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NACION Y SOCIEDAD CIVIL

DURANTE EL CENTENARIO DE LA REPUBLICA.


ESTUDIO HISTORICO Y PROYECCIONES PARA EL
BICENTENARIO
.
Elementos de reconstrucción del paisaje político chileno hacia 1910, en el
momento de la celebración del Centenario, en la perspectiva de un análisis
comparado con un escenario posible del Bicentenario.*

Jaime Massardo *

—————————————————————————————————
* Profesor de la Universidad de las Artes y de las Ciencias Sociales, ARCIS.
2

Contenidos

I.- Consideraciones introductoras.

—Generalidades

—Fuentes

II.- Los hechos. Hacia una


descripción de la fisonomía del Centenario

III.- Centenario y nación.

—Las raíces del Centenario

—Centenario y sociedad civil.

IV.- El Bicentenario de la República: un escenario posible

—La construcción de un espacio cultural trasnacional.

—Un ejemplo : la industria de la imagen en América latina

— La desintegración del tejido social estructurado sobre bases nacionales

—Elementos para una política de celebración del Bicentenario : «Somos


nosotros mismos porque estamos abiertos al mundo»

V.- Fuentes y referencias bibliográficas.


3

Capítulo primero

Consideraciones introductoras

«Chile ofrece un campo fecundo para la


actividad económica de Alemania;
su progresista colonia, formada
de elementos de orden y de cultura
encuentra en nuestra sociedad
un ambiente propicio para el desarrollo
de todas sus energías y, lo que es
para nosotros de gran valor
para la asimilación y la agregación
de nuevos elementos étnicos a nuestra raza».
(Editorial de El Mercurio, para el día del Centenario,
el 18 de septiembre de 1910)

Generalidades
El año 2010 será para Chile, por la fuerza de las cosas, un año de balance. Pensar el
Bicentenario de la República desde un proyecto social capaz de generar las formas de
consenso necesarias para ir avanzando en la construcción de una sociedad más
democrática demanda como requisito esencial apropiarse del conjunto de significados
que tiene para el imaginario colectivo nacional la celebración de dos siglos de vida
independiente. Demanda, en consecuencia, pensar desde hoy un escenario viable que,
en el momento del Bicentenario, sea capaz de dar cuenta, de interpretar y de hacer
suyas, traduciéndolas en proyecto, las tendencias que han venido dándole forma a la
fisonomía del país. Requiere por lo tanto, conceptualmente hablando, de un importante
esfuerzo de historización, el cual debe manifestarse en un primer momento —y en eso
consiste un primer aspecto de esta investigación— como un trabajo de reconstrucción
de las circunstancias que rodearon y que hicieron posible la celebración del Primer
Centenario de la República.
4

En esa dirección conviene retener que en Chile —aún aceptando la existencia de


una cierta precocidad en este aspecto con relación al conjunto de América latina—, la
independencia política llegó mucho antes de la formación del Estado-nación y aún de la
propia idea de pertenencia a una determinada comunidad nacional y que, en
consecuencia, el Centenario de la Independencia, celebrado en septiembre de 1910,
debe ser examinado, en lo sustantivo, como una instancia de consolidación de una
conciencia de «lo nacional», de «la chilenidad», que se venía instalando en la
representación colectiva y en el sentido común de la mayoría de los chilenos, abierta y
claramente, formando parte de la historia del siglo XX, transformándose en fuente de la
cohesión social de la República.
El Bicentenario, en cambio, se celebrará muy probablemente en condiciones de
expansión de un mundo abierto, «globalizado», donde la integración regional y mundial
habrá avanzado posiblemente de una forma considerable y, por tanto, en una franca
disolución de determinados aspectos que garantizaban esta cohesión social del Estado-
nación —e incluso, quizás, de disolución del Estado-nación propiamente tal—, cuya
misión, en función del nuevo patrón de acumulación a escala mundial instalado durante
las últimas décadas del siglo XX, podemos considerarla, sino anacrónica, al menos
acotada a objetivos más reducidos.
La distancia entre estos dos momentos debe precisarse entonces no sólo en su
dimensión material (por ejemplo, análisis comparativo de la infraestructura disponible
en el territorio y de demandas satisfechas o insatisfechas) sino, fundamentalmente, a
partir de la constelación de elementos culturales y simbólicos que establecen una
importante distinción tanto en términos de las categorías básicas con las que se pensó el
Centenario («progreso», «ciencia», «desarrollo»...) y que lo hicieron eficaz en términos
de cohesión social, como en aquellas que serán probablemente predominantes en el
evento próximo («democracia integral», «regionalización», «apertura al mundo»,...). en
un planeta caracterizado por una internacionalización creciente de bienes culturales. En
esta distinción consiste el segundo aspecto de la investigación.
A partir de estas consideraciones y en la inteligencia de su utilidad para el
personal que administra el Estado, nos proponemos, primero, examinar aquí los
antecedentes históricos del Centenario a través de un trabajo de reconstrucción y
análisis de la forma en que se manifiesta en esa fecha la hegemonía de los grupos en el
poder, permitiendo a la sociedad chilena una determinada cohesión —cohesión social
que se reveló eficaz para cumplir la función dirigente de estos mismos grupos—,
5

problemática de la que damos cuenta en los capítulos II y III, y, segundo, construir un


escenario tentativo donde se desplieguen las tendencias más probables presentes en el
momento del Bicentenario, escenario del que damos cuenta en el capítulo IV.

Fuentes
En el estado de reflexión actual de la investigación, pensamos que pueden utilizarse seis
tipos de fuentes. En primer lugar, con el objeto de levantar un trazado básico desde el
punto de vista de la información, es preciso revisar la prensa del momento del
Centenario, entre la cual, dadas algunas exploraciones previas, nos parece que, en una
primera etapa, el periódico El Mercurio,1 y la revista Sucesos parecen ser los de mayor
utilidad. Paralelamente, se hace necesario acudir a las Memorias de la época —género
que probablemente por cuestiones de tradición y del carácter de nuestros compatriotas
no parece ser muy abundante—, entre las cuales destacan, por ejemplo, las de Carlos
Morla, quien, trabajando en el Ministerio de Relaciones Exteriores, dispuso de un
observatorio privilegiado para captar el desenvolvimiento del Centenario, labor que
lleva adelante a través de un Diario de vida, el que publica ulteriormente como
Memorias.2 Una tercera fuente está constituida por los textos oficiales, entre los que se
destaca Chile en 1910. Edición del Centenario de la Independencia, encomendado
oficialmente por el Estado al guatemalteco Eduardo Poirier, y como tal, fuente de
información insoslayable.3 A continuación, se hace necesario una lectura de la
historiografía que, aún tangencialmente, da cuenta del Centenario, vale decir, de los
escritos de los historiadores y cronistas que, no habiendo trabajado específicamente el
tema —la laguna historiogáfica es importante—, han logrado un acopio de información
y poseen, en consecuencia, una reflexión que debe ser incorporada. Entre éstos últimos
puede destacarse el trabajo de Mario Góngora, Ensayo histórico sobre la noción de
Estado en Chile en los siglos XIX y XX.4 Desde la óptica del abordaje crítico a las

1
Colección existente en la Biblioteca Nacional, Sala de Periódicos.
2
MORLA LYNCH, Carlos, El año del Centenario, 2 Vol. Santiago de Chile, Editorial Minerva,
1921 y 1922. El autor, empleado en el Ministerio de Relaciones Exteriores tuvo a través de éste un
observatorio privilegiado para captar el desenvolvimiento del Centenario, labor que lleva adelante a
través de un Diario de vida, que publica ulteriormente como Memorias. Para una utilización
ulterior de esta fuente conviene no confundir a Carlos Morla Lynch (1865-1969) con su padre
Carlos Morla Vicuña (1846-1900), que fue también ligado al mundo de la diplomacia, confusión
que encontramos en el trabajo de Ricardo Donoso, Alessandri, agitador y demoledor, Vol I,
México, Fondo de Cultura Económica, 1952, p 146.
3
POIRIER, Eduardo, Chile en 1910. Edición del Centenario de la Independencia, Santiago de
Chile, Imprenta, litografía y encuadernación Barcelona, 1910.
4
GONGORA, Mario, Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX,
Santiago de Chile, Ediciones La Ciudad, 1991. Las referencias pueden, por supuesto, multiplicarse.
6

circunstancias del Centenario, surge también un valioso conjunto de fuentes, entre ellas,
el conjunto de cartas que, con el seudónimo de J. Valdés Cange, Alejandro Venegas
envía al presidente de la República, Ramón Barros Luco, y que se publican bajo el título
de Sinceridad. Chile íntimo en 1910.5 Por último, surgen también diversas expresiones
artísticas, entre ellas, particularmente, la literatura, la que, formando al mismo tiempo
parte de los elementos sobre los cuales la investigación debe dar cuenta como
manifestaciones del imaginario de la época, ofrece también una gran riqueza como
fuente reveladora del imaginario subyacente a la trama que nos ocupa.6
Del punto de vista de la exposición, a continuación de estas Consideraciones
introductoras, dividiremos el texto en otros cuatro capítulos.
Fisonomía del Centenario, nos remite a la presentación puramente descriptiva de
los «hechos», dijéramos, de los aspectos propiamente coyunturales del desarrollo del
evento. Centenario y nación, nos permite entrar, esta vez de una forma analítica, en los
dos temas que la investigación elabora en prioridad en relación con el Centenario, a
saber, la constitución de la nación y la conformación de la sociedad civil. Formalmente,
la reflexión se desglosa aquí en dos cuerpos intitulados, a) Hacia el Centenario, b)
Centenario y sociedad civil.
El cuarto capítulo, El Bicentenario de la República: un escenario posible,
construye una proyección del Bicentenario, esbozando sus tendencias más probables y
los desafíos que éstas implican, a partir de cuatro apartados, a saber, a) La construcción
de un espacio cultural trasnacional, b) La desintegración del tejido social estructurado
sobre bases nacionales, c) Un ejemplo : la industria de la imagen en América latina, y
d) Elementos para una política de celebración del Bicentenario : «Somos nosotros
mismos porque estamos abiertos al mundo»
Finalmente, presentamos las Fuentes y referencias bibliográficas de esta
investigación.

5
Cf., Dr VALDES CANGE, J. Sinceridad. Chile íntimo en 1910, Santiago de Chile, Ediciones
CESOC, 1998.
6
Cf., por ejemplo, ORREGO LUCO, Luis, Casa grande, Santiago, 1908.
7

Capítulo II

Los hechos. Hacia una


descripción de la fisonomía del Centenario

«Y de súbito... comprendo lo obscuro de todo,


la farsa imbécil en la que estamos empeñados
que le va a costar un ojo de la cara al país,
en tanto que hay gente que sufre hambre»
(Carlos Mora, Memorias)

Pocas semanas antes de la celebración del Centenario, el «alma nacional» —aceptemos


provisoriamente aquí esta metáfora— parecía envuelta en una desazón y un cúmulo de
malos presagios no permitían augurar nada bueno para el evento que, casi tres y medio
millones de personas, esperaban con impaciencia. 7 Una tormenta de nieve había
interrumpido la circulación del Ferrocarril Transandino, —inaugurado el 27 de
noviembre de 1909 y puesto en circulación el 5 de abril último como parte de las
actividades del Centenario—, reteniendo, entre el viernes 22 de julio de 1910 y el
miércoles 27 del mismo mes, a varias docenas de pasajeros que debieron soportar el
aislamiento y las inclemencias del tiempo. 8 El frío de ese invierno y la secuela de
tormentas que causaban daños a diestra y siniestra parecían, hasta bastante avanzado el
mes de agosto, no tener intenciones de respetar el acontecimiento patrio. «El clima que
precede al Centenario es fúnebre», anota Carlos Morla en sus Memorias.9

7
La población del país, comparativamente exigua, alcanzaba, de acuerdo con las cifras del Censo
de 1907, los 3.249.279 habitantes. Cf., República de Chile, Censo Oficil de 1907.
8
Cf., «Entre las nieves», in El Mercurio, Santiago de Chile, 9 de agosto de 1910.
9
MORLA, Carlos, El año del Centenario, ed. cit., p. 191.
8

Los preparativos mismos de las festividades parecían también retrasados.


Solamente el 18 de julio, pocos después que se enterraban en el Cementerio General los
restos de nuestro poeta nacional, Eusebio Lillo —otro mal augurio—, quedaba recién
despachado el proyecto del ejecutivo que autorizaba la inversión de tres millones y
medio de pesos para hacer frente a las festividades.10
La esfera institucional parecía hacer suya e incluso reflejar y amplificar
dramáticamente este estado de ánimo. Como bien recuerda Arturo Alessandri en su
crónica Chile y su historia, «fueron cinco los jefes de Estado que desfilaron por la
moneda dentro del año 1910, constitucionalmente»,11 aunque esto se produjera, de
acuerdo con el mismo Alessandri «sin alteración del orden público», un clima de
pesimismo parecía haberse apoderado del país. 12 En efecto, cuando el Presidente de la
República, Pedro Montt parte a Argentina deja a la cabeza del Estado a Ismael Tocornal.
Poco tiempo después, cuando Montt se retira enfermo, para irse definitivamente de
Chile —moriría, luego, el 16 de agosto en Bremen, víctima de una enfermedad cardiaca
—,13 lo reemplaza el Vicepresidente Elías Fernández Albano, el que también iba a
fallecer pocos días después. Debió entonces asumir la Primera Magistratura el Ministro
de mayor antigüedad, Emiliano Figueroa Larraín, quien dejó, a su vez, el cargo en
manos del presidente Ramón Barros Luco, electo una vez concluidas las festividades del
Centenario, que asume en diciembre de ese mismo año de 1910 y que ejercerá el cargo
hasta 1915.
Lentamente, sin embargo, «el espíritu del Centenario», o para ser más rigurosos,
la voluntad política de la élite, se fue abriendo paso y el ambiente, «la emoción de la
fecha», fue imponiendo su carga simbólica, sin olvidar más de alguna argucia que
pareció ayudar a la celebración del digno evento. Así, por ejemplo, el Director del
Observatorio Astronómico, Federico W. Ristenpart, tuvo a bien anunciar al Mercurio de
Santiago que sobre el horizonte, a la hora del crepúsculo, tres estrellas, formando entre
ellas un triángulo isósceles, venían a constituir un claro presagio del éxito de las
festividades.

«La de abajo, el brillante planeta Mercurio —escribe El Mercurio—, y


sobre éste, el planeta Marte, casi junto con la estrella principal de la
10
Cf., MORLA, Carlos, El año del Centenario, ed. cit.
11
ALESSANDRI, Arturo, Chile y su historia, Santiago de Chile, Orbe, 1945, Vol. II, p. 361.
12
Ibídem.
13
Cf., «Fallecimiento de S. E. el Presidente de la República don Pedro Montt», in El Mercurio,
Santiago de Chile, 17 de agosto de 1910.
9

constelación del León, la conocida Régulus (...) Moviéndose los dos


planetas en dirección ascendente con relación a la estrella fija, cambiará la
constelación diariamente, y siendo la marcha de Mercurio más ligera que la
de Marte, le dará alcance entre el 5 y el 6 del presente, de tal manera que el
5, Mercurio estará situado bajo Marte para estar el 6 ya sobre él. Marte y
Régulus desaparecerán entonces después de algunos días... (sin embargo)
Mercurio será visible, en creciente elevación hacia el Occidente durante
largo tiempo, hasta después de mediados de septiembre, podemos así
llamarlo por esta causa la Estrella del Centenario Chileno».14

Así, a través de las festividades, la hegemonía consagraba la hegemonía, y poco a poco,


los chilenos —que ya empezaban a sentir que eran tales—, comenzaron a hacerlas
suyas. La gente plegó su buena voluntad, su manera de ser, su energía y su ingenuidad
al éxito de la magna empresa centenaria. Todas y cada una de las actividades —
particularmente las comerciales— comenzaron a realizarse por y para el Centenario y
un mercado inesperado —o esperado— comenzó a ensancharse para las actividades más
inusitadas. A «las banderas de todos los colores, de todos los tamaños y de todas las
nacionalidades», que ofrecía la Casa Muzard, se sumaban los vinos, las telas, los
perfumes, las casas amuebladas, los modernos sistemas de iluminación, los caballos, las
tierras, los restaurants con comidas típicas, chilenas e internacionales, y a todo, aún más
y más banderas, banderas y banderas, banderas chilenas y argentinas, porque «Chile y
Argentina —podía leerse en El Mercurio—, unidas con lazos de estrecha amistad y
confraternidad saborean en conjunto la excelente calidad de las cervezas Limache-
Cousiño». Por supuesto, era necesario «como en un 18 especial», comprar «el terno del
Centenario», el que ofrecía en el Pasaje Matte la Casa Francesa, mientras la revista
Sucesos anunciaba que «Johnnie Walker, que celebra el suyo diez años más tarde,
felicita a Chile en su Centenario». Hasta que —¡por fin! —, el día 12 de septiembre
comenzaban oficialmente las festividades.

«Hoy se inician los festejos —anota Carlos Morla en sus Memorias—, la


ciudad amanece embanderada y el pabellón chileno flamea en consorcio con
todas las banderas del mundo. La inmensa fiesta está en todas partes, en la
calle como en los lugares, en los parajes públicos como en las casas».15

Efectivamente, a las 8 A. M. de este día 12 de septiembre la ciudad se embanderó para


esperar la llegada del Colegio Militar Argentino a la Estación Central. Los cadetes

14
«La estrella del Centenario Chileno», in El Mercurio, Santiago de Chile, 5 de agosto de 1910
(subrayado nuestro).
15
MORLA LYNCH, Carlos, El año del Centenario, ed. cit., p. 191.
10

argentinos —el hecho merecería comentarse más largamente— desfilaron por la


Avenida de las Delicias, Teatinos, Moneda y Ahumada, pasando frente al Palacio de La
Moneda y a la legación argentina, para continuar por la parte sur de Avenida de las
Delicias y por Dieciocho hasta la Escuela Militar. Pasado el mediodía los embajadores
de todas las misiones especiales acreditadas ante el gobierno presentaron credenciales,
mientras se realizaba una recepción en el Club Militar, dedicada a los cadetes argentinos
y una función de gala en el Teatro Municipal, en honor a las delegaciones extranjeras.16
Al día siguiente, un tren especial condujo a una parte de la comitiva oficial hasta
la Estación de Maipú, donde se inauguró una Columna Conmemorativa de la victoria
del 5 de abril de 1818. El capellán del ejercito ofició una misa de campaña. Hizo uso de
la palabra el general Palacios y el coronel comandante del Colegio Militar Argentino. La
misma mañana se colocó la primera piedra de la estatua a Camilo Henríquez en la plaza
Brasil, donde hablaron el Ministro de Industria, el diputado Ricardo Cox y Carlos Silva,
mientras se efectuaban honores militares. Un torneo de esgrima se inauguró a las 15
horas en el Palacio Consistorial y un té fue ofrecido por la Municipalidad de Santiago. 17
Un poco más tarde, un tren parte a Valparaíso llevando al Vicepresidente de la
República, Ministros de Estado, presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados,
entre otros altos funcionarios. Las actividades del Centenario durante el día 14 son
celebradas en el puerto de Valparaíso, donde se realiza una Parada Naval, una regata en
la bahía y un banquete en Círculo de Oficiales de la Escuela Naval.18
El 15 de septiembre se colocó la primera piedra al monumento del ministro
Zenteno, en la alameda frente a la calle Riquelme. Hablaron el Ministro de Guerra y
Marina, el Vicealmirante Luis Uribe y el diputado argentino, Adrían Escobar. Llegó a la
Estación Central un tren especial con delegaciones de las Marinas extranjeras y
comisiones de jefes y oficiales nacionales que los acompañan desde Valparaíso. A las 3
de la tarde se realizó una Revista de Gimnasia en el Club Hípico, con participación de la
Escuela Militar y la Escuela de Suboficiales. A las 18 horas las luces esclarecieron toda
la ciudad con el dispositivo especialmente preparado para ello. A las 20.30 horas, un
espectáculo de Fuegos Artificiales iluminó el Parque Forestal y, media hora más tarde,
comenzó una función de gala en el Teatro Municipal en honor a los Marinos
extranjeros.19

