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HISTORIA DE LA ÉTICA

MÓDULO 1
EL NACIMIENTO DE LA REFLEXIÓN ÉTICA

1.0. ¿QUÉ ES LA ÉTICA?


1.1. LOS SOFISTAS: EL RELATIVISMO MORAL
1.2. SÓCRATES: EL INTELECTUALISMO MORAL
1.3. PLATÓN I: ¿QUÉ ES MEJOR LA JUSTICIA O LA INJUSTICIA?
1.4. PLATÓN II: ¿QUÉ ES LA JUSTICIA?
1.5. PLATÓN III: ¿CÓMO SABER SI UNA LEY ES JUSTA?

AUTORES: Javier Sanz García


Virginia Fusco
Alicia García Rúiz
Rosa Benéitez Andrés
Carmen González Marín
Carlos Santiuste
Historia de la ética
1.0 ¿QUÉ ES LA ÉTICA?
Creemos que el enfoque histórico es el que mejor se ajusta para introducir
a alguien en la filosofía.
La mejor manera de enseñar a reflexionar sobre la moral consiste en
comprender lo que hicieron los pensadores que investigaron sobre esta
materia.
Esta introducción pretendemos que pueda ayudar a entender mejor de qué
hablamos cuando aludimos al deber moral, la responsabilidad, los valores
o la justicia.
Conceptos de uso cotidiano cuyo significado es complejo y cuenta con una
larga historia cuyo conocimiento contribuye a una comprensión más
rigurosa y menos frívola de ellos.
¿Ética o moral? Aunque ambos conceptos se suelen emplear como
sinónimos su significado es diferente.
Mientras que la ‘ética’ es la reflexión filosófica sobre la moral, el término
‘moral’ hace referencia al objeto de esa reflexión.
Los filósofos cuando reflexionan sobre los problemas relativos al bien, al
deber, a la virtud o a la justicia es ética, no moral.
Por eso, este curso es una historia de la ética y no una historia de la moral;
puesto que, no vamos a hablar de las distintas normas de moralidad, de
costumbres o formas de vida, sino del pensamiento filosófico sobre la
moral. La ética, por tanto, es una filosofía de la moral.
Desde el origen de los tiempos, la filosofía no ha dejado de hacerse las
mismas preguntas. La función fundamental de la filosofía es la de
preguntar, y preguntar bien, más que la de dar respuestas.
La filosofía se interroga sobre distintas cuestiones y pone en cuestión
aquello que se ha dado por bueno. Entre esas preguntas están las
referidas a la moral.
Actualmente, podemos decir que las preguntas sobre la moral son las más
propiamente filosóficas; ya que, buena parte de los campos de
conocimiento propios de la filosofía ahora son investigados por las
ciencias.

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Historia de la ética
La humanidad siempre ha distinguido entre el bien y el mal, por ello, el
pensamiento moral se ha detenido recurrentemente en estos dos
conceptos.
¿Cuál es el fundamento de dicha división? ¿Podemos tener unos criterios
ciertos para fijas las obligaciones morales? ¿Tales criterios son universales
o existen tantas morales como épocas y culturas? ¿Quién tiene autoridad
para imponer lo que está bien y lo que está mal? ¿Por qué ser moral?
Las preguntas no han cambiado mucho, pero sí la forma de plantearlas y
de darles respuesta.
Los filósofos han abordado la reflexión sobre el comportamiento moral
desde una doble perspectiva: individual y comunitaria.
Se han preocupado por el destino de la persona, por el sentido de la vida
con preguntas como: ¿Qué es vivir bien? ¿En qué consiste una vida
buena?
La segunda preocupación ha sido la convivencia. ¿Cómo regular la vida
de la comunidad respetando la autonomía de todos sus miembros? Esta
cuestión vincula la ética con la política.
En la mayoría de las teorías filosóficas es complicado separar la una de la
otra. Desde los diálogos platónicos, una de las categorías éticas más
discutidas ha sido la justicia; pero su reflexión ¿es solo una cuestión ética
o es también política?
Para Kant y los teóricos del contrato social una de las fuentes del derecho
es la moral, por ello, parece inevitable vincular la ética con la política.
Analizar la historia de la ética implica repensarla desde el presente, a la luz
de los problemas y de las circunstancias específicas de nuestro día a día.
A pesar de las guerras, la destrucción y la violencia; a pesar de que parece
que las costumbres se pervierten en lugar de mejorar, no dudamos de que
la historia de la ética es la historia de un progreso moral.
El punto de vista moral ha ido progresando con su desarrollo teórico.
Mucho ha pasado desde que Aristóteles argumentara a favor de la
esclavitud.
Progreso que podemos observar en la relevancia que han adquirido los
valores de igualdad y libertad, gracias al pensamiento ético que ha ido

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Historia de la ética
construyendo argumentos fuertes para instaurarlos como valores
irrenunciables.
Mientras existan principios, razones y argumentos bien formulados desde
los que poder criticar las injusticias y los abusos contra los derechos
humanos podremos seguir luchando por el progreso de la civilización.

