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El mirador de

los cuerpos
frios

Diego leiva
EL PASEADOR SOLITARIO

Suelo pasear a mi perro como una excusa. Tal vez, sea èl

quien me pasea a mì, no lo sè, no me importa demasiado,

ambos sacamos provecho de las calles. Èl orina en cada

àrbol y yo degusto una ciudad vacìa. Claro, los paisajes

urbanos carentes de estos seres humanos deambulando, son

un paraìso exquisito para los solitarios como yo. Una sola

persona con una parca mirada te puede arruinar el recorrido.

Trato de esquivar eso con lo que no me quiero encontrar, con

el dolor de otro queriendo meterse en mì. Porque eso es lo

que hacen algunos, intentan trasladar su contaminada vida a

travès de sus miradas: «¿A quièn?», me pregunto ¿A un gil

anònimo, un caminante extraño que al parecer merece ser

castigado por andar solo y tranquilo? No gracias, paso.


Las condiciones eran fantàsticas para salir, siete grados

centìgrados, un frìo demoledor de huesos y ni una puta hoja

en un àrbol. ¡Ah! Me olvidaba, era Domingo.

Salì de la cueva, hice cincuenta metros y perdì las manos.

Pensar que mi perro està desnudo y no se queja, el tipo

desborda de entusiasmo, tiene una vejiga bien llenita para

marcar su camino y el mìo por supuesto. Encaramos la

esquina y de un tiròn me obligò a doblar. Yo pensaba ir

hacia la estaciòn de tren, allì hay un lindo de bosque de

Eucaliptus. Pero nò, tirò fuerte de su correa y como siempre

fue èl quien tomò el comando. Un par de cuadras y nos

chocamos con la fàbrica de autos, seguramente la màs

grande de la zona oeste. Hace algunos años, utilizaba sus

veredas para trotar, sus veredas y su soledad. Ya conocemos

nuestro paso, nuestras mañas al caminar. Se que èl tiene sus

àrboles favoritos y tambièn un par de enemigos por ahì. De


cachorro, se escabullò varias veces entre la reja y yo mismo

lo vì volver corriendo, en pànico, siendo perseguido por un

muy enojado Pitbull. Pero bueno, entiendo que es un alma

libre, lo veo en su mirada, esa cara de loco hermoso me

explica todo. Y su humanidad sin palabras sellan nuestro

pacto: “Vos dejame ir...Descubro la vida y vuelvo, despuès

te llevo a vos para que conozcas mi calle, mi libertad y mis

errores...”. Hay uno blanco y grandote acà a la vuelta, ese se

la tiene jurada y se que lo perdona porque và conmigo. Por

las dudas tengo una piedrita en el bolsillo ¡A ver si la ligo yo

tambièn!

Por momentos nos perdemos, aunque la correa nos une. Yo

por mi lado, observo a un zorzal quietito, entumecido por el

frio, que desde su ramita, de reojo me mira y sè que se

pregunta si en el piso estarè a salvo. En cambio, mi

compañero, se pierde entre bolsas de residuos, apasionado


por los nauseabundos olores que estas expelen. Los arbolitos,

de mediana estatura, revientan las veredas con sus raíces.

Sòlo pequeños tramos estàn sanos, pero la mayor parte del

camino se presta como una alfombra arrugada entre

excremento y hojas secas. Me relajo al fin, y empatizo con el

frìo porque ya lo tengo todo puesto, me ha ganado la batalla

desde que asomè la nariz. Escuchè que està nevando en casi

todo el paìs. Acà el cielo es muy extraño, hay un sol apagado

que se deja ver de a ratos cuando esas nubes bien oscuras se

lo permiten. El viento despeja y vuelve a traer. Yo, cuando el

gigante se asoma, me detengo y cierro los ojos, no pienso

nada, dejo que mi existencia se bañe de confort.

Seguramente, algunos de los que estàn encerrados en sus

casas, miren por la ventana y vean a un boludo queriendo

comerse al sol. Que se yo, todos estàn guardados, veo

muchos autos por casa, hoy es el dìa en que las familias se


reunen. Tipo 4 pm, cada uno toca para su rancho. A las 5

arranca el partido y a otra cosa. Asi es la vida en esta parte

del Conurbano.

Para mi todos lo dìas son iguales, no como de la palma del

sistema, por eso es que me encuentro haciendo cosas raras,

como mirar el cielo, caminar y compartir una tarde con un

bicho que no habla.

Yo camino y camino, con la mente quieta todo se me

presenta. Tengo un sòlo propòsito en esta vida, en este dìa, y

creo que, por soportar este frio, ya me lo he ganado...Un

delicioso tazòn de cafè es lo que màs quiero en este

momento. Mañana la gente sale de sus moradas para

sumergirse otra vez el la ultra valorada rutina que todos

ansiamos, sì...Yo tambièn. Hace años que busco mi rutina


pero ella no quiere encontrarme, sabe bien que a un hombre

despierto lo puede lastimar.

Aquel sol debilucho empezaba a derrumbarse al final del

camino. Llegamos a la esquina de la fàbrica y allì se

contabiliza la mitad de nuestra caminata. Justo en la esquina,

un lugar donde se solia tirar toneladas de basura, allà por los

90´s. Hoy han levantado una pequeña columna con una

vitrina y adentro una virgencita. No he visto a nadie rezar

frente a ella pero tambièn debo decir que esta pequeña

escultura no ha sido vandalizada y sus vidrios estàn intactos.

Me hace pensar que pocos son los que la han advertido,

seguramente esto fue pensado para que los tiradores de

basura y perros muertos se sensibilizen y lleven sus desechos

a otra esquina. ¡Yo no creo en nada! Pero una virgencita en

cada esquina mantendrìa esta ciudad màs limpia. En fin,

pegamos la vuelta y otro Domingo parecìa querer suicidarse.


De pronto, mi perro se detuvo y comenzò a ladrar entre unos

tambores al ras del cordòn. Sigue allì la paloma muerta que

vimos hace como tres dìas. «Que raro, està intacta...La debe

conservar el frio», imaginè. «Pobrecita, morirse sola,

ignorada hasta por lo propios pàjaros...Asi es como todos

morimos en realidad, llegamos solos y nos vamos

solos...Podemos caminar o volar pero todos caemos...Y nos

fundimos otra vez en este planeta de mierda».

LLegando a la entrada principal de la fàbrica, un auto

abandonado se robò toda mi atenciòn. Lo mirè y pensè: «Si

me quedara sin casa vendrìa a dormir a este auto…Le faltan

los vidrios pero puedo ponerle bolsas, butacas no

tiene...Mejor, hay màs espacio para acostarse...Està lleno de

hojas y porquerìa de pàjaros, no pasa nada…Una barridita

y adentro». Nos acercamos para husmear bien y de repente

algo se levantò dentro del vehìculo:


—¡La puta madre! —Susurrè. El tipo se inclinò y me mirò,

estaba tan sucio que se camuflaba con toda la basura que lo

rodeaba.

—¿Què pasa muchacho?—Me preguntò el hombre, muy

sereno. Despuès, largò un bostezo.

—Nada maestro...—Le repliquè tìmidamente— No quise

molestarlo.

—Tranquilo amigo, la calle es de todos —Me dijo.

—Si, pero este es su lugar...No querìa despertarlo.

—Igual, ya es hora de levantarse...Hay que ordenar la casa,

hay que hacer cosas.


En ese instante pensè en retirarme pero la serenidad con la

que este vagabundo hablaba màs cierta incoherencia en sus

palabras me mantuvieron estàtico e intrigado.

—¿Necesitàs algo? —Le dije espontàneamente— ¿Una

manta o algo?

El hombre, saliendo del auto, se sonriò y me dijo:

—No nesecito nada...Gracias, tengo todo lo que me merezco.

Viste, eso dicen...Que cada uno tiene lo que se merece.

—Pero...Vos no te mereces esto —Le contestè con pena—

¿No tenès frìo?

—No, tengo dura la piel —Me dijo, y se puso a sacar la

basura.
Yo lo miraba e intentaba decir algo inteligente pero la

realidad es que se lo veìa muy còmodo en su situaciòn asì

que decidì seguir mi viaje.

—Bueno, hasta luego —Le dije, con un poco de vergüenza.

Èl me mirò muy sonriente y me contestò:

—Flaco...Nunca busques la libertad con mucha

fuerza...Porque podès encontrarla y por ahì no es lo que

soñaste.

Yo clavè la mirada en sus palabras y solo asentì con la

cabeza. Me dì vuelta y desaparecì.

«¿Habrè estado charlando con mi futuro?», me preguntè.

«Llegar a la cima del aislamiento no es libertad. ¿Què serìa,

una eterna soledad? ¿El mundo es como tiene que ser, o sòlo

va hacia donde rema la mayoria? ¿Hay una direcciòn


establecida? Aparentemente hay un precio bastante alto

para los que preguntan demasiado».

No deseaba reflexionar tanto pero si hay algo que me

sugestiona son las señales, o lo que yo considere señales.

Veo un pantallazo de mi vida y siento que ha estado regada

de señales. Pero con mi ignorancia y mi omnipotencia a

cuestas, muchas veces me detuve a pensar si esas señales

estàn sembradas por una energìa universal que se encarga de

proteger a rebeldes como yo o si es un dios protector de

boludos o algo asì. Ahora pienso que sòlo deberìa haber

recogido esas señales y asì ir armando un camino. No sè, las

que se perdieron espero que tengan compasiòn de mì y

regresen si me ven medio torcido.

Cambiò el viento y mis pensamientos dieron un volantazo:

«¡Que frìo hace, estoy dejando de sentir las piernas!


¡Quiero llegar yà!». Acelerè el paso mientras me

preguntaba: «¿De dònde saca tanto pis este perro? ¿Tiene

que volver a mear donde ya meo antes?»

A una cuadra de casa pude divisar a mi vecina con su perro:

«¡Al fin!», pensè. Hace un año que simulo ser un eximio

paseador con el sòlo afàn de cruzarmela a ella y establecer

alguna conexiòn.

Ella vive a tres casas de la mìa, se mudo harà un año y

medio y la verdad es que reune las condiciones exactas que

busco en una mina: «Soltera, alrededor de 30, va al

gimnasio y alquila sola». Nunca la vì con nadie, excepto por

ese perrito microscòpico y lanudo. Siempre me pregunto por

que està tan sola ¿Serà una psicòpata o algo asì? Por ahì no

es nada de eso y seguramente ella piensa que el psicòpata

soy yo. Lo real es que no tenemos forma de abordarnos


porque no tenemos una sola persona en comùn. No sabemos

nada el uno de otro. Sòlo nos hemos mirado intensamente un

par de veces y cuando nos cruzamos con los perros estos no

paran de ladrarse.

En es momento pensé: «Hoy puede ser la gran oportunidad,

¿Què le digo? Dale...Dale gil, es ahora o nunca», divaguè

en mi cabeza. «Espero que este hijo de puta no ladrè ni

intente montarse al perrito, aunque esto es lo ùnico que nos

puede unir...Hablar sobre los perros ¿Què le digo? ¿Que

lindo perro? Si es un asco, ¡Parece una rata! ¡Mentì, mentì

hermano! ¡Dale boludo, ya te fichò...Te està esperando...¡Es

tuya! ¡Sos dios!». Que velocidad tiene la mente: «Estoy

temblando, no voy a poder hablar», continuè pensando.«¡Me

quiero morir! Ya està, la perdì para siempre, no puedo ni

mirarla».
Entonces, despuès de pensar un millar de palabras en solo

diez metros, la mirè con temor y larguè una mueca estùpida,

algo parecido a una sonrisa. Pero fue ella quièn abriò la boca

y el encuentro se sucitò:

—Que lindo que es —Me dijo, obviamente refirièndose al

animal.

—Gracias —Le dije alagado. «Que respuesta de idiota»,

pensè. « No me dijo lindo a mi».

Increìblemente los perros pegaron buena onda y no nos

interrumpieron con su violencia canina.

—¿Cuànto tiene, es cachorro? —Me preguntò.

—Eh...Un año màs o menos.

—Ah mirà... ¿Està vacunado?


—Eh...Nò, le dì ajo con leche...Para los parásitos —Le

contestè e inmediatamente pensè: «No puedo decir esa

burrada». Me autocalifiquè como lo màs cavernìcola e

ignorante.

Ella largò una risa que me intimidò:

—¡Nò, eso no sirve! —Me respondiò— Yo soy veterinaria.

«¡Dios mio! No puedo creer lo que dije, quiero

desaparecer».

—¿A sì? Perdòn por insultar tu profesiòn —Arremetì con

suerte. «Joya...Ahì la arreglè», pensè complacido. Y ahì fue

cuando ella soltarìa la frase màgica que coronarìa aquèl

Domingo impensado:

—Si querès llevalo al consultorio, es el que està a media

cuadra de la estaciòn ¿Lo conoces?


