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El Tranvía

Sobre el Texto de Tennessee Williams


Dramaturgia: Erom Jimmy
 
 
 

Personajes:
 
Stanley
Stella
Blanche
Mitch
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Al levantarse el telón, la escena está en la oscuridad. Se oye la música que ejecuta
una pequeña orquesta de jazz. La escena se ilumina lentamente. Blanche du Bois
entra por la izquierda, viniendo de la calle. En una mano trae una pequeña maleta,
y en la otra un trocito de papel. Mira a su alrededor, con aire de escandalizada
incredulidad. Su aspecto no armoniza con el decorado. Se diría que viene de un té o
de un cóctel, en el distrito de los jardines. En su aire indeciso, algo sugiere una
mariposilla. La música se extingue. Blanche camina llevando una maleta. Las luces
de la calle comienzan a oscurecerse y la iluminación interior del apartamento se
acentúa. La escalera de entrada de la casa. Mitch sentado, fuma, no hace nada.
Llega Blanche, se miran.

ESCENA 1

MITCH: ¿Qué pasa, querida? ¿Se ha extraviado?

BLANCHE: ​(Parada a la derecha de la escalera, con humor ligeramente histérico)


Me dijeron que tomara el tranvía y que viajara seis cuadras y...

MITCH: Pues aquí es donde está ahora.

BLANCHE: ​(Con aire de incomprensión)​ Busco a mi hermana, Stella…

MITCH: Aquí es. Pero Stella acaba de salir.

BLANCHE: ¡Aquí! ¿Será posible que ésta sea su casa?

MITCH: Stella vive en la planta baja y yo arriba. ¿Stella no la esperaba?

BLANCHE: No. No esta noche.

MITCH: Vamos... ¿Por qué no entra y se pone cómoda hasta que regresen?

BLANCHE: ¿Cómo podría hacerlo?

MITCH: Yo soy quien le renta la casa, de modo que puedo dejarla entrar. ​(Golpea la
puerta de la calle con el dorso de la mano derecha y aquélla se abre de par en par.
Blanche entra en la sala y se detiene, algo azorada. Abarca con la mirada la
habitación. Mitch mira a Blanche y luego a su maleta, toma ésta, entra en la sala,
deja la maleta en alguna parte. Entonces, advierte la expresión de Blanche. Se
adelanta, recoge dos vestidos de Stella tirados y se encamina hacia la puerta de la
calle)​ Esto está un poco revuelto, pero da gusto verlo cuando está limpio.

BLANCHE: ¿De veras?

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MITCH: ¿De modo que usted es la hermana de Stella? Stella habló de usted ​(Frota
un manzana que se encuentra contra su ropa) ​Stella me mostró una fotografía de su
casa natal. Una casa grande, muy grande, de columnas blancas.

BLANCHE: Perdóneme, pero me estoy cayendo. ¡Me siento tan cansada!

MITCH: ¿Por qué no se pone cómoda? ​(Muerde la manzana)

BLANCHE: Lo que he querido decir es que me gustaría quedarme sola.

MITCH: ​(Con la manzana en la boca, deja de comer, se levanta y va con aire


ofendido hacia la puerta de la calle)​ Bueno... ¡No necesito que me lo digan dos veces!

(Se va)

Blanche mira a su alrededor. Da unos pasos con indecisión, vuelve, mira una
botella de whisky. Se adelanta hasta la mesa, se sirve un respetable trago, bebe,
deja el vaso sobre la mesa. Se acerca con aire vacilante a la silla y se sienta. Se oye
por la derecha el chillido de un gato. Blanche se levanta de un salto, sobresaltada.
Se sienta nerviosa. Silencio. Entra precipitadamente Stella.

STELLA: ​(Llamando al abrir la puerta)​ ¡Mi hermana!

Por un momento, las hermanas se miran fijamente, Stella se lanza hacia un


interruptor, lo oprime y la habitación se inunda de luz. Luego, se arroja en brazos
de su hermana.

BLANCHE: ¡Mi hermanita! ​(Luego con febril vivacidad, como temiendo que ella
piense más de la cuenta) Vamos, déjame que te mire. ​(Le vuelve la espalda) ¡Pero tú
no me mires! ¡No, no, no, no! ¡Sólo debes mirarme después, cuando me haya bañado
y descansado! ¡Y apaga esa luz! ¡Apágala! ¡No quiero que me miren bajo su
despiadado resplandor! ​(Stella ríe, va hacia el interruptor y la complace. La
violenta luz que ha inundado el escenario se esfuma) ​¡Ahora vuelve aquí! ​(Vuelve a
abrazar a Stella) ¡Creí que nunca vivirías en esta horrible casa! ¿Qué he dicho? ¡Oh!
No quise decir eso. Quise ser amable y... Aún no me has dicho una sola palabra.

STELLA: No me has dado la oportunidad de hacerlo, querida. ​(Ríe y abraza a


Blanche, pero la mira con cierta ansiedad)

BLANCHE: Bueno, vamos, te toca hablar a ti. Habla, mientras busco un poco de
licor. Sé que debes tener alguno por aquí. ¿Dónde estará? ¡Oh, ya lo veo! ¡Ya lo veo!

Está trémula, jadeante y procura reír. Poco falta para que se le caiga de las manos.
Stella se le acerca y le quita la botella.

STELLA: Siéntate y déjame que sirva el whisky.

BLANCHE: Y… ¿Dónde..., dónde está...?

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Silencio incómodo

BLANCHE: ​(Casi repentinamente) ​Me basta con agua para el whisky. Vamos, no te
preocupes. Tu hermana no se ha convertido en una borracha. Sólo está extenuada y
acalorada y sucia... Siéntate y explícame qué significa esto. ¿Qué diablos estás
haciendo en semejante casa?

STELLA: Mi hermana, por favor.

BLANCHE: Oh, no seré hipócrita. Seré sincera y crítica. Nunca, nunca, nunca, ni en
mis peores sueños, pude imaginarme... ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué no me
escribiste? ¿Por qué no me avisaste, querida?

STELLA: ¿Por qué no te dije qué?

BLANCHE: Bien, mejor, no hablemos más del asunto.

STELLA: Gracias.

BLANCHE: ¡Eres todo lo que me queda en el mundo y no te alegras de verme!

STELLA: No me has dado una sola oportunidad de decir gran cosa, querida. De
modo que me acostumbré a callar a tu lado. ¿Quieres otro whisky?

BLANCHE: No, uno es mi máximo.

STELLA: ¿Seguro?

BLANCHE: ​(Se mira en el espejo que pende sobre el tocador y se vuelve hacia su
hermana) ​No has dicho una sola palabra sobre mi aspecto. ​(Ve la botella sobre la
mesa de la sala, rápidamente va a ella. Stella la sigue) Sólo beberé un sorbito más
(Se sirve) ¡De modo que guarda la botella! ¡Guárdala! Así no me sentiré tentada.
(Bebe y le tiende la botella a Stella, Blanche bebe) ¡Quiero que mires mi figura! No
he aumentado un solo gramo en diez años. Peso lo mismo que pesaba el verano en
que te fuiste de la casa. El verano en que murió papá y nos dejaste. ​(Tocándose la
frente, con dedos trémulos) ¿No hay más habitaciones? No sé dónde vas a
acomodarme.

STELLA: ​(Acercándose al sofá)​ Te pondremos aquí. ​(Señala el sofá)

BLANCHE: ¿Qué clase de cama es ésta? ¿Uno de esos muebles desarmables?

STELLA: ¿Te parece cómodo?

BLANCHE: Maravilloso, querida. Pero no hay puerta entre las habitaciones y... ¿Será
decente, eso? He traído algunos vestidos bonitos para recibir a todos los simpáticos
amigos de la casa.

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STELLA: Temo que no te parecerán simpáticos.

BLANCHE: Bueno... De todos modos, he traído buena ropa y voy a usarla.


¿Esperabas que te dijera que me iría a un hotel? ¿Verdad? Ni lo pienso. ¡Quiero estar
cerca de ti! ¡Necesito estar con gente, no puedo quedarme sola! Porque, como debes
haberlo notado, yo... ¡No estoy muy bien! ​(Su voz desfallece y denota temor)

STELLA: ​(Se levanta, se le acerca y le pone la mano sobre el hombro) Pareces un


poco nerviosa o algo así.

BLANCHE: ¿Simpatizará conmigo, o sólo seré una cuñada de visita? Yo no podría


soportar eso.

STELLA: ​(Acercándose a Blanche) ​Se entenderán perfectamente, siempre que no


trates de... bueno, de comparar...

BLANCHE: ¿Cómo acogió la noticia cuando le anunciaste mi llegada?

STELLA: Oh, no lo sabe aún.

BLANCHE: ​(Asustada)​ ¿No... se lo has dicho?

Silencio incómodo

BLANCHE: Tengo que hablarte algo...

STELLA: ¿Qué?

BLANCHE: ​(Con una precipitación llena de malestar) No te he hecho las preguntas


que probablemente esperabas de mí. Confío en que te muestres comprensiva con
respecto a lo que yo tengo que decirte.

STELLA: Dime entonces.

BLANCHE: Bueno... Vas a hacerme un reproche. Lo sé. Pero antes de hacerlo... Ten
en cuenta que... ¡Te fuiste! ​(Se acerca hacia ella) ¡Yo me quedé y luché! ¡Tú viniste y
miraste por ti misma! ¡Yo me quedé! No te lo digo para reprochártelo, pero toda la
carga cayó sobre mis hombros.

STELLA: Lo mejor que yo podía hacer era ganarme la vida.

BLANCHE: ​(Comenzando a temblar con renovada intensidad) Lo sé, lo sé. ¡Pero


fuiste tú quien abandonó…!