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Historia de la ética
1.1 LOS SOFISTAS: RELATIVISMO MORAL
La reflexión sobre la moral empieza con los sofistas que protagonizaron
los diálogos socráticos de Platón: Protágoras, Hipias, Gorgias, etc., donde
los presenta en continua polémica con Sócrates.
Una de las consecuencias de las guerras médicas que enfrentaron a
Grecia con Persia fue la extensión del derecho a la participación política a
la totalidad de los ciudadanos libres: la democracia.
La democracia (gobierno del pueblo) alcanzó su mayor desarrollo en la
época de Pericles (s. V. a. C.), durante la llamada Ilustración griega, en la
que la razón pretende resolver las preguntas más importantes.
Los cambios propiciados por esta época de esplendor favorecieron que la
filosofía dejara de lado la reflexión sobre la naturaleza, propia de los
presocráticos, y diera un giro antropológico.
El ser humano y su dimensión social (educación, ética y política) se
convirtieron en el centro de la reflexión filosófica. El tema fundamental es
el nomos, la ley, la norma que ordena las relaciones humanas.
La aparición de la democracia supuso el fin de los privilegios de la
aristocracia al frente del gobierno político. El poder ya no reside en una
minoría, el pueblo asume el poder y las decisiones se toman en la
asamblea (ekklesía) y en los tribunales populares de justicia.
La retórica y la dialéctica se convierten en herramientas fundamentales
para poder persuadir a la asamblea de la idoneidad de los argumentos
expuestos.
Los sofistas, los que se consideraban sabios (sophos), se convierten en
los primeros educadores profesionales, preparaban a sus alumnos para la
vida activa de la polis, enseñando la excelencia (areté), que incluía el
dominio del lenguaje y la habilidad retórica.
Para los sofistas, la excelencia o areté no era exclusiva de los aristócratas,
sino que todas las personas podían alcanzarla mediante la educación. Con
esfuerzo y práctica cualquier ser humano podía adquirir la excelencia
propia del ciudadano de una democracia.
Los sofistas, aunque extranjeros de nacimiento, ejercieron su magisterio
en Atenas. En sus muchos viajes conocieron las normas y costumbres
propias de cada pueblo. Las diferencias entre ellas les llevó a la conclusión
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Historia de la ética
de que las leyes (nomoi) son fruto de la convención social, surgida del
pacto o de la imposición.
Las normas no surgen de la naturaleza, de una verdad absoluta o de un
orden divino, como defendían los aristócratas para justificar su poder en
función de su linaje, de ser así serían comunes a todos los pueblos.
Para los sofistas no existe una verdad absoluta, sino una verdad relativa y
convenida que tiene su origen en el contexto social, político y cultural de
cada pueblo.
Los sofistas son los encargados de introducir el escepticismo y el
relativismo en el pensamiento occidental, cuestionando la rigidez de ciertos
conceptos.
Las ideas sofistas implicaban una transformación de los valores
tradicionales, ya que, negaban las creencias basada en un orden divino y
afirmaban su origen humano; lo que favoreció el desarrollo del
agnosticismo.
También apuntalaron el debate público como forma de acordar las leyes
que debían regir en la ciudad. Mostrando como la confrontación de ideas
favorecía la renuncia a unas creencias incuestionables, al dogmatismo.

