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El Manual de urbanidad

y buenas maneras
de Manuel Antonio Carreño:
reglas para la construcción
del ciudadano ideal

E
María Fernanda Lander is an l entusiasmo que la libertad conseguida con la Inde-
Assistant Professor of Span- pendencia produjo en las altas esferas sociales e inte-
ish in the Department of Ro- lectuales de la América hispana y, en consecuencia,
mance Languages and Lit- la ansiedad de las recién nacidas naciones de incorporarse
eratures at Washington Uni- al ritmo “civilizado” del mundo europeo, se tradujo en un
versity in St. Louis. Her field
apego formal a los usos de la vida cotidiana de las metró-
of study is Nineteenth and
Twentieth Century Latin
polis del viejo continente. Si bien puede considerarse que
American Literatures and la imagen brillante de una Europa moderna cegó a la élite
Cultures. She has published criolla, perseguirla fue la salida más rápida y viable a la
articles on authors such as situación de repentina orfandad que representó el divorcio
Ignacio Manuel Altamirano, de las colonias de la “Madre patria.” Sin embargo, y como
José Mármol, Alfredo Bryce ha señalado Norbert Elias en su clásico estudio The
Echenique and Miguel Otero Civilizing Process, definir qué es “civilizado,” según el pa-
Silva, among others. trón europeo, de lo que no es, abarcó aspectos de compa-
ración tan disímiles entre sí como el desarrollo tecnológi-
co, la manera en que vivían los hombres y mujeres en una
sociedad, las formas de castigo judicial, las costumbres re-
ligiosas o la manera en que la comida es elaborada (3). Para
Francia e Inglaterra, países que sirvieron como los modelos
ideales de las novatas naciones americanas, esos fueron los
parámetros que medían el estado de civilización de otros
pueblos. Los hispanoamericanos eran conscientes de que
no contaban ni con la tecnología ni con un desarrollo pro-
pio de conocimiento científico, pero podían demostrar cierto
adelanto a través de la copia de los modales, maneras y
reglas de urbanidad del otro lado del Atlántico.
En el afán de tallar las sociedades hispanoamericanas
según la horma que encarnaban las grandes ciudades euro-
peas, se apeló a una forma discursiva específica que se ir-
guió a manera de reglamento que era necesario asimilar y

Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies Volume 6, 2002


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cumplir para hacer de los habitantes de Para este escritor, como para muchos otros
las ex-colonias merecedores del calificati- en Latinoamérica, parte fundamental de
vo de “bien educados.” Dicho calificati- esa “instrucción para el porvenir” era al-
vo, vale aclarar, se tomó como uno de los canzar una armonía social que descansara
sinónimos más acordes al de personas “ci- en actitudes específicas que debían tomar
vilizadas.” Estos reglamentos a los que me los sujetos respecto de la nación y sus con-
refiero los representan los manuales de ur- ciudadanos. Basta echar una mirada a los
banidad o de buenas maneras que, du- personajes típicos de la novela del perío-
rante los siglos XIX y bien avanzado el do para comprobar que ésta construye
XX, proliferaron entre las clases media y personajes y situaciones apoyándose en lo
alta de la sociedad hispanoamericana. El que los manuales de urbanidad definen
manual de urbanidad constituyó, ante como lo propio y lo impropio. El héroe
todo, la normativa de las actividades de la de la novela, principalmente en la de te-
sociabilidad de los miembros de una co- mática sentimental, no es tal por el nú-
munidad.1 Es importante destacar que a mero de hazañas cumplidas, sino porque
este tipo de texto le precede una larga gesta su instrucción y su apego a las normas de
en la demarcación y definición del papel urbanidad lo alzan de entre el resto de los
que cumplen los individuos en el engra- personajes; su intachable conducta moral
naje social en la historia de la civilización lo presenta como un ser virtuoso, modelo
occidental. Para definir la posición y la para ser copiado. De igual forma, la he-
actuación de cada elemento dentro de la roína sentimental se convierte en el “án-
sociedad, el espectro de géneros y escena- gel del hogar” que los tratados y manua-
rios discursivos utilizados para tal fin fue les de urbanidad indican que ésta debía
amplio y copioso según el período histó- ser.2 Es importante tener en cuenta que
rico que exploremos. De esta manera po- estos catecismos del vivir en sociedad des-
demos mencionar, como muestras, el tra- cansan en el presupuesto de que el hom-
tado didáctico medieval, los ensayos filo- bre educado de buenas maneras es el hom-
sóficos y los sermones religiosos; entre bre moral y civilizado que requieren las
muchos otros (Montandon, viii). nuevas naciones para conseguir el éxito que
En la Hispanoamérica decimonó- ofrece el futuro moderno. Tanto en los li-
nica, la novela cumplió un papel funda- bros de buenos modales, como en las no-
mental como difusora de lo que se consi- velas sentimentales, el interés por regular
deraba el ideal de conducta de los ciuda- todos los ámbitos en los que se desenvuel-
danos. Bastaría con recordar las palabras ve la vida del sujeto lector por medio de la
de uno de sus principales exponentes, el imposición de valores, principios e ideo-
mexicano Manuel Ignacio Altamirano, logías específicas, es el objetivo final que
quien indicaba que: se espera de la experiencia de la lectura.