16
Cf., «Las fiestas de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 13 de septiembre de 1910.
17
«Las fiestas de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 14 de septiembre de 1910.
18
Cf., El Mercurio de Valparaíso, 15 de septiembre de 1910.
19
Cf., «Las fiestas de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 16 de septiembre de 1910.
11

El 16 de septiembre, llegó el Presidente de la República Argentina, José


Figueroa Alcorta y su comitiva en un tren especial donde fue recibido por el
Vicepresidente de la República, Ministros de Estado, los Presidentes de ambas Cámaras,
comisiones del Senado y de la Cámara de Diputados, presidente y ministros de la Corte
Suprema, jefes del Ejército y de la Armada, de la Municipalidad de Santiago, Arzobispo
y Cabildo Eclesiástico, Comisión de festejos del Centenario y Comisión de señoras
designadas para atender a las señoras de la comitiva del Presidente de la República
Argentina. A lo largo de la Avenida de Matucana forman una línea tropas de
Carabineros y de Policía Montada. Al llegar el tren presidencial a la Estación de Yungay
se disparó en el Cerro de Santa Lucía una salva de 21 cañonazos, mientras tocaban las
campanas de los templos de Santiago. Al penetrar el tren en la Estación Central una
batería de artillería hizo los disparos de ordenanza. A las 8 de la noche se ofreció un
banquete en el palacio de La Moneda en honor al presidente de la República Argentina.
Ambos mandatarios hicieron uso de la palabra y asistieron 48 personas. A las 10 de la
noche se realizó un paseo con antorchas y cantos corales organizado por la colonia
alemana.20
El día siguiente se realizó a las 10 de la mañana una sesión solemne en la
Universidad de Chile, con asistencia del Vicepresidente de Chile y el Presidente de la
República de Argentina, en la que fueron pronunciados discursos del Rector de la
Universidad, de Enrique Mac-Iver, y del Ministro plenipotenciario de la República
Argentina, Lorenzo Anadón. A las 14 horas se inauguró la Exposición de Bellas Artes y
Arte Retrospectivo, con asistencia de los mandatarios de Chile y de la República
Argentina. A las 15, se inauguró el monumento ofrecido por la colonia francesa, frente
al Palacio de Bellas Artes. A las 16, se realizó una Sesión Solemne en la Sala de Honor
del Congreso Nacional. Hicieron uso de la palabra el Presidente del Senado, un senador
y un diputado chileno, y un senador y un diputado argentino, y un miembro del
congreso de cada país representado en el acto. A las 8 de la noche se efectuó un desfile
con antorchas en la Plaza de Armas y fuegos artificiales en la Avenida Independencia. A
las 8.30 se ofreció un banquete en el Palacio de La Moneda, en honor a las delegaciones
extranjeras. A las 10 de la noche se llevó a cabo otro desfile con antorchas en la plaza de
la Moneda. 21

20
Cf., «Las fiestas de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 17 de septiembre de 1910.
21
Cf., «Fiestas de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 18 de septiembre de 1910.
12

El 18 de septiembre, a las 9 de la mañana, entraron las tropas que, con la


indumentaria de la época, representaron al Ejercito Libertador después de la Batalla de
Maipú. El desfile partió de la calle Guerrero para continuar por la Avenida de las
Delicias, calle Ejército y Avenida Matta, hasta llegar al lugar donde debe erigirse el
monumento a la Independencia. A las 10 de la mañana se colocó la primera piedra de
este monumento, frente a la entrada principal del Parque Cousiño. El Ministro del
Interior y un Ministro de la República Argentina hicieron uso de la palabra mientras
desfilaban los veteranos de la Guerra de 1879, asistían los Boys Scouts, se disparaban
salvas de artillería en el Cerro Santa Lucía y se echaban al vuelo las campanas de los
templos de Santiago. A la 10 de la mañana, en el mismo sitio se realizó una fiesta de las
escuelas públicas y particulares con un coro de 5.000 niños que cantaron las canciones
nacionales de Chile y Argentina frente a las estatuas de O’Higgins y San Martín. A las 2
de la tarde se realizó un Te-Deum en la Iglesia Metropolitana. Quince minutos antes, el
Vicepresidente había salido en comitiva desde La Moneda, a pié hasta la residencia del
jefe de la República Argentina. La comitiva continuó por la calle Catedral hasta la
Iglesia Metropolitana, donde se encontraba el cuerpo diplomático y las delegaciones
extranjeras. A la 4 de la tarde la Municipalidad de Santiago ofreció en el Cerro Santa
Lucía una garden party. A las 8 de la noche se realizaron funciones gratuitas en los
teatros populares circos y cinematógrafos. Una hora más tarde se lanzaron fuegos
artificiales desde el Cerro Santa Lucía y se realizaba una función de gala en el Teatro
Municipal en honor al Presidente de la República Argentina.22
Las festividades del 19 de septiembre comenzaron a las 10 de la mañana con la
inauguración del monumento a Alonso de Ercilla, ofrecido por la colonia española, en la
plaza del mismo nombre. Paralelamente, la señora esposa del Vicepresidente y de las
señoras de los Ministros de Estado de Argentina y Chile, concurrieron al Hospital del
Salvador, llevando obsequios para los enfermos. A las 11.30 de la mañana se ofreció,
por parte del Ministro de Guerra de Chile al Ministro de Guerra de Argentina y a jefes
militares extranjeros, un almuerzo en el parque Cousiño, con asistencia de los jefes de
Estado. A las 2 de la tarde, se efectuó una Revista Militar en el mimo lugar con los
mismos participantes. A las 17 horas, se realizó un five o’clock en el Club de la Unión
con asistencia de los Jefes de Estado, Ministros y misiones extranjeras. A las 20.30 se
realizó un banquete en el Club Santiago ofrecido por el Ministro de Relaciones
Exteriores de Chile al de la República Argentina. A la misma hora se efectuó también un
22
Cf., «Las fiestas de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 19 de septiembre de 1910.
13

banquete en honor del Vicepresidente de Chile ofrecido en la residencia del Presidente


Argentino. Finalmente, a las 22.30 se efectuó una recepción en el mismo lugar.23
El 20 de septiembre, a las 10 de la mañana se inauguró el monumento donde se
pasean un león y el Angel de la Libertad, erigido por la colonia italiana en la plaza
Colón (y que hoy día se conserva a un costado de Plaza Italia). A las 12 se realizó un
almuerzo en el Club Hípico en honor a las delegaciones extranjeras. A las 2.30 de la
tarde se desarrollaron allí carreras de caballos, con asistencia de los Jefes de Estado,
Ministros y delegaciones extranjeras. A las 15 horas una función de circo y otras
diversiones atrajeron numeroso público al parque Cousiño. A las 20 horas la colonia
española ofreció un banquete en el Club Español.24
El día 21 se realizó un torneo hípico militar en el Club Hípico y una hora más
tarde se inauguró el monumento donado por la colonia suiza. A las 14 horas se efectuó
la recepción de despedida del Presidente Argentino en el Palacio de La Moneda, quien
partió dos horas más tarde junto a su comitiva. El cortejo se organizó de la misma
manera que a la llegada del invitado, desde La Moneda hasta la Estación Central. A las
21 horas, los Bomberos de Santiago ofrecieron una fiesta con fuegos artificiales en el
Club Hípico.25
Finalmente, a las 9 y a las 14 horas se realizó, el 22 de septiembre, se realizó un
torneo hípico militar en el Club Hípico. A las 11 de la mañana se colocó la primera
piedra del monumento ofrecido por la colonia otomana en honor a Manuel Rodríguez,
en la Plaza de la Estación Mapocho. A las 20.30 horas, para concluir las festividades del
Centenario, se desarrolló una gran feria en el parque Forestal, bajo la conducción de la
colonia francesa.26
Debe señalarse en esta descripción de las festividades del Centenario, que éstas
fueron celebradas también en provincia. En Concepción se iluminó la Plaza de Armas y
el Paseo Barros Arana, publicándose un libro conmemorativo. La crónica se refiere
igualmente, a celebraciones acaecidas en Valdivia, donde se realizó una regata por el río
Calle-Calle, y en Los Angeles, donde se realizó una exposición llamada Museo
Pedagógico.27

23
Cf., «Festividades de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 20 de septiembre de 1910.
24
Cf., «Fiestas de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 21 de septiembre de 1910.
25
Cf., «Las fiestas de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 22 de septiembre de 1910.
26
Cf., «Las fiestas de Centenario», in El Mercurio, Santiago de Chile, 23 de septiembre de 1910.
27
Cf., «Festividades de Centenario en provincia», in Sucesos, Santiago de Chile, septiembre de
1910.
14

Capítulo III
Centenario y nación
15

«Cosa voleva dire «nazione» in quel tempo?».


(Antonio Gramsci, Quaderno 5 (IX))

Como apuntábamos más arriba, en Chile la independencia política no es el producto ni


se traduce inmediatamente en la formación de un Estado-nación así como tampoco la
propia idea de pertenencia a una determinada comunidad nacional puede asociarse a los
hechos que se desarrollaron entre 1810 y 1818 sin una importante cantidad de
mediaciones. La nación, pensada como la cristalización de una identidad, de una
memoria y de un proyecto, vale decir, como el substrato ideológico relativamente
homogéneo de un tejido social estructurado sobre el conjunto de un territorio y
abarcando la mayoría de la población, no se constituye como representación simbólica
en el imaginario colectivo sino a lo largo de varias generaciones, anudándose
institucionalmente como expresión de la voluntad política de los grupos que
administraban el Estado a través de una secuencia de hitos que atraviesan la mayor parte
del siglo XIX —la guerra contra la Confederación Perú-Boliviana (1836-39), la guerra
contra España (1865-66), las luchas contra el pueblo mapuche y, en particular, la
llamada «pacificación de la Araucanía» (1866-83)— y con mucha mayor nitidez a partir
de la Guerra del Pacífico (1879-83), para cristalizar en el Centenario, otorgándole a éste
una alta carga valorativa y una función trascendente en la generación de esta
representación simbólica.
Mario Góngora, desarrolla en su Ensayo histórico sobre la noción de Estado en
Chile en los siglos XIX y XX, una interpretación de la formación de «nación» en Chile
que transita en la misma dirección:

«La nacionalidad chilena —dice Góngora— ha sido formada por un Estado


que ha antecedido a ella, a semejanza en esto de la Argentina y a diferencia
de México y del Perú, donde grandes culturas autóctonas prefiguran los
Virreinatos y las Repúblicas. Durante la Colonia se desarrolla un
sentimiento regional criollo, un amor a «la patria», en su sentido de tierra
natal, del que nos dan amplios testimonios los cronistas como Alonso Ovalle
16

y los jesuitas expulsos en Italia, una carta llena de nostalgia por Chile escrita
por Lacunza a su abuela en 1778, etc. Es un bien común de toda la
historiografía americanista cuán celoso era el sentimiento criollo frente a los
burócratas, comerciantes, religiosos, recién llegados de España. Pero no
creo que se pueda llamar sentimiento nacional a ese regionalismo natural,
aliado por lo demás a la fidelidad a la monarquía española. La imprevisible
crisis dinástica de 1808, la invasión napoleónica y la formación de juntas en
la península, repercutieron en Chile de la manera que se sabe y luego la
ofensiva del Virreinato del Perú, a partir de 1813, dieron como resultado la
formación de un Estado ya definitivamente independizado en 1818, lo que
no se habría tal vez jamás entrevisto veinte años antes. A partir de las
guerras de la Independencia, y luego de las sucesivas guerras victoriosas del
siglo XIX se ha ido constituyendo un sentimiento y una conciencia
propiamente «nacionales», la «chilenidad». Evidentemente que, junto a los
acontecimientos bélicos, la nacionalidad se ha ido formando por otros
medios puestos por el Estado: los símbolos patrióticos (banderas, canción
nacional, fiestas nacionales, etc.), la unidad administrativa, la educación de
la juventud todas las instituciones. Pero son las guerras defensivas u
ofensivas las que, a mi juicio, han constituido el motor principal. Chile ha
sido pues primero, un Estado que sucede, por unos acontecimientos
azarosos, a la unidad administrativa española, la Gobernación, y ha
provocado, a lo largo del siglo XIX el salto cualitativo del regionalismo a la
conciencia nacional».28

Análisis que nosotros no podemos menos que compartir, con la sola diferencia —y que
por cierto no es menor— de que Góngora olvida historizar la propia categoría de
«nación» con la cual trabaja. Esta categoría de «nación» no es ni neutra, ni abstracta, ni
universal, ni constituye el punto de llegada necesario —como parece desprenderse del
análisis de Góngora—, sino que reposa en la representación que de esta «nación» se
hace el sector más avanzado de la élite en el poder. Dicha representación, como
mostraremos en esta ocasión, es función de dos elementos esenciales: por una parte, de
una determinada representación de la «civilización», de la «modernización», del
«progreso», hegemónica en la cultura y en la visión del mundo de entre los siglos XIX y
XX y, por otra, de la búsqueda de la construcción de la sociedad civil,29 vale decir, de la
necesidad de este mismo sector más avanzado de la clase en el poder de mantener la
cohesión social de una estructura política que no se apoya más, como en la época
28
GONGORA, Mario, Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX,
Santiago de Chile, Ediciones La Ciudad, 1991, pp. 11-12.
29
La noción de sociedad civil, en el marco de esta investigación asume el sentido gramsciano de
«hegemonía política y cultural de un grupo social sobre el conjunto de la sociedad» («egemonia
politica e culturale di un gruppo sociale sull'intera società», GRAMSCI, Antonio, Quaderni del
carcere, Seconda Edizione critica dell’Istituto Gramsci a cura di Valentino Gerratana, Torino.
Einaudi, 1977 p. 703), comprendida como una instancia sobreestructural y de ninguna manera el
uso corriente y por lo demás bastante ambiguo que ha impuesto la moda en el que confunde
«sociedad civil», con «sociedad» tout court.
17

colonial, en un orden de origen divino sino que debe comenzar a hacer frente a la
conformación de la voluntad popular propia de un sistema formalmente republicano, de
hacer frente entonces una creciente laicización de la cultura y a una naciente
conflictividad social que comienza a aparecer claramente como un problema político
para la élite desde fines de la llamada Guerra del Pacífico, conflictividad que ésta
misma élite busca, entonces, resolver a través del refuerzo de la sociedad civil, donde se
llevará a cabo —insistamos— la verdadera disputa por la hegemonía. La naturaleza y
los límites de la llamada «cuestión social» que aparecen con fuerza durante el
Centenario, constituyen, en sí —como veremos más adelante—, una muestra de la
capacidad de esta misma sociedad civil para mantener la hegemonía del grupo en el
poder y absorber el conflicto.

Hacia el Centenario
Una mirada sucinta al panorama de la región durante el período es fuertemente
ilustrativa para el propósito que adelantamos. Desde 1850, como consecuencia del
descubrimiento de oro en California y del ciclo expansivo que lo acompaña, venía
observándose un proceso de reactivación de la actividad económica de esta parte de
América que, por la misma época, comenzaba a hacerse llamar «latina». 30 En torno a la
extracción aurífera va a constituirse un mercado de productos agrícolas y un polo de
atracción para la mano de obra, la cual, seducida por «la quimera del oro» emigra hacia
California provocando de paso una cierta mejora en los salarios tanto en las ciudades
como en el campo. Esta recuperación de la actividad económica se ve favorecida por las
nuevas tecnologías desarrolladas en los medios de transporte. Vapores con quilla de
acero ponen en contacto en un mes Buenos Aires con Portsmouth, acelerando la
comunicación y el tráfico de mercaderías con Europa, mientras los primeros
ferrocarriles comienzan a instalarse en la región estableciendo vínculos entre los puertos
y los centros productivos. En 1878, Argentina cuenta 2.200 kilómetros de líneas férreas,
México 640, Chile 1.500... Un sistema bancario —London and Brazilian Bank, y
London and River Plate Bank, en 1862, London Bank of Mexico and South America, en
1864—, comienza igualmente a implantarse en la región. Las inversiones inglesas, las
más importantes del período, pasan de 80,9 millones de libras esterlinas, en 1865, a
246,6 millones en 1885 y a 552,5 millones en 1895. Durante un largo período, este flujo

30
Cf., OSSANDON, Carlos, «La política latinoamericana de Francisco Bilbao», in El pensamiento
en Chile 1830-1910, Santiago de Chile, Nuestra América Ediciones, 1987, pp. 45-55.
18

va a canalizarse a través de préstamos a los Estados latinoamericanos. Estos, a ritmos


diferentes y en parte gracias a estos mismos préstamos, comienzan a consolidarse y a
promover nuevas formas de inserción de las economías de la región en el mercado
mundial, lo que —aunque debemos utilizar la noción con mucha precaución— permite
a la historiografía que examina la época, hablar de los orígenes del Estado-nación en
América Latina.31
Esta consolidación del Estado se acompaña de diversas mutaciones en el paisaje
social. El desarrollo de la urbanización, la aparición de capas medias, la multiplicación
de las profesiones liberales, la extensión de los empleos públicos crean, lentamente, un
aumento del consumo y de las expectativas sociales dando nacimiento a nuevos actores
políticos. La reactivación económica se traduce además por un crecimiento demográfico
que se hace sentir. En relación con 1800, la población de Argentina se triplica llegando a
1,8 millones de habitantes hacia 1865-75. La de Brasil se acerca en el mismo momento
a los 10 millones. En 1869, la de Chile es de 2 millones. En 1871, la de Nueva Granada
—rebautizada Colombia en 1860— es de 2,9 millones, en 1873 la de Venezuela es de
1,8 millones y, en 1876, la de Perú es de 2,6 millones de habitantes. 32 La migración
hacia los países de la costa atlántica va a incrementar estas tendencias. Entre 1881 y
1930, 3,8 millones de emigrantes llegan a Argentina, 579 mil en Uruguay y 183 mil a
Chile.33
Producto del mismo ciclo expansivo —que en Europa toma forma a partir de la
derrota del movimiento democrático de 1848—, determinadas economías en plena
revolución industrial, como la inglesa, están en mejores condiciones para absorber los
productos latinoamericanos. En 1880, en relación con los últimos años de la Colonia las
exportaciones de carne y de cuero se habían multiplicado por 50 en Argentina. Un
proceso semejante se registra en Chile con el salitre. También con relación a los últimos
años de la Colonia, Colombia y Venezuela aumentan siete veces sus exportaciones
mientras Perú las multiplica por cinco. En Ecuador comienza el ciclo de exportaciones
de cacao. En Brasil, la producción de café, esencialmente destinada a la exportación,
que era de unos 150 mil sacos de 60 kilos, a comienzos del siglo XIX, pasa a más de 15

31
Cf., KAPLAN, Marcos, La formación del Estado nacional en América Latina, Buenos Aires,
Amorrortu, 1976.
32
Cf., HALPERIN DONGUI, Tulio, Historia contempoánea de América Latina, Décimacuarta
edición, Madrid, Alianza editorial, Serie Historia, 1998.
33
Cf., SANCHEZ-ALBORNOZ, Nicolás, «La población de América Latina, 1850-1930», in
Historia de América Latina, (Traducción castellana de The Cambridge History of Latin America,
Cambridge University Press, 1994), Crítica, Grijalbo Mondadori, Barcelona, Vol. VII, pp. 106-132.
19

millones en 1906. Las ganancias de ese comercio son destinadas en gran parte a reforzar
el poder de los grupos oligárquicos criollos, otorgándole solidez así el andamiaje
cultural que forma parte de la reproducción del sistema. 34 Este crecimiento de las
exportaciones de las industrias que se han vuelto más dinámicas se articula con una
fuerte disminución de las exportaciones de metales preciosos. 35 Estos serán
reemplazados por otros productos que conforman un proceso de especialización
productiva que, si lo examinamos a posteriori, puede colocarse al origen, de la
monoproducción que ha venido caracterizando hasta fechas recientes a la mayoría de las
economías latinoamericanas.36
La reactivación económica del continente se presenta así estrechamente ligada a
los procesos de acumulación de capital provocados desde fines del siglo XIX por la
revolución industrial. Esto es particularmente visible en dos aspectos. De una parte, la
monetarización progresiva de las economías de la región permite la expansión y la
consolidación de los mercados para las manufacturas que provienen de los polos donde
tiene efecto la revolución industrial. De otra, la modernización de las formas de
producción que promueve este mismo sector industrial demanda cada vez mayor
cantidad de materias primas para las cuales los procesos de producción que se
desarrollan en América latina son demasiado lentos y atrasados para satisfacer su
demanda. La llegada de capitales a la región busca modernizar los procesos de
extracción y de producción, reduciendo sus costos en provecho de la acumulación en las
zonas ya industrializadas del sistema considerado en su conjunto. 37 Las inversiones
tecnológicas y financieras comportan en consecuencia un control cada vez más
importante de la infraestructura puesta en marcha por las empresas inglesas y luego
norteamericanas. Ferrocarriles, frigoríficos, silos, refinerías de azúcar, formarán parte de
circuitos cerrados sin capacidad de irradiar su actividad sobre el conjunto de la