Protágoras (490-410 a. C.) nació en Abdera pero desarrolló sus


enseñanzas en Atenas, fue amigo de Pericles, ciudad en la que al final de
su vida fue acusado de ateísmo, desterrado y sus libros fueron quemados.
Protágoras mantenía que “el hombre es la medida de todas las cosas”, ya
que no todos percibimos las cosas de la misma manera. Un soplo de aire
para unos provoca bienestar y para otros frío, lo que es bueno para unos
pueblos es malo para otros, etc. Cada ser humano, cada pueblo, tiene una
experiencia distinta de las cosas.
El ser humano establece qué entiende por bueno y malo, o separa lo justo
de lo injusto; pero, como los seres humanos no piensan igual en todas
partes, ni en todas las culturas, no es posible hablar de verdades
absolutas.
Esto no significa que no podamos distinguir entre cosas mejores o peores.
Protágoras defendió un examen de los aspectos positivos y negativos de

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Historia de la ética
las cosas, lo que denominó antilogías, para, en función de ello, valorar lo
que es mejor.
Para Protágoras, la capacidad de distinguir entre lo mejor y lo peor era
posible y podía ser trasmitida a través de la educación, que permite
enriquecer el intelecto mediante criterios reflexivos y críticos con los que
aprender a medir y valorar las cosas.
Los humanos se constituyen como tales dentro de un determinado orden
social. Antes de que existe ese orden, se presupone un hombre presocial,
un estado de naturaleza.
En Protágoras está el germen de lo que siglos después se llamará
“contrato social”. La idea de contrato justifica la necesidad de las
convenciones morales y políticas para vivir en sociedad.
A diferencia de las leyes de la naturaleza, que son physei, las leyes
políticas y las normas morales son nómos, convencionales, opinables;
pero esto no impide que exista cierta igualdad natural que permite aspirar
a una moralidad común.
Protágoras también platea un tema fundamental de la filosofía moral: ¿los
valores morales son universales o son valores culturales?
Parece que para el sofista las bases de la moral son universales pero la
manera de adquirirlas y desarrollarlas es interpretada de diversas formas,
dependiendo de las peculiaridades de cada tiempo y lugar.
¿Hasta dónde es posible hacer concesiones a lo cultural sin que se
resienta la igualdad de todos los seres humanos? ¿Cómo compatibilizar la
universalidad moral y la relatividad de las costumbres?

Gorgias (485-389 a. C.) nació en Leontinos pero vivió en Atenas.


Radicalizó el relativismo sofista al afirmar que nada podía ser conocido ni
transmitido.
Para Gorgias, en el caso de que algo existiera, no podríamos conocerlo, y
aunque llegáramos a conocerlo, no podríamos comunicarlo; por ello, la
actitud más sensata es la duda permanente
El escepticismo de Gorgias es expuesto en su negación de toda verdad
objetiva, consecuencia de su visión del lenguaje, que solo es capaz de
realizar construcciones imprecisas y parciales de cómo son las cosas.
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Historia de la ética
Esta carencia absoluta de referencias en el mundo favorece que cualquier
cosa pueda estar permitida; ya que, para Gorgias lo más importante es la
retórica, la capacidad de persuasión que tienen el lenguaje y los buenos
argumentos.
Gorgias parece anular esa capacidad de distinción para valorar las cosas
en la que cree Protágoras, lo que favorece la aparición e imposición de la
tiranía del orador más seductor en los juicios y asambleas públicas.

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Historia de la ética
1.2 SÓCRATES: EL INTELECTUALISMO MORAL
Sócrates (470-399 a. C.) nació y vivió en Atenas, donde participó en la
vida pública y discutió con los sofistas. Vivió la decadencia de la
democracia ateniense, el gobierno de los Treinta Tiranos y la posterior
restauración democrática.
En el 399 a. C. fue juzgado y condenado a muerte, acusado de impiedad
frente a los dioses y de corromper a la juventud ateniense. Pudo escapar
de la condena pero el respeto que sentía por su ciudad y sus leyes le
impidió desobedecer las leyes que le habían condenado a muerte.
Sócrates reprochaba a los sofistas su relativismo, su escepticismo y
cuestionaba la honestidad de su saber, que a su juicio no buscaba la
veracidad; puesto que, cualquiera podía manejar el arte de la retórica e
imponerse en la asamblea o en los juicios públicos aunque sus argumentos
fueran despreciables e indignos.
Frente al relativismo de los sofistas, Sócrates defendía la existencia de una
verdad universal.
Compartió con los sofistas la preocupación por la educación de los jóvenes
y por alcanzar la excelencia o areté; pero era una preocupación distinta
porque para él, la excelencia es el conocimiento.
Sócrates no se consideraba un sabio, como hacían los sofistas, aunque el
oráculo de Delfos declarara que él era el hombre más sabio; ya que, frente
a otros que alardeaban de saber muchas cosas, Sócrates sabía reconocer
los límites de su conocimiento.
Para Sócrates, un saber basado en la acumulación de datos no constituye
un conocimiento auténtico. Por ello, en lugar de trasmitir una sabiduría
concreta se dedicaba a plantear preguntas a sus discípulos mediante el
diálogo.
A través del diálogo ejercía la ironía. Mediante preguntas aparentemente
ingenuas llevaba a su interlocutor, que creía saber la respuesta, a
reconocer su ignorancia.
La búsqueda de un saber auténtico, para Sócrates, pasaba por el
autoconocimiento, el cuestionamiento de los valores asimilados y el
enfrentamiento a las propias contradicciones.