STELLA: ¡Basta de arranques histéricos y dime qué pasó! ¿Qué quieres decir con eso
de que…?

BLANCHE: Ya sabía yo que me dirías eso, Stella. ¡Ya me imaginaba que asumirías
esa actitud!
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STELLA: ¿Con respecto... a qué?

BLANCHE: La casa…

STELLA: ¿De modo que se perdió?

BLANCHE: Si.

Un tren pasa ruidosamente por las vías. La pausa del diálogo para que se oiga el
ruido del tren no es larga.

STELLA: ​(Se levanta, avanza y mira a Blanche) Pero... ¿Cómo se perdió? ¿Qué
pasó?

BLANCHE: ¡Buena eres tú para preguntármelo!

STELLA: ​(Un paso más cerca)​ ¡No me hables así!

BLANCHE: ¡Buena eres tú para acusarme a mí de eso! ​(Enfrentándola) ¡Yo, yo, yo


recibí los golpes! ¡Todas esas muertes! ¡La larga procesión hasta el cementerio!
¡Papá! ¡Y mamá! Mamá.. ¡Estaba tan hinchada que no pudieron acostarla en un
féretro! ¡Hubo que quemarla como si fuese basura! Tú apenas volviste a tiempo para
los funerales. Y los funerales son hermosos comparados con las muertes. Son
silenciosos, pero las muertes no siempre lo son. A veces su respiración es ronca, a
veces le gritan a uno: ¡No me dejen ir! ¡Como si uno pudiera detenerlos! Fui yo quien
estuvo junto a la cama cuando gritaban: ¡No me dejen ir!, no podrías sospechar esa
lucha por respirar y ese sangrar. Pero yo lo vi. ¡Yo lo vi, lo vi! ¡Y ahora me dices con
los ojos, descaradamente, que yo tuve la culpa de que se perdiera la casa ​(Stella va
hacia el centro, Blanche la sigue, la aferra) ¿Cómo diablos crees que pagamos por
toda esa enfermedad y esa muerte? ​(Blanche está junto al hombro de Stella) ¡La
muerte es cara, señorita! ¿Cuál de ellos nos dejó siquiera un centavo? ¡Y yo, con mi
triste sueldo de la escuela! ​(Stella amaga un paso para irse) ​Sí, acúsame. ¡Sigue
pensando que yo dejé perder la casa! ¿Dónde estabas tú? ¡En la cama con...!

STELLA: ¡Cállate! ¡Basta ya!

BLANCHE: ​(Acercándose)​ ¿A dónde vas?

STELLA: ​(Deteniéndose) ​Al baño, a lavarme la cara.

BLANCHE ​(Tratando de retenerla)​ ¡Estás llorando!

STELLA: ¿Te sorprende?

Sonido de un tren que pasa. Stella mira brevemente la cara de Blanche y se va

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ESCENA 2

STANLEY: ​(Desde afuera) ​¡Eh, Nena!

Stella regresa rápidamente, algo nerviosa, Blanche y Stella se miran, cierta


tensión. Entra Stanley.

STANLEY: ¡Nena!

STELLA: No grites así.

Se encuentran, hay miradas. Stanley sigue mirando a Blanche, va donde Stella y la


besa en los labios como saludo y quizá para demostrar fuerza. Stella se va.

BLANCHE: Yo, soy...

STANLEY: ¿La hermana de Stella?

BLANCHE: Si.

STANLEY: Tanto gusto. No sabía que usted vendría a la ciudad. ​(Alza la botella para
ver cuánto queda)​ El licor desaparece pronto cuando hace calor. ¿Quiere un trago?

BLANCHE: No... Yo... Rara vez toco el licor.

STANLEY: ​(Dejando el vaso y la botella sobre la mesa, se acerca nuevamente a


Blanche) Tengo la camisa pegada al cuerpo. ¿Hay inconveniente en que me ponga
cómodo?

BLANCHE: Está en su casa.

Stanley se quita una camisa y se queda con una camiseta blanca, preferiblemente
mojada, supuestamente de sudor.

STANLEY: ¿Cuánto tiempo piensa quedarse, Blanche?

BLANCHE: No... No lo sé, todavía.

STANLEY: ¿Se propone vivir aquí algún tiempo?

BLANCHE: Lo haría si eso no les causara molestias a ustedes.

STANLEY: Me parece bien.

BLANCHE: Viajar me cansa muchísimo.

STANLEY: Bueno, tómelo con calma.

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Hay ruidos fuera, voces lejanas, gente peleando.

BLANCHE: ¿Qué ha sido eso?

STANLEY: El barrio. ¡Nena!

STELLA: ​(Desde dentro)​ ¿Qué?

STANLEY: ¿Piensas quedarte ahí una eternidad?

Stella regresa resignada y Stanley le abraza, quizá jueguen, terminan sentadas


sobre una de las sillas junto a la mesa.

STANLEY: Su hermana me ha hablado muchísimo de usted. Usted estuvo casada en


otros tiempos... ¿Verdad? ¿Qué pasó?

BLANCHE: Lo dejamos, se fue, nunca nos volvimos hablar, no sé ni dónde puede


estar ahora.

Stella se levanta de golpe, toma de la mano a Blanche y salen de escena. Stanley se


queda sentado, baja la luz, hay un penumbra, una música lejana, Stanley bebe,
sigue la música.

Escena 3

Stella llega cambiada, lleva un vestido de colores vivos. Stanley la mira y habla casi
con un tono de coquetería.

STANLEY: Hola…

STELLA: ¿Qué tal?

STANLEY: ​(Señalando el vestido)​ ¿Qué significa todo este carnaval?

STELLA: Voy a salir con mi hermana. Tienes comida en el refrigerador.

STANLEY: ¿Dónde está...?

STELLA: Tomando un baño caliente, para aplacar sus nervios. Está afligidísima.

STANLEY: ¿Por qué?

STELLA: Ha pasado por un trance tan penoso...

STANLEY: ¿De veras?

STELLA: ¡Hemos... Perdido la casa!

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STANLEY: ¿Cómo?

STELLA: Y procura comprenderla y ser buena con ella... ​(Ambas cambian una
mirada) Ella no esperaba encontrarnos en una vivienda tan pequeña… Y admira su
vestido y dile que está maravillosa. ¡Es su debilidad!

STANLEY: Sí. Comprendo. Ahora, volvamos un poco a eso de lo de la casa... ¿Qué


dices de eso? ¿No vamos a conversar de ello?

STELLA: Será mejor no hablar mucho del asunto hasta que se haya calmado.

STANLEY: Bueno, pero al menos tuvo que enseñarte algún documento…

STELLA: No, nada. No hay documentos. Parece que la casa no fue vendida.

STANLEY: Entonces... ¿Qué diablos pasó? ¿La regalaron?

STELLA: ​(Dando un paso hacia él) ​¡Baja la voz! Puede oírte.

STANLEY: No me importa, pues busca en su maleta, tienen que haber algo.

STELLA: ​(Lo enfrenta) ¡No había documentos, no me ha mostrado documentos y no


me importan los documentos!

STANLEY: Me parece que te han estafado nena…

STELLA: Ya te sobrará tiempo para hacerle esas preguntas, pero si lo haces ahora,
volverá a enfermarse. No entiendo qué ha pasado con la casa, pero no te imaginas
qué ridículo estás al insinuar que mi hermana o yo o cualquier otra persona de
nuestra familia podamos haber estafado a alguien.

STANLEY: Entonces, si vendieron la propiedad... ¿Dónde está el dinero?

STELLA: No la vendieron... ¡Se perdió, se perdió!

Stanley la coge del brazo repentinamente y con fuerza la lleva hasta donde está la
maleta de Blanche.

STELLA: ​(Protestando) ​¡Suéltame!

STANLEY: ​(Sacando vestidos y arrojándolos al suelo) ¿Quieres molestarte en mirar


estas cosas? ¿Crees que “tu hermanita" las ha comprado con su sueldo de maestra?

STELLA: ​(Levantando los vestidos) ¡Baja la voz! Va a salir. ​(Acercándose a Stanley)


Sal conmigo mientras mi hermana se viste.

STANLEY: ¿Desde cuándo me das órdenes?

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STELLA: ​(Enfrentándose)​ ¿Te quedarás aquí para insultarla?

STANLEY: Estás diciendo tonterías. Me quedaré aquí.

Stella sale molesta.

Entra Blanche, trae un vestido en las manos y lleva puesto una vaporosa bata de
baño. Stanley la mira, cambia la vista y enciende un cigarro.

BLANCHE: ¿Dónde está...? ​(Inspecciona su ropa revuelta en el baúl)

STANLEY: ¿Tu hermana? Afuera, en el porche.

BLANCHE: ​(Se pone el vestido)​ Voy a pedirle un favor.

STANLEY: Diga.

BLANCHE: ¡Que me abotone el vestido! ​(retrocede un poco y lo enfrenta) ​¿Qué tal


estoy?

STANLEY: Perfectamente.

BLANCHE: ¡Muchas gracias! ¡Ahora, los botones! ​(Le vuelve la espalda) (Un
instante y lo mira.) ​¿Me deja probar su cigarro?

STANLEY: Para usted, ya no quiero fumar.

BLANCHE: ​(Tomándolo)​ ¡Oh, gracias! Parece que he dejado mi maleta en mal sitio.

STANLEY: Si es eso lo que insinúa, no se preocupe, le ayudaremos a desempaquetar.

BLANCHE: ​(Acercándose a la maleta)​ Pues han hecho un trabajo rápido…

STANLEY: Tiene suerte de tener tantos lujos, Stella apenas tiene ropa.

BLANCHE: Son regalos, y alguna que otra cosa de capricho.

Stella entra precipitadamente en la habitación.