34
«La alta propensión al consumo de los objetos de lujo —escribe René Zavaleta— siempre tuvo
un caracter funcional en las sociedades aristocráticas, por cuanto facilitaba a las clases dominantes
la fachada necesaria para el control de las clases medias y humildes». ZAVALETA, René, Lo
nacional-popular en Bolivia, México, Siglo veintiuno, 1986, p. 114.
35
Cf., HALPERIN DONGUI, Tulio, Historia contempoánea de América Latina, ed. cit.
36
No debe perderse de vista aquí que la modernización conservadora va a prolongarse de una
manera vigorosa en América latina durante los primeros años del siglo XIX. En Argentina, la
exportación de cereales pasa de un millón de toneladas entre 1890 y 1895 a 5,2 millones entre 1910
y 1914, mientras las de la carne pasan de 27.000 a 376.000 toneladas. En Perú las exportaciones
pasan de 29,1 libras peruanas entre 1905 y 1909 a 41,7 entre 1910 y 1914, registrándose un
aumento de la actividad industrial en la alimentación, en el cuero y calzado y en la textil. Lo mismo
ocurre en Colombia con la cerveza, la cristalería y la industria textil.
37
Cf., CARMAGNANI, Marcello, Estado y sociedad en América Latina, Barcelona, Crítica, 1984.
20

economía llamados «enclaves», los que corresponden a las formas predominantes de


expansión del capital durante el período.
Nos encontramos aquí, entonces, frente a lo que en otro lugar hemos
denominado «la paradoja del Gattopardo».38 La modernización, reforzando la
exportación de productos primarios al mismo tiempo que la dependencia financiera de
los polos de acumulación de capital, revela su naturaleza esencialmente conservadora,
favoreciendo el proceso de concentración de la propiedad agraria y reforzando el poder
de las oligarquías locales y provocando nuevos procesos de concentración. «El cambio
económico más importante del período 1870-1914 —escribe Williams Glade en The
Cambridge History of Latin America—, fue el enorme crecimiento de la utilización de
la tierra como motor principal del desarrollo capitalista». 39 La ampliación de la escala de
producción requiere de superficies cultivables cada vez más importantes, que la
oligarquía, apoyada por el Estado, obtiene expropiando las tierras a los campesinos. Las
comunidades son expropiadas y sus tierras destinadas a la caña e azúcar, al algodón, al
café, a la búsqueda de pozos de petróleo... «El ciclo de expansión económica que dura
sesenta años —dice Arnold Bauer—, conduce a la destrucción de los pueblos nativos
desde la Araucanía hasta el río Yaqui, y la esclavitud virtual desde el Yucatán hasta el
Amazonas».40 En México, donde la ley Lerdo había abierto el camino al «asalto masivo
de las tierras de las comunidades»,41 los Yaquis —que habían resistido valientemente la
invasión española—, se transforman en un obstáculo a la modernización y son
expulsados de Sonora. La llegada de capitales bajo el régimen de Porfírio Díaz —«el
ejemplo más maduro de dictadura progresista»—,42 la que, apoyándose en una
oligarquía agraria modernizadora, se hace reelegir siete veces, transforma este país en

38
Cf., MASSARDO, Jaime y SUAREZ, Alberto, Civilisation latino-américaine. Notes de cours,
ed. cit. En este trabajo hacemos mención al conocido texto de Giuseppe Tomasi di Lampedusa,
quien dice por la boca de Tancredi, un joven aristócrata que adhiere a la revolución liberal, para
influir sobre ella evitando todo cambio significativo del sistema imperante : « Se vogliamo che
tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi ». (LAMPEDUSA, Giuseppe Tomasi di, Il
Gattopardo, 61° edizione, Milano, Feltrinelli, 1993, p. 41). A nuestro juicio, en momentos
esenciales de la historia de América Latina los grupos dominantes han logardo conservar el poder a
través de una política de revolución preventiva, de rebelión conservadora y es a esto lo que, en el
texto citado, hemos llamado «la paradoja del Gattopardo».
39
GLADE, Williams, «América latina y la economía internacional, 1870-1914», in Historia de
América Latina, (Traducción castellana de The Cambridge History of Latin America, Cambridge
University Press, 1991), ed. cit., Vol. VII, p. 23.
40
Cf., BAUER, Arnold, «La hispanoamérica rural», in Historia de América Latina, (Traducción
castellana de The Cambridge History of Latin America, Cambridge University Press, 1991), ed. cit.,
Vol. VII, pp. 133-162.
41
Ibídem
42
HALPERIN DONGUI, Tulio, Historia contemporánea de América Latina, Sexta edición,
Madrid, Alianza editorial, 1977, p. 317.
21

un gran exportador de productos agrícolas. 43 El llamado «Porfiriato» (1876-1911)


constituye un proceso perfectamente representativo de los efectos de la modernización
conservadora, suministrando de paso el modelo de dictador inmortalizado en el cine por
El recurso del método, de Miguel Littín. En Brasil, enormes cantidades de tierra son
ocupadas por plantaciones de café. La modernización de los cultivos obliga en 1888 a
poner fin a la esclavitud. En 1906, Brasil suministrará más del 80 p. 100 de la
producción mundial de café, de las cuales tres cuartos pertenecen a São Paulo. En
Argentina, a través de la expropiación de tierras, directa o por medios inconfesables,
millones de hectáreas son arrebatadas a las comunidades en provecho de las estancias y
de la exportación de la carne y del cuero. La derrota de Paraguay, en 1870, frente a la
Triple Alianza —Brasil, Argentina, Uruguay— abrirá el camino a la venta de tierras de
pequeños propietarios campesinos destinadas a la yerba mate, tierras que son
rápidamente recuperadas por la oligarquía.44 En Guatemala, entre 1898 y 1920, Manuel
Estrada, cede la tierra de las comunidades campesinas al control de capitales que van a
asegurarle una «explotación racional» del plátano. En Venezuela, el general Juan
Vicente Gómez, que gobierna entre 1908 y 1929, ofrece también el petróleo a los
capitales portadores de la modernización.45 En Chile, donde la historiografía tradicional
utiliza el eufemismo de la «pacificación», con el objeto de ocultar el conflicto por el
cual, para aumentar la exportación de trigo, los mapuches —que habían luchado durante
tres siglos para preservarlas de la ocupación española— son despojados de un millón de
hectáreas de tierra.46
Impidiendo al Angelus Novus de Walter Benjamin de «despertar a los muertos y
juntar los vencidos»,47 la modernización que surge en América latina, en la mitad del
siglo XIX, se desplaza en la misma dirección de lo que había sido la Colonia,
profundizando las tendencias que ésta había ya hecho emerger, enfatizando el papel

43
Cf., GUERRA, François-Xavier, Le Mexique, de l’ancien régime à la révolution, 2 Vol., Paris,
L’Harmattan, 1985.
44
Cf., LARA, Jorge, «Paraguay : luchas sociales y nacimiento del movimiento campesino», in
Historia política de los campesinos latinoamericanos, México, Siglo veintiuno, 1985, Vol III, pp.
208-253.
45
Cf., CUEVA, Agustín, El desarrollo del capitalismo en América Latina, México, Siglo veintiuno,
1977.
46
Para un examen más detallado de la expropiación de tierras mapuches, cf., Ley nº 380, del 14 de
septiembre de 1896; ley nº 994, del 13 de enero de 1898; En la Biblioteca del Congreso Nacional,
Comisión parlamentaria de Colonización, Congreso Nacional, Santiago de Chile, Sociedad
Imprenta y Litografía Universo, 1912. La historiografía nacional ofrece varios estudios, cf.,
BENGOA, José, Historia social de la agricultura, II Vol. Santiago de Chile, Sur, 1998;
FERRANDO, Ricardo, Y así nació la frontera, Santiago de Chile, Editorial Antártica, 1986.
47
BENJAMIN, Walter, «Thèses sur la philesophie de l’histoire», in Essais 1935-1940, Traduites de
l’allemand par Maurice de Gandillac, Paris, Denoël/Gonthier, 1983, Vol II, p. 200.
22

preponderante del mercado mundial y legitimando una manera de ver la sociedad a la


cual son sacrificados importantes recursos humanos y materiales del continente. La
representación de la «civilización», de la «modernización», del «progreso», encuentra
sus fundamentos filosóficos en el positivismo, vale decir, en una lectura de la historia de
la humanidad organizada en torno a una teoría de la «etapas» extraída, en lo
fundamental, del pensamiento de Auguste Comte.48 La civilización representada por la
«modernización», se opone así a la «barbarie», constituye un estado al cual la
humanidad debe llegar y al cual han llegado los países que constituyen el ejemplo a
imitar. Esta manera de ver la sociedad propone un andamiaje cultural que deja
numerosas huellas en la literatura, entre las cuales Facundo, civilización y barbarie, de
Domingo Faustino Sarmiento, publicada por primera vez en 1845, es quizás su fruto
más precoz.49 Presidente de la República argentina entre 1868-1874, Sarmiento
personifica perfectamente el ascenso de las expresiones políticas de la modernización,
las que van a tomar igualmente cuerpo en México en la élite del «Porfiriato», o en
Brasil, donde la divisa «Ordem e progresso» inscrita en la bandera nacional sugiere una
filosofía de Estado.50
Estas tendencias que describimos aquí de una manera general encuentran un
momento de cristalización ideológica en las festividades que, un poco en todas partes,
se desarrollan en la América latina hispana alrededor de 1910, con ocasión del
Centenario de la Independencia. En nuestro país, el texto oficial del Centenario, que es
encargado al estudioso guatemalteco Eduardo Poirier, las muestra con toda precisión.

«Fueron el Presidente Bulnes y, en seguida, el Presidente don Manuel Montt


quienes introdujeron al país los primeros inmigrantes de nacionalidad
alemana que han convertido a las provincias de Valdivia y Llanquihue en
otros tantos centros de actividad industrial y fabril
48
«El positivismo que como romanticismo de la ciencia —dice Nicola Abbagnano—, acompaña y
estimula el nacimiento y la afirmación de la organización técnico-industrial de la sociedad moderna
y expresa la exaltación optimista que ha acompañado al origen del industrialismo».
ABBAGNANO, Nicola, Dicconario de filosofía, segunda edición en castellano, Fce., 1974, p. 936.
49
Cf., SARMIENTO, Domingo Faustino, Facundo, civilización y barbarie, Buenos Aires, Juan
Roldán, 1914. Una respuesta a la defensa de la modernidad de la que Facundo es portador toma
forma en la primera parte de Martín Fierro, de José Hernandez, publicada en 1872, donde el
gaucho reivindica la fuerza de la tradición, mostrando las heridas que la modernidad le provoca a la
sociedad.
50
No es inútil de recordar aquí que, en sus breves notas a propósito de la formación de los
intelectuales en América Latina, Antonio Gramsci veía en esta fase de modernización cierta
analogía con la lucha por imponer una cultura laica, el Kulturkampf que se desarrolla entre 1872 y
1875 en la Alemania de Bismark. Cf., GRAMSCI, Antonio, « Appunti e note sparse per un gruppo
di saggi sulla storia degli intellettuali », in Quaderni del carcere, Seconda Edizione critica
dell’Istituto Gramsci a cura di Valentino Gerratana, Torino, Einaudi, 1977, Quaderno 12 (XXIX),
pp. 1528 et ss.
23

Años después el Presidente Pérez inició la Pacificación de Arauco, a la


sazón último reducto de la barbarie indígena. El coronel don Cornelio
Saavedra fue poco a poco reduciendo a los araucanos (1861-1869) y
fundando ciudades en los territorios arrebatados a su dominio cuya línea
divisoria bien pronto no llegó más acá del río Malleco. Esta pacificación
benéfica para los fines de la cultura y provechosa para la colonización de
esos territorios fue terminada por el coronel Urrutia, en 1883. Así fue como
a fines de ese año el Presidente Santa María pudo destinar los nuevos
territorios a su enajenación por particulares y al establecimiento de colonias
extranjeras que bien pronto llevaron a esas regiones el fundante soplo de la
civilización. Alemanes y suizos, españoles y franceses sirvieron de base a la
fundación, primero de las colonias de Victoria, Quillán, Quechereguas y
después a las de Ercilla, Contulmo, Traiguén, Quino, Galvarino, Temuco,
Purén e Imperial».51

Las «colonias extranjeras que bien pronto llevaron a esas regiones el fundante soplo de
la civilización» cumplieron entonces, de acuerdo con la representación del mundo
hegemónica, de la «civilización», de la «modernización», del «progreso», la noble
misión de desalojar «último reducto de la barbarie indígena», noble misión que para
evitar toda duda y mostrar con nitidez la ideología dominante, el 18 de septiembre de
1910, vale decir, el día mismo del Centenario, es ensalzada por El Mercurio.

«Chile —nos dice su Editorial, en esta fecha—, ofrece un campo fecundo


para la actividad económica de Alemania; su progresista colonia, formada
de elementos de orden y de cultura encuentra en nuestra sociedad un
ambiente propicio para el desarrollo de todas sus energías y, lo que es para
nosotros de gran valor para la asimilación y la agregación de nuevos
elementos étnicos a nuestra raza».52

Esta «agregación de nuevos elementos étnicos a nuestra raza» expresa, traducida en el


código local, la ideología de la «civilización», de la «modernización», del «progreso»,
traducción que el mismo Mercurio —siempre en su Editorial del día del Centenario—,
recogiendo la visión positivista de la historia de Auguste Comte, realiza rigurosamente.

«Se cumplen hoy cien años desde el día en que los ciudadanos de Chile
iniciaron el movimiento de emancipación de la metrópoli (...) El camino
recorrido en períodos bien marcados que son como la sucesión de edades
del hombre repetidas en la formación de este país
Vivimos una infancia azarosa y vacilante en que debíamos luchar contra
los enemigos que se oponían a nuestra marcha. Pasamos por una turbulenta
51
POIRIER, Eduardo, Chile en 1910. Edición del Centenario de la Independencia, ed. cit., p 256.
52
Editorial de El Mercurio, Santiago de Chile, 18 de septiembre de 1910 (subrayado nuestro)
24

juventud de guerras intestinas, en que las pasiones se desbordaban y nos


impedían seguir los consejos de la reflexión. Entramos más temprano que
nuestras hermanas de América en la edad viril de la sensatez y de la
organización y nos hallamos, al cabo de cien años, en pleno vigor,
organizados, seguros de nosotros mismos, aptos para todo trabajo,
preparados por la experiencia, consientes de lo que somos».53

Debe retenerse aquí además que, esta misma «agregación de nuevos elementos étnicos
a nuestra raza», mas allá de las implicaciones éticas que representa la expoliación de
los legítimos propietarios de las tierras usurpadas, permite la liberación de una cantidad
importante de fuerza de trabajo que va a constituir un mercado específico y a estimular
en consecuencia el naciente desarrollo de nuevas formas de producción ligadas a la
expansión del capital. La expropiación de tierras mapuches expresa entonces una doble
funcionalidad. De una parte, desalojar «último reducto de la barbarie indígena», como
señala el documento que el guatemalteco Poirier redacta para el Centenario, de otra,
avanzar en la modernización de la sociedad, incorporándola a las nuevas condiciones
del mercado mundial, proletarizando una estructura social que, hasta avanzado el siglo
XIX seguía, en gran parte, manteniéndose como una sociedad de castas.

«Una vez afianzado el territorio por medio de un sinnúmero de pequeños


fuertes militares —nos dice Christian Martínez—, se mensuró la tierra, se
repartió, se establecieron las ciudades y, en ellas, toda la burocracia de la
administración y autoridades competentes. Se comenzaron a construir
escuelas, donde también se admitió al mapuche pero donde no se enseñó ni
su lengua ni su historia, se abrieron caminos y junto con ellos se
establecieron las líneas telegráficas, permitiendo una rápida comunicación
con el resto del país. Los campos pronto empezaron a dar sus frutos y el
cereal, la carne y la madera comenzaron a abarrotar las bodegas de las
estaciones donde pasará el símbolo más sublime de la nueva situación, la
locomotora a vapor».54

La «modernización», no se ocupa solamente de la frontera sur y de la conversión al


capitalismo de las tierras mapuches. La victoria militar en la Guerra del Pacífico aparece
íntimamente asociada al incremento de la demanda en el mercado mundial del salitre.
Mientras las primeras oficinas salitreras que se habían instalado a principios del siglo
XIX estaban destinadas solamente a la fabricación de explosivos, 55 a partir de la década
53
Ibídem.
54
MARTINEZ, Christian, Liberalismo, modernización y sujeto: el caso de los proyectos
inmigratorios y la ocupación de la Araucanía durante el siglo XIX, Tesis de Maestría en Ciencias
Sociales y Etica, Santiago de Chile, ILADES, 1994, p. 64 (subrayado nuestro).
55
Pensemos aquí en las oficinas instaladas cerca de Negreiros, cuando esta localidad formaba parte
todavía del territorio peruano y que éste era todavía parte del Imperio español.
25

de 1860, como producto del ciclo expansivo del capital que conllevaba un importante
incremento en la agricultura, comenzará a generalizarse la exportación del salitre como
fertilizante, independizando a éste de las coyunturas bélicas. En el momento del
Centenario más del 70 por 100 del salitre exportado estaba destinado a la agricultura.
Este nuevo uso y la multiplicación de la demanda implican una expansión masiva de la
industria salitrera, expansión no podría ser viable sin medios de transporte eficientes.
«Durante el período del auge salitrero hubo más de 150 oficinas, cada una de las cuales
tuvo su sistema interno de transporte, el que, a partir de 1890, normalmente fue
ferroviario».56
La historia de la construcción de los ferrocarriles se vincula entonces
íntimamente a los destinos de la industria salitrera y en esa misma medida es reveladora
de los contenidos de la «modernidad», de su significado real en cuanto a la generación
de una economía de «enclaves», al incremento de las condiciones de dependencia
económica, y en términos más globales, de la orientación de la sociedad. Cuando
Tarapacá era peruana, los ferrocarriles fueron pertenecían a la empresa Ramón Montero
y Hermanos, que desde 1873, se transforma en la Compañía Nacional de los
Ferrocarriles salitreros del Perú. Después de la Guerra del Pacífico, el aventurero
británico John Thomas North adquiere a los Montero la mayoría de las acciones a bajo
precio formando la Nitrate Railways Company Limited que dominará el conjunto del
transporte del salitre. En Antofagasta predomina otra empresa británica, la Antofagasta
Chile and Bolivia Railways Company y más al sur la Taltal Railways Company
Limited, formada en Londres en 1881. Dichas compañías pueden cobrar precios
monopólicos por sus fletes, sabiendo que las oficinas salitreras están obligadas a ocupar
sus servicios.

