Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Jaime Massardo *
—————————————————————————————————
* Profesor de la Universidad de las Artes y de las Ciencias Sociales, ARCIS.
2
Contenidos
—Generalidades
—Fuentes
Capítulo primero
Consideraciones introductoras
Generalidades
El año 2010 será para Chile, por la fuerza de las cosas, un año de balance. Pensar el
Bicentenario de la República desde un proyecto social capaz de generar las formas de
consenso necesarias para ir avanzando en la construcción de una sociedad más
democrática demanda como requisito esencial apropiarse del conjunto de significados
que tiene para el imaginario colectivo nacional la celebración de dos siglos de vida
independiente. Demanda, en consecuencia, pensar desde hoy un escenario viable que,
en el momento del Bicentenario, sea capaz de dar cuenta, de interpretar y de hacer
suyas, traduciéndolas en proyecto, las tendencias que han venido dándole forma a la
fisonomía del país. Requiere por lo tanto, conceptualmente hablando, de un importante
esfuerzo de historización, el cual debe manifestarse en un primer momento —y en eso
consiste un primer aspecto de esta investigación— como un trabajo de reconstrucción
de las circunstancias que rodearon y que hicieron posible la celebración del Primer
Centenario de la República.
4
Fuentes
En el estado de reflexión actual de la investigación, pensamos que pueden utilizarse seis
tipos de fuentes. En primer lugar, con el objeto de levantar un trazado básico desde el
punto de vista de la información, es preciso revisar la prensa del momento del
Centenario, entre la cual, dadas algunas exploraciones previas, nos parece que, en una
primera etapa, el periódico El Mercurio,1 y la revista Sucesos parecen ser los de mayor
utilidad. Paralelamente, se hace necesario acudir a las Memorias de la época —género
que probablemente por cuestiones de tradición y del carácter de nuestros compatriotas
no parece ser muy abundante—, entre las cuales destacan, por ejemplo, las de Carlos
Morla, quien, trabajando en el Ministerio de Relaciones Exteriores, dispuso de un
observatorio privilegiado para captar el desenvolvimiento del Centenario, labor que
lleva adelante a través de un Diario de vida, el que publica ulteriormente como
Memorias.2 Una tercera fuente está constituida por los textos oficiales, entre los que se
destaca Chile en 1910. Edición del Centenario de la Independencia, encomendado
oficialmente por el Estado al guatemalteco Eduardo Poirier, y como tal, fuente de
información insoslayable.3 A continuación, se hace necesario una lectura de la
historiografía que, aún tangencialmente, da cuenta del Centenario, vale decir, de los
escritos de los historiadores y cronistas que, no habiendo trabajado específicamente el
tema —la laguna historiogáfica es importante—, han logrado un acopio de información
y poseen, en consecuencia, una reflexión que debe ser incorporada. Entre éstos últimos
puede destacarse el trabajo de Mario Góngora, Ensayo histórico sobre la noción de
Estado en Chile en los siglos XIX y XX.4 Desde la óptica del abordaje crítico a las
1
Colección existente en la Biblioteca Nacional, Sala de Periódicos.
2
MORLA LYNCH, Carlos, El año del Centenario, 2 Vol. Santiago de Chile, Editorial Minerva,
1921 y 1922. El autor, empleado en el Ministerio de Relaciones Exteriores tuvo a través de éste un
observatorio privilegiado para captar el desenvolvimiento del Centenario, labor que lleva adelante a
través de un Diario de vida, que publica ulteriormente como Memorias. Para una utilización
ulterior de esta fuente conviene no confundir a Carlos Morla Lynch (1865-1969) con su padre
Carlos Morla Vicuña (1846-1900), que fue también ligado al mundo de la diplomacia, confusión
que encontramos en el trabajo de Ricardo Donoso, Alessandri, agitador y demoledor, Vol I,
México, Fondo de Cultura Económica, 1952, p 146.
3
POIRIER, Eduardo, Chile en 1910. Edición del Centenario de la Independencia, Santiago de
Chile, Imprenta, litografía y encuadernación Barcelona, 1910.
4
GONGORA, Mario, Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX,
Santiago de Chile, Ediciones La Ciudad, 1991. Las referencias pueden, por supuesto, multiplicarse.
6
circunstancias del Centenario, surge también un valioso conjunto de fuentes, entre ellas,
el conjunto de cartas que, con el seudónimo de J. Valdés Cange, Alejandro Venegas
envía al presidente de la República, Ramón Barros Luco, y que se publican bajo el título
de Sinceridad. Chile íntimo en 1910.5 Por último, surgen también diversas expresiones
artísticas, entre ellas, particularmente, la literatura, la que, formando al mismo tiempo
parte de los elementos sobre los cuales la investigación debe dar cuenta como
manifestaciones del imaginario de la época, ofrece también una gran riqueza como
fuente reveladora del imaginario subyacente a la trama que nos ocupa.6
Del punto de vista de la exposición, a continuación de estas Consideraciones
introductoras, dividiremos el texto en otros cuatro capítulos.
Fisonomía del Centenario, nos remite a la presentación puramente descriptiva de
los «hechos», dijéramos, de los aspectos propiamente coyunturales del desarrollo del
evento. Centenario y nación, nos permite entrar, esta vez de una forma analítica, en los
dos temas que la investigación elabora en prioridad en relación con el Centenario, a
saber, la constitución de la nación y la conformación de la sociedad civil. Formalmente,
la reflexión se desglosa aquí en dos cuerpos intitulados, a) Hacia el Centenario, b)
Centenario y sociedad civil.
El cuarto capítulo, El Bicentenario de la República: un escenario posible,
construye una proyección del Bicentenario, esbozando sus tendencias más probables y
los desafíos que éstas implican, a partir de cuatro apartados, a saber, a) La construcción
de un espacio cultural trasnacional, b) La desintegración del tejido social estructurado
sobre bases nacionales, c) Un ejemplo : la industria de la imagen en América latina, y
d) Elementos para una política de celebración del Bicentenario : «Somos nosotros
mismos porque estamos abiertos al mundo»
Finalmente, presentamos las Fuentes y referencias bibliográficas de esta
investigación.
5
Cf., Dr VALDES CANGE, J. Sinceridad. Chile íntimo en 1910, Santiago de Chile, Ediciones
CESOC, 1998.
6
Cf., por ejemplo, ORREGO LUCO, Luis, Casa grande, Santiago, 1908.
7
Capítulo II
7
La población del país, comparativamente exigua, alcanzaba, de acuerdo con las cifras del Censo
de 1907, los 3.249.279 habitantes. Cf., República de Chile, Censo Oficil de 1907.
8
Cf., «Entre las nieves», in El Mercurio, Santiago de Chile, 9 de agosto de 1910.
9
MORLA, Carlos, El año del Centenario, ed. cit., p. 191.
8
14
«La estrella del Centenario Chileno», in El Mercurio, Santiago de Chile, 5 de agosto de 1910
(subrayado nuestro).
15
MORLA LYNCH, Carlos, El año del Centenario, ed. cit., p. 191.
10
16
Cf., «Las fiestas de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 13 de septiembre de 1910.
17
«Las fiestas de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 14 de septiembre de 1910.
18
Cf., El Mercurio de Valparaíso, 15 de septiembre de 1910.
19
Cf., «Las fiestas de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 16 de septiembre de 1910.
11
20
Cf., «Las fiestas de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 17 de septiembre de 1910.
21
Cf., «Fiestas de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 18 de septiembre de 1910.
12
23
Cf., «Festividades de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 20 de septiembre de 1910.
24
Cf., «Fiestas de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 21 de septiembre de 1910.
25
Cf., «Las fiestas de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 22 de septiembre de 1910.
26
Cf., «Las fiestas de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 23 de septiembre de 1910.
27
Cf., «Festividades de Centenario en provincia», in Sucesos, Santiago de Chile, septiembre de
1910.
14
Capítulo III
Centenario y nación
15
y los jesuitas expulsos en Italia, una carta llena de nostalgia por Chile escrita
por Lacunza a su abuela en 1778, etc. Es un bien común de toda la
historiografía americanista cuán celoso era el sentimiento criollo frente a los
burócratas, comerciantes, religiosos, recién llegados de España. Pero no
creo que se pueda llamar sentimiento nacional a ese regionalismo natural,
aliado por lo demás a la fidelidad a la monarquía española. La imprevisible
crisis dinástica de 1808, la invasión napoleónica y la formación de juntas en
la península, repercutieron en Chile de la manera que se sabe y luego la
ofensiva del Virreinato del Perú, a partir de 1813, dieron como resultado la
formación de un Estado ya definitivamente independizado en 1818, lo que
no se habría tal vez jamás entrevisto veinte años antes. A partir de las
guerras de la Independencia, y luego de las sucesivas guerras victoriosas del
siglo XIX se ha ido constituyendo un sentimiento y una conciencia
propiamente «nacionales», la «chilenidad». Evidentemente que, junto a los
acontecimientos bélicos, la nacionalidad se ha ido formando por otros
medios puestos por el Estado: los símbolos patrióticos (banderas, canción
nacional, fiestas nacionales, etc.), la unidad administrativa, la educación de
la juventud todas las instituciones. Pero son las guerras defensivas u
ofensivas las que, a mi juicio, han constituido el motor principal. Chile ha
sido pues primero, un Estado que sucede, por unos acontecimientos
azarosos, a la unidad administrativa española, la Gobernación, y ha
provocado, a lo largo del siglo XIX el salto cualitativo del regionalismo a la
conciencia nacional».28
Análisis que nosotros no podemos menos que compartir, con la sola diferencia —y que
por cierto no es menor— de que Góngora olvida historizar la propia categoría de
«nación» con la cual trabaja. Esta categoría de «nación» no es ni neutra, ni abstracta, ni
universal, ni constituye el punto de llegada necesario —como parece desprenderse del
análisis de Góngora—, sino que reposa en la representación que de esta «nación» se
hace el sector más avanzado de la élite en el poder. Dicha representación, como
mostraremos en esta ocasión, es función de dos elementos esenciales: por una parte, de
una determinada representación de la «civilización», de la «modernización», del
«progreso», hegemónica en la cultura y en la visión del mundo de entre los siglos XIX y
XX y, por otra, de la búsqueda de la construcción de la sociedad civil,29 vale decir, de la
necesidad de este mismo sector más avanzado de la clase en el poder de mantener la
cohesión social de una estructura política que no se apoya más, como en la época
28
GONGORA, Mario, Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX,
Santiago de Chile, Ediciones La Ciudad, 1991, pp. 11-12.