STELLA: Por qué no vienes y dejas que mi hermana termine de vestirse.

BLANCHE: Ya he terminado de vestirme, tesoro.

STELLA: ​(Jalando del brazo derecho a Stanley)​ Bueno. Entonces, ven conmigo.

STANLEY: ​(Implacable, zafándose de ella)​ Tu hermana y yo estamos charlando.

Sigue mirando a Blanche

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BLANCHE: Bueno, un momento solamente... ​(Se acerca a Stella y le dice con
vivacidad, mientras Stanley se aparta un poco) Querida, hazme un favor. ¡Creo que
se acabaron los cigarros! ¿Te importa si buscas? ¿Harás eso por mí, querida? Por
favor... Por favor...

Se miran. Stella sale.

BLANCHE: ​(Aplasta su cigarro sobre el cenicero de la mesa) La pobrecita estaba ahí


afuera escuchándonos y sospecho que no comprende bien esta situación… Ni yo... Así
que adelante, sin más digresiones. Estoy dispuesta a responder a todas sus
preguntas. Nada tengo que ocultar. ¿De qué se trata?

STANLEY: ​(Agarrándola del brazo) Si no supiera que usted es la hermana de mi


mujer, pensaría ciertas cosas de usted. ​(La suelta)

BLANCHE: ¿Por ejemplo?

STANLEY: No se haga la tonta. ¡Usted sabe qué quiero decir!

BLANCHE: Bueno, pongamos las cartas sobre la mesa. Eso me conviene. Yo no he


estafado a mi hermana ni a usted ni a nadie en mi vida.

STANLEY: ¿Dónde están los documentos? ¿En la maleta?

BLANCHE: Todo lo que tengo en el mundo está ahí. ​(Stanley va y comienza a


hurgar) ¿En que está pensando, por amor de Dios? ¿Qué hay en el fondo de su
cerebro infantil? ¡Permítame que lo haga yo, será más rápido y más sencillo! ​(Se
acerca a la maleta, apartando a Stanley) Generalmente tengo mis documentos en
esta caja de latón.

STANLEY: ​(Escudriñando)​ ¿Qué hay ahí debajo?

BLANCHE: Cartas de amor. Amarillas de vejez, y todas del mismo. ​(Stanley toma las
cartas. Blanche, con un grito) ​¡Devuélvemelas!

STANLEY: Primero, miraré que son.

BLANCHE: ​(Jalando del brazo de Stanley) ¡El contacto de su mano es un insulto


para esas cartas!

STANLEY: ​(Mirándolas)​ ¡Déjese de farsas!

BLANCHE: ​(Forcejeando para arrebatárselas) ¡Ahora que las ha tocado, las


quemaré! ​(Las cartas caen al suelo. Blanche corre al centro, se hinca de rodillas, las
recoge)

STANLEY: ¿Qué son?

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BLANCHE: ​(De rodillas) Poemas. Los escribió un joven que ha muerto. ¡Lo herí
como quería herirme usted a mí, pero no puede hacerlo! Ya no soy joven y
vulnerable. Pero mi joven marido lo era, y yo... Bueno, qué más da.

STANLEY: ¿Qué quiere decir con eso de que tendrá que quemarlas?

BLANCHE: Perdón. Debo de haber perdido la cabeza por un momento. Todos


tenemos algo que no queremos ver en manos de los demás, a causa de su... Carácter
íntimo. ​(Parece desfallecer de agotamiento cuando guarda las cartas) (Se acerca a
Stanley con los papeles) ¡Ahí están todos los documentos! ¡Se los regalo! ¡Lléveselos,
estúdielos!... ¡Apréndaselos de memoria, si quiere!

STANLEY: ​(Recogiendo los papeles) Tengo un amigo abogado que los estudiará a
fondo.

BLANCHE: Regáleselos si quiere junto con un tubo de aspirinas.

STANLEY: Tengo que interesarme por los asuntos de mi mujer...

BLANCHE: ​Éste asunto, no sólo es de su mujer… En realidad creo que es un asunto


que concierne a mí familia.

Sonido del tren. Llega Stella. Blanche rápidamente va a su encuentro.

STELLA: Lamento todo esto…

BLANCHE: ¡Oh, supongo que no le entusiasma el perfume del jazmín, pero quizá no
tenga importancia! El asunto está liquidado. Estoy temblando un poco aún, pero creo
haberlo manejado bien. ¿Por dónde nos vamos ahora?

STELLA: Vamos a que veas un poco el barrio...

Se van. Sonido del tren.

Escena 4

Stanley se queda un momento sin hacer nada, luego se levanta, se pone los guantes
de boxeo y comienza a practicar. Está visiblemente incómodo. Un tiempo, se sienta,
bebe, se tumba sobre una silla, quizá sobre la mesa. En cada sección de momentos
la luz va disminuyendo hasta quedar casi todo a oscuras.

Entran Stella y Blanche ruidosamente. Llega de golpe toda la luz.

Stanley se sobresalta, parece como si hubiera dormitado, mira con desaprobación,


ellas continúan camino. Stanley vuelve a beber, Blanche pone la radio.

STANLEY: ¿Son horas estas de poner música?

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BLANCHE: No está tan alto…

STANLEY: Si, mejor la quitas.

STELLA: ¿Es que tampoco se puede oir musica?

STANLEY: Más bonitas mientras más calladitas.

STELLA: ¡Oye! ¡Estoy en mi casa y hablaré todo lo que se me antoje!

BLANCHE: Stella, no hagas una escena.

Stanley se levanta y apaga el radio, Stella se interpone y lo enciende otra vez, a


punto de un enfrentamiento, llega Mitch.

MITCH: ​(Entrando) ​Vi las luces, estaba afuera… Oí música, y venía a ver si querían
tomar algo. ¿Puedo?

Stanley se va de escena, Stella detrás.

BLANCHE: ¿Qué? ​(Mitch entra y escudriña a Blanche)​ ¡Ah! Buenas noches.

MITCH: Buenas noches. ¿Le gusta la cerveza?

BLANCHE: Detesto la cerveza.

MITCH: Es... Una bebida adecuada para el calor.

BLANCHE: Oh, no lo creo, a mí siempre me da más calor aún. ​(Esgrimiendo su


boquilla)​ ¿Tiene cigarros?

MITCH: ​(Echando mano a su cigarrera)​ Claro que sí.

BLANCHE: ​(Tomando un cigarro y ajustándoselo en su boquilla) ¡Bonita cigarrera!


¿De plata?

MITCH: Sí, sí. Lea la dedicatoria. ​(Blanche toma la cigarrera)

BLANCHE: ​(Escudriñándola) ​¡Ah! ¿Hay una dedicatoria? No la distingo. ​(Mitch


enciende un fósforo y se le acerca) ¡Ah! ​(Lee, con fingida dificultad) «¡Y si Dios lo
quiere, sólo te amaré mejor después de la muerte!» ​(Enciende su cigarro con el
fósforo que le acerca Mitch. Éste toma la cigarrera de su mano)

MITCH: La dedicatoria tiene su historia.

BLANCHE: Eso parece romántico.

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MITCH: Una historia muy triste. Sabía que se estaba muriendo cuando me dio esto.
Era una muchacha muy extraña, muy dulce...

BLANCHE: Debió quererte mucho. Los enfermos sienten afectos profundos y


sinceros.

MITCH: Así es. Seguro que sí.

BLANCHE: Creo que el dolor mueve a la sinceridad. La poca sinceridad que existe se
nota en la gente que ha sufrido.

MITCH: En eso, creo que tiene razón.

BLANCHE: Claro que sí. Muéstreme a una persona que no haya sufrido y ahí tendrá
usted a un ser superficial. ¿Haría usted algo por mí?

MITCH: Claro. ¿Qué? ​(Se le acerca)

BLANCHE: Una cerveza…

MITCH: Con mucho gusto… Creo que debemos parecerle una pandilla bastante
tosca.

BLANCHE: Me adapto mucho... A las circunstancias.

MITCH: Eso es muy conveniente. ¿Ha venido a pasar algún tiempo con su hermana?

BLANCHE: ​(Acercándose) Ella no está muy bien últimamente y he venido a ayudarla


un poco. Se siente muy decaída.

MITCH: ¿Usted no está...?

BLANCHE: ¿Casada? No. No, soy una maestra solterona.

MITCH: ¿De qué asignatura?

BLANCHE: Adivine.

MITCH: ¿Música, pintura…?

BLANCHE: ​(Enciende la radio, se oye música) No, tengo la desgracia de ser maestra
de inglés. ¡Procuro inculcarles a respeto por Whitman… Poe!

MITCH: Creo que algunos de ellos se interesan más por otras cosas.

BLANCHE: ¡Tiene mucha razón! ¡Pero son encantadores! ¡Y en primavera conmueve


verlos descubrir el amor! ¡Como si nadie lo hubiese conocido antes! ​(Ambos ríen.

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Blanche pone su mano sobre la de Mitch. Mitch murmura: «Discúlpeme» y
retrocede, en el preciso instante en que Stella entra)

Blanche empieza a bailar por la habitación al ritmo de la música; Stella, parada en


la puerta, aplaude. Mitch canta y se balancea siguiendo el compás, disfrutando a
fondo de la improvisada danza.

Stanley irrumpe por entre las cortinas y comienza a desprender la radio de su


nicho.

BLANCHE: ¡¿Pero qué pasa?!

STELLA: ​(Gritándole a Stanley, mientras se lanza hacia ella) ¿Qué estás haciendo
con mi radio? (Stanley ha sacado ya la radio de su lugar, va hacia la ventana y la tira
por allí, mientras Stella se aferra por detrás. Stanley dice: «Apártate»y se
desembaraza de ella.) ¡Borracho! ¡Borracho! ¡Bestia!

