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V CONFERENCIA GENERAL

DEL EPISCOPADO
LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE
Discípulos y Misioneros de Jesucristo para que nuestros
pueblos en Él tengan vida “Yo soy el Camino, la Verdad y la
Vida” (Jn 16,4)

DOCUMENTO CONCLUSIVO
3ª edición “Sobre dichos documentos el CELAM y las Conferencias Episcopales tendrán derechos de
autor”. Artículo 12 del Reglamento de la V Conferencia, aprobado por el Santo Padre, Benedicto XVI.
Prohibida la reproducción total o parcial, en cualquier medio o para cualquier propósito sin la
autorización escrita del CELAM. © Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM Carrera 5 Nº 118-31
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1929 Bogotá, D.C., 2007 ISBN 978-958-625-653-7 3ª edición, marzo 2008 Diagramación: Doris
Andrade B. Diseño de carátula: Luisa Fernanda Vélez S. Centro de Publicaciones del CELAM Av.
Boyacá Nº 169D-75 Tel:(571) 668 0900 Fax: (571) 671 1213 editora@celam.org Julio de 2007
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A los hermanos en el Episcopado de América Latina y del Caribe El 13 de mayo


pasado, a los pies de la Santísima Virgen Nuestra Señora Aparecida, en Brasil, he
inaugurado con gran gozo la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y
del Caribe. Conservo vivo el grato recuerdo de dicho encuentro, en el que he estado
unido con vosotros en el mismo afecto por vuestros queridos pueblos y en la misma
solicitud por ayudarles a ser discípulos y misioneros de Jesucristo, para que en Él
tengan vida. Al mismo tiempo que expreso mi reconocimiento por el amor a Cristo y a
la Iglesia, y por el espíritu de comunión que ha caracterizado dicha Conferencia
General, autorizo la publicación del Documento Conclusivo, pidiendo al Señor que, en
comunión con la Santa Sede y con el debido respeto por la responsabilidad de cada
Obispo en su propia Iglesia particular, sea luz y aliento para una fecunda labor
pastoral y evangelizadora en los años venideros. En este Documento hay numerosas
y oportunas indicaciones pastorales, motivadas con ricas reflexiones a la luz de la fe y
del contexto social actual. Entre otras, he leído con particular aprecio las palabras que
exhortan a dar prioridad a la Eucaristía y a la santificación del Día del Señor en los
programas pastorales (cf. nn. 251-252), así como las que expresan el anhelo de
reforzar la formación cristiana de los fieles en general y de los agentes de pastoral en
particular. En este sentido, ha sido para mí motivo de alegría conocer el deseo de
realizar una “Misión Continental” que las Conferencias Episcopales y cada diócesis
están llamadas a estudiar y llevar a cabo, convocando para ello a todas las fuerzas
vivas, de modo que caminando desde Cristo se busque su rostro (cf. Novo millennio
ineunte, 29). A la vez que invoco la protección de la Santísima Virgen en
su advocación de Aparecida, Patrona de Brasil, y también en su advocación de
Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de América y Estrella de la Evangelización, os
imparto con afecto la Bendición Apostólica. Vaticano, 29 de julio de 2007, solemnidad
de los santos Apóstoles Pedro y Pablo.
(Benedicto XVI)

DISCURSO INAUGURAL DE SU SANTIDAD


BENEDICTO XVI
Domingo 13 de mayo de 2007 Queridos hermanos en el episcopado, amados
sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos. Queridos observadores de otras confesiones
religiosas: Es motivo de gran alegría estar hoy aquí con vosotros para inaugurar la V
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, que se celebra
junto al santuario de Nuestra Señora Aparecida, Patrona del Brasil. Quiero que mis
primeras palabras sean de acción de gracias y de alabanza a Dios por el gran don de
la fe cristiana a las gentes de este continente. Deseo agradecer igualmente las
amables palabras del señor cardenal Francisco Javier Errázuriz Ossa, arzobispo de
Santiago de Chile y presidente del CELAM, pronunciadas en nombre también de los
otros dos presidentes de esta Conferencia General y de los participantes en
la misma.

1. LA FE CRISTIANA EN AMÉRICA LATINA


La fe en Dios ha animado la vida y la cultura de estos pueblos durante más de cinco
siglos. Del encuentro de esa fe con las etnias originarias ha nacido la rica cultura
cristiana de este continente expresada en el arte, la música, la literatura y, sobre todo,
en las tradiciones religiosas y en la idiosincrasia de sus gentes, unidas por una misma
historia y un mismo credo, y formando una gran sintonía en la diversidad de culturas y
de lenguas. En la actualidad, esa misma fe ha de afrontar serios retos, pues están en
juego el desarrollo armónico de la sociedad y la identidad católica de sus pueblos. A
este respecto, la V Conferencia General va a reflexionar sobre esta situación para
ayudar a los fieles cristianos a vivir su fe con alegría y coherencia, a tomar conciencia
de ser discípulos y misioneros de Cristo, enviados por Él al mundo para anunciar y dar
testimonio de nuestra fe y amor. Pero, ¿qué ha significado la aceptación de la fe
cristiana para los pueblos de América Latina y del Caribe? Para ellos ha significado
conocer y acoger a Cristo, el Dios desconocido que sus antepasados, sin saberlo,
buscaban en sus ricas tradiciones religiosas. Cristo era el Salvador que anhelaban
silenciosamente. Ha significado también haber recibido, con las aguas del bautismo, la
vida divina que los hizo hijos de Dios por adopción; haber recibido, además, el Espíritu
Santo que ha venido a fecundar sus culturas, purificándolas y desarrollando los
numerosos gérmenes y semillas que el Verbo encarnado había puesto en ellas,
orientándolas así por los caminos del Evangelio. En efecto, el anuncio de Jesús y de
su Evangelio no supuso, en ningún momento, una alienación de las culturas
precolombinas, ni fue una imposición de una cultura extraña. Las auténticas culturas
no están cerradas en sí mismas ni petrificadas en un determinado punto de la historia,
sino que están abiertas, más aún, buscan el encuentro con otras culturas, esperan
alcanzar la universalidad en el encuentro y el diálogo con otras formas de vida y con
los elementos que puedan llevar a una nueva síntesis en la que se respete siempre la
diversidad de las expresiones y de su realización cultural concreta. En última
instancia, sólo la verdad unifica y su prueba es el amor. Por eso Cristo, siendo
realmente el Logos encarnado, “el amor hasta el extremo”, no es ajeno a cultura
alguna ni a ninguna persona; por el contrario, la respuesta anhelada en el corazón de
las culturas es lo que les da su identidad última, uniendo a la humanidad y respetando
a la vez la riqueza de las diversidades, abriendo a todos al crecimiento en la
verdadera humanización, en el auténtico progreso. El Verbo de Dios, haciéndose
carne en Jesucristo, se hizo también historia y cultura. La utopía de volver a dar vida a
las religiones precolombinas, separándolas de Cristo y de la Iglesia universal, no sería
un progreso, sino un retroceso. En realidad sería una involución hacia un momento
histórico anclado en el pasado. La sabiduría de los pueblos originarios les llevó
afortunadamente a formar una síntesis entre sus culturas y la fe cristiana que los
misioneros les ofrecían. De allí ha nacido la rica y profunda religiosidad popular, en la
cual aparece el alma de los pueblos latinoamericanos: – El amor a Cristo sufriente, el
Dios de la compasión, del perdón y de la reconciliación; el Dios que nos ha amado
hasta entregarse por nosotros; – el amor al Señor presente en la Eucaristía, el Dios
encarnado, muerto y resucitado para ser Pan de vida; – el Dios cercano a los pobres y
a los que sufren; – la profunda devoción a la Santísima Virgen de Guadalupe, de
Aparecida o de las diversas advocaciones nacionales y locales. Cuando la Virgen de
Guadalupe se apareció al indio san Juan Diego le dijo estas significativas palabras:
“¿No estoy yo aquí que soy tu madre?, ¿no estás bajo mi sombra y resguardo?, ¿no
soy yo la fuente de tu alegría?, ¿no estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis
brazos?” (Nican Mopohua, nn. 118-119). – Esta religiosidad se expresa también en la
devoción a los santos con sus fiestas patronales, en el amor al Papa y a los demás
pastores, en el amor a la Iglesia universal como gran familia de Dios que nunca puede
ni debe dejar solos o en la miseria a sus propios hijos. Todo ello forma el gran mosaico
de la religiosidad popular que es el precioso tesoro de la Iglesia católica en América
Latina, y que ella debe proteger, promover y, en lo que fuera necesario, también
purificar.

2. CONTINUIDAD CON LAS OTRAS CONFERENCIAS


Esta V Conferencia General se celebra en continuidad con las otras cuatro que la
precedieron en Río de Janeiro, Medellín, Puebla y Santo Domingo. Con el mismo
espíritu que las animó, los pastores quieren dar ahora un nuevo impulso a la
evangelización, a fin de que estos pueblos sigan creciendo y madurando en su fe, para
ser luz del mundo y testigos de Jesucristo con la propia vida. Después de la IV
Conferencia General, en Santo Domingo, muchas cosas han cambiado en la sociedad.
La Iglesia, que participa de los gozos y esperanzas, de las penas y alegrías de sus
hijos, quiere caminar a su lado en este período de tantos desafíos, para
infundirles siempre esperanza y consuelo (cf. Gaudium et spes, 1). En el mundo de
hoy se da el fenómeno de la globalización como un entramado de relaciones a nivel
planetario. Aunque en ciertos aspectos es un logro de la gran familia humana y una
señal de su profunda aspiración a la unidad, sin embargo comporta también el riesgo
de los grandes monopolios y de convertir el lucro en valor supremo. Como en todos
los campos de la actividad humana, la globalización debe regirse también por la ética,
poniendo todo al servicio de la persona humana, creada a imagen y semejanza de
Dios. En América Latina y El Caribe, igual que en otras regiones, se ha evolucionado
hacia la democracia, aunque haya motivos de preocupación ante formas de gobierno
autoritarias o sujetas a ciertas ideologías que se creían superadas, y que no
corresponden con la visión cristiana del hombre y de la sociedad, como nos enseña la
doctrina social de la Iglesia. Por otra parte, la economía liberal de algunos países
latinoamericanos ha de tener presente la equidad, pues siguen aumentando los
sectores sociales que se ven probados cada vez más por una enorme pobreza o
incluso expoliados de los propios bienes naturales. En las Comunidades eclesiales de
América Latina es notable la madurez en la fe de muchos laicos y laicas activos y
entregados al Señor, junto con la presencia de muchos abnegados catequistas, de
tantos jóvenes, de nuevos movimientos eclesiales y de recientes Institutos de vida
consagrada. Se demuestran fundamentales muchas obras católicas educativas,
asistenciales y hospitalarias. Se percibe, sin embargo, un cierto debilitamiento de la
vida cristiana en el conjunto de la sociedad y de la propia pertenencia a la Iglesia
católica debido al secularismo, al hedonismo, al indiferentismo y al proselitismo de
numerosas sectas, de religiones animistas y de nuevas expresiones seudorreligiosas.
Todo ello configura una situación nueva que será analizada aquí, en Aparecida. Ante la
nueva encrucijada, los fieles esperan de esta V Conferencia una renovación y
revitalización de su fe en Cristo, nuestro único Maestro y Salvador, que nos ha
revelado la experiencia única del amor infinito de Dios Padre a los hombres. De esta
fuente podrán surgir nuevos caminos y proyectos pastorales creativos, que infundan
una firme esperanza para vivir de manera responsable y gozosa la fe e irradiarla así
en el propio ambiente.

3. DISCÍPULOS Y MISIONEROS
Esta Conferencia General tiene como tema: “Discípulos y misioneros de Jesucristo
para que nuestros pueblos en Él tengan vida” (Jn 14, 6). La Iglesia tiene la gran tarea
de custodiar y alimentar la fe del pueblo de Dios, y recordar también a los fieles de
este continente que, en virtud de su bautismo, están llamados a ser discípulos y
misioneros de Jesucristo. Esto conlleva seguirlo, vivir en intimidad con Él, imitar
su ejemplo y dar testimonio. Todo bautizado recibe de Cristo, como los Apóstoles, el
mandato de la misión: “Id por todo el mundo y proclamad la buena nueva a toda la
creación. El que crea y sea bautizado, se salvará” (Mc 16, 15). Pues ser discípulos y
misioneros de Jesucristo y buscar la vida “en Él” supone estar profundamente
enraizados en Él. ¿Qué nos da Cristo realmente? ¿Por qué queremos ser
discípulos de Cristo? Porque esperamos encontrar en la comunión con Él la vida, la
verdadera vida digna de este nombre, y por esto queremos darlo a conocer a los
demás, comunicarles el don que hemos hallado en Él. Pero, ¿es esto así? ¿Estamos
realmente convencidos de que Cristo es el camino, la verdad y la vida? Ante la
prioridad de la fe en Cristo y de la vida “en Él”, formulada en el título de esta V
Conferencia, podría surgir también otra cuestión: esta prioridad, ¿no podría ser acaso
una fuga hacia el intimismo, hacia el individualismo religioso, un abandono de la
realidad urgente de los grandes problemas económicos, sociales y políticos de
América Latina y del mundo, y una fuga de la realidad hacia un mundo espiritual?
Como primer paso podemos responder a esta pregunta con otra: ¿Qué es esta
“realidad”? ¿Qué es lo real? ¿Son “realidad” sólo los bienes materiales, los problemas
sociales, económicos y políticos? Aquí está precisamente el gran error de las
tendencias dominantes en el último siglo, error destructivo, como demuestran los
resultados tanto de los sistemas marxistas como incluso de los capitalistas. Falsifican
el concepto de realidad con la amputación de la realidad fundante y por esto decisiva,
que es Dios. Quien excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto de “realidad” y,
en consecuencia, sólo puede terminar en caminos equivocados y con recetas
destructivas. La primera afirmación fundamental es, pues, la siguiente: sólo
quien reconoce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella de modo
adecuado y realmente humano. La verdad de esta tesis resulta evidente ante el fracaso
de todos los sistemas que ponen a Dios entre paréntesis. Pero surge inmediatamente
otra pregunta: ¿Quién conoce a Dios? ¿Cómo podemos conocerlo? No podemos
entrar aquí en un complejo debate sobre esta cuestión fundamental. Para el cristiano
el núcleo de la respuesta es simple: sólo Dios conoce a Dios, sólo su Hijo que es Dios
de Dios, Dios verdadero, lo conoce. Y Él, “que está en el seno del Padre, lo ha
contado” (Jn 1, 18). De aquí la importancia única e insustituible de Cristo para
nosotros, para la humanidad. Si no conocemos a Dios en Cristo y con Cristo, toda la
realidad se convierte en un enigma indescifrable; no hay camino y, al no haber camino,
no hay vida ni verdad. Dios es la realidad fundante, no un Dios sólo pensado o
hipotético, sino el Dios de rostro humano; es el Dios-con-nosotros, el Dios del
amor hasta la cruz. Cuando el discípulo llega a la comprensión de este amor de Cristo
“hasta el extremo”, no puede dejar de responder a este amor si no es con un amor
semejante: “Te seguiré adondequiera que vayas” (Lc 9, 57). Todavía nos podemos
hacer otra pregunta: ¿Qué nos da la fe en este Dios? La primera respuesta es: nos da
una familia, la familia universal de Dios en la Iglesia católica. La fe nos libera del
aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión: el encuentro con Dios es, en sí
mismo y como tal, encuentro con los hermanos, un acto de convocación, de
unificación, de responsabilidad hacia el otro y hacia los demás. En este sentido, la
opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que
se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Co 8,
9). Pero antes de afrontar lo que comporta el realismo de la fe en el Dios hecho
hombre, tenemos que profundizar en la pregunta: ¿Cómo conocer realmente a Cristo
para poder seguirlo y vivir con Él, para encontrar la vida en Él y para comunicar esta
vida a los demás, a la sociedad y al mundo? Ante todo, Cristo se nos da a conocer en
su persona, en su vida y en su doctrina por medio de la palabra de Dios. Al iniciar
la nueva etapa que la Iglesia misionera de América Latina y del Caribe se dispone a
emprender, a partir de esta V Conferencia General en Aparecida, es condición
indispensable el conocimiento profundo de la palabra de Dios. Por esto, hay que
educar al pueblo en la lectura y meditación de la palabra de Dios: que ella se convierta
en su alimento para que, por propia experiencia, vean que las palabras de Jesús son
espíritu y vida (cf. Jn 6, 63). De lo contrario, ¿cómo van a anunciar un mensaje cuyo
contenido y espíritu no conocen a fondo? Hemos de fundamentar nuestro compromiso
misionero y toda nuestra vida en la roca de la palabra de Dios. Para ello, animo a los
pastores a esforzarse en darla a conocer. Un gran medio para introducir al pueblo de
Dios en el misterio de Cristo es la catequesis. En ella se transmite de forma sencilla y
substancial el mensaje de Cristo. Convendrá por tanto intensificar la catequesis y la
formación en la fe, tanto de los niños como de los jóvenes y adultos. La reflexión
madura de la fe es luz para el camino de la vida y fuerza para ser testigos de Cristo.
Para ello se dispone de instrumentos muy valiosos como son el Catecismo de la
Iglesia católica y su versión más breve, el Compendio del Catecismo de la Iglesia
católica. En este campo no hay que limitarse sólo a las homilías, conferencias, cursos
de Biblia o teología, sino que se ha de recurrir también a los medios de comunicación:
prensa, radio y televisión, sitios de internet, foros y tantos otros sistemas para
comunicar eficazmente el mensaje de Cristo a un gran número de personas. En este
esfuerzo por conocer el mensaje de Cristo y hacerlo guía de la propia vida, hay que
recordar que la evangelización ha ido unida siempre a la promoción humana y a la
auténtica liberación cristiana. “Amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí: en el
más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios”
(Deus caritas est, 15). Por lo mismo, será también necesaria una catequesis social y
una adecuada formación en la doctrina social de la Iglesia, siendo muy útil para ello el
Compendio de la doctrina social de la Iglesia. La vida cristiana no se expresa
solamente en las virtudes personales, sino también en las virtudes sociales y políticas.
El discípulo, fundamentado así en la roca de la palabra de Dios, se siente impulsado a
llevar la buena nueva de la salvación a sus hermanos. Discipulado y misión son como
las dos caras de una misma medalla: cuando el discípulo está enamorado de Cristo,
no puede dejar de anunciar al mundo que sólo Él nos salva (cf. Hch 4, 12). En efecto,
el discípulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay
futuro.

4. “PARA QUE EN ÉL TENGAN VIDA”


Los pueblos latinoamericanos y caribeños tienen derecho a una vida plena, propia de
los hijos de Dios, con unas condiciones más humanas: libres de las amenazas del
hambre y de toda forma de violencia. Para estos pueblos, sus pastores han de
fomentar una cultura de la vida que permita, como decía mi predecesor Pablo VI,
pasar de la miseria a la posesión de lo necesario, a la adquisición de la cultura... a la
cooperación en el bien común... hasta el reconocimiento, por parte del hombre, de los
valores supremos y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin (Populorum progressio,
21). En este contexto me es grato recordar la encíclica Populorum progressio, cuyo
40° aniversario recordamos este año. Este documento pontificio pone en evidencia
que el desarrollo auténtico ha de ser integral, es decir, orientado a la promoción de
todo el hombre y de todos los hombres (cf. n. 14), e invita a todos a suprimir las graves
desigualdades sociales y las enormes diferencias en el acceso a los bienes. Estos
pueblos anhelan, sobre todo, la plenitud de vida que Cristo nos ha traído: “Yo he
venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). Con esta vida
divina se desarrolla también en plenitud la existencia humana, en su dimensión
personal, familiar, social y cultural. Para formar al discípulo y sostener al misionero en
su gran tarea, la Iglesia les ofrece, además del Pan de la Palabra, el Pan de la
Eucaristía. A este respecto nos inspira e ilumina la página del Evangelio sobre
los discípulos de Emaús. Cuando éstos se sientan a la mesa y reciben de Jesucristo
el pan bendecido y partido, se les abren los ojos, descubren el rostro del Resucitado,
sienten en su corazón que es verdad todo lo que Él ha dicho y hecho, y que ya ha
iniciado la redención del mundo. Cada domingo y cada Eucaristía es un encuentro
personal con Cristo. Al escuchar la palabra divina, el corazón arde porque es Él quien
la explica y proclama. Cuando en la Eucaristía se parte el pan, es a Él a quien se
recibe personalmente. La Eucaristía es el alimento indispensable para la vida del
discípulo y misionero de Cristo.
La misa dominical, centro de la vida cristiana
De aquí la necesidad de dar prioridad, en los programas pastorales, a la valorización
de la misa dominical. Hemos de motivar a los cristianos para que participen en ella
activamente y, si es posible, mejor con la familia. La asistencia de los padres con sus
hijos a la celebración eucarística dominical es una pedagogía eficaz para comunicar la
fe y un estrecho vínculo que mantiene la unidad entre ellos. El domingo ha significado,
a lo largo de la vida de la Iglesia, el momento privilegiado del encuentro de las
comunidades con el Señor resucitado. Es necesario que los cristianos experimenten
que no siguen a un personaje de la historia pasada, sino a Cristo vivo, presente en el
hoy y el ahora de sus vidas. Él es el Viviente que camina a nuestro lado,
descubriéndonos el sentido de los acontecimientos, del dolor y de la muerte, de la
alegría y de la fiesta, entrando en nuestras casas y permaneciendo en ellas,
alimentándonos con el Pan que da la vida. Por eso la celebración dominical de la
Eucaristía ha de ser el centro de la vida cristiana. El encuentro con Cristo en la
Eucaristía suscita el compromiso de la evangelización y el impulso a la solidaridad;
despierta en el cristiano el fuerte deseo de anunciar el Evangelio y testimoniarlo en la
sociedad para que sea más justa y humana. De la Eucaristía ha brotado a lo largo de
los siglos un inmenso caudal de caridad, de participación en las dificultades de los
demás, de amor y de justicia. ¡Sólo de la Eucaristía brotará la civilización del amor,
que transformará Latinoamérica y El Caribe para que, además de ser el continente de
la esperanza, sea también el continente del amor!
Los problemas sociales y políticos
Llegados a este punto podemos preguntarnos: ¿Cómo puede contribuir la Iglesia a la
solución de los urgentes problemas sociales y políticos, y responder al gran desafío de
la pobreza y de la miseria? Los problemas de América Latina y del Caribe, así como
del mundo de hoy, son múltiples y complejos, y no se pueden afrontar con programas
generales. Sin embargo, la cuestión fundamental sobre el modo como la Iglesia,
iluminada por la fe en Cristo, deba reaccionar ante estos desafíos, nos concierne a
todos. En este contexto es inevitable hablar del problema de las estructuras, sobre
todo de las que crean injusticia. En realidad, las estructuras justas son una condición
sin la cual no es posible un orden justo en la sociedad. Pero, ¿cómo nacen?, ¿cómo
funcionan? Tanto el capitalismo como el marxismo prometieron encontrar el camino
para la creación de estructuras justas y afirmaron que éstas, una vez establecidas,
funcionarían por sí mismas; afirmaron que no sólo no habrían tenido necesidad de una
precedente moralidad individual, sino que ellas fomentarían la moralidad común. Y
esta promesa ideológica se ha demostrado que es falsa. Los hechos lo ponen de
manifiesto. El sistema marxista, donde ha gobernado, no sólo ha dejado una triste
herencia de destrucciones económicas y ecológicas, sino también una dolorosa
opresión de las almas. Y lo mismo vemos también en Occidente, donde crece
constantemente la distancia entre pobres y ricos y se produce una inquietante
degradación de la dignidad personal con la droga, el alcohol y los sutiles espejismos
de felicidad. Las estructuras justas son, como he dicho, una condición indispensable
para una sociedad justa, pero no nacen ni funcionan sin un consenso moral de la
sociedad sobre los valores fundamentales y sobre la necesidad de vivir estos valores
con las necesarias renuncias, incluso contra el interés personal. Donde Dios está
ausente –el Dios del rostro humano de Jesucristo– estos valores no se muestran con
toda su fuerza, ni se produce un consenso sobre ellos. No quiero decir que los no
creyentes no puedan vivir una moralidad elevada y ejemplar; digo solamente que una
sociedad en la que Dios está ausente no encuentra el consenso necesario sobre los
valores morales y la fuerza para vivir según la pauta de estos valores, aun contra los
propios intereses. Por otro lado, las estructuras justas han de buscarse y elaborarse a
la luz de los valores fundamentales, con todo el empeño de la razón política,
económica y social. Son una cuestión de la recta ratio y no provienen de ideologías ni
de sus promesas. Ciertamente existe un tesoro de experiencias políticas y de
conocimientos sobre los problemas sociales y económicos, que evidencian elementos
fundamentales de un Estado justo y los caminos que se han de evitar. Pero en
situaciones culturales y políticas diversas, y en el cambio progresivo de las
tecnologías y de la realidad histórica mundial, se han de buscar de manera racional
las respuestas adecuadas y debe crearse –con los compromisos indispensables– el
consenso sobre las estructuras que se han de establecer. Este trabajo político no es
competencia inmediata de la Iglesia. El respeto de una sana laicidad –incluso con la
pluralidad de las posiciones políticas– es esencial en la tradición cristiana. Si la Iglesia
comenzara a transformarse directamente en sujeto político, no haría más por los
pobres y por la justicia, sino que haría menos, porque perdería su independencia y su
autoridad moral, identificándose con una única vía política y con posiciones parciales
opinables. La Iglesia es abogada de la justicia y de los pobres precisamente al no
identificarse con los políticos ni con los intereses de partido. Sólo siendo independiente
puede enseñar los grandes criterios y los valores inderogables, orientar las conciencias
y ofrecer una opción de vida que va más allá del ámbito político. Formar las
conciencias, ser abogada de la justicia y de la verdad, educar en las virtudes
individuales y políticas, es la vocación fundamental de la Iglesia en este sector. Y los
laicos católicos deben ser conscientes de su responsabilidad en la vida pública; deben
estar presentes en la formación de los consensos necesarios y en la oposición contra
las injusticias. Las estructuras justas jamás serán completas de modo definitivo; por la
constante evolución de la historia, han de ser siempre renovadas y actualizadas; han
de estar animadas siempre por un ethos político y humano, por cuya presencia y
eficiencia se ha de trabajar siempre. Con otras palabras, la presencia de Dios, la
amistad con el Hijo de Dios encarnado, la luz de su Palabra, son siempre condiciones
fundamentales para la presencia y eficiencia de la justicia y del amor en nuestras
sociedades. Por tratarse de un continente de bautizados, conviene colmar la notable
ausencia, en el ámbito político, comunicativo y universitario, de voces e iniciativas de
líderes católicos de fuerte personalidad y de vocación abnegada, que sean coherentes
con sus convicciones éticas y religiosas. Los movimientos eclesiales tienen aquí un
amplio campo para recordar a los laicos su responsabilidad y su misión de llevar la luz
del Evangelio a la vida pública, cultural, económica y política.

5. OTROS CAMPOS PRIORITARIOS


Para llevar a cabo la renovación de la Iglesia a vosotros confiada en estas tierras,
quisiera fijar la atención con vosotros sobre algunos campos que considero prioritarios
en esta nueva etapa.
La familia
La familia, “patrimonio de la humanidad”, constituye uno de los tesoros más
importantes de los pueblos latinoamericanos. Ella ha sido y es escuela de la fe,
palestra de valores humanos y cívicos, hogar en el que la vida humana nace y se
acoge generosa y responsablemente. Sin embargo, en la actualidad sufre situaciones
adversas provocadas por el secularismo y el relativismo ético, por los diversos flujos
migratorios internos y externos, por la pobreza, por la inestabilidad social y por
legislaciones civiles contrarias al matrimonio que, al favorecer los anticonceptivos y el
aborto, amenazan el futuro de los pueblos. En algunas familias de América Latina
persiste aún por desgracia una mentalidad machista, ignorando la novedad del
cristianismo que reconoce y proclama la igual dignidad y responsabilidad de la mujer
respecto al hombre. La familia es insustituible para la serenidad personal y para la
educación de los hijos. Las madres que quieren dedicarse plenamente a la educación
de sus hijos y al servicio de la familia han de gozar de las condiciones necesarias para
poderlo hacer, y para ello tienen derecho a contar con el apoyo del Estado. En efecto,
el papel de la madre es fundamental para el futuro de la sociedad. El padre, por su
parte, tiene el deber de ser verdaderamente padre, que ejerce su indispensable
responsabilidad y colaboración en la educación de sus hijos. Los hijos, para su
crecimiento integral, tienen el derecho de poder contar con el padre y la madre, para
que cuiden de ellos y los acompañen hacia la plenitud de su vida. Es necesaria, pues,
una pastoral familiar intensa y vigorosa. Es indispensable también promover políticas
familiares auténticas que respondan a los derechos de la familia como sujeto social
imprescindible. La familia forma parte del bien de los pueblos y de la humanidad
entera.
Los sacerdotes
Los primeros promotores del discipulado y de la misión son aquellos que han sido
llamados “para estar con Jesús y ser enviados a predicar” (cf. Mc 3, 14), es decir, los
sacerdotes. Ellos deben recibir, de manera preferencial, la atención y el cuidado
paterno de sus obispos, pues son los primeros agentes de una auténtica renovación
de la vida cristiana en el pueblo de Dios. A ellos les quiero dirigir una palabra de afecto
paterno, deseando que el Señor sea el lote de su heredad y su copa (cf. Sal 16, 5). Si
el sacerdote tiene a Dios como fundamento y centro de su vida, experimentará la
alegría y la fecundidad de su vocación. El sacerdote debe ser ante todo un “hombre de
Dios” (1 Tm 6, 11) que conoce a Dios directamente, que tiene una profunda amistad
personal con Jesús, que comparte con los demás los mismos sentimientos de Cristo
(cf. Flp 2, 5). Sólo así el sacerdote será capaz de llevar a los hombres a Dios,
encarnado en Jesucristo, y de ser representante de su amor. Para cumplir su elevada
tarea, el sacerdote debe tener una sólida estructura espiritual y vivir toda su vida
animado por la fe, la esperanza y la caridad. Debe ser, como Jesús, un hombre que
busque, a través de la oración, el rostro y la voluntad de Dios, y que cuide también su
preparación cultural e intelectual. Queridos sacerdotes de este continente y todos los
que habéis venido aquí como misioneros a trabajar, el Papa os acompaña en vuestra
actividad pastoral y desea que estéis llenos de alegría y esperanza, y sobre todo reza
por vosotros. Religiosos, religiosas y consagrados
Quiero dirigirme también a los religiosos, a las religiosas y a los laicos consagrados. La
sociedad latinoamericana y caribeña necesita vuestro testimonio: en un mundo que
muchas veces busca ante todo el bienestar, la riqueza y el placer como objetivo de la
vida, y que exalta la libertad prescindiendo de la verdad sobre el hombre creado por
Dios, vosotros sois testigos de que hay una manera diferente de vivir con sentido;
recordad a vuestros hermanos y hermanas que el reino de Dios ya ha llegado; que la
justicia y la verdad son posibles si nos abrimos a la presencia amorosa de Dios
nuestro Padre, de Cristo nuestro hermano y Señor, y del Espíritu Santo nuestro
Consolador. Con generosidad, e incluso con heroísmo, seguid trabajando para que en
la sociedad reine el amor, la justicia, la bondad, el servicio y la solidaridad, según el
carisma de vuestros fundadores. Abrazad con profunda alegría vuestra consagración,
que es medio de santificación para vosotros y de redención para vuestros hermanos.
La Iglesia de América Latina os da las gracias por el gran trabajo que habéis realizado
a lo largo de los siglos por el Evangelio de Cristo en favor de vuestros hermanos,
sobre todo de los más pobres y marginados. Os invito a todos a colaborar siempre con
los obispos, trabajando unidos a ellos, que son los responsables de la pastoral. Os
exhorto también a la obediencia sincera a la autoridad de la Iglesia. Tened como único
objetivo la santidad, de acuerdo con las enseñanzas de vuestros fundadores.
Los laicos
En estos momentos en que la Iglesia de este continente se entrega plenamente a su
vocación misionera, recuerdo a los laicos que también ellos son Iglesia, asamblea
convocada por Cristo para llevar su testimonio al mundo entero. Todos los bautizados
deben tomar conciencia de que han sido configurados con Cristo sacerdote, profeta y
pastor, por el sacerdocio común del pueblo de Dios. Deben sentirse corresponsables
en la edificación de la sociedad según los criterios del Evangelio, con entusiasmo y
audacia, en comunión con sus pastores. Muchos de vosotros pertenecéis a
movimientos eclesiales, en los que podemos ver signos de la multiforme presencia y
acción santificadora del Espíritu Santo en la Iglesia y en la sociedad actual. Estáis
llamados a llevar al mundo el testimonio de Jesucristo y a ser fermento del amor de
Dios en la sociedad.
Los jóvenes y la pastoral vocacional
En América Latina, la mayoría de la población está formada por jóvenes. A este
respecto, debemos recordarles que su vocación consiste en ser amigos de Cristo, sus
discípulos, centinelas de la mañana, como solía decir mi predecesor Juan Pablo II. Los
jóvenes no tienen miedo del sacrificio, sino de una vida sin sentido. Son sensibles a la
llamada de Cristo que les invita a seguirle. Pueden responder a esa llamada como
sacerdotes, como consagrados y consagradas, o como padres y madres de familia,
dedicados totalmente a servir a sus hermanos con todo su tiempo y capacidad de
entrega, con su vida entera. Los jóvenes afrontan la vida como un descubrimiento
continuo, sin dejarse llevar por las modas o las mentalidades en boga, sino
procediendo con una profunda curiosidad sobre el sentido de la vida y sobre el
misterio de Dios, Padre creador, y de Dios Hijo, nuestro redentor dentro de la familia
humana. Deben comprometerse también en una continua renovación del mundo a la
luz de Dios. Más aún, deben oponerse a los fáciles espejismos de la felicidad
inmediata y de los paraísos engañosos de la droga, del placer, del alcohol, así como a
todo tipo de violencia.

6. “QUÉDATE CON NOSOTROS”


Los trabajos de esta V Conferencia General nos llevan a hacer nuestra la súplica de
los discípulos de Emaús: “Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha
declinado” (Lc 24, 29). Quédate con nosotros, Señor, acompáñanos aunque no
siempre hayamos sabido reconocerte. Quédate con nosotros, porque en torno a
nosotros se van haciendo más densas las sombras, y Tú eres la Luz; en nuestros
corazones se insinúa la desesperanza, y Tú los haces arder con la certeza de
la Pascua. Estamos cansados del camino, pero Tú nos confortas en la fracción del
pan para anunciar a nuestros hermanos que en verdad Tú has resucitado y que nos
has dado la misión de ser testigos de tu resurrección. Quédate con nosotros, Señor,
cuando en torno a nuestra fe católica surgen las nieblas de la duda, del cansancio o de
la dificultad: Tú, que eres la Verdad misma como revelador del Padre, ilumina
nuestras mentes con tu Palabra; ayúdanos a sentir la belleza de creer en Ti. Quédate
en nuestras familias, ilumínalas en sus dudas, sostenlas en sus dificultades,
consuélalas en sus sufrimientos y en la fatiga de cada día, cuando en torno a ellas se
acumulan sombras que amenazan su unidad y su naturaleza. Tú que eres la Vida,
quédate en nuestros hogares, para que sigan siendo nidos donde nazca la vida
humana abundante y generosamente, donde se acoja, se ame, se respete la vida
desde su concepción hasta su término natural. Quédate, Señor, con aquellos que en
nuestras sociedades son más vulnerables; quédate con los pobres y humildes, con los
indígenas y afroamericanos, que no siempre han encontrado espacios y apoyo para
expresar la riqueza de su cultura y la sabiduría de su identidad. Quédate, Señor, con
nuestros niños y con nuestros jóvenes, que son la esperanza y la riqueza de nuestro
continente, protégelos de tantas insidias que atentan contra su inocencia y contra sus
legítimas esperanzas. ¡Oh buen Pastor, quédate con nuestros ancianos y con nuestros
enfermos! ¡Fortalece a todos en su fe para que sean tus discípulos y misioneros!
CONCLUSIÓN
Al concluir mi permanencia entre vosotros, deseo invocar la protección de la Madre de
Dios y Madre de la Iglesia sobre vuestras personas y sobre toda América Latina y El
Caribe. Imploro de modo especial a Nuestra Señora –bajo la advocación de
Guadalupe, Patrona de América, y de Aparecida, Patrona de Brasil– que os acompañe
en vuestra hermosa y exigente labor pastoral. A ella confío el pueblo de Dios en esta
etapa del tercer milenio cristiano. A ella le pido también que guíe los trabajos y
reflexiones de esta Conferencia General, y que bendiga con abundantes dones a los
queridos pueblos de este continente. Antes de regresar a Roma, quiero dejar a la V
Conferencia General del Episcopado de Latinoamérica y El Caribe un recuerdo que la
acompañe y la inspire. Se trata de este hermoso tríptico que proviene del arte
cuzqueño del Perú. En él se representa al Señor poco antes de ascender a los cielos,
dando a quienes lo seguían la misión de hacer discípulos a todos los pueblos. Las
imágenes evocan la estrecha relación de Jesucristo con sus discípulos y misioneros
para la vida del mundo. El último cuadro representa a san Juan Diego evangelizando
con la imagen de la Virgen María en su tilma y con la Biblia en la mano. La historia de
la Iglesia nos enseña que la verdad del Evangelio, cuando se asume su belleza con
nuestros ojos y es acogida con fe por la inteligencia y el corazón, nos ayuda a
contemplar las dimensiones de misterio que provocan nuestro asombro y nuestra
adhesión. Me despido muy cordialmente de todos vosotros con esta firme esperanza
en el Señor. ¡Muchísimas gracias!

MENSAJE FINAL
Reunidos en el Santuario Nacional de Nuestra Señora de la Concepción Aparecida en
Brasil, saludamos en el amor del Señor a todo el Pueblo de Dios y a todos los hombres
y mujeres de buena voluntad. Del 13 al 31 de mayo de 2007, estuvimos reunidos en la
V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, inaugurada con
la presencia y la palabra del Santo Padre Benedicto XVI. En nuestros trabajos,
realizados en ambiente de ferviente oración, fraternidad y comunión afectiva, hemos
buscado dar continuidad al camino de renovación recorrido por la Iglesia católica
desde el Concilio Vaticano II y en las anteriores cuatro Conferencias Generales del
Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Al terminar esta V Conferencia les
anunciamos que hemos asumido el desafío de trabajar para darle un nuevo impulso y
vigor a nuestra misión en y desde América Latina y El Caribe.

1. JESÚS CAMINO, VERDAD Y VIDA YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA


VIDA (Jn 14,6) Ante los desafíos que nos plantea esta nueva época en la que
estamos inmersos, renovamos nuestra fe, proclamando con alegría a todos los
hombres y mujeres de nuestro continente: somos amados y redimidos en Jesús, Hijo
de Dios, el Resucitado vivo en medio de nosotros; por Él podemos ser libres del
pecado, de toda esclavitud y vivir en justicia y fraternidad. ¡Jesús es el camino que nos
permite descubrir la verdad y lograr la plena realización de nuestra vida!

2. LLAMADOS AL SEGUIMIENTO DE JESÚS FUERON, VIERON DÓNDE VIVÍA Y


SE QUEDARON CON ÉL (Jn 1,39) La primera invitación que Jesús hace a toda
persona que ha vivido el encuentro con Él, es la de ser su discípulo, para poner sus
pasos en sus huellas y formar parte de su comunidad. ¡Nuestra mayor alegría es ser
discípulos suyos! Él nos llama a cada uno por nuestro nombre, conociendo a fondo
nuestra historia (cf. Jn 10,3), para convivir con Él y enviarnos a continuar su misión (cf.
Mc 3,14-15). ¡Sigamos al Señor Jesús! Discípulo es el que habiendo respondido a
este llamado, lo sigue paso a paso por los caminos del Evangelio. En el seguimiento
oímos y vemos el acontecer del Reino de Dios, la conversión de cada persona, punto
de partida para la transformación de la sociedad, y se nos abren los caminos de la vida
eterna. En la escuela de Jesús aprendemos una “vida nueva” dinamizada por el
Espíritu Santo y reflejada en los valores del Reino. Identificados con el Maestro,
nuestra vida se mueve al impulso del amor y en el servicio a los demás. Este amor
implica una continua opción y discernimiento para seguir el camino de las
Bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-12; Lc 6,20-26). No temamos la cruz que supone la
fidelidad al seguimiento de Jesucristo, pues ella está iluminada por la luz de
la Resurrección. De esta manera, como discípulos, abrimos caminos de vida y
esperanza para nuestros pueblos sufrientes por el pecado y todo tipo de injusticias. El
llamado a ser discípulos-misioneros nos exige una decisión clara por Jesús y su
Evangelio, coherencia entre la fe y la vida, encarnación de los valores del Reino,
inserción en la comunidad y ser signo de contradicción y novedad en un mundo que
promueve el consumismo y desfigura los valores que dignifican al ser humano. En un
mundo que se cierra al Dios del amor, ¡somos una comunidad de amor, no del mundo
sino en el mundo y para el mundo! (cf. Jn 15,19; 17,14-16).

3. EL DISCIPULADO MISIONERO EN LA PASTORAL DE LA IGLESIA VAYAN Y


HAGAN DISCÍPULOS A TODOS LOS PUEBLOS (Mt 28,19) Constatamos cómo el
camino del discipulado misionero es fuente de renovación de nuestra pastoral en el
Continente y nuevo punto de partida para la Nueva Evangelización de nuestros
pueblos.
Una Iglesia que se hace discípula
De la parábola del Buen Pastor aprendemos a ser discípulos que se alimentan de la
Palabra: “Las ovejas le siguen porque conocen su voz” (Jn 10,4). Que la Palabra de
Vida (cf. Jn 6,63), saboreada en la Lectura Orante y la celebración y vivencia del don
de la Eucaristía, nos transformen y nos revelen la presencia viva del Resucitado que
camina con nosotros y actúa en la historia (cf. Lc 24,13-35). Con firmeza y decisión,
continuaremos ejerciendo nuestra tarea profética discerniendo dónde está el camino
de la verdad y de la vida; levantando nuestra voz en los espacios sociales de nuestros
pueblos y ciudades, especialmente, a favor de los excluidos de la sociedad.
Queremos estimular la formación de políticos y legisladores cristianos para que
contribuyan a la construcción de una sociedad justa y fraterna según los principios de
la Doctrina Social de la Iglesia.
Una Iglesia formadora de discípulos y discípulas
Todos en la Iglesia estamos llamados a ser discípulos y misioneros. Es necesario
formarnos y formar a todo el Pueblo de Dios para cumplir con responsabilidad y
audacia esta tarea. La alegría de ser discípulos y misioneros se percibe de manera
especial donde hacemos comunidad fraterna. Estamos llamados a ser Iglesia de
brazos abiertos, que sabe acoger y valorar a cada uno de sus miembros. Por eso,
alentamos los esfuerzos que se hacen en las parroquias para ser “casa y escuela de
comunión”, animando y formando pequeñas comunidades y comunidades eclesiales
de base, así como también en las asociaciones de laicos, movimientos eclesiales y
nuevas comunidades. Nos proponemos reforzar nuestra presencia y cercanía. Por
eso, en nuestro servicio pastoral, invitamos a dedicarle más tiempo a cada persona,
escucharla, estar a su lado en sus acontecimientos importantes y ayudar a buscar con
ella las respuestas a sus necesidades. Hagamos que todos, al ser valorados, puedan
sentirse en la Iglesia como en su propia casa. Al reafirmar el compromiso por la
formación de discípulos y misioneros, esta Conferencia se ha propuesto atender con
más cuidado las etapas del primer anuncio, la iniciación cristiana y la maduración en la
fe. Desde el fortalecimiento de la identidad cristiana ayudemos a cada hermano y
hermana a descubrir el servicio que el Señor le pide en la Iglesia y en la sociedad. En
un mundo sediento de espiritualidad y concientes de la centralidad que ocupa la
relación con el Señor en nuestra vida de discípulos, queremos ser una Iglesia que
aprende a orar y enseña a orar. Una oración que nace de la vida y el corazón y es
punto de partida de celebraciones vivas y participativas que animan y alimentan la
fe.

4. DISCIPULADO MISIONERO AL SERVICIO DE LA VIDA


YO HE VENIDO PARA TENGAN VIDA Y LA TENGAN EN ABUNDANCIA (Jn
10,10) Desde el cenáculo de Aparecida nos disponemos a emprender una nueva
etapa de nuestro caminar pastoral declarándonos en misión permanente. Con el fuego
del Espíritu vamos a inflamar de amor nuestro Continente: “Recibirán la fuerza del
Espíritu Santo que vendrá sobre Ustedes, y serán mis testigos… hasta los confines de
la tierra” (Hch 1,8).
En fidelidad al mandato misionero
Jesús invita a todos a participar de su misión. ¡Que nadie se quede de brazos
cruzados! Ser misionero es ser anunciador de Jesucristo con creatividad y audacia en
todos los lugares donde el Evangelio no ha sido suficientemente anunciado o acogido,
en especial, en los ambientes difíciles y olvidados y más allá de nuestras fronteras.
Como fermento en la masa
Seamos misioneros del Evangelio no sólo con la palabra sino sobre todo con nuestra
propia vida, entregándola en el servicio, inclusive hasta el martirio. Jesús comenzó su
misión formando una comunidad de discípulos misioneros, la Iglesia, que es el inicio
del Reino. Su comunidad también fue parte de su anuncio. Insertos en la sociedad,
hagamos visible nuestro amor y solidaridad fraterna (cf. Jn 13,35) y promovamos el
diálogo con los diferentes actores sociales y religiosos. En una sociedad cada vez
más plural, seamos integradores de fuerzas en la construcción de un mundo más
justo, reconciliado y solidario.
Servidores de la mesa compartida
Las agudas diferencias entre ricos y pobres nos invitan a trabajar con mayor empeño
en ser discípulos que saben compartir la mesa de la vida, mesa de todos los hijos e
hijas del Padre, mesa abierta, incluyente, en la que no falte nadie. Por eso
reafirmamos nuestra opción preferencial y evangélica por los pobres. Nos
comprometemos a defender a los más débiles, especialmente a los niños, enfermos,
discapacitados, jóvenes en situaciones de riesgo, ancianos, presos, migrantes.
Velamos por el respeto al derecho que tienen los pueblos de defender y promover “los
valores subyacentes en todos los estratos sociales, especialmente en los pueblos
indígenas” (Benedicto XVI, Discurso Guarulhos No.4). Queremos contribuir para
garantizar condiciones de vida digna: salud, alimentación, educación, vivienda y
trabajo para todos. La fidelidad a Jesús nos exige combatir los males que dañan o
destruyen la vida, como el aborto, las guerras, el secuestro, la violencia armada, el
terrorismo, la explotación sexual y el narcotráfico. Invitamos a todos los dirigentes de
nuestras naciones a defender la verdad y a velar por el inviolable y sagrado derecho a
la vida y la dignidad de la persona humana, desde su concepción hasta su muerte
natural. Ponemos a disposición de nuestros países los esfuerzos pastorales de la
Iglesia para aportar en la promoción de una cultura de la honestidad que subsane la
raíz de las diversas formas de violencia, enriquecimiento ilícito y corrupción. En
coherencia con el proyecto del Padre creador, convocamos a todas las fuerzas vivas
de la sociedad para cuidar nuestra casa común, la tierra, amenazada de destrucción.
Queremos favorecer un desarrollo humano y sostenible basado en la justa distribución
de las riquezas y la comunión de los bienes entre todos los pueblos.

5. HACIA UN CONTINENTE DE LA VIDA, DEL AMOR Y DE LA PAZ


EN ESTO TODOS CONOCERÁN QUE SON DISCÍPULOS MÍOS (Jn
13,35) Nosotros, participantes en la V Conferencia General en Aparecida, y junto con
toda la Iglesia “comunidad de amor”, queremos abrazar a todo el continente para
transmitirles el amor de Dios y el nuestro. Deseamos que este abrazo alcance también
al mundo entero. Al terminar la Conferencia de Aparecida, en el vigor del
Espíritu Santo, convocamos a todos nuestros hermanos y hermanas, para que,
unidos, con entusiasmo realicemos la Gran Misión Continental. Será un nuevo
Pentecostés que nos impulse a ir, de manera especial, en búsqueda de los católicos
alejados y de los que poco o nada conocen a Jesucristo, para que formemos con
alegría la comunidad de amor de nuestro Padre Dios. Misión que debe llegar a todos,
ser permanente y profunda. Con el fuego del Espíritu Santo, avancemos construyendo
con esperanza nuestra historia de salvación en el camino de la evangelización,
teniendo en torno nuestro a tantos testigos (cf. Hb 12,1), que son los mártires, santos y
beatos de nuestro continente. Con su testimonio nos han mostrado que la fidelidad
vale la pena y es posible hasta el final. Unidos a todo el pueblo orante, confiamos a
María, Madre de Dios y Madre nuestra, primera discípula y misionera al servicio de la
vida, del amor y de la paz, invocada bajo los títulos de Nuestra Señora Aparecida y de
Nuestra Señora de Guadalupe, el nuevo impulso que brota a partir de hoy en toda
América Latina y El Caribe, bajo el soplo del nuevo Pentecostés para nuestra Iglesia a
partir de esta V Conferencia que aquí hemos celebrado. En Medellín y en Puebla
terminamos diciendo “CREEMOS”. En Aparecida, como lo hicimos en Santo Domingo,
proclamamos con todas nuestras fuerzas: CREEMOS Y ESPERAMOS. Esperamos…
• Ser una Iglesia viva, fiel y creíble que se alimenta en la Palabra de Dios y en la
Eucaristía.. • Vivir nuestro ser cristiano con alegría y convicción como
discípulos- misioneros de Jesucristo. • Formar comunidades vivas que alimenten la fe
e impulsen la acción misionera. • Valorar las diversas organizaciones eclesiales en
espíritu de comunión. • Promover un laicado maduro, corresponsable con la
misión de anunciar y hacer visible el Reino de Dios. • Impulsar la participación activa
de la mujer en la sociedad y en la Iglesia. • Mantener con renovado esfuerzo nuestra
opción preferencial y evangélica por los pobres. • Acompañar a los jóvenes en su
formación y búsqueda de identidad, vocación y misión, renovando nuestra opción por
ellos. • Trabajar con todas las personas de buena voluntad en la construcción del
Reino. • Fortalecer con audacia la pastoral de la familia y de la vida. • Valorar y
respetar nuestros pueblos indígenas y afrodescendientes. • Avanzar en el diálogo
ecuménico “para que todos sean uno”, como también en el diálogo interreligioso. •
Hacer de este continente un modelo de reconciliación, de justicia y de paz. • Cuidar la
creación, casa de todos en fidelidad al proyecto de Dios. • Colaborar en la integración
de los pueblos de América Latina y El Caribe. ¡Que este Continente de la esperanza
también sea el Continente del amor, de la vida y de la paz! Aparecida - Brasil, 29 de
mayo de 2007

DOCUMENTO CONCLUSIVO
INTRODUCCIÓN
1. Con la luz del Señor resucitado y con la fuerza del Espíritu Santo, Obispos de
América nos reunimos en Aparecida, Brasil, para celebrar la V Conferencia General
del Episcopado Latinoamericano y El Caribe. Lo hemos hecho como pastores que
queremos seguir impulsando la acción evangelizadora de la Iglesia, llamada a hacer
de todos sus miembros discípulos y misioneros de Cristo, Camino, Verdad y Vida, para
que nuestros pueblos tengan vida en Él. Lo hacemos en comunión con todas las
Iglesias Particulares presentes en América. María, Madre de Jesucristo y de sus
discípulos, ha estado muy cerca de nosotros, nos ha acogido, ha cuidado nuestras
personas y trabajos, cobijándonos, como a Juan Diego y a nuestros pueblos, en el
pliegue de su manto, bajo su maternal protección. Le hemos pedido, como madre,
perfecta discípula y pedagoga de la evangelización, que nos enseñe a ser hijos en su
Hijo y a hacer lo que Él nos diga (cf. Jn 2,5).
2. Con alegría, estuvimos reunidos con el Sucesor de Pedro, Cabeza del Colegio
Episcopal. Su Santidad Benedicto XVI nos ha confirmado en el primado de la fe en
Dios, de su verdad y amor, para bien de personas y pueblos. Agradecemos todas sus
enseñanzas, especialmente su Discurso Inaugural, que fueron iluminación y guía
segura para nuestros trabajos. El recuerdo agradecido de los últimos Papas, y en
especial de su rico Magisterio que ha estado también presente en nuestros trabajos,
merece especial memoria y gratitud.
3. Nos hemos sentido acompañados por la oración de nuestro pueblo creyente
católico, representado visiblemente por la compañía del Pastor y los fieles de la Iglesia
de Dios en Aparecida, y por la multitud de peregrinos de todo Brasil y otros países de
América al Santuario, que nos edificaron y evangelizaron. En la comunión de los
santos, tuvimos presentes a todos los que nos han precedido como discípulos y
misioneros en la viña del Señor y especialmente a nuestros santos latinoamericanos,
entre ellos a santo Toribio de Mogrovejo, patrono del Episcopado latinoamericano.
4. El Evangelio llegó a nuestras tierras en medio de un dramático y desigual encuentro
de pueblos y culturas. Las “semillas del Verbo” 1, presentes en las culturas autóctonas,
facilitaron a nuestros hermanos indígenas encontrar en el Evangelio respuestas vitales
a sus aspiraciones más hondas: “Cristo era el Salvador que
anhelaban silenciosamente”2. La visitación de Nuestra Señora de Guadalupe fue
acontecimiento decisivo para el anuncio y reconocimiento de su Hijo, pedagogía y
signo de inculturación de la fe, manifestación y renovado ímpetu misionero de
propagación del Evangelio3.
5. Desde la primera evangelización hasta los tiempos recientes, la Iglesia ha
experimentado luces y sombras4. Escribió páginas de nuestra historia de gran
sabiduría y santidad. Sufrió también tiempos difíciles, tanto por acosos y
persecuciones, como por las debilidades, compromisos mundanos e incoherencias, en
otras palabras, por el pecado de sus hijos, que desdibujaron la novedad 1 Cf. Puebla,
401. 2 BENEDICTO XVI, Discurso Inaugural de la V Conferencia, Aparecida, n.1. Será
citado como DI. 3 Cf. SD15. 4 BENEDICTO XVI, Audiencia General, miércoles 23 de
mayo de 2007. “Ciertamente el recuerdo de un pasado glorioso no puede ignorar las
sombras que acompañaron la obra de evangelización del continente latinoamericano:
no es posible olvidar los sufrimientos y las injusticias que infligieron los colonizadores a
las poblaciones indígenas, a menudo pisoteadas en sus derechos humanos
fundamentales. Pero la obligatoria mención de esos crímenes injustificables –por lo
demás condenados ya entonces por misioneros como Bartolomé de las Casas y por
teólogos como Francisco de Vitoria, de la Universidad de Salamanca– no debe impedir
reconocer con gratitud la admirable obra que ha llevado a cabo la gracia divina entre
esas poblaciones a lo largo de estos siglos”. del Evangelio, la luminosidad de la verdad
y la práctica de la justicia y de la caridad. Sin embargo, lo más decisivo en la Iglesia
es siempre la acción santa de su Señor.
6. Por eso, ante todo, damos gracias a Dios y lo alabamos por todo lo que nos ha sido
regalado. Acogemos la realidad entera del Continente como don: la belleza y
fecundidad de sus tierras, la riqueza de humanidad que se expresa en las personas,
familias, pueblos y culturas del Continente. Sobre todo, nos ha sido dado Jesucristo,
la plenitud de la Revelación de Dios, un tesoro incalculable, la “perla preciosa” (cf. Mt
13, 45-46), el Verbo de Dios hecho carne, Camino, Verdad y Vida de los hombres y
mujeres, a quienes abre un destino de plena justicia y felicidad. Él es el único
Liberador y Salvador que, con su muerte y resurrección, rompió las cadenas opresivas
del pecado y la muerte, que revela el amor misericordioso del Padre y la vocación,
dignidad y destino de la persona humana.
7. La fe en Dios amor y la tradición católica en la vida y cultura de nuestros pueblos
son sus mayores riquezas. Se manifiesta en la fe madura de muchos bautizados y en
la piedad popular que expresa el amor a Cristo sufriente, el Dios de la compasión,
del perdón y la reconciliación (…), –el amor al Señor presente en la Eucaristía (…), –
el Dios cercano a los pobres y a los que sufren, –la profunda devoción a la
Santísima Virgen de Guadalupe, de Aparecida o de las diversas advocaciones
nacionales y locales5. Se expresa también en la caridad que anima por doquier
gestos, obras y caminos de solidaridad con los más necesitados y
desamparados. Está vigente también en la conciencia de la dignidad de la persona, la
sabiduría ante la vida, la pasión por la justicia, la esperanza contra toda esperanza y la
alegría de vivir aún en condi- 5 DI 1. ciones muy difíciles que mueven el corazón de
nuestras gentes. Las raíces católicas permanecen en su arte, lenguaje, tradiciones y
estilo de vida, a la vez dramático y festivo, en el afrontamiento de la realidad. Por eso,
el Santo Padre nos responsabilizó más aún, como Iglesia, en “la gran tarea de
custodiar y alimentar la fe del pueblo de Dios”6.
8. El don de la tradición católica es un cimiento fundamental de identidad, originalidad
y unidad de América Latina y El Caribe: una realidad histórico-cultural, marcada por el
Evangelio de Cristo, realidad en la que abunda el pecado –descuido de Dios,
conductas viciosas, opresión, violencia, ingratitudes y miserias– pero donde
sobreabunda la gracia de la victoria pascual. Nuestra Iglesia goza, no obstante las
debilidades y miserias humanas, de un alto índice de confianza y de credibilidad por
parte del pueblo. Es morada de pueblos hermanos y casa de los pobres.
9. La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y Caribeño es un nuevo
paso en el camino de la Iglesia, especialmente desde el Concilio Ecuménico Vaticano
II. Ella da continuidad y, a la vez, recapitula el camino de fidelidad, renovación y
evangelización de la Iglesia latinoamericana al servicio de sus pueblos, que se
expresó oportunamente en las anteriores Conferencias Generales del Episcopado
(Río, 1955; Medellín, 1968; Puebla, 1979; Santo Domingo, 1992). En todo ello
reconocemos la acción del Espíritu. También tenemos presente la Asamblea Especial
del Sínodo de los Obispos para América (1997).
10. Esta V Conferencia se propone “la gran tarea de custodiar y alimentar la fe del
pueblo de Dios, y recordar también a los fieles de este continente que, en virtud de su
bautismo, están llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo”7. Se abre paso
un nuevo período de la historia con desafíos y exigencias, caracterizado 6 Ibíd., 3. 7
Ibíd., por el desconcierto generalizado que se propaga por nuevas
turbulencias sociales y políticas, por la difusión de una cultura lejana y hostil a la
tradición cristiana, por la emergencia de variadas ofertas religiosas, que tratan de
responder, a su manera, a la sed de Dios que manifiestan nuestros pueblos.
11. La Iglesia está llamada a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y
audacia su misión en las nuevas circunstancias latinoamericanas y mundiales. No
puede replegarse frente a quienes sólo ven confusión, peligros y amenazas, o de
quienes pretenden cubrir la variedad y complejidad de situaciones con una capa de
ideologismos gastados o de agresiones irresponsables. Se trata de confirmar, renovar
y revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en nuestra historia, desde un
encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros.
Ello no depende tanto de grandes programas y estructuras, sino de hombres y
mujeres nuevos que encarnen dicha tradición y novedad, como discípulos de
Jesucristo y misioneros de su Reino, protagonistas de vida nueva para una América
Latina que quiere reconocerse con la luz y la fuerza del Espíritu.
12. No resistiría a los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje, a elenco
de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a
adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación
ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a
moralismos blandos o crispados que no convierten la vida de los bautizados. Nuestra
mayor amenaza es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual
aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando
y degenerando en mezquindad8. 8 RATZINGER, J., Situación actual de la fe y la
teología. Conferencia pronunciada en el Encuentro de Presidentes de Comisiones
Episcopales de América Latina para la doctrina de la fe, celebrado en Guadalajara,
México, 1996. Publicado en L’Osservatore Romano, el 1 de noviembre de 1996. A
todos nos toca recomenzar desde Cristo9, reconociendo que no se comienza a ser
cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un
acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una
orientación decisiva10.
13. En América Latina y El Caribe, cuando muchos de nuestros pueblos se preparan
para celebrar el bicentenario de su independencia, nos encontramos ante el desafío de
revitalizar nuestro modo de ser católico y nuestras opciones personales por el Señor,
para que la fe cristiana arraigue más profundamente en el corazón de las personas y
los pueblos latinoamericanos como acontecimiento fundante y encuentro vivificante
con Cristo. Él se manifiesta como novedad de vida y de misión en todas las
dimensiones de la existencia personal y social. Esto requiere, desde nuestra identidad
católica, una evangelización mucho más misionera, en diálogo con todos los cristianos
y al servicio de todos los hombres. De lo contrario, “el rico tesoro del Continente
Americano… su patrimonio más valioso: la fe en Dios amor…”11 corre el riesgo de
seguir erosionándose y diluyéndose de manera creciente en diversos sectores de la
población. Hoy se plantea elegir entre caminos que conducen a la vida o caminos que
conducen a la muerte (cf. Dt 30, 15). Caminos de muerte son los que llevan a dilapidar
los bienes recibidos de Dios a través de quienes nos precedieron en la fe. Son
caminos que trazan una cultura sin Dios y sin sus mandamientos o incluso contra Dios,
animada por los ídolos del poder, la riqueza y el placer efímero, la cual termina siendo
una cultura contra el ser humano y contra el bien de los pueblos latinoamericanos.
Caminos de vida verdadera y plena para todos, caminos de vida eterna, son aquellos
abiertos por la fe que con- 9 Cf. NMI 28-29. 10 DCE 1. 11 BENEDICTO XVI, Homilía en la Eucaristía de
inauguración de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, mayo 13 de 2007, Aparecida,
Brasil. ducen a “la plenitud de vida que Cristo nos ha traído: con esta vida divina se
desarrolla también en plenitud la existencia humana, en su dimensión personal,
familiar, social y cultural”12. Esa es la vida que Dios nos participa por su amor gratuito,
porque “es el amor que da la vida”13. Estos caminos de vida fructifican en los dones
de verdad y de amor que nos han sido dados en Cristo en la comunión de los
discípulos y misioneros del Señor, para que América Latina y El Caribe sean
efectivamente un continente en el cual la fe, la esperanza y el amor renueven la vida
de las personas y transformen las culturas de los pueblos.
14. El Señor nos dice: “No tengan miedo” (Mt 28, 5). Como a las mujeres en la mañana
de la Resurrección, nos repite: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?”
(Lc 24, 5). Nos alientan los signos de la victoria de Cristo resucitado, mientras
suplicamos la gracia de la conversión y mantenemos viva la esperanza que no
defrauda. Lo que nos define no son las circunstancias dramáticas de la vida, ni los
desafíos de la sociedad, ni las tareas que debemos emprender, sino ante todo el amor
recibido del Padre gracias a Jesucristo por la unción del Espíritu Santo. Esta prioridad
fundamental es la que ha presidido todos nuestros trabajos, ofreciéndolos a Dios, a
nuestra Iglesia, a nuestro pueblo, a cada uno de los latinoamericanos, mientras
elevamos al Espíritu Santo nuestra súplica confiada para que redescubramos la
belleza y la alegría de ser cristianos. Aquí está el reto fundamental que
afrontamos: mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formar discípulos y
misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por
desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo. No tenemos otro
tesoro que éste. No tenemos otra dicha ni otra prioridad que ser instrumentos del
Espíritu de Dios, en Iglesia, para que Jesucristo sea encontrado, seguido, amado,
adorado, anunciado y comunicado a to- 12 DI 4. 13 BENEDICTO XVI, Homilía en la Eucaristía de
inauguración de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, 13 de mayo de 2007, Aparecida,

Brasil. dos, no obstante todas las dificultades y resistencias. Este es el mejor servicio
¡su servicio!– que la Iglesia tiene que ofrecer a las personas y naciones14.
15. En esta hora, en que renovamos la esperanza, queremos hacer nuestras las
palabras de SS. Benedicto XVI al inicio de su Pontificado, haciendo eco de su
predecesor, el Siervo de Dios, Juan Pablo II, y proclamarlas para toda América
Latina: ¡No teman! ¡Abran, más todavía, abran de par en par las puertas a
Cristo!…quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada –absolutamente nada– de lo
que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas
de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la
condición humana. Sólo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que
nos libera… ¡No tengan miedo de Cristo! Él no quita nada y lo da todo. Quien se da a
Él, recibe el ciento por uno. Sí, abran, abran de par en par las puertas a Cristo y
encontrarán la verdadera vida15.
16. Ésta V Conferencia General se celebra en continuidad con las otras cuatro que la
precedieron en Río de Janeiro, Medellín, Puebla y Santo Domingo. Con el mismo
espíritu que las animó, los pastores quieren dar ahora un nuevo impulso a la
evangelización, a fin de que estos pueblos sigan creciendo y madurando en su fe, para
ser luz del mundo y testigos de Jesucristo con su propia vida16. 14 Cf. EN 1. 15 Cf.
BENEDICTO XVI, Homilía en el solemne inicio del Ministerio Petrino del Obispo de
Roma, 24 de abril de 2005. 16 DI 2. Como pastores de la Iglesia, somos conscientes
de que, después de la IV Conferencia General, en Santo Domingo, muchas cosas han
cambiado en la sociedad. La Iglesia, que participa de los gozos y esperanzas, de
las penas y alegrías de sus hijos, quiere caminar a su lado en este período de tantos
desafíos, para infundirles siempre esperanza y consuelo17.
17. Nuestra alegría, pues, se basa en el amor del Padre, en la participación en el
misterio pascual de Jesucristo quien, por el Espíritu Santo, nos hace pasar de la
muerte a la vida, de la tristeza al gozo, del absurdo al hondo sentido de la existencia,
del desaliento a la esperanza que no defrauda. Esta alegría no es un sentimiento
artificialmente provocado ni un estado de ánimo pasajero. El amor del Padre nos ha
sido revelado en Cristo que nos ha invitado a entrar en su reino. Él nos ha enseñado a
orar diciendo “Abba, Padre” (Rm 8, 15; cf. Mt 6, 9).
18. Conocer a Jesucristo por la fe es nuestro gozo; seguirlo es una gracia, y transmitir
este tesoro a los demás es un encargo que el Señor, al llamarnos y elegirnos, nos ha
confiado. Con los ojos iluminados por la luz de Jesucristo resucitado, podemos y
queremos contemplar al mundo, a la historia, a nuestros pueblos de América Latina y
de El Caribe, y a cada una de sus personas. 17 Ibíd.

