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. - Pocas obras hispénicas de.su época‘alcanzan ‘un grado tan marcado de conciencia de lo que es el hecho postica _ entendido como significancia y no como significado, como proceso y no como resultado, como produccién y no co- mo producto. “No podfa hablar de una idea hecha [..-] Se trataba de una idea mientras se hacia”. (VI, 105) {08 Iss peyres | SPANO dra Nan barenechka Towle Aine EL, Ce th 1998 - VAibad 2 ee BA ICA NOS LA ESTRUCTURA DE “RAYUELA" DE myuto ae Conrizan Est4 poniendo constantemente ea guardia a los escritotes de la Atgentina y de Hispanoamérica so- bre los peligros de la improvisacién, del descuido, de Ia pereza: | i Hay la misma impersonalided, el salir del paso como se pue- de, ir diciendo las cosas sin comprender que, mal dichas, hacen sospechar que no valen Ja pena de ser Ieides. No se adivina casi nunca un sentimiento del estilo, esa-necesidad de escribir. n0 solamente para comunicar sino para aislar y fijar en su instancia més alta lo comunicado, arrancarlo al tiempo, darle su menuda y patética eternided de cosa humana.t | Nadie més alejado que él de tal tipo de escritor, porque sabe que la tradicional distincién entre fondo y forma queda superada en Ia obra de arte, que ambos se impli- can y que los ensayos de ‘transmitir una nueva vision van ligados a nuevas organizaciones expresivas. Por eso pa- rece doblemente importante el: anélisis de Ja estructura de Raywela?, libro experimental oa ‘buen sentido de Ia 1 “Julio Cortizar, exilado vocacional”, entrevista publicada en Ja revista Dol Arte, Buencs Aires, octubrf de 1961, p. 1. | 2 Rayuela, Buenos Aires, Sudamericana, 1963. 195 es A, bra gue plibra, que’ adémés lleva inserto en si mismo el comen- tatlo de su experiencia artistica. Paralelamente a las dis- o habria que contar la fAbula que la simbolizara, se una historia en la que und de sus personajes intenta mer en prdctica esa. teorla de vivir, mientras 12 novela e se genera pone en préctica esa teorfa del escribir. teoria de la vida 2EI’mundo occidental ® se presenta a los ojos de Horacio con las formas tradicionales (como todo artista) y ereax las suyas.- Morelli odia la novela rollo, que narra en forma corrida sin problematizar. Contra ella ofrece una obra fragmentaria en la que le preocupa poco Ja ligazén de las partes y su interaccién causal, donde Jo ya escrito no condiciona 1d que se esté escribiendo. Esta organizacién novelesca basada en el desorden y la fragmentacién es fundamental en la teoria literaria de Morelli-Cortizar, y detrs de_ella se percibe una inten- cién més profunda que Ja expuesta por boca de Etienne. Morelli habla contra la novela psicoldgica, contra sus catacteres bien delimitados y personalizados, contra las conexiones causales rigurosas entre los episodios, contra el desenvolvimiento completo de las acciones en| movi- mientos continuados como en un film. Es necesario, dice, “presentair las visiones parciales en su aparente inconexién ¥ desorden, dejando al lector la tarea de descubrir los hilos que las unen, porque las intuiciones elementales construyen quiizés una figura secreta reveladora del uni- verso: Leyendo el libro, se tenia por momentos la impresién de que Morelli habia esperado que Ia acumulacin de fragmentos crista- Tizara bruscamente en una realidad total, Sin tener que jnventar Jos puentes, 0 coser los diferentes pedazos del tapiz, que de golpe fhubiera ciudad, huubiere tapiz, hubfera hombres y mujeres en Is perspectiva abscluta de su devenir, y que Morelli, el autor, fuese y para su defensa del orden abierto, la materia en gestaciéa, ef agmentarismo y el caos aparente hasta la locura, véanse' Nos. 79, 94, 95, 97, 99, 109, 112, 115, 116, 124, 187, 141, 154 apoyados con citas de otros autores, Nos. 108 y 145. La cita puede actuar ‘un por efectos de contrastes: compérese el texto de Morelli, N° 141, con el de Bataille, N? 186, =,198 el primer espectador maravillado de ese mundo que ingresaba en la coherencia, Pero no habfa que fiarse, porque coherencia querfa decir ex el fondo asimilactén al espacio yal tempo, ordenaciéa a gusto del lector-hembia, Morelli no hubiera consentido en eso, més bien parecia buscar una cristalizacién que, sin jalterar el desorden en que circulaban. los cuerpos de su pequefio sistema