesto en el artículo 111, como regla general, la querella sólo puede ser
interpuesta por la víctima, su representante legal o su heredero testamentario.
Merece algún comentario la inclusión del heredero testamentario pues este se encuentra vinculado por
una relación meramente patrimonial con el ofendido por el delito, de lo que sigue que el derecho a
interponer la querella que tiene el personalmente ofendido por el delito tendría ese carácter patrimonial
y sería transmisible.

Debe indicarse sí que la Comisión de Legislación y Justicia del Senado excluyó al heredero testamentario
del listado de las personas que, de acuerdo a lo señalado en el artículo 108 del Código, se consideran
víctimas en caso de delitos cuya consecuencia fuere la muerte del ofendido o de que no pudiere ejercer
los derechos que el Código se le otorga, precisamente, por el carácter meramente patrimonial de la
relación entre estos.
El artículo 111, además, plantea una situación especial en que se permite a ejercer la querella a personas
que no necesariamente podrían considerarse víctimas del delito.
Así, autoriza que cualquier persona domiciliada en la provincia deduzca querella tratándose de hechos
punibles cometidos en la misma que constituyeren delitos terroristas o delitos cometidos por un
funcionario público que afectaren derechos de las personas garantizados por la Constitución o contra la
probidad pública.

En otro orden de ideas esta norma, en su inciso tercero prevé que los órganos y servicios públicos sólo
podrán interponer una querella en la medida que sus respectivas leyes orgánicas le otorguen
expresamente las potestades correspondientes.
Por último, cabe consignar que el artículo 116 prohíbe que se querellen entre sí los cónyuges, a no ser
por delito que uno hubiere cometido en contra el otro o contra sus hijos o por el delito de bigamia, como
asimismo, los consanguíneos en toda la línea recta, los colaterales y afines hasta el segundo grado, a
no ser por delitos cometidos por unos contra los otros o contra su cónyuge o hijos.

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Requisitos de la querella

Son los señalados en el artículo 113 del Código. La norma expresamente señala que se trata de un
escrito y, además, formal, en la medida que el incumplimiento de sus requisitos puede traer, como
sanción mediata, la declaración de inadmisibilidad como se desprende de la letra b) del artículo 114.

Oportunidad para deducir la querella y admisibilidad de la misma.

De conformidad al artículo 112 la querella pude presentarse en cualquier momento, mientras el fiscal no
declare cerrada la investigación.
La querella, como lo señala el artículo 113, debe ser presentada ante el juez de garantía y, admitida a
tramitación, este debe remitirla al ministerio público.

A su turno, dispone el artículo 114, el juez no debe admitir a tramitación la querella cuando: a) fuere
presentada extemporáneamente, es decir, de acuerdo a lo establecido en el artículo112; b) cuando,
habiendo otorgado al querellante un plazo de tres días para subsanar los defectos que presente la querella
por falta de alguno de los requisitos indicados en el artículo 113, nos se realizaren las modificaciones
pertinentes; c) cuando los hechos expuestos no fueren constitutivos de delito; d) si de los antecedentes
apareciera de manifiesto que la responsabilidad penal del imputado se encuentre extinguida, y e) cuando
se deduzca por persona no autorizada por la ley.
En los dos primeros casos de declaración de inadmisibilidad, de acuerdo al artículo 117, tratándose de
un delito de acción penal pública, el juez de todas formas la debe poner en conocimiento del ministerio
público para ser tenida como denuncia, siempre que no le constare que la investigación del hecho hubiere
sido iniciada de otro modo.

Resulta contradictoria incluir la causal de inadmisbilidad de la letra a) del artículo 114, es decir la
extemporaneidad de su presentación, lo que se traduce en hacerlo una vez que el fiscal ha cerrado la
investigación, con la norma que obliga a remitir los antecedentes de todas formas al fiscal para ser tenida
como denuncia a menos que conste que la investigación se hubiere iniciado de otro modo pues,
precisamente la causa de la misma supone conocimiento de la existencia de la investigación del hecho y,
más aún, que la misma está terminada.
A su turno, si el tribunal declara inadmisible la querella por la causal de la letra d) del artículo 114) esto
es, por estar manifiestamente extinguida la responsabilidad penal del imputado, tal declaración debe
hacerla con citación del Ministerio Público, como la misma norma lo dispone.

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En caso que el tribunal declare inadmisible la querella la resolución es apelable pues expresamente el
artículo 115 concede el recurso. Por el contrario, si la admite a tramitación dicha resolución es inapelable.

Desistimiento y abandono de la querella.

De acuerdo al artículo 118 el querellante puede desistirse de su querella en cualquier momento del
procedimiento. Debe tenerse presente que el desistimiento, respecto de delitos de acción penal pública
no supone ningún efecto respecto de la acción, en cambio, tratándose de delitos de acción penal privada,
la extinguen debiendo el tribunal de conformidad a lo dispuesto en el artículo 401 decretar el
sobreseimiento definitivo.

El mismo artículo 118 y el 119 regulan efecto del desistimiento con relación a las costas y al querellado.
A su vez, el artículo 120 establece tres casos de abandono de la querella, que supone una sanción procesal
para el querellante que deja realizar actuaciones procesales esenciales en el procedimiento y que se
traduce en la imposibilidad de ejercer los derechos que en esa calidad le confiere el Código. (121)

Los casos que prevé el artículo 120 son los siguientes: a) Cuando no adhiere a la acusación fiscal o no
acusa particularmente e n la oportunidad correspondiente; b) cuando no asiste a la audiencia de
preparación del juicio oral sin causa debidamente justificada, y c) cuando no concurre a la audiencia del
juicio oral o se ausenta de ella sin autorización del tribunal.
El mismo artículo 120 hace apelable la resolución que declara el abandono de la querella, sin suspender
el curso del procedimiento; por el contrario, la que lo rechaza es apelable.

MEDIDAS CAUTELARES PERSONALES.

Cuestiones generales:

Bajo esta denominación se engloban ciertas medidas que, para asegurar las finalidades del
procedimiento, pueden decretar los tribunales de garantía o del juicio oral, por regla general a petición
del Ministerio Público o del querellante, excepcionalmente de oficio, y que importan para el imputado,
restricción o privación de su libertad.

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Estas medidas presentan un primer problema básico que superar. Si entendemos que el proceso penal
en un Estado Democrático de Derecho reconoce ciertas garantías básicas a los imputados, entre las
cuales, la de presunción de inocencia, una de cuyas manifestaciones, el trato como inocente, supone que
mientras no se dicte una sentencia condenatoria y la misma no se encuentre ejecutoriada, no puede
imponerse, por anticipado, consecuencias propias de una sentencia condenatoria, como ser,
precisamente, privaciones o restricciones de su libertad, resulta necesario determinar que puede permitir
imponer, en el curso del procedimiento, medidas que sí lo permiten y que resultan incongruentes con
esta garantía.

A este respecto podemos señalar, en términos generales, que se reconoce por la doctrina y la normativa
internacional que en ciertos casos los requerimientos del procedimiento llevan a que no exista otra
posibilidad que aplicar ciertos niveles de coerción estatal en contra del imputado, especialmente para
asegurar su presentación a los actos del juicio y al cumplimiento de la sentencia definitiva. De esta
manera se entiende legítima la posibilidad que, durante el desarrollo del procedimiento penal, se pueda
imponer ciertos grados de restricción o incluso privación de libertad personal, pero siempre que ello sea
estrictamente necesario y cumpliendo requisitos que deben estar precisamente determinados por la
legislación, cuanto más, en caso de que la medida cautelar personal a imponer conlleve una mayor
afectación del derecho a la libertad, como ser tratándose de la detención o la prisión preventiva.

¿Cuales son los fines del procedimiento que permiten la aplicación de medidas cautelares
personales?.

Es indiscutido que el peligro de fuga autoriza la imposición de una medida cautelar, con la finalidad de
garantizar la presentación del imputado a los actos del procedimiento y cumplimiento de la eventual pena
que se le imponga.

En forma más discutida se entiende que también resulta legítimo la imposición de una medida cautelar
en caso de peligro de obstaculización a la averiguación de la verdad o, en otros términos, frente a un
peligro de destrucción de pruebas por parte del imputado. Así lo estiman por ejemplo, Julio Maier y
Alfredo Vélez Mariconde y lo establece el Código Procesal Modelo para Iberoamérica en su artículo 202.
Sin embargo, otros rechazan esta posibilidad sobre la base que esta causal no puede ser justificada a la
luz de la normativa internacional y, además, como lo dice Alberto Binder, por entender que el Estado
cuenta con otros medios que pueden precaver suficientemente un eventual perjuicio a la investigación y
que la ineficacia en su utilización no puede perjudicar al imputado.

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También algunos destacados procesalistas como Julio Maier, entienden que puede imponerse una media
cautelar fundándola en el peligro para la seguridad de la víctima por vía de la necesidad inmediata de
prevención sobre hecho concreto.

En cambio se rechaza por la doctrina la legitimidad de medidas cautelares basadas en existencia de


peligro para la seguridad de la sociedad, posibilidad consagrada en diversas legislaciones, entre otras la
nuestra y, aún más, considerada por el Comité de Derecho Humanos de la Organización de Naciones
Unidas y contemplada en las reglas mínimas de Naciones Unidas sobre medidas no privativas de libertad,
denominadas Reglas de Tokio que, refiriéndose especialmente a la prisión preventiva, luego de recalcar
su carácter de último recurso, permite que sea dispuesta: “teniendo debidamente en cuanta la
investigación del supuesto delito y la protección de la sociedad y de la víctima.” (Resolución 45/100 de
la Asamblea General, de 14 de diciembre de 1.990, citada por Cristian Riego en Sistema Jurídico y
Derechos Humanos, pag. 327)

Debe señalarse que este último criterio de justificación de las medidas cautelares y especialmente de la
prisión preventiva, es el más cuestionado desde que se utiliza para fines ajenos al proceso, como ser, la
prevención de futuros delitos y se sustenta en la supuesta peligrosidad del imputado.

Ahora, si bien la imposición de una medida cautelar tiene como exigencia la necesidad de su imposición
acorde con las finalidades expresadas, ello no satisface enteramente los requerimientos para ello.

En efecto, en cuanto atentado a la presunción de inocencia se requiere para su imposición un acto de


imputación delictiva por el órgano de persecución penal y, además, que la misma aparezca sustentada
en antecedentes que den verosimilitud a la imposición, lo que exige del poder jurisdiccional la realización
de un juicio de probabilidad de la misma sobre la base de los antecedentes que se le proporcionen, por
regla general recopilados durante la investigación, en términos que permitan suponer que el imputado
va ser eventualmente condenado en el juicio penal. Se hable así en doctrina de la exigencia de apariencia
de buen derecho o “fumus boni juris” que supone un análisis sobre la probabilidad de una sanción. Así la
justificación de la privación o restricción de libertad que conlleva la medida cautelar va estar en la
existencia del juicio jurisdiccional que estima probable, con los antecedentes reunidos
hasta el momento de la resolución, que se va a establecer el hecho punible y a demostrar la participación
del imputado.

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Características de las medidas cautelares.

Podemos señalar que las medidas cautelares presentan las siguientes características:

a) Instrumentalidad:

Se dice que las medidas cautelares son instrumentales desde que no constituyen un fin en sí mismas
sino que están vinculadas a la sentencia que haya de dictarse desde que están esencialmente dirigidas a
garantizar la presentación del imputado al juicio y al eventual cumplimiento de la sentencia condenatoria
que se dicte, sin perjuicio de que, además, sirvan a otros fines del procedimiento.

b) Provisionalidad:

Esto quiere decir que, durante el procedimiento, pueden ser decretadas, dejadas sin efecto o modificadas
en el evento que varíen las circunstancias que se tuvo presente al resolver, sin perjuicio de que, además,
se contempla la posibilidad de revisiones, aún sin petición de parte, transcurridos ciertos plazos.

c) Jurisdicionalidad:

Las medidas cautelares sólo pueden ser decretadas por los tribunales, previo cumplimiento de las
exigencias que establezca la ley, salvo algunas situaciones excepcionales, como la detención en caso de
delito flagrante que pueden practicar funcionarios policiales o cualquier persona.

Objetivos generales de la reforma en esta materia:

El Código de Procedimiento Penal del año 1.906, propio de otra época, no sólo desconoció garantías
básicas, (piénsese, por ejemplo, que nunca contuvo una consagración expresa de la presunción de
inocencia) sino que reglamentó las medidas cautelares personales en sentido contrario a tales garantías,
lo que se aprecia, ora en la denominación de “medidas para asegurar la persona del delincuente” que
otorgó a las mismas, ora en diversos aspectos sustantivos como, por ejemplo, regular la prisión
preventiva y el arraigo como un efecto normal de la resolución de procesamiento, sin exigir ningún análisis
de su necesidad para los fines del procedimiento, estudio que sólo se producía, tratándose de la prisión
preventiva, si el imputado pedía su libertad o nunca, como ocurría en el caso del arraigo derivado de la
resolución que sometía a proceso a una persona, pues en ningún caso podía ser alzado hasta el fin del
procedimiento.

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De esta manera el diseño del sistema cautelar tenía como base la prisión preventiva que pasaba a ser
así el régimen normal de los procesados quienes debían bregar por obtener su “libertad provisional o
excarcelación”, lo que, en algunas épocas, respecto de ciertos delitos, incluso, resultaba imposible al
establecer la ley delitos inexcarcelables.

Tan cierto es lo señalado que en el evento que el tribunal sometiera a proceso a una persona disponiendo,
consiguientemente, su prisión preventiva o bien que rechazara su excarcelación, dicha resolución podía
ser revisada por la Corte de Apelaciones sólo en el evento de que se interpusiera un recurso en su contra.
Por el contrario, en el evento de que el tribunal dispusiera la libertad provisional de un imputado preso,
si el delito merecía pena aflictiva, el sistema estableció el trámite de la consulta con la finalidad de revisar
la decisión del tribunal de primera instancia, posibilitando así su revocación, sin que mediara recurso
alguno en contra de la resolución, aún existiendo parte activa en el proceso sin perjuicio de que, además,
aún en el supuesto de una resolución aprobatoria, importaba demora en la obtención material de la
libertad.
De este modo desde un principio todos los actores de la reforma, sin ninguna excepción, entendieron y
plantearon la necesidad de superar el sistema de medidas cautelares de inocultable raíz inquisitiva por
uno que se adecuara al sistema acusatorio pretendido y fuera respetuoso de las garantías que en todo
Estado Democrático de Derecho corresponden a las personas.

Esta intención se ve ya en el Mensaje del Presidente de la República que acompañó el proyecto de Código
Procesal Penal en el que se indicó a este propósito: “En lo fundamental, este rediseño de las medidas
cautelares se basa en la afirmación de la excepcionalidad de las mismas y en su completa subordinación
a los objetivos del procedimiento. En cuanto a lo primero, el proyecto propone dar plena aplicación a la
presunción de inocencia, afirmando que quien es objeto de un procedimiento criminal en calidad de
imputado no debe sufrir, en principio, ningún detrimento respecto del goce y ejercicio de todos sus
derechos individuales en tanto éstos no se vean afectados por la imposición de una pena.”

Otro tanto se dijo en la tramitación legislativa. Así en el informe de la Comisión Legislación y Justicia de
la Cámara de Diputados textualmente se señaló: “No obstante, a partir el reconocimiento de la necesidad
de proteger los objetivos del procedimiento respecto de actuaciones del imputado que pudieren afectarlos,
se autoriza al juez para adoptar un conjunto de medidas específicas, debidamente fundadas, que
restringen los derechos del imputado, cuando ello aparezca indispensable para garantizar su
comparecencia futura a los actos del procedimiento o al cumplimiento de la pena, o para proteger el
desarrollo de la investigación o a las víctimas, o para asegurar los resultados pecuniarios del juicio.”

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De esta manera podemos señalar que se pretendió adecuar las medidas cautelares al principio de
inocencia, lo que se traduce en el reconocimiento de su carácter excepcional, la interpretación restrictiva
de las normas que las permiten y la exigencia de una resolución judicial fundada que las autorice, previo
debate, evitándose su consideración como efecto de otras resoluciones. De la misma manera el legislador
dejó manifiesta la intención de que estas medidas cautelares sólo podías decretarse para la realización
de fines del procedimiento y nunca podían tener el carácter de pena anticipada.

REGLAMENTACIÓN DE LAS MEDIDAS CAUTELARES:

Reglas generales:

Las medidas cautelares se encuentran reglamentadas en el Título V del Libro Primero del
Código, entre los artículos 122 al 156.
Este título contiene seis párrafos y en el primero, constituido exclusivamente por el artículo 122, el
legislador consagró un principio general en materia de medidas cautelares.

Así, dicha norma indica que las medidas cautelares sólo pueden ser impuestas cuando fueren
absolutamente indispensables para garantizar los fines del procedimiento y duran mientras subsista la
necesidad de su aplicación.
La norma agrega que las medidas deben siempre ser decretadas por medio de resolución judicial fundada.

Por medio de esta norma el legislador plasmó las ideas fundamentales del nuevo diseño de las medidas
coercitivas: excepcionalidad, deriva del reconocimiento del derecho de presunción de inocencia;
subordinación con finalidades del procedimiento, lo que excluye su consideración como pena anticipada
y, por último, su origen jurisdiccional.

En lo que se refiere a la imposición de las medidas cautelares por resolución judicial el Código no hace
sino obedecer el mandato contenido en el artículo 83 de la Constitución Política de la República. En efecto,
esta norma, inscrita en el Capítulo VII sobre el Ministerio Público dispone, en su inciso tercero, que las
actuaciones que priven al imputado o a terceros del ejercicio de los derechos que la Constitución asegura,
o lo restrinjan o perturben, requerirán de aprobación judicial previa. Lo anterior lo reitera el artículo 4 de
la Ley 19.640, Orgánica Constitucional del Ministerio Público.

De esta manera ya el constituyente rechazó la posibilidad que el Ministerio Público, por sí, pudiere imponer
algún tipo de medida cautelar respecto del imputado, lo que se deriva de la concepción que estas medidas
importan un conflicto que, en un Estado de Derecho, debe ser resuelto por el juez, sobre la base de que

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este sea convencido de la necesidad de adoptarlas, recayendo en el ente persecutor la carga de lograr
tal convencimiento.

A tales principios generales consagrados en el artículo 122, debe unirse el de proporcionalidad de las
medidas cautelares personales pues, si bien no se encuentra establecido expresamente en el Código, e
incluso, habiéndose modificado el artículo 141 del Código que lo consagraba a propósito de la prisión
preventiva, resulta pacífica la necesidad de considerarlo aplicable a todas las medidas cautelares. En
efecto, íntimamente ligado a la excepcionalidad de las mismas y a la aplicación de la presunción de
inocencia, este principio predica que las medidas no pueden conllevar una afectación de derechos que
sea superior a la pena que pudiera imponerse al acusado en el evento de ser condenado. Así, respecto
de un hecho sancionado con penas de multa o privativa de derecho resulta, en principio, innecesario
imponer una medida cautelar de privación de libertad como la detención o la prisión preventiva o, incluso,
una restrictiva de esta, como la prohibición de salir del país, pues aparecen desproporcionadas al hecho
sólo imputado.

LA CITACIÓN JUDICIAL

Cuestiones generales y concepto:

Esta es la medida cautelar personal de menor intensidad dentro del sistema. Se trata, como su nombre
ya lo indica, de una mera convocatoria que el tribunal hace al imputado para presentarse a actos
determinados del procedimiento. Como lo señaló la Comisión de Legislación y Justicia de la Cámara de
Diputados al emitir su primer informe: “En el proceso penal la citación es una vinculación que se produce
entre el proceso y el sujeto, conforme al cual el tipo queda convocado a presentarse a los actos de
instrucción del juicio y a la ejecución de la sentencia, pero no en términos neutros, sino que bajo una
amenaza vigente: que su incumplimiento tornará ese simple llamado en una orden de privación de
libertad.”

De inmediato, y para evitar confusiones, debe señalarse que la citación, en cuanto medida cautelar, es
aquella que dispone por la judicatura respecto de un imputado cuya presencia es necesaria en un tribunal.
Por consiguiente, no quedan comprendidas en esta categoría las citaciones que, de conformidad al artículo
23 del Código, practica el Ministerio Público, ni las citaciones que disponga el tribunal respecto de terceros.

Procedencia y requisitos:

Esta medida puede ser decretada exclusivamente por un tribunal y, a diferencia de las otras que requieren
la existencia de antecedentes que la justifiquen, la citación exige como único fundamento, conforme lo

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señala el artículo 123, que: “fuere necesaria la presencia del imputado ante el tribunal.”, lo que puede
ocurrir, por ejemplo, cuando el fiscal quiera formalizar la investigación. (231 inciso tercero) o bien discutir
la procedencia de la prisión preventiva en una audiencia citada especialmente al afecto, (142 inciso
tercero)

Ahora, debe tenerse presente que de conformidad al artículo 124 del Código Procesal Penal, existen ilícitos
penales respecto de los cuales sólo puede emplearse la citación, estando vedado pues, recurrir a las otras
medidas cautelares. Así, dicha norma establece que: “Cuando la imputación se refiere a faltas, o a delitos
que la ley no sancionare con penas privativas ni restrictivas de libertad, no se podrán ordenar medidas
cautelares que recaigan sobre la libertad del imputado, con excepción de la citación.”

La misma norma, en su inciso segundo, dispone que ello no resulta aplicable en los casos a que se refiere
el inciso cuarto del artículo 134 (faltas que admiten detención) o cuando procediere el arresto por falta
de comparecencia, la detención o la prisión preventiva de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 33.”

De esta manera, y conforme a los principios ya señalados que informan el Código en esta materia, se
evita la utilización de medidas cautelares personales respecto de faltas y delitos menores. Así, si el ilícito
imputado tiene como techo de penalidad sesenta días de prisión u otro menor, para lograr la
comparecencia del imputado a una actuación del procedimiento que requiera su presencia el tribunal debe
limitarse a citarlo y, sólo en el caso de que no se presente, la ley permite que se despache arresto a su
respecto conforme a lo dispuesto en el artículo 33 del Código.

Debe sí indicarse que la ley 19.789, publicada en el Diario Oficial el día 30 de enero del año 2.002,
restringió el catálogo de ilícitos que sólo admiten citación. En efecto, el Código, en su concepción original,
por lo demás, la misma del Código del año 1.906, establecía dentro de estos los delitos que tuvieren
establecidas penas que no excedieran las de presidio o reclusión menores en su grado mínimo, esto es,
hasta quinientos cuarenta días. Sin embargo el legislador optó por excluir de los delitos que sólo admiten
citación aquellos sancionados con cualquier pena privativa de libertad, tratando de dar una señal de
dureza en el entendido que el diseño de medidas cautelares era demasiado liberal y estaba afectando la
imagen del sistema judicial.

En concordancia con lo que se viene señalando el artículo 134 del Código establece que si la policía
sorprende a una persona cometiendo in fraganti un hecho de los señalados en el artículo 124, debe
limitarse a citarla a la presencia policial, mientras que si se hubiese procedido a la detención del imputado,
el Fiscal informado de tal hecho debe otorgarle su libertad en el más breve plazo.

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Sin perjuicio de lo anterior, la citada Ley 19.789 y la 19.950 permitieron que respecto de ciertas faltas
fuera procedente la detención, considerando la imagen negativa que socialmente pudiera producir la
no-aplicación de medidas cautelares duras respecto de ciertos hechos, como ser, amenazas con arma
blancas o de fuego, lesiones leves, hurto simple y de hallazgo, ciertos fraudes e incendios, daños,
ocultación de nombre, negación a manifestarlo o señalamiento de domicilio falso y, por último, lanzar
piedras u otros objetos arrojadizos en perjuicio de casas o edificios o con peligro de personas.

Efectos de la incomparecencia del imputado citado.

La respuesta a esta interrogante la da el artículo 124 inciso segundo, que se remite a todas las
posibilidades del artículo 33.

En efecto, si se lee el artículo 33, referido a las citaciones judiciales, en su inciso tercero, dispone que el
imputado que no compareciere injustificadamente puede ser detenido o sometido a prisión preventiva
hasta la realización de la audiencia respectiva. Pero, además, el artículo 124 hace referencia a la
posibilidad de disponer el arresto, que no constituye una medida cautelar personal sino que
exclusivamente, un medio para obtener el cumplimiento de las resoluciones judiciales.

Debe indicarse que si bien estos conceptos no están definidos en la ley, de lo dispuesto en los artículos
125 y siguientes aparece que la detención (a diferencia de lo que establecía el Código de Procedimiento
Penal, que la hacía procedente respecto de testigos y peritos reticentes de concurrir al tribunal), sólo se
contempla como una medida cautelar personal aplicable, por consiguiente, exclusivamente a los
imputados de un proceso penal, salvo los casos previstos en el inciso cuarto del artículo 129 del Código,
esto es, la obligación policial de detener al condenado a penas privativas de libertad que quebrante su
condena, al que se fuga estando detenido, al que fuere sorprendido en violación flagrante de de las
medidas cautelares que se le hubieren impuesto o el que violera la condición impuesta al otorgársele la
suspensión condicional del procedimiento de abstenerse de frecuentar determinados lugares o personas,
prevista en la letra b) del artículo 238 del Código, en la medida que la misma se le hubiere impuesto
para la protección de otras personas, sin perjuicio que en estos casos claramente podemos hablar
también de un imputado o incluso, como se vio, de un condenado.

Por el contrario, el arresto es una medida compulsiva establecida en diversas partes de nuestro
ordenamiento jurídico como medio de obtener el cumplimiento forzado de resoluciones judiciales. Así lo
establece, por lo demás con carácter general, el artículo 238 del Código de Procedimiento Civil, que
inscrito el Libro I de este cuerpo legal, de conformidad a lo dispuesto en el artículo 3 del mismo resulta
aplicable a todas las gestiones, trámites y actuaciones que no tengan una regla especial diversa.

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La diferencia entre el arresto y la detención no resulta baladí pues en el Código Procesal Penal, como se
señala expresamente en el inciso final del artículo 33, el arresto tiene una duración máxima de 24 horas,
mientras que la detención, conforme lo establece el artículo 132 inciso segundo, admite una ampliación
hasta por tres días.

De lo anterior sigue que, según el caso y de acuerdo a la situación fáctica y jurídica, el tribunal puede,
ante la incomparecencia del imputado, disponer su arresto o las medidas de detención o prisión preventiva
hasta la realización de la audiencia a la cual no ha concurrido.

En esta materia el Código también fue modificado por la ley 19.789 pues en el diseño original se discutió
cual era el efecto de la inasistencia del imputado a una actuación del tribunal en la medida que el artículo
124, si bien se remitía al artículo 33 del Código, sólo hacia referencia al arresto por falta de comparecencia
y no a la detención ni a la prisión preventiva.

Forma de practicar la citación:

Los artículos 123 y 124 no lo señalan la forma de practicar la citación. Así, debiera entenderse que debe
aplicarse lo dispuesto en el artículo 33 del Código, norma común a la generalidad de las citaciones
judiciales, que, como ya vimos, también resulta aplicable a la citación como medida cautelar, claro que
por remisión expresa del artículo 124, mas se trata de una norma contenida en el Libro I que contiene,
precisamente, disposiciones generales.

Pues bien, el inciso primero del artículo 33 indica que cuando fuere necesario citar a una persona se le
notificará la resolución que ordena su comparecencia, mientras que el inciso segundo señala que se debe
hacer saber al citado el tribunal al cual debe comparecer, su domicilio, fecha y hora de la audiencia, la
identificación del proceso de que se trata y el motivo de la comparecencia, más la advertencia de la
posibilidad de ser conducido por medio de la fuerza pública si no asiste de manera injustificada.

Esta notificación debiera practicarse de conformidad a las reglas generales, es decir, de acuerdo a lo
previsto en los artículos 24 y siguientes.

Por lo demás esto no debiera extrañar pues, no obstante la inclusión de la citación judicial del imputado
como medida cautelar personal, sus efectos esenciales son los mismos que los de la citación judicial
genérica utilizada para obtener la comparecencia de cualquier persona al tribunal, particularmente
testigos y peritos, es decir, imponen la obligación de asistir el día y hora indicada bajo el apercibimiento
de poder ser conducidos por medio del auxilio de la fuerza pública en caso de audiencia injustificada, sin

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perjuicio de que, tratándose del imputado, el tribunal pueda, como se vio, decretar su detención o incluso
la prisión preventiva.

La interpretación anterior no es pacífica. El Fiscal Nacional del Ministerio Público ha entendido que, al no
establecer la ley la forma de practicar la citación pudiera ser aplicable analógicamente lo dispuesto en el
artículo 23, referido a las citaciones practicadas por el Ministerio Público, de manera que podría realizarse
“por cualquier medio idóneo”.

LA DETENCIÓN: (art.125 a 138)

Concepto:

De acuerdo a su reglamentación en el Código Procesal Penal, podemos definir la detención como una
medida cautelar personal, decretada por el tribunal cuando la comparecencia del imputado pudiera verse
demorada o dificultada, o bien practicada por un agente de la policía o de cualquier persona en caso de
delito flagrante y que consiste en la privación de su libertad por un lapso no superior a veinticuatro horas,
con el único objeto de ponerle a disposición del tribunal competente, sin perjuicio de que, cuando ello se
verifica, el juez, a petición del fiscal del Ministerio Público, pueda ampliar el plazo de detención hasta por
tres días cuando existan antecedentes que lo justifiquen.

Antecedentes:

El Código de Procedimiento Penal del año 1.906, si bien regulaba la detención, según la nomenclatura
entonces existente, como una medida para asegurar la persona del delincuente, esto es, como una
medida cautelar, también la estableció con otras finalidades.

Así se la utilizaba para obtener la debida cooperación de terceros en el procedimiento, en la medida que
se facultaba de detención de testigos y peritos rebeldes de concurrir al tribunal; cuando existía temor
que un testigo no se presentara a prestar declaración o, aún más, en caso de que varias personas se
encontraran presentes en el lugar de comisión de un delito, el juez podía dispone su detención si estimara
necesario que ninguna de ellas se separe del lugar para practicar diligencias indagatorias. Por otra parte
también se la empleó como un medio de prevención criminal, finalidad que se manifestaba nítidamente
en la existencia de diversas causales que genéricamente recibieron la denominación de detención por
sospecha.

Dentro de las características que merecen ser destacadas en el anterior estatuto de detención cabe
consignar los plazos de duración de la misma que, objeto de severas críticas, como se verá, fueron
drásticamente reducidos por el nuevo ordenamiento. Así en el sistema anterior, producida la detención
de una persona la policía, para ponerla a disposición del tribunal competente, tenía 24 horas en caso

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que la misma se hubiere practicado por delito flagrante y 48 horas en caso de que hubiese existido orden
previa de alguna autoridad con facultad para ello y, más aún, el juez podía ampliar estos plazos de 24 y
48 horas hasta un total de cinco días. Una vez que el detenido era puesto a disposición del tribunal en
los plazos antes señalados, recién empezaba a correr el denominado plazo de detención que,
generalmente era de cinco días sin perjuicio de que, como se vio, las personas hubiesen estado privadas
de libertad previamente hasta por varios días.

A este respecto debe considerarse que si bien el Código de Procedimiento Penal establecía la obligación
de la policía de poner a disposición del tribunal a las personas detenidas en los plazos ya señalados, si el
plazo para presentar al detenido a disposición del tribunal vencía fuera del horario de funcionamiento del
mismo o bien en un día inhábil, se ingresaba al detenido en un recinto de Gendarmería de Chile, institución
que, a su vez, debía presentar a la persona privada de libertad al tribunal a primera hora de su
funcionamiento. De este modo, no obstante los plazos de horas establecidos en la ley para que el Juez
controlara la legalidad de la detención de un imputado, en la práctica, podían extenderse otras tantas
horas o, incluso días, en casos de fin de semana y más aún si existían feriados inmediatamente antes o
después.

Por último, debe tenerse en cuenta que el Código de Procedimiento Penal facultaba a ciertas autoridades
administrativas: Intendentes, Gobernadores y Alcaldes, para disponer la detención de inculpados por
ciertos delitos graves cuando por la demora en recabar la orden del juez competente pudiera burlarse la
acción de la justicia. Esa posibilidad desapareció del nuevo Código.

La breve reseña anterior respecto de ciertas características de la detención en el régimen del Código del
año 1.906, resulta paradigmática para indicar que pretendió el legislador del año 2.000 en la materia.

Así, en primer término se procuró regular la detención exclusivamente como una medida cautelar
personal, excluyendo la posibilidad de aplicarla con objetivos distintos. No significa que el nuevo Código
haya dejado de lado tales fines, pero no contempla la detención para ello. Así, para garantizar la presencia
de terceros en los actos del procedimiento se regula el arresto, medio compulsivo de aplicación general
para lograr el cumplimiento de resoluciones judiciales; mientras que para prevenir la comisión de delitos
se contempló el denominado control de identidad establecido en el artículo 85, sin perjuicio de que la ley
19.693 de 28 de septiembre del año 2.000 también lo introdujo en el Código de Procedimiento Penal al
suprimirse la detención por sospecha.

A su vez, y en la medida que dentro de los objetivos de todo el nuevo sistema de mediadas cautelares
estaba el reconocimiento de la presunción de inocencia, se redujeron los plazos para poner a disposición
de los tribunales a los imputados, sin perjuicio de establecer, en caso de detención por delito flagrante,
que resultan ser aquellos con mayores posibilidad de vulneración de derechos de las personas desde que

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la misma se practica sin orden previa, un primer control de legalidad de la detención por parte del
Ministerio Público, que se practica dentro de los doce horas siguientes a la práctica de la misma.

Por la misma razón, se establece que el imputado debe ser efectivamente puesto a disposición del tribunal
competente dentro de los plazos establecidos en la ley y, además, se elimina la posibilidad que
autoridades administrativas pueden disponer la detención de imputados por ciertos delitos.

Para ello, el artículo 133 expresamente prohibió a los encargados de establecimientos penitenciarios
aceptar el ingreso de persona sino en virtud de órdenes judiciales, terminando así con las denominadas
remisorias por las cuales la policía, luego de practicar una detención por delito flagrante, ponía al detenido
a disposición del tribunal competente por medio de su ingreso a un recinto penitenciario el que, en la
práctica, sólo lo presentaba efectivamente a la presencia judicial al siguiente día hábil de funcionamiento
del tribunal.

Reglamentación de la detención.-

Cuestiones generales.

Para comenzar debe indicarse que, de conformidad a lo dispuesto en el artículo 125, nadie puede ser
detenido sino por orden de funcionario público expresamente facultado por la ley y después que dicha
orden le fuere intimada en forma legal, salvo el caso de delito flagrante. Repite así el Código lo dispuesto
en el artículo 19 N° 7 letra c) de la Constitución Política de la República.

Como ya se señaló en el nuevo Código sólo los tribunales pueden disponer la detención de las personas
eliminándose la facultad que Intendentes, Gobernadores y Alcaldes tenían en el Código del año 1.906
para ordenar la detención de los imputados por ciertos delitos en situaciones excepcionales. Ello no
significa que sólo los tribunales pueden disponer la privación de libertad de una persona. Piénsese, por
ejemplo, en las facultades que la propia Constitución, en el artículo 41, entrega al Presidente de la
República a propósito de los estados de excepción constitucional, sin perjuicio de estimarse en la
Comisión de Legislación y Justicia del Senado que debía mantenerse la referencia genérica de funcionario
público y no limitarla exclusivamente al juez como lo prevé el Código por tratarse de una norma tomada
de la Carta Fundamental que admite la posibilidad que leyes especiales faculten a otros funcionarios.

Si bien la Carta Fundamenta mantiene los plazos de detención de cuarenta y ocho horas para poner a
disposición del tribunal en caso que la detención haya sido practicada por una autoridad y los plazos
judiciales de detención de cinco días y diez en caso de delitos terroristas, no debe estimarse que esa
disconformidad con los plazos del Código vigente constituya una eventual inconstitucionalidad de las
normas legales o interpretarse que, en desmedro de estas puedan aplicarse derechamente los términos
establecidos en la Carta Fundamental pues sus normas al efecto, insertas dentro de los Derechos y

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Garantías de las personas, constituye un límite mínimo que el legislador, en todo caso, debe respetar al
establecer la legislación pertinente, pero nada impide que establezca plazos menores en mayor resguardo
de los derechos de las personas.

Otra cuestión que merece algún comentario a propósito de la orden de detención es la exigencia
constitucional y legal de que sea “intimada” al afectado.

Esta obligación debe relacionarse con el derecho del imputado, contenido en la letra a) del artículo 94
del Código, a que se le exhiba la orden que disponga la privación de libertad de manera de determinar
si la exigencia de intimación y la de exhibición de la orden son una sola o, por el contrario, se trata de
cuestiones distintas.

Necesariamente debe estarse con la segunda posibilidad. El término “intimación” da cuenta que la
exigencia constitucional y legal, al momento de practicarse la detención, se cumple lisa y llanamente
dando aviso o noticia de la causa de la detención, sin que sea menester, en ese momento, que quien
practica la detención exhiba materialmente la orden judicial pues ello supondría que todos y cada uno
de los funcionarios policiales del país debieran andar trayendo consigo las miles de orden de detención
expedidas por los tribunales de justicia. Cuestión distinta es que una vez que la detención se practique y
se haya intimado la orden, por regla general una vez que el detenido haya sido trasladado al cuartel
policial, se le exhiba la orden correspondiente.

Tipos de detención

1.- Detención previa orden judicial.-

De conformidad a lo dispuesto en el artículo 127 el tribunal puede decretar la detención de


un imputado en dos circunstancias:

a) Sin previa citación, cuando de otra manera la comparecencia del imputado puede verse dificultada o
demorada y,

b) Respecto del imputado que, legalmente citado, no concurra a una audiencia judicial resultando su
presencia una condición de ésta.

1. a) Detención sin citación previa:

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En lo que se refiere a este caso el Código permite que el tribunal, a petición del Ministerio Público,
pueda disponer la detención del imputado para que sea conducido a su presencia, sin previa citación,
cuando de otra manera su comparecencia pudiera verse demorada o dificultada.

Excluye sí el artículo 127 inciso primero los casos contemplados en el artículo 124, es decir, aquellos
ilícitos que sólo admiten citación que, como se dijo, no admiten otra medida cautelar, salvo el caso de
incomparecencia del imputado a la audiencia a la que fuera citado.

De esta manera, salvo que el hecho sólo admita citación, el Ministerio Público, puede concurrir
directamente ante el Juez de garantía y pedirle derechamente que disponga la detención del imputado
cuando, a su juicio, la comparecencia del imputado pueda verse demorada o dificultada.

Así, pareciera del tenor de la ley que el legislador, al regular la detención, sólo consideró como criterio
válido para su utilización el peligro de fuga, descartando así las otras finalidades del procedimiento que
justifican la imposición de medidas cautelares personales que sólo operarían respecto de la prisión
preventiva y de las otras cautelares del artículo 155. No obstante ello, el Fiscal Nacional del Ministerio
Público, en su instructivo general N° 13, luego de indicar que los fiscales pueden pedir la detención en
caso de información sobre una próxima fuga del imputado o de un posible ocultamiento, indicó que
también deben pedir esta medida cuando conozcan de: “otras circunstancias que obstruyan la acción de
la justicia”, pareciendo desprenderse que se hace referencia al peligro de destrucción u ocultamiento de
pruebas por el imputado, posibilidad que, como se dijo, no sería fundamento válido de una detención,
más aún cuando de conformidad a lo dispuesto en el artículo 5 en esta materia rige estrictamente el
principio de legalidad y la prohibición de interpretación analógica.

Lo anterior sin perjuicio de que resulta difícil que a la hora que el tribunal determine si la comparecencia
del imputado puede verse demorada o dificultada, no considere criterios que a la luz de lo dispuesto en
el artículo 140, corresponderían estimar como situaciones de peligro para la seguridad de la sociedad, de
la víctima o para el éxito de la investigación.

Una primera duda que resulta de la redacción de la norma es de si otro interviniente, un querellante por
ejemplo, puede pedir directamente al tribunal la detención del imputado o bien disponerlo el tribunal de
oficio o sí, como pareciera desprenderse de la ley, ello sólo puede solicitarlo el Ministerio Público, como
por lo de más entendió el Fiscal Nacional en su Instructivo General N° 13. Si bien
buenas razones pudieran llevar pensar la conveniencia que no sólo el Ministerio Público pueda pedir
directamente la detención de un imputado, el tenor literal de la norma y la restricción que el artículo 5
impone al intérprete llevan a responder de modo negativo esta inquietud.

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En cuanto a la forma de solicitar la detención nada dice la ley, por lo que no cabe duda que puede
formularse verbalmente, en una audiencia, o bien por escrito. Además, tratándose de casos graves y
urgente, en que la inmediata autorización u orden judicial sea indispensable, de conformidad a lo
dispuesto en el inciso final del artículo 9 del Código, puede solicitarse y otorgarse por cualquier medio
idóneo, como teléfono, fax, correo electrónico u otro, sin perjuicio de la constancia posterior que se deje
en el registro correspondiente. En este caso, eso sí, el funcionario policial que practique la detención debe
entregar una constancia que señale el tribunal que expidió la orden de detención, el delito que le sirve
de fundamento y la hora en que se emitió.

Cuestión distinta es la orden que expida el tribunal en caso de acoger la solicitud de detención pues, de
conformidad a lo dispuesto en el artículo 154, debe ser otorgada por escrito y contener las menciones
que dicha norma indica, salvo, claro está, la situación de excepción del inciso final del artículo 9 del
Código, señalada en el párrafo anterior.

1.b) Detención imputado que no concurre a audiencia.

El inciso segundo del artículo 127 del Código permite disponer la detención del imputado que, legalmente
citado, no asiste a una audiencia resultando su presencia condición de ésta. Por ejemplo, la audiencia
de formalización de la investigación.

A su turno el artículo 33, a propósito de las citaciones judiciales, dispone que el imputado que no asista
a una audiencia judicial de manera injustificada, sea detenido o sometido a prisión preventiva hasta la
realización de la audiencia respectiva.

Por último, debe señalarse que resultando obligatoria la presencia del acusado en la audiencia del juicio
oral conforme a lo dispuesto en el artículo 285 del Código, su inasistencia injustificada puede acarrearle
derechamente la prisión preventiva, como aparece de lo dispuesto en el artículo 141 inciso final, siempre
que lo pida el querellante o el Ministerio Público.

Sin perjuicio de los problemas interpretativos que originan las normas indicadas, lo que se analizará al
momento de estudiar la prisión preventiva, por ahora bástenos con tener presente esta posibilidad de
ordenar la detención por el acaecimiento de una circunstancia de objetiva constatación, como la
inasistencia a una audiencia, lo que distingue esta causal de las otras de detención e, incluso, de las otras
medidas cautelares que siempre presentan circunstancias de valoración subjetiva.

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Detención en caso de delito flagrante.

El artículo 129 del Código Procesal Penal establece que cualquier persona puede detener a quien
sorprenda cometiendo un delito flagrante, debiendo entregarlo inmediatamente al aprehendido a la
policía, al Ministerio Público o a la autoridad judicial más próxima.

De este modo la ley establece la facultad de toda persona para practicar una detención de quien sorprenda
cometiendo un delito flagrante.

Además, el inciso segundo de esta norma establece, ahora con carácter de obligación funcionaria, que
los agentes policiales deben detener a quienes sorprendan in fraganti cometiendo un delito.

Esta obligación se extiende también, conforme lo dispone inciso cuarto del artículo 129 del Código, a la
detención del condenado a penas privativas de libertad que quebrante su condena, al que se fuga estando
detenido, al que fuere sorprendido en violación flagrante de de las medidas cautelares que se le hubieren
impuesto o el que violera la condición impuesta al otorgársele la suspensión condicional del procedimiento
de abstenerse de frecuentar determinados lugares o personas, prevista en la letra b) del artículo 238
del Código, en la medida que la misma se le hubiere impuesto para la protección de otras personas. En
este caso técnicamente no se trata de delitos flagrantes y el funcionario policial no hace otra cosa que
cumplir con un mandato de privación de libertad preexistente que puede ser, incluso, una sentencia
definitiva condenatoria, o bien, se permite la detención ante la constatación manifiesta de la vulneración
una resolución judicial.

En otro orden de ideas debe indicarse que el artículo 129, en su inciso tercero, resolvió el problema de la
detención en caso de que el delito flagrante sea de abuso sexual, es decir, aquellos previstos en los
artículos 361 a 366 quater del Código Penal, pues se trata de delitos que requieren previa instancia de
particular, lo que pudo llevar a pensar, a falta de disposición expresa, que mientras no se produjera el
impulso del interesado terceros o la policía estaban inhibidos de practicar algún tipo de detención en estos
casos. En la historia del establecimiento de la ley (Segundo Informe de la Comisión en el Senado)
expresamente se indicó que se autorizaba la detención en estos casos para proteger al particular o policía
que actuaba en estos casos e incentivar a las personas a proteger a las víctimas.

2.a) Casos de flagrancia.

Si bien pudiera dar lugar a dudas cuando un delito está en situación de flagrancia que autoriza la
detención, la ley, en el artículo 130, precisa los casos en que ello debe entenderse, superando así dudas
que pudiere surgir a este respecto, sin perjuicio de las que nacen de la descripción de las mismas.

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Debe indicarse que los casos de flagrancia, y sin perjuicio de algún tipo de modificaciones meramente
gramaticales, son los mismos que contemplaba el artículo 260 del Código de Procedimiento Penal, salvo
en la ampliación de la causal de la letra e) del artículo 130, que a partir de la Ley 20.074 quedó como
una causal genérica y no sólo para delitos de robo o hurto y la determinación legislativa de lo que debe
entenderse por tiempo inmediato.
Así, en primer término,

la letra a) de la norma contempla la flagrancia propiamente tal, al autorizar la detención de quien se


encontrare cometiendo un delito.

la letra b) permite la detención del que acaba de cometer un delito.

Por su parte la letra c) permite detener al que huye del lugar de comisión del delito y es designado por
el ofendido u otra persona como autor o cómplice. Aquí la ley parece exigir continuidad espacio -
temporal entre el lugar de comisión, la huida y la designación del presunto responsable.

La letra d) ya se aleja de la conexión espacio temporal con el delito e incluso de la designación del
presunto responsable por alguna persona, para permitir la detención de quien, en un tiempo inmediato a
la perpetración del delito, fuere encontrado con objetos procedentes de aquél o con señales, en sí mismo
o en sus vestidos, que permitan sospechar su participación en él, o con armas o instrumentos que
hubieren sido empleados para cometerlo.

Por último, la letra e) del artículo 130, señala que se encuentra en situación de flagrancia el que las
víctimas de un delito que reclamaren auxilio, o testigos presenciales, señalaren como autor o cómplice
de un delito que se hubiere cometido en un tiempo inmediato.
Este caso, a diferencia de la letra c), permite que exista una desconexión espacial entre el lugar de
comisión del hecho y aquel en que es detenida la persona. Esta fórmula permite la práctica policial, una
vez recibida una denuncia especialmente por delitos de robo con violencia e intimidación, de recorrer el
sector de comisión del delito con la víctima buscando que esta reconozca a él o los autores.

Debido a las disímiles interpretaciones que originó la determinación de lo que debía entenderse por
“tiempo inmediato”, el legislador, en la Ley N° 20.253, agregó un inciso final nuevo al artículo 130 del
Código, señalando que debe entenderse por tiempo inmediato todo aquel que transcurra entre la
comisión del hecho y la captura del imputado, siempre que no hubieren transcurrido más de doce horas.

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Detención dispuesta por cualquier tribunal.

El artículo 128 del Código permite que cualquier tribunal, aún cuando no ejerza jurisdicción en lo criminal,
pueda dictar órdenes de detención en contra de las personas que, dentro de la sala de despacho,
cometieren algún crimen o simple delito, debiendo conformarse a las disposiciones del título del Código.

El Código repite esta norma que el Código de Procedimiento Penal contemplaba en su artículo 256,
precisando que debe conformarse a las disposiciones del título. Puede plantearse la duda si una vez
practicada la detención por los organismos policiales corresponde a estos avisar al Ministerio Público de
conformidad a lo dispuesto en el inciso segundo del artículo 131, lo que resulta aplicable a los casos de
detenciones practicadas por delito flagrante y, si bien un análisis exegético de la norma pudiera llevar a
concluir que no, la respuesta parece ser necesariamente positiva.

El depositario constitucional de la acción penal pública es el Ministerio Público de manera que el aviso,
además de permitir un primer control de legalidad de las detenciones practicadas por terceros o la policía,
permite a este organismo analizar la plausibilidad de ejercer algún tipo de pretensión penal respecto del
detenido, de modo que pueda disponer de inmediato la libertad respecto de quienes tal análisis resulte
negativo acortándose así el tiempo de detención de las personas respecto de las cuales no se ejercerá,
al menos en el tiempo inmediato, una acción punitiva. Cuando se trata de una detención previa orden
judicial conforme al inciso primero del artículo 127, la misma sólo puede dictarse a petición del Ministerio
Público, obviamente cuando estimada pertinente ejercer algún tipo de pretensión penal respecto del
imputado, por lo que el aviso señalado carece de sentido. Por el contrario, tratándose de la detención
ordenada por algún juez por estimar que se ha cometido un delito en la sala de despacho, el objeto
garantista del aviso cobra valor pleno no siendo óbice para ello que la valoración del mérito de la detención
la haya efectuado por un juez, pues la atribución primaria de responsabilidades penales corresponde de
manera exclusiva al Ministerio Público, más aún cuando este, aún estimando que exista algún tipo de
responsabilidad penal, puede ejercer algún de las manifestaciones prácticas del principio de oportunidad.

Plazos de detención.-

Se debe distinguir si la detención ha sido practicada previa orden judicial o bien practicada en un caso de
flagrancia y, en este último caso, además, quien practicó la detención.

En el primer caso, es decir, cuando la detención ha sido practicada previa orden de tribunal competente,
el artículo 131, en su inciso primero, dispone que los agentes policiales que hayan practicado la detención
o bien el encargado del recinto de detención, deben conducir, inmediatamente al detenido a la presencia
del juez que hubiere expedido la orden. De no ser ello posible por no ser hora de despacho, el detenido

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puede permanecer en el recinto policial o de detención, por un período que no puede exceder de
veinticuatro horas.

Debido a los problemas que pueden presentarse en el caso que la detención sea practicada en una ciudad
distinta a aquella en que tiene su asiento el juez que la dispuso y en que por su distancia resulte imposible
o difícil cumplir el plazo máximo de veinticuatro horas señalado por la ley, la ley dispone en el inciso
segundo del artículo 70 del Código Procesal Penal, que si la detención se practicare en un lugar fuera del
territorio jurisdiccional del juez que hubiere emitido la orden, también es juez competente para conocer
de la audiencia judicial del detenido el juez de garantía del lugar en que se practicó la detención, siempre
que la orden respectiva hubiere emanado de un juez con competencia en una ciudad asiento de Corte de
Apelaciones diversa.