PRIMERA PARTE LA VIDA DE NUESTROS PUEBLOS


HOY
19. En continuidad con las anteriores Conferencias Generales del Episcopado
Latinoamericano, este documento hace uso del método ver, juzgar y actuar. Este
método implica contemplar a Dios con los ojos de la fe a través de su Palabra revelada
y el contacto vivificante de los Sacramentos, a fin de que, en la vida cotidiana, veamos
la realidad que nos circunda a la luz de su providencia, la juzguemos según Jesucristo,
Camino, Verdad y Vida, y actuemos desde la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo y
Sacramento universal de salvación, en la propagación del reino de Dios, que se
siembra en esta tierra y que fructifica plenamente en el Cielo. Muchas voces, venidas
de todo el Continente, ofrecieron aportes y sugerencias en tal sentido, afirmando que
este método ha colaborado a vivir más intensamente nuestra vocación y misión en la
Iglesia: ha enriquecido el trabajo teológico y pastoral, y, en general, ha motivado a
asumir nuestras responsabilidades ante las situaciones concretas de nuestro
continente. Este método nos permite articular, de modo sistemático, la perspectiva
creyente de ver la realidad; la asunción de criterios que provienen de la fe y de la
razón para su discernimiento y valoración con sentido crítico; y, en consecuencia, la
proyección del actuar como discípulos misioneros de Jesucristo. La adhesión creyente,
gozosa y confiada en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo y la inserción eclesial, son
presupuestos indispensables que garantizan la eficacia de este método18. 18 Cf.
CELAM, Síntesis de los aportes recibidos para la V Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano, 34-35.
1 LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

20. Nuestra reflexión acerca del camino de las Iglesias de América Latina y El Caribe
tiene lugar en medio de luces y sombras de nuestro tiempo. Nos afligen, pero no nos
desconciertan, los grandes cambios que experimentamos. Hemos recibido dones
inapreciables, que nos ayudan a mirar la realidad como discípulos misioneros de
Jesucristo.
21. La presencia cotidiana y esperanzada de incontables peregrinos nos ha recordado
a los primeros seguidores de Jesucristo que fueron al Jordán, donde Juan bautizaba,
con la esperanza de encontrar al Mesías (cf. Mc 1, 5). Quienes se sintieron atraídos
por la sabiduría de sus palabras, por la bondad de su trato y por el poder de sus
milagros, por el asombro inusitado que despertaba su persona, acogieron el don de la
fe y llegaron a ser discípulos de Jesús. Al salir de las tinieblas y de las sombras de
muerte (cf. Lc 1, 79), su vida adquirió una plenitud extraordinaria: la de haber sido
enriquecida con el don del Padre. Vivieron la historia de su pueblo y de su tiempo y
pasaron por los caminos del Imperio Romano, sin olvidar nunca el encuentro más
importante y decisivo de su vida que los había llenado de luz, de fuerza y de
esperanza: el encuentro con Jesús, su roca, su paz, su vida.
22. Así nos ocurre también a nosotros al mirar la realidad de nuestros pueblos y de
nuestra Iglesia, con sus valores, sus limitaciones, sus angustias y esperanzas.
Mientras sufrimos y nos alegramos, permanecemos en el amor de Cristo viendo
nuestro mundo, tratamos de discernir sus caminos con la gozosa esperanza y la
indecible gratitud de creer en Jesucristo. Él es el Hijo de Dios verdadero, el único
Salvador de la humanidad. La importancia única e insustituible de Cristo para nosotros,
para la humanidad, consiste en que Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida. “Si no
conocemos a Dios en Cristo y con Cristo, toda la realidad se convierte en un enigma
indescifrable; no hay camino y, al no haber camino, no hay vida ni verdad”19. En el
clima cultural relativista que nos circunda se hace siempre más importante y urgente
radicar y hacer madurar en todo el cuerpo eclesial la certeza que Cristo, el Dios de
rostro humano, es nuestro verdadero y único salvador.

1.1 ACCIÓN DE GRACIAS A DIOS


23. Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con
toda clase de bendiciones en la persona de Cristo (cf. Ef 1, 3). El Dios de la Alianza,
rico en misericordia, nos ha amado primero; inmerecidamente, nos ha amado a cada
uno de nosotros; por eso, lo bendecimos, animados por el Espíritu Santo, Espíritu
vivificador, alma y vida de la Iglesia. Él, que ha sido derramado en nuestros corazones,
gime e intercede por nosotros y nos fortalece con sus dones en nuestro camino de
discípulos y misioneros.
24. Bendecimos a Dios con ánimo agradecido, porque nos ha llamado a ser
instrumentos de su Reino de amor y de vida, de justicia y de paz, por el cual tantos se
sacrificaron. Él mismo nos ha encomendado la obra de sus manos para que la
cuidemos y la pongamos al servicio de todos. Agradecemos a Dios por habernos
hecho sus colaboradores para que seamos solidarios con su creación de la cual
somos responsables. Bendecimos a Dios que nos ha 19 Cf. DI 3. dado la naturaleza
creada que es su primer libro para poder conocerlo y vivir nosotros en ella como en
nuestra casa.
25. Damos gracias a Dios que nos ha dado el don de la palabra, con la cual nos
podemos comunicar con Él por medio de su Hijo, que es su Palabra (cf. Jn 1,1), y
entre nosotros. Damos gracias a Él que por su gran amor nos ha hablado como
amigos (cf. Jn 15, 14-15). Bendecimos a Dios que se nos da en la celebración de la fe,
especialmente en la Eucaristía, pan de vida eterna. La acción de gracias a Dios, por
los numerosos y admirables dones que nos ha otorgado, culmina en la celebración
central de la Iglesia, que es la Eucaristía, alimento substancial de los discípulos y
misioneros. También por el Sacramento del Perdón que Cristo nos ha alcanzado en la
cruz. Alabamos al Señor Jesús por el regalo de su Madre Santísima, Madre de Dios y
Madre de la Iglesia en América Latina y El Caribe, estrella de la evangelización
renovada, primera discípula y gran misionera de nuestros pueblos.
26. Iluminados por Cristo, el sufrimiento, la injusticia y la cruz nos interpelan a vivir
como Iglesia samaritana (cf. Lc 10, 25-37), recordando que “la evangelización ha ido
unida siempre a la promoción humana y a la auténtica liberación cristiana”20. Damos
gracias a Dios y nos alegramos por la fe, la solidaridad y la alegría, características de
nuestros pueblos trasmitidas a lo largo del tiempo por las abuelas y los abuelos, las
madres y los padres, los catequistas, los rezadores y tantas personas anónimas cuya
caridad ha mantenido viva la esperanza en medio de las injusticias y adversidades.
27. La Biblia muestra reiteradamente que, cuando Dios creó el mundo con su Palabra,
expresó satisfacción diciendo que era “bueno” (Gn 1, 21), y, cuando creó al ser
humano con el aliento de su boca, varón y mujer, dijo que “era muy bueno” (Gn 1, 31).
El mundo creado por Dios es hermoso. Procedemos de un designio divino de
sabiduría y amor. Pero, por el pecado, se mancilló esta be- 20 DI 3. lleza originaria y
fue herida esta bondad. Dios, por nuestro Señor Jesucristo en su misterio pascual, ha
recreado al hombre haciéndolo hijo y le ha dado la garantía de unos cielos nuevos y de
una tierra nueva (cf. Ap 21, 1). Llevamos la imagen del primer Adán, pero estamos
llamados también, desde el principio, a realizar la imagen de Jesucristo, nuevo Adán
(cf. 1 Co 15, 45). La creación lleva la marca del Creador y desea ser liberada y
“participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Rm 8, 21).

1.2 LA ALEGRÍA DE SER DISCÍPULOS Y MISIONEROS DE JESUCRISTO


28. En el encuentro con Cristo queremos expresar la alegría de ser discípulos del
Señor y de haber sido enviados con el tesoro del Evangelio. Ser cristiano no es una
carga sino un don: Dios Padre nos ha bendecido en Jesucristo su Hijo, Salvador del
mundo.
29. La alegría que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo, a quien
reconocemos como el Hijo de Dios encarnado y redentor, deseamos que llegue a
todos los hombres y mujeres heridos por las adversidades; deseamos que la alegría
de la buena noticia del Reino de Dios, de Jesucristo vencedor del pecado y de la
muerte, llegue a todos cuantos yacen al borde del camino, pidiendo limosna y
compasión (cf. Lc 10, 29-37; 18, 25-43). La alegría del discípulo es antídoto frente a un
mundo atemorizado por el futuro y agobiado por la violencia y el odio. La alegría del
discípulo no es un sentimiento de bienestar egoísta sino una certeza que brota de la
fe, que serena el corazón y capacita para anunciar la buena noticia del amor de Dios.
Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo
encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con
nuestra palabra y obras es nuestro gozo.

1.3 LA MISIÓN DE LA IGLESIA ES EVANGELIZAR


30. La historia de la humanidad, a la que Dios nunca abandona, transcurre bajo su
mirada compasiva. Dios ha amado tanto nuestro mundo que nos ha dado a su Hijo. Él
anuncia la buena noticia del Reino a los pobres y a los pecadores. Por esto, nosotros,
como discípulos de Jesús y misioneros, queremos y debemos proclamar el Evangelio,
que es Cristo mismo. Anunciamos a nuestros pueblos que Dios nos ama, que su
existencia no es una amenaza para el hombre, que está cerca con el poder salvador y
liberador de su Reino, que nos acompaña en la tribulación, que alienta incesantemente
nuestra esperanza en medio de todas las pruebas. Los cristianos somos portadores de
buenas noticias para la humanidad y no profetas de desventuras.
31. La Iglesia debe cumplir su misión siguiendo los pasos de Jesús y adoptando sus
actitudes (cf. Mt 9, 35-36). Él, siendo el Señor, se hizo servidor y obediente hasta la
muerte de cruz (cf. Fil 2, 8); siendo rico, eligió ser pobre por nosotros (cf. 2 Co 8, 9),
enseñándonos el itinerario de nuestra vocación de discípulos y misioneros. En el
Evangelio aprendemos la sublime lección de ser pobres siguiendo a Jesús pobre (cf.
Lc 6, 20; 9, 58), y la de anunciar el Evangelio de la paz sin bolsa ni alforja, sin poner
nuestra confianza en el dinero ni en el poder de este mundo (cf. Lc 10, 4 ss ). En la
generosidad de los misioneros se manifiesta la generosidad de Dios, en la gratuidad
de los apóstoles aparece la gratuidad del Evangelio.
32. En el rostro de Jesucristo, muerto y resucitado, maltratado por nuestros pecados y
glorificado por el Padre, en ese rostro doliente y glorioso21, podemos ver, con la
mirada de la fe el rostro humillado de tantos hombres y mujeres de nuestros pueblos y,
al mismo tiempo, su vocación a la libertad de los hijos de Dios, a la plena realización
de su dignidad personal y a la fraternidad entre todos. La Iglesia está al servicio de
todos los seres humanos, hijos e hijas de Dios. 21 Cf. NMI 25 y 28.

2 MIRADA DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS SOBRE LA REALIDAD

2.1 LA REALIDAD QUE NOS INTERPELA COMO DISCÍPULOS Y MISIONEROS


33. Los pueblos de América Latina y de El Caribe viven hoy una realidad marcada por
grandes cambios que afectan profundamente sus vidas. Como discípulos de
Jesucristo, nos sentimos interpelados a discernir los “signos de los tiempos”, a la luz
del Espíritu Santo, para ponernos al servicio del Reino, anunciado por Jesús, que vino
para que todos tengan vida y “para que la tengan en plenitud” (Jn 10, 10).
34. La novedad de estos cambios, a diferencia de los ocurridos en otras épocas, es
que tienen un alcance global que, con diferencias y matices, afectan al mundo entero.
Habitualmente, se los caracteriza como el fenómeno de la globalización. Un factor
determinante de estos cambios es la ciencia y la tecnología, con su capacidad de
manipular genéticamente la vida misma de los seres vivos, y, con su capacidad de
crear una red de comunicaciones de alcance mundial, tanto pública como privada,
para interactuar en tiempo real, es decir, con simultaneidad, no obstante las distancias
geográficas. Como suele decirse, la historia se ha acelerado y los cambios mismos se
vuelven vertiginosos, puesto que se comunican con gran velocidad a todos los
rincones del planeta.
35. Esta nueva escala mundial del fenómeno humano trae consecuencias en todos los
ámbitos de la vida social, impactando la cultura, la economía, la política, las ciencias,
la educación, el deporte, las artes y también, naturalmente, la religión. Como pastores
de la Iglesia, nos interesa cómo este fenómeno afecta la vida de nuestros pueblos y el
sentido religioso y ético de nuestros hermanos que buscan infatigablemente el rostro
de Dios, y que, sin embargo, deben hacerlo ahora interpelados por nuevos lenguajes
del dominio técnico, que no siempre revelan sino que también ocultan el sentido divino
de la vida humana redimida en Cristo. Sin una percepción clara del misterio de Dios,
se vuelve opaco el designio amoroso y paternal de una vida digna para todos los seres
humanos.
36. En este nuevo contexto social, la realidad se ha vuelto para el ser humano cada
vez más opaca y compleja. Esto quiere decir que cualquier persona individual necesita
siempre más información, si quiere ejercer sobre la realidad el señorío a que por
vocación está llamada. Esto nos ha enseñado a mirar la realidad con más humildad,
sabiendo que ella es más grande y compleja que las simplificaciones con que solíamos
verla en un pasado aún no demasiado lejano y que, en muchos casos, introdujeron
conflictos en la sociedad, dejando muchas heridas que aún no logran cicatrizar.
También se ha hecho difícil percibir la unidad de todos los fragmentos dispersos que
resultan de la información que recolectamos. Es frecuente que algunos quieran mirar la
realidad unilateralmente, desde la información económica, otros, desde la información
política o científica, otros, desde el entretenimiento y el espectáculo. Sin embargo,
ninguno de estos criterios parciales logra proponernos un significado coherente para
todo lo que existe. Cuando las personas perciben esta fragmentación y limitación,
suelen sentirse frustradas, ansiosas, angustiadas. La realidad social resulta demasiado
grande para una conciencia que, teniendo en cuenta su falta de saber e información,
fácilmente se cree insignificante, sin injerencia alguna en los acontecimientos, aun
cuando sume su voz a otras voces que buscan ayudarse recíprocamente.
37. Esta es la razón por la cual muchos estudiosos de nuestra época han sostenido
que la realidad ha traído aparejada una crisis de sentido. Ellos no se refieren a los
múltiples sentidos parciales que cada uno puede encontrar en las acciones cotidianas
que realiza, sino al sentido que da unidad a todo lo que existe y nos sucede en la
experiencia, y que los creyentes llamamos el sentido religioso. Habitualmente, este
sentido se pone a nuestra disposición a través de nuestras tradiciones culturales que
representan la hipótesis de realidad con la que cada ser humano pueda mirar el
mundo en que vive. Conocemos, en nuestra cultura latinoamericana y caribeña, el
papel tan noble y orientador que ha jugado la religiosidad popular, especialmente la
devoción mariana, que ha contribuido a hacernos más conscientes de nuestra común
condición de hijos de Dios y de nuestra común dignidad ante sus ojos, no obstante las
diferencias sociales, étnicas o de cualquier otro tipo.
38. Sin embargo, debemos admitir que esta preciosa tradición comienza a erosionarse.
La mayoría de los medios masivos de comunicación nos presentan ahora nuevas
imágenes, atractivas y llenas de fantasía, que aunque todos saben que no pueden
mostrar el sentido unitario de todos los factores de la realidad, ofrecen al menos el
consuelo de ser transmitidas en tiempo real, en vivo y en directo, con actualidad. Lejos
de llenar el vacío que en nuestra conciencia se produce por la falta de un sentido
unitario de la vida, en muchas ocasiones, la información transmitida por los medios
sólo nos distrae. La falta de información sólo se subsana con más información,
retroalimentando la ansiedad de quien percibe que está en un mundo opaco y que no
comprende.
39. Este fenómeno explica, tal vez, uno de los hechos más desconcertantes y
novedosos que vivimos en el presente. Nuestras tradiciones culturales ya no se
transmiten de una generación a otra con la misma fluidez que en el pasado. Ello afecta,
incluso, a ese núcleo más profundo de cada cultura, constituido por la experiencia
religiosa, que resulta ahora igualmente difícil de transmitir a través de la educación y
de la belleza de las expresiones culturales, alcanzando aun la misma familia que,
como lugar del diálogo y de la solidaridad intergeneracional, había sido uno de los
vehículos más importantes de la transmisión de la fe. Los medios de comunicación
han invadido todos los espacios y todas las conversaciones, introduciéndose también
en la intimidad del hogar. Al lado de la sabiduría de las tradiciones se ubica ahora, en
competencia, la información de último minuto, la distracción, el entretenimiento, las
imágenes de los exitosos que han sabido aprovechar en su favor las herramientas
tecnológicas y las expectativas de prestigio y estima social. Ello hace que las personas
busquen denodadamente una experiencia de sentido que llene las exigencias de su
vocación, allí donde nunca podrán encontrarla.
40. Entre los presupuestos que debilitan y menoscaban la vida familiar, encontramos la
ideología de género, según la cual cada uno puede escoger su orientación sexual, sin
tomar en cuenta las diferencias dadas por la naturaleza humana. Esto ha provocado
modificaciones legales que hieren gravemente la dignidad del matrimonio, el respeto
al derecho a la vida y la identidad de la familia22.
41. Por ello, los cristianos necesitamos recomenzar desde Cristo, desde la
contemplación de quien nos ha revelado en su misterio la plenitud del cumplimiento de
la vocación humana y de su sentido. Necesitamos hacernos discípulos dóciles, para
aprender de Él, en su seguimiento, la dignidad y plenitud de la vida. Y necesitamos, al
mismo tiempo, que nos consuma el celo misionero para llevar al corazón de la cultura
de nuestro tiempo, aquel sentido unitario y completo de la vida humana que ni la
ciencia, ni la política, ni la 22 Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos de la Iglesia
Católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y el mundo, n. 2, 31 de mayo de 2004, que cita el
Pontificio Consejo para la Familia, Familia, matrimonio y “uniones de hecho”, n. 8, 21 de noviembre de
2000. economía ni los medios de comunicación podrán proporcionarle. En Cristo
Palabra, Sabiduría de Dios (cf. 1 Co 1, 30), la cultura puede volver a encontrar su
centro y su profundidad, desde donde se puede mirar la realidad en el conjunto de
todos sus factores, discerniéndolos a la luz del Evangelio y dando a cada uno su sitio
y su dimensión adecuada.
42. Como nos dijo el Papa en su discurso inaugural: “Sólo quien reconoce a Dios,
conoce la realidad y puede responder a ella de modo adecuado y realmente
humano”23. La sociedad, que coordina sus actividades sólo mediante múltiples
informaciones, cree que puede operar de hecho como si Dios no existiese. Pero
la eficacia de los procedimientos lograda mediante la información, aún con las
tecnologías más desarrolladas, no logra satisfacer el anhelo de dignidad inscrito en lo
más profundo de la vocación humana. Por ello, no basta suponer que la mera
diversidad de puntos de vista, de opciones y, finalmente, de informaciones, que suele
recibir el nombre de pluri o multiculturalidad, resolverá la ausencia de un significado
unitario para todo lo que existe. La persona humana es, en su misma esencia, aquel
lugar de la naturaleza donde converge la variedad de los significados en una única
vocación de sentido. A las personas no les asusta la diversidad. Lo que les asusta,
más bien, es no lograr reunir el conjunto de todos estos significados de la realidad en
una comprensión unitaria que le permita ejercer su libertad con discernimiento y
responsabilidad. La persona busca siempre la verdad de su ser, puesto que es esta
verdad la que ilumina la realidad de tal modo que pueda desenvolverse en ella con
libertad y alegría, con gozo y esperanza.
2.1.1 Situación Sociocultural
43. La realidad social, que describimos en su dinámica actual con la palabra
globalización, impacta, por tanto, antes que cualquier otra dimensión, nuestra cultura y
el modo como nos insertamos y 23 DI 3. apropiamos de ella. La variedad y riqueza de
las culturas latinoamericanas, desde aquellas más originarias hasta aquellas que, con
el paso de la historia y el mestizaje de sus pueblos, se han ido sedimentando en las
naciones, las familias, los grupos sociales, las instituciones educativas y la convivencia
cívica, constituye un dato bastante evidente para nosotros y que valoramos como una
singular riqueza. Lo que hoy día está en juego no es esa diversidad, que los medios de
información tienen la capacidad de individualizar y registrar. Lo que se echa de menos
es más bien la posibilidad de que esta diversidad pueda converger en una síntesis,
que, envolviendo la variedad de sentidos, sea capaz de proyectarla en un destino
histórico común. En esto reside el valor incomparable del talante mariano de nuestra
religiosidad popular, que, bajo distintas advocaciones, ha sido capaz de fundir las
historias latinoamericanas diversas en una historia compartida: aquella que conduce
hacia Cristo, Señor de la vida, en quien se realiza la más alta dignidad de nuestra
vocación humana.
44. Vivimos un cambio de época, cuyo nivel más profundo es el cultural. Se desvanece
la concepción integral del ser humano, su relación con el mundo y con Dios; aquí está
precisamente el gran error de las tendencias dominantes en el último siglo… Quien
excluye a Dios de su horizonte, falsifica el concepto de la realidad y sólo puede
terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas24. Surge hoy, con gran
fuerza, una sobrevaloración de la subjetividad individual. Independientemente de su
forma, la libertad y la dignidad de la persona son reconocidas. El individualismo
debilita los vínculos comunitarios y propone una radical transformación del tiempo y
del espacio, dando un papel primordial a la imaginación. Los fenómenos sociales,
económicos y tecnológicos 24 Ibíd. están en la base de la profunda vivencia del tiempo,
al que se le concibe fijado en el propio presente, trayendo concepciones de
inconsistencia e inestabilidad. Se deja de lado la preocupación por el bien común para
dar paso a la realización inmediata de los deseos de los individuos, a la creación de
nuevos y, muchas veces, arbitrarios derechos individuales, a los problemas de la
sexualidad, la familia, las enfermedades y la muerte.
45. La ciencia y la técnica, cuando son puestas exclusivamente al servicio del
mercado, con los únicos criterios de la eficacia, la rentabilidad y lo funcional, crean una
nueva visión de la realidad. Así se han ido introduciendo, por la utilización de los
medios de comunicación de masas, un sentido estético, una visión acerca de la
felicidad, una percepción de la realidad y hasta un lenguaje, que se quiere imponer
como una auténtica cultura. De este modo, se termina por destruir lo que de
verdaderamente humano hay en los procesos de construcción cultural, que nacen del
intercambio personal y colectivo.
46. Se verifica, a nivel masivo, una especie de nueva colonización cultural por la
imposición de culturas artificiales, despreciando las culturas locales y tendiendo a
imponer una cultura homogeneizada en todos los sectores. Esta cultura se caracteriza
por la autorreferencia del individuo, que conduce a la indiferencia por el otro, a quien
no necesita ni del que tampoco se siente responsable. Se prefiere vivir día a día, sin
programas a largo plazo ni apegos personales, familiares y comunitarios. Las
relaciones humanas se consideran objetos de consumo, llevando a relaciones
afectivas sin compromiso responsable y definitivo.
47. También se verifica una tendencia hacia la afirmación exasperada de derechos
individuales y subjetivos. Esta búsqueda es pragmática e inmediatista, sin
preocupación por criterios éticos. La afirmación de los derechos individuales y
subjetivos, sin un esfuerzo semejante para garantizar los derechos sociales, culturales
y solidarios, resulta en perjuicio de la dignidad de todos, especialmente de quienes
son más pobres y vulnerables.
48. En esta hora de América Latina y El Caribe, urge tomar conciencia de la situación
precaria que afecta la dignidad de muchas mujeres. Algunas, desde niñas y
adolescentes, son sometidas a múltiples formas de violencia dentro y fuera de casa:
tráfico, violación, servidumbre y acoso sexual; desigualdades en la esfera del trabajo,
de la política y de la economía; explotación publicitaria por parte de muchos medios de
comunicación social, que las tratan como objeto de lucro.
49. Los cambios culturales han modificado los roles tradicionales de varones y
mujeres, quienes buscan desarrollar nuevas actitudes y estilos de sus respectivas
identidades, potenciando todas sus dimensiones humanas en la convivencia cotidiana,
en la familia y en la sociedad, a veces por vías equivocadas.
50. La avidez del mercado descontrola el deseo de niños, jóvenes y adultos. La
publicidad conduce ilusoriamente a mundos lejanos y maravillosos, donde todo deseo
puede ser satisfecho por los productos que tienen un carácter eficaz, efímero y hasta
mesiánico. Se legitima que los deseos se vuelvan felicidad. Como sólo se necesita lo
inmediato, la felicidad se pretende alcanzar con bienestar económico y satisfacción
hedonista.
51. Las nuevas generaciones son las más afectadas por esta cultura del consumo en
sus aspiraciones personales profundas. Crecen en la lógica del individualismo
pragmático y narcisista, que suscita en ellas mundos imaginarios especiales de
libertad e igualdad. Afirman el presente porque el pasado perdió relevancia ante tantas
exclusiones sociales, políticas y económicas. Para ellos, el futuro es incierto.
Asimismo, participan de la lógica de la vida como espectáculo, considerando el cuerpo
como punto de referencia de su realidad presente. Tienen una nueva adicción por las
sensaciones y crecen, en una gran mayoría, sin referencia a los valores e instancias
religiosas. En medio de la realidad de cambio cultural, emergen nuevos sujetos, con
nuevos estilos de vida, maneras de pensar, de sentir, de percibir y con nuevas formas
de relacionarse. Son productores y actores de la nueva cultura.
52. Entre los aspectos positivos de este cambio cultural, aparece el valor fundamental
de la persona, de su conciencia y experiencia, la búsqueda del sentido de la vida y la
trascendencia. El fracaso de las ideologías dominantes, para dar respuesta a la
búsqueda más profunda del significado de la vida, ha permitido que emerja como
valor la sencillez y el reconocimiento en lo débil y lo pequeño de la existencia, con una
gran capacidad y potencial que no puede ser minusvalorado. Este énfasis en el
aprecio de la persona abre nuevos horizontes, donde la tradición cristiana adquiere un
renovado valor, sobre todo cuando se reconoce en el Verbo encarnado que nace en
un pesebre y asume una condición humilde, de pobre.
53. La necesidad de construir el propio destino y el anhelo de encontrar razones para
la existencia pueden poner en movimiento el deseo de encontrarse con otros y
compartir lo vivido, como una manera de darse una respuesta. Se trata de una
afirmación de la libertad personal y, por ello, de la necesidad de cuestionarse
en profundidad las propias convicciones y opciones.
54. Pero, junto con el énfasis en la responsabilidad individual, en medio de sociedades
que promueven a través de los medios el acceso a bienes, se niega paradójicamente
el acceso de los mismos a las grandes mayorías, bienes que constituyen elementos
básicos y esenciales para vivir como personas.
55. El énfasis en la experiencia personal y lo vivencial nos lleva a considerar el
testimonio como un componente clave en la vivencia de la fe. Los hechos son
valorados en cuanto que son significativos para la persona. En el lenguaje testimonial
podemos encontrar un punto de contacto con las personas que componen la
sociedad y de ellas entre sí.
56. Por otra parte, la riqueza y la diversidad cultural de los pueblos de América Latina y
El Caribe resultan evidentes. Existen en nuestra región diversas culturas indígenas,
afroamericanas, mestizas, campesinas, urbanas y suburbanas. Las culturas indígenas
se caracterizan, sobre todo, por su apego profundo a la tierra y por la vida comunitaria,
y por una cierta búsqueda de Dios. Las afroamericanas se caracterizan, entre otros
elementos, por la expresividad corporal, el arraigo familiar y el sentido de Dios. La
cultura campesina está referida al ciclo agrario. La cultura mestiza, que es la más
extendida entre muchos pueblos de la región, ha buscado en medio de contradicciones
sintetizar a lo largo de la historia estas múltiples fuentes culturales originarias,
facilitando el diálogo de las respectivas cosmovisiones y permitiendo su convergencia
en una historia compartida. A esta complejidad cultural habría que añadir también la
de tantos inmigrantes europeos que se establecieron en los países de nuestra región.
57. Estas culturas coexisten en condiciones desiguales con la llamada cultura
globalizada. Ellas exigen reconocimiento y ofrecen valores que constituyen una
respuesta a los antivalores de la cultura que se impone a través de los medios de
comunicación de masas: comunitarismo, valoración de la familia, apertura a la
trascendencia y solidaridad. Estas culturas son dinámicas y están en
interacción permanente entre sí y con las diferentes propuestas culturales.
58. La cultura urbana es híbrida, dinámica y cambiante, pues amalgama múltiples
formas, valores y estilos de vida, y afecta a todas las colectividades. La cultura
suburbana es fruto de grandes migraciones de población en su mayoría pobre, que se
estableció alrededor de las ciudades en los cinturones de miseria. En estas culturas,
los problemas de identidad y pertenencia, relación, espacio vital y hogar son cada vez
más complejos.
59. Existen también comunidades de migrantes que han aportado las culturas y
tradiciones traídas de sus tierras de origen, sean cristianas o de otras religiones. Por
su parte, esta diversidad incluye a comunidades que se han ido formando por la
llegada de distintas denominaciones cristianas y otros grupos religiosos. Asumir la
diversidad cultural, que es un imperativo del momento, implica superar los discursos
que pretenden uniformar la cultura, con enfoques basados en modelos únicos.
2.1.2 Situación económica
60. El Papa, en su Discurso Inaugural, ve la globalización como un fenómeno “de
relaciones de nivel planetario”, considerándolo “un logro de la familia humana”, porque
favorece el acceso a nuevas tecnologías, mercados y finanzas. Las altas tasas de
crecimiento de nuestra economía regional y, particularmente, su desarrollo urbano, no
serían posibles sin la apertura al comercio internacional, sin acceso a las tecnologías
de última generación, sin la participación de nuestros científicos y técnicos en el
desarrollo internacional del conocimiento, y sin la alta inversión registrada en los
medios electrónicos de comunicación. Todo ello lleva también aparejado el surgimiento
de una clase media tecnológicamente letrada. Al mismo tiempo, la globalización se
manifiesta como la profunda aspiración del género humano a la unidad. No obstante
estos avances, el Papa también señala que la globalización “comporta el riesgo de los
grandes monopolios y de convertir el lucro en valor supremo”. Por ello, Benedicto XVI
enfatiza que, como en todos los campos de la actividad humana, la globalización debe
regirse también por la ética, poniendo todo al servicio de la persona humana, creada a
imagen y semejanza de Dios25.
61. La globalización es un fenómeno complejo que posee diversas dimensiones
(económicas, políticas, culturales, comunicacionales, etc). Para su justa valoración, es
necesaria una comprensión analítica y diferenciada que permita detectar tanto sus
aspectos positivos como negativos. Lamentablemente, la cara más extendida y
exitosa de la globalización es su dimensión económica, que se sobrepone y condiciona
las otras dimensiones de la vida humana. En la globalización, la dinámica del mercado
absolutiza con facilidad la eficacia y la productividad como valores reguladores de
todas las relaciones humanas. Este peculiar carácter hace de la globalización un
proceso promotor de inequidades e injusti- 25 DI 2. cias múltiples. La globalización, tal y
como está configurada actualmente, no es capaz de interpretar y reaccionar en función
de valores objetivos que se encuentran más allá del mercado y que constituyen lo
más importante de la vida humana: la verdad, la justicia, el amor, y muy
especialmente, la dignidad y los derechos de todos, aún de aquellos que viven al
margen del propio mercado.
62. Conducida por una tendencia que privilegia el lucro y estimula la competencia, la
globalización sigue una dinámica de concentración de poder y de riquezas en manos
de pocos, no sólo de los recursos físicos y monetarios, sino sobre todo de la
información y de los recursos humanos, lo que produce la exclusión de todos aquellos
no suficientemente capacitados e informados, aumentando las desigualdades que
marcan tristemente nuestro continente y que mantienen en la pobreza a una multitud
de personas. La pobreza hoy es pobreza de conocimiento y del uso y acceso a
nuevas tecnologías. Por eso, es necesario que los empresarios asuman su
responsabilidad de crear más fuentes de trabajo y de invertir en la superación de esta
nueva pobreza.
63. No se puede negar que el predominio de esta tendencia no elimina la posibilidad
de formar pequeñas y medianas empresas, que se asocian al dinamismo exportador
de la economía, le prestan servicios colaterales o bien aprovechan nichos específicos
del mercado interno. Sin embargo, su fragilidad económica y financiera y la pequeña
escala en que se desenvuelven, las hacen extremadamente vulnerables frente a las
tasas de interés, el riesgo cambiario, los costos previsionales y la variación en los
precios de sus insumos. La debilidad de estas empresas se asocia a la precariedad
del empleo que están en condiciones de ofrecer. Sin una política de protección
específica de los Estados frente a ellas, se corre el riesgo de que las economías de
escala de los grandes consorcios termine por imponerse como única forma
determinante del dinamismo económico.
64. Por ello, frente a esta forma de globalización, sentimos un fuerte llamado para
promover una globalización diferente que esté marcada por la solidaridad, por la justicia
y por el respeto a los derechos humanos, haciendo de América Latina y El Caribe no
sólo el Continente de la esperanza, sino también el Continente del amor, como lo
propuso SS. Benedicto XVI en el Discurso Inaugural de esta Conferencia.
65. Esto nos debería llevar a contemplar los rostros de quienes sufren. Entre ellos,
están las comunidades indígenas y afroamericanas, que, en muchas ocasiones, no
son tratadas con dignidad e igualdad de condiciones; muchas mujeres, que son
excluidas en razón de su sexo, raza o situación socioeconómica; jóvenes, que reciben
una educación de baja calidad y no tienen oportunidades de progresar en sus estudios
ni de entrar en el mercado del trabajo para desarrollarse y constituir una familia;
muchos pobres, desempleados, migrantes, desplazados, campesinos sin tierra,
quienes buscan sobrevivir en la economía informal; niños y niñas sometidos a la
prostitución infantil, ligada muchas veces al turismo sexual; también los niños víctimas
del aborto. Millones de personas y familias viven en la miseria e incluso pasan hambre.
Nos preocupan también quienes dependen de las drogas, las personas con
capacidades diferentes, los portadores y víctima de enfermedades graves como la
malaria, la tuberculosis y VIH - SIDA, que sufren de soledad y se ven excluidos de la
convivencia familiar y social. No olvidamos tampoco a los secuestrados y a los que son
víctimas de la violencia, del terrorismo, de conflictos armados y de la
inseguridad ciudadana. También los ancianos, que además de sentirse excluidos del
sistema productivo, se ven muchas veces rechazados por su familia como personas
incómodas e inútiles. Nos duele, en fin, la situación inhumana en que vive la gran
mayoría de los presos, que también necesitan de nuestra presencia solidaria y de
nuestra ayuda fraterna. Una globalización sin solidaridad afecta negativamente a los
sectores más pobres. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y
opresión, sino de algo nuevo: la exclusión social. Con ella queda afectada en su
misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está abajo,
en la periferia o sin poder, sino que se está afuera. Los excluidos no son solamente
“explotados” sino “sobrantes” y “desechables”.
66. Las instituciones financieras y las empresas transnacionales se fortalecen al punto
de subordinar las economías locales, sobre todo, debilitando a los Estados, que
aparecen cada vez más impotentes para llevar adelante proyectos de desarrollo al
servicio de sus poblaciones, especialmente cuando se trata de inversiones de largo
plazo y sin retorno inmediato. Las industrias extractivas internacionales y la
agroindustria, muchas veces, no respetan los derechos económicos, sociales,
culturales y ambientales de las poblaciones locales y no asumen sus
responsabilidades. Con mucha frecuencia, se subordina la preservación de la
naturaleza al desarrollo económico, con daños a la biodiversidad, con el agotamiento
de las reservas de agua y de otros recursos naturales, con la contaminación del aire y
el cambio climático. Las posibilidades y eventuales problemas de la producción de
agro combustibles deben ser estudiadas, de tal manera que prevalezca el valor de la
persona humana y de sus necesidades de supervivencia. América Latina posee los
acuíferos más abundantes del planeta, junto con grandes extensiones de territorio
selvático, que son pulmones de la humanidad. Así, se dan gratuitamente al
mundo servicios ambientales que no son reconocidos económicamente. La región se
ve afectada por el recalentamiento de la tierra y el cambio climático provocado
principalmente por el estilo de vida no sostenible de los países industrializados.
67. La globalización ha vuelto frecuente la celebración de Tratados de Libre Comercio
entre países con economías asimétricas, que no siempre benefician a los países más
pobres. Al mismo tiempo, se presiona a los países de la región con exigencias
desmedidas en materia de propiedad intelectual, a tal punto que se permite derechos
de patente sobre la vida en todas sus formas. Además, la utilización de organismos
genéticamente manipulados muestra que no siempre contribuye la globalización ni al
combate contra el hambre ni al desarrollo rural sostenible.
68. Aunque se ha progresado muchísimo en el control de la inflación y en la estabilidad
macroeconómica de los países de la región, muchos gobiernos se encuentran
severamente limitados para el financiamiento de sus presupuestos públicos por los
elevados servicios de la deuda externa26 e interna, mientras, por otro lado, no
cuentan con sistemas tributarios verdaderamente eficientes, progresivos y equitativos.
69. La actual concentración de renta y riqueza se da principalmente por los
mecanismos del sistema financiero. La libertad concedida a las inversiones financieras
favorecen al capital especulativo, que no tiene incentivos para hacer inversiones
productivas de largo plazo, sino que busca el lucro inmediato en los negocios con
títulos públicos, monedas y derivados. Sin embargo, según la Doctrina Social de la
Iglesia, el objeto de la economía es la formación de la riqueza y su incremento
progresivo, en términos no sólo cuantitativos, sino cualitativos: todo lo cual es
moralmente correcto si está orientado al desarrollo global y solidario del hombre y de
la sociedad en la que vive y trabaja. El desarrollo, en efecto, no puede reducirse a un
mero proceso de acumulación de bienes y servicios. Al contrario, la pura acumulación,
aun cuando fuese en pro del bien común, no es una condición suficiente para la
realización de una auténtica felicidad humana27. La empresa está llamada a prestar
una contribución mayor en la sociedad, asumiendo la llamada responsabilidad social-
empresarial desde esa perspectiva.
70. Es también alarmante el nivel de la corrupción en las economías, que involucra
tanto al sector público como al sector privado, a lo que se suma una notable falta de
transparencia y rendición de cuentas a la ciudadanía. En muchas ocasiones, la
corrupción está 26 Cf. TMA 51; BENEDICTO XVI, Carta a la Canciller de la República
Federal de Alemania, Angela Merkel, 12 de diciembre de 2006. 27 Compendio de la
Doctrina Social de la Iglesia, n. 334. vinculada al flagelo del narcotráfico o del
narconegocio y, por otra parte, viene destruyendo el tejido social y económico en
regiones enteras.
71. La población económicamente activa de la región está afectada por el subempleo
(42%) y el desempleo (9%), y casi la mitad está empleada en trabajo informal. El
trabajo formal, por su parte, se ve sometido a la precariedad de las condiciones de
empleo y a la presión constante de subcontratación, lo que trae consigo salarios más
bajos y desprotección en el campo de seguridad social, no permitiendo a muchos el
desarrollo de una vida digna. En este contexto, los sindicatos pierden la posibilidad de
defender los derechos de los trabajadores. Por otro lado, se pueden
destacar fenómenos positivos y creativos para enfrentar esta situación de parte de los
afectados, quienes vienen impulsando diversas experiencias, como por ejemplo, micro
finanzas, economía local y solidaria, y comercio justo.
72. Los campesinos, en su mayoría, sufren a causa de la pobreza, agravada por no
tener acceso a tierra propia. Sin embargo, existen grandes latifundios en manos de
unos pocos. En algunos países, esta situación ha llevado a la población a demandar
una Reforma Agraria, estando atentos a los males que puedan ocasionarles
los Tratados de Libre Comercio, la manipulación de la droga y otros factores.
73. Uno de los fenómenos más importantes en nuestros países es el proceso de
movilidad humana, en su doble expresión de migración e itinerancia, en que millones
de personas migran o se ven forzadas a migrar, dentro y fuera de sus respectivos
países. Las causas son diversas y están relacionadas con la situación económica, la
violencia en sus diversas formas, la pobreza que afecta a las personas, y la falta de
oportunidades para la investigación y el desarrollo profesional. Las consecuencias son
en muchos casos de enorme gravedad a nivel personal, familiar y cultural. La pérdida
del capital humano de millones de personas, profesionales calificados, investigadores
y amplios sectores campesinos, nos va empobreciendo cada vez más. La explotación
laboral llega, en algunos casos, a generar condiciones de verdadera esclavitud. Se da
también un vergonzoso tráfico de personas, que incluye la prostitución, aún de
menores. Especial mención merece la situación de los refugiados, que cuestiona la
capacidad de acogida de la sociedad y de las iglesias. Por otra parte, sin embargo, la
remesa de divisas de los emigrados a sus países de origen se ha vuelto una
importante y, a veces, insustituible fuente de recursos para diversos países de la
región, ayudando al bienestar y a la movilidad social ascendente de quienes logran
participar exitosamente en este proceso.
2.1.3 Dimensión socio-política
74. Constatamos un cierto progreso democrático que se demuestra en diversos
procesos electorales. Sin embargo, vemos con preocupación el acelerado avance de
diversas formas de regresión autoritaria por vía democrática que, en ciertas ocasiones,
derivan en regímenes de corte neopopulista. Esto indica que no basta una democracia
puramente formal, fundada en la limpieza de los procedimientos electorales, sino que
es necesaria una democracia participativa y basada en la promoción y respeto de los
derechos humanos. Una democracia sin valores, como los mencionados, se vuelve
fácilmente una dictadura y termina traicionando al pueblo.
75. Con la presencia más protagónica de la Sociedad Civil y la irrupción de nuevos
actores sociales, como son los indígenas, los afroamericanos, las mujeres, los
profesionales, una extendida clase media y los sectores marginados organizados, se
está fortaleciendo la democracia participativa, y se están creando mayores espacios
de participación política. Estos grupos están tomando conciencia del poder que tienen
entre manos y de la posibilidad de generar cambios importantes para el logro de
políticas públicas más justas, que reviertan su situación de exclusión. En este plano,
se percibe también una creciente influencia de organismos de Naciones Unidas y de
Organizaciones No Gubernamentales de carácter internacional, que no siempre
ajustan sus recomendaciones a criterios éticos. No faltan también actuaciones
que radicalizan las posiciones, fomentan la conflictividad y la polarización extremas, y
ponen ese potencial al servicio de intereses ajenos a los suyos, lo que, a la larga,
puede frustrar y revertir negativamente sus esperanzas.
76. Después de una época de debilitamiento de los Estados por la aplicación de
ajustes estructurales en la economía, recomendados por organismos financieros
internacionales, se aprecia actualmente un esfuerzo de los Estados por definir y aplicar
políticas públicas en los campos de la salud, educación, seguridad alimentaria,
previsión social, acceso a la tierra y a la vivienda, promoción eficaz de la economía
para la creación de empleos y leyes que favorecen las organizaciones solidarias. Todo
esto refleja que no puede haber democracia verdadera y estable sin justicia social, sin
división real de poderes y sin la vigencia del Estado de derecho28.
77. Cabe señalar, como un gran factor negativo en buena parte de la región, el
recrudecimiento de la corrupción en la sociedad y en el Estado, que involucra a los
poderes legislativos y ejecutivos en todos sus niveles, y alcanza también al sistema
judicial que, a menudo, inclina su juicio a favor de los poderosos y genera
impunidad, lo que pone en serio riesgo la credibilidad de las instituciones públicas y
aumenta la desconfianza del pueblo, fenómeno que se une a un profundo desprecio de
la legalidad. En amplios sectores de la población, y especialmente entre los jóvenes,
crece el desencanto por la política y particularmente por la democracia, pues las
promesas de una vida mejor y más justa no se cumplieron o se cumplieron sólo a
medias. En este sentido, se olvida que la democracia y la participación política son
fruto de la formación que se hace realidad solamente cuando los ciudadanos son
conscientes de sus derechos fundamentales y de sus deberes correspondientes. 28
Cf. EAm 56.
78. La vida social, en convivencia armónica y pacífica, se está
deteriorando gravemente en muchos países de América Latina y de El Caribe por el
crecimiento de la violencia, que se manifiesta en robos, asaltos, secuestros, y lo que
es más grave, en asesinatos que cada día destruyen más vidas humanas y llenan de
dolor a las familias y a la sociedad entera. La violencia reviste diversas formas y tiene
diversos agentes: el crimen organizado y el narcotráfico, grupos paramilitares,
violencia común sobre todo en la periferia de las grandes ciudades, violencia de
grupos juveniles y creciente violencia intrafamiliar. Sus causas son múltiples: la
idolatría del dinero, el avance de una ideología individualista y utilitarista, el irrespeto a
la dignidad de cada persona, el deterioro del tejido social, la corrupción incluso en las
fuerzas del orden, y la falta de políticas públicas de equidad social.
79. Algunos parlamentos o congresos legislativos aprueban leyes injustas por encima
de los derechos humanos y de la voluntad popular, precisamente por no estar cerca de
sus representados ni saber escuchar y dialogar con los ciudadanos, pero también por
ignorancia, por falta de acompañamiento, y porque muchos ciudadanos abdican de su
deber de participar en la vida pública.
80. En algunos Estados, ha aumentado la represión, la violación de los derechos
humanos, incluso el derecho a la libertad religiosa, la libertad de expresión y la libertad
de enseñanza, así como el desprecio a la objeción de conciencia.
81. Si bien en algunos países se han logrado acuerdos de paz, superando así
conflictos de vieja data, en otros continúa la lucha armada con todas sus secuelas
(muertes violentas, violaciones a los Derechos Humanos, amenazas, niños en la
guerra, secuestros etc.), sin avizorar soluciones a corto plazo. La influencia
del narconegocio en estos grupos dificulta aún más las posibles soluciones.
82. En América Latina y El Caribe se aprecia una creciente voluntad de integración
regional con acuerdos multilaterales, involucrando un número creciente de países que
generan sus propias reglas en el campo del comercio, los servicios y las patentes. Al
origen común se une la cultura, la lengua y la religión, que pueden contribuir a que la
integración no sea sólo de mercados, sino de instituciones civiles y sobre todo de
personas. También es positiva la globalización de la justicia, en el campo de los
derechos humanos y de los crímenes contra la humanidad, que a todos permitirá vivir
progresivamente bajo iguales normas llamadas a proteger su dignidad, su integridad y
su vida.
2.1.4 Biodiversidad, ecología, Amazonia y Antártida
83. América Latina es el Continente que posee una de las mayores biodiversidades del
planeta y una rica socio diversidad, representada por sus pueblos y culturas. Éstos
poseen un gran acervo de conocimientos tradicionales sobre la utilización sostenible
de los recursos naturales, así como sobre el valor medicinal de plantas y otros
organismos vivos, muchos de los cuales forman la base de su economía. Tales
conocimientos son actualmente objeto de apropiación intelectual ilícita, siendo
patentados por industrias farmacéuticas y de biogenética, generando vulnerabilidad de
los agricultores y sus familias que dependen de esos recursos para su supervivencia.
84. En las decisiones sobre las riquezas de la biodiversidad y de la naturaleza, las
poblaciones tradicionales han sido prácticamente excluidas. La naturaleza ha sido y
continúa siendo agredida. La tierra fue depredada. Las aguas están siendo tratadas
como si fueran una mercancía negociable por las empresas, además de haber sido
transformadas en un bien disputado por las grandes potencias. Un ejemplo muy
importante en esta situación es la Amazonia29. 29 La Amazonia panamericana ocupa
un área de 7,01 millones de kilómetros cuadrados y corresponde al 5% de la superficie
de la tierra, 40% de América del Sur. Contiene 20% de la disponibilidad mundial de
agua dulce no congelada. Abriga el 34% de las reservas mundiales de bosques y una
gigantesca reserva de minerales. Su diversidad biológica de ecosistemas es la más rica
del planeta. En esa región se encuentra cerca del 30% de todas las especies de la
fauna y flora del mundo.
85. En su discurso a los jóvenes, en el Estadio de Pacaembu, en San Pablo, el Papa
Benedicto XVI llamó la atención sobre la “devastación ambiental de la Amazonia y las
amenazas a la dignidad humana de sus pueblos”30 y pidió a los jóvenes “un mayor
compromiso en los más diversos espacios de acción”31.
86. La creciente agresión al medioambiente puede servir de pretexto para propuestas
de internacionalización de la Amazonia, que sólo sirven a los intereses económicos de
las corporaciones transnacionales. La sociedad panamazónica es pluriétnica,
pluricultural y plurirreligiosa. En ella se está intensificando, cada vez más, la disputa
por la ocupación del territorio. Las poblaciones tradicionales de la región quieren que
sus territorios sean reconocidos y legalizados.
87. Además, constatamos el retroceso de los hielos en todo el mundo: el deshielo del
Ártico, cuyo impacto ya se está viendo en la flora y fauna de ese ecosistema; también
el calentamiento global se hace sentir en el estruendoso crepitar de los bloques de
hielo antártico que reducen la cobertura glacial del Continente y que regula el clima
del mundo. Juan Pablo II, hace 20 años, desde el confín de las Américas, señaló
proféticamente: Desde el Cono Sur del Continente Americano y frente a los ilimitados
espacios de la Antártida, lanzo un llamado a todos los responsables de nuestro planeta
para proteger y conservar la naturaleza creada por Dios: no permitamos que nuestro
mundo sea una tierra cada vez más degradada y degradante32. 30 BENEDICTO XVI,
Mensaje a los jóvenes en Pacaembu 2; Brasil, 10 de mayo de 2007. 31 Ibíd. 32 JUAN
PABLO II, Homilía en la Celebración de la Palabra para los fieles de la Zona Austral de
Chile 7; Punta Arenas, 4 de abril de 1987.
2.1.5 Presencia de los pueblos indígenas y afroamericanos en la Iglesia
88. Los indígenas constituyen la población más antigua del Continente. Están en la
raíz primera de la identidad latinoamericana y caribeña. Los afroamericanos
constituyen otra raíz que fue arrancada de África y traída aquí como gente
esclavizada. La tercera raíz es la población pobre que migró de Europa desde el siglo
XVI, en búsqueda de mejores condiciones de vida y el gran flujo de inmigrantes de
todo el mundo desde mediados del siglo XIX. De todos estos grupos y de sus
correspondientes culturas se formó el mestizaje que es la base social y cultural de
nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños, como lo reconoció ya la III Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano, celebrada en Puebla, México33.
89. Los indígenas y afroamericanos son, sobre todo, “otros” diferentes, que exigen
respeto y reconocimiento. La sociedad tiende a menospreciarlos, desconociendo su
diferencia. Su situación social está marcada por la exclusión y la pobreza. La Iglesia
acompaña a los indígenas y afroamericanos en las luchas por sus legítimos derechos.
90. Hoy, los pueblos indígenas y afros están amenazados en su existencia física,
cultural y espiritual; en sus modos de vida; en sus identidades; en su diversidad; en
sus territorios y proyectos. Algunas comunidades indígenas se encuentran fuera de
sus tierras porque éstas han sido invadidas y degradadas, o no tienen tierras
suficientes para desarrollar sus culturas. Sufren graves ataques a su identidad y
supervivencia, pues la globalización económica y cultural pone en peligro su propia
existencia como pueblos diferentes. Su progresiva transformación cultural provoca la
rápida desaparición de algunas lenguas y culturas. La migración, forzada por la
pobreza, está influyendo profundamente en el cambio de costumbres, de relaciones e
incluso de religión. 33 DP 307, 409.
91. Los indígenas y afroamericanos emergen ahora en la sociedad y en la Iglesia. Este
es un kairós para profundizar el encuentro de la Iglesia con estos sectores humanos
que reclaman el reconocimiento pleno de sus derechos individuales y colectivos, ser
tomados en cuenta en la catolicidad con su cosmovisión, sus valores y sus
identidades particulares, para vivir un nuevo Pentecostés eclesial.
92. Ya, en Santo Domingo, los pastores reconocíamos que “los pueblos indígenas
cultivan valores humanos de gran significación”34; valores que “la Iglesia defiende...
ante la fuerza arrolladora de las estructuras de pecado manifiestas en la sociedad
moderna”35; “son poseedores de innumerables riquezas culturales, que están en la
base de nuestra identidad actual”36; y, desde la perspectiva de la fe, “estos valores y
convicciones son fruto de ‘las semillas del Verbo’, que estaban ya presentes y obraban
en sus antepasados”37.
93. Entre ellos podemos señalar: Apertura a la acción de Dios por los frutos de la
tierra, el carácter sagrado de la vida humana, la valoración de la familia, el sentido de
solidaridad y la corresponsabilidad en el trabajo común, la importancia de lo cultual, la
creencia en una vida ultra terrena38. Actualmente, el pueblo ha enriquecido estos
valores ampliamente por la evangelización, y los ha desarrollado en múltiples formas
de auténtica religiosidad popular.
94. Como Iglesia, que asume la causa de los pobres, alentamos la participación de los
indígenas y afroamericanos en la vida eclesial. 34 SD 245. 35 Ibíd. 243. 36 Mensaje
de la IV Conferencia a los Pueblos de América Latina y El Caribe, 38. 37 SD 245. 38
Ibíd., 17. Vemos con esperanza el proceso de inculturación discernido a la luz del
Magisterio. Es prioritario hacer traducciones católicas de la Biblia y de los textos
litúrgicos a sus idiomas. Se necesita, igualmente, promover más las vocaciones y los
ministerios ordenados procedentes de estas culturas.
95. Nuestro servicio pastoral a la vida plena de los pueblos indígenas exige anunciar a
Jesucristo y la Buena Nueva del Reino de Dios, denunciar las situaciones de pecado,
las estructuras de muerte, la violencia y las injusticias internas y externas, fomentar el
diálogo intercultural, interreligioso y ecuménico. Jesucristo es la plenitud de la
revelación para todos los pueblos y el centro fundamental de referencia para discernir
los valores y las deficiencias de todas las culturas, incluidas las indígenas. Por ello, el
mayor tesoro que les podemos ofrecer es que lleguen al encuentro con Jesucristo
resucitado, nuestro Salvador. Los indígenas que ya han recibido el Evangelio están
llamados, como discípulos y misioneros de Jesucristo, a vivir con inmenso gozo su
realidad cristiana, a dar razón de su fe en medio de sus comunidades y a colaborar
activamente para que ningún pueblo indígena de América Latina reniegue de su fe
cristiana, sino que, por el contrario, sientan que en Cristo encuentran el sentido pleno
de su existencia.
96. La historia de los afroamericanos ha sido atravesada por una exclusión social,
económica, política y, sobre todo, racial, donde la identidad étnica es factor de
subordinación social. Actualmente, son discriminados en la inserción laboral, en la
calidad y contenido de la formación escolar, en las relaciones cotidianas y,
además, existe un proceso de ocultamiento sistemático de sus valores, historia,
cultura y expresiones religiosas. En algunos casos, permanece una mentalidad y una
cierta mirada de menor respeto acerca de los indígenas y afroamericanos. De modo
que, descolonizar las mentes, el conocimiento, recuperar la memoria histórica,
fortalecer espacios y relaciones interculturales, son condiciones para la afirmación de
la plena ciudadanía de estos pueblos.
97. La realidad latinoamericana cuenta con comunidades afroamericanas muy vivas
que aportan y participan activa y creativamente en la construcción de este continente.
Los movimientos por la recuperación de las identidades, de los derechos ciudadanos y
contra el racismo, los grupos alternativos de economías solidarias, hacen de las
mujeres y hombres negros sujetos constructores de su historia, y de una nueva historia
que se va dibujando en la actualidad latinoamericana y caribeña. Esta nueva realidad
se basa en relaciones interculturales donde la diversidad no significa amenaza, no
justifica jerarquías de poder de unos sobre otros, sino diálogo desde visiones
culturales diferentes, de celebración, de interrelación y de reavivamiento de la
esperanza.

2.2 SITUACIÓN DE NUESTRA IGLESIA EN ESTA HORA HISTÓRICA DE


DESAFÍOS
98. La Iglesia Católica en América Latina y El Caribe, a pesar de las deficiencias y
ambigüedades de algunos de sus miembros, ha dado testimonio de Cristo, anunciado
su Evangelio y brindado su servicio de caridad particularmente a los más pobres, en el
esfuerzo por promover su dignidad, y también en el empeño de promoción humana en
los campos de la salud, economía solidaria, educación, trabajo, acceso a la tierra,
cultura, vivienda y asistencia, entre otros. Con su voz, unida a la de otras instituciones
nacionales y mundiales, ha ayudado a dar orientaciones prudentes y a promover la
justicia, los derechos humanos y la reconciliación de los pueblos. Esto ha permitido
que la Iglesia sea reconocida socialmente en muchas ocasiones como una instancia
de confianza y credibilidad. Su empeño a favor de los más pobres y su lucha por la
dignidad de cada ser humano han ocasionado, en muchos casos, la persecución y aún
la muerte de algunos de sus miembros, a los que consideramos testigos de la fe.
Queremos recordar el testimonio valiente de nuestros santos y santas, y de quienes,
aun sin haber sido canonizados, han vivido con radicalidad el evangelio y han
ofrendado su vida por Cristo, por la Iglesia y por su pueblo.
99. Los esfuerzos pastorales orientados hacia el encuentro con Jesucristo vivo han
dado y siguen dando frutos. Entre otros, destacamos los siguientes: a) Debido a la
animación bíblica de la pastoral, aumenta el conocimiento de la Palabra de Dios y el
amor por ella. Gracias a la asimilación del Magisterio de la Iglesia y a una mejor
formación de generosos catequistas, la renovación de la Catequesis ha producido
fecundos resultados en todo el Continente, llegando incluso a países de Norteamérica,
Europa y Asia, donde muchos latinoamericanos y caribeños han emigrado. b) La
renovación litúrgica acentuó la dimensión celebrativa y festiva de la fe cristiana,
centrada en el misterio pascual de Cristo Salvador, en particular en la Eucaristía.
Crecen las manifestaciones de la religiosidad popular, especialmente la piedad
eucarística y la devoción mariana. Se han hecho algunos esfuerzos por inculturar la
liturgia en los pueblos indígenas y afroamericanos. Se han ido superando los riesgos
de reducción de la Iglesia a sujeto político, con un mejor discernimiento de los
impactos seductores de las ideologías. Se ha fortalecido la responsabilidad y vigilancia
respecto a las verdades de la Fe, ganando en profundidad y serenidad de comunión.
c) Nuestro pueblo tiene gran aprecio a los sacerdotes. Reconoce la santidad de
muchos de ellos, como también su testimonio de vida, su trabajo misionero, y la
creatividad pastoral, particularmente de aquellos que están en lugares lejanos o en
contextos de mayor dificultad. Muchas de nuestras Iglesias cuentan con una pastoral
sacerdotal y con experiencias concretas de vida en común y de una más justa
retribución del clero. En algunas Iglesias, se ha desarrollado el diaconado
permanente. También los ministerios confiado a los laicos y otros servicios pastorales,
como delegados de la palabra, animadores de asamblea y de pequeñas comunidades,
entre ellas, las comunidades eclesiales de base, los movimientos eclesiales y un gran
número de pastorales específicas. Se hace un gran esfuerzo por la formación en
nuestros seminarios, en las casas de formación para la vida consagrada y en las
escuelas para el diaconado permanente. Es significativo el testimonio de la vida
consagrada, su aporte en la acción pastoral y su presencia en situaciones de pobreza,
de riesgo y de frontera. Alienta la esperanza el incremento de vocaciones para la vida
contemplativa masculina y femenina. d) Resalta la abnegada entrega de tantos
misioneros y misioneras que, hasta el día de hoy, desarrollan una valiosa obra
evangelizadora y de promoción humana en todos nuestros pueblos, con multiplicidad
de obras y servicios. Se reconoce, asimismo, a numerosos sacerdotes, consagradas y
consagrados, laicas y laicos que, desde nuestro continente, participan de la misión ad
gentes. e) Crecen los esfuerzos de renovación pastoral en las
parroquias, favoreciendo un encuentro con Cristo vivo, mediante diversos métodos de
nueva evangelización, transformándose en comunidad de comunidades evangelizadas
y misioneras. Se constata, en algunos lugares, un florecimiento de
comunidades eclesiales de base, según el criterio de las precedentes Conferencias
Generales, en comunión con los Obispos y fieles al Magisterio de la Iglesia39. Se
valora la presencia y el crecimiento de los movimientos eclesiales y nuevas
comunidades que difunden su riqueza carismática, educativa y evangelizadora. Se ha
tomado conciencia de la importancia de la Pastoral Familiar, de la Infancia y Juvenil. f)
La Doctrina Social de la Iglesia constituye una invaluable riqueza, que ha animado el
testimonio y la acción solidaria de los laicos y laicas, quienes se interesan cada vez
más por su formación teológica, como verdaderos misioneros de la caridad, y se
esfuerzan por transformar de manera efectiva el 39 Cf. Puebla, 261, 617, 638, 731 y 940; Santo
Domingo, 62. mundo según Cristo. Innumerables iniciativas laicales en el ámbito social,
cultural, económico y político, hoy se dejan inspirar en los principios permanentes, en
los criterios de juicio y en las directrices de acción provenientes de la Doctrina Social
de la Iglesia. Se valora el desarrollo que ha tenido la Pastoral Social, como también la
acción de Caritas en sus varios niveles, y la riqueza del voluntariado en los más
diversos apostolados con incidencia social. Se ha desarrollado la pastoral de la
comunicación social, y la Iglesia cuenta con más medios que nunca para la
evangelización de la cultura, contrarrestando en parte a grupos que ganan
constantemente adeptos usando con agudeza la radio y la televisión. Tenemos radios,
televisión, cine, prensa, Internet, páginas web y la RIIAL, que nos llenan de esperanza.
g) La diversificación de la organización eclesial, con la creación de muchas
comunidades, nuevas jurisdicciones y organismos pastorales, ha permitido que
muchas Iglesias Particulares hayan avanzado en la estructuración de una Pastoral
Orgánica, para servir mejor a las necesidades de los fieles. No con la misma
intensidad en todas las Iglesias, se ha desarrollado el diálogo ecuménico. También el
diálogo interreligioso, cuando sigue las normas del Magisterio, puede enriquecer a los
participantes en diversos encuentros40. En otros lugares, se han creado escuelas de
ecumenismo o colaboración ecuménica en asuntos sociales y otras iniciativas. Se
manifiesta, como reacción al materialismo, una búsqueda de espiritualidad, de oración
y de mística que expresa el hambre y sed de Dios. Por otro lado, la valoración de la
ética es un signo de los tiempos que indica la necesidad de superar el hedonismo, la
corrupción y el vacío de valores. Nos alegra, además, el profundo sentimiento de
solidaridad que caracteriza a nuestros pueblos y la práctica del compartir y ayuda
mutua. 40 Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, artículo de comentario a la
Notificación a propósito del libro del P. Jacques Dupuis, Hacia una teología cristiana
del pluralismo religioso, 12 de marzo de 2001.
100. A pesar de los aspectos positivos que nos alegran en la esperanza, notamos
sombras, entre las cuales mencionamos las siguientes: a) Para la Iglesia Católica,
América Latina y El Caribe son de gran importancia, por su dinamismo eclesial, por su
creatividad y porque el 43% de todos sus feligreses vive en ellas; sin embargo,
observamos que el crecimiento porcentual de la Iglesia no ha ido a la par con el
crecimiento poblacional. En promedio, el aumento del clero, y sobre todo de las
religiosas, se aleja cada vez más del crecimiento poblacional en nuestra región41. b)
Lamentamos, sea algunos intentos de volver a un cierto tipo de eclesiología y
espiritualidad contrarias a la renovación del Concilio Vaticano II42, sea algunas
lecturas y aplicaciones reduccionistas de la renovación conciliar; lamentamos la
ausencia de una auténtica obediencia y de ejercicio evangélico de la autoridad, las
infidelidades a la doctrina, a la moral y a la comunión, nuestras débiles vivencias de la
opción preferencial por los pobres, no pocas recaídas secularizantes en la vida
consagrada influida por una antropología meramente sociológica y no evangélica. Tal
como lo manifestó el Santo Padre en el Discurso Inaugural de nuestra Conferencia, “se
percibe un cierto debilitamiento de la vida cristiana en el conjunto de la sociedad y de
la propia pertenencia a la Iglesia Católica”43. c) Constatamos el escaso
acompañamiento dado a los fieles laicos en sus tareas de servicio a la sociedad,
particularmente cuando asumen responsabilidades en las diversas estructuras del
orden temporal. Percibimos una evangelización con poco ardor y sin nuevos métodos
y expresiones, un énfasis en 41 Mientras en el período 1974 a 2004, la población latinoamericana creció
casi el 80%, los sacerdotes crecieron 44.1%, y las religiosas sólo el 8%. Cf. Annuarium Statisticum Ecclesiae). 42
Cf. BENEDICTO XVI, Discurso a los Cardenales, Arzobispos, Obispos y Prelados superiores de la Curia Romana,
jueves 22 de diciembre de 2005. 43 DI 2. el ritualismo sin el conveniente itinerario formativo,
descuidando otras tareas pastorales. De igual forma, nos preocupa una espiritualidad
individualista. Verificamos, asimismo, una mentalidad relativista en lo ético y religioso,
la falta de aplicación creativa del rico patrimonio que contiene la Doctrina Social de la
Iglesia, y, en ocasiones, una limitada comprensión del carácter secular que constituye
la identidad propia y específica de los fieles laicos. d) En la evangelización, en la
catequesis y, en general, en la pastoral, persisten también lenguajes poco
significativos para la cultura actual, y en particular, para los jóvenes. Muchas
veces, los lenguajes utilizados parecieran no tener en cuenta la mutación de los
códigos existencialmente relevantes en las sociedades influenciadas por la
postmodernidad y marcadas por un amplio pluralismo social y cultural. Los cambios
culturales dificultan la transmisión de la Fe por parte de la familia y de la sociedad.
Frente a ello, no se ve una presencia importante de la Iglesia en la generación de
cultura, de modo especial en el mundo universitario y en los medios de
comunicación social. e) El insuficiente número de sacerdotes y su no equitativa
distribución imposibilitan que muchas comunidades puedan participar regularmente en
la celebración de la Eucaristía. Recordando que la Eucaristía hace a la Iglesia, nos
preocupa la situación de miles de estas comunidades privadas de la Eucaristía
dominical por largos períodos de tiempo. A esto se añade la relativa escasez de
vocaciones al ministerio y a la vida consagrada. Falta espíritu misionero en miembros
del clero, incluso en su formación. Muchos católicos viven y mueren sin asistencia de
la Iglesia, a la que pertenecen por el bautismo. Se afrontan dificultades para asumir el
sostenimiento económico de las estructuras pastorales. Falta solidaridad en la
comunión de bienes al interior de las Iglesias locales y entre ellas. No se asume
suficientemente en muchas de nuestras Iglesias particulares la pastoral penitenciaria,
ni la pastoral de menores infractores y en situaciones de riesgo. Es insuficiente el
acompañamiento pastoral para los migrantes e itinerantes. Algunos movimientos
eclesiales no siempre se integran adecuadamente en la pastoral parroquial y
diocesana; a su vez, algunas estructuras eclesiales no son suficientemente abiertas
para acogerlos. f) En las últimas décadas, vemos con preocupación, por un lado, que
numerosas personas pierden el sentido trascendente de sus vidas y abandonan las
prácticas religiosas, y, por otro lado, que un número significativo de católicos está
abandonando la Iglesia para pasarse a otros grupos religiosos. Si bien es cierto que
éste es un problema real en todos los países latinoamericanos y caribeños, no existe
homogeneidad en cuanto a sus dimensiones y su diversidad. g) Dentro del nuevo
pluralismo religioso en nuestro continente, no se ha diferenciado suficientemente a los
creyentes que pertenecen a otras iglesias o comunidades eclesiales, tanto por su
doctrina como por sus actitudes, de los que forman parte de la gran diversidad de
grupos cristianos (incluso pseudocristianos) que se han instalado entre nosotros,
ya que no es adecuado englobar a todos en una sola categoría de análisis. Muchas
veces no es fácil el diálogo ecuménico con grupos cristianos que atacan a la Iglesia
Católica con insistencia. h) Reconocemos que, en ocasiones, algunos católicos se
han apartado del Evangelio, que requiere un estilo de vida más fiel a la verdad y a la
caridad, más sencillo, austero y solidario, como también nos ha faltado valentía,
persistencia y docilidad a la gracia para proseguir, fiel a la Iglesia de siempre,
la renovación iniciada por el Concilio Vaticano II, impulsada por las anteriores
Conferencias Generales, y para asegurar el rostro latinoamericano y caribeño de
nuestra Iglesia. Nos reconocemos como comunidad de pobres pecadores,
mendicantes de la misericordia de Dios, congregada, reconciliada, unida y enviada
por la fuerza de la Resurrección de su Hijo y la gracia de conversión del Espíritu Santo.