—Si, lo conozco —Le contestè rápidamente.

—Bueno, llevalo que le damos todas las vacunas que

necesite.

—Buenisimo, el Lunes eh… —Le dije y pensè:

«¡Para...Tranquilo hermano!» El Martes te lo llevo —Le

confirmè, simulando la euforia que corrìa dentro mio.

—Dale, te espero…Nos vemos —Me dijo y siguiò su

camino.

Me dì vuelta en llamas, me agachè, le dì unas palmaditas a

mi perro y le dije:

—Preparà el lomito genio...Se vienen unos cuantos

pinchazos.
LUPE DESAMPARADA

—Lo llamo otoño abandònico, despuès està primavera

renacimiento y…Verano nefasto —Le contestè al novato

pronosticador.

—¿Y el invierno? —Me preguntò insistente.

—Ahì soy màs invisible que nunca…No tengo un

calificativo exacto, pero bueno…Mi salamandra nos

mantiene vivos, a mi y a mi bebè.

Que rutina tan nefasta, pienso en mandar a matar a este

tipo que todos los santos días me pregunta si llueve, si no

llueve, mi estación favorita… ¡Ay dios! Espero que mi jefa

se compadezca y ponga a este idiota en la calle.


Voy a tener que hacer algunos ajustes en mi planificación

de los días, esta imaginación me juega una mala pasada a

veces. Aparecen personajes que yo no contratè. Sin embargo

tengo la sensación de que necesito enojarme una vez al dìa,

asì como sentir ternura o cansancio.

Me enferma el apuro que lleva toda esta gente. Para el

tren, abre sus puertas y las personas salen como escupidas

hacia afuera. Yo, parada en el paso a nivel, me quedo

perpleja observando tan violenta escena. Siento miedo, toda

esa tropilla ahora me va a pasar por arriba. ¡La puta madre,

siempre me clavò con este tren! De pronto, algunos bajan

desesperados para cruzarse del otro lado de las vìas, donde

estoy yo, y se me avalanzan, algunos me atraviesan sin

permiso. ¿Tengo todo, no me robaron nada? ¿Huesos

rotos?...Todo bien, vámonos rápido a casa que aquèl va a

volver locos a los vecinos.


Vivo en un conventillo ¡Nò…! ¿Condominio? Que se yo, un

lugar que tiene varios departamentos. Como siempre, en la

vereda, Roberto… El arreglador de autos. No sè que hace de

su vida pero està con la cabeza metida adentro del motor las

24 horas del dìa. Èl siempre me saluda, aunque sòlo veo la

mitad de su cuerpo, la otra mitad està engrasada hasta la

frente e inmersa en el fierrerio:

—Buenas tardes Roberto —Le dije como siempre.

—Hola hijita ¿Còmo estàs?

—Bien, bien —Le respondì, ya empujando la puerta que

estaba entre abierta. En el pasillo, me cruzo a la parejita que

nunca me saluda, no solo no me saludan sino que jamàs me

han mirado a los ojos. Entro al depto y mi gordo me recibe

entusiasta como siempre, como si no nos hubiéramos visto

en años y tan sòlo me fui esta mañana. Esta relación es tan


intensa como cualquiera, tener a tu lado alguien que no juzga

ni una de tus actitudes es impagable. Creo que nos

relacionamos con cualquier cosa que se mueva, sòlo para

sobrevivir. Todo el dìa atendiendo perros, llego a mi casa

¿Y, que me encuentro? A mi perro… Demandando todo el

amor que le pueda dar. No lo pensé con detenimiento pero

tanto convivir con animales me ha deshumanizado un poco.

Todavìa no ladro, pero tampoco hablo demasiado, es que

algo se ha robado mi vida y no puedo pisar el freno. Me

percibo como un robot, algo autómata.

Esa noche era tan extraña, excesivamente silenciosa.

Apaguè el televisor y salì a fumar al balcón. «¿Qué estaràs

haciendo?», pensè como de costumbre. Apenas salgo, miro

hacia su puerta aunque nunca lo vì de noche. «¿Serà tu vida

como la mìa? Vacia», pienso una y otra vez. Me siento

patètica elaborando suposiciones. Igual no paro: «Ese tipo


debe ser un psicópata…Andar tan solo, pero tiene cara de

buena gente, los psicópatas no pasean perros ¿O sì?»

«Bueno, vamos a desintoxicarnos de este dìa», pensé como

cada sábado.

—¿Listo amiguìn? ¿Què, tenès hambre? Cuando volvemos

cocino, dale vamos. —Le dije a mi mascota y salimos a

correr.

La televisión hablaba de una ola polar, otra màs, dentro del

mismo invierno, que fraude ¿Nò? Basta de vendernos basura,

dejen de contaminar todo y las temperaturas van a ser como

eran antes.

Roberto seguía con su auto, nosotros de una zancada

enfilamos junto al cordòn y de allì destino incierto. Las

luces de mercurio iluminaban estas vacias calles. Ni un


perro, como el dicho. Ni un alma. «¿Por què la gente no

corre, por què no se sienten a sì mismos, su agitación…Su

cuerpo?», me preguntè, mientras agarrábamos velocidad.

«Entra el aire, sale el aire, mis pies se estrellan en el suelo y

la vibración recorre mis vertebras, se calientan mis piernas,

todo este organismo se revoluciona a toda màquina… ¡Estoy

viva!»

Ya que los ùnicos seres vivientes eramos nosotros y la

libertad nocturna nos abrazaba: «¿Por què nò ir por el

medio de la calle?». Asi que corrì como todos los sàbados y

algún que otro miércoles.

Llegando a la avenida, veo a un tipo sentado en el cordòn y

màs adelante un auto volcado. El hombre se levanta y và

hacia mì:

—¿Me miraste? —Me preguntò, muy asustado.


—Lo siento, no se de que hablàs —Le contestè entre mi

agitación, sin detenerme. Pero èl, me tomò del hombro casi

colgándose para que pare:

—¿Me miraste, vos me vès?¡Ayudame, ayudame! —

Exclamò.

Yo lo miraba y no podía creer que este desquiciado,

drogadicto, me haya abordado justo a mi. Corrì unos metros

màs y el tipo se detuvo. Cuando volteo para ver si ya no me

seguìa, una frenètica ambulancia me intercepta. Bajan los

enfermeros y sus camillas. Yo me quedo estàtica ante la

abrupta aparición. Ràpidamente hilvanè los hechos entre mi

agitada mente y me dì cuenta que asistirían a ese auto

volcado. Me acerquè un poco y mi curiosidad me puso una

trompada en la frente, un muchacho muerto yacìa boca abajo

sobre la vereda. Bajè la mirada al instante y nos miramos con


mi perro. Nuestra complicidad telepática nos dijo: «Vuelvan

a casa, es suficiente…»

Ya relajados en casa, despùès de un baño juntos, le sequè

el pelo con el secador a Rodri arriba de la mesada.

«Muy tarde para cocinar», pensé. «Voy a llamar a papà».

(Rodri quedó pagando en la mesada mientras Lupe encarò

hacia el teléfono. Lo extraño es que ella nunca marcò un

número, solo levantò el aparato y empezó a hablar:

—Hola soy Guadalupe, pasame con papà…Dale, sè que està

ahì y no me quiere atender…Espero okay. Hola papi ¿Seguìs

enojado?... ¿Por què? Nò, si te llamo, siempre te llamo.

Ustedes eligieron irse, yo estoy en el mismo lugar papà y

siempre tengo que llamarlos yo.¡Esperà, no me grites…!—


Le decía la pobre desamparada. Las làgrimas se comieron

su voz asi que ya no pudo seguir hablando y largò el

teléfono sobre el sillòn.

«Me siento varada en mi propia vida, atrapada en un

abismo, a nadie le importa esta existencia, da lo

mismo…Mis viejos no van a volver y yo no hago màs que

cultivar esta soledad…», pensò Lupe.)

Un amanecer Dominguero me despertó con esos dos

rayitos que entran por la persiana. La dejo levantada a

propósito, amo ese instante en que me despierta la luz càlida

del sol. Salgo de la cama y enseguida me doy cuenta que la

ola polar había arribado a Buenos Aires. Me envolví en la

frazada y salì al balcón. Como siempre, medio cuerpo de

Roberto bajo el capò. De un salto entrè tiritando, manoteè a


Rodri y nos zambullimos a la cama otra vez. «Necesito un

hombre que me traiga el café», pensè.

—Rodri, no sè que va a pasar hoy…anoche no imaginè nada,

estaba muy cansada. —Le dije al pobre animalito mudo—

No sè si nos conviene salir hoy —Le recalquè.

Ya se me escapaba otro fin de semana fatídico sin hacer

nada. Cocinè liviano, como siempre, y las horas volaban.

Pronto dejè de torturarme con los pensamientos acerca de

mis padres y de un impulso me arrojè a la calle. Abrì los ojos

y ya estábamos en la esquina yendo a no sè donde. De

repente sucede una de esas cosas que querès que te pasen, en

el escenario ideal, con los colores y las sensaciones en plena

armonía. Èl y su perro. El paseador misterioso que no he

podido domar en mis pensamientos. Como este se prestò

como un dìa de pura incertidumbre, en una fracción de


segundo me doy cuenta de los años malgastados en imaginar

la vida y no vivirla de verdad. «¿Què hago? Esperè esta

oportunidad hace meses, ¡Ya me mirò!…Me parece que me

va a decir algo. Si no cruzamos palabras ahora… ¡No lo

vuelvo a ver por meses! Esto no estaba en mi imaginación,

puede pasar cualquier cosa», pensé, mientras me ganaba la

adrenalina. «¡Basta! Mente quieta, espontaneidad,

actitud….amor», me dije a mi misma. Nos acercamos y dì el

salto yo primera:

—Que lindo que es —Le dije, refiriéndome al animal.

—Gracias —Me dijo, con una pequeña voz. Creo que la

conexión se diò porque fuimos sinceros y todo se dispuso sin

planificación.

Despuès de aquèl encuentro mi energía se renovò. Todavia

no sè si es real lo que pasò, lo voy a saber el Lunes si lleva a


su perro al consultorio. «Me intriga tanto su vida, espero no

ser inoportuna y comportarme como una ansiosa… ¡Tengo

que cortarme el pelo! No mejor nò, yo le gustè asì…Bah, no

sè ¿Le gustarè?»

Casi no dormí imaginando como sería nuestro encuentro.

«Dios mio, lo estoy viviendo como una cita…Por ahì ni

aparece, ¡Basta…silencio!», pensaba, mientras me

despabilaba en las primeras horas del Lunes. Como siempre

todo el mundo “Caracùlico” en el primer dia de la semana.

Yo, estaba contenta, bah…Ansiosa, tremendamente ansiosa.

Las horas se fueron rápido, castramos un gato a la mañana y

después todo charla y mate. Pasò el dìa, se hicieron la siete y

media de la tarde y mi esperanza se desvaneció. Ya no

entraba nadie al local y la dueña y mi compañero se habían

ido. Tenìa ganas de cerrar e irme al carajo. Pero otra vez la


vida me sorprendiò, aunque se hizo esperar, jugando con mi

ansiedad:

En la puerta, sonriente, estaba èl con su perrito en brazos.

Me desesperè un poco, no encontraba el botón bajo el

mostrador. Querìa abrirle la puerta antes de que se

arrepienta. Finalmente, buscando a los manotazos, acertè:

—Hola —Me dijo ni bien entrò. Parecìa muy seguro y

decidido— ¿Còmo estàs linda?

—Bien y vos —Le contestè tìbiamente— «Este es un

“Cheronca” me parece…»

—Te traje a mi perro querida, es todo tuyo…—Me dijo con

un tono tan altivo y soberbio— «Este es un idiota…», Pensè.

—Eh, bueno ¿Querès vacunarlo? —Le preguntè y de pronto

en la puerta se presenta èl otra vez. «Uy dios, es una


imaginación…que estúpida, ahì està el verdadero,

abrile…Abrile»

La proyección se esfumò por suerte, mirà si terminàbamos

charlando los tres:

—Hola, pasà…—Le propuse gentìlmente.

—Hola, ¿Còmo estàs? —Soltò muy dulce y ahì me dì cuenta

que el otro era sòlo una manifestación del miedo, era lo que

no me querìa encontrar— Lo traje para que le des la vacuna,

yo no entiendo mucho…Me dijeron que son tres.

—Si, son tres y la de la rabia, pasà por acà… —Le dije y lo

guiè hasta el recinto donde damos las vacunas — Hola bebè,

no pasa nada…vamos a subirnos acà —Le dije al perro,

mientras su amo observaba mis destrezas.


—¿Estàs sola? Yo siempre paso y veo mucha gente —Me

preguntò.

—Si, pero hoy es muy Lunes viste…De a poquito fueron

desapareciendo todos y como siempre quedo yo para cerrar.