En caso que se disponga la prisión preventiva, el juez debe disponer el traslado inmediato del imputado
al establecimiento penitenciario del territorio jurisdiccional del procedimiento.

Lo anterior no tiene aplicación cuando la orden y la detención se dicta y practica en la Región


Metropolitana, desde que, en todo caso, la audiencia judicial debe ser realizada por el tribunal
naturalmente competente.

Tratándose de detenciones en caso de delito flagrante, como se adelantó, debe distinguirse si la detención
fue practicada por un particular o por un agente policial.

En el primer caso, el particular que practica la detención, de conformidad a lo dispuesto en el inciso


primero del artículo 129 del Código, debe entregar al detenido inmediatamente a la policía, al Ministerio
Público o a la autoridad judicial más cercana. De este modo ningún particular puede detener a una persona
por más tiempo que el estrictamente necesario para proceder a la entrega inmediata ya señalada. Lo
anterior sin perjuicio que la policía mantenga la detención por el término legal conforme a lo que se
señalará a continuación.

En el segundo caso, tratándose de una detención por delito flagrante practicada por la policía, o bien una
vez que el detenido es entregado por un particular a la policía, el encargado del recinto de detención o el
funcionario que la hubiere practicado, de conformidad al inciso segundo del artículo 131, debe informe
de ella al Ministerio Público en el término de 12 horas. El fiscal que recibe la información puede dejar sin
efecto la detención o disponer que el detenido sea conducido ante el juez dentro del plazo máximo de

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veinticuatro horas, contados desde que la detención hubiese sido practicada. Ahora, si el fiscal nada
manifiesta, la policía debe presentar al detenido ante la autoridad judicial en el plazo indicado.

Por medio de esta obligación de información al Ministerio Público la ley permite, desde luego, introducir
un mecanismo que permite controlar la legalidad de la detención pues esta noticia, por regla general
efectuado de manera verbal, debe permitir al Fiscal verificar si efectivamente estamos ante un caso de
delito flagrante que autorice la detención del imputado, el mérito de la misma e incluso una posible
selección de casos sobre la base de analizar desde ya la posibilidad de sostener con éxito una imputación
penal, la aplicación de una forma de terminación anticipada o de una salida alternativa, todo lo cual
pudiera decidirlo a que la privación de libertad resulta innecesaria disponiendo la inmediata libertad del
detenido.

No obstante el claro tenor y espíritu de la norma, el primer Fiscal Nacional, haciendo eco de la opinión
sostenida por don José Luis Cea Egaña, en orden a que la norma sería inconstitucional pues al exigir el
artículo 19 N° 7 letra c) inciso primero de la Constitución Política de la República que la persona
sorprendida por delito flagrante sea puesta a disposición del juez competente dentro de las veinticuatro
horas siguientes, consagra un derecho para el imputado siendo el juez el único órgano competente para
recibirlo en la medida que por la medida cautelar de detención se estarían afectando sus derechos
esenciales, respecto de lo cual el Ministerio Público carecería de jurisdicción, instruyó a sus fiscales en el
sentido que la facultad de disponer la libertad de un detenido podrían ejercerla únicamente en los casos
en que exclusivamente proceda la citación.

En ningún caso parece sostenible esta opinión. El que para hacer efectiva la garantía de presentación del
detenido ante juez competente sea necesario prolongar una privación de libertad que el propio ente de
persecución penal estime ilegal o inconducente para los objetivos del procedimiento, constituye un
absurdo lógico y jurídico que contraría al sistema general de garantías consagrado en el ordenamiento
jurídico, más aún cuando nada impide que posteriormente, con el imputado en libertad, se califique la
legalidad de la actuación de quien efectuó la detención.

Por último, debe señalarse que la Policía cumple con el plazo de 24 horas dejándolo bajo la custodia de
funcionarios de gendarmería del respectivo tribunal, evitando así el legislador que pudiera pensarse que
el plazo supone que el detenido quede efectivamente en presencia del juez de garantía, en una audiencia
formal.

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Comparecencia judicial del detenido.

Todo detenido, sea por orden judicial o por delito flagrante, debe ser puesto a disposición del juez de
garantía correspondiente, originándose así una audiencia que es conocida como “audiencia de control de
la detención”.

En esta audiencia el tribunal debe verificar los motivos que originaron la detención del acusado, como
asimismo, fiscalizar que la policía y el Ministerio Público cumplieron con el deber de información de sus
derechos al detenido, conforme lo establecido en los artículos 135 y siguientes. En el evento que
determine que dicha información no se entregó, el juez debe proporcionarla y oficiar, con los
antecedentes que correspondan, a la autoridad competente con el objeto de que aplique las sanciones
disciplinarias correspondientes o inicie las investigaciones penales que procedieren. (136)

A esta audiencia debe concurrir el fiscal del Ministerio Público o su abogado asistente pues, si no lo hacen,
conforme lo establece el inciso primero del artículo 132, el juez debe disponer la libertad del imputado.
En la audiencia, acorde a lo dispuesto en el inciso segundo del artículo 132, el Fiscal o su abogado
asistente puede adoptar diversas actitudes:
a) Asistir pero no formalizar la investigación ni solicitar ampliación del plazo de la detención. En este caso
debe disponerse la libertad del detenido.

b) Si está presente el defensor del imputado y cuenta con los antecedentes necesarios puede formalizar
la investigación y, con ello, queda habilitado para solicitar la prisión preventiva del detenido o bien la
aplicación de alguna de las medidas cautelares previstas en el artículo 155 del Código. De todas formas
puede suceder que el fiscal formalice la investigación pero no pida ninguna medida cautelar con lo que el
detenido también debe ser puesto en libertad.

c) En último lugar puede pedir la ampliación del plazo de la detención hasta por tres días. Esto lo hará
cuando no tiene los antecedentes necesarios para formalizar o bien estima que le faltan elementos para
solicitar una medida cautelar. El juez accederá a la solicitud cuando estimen que los antecedentes
justifican esta medida.

Conforme al tenor literal de la norma, en cuanto permite formalizar la investigación en el evento que esté
presente el defensor del acusado, pareciera que esta audiencia puede celebrarse sin la presencia de este,
sin embargo ello choca con lo dispuesto en el artículo 102 en cuanto exige la designación de un abogado
defensor, incluso de oficio por el tribunal, antes de la realización de la primera audiencia a que fuere

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citado el imputado. Cierto es que el imputado a la audiencia de control de la detención técnicamente no
es citado pero con mayor razón aún se justifica la necesidad de cumplir con esta exigencia.

Desde otro punto de vista origina algún tipo de duda determinar que sucede si el juez de garantía, en la
audiencia de control de una detención, supuestamente practicada en caso de flagrancia, determina que
la misma no encuadra estrictamente dentro de las situaciones previstas en el artículo 130, o bien que
desde que la detención fue practicada y hasta que el imputado es puesto a su disposición se han
infringido, de alguna manera, los derechos de este y procede a declarar la ilegalidad de la detención.

En atención a las distintas interpretaciones que se sostuvieron, el legislador, en la Ley N° 20.253,


determino los efectos que produce la declaración de ilegalidad de la detención.

Así, en primer término, debe indicarse que el fiscal o su asistente, pierde el derecho de solicitar la
ampliación del plazo de la detención, pero nada impide que se formalice al imputado y se pida y decreten
medidas cautelares personales a su respecto. (132 inciso final)

Además, la ley señala que la declaración de ilegalidad de la detención no produce cosa juzgada en relación
a la eventual exclusión probatoria que pudiere derivarse de misma, la que deberá solicitarse, debatirse
y resolverse en la audiencia de preparación del juicio oral de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 276 del
Código, oportunidad en la que se determinará si la actividad de investigación fue realizada en
contravención de las garantías fundamentales o bien proveniente de actuaciones o diligencias declaradas
nulas, y con ello la exclusión de la prueba con tales vicios obtenida.

En todo caso, debe indicarse que la declaración de ilegalidad de la detención realizada respecto de ciertos
delitos de especial connotación social, puede ser apelada por el fiscal o su asistente, concediéndose el
recurso en el sólo efecto devolutivo. (132 bis del Código)

Detención domiciliaria.

Como última cuestión dable de mencionar es que el artículo 138 del Código establece que en aquellos
casos en que pueda estimarse que una persona ha actuado en legítima defensa conforme a lo dispuesto
en el N° 6 del artículo 10 del Código Penal, la detención debe hacerse efectiva en su residencia y si el
detenido tiene su residencia en un lugar distinto de a ciudad donde funciona el tribunal de garantía
competente, la detención se debe verificar en la residencia que el imputado señale dentro de la ciudad
en que se encontrare el tribunal.

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LA PRISIÓN PREVENTIVA.

Concepto:

La prisión preventiva es una medida cautelar personal que sólo puede ser dispuesta cuando las demás
medidas cautelares son insuficientes para garantizar las finalidades del procedimiento, que consiste en la
completa privación de libertad del imputado en un recinto penitenciario, por tiempo indeterminado
durante la tramitación del proceso y que el tribunal puede disponer cuando estime que existen
antecedentes que justifican la existencia del delito que se investiga, permiten presumir fundadamente
que el imputado ha tenido participación en este y que lleven a considerar que la medida resulta
indispensable para el éxito de diligencias precisas y determinadas de investigación o que la libertad del
imputado es un peligro para la seguridad de la sociedad o del ofendido o existe peligro que el imputado
se dé a la fuga.

Cuestiones generales:

Ya a propósito de las medidas cautelares en general se indicaron los objetivos de la reforma en la materia
y los problemas que origina la aplicación de este tipo de medidas, lo que resulta especialmente aplicable
a esta medida en cuanto necesariamente es la más grave a que puede quedar sujeto un imputado, pues,
como dice Winfried Hassamer: “es la privación de libertad frente a un inocente”.

Debemos recordar, además, que durante la vigencia del Código de Procedimiento Penal uno de los puntos
más discutidos y modificados fue el de las medidas cautelares y, especialmente el de la prisión preventiva.

Así, en materia de prisión preventiva, fue frecuente una cada vez mayor rigurosidad legislativa
estableciéndose causales de inexcarcelación durante el proceso o que se limitara la libertad provisional
respecto de los procesados por delito que mereciera pena aflictiva.

Sin embargo, en el año 1.976 el Acta Constitucional N°3 estableció que la libertad provisional era un
derecho, a menos que el juez la estimare, entre otras razones, necesaria para la seguridad de la sociedad.
El acta motivó discusiones en orden a si las normas restrictivas continuaban vigentes, resultando
mayoritario así estimarlo.

La Constitución del año 1.980, innovó en la materia pues eliminó la referencia al “derecho a la libertad
provisional”, sin perjuicio de establecer en el N° 7 letra e) del artículo 19 que la libertad provisional

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procederá siempre a menos que la detención o la prisión preventiva sea considerada por el juez como
necesaria para las investigaciones del sumario o para la seguridad del ofendido o la sociedad...” Pero,
eso sí, el artículo 356 del Código de Procedimiento Penal estableció que la libertad provisional es un
derecho de todo detenido o preso.

A partir del año 1.991 se dictaron una seria de leyes conocidas como “Leyes Cumplido” que buscaron
adecuar el sistema inquisitivo, en la medida de lo posible, a la normativa internacional de derechos
humanos, dentro de lo cual se tendió a disminuir la prisión preventiva como sistema general facilitando
la obtención de la libertad provisional o excarcelación. Sin embargo ya en el año 2.000 la ley 19.661
tendió a evitar el otorgamiento del beneficio de libertad provisional especialmente a imputados por delitos
graves tanto por la vía de obligar al juez a considerar “especialmente” una serie de circunstancias para
estimar que la libertad del imputado podía ser considerada un peligro para la seguridad de la sociedad,
como obligándolo a fundar las resoluciones en que las otorgara.

En lo que se refiere al Código Procesal Penal, sin perjuicio de tratarse de uno de los puntos más discutidos
en la reforma en el que claramente pueden distinguirse posiciones antagónicas y la búsqueda de lo que
se denominó un “justo término medio”, el legislador entendió que el sistema de la prisión preventiva
debía fundarse en el respeto a la presunción de inocencia, la prohibición de exceso y el principio de la
proporcionalidad. Sin embargo, las leyes N° 19.789, 20.074 y 20.253 han modificado el sistema original
del Código, buscando endurecer la normativa mediante la objetivación de los casos de procedencia de
este medida cautelar e impidiendo, respecto de ciertos delitos, que los imputados pueden ser puestos en
libertad existiendo un recurso de apelación contra la resolución que así lo dispusiere.

REGLAMENTACIÓN DE LA PRISIÓN PREVENTIVA EN EL CÓDIGO.

Cuestiones generales.
Consecuente con lo afirmado en el párrafo anterior debe señalarse que la prisión preventiva está
consagrada como ultima ratio en el Código.

En efecto, si ya a propósito de la finalidad y alcance de las medidas cautelares el artículo 122 indica que
estas sólo pueden decretarse cuando fueren absolutamente indispensables para asegurar la realización
de los fines del procedimiento y sólo duran mientras subsista la necesidad de su aplicación, la mayor
excepcionalidad de la prisión preventiva queda remarcada en el artículo 139 que, en su inciso primero,
establece el derecho de toda persona a su libertad personal y seguridad individual, mientras que en el
inciso segundo indica que la prisión preventiva sólo procede cuando las demás medidas cautelares fueren
insuficientes para asegurar las finalidades del procedimiento, la seguridad del ofendido y de la sociedad,

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eliminando así para estos efectos toda discusión de si estos dos últimos pueden ser considerados como
un fin del procedimiento.

Por lo demás, a igual conclusión se arriba por la aplicación de los principios básicos del Código,
particularmente el de la presunción de inocencia contenido en el artículo 4 y el de legalidad de las medidas
privativas o restrictivas de libertad del artículo 5.
Por último, cabe indicar que el principio de la proporcionalidad de la prisión preventiva
debiera entenderse aplicable en la materia, sin perjuicio de haberse eliminado su consagración legislativa
explícita en el artículo 141 del Código por la ley N° 20.074.

REQUISITOS DE PROCEDENCIA DE LA PRISIÓN PREVENTIVA:

Estos están señalados en los artículos 139 y 140 del Código:

a) En primer lugar, como lo dispone el artículo 139, la prisión preventiva sólo procede cuando las
demás medidas cautelares personales fueren insuficientes para asegurar las finalidades del
procedimiento. De esta forma la ley, de manera expresa, remarca el carácter de ultima ratio de la
prisión preventiva.

b) En segundo término la ley, en el inciso primero del artículo 140, exige que la investigación esté
formalizada. Lo anterior también está establecido, de modo genérico para todo tipo de medidas
cautelares en el inciso segundo del artículo 230 y se desprende del artículo 132 inciso segundo del
Código. Recuérdese que la doctrina exige, para la imposición de una medida cautelar personal,
un acto de imputación formal por parte del órgano de persecución penal, lo que nuestra legislación
cumple requiriendo que la investigación esté formalizada conforme al artículo 229 del Código

c) Petición expresa de un interviniente autorizado. El artículo 140, en su inciso primero,


expresamente señala que el tribunal “a petición del ministerio público o del querellante”, puede
decretar la prisión preventiva.. De esta manera se supera el diseño del Código de Procedimiento
Penal del año 1.906 que consideró la prisión preventiva, al igual que el arraigo, como un efecto
de la resolución de procesamiento, sin que se necesitara discusión o debate respecto de su
procedencia o, al menos, un pronunciamiento fundado del tribunal sobre ella.
d) Existencia de antecedentes que justifiquen la existencia del delito investigado (artículo 140 letra
a) y que permitan presumir fundadamente que el imputado ha tenido participación en el delito
como autor, cómplice o encubridor. (artículo 140 letra b)

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Vimos a propósito de las exigencias generales para la procedencia de una medida cautelar personal que
la imputación efectuada por el órgano de persecución penal debía aparecer sustentada en antecedentes
que den verosimilitud a la imputación, de modo que el tribunal efectuase un juicio de probabilidad de la
misma sobre la base de los antecedentes que se le proporcionen, por regla general recopilados durante
la investigación, en términos que permitan suponer que el imputado, eventualmente, va a ser condenado
en el juicio penal.

Los antecedentes deben proporcionarse por el solicitante de la medida al tribunal y este debe proceder
a su valoración con el fin de determinar si está justificada la existencia del delito imputado y puede
presumirse fundadamente la participación del imputado.
Por regla general estos antecedentes serán los de la investigación y la forma de proporcionarlos es una
cuestión no determinada en la ley. En la práctica el fiscal, al fundar su petición, reseña los antecedentes
con los que cuenta, sin perjuicio de que el tribunal pida ampliación de la información o detalle en algún
tipo de antecedente. Si la defensa no objeta la información proporcionada en lo relativo a su sentido o
integridad el tribunal resuelve con el mérito de lo expresado en la audiencia. Si sucede lo contrario es
factible que se exhiban los antecedentes de investigación al tribunal o bien que sean leídos textualmente.
El estándar exigido por los tribunales para estimar acreditados la concurrencia de estos requisitos es una
cuestión que deberá determinar la jurisprudencia, mas parece obvio que el mismo no puede ser aquél
requerido para sustentar una sentencia condenatoria, sin perjuicio sí de ser lo suficientemente sólidos y
serios para permitir la privación de libertad de una persona por tiempo indeterminado.
e) Existencia de antecedentes calificados que permitieren al tribunal considerar que la prisión
preventiva es indispensable para el éxito de diligencias precisas y determinadas de investigación,
o que la libertad del imputado es peligrosa para la seguridad de la sociedad o del ofendido o que
exista el peligro que el imputado se dé a la fuga.
e.1) Consideración del éxito de la investigación:

Con las prevenciones ya señaladas respecto de la avenencia de esta causal con la normativa internacional
sobre derechos humanos, debemos indicar que el artículo 140 precisa que se entiende que la prisión
preventiva es indispensable para el éxito de la investigación cuando existe sospecha grave y fundada que
el imputado puede obstaculizar la investigación mediante la destrucción, modificación, ocultación o
falsificación de elementos de prueba; o cuando pudiere inducir a coimputados, testigos, peritos o terceros
para que informen falsamente o se comporten de manera desleal o reticente.

En otros términos no basta para que concurra esta causal la conveniencia que el imputado esté privado
de libertad para facilitar la práctica de diligencias probatorias que requieran de su presencia, por ejemplo,

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un reconocimiento en rueda de preso, sino que deben existir antecedentes que puedan llevar a presumir
una acción positiva del imputado a impedir o estorbar la investigación.

e.2) Peligro para la seguridad de la sociedad.

Como ya se dijo esta causal es una de las más discutidas en doctrina. Al mismo tiempo, debe indicarse
que es la que fue objeto de más modificaciones en el Código de Procedimiento Penal y no precisamente
por que haya habido algún interés en excluirla sino por la precisión del concepto de que debe entenderse
por seguridad para la sociedad, particularmente por cuanto el criterio utilizado por los tribunales fue
objeto de duros cuestionamiento, ya por una dureza excesiva, ya por excesivo liberalismo.

De ahí que se optara por dar pautas o lineamientos a los jueces respecto de cuando debe estimarse que
la libertad de un imputado es peligrosa para la seguridad de la sociedad.

Estas pautas también fueron recogidas por el nuevo Código. Así el artículo 140 inciso tercero señala que
para estimar que la libertad del imputado es o no peligrosa para la seguridad de la sociedad el tribunal
“deberá” considerar “especialmente”, alguna de las siguientes circunstancias: la gravedad de la pena
asignada al delito; el número de delitos que se le imputare y el carácter de los mismos; la existencia de
procesos pendientes y el hecho de haber actuado en grupo o pandilla.

Sin perjuicio de la intención legislativa que los jueces se ciñeran estrictamente a tales parámetros, no es
menos cierto que los mismos resultaban meramente ilustrativos por lo que, en último término, la
determinación de la concurrencia de estos factores era una cuestión que los jueces debían apreciar
conforme a los antecedentes que se le proporcionaban.

Por ello, con la intención de rigidizar los parámetros y disminuir la posibilidad de calificación judicial a
su respecto, el legislador, como se dijo, modificó la regulación de esta materia, señalando que: “se
entenderá especialmente que la libertad del imputado constituye un peligro para la seguridad de la
sociedad, cuando los delitos imputados tengan asignada pena de crimen en la ley que los consagra;
cuando el imputado hubiere sido condenado con anterioridad por delito al que la ley señale igual o mayor
pena, sea que se hubiere cumplido efectivamente o no; cuando se encontrare ,sujeto a alguna medida
cautelar personal, en libertad condicional o gozando de algunos de los beneficios alternativos a la
ejecución de las penas privativas o restrictivas de libertad contemplados en la ley.”

De este modo se pretendió introducir una verdadera presunción de peligrosidad en los casos señalados
en el párrafo anterior desde que la calificación, como se puede apreciar, es efectuada por el legislador.

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e.3) Peligro para la seguridad del ofendido.

Como también ya se dijo este es otro elemento que autoriza la prisión preventiva que suscita reparos en
doctrina, sin perjuicio de que por la centralidad que se le quiere dar a la protección de la víctima como
objetivo del proceso penal, modernamente se le acepta como criterio válido, eso sí, de aplicación muy
restringida y solo para “situaciones muy concretas de peligro”.
El Código Procesal Penal, en el inciso final del artículo 140, también precisa este concepto, señalando que
se entenderá que la seguridad del ofendido se encuentra en peligro por la libertad del imputado cuando
existieren antecedentes calificados que permitieren presumir que éste realizará atentados graves en
contra de aquél, o en contra de su familia o bienes.

e.4) Por último, a partir de la ley N° 20.253 el legislador permite imponer la prisión preventiva al
imputado cuando estime que existe peligro de fuga.

Si bien, resulta evidente que la verdadera razón por las cual puede imponerse una medida cautelar
personal es el peligro de fuga, como quiera que consagrando el legislador la prohibición de juzgamiento
en ausencia, la evasión o fuga del imputado frustra el objetivo intrínseco del procedimiento, la realización
del juicio y la eventual presentación del condenado a la pena que se le imponga, lo cierto es que el
legislador original del Código contempló el peligro de fuga en términos explícitos, de manera excepcional
en aquellos casos que, en principio, era improcedente la prisión preventiva conforme a lo dispuesto en el
artículo 141 del Código.

Sin embargo, hoy configura derechamente una causal de prisión preventiva de lo que sigue que aún no
configurándose alguna de las hipótesis de peligro contempladas en la letra c) del artículo 140, de todas
formas puede imponerse esta medida cautelar de estimarse que existe el peligro que el imputado se
sustraiga de la persecución penal.
IMPROCEDENCIA PRISIÓN PREVENTIVA.

El Artículo 141 del Código establece tres casos objetivos en que no procede la imposición de esta medida
cautelar.

En primer lugar cuando el delito estuviere sancionado únicamente con penas pecuniarias o privativas de
derecho.

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Ahora bien, necesariamente debe concordarse esta norma con el artículo 124 del Código, estos es, con
aquellos delitos que sólo admiten citación. Así esta norma establece que sólo admiten citación y, por
tanto, no se podrán ordenar medidas cautelares que recaigan sobre la libertad del imputado: “Cuando la
imputación se refiere a faltas, o a delitos que la ley no sancionare con penas privativas ni restrictivas de
libertad”.

La misma norma, en su inciso segundo, dispone que ello no resulta aplicable en los casos a que se refiere
el inciso cuarto del artículo 134 (faltas que admiten detención) o cuando procediere el arresto por falta
de comparecencia, la detención o la prisión preventiva de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 33.”

El segundo caso de improcedencia de la prisión preventiva es el señalado en la letra b) del artículo 141
del Código que comprende los delitos de acción penal privada, esto es, aquellos establecidos en el artículo
55 del Código.

Por último, la letra c) dispone que resulta improcedente la prisión preventiva respecto del imputado que
está cumpliendo efectivamente una pena privativa de libertad. Sin perjuicio de ello la ley contempla la
posibilidad que el fiscal o querellante soliciten una medida cautelar personal si por cualquier motivo fuera
a cesar el cumplimiento efectivo de la pena privativa de libertad.

Con esto la ley quiere evitar el problema que presentaba que imputados con condenas previas por cumplir
efectivamente, quedaran sujetos, por nuevos delitos, a la medida de prisión preventiva pues en caso de
que fueran absueltos en estos, el tiempo de prisión preventiva, en principio, no podía ser imputado a las
condenas antiguas.

Sin perjuicio de lo anterior, la misma disposición contiene una contra excepción al permitir que pueda
decretarse de todas formas la prisión preventiva cuando el imputado hubiere incumplido alguna de las
medidas cautelares del 155, o bien, si el tribunal considera que puede incumplir su deber de permanecer
en el lugar del juicio hasta su término y presentarse a los actos del procedimiento como a la ejecución de
la sentencia, inmediatamente que fuera requerido o citado conforme a lo dispuesto en los artículos 33 y
123.

Por último, también puede disponerse la prisión preventiva en caso que el imputado no asiste a la
audiencia del juicio oral. En este último caso la resolución se dicta en la misma audiencia a petición del
Ministerio Público o el querellante. (relación con inciso tercero artículo 33)

TRAMITACIÓN Y RESOLUCIÓN DE LA PRISIÓN PREVENTIVA.

 Tribunal llamado a resolver sobre su procedencia.

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Naturalmente el tribunal llamado a conocer las solicitudes sobre prisión preventiva es el de garantía. Sin
embargo, de acuerdo a lo establecido en el artículo 18 letra b) del Código Orgánico de Tribunales, los
tribunales de juicio oral en lo penal también deben conocer sobre la libertad o prisión preventiva de los
acusados puestos a su disposición. A este respecto, el artículo 281 del Código Procesal Penal dispone que
el juez de garantía debe hacer llegar el auto de apertura del juicio oral al tribunal competente dentro de
las cuarenta y ocho horas siguientes a desde que quede firme, oportunidad en la que, además, debe
poner a disposición del mismo a las personas sometidas a prisión preventiva o a otras medidas cautelares
personales. Luego, el conocimiento de este tipo de solicitudes corresponde al tribunal de juicio oral desde
la recepción del auto de apertura del juicio oral hasta que la sentencia definitiva que se dicte quede
ejecutoriada.

Debe indicarse que entregar esta materia al tribunal del juicio oral, particularmente cuando la misma
debe conocerse antes de la realización del juicio, es criticada por la doctrina en la medida que la
imparcialidad del tribunal se ve afectada al tomar conocimiento de los antecedentes de investigación, lo
que se opone a la prohibición que en tal sentido establece el artículo 334 para el juicio oral.

 Forma de solicitar la prisión preventiva.


En cuanto a la solicitud de prisión preventiva la misma puede efectuarse verbalmente o por escrito.

Verbalmente, de acuerdo a lo previsto en el artículo 142, en las audiencias de formalización, preparación


del juicio oral y la del juicio oral.

Por escrito, de acuerdo a esta misma disposición, durante el desarrollo de la investigación, caso en el
cual el juez debe fijar una audiencia para la resolución de la solicitud, citando a ella al imputado, su
defensor y a los demás intervinientes.

Problema puede presentar la redacción del artículo 142 respecto de la posibilidad de solicitar esta medida
en audiencias distintas a las señaladas y la respuesta, no obstante el tenor de la ley, pareciera ser positiva
pues, en la medida que se respeten los principios de bilateralidad de la audiencia, contradicción y derecho
de defensa del imputado, nada pareciera poder impedirlo, más aún si se trata de casos graves que
ameriten una pronta discusión y ningún perjuicio se provoca a las partes.

Del mismo modo, el tenor literal de la norma pareciera impedir que fuera de la etapa de investigación, y
particularmente en la del juicio oral, pueda pedirse la celebración de una audiencia para discutir la
procedencia de esta medida. Sin embargo, el artículo 18 letra b) del Código Orgánico de Tribunales
permite también responder positivamente a esta cuestión, en cuanto hace de cargo del tribunal de juicio
oral la resolución de la libertad o prisión preventiva de los acusados puestos a su disposición sin límite
alguno

Derecho Procesal IV Profesor Alberto Ayala Página 98


 Desarrollo de la audiencia.

Como primera cuestión debe indicarse que el inciso tercero del artículo 142 del Código expresamente
señala que la presencia del imputado y de su defensor constituye un requisito de validez de la audiencia
en que se resuelva una solicitud de prisión preventiva.

En lo que dice relación con la presencia del imputado hay que entender que no es necesaria para disponer
su prisión preventiva cuando no asiste a una audiencia a la que ha sido legalmente citado, pues en tal
caso el inciso final del artículo 33 acepta derechamente que se disponga la prisión preventiva. Lo anterior
resulta especialmente aplicable si se trata de la audiencia del juicio oral pues, en tal caso, sin perjuicio
de lo dispuesto en el citado inciso final del artículo 33, el inciso cuarto parte final del artículo 141 lo
dispone de manera expresa.

En lo que se refiere al desarrollo de la audiencia propiamente tal, de acuerdo a lo dispuesto en el artículo


142 inciso final, el tribunal debe oír los fundamentos de la solicitud por quien la formuló para luego, tener
siempre que escuchar al defensor y a los demás intervinientes si estuviesen presentes y quieren hacer
uso de la palabra y al imputado.

 Resolución:

De acuerdo a lo previsto en el artículo 143 la resolución que se pronuncia sobre la solicitud de prisión
preventiva debe ser fundada, en la cual
debe expresar claramente los antecedentes calificados que justifican la decisión.

Como se ve, debido a la importancia de esta resolución, ya sea que el pronunciamiento sea positivo o
negativo, el legislador vio la necesidad de explicitar la necesidad que el mismo sea fundado, no obstante
que el artículo 36 del Código establece la obligación genérica de fundar todas las resoluciones judiciales,
advirtiendo, además, que la simple relación de documentos del procedimiento o la mención de los medios
de prueba o solicitudes de los intervinientes no sustituye la fundamentación. Debe indicarse que la
Comisión de Legislación y Justicia del Senado dejó constancia que la obligación de fundamento de la
resolución supone que sea lo suficientemente explícita como para bastarse a sí misma y que pesa sobre
el tribunal ya sea que acoja o rechace la solicitud.

Además, expresamente la norma exige que la resolución sea adoptada al concluir la audiencia, es decir,
dentro de la misma, lo que excluye la posibilidad que el tribunal, luego de escuchar el debate, de término
a la misma y dicte, por escrito, en acto separado y fuera de la audiencia, la resolución que se pronuncia
sobre la solicitud.

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MODIFICACIÓN, REVOCACIÓN, SUSTITUCIÓN Y TÉRMINO DE LA PRISIÓN PREVENTIVA.

Reglas generales.

De conformidad a lo dispuesto en el artículo 144 del Código la resolución que ordena o rechaza la prisión
preventiva es modificable de oficio o a petición de cualquiera de los intervinientes, en cualquier estado
del procedimiento.

La norma, como se ve, hace manifiesta la característica de provisionalidad que tienen las medidas
cautelares, al permitir, incluso de oficio, que el tribunal pueda dejar sin efecto la prisión preventiva que
haya decretado. Esta norma se relaciona con el principio general contemplado en el artículo 122 en orden
a que las medidas cautelares duran sólo mientras subsiste la necesidad de su aplicación, y el que el
tribunal pueda disponerla aún sin que el interesado lo solicite debe entenderse dentro de las garantías
establecidas por el sistema.

Lo anterior se ve corroborado, específicamente a propósito de la prisión preventiva, por el artículo 152


del Código en cuanto dispone que el tribunal, de oficio o a petición de cualquiera de los intervinientes,
debe decretar la terminación de la misma cuando no subsistieren los motivos que la hubieren justificado.

Por el contrario, el que el artículo 144 del Código señale que el tribunal puede, de oficio, modificar la
resolución que rechazó una solicitud de prisión preventiva contraría los principios que informan el Código,
particularmente en esta materia. En efecto, el artículo 140 expresamente señala que la prisión preventiva
sólo puede ser decretada a petición del Ministerio Público o del querellante y, además, supone que alguno
de estos intervinientes la estimen necesaria para algún fin específico del procedimiento. De esta manera
que el tribunal puede de manera oficiosa modificar una resolución negativa, disponiendo esta medida
cautelar en una oportunidad distinta puede ya no servir a ningún objetivo del procedimiento pues esa es
una cuestión que debe evaluar el órgano de persecución penal, sin perjuicio que debe mediar una
resolución judicial. Por lo demás, si se piensa que tal facultad debiera ser ejercida de oficio por el tribunal
exclusivamente en el caso de incomparecencia del imputado a una actuación judicial, como pudiera
desprender de lo dispuesto en el inciso final del artículo 33 del Código, debe recordarse que tratándose
de su inasistencia a la audiencia del juicio oral, quizá la más importante de cuantas puedan celebrarse,
la ley, en el inciso cuarto del artículo 141, expresamente dispone que la prisión preventiva sólo puede
dictarse a petición del querellante o del fiscal.

2.- Tramitación de la solicitud de modificación o revocación.

2.a) Si se acogió la solicitud de prisión preventiva

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De acuerdo a lo dispuesto en el artículo 144 inciso segundo, cuando el imputado solicite la revocación
de la prisión preventiva el tribunal puede rechazarla de plano, lo que supone que no cita a audiencia para
debatir sobre la procedencia de la medida.

Puede el tribunal, si lo estima necesario citar a todos los intervinientes a una audiencia y abrir debate
sobre la subsistencia de los requisitos que autorizan la medida.

Además, de acuerdo a lo previsto en el inciso final del artículo 145 del Código, pasados seis meses desde
que se ordenó la prisión preventiva o desde el último debate oral en que ella se hubiese decidido, el
tribunal, de oficio, debe citar a una audiencia, con el fin de considerar su cesación o prolongación.

Por último, de conformidad a lo dispuesto en el inciso segundo del artículo 152 el tribunal, también de
oficio, debe citar a una audiencia con el fin de considerar la cesación o prolongación de la prisión
preventiva cuando su duración hubiere alcanzado la mitad de la pena privativa de libertad que se pudiere
esperar en el evento de dictarse sentencia condenatoria o de la que se hubiese impuesto existiendo
recursos pendientes.

2.b) Si no se acogió la solicitud de prisión preventiva.

De acuerdo a lo dispuesto en el artículo 144 inciso final del Código, en el evento que la prisión preventiva
hubiese sido rechazada ella puede ser decretada con posterioridad en una audiencia, cuando existieren
otros antecedentes que, a juicio del tribunal, justificaren discutir nuevamente su procedencia.

De esta manera, sólo para discutir la procedencia de la prisión preventiva, la ley exige nuevos
antecedentes y en el evento de que estos no existan está autorizado para rechazar la solicitud de plano.

Eso sí, los términos “nuevos antecedentes” no dicen relación exclusivamente con antecedentes de
investigación o probatorios, sino están utilizada en un sentido amplio, relacionada con la variación de las
circunstancias fácticas existentes a la fecha del debate primitivo.

c) Sustitución de la prisión preventiva.

De acuerdo a lo establecido en el inciso primero del artículo 145 en cualquier momento del procedimiento
el tribunal, de oficio o a petición de parte, puede sustituir la prisión preventiva por alguna de las medidas
cautelares contempladas en el artículo 155.

La ley no señala si para la sustitución es necesario que el tribunal disponga la realización de una audiencia
para escuchar a los intervinientes mas, para el debido respeto de los principios que informan el Código,
particularmente los de bilateralidad y contradictorio, pareciera, por lo menos prudente, que así se haga.

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Además, el artículo 146 permite, cuando la prisión preventiva hubiese sido o debiese ser impuesta
únicamente para garantizar la comparecencia del imputado al juicio y a la eventual ejecución de la pena,
que el tribunal autorice su reemplazo por una caución económica suficiente cuyo monto debe fijar.

Esta norma fue modificada en la Comisión de Legislación y Justicia que limitó la posibilidad de constituir
una caución exclusivamente cuando la prisión preventiva hubiese sido impuesta únicamente para
garantizar la comparecencia del imputado al juicio y al eventual cumplimiento de la pena, dejando
constancia expresa que no era procedente en los casos que la prisión preventiva se impusiera por
constituir la libertad del imputado un peligro para la seguridad de la sociedad o de la víctima, o es
indispensable para la realización de diligencias precisas y determinadas de la investigación.

De esta forma debe entenderse que la posibilidad de sustituir la prisión preventiva por una caución sólo
procede en los casos en que, por excepción, se impone la prisión preventiva por peligro de fuga, como
asimismo, en las situaciones que prevé el artículo 33 inciso final.

Por otra parte debemos señalar que el inciso segundo del artículo 146 precisa que, para estos efectos,
caución puede consistir en un depósito de dinero o valores, constitución de prendas o hipotecas o fianza
de una o más personas idóneas calificadas por el tribunal.

A su turno, los artículos 147 y 148 reglamentan la ejecución y cancelación de las cauciones constituidas.

d) Término de la prisión preventiva.

Sin perjuicio de que la prisión preventiva sea revocada, modificada o sustituida en los casos ya señalados,
el Código prevé, en su artículo 153, que si el tribunal dicta sentencia absolutoria o bien un sobreseimiento
definitivo o temporal, debe poner término a la prisión preventiva, aún cuando la resolución no se
encuentre ejecutoriada. Sin perjuicio de ello el inciso segundo de la norma permite imponer alguna de
las medidas cautelares establecidas en el artículo 155 del Código cuando se consideren necesarias para
asegurar la presencia del imputado.

Hay que tener presente que en el caso de una absolución dispuesta en un juicio oral, el artículo 347 del
Código señala que el tribunal, al momento de dar a conocer el veredicto conforme al artículo 343, debe
disponer, en forma inmediata, al alzamiento de las medidas cautelares personales que se hubiesen
decretado en contra del acusado, ordenando que se tome nota del alzamiento en todo índice o registro
público y policial en el que figuraren, como asimismo, debe ordenar la cancelación de las garantías de
comparecencia que se hubiesen otorgado. La no distinción entre la prisión preventiva y las demás medidas
cautelares personales el artículo 155 plantea la duda de la aplicación, en este caso, de la posibilidad
establecida en el inciso segundo del artículo 153.

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Además, la prisión preventiva termina por el ingreso del imputado a cumplir efectivamente la pena
privativa de libertad que se le hubiese impuesto una vez que la sentencia condenatoria está ejecutoriada;
por el egreso, una vez que la sentencia condenatoria está ejecutoriada, si es que se le ha concedido al
condenado alguno de los beneficios alternativos a su cumplimiento efectivo establecidos en la ley 18.216,
y, por último, en caso de que se hubiese aplicado alguna salida alternativa.

EJECUCIÓN DE LA PRISIÓN PREVENTIVA. ( artículo 150)

Las reglas respecto de la ejecución de la prisión preventiva están señaladas en el artículo 150 del Código.

En síntesis podemos indicar que el Tribunal que la dictó debe supervisarla; los imputados sujetos a esta
medida deben estar separados de los condenados; el trato que debe dispensársele es el de inocente,
teniendo presente que no se trata de una pena; se debe disponer las medidas necesarias para la
protección integridad física de los imputados; puede concedérsele, de modo excepcional, permiso de
salida durante el día, salvo que se trate de un delito que la misma norma excluye y, por último, cualquier
restricción impuesta por autoridad penitenciaria debe ser comunicada al tribunal que puede dejar sin
efecto la medida si la considera ilegal o abusiva.

La ley, en el artículo 151, permite que el tribunal, a petición del fiscal restrinja o prohíba las
comunicaciones del imputado detenido o preso hasta por 10 días cuando lo considere necesario para: “el
exitoso desarrollo de la investigación”.

En todo caso no se puede restringir acceso del imputado a su abogado en los términos del artículo 94
letra f), ni al tribunal ni a una apropiada atención médica
Además, esta incomunicación en ningún caso puede consistir en el encierro en una celda de castigo.

RECURSOS

Conforme al artículo 149 debe distinguirse si la resolución que se pronuncia sobre la prisión preventiva
se dictó en una audiencia o fuera de ella.

Si se dictó en audiencia procede el recurso de apelación en contra de la resolución que ordenó, mantuvo,
negó lugar o revocó la prisión preventiva. En estos casos los recursos se conceden en el sólo efecto
devolutivo conforme a la regla general en materia de recursos establecida en el artículo 355 del Código.
La circunstancia que se hubiere impuesto al imputado una medida cautelar de aquellas prevista en el
artículo 155 del Código no obsta a la procedencia del recurso, solucionando así el legislador la discusión
en orden a si podía considerarse agraviado el Ministerio Público o querellante en el caso que no se
accediera a la prisión preventiva del imputado pero sí a peticiones subsidiarias respecto de estas otras
medida cautelares.

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Si la resolución se dictó fuera de audiencia no es susceptible de recurso alguno.

Existe una situación de excepción introducida por la Ley N° 20.253, denominada de agenda corta,
establecida en el inciso segundo del artículo 149 del Código, en virtud de la cual, en los delitos que la
misma norma señala, el imputado no puede ser puesto en libertad mientras no se encuentre ejecutoriada
la resolución que negare o revocare la prisión preventiva, salvo el caso que el imputado no haya sido
puesto a disposición del tribunal en calidad de detenido., esto es, cuando se presenta voluntariamente a
la audiencia en que se debate la medida de prisión preventiva.

En este caso el recurso de apelación debe ser interpuesto verbalmente, en la misma audiencia y goza de
preferencia para su vista y fallo debiendo ser agregado extraordinariamente a la tabla del mismo día de
su ingreso o al día siguiente hábil.

Tratándose de otros delitos, el fiscal o el querellante tienen la facultad de pedir a la Corte de Apelaciones
respectiva que se decrete una orden de no innovar para impedir la posible fuga del imputado

NORMAS COMUNES A LA DETENCIÓN Y PRISIÓN PREVENTIVA. (art.154)

De acuerdo a lo dispuesto en el artículo 154, toda orden de prisión preventiva o de detención, debe ser
expedida por escrito por el tribunal y contener el nombre y apellido de la persona o, en su defecto, las
circunstancias que la individualizaren o determinen; el motivo de la prisión o detención; y la indicación
de ser conducido al establecimiento penitenciario o lugar público de prisión o detención que determinará,
o de permanecer en su residencia, según correspondiere.

Lo anterior sin perjuicio de los ya señalado con relación al artículo 9 del Código.

OTRAS MEDIDAS CAUTELARES PERSONALES (155)

Tienen por objeto garantizar el éxito de diligencias de investigación, la seguridad de la sociedad, proteger
al ofendido o asegurar la comparecencia del imputado a los actos del procedimiento y ejecución de la
sentencia, pero sin afectar de manera tan grave al imputado como la prisión preventiva, restringiendo su
libertad con menor intensidad.
Por ello ley, de manera expresa, en el inciso segundo del artículo 139,
prefiere estas otras medidas cautelares a la prisión preventiva.
El propio artículo 155 establece su finalidad, esto es, garantizar el éxito de las diligencias de investigación,
la seguridad de la sociedad, proteger al ofendido o asegurar la comparecencia del imputado a las
actuaciones del procedimiento o la ejecución de la pena.
¿Cuales son?

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De conformidad al citado artículo 155 estas medidas cautelares son las siguientes:

 La privación de libertad, total o parcial, en su casa o en la que el propio imputado señalare, si


aquella se encontrare fuera de la ciudad asiento del tribunal;
 La sujeción a la vigilancia de una persona o institución determinada, las que informarán
periódicamente al juez;
 La obligación de presentarse periódicamente ante el juez o ante la autoridad que él designare;
 La prohibición de salir del país, de la localidad en la cual residiere o del ámbito territorial que fijare
el tribunal;
 La prohibición de salir de asistir a determinadas reuniones, recintos o espectáculos públicos, o de
visitar determinados lugares;
 La prohibición de comunicarse con personas determinada, siempre que no afectare el derecho de
defensa, y
 La prohibición de aproximarse al ofendido o a su familia y, en su caso, la obligación de abandonar
el hogar que compartiere con aquél.

Debe considerarse que conforme al inciso tercero el artículo155 el tribunal puede disponer la aplicación
de una o más de estas medias, debiendo ordenar las actuaciones y comunicaciones necesarias para
garantizar su cumplimiento.

A su turno, el inciso final del artículo 155 establece que: “La procedencia, duración, impugnación y
ejecución, por las disposiciones aplicables a la prisión preventiva en cuanto no se opusieren a
lo dispuesto en el párrafo.”

PROCEDENCIA:

Por la aplicación de las normas sobre prisión preventiva y las especiales contenidas en el párrafo
respectivo, podemos señalar que para disponer alguna de las medidas cautelares indicadas en el artículo
155 del Código se requiere:
 Que el Ministerio Público hubiere formalizado la investigación (155 inciso primero)
 Que existan antecedentes que justificaren la existencia del delito. (140 letra a)
 Que existan antecedentes calificados que permitieren presumir fundadamente que el imputado ha
tenido participación en el delito como autor, cómplice o encubridor. (140 letra c)

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 Que la medida sea necesaria para garantizar el éxito de las diligencias de investigación, la
seguridad de la sociedad, proteger al ofendido o asegurar la comparecencia del imputado a las
actuaciones del procedimiento o la ejecución de la pena. (155 inciso primero).

Así, existiendo norma expresa, no se requiere la exigencia de la letra c) del artículo 140.
Además, debe tenerse en cuenta la posibilidad de decretar alguna de las medidas cautelares del artículo
155 respecto del imputado que, encontrándose en prisión preventiva, es puesto en libertad de
conformidad a lo dispuesto en el artículo 153 del Código, es decir, por haberse dictado a su respecto
sentencia absolutoria o sobreseimiento definitivo o temporal, siempre que se consideren necesarias para
asegurar su presencia, como lo señala el artículo 153 inciso segundo, sin perjuicio del problema que
plantea, respecto de la sentencia absolutoria dictada en un juicio oral, el artículo 347.

Otro problema se presenta por la eventual aplicación del artículo 141 del Código, en cuanto establece
casos de improcedencia de la prisión preventiva, a las medidas del artículo 155.

Debe distinguirse. En lo que se refiere a la letra a) del artículo 141, esto es, delitos que sólo admiten
citación, en principio podríamos señalar que también es aplicable a estas medidas cautelares, pues el
artículo 124 expresamente señalan que respecto de este tipo de ilícitos: “no se podrán ordenar medidas
cautelares que recaigan sobre la libertad del imputado, salvo la citación.” Así prohíbe la aplicación de
todo tipo de medidas cautelares, no sólo la de prisión preventiva.

En cuanto a las letras b) y c) del artículo 141 la respuesta puede ser diferente pues si se lee su inciso
cuarto, por excepción, es procedente la prisión preventiva, entre otras razones, en los casos que el
imputado hubiere incumplido algunas de las medidas establecidas, precisamente, en el artículo 155, de
lo que deviene que, en estos casos es posible decretar, desde luego, alguna de estas medidas, lo que por
lo demás se aviene con el inciso segundo del artículo 139, en orden a que la prisión preventiva es
procedente sólo cuando las demás medidas cautelares fueren insuficientes para asegurar las finalidades
del procedimiento.
PROCEDIMIENTO:

El Código nada dice pues el artículo 155 hace aplicable de manera supletoria las normas sobre prisión
preventiva en lo que dice relación con la procedencia, duración, impugnación y ejecución de estas
medidas.

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Por ello debe entenderse que estas medidas deben ser decretadas en una audiencia citada al efecto,
respecto de las cuales es aplicable lo dispuesto en el inciso tercero del artículo 142 en orden a que sería
requisito de la esencia de la audiencia la presencia del inculpado y su defensor.

Ello resulta claro si consideramos que la naturaleza y efectos de las medidas, en cuanto imponen una
afectación de derechos para el imputado, hacen necesaria la realización de un debate para garantizar el
derecho de defensa que asiste al imputado en todo el procedimiento, como asimismo, el principio de la
contradicción que lo informa, lo que sólo se logra de manera efectiva en una audiencia oral.

Pero, además, el artículo 156, a propósito de la suspensión temporal de estas medidas, da un argumento
de texto para esta posición, como quiera que señala que puede disponerse, a petición del afectado,
oyendo al fiscal y previa citación de los demás intervinientes que hubieren participado en la audiencia
en que se decretaron.

En cuanto a la posibilidad de solicitar este tipo de medidas cautelares en la audiencia de formalización o


de preparación del juicio oral, como lo permite el artículo 142, la respuesta debe necesariamente ser
positiva.

En primer término el artículo 132 expresamente permite al fiscal, en la audiencia de control de detención,
formalizar la investigación y seguidamente: “solicitar las medidas cautelares que procedieren.”

Sin perjuicio de lo anterior, resulta de toda racionabilidad y lógica permitir solicitar estas medidas
cautelares en dichas audiencia, ya que si es posible pedir la mayor afectación de derechos del imputado
- prisión preventiva- también puede impetrarse una medida que contiene una carga menor para el
afectado con la misma lo que, además, se aviene con la estructura el sistema de preferir este tipo de
medidas, si es que hay que aplicar alguna, por sobre la prisión preventiva (139 inciso segundo) pues de
sostenerse una posición contraria se obligaría al ministerio público y, en su caso, al querellante, a pedir,
en este tipo de audiencias, exclusivamente la prisión preventiva, perjudicando así al imputado.

Lo anterior también debiera ser aplicable a la posibilidad contenida en el artículo 142 de solicitar la prisión
preventiva en la audiencia del juicio oral, para ser resuelta por el propio tribunal el juicio oral. Sin embargo
aceptando que resulta anómalo que este tribunal se pronuncie sobre medidas cautelares con antelación
a la dictación de la sentencia e, incluso, eventualmente, de manera previa a escuchar alegaciones y
presenciar la rendición de pruebas por las partes, desde que este tipo de resoluciones necesariamente
importa un prejuzgamiento que afecta la imparcialidad del tribunal, lo que conlleva a interpretar

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restrictivamente la facultad del tribunal, pudiera sostenerse que en esta audiencia sólo podría solicitarse
la medida de prisión preventiva que exige la conjunción cabal de los requisitos de procedencia de la
medida, particularmente los antecedentes que exige la letra c) del artículo 140 y salvo esta calificada
situación rechazar la aplicación de alguna de las medidas cautelares del artículo 155, interpretación que
puede encontrar algún apoyo en lo dispuesto en la letra b) del artículo 18 del Código Orgánico de
Tribunales que entrega al tribunal de juicio oral en lo penal, exclusivamente, la resolución de la libertad
o prisión preventiva de los acusados puestos a su disposición y no sobre otro tipo de medidas.

Puede sí, hacerse otra lectura de la disposición orgánica antes señalada, como quiera que si se interpreta
el término “libertad” con independencia de la referencia siguiente a la prisión preventiva, puede
entenderse que se hace referencia a todo tipo de afectación de la libertad individual, entre otras, las que
acepta el artículo 155.

RESOLUCIÓN:

Conforme al artículo 122 la resolución que decrete una medida cautelar siempre debe ser fundada, sin
perjuicio que a igual conclusión, y también respecto de la resolución que niega la aplicación de una de
estas medidas, se llega por el deber general de fundamentación de las resoluciones judiciales contenido
en el artículo 36 del Código.