SEGUNDA PARTE LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS


DISCÍPULOS MISIONEROS
3 LA ALEGRÍA DE SER DISCÍPULOS MISIONEROS PARA ANUNCIAR EL
EVANGELIO DE JESUCRISTO

101. En este momento, con incertidumbres en el corazón, nos preguntamos con


Tomás: “¿Cómo vamos a saber el camino?” (Jn 14, 5). Jesús nos responde con una
propuesta provocadora: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6). Él es el
verdadero camino hacia el Padre, quien tanto amó al mundo que dio a su Hijo
único, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna (cf. Jn 3, 16). Esta es la vida
eterna: “Que te conozcan a ti el único Dios verdadero, y a Jesucristo tu enviado” (Jn
17, 3). La fe en Jesús como el Hijo del Padre es la puerta de entrada a la Vida. Los
discípulos de Jesús confesamos nuestra fe con las palabras de Pedro: “Tus
palabras dan Vida eterna” (Jn 6, 68); “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,
16).
102. Jesús es el Hijo de Dios, la Palabra hecha carne (cf. Jn 1, 14), verdadero Dios y
verdadero hombre, prueba del amor de Dios a los hombres. Su vida es una entrega
radical de sí mismo a favor de todas las personas, consumada definitivamente en su
muerte y resurrección. Por ser el Cordero de Dios, Él es el salvador. Su pasión,
muerte y resurrección posibilita la superación del pecado y la vida nueva para toda la
humanidad. En Él, el Padre se hace presente, porque quien conoce al Hijo conoce al
Padre (cf. Jn 14, 7).
103. Los discípulos de Jesús reconocemos que Él es el primer y más grande
evangelizador enviado por Dios (cf. Lc 4, 44) y, al mismo tiempo, el Evangelio de Dios
(cf. Rm 1, 3). Creemos y anunciamos “la buena noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios”
(Mc 1, 1). Como hijos obedientes a la voz del Padre, queremos escuchar a Jesús (cf.
Lc 9, 35) porque Él es el único Maestro (cf. Mt 23, 8). Como discípulos suyos,
sabemos que sus palabras son Espíritu y Vida (cf. Jn 6, 63. 68). Con la alegría de la fe,
somos misioneros para proclamar el Evangelio de Jesucristo y, en Él, la buena
nueva de la dignidad humana, de la vida, de la familia, del trabajo, de la ciencia y de la
solidaridad con la creación.

3.1 LA BUENA NUEVA DE LA DIGNIDAD HUMANA


104. Bendecimos a Dios por la dignidad de la persona humana, creada a su imagen y
semejanza. Nos ha creado libres y nos ha hecho sujetos de derechos y deberes en
medio de la creación. Le agradecemos por asociarnos al perfeccionamiento del
mundo, dándonos inteligencia y capacidad para amar; por la dignidad, que recibimos
también como tarea que debemos proteger, cultivar y promover. Lo bendecimos por el
don de la fe que nos permite vivir en alianza con Él hasta compartir la vida eterna. Lo
bendecimos por hacernos hijas e hijos suyos en Cristo, por habernos redimido con el
precio de su sangre y por la relación permanente que establece con nosotros, que es
fuente de nuestra dignidad absoluta, innegociable e inviolable. Si el pecado ha
deteriorado la imagen de Dios en el hombre y ha herido su condición, la buena
nueva, que es Cristo, lo ha redimido y restablecido en la gracia (cf. Rm 5, 12-21).
105. Alabamos a Dios por los hombres y mujeres de América Latina y El Caribe que,
movidos por su fe, han trabajado incansablemente en defensa de la dignidad de la
persona humana, especialmente de los pobres y marginados. En su testimonio,
llevado hasta la entrega total, resplandece la dignidad del ser humano.

3.2 LA BUENA NUEVA DE LA VIDA


106. Alabamos a Dios por el don maravilloso de la vida y por quienes la honran y la
dignifican al ponerla al servicio de los demás; por el espíritu alegre de nuestros
pueblos que aman la música, la danza, la poesía, el arte, el deporte y cultivan una
firme esperanza en medio de problemas y luchas. Alabamos a Dios porque, siendo
nosotros pecadores, nos mostró su amor reconciliándonos consigo por la muerte de su
Hijo en la cruz. Lo alabamos porque ahora continúa derramando su amor en nosotros
por el Espíritu Santo y alimentándonos con la Eucaristía, pan de vida (cf. Jn 6, 35). La
Encíclica “Evangelio de la Vida”, de Juan Pablo II, ilumina el gran valor de la vida
humana, la cual debemos cuidar y por la cual continuamente alabamos a Dios.
107. Bendecimos al Padre por el don de su Hijo Jesucristo, “rostro humano de Dios y
rostro divino del hombre”44. En realidad, tan sólo en el misterio del Verbo
encarnado se aclara verdaderamente el misterio del hombre. Cristo, en la revelación
misma del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio
hombre y le descubre su altísima vocación45.
108. Bendecimos al Padre porque todo hombre abierto sinceramente a la verdad y al
bien, aun entre dificultades e incertidumbres, puede llegar a descubrir, en la ley natural
escrita en su corazón (cf. Rm 2, 14-15), el valor sagrado de la vida humana, desde su
inicio hasta su término natural, y afirmar el derecho de cada ser humano a 44
BENEDICTO XVI, Oración por la V Conferencia. 45 GS 22. ver respetado totalmente
este bien primario suyo. En el reconocimiento de este derecho, se fundamenta “la
convivencia humana y la misma comunidad política”46.
109. Ante una vida sin sentido, Jesús nos revela la vida íntima de Dios en su misterio
más elevado, la comunión trinitaria. Es tal el amor de Dios, que hace del hombre,
peregrino en este mundo, su morada: “Vendremos a él y viviremos en él” (Jn 14, 23).
Ante la desesperanza de un mundo sin Dios, que sólo ve en la muerte el término
definitivo de la existencia, Jesús nos ofrece la resurrección y la vida eterna en la que
Dios será todo en todos (cf. 1 Co 15, 28). Ante la idolatría de los bienes terrenales,
Jesús presenta la vida en Dios como valor supremo: “¿De qué le sirve a uno ganar el
mundo, si pierde su vida?” (Mc 8, 36)47.
110. Ante el subjetivismo hedonista, Jesús propone entregar la vida para ganarla,
porque “quien aprecie su vida terrena, la perderá” (Jn 12, 25). Es propio del discípulo
de Cristo gastar su vida como sal de la tierra y luz del mundo. Ante el individualismo,
Jesús convoca a vivir y caminar juntos. La vida cristiana sólo se profundiza y
se desarrolla en la comunión fraterna. Jesús nos dice “uno es su maestro, y todos
ustedes son hermanos” (Mt 23, 8). Ante la despersonalización, Jesús ayuda a construir
identidades integradas.
111. La propia vocación, la propia libertad y la propia originalidad son dones de Dios
para la plenitud y el servicio del mundo.
112. Ante la exclusión, Jesús defiende los derechos de los débiles y la vida digna de
todo ser humano. De su Maestro, el discípulo ha aprendido a luchar contra toda forma
de desprecio de la vida y de explotación de la persona humana48. Sólo el Señor es
autor y dueño de la vida. El ser humano, su imagen viviente, es siempre sa- 46 EV
2. 47 Cf. EN 8. 48 Cf. BENEDICTO XVI, Mensaje para la Cuaresma, 2007. grado,
desde su concepción hasta su muerte natural; en todas las circunstancias y
condiciones de su vida. Ante las estructuras de muerte, Jesús hace presente la vida
plena. “Yo he venido para dar vida a los hombres y para que la tengan en plenitud” (Jn
10, 10). Por ello, sana a los enfermos, expulsa los demonios y compromete a los
discípulos en la promoción de la dignidad humana y de relaciones sociales fundadas
en la justicia. 113. Ante la naturaleza amenazada, Jesús, que conocía el cuidado del
Padre por las criaturas que Él alimenta y embellece (cf. Lc 12, 28), nos convoca a
cuidar la tierra para que brinde abrigo y sustento a todos los hombres (cf. Gn 1, 29; 2,
15).

3.3 LA BUENA NUEVA DE LA FAMILIA


114. Proclamamos con alegría el valor de la familia en América Latina y El Caribe.
Afirma el Papa Benedicto XVI que la familia patrimonio de la humanidad, constituye
uno de los tesoros más importantes de los pueblos latinoamericanos y caribeños. Ella
ha sido y es escuela de la fe, palestra de valores humanos y cívicos, hogar en que la
vida humana nace y se acoge generosa y responsablemente… La familia es
insustituible para la serenidad personal y para la educación de sus hijos49.
115. Agradecemos a Cristo que nos revela que “Dios es amor y vive en sí mismo un
misterio personal de amor”50 y, optando por vivir en familia en medio de nosotros, la
eleva a la dignidad de ‘Iglesia Doméstica’.
116. Bendecimos a Dios por haber creado al ser humano varón y mujer, aunque hoy
se quiera confundir esta verdad: “Creó Dios a los 49 DI 5. 50 Cf. FC 11. seres
humanos a su imagen; a imagen de Dios los creó, varón y mujer los creó” (Gn 1, 27).
Pertenece a la naturaleza humana el que el varón y la mujer busquen el uno en el otro
su reciprocidad y complementariedad51.
117. El ser amados por Dios nos llena de alegría. El amor humano encuentra su
plenitud cuando participa del amor divino, del amor de Jesús que se entrega
solidariamente por nosotros en su amor pleno hasta el fin (cf. Jn 13, 1; 15,9). El amor
conyugal es la donación recíproca entre un varón y una mujer, los esposos: es fiel
y exclusivo hasta la muerte y fecundo, abierto a la vida y a la educación de los hijos,
asemejándose al amor fecundo de la Santísima Trinidad52. El amor conyugal es
asumido en el Sacramento del Matrimonio para significar la unión de Cristo con su
Iglesia, por eso, en la gracia de Jesucristo, encuentra su purificación, alimento y
plenitud (cf. Ef 5, 25-33).
118. En el seno de una familia, la persona descubre los motivos y el camino para
pertenecer a la familia de Dios. De ella recibimos la vida, la primera experiencia del
amor y de la fe. El gran tesoro de la educación de los hijos en la fe consiste en la
experiencia de una vida familiar que recibe la fe, la conserva, la celebra, la transmite
y testimonia. Los padres deben tomar nueva conciencia de su gozosa e irrenunciable
responsabilidad en la formación integral de sus hijos.
119. Dios ama nuestras familias, a pesar de tantas heridas y divisiones. La presencia
invocada de Cristo a través de la oración en familia nos ayuda a superar los
problemas, a sanar las heridas y abre caminos de esperanza. Muchos vacíos de hogar
pueden ser atenuados por servicios que presta la comunidad eclesial, familia de
familias. 51 Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos de la
Iglesia Católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y el mundo,
31 de mayo de 2004. 52 HV 9.

3.4 LA BUENA NUEVA DE LA ACTIVIDAD HUMANA


3.4.1 El trabajo
120. Alabamos a Dios porque en la belleza de la creación, que es obra de sus manos,
resplandece el sentido del trabajo como participación de su tarea creadora y como
servicio a los hermanos y hermanas. Jesús, el carpintero (cf. Mc 6, 3), dignificó el
trabajo y al trabajador y recuerda que el trabajo no es un mero apéndice de la vida,
sino que “constituye una dimensión fundamental de la existencia del hombre en la
tierra”53, por la cual el hombre y la mujer se realizan a sí mismos como seres
humanos54. El trabajo garantiza la dignidad y la libertad del hombre, es
probablemente “la clave esencial de toda ‘la cuestión social’”55.
121. Damos gracias a Dios porque su palabra nos enseña que, a pesar de la fatiga
que muchas veces acompaña al trabajo, el cristiano sabe que éste, unido a la oración,
sirve no sólo al progreso terreno, sino también a la santificación personal y a la
construcción del Reino de Dios56. El desempleo, la injusta remuneración del trabajo y
el vivir sin querer trabajar son contrarios al designio de Dios. El discípulo y el
misionero, respondiendo a este designio, promueven la dignidad del trabajador y del
trabajo, el justo reconocimiento de sus derechos y de sus deberes, y desarrollan la
cultura del trabajo y denuncian toda injusticia. La salvaguardia del domingo, como día
de descanso, de familia y culto al Señor, garantiza el equilibrio entre trabajo y reposo.
Corresponde a la comunidad crear estructuras que ofrezcan un trabajo a las personas
minusválidas según sus posibilidades57.
122. Alabamos a Dios por los talentos, el estudio y la decisión de hombres y mujeres
para promover iniciativas y proyectos generadores 53 LE 4. 54 Cf. LE 9. 55 Cf. Ibíd.,
3. 56 Cf. Ibíd., 27; 2 Ts 3,10. 57 Ibíd., 22. de trabajo y producción, que elevan la
condición humana y el bienestar de la sociedad. La actividad empresarial es buena y
necesaria cuando respeta la dignidad del trabajador, el cuidado del medio ambiente y
se ordena al bien común. Se pervierte cuando, buscando solo el lucro, atenta contra
los derechos de los trabajadores y la justicia.
3.4.2 La ciencia y la tecnología
123. Alabamos a Dios por quienes cultivan las ciencias y la tecnología, ofreciendo una
inmensa cantidad de bienes y valores culturales que han contribuido, entre otras
cosas, a prolongar la expectativa de vida y su calidad. Sin embargo, la ciencia y la
tecnología no tienen las respuestas a los grandes interrogantes de la vida humana. La
respuesta última a las cuestiones fundamentales del hombre sólo puede venir de una
razón y ética integrales iluminadas por la revelación de Dios. Cuando la verdad, el bien
y la belleza se separan; cuando la persona humana y sus exigencias fundamentales
no constituyen el criterio ético, la ciencia y la tecnología se vuelven contra el hombre
que las ha creado.
124. Hoy día, las fronteras trazadas entre las ciencias se desvanecen. Con este modo
de comprender el diálogo, se sugiere la idea de que ningún conocimiento es
completamente autónomo. Esta situación le abre un terreno de oportunidades a la
teología para interactuar con las ciencias sociales.

3.5 LA BUENA NUEVA DEL DESTINO UNIVERSAL DE LOS BIENES Y ECOLOGÍA


125. Con los pueblos originarios de América, alabamos al Señor que creó el universo
como espacio para la vida y la convivencia de todos sus hijos e hijas y nos los dejó
como signo de su bondad y de su belleza. También la creación es manifestación del
amor providente de Dios; nos ha sido entregada para que la cuidemos y la
transformemos en fuente de vida digna para todos. Aunque hoy se ha generalizado
una mayor valoración de la naturaleza, percibimos claramente de cuántas maneras el
hombre amenaza y aun destruye su ‘hábitat’. “Nuestra hermana la madre tierra”58 es
nuestra casa común y el lugar de la alianza de Dios con los seres humanos y con toda
la creación. Desatender las mutuas relaciones y el equilibrio que Dios mismo
estableció entre las realidades creadas, es una ofensa al Creador, un atentado contra
la biodiversidad y, en definitiva, contra la vida. El discípulo misionero, a quien Dios le
encargó la creación, debe contemplarla, cuidarla y utilizarla, respetando siempre el
orden que le dio el Creador.
126. La mejor forma de respetar la naturaleza es promover una ecología humana
abierta a la trascendencia que respetando la persona y la familia, los ambientes y las
ciudades, sigue la indicación paulina de recapitular todas las cosas en Cristo y de
alabar con Él al Padre (cf. 1 Co 3, 21-23). El Señor ha entregado el mundo para todos,
para los de las generaciones presentes y futuras. El destino universal de los bienes
exige la solidaridad con la generación presente y las futuras. Ya que los recursos son
cada vez más limitados, su uso debe estar regulado según un principio de justicia
distributiva respetando el desarrollo sostenible.

3.6 EL CONTINENTE DE LA ESPERANZA Y DEL AMOR


127. Agradecemos a Dios como discípulos y misioneros porque la mayoría de los
latinoamericanos y caribeños están bautizados. La providencia de Dios nos ha
confiado el precioso patrimonio de la pertenencia a la Iglesia por el don del bautismo
que nos ha hecho miembros del Cuerpo de Cristo, pueblo de Dios peregrino en tierras
americanas, desde hace más de quinientos años. Alienta nuestra esperanza la
multitud de nuestros niños, los ideales de nuestros jóvenes y el heroísmo de muchas
de nuestras familias que, a pesar de las crecientes dificultades, siguen siendo fieles al
amor. 58 FRANCISCO DE ASÍS, Cántico de las Criaturas, 9. Agradecemos a Dios la
religiosidad de nuestros pueblos, que resplandece en la devoción al Cristo sufriente y a
su Madre bendita, en la veneración a los Santos con sus fiestas patronales, en
el amor al Papa y a los demás pastores, en el amor a la Iglesia universal como gran
familia de Dios que nunca puede ni debe dejar solos o en la miseria a sus propios
hijos59.
128. Reconocemos el don de la vitalidad de la Iglesia que peregrina en América Latina
y El Caribe, su opción por los pobres, sus parroquias, sus comunidades, sus
asociaciones, sus movimientos eclesiales, nuevas comunidades y sus múltiples
servicios sociales y educativos. Alabamos al Señor porque ha hecho de este
continente un espacio de comunión y comunicación de pueblos y culturas indígenas.
También agradecemos el protagonismo que van adquiriendo sectores que fueron
desplazados: mujeres, indígenas, afroamericanas, campesinos y habitantes de áreas
marginales de las grandes ciudades. Toda la vida de nuestros pueblos fundada en
Cristo y redimida por Él, puede mirar al futuro con esperanza y alegría acogiendo el
llamado del Papa Benedicto XVI: “¡Sólo de la Eucaristía brotará la civilización del amor
que transformará Latinoamérica y El Caribe para que además de ser el Continente de
la esperanza, sea también el Continente del amor!”60. 59 DI 1. 60 DI 4.

4 LA VOCACIÓN DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS A LA SANTIDAD

4.1 LLAMADOS AL SEGUIMIENTO DE JESUCRISTO


129. Dios Padre sale de sí, por así decirlo, para llamarnos a participar de su vida y de
su gloria. Mediante Israel, pueblo que hace suyo, Dios nos revela su proyecto de vida.
Cada vez que Israel buscó y necesitó a su Dios, sobre todo en las desgracias
nacionales, tuvo una singular experiencia de comunión con Él, quien lo hacía
partícipe de su verdad, su vida y su santidad. Por ello, no demoró en testimoniar que
su Dios –a diferencia de los ídolos– es el “Dios vivo” (Dt 5, 26) que lo libera de los
opresores (cf. Ex 3, 7-10), que perdona incansablemente (cf. Ex 34, 6; Eclo 2, 11) y
que restituye la salvación perdida cuando el pueblo, envuelto “en las redes de la
muerte” (Sal 116, 3), se dirige a Él suplicante (cf. Is 38, 16). De este Dios –que es su
Padre– Jesús afirmará que “no es un Dios de muertos, sino de vivos” (Mc 12, 27).
130. En estos últimos tiempos, nos ha hablado por medio de Jesús su Hijo (Hb 1, 1ss),
con quien llega la plenitud de los tiempos (cf. Ga 4, 4). Dios, que es Santo y nos ama,
nos llama por medio de Jesús a ser santos (cf. Ef 1, 4-5).
131. El llamamiento que hace Jesús, el Maestro, conlleva una gran novedad. En la
antigüedad, los maestros invitaban a sus discípulos a vincularse con algo
trascendente, y los maestros de la Ley les proponían la adhesión a la Ley de Moisés.
Jesús invita a encontrarnos con Él y a que nos vinculemos estrechamente a Él,
porque es la fuente de la vida (cf. Jn 15, 5-15) y sólo Él tiene palabras de vida eterna
(cf. Jn 6, 68). En la convivencia cotidiana con Jesús y en la confrontación con los
seguidores de otros maestros, los discípulos pronto descubren dos cosas del todo
originales en la relación con Jesús. Por una parte, no fueron ellos los que
escogieron a su maestro fue Cristo quien los eligió. De otra parte, ellos no fueron
convocados para algo (purificarse, aprender la Ley…), sino para Alguien, elegidos para
vincularse íntimamente a su Persona (cf. Mc 1, 17; 2, 14). Jesús los eligió para “que
estuvieran con Él y enviarlos a predicar” (Mc 3, 14), para que lo siguieran con
la finalidad de “ser de Él” y formar parte “de los suyos” y participar de su misión. El
discípulo experimenta que la vinculación íntima con Jesús en el grupo de los suyos es
participación de la Vida salida de las entrañas del Padre, es formarse para asumir su
mismo estilo de vida y sus mismas motivaciones (cf. Lc 6, 40b), correr su misma
suerte y hacerse cargo de su misión de hacer nuevas todas las cosas.
132. Con la parábola de la Vid y los Sarmientos (cf. Jn 15, 1-8), Jesús revela el tipo de
vinculación que Él ofrece y que espera de los suyos. No quiere una vinculación como
“siervos” (cf. Jn 8, 33-36), porque “el siervo no conoce lo que hace su señor” (Jn 15,
15). El siervo no tiene entrada a la casa de su amo, menos a su vida. Jesús quiere
que su discípulo se vincule a Él como “amigo” y como “hermano”. El “amigo” ingresa a
su Vida, haciéndola propia. El amigo escucha a Jesús, conoce al Padre y hace fluir su
Vida (Jesucristo) en la propia existencia (cf. Jn 15, 14), marcando la relación con todos
(cf. Jn 15, 12). El “hermano” de Jesús (cf. Jn 20, 17) participa de la vida del
Resucitado, Hijo del Padre celestial, por lo que Jesús y su discípulo comparten la
misma vida que viene del Padre, aunque Jesús por naturaleza (cf. Jn 5, 26; 10, 30) y el
discípulo por participación (cf. Jn 10, 10). La consecuencia inmediata de este tipo de
vinculación es la condición de hermanos que adquieren los miembros de su
comunidad.
133. Jesús los hace familiares suyos, porque comparte la misma vida que viene del
Padre y les pide, como a discípulos, una unión íntima con Él, obediencia a la Palabra
del Padre, para producir en abundancia frutos de amor. Así lo atestigua san Juan en el
prólogo a su Evangelio: “A todos aquellos que creen en su nombre, les dio capacidad
para ser hijos de Dios”, y son hijos de Dios que “no nacen por vía de generación
humana, ni porque el hombre lo desee, sino que nacen de Dios” (Jn 1, 12-13).
134. Como discípulos y misioneros, estamos llamados a intensificar nuestra respuesta
de fe y a anunciar que Cristo ha redimido todos los pecados y males de la
humanidad, en el aspecto más paradójico de su misterio, la hora de la cruz. El grito de
Jesús: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15, 34) no delata la
angustia de un desesperado, sino la oración del Hijo que ofrece su vida al Padre en el
amor para la salvación de todos61.
135. La respuesta a su llamada exige entrar en la dinámica del Buen Samaritano (cf.
Lc 10, 29-37), que nos da el imperativo de hacernos prójimos, especialmente con el
que sufre, y generar una sociedad sin excluidos, siguiendo la práctica de Jesús que
come con publicanos y pecadores (cf. Lc 5, 29-32), que acoge a los pequeños y a los
niños (cf. Mc 10, 13-16), que sana a los leprosos (cf. Mc 1, 40-45), que perdona y
libera a la mujer pecadora (cf. Lc 7, 36-49; Jn 8, 1-11), que habla con la Samaritana
(cf. Jn 4, 1-26). 61 NMI, 25-26.
4.2 CONFIGURADOS CON EL MAESTRO
136. La admiración por la persona de Jesús, su llamada y su mirada de amor buscan
suscitar una respuesta consciente y libre desde lo más íntimo del corazón del
discípulo, una adhesión de toda su persona al saber que Cristo lo llama por su nombre
(cf. Jn 10, 3). Es un “sí” que compromete radicalmente la libertad del discípulo a
entregarse a Jesucristo, Camino, Verdad y Vida (cf. Jn 14, 6). Es una respuesta de
amor a quien lo amó primero “hasta el extremo” (cf. Jn 13, 1). En este amor de Jesús
madura la respuesta del discípulo: “Te seguiré adondequiera que vayas” (Lc 9, 57).
137. El Espíritu Santo, que el Padre nos regala, nos identifica con Jesús- Camino,
abriéndonos a su misterio de salvación para que seamos hijos suyos y hermanos unos
de otros; nos identifica con Jesús- Verdad, enseñándonos a renunciar a nuestras
mentiras y propias ambiciones, y nos identifica con Jesús-Vida, permitiéndonos
abrazar su plan de amor y entregarnos para que otros “tengan vida en Él”.
138. Para configurarse verdaderamente con el Maestro, es necesario asumir la
centralidad del Mandamiento del amor, que Él quiso llamar suyo y nuevo: “Ámense los
unos a los otros, como yo los he amado” (Jn 15, 12). Este amor, con la medida de
Jesús, de total don de sí, además de ser el distintivo de cada cristiano, no puede dejar
de ser la característica de su Iglesia, comunidad discípula de Cristo, cuyo testimonio
de caridad fraterna será el primero y principal anuncio, “reconocerán todos que son
discípulos míos” (Jn 13, 35).
139. En el seguimiento de Jesucristo, aprendemos y practicamos las bienaventuranzas
del Reino, el estilo de vida del mismo Jesucristo: su amor y obediencia filial al Padre,
su compasión entrañable ante el dolor humano, su cercanía a los pobres y a los
pequeños, su fidelidad a la misión encomendada, su amor servicial hasta el don de su
vida. Hoy contemplamos a Jesucristo tal como nos lo transmiten los Evangelios para
conocer lo que Él hizo y para discernir lo que nosotros debemos hacer en las actuales
circunstancias.
140. Identificarse con Jesucristo es también compartir su destino: “Donde yo esté
estará también el que me sirve” (Jn 12, 26). El cristiano corre la misma suerte del
Señor, incluso hasta la cruz: “Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí
mismo, que cargue con su cruz y que me siga” (Mc 8, 34). Nos alienta el testimonio de
tantos misioneros y mártires de ayer y de hoy en nuestros pueblos que han llegado a
compartir la cruz de Cristo hasta la entrega de su vida.
141. Imagen espléndida de configuración al proyecto trinitario, que se cumple en
Cristo, es la Virgen María. Desde su Concepción Inmaculada hasta su Asunción, nos
recuerda que la belleza del ser humano está toda en el vínculo de amor con la
Trinidad, y que la plenitud de nuestra libertad está en la respuesta positiva que le
damos.
142. En América Latina y El Caribe, innumerables cristianos buscan configurarse con
el Señor al encontrarlo en la escucha orante de la Palabra, recibir su perdón en el
Sacramento de la Reconciliación, y su vida en la celebración de la Eucaristía y de los
demás sacramentos, en la entrega solidaria a los hermanos más necesitados y en la
vida de muchas comunidades que reconocen con gozo al Señor en medio de ellos.

4.3 ENVIADOS A ANUNCIAR EL EVANGELIO DEL REINO DE VIDA


143. Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios, con palabras y acciones, con su
muerte y resurrección, inaugura en medio de nosotros el Reino de vida del Padre, que
alcanzará su plenitud allí donde no habrá más “muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor,
porque todo lo antiguo ha desaparecido” (Ap 21, 4). Durante su vida y con su muerte
en cruz, Jesús permanece fiel a su Padre y a su voluntad (cf. Lc 22, 42). Durante su
ministerio, los discípulos no fueron capaces de comprender que el sentido de su vida
sellaba el sentido de su muerte. Mucho menos podían comprender que, según el
designio del Padre, la muerte del Hijo era fuente de vida fecunda para todos (cf. Jn 12,
23-24). El misterio pascual de Jesús es el acto de obediencia y amor al Padre y de
entrega por todos sus hermanos, mediante el cual el Mesías dona plenamente aquella
vida que ofrecía en caminos y aldeas de Palestina. Por su sacrificio voluntario, el
Cordero de Dios pone su vida ofrecida en las manos del Padre (cf. Lc 23, 46), quien lo
hace salvación “para nosotros” (1 Co 1, 30). Por el misterio pascual, el Padre sella la
nueva alianza y genera un nuevo pueblo, que tiene por fundamento su amor gratuito
de Padre que salva.
144. Al llamar a los suyos para que lo sigan, les da un encargo muy preciso: anunciar
el evangelio del Reino a todas las naciones (cf. Mt 28, 19; Lc 24, 46-48). Por esto, todo
discípulo es misionero, pues Jesús lo hace partícipe de su misión, al mismo tiempo
que lo vincula a Él como amigo y hermano. De esta manera, como Él es testigo del
misterio del Padre, así los discípulos son testigos de la muerte y resurrección del
Señor hasta que Él vuelva. Cumplir este encargo no es una tarea opcional, sino parte
integrante de la identidad cristiana, porque es la extensión testimonial de la
vocación misma.
145. Cuando crece la conciencia de pertenencia a Cristo, en razón de la gratitud y
alegría que produce, crece también el ímpetu de comunicar a todos el don de ese
encuentro. La misión no se limita a un programa o proyecto, sino que es compartir la
experiencia del acontecimiento del encuentro con Cristo, testimoniarlo y anunciarlo de
persona a persona, de comunidad a comunidad, y de la Iglesia a todos los confines del
mundo (cf. Hch 1, 8).
146. Benedicto XVI nos recuerda que: El discípulo, fundamentado así en la roca de la
Palabra de Dios, se siente impulsado a llevar la Buena Nueva de la salvación a sus
hermanos. Discipulado y misión son como las dos caras de una misma medalla:
cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo
que sólo Él nos salva (cf. Hch 4, 12). En efecto, el discípulo sabe que sin Cristo no hay
luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro62. Esta es la tarea esencial de la
evangelización, que incluye la opción preferencial por los pobres, la promoción
humana integral y la auténtica liberación cristiana.
147. Jesús salió al encuentro de personas en situaciones muy diversas: hombres y
mujeres, pobres y ricos, judíos y extranjeros, justos y pecadores…, invitándolos a
todos a su seguimiento. Hoy sigue invitando a encontrar en Él el amor del Padre. Por
esto mismo, el discípulo misionero ha de ser un hombre o una mujer que hace visible
el amor misericordioso del Padre, especialmente a los pobres y pecadores.
148. Al participar de esta misión, el discípulo camina hacia la santidad. Vivirla en la
misión lo lleva al corazón del mundo. Por eso, la santidad no es una fuga hacia el
intimismo o hacia el individualismo religioso, tampoco un abandono de la realidad
urgente de los grandes problemas económicos, sociales y políticos de América Latina
y del mundo y, mucho menos, una fuga de la realidad hacia un mundo exclusivamente
espiritual63.

4.4 ANIMADOS POR EL ESPÍRITU SANTO


149. Jesús, al comienzo de su vida pública, después de su bautismo, fue conducido
por el Espíritu Santo al desierto para prepararse a su misión (cf. Mc 1, 12-13) y, con la
oración y el ayuno, discernió la voluntad del Padre y venció las tentaciones de seguir
otros ca- 62 DI 3. 63 Cf. DI 3. minos. Ese mismo Espíritu acompañó a Jesús durante
toda su vida (cf. Hch 10, 38). Una vez resucitado, comunicó su Espíritu vivificador a
los suyos (cf. Hch 2, 33).
150. A partir de Pentecostés, la Iglesia experimenta de inmediato fecundas irrupciones
del Espíritu, vitalidad divina que se expresa en diversos dones y carismas (cf. 1 Co 12,
1-11) y variados oficios que edifican la Iglesia y sirven a la evangelización (cf. 1 Co 12,
28- 29). Por estos dones del Espíritu, la comunidad extiende el ministerio salvífico del
Señor hasta que Él de nuevo se manifieste al final de los tiempos (cf. 1 Co 1, 6-7). El
Espíritu en la Iglesia forja misioneros decididos y valientes como Pedro (cf. Hch 4, 13)
y Pablo (cf. Hch 13, 9), señala los lugares que deben ser evangelizados y elige a
quiénes deben hacerlo (cf. Hch 13, 2).
151. La Iglesia, en cuanto marcada y sellada “con Espíritu Santo y fuego” (Mt 3, 11),
continúa la obra del Mesías, abriendo para el creyente las puertas de la salvación (cf. 1
Co 6, 11). Pablo lo afirma de este modo: “Ustedes son una carta de Cristo redactada
por ministerio nuestro y escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo” (2 Co 3,
3). El mismo y único Espíritu guía y fortalece a la Iglesia en el anuncio de la Palabra,
en la celebración de la fe y en el servicio de la caridad, hasta que el Cuerpo de Cristo
alcance la estatura de su Cabeza (cf. Ef 4, 15-16). De este modo, por la
eficaz presencia de su Espíritu, Dios asegura hasta la parusía su propuesta de vida
para hombres y mujeres de todos los tiempos y lugares, impulsando la transformación
de la historia y sus dinamismos. Por tanto, el Señor sigue derramando hoy su Vida por
la labor de la Iglesia que, con “la fuerza del Espíritu Santo enviado desde el cielo” (1 P
1, 12), continúa la misión que Jesucristo recibió de su Padre (cf. Jn 20, 21).
152. Jesús nos transmitió las palabras de su Padre y es el Espíritu quien recuerda a la
Iglesia las palabras de Cristo (cf. Jn 14, 26). Ya, desde el principio, los discípulos
habían sido formados por Jesús en el Espíritu Santo (cf. Hch 1, 2); es, en la Iglesia, el
Maestro interior que conduce al conocimiento de la verdad total, formando discípulos y
misioneros. Esta es la razón por la cual los seguidores de Jesús deben dejarse guiar
constantemente por el Espíritu (cf. Ga 5, 25), y hacer propia la pasión por el Padre y el
Reino: anunciar la Buena Nueva a los pobres, curar a los enfermos, consolar a los
tristes, liberar a los cautivos y anunciar a todos el año de gracia del Señor (cf. Lc 4, 18-
19).
153. Esta realidad se hace presente en nuestra vida por obra del Espíritu Santo que,
también, a través de los sacramentos, nos ilumina y vivifica. En virtud del Bautismo y la
Confirmación, somos llamados a ser discípulos misioneros de Jesucristo y entramos a
la comunión trinitaria en la Iglesia, la cual tiene su cumbre en la Eucaristía, que es
principio y proyecto de misión del cristiano. “Así, pues, la Santísima Eucaristía lleva la
iniciación cristiana a su plenitud y es como el centro y fin de toda la vida
sacramental”64. 64 SC 17.

5 LA COMUNIÓN DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS EN LA IGLESIA


5.1 LLAMADOS A VIVIR EN COMUNIÓN
154. Jesús, al inicio de su ministerio, elige a los doce para vivir en comunión con Él (cf.
Mc 3, 14). Para favorecer la comunión y evaluar la misión, Jesús les pide: “Vengan
ustedes solos a un lugar deshabitado, para descansar un poco” (Mc 6, 31-32). En otras
oportunidades, se encontrará con ellos para explicarles el misterio del Reino (cf. Mc 4,
11.33-34). De la misma manera se comporta con el grupo de los setenta y dos
discípulos (cf. Lc 10, 17-20). Al parecer, el encuentro a solas indica que Jesús quiere
hablarles al corazón (cf. Os 2, 14). Hoy, también el encuentro de los discípulos
con Jesús en la intimidad es indispensable para alimentar la vida comunitaria y la
actividad misionera.
155. Los discípulos de Jesús están llamados a vivir en comunión con el Padre (1 Jn 1,
3) y con su Hijo muerto y resucitado, en “la comunión en el Espíritu Santo” (2 Co 13,
13). El misterio de la Trinidad es la fuente, el modelo y la meta del misterio de la
Iglesia: “Un pueblo reunido por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”,
llamada en Cristo “como un sacramento, o signo e instrumento de la íntima unión con
Dios y de la unidad de todo el género humano”65. La comunión de los fieles y de las
Iglesias Particulares en el Pueblo de Dios se sustenta en la comunión con la Trinidad.
156. La vocación al discipulado misionero es con-vocación a la comunión en su Iglesia.
No hay discipulado sin comunión. Ante la tentación, muy presente en la cultura actual,
de ser cristianos sin Iglesia y las nuevas búsquedas espirituales individualistas,
afirmamos que la fe en Jesucristo nos llegó a través de la comunidad eclesial y ella
“nos da una familia, la familia universal de Dios en la Iglesia Católica. La fe nos libera
del aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión”66. Esto significa que una
dimensión constitutiva del acontecimiento cristiano es la pertenencia a una comunidad
concreta, en la que podamos vivir una experiencia permanente de discipulado y de
comunión con los sucesores de los Apóstoles y con el Papa.
157. Al recibir la fe y el bautismo, los cristianos acogemos la acción del Espíritu Santo
que lleva a confesar a Jesús como Hijo de Dios y a llamar a Dios “Abba”. Todos los
bautizados y bautizadas de América Latina y El Caribe, “a través del sacerdocio común
del Pueblo de Dios”67, estamos llamados a vivir y transmitir la comunión con la
Trinidad, pues “la evangelización es un llamado a la participación de la comunión
trinitaria”68.
158. Al igual que las primeras comunidades de cristianos, hoy nos
reunimos asiduamente para “escuchar la enseñanza de los apóstoles, vivir unidos y
participar en la fracción del pan y en las oraciones” (Hch 2, 42). La comunión de la
Iglesia se nutre con el Pan de la Palabra de Dios y con el Pan del Cuerpo de Cristo. La
Eucaristía, 65 LG 1. 66 DI 3. 67 Ibíd., 5. 68 DP 218. participación de todos en el
mismo Pan de Vida y en el mismo Cáliz de Salvación, nos hace miembros del mismo
Cuerpo (cf. 1 Co 10, 17). Ella es fuente y culmen de la vida cristiana69, su
expresión más perfecta y el alimento de la vida en comunión. En la Eucaristía, se
nutren las nuevas relaciones evangélicas que surgen de ser hijos e hijas del Padre y
hermanos y hermanas en Cristo. La Iglesia que la celebra es “casa y escuela de
comunión”70, donde los discípulos comparten la misma fe, esperanza y amor al
servicio de la misión evangelizadora.
159. La Iglesia, como “comunidad de amor”71, está llamada a reflejar la gloria del
amor de Dios que, es comunión, y así atraer a las personas y a los pueblos hacia
Cristo. En el ejercicio de la unidad querida por Jesús, los hombres y mujeres de
nuestro tiempo se sienten convocados y recorren la hermosa aventura de la fe. “Que
también ellos vivan unidos a nosotros para que el mundo crea” (Jn 17, 21). La Iglesia
crece no por proselitismo sino “por ‘atracción’: como Cristo ‘atrae todo a sí’ con la
fuerza de su amor”72. La Iglesia “atrae” cuando vive en comunión, pues los discípulos
de Jesús serán reconocidos si se aman los unos a los otros como Él nos amó (cf. Rm
12, 4-13; Jn 13, 34).
160. La Iglesia peregrina vive anticipadamente la belleza del amor, que se realizará al
final de los tiempos en la perfecta comunión con Dios y los hombres73. Su riqueza
consiste en vivir ya en este tiempo la “comunión de los santos”, es decir, la comunión
en los bienes divinos entre todos los miembros de la Iglesia, en particular entre los
que peregrinan y los que ya gozan de la gloria74. Constatamos que, en nuestra
Iglesia, existen numerosos católicos que 69 Cf. LG 11. 70 NMI 43. 71 DCE 19. 72
BENEDICTO XVI, Homilía en la Eucaristía de inauguración de la V Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano, 13 de mayo de 2007, Aparecida, Brasil. 73
Cf. Ibíd. 74 Cf. LG 49. expresan su fe y su pertenencia de forma esporádica,
especialmente a través de la piedad a Jesucristo, la Virgen y su devoción a los santos.
Los invitamos a profundizar su fe y a participar más plenamente en la vida de la
Iglesia, recordándoles que “en virtud del bautismo, están llamados a ser discípulos y
misioneros de Jesucristo”75.
161. La Iglesia es comunión en el amor. Esta es su esencia y el signo por la cual está
llamada a ser reconocida como seguidora de Cristo y servidora de la humanidad. El
nuevo mandamiento es lo que une a los discípulos entre sí, reconociéndose como
hermanos y hermanas, obedientes al mismo Maestro, miembros unidos a la misma
Cabeza y, por ello, llamados a cuidarse los unos a los otros (1 Co 13; Col 3, 12-14).
162. La diversidad de carismas, ministerios y servicios, abre el horizonte para el
ejercicio cotidiano de la comunión, a través de la cual los dones del Espíritu son
puestos a disposición de los demás para que circule la caridad (cf. 1 Co 12, 4-12).
Cada bautizado, en efecto, es portador de dones que debe desarrollar en unidad
y complementariedad con los de los otros, a fin de formar el único Cuerpo de Cristo,
entregado para la vida del mundo. El reconocimiento práctico de la unidad orgánica y
la diversidad de funciones asegurará mayor vitalidad misionera y será signo e
instrumento de reconciliación y paz para nuestros pueblos. Cada comunidad está
llamada a descubrir e integrar los talentos escondidos y silenciosos que el Espíritu
regala a los fieles.
163. En el pueblo de Dios, “la comunión y la misión están profundamente unidas entre
sí… La comunión es misionera y la misión es para la comunión”76. En las iglesias
particulares, todos los miembros del pueblo de Dios, según sus vocaciones
específicas, estamos convocados a la santidad en la comunión y la misión. 75 DI 3.
76 ChL 32.

5.2 LUGARES ECLESIALES PARA LA COMUNIÓN


5.2.1 La diócesis, lugar privilegiado de la comunión
164. La vida en comunidad es esencial a la vocación cristiana. El discipulado y la
misión siempre suponen la pertenencia a una comunidad. Dios no quiso salvarnos
aisladamente, sino formando un Pueblo77. Este es un aspecto que distingue la
vivencia de la vocación cristiana de un simple sentimiento religioso individual. Por eso,
la experiencia de fe siempre se vive en una Iglesia Particular.
165. Reunida y alimentada por la Palabra y la Eucaristía, la Iglesia católica existe y se
manifiesta en cada Iglesia particular, en comunión con el Obispo de Roma78. Esta es,
como lo afirma el Concilio, “una porción del pueblo de Dios confiada a un obispo para
que la apaciente con su presbiterio”79.
166. La Iglesia particular es totalmente Iglesia, pero no es toda la Iglesia. Es la
realización concreta del misterio de la Iglesia Universal, en un determinado lugar y
tiempo. Para eso, ella debe estar en comunión con las otras Iglesias particulares y bajo
el pastoreo supremo del Papa, Obispo de Roma, que preside todas las Iglesias.
167. La maduración en el seguimiento de Jesús y la pasión por anunciarlo requieren
que la Iglesia particular se renueve constantemente en su vida y ardor misionero. Sólo
así puede ser, para todos los bautizados, casa y escuela de comunión, de
participación y solidaridad. En su realidad social concreta, el discípulo hace la
experiencia del encuentro con Jesucristo vivo, madura su vocación cristiana, descubre
la riqueza y la gracia de ser misionero y anuncia la Palabra con alegría. 77 LG 9. 78
ChL 85. 79 ChD 11.
168. La Diócesis, en todas sus comunidades y estructuras, está llamada a ser una
“comunidad misionera”80. Cada Diócesis necesita robustecer su conciencia misionera,
saliendo al encuentro de quienes aún no creen en Cristo en el ámbito de su propio
territorio y responder adecuadamente a los grandes problemas de la sociedad en la
cual está inserta. Pero también, con espíritu materno, está llamada a salir en búsqueda
de todos los bautizados que no participan en la vida de las comunidades cristianas.
169. La Diócesis, presidida por el Obispo, es el primer ámbito de la comunión y la
misión. Ella debe impulsar y conducir una acción pastoral orgánica renovada y
vigorosa, de manera que la variedad de carismas, ministerios, servicios y
organizaciones se orienten en un mismo proyecto misionero para comunicar vida en el
propio territorio. Este proyecto, que surge de un camino de variada participación, hace
posible la pastoral orgánica, capaz de dar respuesta a los nuevos desafíos. Porque un
proyecto sólo es eficiente si cada comunidad cristiana, cada parroquia, cada
comunidad educativa, cada comunidad de vida consagrada, cada asociación o
movimiento y cada pequeña comunidad se insertan activamente en la pastoral
orgánica de cada diócesis. Cada uno está llamado a evangelizar de un modo armónico
e integrado en el proyecto pastoral de la Diócesis.
5.2.2 La Parroquia, comunidad de comunidades
170. Entre las comunidades eclesiales, en las que viven y se forman los discípulos
misioneros de Jesucristo, sobresalen las Parroquias. Ellas son células vivas de la
Iglesia81 y el lugar privilegiado en el que la mayoría de los fieles tienen una
experiencia concreta de Cristo y la comunión eclesial82. Están llamadas a ser casas y
escuelas de comunión. Uno de los anhelos más grandes que se ha expresado en las
Iglesias de América Latina y El Caribe, con 80 Cf. ChL 32. 81 AA 10; SD 55. 82 EAm,
41. motivo de la preparación de la V Conferencia General, es el de una valiente acción
renovadora de las Parroquias a fin de que sean de verdad espacios de la iniciación
cristiana, de la educación y celebración de la fe, abiertas a la diversidad de
carismas, servicios y ministerios, organizadas de modo comunitario y responsable,
integradoras de movimientos de apostolado ya existentes, atentas a la diversidad
cultural de sus habitantes, abiertas a los proyectos pastorales y supraparroquiales y a
las realidades circundantes83.
171. Todos los miembros de la comunidad parroquial son responsables de la
evangelización de los hombres y mujeres en cada ambiente. El Espíritu Santo, que
actúa en Jesucristo, es también enviado a todos en cuanto miembros de la comunidad,
porque su acción no se limita al ámbito individual, sino que abre siempre a las
comunidades a la tarea misionera, así como ocurrió en Pentecostés (cf. Hch 2, 1-13).
172. La renovación de las parroquias, al inicio del tercer milenio, exige reformular sus
estructuras, para que sea una red de comunidades y grupos, capaces de articularse
logrando que sus miembros se sientan y sean realmente discípulos y misioneros de
Jesucristo en comunión. Desde la parroquia, hay que anunciar lo que Jesucristo “hizo
y enseñó” (Hch 1, 1) mientras estuvo con nosotros. Su Persona y su obra son la buena
noticia de salvación anunciada por los ministros y testigos de la Palabra que el Espíritu
suscita e inspira. La Palabra acogida es salvífica y reveladora del misterio de Dios y
de su voluntad. Toda parroquia está llamada a ser el espacio donde se recibe y acoge
la Palabra, se celebra y se expresa en la adoración del Cuerpo de Cristo, y, así, es la
fuente dinámica del discipulado misionero. Su propia renovación exige que se deje
iluminar siempre de nuevo por la Palabra viva y eficaz. 83 Ibíd.
173. La V Conferencia General es una oportunidad para que todas nuestras parroquias
se vuelvan misioneras. Es limitado el número de católicos que llegan a nuestra
celebración dominical; es inmenso el número de los alejados, así como el de los que
no conocen a Cristo. La renovación misionera de las parroquias se impone tanto en la
evangelización de las grandes ciudades como del mundo rural de nuestro continente,
que nos está exigiendo imaginación y creatividad para llegar a las multitudes que
anhelan el Evangelio de Jesucristo. Particularmente, en el mundo urbano, se plantea la
creación de nuevas estructuras pastorales, puesto que muchas de ellas nacieron en
otras épocas para responder a las necesidades del ámbito rural.
174. Los mejores esfuerzos de las parroquias, en este inicio del tercer milenio, deben
estar en la convocatoria y en la formación de laicos misioneros. Solamente a través de
la multiplicación de ellos podremos llegar a responder a las exigencias misioneras del
momento actual. También es importante recordar que el campo específico de la
actividad evangelizadora laical es el complejo mundo del trabajo, la cultura, las
ciencias y las artes, la política, los medios de comunicación y la economía, así como
los ámbitos de la familia, la educación, la vida profesional, sobre todo en los contextos
donde la Iglesia se hace presente solamente por ellos84.
175. Siguiendo el ejemplo de la primera comunidad cristiana (cf. Hch 2, 46-47), la
comunidad parroquial se reúne para partir el pan de la Palabra y de la Eucaristía y
perseverar en la catequesis, en la vida sacramental y la práctica de la caridad85. En la
celebración eucarística, ella renueva su vida en Cristo. La Eucaristía, en la cual se
fortalece la comunidad de los discípulos, es para la Parroquia una escuela de vida
cristiana. En ella, juntamente con la adoración eucarística y con la práctica del
sacramento de la reconciliación para acercarse dignamente a comulgar, se preparan
sus 84 LG 31.33; GS 43; AA 2. 85 BENEDICTO XVI, Audiencia General, Viaje
Apostólico a Brasil, 23 de mayo de 2007. miembros en orden a dar frutos permanentes
de caridad, reconciliación y justicia para la vida del mundo. a) La Eucaristía, fuente y
culmen de la vida cristiana, hace que nuestras parroquias sean siempre comunidades
eucarísticas que viven sacramentalmente el encuentro con Cristo Salvador. Ellas
también celebran con alegría: b) En el Bautismo: la incorporación de un nuevo
miembro a Cristo y a su cuerpo que es la Iglesia. c) En la Confirmación: la perfección
del carácter bautismal y el fortalecimiento de la pertenencia eclesial y de la madurez
apostólica. d) En la Penitencia o Reconciliación: la conversión que todos necesitamos
para combatir el pecado, que nos hace incoherentes con los compromisos
bautismales. e) En la Unción de los Enfermos: el sentido evangélico de los miembros
de la comunidad, seriamente enfermos o en peligro de muerte. f) En el sacramento del
Orden: el don del ministerio apostólico que sigue ejerciéndose en la Iglesia para el
servicio pastoral de todos los fieles. g) En el Matrimonio: el amor esponsal que como
gracia de Dios germina y crece hasta la madurez haciendo efectiva en la vida
cotidiana la donación total que mutuamente se hicieron al casarse.
176. La Eucaristía, signo de la unidad con todos, que prolonga y hace presente el
misterio del Hijo de Dios hecho hombre (cf. Fil 2,6-8), nos plantea la exigencia de una
evangelización integral. La inmensa mayoría de los católicos de nuestro continente
viven bajo el flagelo de la pobreza. Esta tiene diversas expresiones: económica, física,
espiritual, moral, etc. Si Jesús vino para que todos tengamos vida en plenitud, la
parroquia tiene la hermosa ocasión de responder a las grandes necesidades de
nuestros pueblos. Para ello, tiene que seguir el camino de Jesús y llegar a ser buena
samaritana como Él. Cada parroquia debe llegar a concretar en signos solidarios su
compromiso social en los diversos medios en que ella se mueve, con toda “la
imaginación de la caridad”86. No puede ser ajena a los grandes sufrimientos que vive
la mayoría de nuestra gente y que, con mucha frecuencia, son pobrezas
escondidas. Toda auténtica misión unifica la preocupación por la dimensión
trascendente del ser humano y por todas sus necesidades concretas, para que todos
alcancen la plenitud que Jesucristo ofrece.
177. Benedicto XVI nos recuerda que “el amor a la Eucaristía lleva también a apreciar
cada vez más el Sacramento de la Reconciliación”87. Vivimos en una cultura marcada
por un fuerte relativismo y una pérdida del sentido del pecado que nos lleva a olvidar la
necesidad del sacramento de la Reconciliación para acercarnos dignamente a recibir
la Eucaristía. Como pastores, estamos llamados a fomentar la confesión frecuente.
Invitamos a nuestros presbíteros a dedicar tiempo suficiente para ofrecer el
sacramento de la reconciliación con celo pastoral y entrañas de misericordia, a
preparar dignamente los lugares de la celebración, de manera que sean expresión del
significado de este sacramento. Igualmente, pedimos a nuestros fieles valorar este
regalo maravilloso de Dios y acercarse a él para renovar la gracia bautismal y vivir, con
mayor autenticidad, la llamada de Jesús a ser sus discípulos y misioneros. Nosotros,
obispos y presbíteros, ministros de la reconciliación, estamos llamados a vivir, de
manera particular, la intimidad con el Maestro. Somos conscientes de nuestra
debilidad y de la necesidad de ser purificados por la gracia del sacramento, que se
nos ofrece para identificarnos cada vez más con Cristo, Buen Pastor y misionero del
Padre. A la vez, con plena disponibilidad, tenemos la alegría de ser ministros de la
reconciliación, también 86 NMI 50. 87 SC 20. nosotros hemos de acercarnos
frecuentemente, en un camino penitencial, al Sacramento de la Reconciliación.
5.2.3 Comunidades Eclesiales de Base y Pequeñas comunidades
178. En la experiencia eclesial de algunas iglesias de América Latina y de El Caribe,
las Comunidades Eclesiales de Base han sido escuelas que han ayudado a formar
cristianos comprometidos con su fe, discípulos y misioneros del Señor, como
testimonia la entrega generosa, hasta derramar su sangre, de tantos miembros suyos.
Ellas recogen la experiencia de las primeras comunidades, como están descritas en
los Hechos de los Apóstoles (cf. Hch 2, 42-47). Medellín reconoció en ellas una célula
inicial de estructuración eclesial y foco de fe y evangelización88. Puebla constató que
las pequeñas comunidades, sobre todo las comunidades eclesiales de base,
permitieron al pueblo acceder a un conocimiento mayor de la Palabra de Dios, al
compromiso social en nombre del Evangelio, al surgimiento de nuevos servicios
laicales y a la educación de la fe de los adultos89, sin embargo, también constató
“que no han faltado miembros de comunidad o comunidades enteras que, atraídas por
instituciones puramente laicas o radicalizadas ideológicamente, fueron perdiendo el
sentido eclesial”90.
179. Las comunidades eclesiales de base, en el seguimiento misionero de Jesús,
tienen la Palabra de Dios como fuente de su espiritualidad y la orientación de sus
Pastores como guía que asegura la comunión eclesial. Despliegan su compromiso
evangelizador y misionero entre los más sencillos y alejados, y son expresión
visible de la opción preferencial por los pobres. Son fuente y semilla de variados
servicios y ministerios a favor de la vida en la sociedad y en la Iglesia. Manteniéndose
en comunión con su obispo e in- 88 Cf. Medellín, 15. 89 Cf. Puebla, 629. 90 Ibíd., 630. sertándose
al proyecto de pastoral diocesana, las CEBs se convierten en un signo de vitalidad en
la Iglesia particular. Actuando así, juntamente con los grupos parroquiales,
asociaciones y movimientos eclesiales, pueden contribuir a revitalizar las parroquias
haciendo de las mismas una comunidad de comunidades. En su esfuerzo de
corresponder a los desafíos de los tiempos actuales, las comunidades eclesiales de
base cuidarán de no alterar el tesoro precioso de la Tradición y del Magisterio de la
Iglesia.
180. Como respuesta a las exigencias de la evangelización, junto con las comunidades
eclesiales de base, hay otras válidas formas de pequeñas comunidades, e incluso
redes de comunidades, de movimientos, grupos de vida, de oración y de reflexión de la
Palabra de Dios. Todas las comunidades y grupos eclesiales darán fruto en la medida
en que la Eucaristía sea el centro de su vida y la Palabra de Dios sea faro de su
camino y su actuación en la única Iglesia de Cristo.
5.2.4 Las Conferencias Episcopales y la comunión entre las Iglesias
181. Los obispos, además del servicio a la comunión que prestan en sus Iglesias
particulares, ejercen este oficio junto con las otras iglesias diocesanas. De este modo,
realizan y manifiestan el vínculo de comunión que las une entre sí. Esta experiencia de
comunión episcopal, sobre todo después del Concilio Vaticano II, debe entenderse
como un encuentro con Cristo vivo, presente en los hermanos que están reunidos en
su nombre91. Para crecer en esa fraternidad y en la corresponsabilidad pastoral, los
obispos deben cultivar la espiritualidad de la comunión en orden a acrecentar
los vínculos de colegialidad que los unen a los demás obispos de su propia
Conferencia, pero también a todo el Colegio Episcopal y a la Iglesia de Roma,
presidida por el sucesor de Pedro: cum Petro et sub Petro92. En la Conferencia
Episcopal, los obispos encuen- 91 Cf. EAm 37. tran su espacio de discernimiento
solidario de los grandes problemas de la sociedad y de la Iglesia, y el estímulo para
brindar las orientaciones pastorales que animen a los miembros del Pueblo de Dios a
asumir con fidelidad y decisión su vocación de ser discípulos misioneros.
182. El Pueblo de Dios se construye como una comunión de Iglesias particulares y, a
través de ellas, como un intercambio entre las culturas. En este marco, los obispos y
las Iglesias locales expresan su solicitud por todas las Iglesias, especialmente por las
más cercanas, reunidas en las provincias eclesiásticas, las conferencias regionales, y
otras formas de asociación interdiocesana en el interior de cada Nación o entre países
de una misma Región o Continente. Estas variadas formas de comunión estimulan con
vigor las “relaciones de hermandad entre las diócesis y las parroquias”93 y fomentan
“una mayor cooperación entre las iglesias hermanas”94.
183. El CELAM es un organismo eclesial de fraterna ayuda episcopal, cuya
preocupación fundamental es colaborar para la evangelización del Continente. A lo
largo de sus 50 años, ha brindado servicios muy importantes a las Conferencias
Episcopales y a nuestras Iglesias Particulares, entre los que destacamos las
Conferencias Generales, los Encuentros Regionales, los Seminarios de estudio, en
sus diversos organismos e instituciones. El resultado de todo este esfuerzo es una
sentida fraternidad entre los Obispos del Continente y una reflexión teológica y un
lenguaje pastoral común que favorece la comunión y el intercambio entre las Iglesias.