MITCH: Vamos... Calma, calma.

STELLA: Atrévete a tocarme y te...

Se oye un golpe detrás de la puerta. Stella profiere un alarido. Blanche grita. Aferra
del brazo a Mitch, incitándola a ayudar a Stella. Mitch va presurosamente para
ayudar a separar a Stanley de Stella.

STELLA: ​(Entra, tambaleándose)​ ¡Quiero irme, quiero irme! ​(Sale corriendo)

Stanley intenta perseguirla, Mitch se interpone, forcejean, Stanley visiblemente


ebrio cae, tropieza, Mitch ve algún florero o vaso con agua y le echa en la cara a
Stanley. Logra sacarlo a la calle. Mitch se queda custodiando la puerta, Stanley en
la calle, en un ataque de ebriedad.

STANLEY: ¿Está ahí mi muchacha? ¡Quiero a mi muchacha! ¡Seguiré gritando hasta


que pueda hablar con mi nena! ¡Nenaaaa!

MITCH: ¡Basta de aullar y ve a que te dé el aire!

STANLEY: ¡Quiero que mi nena salga!

MITCH: ¡No saldrá, de modo que más vale que te calles! ¡O llamaré a la policía!

Stella sale. Se detiene cerca del último peldaño. Stanley cae de rodillas y oprime el
rostro contra el vientre de Stella. Llora. Se levanta y la toma en sus brazos. Los pies
de ella no tocan el suelo.

STANLEY: ​(Mientras Stella la besa apasionadamente) No me abandones nunca...,


no me abandones nunca..., tesoro..., nena... ​(Entran a la casa rápidamente)

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Se apagan las luces de las habitaciones, salvo el débil resplandor que se filtra por la
puerta entreabierta.

BLANCHE: ¿Dónde está mi hermanita?

MITCH: No hay de qué preocuparse...

BLANCHE: Después de haber visto lo que vimos, no sé qué pensar...

MITCH: Todo está tranquilo ahora.

BLANCHE: Pues no sé… De pronto salen gritando, luego entran corriendo… y ahora
están ahí… en el cuarto.

MITCH: Por supuesto.

BLANCHE: ¡Estoy aterrorizada!

MITCH: ​(Acercándosele)​ No hay por qué asustarse. Están locos el uno por la otra.

BLANCHE: No estoy habituada a semejantes...

MITCH: Es una vergüenza que esto haya ocurrido precisamente cuando usted acaba
de llegar. Pero no lo tome en serio...

BLANCHE: ¡La violencia! Es tan...

MITCH: Siéntese y fume un cigarro conmigo. ​(Saca la cigarrera)

BLANCHE: No estoy vestida decorosamente.

MITCH: Eso carece de importancia en este barrio.

BLANCHE: Hay tanta confusión en el mundo... ¡Gracias por haber sido tan amable!
Ahora necesito bondad.

Las luces se apagan Comienzan a oírse ruidos callejeros.

ESCENA 5

En las primeras horas de la mañana siguiente. Se oye aún los ruidos, mientras
vuelve a iluminarse la escena. Blanche estaba impaciente, sentada en cualquier
lugar. Parece que llevara mucho tiempo esperando. Entra Stella adormilada.

BLANCHE: ​(Entrando)​ ¡Al fin!

STELLA: ​(Moviéndose perezosamente)​ ¿Qué...?

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Blanche profiere un grito que parece un gemido, se lanza al dormitorio y se detiene
junto a su hermana, en un arranque de histérica ternura.

BLANCHE: ¡Hermanita, hermanita mía!

STELLA: ​(Apartándose de ella)​ ¿Qué te pasa?

BLANCHE: ​(Mirando a su alrededor)​ ¿Se ha ido?

STELLA: Sí.

BLANCHE: ¿Volverá?

STELLA: ¿Por qué?

BLANCHE: ¿Por qué? ¡Poco me faltó para enloquecer cuando descubrí que habías
cometido la locura de volver aquí después de lo sucedido! Iba a llamar a la policía...

STELLA: Me alegro de que no lo hayas hecho.

BLANCHE: ¿En qué estabas pensando? ​(Stella hace un gesto vago) ¡Contéstame!
¿En qué? ¿En qué?

STELLA: ¡Por favor! Siéntate y deja de chillar.

BLANCHE: ​(Sentándose frente a ella, le toma la mano) Muy bien. Ahora, te repetiré
con serenidad mi pregunta. ¿Cómo pudiste volver aquí anoche? Y dormir con él
después de...

STELLA: ​(Se levanta con aire tranquilo y sin prisa, y se despereza) Había olvidado
lo excitable que eres. Estás haciendo demasiado alboroto por esto.

BLANCHE: ¿Te parece?

STELLA: Sí. Comprendo la mala impresión debió causarte eso y lamento muchísimo
que haya sucedido, pero dista de ser tan serio como pareces creerlo. ​(Blanche se
levanta y va al fondo) En primer lugar, cuando se bebe sin control puede suceder
cualquier cosa. Él no sabía lo que hacía... Y se siente realmente muy, pero muy
avergonzado de sí mismo.

BLANCHE: ¿Y eso... Eso lo arregla todo?

STELLA: ​(Levantándose) No, no está bien que uno haga semejantes escenas, pero...
La gente suele hacerlas. En una pelea siempre se rompen cosas.

BLANCHE: ¿Qué...?

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STELLA: ¿Ya desayunaste?

BLANCHE: ​(Sin moverse) ​Lo tomas con tanta naturalidad...

STELLA: ¿Qué quieres que haga?

BLANCHE: ¡Y tú tan tranquila ahí, sonriendo!

STELLA: ¿Dime qué quieres que haga?

BLANCHE: Afronta los hechos.

STELLA: ¿Cuáles son esos hechos, en tu opinión?

BLANCHE: ¿En mi opinión? Estás equivocándote si crees que puedes vivir así toda la
vida.

STELLA: ¡No!

BLANCHE: Sí que lo estás. ¡Tu situación es peor que la mía! Y encima no eres
razonable. Yo todavía tengo esperanza. ¡Voy a coger ánimos y a empezar una nueva
vida!

STELLA: ¿De veras?

BLANCHE: Pero tú te has rendido. ¡Y eso no está bien! ¡Tú no eres vieja! Puedes
liberarte.

STELLA: ​(Lenta y enfáticamente)​ No estoy atada a nada de que quiera liberarme.

BLANCHE: ​(Con tono incrédulo)​ ¿Qué dices?

STELLA: He dicho que no estoy atada a nada. Supongo que debemos ser tolerantes
con los hábitos de los demás.

BLANCHE: No te entiendo. ¡Y basta! Deja eso, no quiero que limpies. ¡No toques lo
que ha desordenado ese!

STELLA: ¿Entonces quién lo hará, tú?

BLANCHE: Necesitamos dinero. Llamar algún amigo, pedir algo para empezar,lo
primero es sacarte de aquí, luego veremos…

STELLA: Deja simplemente las cosas así, al menos por... Algún tiempo… Cuando
hayas descansado un poco, verás que todo irá bien. No tienes por qué preocuparte
por nada mientras estés con nosotros. Me refiero... a los gastos.

BLANCHE: ¡Tengo que planear por las dos la manera de salir de aquí!

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STELLA: ¡Tienes que parar, por favor!

BLANCHE: No puedo creer que hables en serio.

STELLA: ​(Con vehemencia)​ No volveré a hablar de eso.

BLANCHE: ​(Volviéndose) ​¡Muy bien! ¡No lo hagas!

STELLA: Hay cosas que pasan, pero lo que siento, es más fuerte que los problemas,
sentimientos que parecen nacer de la oscuridad…

BLANCHE: De lo que hablas es del brutal deseo..., Simplemente... ¡Del Deseo!... Es


como el ruido de ese tranvía que recorre el barrio… Ese ruido me trajo aquí... Donde
estoy de más y donde me avergüenza estar.

STELLA: ​(Enfrentándose) ¿No te parece que tu aire de superioridad está un poco


fuera de lugar?

BLANCHE: ¡No hay tal cosa!

STELLA: Te he dicho que le quiero.

BLANCHE: Entonces, ¡Tiemblo por ti! Simplemente..., ¡Tiemblo por ti!

Pausa. Se oye el bramido de un tren que se acerca.

BLANCHE: ​(Se acerca)​ ¿Puedo... Hablar... Claramente?

STELLA: Sí, habla. Con toda la claridad que quieras.

Guardan silencio mientras pasa rugiendo el tren. Blanche se queda de pie,


tapándose los oídos, huyendo del estruendo. Al amparo del ruido del tren, Stanley
entra, sin ser vista por Blanche y Stella, pero visible para el público, y escucha la
conversación de ambas mujeres. Silencio.

BLANCHE: Pues bien... Perdóname, pero... ¡Es vulgar! Entiendo que vivas en estos
barrios, alejada, fuera de los demás… debe ser difícil que todo el mundo te vea con...

STELLA: Supongo que sí.

BLANCHE: ¡Lo supones! ¡No puedes haber olvidado nuestra educación, hasta el
punto de suponer siquiera que tiene algo de lógica! Supongo que me odiarás por
haberte dicho esto... ¿Verdad?

STELLA: ​(Con frialdad)​ Vamos, dilo todo, “hermanita”

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BLANCHE: ¡Actúa como un animal, tiene los hábitos de un animal! ¡Come como un
animal, se mueve como un animal, habla como un animal! Y tú... Tú estás aquí...
¡Esperándolo! ¡ Esperando un golpe, o tal vez una discusión y al final sus besos!

Stanley vacila. Cierra con estrépito la puerta de la calle. Blanche retrocede,


sobresaltada.