CONTROL:

De conformidad al inciso segundo del 155, el tribunal debe ordenar las actuaciones y comunicaciones
necesarias para garantizar el cumplimiento de estas medidas cautelares.
Pero, por la propia naturaleza de algunas de las medidas existen grados importantes de dificultad en su
control lo que deberá verse en la práctica.

DURACIÓN:

Se aplican las normas sobre prisión preventiva. Así debe considerarse las reglas sobre modificación y
revocación de medidas cautelares contenidas en el artículo 144.

También resulta aplicable la substitución del inciso primero del artículo 145, debiendo necesariamente
entenderse que la misma se refiere al cambio de medidas de mayor afectación de derechos por una de
menor como, por ejemplo, mutar el arresto domiciliario por la de prohibición de salir del país.

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De la misma manera corresponde aplicar las normas sobre revisión de oficio de las medidas contenida en
el inciso segundo del artículo 145 y los límites temporales del artículo 153.

También debe entenderse que respecto de estas medidas cabe la posibilidad de remplazarlas por una
caución aplicándose así lo dispuesto en los artículos 146 a 148 del Código, lo que resulta obvio si se
considera el tipo de afectación de derechos involucrada y que esta posibilidad dice relación tanto con la
procedencia como con la duración de las medidas a que se refiere el inciso final del artículo 155
Lo anterior sin perjuicio de la posibilidad de aceptar una caución para suspender temporalmente una
de estas medidas conforme lo permite el artículo 156.

SUSPENSIÓN TEMPORAL DE LAS MEDIDAS:

Se aplica el artículo 156, por lo que el tribunal puede disponer la suspensión, a petición del afectado,
oyendo al fiscal y previa citación de los demás intervinientes que hubieren participado en la audiencia
que se decretaron, en la medida que estime que no se pone en peligro los objetivos que se tuvieron en
vista al imponerlas.
EJECUCIÓN:

Resulta aplicable el artículo 150, pero por la naturaleza de estas medidas se restringe, en la práctica, a
la supervisión de su ejecución por el tribunal que la dictó y al trato de inocente.
Eventualmente, y especialmente respecto del arresto domiciliario o la sujeción a la vigilancia de una
institución y presentación ante una autoridad, pudiera aplicarse el inciso final del 150 si es que esta
institución fuere la autoridad penitenciaria e impusiere al imputado algún tipo de restricciones.

RECURSOS:

Como se trata, según si se concedió o no la medida de su procedencia o impugnación, resulta aplicable


el artículo 149 referido a los recursos relacionados con la prisión preventiva de modo que deben
efectuarse las distinciones allí señaladas.

LA ETAPA DE LA INVESTIGACIÓN

Si bien existe la tendencia a identificar la reforma al proceso penal con el juicio oral, una de la las más
trascendentes modificaciones es la que sufrió la etapa de investigación criminal, tanto que puede
señalarse que de un modelo de control de la investigación en manos de un juez instructor, propio de un

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sistema inquisitivo, se pasó a otro, propio de un sistema acusatorio, en que la dirección de la investigación
quedó entregada a un organismo autónomo: el Ministerio Público.

Características de la investigación:

Siguiendo a los profesores Mauricio Duce y Cristián Riego, (Introducción al Nuevo Sistema Procesal Penal)
podemos señalar que el modelo de investigación adoptado por el nuevo Código Procesal Penal tiene cinco
características principales: a) su carácter preparatorio; b) flexibilidad y desformalización; c) oralidad; d)
público para los intervinientes y, e) vigencia del principio de legalidad, sin perjuicio de manifestaciones
del principio de oportunidad. A lo anterior podemos agregar que la investigación debe ser calificada de
administrativa.

a) Preparatoria.

La etapa de investigación es una etapa de recolección de antecedentes que en sí mismos no constituyen


prueba y, por ende, no son valorables en ningún caso por el tribunal a la hora de realizar el juicio, salvo
los casos marginales previstos en los N° 2 y 3 del artículo 331 del Código Procesal Penal. Es por ello que
podemos predicar de la misma su carácter preparatorio pues sirve al Fiscal del caso para adoptar
decisiones a su respecto, especialmente para poder determinar si la misma arroja fundamento serio para
deducir acusación en contra del imputado.
Sin perjuicio de lo anterior debe señalarse que los antecedentes recopilados en la investigación pueden
servir para justificar determinadas resoluciones judiciales durante la etapa de investigación como, por
ejemplo, medidas cautelares e intrusivas. Además, pueden servir de base para la dictación de la
sentencia definitiva en el procedimiento abreviado. (406 y 413 letra c)

b) Flexibilidad y desformalización.
La estructura del Código, a diferencia del antiguo sistema de enjuiciamiento criminal, no contempla
reglas fijas en materia de investigación que obliguen al Ministerio Público a practicar determinadas
diligencias. Así, la determinación de qué actividades de investigación se realizan en cada caso particular
es una decisión que debe adoptar el Ministerio Público teniendo presente el objetivo que persiga en la
misma y considerando sus particularidades.
De la misma manera la ley no establece ritualidades determinadas para la práctica de las diligencias de
investigación, salvo requerir autorización judicial previa en caso de que con la misma se pueda privar,
perturbar o restringir el ejercicio de derechos al imputado o terceros. (artículo 9 del Código)

Derecho Procesal IV Profesor Alberto Ayala Página 110


Manifestaciones de la desformalización que estamos hablando la encontramos en las formas de registro
de las actuaciones del Ministerio Público permitiendo la ley en el artículo 226 la utilización de: “cualquier
medio que permitiere garantizar la fidelidad e integridad de la información, así como el acceso a la misma
de aquellos que de acuerdo a la ley tuvieren derecho a exigirlo.”

También en materia de citaciones que durante el desarrollo de la investigación practique el Ministerio


Público ello se manifiesta pues ley permite la utilización de: “cualquier medio idóneo”. (art. 23) Para las
comunicaciones que deban practicarse a los demás intervinientes puede emplear: “cualquier medio
razonable que resultare eficaz.” (art. 22), mientras que las comunicaciones con la policía deben realizarse
en la forma y por los medios más expeditos posibles. (art. 81)

En otra área que se manifiestan estas características de la investigación es en aquellos casos en que una
persona cometa varios delitos que deban ser investigados al mismo tiempo. El antiguo sistema obligaba
la acumulación de todas las causas que se iniciaran en contra de una persona, independientemente de si
ello pudiera traer aparejado dificultades en la investigación, como cuando se trata de delitos cometidos
en ciudades distintas, lo que conllevaba que el juez ante quien se acumulara las causas investigara los
delitos cometidos en otras localidades a distancia, vía exhorto. Por el contrario, salvo la hipótesis del
procedimiento se dirigiera en contra de una misma persona, no podían acumularse investigaciones en
las que, por alguna razón ello pudiera resultar provechoso.

El nuevo Código permite, por el contrario, en su artículo 185, que el fiscal agrupe o separe investigaciones
según resulte conveniente. Eso sí, si dos o más fiscales se encuentran investigando los mismos hechos y
con ello se afectan los derechos de la defensa del imputado, el inciso segundo de la norma permite que
este recurra al superior jerárquico común para que resuelva quien tendrá el caso a su cargo.
c) Oralidad.
Esta característica nos señala que las principales cuestiones a discutir en sede judicial se debaten en
audiencias regidas por el principio de oralidad. Así ocurre, por ejemplo, con la formalización de la
investigación y con el debate de la procedencia de medidas cautelares.
Lo anterior no se opone a que las partes presenten escritos durante esta etapa y que el tribunal los
resuelva derechamente.
d) Publicidad de los registros:
De acuerdo a lo preceptuado en el artículo 182 inciso segundo los registros de actuaciones de la
investigación y los documentos de la investigación fiscal y policial son públicos para los intervinientes
quienes pueden examinarlos.

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Sin perjuicio de ello el Fiscal, de acuerdo a lo previsto en el inciso tercero de la norma, puede disponer
que determinadas actuaciones, registros o documentos sean mantenidos en secreto respecto de alguno
de los intervinientes cuando lo considerare necesario para la eficacia de la investigación, caso en el cual
debe identificar las piezas o actuaciones de modo que no se vulnere la reserva y fijar un plazo no superior
a cuarenta días para la mantención del secreto. Ese secreto sí, no puede decretarse respecto de
declaraciones del imputado o cualquier otra actuación en que hubiere intervenido o tenido derecho a
intervenir, las actuaciones en las que participare el tribunal, ni los informes evacuados por peritos,
respecto del propio imputado o su defensor. (182 inciso quinto)

En caso de que el Ministerio Público disponga la reserva, los intervinientes pueden recurrir al juez de
garantía para que ponga término al secreto o lo reduzca, ya sea en tiempo o en cuanto a las piezas o
actuaciones abarcadas por él, o a las personas a las que afecte.
Hasta ahora hemos hablado exclusivamente de los registros del Ministerio Público o de la policía que
conforme lo disponen los artículos 227 y 228 del Código estas instituciones deben levantar.

Cuestión distinta ocurre con las actuaciones de investigación que son practicadas unilateralmente por el
Ministerio Público, sin asistencia de los intervinientes. Sin perjuicio de ello, el artículo 184 dispone que
el fiscal puede autorizar la asistencia de los intervinientes a las actuaciones o diligencias que practique si
es que lo estima útil. En todo caso, en cualquier momento puede impartirles instrucciones obligatorias
conducentes al adecuado desarrollo de la actuación o diligencia o excluirlos de la misma.

En concordancia con lo señalado, el artículo 236 del Código permite que aquellas actuaciones que,
conforme al artículo 9, deben ser autorizadas por el Juez de garantía, puedan practicarse sin previa
comunicación al afectado, siempre que el juez, a petición del fiscal, estime que ello resulta indispensable
para su éxito cuando la gravedad de los hechos o la naturaleza de la diligencia lo requieran.
Por último, cabe consignar en esta materia que los funcionarios policiales tienen prohibido, de acuerdo a
lo dispuesto en el artículo 92, informar a los medios de comunicación social acerca de la identidad de los
detenidos, imputados, víctimas, testigos, ni de otra persona que se encontraran o pudieren estar
vinculadas a la investigación de un hecho punible.
Cabe señalar que el proyecto aprobado por la Cámara de Diputados derechamente prohibía a la policía,
de manera genérica, informar sobre las diligencias que practicaran, sus resultados y las órdenes que
debieren cumplir mas el Senado optó por restringir la prohibición en los términos señalados, teniendo
presente la transparencia de la gestión policial e indicando que, en esta materia, se requería coordinación
de la policía con el fiscal a cargo del caso o bien que se regulara mediante instrucciones generales que
pudieran ser aplicables con la finalidad de evitar que se viera afectada la investigación. Se tuvo presente,

Derecho Procesal IV Profesor Alberto Ayala Página 112


además, que a propósito de la discusión de la Ley Orgánica el Ministerio Público al establecer en el artículo
64 la prohibición de los fiscales de emitir opiniones acerca de los casos que tuvieren a su cargo, se dejó
expresa constancia que no estaba vedada la posibilidad de informar sobre ellos.
e) Legalidad.
La etapa de investigación se rige por el principio de legalidad en virtud del cual, como se ha visto, una
vez que el órgano de investigación toma conocimiento de un hecho supuestamente delictivo debe
investigarlo e iniciada la persecución no está autorizado para abandonarla, suspenderla o hacer cesar su
curso, salvo los casos previstos en la ley. Así lo dice el artículo 166 del Código.
f) Administrativa
La investigación es una etapa de averiguación y recopilación que presenta como una de sus
características ser meramente administrativa, no encontrándose sujeta a reglas procesales.
De este modo el Ministerio Público puede practicar todas las diligencias de investigación que desee, de
manera unilateral, sin encontrarse sujeto a reglas específicas, actividad respecto de la cual ni siquiera
tiene obligación de informar a los tribunales. Sin perjuicio de lo anterior, en caso de que producto de su
actividad de investigación pudiera afectar derechos de alguna persona, la ley establece que la diligencia
específica debe ser autorizada por el Juez de garantía.

OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN:

En el nuevo proceso penal la investigación tiene una pluralidad de fines, lo que se aviene con la
diversificación que se busca en la respuesta del sistema penal al fenómeno del delito.
Desde luego la etapa de investigación tiene por objetivo la recolección de antecedentes que se estimen
pertinentes y útiles al esclarecimiento y averiguación de un hecho que revista los caracteres de delito,
como asimismo, de las circunstancias relevantes para la aplicación de la ley penal, los partícipes del hecho
y de las circunstancias que sirvan para verificar su responsabilidad. (artículo 180 del Código)
Los antecedentes así recolectados le permitirán al Ministerio Público efectuar una selección de casos
entre aquellos que aplicará una forma de terminación anticipada, (facultad de no iniciar la investigación,
archivo provisional de los antecedentes y principio de oportunidad) los que se aplicará una salida
alternativa (suspensión condicional del procedimiento y acuerdo reparatorio) y, por último, de aquellos
en que buscará la solución por vía jurisdiccional efectuando una imputación formal y tratando de llevar a
juicio a una persona.

Dicha selección, además de diversificar la respuesta del sistema, buscan permitir que el Ministerio Público
logre la máxima eficiencia en la etapa de investigación, racionalizando los recursos para dar importancia
a los casos más graves y que producen un mayor impacto social.

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Junto a lo anterior, la etapa de investigación tiene por objetivo atender el interés de la víctima que, como
se vio, es una de los objetivos más señalados de la reforma y se manifiesta en los derechos que el sistema
le reconoce, en la promoción de formas de reparación y en la adopción de diversas formas de protección.

Por último, y por excepción, durante la investigación pueden realizarse actos de anticipación de prueba,
es decir, la rendición de la prueba que no puede esperar que se lleve a cabo el juicio. El artículo 191 del
Código, precisamente bajo el epígrafe de “anticipación de prueba”, establece que si luego de interrogar
a un testigo en la etapa de investigación este manifiesta la imposibilidad de concurrir a la audiencia del
juicio oral por tener que ausentarse a larga distancia o por existir motivo que hiciere temer la
sobreviniencia de su muerte, su incapacidad física o mental o algún otro obstáculo semejante, el fiscal
del caso puede pedir al juez de garantía que reciba su declaración anticipadamente, quien debe citar a
todos aquellos que tuvieran derecho a asistir al juicio oral los que tendrán todas las facultades previstas
para su participación en la audiencia del juicio oral. Debe sí consignarse que en el juicio oral las razones
que motivaron la rendición de prueba anticipada deben mantenerse o haber acaecido el supuesto que la
motivara, lo que debe evaluarse en la audiencia y, sólo en caso positivo, permitir que se rinde la prueba
recibida anticipadamente en la forma prevista en el artículo 331 letra a) del Código. Conforme a lo
dispuesto en el artículo 191 bis, también es posible solicitar prueba anticipada respecto de menores de
edad víctimas de algunos delitos, tomando en consideración sus circunstancias personales y emocionales.

FORMAS DE INICIO DE LA INVESTIGACIÓN.

De acuerdo a lo establecido en el artículo 172 del Código, la investigación de un hecho que revista los
caracteres de delito pude iniciarse de oficio por el Ministerio Público, por denuncia o por querella.
Debe recordarse que tratándose de una norma del Libro Segundo se refiere a los delitos de acción penal
pública pues los de acción penal privada, de acuerdo a lo previsto en el artículo 400, sólo puede iniciarse
por querella de la persona habilitada para promover la acción penal.

De oficio por el Ministerio Público.

Esta forma de iniciar la investigación supone que el Ministerio Público tome conocimiento de un hecho
que reviste los caracteres de delito por algún medio distinto de la denuncia o querella como, por ejemplo,
notoriedad, noticias o producto de otra investigación.

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La ley, salvo mencionar esta forma de inicio de la investigación, no la reglamenta en modo alguno mas
podemos indicar algunas cuestiones que se imponen de conformidad a las reglas generales que informan
la investigación.

En primer lugar, si bien la ley no establece, como sucedía en el antiguo Código de Procedimiento Penal,
la obligación de confeccionar un acta que diera cuenta del hecho y de la forma en que el tribunal tomaba
conocimiento del mismo, lo que se denominaba “auto cabeza de proceso”, en el nuevo sistema también
debería levantarse un acta o alguna forma de registro dejando constancia de los datos más relevantes
pues se trata de una actividad de investigación y, de conformidad a lo dispuesto en el artículo 181, la
investigación se llevará a cabo de modo de consignar y asegurar todo cuanto condujere a la comprobación
del hecho y a la identificación de los partícipes en el mismo, sin perjuicio de que, además, ello se
desprende de la obligación general de registro que pesa sobre las actuaciones el Ministerio Público de
acuerdo a lo previsto en el artículo 227 del Código.

Una segunda cuestión a determinar es quien de los funcionarios del Ministerio Público está habilitado para
disponer el inicio oficial de la investigación. El señor Fiscal del Ministerio Público, en su instructivo general
N° 1, indicó que en caso de que en la fiscalía local de que se trate existiera más de un fiscal la iniciativa
para el inicio de oficio de una investigación debía ser asumida por el fiscal jefe. Si existe un solo fiscal
este tiene que resolver la materia como si fuera fiscal jefe.

Por denuncia.

La denuncia es el simple aviso verbal o escrito por el cual se pone directamente en conocimiento del
Ministerio Público, o bien por medio de la Policía de Investigaciones, Carabineros de Chile, Gendarmería
de Chile o de un tribunal con competencia criminal, un hecho que reviste los caracteres de delito,
efectuado con la intención de que sea investigado, sin que quien la realiza adquiera el derecho a intervenir
en el procedimiento salvo las facultades que pudieran corresponderle en caso de ser víctima del mismo.

 Ante quien puede efectuarse la denuncia


De conformidad al artículo 173 la denuncia puede formularse directamente al ministerio público. Además,
la denuncia puede formularse ante los funcionarios de Carabineros de Chile y de la Policía de
Investigaciones.
También ante funcionarios de Gendarmería de Chile en los casos de delitos cometidos dentro de recintos
penitenciarios.
Por último, la denuncia puede ser presentada ante cualquier tribunal con competencia criminal.

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En caso de estos organismos todos tienen la obligación legal de hacer llegar la denuncia de inmediato al
ministerio público.

 Personas obligadas a denunciar.


En principio nadie está obligado a denunciar la comisión de un delito, sin perjuicio de que esa actitud,
reuniendo las exigencias legales, pudiere constituir una forma de encubrimiento sancionado penalmente.
No obstante lo anterior, ciertas personas por su cargo o función, están obligadas a denunciar al Ministerio
Público la comisión de delitos que tomen conocimiento, por regla general, en el ejercicio de su cargo,
actividad o profesión.
Estas son las señaladas en el artículo 175, por los ilícitos que en cada caso se indican.

De acuerdo a lo previsto en el artículo 176, las personas indicadas deben hacer la enuncia en el término
de 24 horas siguientes al momento en que tomaren conocimiento del hecho criminal, salvo en lo que se
refiere a los capitanes de naves o aeronaves pues ese plazo se cuenta desde que arriban a cualquier
puerto o aeropuerto de la República.

La obligación de denunciar, eso sí, cesa, de acuerdo a lo previsto en el inciso segundo del artículo 177,
en caso que apareciere que al formular la denuncia se arriesgue persecución penal propia, del cónyuge,
conviviente o de ascendientes, descendientes o hermanos, es decir, se hace aplicación del principio de
no-autoincriminación contemplado, además, en el derecho de todo imputado no prestar declaración y
en el artículo 305 en cuanto exime de prestar declaración como testigos a las personas que se encuentran
en los mismos casos.

 Autodenuncia.

El artículo 179 del Código contempla lo que denomina “autodenuncia”, institución que no estaba
establecida en el Código de Procedimiento Penal y que, no obstante su nombre, no constituye
verdaderamente una denuncia, sino que una forma de acción de jactancia en el terreno penal, efectuada
en contra de quien atribuye a otro la comisión de un hecho supuestamente delictivo.

En efecto, la disposición dispone que la persona que hubiere sido imputada por otra en la comisión de
un hecho ilícito, tiene el “derecho” de concurrir ante el ministerio público y solicitar que se investigue la
imputación, agregando el inciso segundo que si el fiscal se niega a proceder, el imputado puede recurrir
a las autoridades superiores del ministerio público afecto de que revisen tal decisión.

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Como se ve, la norma razona sobre la base que el imputado desconoce la veracidad de la imputación
que se le efectúa y pide la investigación para desvirtuarla. Tal finalidad resultaba manifiesta en el
proyecto del Código en el que incluso había una declaración expresa de no existir mérito suficiente para
formalizar la investigación, mas ello se eliminó en el Senado por considerarlo la Comisión de Legislación
y Justicia de esa Corporación innecesario e inducir a confusión.

 Forma y contenido de la denuncia.

Está regulado en el artículo 174 del Código que dispone que la denuncia podrá formularse por cualquier
medio y deberá contener la identidad del denunciante, el señalamiento de su domicilio, la narración
circunstanciada del hecho, la designación de quienes lo hubieran cometido y de las personas que lo
hubieren presenciado o tuvieren noticia de él, todo en cuanto le constare al denunciante.
Precisa la norma que si se trata de una denuncia verbal debe levantarse un registro en presencia del
denunciante quien lo debe firmar junto con el funcionario que la recibe. Si la denuncia es escrita debe
también ser firmada por el denunciante.
Como ya se dijo la denuncia es un simple aviso y, por lo mismo, en el caso de que se presente ante un
tribunal de justicia con competencia criminal, expresamente la ley 18.120 exime al denunciante de las
obligaciones de patrocinio y de constituir mandato judicial.

 Responsabilidad y derechos del denunciante.

Esta materia está regulada en el artículo 178 del Código que dispone que el denunciante no contrae otra
responsabilidad que la correspondiente a los delitos que hubiere cometido por medio de la denuncia o
con ocasión de ella.
En forma paralela la norma establece que el denunciante no adquiere derecho alguno de intervenir en el
procedimiento, salvo que se trate de la víctima, evento en que puede ejercer las facultades que la ley le
concede en cuanto tal. Así, el denunciante no se convierte en sujeto procesal ni adquiere mayores
responsabilidades por el resultado final del proceso penal.

Por querella.

La tercera forma de iniciar la investigación es por querella de la persona ofendida.


Los requisitos y demás cuestiones relativas a la querella están regulados en los artículos 111 y siguientes
el Código Procesal Penal y ya se analizaron al estudiar al querellante como sujeto procesal.

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DESARROLLO DE LA ETAPA DE INVESTIGACIÓN.

Una vez que el sistema de persecución penal a cargo del Ministerio Público ha tomado conocimiento de
un hecho que reviste los caracteres de delito, comienza la etapa de investigación o preparación
propiamente tal, período que, como se adelantó, tiene diversos objetivos y dentro del cual los fiscales
pueden adoptar una serie de decisiones respecto del caso.
Hemos dicho también que la etapa de investigación está gobernada por el principio de legalidad
expresamente establecido en el inciso segundo del artículo 166 que prescribe que cuando el ministerio
público toma conocimiento de un hecho que revistiere los caracteres de delito debe promover la
prosecución penal, sin que pueda suspender, interrumpir o hacer cesar su curso, salvo los casos previstos
por la ley.
Estos casos establecidos en la ley, que constituyen excepciones al principio de legalidad y, por lo mismo,
manifestaciones del principio de oportunidad en sentido amplio, pueden agruparse, siguiendo a Duce y
Riego, (Introducción al Nuevo Sistema Procesal Penal, pag. 195) en dos categorías. Una constituida por
lo que estos autores llaman: “mecanismos de selección o descongestión de casos y otros “formas de
terminación anticipada”, y una segunda por las salidas alternativas: suspensión condicional del
procedimiento y acuerdos reparatorios.

Las primeras son la facultad de no iniciar el procedimiento, el archivo provisional de los antecedentes y
el principio de oportunidad del artículo 170 del Código. Estos casos comparten con las salidas alternativas
tratarse de soluciones distintas que la decisión jurisdiccional por vía de una sentencia definitiva mas,
como lo dicen los autores citados: “implican sólo la manifestación transparente de una decisión acerca
de la imposibilidad de hacerse cargo de ciertos casos, ya sea porque no resulta posible debido a la
información limitada de la que se dispone o porque no resulta conveniente socialmente hacerlo o,
sencillamente, porque no se está dentro de las hipótesis que permiten seguir investigando hacia delante.”
(opus cit. pag. 195 y 196)

Facultad de no iniciar la investigación:

Está regulada en el artículo168 del Código Procesal Penal y consiste en la posibilidad que tienen los
fiscales de abstenerse de toda investigación cuando los hechos relatados en la denuncia no fueren
constitutivos de delito o cuando los antecedentes y datos suministrados permiten establecer que se
encuentra extinguida la responsabilidad penal del imputado.
Como se ve la norma prevé la aplicación de esta facultad a casos distintos. En el primero el hecho no es
constitutivo de delito, resultando típico en la práctica casos de simple incumplimiento contractual que

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se pretenden alguna forma de fraude o los daños culposos que se creen constitutivos del delito de daños.
En la segunda situación se trata de hecho que constituyen delito pero la responsabilidad penal se
encuentra extinguida, como por ejemplo, por haber transcurrido el plazo de prescripción de la acción
penal.

La facultad puede ejercerse mientras no haya intervenido el juez de garantía y, por lo mismo, supone
que la investigación no se haya iniciado por querella, sin perjuicio de que el juez, de conformidad a lo
dispuesto en el artículo 114 del Código Procesal Penal, pueda declararla inadmisible por las mismas
razones por las cuales el fiscal puede abstenerse de investigar.

De la misma manera la decisión de no iniciar la investigación, de acuerdo a lo previsto en la parte final


del artículo 168, debe ser fundada y aprobada por el juez de garantía, independiente que haya oposición
o no de la víctima. La aprobación del juez de garantía produce cosa juzgada respecto de los hechos a que
la misma se refiere resultando así equivalente al sobreseimiento definitivo.

Sin perjuicio de esa revisión, el artículo 169 posibilita que la víctima provoque el control del juez de
garantía deduciendo una querella criminal. En tal caso el juez debe pronunciarse sobre la admisibilidad
de la misma, estudio que comprende, de acuerdo al artículo 114 del Código, el análisis de si los hechos
son constitutivos de delito y si la responsabilidad penal del imputado está extinguida. Luego, si el tribunal
admite la querella a tramitación el fiscal debe seguir adelante la investigación de acuerdo a las reglas
generales.
Bajo la vigencia del Código Procesal Penal se ha planteado la duda de si los fiscales pueden realizar algún
tipo de indagación previa respecto de los hechos de que tomen conocimiento o sólo pueden ejercer esta
facultad exclusivamente acorde al mérito de la denuncia que se le formulare, como pareciere
desprenderse del nombre del instituto y del tenor literal del artículo 168.

Los tribunales han aceptado la primera alternativa, es decir, han permitido que los fiscales realicen
algunas diligencias preliminares para cerciorarse que efectivamente se está frente a la hipótesis de la
norma, particularmente en los casos de denuncias por muerte, en que requieren el informe de autopsia
o en los casos de desaparición de personas si es que las mismas son habidas prontamente, pero después
que la denuncia ha ingresado al sistema. Esta alternativa resulta óptima para el adecuado funcionamiento
del sistema pues, de lo contrario, en esos casos se requeriría que el fiscal cerrara la investigación y
solicitare un sobreseimiento definitivo, requiriéndose un procedimiento bastante más complejo, con el
consiguiente recargo de medios y tiempo.

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El archivo provisional de los antecedentes.

Regulado en el artículo 167 del Código, consiste en la facultad que tiene el fiscal de archivar de manera
temporal aquellas investigaciones en las que no aparecen antecedentes que permitieren desarrollar
actividades conducentes al esclarecimiento de los hechos.
El fiscal puede archivar provisionalmente las investigaciones por toda clase de delitos, siempre que no se
hubiere producido la intervención del juez de garantía en el procedimiento.
Si el delito merece pena aflictiva, de conformidad a lo establecido en el artículo 167 inciso segundo, el
fiscal debe someter la decisión de archivo a la aprobación del Fiscal Regional.
Por medio de esta forma de terminación anticipada se busca descongestionar el sistema criminal evitando
realizar actividades de investigación en aquellos casos en que prácticamente es imposible o muy difícil el
esclarecimiento de los hechos. Supone, además, su utilización muy temprana por el fiscal e, incluso, la
Comisión de Legislación y Justicia del Senado estuvo de acuerdo a que esta institución debe traducirse
en que el fiscal, al recibir una denuncia, decida si tiene o no un caso susceptible de ser investigado y en
el evento de que ello no ocurra proceder a su archivo.
Como su nombre lo indica ese archivo no es definitivo de modo que si en el futuro se recaban
antecedentes que permitan realizar actividades de investigación el fiscal puede reabrir el caso sin otro
límite que los plazos de prescripción de la acción penal.
Además, el inciso final del artículo167 posibilita que la víctima pida la reapertura del procedimiento y la
realización de actividades de investigación. Si el fiscal no hace lugar a esta petición, la norma
expresamente indica que se puede reclamar ante las autoridades del ministerio público.

Sin perjuicio del reclamo por vía administrativa la ley, al igual que en el caso de la aplicación de la facultad
de no iniciar la investigación, prevé, en el artículo 169, la posibilidad que la víctima interponga una
querella ante el juez de garantía y en el caso de que este la declare admisible, obliga al ministerio público
a realizar actividades de investigación para posteriormente cerrarla, adoptando, en ese evento,
alguna de las posibilidades que establece el artículo 248 del Código.

Principio de oportunidad del artículo 170 del Código o principio de oportunidad en sentido
estricto.

 Delitos a los cuales se aplica.

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Bajo la denominación de principio de oportunidad el artículo 170 del Código contempla la posibilidad del
Ministerio Público de no iniciar una persecución o abandonar una ya iniciada, reunidos ciertos requisitos
establecidos en la misma norma.

Hemos analizado dentro de los principios de persecución penal el principio de oportunidad indicando que
es la antítesis doctrinaria del principio de legalidad y que dentro de su concepto pueden incluirse
cuestiones distintas como las salidas alternativas, las formas de terminación anticipada y decisiones de
política de persecución criminal que adopte el Ministerio Público.
Una de estas manifestaciones de oportunidad es el denominado principio de oportunidad por el artículo
170 del Código. Se trata de la posibilidad del Ministerio Público de no iniciar una persecución penal o
abandonar una ya iniciada cuando se trata de un hecho que no comprometiere gravemente el
interés público.

Esta institución permite, no obstante que se haya acreditado la existencia de un hecho punible e, incluso,
la participación que en el mismo pudo corresponder a determinada persona, que el Ministerio Público no
ejerza persecución penal por razones superiores de política criminal, evitando así la aplicación de
sanciones cuando el efecto desocializante de la misma para la persona que la recibe es menor que el
beneficio que acarrea la represión en casos de criminalidad menor, de escasa importancia social o de
bagatela.

Por ello la ley exige para la aplicación de esta facultad que se trate de hecho que no comprometieran
gravemente el interés público. La determinación de cuando ello ocurre es una cuestión que deben
apreciar los fiscales del caso, sin perjuicio que se trate de una cuestión que el Fiscal Nacional debe ilustrar
por medio de instrucciones
generales y criterios de actuación mas, en todo caso, de definición autónoma del ente de persecución
penal, en la que no puede inmiscuirse el poder jurisdiccional.

Delitos excluidos.

El legislador en esta materia fijó dos grupos de delitos que estaban excluidos de la aplicación del principio
de oportunidad.
En primer lugar, aquellos en que la pena mínima asignada por la ley al delito es superior a presidio
menor en su grado mínimo.
Se trata de la pena legal, esto es, la establecida en la ley para el delito y no la concreta que resulta al
caso particular después de aplicar las reglas sobre determinación de penas contenidas en el Código Penal.

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De esta manera, por ejemplo, no se puede aplicar principio de oportunidad a delitos de robo en lugar no
habitado o robo por sorpresa establecidos en los artículos 440 y 436 inciso segundo del Código Penal
pues, en ambos casos, la penalidad asignada por la ley al delito -presidio menor en sus grados medio a
máximo- no lo permite pues, como se ve, la pena mínima, presidio menor en su grado medio, es
superior a la establecida en el artículo 170. En cambio, si es aplicable al caso de perjurio ante autoridad
administrativa o falso testimonio en materia no contenciosa o en un cuasidelito de homicidio, pues en
ambos casos la pena mínima asignada por la ley al delito de acuerdo a lo previsto en el Código Penal
–210 y 490 N° 1 respectivamente- es, precisamente, presidio menor en su grado mínimo y, por ende,
encuadra en el marco legal autorizado por el citado artículo 170.

En segundo lugar, independientemente de cual sea la penalidad del hecho que hubieren cometido, la ley
prohibió que pudiere aplicarse principio de oportunidad a los delitos cometidos por un funcionario público
en el ejercicio de sus funciones.

En cuanto a que debemos entender por funcionario público, el señor Fiscal Nacional, en su instructivo
general N° 35, determinó que los fiscales debían estarse a lo establecido en el artículo 260 del Código
Penal.

Etapas del procedimiento en las que puede aplicarse.

El artículo 170 señala que el fiscal pueden no iniciar una persecución penal o abandonar una ya iniciada,
de manera que podría estimarse que una vez cerrada la investigación o incluso en la etapa del juicio oral
el Fiscal podría manifestar su decisión de aplicar principio de oportunidad y abandonar la persecución
penal. Sin embargo, en el ya indicado instructivo general N° 35, el señor Fiscal Nacional entendió que
debe aplicarse antes de cerrar la etapa de investigación pues, una vez que ello se realiza, el fiscal sólo
tendría las posibilidades procesales contempladas en el artículo 248 del Código, esto es, acusar, pedir un
sobreseimiento sea definitivo o temporal o bien comunicar su decisión de no perseverar en el
procedimiento.

Procedimiento.

El mismo aparece regulado en el artículo 170 del Código.


Si el fiscal a cargo del caso decide aplicar principio de oportunidad debe emitir una decisión motivada que
comunica al juez de garantía.

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Una vez que la recibe el juez debe notificar a los interviniente, si los hubiere, y dentro del plazo de diez
días siguientes a la comunicación del fiscal, de oficio o a petición de cualquiera de los intervinientes,
puede rechazar la aplicación del principio de oportunidad por parte del fiscal si considera que se excedió
en sus atribuciones en cuanto a la pena mínima asignada por la ley para el delito o se trata de un delito
cometido por un funcionario público en el ejercicio de sus funciones.
En cambio, no puede rechazar la aplicación del principio de oportunidad por considerar que se trata de
un hecho que compromete gravemente el interés público pues, como se dijo, ese es una cuestión cuya
determinación corresponde soberanamente al ministerio público.
De la misma manera, dentro del mismo plazo de diez días, si la víctima de cualquier modo manifiesta su
interés en el inicio o en la continuación de la persecución penal, el juez debe dejar sin efecto la aplicación
del principio de oportunidad. En este caso, haciendo realidad la protección de los derechos de la víctima,
la ley prevé que basta que esta se oponga a la aplicación del principio de oportunidad por el Ministerio
Público, sin necesidad de esgrimir fundamento alguno, para que el fiscal deba iniciar o continuar con la
persecución penal.

Como se ve, al juez de garantía, sólo en el caso de que rechace la aplicación del principio de oportunidad
por el ministerio público debe dictar una resolución. Por el contrario, si estima que la decisión es ajustada
a derecho y la víctima no se opone, la ley no exige que dicte resolución alguna, de lo que sigue que
tácitamente debe entenderse aprobada la decisión del fiscal.

Una vez vencido el señalado plazo de diez días, los intervinientes contarán con un nuevo plazo de diez
días, ahora para reclamar de la decisión del fiscal ante las autoridades superiores del Ministerio Público.

Al conocer la reclamación, tales autoridades deben verificar si la decisión del fiscal se ajusta a las políticas
generales del servicio y a las normas que hubieren sido dictadas al respecto.
Si nadie efectúa la reclamación administrativa o bien, habiéndose reclamado administrativamente, las
autoridades superiores del ministerio público la rechazan, de acuerdo a lo previsto en el inciso sexto del
artículo 170, se entiende extinguida la acción penal respecto del hecho de que se trate.

Debe si tenerse presente que, como lo señala el inciso final de la norma, la extinción de la acción penal
no perjudica en modo alguno el derecho a perseguir por vía civil las responsabilidades pecuniarias
derivadas del mismo hecho.

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ACTIVIDADES DE INVESTIGACIÓN.

La Constitución Política de la República, en su artículo 83, encomienda al Ministerio Público la dirección


de la investigación de los hechos constitutivos de delito, los que determinen la participación punible y los
que acrediten la inocencia del imputado.
De acuerdo al artículo 180 del Código Procesal Penal los fiscales dirigen la investigación y pueden realizar
por sí mismos o encomendar a la policía todas las actividades de investigación que consideren
conducentes al esclarecimiento de los hechos.
Precisando, la norma encomienda al Ministerio Público proceder a la práctica de todas aquellas diligencias
pertinentes y útiles al esclarecimiento y averiguación del hecho, las circunstancias relevantes para la
aplicación de la ley penal, de los partícipes del hecho y de las circunstancias que sirvieren para verificar
su responsabilidad, como asimismo, impedir que el hecho denunciado produzca consecuencias ulteriores.

En el mismo orden de ideas el artículo 77 del Código establece que los fiscales ejercen y sustentan la
acción penal pública en la forma prevista por la ley y con tal fin pueden practicar todas las diligencias que
fueren conducentes al éxito de la investigación y dirigirán la actuación de la policía, con estricta sujeción
al principio de objetividad.
A su turno, el artículo 80 del Código de Enjuiciamiento Criminal, inserto en el párrafo de la policía,
establece que los funcionarios de Carabineros y de la Policía de Investigaciones ejecutarán sus tareas
bajo la dirección y responsabilidad de los fiscales y de acuerdo a las instrucciones que estos les
impartieren para los efectos de la investigación, sin perjuicio de su dependencia a las autoridades de las
instituciones a la que pertenecieren.
De este conjunto de normas resulta que los fiscales del Ministerio Público si bien, en principio, deben
dirigir la investigación, nada obsta a que, por sí mismos, practiquen todas las diligencias de investigación
que crean convenientes realizar para el cumplimiento de las finalidades del procedimiento. Su única
limitación en su actividad de investigación son las actuaciones que pudieren privar al imputado o un
tercero del ejercicio de los derechos que la Constitución asegura, o bien o los restringiere o los perturbara
pues, en tal caso, por disposición del artículo 83 inciso tercero de la Constitución Política y del artículo 9
del Código Procesal Penal, requieren de autorización del juez de garantía.

La policía como auxiliar el Ministerio Público.

Hemos señalado que una de las funciones del Ministerio Público es la dirección de la investigación de los
hechos constitutivos de delitos, en cuyo ejercicio puede realizar diligencias de investigación por sí mismo

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o encomendar a la policía, en su carácter de organismo auxiliar, las que considere conducente al
esclarecimiento de los hechos. (79, 80, 166, 180, 181)

Debido a la importancia práctica que tiene la actividad auxiliar de la Policía y al peligro que en ejercicio
de la misma se cometan abusos existe una tendencia creciente a regularla, determinando el campo de
acción, las exigencias que se le imponen y las facultades para actuar autónomamente en ciertos casos.

Por lo mismo el Código considera a la policía como sujeto procesal imponiéndole así obligaciones pero
consagrándole también ciertas facultades para un debido cumplimiento de su función.
En el párrafo tercero del Título IV del Libro I se regula la actuación de la policía en el procedimiento
penal.

Como ya se ha señalado, el artículo 79 entrega a la Policía de Investigaciones de Chile el rol de auxiliar


del Ministerio Público en las tareas de investigación y la ejecución de las medidas de coerción que se
decreten.

La misma norma, pero en un segundo inciso, da el mismo rol auxiliar a Carabineros de Chile, en caso de
que los fiscales a cargo del caso así o dispusieren.

Por último, la ley también entrega la posibilidad al ministerio público de impartir instrucciones a
Gendarmería de Chile para la investigación de hechos cometidos al interior de los establecimientos
penales.
Por otra parte cabe indicar que el Código trató de regular las relaciones entre las policías y el ministerio
público, pues se trataba de un nudo problemático con implicancias políticas.
Así, junto con entregar la dirección de la investigación al Ministerio Público y, en ejercicio de tal función
la posibilidad, de dar instrucciones específicas (79 y 80), dejó en claro que ello sólo se refería a la
investigación misma pero no podía afectar la dependencia de los funcionarios a las autoridades de la
institución a la que pertenecieren (80 inciso primero parte final).
Además, y sin perjuicio de que, como se verá, el código consagra una seria de actuaciones que la policía
puede efectuar de manera autónoma sin esperar orden o instrucción alguna, la ley, en el artículo 87,
prevé la posibilidad que el ministerio público pueda impartir instrucciones de carácter general respecto
de la forma que la policía puede cumplir dichas funciones, al menos respecto de las establecidas en los
artículo 83, el control de identidad previsto en el artículo 85, también frente a las denuncias en la que los
datos obtenidos fueren insuficientes para estimar si son constitutivos de delitos y, por último, en lo
relativo a la realización de diligencias inmediatas para la investigación de determinados delitos.

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Actuaciones autónomas.

El artículo 83 establece una serie de actuaciones que la policía puede realizar sin necesidad de recibir
instrucciones particulares de los fiscales.
En primer término la letra a) establece como una de estas actuaciones la de prestar auxilio a la víctima,
ratificando la preponderancia que el código pretende entregar al resguardo de los intereses de la víctima
como sujeto procesal.

En segundo lugar, también como actuación autónoma, cabe consignar la recepción de denuncias
establecida en la letra e) del artículo 83.
Hemos visto que el inciso segundo del artículo 173 prevé la posibilidad que las denuncias sean
presentadas ante Carabineros, la Policía de Investigaciones e, incluso, Gendarmería de Chile respecto de
delitos cometidos en recintos penitenciarios. Necesariamente esta función la deben cumplir dichos
organismos sin esperar ningún tipo de instrucciones de los fiscales del caso, lo que, por lo demás, se
enlaza con las diversas normas sobre protección de las víctimas a las que se han hecho múltiples
referencias.

Un problema especial lo presenta analizar si la policía pudiese rechazar una denuncia cuando estimare
que los hechos que se están informando no revisten los caracteres de delito. Si bien, en una primera
aproximación, pudiera pensarse que esa es una cuestión que deben analizar los fiscales y, en tal evento,
utilizar la facultad de no iniciar la investigación prevista en el artículo 168, de lo dispuesto en la parte
final del artículo 87, en orden a que el ministerio público puede dar instrucciones generales respecto de
la forma de proceder frente a hechos que la policía tome conocimiento y respecto de los cuales los datos
obtenidos fueren insuficientes para estimar si son constitutivos de delito, se desprende que puede
efectuarse una evaluación por parte de esta y, frente a hechos denunciados que manifiestamente no
tuvieran carácter delictivo, no dar curso a la misma, sin perjuicio de las medidas de chequeo que pudiera
disponer la fiscalía.
En tercer lugar, una de las funciones autónomas más importantes de policía es la establecida en la letra
b) del artículo 83, esto es, la posibilidad de la policía de practicar detenciones en caso de flagrancia.

El análisis de esta facultad se efectuará a propósito del estudio de las medias cautelares personales.
Asociada a la facultad de detención debe consignar la posibilidad que tiene la policía de examinar las
vestimentas, el equipaje o el vehículo de los detenidos, en la medida que existieren indicios que
permitieran estimar que ocultan en ellos objetos importantes para la investigación (artículo 89), como

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asimismo, la de incautar objetos, documentos e instrumentos de cualquier clase que parecieren haber
servido o estados destinados a la comisión del hecho, o que de él provengan o pudieren ser utilizados
como medios de prueba, hallados en poder del imputado detenido en caso de flagrancia o que se
encuentren en el sitio del suceso. (art. 187)

En cuarto lugar, el artículo 83 contempla como actuación autónoma de la policía el resguardo del sitio del
suceso. Se trata de una importantísima cuestión que en el Código de Procedimiento Penal del año 1.906
no tuvo regulación y que, por lo mismo, fue materia de fricciones entre los cuerpos policiales y de quejas
por parte de la Policía de Investigaciones que, entendiéndose cuerpo especializado en la materia,
reclamaba con frecuencia que los sitios del suceso o lugares de comisión de los delitos eran alterados por
funcionarios de carabineros que llegaban primero o que, derechamente, no le informaban el acaecimiento
de delitos que pudieran dar lugar a la práctica de diligencias de carácter científico o técnico policial.

Por ello el Código reglamentó la materia teniendo presente que la dirección de la investigación
corresponde al ministerio público.
Así, la policía, autónomamente, debe limitarse al resguardo del sitio del suceso, para lo cual pueden
impedir el acceso de toda persona ajena a la investigación procediendo a la clausura de los lugares
cerrados o al aislamiento de los sitios abiertos, evitando que se alteren o borren los rastros o vestigios
del hecho o remuevan los instrumentos usados para llevarlo a cabo, mientras no intervenga personal
experto de la policía que el ministerio público designe.
Este personal debe recoger, identificar y conservar bajos ello los objetos, documentos o instrumentos de
cualquier clase que pareciere haber servido a la comisión del hecho investigado, sus efectos o los que
pudieren ser utilizados como medios de prueba, para remitirlos a quien corresponda.
Además, tratándose de delitos flagrantes cometidos en zonas rurales o de difícil acceso, la ley dispone
que la Policía debe practicar de inmediato las primeras diligencias de investigación que sean pertinentes,
dando cuenta a fiscal que corresponda a la mayor brevedad. En este caso, se trata de una facultad
genérica para poder practicar diligencia de investigación sin instrucción particular de los fiscales,
impuesta, claro está, por circunstancias físicas y temporales determinadas y que siempre deben
interpretarse restrictivamente.
Dentro de las actividades genéricas de investigación que la policía puede realizar autónomamente, de
acuerdo a lo dispuesto en la letra d) del artículo 83, está la posibilidad de identificar testigos del hecho y
consignar las declaraciones que estos prestaren voluntariamente tratándose de casos de detención en
caso de flagrancia o bien cuando se hubiere resguardado el sitio del suceso. Debe remarcarse que se
trata de declaraciones que los testigos accedan voluntariamente a prestar pues la policía no tiene

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atribuciones para obligar a estos a declarar, como si ocurre, por el contrario, con el ministerio público
como aparece de lo dispuesto en el artículo 190.

En lo que se refiere a las declaraciones del imputado ante la policía, ellas aparecen reguladas en el
artículo 91 del Código que plantea tres situaciones diversas, todas en el entendido que el imputado
renunciara a su derecho a guardar silencia y quisiera prestar declaración.
La primera, y única en que la policía actúa autónomamente, es la del imputado que presta declaración
ante la policía en presencia de su defensor.

La segunda se produce si el imputado, en ausencia de su defensor, desea prestar declaración, caso en


el cual la policía debe tomar las medidas para que declare inmediatamente ante el fiscal.

En tercer lugar, si ello no es posible, el fiscal puede autorizar, bajo su responsabilidad, que la policía
consigne las declaraciones que el imputado se allanare a prestar.
En todas caso, el defensor siempre y en cualquier momento puede incorporarse a la diligencia.
Lo anterior no es aplicable tratándose de imputados menores de edad pues de conformidad a lo dispuesto
en el artículo 31 de la Ley 20.084, sólo pueden declarar ante el fiscal en presencia de un defensor, cuya
participación, además, es indispensable en cualquiera actuación que se requiera del adolescente y que
excede de la mera acreditación de su identidad.

Fuera ya de lo dispuesto en el artículo 83 del Código, la policía también está facultada para efectuar
controles de identidad conforme lo prevé el artículo 85.

Esta posibilidad, que se ha estimado indispensable para una adecuada labor de prevención delictiva
permite que la policía solicite la identificación de cualquier persona en casos fundados, tales como: la
existencia de un indicio de que hubiere cometido en delito o falta, que se dispusiere a cometerlo o de que
pueda suministrar informaciones útiles para la indagación de un crimen, simple delito o falta; en el caso
de la persona que se encapuche o emboce para ocultar, dificultar o disimular su identidad.

La identificación y el procedimiento que la misma da lugar, regulado en el artículo 85 del Código, ha sido
modificado sucesivamente por las leyes 19.789, N° 19.942 y N° 20.253, siempre teniendo en mira
facilitar la actuación policial.

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Señala la norma que la identificación debe efectuarse en el lugar que la persona se encuentre, por medio
de documentos expedidos por autoridad pública, como cédula de identidad, licencia de conducir o
pasaporte.

La ley prescribe que el funcionario público deberá otorgar a la persona las facilidades para encontrar y
exhibir estos instrumentos.

En el curso del control de identidad, los funcionarios policiales, sin necesidad de nuevos indicios, pueden
proceder al registro de las vestimentas, equipaje o vehículo de la persona cuya identidad se controla y,
además, cotejar la existencia de órdenes de detención que pudieren afectarle.

Para evitar diversas interpretaciones que la aplicación de esta norma originó, la ley N° 20.253 del año
2.008 expresamente señaló que la policía puede proceder a la detención de quienes tengan órdenes de
aprehensión pendientes y si, a propósito del registro, se origina una situación de flagrancia, como por
ejemplo, que del registro aparezca droga o un arma de fuego no inscrita o sin autorización para su porte.

En caso de negativa o imposibilidad de la persona para acreditar su identidad, la persona controlada debe
ser conducida a la unidad policial más cercana para fines de identificación.

En la unidad debe facilitársele su identificación, por medios distintos y, en caso satisfactorio, debe
dejársele en libertad, previo cotejo de órdenes de detención que pudiere afectarle. Si no resulta posible
acreditar su identidad, se le tomarán huellas digitales, las que sólo podrán ser usadas para fines de
identificación y, cumplido dicho propósito, deben ser destruidas.

En todo caso, el conjunto de estos procedimientos no deben extenderse por un plazo superior a ocho
horas, transcurridas las cuales la persona debe ser puesta en libertad, salvo que existan indicios que ha
ocultado su identidad o ha proporcionado una falsa, caso en el cual, como también cuando derechamente
se niega a acreditar su identidad, debe procederse a su detención como autor de la falta prevista y
sancionada en el N° 5 del artículo 496 del Código Penal.
Otra de las actuaciones autónomas de la policía dice relación con la orden de levantamiento de cadáveres
en la vía pública y de la descripción a que se refiere el artículo 181, que pueden ser efectuada por el jefe
de la unidad correspondiente, en forma personal, o por medio de una funcionario de su dependencia, de
acuerdo a lo previsto en el artículo 90, sin perjuicio todo ello de las facultades de los órganos de
persecución penal.

