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L.- Reconocemos que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo por
espiración de amor eterno.
T.- Él es don del Padre y del Hijo a su Iglesia. Consolador nuestro,
defensor ante los ataques de nuestros enemigos.
L.- Creemos en el Espíritu Santo, señor y dador de vida, que procede del
Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y
gloria, y que habló por los profetas.
T.- Él es el Señor de nuestras almas porque nos libra de la esclavitud
del pecado.
L.- Él es dador de vida, porque así como el alma anima al cuerpo, la gracia
da la vida al alma con la fuerza del Espíritu Santo.
T.- El Espíritu Santo merece la misma adoración que el Padre y el Hijo,
porque las divinas personas son iguales en su divinidad.
L.- Los profetas nos hablaron y enseñaron los misterios de Dios, movidos
por ti, Espíritu Santo.
T.- De la misma manera la Iglesia, pueblo profético, debe hablar y
enseñar los misterios divinos a cada generación en el mundo.
L.- Del ti, Espíritu Santo, procede el conocimiento de las cosas futuras, la
inteligencia de los misterios, la comprensión de las verdades ocultas, la
distribución de los dones, la ciudadanía celeste, la conversación con los
ángeles.
T.- De ti, Espíritu Santo, proviene la alegría que nunca acaba, la
perseverancia final, la gloria eterna.
L.- Derrama en nuestras almas los frutos que proceden de ti: el perdón de
nuestros pecados, la iluminación de nuestras inteligencias para conocer los
misterios divinos, la ayuda para cumplir los mandamientos, la esperanza de
la vida eterna.
T.- Tus frutos, don excelso, que nos llenan de dulzura y gozo.
L.- Los cuerpos se vuelven resplandecientes al recibir los rayos de luz y así
nuestras almas, llevadas por ti, Santo Espíritu, inundadas de la gracia, se
tornan espirituales.
T.- Del mismo modo que al salir el sol todo se contempla con claridad
si el ojo está sano, así el que recibe la iluminación del Espíritu Santo
ve lo que antes ignoraba.
L.- Eres inaccesible por tu naturaleza pero te has hecho accesible por tu
bondad.
T.- Necesitamos del Espíritu Santo para nuestra perfección y
renovación.
(En pie)
L.- Por ti, Espíritu Santo, los corazones son elevados a lo alto, los débiles
son llevados de la mano, los que van progresando llegan a la perfección.
T.- Por ti se nos restituye el paraíso y subimos al Reino de los Cielos.
L.- Por ti, Espíritu Santo, los hombres llegamos a la pureza de afectos e
intenciones y obtenemos la adopción filial.
T.- Por ti podemos llamar a Dios Padre y participamos en la gracia de
Cristo.
L.- Por ti, Espíritu Santo, tenemos derecho a ser llamados hijos de la luz.
T.- Por ti participamos de la vida eterna y tenemos la plenitud de la
bendición.
L.- Por ti, Espíritu Santo, contemplamos, como en un espejo, los bienes
prometidos que nos están esperando y que por la fe esperamos disfrutar.
T.- Iluminas a los limpios de corazón y los haces espirituales por la
comunión contigo.
L.- Todo lo llenas con tu poder, pero te comunicas solo a los que te son
dignos y distribuyes tus dones según la fe de tus siervos.
T.- Así como la tierra árida no da fruto si no recibe el agua, así también
nosotros, que éramos antes un leño árido, nunca hubiéramos dado
fruto de vida sin esta gratuita lluvia de lo alto.
L.- De la misma manera que el árbol seco, al recibir el agua germina, así
también el alma pecadora, al recibir del Espíritu Santo el don del
arrepentimiento, produce frutos de santidad.
T.- Cuida amorosamente de tu Iglesia y conserva la integridad de la fe,
el carisma de la infalibilidad, las múltiples manifestaciones de
santidad.
