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Equipo Peonza

ABCdario de la animación a la lectura

2003 - Reservados todos los derechos

Permitido el uso sin fines comerciales


Equipo Peonza

ABCdario de la animación a la lectura


Manual de instrucciones
Este es un libro, uno más o uno menos, que trata de la animación a la lectura, loco y
desinteresado empeño de hacer lo imposible para que otros lean. Va dirigido a todas
aquellas personas que están en contacto con niños y jóvenes y que desde una escuela, una
biblioteca o cualquier otro ámbito, procuran acercarles a la lectura de las páginas de un
libro. Por tanto, ellos son los usuarios de este repertorio de técnicas de animación a la
lectura y en estas líneas iniciales se detallan las características de uso, mantenimiento,
componentes y modo de funcionamiento del libro. Este es su abecé:

A de Atxaga. Nuestro buen amigo Bernardo nos sirvió de inspiración a la hora de


adoptar el abecedario como estructura del libro. Él, como otros autores, siente una especial
fascinación, reflejada en su obra, hacia el alfabeto. Al redactar este Manual de instrucciones
tenemos presente el recuerdo de una conferencia suya en la que realizaba un personal
recorrido a través de la literatura infantil de la A a la Z. Decía, entre otras interesantes
ideas, que el alfabeto es un río que nace donde la A y muere donde la Z. Tenemos el
propósito de que las técnicas contenidas en estas páginas señalen el curso de un caudaloso
río muy concurrido, más o menos ancho pero las orillas seguras siempre al alcance, que
discurre a veces remansado y agitado otras, cuyo destino debe ser desembocar finalmente
en la mar anchísima de la lectura, donde la navegación a bordo del libro es solitaria.

B de Barrie, el descubridor de las ignotas tierras de Nuncajamás y creador de Peter Pan,


Wendy y los niños perdidos. Aunque bien pensado ¿por qué no Carroll, autor de Alicia y
explorador del País de las Maravillas? ¿O Ende, adelantado de «Fantasía» y progenitor de
Bastián y Atreyu? Sencillamente, porque ni Carroll ni Ende son nombres que comiencen
por la letra B. El hecho de tomar prestado del alfabeto el esquema para el libro, nos supuso
un estimulante reto y, a la vez, una servidumbre. A cada letra le corresponde una técnica de
animación a la lectura, la cita de un autor y la ilustración de un personaje; pero ¿cuáles?:
por ejemplo, para la T, ¿terror, teatro o tebeo?, ¿Twain, Tournier, Tolkien?, ¿Tintín, Tarzán
o Tom Sawyer? Además, los elementos desechados al realizar la elección no encajan [8] en
otro capítulo. Por otro lado, ¿un personaje con la Ñ, un autor con la X y una técnica con la
U? Resolver todos esos problemas supuso un divertido esfuerzo. La contrapartida es que no
presentamos una obra exhaustiva sobre la materia (tampoco lo pretendíamos); la muestra de
experiencias, personajes y escritores es personal y, por tanto, discutible. Paco Díaz es el
autor de las ingeniosas letras y de Ñuton (ratón de biblioteca que acompaña a cada una de
ellas), que componen nuestra propia versión del alfabeto, ese instrumento de comunicación
que, en las infinitas combinaciones de sus 27 letras, es el generador poderoso de la escritura
y, por Ende, de la lectura.
C de Cortázar, que hablaba de cronopios, quería tanto a Glenda y escribió Rayuela. Al
igual que ese libro, y salvando las distancias, éste admite muy diferentes itinerarios: se
puede penetrar en él por cualquiera de sus páginas, volver atrás, ir hacia adelante, leer en
zig-zag, saltarse capítulos enteros y, por supuesto, abandonar su lectura en el punto que se
desee. Nuestro ruego es que, cualquiera que sea el recorrido que se emprenda, no se deje de
incluir en él el capítulo final «-¿La animación a la lectura? -Bien gracias, y ¿después qué?»
donde hemos tratado de definir nuestro credo en relación con la cuestión.

Este ABCdario contiene citas y referencias de libros y autores clásicos y modernos, que
dirigen sus obras a niños, adultos o a ambos. Queremos apostar por el lector total, ese que
orienta su curiosidad hacia todas partes, capaz de disfrutar con un buen álbum para
pequeños y con las obras maestras de la literatura universal: más allá de
convencionalismos, la literatura no conoce fronteras. Por eso concluimos con una cita de
Montaigne que en el siglo XVI escribía: «Un lector capaz descubre a menudo en los
escritos de los demás perfecciones diferentes de las que el autor ha puesto y visto, y da
sentidos y descubre aspectos más ricos».

Es nuestra ilusión que los lectores sepan enriquecer el contenido de estas páginas con
sus ideas suprimiendo, cambiando y añadiendo cuanto les parezca oportuno. No nos
sentimos propietarios exclusivos de lo que sigue, puesto que somos deudores de las
experiencias y el pensamiento de tantos otros que han escrito y reflexionado antes que
nosotros y nos han mostrado los caminos a seguir. Y, sobre todo, debemos mucho a los
niños que a diario nos enseñan y a quienes, en última instancia, se dirigen nuestros
esfuerzos e ilusiones. [9]

Álbum

Más de una vez, al anochecer y por la


mañana, volvió al sitio en que había dejado al príncipe. Vio madurar los frutos del jardín,
vio fundirse la nieve en las altas montañas, pero no vio al príncipe y cada vez volvía más
triste al fondo del mar. Allí su único consuelo era sentarse en su jardincito y rodear con sus
brazos la bonita estatua de mármol que se parecía al príncipe mientras sus flores
desatendidas, olvidadas, se esparcían, por las alamedas como por un sitio silvestre
entrelazando sus largos tallos con las ramas de los árboles y formando así bóvedas espesas
que obstruían la luz.

H. C. Andersen, La Sirenita. [10] [11]

Aquí empieza el Abecedario de Animación a la lectura y lo hace con la A de ÁLBUM,


porque el coleccionismo es una de las aficiones preferidas de los niños.
Los cromos de los jugadores de la Liga de fútbol, de las figuras de la NBA, de los
héroes de la bicicleta, o de las películas con mayor gancho o mejor lanzamiento comercial,
ya sean Los Simpsons, Parque Jurásico o La Sirenita, invaden los patios de los colegios; y
un comercio de gran alcance -cuyas leyes no están escritas, pero que todos respetan- se
produce periódicamente.

¿Por qué no aprovechar esta fiebre y convertir a los personajes más queridos del mundo
de la ficción literaria en el centro de esta afición? Los cromos pueden servirnos para hacer
más populares a los protagonistas de las historias que nos encandilan. La actividad que
proponemos da mucho juego en el marco de una Semana del Libro o en unas jornadas
dedicadas a la literatura infantil.

Consiste en formar una colección de cromos con los personajes más conocidos de los
libros infantiles y juveniles, aunque podemos incluir también a algunos de los clásicos más
famosos. Es importante que estén sacados de libros que los niños tengan a su disposición en
las bibliotecas de aula o del centro; y, de entre éstos, aquellos que estén leyendo. Esto sería
lo ideal. Pero también puedes recurrir a los personajes que aparecen en este libro, si los
consideras adecuados. ¡Ah!, y no te olvides de Nicolasa, la bruja doña Paz, el patito feo,
Feral y algún batauto, que estamos en la A de Atxaga, Antoniorrobles, Andersen, Alonso y
Armijo. [12]

En primer lugar, tenemos que diseñar el álbum. Para ello, habrá que tener muy en cuenta
el dinero de que disponemos. Si no es mucho, una cartulina doblada -con unos recuadros,
en los que más tarde los niños pegarán los cromos- puede servir; aunque no sea lo ideal.
Luego, haremos unas fotocopias de los personajes, que habrán de pasar por la guillotina; y
ya tenemos los cromos.

El álbum puede ser sensiblemente mejorado si debajo del recuadro reservado a cada
cromo imprimimos el nombre del personaje correspondiente. Mejor aún si ponemos una
breve descripción del mismo. Tampoco es mala idea reservar un espacio en blanco para que
sean los propios niños quienes escriban una frase que sea de su agrado tomada del libro
correspondiente. Y, si el álbum va dirigido a niños mayores, puede ser muy interesante
colocar una frase una pizca enigmática, extractada igualmente del libro.

Como verás, admite muchas variaciones. La decisión sobre cuál de estas alternativas es
la mejor la debe tomar el grupo de organizadores en función de los niños a quienes vaya
dirigido el álbum y las posibilidades económicas.

Antes de continuar, vamos a comprobar si estás preparado para llevar adelante una
empresa de tal envergadura. Para ello, deberás superar con buena nota este pequeño
examen -perdón, control- que te presentamos seguidamente.

Supongamos que tienes los cromos, por ejemplo, de Peter Pan (1), Blancanieves (2),
Cenicienta (3), El soldadito de plomo (4), Pinocho (5), El gato con botas (6), Robinson
Crusoe (7), Alicia (8), Hansel (9) y Pulgarcito (10).
Ahora imagínate ante el álbum. Los recuadros están en blanco y debajo las siguientes
frases:

- «Sólo me casaré con la muchacha que pueda ponerse este zapato». [13]

- «Después de los ojos, le hizo la nariz; pero la nariz, apenas hecha, empezó a crecer
y crecer».
- «Había una mesita con un mantel blanco, y siete platitos, siete cucharitas y tenedores y
cuchillos muy chiquitines, y siete copitas».
- «Me contentaría con que tuviéramos siquiera un niño, aunque fuera chiquitito como mi
dedo gordo».
- «Todos los niños, menos uno, se hacen mayores».
- «El hijo del molinero se asombró del talento del gato, y le mandó hacer un par de botas
estupendas».
- «Sólo contaba con mi cuchillo, una pipa y un poco de tabaco en una caja. Estas eran
todas mis provisiones, y al comprobarlo me sentí arrojado al [14] más terrible de los
sufrimientos».
- «El chico se agachó y recogió tantas piedras como pudo meterse en los bolsillos de su
chaqueta».
- «Ahora medía sólo veinticinco centímetros, y su cara se iluminó de alegría al pensar que
tenía la talla adecuada para pasar por la puertecita y meterse en el maravilloso jardín».
- «Construyeron un barco con un periódico viejo, pusieron dentro al soldado de plomo, y
lo hicieron bajar por el arroyo».

¡Bravo! Estábamos seguros de que conseguirías una alta calificación. Ahora sólo
necesitas decidirte. Lo tienes todo claro, y cuentas ya con el álbum correspondiente y un
montón de cromos que harán las delicias de tus chavales. Los dinosaurios de Spielberg al
lado de esto no tienen nada que hacer. Nosotros estuvimos a punto de ser llevados a los
tribunales por la Disney Corporation por competencia desleal. Al final, Walt nos echó una
mano y no pasó del susto.

Así que regala un álbum a cada niño y distribuye entre todos un número igual de
cromos. Puedes mostrarte un poco perverso y repartir cromos repetidos en la misma clase
con el fin de obligarles a trabajarse el intercambio con los niños de otras clases. Es bueno
que vayan aprendiendo a buscarse la vida. Si te han hecho alguna trastada últimamente, te
permitimos que utilices una pequeña dosis de sadismo. Secuestra a alguno de sus
personajes favoritos, o a uno que no sea demasiado conocido; enseguida se convertirá en el
más famoso.

Antes de que comience a aparecer el desánimo entre la tropa, vete soltándolos por aquí y
por allá. Verás cómo se les alegra la cara.

Y no seas tacaño, haz un buen número de cromos para que todos puedan completar sus
álbumes.
Una vez lo hayan conseguido, y hayan pegado todos los cromos, puedes sugerirles que
los coloreen. Si los medios del centro lo permiten o existe una APA generosa, [15] podéis
regalar o sortear libros entre aquellos niños que hayan conseguido reunir todos los cromos,
porque el objetivo de la actividad no es el de establecer ningún tipo de competición ni de
rivalidad entre los chavales.

La actividad se puede realizar con los niños de una sola clase; pero es más aconsejable
llevarla a cabo con los de todo el colegio, e incluso hacerla conjuntamente varios colegios
próximos.

Al principio, es posible que os encontréis con algunas prevenciones y un cierto grado de


pasotismo entre los chavales mayores. Ya sabes, les parece un poco infantil. No te
preocupes; al final, acaban participando como todos los demás.

Y ya sólo unos consejos de última hora. Es conveniente que esta actividad esté
programada para ser realizada dentro de un proyecto más amplio. Una Semana del Libro o
un Maratón de cuentos pueden ser ocasiones propicias.

Un detalle a tener en cuenta: debéis distribuir los cromos con una cierta antelación para
dar tiempo a que los niños se los intercambien sin agobios. Es importante que la gran
mayoría consiga completar su álbum. [16] [17]

Bosque

Mientras el campamento dormía, un gigante


blanco, aunque de tez bronceada, con un simple trapo pasado entre las piernas por todo
vestido, estuvo espiando sin cesar, unas veces subido a las ramas de los árboles enormes
que extendían su follaje sobre tiendas y chozas, otras deslizándose furtivamente como una
sombra entre las mismas tiendas, al lado incluso de los mismos centinelas que montaban la
guardia. No pudo ver nada; en cambio, oyó muchas cosas... Luego, poco antes de amanecer
el misterioso espía se desvaneció entre la espesura del bosque vecino...

E. R. Burroughs,
Tarzán y el hombre león. [18] [19]

Bastante bien hemos superado la primera prueba y nos encontramos con fuerza para
adentrarnos en la B de BOSQUE.

La propuesta que ahora te presentamos se nos ocurrió un día leyendo un libro que
encierra mil ideas interesantes para quienes quieran convertir las clases de Lengua y
Literatura en puro gozo. El baúl volador se llama el libro; y su autora, Esperanza Ortega.
En algunas de sus páginas, y a partir de la novela Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, sugiere
ideas muy interesantes para trabajar la poesía en el aula, que nosotros hemos tomado como
punto de partida para la actividad que ahora te contamos, aunque con rumbo distinto.

Como seguramente conocerás, Bradbury cuenta en su novela la existencia de un mundo


futuro en el que los seres humanos están obligados a ser felices. El Estado es el encargado
de velar para que así sea. Con este fin, los libros han sido prohibidos. En opinión de sus
mandatarios, la lectura obliga a pensar, y el pensamiento conduce inevitablemente a la
infelicidad y la locura. Este Estado, siempre atento y vigilante, considera que los libros de
imaginación son especialmente peligrosos: llenan el alma de los hombres y mujeres de
insatisfacción y sufrimiento; y sólo producen seres marginales, gente inadaptada y
desagradecida, incapaz de aceptar el mundo feliz que con tanto esfuerzo se ha construido
para ellos.

Una extraña brigada de bomberos es la encargada -paradójicamente- de quemar los


libros; y quienes son encontrados con algún ejemplar en las manos son encerrados. Pero
pronto se organiza un movimiento de resistencia al régimen dictatorial. Sus miembros se
[20] mueven clandestinamente, «son miles, que van por los caminos, las vías férreas
abandonadas, vagabundos por el exterior, bibliotecas por el interior». Cada uno de ellos
tiene encomendado aprender de memoria una obra literaria -que recitan constantemente-
con el fin de protegerla del fuego y rescatarla del olvido.

Pero, te estarás preguntando, ¿y el bosque? ¿Qué pinta un bosque en todo esto? No seas
impaciente.

Allá lejos, en el bosque que se encuentra al otro lado del río, desde donde la ciudad
aparece sólo como un débil resplandor, allí habitan los libros que hablan. Aquí dejamos a
Bradbury, y nos adentramos en nuestro bosque. Suena el viento y las ramas de los árboles
empiezan a silbarnos al oído todas las historias que los hombres imaginaron. Historias
tristes, que nos llenan de melancolía; historias divertidas y disparatadas, que alegran los
corazones heridos; historias tiernas de final feliz, que endulzan las penas. Todas las
historias que el viento olvidó enredadas entre las ramas.

Porque, al fin, has llegado, viajero, al Bosque de los Libros que Hablan.

Y serán, en esta ocasión, los niños los encargados de salvar un libro. Pero no vamos a
pedirles a estas alturas que memoricen todo un libro. Bastará con que les propongas que
aprendan un pequeño fragmento.

La actividad viene como anillo al dedo para clausurar una semana dedicada al libro; y
los pasos a dar pueden ser los siguientes. En primer lugar, los niños deben seleccionar el
fragmento de su libro favorito, aquel que ellos se llevarían al Bosque de los Libros que
Hablan para salvarlo del fuego. Un monólogo o una descripción pueden ser textos ideales
para lo que nos proponemos. Si más de un niño elige el mismo libro, intentaremos un
acuerdo entre ellos para que busquen una parte dialogada y participen conjuntamente.
Pasarán, a continuación, a copiarlo e ilustrarlo con cariño; y a memorizarlo, aprendiendo
a recitarlo con las [21] pausas, la entonación y el ritmo que exija el texto. Ellos mismos se
pueden encargar también de buscar una música de fondo que transmita sentimientos y
emociones que estén en consonancia con el fragmento literario. Todo este trabajo habrá que
ir preparándolo en los días anteriores a la Semana del Libro.

Llegará por fin la jornada de clausura y la velada literaria en la que los niños habrán de
recitar sus fragmentos. Es importante que el escenario reúna unas condiciones mínimas.
Para ello, podemos preparar un decorado adecuado. El profesor de Educación Artística
puede echar una mano y transformar el lugar en un bosque fantástico. La proyección de
unas diapositivas adecuadas puede mejorar el clima e introducir a los oyentes en la historia
que se cuenta. Si, como ocurre en muchos casos, el salón de actos es al mismo tiempo el
lugar en que se montan las exposiciones de trabajos escolares y de libros infantiles, puedes
ambientarlo como si fuera un bosque y clavar los textos en los troncos de los árboles
(escritos en folios, simulando viejos pergaminos, añaden una nota de fantasía que el
espectador agradece).

Los recitadores también pueden colaborar llevando al escenario un objeto alusivo al


libro con el fin de conseguir una mejor ambientación. Como habrá muchos objetos y muy
diversos, un proyector se encargará de destacar en el momento adecuado el correspondiente
a cada intervención. Si además consigues convencer a los chavales para que se disfracen en
consonancia con el texto, habréis puesto la guinda.

Conseguido el ambiente del que hablamos, imagínate al más trasto de tus alumnos, al
pelirrojo de tus desgracias, ése que no consigues quitártelo de la cabeza ni en sueños;
imagínatelo, digo, disfrazado de pirata, con un catalejo en la mano, recitando:

El rumor del agua estaba lleno de misterio y lo que brillaba allá a lo lejos eran los
lomos de los delfines que acompañaban al barco pirata. Las [22] velas blancas chasqueaban
con el viento. En lo alto del mástil ondeaba la bandera negra con la calavera y los huesos
cruzados. La jarcia gemía y chirriaba, el timón crujía en cada viraje. Hombres intrépidos
trabajaban en las vergas, gritando y riendo en competencia con las gaviotas. ¡Y qué azul era
el cielo! En lo alto de la cofa estaba el Capitán Terror con su catalejo, vigilando la llegada
de barcos extraños. Gritaba sus órdenes con voz clara. Todos los hombres estaban
dispuestos para la lucha.

De gozada, vamos. Se os cae el teatro.

Pero si la calidad de los recitadores no supera un nivel mínimo, la velada puede resultar
un tanto monótona. Para evitarlo, podéis hacer que algunos niños representen el papel de
autores de los respectivos textos y se presenten brevemente a sí mismos y al libro que han
escrito. El acto resultará más ameno aún si entre todos inventáis una sencilla historia que
sirva de nexo entre los diferentes textos. Fahrenheit 451 puede servir como base de la
misma, aunque es necesario que la adaptéis al nivel del grupo de niños. Para los más
pequeños, no resultará complicado imaginar una historia en la que ellos mismos sean los
protagonistas, y cuya arriesgada misión consista en salvar sus cuentos preferidos de la
amenaza de desaparición que sobre ellos ha lanzado una malvada bruja.
Pero si, a esas alturas del curso, tu capacidad imaginativa anda ya un poco tocada del
ala, recurre a algún cuento que conozcas. M.ª Luz Uribe -nos acordamos de ti- y Noëlle
Granger tienen publicado un libro -Nomo Nemi Portero del Gran Bosque Verde- que te
puede servir; y Joles Sennell un libro poético -El bosque encantado-, un canto a la narración
oral.

Y, ya sabes, puesto que estamos en la B, puedes acudir a otros autores en busca de


auxilio. ¿Por qué no Brunhoff, Jean; Barrie, James Matthew; Baquedano, Lucía; o Balzola,
Asun? Seguro que Bravo-Villasante, Carmen, interesada como siempre por cuanto acontece
en torno a [23] los libros, se encontrará al otro lado de la página esbozando para ti una
sonrisa cómplice.

Como todo te ha ido de perlas, y por si acaso eres un perfeccionista y aún dispones de
tiempo y ganas, sólo nos queda sugerirte una actividad complementaria.

Los niños pueden confeccionar un cuadernillo que, además del fragmento seleccionado -
ilustrado como merece-, incluya un breve resumen de la obra de donde ha sido extraído y
los datos biográficos más destacados del autor, así como sus libros más conocidos. Este
trabajo puede pasar a formar parte de la exposición montada con ocasión de la Semana del
Libro. [24] [25]

Castalia

... Cuando yo uso una palabra -insistió


Zanco Panco con un tono de voz más bien desdeñoso- quiere decir lo que yo quiero que
diga..., ni más ni menos.
-La cuestión -insistió Alicia- es saber si se puede hacer que las palabras signifiquen
tantas cosas diferentes.
-La cuestión -zanjó Zanco Panco- es saber quién es el que manda..., eso es todo.
Alicia se quedó demasiado desconcertada con todo esto para decir nada; de forma que
tras un minuto Zanco Panco empezó a hablar de nuevo:
-Algunas palabras tienen su genio..., particularmente los verbos..., son los más
creídos..., con los adjetivos se puede hacer lo que se quiera, pero no con los verbos... [26]
Sin embargo, ¡yo me las arreglo para tenérselas tiesas a todos ellos! ¡Impenetrabilidad! Eso
es lo que siempre digo.
[...] -Parece usted muy ducho en esto de explicar lo que quieren decir las palabras, señor
mío -dijo Alicia- así que ¿querría ser tan amable de explicarme el significado del poema
titulado «Galimatazo»? [...]
... Alicia recitó la primera estrofa:
Brillaba, brumeando negro, el sol;
agiliscosos giroscaban los limazones
banerrando por las váparas lejanas,
mimosos se fruncían los borogobios
mientras el momio rantas mulgiflaba.

L. Carroll, Alicia a través del espejo. [27]

Como el viento corría ella, aquella tarde de otoño; las hojas secas revoloteaban a su
paso, pero el perseguidor era más rápido y todo era inútil. Estaba a punto de desfallecer,
cuando ante sus ojos apareció una fuente de oscuras aguas, Castalia se zambulló en ella,
desapareciendo ante la obsesiva mirada de Apolo. La fuente recibió desde entonces el
nombre de la ninfa CASTALIA. A partir de ese momento todos los peregrinos que se
acercan al Parnaso y beben de ella reciben el don de la inspiración poética.

Beberemos agua de la fuente de Castalia para recibir la inspiración y convertirnos así en


los creadores de Las aventuras de Citerea y de los amores de Cupido; llevaremos al cíclope
en busca de su presa, a Circe en pos de su venganza o dirigiremos a Cibeles en su carro,
tirado por leones, a lo largo y ancho de la tierra.

Con la escritura construiremos sólidos puentes hacia la lectura y Castalia nos servirá de
gran ayuda. Crear, imaginar, inventar, comunicar y disfrutar son algunas de las conquistas
que obtendremos escribiendo. Guiados por la inspiración y por la sed, a continuación os
contamos algunas maneras de acercaros a la fuente de la ninfa.

Una pared se encuentra vacía y sola, la tapamos con papel y anotamos en ella un
mensaje, después dejamos el rotulador para que los chavales puedan seguir escribiendo
cuando sientan la necesidad de comunicar algo. Estos Mensajes de Pared los recogemos
posteriormente en un cuaderno; no hace falta publicarlos, ya han estado expuestos a la
lectura de todos durante cierto tiempo. [28]

La historia interminable, además de proporcionarnos instantes intensos, da nombre a


otra posibilidad. En un momento dado ofrecemos a un muchacho el inicio de una historia;
él la continuará y luego todos los demás miembros de la clase, cada uno seguirá donde lo ha
dejado el anterior. Esta historia puede ser recogida en el periódico mural, para deleite de
autores y de lectores de otros cursos.

Las Mil y Un Historias se basa en una estructura escrita previamente, igual para todos,
pero inacabada. Este medio texto tiene cuatro o cinco partes bien diferenciadas y limitadas
por una línea de puntos. Después de que los escritores completen la historia, se cortan los
folios por la línea de puntos, pero sin llegar hasta el final, así la hoja queda como si tuviera
flecos. Se juntan todas y luego se encuadernan con tapas duras y un espectacular título. De
esta forma podremos leer muchas, muchas historias diferentes. Esta idea ha sido utilizada
recientemente por Kveta Pacovská en su libro Teatro de Medianoche (Montena, 1993) y
por Norman Messenger en Sesenta mil personajes (Acanto, 1993), pero ambos lo han hecho
con ilustraciones, no con textos.
En Tiempos de Maricastaña... consiste en proponer a los escribas un comienzo concreto,
que bien puede tener su origen en un libro determinado o en un cuento. Ellos continuarán la
historia hasta concluirla como su imaginación les vaya dictando. Estas narraciones pueden
tener una sección dentro de la revista escolar y darse a conocer mediante sus páginas.

