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¿TE CONVIERTES EN LO QUE FINGES?

BENEDICT
CUMBERBATCH ENFRENTA LADRONES Y
FRUSTRA ASALTO
ALTERCULTURA

POR: PIJAMASURF - 06/02/2018

ESTE INCIDENTE PROTAGONIZADO POR EL ACTOR BENEDICT CUMBERBATCH


SUGIERE EL PODER DE LAS MÁSCARAS Y LOS PERSONAJES QUE ASUMIMOS.

En años recientes, el actor de origen inglés Benedict Cumberbatch ha saltado a la fama por
su participación en al menos dos producciones de notable alcance mundial. La primera, la
serie Sherlock, de la cual es protagonista y que en buena medida le valió ser reconocido fuera
de su natal Inglaterra. La segunda, el llamado "Universo cinematográfico de Marvel”, en
donde da vida al personaje Dr. Strange, un mago relacionado con el esoterismo y las artes
oscuras.

Luego de interpretar estos papeles, pareciera que el personaje se ha colado a las fibras mismas
de la persona ("con el tiempo, la máscara se convierte en rostro" escribió Marguerite
Yourcenar), pues Cumberbatch tomó por un instante el lugar del héroe al defender a un
repartidor en bicicleta de cuatro ladrones que además de robarle, buscaban hacerle daño.

El incidente ocurrió la madrugada de este 2 de junio, cuando Cumberbatch se encontraba


abordo de un taxi junto con su esposa. Según relatan los medios locales, el actor vio cómo
un hombre amenazaba al repartidor con estrellar una botella que sostenía en la mano.
Cumberbatch no lo pensó dos veces y bajó del automóvil. Siguiendo su ejemplo, el conductor
lo siguió, y entre ambos ahuyentaron al grupo que intentaba robar al repartidor.

Por si esto fuera poco, los hechos ocurrieron cerca de la mítica Baker Street, la calle donde
sir Arthur Conan Doyle situó el departamento y despacho del detective Sherlock Holmes.

Más allá de la anécdota, el incidente evoca uno de los enigmas más propios del ser humano:
su identidad. Muchos de nosotros, especialmente en nuestra época, vivimos creyendo que
existe “algo” que nos es propio, inalienable, consustancial, “algo” que sentimos tan nuestro
que creemos que si faltara dejaríamos de ser quienes somos.

Sin embargo, como se ha asegurado desde los tiempos del Buda hasta Sigmund Freud (al
menos), la identidad no es más que una ilusión del yo y de la conciencia, una combinación
azarosa de circunstancias que sentimos ordenada y fatal, pero sólo por la necesidad que
tenemos de sentir fijo aquello que está en cambio constante.
¿Qué pasa, sin embargo, cuando comenzamos a considerar con mayor flexibilidad eso que
creemos tan propio? Para decirlo brevemente, los falsos límites comienzan a ceder. Nos
damos cuenta de que en el fondo hay poca diferencia entre el yo y el otro, entre el sujeto y el
objeto, el observador y lo observado. Nos damos cuenta de que así como un elemento se
instaló en nuestro ser, así también pueden llegar otros, mismos que podemos nuevamente
cambiar, arreglar, mover de sitio, girarlos y acaso devolverlos finalmente a su sitio primero.

No hay ni máscara ni personaje: únicamente una experiencia finita y momentánea del ser a
través de la conciencia.

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