(En pie)
L.- Que, a ejemplo de los apóstoles, no nos dejemos intimidad por nuestros
perseguidores.
T.- Y permanezcamos tenazmente unidos al amor de Cristo.
L.- Que seamos sensibles y dóciles a lo que el Espíritu Santo promueve en
nuestro corazón.
T.- Y nos dispongamos a recibir los carismas que distribuye, los
efectos y decisiones que hace nacer en nuestro interior.
L.- ¿Por qué ir alocadamente por la vida pidiendo felicidad donde no la hay?
T.- ¿Por qué tardamos tanto en comprender que no hay mayor gozo
que el trato ferviente con este dulce huésped del alma?
L.- Repitamos todos las palabras que nos dirigió Jesús en la noche de su
despedida:
T.- “Yo rogaré al Padre y os enviará otro Consolador, para que esté
eternamente con vosotros, el Espíritu de la verdad, a quien el mundo
no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce: pero vosotros lo
conoceréis porque morará con vosotros y estará dentro de vosotros”
(Jn. 14, 16-17).
L.- Hemos sido sellados con el sello del Espíritu Santo prometido (Ef. 1, 13)
para pertenecerle eternamente a Él en alianza perpetua.
T.- Y nos has concedido tus dones de sabiduría e inteligencia, espíritu
de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de piedad, espíritu de
santo temor.
L.- Recordamos en tu presencia que hemos sido sellados con tu sello y que
necesitamos con mayor abundancia tus tesoros espirituales, que son tus
siete sagrados dones. Que comprendamos la eficacia y excelencia de tus
dones
T.- para seguir más fácil y prontamente tus inspiraciones, y para que
llegar rectamente a la santidad.
L.- Por medio del don de ciencia nos enseñas a no hacer nuestra voluntad,
sino la del Padre.
T.- Que, llenos de piedad y agradecimiento, reconozcamos lo que se
nos ha dado por consentimiento y gracia del Espíritu Santo.
L.- Llénanos con tus inspiraciones porque somos tuyos como propiedad
sellada (cfr. Ex. 12, 13; Ez. 9, 4-7)
T.- para que bajo tu cuidado nos despertemos del sueño de la muerte,
nos movamos a amar a Dios sobre todas las cosas, nos sintamos
empujados hacia el amor del prójimo y al ejercicio de las santas
virtudes, al amor celestial y a las buenas resoluciones.
La vida procede del amor, y es el don primero que hace posible todo lo
demás. Por eso es tan importante el Espíritu Santo para nosotros, porque
es a través de Él que recibimos todo de Dios, todo. El Espíritu Santo es
amor del que se deriva como de una fuente todos los dones que Dios da a
sus criaturas: la donación de la existencia a todas las cosas por la creación;
la donación de la vida de la gracia, que nos ha merecido Jesucristo
muriendo en la Cruz, pero que llega a nosotros por el Espíritu Santo.
Por eso es tan importante hacernos amigos del Espíritu Santo, porque todo
lo recibimos a través de Él, todo lo que importa de verdad. Y la una de las
gracias que podemos pedir hoy al Espíritu Santo es que nos haga
comprender cuáles son las cosas que importan de verdad.
El Espíritu Santo es tan importante para nosotros que dice San Pablo:
“nadie puede decir Jesús es el Señor sino por influjo del Espíritu Santo”, es
decir, que no podemos hacer ni acto de fe si no nos ayuda el Espíritu Santo.
Pero dice más San Pablo, dice que “nadie conoce lo íntimo de Dios sino el
Esp de Dios”. Cuando tenemos necesidad de hacer una consulta sobre
nuestra salud, acudimos a un médico, cuando nos preocupa una cuestión
legal, preguntamos a un abogado. Si nosotros queremos conocer a Dios, si
queremos crecer en nuestra vida espiritual, hemos de pedir ayuda al
Espíritu Santo, porque es el Espíritu Santo el que nos revela quién es Dios,
quién es Jesucristo. Y conocer a Jesucristo es fundamental para nosotros,
para no equivocar nuestro camino. JX no es algo de lo que podamos
prescindir. Es el único capaz de dar sentido a mi existencia y el único capaz
de darme vida eterna. Todos sentimos nostalgia de Dios en nuestro
corazón. Lo sentimos cuando sentimos la necesidad de un amor más puro,
más estable, más profundo que lo que encontramos a nuestro alrededor.