«El transporte del salitre, aún más que la explotación del producto mismo
—nos dicen Ian Thompson y Angerstein Dietrich en su Historia del
ferrocarril en Chile—, quedó bajo el control de empresas británicas cuyos
ferrocarriles en las tres macrozonas mineras, constituyó la única manera
práctica de hacer llegar de hacer llegar el producto de casi todas las oficinas
a los puertos. Su rentabilidad era impresionante, pudiendo adquirir equipos
modernos y, en particular, locomotoras de última tecnología, que se
necesitaban para arrastrar los insumos de la industria salitrera por las fuertes
pendientes hacia la pampa».57

56
THOMSON, Ian y DIETRICH, Angerstein, Historia del ferrocarril en Chile, Santiago de Chile,
Ediciones de la Dirección de Bibliotecas Archivos y Museos, 2000, p. 50.
57
THOMSON, Ian y DIETRICH, Angerstein, Historia del ferrocarril en Chile, ed. cit., p. 49.
26

Puede observarse así como la ausencia de una política nacional en relación con el salitre
se reproduce en relación con los medios de transporte. La nación, como proyecto
ideológico unificador, no tiene, paradójicamente, políticas de real contenido nacional.
La notable excepción se produce entre 1886 y 1891, durante el gobierno de José
Manuel Balmaceda,58 bajo cuyo mandato, en el año de 1887, se fundo el Ministerio de
Obras Públicas, el que, con un plan perfectamente definido, llegó a absorber, en 1990,
más de un tercio del presupuesto del país. 59 Bajo su dirección se inauguran nuevas
escuelas, nuevos edificios de gobierno, se inaugura el Viaducto del Malleco, la
canalización del río Mapocho y el dique seco de Talcahuano, el puente largo sobre el
Bío-Bío, se construyen más de 1000 kilómetros de vías férreas, entre ellas la primera
sección del ferrocarril Transandino, al mismo tiempo que se efectúan las adquisiciones
por parte del Estado de las redes ferroviarias de Chañaral, en 1888 y de Elqui, en 1990,
las primeras de las que éste se hace cargo en la historia de Chile. La lectura del discurso
de Balmaceda —que escapa a las consideraciones de este trabajo— muestra con
claridad la dimensión de su proyecto modernizador.60

«La verdadera gran aspiración de Balmaceda —escribe Mario Góngora


citando a Harold Blakemore—, fue su plan de Obras Públicas, que pudo
realizar en gran escala financiándola por el derecho de exportaciones sobre
el salitre».61

Fuera de este interregno balmacedista, la adquisición de las redes ferroviarias por parte
del Estado es relativamente tardía en función del período que nos interesa. De hecho en
1880 un 46,5 por 100 de los ferrocarriles están en manos privadas. Aún habiéndose
estatizado ulteriormente las líneas de Chañaral, en 1888, Elqui, en 1990, Coquimbo, en
1895, Tongoy, en 1901 y Copiapó, justamente en 1910, para el año del Centenario el
porcentaje de los ferrocarriles controlados por manos privadas sube, llegando al 52,4
por 100 del total.62 Es revelador, al respecto, que, durante la misma coyuntura del

58
Cf., Discursos de José Manuel Balmaceda. Iconografía recopilación de Rafael Sagredo y
Eduardo Devés, 3 Vol., Santiago de Chile, 1991, 1992
59
Cf., COLLIER, Simon y SATER, William, Historia de Chile, Madrid, Cambridge University
Press, 1999.
60
Programa del candidato presidencial de la Convención liberal de 1886, Discursos de José
Manuel Balmaceda, ed. cit., Vol III, pp. 139-143.
61
GONGORA, Mario, Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX,
ed. cit., p. 25. Góngora se apoya en el trabajo de Harold Blakemore, British Nitrates and Chilean
Politics, publicado por la University of London, en 1971.
62
Cf., THOMSON, Ian y DIETRICH, Angerstein, Historia del ferrocarril en Chile, ed. cit.
27

Centenario, El Mercurio afiche en su editorial el problema de la privatización de los


ferrocarriles.

«Insensiblemente, se ha formado en Chile el concepto de que sólo el Estado


debe construir y explotar ferrocarriles, relegando a segundo término la
acción de la iniciativa privada.
El proyecto sobre concesión de primas a las empresas constructoras de
ferrocarriles, que el Senado ha acordado discutir en la sesión de hoy, tiende
a reaccionar tímidamente en esta interesante materia.
No hay para que insistir en los grandes inconvenientes que ofrecen las
explotaciones industriales en manos del gobierno. Así como tampoco tiene
objeto demostrar que los ferrocarriles del Estado representan actualmente
una de las cargas más onerosas del presupuesto nacional. Nos bastará
recordar que en los últimos tres años, según la exposición financiera del
señor Ministro de Hacienda, los ferrocarriles nacionales no sólo no han
costeado sus gastos, sino que su explotación ordinaria ha exigido el
desembolso de cien millones de pesos fuera del presupuesto.
Puede considerarse, por consiguiente, que los ferrocarriles del Estado son,
sino el principal, uno de los factores que han introducido el desequilibrio en
nuestra hacienda pública»,63

Si se comparan con la extensión de otras redes ferroviarias, los 5.431 kilómetros de vías
férreas existentes en Chile no dejan de tener, con todo, una cierta significación, situando
nuestro país en el cuarto lugar de América latina, después de Argentina, México y
Brasil. Con la inauguración del Ferrocarril Transandino, que unía Chile con Argentina
(Mendoza y Buenos Aires), inaugurado el 27 de noviembre de 1909, y puesto en
circulación el 5 de abril de 1910, pueden constatarse las siguientes cifras:

USA......................................... 369.991 kilómetros de vías férreas.


Argentina ............................... 24.763 ............... id .....................
México..................................... 21.906 ............... id ....................
Brasil ..................................... 20. 000 .............. id .....................
Chile ...................................... 5.431 .............. id ...................
Cuba ....................................... 3.013 ............... id .....................
Perú ........................................ 2.150 ............... id ....................
Uruguay .................................. 2.017 ............... id ...................
________________________________________________________ 64

63
Editorial de El Mercurio, Santiago de Chile, 1º de septiembre de 1910.
64
Fuente: POIRIER, Eduardo, Chile en 1910. Edición del Centenario de la Independencia, ed. cit.,
p. 406.
28

El balance del estado de la infraestructura instalada en Chile en el momento de


Centenario muestra, por otra parte, su orientación modernizadora y la fuerza de la visión
del mundo que en ese momento es hegemónica. En 1908 existían más 14.000
kilómetros de líneas telefónicas, encontramos 27.162 kilómetros de hilo telegráfico,
servicios de tranvías estaban instalados en 16 ciudades de Chile (los que cubrían 113
kilómetros en Santiago, y 28 en Valparaíso), mientras los servicios de Correos expedían
y recibían un total de 86.594.982 cartas. Instalaciones de 216.000 metros de cable
subterráneo y 281.000 de cable aéreo transportaban energía eléctrica y 1060 casas
disponían de luz originada por este servicio.65 El papel preponderante de la ciencia y la
técnica en la ideología del proyecto modernizador se muestra además en la celebración
en Santiago de Chile, entre el 25 de diciembre de 1908 y el 5 de enero de 1909, del
Congreso Científico.
La actividad industrial, que comienza a desarrollarse lentamente en los últimos
decenios del siglo XIX, muestra, en 1908, un total de 70.174 operarios, de los cuales,
46.549 son de sexo masculino, 17.678 de sexo femenino y 5.947 son niños. Las cifras
que comentamos adquieren sentido cuando advertimos que la población del país es
comparativamente exigua, alcanzando, de acuerdo con las cifras del Censo de 1907, los
3.249.279 habitantes. De entre éstos, la mayoría se sitúa en regiones rurales o en
pequeñas ciudades o pueblos. Las cifras de población que ofrecen las tres ciudades más
grandes son de,

Santiago .....................................................516.870 habitantes


Valparaíso ................................................. 281.385 habitantes
Concepción ................................................. 216.994 habitantes
__________________________________________________66

Un conjunto de manifestaciones culturales que buscan sus raíces en el mito de las


«identidades nacionales» e incluso en una «identidad latinoamericana» vendrán a
apoyar esta «modernidad». En el terreno de la literatura, Rubén Darío, que con la
publicación de Azul, en 1888 —«rébellion littéraire contre la tradition», dice Leslie
65
Cf., POIRIER, Eduardo, Chile en 1910. Edición del Centenario de la Independencia, ed. cit..
66
Fuente: República de Chile, Censo oficial de 1907.
29

Manigat—,67 había establecido una frontera literaria, redacta su Canto épico a las
glorias de Chile. Darío será seguido pronto por José Enrique Rodó, del cual su Ariel,
—para Giuseppe Bellini «el texto más significativo del espiritualismo
latinoamericano»—,68 publicado en 1900, generará una corriente literaria que busca el
«arielismo», lo «vernacular» del continente. Rodó —no es en absoluto casual— será el
orador central de nuestras festividades del Centenario y en su discurso realizado ante el
Congreso Pleno el 17 de septiembre de 1910 hará referencia —lo que no es tampoco en
absoluto casual— a la obra de Augusto Comte.

«Augusto Comte —dice Rodó ante el Congreso chileno reunido en pleno—


expresaba su profunda fe en la futura conciencia de la solidaridad humana
diciendo que la humanidad, como lo colectivo no existe aún, pero existirá
algún día».69

Esta intervención de Rodó quedará incrustada no sólo en el despliegue discursivo de las


festividades del Centenario sino también en la memoria de los asistentes a las
celebraciones. Admirado —diríamos, extasiado—, Carlos Morla anota en su diario
refiriéndose a Rodó:

«Al hablar, diríase que había rajado en dos la roca austera que acumulaba en
sus seno tesoros infinitos, el destello de piedras preciosas el centelleo
deslumbrante del oro, las armonías de una acústica innarrable, los rayos de
sol provenientes de una inmensa e invisible portada abierta sobre el cielo».

El positivismo en su calidad de filosofía dominante aparece entonces como el hilo


conductor explícito de la representación de la «civilización», de la «modernización», del
«progreso», propulsada por el Centenario, pero además se presenta como un elemento
constante en la producción de la lógica simbólica que envuelve las festividades,
abarcando los contenidos de diversas actividades de carácter propiamente estético.

«Con motivo de la próxima inauguración del Museo de Bellas Artes en un


nuevo local y aprovechando la circunstancia de que va a celebrarse la fecha
del Primer Centenario de la Independencia —escribe Eduardo Poirier—, el

67
MANIGAT, Leslie, L’Amérique latine au XXe siècle, 1889-1929, Paris, Editions du Seuil, 1991,
p. 66.
68
BELLINI, Giuseppe, Nueva historia de la literatura hispanoamericana, Madrid, Castalia, p. 655.
69
RODO, José Enrique, El centenario de Chile, Montevideo, Impresora uruguaya «Colombino»,
1975, n/p.
30

Gobierno ha considerado oportuno efectuar para entonces una Exposición


Artística Internacional».70

La inauguración, que en sí no tiene nada de particularmente original y que pudiera ser


considerada como una suerte de continuidad con la fundación, el año anterior, de la
Biblioteca de Escritores de Chile, cobra sentido para la investigación cuando advertimos
que el edificio del Palacio de Bellas Artes, en el Parque Forestal de Santiago, es una
réplica exacta del Petit Palais, construido en Paris. No se trata aquí de realizar un juicio
en términos de valoración estética sino una reconstrucción histórica capaz de situar las
motivaciones de una determinada elección. Lo que se transforma en un hecho revelador
es le elección del modelo como indicador de la fuerza de la ideología de la
«civilización», de la «modernización», del «progreso» en el plano estético, vale decir,
en un nivel fuertemente simbólico. La imagen es siempre, a la vez, símbolo. Esta réplica
del Petit Palais no será la única manifestación de la alta valoración de los modelos de
los países donde eran hegemónicos los cánones de la «civilización», de la
«modernización», del «progreso». El arquitecto francés Dubois entregó concluido el
proyecto del Parque Forestal, que había comenzado en 1901, inspirado también en los
Champs Elysées. El Arco del Triunfo, que ofrece la colonia inglesa en el puerto de
Valparaíso muestra las mismas raíces ideológicas ligadas a la forma del arte público y
por lo tanto del símbolo tratado en el plano de la representación colectiva, raíces que,
creemos, que debe ser desarrollado en una exposición complementaria.
Un elemento fuertemente revelador, en el terreno de la lógica se encuentra en el
tratamiento de los símbolos patrios. Así, en el decreto del 12 de agosto de 1909, firmado
por Domingo Amunátegui Solar, Ministro de Educación, que fija en canon de ejecución
de la Canción Nacional, la cercanía de la fecha con la de la celebración del Centenario
—37 días— muestra nítidamente cómo, a través de éste, la élite busca darle una forma
definitiva al proceso de construcción de la «nación» a través de un elemento simbólico
esencial. Por encargo de Bernardo O’Higgins, Manuel Robles, en agosto de 1820, había
escrito la música de la Canción Nacional. El catalán Ramón Carnicer la reescribió en
diciembre de 1828. Los versos del argentino Bernardo Vera y Pintado que constituyeron
la letra de la Canción Nacional hirieron la sensibilidad de la colonia española residente
en Chile, y luego de modificaciones sucesivas —Eliodoro Ortíz de Zárate, Eduardo de
la Barra, Fabio de Petris— se adopta hacia 1847, la nueva letra de Eusebio Lillo —que

70
POIRIER, Eduardo, Chile en 1910. Edición del Centenario de la Independencia, ed. cit., p. 270.
31

iba a morir en julio de 1910, vale decir, dos meses antes de las festividades del
Centenario—, aunque conservando el coro de Vera y Pintado que se mantiene hasta
hoy.71
Otros símbolos, ya suficientemente anclados en el imaginario colectivo nacional
van a jugar un papel como refuerzo de la representación de República. Así, el Escudo
Nacional, luego de modificar el creado en septiembre de 1812, por José Miguel Carrera
y el de septiembre de 1819, diseñado bajo el gobierno de Bernardo O’Higgins, adoptó
su forma definitiva en junio de 1834. De entre estos símbolos, la Bandera Nacional cuya
confección O’Higgins encomienda en 1819 al español Antonio Arcos, —padre de
Santiago Arcos—, y que reemplaza la diseñada, en junio de 1813, por la Junta de
Gobierno formada por José Miguel Infante, Agustín de Eyzaguirre y Francisco Antonio
Pérez,72 la que a su vez, había reemplazado «la bandera española que aún se usaba en
los regimientos»,73 se yergue como el símbolo de mayor legitimación. Finalmente, en
junio de 1817, la moneda comienza a acuñarse, otorgándole autonomía a la actividad
económica del país, y reforzándola simbólicamente.
El examen más menudo de estas mismas festividades del Centenario muestra
también la existencia de una producción ad hoc a la manera de materiales destinados al
recuerdo anecdótico. Puede verse entre ésta el trabajo de Arturo Olid, Efemérides y
recopilación de reminiscencias históricas de nuestro primer Centenario,74 o la serie de
poemas, como Centenario, de J. Alvear,75 además de alguna producción iconográfica,
como el Album de bellezas del Centenario chileno.76
Un estudio más detallado debería dar cuenta de la medida en que el Centenario
refuerza las tendencias «criollistas», que en música tuvieron un exponente de prestigio
en Pedro Humberto Allende —cuyo concierto para chelo fue aplaudido por Débussy—,
y que en pintura encuentran magníficos exponentes en Pedro Lira, en Juan Francisco
González, y, luego, en la llamada «generación de 1913», y que en literatura encuentran
plumas como la de Mariano Latorre y Baldomero Lillo.77 La investigación ulterior debe
71
El coro se refiere a la estrofa «Dulce Patria, recibe los votos con que Chile tus aras juró Que la
tumba será de los libres o el asilo contra la opresión, etc». Cf., SALAS, Eugenio, Centenario de la
Canción Nacional, Santiago de Chile, Imprenta Universitaria, 1948.
72
Cf., SANHUEZA, Gabriel, Santiago Arcos, comunista, millonario y calavera, Santiago de Chile,
Editorial del Pacífico, 1954.
73
EYZAGUIRRE, Jaime, Historia de Chile, Segunda edición, Santiago de Chile, Editora Zigzag,
1973, p. 367.
74
Cf., OLID, Arturo, Efemérides y recopilación de reminiscencias históricas de nuestro primer
Centenario, Santiago de Chile, Imprenta y librería Centenario, 1910.
75
Cf., ALVEAR, Jorge, Centenario, Santiago de Chile, Imprenta San Buenaventura, 1910.
76
Cf., Album de bellezas del Centenario chileno, Santiago de Chile Imprenta Chile, 1910 n/p.
77
COLLIER, Simon y SATER, William, Historia de Chile 1808-1994, ed. cit.
32

dar cuenta, igualmente, de la significación de la venida a Chile de Enrico Ferri, cuya


importancia en la recepción de un cultura de cuño positivista en América latina es
sobradamente conocida.78
Es en ese contexto que surgen también las más radicales interpretaciones
nacionalistas. Nicolás Palacios publica en 1904, Raza Chilena, cuyas apreciaciones de
orden racista son recogidos en parte por Francisco Antonio Encina, quien, publica, a su
vez, en 1912, Nuestra inferioridad económica, criticando al sistema educacional chileno
por su responsabilidad en la pérdida del sentimiento de nacionalidad. Tanredo Pinochet,
Enrique Zañartu, Luis Galdames, Alberto Edwards, con matices diversos transitan en la
misma dirección. En 1905, inspirado en esta vertiente nacionalista se organizará la
Unión Nacionalista, que desaparece a los pocos años...79
Finalmente, en el marco de las interpretaciones positivistas —y conviene subrayar
aquí este aspecto en la medida que juega un papel legitimador de la visión de la
sociedad que es en ese momento hegemónica—, el Centenario va venir a reforzar, en el
terreno de la historiografía, la interpretación del proceso de independencia como una
lucha de «las naciones latinoamericanas» contra «la tiranía española», reemplazando así
las contradicciones concretas —conquistadores de origen español o portugués aliados a
grupos locales contra, primero, la resistencia de los aborígenes y luego contra las élites
criollas— por una oposición mítica entre una «España realista» y una «América
republicana». La reinstalación en el imaginario colectivo «nacional» de los mismos
«héroes de la patria» que la oligarquía había condenado poco tiempo antes —como
Francisco Miranda o Simón Bolívar— o que había dejado podrirse en el exilio —como
Bernardo O’Higgins, en Perú, o José de San Martín, enterrado hasta hoy en Boulogne-

78
Enrico Ferri viaja a América latina en 1908. Autor de Socialismo e scenza positiva. Darwin,
Spencer, Marx, publicado en 1894, « confuso intrecciarsi di influenze culturali (darwinismo,
spencerismo, marxismo) di cui si sostanziava l’ideologia socialista nel periodo della II
Internazionale... espressione di una fiducia tanto cieca quanto superficiale nella efficienza delle
leggi evolutive naturali per la transformazione dei rapporti sociali... Ferri presentò nel gennaio
1908 le propie dimissioni dalla redazione dell’Avanti!, alla direzione del partito socialista,
sostenendo che un suo viaggio di conferenze nel l’America latina lo avrebbe impegnato per un
anno intero » (ANDREUCCI, Franco e DETTI, Tommaso, Il movimento operaio italiano.
Dizionario biografico 1853-1943, Roma, Editore Riuniti, 1976, Vol. II, p. 349). El principal centro
de desplazamiento de Ferri en la región, durante ese año, parece haber sido Buenos Aires, donde
sostiene una polémica con Juan Bautista Justo (Cf., Revista Socialista Internacional, Vol. I, n° 1,
Buenos Aires, 1908). Ferri se encuentra en Santiago de Chile entre fines de septiembre y principos
de octubre de 1910, donde es recibido, entre otros, por Malaquías Concha, dirigente del Partido
Democrático, y por los políticos liberales, Valentín Letelier y Arturo Alessandri. Este último será,
diez años más tarde, elegido Presidente de la República (Cf., « Enrico Ferri », in El Mercurio,
Santiago de Chile, 27 de septiembre de 1910).
79
Cf., VILLALOBOS, Sergio, SILVA, Osvaldo, SILVA, Fernando, ESTELLE, Patricio, Historia de
Chile, Tomo IV, Santiago, Editorial Universitaria, 1982.
33

sur-Mer— se coloca a la moda. El positivismo —subrayémoslo— juega así no


solamente un papel en la consolidación de la modernidad presente, sino que
reconstruye igualmente el pasado, logrando una lectura «modernizadora» de la
historia latinoamericana. Una muestra esclarecedora de las modificaciones que se
verifican en las tendencias historiográficas hegemónicas la encontramos en la
Exposición del Coloniaje, la que, con la presentación de una serie de objetos de la lucha
por la Independencia —como, por ejemplo, la bandera que llevó San Martín—, se
realizó en Santiago de Chile en una fecha tan temprana como septiembre de 1873. Al
abordar esta temática, vale decir, al incorporar el problema de la construcción
ideológica de la historiografía como un instrumento de defensa del sistema, estamos de
lleno dentro del mundo de la sociedad civil.

Centenario y sociedad civil.