A ver venì, acaricialo un poquito que yo lo pincho —Le dije.

Se acercò y contuvo a la mascota mientras yo le aplicaba la

inyección.

—Listo papi, viste que no dolió —Le dijo a su mascota—

Gracias —Me soltò muy amable— ¿Cuánto te debo?

Yo, sacàndome los guantes, le contestè:

—Nada, la primera es gratis, es de onda.

—Dale, dejame que te pague —Insistiò.


—No, no pasa nada, la dueña se fue y queda entre

nosotros…—Le dije muy sonriente y èl acepto.

—Okey, te invito a tomar un café, algo tengo que devolverte.

—Bueno està bien, acepto —Le dije muy tranquila, aunque

todo era contradicción adentro mio. Todo lo que me

propusiera iba a decir que sì. Querìa mostrar un poco de

apatía y no me salìa, por fuera la situación fluìa

naturalmente. Ahì me dì cuenta que no debía estropear esto

con presunciones, sòlo debía dejarme llevar por los instintos.

Apaguè todo y salimos del local diez minutos antes del cierre

habitual. Caminamos unos cuantos metros sin hablar, ambos

nos sentìamos confortables e intentábamos disimularlo.

—Soy Leo —Me dijo, asì de la nada.

—Soy Lupe —Respondì.


En el café, frente a la estación de trenes, nos sentamos

bien pegados al vidrio. Seguramente los dos pensábamos lo

mismo, no arruinar este bello encuentro con palabras

impacientes. Me entreguè a la percepción, a hurgar en sus

ojos y èl también lo hizo. Entre ademanes, nos comunicamos

por unos minutos sòlo con las miradas. El mozo trajo los

cortados y nos despertó de ese exquisito silencio:

—Como te mira —Le dije, señalando al perro que nos

aguardaba atado en un poste.

—Si, se debe estar preguntado que estoy haciendo. No me vè

con gente, soy bastante solitario.

—Yo también, del trabajo a casa, de casa al trabajo.

—¿Estabas hablando con alguien cuando lleguè yo? —Me

preguntò.
—Eh, no estaba haciendo callar a los pàjaros —Le dije con

gran rapidèz, antes de que advierta mi poder imaginativo—

Y… ¿A què te dedicàs?

—Soy redactor de noticias, pero trabajo en mi casa…Me

envìan artículos y yo redacto lo que sale en la revista. Es

algo “Freelance”.

—A, està bueno ¿Ago asì como un periodista?

—Nò, no investigo…Sòlo redacto.

—Okey, entendí —Le dije y procurè escuchar bien para no

entender cualquier cosa.

—Sabès, tenía ganas de conocerte —Me largò con una

enorme sinceridad— Desde que llegaste al barrio y…Ayer el

destino nos abrió una puerta. Percibì algo de vos…Algo

intenso, o… ¿Por ahì esto es una película mìa?


«Guau…», ahì vamos pensé.

—Nò, yo también querìa conocerte, como veràs la soledad

nos acompaña a los dos…Me doy cuenta que cuando siento

felicidad por algo, alguna pequeñez, necesito compartirlo y

no tengo con quien, entonces ese bienestar se disuelve. Y los

días se van quemando uno tras otro sin parar —Le confesè.

—Si, es todo a gran velocidad, mirà a esa gente —Me dijo

observando el afuera— Estàn muy bien acompañados pero

no se los vè felices, todos están tan apurados…Me siento

invisible ante tanta velocidad ¿No te pasa lo mismo?

—Cada dìa —Le reafirmè completamente serena. Algo me

relajò por demás y sus palabras no hacían màs que

describirme— Por eso, antes de acostarme, diseño un mundo

seguro para el otro dìa.


—Creì que yo era el màs raro del mundo —Me dijo entre

risas. Pronto su cara se armonizò y me lanzò un flechazo—

Quiero conocer ese mundo imaginario, llevame a tu fantasìa

por favor —Me dijo con sus palabras letales. Habìa hallado a

un hombre de una transparencia inusual en mi mundo.

Dejamos una marca de amor en todas las paredes de mi

departamento. Algunos portaretratos se cayeron y el agua

hirvió pero nada nos detuvo. Esa noche, nuestros cuerpos

perdieron la consciencia y el placer condujo las riendas de

nuestra unión. Ese hombre que busquè desde siempre al fin

se materializò sin previa fantasìa, esta vez todo era real.

Por la mañana, lo despertè muy dulcemente.


—No fue un sueño —Le dije. Yo que estaba tan

acostumbrada a soñar. En realidad, me lo decía a mi misma.

—Creo que no, pero se pareció mucho a un sueño. ¿Tenès

que ir a trabajar? —Me preguntò.

—Si, salgo en 10 minutos… ¿Vos, a que hora entràs?

—No, yo trabajo en casa…Escribo un par de horas.

—Ah cierto…Sos “Free”.

—Soy libre…Nunca veo a mi jefe y no sè quienes son mis

compañeros.

—Que suerte —Le respondì.

Salimos de la cama y tomamos rápido el café. Entre el apuro

por dejarle la comida al perro, le volqué como medio kilo de

comida en el platito.
—Cuanta agitación ¿Asi son tus mañanas? —Me preguntò

Leo, con toda calma.

—No, es que anoche no imaginè como sería este dìa, asì que

cualquier cosa puede pasar.

—No pensé que hablabas literalmente en eso de imaginar tu

dìa…—Me dijo preocupado— ¿Querès comer en casa esta

noche? O ¿Soy algo apresurado?

—Nò, estaría buenísimo ¿Tipo 8?

—Dale. Bueno vamos —Le dijo a su perro y aprovechando

salimos todos juntos. En la entrada de casa, cual chimeneas,

largando vapor nos saludamos.

Lleguè al trabajo, golpeè la puerta y nadie me abrìa. La

dueña escribìa sobre el mostrador y me ignoraba


completamente: «¿Qué pasa, me echaron?...¿Por què no me

mira? , pensè.

—Abrime… ¡Dale, abranmè! —Gritè desesperada. Un tipo

me atropellò y se mandò. «No se que està pasando, es una

pesadilla… nadie me vè»— ¡Carmen, abrime por favor!

Finalmente percibì la realidad que acontecía, el mundo se

movìa y yo al no haberme imaginado acà, no estaba visible

para nadie. ¿Què estaría pasando, este tipo revolucionò mi

vida? Se rompió mi rutina. Voy a llegar hasta su casa, este

dìa me parece que ya no es mio.

Algo obnubilada por lo sucedido, arribè a su casa y golpeè

la puerta. Nadie salìa: «Por ahì se tirò a dormir», pensé.

Seguì golpeando y nadie respondió. Abrì la puerta y notè que

su casa estaba al fondo de un pasillo, asì que supuse que no

me escucharìa. Fuì sigilosamente hasta el fondo y allì me


asomè por un ventiluz, lo que vì nunca lo hubiera imaginado;

Una casa completamente destruida, con sus paredes negras,

como si todo hubiese sido devastado por el fuego. Pero lo

màs sorprendente fuè ver a Leo sentado en una silla

invisible, escribiendo con un lapìz invisible sobre una mesa

invisible ¿Què es todo esto, me volvì loca? No hay un solo

mueble, sòlo oscuridad y un tipo sentado en la nada

«¡Quiero despertar! » Leo levantò la mirada y me viò, en

ese instante todo se apareciò, los muebles, las paredes se

pintaron de ocre y todo reluciò. El escenario se reanimò

cuando nuestras miradas hicieron contacto.

—Hey ¿Què haces ahì? Pasà —Me dijo y me abrió la

puerta— ¿Què te pasa, te imaginabas una casa màs linda?

—Me parece que estoy alucinando, vì toda tu casa vacìa —

Le dije, dentro de mi asombro —Hoy es un dìa impredecible


para mi, nadie me viò en el trabajo asì que no me abrieron la

puerta.

—Sentate por favor ¿De què hablàs Lupe? —Me preguntò

sorprendido.

—Nada, quiero creer que vos no sos una alucinación.

—Yo también me siento raro al lado tuyo, como que no

puedo controlar nada…Es muy extraña la sensación. Nunca

lo había sentido.

—Creo que ya lo sè, estoy en tu fantasìa, el escenario es tuyo

—Le dije.

—Estamos un poco locos, enfermos de soledad…Pero siento

plenitud al mirarte, siento que no hay nada que se pueda

controlar.
—Yo también, se desacomodò algo pero…No siento miedo,

creo que quiero perder la cabeza —Le susurrè acercándome.

Todo era demasiado excitante y extraño a la vez. Me caì

sobre su cuerpo y nos hundimos otra vez en la nada.

Cayendo a un vacìo sin miedo, no sè por què pero se sentía

fascinante. No importaba sentir que el mundo nos daba la

espalda si todo lo que deseábamos era estar vomitando

nuestro amor. Perdimos la brújula, perdimos el temor y la

razón. Eso que llaman “Horas” dejó de existir y nos

revelamos contra el tiempo.

Fue desapareciendo el dìa, me olvidè de mi perro encerrado,

dejè mi vida a un lado. Eramos una flamante unidad

corporal, fundidos entre las sàbanas.

—Siento que sòlo esto es real, estar acà con vos —Le dije.
—Existe una vida atemporal…Y creo que es esta, en esta

dimensión —Me dijo casi al oído.

—El tiempo es ficticio, es sòlo una idea, yo vivo diseñando

el mundo del dìa siguiente ¿Para què? ¿Para quièn? Si me

olvido de pensar no hay dìa —Soltè, mirando el techo—

Entreguè mi vida a los pensamientos…Yo a vos no te

planifiquè, no podía pensarte…Algo interno me empujaba a

buscarte —Le confesè sin reparo.

—Las voces de la cabeza destruyen todo, porque no tienen

vitalidad, son partes de un mecanismo. Me siento

reconciliado con el universo… En este instante ¿Es una

locura lo que digo?

—Si, ¡Y me encanta sentir lo mismo! —Le contestè y lo

asfixiè con un crudo beso.


Por la tarde, salimos a caminar. Nos sentíamos tan raros

caminando juntos. Yo, para romper el hielo lo tomè de la

mano, y creo que allì todo fluyò. Nos subimos a un tren sin

dirección, sòlo sabíamos que iba para la Capital. Todos

volvían de trabajar y nosotros, contra la corriente, nos

deleitábamos miràndonos en un vagòn semivacìo. De a ratos

pensaba que el mundo se había apagado, no escuchaba otras

voces, parecía todo un decorado de nuestra historia.

Comimos pizza frente a la terminal y despuès nos subimos a

un bondi. Leo insistió en pasar el atardecer en el rìo.

Nos caminamos la costanera de punta a punta:

—Esta es la ùltima frontera, acà nos detiene sòlo el

rìo…Sino te llevarìa màs lejos —Me dijo con su alma poeta.

Se alentizaba nuestro paso, la serenidad y el viento nos

acompañaban:
—La ciudad està colapsada, siempre estamos tratando de

escaparnos lejos ¿No creès? —Le contestè.

—Es que vivimos en una gran mentira. Creamos ilusiones,

nombres, palabras…Todo lo pasamos por un filtro

¿Entendès? Todo lo que hacemos es para evadirnos, algo no

està bien. Creamos el arte como una expresión

diferente…Intentamos comunicarnos de otra forma. Todo es

una gran mentira, un circo. Casamientos, trabajo, escuela,

dinero ¿Què es todo eso? No es real, lo real està oculto…Y

es lo simple. El pensamiento vuelve todo complejo ¿No

creès?

—Si, estoy de acuerdo…Creo que el sistema nos obliga a

identificarnos con algo, si eso no pasa estàs en una pseudo

muerte…O estàs como nosotros…Tratando de comprender

la realidad pero pagando el precio de no estar en ella, de no


ser parte de eso que està pasando. El mundo nos aislò, no

nosotros.

—Quisiera no ver tanta claridad a veces, porque tristemente

esto no pone del lado oscuro de la vida —Concluyò.

Nos detuvimos un rato a contemplar esa infinidad que nos

mostraba el agua. Ese increíble momento en que el dìa le dà

paso a la noche nos mostrò un intenso azul en el cielo.

«¿Que nos està pasando? Siento que empiezo a vivir, pero lo

demás no me importa…Tengo la convicción de que estoy al

final de un camino», pensé mientras regresábamos.

Llegando al barrio, Leo me preguntò:

—¿Por què vendès la casa?

—Nò —Le dije— No la vendo.


—Me pareció ver el cartel de venta, colgado de tu balcón.

—Nada que ver Leo —Le respondì a su insòlita pregunta.

Llegamos a la puerta de casa y Leo se parò en el medio de la

calle para asegurarse de que había visto mal.

—Ahì està…Venì mirà.

Me acerquè y mirè hacia el balcón:

—No hay nada —Le dije— ¿Vès?