El modelo de ciudadano que pro-
Quizás la novela no es más que la ini- mueven los manuales de urbanidad parte
ciación del pueblo en los misterios de de la legitimación de los criollos pudien-
la civilización moderna, y la instruc- tes como reguladores de las vidas y desti-
ción gradual que se le da para el sacer- nos de las naciones. Una legitimación que
docio del porvenir. (76) se afianzó en el autorreconocimiento de
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esta clase como descendiente directa de tional identity have for centuries been
los libertadores, y que fue lo que les per- so fully established that they have
mitió sentirse con derechos adquiridos ceased to be the subject of any par-
dentro de la nueva sociedad republicana. ticular discussion, peoples which long
Más tarde, y como producto de la cons- expanded outside their borders and
colonized beyond them. (5)
tante movilidad social que significó el pe-
riodo de organización post-independen-
Esta aseveración nos permite destacar el
tista, la moral, la virtud y las buenas cos-
carácter paradójicamente extemporáneo
tumbres se convertirían en los instrumen-
que matizó la intención modernizadora—
tos del carácter regulador que se auto-im-
ponía la culta sociedad hispanoamerica- y por ello modeladora—de la minoría cul-
na. Los criollos se definieron a sí mismos ta criolla. Dentro del proceso de identifi-
importando y traduciendo el viejo térmi- cación y conocimiento de la identidad del
no honnêtes gens, de uso común en las cor- sujeto americano, las ideas de la moderni-
tes de Luis XIV, y que en Hispanoamérica dad aparecen provocando que la pregunta
se empleó, al igual que en la Francia del sobre el a dónde vamos se adelante a la de
siglo diecisiete, para la distinción entre ri- qué somos. Por esta razón se puede decir
cos y pobres, cultos e iletrados, civiliza- que la América hispana asume su carácter
dos y bárbaros. La “gente decente,” ex- moderno de manera voluntarista puesto
presión que todavía se oye entre la media que, contrariamente a los países europeos,
y la alta burguesía latinoamericana, trató no ha podido responder a sus preguntas
de infundir en los “incultos” sus modos y sobre la identidad ya que, para mediados
costumbres a fin de que, al adoptarlos, las del siglo diecinueve, las lecciones y las ex-
naciones americanas alcanzaran los valo- periencias de la Independencia todavía no
res de ilustración y racionalidad propaga- habían culminado. Los americanos aún
dos por Francia e Inglaterra. estaban aprendiendo a manejar el concep-
En la obsesiva persecución de una to de libertad, inherente al de la identi-
fachada “civilizada” para los neófitos paí- dad, dentro del caos político, económico
ses, la elite culta se aferra a un ideal de y social que dejó en herencia la emancipa-
identidad que, construido dentro de los ción de las colonias. Pero Hispanoamérica
parámetros europeos, no tiene cabida en tenía que sobrevivir, y su tabla de salva-
su realidad política, social y cultural. ción se intuyó en la imagen ejemplar de
Como ha señalado Norbert Elias, el con- la Europa moderna y en la necesidad de
cepto de civilización en el viejo mundo presentarse en el panorama internacional
llegó a percibirse como la conciencia pro- como centro de civilización aunque fuese
pia de Occidente, llegando incluso a asu- sólo de manera cosmética. Como conse-
mir el carácter de conciencia nacional, pues cuencia, el cometido de crear la nación a
dicha noción describe, sobre todo, un pro- través de la palabra escrita, no sólo buscó
ceso por medio del cual se constituyeron reflejarse en la crónica periodística, el dis-
las identidades particulares de los países. curso político, los ensayos de matiz socio-
Agrega Elias que dicha noción: lógico o en la novela, sino también en la
importancia que, a través de los manuales
expresses the self-assurance of peoples de urbanidad, adquirió el moldear no sólo
whose national boundaries and na- la faz moral, sino también, las costum-
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bres y formas de sociabilidad del sujeto. dadanos capaces de dar a la nación una
Este tipo de reglamentación del vivir en identidad “civilizada.” Es esta base discri-
sociedad, contó con una limitada produc- minatoria la que le confiere al manual la
ción autóctona de este lado del Atlántico capacidad de conducir dentro de las prác-
ya que, en su mayoría, los tratados de eti- ticas de la sociabilidad, un tipo de poder
queta y buenas maneras eran versiones y selectivo y excluyente. Como ha indicado
traducciones de manuales franceses e in- Michel Foucault:
gleses.3 La clase lectora se abocó a estos
libros porque en ellos encontró el doble Disciplinary power [...] is exercised
placer de verse retratada y de reconocer through its invisibility; at the same
sus puntos de vista sobre asuntos éticos y time it imposes on those whom it sub-
morales como los más adecuados para ser jects a principle of compulsory visibil-
ity. In discipline, it is the subjects who
difundidos al resto de la comunidad.4
have to be seen. Their visibility assures
Los manuales de urbanidad fueron the hold of the power that is exercised
textos cuyo propósito era ofrecer un con- over them. It is the fact of being con-
junto de normas que regularan la activi- stantly seen, of being always to be
dad en una sociedad cuyas interacciones, seen, that maintains the disciplined
ritos y convenciones se revelan atados a individual in his subjection. (187)
una continua e inquisitiva inspección. Tan
estricto seguimiento obedeció a la necesi- El poder disciplinario del que habla
dad de mantener el carácter homogéneo Foucault, también se revela en este tipo
del grupo poseedor del poder político y de texto en la medida en que se constitu-
económico que se percibía amenazado por ye como el aval del ejercicio del poder de
el reacomodo que a causa de la movilidad un grupo que pretende instaurar un con-
de los sectores medios, comenzaba a afec- trol en el que la reprimenda y la exclusión
tar la pirámide social. Estos textos nor- funcionan para determinar tanto el do-
mativos del quehacer social, reposan so- minio sobre otros sujetos como la legiti-
bre la premisa disciplinaria de la mirada mación de los valores de esa minoría en la
de un sujeto que se identifica socialmente sociedad.