29
La noción de sociedad civil, en el marco de esta investigación asume el sentido gramsciano de
«hegemonía política y cultural de un grupo social sobre el conjunto de la sociedad» («egemonia
politica e culturale di un gruppo sociale sull'intera società», GRAMSCI, Antonio, Quaderni del
carcere, Seconda Edizione critica dell’Istituto Gramsci a cura di Valentino Gerratana, Torino.
Einaudi, 1977 p. 703), comprendida como una instancia sobreestructural y de ninguna manera el
uso corriente y por lo demás bastante ambiguo que ha impuesto la moda en el que confunde
«sociedad civil», con «sociedad» tout court.
17
colonial, en un orden de origen divino sino que debe comenzar a hacer frente a la
conformación de la voluntad popular propia de un sistema formalmente republicano, de
hacer frente entonces una creciente laicización de la cultura y a una naciente
conflictividad social que comienza a aparecer claramente como un problema político
para la élite desde fines de la llamada Guerra del Pacífico, conflictividad que ésta
misma élite busca, entonces, resolver a través del refuerzo de la sociedad civil, donde se
llevará a cabo —insistamos— la verdadera disputa por la hegemonía. La naturaleza y
los límites de la llamada «cuestión social» que aparecen con fuerza durante el
Centenario, constituyen, en sí —como veremos más adelante—, una muestra de la
capacidad de esta misma sociedad civil para mantener la hegemonía del grupo en el
poder y absorber el conflicto.
Hacia el Centenario
Una mirada sucinta al panorama de la región durante el período es fuertemente
ilustrativa para el propósito que adelantamos. Desde 1850, como consecuencia del
descubrimiento de oro en California y del ciclo expansivo que lo acompaña, venía
observándose un proceso de reactivación de la actividad económica de esta parte de
América que, por la misma época, comenzaba a hacerse llamar «latina». 30 En torno a la
extracción aurífera va a constituirse un mercado de productos agrícolas y un polo de
atracción para la mano de obra, la cual, seducida por «la quimera del oro» emigra hacia
California provocando de paso una cierta mejora en los salarios tanto en las ciudades
como en el campo. Esta recuperación de la actividad económica se ve favorecida por las
nuevas tecnologías desarrolladas en los medios de transporte. Vapores con quilla de
acero ponen en contacto en un mes Buenos Aires con Portsmouth, acelerando la
comunicación y el tráfico de mercaderías con Europa, mientras los primeros
ferrocarriles comienzan a instalarse en la región estableciendo vínculos entre los puertos
y los centros productivos. En 1878, Argentina cuenta 2.200 kilómetros de líneas férreas,
México 640, Chile 1.500... Un sistema bancario —London and Brazilian Bank, y
London and River Plate Bank, en 1862, London Bank of Mexico and South America, en
1864—, comienza igualmente a implantarse en la región. Las inversiones inglesas, las
más importantes del período, pasan de 80,9 millones de libras esterlinas, en 1865, a
246,6 millones en 1885 y a 552,5 millones en 1895. Durante un largo período, este flujo
30
Cf., OSSANDON, Carlos, «La política latinoamericana de Francisco Bilbao», in El pensamiento
en Chile 1830-1910, Santiago de Chile, Nuestra América Ediciones, 1987, pp. 45-55.
18
31
Cf., KAPLAN, Marcos, La formación del Estado nacional en América Latina, Buenos Aires,
Amorrortu, 1976.
32
Cf., HALPERIN DONGUI, Tulio, Historia contempoánea de América Latina, Décimacuarta
edición, Madrid, Alianza editorial, Serie Historia, 1998.
33
Cf., SANCHEZ-ALBORNOZ, Nicolás, «La población de América Latina, 1850-1930», in
Historia de América Latina, (Traducción castellana de The Cambridge History of Latin America,
Cambridge University Press, 1994), Crítica, Grijalbo Mondadori, Barcelona, Vol. VII, pp. 106-132.
19
millones en 1906. Las ganancias de ese comercio son destinadas en gran parte a reforzar
el poder de los grupos oligárquicos criollos, otorgándole solidez así el andamiaje
cultural que forma parte de la reproducción del sistema. 34 Este crecimiento de las
exportaciones de las industrias que se han vuelto más dinámicas se articula con una
fuerte disminución de las exportaciones de metales preciosos. 35 Estos serán
reemplazados por otros productos que conforman un proceso de especialización
productiva que, si lo examinamos a posteriori, puede colocarse al origen, de la
monoproducción que ha venido caracterizando hasta fechas recientes a la mayoría de las
economías latinoamericanas.36
La reactivación económica del continente se presenta así estrechamente ligada a
los procesos de acumulación de capital provocados desde fines del siglo XIX por la
revolución industrial. Esto es particularmente visible en dos aspectos. De una parte, la
monetarización progresiva de las economías de la región permite la expansión y la
consolidación de los mercados para las manufacturas que provienen de los polos donde
tiene efecto la revolución industrial. De otra, la modernización de las formas de
producción que promueve este mismo sector industrial demanda cada vez mayor
cantidad de materias primas para las cuales los procesos de producción que se
desarrollan en América latina son demasiado lentos y atrasados para satisfacer su
demanda. La llegada de capitales a la región busca modernizar los procesos de
extracción y de producción, reduciendo sus costos en provecho de la acumulación en las
zonas ya industrializadas del sistema considerado en su conjunto. 37 Las inversiones
tecnológicas y financieras comportan en consecuencia un control cada vez más
importante de la infraestructura puesta en marcha por las empresas inglesas y luego
norteamericanas. Ferrocarriles, frigoríficos, silos, refinerías de azúcar, formarán parte de
circuitos cerrados sin capacidad de irradiar su actividad sobre el conjunto de la
34
«La alta propensión al consumo de los objetos de lujo —escribe René Zavaleta— siempre tuvo
un caracter funcional en las sociedades aristocráticas, por cuanto facilitaba a las clases dominantes
la fachada necesaria para el control de las clases medias y humildes». ZAVALETA, René, Lo
nacional-popular en Bolivia, México, Siglo veintiuno, 1986, p. 114.
35
Cf., HALPERIN DONGUI, Tulio, Historia contempoánea de América Latina, ed. cit.
36
No debe perderse de vista aquí que la modernización conservadora va a prolongarse de una
manera vigorosa en América latina durante los primeros años del siglo XIX. En Argentina, la
exportación de cereales pasa de un millón de toneladas entre 1890 y 1895 a 5,2 millones entre 1910
y 1914, mientras las de la carne pasan de 27.000 a 376.000 toneladas. En Perú las exportaciones
pasan de 29,1 libras peruanas entre 1905 y 1909 a 41,7 entre 1910 y 1914, registrándose un
aumento de la actividad industrial en la alimentación, en el cuero y calzado y en la textil. Lo mismo
ocurre en Colombia con la cerveza, la cristalería y la industria textil.
37
Cf., CARMAGNANI, Marcello, Estado y sociedad en América Latina, Barcelona, Crítica, 1984.
20
38
Cf., MASSARDO, Jaime y SUAREZ, Alberto, Civilisation latino-américaine. Notes de cours,
ed. cit. En este trabajo hacemos mención al conocido texto de Giuseppe Tomasi di Lampedusa,
quien dice por la boca de Tancredi, un joven aristócrata que adhiere a la revolución liberal, para
influir sobre ella evitando todo cambio significativo del sistema imperante : « Se vogliamo che
tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi ». (LAMPEDUSA, Giuseppe Tomasi di, Il
Gattopardo, 61° edizione, Milano, Feltrinelli, 1993, p. 41). A nuestro juicio, en momentos
esenciales de la historia de América Latina los grupos dominantes han logardo conservar el poder a
través de una política de revolución preventiva, de rebelión conservadora y es a esto lo que, en el
texto citado, hemos llamado «la paradoja del Gattopardo».
39
GLADE, Williams, «América latina y la economía internacional, 1870-1914», in Historia de
América Latina, (Traducción castellana de The Cambridge History of Latin America, Cambridge
University Press, 1991), ed. cit., Vol. VII, p. 23.
40
Cf., BAUER, Arnold, «La hispanoamérica rural», in Historia de América Latina, (Traducción
castellana de The Cambridge History of Latin America, Cambridge University Press, 1991), ed. cit.,
Vol. VII, pp. 133-162.
41
Ibídem
42
HALPERIN DONGUI, Tulio, Historia contemporánea de América Latina, Sexta edición,
Madrid, Alianza editorial, 1977, p. 317.
