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La crisis económica de Wall Street llevo a E.E.U.U a una profunda recesión económica. Bernard
London en el folleto “Poner fin a la depresión a través de la obsolescencia planificada” exponía
que el gobierno debía obligar a hacer una obsolescencia de los productos para que el consumo
fuera obligatorio y esto reactivará la economía. Así siempre habría mercado, las fábricas seguirían
produciendo, la gente consumiría y habría trabajo para todos. Este tipo de obsolescencia
programada obligatoria nunca llegó a ponerse en práctica.
En los años 50, la obsolescencia programada dio un giro con el nuevo propósito de seducir al
consumidor. Apareció un nuevo concepto de obsolescencia programada: “el deseo del consumidor
de poseer algo un poco más nuevo, un poco antes de lo necesario” Brooks Stevens. En este punto
como explicaremos más adelante, tendrá especial importancia el papel del marketing y la
publicidad. Ya que no se trataba de obligar al consumidor a cambiar de tecnologías, sino de
seducirlo para que lo hiciera con nuevos diseños o innovaciones.
Esa idea de crear un consumidor insatisfecho con el producto que ha disfrutado para que compre
uno nuevo, sienta las bases de la obsolescencia programada en la sociedad actual.
Con la producción en masa bajaron los precios y los productos fueron más asequibles, la gente
empezó a comprar por diversión más que por necesidad. Lo que llevo a una aceleración de la
economía.
Sin embargo esto no se dio en el Bloque Soviético donde la economía comunista estaba
planificada por el Estado, no se basaba en el libre mercado. Era poco eficiente y sufría una falta de
recursos crónica. Lo que no les permitió imponer esta práctica.
Pero tras la caída del muro de Berlín el consumismo exagerado y la obsolescencia programada se
extienden por todo el llamado primer mundo.
En la actualidad estas prácticas siguen siendo tan usadas como en su inicio. Prueba de ello es el
caso Westley contra Apple, llevado a los tribunales por la abogada Elizabeth Pritzker que dio la
razón a los que denunciaban la obsolescencia programada en las baterías de los iPod. Apple se
negaba a cambiar las baterías de los iPods, recomendando que compraran otro nuevo. Cuando
tuvieron acceso a los datos de diseño del producto pudieron ver que la batería de litio del iPod
estaba diseñada para una durabilidad escasa.
Los ingenieros determinan la vida útil del producto en el diseño de este. Esta práctica está muy
generalizada sobre todo en productos del campo de la tecnología. Ya sea mediante chips, que en
un periodo de tiempo hacen que el producto se bloquee, o simplemente creando productos que
no tengan durabilidad.