STANLEY: ¡Eh! Perdón si interrumpo.

Saca una botella de cerveza y la abre. Hay una pausa y ambas hermanas
intercambian una larga mirada.

Stanley nota el incómodo silencio y entra a el interior de la casa saliendo de escena,


Stella le sigue a intervalos sin dejar de mirar a Blanche, Blanche se queda como
absorta, ausente, silencio, la luz va desapareciendo, en la penumbra, pone un disco
de jazz, se sienta, bebe de la cerveza que dejo Stanley.

ESCENA 6

Un tiempo, la canción casi llega a su fin, la poca luz deja ver casi un oscuro, entra
Stanley, entra la luz, no tan fuerte, es de noche, quizá Blanche esté entre poco
dormida y algo cansada. Stanley ve su botella de cerveza vacía, se incomoda, busca
otra nueva, bebe, mira a Blanche. Hay alguna camiseta regada por el lugar,
Stanley la ve, decide cambiarse y se cambia de espaldas delante de Blanche, Stanley
se acerca a Blanche y se inclina hacia ella mientras bebe.

STANLEY: Oiga... ¿Conoce a alguien que se llama Peter? ¿Eh​?

El semblante de Blanche revela que está algo escandalizada.

BLANCHE: Todos conocen a alguien que se llama así.

STANLEY: ​(Inclinado sobre la mesa) Pues este alguien que se llama así tiene la
impresión de haberla reconocido ayer, pero supongo que debe haberla confundido
con alguna otra persona, porque esa otra persona es alguien a quien conoció en un
hotel llamado El Laurel.

BLANCHE: ​(Riendo jadeante, mientras se toca las sienes) Temo que debe haberme
confundido con esa «otra persona». ¡El hotel Laurel es uno de esos establecimientos
en los cuales yo no me atrevería a dejarme ver!

STANLEY: ¿Lo conoce?

BLANCHE: Sí, lo he visto y lo he olido.

STANLEY: Debe habérsele acercado mucho para poder olerlo.

BLANCHE: El olor rancio o el de un borracho es penetrante.

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STANLEY: Pensé que Peter debía haberla confundido... Pero va y viene de Laurel sin
cesar, de modo que puede verificar el asunto y aclarar cualquier error. ​(Blanche
cierra los ojos, como próxima a desmayarse)

Stella en ropa de dormir entra rápida y temerosamente, mirando a Stanley y


Blanche.

STELLA: ¿Que pasa?

STANLEY: Nada. Vine a cambiarme, voy a salir.

STELLA: ¿A esta hora?

STANLEY: Se acaban rápido las cervezas… debe ser el calor.

STELLA: ​(Cuando Stanley se dispone a salir)​ ¡Eh! ¿No me das un beso?

STANLEY: En presencia de tu hermana, no.

Se va. Las hermanas se miran un instante, Stella a punto de salir.

BLANCHE: ​(Desfallece, casi con pánico)​ ¿Qué has oído decir de mí?

STELLA: (Junto a Blanche) ¿Yo?

BLANCHE: ¿Qué te ha estado diciendo de mí la gente?

STELLA: ¿De ti?

BLANCHE: ¿No has oído algunas... malévolas... habladurías sobre mí?

STELLA: No ¡Claro que no!

BLANCHE: Tesoro, se hablaba mucho...

STELLA: ¿Porqué piensas que alguien me ha dicho algo ? ¿Decir qué?

Se oye el viento.

BLANCHE: No fui tan buena durante los dos últimos años, cuando la casa empezó a
escurrírseme de entre los dedos. Nunca fui lo bastante dura ni independiente. La
gente débil debe brillar y dar resplandor. Tiene que usar colores suaves, como las alas
de las mariposas. Pero no basta con ser suaves. Hay que ser suave y atractiva... Y yo,
me estoy marchitando, ahora. No sé hasta cuándo podré seguir engañando a la gente.
¿Me escuchas?

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STELLA: ​(Bajando los ojos para rehuir la mirada de Blanche) Nunca te escucho
cuando dices cosas enfermizas.

BLANCHE: ​(Empieza a perder el control) ​Necesito tomar algo…

STELLA: ¿Que te pasa?

BLANCHE: ​(Sentándose)​ ¡Eres... Eres... Tan buena conmigo! Y yo...

STELLA: ​(La sigue mirando) ​No hace falta que...

BLANCHE: ¡Ya lo sé, no lo haré! ¡Te fastidian mis sentimentalismos! Pero créeme…
¡No te imaginas lo que siento! ¡No me quedaré mucho tiempo! ¡No! Te prometo que
yo...

STELLA: ¡No vamos a empezar!

BLANCHE: ​(Histéricamente) ¡No me quedaré, te lo prometo, me iré ¡Me iré pronto!


¡De veras! Antes que me eche a la calle...

STELLA: Vamos... ¿Dejarás de decir tonterías?

BLANCHE: No se dónde ir… De pronto se me ocurre irme un tiempo con la vecino,


supongo que no pase nada, no sé, él en su lado y yo en el mío, si hubiera otra opción,
ya no tengo ni amigos… Ya estoy vieja, pero tengo que vivir… yo podría ser más
amable con él. Pero quiero que me respete. Hemos tomado unas cervezas… Y desde
entonces me mira distinto, no sé qué hacer. A los hombres no les interesa lo que
consiguen con demasiada facilidad. En fin no digo que yo y él, estoy cansada. ¿No
hay nada de beber? Busca, igual queda algo y no lo recuerdas…

STELLA: Ya viste que fueron a buscar más, debes esperar un poco, ¿Tanta falta te
hace?

BLANCHE: Lo que quiero decir es que... Él me cree... ¡Decente y casta! ¿Sabes? ​(Ríe
ásperamente) Quiero hacerle esperar un poco, el tiempo suficiente para que... Para
que me necesite...

STELLA: ​(Abrazando a Blanche, que se acurruca en sus brazos) Dices cosas a veces
que me asustan.

BLANCHE: ¡Necesito descansar! ¡Necesito volver a respirar tranquila! Sí... Necesito a


alguien ¡Lo necesito mucho! ¡Imagínate! ¡Si eso sucediera! Yo podría marcharme de
aquí y no ser un problema para nadie...

STELLA: Hablas como si no fueras tú…

BLANCHE: No hace mucho, entre clase y clase, ya de tarde, voy por el pasillo del
fondo, que casi nunca es frecuentado… iba al baño, siempre voy por éste pasillo para

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no dar tanta vuelta. Paso y veo la puerta entreabierta. La puerta trasera de la oficina
de recaudación, da a ese pasillo...

STELLA: Bien, la puerta, sí y qué más.

BLANCHE: Me acerco a cerrar la puerta, pero vi sobre la mesa, los típicos sobres
grandes que usamos para guardar el dinero.

STELLA: ¿Y cerraste la puerta?

BLANCHE: Estoy tan cansada

STELLA: ¿Qué fue lo que pasó?

BLANCHE: Fuí con la intención de cerrar la puerta, no sabía cómo la pudieron dejar
abierta, quizás, salieron al baño, regresarían pronto por el pasillo, así que no tenía
mucho tiempo...

STELLA: ¿Tiempo para qué?

BLANCHE: No pude evitar coger un sobre, fue algo sin pensar… Algo que se hace por
impulso, como si...

STELLA: Bueno, pues yo me voy a la cama, ha sido un largo día.

BLANCHE: Yo saldré un momento, necesito un poco aire, he estado aquí todo el día.

STELLA: Si, hemos hablado mucho, hasta mañana. ​(Se va sin apenas mirar a nadie)

Blanche camina en dirección a salir de la casa, sentándose en las escaleras de la


entrada.

ESCENA 7

Cambio de luz ha pasado el tiempo. Entre el silencio de algunos momentos de la


escena, puede oírse ladridos, el tren muy lejano, viento, algunos relámpagos y
música que va y viene. Algunos autos que pasan lejos. La ciudad en la madrugada.

BLANCHE: Bueno...

MITCH: Le diría que tomara una cerveza conmigo… pero para usted, debe ser muy
tarde... Y seguro está cansada...

BLANCHE: ¿Volverá a su casa?

MITCH: ​(Se le acerca)​ No tengo ganas... Tomaré el tranvía de la madrugada.

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BLANCHE: ​(Riendo, con aire sombrío) ¿Sigue chirriando sobre las vías a estas
horas?

MITCH: Temo que no se ha divertido...

BLANCHE: Soy yo quien le ha estropeado la noche a usted.

MITCH: No, ni hablar.

BLANCHE: Trate de encontrar la llave de la puerta en esta bolsa. ​(Se la tiende)


Cuando estoy cansada, tengo rígidos los dedos.

MITCH: ​(Hurga en la bolsa y saca una llave)​ ¿Será ésta?

BLANCHE: No, querido... Ésa es la llave de mi baúl, que pronto habré de preparar.

MITCH: ¿De modo que piensa marcharse?

BLANCHE: ​(Mirando las estrellas)​ He pasado aquí más tiempo del que debía.

MITCH: ​(Que ha hallado otra llave)​ ¿Será ésta?

BLANCHE: Abra la puerta mientras miro por última vez el cielo. ​(Contempla
fijamente las estrellas. Mitch abre la puerta, repone la llave en la bolsa de Blanche,
y se queda parado con aire torpe, detrás de ella) Bueno... Supongo que usted...
Querrá irse, ahora...

MITCH: ¿Puedo... Darle un beso de... las buenas noches?

BLANCHE: ¿Por qué me pregunta siempre si puede?

MITCH: No sé si usted quiere que la bese o no.

BLANCHE: ¿Por qué lo duda tanto?

MITCH: La noche en que... Usted...

BLANCHE: ¿No le parece que estamos ya muy crecidos para estar pidiendo besos?