Juntos pero no Revueltos pretende causar el desconcierto de los niños y motivar su


imaginación mezclando en un mismo ámbito a unos personajes antagónicos y
sorprendentes. Cenicienta y Tarzán harían una pareja cuando menos rara y curiosa, y de ahí
saldrían muchas interpretaciones distintas. Estas historias llenarán un espacio de la Radio
Escolar, para regocijo de la audiencia. [29]

... Y Colorín Colorete trata de empezar la casa por el tejado, es decir por donde se
termina. La propuesta que les hacemos a los chavales, en esta ocasión, es la de un final
determinado. Ellos tendrán que crear una historia que llegue al desenlace que nosotros les
ofrecemos. Para ver la diversidad creativa de los autores les podemos dar a todos el mismo
final, y así comprobaremos cómo todos los caminos llevan a Roma.

El Azar es un medio idóneo para sugerir ideas y para hacer que lo inverosímil adquiera
visos de realidad a través de la escritura. Juntar en un mismo papel objetos contradictorios,
con personajes extraños, dará sin lugar a [30] dudas invenciones muy interesantes y
divertidas. El humor es un generador incombustible de imaginaciones y por ende de
palabras.

Algunas de estas posibilidades y otras muchas han surgido del inagotable manantial de
Rodari, que con su Gramática de la fantasía ayudó y ayudará a beber a muchos niños de la
fuente de Castalia.

Durante miles de años los libros creativos -poéticos, narrativos o filosóficos- no se


escribían para ser leídos en la intimidad y en soledad. En la Antigüedad Clásica era
costumbre que el escritor reuniese a un grupo de amigos para leer la nueva obra. La lectura
era concebida como una tertulia en la que se recitaba, declamaba o leía; en ella se establecía
una comunicación plena entre el autor y sus futuros lectores.

Esta costumbre clásica nos servirá de guía para crear un foro de comunicación dentro
del aula: La Tribuna. Este lugar físico y algo preeminente, servirá para contar, leer,
improvisar, narrar... Los textos inventados con las sugerencias anteriores tendrán en la
Tribuna un medio de difusión excelente; pero no sólo estos sino otros temas de variada
índole y procedencia encontrarán aquí su ágora.

Inventar imaginando y luego comunicarlo a los demás son dos realidades inseparables e
imprescindibles, si queremos que la fantasía inunde de palabras el aire y las hadas cuiden
nuestros destinos. [31]
Derechos del niño

Unos días más tarde y después de haber


estado a bordo de la nave, extrayendo de ella todo lo que podía, no pude dejar de subir a la
cima de la pequeña montaña para observar el mar, con la esperanza de ver algún barco, y
luego fantasear que a mucha distancia divisaba una vela, recreándome con el placer que
aquella esperanza me proporcionaba, y mirar fijamente hasta quedarme casi ciego,
perdiéndola de vista, para después sentarme en el suelo y llorar como un niño, acrecentando
así mi desgracia con la locura.

D. Defoe, Robinson Crusoe. [32] [33]

Desgraciadamente hay muchos niños que sufren hambre, viven en la calle, son
maltratados o tienen otros muchos problemas. En definitiva, sus DERECHOS no son
respetados.

Justamente este año, 1994, se celebra el XXXV aniversario de la Declaración de los


derechos del niño, proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Y, aunque
no seamos partidarios de celebraciones y aniversarios, la ocasión puede servirnos de
pretexto para tratar temas que deberían tener un lugar propio en la actividad diaria en la
escuela.

Hay libros que se preocupan de plantear los problemas de la infancia, libros que
interrogan al lector en lugar de darle soluciones claras y definitivas; que invitan al niño a
reflexionar sobre su situación y la de otros niños como él a los que la vida no trató con la
misma consideración.

Que los derechos de los niños -de los hombres y mujeres- se hagan realidad necesita de
los esfuerzos de todos. Cada uno desde su lugar, bibliotecarios y profesores, responsables
políticos e instituciones públicas, padres y niños, todos podemos contribuir a la
consecución de una sociedad más tolerante y un mundo más justo y solidario.

Nuestra propuesta en esta ocasión se plantea acercar a los niños libros que les inciten a
la reflexión; sin olvidar, no obstante, que antes deben reunir unas condiciones de calidad
artística y literaria que les haga apetecibles y sean leídos con agrado y procuren placer a
quien los lea y mire.

Cualquier ocasión puede ser buena para realizar las actividades que proponemos a
continuación; pero el [34] marco ideal pueden ser unas jornadas dedicadas a analizar hasta
qué punto los derechos de los niños son respetados en el mundo actual.
Podemos comenzar organizando una exposición de libros infantiles y juveniles que
tengan dicho tema como telón de fondo. Con este fin, sacaremos los libros de la biblioteca
del centro y las bibliotecas de aula, asignándoles un lugar que reúna unas condiciones
adecuadas. Es una buena ocasión para solicitar un presupuesto especial y adquirir nuevos
libros, que una vez concluidas las jornadas pasarán a formar parte de los fondos de la
biblioteca.

Para realizar más fácilmente la selección, podemos partir de los principios de la


Declaración y buscar libros y cuentos que aborden la problemática a que se refiere cada uno
de ellos, procurando que haya libros destinados a las distintas edades. La exposición puede
ser completada con noticias de prensa, referidas a cada uno de los principios, que los
mismos niños pueden recoger de los periódicos.

La ocasión es propicia también para enviar a las familias una relación de los libros
seleccionados, incluyendo orientaciones sobre la edad para la que están recomendados. Los
que incluimos a continuación hacen referencia a todos los derechos del niño, y pueden
servir como guía básica que puedes completar con otros títulos de la biblioteca del centro.
No debes olvidar -recuerda que estamos en la D- algunos de Dahl y de Dickens, autores que
sienten especial predilección por la infancia:

Elmer, D. McKee (Altea).


Oliver Button es un nena, T. de Paola (Miñón).
Historia de Pimmi, U. Wölfel (Noguer).
¿A dónde vas, osito polar?, H. de Beer (Lumen).
Frederick, L. Lionni (Lumen).
Cuentos por teléfono, G. Rodari (Juventud).
Rosa Blanca, R. Innocenti (Lóguez).
Un puñado de estrellas, R. Schami (Alfaguara).
Los niños del mar, J. Escala (Siruela). [35]
Campos verdes, campos grises, U. Wölfel (Lóguez).
Unos chicos especiales, R. Anderson (Alfaguara).
El cielo del cisne, K. Tejima (Juventud).
Cepillo, P. Calders (Hymsa).
Danny, el campeón del mundo, R. Dahl (Alfaguara).
Sapo y Sepo, A. Lobel (Alfaguara).
Querido Bruce Springsteen, K. Major (Ed. B).
Elvis Karlsson, M.ª Gripe (Alfaguara).
Donde viven los monstruos, M. Sendak (Alfaguara).
El puente, R. Steadman (Miñón).
El destello de Hiroshima, T. Maruki (Miñón).
Los últimos niños, G. Pausewang (Lóguez).
Los tres bandidos, T. Ungerer (Alfaguara).
El secreto de Heinrich, J. Pestum (Anaya).
Quiero una medalla, Lluisot (Destino).
Hermano Cielo, hermana Águila, Jefe Seattle (Clañeta).
Historia de una bala, J. Sennell (Hymsa).
Todos estos libros planean sobre la amplia problemática a que se refieren los diez
principios de la Declaración de los derechos del niño. Entre otros, el derecho a un nombre y
una nacionalidad, y a no ser discriminado; el derecho a una educación gratuita, y a recibir
protección y socorro; el derecho a no ser objeto de explotación o malos tratos; el derecho a
ser educado en un espíritu de tolerancia y amistad entre los pueblos.

Con los libros ya seleccionados y puestos a disposición de los niños, llega el momento
de que sean leídos y comentados. Previamente podemos buscar el acuerdo de los profesores
del centro para que cada clase estudie un principio distinto y lea uno o varios libros
seleccionados.

Tomemos, como ejemplo, el Principio 5: «El niño física y mentalmente impedido o que
sufra algún impedimento social debe recibir el tratamiento, la educación y el cuidado
especiales que requiera su caso particular».

Para iniciar el estudio sobre dicho principio llevaremos a clase aquellos libros que
aborden la cuestión a que se refiere. Puede servirnos inicialmente esta breve relación: El
patito feo, de Andersen; Unos chicos especiales, de R. [36] Anderson; La imbécil, de M.
Company; ¿Qué fue del Girbel?, de P. Härtling; Jacobo no es un pobre diablo, de G. Heiser;
Corbie, de W. Mayne; algunos cuentos de Los niños tontos, de A. M.ª Matute; El cielo del
cisne, de K. Tejima.

Los libros pueden ser leídos individualmente, y para ello pueden estar a su disposición
en la clase; pero es conveniente que al menos uno sea leído en voz alta. De esta manera nos
aseguramos de que todos los niños se han metido en el tema y están preparados para
trabajar y debatir sobre el mismo.

Es aconsejable que este libro sea breve. Os sugerimos en este caso El cielo del cisne. El
libro de K. Tejima cuenta la historia de un cisne herido que no puede volar y, cuando llega
el momento de la emigración, es abandonado por su familia. En estos momentos en los que
la integración escolar es un reto que tiene planteado nuestro sistema educativo, la historia
tiene un interés especial. Reflexionar sobre el problema de los niños que necesitan una
atención educativa especial y la comprensión y el apoyo de todos es algo a lo que los
diferentes miembros de la comunidad escolar están obligados.

Las posibilidades de trabajo, a partir de la lectura de este cuento; son muchas. En primer
lugar, podemos comentar la historia en clase; pedirles que juzguen la actitud inicial de la
familia de cisnes, y cuál hubiera sido su actitud; ver qué relación existe entre este caso y el
enunciado del Principio 5.

Es importante dar al niño la posibilidad de buscar soluciones alternativas a los


problemas planteados. Para ello, podemos sugerirle que escriba un final distinto a la
historia que hemos leído.

Más adelante, podemos iniciar un trabajo de mayor alcance. Los niños pueden iniciar un
rastreo en la prensa para recoger, durante un periodo amplio, aquellas noticias que tengan
relación con el tema; y presentar situaciones que ellos conozcan en las que se ponga de [37]
manifiesto el incumplimiento de este derecho. Desgraciadamente, dada la frecuencia con
que suceden, no tendrán grandes dificultades para realizarlo.

Tanto la lectura del libro como las noticias recogidas pueden servir para profundizar en
el tema, para analizar, reflexionar y discutir sobre éste y otros problemas. Además, pueden
elaborar trabajos y difundirlos a través de la revista del colegio, en murales que pueden
pasar a completar la exposición, e incluso escribir cartas a las autoridades e instituciones
responsables, denunciando los casos analizados. [38]

Si todas las clases han llevado a cabo un trabajo similar sobre el principio que les ha
correspondido, se puede organizar un acto de clausura de las jornadas en el que cada grupo
presente sus conclusiones.

En esta ocasión, los libros habrán servido de vehículo para acercarnos a los problemas
de muchos niños que ni la literatura ni la escuela pueden ignorar. [39]

Érase una vez

Me gustaría saber, se dijo, qué pasa


realmente en un libro cuando está cerrado. Naturalmente, dentro hay sólo letras impresas
sobre el papel, pero sin embargo... Algo debe de pasar, porque cuando lo abro aparece de
pronto una historia entera. Dentro hay personas que no conozco todavía, y todas las
aventuras, hazañas y peleas posibles... y a veces se producen tormentas en el mar o se llega
a países o ciudades exóticos. Todo eso está en el libro de algún modo. Para vivirlo hay que
leerlo, eso está claro. Pero eso está dentro ya antes. Me gustaría saber de qué modo.
Y de pronto sintió que el momento era casi solemne.
Se sentó derecho, cogió el libro, lo abrió por la primera página y comenzó a leer.

M. Ende, La historia interminable. [40] [41]

(Érase una vez un niño, o una niña, o puede que fuera un grupo de niños y niñas, aunque
también es posible que se tratara de adultos, no recuerdo bien. El hecho es que había
alguien que les hablaba, su voz poseía una tersura especial y todos permanecían atentos a
sus palabras. En el ambiente flotaba un aire diferente, como de tiempo detenido: ese alguien
a quien todos escuchaban con recogimiento estaba contando un cuento).

El cuento tradicional, como afirma Antonio R. Almodóvar, es sin lugar a dudas uno de
los más valiosos patrimonios culturales de la humanidad. Durante siglos, su vehículo de
transmisión fue oral: al amor de la lumbre del hogar o de las posadas, en las pausas de las
labores del campo o con motivo de una festividad, las gentes se congregaban para contarse
unos a otros cuentos que, más allá de su anécdota maravillosa o no, remitían a los presentes
(sin que tuvieran noción de ello) a su identidad profunda como seres humanos insertos en
una cierta comunidad. El cuento era un motivo de diversión y regocijo, pero también un
medio de socialización, de catarsis colectiva, de transmisión de normas y tabúes y de
conjurar las tinieblas que acechan nuestra condición de hombres y mujeres.

En nuestro presente tecnológico y audiovisual en que el arco de posibilidades de


diversión y tiempo libre se ha diversificado casi hasta el infinito, la función social del
cuento se ha difuminado hasta prácticamente desaparecer, al menos en las formas en que se
había practicado tradicionalmente. Pero ello no quiere decir que haya perdido sentido
contar cuentos, sólo que habrá que definir nuevos ámbitos con objeto de no perder
definitivamente ese legado cultural del que siempre [42] estaremos necesitados en nuestro
proceso de construcción como personas (y es que, como dice Janer Manila, a los seres
humanos les encantan las historias).

El hogar continúa siendo un lugar privilegiado para el cuento, no ya en el sentido de las


familias extensas de antaño cuando abuelos, padres e hijos escuchaban juntos los mismos
relatos en la sobremesa de las cenas a la luz incierta de un candil. Las familias nucleares
actuales se reúnen ahora ante otra luminosidad, la catódica, pero aún así, es posible reservar
(no sin esfuerzo, hay tantas obligaciones y preocupaciones...) los momentos finales del día
que preceden al sueño, para contar pausadamente un cuento. Los niños lo demandan y para
sus padres puede ser una fuente de placer al descubrir la especial relación que se establece
entre ambos en el transcurso de ese acto básicamente gratuito de contar hechos fantásticos
de otro tiempo, en otro lugar.

La escuela es el otro espacio en que el cuento debe encontrar abrigo a la intemperie


hostil de la posmodernidad. Desde siempre, los maestros han sabido del poder de
encantamiento de los cuentos y los han relatado a sus discípulos. Hay que mantener la
buena costumbre de contar y hacerlo porque sí, sin propósitos didácticos espurios que
vengan a contaminar su esencia de gratuidad. El cuento rompe con la enojosa rutina de
trabajo escolar y abre amplios espacios a la imaginación.

Pero hay más lugares en que aún es posible la presencia del cuento:

- Las secciones infantiles de las bibliotecas públicas cada vez más van incorporando a
sus actividades de promoción de la lectura, la hora del cuento.

- En la mismísima televisión hemos podido ver programas en los que personajes


famosos cuentan cuentos tradicionales, y también adaptaciones dramatizadas.

- Últimamente, en ciertos locales de la movida nocturna, se ha instaurado la moda de


que los clientes escuchen y cuenten cuentos mientras apuran su copa de [43] gin-tonic, agua
mineral o de bálsamo de Fierabrás.
En todos los casos habrá que considerar la necesidad de evitar las versiones
desvirtuadas, por edulcoradas, y recurrir a aquellas otras más rigurosas (hay magníficas
colecciones de cuentos a las que se puede acudir, por ejemplo, los recogidos por los
hermanos Grimm en Alemania o por el citado Almodóvar en España) cuando se trate de
cuentos de tradición oral, aunque también se pueden contar relatos de autor; se trata de
contar, contar... [44] ¿Y cómo se debe hacer? Con naturalidad, huyendo de falsos
efectismos, apoyándose con sobriedad en los gestos, sabiéndose muy bien el cuento y
confiado en el poder generador de la palabra.

Sobre la base sólida de los cuentos, se pueden montar muy diversas actividades de
animación a la lectura:

- El Museo de los Cuentos (véase la voz Museo en este mismo libro).


- Dramatización de cuentos: títeres y teatro a cargo de grupos profesionales o formados por
los propios niños.
- Recreación de cuentos tradicionales a partir de las técnicas de Rodari (en Gramática de la
fantasía). En la literatura infantil actual encontramos ejemplos de esta propuesta en los
libros de Tony Ross o de J. A. Goytisolo.
- Presencia en las escuelas y bibliotecas, de cuentacuentos profesionales (cada vez más
abundantes) o de padres y abuelos voluntarios y voluntariosos.
- Relato de cuentos apoyándose en recursos audiovisuales: diapositivas, retroproyector,
sombras...
- Maratón de cuentos: Se cuentan cuentos de forma ininterrumpida a lo largo de varias
horas (¡o durante un día completo!, como ya han llegado a hacer en la biblioteca pública de
Guadalajara), con motivo de un Día o Semana (¿mes?) del Libro.

En suma, se trata de recuperar la narración oral como un vehículo valioso de formación


y de disfrute, puente inevitable hacia la lectura.

(Y colorín, colorado, esta letra se ha acabado). [45]

Fiesta

TÍO-VIVO

Los días de fiesta


van sobre ruedas.
El tío-vivo los trae
y los lleva.

Corpus azul.
Blanca Nochebuena.
Los días abandonan
su piel, como las culebras,
con la sola excepción
de los días de fiesta. [46]

Estos son los mismos


de nuestras madres viejas.
Sus tardes son largas colas
de moaré y lentejuelas.

Corpus azul.
Blanca Nochebuena.

El tío-vivo gira
colgado de una estrella.
Tulipán de las cinco
partes de la tierra.

Sobre caballitos
disfrazados de panteras
los niños se comen la luna
como si fuera una cereza.

¡Rabia, rabia, Marco Polo!


Sobre una fantástica rueda,
los niños ven lontananzas
desconocidas de la tierra.

Corpus azul.
Blanca Nochebuena.

Federico G. Lorca,
Canciones (1921 - 1924). [47]

Francamente creo que necesitamos un poco de alegría; tal vez sea el momento de
organizar una Fiesta. Vamos en busca de la diversión y el regocijo que nos puede
proporcionar unas caneforias, unas lupercales o cualquier zambra. Es casi seguro que los
griegos, los romanos y los moriscos nos harían disfrutar de unos momentos inolvidables;
sin embargo no nos sirve cualquier leila o caneicito, les falta algo imprescindible en nuestro
alfabeto, los libros. Con la FIESTA DE LOS LIBROS queremos hacer un agasajo, una
caricia para ganar la voluntad de los niños. El libro es el héroe de nuestra celebración, por
lo tanto todo lo que vamos a hacer está escrito en sus colores y pintado en sus letras. Esta
fiesta se puede realizar en cualquier ámbito o lugar, con todos los participantes que se
animen y puede durar un día, dos o tanto como las saturnales.
En las estanterías de las aulas o de las bibliotecas viven cotidianamente, recibiendo la
visita de los lectores y a veces, demasiadas veces, del enojoso manto de polvo que se posa
como un velo de olvido sobre su canto. Los sacamos del tedio y los llevamos a los pasillos,
a las ventanas e incluso los colgamos de los techos. Con pequeñas exposiciones itinerantes
conseguimos que vean la luz y que reciban las caricias que los niños les regalan con sus
ojos inquietos.

Abrimos las páginas del libro al azar y nos encontramos con los personajes que viven
sus aventuras: Konrad, Nathaniel Maris, Mo y Bilbo nos invitan a disfrazarnos como una
vaca, como un hobbit, como un filibustero o... Para qué seguir, si hay tantas posibilidades
como estrellas en el cielo. Ese día todos acudirán vestidos igual que el protagonista elegido
y [48] permanecerán así toda la jornada. El ambiente se teñirá de nuevos colores, de
extrañas formas y de sugerentes aromas, al recibir a los insignes pobladores de la novela, la
poesía o el teatro.

Retrocedemos página a página hasta llegar a la portada y contemplar el nombre del


escritor. Leo Lionni, Astrid Lindgren, Joles Sennell y María de la Luz Uribe nos animan a
coger la pluma e inventar nuestras propias historias. Empezamos escribiendo un lema, una
frase sobre este día. Continuamos relatando la segunda parte de La isla del tesoro, o una
nueva aventura de Gulliver en el País de los Gigantes. Podemos terminar buscando un
nuevo final a Cenicienta, porque ha engordado y ya no le vale el zapato de cristal. Todas las
narraciones que broten se pueden recoger en una edición especial de la revista escolar, de la
radio municipal o del suplemento literario de la corte, que va a abrir una sección para
jóvenes e infantes.

Al comienzo del capítulo cuatro vemos una ilustración de un cuélebre, e inmediatamente


oímos las voces de Mercè Llimona, David McKee, Francisco Meléndez y Mabel Piérola;
nos ofrecen sus pinceles para que llenemos de colores y formas los espacios blancos que
encontremos en nuestro camino. Un cartel conmemorativo sirve de primer paso. Los
paisajes que veía Tom Sawyer, la selva que cobijaba a Robinson Crusoe o los rascacielos
que miraban a Caperucita en Manhattan, nos pueden sugerir imágenes muy atractivas. Las
aventuras que han creado los nuevos escritores también constituyen un campo extenso,
fértil y de resultados sorprendentes. Toda la cantidad de pinturas que se van a producir nos
servirán para crear en las paredes, puertas, pasillos, escaleras... una impresionante
exposición de ilustraciones infantiles; sus destellos derramarán su cromatismo e intensidad
por todos los rincones de la fiesta.

Más adelante, una vez adentrados en la parte determinante del argumento, cerca de la
página 111, nos disponemos a aprehender su contenido haciéndolo [49] nuestro, aunque a
veces sólo sea fugazmente. Las aventuras, cuentos, poemas, escenas dramáticas..., que cada
libro alberga, tienen que ser difundidas a los cuatro vientos y por los siete mares. Para ello
organizaremos un Circuito Narrativo que contará con la participación de todos los
presentes. Los muchachos de más edad llevarán la voz «contante». Ellos se distribuirán en
grupos y cada uno habrá preparado previamente un libro, una narración o un romance, lo
que les guste. También cada grupo creará una terrible prueba sobre la historia [50] elegida.
Los jóvenes de menor edad serán los escuchadores y también se repartirán en grupos, tantos
como los de contadores. Entonces... ¡ya puede empezar la bacanal literaria!; todos los
grupos de oyentes irán a escuchar uno a uno a los grupos de contadores y tendrán que
realizar todas y cada una de las pruebas que en el camino se les presenten. No es tanto lío
como aparentemente parece, al final se habrán oído mil y un cuentos o quizá alguno más, y
la fiebre narradora habrá embriagado a otros tantos chavales.

Seguimos pasando hojas y nos encontramos el ultílogo; en esta parte final del libro
hallamos una hermosa propuesta: hacer un obsequio. No hay nada mejor para terminar
nuestra celebración que la de regalar un libro a cada uno de los asistentes. Todos llevan al
colegio o a la biblioteca uno y cuando llegue el momento final hacemos los intercambios,
para lo cual usaremos la fórmula que mejor convenga a cada situación. Así los niños y los
mayores se volverán para casa con un regalo en la mano y una profunda alegría en el fondo
de su imaginación. [51]

Globo

Muy pronto comprenderás el profundo


sentido de tu hazaña. Ahora, por fin, cuando lo que tanto soñé ha sido culminado, puedo
revelar el motivo de tanto misterio. Vas a saberlo ahora. Te ruego que escuches con toda
atención. Mi voz ya es débil y pronto he de exhalar el último suspiro. Temo no poder llegar
hasta el final...

J. M. Gisbert,
El misterio de la Isla de Tökland. [52] [53]

Ganamos altura y llegamos a la letra número siete, una letra mágica que nos va a hacer
volar con un... GLOBO. Se trata de una propuesta de animación a la lectura poética a la par
que aerostática, y que muy bien se puede ilustrar con estos versos del poema «Niño» de
Miguel Hernández:

Rueda que irás muy lejos.


Ala que irás muy alto.

Consiste en la reunión, en un espacio al aire libre, de un grupo de participantes en algún


tipo de actividad literaria, cada uno de los cuales ha caligrafiado sobre cartulina un texto
poético, propio o ajeno, y que ha atado a un globo relleno de helio (cuerpo simple, gaseoso,
incoloro y muy ligero, cuyo número atómico es 2 y su símbolo He, como es sabido por
todos); la conclusión de cuyo acto es la suelta simultánea de todos los globos, que
ascienden hacia el cielo por la conjunción de la fuerza de elevación de la poesía y la
levedad del helio.
Esta actividad parece muy adecuada como final del programa de un Día del Libro o
Semana Cultural desarrollados por una escuela, biblioteca o ayuntamiento emprendedores.
Requiere una preparación minuciosa y la participación de un número amplio de niños y
jóvenes si se le pretende dar vistosidad, y suficientes organizadores para que resulte eficaz.
Es muy importante que, a lo largo de las actividades a las que la suelta de globos servirá de
colofón, los montgolfieres aficionados tengan el tiempo y sientan la implicación necesaria
para elaborar sus poemas, que irán o no acompañados de un dibujo, escritos sobre una
tarjeta que podrán recortar, [54] plegar, añadir flecos u otros aditamentos, del modo que
más les plazca.