con el lector, y que por esa razón se per- El clásico hispanoamericano de este
mite el juzgar y valorar. La penalización género disciplinario, como ya lo ha bauti-
del mal actuar en sociedad se traduce, zado Beatriz González-Stephan, lo cons-
hipotéticamente, en la exclusión de quien tituye el Manual de urbanidad y buenas
comete una falta de la partida de la “gente maneras (1854) del venezolano Manuel
decente.” El poder disciplinario del ma- Antonio Carreño (1812-1874). Este tex-
nual se concretiza en el develar las inco- to fue impreso por primera vez en Caracas
rrecciones, en desnudar del falso ropaje a en 1854 y a partir de esa fecha, y hasta
quien crea poder inmiscuirse en una esfe- hoy en día, ha contado con innumerables
ra social que se esfuerza por mantenerse reediciones. Otras obras de este tipo que
unida en tiempos de incontenible conmo- por el número de reimpresiones locales con
ción. Curiosamente, no se intenta corre- que contaron, deducimos, estuvieron en-
gir sino más bien diferenciar entre quié- tre los que alcanzaron más popularidad
nes son, y quiénes no, los verdaderos ciu- en tierra americana se encuentran: Leccio-
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nes de moral, virtud y urbanidad del espa- Quede, pues, sentado que el decoro es
ñol José de Urcullú (m.1852), publicado una virtud, y una virtud moral, por
por primera vez en Londres en 18265 y el medio de la cual parece bien, no sola-
Código completo de urbanidad y buenas mente lo que se hace, sino aún tam-
bién el modo como se hace. Se llama
maneras, según los usos y costumbres de las
virtud, para distinguirla de esas cuali-
naciones más cultas del mexicano Manuel dades agradables que la naturaleza o
Diez de Bonilla (1800-1864), publicado costumbre proporcionan, y que no
por primera vez en México en 1844.6 Está contribuyen al adorno de la sociedad
claro que en la difusión de estos textos por su misma superficialidad; y se aña-
influyó la persistente preocupación por la de que es virtud moral, porque, así
imagen “civilizada” que América debía re- como todas las de este título, algo aña-
flejar. Dicho interés se comprueba al cons- de a las cualidades del corazón, y para
tatar que este tipo de manual sirvió, du- ser verdadera debe residir a la vez en el
corazón y en las acciones. (13-14)8
rante mucho tiempo, como libro de texto
en las escuelas.7
De ambas citas resalta el hecho de que la
Sin embargo, entre la mayoría de los
condición para ser calificado como bien
libros de este género que se publicaron en
educado, y por ende moralmente virtuo-
América, así como los que llegaban de Eu-
so, parte de una concepción aristocrática
ropa, no se destacan dramáticas diferen-
del gusto. Un indio, un negro o un mesti-
cias entre sí. Todos ellos descansan sobre
zo sin educación, por más benévolos que
el principio de que la urbanidad es una
fueran, sin duda alguna desconocerían el
virtud moral indispensable para lograr el
modo por el cual sus acciones se percibi-
desenvolvimiento formal de las relaciones
rían como ejemplares desde el punto de
humanas dentro de la sociedad. Para ello,
vista de la urbanidad. Es por esta razón
la supuestamente innata altura moral del
que este tipo de texto no puede verse como
individuo se convierte en la base sobre la
vía de acceso a un nivel social superior.9
cual se construirá dicha virtud. El mexi-
Todo lo contrario, lo que tienen de didá-
cano Diez de Bonilla explica el concepto
cticos estos manuales es que enseñan a los
de la siguiente manera:
miembros de una clase acomodada a re-
conocerse entre sí como elementos de un
La urbanidad no es, pues, un ceremo-
grupo social que debe mantenerse cohesio-
nial de conveniencias como han opi-
nado muchos: sus preceptos no se atie-
nado porque son ellos los embajadores de
nen a los caprichos variables del uso y la condición civilizada de sus países.
de la moda, sino que dependen de los Uno de los manuales más curiosos,
sentimientos del corazón humano, los el Tratado completo de urbanidad en verso
cuales son de todos tiempos y lugares. para uso de los jóvenes (1850) del español
(vii) José Codina (compuesto en verso para fa-
cilitar la memorización de las reglas, como
Igualmente, en uno de los textos españo- el autor aclara en la introducción), define
les más populares El hombre fino al gusto al sujeto de buenos modales como el pa-
del día (1829), se glosa la misma idea y se radigma a seguir por lo que en éste se pue-
lee en la introducción: de hallar de virtuoso:
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El joven que es religioso, que las reglas de urbanidad, por ser una
cortés sin ser estremado, manifestación de las virtudes morales, de-
discreto, afable, aseado ben conformar el código de la vida en so-
y sabio sin hinchazón, ciedad.
cualidades atesora
Resulta interesante observar que las
tan nobles y relevantes,
que escita en sus semejantes reglas que conforman el Manual de
al amor y admiración. (36) Carreño, no brindan ningún tipo de ex-
plicación que las sostenga; por el contra-
Comprobamos que en Europa y en Amé- rio, es sólo a partir de categóricas negacio-
rica la urbanidad se asume como expre- nes de lo que no se debe hacer, que se pue-
sión de la virtud moral y que, si bien cual- de distinguir al sujeto que pertenece al
quiera es capaz de poseerla, sólo un grupo círculo privilegiado de los “civilizados.”