MITCH: ¿Y qué quiere que haga?

BLANCHE: ​(Apartándose un poco) Creo que usted está acostumbrado a las mujeres
a quienes les gusta perderse. Ésas que se pierden inmediatamente, en la primera cita.

MITCH: ​(Dando un paso hacia ella) Me gusta que usted sea como es, exactamente
tal como es, es verdad, ya estamos crecidos para pedir permiso ​(Blanche lo mira
gravemente y luego estalla en carcajadas, ocultando la cabeza contra el hombro de
Mitch.)​ ¿Se ríe de mí?

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BLANCHE: ​(Acariciándole la mejilla) ​No, no... No me río de usted. (Entra en el
apartamento, él la sigue.) El “señor” de la casa no han vuelto aún, de modo que entre.
Nos echaremos un trago de medianoche. No encendamos las luces... ¿No le parece?

MITCH: ¿Quiere beber?

BLANCHE: ​(Llevándole dos vasos y empujándolo aún más al interior) ¡Quiero que
usted beba! ¡Se ha mostrado inquieto y solemne durante toda la noche! Ambos
hemos pedido demasiadas veces “permiso" ​(Blanche está encendiendo un fósforo)
Estoy encendiendo una vela.

MITCH: Buena idea.

BLANCHE: Seremos muy bohemias. ¡Fingiremos que esto es un pequeño café en


París! ​(Avanza hacia ella con una botella casi vacía) ¡Yo soy la Dama de las
Camelias! Usted es... ¡Armand! ¿Entiende el francés?

MITCH: No, no entiendo francés.

BLANCHE: ​(Acercándosele) Voulez-vous coucher avec moi ce soir? He encontrado


un poco de licor, lo suficiente para dos tragos... ​(Vierte la bebida en los vasos que
sostiene Mitch)

MITCH: ​(Bebe)​ Esto está... ¡Bueno!

BLANCHE: ¡Siéntese! ¿Por qué no se quita la chaqueta y se afloja el cuello?

MITCH: Más vale que no me la quite.

BLANCHE: No. Quiero que esté cómodo.

Mitch se da un trago amplio, respira, se quita la chaqueta.

MITCH: ¡Permítame que la levante!

BLANCHE: ​(Tendiéndole los brazos)​ Adelante... ¡Levánteme!

MITCH: ​(Alzándola en vilo y la hace girar en torno suyo) Usted es liviana como una
pluma.

BLANCHE: ​(Mitch la baja, pero sin soltar su talle. Ella simula recato) Ahora, puede
soltarme.

MITCH: ¿Qué? ​(Mitch trata de besarla, abrazándola torpemente)

BLANCHE: Vamos, El hecho de que su amigo no esté en casa no es motivo para que
usted no se comporte.

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MITCH: ​(Oprimiéndola contra ella) Abofetéeme, simplemente, cuando exceda los
límites.

BLANCHE: ​(Tratando de liberarse) Eso no será necesario. No quiero que... Sólo


pasa que... Bueno... Creo que tengo, simplemente... ¡Unos ideales anticuados! ​(Se
oyen ladridos de lejos. Mitch la suelta, va rápidamente hacia la puerta de calle, y se
queda parado con un pie en el porche, mirando afuera. Blanche se queda allí,
ajustándose el vestido)

MITCH: ​(Con voz poco firme)​ ¿Y… Adónde ha ido?

BLANCHE: No sé...

MITCH: Igual ya es hora que me vaya...

BLANCHE: ¿Ustedes son amigos, desde hace mucho?

MITCH: Bueno, ésta es mi casa. Él paga la renta. Yo vivo arriba...

BLANCHE: ¿Supongo que le hablará con franqueza?

MITCH: Claro.

BLANCHE: ​(Dando un paso hacia Mitch) ¿Le ha hablado de mí? ​(Vuelven los
ladridos)

MITCH: ​(Cerrando la puerta y volviéndose hacia Blanche)​ No mucho.

BLANCHE: A juzgar por su modo de decirlo, parecería que sí.

MITCH: No, no me ha dicho gran cosa. ¿Por qué me pregunta eso?

BLANCHE: Le diré...

MITCH: ¿No se entienden… No es... Amable con usted?

BLANCHE: Es insufriblemente grosero. Hace lo imposible por ofenderme.

MITCH: Me sorprende oír eso.

BLANCHE: Se trata, realmente, de una situación horrible. Le explicaré... Aquí, no


hay intimidad. Entre esas dos habitaciones, sólo están esas cortinas. De noche, se
pasea por el apartamento en paños menores. Y tengo que pedirle que cierre la puerta
del baño. Esa vulgaridad está de más. Usted me preguntará, sin duda, por qué no me
voy. Le hablaré con franqueza. El sueldo de una maestra apenas si alcanza para vivir.
El año pasado no pude ahorrar un solo centavo, de modo que debí venir a pasar el
verano aquí. Por eso tengo que aguantar al... “Marido” de mi hermana. Y él tiene que

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aguantarme a mí, contrariando tanto sus deseos al parecer... ¡Sin duda, le habrá
dicho lo mucho que me odia!

MITCH: No creo que la odie.

BLANCHE: Me odia. La primera vez que lo vi, pensé: «¡Ése es mi verdugo! ¡Me
destruirá!». A menos que... Bueno yo siempre hablando de mí… Dígame algo que no
le ha dicho nunca a nadie.

MITCH: Mamá está enferma.

BLANCHE: ¡Cuánto lo siento! ¿Algo serio?

MITCH: No vivirá mucho. Quizá sólo le quedan unos pocos meses de vida y le
preocupa que mi porvenir no esté resuelto. Quiere que me establezca antes de que
ella...

BLANCHE: Usted la quiere muchísimo, ¿verdad?... ​(Mitch asiente, con aire


infortunado) Se sentirá solo cuando ella se muera. ​(Mitch la mira y asiente)
Comprendo qué significa eso.

MITCH: Ella todavía tiene esperanzas que yo… Encuentre una mujer... ver sus nietos,
esas cosas…

BLANCHE: También yo amé a alguien y perdí a la persona a quien amaba.

MITCH: ¿Murió? ¿Era un hombre?

BLANCHE: Era un niño, nada más que un niño, cuando yo era una muchachita aún.
No hace tantos años (Ríe), descubrí... El amor: De golpe y en forma muy completa,
demasiado completa. Fue como si a una le mostraran bajo una luz cegadora algo que
siempre había estado en la penumbra; así descubrí el mundo. Pero fui desdichada.
Me desilusioné. En aquel niño había algo distinto, una nerviosidad, una suavidad,
una ternura que no parecían humanas... Acudió a mí en busca de ayuda. Temblaba
aferrándose a mí... No sabía nada, salvo que lo amaba insoportablemente, sin poder
ayudarle ni ayudarme a mí misma. Luego, lo descubrí. En la peor de las formas
imaginables. Entrando repentinamente en una habitación, que creía vacía... el niño
con quien me había casado estaba con un hombre mayor que él, su amigo desde
hacía años... ​(Blanche se interrumpe, se levanta, se escucha Summertime por Ella
Fitzgerald) Salió corriendo. Unos pocos instantes más... ¡Y sonó un tiro! Salí a toda
prisa, todos salimos... ¡Y rodeamos aquella cosa horrible que estaba al borde del lago!
No pude acercarme, había demasiada gente. Entonces, alguien me cogió el brazo. ¡No
se acerque más! ¡No querrá verlo! ¿Ver? ¿Ver qué? ¡Se había metido un revólver en la
boca y había disparado, volándose... La tapa de los sesos! ​(Desfallece) Fue porque, no
pudiendo contenerme, yo le había dicho de improviso: ¡Me das asco! ​(Vuelve a oírse
Summertime) Y entonces, el reflector que iluminaba el mundo se apagó y nunca
hubo para mí desde aquel día una luz más intensa que la de esta vela de cocina...
(Mitch se levanta, se le acerca, se queda a su lado)

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MITCH: Usted necesita a alguien. Y yo también. ¿Podríamos unirnos usted y yo?
(Ella se vuelve, lo mira, se abrazan, se besan)

Últimos compases de la canción y ruido cercano del tren, apagan la vela, oscuro
leve. Llega la luz de otro dia.

ESCENA 8

La luz descubre a Stella limpiando y organizando la mesa, algo apurada. Entra


Stanley. Y examina los preparativos.

STANLEY: ​(Junto a la mesa)​ ¿A qué viene todo esto?

STELLA: Es el cumpleaños de mi hermana.

STANLEY: ¿Está aquí?

STELLA: En el baño.

STANLEY: ¿Desde cuándo está ahí?

STELLA: Se ha pasado ahí la tarde.

STANLEY: «¿Remojándose en un baño caliente?»

STELLA: ​(Imperturbable)​: Sí.

STANLEY: Siéntate ahí.

STELLA: Tengo cosas que hacer.

STANLEY: ¡Siéntate! ​(Stella va hacia la silla)​ Ya sé qué le pasa a tu hermanita...

STELLA: ​(Acercándose)​ Déjala tranquila.

STANLEY: ¡Esa mujer me ha llamado vulgar!

STELLA: Últimamente has estado haciendo todo lo posible por herirla. Ella es
sensible. Debes comprender que nos hemos criado en un ambiente muy distinto del
tuyo.

STANLEY: Eso me han dicho. ¡Y dicho y dicho y dicho mil veces! ¿Sabes que nos ha
estado metiendo un montón de mentiras?

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STELLA: No, no lo sé... Y no quiero oír...

STANLEY: ​(Hablando casi al mismo tiempo que ella) Pues sí que lo ha hecho. ¡Pero
he descubierto ciertas cosas!

STELLA: ¿Qué... Cosas?