21
43
Cf., GUERRA, François-Xavier, Le Mexique, de l’ancien régime à la révolution, 2 Vol., Paris,
L’Harmattan, 1985.
44
Cf., LARA, Jorge, «Paraguay : luchas sociales y nacimiento del movimiento campesino», in
Historia política de los campesinos latinoamericanos, México, Siglo veintiuno, 1985, Vol III, pp.
208-253.
45
Cf., CUEVA, Agustín, El desarrollo del capitalismo en América Latina, México, Siglo veintiuno,
1977.
46
Para un examen más detallado de la expropiación de tierras mapuches, cf., Ley nº 380, del 14 de
septiembre de 1896; ley nº 994, del 13 de enero de 1898; En la Biblioteca del Congreso Nacional,
Comisión parlamentaria de Colonización, Congreso Nacional, Santiago de Chile, Sociedad
Imprenta y Litografía Universo, 1912. La historiografía nacional ofrece varios estudios, cf.,
BENGOA, José, Historia social de la agricultura, II Vol. Santiago de Chile, Sur, 1998;
FERRANDO, Ricardo, Y así nació la frontera, Santiago de Chile, Editorial Antártica, 1986.
47
BENJAMIN, Walter, «Thèses sur la philesophie de l’histoire», in Essais 1935-1940, Traduites de
l’allemand par Maurice de Gandillac, Paris, Denoël/Gonthier, 1983, Vol II, p. 200.
22
Las «colonias extranjeras que bien pronto llevaron a esas regiones el fundante soplo de
la civilización» cumplieron entonces, de acuerdo con la representación del mundo
hegemónica, de la «civilización», de la «modernización», del «progreso», la noble
misión de desalojar «último reducto de la barbarie indígena», noble misión que para
evitar toda duda y mostrar con nitidez la ideología dominante, el 18 de septiembre de
1910, vale decir, el día mismo del Centenario, es ensalzada por El Mercurio.
«Se cumplen hoy cien años desde el día en que los ciudadanos de Chile
iniciaron el movimiento de emancipación de la metrópoli (...) El camino
recorrido en períodos bien marcados que son como la sucesión de edades
del hombre repetidas en la formación de este país
Vivimos una infancia azarosa y vacilante en que debíamos luchar contra
los enemigos que se oponían a nuestra marcha. Pasamos por una turbulenta
51
POIRIER, Eduardo, Chile en 1910. Edición del Centenario de la Independencia, ed. cit., p 256.
52
Editorial de El Mercurio, Santiago de Chile, 18 de septiembre de 1910 (subrayado nuestro)
24
Debe retenerse aquí además que, esta misma «agregación de nuevos elementos étnicos
a nuestra raza», mas allá de las implicaciones éticas que representa la expoliación de
los legítimos propietarios de las tierras usurpadas, permite la liberación de una cantidad
importante de fuerza de trabajo que va a constituir un mercado específico y a estimular
en consecuencia el naciente desarrollo de nuevas formas de producción ligadas a la
expansión del capital. La expropiación de tierras mapuches expresa entonces una doble
funcionalidad. De una parte, desalojar «último reducto de la barbarie indígena», como
señala el documento que el guatemalteco Poirier redacta para el Centenario, de otra,
avanzar en la modernización de la sociedad, incorporándola a las nuevas condiciones
del mercado mundial, proletarizando una estructura social que, hasta avanzado el siglo
XIX seguía, en gran parte, manteniéndose como una sociedad de castas.
de 1860, como producto del ciclo expansivo del capital que conllevaba un importante
incremento en la agricultura, comenzará a generalizarse la exportación del salitre como
fertilizante, independizando a éste de las coyunturas bélicas. En el momento del
Centenario más del 70 por 100 del salitre exportado estaba destinado a la agricultura.
Este nuevo uso y la multiplicación de la demanda implican una expansión masiva de la
industria salitrera, expansión no podría ser viable sin medios de transporte eficientes.
«Durante el período del auge salitrero hubo más de 150 oficinas, cada una de las cuales
tuvo su sistema interno de transporte, el que, a partir de 1890, normalmente fue
ferroviario».56
La historia de la construcción de los ferrocarriles se vincula entonces
íntimamente a los destinos de la industria salitrera y en esa misma medida es reveladora
de los contenidos de la «modernidad», de su significado real en cuanto a la generación
de una economía de «enclaves», al incremento de las condiciones de dependencia
económica, y en términos más globales, de la orientación de la sociedad. Cuando
Tarapacá era peruana, los ferrocarriles fueron pertenecían a la empresa Ramón Montero
y Hermanos, que desde 1873, se transforma en la Compañía Nacional de los
Ferrocarriles salitreros del Perú. Después de la Guerra del Pacífico, el aventurero
británico John Thomas North adquiere a los Montero la mayoría de las acciones a bajo
precio formando la Nitrate Railways Company Limited que dominará el conjunto del
transporte del salitre. En Antofagasta predomina otra empresa británica, la Antofagasta
Chile and Bolivia Railways Company y más al sur la Taltal Railways Company
Limited, formada en Londres en 1881. Dichas compañías pueden cobrar precios
monopólicos por sus fletes, sabiendo que las oficinas salitreras están obligadas a ocupar
sus servicios.
«El transporte del salitre, aún más que la explotación del producto mismo
—nos dicen Ian Thompson y Angerstein Dietrich en su Historia del
ferrocarril en Chile—, quedó bajo el control de empresas británicas cuyos
ferrocarriles en las tres macrozonas mineras, constituyó la única manera
práctica de hacer llegar de hacer llegar el producto de casi todas las oficinas
a los puertos. Su rentabilidad era impresionante, pudiendo adquirir equipos
modernos y, en particular, locomotoras de última tecnología, que se
necesitaban para arrastrar los insumos de la industria salitrera por las fuertes
pendientes hacia la pampa».57
56
THOMSON, Ian y DIETRICH, Angerstein, Historia del ferrocarril en Chile, Santiago de Chile,
Ediciones de la Dirección de Bibliotecas Archivos y Museos, 2000, p. 50.
57
THOMSON, Ian y DIETRICH, Angerstein, Historia del ferrocarril en Chile, ed. cit., p. 49.
26
Puede observarse así como la ausencia de una política nacional en relación con el salitre
se reproduce en relación con los medios de transporte. La nación, como proyecto
ideológico unificador, no tiene, paradójicamente, políticas de real contenido nacional.
La notable excepción se produce entre 1886 y 1891, durante el gobierno de José
Manuel Balmaceda,58 bajo cuyo mandato, en el año de 1887, se fundo el Ministerio de
Obras Públicas, el que, con un plan perfectamente definido, llegó a absorber, en 1990,
más de un tercio del presupuesto del país. 59 Bajo su dirección se inauguran nuevas
escuelas, nuevos edificios de gobierno, se inaugura el Viaducto del Malleco, la
canalización del río Mapocho y el dique seco de Talcahuano, el puente largo sobre el
Bío-Bío, se construyen más de 1000 kilómetros de vías férreas, entre ellas la primera
sección del ferrocarril Transandino, al mismo tiempo que se efectúan las adquisiciones
por parte del Estado de las redes ferroviarias de Chañaral, en 1888 y de Elqui, en 1990,
las primeras de las que éste se hace cargo en la historia de Chile. La lectura del discurso
de Balmaceda —que escapa a las consideraciones de este trabajo— muestra con
claridad la dimensión de su proyecto modernizador.60
Fuera de este interregno balmacedista, la adquisición de las redes ferroviarias por parte
del Estado es relativamente tardía en función del período que nos interesa. De hecho en
1880 un 46,5 por 100 de los ferrocarriles están en manos privadas. Aún habiéndose
estatizado ulteriormente las líneas de Chañaral, en 1888, Elqui, en 1990, Coquimbo, en
1895, Tongoy, en 1901 y Copiapó, justamente en 1910, para el año del Centenario el
porcentaje de los ferrocarriles controlados por manos privadas sube, llegando al 52,4
por 100 del total.62 Es revelador, al respecto, que, durante la misma coyuntura del
58
Cf., Discursos de José Manuel Balmaceda. Iconografía recopilación de Rafael Sagredo y
Eduardo Devés, 3 Vol., Santiago de Chile, 1991, 1992
59
Cf., COLLIER, Simon y SATER, William, Historia de Chile, Madrid, Cambridge University
Press, 1999.
60
Programa del candidato presidencial de la Convención liberal de 1886, Discursos de José
Manuel Balmaceda, ed. cit., Vol III, pp. 139-143.
61
GONGORA, Mario, Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX,
ed. cit., p. 25. Góngora se apoya en el trabajo de Harold Blakemore, British Nitrates and Chilean
Politics, publicado por la University of London, en 1971.
62
Cf., THOMSON, Ian y DIETRICH, Angerstein, Historia del ferrocarril en Chile, ed. cit.
27
Si se comparan con la extensión de otras redes ferroviarias, los 5.431 kilómetros de vías
férreas existentes en Chile no dejan de tener, con todo, una cierta significación, situando
nuestro país en el cuarto lugar de América latina, después de Argentina, México y
Brasil. Con la inauguración del Ferrocarril Transandino, que unía Chile con Argentina
(Mendoza y Buenos Aires), inaugurado el 27 de noviembre de 1909, y puesto en
circulación el 5 de abril de 1910, pueden constatarse las siguientes cifras:
63
Editorial de El Mercurio, Santiago de Chile, 1º de septiembre de 1910.
64
Fuente: POIRIER, Eduardo, Chile en 1910. Edición del Centenario de la Independencia, ed. cit.,
p. 406.