5.3 DISCÍPULOS MISIONEROS CON VOCACIONES ESPECÍFICAS


184. La condición del discípulo brota de Jesucristo como de su fuente, por la fe y el
bautismo, y crece en la Iglesia, comunidad donde 92 Cf. JUAN PABLO II, Apostolos
suos. 93 Ibíd., 33. 94 Ibíd., 74. todos sus miembros adquieren igual dignidad y
participan de diversos ministerios y carismas. De este modo, se realiza en la Iglesia la
forma propia y específica de vivir la santidad bautismal al servicio del Reino de Dios.
185. En el fiel cumplimiento de su vocación bautismal, el discípulo ha de tener en
cuenta los desafíos que el mundo de hoy le presenta a la Iglesia de Jesús, entre otros:
el éxodo de fieles a las sectas y otros grupos religiosos; las corrientes culturales
contrarias a Cristo y la Iglesia; el desaliento de sacerdotes frente al vasto
trabajo pastoral; la escasez de sacerdotes en muchos lugares; el cambio de
paradigmas culturales; el fenómeno de la globalización y la secularización; los graves
problemas de violencia, pobreza e injusticia; la creciente cultura de la muerte que
afecta la vida en todas sus formas.
5.3.1 Los obispos, discípulos misioneros de Jesús Sumo Sacerdote
186. Los obispos, como sucesores de los apóstoles, junto con el Sumo Pontífice y bajo
su autoridad95, con fe y esperanza, hemos aceptado la vocación de servir al Pueblo
de Dios, conforme al corazón de Cristo Buen Pastor. Junto con todos los fieles y en
virtud del bautismo, somos, ante todo, discípulos y miembros del Pueblo de Dios.
Como todos los bautizados, y junto con ellos, queremos seguir a Jesús, Maestro de
vida y de verdad, en la comunión de la Iglesia. Como Pastores, servidores del
Evangelio, somos conscientes de ser llamados a vivir el amor a Jesucristo y a la
Iglesia en la intimidad de la oración, y de la donación de nosotros mismos a los
hermanos y hermanas, a quienes presidimos en la caridad. Es como dice san Agustín:
con ustedes soy cristiano, para ustedes soy obispo.
187. El Señor nos llama a promover por todos los medios la caridad y la santidad de
los fieles. Nos empeñamos para que el pueblo de 95 Cf. ChD 2. Dios crezca en la
gracia mediante los sacramentos presididos por nosotros mismos y por los demás
ministros ordenados. Estamos llamados a ser maestros de la fe y, por tanto, a anunciar
la Buena Nueva, que es fuente de esperanza para todos, a velar y promover con
solicitud y coraje la fe católica. En virtud de la íntima fraternidad, que proviene del
sacramento del Orden, tenemos el deber de cultivar de manera especial los vínculos
que nos unen a nuestros presbíteros y diáconos. Servimos a Cristo y a la Iglesia
mediante el discernimiento de la voluntad del Padre, para reflejar al Señor en su modo
de pensar, de sentir, de hablar y de comportarse en medio de los hombres. En
síntesis, los obispos hemos de ser testigos cercanos y gozosos de Jesucristo, Buen
Pastor (cf. Jn 10, 1-18).
188. Los Obispos, como pastores y guías espirituales de las comunidades a nosotros
encomendadas, estamos llamados a “hacer de la Iglesia una casa y escuela de
comunión”96. Como animadores de la comunión, tenemos la misión de acoger,
discernir y animar carismas, ministerios y servicios en la Iglesia. Como padres y
centro de unidad, nos esforzamos por presentar al mundo un rostro de la Iglesia en la
cual todos se sientan acogidos como en su propia casa. Para todo el Pueblo de Dios,
en especial para los presbíteros, buscamos ser padres, amigos y hermanos,
siempre abiertos al diálogo.
189. Para crecer en estas actitudes, los obispos hemos de procurar la unión constante
con el Señor, cultivar la espiritualidad de la comunión con todos los que creen en
Cristo y promover los vínculos de colegialidad que nos unen al Colegio Episcopal,
particularmente con su cabeza, el Obispo de Roma. No podemos olvidar que el obispo
es principio y constructor de la unidad de su Iglesia particular y santificador de su
pueblo, testigo de esperanza y padre de los fieles, especialmente de los pobres, y que
su principal tarea es ser maestros de la fe, anunciador de la Palabra de Dios y la
administración de los sacramentos, como servidores de la grey. 96 NMI 43.
190. Todo el pueblo de Dios debe agradecer a los Obispos eméritos, que como
pastores han entregado su vida al servicio del Reino, siendo discípulos y misioneros. A
ellos los acogemos con cariño y aprovechamos su vasta experiencia apostólica, que
todavía puede producir muchos frutos. Ellos mantienen profundos vínculos con las
diócesis que les fueron confiadas, a las que están unidos por su caridad y su oración.
5.3.2 Los presbíteros, discípulos misioneros de Jesús Buen Pastor
5.3.2.1 Identidad y misión de los presbíteros
191. Valoramos y agradecemos con gozo que la inmensa mayoría de los presbíteros
vivan su ministerio con fidelidad y sean modelo para los demás, que saquen tiempo
para su formación permanente, que cultiven una vida espiritual que estimula a los
demás presbíteros, centrada en la escucha de la Palabra de Dios y en la celebración
diaria de la Eucaristía: “¡Mi Misa es mi vida y mi vida es una Misa prolongada!”97.
Agradecemos también a aquellos que han sido enviados a otras Iglesias motivados por
un auténtico sentido misionero.
192. Una mirada a nuestro momento actual nos muestra situaciones que afectan y
desafían la vida y el ministerio de nuestros presbíteros. Entre otras, la identidad
teológica del ministerio presbiteral, su inserción en la cultura actual y situaciones que
inciden en su existencia.
193. El primer desafío dice relación con la identidad teológica del ministerio presbiteral.
El Concilio Vaticano II establece el sacerdocio ministerial al servicio del sacerdocio
común de los fieles, y cada uno, aunque de manera cualitativamente distinta, participa
del único sacerdocio de Cristo98. Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, 97 HURTADO,
Alberto, Un fuego que enciende otros fuegos, pp. 69-70. 98 Cf. LG 10. nos ha
redimido y nos ha participado su vida divina. En Él, somos todos hijos del mismo Padre
y hermanos entre nosotros. El sacerdote no puede caer en la tentación de
considerarse solamente un mero delegado o sólo un representante de la comunidad,
sino un don para ella por la unción del Espíritu y por su especial unión con Cristo
cabeza. “Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y puesto para
intervenir a favor de los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios” (Hb
5,1).
194. El segundo desafío se refiere al ministerio del presbítero inserto en la cultura
actual. El presbítero está llamado a conocerla para sembrar en ella la semilla del
Evangelio, es decir, para que el mensaje de Jesús llegue a ser una interpelación
válida, comprensible, esperanzadora y relevante para la vida del hombre y de la mujer
de hoy, especialmente para los jóvenes. Este desafío incluye la necesidad de
potenciar adecuadamente la formación inicial y permanente de los presbíteros, en sus
cuatro dimensiones humana, espiritual, intelectual y pastoral99.
195. El tercer desafío se refiere a los aspectos vitales y afectivos, al celibato y a una
vida espiritual intensa fundada en la caridad pastoral, que se nutre en la experiencia
personal con Dios y en la comunión con los hermanos; asimismo al cultivo de
relaciones fraternas con el Obispo, con los demás presbíteros de la diócesis y con
laicos. Para que el ministerio del presbítero sea coherente y testimonial, éste debe
amar y realizar su tarea pastoral en comunión con el obispo y con los demás
presbíteros de la diócesis. El ministerio sacerdotal que brota del Orden Sagrado tiene
una “radical forma comunitaria” y sólo puede ser desarrollado como una
“tarea colectiva”100. El sacerdote debe ser hombre de oración, maduro en su elección
de vida por Dios, hacer uso de los medios de perseverancia, como el Sacramento de
la confesión, la devoción a la Santísima Virgen, la mortificación y la entrega
apasionada a su misión pastoral. 99 Cf. PDV 72. 100 Ibíd. 17.
196. En particular, el presbítero es invitado a valorar, como un don de Dios, el celibato
que le posibilita una especial configuración con el estilo de vida del propio Cristo y lo
hace signo de su caridad pastoral en la entrega a Dios y a los hombres con corazón
pleno e indiviso. “En efecto, esta opción del sacerdote es una expresión peculiar de la
entrega que lo configura con Cristo y de la entrega de sí mismo por el Reino de
Dios”101. El celibato pide asumir con madurez la propia afectividad y sexualidad,
viviéndolas con serenidad y alegría en un camino comunitario102.
197. Otros desafíos son de carácter estructural, como por ejemplo la existencia de
parroquias demasiado grandes, que dificultan el ejercicio de una pastoral adecuada:
parroquias muy pobres, que hacen que los pastores se dediquen a otras tareas para
poder subsistir; parroquias situadas en sectores de extrema violencia e inseguridad, y
la falta y mala distribución de presbíteros en las Iglesias del Continente.
198. El presbítero, a imagen del Buen Pastor, está llamado a ser hombre de la
misericordia y la compasión, cercano a su pueblo y servidor de todos, particularmente
de los que sufren grandes necesidades. La caridad pastoral, fuente de la espiritualidad
sacerdotal, anima y unifica su vida y ministerio. Consciente de sus limitaciones, valora
la pastoral orgánica y se inserta con gusto en su presbiterio.
199. El Pueblo de Dios siente la necesidad de presbíteros-discípulos: que tengan una
profunda experiencia de Dios, configurados con el corazón del Buen Pastor, dóciles a
las mociones del Espíritu, que se nutran de la Palabra de Dios, de la Eucaristía y de la
oración; de presbíteros-misioneros; movidos por la caridad pastoral: que los lleve a
cuidar del rebaño a ellos confiados y a buscar a los más alejados predicando la
Palabra de Dios, siempre en profunda 101 SCa 24. 102 Cf. PDV 44. comunión con su
Obispo, los presbíteros, diáconos, religiosos, religiosas y laicos; de presbíteros-
servidores de la vida: que estén atentos a las necesidades de los más pobres,
comprometidos en la defensa de los derechos de los más débiles y promotores de
la cultura de la solidaridad. También de presbíteros llenos de misericordia, disponibles
para administrar el sacramento de la reconciliación. 200. Todo esto requiere que las
diócesis y las Conferencias Episcopales desarrollen una pastoral presbiteral que
privilegie la espiritualidad específica y la formación permanente e integral de los
sacerdotes. La Exhortación Apostólica Pastores Dabo Vobis enfatiza que: La
formación permanente, precisamente porque es “permanente”, debe acompañar a los
sacerdotes siempre, esto es, en cualquier período y situación de su vida, así como en
los diversos cargos de responsabilidad eclesial que se les confíen; todo ello, teniendo
en cuenta, naturalmente, las posibilidades y características propias de la edad,
condiciones de vida y tareas encomendadas103. Teniendo en cuenta el número de
presbíteros que abandonaron el ministerio, cada Iglesia particular procure establecer
con ellos relaciones de fraternidad y de mutua colaboración conforme a las normas
prescritas por la Iglesia.
5.3.2.2 Los párrocos, animadores de una comunidad de discípulos misioneros
201. La renovación de la parroquia exige actitudes nuevas en los párrocos y en los
sacerdotes que están al servicio de ella. La primera exigencia es que el párroco sea un
auténtico discípulo de Jesucristo, porque sólo un sacerdote enamorado del Señor
puede renovar una parroquia. Pero, al mismo tiempo, debe ser un ardo- 103 PDV
76. roso misionero que vive el constante anhelo de buscar a los alejados y no se
contenta con la simple administración.
202. Pero, sin duda, no basta la entrega generosa del sacerdote y de las comunidades
de religiosos. Se requiere que todos los laicos se sientan corresponsables en la
formación de los discípulos y en la misión. Esto supone que los párrocos sean
promotores y animadores de la diversidad misionera y que dediquen tiempo
generosamente al sacramento de la reconciliación. Una parroquia renovada multiplica
las personas que prestan servicios y acrecienta los ministerios. Igualmente, en este
campo, se requiere imaginación para encontrar respuesta a los muchos y siempre
cambiantes desafíos que plantea la realidad, exigiendo nuevos servicios y ministerios.
La integración de todos ellos en la unidad de un único proyecto evangelizador es
esencial para asegurar una comunión misionera.
203. Una parroquia, comunidad de discípulos misioneros, requiere organismos que
superen cualquier clase de burocracia. Los Consejos Pastorales Parroquiales tendrán
que estar formados por discípulos misioneros constantemente preocupados por llegar
a todos. El Consejo de Asuntos Económicos, junto a toda la comunidad parroquial,
trabajará para obtener los recursos necesarios, de manera que la misión avance y se
haga realidad en todos los ambientes. Estos y todos los organismos han de estar
animados por una espiritualidad de comunión misionera: Sin este camino espiritual de
poco servirían los instrumentos externos de la comunión. Se convertirían en medios
sin alma, máscaras de comunión más que sus modos de expresión y crecimiento104.
204. Dentro del territorio parroquial, la familia cristiana es la primera y más básica
comunidad eclesial. En ella se viven y se transmiten 104 NMI 43. los valores
fundamentales de la vida cristiana. Se le llama “Iglesia Doméstica”105. Allí, los padres
son los primeros transmisores de la fe a sus hijos, enseñándoles, a través del ejemplo
y la palabra, a ser verdaderos discípulos misioneros. Al mismo tiempo, cuando esta
experiencia de discipulado misionero es auténtica, “una familia se hace evangelizadora
de muchas otras familias y del ambiente en que ella vive”106. Esto opera en la vida
diaria “dentro y a través de los hechos, las dificultades, los acontecimientos de la
existencia de cada día”107. El Espíritu, que todo lo hace nuevo, actúa aun dentro de
situaciones irregulares en las que se realiza un proceso de transmisión de la fe, pero
hemos de reconocer que, en las actuales circunstancias, a veces, este proceso se
encuentra con bastantes dificultades. La Parroquia no se propone llegar sólo a sujetos
aislados, sino a la vida de todas las familias, para fortalecer su dimensión misionera.
5.3.3 Los diáconos permanentes, discípulos misioneros de Jesús Servidor
205. Algunos discípulos y misioneros del Señor son llamados a servir a la Iglesia como
diáconos permanentes, fortalecidos, en su mayoría, por la doble sacramentalidad del
matrimonio y del Orden. Ellos son ordenados para el servicio de la Palabra, de la
caridad y de la liturgia, especialmente para los sacramentos del Bautismo y
del Matrimonio; también para acompañar la formación de nuevas comunidades
eclesiales, especialmente en las fronteras geográficas y culturales, donde
ordinariamente no llega la acción evangelizadora de la Iglesia.
206. Cada diácono permanente debe cultivar esmeradamente su inserción en el
cuerpo diaconal, en fiel comunión con su obispo y en estrecha unidad con los
presbíteros y demás miembros del pueblo de Dios. Cuando están al servicio de una
parroquia, es 105 LG 11. 106 FC 52; CCE 1655-1658, 2204-2206, 2685. 107 FC 51. necesario que los
diáconos y presbíteros busquen el diálogo y trabajen en comunión.
207. Ellos deben recibir una adecuada formación humana, espiritual, doctrinal y
pastoral con programas adecuados, que tengan en cuenta –en el caso de los que
están casados– a la esposa y su familia. Su formación los habilitará a ejercer con fruto
su ministerio en los campos de la evangelización, de la vida de las comunidades, de la
liturgia y de la acción social, especialmente con los más necesitados, dando
testimonio, así, de Cristo servidor al lado de los enfermos, de los que sufren, de los
migrantes y refugiados, de los excluidos y de las víctimas de la violencia y
encarcelados.
208. La V Conferencia espera de los diáconos un testimonio evangélico y un impulso
misionero para que sean apóstoles en sus familias, en sus trabajos, en sus
comunidades y en las nuevas fronteras de la misión. No hay que crear en los
candidatos al diaconado permanente expectativas que superen la naturaleza propia
que corresponde al grado del diaconado.
5.3.4 Los fieles laicos y laicas, discípulos y misioneros de Jesús, Luz del mundo
209. Los fieles laicos son los cristianos que están incorporados a Cristo por
el bautismo, que forman el pueblo de Dios y participan de las funciones de Cristo:
sacerdote, profeta y rey. Ellos realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo
cristiano en la Iglesia y en el mundo108. Son “hombres de la Iglesia en el corazón del
mundo, y hombres del mundo en el corazón de la Iglesia”109. 108 Cf. LG 31. 109 DP
786.
210. Su misión propia y específica se realiza en el mundo, de tal modo que, con su
testimonio y su actividad, contribuyan a la transformación de las realidades y la
creación de estructuras justas según los criterios del Evangelio. El ámbito propio de su
actividad evangelizadora es el mismo mundo vasto y complejo de la política, de la
realidad social y de la economía, como también el de la cultura, de las ciencias y de
las artes, de la vida internacional, de los ‘mass media’, y otras realidades abiertas a la
evangelización, como son el amor, la familia, la educación de los niños y adolescentes,
el trabajo profesional y el sufrimiento110. Además, tienen el deber de hacer creíble la
fe que profesan, mostrando autenticidad y coherencia en su conducta.
211. Los laicos también están llamados a participar en la acción pastoral de la Iglesia,
primero con el testimonio de su vida y, en segundo lugar, con acciones en el campo de
la evangelización, la vida litúrgica y otras formas de apostolado, según las
necesidades locales bajo la guía de sus pastores. Ellos estarán dispuestos a abrirles
espacios de participación y a confiarles ministerios y responsabilidades en una Iglesia
donde todos vivan de manera responsable su compromiso cristiano. A los catequistas,
delegados de la Palabra y animadores de comunidades, que cumplen una magnífica
labor dentro de la Iglesia111, les reconocemos y animamos a continuar el compromiso
que adquirieron en el bautismo y en la confirmación.
212. Para cumplir su misión con responsabilidad personal, los laicos necesitan una
sólida formación doctrinal, pastoral, espiritual y un adecuado acompañamiento para
dar testimonio de Cristo y de 110 EN 70. 111 Cf. LG 31.33; GS 43; AA 2. los valores
del Reino en el ámbito de la vida social, económica, política y cultural.
213. Hoy, toda la Iglesia en América Latina y El Caribe quiere ponerse en estado de
misión. La evangelización del Continente, nos decía el papa Juan Pablo II, no puede
realizarse hoy sin la colaboración de los fieles laicos112. Ellos han de ser parte activa
y creativa en la elaboración y ejecución de proyectos pastorales a favor de la
comunidad. Esto exige, de parte de los pastores, una mayor apertura de mentalidad
para que entiendan y acojan el “ser” y el “hacer” del laico en la Iglesia, quien, por su
bautismo y su confirmación, es discípulo y misionero de Jesucristo. En otras palabras,
es necesario que el laico sea tenido muy en cuenta con un espíritu de comunión y
participación113.
214. En este contexto, el fortalecimiento de variadas asociaciones laicales,
movimientos apostólicos eclesiales e itinerarios de formación cristiana, y comunidades
eclesiales y nuevas comunidades, que deben ser apoyados por los pastores, son un
signo esperanzador. Ellos ayudan a que muchos bautizados y muchos grupos
misioneros asuman con mayor responsabilidad su identidad cristiana y colaboren más
activamente en la misión evangelizadora. En las últimas décadas, varias asociaciones
y movimientos apostólicos laicales han desarrollado un fuerte protagonismo. Por ello,
un adecuado discernimiento, animación, coordinación y conducción pastoral, sobre
todo de parte de los sucesores de los Apóstoles, contribuirá a ordenar este don para
la edificación de la única Iglesia114.
215. Reconocemos el valor y la eficacia de los Consejos parroquiales, Consejos
diocesanos y nacionales de fieles laicos, porque incentivan la comunión y la
participación en la Iglesia y su pre- 112 Cf. EAm 44. 113 Cf. PG 11. 114 Cf. BENEDICTO XVI, Homilía
en la Celebración de las primeras vísperas en la Vigilia de Pentecostés, Encuentro con los movimientos y nuevas
comunidades eclesiales, 3 de junio de 2006. sencia activa en el mundo. La construcción de
ciudadanía, en el sentido más amplio, y la construcción de eclesialidad en los
laicos, es uno solo y único movimiento.
5.3.5 Los consagrados y consagradas, discípulos misioneros de Jesús Testigo
del Padre
216. La vida consagrada es un don del Padre por medio del Espíritu a su Iglesia115, y
constituye un elemento decisivo para su misión116. Se expresa en la vida monástica,
contemplativa y activa, los institutos seculares, a los que se añaden las sociedades de
vida apostólica y otras nuevas formas. Es un camino de especial seguimiento de
Cristo, para dedicarse a Él con un corazón indiviso, y ponerse, como Él, al servicio de
Dios y de la humanidad, asumiendo la forma de vida que Cristo escogió para venir a
este mundo: una vida virginal, pobre y obediente117.
217. En comunión con los Pastores, los consagrados y consagradas son llamados a
hacer de sus lugares de presencia, de su vida fraterna en comunión y de sus obras,
espacios de anuncio explícito del Evangelio, principalmente a los más pobres, como lo
han hecho en nuestro continente desde el inicio de la evangelización. De este modo,
colaboran, según sus carismas fundacionales, con la gestación de una nueva
generación de cristianos discípulos y misioneros, y de una sociedad donde se respete
la justicia y la dignidad de la persona humana.
218. Desde su ser, la vida consagrada está llamada a ser experta en comunión, tanto
al interior de la Iglesia como de la sociedad. Su vida y su misión deben estar insertas
en la Iglesia particular y en comunión con el Obispo. Para ello, es necesario crear
cauces comunes e iniciativas de colaboración, que lleven a un conocimiento y
valoración mutuos y a un compartir la misión con todos los llamados a seguir a Jesús.
115 VC 1. 116 Ibíd., 3. 117 Ibíd., 14, 16 y 18.
219. En un continente, en el cual se manifiestan serias tendencias de secularización,
también en la vida consagrada, los religiosos están llamados a dar testimonio de la
absoluta primacía de Dios y de su Reino. La vida consagrada se convierte en testigo
del Dios de la vida en una realidad que relativiza su valor (obediencia), es testigo de
libertad frente al mercado y a las riquezas que valoran a las personas por el tener
(pobreza), y es testigo de una entrega en el amor radical y libre a Dios y a la
humanidad frente a la erotización y banalización de las relaciones (castidad).
220. En la actualidad de América Latina y El Caribe, la vida consagrada está llamada a
ser una vida discipular, apasionada por Jesúscamino al Padre misericordioso, por lo
mismo, de carácter profundamente místico y comunitario. Está llamada a ser una vida
misionera, apasionada por el anuncio de Jesús-verdad del Padre, por lo mismo,
radicalmente profética, capaz de mostrar a la luz de Cristo las sombras del mundo
actual y los senderos de vida nueva, para lo que se requiere un profetismo que aspire
hasta la entrega de la vida, en continuidad con la tradición de santidad y martirio de
tantas y tantos consagrados a lo largo de la historia del Continente. Y al servicio del
mundo, apasionada por Jesúsvida del Padre, que se hace presente en los más
pequeños y en los últimos a quienes sirve desde el propio carisma y espiritualidad.
221. De manera especial, América Latina y El Caribe necesitan de la vida
contemplativa, testigo de que sólo Dios basta para llenar la vida de sentido y de
gozo. En un mundo que va perdiendo el sentido de lo divino, ante la supervaloración
de lo material, ustedes queridas religiosas, comprometidas desde sus claustros en ser
testigos de unos valores por los que viven, sean testigos del Señor para el mundo de
hoy, infundan con su oración un nuevo soplo de vida en la Iglesia y en el hombre
actual118. 118 JUAN PABLO II, Discurso a las Religiosas de Clausura en la Catedral
de Guadalajara, México, 30 de enero de 1979.
222. El Espíritu Santo sigue suscitando nuevas formas de vida consagrada en la
Iglesia, las cuales necesitan ser acogidas y acompañadas en su crecimiento y
desarrollo en el interior de las Iglesias locales. El Obispo ha de hacer un
discernimiento serio y ponderado sobre su sentido, necesidad y autenticidad. Los
Pastores valoran como un inestimable don la virginidad consagrada, de quienes se
entregan a Cristo y a su Iglesia con generosidad y corazón indiviso, y se proponen
velar por su formación inicial y permanente.
223. Las Confederaciones de Institutos Seculares (CISAL) y de religiosas y religiosos
(CLAR) y las Conferencias Nacionales son estructuras de servicio y de animación que,
en auténtica comunión con los Pastores y bajo su orientación, en un diálogo fecundo y
amistoso119, están llamadas a estimular a sus miembros a realizar la misión como
discípulos y misioneros al servicio del Reino de Dios120.
224. Los pueblos latinoamericanos y caribeños esperan mucho de la vida consagrada,
especialmente del testimonio y aporte de las religiosas contemplativas y de vida
apostólica que, junto a los demás hermanos religiosos, miembros de Institutos
Seculares y Sociedades de Vida Apostólica, muestran el rostro materno de la Iglesia.
Su anhelo de escucha, acogida y servicio, y su testimonio de los valores alternativos
del Reino, muestran que una nueva sociedad latinoamericana y caribeña, fundada en
Cristo, es posible121.

5.4 LOS QUE HAN DEJADO LA IGLESIA PARA UNIRSE A OTROS GRUPOS
RELIGIOSOS
225. Según nuestra experiencia pastoral, muchas veces, la gente sincera que sale de
nuestra Iglesia no lo hace por lo que los grupos “no católicos” creen, sino,
fundamentalmente, por lo que ellos 119 Cf. PC 23; CIC 708. 120 Cf. VC 50-53. 121 Cf. DI 5. viven;
no por razones doctrinales, sino vivenciales; no por motivos estrictamente dogmáticos,
sino pastorales; no por problemas teológicos, sino metodológicos de nuestra Iglesia.
Esperan encontrar respuestas a sus inquietudes. Buscan, no sin serios peligros,
responder a algunas aspiraciones que quizás no han encontrado, como debería ser,
en la Iglesia.
226. Hemos de reforzar en nuestra Iglesia cuatro ejes: a) La experiencia religiosa. En
nuestra Iglesia debemos ofrecer a todos nuestros fieles un “encuentro personal con
Jesucristo”, una experiencia religiosa profunda e intensa, un anuncio kerigmático y el
testimonio personal de los evangelizadores, que lleve a una conversión personal y a
un cambio de vida integral. b) La vivencia comunitaria. Nuestros fieles buscan
comunidades cristianas, en donde sean acogidos fraternalmente y se sientan
valorados, visibles y eclesialmente incluidos. Es necesario que nuestros fieles se
sientan realmente miembros de una comunidad eclesial y corresponsables en su
desarrollo. Eso permitirá un mayor compromiso y entrega en y por la Iglesia. c) La
formación bíblico-doctrinal. Junto con una fuerte experiencia religiosa y una destacada
convivencia comunitaria, nuestros fieles necesitan profundizar el conocimiento de
la Palabra de Dios y los contenidos de la fe, ya que es la única manera de madurar su
experiencia religiosa. En este camino, acentuadamente vivencial y comunitario, la
formación doctrinal no se experimenta como un conocimiento teórico y frío, sino como
una herramienta fundamental y necesaria en el crecimiento espiritual, personal y
comunitario. d) El compromiso misionero de toda la comunidad. Ella sale al encuentro
de los alejados, se interesa por su situación, a fin de reencantarlos con la Iglesia e
invitarlos a volver a ella.

5.5 DIÁLOGO ECUMÉNICO E INTERRELIGIOSO


5.5.1 Diálogo ecuménico para que el mundo crea
227. La comprensión y la práctica de la eclesiología de comunión nos conduce al
diálogo ecuménico. La relación con los hermanos y hermanas bautizados de otras
iglesias y comunidades eclesiales es un camino irrenunciable para el discípulo y
misionero122, pues la falta de unidad representa un escándalo, un pecado y un
atraso del cumplimiento del deseo de Cristo: “Que todos sean uno, lo mismo que lo
somos tú y yo, Padre y que también ellos vivan unidos a nosotros para que el mundo
crea que tú me has enviado” (Jn 17, 21).
228. El ecumenismo no se justifica por una exigencia simplemente sociológica sino
evangélica, trinitaria y bautismal: “Expresa la comunión real, aunque imperfecta” que
ya existe entre “los que fueron regenerados por el bautismo” y el testimonio concreto
de fraternidad123. El Magisterio insiste en el carácter trinitario y bautismal del
esfuerzo ecuménico, donde el diálogo emerge como actitud espiritual y práctica, en un
camino de conversión y reconciliación. Sólo así llegará “el día en que podremos
celebrar, junto con todos los que creen en Cristo, la divina Eucaristía”124. Una vía
fecunda para avanzar hacia la comunión es recuperar en nuestras comunidades el
sentido del compromiso del Bautismo.
229. Hoy se hace necesario rehabilitar la auténtica apologética que hacían los padres
de la Iglesia como explicación de la fe. La apologética no tiene porqué ser negativa o
meramente defensiva per se. Implica, más bien, la capacidad de decir lo que está en
nuestras mentes y corazones de forma clara y convincente, como dice san Pablo
“haciendo la verdad en la caridad” (Ef. 4, 15). Los discípulos y misioneros de Cristo de
hoy necesitan, más que nunca, una apologética renovada para que todos puedan
tener vida en Él. 122 Cf. UUS 3. 123 Ibíd., 96. 124 SC 56.
230. A veces, olvidamos que la unidad es, ante todo, un don del Espíritu Santo, y
oramos poco por esta intención. Esta conversión del corazón y esta santidad de
vida, juntamente con las oraciones privadas y públicas por la unidad de los cristianos,
han de considerarse como el alma de todo el movimiento ecuménico y con razón
puede llamarse ecumenismo espiritual125.
231. Hace más de cuarenta años, el Concilio Vaticano II reconoció la acción del
Espíritu Santo en el movimiento por la unidad de los cristianos. Desde entonces,
hemos recogido muchos frutos. En este campo, necesitamos más agentes de diálogo
y mejor calificados. Es bueno hacer más conocidas las declaraciones que la propia
Iglesia Católica ha suscrito en el campo del ecumenismo desde el Concilio. Los
diálogos bilaterales y multilaterales han producido buenos frutos. También es oportuno
estudiar el Directorio ecuménico y sus indicaciones respecto a la catequesis,
la liturgia, la formación presbiteral y la pastoral126. La movilidad
humana, característica del mundo de hoy, puede ser ocasión propicia del diálogo
ecuménico de la vida127.
232. En nuestro contexto, el surgimiento de nuevos grupos religiosos, más la
tendencia a confundir el ecumenismo con el diálogo interreligioso, han obstaculizado el
logro de mayores frutos en el diálogo ecuménico. Por lo mismo, alentamos a los
ministros ordenados, a los laicos y a la vida consagrada a participar de
organismos ecuménicos con una cuidadosa preparación y un esmerado seguimiento
de los pastores, y realizar acciones conjuntas en los diversos campos de la vida
eclesial, pastoral y social. En efecto, el contacto ecuménico favorece la estima
recíproca, con- 125 UR 8. 126 Cf. Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, La
dimensión ecuménica en la formación de los que trabajan en el ministerio pastoral, nn. 3-5. 127 Cf. Pontifício
Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, Instrucción Erga migrantes caritas Christi 56-58. voca a
la escucha común de la palabra de Dios y llama a la conversión a los que se declaran
discípulos y misioneros de Jesucristo. Esperamos que la promoción de la unidad de
los cristianos, asumida por las Conferencias Episcopales, se consolide y fructifique
bajo la luz del Espíritu Santo.
233. En esta nueva etapa evangelizadora, queremos que el diálogo y la cooperación
ecuménica se encaminen a suscitar nuevas formas de discipulado y misión en
comunión. Cabe observar que, donde se establece el diálogo, disminuye el
proselitismo, crece el conocimiento recíproco, el respeto y se abren posibilidades de
testimonio común.
234. Como respuesta generosa a la oración del Señor “que todos sean uno” (Jn 17,
21), los Papas nos han animado a avanzar pacientemente en el camino de la unidad.
Juan Pablo II nos exhorta: En el valiente camino hacia la unidad, la claridad y
prudencia de la fe nos llevan a evitar el falso irenismo y el desinterés por las normas
de la Iglesia. Inversamente, la misma claridad y la misma prudencia nos recomiendan
evitar la tibieza en la búsqueda de la unidad y más aún la posición preconcebida o el
derrotismo que tiende a ver todo como negativo128. Benedicto XVI abrió su
pontificado diciendo: No bastan las manifestaciones de buenos sentimientos. Hacen
falta gestos concretos que penetren en los espíritus y sacudan las conciencias,
impulsando a cada uno a la conversión interior, que es el fundamento de
todo progreso en el camino del ecumenismo129. 128 UUS 79. 129 BENEDICTO XVI,
Primer mensaje al término de la concelebración eucarística con los
cardenales electores en la Capilla Sixtina, miércoles 20 de abril de 2005.
5.5.2 Relación con el judaísmo y diálogo interreligioso
235. Reconocemos con gratitud los lazos que nos relacionan con el pueblo judío, con
el cual nos une la fe en el único Dios y su Palabra revelada en el Antiguo
Testamento130. Son nuestros “hermanos mayores” en la fe de Abraham, Isaac y
Jacob. Nos duele la historia de desencuentros que han sufrido, también en nuestros
países. Son muchas las causas comunes que en la actualidad reclaman mayor
colaboración y aprecio mutuo.
236. Por el soplo del Espíritu Santo y otros medios de Dios conocidos, la gracia de
Cristo puede alcanzar a todos los que Él redimió, más allá de la comunidad eclesial,
todavía de modos diferentes131. Explicitar y promover esta salvación, ya operante en
el mundo, es una de las tareas de la Iglesia con respecto a las palabras del
Señor: “Sean mis testigos hasta los extremos de la tierra” (Hch 1, 8).
237. El diálogo interreligioso, en especial con las religiones monoteístas, se
fundamenta justamente en la misión que Cristo nos confió, solicitando la sabia
articulación entre el anuncio y el diálogo como elementos constitutivos de la
evangelización132. Con tal actitud, la Iglesia, “Sacramento universal de salvación”133,
refleja la luz de Cristo que “ilumina a todo hombre” (Jn 1, 9). La presencia de la Iglesia
entre las religiones no cristianas está hecha de empeño, discernimiento y testimonio,
apoyados en la fe, esperanza y caridad teologales134.
238. Aún cuando el subjetivismo y la identidad poco definida de ciertas propuestas
dificulten los contactos, eso no nos permite abandonar el compromiso y la gracia del
diálogo135. En lugar de 130 Cf. NAe 4. 131 Cf. Pontificio Consejo para el Diálogo
Interreligioso y Congregación para la Evangelización de los Pueblos, Diálogo y
anuncio, 1991, 29. 132 Cf. NMI 55. 133 LG 1. 134 Cf. Pontificio Consejo para el
Diálogo Interreligioso y Congregación para la Evangelización de los Pueblos, Diálogo y
anuncio, 1991, n. 40. 135 Ibíd., 89. desistir, hay que invertir en el conocimiento de las
religiones, en el discernimiento teológico-pastoral y en la formación de agentes
competentes para el diálogo interreligioso, atendiendo a las diferentes visiones
religiosas presentes en las culturas de nuestro continente. El diálogo interreligioso no
significa que se deje de anunciar la Buena Nueva de Jesucristo a los pueblos no
cristianos, con mansedumbre y respeto por sus convicciones religiosas.
239. El diálogo interreligioso, además de su carácter teológico, tiene un especial
significado en la construcción de la nueva humanidad: abre caminos inéditos de
testimonio cristiano, promueve la libertad y dignidad de los pueblos, estimula la
colaboración por el bien común, supera la violencia motivada por actitudes
religiosas fundamentalistas, educa a la paz y a la convivencia ciudadana: es un
campo de bienaventuranzas que son asumidas por la Doctrina Social de la Iglesia.

6 EL ITINERARIO FORMATIVO DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

6.1 UNA ESPIRITUALIDAD TRINITARIA DEL ENCUENTRO CON JESUCRISTO


240. Una auténtica propuesta de encuentro con Jesucristo debe establecerse sobre el
sólido fundamento de la Trinidad-Amor. La experiencia de un Dios uno y trino, que es
unidad y comunión inseparable, nos permite superar el egoísmo para encontrarnos
plenamente en el servicio al otro. La experiencia bautismal es el punto de inicio de
toda espiritualidad cristiana que se funda en la Trinidad.
241. Es Dios Padre quien nos atrae por medio de la entrega eucarística de su Hijo (cf.
Jn 6, 44), don de amor con el que salió al encuentro de sus hijos, para que, renovados
por la fuerza del Espíritu, lo podamos llamar Padre: Cuando llegó la plenitud de los
tiempos, Dios envió a su propio Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo el dominio de
la ley, para liberarnos del dominio de la ley y hacer que recibiéramos la condición de
hijos adoptivos de Dios. Y porque ya somos sus hijos, Dios mandó el Espíritu de su
Hijo a nuestros corazones, y el Espíritu clama: ¡Abbá! ¡Padre! (Ga 4, 4-5). Se trata de
una nueva creación, donde el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, renueva la
vida de las criaturas.
242. En la historia de amor trinitario, Jesús de Nazaret, hombre como nosotros y Dios
con nosotros, muerto y resucitado, nos es dado como Camino, Verdad y Vida. En el
encuentro de fe con el inaudito realismo de su Encarnación, hemos podido oír, ver con
nuestros ojos, contemplar y palpar con nuestras manos la Palabra de vida (cf. 1 Jn 1,
1), experimentamos que el propio Dios va tras la oveja perdida, la humanidad doliente
y extraviada. Cuando Jesús habla en sus parábolas del pastor que va tras la oveja
descarriada, de la mujer que busca la dracma, del padre que sale al encuentro de su
hijo pródigo y lo abraza, no se trata sólo de meras palabras, sino de la explicación de
su propio ser y actuar136. Esta prueba definitiva de amor tiene el carácter de un
anonadamiento radical (kénosis), porque Cristo “se humilló a sí mismo haciéndose
obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz” (Flp 2, 8).
6.1.1 El encuentro con Jesucristo
243. El acontecimiento de Cristo es, por lo tanto, el inicio de ese sujeto nuevo que
surge en la historia y al que llamamos discípulo: No se comienza a ser cristiano por
una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con
una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación
decisiva137. 136 DCE 12. 137 Ibíd., 1. Esto es justamente lo que, con presentaciones
diferentes, nos han conservado todos los evangelios como el inicio del cristianismo:
un encuentro de fe con la persona de Jesús (cf. Jn 1, 35-39).
244. La naturaleza misma del cristianismo consiste, por lo tanto, en reconocer la
presencia de Jesucristo y seguirlo. Ésa fue la hermosa experiencia de aquellos
primeros discípulos que, encontrando a Jesús, quedaron fascinados y llenos de
estupor ante la excepcionalidad de quien les hablaba, ante el modo cómo los trataba,
correspondiendo al hambre y sed de vida que había en sus corazones. El evangelista
Juan nos ha dejado plasmado el impacto que produjo la persona de Jesús en los dos
primeros discípulos que lo encontraron, Juan y Andrés. Todo comienza con una
pregunta: “¿Qué buscan?” (Jn 1, 38). A esa pregunta siguió la invitación a vivir una
experiencia: “Vengan y lo verán” (Jn 1, 39). Esta narración permanecerá en la historia
como síntesis única del método cristiano.
245. En el hoy de nuestro continente latinoamericano, se levanta la misma pregunta
llena de expectativa: “Maestro, ¿dónde vives?” (Jn 1, 38), ¿dónde te encontramos de
manera adecuada para “abrir un auténtico proceso de conversión, comunión y
solidaridad?”138 ¿Cuáles son los lugares, las personas, los dones que nos hablan de
ti, nos ponen en comunión contigo y nos permiten ser discípulos y misioneros tuyos?
6.1.2 Lugares de encuentro con Jesucristo
246. El encuentro con Cristo, gracias a la acción invisible del Espíritu Santo, se realiza
en la fe recibida y vivida en la Iglesia. Con las palabras del papa Benedicto XVI,
repetimos con certeza: ¡La Iglesia es nuestra casa! ¡Esta es nuestra casa! ¡En
la Iglesia Católica tenemos todo lo que es bueno, todo lo que es motivo de seguridad
y de consuelo! ¡Quien acepta 138 EAm 8.
a Cristo: Camino, Verdad y Vida, en su totalidad, tiene garantizada la paz y la felicidad,
en esta y en la otra vida!139.
247. Encontramos a Jesús en la Sagrada Escritura, leída en la Iglesia. La Sagrada
Escritura, “Palabra de Dios escrita por inspiración del Espíritu Santo”140, es, con la
Tradición, fuente de vida para la Iglesia y alma de su acción evangelizadora.
Desconocer la Escritura es desconocer a Jesucristo y renunciar a anunciarlo. De aquí
la invitación de Benedicto XVI: Al iniciar la nueva etapa que la Iglesia misionera
de América Latina y El Caribe se dispone a emprender, a partir de esta V Conferencia
General en Aparecida, es condición indispensable el conocimiento profundo y
vivencial de la Palabra de Dios. Por esto, hay que educar al pueblo en la lectura y la
meditación de la Palabra: que ella se convierta en su alimento para que, por propia
experiencia, vea que las palabras de Jesús son espíritu y vida (cf. Jn 6,63). De lo
contrario, ¿cómo van a anunciar un mensaje cuyo contenido y espíritu no conocen a
fondo? Hemos de fundamentar nuestro compromiso misionero y toda nuestra vida en
la roca de la Palabra de Dios141.
248. Se hace, pues, necesario proponer a los fieles la Palabra de Dios como don del
Padre para el encuentro con Jesucristo vivo, camino de “auténtica conversión y de
renovada comunión y solidaridad” 142. Esta propuesta será mediación de encuentro
con el Señor si se presenta la Palabra revelada, contenida en la Escritura, como
fuente de evangelización. Los discípulos de Jesús anhelan nutrirse con el Pan de la
Palabra: quieren acceder a la interpreta- 139 BENEDICTO XVI, Discurso al final del rezo del Santo
Rosario en el Santuario de Nuestra Señora Aparecida, 12 de mayo de 2007. 140 DV 9. 141 DI 3. 142 EAm
12. ción adecuada de los textos bíblicos, a emplearlos como mediación de diálogo con
Jesucristo, y a que sean alma de la propia evangelización y del anuncio de Jesús a
todos. Por esto, la importancia de una “pastoral bíblica”, entendida como animación
bíblica de la pastoral, que sea escuela de interpretación o conocimiento de la Palabra,
de comunión con Jesús u oración con la Palabra, y de evangelización inculturada o de
proclamación de la Palabra. Esto exige, por parte de obispos, presbíteros, diáconos y
ministros laicos de la Palabra, un acercamiento a la Sagrada Escritura que no sea sólo
intelectual e instrumental, sino con un corazón “hambriento de oír la Palabra del Señor”
(Am 8, 11).
249. Entre las muchas formas de acercarse a la Sagrada Escritura, hay una
privilegiada a la que todos estamos invitados: la Lectio divina o ejercicio de lectura
orante de la Sagrada Escritura. Esta lectura orante, bien practicada, conduce al
encuentro con Jesús-Maestro, al conocimiento del misterio de Jesús-Mesías, a la
comunión con Jesús-Hijo de Dios, y al testimonio de Jesús-Señor del universo. Con
sus cuatro momentos (lectura, meditación, oración, contemplación), la lectura orante
favorece el encuentro personal con Jesucristo al modo de tantos personajes del
evangelio: Nicodemo y su ansia de vida eterna (cf. Jn 3, 1-21), la Samaritana y su
anhelo de culto verdadero (cf. Jn 4, 1-42), el ciego de nacimiento y su deseo de luz
interior (cf. Jn 9), Zaqueo y sus ganas de ser diferente (cf. Lc 19, 1-10)... Todos ellos,
gracias a este encuentro, fueron iluminados y recreados porque se abrieron a la
experiencia de la misericordia del Padre que se ofrece por su Palabra de verdad y
vida. No abrieron su corazón a algo del Mesías, sino al mismo Mesías, camino de
crecimiento en “la madurez conforme a su plenitud” (Ef 4, 13), proceso de discipulado,
de comunión con los hermanos y de compromiso con la sociedad.
250. Encontramos a Jesucristo, de modo admirable, en la Sagrada Liturgia. Al vivirla,
celebrando el misterio pascual, los discípulos de Cristo penetran más en los misterios
del Reino y expresan de modo sacramental su vocación de discípulos y misioneros. La
Constitución sobre la Sagrada Liturgia del Vaticano II nos muestra el lugar y la función
de la liturgia en el seguimiento de Cristo, en la acción misionera de los cristianos, en la
vida nueva en Cristo, y en la vida de nuestros pueblos en Él143.
251. La Eucaristía es el lugar privilegiado del encuentro del discípulo con Jesucristo.
Con este Sacramento, Jesús nos atrae hacia sí y nos hace entrar en su dinamismo
hacia Dios y hacia el prójimo. Hay un estrecho vínculo entre las tres dimensiones de la
vocación cristiana: creer, celebrar y vivir el misterio de Jesucristo, de tal modo que la
existencia cristiana adquiera verdaderamente una forma eucarística. En cada
Eucaristía, los cristianos celebran y asumen el misterio pascual, participando en él. Por
tanto, los fieles deben vivir su fe en la centralidad del misterio pascual de Cristo a
través de la Eucaristía, de modo que toda su vida sea cada vez más vida eucarística.
La Eucaristía, fuente inagotable de la vocación cristiana es, al mismo tiempo, fuente
inextinguible del impulso misionero. Allí, el Espíritu Santo fortalece la identidad del
discípulo y despierta en él la decidida voluntad de anunciar con audacia a los demás
lo que ha escuchado y vivido.
252. Se entiende, así, la gran importancia del precepto dominical, del “vivir según el
domingo”, como una necesidad interior del creyente, de la familia cristiana, de la
comunidad parroquial. Sin una participación activa en la celebración eucarística
dominical y en las fiestas de precepto, no habrá un discípulo misionero maduro. Cada
gran reforma en la Iglesia está vinculada al redescubrimiento de la fe en la
Eucaristía144. Es importante, por esto, promover la “pastoral del domingo” y darle
“prioridad en los programas pastorales”145, para un nuevo impulso en la
evangelización del pueblo de Dios en el Continente latinoamericano.
253. A las miles de comunidades con sus millones de miembros que no tienen la
oportunidad de participar de la Eucaristía dominical, 143 Cf. SC 7. 144 Cf. Ibíd.,
6. 145 DI 4. queremos decirles, con profundo afecto pastoral, que también
ellas pueden y deben vivir “según el domingo”. Ellas pueden alimentar su ya
admirable espíritu misionero participando de la “celebración dominical de la Palabra”,
que hace presente el Misterio Pascual en el amor que congrega (cf. 1 Jn 3, 14), en la
Palabra acogida (cf. Jn 5, 24-25) y en la oración comunitaria (cf. Mt 18, 20). Sin duda,
los fieles deben anhelar la participación plena en la Eucaristía dominical, por lo cual
también los alentamos a orar por las vocaciones sacerdotales.
254. El sacramento de la reconciliación es el lugar donde el pecador experimenta de
manera singular el encuentro con Jesucristo, quien se compadece de nosotros y nos
da el don de su perdón misericordioso, nos hace sentir que el amor es más fuerte que
el pecado cometido, nos libera de cuanto nos impide permanecer en su amor, y nos
devuelve la alegría y el entusiasmo de anunciarlo a los demás con corazón abierto y
generoso.
255. La oración personal y comunitaria es el lugar donde el discípulo, alimentado por la
Palabra y la Eucaristía, cultiva una relación de profunda amistad con Jesucristo y
procura asumir la voluntad del Padre. La oración diaria es un signo del primado de la
gracia en el itinerario del discípulo misionero. Por eso, “es necesario aprender a orar,
volviendo siempre de nuevo a aprender este arte de los labios del Maestro”146.
256. Jesús está presente en medio de una comunidad viva en la fe y en el amor
fraterno. Allí Él cumple su promesa: “Donde están dos o tres reunidos en mi nombre,
allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 20). Está en todos los discípulos que procuran
hacer suya la existencia de Jesús, y vivir su propia vida escondida en la vida de Cristo
(cf. Col 3, 3). Ellos experimentan la fuerza de su resurrección hasta identificarse
profundamente con Él: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Ga 2, 20).
Está en los Pastores, que representan a Cristo mismo (cf. Mt 10, 40; Lc 10, 16). 146
NMI 33. Los Obispos han sucedido, por institución divina, a los Apóstoles como
Pastores de la Iglesia, de modo que quien los escucha, escucha a Cristo, y quien los
desprecia, desprecia a Cristo y a quien le envío (Lumen Gentium, 20). Está en los
que dan testimonio de lucha por la justicia, por la paz y por el bien común, algunas
veces llegando a entregar la propia vida, en todos los acontecimientos de la vida de
nuestros pueblos, que nos invitan a buscar un mundo más justo y más fraterno, en
toda realidad humana, cuyos límites a veces nos duelen y agobian.
257. También lo encontramos de un modo especial en los pobres, afligidos y enfermos
(cf. Mt 25, 37-40), que reclaman nuestro compromiso y nos dan testimonio de fe,
paciencia en el sufrimiento y constante lucha para seguir viviendo. ¡Cuántas veces los
pobres y los que sufren realmente nos evangelizan! En el reconocimiento de esta
presencia y cercanía, y en la defensa de los derechos de los excluidos se juega la
fidelidad de la Iglesia a Jesucristo147. El encuentro con Jesucristo en los pobres es
una dimensión constitutiva de nuestra fe en Jesucristo. De la contemplación de su
rostro sufriente en ellos148 y del encuentro con Él en los afligidos y marginados, cuya
inmensa dignidad Él mismo nos revela, surge nuestra opción por ellos. La misma
adhesión a Jesucristo es la que nos hace amigos de los pobres y solidarios con su
destino.
6.1.3 La piedad popular como espacio de encuentro con Jesucristo
258. El Santo Padre destacó la “rica y profunda religiosidad popular, en la cual aparece
el alma de los pueblos latinoamericanos”, y la presentó como “el precioso tesoro de la
Iglesia católica en América 147 Ibíd., 49. 148 Cf. Ibíd., 25. Latina”149. Invitó a
promoverla y a protegerla. Esta manera de expresar la fe está presente de diversas
formas en todos los sectores sociales, en una multitud que merece nuestro respeto y
cariño, porque su piedad “refleja una sed de Dios que solamente los pobres y
sencillos pueden conocer”150. La “religión del pueblo latinoamericano es expresión de
la fe católica. Es un catolicismo popular”151, profundamente inculturado, que contiene
la dimensión más valiosa de la cultura latinoamericana.
259. Entre las expresiones de esta espiritualidad se cuentan: las fiestas patronales, las
novenas, los rosarios y via crucis, las procesiones, las danzas y los cánticos del
folclore religioso, el cariño a los santos y a los ángeles, las promesas, las oraciones en
familia. Destacamos las peregrinaciones, donde se puede reconocer al Pueblo de
Dios en camino. Allí, el creyente celebra el gozo de sentirse inmerso en medio de
tantos hermanos, caminando juntos hacia Dios que los espera. Cristo mismo se hace
peregrino, y camina resucitado entre los pobres. La decisión de partir hacia el
santuario ya es una confesión de fe, el caminar es un verdadero canto de esperanza,
y la llegada es un encuentro de amor. La mirada del peregrino se deposita sobre una
imagen que simboliza la ternura y la cercanía de Dios. El amor se detiene, contempla
el misterio, lo disfruta en silencio. También se conmueve, derramando toda la carga
de su dolor y de sus sueños. La súplica sincera, que fluye confiadamente, es la mejor
expresión de un corazón que ha renunciado a la autosuficiencia, reconociendo que
solo nada puede. Un breve instante condensa una viva experiencia espiritual152.
260. Allí, el peregrino vive la experiencia de un misterio que lo supera, no sólo de la
trascendencia de Dios, sino también de la Iglesia, que trasciende su familia y su barrio.
En los santuarios, muchos 149 DI 1. 150 EN 48. 151 DP 444. 152 El Santuario,
memoria, presencia y profecía del Dios vivo, L’Osservatore Romano, Ed. Española, 22,
del 28 de mayo de 1999. peregrinos toman decisiones que marcan sus vidas. Esas
paredes contienen muchas historias de conversión, de perdón y de dones recibidos,
que millones podrían contar.
261. La piedad popular penetra delicadamente la existencia personal de cada fiel y,
aunque también se vive en una multitud, no es una “espiritualidad de masas”. En
distintos momentos de la lucha cotidiana, muchos recurren a algún pequeño signo del
amor de Dios: un crucifijo, un rosario, una vela que se enciende para acompañar a un
hijo en su enfermedad, un Padrenuestro musitado entre lágrimas, una mirada
entrañable a una imagen querida de María, una sonrisa dirigida al Cielo, en medio de
una sencilla alegría.
262. Es verdad que la fe que se encarnó en la cultura puede ser profundizada y
penetrar cada vez mejor la forma de vivir de nuestros pueblos. Pero eso sólo puede
suceder si valoramos positivamente lo que el Espíritu Santo ya ha sembrado. La
piedad popular es un “imprescindible punto de partida para conseguir que la fe del
pueblo madure y se haga más fecunda”153. Por eso, el discípulo misionero tiene que
ser “sensible a ella, saber percibir sus dimensiones interiores y sus valores
innegables”154. Cuando afirmamos que hay que evangelizarla o purificarla, no
queremos decir que esté privada de riqueza evangélica. Simplemente, deseamos que
todos los miembros del pueblo fiel, reconociendo el testimonio de María y también de
los santos, traten de imitarles cada día más. Así procurarán un contacto más directo
con la Biblia y una mayor participación en los sacramentos, llegarán a disfrutar de la
celebración dominical de la Eucaristía, y vivirán mejor todavía el servicio del amor
solidario. Por este camino, se podrá aprovechar todavía más el rico potencial de
santidad y de justicia social que encierra la mística popular. 153 Congregación para el
Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Directorio sobre la piedad popular y la
Liturgia, n. 64. 154 EN 48.
263. No podemos devaluar la espiritualidad popular, o considerarla un modo
secundario de la vida cristiana, porque sería olvidar el primado de la acción del Espíritu
y la iniciativa gratuita del amor de Dios. En la piedad popular, se contiene y expresa un
intenso sentido de la trascendencia, una capacidad espontánea de apoyarse en Dios
y una verdadera experiencia de amor teologal. Es también una expresión de sabiduría
sobrenatural, porque la sabiduría del amor no depende directamente de la ilustración
de la mente sino de la acción interna de la gracia. Por eso, la llamamos
espiritualidad popular. Es decir, una espiritualidad cristiana que, siendo un encuentro
personal con el Señor, integra mucho lo corpóreo, lo sensible, lo simbólico, y las
necesidades más concretas de las personas. Es una espiritualidad encarnada en la
cultura de los sencillos, que, no por eso, es menos espiritual, sino que lo es de otra
manera.
264. La piedad popular es una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse
parte de la Iglesia y una forma de ser misioneros, donde se recogen las más hondas
vibraciones de la América profunda. Es parte de una “originalidad histórica cultural”155
de los pobres de este continente, y fruto de “una síntesis entre las culturas y la fe
cristiana”156. En el ambiente de secularización que viven nuestros pueblos, sigue
siendo una poderosa confesión del Dios vivo que actúa en la historia y un canal de
transmisión de la fe. El caminar juntos hacia los santuarios y el participar en otras
manifestaciones de la piedad popular, también llevando a los hijos o invitando a otros,
es en sí mismo un gesto evangelizador por el cual el pueblo cristiano se evangeliza a
sí mismo y cumple la vocación misionera de la Iglesia.
265. Nuestros pueblos se identifican particularmente con el Cristo sufriente, lo miran, lo
besan o tocan sus pies lastimados como diciendo: Este es el “que me amó y se
entregó por mí” (Ga 2, 20). 155 DP 448. 156 DI 1. Muchos de ellos golpeados,
ignorados, despojados, no bajan los brazos. Con su religiosidad característica se
aferran al inmenso amor que Dios les tiene y que les recuerda permanentemente su
propia dignidad. También encuentran la ternura y el amor de Dios en el rostro de
María. En ella ven reflejado el mensaje esencial del Evangelio. Nuestra Madre querida,
desde el santuario de Guadalupe, hace sentir a sus hijos más pequeños que ellos
están en el pliegue de su manto. Ahora, desde Aparecida, los invita a echar las redes
en el mundo, para sacar del anonimato a los que están sumergidos en el olvido y
acercarlos a la luz de la fe. Ella, reuniendo a los hijos, integra a nuestros pueblos en
torno a Jesucristo.
6.1.4 María, discípula y misionera
266. La máxima realización de la existencia cristiana como un vivir trinitario de “hijos
en el Hijo” nos es dada en la Virgen María quien, por su fe (cf. Lc 1, 45) y obediencia a
la voluntad de Dios (cf. Lc 1, 38), así como por su constante meditación de la Palabra y
de las acciones de Jesús (cf. Lc 2, 19.51), es la discípula más perfecta del Señor157.
Interlocutora del Padre en su proyecto de enviar su Verbo al mundo para la salvación
humana, María, con su fe, llega a ser el primer miembro de la comunidad de los
creyentes en Cristo, y también se hace colaboradora en el renacimiento espiritual de
los discípulos. Del Evangelio, emerge su figura de mujer libre y fuerte,
conscientemente orientada al verdadero seguimiento de Cristo. Ella ha vivido por
entero toda la peregrinación de la fe como madre de Cristo y luego de los discípulos,
sin que le fuera ahorrada la incomprensión y la búsqueda constante del proyecto del
Padre. Alcanzó, así, a estar al pie de la cruz en una comunión profunda, para entrar
plenamente en el misterio de la Alianza.
267. Con ella, providencialmente unida a la plenitud de los tiempos (cf. Ga 4, 4), llega
a cumplimiento la esperanza de los pobres y el deseo de salvación. La Virgen de
Nazaret tuvo una misión única 157 Cf. LG 53. en la historia de salvación, concibiendo,
educando y acompañado a su hijo hasta su sacrificio definitivo. Desde la cruz,
Jesucristo confió a sus discípulos, representados por Juan, el don de la maternidad de
María, que brota directamente de la hora pascual de Cristo: “Y desde aquel momento
el discípulo la recibió como suya” (Jn 19, 27). Perseverando junto a los apóstoles a la
espera del Espíritu (cf. Hch 1, 13-14), cooperó con el nacimiento de la Iglesia
misionera, imprimiéndole un sello mariano que la identifica hondamente. Como madre
de tantos, fortalece los vínculos fraternos entre todos, alienta a la reconciliación y el
perdón, y ayuda a que los discípulos de Jesucristo se experimenten como una familia,
la familia de Dios. En María, nos encontramos con Cristo, con el Padre y el Espíritu
Santo, como asimismo con los hermanos.
268. Como en la familia humana, la Iglesia-familia se genera en torno a una madre,
quien confiere “alma” y ternura a la convivencia familiar158. María, Madre de la Iglesia,
además de modelo y paradigma de humanidad, es artífice de comunión. Uno de los
eventos fundamentales de la Iglesia es cuando el “sí” brotó de María. Ella atrae
multitudes a la comunión con Jesús y su Iglesia, como experimentamos a menudo en
los santuarios marianos. Por eso la Iglesia, como la Virgen María, es madre. Esta
visión mariana de la Iglesia es el mejor remedio para una Iglesia meramente
funcional o burocrática.
269. María es la gran misionera, continuadora de la misión de su Hijo y formadora de
misioneros. Ella, así como dio a luz al Salvador del mundo, trajo el Evangelio a nuestra
América. En el acontecimiento guadalupano, presidió, junto al humilde Juan Diego, el
Pentecostés que nos abrió a los dones del Espíritu. Desde entonces, son incontables
las comunidades que han encontrado en ella la inspiración más cercana para aprender
cómo ser discípulos y misioneros de Jesús. Con gozo, constatamos que se ha hecho
parte del caminar de cada uno de nuestros pueblos, entrando profun- 158 Cf. DP 295.
damente en el tejido de su historia y acogiendo los rasgos más nobles y significativos
de su gente. Las diversas advocaciones y los santuarios esparcidos a lo largo y ancho
del Continente testimonian la presencia cercana de María a la gente y, al mismo
tiempo, manifiestan la fe y la confianza que los devotos sienten por ella. Ella les
pertenece y ellos la sienten como madre y hermana.
270. Hoy, cuando en nuestro continente latinoamericano y caribeño se quiere enfatizar
el discipulado y la misión, es ella quien brilla ante nuestros ojos como imagen acabada
y fidelísima del seguimiento de Cristo. Ésta es la hora de la seguidora más radical
de Cristo, de su magisterio discipular y misionero, al que nos envía el Papa Benedicto
XVI: María Santísima, la Virgen pura y sin mancha es para nosotros escuela de fe
destinada a guiarnos y a fortalecernos en el camino que lleva al encuentro con el
Creador del cielo y de la tierra. El Papa vino a Aparecida con viva alegría para decirles
en primer lugar: permanezcan en la escuela de María. Inspírense en sus
enseñanzas. Procuren acoger y guardar dentro del corazón las luces que ella, por
mandato divino, les envía desde lo alto159.
271. Ella, que “conservaba todos estos recuerdos y los meditaba en su corazón” (Lc 2,
19; cf. 2, 51), nos enseña el primado de la escucha de la Palabra en la vida del
discípulo y misionero. El Magnificat está enteramente tejido por los hilos de la Sagrada
Escritura, los hilos tomados de la Palabra de Dios. Así, se revela que en Ella la
Palabra de Dios se encuentra de verdad en su casa, de donde sale y entra con
naturalidad. Ella habla y piensa con la Palabra de Dios; la Pala- 159 BENEDICTO XVI,
Discurso al final del rezo del Santo Rosario en el Santuario de Nuestra Señora Aparecida, 12 de mayo de
2007. bra de Dios se le hace su palabra, y su palabra nace de la Palabra de Dios.
Además, así se revela que sus pensamientos están en sintonía con los pensamientos
de Dios, que su querer es un querer junto con Dios. Estando íntimamente penetrada
por la Palabra de Dios, Ella puede llegar a ser madre de la Palabra
encarnada160. Esta familiaridad con el misterio de Jesús es facilitada por el rezo del
Rosario, donde: El pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del
rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor. Mediante el Rosario, el
creyente obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la
madre del Redentor161.
272. Con los ojos puestos en sus hijos y en sus necesidades, como en Caná de
Galilea, María ayuda a mantener vivas las actitudes de atención, de servicio, de
entrega y de gratuidad que deben distinguir a los discípulos de su Hijo. Indica,
además, cuál es la pedagogía para que los pobres, en cada comunidad cristiana, “se
sientan como en su casa”162. Crea comunión y educa a un estilo de vida compartida
y solidaria, en fraternidad, en atención y acogida del otro, especialmente si es pobre o
necesitado. En nuestras comunidades, su fuerte presencia ha enriquecido y seguirá
enriqueciendo la dimensión materna de la Iglesia y su actitud acogedora, que la
convierte en “casa y escuela de la comunión”163 y en espacio espiritual que prepara
para la misión.
6.1.5 Los apóstoles y los santos
273. También los apóstoles de Jesús y los santos han marcado la espiritualidad y el
estilo de vida de nuestras Iglesias. Sus vidas son 160 DCE 41. 161 RVM 1. 162 NMI 50. 163 Ibíd.
43. lugares privilegiados de encuentro con Jesucristo. Su testimonio se mantiene
vigente y sus enseñanzas inspiran el ser y la acción de las comunidades cristianas del
Continente. Entre ellos, Pedro el apóstol, a quien Jesús confió la misión de confirmar la
fe de sus hermanos (cf. Lc 22, 31-32), les ayuda a estrechar el vínculo de comunión
con el Papa, su sucesor, y a buscar en Jesús las palabras de vida eterna. Pablo, el
evangelizador incansable, les ha indicado el camino de la audacia misionera y la
voluntad de acercarse a cada realidad cultural con la Buena Noticia de la salvación.
Juan, el discípulo amado por el Señor, les ha revelado la fuerza transformadora del
mandamiento nuevo y la fecundidad de permanecer en su amor.
274. Nuestros pueblos nutren un cariño y especial devoción a José, esposo de María,
hombre justo, fiel y generoso que sabe perderse para hallarse en el misterio del Hijo.
San José, el silencioso maestro, fascina, atrae y enseña, no con palabras sino con el
resplandeciente testimonio de sus virtudes y de su firme sencillez..
275. Nuestras comunidades llevan el sello de los apóstoles y, además, reconocen el
testimonio cristiano de tantos hombres y mujeres que esparcieron en nuestra geografía
las semillas del Evangelio, viviendo valientemente su fe, incluso derramando su sangre
como mártires. Su ejemplo de vida y santidad constituye un regalo precioso para el
camino creyente de los latinoamericanos y, a la vez, un estímulo para imitar sus
virtudes en las nuevas expresiones culturales de la historia. Con la pasión de su amor
a Jesucristo, han sido miembros activos y misioneros en su comunidad eclesial. Con
valentía, han perseverado en la promoción de los derechos de las personas, fueron
agudos en el discernimiento crítico de la realidad a la luz de la enseñanza social de la
Iglesia y creíbles por el testimonio coherente de sus vidas. Los cristianos de hoy
recogemos su herencia y nos sentimos llamados a continuar con renovado ardor
apostólico y misionero el estilo evangélico de vida que nos han trasmitido.

6.2 EL PROCESO DE FORMACIÓN DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS


276. La vocación y el compromiso de ser hoy discípulos y misioneros de Jesucristo en
América Latina y El Caribe, requieren una clara y decidida opción por la formación de
los miembros de nuestras comunidades, en bien de todos los bautizados, cualquiera
sea la función que desarrollen en la Iglesia. Miramos a Jesús, el Maestro que formó
personalmente a sus apóstoles y discípulos. Cristo nos da el método: “Vengan y vean”
(Jn 1, 39), “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6). Con Él podemos
desarrollar las potencialidades que están en las personas y formar discípulos
misioneros. Con perseverante paciencia y sabiduría, Jesús invitó a todos a su
seguimiento. A quienes aceptaron seguirlo, los introdujo en el misterio del Reino de
Dios, y, después de su muerte y resurrección, los envió a predicar la Buena Nueva en
la fuerza de su Espíritu. Su estilo se vuelve emblemático para los formadores y cobra
especial relevancia cuando pensamos en la paciente tarea formativa que la Iglesia
debe emprender, en el nuevo contexto sociocultural de América Latina.
277. El itinerario formativo del seguidor de Jesús hunde sus raíces en la naturaleza
dinámica de la persona y en la invitación personal de Jesucristo, que llama a los suyos
por su nombre, y éstos lo siguen porque conocen su voz. El Señor despertaba las
aspiraciones profundas de sus discípulos y los atraía a sí, llenos de asombro. El
seguimiento es fruto de una fascinación que responde al deseo de realización humana,
al deseo de vida plena. El discípulo es alguien apasionado por Cristo, a quien
reconoce como el maestro que lo conduce y acompaña.
6.2.1 Aspectos del proceso
278. En el proceso de formación de discípulos misioneros, destacamos cinco aspectos
fundamentales, que aparecen de diversa manera en cada etapa del camino, pero que
se compenetran íntimamente y se alimentan entre sí: a) El Encuentro con Jesucristo.
Quienes serán sus discípulos ya lo buscan (cf. Jn 1, 38), pero es el Señor quien los
llama: “Sígueme” (Mc 1, 14; Mt 9, 9). Se ha de descubrir el sentido más hondo de la
búsqueda, y se ha de propiciar el encuentro con Cristo que da origen a la iniciación
cristiana. Este encuentro debe renovarse constantemente por el testimonio personal,
el anuncio del kerygma y la acción misionera de la comunidad. El kerygma no sólo es
una etapa, sino el hilo conductor de un proceso que culmina en la madurez del
discípulo de Jesucristo. Sin el kerygma, los demás aspectos de este proceso están
condenados a la esterilidad, sin corazones verdaderamente convertidos al Señor. Sólo
desde el kerygma se da la posibilidad de una iniciación cristiana verdadera. Por eso,
la Iglesia ha de tenerlo presente en todas sus acciones. b) La Conversión: Es la
respuesta inicial de quien ha escuchado al Señor con admiración, cree en Él por la
acción del Espíritu, se decide a ser su amigo e ir tras de Él, cambiando su forma de
pensar y de vivir, aceptando la cruz de Cristo, consciente de que morir al pecado es
alcanzar la vida. En el Bautismo y en el sacramento de la Reconciliación, se actualiza
para nosotros la redención de Cristo. c) El Discipulado: La persona madura
constantemente en el conocimiento, amor y seguimiento de Jesús maestro, profundiza
en el misterio de su persona, de su ejemplo y de su doctrina. Para este paso, es de
fundamental importancia la catequesis permanente y la vida sacramental, que
fortalecen la conversión inicial y permiten que los discípulos misioneros puedan
perseverar en la vida cristiana y en la misión en medio del mundo que los desafía. d)
La Comunión: No puede haber vida cristiana sino en comunidad: en las familias, las
parroquias, las comunidades de vida consagrada, las comunidades de base, otras
pequeñas comunidades y movimientos. Como los primeros cristianos, que se reunían
en comunidad, el discípulo participa en la vida de la Iglesia y en el encuentro con los
hermanos, viviendo el amor de Cristo en la vida fraterna solidaria. También es
acompañado y estimulado por la comunidad y sus pastores para madurar en la vida
del Espíritu. e) La Misión: El discípulo, a medida que conoce y ama a su Señor,
experimenta la necesidad de compartir con otros su alegría de ser enviado, de ir al
mundo a anunciar a Jesucristo, muerto y resucitado, a hacer realidad el amor y el
servicio en la persona de los más necesitados, en una palabra, a construir el Reino de
Dios. La misión es inseparable del discipulado, por lo cual no debe entenderse como
una etapa posterior a la formación, aunque se la realice de diversas maneras de
acuerdo a la propia vocación y al momento de la maduración humana y cristiana en
que se encuentre la persona.
6.2.2 Criterios generales
6.2.2.1 Una formación integral, kerygmática y permanente
279. Misión principal de la formación es ayudar a los miembros de la Iglesia a
encontrarse siempre con Cristo, y, así reconocer, acoger, interiorizar y desarrollar la
experiencia y los valores que constituyen la propia identidad y misión cristiana en el
mundo. Por eso, la formación obedece a un proceso integral, es decir, que comprende
variadas dimensiones, todas armonizadas entre sí en unidad vital. En la base de estas
dimensiones, está la fuerza del anuncio kerygmático. El poder del Espíritu y de la
Palabra contagia a las personas y las lleva a escuchar a Jesucristo, a creer en Él como
su Salvador, a reconocerlo como quien da pleno significado a su vida y a seguir sus
pasos. El anuncio se fundamenta en el hecho de la presencia de Cristo Resucitado
hoy en la Iglesia, y es el factor imprescindible del proceso de formación de discípulos y
misioneros. Al mismo tiempo, la formación es permanente y dinámica, de acuerdo con
el desarrollo de las personas y al servicio que están llamadas a prestar, en medio de
las exigencias de la historia.
6.2.2.2 Una formación atenta a dimensiones diversas
280. La formación abarca diversas dimensiones que deberán ser
integradas armónicamente a lo largo de todo el proceso formativo. Se trata de la
dimensión humana comunitaria, espiritual, intelectual y pastoral-misionera. a) La
Dimensión Humana y Comunitaria. Tiende a acompañar procesos de formación que
lleven a asumir la propia historia y a sanarla, en orden a volverse capaces de vivir
como cristianos en un mundo plural, con equilibrio, fortaleza, serenidad y libertad
interior. Se trata de desarrollar personalidades que maduren en el contacto con la
realidad y abiertas al Misterio. b) La Dimensión Espiritual. Es la dimensión formativa
que funda el ser cristiano en la experiencia de Dios, manifestado en Jesús, y que lo
conduce por el Espíritu a través de los senderos de una maduración profunda. Por
medio de los diversos carismas, se arraiga la persona en el camino de vida y de
servicio propuesto por Cristo, con un estilo personal. Permite adherirse de corazón por
la fe, como la Virgen María, a los caminos gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos
de su Maestro y Señor. c) La Dimensión Intelectual. El encuentro con Cristo,
Palabra hecha Carne, potencia el dinamismo de la razón que busca el significado de
la realidad y se abre al Misterio. Se expresa en una reflexión seria, puesta
constantemente al día a través del estudio que abre la inteligencia, con la luz de la fe,
a la verdad. También capacita para el discernimiento, el juicio crítico y el diálogo sobre
la realidad y la cultura. Asegura de una manera especial el conocimiento bíblico
teológico y de las ciencias humanas para adquirir la necesaria competencia en vista
de los servicios eclesiales que se requieran y para la adecuada presencia en la vida
secular. d) La Dimensión Pastoral y Misionera. Un auténtico camino cristiano llena de
alegría y esperanza el corazón y mueve al creyente a anunciar a Cristo de manera
constante en su vida y en su ambiente. Proyecta hacia la misión de formar discípulos
misioneros al servicio del mundo. Habilita para proponer proyectos y estilos de vida
cristiana atrayentes, con intervenciones orgánicas y de colaboración fraterna con todos
los miembros de la comunidad. Contribuye a integrar evangelización y pedagogía,
comunicando vida y ofreciendo itinerarios pastorales acordes con la madurez cristiana,
la edad y otras condiciones propias de las personas o de los grupos. Incentiva la
responsabilidad de los laicos en el mundo para construir el Reino de Dios. Despierta
una inquietud constante por los alejados y por los que ignoran al Señor en sus vidas.
6.2.2.3 Una formación respetuosa de los procesos
281. Llegar a la estatura de la vida nueva en Cristo, identificándose profundamente
con Él164 y su misión, es un camino largo, que requiere itinerarios diversificados,
respetuosos de los procesos personales y de los ritmos comunitarios, continuos y
graduales. En la diócesis, el eje central deberá ser un proyecto orgánico de formación,
aprobado por el Obispo y elaborado con los organismos diocesanos competentes,
teniendo en cuenta todas las fuerzas vivas de la Iglesia particular: asociaciones,
servicios y movimientos, comunidades religiosas, pequeñas comunidades, comisiones
de pastoral social, y diversos organismos eclesiales que ofrezcan la visión de conjunto
y la convergencia de las diversas iniciativas. Se requieren, también, equipos de
formación convenientemente preparados que aseguren la eficacia del proceso mismo
y que acompañen a las personas con pedagogías dinámicas, activas y abiertas. La
presencia y contribución de laicos y laicas en los equipos de formación aporta una
riqueza original, pues, desde sus experiencias y competencias, ofrecen criterios,
contenidos y testimonios valiosos para quienes se están formando. 164 Cf. EN 19.
6.2.2.4 Una formación que contempla el acompañamiento de los discípulos
282. Cada sector del Pueblo de Dios pide ser acompañado y formado, de acuerdo con
la peculiar vocación y ministerio al que ha sido llamado: el obispo que es el principio de
la unidad en la diócesis mediante el triple ministerio de enseñar, santificar y gobernar;
los presbíteros, cooperando con el ministerio del obispo, en el cuidado del pueblo de
Dios que les es confiado; los diáconos permanentes en el servicio vivificante, humilde
y perseverante como ayuda valiosa para obispos y presbíteros; los consagrados
y consagradas en el seguimiento radical del Maestro; los laicos y laicas que cumplen
su responsabilidad evangelizadora, colaborando en la formación de comunidades
cristianas y en la construcción del Reino de Dios en el mundo. Se requiere, por tanto,
capacitar a quienes puedan acompañar espiritual y pastoralmente a otros.
283. Destacamos que la formación de los laicos y laicas debe contribuir, ante todo, a
una actuación como discípulos misioneros en el mundo, en la perspectiva del diálogo y
de la transformación de la sociedad. Es urgente una formación específica para que
puedan tener una incidencia significativa en los diferentes campos, sobre todo en el
mundo vasto de la política, de la realidad social y de la economía, como también de la
cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios y de
otras realidades abiertas a la evangelización165.
6.2.2.5 Una formación en la espiritualidad de la acción misionera
284. Es necesario formar a los discípulos en una espiritualidad de la acción misionera,
que se basa en la docilidad al impulso del Espí- 165 EN 70. ritu, a su potencia de vida
que moviliza y transfigura todas las dimensiones de la existencia. No es una
experiencia que se limita a los espacios privados de la devoción, sino que busca
penetrarlo todo con su fuego y su vida. El discípulo y misionero, movido por el impulso
y el ardor que proviene del Espíritu, aprende a expresarlo en el trabajo, en el diálogo,
en el servicio, en la misión cotidiana.
285. Cuando el impulso del Espíritu impregna y motiva todas las áreas de la
existencia, entonces también penetra y configura la vocación específica de cada uno.
Así, se forma y desarrolla la espiritualidad propia de presbíteros, de religiosos y
religiosas, de padres de familia, de empresarios, de catequistas, etc. Cada una de las
vocaciones tiene un modo concreto y distintivo de vivir la espiritualidad, que da
profundidad y entusiasmo al ejercicio concreto de sus tareas. Así, la vida en el Espíritu
no nos cierra en una intimidad cómoda, sino que nos convierte en personas generosas
y creativas, felices en el anuncio y el servicio misionero. Nos vuelve comprometidos
con los reclamos de la realidad y capaces de encontrarle un profundo significado a
todo lo que nos toca hacer por la Iglesia y por el mundo.