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También los funcionarios policiales pueden por sí mismos ordenar la práctica de exámenes corporales
del ofendido o del imputado que consientan en hacerlos. En caso que estos no accedan voluntariamente
a la práctica de tales exámenes se debe requerir la autorización del juez de garantía. (artículo197
modificado por la ley 19.789)

Tampoco los funcionarios policiales requieren de orden para entrar y registrar los lugares de libre acceso
al público en caso de búsqueda de un imputado contra el cual se hubiere librado orden detención o de
rastros o huellas del hecho investigado o medios que pudieren servir a la comprobación del mismo. (204)

Si se trata de un lugar cerrado se puede entrar y registrar siempre que el propietario o encargado
consintieren expresamente en la práctica de la diligencia. Si no autoriza la policía debe limitarse a adoptar
las medidas tendientes a evitar la posible fuga del imputado mientras el fiscal requiere la orden del juez
de garantía. (205)

Sin perjuicio de lo anterior, el artículo 206 faculta a la policía para entrar y registrar un lugar cerrado y
registrarlo sin consentimiento del dueño o encargado o autorización u orden previa, cuando las llamadas
de auxilio de personas que se encontraren en el interior u otros signos evidentes indicaren que en el
recinto se está cometiendo un delito.

El inciso final del artículo 206 contiene una norma especial para el delito de abigeato, facultando a la
policía a ingresar a los predios cuando existan indicios o sospechas que se está perpetrando dicho ilícito,
siempre que las circunstancias hagan de temer que la demora en obtener la autorización del propietario
o del juez, en su caso, facilitará la concreción del mismo o la impunidad de sus hechores.

Desarrollo de la investigación.

Hemos indicado que los fiscales por sí mismos o bien auxiliados por la policía pueden disponer o realizar
todas las actividades de investigación que estimen conducentes a los distintos objetivos de la
investigación.
Su única limitación es la necesidad de requerir autorización judicial conforme al artículo 9 del Código
cuando se prive, perturbe o restringe un derecho garantido en la Constitución Política.

Ahora bien, esta autorización debiera ser con conocimiento del afectado, sin embargo, el artículo 236
permite que las diligencias de investigación que de conformidad al artículo 9 requieren de autorización
del juez de garantía pueden ser solicitadas por el fiscal sin previo conocimiento del afectado siempre que

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la gravedad de los hechos o la naturaleza de la diligencia de que se trate permitiere presumir que dicha
circunstancia resulta indispensable para su éxito.

Incluso el inciso segundo permite que con posterioridad a la formalización se proceda en la forma señalada
siempre que la reserva resultare estrictamente indispensable para la eficacia de la diligencia.

Determinar cuando se requiere autorización judicial para la realización de una determinada


diligencia de la investigación puede resultar problemático en la medida que en algunas situaciones es
discutible si se está privando, restringiendo o perturbando derechos garantizados por la Constitución. Por
ejemplo, Duce y Riego (opus cit. pag. 169) plantean el problema de si el Ministerio Público o la policía
pueden efectuar seguimientos a una persona concluyendo en la necesidad de desarrollar estándares
jurisprudenciales que demarquen con precisión a los órganos de persecución penal y a la sociedad los
límites que resultan aceptables en la materia.

Actividades de investigación expresamente reguladas en el Código.

El Código reglamenta diversas actividades de investigación regulando la posibilidad de realizarlas, como


se vio, autónomamente por la policía, por el Ministerio Público o previa autorización judicial.

 Allanamiento:
Es aquella diligencia de investigación que consiste en la entrada y registro de un lugar cerrado cuando se
presume que los imputados, o rastros o huellas del hecho investigado o medios de comprobación del
mismo se encuentran allí.
Si se trata de un lugar de libre acceso al público, el artículo 204 permite que la policía ingrese y registre
sin autorización previa.

Si es un lugar cerrado y el propietario o encargado consienten en el registro la policía también puede


efectuarlo de manera autónoma. (205)

Si no lo hace, la policía debe adoptar las medidas tendientes a evitar la posible fuga del imputado y el
fiscal debe requerir la orden del juez de garantía.

La ley establece una excepción permitiendo a la policía ingresar sin el consentimiento del propietario o
encargado ni autorización u orden previa cuando las llamadas de auxilio de personas que se encontraren
en el lugar u otros signos evidentes indicaren que en el recinto se está cometiendo un delito. (206)

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Los artículos 205, 207, 208, 211, 212, 213, 213, 215 y 216 reglamentan otros aspectos del allanamiento.

 Incautación de objetos y documentos:

Se trata de una diligencia de investigación que permite al ministerio público retirar y retener determinados
objetos o documentos que están en poder de los imputados o terceros cuando se encuentren relacionados
con el hecho investigado, pudieren ser objetos de la pena de comiso o servir de medios de prueba.

Nuevamente deben realizarse una serie de distinciones.


Si se trata de objetos, documentos o instrumentos que se encuentran en el sitio del suceso, el artículo
83 letra c) permite que sean recogidos por el personal policial experto que, por orden del fiscal, concurra
al lugar.

A su turno, los objetos, documentos e instrumentos de cualquier clase que parecieren haber servido o
estado destinado a la comisión del hecho o que de él provengan o que pudieran servir como medio de
prueba que estuvieren en poder del imputado detenido en una hipótesis de flagrancia, o se encontraren
en el sito del suceso, pueden ser incautados por los funcionarios policiales, en forma inmediata, sin orden
previa. (187 inciso segundo parte final)
En los demás casos, el artículo 217 establece que si la persona que los tiene en su poder los entrega
voluntariamente no se requiere orden alguna.
Por el contrario si se niega hacerlo o bien el requerimiento de entrega voluntaria puede poner en peligro
el éxito de la investigación, se requiere orden judicial librada a petición del fiscal.

Ahora, cuando los objetos o instrumentos no están en poder del imputado sino de un tercero, el tribunal,
en lugar de ordenar la incautación o con anterioridad a ello, puede apercibirla a que los entregue rigiendo
los medios de coerción previstos para los testigos.

 Retención e incautación de correspondencia:

Esta diligencia de investigación está regulada en el artículo 218, requiriendo autorización judicial fundada
y permite la retención de la correspondencia postal, telegráfica o de otra clase y los envíos dirigidos al
imputado o remitidos por él o de aquellos que puede presumirse que emanan de él o de los que él pudiere
ser destinatario, cuando motivos fundados hagan previsible su utilidad para la investigación.

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La ley también permite la obtención de copias o respaldos de la correspondencia electrónica dirigida al
imputado o emanada de este.

 Interceptación e comunicaciones telefónicas.

Tratándose de la investigación de un hecho que mereciere pena de crimen, existiendo fundadas


sospechas, basadas en hechos determinados, que una persona hubiere cometido o participado en la
preparación o comisión o que prepara actualmente la comisión o participación en un hecho de esta
naturaleza, y siempre que la investigación lo hiciere imprescindible, el ministerio público puede obtener
de un juez de garantía autorización para interceptar y grabar comunicaciones telefónicas u otras formas
de telecomunicación, orden que sólo puede afectar al imputado o a las personas respecto de las cuales
existiere sospechas fundadas, basados en hechos determinados de que sirven de intermediarias de dichas
comunicaciones o de aquellos que facilitaren sus medios de comunicación al imputado o sus
intermediarios.
Los artículos 222 y siguientes reglamentan el procedimiento que debe seguirse, los registros y las
notificaciones posteriores al afectado por la interceptación.

 Captación de imágenes y grabaciones.

El artículo 226 posibilita que en el caso de la investigación de un crimen, el juez de garantía puede
autorizar la fotografía, filmación o otros medios de reproducción de imágenes conducentes al
esclarecimiento de los hechos o bien la grabación de comunicaciones entre personas presentes.
Respecto de estas diligencias rigen la misma normativa que para el caso de interceptación telefónica.

Debe agregarse que tanto respecto de las diligencias de interceptación telefónica, fotografía, filmación o
grabación, el artículo 225 excluye la posibilidad de utilizar sus resultados como medios de prueba en el
procedimiento en los casos que ellas hubieren tenido lugar fuera de los supuestos previstos por la ley o
incumpliendo los requisitos previstos para las mismas en el artículo222.

 Otras diligencias de investigación reguladas en la ley.

Dentro de estas podemos consignar, en primer lugar la posibilidad que el artículo 23 otorgar al ministerio
público de citar a cualquier persona cuando requiera su comparecencia y, en el evento que no concurra,
obtener del juez de garantía la autorización para su conducción compulsiva.

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También cabe mencionar la posibilidad de realizar exámenes corporales a la víctima o a terceros
establecida en el artículo 197, la exhumación de cadáveres regulad en el artículo 202 y la práctica de
pruebas caligráficas contempladas en el artículo 203.

Actividades de investigación prohibidas.

El Código, por último, contempla una serie de actividades de investigación que están vedadas para los
órganos de persecución penal relacionadas con el derecho a la no-autoincriminación, por el derecho de
ciertas personas de abstenerse a prestar declaración en contra de este por la existencia de un vínculo de
parentesco y a personas que se encuentren obligadas a guardar secreto por razones de profesión o
función.

Así el artículo 220 establece la prohibición de incautación de comunicaciones entre el imputado con
personas que pudieren abstenerse de prestar declaración por existir un vínculo de parentesco de aquellos
establecidos en el inciso primero del artículo 302 o en virtud de la facultad de no declarar por razón de
secreto previsto en el artículo 303.
La prohibición se extiende a notas que estas personas hubieren efectuados de conversaciones obtenidas
con el imputado o sobre cualquier circunstancia que se extendiere a la facultad de abstenerse a prestar
declaración, como asimismo, a otros objetos o documentos, incluyendo resultados de exámenes o
diagnósticos relativos a la salud del imputado, a los cuales naturalmente se extendiere la facultad de no
declarar.

La norma sí establece límites a estas prohibiciones y regula la forma de proceder en caso de duda
respecto de la procedencia de la incautación.

Por la misma razón en el artículo 222 prohíbe la interceptación de las comunicaciones telefónicas entre
el imputado y su abogado, salvo que este último pudiere tener responsabilidad penal en los hechos
investigados.

LA FORMALIZACIÓN DE LA INVESTIGACIÓN.

Dentro de la etapa de indagación puede distinguirse claramente dos momentos. Uno antes y otro después
de la formalización de la investigación.

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Antes de la formalización, salvo la hipótesis excepcional de una autorización judicial para la práctica de
alguna diligencia de investigación, la regla general será que la investigación tenga un carácter
absolutamente administrativo sin intervención judicial. Esta investigación no tiene plazo de duración y,
por regla general, se efectuará sin que el imputado tenga noticia de la misma. Por lo mismo presenta una
mayor flexibilidad para los fiscales que no tiene que comunicar sus decisiones. Sin embargo, tiene como
límite el que no puede realizarse actividades de investigación que afecten garantías del imputado o de
terceros pues las mismas, como tantas veces se ha señalado, requieren de autorización del juez de
garantía.

En la práctica un gran número de investigaciones nunca se formalizan y finalizan por la aplicación de una
forma de terminación anticipada u otra.
Sin embargo, si el fiscal tienen antecedentes de investigación suficientes para, a su juicio, imputar un
delito a una determinada persona y quiere entrar a la etapa diversa que se origina partir de la
formalización de la investigación puede hacerlo cuando lo estime conveniente mas, como se verá, ello
origina una serie de efectos tanto respecto del imputado como de la investigación misma, de lo que sigue
que adoptar esta decisión pasa por una decisión que debe considerar varios factores.

Concepto: De acuerdo a lo previsto en el artículo 229 del Código la formalización de la investigación es


la comunicación que el fiscal efectúa al imputado, en presencia del juez de garantía, que desarrolla
actualmente una investigación en su contra respecto de uno o más delitos determinados.
Sin perjuicio de lo dicho en la ley, el contenido de la imputación de la formalización más que un delito
son hechos determinados, sin perjuicio de que el fiscal, además, los califique como crea convenientes.

El que la formalización contenga hechos determinados resulta claro de lo dispuesto en el artículo 259
inciso final del Código, en cuanto previene que la acusación del ministerio público sólo puede referirse a
hechos y personas incluidos en la formalización de la investigación aunque se efectúa una calificación
jurídica distinta. Como se ve, esta norma consagra el principio de congruencia entre la formalización y la
acusación en términos que el ministerio público no puede acusar por “hechos” respecto de los cuales no
haya previamente formalizado durante la etapa de investigación, dejando claro que la calificación que de
esos hechos efectúa por el fiscal es una cuestión accidental que puede ser modificada y que, en todo
caso, en ninguna etapa, obliga al tribunal quien, por el ejercicio de su función jurisdiccional, es el llamado
a efectuarla cada vez que es jurídicamente necesario.

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Oportunidad para formalizar la investigación:

Como ya dijimos, en principio, el ministerio público puede determinar cuando formalizar la investigación.
Sin embargo, existen ciertos casos el Ministerio Público está obligado a formalizar la investigación por
diversas razones que pasan a expresarse.

a) Si requiere de autorización judicial para practicar una diligencia de investigación, sin perjuicio de
la situación de excepción del artículo 236.
b) Cuando estime que es necesario rendir prueba anticipada conforme lo previene los artículos 191
y 191 bis.
c) Para solicitar una medida cautelar personal (149 y 155) o bien una medida cautelar real (157)
d) Si pretende suspender condicionalmente el procedimiento o la víctima y el imputado pretenden
celebrar un acuerdo reparatorio. (245)
e) En el evento que necesite interrumpir la prescripción de la acción penal pues, como se verá, ese
es, precisamente, un efecto de la formalización de la investigación.
f) Cuando el juez fije al fiscal un plazo para formalizar la investigación. De acuerdo al artículo 186
del Código, la persona que se sienta afectada por una investigación que no se ha formalizado
judicialmente, puede pedir al juez de garantía que le ordene al fiscal informar acerca de los hechos
que fueren objeto de ella. En ese contexto la ley establece que el juez de garantía puede fijarle al
fiscal un plazo para formalizar la investigación. No señala la ley la sanción para el caso que el
fiscal omita formalizar dentro del plazo y son varias las hipótesis que pudieran aventurarse,
especialmente sobre la base de lo previsto en el artículo 10 del Código.

Tramitación:

De acuerdo a lo previsto en el artículo 231 con relación al 132 inciso segundo, el fiscal puede formalizar
la investigación en la audiencia de control de la detención, lo que hará, por regla general, para pedir la
imposición de una medida cautelar en contra del imputado.

Fuere de esa hipótesis, el artículo 231 prevé que si el fiscal pretende formalizar la investigación debe
pedirle al juez de garantía que cite a una audiencia en fecha próxima, individualizando al imputado,
indicando el delito que se le atribuye, la fecha y lugar de comisión y el grado de participación del imputado
en el mismo.
A la audiencia debe citarse al imputado, su defensor y a los demás intervinientes en el procedimiento.

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Cualquiera sea el tipo de audiencia, en la misma el juez debe ofrecer la palabra al fiscal para que exponga
verbalmente los cargos que presente en contra el imputado y las solicitudes que efectuare al tribunal. De
acuerdo a instrucciones del señor Fiscal Nacional, el fiscal, al formalizar la investigación, debe enunciar
los antecedentes probatorios reunidos en contra del imputado y describir sucintamente los hechos que
investigan con indicación de las infracciones penales que ellos configuran, como asimismo, los indicios o
cargos contra el imputado y que acreditan su participación.
Luego debe abrir debate sobre las demás peticiones que los intervinientes plantearen. (232)

Recursos:

La formalización de la investigación es una actuación del ministerio público y, por tanto, de naturaleza
administrativa y no jurisdiccional de lo que sigue que, en ningún caso, puede ser impugnada por un
recurso procesal.
Sin perjuicio de ello y de las reglas generales contenidas en la Ley Orgánica del Ministerio Público, el
artículo 232 inciso final señala que los imputados pueden reclamar ante las autoridades del ministerio
público de la de la formalización de la investigación cuando considera que ha sido arbitraria.

Efectos de la formalización.

Están previstos en el artículo 233 del Código. En primer lugar se suspende el curso de la prescripción de
la acción penal de conformidad a lo previsto en el artículo 96 del Código Penal. Esta norma establece que
la prescripción de la acción penal se suspende desde que el procedimiento se dirige en contra del
imputado.

Debe señalarse, eso sí, que conforme ha determinado la Jurisprudencia, la formalización es una de las
maneras de producir la interrupción de la prescripción, mas no la única, rigiendo lo dispuesto en el artículo
96 del Código Penal en cuanto señala que este efecto se produce siempre que el procedimiento se dirige
contra el delincuente pudiendo, luego, existir otros casos en que se estime que se ha producido la
situación interruptora.

En segundo lugar, una vez que se formaliza la investigación, comienza a correr el plazo de dos años
establecido en el artículo 247 para que el fiscal cierre la investigación.
Sin perjuicio de ello, el artículo 234 permite que el juez de garantía, de oficio o a petición de alguno de
los intervinientes y oyendo al ministerio público, si lo considerar necesario con el fin de cautelar las
garantías de los intervinientes y siempre que las características de la investigación lo permitan, en la

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misma audiencia fije un plazo de investigación inferior al establecido en el artículo 247 a cuyo vencimiento
se producen los mismos efectos señalados en la norma citada.

Debe sí tenerse presente que el plazo de cierre de la investigación puede suspenderse en los casos
previstos en el propio artículo 247.

Como último efecto de la formalización de la investigación, el artículo 223, en su letra c), dispone que el
fiscal pierde la facultad de archivar provisionalmente los antecedentes prevista en el artículo 167 del
Código.

Sin perjuicio de lo anterior debe recordarse que la formalización de la investigación autoriza al fiscal para
realizar una serie de peticiones, tales como medidas cautelares, suspensión condicional del
procedimiento, prueba anticipada, entre otras.
Por último, hay que señalar que la formalización de la investigación es un trámite esencial si es que el
Ministerio Público pretende, una vez cerrada la investigación, llevar a juicio oral a una persona pues,
como se dijo, el artículo 259 inciso final sólo permite al fiscal acusar por hechos y a personas incluidas
en la misma.

Juicio inmediato.

El Código, en el artículo 235 permite que en la misma audiencia de la formalización de la investigación el


fiscal solicite al juez que la causa pase directamente a juicio oral.

Dispone la norma que si el juez accede a la petición en la misma audiencia el fiscal debe formular
verbalmente su acusación y ofrecer prueba, mientras que el querellante puede adherirse a la acusación
o acusar particularmente y el imputado debe realizar las alegaciones que correspondan y también ofrecer
prueba.

La ley posibilita sí que para que la defensa pueda plantear sus solicitudes de prueba, dependiendo de la
naturaleza del delito, el juez pueda suspender la audiencia por un término no inferior a quince días ni
mayor a treinta.

En todo caso, al finalizar la audiencia, se haya suspendido o no, el juez debe dictar al auto de apertura
del juicio oral.

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EL CIERRE DE LA INVESTIGACIÓN

La etapa de investigación termina, por regla general, cuando el fiscal, en ejercicio de sus atribuciones
privativas, decide hacerlo por estimar que se han practicado las diligencias necesarias para la
averiguación del hecho punible y sus autores, cómplices o encubridores.

Debe sí tenerse presente que la investigación, de acuerdo a lo previsto en el artículo 247 del Código, no
puede exceder de dos años contados desde la formalización de la investigación o, incluso, el término
inferior que fije el tribunal de acuerdo con el artículo 234 cuando lo considere necesario para cautelar las
garantía de los intervinientes y siempre que las características de la investigación lo permitiera

La primera de las disposiciones citadas reglamenta el caso que el fiscal, vencido el término legal o judicial
para el cierre de la investigación no lo hace. Dispone la norma que en tal caso el imputado o el querellante
pueden pedirle al juez de garantía para que aperciba al fiscal para que lo haga. No consagra la ley
facultades oficiosas al juez de garantía y ello puede encontrar explicación que la falta de cierre oportuno
de la investigación se deba a la realización de diligencias pedidas por los imputados o querellantes o que
pudieren favorecerles de modo que son ellos los que, considerando sus intereses, deben pedir el cierre
de la investigación en la medida que entiendan que la prolongación de la misma los afecta.
Para tal efecto se debe citar a los intervinientes a una audiencia y si el fiscal no comparece o se niega
a cerrar la investigación el juez debe sobreseer definitivamente la causa.

Por el contrario, si se allana a la solicitud de cierre, debe formular en la misma audiencia tal declaración
y tiene el plazo de diez días para acusar.

Si dentro del plazo de diez días no deduce la acusación, el juez, de oficio o a petición de alguno de los
intervinientes, debe citar a la audiencia prevista en el artículo 249 y sobreseer definitivamente la causa.

Facultades del fiscal una vez cerrada la investigación:

Dispone el artículo 248 que una vez que el fiscal cierra la investigación, dentro de los diez días siguientes,
puede ejercer alguna de las facultades que la misma disposición indica.
Una primera cuestión que debe determinarse es que sucede si el fiscal, voluntariamente, cierra la
investigación y deja transcurrir el plazo indicado sin ejercer ninguna de las opciones que consagra la
disposición legal señalada. Tratándose del fiscal que cierra la investigación en la audiencia en la que, de
conformidad al artículo 247, es apercibido para ello, la misma norma, como vimos, fija un plazo de diez

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días para acusar y si ello no se hace, debe citarse a otra audiencia donde el juez debe sobreseer
definitivamente la acusa. Esta sanción no está dispuesta expresamente para el caso del cierre voluntario
de la investigación mas, pareciere que lo dispuesto en el artículo 247 del Código, por analogía, también
debiera ser aplicable en este caso e incluso así lo entendió el señor Fiscal Nacional en su Instructivo N°
52.

Pedir el sobreseimiento de la causa.

El sobreseimiento es una resolución judicial que pone término o suspende el procedimiento y puede ser
definitivo o temporal.

Cualquiera clase que sea el sobreseimiento, de conformidad al artículo 255 puede, a su turno, ser total o
parcial. Será total cuando se refiere a todos los delitos y a todos los imputados.
Es parcial cuando dice relación con algún delito o algún imputado de los varios a que se hubiere extendido
la investigación y que hubieren sido objeto de formalización de la investigación.

Sobreseimiento definitivo.

El sobreseimiento definitivo es aquel que pone término al procedimiento con autoridad de cosa juzgada.
(251)
Las causales de sobreseimiento definitivo están señaladas en el artículo 250.

Dispone esa norma, en su inciso final, que no pueden sobreseerse definitivamente las causas por delitos
que, conforme a los tratados internacionales ratificados por Chile y que se encuentren vigentes, sean
imprescriptibles o no pueden ser amnistiados, salvo las causales de las letras a) y b) del artículo 93 del
Código Penal, esto es, la muerte del imputado o el cumplimiento de la pena.

Sobreseimiento temporal.

Es aquel que suspende el procedimiento, sin perjuicio que a solicitud el fiscal o de cualquiera de los
intervinientes pueda decretarse su reapertura cuando cesa la causa que lo motivó.
Las causales de sobreseimiento temporal están señaladas en el artículo 252 del Código a las cuales debe
agregarse la posibilidad el sobreseimiento temporal contemplada en el artículo 10 del Código, esto es,
aquel dictado en cautela de las garantías del imputado concurriendo los supuestos de la norma citada.

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Tramitación:

Frente a la presentación del fiscal solicitando algún tipo de sobreseimiento el juez de garantía debe citar
a todos los intervinientes a una audiencia.
Luego del debate el juez debe pronunciarse sobre la solicitud de sobreseimiento.
De acuerdo a lo dispuesto en el artículo 256 el juez puede adoptar distintas actitudes. En primer término,
puede acoger el sobreseimiento, dictando así el que se le ha pedido.
En segundo lugar puede sustituir la solicitud. Esto debe entenderse como la posibilidad del juez de
dictar sobreseimiento definitivo aún cuando se le haya pedido uno temporal o bien, por el contrario,
dictar una temporal no obstante que se le pidió uno definitivo.
El juez también puede dictar un sobreseimiento distinto del que se le pidió. En este caso el juez acoge el
tipo de sobreseimiento solicitado, es decir, definitivo o temporal, pero cambiando la causal invocada,
como si se le pide que sobresea definitivamente por la causal de la letra a) del artículo 250, es decir, por
que el hecho investigado no es constitutivo de delito, y el juez decide que resulta aplicable el de la letra
b) esto es, porque aparece claramente establecida la inocencia del imputado.

Por último, el juez puede rechazar la petición de sobreseimiento. En este caso quedan a salvo para el
fiscal las posibilidades de optar por las otras alternativas previstas en el artículo 248, es decir, acusar o
comunicar la decisión de no perseverar en el procedimiento.

Comunicar la decisión de no perseverar en el procedimiento.

Durante la tramitación del Código Procesal Penal, el proyecto contempló como causal de sobreseimiento
el que: “los antecedentes reunidos durante la investigación no fueren suficientes para fundar una
acusación.” El sobreseimiento podía ser tanto temporal como definitivo según si existía o no la posibilidad
de surgimiento de nuevos antecedentes.

Esta causa se suprimió del proyecto, consagrándose, en su lugar, la denominada facultad de no


perseverar en el procedimiento establecida en la letra c) del artículo 248, por cuanto el sobreseimiento
es una resolución judicial y en el procedimiento acusatorio quien determina si existen antecedentes para
fundar una acusación debe ser el ministerio público y no el juez, no pudiendo quedar esta decisión sujeta
a una aprobación judicial materializada en una resolución judicial.

Sin perjuicio de ello, el ejercicio de esta facultad, en cuanto a sus efectos, resulta similar con los del
sobreseimiento temporal pues si bien suspende el procedimiento permite reabrirlo con nuevos

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antecedentes o, incluso, eventualmente con un nuevo análisis de los antecedentes por parte del ministerio
público.
Así, de acuerdo a lo previsto en el artículo 248 inciso final la comunicación de esta decisión deja sin efecto
la formalización de la investigación, obviamente si es que la misma se ha efectuado en el curso de la
investigación.

Además, la ley prevé dos efectos que naturalmente deberían producirse por el mero hecho de dejar sin
efecto la formalización de la investigación, esto es, la revocación por el juez de las medidas cautelares
que se hubieran decretado y la prescripción de la acción penal continua corriendo como si nunca se
hubiese interrumpido.

Tramitación:

Al igual que la solicitud de sobreseimiento la decisión del Ministerio Público de no perseverar en el


procedimiento debe comunicarse al juez de garantía quien debe citar a todos los intervinientes a la
audiencia a que se refiere el artículo 249. Sin embargo, a diferencia del sobreseimiento que debe ser
dispuesto por el juez, de lo que se deriva que el fiscal realiza una mera petición, la decisión de no
perseverar en el procedimiento no está sujeta a la decisión del tribunal pues se trata de una atribución
que compete exclusivamente al ministerio público en el ejercicio de sus facultades de persecución penal,
sin perjuicio de que a partir de esta decisión pueda producirse el denominado forzamiento de la acusación
que regula el artículo 258 del Código.

Deducir Acusación.

Esta es la otra alternativa del Ministerio Público que, de conformidad a lo dispuesto en la letra b) del
artículo 248, puede ejercerla cuando estime que la investigación proporciona fundamento serio para el
enjuiciamiento del imputado contra quien se hubiere formalizado la misma.
Esta posibilidad será estudiada a propósito de la preparación del juicio oral.

REAPERTURA DE LA INVESTIGACIÓN.

Hemos visto que una vez que el fiscal cierra la investigación puede ejercer las facultades señaladas en el
artículo 248 del Código Procesal Penal.

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Eso sí, los intervinientes tienen la posibilidad, dentro del plazo de diez días contados desde el cierre de la
investigación, de reiterar la solicitud de diligencias precisas de investigación que oportunamente hubieren
solicitado al fiscal durante la etapa de investigación y que este hubiere rechazado o respecto de las cuales
no se hubiere pronunciado.

Establece sí la ley que el juez no puede decretar ni renovar aquellas diligencias que tuvieren por objeto
acreditar hechos públicos y notorios, las manifiestamente impertinentes ni las solicitadas con fines
puramente dilatorios. Tampoco aquellas que dispuestas por el Ministerio Público a petición de los
intervinientes y no se hayan practicado por negligencia o hecho imputable al interviniente que pide la
reapertura de la investigación.

Si el juez accede a la práctica de las diligencias ordenará al fiscal reabrir la investigación y que proceda
a cumplirlas dentro del plazo que debe fijar. La ley concede al fiscal la posibilidad de solicitar ampliación
de dicho plazo por una sola vez.
Una vez vencido el plazo o su ampliación o aún antes si las diligencias se cumplen, el fiscal debe cerrar
la investigación y procederá en la forma señalada en el artículo 248.

FORZAMIENTO DE LA ACUSACIÓN.

Hemos indicado que el Ministerio Público es el titular de la acción penal y en dicha virtud puede decidir
si ejerce la persecución penal en contra de un determinado imputado deduciendo la correspondiente
acusación.

Sin embargo, una vez que cierra la investigación, y siempre que hubiere formalizado la misma en contra
de un determinado imputado, en caso de que el fiscal no quiera deducir la acusación sino pedir un
sobreseimiento o comunicar la decisión de no perseverar en el procedimiento, la ley entrega al querellante
la posibilidad que el fiscal regional revise lo actuado por el fiscal adjunto a cargo del caso, o bien, en
caso de que ratifique lo obrado por el fiscal del caso, que el juez lo autorice a acusar por su cuenta.

En efecto, el artículo 258 señala que si querellante se opone a la solicitud de sobreseimiento o a la


decisión de no perseverar en el procedimiento, puede pedir al juez de garantía que remita los
antecedentes al fiscal regional a objeto de que este revise la decisión del fiscal a cargo del caso.

Dentro de los tres días siguientes el fiscal regional debe adoptar una decisión. Si decide que el ministerio
público debe formular acusación, esta debe ser presentada en el término de diez días siguientes de

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conformidad a las reglas generales, pudiendo, además, disponer designar un fiscal distinto para que siga
conduciendo el caso.

Si el fiscal regional, dentro del señalado plazo de tres días, ratifica la decisión del fiscal adjunto, el juez
puede autorizar al querellante para que formule la acusación, debiendo sostenerla en los mismos términos
que el Código la establece para el ministerio público. En caso que el juez estime que no se dan los
supuestos para permitir al querellante particular deducir la acusación, que necesariamente debe
entenderse que son los establecidos en la letra b) del artículo 248, esto es, que la investigación
proporciona fundamento serio para el enjuiciamiento del imputado en contra del cual se hubiere
formalizado la investigación, decretará el sobreseimiento correspondiente o bien tendrá por comunicada
la decisión del ministerio público de no perseverar en el procedimiento.

Por último, la norma establece que la resolución que niega lugar a la petición del querellante de acusar
por sí solo es inapelable, sin perjuicio de los recursos que procedieren en contra de aquella que pusiere
término al procedimiento.

Se ha producido discusión respecto de si es posible que un querellante recurra al forzamiento de la


acusación sin que la investigación se encuentre formaliza, debiendo entenderse que la querella o aún
una denuncia fundada debiera hacer las veces de la formalización de la investigación.

Más allá de cuestiones de fondo relativas al ejercicio de la acción penal pública por parte de las personas
que estén autorizadas por la ley para ello, en que pudiera sostenerse que ello supone siempre, cuanto
menos, un acto de imputación por parte del órgano público encargado de la persecución penal, cual es,
precisamente, la formalización de la investigación, para evitar que una persona se vea expuesta a juicios
penales arbitrarios, diversas disposiciones expresamente se encargan de exigir una formalización de la
investigación para que pueda deducirse acusación, pública o privada. Así aparece de los artículos 248,
259 inciso final y 261 letra a) del artículo 248 del Código Procesal Penal.

SALIDAS ALTERNATIVAS.

Cuestiones generales:

Hemos señalado a propósito de los principios de persecución penal que, en virtud de uno de ellos, el de
la oficialidad, la persecución penal de los delitos es un deber del Estado, representado, en el caso chileno,
por el Ministerio Público, estableciéndose así una suerte de monopolio estatal en el ejercicio de la acción

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penal. Este principio predica que la acción penal no es disponible por las partes, pues existe un interés
público comprometido en la persecución.

Otro de tales principios, el de legalidad, impone al órgano de persecución penal, la obligación de iniciar
y sostener la misma respecto de todo hecho ilícito del que tome conocimiento, sin que pueda suspenderla,
interrumpirla o hacerla cesar a su arbitrio. Este principio reuniría así, otros dos principios, la promoción
necesaria y el de la irretractabilidad.

Sin embargo tales principios, ya en teoría, no resultan absolutos pues se confrontan con dos principios
que resultan ser sus respectivas antítesis, el dispositivo y el de la oportunidad respectivamente. El primero
permite la disponibilidad de la pretensión penal cuando, habida consideración del bien jurídico protegido
se le estima disponible por aparece involucrado de manera exclusiva o mayoritaria un interés puramente
privado. El segundo posibilita, por razones político criminales o socio-utilitarias, suspender, interrumpir o
hacer cesar el curso de la acción penal.

Los sistemas de enjuiciamiento penal actuales tienden a establecer los principios de oficialidad y legalidad
como regla general pero aceptando, además, aplicación de los otros dos principios permitiendo, por una
parte, diversificar las posibilidades de respuesta del sistema como, por otra, y a consecuencia de la
necesaria racionalización de medios y recursos que importa la implementación práctica de estos
principios, mejorar la administración del sistema.

Nuestro país sigue esta tendencia. Así, el artículo 83 de la Constitución Política de la República dispone,
en una manifiesta aplicación del principio de oficialidad, que el Ministerio Público: “dirigirá en forma
exclusiva la investigación de los hechos constitutivos de delito... y en su caso, ejercerá la acción penal
pública en la forma prevista por la ley.

A su turno, el principio de legalidad aparece expresamente consagrado en el inciso segundo del artículo
166 del Código Procesal Penal, en cuanto dispone que: “Cuando el Ministerio Público tomare conocimiento
de la existencia de un hecho que revistiere caracteres de delito,.... promoverá la persecución penal, sin
que pueda suspender, interrumpirla o hacer cesar su curso, salvo los casos previstos por la ley.”

De la misma manera, los principios dispositivo y de oportunidad son expresamente recogidos en nuestra
legislación. La existencia de delitos de acción penal pública previa instancia particular y de delitos de
acción privada; la consagración de la facultad de no iniciar la investigación en el artículo 168 del Código
Procesal Penal; la posibilidad de archivar provisionalmente los antecedentes contenida en el artículo 167
de este cuerpo legal y la consagración de la facultad del órgano persecutor de no investigar o abandonar
una investigación respecto de delitos que no comprometan gravemente el interés público, que el Código
denomina, en su artículo 170, principio de oportunidad, sin perjuicio de que podamos hablar en este caso

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de oportunidad en sentido estricto desde que, como se ve, no es más que una de las manifestaciones del
principio general a que venimos haciendo referencia.

SUSPENSIÓN CONDICIONAL DEL PROCEDIMIENTO:

La suspensión condicional del procedimiento es una de las salidas alternativas previstas en el Código
Procesal Penal regulándosela en los artículos 237 a 240 del mismo.

Esta salida alternativa aparece tomada del Código Procesal Modelo para Ibero América, que le denomina:
“suspensión del proceso a prueba” y de la Ordenanza Procesal Alemana que reglamente : “el archivo del
proceso en caso de cumplimiento de condiciones y mandatos”.

Puede ser conceptualizada como una salida alternativa dispuesta por una resolución judicial dictada el
juez de garantía, a solicitud del fiscal y con acuerdo del imputado, consistente en la paralización
provisional del procedimiento respecto de este último quien queda sujeto al cumplimiento de condiciones
determinadas por el tribunal, durante un plazo no menor de un año y no superior a tres y que, en el
evento de que la medida no sea revocada por un incumplimiento injustificado, grave o reiterado de las
mismas o por una nueva formalización de la investigación por hechos distintos, produce como efecto la
extinción de la responsabilidad penal.

REQUISITOS DE PROCEDENCIA:

 Acuerdo entre el Fiscal y el imputado.-

El Ministerio Público es el titular de la acción penal de manera que en ejercicio de la misma le corresponde
determinar la conveniencia de la suspensión condicional del procedimiento por lo que, aún cuando
objetivamente se reúnan las condiciones establecidas en la ley para hacer procedente esta salida
alternativa, ello es una facultad de los fiscales quienes, válidamente, pueden estimar del caso no hacer
uso de la misma y continuar normalmente la persecución penal. Sin perjuicio de lo anterior, deben
considerar, a la hora de definir su voluntad de acceder a esta salida, los objetivos de la misma, y no sólo
la desconcentración del sistema sino que evitarle al imputado, respecto del cual, con probabilidades
ciertas, procede la imposición de una pena sustitutiva, los efectos estigmatizantes y desocializadores de
alguna medida cautelar personal, del juicio y la sentencia.
Por su parte, necesariamente esta salida requiere del acuerdo del imputado pues a su respecto el deber
de cumplimiento de condiciones impuestas por el Tribunal, importa afectación de derechos impuesta sin
un juicio previo, garantía básica de toda persona, de manera que sólo su consentimiento libre, exento de
vicios y expreso la justifican.

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Sobre este punto debe señalarse desde luego que la aceptación del imputado a suspender
condicionalmente el procedimiento no supone reconocimiento de los hechos imputados o de los
antecedentes de investigación en que se funden y menos de culpabilidad, sino que, exclusivamente su
voluntad de acceder a la salida alternativa con la carga de afectación de derechos que supone.

 Pena privativa de libertad esperable para el evento de sentencia condenatoria no debe


ser superior a tres años.

Este requisito está establecido en la letra a) del artículo 237 el Código Procesal Penal y está referida a
la pena concreta, aplicable al caso y no la pena legal o abstracta señalada por la ley para el delito en
cuestión.
Ello resulta claro de la redacción de la ley sin perjuicio de haberse señalado expresamente en las
comisiones del Congreso que intervinieron en la redacción de la ley.
De esta manera para proponer la suspensión condicional el Ministerio Público debe considerar el grado
de desarrollo del delito, el de participación del imputado y la concurrencia de circunstancias modificatorias
de responsabilidad penal, lo que debería corresponder o estar respaldado en los antecedentes de la
investigación. Debe tratarse así de antecedentes objetivos que llevan al juez a concluir que la pena
necesariamente quedaría encuadrado dentro del margo fijado por la ley.
Cuestión distinta es estimar procedente la aplicación de esta salida alternativa sobre la base de calificar,
conforme al artículo 68 bis del Código Penal, alguna circunstancia atenuante de responsabilidad penal
que pudiera favorecer al imputado, y por esta vía llegar al marco legal exigido por la ley, pues pareciera
que tal calificación es una cuestión privativa del sentenciador que no puede quedar entregado al arbitrio
del Ministerio Público y del imputado.
En este punto es necesario indicar que el Fiscal Nacional del Ministerio Público, en su instructivo N° 36,
de carácter obligatorio para todos los fiscales, dispuso que estos podían solicitar suspensión condicional
del procedimiento sólo cuando se tratara de simples delitos, prohibiéndolo cuando el hecho tuviera pena
abstracta de crimen. Así, aún cuando por el grado de desarrollo del delito y de participación del imputado,
o por la concurrencia de circunstancias modificatorias de responsabilidad penal o reglas de aplicación de
penas, le pena concreta a aplicar fuere inferior a tres años de privación de libertad, si el ilícito tiene una
pena abstracta de crimen en alguno de sus grados, es decir, superior a cinco años, a los fiscales del
Ministerio Público les está vedado pedir esta salida alternativa.

 Imputado no debe haber sido condenando con anterioridad por crimen o simple delito.

Requisito establecido en la letra b) del artículo 237.

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Necesariamente para impedir la procedencia de esta salida alternativa se debe estar ante sentencias
condenatorias, por crimen o simple delito, que estén ejecutoriadas. De allí que encontrándose la causa
en tramitación, aún cuando se haya dictado una sentencia condenatoria, pero encontrándose pendiente
el plazo para recurrir de la misma o bien un recurso pendiente, es perfectamente posible entender que
puede suspenderse condicionalmente el procedimiento respecto de otro hecho presuntamente ilícito.
Además, conforme al claro tener literal de la ley debemos entender que las condenas por faltas no impiden
acceder a la suspensión condicional del procedimiento.

 No tener vigente otra suspensión condicional del procedimiento.

Esta exigencia fue establecida por la Ley N° 20.253 del año 2.008, impidiendo que un imputado que esté
gozando de una suspensión condicional del procedimiento pueda obtener otra u otras, por hechos
verificados con posterioridad.

 Autorización del Fiscal Regional.

De conformidad a lo dispuesto el artículo 237, inciso sexto, del Código Procesal Penal tratándose de los
delitos allí señalados el fiscal debe someter su decisión de solicitar la suspensión condicional del
procedimiento al Fiscal Regional.

 Aprobación del Juez de garantía.-

De acuerdo al art. 237 la solicitud debe ser aprobada por el Juez de Garantía quien puede pedir el
Ministerio Público los antecedentes que estime necesarios para resolver.
Resulta discutible que es lo que el juez debe controlar. Por lo pronto resulta claro que debe verificar el
cumplimiento de las condiciones formales contenidas en las letras a), b) y c) del artículo citado y constatar
la volunta libre y exenta de vicios del imputado.

El problema se presenta si, además, entendemos que el juez debe ponderar los aspectos de mérito de la
proposición lo que supondría que pudiera rechazarla si estima que la misma es inconveniente como, por
ejemplo, en el evento que decida que el hecho reviste mucha gravedad o incluso por pedírselo la víctima.
El asunto resulta discutible. En principio la redacción del artículo 237 permite estimar que el tribunal
podría analizar también el mérito de la solicitud que se le formula. Así lo entiende el Fiscal Nacional del
Ministerio Público quien, en su instructivo general N° 36, sobre la base que la norma, al disponer que el
juez de garantía debe resolver el asunto,

Derecho Procesal IV Profesor Alberto Ayala Página 148


incluyendo también la posibilidad de requerir los antecedentes que estime necesario para ello, determina
una forma de ejercicio del poder jurisdiccional, que no admite restricciones o condicionamiento alguno,
como sería entender que sólo le compete pronunciarse sobre las exigencias formales de la suspensión
pedida, salvo el caso de una norma legal expresa que así lo disponga, lo que no ocurre en este caso. En
abono de la opinión anterior podemos agregar la exigencia de oír al querellante o a la víctima que asista
a la audiencia que el artículo 236 impone al juez de garantía, lo que se justifica en la medida que su
poder de decisión se extienda al fondo del asunto.

Otros, por el contrario, (Mauricio Ducce, El nuevo proceso penal, pag. 150) han estimado que el control
del tribunal debe limitarse a los requisitos de procedencia de esta salida alternativa, sobre la base de
que el análisis del contexto de la reforma así lo impone en la medida que el Ministerio Público es titular y
único responsable de la persecución penal pública, no resultando del caso transferir esa responsabilidad
al órgano jurisdiccional. En lo que se refiere a la exigencia de oír al querellante entiende que tal
argumento debe ser matizado sobre la base de que el juez, debiendo admitir la suspensión condicional
del procedimiento, a la hora de fijar las condiciones, debe considerar lo dicho por el querellante. Indica
también que ello provocaría una confusión de roles afectando al que le compete al Ministerio Público en
la decisión del ejercicio de la acción penal.

TRAMITACIÓN:

 Oportunidad
De conformidad a lo dispuesto en el artículo 245 del Código, la suspensión condicional del procedimiento
puede solicitarse y decretarse en cualquier momento posterior de la formalización, en la audiencia misma
en que ella se produzca y si ello no ocurre, puede pedirse hasta el cierre de la investigación, debiendo en
este caso citarse a una audiencia a la que pueden comparecer todos los intervinientes. Por último también
puede acordarse la suspensión condicional del procedimiento en la audiencia de preparación del juicio
oral.

 Forma.
La solicitud de suspensión condicional del procedimiento siempre será discutida y resulta en una audiencia
a la que pueden concurrir todos los intervinientes. Así se desprende del artículo 237.
En esta audiencia la presencia del defensor del imputado constituye un requisito de validez de la
misma, como expresamente lo indica la norma citada y, como ya se dijo, si el querellante o la víctima
asisten deben ser oídas.

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CONDICIONES:

Si el tribunal accede a la solicitud, de conformidad a lo dispuesto en el artículo 238, debe disponer que
el imputado, durante el período de suspensión del procedimiento (que puede ser de 1 a 3 años conforme
lo indica el artículo 237) esté sujeto al cumplimiento de uno o más de las condiciones que la misma norma
señala
Presenta problema aceptar que el imputado, sin que se dicte una sentencia condenatoria en su contra y,
por ende, beneficiándolo la presunción de inocencia, quede sujeto a las medidas establecidas en el artículo
238 que son decididamente restrictivas de libertad e, incluso, similares a las penas penales. Por ejemplo,
piénsese en la obligación de residir o no residir en un lugar determinado, a que se refiere la letra a) del
artículo 238, y compáresela con las penas de relegación y destierro conceptualizadas en los artículos 35
y 36 del Código Penal.

Sin embargo ello se acepta, además de la finalidad de la suspensión condicional del procedimiento, sobre
la base de la manifestación de voluntad expresa del imputado de someterse a las condiciones que fije el
tribunal, previa verificación del pleno conocimiento de sus garantías, especialmente la de tener derecho
a un juicio oral, público y contradictorio en el que el ente acusador deberá demostrar el delito y la
responsabilidad que le imputa.
Como ya se dijo, el tribunal debe determinar el plazo de cumplimiento de las condiciones, que no puede
ser inferir a un año ni superior a tres.

Ahora, la ley prevé la posibilidad, en el artículo 238 inciso final, que durante el período de la suspensión
y oyendo en una audiencia a todos los intervinientes, se puedan modificar las condiciones impuestas.
De conformidad a lo dispuesto en el artículo 238 las condiciones las determina el Juez de garantía, sin
perjuicio del derecho de las partes a proponerlas.
En el evento de que las partes no estén de acuerdo con las condiciones impuestas pueden apelar de las
mismas, en la medida que el artículo 237 indica que la resolución que se pronuncia sobre la solicitud de
suspensión condicional del procedimiento es apelable por el Ministerio Público, el imputado, la víctima y
el querellante, sin distinguir el sentido de la resolución. Luego, la resolución es apelable en la medida que
la rechace o que la acoja y en este último caso, el agravio puede estar en la suspensión misma, por
ejemplo para un querellante que se opuso a ella, o bien en las condiciones fijadas ya sea que se estimen
muy gravosas o insuficientes.
Se ha planteado el problema de si el imputado, una vez que conozca las condiciones y el plazo fijado por
el juez, puede retirar su aceptación sometiéndose a lo que se resuelva en un juicio posterior. El punto
parece discutible, especialmente considerando que la resolución del tribunal es una manifestación

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jurisdiccional que no puede quedar sujeta a la mera voluntad de las partes, especialmente de la obligada
por la misma. Así, la voluntad del imputado sólo es requerida para someterse a la decisión del tribunal
mas, una vez que esta se manifiesta, ya no cabe posibilidad de retractación. Lo anterior, obviamente, sin
perjuicio, como se vio, del derecho a recurrir de la resolución que fija las condiciones o a la posible
revocación de la suspensión condicional en los casos del artículo 239.
Sin embargo algunos, sobre la base que el derecho del imputado a exigir un juicio oral y público, por
su carácter constitucional, es de mayor jerarquía que el consentimiento prestado ex-ante de saber los
plazos o condiciones a las que va a ser sometido, estiman que podría retirar su consentimiento.

CONTROL:

De conformidad al artículo 246 del Código el Ministerio Público debe llevar registro de estas medidas en
los casos en que se decrete la suspensión condicional del procedimiento, el que debe tener el carácter de
reservado, sin perjuicio del derecho de la víctima de conocer la información relativa al imputado..
Este registro tiene por objeto verificar que el imputado cumpla las condiciones que se le impusieran.

REVOCACIÓN DE LA SUSPENSIÓN CONDICIONAL DEL PROCEDIMIENTO:

El artículo 239 del Código prevé la posibilidad de que la suspensión condicional del procedimiento sea
revocada a petición del fiscal o víctima en caso de:
a) Incumplimiento injustificado, grave o reiterado.
b) Nueva formalización por hechos distintos.

En este caso el procedimiento continúa de acuerdo a las reglas generales.


La resolución que se dicta de conformidad a esta petición del Ministerio Público o de la víctima, es apelable
conforme a lo dispuesto en el inciso segundo de la disposición legal citada.

EFECTOS DE LA SUSPENSIÓN CONDICIONAL DEL PROCEDIMIENTO

 Inmediatos:
a) Se suspende plazo legal para el cierre de la investigación (237 quinto)
b) No se reanuda el curso de la prescripción de la acción penal.
c) Se deja a salvo el derecho a perseguir por vía civil las responsabilidades pecuniarias
derivadas del hecho (237 final) sin perjuicio del lo dispuesto en el 240 inciso primero.
 Mediatos:

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De acuerdo a lo previsto en el artículo 240 inciso segundo transcurrido el plazo fijado por el juez de
garantías para el cumplimiento de las condiciones, sin que la suspensión haya sido revocada, se extingue
la acción penal debiendo el tribunal, de oficio o a petición de parte, dictar sobreseimiento definitivo en la
causa.
Debe tenerse presente que la ley no exige que el imputado haya cumplido las condiciones impuestas,
sino que únicamente que haya pasado el plazo fijado por el tribunal sin que el beneficio sea revocado.
Luego, puede suceder que el imputado haya incumplido de manera grave y reiterada las condiciones
impuestas, pero si el Ministerio Público o la víctima no pidieron, en su oportunidad, la revocación del
beneficio de igual forma se producirá la extinción de la responsabilidad penal.

ACUERDOS REPARATORIOS: (241)

 CONCEPTO:
Convención celebrada entre el imputado y la víctima de un delito, por medio de la cual se establece una
forma de reparación respecto de un hecho que afecta bienes jurídicos disponibles de carácter patrimonial,
o que puede constituir un delito culposo o de lesiones menos graves, sometida a la aprobación del juez
de garantías y que, cumplida o garantizadas debidamente a satisfacción de la víctima, satisfechas
extingue la responsabilidad penal de aquél.

 ANTECEDENTES:
En algunos países de Latinoamérica encontramos noticias de la existencia de algunas formas de extinción
de la acción penal sobre la base de la reparación del daño casado por un delito. (Costa Rica, El Salvador)
Venezuela, por su parte, tiene un sistema de reparación similar al nuestro, mientras que en el resto de
los países no se encuentran antecedentes similares.

En nuestro país la reparación del daño no aparece contemplado, en términos generales, como una causal
de extinción de la responsabilidad, salvo en casos aislados, como en el delito de giro doloso de cheques
(artículo 22 de la Ley) y lo que ocurre con ciertos delitos aduaneros. También cabe considerar la
posibilidad contenida en el Código Procesal Penal de llegar a una conciliación en los delitos de acción
penal privada -artículo 404- al tiempo que tratándose de los delitos de injuria y calumnia, la misma
disposición contempla la posibilidad que el querellado de explicaciones satisfactorias de su conducta. Por
último el Código Penal contempla la reparación como una atenuante de aplicación general, siempre que
la misma sea celosa. (11 N° 7)
Bajo la vigencia del sistema anterior, no obstante no existir normas específicas que lo
permitieran, se instituyó como práctica de las partes la celebración de acuerdos respecto de ciertos

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delitos, especialmente de contenido patrimonial, para luego, utilizando diversos subterfugios, obtener
la dictación de algún tipo de sobreseimiento de la causa criminal incoada lo que, ciertamente, fue
legitimado por los tribunales.