28
Manigat—,67 había establecido una frontera literaria, redacta su Canto épico a las
glorias de Chile. Darío será seguido pronto por José Enrique Rodó, del cual su Ariel,
—para Giuseppe Bellini «el texto más significativo del espiritualismo
latinoamericano»—,68 publicado en 1900, generará una corriente literaria que busca el
«arielismo», lo «vernacular» del continente. Rodó —no es en absoluto casual— será el
orador central de nuestras festividades del Centenario y en su discurso realizado ante el
Congreso Pleno el 17 de septiembre de 1910 hará referencia —lo que no es tampoco en
absoluto casual— a la obra de Augusto Comte.
«Al hablar, diríase que había rajado en dos la roca austera que acumulaba en
sus seno tesoros infinitos, el destello de piedras preciosas el centelleo
deslumbrante del oro, las armonías de una acústica innarrable, los rayos de
sol provenientes de una inmensa e invisible portada abierta sobre el cielo».
67
MANIGAT, Leslie, L’Amérique latine au XXe siècle, 1889-1929, Paris, Editions du Seuil, 1991,
p. 66.
68
BELLINI, Giuseppe, Nueva historia de la literatura hispanoamericana, Madrid, Castalia, p. 655.
69
RODO, José Enrique, El centenario de Chile, Montevideo, Impresora uruguaya «Colombino»,
1975, n/p.
30
70
POIRIER, Eduardo, Chile en 1910. Edición del Centenario de la Independencia, ed. cit., p. 270.
31
iba a morir en julio de 1910, vale decir, dos meses antes de las festividades del
Centenario—, aunque conservando el coro de Vera y Pintado que se mantiene hasta
hoy.71
Otros símbolos, ya suficientemente anclados en el imaginario colectivo nacional
van a jugar un papel como refuerzo de la representación de República. Así, el Escudo
Nacional, luego de modificar el creado en septiembre de 1812, por José Miguel Carrera
y el de septiembre de 1819, diseñado bajo el gobierno de Bernardo O’Higgins, adoptó
su forma definitiva en junio de 1834. De entre estos símbolos, la Bandera Nacional cuya
confección O’Higgins encomienda en 1819 al español Antonio Arcos, —padre de
Santiago Arcos—, y que reemplaza la diseñada, en junio de 1813, por la Junta de
Gobierno formada por José Miguel Infante, Agustín de Eyzaguirre y Francisco Antonio
Pérez,72 la que a su vez, había reemplazado «la bandera española que aún se usaba en
los regimientos»,73 se yergue como el símbolo de mayor legitimación. Finalmente, en
junio de 1817, la moneda comienza a acuñarse, otorgándole autonomía a la actividad
económica del país, y reforzándola simbólicamente.
El examen más menudo de estas mismas festividades del Centenario muestra
también la existencia de una producción ad hoc a la manera de materiales destinados al
recuerdo anecdótico. Puede verse entre ésta el trabajo de Arturo Olid, Efemérides y
recopilación de reminiscencias históricas de nuestro primer Centenario,74 o la serie de
poemas, como Centenario, de J. Alvear,75 además de alguna producción iconográfica,
como el Album de bellezas del Centenario chileno.76
Un estudio más detallado debería dar cuenta de la medida en que el Centenario
refuerza las tendencias «criollistas», que en música tuvieron un exponente de prestigio
en Pedro Humberto Allende —cuyo concierto para chelo fue aplaudido por Débussy—,
y que en pintura encuentran magníficos exponentes en Pedro Lira, en Juan Francisco
González, y, luego, en la llamada «generación de 1913», y que en literatura encuentran
plumas como la de Mariano Latorre y Baldomero Lillo.77 La investigación ulterior debe
71
El coro se refiere a la estrofa «Dulce Patria, recibe los votos con que Chile tus aras juró Que la
tumba será de los libres o el asilo contra la opresión, etc». Cf., SALAS, Eugenio, Centenario de la
Canción Nacional, Santiago de Chile, Imprenta Universitaria, 1948.
72
Cf., SANHUEZA, Gabriel, Santiago Arcos, comunista, millonario y calavera, Santiago de Chile,
Editorial del Pacífico, 1954.
73
EYZAGUIRRE, Jaime, Historia de Chile, Segunda edición, Santiago de Chile, Editora Zigzag,
1973, p. 367.
74
Cf., OLID, Arturo, Efemérides y recopilación de reminiscencias históricas de nuestro primer
Centenario, Santiago de Chile, Imprenta y librería Centenario, 1910.
75
Cf., ALVEAR, Jorge, Centenario, Santiago de Chile, Imprenta San Buenaventura, 1910.
76
Cf., Album de bellezas del Centenario chileno, Santiago de Chile Imprenta Chile, 1910 n/p.
77
COLLIER, Simon y SATER, William, Historia de Chile 1808-1994, ed. cit.
32
78
Enrico Ferri viaja a América latina en 1908. Autor de Socialismo e scenza positiva. Darwin,
Spencer, Marx, publicado en 1894, « confuso intrecciarsi di influenze culturali (darwinismo,
spencerismo, marxismo) di cui si sostanziava l’ideologia socialista nel periodo della II
Internazionale... espressione di una fiducia tanto cieca quanto superficiale nella efficienza delle
leggi evolutive naturali per la transformazione dei rapporti sociali... Ferri presentò nel gennaio
1908 le propie dimissioni dalla redazione dell’Avanti!, alla direzione del partito socialista,
sostenendo che un suo viaggio di conferenze nel l’America latina lo avrebbe impegnato per un
anno intero » (ANDREUCCI, Franco e DETTI, Tommaso, Il movimento operaio italiano.
Dizionario biografico 1853-1943, Roma, Editore Riuniti, 1976, Vol. II, p. 349). El principal centro
de desplazamiento de Ferri en la región, durante ese año, parece haber sido Buenos Aires, donde
sostiene una polémica con Juan Bautista Justo (Cf., Revista Socialista Internacional, Vol. I, n° 1,
Buenos Aires, 1908). Ferri se encuentra en Santiago de Chile entre fines de septiembre y principos
de octubre de 1910, donde es recibido, entre otros, por Malaquías Concha, dirigente del Partido
Democrático, y por los políticos liberales, Valentín Letelier y Arturo Alessandri. Este último será,
diez años más tarde, elegido Presidente de la República (Cf., « Enrico Ferri », in El Mercurio,
Santiago de Chile, 27 de septiembre de 1910).
79
Cf., VILLALOBOS, Sergio, SILVA, Osvaldo, SILVA, Fernando, ESTELLE, Patricio, Historia de
Chile, Tomo IV, Santiago, Editorial Universitaria, 1982.
33
son leídas por Gramsci a partir del grado de desarrollo y de las diferentes relaciones que en ellas se
establecen entre Estado (Stato) y sociedad civil (società civile), distinción que, a su turno, le
plantea el problema de una modificación sensible en la estrategia de los trabajadores, la que debía
pasar de una guerra de movimiento («guerra di movimento») —«aplicada victoriosamente en
Oriente en el 17»—, a una guerra de posiciones («guerra di posizione») —«que era la única posible
en Occidente»—. En este eje temático interpretativo se sitúa en Gramsci, desde la intuición de la
época del Ordine Nuovo hasta la elaboración de los Quaderni, un aspecto esencial de su análisis
sobre la derrota y en él se expresa un componente de su originalidad. El paso de la «guerra de
movimiento» a la «guerra de posiciones» —metáfora tomada la de los escritos del general
Krassnoff—, le parece a Gramsci, de acuerdo a una nota del Quaderno 6 (VIII), «la cuestión de
teoría política más importante del período de posguerra y la más difícil de resolver acertadamente».
Resolución que, en cualquier caso, de encontrarse a partir del conjunto de relaciones entre Oriente
y Occidente, Estado y sociedad civil y, «guerra de movimiento» y «guerra de posiciones».
81
«La proliferación del debate público y de discusión cultural y política —dice Ana María Stuven,
en un trabajo que presenta el mayor interés para el tema que nos ocupa—, aflora estrepitosamente a
partir de la década de 1840». STUVEN, Ana María, La seducción de un orden. Las elites y la
construcción de chile en las polémicas culturales y políticas del siglo XIX, Santiago de Chile,
Ediciones de la Universidad Católica de Chile, 2000, p. 17.
82
DONOSO, Ricardo, Desarrollo político y social de Chile desde la Constitución de 1833, ed. cit.,
p. 24.
35
de febrero de 1842 por un grupo de intelectuales de origen argentino, entre los cuales
destaca Vicente Fidel López (1815-1903). El museo de ambas Américas, dirigida por
Juan García del Río, aparece dos meses después. Tres periódicos de inspiración liberal
vienen a reafirmar esta apertura. La Gaceta del Comercio, de Valparaíso que, dirigida
por Juan Nepomuceno Espejo, que se funda en 1842, El Siglo, fundado en Santiago, por
Lastarria, en 1844, y El Diario de Santiago, creado por el coronel pipiolo Pedro Godoy,
en 1845.83 En 1849 nace la Escuela de Bellas Artes, organizada por el pintor italiano
Alessandro Cicarelli, la Escuela de Arquitectura, creada por François Brunet de Baines,
la Escuela de Artes y Oficios, dirigida por Jules Jarriez. En 1850, se crea el
Conservatorio Nacional de Música.