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Historia de la ética
El conocimiento que buscaba Sócrates se centraba en los valores que
determinan la acción del individuo. Creía que en el alma humana existe
una disposición innata a hacer el bien, nadie haría algo malo siendo
consciente de ello.
Conocerse a sí mismo, saber cuál es la certeza que nos lleva a tomar una
decisión, sería el preludio para reconocer la universalidad de un valor y
para tener la actitud deseable no solo para una persona, sino en sí misma.
El autoconocimiento persigue el reconocimiento del bien, la virtud y la
justicia universales; saber universal que Sócrates, mediante la guía de sus
preguntas, intentaba que su interlocutor alumbrara, alcanzara, mediante lo
que él denominaba mayéutica.
La propuesta ética de Sócrates se denomina intelectualismo moral, el
conocimiento es la base de la moral. La razón no es solo el instrumento
que nos permite acceder a la verdad, también es fuente y fundamento de
la ética; ya que, solo quien razona puede ser bueno.
Es necesario definir los conceptos morales si queremos tener una
conducta acorde con la moral. Si quiero ser justo, tengo qué saber que es
la justicia; si quiero ser bueno, tengo que saber que es la bondad. Solo
quien use la razón puede ser virtuoso.
Por ello, el que hace un mal, antes que un malvado, es un ignorante;
puesto que, carece de ese saber. Mientras que el conocimiento del bien y
de la justicia hace que una acción sea buena y justa.
Para Sócrates, obrar bien y con justicia es el único camino que nos lleva a
la felicidad; por ello, prefería sufrir una injusticia antes que cometerla.
La ciudad es el espacio natural donde el individuo se desarrolla con
plenitud. Para Sócrates, toda acción moral tiene sentido dentro de ella, a
pesar de que las leyes puedan volverse injustas. Estos planteamientos
explican que llevó a Sócrates a acatar la ley de su ciudad.

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1.3 PLATÓN I: ¿QUÉ ES MEJOR, LA JUSTICIA O LA INJUSTICIA?
Platón (427-347 a. C.) nació en Atenas en el seno de una familia noble,
tenía la formación y las condiciones para dedicarse a la política pero no lo
hizo porque pronto quedó desencantado.
Fue discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles. Su pensamiento
evolucionó a lo largo de su dilatada vida; así, algunas de las teorías que
propuso y defendió en un momento de su vida fueron cuestionadas por él
mismo como consecuencia de nuevas vivencias y reflexiones.
En el año 387, convencido de la imposibilidad de reconducir las políticas
reales, fundó la Academia, institución filosófica y pedagógica cuya historia
abarca 900 años, y dedicó el resto de su vida a escribir sus diálogos y a
discutirlos con sus discípulos.
Escribió sobre diversos temas relacionados con la filosofía e intentó
plasmar en un Estado su teoría política, razón por la cual viajó en varias
ocasiones a Siracusa para poner en práctica su proyecto político, intentos
que acabarían siempre en fracaso.
De todos los diálogos de Platón destacan tres centrados en las reflexión
ética: Gorgias, República y Leyes.