6.3 INICIACIÓN A LA VIDA CRISTIANA Y CATEQUESIS PERMANENTE


6.3.1 Iniciación a la vida cristiana
286. Son muchos los creyentes que no participan en la Eucaristía dominical, ni reciben
con regularidad los sacramentos, ni se insertan activamente en la comunidad eclesial.
Sin olvidar la importancia de la familia en la iniciación cristiana, este fenómeno nos
interpela profundamente a imaginar y organizar nuevas formas de acercamiento a ellos
para ayudarles a valorar el sentido de la vida sacramental, de la participación
comunitaria y del compromiso ciudadano. Tenemos un alto porcentaje de católicos sin
conciencia de su misión de ser sal y fermento en el mundo, con una
identidad cristiana débil y vulnerable.
287. Esto constituye un gran desafío que cuestiona a fondo la manera como estamos
educando en la fe y como estamos alimentando la vivencia cristiana; un desafío que
debemos afrontar con decisión, con valentía y creatividad, ya que, en muchas partes,
la iniciación cristiana ha sido pobre o fragmentada. O educamos en la fe,
poniendo realmente en contacto con Jesucristo e invitando a su seguimiento, o no
cumpliremos nuestra misión evangelizadora. Se impone la tarea irrenunciable de
ofrecer una modalidad operativa de iniciación cristiana que, además de marcar el qué,
dé también elementos para el quién, el cómo y el dónde se realiza. Así, asumiremos
el desafío de una nueva evangelización, a la que hemos sido reiteradamente
convocados.
288. La iniciación cristiana, que incluye el kerygma, es la manera práctica de poner en
contacto con Jesucristo e iniciar en el discipulado. Nos da, también, la oportunidad de
fortalecer la unidad de los tres sacramentos de la iniciación y profundizar en su rico
sentido. La iniciación cristiana, propiamente hablando, se refiere a la
primera iniciación en los misterios de la fe, sea en la forma de catecumenado
bautismal para los no bautizados, sea en la forma de catecumenado postbautismal
para los bautizados no suficientemente catequizados. Este catecumenado está
íntimamente unido a los sacramentos de la iniciación: bautismo, confirmación y
eucaristía, celebrados solemnemente en la Vigilia Pascual. Habría que distinguirla, por
tanto, de otros procesos catequéticos y formativos que pueden tener la iniciación
cristiana como base.
6.3.2 Propuestas para la iniciación cristiana
289. Sentimos la urgencia de desarrollar en nuestras comunidades un proceso de
iniciación en la vida cristiana que comience por el kerygma, guiado por la Palabra de
Dios, que conduzca a un encuentro personal, cada vez mayor, con Jesucristo, perfecto
Dios y perfecto hombre166, experimentado como plenitud de la humani- 166 Cf. Símbolo
Quicumque: DS 76. dad, y que lleve a la conversión, al seguimiento en una
comunidad eclesial y a una maduración de fe en la práctica de los sacramentos, el
servicio y la misión.
290. Recordamos que el itinerario formativo del cristiano, en la tradición más antigua
de la Iglesia, “tuvo siempre un carácter de experiencia, en el cual era determinante el
encuentro vivo y persuasivo con Cristo, anunciado por auténticos testigos”167. Se trata
de una experiencia que introduce en una profunda y feliz celebración de los
sacramentos, con toda la riqueza de sus signos. De este modo, la vida se va
transformando progresivamente por los santos misterios que se celebran, capacitando
al creyente para transformar el mundo. Esto es lo que se llama “catequesis
mistagógica”.
291. Ser discípulo es un don destinado a crecer. La iniciación cristiana da la posibilidad
de un aprendizaje gradual en el conocimiento, amor y seguimiento de Jesucristo. Así,
forja la identidad cristiana con las convicciones fundamentales y acompaña la
búsqueda del sentido de la vida. Es necesario asumir la dinámica catequética de la
iniciación cristiana. Una comunidad que asume la iniciación cristiana renueva su vida
comunitaria y despierta su carácter misionero. Esto requiere nuevas actitudes
pastorales de parte de obispos, presbíteros, diáconos, personas consagradas y
agentes de pastoral.
292. Como rasgos del discípulo, al que apunta la iniciación cristiana destacamos: que
tenga como centro la persona de Jesucristo, nuestro Salvador y plenitud de nuestra
humanidad, fuente de toda madurez humana y cristiana; que tenga espíritu de oración,
sea amante de la Palabra, practique la confesión frecuente y participe de la Eucaristía;
que se inserte cordialmente en la comunidad eclesial y social, sea solidario en el amor
y fervoroso misionero.
293. La parroquia ha de ser el lugar donde se asegure la iniciación cristiana y tendrá
como tareas irrenunciables: iniciar en la vida cristia- 167 SC 64. na a los adultos
bautizados y no suficientemente evangelizados; educar en la fe a los niños bautizados
en un proceso que los lleve a completar su iniciación cristiana; iniciar a los no
bautizados que, habiendo escuchado el kerygma, quieren abrazar la fe. En esta tarea,
el estudio y la asimilación del Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos es una
referencia necesaria y un apoyo seguro.
294. Asumir esta iniciación cristiana exige no sólo una renovación de modalidad
catequística de la parroquia. Proponemos que el proceso catequístico formativo
adoptado por la Iglesia para la iniciación cristiana sea asumido en todo el Continente
como la manera ordinaria e indispensable de introducir en la vida cristiana, y como la
catequesis básica y fundamental. Después, vendrá la catequesis permanente que
continúa el proceso de maduración en la fe, en la que se debe incorporar un
discernimiento vocacional y la iluminación para proyectos personales de vida.
6.3.3 Catequesis permanente
295. En cuanto a la situación actual de la catequesis, es evidente que ha habido un
gran progreso. Ha crecido el tiempo que se le dedica a la preparación para los
sacramentos. Se ha tomado mayor conciencia de su necesidad, tanto en las familias
como entre los pastores. Se comprende que es imprescindible en toda
formación cristiana. Se han constituido ordinariamente comisiones diocesanas y
parroquiales de catequesis. Es admirable el gran número de personas que se sienten
llamadas a hacerse catequistas, con gran entrega. A ellas esta Asamblea les
manifiesta un sincero reconocimiento.
296. Sin embargo, a pesar de la buena voluntad, la formación teológica y pedagógica
de los catequistas no suele ser la deseable. Los materiales y subsidios son con
frecuencia muy variados y no se integran en una pastoral de conjunto; y no siempre
son portadores de métodos pedagógicos actualizados. Los servicios catequísticos de
las parroquias carecen con frecuencia de una colaboración cercana de las familias.
Los párrocos y demás responsables no asumen con mayor empeño la función que les
corresponde como primeros catequistas.
297. Los desafíos que plantea la situación de la sociedad en América Latina y El
Caribe requieren una identidad católica más personal y fundamentada. El
fortalecimiento de esta identidad pasa por una catequesis adecuada que promueva
una adhesión personal y comunitaria a Cristo, sobre todo en los más débiles en la
fe168. Es una tarea que incumbe a toda la comunidad de discípulos pero, de manera
especial, a quienes, como obispos, hemos sido llamados a servir a la Iglesia,
pastoreándola, conduciéndola al encuentro con Jesús y enseñándole a vivir todo lo
que nos ha mandado (cf. Mt 28, 19- 20).
298. La catequesis no debe ser sólo ocasional, reducida a los momentos previos a los
sacramentos o a la iniciación cristiana, sino más bien “un itinerario catequético
permanente”169. Por esto, compete a cada Iglesia particular, con la ayuda de las
Conferencias Episcopales, establecer un proceso catequético orgánico y progresivo
que se extienda por todo el arco de la vida, desde la infancia hasta la ancianidad,
teniendo en cuenta que el Directorio General de Catequesis considera la catequesis de
adultos como la forma fundamental de la educación en la fe. Para que, en verdad, el
pueblo conozca a fondo a Cristo y lo siga fielmente, debe ser conducido especialmente
en la lectura y meditación de la Palabra de Dios, que es el primer fundamento de una
catequesis permanente170.
299. La catequesis no puede limitarse a una formación meramente doctrinal sino que
ha de ser una verdadera escuela de formación integral. Por tanto, se ha de cultivar la
amistad con Cristo en la oración, el aprecio por la celebración litúrgica, la vivencia
comu- 168 Cf. BENEDICTO XVI, Discurso en el Encuentro con los Obispos de Brasil, 11 de mayo de 2007. 169
DI 3. 170 Ibíd. nitaria, el compromiso apostólico mediante un permanente servicio a los
demás. Para ello, resultarían útiles algunos subsidios catequéticos elaborados a partir
del Catecismo de la Iglesia Católica y del Compendio de la Doctrina Social de la
Iglesia, estableciendo cursos y escuelas de formación permanente para catequistas.
300. Debe darse una catequesis apropiada que acompañe la fe ya presente en la
religiosidad popular. Una manera concreta puede ser el ofrecer un proceso de
iniciación cristiana en visitas a las familias, donde no sólo se les comunique los
contenidos de la fe, sino que se las conduzca a la práctica de la oración familiar, a la
lectura orante de la Palabra de Dios y al desarrollo de las virtudes evangélicas, que
las consoliden cada vez más como iglesias domésticas. Para este crecimiento en la fe,
también es conveniente aprovechar pedagógicamente el potencial educativo que
encierra la piedad popular mariana. Se trata de un camino educativo que, cultivando el
amor personal a la Virgen, verdadera “educadora de la fe”171, que nos lleva a
asemejarnos cada vez más a Jesucristo, provoque la apropiación progresiva de sus
actitudes.
6.4 LUGARES DE FORMACIÓN PARA LOS DISCÍPULOS MISIONEROS
301. A continuación, consideraremos brevemente algunos espacios de formación de
discípulos misioneros.
6.4.1 La Familia, primera escuela de la fe
302. La familia, “patrimonio de la humanidad”, constituye uno de los tesoros más
valiosos de los pueblos latinoamericanos. Ella ha sido y es espacio y escuela de
comunión, fuente de valores humanos y cívicos, hogar en el que la vida humana nace
y se acoge generosa y responsablemente. Para que la familia sea “escuela de la fe” y
171 DP 290. pueda ayudar a los padres a ser los primeros catequistas de sus hijos, la
pastoral familiar debe ofrecer espacios formativos, materiales catequéticos, momentos
celebrativos, que le permitan cumplir su misión educativa. La familia está llamada a
introducir a los hijos en el camino de la iniciación cristiana. La familia, pequeña Iglesia,
debe ser, junto con la Parroquia, el primer lugar para la iniciación cristiana de los
niños172. Ella ofrece a los hijos un sentido cristiano de existencia y los acompaña en
la elaboración de su proyecto de vida, como discípulos misioneros.
303. Es, además, un deber de los padres, especialmente a través de su ejemplo de
vida, la educación de los hijos para el amor como don de sí mismos y la ayuda que
ellos le presten para descubrir su vocación de servicio, sea en la vida laical como en la
consagrada. De este modo, la formación de los hijos como discípulos de
Jesucristo, se opera en las experiencias de la vida diaria en la familia misma. Los hijos
tienen el derecho de poder contar con el padre y la madre para que cuiden de ellos y
los acompañen hacia la plenitud de vida. La “catequesis familiar”, implementada de
diversas maneras, se ha revelado como una ayuda exitosa a la unidad de las familias,
ofreciendo además, una posibilidad eficiente de formar a los padres de familia, los
jóvenes y los niños, para que sean testigos firmes de la fe en sus respectivas
comunidades.
6.4.2 Las Parroquias
304. La dimensión comunitaria es intrínseca al misterio y a la realidad de la Iglesia que
debe reflejar la Santísima Trinidad. A lo largo de los siglos, de diversas maneras, se ha
vivido esta dimensión esencial. La Iglesia es comunión. Las Parroquias son células
vivas de la Iglesia173 y lugares privilegiados en los que la mayoría de los fieles tienen
una experiencia concreta de Cristo y de su Iglesia174. 172 SC 19. 173 AA 10; SD 55.
174 EAm 41. Encierran una inagotable riqueza comunitaria porque en ellas se
encuentra una inmensa variedad de situaciones, de edades, de tareas. Sobre todo
hoy, cuando la crisis de la vida familiar afecta a tantos niños y jóvenes, las Parroquias
brindan un espacio comunitario para formarse en la fe y crecer comunitariamente.
305. Por tanto, debe cultivarse la formación comunitaria, especialmente en la
parroquia. Con diversas celebraciones e iniciativas, principalmente con la Eucaristía
dominical, que es “momento privilegiado del encuentro de las comunidades con el
Señor resucitado” 175, los fieles deben experimentar la parroquia como una familia en
la fe y la caridad, en la que mutuamente se acompañen y ayuden en el seguimiento de
Cristo.
306. Si queremos que las Parroquias sean centros de irradiación misionera en sus
propios territorios, deben ser también lugares de formación permanente. Esto requiere
que se organicen en ellas variadas instancias formativas que aseguren el
acompañamiento y la maduración de todos los agentes pastorales y de los
laicos insertos en el mundo. Las Parroquias vecinas también pueden aunar esfuerzos
en este sentido, sin desaprovechar las ofertas formativas de la Diócesis y de la
Conferencia Episcopal.
6.4.3 Pequeñas comunidades eclesiales
307. Se constata que, en los últimos años, ha ido creciendo la espiritualidad de
comunión y que, con diversas metodologías, se han hecho no pocos esfuerzos por
llevar a los laicos a integrarse en pequeñas comunidades eclesiales, que van
mostrando abundantes frutos. Para la Nueva Evangelización y para llegar a que
los bautizados vivan como auténticos discípulos y misioneros de Cristo, tenemos un
medio privilegiado en las pequeñas comunidades eclesiales. 175 DI 4.
308. Ellas son un ámbito propicio para escuchar la Palabra de Dios, para vivir la
fraternidad, para animar en la oración, para profundizar procesos de formación en la fe
y para fortalecer el exigente compromiso de ser apóstoles en la sociedad de hoy. Ellas
son lugares de experiencia cristiana y evangelización que, en medio de la situación
cultural que nos afecta, secularizada y hostil a la Iglesia, se hacen todavía mucho más
necesarias.
309. Si se quieren pequeñas comunidades vivas y dinámicas, es necesario suscitar en
ellas una espiritualidad sólida, basada en la Palabra de Dios, que las mantenga en
plena comunión de vida e ideales con la Iglesia local y, en particular, con la comunidad
parroquial. Así la parroquia, por otra parte, como desde hace años nos lo hemos
propuesto en América Latina, llegará a ser “comunidad de comunidades”176.
310. Señalamos que es preciso reanimar los procesos de formación de pequeñas
comunidades en el Continente, pues en ellas tenemos una fuente segura de
vocaciones al sacerdocio, a la vida religiosa, y a la vida laical con especial dedicación
al apostolado. A través de las pequeñas comunidades, también se podría llegar a los
alejados, a los indiferentes y a los que alimentan descontento o resentimientos frente
a la Iglesia.
6.4.4 Los movimientos eclesiales y nuevas comunidades
311. Los nuevos movimientos y comunidades son un don del Espíritu Santo para la
Iglesia. En ellos, los fieles encuentran la posibilidad de formarse cristianamente, crecer
y comprometerse apostólicamente hasta ser verdaderos discípulos misioneros. Así
ejercitan el derecho natural y bautismal de libre asociación, como lo señaló el Concilio
Vaticano II177 y lo confirma el Código de Derecho Canónico. Convendría animar a
algunos movimientos y asociacio- 176 Cf. SD 58. 177 AA 18ss. nes, que muestran hoy cierto
cansancio o debilidad, e invitarlos a renovar su carisma original, que no deja de
enriquecer la diversidad con que el Espíritu se manifiesta y actúa en el pueblo
cristiano.
312. Los movimientos y nuevas comunidades constituyen un valioso aporte en la
realización de la Iglesia Particular. Por su misma naturaleza, expresan la dimensión
carismática de la Iglesia: En la Iglesia no hay contraste o contraposición entre
la dimensión institucional y la dimensión carismática, de la cual los movimientos son
una expresión significativa, porque ambos son igualmente esenciales para la
constitución divina del Pueblo de Dios178. En la vida y la acción evangelizadora de la
Iglesia, constatamos que, en el mundo moderno, debemos responder a nuevas
situaciones y necesidades de la vida cristiana. En este contexto, también los
movimientos y nuevas comunidades son una oportunidad para que muchas personas
alejadas puedan tener una experiencia de encuentro vital con Jesucristo y, así,
recuperen su identidad bautismal y su activa participación en la vida de la Iglesia179.
En ellos, “podemos ver la multiforme presencia y acción santificadora del Espíritu”180.
313. Para aprovechar mejor los carismas y servicios de los movimientos eclesiales en
el campo de la formación de los laicos, deseamos respetar sus carismas y su
originalidad, procurando que se integren más plenamente a la estructura originaria que
se da en la diócesis. A la vez, es necesario que la comunidad diocesana acoja la
riqueza espiritual y apostólica de los movimientos. Es verdad que los movimientos
deben mantener su especificidad, pero dentro de una profunda unidad con la Iglesia
particular, no sólo de fe 178 BENEDICTO XVI, Discurso, 24 de marzo de 2007. 179
Cf. DI 4. 180 Cf. Ibíd., 5. sino de acción. Mientras más se multiplique la riqueza de
los carismas, más están llamados los obispos a ejercer el discernimiento pastoral para
favorecer la necesaria integración de los movimientos en la vida diocesana,
apreciando la riqueza de su experiencia comunitaria, formativa y misionera. Conviene
prestar especial acogida y valorización a aquellos movimientos eclesiales que han
pasado ya por el reconocimiento y discernimiento de la Santa Sede, considerados
como dones y bienes para la Iglesia universal.
6.4.5 Los Seminarios y Casas de formación religiosa
314. En lo que se refiere a la formación de los discípulos y misioneros de Cristo, ocupa
un puesto particular la pastoral vocacional, que acompaña cuidadosamente a todos los
que el Señor llama a servirle a la Iglesia en el sacerdocio, en la vida consagrada o en
el estado laical. La pastoral vocacional, que es responsabilidad de todo el pueblo de
Dios, comienza en la familia y continúa en la comunidad cristiana, debe dirigirse a los
niños y especialmente a los jóvenes para ayudarlos a descubrir el sentido de la vida y
el proyecto que Dios tenga para cada uno, acompañándolos en su proceso de
discernimiento. Plenamente integrada en el ámbito de la pastoral ordinaria, la pastoral
vocacional es fruto de una sólida pastoral de conjunto, en las familias, en la parroquia,
en las escuelas católicas y en las demás instituciones eclesiales. Es necesario
intensificar de diversas maneras la oración por las vocaciones, con la cual también se
contribuye a crear una mayor sensibilidad y receptividad ante el llamado del Señor; así
como promover y coordinar diversas iniciativas vocacionales181. Las vocaciones son
don de Dios, por lo tanto, en cada diócesis, no deben faltar especiales oraciones al
“Dueño de la mies”.
315. Ante la escasez, en muchas parte de América Latina y El Caribe, de personas
que respondan a la vocación al sacerdocio y a la vida 181 Cf. PDV 41; EAm
40. consagrada es urgente dar un cuidado especial a la promoción vocacional,
cultivando los ambientes en los que nacen las vocaciones al sacerdocio y a la vida
consagrada, con la certeza de que Jesús sigue llamando discípulos y misioneros para
estar con Él y para enviarlos a predicar el Reino de Dios. Esta V Conferencia hace un
llamado urgente a todos los cristianos, y especialmente a los jóvenes, para que estén
abiertos a una posible llamada de Dios al sacerdocio o a la vida consagrada; les
recuerda que el Señor les dará la gracia necesaria para responder con decisión y
generosidad, a pesar de los problemas generados por una cultura secularizada,
centrada en el consumismo y el placer. A las familias, las invitamos a reconocer la
bendición de un hijo llamado por Dios a esta consagración y a apoyar su decisión y su
camino de respuesta vocacional. A los sacerdotes, les alentamos a dar testimonio de
vida feliz, alegría, entusiasmo y santidad en el servicio del Señor.
316. Un espacio privilegiado, escuela y casa para la formación de discípulos y
misioneros, lo constituyen sin duda los seminarios y las casas de formación. El tiempo
de la primera formación es una etapa donde los futuros presbíteros comparten la vida
a ejemplo de la comunidad apostólica en torno a Cristo Resucitado: oran juntos,
celebran una misma liturgia que culmina en la Eucaristía, a partir de la Palabra de Dios
reciben las enseñanzas que van iluminando su mente y moldeando su corazón para el
ejercicio de la caridad fraterna y de la justicia, prestan servicios pastorales
periódicamente a diversas comunidades, preparándose así para vivir una sólida
espiritualidad de comunión con Cristo Pastor y docilidad a la acción del Espíritu,
convirtiéndose en signo personal y atractivo de Cristo en el mundo, según el camino
de santidad propio del ministerio sacerdotal182.
317. Reconocemos el esfuerzo de los formadores de los Seminarios. Su testimonio y
preparación son decisivos para el acompañamien- 182 Cf. PDV 60; OT 4;
Congregación para el Clero, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, n.
4. to de los seminaristas hacia una madurez afectiva que los haga aptos para abrazar
el celibato sacerdotal y capaces de vivir en comunión con sus hermanos en la
vocación sacerdotal; en este sentido, los cursos de formadores que se han
implementado son un medio eficaz de ayuda a su misión183.
318. La realidad actual nos exige mayor atención a los proyectos formativos de los
Seminarios, pues los jóvenes son víctimas de la influencia negativa de la cultura
postmoderna, especialmente de los medios de comunicación social, trayendo consigo
la fragmentación de la personalidad, la incapacidad de asumir compromisos
definitivos, la ausencia de madurez humana, el debilitamiento de la identidad espiritual,
entre otros, que dificultan el proceso de formación de auténticos discípulos y
misioneros. Por eso, es necesario, antes del ingreso al Seminario, que los formadores
y responsables hagan una esmerada selección que tenga en cuenta el equilibro
psicológico de una sana personalidad, una motivación genuina de amor a Cristo, a la
Iglesia, a la vez que capacidad intelectual adecuada a las exigencias del ministerio en
el tiempo actual184.
319. Es necesario un proyecto formativo del Seminario que ofrezca a los seminaristas
un verdadero proceso integral: humano, espiritual, intelectual y pastoral, centrado en
Jesucristo Buen Pastor. Es fundamental que, durante los años de formación, los
seminaristas sean auténticos discípulos, llegando a realizar un verdadero
encuentro personal con Jesucristo en la oración con la Palabra, para que establezcan
con Él relaciones de amistad y amor, asegurando un auténtico proceso de iniciación
espiritual, especialmente, en 183 Al respecto, los Padres sinodales exhortaban a los
Obispos “a destinar para dicha tarea a sus sacerdotes más aptos, después de
haberlos preparado mediante una formación específica que los capacite para una
misión tan delicada”. EAm 40; Congregación para la Educación Católica, Ratio
fundamentalis institutionis sacerdotalis, 31-36; ID., Directrices sobre la preparación
de los formadores en los Seminarios, n. 65-71; OT 5. 184 Cf. C.I.C., can. 241, 1;
Congregación para la Educación Católica, Instrucción sobre los criterios de
discernimiento vocacional en relación con las personas de tendencias homosexuales
antes de su admisión al Seminario y a las Órdenes sagradas. el Período
Propedéutico. La espiritualidad que se promueva deberá responder a la identidad de la
propia vocación, sea diocesana o religiosa185.
320. Se procurará, a lo largo de la formación, desarrollar un amor tierno y filial a María,
de manera que cada formando llegue a tener con ella una espontánea familiaridad, y la
“acoja en su casa” como el discípulo amado. Ella brindará a los sacerdotes fortaleza y
esperanza en los momentos difíciles y los alentará a ser incesantemente discípulos
misioneros para el Pueblo de Dios.
321. Se deberá prestar especial atención al proceso de formación humana hacia la
madurez, de tal manera que la vocación al sacerdocio ministerial de los candidatos
llegue a ser en cada uno un proyecto de vida estable y definitivo, en medio de una
cultura que exalta lo desechable y lo provisorio. Dígase lo mismo de la educación
hacia la madurez de la afectividad y la sexualidad. Ésta debe llevar a comprender
mejor el significado evangélico del celibato consagrado como valor que configura a
Jesucristo, por tanto, como un estado de amor, fruto del don precioso de la gracia
divina, según el ejemplo de la donación nupcial del Hijo de Dios; a acogerlo como tal
con firme decisión, con magnanimidad y de todo corazón; y a vivirlo con serenidad y
fiel perseverancia, con la debida ascesis en un camino personal y comunitario, como
entrega a Dios y a los demás con corazón pleno e indiviso186.
322. En todo el proceso formativo, el ambiente del Seminario y la pedagogía formativa
deberán cuidar un clima de sana libertad y de responsabilidad personal, evitando crear
ambientes artificiales o itinerarios impuestos. La opción del candidato por la vida y
ministerio sacerdotal debe madurar y apoyarse en motivaciones verda- 185 Cf.
Congregación para la Educación Católica, Carta circular sobre algunos aspectos más
urgentes de la formación espiritual en los seminarios, 6 de enero de 1980, p. 23; ID., El
Período Propedéutico, 1 de mayo de 1998, p. 14. 186 Cf. PO 16; OT 4; PDV 50;
Congregación para el Clero, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, n.
5; Congregación para la Educación Católica, Orientaciones para la educación en el
celibato, n. 31, Roma, 1974. deras y auténticas, libres y personales. A ello se orienta la
disciplina en las casas de formación. Las experiencias pastorales, discernidas y
acompañadas en el proceso formativo, son sumamente importantes para corroborar la
autenticidad de las motivaciones en el candidato y ayudarle a asumir el ministerio
como un verdadero y generoso servicio, en el cual el ser y el actuar,
persona consagrada y ministerio, son realidades inseparables.
323. Al mismo tiempo, el Seminario deberá ofrecer una formación intelectual seria y
profunda, en el campo de la filosofía, de las ciencias humanas y, especialmente, de la
teología y la misionología, a fin de que el futuro sacerdote aprenda a anunciar la fe en
toda su integridad, fiel al Magisterio de la Iglesia, con atención crítica atento al
contexto cultural de nuestro tiempo y a las grandes corrientes de pensamiento y de
conducta que deberá evangelizar. Asimismo, se deberá reforzar el estudio de la
Palabra de Dios en el currículum académico en los diversos campos formativos,
procurando que la Palabra divina no se reduzca sólo a nociones, sino que sea en
verdad espíritu y vida que ilumine y alimente toda la existencia. Por tanto, será
necesario contar en cada seminario con el número suficiente de profesores bien
preparados187.
324. Es indispensable confirmar que los candidatos sean capaces de asumir las
exigencias de la vida comunitaria, la cual implica diálogo, capacidad de servicio,
humildad, valoración de los carismas ajenos, disposición a dejarse interpelar por los
demás, obediencia al obispo y apertura para crecer en comunión misionera con los
presbíteros, diáconos, religiosos y laicos, sirviendo a la unidad en la diversidad. La
Iglesia necesita sacerdotes y consagrados que nunca pierdan la conciencia de ser
discípulos en comunión.
325. Los jóvenes provenientes de familias pobres o de grupos indígenas requieren una
formación inculturada, es decir, deben recibir la adecuada formación teológica y
espiritual para su futuro minis- 187 Cf. Congregación para la Educación Católica, Ratio
fundamentalis, nn. 32 y 36-37. terio, sin que ello les haga perder sus raíces y, de esta
forma, puedan ser evangelizadores cercanos a sus pueblos y culturas188.
326. Es oportuno señalar la complementariedad entre la formación iniciada en el
Seminario y el proceso formativo, que abarca las diversas etapas de vida del
presbítero. Hay que despertar la conciencia de que la formación sólo termina con la
muerte. La formación permanente es un deber ante todo para los sacerdotes jóvenes,
y ha de tener aquella frecuencia y programación de encuentros que, a la vez que
prolongan la seriedad y solidez de la formación recibida en el seminario, lleven
progresivamente a los jóvenes presbíteros a comprender y vivir la singular riqueza del
“don” de Dios –el sacerdocio– y a desarrollar sus potencialidades y aptitudes
ministeriales, también mediante una inserción cada vez más convencida y
responsable en el presbiterio, y, por tanto, en la comunión y corresponsabilidad con
todos los hermanos189. Al respecto, se requieren proyectos diocesanos bien
articulados y constantemente evaluados.
327. Las casas y centros de formación de la Vida religiosa son también espacios
privilegiados de discipulado y formación de los misioneros y misioneras, según el
carisma propio de cada instituto religioso.
6.4.6 La Educación Católica
328. América Latina y El Caribe viven una particular y delicada emergencia educativa.
En efecto, las nuevas reformas educacionales de nuestro continente, impulsadas para
adaptarse a las nuevas 188 Cf. EAm 40; RM 54; PDV 32; Congregación para el Clero,
Directorio, n.15. 189 PDV 76. exigencias que se van creando con el cambio global,
aparecen centradas prevalentemente en la adquisición de conocimientos
y habilidades, y denotan un claro reduccionismo antropológico, ya que conciben la
educación preponderantemente en función de la producción, la competitividad y el
mercado. Por otra parte, con frecuencia propician la inclusión de factores contrarios a
la vida, a la familia y a una sana sexualidad. De esta forma, no despliegan los mejores
valores de los jóvenes ni su espíritu religioso; tampoco les enseñan los caminos para
superar la violencia y acercarse a la felicidad, ni les ayudan a llevar una vida sobria y
adquirir aquellas actitudes, virtudes y costumbres que harán estable el hogar que
funden, y que los convertirán en constructores solidarios de la paz y del futuro de la
sociedad190.
329. Ante esta situación, fortaleciendo la estrecha colaboración con los padres de
familia y pensando en una educación de calidad a la que tienen derecho, sin distinción,
todos los alumnos y alumnas de nuestros pueblos, es necesario insistir en el auténtico
fin de toda escuela. Ella está llamada a transformarse, ante todo, en lugar privilegiado
de formación y promoción integral, mediante la asimilación sistemática y crítica de la
cultura, cosa que logra mediante un encuentro vivo y vital con el patrimonio cultural.
Esto supone que tal encuentro se realice en la escuela en forma de elaboración, es
decir, confrontando e insertando los valores perennes en el contexto actual. En
realidad, la cultura, para ser educativa, debe insertarse en los problemas del tiempo en
el que se desarrolla la vida del joven. De esta manera, las distintas disciplinas han de
presentar no sólo un saber por adquirir, sino también valores por asimilar y verdades
por descubrir.
330. Constituye una responsabilidad estricta de la escuela, en cuanto institución
educativa, poner de relieve la dimensión ética y reli- 190 FC 36-38; JUAN PABLO II,
Carta a la Familias, 13, 2 de febrero de 1994; Pontificio Consejo para la Familia, Carta
de los derechos de la familia, Art. 5c, 22 de octubre de 1983; Pontificio Consejo para la
Familia, Sexualidad humana, verdad y significado, Orientaciones educativas en
familia, 8 de diciembre de 1995. giosa de la cultura, precisamente con el fin de activar
el dinamismo espiritual del sujeto y ayudarle a alcanzar la libertad ética que
presupone y perfecciona a la psicológica. Pero, no se da libertad ética sino en la
confrontación con los valores absolutos de los cuales depende el sentido y el valor de
la vida del hombre. Aun en el ámbito de la educación, se manifiesta la tendencia a
asumir la actualidad como parámetro de los valores, corriendo así el peligro de
responder a aspiraciones transitorias y superficiales, y de perder de vista las
exigencias más profundas del mundo contemporáneo (EC 30). La educación humaniza
y personaliza al ser humano cuando logra que éste desarrolle plenamente su
pensamiento y su libertad, haciéndolo fructificar en hábitos de comprensión y en
iniciativas de comunión con la totalidad del orden real. De esta manera, el ser humano
humaniza su mundo, produce cultura, transforma la sociedad y construye la
historia191.
6.4.6.1 Los centros educativos católicos
331. La misión primaria de la Iglesia es anunciar el Evangelio de manera tal que
garantice la relación entre fe y vida tanto en la persona individual como en el contexto
socio-cultural en que las personas viven, actúan y se relacionan entre sí. Así, procura
transformar mediante la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores
determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes
inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad que están en contraste con la
Palabra de Dios y el designio de salvación192.
332. Cuando hablamos de una educación cristiana, por tanto, entendemos que el
maestro educa hacia un proyecto de ser humano en el que habite Jesucristo con el
poder transformador de su vida nueva. Hay muchos aspectos en los que se educa y de
los que 191 DP1025. 192 EN 19. consta el proyecto educativo. Hay muchos valores,
pero estos valores nunca están solos, siempre forman una constelación ordenada
explícita o implícitamente. Si la ordenación tiene como fundamento y término a Cristo,
entonces esta educación está recapitulando todo en Cristo y es una verdadera
educación cristiana; si no, puede hablar de Cristo, pero corre el riesgo de no ser
cristiana193.
333. Se produce, de este modo, una compenetración entre los dos aspectos. Lo cual
significa que no se concibe que se pueda anunciar el Evangelio sin que éste ilumine,
infunda aliento y esperanza, e inspire soluciones adecuadas a los problemas de la
existencia; ni tampoco que pueda pensarse en una promoción verdadera y plena del
ser humano sin abrirlo a Dios y anunciarle a Jesucristo194.
334. La Iglesia está llamada a promover en sus escuelas una educación centrada en la
persona humana que es capaz de vivir en la comunidad, aportando lo suyo para su
bien. Ante el hecho de que muchos se encuentran excluidos, la Iglesia deberá impulsar
una educación de calidad para todos, formal y no-formal, especialmente para los más
pobres. Educación que ofrezca a los niños, a los jóvenes y a los adultos el encuentro
con los valores culturales del propio país, descubriendo o integrando en ellos la
dimensión religiosa y trascendente. Para ello, necesitamos una pastoral de la
educación dinámica y que acompañe los procesos educativos, que sea voz que
legitime y salvaguarde la libertad de educación ante el Estado y el derecho a una
educación de calidad de los más desposeídos.
335. De este modo, estamos en condiciones de afirmar que en el proyecto educativo
de la escuela católica, Cristo, el Hombre perfecto, es el fundamento, en quien todos los
valores humanos encuentran su plena realización, y de ahí su unidad. Él revela y 193
SD 265. 194 Cf. Iuvenum Patris. Carta Apostólica de Juan Pablo II en el centenario de
la muerte de san Juan Bosco, 10. promueve el sentido nuevo de la existencia y la
transforma, capacitando al hombre y a la mujer para vivir de manera divina; es decir,
para pensar, querer y actuar según el Evangelio, haciendo de las bienaventuranzas la
norma de su vida. Precisamente por la referencia explícita, y compartida por todos los
miembros de la comunidad escolar, a la visión cristiana –aunque sea en grado diverso,
y respetando la libertad de conciencia y religiosa de los no cristianos presentes en
ella– la educación es “católica”, ya que los principios evangélicos se convierten para
ella en normas educativas, motivaciones interiores y, al mismo tiempo, en metas
finales. Éste es el carácter específicamente católico de la educación. Jesucristo, pues,
eleva y ennoblece a la persona humana, da valor a su existencia y constituye el
perfecto ejemplo de vida. Es la mejor noticia, propuesta a los jóvenes por los centros
de formación católica195.
336. Por lo tanto, la meta que la escuela católica se propone, respecto de los niños y
jóvenes, es la de conducir al encuentro con Jesucristo vivo, Hijo del Padre, hermano y
amigo, Maestro y Pastor misericordioso, esperanza, camino, verdad y vida, y, así, a la
vivencia de la alianza con Dios y con los hombres. Lo hace, colaborando en la
construcción de la personalidad de los alumnos, teniendo a Cristo como referencia en
el plano de la mentalidad y de la vida. Tal referencia, al hacerse progresivamente
explícita e interiorizada, le ayudará a ver la historia como Cristo la ve, a juzgar la vida
como Él lo hace, a elegir y amar como Él, a cultivar la esperanza como Él nos enseña,
y a vivir en Él la comunión con el Padre y el Espíritu Santo. Por la fecundidad
misteriosa de esta referencia, la persona se construye en unidad existencial, o sea,
asume sus responsabilidades y busca el significado último de su vida. Situada en la
Iglesia, comunidad de creyentes, logra con libertad vivir intensamente la fe, anunciarla
y celebrarla con alegría en la realidad de cada día. Como consecuencia, maduran y
resultan connaturales las actitudes humanas que llevan a abrirse sincera- 195
Congregación para la Educación Católica, La Escuela Católica, n. 34. mente a la
verdad, a respetar y amar a las personas, a expresar su propia libertad en la donación
de sí y en el servicio a los demás para la transformación de la sociedad.
337. La Escuela católica está llamada a una profunda renovación. Debemos rescatar
la identidad católica de nuestros centros educativos por medio de un impulso
misionero valiente y audaz, de modo que llegue a ser una opción profética plasmada
en una pastoral de la educación participativa. Dichos proyectos deben promover la
formación integral de la persona teniendo su fundamento en Cristo, con identidad
eclesial y cultural, y con excelencia académica. Además, han de generar solidaridad y
caridad con los más pobres. El acompañamiento de los procesos educativos, la
participación en ellos de los padres de familia, y la formación de docentes, son tareas
prioritarias de la pastoral educativa.
338. Se propone que la educación en la fe en las instituciones católicas sea integral y
transversal en todo el currículum, teniendo en cuenta el proceso de formación para
encontrar a Cristo y para vivir como discípulos y misioneros suyos, e insertando en ella
verdaderos procesos de iniciación cristiana. Asimismo, se recomienda que la
comunidad educativa, (directivos, maestros, personal administrativo, alumnos, padres
de familia, etc.) en cuanto auténtica comunidad eclesial y centro de evangelización,
asuma su rol de formadora de discípulos y misioneros en todos sus estamentos. Que,
desde allí, en comunión con la comunidad cristiana, que es su matriz, promueva un
servicio pastoral en el sector en que se inserta, especialmente de los jóvenes, la
familia, la catequesis y promoción humana de los más pobres. Estos objetivos son
esenciales en los procesos de admisión de alumnos, sus familias y la contratación de
los docentes.

339. Un principio irrenunciable para la Iglesia es la libertad de enseñanza. El amplio


ejercicio del derecho a la e
ducación, reclama a su vez, como condición para su auténtica realización, la plena
libertad de que debe gozar toda persona para elegir la educación de sus hijos que
consideren más conforme a los valores que ellos más estiman y que consideran
indispensables. Por el hecho de haberles dado la vida, los padres asumieron la
responsabilidad de ofrecer a sus hijos condiciones favorables para su crecimiento y la
grave obligación de educarlos. La sociedad ha de reconocerlos como los primeros y
principales educadores. El deber de la educación familiar, como primera escuela de
virtudes sociales, es de tanta trascendencia que, cuando falta, difícilmente puede
suplirse. Este principio es irrenunciable196.
340. Este intransferible derecho, que implica una obligación y que expresa la libertad
de la familia en el ámbito de la educación, por su significado y alcance, ha de ser
decididamente garantizado por el Estado. Por esta razón, el poder público, al que
compete la protección y la defensa de las libertades de los ciudadanos, atendiendo a
la justicia distributiva, debe distribuir las ayudas públicas – que provienen de los
impuestos de todos los ciudadanos– de tal manera que la totalidad de los padres, al
margen de su condición social, pueda escoger, según su conciencia, en medio de una
pluralidad de proyectos educativos, las escuelas adecuadas para sus hijos. Ese es el
valor fundamental y la naturaleza jurídica que fundamenta la subvención escolar. Por
lo tanto, a ningún sector educacional, ni siquiera al propio Estado, se le puede otorgar
la facultad de concederse el privilegio y la exclusividad de la educación de los más
pobres, sin menoscabar con ello importantes derechos. De este modo, se promueven
derechos naturales de la persona humana, la convivencia pacífica de los ciudadanos y
el progreso de todos.
6.4.6.2 Las universidades y centros superiores de educación católica
341. Según su propia naturaleza, la Universidad Católica presta una importante ayuda
a la Iglesia en su misión evangelizadora. Se trata de un vital testimonio de orden
institucional de Cristo y su 196 Pontificio Consejo para la Familia, Carta de los
derechos de la familia, Art. 3c, 22 de octubre de 1983. mensaje, tan necesario e
importante para las culturas impregnadas por el secularismo. Las actividades
fundamentales de una universidad católica deberán vincularse y armonizarse con la
misión evangelizadora de la Iglesia. Se llevan a cabo a través de una investigación
realizada a la luz del mensaje cristiano, que ponga los nuevos descubrimientos
humanos al servicio de las personas y de la sociedad. Así, ofrece una formación dada
en un contexto de fe, que prepare personas capaces de un juicio racional y
crítico, conscientes de la dignidad trascendental de la persona humana. Esto implica
una formación profesional que comprenda los valores éticos y la dimensión de servicio
a las personas y a la sociedad; el diálogo con la cultura, que favorezca una mejor
comprensión y transmisión de la fe; la investigación teológica que ayude a la fe a
expresarse en lenguaje significativo para estos tiempos. La Iglesia, porque es cada vez
más consciente de su misión salvífica en este mundo, quiere sentir estos centros
cercanos a sí misma, y desea tenerlos presentes y operantes en la difusión del
mensaje auténtico de Cristo197.
342. Las universidades católicas, por consiguiente, habrán de desarrollar con fidelidad
su especificidad cristiana, ya que poseen responsabilidades evangélicas que
instituciones de otro tipo no están obligadas a realizar. Entre ellas se encuentra, sobre
todo, el diálogo fe y razón, fe y cultura, y la formación de profesores, alumnos y
personal administrativo a través de la Doctrina Social y Moral de la Iglesia, para que
sean capaces de compromiso solidario con la dignidad humana y solidario con la
comunidad, y de mostrar proféticamente la novedad que representa el cristianismo en
la vida de las sociedades latinoamericanas y caribeñas. Para ello, es indispensable
que se cuide el perfil humano, académico y cristiano de quienes son los principales
responsables de la investigación y docencia.
343. Es necesaria una pastoral universitaria que acompañe la vida y el caminar de
todos los miembros de la comunidad universitaria, 197 ECE 49. promoviendo un
encuentro personal y comprometido con Jesucristo, y múltiples iniciativas solidarias y
misioneras. También debe procurarse una presencia cercana y dialogante con
miembros de otras universidades públicas y centros de estudio.
344. En las últimas décadas, en América Latina y El Caribe, observamos el
surgimiento de diversos Institutos de Teología y Pastoral orientados a la formación y
actualización de agentes de pastoral. En este camino, se ha logrado crear espacios de
diálogo, discusión y búsqueda de respuestas adecuadas a los enormes desafíos que
enfrenta la evangelización en el Continente. Asimismo, se han podido formar
innumerables líderes al servicio de las Iglesias particulares.
345. Invitamos a valorar la rica reflexión postconciliar de la Iglesia presente en América
Latina y El Caribe, así como la reflexión filosófica, teológica y pastoral de nuestras
Iglesias y de sus centros de formación e investigación, a fin de fortalecer nuestra
propia identidad, desarrollar la creatividad pastoral y potenciar lo nuestro.
Es necesario fomentar el estudio y la investigación teológica y pastoral de cara a los
desafíos de la nueva realidad social, plural, diferenciada y globalizada, buscando
nuevas respuestas que den sustento a la fe y vivencia del discipulado de los agentes
de pastoral. Sugerimos también una mayor utilización de los servicios que ofrecen los
institutos de formación teológica pastoral existentes, promoviendo el diálogo entre los
mismos y destinar más recursos y esfuerzos conjuntos en la formación de laicos y
laicas.
346. Esta V Conferencia agradece el invaluable servicio que las diversas instituciones
de educación católica prestan en la promoción humana y de evangelización de las
nuevas generaciones, como su aporte a la cultura de nuestros pueblos, y alienta a las
diócesis, congregaciones religiosas y organizaciones de laicos católicos
que mantienen escuelas, universidades, institutos de educación superior y de
capacitación no formal, a proseguir incansablemente en su abnegada e insustituible
misión apostólica.

TERCERA PARTE LA VIDA DE JESUCRISTO


PARA NUESTROS PUEBLOS
7 LA MISIÓN DE LOS DISCÍPULOS AL SERVICIO DE LA VIDA PLENA

347. “La Iglesia peregrinante es misionera por naturaleza, porque toma su origen de la
misión del Hijo y del Espíritu Santo, según el designio del Padre”198. Por eso, el
impulso misionero es fruto necesario de la vida que la Trinidad comunica a los
discípulos.

7.1 VIVIR Y COMUNICAR LA VIDA NUEVA EN CRISTO A NUESTROS PUEBLOS


348. La gran novedad que la Iglesia anuncia al mundo es que Jesucristo, el Hijo de
Dios hecho hombre, la Palabra y la Vida, vino al mundo a hacernos “partícipes de la
naturaleza divina” (2 P 1, 4), a participarnos de su propia vida. Es la vida trinitaria del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, la vida eterna. Su misión es manifestar el inmenso
amor del Padre, que quiere que seamos hijos suyos. El anuncio del kerygma invita a
tomar conciencia de ese amor vivificador de Dios que se nos ofrece en Cristo muerto y
resucitado. Esto es lo primero que necesitamos anunciar y también escuchar, porque
la gracia tiene un primado absoluto en la vida cristiana y en toda la actividad
evangelizadora de la Iglesia: “Por la gracia de Dios soy lo que soy” (1 Co 15, 10). 198
AG 2.
349. El llamado de Jesús en el Espíritu y el anuncio de la Iglesia apelan siempre a
nuestra acogida confiada por la fe. “El que cree en mí tiene la vida eterna”. El bautismo
no sólo purifica de los pecados. Hace renacer al bautizado, confiriéndole la vida nueva
en Cristo, que lo incorpora a la comunidad de los discípulos y misioneros de Cristo, a
la Iglesia, y lo hace hijo de Dios, le permite reconocer a Cristo como Primogénito y
Cabeza de toda la humanidad. Ser hermanos implica vivir fraternalmente y siempre
atentos a las necesidades de los más débiles.
350. Nuestros pueblos no quieren andar por sombras de muerte; tienen sed de vida y
felicidad en Cristo. Lo buscan como fuente de vida. Anhelan esa vida nueva en Dios, a
la cual el discípulo del Señor nace por el bautismo y renace por el sacramento de la
reconciliación. Buscan esa vida que se fortalece, cuando es confirmada por el Espíritu
de Jesús y cuando el discípulo renueva en cada celebración eucarística su alianza de
amor en Cristo, con el Padre y con los hermanos. Acogiendo la Palabra de vida eterna
y alimentados por el Pan bajado del cielo, quiere vivir la plenitud del amor y conducir a
todos al encuentro con Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida.
351. Sin embargo, en el ejercicio de nuestra libertad, a veces rechazamos esa vida
nueva (cf. Jn 5, 40) o no perseveramos en el camino (cf. Hb 3, 12-14). Con el pecado,
optamos por un camino de muerte. Por eso, el anuncio de Jesucristo siempre llama a
la conversión, que nos hace participar del triunfo del Resucitado e inicia un camino de
transformación.
352. De los que viven en Cristo se espera un testimonio muy creíble de santidad y
compromiso. Deseando y procurando esa santidad no vivimos menos, sino mejor,
porque cuando Dios pide más es porque está ofreciendo mucho más: “¡No tengan
miedo de Cristo! Él no quita nada y lo da todo”199. 199 BENEDICTO XVI, Homilía en
la inauguración del Pontificado, 24 de abril de 2005.
353. Jesús, el Buen Pastor, quiere comunicarnos su vida y ponerse al servicio de la
vida. Lo vemos cuando se acerca al ciego del camino (cf. Mc 10, 46-52), cuando
dignifica a la samaritana (cf. Jn 4, 7- 26), cuando sana a los enfermos (cf. Mt 11, 2-6),
cuando alimenta al pueblo hambriento (cf. Mc 6, 30-44), cuando libera a los
endemoniados (cf. Mc 5, 1-20). En su Reino de vida, Jesús incluye a todos: come y
bebe con los pecadores (cf. Mc 2, 16), sin importarle que lo traten de comilón y
borracho (cf. Mt 11, 19); toca leprosos (cf. Lc 5, 13), deja que una mujer prostituta unja
sus pies (cf. Lc 7, 36-50) y, de noche, recibe a Nicodemo para invitarlo a nacer de
nuevo (cf. Jn 3, 1-15). Igualmente, invita a sus discípulos a la reconciliación (cf. Mt 5,
24), al amor a los enemigos (cf. Mt 5, 44), a optar por los más pobres (cf. Lc 14, 15-
24).
354. En su Palabra y en todos los sacramentos, Jesús nos ofrece un alimento para el
camino. La Eucaristía es el centro vital del universo, capaz de saciar el hambre de vida
y felicidad: “El que me coma vivirá por mí” (Jn 6, 57). En ese banquete, feliz
participamos de la vida eterna y, así, nuestra existencia cotidiana se convierte en una
Misa prolongada. Pero, todos los dones de Dios requieren una disposición adecuada
para que puedan producir frutos de cambio. Especialmente, nos exigen un espíritu
comunitario, abrir los ojos para reconocerlo y servirlo en los más pobres: “En el más
humilde encontramos a Jesús mismo”200. Por eso san Juan Crisóstomo exhortaba:
“¿Quieren en verdad honrar el cuerpo de Cristo? No consientan que esté desnudo. No
lo honren en el templo con manteles de seda mientras afuera lo dejan pasar frío y
desnudez”201.
7.1.2 Variadas dimensiones de la vida en Cristo
355. Jesucristo es plenitud de vida que eleva la condición humana a condición divina
para su gloria. “Yo he venido para dar vida a los hombres y para que la tengan en
plenitud” (Jn 10, 10). Su amis- 200 DCE 15. 201 SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilías sobre san Mateo,
L, 3-4: PG 58, 508-509. tad no nos exige que renunciemos a nuestros anhelos de
plenitud vital, porque Él ama nuestra felicidad también en esta tierra. Dice el Señor
que Él creó todo “para que lo disfrutemos” (1 Tm 6, 17).
356. La vida nueva de Jesucristo toca al ser humano entero y desarrolla en plenitud la
existencia humana “en su dimensión personal, familiar, social y cultural”202. Para ello,
hace falta entrar en un proceso de cambio que transfigure los variados aspectos de la
propia vida. Sólo así, se hará posible percibir que Jesucristo es nuestro salvador en
todos los sentidos de la palabra. Sólo así, manifestaremos que la vida en Cristo sana,
fortalece y humaniza. Porque “Él es el Viviente, que camina a nuestro lado,
descubriéndonos el sentido de los acontecimientos, del dolor y de la muerte, de la
alegría y de la fiesta”203. La vida en Cristo incluye la alegría de comer juntos, el
entusiasmo por progresar, el gusto de trabajar y de aprender, el gozo de servir a quien
nos necesite, el contacto con la naturaleza, el entusiasmo de los proyectos
comunitarios, el placer de una sexualidad vivida según el Evangelio, y todas las cosas
que el Padre nos regala como signos de su amor sincero. Podemos encontrar al
Señor en medio de las alegrías de nuestra limitada existencia y, así, brota una gratitud
sincera.
357. Pero el consumismo hedonista e individualista, que pone la vida humana en
función de un placer inmediato y sin límites, oscurece el sentido de la vida y la
degrada. La vitalidad que Cristo ofrece nos invita a ampliar nuestros horizontes, y a
reconocer que, abrazando la cruz cotidiana, entramos en las dimensiones más
profundas de la existencia. El Señor, que nos invita a valorar las cosas y a progresar,
también nos previene sobre la obsesión por acumular: “No amontonen tesoros en esta
tierra” (Mt 6, 19). “¿De qué le sirve a uno ganar todo el mundo, si pierde su vida?” (Mt
16, 26). Jesucristo nos ofrece mucho, incluso mucho más de lo que esperamos. A la
Samaritana le da más que el agua del pozo, a la mul- 202 DI 4. 203 Ibíd. titud hambrienta
le ofrece más que el alivio del hambre. Se entrega Él mismo como la vida en
abundancia. La vida nueva en Cristo es participación en la vida de amor del Dios Uno
y Trino. Comienza en el bautismo y llega a su plenitud en la resurrección final.
7.1.3 Al servicio de una vida plena para todos
358. Pero, las condiciones de vida de muchos abandonados, excluidos e ignorados en
su miseria y su dolor, contradicen este proyecto del Padre e interpelan a los creyentes
a un mayor compromiso a favor de la cultura de la vida. El Reino de vida que Cristo
vino a traer es incompatible con esas situaciones inhumanas. Si pretendemos cerrar
los ojos ante estas realidades no somos defensores de la vida del Reino y nos
situamos en el camino de la muerte: “Nosotros sabemos que hemos pasado de la
muerte a la vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la
muerte” (1 Jn 3, 14). Hay que subrayar “la inseparable relación entre amor a Dios y
amor al prójimo”204, que “invita a todos a suprimir las graves desigualdades sociales y
las enormes diferencias en el acceso a los bienes”205. Tanto la preocupación por
desarrollar estructuras más justas como por transmitir los valores sociales del
Evangelio, se sitúan en este contexto de servicio fraterno a la vida digna.
359. Descubrimos, así, una ley profunda de la realidad: la vida sólo se desarrolla
plenamente en la comunión fraterna y justa. Porque “Dios en Cristo no redime
solamente la persona individual, sino también las relaciones sociales entre los seres
humanos”206. Ante diversas situaciones que manifiestan la ruptura entre hermanos,
nos apremia que la fe católica de nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños se
manifieste en una vida más digna para todos. El rico magisterio social de la Iglesia nos
indica que no podemos concebir una oferta de vida en Cristo sin un dinamismo de
liberación integral, de humanización, de reconciliación y de inserción social. 204 DCE
16. 205 DI 4. 206 CDSI 52.
360. La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De
hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se
apasionan en la misión de comunicar vida a los demás. El Evangelio nos ayuda a
descubrir que un cuidado enfermizo de la propia vida atenta contra la calidad humana
y cristiana de esa misma vida. Se vive mucho mejor cuando tenemos libertad interior
para darlo todo: “Quien aprecie su vida terrena, la perderá” (Jn 12, 25). Aquí
descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y madura a
medida que se la entrega para dar vida a los otros. Eso es en definitiva la misión.
361. El proyecto de Jesús es instaurar el Reino de su Padre. Por eso, pide a sus
discípulos: “¡Proclamen que está llegando el Reino de los cielos!” (Mt 10, 7). Se trata
del Reino de la vida. Porque la propuesta de Jesucristo a nuestros pueblos, el
contenido fundamental de esta misión, es la oferta de una vida plena para todos. Por
eso, la doctrina, las normas, las orientaciones éticas, y toda la actividad misionera de
la Iglesia, debe dejar transparentar esta atractiva oferta de una vida más digna, en
Cristo, para cada hombre y para cada mujer de América Latina y de El Caribe.
362. Asumimos el compromiso de una gran misión en todo el Continente, que nos
exigirá profundizar y enriquecer todas las razones y motivaciones que permitan
convertir a cada creyente en un discípulo misionero. Necesitamos desarrollar la
dimensión misionera de la vida en Cristo. La Iglesia necesita una fuerte
conmoción que le impida instalarse en la comodidad, el estancamiento y en la tibieza,
al margen del sufrimiento de los pobres del Continente. Necesitamos que cada
comunidad cristiana se convierta en un poderoso centro de irradiación de la vida en
Cristo. Esperamos un nuevo Pentecostés que nos libre de la fatiga, la desilusión, la
acomodación al ambiente; una venida del Espíritu que renueve nuestra alegría y
nuestra esperanza. Por eso, se volverá imperioso asegurar cálidos espacios de
oración comunitaria que alimenten el fuego de un ardor incontenible y hagan posible
un atractivo testimonio de unidad “para que el mundo crea” (Jn 17, 21).
363. La fuerza de este anuncio de vida será fecunda si lo hacemos con el estilo
adecuado, con las actitudes del Maestro, teniendo siempre a la Eucaristía como fuente
y cumbre de toda actividad misionera. Invocamos al Espíritu Santo para poder dar un
testimonio de proximidad que entraña cercanía afectuosa, escucha, humildad,
solidaridad, compasión, diálogo, reconciliación, compromiso con la justicia social y
capacidad de compartir, como Jesús lo hizo. Él sigue convocando, sigue invitando,
sigue ofreciendo incesantemente una vida digna y plena para todos. Nosotros
somos ahora, en América Latina y El Caribe, sus discípulos y discípulas, llamados a
navegar mar adentro para una pesca abundante. Se trata de salir de nuestra
conciencia aislada y de lanzarnos, con valentía y confianza (parresía), a la misión de
toda la Iglesia.
364. Detenemos la mirada en María y reconocemos en ella una imagen perfecta de la
discípula misionera. Ella nos exhorta a hacer lo que Jesús nos diga (cf. Jn 2, 5) para
que Él pueda derramar su vida en América Latina y El Caribe. Junto con ella,
queremos estar atentos una vez más a la escucha del Maestro, y, en torno a
ella, volvemos a recibir con estremecimiento el mandato misionero de su hijo: Vayan y
hagan discípulos a todos los pueblos (Mt 28, 19). Lo escuchamos como comunidad de
discípulos misioneros, que hemos experimentado el encuentro vivo con Él y queremos
compartir todos los días con los demás esa alegría incomparable.

7.2 CONVERSIÓN PASTORAL Y RENOVACIÓN MISIONERA DE LAS


COMUNIDADES
365. Esta firme decisión misionera debe impregnar todas las estructuras eclesiales y
todos los planes pastorales de diócesis, parroquias, comunidades religiosas,
movimientos y de cualquier institución de la Iglesia. Ninguna comunidad debe
excusarse de entrar decididamente, con todas sus fuerzas, en los procesos constantes
de renovación misionera, y de abandonar las estructuras caducas que ya no
favorezcan la transmisión de la fe.
366. La conversión personal despierta la capacidad de someterlo todo al servicio de la
instauración del Reino de vida. Obispos, presbíteros, diáconos permanentes,
consagrados y consagradas, laicos y laicas, estamos llamados a asumir una actitud de
permanente conversión pastoral, que implica escuchar con atención y discernir “lo que
el Espíritu está diciendo a las Iglesias” (Ap 2, 29) a través de los signos de los tiempos
en los que Dios se manifiesta.
367. La pastoral de la Iglesia no puede prescindir del contexto histórico donde viven
sus miembros. Su vida acontece en contextos socioculturales bien concretos. Estas
transformaciones sociales y culturales representan naturalmente nuevos desafíos para
la Iglesia en su misión de construir el Reino de Dios. De allí nace la necesidad, en
fidelidad al Espíritu Santo que la conduce, de una renovación eclesial, que implica
reformas espirituales, pastorales y también institucionales.
368. La conversión de los pastores nos lleva también a vivir y promover una
espiritualidad de comunión y participación, proponiéndola como principio educativo en
todos los lugares donde se forma el hombre y el cristiano, donde se educan los
ministros del altar, las personas consagradas y los agentes pastorales, donde se
construyen las familias y las comunidades207. La conversión pastoral requiere que las
comunidades eclesiales sean comunidades de discípulos misioneros en torno a
Jesucristo, Maestro y Pastor. De allí, nace la actitud de apertura, de diálogo
y disponibilidad para promover la corresponsabilidad y participación efectiva de todos
los fieles en la vida de las comunidades cristia- 207 NMI 43. nas. Hoy, más que nunca, el
testimonio de comunión eclesial y la santidad son una urgencia pastoral. La
programación pastoral ha de inspirarse en el mandamiento nuevo del amor (cf. Jn 13,
35)208.
369. Encontramos el modelo paradigmático de esta renovación comunitaria en las
primitivas comunidades cristianas (cf. Hch 2, 42- 47), que supieron ir buscando nuevas
formas para evangelizar de acuerdo con las culturas y las circunstancias. Asimismo,
nos motiva la eclesiología de comunión del Concilio Vaticano II, el camino sinodal en
el postconcilio y las anteriores Conferencias Generales del Episcopado
Latinoamericano y de El Caribe. No olvidamos que, como nos asegura Jesús, “donde
están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 20).
370. La conversión pastoral de nuestras comunidades exige que se pase de una
pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera. Así será
posible que “el único programa del Evangelio siga introduciéndose en la historia de
cada comunidad eclesial”209 con nuevo ardor misionero, haciendo que la Iglesia
se manifieste como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una
escuela permanente de comunión misionera.
371. El proyecto pastoral de la Diócesis, camino de pastoral orgánica, debe ser una
respuesta consciente y eficaz para atender las exigencias del mundo de hoy,
con indicaciones programáticas concretas, objetivos y métodos de trabajo, de
formación y valorización de los agentes y la búsqueda de los medios necesarios,
que permiten que el anuncio de Cristo llegue a las personas, modele las comunidades
e incida profundamente mediante el testimonio de los valores evangélicos en la
sociedad y en la cultura210. 208 Cf. NMI 20. 209 Ibíd., 12. 210 Ibíd., 29. Los laicos
deben participar del discernimiento, la toma de decisiones, la planificación y la
ejecución211. Este proyecto diocesano exige un seguimiento constante por parte del
obispo, los sacerdotes y los agentes pastorales, con una actitud flexible que les
permita mantenerse atentos a los reclamos de la realidad siempre cambiante.
372. Teniendo en cuenta las dimensiones de nuestras parroquias, es aconsejable la
sectorización en unidades territoriales más pequeñas, con equipos propios de
animación y coordinación que permitan una mayor proximidad a las personas y grupos
que viven en el territorio. Es recomendable que los agentes misioneros promuevan la
creación de comunidades de familias que fomenten la puesta en común de su fe
cristiana y las respuestas a los problemas. Reconocemos como un fenómeno
importante de nuestro tiempo la aparición y difusión de diversas formas de
voluntariado misionero que se ocupan de una pluralidad de servicios. La Iglesia apoya
las redes y programas de voluntariado nacional e internacional –que en muchos
países, en el ámbito de las organizaciones de la sociedad civil, han surgido para el
bien de los más pobres de nuestro continente–, a la luz de los principios de
dignidad, subsidiariedad y solidaridad, en conformidad con la Doctrina Social de la
Iglesia. No se trata sólo de estrategias para procurar éxitos pastorales, sino de la
fidelidad en la imitación del Maestro, siempre cercano, accesible, disponible para
todos, deseoso de comunicar vida en cada rincón de la tierra.
7.3 NUESTRO COMPROMISO CON LA MISIÓN AD GENTES
373. Conscientes y agradecidos porque el Padre amó tanto al mundo que envió a su
Hijo para salvarlo (cf. Jn 3, 16), queremos ser continuadores de su misión, ya que ésta
es la razón de ser de la Iglesia y que define su identidad más profunda. 211 Cf. ChL
51.
374. Como discípulos misioneros, queremos que el influjo de Cristo llegue hasta los
confines de la tierra. Descubrimos la presencia del Espíritu Santo en tierras de misión
mediante signos: a) La presencia de los valores del Reino de Dios en las culturas,
recreándolas desde dentro para transformar las situaciones antievangélicas. b) Los
esfuerzos de hombres y mujeres que encuentran en sus creencias religiosas el
impulso para su compromiso histórico. c) El nacimiento de la comunidad eclesial. d) El
testimonio de personas y comunidades que anuncian a Jesucristo con la santidad de
sus vidas.
375. Su Santidad Benedicto XVI ha confirmado que la misión ad gentes se abre a
nuevas dimensiones: El campo de la Misión ad gentes se ha ampliado notablemente y
no se puede definir sólo basándose en consideraciones geográficas o jurídicas. En
efecto, los verdaderos destinatarios de la actividad misionera del pueblo de Dios no
son sólo los pueblos no cristianos y las tierras lejanas sino también los ámbitos
socioculturales y, sobre todo, los corazones212.
376. Al mismo tiempo, el mundo espera de nuestra Iglesia latinoamericana y caribeña
un compromiso más significativo con la misión universal en todos los Continentes.
Para no caer en la trampa de encerrarnos en nosotros mismos, debemos formarnos
como discípulos misioneros sin fronteras, dispuestos a ir “a la otra orilla”, aquélla en la
que Cristo no es aún reconocido como Dios y Señor, y la Iglesia no está todavía
presente213. 212 BENEDICTO XVI, Discurso a los participantes en el Congreso
Internacional con motivo del 40o aniversario del decreto conciliar Ad Gentes, 11 marzo
2006. 213 Cf. AG 6.
377. Los discípulos, quienes por esencia somos misioneros en virtud del Bautismo y la
Confirmación, nos formamos con un corazón universal, abierto a todas las culturas y a
todas las verdades, cultivando nuestra capacidad de contacto humano y de diálogo.
Estamos dispuestos con la valentía que nos da el Espíritu, a anunciar a Cristo donde
no es aceptado, con nuestra vida, con nuestra acción, con nuestra profesión de fe y
con su Palabra. Los emigrantes son igualmente discípulos y misioneros y están
llamados a ser una nueva semilla de evangelización, a ejemplo de tantos emigrantes y
misioneros, que trajeron la fe cristiana a nuestra América.
378. Queremos estimular a las iglesias locales para que apoyen y organicen los
centros misioneros nacionales y actúen en estrecha colaboración con las Obras
Misionales Pontificias y otras instancias eclesiales cooperantes, cuya importancia y
dinamismo para la animación y la cooperación misionera reconocemos y agradecemos
de corazón. Con ocasión de los cincuenta años de la encíclica Fidei Donum,
agradecemos a Dios por los misioneros y misioneras que vinieron al Continente y a
quienes hoy están presentes en él, dando testimonio del espíritu misionero de sus
Iglesias locales al ser enviados por ellas.
379. Nuestro anhelo es que esta V Conferencia sea un estímulo para que muchos
discípulos de nuestras Iglesias vayan y evangelicen en la “otra orilla”. La fe se fortifica
dándola y es preciso que entremos en nuestro continente en una nueva primavera de
la misión ad gentes. Somos Iglesias pobres, pero “debemos dar desde
nuestra pobreza y desde la alegría de nuestra fe”214 y esto sin descargar en unos
pocos enviados el compromiso que es de toda la comunidad cristiana. Nuestra
capacidad de compartir nuestros dones espirituales, humanos y materiales, con otras
Iglesias, confirmará la autenticidad de nuestra nueva apertura misionera. Por
ello, alentamos la participación en la celebración de los congresos misioneros. 214
DP 368.

8 REINO DE DIOS Y PROMOCIÓN DE LA DIGNIDAD HUMANA

380. La misión del anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo tiene una destinación
universal. Su mandato de caridad abraza todas las dimensiones de la existencia, todas
las personas, todos los ambientes de la convivencia y todos los pueblos. Nada de lo
humano le puede resultar extraño. La Iglesia sabe, por revelación de Dios y por la
experiencia humana de la fe, que Jesucristo es la respuesta total, sobreabundante y
satisfactoria a las preguntas humanas sobre la verdad, el sentido de la vida y de la
realidad, la felicidad, la justicia y la belleza. Son las inquietudes que están
arraigadas en el corazón de toda persona y que laten en lo más humano de la cultura
de los pueblos. Por eso, todo signo auténtico de verdad, bien y belleza en la aventura
humana viene de Dios y clama por Dios.
381. Procurando acercar la vida de Jesucristo como respuesta a los anhelos de
nuestros pueblos, destacamos a continuación algunos grandes ámbitos, prioridades y
tareas para la misión de los discípulos de Jesucristo en el hoy de América Latina y de
El Caribe.