Diversos intelectuales influenciados por una tradición republicana liberal de
origen europeo o norteamericano se forman al calor de esas circunstancias. Antonio
García Reyes (1817-55), Jacinto Chacón (1820-95), Francisco Bilbao (1823-65),
Manuel Bilbao (1828-95), Eusebio Lillo (1826-1910), Manuel Antonio Matta (1826-
92), Guillermo Matta (1829-99), Benjamín Vicuña Mackenna (1831-86), Joaquín Blest
Gana (1832-80), Miguel Luis Amunátegui (1828-88), Gregorio Victor Amunátegui
(1830-98), Diego Barros Arana (1830-1907), entre otros contribuyen a darle cuerpo a
los círculos culturales.
Recordemos también que la presencia en Chile de numerosos exiliados que
ejercieron una actividad periodística o literaria, como los argentinos Juan Bautista
Alberdi (1810-84), Bartolomé Mitre (1821-1906), el venezolano Simón Rodríguez, el
peruano Felipe Pardo y Aliaga, y los ya nombrados López, Bello y Sarmiento, unida a
la de estudiosos—algunos de ellos contratados oficialmente por el Estado—, como el
polaco Ignacio Domeyko, o como Claude Gay, que publica su Historia Física y Política
de Chile, y artistas, como el bávaro Jean Maurice Rugendas, o los franceses Raymond-
Auguste Quinzac, o Raymond Monvoisin, personalidades a las que se suman Lorenzo
Sazie, Guillermo Blest, Antonio Gorbea, José de la Mora, Louis Sada, Jules Jariez,
Adolphe Desjardins, contribuye a promover un clima cultural que estimula la gestación
de una sensibilidad que facilitará la conformación de la sociedad civil.
Los circuitos culturales se refuerzan con la instalación en Valparaíso, de los
impresores españoles Santos Tornero, en 1840, y Manuel Rivadeneira, en 1841. Tornero
funda, además, también en 1840, la primera librería del país, la Librería Española de
83
Cf., GREZ, Sergio, De la «regeneración del pueblo» a la huelga general, Santiago, Ediciones de
la Biblioteca Nacional de Chile, 1997.
36
84
Cf., SUBERCASEAUX, Bernardo, Historia del libro en Chile, segunda edición, Santiago de
Chile, Lom, 2000.
85
Cf. GODOY, La cultura chilena, Ensayo de síntesis y de interpretación sociológica, Prólogo de
Ricardo Krebs, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1982
86
«La combinación en cuyo elemento hegemónico ético-político se presenta en la vida estatal y
nacional es el «nacionalismo» y el «patriotismo» —escribe Gramsci en los Quaderni del carcere—,
que es la «religión popular», es decir, el nexo por el cual se verifica la unidad entre dirigentes y
dirigidos». GRAMSCI, Antonio, Quaderni del carcere, ed. cit., p. 1084.
87
«Au terme du processus de l'Indépendance —escribe François-Xavier Guerra—, le passage au
nouveau système de références est général en Amérique. De ce point de vue, l'Indépendance a
mené jusqu'au bout la révolution hispanique. La souveraineté du peuple était devenue une seul
référence pouvant légitimer l'Indépendance, puisque la voie de légitimité monarchique, historique
par nature, restait définitivement fermée de par la séparation avec l'Espagne. Lorsque l'Europe, à
l'époque de la Restauration, revient vers des régimes monarchiques plus ou moins absolus, les pays
de l'Amérique espagnole restaient des républiques, avec des régimes constitutionnels... On pourrait
dire qu'ils ont accédé à une modernité politique radicale et définitive, mais modernité paradoxale
dans la mesure où elle coexiste avec un traditionalisme social incomparablement plus grand que
celui de l'Europe latine. Le problème de la coexistence d'un système de références modernes —
celui de l'Etat et des élites— et d'une société traditionnelle ne leur est pas spécifique. Ils le
partagent avec tous les pays qui ont emprunté la même modernité de rupture, mais nulle part
ailleurs au XIXème siècle, l'écart a été aussi grand et ses conséquences aussi durables», GUERRA
François-Xavier, «Révolution française et révolutions hispaniques : filiations et parcours», in
Problèmes de l'Amérique latine, n° 94, Paris, IHEAL, 1989, p.26. «En el caso chileno, más allá de
su reivindicación republicana —escribe Ana María Stuven—, el contenido del liberalismo que
prevalecía durante el siglo XIX, no incluía al pueblo en la plenitud de sus derechos». STUVEN,
Ana María, La seducción de un orden. Las elites y la construcción de chile en las polémicas
culturales y políticas del siglo XIX, ed. cit.
37
Un historiador como Francisco Encina, que no tenía ninguna simpatía por esos
«jirondinos chilenos», le concede también una igual importancia al impacto de los
acontecimientos europeos de 1848 :
El impacto del ’48 va a articularse, hacia fines del decenio, con los efectos para la
economía chilena de la apertura del mercado de California, de la crisis mundial de 1847
y los prolegómenos de la sucesión presidencial de 1851, que se anunciaba ya
conflictiva. En ese contexto, Salvador Sanfuentes, Santiago Pérez, Manuel Recabarren y
Benjamin Vicuña-Mackenna abren, en octubre de 1849, el Club de la Reforma, que
presentará, guardando las proporciones, el espíritu liberal avanzado durante esos años,90.
La expresión más representativa de este impacto de la revolución europea en las
luchas democráticas chilenas fue la Sociedad de la Igualdad.91 Suerte de mezcla entre V
narod, club jacobino y partido político, ésta existió en Santiago, entre marzo y
88
VICUÑA MACKENNA, Benjamín, Los jirondinos chilenos, Santiago de Chile , Guillermo
Miranda, 1902, p. 8.
89
ENCINA, Francisco, Historia de Chile, desde la prehistoria hasta 1891, Santiago de Chile,
Nascimento, 1940-53, Tome XIII, pp.143-144.
90
El Club de la Reforma proponía «apoyar por medios legales a los representantes de la oposición
en la Cámara de Diputados, difundir oralmente y a través de la prensa las ideas democráticos y,
secundar la acción de la prensa liberal en el espíritu de las masas», VICUÑA-MACKENNA,
Benjamín, Historia de la jornada del 20 de abril de 1851, Santiago de Chile, Imprenta del Centro
Editorial, 1878, p 22.
91
Cf., ROMERO, L. A., La Sociedad de la Igualdad. Los Artesanos de Santiago y sus primeras
experiencias políticas, 1820-1851, Buenos Aires, Instituto Torcuato di Tella, 1987.
38
«Es cierto que estamos regidos por una Constitución viciosa en sus bases —
escribe Arcos—, pero las malas leyes no son más que una parte del mal y
para cambiar Chile no basta con un cambio administrativo. Georges
Washington, Robert Peel o el arcángel San Miguel en el lugar de Montt,
serían tan malos como Montt. Lo que mantiene al país en la triste condición
en que lo vemos, es la condición del pueblo, la pobreza y la degradación de
las nueve-décimas partes de nuestra población...
Basta salir a la calle para ver dos castas divididas por barreras difíciles de
sobrepasar. Todo lo demuestra así ; las vestimentas, los saludos, las miradas.
El país está dividido entre ricos y pobres. En Chile, ser pobre no es un
accidente, es una condición. Los pobres no son ciudadanos. Los pobres no
tienen partidos. Ellos no son pipiolos o pelucones, ellos son simplemente
pobres... Sin embargo, la clase pobre en Chile, degradada por la miseria,
mantenida en la ignorancia y el respeto, manipulada por los capellanes, los
ricos, es mucho más inteligente de lo que se quiere suponer. Los primeros
tiempos de la Sociedad de la Igualdad así lo demuestran...
En Chile, la independencia de España no ha servido sino a los ricos. Los
pobres han sido soldados, han votado como sus patrones les han pedido, han
trabajado la tierra, han cultivado el país, han trabajado las minas y han
ganado siempre un real y medio mientras que los ricos los azotaban o los
metían al cepo. Han disfrutado tanto de la gloriosa independencia como los
caballos que en Chacabuco y en Maipú llevaba el ejército...
Después de la independencia, dado que todos los ricos no encontraban
suficientes puestos para ellos y sus amigos, se dividieron en dos partidos.
Uno es llamaba pipiolo o liberal —ni siquiera se por qué— y el otro
conservador o pelucón. Entre ellos no hay diferencias de principios o de
convicciones políticas. Entre ellos no hay diferencias de principios o de
convicciones políticas. Al igual que los pelucones, los liberales son ricos;
son la casta propietaria de la tierra, privilegiada por la educación,
acostumbrada a ser respetada y a despreciar al roto... Para los pelucones, las
palabras, progreso, instituciones democráticas, emigración, libertad de
comercio, libertad de cultos, bienestar del pueblo, dignidad, República, son
utopías, o bien herejías. Las palabras reforma o revolución significan
92
José Zapiola afirma que en las ciudades de San Felipe, de Los Andes y de Copiapo existieron
también sociedades de la igualdad, pero su relación con la de Santiago no puede probarse. Cf.,
ZAPIOLA, José, La sociedad de la Igualdad y sus enemigos, Santiago de Chile, Guillermo
Miranda, 1902.
93
ZAPIOLA, José, La sociedad de la Igualdad y sus enemigos, ed. cit., p. 50.
39
delincuentes que vienen a robarles... De su lado, los pipiolos son ricos que,
hace veinte años, fueron echados del gobierno y que se han hecho liberales
porque sufren de no poder volver a él...
Con todo, en el partido pipiolo se encuentra gente que se ha batido contra
lo que existe ahora en Chile. Con ellos, hay que dividir el Partido Liberal y
construir un partido nuevo, un gran partido, un partido demócrata
republicano del cual le hablaré más tarde... Debemos luchar por la libertad
de pensamiento, por la libertad individual, por la libertad política, por la
separación de la Iglesia y del Estado...