El Código Procesal Penal ha optado por introducir este tipo de acuerdo sobre la base de obtener
mecanismos que permitan: “realzar los intereses concretos de la víctima por sobre las intereses
abstractos del Estado” (Comisión de Constitución, Legislación y Justicia de la Cámara de Diputados)

 REQUISITOS:

El artículo 241 del Código Procesal Penal establece tres requisitos de procedencia de los acuerdos
reparatorios.
En primer término se requiere de una convención que tenga por objeto el establecimiento de alguna
forma de reparación entre la víctima y el imputado
En segundo lugar que el acuerdo recaiga sobre hechos que afecten bienes jurídicos disponibles de carácter
patrimonial, consistieren en lesiones menos graves o constituyeran delitos culposos.
Por último, la aprobación del acuerdo por el juez de garantía.

 Acuerdo entre el imputado y la víctima.

Este acuerdo debe tener por objeto el establecimiento de alguna forma de reparación y, como lo señala
expresamente la parte final del inciso primero del artículo 241 del Código, requiere que el consentimiento
de las partes sea prestado en forma libre y con pleno conocimiento de sus derechos, sin perjuicio de que
necesariamente, a igual conclusión, deberíamos llegar por la aplicación de las normas sobre vicios de la
voluntad contenidas en los artículos 1.451 y siguientes del Código Civil, como quiera que estamos ante
un negocio jurídico.
Puede resultar discutible cual debe ser el objeto de este negocio jurídico, o más bien, el objeto de las
obligaciones que este genera para el imputado, es decir, el contenido y forma de las prestaciones que
debe realizar este último. Sin embargo, existe consenso en orden a entender en sentido amplio la
posibilidad de reparación en términos de permitir no sólo prestaciones económicas sino que de cualquier
otra índole, excusas, por ejemplo, pero que produzcan como efecto la satisfacción de la víctima.
Otro problema puede presentarse respecto al concepto de victima pues, si bien se encuentra definido en
el artículo 108 del Código de Procedimiento Penal, la determinación de quien puede considerase ofendido
por el delito es de por sí problemática, particularmente respecto de ciertos delitos en que puede resultar
difuso de identificación de una víctima individual. (por ejemplo delitos establecidos en la ley N°19.300)

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 Hechos que permiten celebrar acuerdos reparatorios.

El inciso segundo el artículo 241 indica que los acuerdos reparatorios pueden celebrarse respecto de tres
tipos de hechos: los que afectan bienes jurídicos disponibles de carácter patrimonial; consisten en
lesiones menos graves o constituyen delitos culposos.
El problema fundamental radica en determinar que se entiende por delitos que afecten bienes jurídicos
disponible de carácter patrimonial y al afecto debe recordarse que el proyecto del ejecutivo hablaba,
exclusivamente, de hechos que recayeren sobre bienes jurídicos disponibles mas, la Cámara de
Diputados, para acotar la posibilidad, agregó que debían de carácter patrimonial o susceptibles de
apreciación pecuniaria. El Senado, a su turno, estimó eliminar esta última categoría reduciendo la
posibilidad exclusivamente a los bienes jurídicos disponibles de carácter patrimonial, apareciendo claro
que se está refiriendo, por lo menos, a delitos contra la propiedad no violentos.
En cuanto a las lesiones menos graves fue incluida por el Senado luego de reducir la categoría anterior
que, en los proyectos previos, normalmente debió entender incorporados estos delitos, no así en su
fórmula definitiva lo que parece justificar su inclusión expresa.
Si bien claramente la referencia a lesiones menos graves pareciera estar referida a las que se consideran
tales en el artículo 399 del Código Penal, es decir, las que producen una enfermedad o incapacidad no
superior a treinta días, algunos (Mauricio Ducce, libro citado) con una interpretación extensiva pretender
ampliar el concepto de lesión menos graves también a aquellas a las que pudiera dársele tal carácter
considerando la evaluación que haga la víctima y los perjuicios efectivos provocados por las lesiones con
independencia del tiempo de sanidad.
En lo que se refiere a la tercera categoría de delitos, además de la novedad que representa utilizar en un
cuerpo legal la terminología de delitos culposos y no cuasidelitos como era tradicional, debe indicarse
que, en definitiva, se optó por ampliar la posibilidad a todos los delitos culposos, a diferencia de los
proyectos que sólo permitían acuerdos reparatorios en la medida que no se hubiere producido la muerte
o bien una afectación grave y permanente de la integridad física de las personas.

 Autorización judicial.-

El artículo 241, en su inciso tercero, establece que el juez debe aprobar el acuerdo reparatorio pudiendo
rechazarlo por las causales, necesariamente taxativas, que estable la misma disposición.
Así debe rechazarlo si se refiere a hechos diversos de los permitidos por la ley o si el consentimiento no
ha sido libremente prestado o existe un interés público prevalente en la continuación de la persecución
penal.

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Esta última posibilidad de no aprobar el acuerdo reparatorio merece algún comentario pues, de acuerdo
a lo que entienden los jueces de garantía por interés público prevalente, puede restringirse la posibilidad
de celebrar este tipo de convenciones debiendo tenerse presente que la ley permite al juez proceder de
oficio o a petición del Ministerio Público de manera que, aún cuando a la Fiscalía, depositario constitucional
y legal de la acción penal, no le merezca reparos el acuerdo entre las partes, el Juez podría obligar la
persecución por vía de rechazarlo, lo que podría resultar anómalo en la lógica del sistema. Por lo mismo
algunos (Ducce) postulan en esta materia una actitud reactiva de los tribunales frente a peticiones
fundadas del Ministerio Público, lo que, ciertamente, ha sido la posición mayoritaria de los jueces de
garantías.

En cuanto a que debe entenderse por interés público prevalente, el legislador da un ejemplo al señalar,
en el inciso tercero parte final del artículo 241, que se entenderá, especialmente, que concurre este
interés si el inculpado hubiere incurrido reiteradamente en hechos como los que se investiguen en el caso
particular.
Como se ve, la reiteración, que por lo demás es en hechos y no en delitos, lo que justificaría el registro
que, de conformidad al artículo 246, debe también llevar el Ministerio Público respecto de estos acuerdos
constituye un interés público suficiente para instar por la persecución penal.

Mas, se trata de un mero ejemplo por lo que según el caso, tomando en consideración la persona
ofendida, el grado de afectación del bien jurídico protegido, la forma de comisión, las circunstancias
concurrentes, la mayor o menor extensión del daño provocado por el delito, el grado de desarrollo del
mismo, la existencia de antecedentes penales anteriores relevantes del imputado, entre otras, pueden
constituir interés público como el analizado.

El Fiscal Nacional del Ministerio Público, a este propósito, instruyó a sus fiscales señalando que deben
considerar los fines preventivos de la pena, esto es, la prevención general o especial de la pena según el
caso, como también, entre otros criterios, considerar la existencia de otro bien jurídico afectado de mayor
entidad que el principalmente vulnerado, la constancia de haberse llegado a acuerdo reparatorio por el
mismo delito en dos veces anteriores y la concurrencia de agravantes objetivas.

OPORTUNIDAD:

Se aplica la misma regla que para la suspensión condicional del procedimiento, esto es, el artículo 245
del C.P.P. en orden a que puede solicitarse y decretarse en cualquier momento posterior de la

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formalización y hasta el cierre de la investigación o bien en la audiencia de preparación del juicio oral,
permitiendo la ley hacerlo precisamente en la audiencia de formalización.

Forma y contenido:

Para estos efectos las partes deben solicitar al Juez que cite a una audiencia a la que debe citarse a los
intervinientes para escuchar sus planteamientos.

A diferencia de lo que ocurre con la audiencia en que se debe discutir la suspensión condicional del
procedimiento, en este caso la ley no exige la presencia del defensor del imputado como requisito de
validez del acuerdo reparatorio, lo que se explica por que los efectos de la primera son mucho más graves
para el imputado en la medida que queda sujeto a las condiciones que fije el juez de garantía que, en
buena parte, consiste en una afectación a su libertad.

EFECTOS:

Debe distinguirse entre efectos civiles y penales del acuerdo reparatorio.

 Efectos penales.-
El artículo 242 del Código señala que una vez cumplidas las obligaciones contraídas por el imputado, o
bien garantizado dicho cumplimiento a satisfacción de la víctima, el juez de garantía, debe dictar
sobreseimiento definitivo, total o parcial en la causa, lo que extingue la responsabilidad penal del
imputado que lo hubiere celebrado.
El artículo 244 reafirma lo anterior al señalar, como efecto subjetivo del acuerdo reparatorio, que
si existe pluralidad de víctimas o imputados el procedimiento continuara respecto de quienes no hubieran
concurrido al acuerdo.

 Efectos civiles
Bajo esta denominación el Código reglamenta la posibilidad de utilizar el procedimiento de cumplimiento
de las resoluciones judiciales contenido en el artículo 233 del Código de Procedimiento Civil, ante el juez
de garantía, para obtener el cumplimiento forzado de los acuerdos alcanzados por las partes requiriendo,
obviamente, que la resolución que lo aprueba se encuentre ejecutoriada, lo que parece necesario haber
consagrado expresamente para que no quedara la duda si el acuerdo, que no es más que una convención
entre partes, formaba parte integrante de la resolución que lo aprueba.

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REGISTRO:
Como se adelantó a propósito de la suspensión condicional del procedimiento también en materia de
acuerdos reparatorios, el artículo 246 exige que el Ministerio Público lleve un registro en que se deje
constancia de los casos aprobados, teniendo por objeto verificar que el imputado reúne los requisitos
para acogerse a un nuevo acuerdo reparatorio.

EL JUICIO ORAL

Generalidades:

Lo primero que debemos señalar es que, sin perjuicio de que, con relación a la cantidad total de ingreso
que tenga el sistema penal, aquellos que terminen en juicio oral debe ser un porcentaje menor, en
ningún caso superior al 5 %, el sistema acusatorio reconoce en el juicio oral el eje del procedimiento.
Esto por cuanto la potencialidad de ir a un juicio oral condiciona todas las demás etapas del
procedimiento. Así predetermina y regula las etapas de investigación y preparación, ya que al estar
obligadas la policía y la fiscalía a respetar las garantías de los intervinientes, especialmente de los
acusados, en caso de infracción corre el riesgo de exclusión probatoria que, en determinadas
circunstancias, puede ser clave para una posible sentencia condenatoria.
La posibilidad de juicio, además, condiciona la aplicación de salidas alternativas pues tanto acusadores
como imputados y sus defensores, deben evaluar la conveniencia o no de una suspensión condicional
del procedimiento o de un acuerdo reparatorio teniendo presente los riesgos que asumen al enfrentar el
juicio.
Igual cosa cabe decir de la posible aplicación por el Ministerio Público de formas de terminación anticipada
o mecanismos de discrecionalidad que consagra el sistema, como el archivo provisional de los
antecedentes y el principio de oportunidad pues, para resolver su aplicación, debe tener presente las
posibilidades de éxito al enfrentar un juicio y sus costos políticos-criminales y económicos.

Ya al elaborarse la propuesta de anteproyecto del Nuevo Código Procesal Pernal por el Ministerio de
Justicia, la Fundación Paz Ciudadana y la Corporación de Promoción Universitaria, se dijo, en su
presentación, que el sistema se basaba en la consagración del juicio oral como elemento rector del nuevo
procedimiento, centralidad que se traduce en la concentración de las actividades más importantes del
procedimiento en la audiencia principal. El juicio, pues, debe constituir la oportunidad para la formulación
de la acusación, el ejercicio de la defensa, la presentación de la prueba, el debate sobre la misma y la
dictación de la sentencia.

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Pensando en la existencia de las salidas alternativas o el procedimiento abreviado se señaló que el juicio
también constituía un elemento central en cuanto permite equilibrar las opciones a partir de las cuales
se resuelve o no una forma distinta de término del procedimiento, en la medida que tales decisiones se
adoptarán a partir de las expectativas que tengan respecto del juicio, sin perjuicio de que, en el evento
de existir dudas, los intervinientes siempre pueden optar por el juicio.
Con el fin de lograr tal centralidad, ya en aquella oportunidad se dijo que se pretendía evitar las
interpretaciones que pudieran dar lugar a distorsiones en el sistema mediante la mantención de prácticas
incompatibles, tales como la preeminencia de la lectura de documentos, la posibilidad de descontinuar
las audiencias o desarrollarlas sin la presencia de todos los intervinientes, fenómeno que ocurre en
diversas experiencias latinoamericanas.
Dentro de los principios del juicio se puso énfasis en la percepción directa de la prueba y, por lo mismo,
se reconoce sólo un número limitado de excepciones en las cuales un medio de prueba puede ser
reemplazado por la lectura de un acta en que conste su producción anterior.

Para preservar la continuidad del juicio y garantizar que la sentencia se dicte sobre la base de lo
acontecido en el juicio, se dispone que la resolución de absolución o condena sea comunicada las partes
en la misma audiencia en que ha concluido el debate, luego de la deliberación producida por los jueces,
obligando a estos, incluso, a señalar las razones principales que los motivaron.
En cuanto a la prueba, se optó, desde el inicio de la tramitación, por la aplicación de un sistema de libre
introducción de medios y de libre valoración, que, se dijo, era el único compatible con el reconocimiento
de la autonomía del juez para adquirir convicción sobre los hechos del caso, manteniéndose la exigencia
de convicción del tribunal como estándar necesario.
Paralelo a la libertad de apreciación se hace hincapié, como carga para los jueces, en la necesidad de
fundamentar las resoluciones y, especialmente, las sentencia definitivas, como único mecanismo de
controlar sus decisiones tanto por los intervinientes, mediante la interposición de recursos, como por la
sociedad.

Actuaciones previas:

Estas actuaciones, cuya denominación está dada por el Código Procesal Pena, están reguladas en el
artículo 281 del mismo y constituyen un conjunto de actividades de orden administrativo, cuya realización
corresponde a los tribunales de garantía y del juicio oral y tienen por objeto la determinación del tribunal
y del día y la hora que se realizará el juicio, como asimismo, la práctica de las notificaciones y citaciones
a todos los que deben concurrir al

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¿Cuáles son?

a) La primera de ellas es de cargo del juez de garantía ante quien se haya celebrado la audiencia de
preparación del juicio oral y consiste en la remisión, al tribunal de juicio oral competente para conocer
del juicio, del auto de apertura del juicio oral, lo que debe realizar dentro del término de cuarenta y ocho
horas siguientes al momento que quedare firme, que prevé el inciso primero de la norma citada.

En esta materia debe tenerse presente que la Ley 19.815 de 11 de julio del año 2.002, suprimió la
obligación de los jueces de garantía, establecida en el inciso primero del original artículo 281del Código
Procesal Penal, de remitir al tribunal de juicio oral, además del auto de apertura: “los demás registros
que debieren acompañarse”. Nunca estuvo claro cuales eran estos registros, provocando la norma
reacciones negativas en sectores académicos pues, por vía de la remisión de estos registros, se podía
afectar los principios que informaban el juicio oral, particularmente el de la inmediación, en la medida
que se permitía que el tribunal del juicio tomara conocimiento de algún tipo de antecedentes de la
investigación.

Dicha crítica marcó su punto más alto cuando la Corte Suprema, para lograr aunar criterios, dispuso, por
vía de un auto acordado, que los tribunales de garantía debían remitir todos los registros jurisdiccionales,
lo que importaba el conocimiento de debates acerca de medidas cautelares, con la consiguiente referencia
a antecedentes de investigación que hicieran procedente las mismas y el debate de la audiencia de
preparación de juicio oral, que podía ser relevante si es que se había producido exclusión de alguna
prueba ofrecida por los intervinientes, particularmente si ello se debiera a haber sido obtenida en
contravención a las garantías fundamentales.

Por esta razón se optó por modificar esta norma lo que conllevó a que los jueces de garantía no deben
remitir ningún antecedente salvo el auto de apertura del juicio oral eliminándose la posibilidad que el
tribunal pueda adquirir convicción por medios distintos a otros que no sea la prueba que se rinde durante
la audiencia del juicio.
Por último, junto con la remisión del auto de apertura del juicio oral, el tribunal de garantía debe poner
a disposición del tribunal de juicio oral a las personas sometidas a prisión preventiva o a otras medidas
cautelares.

b) Una vez que la causa a ingresado al tribunal de juicio oral, si es que en el mismo existe más de una
sala, debe distribuirse de acuerdo al procedimiento objetivo y general a que se refiere el artículo 17
inciso final del Código Orgánico de Tribunales.

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Luego el juez presidente de la sala debe decretar la fecha de celebración de la audiencia del juicio oral,
la que debe tener lugar no antes de quince ni después de sesenta días desde la “notificación del auto de
apertura del juicio oral”, la que se produce, precisamente, el día de la realización de la audiencia de
preparación del juicio oral pues, conforme al artículo 277, el juez debe dictar esta resolución “al término
de la audiencia” y, de acuerdo al artículo 30, las resoluciones pronunciadas durante las audiencias se
entienden notificadas a los intervinientes que hubieren asistido o debido asistir a las mismas.

En su resolución debe también indicar la localidad en que se desarrollará el juicio pues es posible que el
mismo se celebre en un lugar distinto de aquél en que tiene su asiento el tribunal, pero, obviamente,
dentro de su territorio jurisdiccional, conforme lo permite el artículo 21 A del Código Orgánico de
Tribunales.
Además debe señalar el nombre de los jueces que integrarán la sala pudiendo convocar (con aprobación
del juez presidente del comité de jueces) a un número mayor de tres jueces si existen circunstancias
que permiten presumir, de manera fundada, que no podrá cumplirse con el principio de la presencia
ininterrumpida de los jueces establecido en el artículo 284. Esta norma se ve complementada con lo
dispuesto en el artículo 17 de Código Orgánico de Tribunales que da la denominación de jueces alternos
a aquellos que se convocan con el sólo propósito de subrogar a los titulares que se vieran impedidos de
continuar participando en el desarrollo de un juicio oral.
La determinación de quienes son los jueces que integrarán la sala para conocer del juicio es importante,
entre otras materias, para la alegación de una causal de inhabilidad de los mismos que, conforme al
artículo 76 debe plantearse dentro de los tres días siguientes a la notificación de esta resolución. Sin
perjuicio de ello, la misma norma dispone que si los hechos que constituyen la causal de implicancia o
recusación llegan a conocimiento de la parte con posterioridad al vencimiento del plazo señalado, el
incidente debe ser promovido al iniciarse la audiencia del juicio oral. Una vez que se ha iniciado el juicio
no pueden deducirse este tipo de incidentes pero si alguno de los jueces advierte un hecho constitutivo
de una causal de inhabilidad, el tribunal puede declararla de oficio.

c) Citaciones:
En la misma resolución que comentáramos en la letra anterior el juez presidente de la sala debe ordenar
que se cite a todos quienes deben concurrir al juicio, es decir: intervinientes, testigos, peritos e
intérpretes.
La práctica de estas citaciones es de cargo del tribunal de juicio oral y como único límite temporal,
obviamente, es que se practiquen antes del día del juicio, salvo la que corresponde al acusado quien debe
ser notificado con, a lo menos, siete días de anticipación.

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Principios y normas generales:

En esta parte trataremos exclusivamente los principios que el Código reglamenta a propósito del juicio
oral, como asimismo, ciertas normas generales relativas a diversas materias, como por ejemplos, los
incidentes en el juicio oral y la conducción del mismo.
Mas, debe tenerse presente que los que veremos no son los únicos que informan el juicio oral pues
también son aplicables los ya vistos principios de persecución penal y las garantías procesales que no son
otra cosa que principios procesales

Continuidad y concentración del juicio oral:

Un juicio, para ser calificado de tal, supone que todos los actos del debate se realicen en una misma
audiencia y que esta no sea interrumpida.
Por eso el Código eleva la continuidad a la categoría de principio del juicio oral y, al mismo tiempo, se
hace cargo de aquellas situaciones en que la fuerza de las cosas impone necesarias alteraciones de estos
principios si se los considera en términos absolutos, como ocurre, por ejemplo, la necesidad de un
descanso diario, la atención de necesidades fisiológicas, impedimentos o enfermedades de alguno de los
sujetos procesales, incomparecencia de órganos de prueba, necesidad de posibilitar una defensa
adecuada.

Así el artículo 282 del Código indica que el juicio oral debe desarrollarse en forma continua y puede
prolongarse en sesiones sucesivas hasta su conclusión. Precisa la norma que, para estos efectos, sesión
sucesiva es aquella que tiene lugar en el día siguiente o subsiguiente del funcionamiento ordinario del
tribunal.

De este modo la ley entiende que se cumple con el principio de la continuidad si el juicio se desarrolla en
una audiencia o en dos o más, siempre que las mismas sean sucesivas, cuestión está última que supone
una interrupción transitoria del juicio o receso y su reanudación al día siguiente o subsiguiente de
funcionamiento ordinario del tribunal, sin que tal cuestión suponga estar frente a una suspensión del
juicio.

En este mismo sentido, la Comisión de Legislación y Justicia el Senado dejó en claro que las interrupciones
breves o recesos que se desarrollen dentro del mismo día, tampoco constituyen suspensión del juicio.
A su turno el artículo 283 permite que el tribunal pueda suspender la audiencia hasta por dos veces sin
afectar la continuidad del juicio oral y por el tiempo mínimo necesario de acuerdo al motivo de la misma.

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Eso sí, exige la norma que se trate de casos de absoluta necesidad y que en ningún caso la suspensión
de la audiencia o la interrupción del juicio oral exceda de diez días pues en tal caso queda impedida su
continuación y el tribunal debe decretar la nulidad de lo obrado y ordenar su reinicio.

Ahora, ¿cuáles son los casos de absoluta necesidad que pueden autorizar al tribunal a suspender el
juicio? La ley deja en manos del tribunal determinarlos pero ya al inicio de esta parte se indicaron algunos
que la práctica nacional y comparada han reconocido. Así ocurre, por ejemplo, con la enfermedad o
imposibilidad de asistencia de uno o más jueces, con la incomparecencia de un testigo o perito cuya
declaración sea estimada relevante para la resolución del caso o la necesidad de rendir prueba nueva
conforme al artículo 336.
La ley expresamente señala como causal de suspensión de la audiencia el caso de sobreseimiento
temporal conforme a lo dispuesto en el artículo 252 del Código Procesal Penal.
Eso sí, la misma norma, respecto de la causal de sobreseimiento por rebeldía del imputado prevista en
la letra b) del artículo 252, contempla una distinción. Si la incomparecencia se produce antes que se
inicie el juicio o durante los actos de apertura del mismo a que se refiere el artículo 325, se debe dictar
sobreseimiento y suspender el juicio, al menos con relación al imputado rebelde.

Por el contrario, si la incomparecencia o abandono del acusado se produce después que haya tenido
oportunidad de prestar declaración en el juicio, la que conforme al artículo 326 se le concede una vez que
su defensor ha realizado su alegato de apertura, la ley posibilita que el juicio continúe adelante en su
rebeldía siempre que el tribunal estime que su ulterior presencia no resultará indispensable para la
prosecución del juicio o bien cuando sólo faltare la dictación de la sentencia.
En los casos que es necesaria la suspensión de la audiencia el tribunal debe comunicar verbalmente la
fecha y hora de continuación del juicio lo que se tiene como suficiente notificación. (283 inciso final)

En cuanto a la concentración existen diversas manifestaciones del reconocimiento del principio. Ya las
normas de desarrollo del juicio oral – artículos 325 y siguientes- nos dan cuenta que todas las actividades
del juicio se desarrollan en una audiencia, incluyendo la recepción de la prueba y la decisión del asunto.

Dentro de las normas generales del juicio oral que ahora estudiamos, la regla del artículo 291, referida a
los incidentes en el curso del juicio, es una manifestación del principio de la concentración al disponer
que aquellos que se promuevan en el transcurso de la audiencia del juicio oral se resolverán
inmediatamente por el tribunal mediante decisiones que no son susceptibles de recurso alguno.

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Presencia ininterrumpida de los jueces.

El artículo 284 establece, como principio del juicio oral, la presencia obligatoria de los jueces durante
todo el desarrollo de la audiencia. Por esta vía el Código introduce el principio de inmediación, al menos
en su aspecto formal, en cuanto impone la exigencia que el tribunal que dicta la sentencia esté siempre
presente durante todo el desarrollo de la audiencia y obre con los demás intervinientes en el juicio y,
especialmente, que haya observado por sí mismo la recepción de la prueba, función que resulta
indelegable.

Expresamente la ley dispone que cualquier infracción a esta norma implicará la nulidad del juicio oral y
de la sentencia que se dicte en él. Concordante con ello, el artículo 374 letra b) establece esta infracción
como motivo absoluto de nulidad.
Sin perjuicio de lo anterior, en caso que falte alguno de los jueces el tribunal una vez que esta ya se ha
iniciado, se aplica la regla ya vista del inciso final del artículo 76 del Código, es decir, el tribunal continúa
funcionando reemplazando a los faltantes con jueces alternos que hayan estado presentes durante todo
el desarrollo de la audiencia o continuará funcionando integrado por, a lo menos, dos jueces quienes, al
fallar, deben alcanzar unanimidad. Si no ocurre alguna de las situaciones antes señaladas debe anularse
lo obrado en el juicio.

Oralidad.

Sin perjuicio que su carácter de principio procesal ha sido rechazado por algunos, vr.gr. Alberto Binder
(Introducción al Derecho Procesal Penal, pag. 100, segunda edición) opinión que es recogida por alguna
doctrina nacional, (Sabas Chahuán, Manual del Nuevo Procedimiento Penal, pag. 297) en general la
opinión predominante en la doctrina es considerar este un principio-garantía que informa el
procedimiento y, especialmente, el juicio oral. Así por lo demás, lo considera el Código Procesal Penal en
su artículo 291.
Este principio se encuentra indudablemente unido a otros, a saber: inmediación, continuidad,
concentración y publicidad.
Ya el artículo 1° del Código establece el derecho al juicio previo: “oral y público”.

A su turno, el artículo 291 concreta la oralidad regulándola en el juicio, etapa del procedimiento en que
pasa a tener la calidad de principio o garantía.
La norma dispone que el juicio debe desarrollarse en forma oral en lo relativo a las alegaciones y
argumentaciones de las partes, las declaraciones del acusado, la recepción de las pruebas y, en general,

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a toda intervención de quienes participan en ella. De igual forma se dispone que las resoluciones deben
dictarse y fundarse verbalmente y, reiterando la norma general del artículo 30, se entienden notificadas
desde de su pronunciamiento.

Conforme con este principio así legalmente consagrado la ley prevé que la prueba testimonial y pericial
se produce mediante la interrogación personal y posterior declaración del testigo o perito. (329) Incluso,
en aquellos casos excepcionales en que no rige el principio de inmediación para la producción de la prueba
aceptándose la incorporación de declaraciones que consten en registros previos, de todas formas la ley
exige que tales declaraciones sean leídas en la audiencia. (331) De la misma manera los documentos
deben ser leídos en la audiencia. (333)

Por otro lado, y sin perjuicio de lo señalado en el 291, la decisión de absolución o condena debe ser
informada verbalmente a los intervinientes y al público como se desprende del artículo 343 y, asimismo,
la sentencia debe ser dada a conocer en una audiencia en la que, obviamente, rige el principio de la
oralidad, más aún si atendiendo al epígrafe de la norma se trataría de una audiencia de “comunicación
de la sentencia”. (346)

Con el fin de garantizar el principio el artículo 291, en su inciso segundo, expresamente señaló que no se
admitiría la presentación de argumentaciones o peticiones por escrito durante la audiencia del juicio oral,
poniéndose así a resguardo de desviaciones sufridas por procedimiento supuestamente orales, como el
juicio sumario, en que la posibilidad de acompañar minutas escritas, en la práctica, y entre otras
razones, desterró toda forma de oralidad transformándolo en uno de más de los procedimientos escritos.

El Código reglamenta algunas situaciones especiales que, en todo caso, no constituyen excepciones al
principio de la oralidad.

Así el artículo 291 en su inciso tercero establece que las personas que no pueden hablar o no lo supieren
hacer en el idioma castellano intervendrán en el juicio por escrito o por medio de intérpretes. En el primer
caso, como acertadamente lo señaló el Fiscal Nacional en su Instructivo N° 60, luego que las personas
escriban sus respuestas o declaraciones, las mismas deben incorporarse el juicio mediante su lectura,
es decir, siempre respetando el principio de la oralidad.

La último situación que plantea el artículo 291 es la del acusado sordo o que no entiende el idioma
castellano quien debe ser asistido por un intérprete para que le comunique los actos del juicio cuestión
que más propiamente se relaciona con el derecho de defensa.

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Publicidad.

Ya como garantía del proceso penal analizamos la publicidad y su razón de ser.


El Código, en su artículo 289, junto con establecer el carácter público del juicio oral, reglamenta las
excepciones que válidamente pueden hacerse de este principio.

Así establece que el tribunal, únicamente a petición de parte y por resolución fundada, cuando considere
que resulta necesario para proteger la intimidad, el honor o la seguridad de cualquier persona que debiere
tomar parte en el juicio o para evitar la divulgación de un secreto protegido por ley, puede adoptar una
o más de las siguientes medidas:
a) Impedir el acceso u ordenar la salida de personas determinadas de la sala en que se efectuare la
audiencia.
Se ha planteado el problema de si el tribunal podría ordenar la salida del imputado y la respuesta parece
ser negativa. La presencia del imputado durante el acusado está regulada especialmente en el artículo
285 del Código y se asocia al derecho de defensa, de modo que el tribunal sólo podría afectarlo en los
casos que expresamente prevé esta última norma, es decir, cuando el mismo lo pida o cuando su
comportamiento perturbare el orden de la audiencia. Igual cosa debe entenderse tratándose del fiscal y
del defensor cuya presencia en el juicio es requisito de validez del mismo. (284 y 286)

b) En segundo lugar el tribunal, a petición de parte, puede impedir el acceso de público en general u
ordenar su salida para pruebas específicas.
Por público debe entenderse, como lo señaló el señor Fiscal Nacional en su instructivo N° 60, a toda
persona que sin ser tribunal no es tampoco interviniente de acuerdo al artículo 12 del Código.

En tercer lugar, puede disponerse la prohibición a los intervinientes y a sus abogados de entregar
información o formular declaraciones a los medios de comunicación social durante el desarrollo del juicio.
Sin perjuicio de que resulte evidente, debe tenerse presente que esta medida tiene el mismo objetivo
de las otras, es decir, proteger la intimidad, el honor o la seguridad de cualquier persona que deba tomar
parte en el juicio. Por lo mismo, su aplicación necesariamente debe ser conjunta con otra de las
establecidas en la norma, particularmente con la de la letra b) pues, si la diligencia probatoria es
observada por público, no tiene sentido prohibir la entrega de información o la formulación de
declaraciones.

Derecho Procesal IV Profesor Alberto Ayala Página 165


Debe desecharse que pueda imponerse por otro motivo, particularmente el que se tuvo presente durante
la tramitación del proyecto de Código, cual era impedir que lo intervinientes manipularan las decisiones
judiciales presionando a través de los medios de comunicación social, pues se entendió que la restricción
de la publicidad sólo podía obedecer a las razones protectoras ya señaladas.
En otro orden de ideas, la misma norma, en su inciso final, regula la posibilidad de los medios de
comunicación social de filmar, fotografiar o transmitir la audiencia.
La ley resuelve positivamente el punto pero, eso sí, la limita partes determinadas de la audiencia fijadas
por el tribunal. Ahora bien, si las partes se oponen los medios de comunicación social no pueden realizar
tales actividades. Si sólo alguno de los intervinientes lo hace, resuelve el tribunal.

Principio de contradicción o contradictorio.

Este principio no está consagrado expresamente en el Código pero, sin lugar a dudas, rige en el
procedimiento penal y, especialmente, informa el juicio oral.
Este principio importa, de acuerdo al profesor Alberto Bovino (El Nuevo Código Procesal Penal de la
Nación, -referido a Argentina- varios autores, pag. 184) que las partes tengan:

a) La posibilidad de ser oídas por el tribunal;


b) la posibilidad de ingresar pruebas;
c) la posibilidad de controlar la actividad judicial y de la parte contraria;
d) la posibilidad de refutar los argumentos que puedan perjudicarlas.”

Agrega este profesor que una consecuencia de este principio es: “el deber que incumbe al juzgador
respecto del fundamento de su sentencia: es indispensable que su convicción emane de los actos del
debate, ya que son estos los que han podido ser apreciados y discutidos por las partes y han estado a su
alcance.”

La vigencia del principio contradictorio, sin perjuicio que es inherente a todo sistema adversarial y
necesariamente incluido dentro de las características que debiera contener un debido proceso, aparece
en diversas normas del Código. Así, por ejemplo, del artículo 191 y 191 bis a propósito de la prueba
anticipada; artículos 284 y 286 sobre la presencia obligatoria del tribunal, fiscal y defensor; 327 en cuanto
a la comunicación entre imputado y su defensor; los artículos 309, 329 y 330 respecto de las
declaraciones de testigos y peritos; el 333 en cuanto a la forma de incorporación de instrumentos, objetos
y otros medios probatorios; los artículos 325, 326 y 338 que se refieren a los alegatos de apertura y
clausura del juicio, entre otras.

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Presencia ininterrumpida del ministerio público en el juicio oral.

El artículo 284 junto con establecer como un principio del juicio oral la presencia ininterrumpida de los
jueces, establece en tal carácter la del fiscal, salvo el caso del artículo 258, es decir, aquel en que se
autoriza al querellante para acusar por su cuenta ante la negativa del Ministerio Público, excepción que
es más aparente que real en la medida que este querellante pasa a tomar el lugar del Ministerio Público
con todos sus derechos y cargas y lo que propicia la norma es la vigencia real de un modelo acusatorio
de lo que sigue que sin parte acusadora, por regla general el Ministerio Público, no puede existir juicio.

Esta norma no hace sino aplicar el principio acusatorio que exige la presencia de un acusador, que
sostiene la acusación, sin el cual no puede existir juicio (nemo iudex sine acusatore) para dejar así la
resolución del asunto a un tribunal independiente e imparcial.
De este modo tratándose de un requisito de validez del juicio, su infracción constituye un motivo absoluto
de nulidad conforme lo establece la letra b) del artículo 374.

De acuerdo a lo previsto en el artículo 287 la ausencia o el abandono injustificado del fiscal de la


audiencia, o de alguna de sus sesiones si se desarrolla en varias, se sanciona con suspensión del ejercicio
profesional hasta por dos meses, no constituyendo excusa la realización de otras actividades profesionales
en la misma oportunidad de su inasistencia o abandono.

Sin perjuicio de la sanción correspondiente, si el juicio no se ha iniciado, el tribunal necesariamente


debería fijar una nueva fecha pues, de conformidad al artículo 335, la iniciación del juicio sólo puede
disponerse por el tribunal previa constitución con la asistencia de cuantos deben obligatoriamente
concurrir.
En caso que el fiscal no asista a una sesión una vez ya iniciado el juicio o haga abandono de la audiencia,
necesariamente estaríamos ante una razón de absoluta necesidad de aquellas que, de conformidad al
artículo 283, autorizan la suspensión del juicio.

Si el tribunal expulsa a un fiscal durante el desarrollo de la audiencia por infracción a lo dispuesto a los
principios de publicidad o a los deberes que el artículo 293 impone a los asistentes al juicio, de acuerdo
al artículo 294 debe procederse a su reemplazo para la continuación del juicio.

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Presencia del acusado en el juicio oral.

La presencia del acusado en el juicio oral está elevada a la categoría de principio del mismo pues dice
directa relación con el derecho de defensa en varias de sus distintas manifestaciones como, por ejemplo,
el derecho ser oído, a intervenir en el juicio, a defenderse por sí mismo y, por último, a la prohibición de
juzgamiento en ausencia, sin perjuicio de las excepciones que legítimamente reconoce la normativa
internacional según el tipo de procedimiento y el momento en que se produce la ausencia del imputado.

Por ello el artículo 285 del Código establece que el acusado debe estar presente durante toda la audiencia.
Sin perjuicio de lo anterior, la misma norma regula diversas situaciones que pueden producirse.
Así, en primer término, se pone en el caso de un imputado que no quiere estar presente durante la
audiencia, permitiendo que el tribunal autorice su salida de la sala pero, en todo caso, ordenando su
permanencia en una dependencia próxima.
También la norma se pone en la situación del acusado que perturba el orden de la audiencia caso en el
cual el tribunal está autorizado para disponer que abandone la sala.
En ambos casos el tribunal debe adoptar las medidas necesarias para asegurar la oportuna comparecencia
del acusado y, cuando se reintegre a la sala, el presidente del tribunal debe informarle lo ocurrido en su
ausencia.
En este punto debe recodarse que, de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 283, el juicio no debe
suspenderse respecto del acusado rebelde que ha tenido la posibilidad de prestar declaración en el
juicio, siempre que el tribunal estime que su presencia no resulta indispensable para la prosecución del
juicio o sólo falte la dictación de la sentencia.

Presencia del defensor en el juicio oral.

El artículo 286 eleva a la calidad de principio del juicio oral la presencia del defensor en el juicio oral, lo
que tiene una lógica explicación en el derecho de defensa del imputado y, particularmente, una de sus
manifestaciones más importantes, cual es el derecho a una defensa técnica o letrada, derecho que, a
partir de la modificación introducida al artículo ocho del Código Procesal Penal por la ley número 20.592
de 2 de junio del año 2012 tiene el carácter de irrenunciable.

Por lo mismo la norma establece que la presencia del defensor es un requisito de validez de la audiencia,
remitiéndose al artículo 103 que, con el carácter de norma general, sanciona con la nulidad a toda
actuación realizada sin la presencia del defensor cuando la ley la exija expresamente.

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Íntimamente relacionado con el derecho de defensa está el artículo 327 que establece que el acusado
puede comunicarse libremente con su defensor durante el juicio siempre que ello no perturbe el orden
de la audiencia, salvo, obviamente, cuando preste declaración.

De acuerdo a lo previsto en el inciso segundo del artículo 286 la ausencia del defensor constituye
abandono de la defensa y obliga al tribunal a la designación de un defensor penal público conforme al
artículo 106 del Código. En este caso la ley establece que no puede suspenderse la audiencia por la
incomparecencia del defensor elegido por el acusado sin perjuicio de que, en todo caso, se le conceda al
defensor penal público que se designe en su reemplazo un tiempo prudente para interiorizarse del caso.

Al defensor que no asiste a la audiencia o alguna de sus sesiones o bien la abandone sin causa justificada
se le aplican las mismas sanciones que a los fiscales de acuerdo a lo establecido en el artículo 287.

Otras normas generales.

Ausencia del querellante o su apoderado.

De acuerdo a lo establecido en el artículo 288 la ausencia el querellante o su apoderado a la audiencia,


o su abandono sin autorización del tribunal, da lugar a la declaración de abandono de la querella
establecida en la letra c) del artículo 120 del Código.
Debe recordarse que, de acuerdo a lo establecido en el inciso segundo del artículo 64 del Código, la
inasistencia injustificada de la víctima al juicio oral o a la audiencia de preparación del juicio oral, da lugar
a la declaración de abandono de la acción civil interpuesta.
En ambos casos se trata de sujetos procesales que no son imprescindibles para la realización del juicio
oral y, por lo mismo, la ley no establece ninguna forma de reemplazo o presencia forzada, limitándose a
la declaración de abandono la acción penal o civil que intentaran.

Incidentes.

De acuerdo a lo previsto en el artículo 290 del Código los incidentes promovidos en el transcurso de la
audiencia del juicio oral deben ser resueltos inmediatamente y no son susceptibles de recurso alguno.
Como se verá en materia de recursos esta norma origina una duda interpretativa, con relación a lo
dispuesto en el artículo 363 a propósito del recurso de reposición en audiencias orales, admitiéndolo sólo
respecto de resoluciones que se hubieren sido dictadas sin previo debate.

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Si asociamos el término incidente a tramitación incidental, es decir, a aquella en que se escucha a las
partes antes de resolver, el artículo 290 está en perfecta relación con el 363 en cuanto posibilita la
reposición de resoluciones sólo si no han sido precedidas de debate. Por el contrario, si asocia el término
incidente a una cuestión accesoria al juicio, pero relacionada con él, que requiere un pronunciamiento
que el tribunal puede efectuar de plano (artículo 89 del Código de Procedimiento Civil) deberíamos
concluir que el artículo 290 alteraría la regla general en materia de reposición de resoluciones dictadas
en audiencia, pues debería distinguirse si estamos ante un juicio oral o frente a otro tipo de audiencias.
Recurriendo una vez más a los principios que informan la reforma, especialmente al contradictorio, parece
que las normas están en perfecta armonía pues la expresión incidente utilizada en el artículo 290 tiene
que estar referida a la existencia de un debate previo entre las partes, de manera que si no lo ha habido
las resoluciones son susceptibles de reposición.

Dirección y disciplina del juicio oral.

Esta materia está regulada en el párrafo tercero del Título III del Libro II, artículos 292 a 294.
En términos generales podemos indicar que la ley entrega la conducción del juicio al juez presidente de
la sala, otorgándole una serie de facultades tanto respecto de los intervinientes como del público.

En cuanto a los intervinientes:

De acuerdo a lo previsto en el artículo 292 al juez presidente le corresponde, en general, ejercer las
facultades disciplinarias destinadas a mantener el orden y el decoro durante el debate garantizando la
eficaz realización del mismo.
En tal sentido debe ordenar la rendición de las pruebas, exigir el cumplimiento de las solemnidades que
correspondan y moderar la discusión.
En ejercicio de estas funciones la ley puede impedir que las alegaciones se desvíen hacia aspectos no
pertinentes o inadmisibles pero, eso sí, sin coartar el ejercicio de la acusación ni el derecho a la defensa.
La misma norma lo autoriza para limitar el uso de la palabra a las partes que debieran intervenir durante
el juicio, fijando limites igualitarios para todas ellas o interrumpiendo a quien hiciere uso manifiestamente
abusivo de la facultad.

Debe tenerse presente que la resolución de los incidentes está entregada al tribunal y no exclusivamente
al juez presidente, al igual que las solicitudes que formulen las partes en la audiencia, como expresamente
se dejó constancia en la Comisión de Legislación y Justicia del Senado. De este modo debe distinguirse
entre lo que es la conducción del debate con todas sus implicancias y estas otras materias cuya resolución

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corresponde al tribunal, sin perjuicio de existir aéreas de difícil determinación. Por ejemplo, una objeción
manifiestamente impertinente que claramente tenga por objeto descontinuar un interrogatorio que está
resultando muy negativo para la parte. Podríamos entender que de todas formas es un incidente y el
tribunal debe otorgar el traslado respectivo y finalmente resolver o bien que el presidente de la sala, en
ejercicio de sus facultades de conducción del debate, puede rechazarla inmediatamente o, incluso,
impedir su planteamiento formal.

En materia de limitación de los tiempos de intervención debe señalarse, por último, que expresamente la
norma hizo referencia a las partes que intervienen en el juicio, dejando claro así la Comisión de Legislación
y Justicia del Senado que por esta vía no puede interrumpirse las declaraciones de testigos o peritos. No
obstante ello, considerando que las declaraciones de los testigos y peritos están sujetas al interrogatorio
de las partes y sin perjuicio del derecho de estas a objetar preguntas, entre otras razones por
impertinentes o reiterativas, en el evento de partes que hicieron uso inmoderado de su facultad de
interrogar, en términos que razonablemente sea de suponer que el testigo o perito ya nada les queda por
aportar a la resolución del juicio, pudiéramos entender que, dentro de sus facultades de conducción del
debate el presidente de la sala, interrumpa o restrinja estas intervenciones, al menos cortando
determinadas líneas de interrogación o pidiéndoles brevedad o precisión.

En cuanto al público:

Debemos recordar que una de los principios que informan el juicio oral es la publicidad el mismo. Sin
perjuicio de las limitaciones que, por las razones ya vistas, puede imponerse a dicho principio según el
artículo 289 del Código, la ley permite, en el inciso final del artículo 292, para la mantención del orden
y de un adecuado desarrollo de la audiencia, que el presidente de la sala limite el acceso del público a un
número determinado de personas.

Por esta vía, obviamente, no se puede vulnerar el principio traído a colación, mas la aplicación del mismo
no puede llevar a situaciones que, en la práctica, hagan imposible el desarrollo del juicio, como, por
ejemplo, la presencia de público superior a la capacidad física del recinto en que se realiza.

Dentro de sus facultades de control de la audiencia la ley permite que el juez presidente impida el acceso
u ordene la salida de aquellas personas que se presenten en condiciones incompatibles con la seriedad
de la audiencia. (292 inciso final) Esta es otra cuestión establecida en términos genéricos por el
legislador pero que, una vez más, no puede utilizarse para, en definitiva, vulnerar el principio de
publicidad del juicio.

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En este orden de ideas el artículo 293 impone a los asistentes a las audiencias de juicio oral deber de
guardar respeto y silencio mientras no estuvieren autorizados a exponer o responder las preguntas que
se le formularen. Asimismo, se impide que lleven armas o algún elemento que pudiere perturbar el orden.
Por último, no pueden adoptar comportamientos intimidatorios, provocativos o contrarios al decoro.

Facultades disciplinarias del tribunal.

Hemos visto las facultades de conducción y orden que tiene el tribunal, por regla general a través del
presidente de la sala, como asimismo, los deberes que tienen los intervinientes y, en general, los
asistentes a las audiencias del juicio oral.

El artículo 294 establece las sanciones que pueden ser impuestas a quines infringieren las normas sobre
publicidad del juicio en el artículo 289 o bien los deberes que impuestos en el artículo 293.

Así, la ley permite aplicar las sanciones establecidas en los artículos 530 y 532 del Código Orgánico de
Tribunales, aplicables, el primero, al público e intervinientes en general y, el segundo, a quienes ejercen
funciones concernientes a la administración de justicia, siempre que se hallen sujetos a su autoridad.
En el primer caso la ley prevé la aplicación de las siguientes sanciones:
a) Amonestación verbal.
b) Multa que no excede de cuatro unidades tributarias mensuales y,
c) Arresto que no exceda de cuatro días.

La norma dispone la aplicación de estas sanciones en el orden señalado y, particularmente tratándose


del arresto, sólo en la medida que las otras medidas resulten ineficaces o insuficientes.
A su turno, al artículo 532 establece diversas sanciones de carácter administrativo que resultan
aplicables, entre otros, a los abogados.
Sin perjuicio de estas sanciones, el artículo 294 expresamente establece la posibilidad de expulsar al
infractor de la sala. En el caso que el expulsado fuera el fiscal o el defensor, debe procederse a su
reemplazo antes de continuar el juicio. En el evento que el expulsado fuera el querellante se procede en
su ausencia y si fuere su abogado debe reemplazarlo.
Por último, debe recordarse la normativa especial que rige respecto del acusado en el artículo 285.

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DESARROLLO DEL JUICIO ORAL.

Actividades previas al inicio del juicio:

Los artículos 325 y siguientes del Código regulan la realización del juicio oral.
De acuerdo a lo previsto en el artículo 325, el día y la hora fijados para la realización del juicio el tribunal
debe constituirse con la presencia el fiscal, el acusado, su defensor y de los demás intervinientes.

Encontrándose presentes los sujetos procesales cuya presencia es esencial para el desarrollo del juicio,
es decir, el tribunal, el fiscal, el acusado y su defensor, se pasa a una segunda etapa cual es la verificación
de la disponibilidad de los testigos, peritos, intérpretes y demás personas que hubieren sido citadas a la
audiencia.

Debe tenerse presente que lo exigido por la ley es la disponibilidad de las personas citadas al juicio y no
necesariamente su presencia física en el recinto del tribunal. Así, un testigo puede que no haya llegado
al tribunal pero la parte que lo presenta saber positivamente que va a asistir y no pedir ninguna medida
con relación al mismo. Más aún, en la práctica es recurrente la existencia de acuerdos entre los
intervinientes y el presidente de la sala en orden a establecer previamente un orden en la forma que se
rendirán las pruebas evitando así aglomeración de personas
Una vez que se han realizado estas dos actividades el presidente de la sala declara iniciado el juicio oral.

Juicio propiamente tal:

a) Información:

Una vez declarado iniciado el juicio el presidente del tribunal a modo de información a los asistentes debe
señalar las acusaciones que constituyen el objeto del juicio.
Se trata de una información de carácter general, modificándose durante la tramitación del proyecto la
exigencia de leer íntegramente el auto de apertura del juicio oral por estimarse que ello era innecesario
en la media que el mismo era conocido por los intervinientes.

Seguidamente debe advertir al acusado que debe estar atento a lo que oirá. Por esta vía se trata de
informar al acusado su situación en el juicio y es una forma de reconocimiento de su derecho a defensa.
Por último, en esta etapa, el inciso segundo del artículo 325 señala que el presidente de la sala debe
disponer que los testigos y peritos hagan abandono de la sala. Si bien con ello se supone que los mismos

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estaban presente en la sala al momento de verificarse su disponibilidad, como ya vimos, en la medida
que no es necesaria su presencia física para ello y considerando que aún cuando estén en la sala no
aporta ni representa ninguna ritualidad esencial en el juicio, la práctica de algunos tribunales ha optado
por mantener a los testigos y peritos fuera de la misma.

Alegatos de apertura:

De acuerdo a lo previsto en el artículo 325 inciso final del Código Procesal Penal el juez debe conceder la
palabra al fiscal para que exponga su acusación y al querellante para que sostenga la suya, como
asimismo la demanda civil si hubiere interpuesto una.
A su turno el artículo 326 dispone que seguidamente debe indicarse al imputado que tiene derecho a
ejercer su defensa de conformidad a lo dispuesto en el artículo 8 y al efecto concedérsele la palabra al
abogado defensor quien puede exponer sus argumentos de defensa.
En esta caso lo que la ley establece es lo que se denomina los alegatos de apertura y que consiste en la
oportunidad que se entrega a los intervinientes para que expongan sus argumentos jurídicos y fácticos
que fundan sus pretensiones en el juicio.
En otros términos se habla que esta es la oportunidad para exponer lo que se llama la “teoría del caso”.

Por teoría del caso debemos entender, siguiendo a Andrés Baytelman y Mauricio Duce, (Litigación Penal
en Juicio Orales, Universidad Diego Portales, pag. 50 y 51) “la idea básica y subyacente de toda nuestra
presentación en juicio, que no sólo explica la teoría legal y los hechos de la causa, sino que vincula tanto
de la evidencia como es posible dentro de un todo coherente y creíble. Sea que se trate de una idea
simple y sin adornos o de una compleja y sofisticada, la teoría del caso es un producto del trabajo del
abogado. Es el concepto básico alrededor del cual gira todo lo demás.”

“Una buena teoría del caso es el verdadero corazón de la actividad litigante, toda vez que está destinada
a proveer un punto de vista cómodo y confortable desde el cual el tribunal pueda mirar toda la evidencia
la actividad probatoria, de manera tal que el tribunal mira el juicio desde allí será guiado ineludiblemente
a nuestro favor.”

