“Simón Rodríguez” Subdirección de Educación Avanzada e Investigación Núcleo Valera Doctorado Ciencias de la Educación
EPISTEMOLOGÍA EN LA HOLOPRAXICA UNIVERSITARIA
PARA LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN EL DESARROLLO LOCAL
(ENSAYO)
Participante: MSc. José J. Leal.
C.I: 9.169.597
Facilitadora: Dra. Silvia de Uribe
Valera, Mayo de 2018
Del contexto universitario y la praxis educativa
Desarrollar el constructo epistemológico, para el tema de la
praxis educativa, que promueva la participación de la ciudadanía en los asuntos que le son pertinentes para alcanzar un desarrollo local, desde el sector universitario, nos conlleva primeramente a situarnos en la noción de la racionalidad normativa de Foucaulti, en la cual se asume que las instituciones educativas fungen como aparatos disciplinarios que le sirven al Estado y sus intereses para el control de las personas que se encuentran bajo su dominio, estableciéndose, según el autor, que los objetivos educativos ponen en juego el poder moderno, orientado a la gobernabilidad y a una forma de dominación política.
Estaríamos así ante lo que Foucaultii llamó “La Biopolítica” y “El
Biopoder”, mismos que surgen acogiéndose el antiguo derecho de vida y muerte que el soberano detentaba sobre sus súbditos y, en las sociedades post Revolución Francesa, que aspira a convertir la vida en objeto administrable. Foucault acusa la existencia de una tecnología individualizante del poder, que a través del análisis de los individuos, sus comportamientos y sus propios cuerpos, pretende la producción de cuerpos dóciles y fragmentados. En función de esto se inventan herramientas destinadas a la vigilancia, control, medición del rendimiento y la evaluación de capacidades.
En ese mismo orden de ideas, podríamos observar que la praxis
educativa desarrollada por nuestras universidades están dirigidas al cumplimiento de los objetivos y directrices que les son emanadas por el ente rector superior, en nuestro caso el Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria Ciencia y Tecnología, ente que a su vez se encuentra inmerso en el desarrollo de los proyectos, planes y programas que desde el Ejecutivo Nacional buscan posicionar y transformar la sociedad venezolana con base al modelo ideológico que motiva todas sus actuaciones. Teniéndose así, que las universidades, y por tanto su praxis académica, de investigación y extensión, deben, parafraseando a Habermasiii, actuar de acuerdo a una normatividad que conlleve al cumplimiento de una expectativa o conducta generalizada, donde el sentido normativo establece que los miembros están autorizados a esperar y promover una conducta determinada, y esto, en la praxis laboral docente, va más allá de las posibilidades de libertad de cátedra que teóricamente existe y se respeta.
La Sociedad, su participación en lo público y lo político
Algo más complejo se nos presenta el desarrollo epistemológico
relacionado con los aspectos socio políticos pertinentes a lo público, que se corresponde con el dominio del desarrollo local, la misma participación del ciudadano y la sociedad como colectivo afectado por las políticas públicas del Estado. Siendo así, considero interesante plantearlo en un hilo discursivo desde las posturas de Habermas, de la Escuela de Frankfurt y su Teoría Critica Social, de Foucault, un posestructuralista que se auto clasificaba “un crítico histórico de la modernidad” como un punto intermedio ideológico, y los constructos de Shutz, proveniente de la Escuela de Viena, con la fenomenología y el pensamiento liberal en el otro extremo.
En ese contexto Habermasiv, describe el espacio público político,
como una estructura de comunicación intersubjetivamente compartida, constituida lingüísticamente. La misma surge con las relaciones interpersonales que los participantes entablan al interpretar y tomar postura frente a las expresiones de los demás. Es una red para la comunicación de contenidos y la formación de opiniones, que está siempre abierta. Lo que demarca sus límites es el tipo de acción generadora de este espacio social: la acción comunicativa, que tiene como objetivo el entendimiento mutuo con pretensiones de validez universal, y se compone de argumentos desinteresados e impersonales.