El examen del lugar privilegiado que juega en el momento del Centenario la


«civilización», la «modernización», el «progreso», nos conduce a interrogarnos sobre
los mecanismos que permiten el surgimiento y la implantación de una determinada
lógica que da cuenta no solamente de la visión de la vida social que posee la élite, sino
de cómo esta misma lógica es adoptada, internalizada y hecha suya por las clases
subalternas, nos conduce, por tanto, a interrogarnos sobre el complejo de relaciones
ideológico culturales que supone la vida espiritual e intelectual que permite y conforma
la hegemonía de la clase dirigente, vale decir, a interrogarnos sobre los orígenes y la
formación de la sociedad civil.
Conviene subrayar inmediatamente aquí que, dada la orientación de esta
investigación, la noción de sociedad civil, asumirá el sentido gramsciano de
«hegemonía política y cultural de un grupo social sobre el conjunto de la sociedad»,80 y
80
Sociedad civil como «egemonia politica e culturale di un gruppo sociale sull'intera società»,
(GRAMSCI, Antonio, Quaderni del carcere, ed. cit., p. 703). Las mutaciones políticas que venían
produciéndose en la historia política europea desde comienzos de la década de los ’20 —la
liquidación de los soviets en Hungría, el fracaso de la revolución en Alemania y el reflujo que había
comenzado en Italia con el término de la ocupación de las fábricas en Torino—, modifican no sólo
el escenario donde se desarrolla la lucha social sino también ponen término a la ola de optimismo
que, desde octubre de 1917, venía impregnando el espíritu de los trabajadores italianos. La
revolución no está ya a la orden del día y en el horizonte donde la Internacional comunista atisba el
porvenir comienzan a anunciarse un conjunto de signos que ésta interpreta como presagios de «una
relativa estabilización del capitalismo». En ese contexto, la oposición entre las nociones de Oriente
—asimilable a la experiencia de la Revolución Rusa y a las características de las sociedades afines
— y Occidente —asimilable a las características de las sociedades de Europa central y occidental—
34

será en consecuencia tratada como una instancia sobreestructural y de ninguna manera


por su acepción corriente, impuesta por la moda actual, que introduce una gran
ambigüedad en su recepción, confundiendo «sociedad civil», con —por ejemplo—
«agrupaciones de individuos para fines específicos», con «agrupaciones no estatales», o
con «sociedad» tout court.
Recordemos muy someramente aquí que es, aproximadamente, a partir de la
década de 1840, donde comienzan a generarse en Chile el conjunto de instancias de
orden cultural e intelectual de la que nos interesa dar cuenta. Afirmada una cierta
cohesión «nacional» después de la victoria militar obtenida contra la Confederación
Perú-Boliviana en 1836-1839, «el orden portaliano sin Portales» va a alcanzar un
momento de maduración. Sólidamente instalada la oligarquía en el poder, y sobre todo,
afirmada una estabilidad económica en el país a partir del incremento considerable de
las exportaciones agrícolas, comienza a constituirse el conjunto de instancias que, en las
décadas posteriores, irán conformando la sociedad civil en la cual se llevará a cabo —
insistamos en este punto— la lucha política y la verdadera disputa por la hegemonía.81
Es en ese contexto donde surgirá lo que la historiografía chilena ha llamado «el
movimiento intelectual de 1842».82 Este año van a nacer la Sociedad Literaria, fundada
por José Victorino Lastarria (1817-88) —quien publicará pronto sus Investigaciones
sobre la influencia social de la conquista y del sistema colonial de los españoles en
Chile—, y al año siguiente, la Escuela Normal de Preceptores de Santiago que es
dirigida por Domingo Faustino Sarmiento (1811-88), y la Universidad de Chile, cuyo
primer rector es Andrés Bello. La Revista de Valparaíso comienza a publicarse a partir

son leídas por Gramsci a partir del grado de desarrollo y de las diferentes relaciones que en ellas se
establecen entre Estado (Stato) y sociedad civil (società civile), distinción que, a su turno, le
plantea el problema de una modificación sensible en la estrategia de los trabajadores, la que debía
pasar de una guerra de movimiento («guerra di movimento») —«aplicada victoriosamente en
Oriente en el 17»—, a una guerra de posiciones («guerra di posizione») —«que era la única posible
en Occidente»—. En este eje temático interpretativo se sitúa en Gramsci, desde la intuición de la
época del Ordine Nuovo hasta la elaboración de los Quaderni, un aspecto esencial de su análisis
sobre la derrota y en él se expresa un componente de su originalidad. El paso de la «guerra de
movimiento» a la «guerra de posiciones» —metáfora tomada la de los escritos del general
Krassnoff—, le parece a Gramsci, de acuerdo a una nota del Quaderno 6 (VIII), «la cuestión de
teoría política más importante del período de posguerra y la más difícil de resolver acertadamente».
Resolución que, en cualquier caso, de encontrarse a partir del conjunto de relaciones entre Oriente
y Occidente, Estado y sociedad civil y, «guerra de movimiento» y «guerra de posiciones».
81
«La proliferación del debate público y de discusión cultural y política —dice Ana María Stuven,
en un trabajo que presenta el mayor interés para el tema que nos ocupa—, aflora estrepitosamente a
partir de la década de 1840». STUVEN, Ana María, La seducción de un orden. Las elites y la
construcción de chile en las polémicas culturales y políticas del siglo XIX, Santiago de Chile,
Ediciones de la Universidad Católica de Chile, 2000, p. 17.
82
DONOSO, Ricardo, Desarrollo político y social de Chile desde la Constitución de 1833, ed. cit.,
p. 24.
35

de febrero de 1842 por un grupo de intelectuales de origen argentino, entre los cuales
destaca Vicente Fidel López (1815-1903). El museo de ambas Américas, dirigida por
Juan García del Río, aparece dos meses después. Tres periódicos de inspiración liberal
vienen a reafirmar esta apertura. La Gaceta del Comercio, de Valparaíso que, dirigida
por Juan Nepomuceno Espejo, que se funda en 1842, El Siglo, fundado en Santiago, por
Lastarria, en 1844, y El Diario de Santiago, creado por el coronel pipiolo Pedro Godoy,
en 1845.83 En 1849 nace la Escuela de Bellas Artes, organizada por el pintor italiano
Alessandro Cicarelli, la Escuela de Arquitectura, creada por François Brunet de Baines,
la Escuela de Artes y Oficios, dirigida por Jules Jarriez. En 1850, se crea el
Conservatorio Nacional de Música.
Diversos intelectuales influenciados por una tradición republicana liberal de
origen europeo o norteamericano se forman al calor de esas circunstancias. Antonio
García Reyes (1817-55), Jacinto Chacón (1820-95), Francisco Bilbao (1823-65),
Manuel Bilbao (1828-95), Eusebio Lillo (1826-1910), Manuel Antonio Matta (1826-
92), Guillermo Matta (1829-99), Benjamín Vicuña Mackenna (1831-86), Joaquín Blest
Gana (1832-80), Miguel Luis Amunátegui (1828-88), Gregorio Victor Amunátegui
(1830-98), Diego Barros Arana (1830-1907), entre otros contribuyen a darle cuerpo a
los círculos culturales.
Recordemos también que la presencia en Chile de numerosos exiliados que
ejercieron una actividad periodística o literaria, como los argentinos Juan Bautista
Alberdi (1810-84), Bartolomé Mitre (1821-1906), el venezolano Simón Rodríguez, el
peruano Felipe Pardo y Aliaga, y los ya nombrados López, Bello y Sarmiento, unida a
la de estudiosos—algunos de ellos contratados oficialmente por el Estado—, como el
polaco Ignacio Domeyko, o como Claude Gay, que publica su Historia Física y Política
de Chile, y artistas, como el bávaro Jean Maurice Rugendas, o los franceses Raymond-
Auguste Quinzac, o Raymond Monvoisin, personalidades a las que se suman Lorenzo
Sazie, Guillermo Blest, Antonio Gorbea, José de la Mora, Louis Sada, Jules Jariez,
Adolphe Desjardins, contribuye a promover un clima cultural que estimula la gestación
de una sensibilidad que facilitará la conformación de la sociedad civil.
Los circuitos culturales se refuerzan con la instalación en Valparaíso, de los
impresores españoles Santos Tornero, en 1840, y Manuel Rivadeneira, en 1841. Tornero
funda, además, también en 1840, la primera librería del país, la Librería Española de

83
Cf., GREZ, Sergio, De la «regeneración del pueblo» a la huelga general, Santiago, Ediciones de
la Biblioteca Nacional de Chile, 1997.
36

Valparaíso.84 La traducción y la difusión de numerosos ensayos y novelas de inspiración


romántica, de autores como Eugène Süe, Lord Byron, George Sand, José de
Espronceda, Alexandre Dumas, Félicité Robert de Lammenais o Adolphe Thiers
actuará, probablemente, también en el mismo sentido.85 Esta dinámica cultural va a
encontrar pronto expresiones directamente políticas y comenzará a abordar,
paulatinamente, la temática esencial en la que se apoya la sociedad civil, aquella de la
construcción de la «nación».86 Con todo, la construcción del conjunto de instancias
culturales e intelectuales de la que damos cuenta, encuentran su límite en la propia
naturaleza de la emancipación de una sociedad colonial. Los grupos que habían
dirigido políticamente la ruptura con la Corona española tenían necesidad de
encontrar su legitimidad a través de la soberanía del pueblo al mismo tiempo que
construían una sociedad y una cultura donde este mismo pueblo permanece largamente
ausente.87
Esta contradicción aflora, dijéramos, comienza a visualizarse, a través del
impacto en Chile de la revolución de 1848, marcando fuertemente la generación de los
años ’40, de la cual Benjamin Vicuña-Mackenna nos lega a través Los Jirondinos
Chilenos un testimonio poético:

84
Cf., SUBERCASEAUX, Bernardo, Historia del libro en Chile, segunda edición, Santiago de
Chile, Lom, 2000.
85
Cf. GODOY, La cultura chilena, Ensayo de síntesis y de interpretación sociológica, Prólogo de
Ricardo Krebs, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1982
86
«La combinación en cuyo elemento hegemónico ético-político se presenta en la vida estatal y
nacional es el «nacionalismo» y el «patriotismo» —escribe Gramsci en los Quaderni del carcere—,
que es la «religión popular», es decir, el nexo por el cual se verifica la unidad entre dirigentes y
dirigidos». GRAMSCI, Antonio, Quaderni del carcere, ed. cit., p. 1084.
87
«Au terme du processus de l'Indépendance —escribe François-Xavier Guerra—, le passage au
nouveau système de références est général en Amérique. De ce point de vue, l'Indépendance a
mené jusqu'au bout la révolution hispanique. La souveraineté du peuple était devenue une seul
référence pouvant légitimer l'Indépendance, puisque la voie de légitimité monarchique, historique
par nature, restait définitivement fermée de par la séparation avec l'Espagne. Lorsque l'Europe, à
l'époque de la Restauration, revient vers des régimes monarchiques plus ou moins absolus, les pays
de l'Amérique espagnole restaient des républiques, avec des régimes constitutionnels... On pourrait
dire qu'ils ont accédé à une modernité politique radicale et définitive, mais modernité paradoxale
dans la mesure où elle coexiste avec un traditionalisme social incomparablement plus grand que
celui de l'Europe latine. Le problème de la coexistence d'un système de références modernes —
celui de l'Etat et des élites— et d'une société traditionnelle ne leur est pas spécifique. Ils le
partagent avec tous les pays qui ont emprunté la même modernité de rupture, mais nulle part
ailleurs au XIXème siècle, l'écart a été aussi grand et ses conséquences aussi durables», GUERRA
François-Xavier, «Révolution française et révolutions hispaniques : filiations et parcours», in
Problèmes de l'Amérique latine, n° 94, Paris, IHEAL, 1989, p.26. «En el caso chileno, más allá de
su reivindicación republicana —escribe Ana María Stuven—, el contenido del liberalismo que
prevalecía durante el siglo XIX, no incluía al pueblo en la plenitud de sus derechos». STUVEN,
Ana María, La seducción de un orden. Las elites y la construcción de chile en las polémicas
culturales y políticas del siglo XIX, ed. cit.
37

«La revolución francesa de 1848 tuvo un fuerte eco en Chile... La habíamos


visto venir, estudiado, comprendido. Nos asimilamos a sus protagonistas, a
sus acontecimientos, a sus aspiraciones y a una República que era para
nosotros la fraternidad a través de los mares y de las razas... ¿Donde
íbamos? Nadie se lo preguntaba. Divisábamos en el horizonte la luz del faro
y esto bastaba para que cada cual, animoso y confiado, alistara su barquilla
para lanzarla a las olas. El entusiasmo soplaba la brisa. Sentíamos el ruido
de sus alas en la ribera. El grito de todos era. Al mar, al mar!».88

Un historiador como Francisco Encina, que no tenía ninguna simpatía por esos
«jirondinos chilenos», le concede también una igual importancia al impacto de los
acontecimientos europeos de 1848 :

«La crisis emocional que engendró la lectura de Les Girondins de


Lamartine, la revolución de 1848 y la caída de la monarquía francesa —nos
dice Encina— han jugado un papel tan importante en la gestación de la
guerra civil de 1851 y sus repercusiones han sido tan fuertes para el
desarrollo político chileno durante la primera mitad del siglo XIX que es
necesario considerarlas aparte... Cuando después de haber reconstituido la
realidad de la época se relee la prensa y los folletos políticos de 1850-51, se
cree estar verdaderamente ante una locura colectiva».89

El impacto del ’48 va a articularse, hacia fines del decenio, con los efectos para la
economía chilena de la apertura del mercado de California, de la crisis mundial de 1847
y los prolegómenos de la sucesión presidencial de 1851, que se anunciaba ya
conflictiva. En ese contexto, Salvador Sanfuentes, Santiago Pérez, Manuel Recabarren y
Benjamin Vicuña-Mackenna abren, en octubre de 1849, el Club de la Reforma, que
presentará, guardando las proporciones, el espíritu liberal avanzado durante esos años,90.
La expresión más representativa de este impacto de la revolución europea en las
luchas democráticas chilenas fue la Sociedad de la Igualdad.91 Suerte de mezcla entre V
narod, club jacobino y partido político, ésta existió en Santiago, entre marzo y

88
VICUÑA MACKENNA, Benjamín, Los jirondinos chilenos, Santiago de Chile , Guillermo
Miranda, 1902, p. 8.
89
ENCINA, Francisco, Historia de Chile, desde la prehistoria hasta 1891, Santiago de Chile,
Nascimento, 1940-53, Tome XIII, pp.143-144.
90
El Club de la Reforma proponía «apoyar por medios legales a los representantes de la oposición
en la Cámara de Diputados, difundir oralmente y a través de la prensa las ideas democráticos y,
secundar la acción de la prensa liberal en el espíritu de las masas», VICUÑA-MACKENNA,
Benjamín, Historia de la jornada del 20 de abril de 1851, Santiago de Chile, Imprenta del Centro
Editorial, 1878, p 22.
91
Cf., ROMERO, L. A., La Sociedad de la Igualdad. Los Artesanos de Santiago y sus primeras
experiencias políticas, 1820-1851, Buenos Aires, Instituto Torcuato di Tella, 1987.
38

noviembre de 1850.92 Su vigorosa actividad se expresa «a través de la construcción de


una organización política, de la organización de cursos y conferencias para la
regeneración del pueblo»93 y en la publicación de dos periódicos: El Amigo del Pueblo
—como aquel publicado por Marat—, que va a aparecer entre abril y junio de 1850 y
La Barra, que saldrá entre julio y noviembre del mismo año. El imaginario radical de la
organización queda reflejado en la carta que, el 29 de octubre de 1852, desde la Cárcel
Pública, Santiago Arcos, fundador e inspirador de la Sociedad de la Igualdad, le dirige a
Francisco Bilbao. Leamos algunos párrafos de ese documento.

«Es cierto que estamos regidos por una Constitución viciosa en sus bases —
escribe Arcos—, pero las malas leyes no son más que una parte del mal y
para cambiar Chile no basta con un cambio administrativo. Georges
Washington, Robert Peel o el arcángel San Miguel en el lugar de Montt,
serían tan malos como Montt. Lo que mantiene al país en la triste condición
en que lo vemos, es la condición del pueblo, la pobreza y la degradación de
las nueve-décimas partes de nuestra población...
Basta salir a la calle para ver dos castas divididas por barreras difíciles de
sobrepasar. Todo lo demuestra así ; las vestimentas, los saludos, las miradas.
El país está dividido entre ricos y pobres. En Chile, ser pobre no es un
accidente, es una condición. Los pobres no son ciudadanos. Los pobres no
tienen partidos. Ellos no son pipiolos o pelucones, ellos son simplemente
pobres... Sin embargo, la clase pobre en Chile, degradada por la miseria,
mantenida en la ignorancia y el respeto, manipulada por los capellanes, los
ricos, es mucho más inteligente de lo que se quiere suponer. Los primeros
tiempos de la Sociedad de la Igualdad así lo demuestran...
En Chile, la independencia de España no ha servido sino a los ricos. Los
pobres han sido soldados, han votado como sus patrones les han pedido, han
trabajado la tierra, han cultivado el país, han trabajado las minas y han
ganado siempre un real y medio mientras que los ricos los azotaban o los
metían al cepo. Han disfrutado tanto de la gloriosa independencia como los
caballos que en Chacabuco y en Maipú llevaba el ejército...
Después de la independencia, dado que todos los ricos no encontraban
suficientes puestos para ellos y sus amigos, se dividieron en dos partidos.
Uno es llamaba pipiolo o liberal —ni siquiera se por qué— y el otro
conservador o pelucón. Entre ellos no hay diferencias de principios o de
convicciones políticas. Entre ellos no hay diferencias de principios o de
convicciones políticas. Al igual que los pelucones, los liberales son ricos;
son la casta propietaria de la tierra, privilegiada por la educación,
acostumbrada a ser respetada y a despreciar al roto... Para los pelucones, las
palabras, progreso, instituciones democráticas, emigración, libertad de
comercio, libertad de cultos, bienestar del pueblo, dignidad, República, son
utopías, o bien herejías. Las palabras reforma o revolución significan
92
José Zapiola afirma que en las ciudades de San Felipe, de Los Andes y de Copiapo existieron
también sociedades de la igualdad, pero su relación con la de Santiago no puede probarse. Cf.,
ZAPIOLA, José, La sociedad de la Igualdad y sus enemigos, Santiago de Chile, Guillermo
Miranda, 1902.
93
ZAPIOLA, José, La sociedad de la Igualdad y sus enemigos, ed. cit., p. 50.
39

delincuentes que vienen a robarles... De su lado, los pipiolos son ricos que,
hace veinte años, fueron echados del gobierno y que se han hecho liberales
porque sufren de no poder volver a él...
Con todo, en el partido pipiolo se encuentra gente que se ha batido contra
lo que existe ahora en Chile. Con ellos, hay que dividir el Partido Liberal y
construir un partido nuevo, un gran partido, un partido demócrata
republicano del cual le hablaré más tarde... Debemos luchar por la libertad
de pensamiento, por la libertad individual, por la libertad política, por la
separación de la Iglesia y del Estado...
Voy a deciros cual es mi pensamiento. Pensamiento que va a traerme el
odio de los propietarios. Pensamiento por el cual seré perseguido y
calumniado. Pensamiento que no oculto porque porta en él la salvación del
país... Hay que tomar la tierra de los ricos, el ganado, los aperos, y
distribuirlos entre los pobres. Hay que redistribuir el país sin tener en cuenta
ninguna demarcación anterior... Tal es, mi querido amigo, la idea que me
hago de la revolución... Demos, entonces, el grito de Pan y Libertad y la
estrella de Chile anunciará la luz que llega para la América española».94

Las guerras civiles de 1851 y 1859 irán a frustrar la participación de grupos de artesanos
en la sociedad civil, dificultando la ampliación del consenso. Fracasada las tentativas
liberales para llegar al poder a través de un enfrentamiento militar, la actividad cultural
de los sectores avanzados del pueblo chileno parece desplegarse durante los veinte años
siguientes bajo formas bastante cautelosas. En su tesis, presentado en la Ecole des
Hautes Etudes en Sciences Sociales, en Paris, Sergio Grez escribe al respecto que :