Lo miro a Leo y veo que su expresión habìa cambiado:

—Desapareciò ¿Què tenès poderes? —Me preguntò.

—Es tu imaginación, vos lo pusiste a ese cartel ahì.

—Es tù imaginación —Me dijo—…Que el cartel no estè ahì,

lo estaba viendo hasta que te acercaste a mirar.


—Bueno, no importa…mi casa no la vendo ¿Entramos a

tomar algo?

—Okey — Me dijo y de pronto se detuvo— Esperà… ¿Yo

no estarè imaginándote?

—¿Podès sentirme? —Le preguntè mirándolo directamente a

su alma.

—Si —Me dijo sin pensar.

—Entonces soy real…Vamos.

Subimos las escaleras en silencio. Apenas entrè atendí las

demandas de mi cachorro por un rato y Leo, muy callado, se

fue hacia el balcón.

—Lupe —Me dijo sin voltear— Acompañame hasta mi casa.


—Okey vamos —Le dije. Pronto bajamos envueltos en su

actitud misteriosa «Querrà ver a su perro», pensé.

Llegamos a la puerta de su casa y me dijo:

—Dejame ir a tu casa sòlo, quiero comprobar algo.

—Està bien, tomà las llaves.

Las agarrò y enfilò hacia mi casa. Tratè de no pensar y lo

observè adentrase en mi depto «¿Què le pasa a este tipo?»,

pensaba. A los dos minutos salió y me clavò la mirada hasta

que llegó junto a mì.

Con una voz muy calma, como si hubiera hablado con dios,

me dijo:

—No hay nada en tu casa, sòlo un par de muebles tapados

con sàbanas. Es tu fantasìa, tu escenario. ¿Por què sòlo


nosotros podemos ver nuestras casas? Sòlo puedo entrar a tu

mundo cuando vos estàs presente.

—Eso parece —Le dije resignada.

Por unos segundos callamos y todo se revelò:

—¿Què hacemos acà si podemos volar a cualquier lado con

la imaginación? Con tù imaginación —Me aclarò— Yo no

sè imaginar.

—Bueno, volà conmigo y cuando consigas tus imágenes te

suelto —Le propuse.

—Mejor no me sueltes, llevame donde quieras —Me largò

respirando profundo.

—Dame la mano, vamos a intentarlo.


Nos tomamos de la mano y cerramos los ojos

«¿Funcionarìa?», me preguntè yendo al primer lugar que se

me vino a la mente:

Abrimos los ojos y estábamos al borde del Rìo Hudson,

frente a la Estatua de la Libertad. «Increìble…Estamos en

New York»

—Nunca pude hacerlo sola… ¡No lo puedo creer!

Leo no salìa de su infinito asombro, la mandìbula se le habìa

caìdo al piso.

—¡Funcionò, funcionò! —Gritè.

—¿Còmo que funcionò? —Me preguntò.

—Si, siempre lo intentè ¿No sè por què pero sola no podía?


—Porque la felicidad es compartida —Me dijo y entendí

todo. No preguntè màs y lo besè hasta la eternidad.

Y asì fue como nos perdimos en un viaje surreal.

Caminamos por Manhattan casi toda la noche. Emergieron

planes de volar por todo el planeta, cosas imposibles se nos

ocurrìan. Un sueño tras otro pedìa ser destapado como un

champagne. Leo me agarraba fuerte, temìa quedar afuera de

alguna imaginación. Por ahora los destinos los eligirìa yo, el

no se animaba a soñar tan desmedidamente. Yo sì, me lanzè

a todos mis deseos. Quise amanecer en Ciudad del Cabo y

por la tarde llegar a tiempo para tomar un café en Parìs.

Una mañana ideal nos cobijò al borde de un acantilado.

Sudàfrica nos prestò un pedacito de pasto para hacer el amor

junto a la quietud del mar.


—Tendrìamos que volver, los perros deben tener

hambre…—Me dijo Leo, entre susurros.

Yo acostada en su pecho le respondì:

—¿Seràn reales? Los perros digo.

—El mio sì, supongo…Bah no sè, me haces dudar ahora. Si

son imaginarios no se van a morir de hambre. —Me dijo y

largamos a reir.

Para el mediodía, juntábamos ostras en una playa solitaria.

Todo era belleza, el oleaje y el silencio jugaban en absoluta

armonía. Nosotros gozàbamos de esta excesiva y audàz

manipulación de la existencia.

Tal cual como lo diseñè, nos abrazamos y viajamos a Parìs

para tomar el cafecito. No nos habìamos percatado del


verano Europeo asì que tuvimos que cargar con nuestros

abrigos en la mano.

Ahí nomàs del Sena, sobre la Avenue de Suffren nos

tomamos el café bajo una inmensa sombrilla. Leo miraba

todo extasiado, yo por mi parte disfrutaba de su felicidad.

Màs tarde, nos internamos en el coràzon de la ciudad, dando

vueltas y vueltas sin ningún plan.

Un hombre parado en una esquina nos mirò y se acercò

lentamente como queriendo investigarnos. Una mezcla de

curiosidad con gracia era lo que le provocábamos «¿Que le

pasa a este viejo?», pensé. Leo, con un gesto, simulò un

saludo. Pero el tipo se plantò frente a nosotros.

—Salut, je suis l`un des sept chèvres. Sont les touristes? —

Dijo de repente.
Nosotros no entendimos nada pero nos dimos cuenta que era

un enfermo mental o algo asì.

—Eh…Sorry, we don`t speak…French, sorry. —Le contestò

Leo y me mirò— Vamos que no parece muy cuerdo este.

—Good bye —Le dije yo, mientras Leo me tiraba del brazo.

El tipo se quedó miràndonos. «Pobre hombre», pensé. Pero

bueno, me acostumbrè a que me pasen cosas raras en la

calle.

Llegamos a una plaza y nos sentamos junto a una fuente, las

palomas se acercaron pero al ver nuestra pobreza nos

abandonaron rápidamente.

—Mirà a ese tipo —Me dijo Leo, señalando a un violinista

sentado en el cordòn— No lo hace por plata sino estaría en la

vereda…Ahì es màs factible que lo arrolle un taxi que recibir


una moneda. Es como nosotros, està viajando, esa melodía lo

transporta…Se està escapando. «Yo lo miraba y contemplaba

su sensibilidad, era demaisado frágil», pensaba. Y por un

rato se perdió en el sonido de aquèl violìn. «Me parece que

era Wagner lo que sonaba, lo que es real es que nos

desnudaba el alma a cada compàs» No me contaste nada de

tu vida —Prosiguiò, cambiando de tema.

—No sè que decirte, el pasado no està muy claro…Me

cuesta concentrarme en un recuerdo —Le dije.

—Familia, infancia, novios… ¡Eso me interesa! —Dijo

riéndose.

—Mis papàs se fueron hace mucho...Hace mucho —Le dije,

transformando mi voz en un susurro.


—¿A dònde? —Me preguntò, y a mi no me salìan las

palabras.

—No sè Leo…No sè de donde vengo —Le respondì casi

lamentándome— Me abandonaron cuando era chica, no

recuerdo sus caras.

—Y ¿Quièn te cuidò?

—Yo sola me cuidè —Le dije y el me mirò desconcertado.

Pero yo no tenía respuestas— ¿Vos, tus papàs? —Le

preguntè.

No sè que sucedió pero Leo estallò en llanto. Se dejo caer

sobre mi hombro y llorò como un niño.

—No tengo recuerdos —Me dijo angustioso.

—¿Vos tampoco?
—Nò…No me daba cuenta porque nadie me había

preguntado sobre mi pasado. Nunca me hicieron esa

pregunta —Me confesò tomàndose la frente— Me siento

vacìo pero…Sin culpa, no sè… No sè que estoy diciendo —

Se remarcò.

Yo lo abrazè y en ese momento la soledad dejò de

estremecernos. Eramos un espejo.

—¿Volvemos a New York? Quiero ir al teatro —Le dije.

—Okey —Me respondió y me tomò la mano.

Cerrè los ojos, imaginè y nada pasò, seguíamos en Parìs.

—No sè que pasa, no funciona.

—Por ahì no podemos repetir lugares —Me dijo sin

cuestionar la magia— Bueno, volvamos a casa ¿Nò?


—Si, ya es tarde —Le dije y cerramos los ojos para iniciar el

viaje— ¿Listo? ¡Allà vamos!

Abrimos los ojos y seguìamos allì «¿Què estaría pasando,

se acabò la magia?»

—¿Y? Està cambiado Buenos Aires —Me dijo.

—Dale estùpido, no sè que pasa…Vamos a tener que volver

en avión.

—Dejame probar a mì, cerrà los ojos…Ahì vamos. —Me

dijo y yo tomè fuerte su mano.

(El improvisto màs trágico se hizo presente. Leo despertó

solo en la puerta de su casa, sin Lupe. La desesperaciòn se

lo devorò al instante.
—Lupe, Lupe…—Dijo el desdichado. ¿Quien iba a

contestar? Cerrò los ojos, intentò pensar en Parìs pero

nada, una mente en blanco. Mirò a su alrededor pero su

amante había quedado atrapada en su imaginación. ¿Aquèl

Parìs era real, para quièn era real? ¿Còmo volver a

buscarla dentro de su propia fantasìa? Leo corrió a la casa

de Lupe y volvió a ver el cartel de venta. Se desesperò, no

podía abrir la puerta asì que trepò por un àrbol hasta llegar

al balcón. Corriò las ventanas y adentro yacìa el panorama

màs desolador. Lo que ya había visto antes, una casa semi

vacìa con algunas sàbanas blancas cubriendo muebles.

Tristemente volvió a su casa donde su fantasìa seguía

intacta. Se desplomò en el sillòn e intentò hacer el viaje

mental, pero ningùn esfuerzo hizo posible que este paseador

solitario rescatara a su chica.


—¿Dònde estàs Lupe? ¿Dònde estàs? —Murmurò ya

desauciado.)

LA NOCHE DE LOS SIETE CABRITOS

Lloviò sin parar durante cuatro días y recièn ahora parece

estar mermando. Yo estoy encerrado, esperando que ellos

vengan. En el patio, pegadito a mi ventana, una lona cubre la

moto vieja de papà y la resguarda del aguacero. Sobre esa

lona tengo puesto el oído, para mi es un medidor que me

hace saber cuando empieza y deja de llover. Desde la chapa,

van suicidàndose las últimas gotas dando unos golpecitos

secos e intermitentes al caer.

Todo es silencio. Me incorporo lentamente y corro apenas la

cortina. Todavía no vienen, «Podría escaparme otra vez…»,


pensè. Pero estoy demasiado empastillado, no tengo los

reflejos del mundo, necesito lucidez. Desde que cantò el

zorzàl, ya contè como ocho trenes…Asì que deben ser como

las diez mas o menos.

«Tengo que resistir, hay una salida, sè que la hay…»

Yo soy Efraìn, y este mundo y su verdad me han declarado

loco.

«Mi tìa es tan viejita, pobre…Tener que aguantarse esto, no

voy a volver a joderte…De este manicomio no vuelvo»

Vinieron pasado el mediodía, con chalecos de fuerza y todo

un espamento. «Que triste es su trabajo, recolectar los

desechos del mundo, ocultar a esta gente, llevarlos a un

deposito y anesteciarlos…».
Salì y les estrechè la mano. Que risa, pobres…Se quedaron

petrificados. «¿Dònde està el decerebrado que vè

alucinaciones?», se habrán preguntado.

Le dì un fuerte abrazo a mi tìa hermosa, el ùltimo que le iba

a dar, simbolizando mi agradecimiento eterno y nos fuimos.

Esta situación me remonta a la niñez. Recuerdo cuando

vinieron a buscar a mi perro rabioso, me acuerdo de sus

rostros vacìos, esos personajes frios que los tipos tienen que

mostrar cuando se llevan al enfermo. En la camioneta, siento

lo que debe haber sentido mi perro: «Me están llevando al

matadero, la puta madre…Pero antes me tienen que

desconectar de a poquito con sus còcteles…»

No es muy difícil escaparse, yo ya lo hice tres veces. Tres en

20 años de locura. Es un buen número pero…Que sè yo.

«Nunca hubiera imaginado esta vida después de despertar»


Entrè y me sorprendì con tantas caras nuevas. Psiquiatras

jubilados, enfermeras nuevas, locos nuevos. «Acà cuando las

camas no alcanzan, apuran los tràmites de los màs

regalados…»

—Buen dìa —Me dijo el Psiquiatra. Era un pibe. Pobre, se lo

veìa asustado— Acà tengo su historia y veo que ya ha

pasado por aquí —Procediò en su relato.

—Exactamente Doctor, es mi colonia de vacaciones —Le

confirmè. El tipo, sigiloso, navegaba en un mar de

pensamientos para persuadirme.

—Acà los tratamientos son muy buenos…para que usted

pueda mejorar su salud —Me dijo el infelìz.