8.1 REINO DE DIOS, JUSTICIA SOCIAL Y CARIDAD CRISTIANA


382. “El plazo se ha cumplido. El Reino de Dios está llegando. Conviértanse y crean
en el Evangelio” (Mc 1, 15). La voz del Señor nos sigue llamando como discípulos
misioneros y nos interpela a orientar toda nuestra vida desde la realidad
transformadora del Reino de Dios que se hace presente en Jesús. Acogemos
con mucha alegría esta buena noticia. Dios amor es Padre de todos los hombres y
mujeres de todos los pueblos y razas. Jesucristo es el Reino de Dios que procura
desplegar toda su fuerza transformadora en nuestra Iglesia y en nuestras sociedades.
En Él, Dios nos ha elegido para que seamos sus hijos con el mismo origen y destino,
con la misma dignidad, con los mismos derechos y deberes vividos en el mandamiento
supremo del amor. El Espíritu ha puesto este germen del Reino en nuestro Bautismo y
lo hace crecer por la gracia de la conversión permanente gracias a la Palabra y los
sacramentos.
383. Señales evidentes de la presencia del Reino son: la vivencia personal y
comunitaria de las bienaventuranzas, la evangelización de los pobres, el conocimiento
y cumplimiento de la voluntad del Padre, el martirio por la fe, el acceso de todos a los
bienes de la creación, el perdón mutuo, sincero y fraterno, aceptando y respetando la
riqueza de la pluralidad, y la lucha para no sucumbir a la tentación y no ser esclavos
del mal.
384. Ser discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos, en Él,
tengan vida, nos lleva a asumir evangélicamente y desde la perspectiva del Reino las
tareas prioritarias que contribuyen a la dignificación de todo ser humano, y a trabajar
junto con los demás ciudadanos e instituciones en bien del ser humano. El amor de
misericordia para con todos los que ven vulnerada su vida en cualquiera de sus
dimensiones, como bien nos muestra el Señor en todos sus gestos de misericordia,
requiere que socorramos las necesidades urgentes, al mismo tiempo que
colaboremos con otros organismos o instituciones para organizar estructuras más
justas en los ámbitos nacionales e internacionales. Urge crear estructuras que
consoliden un orden social, económico y político en el que no haya inequidad y donde
haya posibilidades para todos. Igualmente, se requieren nuevas estructuras que
promuevan una auténtica convivencia humana, que impidan la prepotencia de algunos
y faciliten el diálogo constructivo para los necesarios consensos sociales.
385. La misericordia siempre será necesaria, pero no debe contribuir a crear círculos
viciosos que sean funcionales a un sistema económico inicuo. Se requiere que las
obras de misericordia estén acompañadas por la búsqueda de una verdadera justicia
social, que vaya elevando el nivel de vida de los ciudadanos, promoviéndolos como
sujetos de su propio desarrollo. En su Encíclica Deus Caritas est, el Papa Benedicto
XVI ha tratado con claridad inspiradora la compleja relación entre justicia y caridad. Allí
nos dice que “el orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea principal de la
política” y no de la Iglesia. Pero la Iglesia “no puede ni debe quedarse al margen en la
lucha por la justicia”215. Ella colabora purificando la razón de todos aquellos
elementos que la ofuscan e impiden la realización de una liberación integral. También
es tarea de la Iglesia ayudar con la predicación, la catequesis, la denuncia, y el
testimonio del amor y de justicia, para que se despierten en la sociedad las fuerzas
espirituales necesarias y se desarrollen los valores sociales. Sólo así las estructuras
serán realmente más justas, podrán ser eficaces y sostenerse en el tiempo. Sin
valores no hay futuro, y no habrá estructuras salvadoras, ya que en ellas siempre
subyace la fragilidad humana.
386. La Iglesia tiene, como misión propia y específica, comunicar la vida de Jesucristo
a todas las personas, anunciando la Palabra, administrando los Sacramentos y
practicando la caridad. Es oportuno recordar que el amor se muestra en las obras más
que en las palabras, y esto vale también para nuestras palabras en esta V
Conferencia. No todo el que diga Señor, Señor… (cf. Mt 7,21). Los 215 DCE 28.
discípulos misioneros de Jesucristo tenemos la tarea prioritaria de dar testimonio del
amor a Dios y al prójimo con obras concretas. Decía san Alberto Hurtado: “En nuestras
obras, nuestro pueblo sabe que comprendemos su dolor”.

8.2 LA DIGNIDAD HUMANA


387. La cultura actual tiende a proponer estilos de ser y de vivir contrarios a la
naturaleza y dignidad del ser humano. El impacto dominante de los ídolos del poder, la
riqueza y el placer efímero se han transformado, por encima del valor de la persona,
en la norma máxima de funcionamiento y el criterio decisivo en la organización social.
Ante esta realidad, anunciamos, una vez más, el valor supremo de cada hombre y de
cada mujer. El Creador, en efecto, al poner todo lo creado al servicio del ser humano,
manifiesta la dignidad de la persona humana e invita a respetarla (cf. Gn 1, 26-30).
388. Proclamamos que todo ser humano existe pura y simplemente por el amor de
Dios que lo creó, y por el amor de Dios que lo conserva en cada instante. La creación
del varón y la mujer, a su imagen y semejanza, es un acontecimiento divino de vida, y
su fuente es el amor fiel del Señor. Luego, sólo el Señor es el autor y el dueño de la
vida, y el ser humano, su imagen viviente, es siempre sagrado, desde su concepción,
en todas las etapas de la existencia, hasta su muerte natural y después de la muerte.
La mirada cristiana sobre el ser humano permite percibir su valor que trasciende todo
el universo: “Dios nos ha mostrado de modo insuperable cómo ama a cada hombre, y
con ello le confiere una dignidad infinita”216.
389. Nuestra misión para que nuestros pueblos en Él tengan vida, manifiesta nuestra
convicción de que en el Dios vivo revelado en Jesús se encuentra el sentido, la
fecundidad y la dignidad de la 216 JUAN PABLO II, Mensaje a los discapacitados,
Angelus, 16 de noviembre de1980. vida humana. Nos urge la misión de entregar a
nuestros pueblos la vida plena y feliz que Jesús nos trae, para que cada persona
humana viva de acuerdo con la dignidad que Dios le ha dado. Lo hacemos con la
conciencia de que esa dignidad alcanzará su plenitud cuando Dios sea todo en todos.
Él es el Señor de la vida y de la historia, vencedor del misterio del mal y
acontecimiento salvífico que nos hace capaces de emitir un juicio verdadero sobre la
realidad, que salvaguarde la dignidad de las personas y de los pueblos.
390. Nuestra fidelidad al Evangelio nos exige proclamar en todos los areópagos
públicos y privados del mundo de hoy, y desde todas las instancias de la vida y misión
de la Iglesia, la verdad sobre el ser humano y la dignidad de toda persona humana.

8.3 LA OPCIÓN PREFERENCIAL POR LOS POBRES Y EXCLUIDOS


391. Dentro de esta amplia preocupación por la dignidad humana, se sitúa nuestra
angustia por los millones de latinoamericanos y latinoamericanas que no pueden llevar
una vida que responda a esa dignidad. La opción preferencial por los pobres es uno de
los rasgos que marca la fisonomía de la Iglesia latinoamericana y caribeña. De hecho,
Juan Pablo II, dirigiéndose a nuestro continente, sostuvo que convertirse al Evangelio
para el pueblo cristiano que vive en América, significa revisar todos los ambientes y
dimensiones de su vida, especialmente todo lo que pertenece al orden social y a la
obtención del bien común217.
392. Nuestra fe proclama que “Jesucristo es el rostro humano de Dios y el rostro divino
del hombre”218. Por eso “la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe
cristológica en aquel Dios que se 217 EAm 27. 218 Ibíd. 67. ha hecho pobre por
nosotros, para enriquecernos con su pobreza219. Esta opción nace de nuestra fe en
Jesucristo, el Dios hecho hombre, que se ha hecho nuestro hermano (cf. Hb 2, 11-12).
Ella, sin embargo, no es ni exclusiva, ni excluyente.
393. Si esta opción está implícita en la fe cristológica, los cristianos, como discípulos y
misioneros, estamos llamados a contemplar, en los rostros sufrientes de nuestros
hermanos, el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en ellos: “Los rostros sufrientes
de los pobres son rostros sufrientes de Cristo”220. Ellos interpelan el núcleo del obrar
de la Iglesia, de la pastoral y de nuestras actitudes cristianas. Todo lo que tenga que
ver con Cristo, tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres
reclama a Jesucristo: “Cuanto lo hicieron con uno de estos mis hermanos más
pequeños, conmigo lo hicieron” (Mt 25, 40). Juan Pablo II destacó que este texto
bíblico “ilumina el misterio de Cristo”221. Porque en Cristo el grande se hizo pequeño,
el fuerte se hizo frágil, el rico se hizo pobre.
394. De nuestra fe en Cristo, brota también la solidaridad como actitud permanente de
encuentro, hermandad y servicio, que ha de manifestarse en opciones y gestos
visibles, principalmente en la defensa de la vida y de los derechos de los más
vulnerables y excluidos, y en el permanente acompañamiento en sus esfuerzos por
ser sujetos de cambio y transformación de su situación. El servicio de caridad de la
Iglesia entre los pobres “es un ámbito que caracteriza de manera decisiva la vida
cristiana, el estilo eclesial y la programación pastoral”222.
395. El Santo Padre nos ha recordado que la Iglesia está convocada a ser “abogada
de la justicia y defensora de los pobres”223 ante 219 DI 3. 220 SD 178. 221 NMI 49.
222 Ibíd. 223 DI 4. “intolerables desigualdades sociales y económicas”224, que
“claman al cielo”225. Tenemos mucho que ofrecer, ya que no cabe duda de que la
Doctrina Social de la Iglesia es capaz de suscitar esperanza en medio de las
situaciones más difíciles, porque, si no hay esperanza para los pobres, no la habrá
para nadie, ni siquiera para los llamados ricos226. La opción preferencial por los
pobres exige que prestemos especial atención a aquellos profesionales católicos que
son responsables de las finanzas de las naciones, a quienes fomentan el empleo, los
políticos que deben crear las condiciones para el desarrollo económico de los países,
a fin de darles orientaciones éticas coherentes con su fe.
396. Nos comprometemos a trabajar para que nuestra Iglesia Latinoamericana y
Caribeña siga siendo, con mayor ahínco, compañera de camino de nuestros hermanos
más pobres, incluso hasta el martirio. Hoy queremos ratificar y potenciar la opción del
amor preferencial por los pobres hecha en las Conferencias anteriores227. Que sea
preferencial implica que debe atravesar todas nuestras estructuras y prioridades
pastorales. La Iglesia latinoamericana está llamada a ser sacramento de amor,
solidaridad y justicia entre nuestros pueblos.
397. En esta época, suele suceder que defendemos demasiado nuestros espacios de
privacidad y disfrute, y nos dejamos contagiar fácilmente por el consumismo
individualista. Por eso, nuestra opción por los pobres corre el riesgo de quedarse en un
plano teórico o meramente emotivo, sin verdadera incidencia en
nuestros comportamientos y en nuestras decisiones. Es necesaria una 224 TMA 51.
225 EAm 56a. 226 PG 67. 227 Medellín 14, 4-11; DP 1134-1165; SD 178-181. actitud
permanente que se manifieste en opciones y gestos concretos228, y evite toda actitud
paternalista. Se nos pide dedicar tiempo a los pobres, prestarles una amable atención,
escucharlos con interés, acompañarlos en los momentos más difíciles, eligiéndolos
para compartir horas, semanas o años de nuestra vida, y buscando, desde ellos, la
transformación de su situación. No podemos olvidar que el mismo Jesús lo propuso
con su modo de actuar y con sus palabras: “Cuando des un banquete, invita a los
pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos” (Lc 14, 13).
398. Sólo la cercanía que nos hace amigos nos permite apreciar profundamente los
valores de los pobres de hoy, sus legítimos anhelos y su modo propio de vivir la fe. La
opción por los pobres debe conducirnos a la amistad con los pobres. Día a día, los
pobres se hacen sujetos de la evangelización y de la promoción humana integral:
educan a sus hijos en la fe, viven una constante solidaridad entre parientes y vecinos,
buscan constantemente a Dios y dan vida al peregrinar de la Iglesia. A la luz del
Evangelio reconocemos su inmensa dignidad y su valor sagrado a los ojos de
Cristo, pobre como ellos y excluido entre ellos. Desde esta experiencia creyente,
compartiremos con ellos la defensa de sus derechos.

8.4 UNA RENOVADA PASTORAL SOCIAL PARA LA PROMOCIÓN HUMANA


INTEGRAL
399. Asumiendo con nueva fuerza esta opción por los pobres, ponemos de manifiesto
que todo proceso evangelizador implica la promoción humana y la auténtica liberación
“sin la cual no es posible un orden justo en la sociedad”229. Entendemos, además,
que la verdadera promoción humana no puede reducirse a aspectos particulares:
“Debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre”230,
desde la vida nueva en Cristo que 228 DCE 28.31. 229 DI 3. 230 GS 76. transforma
a la persona de tal manera que “la hace sujeto de su propio desarrollo”231. Para la
Iglesia, el servicio de la caridad, igual que el anuncio de la Palabra y la celebración de
los Sacramentos, “es expresión irrenunciable de la propia esencia”232.
400. Queremos, por tanto, desde nuestra condición de discípulos y misioneros,
impulsar en nuestros planes pastorales, a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia, el
Evangelio de la vida y la solidaridad. Además, promover caminos eclesiales más
efectivos, con la preparación y compromiso de los laicos para intervenir en los asuntos
sociales. Es esperanzador lo que decía Juan Pablo II: Aunque imperfecto y provisional,
nada de lo que se pueda realizar mediante el esfuerzo solidario de todos y la gracia
divina en un momento dado de la historia, para hacer más humana la vida de los
hombres, se habrá perdido ni habrá sido vano233.
401. Las Conferencias Episcopales y las Iglesias locales tienen la misión de promover
renovados esfuerzos para fortalecer una Pastoral Social estructurada, orgánica e
integral que, con la asistencia, la promoción humana234, se haga presente en las
nuevas realidades de exclusión y marginación que viven los grupos más
vulnerables, donde la vida está más amenazada. En el centro de esta acción está
cada persona, que es acogida y servida con calidez cristiana. En esta actividad a favor
de la vida de nuestros pueblos, la Iglesia católica apoya la colaboración mutua con
otras comunidades cristianas.
402. La globalización hace emerger, en nuestros pueblos, nuevos rostros de pobres.
Con especial atención y en continuidad con las Conferencias Generales anteriores,
fijamos nuestra mirada en los 231 PP 15. 232 DCE 25. 233 SRS 47. 234 EA 58.
rostros de los nuevos excluidos: los migrantes, las víctimas de la violencia,
desplazados y refugiados, víctimas del tráfico de personas y secuestros,
desaparecidos, enfermos de HIV y de enfermedades endémicas, tóxicodependientes,
adultos mayores, niños y niñas que son víctimas de la prostitución, pornografía y
violencia o del trabajo infantil, mujeres maltratadas, víctimas de la exclusión y del
tráfico para la explotación sexual, personas con capacidades diferentes, grandes
grupos de desempleados/as, los excluidos por el analfabetismo tecnológico, las
personas que viven en la calle de las grandes urbes, los indígenas y afroamericanos,
campesinos sin tierra y los mineros. La Iglesia, con su Pastoral Social, debe dar
acogida y acompañar a estas personas excluidas en los ámbitos que correspondan.
403. En esta tarea y con creatividad pastoral, se deben diseñar acciones concretas
que tengan incidencia en los Estados para la aprobación de políticas sociales y
económicas que atiendan las variadas necesidades de la población y que conduzcan
hacia un desarrollo sostenible. Con la ayuda de distintas instancias y
organizaciones, la Iglesia puede hacer una permanente lectura cristiana y una
aproximación pastoral a la realidad de nuestro continente, aprovechando el rico
patrimonio de la Doctrina Social de la Iglesia. De esta manera, tendrá elementos
concretos para exigir que aquellos que tienen la responsabilidad de diseñar y aprobar
las políticas que afectan a nuestros pueblos, lo hagan desde una perspectiva ética,
solidaria y auténticamente humanista. En ello juegan un papel fundamental los laicos y
las laicas, asumiendo tareas pertinentes en la sociedad.
404. Alentamos a los empresarios que dirigen las grandes y medianas empresas y a
los microempresarios, a los agentes económicos de la gestión productiva y comercial,
tanto del orden privado como comunitario, por ser creadores de riqueza en nuestras
naciones, cuando se esfuerzan en generar empleo digno, en facilitar la democracia, y
en promover la aspiración a una sociedad justa y a una convivencia ciudadana con
bienestar y en paz. Igualmente, a los que no invierten su capital en acciones
especulativas sino en crear fuentes de trabajo preocupándose de los trabajadores,
considerándolos ‘a ellos y a sus familias’ la mayor riqueza de la empresa, que viven
modestamente por haber hecho, como cristianos, de la austeridad un valor
inestimable, que colaboran con los gobiernos en la preocupación y el logro del bien
común y se prodigan en obras de solidaridad y misericordia.
405. En fin, no podemos olvidar que la mayor pobreza es la de no reconocer la
presencia del misterio de Dios y de su amor en la vida del hombre, que es lo único que
verdaderamente salva y libera. En efecto, “quien excluye a Dios de su horizonte
falsifica el concepto de realidad y, en consecuencia, sólo puede terminar en
caminos equivocados y con recetas destructivas”235. La verdad de esta afirmación
resulta evidente ante el fracaso de todos los sistemas que ponen a Dios entre
paréntesis.

8.5 GLOBALIZACIÓN DE LA SOLIDARIDAD Y JUSTICIA INTERNACIONAL


406. La Iglesia en América Latina y en El Caribe siente que tiene una responsabilidad
en formar a los cristianos y sensibilizarlos respecto a grandes cuestiones de la justicia
internacional. Por ello, tanto los pastores como los constructores de la sociedad tienen
que estar atentos a los debates y normas internacionales sobre la materia. Esto es
especialmente importante para los laicos que asumen responsabilidades públicas,
solidarios con la vida de los pueblos. Por ello, proponemos lo siguiente: a) Apoyar la
participación de la sociedad civil para la reorientación y consiguiente rehabilitación
ética de la política. Por ello, son muy importantes los espacios de participación de la
sociedad civil para la vigencia de la democracia, una verdadera economía solidaria y
un desarrollo integral, solidario y sustentable. 235 DI 3. b) Formar en la ética cristiana
que pone como desafío el logro del bien común, la creación de oportunidades para
todos, la lucha contra la corrupción, la vigencia de los derechos laborales y sindicales;
hay que colocar como prioridad la creación de oportunidades económicas para
sectores de la población tradicionalmente marginados, como las mujeres y los
jóvenes, desde el reconocimiento de su dignidad. Por ello, hay que trabajar por una
cultura de la responsabilidad a todo nivel que involucre a personas, empresas,
gobiernos y al mismo sistema internacional. c) Trabajar por el bien común global es
promover una justa regulación de la economía, finanzas y comercio mundial.
Es urgente proseguir en el desendeudamiento externo para favorecer las inversiones
en desarrollo y gasto social236, prever regulaciones globales para prevenir y controlar
los movimientos especulativos de capitales, para la promoción de un comercio justo y
la disminución de las barreras proteccionistas de los poderosos, para asegurar precios
adecuados de las materias primas que producen los países empobrecidos y normas
justas para atraer y regular las inversiones y servicios, entre otros. d) Examinar
atentamente los Tratados intergubernamentales y otras negociaciones respecto del
libre comercio. La Iglesia del país latinoamericano implicado, a la luz de un balance de
todos los factores que están en juego, tiene que encontrar los caminos más eficaces
para alertar a los responsables políticos y a la opinión pública acerca de las eventuales
consecuencias negativas que pueden afectar a los sectores más desprotegidos y
vulnerables de la población. e) Llamar a todos los hombres y mujeres de buena
voluntad a poner en práctica principios fundamentales como el bien común (la casa es
de todos), la subsidiaridad, la solidaridad intergeneracional e intrageneracional. 236
TMA 51, SD 197.

8.6 ROSTROS SUFRIENTES QUE NOS DUELEN


8.6.1 Personas que viven en la calle en las grandes urbes
407. En las grandes urbes, es cada vez mayor el número de las personas que viven en
la calle. Requieren especial cuidado, atención y trabajo promocional por parte de la
Iglesia, de modo tal que, mientras se les proporciona ayuda en lo necesario para la
vida, se los incluya en proyectos de participación y promoción en los que ellos mismos
sean sujetos de su reinserción social.
408. Queremos llamar la atención de los gobiernos locales y nacionales para que
diseñen políticas que favorezcan la atención de estos seres humanos, al igual que
atiendan las causas que producen este flagelo que afecta a millones de personas en
toda nuestra América Latina y El Caribe.
409. La opción preferencial por los pobres nos impulsa, como discípulos y misioneros
de Jesús, a buscar caminos nuevos y creativos, a fin de responder otros efectos de la
pobreza. La situación precaria y la violencia familiar con frecuencia obliga a muchos
niños y niñas a buscar recursos económicos en la calle para su
supervivencia personal y familiar, exponiéndose también a graves riesgos morales y
humanos.
410. Es deber social del Estado crear una política inclusiva de las personas de la calle.
Nunca se aceptará como solución a esta grave problemática social la violencia e
incluso el asesinato de los niños y jóvenes de la calle, como ha sucedido
lamentablemente en algunos países de nuestro continente.
8.6.2 Migrantes
411. Es expresión de caridad, también eclesial, el acompañamiento pastoral de los
migrantes. Hay millones de personas concretas que, por distintos motivos, están en
constante movilidad. En América Latina y El Caribe constituyen un hecho nuevo y
dramático los emigrantes, desplazados y refugiados sobre todo por
causas económicas, políticas y de violencia.
412. La Iglesia, como Madre, debe sentirse a sí misma como Iglesia sin fronteras,
Iglesia familiar, atenta al fenómeno creciente de la movilidad humana en sus diversos
sectores. Considera indispensable el desarrollo de una mentalidad y una espiritualidad
al servicio pastoral de los hermanos en movilidad, estableciendo estructuras
nacionales y diocesanas apropiadas, que faciliten el encuentro del extranjero con la
Iglesia particular de acogida. Las Conferencias Episcopales y las Diócesis deben
asumir proféticamente esta pastoral específica con la dinámica de unir criterios y
acciones que ayuden a una permanente atención también a los migrantes, que deben
llegar a ser también discípulos y misioneros.
413. Para lograr este objetivo, se hace necesario reforzar el diálogo y la cooperación
entre las Iglesias de salida y de acogida, en orden a dar una atención humanitaria y
pastoral a los que se han movilizado, apoyándolos en su religiosidad y valorando sus
expresiones culturales en todo aquello que se refiera al Evangelio. Es necesario, que
en los Seminarios y Casas de formación, se tome conciencia sobre la realidad de la
movilidad humana, para darle una respuesta pastoral. También se requiere promover
la preparación de laicos que, con sentido cristiano, profesionalismo y capacidad de
comprensión, puedan acompañar a quienes llegan, como también en los lugares de
salida a las familias que dejan237. Creemos que “la realidad de las migraciones no se
ha de ver nunca sólo como un problema, sino también y sobre todo, como un gran
recurso para el camino de la humanidad”238.
414. Entre las tareas de la Iglesia a favor de los migrantes, está indudablemente la
denuncia profética de los atropellos que sufren frecuentemente, como también el
esfuerzo por incidir, junto a los organismos de la sociedad civil, en los gobiernos de los
países, para lograr una política migratoria que tenga en cuenta los derechos de las
personas en movilidad. Debe tener presente también 237 Cf. EMCC, 70, 71 y 86-88.
238 BENEDICTO XVI, Alocución, Angelus, 14 de enero de 2007. a los desplazados
por causa de la violencia. En los países azotados por la violencia, se requiere la acción
pastoral para acompañar a las víctimas y brindarles acogida y capacitarlos para
que puedan vivir de su trabajo. Asimismo, deberá ahondar su esfuerzo pastoral y
teológico para promover una ciudadanía universal en la que no haya distinción de
personas.
415. Los migrantes deben ser acompañados pastoralmente por sus Iglesias de origen
y estimulados a hacerse discípulos y misioneros en las tierras y comunidades que los
acogen, compartiendo con ellos las riquezas de su fe y de sus tradiciones religiosas.
Los migrantes que parten de nuestras comunidades pueden ofrecer un valioso aporte
misionero a las comunidades que los acogen.
416. Las generosas remesas enviadas desde Estados Unidos, Canadá, países
europeos y otros, por los inmigrantes latinoamericanos, evidencia la capacidad de
sacrificio y amor solidario a favor de las propias familias y patrias de origen. Es, por lo
general, ayuda de los pobres a los pobres.
8.6.3 Enfermos
417. La Iglesia ha hecho una opción por la vida. Esta nos proyecta
necesariamente hacia las periferias más hondas de la existencia: el nacer y el morir,
el niño y el anciano, el sano y el enfermo. San Ireneo nos dice que “la gloria de Dios es
el hombre viviente”, aun el débil, el recién concebido, el gastado por los años y el
enfermo. Cristo envió a sus apóstoles a predicar el Reino de Dios y a curar a los
enfermos, verdaderas catedrales del encuentro con el Señor Jesús.
418. Desde el inicio de la evangelización, se ha cumplido este doble mandato. El
combate a la enfermedad tiene como finalidad lograr la armonía física, psíquica, social
y espiritual para el cumplimiento de la misión recibida. La Pastoral de la Salud es la
respuesta a los grandes interrogantes de la vida, como son el sufrimiento y la muerte,
a la luz de la muerte y resurrección del Señor.
419. La salud es un tema que mueve grandes intereses en el mundo, pero que no
proporcionan una finalidad que la trascienda. En la cultura actual no cabe la muerte y,
ante su realidad, se trata de ocultarla. Abriéndola a su dimensión espiritual y
trascendente, la Pastoral de la Salud se transforma en el anuncio de la muerte y
resurrección del Señor, única verdadera salud. Ella aúna, en la economía sacramental
del amor de Cristo, el amor de muchos “buenos samaritanos”, presbíteros, diáconos,
religiosas, laicos y profesionales de la salud. Las 32.116 instituciones católicas
dedicadas a la Pastoral de la Salud en América Latina representan un recurso para la
evangelización que se debe aprovechar.
420. En las visitas a los enfermos en los centros de salud, en la compañía silenciosa al
enfermo, en el cariñoso trato, en la delicada atención a los requerimientos de la
enfermedad, se manifiesta, a través de los profesionales y voluntarios discípulos del
Señor, la maternidad de la Iglesia que arropa con su ternura, fortalece el corazón y, en
el caso del moribundo, lo acompaña en el tránsito definitivo. El enfermo recibe con
amor la Palabra, el perdón, el Sacramento de la Unción y los gestos de caridad de los
hermanos. El sufrimiento humano es una experiencia especial de la cruz y de la
resurrección del Señor.
421. Se debe, por tanto, alentar en las Iglesias particulares la Pastoral de la Salud que
incluya distintos campos de atención. Consideramos de gran prioridad fomentar una
pastoral con personas que viven con el VIH Sida, en su amplio contexto y en sus
significaciones pastorales: que promueva el acompañamiento
comprensivo, misericordioso y la defensa de los derechos de las personas infectadas;
que implemente la información, promueva la educación y la prevención, con criterios
éticos, principalmente entre las nuevas generaciones, para que despierte la conciencia
de todos a contener esta pandemia. Desde esta V Conferencia, pedimos a los
gobiernos el acceso gratuito y universal de los medicamentos para el Sida y las dosis
oportunas.
422. El problema de la droga es como una mancha de aceite que invade todo. No
reconoce fronteras, ni geográficas ni humanas. Ataca por igual a países ricos y pobres,
a niños, jóvenes, adultos y ancianos, a hombres y mujeres. La Iglesia no puede
permanecer indiferente ante este flagelo que está destruyendo a la humanidad,
especialmente a las nuevas generaciones. Su labor se dirige especialmente en tres
direcciones: prevención, acompañamiento y sostén de las políticas gubernamentales
para reprimir esta pandemia. En la prevención, insiste en la educación en los
valores que deben conducir a las nuevas generaciones, especialmente el valor de la
vida y del amor, la propia responsabilidad y la dignidad humana de los hijos de Dios.
En el acompañamiento, la Iglesia está al lado del drogadicto para ayudarle a
recuperar su dignidad y vencer esta enfermedad. En el apoyo a la erradicación de la
droga, no deja de denunciar la criminalidad sin nombre de los narcotraficantes que
comercian con tantas vidas humanas, teniendo como meta el lucro y la fuerza en sus
más bajas expresiones.
423. En América Latina y El Caribe, la Iglesia debe promover una lucha frontal contra
el consumo y tráfico de drogas, insistiendo en el valor de la acción preventiva y
reeducativa, así como apoyando a los gobiernos y entidades civiles que trabajan en
este sentido, urgiendo al Estado en su responsabilidad de combatir el narcotráfico y
prevenir el uso de todo tipo de droga. La ciencia ha indicado la religiosidad como un
factor de protección y recuperación importante para el usuario de drogas.
424. Denunciamos que la comercialización de la droga se ha hecho algo cotidiano en
algunos de nuestros países, debido a los enormes intereses económicos en torno a
ella. Consecuencia de ello es el gran número de personas, en su mayoría niños y
jóvenes, que ahora se encuentran esclavizados y viviendo en situaciones muy
precarias, que recurren a la droga para calmar su hambre o para escapar de la cruel y
desesperanzadora realidad que viven239.
425. Es responsabilidad del Estado combatir, con firmeza y con base legal, la
comercialización indiscriminada de la droga y el consumo ilegal de la misma.
Lamentablemente, la corrupción también se hace presente en este ámbito, y quienes
deberían estar a la defensa de una vida más digna, a veces, hacen un uso ilegítimo
de sus funciones para beneficiarse económicamente.
426. Alentamos todos los esfuerzos que se realizan desde el Estado, la sociedad civil y
las Iglesias por acompañar a estas personas. La Iglesia Católica tiene muchas obras
que responden a esta problemática desde nuestro ser discípulos y misioneros de
Jesús, aunque todavía no de manera suficiente ante la magnitud del problema; son
experiencias que reconcilian a los adictos con la tierra, el trabajo, la familia y con Dios.
Merecen especial mención, en este sentido, las Comunidades Terapéuticas, por su
visión humanística y trascendente de la persona.
8.6.5 Detenidos en cárceles
427. Una realidad que golpea a todos los sectores de la población, pero principalmente
al más pobre, es la violencia, producto de las injusticias y otros males, que durante
largos años se ha sembrado en las comunidades. Esto induce a una mayor
criminalidad y, por ende, a que sean muchas las personas que tienen que cumplir
penas en recintos penitenciarios inhumanos, caracterizados por el comercio de armas,
drogas, hacinamiento, torturas, ausencia de programas de rehabilitación, crimen
organizado que impide 239 “Brasil posee una estadística, de las más relevantes, en lo
que se refiere a la dependencia química de drogas y estupefacientes. Y América
Latina no se queda atrás. Por eso, digo a los que comercializan la droga que piensen
en el mal que están provocando a una multitud de jóvenes y adultos de todos los
sectores de la sociedad: Dios les va a pedir cuentas. La dignidad humana no puede
ser pisoteada de esta manera. El mal provocado recibe la misma reprobación dada por
Jesús a los que escandalizaban a los pequeños, los preferidos del Señor (cf. Mt 18, 7-
10)” (Benedicto XVI, Discurso en la Fazenda da Esperança, 12 de mayo de 2007). un
proceso de reeducación y de inserción en la vida productiva de la sociedad. Hoy por
hoy, las cárceles son, con frecuencia, lamentablemente, escuelas para aprender a
delinquir.
428. Es necesario que los Estados se planteen con seriedad y verdad la situación del
sistema de justicia y la realidad carcelaria. Se necesita una mayor agilidad en los
procedimientos judiciales, una atención personalizada del personal civil y militar que,
en condiciones muy difíciles, labora en los recintos penitenciarios, y el reforzamiento
de la formación ética y de los valores correspondientes.
429. La Iglesia agradece a los capellanes y voluntarios que, con gran entrega pastoral,
trabajan en los recintos carcelarios, Con todo, se debe fortalecer la pastoral
penitenciaria, donde se incluyan la labor evangelizadora y de promoción humana por
parte de los capellanes y del voluntariado carcelario. Prioridad tienen los equipos o
Vicarías de Derechos Humanos que garanticen el debido proceso a los privados de
libertad y una atención muy cercana a la familia de los mismos.
430. Se recomienda a las Conferencias Episcopales y Diócesis fomentar las
comisiones de pastoral penitenciaria, que sensibilicen a la sociedad sobre la grave
problemática carcelaria, estimulen procesos de reconciliación dentro del recinto
penitenciario e incidan en las políticas locales y nacionales, en lo referente a la
seguridad ciudadana y la problemática penitenciaria.

9 FAMILIA, PERSONAS Y VIDA

431. No podemos detenernos aquí a analizar todas las cuestiones que integran la
actividad pastoral de la Iglesia, ni podemos proponer proyectos acabados o líneas de
acción exhaustivas. Sólo nos detendremos a mencionar algunas cuestiones que han
alcanzado particular relevancia en los últimos tiempos, para que, posteriormente, las
Conferencias Episcopales y otros organismos locales avancen en consideraciones
más amplias, concretas, y adaptadas a las necesidades del propio territorio.

9.1 EL MATRIMONIO Y LA FAMILIA


432. La familia es uno de los tesoros más importantes de los pueblos latinoamericanos
y caribeños, y es patrimonio de la humanidad entera. En nuestros países, una parte
importante de la población está afectada por difíciles condiciones de vida que
amenazan directamente la institución familiar. En nuestra condición de discípulos y
misioneros de Jesucristo, estamos llamados a trabajar para que esta situación sea
transformada, y la familia asuma su ser y su misión240 en el ámbito de la sociedad y
de la Iglesia241. 240 JUAN PABLO II, II Encuentro mundial con las familias en Río de
Janeiro, 4 de octubre de 1997, n. 4. 241 JUAN PABLO II, Discurso con ocasión del
primer encuentro mundial de la Familias, nn. 2 y 7, Roma, 8 de octubre de 1994;
Segundo encuentro mundial de las familias, Río de Janeiro, 3 de octubre de 1997; FC
17, 22 de noviembre de 1981; BENEDICTO XVI, ¡Familia, sé lo que eres!, Valencia, 8
de julio 2006.
433. La familia cristiana está fundada en el sacramento del matrimonio entre un varón
y una mujer, signo del amor de Dios por la humanidad y de la entrega de Cristo por su
esposa, la Iglesia. Desde esta alianza de amor, se despliegan la paternidad y la
maternidad, la filiación y la fraternidad, y el compromiso de los dos por una sociedad
mejor.
434. Creemos que “la familia es imagen de Dios que, en su misterio más íntimo no es
una soledad, sino una familia”242. En la comunión de amor de las tres Personas
divinas, nuestras familias tienen su origen, su modelo perfecto, su motivación más
bella y su último destino.
435. Dado que la familia es el valor más querido por nuestros pueblos, creemos que
debe asumirse la preocupación por ella como uno de los ejes transversales de toda la
acción evangelizadora de la Iglesia. En toda diócesis se requiere una pastoral familiar
“intensa y vigorosa”243 para proclamar el evangelio de la familia, promover la cultura
de la vida, y trabajar para que los derechos de las familias sean reconocidos y
respetados.
436. Esperamos que los legisladores, gobernantes y profesionales de la salud,
conscientes de la dignidad de la vida humana y del arraigo de la familia en nuestros
pueblos, la defiendan y protejan de los crímenes abominables del aborto y de la
eutanasia; ésta es su responsabilidad. Por ello, ante leyes y disposiciones
gubernamentales que son injustas a la luz de la fe y la razón, se debe favorecer la
objeción de conciencia. Debemos atenernos a la “coherencia eucarística”, es decir, ser
conscientes de que no pueden recibir la sagrada comunión y al mismo tiempo actuar
con hechos o palabras contra los mandamientos, en particular cuando se propician el
aborto, la eutanasia y otros delitos graves contra la vida y la 242 DP 582. 243 DI 5.
familia. Esta responsabilidad pesa de manera particular sobre los legisladores,
gobernantes, y los profesionales de la salud244.
437. Para tutelar y apoyar la familia, la pastoral familiar puede impulsar, entre otras, las
siguientes acciones: a) Comprometer de una manera integral y orgánica a las
otras pastorales, los movimientos y asociaciones matrimoniales y familiares a favor de
las familias. b) Impulsar proyectos que promuevan familias evangelizadas
y evangelizadoras. c) Renovar la preparación remota y próxima para el sacramento
del matrimonio y la vida familiar con itinerarios pedagógicos de fe245. d) Promover, en
diálogo con los gobiernos y la sociedad, políticas y leyes a favor de la vida, del
matrimonio y la familia246. e) Impulsar y promover la educación integral de los
miembros de la familia, especialmente de aquellos miembros de la familia que están
en situaciones difíciles, incluyendo la dimensión del amor y la sexualidad247. f)
Impulsar centros parroquiales y diocesanos con una pastoral de atención integral a la
familia, especialmente a aquellas que están en situaciones difíciles: madres
adolescentes y solteras, viudas y viudos, personas de la tercera edad, niños
abandonados, etc. g) Establecer programas de formación, atención y
acompañamiento para la paternidad y la maternidad responsables. 244 Cf. SCa, 83;
EV 73, 74 y 89. 245 Cf. Pontificio Consejo para la Familia, Preparación al Sacramento
del Matrimonio, 19, 13 de mayo de 1996; FC 66. 246 Cf. Pontificio Consejo para la
Familia, La Carta de los derechos de la familia, 22 de octubre de 1983. 247 Cf. DI
5. h) Estudiar las causas de las crisis familiares para afrontarlas en todos sus factores.
i) Seguir ofreciendo formación permanente, doctrinal y pedagógica para los agentes de
pastoral familiar. j) Acompañar con cuidado, prudencia y amor compasivo,
siguiendo las orientaciones del Magisterio248, a las parejas que viven en situación
irregular, teniendo presente que a los divorciados y vueltos a casar no les es permitido
comulgar249. Se requieren mediaciones para que el mensaje de salvación llegue a
todos. Urge impulsar acciones eclesiales, con un trabajo interdisciplinario de teología y
ciencias humanas, que ilumine la pastoral y la preparación de agentes especializados
para el acompañamiento de estos hermanos. k) Ante las peticiones de nulidad
matrimonial, se ha de procurar que los Tribunales eclesiásticos sean accesibles y
tengan una correcta y pronta actuación250. l) Ayudar a crear posibilidades para que
los niñas y niños huérfanos y abandonados logren, por la caridad cristiana,
condiciones de acogida y adopción, y puedan vivir en familia. m) Organizar casas de
acogida y un acompañamiento específico para acudir con compasión y solidaridad a
las niñas y adolescentes embarazadas, a las madres “solteras”, a los hogares
incompletos. n) Tener presente que la Palabra de Dios, tanto en el Antiguo como en el
Nuevo Testamento, nos pide una atención especial hacia las viudas. Buscar la manera
de que ellas reciban una pastoral que las ayude a enfrentar esta situación, muchas
veces de desamparo y soledad. 248 FC 84; SCa 29. 249 FC 77. 250 Cf. SC 29.
438. La niñez, hoy en día, debe ser destinataria de una acción prioritaria de la Iglesia,
de la familia y de las instituciones del Estado, tanto por las posibilidades que ofrece,
como por la vulnerabilidad a la que se encuentra expuesta. Los niños son don y signo
de la presencia de Dios en nuestro mundo por su capacidad de aceptar con sencillez
el mensaje evangélico. Jesús los escogió con especial ternura (cf. Mt 19,14), y
presentó su capacidad de acoger el Evangelio como modelo para entrar en el Reino de
Dios (cf. Mc 10,14; Mt 18,3).
439. Vemos con dolor la situación de pobreza, de violencia intrafamiliar (sobre todo en
familias irregulares o desintegradas), de abuso sexual, por la que atraviesa un buen
número de nuestra niñez: los sectores de niñez trabajadora, niños de la calle, niños
portadores de HIV, huérfanos, niños soldados, y niños y niñas engañados y expuestos
a la pornografía y prostitución forzada, tanto virtual como real. Sobre todo, la primera
infancia (0 a 6 años) requiere de una especial atención y cuidado. No se puede
permanecer indiferente ante el sufrimiento de tantos niños inocentes.
440. Por otro lado, la niñez, al ser la primera etapa de la vida del ya nacido, constituye
una ocasión maravillosa para la transmisión de la fe. Vemos con gratitud la valiosa
acción de tantas instituciones al servicio de la niñez.
441. Proponemos, al respecto, algunas orientaciones pastorales: a) Inspirarse en la
actitud de Jesús para con los niños, de respeto y acogida como los predilectos del
Reino, atendiendo a su formación integral. De importancia para toda su vida es el
ejemplo de oración de sus padres y abuelos, quienes tienen la misión de enseñar a
sus hijos y nietos las primeras oraciones. b) Establecer, donde no existan, el
Departamento o Sección de Niñez, para desarrollar acciones puntuales y orgánicas a
favor de los niños y las niñas. c) Promover procesos de reconocimiento de la niñez
como un sector decisivo de especial cuidado por parte de la Iglesia, la Sociedad y el
Estado. d) Tutelar la dignidad y derechos naturales inalienables de los niños y niñas,
sin perjuicio de los legítimos derechos de los padres. Velar para que los niños reciban
la educación adecuada a su edad en el ámbito de la solidaridad, de la afectividad y la
sexualidad humana. e) Apoyar las experiencias pastorales de atención a la primera
infancia. f) Estudiar y considerar las pedagogías adecuadas para la educación en la fe
de los niños, especialmente en todo lo relacionado a la iniciación cristiana,
privilegiando el momento de la primera comunión. g) Valorar la capacidad misionera
de los niños y niñas, que no sólo evangelizan a sus propios compañeros, sino que
también pueden ser evangelizadores de sus propios padres. h) Fomentar la institución
de la Infancia Misionera. i) Promover y difundir permanentemente investigaciones
sobre la niñez, que hagan sostenible tanto el reconocimiento de su cuidado, como las
iniciativas a favor de la defensa y de su promoción integral.

9.3 LOS ADOLESCENTES Y JÓVENES


442. Merece especial atención la etapa de la adolescencia. Los adolescentes no son
niños ni son jóvenes. Están en la edad de la búsqueda de su propia identidad, de
independencia frente a sus padres, de descubrimiento del grupo. En esta edad,
fácilmente pueden ser víctimas de falsos líderes constituyendo pandillas. Es necesario
impulsar la pastoral de los adolescentes, con sus propias características, que garantice
su perseverancia y el crecimiento en la fe. El adolescente busca una experiencia de
amistad con Jesús.
443. Los jóvenes y adolescentes constituyen la gran mayoría de la población de
América Latina y de El Caribe. Representan un enorme potencial para el presente y
futuro de la Iglesia y de nuestros pueblos, como discípulos y misioneros del Señor
Jesús. Los jóvenes son sensibles a descubrir su vocación a ser amigos y discípulos
de Cristo. Están llamados a ser “centinelas del mañana”251, comprometiéndose en la
renovación del mundo a la luz del Plan de Dios. No temen el sacrificio ni la entrega de
la propia vida, pero sí una vida sin sentido. Por su generosidad, están llamados a
servir a sus hermanos, especialmente a los más necesitados con todo su tiempo y
vida. Tienen capacidad para oponerse a las falsas ilusiones de felicidad y a los
paraísos engañosos de la droga, el placer, el alcohol y todas las formas de violencia.
En su búsqueda del sentido de la vida, son capaces y sensibles para descubrir el
llamado particular que el Señor Jesús les hace. Como discípulos misioneros, las
nuevas generaciones están llamadas a transmitir a sus hermanos jóvenes sin
distinción alguna, la corriente de vida que viene de Cristo, y a compartirla en
comunidad construyendo la Iglesia y la sociedad.
444. Por otro lado, constatamos con preocupación que innumerables jóvenes de
nuestro continente atraviesan por situaciones que les afectan significativamente: las
secuelas de la pobreza, que limitan el crecimiento armónico de sus vidas y generan
exclusión; la socialización, cuya transmisión de valores ya no se produce
primariamente en las instituciones tradicionales, sino en nuevos ambientes no exentos
de una fuerte carga de alienación; su permeabilidad a las formas nuevas de
expresiones culturales, producto de la globalización, lo cual afecta su propia identidad
personal y social. Son presa fácil de las nuevas propuestas religio- 251 JUAN PABLO II,
Mensaje para la XVIII Jornada Mundial de la Juventud, Toronto, 28 de julio de 2002, n. 6. sas y pseudo
religiosas. La crisis, por la que atraviesa la familia hoy en día, les produce profundas
carencias afectivas y conflictos emocionales.
445. Están muy afectados por una educación de baja calidad, que los deja por debajo
de los niveles necesarios de competitividad, sumado a los enfoques antropológicos
reduccionistas, que limitan sus horizontes de vida y dificultan la toma de decisiones
duraderas. Se ve ausencia de jóvenes en lo político debido a la desconfianza que
generan las situaciones de corrupción, el desprestigio de los políticos y la búsqueda de
intereses personales frente al bien común. Se constata con preocupación suicidios de
jóvenes. Otros no tienen posibilidades de estudiar o trabajar, y muchos dejan sus
países por no encontrar en ellos un futuro, dando así al fenómeno de la movilidad
humana y la migración un rostro juvenil. Preocupa también el uso indiscriminado y
abusivo que muchos jóvenes hacen de la comunicación virtual.
446. Ante estos desafíos y retos sugerimos algunas líneas de acción: a) Renovar, en
estrecha unión con la familia, de manera eficaz y realista, la opción preferencial por los
jóvenes, en continuidad con las Conferencias Generales anteriores, dando nuevo
impulso a la Pastoral de Juventud en las comunidades eclesiales (diócesis, parroquias,
movimientos, etc.). b) Alentar los Movimientos eclesiales, que tienen una pedagogía
orientada a la evangelización de los jóvenes, e invitarlos a poner más generosamente
al servicio de las Iglesias locales sus riquezas carismáticas, educativas y misioneras.
c) Proponer a los jóvenes el encuentro con Jesucristo vivo y su seguimiento en la
Iglesia, a la luz del Plan de Dios, que les garantiza la realización plena de su dignidad
de ser humano, les impulsa a formar su personalidad y les propone una opción
vocacional específica: el sacerdocio, la vida consagrada o el matrimonio. Durante el
proceso de acompañamiento vocacional se irá introduciendo gradualmente a los
jóvenes en la oración personal y la lectio divina, la frecuencia de los sacramentos de
la Eucaristía y la Reconciliación, la dirección espiritual y el apostolado. d) Privilegiar
en la Pastoral de Juventud procesos de educación y maduración en la fe, como
respuesta de sentido y orientación de la vida, y garantía de compromiso misionero.
De manera especial, se buscará implementar una catequesis atractiva para los
jóvenes que los introduzca en el conocimiento del misterio de Cristo, y se buscará
mostrarles la belleza de la Eucaristía dominical, que los lleve a descubrir en ella a
Cristo vivo y el misterio fascinante de la Iglesia. e) La Pastoral de Juventud ayudará a
los jóvenes a formarse, de manera gradual, para la acción social y política y el cambio
de estructuras, conforme a la Doctrina Social de la Iglesia, haciendo propia la opción
preferencial y evangélica por los pobres y necesitados. f) Urgir la capacitación de los
jóvenes para que tengan oportunidades en el mundo del trabajo, y evitar que caigan en
la droga y la violencia. g) En las metodologías pastorales, procurar una mayor sintonía
entre el mundo adulto y el mundo juvenil. h) Asegurar la participación de jóvenes en
peregrinaciones, en las Jornadas nacionales y mundiales de Juventud, con la
debida preparación espiritual y misionera, y con la compañía de sus pastores.

9.4 EL BIEN DE LOS ANCIANOS


447. El acontecimiento de la presentación en el templo (cf. Lc 2, 41- 50) nos pone ante
encuentro de generaciones: los niños y los ancianos. El niño que se asoma a la vida,
asumiendo y cumpliendo la Ley, y los ancianos, que la festejan con el gozo del Espíritu
Santo. Niños y ancianos construyen el futuro de los pueblos. Los niños porque llevarán
adelante la historia, los ancianos porque transmiten la experiencia y la sabiduría de
sus vidas.
448. El respeto y gratitud de los ancianos debe ser testimoniado en primer lugar por su
propia familia. La Palabra de Dios nos interpela de muchas maneras a respetar y
valorar a nuestros mayores y ancianos. Incluso nos invita a aprender de ellos con
gratitud, y a acompañarlos en su soledad y fragilidad. La frase de Jesús: “A los pobres
los tienen siempre con ustedes y pueden socorrerlos cuando quieran” (Mc 14, 7), bien
puede entenderse de ellos, porque forman parte de cada familia, pueblo y nación. Sin
embargo, a menudo, son olvidados o descuidados por la sociedad y hasta por sus
propios familiares.
449. Muchos de nuestros mayores han gastado su vida por el bien de su familia y de la
comunidad, desde su lugar y vocación. Muchos son verdaderos discípulos misioneros
de Jesús por su testimonio y sus obras. Merecen ser reconocidos como hijos e hijas de
Dios, llamados a compartir la plenitud del amor, y a ser queridos, en particular, por la
cruz de sus dolencias, la capacidad disminuida o la soledad. La familia no debe mirar
sólo las dificultades que trae el convivir con ellos o el atenderlos. La sociedad no
puede considerarlos como un peso o una carga. Es lamentable que en algunos países
no haya políticas sociales que se ocupen suficientemente de los mayores ya jubilados,
pensionados, enfermos o abandonados. Por tanto, exhortamos a elaborar diseños de
políticas sociales justas y solidarias que atiendan estas necesidades.
450. La Iglesia se siente comprometida a procurar la atención humana integral de
todas las personas mayores, también ayudándoles a vivir el seguimiento de Cristo en
su actual condición, e incorporándolos lo más posible a la misión evangelizadora. Por
ello, mientras agradece el trabajo que ya vienen realizando religiosas, religiosos y
voluntarios, quiere renovar sus estructuras pastorales, y preparar aún más agentes, a
fin de ampliar este valioso servicio de amor.
451. La antropología cristiana resalta la igual dignidad entre varón y mujer, en razón de
ser creados a imagen y semejanza de Dios. El misterio de la Trinidad nos invita a vivir
una comunidad de iguales en la diferencia. En una época de marcado machismo, la
práctica de Jesús fue decisiva para significar la dignidad de la mujer y su valor
indiscutible: habló con ellas (cf. Jn 4, 27), tuvo singular misericordia con las pecadoras
(cf. Lc 7,36-50; Jn 8,11), las curó (cf. Mc 5, 25-34), las reivindicó en su dignidad (cf. Jn
8, 1-11), las eligió como primeras testigos de su resurrección (cf. Mt 28, 9-10), e
incorporó mujeres al grupo de personas que le eran más cercanas (cf. Lc 8, 1-3). La
figura de María, discípula por excelencia entre discípulos, es fundamental en la
recuperación de la identidad de la mujer y de su valor en la Iglesia. El canto del
Magnificat muestra a María como mujer capaz de comprometerse con su realidad y de
tener una voz profética ante ella.
452. La relación entre la mujer y el varón es de reciprocidad y colaboración mutua. Se
trata de armonizar, complementar y trabajar sumando esfuerzos. La mujer es
corresponsable, junto con el hombre, por el presente y el futuro de nuestra sociedad
humana.
453. Lamentamos que innumerables mujeres de toda condición no sean valoradas en
su dignidad, queden con frecuencia solas y abandonadas, no se les reconozca
suficientemente su abnegado sacrificio e incluso heroica generosidad en el cuidado y
educación de los hijos, ni en la transmisión de la fe en la familia. Tampoco se valora ni
promueve adecuadamente su indispensable y peculiar participación en la construcción
de una vida social más humana y en la edificación de la Iglesia. A la vez, su
urgente dignificación y participación pretende ser distorsionada por corrientes
ideológicas, marcadas por la impronta cultural de las sociedades del consumo y el
espectáculo, que son capaces de someter a las mujeres a nuevas esclavitudes. Es
necesario en América Latina y El Caribe superar una mentalidad machista que ignora
la novedad del cristianismo, donde se reconoce y proclama la “igual dignidad y
responsabilidad de la mujer respecto al hombre”252.
454. En esta hora de América Latina y El Caribe, urge escuchar el clamor, tantas
veces silenciado, de mujeres que son sometidas a muchas formas de exclusión y de
violencia en todas sus formas y en todas las etapas de sus vidas. Entre ellas, las
mujeres pobres, indígenas y afroamericanas han sufrido una doble marginación. Urge
que todas las mujeres puedan participar plenamente en la vida eclesial, familiar,
cultural, social y económica, creando espacios y estructuras que favorezcan una
mayor inclusión.
455. Las mujeres constituyen, en general, la mayoría de nuestras comunidades, son
las primeras transmisoras de la fe y colaboradoras de los pastores, quienes deben
atenderlas, valorarlas y respetarlas.
456. Urge valorar la maternidad como misión excelente de las mujeres. Esto no se
opone a su desarrollo profesional y al ejercicio de todas sus dimensiones, lo cual
permite ser fieles al plan originario de Dios que da a la pareja humana, de forma
conjunta, la misión de mejorar la tierra. La mujer es insustituible en el hogar, la
educación de los hijos y la transmisión de la fe. Pero esto no excluye la necesidad de
su participación activa en la construcción de la sociedad. Para ello, se requiere
propiciar una formación integral de manera que las mujeres puedan cumplir su misión
en la familia y en la sociedad.
457. La sabiduría del plan de Dios nos exige favorecer el desarrollo de su identidad
femenina en reciprocidad y complementariedad con la identidad del varón. Por eso, la
Iglesia está llamada a compartir, orientar y acompañar proyectos de promoción de la
mujer con organismos sociales ya existentes, reconociendo el ministerio esencial y
espiritual que la mujer lleva en sus entrañas: recibir la 252 DI 5. vida, acogerla,
alimentarla, darla a luz, sostenerla, acompañarla y desplegar su ser de mujer, creando
espacios habitables de comunidad y de comunión. La maternidad no es una realidad
exclusivamente biológica, sino que se expresa de diversas maneras. La vocación
materna se cumple a través de muchas formas de amor, comprensión y servicio a los
demás. La dimensión maternal también se concreta, por ejemplo, en la adopción de
niños, ofreciéndoles protección y hogar. El compromiso de la Iglesia en este ámbito es
ético y profundamente evangélico.
458. Proponemos algunas acciones pastorales: a) Impulsar la organización de la
pastoral de manera que ayude a descubrir y desarrollar en cada mujer y en ámbitos
eclesiales y sociales el “genio femenino”253 y promueva el más amplio protagonismo
de las mujeres. b) Garantizar la efectiva presencia de la mujer en los ministerios que
en la Iglesia son confiados a los laicos, así como también en las instancias de
planificación y decisión pastorales, valorando su aporte. c) Acompañar a asociaciones
femeninas que luchan por superar situaciones difíciles, de vulnerabilidad o de
exclusión. d) Promover el diálogo con autoridades para la elaboración de programas,
leyes y políticas públicas que permitan armonizar la vida laboral de la mujer con sus
deberes de madre de familia.

9.6 LA RESPONSABILIDAD DEL VARÓN Y PADRE DE FAMILIA


459. El varón, desde su especificidad, está llamado por el Dios de la vida a ocupar un
lugar original y necesario en la construcción de la sociedad, en la generación de la
cultura y en la realización de la historia. Profundamente motivados por la hermosa
realidad del 253 JUAN PABLO II, Carta a las mujeres, 29 de junio de 1995, n. 11. amor que tiene su
fuente en Jesucristo, el varón se siente fuertemente invitado a formar una familia. Allí,
en una esencial disposición de reciprocidad y complementariedad, vive y valoriza para
la plenitud de su vida, la activa e insustituible riqueza del aporte de la mujer, que le
permite reconocer más nítidamente su propia identidad.
460. En todos los ámbitos que constituyen su vocación y misión, el varón debe, en
cuanto bautizado, sentirse enviado por la Iglesia a dar testimonio como discípulo y
misionero de Jesucristo. Sin embargo, en no pocos casos, desafortunadamente,
termina renunciando a esta responsabilidad y delegándola a las mujeres o esposas.
461. Tradicionalmente, debemos reconocer que, en América Latina y El Caribe, un
porcentaje significativo de ellos se han mantenido más bien al margen de la Iglesia y
del compromiso que en ella están llamados a realizar. De este modo, han venido
alejándose de Jesucristo, la vida plena que tanto anhelan y buscan. Esta suerte de
lejanía o indiferencia de parte de los varones, que cuestiona fuertemente el estilo de
nuestra pastoral convencional, contribuye a que vaya creciendo la separación entre fe
y cultura, a la gradual pérdida de lo que interiormente es esencial y dador de sentido,
a la fragilidad para resolver adecuadamente conflictos y frustraciones, a la debilidad
para resistir el embate y seducciones de una cultura consumista, frívola y competitiva,
etc. Todo esto los hace vulnerables ante la propuesta de estilos de vida que,
proponiéndose como atractivos, terminan siendo deshumanizadores. En un número
considerable de ellos se abre paso la tentación de ceder a la violencia, infidelidad,
abuso de poder, drogadicción, alcoholismo, machismo, corrupción y abandono de su
papel de padres.
462. Por otra parte, un gran porcentaje de varones se siente exigido familiar, laboral y
socialmente. Faltos de mayor comprensión, acogida y afecto de parte de los suyos,
valorizados de acuerdo a lo que aportan materialmente, y sin espacios vitales en
donde compartir sus sentimientos más profundos con toda libertad, se los expone a
una situación de profunda insatisfacción que los deja a merced del poder
desintegrador de la cultura actual. Ante esta situación, y en consideración a las
consecuencias que lo dicho trae para la vida matrimonial y para los hijos, se hace
necesario impulsar en todas nuestras Iglesias Particulares una especial atención
pastoral para el padre de familia.
463. Se proponen algunas acciones pastorales: a) Revisar los contenidos de las
diversas catequesis preparatorias a los sacramentos, como las actividades y
movimientos eclesiales relacionados con la pastoral familiar, para favorecer el anuncio
y la reflexión en torno a la vocación que el varón está llamado a vivir en el matrimonio,
la familia, la Iglesia y la sociedad. b) Profundizar, en las instancias pastorales
pertinentes, el rol específico que le cabe al varón en la construcción de la familia en
cuanto Iglesia Doméstica, especialmente como discípulo y misionero evangelizador de
su hogar. c) Promover, en todos los ámbitos de la educación católica y de la pastoral
juvenil, el anuncio y el desarrollo de los valores y actitudes que faciliten a los jóvenes y
las jóvenes generar competencias que les permitan favorecer el papel del varón en
la vida matrimonial, en el ejercicio de la paternidad, y en la educación de la fe de sus
hijos. d) Desarrollar, en las universidades católicas, a la luz de la antropología y moral
cristianas, la investigación y reflexión necesarias que permitan conocer la situación
actual del mundo de los varones, las consecuencias del impacto de los actuales
modelos culturales en su identidad y misión, y pistas que puedan colaborar en el
diseño de orientaciones pastorales al respecto. e) Denunciar una mentalidad
neoliberal que no descubre en el padre de familia más que un instrumento de
producción y ganancia, relegándole incluso en la familia a un papel de mero
proveedor. La creciente práctica de políticas públicas e iniciativas privadas de
promover incluso el domingo como día laboral, es una medida profundamente
destructiva de la familia y de los padres. f) Favorecer, en la vida de la Iglesia, la activa
participación de los varones, generando y promoviendo espacios y servicios en los
campos señalados.

9.7 LA CULTURA DE LA VIDA: SU PROCLAMACIÓN Y SU DEFENSA


464. El ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, también posee una
altísima dignidad que no podemos pisotear y que estamos llamados a respetar y a
promover. La vida es regalo gratuito de Dios, don y tarea que debemos cuidar desde la
concepción, en todas sus etapas, y hasta la muerte natural, sin relativismos.
465. La globalización influye en las ciencias y en sus métodos, prescindiendo de los
cauces éticos. Los discípulos de Jesús tenemos que llevar el Evangelio al gran
escenario de las mismas, promover el diálogo entre ciencia y fe, y, en ese contexto,
presentar la defensa de la vida. Este diálogo debe ser realizado por la ética y
en casos especiales por una bioética bien fundada. La bioética trabaja con esta base
epistemológica, de manera interdisciplinar, donde cada ciencia aporta sus
conclusiones.
466. No podemos escapar de este reto de diálogo entre la fe, la razón y las ciencias.
Nuestra prioridad por la vida y la familia, cargadas de problemáticas que se debaten en
las cuestiones éticas y en la bioética, nos urge iluminarlas con el Evangelio y el
Magisterio de la Iglesia254.
467. Asistimos hoy a retos nuevos que nos piden ser voz de los que no tienen voz. El
niño que está creciendo en el seno materno y las 254 Cf. JUAN PABLO II, FR, 14 de
septiembre de 1998. personas que se encuentran en el ocaso de sus vidas, son un
reclamo de vida digna que grita al cielo y que no puede dejar de estremecernos. La
liberalización y banalización de las prácticas abortivas son crímenes abominables, al
igual que la eutanasia, la manipulación genética y embrionaria, ensayos médicos
contrarios a la ética, pena capital, y tantas otras maneras de atentar contra la dignidad
y la vida del ser humano. Si queremos sostener un fundamento sólido e inviolable para
los derechos humanos, es indispensable reconocer que la vida humana debe ser
defendida siempre, desde el momento mismo de la fecundación. De otra manera, las
circunstancias y conveniencias de los poderosos siempre encontrarán excusas para
maltratar a las personas255.
468. Los anhelos de vida, de paz, de fraternidad y de felicidad no
encuentran respuesta en medio de los ídolos del lucro y la eficacia, la insensibilidad
ante el sufrimiento ajeno, los ataques a la vida intrauterina, la mortalidad infantil, el
deterioro de algunos hospitales, y todas las modalidades de violencia sobre niños,
jóvenes, hombres y mujeres. Esto subraya la importancia de la lucha por la vida, la
dignidad y la integridad de la persona humana. La defensa fundamental de la dignidad
y de estos valores comienza en la familia.
469. Para que los discípulos y misioneros alaben a Dios, dando gracias por la vida y
sirviendo a la misma, proponemos las siguientes acciones: a) Proseguir la promoción,
en la Conferencias Episcopales y en las diócesis, de cursos sobre familia y cuestiones
éticas para los Obispos y para los agentes de pastoral que puedan ayudar a
fundamentar con solidez los diálogos acerca de los problemas y situaciones
particulares sobre la vida. b) Procurar que presbíteros, diáconos, religiosos y laicos
accedan a estudios universitarios de moral familiar, cuestiones éti- 255 Cf. EV. cas y,
cuando sea posible, cursos más especializados de bioética256. c) Promover foros,
paneles, seminarios y congresos que estudien, reflexionen y analicen temas concretos
de actualidad acerca de la vida en sus diversas manifestaciones, y, sobre todo, en el
ser humano, especialmente en lo referente al respeto a la vida desde la concepción
hasta su muerte natural. d) Pedir a las universidades católicas que organicen
programas de bioética accesibles a todos y tomen posición pública ante los grandes
temas de la bioética. e) Crear en las Conferencias Episcopales un comité de ética
y bioética, con personas preparadas en el tema, que garanticen fidelidad y respeto a
la doctrina del Magisterio de la Iglesia sobre la vida, para que sea la instancia que
investigue, estudie, discuta y actualice a la comunidad en el momento que el debate
público lo requiera. Este comité enfrentará las realidades que se vayan presentando en
la localidad, en el país o en el mundo, para defender y promover la vida en el
momento oportuno. f) Ofrecer a los matrimonios programas de formación en
paternidad responsable y sobre el uso de los métodos naturales de regulación de la
natalidad, como pedagogía exigente de vida y amor257. g) Apoyar y acompañar
pastoralmente y con especial ternura y solidaridad a las mujeres que han decidido no
abortar, y acoger con misericordia a aquéllas que han abortado, para ayudarlas a
sanar sus graves heridas e invitarlas a ser defensoras de la vida. El aborto hace dos
víctimas: por cierto, el niño, pero, también, la madre. 256 Cf. Pontificio Consejo para la
Familia, Familia y cuestiones éticas, 2006. 257 Cf. EV 97, HV 10. h) Promover la
formación y acción de laicos competentes, animarlos a organizarse para defender la
vida y la familia, y alentarlos a participar en organismos nacionales e
internacionales. i) Asegurar que la objeción de conciencia se integre en las
legislaciones y velar para que sea respetada por las administraciones públicas.

9.8 EL CUIDADO DEL MEDIO AMBIENTE


470. Como discípulos de Jesús, nos sentimos invitados a dar gracias por el don de la
creación, reflejo de la sabiduría y belleza del Logos creador. En el designio maravilloso
de Dios, el hombre y la mujer están llamados a vivir en comunión con Él, en comunión
entre ellos y con toda la creación. El Dios de la vida encomendó al ser humano su
obra creadora para que “la cultivara y la guardara” (Gn 2, 15). Jesús conocía bien la
preocupación del Padre por las criaturas que Él alimenta (cf. Lc 12, 24) y embellece
(cf. Lc 12, 27). Y, mientras andaba por los caminos de su tierra, no sólo se detenía a
contemplar la hermosura de la naturaleza, sino que invitaba a sus discípulos a
reconocer el mensaje escondido en las cosas (cf. Lc 12, 24-27; Jn 4, 35). Las criaturas
del Padre le dan gloria “con su sola existencia”258, y, por eso, el ser humano debe
hacer uso de ellas con cuidado y delicadeza259.
471. En América Latina y El Caribe, se está tomando conciencia de la naturaleza como
una herencia gratuita que recibimos para proteger, como espacio precioso de la
convivencia humana y como responsabilidad cuidadosa del señorío del hombre para
bien de todos. Esta herencia se manifiesta muchas veces frágil e indefensa ante los
poderes económicos y tecnológicos. Por eso, como profetas de la vida, queremos
insistir que en las intervenciones 258 CCE 2416. 259 Cf. CCE 2418. sobre los
recursos naturales no predominen los intereses de grupos económicos que arrasan
irracionalmente las fuentes de vida, en perjuicio de naciones enteras y de la misma
humanidad. Las generaciones que nos sucedan tienen derecho a recibir un mundo
habitable y no un planeta con aire contaminado. Felizmente, en algunas escuelas
católicas, se ha comenzado a introducir entre las disciplinas una educación a la
responsabilidad ecológica.
472. La Iglesia agradece a todos los que se ocupan de la defensa de la vida y del
ambiente. Hay que darle particular importancia a la más grave destrucción en curso de
la ecología humana260. Está cercana a los campesinos que con amor generoso
trabajan duramente la tierra para sacar, a veces en condiciones sumamente difíciles, el
sustento para sus familias y aportar a todos los frutos de la tierra. Valora
especialmente a los indígenas por su respeto a la naturaleza y el amor a la madre
tierra como fuente de alimento, casa común y altar del compartir humano.
473. La riqueza natural de América Latina y El Caribe experimenta hoy una explotación
irracional que va dejando una estela de dilapidación, e incluso de muerte, por toda
nuestra región. En todo ese proceso, tiene una enorme responsabilidad el actual
modelo económico que privilegia el desmedido afán por la riqueza, por encima de la
vida de las personas y los pueblos y del respeto racional de la naturaleza. La
devastación de nuestros bosques y de la biodiversidad mediante una actitud
depredatoria y egoísta, involucra la responsabilidad moral de quienes la promueven,
porque pone en peligro la vida de millones de personas y en especial el hábitat de los
campesinos e indígenas, quienes son expulsados hacia las tierras de ladera y a las
grandes ciudades para vivir hacinados en los cinturones de miseria. Nuestra región
tiene necesidad de progresar en su desarrollo agroindustrial para valorizar las
riquezas de sus tierras y sus capacidades humanas al servicio del bien común, pero no
podemos dejar de mencionar los proble- 260 JUAN PABLO II, Centesimus annus, n.
38. mas que causa una industrialización salvaje y descontrolada de nuestras ciudades
y del campo, que va contaminando el ambiente con toda clase de desechos orgánicos
y químicos. Lo mismo hay que alertar respecto a las industrias extractivas de recursos
que, cuando no proceden a controlar y contrarrestar sus efectos dañinos sobre el
ambiente circundante, producen la eliminación de bosques, la contaminación del agua
y convierten las zonas explotadas en inmensos desiertos.
474. Ante esta situación ofrecemos algunas propuestas y orientaciones: a) Evangelizar
a nuestros pueblos para descubrir el don de la creación, sabiéndola contemplar y
cuidar como casa de todos los seres vivos y matriz de la vida del planeta, a fin de
ejercitar responsablemente el señorío humano sobre la tierra y los recursos, para que
pueda rendir todos sus frutos en su destinación universal, educando para un estilo de
vida de sobriedad y austeridad solidarias. b) Profundizar la presencia pastoral en las
poblaciones más frágiles y amenazadas por el desarrollo depredatorio, y apoyarlas en
sus esfuerzos para lograr una equitativa distribución de la tierra, del agua y de los
espacios urbanos. c) Buscar un modelo de desarrollo alternativo261, integral y
solidario, basado en una ética que incluya la responsabilidad por una auténtica
ecología natural y humana, que se fundamenta en el evangelio de la justicia, la
solidaridad y el destino universal de los bienes, y que supere la lógica utilitarista e
individualista, que no somete a criterios éticos los poderes económicos y tecnológicos.
Por tanto, alentar a nuestros campesinos a que se organicen de tal manera que
puedan lograr su justo reclamo. 261 PP 20, “[El verdadero desarrollo] es el paso, para
todos y cada uno, de unas condiciones de vida menos humanas a condiciones más
humanas”. d) Empeñar nuestros esfuerzos en la promulgación de políticas públicas y
participaciones ciudadanas que garanticen la protección, conservación y restauración
de la naturaleza. e) Determinar medidas de monitoreo y control social sobre la
aplicación en los países de los estándares ambientales internacionales.
475. Crear conciencia en las Américas sobre la importancia de la Amazonia para toda
la humanidad. Establecer, entre las iglesias locales de diversos países sudamericanos,
que están en la cuenca amazónica, una pastoral de conjunto con prioridades
diferenciadas para crear un modelo de desarrollo que privilegie a los pobres y sirva al
bien común. Apoyar, con los recursos humanos y financieros necesarios, a la Iglesia
que vive en la Amazonia para que siga proclamando el evangelio de la vida y
desarrolle su trabajo pastoral en la formación de laicos y sacerdotes a través de
seminarios, cursos, intercambios, visitas a las comunidades y material educativo.