«La destrucción de la casi totalidad de las primeras organizaciones


mutualistas creadas durante el decenio de 1850 y las medidas represivas
tomadas por el gobierno de Manuel Montt, durante y después de la guerra
civil de 1859, provocaron una reacción defensiva entre los trabajadores
interesados por el mutualismo... Casi todos inscribieron en sus estatutos la
prohibición de discutir temas políticos o religiosos... Sin embargo, esas
proclamas de apoliticismo no correspondían siempre a la realidad vivida al
interior de esas organizaciones compuestas o al menos dirigidas, en la
mayor parte de los casos, por trabajadores que simpatizaban con el
liberalismo. Esas mutuales tenían una tendencia «natural» a apoyar la acción
de las corrientes liberales».95

La lectura de estos párrafos nos parece extraordinariamente útil para la comprensión de


las manifestaciones de la cultura democrática en Chile durante los veinte años que van
desde la guerra civil de 1859 a la llamada Guerra del Pacífico, que se desarrolla entre
1879 y 1883, donde la formación de grupos de trabajadores y la constitución de Clubs
94
Reproducida por, SANHUEZA, Gabriel, Santiago Arcos, comunista, millonario y calavera.
Santiago de Chile: Ed. del Pacifico, 1956.
95
Cf. GREZ, Sergio, Le Mouvement d'ouvriers et d'artisans en milieu urbain au Chili au XIXème
siècle (1818-1890), Thèse de Doctorat, Paris, 1990, pp. 464-465.
40

políticos, muchas veces vinculados entre ellos, se despliega durante ese período
prácticamente sin generar rupturas con el aparato de Estado. En 1862, asistimos en
Santiago, a la fundación de la Sociedad de Artesanos «La Unión», en la cual Fermín
Vivaceta juega un papel determinante. « La Unión » que será «la más importante de las
sociedades mutualistas chilenas del siglo XIX»,96 va a abrir, en julio de 1862, una
Escuela Vespertina para la instrucción de trabajadores. En abril de 1862, se forma el
Club de la Unión Liberal y en diciembre de 1863 el de la Unión Política de Obreros. Al
norte de Chile, las familias Matta y Gallo, que en 1861 habían participado en la
formación de la Sociedad de Beneficencia que se transformará en la Sociedad de
Artesanos de Copiapó,97 van a fundar, como variable del liberalismo estrechamente
ligada a la masonería, el Partido Radical.98 Pocos meses después, el ex igualitario
Ambrosio Larracheda, con otros artesanos, fundan, en Santiago, La Sociedad Unión
Republicana del Pueblo. Esta se proponía:

«Trabajar por el progreso moral y social del pueblo por la instrucción y el


progreso intelectual de las clases trabajadoras, para estrechar vínculos de
unión y de fraternidad entre los miembros de la familia democrática».99

La Sociedad Unión Republicana del Pueblo se encuentra entre los antecedentes directos
de la fundación, a comienzos de 1870, del Club de Obreros de Santiago. Este buscaba:

«Ofrecer un punto de reunión que pudiera facilitar la comunicaciones


concerniendo la actividad o el oficio de sus asociados y otros para recoger el
pensamiento y las medidas útiles al país en la esfera de la actividad social y
en particular aquellas que tienden al desarrollo práctico de las instituciones
democráticas».100

La referencia a la democracia presente en los estatutos de estas organizaciones obreras


muestra que, a pesar de sus simpatías por el liberalismo y aún con bastantes
precauciones, los trabajadores van a ir esbozando una perspectiva política alternativa y

96
Ibídem., p. 378.
97
Hernán Ramirez-Necochea señala que en El Copiapino, publicado en esos meses por la Sociedad
de Artesanos de Copiapó, se puede leer : « Nosostros formamos la clase obrera, clase que por su
immensa mayoria sostiene el edificio social », RAMIREZ, Hernán, Historia del movimiento obrero
en Chile, ed. cit., p.139.
98
Cf., SNOW, Peter, Chilien radicalism, The history and doctrine of Radical Party, Iowa City,
1971.
99
Estatutos del Club de Obreros,. Santiago de Chile, Imp. Nacional, 1870. Citadas por GREZ,
Sergio, Le Mouvement d'ouvriers et d'artisans en milieu urbain au Chili au XIXème siècle (1818-
1890), ed. cit.,, p.474.
100
Ibídem., p.475.
41

asentando una visión de la sociedad. Una primera explicación de esta búsqueda de


autonomía —que nos remite a la persistencia en la memoria colectiva «de los primeros
tiempos de la Sociedad de la Igualdad» de los que nos hablaba Santiago Arcos— se
encuentra probablemente en la naturaleza restrictiva del liberalismo pipiolo que no
representaba sino parcialmente las expectativas de democratización de la vida política y
los intereses económicos de las estas sociedades. El Estado, que desarrollaba una
política proteccionista en relación con los productos agrícolas y el ganado, política que
favorecía, evidentemente, los grandes propietarios, manejaba al mismo tiempo
paralelamente una política librecambista con relación a la importación de manufacturas,
lo que, también evidentemente, no podía sino perjudicar los intereses de los artesanos y
de los pequeños productores locales. La lucha por obtener medidas proteccionistas
frente a la competencia de la manufactura extranjera se transformará, pues, a partir de
los años 80, en una reivindicación específica de éstos, sobrepasando el liberalismo
pipiolo y, sobre este punto, la política del Partido Radical.
Junto a esta demanda de políticas proteccionistas para la manufactura, la
derogación del servicio en la Guardia Nacional, que llamaba a sus filas casi
exclusivamente a los sectores populares, mostrando de una manera particularmente
sensible el carácter de clase del sistema y dificultando el consenso, concentra
igualmente las energías democráticas de obreros y artesanos. Estas dos reivindicaciones
cuya continuidad a lo largo de toda la segunda parte del siglo XIX muestran su
vitalidad, se vuelven, por decirlo así, el substrato material de la vía de superación del
liberalismo pipiolo y de la lucha contra la Iglesia. Será así como en la sociabilidad del
Club de Obreros de Santiago y en la Sociedad de Artesanos «La Unión», surge en 1876,
bajo los auspicios de Donato Millán, la Sociedad Escuela Republicana, que, como
veremos luego, se transformará en un punto de articulación privilegiado de las clases
subalternas y de la cultura popular ilustrada en Chile hasta la formación del Partido
Demócrata en 1887.
Vinculada a la expansión del movimiento artesanal y a la aparición del Partido
Radical, la masonería comienza a desarrollarse en Chile después de la guerra civil de
1859. En noviembre de 1864, la Gran Logia trata de fundar, en Valparaíso, una
asociación llamada Sociedad Protectora del Trabajo. Atacada inmediatamente por la
Iglesia Católica, la iniciativa fracasará. Los masones orientan su actividad a la creación
de instituciones de educación popular y a suministrar profesores a las escuelas
vespertinas de las sociedades obreras y de artesanos. Así se funda la escuela Blas
42

Cuevas, en febrero de 1872, la Escuela Domingo Faustino Sarmiento, en abril de 1874 y


la Escuela Vespertina creada por la Sociedad de Artesanos «La Unión», llamada Escuela
del Progreso de las Artes. A partir de marzo de 1874, esta última se transforma en
Escuela Benjamin Franklin y cambia de orientación, incorporando los criterios laicos y
fuertemente positivistas de los masones. Estamos aquí, probablemente, frente a uno de
los primeros pasos de democratización de la estructura de la educación en Chile. La
Escuela Benjamin Franklin suprime los castigos corporales, los malos tratos verbales y
el aprendizaje de memoria. Los masones organizan al mismo tiempo un importante
número de las llamadas «conferencias populares» y a partir de junio de 1875 publican el
periódico La Guía del Pueblo. 101
Si examinamos con cierta distancia el período comprendido entre la guerra
civil de 1869 y la Guerra del Pacífico, podemos constatar entonces que éste representa
una fase donde las asociaciones de trabajadores van a lograr una continuidad y van a
instalarse de una forma estable en la escena social chilena, ampliando el consenso y
reforzando, de esta manera, la sociedad civil. Este consenso es considerablemente
dinamizado por los efectos de la Guerra del Pacífico. La victoria militar del ejército
chileno se traduce en la anexión de facto de las provincias de Tarapacá y Antofagasta,
ricas en minerales y en particular en salitre. La gravitación de estas nuevas riquezas en
la economía chilena así como la redefinición del papel de ésta en el mercado mundial va
a repercutir directamente sobre las formas de organización de la sociedad durante los
años 80, provocando transformaciones cualitativas y creando las bases materiales para
la formación de una nueva cultura obrera que de alguna manera debe ser integrada a la
nación, la que, aún en estado de construcción comienza a tener, entonces, una
significación concreta, que será formalizada, dijéramos «ritualmente», en el momento
del Centenario.
La guerra va a estimular el movimiento popular urbano, haciendo posible la
emergencia de nuevos espacios de sociabilidad obrera. A comienzos de los años 80 van
a nacer las Sociedades Filarmónicas, más tarde, las Sociedades de Temperancia,
organizadas por los masones y, hacia 1890, las Sociedades de Ilustración. Todas ellas
juegan el papel de asociaciones culturales, facilitando los encuentros, el intercambio de
experiencias y el desarrollo de un tejido social entre los trabajadores. El desarrollo
cauteloso de las sociedades mutualistas durante los años 1859-1879, que había ido

101
Cf., OVIEDO, Benjamin, La masonería en Chile, bosquejo histórico : la Colonia, la
Independencia, la República, Santiago de Chile, Universo, 1929.
43

permitiendo la sedimentación de una determinada cohesión y una cierta visión de la


sociedad al mundo de trabajo, da paso, después de la guerra, a un período donde éstas se
expresar políticamente. Así, a partir de los años 80, encontramos en el medio artesanal y
de obreros urbanos una perspectiva que supera el tema de la lucha entre la Iglesia y el
Estado, proponiendo una idea de justicia social, de protección a las actividades
artesanales y buscando la modificación a la Constitución de 1833, en particular,
extendiendo los derechos cívicos y suprimiendo la Guardia Nacional. La expresión
política de este nuevo impulso democrático será la Sociedad Escuela Republicana que
va a agrupar los principales dirigentes de las asociaciones populares de Santiago y
algunos de provincia.
El papel dirigente de la Sociedad Escuela Republicana en las luchas
democráticas de la época se perfila nítidamente con ocasión de las elecciones
municipales de abril de 1882. La Sociedad Escuela Republicana propone y apoya
diversas candidaturas obreras y contribuye a la publicación del periódico El Precursor,
que va a aparecer en Santiago entre marzo y octubre de 1882. Les rasgos más
característicos de la cultura obrera de fines de siglo aparecen esbozados ya con esta
experiencia. En primer lugar, la elección de una vía legal e institucional como el
contexto privilegiado en el que se desarrollarán sus luchas, luego, la prensa obrera como
portavoz para difundir sus reivindicaciones hacia el conjunto de la sociedad. Por último,
la promoción de sus propios cuadros, vele decir, de los propios obreros, con la
convicción de que ellos serán los mejores defensores de sus propias reivindicaciones. La
dirección moral e intelectual de la Sociedad Escuela Republicana se ejerce sin
contrapeso. Sus dirigentes son al mismo tiempo los dirigentes de las asociaciones de
trabajadores.102
Un paso importante para la extensión de las luchas democráticas fue dado por
la Sociedad Escuela Republicana en abril de 1884 con la fundación del periódico La
Razón, que fue una suerte de sociedad cooperativa donde participaba en calidad de
socios las asociaciones de trabajadores. La Razón va a existir hasta febrero de 1888 y
durante esos cuatro años de vida va a jugar un papel central en la difusión de la causa
democrática. Así, e las elecciones de marzo de 1885, el diario va a promover con éxito
una nueva ola de candidaturas obreras.103 El asenso de la organización y de la actividad
de resistencia al sistema de las clases subalternas permite, el 20 y 21 de septiembre de
102
Cf. GREZ, Sergio, Le Mouvement d'ouvriers et d'artisans en milieu urbain au Chili au XIXème
siècle (1818-1890), ed. cit.,
103
Ibídem.
44

ese mismo año, la realización de un Congreso Obrero, el que, en el local de la Sociedad


Filarmónica «José Miguel Infante», reúne por primera vez los trabajadores de todo el
país.104 Aunque las conclusiones del congreso no estuvieran destinadas a trascender, se
ve, con la distancia, que este representa el primer antecedente de la formación de una
federación obrera a nivel nacional. Durante ese mismo mes de septiembre 1885, Avelino
Contardo y Malaquías Concha, jóvenes miembros de la Asamblea Radical, van a fundar
el periódico La Igualdad, que se diferencia de la línea política de los radicales, trazada
en la época por Enrique Mac-Iver, y que se aproxima a la de la Sociedad Escuela
Republicana. Quizás con los ecos de la actividad realizada treinta años antes por
Santiago Arcos y Francisco Bilbao resonando todavía en sus oídos, esos jóvenes
radicales van a fundar en octubre de 1886 une nueva Sociedad de la Igualdad, que iría a
servir de puente entre la Sociedad Escuela Republicana y la fracción radical que éstos
dirigían. El directorio de esta nueva Sociedad de la Igualdad estaba formado por
Antonio Poupin, José Manuel Saldana, Benito de la Fuente, Rudecindo y Tristan
Cornejo, José Díaz, Malaquías Concha y Avelino Contardo. Ese año de 1886, la
Sociedad Escuela Republicana va a apoyar la candidatura a la presidencia de la
República de José Manuel Balmaceda. Paralelamente los periódicos que expresaban
este proceso de cristalización de la fuerza política popular van a multiplicarse. En enero
de 1886 sale en Santiago El Hijo del Pueblo, a la cabeza del cual encontramos a Nicolás
Ugalde, dirigente de la Sociedad Escuela Republicana. En septiembre de ese mismo
año, igualmente en Santiago, aparece El Gutemberg, dirigido por el tipógrafo Hipólito
Olivares. En junio de 1887 nacerá en Valparaíso La Voz de la Democracia, dirigida por
el médico Francisco Galleguillos. En Valparaíso será también organizada, en agosto de
1887 la Liga de Sociedades Obreras de la cual el peluquero José Manuel Suárez va
jugar el papel organizador. En ese clima político y con la experiencia acumulada por la
Sociedad Escuela Republicana, todas las condiciones estaban maduras para la
formación de un gran partido democrático.105
Ese paso será dado el 20 de noviembre de 1887, cuando alrededor de doscientos
trabajadores, reunidos en Santiago en los locales de la Sociedad Filarmónica de
Obreros, van a aprobar el programa propuesto por Malaquías Concha y van a elegir un
directorio compuesto por el sastre Antonio Poupin, presidente, el obrero Moisés
González y el sastre Artemio Gutiérrez, vicepresidentes, le pintor Genaro Alarcón, el
104
Cf. La Discusion, Chillan, 17 diciembre 1885.
105
Cf. GREZ, Sergio, Le Mouvement d'ouvriers et d'artisans en milieu urbain au Chili au XIXème
siècle (1818-1890), ed. cit.,,
45

abogado Avelino Contando, el tapisero Manuel Meneses, el sastre José Díaz, los obreros
José Silva y Fructuoso González, el empleado Germán Caballero, el constructor Juan de
Dios Pérez y el periodista Juan Rafael Allende, directores, el tapicero Moisés Anabalón
y el abogado Malaquías Concha, secretarios y el cigarrero José Manuel Saldana,
tesorero. El programa provisorio de los demócratas estaba compuesto de nueve puntos:

« Art. 1.— El Partido Democrático tiene por objeto la emancipación


política, social y económica del pueblo.
Art. 2.— Para lograr esos objetivos, se propone obtener la representación
necesaria en los diversos cuerpos políticos: Congreso, Municipalidades
Colegios electorales, etc.
Art. 3.— Instrucción obligatoria, gratuita y laica, combinación de la
enseñanza literaria y del aprendizaje de un arte o un oficio. El Estado debe
mantener en cada capital de provincia al menos, escuelas profesionales y
museos industriales.
Art. 4.— Independencia de las Municipalidades y autonomía de los poderes
electorales, legislativos, judiciales y administrativos.
Art. 5.— Incompatibilidad absoluta entre las funciones legislativas,
municipales o electorales con todo puesto público remunerado.
Art. 6.— Reducción del ejército y supresión de la Guardia Nacional; en
cambio, igualdad absoluta de las cargas militares.
Art. 7.— Supremacía del Estado sobre todas las asociaciones que existan en
su seno. Organización de la Asistencia Pública por el Estado en beneficio de
los enfermos, de los ancianos y de los inválidos del trabajo
Art. 8.— Reforma de nuestro régimen aduanero orientándolo a un
proteccionismo más vasto de nuestra industria nacional, suprimiendo las
tarifas sobre las materias primas, cobrando impuestos sobre los productos
similares que vienen del extranjero y subvencionando las industrias
importantes, los descubrimientos útiles y los perfeccionamientos
industriales los más impactantes.
Art. 9.— Abolición de los impuestos sobre los productos alimentarios y
sobre el ejercicio de artes y de industrias y su reemplazo por un impuesto
progresivo sobre los capitales de más de 5.000 pesos».106

La lectura del programa del Partido Democrático muestra que estamos aquí en presencia
de un proyecto que busca democratizar el Estado —o al menos, la función pública—,
extender los derechos cívicos, desarrollar una política orientada hacia el proteccionismo
y la redistribución del ingreso, estimular «la educación obligatoria, laica y gratuita» —
lo que enuncia una clara ruptura con la Iglesia—, y que agita la bandera de la supresión
de la Guardia Nacional. Esta misma lectura muestra que «la emancipación política,
social y económica del pueblo» se traduce, para el Partido Democrático, en una

106
« Programa del Partido Democrático aprobado por la Junta general del 20 de noviembre de
1887 » in El Ferrocarril, Santiago de Chile, 29 noviembre 1887
46

estrategia que actúa al interior del sistema político, resumiendo de una cierta manera las
reivindicaciones de los artesanos y obreros organizados en las ciudades chilenas en los
años 80.
Dividido durante la guerra civil de 1891, el Partido Demócrata remontará el
fraccionamiento y en 1894 obtendrá su primer diputado, Angel Guarello, elegido en
Valparaíso. Guarello será reelegido en 1897, año en el que llegará a la Cámara de
Diputados acompañado de Artemio Gutiérrez. En este período, el Partido Demócrata va
a obtener la mayoría en el Consejo Municipal en Valparaíso. En la elección
complementaria de 1901, el médico Francisco Landa será también elegido diputado. En
1903, los demócratas obtienen cerca de 12.000 votos, para llegar, en 1906, a más de
18.000. Ese año, el Partido Democrático tiene más de una centena de agrupaciones en el
norte y en el sur del país como también un importante número de periódicos. Entre
ellos, La Reforma, de Santiago, La Vanguardia, de Antofagasta, La Industria, de
Concepción y La Voz del Obrero, de Taltal. Cada dos días, El Pueblo Obrero salía en
Iquique. Dos veces por semana aparecía La Justicia, en Talcahuano y El Proletario, en
Tocopilla. Una vez por semana se encontraba La Razón, de Ovalle, La Libertad Social,
de Antofagasta, La Alborada (órgano feminista), en Santiago, El Trabajo, en Coquimbo,
La Defensa, en Viña del Mar y El Deber, en Chañaral.
Este complejo panorama con el que comienza el siglo XX se traduce en nuestro
país a través de un proceso de refuerzo y consolidación de la sociedad civil, cuya trama,
comienza a ser puesta a prueba por el asedio de los grupos emergentes desde fines de la
Guerra del Pacífico. La robustez de la sociedad civil se percibe con claridad a través de
su capacidad para absorber y mediar el conflicto. La naturaleza del éste, que en una de
sus expresiones más visibles adopta la forma de la llamada «cuestión social», la cual,
expresando una crítica al sistema mantiene ésta en el ámbito de la no ruptura no hace
sino reforzar, La «cuestión social», expresa un malestar que, tanto por sus contenidos
como por la forma en que se expresa, legitima la hegemonía oligárquica.
Una muestra contundente de la representación de la «cuestión social» en la
literatura de la época la encontramos en el conjunto de cartas de Alejandro Venegas
quien, con el seudónimo de J. Valdés Cange, envía al presidente de la República Ramón
Barros Luco, y que se publican bajo el título de Sinceridad. Chile íntimo en 1910.107

107
Cf., Dr VALDES CANGE, J. Sinceridad. Chile íntimo en 1910, Santiago de Chile, Ediciones
CESOC, 1998.
47

«Los que nos gobiernan, nacidos por lo común en la opulencia —escribe


Venegas en una carta fechada en septiembre de 1910, vale decir, en el
momento mismo del Centenario—, educados lejos del pueblo, en
establecimientos en los que se rinde pleito homenaje a su fortuna i al
nombre de su familia, dedicados después a la tarea no mui difícil de
acrecentar su patrimonio con sudor ajeno, han manejado la cosa pública en
la misma forma i con los mismos fines que su propia hacienda, dictando las
leyes para su propio exclusivo provecho».108

El juicio que expresa Alejandro Venegas directamente a propósito del Centenario es


fuertemente negativo.