Los globos han de tener un tamaño suficiente y ser resistentes. No resulta demasiado
caro serigrafiarlos con el motivo, dibujo y palabras, correspondientes a la celebración. En
cuanto al rellenado con el gas, caben dos opciones. La primera, recurrir a los servicios
profesionales de un maestro globero (lo que elevaría, nunca mejor dicho, el presupuesto
final del acontecimiento). Segunda posibilidad, comprar una bombona de helio a una
empresa suministradora (lo que obliga a iniciarse en la no tan fácil como parece destreza
del justo recipientado de globos). En cualquiera de los dos casos, es necesario considerar
que, según el número de participantes, la logística será más o menos, pero siempre,
laboriosa: Hay que inflar el globo, anudarlo, atarle un cordón y, a éste, unirle la tarjeta; así
hasta no sé cuántos cientos. Por tanto: planificación detallada que tenga en cuenta el tiempo
de preparación, edad de los participantes (no es lo mismo niños de educación infantil que
ESOs chavales)... Así será posible evitar el fracaso de un acto que ha de ser de alegría y
sorpresa y en ningún caso de frustración. Esto quiere decir que todos los globos deben
partir hacia lo alto a la vez y que ningún niño ha de quedarse sin globo por un pinchazo o
pérdida accidental, que habrá que prever para su reposición inmediata.

Con lo que llegamos a la señal de salida. Ésta puede ser el final de la lectura de un breve
(por lo de la impaciencia) poema, o el lanzamiento de un globo de mayor tamaño con una
pancarta o similar, o cualquier otro sistema que ingeniar se pueda (a evitar, por favor, el
molesto y ruidoso pistoletazo).

Y en esto que, después de tanto quebradero de cabeza, tantas idas y venidas, tanto
encargo de globos y de bombonas, tanto verso inspirado, en un instante, ¡zas!, los globos
suben y suben con su carga de poesía, menguan a la vista, el viento los arrastra... y
desaparecen, se acabó el acontecimiento. Ciertamente, se [55] trata de una actividad fugaz
en relación al esfuerzo invertido en su preparación; pero qué decir de la riqueza visual de
cien, doscientos, trescientos o más globos multicolores recortando en ascenso su rojo,
amarillo, verde, blanco, azul contra el azul, o gris, del cielo, cada uno portando un algo de
ilusión de cada uno de los cien, doscientos, trescientos o más niños congregados en la
transformada plaza del pueblo o patio del colegio... Se [56] trata de un acto básicamente
poético y gratuito que nos muestra que nada se pierde en el universo porque, aunque la
mayoría de artefactos, por los caprichos de las corrientes de aire, borrascosas o
anticiclónicas, perdida la fuerza del gas insuflado descenderán sobre lugares inaccesibles
(la copa de un árbol, la mar océana, una antena parabólica) y sólo unos pocos lleguen a
unas manos sorprendidas, en la memoria de todos los participantes y espectadores pervivirá
el recuerdo de ese momento mágico:

Asciende, rueda, vuela,


creador del alba y mayo... [57]

Humor

Creyéndose hermosos, los mayores han


ofrecido al niño unos libros que representan al adulto con sus mezclados atributos, con su
sentido práctico, su ciencia, hipocresía y anquilosamiento. Les han brindado unos libros
que rezuman aburrimiento, capaces de convertir para siempre el buen sentido en cosa
antipática; libros necios y hueros, pedantes y pesados; que paralizan los ímpetus
espontáneos del alma; obras absurdas, a docenas y a centenares, que se han abatido como el
pedrisco sobre la primavera.

P. Hazard,
Los libros, los niños y los hombres. [58] [59]

Ha llegado el momento de reír un poco o, al menos, de sonreír con el HUMOR fino,


británico, absurdo o cotidiano. Humor que ya cultivaban los antiguos griegos y egipcios,
pero no parece que nos interese a los países de la comunidad económica europea hasta el
siglo XVII, cuando británicos y franceses introducen el vocablo humor en sus diccionarios
y enciclopedias, para definir cosas distintas. Unos se referirán a los estados de ánimo (buen
o mal humor) y otros a esos chistes agudos que les definen (humor inglés). Poner de
acuerdo a ambos pueblos en este tema es imposible, pero pensadores, escritores y graciosos
en general, llegan a estar de acuerdo en que el humor es (o puede ser dentro de acepciones
varias) una forma de enfrentarse al mundo con un distanciamiento ingenioso, con una
alegría especial para afrontar y soportar situaciones (para Michael Ende el humor «es
siempre humano y amistoso»). Gracia y salero serán aportaciones hispanas, pero siempre en
torno a esa visión aguda e irónica de lo que nos rodea.

La literatura infantil también está llena de humor, aunque buscar (y encontrar) la risa del
niño no sea tarea sencilla. Antoniorrobles decía que «el humor fino lo va adquiriendo el
niño sin reír». Y esto es una verdad grande y pequeña (¿por qué una «gran verdad» tiene
que ser «más» verdad?): el sentido del humor, como el sentido estético e incluso el sentido
común, se educa a través de juegos de palabras, adivinanzas, disparates, canciones,
onomatopeyas, utilizando la fantasía y manejando siempre el lenguaje. [60]
Humor: su evolución como especie infantil
Con pocos años se sonríe ante las exageraciones de las imágenes de un álbum ilustrado o
se disfruta con los errores de personajes y situaciones. Los cuentos acumulativos producen
el regocijo a los cuatro años y los temas escatológicos triunfan a cualquier edad aunque
tienen su público en torno a los seis años (pruébese con El topo que quería saber quién se
había hecho aquello en su cabeza, de W. Holzwarth y W. Erlbruch). Muchos cuentos
populares son de risa y muchos libros para pequeños tienen juegos que divierten (¿De quién
es este rabo?, de Barberis).

Luego el niño y la niña, que a partir de seis años tienen ya una lectura autónoma, son
capaces de enfrentarse a personajes que conocen pero que pueden saborear ahora desde el
humor: así pueden enfrentarse a monstruos ya nada peligrosos y sí bromistas (El monstruo
peludo, de H. Bichonnier), a miedos nocturnos en forma de esqueletos (¡Qué risa de
huesos!, de A. Ahlberg), a animales nada feroces (El cocodrilo enorme, de R. Dahl), dando
la vuelta a cuentos clásicos (Caperucita Roja y otros cuentos, de Tony Ross) o entrando ya
en los aledaños de la historieta (Historia de una manzana roja, de J. Loof).

Con el afianzamiento de la lectura a partir de los ocho años, el niño domina en mayor
medida los recursos lingüísticos que sustentan el humor. Si los fonéticos son los que
primero producen regocijo casi desde que se aprende a hablar (onomatopeyas, repeticiones,
concatenaciones...), ahora es el momento de adentrarse en los morfosintácticos, muy
explotados por el nonsense (derivaciones, composiciones, acrónimos...) y los semánticos
(antítesis, hipérboles, metonimias, metáforas...), los de más difícil elaboración y
comprensión. Las situaciones cómicas, y los libros que las cuentan, pueden ayudar a crear
más fácilmente el hábito lector. [61]

La madurez lectora, que puede y debe tenerse con doce años, permite aventurarse con
todo tipo de libros y con todo tipo de humor, desde el más clásico de Carroll o Twain, hasta
el más actual de Christine Nöstlinger o Andreu Martín.

Y ¿en clase qué?


En clase el desarrollar un sano sentido del humor tendría que ser más importante y
curricular que la casi totalidad de objetivos pedagógicos. Percibir el humor que nos rodea,
expresarse y afrontar contrariedades con [62] humor, aprender ciertas técnicas de creación
de humor y divertirse son objetivos a los que los libros infantiles colaboran. Con ellos
podremos:

- DESCUBRIR Y ANALIZAR: Una gran parte de los actuales libros para niños están
llenos de juegos con las palabras, sorpresas, parodias, chistes, humor visual... decenas de
recursos para hacer amena la lectura. Estos recursos pueden analizarse, copiarse, inundar un
mural, ser comentados para el grupo..., introduciéndose poco a poco en el lenguaje habitual.

- INVENTAR Y PRACTICAR: O el pensamiento divergente al poder. Jugar con los


sinónimos y las exageraciones, los homónimos y sus equívocos, los antónimos y su
proliferación en un texto escrito, practicando metáforas e ironías, sinsentidos e historietas.
- Llegar a crear un TALLER DEL HUMOR, que puede ser la base de otras actividades
como revistas, Semanas del Humor, entrevistas a humoristas y bienhumorados,
dramatizaciones, máscaras, cartas a un personaje (Nicolás o Manolito Gafotas), visitas de
un autor o autora (están a mano Consuelo Armijo, Paloma Bordons, José Antonio del
Cañizo, Juan Muñoz Martín, Miquel Obiols, Joles Sennell, Elvira Lindo... y un buen
número de ilustradores de álbumes infantiles grandes cultivadores del humor: Joma,
Montse Ginesta, Fernando Krahn, Marta Balaguer, Francisco Meléndez...) [63]

Ilustradoras

No sé cuantas cosas se pueden ver a la vez,


si pueden verse diez, quince o cuarenta y cinco, pero al menos yo, al bajar del bosque hasta
el molino viejo, vi una cantidad enorme de cosas. Vi la luna en cielo despejado del
atardecer, y a lo lejos una montaña grande que para aquella hora ya estaba medio en
sombras; y delante de esa montaña, otra más pequeña; y delante de esa montaña más
pequeña, otra más pequeña todavía; y delante de esa montaña más pequeña todavía, una
larga fila de colinas muy suaves. Pero no vi sólo eso; al mismo tiempo que la luna, el cielo
y todas aquellas montañas, vi el valle en que había nacido, con su bosque, sus prados y sus
casas; una casa al [64] lado izquierdo del riachuelo, otra al lado derecho, y luego más cerca
Balanzategui, y todavía más cerca, enfrente de mí, el viejo molino...

Joseba Irazu (B. Atxaga),


Memorias de una vaca. [65]

Itinerantes y sin descanso seguimos nuestro camino. Esperamos que tú, amigo lector, no
te hayas quedado atrás; si has dado un salto ya te encontraremos, pero te has perdido el
disfrute estético que nos producen siempre las buenas ILUSTRADORAS.

Los colores de Asun Balzola y de Carme Solé van a teñir por unos días la vida de unos
cuantos niños de un entrañable pueblo de Cantabria, con su intensidad y delicadeza. Ellas
dos son las protagonistas de esta letra porque se lo merecen, pero como es lógico, lo que a
continuación relataremos puede ser protagonizado por otros autores.

Conocer a un ilustrador o escritor era el norte que nos movió en todo momento; pero no
de forma superficial, sino profunda, hasta convertirlo en un miembro más de nuestra
escuela y por extensión de nuestro vivir cotidiano. Como los niños eran de Educación
Infantil decidimos escoger a un autor que hubiera trabajado profusamente el álbum
ilustrado, y quién mejor que Asun o Carme, que tienen una bibliografía repleta de este tipo
de obras. Además ellas habían trabajado las dos facetas: la de ilustradora y la de escritora,
lo que les confería un mayor dominio de este sector de la creación artística.
Esta letra no tiene sólo un punto como el resto de las íes de los alfabetos; posee más,
muchas más, tantos como estos...

Lo primero y principal era contar con la complicidad de la protagonista; conseguido esto


el éxito del viaje estaba casi asegurado. Después y como punto previo, [66] realizamos un
profundo trabajo de recopilación de sus obras y de documentación sobre su existencia,
trabajos y anhelos. Era muy importante porque de él iba a depender la ruta que nuestro
viaje iba a tomar.

Enigmático resulta este signo porque no sabíamos por qué rutas transitábamos hasta que
no conocimos toda la información recogida. Los libros, los personajes, sus aficiones y
gustos personales determinaron los valles que conocimos durante los quince días
siguientes...

Una vez definidas las actividades que íbamos a llevar a cabo, comprobamos que toda la
vida del aula se veía afectada por ellas: la asamblea, la plástica, el teatro, la biblioteca, la
cocina, el lenguaje en sus distintos aspectos, todas tenían una misión que llevar a cabo.

Recibimos una carta de Asun y esa fue la llave motivadora que nos abrió las puertas de
su vida de par en par, y aún después de dos años siguen sin cerrarse. A partir de ese
momento empezamos a leer sus libros poco a poco, a conocer a Munia, a Santino, al erizo,
al Ratón de biblioteca... Al año siguiente otras lecturas nos presentaron a Juan y su Luna, a
Pedro y su roble, a Llivia, a Cepillo, al Oso nuboso y a otros muchos. En días sucesivos
hicimos teatro con los Elefantes nunca saltan, sombras chinescas con Munia y la Señora
Piltronera y pastas con Santino el pastelero. También escribimos la segunda parte de la
Historia del erizo, vimos en diapositivas al caracol y su Serenata Nocturna, hablamos como
el Oso nuboso, volamos cometas con Peluso, coleccionamos cromos de todos ellos y
jugamos a la oca con Fab, el monstruo amarillo. Asun nos enseñó a pintar con acuarelas y
nosotros le escribimos un libro de Poemolas para Balzola. Carme terminó el libro sobre
nuestro pez Chispas y nosotros le pintamos a sus personajes en los cristales de nuestras
ventanas. Ella también nos presentó a su amigo Joan Miró y con sus dibujos creamos unos
preciosos móviles, que oscilaban con las leves ráfagas de viento que nos iba acariciando.
[67]

Recogimos diariamente lo que íbamos haciendo en un diario de viaje; ellas después


completaron nuestras anotaciones con sus pinceles y sus tonos. Nosotros queríamos
descubrirlas realmente y para que vieran las cosas que habíamos realizado, puesto que no
podíamos desplazarnos hasta Madrid o Barcelona, decidimos grabarlo todo en una película
de vídeo. Los niños se convirtieron por unos días en presentadores, actores, cicerones,
poetas, narradores... Metimos en una carta la pinta, unos regalos, el diario, unas fotos, los
libros y se lo enviamos a su casa, con un montón de preguntas y [68]

Al cabo de unas semanas el correo nos trajo de vuelta las imágenes con su cara, su voz,
su casa, sus colores, algunos regalos y una tremenda satisfacción por habernos conocido.
Disfrutamos con su visión durante muchos minutos y se la enseñamos a los padres para que
conocieran en persona a nuestras amigas, ya que hasta entonces sólo las conocían de oídas.

Durante estas dos semanas de viaje nos lo pasamos en grande; ellos estaban deseando
acabar lo que estuvieran haciendo, para ponerse a hacer una de las actividades que
acabamos de relatar. Los libros de Asun y de Carme corrían de un lado a otro, no
permanecían en la biblioteca más de dos o tres días; en seguida había alguna mano deseosa
de tenerlo, que se lo llevaba para su casa.

Por unos días entramos en un mundo de fantasía, rebosante de sentimientos, color y


ternura, impregnando nuestra atmósfera y nuestras aguas de tal manera, que todavía
subsisten sus sabores y su embrujo. [69]

Juicio

La historia nos había hipnotizado. Sentados


alrededor del fuego en una mansión vetusta, una noche de Navidad, la historia nos había
dejado sin aliento. Al concluir, nadie se atrevió a pronunciar palabra, hasta que alguien
observó que era la primera vez que las fuerzas del más allá habían visitado a un niño. Se
trataba de una aparición, una aparición que había sobrecogido a un niño pequeño que
dormía junto a su madre y había hecho que se precipitara en sus brazos hasta despertarla.

H. James, Otra vuelta de tuerca. [70] [71]

Juega jugando llegamos a la primera letra de cuatro de los que en este abecedario
estamos enredados, pero no tanto como para perder el JUICIO.

De juicio, pero de otro tipo, va la siguiente propuesta, que tiene como punto de partida
una experiencia desarrollada por Paco Abril con niños y niñas de varios colegios de Gijón.

Nuestra sugerencia, sin embargo, es bastante más modesta y se circunscribe al propio


centro escolar o a la biblioteca. Partiremos de la lectura de un libro que se ha convertido en
un clásico entre los amantes de la literatura infantil. Se trata de Oliver Button es un nena, de
Tomie de Paola, editado por Miñón.

La historia nos presenta un niño, Oliver, que es distinto a los demás. Mientras sus
compañeros juegan al fútbol, él prefiere pintar, leer, coger flores; pero, sobre todo, bailar y
disfrazarse. Por eso, cuando en el colegio se juntan todos los compañeros para formar los
equipos, él es el último en ser elegido: no es lo suficientemente bueno para jugar con ellos.
Con el paso del tiempo, se convierte en el centro de todas las burlas; y «Oliver es un nena»,
en el estribillo diario en el patio de recreo.
El cuento tiene un planteamiento realista, que sólo en el desenlace se aparta de lo que en
la mayoría de los casos suele ocurrir en la vida real. De todas formas, el final feliz que el
autor presenta es del agrado del lector, que desea para el protagonista del cuento el
resarcimiento del desprecio acumulado de que ha sido objeto. [72]

La sugerencia que te ofrecemos se propone, además de animar a leer, utilizar las lecturas
como medio de animar a los niños a reflexionar sobre los problemas que acontecen en su
entorno más próximo. En este caso concreto, sobre la marginación a que se ven sometidas
las personas que se apartan de los comportamientos y actitudes considerados como
normales. La actividad consiste en la celebración de un juicio; para ser más exactos, de la
simulación de un juicio. En el mismo, se acusará a los compañeros de Oliver de burlas y
desprecios dirigidos hacia este último.

Con este fin, propondremos a los niños la preparación de una vista oral en la que ellos
mismos van a participar como jueces, abogados encargados de la defensa, fiscales y
miembros del jurado. Además, otro grupo de niños puede asumir el papel de la prensa y
medios de comunicación en general. La tarea de este grupo es dar publicidad, en el centro
escolar, del acontecimiento que en breve va a tener lugar. De la imaginación y el deseo o no
de implicarse en la actividad de los distintos participantes dependerá en gran medida el
éxito o fracaso de la empresa.

De todas formas, es importante que les demos pistas de algunos pasos que pueden dar.
Por ejemplo, debemos recomendarles que vayan dando información de manera progresiva.
Así, los primeros días, antes de que se haya hablado del libro en las demás clases del
centro, pueden colocar carteles en los que se anuncie simplemente que se acusa a los
compañeros de Oliver de menosprecio. El objetivo es crear una cierta expectación en los
niños. Posteriormente, pueden imprimir algunas octavillas dando mayor información sobre
el caso que se va a juzgar y detallando cómo han sucedido los hechos. Finalmente, llegará
el momento de descubrir que toda la información tiene su origen en un libro.

Es el momento de poner a disposición de las distintas clases algunos ejemplares para


que todos puedan conocer la historia con detalle. [73]

Durante este tiempo, tanto el grupo de defensores como la acusación tienen que haber
buscado a otros compañeros que se presten a comparecer como testigos de los hechos, con
el fin de apoyar los argumentos que una y otra parte van a utilizar en la vista.

A lo largo del proceso, la clase es el lugar donde se debe estar llevando a cabo la
actividad menos vistosa, menos folclórica si quieres, pero de mayor importancia: la
reflexión pausada sobre un hecho que se repite, [74] desgraciadamente, con demasiada
frecuencia en el colegio y fuera de él, es decir, el rechazo que sufren muchas personas por
el único motivo de ser diferentes a la mayoría.
Si, como es de esperar, el libro ha sido leído en las clases y el problema que se debate es
suficientemente conocido por la mayoría, los miembros del equipo que desempeñan el
papel de medios de comunicación pueden desarrollar gran número de actividades
complementarias. Se les puede sugerir que redacten titulares y breves artículos
informativos; que realicen entrevistas a otros compañeros, a profesores y padres solicitando
su opinión; que escriban reportajes y cartas al director.

Y, por fin, llega el momento de la celebración del juicio, que puede ser único para todo
el centro, o distinto para cada ciclo, si el centro es grande. Para dar comienzo al mismo, el
presidente de la sala relatará los hechos de forma breve y aséptica para que todos los
presentes conozcan el caso. A continuación, concederá la palabra a los miembros de la
acusación y la defensa para que expongan sus argumentos e interroguen a los testigos que
deseen. Por último, los miembros del jurado deliberarán y darán su veredicto; y el
presidente de la sala dictará la sentencia.

Aunque resulta obvio, conviene subrayar la importancia de elegir un presidente que


ofrezca garantías. Una actuación ecuánime y capaz de moderar las distintas intervenciones
es fundamental para conseguir un correcto desarrollo de la vista, que de otra forma puede
convertirse en un tumulto.

Por otro lado, la actividad exige muchos esfuerzos y se corre el riesgo de dedicárselos a
los aspectos más vistosos olvidando los realmente importantes, con lo cual puede quedar
reducida a simple espectáculo. Por ello, nos parece necesario recordar una vez más que el
objetivo principal es conseguir que los niños discutan este problema y que se acostumbren
no sólo a aceptar y respetar a quienes son diferentes, sino a valorar [75] positivamente lo
que de enriquecimiento para cualquier grupo humano tiene la existencia, en su seno, de la
diferencia y la diversidad; sean éstas del tipo que sean: raciales, sociales, culturales,
políticas, o de cualquier otro tipo.

Y antes de pasar a la siguiente letra, queremos despedirnos de la J, con Henry James,


dándole Otra vuelta de tuerca para recordarte que esta actividad la puedes desarrollar con
otros libros. Para los niños medianos, no te olvides de Janosch, y El tío Poppoff. Se acusa al
tío Poppoff de seguir una conducta extraña, porque todo el mundo sabe que volar es para
pájaros.

Si la actividad está destinada sólo a los mayores, recuerda que también Janer Manila,
Gabriel, empieza por J y que tiene un bello libro sobre el problema de la emigración -El rey
Gaspar- que invita a pensar. Se acusa a esta sociedad en que vivimos de injusta e insolidaria
por obligar al rey Gaspar a abandonar su familia, sus amigos y su país para poder
sobrevivir. [76] [77]

Karma
... -Algo sube por la colina -observó mamá
Loba enderezando una oreja-. Prepárate.
Crujieron levemente los matorrales en la espesura, y papá Lobo se agachó, con el cuarto
trasero sobre la tierra, dispuesto a dar un salto. De haber estado allí en acecho, hubierais
visto entonces la cosa más estupenda de este mundo: el lobo se detuvo en el preciso
momento de estar saltando. Brincó antes de haber visto contra qué se lanzaba, y, de pronto,
trató de pararse. El resultado fue salir disparado en dirección vertical hasta un metro de
altura y volver a caer en el mismo sitio.
-¿Un hombre! -exclamó con disgusto-. Un cachorro humano. ¡Mira! [78]
Frente a él, apoyándose en una rama baja, se erguía, completamente desnudo, un niño
moreno que apenas sabía andar. La cosa más fina y regordeta que jamás se había
presentado, de noche, frente a la caverna de un lobo.
-¿Esto es un cachorro de hombre? -dijo mamá Loba-. Nunca había visto ninguno:
tráelo...

R. Kipling, El libro de la selva. [79]

¡Karma!, karma, que no estamos hablando de esa calma meridional, no. KARMA es, en
el brahamanismo asumido por los budistas, lo que queda de un hombre cuando muere: su
obra, la consecuencia o el efecto de sus acciones, su pensamiento y su palabra.

A lo largo de miles de años de historia, los hombres han ido dejando escritas sus
palabras, sus ideas y sus creaciones. Los libros recogen toda la sabiduría humana, pero no
siempre han sido como los conocemos actualmente. Cada época de la historia ha tenido su
libro, con unos materiales distintos, unos medios de fijación de los mensajes diferentes y
unos sistemas de escritura diversos.

Lo que nos proponemos en esta letra de oculto nerviosismo, aunque cargada de


generosidad, talento y vigor, es sumergirnos en las profundidades de los tiempos,
acercarnos a la historia de los libros y a los libros de historias. Esta propuesta, como otras
de este alfabeto, admite todas las adaptaciones oportunas en cada ocasión y se puede llevar
a cabo con niños de distintas edades y en ámbitos variados.