planetario, permitiera Ja compréisiéit -ubicua y total de sus razones de ser, fueran éstas el desorden mismo, la inanidad o Ja gratuidad. Una cristalizactén en Ja que nada quedara subsumido, pero donde un ojo licido pudiese asomazse al calidoseorio y entender Ja gran rosa policroma, extenderla como una Figura, imago mundis que Dor fuera ‘del calidoscopio se vesolvia en living room de estilo pro- venzal, o concierto de tas tomando té con galletitas Bagley (NP 109, p. 535) No sélo se busca el fragmentarismo, sino que se prefiere Ja aparente desconexién o inconexidn de los hechos, los chogues, los saltos bruscos, la incongruencia, la burla.des- enfrenada y el absurdo. Por eso apela Cortizar a la com- pafaciin con la sabidurla Zen, en Rayuele, y también fen entrevistas en las que ha aclarado lo que buscaba expresar con su libro.* ‘La obra produce a simple vista Ia impresiéa de uo “vento desalifiado, desanudado, incongruente” (p. 452), de una “materia en gestacidn” (p. 453); instaura un or- den abierto por “Ta ironfa, la autocritica incesante, la in- congruencia, la imaginaci6n al servicio de nadie” (p. 452) y al mismo tiempo acta “como coagulante de vivencias, Jomo catalizadora de nociones confusas y mal entendidas” (p. 453). | © Sobre «l Zen y ln humoristica aplicacién de Cortizar a, su propio humorismo, véanso N° 95, y Harss, op. city p. 28 EL hur veotsmo de este. autor, anterior a sus lepturas orientales, tambiéa merece andlisis detallado. 199 i Papel del lector - Esta literatura pone en primer plano el papel del letor, a cuyo cargo deja (o aparenta dejar) Ja interpretecién de los fragmentos y la reconstruccién de la unidad (Nos, 79 y 95). « La novela crea una imagen del mundo y de la actiyidad ~Jiteraria.’ El mundo se nos muestra en ella castico @inco- “nexo. El autor —bajo las miscaras de Horacio y More! Se presenta como un hombre sensibilizado para percibir al Regméntarismo y la parcializacién porque ha logrado liberarse “de milenios de encasillamiento y rutina, intuye que detrés de eso hay otra cosa, percibe los destellos sig- nificativos que el orbe emite, anhela la superacién de las limitaciones y las dicotomias, e intenta crear una obra que de algiin modo refleje ese caos superficial y esa bus- cada unidad. Pero ademés la ofrece como superadora de Ta soledad y el empobrecimiento, como puente posible de hombre a hombre, para Jo cual reclama la complicidad de los lectores en el otro extremo de la Ifnea tendida. Por eso la novela incita a rehacer el propio camino, a romper con Ias costumbres literarias (géneros, érdenes, convenciones, lenguaje prefabricado), rechaza al lector hembra, es decir al ser pasivo que sélo busca el ador- mecimiento en las imaginaciones consabidas y en las formulas lingiifsticas consuetudinarias, y se queda con el lector capaz de seguirlo y de resistir las sorpresas y vai- venes. Pero ese lector cémplice és también capaz de tener inventive suficiente como para descubrir los hilos que unen en compleja red los capitulos, las imagenes aisladas, las acciones incompletas, los petsonajes sugeridos con po- cos trazos, las citas heterogéneas. Contra el romantico que busca ser comprendido o ¢l clasico.que busca ense- Gar, este texto busca el lector camarada de camino que deberd acompafiarlo en su inqujsicién, y descubrir tras la incongruencia y la burla los signos de algo mas profundo: 200 —— sescOMO @50$ SUED. an 10S QUEL maREH wee Lak were, oso presentimos una carga més grave que no siempre aleanzamos «i desentraiiar. Ea ese sentido Ia novela cémica debe ser de un pudor ejemplar; no engafia al lector, no Jo monta a caballo sobre cval- ‘aujer emocién 0 cualquier intenciéa, sino que Ie da algo asi como tuna arcilla significativa; un comienzo de modelado, con huellas de algo que quizA sea colectivo, humano y no individual. Mejor, le a como una fachada, con puertas y ventanas detris de las cu se estd operando un misterio que el lector cémplice deberd buscar (de abi Ja complicidad) y,quiz4 no encontraré (de abt el copade- cimiento). Lo que el autor de esa novela haya logrado para si mismo, se repetird (agigantindose, quiz, y eso seria maravilloso) en el lector cémplice (N° 79, p. 454) La obra dar& los elementos dispersos y aparentemente distantes de esa figura, pero también sugerir4 las posibles conexiones que