Tenemos entonces, que el espacio público político, mismo donde
se desenvuelve la sociedad civil para nuestro estudio, es para Habermas el ámbito de la deliberación, lo cual va de la mano con las acciones de las personas en sus comunidades al tratar de dar forma a la participación comunitaria para el desarrollo de lo local, es decir del intercambio puro de información y razones en busca de un acuerdo racionalmente motivado, en el que gane el mejor argumento. Ésta debe ser abierta, es decir que no se puede excluir a ninguna persona ni ningún tema.
Este espacio puede tomar diferentes formas, que el autor
denomina “niveles”, de acuerdo a su grado de abstracción. El primero es el episódico, aquel que surge esporádicamente, por ejemplo, en una conversación casual emanada por el encuentro entre amigos, profesionales afines, o simplemente entre desconocidos que coinciden en un espacio de tiempo y de lugar. El segundo se conforma en asambleas, reuniones, como las de los Consejos Comunales y los Consejos Locales de Planificación Pública, entre otros, en los que los participantes se dividen entre oradores y espectadores. El tercero es el nivel más abstracto, el de los medios de comunicación, en el que las relaciones interpersonales no se desarrollan presencialmente, sino que toman la forma de oradores y audiencia. Así, a mayor cantidad de participantes, mayor nivel de abstracción, y mayor división de roles.
Por su parte en el pensamiento de Foucault pudiésemos
encontrar referencias a este punto, cuando el trata el tema de la política y la lucha por el poder, donde retoma el concepto de “Biopoder” como conjunto de mecanismos a través de los cuales, todo aquello que en la especie humana, contiene sus marcas biológicas fundamentales, van a poder entrar dentro de una política, de una estrategia política, de una estrategia general de poder, en otras palabras, la forma cómo la sociedad, más específicamente, las sociedades occidentales modernas, retomaron el hecho biológico fundamental de pensar el ser humano como especie humana.
Desde el aspecto político, Foucault manejaba el concepto de
gobernanza, como una “gouvernamentalité” o “gobernamentalidad”, a la cual le daba como significado a través del conjunto de instituciones y procedimientos propios al poder, pero teniendo en cuenta que dicho poder se encontraba íntimamente ligado a las relaciones de fuerza, y en especial, según la época a la que se refiera, como primacía del control y de la disciplina. Control de la población (seguridad), control del territorio (soberanía) y control del cuerpo (disciplina).
De manera más explicita, esta nueva configuración de saber -
poder que Foucault llamó gobernamentalidad, plantea que los nuevos dispositivos de poder se basan en una forma de racionalidad política que toma sus criterios a partir de nuevos campos de objetos que se encuentran al exterior del Estado: la economía política y el sistema del derecho. Este saber - poder antisoberano no persigue más reinar sobre sujetos que tienen su estatus o privilegios diferenciados, sino que quiere gobernar sobre una pluralidad de hombres que forma una población.
En el marco de estas relaciones de poder, debe considerarse que
la biopolítica y el biopoder es una forma de poder que regula la vida social desde su interior, siguiéndola, interpretándola, absorbiéndola, y rearticulándola. El poder solo puede alcanzar un dominio efectivo sobre toda la vida de la población cuando llega a constituir una función vital, integral, que cada individuo apoya y reactiva voluntariamente
Respecto al ciudadano, como sujeto, para Foucault constituye la
base sobre la que se funda el discurso y, al mismo tiempo, el modo de objetivación que transforma a los seres humanos en sujetos. El ciudadano obtendría desde esta mirada la connotación de sujeto conocedor activo y de objeto sobre el que se actúa; un producto del discurso.
Aquí podriamos enlazar el actuar sobre el sujeto u objeto, con lo
que Schutzv definió como la “acción”, esta se significa como la conducta humana proyectada por el actor de manera autoconsciente. Donde el propio “acto” se refiere a la acción ya realizada. La diferencia entre acción y fantaseo se establece aquí en que la primera implica un ejercicio voluntario que establece la acción como dotada de propósito. Mientras que el fantaseo dotado de propósito sería denominado, no acción, sino “efectuación”.