En el principio de los tiempos los libros eran orales; no existían como tales y sus
historias se iban pasando mediante la voz de unas personas a otras, al amparo de las ascuas
y bajo la luz de las estrellas. Algunas de esas palabras que se lleva el viento han perdurado
hasta el momento presente. Nuestros abuelos constituyen el eslabón más próximo al pasado
que tenemos a nuestro alcance, y buscar en su memoria es una sugerencia enriquecedora
que nos aporta multitud de informaciones y vivencias. [80]

La escritura amarra las palabras y las dota de las alas necesarias para remontar las
barreras del espacio y el tiempo. En la zona sur de Mesopotamia, hace casi cinco mil años
los sumerios crearon los primeros libros: las tablillas de arcilla. Cortaban el barro en
delgadas planchas, generalmente rectangulares; la mayoría de ellas con una superficie no
superior a uno de nuestros libros de bolsillo. La forma de esa plancha solía ser plana o
abombada. Cuando la arcilla no estaba aún seca escribían, marcando con un instrumento de
sección triangular y de punta roma. La tableta se secaba al sol o en hornos, hasta darles la
dureza del ladrillo. Las tablillas eran apiladas, formando verdaderos libros, y luego se
guardaban en los estantes de las casas de la sabiduría. La primera escritura sumeria fue
pictográfica, pero evolucionó hacia la cuneiforme. Convertirnos en escribas sumerios o
acadios es muy sencillo y proporciona unas tablillas muy sumerinteresantes.

El libro de los faraones egipcios utiliza por vez primera la tinta como medio de
impresión y se realiza sobre un material más ligero, como es el papiro. Esta planta crecía
con profusión a orillas del Nilo y, tras un complejo proceso, se fabricaban unas hojas de
papel que se pegaban de izquierda a derecha en largas fajas, formando así el rollo
papiráceo. Escribían con jeroglíficos en columnas de arriba hacia abajo y de derecha a
izquierda. Para ello utilizaban una caña rígida y afilada, calamus, que con la regla eran las
herramientas indispensables del escriba. La tinta estaba hecha con carbón vegetal mezclado
con agua y goma. No nos va a resultar tan fácil como con la arcilla encontrar el papiro por
estas latitudes, pero sí podemos usar un sustitutivo; lo importante es escribir en ellos
aventuras jeroglíficas.

Los códices de pergamino romanos sustituyeron a las tablillas de madera enceradas y a


los papiros que los griegos utilizaban. En su elaboración se empleaba piel de cordero,
ternero o cabra que una vez preparada servía de soporte para escribir con el cañón de una
pluma de ave grande. Los pergaminos doblados en cuadernillos se [81] cosían con hilo.
Con el tiempo se fueron haciendo tapas de madera, metales o cuero y aparecieron las letras
capitales. En esta ocasión también usaremos un material semejante, ante la clara
imposibilidad de lograr un pergamino. La badana es un cuero blando que nos abrirá las
puertas para hacer nuestros códices repletos de fábulas grecorromanas. [82]

Mientras tanto en China se inventaba el papel en el primer siglo de nuestra era. A


mediados del siglo VIII los árabes lo trajeron y adaptaron a sus necesidades. En la España
musulmana había una próspera industria papelera. Sin embargo, sólo se impuso en el
occidente cristiano entre los siglos XII-XV, cuando la demanda de lo escrito superó las
posibilidades del pergamino. Estos manuscritos ya son más fáciles de realizar y podemos
llenarlos de Gu-Shr o cuentos chinos, en su honor.

Las xilografías fueron el antecedente de la imprenta, las planchas de madera de los


chinos dieron paso a los tipos móviles de Gutenberg. Llegó la revolución del libro: la
sabiduría ya no sería patrimonio de unos pocos, con la imprenta las palabras se extenderían
por el mundo como si de un huracán se tratase. Ya nada sería como antes y entre otras
cosas la portada: el título de la obra, su autor, escriba, fecha y lugar, se habían colocado
durante cuatro mil años al final del libro, pasando a la primera página impresa. La
ilustración también llegaría con el tiempo, para dar vistosidad y servir de enseñanza.

A medida que vamos conociendo la historia del libro también nos acercaremos a las
historias que esos libros contienen, de esta manera pondremos en contacto a los chavales
con esa literatura histórica: las Fábulas de Esopo, Las Mil y una Noches, Cuentos Chinos...
son algunos de los libros que, a pesar del paso del tiempo, todavía nos van a encantar.

El resultado de esta aventura, sumeria, egipcia, griega, china, árabe... puede tener como
colofón una exposición de estos libros, memoria de nuestra memoria, recuperados de las
garras del olvido por nuestras manos y entusiasmo. [83]

Libro

La ventana de la casa de la Luna estaba


llena de escarcha. Era una casita pequeña de madera de abeto, donde no le cabía más que la
cara. Los lobos la llevaron un día a la tierra para asustar a los niños, pero nadie se asustó.
Sólo los espantapájaros le hicieron caso. Desde entonces, hay en los jardines hombres de
palo con sombrero para hacer reír a la luna, a los pájaros y a los niños.

M.ª Teresa León,


Rosa-Fría, patinadora de la Luna. [84] [85]

La L de letra, de lengua, de lápiz y de LIBRO. Libros que en algunas casas no caben,


pero que jamás han entrado en otras. Muchas son las personas que no leen nunca un libro
pero, aunque un día lo intentasen, estarían perdidos entre los millares que se publican cada
año. Por este motivo es necesario presentar los libros.

Animar un libro en nuestros colegios y bibliotecas es una tarea más fácil de lo que pueda
parecer. Presentar un libro, motivar al niño a su lectura, animar a toda una clase en torno a
los personajes de un cuento o novela es algo al alcance de todos, que puede resultar una
tarea agradable, sobre todo si se realiza de forma diferente.

Prerrequisitos para animar un libro


Los requisitos previos para empezar a animar un libro son sólo unos pocos; el principal
es el buen ánimo del profesor o bibliotecario y una cierta capacidad de encantar, de
comunicar y motivar a los alumnos. Pero aún con esto necesitaremos:

1. Una pequeña (si es grande mejor) biblioteca de aula, donde se puedan encontrar los
libros que animemos y otros muchos adecuados a la edad y nivel lector de los alumnos.

2. Posibilidades de ir incorporando nuevos libros a esta biblioteca, bien a través de los


fondos del colegio, de los padres, de donaciones o bien de ayudas de instituciones.
3. Organización mínima de esta biblioteca, con un control sobre los préstamos y unos
responsables de ella, [86] planteando la lectura de libros como una tarea escolar más.

4. Un hueco en el horario cada cierto tiempo para la animación de un determinado libro


y las actividades a que éste dé lugar.

Presentación en sociedad del libro


La presentación de un libro empieza por su selección: aquel título que consideramos
adecuado y con gancho entre los futuros lectores. Luego viene un tiempo de preparación
que, además de la lectura del libro por parte del animador-profesor, requiere organizar
actividades para trabajar con el título, los personajes o la portada.

La ambientación previa de la clase o la biblioteca también es importante: carteles,


dibujos ampliados del libro, portadas enormes, títulos multicolores, fotografías o dibujos
del autor y el ilustrador... Pueden irse colgando también los dibujos y producciones que
vayan realizando los niños y niñas.

Ir creando una atmósfera de interés en torno al libro sería el objetivo. Los enigmas y
misterios pueden ser los mejores aliados para ello y la estrella puede ser un juego de pistas,
actividad de animación explicada en la letra «Q».

Dos pequeñas ideas que conviene tener claras:

* Se presenta un libro con todos los sentidos.


* Se presenta con la participación de los niños.

¿Cómo jugar con el título?


El título es la quintaesencia del libro, el que lo representa, resume, motiva, lo que
recordamos y otras muchas cosas más. Por ello, a la hora de presentar podemos trabajar
jugar con él. Estas son algunas posibilidades: [87]

1. Mensaje oculto: Tiene muchas modalidades, pero quizás la más visual continúen
siendo los acrósticos. El título o su personaje central se esconderá en forma de mensaje
acróstico, donde cada letra es la inicial de otra palabra: ELVIS =

Es
Listo
Valiente
Inteligente
Sueco.
[88]

2. Gestos en el aire: El aire de la biblioteca se puede poblar de líneas y de gestos. Si


utilizamos las líneas podremos dibujar en el aire el título o nombre del protagonista,
adivinándolo primero para recrearlo después. El gesto puede acompañar como auxiliar o ser
él mismo el centro, dando lugar a descubrir a través de la gesticulación el título.

3. Preguntas-Respuestas: Se hacen en torno al título, para ir formando una historia


imaginada de lo que puede ocurrir en el libro: ¿Por qué son los cuentos por teléfono?
¿Quién es el que llama? ¿Desde dónde?... Siempre se puede recurrir a la cuestión de Juan
Ramón (Jiménez): «¿Y qué más?».

4. Mezcolanza de sugerencias (o cómo decir rápidamente otras ideas en torno al título):


Un resumen veloz de otras ideas en torno a la presentación una vez desvelado el título:

- Cambiar el nombre del protagonista: Raúl y las cigüeñas o Carmen y los sapos... y
hablar-inventar-crear a partir de aquí.
- Repetir el nombre a coro, todos a una, por grupos o de la forma que se nos ocurra,
trabajando al mismo tiempo aspectos como la velocidad (más rápido o más lento y cambios
de ritmo), la intensidad o el tono.
- Añadir adjetivos al personaje: Julieta la inquieta, Julieta pizpireta... Y crear a partir del
resultado.
- Elegir otro título, alejándose de o acercándose al original.
- Plasmar el título en un rótulo o cartel, decorarlo y realizar todo lo que la plástica dé de sí
aplicada a la literatura infantil y al libro.

Se puede, y debe, elegir una u otra forma diferente de presentación según el auditorio y
el objetivo del animador. El resultado de todo ello será el conocimiento-nacimiento de un
libro que a partir de entonces crecerá solo de la mano de los jóvenes lectores y lectoras.
[89]

Museo

... -No importa, Balbalú, peor para ellos -se


dijo Gabi a media voz.
Balbalú era su otro nombre, su personalidad secreta. Cuando estaba sola, o cuando
estaba acompañada y no le gustaba la compañía; cuando estaba triste o cuando estaba
alegre, o sea casi siempre, Gabi se sentaba en un rincón y se ponía a imaginar la trepidante
vida de Balbalú. Se podía estar horas así, quieta como un lagarto y soñando despierta. -¡Ya
está pensando en las musarañas! -gruñían entonces sus padres-. Pero, no. Pensaba en
Balbalú. Y Balbalú era fuerte, intrépida, infatigable; recorría sin miedo los mundos más
extraños, hacía siempre lo que se le antojaba y todas las personas la amaban y admiraban.
Prefería con mucho ser Balbalú a ser Gabi. Pero hoy ni siquiera este recurso la servía...

R. Montero, El nido de los sueños. [90] [91]

Menudo lío en que nos hemos metido, sobre todo en esta M de largas patas y sabor a
malvasía. Esta M de Muñeca que, como una Matrioska, oculta en su interior varias
sorpresas, la primera es un Museo, pero no un museo cualquiera..., no, no..., un MUSEO
DE CUENTO; es decir, un lugar donde se exponen objetos reales pertenecientes al mundo
de los cuentos y por ende de los libros. Muchas son las maneras de comenzar, pero a
continuación os proponemos una atrayente y con cierto aire brumoso.

«Aquel día subí al desván, como hacía muchas tardes de otoño; estuve mucho tiempo
ojeando viejos libros del abuelo. Miré debajo de una cómoda carcomida en busca de su
diario de navegación y solo hallé polvo y telarañas. La claridad penetraba entre las tejas, la
tarde estaba llegando a su fin, cuando me dispuse a mirar en el interior de un polvoriento
arcón desconocido para mí. Al levantar la tapa los goznes chirriaron airadamente; un
cosquilleo recorrió mis manos; miré con impaciencia y la desilusión barrió los destellos de
mi curiosidad. Ante mis ojos apareció un montón de sábanas viejas con fuerte olor a
alcanfor. Removí algunas hasta llegar al fondo y... ¡nada! Me disponía a cerrar, cuando
observé una alargada bolsa de cuero negro, amarrada a uno de los herrajes interiores. La
solté con cuidado; era áspera y parecía llevar allí mucho tiempo. Desaté el nudo y de su
interior se deslizó suavemente una flauta; el velo de los años aún dejaba vislumbrar el tono
malva de la madera; en su extremo inferior unas muescas oblicuas parecían dibujar los
últimos destellos del sol, que ya nos había olvidado. La cogí entre mis dedos e intenté
hacerla sonar; [92] a pesar de mi dificultad para la música, conseguí que brotara un sonido
dulce y encantador.

Aquella noche estuve hablando con el abuelo al calor de la chimenea. Me contó con su
quebrada voz que el baúl había pertenecido a su bisabuelo y que lo había adquirido en una
subasta en las Islas Azores, durante uno de sus últimos viajes. La misteriosa flauta había
pertenecido a un famoso flautista dedicado a liberar pueblos y ciudades de las plagas de
ratones, muy frecuentes en aquellos tiempos. Hamelin fue el lugar donde más fama
adquirió. Esta flauta que tenéis ante vuestros ojos no es otra que la de...».

Muy bien se puede empezar así, o de otras mil y una maneras que se os ocurran. El éxito
de esta aventura depende en buena medida de nuestra capacidad de seducción y, sobre todo,
de la fuerza de la fantasía. Cuando les presentemos algunos objetos, pocos y con atractivo,
es muy importante que les descubramos la verdad de los mismos. No todos los días se
puede ver de cerca la manzana de Blancanieves, la escoba de Cenicienta o las botas de
Pulgarcito.

Momentos intensos nos esperan cuando los chavales de la clase, del ciclo, del colegio o
de la biblioteca empiecen a traer sus cosas; pero, ¡cuidado!, no vale todo, no. Cada uno de
los elementos que van a conformar la exposición debe reunir una serie de requisitos que
evidencien su linaje: pertenecer a un cuento o libro concreto, ser natural y de materiales
nobles (madera, hierro, oro...), ofrecer un aspecto añejo y despedir un cierto olor a rancio.

Una vez aceptado el utensilio, a cada uno de ellos le colgamos una etiqueta con diversos
datos sobre su procedencia, material, cuento, mecenas... ofreciendo con ello una precisa y
valiosa información a los futuros visitantes.

Pasado un tiempo, cuando ya dispongamos de un buen número de piezas, las exponemos


en un lugar apropiado [93] para tan solemne ocasión, como la biblioteca, el salón de plenos
de la casa consistorial o la sala de exposiciones de la villa. La sede del museo vestirá las
mejores galas posibles, con una entrada como la de la cueva del Trenti y paredes tan
vistosas como las de la casa de la Anjana.

No se dejará entrar a aquella persona, hombre o mujer, ojáncano o nuberu, príncipe o


fregona, que no pague, ¡por adelantado!, su entrada recitando un poema, luengatrabando un
trabalenguas, entonando un romance o adivinando una adivinanza. Este asunto es [94]
especialmente importante para conseguir crear una atmósfera insólita, divertida y fantástica
el día de la inauguración, que debe haberla, bien oficial y ceremoniosa.

Una vez abierto, el Museo de los Cuentos se convierte en el marco idóneo para contar
cuentos y narrar historias al amor de la lumbre. Los niños, los maestros, las bibliotecarias,
los padres y las abuelas se convertirán en contadores por unos momentos, pintando el aire
con hazañas, desengaños, miedos, amores y ternura.

De esta matrioska con sabor dulce y fragante, sale otra M, que trae de la mano el
MUSEO DE MACHADO. Lleva el nombre del poeta de Sevilla porque esto es un abcd...,
pero puede tener el título de cualquier personaje insigne y merecedor de este homenaje.

Esta variante necesita una buena preparación con los alumnos. Tenemos que dar a
conocer la vida y obra de Machado antes de empezar a recoger objetos, libros, fotos,
poemas... La ambientación de la muestra será más íntima y personal, ya que podemos
reproducir espacios de su vida especialmente significativos, como «un patio de Sevilla y un
huerto claro donde madura el limonero» o el lugar donde escribía versos. En este museo,
los cuentos dejarán paso a la recitación de poemas y a las canciones que ellos han generado:
Serrat, por ejemplo. Este museo, como ya habréis apreciado, tiene un cariz más escolar que
la anterior.

La última muñeca rusa lleva dentro más museos: el temático, el regional, el


etnográfico... y el estelar, lleno de los sueños que vamos anhelando cuando miramos las
estrellas. [95]

Noche
Un niño es un lector muy diferente al
adulto. Para un adulto la lectura es un acto cultural; muchas veces se traga obras que no le
gustan, que encuentra pesadas, haciendo un esfuerzo. Pero el niño no. El autor pretende por
encima de todo que los niños lean el libro, más ahora donde los niños están inmersos en un
mundo electrónico, con televisores, medios audiovisuales, cómics, dibujos animados. Hay
que sacar al niño de este entorno para centrarlo en la lectura, intentando escribir de tal
manera que cuando el niño abra el libro no lo cierre hasta el final.

C. Nöstlinger. [96] [97]

No creáis que lo vemos negro, aunque lo más complicado está a la vuelta de la página;
lo que ocurre es que ha llegado la NOCHE, aunque tal vez en esta ocasión no sea para
descansar.

La noche está poblada de seres llenos de vida propia, unas veces con un lado oscuro
(como boca de lobo) y otras luminoso y trasparente (como los zapatos de cristal de
Cenicienta). Desde el hombre del saco hasta el vampiro más sofisticado y moderno, el niño
va conociendo desde sus más tiernos (que diría una bruja) años a muchos personajes que
nacen y están en los libros: vampiros varios (desde el pequeño vampiro de Angela Sommer-
Bodenburg hasta el clásico conde de Dracul), fantasmas múltiples, espíritus varios,
aparecidos, brujas miles, pesadillas, tragasueños, búhos, gatos negros, monstruos
inconfundibles y confundibles, y otros habitantes de la noche urbana y desurbana.

No siempre estos personajes tienen que tener el toque de tinieblas y confusión de lo


negro, sino que pueden ser divertidos y románticos: una bella Durmiente con más de tres
siglos de historia, Cenicienta preocupada con su horario nocturno (si el príncipe hubiera
sido más feo podría haber llegado antes de las doce a casa), Papá Noel, Mamá Noelia,
estrellas, fuegos de pastores y la luna lunera, reina de la noche cascabelera.

Noche que puede verse y leerse en centenares de libros, desde aquel en que los lectores
de imágenes pueden contar ovejas (Cuando los borregos no quieren dormir, de S.
Kitamura) u olvidar miedos nocturnos (Una pesadilla en mi armario, de M. Meyer), hasta
las novelas para adolescentes bien clásicas (El fantasma de [98] Canterville, de O. Wilde),
bien modernas (La noche del eclipse, de J.M. Gisbert). Por ello, trabajar sobre -con-desde-
en-tras la noche es leer. Luego pueden surgir muchas otras actividades y un gran suceso: La
noche literaria.

Desde la sombra al laberinto


Un pequeño repertorio de actividades juego con la noche como protagonista puede ser el
siguiente:
- Las Sombras: Desde la realización con cartulina negra de personajes, objetos y
siluetas, hasta todo un taller con luces y figuras sobre una pared. Con tanto perfil en negro
puede dramatizarse todo tipo de obras.

- Los 1001 cuentos: Repertorio mural o narración oral del mayor número posible de
historias. Su lógica lleva a la noche y al alba, pero siempre puede adaptarse (contando un
cuento antes de marcharse del colegio o de dormirse en casa). La creación de una mascota
(que evidentemente no puede ser Sherezade) puede ser una acción del grupo. Contar un
cuento (explicado en la letra «O») nocturno nos lleva a Cuentos al amor de la lumbre, con
todo tipo de historias de miedo, magia e incluso amor.

- Fosforescencias varias: Puede decorarse la clase o biblioteca con estrellas que lucen en
la oscuridad creando todo un cielo a cubierto o crearse un libro que brille (con rotuladores
especiales).

- Teatro negro: Con tubos luminosos especiales se crea sobre el escenario la ausencia de
colores que no sea el blanco. Es toda una experiencia.

- Los Laberintos: Iluminados por libros que los contienen (v. gr: La sonámbula en la
ciudad laberinto o La noche del eclipse, de Joan Manuel Gisbert) pueden recrearse en los
espacios escolares, como juego o como lugar de lectura. [99]

La noche literaria
Algunos colegios y ciudades privilegiadas han conocido toda una noche dedicada a la
literatura, con alumnos y alumnas viviendo en las aulas el transcurrir de las horas mientras
se ocupan en diversas tareas y viven sueños nocturnos en directo.

La preparación es ardua, necesitando decenas de colaboradores (padres, ex-alumnos,


lugareños, artistas) y una organización que cubra todo el espacio de una [100] noche, que
puede ir desde las once de la noche hasta al menos la alborada. El colegio y su entorno se
revoluciona. Los más pequeños (hasta los ocho años) vivirán sólo la primera parte de la
noche, para dejar a los mayores el mantenerse en vigilia.

Leganés fue pionera en estas actividades desde el colegio Trabenco y suyas son todas
estas sugerencias: recitales de música, encuentros con autores, juegos y concursos, cohetes,
fuegos artificiales, teatro de sombras, montajes de vídeo, cine matutino, suelta de globos,
paseo a bosques cercanos, cuentos y más cuentos, rincón de sensaciones, astronomía
práctica, música, nanas, en torno al fuego, chocolate con churros, magia...

La planificación tiene que ser precisa y todo bien pensado y programado, con duraciones
medidas y su orden más adecuado según edades y horas. Al mismo tiempo se suceden actos
diversos que confluyen en un desayuno común, en el que se puede despertar a los bellos y
bellas durmientes menores de ocho años, para que comiencen el día si no con energía, con
humor.

Dicen quienes lo han vivido que es como pasar una noche en la Luna, y algo debe haber
de ello cuando una noche literaria se convierte en el recuerdo más imborrable y grato de un
pasado escolar. [101]

Ñame

La lectura y el saber son magnitudes


directamente proporcionales al sabor y al placer de un buen queso Camembert.

I. Ñuton,
Reflexiones metafísicas de un físico. [102] [103]

ÑAME parecía a mí que esto se empezaba a complicar y como no queremos parecer


ÑOÑOS (en latín se refiere a los viejos cuidadores de niños), vamos a buscar un poco de
dificultad. Empezamos con esta palabra exótica y anciana que recuperamos en su V
Centenario. Ñame es una planta llevada a América desde África y ahora traída a Europa
para que crezca en este Abecedario y nos la podamos comer si nos acucia el hambre, como
a todo buen escritor que se precie, ya que no se sabe si su etimología procede del bantú o de
la onomatopeya Ñam Ñam con que estos indígenas segregaban jugos gástricos cuando
veían a los despistados portugueses que aparecían por sus tierras. Aunque no está claro
quién se comió a quién, o qué cultura engulló a qué otra cultura.

En cualquier caso, bien nos puede servir de excusa para hacer una llamada de atención a
los escritores, editores, promotores, distribuidores y animadores a la lectura, acerca de
aquellos temas que fomentan valores de solidaridad y respeto ante las diferencias de
nacimiento, etnia, sexo, religión, opinión, minusvalía, orientación sexual... Propugnamos
una literatura infantil que promueva los valores de igualdad (de género, de raza, de
desarrollo socio-económico, etc.), de aceptación de la diversidad (religiosa, sexual, cultural,
etc.) y de sensibilización solidaria y rechazo ante cualquier conducta discriminatoria racista
o xenófoba. Alentamos temas que favorezcan la comprensión y valoración de las
aportaciones de cada cultura y estimulen la autocrítica de los aspectos más intransigentes o
agresivos de la nuestra. El reconocimiento de la diversidad cultural es factor decisivo en la
integración de las minorías. La multiculturalidad es un hecho presente y creciente en [104]
nuestras sociedades, por lo que la tolerancia necesaria conducirá al principio básico de la
interculturalidad (enriquecimiento mutuo de las culturas mayoritarias y minoritarias) para
de aquí pasar al necesario mestizaje cultural, que siempre ha sido un factor positivo para el
desarrollo de los individuos y de los pueblos.
Se trata de fomentar en los lectores un ejercicio de empatía que les permita descubrir la
igualdad en los otros a través de la descripción de personajes humanizados que cuenten su
vida cotidiana. De la empatía se podrá pasar a la tolerancia valorando positivamente la
diferencia y viendo la diversidad cultural como un enriquecimiento del patrimonio
resultante de la actividad humana. Pero, cuando las diferencias sean de orden socio-
económico, de la tolerancia se deberá pasar a la solidaridad reflexionando acerca de las
causas de esas diferencias. En un mundo cada vez más interdependiente en todos los
aspectos (políticos, económicos, sociales, ecológicos) los problemas tienen rápidas
repercusiones lejos de donde se producen.

Nosotros y ellos
Es necesario mostrar a los niños que la civilización occidental no es única, ni mejor a
otras; tienen que comprender que existen otras formas de civilización y de desarrollo que
las de nuestra sociedad industrial, y hacerles descubrir su riqueza; debemos impulsar la
toma de conciencia de la interdependencia que nos vincula a los países del Tercer Mundo.
La visión global del desarrollo humano en nuestro planeta es un objetivo irrenunciable que
el libro, mensajero universal por excelencia., debe perseguir y promover.

En definitiva se trata de estimular procesos de pensamiento y acción que mejoren la


comprensión de las condiciones sociales, económicas y políticas existentes en el mundo
subdesarrollado con el objetivo de alentar un compromiso general en la acción para
mejorarlo. Se trata mediante este tipo de literatura de promover un cambio de actitudes o un
reforzamiento de ellas suscitando un [105] comportamiento en favor de la justicia, la
tolerancia, la cooperación y la solidaridad. También se deben atender y desarrollar las
capacidades de reconocer nuestros propios valores, de ponerse en el lugar de otras personas
en ámbitos geográficos y culturales diferentes, de reconocer la validez de distintos puntos
de vista.