EL GORGIAS
Platón escribe este diálogo con 40 años, momento en el que ya posee una
amplia y desalentadora experiencia política: la guerra del Peloponeso, la
ruina de Atenas, el gobierno de los Treinta Tiranos y la injusta muerte de
Sócrates.
En el Gorgias se tratan temas tan actuales como la relación entre los
principios morales y el bienestar político.
Gorgias fue uno de los sofistas más importantes y el más ferviente
defensor de la retórica.
La retórica parece el objeto de discusión del diálogo pero esta discusión
termina enseguida y la conversación deriva hacia el concepto que centrará
la reflexión ética de Platón: la justicia.
El diálogo comienza con una disertación de Gorgias sobre la retórica, para
el sofista los buenos oradores son los que acaban imponiéndose en la
asamblea y consiguen que sus opiniones políticas sean aceptadas:
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Historia de la ética
El poder de la palabra inquieta a Sócrates, puesto que, la elocuencia, la
capacidad de persuadir o manipular al otro es un instrumento que puede
utilizarse para hacer el bien o para hacer el mal.
Para Sócrates, la oratoria no es ni justa, ni injusta; para que sea justa el
orador también lo tiene que ser, no debe buscar su interés particular, sino
el de todos.
Tras los argumentos de Gorgias y Sócrates, interviene otro sofista, Polo,
que defiende que los que ambicionan el poder utilizan la retórica para
ponerla a su servicio, según su conveniencia; comportamiento propio de
los tiranos.
Al tirano no le hacen infeliz las injusticias que comete y que sí hacen
infelices a sus víctimas; por ello, Polo concluye que el mayor mal no es
cometer una injusticia sino sufrirla.
La afirmación de Polo es la negación misma de la ética, ya que, la injusticia
es mejor que la justicia para el sofista; posición propia de los déspotas que
viven al margen de la ley y solo buscan su propio interés.
Tras Polo interviene Calicles, el personaje más cínico de los diálogos
platónicos, que en la discusión se encarga de mostrar la contradicción
entre la naturaleza y la ley.
¿Actuar conforme a la ley, ser justo, es natural o va contra la naturaleza,
es physis o nomos? Para Calicles, el filósofo no quiere ver la contradicción
entre la naturaleza y la ley porque “no se atreve a decir lo que piensa”; en
realidad todo filósofo es un impostor, ya que, desde el punto de vista de la
naturaleza, es mejor cometer una injusticia que sufrirla pero la ley siempre
dirá lo contrario.
Sócrates no se da por vencido e intenta probar que lo bueno es la justicia
y lo malo la injusticia. Para ello, utilizará tres argumentos:
Primero: el tipo de felicidad del justo es mejor que la del injusto, la
felicidad no puede confundirse con la satisfacción de todos los deseos.
Segundo: el miedo atenaza al injusto y no le deja vivir tranquilo, mientras
que el justo vive en paz consigo mismo.
Tercero: aquí Sócrates recurre al mito, con el que se cierra el Gorgias,
sobre el juicio de los muertos y el destino de las almas, pues en el juicio

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Historia de la ética
final todo quedará claro y vencerá la justicia: los tiranos serán
castigados y los justos redimidos.
Los argumentos de Sócrates no parecen ser muy convincentes, su solidez
deja mucho que desear frente al nihilismo psicótico de Calicles.
¿Por qué le cuesta tanto a Sócrates presentar argumentos sólidos para
defender la justicia frente a la injusticia? ¿Para defender la ética frente a
Calicles?
Quizá la respuesta no está en Platón sino en Hume, que defiende que la
ética no es tanto una cuestión ligada, por lo menos en su origen natural, a
la razón como a la emoción, al sentimiento de la empatía.

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Historia de la ética
1.4 PLATÓN II: ¿QUÉ ES LA JUSTICIA?
Para el mundo griego, la polis era el centro de la vida humana. Platón
explica en la República, en griego Politeia, que la agrupación social surge
de la necesidad de los individuos de garantizar su subsistencia y defensa.
El Estado que diseña Platón es un Estado ideal que debería ser ejemplo
para todos los Estados históricos concretos; no se encuentra ni se
encontrará en ningún lugar, es una utopía (u- ‘no’; topos, ‘lugar’).
El ser humano se siente empujado a desarrollar sus virtudes, a buscar la
excelencia (areté), a sentirse valioso dentro de la comunidad.
El grupo social en su evolución se transforma en comunidad política, regida
por unas leyes que tratan de regir armónicamente la convivencia.
Platón, aunque reniega de la actividad política, no abandona totalmente
esa vocación y en sus diálogos busca encontrar un ordenamiento social lo
más perfecto posible que permita el bien y la justicia de la sociedad y
felicidad de sus ciudadanos.
La justicia resume su ideal de comunidad como aquello que debe
prevalecer sobre los intereses individuales, ya que es más general y
posibilita el desarrollo del individuo.
Platón defiende que el filósofo es el sabio que necesita la ciudad justa,
porque es el mejor que se puede acercar al verdadero conocimiento; el
que mejor puede gobernar y educar en ese conocimiento:

A menos que los filósofos reinen en los Estados, o los que


ahora son llamados reyes y gobernantes filosofen de modo
genuino y adecuado, y que coincida en la misma persona el
poder político y la filosofía, y que se prohíba rigurosamente
que marchen separadamente por cada uno de estos dos
caminos las múltiples naturalezas que actualmente hacen
así, no habrá, querido Glaucón, fin de los males para el
Estado ni tampoco, creo, para el género humano;1

El objetivo del político no es ser sofista, buen orador, sino tener el sentido
de la justicia que hay que inculcar en todos los ciudadanos.