es capaz de manifestarla adecuadamente. Una recurrente repetición de adjetivos ta-
El Manual de urbanidad y buenas les como “repugnante,” “incivilizado,”
maneras de Manual Antonio Carreño, se “vulgar,” califican las faltas para con la so-
yergue como clásico hispanoamericano ciedad. Estos adjetivos son la voz de un
porque, sin dejar a un lado las bases mo- estrato social que, cuando pretende im-
rales sobre las que se construye su discur- poner sus normas y puntos de vista sobre
so normativo, integra aspectos que direc- cortesía y sociabilidad, descalifica todo lo
tamente tienen que ver con la situación que no refleje sus gustos y actitudes. Como
americana específica. El espectro de su al- ha indicado Beatriz González-Stephen, el
cance va más allá de las normas de etique- “nosotros” del enunciado, actúa como
ta. Esta obra se caracteriza por la particu- emisario de una clase social particular que
laridad con que se organiza la amplitud es portadora, para el resto de la comuni-
temática de su contenido y la manera en dad, de los valores y conductas a seguir.
que el texto construye a su posible lector. Un “nosotros,” podemos agregar, que cla-
Es interesante observar que en el Manual ramente excluye a las clases inferiores de
resalta un fuerte carácter catequista que se la sociedad. Así, el sujeto del enunciado
hace manifiesto en su estructura reglamen- del Manual es, como señala González-
taria. A través de la ruptura del hilo del Stephan, el portavoz de un grupo lector,
discurso en pequeñas cápsulas de infor- dueño de bienes inmuebles, poseedor de
mación, se comprueba una intención de sirvientes, anfitrión e invitado, creyente
síntesis por parte del autor que sirve para en un Dios cristiano, que conoce y quiere
ejercitar la voluntad mnemotécnica del mantener las diferencias sociales y es ha-
receptor. El llevarlas a la práctica será lo bitante de los centros urbanos (439). Un
que proveerá el éxito del sujeto en la so- “nosotros” que se dirige a un lector que
ciedad, de la misma forma que al cumplir considera su igual y que categóricamente
con los mandamientos cristianos garanti- se separa de un “ellos” que sigue estando
zará su entrada en el reino de Dios. Los al margen, y que refiere a la masa iletrada
textos de Diez de Bonilla y de Urcullú, sobre la que se sostiene la posición distin-
por su parte, presentan un estilo discursivo tiva de ese tan selectivo “nosotros.”
más narrativo. Sin embargo, los tres ma- De la lectura del texto de Carreño
nuales descansan sobre el presupuesto de resalta el hecho de que el carácter organi-
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zador, seleccionador y discriminante de su introducir las leyes que la sociabilidad


discurso se sostiene gracias al convenci- impone. En la primera parte de esta in-
miento de la existencia de una sociedad troducción, se define todo lo relacionado
cuya clase dirigente debe asumir el papel con Dios; en la segunda parte se estipula
de dictaminar lo apropiado de lo inapro- todo lo que concierne a los miembros de
piado. Así, el sujeto del enunciado debe la comunidad e introduce el valor semán-
encontrar en el lector el reflejo de lo que tico del concepto “Patria”; y en la tercera
él es; es decir, sólo cuando las maneras en parte, se fijan los deberes para “con noso-
que se llevan a cabo las actividades de la tros mismos,” en los cuales se establecen
vida diaria se desarrollan conforme a la las directrices a seguir para asegurar una
mirada escrutiñadora del hombre culto determinada valoración social dentro del
que las juzga, se adquiere la condición de grupo. Al final de esta introducción, se
educados, de modernos, de civilizados: describen las reglas de urbanidad propia-
mente dichas, las cuales abarcan la más
Por medio de un atento estudio de las exhaustiva variedad de principios. De la
reglas de urbanidad, y por el contacto estructura temática del libro se despren-
con las personas cultas y bien educa- de el carácter normativo de todas las esfe-
das, llegamos a adquirir lo que espe- ras de la existencia humana; tanto el as-
cialmente se llama buenas maneras o pecto que tiene que ver con la interrelación
buenos modales, lo cual no es otra cosa del individuo con la sociedad en general,
que la decencia, moderación y opor- como la actuación en el espacio íntimo.