[106]

Valores universales
Y todo ello desde una órbita más amplia, que afecte a los temas multiculturales,
interraciales, medioambientales, a los derechos humanos, o al papel de los sexos, pues
todos ellos están conectados componiendo un conjunto integrado que se deriva de la
necesidad de adecuar nuestra cultura a la dimensión inequívocamente planetaria de nuestra
vida. A propósito de esta idea, Thomas Cullinan dice de un personaje: «Finalmente,
Sebastián comenzó a apreciar que todo esto quería decir que su propia forma de verse a sí
mismo se estaba poniendo en tela de juicio, y que, si quería preocuparse activamente por
los otros, debería también librarse del egoísmo, la avaricia, el orgullo y la
desconsideración».

A través de los pueblos de la selva, que desean permanecer en ese ambiente y con esa
forma de vida, también podemos acercarnos a la estrecha relación y dependencia del
hombre con la Naturaleza, al tiempo que nos recuerdan la desatención de nuestra cultura
occidental hacia el escenario natural de su desarrollo. Pueblos cuya cultura está integrada
en el impresionante ecosistema que tienen por entorno, que les ha alimentado y acogido en
su seno como una parte más del paisaje y que ahora le disputa otra cultura de tecnología
más compleja y más agresiva con el medio.

Estos y otros aspectos nos recuerdan también que el hombre es un ser ligado a la
naturaleza, que su vida está impregnada por todo lo que la tierra y su entorno le
proporcionan. Nos ayudan, en fin, a sentir el placer de la naturaleza en su plenitud.

Los temas medioambientales y ecológicos pueden ser tratados mediante historias


exóticas y con otras más cotidianas, aunque todas ellas cercanas a nosotros por sus
implicaciones, ya que contribuyen a sensibilizarnos ante la degradación y destrucción de la
vida natural. El inquietante deterioro ecológico justifica el planteamiento de estos temas en
los distintos medios de difusión y entre estos últimos el libro infantil es un canal idóneo.
[107] Mediante la denuncia, la llamada de atención, la reflexión acerca de lo que supone la
destrucción del medio ambiente, se llega a la conciencia de los lectores de la gravedad de la
contaminación del medio acuático, terrestre y atmosférico, promoviendo actitudes activas y
de compromiso en favor del medio, que a fin de cuentas es la base también de nuestra
propia supervivencia.

Cada vez son más los libros que incorporan estos temas, a pesar de que existen
obstáculos en su publicación y difusión, generalmente derivados de la inercia en que se
mueven las editoriales, las distribuidoras, y, en general, una opinión pública poco formada
sobre la situación global del planeta. En este sentido, los escritores por un lado y los
docentes por otro, pueden desempeñar un papel fundamental como agentes de cambio si
adoptan actitudes comprometidas, conscientes y responsables sobre los desafíos mundiales
y trasladan esta sensibilización al libro, los unos, y a la animación lectora, los otros.

No se trata de volver a la moraleja final de ciertos libros tradicionales, sino de que desde
la lectura se promueva la reflexión y el compromiso personal con estos valores. La
literatura infantil y juvenil es un vehículo idóneo para modificar el pensamiento y las
actitudes ante estos temas. Se debe intentar que nadie se vaya de este planeta sin que lo deje
más habitable que cuando lo encontró. [108] [109]

Oral
Os lo voy a contar: Ocurrió que cuando
saqué la cabeza de la oscuridad por la entrepierna de mi madre, eso es, cuando ya estaba a
punto de salir, lo pensé mejor y retrocedí. No veía nada clara aquella situación. Creo que
me entenderéis... Estaba tan acostumbrada a la oscuridad, sin demasiados ruidos y bien
arropada, con aquel calorcito húmedo que daba tanto gusto... La comadrona gritaba: «¡Es
una niña...!». Mi padre repetía fuera de sí: «¡Es una niña...!». Mi madre chillaba: «¡Ya
nace! ¡Ya nace!». Y, claro, con todo aquel guirigay, con todo aquel griterío, me asusté
mucho. Y glup-glup, fui retrocediendo, no sé cómo, y me volví a meter dentro de la tripa...
Sorpresa general, como os podéis figurar...

M. Obiols, Datrebil. 7 cuentos y un espejo. [110] [111]

Otra vez volvemos a los orígenes, de oca a oca, a la narración oral y escribo porque me
toca: Oro parece, plata no es, el que no lo adivine tonto es.

Más adelante, cuando hablemos de la poesía, insistiremos en la importancia de la


palabra hablada en las nanas, las canciones, los juegos, etc. Pero no solamente necesitamos
del canto y la poesía sino de la narración de historias.

Desde casi el comienzo de la Humanidad, cuando las primitivas hordas de cazadores


necesitaron transmitir los conocimientos, los valores, las prohibiciones como el incesto,
etc., se han contado cuentos.

Fue una necesidad de la especie y se desarrolló siguiendo unas mismas pautas en todos
los lugares del planeta. Por este motivo los cuentos maravillosos, como demostró Propp,
tienen idéntica estructura y repiten una serie de funciones y personajes.

El siglo XX que finaliza casi ha terminado con la tradición milenaria de contar cuentos,
al menos en el mundo occidental. Sin embargo, no ha desaparecido la necesidad
psicológica de contarnos cuentos a nosotros mismos, de fantasear, y de que nos cuenten
historias, especialmente aquellas que se han mantenido en la memoria colectiva a lo largo
de los siglos y que nos explican muchas cosas sin que seamos conscientes de ello.

La afición a la lectura y el deseo de ser escritor, en gran número de los mejores


creadores, tuvieron su origen en el placer que les produjo escuchar de niños las historias
que les narraban sus abuelos, un vecino, o cualquier otro adulto. [112]

Tanto si somos padres como si somos profesores o simplemente adultos que convivimos
en algún momento con niños, tenemos la obligación de regalar unos instantes de placer a
los más pequeños y a nosotros mismos. Es tanta el ansia de escuchar historias por parte de
los niños que casi solamente es necesario que nos pongamos a hacerlo.

De todas maneras debemos respetar unas normas y nunca vienen mal algunos consejos.
Hay varios libros que aparecen en la bibliografía, en los que se ofrece un método sencillo y
se reproducen algunos cuentos para practicar. Nosotros nos limitaremos a recordar algunos
aspectos fundamentales.

El contar un cuento es un hecho mágico, por lo que es recomendable crear una situación
propicia, silencio, comodidad. Se pueden sentar los niños alrededor del narrador, y, si se
hace en familia, la cama y la hora de acostarse pueden ser el lugar y el momento oportunos.
La ceremonia comienza con una fórmula de entrada: Érase una vez..., En el tiempo de
Maricastaña...; y termina con otra: Colorín, colorado..., etc. Sirven para delimitar un tiempo
distinto del rutinario, es el momento de la fantasía.

Hay otras expresiones que se repiten a lo largo de la narración: Soplaré y soplaré y la


casa tiraré. Estas frases que se repiten normalmente tres veces dan unidad y ritmo a la
narración, ayudan a que el narrador no se salga del esquema, y también dan seguridad al
oyente que conoce algo de lo que va a pasar.

Los cuentos maravillosos no tienen moraleja; sin embargo, transmiten al niño el mensaje
de que la lucha contra las dificultades de la vida es inevitable y que si persevera superará
todos los obstáculos.

El personaje principal es un niño pequeño o una persona indefensa con la cual el oyente
simpatiza fácilmente. A través de esta identificación, el niño vive [113] las experiencias del
protagonista y consigue superar sus propias fantasías.

Estas historias tienen un comienzo y un final real, con una parte intermedia fantástica.
Gracias a ello, según Bettelheim, el niño ve su propia fantasía como algo necesario pero
que tendrá que abandonar para integrarse en el mundo de la realidad. Tomará conciencia de
sus fenómenos inconscientes, temor a perder a sus padres, sentimientos de odio, miedo a
quedarse solo, etc.; afirmará su identidad, y vencerá sus frustraciones. [114]

El cuento maravilloso nació y se transmitió de manera oral; su estructura y vocabulario


están configurados para que sean narrados. Gracias a Grimm, Perrault, Llano, Espinosa,
etc., que recopilaron gran número de cuentos, podemos leerlos para después contarlos
cuando los hayamos interiorizado.

Es importante que el cuento nos guste a nosotros, narrarlo con entusiasmo, respetarlo y
tomarlo en serio. No debemos cambiar el final aunque nos parezca cruel; el castigo que
recibe el malo da seguridad al niño y le afirma al comprobar que el esfuerzo del bueno tiene
una recompensa y la maldad siempre es castigada.

No es conveniente infantilizar demasiado el vocabulario. Una cosa es decir «la ratita


presumida» y «el ratoncito», y otra emplear continuamente diminutivos: arbolito, sentadita,
etc.; esto cansa a los niños y además no es su forma de hablar.

Debemos vivir el cuento con la voz, el gesto, las manos, los ojos... pero sin exagerar
demasiado, sin teatralidad. En cuanto a la voz, es importante vocalizar y entonar bien para
que sea agradable de escuchar. No hay que apresurarse, debemos dejar que se rían si hay
algo gracioso; si se nos olvida algún aspecto debemos seguir con naturalidad y volver sobre
ello más adelante o simplemente corregir el olvido.

Además de cuentos se pueden narrar todo tipo de historias, recogidas de la Biblia, del
Quijote o de nuestras propias vivencias personales. Simplemente hay que tomar la decisión
de hacerlo.

¡Ánimo! [115]

Piratas

El bergantín no era más que un leño que


rodaba acá y allá a merced de las olas; seguía arreciando la tempestad, reinaba el huracán, y
no veíamos esperanza alguna de salvación.
Durante algunas horas guardamos silencio, temiendo a cada instante que cediesen las
amarras, que el mar arrebatase los trozos del molinete, que una de las enormes olas que
rugían en torno nuestro, encima de nosotros, en todos sentidos, hundiese el casco tan
profundamente, que nos ahogáramos antes de que remontase a la superficie.

E. A. Poe,
Las aventuras de Arthur Gordon Pym. [116] [117]

Por fin esto se va a animar. Parece que se ve en el horizonte un barco de negra enseña
repleto de PIRATAS. Efectivamente, se trata del «Sirena del Pas», un barco pirata que nos
inventamos durante la Semana del Libro de 1994, año en el que se cumplía el centenario de
la desaparición de Robert L. Stevenson, autor, entre otros libros maravillosos, de La isla del
tesoro. Y nos pareció que no podíamos dejar pasar la ocasión de rendirle un merecido
homenaje.

Con este fin, centramos la Semana del Libro en el tema de la piratería. Nos sirvió de
aglutinante una historia que escribimos con el título de El último viaje del «Sirena del Pas»,
editada con la aportación económica de la APA del colegio y distribuida gratuitamente
entre los niños.

El relato, que tiene al niño que lo lee como protagonista, cuenta las aventuras de un
grumete que se embarca en una nave pirata y vive las peripecias habituales en este tipo de
historias. Conoce la dureza de la vida en el mar; sufre las burlas de los piratas ya curtidos y
la monotonía de los días de navegación; se enfrenta a la naturaleza cuando arrecia la
tempestad; vive las maquinaciones de la tripulación y un motín; y también el abordaje, la
lucha feroz y la rapiña; y -¡cómo no!- por fin la isla y el descubrimiento del tesoro.
A medida que avanza, la historia le va planteando al lector una serie de pruebas que
debe superar para pasar a formar parte de la Gran Cofradía de los Hermanos de la Costa, a
la que pertenece la tripulación del «Sirena del Pas». [118]

Para ello, entre otras muchas actividades, debe dibujarse disfrazado de pirata; diseñar su
propia enseña; conocer los efectos personales del Capitán Pirata y localizarlos en una sopa
de letras; mostrar conocimientos suficientes sobre el nuevo oficio y resolver enigmas y
adivinanzas; identificar a los piratas más famosos de la literatura, así como el nombre de
sus embarcaciones y los libros que relatan sus hazañas; recitar poemas y canciones para
entretener a la tripulación; no dejarse intimidar por la marinería, para lo cual debe refinar
un poco su vocabulario para que no desentone e inventar -sin pasarse- maldiciones, insultos
y amenazas; escribir su propia canción pirata; enviar un mensaje pidiendo socorro; dibujar
el plano de la isla en que ha sido abandonado; descifrar un pergamino de extraños signos,
con la esperanza de que le conduzca hasta el lugar en que se encuentra enterrado el tesoro.

La historia finaliza cuando, una vez descubierto el tesoro y repartido el botín, los piratas
abandonan la isla. Sin embargo, nuestro protagonista, el grumete, que recibe como los
demás la parte correspondiente del botín, decide quedarse en la isla. Aquí termina, de forma
provisional, la narración; porque el libro le sugiere al lector que debe concluirla a su gusto.

Además de la narración, el libro incluye un diccionario para piratas novatos en clave de


humor con los términos más usuales de los libros de mar. Contiene también un breve
estudio sobre la piratería a lo largo de la historia, con el fin de que los niños conozcan que
detrás de tanta fantasía como encierran los libros de piratas hubo unos hechos reales, en
ocasiones tan sorprendentes o más que los narrados en los libros de imaginación. Este
capítulo queda completado con una bibliografía básica para aquellos niños que deseen
conocer el tema desde el punto de vista histórico con mayor profundidad. El libro aporta
finalmente una amplia guía de libros infantiles y juveniles de aventuras de piratas,
recomendados por edades; desde los destinados a pequeños piratas con [119] chupete y
biberón de 0 a 5 años, a los dirigidos a piratas con toda la barba y ladies atrevidas de más
de 14 años.

La actividad de esta Semana del Libro contó con la participación de todos los niños del
colegio; pero también con la de profesores, padres y madres. En realidad, ya antes de la
Semana habíamos comenzado, pues durante el Carnaval -ya estábamos escribiendo la
aventura- algunos niños y profesores se disfrazaron de piratas; y los padres colaboraron con
la construcción de dos sencillos barcos de madera -«Sirena del Pas» y «Perla del Pisueña»-,
diseñados de tal forma que permitían a los niños colocarse en su interior y transportarlos
fácilmente.

[120]

Así que cuando llegó la Semana del Libro ya estábamos todos metidos en el ambiente.
La historia escrita fue entregada a los niños y comenzó a ser leída individualmente y en las
clases. Al mismo tiempo, los niños comenzaron a realizar las distintas pruebas, que son en
realidad juegos con las palabras y propuestas para animar a leer y escribir.

Durante este tiempo, comenzamos a montar un museo de la piratería en el lugar que


cada año reservamos para exponer los trabajos de los niños y una selección de libros
infantiles y juveniles. En esta ocasión, lo llenamos además de antiguos cofres y viejas
monedas, de pergaminos con mensajes indescifrables, de mapas de hipotéticas islas del
tesoro, de cartas del Capitán Pirata a su amante, lady Bonn; de objetos personales de
ambos: el parche que usaba, su casaca, su espada y su puñal, la sombrilla de ella, el loro
que un día le regaló él; de restos de viejos navíos; de pipas y botellas de ron; y un buen
puñado de arena de la isla de Sagrav. Las paredes fueron cubiertas con cuadros de los
piratas más famosos de la historia que los niños habían coloreado.

El museo quedó enriquecido con los cuentos que los niños habían escrito y con todas las
colaboraciones con que contó El final de mi aventura, los relatos que escribieron para
continuar la historia inicial.

Organizamos simultáneamente un concurso que tuvo una gran aceptación. Con las fotos
en blanco y negro de unos veinte niños y niñas del colegio, y de algún profesor, hicimos
fotocopias ampliadas y las repartimos por todas las clases para que quienes lo desearan
pudieran disfrazar, a esos personajes, de piratas. Resultó una actividad amable y divertida,
en la que derrocharon ingenio, humor y fantasía, ayudándose de rotuladores, pinceles,
recortes de papel, tela, lana, y otros materiales.

Un gran éxito tuvo el hallazgo del tesoro, pues la historia juega con espacios imaginarios
y espacios reales. Así, la isla se llama «Sagrav», el nombre del pueblo -Vargas- escrito al
revés; y el tesoro al que alude la [121] historia lo enterramos realmente cerca del colegio,
en el lugar exacto que indica el mensaje secreto que se encuentra el protagonista. Y muchos
cálculos hubieron de hacer para encontrarlo finalmente -aunque no tenía los doblones que
nos hubiera gustado- a los pies de un viejo roble.

Finalizamos la Semana con una velada literaria en la que algunos niños leyeron sus
finales y otros cuentos inventados por ellos mismos. El colofón lo puso un concurso de
tartas que tenían que hacer referencia a las historias de piratas. Gastronomía, arte y
literatura se dieron la mano, y contamos con tartas-cofre, tartas-isla, tartas-barco, tartas-
pergamino y un largo etcétera de vida efímera. Poco después de que un jurado de golosos
las valorase, los asistentes dimos buena cuenta de ellas.

Tanto los participantes en este concurso, como los niños que habían descubierto el
tesoro, habían disfrazado a sus compañeros y profesores, y los que participaron en las
pruebas que proponía el libro y escribieron otros finales, fueron obsequiados por la APA
con libros; de piratas, claro. Además, todos aquellos que se embarcaron en el «Sirena del
Pas» y demostraron su arrojo e inteligencia en los momentos más difíciles de la travesía
fueron nombrados miembros de honor de la Cofradía de los Hermanos de la costa. De ello
da fe el diploma-pergamino que conservan con orgullo, porque fue expedido en la isla de
Sagrav el veinticinco de abril de 1994, y lleva la firma del mismísimo capitán Flint. [122]
[123]
Qué, quién

Quien quisiere ser culto en sólo un día


la jeri (aprenderá) gonza siguiente:
fulgores, arrogar, joven, presiente,
candor, construye, métrica, armonía,

poco, mucho, sino, purpuracía,


neutralidad, conculca, erige, mente,
pulsa, ostenta, librar, adolescente,
señas traslada, pira, frustra, arpía,...

F. de Quevedo [124] [125]

¿Q-ué?, ¿Q-uién?... Q-cuestiones en una letra llena de PISTAS para despiste y empaste.
Preguntas y afirmaciones que pueden dar lugar a una actividad previa a la animación llena
de interrogantes, enigmas y secreto como puede ser un JUEGO DE PISTAS, actividad de
animación que funciona en todos los niveles escolares de Primaria y Secundaria.

Un juego de pistas consiste en ir sembrando las paredes y otros espacios del aula o
biblioteca de indicios o señales que permitan descubrir algunas cosas, averiguar datos del
libro que queremos animar, intuir al autor, a los personajes o incluso el título.

Para ello, aunque los soportes y tamaños pueden ser variados, pueden servir hojas de
tamaño normal (DIN A4) o grande (DIN A3), incluso cartulinas o tiras de papel continuo,
sobre las que se irán escribiendo las diversas pistas que queramos que los niños y niñas
conozcan. Éstas serán datos del autor o de los personajes del libro, aquellos más curiosos o
relevantes que pueden ser sacados de fuentes diversas:

- El libro a animar, del que se pueden seleccionar pequeñas frases significativas,


opiniones de los principales personajes, curiosidades que ocurren y cualquier otro detalle
que queramos que aparezca en forma de pista.

- Biografía del autor, con los datos de la contraportada del libro, de folletos editoriales, y
ampliados, si es posible, con una búsqueda más ardua en enciclopedias, diccionarios o
revistas especializadas en literatura infantil. La biografía nos permite elegir aquellas partes
[126] más atractivas de su vida, anécdotas, acontecimientos, para que pasen a tener forma
de pistas.
- Entrevistas, que nos da el parecer del autor en temas que pueda interesar destacar en
pistas.

- Otros libros suyos, donde puedan encontrarse datos, frases y que también nos den
pistas.

La selección quedará a criterio del animador, que intentará crear el clima de interés con
datos seductores. En cuatro de los autores más leídos y conocidos vamos a concretar estas
pistas. Son Roald Dahl (con libros para todas las edades y niveles de Primaria y
Secundaria), Michael Ende (con obra para todo tipo de público infantil y juvenil), Christine
Nöstlinger (también para todas las edades escolares) y René Goscinny (autor de personajes
tan universales como Asterix, Lucky Luke o el pequeño Nicolás).

ROALD DAHL: «Sabía leer en noruego». «Lo que más le gustaba de pequeño eran los
caramelos y los cordones de regaliz». «Fue piloto de un caza de la R.A.F. en la II Guerra
Mundial». «Medía 1,95 m.». «Escribió guiones para Alfred Hitchcock». «Tres de sus libros
infantiles son conocidas películas». «Escribió la historia de los Gremlins». «Dijo: los niños
se aburren pronto; yo también».

MICHAEL ENDE: «Ha viajado por todos los mundos posibles gracias a su gran
imaginación». «Ha creado un reino de Fantasía». «Es un buen pintor surrealista, hijo de
otro gran pintor también surrealista». «Sus personajes tienen nombres curiosos: una tortuga
puede ser llamada Tranquila, o quien maneja el tiempo de los hombres, maestro Segundo
Minucio Hora». «Le encanta coleccionar tortugas y también utilizarlas en sus narraciones».
«El unicornio es el animal que le hubiera gustado que existiera». «Es capaz de escribir
historias interminables». «No le gusta el color gris». «Piensa que en cada persona hay un
niño que desea jugar». [127]

CHRISTINE NÖSTLINGER: «Su padre fue relojero». «Empezó ilustrando sus propios
libros». «Soportó en Viena los bombardeos rusos durante la II guerra mundial». «Existen
dos Ch. N.: ella y su hija». «A los nueve años sólo tenía un único libro». «La paz para ella
eran bocadillos de jamón, vestidos bonitos y peinados con permanente». «Le gusta
esquiar». «Sus personajes pueden salir de una lata de conservas o de un negrísimo sótano».

GOSCINNY: «Piensa que los romanos están locos». «Un personaje suyo es más rápido
que su sombra». «Ha viajado por todo el mundo, aunque recuerda siempre los sitios por su
nombre antiguo: Hispania, Galia, [128] Helvecia...». «Ha conocido en persona a Asterix y
Obelix»... o sobre su personaje del pequeño Nicolás: «Todos sus amigos tienen nombres
raros: Clotario, Alcestes, Agnan...». «Le gusta jugar al fútbol, pero sin padres delante». «Le
gusta jugar al ajedrez... con canicas y balones». «Le encantan los mensajes secretos».

El lugar de colocación de las pistas tiene que permitir que éstas sean bien visibles; es
conveniente que aparezcan desperdigadas por el aula para producir mayor sensación.
También pueden darse en carteles con formas de huella, de interrogación, de libro abierto...
Los destinatarios pueden ser cualesquiera de los niveles escolares, aunque hay que
adaptar la dificultad a la edad, siendo más sencillas las indicaciones para los que se acaban
de iniciar en la lectura. Su número será el que se considere oportuno; bastaría con 6 u 8,
pero muchas veces funciona el llenar la clase de pistas (lo cual da más trabajo al animador
que lo realiza).

El día de la animación habrá que explicar los pormenores de cada una de las frases o
afirmaciones, desvelando ya el libro y su autor, pudiéndose ampliar con la lectura de algún
capítulo u otras actividades y pasando a lo más peligroso: dejar el libro en la estantería. El
libro desaparecerá de inmediato de ella. Pero, como podría decir una pista sobre Michael
Ende, «esto es ya otra historia».

[129]

Rima

Gayferos

Estando la condesita
en su palacio real
con peines de oro en la mano
para su niño peinar,
cuando le estaba peinando
también le canta un cantar:

-Dios te me deje criar, hijo,


Dios te me deje criar
y la muerte de tu padre
Dios te la deje vengar,
que le mató el moro perro
para conmigo casar.

Romancero popular de la montaña. [130] [131]

RIMA rimando nos vamos acercando al final del Abecedario pero sin olvidarnos de la
Poesía, la forma más sublime de la Literatura aunque por ser muy modesta a veces se
disfraza de pordiosera y pasa desapercibida.

El lenguaje es lineal, una palabra va tras otra formando una cadena de ideas o de
imágenes. Es como un río que con distinta fuerza fluye siempre hacia su desembocadura en
el mar. Nuestras vidas son también los ríos y como ellos van a dar en el mar que es el
morir. Parece que nada las puede detener.

Sin embargo, la poesía detiene el tiempo, eterniza el instante, captura el sentimiento


fugaz, y nos lo devuelve cada vez que leemos un poema. A diferencia de otros géneros
literarios, la poesía establece pausas en el fluir del lenguaje por medio de los versos.
Introduce un ritmo que depende del número de sílabas de cada verso y del número de
versos de cada estrofa. También crea una musicalidad con la rima.

Cada vez que llegamos a una palabra que tiene una terminación similar a la de otra de un
verso anterior la recordamos y las impresiones que nos produjo se suman a las que nos
suscita la actual y a las que vendrán a lo largo del poema. Se consigue así un efecto
acumulativo.