1PLATON, Diálogos. IV República (V, 473d). Trad. Conrado Eggers Lan. Madrid, Gredos,
1986, p. 282.

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Historia de la ética
La ciudad justa debe garantizar “que cada uno haga lo suyo y no se
dedique a nada más”:

Ahora, si fuera necesario decidir cuál de estas cuatro cualidades


lograría con su presencia hacer el Estado bueno al máximo,
resultaría difícil juzgar si es que consiste en una coincidencia de
opinión entre los gobernantes y gobernados, o si es la que trae
aparejada entre los militares la conservación de una opinión
pautada acerca de lo que debe temerse o no, o si la experiencia
de una inteligencia vigilante en los gobernantes; o si lo que con su
presencia hace el Estado bueno al máximo consiste, tanto en el
niño como en la mujer, en el esclavo como en el libre y en el
artesano, en el gobernante como en el gobernado, en que cada
uno haga sólo lo suyo, sin mezclarse en los asuntos de los
demás.2

Pero ¿quién y cómo determinar qué es lo que corresponde a cada uno?


A través de la educación se podría distinguir el papel que cada individuo
ha de desarrollar dentro de la ciudad. Dependiendo del nivel al que llegue
cada individuo en los grados de saber, de su personalidad, etc., se
determinará el tipo de virtud que puede desarrollar para contribuir a la
convivencia de la comunidad:

A la inversa, convengamos en que la realización de la propia labor


por parte de la clase de los negociantes, de los auxiliares y de los
guardianes, de modo que cada uno haga lo suyo en el Estado […]
es la justicia, que convierte en justo el Estado.3

Platón defiende que la sociedad es el conjunto de individuos organizados


y jerarquizados en clases; en concreto, en tres clases sociales:
trabajadores, militares y gobernantes.
Trabajadores: no ejercen ninguna actividad política, ofrecen a la polis los
recursos necesarios para satisfacer las necesidades básicas. La virtud que
los caracteriza es la templanza en la producción.

2 PLATON, Diálogos. IV República (IV, 433c) pp. 223-224.


3 Ídem, (IV, 434c), p. 225.

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Historia de la ética
Militares: protegen y defienden la ciudad de los enemigos tanto externos
como internos. Su virtud propia es el valor.
Gobernantes: es la única que ejerce el poder político; está formada por las
personas sabias, las que han accedido al conocimiento y a la
contemplación de las ideas, especialmente las de bien y justicia. Esta clase
está formada por los mejores militares, que tras una larga selección se
convierten en gobernantes filósofos. La sabiduría es su virtud propia.
Pertenecer a una clase u otra depende de las capacidades de cada cual,
nadie está excluido de ocupar un estrato u otro, ni siquiera las mujeres, si
están preparadas para ello.
En Platón, la estructura tripartita del Estado es paralela a la estructura
tripartita del alma:

Por otro lado, el Estado nos pareció justo cuando los géneros
de naturalezas en él presentes hacían cada cual lo suyo, y a su
vez nos pareció moderado, valiente y sabio en razón de
afecciones y estados de estos mismos géneros.
- Es verdad.
-Por consiguiente, amigo mío, estimamos que el individuo que
cuente en su alma con estos mismos tres géneros, en cuanto
tengan las mismas afecciones que aquellos, con todo derecho
se hace acreedor a los mismos calificativos que se confieren
al Estado.4

En el alma hay justicia cuando cada una de las partes que la componen (la
inteligencia, el carácter y los deseos) realiza lo que le es propio. En la polis
hay justicia cuando clases realiza la virtud que le corresponde.
La justicia, la virtud más importante, está relacionada con la armonía y el
equilibrio de cada una de las partes que componen al individuo y a la
sociedad. En el Estado, la justicia depende de que los gobernantes actúen
sabiamente y los gobernados se dejen dirigir por los primeros.
Para Platón, la única manera de asegurar que los gobernantes sean
eficientes es a través de la educación; es el primero en reivindicar la
educación como elementos esencial para crear una sociedad mejor.