Debe recordarse que es facultad del juez presidente de la sala limitar el tiempo de uso de la palabra a las
partes que deben intervenir durante el juicio conforme lo establece el artículo 292 inciso segundo del
Código. Así la ley no fija, como en el procedimiento civil, el tiempo máximo de duración de los alegatos.

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La forma y contenido de los alegatos o más bien de la teoría del caso es una cuestión que desborda los
objetivos de este curso pues debido a su importancia y extensión en otros países constituye materias de
estudio independiente.
Sin perjuicio de lo anterior, y sólo a modo de reseña general, podemos expresar que en esta materia se
recomienda claridad en la exposición; y no formular conclusiones pues aún no se ha rendido la prueba
sin perjuicio que puedan manifestarse promesas sobre lo que ocurrirá.

También se recomienda aprovechar el comienzo y no dar opiniones personales.


En cuanto a la estructura el alegato debe contener claramente loe elementos esenciales e identificar el
tema de fondo, exponiéndolos con claridad y convicción. También deben describirse los hechos y
en las conclusiones efectuar un resumen, remarcando los elementos que sirven de base para dictar la
sentencia.

Declaración del imputado:

De conformidad a lo dispuesto en el inciso tercero del artículo 326 una vez que concluyen los alegatos de
clausura el acusado puede prestar declaración en el juicio oral manifestando libremente lo que crea
conveniente respecto de la o las acusaciones formuladas.

Debe recordarse que conforme al artículo 93 letra g) el acusado tiene derecho a guardar silencio hasta la
terminación del proceso. Luego, como la norma lo indica, la posibilidad de prestar declaración en el juicio
es una facultad del imputado que puede o no ejercer teniendo presente que la ley concibe su declaración
como un medio de defensa y no de prueba, sin perjuicio que eventualmente la misma sea valorada en
esta última calidad por el tribunal.
Señala la ley que una vez que el imputado manifiesta libremente lo que estima conveniente puede ser
interrogado directamente por el fiscal, el querellante y el abogado defensor, en ese mismo orden y,
finalmente, por los jueces, en este último caso sólo para aclarar sus dichos.
Indica, por último, el artículo 326 en su inciso final que en cualquier estado del juicio el acusado puede
solicitar ser oído con el fin de aclarar o complementar sus dichos.
Dos problemas se han planteado con relación a la declaración del imputado.
En primer lugar, si al no prestar declaración en la oportunidad señalada en el artículo 326 puede hacerlo
con posterioridad en el juicio, sin perjuicio del derecho que le concede el artículo 338 inciso final en orden
a hacer uso de la palabra antes de que se declare cerrado el debate.

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Considerando el estricto tenor literal del artículo 326 podría concluirse que no. El acusado tiene esa
oportunidad para prestar declaración y luego sólo para aclarar o complementar sus dichos. Sin embargo,
sobre la base de los principios generales consagrados en el Código respecto de las declaraciones del
imputado se ha sostenido lo contrario. Así, se trae a colación lo dispuesto en el inciso segundo del artículo
8, en orden a que el imputado tiene derecho a formular los planteamientos y alegaciones que considere
oportunos y a intervenir en todas las actuaciones judiciales y del procedimiento; el artículo 98 que
consagra el derecho del imputado a declarar durante todo el procedimiento y en cualquiera de sus etapas
como medio de defensa de la imputación que se le dirige, y por último, el derecho a defenderse
personalmente previsto en el artículo 102.

Otra partes acusadoras y finamente la defensa. Algunos han querido ver un error del cuestión se ha
presentado con relación al orden de interrogación que establece el artículo 326 en cuanto establece que
primero lo hace “directamente” las legislador en la materia pues se alteraría el principio contradictorio
especialmente en lo que dice relación con el orden normal de examen de la prueba testimonial o pericial
que exige que primera se interrogue directamente por la parte que presenta la prueba y luego se
contrainterrogue por la o las partes contrarias, orden que, además, tiene importancia respecto del tipo
de preguntas que pueden formularse.

Sin embargo, sin perjuicio que el término “directamente” no está tomado en el sentido que la doctrina
sobre técnicas de litigación da al interrogatorio directo, de lo que sigue que de todas formas podrían
aplicarse las reglas del artículo 330 sobre métodos de pregunta, entendiendo que el imputado es una
prueba presentada por la defensa, el que la última interrogación sea efectuada por esta se explicare en
el carácter de medio de defensa y no de prueba que tienen las declaraciones del imputado en el
procedimiento.

LA PRUEBA EN EL JUICIO ORAL

A modo de introducción, siguiendo a Julio Maier (Los fundamentos Constitucionales del Derecho Procesal
Argentino) podemos señalar que el procedimiento penal es: “un método, regulado jurídicamente, para
averiguar la verdad acerca de una imputación” y que para cumplir tal misión se acude a la prueba,
entendiendo por tal: “todo aquello que sirve para dar certeza de una proposición”. (Carrara)

De este modo se deja de lado la pretensión del sistema inquisitivo de buscar la verdad real o material,
por lo menos en lo que dice relación con el juicio. Cierto es que el principio de la verdad real o material
sigue siendo un principio de la persecución penal y por tanto rige la actividad de investigación, pues se
le mantiene en cuanto deber del Estado, representado por el Ministerio Público en la investigación y

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persecución penal, mas, siguiendo a Julián López Masle, si se le considera como principio dirigido a la
actividad del tribunal, debemos concluir que rige el principio de la verdad formal, en la medida que la
carga e iniciativa probatoria recae exclusivamente en las partes, sin que el tribunal tenga iniciativa alguna
en la materia.

Ahora bien, para averiguar la verdad el tribunal recurre a métodos y medios regidos por principios y
regulados normativamente.

Oportunidad para rendir la prueba:

El primero de estos principios, consagrados legislativamente es el de oportunidad para la recepción de la


prueba. El artículo 296 establece que la prueba que puede servir de base para la sentencia debe rendirse
durante el juicio oral. Consecuente con esta norma el artículo 340 inciso segundo del Código establece
que el tribunal debe formar convicción sobre la base de la prueba producida durante el juicio oral.

Se trata, pues, de que los jueces tomen conocimiento del asunto sometido a decisión mediante la
producción de la prueba durante el juicio oral con plena vigencia de los principios de oralidad, inmediación
y contradicción, impidiendo así que dicho conocimiento provenga de los antecedentes de investigación o
de la preparación del juicio.

La ley permite, en casos excepcionales, que la prueba pueda haber sido rendida en una oportunidad
distinta pero, de todas formas, debe ser incorporada al juicio oral respetando sus principios, remitiéndose
la ley al párrafo noveno del Titulo III del Libro Segundo, es decir, precisamente las normas sobre
desarrollo del juicio oral.

Estas excepciones están reguladas en el artículo 331 que abre la posibilidad de leer registros anteriores,
especialmente en el caso de la prueba anticipada, más los otros que la misma norma señala.

Libertad probatoria:

Este principio también está consagrado legislativamente en el artículo 295. Con el se quiere significar que
todos los hechos y circunstancias pertinentes para la solución del caso pueden ser probados por cualquier
medio producido e incorporado de conformidad a la ley.

Un segundo principio reconocido expresamente en el artículo 295 del Código es el de libertad probatoria
que permite, de manera absoluta, que todos los hechos y circunstancias pertinentes para la adecuada
solución del caso sean probados por cualquier medio probatorio.

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Este principio comprende dos cuestiones diversas. La primera es que los medios de prueba no están
taxativamente establecidos por el legislador, resultando una cuestión distinta que tengan o no
reglamentación específica respecto de su forma de producción.

Así en el Código encontramos un conjunto de normas que regulan la producción de la prueba testimonial
y pericial. Otra norma (333) que se refiere a la prueba documental, evidencias materiales y elementos
de reproducción de sonidos o imágenes.

En último término el Código establece en el artículo 327 que pueden admitirse como prueba cualquiera
medio que sea apto para producir fe aún cuando que no esté regulado expresamente. En este caso, el
tribunal debe determinar la forma de su incorporación adecuándolo, en lo posible, al medio de prueba
más análogo.

Por otro lado el principio de libertad de prueba importa que los hechos relevantes para la adecuada
resolución del caso pueden ser probados por cualquier medio, no existiendo, por ende, limitaciones en
orden a exigir medios precisos para la prueba de ciertos hechos que, en virtud de otras leyes, si lo
requieren. Por ejemplo, el estado civil, a través de la partida correspondiente o la exigencia de escrituras,
públicas o privadas, para ciertos actos o contratos.

Dentro de la estructura del Código puede plantearse alguna duda con relación a la demostración de la
enajenación mental de un imputado. Si bien por aplicación de este principio todo medio sería apto para
ello, el mismo Código, cierto que con relación a la aplicación de medidas de seguridad, pero inserto dentro
del procedimiento, exige en el artículo 458 para su demostración un informe psiquiátrico, permitiendo,
incluso, al juez de garantía, disponerlo de oficio, en una norma excepcionalísima de acuerdo a lo ya
señalado. Esta norma, sin perjuicio del problema que plantea al principio de verdad formal que rige la
actividad del tribunal, ¿constituiría una exigencia también en el curso del juicio oral para declarar la
enajenación mental de imputado en términos que si no hay examen psiquiátrico no puede establecerse
la enajenación mental pero, como contrapartida, permite la iniciativa probatoria oficial?

Libre valoración de la prueba.

Este es el tercer principio expresamente establecido en el Código procesal penal.

De acuerdo a lo dispuesto en el artículo 297 los tribunales deben apreciar la prueba con entera libertad
pero no pueden contradecir los principios de la lógica, las máximas de la experiencia y los conocimientos
científicamente afianzados.

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De esta manera, a la usanza de los Código modernos, se destierra del enjuiciamiento criminal el sistema
reglado de valoración de la prueba o de prueba legal o tasada en que la propia ley asigna el valor a los
distintos medios de prueba, por regla general también taxativamente determinados.

Consecuente con la libre valoración de la prueba se eliminan las reglas de inhabilidad de testigos y
peritos, sin perjuicio de que las partes puedan dirigirle preguntas tendientes a demostrar su credibilidad
o falta de ella, la existencia de vínculos con los intervinientes que pudieren afectar su imparcialidad o
algún otro defecto de idoneidad o, tratándose de los peritos, además, para determinar el rigor técnico o
científico de sus conclusiones. (309 y 318)

De la misma manera se elimina la tradicional diferencia entre instrumentos públicos y privados que existía
en nuestro ordenamiento para determinar el valor probatorio de los mismos lo que, como se dijo, que
entregado soberanamente al tribunal.

Sin embargo las facultades de apreciación de la prueba no son absolutas como resulta en los sistemas
de íntima o libre convicción propios de los órganos autorizados para resolver el conflicto de acuerdo a su
exclusivo criterio y dispensados de informar los motivos de su decisión, como los jurados y los tribunales
de honor pues, por una parte la ley prohíbe que el tribunal en su proceso de valoración contradiga los
principios de la lógica, las máximas de la experiencia y los conocimientos científicamente afianzados,
mientras que, por otro, contempla una alta carga en la obligación de fundamentar la decisión.

En efecto, el artículo 297 obliga al tribunal a hacerse cargo de toda la prueba producida, incluso la que
hubiese desechado, indicando las razones que tuvo en cuanta para hacerlo. Aún más, la norma obliga en
la valoración de la prueba señalar el o los medios mediante los cuales se dieron por acreditados cada
uno de los hechos y circunstancias probadas, debiendo permitir la fundamentación la reproducción del
razonamiento utilizado para alcanzar las conclusiones de la sentencia.

Paralelamente, el artículo 340, mantiene como exigencia para que el tribunal pueda dictar una sentencia
condenatoria el que haya adquirido, con la prueba rendida en el juicio, la convicción que realmente se ha
cometido el hecho punible objeto de la acusación y que en él le correspondió participación al acusado
como autor, cómplice o encubridor.

Introduce sí el nuevo Código, la exigencia que esta convicción sea adquirida: “más allá de toda duda
razonable”.

Este es un estándar que proviene del sistema norteamericano que impone a la acusación la obligación
de convencer al juzgador más allá de toda duda razonable (beyond a reasonable doubt) sobre los hechos
necesarios para constituir el delito, distinguiéndose así del estándar civil de: “preponderancia de la
evidencia creíble”.

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La duda razonable ha sido definida, por los estadounidenses, como: “el estándar usado para determinar
culpabilidad o inocencia de una persona acusada por un delito. Para ser culpable de un delito se debe
probar que uno es culpable más allá de una duda razonable. Una duda razonable que justificaría
absolución es una duda basada en la razón y que surja de la evidencia o la falta de evidencia y es la duda
que un hombre o mujer razonable podrían abrigar, y no la es una duda rebuscada ni imaginada, ni la
duda que un jurado podría hacer parecer para evitar realizar una tarea o deber desagradable. Duda
razonable es una duda que llevaría a las personas prudentes a dudar antes de actuar en materia de
importancia para ellos mismos. Es duda basada en evidencia o en falta de evidencia”. (Black’s Law
Dictionary 1990. Citado por Julián López y María Inés Horvitz, Derecho Procesal Penal, pag. 82)

Sin embargo este estándar ajeno a nuestro sistema tampoco nos soluciona el problema de cuál es la
convicción que se requiere para condenar. Debemos, pues, ir a la experiencia y a la doctrina comparada
para tratar de obtener la respuesta y recurriendo a Julio Maier decir que: “la exigencia de que la sentencia
de condena, por ende, la aplicación de una pena, sólo puede estar fundada en la certeza del tribunal que
falla acerca de la existencia de un hecho punible atribuible al acusado. Precisamente, la falta de certeza
representa la imposibilidad del Estado de destruir la presunción de inocencia, construida por la ley, que
ampara al imputado, razón por la cual ella conduce a la absolución. Cualquier otra posición del juez respecto
de la verdad, la duda o la probabilidad, impide la condena...” Este autor, ahondando en su argumentación
señala que: “quien aprecia los elementos de prueba puede, sin embargo, adoptar posiciones diferentes
respecto de la verdad: puede convencerse de que la ha alcanzado, tiene la certeza de que su reconstrucción
es correcta; se inclina a admitir que ha alcanzado la verdad, en un grado menor que el anterior, pues los
elementos que lo afirman en esa posición superan a otros que la rechazan, hábiles sin embargo para evitar
su convicción total de haber elaborado un juicio correcto, sin errores, afirma sólo la probabilidad de que su
reconstrucción es acertada; por último, comprende que no conoce la verdad, pues los elementos que afirman
algo se balancean con los que niegan, la duda es absoluta....”

Frente a esos tres estados: certeza, probabilidad y duda, el maestro Maier nos dice, de modo categórico
que: “sólo la certeza positiva permite condenar y que los demás estados del juzgador respecto de la verdad
remiten a la absolución, como consecuencia del in dubio pro reo.” (Julio Maier, Derecho Procesal Penal, Tomo
I, pag. 257, 258 y 259)

Tales argumentos no resultan ajenos en nuestro sistema pues es lógico entender que el tribunal sólo podrá
adquirir convicción, más allá de toda duda razonable, cuando adquiera la certeza positiva sobre la existencia
del delito imputado.

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No debe pensarse que dicho estándar es inalcanzable. Así lo dice claramente el profesor Raúl Washington
Abalos, quien indica, apoyándose en un fallo de una Cámara Criminal Argentina, que: “si pretendiésemos
que la certeza en materia criminal se estableciera siempre mediante la percepción inmediata y simple de la
verdad, en una palabra, conforme a la unidad objetiva de su contenido; si quisiésemos que hubiese ausencia
absoluta de razones negativas en la certeza ... es necesario entonces renunciar a la gran misión de la justicia
punitiva, pues sería en extremo difícil hallar un caso que autorizara a imponerle castigo al delincuente. En
materia criminal no es a esa especie de certeza a la que debe referirse el convencimiento judicial pues no se
exige la ausencia absoluta de motivos divergentes. Basta que haya motivos convergentes y motivos
divergentes, esto es, que exista la objetividad de lo probable, con tal que esta haya sido señalada mediante
una especial determinación subjetiva, sin la cual no saldríamos de lo probable. La determinación subjetiva
que nos hace salir de la probabilidad y que no abre el camino de la certeza consiste en el rechazo racional
de los motivos que nos separan de la credibilidad. La probabilidad ve lo motivos convergentes y los
divergentes, y los considera a todos dignos de ser tenidos en cuenta, aunque más a los primeros que a los
segundos. En cambio, la certeza supone que los motivos divergentes de la afirmación no merecen
racionalmente ser considerados y por tanto los afirma. Esta afirmación aparece ante el espíritu humano,
como conforme a la verdad, y la certeza que allí surge, como cualquier otra certeza, no es más que la
conciencia de la verdad”. Continúa, ahora citando a Mittermayer, que: “la certeza es el estado del
entendimiento que tiene los hechos por verdaderos después de rechazar victoriosamente todos los motivos
contrarios, o desde que éstos no pueden destruir el conjunto imponente de los motivos afirmativos.” (Raúl
Washington Abalos, Código Procesal de la Nación, Capítulo primero, páginas 11 y 12)

Rendición de la prueba:

De acuerdo a lo previsto en el artículo 328 la prueba se rinde en el orden que determine la parte que la
presenta. Si establece el Código que se recibirá primero la que se haya ofrecido para acreditar la acusación
y la demanda civil y luego la que hubiere ofrecido el acusado respecto de las acciones deducidas en su
contra.

Medios de prueba regulados expresamente.

Testigos:

Testigos son los terceros que prestan declaración en el juicio sobre los hechos relevantes para la
resolución del asunto.

Este concepto inmediatamente nos pone el problema de determinar la calidad de tercero y con ello de
testigo que pueden tener el co-imputado ya condenado o sujeto a un procedimiento distinto por el mismo
hecho y que es llevado a declarar al juicio, como asimismo, la que puede corresponder a la víctima del

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delito, más aún cuando a uno y otra nuestro ordenamiento les da las calidades de intervinientes y sujetos
procesales.

El punto no es fácil de resolver doctrinariamente, sin embargo si se toma en cuanta la solución que ha
tenido el problema en otros lugares podemos señalar que se opta por permitir que co-imputados y
víctimas declaren como testigos en el juicio. Así, por ejemplo, la jurisprudencia española oscila entre
negar a la víctima la calidad de parte en el proceso penal indicando que la única es el imputado, por lo
que técnicamente no sería más que un tercero y aquella que si bien niega el carácter de genuina prueba
testifical por no ser propiamente un tercero, si acepta, en virtud del principio de libertad probatoria, que
preste declaración como tal entendiendo que tiene un estatus especial y que el tribunal, a la hora de
valorar la prueba, debe considerar.

Regulación de la prueba testimonial:

Si las partes desean rendir prueba testimonial, como se vio, deben ofrecerla en la etapa de preparación
del juicio oral.

Una vez que la prueba es admitida el tribunal del juicio oral debe citar a los testigos incluidos en el auto
de apertura.

El testigo legalmente citado está obligado a comparecer, declarar y decir la verdad en el juicio. Así lo
establece el artículo 298 del Código Procesal Penal.

Si el testigo no comparece, de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 299 que hace aplicable la norma
general del artículo 33, puede disponerse su arresto hasta la realización de la actuación por un máximo
de 24 horas e imponérsele, además, una multa de hasta quince unidades tributarias mensuales.

A su vez, si el testigo se niega a declarar puede ser sancionado con las penas establecidas para el delito
de desacato previsto en el artículo 240 del Código de Procedimiento Civil. (299 inciso segundo)

Excepciones a la obligación de comparecer:

Los artículos 300 y 301 regulan la situación de ciertas personas que, por su investidura u otro motivo
grave, están excepcionados de la obligación de comparecer pudiendo prestar declaración en su lugar de
trabajo o en su domicilio.

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Excepciones a la obligación de declarar.

En este caso se trata de personas que por su vinculación con el imputado o por su actividad o profesión
no están obligadas a prestar declaración pero sí deben concurrir al tribunal.

En el primer grupo, de acuerdo a lo previsto en el artículo 302, están incluidos el cónyuge o conviviente
del imputado, sus ascendientes o descendientes, sus parientes colaterales hasta el segundo grado de
consanguinidad o afinidad, su pupilo o su guardador, su adoptante o adoptado.

Estas personas pueden, si lo desean, consentir en declarar. Ahora si declaran, de conformidad a lo


dispuesto en el artículo 302 inciso final, en cualquier momento pueden retractar su consentimiento.

En el segundo grupo están las personas que por su estado, profesión o función legal, como el abogado,
médico o confesor, tienen el deber de guardar secretos que se le hayan confiado, pero únicamente en lo
que se refiere a dicho secreto. Si se les revela del deber de guardar el secreto estas personas sí están
obligadas a prestar declaración.

Finalmente, el artículo 304 establece el deber de comparecencia que de todas formas tienes estas
personas pues tienen la obligación de explicar los motivos de los cuales surge la facultad de abstenerse
a declarar. En este caso el tribunal puede considerar suficiente el juramento o promesa que las personas
presten acerca de la veracidad del hecho fundante de la facultad invocada.

De sí tenerse presente que la facultad de abstenerse no se extiende a los demás imputados con quienes
no existiere la vinculación que lo autorizan, salvo que con su declaración pudieren comprometer a aquellos
con quienes existiere dicha relación.

Principio de no autoincriminación:

Establecido en el artículo 305 del Código Procesal Penal constituye el derecho que tiene toda persona
citada como testigo a negarse a responder aquellas preguntas cuya respuesta pudiere acarrearle peligro
de persecución penal. También se extiende al caso en que su declaración pueda incriminar a alguno de
los parientes mencionados en el inciso primero del artículo 302.
Obviamente tratándose de persecución penal propia este derecho no es más que una manifestación del
derecho a guardar silencio contemplado en la letra g) del artículo 93 del Código.

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Juramento o promesa.

De acuerdo a lo previsto en el artículo 306 del Código todo testigo, antes de declarar, debe prestar
juramento o promesa de decir verdad sobre lo que se le va a preguntar, sin ocultar ni añadir nada de lo
que conduzca al esclarecimiento de los hechos.
No se toma juramento a los menores de dieciocho años ni a los que el tribunal sospecha que pueden
haber tomado parte en los hechos investigados, debiendo dejarse constancia en el registro de esta
omisión y sus causas.

Si lo estima necesario el tribunal puede instruir al testigo acerca el sentido del juramento o promesa, de
la obligación de ser veraz y las penas con las cuales la ley castiga el delito de falso testimonio en causa
criminal.

Individualización del testigo:

El artículo 307 reglamenta la forma en que debe individualizarse a los testigos antes de que empiecen a
declarar, incluyendo la posibilidad, por razones de seguridad, de no informar el domicilio.

Protección de los testigos.

El artículo 308 permite que el tribunal, en casos graves y calificados, disponga medidas especiales
tendientes a proteger la seguridad del testigo. La misma norma permite que sea el Ministerio Público
quien adopte medidas, antes o después de prestarse la declaración.

Informe pericial

Perito es un tercero ajeno al juicio que informa al tribunal sobre hechos o circunstancias de la causa que
ha conocido con posterioridad a su ocurrencia y que requieren conocimientos especiales de una ciencia,
arte u oficio.

En el nuevo sistema procesal penal cualquier persona puede ser perito; no se requiere estar en una
nómina y no son nombrados por el tribunal buscando la imparcialidad del perito. Por el contrario los
peritos son elegidos por las partes y la mayor o menor valoración que se le dé por el tribunal dependerá
de la calidad de misma y de su idoneidad todo lo cual debe surgir del examen de las partes. Sin perjuicio

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de ello, la ley de todas formas exige que los informes sean emitidos con imparcialidad, ateniéndose a los
principios de la ciencia o reglas del arte u oficio que profesare el perito. (314 inciso final)

El informe procede en las cuestiones señaladas por la ley, por ejemplo en el artículo 199 o 199 bis del
Código, y en todos aquellos casos en que para apreciar hechos o circunstancias relevantes para la causa
sean necesarios o convenientes conocimientos especiales de una ciencia, arte u oficio. (314 inciso
segundo)

Debe tenerse presente que la prueba pericial, en el juicio oral, consiste en la declaración del perito sujeta
a las reglas del examen y contraexamen. Si bien, como veremos, la ley exige a la parte interesada
acompañar informes escritos del perito ello corresponde realizarlo en la etapa de preparación del juicio
oral para efectos de determinar la admisibilidad de la prueba conforme se desprende del artículo 316,
mas no forma parte integrante de la prueba en sí misma, sin perjuicio que el informe puede ser utilizado,
en el juicio oral, para ayudar a la memoria del perito, demostrar o superar contradicciones o solicitar
aclaraciones pertinentes conforme lo permite el artículo 332 del Código.

Sin embargo, existe una situación excepcional regulada en el inciso final del artículo 315 del Código,
respecto de las pericias consistentes en análisis de alcoholemia, ADN y sustancias estupefacientes o
psicotrópicas, pues en estos casos la misma puede ser incorporada en el juicio mediante la sola
presentación del informe respectivo, esto es, su lectura, salvo que alguna de las partes lo solicita
fundadamente caso en el cual, si el tribunal accede, se vuelve a la regla general en que el perito debe
comparecer a prestar declaración.

La justificación de la excepción está dada por cuanto estos peritajes, frecuentes en los juicios penales,
son realizados por órganos determinados del Estado, mediante procedimiento técnicos completamente
validados internacionalmente, con escasísimo margen de error, por lo que la obligación de concurrencia
del perito, a expresar las conclusiones, por regla general numéricas y porcentuales de los procedimientos
empleados carece de justificación, salvo, claro está, situaciones de excepción como prevé la ley.
El contenido del informe está señalado en el artículo 315 del Código.

Por último cabe tener presente que el artículo 317 establece que no podrán desempeñar funciones de
perito las personas a quienes la ley reconoce la facultad de abstenerse de prestar declaración testimonial.

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Producción de la prueba testimonial y pericial.

En la estructura del Código la forma de producción de la prueba testimonial y pericial es similar,


entregándose a las reglas del examen y contraexamen.
Una única diferencia, más allá de la que impone la propia naturaleza de la prueba, es que en el caso de
la prueba pericial esta comienza por una exposición breve del contenido y conclusiones del informe para
luego pasar al interrogatorio directo de la parte que lo presenta en el juicio y luego al de las restantes.
En cambio la prueba testimonial parte derechamente con el interrogatorio directo de la parte que presenta
al testigo. (artículo 329)

De este modo, conforme lo señala el artículo 329 del Código, la prueba testimonial y pericial comienza
con la identificación del testigo o perito y seguidamente con su juramento o promesa.

Luego, si se trata de un perito debe exponer el contenido y conclusiones de su informe y de allí pasar al
interrogatorio directo de la parte que lo presentó. Si se trata de un testigo, como se dijo, se pasa
derechamente a esto último.
En ambos casos si hay varios acusadores o varios acusados, todos tienen derecho a interrogar.

La ley expresamente, en los artículos 309 y 318, establece que no es posible inhabilitar a los testigos y
peritos. Es decir a su respecto no existen las denominadas causales de tacha propias del sistema antiguo
o de los otros procedimientos, en que la ley de manera previa determina que testimonios pueden ser o
no valorados.

Ello no ocurre en el proceso penal desde que todo testigo o perito es hábil para declarar.
Sin perjuicio de ello, la ley permite, en el artículo 309, que los intervinientes dirijan preguntas al testigo
tendientes a demostrar su credibilidad o falta de ella, la existencia de vínculos con alguno de los
intervinientes que afectaren o pudieren afectar su imparcialidad o algún otro defecto de idoneidad..

Este mismo tipo de preguntas permite el artículo 318 respecto de los peritos, agregándose en este caso,
además, la posibilidad de interrogarlo acerca del rigor técnico o científico de sus conclusiones incluyendo,
también, la posibilidad de inquirir información acerca de su remuneración y la adecuación de esta a los
montos usuales para el tipo de trabajo realizado, esto último de acuerdo a lo previsto en el artículo 318
parte final.

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En ambos casos se trata de lo que la técnica de litigación denomina preguntas de acreditación o
legitimación del testigo o perito que en general apuntan a determinar su credibilidad.
Hemos señalado que tanto la prueba testimonial y la pericial queda sujeta al interrogatorio de las partes.
Así lo dice el artículo 329 precisando, además, que el interrogatorio debe ser personal, en la audiencia.
Sin embargo, en caso de algún motivo grave y difícil de superar, que impida que el testigo o perito declare
en la audiencia, la misma norma, en su inciso final, permite que pueda hacerlo por video conferencia o
a través de cualquier otro medio tecnológico apto para su interrogatorio y contrainterrogatorio, lo que
debe solicitarse en una audiencia previa especialmente citada al efecto.

El interrogatorio que realiza la parte que presenta al testigo o perito se denomina interrogatorio o examen
directo y conforme lo dispone el artículo 330 no admite las denominadas pregustas sugestivas, esto es,
aquellas formuladas de tal manera que sugieren la respuesta. Por ejemplo: ¿El acusado fue quien
disparó?

El interrogatorio que practica la parte que no ha presentado al testigo o perito se denomina


contrainterrogatorio o contraexamen y durante el mismo se acepta la formulación de preguntas
sugestivas, lo que resulta obvio pues el temor de que sea el abogado de la parte quien presenta al testigo
o perito el que termine respondiendo por vía de este tipo de preguntas se desvanece cuando la declaración
es prestado por alguien presentada por una parte contraria ya que es de suponer que estará dispuesto
a negar la afirmación que se le hace.
Además, en el artículo 330 inciso tercero, la ley prohíbe las preguntas engañosas, las destinadas a
coaccionar ilegítimamente al testigo o perito y las que se formularen en términos poco claros.
Debe tenerse presente que estas reglas se aplican a los acusados cuando se allanan a prestar declaración.
(330 inciso final)

Sin perjuicio que la producción de la prueba testimonial y pericial está sujeta al interrogatorio directo da
las partes, la ley también otorga la posibilidad de utilizar declaraciones prestadas por los testigos ante
los fiscales, los abogados asistentes de los fiscales o ante los jueces de garantía pero sólo para los fines
precisos establecidos en el artículo 332. En efecto esta norma permite que, una vez que haya prestado
declaración, se lean en el interrogatorio parte o partes de dichas declaraciones anteriores cuando fuere
necesario para ayudar a la memoria del respectivo testigo, para demostrar o superar contradicciones o
para solicitar las aclaraciones pertinentes.
Esta posibilidad también se otorga tratándose del acusado cuando accede a prestar declaración.

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Con igual finalidad, tratándose de la prueba pericial, la ley permite leer partes del informe pericial que
hubiere elaborado.

Debe tenerse presente que el artículo 334 origina una duda tratándose de declaraciones de acusados y
testigos que constan en registro policiales y su posibilidad de utilizarlas como ayuda memoria conforme
al artículo 332 pues, si bien esta última norma se refiere exclusivamente a las declaraciones prestadas
ante una fiscalía o juzgado de garantía, de la primera disposición pareciera desprenderse que también
podrían utilizarse los registros policiales.
Por último, la ley concede a los jueces la posibilidad de formular preguntas al testigo o perito con el fin
de aclarar sus dichos.

Nueva declaración:

La ley, en el inciso quinto del artículo 329, permite que el tribunal, a solicitud de parte, autorice una
nueva interrogatorio a testigos que ya hubieren declarado en la audiencia.

Para tal efecto, la práctica de los juicios orales ha impuesto la costumbre, una vez que finaliza la
declaración de un testigo o perito, de preguntarle a las partes si lo van a requerir en el curso del juicio
para, en el evento negativo, liberarlo de su obligación de permanecer en el tribunal.

Lecturas de declaraciones anteriores:

Hemos señalado que la prueba debe rendirse en el juicio y está siempre sujeta a los principios de
inmediación, oralidad y contradicción, mas la ley contempla excepciones a ello en el artículo 331.

Esta norma contiene cuatro situaciones en que se permite la lectura, en el juicio oral, de registros en que
consten declaraciones de testigos, peritos o imputados sin que estos concurran materialmente a prestar
declaración.

a) La primera de estas situaciones es la denominada prueba anticipada. Se trata de declaraciones que


se hubieren prestado antes de la realización del juicio, ya sea durante la etapa de investigación (191) o
en la de preparación del juicio oral ( 280), incluyendo cuando la misma se rinda en el extranjero conforme
al artículo 192, en caso que los testigos o peritos hubieren fallecido o caído en incapacidad física o
mental, estuvieren ausentes del país o cuya residencia se ignore o fuere difícil de determinar o por
cualquier motivo difícil de superar no pudieren declarar en el juicio.

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Si bien la ley no hace referencia expresa, también debiera incluirse el caso de la prueba anticipada de los
menores de edad conforme al artículo 191 bis del Código, pues su finalidad, es, precisamente, ser
incorporada en la audiencia de juicio.

Exige si la ley que en este caso la prueba hubiese sido recibida en una audiencia de prueba formal de
conformidad a lo dispuesto en los artículos señalados.
En este caso, la práctica ha llevado a grabar la prueba anticipada y proyectar la grabación en el juicio.
De esta manera si bien la ley hablar de leer registros se ha optado por una fórmula que, si bien distinta,
respeta de mejor manera los principios del juicio oral.

Por último, debe tenerse presente que es el tribunal que debe analizar la concurrencia de los
presupuestos establecidos en esta norma es el del juicio oral. Cierto es que la rendición de prueba
anticipada se pide al juez de garantía en la forma ya vista, pero la introducción de dicha prueba, en el
juicio oral, depende de que efectivamente se haya producido el evento que se tuvo en vista al rendir
prueba anticipada. Así, si en la etapa de investigación se pidió pensando en que un testigo podía fallecer
o ausentarse, a la época de realización del juicio oral debe analizarse, por el tribunal del juicio, si se
verificó el presupuesto o no. Sólo en el evento positivo puede procederse a reproducir la prueba
anticipada.

b) La segunda alternativa de lectura de registros se produce cuando todas las partes acuerdan
incorporarlos, con aquiescencia del tribunal.
Obviamente, en este caso, la infracción al principio de inmediación encuentra explicación en el
consentimiento de todos los interesados.
Si bien alguna duda puede existir debe entenderse que en este caso el tribunal que autoriza la
incorporación de los registros o dictámenes también es el del juicio oral.

c) La tercera posibilidad que contempla el artículo 331 de leer registros en que consten declaraciones de
testigos, peritos o coimputados se produce cuando la no comparecencia de estos es imputable al acusado.
Esta causal presenta el problema de determinar cuando la ausencia es atribuible al acusado pues, salvo
el caso obvio de un delito de homicidio, otros casos pueden resultar complejos y, además, de difícil
demostración.

En toda caso el simple temor de alguna represalia por parte del acusado sin que este realice actos
positivos de amenaza o similares no pareciera ser suficiente para usar esta alternativa que debe ser
excepcional por la afectación que provoca a los principios del juicio oral.

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d) La última causa es la que autoriza la lectura de declaraciones de coimputados rebeldes, siempre que
las mismas hayan sido prestadas ante el juez de garantía.

Prueba documental, evidencias material y otros medios.

De acuerdo a lo previsto en el artículo 333 los documentos se incorporan al juicio mediante su lectura y
exhibición en el debate.
De la misma manera la norma dispone que los objetos que constituyan evidencia deben ser exhibidos y
pueden ser examinados por las partes.
A su turno las grabaciones, los elementos de prueba audiovisuales, computacionales o cualquier otro de
carácter electrónico apto para producir fe, deben reproducirse en la audiencia por cualquier medio idóneo
para su percepción por los asistentes.
La ley establece que el tribunal puede autorizar, con acuerdo de las partes, la lectura o reproducción
parcial o resumida de los medios de prueba mencionados, cuando ello aparezca conveniente y asegura
el conocimiento de su contenido.
También la ley permite que todos estos medios sean exhibidos al acusado, a los peritos o testigos durante
sus declaraciones, para que los reconozcan o se refieran a su conocimiento de ellos.

Algunos, por ejemplo Andrés Baytelman, (Nuevo Proceso Penal, varios autores, pag. 270) indican que:
“todos estos medios probatorios deben ser exhibidos en el juicio a alguien –algún testigo, perito o alguna
de las partes- para que diga que efectivamente lo “exhibido es aquello que se pretende que es” y para
que de cuenta de cómo sabe aquello. No basta que el fiscal se pare y diga “aquí le voy a mostrar el
arma recogida en el sitio del suceso” o que la defensa diga “aquí tengo un diagrama del lugar”. El tribunal
y la contraparte no tienen por qué aceptar que esa es el arma hallada en el sitio del suceso ni que ese
diagrama refleja fielmente el sitio del suceso. La fiscalía necesita que alguien idóneo – por ejemplo el
policía que recogió el arma en la escena del crimen- la reconozca en el juicio y explique como exactamente
la reconoce (por ejemplo porque la puso en una bolsa sellada de evidencias tras lo cual la rotuló con las
señales que la bolsa exhibe hoy en la audiencia) Así también la defensa deberá pedir a algún testigo
idóneo para hablar sobre el sitio diagramado que le diga al tribunal si el dibujo representa adecuada y
fielmente el lugar en cuestión. Sólo una vez que ello ocurra las partes podrán utilizar dichos elementos
como lo que alegan que son e incorporarlos al debate como prueba. Desde luego hay documentos cuyo
origen es suficientemente público o institucionalizado como para que no sea necesaria mayor acreditación,
por ejemplo, la página de un diario conocido o un mapa de la guía de teléfonos.”

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Por lo pronto digamos que tal exigencia para la incorporación de documentos y objetos no encuentra
respaldo en la ley. El artículo 333 no la establece y, más aún, si bien permite que documentos y objetos
sean exhibidos al imputado, testigos y perito para que los reconozcan o se refieran a su conocimiento de
ello, queda claro que tal cuestión es una facultad de las partes y en ningún caso una exigencia de
incorporación de este tipo de pruebas.

Debe tenerse presente el principio es la libertad probatoria de modo que establecer exigencias de
incorporación no contempladas en la ley y que, además, no parece tener justificación en los principios
que gobiernan el juicio oral, particularmente cuando se está frente a un tribunal profesional de derecho,
constituyen una infracción a dicho principio de libertad probatoria que resulta inaceptable.

Además, la referencia que hace a documentos públicos o suficientemente oficializados indirectamente


trae a colación la antigua diferenciación entre instrumentos públicos y privados que fue desterrada del
nuevo proceso penal.

De este modo, exigir acreditación del instrumento u objeto que se incorpora constituye una exigencia
supralegal que no parece justificada para efectos de la cuestión formal de introducción de la prueba en
el juicio.
Cuestión distinta es la valoración que puede hacer el tribunal de dicha prueba. Ciertamente que si la
fiscalía incorpora un arma señalando que se trata del arma homicida recogida en el sitio del suceso y
nadie en el juicio la reconoce como tal carecerá de toda fuerza de convicción para el tribunal. De la misma
manera si se incorpora un documento señalando que emana del acusado y no se acredita por testigos,
peritos calígrafos e eventualmente los propios dichos del acusado que el instrumento emana de este
último, el tribunal estará impedido de valorar, en términos positivos, el documento.

Mas, como se ve, se trata de cuestiones distintas. Una es la incorporación del documento u objeto
material, para lo cual la ley exige únicamente su lectura y exhibición y, otra distinta, es la valoración
que pueda hacer el tribunal de ellos, resultando razonable esperar que, en la gran mayoría de los casos,
la misma se realice sólo cuando se ha producido un reconocimiento del documento o la evidencia.

Registros y documentos de lectura prohibida.

Hemos señalado que en materia de producción de prueba rige el principio de libertad probatoria en virtud
del cual las partes pueden incorporar al juicio todas las pruebas que entiendan necesarias para apoyar
sus pretensiones. Por lo mismo, en materia documental, los intervinientes pueden incorporar, mediante

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su lectura todos los documentos que crean convenientes, salvo que los mismos hubieren sido excluidos
durante la etapa de preparación del juicio conforme lo dispone el artículo 276 del Código.
Sin embargo, los artículos 334 y 335 establecen dos tipos de documentos que no pueden ser utilizados
en el juicio oral.

El artículo 334 excluye la posibilidad de acompañar en el juicio los registros y demás documentos que
dieren cuenta de diligencias o actuaciones realizadas por la policía o el ministerio público.

Se trata, pues, de hacer realidad el principio de que la prueba se rinde en el juicio oral, con plena vigencia
de la oralidad, inmediación y contradicción en la medida que de no existir este prohibición nada impediría,
particularmente a las partes acusadoras, incorporar los registros de la investigación mediatizando la
importancia del juicio oral como momento de producción de la prueba.
Esta prohibición tiene las ya vistas excepciones de los artículos 331 y 332 del Código.
El mismo artículo 334 señala que ni aún en los casos del artículo 331 y 332 pueden incorporarse como
medio de prueba o dar lectura a actas o documentos que dieren cuenta de actuaciones o diligencias
declaradas nulas o en cuya obtención se hubieren vulnerado garantías fundamentales.

Esta última disposición origina un problema respecto de que tribunal es el que dispone la exclusión. De
la ubicación y contexto de la norma parece claro que se está refiriendo al tribunal de juicio oral. Ahora
bien, en ese entendido, ¿significa que si en la audiencia de preparación del juicio oral el tribunal acepta
la incorporación de determinados documentos, en el juicio oral podría discutirse si estos dan cuenta de
actuaciones o diligencias declaradas nulas a han sido obtenidos en contravención a garantías
fundamentales?, más aún, ¿aún cuando esa discusión ya se hubiese promovido en la etapa de preparación
del juicio oral, esa discusión podría renovarse?

En ambos casos la respuesta parece negativa. El juicio oral no puede ser sede de debate sobre la
admisibilidad de la prueba pues, de otro modo, no tendría sentido la etapa de preparación. Luego, el
artículo 334 debe entenderse aplicable, en primer término, respecto de las hipótesis de prueba nueva
previstas en el artículo 336, como quiera que respecto de las mismas no ha existido debate respecto de
su procedencia.
Además, esta norma resulta aplicable cuando las partes tratan de usar registros previos en las hipótesis
de los artículos 331 y 332, ya que cuando los mismos se emplean para estos efectos no es necesario
ofrecerlos en la etapa de preparación del juicio en la medida que su utilización es aleatoria. Por lo mismo,
el debate respecto de la posible ilicitud de la que podrían adolecer sólo corresponde efectuarlo en el juicio
oral.

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La segunda hipótesis de exclusión documentaria está prevista en el artículo 335. Esta norma dispone que
en el juicio oral no se puede invocar, dar lectura ni incorporar como medio de prueba al juicio oral ningún
antecedente que diga relación con la proposición, discusión, aceptación, precedencia, rechazo o
revocación de una suspensión condicional del procedimiento, de un acuerdo reparatorio o de la
tramitación de un procedimiento abreviado.

En esta caso la causal de la exclusión encuentra su explicación en el fortalecimiento que se quiera dar a
las salidas alternativas y al procedimiento abreviado como formas de resolución de conflictos. De
aceptarse la incorporación de tales antecedentes obviamente se desincentivaría su utilización en la
medida que, por regla general, importan algún grado de reconocimiento, por lo menos de los hechos
imputados, lo que podría ser utilizado como elemento de cargo contra el imputado.
Duda presenta la situación de poder referirse o incorporar este tipo de antecedentes cuando dicen relación
con un coimputado o cuando es la misma defensa la que pretende hacer uso de ellos, por ejemplo,
buscando configurar algún tipo de circunstancia atenuante.

Constitución del tribunal en un lugar distinto

El proyecto de Código regulaba como medio de prueba la inspección personal del tribunal, mas esta
diligencia fue eliminada por el Senado. Se estimó que no constituye un medio de prueba y, además, por
cuanto supone iniciativa probatoria del tribunal lo que no se condice con un sistema adversarial.

Se estimó que dentro de la etapa de investigación el fiscal puede constituirse en los lugares que estime
conveniente, examinar y ordenar las pericias necesarias respecto de objetos que constituyan evidencias
materiales. De la misma manera puede filmar, fotografiar o captar imágenes y sonidos para luego
reproducirlas en el juicio oral.

Sin embargo, como ciertas circunstancias de esos objetos o lugares en ningún caso podrían reproducirse,
aún con el auxilio de elementos técnicos, sin perjuicio de eliminarse la inspección personal como
diligencia probatoria, se estimó del caso permitir que el tribunal, en pleno, se constituya, cuando lo
considere necesario para apreciar determinadas circunstancias relevantes del caso, en un lugar distinto
de la sala de audiencia, manteniendo sí todas las formalidades propias del juicio. (337).

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Prueba no solicitada oportunamente.

El artículo 336 contempla dos hipótesis distintas que permiten a los intervinientes rendir prueba que no
han ofrecido oportunamente en la audiencia de preparación del juicio oral.
En el inciso primero la norma contempla lo que se denomina prueba nueva, permitiendo que el tribunal,
a petición de parte, ordene la recepción de pruebas que ella no hubiere ofrecido oportunamente cuando
justificare no haber sabido de su existencia sino hasta ese momento.

El momento en que la parte toma conocimiento de la existencia de la prueba y que la ley refiere como:
“no haber sabido de su existencia hasta ese momento” debe entenderse con relación a la oportunidad
que tiene las partes para ofrecer su prueba. Así, si el Ministerio Público puede ofrecer prueba sólo en su
escrito de acusación precluyendo su derecho con esa presentación, necesariamente debemos entender
que toda la prueba que tomare noticia con posterioridad a la presentación de la acusación puede caer en
esta hipótesis.

De la misma manera, si la defensa puede ofrecer su prueba hasta durante la audiencia de preparación
del juicio, el momento a que se refiere el artículo 336 es el posterior a la realización de la misma.

La segunda hipótesis es la que denomina prueba sobre la prueba. Así, el inciso segundo el artículo 336
dispone que si con ocasión de la rendición de una prueba surge controversia relacionada exclusivamente
con su veracidad, autenticidad o integridad, el tribunal puede autorizar la presentación de pruebas
destinadas a esclarecer esos puntos, aunque ellas no hubieren sido ofrecidas oportunamente y siempre
que no hubiese sido posible prever su necesidad.
Problema origina, especialmente, el que no hubiere sido posible prever la necesidad de rendir la prueba,
mas ello debe analizarse tomando en cuenta el objeto del debate, las alegaciones previas de los
intervinientes y la buena fe procesal.

Alegatos finales.

Concluida la etapa de la prueba, se pasa a la etapa de los alegatos finales.


Señala el artículo 338 que el juez presidente debe conceder sucesivamente la palabra al fiscal, el acusador
particular, el actor civil y el defensor para que expongan sus conclusiones. Corresponde al tribunal
determinar la duración de los alegatos considerando la extensión del juicio.

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Los alegatos finales debieran siempre tener una importancia capital en la resolución del caso,
especialmente en los casos de difícil resolución jurídica o fáctica. Podemos recurrir al profesor Andrés
Baytelman para explicar esta importancia.

“El alegato final es uno de los momentos centrales del juicio. Toda la prueba ha sido presentada de cara
al alegato final, pues es sólo allí cuando por primera y única vez podemos “armar el puzzle” que hemos
venido construyendo a través de la prueba. La prueba no habla por sí sola; está llena de detalles,
inconsistencias, concordancias, versiones y matices que arrojan diversos elementos para valorarla y para
que, a partir de dicha valoración, los jueces construyan el relato que servirá de base a la sentencia.
Durante todo el debate los jueces habrán conocido evidencia cuyo sentido no necesariamente ha sido
claro en todo momento: algunas porciones de la prueba parecen en principio detalles sin importancia,
otras tienen sentido a la luz de su relación con otras pruebas; la credibilidad o descrédito de la evidencia
se asienta en un sinnúmero de elementos que no necesariamente apuntan en un mismo sentido y las
partes tienen diferentes interpretaciones acerca de qué conclusiones pueden ser extraídas de cada prueba
en particular y de toda ella en su conjunto. El alegato final es el gran – y el único- momento en que el
abogado sugiere al tribunal qué conclusiones debe extraer de lo que ocurrió durante el debate y, dado
que la información producida en éste es múltiple, irregular, heterogénea e interpretable, es también el
momento en que el juez urge al abogado a que lo retroalimente acerca de qué conclusiones deben
extraerse de toda esa información.” (El Nuevo Proceso Penal, Conosur, pag. 272 y 273, varios autores)

Una vez que se efectúan los alegatos, se vuelve a otorgar la palabra a los intervinientes señalados, en el
mismo orden, para que efectúen sus réplicas, las que sólo pueden referirse a las conclusiones planteados
por las demás partes.
Finalmente, de acuerdo a lo previsto en el inciso final del artículo 338, debe otorgare la palabra al acusado
para que manifieste, si lo desea, lo que estime conveniente.

En este caso no se trata de una declaración del acusado como la regulada en el artículo 326 que permite
su interrogación del acusado por las partes acusadoras. En esta instancia, el tribunal le otorga al
imputado la posibilidad, antes de cerrar el debate y efectuar la deliberación, de señalar lo que quiera
respecto de la acusación, la prueba y las alegaciones efectuadas en el juicio.

Una vez que el acusado hace uso de este derecho o bien que se le otorga la posibilidad de hacerlo si no
quiere decir nada, el presidente del tribunal debe declarar cerrado el debate.

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Deliberación.

De acuerdo a lo previsto en el artículo 339, una vez cerrado el debate los miembros del tribunal que
hubiesen asistido a él pasan a deliberar en privado.

En esta etapa de deliberación debe adoptarse un pronunciamiento respecto de la acusación que se ha


formulado en contra del acusado, ya sea condenándolo o absolviéndolo. Además, la deliberación importa
que exista acuerdo en los fundamentos principales para arribar a la decisión pues ellos se deben dar a
conocer de inmediato en la audiencia. En efecto, dispone el artículo 343 inciso primero que una vez
concluida la deliberación la sentencia definitiva que recayere en el juicio debe ser pronunciada en la
audiencia respectiva, comunicándose la decisión relativa a la absolución o condena del acusado por cada
uno de los delitos que se le imputaren, indicando respecto de cada uno de ellos los fundamentos
principales tomados en consideración para llegar a dichas conclusiones.

También debe efectuarse un pronunciamiento respecto de las circunstancias modificatorias de


responsabilidad penal, salvo de aquellas que sean ajenas al hecho punible de que se trata.

De conformidad al artículo 343 inciso final, respecto de circunstancias ajenas al hecho punible, por
ejemplo, de manera indiscutible, la de los artículos 11 N° 6, 7, 8 y 9, y 12 N° 14, 15 y 16 del Código
Penal, como asimismo, de los demás factores relevantes para la determinación y cumplimiento de la
condena, el tribunal, comunicado el veredicto, de inmediato, en la misma audiencia, debe abrir debate
sobre estas circunstancias y factores y recibir los antecedentes que hagan valer los intervinientes para
fundamentar sus peticiones, dejando así su resolución para la audiencia de lectura de sentencia.

Si la decisión es la absolución, de conformidad a lo dispuesto en el artículo 347, junto con comunicarla a


las partes el tribunal debe disponer, de inmediato, el alzamiento de las medidas cautelares personales
que hubiere decretado en contra del acusado ordenando que se tome nota de ese alzamiento en todo
índice o registro público y policial en que figuren. Además, debe ordenar la cancelación de las garantías
de comparecencia que se hubieren otorgado.