«Acabamos de celebrar nuestro Centenario —escribe Venegas en la misma


carta de septiembre de 1910— i hemos quedado satisfechos,
complacidísimos de nosotros mismos. No hemos esperado que nuestros
visitantes regresen a su patria, sino que nuestra prensa se ha calado la sotana
i el roquete, ha empuñado el insensario, i entre reverencia i reverencia, nos
ha proclamado pueblo cultísimo i sobrio, ejemplo de civismo, de esfuerzo
jiganteo, admirablemente preparado para la vida democrática, respetuoso de
sus instituciones i de los sabios i intejérrimos políticos que lo dirijen, en una
palabra, espejo milagroso de virtudes en que deben mirarse todos los
pueblos que aspiren a ser grandes ...()... ¿Habrán (los extranjeros) olvidado
los ocho millones de pesos que el Congreso dedicó a celebrar el Centenario
despertaron una sed de rapiña tan grande que, cuando falleció el Excmo.
Señor don Pedro Montt i algunos espíritus pundonorosos hablaron de la
postergación de las fiestas, levantaron una buena tempestad los que ya
contaban como propia buena parte de aquellos dineros, i emplearon toda
clase de influjos hasta conseguir que se llevasen a efecto las festividades,
casi sobre los cadáveres de dos presidentes? ...()... El Centenario ha sido una
exposición de todos nuestros oropeles i de todos nuestros trapos sucios: las
delegaciones extranjeras tendrán que ser, sin duda, los pregoneros que
repartan a los cuatro vientos la noticia de nuestra creciente ruina económica
i moral».109

A pesar de este juicio formalmente negativo sobre las circunstancias del Centenario, el
texto, por la propia forma en que esta concebido, vale decir, como cartas al Presidente
de la República, se inscribe ab initio en una perspectiva de aceptación del sistema y de
la institucionalidad que lo rodea. Para Alejandro Venegas, en un análisis que refuerza el
papel hegemónico de la matriz positivista —en una variante durkheimniana—, «el
organismo social es análogo al organismo humano»110 de tal manera que «estamos en

108
Ibídem, p. 30.
109
Ibídem, pp. 35-37.
110
Ibídem, p. 40.
48

presencia de un órgano totalmente gangrenado», lo que, en consecuencia, significa, que


la solución a los males sociales que denuncia «debe venir de las alturas».111
Más allá de esta visión intrasistema que ofrece la «cuestión social», encontramos
la mirada de las corrientes anarquistas, expresadas en los textos de Luis Oléa, Magno
Espinoza, Esteban Cabiedes y Alejandro Escobar, y, desde otra sensibilidad política, la
de Luis Emilio Recabarren, que participa en la crítica de la sociedad chilena en el
momento del Centenario a través del opúsculo Ricos y pobres. Chile a través de un
siglo de vida republicana.
En Recabarren, este internacionalismo se expresaba primero en la negación
explícita de la noción de patria. De este rasgo, que atraviesa de manera sistemática y
permanente toda su obra, quisimos extraer algunos hitos, como este párrafo que él
escribe en septiembre de 1910 en ocasión de la celebración oficial en Chile del
Centenario. Leamos a Recabarren :

«Estamos convencidos, desde hace tiempo, que no tenemos nada que ver
con la fecha llamada el aniversario de la independencia nacional. Creemos
necesario decir al pueblo el verdadero significado de esta fecha que, desde
nuestro punto de vista, tiene solamente sentido para la burguesía, siendo que
son ellos los que se levantaron contra la Corona de España y son ellos los
que conquistaron esta patria para aprovechar todas las ventajas que les dió la
independencia. Pero el pueblo, la clase trabajadora, que siempre vivió en la
miseria, no ganó nada y no gana nada con la independencia... Es por esto
que no encontramos razones por la cuales la clase popular pudiera sentirse
feliz de este día...La fecha gloriosa de la emancipación del pueblo todavía
no ha sonado. las clases populares viven aún en la esclavitud, encadenadas
al orden económico por el salario y al orden político por el fraude... Un
pueblo que vive así, sometido a los caprichos de una sociedad injusta,
inmoral y organizada de manera criminal, cómo puede celebrar el 18 de
septiembre? Imposible. El pueblo debe abstenerse de participar en esta
fiesta, debe negar su participación en las fiestas donde los verdugos y los
tiranos celebran la independencia de la clase burguesa que no es ninguna
independencia del pueblo, ni como individuo, ni como colectividad».112

Encontraremos la misma representación, presentada de manera irónica en El Despertar


de los Trabajadores, el 29 de agosto de 1912, es decir algunas semanas después de la
fundación del Partido Obrero Socialista :

«Como no quererte, mi patria, si desde mi más tierna infancia, sufrí la


explotación de mis compatriotas y no recibí un peso para poder instruirme
un poco.
111
Ibídem, p. 38.
112
Obras escogidas de Luis Emilio Recabarren, ed. cit., pp. 74-79
49

Como no quererte, mi patria, si durante toda mi existencia, viví en


ciudades inmundas, propiedad de mis compatriotas, aprendí a
emborracharme imitando los ejemplos que vi, aprendí a golpear a las
mujeres para ser un buen chileno, aprendí miles de vicios y costumbres
degradantes y aprendí a negociar con lo que llaman el honor vendiendo mis
derechos.
Como no quererte, mi patria, si llegué a la edad madura, encadenado por
el amor de la sociedad capitalista, soportando salarios que no me permitían
comer, vestirme y soportando un trato de bestia como lo predica la santa
iglesia católica.
Como no quererte, mi patria, si tu me enseñaste a ser generoso cuando me
obligas a dar mi trabajo al patrón, al comerciante y a las autoridades, glorias
inmortales de mi patria.
Como no quererte, mi patria, si en las ciudades, en prisión, en las tabernas,
en las casas cerradas, puedo contemplar tus bellos colores y puedo escuchar
tus himnos armoniosos.
O mi patria, patria de mis harapos, patria de mis vicios, patria de mi
ignorancia, patria de mis delitos, patria de mis cadenas... no se quien eres
tú».113

En las Memorias de Carlos Morla encontramos, desde la experiencia de un miembro de


la Secretaría de Relaciones Exteriores, por lo tanto desde un ángulo diferente, una
observación que devela en toda su crudeza, despojada de todo manto ideológico, de toda
envoltura retórica, la verdadera naturaleza de las festividades del Centenario:

«Y de súbito... comprendo lo obscuro de todo, la farsa imbécil en la que


estamos empeñados que costará un ojo de la cara al país, en tanto que hay
gente que sufre hambre».114

De una forma sumaria vemos así el camino que asume históricamente la formación de la
sociedad civil en Chile, vale decir, de aquella forma de ejercicio del poder a través del
consenso que, sin descartar la coacción, atributo esencial del Estado, es capaz de
extender el sentido común de la élite, transformándolo, a través de un conjunto de
instancias culturales e intelectuales, en la visión de la sociedad del conjunto de la
población. En el centro de esta visión de la sociedad se encuentra la nación, pensada
como «algo que compartimos a todos los chilenos», y que aparece para la
representación colectiva como «el producto de las guerras que debimos emprender» y
que, a lo largo del siglo XIX, fueron dándole forma y contenido. Aparece así la
«chilenidad», como algo que cada grupo social se representa como común —y que un

113
RECABARREN, Luis Emilio,.« A mi patria », in El Despertar de los Trabajadores, Iquique, 29
de agosto de 1912.
114
MORLA, Carlos, El año del Centenario, ed, cit., Vol. II, p. 54.
50

estudio más minucioso revelaría en sus diferencias— como «atributo natural», de


nacimiento. La función del Centenario, al cristalizar ritualmente la nación, es
materializar esta «chilenidad», algo así como hacerla evidente a los ojos de todos los
chilenos, legitimándola a través de los invitados extranjeros, y con ello, casi
subrepticiamente, fortalecer la sociedad civil, potenciando su hegemonía sobre el
conjunto de la sociedad.

Capitulo IV

El Bicentenario de la República: un escenario posible

—«Yo no hago más que mi trabajo», dijo el torturador…

Las tendencias que en el capítulo anterior hemos someramente descrito en la perspectiva


de reconstruir el proceso de formación de las instancias culturales e intelectuales que
fueron permitiendo el consenso social y la construcción de la nación, pertenecen al
pasado. La «globalización», vale decir, la modalidad de acumulación que comienza a
imponerse a escala mundial desde los últimos veinte años, ha venido generando un
conjunto de modificaciones, no solamente en el terreno de la economía, sino en la
conformación misma de la estructura de la sociedad,115 provocando —y esto es lo que
aquí nos interesa— la mutación de un conjunto de aspectos cualitativos de una
dimensión enormemente mayor a las que habían acaecido hasta ahora en la historia del
capital,116 lo que significa que sus consecuencias para la sociedad actual, son —y serán
115
Cf., AMIN, Samir, Les défis de la mondialisation, Paris. L’Harmattan, 1996.
116
Michael Löwy afirmaba, con mucha razón, en esa dirección, durante una entrevista realizada en
Paris, en 1997, que « la globalización es un proceso que viene de lejos... en realidad la
globalización no es algo que comenzó ahora sino que viene casi desde los orígenes del capitalismo.
Si volvemos a leer el Manifiesto Comunista, podemos ver cómo Marx describía el hecho de que el
capitalismo conlleva una tendencia irresistible a la expansión, a la conquista del conjunto de los
51

— mucho mayores, disminuyendo las posibilidades de mantener su cohesión en el


marco del Estado-nación. Es sobre la base del examen de las tendencias que configuran
estas mutaciones, que es posible proyectar, entonces, tentativamente, un escenario
probable para el próximo Bicentenario.
Del estas tendencias, cuyo estudio en profundidad —está demás decirlo—
sobrepasa largamente los límites de este trabajo, vamos a connotar aquí dos aspectos
que nos interesan particularmente por sus repercusiones en el contexto en el cual deberá
celebrarse el Bicentenario. Por una parte, la configuración de un proceso de
homogeneización del espacio económico mundial, y por otra, la altísima densidad de
capital que orienta su desplazamiento, tributo de una tecnología que tiene como
objetivo principal la sustitución de la fuerza de trabajo por el empleo de maquinaria y de
instrumentos modernos.117 Ambos aspectos aparecen en el origen tanto la construcción
de un espacio cultural trasnacional planetario como la desintegración del tejido social
estructurado sobre bases nacionales, participando ambos, entonces, en la desagregación
de las formas que venía expresando la vida social en los últimos cientocincuenta años,
vale decir, en una tendencia inversa de la formación de la sociedad civil que acompaña
la nación y que —recordemos— estuvo presente en el ethos mismo del Centenario.

La construcción de un espacio cultural trasnacional

países, a la sumisión de todo el planeta a las relaciones de producción capitalistas y a la imposición


de las leyes de la acumulación de capital y de extracción de plusvalía a todos los pueblos del
mundo. Esa es la tendencia inherente al capitalismo. Pero se puede decir que ésta se ha venido
acelerando y que en los últimos diez, quince o veinte años —podemos discutir la fecha— ha dado
un salto cualitativo y que nunca como hoy se ha visto, en la historia del capitalismo, tal hegemonía,
tal dominación, tal poder del gran capital internacional, de la gran finanza internacional sobre el
conjunto del planeta ». «Conversando con Michael Löwy», Entrevista a Michael Löwy, Directeur
d’Etudes en el Centre Nationale de la Recherche Scientifique, CNRS, realizada por Jaime
Massardo y Alberto Suárez, Paris, diciembre de 1997, in Ecuador Debate, n° 44, Quito, agosto de
1998, pp. 163-172.
La conocida disposición crítica de Löwy en relación con el actual sistema no puede ser visto
aquí como un prejuicio que distorsione el análisis. Eugenio Tironi, que expresa nítidamente los
intereses de la sociedad civil que describimos en el capítulo precedente, y que no oculta su
disposición a respaldar el consenso de las élites, manifiesta más o menos lo mismo. « Lo que está
en curso —dice Tironi— es una reestructuración del régimen de acumulación y del modo de
regulación instaurado en la postguerra tanto a escala internacional como nacional... y tiene una
causa endógena fundamental: la crisis del patrón de acumulación y regulación que algunos autores
han bautizado como «fordismo»». TIRONI, Eugenio, Autoritarismo, modernización y
marginalidad. El caso d chile 1993-1989, Santiago de Chile, Ediciones Sur, 1990.
117
. « El capitalismo en su etapa actual de acumulación y en el curso del proceso de globalización
tiende cada vez más estructuralmente a emanciparse de ese peso que para él constituye la mano de
obra ».. «Conversando con Michael Löwy», ed. cit.
52

Uno de los rasgos más característicos del desarrollo del proceso de «globalización»,
muestra que la circulación de los bienes culturales rebasa largamente el espacio de la
nación para constituir una vasta red deslocalizada de estructuras e instancias
culturales, dislocando así el vínculo entre el producto cultural y su origen. La formación
de esta red provoca, a su turno, la internacionalización de una cantidad cada vez mayor
de una serie de productos simbólicos, y, en consecuencia, tiende a producir una
separación no solamente entre la producción local y los efectos que ésta generaba sobre
su entorno inmediato, sino también entre la cultura y la identidad que emanaba de la
legitimidad del Estado-nación, imponiendo, además, por la fuerza de las cosas, la
formación de una estructura altamente centralizada en la esfera internacional,
trasladando las instancias de poder y, por lo tanto, la toma de decisiones, hacia empresas
organizadas internacionalmente y disolviendo con ello la función que en este terreno,
igualmente, detentaba el Estado-nación. A modo de ilustración de esta tendencia,
examinemos aquí, brevemente, como una suerte de un paradigma, el comportamiento de
la industria de la imagen en la lógica de la evolución de sus relaciones con las formas en
que se implanta la «globalización» y en la mutación de las instancias de poder que esta
conlleva.

Un ejemplo : la industria de la imagen en América latina

La industria de la imagen comenzó a desarrollarse, sabemos, mucho antes de lo que hoy


llamamos «globalización». Más aún, ha sido consustancial a las necesidades políticas
que han modelado el siglo XX y, como lo muestra Marc Ferro, fue utilizada
indistintamente por el socialismo de Estado en la URSS, por la Alemania nazi y por los
118
Estados Unidos desde la posguerra y, en este sentido, no hace así sino seguir los
pasos de las otras ramas de la producción estimuladas por las necesidades políticas y
militares de conflictos reales o latentes.119 Durante la llamada «guerra fría» la industria
de la televisión —o sea el aspecto más evidente de la masificación de la imagen—
conoce en el conjunto del planeta un desarrollo considerable, pasando de 87 millones de
receptores en 1959 a 419 millones en 1977.120 No será sin embargo sino a partir de los

118
Cf., FERRO, Marc, Cinéma et histoire, Paris, Gallimard, 1977.
119
Cf., MATTELART, Armand, La communication-monde, Paris, La découverte, 1992.
120
Cf., ALBERT, Pierre, et TUDESQ, André-Jean, Histoire de la radio-télévision, 5° édition, Paris,
Puf, 1996.
53

años ‘80, es decir, durante el desarrollo de la nueva fase de la acumulación de capital


impuesta por la dictadura del mercado y por las necesidades políticas de la pensée
unique neoliberal, vale decir, desde la aparición de la «globalización», que la
circulación de la imagen acelera su marcha, introduciendo nuevas variables e —un dato
esencial— incorporando a su campo de acción todas las capas sociales sociales y
homogeneizando —deberíamos decir macdonalizando—, de paso, rasgos esenciales de
la civilización actual.121
Desplazando formas de difusión de la imagen relativamente mas artesanales —
como el afiche, la foto e incluso el cine—, el vídeo, cuyo consumo doméstico se vuelve
corriente, pero sobre todo la televisión que, vía satélite, comienza a posibilitar una
reproducción inmediata de los «hechos» desde y hacia cualquier punto del planeta,
vendrán a otorgarle a esta imagen una dimensión y una potencialidad inusitada. 122 La
implantación de una nueva fase en el modo de acumulación de capital se realiza
entonces en fuerte coincidencia con la extensión de esta industria, la que, en su
desarrollo, irá a reactuar sobre la sociedad, reorientando no solamente la estructura de
consumo sino alterando esencialmente un conjunto de elementos de orden cultural y
político, los que, a su turno, vendrán a reforzar las tendencias de la acumulación,
fortaleciendo, no sólo la homogeneización del espacio cultural, sino deslizando el
propio poder la imagen hacia una configuración transnacional.
Si reducimos el campo de análisis y examinamos el comportamiento de la
industria de la imagen en la América latina —no olvidemos que la historia de ésta debe
estudiarse como un componente del desarrollo capitalista mundial—, podemos ver con
mayor nitidez el problema del que nos interesa dar cuenta. 123 La implantación de la
industria de la imagen no es distinta aquí que en otras partes del planeta y sobre todo, no
parece, en un principio, verdaderamente diferente de otras ramas de la producción
mercantil. Su expansión corresponde en nuestro continente a los cambios en la
correlación de fuerzas políticas que se dibujan en el mundo después de la Segunda
Guerra Mundial. Sin alterar esta constatación de orden general, podemos observar sin
embargo que a partir de los años setenta, como fruto de la desarticulación de las formas

121
Cf., MATTELART, Armand, Mondialisation et communication, Paris, Puf., 1996.
122
Cf., por ejemplo, BOURDIEU, Pierre, Sur la télévision, Paris, Liber Editions, 1997. En lo que
sigue, dados los límites de este trabajo nos referiremos esencialmente a la televisión, dejando de
lado el video, el afiche, la foto y el cine, entre otras formas de difusión de la imagen.
123
« La historia del subdesarrollo latinoamericano es la historia del desarrollo del sistema
capitalista mundial » escribe, por ejemplo, Ruy Mauro Marini, en un texto ya clásico. MARINI,
Ruy Mauro, Subdesarrollo y revolución, Quinta edición, México, Siglo veintiuno, 1974, p. 3.
54

de organización de los trabajadores, la industria de la imagen va a comenzar a jugar un


papel clave como apoyo de las formas autoritarias ligadas al modelo económico que va
a imponerse durante el período. Será en esos años cuando una política de «reajuste
estructural» de inspiración neoliberal promovida por el Fondo Monetario Internacional
y el Banco Mundial, vendrá a instalarse en América latina, buscando «adaptarla» a la
nueva fase de acumulación de capital, reorientando los procesos productivos y
prefigurando los escenarios económicos actuales.
Un liberalismo organizado de una manera brutal desde el aparato de Estado
abrirá así el camino a un proceso de desreglamentación, vale decir de liquidación de los
reglamentos que protegían los mercados locales de la entrada de mercancías y de la
entrada de capitales en plena euforia expansiva.124 Desreglamentación que a su turno irá
a estimular un movimiento planetario de deslocalización de esos mismos capitales, los
que, estimulados por una privatización radical y sin las barreras que había levantado en
su época la industrialización a través de la substitución de importaciones, pueden ahora
penetrarlos, comprando trabajo humano cada vez más barato y homogeneizando de
paso, la base técnico-productiva del planeta.125 A excepción de Colombia, Costa Rica,
Ecuador, México o Venezuela, donde se desarrollarán procesos —no exentos tampoco
de violencia— que podríamos llamar «vías no militares hacia el neoliberalismo», la
nueva fase de acumulación capitalista desembarcará en América latina, de preferencia,
por le vía del golpe de Estado. Serán los militares latinoamericanos formados en l’U.S.
Army School of the Americas,126 quienes impondrán, manu militari, la «mano invisible»
del fantasma de Adam Smith.
Toda la expansión de la industria de la imagen en América latina debe ser
comprendida entonces, en un primer momento, como un aspecto central del aparato de
legitimación de estas intervenciones militares. A mediano término, sin embargo, la
prolongación y el perfeccionamiento del mismo andamiaje se nos presenta como
componente privilegiado del proyecto cultural que se desprende de la propia

