Sunteți pe pagina 1din 4

Terapia para el duelo

Tratamiento de Salud con PNL

¿Cuántas personas hay por el mundo viviendo un duelo


como parte de su vida? Parece que se quedan atrapadas
en la tristeza y el dolor por la pérdida de un ser querido.
En vez de continuar con su vida y avanzar, se quedan en
el funeral, en la pérdida y en el sufrimiento.

Gran parte del problema de tantas personas frente a la


muerte es la cultura que tenemos con respecto a ella. El
problema del dolor lo adornamos con ceremonias,
tradiciones, velas, lutos, rezos, tristezas, etc. y
finalmente es como un soporte social para el dolido. Esto
momentáneamente ayuda a sobrellevar el dolor. En
nuestra cultura, el luto se lleva de una forma muy
individual. Cada persona decide (inconscientemente)
cuanto tiempo guardará luto. Y este luto tiene que ver
con su capacidad de asimilación del hecho que un ser
querido se ha ido para siempre.
Cuando la etapa de duelo se extiende demasiado (un año
o más), empieza el riesgo de vivir una pena patológica
que provoca un desorden en las emociones y por lo tanto
un cambio muy marcado en la personalidad.
En esta etapa de duelo prolongado llegó una mujer joven
al consultorio. Sufría la pérdida inesperada de su padre
con el cual ella tenía una buena relación. La mujer, que
normalmente era una mujer activa, vivaz y positiva,
ahora lucía decaída, depresiva, con mucha culpa y
también con mucha ira. La depresión ya se había
instalado en su vida y formaba parte de ella.
La depresión, es una de las emociones más nocivas que
podemos experimentar pues nos lleva a la inactividad, a
la desmotivación, nada nos interesa, todo pierde
importancia, hay una gran pérdida de energía y nos
conecta continuamente con los sentimientos. Esta mujer
por lo tanto lloraba por cualquier cosa, cualquier recuerdo
o imagen relacionado con su padre le desencadenaba más
tristeza. Por supuesto que no sólo se afectaba a ella
misma sino que también afectaba a su entorno, su
familia, sus hijos. Salir era un riesgo pues cualquier
detalle le podía detonar el llanto que llegaba a ser
incontrolable.
Entonces le pedí que pensara en su padre. Que lo
visualizara como ella lo solía hacer y que me dijera en
qué espacio mental lo ubicaba. Esto puede ser arriba,
abajo, a la derecha, a la izquierda. Luego le pregunté a
qué distancia lo veía, si lo veía de cuerpo completo o no,
en movimiento o no, en blanco o negro o a color, en fin,
verifiqué todos los matices que puede tener un recuerdo.
Era de esperarse que su recuerdo era totalmente
depresivo. Ella visualizaba a su padre en la funeraria y
volvía a revivir el dolor del momento como si fuera real.
Entonces empezamos con el trabajo de terapia para
cambiar sus códigos mentales con respecto a los matices
de su recuerdo. Le pedí que volviera a pensar en su padre
como lo había hecho y una vez que tuviera la imagen bien
clara en su mente le pedí que poco a poco desenfocara la
imagen y que la alejara, al alejarla se hacía más pequeña
la imagen y perdía más y más claridad hasta que llegó un
punto en que no podía distinguir la imagen. Este proceso
lo repetimos varias veces y cada vez lo podía hacer con
mayor rapidez. Al no distinguir la imagen perdía fuerza
emocional y ella se sentía más tranquila cada vez.
Al constatar que realmente había un cambio visible y
positivo en ella, entonces procedí a sustituir este recuerdo
(depresivo) que ya debilitamos al alejarlo, por otro que
fuera agradable para ella. Entonces después de unos
minutos ella encontró una escena donde se encontraba
con sus hijos y su padre festejando un cumpleaños. Fue
un evento en el cual ella estuvo muy contenta al igual
que su padre, y le pedí que lo viviera con todos los
detalles posibles. Cuando vi que realmente ella estaba
asociada al recuerdo positivo le sugerí que le aumentara
un poco la luz y que hiciera un poco más grande la
escena. Esto hizo que ella se sintiera aún mejor y más
contenta. Era visible en su cara, sus ojos, en su expresión
general.
Le pedí que fijara la escena en su mente. La saqué de ese
estado y hablamos de otras cosas. Le pedí que volviera a
pensar en su padre y que viera esta última escena, lo cual
sí pudo hacer después de unos segundos. Igualmente la
saqué de esa sensación y hablamos de otros temas. A los
pocos minutos le pedí que regresara a la imagen positiva
de su padre y después de unos segundos lo pudo hacer.
De igual manera había una respuesta positiva en su cara.
Este proceso lo repetimos en tres sesiones cambiando
algunos matices hasta que ella me dijo que se sentía más
contenta y ubicada en su nueva vida sin su padre. Con
esta nueva imagen estaba aprendiendo a recordar a su
padre de una manera más agradable y sin afectar a nadie
a su alrededor.
Es importante darnos cuenta que cuando revivimos un
recuerdo, hacemos eso justamente, lo "revivimos",
volvemos a vivir las mismas emociones con la misma
intensidad que la primera vez. Sin embargo ante un
fallecimiento el evento sucedió una sola vez y nosotros al
repetirlo mentalmente lo vivimos muchas veces y si no
logramos cerrar el ciclo nos lastimamos por más tiempo
del necesario. Si de todas maneras vamos a recordar,
mejor recordemos eventos felices que eventos tristes.
Aquí lo importante no es evadir hechos reales, sino poder
recordarlos sin caer en una depresión en cada ocasión. El
proceso que llevé a cabo con esta mujer fue un ejercicio
para dirigir la mente hacia qué tipo de recuerdos son
favorables para que sean recurrentes y qué tipo de
recuerdos son dañinos para que se queden en la
distancia.

S-ar putea să vă placă și