Pedirle al Espíritu Santo en esta noche que nos revele a Jesucristo, que nos
haga conocer verdaderamente a Jesucristo, que nos descubra su gran amor
por nosotros.
En ese mismo pasaje de Ezequiel dice también el Señor: “Os rociaré con
agua pura y os purificaré de todas vuestras inmundicias y de todos vuestros
ídolos”. Hoy te pregunto: ¿Tienes ídolos que tengan atrapado tu corazón?
¿Hay cosas en tu vida que han cogido el puesto de Dios? Pide al Espíritu
Santo que te ayude a descubrir esos ídolos, a reconocerles y arrojarles del
corazón.
San Pablo (Rm 8, 26) sigue diciendo: “El Espíritu Santo viene en ayuda de
nuestra debilidad, porque no sabemos pedir para orar como conviene.
Porque el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables”. Y más
tarde “Sabemos que Dios ordena todas las cosas para bien de los que le
aman”. Hay tanta confusión en nuestra vida que muchas veces no sabemos
qué es lo que nos conviene realmente. Pedir al Espíritu Santo que quiera
guiar vuestra vida.
En la era de la eficacia, parece que damos importancia a las cosas sólo por
el resultado que nos dan, por lo eficaces que son. Pues mirad la eficacia del
Espíritu Santo. Los apóstoles estaban con María, eso es muy importante, y
dice la Escritura que “perseveraban en la oración”. Y el día en que el pueblo
judío celebraba su fiesta de Pentecostés, “se produjo de repente un ruido en
el cielo, como de viento impetuoso que pasa, que llenó toda la casa donde
estaban. Se les aparecieron como lenguas de fuego que se dividían y
posaban sobre cada uno de ellos. Y todos quedaron llenos del Espíritu
Santo”. Y el fuego del amor de Dios les llenó, y de hombres débiles y
asustados, pasaron a ser testigos, y llegaron hasta los confines de la tierra.
Uno puede decir: ¿Yo puedo ser un testigo? El Señor le dijo un día a Sta.
Margarita Mª de Alacoque: “Si crees verás el poder de mi corazón”. Cree en
el poder de Dios, para cambiar tu vida y para cambiar el mundo.
En el mismo libro del profeta Ezequiel que hemos comentado antes, hay
otra imagen impresionante. El profeta ve un valle lleno de huesos. Dios le
pregunta si podrán revivir esos huesos secos. El profeta dice: “Señor, tú lo
sabes”. El profeta profetizó sobre los huesos en nombre de Yavé. Hubo un
estremecimiento y los huesos comenzaron a juntarse y se cubrieron de
carne y recobraron la vida poniéndose en pie. Era una muchedumbre
inmensa.
También hoy puede suceder esto, si oramos con fe al Espíritu Santo. Quien
no conoce a Dios y vive de espaldas a Dios es comparable a esos huesos
secos. Pero el Señor puede devolver la vida de la gracia a todos esos
hombres y mujeres que viven alejados de Él. Oremos junto con María,
nuestra buena Madre. Pidamos el Espíritu, sobre nosotros y sobre toda la
humanidad. Que sea un nuevo Pentecostés.
ORACION FINAL.
(Se puede intercalar entre cada verso la aclamación musicalizada veni
Sancte Spiritus- ven Santo Espíritu) de los canto de Medjugorie)
Amén.
Despedida:
Bendición sacerdotal con el santísimo.