Voy a deciros cual es mi pensamiento. Pensamiento que va a traerme el
odio de los propietarios. Pensamiento por el cual seré perseguido y
calumniado. Pensamiento que no oculto porque porta en él la salvación del
país... Hay que tomar la tierra de los ricos, el ganado, los aperos, y
distribuirlos entre los pobres. Hay que redistribuir el país sin tener en cuenta
ninguna demarcación anterior... Tal es, mi querido amigo, la idea que me
hago de la revolución... Demos, entonces, el grito de Pan y Libertad y la
estrella de Chile anunciará la luz que llega para la América española».94
Las guerras civiles de 1851 y 1859 irán a frustrar la participación de grupos de artesanos
en la sociedad civil, dificultando la ampliación del consenso. Fracasada las tentativas
liberales para llegar al poder a través de un enfrentamiento militar, la actividad cultural
de los sectores avanzados del pueblo chileno parece desplegarse durante los veinte años
siguientes bajo formas bastante cautelosas. En su tesis, presentado en la Ecole des
Hautes Etudes en Sciences Sociales, en Paris, Sergio Grez escribe al respecto que :
políticos, muchas veces vinculados entre ellos, se despliega durante ese período
prácticamente sin generar rupturas con el aparato de Estado. En 1862, asistimos en
Santiago, a la fundación de la Sociedad de Artesanos «La Unión», en la cual Fermín
Vivaceta juega un papel determinante. « La Unión » que será «la más importante de las
sociedades mutualistas chilenas del siglo XIX»,96 va a abrir, en julio de 1862, una
Escuela Vespertina para la instrucción de trabajadores. En abril de 1862, se forma el
Club de la Unión Liberal y en diciembre de 1863 el de la Unión Política de Obreros. Al
norte de Chile, las familias Matta y Gallo, que en 1861 habían participado en la
formación de la Sociedad de Beneficencia que se transformará en la Sociedad de
Artesanos de Copiapó,97 van a fundar, como variable del liberalismo estrechamente
ligada a la masonería, el Partido Radical.98 Pocos meses después, el ex igualitario
Ambrosio Larracheda, con otros artesanos, fundan, en Santiago, La Sociedad Unión
Republicana del Pueblo. Esta se proponía:
La Sociedad Unión Republicana del Pueblo se encuentra entre los antecedentes directos
de la fundación, a comienzos de 1870, del Club de Obreros de Santiago. Este buscaba:
96
Ibídem., p. 378.
97
Hernán Ramirez-Necochea señala que en El Copiapino, publicado en esos meses por la Sociedad
de Artesanos de Copiapó, se puede leer : « Nosostros formamos la clase obrera, clase que por su
immensa mayoria sostiene el edificio social », RAMIREZ, Hernán, Historia del movimiento obrero
en Chile, ed. cit., p.139.
98
Cf., SNOW, Peter, Chilien radicalism, The history and doctrine of Radical Party, Iowa City,
1971.
99
Estatutos del Club de Obreros,. Santiago de Chile, Imp. Nacional, 1870. Citadas por GREZ,
Sergio, Le Mouvement d'ouvriers et d'artisans en milieu urbain au Chili au XIXème siècle (1818-
1890), ed. cit.,, p.474.
100
Ibídem., p.475.
41
101
Cf., OVIEDO, Benjamin, La masonería en Chile, bosquejo histórico : la Colonia, la
Independencia, la República, Santiago de Chile, Universo, 1929.
43
abogado Avelino Contando, el tapisero Manuel Meneses, el sastre José Díaz, los obreros
José Silva y Fructuoso González, el empleado Germán Caballero, el constructor Juan de
Dios Pérez y el periodista Juan Rafael Allende, directores, el tapicero Moisés Anabalón
y el abogado Malaquías Concha, secretarios y el cigarrero José Manuel Saldana,
tesorero. El programa provisorio de los demócratas estaba compuesto de nueve puntos:
La lectura del programa del Partido Democrático muestra que estamos aquí en presencia
de un proyecto que busca democratizar el Estado —o al menos, la función pública—,
extender los derechos cívicos, desarrollar una política orientada hacia el proteccionismo
y la redistribución del ingreso, estimular «la educación obligatoria, laica y gratuita» —
lo que enuncia una clara ruptura con la Iglesia—, y que agita la bandera de la supresión
de la Guardia Nacional. Esta misma lectura muestra que «la emancipación política,
social y económica del pueblo» se traduce, para el Partido Democrático, en una
106
« Programa del Partido Democrático aprobado por la Junta general del 20 de noviembre de
1887 » in El Ferrocarril, Santiago de Chile, 29 noviembre 1887
46
estrategia que actúa al interior del sistema político, resumiendo de una cierta manera las
reivindicaciones de los artesanos y obreros organizados en las ciudades chilenas en los
años 80.
Dividido durante la guerra civil de 1891, el Partido Demócrata remontará el
fraccionamiento y en 1894 obtendrá su primer diputado, Angel Guarello, elegido en
Valparaíso. Guarello será reelegido en 1897, año en el que llegará a la Cámara de
Diputados acompañado de Artemio Gutiérrez. En este período, el Partido Demócrata va
a obtener la mayoría en el Consejo Municipal en Valparaíso. En la elección
complementaria de 1901, el médico Francisco Landa será también elegido diputado. En
1903, los demócratas obtienen cerca de 12.000 votos, para llegar, en 1906, a más de
18.000. Ese año, el Partido Democrático tiene más de una centena de agrupaciones en el
norte y en el sur del país como también un importante número de periódicos. Entre
ellos, La Reforma, de Santiago, La Vanguardia, de Antofagasta, La Industria, de
Concepción y La Voz del Obrero, de Taltal. Cada dos días, El Pueblo Obrero salía en
Iquique. Dos veces por semana aparecía La Justicia, en Talcahuano y El Proletario, en
Tocopilla. Una vez por semana se encontraba La Razón, de Ovalle, La Libertad Social,
de Antofagasta, La Alborada (órgano feminista), en Santiago, El Trabajo, en Coquimbo,
La Defensa, en Viña del Mar y El Deber, en Chañaral.
Este complejo panorama con el que comienza el siglo XX se traduce en nuestro
país a través de un proceso de refuerzo y consolidación de la sociedad civil, cuya trama,
comienza a ser puesta a prueba por el asedio de los grupos emergentes desde fines de la
Guerra del Pacífico. La robustez de la sociedad civil se percibe con claridad a través de
su capacidad para absorber y mediar el conflicto. La naturaleza del éste, que en una de
sus expresiones más visibles adopta la forma de la llamada «cuestión social», la cual,
expresando una crítica al sistema mantiene ésta en el ámbito de la no ruptura no hace
sino reforzar, La «cuestión social», expresa un malestar que, tanto por sus contenidos
como por la forma en que se expresa, legitima la hegemonía oligárquica.
Una muestra contundente de la representación de la «cuestión social» en la
literatura de la época la encontramos en el conjunto de cartas de Alejandro Venegas
quien, con el seudónimo de J. Valdés Cange, envía al presidente de la República Ramón
Barros Luco, y que se publican bajo el título de Sinceridad. Chile íntimo en 1910.107
107
Cf., Dr VALDES CANGE, J. Sinceridad. Chile íntimo en 1910, Santiago de Chile, Ediciones
CESOC, 1998.
47
A pesar de este juicio formalmente negativo sobre las circunstancias del Centenario, el
texto, por la propia forma en que esta concebido, vale decir, como cartas al Presidente
de la República, se inscribe ab initio en una perspectiva de aceptación del sistema y de
la institucionalidad que lo rodea. Para Alejandro Venegas, en un análisis que refuerza el
papel hegemónico de la matriz positivista —en una variante durkheimniana—, «el
organismo social es análogo al organismo humano»110 de tal manera que «estamos en
108
Ibídem, p. 30.
109
Ibídem, pp. 35-37.
110
Ibídem, p. 40.
48
«Estamos convencidos, desde hace tiempo, que no tenemos nada que ver
con la fecha llamada el aniversario de la independencia nacional. Creemos
necesario decir al pueblo el verdadero significado de esta fecha que, desde
nuestro punto de vista, tiene solamente sentido para la burguesía, siendo que
son ellos los que se levantaron contra la Corona de España y son ellos los
que conquistaron esta patria para aprovechar todas las ventajas que les dió la
independencia. Pero el pueblo, la clase trabajadora, que siempre vivió en la
miseria, no ganó nada y no gana nada con la independencia... Es por esto
que no encontramos razones por la cuales la clase popular pudiera sentirse
feliz de este día...La fecha gloriosa de la emancipación del pueblo todavía
no ha sonado. las clases populares viven aún en la esclavitud, encadenadas
al orden económico por el salario y al orden político por el fraude... Un
pueblo que vive así, sometido a los caprichos de una sociedad injusta,
inmoral y organizada de manera criminal, cómo puede celebrar el 18 de
septiembre? Imposible. El pueblo debe abstenerse de participar en esta
fiesta, debe negar su participación en las fiestas donde los verdugos y los
tiranos celebran la independencia de la clase burguesa que no es ninguna
independencia del pueblo, ni como individuo, ni como colectividad».112
De una forma sumaria vemos así el camino que asume históricamente la formación de la
sociedad civil en Chile, vale decir, de aquella forma de ejercicio del poder a través del
consenso que, sin descartar la coacción, atributo esencial del Estado, es capaz de
extender el sentido común de la élite, transformándolo, a través de un conjunto de
instancias culturales e intelectuales, en la visión de la sociedad del conjunto de la
población. En el centro de esta visión de la sociedad se encuentra la nación, pensada
como «algo que compartimos a todos los chilenos», y que aparece para la
representación colectiva como «el producto de las guerras que debimos emprender» y
que, a lo largo del siglo XIX, fueron dándole forma y contenido. Aparece así la
«chilenidad», como algo que cada grupo social se representa como común —y que un
113
RECABARREN, Luis Emilio,.« A mi patria », in El Despertar de los Trabajadores, Iquique, 29
de agosto de 1912.