Para Shutz, el abstenerse de actuar, en nuestro caso el
abstenerse de ser participe en los asuntos comunes a nuestra comunidad, podría considerarse como acción negativa, no obstante es también un tipo de acción; un fenómeno, en verdad, de especial interés e importancia. En consecuencia, plantea el concepto de acción “latente” el cual abarca todas las formas de decisión negativa en las cuales el actor decide, con un propósito determinado, abstenerse de llevar a cabo determinada conducta manifiesta.
La acción, en todo caso, se origina en la conciencia del actor, en el
caso particular de la investigación, del sujeto que conforma parte de la sociedad civil o comunidad, quien decide actuar, o no, en la praxis política, comunitaria, participativa o deliberativa, en la solución de los problemas colectivos inmanentes para el desarrollo de su comunidad.
Aquí podemos relacionar a los espacios comunitarios de acción
participativa como, lo que definía Shutz, “El mundo social”, mismo constituido por una multiplicidad de factores, cada uno de los cuales lo define de maneras conexas, aunque individualizadas. Ya sea que el actor defina o no su situación de un modo que corresponda en general a lo que denominamos hechos “objetivos”, su acción tiene sentido y es muy significativa para el proceso de la investigación en la participación social.
Para este autor, cualquier forma que defina la situación un actor,
su acción es un dato para la indagación. El hecho que exista no solo multiplicidad, sino relatividad en la definición que hacen de una situación, o podriamos llamarla realidad temporal, diferentes actores, o incluso el mismo actor en distintos momentos, forma parte de la estructura esencial de la vida diaria, de la praxis de vivir, de la praxis social. Comprender el mundo social quiere decir comprender el modo en que los hombres definen su situación.
El que una persona pueda definir la misma situación de manera
radicalmente distinta que otro semejante conduce, desde el punto de vista filosófico según Shutz, al problema de la realidad. Debe evitarse la tentación de confundir insistencia con que el sentido común, al ser cuestionado, afirma que hay una realidad objetiva que es la misma para todos los observadores normales, con la demostración de que en efecto es así; tampoco hay que confundirla con la comprensión de lo que tal afirmación implica. Al vivir en lo que Shutz define como “La realidad eminente” de la vida cotidiana, los hombres se ven incorporados a determinadas situaciones tal como ellos las definen en el contexto de su vida. Es inútil que cualquier observador neutral indique a los actores comprometidos la situación objetiva.
Ahora bien, en el accionar, o no, de las personas, existen para el
autor “Los Horizontes”, estableciendo que la acción nunca está aislada, desvinculada de otra acción, divorciada del mundo. Y ya sea de manera manifiesta o latente, toda acción tiene sus horizontes de relacionalidad con la realidad social.
Estas construcciones se reflejan, a su vez, en la situación
epistémica del actor. Las coordenadas de la matriz social, el Aquí y Ahora del ego, implican la posibilidad de retomar o recobrar perspectivas que antes se poseían pero que fueron posteriormente abandonadas. La dialéctica del Aquí y Allí se hace posible por las idealizaciones, únicas que permiten aplicarla dentro del mundo social. Las formas y modalidades de la acción presuponen horizontes esenciales.
De manera particular, y que reviste importancia para observar y
comprender el fenómeno de la participación ciudadana en los asuntos relacionados con el desarrollo local, nos encontramos con los “Motivos porque" y “Motivos para”, que conllevarían a la praxis participativa. Al respecto, Shutz considera que la dificultad de definir la acción como “conducta motivada” reside en el equívoco implícito en el término Motivo”. Así prefiere distinguir dos tipos diferentes de conceptos: los motivos que implican fines a lograr, objetivos que se procura alcanzar, son denominados motivos “para”; los motivos a los que se explica sobre la base de los antecedentes, ambiente o predisposición psíquica del actor son denominados motivos “porque”.
En estos, se tiene que su estructura temporal. Los motivos “para”
están dominados por el tiempo futuro; los motivos “porque”, por el pasado. Así cuando un actor comunitario proyecta su acción, es consciente de sus motivos “para”; en verdad, precisamente estos motivos instigan su acción; pero los motivos “porque” que podrían explicar ciertos aspectos de sus condiciones causales, permanecen ocultos y marginales para su conciencia. Estas diferencias temporales conducen a una diferenciación más: los motivos “para” forman una categoría subjetiva.