STANLEY: Cosas que ya sospechaba. Pero ahora tengo la prueba... ¡Que he


verificado!

STELLA: ​(Volviendo a la mesa, se sienta en una silla) Ahora, haz el favor de decirme
sin gritar lo que crees haber descubierto sobre mi hermana.

STANLEY: Mentira Número Uno: ¡Es una lástima que no hayas oído las cosas que le
ha estado diciendo a Mitch! ¡Se ha estado besando con mi amigo! ¡Para que lo sepas,
tu hermana, tan vieja que está, no es un ejemplo de pureza!

STELLA: ¿Qué has oído y de quién?

STANLEY: Uno de los que trabajan en el bar me ha contado y sabe todo lo que hay
que saber sobre “la honorable dama”, y todos en su barrio también lo saben. Es tan
famosa en el pueblo como el presidente de Estados Unidos… ¡Sólo que nadie la
respeta! Ese proveedor, cuando va a donde ustedes vivieron, para en un hotel
llamado El Laurel

STELLA: ¿Qué pasa con El... Laurel?

STANLEY: También ella se alojó allí.

STELLA: Mi hermana vivía en nuestra casa.

STANLEY: ¡Eso sucedió cuando la casa se escurrió de entre sus blancos dedos de
azucena! ¡Se trasladó a El Laurel! ¡Un hotel de segunda categoría que tiene la ventaja
de ser más permisible que los demás! ¡El Laurel estaba habituado a todo género de
cosas! ¡Pero hasta la gerencia se impresionó con Madame perfecta! ¡En realidad,
tanto que le pidieron que les devolviese la llave de su cuarto!... ¡Para siempre! Esto
sucedió un par de semanas antes de que apareciera aquí. Ella te ha engañado tanto
como a Mitch. ​(Trata de rodearla con el brazo, ella se zafa)

STELLA: ​(Volviéndose) ¡Eso es mera invención! ¡No contiene una sola palabra de
verdad!

STANLEY: ¡La gente se asustaba después de dos o tres citas con ella y se iba, y “su
santidad" buscaba otra, con las mismas fábulas, la misma comedia, la misma
patraña! ¡Pero el pueblo era demasiado pequeño para que esto pudiera proseguir
eternamente! Y, con el tiempo, la señora se convirtió en el personaje más conocido de
Laurel. La consideraban, no sólo distinta, sino francamente... Chiflada. Y la han
alejado de allí como si fuera veneno. Por eso está aquí en este verano Su Alteza Real

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de visita, haciendo toda esta comedia... Sí. Lo cual nos lleva a la Mentira Número
Dos.

STELLA: ​(Da un paso)​ ¡No quiero oír más!

STANLEY: ¡Ella no renunció temporalmente a causa de sus nervios! ¡No, señor! No


renunció. La echaron antes de que concluyeran los cursos de primavera... Y me duele
decirte la razón de esa medida. ¡La sorprendieron robando!

STELLA: ​(Con la cabeza inclinada sobre la mesa, de espaldas al público) ¿Hace falta
hablar de éstas cosas ahora?

STANLEY: ¡Le dijeron que era mejor que se marchara a otra parte, fue prácticamente
como si la hubieran expulsado del pueblo!

BLANCHE: ¡Querida!

STELLA: ​(Con voz débil)​ ¿Qué?

BLANCHE: Tráeme otra toalla para secarme el cabello. ¡Acabo de lavármelo!

STELLA: Ya voy...

BLANCHE: ¿Qué pasa?

STELLA: ​(Volviéndose)​ ¿Por qué?

BLANCHE: Te noto tan extraña...

STELLA: ¡Oh! ​(Trata de reír)​ Debo de estar algo cansada.

BLANCHE: ¿Por qué no tomas un baño caliente cuando yo salga?

STANLEY: ¿Y cuándo ocurrirá eso? ​(Blanche desaparece incómoda) Bueno... ¿Qué


te parece?

STELLA: ​(Se vuelve hacia él) Vamos a pasar éste día lo mejor que podamos, luego yo
hablaré con ella.

STANLEY: ¿Sí…?

Stella sigue limpiando nerviosamente bajo la mirada incómoda de Stanley. Quizá


ponen 4 copas sobre la mesa.

STANLEY: ¿Esperas invitados?

STELLA: Invitamos a Mitch a comer pastel y helado.

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STANLEY: (Incómodo, después de una pausa) No lo esperes esta noche. (Va hacia el
centro. Stella hace una pausa en su tarea y vuelve los ojos lentamente hacia Stanley)

STELLA: ¿Por qué?

STANLEY: ​(Volviéndose rápidamente hacia ella) No quiero problemas. No te olvides


que aquí estamos hasta que ese hombre quiera...

STELLA: ​(Interrumpiéndola, se le acerca)​ ¿Tú le dijiste? ¿Le contaste...?

STANLEY: ​(La interrumpe) ¡Así es! ¡Se lo dije! ¡La conciencia me habría
atormentado durante el resto de mi vida si, conociendo todas esas historias, hubiese
dejado que pasara algo más. Imaginate que vaya a su casa y le roba. Estaríamos en la
calle inmediatamente. ​(Se va)

STELLA: ​(Siguiéndolo)​ ¿Le has dicho a un extraño que mi hermana es una ladrona?

STANLEY: ¿No habrías hecho tú lo mismo si...?

STELLA: Te estoy preguntado...

STANLEY: ​(Enfrentando a Stella) Hago lo que tenga que hacer para que no nos
echen a la calle. Igual si sigue aquí vamos a tener que pagar más, ya me lo
insinuaron… (evadiendo, aunque molesto se dirige a la zona del baño) ¡Hermana!
¡Eh, hermanita! ¿Me deja entrar en mi cuarto de baño, por favor?

BLANCHE: ​(Contestándole a través de la puerta) ¡Sí señor! ¡No faltaría más! ¿Puede
esperar un segundo a que me seque?

STELLA: ​(Acercándose con angustia)​ ¡Mírame que te estoy hablando!

STANLEY: Después de haber esperado una hora, creo que un segundo pasará pronto.

STELLA: ​(En el dormitorio)​ Ha perdido su empleo. ¿Qué hará?

STANLEY: ​(Volviéndose hacia Stella) Sólo estará aquí hasta el martes. Tú lo sabes...
¿verdad? Para asegurarme, yo mismo le compré el billete. ¡Un billete de autobús!

Hurga en el bolsillo para mostrarle el billete.

STELLA: ¡No, no, no irá, no voy a dejara mi hermana tirada en la calle!

STANLEY: ¡Irá! Punto. ¡Se irá el martes!

STELLA: (Lentamente) Tiene que haber otra solución.

Se Aferra de los brazos a Stanley​.

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STANLEY: ​(Se libera de Stella. Va hacia la puerta del cuarto de baño y la golpea
repetidas veces)​ ¡Eh! ¡Qué diablos! ¡Salga del baño!

Stella se acerca a Stanley. Se abre la puerta. Blanche sale, con una alegre
carcajada.

BLANCHE: ¡Oh, me siento tan bien después de mi largo baño caliente! ¡Tan bien y
tan fresca y... Descansada!

Stanley entra en el cuarto de baño, cerrando con un portazo que interrumpe


bruscamente los pasos de Blanche.

STELLA: ​(Con tristeza y duda) ​¿Entonces estás bien?

BLANCHE: Algo ha pasado. ¿Qué ha sido?

STELLA: ​(Rehuyéndola rápidamente)​ Nada.

BLANCHE: ​(Deteniéndola)​ ¡Estás mintiendo! ¡Algo ha pasado!

Se oye a lo lejos el tren, musica, autos, ladridos, la ciudad que sigue la vida.
Cambia la luz suavemente en descenso, casi lentamente se van sentando a la mesa,
Stanley se incorpora cuando sale del baño, el sonido de la ciudad es más fuerte, la
penumbra inunda la escena, casi solo se aprecian sombras, están sentadas en la
mesa y una silla vacía.

ESCENA 9

Stanley, Stella y Blanche están concluyendo una triste cena de cumpleaños,


sentados alrededor de la mesa; Stanley está malhumorado Mordisquea algo y se
chupa los dedos. Stella está turbada y melancólica. El contraído rostro de Blanche
exhibe una sonrisa tensa y artificial.

BLANCHE: ​(Con la copa entre las manos, dice repentinamente) Cuéntenos un


chiste, cuéntenos algo divertido que nos haga reír. No sé qué pasa... Todos estamos
tan solemnes... ¿Será porque mi “galán” me ha plantado? ​(Stella ríe, débilmente) ¡En
toda mi experiencia con los hombres, es la primera vez que alguien me planta! No sé
cómo tomarlo... ¡Cuéntenos algo divertido! Algo que nos saque de apuros.

STANLEY: ​(Chupándose los dedos)​ No creí que le gustaran mis chistes...

BLANCHE: Me gustan cuando son divertidos, pero no indecentes.

STANLEY: No conozco ninguno lo bastante refinado para su gusto.

BLANCHE: Bueno... Entonces permítame que les cuente uno yo.

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STELLA: Sí, cuéntanos uno tú, Blanche. Solías saberte toda clase de chistes… No
espera, igual antes tengo que recoger todo este desastre que han echado sobre la
mesa. ​(Con Stanley) ​Ve a lavarte que yo volveré a limpiar todo.

Pausa. Stanley mira a Stella. Repentinamente, con un rápido golpe, rompe el plato
y con un movimiento circular del brazo, arroja los restos del plato, los cubiertos y
los residuos de la comida al suelo. Blanche lanza un grito de susto y aparta los ojos.
Stella mira absorta a Stanley, que se levanta y lo enfrenta del otro lado de la mesa.