La deliberación debe hacerse de manera continua y comunicarse el mismo día, no pudiendo de este modo
dejarse en suspenso. Se trata de evitar que los miembros del tribunal puedan recibir opiniones,
influencias o nuevas alegaciones de otras personas. Sin perjuicio de ello, el artículo 343 inciso segundo,
de manera excepcional, permite que la deliberación se prolongue hasta por veinticuatro horas siempre
que el juicio se hubiere prolongado por más de dos días y la complejidad del caso no permite pronunciar
la decisión inmediatamente. En caso que se omita el pronunciamiento de la decisión en la forma ordenada
por la ley, se produce la nulidad del juicio que debe repetirse en el más breve plazo posible.

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Congruencia entre la acusación y el fallo.

Ha propósito de la etapa de preparación de juicio oral remarcamos la importancia que tenía la acusación
pues regía el principio de congruencia entre esta y la sentencia, en términos que el tribunal no podía
condenar por hechos que no estuvieren incluidos en la primera.

Así lo señala expresamente el artículo 341 al indicar que: “La sentencia condenatoria no podrá exceder
el contenido de la acusación. En consecuencia no se podrá condenar por hechos o circunstancias no
contenidos en ella”.

La exigencia de congruencia o correlación es absoluta en lo que dice relación con los hechos imputados
en la acusación. De este modo aún cuando en el juicio se acrediten hechos que configuren un delito, por
más grave que sea, si tales hechos no fueron imputados en la acusación, ya sea la fiscal o particular, (en
este último caso en la situación de excepción en que el querellante puede acusar por hechos distintos
prevista en el artículo 261 letra a) le está vedado al tribunal emitir pronunciamiento sobre los mismo y
menos dictar una sentencia condenatoria.

Cuestión distinta ocurre con las circunstancias modificatorias de responsabilidad penal, y específicamente
con las agravantes. No obstante que el inciso primero del artículo 341 antes citado parece exigir también
congruencia en este punto, el inciso segundo permite al tribunal apreciar la concurrencia de agravantes
no incluidas en la acusación siempre que hubiere advertido a los intervinientes durante la audiencia.

Luego, es perfectamente posible que el tribunal establezca la concurrencia de circunstancias agravantes


no incluidas en la acusación mas, eso sí, debe otorgar a las partes, y especialmente a la defensa, la
oportunidad de efectuar alegaciones respecto de la misma y ese es el sentido de advertirle a los
intervinientes durante el desarrollo de la audiencia. Por lo mismo, necesariamente ese aviso debe
realizarse, por lo menos, antes de que la defensa efectúe sus alegaciones de clausura pues, de otro
modo, carecería de razón.

En lo que se refiere a la calificación jurídica de los hechos, la misma corresponde soberanamente a


tribunal pues se trata de una cuestión inherente a la función jurisdiccional. Por lo mismo el tribunal no
está obligado, en modo alguno, por la calificación que hubiere efectuado el Ministerio Público o los
querellantes, aún cuando la misma vaya en desmedro del imputado. Así, por ejemplo, nada impide que
frente a hechos estimados por la fiscalía como hurto el tribunal determine que se trata de un robo.

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Sin embargo, para mantener vigente el principio de contradictorio, propio de un sistema adversarial y,
además, un efectivo ejercicio del derecho de defensa, al tribunal debe advertir a los intervinientes sobre
el posible cambio de calificación para permitir a estos debatir sobre el punto.

En este aspecto, el artículo 341 inciso final incluso permite reabrir el debate si durante la deliberación
uno de los miembros del tribunal considera la posibilidad de otorgar a los hechos una calificación distinta
de la establecida en la acusación.

Obviamente si la calificación distinta de la sostenida en la acusación ya ha sido debatida por los


intervinientes, por ejemplo por haber sido introducida por la defensa, no es necesario que el tribunal
efectúa la advertencia pues la misma no tendría sentido.

Redacción de la sentencia.

De acuerdo a lo previsto en el artículo 344, una vez que el tribunal ha comunicada su decisión puede
diferir la redacción del fallo y, si la sentencia es condenatoria, la determinación de la pena, hasta por el
plazo de cinco días fijando la fecha de la audiencia en que tendrá lugar su lectura.

Si el juicio hubiere durado más de cinco días, el tribunal dispone de un día adicional por cada dos de
exceso de duración del juicio para la redacción de la sentencia. Así, si el juicio duró siete días, el tribunal
tiene seis días para ello, su se extendió por nueve días son siete para la redacción del fallo y así
sucesivamente, sin tope.

Si el tribunal no completa la redacción en este plazo comete una falta grave que debe ser sancionada
disciplinariamente y debe citar a una nueva audiencia de lectura de la sentencia la que en caso alguno
puede tener lugar después del segundo día fijado para la primera.

Si transcurre el nuevo plazo sin darse lectura a la sentencia –y sin perjuicio de cometer los miembros
del tribunal una nueva infracción sancionada disciplinariamente- se produce la nulidad el juicio a menos
que la decisión hubiere sido de absolución del acusado. Si son varios los acusados y hay condenados y
absueltos la repetición del juicio sólo comprenderá a los condenados.

Contenido de la sentencia.

Está establecido en el artículo 342 del Código.

Particular importancia tiene las exigencias de las letras c), d) y e), pues su omisión constituye un motivo
absoluto de nulidad del juicio y de la sentencia de acuerdo a lo previsto en el artículo 374 letra e) del
Código.

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Si la sentencia es condenatoria de conformidad al artículo 348 debe fijar las penas y pronunciarse sobre
la eventual aplicación de alguna de las penas alternativas establecidas en la ley 18.216, es decir: remisión
condicional, reclusión parcial, libertad vigilada, libertad vigilada intensiva, expulsión y prestación de
servicios en beneficio de la comunidad.

Si se condena al acusado a una pena corporal debe expresarse con precisión el día desde el cual comienza
a contarse y fijar el tiempo de detención o prisión preventiva que debe servir de abono para su
cumplimiento.

En este último caso, la ley señala como abonables los tiempos de detención, prisión preventiva y
privación de libertad domiciliaria por aplicación de la medida cautelar de la letra a) del artículo 155 en la
medida que también se trata de una pérdida de libertad para el imputado.

Las sentencia condenatorias, además, deben disponer el comiso de los instrumentos o efectos del delito
o su restitución cuando ello fuere procedente. Por último, si se declara falso, en todo o en parte, un
instrumento público, el tribunal, junto con su devolución, debe ordenar que se lo reconstituya, cancele o
modifique de acuerdo a la sentencia. (348 inciso final)

Condena por delitos reiterados.

Si en un mismo juicio se dicta sentencia condenatoria en contra de un acusado por más de un delito, para
efecto de determinar la pena aplicar y su forma de cumplimiento debe efectuarse, por lo pronto, un primer
distingo.

Así debe determinarse si estamos ante delitos de una misma especie o no. De acuerdo a lo previsto en
el inciso final del artículo 351 son delitos de una misma especie aquellos que afectaren a un mismo bien
jurídico. Por ejemplo, hurto y robo; homicidio y lesiones.

Si no afectan a un mismo bien jurídico, por ejemplo se dicta sentencia condenatoria por un delito de
robo y uno de violación, el tribunal debe aplicar la regla general contenida en el artículo 74 del Código
Penal e imponer las penas correspondientes a las distintas infracciones.

En cuanto al orden de cumplimiento de las condenas, de acuerdo a esta última norma, se realiza
sucesivamente, principiando por las penas más graves.

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Si se trata de delitos de la misma especie, el tribunal debe determinar que es más favorable al condenado.
La aplicación de la pena correspondiente a cada una de las infracciones o bien considerarlas como un
solo delito aplicando las reglas de reiteración de los incisos primero y segundo del artículo 351.

Ahora, el artículo 351 contiene dos reglas para la aplicación de penas tratándose de reiteración de delitos
de la misma especie.

La del inciso primero se refiere a aquellos delitos en que por su naturaleza pueden ser considerado como
uno solo. Por ejemplo dos hurtos en los que la penalidad está sujeta a la cuantía de lo sustraído.

En este caso debe aplicarse la pena correspondiente a las distintas infracciones, considerándolas como
una sola y de allí aumentar la pena en uno o dos grados según estime el tribunal. Así se suman la cuantía
de lo sustraído, se determina la pena que resulta aplicable según la misma y se aumenta la pena
determinada en el número de grados señalado.

Si por el contrario, las infracciones no pueden estimarse como un solo delito, por ejemplo, dos homicidios,
debe determinarse cual de los delitos, aisladamente, con las circunstancias del caso, tuviere asignada
una pena mayor, y la misma se aumenta en uno o dos grados según el número de delitos.

Así, en el ejemplo, uno de los homicidios tiene una agravante y el otro no, aquél que tiene la pena más
alta sirve de base. Se determina la pena que corresponde al delito en el que concurre la agravante y
luego la misma se aumenta en uno o dos grados según estime el tribunal.

LA ETAPA DE PREPARACIÓN DEL JUICIO ORAL.

Actuaciones previas: La acusación.

Hemos señalado que una de las alternativas del Ministerio Público, una vez que cierra la investigación, es
formular acusación, en la medida que estime que la investigación proporciona fundamento serio para el
enjuiciamiento del imputado contra quien se hubiere formalizado la misma.
De este modo el fiscal adoptará la decisión de acusar cuando los antecedentes de investigación le
permitan evaluar que efectivamente se ha cometido un delito y que el imputado es responsable del
mismo. No debe pensarse que el fiscal debe estar completamente seguro de que ganará el caso para que
pueda acusar sino que tener una expectativa razonable, fundada en la investigación, de que podrá
demostrar los elementos necesarios para la dictación de una sentencia condenatoria.

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Esta decisión de formular la acusación la adopta soberanamente al Ministerio Público, no encontrándose
sujeta a ningún tipo de aprobación jurisdiccional como si sucede en otros países donde la existencia de
mérito para formular acusación o, en otros términos, la calificación de la admisibilidad de la misma, es
materia de una decisión jurisdiccional. Ahora bien, distinta resulta la situación en el caso de forzamiento
de la acusación, esto es, el caso en que el juez, frente a un ministerio público que ha optado por la
posibilidad de pedir un sobreseimiento o manifestar su intención de no perseverar el procedimiento,
autoriza al querellante particular para deducir la acusación, pues en este caso el juez debe emitir una
decisión jurisdiccional, positiva o negativa y, obviamente, optara por la primera alternativa cuando, a su
juicio, la investigación arroje el fundamente serio para el enjuiciamiento del imputado, es decir, en este
caso él debe analizar la concurrencia de los requisitos de la letra b) del artículo 248.

La etapa de preparación del juicio oral se inicia con la presentación de la acusación por el Ministerio
Público, dentro del plazo de 10 días previsto en el artículo 248 del Código, contados desde el cierre de la
investigación.
La acusación debe contener, en forma clara y precisa, los requisitos señalados en el artículo 259.

En cuanto a la acusación debe considerarse de manera muy especial, sin perjuicio de la importancia que
tienen todos los requisitos exigidos en la ley, el de la letra la letra b) del artículo 259, esto es, la relación
circunstanciada de el o los hechos atribuidos y su calificación jurídica, pues los mismos fijan la
competencia del tribunal oral para fallar la causa como quiera que de acuerdo a lo dispuesto en el artículo
341 del Código la sentencia no puede exceder el contenido de la acusación, en términos que no se puede
condenar por hechos o circunstancias no contenidas en la misma, sin perjuicio de la facultad del tribunal
de dar una calificación jurídica distinta de aquella contenida en la acusación o apreciar la concurrencia de
circunstancias agravantes de responsabilidad no incluidas en ella, siempre que hubiere advertido a los
intervinientes durante la audiencia. Como se ve, en virtud de la vigencia del principio de congruencia
entre la acusación y el fallo, el acusador debe ser particularmente escrupuloso a la hora de efectuar la
imputación pues los hechos que no estén incluidas no pueden ser considerados por el tribunal a la hora
de fallar.
La ley, eso sí, no se ha limitado ha establecer el principio de congruencia entre la acusación y el fallo sino
que, además, lo establece entre la formalización y la acusación. En efecto, el artículo 259 del Código, al
establecer el contenido de la acusación, señala en su inciso final que la acusación sólo puede referirse a
hechos y a personas incluidas en la formalización de la investigación aunque se efectuare una calificación
jurídica distinta.

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Otra cuestión de singular importancia de la acusación es el señalamiento de los medios de prueba que el
ministerio público pensara valerse en el juicio. Si es que va a rendir prueba testimonial o pericial, la ley
exige que presente una lista individualizándolos con nombre, apellidos, profesión y domicilio o residencia
e indicando, tratándose de los testigos, los puntos sobre los cuales recaerán sus declaraciones, mientras
que en el caso de los peritos sus títulos o calidades.

Debe tenerse presente que esta es la única oportunidad en la que el Ministerio Público puede realizar su
oferta probatoria y consiguientemente, precluye la posibilidad de indicar la prueba que rendirá en el
juicio. Cabe precisar que la obligación de señalamiento de prueba se extiende a todos los medios
probatorios y no sólo a la testimonial o pericial, sin perjuicio de la especial obligación respecto de estos
medios, Así, si va a rendir documental o pruebas materiales debe señalar cuales son los documentos o
las evidencias que se incorporarán al juicio.

Sin perjuicio de lo señalado, debe considerarse que el artículo 336 permite la recepción de prueba no
solicitada oportunamente, pero sólo en los dos casos excepcionales que expresa la norma.

Por último, de lo dispuesto en la parte final del artículo 260 del Código, aparece que el Ministerio Público
debe acompañar a la acusación copia de los antecedentes de la investigación, los que deben permanecer
en el tribunal de garantía a disposición del acusado.

Tramitación de la acusación.

De conformidad a lo dispuesto en el artículo 260, una vez que el Ministerio Público presenta su acusación,
el juez de garantía debe ordenar la notificación de la misma a todos los intervinientes y citar, dentro de
las 24 horas siguientes, a la audiencia de preparación del juicio oral, la que deberá tener lugar en un
plazo no inferior a 25 días ni superior a 35.

Actuaciones del querellante.

En el evento de que exista querellante, este, hasta quince días antes de la audiencia de preparación del
juicio oral puede presentar un escrito adoptando alguna de las posibilidades previstas en el artículo 261.
Así, en primer lugar, puede adherirse a la acusación del Ministerio Público o presentar una particular.

En el caso de la acusación particular debe contener las exigencias generales establecidas en el artículo
259 para la acusación del Ministerio Público y en la misma podrá plantear una distinta calificación de los

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hechos u otras formas de participación o bien solicitar otra pena. Incluso la ley permita que deduzca
acusación por hechos distintos a los contenidos en la acusación del ministerio público pero, eso sí,
manteniendo el principio de congruencia entre la formalización y la acusación, la letra a) del artículo 261
exige que tales hechos hayan sido objeto de una formalización de la investigación.

En segundo lugar la ley permite al querellante señalar los vicios formales que adolezca el escrito de
acusación del ministerio público, con la finalidad de solicitar su corrección.
Cierto es que pueden pensarse diversos vicios formales que puede presentar la acusación fiscal mas, a la
hora de ejemplificar, los más importantes son la inexistencia de una relación de los hechos imputados o
bien la falta de congruencia entre tales hechos y aquellos por los cuales formalizó el Ministerio Público.

En tercer lugar, el querellante puede ofrecer la prueba que estime necesaria para sustentar su acusación,
lo que debe hacer en los mismos términos que el artículo 259 impone al ministerio público.

Por último, en la medida que esté legitimado para hacerlo, está facultado para deducir demanda civil en
contra del acusado.
Debe recordarse que si el querellante no se adhiere a la acusación del fiscal del ministerio público o
deduce una particular dentro del plazo señalado, de conformidad a lo dispuesto en la letra a) del artículo
120 se tiene por abandonada su querella.

Actuaciones del acusado.

A partir de la presentación del escrito de acusación el imputado pasa a tener la calidad de acusado y, al
igual que el querellante, la ley le otorgar una serie de facultades que puede ejercer a partir de la
notificación de la acusación fiscal y, si las hubiere, de las acusaciones particulares, adhesiones y
demandas civiles. Estas notificaciones, de conformidad lo dispuesto en el artículo 262 se debe efectuar,
a lo menos, diez días antes de la realización de la audiencia de preparación del juicio oral.

Pues bien, el acusado, por escrito, hasta la víspera de la realización de la audiencia de preparación del
juicio oral, o bien, si no lo hace en dicho término, verbalmente, en la audiencia misma, puede ejercer
las facultades señaladas en el artículo 263.

En primer término, de conformidad a la letra a) de la disposición, el acusado puede señalar los vicios
formales que adoleciere el escrito de acusación requiriendo su corrección.

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Si bien la norma no lo aclara, de lo dispuesto en el artículo 270 se desprende claramente que el acusado
puede señalar los vicios formales que adolezcan tanto la acusación del ministerio público como la
particular que hubiere deducido un querellante y, por último, la demanda civil, sin perjuicio de que,
respecto de esta última presentación, la ley lo señala expresamente en el artículo 62.
En segundo lugar el acusado puede deducir excepciones de previo y especial pronunciamiento.

Las excepciones de previo y especial pronunciamiento están señaladas en el artículo 264 del Código y
son:
 La incompetencia del tribunal de garantía;
 Litis pendencia, es decir, la existencia de un juicio pendiente por los mismos hechos y contra el
mismo imputado;
 Cosa juzgada, esto es, la circunstancia de existir un pronunciamiento definitivo contra el acusado
por los mismos hechos;
 La falta de autorización de proceder criminalmente, cuando la Constitución o la ley lo exigieren.
Esta excepción el acusado la puede oponer cuando no se hubiere celebrado el antejuicio
correspondiente, por ejemplo, querella de capítulos, cuando se quiere hacer efectiva la
responsabilidad de los jueces, fiscales judiciales y fiscales del ministerio público, por actos que
hubieren ejecutados en el ejercicio de sus funciones e importaren una infracción penada por la ley
( 424); desafuero respecto de las personas que de conformidad al artículo 58 inciso segundo de
la Constitución Política de la República tengan fuero, y por último,
 La extinción de la responsabilidad penal. Esta causal debe relacionarse con el artículo 93 del Código
Penal que establece causales de extinción de responsabilidad penal, mas debe recordarse que la
enumeración de este artículo no es taxativa existiendo otras causas, por ejemplo, el pago del
cheque, intereses corrientes y costas judiciales tratándose del delito de giro doloso de cheques.

En cuanto a las excepciones de cosa juzgada y la de extinción de la responsabilidad penal, el artículo


265 permite que las mismas sean planteadas derechamente en el curso del juicio oral, de modo que en
la audiencia de preparación no precluye el derecho de la defensa para invocarlas.

La última de las actitudes que puede asumir el acusado de acuerdo a la letra c) del artículo 263, es
exponer los argumentos de defensa que considere necesarios y señalar los medios de prueba cuyo
examen solicita en el juicio oral en los mismos términos que el artículo 259 lo establece para el Ministerio
Público.
Respecto del señalamiento por la defensa de la prueba que rendirá en el juicio oral, debe considerarse lo
dispuesto en el artículo 278 pues esta norma permite que, si al término de la audiencia de preparación

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del juicio oral el juez de garantía comprueba que el acusado no ha ofrecido oportunamente prueba por
causas que no le fueren imputables, puede suspender la audiencia hasta por el término de diez días.

La audiencia de preparación del juicio oral.

La audiencia de preparación de juicio oral, en términos generales, permite a los intervinientes conocer
las estrategias de las otras partes de modo de preparar adecuadamente su respectivo caso.

Tiene por objetivos principales determinar cual será el objeto del juicio oral, esto es, las acusaciones y
demandas que deben ser resueltas y la prueba que podrá rendirse en el juicio. En otros términos, delimita
los aspectos de la controversia jurídico penal que será debatida en el juicio oral y que servirán de
fundamentos a la sentencia definitiva. De allí que una cuestión primordial en la audiencia es la discusión
sobre la prueba que podrá ser rendida en el juicio oral y, como contrapartida, aquella que debe ser
excluida del mismo.

Además la audiencia de preparación permite depurar al juicio de eventuales incidentes que pudieren
afectar su desarrollo normal, de allí que es en esta etapa previa donde debe producirse la corrección de
los vicios formales que adolezcan las acusaciones y demandas civiles y, por regla general, resolverse las
excepciones de previo y especial pronunciamiento.

Sin perjuicio de ello, la audiencia de preparación del juicio oral es también sede hábil para que los
intervinientes puedan acordar una salida alternativa, esto es, la suspensión condicional del procedimiento
o un acuerdo reparatorio. (artículo 245 del Código)

Principios que informan la audiencia de preparación del juicio oral.

En esta audiencia la ley, en el artículo 266, expresamente hace regir los principios de inmediación y
oralidad, disponiendo que debe ser dirigida por el juez de garantía, quien la presidirá en su integridad,
se desarrollará oralmente y, consecuente con ello, no pueden admitirse escritos.

Por lo mismo, el artículo 268 establece que si el imputado no ha ejercido las facultades que el artículo
263 le consagra, el juez le otorgará la oportunidad de hacerlo verbalmente.

La ley también establece como requisito de validez de la audiencia la presencia del fiscal y del abogado
defensor. Así lo dispone el artículo 269 del Código agregando que la falta del fiscal deberá ser subsanada

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de inmediato por el juez de garantía sin perjuicio de poner el hecho en conocimiento del fiscal regional
del Ministerio Público.

Si el que no comparece es el defensor, el tribunal debe declarar el abandono de la defensa y designar al


imputado un defensor de oficio, disponiendo la suspensión de la audiencia por un plazo que no puede
exceder de cinco días a objeto de permitir que el defensor de interiorice del caso.

El mismo artículo señala que la ausencia o abandono injustificado del defensor o del fiscal debe ser
sancionado de conformidad a lo previsto en el artículo 287.

Por el contrario, si de manera injustificada, el querellante o el actor civil no asisten a la audiencia de


preparación del juicio oral, se entiende abandonada la querella o la demanda civil según el caso. (artículo
64 inciso segundo y 120 letra b)

Desarrollo de la audiencia.

De conformidad a lo dispuesto en el artículo 267 al inicio de la audiencia el juez debe hacer un resumen
de las presentaciones que hubieren realizados los intervinientes.
Además, si el imputado, hasta la víspera de la audiencia, no ha ejercido las facultades que le consagra el
artículo 263, de conformidad al artículo 268 puede hacerlo al inicio de la misma, verbalmente.

Corrección de vicios formales.

Siguiendo el orden legal podemos indicar que debería procederse, en primer término, a la corrección de
los vicios formales que adolezcan las acusaciones del fiscal, del querellante o de la demanda civil.

Para estos efectos el artículo 270 dispone que el juez debe orden que ello se realice en la misma audiencia,
sin suspenderla, en la medida que sea posible.

Si no se puede, debe orden la suspensión de la audiencia por el período necesario para la corrección del
procedimiento, que no puede exceder de cinco días.

Transcurrido ese plazo si el querellante o el actor civil no han efectuado las correcciones correspondientes,
la acusación particular o la demanda civil se tendrán por no presentadas.

Derecho Procesal IV Profesor Alberto Ayala Página 206


Si la presentación que adolece de defectos formales es la acusación del fiscal del Ministerio Público, a
petición de este, puede conceder una prórroga por otros cinco días, pero debe informar al Fiscal Regional.

Si en este nuevo plazo el fiscal no subsana los defectos el juez debe sobreseer definitivamente la causa,
a menos que existiere querellante particular que hubiere deducido acusación o adherido a la acusación
del Ministerio Público, continuando el procedimiento sólo con el querellante no pudiendo el ministerio
público volver a intervenir.

Tramitación de las excepciones de previo y especial pronunciamiento.

Ya señalamos que las excepciones de previo y especial pronunciamiento están establecidas en el artículo
264.
A su turno, el artículo 271 reglamenta la tramitación de las mismas. Así, si se deducen estas excepciones
el juez debe abrir debate, permitiendo la ley, de manera excepcional para este tipo de audiencia, que los
intervinientes presenten los antecedentes que estimen relevantes para la decisión.

La ley obliga al juez a resolver, en la audiencia, las excepciones de incompetencia, litis pendencia y de
falta de autorización para proceder criminalmente, concediendo también recurso de apelación respecto
de la resolución que recaiga en las mismas. La ley no señala que sucede con el procedimiento si es que
se acoge alguna de estas tres excepciones, lo que dependerá de la excepción que sea acogida. Así, si es
la de incompetencia, deberán remitirse los antecedentes al juez correspondiente. Si se trata de la falta
de autorización para proceder criminalmente, será menester requerirla previamente. Por último, si se
trata de la litis pendencia, obligará a suspender el procedimiento mientras se falle la causa pendiente.
En lo que dice relación con las excepciones de cosa juzgada y la de extinción de la responsabilidad penal,
el artículo 271 inciso final permite que el juez las resuelva –acogiéndolas- sólo en el caso de que el
fundamento de la decisión esté suficientemente justificado en los antecedentes de investigación. Si el
juez las acoge debe dictar sobreseimiento definitivo en la causa.

En caso que los antecedentes de investigación no permita la resolución de la incidencia, el juez debe dejar
su resolución para la audiencia del juicio oral. Esta última decisión es inapelable.

Derecho Procesal IV Profesor Alberto Ayala Página 207


Conciliación civil y convenciones probatorias.

El artículo 273 del Código dispone que durante la audiencia el juez debe llamar al querellante y al
imputado a conciliación sobre las acciones civiles que hubiere deducido el primero proponiéndoles las
bases de arreglo. Al efecto rigen las normas de los artículos 263 y 267 del Código de Procedimiento Civil.
A su vez, el artículo 275, regulando las llamadas convenciones probatorias, permite que el fiscal, el
querellante y los imputados soliciten en conjunto al juez de garantía que de por acreditados ciertos hechos
que no pueden ser discutidos en el juicio oral, permitiendo al juez que formule proposiciones sobre la
materia.
El juez aceptará las que le propongan los intervinientes en la medida que la solicitud no le merezca
reparos por conformarse a las alegaciones que hubieren hecho los intervinientes. Si lo hace, debe indicar
en el auto de apertura del juicio oral los hechos que se dieren por acreditados, a los cuales se debe estar
durante el juicio oral. (277 letra d)

Debate acerca de la prueba.

Una de los principales objetivos de la audiencia de preparación del juicio oral es el debate acerca de las
pruebas ofrecidas por los intervinientes con la finalidad de excluir las que, por alguna de las razones que
se analizará, no corresponde que se rindan en el juicio oral, ya sea para facilitar su desarrollo, evitar
dilaciones innecesarias o bien controlar la legitimidad y legalidad de su forma de obtención.

Así, el artículo 272 dispone que durante la audiencia las partes pueden formular las solicitudes,
observaciones y planteamientos que estimen necesarios con relación a las pruebas ofrecidas por los
demás, para los fines de exclusión probatoria reglamentados en el artículo 276.

Esta última disposición establece que el juez de garantía, luego del debate, puede ordenar, de modo
fundado, la exclusión del juicio oral de las pruebas que fueran manifiestamente impertinentes y las que
tuvieren por objeto acreditar hechos público y notorios.

En el primer caso se trata de prueba que “manifiestamente” carece de relevancia para la resolución del
litigio. La adjetivación de la impertinencia en la ley obliga a los jueces a tener una actitud muy
conservadora en la materia excluyendo sólo en los casos en que la impertinencia resulte evidente. En
cuanto a hechos públicos y notorios, debe estarse al concepto tradicional que se tiene de estos como
aquellos conocidos por todas o la generalidad de las personas en una comunidad y, por ende, por los
miembros del tribunal del juicio oral.

Derecho Procesal IV Profesor Alberto Ayala Página 208


También puede ordenar que se reduzca el número de testigos o documentos cuando de aprobarse la
solicitud probatoria del interviniente en los términos que la ofreció, producirá efectos puramente dilatorios
en el juicio oral, por estar dirigidos a acreditar unos mismos hechos o circunstancias que no guarden
pertinencia sustancial con la materia que se someterá a conocimiento del tribunal de juicio oral en lo
penal.
A esta norma debe agregarse lo dispuesto específicamente en el artículo 316 a propósito de los peritos.
Dice la disposición que el tribunal admitirá los informes y citará a los peritos cuando, además de los
requisitos generales para la admisibilidad de las solicitudes de prueba, esto es, las normas que se vienen
analizando, estime que los peritos y sus informes otorgan suficiente garantía de seriedad y
profesionalismo.

Pero aún en caso positivo puede limitar el número de peritos o de informes cuando unos u otros resultaren
excesivos o pudieren entorpecer la realización del juicio oral.
También dispone el artículo 276 que el juez debe excluir las pruebas que provienen de actuaciones o
diligencias que hubieren sido declaradas nulas.

La nulidad procesal en el procedimiento penal está regulada en los artículos 159 y siguientes del Código.

Debe tenerse especialmente presente que sólo pueden anularse las actuaciones o diligencias judiciales
defectuosos del procedimiento que ocasionaren a los intervinientes un perjuicio reparable únicamente
con la declaración de nulidad. (159)
De este modo las actuaciones o diligencias de investigación practicadas por el Ministerio Público no son
procesalmente anulables y no podrían excluirse por esta vía, sin perjuicio de lo que se dirá a continuación
respecto de la última causal de exclusión de prueba.

Por último deben excluirse las pruebas obtenidas con inobservancia de garantías fundamentales.
Por esta vía se excluye pues la que se denomina prueba ilícita, esto es, la obtenida en contravención a
los derechos fundamentales.
Uno puede suponer ciertos casos en que naturalmente puede estimarse que la prueba se obtuvo de
manera ilícita. Por ejemplo, la falta de autorización judicial para la práctica de medidas intrusivas, por
ejemplo, interceptación telefónica o allanamiento en los casos que la misma es necesaria.

Sin embargo hay innumerables hipótesis discutibles y que sus soluciones sólo con el tiempo podrán
decantarse en la doctrina y la jurisprudencia, particularmente los casos en que la obtención de la prueba

Derecho Procesal IV Profesor Alberto Ayala Página 209


respectiva, en si misma, está absolutamente ajustada a la legalidad, pero tiene un antecedente espurio,
como el caso de un allanamiento que tiene por objeto la recuperación de medios de comprobación del
hecho, autorizado y practicado en forma legal, pero que se origina en una declaración del imputado en
que indicó el lugar donde tales medios se encontraban, que fue
ilícitamente obtenida, por ejemplo, por no haber sido informado de sus derechos o apremiado por los
policías.

Frente a situaciones como la planteada la experiencia comparada ofrece soluciones disímiles, realizando
por lo demás, distinciones de la más variada naturaleza.

Sea cual sea la evolución que esta materia tenga en nuestro sistema, el Código establece que en este
caso la prueba así obtenida, y todas las demás antes referidas, deben ser excluidas del juicio oral, no
pudiendo de esta manera el tribunal del juicio tener noticia de la misma.

Sólo en el caso que la exclusión probatoria tenga su origen en provenir la prueba de actuaciones o
diligencias declaradas nulas o en el de haber sido obtenida con inobservancia de garantías fundamentales,
la resolución que las excluye, que debe materializarse en el auto de apertura del juicio oral, es apelable
conforme lo dispone el artículo 279 del Código pero, más aún, el único legitimado para recurrir es el
Ministerio Público y no los demás intervinientes, sin perjuicio del derecho de estos de recurrir de nulidad
en contra de la sentencia que se dicte en el juicio oral. En este caso la norma señalada, de manera
excepcional, dispone que el recurso de apelación debe concederse en ambos efectos.

Si queda a firme la exclusión de pruebas de cargo, en el evento que el Ministerio Público las considere
esenciales para sustentar su acusación, el fiscal puede pedir, por razones de economía procesal, el
sobreseimiento definitivo de la causa al juez competente, el que debe citar a una audiencia para debatir
la solicitud y resolver conforme a lo que en ella se exponga.

Prueba anticipada.

El artículo 280 permite que durante la audiencia de preparación el juicio oral se solicite prueba testimonial
anticipada de conformidad a lo previsto en el artículo 191 del Código mas, como esta última disposición,
que se refiere a la recepción de prueba anticipada durante la etapa de investigación sólo permite la
rendición de prueba testimonial anticipada, el artículo 280 en su inciso tercero, acepta que, en esta etapa,
puede también solicitar la rendición de prueba pericial anticipada cuando se esté en la hipótesis de
aquella norma, esto es, que se manifieste la imposibilidad del testigo o perito de concurrir a la audiencia

Derecho Procesal IV Profesor Alberto Ayala Página 210


del juicio oral por tener que ausentarse a larga distancia o por existir motivo que hiciere temer la
sobreviniencia de su muerte, su incapacidad física o mental o algún otro obstáculo semejante.

El artículo 280 inciso segundo regula, por último, la situación en que después de la realización de la
audiencia de preparación de juicio oral, sobreviene una de las situaciones previstas en los artículos 191
o 191 bis del Código Procesal Penal, cualquiera de los intervinientes puede solicitar al juez de garantía
una audiencia especial de rendición de prueba anticipada.

Algún problema plantea la remisión al artículo 191 el que esta disposición sólo permita al fiscal pedir
prueba anticipada, de lo que sigue que si alguno de los testigos o peritos de la defensa se encuentran en
similar situación, esta no podría pedir prueba anticipada, mas los principios que informar el juicio oral,
especialmente los de contradicción e igualdad de armas llevan precisamente en sentido contrario, pues
nada justificaría impedir a otra de las partes la rendición de prueba anticipada, solución que, incluso, por
las mismas razones, debería extenderse a la prueba anticipada durante la etapa de investigación, lo que
se ve corroborado si se tiene en cuenta la situación que prevé el inciso segundo del artículo 280 que
expresamente hace referencia a que la solicitud puede plantearla cualquiera de los intervinientes.

El auto de apertura del juicio oral.

La audiencia de preparación del juicio oral termina, normalmente, con la dictación de una resolución,
técnicamente una sentencia interlocutoria, que recibe la denominación de auto de apertura del juicio oral.
De conformidad al artículo 277 el auto de apertura del juicio oral debe contener:

 El tribunal competente para conocer del juicio oral.


 La o las acusaciones que deberán ser objeto del juicio y las correcciones formales que se hubieren
realizado en ellas;
 La demanda civil;
 Los hechos que se dieren por acreditados, en conformidad con lo
 dispuesto en el artículo 275; (convenciones probatorias)
 Las pruebas que deberán rendirse en el juicio oral, de acuerdo a lo previsto en el artículo anterior,
y
 La individualización de quienes debieran ser citados a la audiencia del juicio oral.

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Como ya se vio, esta resolución sólo es apelable, por el ministerio público, por la exclusión de prueba por
provenir de actuaciones o diligencias declaradas nulas u obtenidas con inobservancia de garantías
fundamentales.

De acuerdo a lo previsto en el artículo 281, en el término de cuarenta y ocho horas siguientes al momento
en que quedare firme, el juez de garantía debe hacer llegar el auto de apertura del juicio oral al tribunal
competente, actuación que abre la etapa del juicio oral.

Procedimientos especiales

Procedimiento simplificado, procedimiento por delito de acción privada y procedimiento abreviado.

Estadísticamente lo más aplicados. En general, procedimientos que establecen mecanismos de celeridad,

simplificación de trámites y actuaciones y, eventualmente, mecanismos de negociación.

Procedimiento abreviado (Artículos 406 415)

El procedimiento abreviado introduce en nuestro sistema penal alguna suerte de mecanismo de

negociación de pena, porque supone siempre la existencia de un acuerdo entre el imputado y el fiscal.

Los procedimientos que tienden a simplificar, sino derechamente a suprimir los actos de juicio, para

obtener sentencia rápida a bajo costo económico, se han ido popularizando en todo el mundo.

Corte Suprema de los Estados Unidos señala que el mecanismo de negociación es inherente al sistema

estadounidense, ya que si no, no sería capaz de resolver el sistema todos los asuntos, donde el 90% de

los asuntos terminan en negociación de pena.

Base asume que si hay claridad respecto de los hechos y no hay controversia respecto a lo que ha

sucedido, la exigencia de juicio oral es innecesaria, siempre y cuando, el acusado esté dispuesto a

renunciar a su derecho a ir a juicio y, sin discusión fáctica, llegar a un procedimiento que termine en

sentencia judicial, pero que ante el acuerdo de las partes respecto a los hechos no signifique rendir

prueba.

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En principio se descarta la posibilidad de una negociación que derechamente sea obligatoria para el juez,

no hay discusión fáctica pero igual existe resolución jurisdiccional, y la culpabilidad y el quantum de la

sanción serán determinados por la sentencia y no por el acuerdo.

Limitación de procedimiento abreviado: decisión legislativa sólo cuando como máximo la pena para el

hecho no supere el presidio o reclusión menor en su grado máximo.

El imputado gana la limitación del marco punitivo, porque si el imputado acepta que se proceda conforme

al procedimiento abreviado, la pena no puede ser superior a la que está solicitando el fiscal y el Ministerio

Público queda liberado de su obligación de probar los presupuestos fácticos ante el tribunal.

Requisitos de procedencia (artículo 406)

Máximo punitivo: Que se requiera penas privativas de libertad, no superiores a 5 años o bien

cualesquiera otras penas, de distinta naturaleza, cualquiera fuera su entidad o monto, ya fueren únicas,

conjuntas o alternativas.

Consentimiento del imputado. Supone aceptación expresa de los hechos materia de la acusación y de

los antecedentes de la investigación que la fundaren y su conformidad de proceder conforme al

procedimiento abreviado.

Si hay varios delitos o varios imputados, puede haber acuerdo para ir respecto de un solo delito o un solo

imputado.

Oportunidad: (407)

Desde la formalización hasta la audiencia de preparación de juicio oral.

Si no se ha presentado acusación, se cita a una audiencia para resolver la solicitud de procedimiento

abreviado, y en ella el fiscal y el querellante en su caso, formulan verbalmente la acusación.

Si ya se dedujo acusación, el fiscal y el querellante puede modificar la acusación y la solicitud de pena.

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La circunstancia de que el imputado acepte el procedimiento abreviado, podrá ser considerada por el

fiscal como constitutivo de la atenuante de colaboración en el esclarecimiento de los hechos del 11 número

9.

Querellante puede aceptar ir a abreviado y modificar su acusación particular o ¿adhesión a la acusación

del ministerio público? si ya estaba presentada.

Puede oponerse si su acusación particular hubiere efectuado una calificación jurídica de los hechos,

atribuido formas de participación o señalado circunstancias modificatorias diferentes al fiscal y, como

consecuencia, la pena exceda del límite señalado en el artículo 406. (408)

Intervención previa del juez de garantía (409)

Debe verificar consentimiento libre y voluntario del imputado, que conoce su derecho a juicio oral, que

entiende los términos del acuerdo y sus consecuencias y que no ha sido objeto de coacciones ni presiones

indebidas por parte del fiscal o terceros.

Además, para aceptar el abreviado los antecedentes de la investigación deben ser suficientes para

proceder conforme a las normas del título. (410)

¿Qué quiere decir?

Verificar, que la pena solicitada por el fiscal se conformare a lo señalado por el 406. ¿Cuál es el alcance

de esta exigencia? (410)

Si considera fundada la oposición del querellante, o bien estima que no se reúnen las exigencias del

artículo 410 inciso segundo debe rechazar la solicitud y dictar el auto de apertura del juicio oral. (410

inciso segundo)

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Se tienen por no formulada la aceptación de los hechos y antecedentes de investigación, las

modificaciones a las acusaciones y se eliminan del registro la referencia al procedimiento abreviado. (410

inciso segundo)

Trámite del procedimiento abreviado. (artículo 411)

En la práctica: alegatos.

Fallo: El juez no puede imponer una pena superior ni más desfavorable a la requerida por el fiscal y el

querellante.

Regla del 412 inciso 2. Mera aceptación de los hechos no basta para dictar sentencia condenatoria.

No hay pronunciamiento sobre acción civil (412 inciso final) Cobra aplicación artículo 68.

Contenido de la sentencia (art. 413)

Recursos (414) apelación en ambos efectos. La Corte además de eso tiene facultades de oficio para

revisar si se cumplen los presupuestos del abreviado previstos en el artículo 406.

Procedimiento Simplificado (388 a 399)

Comprende el simplificado, simplificado con aceptación de responsabilidad y monitorio.

Procedimiento simplificado

Juicio oral seguido ante el juez de garantía regulado conforme a normas específicas y, supletoriamente,

por las del procedimiento ordinario del Libero II en cuanto se adecuen a su brevedad y simpleza. (388 y

38)

No procede interposición de demandas civiles salvo que se pida la restitución de una cosa o su valor.

(393 inciso segundo)

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Ámbito de aplicación:

Cuando el Ministerio Público requiere la imposición de una pena de falta y,Simple delito cuya pena que

no excediere de presidio o reclusión menor en su grado mínimo.

Forma de proceder:

Art. 390: recibida una denuncia por un hecho constituido de delitos que lo hacen procedente el fiscal

puede formular un requerimiento, a menos que se encuentre extinguida la responsabilidad penal, decida

aplicar principio de oportunidad o los antecedentes aportados fueren insuficientes.

Si ya formalizó la investigación, deja sin efecto la formalización y procede conforme a estas reglas.

Si acusó y la pena no excede de la señalada, la acusación se tiene como requerimiento. (390 inciso

segundo y tercero)

Requerimiento (391)

Acusación del simplificado. ¿Prueba?

Tramitación: (393)

Se cita a todos los intervinientes a una audiencia, que no se pude celebrar antes de 20 ni después de 40

días. No se aplica inciso final del 393.

Audiencia 394.

Tribunal hará una relación del requerimiento. Si está la víctima se le señala que puede haber un acuerdo

reparatorio y fiscal puede proponer suspensión condicional del procedimiento.

Tribunal le pregunta al imputado si acepta o no responsabilidad o solicita realización de audiencia. Para

ello el fiscal puede modificar pena requerida.

Si acepta se dicta sentencia de inmediato y el juez no puede imponer pena superior a la solicitada. (395

inciso segundo) ¿absolución?

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Si imputado no acepta responsabilidad se procede, en la misma audiencia, a la preparación del juicio

simplificado el que debiere tener lugar de inmediato o a más tardar dentro de quinto día. (395 bis)

Juicio simplificado: 396

Lectura requerimiento, alegatos, prueba y dichos imputado. Decisión y sentencia dentro del plazo de

cinco días.

Audiencia no puede suspenderse, ni aun por falta de comparecencia de alguna de las partes o por no

haberse rendido prueba en la misma, salvo por falta comparecencia de testigo o perito citado y que el

tribunal considere indispensable para la resolución de la causa. (396 segundo y tercero)

Suspensión de condena (398)

Recursos (399)

Procedimiento simplificado por falta o delito flagrante (393 bis)

Requerimiento se efectúa verbalmente, en la audiencia de control de detención.

¿Qué se entiende por proceder de inmediato conforme a lo dispuesto en este Título? (393 bis in fine)

Procedimiento Monitorio (392)

Aplicable tratándose de faltas cuando sólo se pide pena de multa.

Procedimiento por delito de acción penal privada (400 a 405)

Aplicable las normas del procedimiento simplificado. (405)

Se inicia sólo por querella que debe cumplir requisitos de os artículos 113 y 261.

¿Cómo se compatibiliza esta exigencia con la facultad del 400 inciso tercero?

Procede Desistimiento (401), abandono de la acción (402) y conciliación (404).

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RECURSOS PROCESALES
Cuestiones generales:

Esta materia está regulada en el Libro III del Código Procesal Penal que contiene un Título I relativo a
disposiciones generales y sucesivamente otros tres que se refieren a los recursos de reposición, apelación
y de nulidad.
El recurso de revisión no aparece regulado en este Libro sino que en el Libro IV, dentro de su Título VIII
sobre ejecución de las sentencias condenatorias y medidas de seguridad, artículos 473 a 480. Se le
reglamenta así, no como un recurso procesal, sino como un procedimiento extraordinario que permite
rever una sentencia firme. Se tuvo presente para no considerarlo como un recurso procesal propiamente
tal la circunstancia que la revisión exige, como presupuesto previo, la existencia de una sentencia firme,
resultando así una acción encaminada a enervar el cumplimiento de dicha sentencia, lo que justifica pues
su inclusión en el título señalado.

No está de más señalar que aún cuando el Código hable exclusivamente de recursos, no cabe duda que
se trata de recursos procesales, de manera que son medios de impugnación de resoluciones judiciales y
no de mecanismos aptos para atacar actuaciones o decisiones del Ministerio Público, pues de estas últimas
se puede reclamar utilizando la vía jerárquica (artículos 7 y 33 de la Ley 19.640) o bien recurriendo a los
controles judiciales en los casos que el mismo está establecido en la ley; por ejemplo los previstos en los
artículos 168, 170, 186, 234 y 247 del Código, entre otros.

Objetivos del nuevo sistema de recursos.

El nuevo Código Procesal Penal cambió radicalmente el sistema de recursos establecido históricamente
en nuestro país sobre la base de que el existente obedecía a la lógica del modelo inquisitivo que se
busca superar. Dentro de las críticas formuladas al mismo un lugar especial tuvo las dirigidas al sistema
recursivo. Así, por ejemplo, ya en el mensaje presidencial del proyecto se dijo, a propósito de los recursos
existentes que: “El modelo vigente funciona sobre la base de un muy intenso sistema de controles
verticales. Prácticamente todas las decisiones de relevancia que un juez del crimen adopta son objeto de
revisión, incluso sin reclamación de parte, por sus superiores jerárquicos. Este sistema, que se explica
históricamente por la necesidad de controlar a un órgano único en primera instancia, con exceso de
atribuciones, ha contribuido fuertemente a la irracionalidad administrativa del sistema, a la
desvalorización de las decisiones del juez individual y a las ya mencionadas burocratización y pérdida
individual de la función judicial y su proyección pública.”

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Se agregó que, por el contrario: “el sistema propuesto plantea un conjunto mucho más complejo de
órganos y de relaciones entre ellos en el nivel de la instancia general. A partir de ese diseño, el sistema
de controles de la actuación de cada uno de los funcionarios públicos que intervienen está dado por la
intervención de los otros en las distintas etapas del procedimiento. Estas han sido diseñadas precisamente
con el objetivo de evitar la concentración de facultades y lograr que cada una de las decisiones de
relevancia sea objeto de consideración por más de uno de los órganos del sistema, así como de un debate
previo de la mayor trascendencia.”

Tanta fue la importancia que se le dio al sistema de recursos en la estructura global del nuevo proceso
penal que fue una de las materias que generó mayor debate y discrepancia doctrinaria y legislativa, en
términos que la normativa relativa a los recursos procesales, e incluso la denominación de los mismos,
cambiaron sucesivamente durante la tramitación legislativa del Código.
Dentro de los objetivos generales del nuevo sistema de recursos se ha señalado la búsqueda de la
superación de ciertas características del anterior sistema recursivo que resultaban incompatibles con las
bases de la reforma.

Entre tales características, el profesor Alex Carocca (Nuevo Proceso Penal, varios autores) anota la
existencia de un intenso sistema de recursos que hace que, en la práctica, cualquier tipo de resolución
puede ser impugnada y, más aún, a falta de recursos, el establecimiento del trámite de la consulta de
manera absolutamente generalizada, garantiza la revisión por parte de los tribunales superiores. Así,
piénsese que el artículo 54 bis del Código de Procedimiento Penal, señalaba que eran apelables, en
general, las resoluciones que causaran un gravamen irreparable, lo que llevó a que se permitiera la
apelación de todo tipo de estas resultando prácticamente inexistentes declaraciones de inadmisibilidad
de los recursos de apelación por no ser susceptible de apelación la resolución recurrida.

Además, el sistema antiguo previó el trámite de consulta de las sentencias definitivas cuando impusieran
penas superiores a un año de privación o restricción de libertad o bien cuando el delito mereciera pena
aflictiva debiendo, en este último caso, además, consultarse los sobreseimientos, definitivos o temporales
y la resolución que concediera la libertad provisional a las personas sujetas a prisión preventiva. Esto
resulta paradigmático para demostrar que el sistema de recursos estaba construido sobre la base de
permitir el control de lo actuado por los Jueces de Letras por parte de las Cortes de Apelaciones y la
Corte Suprema, lo que necesariamente conllevó una sustancial pérdida de independencia interna por
parte de los jueces a la hora de dictar sus resoluciones, afectando así, por lo pronto, tal garantía básica.

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También la reforma persigue superar el sistema de doble instancia como base del proceso penal pues
este necesariamente hace que el enjuiciamiento se repita en dos oportunidades, una ante el Juez y la
otra en la Corte, siendo esta última oportunidad la que para los operadores del sistema aparece como la
más importante, donde deben desplegar de mejor manera sus argumentos, especialmente doctrinarios,
y donde se espera una mejor y mayor fundamentación de los fallos. De ello se deriva que todas las
resoluciones de los jueces de letras aparecen como condicionales a su aceptación por los tribunales
superiores perdiendo legitimidad. Por lo demás, resulta obvio que este sistema de doble instancia es
incompatible con la idea de un juicio, en que priman los principios de oralidad e inmediación y donde la
sentencia sólo puede sustentarse en la prueba rendida en una audiencia continúa.

Por último, se estima necesario superar las consecuencias que, en el orden de la administración de los
tribunales, produce el sistema de recursos inquisitivo, pues la verticalidad del mismo conspira con la
aparición de criterios innovadores y progresistas en la judicatura tendiéndose a realizar una labor de
mera trascripción de argumentos vertidos previamente por los tribunales superiores y, en especial, por
la Corte Suprema, más aún cuando la de la revisión de lo actuado por estos tribunales no depende sólo
la suerte de la resolución sino también la carrera funcionaria de los jueces letrados.

Sin perjuicio de lo anterior, la amplitud del sistema de recursos produce una serie de otras consecuencias
negativas tales como: problemas serios en la administración de las causas por la multiplicidad de veces
salen e ingresan de los tribunales, ya sea el expediente original o sus copias, incluyendo pérdidas de los
mismos; la posibilidad de resoluciones contradictorias por la tramitación simultánea de las causas ante
dos tribunales, en el evento de que los recursos se conceden en el sólo efecto devolutivo y, por último,
quizá lo más sentido por la sociedad, demora y dilaciones en la tramitación de los asuntos.

De este modo el nuevo sistema de recursos busca adecuarse a los principios de persecución penal;
disminuir la cantidad de recursos que pueden interponerse, sin perjuicio de pretender un aumento de la
calidad en el debate y fallo de los mismos; dejar atrás el sistema de doble instancia como quiera que
resulta contradictorio con la idea de juicio oral, público y contradictorio y, por último, entender el recurso
procesal como un mecanismo de impugnación entregado a la parte agraviada por una resolución judicial
y no como un medio de control jerárquico de la actividad por los tribunales llamados a conocer de las
causas. En esos términos se señala que el fundamento del recurso no puede estar en que el tribunal
haya incurrido en un error al dictar la resolución recurrida, ni en la supuesta injusticia de la misma, pues:
“En definitiva, la única razón por la que se puede interponer un recurso, desde un punto de vista subjetivo,
es porque la parte que ha sufrido agravio no se encuentra conforme con el contenido de la decisión; para
lo cual debe demostrar objetivamente en que consiste el agravio, y las razones jurídicas por la que solicita

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sea reparado; y, desde el punto de vista del ordenamiento jurídico, porque se considera socialmente
valioso que algunas decisiones, para recoger mejor las posturas de las partes y del propio ordenamiento,
en especial para revisar que se hayan respetado las reglas básicas del proceso, sean revisadas por otro
tribunal.” (A. Carocca, obra citada)

Disposiciones generales sobre los recursos.