—Si Doctor, conozco los tratamientos de acà. Anestecia total

hasta agotar la última gota del espíritu. ¿Qùè es lo que sabe


de mi? —Le preguntè— Conozco la termilnologìa mèdica,

vamos…Sin miedo hombre —Arremetì.

—Bueno, acà tengo esquizofrenia como primer diagnòstico.

Paciente regular. Buena conducta. —Me contestò ojeando

muy por arriba mis referencias, mi historial— Manipulaciòn

del personal sin agresión. Alto coeficiente intelectual.

—Si, soy…Era profesor de Fìsica.

—¿Què màs? Antecedentes, presunto responsable de

coacción en liberación de un interno en fuga de Diciembre

de 2007 ¿Què es esto? —Me dijo, cambiando un poquito la

cara.

—Nada —Le dije muy tranquilo— Lo que pasa es que un

gran amigo que tuve acà, que por lo visto ha partido, me dijo

que querìa pasar la navidad con su famila. Y esa noche


buena, le regalè la llave de su felicidad, èl hizo lo demás. No

era un tipo peligroso, para ustedes, los mortales servidores

del sistema. «El pibe me escuchaba desde su pedestal»

Escuchame flaco, vos tenès pinta de buen pibe —Le tirè,

cambiando mi expresión por una màs seria —¿Estàs seguro

de trabajar acà? Esto es una màquina de devorarse a los

residentes como vos…Si ponès una barrera profesional entre

nosotros nunca vas a poder ayudarme. Asì que, te entrego mi

confianza y saquémonos los uniformes. Sino, te aclaro, vas a

ser parte de la màquina. ¡Mirame sin el observador que tenès

adentro, ese que juzga, que condena, que supone! —Le

propuse con mucha firmeza, mirándolo directo a su alma—

Si querès ayudar, tenès que ver…Y para ver, tènes que

reunificar esa fragmentación que te diò el conocimiento.

Llamar a silencio a toda esa información que te condiciona

¿Me comprendès?
—Algo —Me dijo, entre un eterno suspiro. «Pobrecito, le fuì

al hueso de una», pensé.

—Yo soy Efraìn —Le dije y le dì la mano. Èl se demorò tres

segundos pero al final me diò su mano.

—Soy el Doctor Benitez.

—¿Asì te pusieron tus papàs, Doctor Benitez? —Le dije

tratando de rescatarlo de su zona sombrìa— No importa, sin

nombre de pila està bien. ¿Pablo? ¿Javier? —Repreguntè.

—Vaya que le van a dar su cama, acompáñelo —Le dijo a la

enfermera. Antes de salir, le preguntè una vez màs:

—¿Andrès? —El Doctor levantò sus cejas y enseguida

pensé: «Està la acertè»— ¡Si…Yo sabìa! —Me fuì gritando

por el pasillo.
Antes de que anochezca ya me querìan poner nocaut:

—Vamos Efraìn, tome la pastilla —Me dijo la enfermera.

—Mirà, me dura el efecto de la que tomè ayer, te juro que

duermo como un bebè mami…Te lo prometo.

—Pero es mi trabajo —Me insistió.

—Bueno, dame media y cerramos trato.

—Ok…No tenès pinta de loco vos —Me dijo mientras me

ponìa el sedante en la lengua.

—Viste, hacele caso a tus instintos, yo soy de los tuyos

mami —Le asegurè. Despuès le dì un sorbo al agua para

tragar la pasta y la enfermerita desapareció entre los pasillos.

«Cuanta droga hay en estos cuerpos», pensé mientras

miraba a cada uno desmayado en su cama. Un pabellón


repleto de olvido. ¿Serà cierto que estoy acà? Mejor sigo

soñando en como dar vuelta esta torta.

Al dìa siguiente, nos levantaron a unos pocos, a otros los

dejan dormir largas siestas. Dormidos, quietitos, son como

cualquier ser humano. Las enfermeras temen entrar en sus

mundos, temen a su propia fragilidad. La fragilidad que las

puede llevar a empatizar y doblegarse. El mundo nos

escondiò acà, a nosotros y a ellas. Este ecosistema posee sus

propias reglas que poco tienen que ver con las de afuera.

De dìa, deambulamos por el pasto. La mayorìa mira hacia

abajo, todo el pastillerìo te afloja la nuca. Algunos chorrean

saliva. Otros están eufòricos, se les dà por hablar mucho,

solos o en compañía. Las enfermeras vigilan que no nos

acerquemos demasiado a las rejas que nos separan de la

calle. Somos el gran espectáculo de los automovilistas. Yo


los saludo o me agarro mis partes para que crean que estoy

loco también, juego con esos idiotas decadentes, falta que

nos tiren bananas.

Me sentè bajo un árbol y uno se me acercò:

—Tengo la pija de Napoleòn —Me dijo muy inquieto,

revoleando los ojos.

—¿A sì? —Le dije— ¿Què, la tenès larga?

—No…Muerta —Sentenciò el muy gracioso rièndose.

Yo larguè una risa hecha de aire nomàs. La coherencia arribò

en un lugar inesperado y eso me brindò un alivio.

El absurdo tiene distinta aceptaciòn. Aquì, dependìa de mi

darle un enfoque diferente a todo para sacarle provecho y no

angustiarme.
Pasaron algunas semanas hasta que un dìa alguien solicitò

verme:

—El Doctor Fournier vino a visitarlo —Me dijo la

enfermera.

—¿Fournier? ¿No se jubilò?

—Por eso, vino en carácter de visita nada màs. Cuando se

enterò que usted estaba aquí otra vez quiso venir a verlo.

—Ah...Ya me imagino que quiere ese viejo zorro.

Me llevaron hasta una oficina y allì me reencontrè con mi

antiguo psiquiatra, el único que creìa en que mis

alucinaciones eran reales. Por eso lo habrán retirado al

pobre, pensaron que lo contagiè seguro.


—¡Efraìn querido! —Me dijo y vino a darme un abrazo— Te

busco hace años ¿Dònde andabas papà?

—Doctor…Tanto tiempo —Le contestè. Creo que realmente

me alegraba de ver a un anciano con el que compartì tantas

charlas.

—Sentate querido.

—¿Còmo andàs viejo?

—Y...Como cualquier viejo ¿Vos, què pasò que volviste?

—Y, la verdad es que acà adentro no se ven tantos. Afuera

sì, y me hablan viste. Son muy pesados algunos. Asì que

decidì venir a vacacionar un poco. ¿No me digas què seguís

con esa historia de juntarme con los otros locos, con los

cabritos esos?
—Y sì, es lo que quise toda la vida…Te buscan de muchas

partes del mundo, sòlo faltas vos —Dijo y entrò Benitez.

Fournier se sonriò y lo abordò— Este no està tan loco como

pensàs, no me lo empastilles tanto.

—¿A sì? Bueno, ahora que veo que tenès un amigo

psiquiatra me haces dudar —Respondiò el joven Doctor

mientras me miraba sorprendido.

—Este es buen pibe Carlos, pero todavía no lo convencì

como te convencì a vos.

—Y bueno, ya se va a dar cuenta que las cosas pueden estar

al revés —Dijo el viejo, con una gran sonrisa— Sièntese

Benitez, esto puede interesarle. Efraìn, yo no te quiero

obligar, siempre te lo dije, te respeto como ser humano —Me

soltò llamàndose a la seriedad— Pero, ahora están todas las

cosas dadas para cambiar el mundo. Los reunimos a todos.


Faltas vos. Todavìa no dije nada que te encontrè. Hay cuatro

en un centro de estudio en Canadà y los otros dos están

viajando para sumarse. Sos el número siete.

—¿Y què van a hacer, nos van a meter en una pecera y

vamos a correr en una ruedita?

—No, esta vez es diferente, la tecnología avanzò muchísimo.

Hay un gran secreto que puede cambiar la humanidad. Un

nuevo trasplante, uno que era imposible ¡Podès cambiar tu

vida, el mundo se và a revolucionar! —Me decía el viejo

exaltado por momentos.

—Esta historia ya me la contaste.

—Sì, pero ahora todo cambiò. Yo trabajo con ellos, son

todos científicos renombrados, los mejores del mundo.


Nesecitamos ir a fondo con tu caso, nadie te va a lastimar

màs de lo que el mundo te lastimò.

—Perdòn —Dijo el desconcertado Benitez— Voy a tener

que pedirle que se retire Doctor, no entendí una sola palabra

de lo que dijo pero no puedo permitir que se altere a mis

pacientes.

—Tranca Benitez, nosotros nos entendemos, es cosa de

locos…—Le dije, para borrarle la cara de susto que padecìa.

Yo lo miraba al viejo y no sabìa que pensar. No se rendìa el

muy cabròn. Me persiguió por años tratando de

convencerme. Esta vez se veìa tan decidido, tan firme y

prudente a la vez.

—Tomà Efra, esta es mi tarjeta, pensalo bien…Igual el

Lunes vuelvo a verte —Me dijo y se retirò con su bastòn. Se


caìa a pedazos el viejo pero tenía la misma pasión de

siempre. «Que viejo loco», pensé. Benitez me acompañò

mudo hasta el pabellón, temìa preguntar y recibir otra locura

de respuesta. Me guardè la tarjetita y me tirè a la cama. Al

otro dìa, caminè bastante por el predio buscando definir mi

vida. «¿Deberìa entregarme a la ciencia? Podría ser mi

salvación o mi fin, que se yo…» No estaba en mis planes que

este viejo loco aparezca otra vez. Lo único que se me ocurre

es no terminar mìs días en este antro. Siento la muerte tan

cerca, con tanta vitalidad. Lo raro es que no me asusta, tal

vez estoy hecho para esa eterna soledad, para ese lugar

«¿Què es lo que me detiene? Si ya sè de que và»

Me sentè sobre el ombú a observar a los pàjaros. Pronto

me puse a silbarles y los tipos vinieron al toque. No sè por

que los llamo si no tengo comida. Toda una vida sintiendo

que el universo me necesita, para conectar, para armonizar


las cosas. No sè que es, no sè porque yo. Pero siento el peso

de una gran responsabilidad sin un propósito visible. Por eso

me pasè la mitad de la vida escapándome de todos lados

cuando en relidad siempre quise escaparme de mi mismo.

Tanta incompresiòn me pateò a la deriva y no los culpo.

Durante años tratando de explicarles en vano el sentido de

todo esto y lo único que conseguí fue el aislamiento. Ojalà

nunca hubiera despertado.

Llegado el Lunes por la mañana, no me había decidido en

que contestarle a Fournier. Sòlo tenía un pedido especial

para Benitez.

—Pasà Efraìn —Me dijo el Doctor.

—¿Como andàs nene? ¿Viste como refrescò che? —Le

preguntè acomodándome en la silla.


—¿Què me querìas decir?

—No que...Si me traes unas latas de pintura te puedo pintar

el pabellón, tengo un par de ayudantes ahì. ¿Què te parece?

—Eh…No te puedo dejar hacer eso.

—Dale Doctor, hay una humedad terrible ¿Viste el techo?

No se aguanta el olor. Yo te lo puedo dejar espectacular. La

calefacción no anda y encima hay que respirar esa porquerìa.

Vamos hombre ¿Què dice?

—Puedo hablar para que llamen pintores, pero es un lugar

muy grande…Hay que movilizar a los internos, es

complicado —Me dijo tratando de desligarse de mi

propuesta.

—¿Puedo dormir en el patio? Nesecito aire puro, el olor a

muerte me desvela. Sabe que pasa, està todo muy


contaminado y ahì, en el pabellón, se concentran todos los

químicos que expelen los locos ¿Usted fue a nuestro baño?

—Le preguntè con vehemencia— Es insecticida la orina de

estos tipos, tienen la sangre tan contaminada pobres. No

vendría mal renovar las instalaciones. Podrìamos pintar de

muchos colores ¿Por què tiene que ser un lugar tan sombrìo?

¿Por que tiene que parecerse a nosotros? Asi no nos pueden

ayudar. ¿Por què un castigo al indefenso? Si ya està a las

claras que no puede defenderse, entonces ¿Por què?

—Mire Efraìn, usted vive en una utopía permanente. Las

reglas de este establecimiento no las decide usted sino sería

director y no paciente.

—Yo hago propuestas màs que saludables — Le dije.

—¿Ahora es político?
—Nò, nada que ver. Tengo compasión, empatìa ¡Mi sangre

hierve las venticuatro horas por este puto mundo! Perdòn,

me excedì. «Listo, ya lo aflojè, la pelota me la va a dar para

que lo deje en paz»

—No podemos acceder a tales pedidos, tengo que seguir

trabajando —Me dijo mientras se paraba.

—Una cosa màs —Le dije— Y esto no me lo puede negar,

esto nos relaciona a todos, nos conmueve y yo creo que

puede sanarnos. ¡Una pelota! Una pelotita —Le pedí

abriendo los brazos, como dando por sentado que el fùtbol

no se le niega a nadie— Para un picadito con los locos, sería

muy divertido…Si quiere puede venir a jugar con nosotros.