10 NUESTROS PUEBLOS Y LA CULTURA

10.1 LA CULTURA Y SU EVANGELIZACIÓN


476. La cultura, en su comprensión más extensa, representa el modo particular con el
cual los hombres y los pueblos cultivan su relación con la naturaleza y con sus
hermanos, con ellos mismos y con Dios, a fin de lograr una existencia plenamente
humana262. En cuanto tal, es patrimonio común de los pueblos, también de América
Latina y de El Caribe.
477. La V Conferencia en Aparecida mira positivamente y con verdadera empatía las
distintas formas de cultura presentes en nuestro continente. La fe sólo es
adecuadamente profesada, entendida y vivida, cuando penetra profundamente en el
substrato cultural de un pueblo263. De este modo, aparece toda la importancia de
la cultura para la evangelización. Pues la salvación aportada por Jesucristo debe ser
luz y fuerza para todos los anhelos, las situaciones gozosas o sufridas, las cuestiones
presentes en las culturas respectivas de los pueblos. El encuentro de la fe con las
culturas 262 Cf. GS 53. 263 Cf. JUAN PABLO II, Discurso a los participantes al
Congreso Mundial del Movimiento General de Acción Cultural, 16 de enero de
1982. las purifica, permite que desarrollen sus virtualidades, las enriquece. Pues todas
ellas buscan en última instancia la verdad, que es Cristo (Jn 14, 6).
478. Con el Santo Padre, damos gracias por el hecho de que la Iglesia, “ayudando a
los fieles cristianos a vivir su fe con alegría y coherencia” ha sido, a lo largo de su
historia en este continente, creadora y animadora de cultura: “La fe en Dios ha
animado la vida y la cultura de estos pueblos durante más de cinco siglos”. Esta
realidad se ha expresado en el arte, la música, la literatura y, sobre todo, en las
tradiciones religiosas y en la idiosincrasia de sus gentes, unidas por una misma
historia y por un mismo credo, y formando una gran sintonía en la diversidad de
culturas y de lenguas264.
479. Con la inculturación de la fe, la Iglesia se enriquece con nuevas expresiones y
valores, manifestando y celebrando cada vez mejor el misterio de Cristo, logrando unir
más la fe con la vida y contribuyendo así a una catolicidad más plena, no solo
geográfica, sino también cultural. Sin embargo, este patrimonio cultural
latinoamericano y caribeño se ve confrontado con la cultura actual, que presenta luces
y sombras. Debemos considerarla con empatía para entenderla, pero también con una
postura crítica para descubrir lo que en ella es fruto de la limitación humana y del
pecado. Ella presenta muchos y sucesivos cambios, provocados por nuevos
conocimientos y descubrimientos de la ciencia y de la técnica. De este modo, se
desvanece una única imagen del mundo que ofrecía orientación para la vida cotidiana.
Recae, por tanto, sobre el individuo toda la responsabilidad de construir su
personalidad y plasmar su identidad social. Así tenemos por un lado, la emergencia
de la subjetividad, el respeto a la dignidad y a la libertad de cada uno, sin duda una
importante conquista de la humanidad. 264 DI 1. Por otro lado, este mismo pluralismo
de orden cultural y religioso, propagado fuertemente por una cultura globalizada,
acaba por erigir el individualismo como característica dominante de la actual sociedad,
responsable del relativismo ético y la crisis de la familia.
480. Muchos católicos se encuentran desorientados frente a este cambio cultural.
Compete a la Iglesia denunciar claramente “estos modelos antropológicos
incompatibles con la naturaleza y dignidad del hombre”265. Es necesario presentar la
persona humana como el centro de toda la vida social y cultural, resultando en ella: la
dignidad de ser imagen y semejanza de Dios y la vocación a ser hijos en el Hijo,
llamados a compartir su vida por toda la eternidad. La fe cristiana nos muestra a
Jesucristo como la verdad última del ser humano266, el modelo en el que el ser
hombre se despliega en todo su esplendor ontológico y existencial.
Anunciarlo integralmente en nuestros días exige coraje y espíritu profético.
Contrarrestar la cultura de muerte con la cultura cristiana de la solidaridad es un
imperativo que nos toca a todos y que fue un objetivo constante de la enseñaza social
de la Iglesia. Sin embargo, el anuncio del Evangelio no puede prescindir de la cultura
actual. Ésta debe ser conocida, evaluada y en cierto sentido asumida por la Iglesia,
con un lenguaje comprendido por nuestros contemporáneos. Solamente así la fe
cristiana podrá aparecer como realidad pertinente y significativa de salvación. Pero,
esta misma fe deberá engendrar modelos culturales alternativos para la sociedad
actual. Los cristianos, con los talentos que han recibido, talentos apropiados deberán
ser creativos en sus campos de actuación: el mundo de la cultura, de la política, de la
opinión pública, del arte y de la ciencia. 265 BENEDICTO XVI, Discurso al Cuerpo
Diplomático, 8 de enero de 2007. 266 GS 22.

10.2 LA EDUCACIÓN COMO BIEN PÚBLICO


481. Anteriormente, nos referimos a la educación católica, pero, como pastores, no
podemos ignorar la misión del Estado en el campo educativo, velando de un modo
particular por la educación de los niños y jóvenes. Estos centros educativos no
deberían ignorar que la apertura a la trascendencia es una dimensión de la vida
humana, por lo cual la formación integral de las personas reclama la inclusión de
contenidos religiosos.
482. La Iglesia cree que los niños y los adolescentes tienen derecho a que se
les estimule a apreciar con recta conciencia los valores morales y a prestarles su
adhesión personal y también a que se les estimule a conocer y amar más a Dios.
Ruega, pues, encarecidamente a todos los que gobiernan los pueblos, o están al
frente de la educación, procurar que la juventud nunca se vea privada de este sagrado
derecho267.
483. Ante las dificultades que encontramos al respecto en varios países, queremos
empeñarnos en la formación religiosa de los fieles que asisten a las escuelas públicas
de gestión estatal, procurando acompañarlos también a través de otras instancias
formativas en nuestras parroquias y diócesis. Al mismo tiempo, agradecemos la
dedicación de los profesores de religión en las escuelas públicas y los animamos en
esta tarea. Los estimulamos para que impulsen una capacitación doctrinal y
pedagógica. Agradecemos también a quienes, por la oración y la vida comunitaria, se
esfuerzan por ser testimonio de fe y de coherencia en estas escuelas. 267 GE 1.

10.3 PASTORAL DE LA COMUNICACIÓN SOCIAL


484. La revolución tecnológica y los procesos de globalización conforman el mundo
actual como una gran cultura mediática. Esto implica una capacidad para reconocer
los nuevos lenguajes, que pueden ayudar a una mayor humanización global. Estos
nuevos lenguajes configuran un elemento articulador de los cambios en la sociedad.
485. “En nuestro siglo tan influenciado por los medios de comunicación social, el
primer anuncio, la catequesis o el ulterior ahondamiento de la fe, no pueden prescindir
de esos medios”. Puestos al servicio del Evangelio, ellos ofrecen la posibilidad de
extender casi sin límites el campo de audición de la Palabra de Dios, haciendo llegar la
Buena Nueva a millones de personas. La Iglesia se sentiría culpable ante Dios si no
empleara esos poderosos medios, que la inteligencia humana perfecciona cada vez
más. Con ellos la Iglesia ‘proclama desde las azoteas’ (cf. Mt 10, 27; Lc 12, 3) el
mensaje del que es depositaria. En ellos encuentra una versión moderna y eficaz del
‘púlpito’. Gracias a ellos puede hablar a las multitudes268.
486. A fin de formar discípulos y misioneros en este campo, nosotros, los obispos
reunidos en la V Conferencia, nos comprometemos a acompañar a los comunicadores,
procurando: a) Conocer y valorar esta nueva cultura de la comunicación. b) Promover
la formación profesional en la cultura de la comunicación de todos los agentes y
creyentes. c) Formar comunicadores profesionales competentes y comprometidos con
los valores humanos y cristianos en la transfor- 268 EN 45. mación evangélica de la
sociedad, con particular atención a los propietarios, directores, programadores,
periodistas y locutores. d) Apoyar y optimizar, por parte de la Iglesia, la creación de
medios de comunicación social propios, tanto en los sectores televisivo y radial, como
en los sitios de Internet y en los medios impresos. e) Estar presente en los medios de
comunicación social: prensa, radio y TV, cine digital, sitios de Internet, foros y
tantos otros sistemas para introducir en ellos el misterio de Cristo. f) Educar la
formación crítica en el uso de los medios de comunicación desde la primera edad. g)
Animar las iniciativas existentes o por crear en este campo, con espíritu de comunión.
h) Suscitar leyes para promover una nueva cultura que proteja a los niños, jóvenes y a
las personas más vulnerables, para que la comunicación no conculque los valores y,
en cambio, cree criterios válidos de discernimiento269. i) Desarrollar una política de
comunicación capaz de ayudar, tanto las pastorales de comunicación como los medios
de comunicación de inspiración católica, a encontrar su lugar en la misión
evangelizadora de la Iglesia.
487. La Internet, vista dentro del panorama de la comunicación social, debe ser
entendida, en la línea ya proclamada en el Concilio Vaticano II, como una de las
“maravillosas invenciones de la técnica”270. 269 Cf. Pontificio Consejo para la
Familia, Carta de los derechos de la familia, Art. 5f, 22 de octubre de 1983. 270 Inter
Mirifica, n. 1. Para la Iglesia, el nuevo mundo del espacio cibernético es una
exhortación a la gran aventura de la utilización de su potencial para proclamar el
mensaje evangélico. Este desafío está en el centro de lo que significa, al inicio del
milenio, seguir el mandato del Señor, de “avanzar”: Duc in altum! (Lc 5,4)271.
488. La Iglesia se acerca a este nuevo medio con realismo y confianza. Como los otros
instrumentos de comunicación, él es un medio y no un fin en sí mismo. La
Internet puede ofrecer magníficas oportunidades de evangelización, si es usada con
competencia y una clara conciencia de sus fortalezas y debilidades272.
489. Los medios de comunicación, en general, no sustituyen las relaciones personales
ni la vida comunitaria local. Sin embargo, los sitios pueden reforzar y estimular el
intercambio de experiencias y de informaciones que intensifiquen la práctica religiosa a
través de acompañamientos y orientaciones. También en la familia deben los padres
alertar a sus hijos para un uso consciente de los contenidos disponibles en la Internet,
para complementar su formación educacional y moral.
490. Dado que la exclusión digital es evidente, las parroquias, comunidades, centros
culturales e instituciones educacionales católicas podrían ser estimuladoras de la
creación de puntos de red y salas digitales para promover la inclusión, desarrollando
nuevas iniciativas y aprovechando, con una mirada positiva, aquellas que ya existen.
En América Latina y El Caribe existen revistas, periódicos, sitios, portales y servicios
on line que llevan contenidos informativos y formativos, además de orientaciones
religiosas y sociales diversas, tales como “sacerdote”, “orientador espiritual”,
“orienta- 271 JUAN PABLO II, Mensaje para la 36º Jornada Mundial de las
Comunicaciones Sociales, Internet: un nuevo fuero para la proclamación del
Evangelio, n. 2, 12 de mayo de 2002. 272 Ibíd. 3. dor vocacional”, “profesor”,
“médico”, entre otros. Hay innumerables escuelas e instituciones católicas que ofrecen
cursos a distancia de teología y cultura bíblica.

10.4 NUEVOS AREÓPAGOS Y CENTROS DE DECISIÓN


491. Queremos felicitar e incentivar a tantos discípulos y misioneros de Jesucristo que,
con su presencia ética coherente, siguen sembrando los valores evangélicos en los
ambientes donde tradicionalmente se hace cultura y en los nuevos areópagos: el
mundo de las comunicaciones, la construcción de la paz, el desarrollo y la liberación
de los pueblos, sobre todo de las minorías, la promoción de la mujer y de los niños, la
ecología y la protección de la naturaleza. Y “el vastísimo areópago de la cultura, de la
experimentación científica, de las relaciones internacionales”273. Evangelizar la
cultura, lejos de abandonar la opción preferencial por los pobres y el compromiso con
la realidad, nace del amor apasionado a Cristo, que acompaña al Pueblo de Dios en la
misión de inculturar el Evangelio en la historia, ardiente e infatigable en su caridad
samaritana.
492. Una tarea de gran importancia es la formación de pensadores y personas que
estén en los niveles de decisión. Para eso, debemos emplear esfuerzo y creatividad en
la evangelización de empresarios, políticos y formadores de opinión, el mundo del
trabajo, dirigentes sindicales, cooperativos y comunitarios.
493. En la cultura actual, surgen nuevos campos misioneros y pastorales que se
abren. Uno de ellos es, sin duda, la pastoral del turismo274 y del entretenimiento, que
tiene un campo inmenso de realización en los clubes, en los deportes, salas de cine,
centros comerciales y otras opciones que a diario llaman la atención y piden ser
evangelizadas. 273 RM 37. 274 Cf. Orientaciones para la Pastoral del Turismo,
L’Osservatore Romano, Ed. Italiana, Suppl. n. 157, 12 de julio de 2001.
494. Ante la falsa visión, tan difundida en nuestros días, de una incompatibilidad entre
fe y ciencia, la Iglesia proclama que la fe no es irracional. “Fe y razón son dos alas por
las cuales el espíritu humano se eleva en la contemplación de la verdad”275. Por esto
valoramos a tantos hombres y mujeres de fe y ciencia, que aprendieron a ver en la
belleza de la naturaleza las señales del Misterio, del amor y de la bondad de Dios, y
son señales luminosas que ayudan a comprender que el libro de la naturaleza y la
Sagrada Escritura hablan del mismo Verbo que se hizo carne.
495. Queremos valorar siempre más los espacios de diálogo entre fe y ciencia, incluso
en los medios de comunicación. Una forma de hacerlo es a través de la difusión de la
reflexión y la obra de los grandes pensadores católicos, especialmente del siglo XX,
como referencias para la justa comprensión de la ciencia.
496. Dios no es sólo la suma Verdad. Él es también la suma Bondad y la suprema
Belleza. Por eso, la sociedad tiene necesidad de artistas, de la misma manera como
necesita de científicos, técnicos, trabajadores, especialistas, testigos de la fe,
profesores, padres y madres, que garanticen el crecimiento de la persona y el
progreso de la comunidad, a través de aquella forma sublime de arte que es el ‘arte de
educar’276.
497. Es necesario comunicar los valores evangélicos de manera positiva y propositiva.
Son muchos los que se dicen descontentos, no tanto con el contenido de la doctrina de
la Iglesia, sino con la forma como ésta es presentada. Para eso, en la elaboración de
nuestros planes pastorales queremos: a) Favorecer la formación de un laicado capaz
de actuar como verdadero sujeto eclesial y competente interlocutor entre la Iglesia y la
sociedad, y la sociedad y la Iglesia. 275 FR Preámbulo. 276 JUAN PABLO II, Carta a
los artistas, n. 4, 4 de abril de 1999. b) Optimizar el uso de los medios de
comunicación católicos, haciéndolos más actuantes y eficaces, sea para la
comunicación de la fe, sea para el diálogo entre la Iglesia y la sociedad. c) Actuar con
los artistas, deportistas, profesionales de la moda, periodistas, comunicadores y
presentadores, así como con los productores de información en los medios de
comunicación, con los intelectuales, profesores, líderes comunitarios y religiosos. d)
Rescatar el papel del sacerdote como formador de opinión.
498. Aprovechando las experiencias de los Centros de Fe y Cultura o Centros
Culturales Católicos, trataremos de crear o dinamizar los grupos de diálogo entre la
Iglesia y los formadores de opinión de los diversos campos. Convocamos a nuestras
Universidades Católicas para que sean cada vez más lugar de producción e irradiación
del diálogo entre fe y razón y del pensamiento católico.
499. Les cabe también a las Iglesias de América Latina y de El Caribe crear
oportunidades para la utilización del arte en la catequesis de niños, adolescentes y
adultos, así como en las diferentes pastorales de la Iglesia. Es necesario también que
las acciones de la Iglesia en ese campo sean acompañadas por un mejoramiento
técnico y profesional exigido por la propia expresión artística. Por otro lado, es
también necesaria la formación de una conciencia crítica que permita juzgar con
criterios objetivos la calidad artística de lo que realizamos.
500. Es fundamental que las celebraciones litúrgicas incorporen en
sus manifestaciones elementos artísticos que puedan transformar y preparar a la
asamblea para el encuentro con Cristo. La valorización de los espacios de cultura
existente, donde se incluyen los propios templos, es una tarea esencial para la
evangelización por la cultura. En esa línea, también se debe incentivar la creación
de centros culturales católicos, necesarios especialmente en las áreas más carentes,
donde el acceso a la cultura es más urgente y reclama mejorar el sentido de lo
humano.

10.5 DISCÍPULOS Y MISIONEROS EN LA VIDA PÚBLICA


501. Los discípulos y misioneros de Cristo deben iluminar con la luz del Evangelio
todos los ámbitos de la vida social. La opción preferencial por los pobres, de raíz
evangélica, exige una atención pastoral atenta a los constructores de la sociedad277.
Si muchas de las estructuras actuales generan pobreza, en parte se ha debido a la
falta de fidelidad a sus compromisos evangélicos de muchos cristianos con especiales
responsabilidades políticas, económicas y culturales.
502. La realidad actual de nuestro continente pone de manifiesto que hay una notable
ausencia en el ámbito político, comunicativo y universitario, de voces e iniciativas de
líderes católicos de fuerte personalidad y de vocación abnegada que sean coherentes
con sus convicciones éticas y religiosas278.
503. Entre las señales de preocupación, se destaca, como una de las más relevantes,
la concepción del ser humano, hombre y mujer, que se ha ido plasmando. Agresiones
a la vida, en todas sus instancias, en especial contra los más inocentes y desvalidos,
pobreza aguda y exclusión social, corrupción y relativismo ético, entre otros aspectos,
tienen como referencia un ser humano, en la práctica, cerrado a Dios y al otro.
504. Sea un viejo laicismo exacerbado, sea un relativismo ético que se propone como
fundamento de la democracia, animan a fuertes poderes que pretenden rechazar toda
presencia y contribución de la Iglesia en la vida pública de las naciones, y la presionan
para que se repliegue en los templos y sus servicios “religiosos”. Consciente de la
distinción entre comunidad política y comunidad 277 Cf. EV 5. 278 DI 4. religiosa,
base de sana laicidad, la Iglesia no cejará de preocuparse por el bien común de los
pueblos y, en especial, por la defensa de principios éticos no negociables porque están
arraigados en la naturaleza humana.
505. Son los laicos de nuestro continente, conscientes de su llamada a la santidad en
virtud de su vocación bautismal, los que tienen que actuar a manera de fermento en la
masa para construir una ciudad temporal que esté de acuerdo con el proyecto de Dios.
La coherencia entre fe y vida en el ámbito político, económico y social exige la
formación de la conciencia, que se traduce en un conocimiento de la Doctrina social de
la Iglesia. Para una adecuada formación en la misma, será de mucha utilidad el
Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. La V Conferencia se compromete a
llevar a cabo una catequesis social incisiva, porque “la vida cristiana no se expresa
solamente en las virtudes personales, sino también en las virtudes sociales y
políticas”279.
506. El discípulo y misionero de Cristo que se desempeña en los ámbitos de la política,
de la economía y en los centros de decisiones sufre el influjo de una cultura
frecuentemente dominada por el materialismo, los intereses egoístas y una concepción
del hombre contraria a la visión cristiana. Por eso, es imprescindible que el discípulo
se cimiente en su seguimiento del Señor, que le dé la fuerza necesaria no sólo para no
sucumbir ante las insidias del materialismo y del egoísmo, sino para construir en torno
a él un consenso moral sobre los valores fundamentales que hacen posible la
construcción de una sociedad justa.
507. Pensemos cuán necesaria es la integridad moral en los políticos. Muchos de los
países latinoamericanos y caribeños, pero también en otros continentes, viven en la
miseria por problemas endémicos de corrupción. Cuánta disciplina de integridad moral
necesitamos, entendiendo por ella, en el sentido cristiano, el autodominio 279 DI
3. para hacer el bien, para ser servidor de la verdad y del desarrollo de nuestras
tareas sin dejarnos corromper por favores, intereses y ventajas. Se necesita mucha
fuerza y mucha perseverancia para conservar la honestidad que debe surgir de una
nueva educación que rompa el círculo vicioso de la corrupción imperante. Realmente
necesitamos mucho esfuerzo para avanzar en la creación de una verdadera riqueza
moral que nos permita prever nuestro propio futuro.
508. Los obispos reunidos en la V Conferencia queremos acompañar a los
constructores de la sociedad, ya que es la vocación fundamental de la Iglesia en este
sector, formar las conciencias, ser abogada de la justicia y de la verdad, y educar en
las virtudes individuales y políticas280. Queremos llamar al sentido de responsabilidad
de los laicos para que estén presentes en la vida pública, y más en concreto “en la
formación de los consensos necesarios y en la oposición contra las injusticias”281.

10.6 LA PASTORAL URBANA


509. El cristiano de hoy no se encuentra más en la primera línea de la producción
cultural, sino que recibe su influencia y sus impactos. Las grandes ciudades son
laboratorios de esa cultura contemporánea compleja y plural.
510. La ciudad se ha convertido en el lugar propio de nuevas culturas que se están
gestando e imponiendo con un nuevo lenguaje y una nueva simbología. Esta
mentalidad urbana se extiende también al mismo mundo rural. En definitiva, la ciudad
trata de armonizar la necesidad del desarrollo con el desarrollo de las
necesidades, fracasando frecuentemente en este propósito.
511. En el mundo urbano, acontecen complejas transformaciones socioeconómicas,
culturales, políticas y religiosas que hacen im- 280 Cf. DI 4. 281 DI 4. pacto en todas
las dimensiones de la vida. Está compuesto de ciudades satélites y de barrios
periféricos.
512. En la ciudad, conviven diferentes categorías sociales tales como las élites
económicas, sociales y políticas; la clase media con sus diferentes niveles y la gran
multitud de los pobres. En ella coexisten binomios que la desafían cotidianamente:
tradiciónmodernidad, globalidad-particularidad, inclusión-exclusión, personalización-
despersonalización, lenguaje secular-lenguaje religioso, homogeneidad-pluralidad,
cultura urbana-pluriculturalismo.
513. La Iglesia en sus inicios se formó en las grandes ciudades de su tiempo y se
sirvió de ellas para extenderse. Por eso, podemos realizar con alegría y valentía la
evangelización de la ciudad actual. Ante la nueva realidad de la ciudad se realizan en
la Iglesia nuevas experiencias, tales como la renovación de las parroquias,
sectorización, nuevos ministerios, nuevas asociaciones, grupos, comunidades y
movimientos. Pero se notan actitudes de miedo a la pastoral urbana; tendencias a
encerrarse en los métodos antiguos y de tomar una actitud de defensa ante la nueva
cultura, de sentimientos de impotencia ante las grandes dificultades de las ciudades.
514. La fe nos enseña que Dios vive en la ciudad, en medio de sus alegrías, anhelos y
esperanzas, como también en sus dolores y sufrimientos. Las sombras que marcan lo
cotidiano de las ciudades, como por ejemplo, violencia, pobreza, individualismo y
exclusión, no pueden impedirnos que busquemos y contemplemos al Dios de la vida
también en los ambientes urbanos. Las ciudades son lugares de libertad y
oportunidad. En ellas las personas tienen la posibilidad de conocer a más personas,
interactuar y convivir con ellas. En las ciudades es posible experimentar vínculos de
fraternidad, solidaridad y universalidad. En ellas el ser humano es llamado
constantemente a caminar siempre más al encuentro del otro, convivir con el diferente,
aceptarlo y ser aceptado por él.
515. El proyecto de Dios es “la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén”, que baja del cielo,
junto a Dios, “engalanada como una novia que se adorna para su esposo”, que es la
tienda de campaña que Dios ha instalado entre los hombres. Acampará con ellos; ellos
serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos. Enjugará las lágrimas de sus ojos y no
habrá ya muerte ni luto, ni llanto, ni dolor, porque todo lo antiguo ha desaparecido (Ap
21, 2-4). Este proyecto en su plenitud es futuro, pero ya está realizándose en
Jesucristo, “el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin” (21, 6), que nos dice “Yo hago
nuevas todas las cosas” (21, 5).
516. La Iglesia está al servicio de la realización de esta Ciudad Santa, a través de la
proclamación y vivencia de la Palabra, de la celebración de la Liturgia, de la comunión
fraterna y del servicio, especialmente, a los más pobres y a los que más sufren, y así
va transformando en Cristo, como fermento del Reino, la ciudad actual.
517. Reconociendo y agradeciendo el trabajo renovador que ya se realiza en muchos
centros urbanos, la V Conferencia propone y recomienda una nueva pastoral urbana
que: a) Responda a los grandes desafíos de la creciente urbanización. b) Sea capaz
de atender a las variadas y complejas categorías sociales, económicas, políticas y
culturales: pobres, clase media y élites. c) Desarrolle una espiritualidad de la gratitud,
de la misericordia, de la solidaridad fraterna, actitudes propias de quien ama
desinteresadamente y sin pedir recompensa. d) Se abra a nuevas experiencias,
estilos, lenguajes que puedan encarnar el Evangelio en la ciudad. e) Transforme a las
parroquias cada vez más en comunidades de comunidades. f) Apueste más
intensamente a la experiencia de comunidades ambientales, integradas en nivel
supraparroquial y diocesano. g) Integre los elementos propios de la vida cristiana: la
Palabra, la Liturgia, la comunión fraterna y el servicio, especialmente, a los que sufren
pobreza económica y nuevas formas de pobreza. h) Difunda la Palabra de Dios, la
anuncie con alegría y valentía y realice la formación de los laicos de tal modo que
puedan responder las grandes preguntas y aspiraciones de hoy e insertarse en los
diferentes ambientes, estructuras y centros de decisión de la vida urbana. i) Fomente
la pastoral de la acogida a los que llegan a la ciudad y a los que ya viven en ella,
pasando de un pasivo esperar a un activo buscar y llegar a los que están lejos con
nuevas estrategias tales como visitas a las casas, el uso de los nuevos medios de
comunicación social, y la constante cercanía a lo que constituye para cada persona su
cotidianidad. j) Brinde atención especial al mundo del sufrimiento urbano, es decir,
que cuide de los caídos a lo largo del camino y a los que se encuentran en los
hospitales, encarcelados, excluidos, adictos a las drogas, habitantes de las nuevas
periferias, en las nuevas urbanizaciones, y a las familias que, desintegradas, conviven
de hecho. k) Procure la presencia de la Iglesia, por medio de nuevas parroquias y
capillas, comunidades cristianas y centros de pastoral, en las nuevas concentraciones
humanas que crecen aceleradamente en las periferias urbanas de las grandes
ciudades por efectos de migraciones internas y situaciones de exclusión.
518. Para que los habitantes de los centros urbanos y sus periferias, creyentes o no
creyentes, puedan encontrar en Cristo la plenitud de vida, sentimos la urgencia de que
los agentes de pastoral en cuanto discípulos y misioneros se esfuercen en desarrollar:
a) Un estilo pastoral adecuado a la realidad urbana con atención especial al lenguaje,
a las estructuras y prácticas pastorales así como a los horarios. b) Un plan de pastoral
orgánico y articulado que integre en un proyecto común a las parroquias, comunidades
de vida consagrada, pequeñas comunidades, movimientos e instituciones que inciden
en la ciudad y que su objetivo sea llegar al conjunto de la ciudad. En los casos de
grandes ciudades en las que existen varias Diócesis se hace necesario un plan
interdiocesano. c) Una sectorización de las parroquias en unidades más
pequeñas que permitan la cercanía y un servicio más eficaz. d) Un proceso de
iniciación cristiana y de formación permanente que retroalimente la fe de los discípulos
del Señor integrando el conocimiento, el sentimiento y el comportamiento. e) Servicios
de atención, acogida personal, dirección espiritual y del sacramento de la
reconciliación, respondiendo a la soledad, a las grandes heridas sicológicas que sufren
muchos en las ciudades, teniendo en cuenta las relaciones interpersonales. f) Una
atención especializada a los laicos en sus diferentes categorías: profesionales,
empresariales y trabajadores. g) Procesos graduales de formación cristiana con la
realización de grandes eventos de multitudes, que movilicen la ciudad, que hagan
sentir que la ciudad es un conjunto, es un todo, que sepan responder a la afectividad
de sus ciudadanos y en un lenguaje simbólico sepan transmitir el Evangelio a todas
las personas que viven en la ciudad. h) Estrategias para llegar a los lugares cerrados
de las ciudades como urbanizaciones, condominios, torres residenciales o aquellos
ubicados en los así llamados tugurios y favelas. i) La presencia profética que sepa
levantar la voz en relación a cuestiones de valores y principios del Reino de Dios,
aunque contradiga todas las opiniones, provoque ataques y se quede sola en su
anuncio. Es decir, que sea farol de luz, ciudad colocada en lo alto para iluminar. j) Una
mayor presencia en los centros de decisión de la ciudad tanto en las estructuras
administrativas como en las organizaciones comunitarias, profesionales y de todo tipo
de asociación para velar por el bien común y promover los valores del Reino. k) La
formación y acompañamiento de laicos y laicas que, influyendo en los centros de
opinión, se organicen entre sí y puedan ser asesores para toda la acción eclesial. l)
Una pastoral que tenga en cuenta la belleza en el anuncio de la Palabra y en las
diversas iniciativas ayudando a descubrir la plena belleza que es Dios. m) Servicios
especiales que respondan a las diferentes actividades propias de la ciudad: trabajo,
ocio, deportes, turismo, arte, etc. n) Una descentralización de los servicios eclesiales
de modo que sean muchos más los agentes de pastoral que se integren a esta
misión, teniendo en cuenta las categorías profesionales. o) Una formación pastoral de
los futuros presbíteros y agentes de pastoral capaz de responder a los nuevos retos de
la cultura urbana.
519. Todo lo anteriormente dicho no quita importancia, sin embargo, a una renovada
pastoral rural que fortalezca a los habitantes del campo y su desarrollo económico y
social, contrarrestando las migraciones. A ellos se les debe anunciar la Buena Nueva
para que enriquezcan sus propias culturas y las relaciones comunitarias y sociales.

10.7 AL SERVICIO DE LA UNIDAD Y DE LA FRATERNIDAD DE NUESTROS


PUEBLOS
520. En la nueva situación cultural afirmamos que el proyecto del Reino está presente
y es posible, y por ello aspiramos a una América Latina y Caribeña unida, reconciliada
e integrada. Esta casa común está habitada por un complejo mestizaje y una
pluralidad étnica y cultural, en el que el Evangelio se ha transformado (..) en el
elemento clave de una síntesis dinámica que, con matices diversos según las
naciones, expresa de todas formas la identidad de los pueblos latinoamericanos282.
521. Los desafíos que enfrentamos hoy en América Latina y el mundo tienen una
característica peculiar. Ellos no sólo afectan a todos nuestros pueblos de manera
similar sino que, para ser enfrentados, requieren una comprensión global y una acción
conjunta. Creemos que “un factor que puede contribuir notablemente a superar los
apremiantes problemas que hoy afectan a este continente es la integración
latinoamericana”283.
522. Por una parte, se va configurando una realidad global que hace posible nuevos
modos de conocer, aprender y comunicarse, que nos coloca en contacto diario con la
diversidad de nuestro mundo y crea posibilidades para una unión y solidaridad más
estrechas a niveles regionales y a nivel mundial. Por otra parte, se generan nuevas
formas de empobrecimiento, exclusión e injusticia. El Continente de la esperanza debe
lograr su integración sobre los cimientos de la vida, el amor y la paz.
523. Reconocemos una profunda vocación a la unidad en el “corazón” de cada
hombre, por tener todos el mismo origen y Padre, y por llevar en sí la imagen y
semejanza del mismo Dios en su comu- 282 BENEDICTO XVI, Audiencia General,
Viaje Apostólico a Brasil, 23 de mayo de 2007. 283 SD 15. nión trinitaria (cf. Gn 1, 26).
La Iglesia se reconoce en las enseñanzas del Concilio Vaticano II como “sacramento
de unidad del género humano”, consciente de la victoria pascual de Cristo pero
viviendo en el mundo que está aún bajo el poder del pecado, con su secuela de
contradicciones, dominaciones y muerte. Desde esta lectura creyente de la historia se
percibe la ambigüedad del actual proceso de globalización.
524. La Iglesia de Dios en América Latina y El Caribe es sacramento de comunión de
sus pueblos. Es morada de sus pueblos; es casa de los pobres de Dios. Convoca y
congrega todos en su misterio de comunión, sin discriminaciones ni exclusiones por
motivos de sexo, raza, condición social y pertenencia nacional. Cuanto más la Iglesia
refleja, vive y comunica ese don de inaudita unidad, que encuentra en la comunión
trinitaria su fuente, modelo y destino, resulta más significativo e incisivo su operar
como sujeto de reconciliación y comunión en la vida de nuestros pueblos. María
Santísima es la presencia materna indispensable y decisiva en la gestación de un
pueblo de hijos y hermanos, de discípulos y misioneros de su Hijo.
525. La dignidad de reconocernos como una familia de latinoamericanos y caribeños
implica una experiencia singular de proximidad, fraternidad y solidaridad. No somos un
mero continente, apenas un hecho geográfico con un mosaico ininteligible de
contenidos. Tampoco somos una suma de pueblos y de etnias que se
yuxtaponen. Una y plural, América Latina es la casa común, la gran patria de
hermanos de unos pueblos –como afirmó S.S. Juan Pablo II en Santo Domingo284– a
quienes la misma geografía, la fe cristiana, la lengua y la cultura han unido
definitivamente en el camino de la historia. 284 JUAN PABLO II, Discurso inaugural en
la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, 12 de octubre de
1992. Es, pues, una unidad que está muy lejos de reducirse a uniformidad, sino que
se enriquece con muchas diversidades locales, nacionales y culturales.
526. Ya la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano se proponía
“reanudar con renovado vigor la evangelización de la cultura de nuestros pueblos y de
los diversos grupos étnicos” para que “la fe evangélica, como base de comunión, se
proyecte en formas de integración justa en los cuadros respectivos de una
nacionalidad, de una gran patria latinoamericana (...)”285. La IV Conferencia en Santo
Domingo volvía a proponer “el permanente rejuvenecimiento del ideal de nuestros
próceres sobre la Patria Grande”. La V Conferencia en Aparecida expresa su firme
voluntad de proseguir ese compromiso.
527. No hay por cierto otra región que cuente con tantos factores de unidad como
América Latina –de los que la vigencia de la tradición católica es cimiento fundamental
de su construcción–, pero se trata de una unidad desgarrada porque atravesada por
profundas dominaciones y contradicciones, todavía incapaz de incorporar en sí “todas
las sangres” y de superar la brecha de estridentes desigualdades y marginaciones. Es
nuestra patria grande pero lo será realmente “grande” cuando lo sea para todos, con
mayor justicia. En efecto, es una contradicción dolorosa que el Continente del mayor
número de católicos sea también el de mayor inequidad social.
528. Apreciamos en los últimos 20 años avances significativos y promisorios en los
procesos y sistemas de integración de nuestros países. Se han intensificado las
relaciones comerciales y las políticas. Es nueva y más estrecha la comunicación y
solidaridad entre el Brasil y los países hispanoamericanos y los caribeños. Sin
embargo, hay muy graves bloqueos que empantanan esos procesos. Es frágil y
ambigua una mera integración comercial. Lo es 285 DP 428. también cuando se
reduce a cuestión de cúpulas políticas y económicas y no arraiga en la vida y
participación de los pueblos. Los retrasos en la integración tienden a profundizar la
pobreza y las desigualdades, mientras las redes del narcotráfico se integran más allá
de toda frontera. No obstante que el lenguaje político abunde sobre la integración, la
dialéctica de la contraposición parece prevalecer sobre el dinamismo de la solidaridad
y amistad. La unidad no se construye por contraposición a enemigos comunes sino
por realización de una identidad común.

10.8 LA INTEGRACIÓN DE LOS INDÍGENAS Y AFROAMERICANOS


529. Como discípulos de Jesucristo, encarnado en la vida de todos los pueblos
descubrimos y reconocemos desde la fe las “semillas del Verbo”286 presentes en las
tradiciones y culturas de los pueblos indígenas de América Latina. De ellos valoramos
su profundo aprecio comunitario por la vida, presente en toda la creación, en la
existencia cotidiana y en la milenaria experiencia religiosa, que dinamiza sus culturas,
la que llega a su plenitud en la revelación del verdadero rostro de Dios por Jesucristo.
530. Como discípulos y misioneros al servicio de la vida, acompañamos a los pueblos
indígenas y originarios en el fortalecimiento de sus identidades y organizaciones
propias, la defensa del territorio, una educación intercultural bilingüe y la defensa de
sus derechos. Nos comprometemos también a crear conciencia en la sociedad acerca
de la realidad indígena y sus valores, a través de los medios de comunicación social y
otros espacios de opinión. A partir de los principios del Evangelio apoyamos la
denuncia de actitudes contrarias a la vida plena en nuestros pueblos originarios, y nos
comprometemos a proseguir la obra de evangelización de los indígenas, así como a
procurar los aprendizajes educativos y laborales con las transformaciones culturales
que ello implica. 286 Cf. SD 245.
531. La Iglesia estará atenta ante los intentos de desarraigar la fe católica de las
comunidades indígenas, con lo cual se las dejaría en situación de indefensión y
confusión ante los embates de las ideologías y de algunos grupos alienantes, lo que
atentaría contra el bien de las mismas comunidades.
532. El seguimiento de Jesús en el Continente pasa también por el reconocimiento de
los afroamericanos como un reto que nos interpela para vivir el verdadero amor a Dios
y al prójimo. Ser discípulos y misioneros significa asumir la actitud de compasión
y cuidado del Padre, que se manifiestan en la acción liberadora de Jesús. La Iglesia
defiende los auténticos valores culturales de todos los pueblos, especialmente de los
oprimidos, indefensos y marginados, ante la fuerza arrolladora de las estructuras de
pecado manifiestas en la sociedad moderna287. Conocer los valores culturales, la
historia y tradiciones de los afroamericanos, entrar en diálogo fraterno y respetuoso
con ellos, es un paso importante en la misión evangelizadora de la Iglesia. Nos
acompañe en ello el testimonio de san Pedro Claver.
533. Por esto, la Iglesia denuncia la práctica de la discriminación y del racismo en sus
diferentes expresiones, pues ofende en lo más profundo la dignidad humana creada a
“imagen y semejanza de Dios”. Nos preocupa que pocos afroamericanos accedan a la
educación superior, con lo cual se vuelve más difícil su acceso a los ámbitos de
decisión en la sociedad. En su misión de abogada de la justicia y de los pobres se
hace solidaria de los afroamericanos en las reivindicaciones por la defensa de sus
territorios, en la afirmación de sus derechos, ciudadanía, proyectos propios de
desarrollo y conciencia de negritud. La Iglesia apoya el diálogo entre cultura 287 SD
243. negra y fe cristiana y sus luchas por la justicia social, e incentiva la participación
activa de los afroamericanos en las acciones pastorales de nuestras Iglesias y del
CELAM. La Iglesia con su predicación, vida sacramental y pastoral habrá de ayudar a
que las heridas culturales injustamente sufridas en la historia de los afroamericanos,
no absorban, ni paralicen desde dentro, el dinamismo de su personalidad humana, de
su identidad étnica, de su memoria cultural, de su desarrollo social en los nuevos
escenarios que se presentan.
10.9 CAMINOS DE RECONCILIACIÓN Y SOLIDARIDAD
534. La Iglesia tiene que animar a cada pueblo para construir en su patria una casa de
hermanos donde todos tengan una morada para vivir y convivir con dignidad. Esa
vocación requiere la alegría de querer ser y hacer una nación, un proyecto histórico
sugerente de vida en común. La Iglesia ha de educar y conducir cada vez más a la
reconciliación con Dios y los hermanos. Hay que sumar y no dividir. Importa cicatrizar
heridas, evitar maniqueísmos, peligrosas exasperaciones y polarizaciones. Los
dinamismos de integración digna, justa y equitativa en el seno de cada uno de
los países favorece la integración regional y, a la vez, es incentivada por ella.
535. Es necesario educar y favorecer en nuestros pueblos todos los gestos, obras y
caminos de reconciliación y amistad social, de cooperación e integración. La comunión
alcanzada en la sangre reconciliadora de Cristo nos da la fuerza para ser
constructores de puentes, anunciadores de verdad, bálsamo para las heridas.
La reconciliación está en el corazón de la vida cristiana. Es iniciativa propia de Dios en
busca de nuestra amistad, que comporta consigo la necesaria reconciliación con el
hermano. Se trata de una reconciliación que necesitamos en los diversos ámbitos y en
todos y entre todos nuestros países. Esta reconciliación fraterna presupone la
reconciliación con Dios, fuente única de gracia y de perdón, que alcanza su expresión
y realización en el sacramento de la penitencia que Dios nos regala a través de la
Iglesia.
536. En el corazón y la vida de nuestros pueblos late un fuerte sentido de esperanza,
no obstante las condiciones de vida que parecen ofuscar toda esperanza. Ella se
experimenta y alimenta en el presente, gracias a los dones y signos de vida nueva que
se comparte; compromete en la construcción de un futuro de mayor dignidad y justicia
y ansía “los cielos nuevos y la tierra nueva” que Dios nos ha prometido en su morada
eterna.
537. América Latina y El Caribe deben ser no sólo el Continente de la esperanza sino
que además deben abrir caminos hacia la civilización del amor. Así se expresó el Papa
Benedicto XVI en el santuario mariano de Aparecida288: para que nuestra casa común
sea un continente de la esperanza, del amor, de la vida y de la paz hay que ir, como
buenos samaritanos, al encuentro de las necesidades de los pobres y los que sufren y
crear “las estructuras justas que son una condición sin la cual no es posible un orden
justo en la sociedad…”. Estas estructuras, sigue el Papa, “no nacen ni funcionan sin
un consenso moral de la sociedad sobre los valores fundamentales y sobre la
necesidad de vivir estos valores con las necesarias renuncias, incluso contra el interés
personal”, y “donde Dios está ausente (…) estos valores no se muestran con toda su
fuerza ni se produce un consenso sobre ellos”289. Tales estructuras justas nacen y
funcionan cuando la sociedad percibe que el hombre y la mujer, creados a imagen y
semejanza de Dios, poseen una dignidad inviolable, al servicio de la cual se han de
concebir y actuar los valores fundamentales que rigen la convivencia humana.
Este consenso moral y cambio de estructuras son importantes para disminuir la
hiriente inequidad que hoy existe en nuestro continente, entre otras cosas a través de
políticas públicas y gastos sociales bien orientados, así como del control de lucros
desproporcionados de grandes empresas. La Iglesia alienta y propicia el ejercicio de
una “imaginación de la caridad” que permita soluciones eficaces. 288 DI 4. 289 Ibíd.
538. Todas las auténticas transformaciones se fraguan y forjan en el corazón de las
personas e irradian en todas las dimensiones de su existencia y convivencia. No hay
nuevas estructuras si no hay hombres nuevos y mujeres nuevas que movilicen y
hagan converger en los pueblos ideales y poderosas energías morales y religiosas.
Formando discípulos y misioneros, la Iglesia da respuesta a esta exigencia.
539. La Iglesia alienta y favorece la reconstrucción de la persona y de sus vínculos de
pertenencia y convivencia, desde un dinamismo de amistad, gratuidad y comunión. De
este modo se contrarrestan los procesos de desintegración y atomización sociales.
Para ello hay que aplicar el principio de subsidiariedad en todos los niveles y
estructuras de la organización social. En efecto, el Estado y el mercado no satisfacen
ni pueden satisfacer todas las necesidades humanas. Cabe, pues, apreciar y alentar
los voluntariados sociales, las diversas formas de libre autoorganización y
participación populares y las obras caritativas, educativas, hospitalarias, de
cooperación en el trabajo y otras promovidas por la Iglesia, que responden
adecuadamente a estas necesidades.
540. Los discípulos y misioneros de Cristo promueven una cultura del compartir en
todos los niveles en contraposición de la cultura dominante de acumulación egoísta,
asumiendo con seriedad la virtud de la pobreza como estilo de vida sobrio para ir al
encuentro y ayudar a las necesidades de los hermanos que viven en la indigencia.
541. Compete también a la Iglesia colaborar en la consolidación de las frágiles
democracias, en el positivo proceso de democratización en América Latina y El Caribe,
aunque existan actualmente graves retos y amenazas de desvíos autoritarios. Urge
educar para la paz, dar seriedad y credibilidad a la continuidad de nuestras
instituciones civiles, defender y promover los derechos humanos, custodiar en
especial la libertad religiosa y cooperar para suscitar los mayores consensos
nacionales.
542. La paz es un bien preciado pero precario que debemos cuidar, educar y promover
todos en nuestro continente. Como sabemos, la paz no se reduce a la ausencia de
guerras ni a la exclusión de armas nucleares en nuestro espacio común, logros ya
significativos, sino a la generación de una “cultura de paz” que sea fruto de un
desarrollo sustentable, equitativo y respetuoso de la creación (“el desarrollo es el
nuevo nombre de la paz” decía Paulo VI), y que nos permita enfrentar conjuntamente
los ataques del narcotráfico y consumo de drogas, del terrorismo y de las muchas
formas de violencia que hoy imperan en nuestra sociedad. La Iglesia, sacramento de
reconciliación y de paz, desea que los discípulos y misioneros de Cristo sean también,
ahí donde se encuentren, “constructores de paz” entre los pueblos y naciones de
nuestro Continente. La Iglesia está llamada a ser una escuela permanente de verdad
y justicia, de perdón y reconciliación para construir una paz auténtica.
543. Una auténtica evangelización de nuestros pueblos implica asumir plenamente la
radicalidad del amor cristiano, que se concreta en el seguimiento de Cristo en la Cruz;
en el padecer por Cristo a causa de la justicia; en el perdón y amor a los enemigos.
Este amor supera al amor humano y participa en el amor divino, único eje cultural
capaz de construir una cultura de la vida. En el Dios Trinidad la diversidad de
Personas no genera violencia y conflicto, sino que es la misma fuente de amor y de la
vida. Una evangelización que pone la Redención en el centro, nacida de un amor
crucificado, es capaz de purificar las estructuras de la sociedad violenta y generar
nuevas. La radicalidad de la violencia sólo se resuelve con la radicalidad del amor
redentor. Evangelizar sobre el amor de plena donación, como solución al conflicto,
debe ser el eje cultural “radical” de una nueva sociedad. Sólo así el Continente de la
esperanza puede llegar a tornarse verdaderamente el Continente del amor.
544. Reafirmamos la importancia del CELAM y reconocemos que ha sido una instancia
profética para la unidad de los pueblos latinoamericanos y caribeños, y ha demostrado
la viabilidad de su cooperación y solidaridad desde la comunión eclesial. Por eso
nos comprometemos a seguir fortaleciendo su servicio en la colaboración colegial de
los Obispos y en el camino de realización de la identidad eclesial latinoamericana y
caribeña. Invitamos a los Episcopados de países implicados en los distintos sistemas
de integración subregionales, incluidos los de la Cuenca Amazónica, a estrechar
vínculos de reflexión y cooperación. También alentamos que continúe el
fortalecimiento de vínculos para la relación entre el Episcopado latinoamericano y los
Episcopados de Estados Unidos y Canadá a la luz de la Exhortación Apostólica
Ecclesia in America, así como también con los Episcopados europeos.
545. Conscientes de que la misión evangelizadora no puede ir separada de la
solidaridad con los pobres y su promoción integral, y sabiendo que hay comunidades
eclesiales que carecen de los medios necesarios, es imperativo ayudarlas, a imitación
de las primeras comunidades cristianas, para que de verdad se sientan amadas.
Urge, pues, la creación de un fondo de solidaridad entre las Iglesias de América Latina
y El Caribe que esté al servicio de las iniciativas pastorales propias.
546. Al enfrentar tan graves desafíos nos alientan las palabras del Santo Padre: No
hay duda de que las condiciones para establecer una paz verdadera son la
restauración de la justicia, la reconciliación y el perdón. De esta toma de conciencia,
nace la voluntad de transformar también las estructuras injustas para establecer
respeto de la dignidad del hombre creado a imagen y semejanza de Dios… Como he
tenido ocasión de afirmar, la Iglesia no tiene como tarea propia emprender una batalla
política, sin embargo, tampoco puede ni debe quedarse al margen de la lucha por la
justicia290. 290 SCa 89.

CONCLUSIÓN
547. “Pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros…” (Hch 15, 28). La experiencia de la
comunidad apostólica de los comienzos muestra la naturaleza misma de la Iglesia en
cuanto misterio de comunión con Cristo en el Espíritu Santo. S.S. Benedicto XVI nos
indicó este “método” original en su homilía en Aparecida. Al concluir la V Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano y de El Caribe constatamos que esto es, por
gracia de Dios, lo que hemos experimentado. En 19 jornadas de intensa oración,
intercambios y reflexión, dedicación y fatiga, nuestra solicitud pastoral tomó forma en
el documento final, que fue adquiriendo cada vez mayor densidad y madurez. El
Espíritu de Dios fue conduciéndonos, suave pero firmemente, hacia la meta.
548. Esta V Conferencia, recordando el mandato de ir y de hacer discípulos (cf. Mt 28,
20), desea despertar la Iglesia en América Latina y El Caribe para un gran impulso
misionero. No podemos desaprovechar esta hora de gracia. ¡Necesitamos un nuevo
Pentecostés! ¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las
comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con
Cristo, que ha llenado nuestras vidas de “sentido”, de verdad y amor, de alegría y de
esperanza! No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros
templos, sino urge acudir en todas las direcciones para proclamar que el mal y la
muerte no tienen la última palabra, que el amor es más fuerte, que hemos sido
liberados y salvados por la victoria pascual del Señor de la historia, que Él nos
convoca en Iglesia, y que quiere multiplicar el número de sus discípulos y misioneros
en la cons trucción de su Reino en nuestro Continente. Somos testigos y misioneros:
en las grandes ciudades y campos, en las montañas y selvas de nuestra América, en
todos los ambientes de la convivencia social, en los más diversos “areópagos” de la
vida pública de las naciones, en las situaciones extremas de la existencia, asumiendo
ad gentes nuestra solicitud por la misión universal de la Iglesia.
549. Para convertirnos en una Iglesia llena de ímpetu y audacia evangelizadora,
tenemos que ser de nuevo evangelizados y fieles discípulos. Conscientes de nuestra
responsabilidad por los bautizados que han dejado esa gracia de participación en el
misterio pascual y de incorporación en el Cuerpo de Cristo bajo una capa de
indiferencia y olvido, se necesita cuidar el tesoro de la religiosidad popular de nuestros
pueblos, para que resplandezca cada vez más en ella “la perla preciosa” que es
Jesucristo, y sea siempre nuevamente evangelizada en la fe de la Iglesia y por su vida
sacramental. Hay que fortalecer la fe “para afrontar serios retos, pues están en juego
el desarrollo armónico de la sociedad y la identidad católica de sus pueblos”291. No
hemos de dar nada por presupuesto y descontado. Todos los bautizados estamos
llamados a “recomenzar desde Cristo”, a reconocer y seguir su Presencia con la
misma realidad y novedad, el mismo poder de afecto, persuasión y esperanza, que
tuvo su encuentro con los primeros discípulos a las orillas del Jordán, hace 2000 años,
y con los “Juan Diego” del Nuevo Mundo. Sólo gracias a ese encuentro y seguimiento,
que se convierte en familiaridad y comunión, por desborde de gratitud y alegría, somos
rescatados de nuestra conciencia aislada y salimos a comunicar a todos la vida
verdadera, la felicidad y esperanza que nos ha sido dado experimentar y gozar.
550. Es el mismo Papa Benedicto XVI quien nos ha invitado a “una misión
evangelizadora que convoque todas las fuerzas vivas de este inmenso rebaño” que es
pueblo de Dios en América Latina y 291 DI 1. El Caribe: “Sacerdotes, religiosos,
religiosas y laicos que se prodigan, muchas veces con inmensas dificultades, para la
difusión de la verdad evangélica”. Es un afán y anuncio misioneros que tiene que
pasar de persona a persona, de casa en casa, de comunidad a comunidad. En este
esfuerzo evangelizador –prosigue el Santo Padre–, la comunidad eclesial se destaca
por las iniciativas pastorales, al enviar, sobre todo entre las casas de las periferias
urbanas y del interior, sus misioneros, laicos o religiosos, buscando dialogar con todos
en espíritu de comprensión y de delicada caridad. Esa misión evangelizadora abraza
con el amor de Dios a todos y especialmente a los pobres y los que sufren. Por eso, no
puede separarse de la solidaridad con los necesitados y de su promoción humana
integral: Pero si las personas encontradas están en una situación de pobreza –nos
dice aún el Papa–, es necesario ayudarlas, como hacían las primeras comunidades
cristianas, practicando la solidaridad, para que se sientan amadas de verdad. El
pueblo pobre de las periferias urbanas o del campo necesita sentir la proximidad de
la Iglesia, sea en el socorro de sus necesidades más urgentes, como también en la
defensa de sus derechos y en la promoción común de una sociedad fundamentada en
la justicia y en la paz. Los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio y un
Obispo, modelado según la imagen del Buen Pastor, debe estar particularmente
atento en ofrecer el divino bálsamo de la fe, sin descuidar el ‘pan material’.
551. Este despertar misionero, en forma de una Misión Continental, cuyas líneas
fundamentales han sido examinadas por nuestra Conferencia y que esperamos sea
portadora de su riqueza de enseñanzas, orientaciones y prioridades, será aún más
concretamente considerada durante la próxima Asamblea Plenaria del CELAM en La
Habana. Requerirá la decidida colaboración de las Conferencias Episcopales y de
cada diócesis en particular. Buscará poner a la Iglesia en estado permanente de
misión. Llevemos nuestras naves mar adentro, con el soplo potente del Espíritu Santo,
sin miedo a las tormentas, seguros de que la Providencia de Dios nos deparará
grandes sorpresas.
552. Recobremos, pues, el fervor espiritual. Conservemos la dulce y
confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas.
Hagámoslo –como Juan el Bautista, como Pedro y Pablo, como los otros Apóstoles,
como esa multitud de admirables evangelizadores que se han sucedido a lo largo de
la historia de la Iglesia– con un ímpetu interior que nadie ni nada sea capaz de
extinguir. Sea ésta la mayor alegría de nuestras vidas entregadas. Y ojalá el mundo
actual –que busca a veces con angustia, a veces con esperanza– pueda así recibir
la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o
ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de
quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo y aceptan consagrar
su vida a la tarea de anunciar el Reino de Dios y de implantar la Iglesia en el
mundo292. Recobremos el valor y la audacia apostólicos.
553. Nos ayude la compañía siempre cercana, llena de comprensión y ternura, de
María Santísima. Que nos muestre el fruto bendito de su vientre y nos enseñe a
responder como ella lo hizo en el misterio de la anunciación y encarnación. Que nos
enseñe a salir de 292 EN 80. nosotros mismos en camino de sacrificio, amor y
servicio, como lo hizo en la visitación a su prima Isabel, para que, peregrinos en el
camino, cantemos las maravillas que Dios ha hecho en nosotros conforme a su
promesa.
554. Guiados por María, fijamos los ojos en Jesucristo, autor y consumador de la fe, y
le decimos con el Sucesor de Pedro: “Quédate con nosotros, porque atardece y el día
ya ha declinado” (Lc 24, 29). Quédate con nosotros, Señor, acompáñanos aunque
no siempre hayamos sabido reconocerte. Quédate con nosotros, porque en torno a
nosotros se van haciendo más densas las sombras, y tú eres la Luz; en nuestros
corazones se insinúa la desesperanza, y tú los haces arder con la certeza de la
Pascua. Estamos cansados del camino, pero tú nos confortas en la fracción del
pan para anunciar a nuestros hermanos que en verdad tú has resucitado y que nos
has dado la misión de ser testigos de tu resurrección. Quédate con nosotros, Señor,
cuando en torno a nuestra fe católica surgen las nieblas de la duda, del cansancio o
de la dificultad: tú, que eres la Verdad misma como revelador del Padre, ilumina
nuestras mentes con tu Palabra; ayúdanos a sentir la belleza de creer en ti. Quédate
en nuestras familias, ilumínalas en sus dudas, sostenlas en sus dificultades,
consuélalas en sus sufrimientos y en la fatiga de cada día, cuando en torno a ellas se
acumulan sombras que amenazan su unidad y su naturaleza. Tú que eres la Vida,
quédate en nuestros hogares, para que sigan siendo nidos donde nazca la vida
humana abundante y generosamente, donde se acoja, se ame, se respete la vida
desde su concepción hasta su término natural. Quédate, Señor, con aquéllos que en
nuestras sociedades son más vulnerables; quédate con los pobres y humildes, con los
indígenas y afroamericanos, que no siempre han encontrado espacios y apoyo para
expresar la riqueza de su cultura y la sabiduría de su identidad. Quédate, Señor, con
nuestros niños y con nuestros jóvenes, que son la esperanza y la riqueza de nuestro
Continente, protégelos de tantas insidias que atentan
contra su inocencia y contra sus legítimas esperanzas. ¡Oh buen Pastor, quédate con
nuestros ancianos y con nuestros enfermos. ¡Fortalece a todos en su fe para
que sean tus discípulos y misioneros!293. 293 DI 6.