Facultad de recurrir.-

De acuerdo a lo previsto en el artículo 352 del Código Procesal Penal el Ministerio Público y los demás
intervinientes agraviados por las resoluciones judiciales ellas pueden recurrir en contra de ellas, eso sí,
que por los medios y en los casos expresamente establecidos en la ley.
Con ello la ley expresamente zanjó un problema que se presenta en doctrina y en la legislación
comparada cual es la posibilidad que el órgano persecutor, por regla general, el Ministerio Público, pueda
recurrir, especialmente respecto de sentencias absolutorias o incluso de sentencias condenatorias, pero
buscando la imposición de una pena más gravosa para el imputado. Así el sistema anglosajón veda a las
fiscalías tal posibilidad, dejándose los recursos exclusivamente para la impugnación de sentencias
condenatorias, lo que es compartido por sectores de la doctrina como, por ejemplo, por el profesor Julio
Maier. Otros en cambio sostienen que proscribir el recurso a la acusación importaría desconocimiento
de los principios de igualdad de partes y del contradictorio.

Ahora, pudiera pensarse incluso en la posibilidad que, al menos respecto de las sentencias definitivas
dictadas por los tribunales orales, no existiera recurso alguno, en la medida que las mismas serían fruto
de un juicio en que rigieron todos los principios y garantías reconocidas por el derecho y la existencia de
un tribunal colegiado de derecho, lo que descartaría la posibilidad del error. Mas, desde luego, debe
descartarse tal posibilidad en nuestro país en la medida que Chile está obligado a contemplar un recurso
judicial en contra de sentencias condenatorias al ser suscriptor de tratados internacionales sobre
derechos humanos que consagran un derecho al recurso. Así el artículo 8 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos, establece que: “Durante el proceso, toda persona tiene derecho, en plena
igualdad, a las siguientes garantías mínimas: h) derecho a recurrir del fallo ante el juez o tribunal
superior”.

A su turno, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos establece en el artículo 14, párrafo quinto
que: “Toda persona declarada culpable de un delito tendrá derecho a que el fallo condenatorio y la pena
que se le haya impuesto sean sometidos a un Tribunal Superior, conforme a lo prescrito por la ley.”

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Por último, y en otro orden de ideas, debe tenerse presente que el artículo 352 exige agravio para poder
recurrir, debiendo estarse en este punto al concepto de agravio estudiado en el procedimiento civil, sin
perjuicio de avizorarse algunas dudas y situaciones complejas respecto de cuando puede entenderse
agraviado el Ministerio Público.

Renuncia y desistimiento de los recursos.

El artículo 354 contiene una norma sobre la renuncia y el desistimiento de los recursos procesales.
Indiquemos previamente que renuncia a un recurso procesal quien, antes de su interposición, manifiesta
su voluntad de no emplearlo.
De conformidad a la norma citada la renuncia sólo puede ser expresa, es decir, se descarta la renuncia
tácita, y sólo puede realizarse una vez que se haya notificado la resolución contra la cual proceda el
recurso al que se renuncia.

En lo que se refiere al desistimiento, esto es, la manifestación de voluntad del recurrente de hacer
dejación del recurso interpuesto, la ley establece que ello puede ocurrir hasta antes de la resolución del
recurso, de modo que puede operar aún cuando el recurso se haya visto, mientras no se falle.

La norma también señala que el desistimiento es individual y no afecta a otros recurrentes o adherentes,
sin perjuicio de que en ciertos casos las decisiones favorables a uno de los imputados por un mismo delito
pueda aprovechar a los demás imputados. (360 inciso segundo).
Por último consignemos que la ley establece que el defensor para renunciar o desistirse de
un recurso requiere mandato expreso del imputado.

Efectos de la interposición de los recursos.

A este respecto el artículo 355 indica que la interposición de un recurso no suspende la ejecución de la
decisión, salvo que se impugne una sentencia condenatoria o la ley dispusiere expresamente lo contrario.
En armonía con lo anterior el artículo 368 dispone que el recurso de apelación por regla general se
concede en el sólo efecto devolutivo, mientras que el artículo 379 señala que la interposición del recurso
de nulidad en contra de una sentencia condenatoria suspende sus efectos, ajustándose así a la regla del
artículo 355.

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Normas de excepción a las reglas señaladas encontramos, por ejemplo, en el artículo 414 que dispone
que la apelación de la sentencia definitiva dictada en un procedimiento abreviado se concede siempre en
ambos efectos, es decir, no distingue si se trata de una sentencia condenatoria o absolutoria.

Vista y prueba de los recursos:

El artículo 361 indica que los recursos se rigen por las normas del Libro III y, supletoriamente, por las
normas del Libro Segundo, esto es, por las reglas del juicio oral.

De esta manera el legislador manifestó su intención que en la vista de los recursos se aplicaran las
normas del juicio oral de modo que, rigiendo los principios de contradicción, inmediación y oralidad, las
Cortes formen convencimiento sobre la base de los argumentos expuestos por las partes directamente y
no por medio de un expediente o por la narración efectuada por un tercero como el relator.

En consonancia con ello, deben consignarse las reglas generales sobre vista de los recursos contenidas
en el artículo 358.

En efecto, dispone esta norma que los recursos se verán en audiencias públicas que se inician con el
anuncio tras lo cual, sin mediar relación, se otorgará la palabra a los recurrentes para que expongan los
fundamentos del recurso y las peticiones concretas que formularen. Luego se permite intervenir a los
recurridos y finalmente se debe volver a ofrecer la palabra a todas las partes con el fin de que formulen
aclaraciones respecto de los hechos o argumentos vertidos por las partes.

Se dispone también que los miembros del tribunal, en cualquier momento, puedan formular preguntas a
los representantes de las partes o pedirles que profundicen su argumentación o la refieran a algún aspecto
específico de la cuestión debatida.

Concluido el debate el tribunal debe pronunciar sentencia de inmediato y si no fuera posible, en el día y
hora que de a conocer a los intervinientes en la misma audiencia, debiendo redactarse la sentencia por
el ministro que el tribunal designe y las prevenciones por sus autores.

Como se ve, se busca así mantener una coherencia sistémica, por vía de desformalizar las audiencias en
la que las Cortes conocerán los recursos procesales pues, sino, debería aplicarse la forma tradicional de
vista de los recursos contenida en el Código de Procedimiento Civil y el Código de Procedimiento Penal,
propia de un sistema escrito e, incluso, inquisitivo.

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Merece consignarse que dentro de las reglas generales, el inciso segundo del artículo 358 establece que
la falta de comparecencia de un recurrente da lugar al abandono del recurso respecto del ausente.

Esta es una sanción novedosa en nuestra legislación procesal que puede originar algún tipo de dudas que
deberá solucionarse en la práctica. Por ejemplo, el Fiscal Nacional del Ministerio Público en un instructivo
ha manifestado la duda si este abandono es una forma de terminación anticipada del recurso y si el
tribunal puede entrar a conocer el recurso no obstante que falta el recurrente a la audiencia. Parece claro
que la respuesta a la primera interrogante es positiva mientras que a la segunda necesariamente debe
ser negativa. La estructuración de un sistema de partes, contradictorio, que trata de desterrar todo
vestigio del sistema inquisitivo, lleva a estimar que toda intervención oficiosa del tribunal debe estar
expresamente autorizada en la ley.

La misma norma, además, establece que la incomparecencia de uno o más de los recurridos permitirá
proceder en su ausencia. Si bien la ley no distingue, se ha producido discusión en el caso que un imputado
sea la parte recurrida y su abogado no asista a la audiencia. Algunos, sobre la base de los principios
generales que informan el procedimiento y aplicando supletoriamente el artículo 286 del Código Procesal
Penal que establece la presencia obligatoria del defensor en el juicio y, en caso de ausencia, la declaración
de abandono de la defensa, han entendido que no puede realizarse la ausencia de vista de los recursos
con ausencia del defensor, lo que, también ah sido recogido por algunas Cortes de Apelaciones que han
procedido a declarar el abandono de la defensa, nombrando un defensor público en su reemplazo y
suspendiendo la audiencia. Otras Cortes de Apelaciones, según el caso, han realizado lo mismo pero
fundándose en la regla general de cautela de garantías del artículo 10 del Código Procesal Penal
manteniendo así vigente la norma del artículo 358 del Código pero impidiendo que se produzca situaciones
de indefensión para los imputados en aquellos casos en que la presencia del defensor se estima como
necesaria para un adecuado ejercicio del derecho de defensa.

También se presenta el problema de determinar si es necesaria la comparecencia de las partes a continuar


el recurso de conformidad a lo dispuesto en el artículo 200 del Código de Procedimiento Civil y en el caso
de que se estime que sí concurriría la deserción del recurso por la no comparecencia en el plazo legal. La
respuesta parece ser negativa pues si bien es cierto es que el artículo 52 del Código Procesal Penal hace
aplicable las normas del Libro I del Código de Procedimiento Civil en lo que no se opongan al
procedimiento penal, la obligación de comparecer a la ausencia bajo pena de declararse el abandono del
recurso prevista en el artículo 358 lleva a pensar que con este acto se cumple la misma finalidad que el
legislador del procedimiento civil tuvo en mente al establecer la obligación del artículo 200, sin perjuicio

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que la idea legislativa de desritualizar el procedimiento y hacer aplicable los principios del juicio oral llevan
a lo mismo en la medida que la obligación de comparecencia contenida en el artículo 200 del C.P.C.
aparece desprovista de todo sentido y finalidad.

Fallo de los recursos.-

A este respecto el artículo 360 establece que el tribunal al fallar un recurso sólo podrá pronunciarse sobre
las solicitudes formuladas por los recurrentes, quedándole vedado extender el efecto de su decisión a
cuestiones no planteadas por ellos o más allá de los límites de lo solicitado, salvo dos excepciones.

La primera dispuesta en el inciso segundo del artículo 360 establece que si uno sólo de varios de los
imputados entabla un recurso cuya decisión le es favorable esta va a aprovechar a los demás imputados
que no recurrieron a menos que los fundamentos fueren exclusivamente personales del recurrente, caso
en que el tribunal debe declararlo así expresamente.

La otra situación es la establecida en el artículo 379 del Código Procesal Penal, a propósito del recurso de
nulidad, que permite que la Corte, conociendo de un recurso de nulidad, puede acoger el interpuesto por
el imputado por un motivo distinto del invocado, siempre que fuere alguno de los motivos absolutos de
nulidad establecidos en el artículo 374.

Como se ve los casos de posible actuación oficiosa del tribunal en materia de recursos sólo están
relacionados al beneficio del imputado. Sin perjuicio de ello el legislador, en el inciso final del artículo
360, expresamente señaló que si la resolución hubiere sido objeto de recurso por un solo interviniente,
la Corte no puede reformarla en perjuicio del mismo. De este modo el Código acoge expresamente una
de las manifestaciones del derecho de defensa, cual es la prohibición de reformatio impeius, es decir, la
prohibición de que, a propósito del fallo de un recurso interpuesto por una de las partes (especialmente
por el imputado), el tribunal pueda modificar la resolución en contra del recurso, posibilidad que
expresamente contemplaba el Código de Procedimiento Penal en el artículo 528 inciso primero, al
establecer que: “aún cuando la apelación haya sido deducida por el reo, podrá el tribunal de alzada
modificar la sentencia en forma desfavorable al apelante.”

RECURSOS EN PARTICULAR:

Recurso de reposición.-

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Este recurso está regulado en los artículos 262 y 363 del Código, distinguiéndose su tramitación según
si la resolución de la que se ve a recurrir es dictada en audiencia o fuera de ella.

Reposición de resoluciones dictadas fuera de audiencia. (Art 362)

En primer término la norma establece que la reposición procede en contra de sentencias interlocutorias,
autos y decretos.
El tribunal debe pronunciarse de plano, pero si la complejidad del asunto lo requiere, puede escuchar a
los otros intervinientes.
La ley no distingue de lo que sigue que puede pedirse reposición de resoluciones dictadas fuera de
audiencia tanto por el tribunal de juicio oral en lo penal como del juez de garantía.
De conformidad el inciso primero del artículo 362 la reposición debe interponerse dentro de tercero día
y el recurso debe ser fundado.
Tratándose de resoluciones dictadas fuera de audiencia el recurso debe interponerse por escrito.
Ahora si la reposición se interpone en contra de una resolución que también fuere susceptible de apelación
y no se deduce este recurso para el caso que la reposición no fuera acogida se entiende que la parte
renuncia a la apelación. Frente a una norma similar contenida en el Código de Procedimiento Penal se
discutió la posibilidad de apelar derechamente cuando la resolución también fuere susceptible de recurso
de reposición, aceptándose en la práctica tal posibilidad, siendo esta una cuestión que deberá resolver
la jurisprudencia.
Por último debe consignarse que la reposición no tiene efecto suspensivo salvo cuando contra la misma
resolución procede apelación en este efecto. Ejemplo, la apelación del auto de apertura del juicio oral por
exclusión de pruebas. (277)

Reposición resoluciones dictadas en audiencias orales.

De acuerdo al artículo 363, en este caso, la reposición debe promoverse tan pronto se dicten las
resoluciones y sólo son admisibles cuando no hubieren sido precedidas de debate. La tramitación se
efectuará verbalmente, de inmediato, y de la misma manera debe pronunciarse el fallo.
Así, en primer término, si la resolución es dictada en una audiencia oral no rige el plazo de tres días para
interponer el recurso que consagra el artículo 362.
Además, tratándose de una audiencia la reposición y toda la tramitación se realizará oralmente y no por
escrito.
Para que sea procedente el recurso de reposición la ley exige que no hayan sido precedidas de debate.
Así, si en una determinada materia los intervinientes han tenido oportunidad de expresarse sus opiniones

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y peticiones la ley priva la posibilidad de reposición, pues aparece sin sentido y tendría como único efecto
dilatar el desarrollo de la audiencia.

En cuanto a la naturaleza de las resoluciones que son susceptibles de recurso de reposiciones se ha


planteado la duda de si las sentencias interlocutorias dictadas en audiencias orales pueden ser objeto del
recurso pues la ley lo resolvió positivamente en el artículo 362 sólo a propósito de la reposición de
resoluciones dictadas fuera de audiencia. En ese entendido la respuesta debiera ser negativa pues,
cobrando aplicación las normas del Libro I del Código de Procedimiento Civil por lo dispuesto en el artículo
52, serían aplicables las reglas generales en virtud de las cuales las sentencia interlocutorias producen
como efecto el desasimiento del tribunal. Sin embargo, no existe razón para distinguir y pareciere que la
consideración de las sentencias interlocutorias como susceptibles de reposición sólo a propósito de la
regulación de este recurso respecto de resoluciones dictadas fuera de audiencia obedece a un problema
de técnica legislativa y por ende debe entenderse que se trata de una regla general.

Por la misma razón, en cuanto a la tramitación de la solicitud de reposición presentada en audiencia,


deberíamos concluir aplicando la regla el artículo 363, es decir, que el tribunal puede resolver el asunto
de plano pero puede escuchar al resto de los intervinientes si la complejidad del asunto la requiere, como
asimismo, que la reposición debe ser fundada.

Por último, recordando que de conformidad a lo dispuesto en el artículo 290 del Código Procesal Penal
los incidentes promovidos en el transcurso de la audiencia del juicio oral se deben resolver
inmediatamente y no son susceptibles de recurso alguno, podemos señalar que esta norma puede
conllevar un problema en esta materia. Si asociamos el término incidente a tramitación incidental, es
decir, a aquella en que se escucha a las partes antes de resolver, la norma está en perfecta relación con
el artículo 363 en cuanto posibilita la reposición de resoluciones sólo si no han sido precedidas de debate.
Por el contrario, si asocia el término incidente a una cuestión accesoria al juicio, pero relacionada con él,
que requiere un pronunciamiento que el tribunal puede efectuar de plano (artículo 89 del Código de
Procedimiento Civil) deberíamos concluir que el artículo 290 alteraría la regla general en materia de
reposición de resoluciones dictadas en audiencia, pues debiendo distinguirse si estamos ante un juicio
oral o frente a otro tipo de audiencias. Recurriendo una vez más a los principios que informan la reforma,
especialmente al contradictorio, parece que las normas están en perfecta armonía pues la expresión
incidente utilizada en el artículo 290 tiene que estar referida a la existencia de un debate previo entre las
partes, de manera que si no lo ha habido las resoluciones son susceptibles de reposición.

Recurso de apelación.- (364 - 371)

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En primer lugar debemos recodar que una de las principales intenciones al modificar el sistema recursivo
fue obtener que el recurso de apelación perdiera la centralidad que ha tenido en nuestro sistema judicial.
Ello se concretiza en que la primera norma referida a este recurso sea para establecer una gran causal
de improcedencia del mismo. En efecto, el artículo 364 dispone de manera absoluta que las resoluciones
dictadas por los tribunales de juicio oral en lo penal son inapelables.

Así, la primera regla a tener presente en esta materia es que el recurso de apelación sólo procede
respecto de resoluciones dictadas por los tribunales de garantía lo que por lo de más señala expresamente
el artículo 370.

Ahora, dentro de las resoluciones dictadas por el juez de garantía que son apelables, la ley no utilizó el
tradicional criterio de atender a la naturaleza jurídica de las mismas sino al efecto que producen o bien
contemplando expresamente el recurso en la ley.

El artículo 370, dispone que son apelables las resoluciones dictadas por el juez de garantía en los
siguientes casos:
a) Cuando pusieren término al procedimiento, hicieren imposible su prosecución o la suspendieren por
más de treinta días.

b) Cuando la ley lo señalare expresamente.”

En lo que se refiere a las causales de la letra a), particularmente a resoluciones que ponen término al
procedimiento, encontramos los sobreseimientos definitivos, (sin perjuicio de que la ley expresamente
permite recurrir a su respecto en el artículo 253) y la resolución que aprueba la facultad de no investigar
prevista en el artículo 168.

Mas discutible, pero aceptado por cierta jurisprudencia, es la tesis que serían apelables por este capítulo
las resoluciones que no hacen lugar a la petición de los intervinientes de recurrir a procedimiento
abreviado, ello sobre la base que dicha resolución pondría término, precisamente, al procedimiento
abreviado (410).

En lo que se refiere a resoluciones que hacen imposible la prosecución del procedimiento y a las que
suspenden el procedimiento por más de treinta días existen diversas resoluciones que pueden producir
esos efectos, especialmente los sobreseimientos temporales, (pero conforme al artículo 253 se trata de

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casos en que la ley dispone expresamente el recurso de apelación) y los casos en que el juez de garantías,
en ejercicio de las facultades de cautela que le consagra el artículo 10 del Código, decidiera suspender el
procedimiento o adoptar alguna otra medida.

La segunda categoría de resoluciones apelables son aquellas en que la ley expresamente ha concedido el
recurso. Sin perjuicio de lo ya visto, por vía ejemplar podemos señalar como resoluciones apelables, la
que acoge excepciones de previo y especial pronunciamiento en la audiencia de preparación del juicio
oral, (271 inciso segundo); el auto de apertura del juicio oral, por la exclusión de pruebas ofrecidas por
el ministerio Público, (277 inciso final); las resoluciones que declaran inadmisible la querella o el abandono
de la misma, (115 y 120); la que se pronuncia sobre la suspensión condicional el procedimiento, (237
inciso cuarto), o sobre su revocación, (239); la que ordena, mantiene, niega o revoca la prisión
preventiva o alguna de las medidas cautelares personales del artículo 155 (149); y las que niegan o
mantienen una medida cautelar real (158).

Plazo:

De conformidad al artículo 366 el recurso debe entablarse dentro del plazo de cinco días. Se trata de un
plazo fatal, legal, improrrogable y de días corridos, sin perjuicio de que, si vence en feriado se amplía
hasta el día siguiente hábil (14 inciso segundo) En lo que se refiere a la improrrogabilidad debe recodarse
lo dispuesto en el artículo 17 del Código Procesal Penal.

Tribunal ante el cual se interpone:

De acuerdo al artículo 264 se interpone ante el mismo tribunal que dictó la resolución, es decir, ante el
mismo tribunal de garantía que hubiere pronunciado la resolución apelada.

Tribunal que conoce del recurso:

El recurso se interpone para ser conocido por la Corte de Apelaciones respectiva, conforme lo dispuesto
en el artículo 63 N° 3 letra b) del Código Orgánico de Tribunales.

Forma de interposición:

La establece el artículo 367 señalando que debe ser por escrito, fundado y conteniendo peticiones
concretas. Así el nuevo Código asimila la forma de interposición del recurso de apelación en el proceso

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penal al procedimiento civil e, incluso, es más categórico puesto que este último, de manera excepcional
permite la interposición del recurso verbalmente y no fundado (art. 189 del C.P.C.) lo que no se permite
en el nuevo proceso penal, salvedad del recurso de apelación que debe deducir verbalmente el fiscal
contra la resolución que negare o revoque la prisión preventiva, en el caso de los delitos previstos en el
inciso segundo del artículo 149 del Código Procesal Penal.

Efectos en que se concede el recurso:

De conformidad a lo dispuesto en el artículo 368 la apelación se debe conceder en el sólo efecto devolutivo
salvo que la ley exprese lo contrario, lo que ocurre, por ejemplo, con la apelación del auto de apertura
del juicio oral (277) y con la apelación de la sentencia definitiva dictada en el procedimiento abreviado.
(414)

Si bien en una primera etapa de entendió que no era procedente que se decretara una orden de no
innovar, pues ello no estaba establecido en el Código Procesal Penal, en algunos casos las Cortes de
Apelaciones hicieron lugar a las mismas al estimarse necesario paralizar el cumplimiento de lo resuelto
por tribunal penales encontrándose pendiente un recurso de apelación, hoy en día, a partir de la
modificación introducida por la ley N° 20.253, en el caso de una resolución que revoque o niegue lugar a
la prisión preventiva de un imputado y no se trate de aquellos delitos previstos en el inciso segundo del
artículo 149 del Código Procesal Penal que autorizan a apelar verbalmente, siempre que se estime
necesario impedir la posible fuga del imputado, puede solicitarse orden de no innovar. (149 inciso tercero
del Código)

Tramitación del recurso:

Esta materia no aparece reglada en el Código Procesal Penal por lo que debe aplicarse, en primer término,
las normas generales sobre recursos que ya hemos visto, contenidas en los artículos 352 y siguientes y
en lo no regulado, en principio, las normas del Código de Procedimiento Civil de conformidad a lo
dispuesto en el artículo 52 del Código Procesal Penal pero, teniendo presente eso sí, que en materia de
recursos el Código, en el artículo 361, hace aplicable supletoriamente las normas del juicio oral.

Sin perjuicio de lo anterior, consignemos, en primer término, que conforme a lo dispuesto en el artículo
371, el juez de garantía debe remitir a la Corte de Apelaciones copia de la resolución recurrida y de todos
los antecedentes que fueren necesarios para un acabado pronunciamiento del recurso.

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En segundo lugar que está vedada la posibilidad de rendir prueba en segunda instancia pues el artículo
359, inscrito dentro de las normas generales sobre recursos, abre esta posibilidad exclusivamente a
propósito de la demostración de las circunstancias que constituyen causal del recurso de nulidad invocada.

En tercer lugar, la Corte, al dictar su primera providencia, no puede ordenar traer los autos en relación,
pues de acuerdo a lo dispuesto en el articulo 358 del Código, los recursos en materia penal se ven sin
mediar relación, de lo que sigue que la Corte debe limitarse a fijar la audiencia pública en la que se verá
el recurso.

Por último, no existe duda que el tribunal debe fijar la causa en tabla, pues así lo dispone el artículo 357
inciso segundo.

RECURSO DE HECHO:

El recurso de hecho está regulado en el artículo 369 del nuevo Código y, tal como lo hacía el artículo 62
inciso primero del Código de Procedimiento Penal, contempla la posibilidad de interposición tanto si se
concede o no un recurso de apelación, como si se hace concediéndolo con efectos improcedentes, es
decir, se contemplan todas las causales del recurso, no debiendo distinguirse, como en el procedimiento
civil, entre verdadero y falso recurso de hecho.

De acuerdo a lo establecido en la ley el plazo para interponer el recurso de hecho es de tres días, plazo
falta e improrrogable salvo lo dispuesto en el artículo 17 del Código.

No reglamenta la ley la posibilidad de aumentar el plazo cuando el tribunal funcione en una comuna
distinta al tribunal de alzada, resultando discutible que puedan aplicarse los aumentos establecidos en el
inciso segundo del artículo 200 del Código de Procedimiento Civil, pues pareciera que el artículo 369 es
una norma especial y no considera aumento alguno.

En lo que se refiere a la tramitación del recurso, debe interponerse por escrito, pues no se divisa que
pueda hacerse oralmente e, interpuesto, el tribunal de alzada debe solicitar los antecedentes que son
necesarios remitir para la vista de un recuso de apelación conforme al artículo 371 y luego debe fallar el
recurso en cuenta.

Si acoge el recurso por haberse denegado la apelación debe retener los antecedentes o los pide, si no los
hubiere solicitado, con la finalidad de pronunciarse sobre la apelación.

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RECURSO DE NULIDAD.-
Cuestiones generales:

El recurso de nulidad es el medio de impugnación de las sentencias definitivas dictadas en el juicio oral o
en el procedimiento simplificado.
Dijimos que mucho se discutió el sistema de recursos en la tramitación del proyecto, discusión que,
precisamente, estuvo centrada en los recursos que servirían para impugnar la sentencia dictada en el
juicio oral.
Así, el proyecto del ejecutivo contemplaba para ello el recurso de casación, no distinguiendo entra
casación en la forma y en el fondo, debiendo tener como fundamento infracción legal o constitucional.
Si se impugnaba la sentencia de un tribunal colegiado de juicio oral el recurso siempre debía ser conocido
por la Corte Suprema.

La Cámara de Diputados entendió que era necesario, a fin de evitar que la Corte Suprema se viera
sobrepasada por la carga de trabajo que podía significar el conocimiento de todos los recursos de casación
deducidos en contra de sentencias dictadas por los tribunales de juicio oral, establecer un recurso para
ser conocido por las Cortes de Apelaciones denominado recurso extraordinario, que sólo podía ser
interpuesto por el imputado condenado en contra de la sentencia que se apartara manifiesta y
arbitrariamente de la prueba rendida. De ser acogido suponía la realización de un nuevo juicio oral y
nunca de la dictación de una sentencia de reemplazo.

Los impulsores del recurso extraordinario invocaron en su favor, en primer lugar, como se dijo, el
problema de carga de trabajo que, para la Corte Suprema, podía significar ser el único tribunal facultado
para conocer de la impugnación de las sentencias dictadas por los tribunales colegiados de juicio oral y,
en segundo término, que este recurso significaba una herramienta garantista establecida para que el
imputado recurriera de manera expedita respecto de sentencias condenatorias injustas.

Este recurso fue desechado por el Senado pues aún cuando las Cortes de Apelaciones, en caso de acoger
el recurso, no podían dictar sentencia de reemplazo, claramente se establecía una instancia de apelación
que, a despecho de su nombre, se iba a transformar en un recurso ordinario que permitiría que un tribunal
que no presenció el debate y particularmente la rendición de la prueba, resolviera sobre el mérito de la
misma, traicionando así los principios básicos que inspiran la reforma. Además, se entendió que, si bien

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los tratados internacionales garantizan a los condenados el derecho a un recurso, este no necesariamente
tiene que ser uno de apelación o un sucedáneo como el recurso extraordinario y que tal derecho a reclamo
se obtiene cumplidamente con la existencia de una: “casación abierta no excesivamente formalista que
permite a las partes obtener la revisión de lo ocurrido durante el juicio oral.” (Segundo Informe de la
Comisión de Legislación, pag.344 y 345)

Por esto en el Senado se optó por el establecimiento de un único medio de impugnación de sentencias
definitivas dictadas en un juicio oral denominándolo recurso de nulidad, pero consagrándose la posibilidad
que el recurso fuera visto, según la causal que se utilizara, tanto por la Corte Suprema como por las
Cortes de Apelaciones.

Como se ve, ya en la denominación del recurso se manifestó la intención de dejar de lado la tradición
jurídica nacional, cuestión que como expresamente lo manifestó la Comisión de Legislación y Justicia del
Senado no debiera responder sólo a un cambio de términos sino que encerrar una innovación de fondo
por las características del nuevo recurso.

Se busca superar la idea del recurso de casación como sinónimo de mecanismo de control de la legalidad
de las sentencias judiciales que se entendió, en nuestro país, como sujeción exegética y estricta a la ley
para conseguir una única interpretación de la norma legal y la aplicación uniforme para todos, dejando
de lado todo tipo de consideraciones respecto de la justicia en el caso concreto.

Por ello pretende el legislador que el recurso de nulidad se erija en un mecanismo de control de los
derechos y garantías fundamentales y de una acertada aplicación del derecho, como lo señala del artículo
373 letra b), y no sólo de la ley como tradicionalmente se entendió el recurso de casación, pero sin olvidar
la función uniformadora que corresponde, especialmente, a la Corte Suprema.

Así se dejó expresa constancia en el Senado. En efecto, se dijo en el segundo Informe de la Comisión de
Legislación y Justicia del Senado: “Es, por tanto, un recurso que apunta a dos objetivos perfectamente
diferenciados: la cautela del racional y justo procedimiento (mediante el pronunciamiento de un tribunal
superior sobre si ha habido o no respeto por las garantías básicas en el juicio oral y en la sentencia recaída
en él, de forma que, si no hubiese sido así, los anule) y el respeto de la correcta aplicación de la ley
(elemento que informa el recurso de casación clásico, orientado a que el legislador tenga certeza de que
los jueces se van a atener a su mandato), pero ampliando en general la correcta aplicación del derecho,
para incorporar también otras fuentes formales integrantes del ordenamiento jurídico.”

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Sentencias impugnables por el recurso de nulidad.

Por medio de este recurso sólo es posible impugnar la sentencia definitiva dictada, en un juicio oral, por
el tribunal de juicio oral en lo penal, (art. 372); las sentencias definitivas dictadas por un juez de garantías
en un procedimiento simplificado (art. 399) y en el procedimiento en delitos de acción privada, y, con
limitaciones, la sentencia definitiva dictada por un Ministro de la Corte Suprema en un proceso de
extradición pasiva, (art. 450) que presenta la peculiaridad de resultar también apelable.

Objetivo del recurso:

Estos objetivos están señalados en el artículo 372 del Código y son la declaración de nulidad del juicio, o
bien sólo de la sentencia, caso este último en que, por excepción, el legislador, en el artículo 385, permite
la dictar una sentencia de reemplazo.

Causales del recurso:

A este respecto desde luego podemos señalar que en la Comisión de Legislación y Justicia del Senado,
donde se introdujo el recurso de nulidad, se dejó expresa constancia que se establecían dos causales
genéricas del mismo. En primer término la vulneración de derechos o garantías y, en segundo lugar, la
errónea aplicación del derecho con influencia sustancias en lo dispositivo del fallo.
En el Código estas causales están señaladas en los artículos 373 y 374.

La primera de las normas señaladas, en su letra a), establece la procedencia del recurso para obtener la
declaración de nulidad del juicio y la sentencia cuando en cualquier etapa del procedimiento o el
pronunciamiento de la sentencia se hubieran infringido sustancialmente derechos o garantías asegurados
por la Constitución o por los tratados internacionales ratificados por Chile y que se encuentren vigentes.

Con esta causal se consagra, como se ve, de manera práctica, una de las finalidades legislativas de hacer
del recurso de nulidad una herramienta de control de las garantías que el ordenamiento jurídico reconoce
a las personas.

Debe indicarse que el Código, hasta la dictación de la Ley N° 20.074 no hablaba de infracción a las
garantías en: “cualquier etapa del procedimiento”, sino, exclusivamente, de infracciones producidas
durante el juicio. Al interpretar de manera taxativa esta disposición, la Corte Suprema entendió que sólo
podía pronunciarse respecto de infracciones producidas durante el transcurso del juicio oral, dejando

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fuera de control particularmente la etapa investigativa, ciertamente aquella donde de mayor manera
puede producirse un quebrantamiento de las garantías, particularmente por la actuación de las policías.
Si bien el artículo 277 del Código Procesal Penal deba pie para sostener que esta causal permitía el
control durante todo el procedimiento y no solo en sede de juicio la interpretación de la Corte Suprema
obligó a reformar la norma en términos que no quedara dudas respecto de su extensión.

Dentro de esta finalidad debe también contemplarse las causales establecidas en el artículo 374 del
Código Procesal Penal, que se denominan motivos absolutos de nulidad, que siempre traen aparejados la
declaración de nulidad de la sentencia y el juicio.

Entre estos motivos absolutos de nulidad aparecen algunos que tradicionalmente han sido considerados
como causales del recurso de casación en la forma. Así, la letra a), anula el juicio en el evento de
incompetencia o errónea integración del tribunal, presencia de jueces implicados o recusado y vicios en
la adopción de los acuerdos; la letra e) lo hace por vicios en la construcción argumental del fallo; la
causal f) por la falta de congruencia entre la acusación o el fallo o, en otros términos, por la concurrencia
del vicio de ultra petita, y, por último, la letra g) que anula la sentencia dictada existiendo otra pasada
en autoridad de cosa juzgada.

Respecto de estos motivos absolutos de nulidad la historia de la ley da cuenta que se trata de casos que
necesariamente importan perjuicio sustancial para los intervinientes pues constituyen una infracción
manifiesta a las garantías. Dijo la Comisión de Legislación y Justicia del Senado: “En otros términos, los
motivos absolutos de nulidad son casos en que el propio legislador determina que, por la gravedad de los
hechos en que se sustentan, ha existido infracción sustancial de las garantías.”

A su vez, el mismo artículo 373, en su letra b), establece también como causal del recurso, el que en el
pronunciamiento de la sentencia se hubiere hecho una errónea aplicación del derecho que hubiere influido
sustancialmente en lo dispositivo del fallo.

Esta causal atiende al objetivo clásico del recurso de casación en el fondo, cual es la acertada y uniforme
aplicación de las normas jurídicas pero con el agregado que el Código Procesal Penal, se refiere a una
errónea aplicación del derecho, mientras que el artículo 767 del Código de Procedimiento Civil de manera
limitativa indica que el recurso de casación en el fondo procede cuando las sentencias son dictadas con
infracción de ley.

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Así, en el proceso penal, por esta causal debiera poder alegarse no sólo infracción de la ley sino que
también de normas constitucionales, tratados internacionales, principios generales de derecho o incluso
de equidad o justicia o cualquier otra fuente de principios jurídicos.

Pero, debe tenerse presente que la norma exige, a la usanza del recurso de casación en el fondo, que la
errónea aplicación del derecho haya influido sustancialmente en lo dispositivo del fallo, punto en el que
la tradición jurisprudencial, según la cual el vicio influye en lo dispositivo del fallo cuando de no haberse
efectuado tal interpretación errónea la decisión hubiera sido otra y, por el contrario, ello no ocurre si aún
a despacho de la aplicación equivocada, la decisión de la sentencia recurrida debió ser la misma, resulta
plenamente aplicable a esta causal del nuevo recurso de nulidad.

Debe tenerse presente que el artículo 375 del Código, a continuación del establecimiento de las causales
del recurso, dispone que no causan nulidad los errores en la sentencia que no influyen en su parte
dispositiva, sin perjuicio de lo cual la Corte puede corregir los que advierta durante el conocimiento del
recurso.

Debe entenderse como una regla general en materia del recurso de nulidad y de inmediato salta la duda
si la norma es aplicable respecto de vicios cometidos durante el desarrollo del juicio oral o, como lo dice
la norma, sólo respecto a los cometidos en la sentencia.

Tribunal que conoce del recurso:

De conformidad lo establecido en el artículo 376 el recurso, por regla general debe ser conocido por la
Corte de Apelaciones.
Así este tribunal debe conocer del recurso de nulidad cuando se funda en alguno de los motivos absolutos
de nulidad previstos en el artículo 374 o bien cuando se funda en la causal de la letra b) del artículo 373.

Por el contrario, si el recurso se funda en la letra a) del artículo 373, esto es, cuando se ha infringido
sustancialmente derechos o garantías reconocidos por la Constitución o los tratados internacionales,
corresponde su conocimiento a la Corte Suprema.

Además este último Tribunal debe conocer el recurso en el caso de la letra b) del artículo 773 si respecto
de la materia de derecho objeto del recurso existieren distintas interpretaciones sostenidas en diversos
fallos emanados de las Cortes Apelaciones.

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Por último, también es competente la Corte Suprema cuando habiéndose invocado distintos capítulos de
nulidad, al menos uno de ellos es de conocimiento de la Corte Suprema, en cuyo caso el pronunciamiento
debe abarcar todo el recurso. De la misma manera debe conocer este tribunal cuando se dedujeren
distintos recurso de nulidad en contra de la sentencia y entre las causales que se fundaren hubiere una
respecto de la cual correspondiere pronunciarse a la Corte Suprema. (376 inciso final)

Tramitación del recurso.-

Forma y plazo de interposición:

El recurso de nulidad, de conformidad a lo previsto en los artículos 378 y 381, debe presentarse por
escrito, consignando sus fundamentos y peticiones concretas que se someten al fallo del tribunal, ante el
mismo tribunal que dictó la sentencia definitiva recurrida. Debe tenerse presente que el artículo 378
permite que el recurso se funde en varias causales, caso en el cual debe señalarse si se interponen
conjunta o subsidiariamente, debiendo fundarse cada motivo de nulidad de manera separada.

La norma señala que el plazo para interponer el recurso es de diez días, el que se aumenta, según lo
previsto en el artículo 353 del Código, conforme a la tabla de emplazamiento prevista en el artículo 259
del Código de Procedimiento Civil si el juicio oral hubiere sido conocido por un tribunal que se hubiese
constituido y funcionado en una localidad situada fuera del lugar de su asiento. Es decir, en aquellos
casos especiales en que el artículo 21 A del Código Orgánico de Tribunales permite que el tribunal de
juicio oral en lo penal, para la aplicación oportuna de la justicia penal, considerando criterios de distancia,
acceso físico y dificultad de traslado de quienes intervienen en el proceso, se constituya y funcione en
localidades fuera de su asiento.

Sin perjuicio de lo anterior, debe considerase la posibilidad de ampliar los plazos legales cuando vencen
en un feriado que prevé el articulo 14 del Código y la de solicitar un nuevo plazo de conformidad al artículo
17.
Por último, cabe señalar que si se utiliza la causal de la letra b) del artículo 373 y se pretende que el
recurso sea conocido por la Corte Suprema basándose en la existencia de fallos contradictorios de las
Cortes de Apelaciones, se debe acompañar al recurso copias de los fallos o de las publicaciones que se
hubieren efectuado del texto íntegro de las mismas. (378 inciso final)

Preparación del recurso:

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El recurso de nulidad debe ser preparado, pues de lo contrario el tribunal ad-quem debe declararlo
inadmisible. De acuerdo a lo dispuesto en el artículo 377 si la infracción invocada con motivo del recurso
se refiere a una ley que regula el procedimiento, para entablar el recurso es necesario que el recurrente
haya reclamado oportunamente del vicio o defecto.

Como se ve la ley, a diferencia de lo que sucede a propósito del recurso de casación civil, no señala de
manera específica en que consiste la preparación, salvo la exigencia genérica de reclamar del mismo. En
efecto, recuérdese que el artículo 769 inciso primero del Código de Procedimiento Civil indica que el
reclamo de la falta o vicio se realiza: “ejerciendo oportunamente y en todos sus grados los recursos
establecidos en la ley.” De esta manera deberá la jurisprudencia determinar como se cumple con la
exigencia de reclamación del Código Procesal Penal, pudiendo ser guiada por la doctrina y jurisprudencia
existente a propósito de la casación, mas teniendo presente la intención legislativa de desformalizar él
procedimiento y que el derecho al recurso, al menos respecto de la sentencia condenatoria, es una
garantía del imputado condenado, de manera que las normas de admisibilidad del recurso debieran, como
en el derecho comparado, interpretarse de la manera que más favorezca el conocimiento de fondo del
mismo.
A su turno, el inciso segundo de la norma citada señala que no es necesaria la preparación cuando se
invoca un motivo absoluto de nulidad establecido en el artículo 374; cuando la ley no establece recurso
alguno contra la resolución que contiene el vicio o defecto, cuando tiene lugar en el pronunciamiento
mismo de la sentencia ni cuando el vicio o defecto ha llegado al conocimiento de la parte después de la
dictación de la sentencia. Como se ve, se trata casos en que jurídicamente es imposible pedir preparación
del recurso.

Admisibilidad y efectos del recurso.

De conformidad a lo dispuesto en el artículo 379 la interposición del recurso de nulidad suspende los
efectos de la sentencia condenatoria, cuestión que, por lo de más, ya está señalada en el artículo 355
como regla general en materia de efectos de los recursos.

Por el contrario, si la sentencia es absolutoria la interposición del recurso no suspende los efectos de la
misma. Así por ejemplo, debe aplicarse derechamente lo dispuesto en el artículo 153 y en el evento de
que el acusado esté sujeto a la medida cautelar de prisión preventiva, el tribunal debe disponer su libertad
aún cuando la sentencia no esté ejecutoriada, como lo dice esta última norma en concordancia con el
citado artículo 355.

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De acuerdo a lo dispuesto en el artículo 380, presentado el recurso en el tribunal a-quo, este debe
pronunciarse sobre su admisibilidad. Aquí el tribunal puede declarar inadmisible el recurso por haberse
deducido en contra de una resolución que no es impugnable por el mismo o fuera de plazo. Como se ve,
en este punto, la ley permite al a-quo analizar si la resolución impugnada es susceptible de ser atacada
por el recurso de nulidad, lo que no ocurre con el recurso de casación en materia civil, en que el estudio
de admisibilidad se limita, de acuerdo al artículo 776 del Código de Procedimiento Civil, a analizar si fue
interpuesto dentro del plazo legal y patrocinado por un abogado habilitado para el ejercicio de la profesión.

Concedido el recurso, el tribunal a-quo debe remitir a la Corte para ante quien se interpone el recurso,
copia de la sentencia definitiva, el registro de la audiencia del juicio oral o de las actuaciones determinadas
de ella que se impugnaren y el escrito de interposición del recurso. (art. 381)

Llegado al tribunal ad-quem las demás partes tienen el plazo de cinco días para solicitar que el recurso
sea declarado inadmisible, se adhieran al recurso o formulen observaciones por escrito. (382 inciso
primero)

La misma norma señala que la adhesión debe cumplir con los requisitos necesarios para interponer el
recurso y su admisibilidad debe ser resuelta de plano por la Corte.

Por último, la norma permite hasta antes de la audiencia en que se verá el recurso, que el acusado pida
la designación de un defensor público con domicilio en la ciudad asiento de la Corte, si el juicio oral se
hubiera desarrollado en una ciudad distinta.

Transcurrido el plazo antes señalado, corresponde efectuar el examen de admisibilidad al ad-quem que,
de conformidad a lo establecido en el artículo 383, comprende los mismos aspectos que el estudio del a-
quo, más la posibilidad de declarar inadmisible el recurso por carecer de fundamentos de hecho y de
derecho, peticiones concretas o no haber sido preparado en los casos de que ello es necesario.

Ahora, si el recurso ha sido deducido para ante la Corte Suprema, el inciso tercero del artículo 383 permite
a este tribunal no pronunciarse sobre la admisibilidad el recurso, sino que ordenar su remisión a la Corte
de Apelaciones que corresponda para que esta última, si lo estima admisible, entre a conocerlo y fallarlo.

Lo anterior puede realizarlo la Corte Suprema en los tres casos indicados en la norma, esto es, en primer
lugar, si fundándose el recurso en la letra a) del artículo 373, la Corte Suprema estima que, de ser
efectivos los hechos invocados como fundamento serían constitutivos de alguno de los motivos absolutos

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de nulidad indicados en el artículo 374. En segundo lugar cuando fundándose el recurso en la causal b)
el artículo 373 la Corte Suprema estima que no existen distintas interpretaciones sobre la materia de
derecho objeto del mismo o, existiendo, no fueron determinantes para la decisión de la causa. Por último,
puede hacerlo en el evento de que el recurso haya llegado a este tribunal por aplicación del inciso final
del artículo 376 del Código, esto es, por hacerse utilizado varias causales en un mismo recurso, una de
las cuales se estima que debe conocer la Corte Suprema, o bien por que se interpusieron varios recursos,
uno para ante la Corte, y esta estima que concurre respecto de los motivos de nulidad invocados alguna
de las situaciones antes previstas.

Vista del recurso:

Se aplican las reglas generales sobre vista de los recursos ya analizadas y a ellas nos remitimos.
Debe si consignarse que de acuerdo al artículo 359, norma inscrita dentro de las reglas generales de los
recursos, pero aplicable exclusivamente al recurso de nulidad, permite que en este recurso pueda
producirse prueba sobre las circunstancias que constituyeran la causal invocada, siempre que se hubiere
ofrecido en el escrito de interposición. El inciso segundo agrega que la prueba se recibirá en la audiencia
de conformidad a las normas del juicio oral. Concluye el artículo indicando que en caso de que no pueda
rendirse la prueba en caso alguno se suspenderá la audiencia.

Fallo del recurso.-

De acuerdo a lo previsto en el artículo 384 la Corte debe fallar el recurso en el término de 20 días a la
fecha que hubiera terminado de conocer de él y la sentencia debe exponer los fundamentos que sirven
de base a su decisión; pronunciarse sobre las cuestiones controvertidas, salvo que se acogiere el recurso,
caso en que puede limitarse a la causal o causales que hubiesen sido suficientes y declarar si es o no nulo
el juicio oral o sólo la sentencia.
El fallo del recurso debe darse a conocer en una audiencia indicada al efecto, mediante la lectura de su
parte resolutiva o una breve síntesis del mismo.

Si el recurso es rechazado la sentencia queda firma y, en el evento de que sea condenatoria, deberá
cumplirse.

Si por el contrario, se acoge el recurso, la regla general será la declaración de nulidad del juicio y de la
sentencia (art. 386) y la Corte debe determinar el estado que hubiere de quedar el procedimiento y

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ordenar que se remitan los antecedentes al tribunal no inhabilitado para que este disponga la realización
de un nuevo juicio oral.

Por excepción, la Corte puede limitarse a anular la sentencia y dictar una de reemplazo. Esta posibilidad
está prevista en el artículo 385 y se produce cuando se acoge el recurso por que el fallo califica de delito
un hecho que la ley no considera tal, o bien por que se aplica una pena cuando legalmente no procede
aplicar pena alguna o por que se ha impuesto una pena superior a la que legalmente corresponda.

En todos los demás casos, como se ve, será necesario realizar un nuevo juicio oral, sin perjuicio de que
la Corte puede determinar que la causa quede en un estado anterior a su desarrollo, no siendo obstáculo
para la realización de este nuevo juicio el que el vicio o defecto que da lugar al recurso, se haya cometido
en el pronunciamiento mismo de la sentencia.

De esta manera, siempre que el Ministerio Público o un querellante deduzca un recurso de nulidad si el
mismo se acoge necesariamente deberá realizarse un nuevo juicio, no obstante que pudiere, en principio,
aparecer que bastaría con dictar una sentencia de reemplazo, especialmente en los mismos casos
previstos en el artículo 385 pero a la inversa, es decir, cuando el fallo absuelve al imputado por considerar
que no es delito un hecho que la ley califica de tal, cuando no imponga una pena debiendo legalmente
hacerlo o bien cuando impone una pena menos gravosa que la que correspondiere.

Sin perjuicio de que en estos casos pareciera que la sentencia de reemplazo se impone lógica y
jurídicamente, como quiera que puede darse la paradoja que habiéndose enderezado el recurso por un
querellante buscando la aplicación de una pena mayor, se anule el juicio, pero en el nuevo el acusado
salga definitivamente absuelto, la garantía del derecho al recurso en contra de la sentencia condenatoria
reconocida por los tratados internacionales sobre derechos humanos ratificados por Chile, exigía la
realización de un nuevo juicio en todos los casos puesto que, de aceptarse la dictación de una sentencia
de reemplazo condenatoria, contra de la misma el imputado carecería de todo recurso. Por lo demás,
piénsese que varias legislaciones impiden recurrir en contra de sentencias absolutorias en todo caso.

De acuerdo a lo dispuesto en el artículo 387 inciso segundo, la sentencia que se dicta en el nuevo juicio
que se realiza como consecuencia de la resolución que acogió la nulidad no es susceptible de recurso
alguno, salvo que la misma sea condenatoria y la que se hubiere anulado hubiese sido absolutoria, pues
en tal caso el acusado puede recurrir de conformidad a las reglas generales.

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Este punto resulta especialmente problemático pues al no haberse dado en la ley ningún tipo de efecto
normativo al fallo de nulidad pronunciado por la Corte, al menos en la misma causa, puede que el mismo
no surta ningún efecto. Piénsese, por ejemplo, que una Corte anule un fallo absolutorio por considerar
que los hechos establecidos en la sentencia son, a contrario de lo establecido por el tribunal de juicio oral,
constitutivos de delito. En tal caso debe desarrollarse un nuevo juicio mas puede suceder que el tribunal
no inhabilitado, incluso estableciendo los mismos hechos, nuevamente sea de la opinión que no son
constitutivos de delito y, en tal caso, esta última la sentencia no es recurrible de nulidad por la norma
que analizamos. Como se ve se trata de una cuestión compleja que quizá deba ser analizada desde el
punto de vista legislativo.

Por lo mismo, en diversas oportunidades se han presentados recursos para declarar inaplicable el inciso
segundo del artículo 387 del Código, sobre la base que no existe razón para privar del recurso contra las
sentencias dictadas en estos juicios, pues el primitivo ha sido anulado y por tanto no puede producir
efecto alguno, al tiempo que en el nuevo juicio puede mantenerse el mismo vicio o bien producirse otro,
incluso más grave, sin que exista posibilidad de impugnarlo, salvo que, excepcionalmente, se admita el
recurso de queja, el que, en todo caso, al tener por objeto hacer efectiva la responsabilidad funcionaria
por resoluciones dictadas con falta o abuso, y no constituirse en un remedio procesal para impugnar
derechamente la sentencia definitiva, tampoco cumple con la exigencia del debido proceso,
particularmente tratándose de sentencias condenatorias, de contar con un recurso desformalizado que
posibilite su revisión por el tribunal superior.

Por último, el Código, en el artículo 387, se encargó de señalar de manera expresa que la sentencia que
falla un recurso de nulidad no es susceptible de recurso alguno, sin perjuicio de la revisión de la sentencia
condenatoria.

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