124
Los derechos de aduana entre 1985 y 1992 descienden de 80 al 21% en Brasil, de 34 a 4%, en
México y de 83 a 7% en Colombia... Cf., DABENE, Olivier, L’Amérique latine au XXème siècle,
Paris, Armand Colin, 1997.
125
Para el análisis del caso mexicano Cf. CONCHEIRO, Elvira, El gran acuerdo, gobierno y
empresarios en la modernización salinista, México. Era, 1996.
126
En 1984, fecha en la que la escuela es transferida a Fort Benning, Georgie, más de 60.000
oficiales latinos habían seguido cursos en l’U. S. School of the Americas. En 1973, 170 diplomados
de ésta, entre los cuales, Videla, Pinochet, Stroessner, Banzer, Noriega..., se habían transformado
jefes de Estado, comandantes en jefe del ejército, directores de servicios de información, o
ministros en sus respectivos países., Cf., por ejemplo, LEMOINE, Maurice, Les 100 portes de
l’Amérique latine, Paris, Editions de l’Atelier / Editions ouvrières, 1997.
55

«globalización», proyecto que, previendo que la intervención militar no podía asumir un


carácter permanente, debe resolver el problema de otorgarle continuidad y legitimidad a
la nueva correlación de fuerzas que se estructura en el plano internacional. Debe,
entonces, reemplazar la dominación por el consenso, y esta vez —«globalización»
obliga—, por un consenso que se genera a escala mundial.
El ejemplo más evidente de la estrecha imbricación entre la utilización de la
fuerza del Estado para abrir los países latinoamericanos a la «globalización» y la
instalación de una industria de la imagen ligada al poder se produce, «precozmente», en
Brasil. El putsch que derroca al gobierno de João Goulart en 1964 —suerte de ensayo
general que anuncia los rasgos esenciales de las intervenciones militares de Bolivia, en
1971, de Uruguay y de Chile, en 1973, de Argentina, en 1976—, precede directamente
la fundación, en 1965, de TV-Globo —a su vez, fase superior del periódico O’Globo, y
de la radio Globo—, verdadero gigante de la industria de la imagen. Como lo muestran
Herio Sabola y Frédéric Serror, en una tesis dirigida por Georges Labica, los vínculos de
TV-Globo con el poder político se retroalimentan de una manera creciente. 127 TV-Globo
se desarrolla rápidamente en los años setenta y a partir de la quiebra de las cadenas Tupi
y de TV-Excelsior, se vuelve hegemónica en la industria de la imagen. 128 Lo esencial de
sus programas —no es un azar—129 consiste en telenovelas, vale decir en la difusión de
un instrumento que actúa directamente sobre el imaginario «nacional popular»,
instalándose cómodamente en el proceso de formación de una visión del mundo de las
clases subalternas. «Durante todo el largo período de la dictadura —escribe José Ortiz-
Ramos—, los intereses del conglomerado TV-Globo se confunden con los del régimen...
al punto que era generalmente admitido que TV-Globo era el portavoz de la dictadura...
El principal elemento de programación que le ha dado forma a esta imagen de TV-
Globo como medio de comunicación capaz de modelar el pensamiento de todo un país
es, sin duda, el informativo. El ocultamiento de hechos, las manipulaciones, han sido
una constante bajo orden del gobierno o de la dirección de la cadena». 130 Los resultados
están a la vista. A pesar del retorno a la democracia, en 1984, 131 TV-Globo controla hoy
127
Cf., SABOLA, Herio et SERROR Frédéric, Ideologie et télévision: Bresil et France, Thèse en
Philosophie politique sous la direction de Georges Labica, Université de Paris X-Nanterre, 1992.
128
Cf. HERZ, David, Historia secreta de rede Globo, Porto Alegre, Ed. Tché, 1987.
129
Cf., por ejemplo, LASAGNI, Cristina, y RUCHERI, Giuseppe, « L’altro mondo quotidiano,
Telenovelas », TV brasiliana e dintorni, Roma, ERI/RAI, 1986.
130
ORTIZ-RAMOS, José Mario, « Un bâtisseur d’empire : o Doutor Roberto », L’Amérique latine
et ses télévisions. Du local au mondial, Sous la direction de Graciela Schneier-Madanes, Paris,
Anthropos, 1995, pp. 20-21.
131
Television, Politics and the Transition to Democracy in Latin America, Edited by Thomas E.
Skidmore, Woodrow Wilson Center Press, Washinton, D. C., 1993.
56

el 63% de la audiencia, el 70% de la publicidad brasileña y ocupa el cuarto lugar en el


mercado audiovisual mundial. Su influencia continua siendo decisiva en la esfera de la
legitimación del poder político y de la construcción de un consenso desde una posición
autoritaria. A título de ejemplo, puede recordarse su papel en el montaje del debate
televisivo que será clave en la elección de Collor de Mello —ulteriormente juzgado y
depuesto por corrupción— frente a Luis Inácio da Silva, Lula...132
La segunda forma de implantación de la industria de la imagen en América latina
es la de la prolongación de las formas «normales» de consenso que mantiene la
hegemonía del grupo en el poder. Allí el caso más evidente es el de Televisión Vía
Satélite, TELEVISA, en México. La formación de TELEVISA data de 1973, y
representa la culminación de un largo proceso de concentración y centralización de los
capitales de las diversas cadenas privadas de televisión que habían existido hasta el
momento.133 A partir de entonces, y estrechamente asociado al poder político,
TELEVISA conocerá un fuerte crecimiento hasta imponerse como líder de la industria
cultural en México,134 proceso que culmina con la apertura a la «globalización» que se
realiza a partir de 1988 durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. 135 Con todo, la
función específica que el sistema le asigna a TELEVISA durante todo este período
parece ligada esencialmente a la exportación de imágenes hacia el universo hispano-
parlante. Ella dispone, por ejemplo de la mayoría de las acciones de la Compañía
Peruana de Radiodifusión, del 49% de las acciones de Megavisión, primera red de
televisión privada en Chile, de una fuerte presencia en Argentina y de un control sin
contrapeso de los programas dirigidos al público de habla castellana en los Estados
Unidos. Aún más, TELEVISA representa hoy día la primera empresa productora y
exportadora de programas en lengua castellana, vale decir, el segundo mercado
audiovisual del mundo.136 La telenovela o las producciones afines —« La cadena de las
estrellas », « Siempre pasa algo bueno », « En tus cinco sentidos », « Donde todos
tenemos mucho que ver »—, se orientan así, al igual que en el caso de TV-Globo, hacia
un telespectador de origen popular y por lo tanto hacia una codificación de las pautas

132
Cf., SIRKIS, Alfredo, « Brésil : comment on fabrique un président », Medias, mensonges et
démocratie, Paris, Le Monde Diplomatique, Manière de voir n° 14, p. 67.
133
Televisa, el quinto poder, México, Claves latinoamericanas, 1988.
134
FADUL, Ligia María, y SOLIS , Beatríz, « Televisa, première chaîne hispanique du monde »,
L’Amérique latine et ses télévisions. Du local au mondial, ed. cit. p. 80.
135
Cf. CONCHEIRO, Elvira, El gran acuerdo, gobierno y empresarios en la modernización
salinista, ed. cit.
136
Aproximadamente 300 millones en América latina, 30 millones en Estados Unidos y 45 millones
en España.
57

culturales en el mundo de las clases subalternas, esta vez a nivel internacional. 137 Para
dimensionar lo que esto significa es bueno recordar que la capacidad de penetración en
términos de comunicación de esta industria de la imagen es inmensa. En Brasil y en
México un 85% de los habitantes pueden disponer de un aparato de televisión, en
Venezuela un 88%, en Chile, 90%, en Uruguay y en Argentina, un 98%, pero además,
con relación al cable, esta última es el segundo país del mundo, detrás de los Estados
Unidos...138
Lo que muestra, entonces, esta descripción del caso brasileño y del mexicano, es
la manifiesta complicidad entre el desarrollo de la industria de la imagen que se
homogeneiza y se codifica a nivel planetario y la conformación de una estructura de
poder extraordinariamente concentrada a nivel trasnacional. La deslocalización de la
imagen como un producto simbólico juega aquí un doble papel en el proceso de
acumulación. De una parte, participa en el proceso de concentración de capital a escala
mundial, de otra, apoyándose en el poder que otorga su especificidad como mercancía,
la utiliza para legitimar su propio itinerario. 139 Correlativamente, la conformación de
esta estructura de poder a nivel trasnacional, al modificar parámetros fundamentales de
la vida cultural, digamos, del sistema de referencias que le dio vida, por lo menos
durante siglo y medio, al Estado-nación, deja obsoletas tanto las formas de
comunicación como la sociabilidad tradicional que se articulaba en torno a ellas,
cuestión que se traduce, a su turno, en un proceso aparentemente irreversible de
desagregación de estas mismas formas de comunicación, de la identidad y la cohesión
que éstas conllevan. El desarrollo del proceso de «globalización», al provocar la
concentración de la industria de la imagen y, por ende, de la cultura, considerada en su
conjunto, y al desestructurar la cohesión y la sobrevivencia misma de la identidad de
«lo nacional», empuja, entonces, la desintegración de la sociedad construida bajo las
normas del Estado-nación, contribuyendo fuertemente a su disolución.
137
Las redes de Televisa, bajo la dirección de Raúl Trejo, México, Claves latinoamericanas, 1988.
138
Cf., L’Amérique latine et ses télévisions. Du local au mondial, ed. cit.
139
Nos referimos aquí a la identidad que se establece entre imagen y símbolo. <la imagen es
inmediatamente símbolo. En 1967 Guy Debord escribía que « les images qui se sont détachées de
chaque aspect de la vie fusionnent dans un cours commun, où l’unité de cette vie ne peut plus être
rétablie. La réalité considérée partiellement se déploie dans sa propre unité générale en tant que
pseudo-monde à part, objet de la seule contemplation. La spécialisation des images du monde se
retrouve, accomplie, dans le monde de l’image autonomisé, où le mensonger s’est menti à lui-
même », DEBORD, Guy, La société du spectacle, Paris, Gerard Lebovici, 1989, p. 9 Sobre la
identidad entre imagen y símbolo, cf., por ejemplo, BACHELARD, Gaston, La Psychanalyse du
feu, Paris: N,R,F,, 1938; ————, L'Eau et les rêves, Paris: José Corti,1942 ; ————, L'Air et
les songes, Paris: José Corti,1943 ; ————, La Terre et les rêveries de la volonté, Paris: José
Corti, 1944 ; ————, La Terre et les rêveries du repos, Paris: José Corti, 1947 ; DURAND,
Gilbert, Les Structures antropologiques de l'imaginaire, 10ème edition, Paris, Dunod, 1984
58

La desintegración del tejido social estructurado sobre bases nacionales

El examen de la evolución de la industria de la imagen y de la construcción de un


espacio cultural trasnacional planetario no hace sino graficar una de las tendencias a la
desintegración de la sociedad construida bajo las normas del Estado-nación. Otros
factores —que pudieran desarrollarse mucho más latamente por separado—, participan
en el proceso de «globalización» configurando un conjunto de fuerzas que actúan en la
misma dirección. El desarrollo tecnológico, acelerado por el ritmo del actual patrón de
acumulación, al modificar el proceso de trabajo, deja obsoleta la sociabilidad tradicional
construida sobre parámetros nacionales. La expulsión de fuerza de trabajo del proceso
productivo no es, en este caso, solamente un dato técnico. Ella se traduce en una
modificación profunda de las correlaciones sociales que surgieron de la postguerra y
que estaban vigentes hasta los años ‘70. La desocupación, concentrada en sectores
jóvenes, se expresa como deserción escolar, como disolución de vínculos familiares,
como drogadicción, pero también como ruptura de estos mismos jóvenes con un mundo
cada vez más hostil. «La decadencia de la vida social —escribe Jorge Beinstein, en Le
Monde diplomatique— es uno de los aspectos más visibles de la realidad
latinoamericana, como lo demuestran los indicadores laborales, sanitarios, educativos,
de pobreza y marginalidad, de corrupción política y de desorden administrativo, de
delincuencia empresaria, etc.».140 No se trata aquí sólo de un discurso crítico. La
pobreza y la marginalidad en América latina ha aumentado en términos absolutos y
relativos. En 1980 representaba el 35% de la población, en 1990, el 41%, en el 2000, el
50%.141 Esto se traduce necesariamente en un debilitamiento del Estado tout court, y
con mayor razón del Estado-nación.
Por otra parte, las reducciones del gasto público en salud, educación y otros
rubros, efectuadas a través de las políticas de inspiración neoliberal, han desarticulado
los vínculos tradicionales entre el Estado y una importante masa de usuarios que se
acogía a estos servicios, debilitando con ello lo que pudiéramos llamar su sentido de
pertenencia y por lo tanto su identificación con el Estado mismo. El impacto de estas
políticas afecta a las formas tradicionales de clientelismo político que, apoyadas en este
140
BEINSTEIN, Jorge, « Saldo desvastador de una época », in Le Monde diplomatique, edición
chilena, Santiago, nº 6, marzo del 2001.
141
CEPAL, Panorama social de América Latina, 1999-2000, Santiago, 2000.
59

Estado, contribuyeron a darle cohesión a las estructuras laborales. Su liquidación, viene


desorientando, atomizando y empujando a grandes masas de trabajadores con empleo
precario, así como a capas medias empobrecidas, hacia las formas extremamente
individualistas que caracterizan la lucha por el trabajo. Estas grandes masas tienden a
buscar solución a su problema de empleo en el sector privado, por lo tanto, a insertarse
en una «cultura de empresa» que establece como referente de comportamiento el
proceso de «globalización», profundizando esta suerte de «fuga hacia adelante» que
contribuye a la desligitimación del Estado.
Al mismo tiempo, las modificaciones que se han operado en el sistema político
establecido nacionalmente son sensibles. La banalización de la cosa pública se
acompaña de un descrédito de la actividad política misma. El sistema reduce la
democracia al mercado y la participación en la estructura del poder se planifica con
criterios de marketing. Al interior del mundo del trabajo este descrédito se traduce en
una desligitimación del papel de los sindicatos en tanto organización natural de defensa
de los intereses comunes, defensa que los medios de comunicación, presentan
invariablemente como el signo de una politización anacrónica. Lo que triunfa, entonces,
es su antítesis : la despolitización, el repliegue hacia la esfera de lo individual, donde la
cohesión de «lo nacional» pierde toda significación.
Pero no solo la apertura o la regionalización de los mercados conduce a la
disolución del Estado-nación. En todo el planeta se vienen gestando y desarrollando una
inmensa cantidad de movimientos de afirmación étnica o regional, incluso deportiva, o,
colmo de la paradoja —¿gritos desgarrados de búsqueda de una identidad en un mundo
que homogeneiza a pasos acelerados, o simple rechazo a la dictadura de los Mc Donald?
— de inspiración nacionalista... Por decirlo así, «por debajo», por lo que no es macro,
sino que, más de alguna vez, corresponde a pequeñas comunidades —los mapuches son
un buen ejemplo—, se contribuye fuertemente también a zapar las bases político-
institucionales del Estado-nación.
Paralelamente, las encuestas entre la juventud chilena muestran que la mayoría
de los jóvenes entre 18 y 35 años, sea por un tiempo, sea definitivamente, desean
abandonar el país y tentar suerte en el exterior. El enorme desarrollo del turismo,
favorecido por el hecho indiscutible que el costo de los pasajes aéreos ha caído
considerablemente, permite a una cantidad cada vez mayor de gente conocer otras
culturas, relativizando —¡qué triste es la modernidad!— el valor de la suya. En
cualquier parte del mundo los seres humanos sufren, gozan y tienen las mismas
60

angustias. No hay tal especificidad de «lo nacional», tal como nunca fue cierto lo de la
bandera o la canción patria ganadora de concursos mundiales... ¡¡¡Qué desilusión!!!

Elementos para una política de celebración del Bicentenario :


«Somos nosotros mismos porque estamos abiertos al mundo».

De lo hasta aquí expuesto, puede percibirse la estrecha relación que existe entre la
perdida de gravitación del Estado concebido como base de la nación y la dificultad de
pensar en la celebración de un Bicentenario, aniversario de un carácter eminentemente
político-nacional. Todo hace suponer, de mantenerse las tendencias centrífugas que
venimos dibujando, que el Bicentenario no tendrá —como la tuvo el Centenario— al
Estado-nación como razón última. Podemos preguntarnos qué estaremos entonces
celebrando y sobre todo cómo lo vamos a celebrar...
Un gobierno democrático atento puede y debe adelantarse a esta dificultad, percibir a
tiempo la contradicción fundamental del período y proponer, aprovechando el marco del
Bicentenario, un conjunto de políticas que, aún buscando realizarse desde el ámbito
local, contenga un carácter universal.
Con ese objetivo, sugerimos la estructuración de un eje de reflexión que busque
establecer una dirección general a la que es posible apuntar en la ocasión del
Bicentenario, eje que, naturalmente, debe ser ampliados y sistematizados.
Creemos que un gobierno democrático debe buscar colocarse en una suerte de
«vanguardia» —cierto, la palabra está desprestigiada— de esta superación de «lo
nacional» en pos de «lo universal», «Superación» busca traducir aquí la connotación
hegeliana de aufheben, que significa al mismo tiempo «retener» y «poner fin». «Lo
nacional» «lo chileno», concebido después de tantos esfuerzos de la élite y del
despliegue de la sociedad civil a la hora del Centenario, retiene y pone fin a lo esencial
del contenido local para fundirlo en «lo universal». Estas formas locales no pueden
construirse nunca más como oposición a otras formas locales del planeta. Lo que
proponemos consiste, simplemente, en un salto de madurez colectiva, en el paso
viciano del mundo de los héroes al mundo del hombre.142
Sugerimos, entonces, en concreto, como una manera de plantear el tema del
carácter necesariamente universal de una nueva cultura, el abordaje, en el momento del
142
Cf., VICO, Giambattista, La scienza nuova, introduzione e note di Paolo Rossi, terza edizione,
Milano, Rizzoli, 1988.
61

Bicentenario, de una punto que, creemos, debe transformarse en el eje de la discusión


sobre la vida social en los próximos años. El tema de el lento y paulatino abandono del
salario como la forma a través de la cual los trabajadores tienen acceso al conjunto de
bienes y servicios que ofrece el sistema. El salario debe tender a ser reemplazado por
una oferta de estos bienes servicios, gestionada por la comunidad y por el Estado, donde
el ser humano, por el solo hecho de existir tenga acceso a los bienes de consumo básico
y a los servicios de salud, educación, recreación, infraestructura u otros indispensables.
Esta propuesta, que consideramos oportuna en el momento del Bicentenario no tiene
nada de utópico. El desarrollo de las fuerzas productivas y la base técnica actual lo
permite perfectamente. Ella es hoy realidad, por ejemplo, en Francia con el derecho
universal a la salud. Debemos, entonces, proponernos construir un mundo local y global
donde ningún individuo quede fuera de la repartición del gasto social. Nadie puede
depender más, en las nuevas condiciones del planeta, de un salario para vivir. Su
condición de existencia debe estar garantizado por su sola condición de ser humano...
La celebración de un Bicentenario moderno, volcado hacia el conjunto del planeta, con
un Estado-nación sobre el que, como decíamos, opera un conjunto de fuerzas
centrífugas, pero que, con todo, es capaz de captar las determinaciones de su época y de
poner el énfasis en esta dialéctica local-universal, puede ser entonces una puerta de
salida a la crisis del Estado-nación...

en Santiago de Chile, mayo del 2001

Fuentes y referencias bibliogáficas


62

Los escritos aquí incluidos comprenden las referencias bibliográficas que utilizamos
para redactar las notas precedentes, por lo tanto no constituyen de ninguna manera una
«Bibliografía del Centenario», y deben en consecuencia entenderse sólo como
referencias destinadas a estimular un acercamiento a la problemática que organiza el
debate. Presentaremos las fuentes a partir de, i) Fuentes primarias ii) Textos del
Centenario iii) Historiografía chilena y latinoamericana, y iv) Otras referencias
citadas

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