—Bueno, voy a ver si les consigo algo…No te prometo

nada.
—Dale genio, vo sos bueno —Le dije con todo mi encanto—

Una cosa màs… ¿Cuàl es su canción favorita?

—Eh, es una que se llama “Every breaking wave”.

—Ok, un consejo, escúchela fuera de su casa…De la

comodidad. Escuchela acà por ejemplo. Si se pregunta que

esta haciendo en este manicomio, escuche su canción y va a

poder reencontrarse con el ser humano que deja afuera.

Terminamos de almorzar y cayò Benitez. Desde la puerta

me pateò la pelota y yo de la emoción, saltè de la silla y la

bajè con el pecho.

—¡Vamos carajo, vamos che…Partidito! ¡Vamos, a moverse

chicas! Ponganse las zapatillas, vamos al patio.

Fueron como veinte los que se pararon y me siguieron. Los

conduje por el pasillo, me sentía muy felìz. La alegría de sus


caras no me la voy a olvidar, después de todo, las sonrisas no

tienen enfermedad. Ese instante y esa reacción me golpeaban

con la simpleza del ser humano.

Pusimos los pies en el pasto y lanzè la pelota al aire. Los

reuní a todos y los hice abrazarse:

—Muchachos, hoy nos vamos a divertir, vamos a jugar ¿Sì?

Vengan algunos para acà y otros para allà.

Nos separamos formando los equipos.

—Pero ellos son siete Efra —Me dijo uno que sabìa de

matemáticas.

—No importa, Napoleòn vale por dos —Le contestè—

¿Estàs listo Napoleòn? Hay que patear para allà. Dame tu

remera, vos también.


—Vamos a meter goles hijos de putas ¡Hijos de putas! Hijos

de putas todos! —Contestò Napoleòn.

—Yo soy de Argentina, yo de Paraguay —Decian otros,

entre su excitación.

Fuì y armè los improvisados arcos con ropa, de un lado y del

otro.

Comenzò el partido, pateè la pelotas y todos corrrìan tras

ella. Uno la agarrò con la mano y empezó a correr, ahì me dì

cuenta de que este partido sería diferente. Lo tiramos al piso,

se la sacamos y empezamos a pasarla con el pie, con la

mano, con lo que venìa. Todos estaban felices. En una,

Napoleòn llegó al arco, dejò la pelota afuera y entrò èl. Lo

consideramos gol, asi que festejamos abrazados. Desde la

ventana del segundo piso, Benitez nos miraba, yo le levantè

mi pulgar mostrando mi agradecimiento. Estoy seguro que


estaba escuchando su canción. Jugamos como dos horas. En

un momento, a uno se le ocurriò patear tan fuerte que tirò la

pelota a la calle. Todos no quedamos duros. De pronto me

revelè, corrì hacia la reja y me trepè como un mono. Seguì

trepando y me pasè del otro lado. Bajè y saltè a la vereda.

Los locos se acercaron cautelosos para ver el rescate de la

pelota. Yo, observè el panorama y la calle me sedujo como

siempre. Fuì hasta el medio de la avenida, tratando de no ser

arrollado por un vehìculo. Tomè la pelota y la reventè de un

patadòn. Se las devolví a mis pobres amigos que me miraban

tras la jaula. Mirè a mi alrededor y volvì la mirada hacia

ellos. Los saludè levantando la mano y antes de que se me

escape una làgrima me larguè a correr. Corrì como nunca en

mi vida lo hice. Aunque nadie me seguía. Y ahì si llorè como

un loco hijo puta. LLorè la libertad mientras me reìa de mì


mismo. Desaparecì entre el ocaso inminente que descolgaba

a ese sol ante la fría ciudad.

Por la noche, me encontrè caminando entre las vìas

buscando un recoveco donde echarme a dormir. Para mi

suerte, me topè con un vagòn abandonado y vacìo. Me subì

de una «Espero que no tenga dueño…» pensé. Es raro que no

haya ningún loco durmiendo aquí. Pero bueno, mañana verè

que rumbo tomo. Asì como entrè, me acostè junto a la

puerta. «Que linda noche…Mirà donde me encuentra,

fugitivo y solitario».

—Los siete cabritos —Susurrè, buscándolos en el cielo.

Fue lo último que pronunciè y el sueño me venció.

Ni bien amaneció, tres tipos con vestimenta del ferrocarril

me despertaron con un palito como si fuera a morderlos.


—¡Señor, vamos…Levántese! —Me dijeron. Yo me levantè,

les dì las gracias por el hospedaje y me tomè el palo.

No sabìa donde ir y se me ocurriò juntar porquerìas para

vender. «Pero tengo mucho hambre ahora», pensé. «Vamos

a pedir algo en una panaderìa»

Y asì fue que me metì en la primera panaderìa que encontrè.

La verdad es que fueron muy generosos, me dieron una

enorme bolsa con las sobras del dìa anterior.

Despuès de patear un par de kilómetros, otro buen hallazgo,

un auto abandonado al costado de una fàbrica. «Listo, acà

planto bandera esta noche…Tengo que ir a manguear ropa

a la fundación», pensé, ya que me había ido con lo puesto.

Los años de calle me habían provisto de mucha

información para no pasar frio y hambre. La gente es


solidaria e increíblemente los pobres lo son màs. Me quise

tirar una siestita para inagurar el auto pero mi instinto de

supervivencia me dijo que estaba siendo observado. Abrì los

ojos y un paseador con su perro me miraba como si fuera un

demonio. Pobre, se asustò el flaco, tiene pinta de ser uno de

esos. Me ofreció ayuda y yo me hice el loco para que no me

joda y se vaya. A la noche salì a buscar unas maderitas para

hacer un fuego. Y asì, de acà para allà, trayendo maderas y

cartones me fuì armando mi ranchito. Nadie me denunciò,

los vecinos me acercaban comida a veces y el sereno de la

fàbrica me regalò una pava y un mate. Una jaula vieja de

pàjaros me sirvió para calentar el agua, le mandaba fuego de

abajo y listo. Poco a poco me volvìa del color de la ciudad,

gris y sucio. La soledad, podía percibirla como una gran

fuente de energía, podía sentir su vibración. Sè que eso

perpetraba la juventud de mi alma, el no contaminarme con


los estímulos mundanos, con la negación y la represión

humana.

Un dìa volvió el paseador. Venìa con una frazada, eso que

le dije que no la querìa. Lo mirè y sabìa que venìa directo a

mi.

—¿Cómo le và? —Me dijo.

—Tuteame, no soy tan viejo —Le contestè.

—Le traje esta frazada, por favor tòmela.

—¿Por què me la dàs? —Le preguntè con seriedad.

—Porque soy el mundo, soy vos —Me dijo muy solemne.

—Gracias flaco —Le dije y la tomè— ¿Querès un mate?

—Bueno.
—Toma, està un poco lavado. Sentate —Le dije y le acerquè

un cajòn de manzanas— Sabès què, tu tristeza es tan

inmensa que la percibì cuando estabas a una cuadra ¿Me

equivoco?

—Nò, ando con problemas. De amor.

—Y dale, largà. Estàs en el consultorio de tu mejor

terapeuta.

Èl se sonriò como ninguneando mi propuesta.

—Es una historia muy complicada para el oído humano

promedio.

—Entonces, estàs en el lugar indicado porque yo de

promedio no tengo nada. Estoy un poquito màs adelante

aunque no parezca.
—Conocì a una chica…Nos enganchamos y en ese momento

todo cambiò. Se nos presentò otra realidad. El amor abrió

una puerta diferente. Nos mostrò que juntos podíamos

imaginar el mundo que quisiéramos. Y asì lo hicimos,

empezamos un viaje con nuestra mente, en realidad con la

mente de ella. Estàbamos en Parìs y quisimos volver a

Nueva York pero no pudimos y ahì nos dimos cuenta que

los destinos no podían repetirse. Asì que quisimos volver

para acà y no pudimos hacerlo juntos, sòlo yo volvì. Y ella

està atrapada en su propia invención —Me relatò con mucho

desdén. Yo pensaba en decirle su veraad, que aparentemente

desconocía pero a la vez me sorprendìa lo que estos podían

hacer con su cabeza.

—Guau, que historia papà. Escuchè casos similares pero

ustedes pecaron de inocentes. El impulso del amor les hizo

obviar pequeños detalles.


—¿No te parece insano todo lo que dije? Tratè de

explicàrselo a mucha gente pero todos me ignoran. No sè por

donde buscarla. Ni quien me pueda ayudar. Todo se volvió

una tremenda confusión. Ahora màs que nunca el mundo me

diò la espalda.

—Venì, vamos a caminar —Le dije y lo tomè del hombro—

¿Vos sabès lo que te pasa? De donde venìs y esas cosas.

—Tenìa todo controlado hasta ahora que me enamorè —Me

dijo desde su profundo dolor.

Pobre pibe, pensé que podía saberlo. «Ese engaño no me

gusta. Le voy a abrir los ojos, tal vez pueda ayudarlo»

—Sabès que pasa pichòn…A vos se te enfriò el cuerpo, y vos

no te has dado cuenta. Por ahì creciste con eso —Le dije,
como hablàndole a un hijo— Pero no sientas miedo, tu

mundo es màs saludable que el mio.

Èl se detuvo y me mirò largamente. Su inocente existencia

había sido desnudada por un extraño que vivìa en un auto

abandonado. Nunca me gustò hacer esto, pero al ver que èl

no sabìa su propia condición mis reflejos màs humanos me

hicieron ayudarlo.

—Tranquilo —Le dije y lo abrazè un poco màs— Muerte,

soledad, vejez…Son todos sinónimos. Nosotros

contemplamos la vida como una línea, con un principio y un

final y no es asì. Eso es lo que yo creo. A mi me han

declarado loco pero lo que veo no son alucinaciones, los veo

a ustedes. Ahora, quisiera saber por que ustedes, algunos, no

se dan cuenta lo que les pasa. ¿Me mostràs tu casa? —Le


preguntè, y èl que no salìa de su asombro asintió con la

cabeza. Debajo de mi ala, lo cobijè y lo llevè hasta su casa.

Llegamos hasta la puerta y antes de entrar vi que una señora

barrìa la casa de al lado:

—Esperà —Le dije al flaco—Buen dìa señora ¿Sabe quièn

vive acà al lado? —Le preguntè y le señalè la casa.

—Nadie querido, hace muchos años està abandonada —Me

respondió casi sin levantar la mirada— ¿Còmo te llamàs le

preguntè al flaco?

—Leo —Murmurò.

—¿Acà no vive Leo señora? —Le preguntè y ahì su cara se

transformò y obtuve toda su atención.


—¿Leo? Acà vivió un chiquito llamado Leo…Con sus

padres, hace muchos años. Pero el nene murió —Me dijo, y

ahì el flaco fue y se sentò en el cordòn hundiendo su cabeza

entre las rodillas. Se diò cuenta que la mujer no lo miraba y

sòlo me hablaba a mi. Yo, suavemente intentè rescatar toda

la información posible para que Leo pudiera entenderse.

—¿Y què fue lo que pasò señora? Yo soy pariente de ellos y

hace mucho que no los veo. Necesitarìa saber.

—Mire, esto fue hace 25 años. Leo jugaba con una

amiguita…Que se llamaba Guadalupe y vivìa acà a dos

casas. Estaban los dos sòlos, los padres habían salido y un

cortocircuito desatò un incendio. Los pobres nenes murieron

calcinados, no pudieron escaparse, cuando los encontraron

estaban abrazados —Me dijo lamentándose— Eran dos

almitas inocentes…Una tragedia.


—¿Y los padres? —Le preguntè mientras veìa como el pobre

Leo echaba a llorar en el cordòn.

—Los padres de Leo se fueron. Y los de la nena murieron

poco tiempo después.

—Bueno, gracias señora.

—De nada, que tenga un buen dìa.

Entre la locura y la muerte, dejè de lado esos caprichos del

sabio. Ese antojo desmesurado de soledad de mi mezquino

ego.

Terraza, luna llena y una dulce mariposa. El escenario

ideal para licuar el impacto de vivir…Y de morir.


—Sòlo veo a los que se creen que están vivos, como vos.

Los otros no sè, pero son varios los que no se aceptan.

Andan por ahì viviendo una vida imaginaria.

—Pero ahora yo vì mi engaño ¿Por què seguís viéndome?

—No lo sè ¿Realmente lo viste?

—No me pasa nada, no sè, no van quedando rastros en mi

consciencia…Tengo miedo de olvidar a Lupe ¿Y si la

imaginación sos vos?

—Me siento bastante vivo —Le respondì elocuente— Me

parece que no hay división acà, es todo parte de un mismo

fenómeno, de una misma cosa…Nosotros le pusimos

nombre, principio, final, pero estamos en el mismo barco

flaco.