SIGLAS
AA Apostolicam Actuositatem
AG Ad Gentes
CCE Catecismo de la Iglesia Católica
CDSI Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia
CIC Código de Derecho Canónico
ChD Decreto Christus Dominus
ChL Christifideles Laici
DCE Deus Caritas est

DI Discurso Inaugural de S.S. Benedicto XVI en la V Conferencia General del Episcopado


Latinoamericano
DP Documento de Puebla
DV Dei Verbum
EAm Exhortación Apostólica Ecclesia in America
EC Escuela Católica
ECE Ex Corde Ecclesiae
EMCC Instrucción Erga Migrantes Caritas Christi
EN Evangelii Nuntiandi
EV Evangelium Vitae FC Familiaris Consortio FR Fides et Ratio GE Gravissimum
Educationis GS Gaudium et Spes
HV Humanae vitae
IM Decreto Inter Mirifica
LE Laborem Exercens LG Lumen Gentium
NAe Declaración Nostra Aetate
NMI Novo millenio ineunte
OT Optatam Totius
PC Perfectae Caritatis
PDV Pastores Dabo Vobis
PG Pastores gregis
PP Populorum Progressio
PO Presbyterorum Ordinis
RM Redemptoris Missio
RVM Rosarium Virginis Mariae
SC Sacrosanctum Concilium
SCa Sacramentum caritatis
SD Documento de Santo Domingo
SRS Sollicitudo Rei Socialis
TMA Tertio millenio adveniente
UR Unitatis Redintegratio
UUS Ut unum sint
VC Vita consecrata

ÍNDICE ANALÍTICO

Aborto 65 436 467 469g


Acompañamiento 79 100c 100e 212 306 317 337 394 411 421 422 437g 437j 437m 446c 489
518k
Acompañar 200 205 261 280a 282 397 402 413 414 426 437j 448 457 458c 469g 483 486 508
Acontecimiento /s 4 12 13 36 145 156 204 243 256 269 356 388 389 447
Adulto 50 178 293 298 334 402 422 446g 499
Afectividad 196 321 441d 518g Afrodescendiente /s 56 65 75 88 89 90 91 94 96 97 99b 128
402 454 532 533 554
Alegría 2 7 14 16 17 26 28 29 42 103 114 117 128 145 167 175a 177 196 254 261 270 278e
280d 315 336 356 362 364 379 382 478 513 514 517h 534 548 549 552
América Latina 8 11 13 15 18 20 25 33 48 56 64 66 78 82 83 95 98 100a 105 114 128 142 148
157 170 178 213 220 221 247 258 276 297 309 315 328 344 345 361 363 364 381 406 408
411 419 423 443 453 454 461 471 473 476 490 499 520 521 524 525 527 529 537 541 545
548 550
Amazonia 83 84 85 86 475 544
Amigo 25 132 144 188 257 278b 336 398 443
Amistad 15 255 299 319 355 398 442 528 535 539
Amor 2 7 13 61 64 99a 117 118 127 128 133 138 139 141 143 146 158 159 160 161 175g 177
186 210 219 240 259 262 275 278c 278d 278e 291 292 300 303 318 319 320 321 350 353 358
368 382 384 385 386 388 396 416 420 422 433 437e 437j 449 450 457 459 469f 472 491 522
537 543 548 553
Amor de Dios 6 7 13 14 17 22 24 25 27 29 102 106 107 109 115 125 134 136 137 143 147 159
241 242 253 254 256 261 263 265 271 273 348 356 357 388 405 419 433 434 494 532 543
550
Ancianos 65 402 417 422 447 448 449 450 554 Antártida 83 87
Antropología 100b 451 463d
Aparecida 1 3 7 247 265 270 477 526 537 547
Apóstol /es 31 156 158 178 186 208 214 256 267 273 275 276 308 417 552 Ardor 100c 167
275 284 362 370
Arte 7 35 106 174 210 255 283 478 480 496 499 518m
Ascesis 321
Asociación /es 128 169 179 182 214 281 311 437a 458c 513 518j
Audacia 11 251 273 549 552
Bautismo 10 100e 127 149 153 157 160 175b 184 186 205 209 211 213 228 278b 288 349
350 357 377 382
Bautizado /s 7 12 127 157 162 167 168 186 214 227 276 288 293 307 349 460 549
BIBLIA /Sagrada Escritura 27 94 247 248 249 262 271 494
Bien /es terrenal /es 54 69 84 109 126 358 474c
Bien común 44 69 122 239 256 391 404 406b 406c 406e 445 473 475 504 518j
Bienestar 29 50 73 122 404
Biodiversidad 66 83 84 125 473
Bioética 465 466 469b 469d 469e
Búsqueda 47 52 56 88 99g 156 168 234 266 278a 291 344 371 385 442 443 445
Calidad 65 96 123 329 334 360 445 499
Cambio /s 20 33 34 49 51 52 66 75 90 100d 185 226 328 354 356 394 446e 479 480 484 486h
537
Cambio de época 44
Camino 1 6 7 9 13 19 20 21 22 23 29 44 101 118 119 136 137 143 149 169 176 177 180 196
203 216 220 226c 227 228 234 239 242 246 248 249 259 262 270 273 275 276 278 280b 280d
281 300 302 315 316 321 328 336 344 350 351 353 354 358 369 371 396 400 405 406d 409
413 470 517j 525 535 537 544 553 554
Cárceles 427 428 429 430
Caribe 1 8 9 13 18 20 25 33 37 48 56 64 78 82 88 97 98 99a 100a 100f 100h 105 114 127 128
142 157 170 178 213 220 221 224 247 270 276 297 315 328 342 344 345 359 361 363 364
369 376 381 391 396 406 408 411 423 432 443 453 454 461 471 473 476 479 490 499 507
520 524 525 528 537 541 544 545 547 548 550
Caridad 5 7 26 98 99f 100h 138 151 162 175 176 186 187 190 195 196 198 199 205 229 237
305 316 337 380 385 386 394 399 411 420 437l 491 537 550
Carisma /s 150 162 169 170 184 188 217 220 280b 311 313 324 327
Caritas 99f
Casa /s 8 24 48 125 132 158 167 170 188 246 271 272 320 370 406e 437m 472 474a 517i
520 524 525 534 537 550
Casas de formación 99c 314 316 322 327 413
Catequesis 99a 100d 175 231 278c 290 294 295 297 298 299 300 303 338 385 446d 463a 485
499 505
Celebración 25 67 97 100e 142 151 170 173 175 177 191 252 253 262 290 299 350 379 399
516
Celibato 195 196 317 321
Cercanía 139 257 259 363 398 517i 518c
Ciencia 34 35 41 45 103 123 124 174 210 280c 283 323 423 437j 465 466 479 480 494 495
Ciudad /es 58 78 126 128 173 473 505 509 510 511 512 513 514 515 516 517d 517i 517k
518b 518e 518g 518h 518i 518j 518m 548 Ciudadano /s 77 79 97 340 384 385 518g
Colegialidad 181 189
Competencia /s 39 62 280c 281 463c 488
Compromiso 5 46 85 175d 176 178 179 211 226b 226d 228 238 247 249 257 276 286 299 308
318 342 352 358 362 363 374b 376 379 400 433 446d 457 461 491 501 526
Comunicación 99f 128 445 486a 486b 486h 486i 487 488 497b 528
Comunicación, medios de 38 39 41 45 48 57 60 100d 174 318 485 486d 486e 486f 486i 489
495 497b 497c 517i 530
Comunidad /es 59 65 90 95 97 99e 99g 100e 100h 108 121 128 132 138 142 145 150 159 162
164 171 172 175 175a 175e 178 179 180 184 188 193 202 207 208 211 213 226d 228 252
253 256 266 269 272 275 276 278a 278d 280d 281 289 291 303 305 309 310 311 312 313
316 334 335 336 338 342 343 365 368 370 371 372 374d 415 426 427 443 449 451 455 457
469e 475 490 496 504 513 517e 517f 518b 531 547 548 550
Comunidad /es cristiana /s 158 168 169 175 226b 272 273 282 314 338 362 368 369 379 401
517k 545 550
Comunidad /es eclesial /es 100g 119 156 170 204 205 214 226b 227 236 275 286 289 292
307 338 368 370 374c 446a 545 550
Comunidades Eclesiales de Base 99c 99e 178 179 180 278d 307
Comunidad de discípulos 203 278d 297 349 364 368
Comunión 1 3 13 99b 99e 100b 100e 109 110 128 129 153 154 155 156 157 158 159 160 161
162 163 165 166 167 169 170 172 179 181 182 183 186 188 189 195 199 202 203 206 213
215 217 218 223 227 228 233 240 245 248 249 266 268 272 273 278d 302 304 307 309 316
317 324 326 330 336 338 359 368 369 370 434 436 441f 457 470 486g 516 517g 523 524
526 535 539 544 547 549
Concilio 9 100b 100h 165 181 193 231 311 369 487 523
Conferencia /s Episcopal /es 181 183 200 232 298 306 401 412 430 431 469a 469e 551
Conferencia /s General /es 1 9 10 16 19 64 88 99e 100b 100h 170 173 183 208 247 315 346
369 379 386 396 402 421 446a 477 486 505 508 517 526 547 548
Confianza 8 31 98 269 363 488
Confirmación 153 175c 211 213 288 377
Continente 6 10 13 19 62 64 83 87 88 97 99a 99d 100g 128 173 176 182 183 197 213 217 219
220 238 245 252 264 269 270 273 294 310 328 344 362 372 376 378 379 391 403 410 444
477 478 502 505 521 522 525 527 532 537 542 543 548 554
Continuidad 9 16 19 220 402 446a 541
Conversión 14 100h 175d 226a 228 230 232 234 245 248 260 278b 278c 289 351 366 368
382
Conversión Pastoral 366 368 370
Creatividad 99c 100a 173 287 345 403 492
Crecimiento 60 78 99e 100a 203 222 226c 249 300 339 442 444 496
Crisis 37 304 437h 444 479 Criterio /s 19 36 45 47 75 99e 99f 123 210 281 331 387 412 421
474c 486h 499 Cruz / crucificado 25 26 31 106 134 140 143 242 266 267 278b 357 420
449 543 Cultura /s /cultural 4 6 7 8 10 13 22 35 37 39 41 43 44 45 46 47 49 51 52 56 57 58
59 61 66 73 82 83 88 90 92 94 95 96 97 98 99f 100d 121 123 128 156 170 174 177 182 185
192 194 199 205 210 212 238 258 262 263 264 273 275 280c 283 308 315 318 321 323 325
329 330 334 337 341 342 346 356 358 367 369 371 374a 377 380 387 406b 413 419 435 444
453 454 459 461 462 463d 476 477 478 479 480 484 486a 486b 486h 490 491 493 498 500
501 506 509 510 511 512 513 517b 518o 519 520 525 526 529 530 532 533 540 542 543 554
Deficiencia /s 95 98 Democracia 74 75 76 77 404 406a 504 541 Derechos Humanos 64 74 79
80 81 82 98 429 467 541 Desarrollo 60 66 67 69 71 73 99f 222 226b 279 300 385 395 399
406a 406c 412 456 457 463c 473 474b 474c 475 491 507 510 519 533 542 549 Desarrollo
sostenible 126 403 Desempleo / desempleados 65 71 121 402 Desigualdad /es / Inequidad 48
61 62 358 384 395 527 528 537 Despersonalización 110 512 283 ÍNDICE
ANALÍTICO Diácono 187 199 205 206 208 248 282 291 324 366 419 469b Diálogo 13 39 56
97 99g 100g 124 188 206 223 227 228 231 232 233 235 237 238 248 280c 283, 284 324 344
341 342 344 345 363 368 377 384 413 437d 458d 465 466 469a 495 497b 498 532
533 Diálogo Interreligioso 95 99g 232 237 238 239 Dignidad 6 7 32 37 40 41 42 44 47 48 61
65 78 82 98 104 115 120 121 122 184 239 257 265 372 382 388 389 391 398 406b 422 441d
451 453 464 467 468 479 480 525 534 536 537 546 Dignidad humana 43 85 103 104 105 112
217 341 342 387 389 390 391 422 436 446c 533 Dinamismo 63 100a 151 251 280c 330 359
378 528 533 534 539 Diócesis 168 169 182 190 195 200 281 282 306 313 314 346 365 371
412 430 435 446a 469a 483 518b 551 Discernimiento 19 42 99b 181 187 214 222 237 238
275 280c 294 313 314 371 486h Discípulo /s 1 21 28 29 33 41 101 103 110 112 121 131 132
133 136 138 143 144 146 148 152 154 155 158 159 161 167 175 184 185 186 199 201 202
243 244 248 250 251 255 256 266 267 272 273 276 277 278a 278d 278e 284 291 292 297
303 319 320 324 347 350 353 361 363 377 379 381 420 443 451 465 470 506 518d 529 548
549 Discípulo /s /ado misionero /s 1 3 10 11 13 14 19 20 23 25 30 31 95 125 127 134 144 146
147 152 153 156 160 164 170 172 177 178 181 190 203 204 205 213 217 223 227 229 232
233 245 250 252 255 262 269 270 271 276 278 278c 279 280d 283 284 301 302 307 311 314
315 316 318 320 338 349 362 364 368 374 376 377 382 384 386 393 400 409 412 415 426
432 443 449 460 463b 469 486 491 501 506 518 524 530 532 538 540 542 548 554
Discriminación 533 Diversidad 42 43 56 59 83 90 97 100f 100g 162 170 202 311 324 478 522
525 543 Docilidad 100h 284 316 Droga /s 65 72 422 423 424 425 427 443 446f 517j
542 Doctrina Social 69 99f 100c 239 299 342 372 395 400 403 446e 505 Eclesial /es 19 22 91
94 99c 99e 99g 100a 100e 100g 119 128 156 170 175c 178 179 180 183 200 204 205 214
226b 227 232 236 275 280c 281 286 289 292 307 313 314 337 338 365 367 368 370 374c 378
394 400 411 437j 446a 446b 454 458a 463a 497a 518k 518n 544 545 550 Ecología 126 472
474c 491 Economía 35 41 48 60 63 65 66 67 69 70 71 76 83 97 98 174 210 283 406a 406c
419 506 Ecuménico 9, 95, 99g, 100g, 227, 228, 230, 231, 232 Ecumenismo 99g 227 228 230
231 232 234 401 Educación 35 39 65 76 98 114 117 118 170 174 178 210 298 303 321
328 329 330 332 334 335 337 338 339 340 346 421 422 437e 441d 441f 445 446d 453 456
463c 471 481 482 507 530 533 Educador 300 339 Emigrante / emigración 56 58 59 65 73 88
90 99a 100e 207 377 402 411 412 413 414 415 416 445 517k 519 Empresa / empresario 62
63 66 69 84 122 285 404 406b 492 518f 537 Encuentro 4 91 99g 168 226d 259 278d 326 329
334 370 394 412 447 477 514 537 540 Encuentro con Jesucristo 11 12 13 14 21 28 29 95 99
99e 145 147 154 167 175a 181 226a 240 241 242 243 246 248 249 251 254 257 263 270 273
278a 280c 289 290 297 305 312 319 336 343 350 364 417 446c 500 548 549 Enfermedad /
enfermo 44 65 112 152 175e 207 257 261 353 402 417 418 420 422 449 554 Episcopado 1 3
9 19 88 369 526 544 547 Época /s 34 37 44 76 173 397 451 Equipo 281 372 429 Escuchar
79 103 158 279 308 348 366 397 454 Escuela Católica 314 335 336 337 471 490 Esperanza
/s 7 13 14 15 16 17 21 22 26 30 42 64 75 94 97 99c 99f 100 106 119 127 128 146 158 186 187
189 237 259 267 280d 320 333 336 362 395 514 522 536 537 543 548 549 552 554 Espíritu
Santo 1 14 17 19 23 33 100h 106 137 149 151 152 153 155 157 171 222 230 231 232 236 241
246 247 251 262 267 311 336 347 348 363 367 374 447 547 551 Espiritualidad 99g 100b
100c 179 181 189 198 200 203 220 240 259 261 263 273 284 285 307 309 316 319 368 412
517c Espiritualidad individualista 100c, 156 Estado /s 63 66 76 77 80 334 340 385 403 410
423 425 426 428 438 441c 481 539 Estructura /s 11 92 95 100c 100e 112 121 168 172 173
210 223 313 358 365 384 385 396 412 446e 450 454 501 517h 518a 518j 532 537 538 539
543 546 Ética 12 35 47 60 75 99g 100c 123 243 330 341 361 395 403 406a 406b 421 428
457 465 466 467 469a 469b 469e 474c 479 491 502 503 504 Eucaristía 7 25 99b 100e 106
128 142 153 158 165 175 175a 176 177 180 191 199 228 251 252 253 255 262 286 288 292
305 316 354 363 446c 446d Eutanasia 436 467
Evangelio 4 5 8 11 28 30 31 41 95 98 100h 103 106 133 139 144 173 178 186 194 210 217
243 249 265 266 269 275 331 333 335 356 358 360 370 382 390 391 398 400 413 435 438
465 466 474c 475 480 485 491 501 517d 518g 520 530 550 552 Evangelización 1 5 9 13 16
25 26 93 99e 99f 100c 100d 146 150 157 171 173 176 178 180 183 207 210 211 213 217 237
248 252 280d 283 287 307 308 338 344 346 377 383 398 418 419 446b 477 488 492 500 513
526 530 543 Experiencia 37 39 52 55 71 99c 118 129 145 156 164 167 170 178 181 190 195
199 204 225 226a 226c 240 244 247 249 259 260 263 279 280b 281 284 290 303 304 308 312
313 322 380 398 420 426 441e 442 447 489 498 513 517d 517f 525 529 547 Extranjero /s
147 412 Familia 39 40 44 49 57 60 65 93 100d 103 114 115 118 119 121 126 127 156 174
204 207 210 252 259 260 267 268 285 286 302 303 305 314 328 329 337 338 340 426 429
432 433 434 435 436 437 437d 437e 437f 437l 438 444 446a 448 449 453 456 458d 459 462
463a 463b 463e 466 468 469a 469h 479 489 525 Fe 2 4 7 10 12 13 16 18 19 21 25 26 29 32
39 55 92 95 98 99b 100d 101 103 104 105 114 118 134 151 156 157 158 159 160 164 170
178 184 186 187 189 204 210 226c 229 234 235 237 242 243 246 251 252 256 257 258 259
262 264 265 266 269 270 273 275 280b 280c 287 288 289 293 294 297 298 300 302 303 304
305 308 313 323 331 336 338 341 342 345 349 365 377 379 380 383 392 393 394 395 398
415 436 437c 440 441f 442 446d 453 455 456 461 463c 465 466 477 478 479 480 483 485
494 495 496 497b 498 505 514 518d 526 529 549 550 554 Fe católica 12 187 258 359 531
554 Fe cristiana 13 95 99b 264 372 377 480 525 533 Felicidad 6 45 50 69 246 328 350 354
355 380 443 468 549 Fidelidad 9 11 139 181 191 257 342 367 372 390 469e 501 Filosofía
323 Formación 69 77 96 99a 99c 99f 100e 118 174 191 194 200 202 205 207 212 214 222
226c 231 238 276 278 278e 279 280 280a 281 282 283 295 296 299 301 303 305 306 308 310
313 314 316 318 319 320 321 322 323 325 326 327 329 337 338 341 342 344 345 371 413
428 437g 437i 441a 456 469f 469h 475 481 483 486b 486f 489 492 497a 499 505 508 517h
518d 518g 518k 518o Formación, centros de 327 335 345 Fraternidad 32 181 183 187 200
228 272 308 433 468 514 525 Fundamentalismo /ista 239 Género humano 60 155
523 Género, ideología de 40 Globalización 34 43 60 61 62 64 65 67 82 90 185 402 444 465
484 523 Gobierno /s 68 404 406b 408 414 421 423 437d Grupo /s 43 59 75 78 81 88 97 99f
100f 100g 131 154 172 179 180 185 214 225 232 280d 325 372 401 402 442 451 471 498 513
526 531 Habilidades 328 Hedonismo 99g Hijo 1 4 19 22 25 28 29 30 100h 101 102 103 106
107 130 132 134 143 155 157 176 241 249 266 267 269 272 274 321 336 347 348 364 373
480 524 Humildad 36 324 363 Identidad /es 8 13 40 49 58 88 90 91 92 96 97 100c 110 192
193 238 251 279 297 312 318 319 337 345 373 442 444 451 457 459 463d 479 520 528 530
533 549 554 Identidad cristiana 144 214 286 291 Identidad eclesial 337 544 Ideología 40 52
78 99b 531 Idolatría 78 109 Iglesia 1 3 5 7 8 9 11 12 14 16 19 22 23 25 26 31 32 35 69 89 91
92 94 98 99a 99b 99e 99f 100a 100b 100c 100d 100e 100f 100g 100h 115 117 127 128 138
145 150 151 152 153 155 156 158 159 160 161 164 165 166 167 170 174 175b 175f 179 180
181 184 185 186 187 188 189 200 204 205 209 211 213 214 215 216 218 221 222 224 225
226 226b 226d 229 231 234 236 237 239 246 247 252 256 257 258 260 264 267 268 272 275
276 278a 278d 279 281 285 290 294 297 298 299 302 304 308 309 310 311 312 313 314 318
323 324 331 334 336 339 341 342 345 347 348 349 359 361 362 363 365 367 370 372 373
376 380 382 385 386 390 391 393 394 395 396 398 399 400 401 402 403 406 406d 407 412
414 417 420 422 423 426 429 431 432 433 435 438 441c 443 446c 446d 446e 450 451 453
457 458b 460 461 463a 463b 463f 466 469e 472 475 478 479 480 482 485 486d 486i 487 488
494 497 497a 497b 498 499 504 505 508 513 516 517k 523 524 531 532 533 534 535 537 538
539 541 542 546 547 548 549 550 551 552 Impulso 16 208 251 252 284 285 337 347 374b
446a 548 Inculturación / Inculturar 4 94 99b 479 491 Indígenas 4 56 65 75 88 89 90 91 92 94
95 96 99b 128 325 402 454 472 473 529 530 531 554 Individualismo 44 51 110 148 479 514
Infancia 298 439 441e 287 ÍNDICE ANALÍTICO Infancia misionera 441g 441h Iniciación
cristiana 153 170 278a 286 287 288 289 291 292 293 294 298 300 302 338 441f 518d
Injusticia 26 61 95 121 185 427 508 522 Inserción 19 96 192 206 326 359 407 427 Inspiración
247 269 486i Integración Latinoamericana 521 Intelectual 67 83 194 248 280 280c 318 319
323 497c Interdisciplinar 437j 465 Interpretación 248 Itinerario /s 31 100c 214 255 277 280d
281 290 298 322 437c Jesucristo / Cristo 1 4 6 7 8 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23
25 26 27 28 29 30 32 33 35 41 43 95 98 99 99b 99e 99f 101 103 104 107 110 115 117 119
126 127 128 131 132 134 136 138 139 140 141 143 145 146 151 152 153 155 156 158 159
160 161 162 167 168 170 171 172 173 175 175a 175b 176 177 180 181 184 185 186 187 189
193 196 201 207 209 212 213 216 220 222 224 226a 227 228 229 232 236 237 238 240
242 243 244 246 247 248 249 250 251 254 255 256 257 259 265 266 267 270 271 273 275
276 277 278a 278b 278d 278e 279 280b 280c 280d 281 287 288 289 290 291 292 297 298
299 300 303 304 305 307 312 314 316 318 319 321 332 333 335 336 337 338 341 343 348
349 350 351 352 354 355 356 357 358 359 361 362 368 371 374 374d 376 377 380 381 382
384 386 392 393 394 398 399 417 419 432 433 443 446c 446d 450 459 460 461 477 479 480
486e 491 500 501 506 515 516 518 523 529 535 540 542 543 547 548 549 552 554 Jóvenes
50 65 77 85 100d 127 194 303 304 314 315 318 325 326 328 334 335 336 338 406b 410 422
424 442 443 444 445 446a 446b 446c 446d 446e 446f 446h 463c 468 481 486h 554 Justicia 5
6 7 24 61 64 82 98 112 122 126 175 217 256 316 340 380 385 395 396 406 428 474c 508 527
533 536 542 543 546 550 Justicia social 76 262 363 385 533 Justo /a 61 71 75 77 99c 121
147 210 256 274 358 359 384 385 399 404 406c 449 474c 495 506 526 534 537 Kerigmático
226a Laicos 99c 99d 99f 100c 174 195 199 202 209 211 212 213 215 232 248 280d 281 282
283 306 307 313 324 345 346 366 371 400 403 406 413 419 458b 469b 469h 475 505 508
517h 518f 518k 550 Latinoamericano /s 1 3 9 14 19 88 99a 100f 100h 127 245 252 270 275
369 391 406d 416 479 507 525 526 544 547 Latinoamericano /s, pueblo /s 13 88 114 224 258
302 359 432 520 544 Lenguaje /s 7 35 45 55 100d 183 341 480 484 510 512 517d 518a 518g
528 Liberación 26 146 359 385 399 491 Libertad 27 32 42 44 51 53 69 80 111 120 136 141
219 239 280a 322 330 334 335 336 339 340 351 360 429 462 479 514 541 Machismo 451
453 461 Madre 1 25 125 127 265 266 267 268 269 271 370 412 472 Madre /s de familia 26
303 437f 437m 458d 469g 496 Madurez 175c 175g 196 249 278a 280d 292 317 318 321
547 Maestro 103 110 112 131 138 152 161 177 186 187 189 245 249 255 274 276 277 278c
280b 282 336 363 364 368 372 Magisterio 2 94 99a 99e 99g 179 228 270 323 359 437j 466
469e María 1 141 261 262 265 266 267 268 269 270 271 272 274 280b 320 364 451 524 553
554 Mártires / martirio 140 220 275 383 396 Matrimonio 40 117 175g 205 433 437c 437d 446c
463a 469f Medellín 9 16 178 396 Medio Ambiente 86 122 Mentalidad 96 100c 213 336 412
453 463e 510 Mercado 45 50 60 61 63 65 82 219 328 539 Método /s 19 99e 100c 244 276
296 371 465 469f 513 547 Metodología 307 446g Ministerio /s 94 99c 100e 143 150 151 154
162 169 170 175f 179 184 188 191 192 193 194 195 198 200 202 207 211 282 316 318 322
325 457 458b 513 Mirada 30 32 96 136 192 259 261 364 388 402 490 Misión 11 13 19 31
99d 131 139 144 145 146 148 149 151 153 154 158 163 164 169 176 188 195 202 203 208
209 210 212 213 214 216 218 223 233 237 267 269 270 272 273 278c 278e 279 280d 281 284
286 287 289 302 317 331 341 346 347 348 360 361 363 367 373 374 375 379 380 381 386
389 390 401 418 432 441a 441f 450 456 460 463d 481 486i 491 518n 532 533 545 550 551
554 Misión Continental 362 551 Misión Universal 376 548 Misionero /s 1 3 4 10 11 13 14 19
20 23 25 30 31 41 95 99c 99d 99f 100e 103 121 125 127 134 140 144 147 150 152 153 156
160 167 169 170 172 174 177 178 179 181 190 191 199 201 203 204 205 208 213 214 217
223 226d 227 229 232 245 247 250 251 252 253 255 262 264 269 270 271 275 276 278 278c
279 280d 283 284 285 291 292 301 302 307 311 314 315 316 318 320 327 337 338 347 349
362 364 368 370 372 374 376 377 378 379 382 384 386 393 400 409 412 415 426 432 443
446d 449 460 463b 469 486 491 493 501 506 518 524 530 532 538 540 542 548 550 551 554
Misterio pascual 17 27 99b 143 250 251 253 549 Modelo /s 59 155 191 268 331 369 434 438
436d 473 474c 475 480 524 Movimiento /s 53 97 99c 99e 100e 128 169 170 179 180 214 215
230 231 278d 281 311 312 313 365 406c 437a 446a 446b 463a 513 518b Muerte 6 13 17 21
29 31 44 81 95 98 102 106 109 112 117 129 143 144 175e 185 242 276 326 350 351 356 358
388 418 419 464 469c 473 480 515 523 548 Mujer /es 6 11 14 27 29 32 48 49 65 75 97 105
116 117 120 122 128 135 147 151 159 171 194 241 242 266 275 335 353 361 374b 382 387
388 402 406b 406e 422 433 451 452 453 454 455 456 457 458a 458b 458d 459 460 468
469g 470 491 494 503 537 538 Mundo 16 18 22 27 28 29 30 31 34 37 38 44 50 51 66 87 88
99f 100d 101 104 109 110 111 126 145 146 148 159 162 173 174 175 185 188 209 210 215
216 220 221 227 231 236 256 265 266 269 278c 278e 279 280a 280d 282 283 285 286 290
306 312 316 330 341 348 357 362 371 373 376 390 419 438 443 446f 446g 463d 469e 471
479 480 484 487 491 492 510 511 517j 521 522 523 549 552 Neoliberal 463e Niño /s 50 65
81 127 135 210 293 302 303 304 314 334 336 402 409 410 417 422 424 437f 437l 438 439
441a 441b 441d 441f 441g 442 447 457 467 468 469g 481 482 486h 491 499 554 Niñez 438
439 440 441b 441c 441i Núcleo /s 39 393 Obispo /s 1 9 99e 165 166 169 177 179 181 182
183 186 187 188 189 190 195 199 206 218 222 248 256 281 282 291 297 313 324 366 371
469a 486 508 544 550 Objetivo /s 61 338 371 413 480 499 518b Opción 196 257 276 322
337 397 417 446a 446c Opción por los pobres 100b 128 146 179 391 392 393 395 396 397
398 399 409 446e 491 501 Oración / orar 3 17 99g 119 121 134 149 180 186 190 195 199
221 234 248 249 253 255 292 299 300 308 314 319 362 441a 441f 446c 483 547 Originalidad
8 111 264 313 Padre 6 7 14 17 19 21 23 32 100b 101 102 103 107 108 113 126 129 131
132 133 134 137 139 143 144 147 149 151 152 155 158 177 187 193 216 220 227 241 248
249 255 258 266 267 336 347 348 350 356 358 361 373 382 383 395 470 478 523 532 546
550 554 Padre, Dios 28 129 241 Palabra 19 21 25 27 41 99c 102 131 133 142 151 165 167
172 175 205 211 242 247 248 249 253 255 266 271 279 280c 292 319 323 348 350 354 377
382 386 399 420 516 517g 518l 554 Palabra de Dios 99a 121 146 152 158 178 179 180 189
191 199 226c 232 235 247 248 271 289 298 300 308 309 316 323 331 437n 448 485 517h
Párroco 201 202 296 Parroquia /s 99e 128 169 170 172 173 174 175 175a 176 179 182 197
201 202 203 204 206 278d 293 294 296 302 304 305 306 309 314 365 372 446a 483 490 513
517e 517k 518b 518c Pastoral 19 95 99a 99c 99e 99f 100d 100e 169 175f 177 179 181 183
185 194 195 196 197 198 199 200 207 211 212 214 225 231 232 238 248 252 253 280 280d
291 313 314 319 338 344 345 365 366 367 368 370 371 393 394 403 411 412 413 414 421
429 431 437f 437j 437n 442 458a 461 462 474b 493 501 517i 517k 518 518l 518n 518o 519
533 547 Pastoral Educativa 334 337 Pastoral Familiar 99e 302 435 437 437i 463a Pastoral
de Conjunto 296 314 475 Pastoral de la Infancia 99e Pastoral de la Salud 418 419 421
Pastoral Juvenil 99e 446a 446d 446e 463c Pastoral Orgánica 99g 169 198 371 401 518b
Pastoral Penitenciaria 100e 429 430 Pastoral Social 99f 281 400 401 402 Pastoral
Universitaria 343 Pastoral Urbana 513 517 518a Pastoral Vocacional 314 Paz 21 24 31 81
162 239 246 256 328 404 468 491 522 537 541 542 546 550 Pecado 5 6 8 27 29 32 92 95 102
104 134 175d 177 227 254 278b 349 351 479 523 532 Pedagogía 4 272 280d 281 322 441f
446b 469f Pentecostés 91 150 171 269 362 548 Peregrino 3 21 109 127 259 260 553
Persona /s 1 2 6 7 12 13 14 18 21 26 29 36 39 42 44 52 54 55 62 65 73 78 82 100f 102 118
121 126 131 136 145 147 159 172 202 219 243 245 263 275 276 277 278c 278e 279 280b
280d 281 285 291 295 312 315 322 331 336 337 339 341 359 368 371 372 374d 380 386 387
389 399 401 402 406b 407 408 410 411 414 421 424 426 427 434 437f 450 451 467 469e
473 481 485 486h 492 496 514 517i 518g 538 539 543 548 550
Persona de Jesucristo 23 136 243 244 292 Persona humana 6 42 60 66 104 105 112 123 217
334 335 340 341 387 389 390 468 480 Plan /es 137 365 400 443 446c 456 457 497 518b
Pluralidad 340 372 383 512 520 Pluralismo cultural y religioso 100d 100g 479 Pobres 7 8 30
31 47 65 67 94 98 100h 105 139 147 152 189 197 199 217 257 258 259 264 267 272 325 334
337 338 340 353 354 362 372 379 383 393 394 395 396 397 398 402 416 422 448 454 475
512 516 517b 524 533 537 545 550 554 Pobreza 62 72 73 89 90 99c 176 185 219 379 392
405 409 439 444 501 503 514 517g 528 540 550 Política /s 10 35 36 41 48 51 61 63 75 76 77
78 96 108 174 210 212 283 385 403 406a 408 410 411 414 422 430 437d 446e 449 458d
463e 474d 480 486i 501 504 505 506 508 511 512 517b 528 537 546 Presbiterio 165 198 326
Presbítero / Sacerdote 99c 99d 100e 177 185 187 188 191 192 193 194 195 196 197 198 199
200 201 202 206 209 248 282 285 291 315 316 320 323 324 326 366 371 419 469b 475 490
497d 518o 550
Presencia 21 65 75 99c 99e 100d 119 151 215 217 237 244 257 269 272 279 280c 281 312
343 374 374a 383 405 438 458b 474b 491 504 517k 518i 518j 524 549 Proceso /s 45 61 69
73 74 94 96 204 245 249 278a 281 288 289 293 294 298 300 314 319 334 337 338 356 365
399 427 429 430 441c 446c 446d 473 484 518d 523 528 539 541 Proceso de formación 278
279 280 280a 308 310 318 319 321 322 326 338 518g Profeta /s 30 209 471 Profética,
denuncia, voz 414 451 480 Programa /s 11 46 145 207 252 370 372 427 437g 458d 469d 469f
Promoción humana 26 98 99d 146 338 346 398 399 401 429 550 Protagonismo 128 214 458a
Proyecto /s 66 90 122 141 145 153 169 170 179 202 213 266 280d 281 314 318 319 326 332
335 337 340 356 361 371 407 431 437b 457 505 515 518b 533 534 Proyecto de vida 129 294
302 321 Proyecto del Padre 266 358 Proyecto del Reino 520 Puebla 4 9 16 88 99e 178
Pueblo /s 2 4 6 8 9 13 16 21 33 43 56 74 77 83 85 90 92 93 95 96 98 99b 114 125 128 129
143 155 159 164 178 189 198 209 224 235 238 239 247 258 262 264 271 298 302 311 325
353 364 375 380 382 389 391 406 432 447 448 473 476 477 478 482 491 504 515 520 524
525 528 529 530 532 534 538 542 544 548 549 550 Pueblo de Dios 7 10 127 155 157 163
165 181 182 186 187 188 190 199 206 209 252 259 282 312 314 320 375 491 550
Pueblos, nuestros 1 3 7 10 13 14 18 22 25 26 30 32 35 88 99c 99d 99g 106 127 128 140 162
176 250 256 262 264 265 269 274 329 346 350 359 361 381 384 386 389 396 401 402 403
435 436 443 474a 521 524 526 530 535 536 543 549
Reconciliación 7 98 142 162 175 175d 177 199 202 228 254 267 278b 350 353 359 363 430
446c 518e 524 534 535 542 546 Reforma 72 252 328 367 Reino 11 17 30 33 139 144 152
154 190 212 224 250 361 382 383 384 441a 516 518j 520 548
Reino de Dios 19 29 95 121 184 196 219 223 276 278e 280d 282 315 361 367 374a 382 417
438 518i 552 Reino de vida 24 143 353 358 361 366
Relación 44 58 104 131 132 193 227 255 331 358 385 452 476 518i 544
Relativismo 177 464 479 503 504
Religiosidad Popular / Piedad Popular 7 37 43 93 99b 258 261 262 263 264 300 549
Renovación 9 99a 99b 99e 100b 100h 172 173 201 294 337 365 367 369 443 513
Resurrección / Resucitado 1 6 14 18 32 95 100h 102 109 132 143 144 149 155 256 242 259
276 278e 279 305 316 348 351 357 418 419 420 451 554 Respeto 40 64 74 89 96 233 238
258 441a 448 469c 469e 472 473 479 546
Río de Janeiro 9 16
Rostro /s 22 32 35 65 100h 107 188 224 257 265 271 392 393 402 445 529
Sacramento /s 12 19 25 117 142 153 155 175 175f 177 187 189 195 199 202 205 237 251 254
262 278b 286 288 289 290 295 298 350 354 382 386 396 399 420 433 437c 446c 463a 518e
523 524 535 542
Sagrado /s 93 108 112 195 388 398 482
Salario 71 Salud 76 98 419 420 436
Salvación 19 129 134 137 143 146 151 158 172 236 237 266 267 273 331 437j 477 480
Santidad 5 99c 129 148 163 184 187 220 230 262 275 315 316 352 368 374d 505
Santo /s 3 98 127 130 160 259 262 273 290 Santo Domingo 9 16 92 99e 525 526
Santuario /s 3 259 260 264 265 268 269 537 Secta 185 Secularismo / secularización 185 219
264 341
Seguimiento 41 139 147 167 179 216 232 250 266 270 276 277 278c 282 287 289 291 305
371 446c 450 506 532 543 549
Seminario /s 99c 316 317 318 319 322 323 326 413
Seminarista 317 319
Ser humano 13 27 32 35 36 37 44 98 105 108 112 116 120 125 141 176 330 332 333 356 359
384 387 388 390 408 446c 464 467 469c 470 480 503 514
Servicio /s 9 13 14 24 32 33 45 60 63 66 68 69 75 82 95 98 99c 99d 100c 106 111 119 120
128 151 158 162 169 170 175f 178 179 181 183 184 188 190 193 201 202 205 206 216 220
223 224 240 262 272 278e 279 280b 280c 280d 281 282 284 285 289 296 299 303 313 315
316 322 324 336 338 341 344 345 346 353 358 366 372 387 394 399 406c 412 440 446b 450
457 463f 473 485 490 504 516 517g 518c 518e 518m 518n 530 537 544 545 553
Sexualidad 44 196 321 328 356 437e 441d
Signo /s 4 14 125 155 161 162 176 179 196 214 255 261 290 316 356 374 380 433 438 536
Signos de los tiempos 33 99g 366
Sínodo de América 9 Social /es 10 13 35 36 37 39 43 44 47 48 51 65 66 69 70 71 73 75 76 78
88 89 96 99f 99g 100d 112 120 124 128 148 167 176 178 207 210 212 232 258 275 283 292
318 339 340 345 356 358 359 367 384 385 387 391 395 400 403 406c 407 410 418 444 446e
449 453 454 457 458a 462 474e 479 480 485 486d 486e 487 490 501 503 505 512 517b 517i
519 524 527 530 533 535 537 539 548
Sociedad /es 14 16 36 42 49 54 55 65 69 73 77 78 86 89 91 92 100b 100c 100d 122 135 168
179 181 216 217 218 224 249 283 297 308 328 330 336 339 341 342 371 382 385 399 403
404 406 427 430 432 433 437d 441c 443 448 449 452 453 456 459 463a 479 480 484 486c
496 497a 497b 501 506 508 530 532 533 537 542 543 549 550 554
Sociedad civil 75 372 406a 414 426
Solidaridad 7 26 39 57 64 65 93 99g 100e 103 126 167 199 245 248 337 363 372 394 396 398
400 404 406e 437m 441d 469g 474c 480 514 517c 522 525 528 544 545 550
Subjetividad 44 479
Sufrimiento 26 176 210 257 362 418 420 439 468 514 517j 554
Tarea /s 7 10 14 100c 104 120 144 146 171 189 195 197 200 236 276 285 287 293 297 304
337 381 384 385 386 403 414 464 483 492 500 507 546 552
Técnica 45 479 487
Tecnología 34 42 60 62 123 Teología 124 323 344 437j 490
Testigo /s 16 98 144 172 187 189 219 221 236 290 303 451 496 548 554
Testimonio 55 98 99c 99f 105 138 140 207 208 210 211 212 219 224 226a 228 233 237 239
249 256 257 262 273 274 275 278a 281 315 317 341 352 362 363 368 371 374d 378 385 386
449 460 483 532
Trabajo 19 48 62 65 71 93 98 99c 103 120 121 122 174 185 210 284 371 402 404 407 414
426 437j 446f 450 475 492 517 518m 539
Transformación 44 90 151 210 283 336 351 394 397 486c
Trascendencia 52 57 126 260 263 339 481
Trinidad 117 141 155 157 240 304 347 451 543
Unidad 8 36 37 60 155 159 162 176 188 189 202 206 227 230 231 232 234 240 279 282 288
303 313 324 335 336 362 523 524 525 527 528 544 554
Universidad /es 343 346 Universidad /es Católica /s 341 342 463d 469d 498
Urbano 60 173 474b 511 514 517 517j 518
Valor /es 22 43 51 52 57 58 61 66 74 91 92 93 95 96 99g 106 108 109 114 123 204 212 215
219 221 224 262 279 302 321 328 329 330 331 332 334 335 339 340 341 358 371 374a 385
387 388 398 404 422 423 428 435 444 451 463c 468 479 482 486c 486h 491 497 506 518i
518j 530 532 537 552
Varón (hombre /s, padre de familia) 6 11 13 26 27 29 30 32 69 97 102 104 105 107 108 109
112 113 116 117 118 120 122 123 125 133 143 147 151 159 160 171 176 187 188 193 194
195 196 198 204 209 221 237 242 274 275 285 289 302 303 329 330 335 336 337 338 339
340 348 355 361 368 374b 382 387 388 392 399 400 405 406e 417 422 433 441a 441d 441f
441g 442 451 452 453 457 459 460 461 462 463a 463b 463c 463e 468 470 471 476 480 489
494 496 503 506 515 523 537 538 546
Vaticano II 9 100b 100h 181 193 231 250 311 369 487 523
Verdad 1 2 5 6 13 19 22 42 61 100h 101 108 116 123 129 136 137 152 186 220 229 242 246
249 276 280c 336 350 380 390 405 428 477 480 494 496 507 508 535 542 548 550 554
Vida consagrada /contemplativa 99c 100b 100e 169 216 218 219 220 221 222 224 232 278d
303 314 315 327 446c 518b
Vida cristiana 100b 110 158 168 175 175a 204 263 278c 278d 280d 289 293 294 312 348 394
505 517g 535
Vida de la Trinidad 347 348
Vida digna 35 71 112 125 358 359 361 363 391 425 467
Vida en Cristo 13 128 175 229 250 281 349 355 356 357 359 361 362 399
Vida, estilo de 7 51 58 66 100h 131 139 196 272 273 275 280d 387 461 474a 540
Vida nueva 11 102 220 250 281 332 349 350 351 356 357 399 536
Vida, sentido de la 38 52 100f 143 291 314 380 443 548
Vida social 35 78 212 453 480 501 480 501
Violencia 8 29 48 65 73 78 95 185 197 207 239 328 402 409 410 411 414 427 439 443 446f
454 461 468 514 542 543
Viudas 437f 437n
Vocación 6 14 19 31 32 36 39 41 42 43 107 111 144 156 164 167 181 185 186 250 251 264
276 278e 282 285 303 315 317 319 321 443 449 457 460 463a 480 502 505 508 523 534
Vulnerabilidad 83 438 458c

MISA DE INAUGURACIÓN DE LA V CONFERENCIA


DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO HOMILÍA DE
SU SANTIDAD BENEDICTO XVI Explanada del Santuario de
Aparecida VI Domingo de Pascua, 13 de mayo de 2007

Venerables hermanos en el episcopado; queridos sacerdotes y vosotros todos,


hermanas y hermanos en el Señor: No hay palabras para expresar la alegría de
encontrarme con vosotros para celebrar esta solemne eucaristía con ocasión de la
apertura de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe.
Saludo muy cordialmente a todos, en particular al arzobispo de Aparecida, monseñor
Raymundo Damasceno Assis, al que agradezco las palabras que me ha dirigido en
nombre de toda la asamblea, y a los cardenales presidentes de esta
Conferencia General. Saludo con deferencia a las autoridades civiles y militares que
nos honran con su presencia. Desde este santuario extiendo mi pensamiento, con
mucho afecto y oración, a todos los que están unidos espiritual mente a nosotros en
este día, de modo especial a las comunidades de vida consagrada, a los jóvenes
comprometidos en movimientos y asociaciones, a las familias, así como a los
enfermos y a los ancianos. A todos les quiero decir: “Gracia a vosotros y paz de parte
de Dios, Padre nuestro, y del Señor Jesucristo” (1 Co 1, 3). Considero un don especial
de la Providencia que esta santa misa se celebre en este tiempo y en este lugar. El
tiempo es el litúrgico del sexto domingo de Pascua: ya está cerca la fiesta de
Pentecostés y la Iglesia es invitada a intensificar la invocación al Espíritu Santo. El
lugar es el santuario nacional de Nuestra Señora Aparecida, corazón mariano de
Brasil: María nos acoge en este cenáculo y, como Madre y Maestra, nos ayuda a
elevar a Dios una plegaria unánime y confiada. Esta celebración litúrgica constituye el
fundamento más sólido de la V Conferencia, porque pone en su base la oración y la
Eucaristía, Sacramentum caritatis. En efecto, sólo la caridad de Cristo, derramada por
el Espíritu Santo, puede hacer de esta reunión un auténtico acontecimiento eclesial, un
momento de gracia para este continente y para el mundo entero. Esta tarde tendré la
posibilidad de tratar sobre los contenidos sugeridos por el tema de vuestra
Conferencia. Ahora demos espacio a la palabra de Dios, que con alegría acogemos,
con el corazón abierto y dócil, a ejemplo de María, Nuestra Señora de la Concepción,
a fin de que, por la fuerza del Espíritu Santo, Cristo pueda “hacerse carne”
nuevamente en el hoy de nuestra historia. La primera lectura, tomada de los Hechos
de los Apóstoles, se refiere al así llamado “Concilio de Jerusalén”, que afrontó la
cuestión de si a los paganos convertidos al cristianismo se les debería imponer
la observancia de la ley mosaica. El texto, dejando de lado la discusión entre “los
Apóstoles y los ancianos” (Hch 15, 4-21), refiere la decisión final, que se pone por
escrito en una carta y se encomienda a dos delegados, a fin de que la entreguen a la
comunidad de Antioquía (cf. Hch 15, 22-29). Esta página de los Hechos de los
Apóstoles es muy apropiada para nosotros, que hemos venido aquí para una reunión
eclesial. Nos habla del sentido del discernimiento comunitario en torno a los grandes
problemas que la Iglesia encuentra a lo largo de su camino y que son aclarados por
los “Apóstoles” y por los “ancianos” con la luz del Espíritu Santo, el cual, como nos
narra el evangelio de hoy, recuerda la enseñanza de Jesucristo (cf. Jn 14, 26) y así
ayuda a la comunidad cristiana a caminar en la caridad hacia la verdad plena (cf. Jn
16, 13). Los jefes de la Iglesia discuten y se confrontan, pero siempre con una actitud
de religiosa escucha de la palabra de Cristo en el Espíritu Santo. Por eso, al final
pueden afirmar: “Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros...” (Hch 15, 28). Este es
el “método” con que actuamos en la Iglesia, tanto en las pequeñas asambleas como
en las grandes. No es sólo una cuestión de modo de proceder; es el resultado de la
misma naturaleza de la Iglesia, misterio de comunión con Cristo en el Espíritu Santo.
En el caso de las Conferencias generales del Episcopado latinoamericano y del
Caribe, la primera, realizada en Río de Janeiro en 1955, recurrió a una carta especial
enviada por el Papa Pío XII, de venerada memoria; en las demás, hasta la actual, fue
el Obispo de Roma quien se dirigió a la sede de la reunión continental para presidir las
fases iniciales. Con sentimientos de devoción y agradecimiento dirigimos
nuestro pensamiento a los siervos de Dios Pablo VI y Juan Pablo II que, en las
Conferencias de Medellín, Puebla y Santo Domingo, testimoniaron la cercanía de la
Iglesia universal a las Iglesias que están en América Latina y que constituyen, en
proporción, la mayor parte de la comunidad católica. “Hemos decidido el Espíritu
Santo y nosotros...”. Esta es la Iglesia: nosotros, la comunidad de fieles, el pueblo de
Dios, con sus pastores, llamados a hacer de guías del camino; junto con el Espíritu
Santo, Espíritu del Padre enviado en nombre del Hijo Jesús, Espíritu de Aquel que es
el “mayor” de todos y que nos fue dado mediante Cristo, que se hizo el “menor” por
nuestra causa. Espíritu Paráclito, Ad-vocatus, Defensor y Consolador. Él nos hace vivir
en la presencia de Dios, en la escucha de su Palabra, sin inquietud ni temor, teniendo
en el corazón la paz que Jesús nos dejó y que el mundo no puede dar (cf. Jn 14, 26-
27). El Espíritu acompaña a la Iglesia en el largo camino que se extiende entre la
primera y la segunda venida de Cristo: “Me voy y volveré a vosotros” (Jn 14, 28), dijo
Jesús a los Apóstoles. Entre la “ida” y la “vuelta” de Cristo está el tiempo de la Iglesia,
que es su Cuerpo; están los dos mil años transcurridos hasta ahora; están también
estos poco más de cinco siglos en los que la Iglesia se ha hecho peregrina en las
Américas, difundiendo en los fieles la vida de Cristo a través de los sacramentos y
sembrando en estas tierras la buena semilla del Evangelio, que ha producido el treinta,
el sesenta e incluso el ciento por uno. Tiempo de la Iglesia, tiempo del Espíritu Santo:
Él es el Maestro que forma a los discípulos: los hace enamorarse de Jesús; los educa
para que escuchen su palabra, para que contemplen su rostro; los configura con
su humanidad bienaventurada, pobre de espíritu, afligida, mansa, sedienta de justicia,
misericordiosa, pura de corazón, pacífica, perseguida a causa de la justicia (cf. Mt 5, 3-
10). Así, gracias a la acción del Espíritu Santo, Jesús se convierte en el “camino” por
donde avanza el discípulo. “El que me ama guardará mi palabra”, dice Jesús al inicio
del pasaje evangélico de hoy. “La palabra que escucháis no es mía, sino del Padre
que me ha enviado” (Jn 14, 23- 24). Como Jesús transmite las palabras del Padre, así
el Espíritu recuerda a la Iglesia las palabras de Cristo (cf. Jn 14, 26). Y como el amor
al Padre llevaba a Jesús a alimentarse de su voluntad, así nuestro amor a Jesús se
demuestra en la obediencia a sus palabras. La fidelidad de Jesús a la voluntad del
Padre puede transmitirse a los discípulos gracias al Espíritu Santo, que derrama el
amor de Dios en sus corazones (cf. Rm 5, 5). El Nuevo Testamento nos presenta a
Cristo como misionero del Padre. Especialmente en el evangelio de san Juan, Jesús
habla muchas veces de sí mismo en relación con el Padre que lo envió al mundo. Del
mismo modo, también en el texto de hoy. Jesús dice: “La palabra que escucháis no es
mía, sino del Padre que me ha enviado” (Jn 14, 24). En este momento, queridos
amigos, somos invitados a fijar nuestra mirada en Él, porque la misión de la Iglesia
subsiste solamente en cuanto prolongación de la de Cristo: “Como el Padre me envió,
también yo os envío” (Jn 20, 21). El evangelista pone de relieve, incluso de forma
plástica, que esta transmisión de consignas acontece en el Espíritu Santo: “Sopló
sobre ellos y les dijo: ‘Recibid el Espíritu Santo...’” (Jn 20, 22). La misión de Cristo se
realizó en el amor. Encendió en el mundo el fuego de la caridad de Dios (cf. Lc 12, 49).
El Amor es el que da la vida; por eso la Iglesia es enviada a difundir en el mundo la
caridad de Cristo, para que los hombres y los pueblos “tengan vida y la tengan en
abundancia” (Jn 10, 10). También a vosotros, que representáis a la Iglesia en
América Latina, tengo la alegría de entregaros de nuevo idealmente mi encíclica Deus
caritas est, con la cual quise indicar a todos lo que es esencial en el mensaje cristiano.
La Iglesia se siente discípula y misionera de este Amor: misionera sólo en cuanto
discípula, es decir, capaz de dejarse atraer siempre, con renovado asombro, por Dios
que nos amó y nos ama primero (cf. 1 Jn 4, 10). La Iglesia no hace proselitismo. Crece
mucho más por “atracción”: como Cristo “atrae a todos a sí” con la fuerza de su amor,
que culminó en el sacrificio de la cruz, así la Iglesia cumple su misión en la medida en
que, asociada a Cristo, realiza su obra conformándose en espíritu y concretamente
con la caridad de su Señor. Queridos hermanos y hermanas, este es el rico tesoro del
continente latinoamericano; este es su patrimonio más valioso: la fe en Dios Amor,
que reveló su rostro en Jesucristo. Vosotros creéis en el Dios Amor: esta es vuestra
fuerza, que vence al mundo, la alegría que nada ni nadie os podrá arrebatar, la paz
que Cristo conquistó para vosotros con su cruz. Esta es la fe que hizo de
Latinoamérica el “continente de la esperanza”. No es una ideología política, ni un
movimiento social, como tampoco un sistema económico; es la fe en Dios Amor,
encarnado, muerto y resucitado en Jesucristo, el auténtico fundamento de esta
esperanza que produjo frutos tan magníficos desde la primera evangelización hasta
hoy. Así lo atestigua la serie de santos y beatos que el Espíritu suscitó a lo largo y
ancho de este continente. El Papa Juan Pablo II os convocó para una nueva
evangelización, y vosotros respondisteis a su llamado con la generosidad y el
compromiso que os caracterizan. Yo os lo confirmo y con palabras de esta V
Conferencia os digo: sed discípulos fieles, para ser misioneros valientes y eficaces. La
segunda lectura nos ha presentado la grandiosa visión de la Jerusalén celeste. Es una
imagen de espléndida belleza, en la que nada es simplemente decorativo, sino que
todo contribuye a la perfecta armonía de la ciudad santa. Escribe el vidente Juan que
esta “bajaba del cielo, enviada por Dios trayendo la gloria de Dios” (Ap 21, 10). Pero
la gloria de Dios es el Amor; por tanto, la Jerusalén celeste es icono de la Iglesia
entera, santa y gloriosa, sin mancha ni arruga (cf. Ef 5, 27), iluminada en el centro y en
todas partes por la presencia de Dios-Caridad. Es llamada “novia”, “la esposa del
Cordero” (Ap 20, 9), porque en ella se realiza la figura nupcial que encontramos desde
el principio hasta el fin en la revelación bíblica. La Ciudad-Esposa es patria de la plena
comunión de Dios con los hombres; ella no necesita templo alguno ni ninguna fuente
externa de luz, porque la presencia de Dios y del Cordero es inmanente y la ilumina
desde dentro. Este icono estupendo tiene un valor escatológico: expresa el
misterio de belleza que ya constituye la forma de la Iglesia, aunque aún no haya
alcanzado su plenitud. Es la meta de nuestra peregrinación, la patria que nos espera y
por la cual suspiramos. Verla con los ojos de la fe, contemplarla y desearla, no debe
ser motivo de evasión de la realidad histórica en que vive la Iglesia compartiendo las
alegrías y las esperanzas, los dolores y las angustias de la humanidad
contemporánea, especialmente de los más pobres y de los que sufren (cf. Gaudium
et spes, 1). Si la belleza de la Jerusalén celeste es la gloria de Dios, o sea, su amor,
es precisamente y solamente en la caridad como podemos acercarnos a ella y, en
cierto modo, habitar en ella. Quien ama al Señor Jesús y observa su palabra
experimenta ya en este mundo la misteriosa presencia de Dios uno y trino, como
hemos escuchado en el evangelio: “Vendremos a Él y haremos morada en Él” (Jn 14,
23). Por eso, todo cristiano está llamado a ser piedra viva de esta maravillosa “morada
de Dios con los hombres”. ¡Qué magnífica vocación! Una Iglesia totalmente animada y
movilizada por la caridad de Cristo, Cordero inmolado por amor, es la imagen histórica
de la Jerusalén celeste, anticipación de la ciudad santa, resplandeciente de la gloria
de Dios. De ella brota una fuerza misionera irresistible, que es la fuerza de la
santidad. Que la Virgen María alcance para América Latina y El Caribe la gracia de
revestirse de la fuerza de lo alto (cf. Lc 24, 49) para irradiar en el continente y en todo
el mundo la santidad de Cristo. A Él sea dada gloria, con el Padre y el Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos. Amén.

HOMILÍA DE SU SANTIDAD BENEDICTO


XVI DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL FINAL DEL REZO DEL SANTO ROSARIO EN EL
SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA
APARECIDA Sábado 12 de mayo de 2007

Señores cardenales, venerados hermanos en el episcopado y en el presbiterado;


amados religiosos y todos vosotros que, impulsados por la voz de Jesucristo, lo habéis
seguido por amor; estimados seminaristas, que os estáis preparando para el ministerio
sacerdotal; queridos representantes de los Movimientos eclesiales, y todos vosotros,
laicos que lleváis la fuerza del Evangelio al mundo del trabajo y de la cultura, en el
seno de las familias, así como a vuestras parroquias:
1. Como los Apóstoles, juntamente con María, “subieron a la estancia superior” y allí
“perseveraban en la oración, con un mismo espíritu” (Hch 1, 13-14), así también nos
reunimos hoy aquí, en el santuario de Nuestra Señora de la Concepción Aparecida,
que en este momento es para nosotros “la estancia superior”, donde María, la Madre
del Señor, se encuentra en medio de nosotros. Hoy es ella quien orienta nuestra
meditación; ella nos enseña a rezar. Es ella quien nos muestra el modo de abrir
nuestra mente y nuestro corazón a la fuerza del Espíritu Santo, que viene para ser
comunicado al mundo entero. Acabamos de rezar el rosario. A través de sus ciclos de
meditación, el divino Consolador quiere introducirnos en el conocimiento de Cristo,
que brota de la fuente límpida del texto evangélico. Por su parte, la Iglesia del tercer
milenio se propone dar a los cristianos la capacidad de “conocer el misterio de Dios, en
el cual están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia” (Col 2, 2-3).
María santísima, la Virgen pura y sin mancha, es para nosotros escuela de fe
destinada a guiarnos y a fortalecernos en el camino que lleva al encuentro con el
Creador del cielo y de la tierra. El Papa ha venido a Aparecida con gran alegría para
deciros en primer lugar: “Permaneced en la escuela de María”. Inspiraos en sus
enseñanzas. Procurad acoger y guardar dentro del corazón las luces que ella, por
mandato divino, os envía desde lo alto. ¡Qué hermoso es estar aquí reunidos en
nombre de Cristo, en la fe, en la fraternidad, en la alegría, en la paz, “en la oración con
María, la Madre de Jesús”! (cf. Hch 1, 14). ¡Qué hermoso es, queridos
presbíteros, diáconos, consagrados y consagradas, seminaristas y familias cristianas,
estar aquí en el santuario nacional de Nuestra Señora de la Concepción Aparecida,
que es morada de Dios, casa de María y casa de los hermanos, y que en estos días se
transforma también en sede de la V Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano y del Caribe! ¡Qué hermoso es estar aquí, en esta basílica mariana
hacia la que, en este tiempo, convergen las miradas y las esperanzas del mundo
cristiano, de modo especial las de América Latina y del Caribe!
2. Me siento muy feliz de estar aquí con vosotros, en medio de vosotros. El Papa os
ama. El Papa os saluda afectuosamente. Reza por vosotros. Y suplica al Señor las
más valiosas bendiciones para los Movimientos, las asociaciones y las nuevas
realidades eclesiales, expresión viva de la perenne juventud de la Iglesia. Que Dios
os bendiga en abundancia. Os saludo con afecto a vosotras, familias aquí
congregadas, que representáis a todas las amadísimas familias cristianas presentes
en el mundo entero. Me alegro de modo especialísimo con vosotros y os doy mi
abrazo de paz. Agradezco la acogida y la hospitalidad del pueblo brasileño. Desde
que llegué he sido recibido con mucho cariño. Las diversas manifestaciones de aprecio
y los saludos demuestran lo mucho que queréis, estimáis y respetáis al Sucesor del
apóstol san Pedro. Mi predecesor el siervo de Dios Papa Juan Pablo II se refirió varias
veces a vuestra simpatía y espíritu de acogida fraterna. Tenía toda la razón.
3. Saludo a los estimados presbíteros aquí presentes; pienso y oro por todos los
sacerdotes diseminados por el mundo entero, de modo particular por los de América
Latina y del Caribe, incluyendo a los sacerdotes fidei donum. ¡Cuántos desafíos,
cuántas situaciones difíciles afrontáis! ¡Cuánta generosidad, cuánta donación,
sacrificios y renuncias! La fidelidad en el ejercicio del ministerio y en la vida de
oración, la búsqueda de la santidad, la entrega total a Dios al servicio de los hermanos
y hermanas, gastando vuestra vida y vuestras energías, promoviendo la justicia, la
fraternidad, la solidaridad, el compartir: todo eso habla fuertemente a mi corazón de
pastor. El testimonio de un sacerdocio bien vivido ennoblece a la Iglesia, suscita
admiración en los fieles, es fuente de bendición para la Comunidad, es la mejor
promoción vocacional, es la más auténtica invitación para que también otros jóvenes
respondan positivamente a la llamada del Señor. Es la verdadera colaboración para la
construcción del reino de Dios. Os doy las gracias sinceramente y os exhorto a que
continuéis viviendo de modo digno la vocación que habéis recibido. Que el fervor
misionero, el entusiasmo por una evangelización cada vez más actualizada, el espíritu
apostólico auténtico y el celo por las almas estén siempre presentes en vuestra vida.
Mi afecto, mis oraciones y mi agradecimiento se dirigen también a los sacerdotes
ancianos y enfermos. Vuestra configuración con Cristo doliente y resucitado es el
apostolado más fecundo. ¡Muchas gracias!
4. Queridos diáconos y seminaristas, también a vosotros, que ocupáis un lugar
especial en el corazón del Papa, va un saludo muy fraterno y cordial. La jovialidad, el
entusiasmo, el idealismo, el ánimo para afrontar con audacia los nuevos desafíos,
renuevan la disponibilidad del pueblo de Dios, hacen a los fieles más dinámicos y
ayudan a la comunidad cristiana a crecer, a progresar, a ser más confiada, feliz y
optimista. Os agradezco el testimonio que dais, colaborando con vuestros obispos en
las actividades pastorales de las diócesis. Tened siempre ante los ojos la figura de
Jesús, el buen Pastor, que “no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida como
rescate por muchos” (Mt 20, 28). Sed como los primeros diáconos de la Iglesia:
hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo, de sabiduría y de fe (cf. Hch
6, 3-5). Y vosotros, seminaristas, dad gracias a Dios por la llamada que os dirige.
Recordad que el seminario es la “cuna de vuestra vocación y el gimnasio de la primera
experiencia de comunión” (Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, n.
32). Rezo para que, con la ayuda de Dios, seáis sacerdotes santos, fieles y felices de
servir a la Iglesia.
5. Me dirijo ahora a vosotros, estimados consagrados y consagradas, reunidos aquí,
en el santuario de la Madre, reina y patrona del pueblo brasileño, y también
diseminados por todas las partes del mundo. Vosotros, religiosos y religiosas, sois un
regalo, una dádiva, un don divino que la Iglesia ha recibido de su Señor. Agradezco a
Dios vuestra vida y el testimonio que dais al mundo de un amor fiel a Dios y a los
hermanos. Este amor sin reservas, total, definitivo, incondicional y apasionado se
manifiesta en el silencio, en la contemplación, en la oración y en las múltiples
actividades que realizáis, en vuestras familias religiosas, en favor de la humanidad
y principalmente de los más pobres y abandonados. Todo esto suscita en el corazón
de los jóvenes el deseo de seguir más de cerca y radicalmente a Cristo, el Señor, y
entregar la vida para testimoniar ante los hombres y mujeres de nuestro tiempo que
Dios es Amor y que vale la pena dejarse conquistar y fascinar para dedicarse
exclusivamente a Él (cf. Vita consecrata, 15). La vida religiosa en Brasil siempre ha
sido significativa y ha desempeñado un papel destacado en la obra de la
evangelización, desde los inicios de la colonización. Ayer mismo tuve la gran alegría
de presidir la concelebración eucarística en la que fue canonizado san Antonio de
Santa Ana Galvão, presbítero y religioso franciscano, primer santo nacido en Brasil. A
su lado, otro testimonio admirable de persona consagrada es santa Paulina, fundadora
de las Hermanitas de la Inmaculada Concepción. Podría citar otros muchos ejemplos.
Que todos ellos os sirvan de estímulo para vivir una consagración total. ¡Dios os
bendiga!
6. Hoy, en vísperas de la apertura de la V Conferencia General de los obispos de
América Latina y del Caribe, que tendré el gusto de presidir, siento el deseo de deciros
a todos vosotros cuán importante es el sentido de nuestra pertenencia a la Iglesia, que
hace a los cristianos crecer y madurar como hermanos, hijos de un mismo Dios y
Padre. Queridos hombres y mujeres de América Latina sé que tenéis una gran sed de
Dios. Sé que seguís a aquel Jesús, que dijo: “Nadie va al Padre sino por mí” (Jn 14, 6).
Por eso el Papa quiere deciros a todos: la Iglesia es nuestra casa. Esta es
nuestra casa. En la Iglesia católica tenemos todo lo que es bueno, todo lo que es
motivo de seguridad y de consuelo. Quien acepta a Cristo, “camino, verdad y vida”, en
su totalidad, tiene garantizada la paz y la felicidad, en esta y en la otra vida. Por eso, el
Papa vino aquí para rezar y confesar con todos vosotros: vale la pena ser fieles, vale
la pena perseverar en la propia fe. Pero la coherencia en la fe necesita también una
sólida formación doctrinal y espiritual, contribuyendo así a la construcción de una
sociedad más justa, más humana y cristiana. El Catecismo de la Iglesia católica,
incluso en su versión más reducida, publicada con el título de Compendio, ayudará a
tener nociones claras sobre nuestra fe. Vamos a pedir, ya desde ahora, que la venida
del Espíritu Santo sea para todos como un nuevo Pentecostés, a fin de iluminar con la
luz de lo alto nuestros corazones y nuestra fe.
7. Con gran esperanza me dirijo a vosotros que os encontráis dentro de esta
majestuosa basílica o habéis participado en el santo rosario desde fuera, para invitaros
a ser profundamente misioneros y a llevar la buena nueva del Evangelio a todos los
puntos cardinales de América Latina y del mundo. Pidamos a la Madre de Dios,
Nuestra Señora de la Concepción Aparecida, que cuide la vida de todos los cristianos.
Ella, que es la Estrella de la evangelización, guíe nuestros pasos en el camino al reino
celestial: Madre nuestra, protege la familia brasileña y latinoamericana. Ampara bajo
tu manto protector a los hijos de esta patria querida que nos acoge. Tú que eres la
Abogada ante tu Hijo Jesús, da al pueblo brasileño paz constante y prosperidad
completa. Concede a nuestros hermanos de toda la geografía latinoamericana un
verdadero celo misionero irradiador de fe y de esperanza. Haz que tu llamada desde
Fátima para la conversión de los pecadores se haga realidad y transforme la vida de
nuestra sociedad. Y tú, que desde el santuario de Guadalupe intercedes por el pueblo
del continente de la esperanza, bendice sus tierras y sus hogares. Amén.

ÍNDICE

AUTORIZACIÓN DEL SANTO PADRE.......................................................... 5

DISCURSO INAUGURAL DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI ......................... 7


1. La fe cristiana en América Latina ................................................... 7
2. Continuidad con las otras Conferencias ......................................... 10
3. Discípulos y misioneros .................................................................. 11
4. “Para que en Él tengan vida” ......................................................... 15
La misa dominical, centro de la vida cristiana ................................ 16
Los problemas sociales y políticos ............................................... 16
5. Otros campos prioritarios .............................................................. 19
La familia ....................................................................................... 19
Los sacerdotes ............................................................................... 20
Religiosos, religiosas y consagrados .............................................. 21
Los laicos ....................................................................................... 21
Los jóvenes y la pastoral vocacional ............................................... 22
6. “Quédate con nosotros” ................................................................ 22
Conclusión ......................................................................................... 24

MENSAJE FINAL ............................................................................ 25


1. Jesús Camino, Verdad y Vida ......................................................... 25
2. Llamados al seguimiento de Jesús ................................................. 26
3. El discipulado misionero en la pastoral de la Iglesia ....................... 27
Una Iglesia que se hace discípula ................................................... 27
Una Iglesia formadora de discípulos y discípulas ........................... 27
4. Discipulado misionero al servicio de la vida ................................... 28
En fidelidad al mandato misionero ................................................. 29
Como fermento en la masa ............................................................ 29
Servidores de la mesa compartida ................................................. 29
5. Hacia un continente de la vida, del amor y de la paz ...................... 30

DOCUMENTO CONCLUSIVO ..................................................................... 33


Introducción ........................................................................................ 33

1RA PARTE LA VIDA DE NUESTROS PUEBLOS HOY


1. LOS DISCÍPULOS MISIONEROS .......................................................... 47
1.1 Acción de gracias a Dios ............................................................ 48
1.2 La alegría de ser discípulos y misioneros de Jesucristo .............. 50
1.3 La misión de la Iglesia es evangelizar .......................................... 50
2. MIRADA DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS SOBRE LA REALIDAD ......... 53
2.1 La realidad que nos interpela como discípulos y misioneros ...... 53
2.1.1 Situación Sociocultural ..................................................... 57
2.1.2 Situación económica ........................................................ 63
2.1.3 Dimensión socio-política .................................................. 69
2.1.4 Biodiversidad, ecología, Amazonia y Antártida .................. 72
2.1.5 Presencia de los pueblos indígenas y afroamericanos en la Iglesia.......... 74
2.2 Situación de nuestra Iglesia en esta hora histórica de desafíos ................. 77

2DA PARTE LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS


3. LA ALEGRÍA DE SER DISCÍPULOS MISIONEROS PARA ANUNCIAR EL EVANGELIO DE
JESUCRISTO ......................................................... 87
3.1 La buena nueva de la dignidad humana ..................................... 88
3.2 La buena nueva de la vida .......................................................... 89
3.3 La buena nueva de la familia ...................................................... 91
3.4 La buena nueva de la actividad humana ..................................... 93
3.4.1 El trabajo .......................................................................... 93
3.4.2 La ciencia y la tecnología ................................................. 94
3.5 La buena nueva del destino universal de los bienes y ecología ... 94
3.6 El Continente de la esperanza y del amor ................................... 95
4. LA VOCACIÓN DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS A LA SANTIDAD ........ 97
4.1 Llamados al seguimiento de Jesucristo ...................................... 97
4.2 Configurados con el Maestro ...................................................... 100
4.3 Enviados a anunciar el Evangelio del Reino de vida .................... 101
4.4 Animados por el Espíritu Santo ................................................... 103
313 5. LA COMUNIÓN DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS EN LA IGLESIA .. 107
5.1 Llamados a vivir en comunión .................................................... 107
5.2 Lugares eclesiales para la comunión .......................................... 111
5.2.1 La diócesis, lugar privilegiado de la comunión ................. 111
5.2.2 La Parroquia, comunidad de comunidades ..................... 112
5.2.3 Comunidades Eclesiales de Base y Pequeñas comunidades...... 117
5.2.4 Las Conferencias Episcopales y la comunión entre las Iglesias ................ 118
5.3 Discípulos misioneros con vocaciones específicas ...................... 119
5.3.1 Los obispos, discípulos misioneros de Jesús Sumo Sacerdote.... 120
5.3.2 Los presbíteros, discípulos misioneros de Jesús Buen Pastor......... 122
5.3.3 Los diáconos permanentes, discípulos misioneros de Jesús Servidor ....... 127
5.3.4 Los fieles laicos y laicas, discípulos y misioneros de Jesús, Luz del mundo.128
5.3.5 Los consagrados y consagradas, discípulos misioneros de Jesús Testigo del Padre ........ 131
5.4 Los que han dejado la Iglesia para unirse a otros grupos religiosos..... 133
5.5 Diálogo ecuménico e interreligioso ............................................ 135
5.5.1 Diálogo ecuménico para que el mundo crea ................... 135
5.5.2 Relación con el judaísmo y diálogo interreligioso ............. 138
6. EL ITINERARIO FORMATIVO DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS ............ 141
6.1 Una espiritualidad trinitaria del encuentro con Jesucristo ........... 141
6.1.1 El encuentro con Jesucristo ............................................. 142
6.1.2 Lugares de encuentro con Jesucristo .............................. 143
6.1.3 La piedad popular como espacio de encuentro con Jesucristo ..... 148
6.1.4 María, discípula y misionera.............................................. 152
6.1.5 Los apóstoles y los santos ................................................ 155
6.2 El proceso de formación de los discípulos misioneros ............... 157
6.2.1 Aspectos del proceso ....................................................... 157
6.2.2 Criterios generales ............................................................ 159
6.3 Iniciación a la vida cristiana y catequesis permanente ................ 163
6.3.1 Iniciación a la vida cristiana .............................................. 163
6.3.2 Propuestas para la iniciación cristiana .............................. 164
6.3.3 Catequesis permanente .................................................... 166
6.4 Lugares de formación para los discípulos misioneros ................ 168
6.4.1 La Familia, primera escuela de la fe .................................. 168
6.4.2 Las Parroquias ................................................................. 169
6.4.3 Pequeñas comunidades eclesiales .................................... 170
6.4.4 Los movimientos eclesiales y nuevas comunidades .......... 171
6.4.5 Los Seminarios y Casas de formación religiosa ................ 173
6.4.6 La Educación Católica ...................................................... 178

3RA PARTE LA VIDA DE JESUCRISTO PARA NUESTROS PUEBLOS


7. LA MISIÓN DE LOS DISCÍPULOS AL SERVICIO DE LA VIDA PLENA ......... 189
7.1 Vivir y comunicar la vida nueva en Cristo a nuestros pueblos ..... 189
7.1.1 Jesús al servicio de la vida ................................................ 191
7.1.2 Variadas dimensiones de la vida en Cristo ........................ 191
7.1.3 Al servicio de una vida plena para todos ........................... 193
7.1.4 Una misión para comunicar vida ...................................... 194
7.2 Conversión pastoral y renovación misionera de las comunidades ..... 195
7.3 Nuestro compromiso con la misión ad gentes ........................... 198
8. REINO DE DIOS Y PROMOCIÓN DE LA DIGNIDAD HUMANA .................. 201
8.1 Reino de Dios, justicia social y caridad cristiana ......................... 202
8.2 La dignidad humana .................................................................. 204
8.3 La opción preferencial por los pobres y excluidos ...................... 205
8.4 Una renovada pastoral social para la promoción humana integral... 208
8.5 Globalización de la solidaridad y justicia internacional ................ 211
8.6 Rostros sufrientes que nos duelen .............................................. 213
8.6.1 Personas que viven en la calle en las grandes urbes ......... 213
8.6.2 Migrantes ......................................................................... 213
8.6.3 Enfermos .......................................................................... 215
8.6.4 Adictos dependientes ....................................................... 217
8.6.5 Detenidos en cárceles ...................................................... 218
9. FAMILIA, PERSONAS Y VIDA ............................................ 221
9.1 El matrimonio y la familia ............................................................ 221
9.2 Los niños .................................................................................... 225
9.3 Los adolescentes y jóvenes ....................................................... 226
9.4 El bien de los ancianos ............................................................. 229
9.5 La dignidad y participación de las mujeres ................................ 231
9.6 La responsabilidad del varón y padre de familia ......................... 233
9.7 La cultura de la vida: su proclamación y su defensa ................... 236
9.8 El cuidado del medio ambiente .................................................. 239
10. NUESTROS PUEBLOS Y LA CULTURA .................................... 243
10.1 La cultura y su evangelización .................................................... 243
10.2 La educación como bien público ............................................... 246
10.3 Pastoral de la Comunicación Social ............................................ 247
10.4 Nuevos areópagos y centros de decisión .................................... 250
10.5 Discípulos y misioneros en la vida pública .................................. 253
10.6 La Pastoral Urbana ..................................................................... 255
10.7 Al servicio de la unidad y de la fraternidad de nuestros pueblos.... 261
10.8 La integración de los indígenas y afroamericanos ...................... 264
10.9 Caminos de reconciliación y solidaridad ..................................... 266

CONCLUSIÓN .................................................................................... 271

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