Si quisiéramos establecer entonces la subjetivación de los
motivos que conllevan al accionar de los actores sociales definitivamente debemos analizar que les da a los mismos un significado en particular. Y a esto Shutz lo denominó la “Significatividad”.
La significatividad es el concepto el cual se incluyen los tipos y
formas de acción emprendida por el individuo. Decido un curso de acción en un sentido y no en otro, a la luz de lo que considero significativo con respecto a mis más profundas convicciones e intereses. Aunque comparto con la mayoría de mis semejantes determinados sistemas generales de significatividades, advierto que a menudo los comparto por razones algo diferentes, que solo pueden ser explicadas en términos de mi esquema de preocupaciones fundamentales. De modo similar, sé que lo que me interesa puede aburrir a otro; que lo que para mí es sagrado puede ser risible para él; que lo que yo valoro puede dejarlo indiferente.
La significatividad establecida así por Shutz, necesariamente
conlleva a situarse en la realidad de los actores sociales, en nuestro caso el de los miembros de las comunidades y sus entornos o dominios, lo cual conlleva al establecimiento de “Realidades múltiples”, que se desarrolla en términos de los órdenes de realidad o de “subuniversos” el mundo de las cosas físicas, de la ciencia, de la religión, e incluso de la “pura demencia y desvarío”. Aunque los hombres del sentido común tienden a concebir estos mundos de modo más o menos inconexo, sostiene Shutz que, cada mundo mientras se atiende a él, es real a su manera; al caducar la atención, caduca la realidad.
Y precisamente, esa caducidad de atención, pareciera ser un
factor determinante en la ciclicidad de la praxis observada en la participación de las comunidades y la reiteración de errores, fallos o desaciertos obtenidos a lo largo de la historia, por lo menos latinoamericana, evidenciada por mí durante mi proceso de investigador y observador - participante en el ejercicio de la participación ciudadana en aras del desarrollo local.
Ahora el problema es determinar la índole de las conexiones o
puentes que vinculan entre sí estos mundos, y ver cómo puede el individuo habitar uno cualquiera o todos ellos durante su existencia. Y para ello Shutz refiere, en consecuencia a “ámbitos finitos de sentido”. Al establecer ámbitos de sentido, el autor precisa que la realidad está constituida por el sentido de nuestras experiencias y no por la estructura ontológica de los objetos. Así, cada ámbito posee su propio estilo cognitivo respecto del cual las experiencias dentro de cada mundo son compatibles entre sí. Y cada ámbito finito de sentido puede recibir el “acento de realidad”, puede ser atendido como real. Advirtiendo el autor, que ninguna fórmula de transformación permite pasar sin dificultades de un ámbito a otro.
Dentro de todo este hilo conformador de ideas y constructos
epistemológicos que arrojan luces sobre el complejo fenómeno de la participación comunitaria, considero resaltante el relacionado con lo que Shutz llamó “La realidad eminente”, mismo que podría permitir un punto de referencia para reflexionar sobre la praxis participativa realizada por mí mismo en contraste de la observada en los actores comunitarios, con sus propias dimensiones y dominios ideológicos, políticos y sociales.
Este autor, toma como realidad eminente al mundo del ejecutar;
o, dicho en otro lenguaje, mi mundo del sentido común y de la vida diaria. Dentro de él se sitúa el individuo como cuerpo, como algo que opera físicamente en el mundo y encuentra resistencia tanto en sus semejantes como en las cosas. Según la terminología de Schutz, ejecutar significa insertarse en el mundo exterior, lo cual significa, a su vez, que como actor en el mundo del sentido común sé que mi acción ocasionará cambios que influirán en otras situaciones y serán advertidos por otros hombres. Al examinar mis actos, advierto tanto su carácter causal como su valor productivo. Al anticipar actos en la proyección propia del fantaseo, imagino sus consecuencias y efectos. Finalmente, la comunicación tiene su locus primordial en el mundo del ejecutar, el mundo de la vida diaria del adulto alerta. Concientizarse e integrarse en el mundo significa entonces, desde este constructo de realidad eminente, también comunicarse en él; y como comunicación presupone intersubjetividad, y esta las tipificaciones que sustentan toda relacionalidad social, el individuo nace en la realidad eminente en la cual se basan todas las tipificaciones. Esta realidad es la que el individuo presupone, y en la cual vive crédulamente dentro de la actitud natural. Lo que Husserlvi denominó “tesis general de la actitud natural” o la creencia dóxica en el ser mismo del mundo, que halla su expresión primaria en el mundo del sentido común.