tunidad en nuestras acciones y pala-
El “Breve tratado de moral,” con el
bras, y aquella delicadeza y gallardía
que comienza el texto de Carreño, intenta
que aparecen en todos nuestros movi-
mientos exteriores, revelando la suavi- estipular las bases sobre las cuales se di-
dad de las costumbres y la cultura del bujará el perfil civilizado de los america-
entendimiento. (32)10 nos de una clase social superior cuya mi-
sión es fecundar sus valores en la comuni-
La aceptación o rechazo de tipos de con- dad. Como lo indica el primer capítulo
ducta los dispensa el hombre decente y de este tratado, “Deberes para con Dios,”
cultivado que pretende que el resto de la uno de los pilares es la relación del sujeto
comunidad se acople a sus maneras, pues con la divinidad, la cual descansa en una
se ha impuesto que la manutención del ética cristiana de amplio arraigo en la cla-
buen funcionamiento de la maquinaria de se culta hispanoamericana. Esta relación
la sociedad está en sus manos. con Dios, es también aprovechada dentro
Pero el aspecto que distingue al Ma- de la práctica del “actuar para dar el ejem-
nual de Carreño de otros textos de su tipo, plo” que establece el texto:
tiene que ver con su temática. El libro
comienza con un breve tratado sobre los Debemos, pues, manifestar a Dios
nuestro amor, nuestra gratitud y nues-
“Deberes morales del hombre” y este
tra adoración, con actos públicos, que
apartado funciona como una especie de al mismo tiempo que satisfagan nues-
pre-texto que familiariza al lector con los tro corazón, sirvan de un saludable
fundamentos de las nociones reguladoras ejemplo a los que nos observan. (12, én-
que prosiguen. En otras palabras, sirve para fasis mío)11
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Dicha relación con el poder superior, está tradición catequista. Estas normas y de-
íntimamente ligada al bienestar social y a beres de conducta se imponen de la mis-
la concreción de la idea de nación que se ma forma que los mandamientos bíblicos,
trata de consolidar puesto que la ética cris- y el seguirlos asegura una paz social que,
tiana, a la que se adjuntan los criollos cul- independiente de lo justa o lo injusta que
tos, define no sólo al individuo benévolo parezca, puede ofrecer a las clases privile-
y virtuoso, sino también al ciudadano de giadas más beneficios que el caos de la
provecho para la comunidad: desorganización social que, con la movili-
dad de clases, experimentaron los países
En los deberes para con Dios se en- americanos inmediatamente después de la
cuentran refundidos todos los debe- Independencia. El discurso indulgente,
res sociales y todas las prescripciones caritativo y tolerante en el que se le exige
de la moral; así es que el hombre ver-
al receptor que, como Jesucristo ofrezca la
daderamente religioso es siempre el
modelo de todas las virtudes, el padre otra mejilla, es empleado para mantener
más amoroso, el hijo más obediente, el una paz que sólo puede ofrecer una clase
esposo más fiel, el ciudadano más útil lectora y poderosa a quien no se le puede
a su patria. (11) discutir su posición regidora de destinos.
Como buen catequista, Carreño, en su
Para Carreño, la puesta en práctica de las texto, le recuerda al lector que no es otro
normas de urbanidad representa una de sino Dios quien ha dispuesto el orden de
las vías en las que el ciudadano demuestra las cosas y que tanto en los tiempos de
la veneración por el nuevo concepto de la fortuna como en los de desgracia hay que
patria, pues conservándolas, se puede rendirle nuestros favores para así encon-
mantener el orden y la concordia entre trarnos con la dicha eterna y la justicia
los miembros de la comunidad. Tales or- social en el otro mundo (11).
den y concordia son requisitos indispen- Considerando que, como ya hemos
sables de la imagen de sociedad organiza- indicado, el texto cuenta con una organi-
da y evolucionada que la época trataba zación que actúa como si de las imposi-
desesperadamente de construir. Más ade- ciones de los mandamientos divinos se
lante nos dice: tratara, resulta interesante comprobar el
soporte que el ideologema Dios brinda al
La urbanidad es una emanación de los texto. Si sólo manteniendo celosamente
deberes morales, y como tal, sus pres- las reglas de urbanidad se complace al ser
cripciones tienden todas a la conserva- supremo y puede una sociedad ser feliz
ción del orden y de la buena armonía
en aras del progreso, cualquier infracción
que debe reinar entre los hombres y a
estrechar los lazos que los unen, por se traducirá en un incumplimiento para
medio de impresiones agradables que con Dios. A partir de esta presuposición,
produzcan los unos sobre los otros. el libro abre sus puertas a un mundo infi-
(31) nito de reglas y normas en el que los erro-
res no van sólo en contra de la urbanidad
Como ya habíamos apuntado, la regla- y la civilidad sino que se dirigen directa-
mentación de las actividades del sujeto que mente a la divinidad. En otras palabras,
constituye el texto se apoya en una larga esas faltan no son otra cosa que pecados.
María Fernanda Lander 91

La segunda parte de este “Tratado las creencias religiosas son ideas a través
de moral,” la cual lleva como título “Los de las cuales los individuos representan la
deberes para con la sociedad,” está subdi- sociedad de la que son miembros y las re-
vidida en tres secciones. La primera: “De- laciones que tienen en ella.12 La posición
beres para con nuestros padres”; la segun- de Durkheim transportada al contexto
da “Deberes para con la Patria” y la terce- decimonónico de transformación y refor-
ra “Deberes para con nuestros semejan- ma hispanoamericano, pone en evidencia
tes.” En la primera sección de este aparta- la raíz religiosa, con su consecuente senti-
do se reclama la gratitud y la veneración do contenedor, de la que partieron estos
de los hijos para con sus padres. La retóri- tratados modeladores de la vida social de
ca del sacrifico, introducida en los “De- los individuos. Aunque el proceso en el
beres para con Dios” y con la que se des- que la sociedad americana trató de sepa-
criben los trabajos y avatares que sufren rarse de la influencia española después de
los padres por la suerte de sus hijos, se la Independencia haya promovido una
puede comparar con la de los discursos veta laica cada vez más intensa en el seno