4 PLATON, Diálogos. IV República (IV, 435b), p. 226.

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Historia de la ética
La educación de los futuros guardianes de la polis es fundamental,
especialmente en el caso de los gobernantes, que deben tomar las
decisiones políticas y de su prudencia depende la buena marcha de la
sociedad.
El Estado perfecto que presenta Platón es un Estado utópico en el que
gobiernan los mejores (aristocracia).
en cuanto a las restantes constituciones declaraban, según
recuerdo, que eran cuatro las especies dignas de mención, y
que había que observar sus defectos y los hombres semejantes
a cada una de ellas, a fin de que, tras observar todo ello y
ponernos de acuerdo en cual seria el hombre mejor y cuál el
peor, examináramos si el mejor es el más feliz y el peor el más
desdichado, o bien si sucede de otro modo.5

En el libro VIII de la República, Platón define otros cuatro regímenes


políticos, que presenta como degeneraciones del gobierno aristocrático.
Timocracia: es la degeneración de la aristocracia, los militares se
convierten en gobernantes; se caracteriza por la ambición de la clase
militar, que subordina el bien de la sociedad a su prestigio personal.
Oligarquía: es la degeneración de la timocracia, los ricos se convierten en
los gobernantes; se caracteriza por la codicia de la clase adinerada, que
subordina el bien de la sociedad a su enriquecimiento personal.
Democracia: es la degeneración de la oligarquía, el pueblo se convierte en
gobernantes; se caracteriza por la libertad y la igualdad, lo que provoca
que el Estado no esté dirigido por las manos más preparadas.

Estas y otras afines son las cualidades de la democracia, que


parece ser una organización política agradable, anárquica y
policroma, que asigna igualdad similarmente a las cosas
iguales y a las desiguales.6

Tiranía: es la degeneración de la democracia, el gobierno es ocupado por


un líder ambicioso y carismático, que surge de los enfrentamientos e
inestabilidad propias de la democracia, que se alza como “salvador” y que

5 PLATON, Diálogos. IV República ( VIII, 544a), p. 379.


6 PLATON, Diálogos. IV República (VIII, 558c), p. 402.

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Historia de la ética
termina acaparando todo el poder, corrompiéndose y atemorizando a los
otros.
La ciudad diseñada por Platón ha sido tildada tanto de progresista, por los
rasgos comunistas y feministas que platea, como de reaccionaria, por
proponer una sociedad dividida en castas cerradas basada en la
desigualdad natural de los seres humanos.

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Historia de la ética
1.5 PLATÓN III: ¿CÓMO SABER SI UNA LEY ES JUSTA?

Los últimos diálogos que escribe Platón, el Político y las Leyes, muestran
la desilusión que siente por la evolución política.
Al final de su vida, Platón apostará por el realismo frente al idealismo de
sus obras precedentes, en especial la República.
Platón sigue pensando que el político debe ser un experto, un sabio capaz
de ir más allá de las leyes para valorarlas y juzgarlas desde el ideal de la
justicia y del bien.
Finalmente, afirmará que son las leyes las únicas que pueden asegurar la
convivencia; ya que, las leyes son “un segundo bien”, no el bien superior,
ideal, pero quizá el único bien al alcance de la imperfección humana.

Hay dos clases de bienes, los humanos y los divinos; de los


bienes divinos dependen los demás, y si alguien acepta los
bienes mayores, recibe también los bienes menores; en caso
contrario carece de ambos. Están también los bienes menores,
a cuyo frente se coloca la salud, en segundo lugar la belleza,
en tercero la fuerza para las carreras y otros movimientos
corporales, y en cuarto lugar la riqueza, no ciega, sino de visión
penetrante, si al mismo tiempo sigue a la razón.
A la vez, de entre los bienes divinos destaca el primero y
principal, que es la razón, seguida de una disposición de alma
prudente y acompañada de reflexión, el tercero seria la justicia,
procedente de una mezcla de los anteriores con el valor, y el
cuarto el valor.7

En las Leyes el proyecto de ciudad es mucho más concreto que el de la


República, que es pura abstracción, aborda muchos de los problemas
cotidianos de la vida social y política.
Las Leyes relata el encuentro en Creta de tres personajes: el extranjero
ateniense, quizá el propio Platón, el espartano Clinias y el cretense Megilo.
El diálogo trata del origen y evolución de las constituciones políticas y de
la importancia y el sentido de la legislación.