—¿Còmo te llamas?
—Efraìn…hijo de Noè y… Algún otro.

—¿Y que haces de tu vida? ¿Por què estàs en la calle?

Yo lo mirè y me sonreì. Saquè un poco de aire para afuera

sintiendo el alcohol arder en mi garganta.

—Para los treinta años había terminado mi profesorado de

Fìsica y ya arrancaba a laburar. Tenìa mi mujer y a mi hija

de ocho años. Una vida soñada. Hasta que el puto destino

que arrebatò todo —Le relatè y me sumì en una breve

pausa— Viajàbamos en mi auto con Marilyn, mi hija, por la

autopista y un camión perdiò el control. Volcò sobre

nosotros, del lado de mi hija. Muriò al instante. Yo me

despertè tres meses después. Durante ese coma, Marilyn me

sostuvo la mano todo el tiempo…Podìa verla. Estàbamos

inmersos en una profunda armonía. No nesecitàbamos

hablar. Cuando me soltò la mano despertè. Despertè y


empezè a ver esta otra realidad, la tuya. Pero a mi hija nunca

volvì a verla.

—Lo siento mucho —Me dijo acongojado.

—Esa no es la peor parte. Lo peor vino después. Nadie me

creìa sobre mis visiones. Y eso me aislò se todo. La famosa

muerte social. Mi mujer, con el dolor de nuestra pèrdida,

creyó que estaba loco y yo también lleguè a creerlo. Me

medicaron y fuì de acà para allà. Querìa curarme. Me relajè

cuando percibì que ninguno se daba cuenta de lo que le

pasaba. Pero para ese entonces todo se había desmoronado.

Estela, mi mujer, estaba consumida por la depresión.

Mientras yo estaba en el primer manicomio, se cortò las

venas. Por suerte, un primo miò la encontró y pudieron

salvarla. En el segundo intento, yo estaba en casa, y ahì no

fallò. Me tocò a mi tener que descolgarla del árbol donde se


ahorcò. Pobrecita, era tan frágil. Las busquè durante años, sè

que están juntas, imaginando una vida.

—Tremenda historia —Acotò boquiabierto— Yo creo que

tuve una chance por mi inocencia, todos los que andan por

ahì seguro la tienen.

—¿Una chance de què?

—De imaginar una vida. Ahora entiendo que el amor va por

otro camino, que abarca todos los palnos. Lupe me està

esperando, lo sè —Dijo el espíritu enamorado y me mirò—

¡Vos podrìas traerla! —Replicò de un sobresalto.

—Pero sòlo yo la verìa, vos te saliste de su sueño ¿O nò?

—¿Còmo viajamos a Francia?


—Dejame juntar cartones durante dos años y compro los

pasajes ¿Què te parece?

—¿Otra idea? Espero que no se vaya de ahì.

Yo me apoyè el vaso en el mentón y pensaba muchas cosas.

Sentìa una energía prístina invadirme. Terminamos nuestro

licor y bajè al baño. Entrè a la casa, por la cual había pasado

antes con Leo, y ahora estaba vacìa y con las paredes

quemadas. Allì terminè de comprender lo de sus creaciones.

Lo extraño es que había una carta flotando, como si estuviera

apoyada en una mesa que no estaba. Por supuesto, aquèl

papel suspendido en aire llamò mi atención y lo tomè.

Era una carta para Leo «¿Por què la carta se materializaba

sin la presencia de èl? Me hace dudar ¿Esta señal es para

mi? ¿Quièn puso esa carta ahì?»


Algo irrumpió dentro mio y supe con certeza que debía

leerla, lo sentí:

«Leo: Perdòn. Siento tanto lo que pasò. Sigo aquí en Parìs,

esperándote. No quiero viajar a otro lado para no perderme.

No puedo regresar a los lugares en que ya estuve, asì que no

me voy a mover hasta que no vuelvas por mì. Usà toda tu

imaginación, buscame como sea. Te espero y te quiero.

Estoy en el mismo lugar, al lado de la fuente»

Me partió al medio semejante pedido surreal. «Voy a ver a

este tipo, tiene que saberlo», pensé. Subì nuevamente a la

terraza y Leo se había dormido sobre la reposera. No quise

despertarlo y le dejè la carta sobre el pecho. «Que el

amanecer se encargue de anoticiarlo…», me dije. Salì de la

casa de Leo, hice unos pasos y me detuve. Puse mi mano en

el bolsillo y saquè la tarjetita que diò el viejo loco de


Fournier. ¿Podrìa ayudar a este pibe? ¿Ayudarme a mì? Me

fuì caminando lento, pensando en llamar al viejo o

desaparecer de este embrollo. Y ahì me dì cuenta que me

sentía intensamente involucrado. No sè por què, pero lo

empezè a sentir como una misión importante.

Ni bien amaneció, lo llame al Doctor, le dije que me prepare

ropa y un baño caliente. Me lleguè hasta su casa y escuchè

su extraña propuesta otra vez, pero ahora, con màs interés, le

solicitè detalles.

—Que bueno que te decidiste Efraìn, me pone muy contento.

Si me avisabas que te ibas a escapar del manicomio no me

molestaba viste…Pensè que te habìa perdido otra vez —Me

dijo el viejo— Bueno, ya están todos allà…Los seis.


—¿A sì? Te aviso que yo no quiero ser un puto

experimento…Ni que me paseen como un fenómeno de circo

—Le aclarè al entusiasta anciano.

—Esto se està preparando hace años, todo en torno a ustedes.

Lo màs difícil fue localizarlos. Nos llevò màs de diez años.

—¿De què se trata? Me aburrì de la historia de los siete

cabritos, andà al grano —Insistì.

—No sè si entrar en detalles, pero sè que no vas a aceptar si

no te describo el proyecto. Asì que, esto que te digo es

altamente confidencial. Hay un nuevo trasplante, el màs

evolucionado de todos. El lugar màs lejos al que ha llegado

la ciencia. Esta es la gran hazaña de la humanidad:

Trasplante de mente —Me tirò con toda su austeridad.

—¿Què? ¿De quièn a quièn?


—Esto es lo màs relevante, de un muerto al cuerpo de un

donante.

—¿Quièn donarìa su cuerpo para que le metan a otro tipo?

—Preguntè con mi àcida espontaneidad.

—Ya hay un donante, uno de ustedes, uno de los siete

cabritos. El tipo ahora està en coma farmacológico pero ya

autorizò la donación de su cuerpo. Tiene una enfermedad

terminal y no dudò en donar su cuerpo. Ya sabès, conviviò

con su don, igual que vos, y no le teme a la muerte, la

solicitò lo antes posible. En esta reunión queremos

planificar la primera operación, desarrollar bien las

expectativas de todas las partes.

—No sè donde entro yo, pero no voy a donar nada, te aviso

—Le aclarè.
—Nò, tranquilo. Vos sos uno de ellos. Te van a estudiar

simplemente. Vas a juntarte con otros de tu especie ¿No te

entusiasma?

—Anda a cagar. Bueno, ahora ya tienen a todas las cabras en

el corral. Pero me sigue pareciendo una locura —Le dije sin

tapujos.

—Ustedes son la ventana al otro mundo, tienen el pasaporte

a todas las preguntas de la humanidad. La ciencia los declaró

insanos pero la naturaleza de esto no se puede detener o

tapar. Mirà, los sistemas sociales son una devastación de

cerebros, te chupan y después escupen la càscara, por eso

apostè mis últimos mejores años a algo diferente, a algo

nuevo. Ustedes son un mirador, un puente innegable que el

mundo tiene que conocer, quiero ver a este mundo resuelto

antes de partir —Me dijo apasionado completamente— Y el


momento es ahora y no me lo quiero perder, no quiero irme

de este plano sin probar esa màquina.

—¡No te preocupes que después te vamos a traer de vuelta!

—Le dije y estallò en risas.

—No gracias, a mi déjenme bien enterradito que tuve una

vida agotadora y voy a necesitar una larga siesta.

—¿Què pasa con el alma? ¿Ellos son un alma o una mente?

—No sabemos que es el alma, si la mente. Lo que llaman

alma podría estar contenido en la mente o viceversa. Allà

vamos a profundizar los detalles ¿Y, saco dos pasajes?

—Sacà tres, tengo un amigo invisible que puede interesarle

todo esto, màs que a mì.

—Okey, va a llamar la atención un asiento vacìo en el avión.


—No importa, puede ir sentado en el ala del avión…Es lo

mismo, esa es mi condición —Nos dimos la mano y

sellamos el trato.

A la tarde, lleguè a mi auto-casa y…¿Quièn estaba

esperándome? El señor con su carta en la mano. No lo dejè

ni abrir la boca y le dije:

—Que haces Leo, preparà la valija…Nos vamos a Canadà,

tal vez pueda ayudarte con tu chica.

—¿De què se trata? —Me dijo—

—Vamos que te explico en el camino —Le contestè

mientras tirè mi ropa sucia dentro del auto —Se me terminò

el contrato de alquiler acà ¿Vamos?

—Vamos —Me dijo sin pensarlo— ¿Te bañaste?


—Sì.

—Què pinta papà.

—Viste —Le respondì al flaco, que ya lo empezaba a querer.

Nos fuimos para el aeropuerto y Fournier nos aguardaba allà.

La espera era de dos horas asì que obliguè al viejo a pagarse

un almuerzo.

—¿Dònde està? —Me dijo.

—Allà, parado junto al ventanal —Le contestè con la boca

inundada de comida.

—¿Y còmo es? ¿Es joven?

—Sì.

—¿Por què esta allà solo?


—Està pensando en la novia seguro, ahora en el viaje te

cuento lo que estos tipos hacen con su imaginación. Te va a

fascinar…A vos y a tu ciencia loca.

Durante el vuelo, charlamos mucho con Fournier. Leo

aparecía de a ratos.

Llegamos a Vancouver y allì nos esperaba un auto para

llevarnos hasta Stanley Park. Bosque, caminos de tierra,

vueltas y màs vueltas. Yo, ya no sabría como volver.

Empezè a dudar de la legalidad de este proyecto pero

Fournier me aseguraba el apoyo de varios gobiernos. De

todos modos, era demasiado tarde para arrepentimientos. Yo

sòlo estaba acà para tratar de entender un poco màs y para

ayudar a este pobre muchacho.


Arribamos al lugar y desde afuera ya se veìa una sofisticada

instalación. Nos recibieron en todos los idiomas pero el

Inglès predominaba. El Doctor ya conocía a varios. Lo

felicitaban, seguramente por haberme encontrado a mi.

Fuimos a una sala de conferencias y allì el grupo de locos se

presentò. No sentamos, trajeron café y comenzó el discurso

de bienvenida. Fournier se me arrimò y me dijo:

—Yo te traduzco.

Leo estaba parado junto a la puerta, le hice seña pero no

quiso acercarse. Estaba paradito pegado a la pared

observando todo.

—Gentlemen, welcome —Arrancò uno y siguiò.

—Estamos aquí…—Me traducìa el viejo— Reunidos en

nombre de la ciencia y la humanidad. Este proyecto. Bla, bla.


Te traduzco lo importante. Eh…Hemos hallado a los siete

hombres màs importantes del mundo y hoy están aquí, entre

nosotros, dispuestos a brindarnos la información que nos

adentrarà en este nuevo mundo. Entren por favor —Dijo, y

pasaron los tipos— «Uh, ahora me llaman a mi», pensé.

Entraron cinco, faltaba el moribundo que obviamente no iba

a entrar caminando. «¡Que caripelas!», pensaba.

Presentaron a dos tipos de Dinamarca, una mujer

Australiana, un Francès y un Filipino. Los pararon delante de

todos como en una rueda de reconocimiento.

—Efraìn, please come —Me dijo y eso lo entendí. Asi que

me pare y fui a saludar al presentador y a mis hermanitos. El

tipo siguiò hablando un rato, Leo desapareció, «Habrá hecho

uso de sus dotes para explorar este recinto», pensé. Despuès


de la introducción nos llevaron a salas diferentes y por suerte

allà nos esperaba un Español.

—Buenas tardes, Doctor…Efraìn. —Nos diò la mano y nos

invitò a sentarnos. No sè en que momento entro Leo pero

apareció parado atràs del tipo— Bueno señores, el

procedimiento consta, primero, de papeleo…Llenar papeles,

datos ect. Estudios Psicofìsicos de alta complejidad,

necesitamos muestras de sangre, orina y esas cosas de poca

relevancia pero que nos hacen falta.

—Si, perfecto —Le dije abruptamente— ¿Usted cree en todo

esto?

—¿A que se refiere?

Fournier me mirò desentendido.


—Si, a todo esto ¿Se dà cuenta por lo que estamos acà? ¿O,

su tarea es una rutina protocolar?