históricos y novelescos sentimentales de la sociedad, la voz autoritaria de la reli-
decimonónicos en los que el aura de sacri- gión no podía simplemente dejarse a un
ficio que envuelve a los héroes busca una lado sino que debía aprovecharse. Tenien-
respuesta de lectura en las que la gratitud do esto en cuenta, no resulta descabella-
y la veneración cumplen un papel princi- do sobreponer el discurso de devoción y
pal. Por otra parte, no podemos olvidar amor por los padres que reclama la moral,
que el siglo XIX fue el momento en el que con el tono de los textos históricos que,
se otorgó el halo de santidad a los “pa- sobre héroes como Bolívar y San Martín,
dres” de las patrias americanas y, como por sólo dar dos ejemplos, se escribieron
héroes que liberaron nuestros territorios, hasta bien entrado el siglo XX.13 Y es que
es imprescindible “honrar,” “recordar” y en la preparación para la vida moderna se
“agradecer.” Así, se puede observar que el le exige a la América hispana la presenta-
discurso religioso y el patriótico compar- ción de un carácter nacional determina-
ten una misma forma retórica en el ma- do. Así, junto a la veneración de las imá-
nual, la cual se concretiza en la exaltación genes santas, comienza a aparecer la de
de un tipo de figura capaz de proyectar los héroes de la patria y, como las prime-
un conjunto de valores éticos y morales ras, son merecedoras de una gratitud eter-
que logre ser reconocido para que un de- na por parte de la comunidad. Esa grati-
terminado grupo social pueda mantener tud, convertida en valor moral, es una de
la fuerza que lo une. las líneas que definen el esbozo del carác-
Emile Durkheim ha señalado que la ter nacional de la comunidad y por ende,
moralidad y la religión han estado ínti- de los individuos que la componen. Es
mamente interrelacionadas a través de la evidente que Carreño refuerza este doble
historia dentro de una amplia variedad de discurso, por un lado de carácter patrióti-
circunstancias. De las prácticas religiosas co y por el otro destinado al núcleo ínti-
surge la idea de moralidad y las manifes- mo y familiar, no sólo aprovechando la
taciones subsecuentes de la vida colectiva retórica de la gratitud cristiana sino tam-
de una sociedad. Para el sociólogo francés, bién la misma retórica que fue empleada
92 Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies

por los textos históricos de la época para segundo capítulo del tratado) descansan
reforzar los valores de arrojo y sacrificio de en la benevolencia y la beneficencia en-
los héroes de la patria. La siguiente cita tendidas éstas como una forma de cum-
de “Deberes para con la patria” ejemplifica plir con un deber cristiano y con la socie-
lo expuesto: dad en general ya que ésta “no es otra cosa
que una ampliación de la propia familia”
Las ciudades, los pueblos, los edificios, (25). Igualmente, el deber como miem-
los campos cultivados, y todos los de- bros de la comunidad se define en cuanto
más signos y monumentos de la vida podamos ser más útiles a esa sociedad; en
social, nos representan a nuestros an- el traspasar nuestros conocimientos y
tepasados y sus esfuerzos generosos por
nuestro ejemplo para construir el perfil
el bienestar y la dicha de su posteri-
dad, la infancia de nuestros padres, los
de una sociedad moderna.
sucesos inocentes y sencillos que for- La última parte de los “Deberes mo-
man la pequeña y siempre querida his- rales del hombre,” titulada “Deberes para
toria de nuestros primeros años, los con nosotros mismos” está, al igual que
talentos de nuestras celebridades en las las demás, conectada directamente con la
ciencias y en las artes, los magnánimos satisfacción de Dios y la sociedad. Esa
sacrificios y las proezas de nuestros gran- complacencia se logrará al aceptar que te-
des hombres, los placeres, en fin, y los nemos la obligación de “instruirnos, de
sufrimientos de una generación que conservarnos y de moderar nuestras pa-
pasó y nos dejó sus hogares, sus rique-
siones” (26). Una vez más, comprobamos
zas y el ejemplo de sus virtudes. (19)
que el discurso del manual plantea la cons-
trucción de un individuo ideal que tiene
Queda claro que debemos gratitud a nues-
que ver con la necesidad constructora de
tros padres, a los biológicos y a los de la
identidades de la época que tiene una cla-
patria, por todo lo que nos han dejado.
se determinada. La ecuación es sencilla:
Por otra parte, el posesivo plural emplea-
instrucción para después darla a los de-
do en la cita anterior, dispara el enuncia-
más; conservación ya que sin buena salud
do, necesariamente, hacia un contexto más
no “nos es dado entregarnos [...] a rendir
amplio y ajeno al familiar. Es decir, nos
al Ser supremo los homenajes que le de-
conduce, teóricamente, a horizontalizar las
bemos, a corresponder a nuestros padres
relaciones sociales en la veneración a una
sus beneficios, a servir a nuestra familia y
patria y a unos héroes cuyos herederos
a nuestra patria [...]” (28); y por último
necesitan de dicha idolatría pues son los
controlar—en pos de una paz y una con-
que controlan el poder, y deciden los des-
cordia imprescindibles—nuestras emocio-
tinos del resto de la comunidad. La ado-
nes hasta el punto de la completa sumi-
ración que Carreño impone a sus lectores
sión. Así indica Carreño:
por la patria no se diferencia de la que
exige para con Dios. Todo, según su au-
Debemos emplear nuestra existencia
tor, se lo debemos a Dios y a la patria. entera en la doble tarea de dulcificar
Como portavoz de un grupo social nuestro carácter, y de fundar en nues-
director del teatro del poder de la nueva tro corazón el suave imperio de la con-
sociedad republicana, los “Deberes para tingencia, de la mansedumbre, de la
con nuestros semejantes” (tercera parte del paciencia, de la tolerancia, de la resig-
María Fernanda Lander 93

nación cristiana y de la generosa bene- en definitiva, lo que intenta es que el lec-


ficencia. (30) tor aprenda el arte de la diferencia. Todo
lo que critica el Manual es lo que carac-
En cuanto a las reglas de urbanidad teriza a los que pertenecen a una “catego-
propiamente dichas, estas aparecen inme- ría social inferior,” como eufemísticamente
diatamente después del “Tratado de mo- gusta llamar Carreño a los demás.