los enlazan, y Hamard a los otros hombres a Ja tarea de reconstruitla. No da la selida del laberinto o Ia organizacién de la rosa secreta. A través de Horacio Morelli se construye la imagen de un autor que no cono- ce la solucién del enigma, sélo entrevé su existencia en breves chispazos iluminadores, y sdlo puede darnos la historia de su bisqueda en un libro qué refleje también por su organizacién el caos externo y los enlaces subte- Fréneos, en un doble esquema superpuesto que revele Ja precariedad de los logros unificadores, pero que persista en la tarea, no por desesperada imenos exigente. Estas cosas estan ptopuestas muy en serio y estén dichas muy en broma, con Jos medios de la burla, el juego, la carca~ jada y el disparate por odio a la ampulosidad, por pudor (argentino?), por transposicién: occidental de la sabidu- ria oriental (la “cachetada Zen”) o por todo a la vez La insistencia| en el fragmentarismo junto con Ia bis queda de la armonta puede tener varias explicaciones, y creemos' que nd es necesatio quedarse con una sola y eliminar las otras. Cort4zar ha lamado la atencién sobre 201 tina caracteristica de’los argentinds~ (gypor ‘qué no de Jos americanos?) que parecen’ desterrados en su patria, viven afiorando Ta cultura europea y nunca dejan de ser. hombres de dos mundos. aunque realicen su sueiio.* El mismo Cortézar es ‘en la vida un hombre dividido entre dos murdos. Nunca se sintié contento en su tierra y fuera de ells Sigué'recredndola en sus obras. Pero tam- ign es hombre dividido entre"dos tiempos: el de Cuba,. Argelia, Vietnam o la bomba atémica, y el de la infancia, que vuelve persistentemente en sus libros. Estas explicaciones no agotan el sentido de las tensio- nes en su obia. Cortézar es también un individuo sen- sible en grado extremo a las dicotomfas que tironean al hombre occidental (aceién/contemplacién, intelecto/senti- miento, materia/espfritu, realidad /irrealidad), a las limi- taciones espaciales, temporales, personales y a la soledad central del hombre. Pero junto a ello vive el anhelo de superar esas limitaciones y la dscura intuicién. de una fuerza unificadora. Constantemente aparece en Ro- yuela la nocién de To otro, la insistencia_ en que elgo que ‘interpretamos como A puede ser B y més a me- nudo de que algo que interpretamos como A apunta a otra realidad, nos: hace sefias indicadoras de otra cosa, abre un cami2o, una ventana, un pasaje, tiende un puen- te, enlaza con algo sin poder precisar qué sea esa otra cosa. Lo importante es percibir el cardcter de signo del . objeto, su peculiar naturaleza simbélica que nos oblige @ 1 Es notable ver ebmo Cortizar ‘capté la conerién del desarraixo argentino con I> angustia occidental contemporénes y Ja sed mistica iiktna ex époc. muy temprana, al comentsr el Addn Buenosayres Be Leopoldo Marechal. en Realided, Buenos Aires, N° 14, marzo. Sal 1019 (recosida en Las claves de Adén Buenosayres por L. Morechal y ‘roe artculos de J. Cortézar, A. Prieto y G. de Sola, Mendoza, Azor, 1966, pp. 24-95). La reseiia es importante para ouras aspectes de Ia novelsticn de Corthess. wi? 5 j oe no: detenemos-eni él y a-buscar To otro, eso que. queda como un chispazo fugazmente entrevisto e inapresable. Esos signos en su aparente desconéxién se.remiten unos a ottos y forman de algGn modo /|una figura secreta.* De alli que en Rayuela él puente y el centro sean los dos simbolos fundamentales. El puente|alude a esa conexién entre lo uno y Io otro; el centro, a la unidad tan ansiada y tan inasible... y también (centro; hueco) al peligro de que desemboque en Ja nada. _ La préctica de la teoria: estructura narrativa Junto 2 la teorla, Reyuela ofrece una novela que la pone en préctica en el mundo imaginario que presenta: (el mo- mento, el ambiente, los personajes, las acciones) y en el modo de presentarlo. En dicha presentacién tiene pri- mordial importancia la estrictura narrative, tinico estrato que analizaremos en este trabajo. Cort4zar da a elegir|entre dos lecturas del libro (se su- giere que otras muchas serfan posibles). Una esté dedi- cada al “lector-hembra”, que busca|la “novela rollo” por- que puede leerse de corrido sin mayores preocupaciones. ‘Tal lectura acaba'en él cap. 56, comprende las partes 1* (“Del lado de alla”: Paris) y Tl) ("Del Indo de acé”: Buenos Aires) segin estén impresas y elimina la par- te ID (“De otros lados. Capitulos prescindibles”). {a otra lectura dedicada al lector cémplice comienza por cl eap. 73 de la parte III? y sigue saltando de una a otra parte segiin el tablero de direecién, La doble posibilidad de lectura y, sobre todo, las inco- modidades materiales de le lectuia salteada que indica 8 Para el concepto de signo, figura, dibujo secreto, véanse Nros. 28, 84, 48, TI, 97, 98, 104, 109 y las propias explicaciones de Cortézar en ‘sa entrevista con Harss, op. cit., pp. 277-278, 288-289. 