—No sè si lo comprendo.

—Quiero decir que esta todo muy lindo. La seriedad, muy

lindo lugar. Me da la sensación que para usted sigo siendo un

paciente psiquiátrico. ¿Me equivoco?

—Si, se equivoca, este es un centro importantísimo señor

¿Còmo quisiera ser tratado usted?

—En realidad me parecen muy educados pero no me

esperaba algo asì…Como la Nasa. Atràs de usted hay

alguien parado —Le dije para ver si se distendía un poco. El

tipo volteò de un sacudòn y ahì logrè cambiarle sus modos.

—¿Hay una presencia? ¿Ha venido con vosotros? ¿Uno de

ellos?
—Sì, me traje a un amigo.

El Español lo mirò a Fournier y este afirmó con un gesto.

—Hay un tipo, uno de los siete, lo vì en Francia —Me dijo

Leo.

—¿Ah sì, en tu imaginaciòn? —Le preguntè.

—Sì. Ahora entiendo porque el tipo nos hablò.

Fournier lo mirò al Español y le dijo bajito:

—Estàn charlando, vamos a esperar.

—Acà mi compañero me dice que conoce a uno de los siete,

al Francès —Le dije a los profesionales.

—Èl me viò con Lupe. Quiero ir a verlo —Me interrumpiò

Leo.
—Ahora me dice que quisiera hablar con el Francès.

—Ahora està siendo estudiado su caso, ese hombre es el que

màs poderes psíquicos ha desarrollado. Tiene habilidades

extraordinarias. No sòlo, las visiones que vosotros tienen,

esa función de mediadores, sino que también puede enviar

elementos entre los dos planos. Es un caso que merece

investigaciòn exhaustiva.

De repente, golpean la puerta. El gallego và y abre. Era otro

cièntifico loco con el Francès de quien estábamos hablando.

Entraron y el Francès clavò la mirada en Leo. Lo mirò muy

serio y fue hacia èl. Todos nos miramos y dejamos que el

hombre haga lo suyo, por supuesto que el testigo directo

sería yo. Fournier me pidió que le traduzca.

—Ta petite amie. Une lettre pour vous. Je vous ai envoyè —

Le dijo el tipo a Leo.


—¿Què dice?

—Traduzcanlo por favor —Interrumpì.

El que venìa con el Francès dijo:

—Dice algo sobre una novia, que èl envió una carta.

—¿La novia del pibe? —Preguntò Fournier.

—Merci —Le respondió Leo al Francés— ¿Puede enviarle

algo mio, una carta? Pregúntele por favor.

El Francès que pareció comprender el castellano, se negó

con la cabeza y balbuceò algo.

—Dice que hoy no tiene la energía necesaria, no puede

enviar cosas todo el tiempo —Dijo el acompañante.

—Ok —Le respondió Leo.


Nos miramos y supìmos el trayecto de la carta. La

esperanza crecía en su mirada. A ninguno de los dos nos

importaba tanta parafernalia, tanto tecnicismo. Querìamos

resolver nuestra vidas en ese instante. Los médicos se

miraban entre sì. Nos veìan hablar con la pared pero para eso

estábamos allì.

Màs tarde, con Leo, en la habitación que nos designaron

charlábamos sin mirarnos, tirados cada uno en su cama:

—Nò sè que hago acà —Dijo Leo.

—Y bueno hermano, por lo menos encontraste al

“Franchute” este que trabaja de cartero. Vos escribile a tu

chica que después lo ablandamos al loquito este —Le dije.


—Si, pero no me sirve ¿Còmo nos vamos a encontrar?

Nesecito estar con ella, no aguanto màs —Me dijo

compungido— Me voy a ir de este lugar.

—¿A dònde vas ir? Estamos en el puto Polo Norte Leo.

Tranquilo hermano. Vamos a ver que se le ocurre a estos

cerebros. Vamos a ver de que se trata esa màquina de la que

habla Fournier.

—¿Què màquina?

—Estos tipos son un grupo de neurocientìficos, psiquiatras y

espiritistas. Todo este lugar fue acondicionado, segùn me

contò Fournier, para realizar trasplantes de mente. Sì, asì

como suena. De uno como vos a uno como nosotros —Le

dije, y Leo se quedó pasmado.


—Hasta dònde hemos llegado. ¿No estaràs pensando en

quitarme la mente a mì? —Me dijo y se sentò en la cama—

¿Para què me trajeron?

—Nò loco. Yo sè lo mismo que vos, te invitè para que

aprendamos un poco màs de todo esto que nos pasa. Igual

¿Seguìs creyendo que tenès un cuerpo?

—No sè, una imaginación de tanto tiempo tiene mucha

fuerza.

Sin golpear, alguien abriò la puerta y entrò. Era Fournier:

—Efra ¿Estàs solo? —Me dijo.

—Nunca estoy solo ¿Qué pasò?

—Vengan, està nevando.


Fuimos al lobby del lugar y nos arrimamos al inmenso

ventanal. No pronunciamos ni una palabra y nos deleitamos

con el paisaje. El viejo Doctor se sentía complacido, miraba

a travès de la ventana como quièn mira la vida entera.

Enseguida cayò el Director. Un Canadiense muy pulcro que

querìa llevarnos a dar un paseo por su jugueterìa. Nos hizo

traer whisky y nos pidió que lo acompañaramos. Caminamos

por todo el lugar mientras Fournier me traducía. Yo

caminaba atrás con Leo.

El tipo hablaba y hablaba.

—Dice que este es el sector de ciencias cognitivas, estudios

de psiconeuroinmunologìa y psicología positiva. Acà se

realizan una gran variedad de evaluaciones. Pruebas

psicométricas…Un escaneo ìntegro de la psiquis. Y aquí al

lado, les presento al secreto mejor guardado del mundo.


Allì no detuvimos frente a un vidrio mientras el hombre

hablaba. En el interior había dos especies de cabinas, cables

por todos lados, una completa rareza.

Fournier, entre su asombro, continuò con la traducción:

—Esta es la màquina, ese es el capturador de los campos

electromagnéticos con su salida hacia la fuente receptora.

Observamos todo el complejo mecanismo sin entender

demasiado. En la segunda cabina estaba una camilla vacìa

dònde seguramente el donante tenìa que ser depositado.

El tipo dejó de hablar y me mirò:

—Me han dicho que no estàs solo —Me dijo con el

rebuscado castellano.
—Es verdad, al lado mio hay un hombre. Yo le pedí que

venga. Pero no creo quiera autodonarse. Es un poco parco.

—¿Quieres saber procedimeinto? —Me instò.

—Please, come in —Dijo y entendimos que nos invitò a

pasar.

Entramos y nos sentamos frente a los complejos

dispositivos.

—Translate me please —Le dijo a fournier. Leo entrò y fue

directo a husmear los artefactos.

—The ability of perception.

—La habilidad de percibir…—Siguiò Fournier— De estos

mediadores habita en una región en particular del cerebro.

Nosotros logramos desactivar todo el cerebro, menos este


área en particular. Logramos preservar el don, la habilidad,

que tiene en este caso el donante. Que puede ser cualquiera

pero en esta ocasión es uno de ustedes, de los siete.

Leo, que estaba medio distraído mirando las cabinas, se

acercò bruscamente y nos mirò a todos. Por supuesto que

solo yo podía atenderlo.

—¿Escuchaste? ¡Que repita esa parte!

—Dice mi amigo que repita eso—Le dije a Fournier.

—Dijo que lograron preservar el “Don”, la habilidad que

tiene el donante para comunicarse con las entidades. Esa

parte del cerebro, la que percibe e identifica, la clarividencia

no la tocan. Sobrevive.
Leo me mirò en llamas y comprendì ràpidamnete lo que

estaba pensando. Una puerta gigante se abrió, el viaje

acababa de pagarse solo.

—No busquen màs decile —Me dijo Leo, y yo se lo transferì

al viejo.

—¡Dice que no busquen màs!

—Says do not look for more, there is already a mind donor

—Le dijo.

—Is here? —Preguntò impresionado.

—Yes, he came with us.

—Decile que ya està en la cabina —Le dije riéndome.

—It`s already inside.


—Diganle que tengo una sola condición —Dijo Leo, entre su

arrebato— Si todo sale bien, quiero un pasaje directo a

Francia para mañana…En el primer vuelo. Y esto, quiero

hacerlo ahora, hoy.

—If everything goes well, he wants a direct passage to

France…On the first flight. And wants to do it now, today.

—It`s okay. I´m going to hold a meeting, do not let it go —

Dijo mientras se iba parando.

—Va a reunir a todos dice —Dijo Fournier— Que no se nos

escape.

—Bueno amigo —Le dije a Leo— Preparate para otro viaje.

Èl me mirò con la expresión del miedo y el convencimiento.

Este hombre, tenía en sus manos la posibilidad de nacer otra

vez.
Todo el mundo corrió reacondicionando y ultimando

detalles. Tras una larga fila de monitores de computadoras se

instalaron los diagramadores del proceso. Fournier

acompañò al Director y nosotros salimos buscando un poco

de aire. Agarramos un pasillo cualquiera y le dimos hasta el

final. Salimos a un parque con una visión fantástica a las

montañas. La nieve nos detuvo bajo un reparo.

—¿Qué te pasa? ¿Te arrepentiste? —Le dije al verlo callado.

—No, no sè. Tengo que abandonar algo màs.

—La imagen es surreal. Tu imagen es surreal.

—Si, es verdad. Voy a pasar del otro lado Efraìn —Me dijo

con una mirada intensa— ¿Y si sale todo mal?

—Es por amor que lo hacès. En tu lugar…Ni lo pienso. Ella

està esperándote. Te espera a vos, no al envase que es el


cuerpo. Andà campeón —Le dije tomàndo su hombro— Es

un pibe joven el donante, me lo dijo Fournier, te vas a ver

lindo seguro.

—Pero el tipo no estaba enfermo ¿Y si entro en un cuerpo

enfermo?

—Y, nos volveremos a ver en poco tiempo. ¡Doctor! —Le

gritè al ver que Fournier pasaba al trote— Venì. Acercate.

Acà mi representado me pregunta si es posible que herede la

enfermedad del donante.

—Eso es un riesgo —Aclarò muy serio— Pero hay altas

probabilidades de que la mente rechaze cualquier tipo de

anomalía y la enfermedad desaparezca. De todos modos, si

algo sale mal, mi amigo —Dijo al aire— Usted volverà al

lugar dònde està ahora. Permiso, me necesitan.


—¡Diganle que es urgente! —Le gritè mientras se iba—

¡Despuès le contaràn la novedad al mundo, el muchacho

tiene prisa!…¡El amor lo espera!

Leo se sonriò como un niño, cómplice de mi desparpajo.

—¿Y vos? ¿Què vas a hacer? —Me dijo.

—Yo…Tengo tantas ganas de ver a mi familia. ¿Vas a

volver si la encontràs a ella?

—No digas nada pero nò.

—Yo sabìa…Nosotros sabemos que nada de esto existe, sòlo

el amor es real. Mi querido Leo, fue un placer haberte

encontrado. Suerte…Y acà o ahì nos volveremos a ver.

A la noche, todos se reunieron para el gran show. Trajeron

al donante y le abrieron la puerta al receptor que sòlo yo


veìa. Prendieron todas las màquinas para que a la

medianoche exacta empezara la transferencia. Era como un

exorcismo al revès. El avance de este mundo temerario me

deslumbraba. Leo me mirò antes de entrar y esa fuè la última

vez que vì su imàgen. Primero, dieron muerte al donante. Lo

voltearon y le colocaron sobre su cabeza un casco con

cientos de cables de los cuales algunos se insertaban en el

mèdula y en las extremidades.

A las 00:00 horas, todos se miraron y dieron el salto de fè.

Se bajò un interruptor que puso toda la sala de color rojo y

una serie de flashes entraban en la cabina de Leo. Había

comenzado. Nadie sacaba la vista de ahì. Pronto, un apagòn

reventò un par de computadoras y todos se alarmaron. En

dos segundos volvió la luz y el tipo que estaba en la camilla

se habìa sentado ¿Serìa Leo? Todos se preguntaron. Èl se diò

vuelta y me mirò. Me miraba sòlo a mì. Se sonriò y todos


estallaron en aplausos. Esta insanidad se había concretado a

la perfección. Todo era festejo.

Como lo habían pactado, Leo viajò a Parìs. Llegò

corriendo a la plaza dònde la fantasìa los había separado.

Antes de cruzar la calle pudo verla a Lupe, sentada muy

tranquila junto a la eternidad. El violinista seguía allì sobre

el cordòn. Cuando Lupe viò que el extraño la miraba, se

sintió muy segura de que el hombre que venìa en ese cuerpo

era Leo. Entonces, cerrò los ojos y le devolvió la imàgen. Se

acercaron, se pusieron frente a frente y retomaron el viaje.

FIN.

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