ral.” El universo que abarcan es extenso: Así, y teniendo en consideración los
reglas para el aseo personal, la habitación, valores que el discurso de la urbanidad im-
el vestido, reglas para el comportamiento pone, podemos concluir que, ante todo,
dentro de la casa, en la calle, en la iglesia, entender el concepto de civilización y pro-
en los viajes, reglas para la conversación, greso que la elite culta decimonónica tra-
para las presentaciones, para las visitas, tó de inculcar en los hispanoamericanos,
para los distintos tipos de reuniones so- significa enmarcar no sólo el momento his-
ciales, reglas para la mesa, para dormir, tórico, sino también la conciencia de gru-
para el juego, para escribir cartas, etc. Aun po que destila de este tipo de lectura. No
dentro de la ofuscación que pueden pro- se trató tanto de educar a la comunidad
ducir tantas pautas, la función distintiva como de aprender a crear un sentido de la
de éstas es evidente: los que se comportan diferencia que protegiera a la minoría aco-
de forma contraria a la definida en estas modada en su sitial privilegiado. Las na-
normas son los otros, los que no pertene- ciones de América buscaron crear sendas
cen al selecto círculo social de la elite. imágenes de sí mismas capaces de dis-
Valgan como muestra los siguientes ejem- tinguirlas y definirlas ante los ojos del resto
plos: del mundo, y en el siglo XIX, esas imáge-
nes tenían un valor vital ya que, de la con-
La gente de sociedad lleva siempre el
solidación de éstas, dependía un futuro
calzado limpio y con lustre, y lo des-
echa en el momento en que el uso lo civilizado o bárbaro. Es por tal razón que
deteriora hasta el punto de producir el barniz que daban unos modales a la
mala vista, o de obrar contra el perfec- usanza de las metrópolis europeas se pen-
to y constante aseo en que deben con- só como una de las posibles salidas hacia
servarse los pies. (49) la imagen moderna de la nación con la
cual soñaba la elite.
Más adelante leemos:
Notas
Una persona sola debe ceder la acera a 1
Alain Montandon señala en el prólogo de su
dos o tres personas que encuentre jun-
bibliografía de manuales de urbanidad:
tas; a menos que le sean todas inferio-
L’extraordinaire richesse du genre
res, pues entonces serán ellas las que
littéraire compris sous le terme géné-
deberán cederla. (110)
rique de traité de savoir-vivre a été très
fortement sous-estimée à la fois dans
Resulta incuestionable que la supuesta in- sa variété et son caractère fondateur
tención correctora de Carreño parte de la dans la culture occidentale. Tous ces
observación de conductas que difieren de écrits définissant des idéaux de
lo que se presupone es lo que determina comportement, des règles d’interaction
las características de la “gente decente” y, sociale constituent una part non
94 Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies

négligeable de la conscience euro- vilización,’ el imaginario de la moder-


péenne et il n’est guère possible d’en nización. (436)
5
faire abstraction sans méconnaître El texto de Urcullú contó con considerable
fondamentalement les racines número de reimpresiones entre las que se encuen-
historiques et sociologiques, mais tran las que se realizaron en: Caracas 1835 (quinta
également les présupposés anthro- edición); Madrid 1837; en París entre 1838 y
pologiques, philosophiques, moraux 1888 se hicieron 24 ediciones; Buenos Aires 1876;
et idéologiques de la production Quito 1892 y Barcelona 1897 (Palau XXIV, 379-
culturelle de la civilisation européenne 380). Lo poco que se sabe de José de Urcullú es
(ix). que fue un soldado español que murió en el exilio,
2
Véase Bridget Aldaraca quien estudia el con- en Lisboa, perseguido por sus ideas políticas libe-
cepto del “ángel del hogar” en la España del dieci- rales. Además de este manual, publicó libros de
nueve y específicamente en la novelística de matemáticas, geografía e historia.
Galdós. Su estudio es revelador porque, es necesa- 6
Reeditado en París en 1863 y en 1874
rio recordar, la sociedad hispanoamericana siguió (Montandon 148). Manuel Antonio Carreño lo
el paradigma español que determinaba la función menciona como el único hispanoamericano que
de la mujer en sociedad (55-87). conforma la lista de sus fuentes primarias. Manuel
3
María del Carmen Simón-Palmer y Jean- Diez de Bonilla mantuvo un alto perfil en la polí-
Lous Guereña comentan en la nota introductoria tica mexicana de su tiempo. Fue jefe del partido
a “Manuels de civilité espagnols. XVIIIe – XXe conservador y desempeñó el puesto de goberna-
siécles” (Montandon 129-32), sobre las numero- dor durante la última dictadura del general Santa
sas traducciones de manuales franceses con la cual Anna.
7
contó España. Por otra parte, la influencia inglesa El Manual de urbanidad de Carreño, por
se evidencia en la alusión que Carreño hace en su ejemplo, se incorporó al programa de estudios de
obra a las cartas que Lord Chesterfield escribió a su la escuela primaria en Venezuela en 1855. Igual-
hijo. El texto de Chesterfield, el clásico manual de mente, sabemos de una decimosexta edición que
urbanidad inglés, contó con varias ediciones his- data de 1881 publicada en Guadalajara con el
panoamericanas. En su Manual del librero hispa- título de: Libro segundo de lectura para las escuelas
noamericano, Antonio Palau anota una segunda municipales del Estado de Jalisco: moral y urbani-
edición realizada en 1832 en Caracas (no mencio- dad. Por otra parte, impartir nociones de urbani-
na editorial o traductor) con el título de Consejos a dad como complemento de la educación libresca
su hijo sobre los hombres y las costumbres y un nuevo de los niños quedó instaurado desde los tiempos
sistema de educación. Otra traducción y con el mis- de la Colonia. Recordemos las famosas escuelas de
mo título pertenece a Rafael Zapata y se publicó “migas” o “amigas” encargadas de enseñar a los ni-
en Buenos Aires en 1833. Igualmente, en 1833 el ños catecismo y urbanidad (Gonzalbo Aizpuru,
general Don Tomás de Yriarte publica en Buenos Historia de la educación 25-41).