La poesía capta el ritmo de nuestro corazón y el de los planetas girando en el espacio, el


ritmo de las estaciones y de los días y las noches. La poesía organiza el torrente de la vida,
de las emociones, de las palabras que se suceden en una persecución ininterrumpida, la
poesía remansa el discurso y nos explica lo inefable. [132]

Tal vez por eso cuando una madre le canta a un niño pequeñas canciones rimadas éste
sonríe aunque no entienda su significado. Se establece una comunicación por medio de las
palabras pero no por su significación. El niño no interpreta el aspecto semántico de ellas
sino el fonético, la musicalidad del lenguaje sirve de medio para transmitir el afecto de la
madre que es captado intuitivamente por el niño.

La risa del niño gratifica a la madre y ésta continúa cantándole canciones:

Toca palmitas,
que viene, papá,
tócalas, tócalas,
que pronto vendrá.

Estas canciones se acompañan del movimiento del cuerpo y sus diversas partes toman
protagonismo:

Daba la mocita
en su cabecita;
daba, daba, daba
y no se lastimaba.

Después del cuerpo la madre le va presentando objetos de la vida cotidiana, como los
juguetes:

Aaa... Aaa... Aaa...


Mi muñeca enferma está...
También los animales, que nos han acompañado desde el origen de los tiempos, lo hacen
ahora de manera simbólica:

Cucú.
Cantaba la rana.

Las madres que juegan con sus hijos de esta manera y les cantan nanas son las mejores
animadoras, no sólo a la lectura de poesía sino de todo tipo de literatura. [133]

Esta labor suele continuarse en la escuela, en los primeros años de escolarización. En el


parvulario las maestras continúan cantando, enseñando trabalenguas y los niños empiezan a
jugar con los demás. Estos juegos colectivos se aprenden cantando o recitando.

Existe un amplísimo repertorio de rifas que se mantienen a lo largo del tiempo y se van
modificando con cada generación y en cada lugar:

De ti marí,
de do pingué;
cúcara, mácara,
títere fue.

[134]

Las niñas, especialmente, suelen jugar en parejas dándose palmadas al tiempo que
recitan largas retahílas:

Don Federico
mató a su mujer
para casarse
con una costurera...

En algunos juegos los recitados adaptan su estructura a las necesidades del mismo. Así
ocurre para saltar a la comba de dos en dos, de tres en tres, etc.

Una y dos,
María Tacón
taconeando...

Una, dos y tres,


pluma, tintero y papel...

Una, dos, tres y cuatro,


Mari Pepa tiene un gato...

Los patios de los colegios y de vecinos están llenos de estas canciones y muchos autores
se han dedicado a recopilarlas. Solamente hay que prestar atención para escucharlas. Es una
de las últimas formas de tradición oral que nos queda y sigue tan viva como hace siglos.

La educación está jalonada de saltos que los niños tienen que superar con gran esfuerzo.
El primero de ellos es la escolarización a los tres años; el siguiente, el inicio de la
educación Primaria, después continúan otros.

Hay que hacer lo posible para evitar que estos cambios sean traumáticos. Todo lo dicho
más arriba debe continuar en el primer ciclo de los nuevos estudios. De manera paulatina se
incorpora la lectura y la escritura pero sin abandonar lo oral. [135]

La humanidad tardó muchos siglos en dar ese paso. En la Edad Media la poesía era
cantada y sólo con la aparición de la imprenta se fue generalizando su escritura.

Se pueden emplear los romances, así como los largos poemas encadenados con
preguntas y respuestas, para hacer la escritura y la lectura más agradable:

¿De dónde viene el ganso?


De la tierra del garbanzo...

Aunque cada vez es más difícil, se puede intentar recoger romances u otras formas
tradicionales en las familias, especialmente en el medio rural. Si no, la memorización de los
ya recopilados y su recitación son una buena manera de familiarizar al niño con la poesía.

Hay que evitar que la práctica de la poesía se convierta en una asignatura, y no sólo ella
sino el lenguaje. Debemos seguir jugando con las palabras, saber emplearlas, y disfrutar
con ellas primero, después vendrá la reflexión, con la madurez necesaria para ello.

No es preciso aprender a escribir sino aprender a ver.


Lo primero es consecuencia de lo segundo.

Antoine de Saint-Exupéry

(Al dar el salto de la infancia a la adolescencia también lo hacemos de letra). [136] [137]

Surrealismo

Me hizo un sitio en la piedra y nos pusimos


a comer. Entonces vi cómo era. Llevaba unos pantalones oscuros, hasta media pantorrilla, y
un chaleco pardo del que asomaban los hombros y los brazos desnudos. Pero su carne era
como la tierra del campo. Tenía su forma y su color. En lugar de pelo le nacía una espesa
mata de musgo, y tenía en la coronilla un nido de alondra con dos pollos. La madre
revoloteaba en torno de su cabeza. En la cara le nacía barba de hierba diminuta cuajada de
margaritas, pequeñas como cabezas de alfiler. El dorso de sus manos también estaba
florido. Sus pies eran praderas y le nacían madreselvas enanas, que trepaban por sus
piernas, como por fuertes árboles. Colgada del hombro llevaba una extraña flauta.

R. Sánchez Ferlosio, Alfanhuí. [138] [139]

Sinsentido e irracionalidad son dos de las características de la poesía escrita por niños,
para niños, o de la utilizada por ellos tomándola de la tradición popular. También son la
base del Surrealismo, el movimiento artístico que a principios de siglo quiso recuperar la
libertad, el absurdo y la espontaneidad de la infancia.

En la letra anterior nos habíamos quedado en el paso de la niñez a la adolescencia. En


esta nueva etapa se mantiene la necesidad de la poesía. Aunque no les gusten los poemas
que aparecen en los libros de texto, los chavales llenan las carpetas de cuartetos y de otras
estrofas que no suelen agradar a los profesores.

Es necesario salvar la distancia que separa la madurez y la formación estética del adulto
de la pasión y el sentimiento en carne viva del adolescente. Hay varios autores que han
escrito sobre la manera de hacerlo.

Nosotros, en esta letra s, seguimos la propuesta por Amaro Soladana en Cómo leer
textos poéticos. Hacia una lectura creativa. Parte, como algunos de nuestros mejores
críticos clásicos, del sentimiento. El primer paso es conseguir que un poema despierte el
interés del alumno, para ello siempre podemos recurrir a la lírica tradicional:

Que por mayo era, por mayo,


cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor (...)

Generalmente, las poesías escritas por escritores consagrados que deciden


esporádicamente hacerlo para niños no suelen gustar a éstos. Sin embargo, otros [140]
poemas escritos para adultos en los que predomina el juego de palabras o el absurdo sí
suelen interesarles.

Soladana propone un viaje iniciático al interior del poema, dividido en cuatro etapas: en
la primera desbroza el camino, las dificultades del lenguaje, etc.; en la segunda nos adentra
en su espesura: solamente debemos contemplar, sentir y dejarnos encantar por el ritmo,
sensaciones, emociones...; en la tercera intenta que el joven lector obtenga una visión de
conjunto, estudiando el tema, tono y estructura; en la última etapa profundiza en los
elementos lingüísticos y en los recursos literarios.
A lo largo de esta guía encontramos abundantes ejemplos de poemas que pueden gustar
a los alumnos y muchas propuestas para jugar creativamente con las palabras y los poemas.
Enumeramos algunas de ellas:

1. Cambiar uno, varios, o todos los personajes que intervienen en la acción.


2. Modificar la(s) acción(es) verbal(es).
3. Cambiar el tiempo o el lugar.
4. Reemplazar los adjetivos por sinónimos o antónimos.
5. Cambiar el tono del poema, de alegre a triste...
6. Ofrecer desordenadamente las estrofas de un poema y ordenarlas de manera lógica.
7. Añadir nuevas estrofas al hilo de las ofrecidas.
8. Prosificar un poema.
9. Versificar un fragmento de prosa poética.
10. Cambiar el estribillo en el mismo sentido del original, o expresando lo contrario.
11. Dar un verso inicial sugerente que invite a continuar:
Se detiene la tarde en tus ojos...
Como esa gota de agua que lentamente cae...
Allá, junto al mar... [141]
12. Eliminar del poema ciertos elementos, verbos o adjetivos, y tratar de que el alumno
encuentre los adecuados.
13. Dar totalmente la vuelta al poema para que diga lo contrario.

La lista de posibilidades continúa y se puede ampliar con las existentes en otros libros
que aparecen en la bibliografía.

[142]

El interés del niño por la poesía y la necesidad que tiene de la misma es indudable, el
problema está en encontrar los adultos la manera de educarle estéticamente para poder
disfrutar de las grandes creaciones artísticas.

Como señala López Tamés, parece que hay identificación entre infancia y poesía.
Infancia del individuo y de la colectividad. Por eso, en primer lugar proponíamos que los
padres jueguen y canten a sus hijos las canciones, nanas, etc., que nos ofrece la tradición,
recordemos que la poesía es la memoria de la literatura, como dice Francisco Rico.

Después, debemos fomentar y aprovechar las retahílas, las rifas, los juegos de corro,
etc., que espontáneamente utilizan y transforman los niños en sus juegos haciendo un uso
creativo del lenguaje, del que no somos capaces la mayoría de los adultos. Posteriormente,
reivindicamos la memorización de poemas, actividad que ha caído en desuso pero de
indudable interés en la formación estética, siempre que se haga de manera lúdica.

Finalmente, siguiendo el proceso de oír, cantar, crear, leer..., llegamos a la fase final:
escribir. Pero siempre con el apoyo suficiente, como hemos visto, ofreciendo juegos y
ejercicios en los que la actividad creativa vaya ampliándose progresivamente.
También podemos practicar los juegos inventados por los miembros del surrealismo y
otros movimientos de vanguardia de principio de siglo:

* Cadáveres exquisitos: Se puede hacer con cinco o seis chavales. Cada uno toma
un papel y escribe dos líneas; después, dobla la parte superior de manera que quede una
línea oculta y otra a la vista. Cada uno pasa su papel al que tiene a la izquierda. Este debe
continuar el texto, escribiendo dos líneas y doblándolo de manera que sólo se vea su
segunda línea. Los papeles siguen circulando seis [143] o siete veces y al final cada uno lee
el texto completo en voz alta.

* Para hacer un poema dadaísta:


-Coja un periódico.
-Coja unas tijeras.
-Escoja en el periódico un artículo de la longitud que quiera darle a su poema.
-Recorte enseguida con cuidado cada una de las palabras que forman el artículo y
métalas en una bolsa.
-Agítela suavemente.
-Ahora saque cada recorte uno tras otro.
-Copie concienzudamente en el orden que hayan salido de la bolsa.
El poema se parecerá a usted. Y es usted un escritor infinitamente original y de una
sensibilidad hechizante, aunque incomprendida del vulgo. (T. Tzara, 7 Manifiestos Dadá).

Las flores futuristas de Oswaldo Bot, las palabras que dibujan su contenido, inventadas
por los miembros de la tertulia Pombo, o las greguerías... se pueden poner de ejemplo para
crear otras nuevas. [144] [145]

Tebeo

Cuando Tom se despertó, por la mañana, se


extrañó de ver dónde estaba. Se irguió, frotóse los ojos y miró alrededor; entonces
comprendió. Era un alba fresca y gris, y producía una deliciosa sensación de descanso y paz
en la profunda calma reinante y en el silencio de los bosques. No se movía ni una sola
rama; ni un solo sonido importunaba la gran meditación de la naturaleza. Gotas de rocío
ensartadas en collares colgaban de las ramas y las hierbas. Una capa blanca de cenizas
cubría el fuego y una delgada espiral de humo se elevaba recta en el aire. Joe y Huck
dormían todavía. Ahora, en la profundidad del bosque, cantó un pájaro, y otro contestó. De
pronto se oyó el martilleo de un pájaro carpintero. Poco a poco se blanqueó el fresco y
confuso aire gris de la mañana, y [146] paulatinamente se multiplicaron los sonidos y se
manifestó la vida.

M. Twain, Tom Sawyer. [147]


«Tebeo» con ganas de leer algo más ligero, así que vamos a entrar en el mundo de la
historieta. Todos sabemos que no es necesaria la animación a la lectura de comics, por eso
nos centraremos en dos aspectos que consideramos importantes. Por una parte, el
aprovechamiento didáctico del interés que su lectura despierta en los niños, y por otra, la
manera de educar la mirada y el gusto estético.

En España no hay una tradición cultural que valore positivamente este medio expresivo,
ni existe una industria tan desarrollada como en otros países europeos, a pesar de la calidad
de los guionistas y dibujantes españoles que ha sido reconocida en todo el mundo. En
Francia existe un museo del comic, en Angulema, en el que se puede ver el desarrollo del
mismo en ese país y también en menor medida en Estados Unidos. El museo incluye un
taller y otra serie de dependencias entre las que se encuentra una atractiva biblioteca en la
que sorprende la cantidad de historietas que se publican en el país vecino y la calidad de las
mismas.

En el nuestro existe una colonización cultural americana, también en este campo, que
podemos comprobar deteniéndonos en cualquier quiosco y observando la gran cantidad de
super-héroes que protagonizan casi en exclusiva las portadas de estas publicaciones
infantiles y juveniles. Por este motivo es tan necesaria la orientación del adulto sensible e
informado para guiar al joven lector, ofreciéndole las creaciones más interesantes, no
siempre tan a la vista.

Últimamente van apareciendo experiencias que demuestran la gran utilidad didáctica de


la historieta, [148] bien para el estudio de la lengua, analizando un lenguaje que es familiar
al niño, bien para el conocimiento de épocas y procesos históricos; también se emplea en
campañas informativas de todo tipo; en el campo publicitario, etc.

Cada álbum de comics sugiere una actividad distinta, proponemos algunas a modo de
ejemplo:

* Los más pequeños hojean los tebeos atraídos por sus ilustraciones y tratan de
interpretar su contenido, actividad mucho más compleja de lo que suponemos debido a las
elipsis que se producen entre las viñetas y por los convencionalismos del género. Con
historietas mudas como las de Pusy de Peyo, en las que a un gatito le ocurren todo tipo de
peripecias, lo más indicado es hablar sobre las mismas para comprobar el grado de
comprensión del niño. También se pueden desordenar las viñetas, eliminar la última para
que terminen la historia, etc.

* Con alumnos de Primaria podemos estudiar el lenguaje del comic, sus recursos, y
animar a los niños a crear sus propios personajes e historietas; el resultado es sorprendente.
La respuesta es positiva y la labor del profesor consiste en señalar los frecuentes errores en
la colocación de los bocadillos, facilitar el empleo del mayor número de recursos,
onomatopeyas, líneas cinéticas, planificación variada, etc.
* Para los alumnos de la E.S.O. podemos proponer el análisis lo más completo posible
de un álbum con una historia larga. Si queremos tratar el tema de la guerra, la historieta
«Una Misión de rutina» de la colección As de Pike creada por Juan Giménez nos presenta,
sin palabras y con una técnica impecable, el bombardeo de una ciudad alemana por la
aviación aliada. La protagonista es una niña que desayuna con sus padres, va al colegio,
comienzan a sonar las sirenas, todos se refugian, y ella queda cautivada por la visión de los
aviones que descargan sus bombas destruyendo la ciudad y abrasando a la testigo inmóvil.
Presentar a los enemigos como seres [149] humanos y víctimas es un buen pretexto para la
reflexión.

Las historietas de Bob de Moor protagonizadas por Cori el Grumete tienen interés y
calidad suficiente para trabajar con ellas. En La expedición maldita se puede analizar el
lenguaje icónico en las tres primeras páginas sin textos, en las que se puede observar el
empleo de planos diferentes para describirnos el medio en el que sucede la acción y
acercarnos a los animales que nos interesa. El movimiento perpendicular de la acción se
vuelve horizontal y posteriormente vertical para enlazar, por último, con los protagonistas.

[150]

Después de la interpretación de las imágenes y recursos gráficos podemos estudiar las


formas expresivas lingüísticas y la historia en general. El lenguaje empleado es bastante
rico; una actividad puede consistir en encontrar los términos marinos que se utilizan a lo
largo de la historia y trabajar con ellos. Aparecen ochenta palabras relacionadas con el mar:
pecio, chalupa, gavia, bauprés, arboladura, yola, etc.

Las diapositivas sobre viñetas son necesarias para comentar en un grupo amplio sus
características. En la que reproducimos hay que hacerles ver los elementos que nos
transmiten serenidad: la postura de Tarzán, la forma circular del tronco del árbol, la
confianza del ave que come de las manos del rey de la selva, los colores, etc. También los
que nos producen desasosiego: las raíces retorcidas del árbol y especialmente las formas de
las ramas que sugieren una garra, cabezas de animales con dientes, un rostro amenazador,
una calavera, y una cara, tal vez del padre de Tarzán, motivo de los pensamientos de
nuestro héroe en esta viñeta.

Como decíamos al principio lo importante con las historietas no es que los niños las lean
-esto se supone- sino la forma en que las leen, la calidad de la lectura, así que ya «tebeo»
releyendo y buscando buenos comics porque tus alumnos, tus hijos o tú mismo os merecéis
el disfrute estético que os pueden proporcionar. A continuación te proponemos algunas
colecciones: Yakary y Tintin en Ed. Juventud; Asterix en Ed. Grijalbo; Massagrán en Ed.
Casals; Calvin y Hobbes y Little Nemo en Norma Editorial; El Cid en Ikusager Ediciones;
Tarzán y El Capitán Trueno en Ediciones B; Paracuellos en Ediciones de la Torre; Relatos
del Nuevo Mundo en Planeta Agostini... [151]
Ubicuo

Vivía un viejo muy sabio


en Tornavento
entre libracos y libros
y experimentos.

De noche y día buscaba


con gran esfuerzo
el secreto de la vida
y su contento.

Hasta que un día, saltando,


dijo: ¡Lo tengo!
«Los niños viven más vida
y están contentos». [152]

Corrió a cortarse la barba,


que ya era un peso,
se puso pantalón corto
de marinero.

Muy compuesto fue a mirarse


en el espejo
y -sí- lloró como un niño
porque era feo.

M.ª L. Uribe,
Quién lo diría, Carlota María. [153]

Una vez llegados aquí, a punto estuvimos de darnos la vuelta, pero desistimos gracias a
un golpe de inspiración. Caímos en la cuenta de que la lectura es un don ubicuo (del latín
ubique «en todas partes»). Cualquier lugar imaginable es propicio para el encuentro
cachondo (no es latín; familiarmente, «burlón», «jocundo», «divertido») entre un libro y su
lector. Claro que hay escenarios más transitados que otros; parece lógico suponer que será
algo más probable que alguien se abandone a la lectura entre los doctos muros de la
Biblioteca Nacional que, por ejemplo, 20° más allá del Círculo Polar Antártico (aunque hay
constancia fehaciente de que Scott también leyó en el transcurso de su fatal excursión al
Polo Sur). Para el lector no hay fronteras que pongan límite a su pasión por los libros. Se
puede leer, por supuesto, en la propia casa al reconfortante calor de la chimenea (si se es
tan afortunado como para disponer de tan eficaz instrumento de animación a la lectura),
sentado a la mesa de un café, en una biblioteca, en la escuela -¡cómo no!- o en el banco de
un parque, pero también es posible abandonarse al placer indómito de la lectura:
bajo un Árbol en un Kiosko
en la Bañera en la Luna
en una Celda en Marte
en el Diván en las Nubes
en un Estadio en Ñeembucú
en la Funeraria en la Ópera
en la Gloria en una Plaza
en el Hospital bajo el Quitaguas
en la Inopia en la Rúa
en un Juicio hasta en la Sopa [154]
sobre una Tapia en Xiangtan
Urbi et orbe en la Yacija
en Velintonia en Zapatillas
en el Water (claro)

Veamos a dónde nos lleva toda esta digresión en un libro que se supone que trata de la
animación a la lectura (de sobra sabemos ya que se puede leer en cualquier lugar donde sea
factible la coincidencia favorable entre un libro y un lector, faltaría más). Pues bien,
imaginemos -espero que no sea mucho imaginar- un grupo de niños o jóvenes con buena
disposición hacia los libros, y supongamos que sea una clase o un grupo de lectura en una
biblioteca, formado por gente dispuesta y participativa. A partir de tal premisa, se sugiere el
siguiente juego que se pretende de imaginación y reflexión:

Propuesta primera: Tras la lectura del primer capítulo de Matilda (ese libro monumento
al libro), se les pide que elaboren una lista de aquellos lugares comunes o insospechados, en
los que de forma habitual o siquiera una sola vez, han leído algunas páginas de un libro
(¡recuerda, introspecciona, haz memoria!). Recogidos los resultados, éstos se elaboran de
un modo más o menos estadístico. Nos atrevemos a anticipar algunos resultados:

- En la cama, a la luz de una lámpara (y bajo las sábanas con auxilio de una linterna).
- En el retrete, cómodamente aposentados en la taza, el ejercicio intelectual como
complemento del ejercicio de otras funciones fisiológicas.
- En medios de transporte: coche, tren, avión, autobús, calesa...
- En lugares tan convencionales como una biblioteca, la escuela, la propia mesa de estudio,
el sillón de la sala, una silla en la cocina mientras comen, cenan, desayunan o meriendan
(¿en la mesa no se lee?). [155]
- En otros lugares menos comunes como algunos apuntarán: la copa de un árbol o bajo su
sombra, el desván de una vieja casa, una carbonera..., qué sé yo.

Por último, puesta en común y discusión.

Propuesta siguiente: realizar un inventario de espacios de lectura reales o imaginados,


rutinarios o fantásticos, siguiendo, por ejemplo, el ejemplo anterior del abecedario (¡hala, a
tirar de diccionario!). El resultado puede ser tanto más hilarante cuanto más delirante sea la
capacidad inventiva de los chavales por descubrir ámbitos inéditos del acto lector.

Puesta en discusión común. [156]

Propuesta final: Rastrear en las propias lecturas en busca de leedores de ficción y sus
lugares predilectos para encontrarse con un libro. Una pista: se puede empezar la
investigación con algunas de estas obras (hay para todas las edades):

- El Quijote, de Cervantes.
- La historia interminable, de Michael Ende.
- Guillermo, un ratón de biblioteca, de Asun Balzola.
- Matilda, de Roald Dahl.
- Sopa de ratón, de Arnold Lobel.
- Julieta, Romeo y los ratones, de Mariasun Landa.
- El buen Rey Canuto, de Colin McNaugthon.

A lo largo del curso se puede ir confeccionando un registro partiendo de los textos


procedentes de estos y otros libros en los que aparezca un personaje leyendo; textos que
irán desde una sola frase a un párrafo o un capítulo entero. También se puede elaborar un
gran mural con todas las ilustraciones que se encuentren de tales personajes enfrascados en
la lectura, ya estén de pie, ya sentados, recostados, acostados o tumbados, ya en el fondo de
un abismo o en el cráter de un volcán.

Todo esto puede ser un medio de que los chicos reflexionen de forma inopinada acerca
del valor de leer. Este juego de rastreo por sus libros, tras la sombra de un lector, al final les
puede llevar a la conclusión de que la lectura es un tesoro que se esconde precisamente allí
donde, en cada momento, uno se encuentra: ubicua. [157]

Visita de autor

Al escuchar estas palabras, un escalofrío me


recorrió todo el cuerpo. Sin embargo, me contuve. Incluso tomé la resolución de poner
buena cara. Únicamente los argumentos científicos podían detener al profesor Lidenbrock.
Desde luego los había, y buenos, en contra de la posibilidad de semejante viaje. ¡Ir al centro
de la tierra! ¡Qué locura! Reservé mi dialéctica para el momento oportuno y me ocupé de la
comida.

J. Verne,
Viaje al centro de la Tierra. [158] [159]
Vamos llegando al final de este laberinto y no podemos olvidar al protagonista de la
literatura infantil y de toda literatura: al creador. Vamos a hablar de las Visitas de autores;
nos referimos, por supuesto, tanto a escritores como a ilustradores, puesto que, sobre todo
en las obras infantiles, ambos comparten la autoría de los libros. Cada uno de los dos tipos
de artista (en algunos casos, coinciden en la misma persona) aporta un diferente punto de
vista en el encuentro con los lectores, lo que habrá que tener en cuenta en su preparación y
desarrollo.

En los últimos tiempos, esta actividad ha experimentado un considerable desarrollo


alentada, sobre todo, por el interés de las editoriales que han descubierto en la puesta en
circulación de los autores incluidos en sus catálogos un valioso filón comercial. Habrá,
pues, que aprovechar la coincidencia de nuestro afán como animadores a la lectura y
utilizar ese recurso que cada vez más se pone a nuestro alcance. Por tanto, como punto de
partida de la organización de una visita de autor, hay que acudir a las editoriales en su
demanda. Puede ocurrir, sin embargo, que el escritor o ilustrador que se nos ofrece no
coincida con nuestros planes y que tengamos un interés muy concreto en un autor
determinado. En ese caso es posible dirigirse directamente a él para solicitarle un
encuentro. Ese primer paso se puede utilizar como una técnica de animación a la lectura en
sí misma: los propios niños o jóvenes que van a participar en el encuentro, y que ya han
leído alguno de sus libros, escriben la carta al autor, con lo que se establece un primer
contacto motivador. Habrá que tener en cuenta que esta contratación directa [160] tiene un
coste elevado, ya que hay que pagar viajes, estancia y la minuta correspondiente, por lo que
varios colegios y bibliotecas pueden unir sus esfuerzos para rentabilizar los gastos de la
visita. La dirección de un escritor o ilustrador es fácil de conseguir a través de su editor más
habitual o recurriendo a organismos relacionados con el libro (por ejemplo, la Asociación
Española del Libro Infantil y Juvenil, en Santiago Rusiñol, 8; 28040 Madrid). En cuanto a
los destinatarios, no hay límite de edad: desde niños muy pequeños, 4 ó 5 años siempre que
el autor haya hecho libros que ellos puedan leer o escuchar, hasta el público adulto.