203 (el tablero fueron uno: de Jos mayores motivos de ‘escén- ‘dalo, cuando ‘se comenté la aparicién-de Reywela. - Hay quienes se’han preguntado por qué Cortézar, que ha manifiestado su preferencia por la ltima forma de jectura, no imprimié directemente Ja novela en ese orden. La eléceidn entre dos lecturas podria explicarse por Ja existencia de dos tipos de lectores: el novelista no se xésigna a escribir para la minorial y propone también los capltulos corridos para la masa del putblico adocenado. Sin embargo, esta ‘motivacién no satisface. La doble ordenaciéa de lectura muestra una superposicién de dos disesics: el disefio superficial, que corresponde més 0 menos a una interpretacién 0 una experiencia superficial del vivir, y el disefio profundo, que denuncia las secretas concepeianes. Al proponer dos formas —en lugar de suprimir la primera— el autor revela Ia estructura de un mundo con des eapas diferentes de ‘penetracién, mejor quizé la doble estructura de la [experiencia de aprehen- sién del mundo. Ademas destaca por contraste el dise- Ho profundo, que simboliza ei modo de experiencia que se prefiere. 6 Por otra parte, proponer dos lecturas y sugerir que exis- ten muchas otras (como Io hace también Morelli, p. 627), deja a Ia novela ese estado de materia en gestacién, de creatividad y colaboracién ofrecida al lector, y de poten cialidad liberada que busca Cortdzar. Ademés, realza la actitud de quien sélo sabe que no sabe nada y, negando todo dogmatismo, s6lo acepta una escritura que zevele su propia incertidumbre y su caminar entre tinieblas. La lectura corrida Comentaremos primero Ja novela que resulta de seguir al orden en que esth impreso|el libro. Consta de una primern y tuna segunda parte que corresponden a los dos | “ainbientes o escenarios en que se desenvuelve-la novela. El hecho de-que esta cbra‘de lectura continua aparezce, sin embargo, fraceionada'tan netamente en dos bloques, destaca. una de las formas.de simbolizacién. de nuesto mundo fragmentado (Paris/Buenos Aires) constantes en Rayuela, Son ‘dos polos entre los que habré que’ tender puentes ‘sutiles, y éstnécesario separarlos bien para poder Uunirlos Iuego. La tercera parte agrapa materiales muy heterogéneos: citas de varios autores, textos sobre proble- mas literarios o filos6ficos atribuidos a Morelli, y"escenas que podrian haber sido incluidas en la I* 0 en Je TI parte. ‘Cortdzar las subtitula “Capftulos prescindibles’ y vale la pena considerar si verdaderamente lo son. Sin ellos se pierden totalmente algunos aspectos y otros quedan empobrecidos en mayor o menor grado. Se redu- cen los soliloquios de Horacio en Paris y en Buenos Aires, Jas escenas de Horacio con la Maga y sus reflexiones sobre ella cuando se han separado después de muerto Roca- madour. Casi se'suprime a Pola como personaje (al que- dar relegada a las simples menciones de la primera y la segunda parte). | En igual forma se suprimen el “perso- naje” Morelli, al) eliminar Ja visita al hospital (pues en- tonces, sélo se 0 conoce por su obra y por el accidente callejero del cap. 22, atribuido a “un viejo”, que perma- nece asi sin conexién con él), sin contar que se empobrece fundamentalmente su teorfa de la vida y de Ja literatura. Se pierden por entero los suefios, claves para comprender Ja realidad profunda tal como Ja coneibe Cortézar; se eli- minan los efectos céricos y cémico-macabros de ciertas citas, las sugerencias duminadoras de otras, los conttastes y las sutiles alusidtes, Se elimina ademés la historia de Horacio posterior:a:la noche del manicomio, noche que cierra la segunda parte y se deja que concluya la novela ante la ventana abierta, con un interrogante sobre su tino final.

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