8
Aires las epístolas de Lord Chesterfield con el títu- La primera edición de este libro es de 1829.
lo Cartas a su hijo en la Imprenta de la Libertad Hemos tenido acceso a una tercera edición que
(Palau IV: 271). corresponde al año de 1837 y a la de 1889. En la
4
Concordamos con lo indicado por Beatriz edición de 1837 aparece una nota introductoria
González-Stephan con respecto a que el discurso del traductor, Don Mariano de Rentería y Fica, en
del manual la cual aclara las fuentes de su trabajo. Esta reza:
precede casi a los demás discursos La presente traducción es un com-
fundacionales porque es primigenio; puesto de dos diferentes obras fran-
establece antes que cualquier otro los cesas titulada la una: Código civil.
espacios, límites y condiciones en que Manual completo de urbanidad, que
deberá moverse el imaginario de la ‘ci- contiene las reglas, aplicaciones ejemplos
María Fernanda Lander 95

[sic] del arte de presentarse y conducirse Altamirano, Ignacio Manuel. “La literatura nacio-
en el mundo; y la otra titulada: Ma- nal.” Los novelistas como críticos. Ed. Wilfrido
nual del hombre de mundo y guía del Corral y Norma Klahn. Tomo I. México D.F.:
tocador y el buen tono. Fondo de Cultura Económica, 1991. 59-
Rentería no proporciona los nombres de los auto- 79.
res a quienes traduce. Esta obra se reedita en 1850, Burns, E. Bradford. The Poverty of Progress: Latin
1862, 1871 y 1889. Todas las ediciones y reedi- America in the XIX Century. Berkeley: U of
ciones son españolas (Montandon 143-44). California P, 1980.
9
Beatriz González-Stephan prefiere pensar Carreño, Manuel Antonio. Manual de urbanidad
que el manual y de buenas maneras. Nueva York: Appleton
es la guía que le abre las puertas a cual- & Co., 1877.
quier hijo de vecino para ubicarse en Codina, José. Tratado completo de urbanidad en
la escala social a través de las maneras, verso para uso de los jóvenes, ilustrado con notas
de las apariencias. (439) sobre el modo de conducirse cortésmente.
10
Las citas del Manual de urbanidad corres- Manresa: Imprenta de Ignacio Abadal, 1850.
ponden a la edición de 1877. Diez de Bonilla, Manuel. Código completo de
11
El énfasis es mío. urbanidad y buenas maneras. París: Librería
12
Emile Durkheim (1974) acota específi- de Rosa y Bouret, 1863.
camente: Durkheim, Emile. Sociology and Philosophy. New
It is apparent that moral life has not York: Free Press, 1974.
been, and never will be, able to shed El hombre fino al gusto del día. Trad. Mariano de
all the characteristics that it holds in Rentaría y Fica. Madrid: Librería de Hijos de
common with religion. When two or- D.J. Cuesta, 1889.
ders of facts have been so closely linked, Elias, Norbert. The Civilizing Process. Oxford:
when there has been between them so Blackwell, 1994.
close a relationship for so long time, it Foucault, Michel. Discipline and Punish. The Birth
is impossible for them to be dissoci- of the Prison. Nueva York: Vintage Books,
ated and become distinct. For this to 1995.
happen they would have to undergo Gonzalbo Aizpuru, Pilar. Historia de la educación
a complete transformation and so en la época colonial. México D.F.: El Colegio
change their nature. There must, then, de México, 1990.
be morality in religion and elements González-Stephan, Beatriz “Modernización y
disciplinamiento. La formación del ciudadano:
of the religious in morality. (48)
13 del espacio público y privado.” Esplendores y
Bradford Burns indica:
miserias del siglo XIX. Cultura y sociedad en
So compelling was the urge to ferret
América Latina. Ed. Beatriz González-
out and glorify great men that Diego
Stephan, Javier Lasarte, Graciela Maldonado
Barros Arana concede: ‘If history does
y María Julia Daroqui. Caracas: Monte Avila
not offer us model men, it is the duty
Editores, 1995. 431-55.
of the historian to make them: The
Montandon, Alain, ed. Bibliographie des traites de
need for writing about men who act
savoir-vivre en Europe. Tomo 2. Cleremon-
as historical models figures.’ (41)
Ferrand: Association des publications de la
Faculté des Lettres et Sciences humaines de
Obras citadas Cleremont-Ferrand, 1995.
Aldaraca, Bridget. El ángel del hogar: Galdós and Palau y Dulcet, Antonio. Manual del librero
the Ideology of Domesticity in Spain. Chapel hispanoamericano. Bibliografía general espa-
Hill: North Carolina UP, 1991. ñola e hispanoamericana desde la invención
96 Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies

de la imprenta hasta nuestros tiempos con el Urcullú, José de. Lecciones de moral, virtud y
valor comercial de los impresos descritos. Tomo urbanidad. París: Librería de Lecointe y
4. Barcelona: A. Palau, 1950. Lasserre, 1838.

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