Una vez acordada la fecha del acto, comienza la necesaria e imprescindible preparación.
Es preciso, en primera instancia, ahondar en el conocimiento de la obra del autor que nos va
a visitar. A tal fin, nos vale todo el repertorio de actividades de animación que se nos
puedan ocurrir, algunas de las cuales se ofrecen en este mismo libro. Además de la obra,
será interesante para los chavales conocer la persona del autor, por lo que se puede
confeccionar una sucinta biografía a partir de los datos contenidos en las solapas de sus
libros, en los catálogos de las editoriales y en las revistas especializadas. Finalmente
llegamos a la elaboración del cuestionario. Esta fase debe cuidarse especialmente si
queremos evitar las engorrosas repeticiones de la misma pregunta que la experiencia nos
demuestra que a menudo se produce y que, más que la impertinencia de los niños, revela la
improvisación con que se ha llevado a cabo la actividad. Puede ser conveniente enviar las
preguntas al autor con antelación para que éste pueda preparar las respuestas.

Y llega el día de la visita. El autor ya está aquí; los niños quedan fascinados por la
presencia real del escritor o ilustrador cuyos libros tan bien conocen y de cuya vida
manejan incluso algunos datos. Será importante que el encuentro se celebre en un lugar
acogedor (en el caso de los colegios, a ser posible, lejos de las aulas), ambientado con los
dibujos, carteles y demás trabajos elaborados en [161] la fase de preparación de la visita.
En el local ha de haber una muestra de libros del autor de que se trate, debidamente
expuestos con las portadas a la vista. El número de asistentes puede ir de los veinte o
veinticinco de una clase (menos, sería una tertulia) a las audiencias numerosas que son
habituales en las charlas de escritores para adultos. En todo caso, si se trata de niños y
jóvenes es preferible que los grupos sean más bien [162] reducidos, con una disposición de
las sillas en círculo que favorezca la comunicación y la eficacia de la actividad.

El ritmo y contenido del encuentro (máximo una hora, no conviene alargarse en exceso)
quedan al criterio del autor y de sus propios recursos personales. Habitualmente, suelen
comenzar con una referencia a su experiencia creadora, sus recuerdos infantiles y
fragmentos de su obra, leída o contada, para dar paso al coloquio con el correspondiente
bombardeo de preguntas que, inevitablemente, incluirá los consabidos ¿cuándo empezaste a
escribir? o ¿qué libros leías de pequeño? Al final, el resultado del coloquio dependerá, a
partes iguales, de su adecuada preparación y de la capacidad del autor para sugerir, encantar
y conectar con el público infantil.

Es interesante que algunos de los asistentes se encarguen de redactar un reportaje


periodístico del acto, con fotografías, para elaborar un dossier con destino a los fondos de la
biblioteca, o un artículo para la revista del colegio, una copia de los cuales se puede enviar
al autor junto con una carta de agradecimiento redactada por los propios chavales.

Una sugerencia: se podría confeccionar un regalo salido de las manos de los niños, como
otro modo de agradecer la presencia del autor y vincular así al grupo con su persona; se me
ocurre que sería perfecto entregar a Bernardo Atxaga una pequeña figura en barro o papel
maché de una vaca, o a Asun Balzola una Munia recreada a la cera...

Se puede prolongar la eficacia de la visita a través de cartas que el grupo dirige a los
autores colectivamente y que éstos, habitualmente, no tienen pereza en contestar. El simple
intercambio epistolar, sin presencia física, es otro modo de mantener un encuentro fecundo
con el autor de los libros preferidos por los niños. [163]

Wonderland

Todo retrato que se pinta con sentimiento es


un retrato del artista, no del modelo. El modelo es simplemente el accidente, la ocasión. No
es a él a quien revela el pintor; es en realidad el pintor quien se revela a sí mismo en el
lienzo coloreado. El motivo de no exponer este cuadro es que temo haber desvelado el
secreto de mi alma.
O. Wilde, El retrato de Dorian Gray. [164] [165]

Wonderland, si queremos pisar tierra firme; o Wilwaring, si deseamos viajar por el


espacio, son algunos de los lugares a los que nos puede llevar la conjunción de un binomio
fantástico: los maravillosos -wonderful- autores clásicos juveniles y el poder de seducción
de la voz, de tu voz.

Se nos acaba el abecedario, y a punto hemos estado de olvidarnos del País de las
Maravillas. En algún lugar, bajo tierra, se encuentra este país habitado por una baraja de
naipes y otras extrañas criaturas. Se puede llegar a sus dominios por una madriguera de
conejos. Es cierto que el camino es angosto, y que no a todos les es posible llegar. Pero si
eres osado y la fortuna te sonríe, caerás y caerás, en un pozo profundo, mientras una
sensación embriagadora recorre todo tu cuerpo. Un estrépito de palos rotos y de hojas secas
pondrá fin a esta primera parte del trayecto. Continúa por el estrecho pasadizo hasta llegar a
un vestíbulo. En él encontrarás varias puertas. Ya nada te puede detener. Sobre una mesa de
cristal, espera una llavecita de oro.

Mil mundos te aguardan. Giras la llavecita... y se abre un libro. Se ha producido el


milagro. «Surgen en tu mente señores y hermosas damas, un castillo, un admirable parque
poblado de estatuas y extraños animales. Allí tienen lugar historias palpitantes, cómicas o
conmovedoras, de tal manera que hasta tienes dificultades para retener tus escalofríos, tus
risas o tus lágrimas» (M. Tournier).

Alguien te mostró un día el camino, te ayudó a encontrar la llavecita de oro, que te


permitió el acceso a un mundo fascinante. «Kristin me leía cuentos del [166] gigante Bam-
Bam y del hada Viribunda y hacía vibrar mi alma de una forma, que aún hoy noto algo de
ello. El milagro se produjo en una cocina pequeña y pobre, que ya no existe, pero desde
aquel día no hay otra cocina para mí en todo el mundo» (A. Lindgren).

Desde estas páginas, te proponemos que continúes la cadena, que olvides proyectos
curriculares, planes ministeriales, programaciones, rendimientos académicos. Contagia tu
fiebre lectora, tu locura. Toma en tus manos tus libros más queridos, los cuentos que no
olvidarás jamás, los poemas que te emocionan; y lee en voz alta. Nada más; y nada menos.

Habrás observado que ya casi no se lee en voz alta -en voz baja, tampoco mucho-. Se
hacía en las viejas escuelas, y quedó desprestigiada, por razones bien diversas. Ahora, la
escuela se conforma con enseñar la mecánica de la lectura. En los hogares, la televisión ha
sustituido a las veladas en torno a la lumbre, y los sonidos de las radios y las cadenas
musicales están dando al traste con la capacidad de oír de los niños; las imágenes convulsas
y aceleradas de la pequeña pantalla empobrecen hasta niveles alarmantes nuestra capacidad
de escucha. Vivimos inmersos en un mundo de ruidos.

Te proponemos luchar contracorriente. Para recuperar el valor del silencio; para apreciar
los matices de la voz humana y del gesto. La lectura en voz alta contribuye a animar a los
niños a leer; pero también -y quizá más importante- a educar su sensibilidad. Porque, como
escribe Rodari, en el acto de leer en voz alta para alguien se dan cita elementos tan
importantes como la propia historia: «... en la voz, en sus matices, volúmenes,
modulaciones, en su música que comunica ternura, que suelta los nudos de la inquietud,
que hace desvanecer los fantasmas del miedo».

Es necesario enseñar, pues, a escuchar, a dejarse seducir por la materia de que están
hechas las palabras, por su sonido, por su cadencia; hasta caer rendidos a sus pies. [167]

Y aquí debería acabar nuestra propuesta. Pero, como habrás advertido, falta el segundo
término del binomio. Se trata de los clásicos.

Habitualmente, los niños leen en el colegio y en sus casas libros que les resultan
amenos, sencillos, fácilmente comprensibles. El Poema de mío Cid, La Celestina o el
Quijote, por mucho que nos empeñemos, se les caen de las manos. Son lecturas áridas y
difíciles, que sólo los grandes lectores llegan a degustar un día. Los profesores no sabemos
cómo ayudarle a salvar al niño el abismo que se abre entre las lecturas sencillas a que están
acostumbrados y los clásicos. [168]

No existen demasiadas alternativas. Si eres un lector apasionado -de lo que no cabe


duda, pues de otra forma no habrías llegado hasta la W-, intenta que la lectura tenga un
tiempo en tus clases, y que éste sea distendido y placentero. Echa mano de aquellos autores
que te gustan y muéstraselos con mimo a tus alumnos.

Aparca por un momento razonamientos y disquisiciones en torno a los libros y los


grandes beneficios que reportan; no insistas de nuevo con eso de que la cultura le abrirá un
futuro esplendoroso. La lectura es un virus -tú lo sabes bien-; y sólo se transmite por
contagio.

Lee en voz alta. Transmíteles el placer que sientes. Que vean cómo paladeas cada
palabra; que sientan envidia al observar cómo degustas cada verso, cómo acaricias cada
palabra. De entre tus lecturas favoritas, selecciona aquellas que te parezcan más próximas a
sus experiencias vitales, aquellas que puedan tender puentes entre los libros que ellos leen y
los que te gustaría que llegaran a leer. Pero despacio, que no se rompa el frágil hilo que les
une al libro.

Para abrir boca, puedes leer algunos cuentos cortos:

- Un cuento de Reyes, de I. Aldecoa.


- Mañu descubre la grandeza del mundo, de C. Alegría.
- La isla a mediodía, de J. Cortázar.
- El hombre lobo, de D. Faulkner.
- Relato de un náufrago, de G. García Márquez.
- El fuego de la hoguera, de J. London.
- Los chicos, de A. M.ª Matute.
- El gato negro, de E. A. Poe.
- Anaconda, de H. Quiroga.
- El huésped de las nieves, de R. Sánchez Ferlosio.

Y como estamos en la W, no olvides algún cuento de Oscar Wilde y algún relato realista
de Ursula Wölfel. También puedes seleccionar algunos fragmentos [169] especialmente
atractivos de los clásicos juveniles. Quizá los chavales no se atreven aún con ellos. Pero los
buenos lectores quizá se animen a probar si alguien les hace ver que no son tan áridos como
aparentan. Seguro que se te ocurren un montón. La isla del tesoro, de Stevenson; Las
aventuras de Arthur Gordon Pym, de Poe; Robinson Crusoe, de Defoe: Las aventuras de
Tom Sawyer, o Huckleberry Finn, de Twain; Colmillo blanco, de London; Viaje al centro
de la Tierra, de Verne; La isla del doctor Moreau, de Wells.

Quien ha viajado a bordo de la goleta Hispaniola y ha sentido con Jim Hawkins el miedo
cuando se le acercaba el cocinero de a bordo; quien ha temblado con Tom Sawyer y Becky
Thatcher en la cueva; quien ha llorado con el tío Tom; quien ha descendido por las aguas
del Misisipí en la balsa de Huckleberry Finn... se sentirá irremisiblemente atrapado en la
tela de araña de la lectura. Los dioses le tienen reservados manjares aún más deliciosos.
Paladeará un día los clásicos, si eso es lo que te preocupa.

No disertes sobre el autor o la obra; deja que hable el libro a través de tu voz. Se trata
sólo de allanar el camino, de tumbar dificultades al paso del niño entre los libros. Anímales
a asomarse al abismo, a sentir el vértigo maravilloso de la caída en el pozo sin fondo de la
lectura.

Pero no te tomes la lectura en voz alta como una obligación. Si es así, la cosa no
funciona; porque el oyente capta de inmediato el desamor que provoca la rutina, los
estragos que causa la tarea impuesta. Por eso, lee únicamente cuando te apetezca, cuando te
sientas realmente a gusto. Sólo entonces se abre la puerta del País de las Maravillas.

Y una vez acabada la lectura, no lo estropees con comentarios y disecciones varias.


¿Para qué extraerle todas las enseñanzas al libro? El fin es el libro mismo. Lo hemos
cerrado y, aunque se ha apagado el fuego, dejemos que el niño remueva las cenizas para
disfrutar al calor de los postreros rescoldos. [170] [171]

Aquel que sabe convocar a los espíritus de


sus antepasados sobre el piano de su casa es hombre sabio. Aquel que es hombre sabio
enseña a tocar el piano a los espíritus de sus antepasados, por si acaso. Ya lo dijo un
misterioso sobrino de Lao-Tse hace veinticinco siglos.

Inés Xistente,
Didáctica de lo inverosímil. [172] [173]
X en Matemáticas se despeja; en nuestro abecedario designa el misterio que tienen que
desvelar los detectives en las novelas policíacas, el terror ante lo desconocido o la aventura
con enigmas. Es también la clave del gusto por la lectura que queremos fomentar con esos
libros tan misteriosos.

Ya lo dijo un insigne psicoanalista (al que respetuosamente se llamaba Don Bruno): «El
terror (literario, por supuesto) es recomendable para la buena educación imaginativa y
emocional del niño». Bajo su advocación tres conocidos autores españoles en busca de
personaje estaban citados en una fría posada castellana, reclamados por una insólita carta
recibida en sus casas, en la que se les comunicaba el lugar de la cita y se les enviaba un
mensaje. El primero en llegar (al que llamaremos Nathaniel Maris, pues éste era el nombre
que utilizaba en sus viajes) había recibido las siguientes palabras como invitación:

«Confieso franca y abiertamente que el motor real que me mueve a escribir es el


placer que encuentro en el juego libre e ilimitado de mi imaginación. Con cada nuevo libro,
me embarco en un viaje hacia un destino desconocido, en una aventura que me pone unos
obstáculos que hasta entonces nunca había encontrado, que me hace superar unas
experiencias, pensamientos e ideas antes desconocidos para mí; una aventura que,
finalmente, hace de mí un hombre diferente del que era al principio. Esta clase de juego
sólo puede jugarse sin ningún objetivo en la mente, ya que conocer o planear
anticipadamente el lugar adónde [174] nos llevará la aventura equivale a evitar que ocurra».

El segundo de ellos (al que llamaremos Flanagan) había podido leer con esfuerzo en su
nota lo siguiente:

«Humor es ese marco mental que nos permite admitir, sin ninguna amargura,
nuestra incapacidad; aportar luz sobre nosotros mismos y contemplar con una sonrisa las
incapacidades de los demás. El humor siempre es humano y amistoso. Humor no es lo
mismo que sensatez, aunque ambos estén estrechamente relacionados».

El tercero (más conocido por su apodo de Renco) tenía entre sus papeles unas terribles
frases nada misteriosas y sí muy reales:

«Al principio el hombre era un ser torpe y supersticioso. Creía que el mundo que
le rodeaba estaba habitado por seres misteriosos -duendes, hadas, enanos...-. Pensaba que
los seres divinos habitaban entre las estrellas y bajo ellas; los reverenciaba y les rezaba.
Creía que tenía una deuda con la Madre Tierra por todo lo que le daba. Pero, sobre todo,
estaba seguro de poseer un alma inmortal. Hoy sabemos que todo esto, por emotivo que
pueda parecernos, es un puro absurdo. Incluso el ser humano no es más que la suma de
todos los procesos electroquímicos que tienen lugar en el cerebro y en el sistema nervioso.
Es, precisamente, esta mentalidad clara, sin prejuicios, la que nos ha permitido poner a la
naturaleza bajo nuestro dominio y convertirla en nuestro abyecto esclavo. Y, suponiendo
que la humanidad, con sus bombas atómicas, no dé fin prematuramente a su vida en este
amasijo de materia llamado Tierra, el sistema seguirá existiendo algunos millones o
billones de años».

En una esquina, presidida por la cabeza de un jabalí de los navajeros, de lo que


pomposamente se llamaba [175] «Mesón Real» esperaban tres asientos de madera
presididos por tres láminas con las siguientes frases:

- «Leer es jugar».
- «El oxígeno de las palabras sólo lo da la literatura».
- «En la naturaleza humana está la fascinación ante lo misterioso, el instinto de
exploración, el reto y el impulso de avanzar siempre hacia lo desconocido, la relativización
de riesgos y peligros...».

Flanagan asumió ser el autor de la primera; Renco, de la segunda; y Nathaniel Maris, de


la tercera. Los tres se sentaron y descubrieron una pequeña invitación bajo [176] cada
lámina, en la que se les emplazaba a las once en punto, solo diez minutos después de
haberse encontrado bajo el jabalí, en la bodega de la posada. El extraño personaje
convocante, autor de tres mensajes diferentes, iba a conocerles, se iba a presentar ante ellos.

Aquí podemos cortar la narración para desvelar el nombre de los tres escritores
españoles de los que venimos hablando; por si no se han adivinado son Joan Manuel
Gisbert en el papel de Nathaniel Maris (uno de sus personajes investigadores preferidos),
Andreu Martín como Flanagan (su personaje estrella) y Emili Teixidor como Renco (otro
personaje buscador de emociones).

Lo mejor que puede ocurrir con los libros de misterio es que se lean desde pequeños,
que se disfruten y que se comenten. Autores como los citados lo cultivan con asiduidad y
son obras que gustan y encantan, aunque existen pocas para primeros lectores. Para los
mayores se podrá crear un Taller del Misterio (al estilo de otros talleres posibles) o todo un
repertorio de secretos y claves, útiles como actividad para diversos currículos y momentos.

Pero queda por desvelar quien es el extraño convocante, un escritor y autor internacional
de conocidos libros, del que no vamos a escribir su nombre, pero para los poco iniciados
daremos una gran pista: en la letra H se puede leer una opinión suya sobre el humor aquí
recogida. [177]

Y... libro-fórum

Cuénteme otra historia, viejo amigo (...).


Necesito un whisky y una historia cuando estoy delante del mar... Que sea la historia más
hermosa y menos verdadera posible.
Marguerite Yourcenar,
Cuentos orientales. [178] [179]

Y... no nos queda más remedio que aprovechar la penúltima letra para hablar de la
biblioteca escolar, en la que, aunque en muchos colegios esté yerma, nosotros haremos todo
lo posible para que florezcan los libros. Y para que florezcan y den fruto se nos ocurre que
otra floritura que podemos cultivar es la del libro-fórum. Esta técnica de animación nos
permite profundizar en la lectura, al tiempo que se potencia el gozo por la palabra. El texto
nos sirve como pretexto para explorar otros ámbitos del alumno; el sensorial (color, olor,
sabor), el afectivo-emocional (sentimientos), el intelectual (ideas, razonamientos). También
mediante el fórum se pueden abrir horizontes a lectores poco consolidados, colocar en la
senda lectora a quienes todavía no están en ella, o profundizar, descubriendo nuevos
matices a los asiduos de la lectura.

No es necesario que hayan leído todos un determinado libro para poder hacer un libro-
fórum del mismo, Pero sí es conveniente que quienes lo hayan leído hagan un relato
exponiendo a los compañeros sus impresiones.

Condiciones previas
Para asegurar el éxito del libro-fórum es conveniente que el animador ponga especial
cuidado en tres aspectos previos: la selección del libro, la lectura atenta del mismo y la
motivación de los participantes.

a.) En el primer caso se debe buscar un texto asequible a la edad, aunque debe ser
complejo y rico para que ofrezca muchas posibilidades de explotación; tiene que ser un
libro cuyo texto exprese los intereses del grupo de alumnos con el que se va a trabajar.
[180]

b.) La lectura atenta por parte del animador requiere una actitud despierta, recreadora,
alejada del consumo pasivo de contenidos temáticos. Es conveniente que el animador del
fórum lea el libro dos veces; en la primera captaremos el libro en su conjunto; en la
segunda lectura tendremos continuamente presente las específicas características del grupo
concreto al que vamos a hacer la experiencia.

El animador deberá hacer una lectura globalizada del libro de la que pueda sacar una
serie de aspectos que le ayuden a centrar el trabajo con los alumnos; podemos destacar:

- Breve semblanza del autor.


- Determinación del tema y descripción de la línea argumental.
- Análisis de los elementos de ficción:
* Personajes y sus relaciones.
* Coordenadas espacio-temporales.
* Análisis de la fantasía.
- Factores socio-culturales:
* Marco espacio-temporal.
* Aspectos sociológicos.
- Especificación del mundo de los sentimientos.
- Análisis de la forma expresiva:
* Tipo de narración.
* Técnicas narrativas.
* Ilustraciones y connotaciones gráficas.

A su vez este nivel de análisis requiere la contemplación de otros aspectos presentes en


todo libro:

1.) Los planos de ideas y de hechos; unos son centrales, otros interdependientes y otros
accesorios.

2.) Hay que distinguir en el contenido un núcleo principal y unas referencias


secundarias.

3.) Por último debemos explicitar los personajes conforme a su edad, cualidades,
defectos, ambiente que les rodea, modo de expresarse. [181]

Con el control de todos estos aspectos podremos abordar cualquier problema que los
alumnos nos puedan llegar a plantear.

c.) La forma más directa de motivación en el fórum es la narración oral viva y


estimulante de algún pasaje que estemos seguros despierte el interés del grupo. Una
secuencia corta, un flash; si el grupo responde nos lo hará saber con un profundo silencio
acompañado de miradas penetrantes todas prendidas del movimiento de nuestros labios.
Llegado este punto ya podemos cortar la presentación. Es suficiente.

[182]

También se puede fotocopiar un pasaje atractivo y distribuirlo entre los alumnos o


aprovechar la intervención de aquellos que ya lo hayan leído. La utilización de una u otra
vía de presentación dependerá del libro en cuestión, y sobre todo de las características del
grupo.

Es conveniente tener los ejemplares sobre la mesa y evitar así las posibles distancias a la
biblioteca, espacios de tiempo, y cualquier otra circunstancia que anule parte de la
motivación conseguida. A partir de aquí se puede proponer un período de tiempo (una
semana, quince días máximo), en función de nuevo de las características del grupo y del
libro, para realizar la experiencia. (Un espacio demasiado largo reduce los efectos de la
motivación).
Condiciones de realización
1.- El lugar debe ser amplio y la colocación de los participantes debe favorecer la
comunicación en un clima distendido y lúdico.

2.- El animador debe mostrarse cálido y cercano a los alumnos, para posibilitar la
participación de éstos. Su papel es orientar, no opinar, favoreciendo el intercambio de ideas
y valorando cada una de las aportaciones, aun las más anodinas y rutinarias. Puede sugerir
aquellos aspectos que no se hayan mencionado, aunque sin aludir a la posible omisión u
olvido por parte de los participantes.

3.- No es necesario que lean todos el libro para participar en la experiencia. Podemos
encontrarnos con un grupo que haya leído el libro completo, otro que haya leído una parte y
un tercer grupo que haya escuchado el relato. El grado de participación será distinto pero en
todos ellos puede provocarse y desarrollarse el interés por la lectura. La actitud de los
participantes puede ser activa (narrando el relato, profundizando en el tema, personajes,
lenguaje...), de respeto y observación (escuchando a los otros para ir completando el cuadro
de [183] las aportaciones), de apertura y crítica (para ir corrigiendo y rectificando
planteamientos, asimilando los logros de los demás, procediendo a un distanciamiento del
libro y a un enriquecimiento afectivo e intelectual.

Metodología
El primer paso de la puesta en escena del fórum debe ser la narración de la historia o
relato. La realizarán los que hayan leído el libro completo. Terminada la exposición los que
hayan leído sólo parte del libro pueden enriquecer dicha parte de lo narrado. Es posible que
queden episodios relevantes sin mencionar, por lo que será conveniente sugerirlos para que
finalmente alguien secuencie definitivamente el relato ordenadamente.

El segundo paso es la determinación del tema, al que nos podemos aproximar mediante
la pregunta «¿Qué te ha gustado más del libro?».

Esa misma pregunta nos puede conducir a que se indique qué personajes han gustado
más. El razonar «por qué» nos mostrará el grado de capacidad cultural y anímica que ha
predominado en la lectura silenciosa. Desde el personaje conviene hacer incursiones en las
técnicas narrativas, en el lenguaje, en la concepción del tiempo y del espacio, en el
vocabulario, en las descripciones, en la gradación del relato.

Evaluación de la experiencia
Es evidente que muchos de los aspectos que se logran no son inmediatamente
observables. Sin embargo, es conveniente detectar, a medida que se desarrolla la
experiencia, el grado y nivel de participación, el grado de atención y escucha, la capacidad
de síntesis, la comprensión de las situaciones, la profundización lectora, la ampliación del
vocabulario, la capacidad de relacionar y de asumir nuevas ideas y por último el desarrollo
progresivo de la capacidad crítica que va adquiriendo el lector. [184] [185]

Zarpamos

Empezamos una nueva vida, nos vamos a


otro país.

Reiner Zimnik, Los tambores. [186] [187]

Zarpamos hace veintiséis letras y con esta Z, onomatopeya del sueño confortable,
llegamos a la Omega de nuestro abecedario de animación. Pero ESTO NO ES EL PUNTO
FINAL, solo es el EPÍLOGO animado a tanta sopa de letras.