114
MORLA, Carlos, El año del Centenario, ed, cit., Vol. II, p. 54.
50
Capitulo IV
Uno de los rasgos más característicos del desarrollo del proceso de «globalización»,
muestra que la circulación de los bienes culturales rebasa largamente el espacio de la
nación para constituir una vasta red deslocalizada de estructuras e instancias
culturales, dislocando así el vínculo entre el producto cultural y su origen. La formación
de esta red provoca, a su turno, la internacionalización de una cantidad cada vez mayor
de una serie de productos simbólicos, y, en consecuencia, tiende a producir una
separación no solamente entre la producción local y los efectos que ésta generaba sobre
su entorno inmediato, sino también entre la cultura y la identidad que emanaba de la
legitimidad del Estado-nación, imponiendo, además, por la fuerza de las cosas, la
formación de una estructura altamente centralizada en la esfera internacional,
trasladando las instancias de poder y, por lo tanto, la toma de decisiones, hacia empresas
organizadas internacionalmente y disolviendo con ello la función que en este terreno,
igualmente, detentaba el Estado-nación. A modo de ilustración de esta tendencia,
examinemos aquí, brevemente, como una suerte de un paradigma, el comportamiento de
la industria de la imagen en la lógica de la evolución de sus relaciones con las formas en
que se implanta la «globalización» y en la mutación de las instancias de poder que esta
conlleva.
118
Cf., FERRO, Marc, Cinéma et histoire, Paris, Gallimard, 1977.
119
Cf., MATTELART, Armand, La communication-monde, Paris, La découverte, 1992.
120
Cf., ALBERT, Pierre, et TUDESQ, André-Jean, Histoire de la radio-télévision, 5° édition, Paris,
Puf, 1996.
53
121
Cf., MATTELART, Armand, Mondialisation et communication, Paris, Puf., 1996.
122
Cf., por ejemplo, BOURDIEU, Pierre, Sur la télévision, Paris, Liber Editions, 1997. En lo que
sigue, dados los límites de este trabajo nos referiremos esencialmente a la televisión, dejando de
lado el video, el afiche, la foto y el cine, entre otras formas de difusión de la imagen.
123
« La historia del subdesarrollo latinoamericano es la historia del desarrollo del sistema
capitalista mundial » escribe, por ejemplo, Ruy Mauro Marini, en un texto ya clásico. MARINI,
Ruy Mauro, Subdesarrollo y revolución, Quinta edición, México, Siglo veintiuno, 1974, p. 3.
54
124
Los derechos de aduana entre 1985 y 1992 descienden de 80 al 21% en Brasil, de 34 a 4%, en
México y de 83 a 7% en Colombia... Cf., DABENE, Olivier, L’Amérique latine au XXème siècle,
Paris, Armand Colin, 1997.
125
Para el análisis del caso mexicano Cf. CONCHEIRO, Elvira, El gran acuerdo, gobierno y
empresarios en la modernización salinista, México. Era, 1996.
126
En 1984, fecha en la que la escuela es transferida a Fort Benning, Georgie, más de 60.000
oficiales latinos habían seguido cursos en l’U. S. School of the Americas. En 1973, 170 diplomados
de ésta, entre los cuales, Videla, Pinochet, Stroessner, Banzer, Noriega..., se habían transformado
jefes de Estado, comandantes en jefe del ejército, directores de servicios de información, o
ministros en sus respectivos países., Cf., por ejemplo, LEMOINE, Maurice, Les 100 portes de
l’Amérique latine, Paris, Editions de l’Atelier / Editions ouvrières, 1997.
55
132
Cf., SIRKIS, Alfredo, « Brésil : comment on fabrique un président », Medias, mensonges et
démocratie, Paris, Le Monde Diplomatique, Manière de voir n° 14, p. 67.
133
Televisa, el quinto poder, México, Claves latinoamericanas, 1988.
134
FADUL, Ligia María, y SOLIS , Beatríz, « Televisa, première chaîne hispanique du monde »,
L’Amérique latine et ses télévisions. Du local au mondial, ed. cit. p. 80.
135
Cf. CONCHEIRO, Elvira, El gran acuerdo, gobierno y empresarios en la modernización
salinista, ed. cit.
136
Aproximadamente 300 millones en América latina, 30 millones en Estados Unidos y 45 millones
en España.
57
culturales en el mundo de las clases subalternas, esta vez a nivel internacional. 137 Para
dimensionar lo que esto significa es bueno recordar que la capacidad de penetración en
términos de comunicación de esta industria de la imagen es inmensa. En Brasil y en
México un 85% de los habitantes pueden disponer de un aparato de televisión, en
Venezuela un 88%, en Chile, 90%, en Uruguay y en Argentina, un 98%, pero además,
con relación al cable, esta última es el segundo país del mundo, detrás de los Estados
Unidos...138
Lo que muestra, entonces, esta descripción del caso brasileño y del mexicano, es
la manifiesta complicidad entre el desarrollo de la industria de la imagen que se
homogeneiza y se codifica a nivel planetario y la conformación de una estructura de
poder extraordinariamente concentrada a nivel trasnacional. La deslocalización de la
imagen como un producto simbólico juega aquí un doble papel en el proceso de
acumulación. De una parte, participa en el proceso de concentración de capital a escala
mundial, de otra, apoyándose en el poder que otorga su especificidad como mercancía,
la utiliza para legitimar su propio itinerario. 139 Correlativamente, la conformación de
esta estructura de poder a nivel trasnacional, al modificar parámetros fundamentales de
la vida cultural, digamos, del sistema de referencias que le dio vida, por lo menos
durante siglo y medio, al Estado-nación, deja obsoletas tanto las formas de
comunicación como la sociabilidad tradicional que se articulaba en torno a ellas,
cuestión que se traduce, a su turno, en un proceso aparentemente irreversible de
desagregación de estas mismas formas de comunicación, de la identidad y la cohesión
que éstas conllevan. El desarrollo del proceso de «globalización», al provocar la
concentración de la industria de la imagen y, por ende, de la cultura, considerada en su
conjunto, y al desestructurar la cohesión y la sobrevivencia misma de la identidad de
«lo nacional», empuja, entonces, la desintegración de la sociedad construida bajo las
normas del Estado-nación, contribuyendo fuertemente a su disolución.
137
Las redes de Televisa, bajo la dirección de Raúl Trejo, México, Claves latinoamericanas, 1988.
138
Cf., L’Amérique latine et ses télévisions. Du local au mondial, ed. cit.
139
Nos referimos aquí a la identidad que se establece entre imagen y símbolo. <la imagen es
inmediatamente símbolo. En 1967 Guy Debord escribía que « les images qui se sont détachées de
chaque aspect de la vie fusionnent dans un cours commun, où l’unité de cette vie ne peut plus être
rétablie. La réalité considérée partiellement se déploie dans sa propre unité générale en tant que
pseudo-monde à part, objet de la seule contemplation. La spécialisation des images du monde se
retrouve, accomplie, dans le monde de l’image autonomisé, où le mensonger s’est menti à lui-
même », DEBORD, Guy, La société du spectacle, Paris, Gerard Lebovici, 1989, p. 9 Sobre la
identidad entre imagen y símbolo, cf., por ejemplo, BACHELARD, Gaston, La Psychanalyse du
feu, Paris: N,R,F,, 1938; ————, L'Eau et les rêves, Paris: José Corti,1942 ; ————, L'Air et
les songes, Paris: José Corti,1943 ; ————, La Terre et les rêveries de la volonté, Paris: José
Corti, 1944 ; ————, La Terre et les rêveries du repos, Paris: José Corti, 1947 ; DURAND,
Gilbert, Les Structures antropologiques de l'imaginaire, 10ème edition, Paris, Dunod, 1984
58
angustias. No hay tal especificidad de «lo nacional», tal como nunca fue cierto lo de la
bandera o la canción patria ganadora de concursos mundiales... ¡¡¡Qué desilusión!!!
De lo hasta aquí expuesto, puede percibirse la estrecha relación que existe entre la
perdida de gravitación del Estado concebido como base de la nación y la dificultad de
pensar en la celebración de un Bicentenario, aniversario de un carácter eminentemente
político-nacional. Todo hace suponer, de mantenerse las tendencias centrífugas que
venimos dibujando, que el Bicentenario no tendrá —como la tuvo el Centenario— al
Estado-nación como razón última. Podemos preguntarnos qué estaremos entonces
celebrando y sobre todo cómo lo vamos a celebrar...
Un gobierno democrático atento puede y debe adelantarse a esta dificultad, percibir a
tiempo la contradicción fundamental del período y proponer, aprovechando el marco del
Bicentenario, un conjunto de políticas que, aún buscando realizarse desde el ámbito
local, contenga un carácter universal.
Con ese objetivo, sugerimos la estructuración de un eje de reflexión que busque
establecer una dirección general a la que es posible apuntar en la ocasión del
Bicentenario, eje que, naturalmente, debe ser ampliados y sistematizados.