La realidad de la estructura social del mundo, desde la
perspectiva de la vida cotidiana, conlleva a entender por un lado, que este mundo no es mío privado sino común a todos nosotros; y por el otro, que en él existen semejantes con quienes me vinculan muchas relaciones sociales. No solo actúo sobre cosas inanimadas, sino también sobre mis semejantes; ellos me inducen a actuar y yo los induzco a reaccionar. Mis actos efectuados pueden motivar al Otro a reaccionar, y viceversa.
Las acciones sociales suponen comunicación, y toda
comunicación se basa necesariamente en actos ejecutivos para comunicarnos con otros, se hace entonces necesario llevar a cabo actos manifiestos en el mundo externo que se suponen interpretados por los otros como signos de lo que se quiere transmitir. La participación simultánea en el proceso en curso de la comunicación del otro establece, por ende, una nueva dimensión temporal. El y YO, Nosotros, compartimos mientras dura el proceso un presente vívido común, nuestro presente vívido, que le permite y me permite decir, en palabras Shutz: “Nosotros experimentamos este suceso juntos”. Mediante la relación “Nosotros” así establecida, ambos, él, que se dirige a mí, y yo, que lo escucho, estamos viviendo en nuestro presente vívido mutuo, dirigidos hacia el pensamiento que debe ser realizado en el proceso de comunicación y por él.
A modo de Reflexión Final
Al finalizar el presente desarrollo epistemológico, emerge de la
lectura de los autores señalados anteriormente, que abordar el fenómeno de la praxis de la participación ciudadana en el desarrollo local, independientemente de hacerlo desde la holopráxica universitaria, conlleva la observación y comprensión de la realidad social, la cual debe entenderse como la suma total de objetos y sucesos dentro del mundo social cultural, tal como los experimenta el pensamiento de sentido común de los actores socio comunitarios que viven su existencia cotidiana entre sus semejantes, en sus propias comunidades, vinculados por múltiples relaciones de interacción.
Siendo entonces, que éste es el mundo de objetos culturales e
instituciones sociales en el que todos hemos nacido, crecido, formado, dentro del cual debemos movernos y con el que tenemos que entendernos. Para Schutz, llamar real a una cosa, significa que esta guarda una cierta relación con nosotros mismos. Así todo lo que no guarda relación con nosotros está fuera de nuestra realidad subjetiva.
Por otra parte, se requiere considerar, y asumir, que los actores
sociales del fenómeno a estudiar, como individuos actuantes en el mundo, procuran cambiar el mundo que los rodea. La situación biográfica condiciona el modo de determinar el escenario de la acción, interpretar sus posibilidades y enfrentar sus desafíos, desde sus propias realidades. iBall, S. (1993). Foucault y la educación: Disciplinas y saber. Madrid: Ediciones MORATA, S. L iiFoucault, M. (2007). Nacimiento de la Biopolítica. Curso en el Collége de France (1978-1979). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Ewert, G. (1991). Habermas y Educación: Análisis de la influencia iii
de Habermas en la Bibliografía de Educación. Traducción de Ramírez,
A. UNESR (1993). ivHabermas, J. (2005): Facticidad y validez. Sobre el derecho y el Estado democrático de derecho en términos de teoría del discurso, Madrid:Trotta. v Schutz A. (1974). El problema de la realidad social. Natanson, Maurice Compilador. Buenos Aires: Amorrortu Editores. vi Husserl, E. (1949). Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica. México: Fondo de Cultura Económica.
La interacción entre biopolítica educación y subjetividad: La Universidad como Productora de productores desde una lectura foucaultiana - Jorge Eliécer Martínez Posada (U. La Salle / U. Javeriana - Colombia)
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