7PLATON, Las Leyes (I). Edición de José Manuel Ramos Bolaño. Madrid, Akal, 1988, pp. 67-
68.

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Historia de la ética
Para Platón, todas las leyes son imperfectas y tienen el inconveniente de
que se centran en lo general e ignoran los casos particulares.

Indudablemente, huéspedes, parece difícil que lo referente a


los sistemas políticos no esté sujeto a discusión, tanto en la
teoría como en la practica. Efectivamente, igual que el los
cuerpos, se corre el peligro de no poder prescribir un
tratamiento en el que no se evidencie esto mismo, que en
unas cosas es dañino y en otras es beneficioso para nuestros
cuerpos.8

Lo ideal sería no necesitar leyes pero eso solo es posible para muy pocos.
Las leyes son tan imprescindibles que es necesario saberlas presentar
para que los ciudadanos las sigan sin titubear; por eso, defiende el viejo
Platón, toda ley debe ir precedida de una introducción que motive a la
ciudadanía, ofreciendo razones para ello, a su cumplimiento.
En este punto, Platón parece reconocer el valor de la retórica y de la
persuasión que tanto había criticado en los sofistas.
En las Leyes, Platón insiste más que en otras obras en el papel
fundamental de la educación para el mantenimiento del Estado justo.

Veamos, ¿qué gran beneficio diríamos que obtendría la ciudad


de un niño solo ó de un coro adecuadamente dirigidos?
Ciertamente si se nos hace así esta pregunta, responderíamos
que de uno solo seria escaso el provecho que sacaría la ciudad;
pero si preguntas en general qué gran provecho revierte a la
misma la educación de aquellos que son educados, no es difícil
responder que quienes reciben una buena educación pueden
llegar a ser hombres cabales, y siendo tales, harán bien todo los
demás […].9

Se establecen incluso las etapas que debe seguir la educación desde el


nacimiento, incluso durante la gestación, hasta la edad adulta.
En las Leyes, Platón define la educación en estos términos:

En definitiva, digo que el elemento capital de la educación es la


recta formación que sobre todo inculcará en el alma del que

8 PLATON, Las Leyes (I), p. 74.


9 Ídem, pp. 81-82.

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Historia de la ética
juega un amor por aquello que en lo que se le exigirá al joven al
llegar a adulto que sea perfecto en la excelencia de su
profesión.10

Los primeros que tienen la obligación de educar son los gobernantes que
deben procurar, mediante las leyes, la conservación de las costumbres. Al
mismo tiempo, las leyes deben educar a los propios gobernantes. Los
seres humanos educados serán buenos y sabrán dominarse; y de la
misma forma que en las leyes, la educación debe combinar la constricción
y la persuasión.
Platón reconoce al final de su vida que las leyes eran cambiantes pero que
existe algo que debe permanecer en ellas: “su forma de ley y su fin de
justicia”.
El fin de toda ley es la justicia pero eso implica que pueden existir leyes
cuyo fin no sea la justicia ¿cómo saber si las leyes son justas?

10 PLATON, Las Leyes (I), p. 85.

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Historia de la ética
BIBLIOGRAFÍA

FUENTES
PLATON, Diálogos. IV República. Trad. Conrado Eggers Lan. Madrid, Gredos,
1986.
———, Diálogos II. Gorgias, Menexeno, Eutidemo, Menón, Cratilo. Trad. J. Acosta
Méndez. Madrid, Gredos, 1986.
———, Las Leyes. Edición de José Manuel Ramos Bolaño. Madrid, Akal,
1988.

ESTUDIOS
CAMPS, V., Historia de la ética, 3 vols. Barcelona, Crítica, 2008.
COLLI, G., La sabiduría griega, 3 vols. Madrid, Trotta, 1995.
———, El nacimiento de la filosofía. Barcelona, Tusquets, 1996.
———, Platón, político. Madrid, Siruela, 2008.
GARCIA GUAL, C., ‘Los sofistas y Sócrates’ en CAMPS, V., Historia de la
ética, 1. Barcelona, Crítica, 1988.
———, ‘Platón’ en CAMPS, V., Historia de la ética, 1. Barcelona, Crítica, 1988.
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