Creemos que un gobierno democrático debe buscar colocarse en una suerte de
«vanguardia» —cierto, la palabra está desprestigiada— de esta superación de «lo
nacional» en pos de «lo universal», «Superación» busca traducir aquí la connotación
hegeliana de aufheben, que significa al mismo tiempo «retener» y «poner fin». «Lo
nacional» «lo chileno», concebido después de tantos esfuerzos de la élite y del
despliegue de la sociedad civil a la hora del Centenario, retiene y pone fin a lo esencial
del contenido local para fundirlo en «lo universal». Estas formas locales no pueden
construirse nunca más como oposición a otras formas locales del planeta. Lo que
proponemos consiste, simplemente, en un salto de madurez colectiva, en el paso
viciano del mundo de los héroes al mundo del hombre.142
Sugerimos, entonces, en concreto, como una manera de plantear el tema del
carácter necesariamente universal de una nueva cultura, el abordaje, en el momento del
142
Cf., VICO, Giambattista, La scienza nuova, introduzione e note di Paolo Rossi, terza edizione,
Milano, Rizzoli, 1988.
61
Los escritos aquí incluidos comprenden las referencias bibliográficas que utilizamos
para redactar las notas precedentes, por lo tanto no constituyen de ninguna manera una
«Bibliografía del Centenario», y deben en consecuencia entenderse sólo como
referencias destinadas a estimular un acercamiento a la problemática que organiza el
debate. Presentaremos las fuentes a partir de, i) Fuentes primarias ii) Textos del
Centenario iii) Historiografía chilena y latinoamericana, y iv) Otras referencias
citadas
Fuentes primarias
Comisión parlamentaria de Colonización, Congreso Nacional, Santiago de Chile, Sociedad Imprenta y
Litografía Universo, 1912.
Discursos de José Manuel Balmaceda. Iconografía recopilación de Rafael Sagredo y Eduardo Devés, 3
Vol., Santiago de Chile, 1991, 1992
Editorial de El Mercurio, Santiago de Chile, 1º de septiembre de 1910.
Editorial de El Mercurio, Santiago de Chile, 18 de septiembre de 1910
El Mercurio de Valparaíso, 15 de septiembre de 1910.
« Enrico Ferri », in El Mercurio, Santiago de Chile, 27 de septiembre de 1910.
«Entre las nieves», in El Mercurio, Santiago de Chile, 9 de agosto de 1910.
«Fallecimiento de S. E. el Presidente de la República don Pedro Montt», in El Mercurio, Santiago de
Chile, 17 de agosto de 1910.
«Festividades de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 20 de septiembre de 1910.
«Fiestas de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 21 de septiembre de 1910.
«Fiestas de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 18 de septiembre de 1910.
«La estrella del Centenario Chileno», in El Mercurio, Santiago de Chile, 5 de agosto de 1910
«Las fiestas de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 13 de septiembre de 1910.
Las fiestas de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 14 de septiembre de 1910.
«Las fiestas de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 16 de septiembre de 1910.
«Las fiestas de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 17 de septiembre de 1910.
«Las fiestas de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 19 de septiembre de 1910.
«Las fiestas de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 22 de septiembre de 1910.
«Las fiestas de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 23 de septiembre de 1910.
Ley nº 380, del 14 de septiembre de 1896.
Ley nº 994, del 13 de enero de 1898.
«Programa del Partido Democrático aprobado por la Junta general del 20 de noviembre de 1887», in El
Ferrocarril, Santiago de Chile, 29 noviembre 1887.
RECABARREN, Luis Emilio,.« A mi patria », in El Despertar de los Trabajadores, Iquique, 29 de agosto
de 1912.
República de Chile, Censo oficial de 1907.
Revista Socialista Internacional, Vol. I, n° 1, Buenos Aires, 1908
Album de bellezas del Centenario chileno, Santiago de Chile Imprenta Chile, 1910 n/p.
ALVEAR, Jorge, Centenario, Santiago de Chile, Imprenta San Buenaventura, 1910.
Dr. VALDES CANGE, J. Sinceridad. Chile íntimo en 1910, Santiago de Chile, Ediciones CESOC, 1998.
MORLA, Carlos, El año del Centenario, 2 Vol. Santiago de Chile, Editorial Minerva, 1921 y 1922.
OLID, Arturo, Efemérides y recopilación de reminiscencias históricas de nuestro primer Centenario,
Santiago de Chile, Imprenta y librería Centenario, 1910.
RODO, José Enrique, El centenario de Chile, Montevideo, Impresora uruguaya «Colombino», 1975, n/p.
SALAS, Eugenio, Centenario de la Canción Nacional, Santiago de Chile, Imprenta Universitaria, 1948. .
63
concrète, revue du Centre de Sociologie historique de Montargis, Vol II, n° 43-44, junio de 1999, pp. 83-
103.
MASSARDO, Jaime y SUAREZ, Alberto, Civilisation latino-americaine. Notes de cours, Paris, Ellipses,
1999.
NETTLAU, Max, «Contribución a la bibliografía anarquista de la América Latina hasta 1914 », in La
Protesta, Buenos Aires, 1927.
Obras Escogidas de Luis Emilio Recabarren, Bajo la dirección de Jorge Barria, Julio César Jobet y Luis
Vitale, Santiago de Chile, Editorial Recabarren, 1965.
OSSANDON, Carlos, «La política latinoamericana de Francisco Bilbao», in El pensamiento en Chile
1830-1910, Santiago de Chile, Nuestra América Ediciones, 1987, pp. 45-55.
OVIEDO, Benjamin, La masonería en Chile, bosquejo histórico : la Colonia, la Independencia, la
República, Santiago de Chile, Universo, 1929.
ROMERO, L. A., La Sociedad de la Igualdad. Los Artesanos de Santiago y sus primeras experiencias
políticas, 1820-1851, Buenos Aires, Instituto Torcuato di Tella, 1987.
SANCHEZ-ALBORNOZ, Nicolás, «La población de América Latina, 1850-1930», in Historia de
América Latina, (Traducción castellana de The Cambridge History of Latin America, Cambridge
University Press, 1994), Crítica, Grijalbo Mondadori, Barcelona, Vol. VII, pp. 106-132.
SANHUEZA, Gabriel, Santiago Arcos, comunista, millonario y calavera, Santiago de Chile, Editorial del
Pacífico, 1954.
STUVEN, Ana María, La seducción de un orden. Las elites y la construcción de chile en las polémicas
culturales y políticas del siglo XIX, Santiago de Chile, Ediciones de la Universidad Católica de Chile,
2000.
SUBERCASEAUX, Bernardo, Historia del libro en Chile, segunda edición, Santiago de Chile, Lom,
2000
THOMSON, Ian y DIETRICH, Angerstein, Historia del ferrocarril en Chile, Santiago de Chile,
Ediciones de la Dirección de Bibliotecas Archivos y Museos, 2000.
TIRONI, Eugenio, Autoritarismo, modernización y marginalidad. El caso de chile 1993-1989, Santiago
de Chile, Ediciones Sur, 1990.
VICUÑA-MACKENNA, Benjamín, Historia de la jornada del 20 de abril de 1851, Santiago de Chile,
Imprenta del Centro Editorial, 1878,
VICUÑA MACKENNA, Benjamín, Los jirondinos chilenos, Santiago de Chile , Guillermo Miranda,
1902.
VILLALOBOS, Sergio, Historia de Chile, tomo IV, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1982.
VILLALOBOS, Sergio, SILVA, Osvaldo, SILVA, Fernando, ESTELLE, Patricio, Historia de Chile, Tomo
IV, Santiago, Editorial Universitaria, 1982.
ZAPIOLA, José, La sociedad de la Igualdad y sus enemigos, Santiago de Chile, Guillermo Miranda,
1902.
ZAVALETA, René, Lo nacional-popular en Bolivia, México, Siglo veintiuno, 1986.
HERZ, David, Historia secreta de rede Globo, Porto Alegre, Ed. Tché, 1987.
LAMPEDUSA, Giuseppe Tomasi di, Il Gattopardo, 61° edizione, Milano, Feltrinelli, 1993.
Las redes de Televisa, bajo la dirección de Raúl Trejo, México, Claves latinoamericanas, 1988.
LASAGNI, Cristina, y RUCHERI, Giuseppe, « L’altro mondo quotidiano, Telenovelas », TV brasiliana e
dintorni, Roma, ERI/RAI, 1986.
MATTELART, Armand, La communication-monde, Paris, La découverte, 1992.
MATTELART, Armand, Mondialisation et communication, Paris, Puf., 1996.
ORREGO LUCO, Luis, Casa grande, Santiago, 1908.
ORTIZ-RAMOS, José Mario, « Un bâtisseur d’empire : o Doutor Roberto », L’Amérique latine et ses
télévisions. Du local au mondial, Sous la direction de Graciela Schneier-Madanes, Paris, Anthropos,
1995.
SABOLA, Herio et SERROR Frédéric, Ideologie et télévision: Bresil et France, Thèse en Philosophie
politique sous la direction de Georges Labica, Université de Paris X-Nanterre, 1992.
SARMIENTO, Domingo Faustino, Facundo, civilización y barbarie, Buenos Aires, Juan Roldán, 1914.
SIRKIS, Alfredo, « Brésil : comment on fabrique un président », Medias, mensonges et démocratie,
Paris, Le Monde Diplomatique, Manière de voir n° 14,
Televisa, el quinto poder, México, Claves latinoamericanas, 1988.
Television, Politics and the Transition to Democracy in Latin America, Edited by Thomas E. Skidmore,
Woodrow Wilson Center Press, Washinton, D. C., 1993.