Nos hemos quedado sin signos. Desde la A a la Z hemos intentado alfabetizar un poco la
lectura, llenar los libros de sensaciones animadas, de actividades que les hicieran
protagonistas en nuestras aulas y bibliotecas. Esperamos haberlo conseguido un poco; si ha
sido un mucho, tendremos que encender velas a nuestros santos particulares en
agradecimiento supremo (hay que decir que son San León I el Magno, patrón de las
bibliotecas, y Leonor de Provenza, escritora y santa).

Nuestra mascota particular nos ha ido acompañando página a página, unas veces con el
traje de ejecutivo y otras con el mono de currante, disfrazado de vaquero a ratos (y a ratas)
o con un monopatín bajo sus pies. Nos referimos a Ñuton (no confundir con Newton, aquel
físico al que le dolía con gravedad la cabeza), nuestro entrañable ratón de biblioteca, que
incluso juega a filósofo de vez en cuando (léase su sentencia en la letra Ñ). Ñuton es para
nosotros de la familia (ya saben ustedes: mi mujer, mis hijos, el ratón de la casa, la
cocina...) y estamos agradecidos de que se haya dejado retratar veintiséis veces; el artista
que lo logró es Paco Díaz, un polifacético dibujante e ilustrador con un sentido del humor
por toneladas, que también es para nosotros como de la familia (ya conocen ustedes: Paco,
mi mujer, las hijas...). [188]

¡Ah! Ñuton sigue correteando por ahí, le podréis encontrar en cualquier biblioteca (en
actitud mejor que cuando le pillaron durmiendo en la H) y el gato que preside la letra Z no
ha podido con él (el gato no es de la familia y al día de hoy es vegetariano).

Nos sentiríamos muy satisfechos de que este libro haya logrado ser:
P ráctico
E legante
O riginal
N ecesario
Z arabandista
A legre

Además de muchas otras cosas útiles. Por ello, unas sugerencias finales sobre otras
utilidades llenas de ventajas que se pueden obtener con las enseñanzas de estas páginas:

* Como CIENCIA INFUSA: Para acompañar con el té de las cinco (o de los cinco, si el
quinteto es masculino), esos momentos reposados y tranquilos donde las sentencias y
sugerencias nos aportarán con su sola lectura un conocimiento altísimo. Válido también a
otras horas y con otras infusiones (funciona mejor con verbena y mejorana, que con
manzanilla o anís).

* Para ALIVIO DE JAQUECAS: Como libro de cabecera nunca les causará ningún mal
ni molestia. Incluso más, el simple reposar la testa sobre él alivia esos fastidiosos dolores
de cabeza.

* Como APRENDIZAJE RÁPIDO DE LA LECTURA: Siguiendo la pista de nuestro


ratón particular, que escolta todas y cada una de las letras de nuestro abecedario (en la Z
está escondido), los fonemas y grafías entran por sí solos, rápidamente. Siempre quedará de
este aprendizaje ñutoniano la sonrisa y el buen recuerdo.

* Para PÉRDIDAS EN GENERAL: Si no se ubicua o ha extraviado su paraguas, no


pasa nada. Puede recitar de corrido nuestra letra U y después encontrará el camino [189] de
salida (si le ha pillado dentro) o el de entrada (si estaba fuera o en Wonderland).

* Como CURA DE LA ACIDEZ DE ESTÓMAGO: Gracias al agua de la fuente de


Castalia (que se toma en ayunas los días que tienen a) usted podrá curarse de este y otros
males digestivos e intestinales. También es excelente remedio una copiosa ración de Ñame
regado con un caldo lleno de poemas surrealistas.

[190]

* Contra la DEPRESIÓN: Si el mes está torcido o no puede 1 (uno/una) con su alma, o


lo psíquico está por los suelos, ¡qué mejor que escoger una cualquiera de las actividades
hasta aquí apuntadas! «Estoy depre»; solución: póngase a hacer un museo de los cuentos o
llame a sus amigos para que se disfracen para una fiesta del libro en su casa. Si realmente le
cuesta levantar el ánimo, siempre le quedará el consuelo de leer las formas para rimar y
hacer poesía o leerse un tebeo.
* Para desarrollar la PACIENCIA: Aparte de realizar el ejercicio de leerse todo el libro,
lo mejor para tranquilizarse es coleccionar un bonito álbum de cromos, con personajes de la
literatura infantil.

Y, como todo tiene su conclusión... Zolorín Zolorado, este Zoológico de las letras está
ya zzzzz... [191]

-¿La animación a la lectura? -Bien, gracias, y ¿después qué?

Jane Austen es así dueña


de una emoción mucho más profunda
de lo que aparece en la superficie.
Nos estimula a aportar
lo que no está allí. Lo que ofrece
es aparentemente una cosa
sin importancia, sin embargo
contiene algo que se expande
en la mente del lector y dota
de la forma de vida más duradera
a escenas que son en apariencia
triviales...

Virginia Woolf. [192]

Es evidente que las técnicas de animación a la lectura convierten a ésta en un


espectáculo festivo; o por lo menos pretenden presentar al libro como un objeto divertido.
Este es su objetivo y tampoco podemos pedir ni esperar más de ellas. Después de todo leer
es descubrir, conocer; y el conocer es un apetito innato en el ser humano. La necesidad de
explorar, de descubrir está tan viva en el niño, que su satisfacción mediante la lectura se
convierte en una vía privilegiada de acceso al placer del descubrimiento.

En este sentido podemos decir que si bien es cierto que el niño no nace lector, también
es cierto que el niño no nace no lector, ya que se nace con una predisposición positiva,
exploratoria. Convertirle en lector es favorecer esa faceta.

Las técnicas aquí desarrolladas ayudan a ese empeño; pero no nos hagamos ilusiones,
las técnicas solas no hacen niños lectores porque leer es arduo; leer requiere esfuerzo. Las
técnicas difunden contenidos de libros, provocan la imaginación y la curiosidad, despiertan
el interés, recrean situaciones novedosas (o disparatadas) e incluso llegan a conseguir que
todos los niños estén a lo que se celebra; y eso los niños lo agradecen (y lo celebran). Pero
el paso desde esa actividad colectiva, festiva y lúdica a la lectura individual, silenciosa y
aislada no es automático, ni podemos esperar que lo sea. La una no lleva a la otra
necesariamente. Son más las diferencias entre una actividad y otra, que las semejanzas. La
más notable distancia entre ellas la determina el hecho de que en un caso nos movemos en
el ámbito de lo público mientras que el otro tiene como característica lo privado e íntimo.

La diversión en la actividad colectiva viene dada por la propia definición de lo que debe
ser una técnica de animación. El placer de leer en cambio es posterior a la capacidad de
leer. Ser capaz de leer significa dominar el sistema gráfico con soltura y agilidad mental,
para partiendo de esto hacer de la actividad lectora una operación eminentemente activa.
Esta actitud implica [193] saber esperar y saber interrogar, ya que la lectura es un acto
comunicativo en el que se mantiene implícito un diálogo cuyo interlocutor está ausente,
aunque no su pensamiento. El lector escucha y se escucha, interroga y avanza hipótesis
mientras recrea el pensamiento del autor. Esta actitud intelectual y sensible es la que nos
dice quién es capaz de leer. Una vez llegados a este punto podemos disfrutar de la lectura.

Pero ¿qué pasa cuando leemos?


Las consideraciones hasta aquí apuntadas nos obligan a dar al acto de leer un significado
de mayor complejidad que el que podría desprenderse de la relación de técnicas de
animación lectora-consecución de hábitos lectores. Saber leer es algo más que una cuestión
mecánica o instrumental; es más que una habilidad. Leer es una actividad donadora de
sentido. A pesar de ello esta capacidad no depende de la edad; aunque sí es fruto de la
educación.

Los estudios más recientes del acto lector rebaten por insuficientes los dos modelos
teóricos tradicionales sobre este proceso: por una parte el modelo que defiende una línea de
acción y movilización de abajo-arriba (del texto al lector); por otra el modelo que sostiene
una corriente de animación de arriba-abajo (del lector al texto). El modelo final que
conciben los citados estudios estaría integrado por las dos direcciones de actuación de los
modelos anteriores, resultando así que la construcción de significado sería la consecuencia
del proceso interactivo entre los dos elementos fundamentales de la lectura: por una parte el
texto, por la otra el lector con sus conocimientos, sus habilidades y sus estrategias. En
consecuencia si la interpretación es producto de la interacción entre texto y lector, no la
podemos reducir exclusivamente a los signos del texto ni a las aptitudes del lector. [194]

La lectura es un proceso con dos componentes: el acceso léxico que supone el


reconocimiento de las palabras y el acceso comprensivo que por un lado afecta a las
proposiciones individuales del texto (microprocesos) y por otro implica la integración del
significado global de toda la información suministrada por el texto (macroprocesos); en este
último nivel es en el que el lector va construyendo el significado del texto; para ello aplica
reglas y estrategias mentales y cognitivas a medida que va leyendo.

Cuando un niño empieza a leer un cuento, espera encontrar una estructura concreta:
unos personajes, en un contexto, a los que les ocurrirán determinadas vicisitudes
concatenadas, con un momento culminante y una resolución. Esa expectativa es una
estrategia cognitiva que le ayudará a comprender la historia y a ligar las diferentes
proposiciones unas con otras, realizando inferencias para rellenar los huecos que deja el
texto y construir así una representación global, jerárquica y organizada.

La auténtica lectura tiene que ser activa porque desde la primera frase se están poniendo
en funcionamiento esquemas mentales; dichos esquemas son estructuras abstractas de
conocimientos previos. La mayor o menor complejidad de estas estructuras estará en
función de la edad y formación del lector. Los esquemas más sencillos estarán plagados de
interrogantes, hipótesis y expectativas. El avance de la lectura irá despejando las incógnitas,
reestructurando y reelaborando el esquema, o bien configurando otro nuevo con otras
hipótesis y expectativas, y así sucesivamente.

Para que se produzca una comprensión efectiva de un texto, y por lo tanto un disfrute, es
necesario que el niño pueda enmarcar el contenido dentro de los esquemas generales
disponibles en su memoria. Cuando el niño detecta la estructura de un texto la emplea como
estrategia y la lectura cobra una nueva dimensión en su mente. Estamos ante un salto
cualitativo en los procesos intelectuales de ese lector. Naturalmente todos estos [195]
procesos mentales son posibles a partir del conocimiento general que el alumno tiene de la
estructura de los textos narrativos («estructura compuesta de ambientación, tema, trama y
resolución») por un lado, y por otro del conocimiento general del mundo. Y tanto el
conocimiento del mundo como la familiarización con las estructuras textuales (narrativas,
descriptivas, poéticas, etc.) se adquieren, entre otras vías, por medio de la lectura. Cuanto
más se conoce más se goza con la lectura; y se conoce más cuanto más se lee. De ahí que
un libro llame a otro libro; sin embargo en los primeros eslabones de esta cadena hay que
emplear un mayor esfuerzo, ya que se dispone de menos esquemas mentales, son más
rudimentarios y no se tienen consolidadas las estrategias cognitivas; ese esfuerzo puede
disuadir de continuarla. Aunque estos obstáculos intelectuales pueden parecer
infranqueables, si se logra su superación proporcionan una gran satisfacción personal,
siendo la forma idónea de conseguir el placer estético.

En este punto es donde cobran su importancia las técnicas lectoras acercando una y otra
vez el libro al niño mediante el juego; nada más (ni nada menos). Pero ya hemos visto que
el proceso de la lectura es más complejo. Por eso no se puede esperar más de ellas, ni
podemos conformarnos sólo con ellas. Hay que reforzar esos hábitos intelectuales con otras
actividades, en otros ámbitos (familiar, escolar,...), que no son el objeto de este libro. Si
sólo nos quedamos con la animación podríamos caer en un activismo, en un hacer por
hacer, desconectado de la verdadera razón de ser de las técnicas: esto es, fomentar la
lectura. Y es que las técnicas favorecen el gusto por la lectura, pero no crean niños lectores.

El encuentro de dos mundos


Italo Calvino disecciona el acto de leer en sus dos componentes ya mencionados aquí, si
bien profundiza con gran sagacidad en cada una de ellas; por una parte el [196] libro y la
escritura contenida en él pertenecen al mundo material, tangible, presente. En cambio la
transcripción mediante el acto de leer revive el pensamiento, la imaginación, la fantasía
literaria, los sueños (todos ellos hibernados), que pertenecen al mundo invisible, intangible
e inexistente por pasado. (O tal vez sólo existan cuando el lector los evoca, tomando cuerpo
así en la mente del lector). El libro es pues el envase sólido, el vehículo por el que
penetramos en un mundo inmaterial, un mundo de silencio, lleno de sombras, misterios y
fantasmas que rescatamos y revivimos cuando leemos. El lector da vida al escritor, en la
medida en que éste existe cuando el lector reproduce su pensamiento y alumbra la obra
gestada por aquél. El lector ofrece su conciencia a las ideas del autor. La ficción se
convierte en realidad mediante el efecto que es capaz de desencadenar en el lector. Henry
James nos recuerda que en la lectura se vive una transformación consistente en la
experiencia admirable de «llevar temporalmente una vida distinta».

En el acto de leer, cada lector va alumbrando al mundo material esos entes incorpóreos e
intangibles que por un momento cobran vida propia y se manifiestan acariciando,
reconfortando, perturbando o golpeando las emociones y sentimientos de quien está
ejerciendo de comadrona. Por eso el acto de leer es un ejercicio forzosamente personal
(«necesariamente individual, mucho más que escribir», dirá Calvino) e intransferible.

El sentido de la lectura
De esto último podemos deducir que la lectura es también soledad; soledad y refugio
(aunque se puede leer para no estar solo). En efecto, la lectura ha recibido acusaciones de
provocar la huida de la realidad, de favorecer la soledad y el aislamiento; sin embargo este
escape hacia la experiencia interior es individualmente placentero y socialmente eficaz
porque enriquece y regenera. [197]

El sentido de los textos de ficción posee la característica de la imagen pero a través de


una elaboración intelectual. La imagen es el producto que se desprende de la interpretación
de los signos y de la comprensión del lector. En la fusión con el texto el lector crea las
condiciones para que el texto pueda realizar su efecto con el lector. El resultado no es
explicable sino experimentable. Por eso el lector sale transformado. Pero la experiencia
personal no puede ser experimentada por otra persona.

La auténtica lectura es pues la que se sumerge en el mundo silencioso del interior del
lector. Es la opción del leer frente al escuchar a quien lee. Evidentemente escuchar al que
habla es incompatible con el silencio; no es un acto individual y tampoco es un acto en
libertad. Leer en cambio es un ejercicio de suprema libertad; el lector puede pararse,
retroceder, saltar, acelerar el ritmo o ralentizarlo; el lector es un pequeño dios creador de
mundos, inventor de lo que no ve, recreador de lo que no es. Pero cada lector es único,
original en su identidad, únicos su inteligencia y sus procesos mentales; también será único
cada mundo recreado o vivido por ese lector, que por otro lado no coincidirá con el
conjunto de intenciones y sensaciones que la narración pretenda provocar; siempre hay
aspectos que el texto no dice y que el lector cree percibir y otros que pretendiendo ser
dichos el lector no percibe. Aquí está el valor y la riqueza del acto de leer personal y su
enorme potencial de posibilidades.
Así, pues, si la lectura es una aventura personal, abstengámonos de decir al lector lo que
éste debe reconocer como significado del texto, y no le arrebataremos el placer de
experimentar con su interpretación dicho sentido. En la lectura, como dice Gombrich para
el arte, es difícil distinguir lo que se nos da de lo que nosotros aportamos en el proceso de
proyección puesto en marcha por el reconocimiento. [198]

He aquí otra prueba más de la gran distancia entre las técnicas de animación a la lectura
dirigidas a un potencial lector universal, homogéneo, inexistente, y el irrepetible acto de
leer personal y concreto. El placer de la lectura es tan íntimamente personal que se hace
difícil comunicarlo a los demás. El protagonismo es sólo del lector. Seamos conscientes de
estas contradicciones insalvables y a partir de ello continuemos impulsando lectores
individuales, libres y silenciosos aunque utilicemos métodos colectivos, dirigidos y
ruidosos. [199]

Abecedario bibliográfico
A
VV. AA., Mis amigos de los cuentos (Álbum editado por el Colegio Público «Cuevas
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B
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Ortega, E., El baúl volador, Zamora: Junta de Castilla y León, 1986.
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C
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K
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Flor Rebanal, J., «Historia de un ratón que buscaba factores e implicaciones en las
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Lázaro, M. - Miranda, J. - Palomero, A. P., Los libros y los niños: la biblioteca escolar,
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M
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Els Comediants, La nit, Barcelona: Aura, 1990.

Ñ
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Neuschafer-Carlon, M., Antonio en el país del silencio, León: Everest, 1991.
VV. AA., Multiculturas en los libros españoles infantiles y juveniles, Madrid: Anaya,
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Bettelheim, B., Psicoanálisis de los cuentos de hadas, Barcelona: Crítica, 1977.
Propp, V., Las raíces histórica del cuento, Madrid: Fundamentos, 1974.
Ventura, N., Cuentacuentos, Madrid: Pablo del Río-Editor, 1980.

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Polanco Alonso, J. L., El último viaje del «Sirena del Pas», Santander: Ediciones del
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Q
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R
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Pelegrín, A., La aventura de oír, Madrid: Cincel, 1982.

S
Soladana Carro, A., Cómo leer textos poéticos. Hacia una lectura creativa, Madrid:
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Tusón, V., La poesía en las aulas. (Experiencias de creatividad), Madrid: Asociación de
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T
Acevedo, J., Para hacer historietas, Madrid: Popular, 1987.
Alonso, M., Imágenes en acción, Madrid: Akal, 1990.
Gasca, L., El discurso del cómic, Madrid: Cátedra, 1988.

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Pennac, D., Como una novela, Barcelona: Anagrama, 1993.

V
Guilera i Benito, M.:, «Las visitas de autor», en Peonza, núm. 22, Santander, 1992.
Casas, L., «¡Hello, Roald!», en CLIJ, n.º 2, Barcelona, 1989.
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Pastoriza, D., El arte de narrar, un oficio olvidado, Buenos Aires: Guadalupe, 1981.
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X
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Y
Barrientos, C., Libro-fórum: una técnica de animación a la lectura, Madrid: Narcea,
1982.
VV. AA., Leer un libro, Madrid: Santillana, 1988. [206]

Alfabeto de ilustraciones
A
Alicia.
Ilustrador: John Tenniel.
Carroll, L. Alicia en el País de las Maravillas, Barcelona: Lumen, 1985.

B
Bella durmiente.
Ilustrador: Gustavo Doré.
Perrault, Ch., Cuentos de antaño, Madrid: Anaya, 1983.

C
Cepillo.
Ilustradora: Carme Solé.
Calders, P., Cepillo, Barcelona: Hymsa, 1987.

D
Danny.
Ilustrador: Jill Bennet.
Dahl, R., Danny, el campeón del mundo, Madrid: Alfaguara, 1986.

E
Elmer.
Ilustrador: David McKee.
McKee, D., Elmer, Madrid: Altea, 1990. [207]
F
Ferdinando.
Ilustrador: Werner Klemke.
Leaf, M., Ferdinando, el toro, Salamanca: Lóguez, 1984.

G
Gandalf.
Ilustrador: Jorge Díaz-Romeral.
Tolkien, J.R.R., El hobbit, Barcelona: Minotauro, 1982.

H
Heidi.
Ilustrador: Paul Hey.
Spyri, J., Heidi, Barcelona: Juventud, 1927.

I
Indio.
Ilustradora: Susan Jeffers.
Longfellow, H. W., Hiawatta, Palma de Mallorca: Olañeta, 1994.

J
Jim Botón.
Ilustrador: F. J. Tripp.
Ende, M., Jim Botón y los 13 salvajes, Barcelona: Orbis, 1988. [208]

K
Kikufo Yep-Yep Nami-Gú.
Ilustrador: Francisco Meléndez.
Meléndez, F., Kikufo Yep-Yep Nami-Gú, Vitoria: Ikusager, 1992.

L
Lobo.
Ilustrador: Gustavo Doré.
Perrault, C., Cuentos de antaño, Madrid: Anaya, 1983.

M
Munia.
Ilustradora: Asun Balzola.
Balzola, A., Munia y la señora Piltronera, Barcelona: Destino, 1987.

N
Nicolás.
Ilustrador: Sempé.
Goscinny, R., El pequeño Nicolás, Madrid: Alfaguara, 1981.

Ñ
Ñuton.
Ilustrador: Paco Díaz.
Equipo Peonza, ABCdario de la animación a la lectura, Madrid: Amigos del Libro, 1995.
[209]

O
Ojáncano.
Ilustrador: José Ramón Sánchez.
Hernúñez, P., Monstruos, duendes y seres fantásticos de la mitología cántabra, Madrid:
Anaya, 1994.

P
Pinocho.
Ilustrador: Carlo Chiostri.
Collodi, C., Las aventuras de Pinocho, Madrid: Anaya, 1983.

Q
Quijote.
Ilustrador: José Ramón Sánchez.
Cervantes, M., Don Quijote de La Mancha, Madrid: Anaya. 1993.

R
Robinson Crusoe.
Ilustrador: J. J. Grandville.
Defoe, R., Robinson Crusoe, Madrid: Anaya, 1984.

S
Sherlock Holmes.
Ilustrador: José Ramón Sánchez.
Saiz Viadero, J. R., Mis héroes de papel, Santander: Alerta, 1984. [210]

T
Tarzán.
Ilustrador: Burne Hogarth.
Burroughs, E. R., Tarzán de la Selva, Madrid: Montena, 1983.

U
Unicórnalo.
Ilustrador: Horacio Elena.
Sennell, J., La guía fantástica, Barcelona: Juventud, 1979.

V
Valiente.
Ilustrador: Harold Foster.
Foster, H., Príncipe Valiente, Barcelona: B, 1993.

W
Wendy.
Ilustradora: Mabel Lucie Attwell.
Barrie, J. M., Peter Pan y Wendy, Barcelona: Juventud, 1991.

X
Xun Wukong.
Ilustrador: Wu Cheng'En.
Cheng'En, W., Viaje al oeste. La aventura del rey mono, Madrid: Siruela, 1992. [211]

Y
Yakari.
Ilustrador: Derib.
Derib-Yob, Yakari, Barcelona: Juventud, 1979.

Z
Zipi y Zape.
Ilustrador: José Escobar.
Escobar, J., Festival Escobar, Barcelona: Ediciones B, 1994. [212] [213]

Posada reposada de citas


Andersen, H. C., «La Sirenita», en Cuentos de Andersen, Barcelona: Noguer, 1977.
Burroughs, E. R., Tarzán y el hombre león, Barcelona: Juventud, 1994.
Carroll, Lewis, Alicia a través del espejo, Madrid: Alianza Editorial, 1987.
Defoe, D., Robinson Crusoe, Madrid: Anaya, 1984.
Ende, M., La historia interminable, Madrid: Alfaguara, 1982.
García Lorca, F., Federico García Lorca para niños, Madrid: Ediciones de la Torre,
1986.
Gisbert; J. M., El misterio de la isla de Tökland, Madrid: Espasa-Calpe, 1982.
Hazard, P., Los libros, los niños y los hombres, Barcelona: Juventud, 1982.
Irazu, Joseba (Bernardo Atxaga), Memorias de una vaca, Madrid: S.M., 1992.
James, H., Otra vuelta de tuerca, Madrid: Anaya, 1986.
Kipling, R., El Libro de la selva, Madrid: Anaya, 1988.
León, M. T., Rosa-Fría, patinadora de la luna, Madrid: Ediciones de la Torre, 1990.
Montero, R., El nido de los sueños, Madrid: Siruela, 1991.
Nöstlinger, C., Entrevista en Faristol, núm. 8, Barcelona, 1989.
Ñuton, Reflexiones metafísicas de un físico, Santander: en preparación. [214]
Obiols, M., Datrebil. 7 cuentos y un espejo, Madrid: Espasa-Calpe, 1982.
Poe, E. A., Las aventuras de Arthur Gordon Pym, Madrid: Anaya, 1982.
Quevedo, F., Francisco de Quevedo para niños, Madrid: Ediciones de la Torre, 1991.
R = Cossío, J., Romancero popular de la montaña, Santander: Sociedad Menéndez
Pelayo, 1933.
Sánchez Ferlosio, R., Industrias y andanzas de Alfanhuí, Madrid: Salvat, 1970.
Twain, M., Las aventuras de Tom Sawyer, Madrid: Salvat, 1970.
Uribe, M. L., Quién lo diría Carlota María, Madrid: Alfaguara, 1981.
Verne, J., Viaje al centro de la Tierra, Madrid: Anaya, 1982.
Wilde, O., El retrato de Dorian Gray, Madrid: Anaya, 1993.
Xistente, I., Didáctica de lo inverosímil, Santander: Edición de la autora, 2001.
Yourcenar, M., Cuentos orientales, Madrid: Alfaguara, 1982.
Zimnik, R., Los tambores, Barcelona: Lumen, 1981.

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