STANLEY: ​(Empuja la silla de la derecha hacia la mesa) Así es como limpiaré la


mesa. No vuelvas a hablarme nunca así. ¿Qué se han creído? ¿Que son dos reinas?
(Toma su copa y la tira)​ ¡Mi lugar queda limpio! ¿Quieren que limpie los vuestros?

Tiende la mano hacia los demás platos. Stella los protege. Stanley mira a las
mujeres y sale.

BLANCHE: ¿Qué ha pasado mientras me estaba bañando? ¿Qué te dijo, Stella?

STELLA: ¡Nada, nada, nada!

BLANCHE: ¡Creo que te ha dicho algo sobre Mitch y sobre mí! ¡Creo que sabes por
qué no ha venido Mitch esta noche, pero que no quieres decírmelo! ​(Stella menea la
cabeza con aire de impotencia. Blanche, repentinamente, se pone de pie) Voy a
hablarle.

STELLA: ​(Poniéndose de pie, trata de detenerla)​ Yo que tú no le hablaría.

BLANCHE: Voy a hablarle, voy a hablarle por teléfono.

STELLA: ​(Acongojada)​ Preferiría que no lo hicieras.

BLANCHE: (​ Va al teléfono, descuelga el auricular, marca. Stella sale al porche.


Stanley no se vuelve para mirarla) Me propongo conseguir una explicación de
alguien.

STELLA: ​(Con tono de reproche, a Stanley) Supongo que estarás contento de tu


obra. Nunca me costó tanto tragar la comida. ¡Era tan penoso mirar el rostro de mi
hermana viendo la silla vacía!

BLANCHE en el teléfono
Blanche cuelga el auricular. Se queda parada con aire impotente junto al teléfono,
mirando a su alrededor.

STANLEY: ​(Va hacia Stella. La obliga a volverse hacia ella y la sostiene torpemente
en los brazos) Stella, todo marchará bien cuando ella se haya ido. Todo volverá a
marchar perfectamente entre tú y yo, como antes. ¿Recuerdas cómo vivíamos? ¿Las
noches que pasábamos juntos? ¡Dios mío, tesoro, qué buena será la vida cuando

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podamos hacer ruido de noche como antes y no esté la hermana de nadie detrás de
las cortinas oyéndonos!

BLANCHE: ​(Sentándose a la mesa y refiriéndose a su llamada telefónica) No debí


llamar.

STELLA: ​(Acercándose)​ Pudieron suceder muchas cosas.

BLANCHE: Eso no tiene excusa posible. No tengo por qué soportar insultos. No lo
dejaré pasar así como así.

Suena el teléfono. Blanche se abalanza hacia él, con aire expectante.

BLANCHE: ¡Oh, es para mí, estoy segura!

STANLEY: ​(Yendo hacia el teléfono, la aparta) ​Yo no estoy segura. Quédese sentada.
(Atiende el teléfono.) Hola… si… vaya, no era nadie.

Blanche ha dado un par de pasos hacia el teléfono, siguiendo a Stanley. Ahora


regresa, casi se tambalea, dando un paso hacia la derecha. Stella se adelanta, le
toca el hombro.

BLANCHE: Oh, no me toques, Stella. ¿Qué te pasa? ¿Por qué me miras con ese aire
compasivo?

STANLEY: ​(Va hacia Blanche. Stella sigue en pie, sin moverse. Stanley llevándose la
mano al bolsillo de la chaqueta, con hipócrita amabilidad) ​Hermana Blanche, tengo
un regalito de cumpleaños para usted. ​(Saca el sobre con el billete del autobús y lo
abre a medias)

BLANCHE: ¿De veras? Yo no esperaba ninguno.

STANLEY: ​(Tendiéndole el sobre) ​Espero que le guste.

BLANCHE: ​(Abriendo el sobre y sacando el billete)​ Pero, pero..., pero si es...

STANLEY: ¡Un pasaje! ¡Un pasaje de vuelta! ¡El martes!

Durante el resto de la escena, se oye «Summertime» Blanche intenta sonreír. Luego


renuncia y se vuelve con aire acusador hacia Stella. Repentinamente, corre y se
va. Stanley ha ido al centro de la sala. Stella se le acerca.

STELLA: No tenías necesidad de hacer eso.

STANLEY: No olvides lo mucho que la he aguantado.

STELLA: ​(Siguiéndola) No tenías por qué ser tan cruel con una mujer tan solitaria
como ella.

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Stanley evitando la discusión, intenta aparentar normalidad y hace por irse.

STELLA: ¿Crees que vas a salir, ahora?

STANLEY: Claro.

STELLA: Pues no irás. ​(La agarra del brazo)​ ¿Por qué has hecho eso?

STANLEY: ¡Suéltame!

STELLA: ​(Con frenesí)​ ¡Quiero saber por qué! ¡Dime por qué!

STANLEY: ​(Obligándola a retroceder un poco y tratándola con cierta rudeza)


Cuando tú y yo nos conocimos, te parecí vulgar. ¡Cuánta razón tenías, nena! ¡Yo era
vulgar como la tierra! Me mostraste la fotografía de la casa de las columnas. ¡Yo te
aparté de esas columnas y te derribé al suelo, y cómo te gustó ver brillar las luces de
colores! ¿Acaso no fuimos felices, acaso todo no marchó bien hasta que apareció ella?
(Stella se libra, Stanley enfrentándola, gritando) ¿Y no fuimos felices, juntos? ¿No
marchó bien todo hasta que apareció ella, muy estirada, llamándome gorila? ​(Pausa.
Stanley se gira, escudriña a Stella. Ve que ella sufre. Se le acerca rápidamente y
dice con dulzura:)​ ¡Eh! ¿Qué te pasa, Stella? ¿Te he hecho daño? ¿Qué hay, nena?

STELLA: ​(Aferrándose a la puerta de la calle para no caerse, con voz débil) Llévame
al hospital...

Stanley la sostiene rápidamente y salen. Blanche entra casi a la salida de ambas,


parece como si hubiera estado oyendo todo tras las puertas. Sonido del tren que va
siendo fuerte a cada instante.

Esa misma noche, un poco más tarde. Las escena está vagamente iluminada.
Blanche se halla sentada en una postura tensa, con un vaso en la mano. En sus
oídos, Viste en ropa de dormir. Ha estado bebiendo para huir de la sensación de
catástrofe que la está envolviendo. El ventilador del dormitorio gira, casi
silenciosamente. En la calle, la Florista, pregona: «Flores para los muertos.
Coronas. Flores.» Entra Mitch. Va presurosamente hacia la puerta del
apartamento y llama. No hay respuesta. Repite el golpe. Deja de oírse las voces
fantasmales del pregón.

BLANCHE: ​(Sobresaltada)​ ¿Quién es?

MITCH: ​(Con ronca voz)​ Yo...

BLANCHE: ​(Se levanta) ¡Vaya! ¡Un momento! ​(Corre de un lado a otro


frenéticamente, con el vaso, y yendo hacia la mesa para ocultar la botella de licor.
Precipitadamente, mira a su alrededor, esconde la botella y el vaso bajo una silla o
la mesa. Luego, corre, ya completamente fuera de sí, trémula y murmurando. Se
retoca la cara y se peina. Mitch llama a la puerta, irrumpe por ella y se detiene al

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entrar en la habitación vagamente iluminada) ¡Mitch! ¡No debí dejarlo entrar
después de la forma como me trató esta noche! Con todo, le perdono. Le perdono
porque me alivia tanto verle... Cuando lo vi, desapareció la melodía esa que me
resonaba en la cabeza. ¿Le ha perseguido alguna vez una melodía?

Silencio.

BLANCHE: Le puedo brindar algo que queda de mi cumpleaños… ¿Quiere un trago?


No sé qué bebidas hay. No... lo he averiguado.

MITCH: No quiero.

Se escuchan los ladridos, autos que pasan y demás sonidos de ciudad, de vez en vez
la misma voz que pregona: ​«Flores para los muertos. Flores.» ​ Blanche visiblemente
descompuesta, no sabe si sentarse, levantarse, caminar, salir o quedarse, se siente
observada por Mitch, no está cómoda.

BLANCHE: Esta noche pasa algo, pero no importa. ​(Al oír la música, se aparta) No...
voy a rebajarme a preguntar porque no ha venido, es mi cumpleanos, era mi invitado.
La única persona en el mundo a la que estaba esperando. Simplemente... ​(Se toca con
aire indeciso la frente.) ​...¡Fingiré que no advierto nada de distinto en usted! Esa
música..., de nuevo.

MITCH: ​(Se le acerca)​ ¿Qué música?

BLANCHE: Esos ruidos y esas voces, la gente en la calle, no sé, todo allá afuera hace
ruido, tiene que oírlo igual… No me diga que no, la misma canción de aquella noche
en la que Allan… A veces me parece oír un disparo. ¿No escuchó? ¿Un disparo?

MITCH: ​(Siguiéndola)​ ¿Está loca?

BLANCHE: Veré qué puedo hallar en materia de... ​(Vuelve a ella) Oh, a propósito,
discúlpeme por no haberme vestido. ¡Pero, prácticamente, yo había renunciado a
usted! ¿Se le olvidó su invitación a cenar?

MITCH: Yo no quería volver a verla.

BLANCHE: ¡Espere! ¡No oigo lo que me dice y usted habla tan poco, que cuando dice
algo no quiero perderme una sílaba!

MITCH: ¿Acaso no se va pronto?

BLANCHE: ¿En qué piensa? ​(Se le acerca un poco)​ ¡Veo algo en sus ojos!

MITCH: ¡Qué oscuridad hay aquí!

BLANCHE: La oscuridad me gusta. ​(Aprensivamente)​ Me consuela.

35
MITCH: ¡Encendamos esta luz!

BLANCHE: ¿Luz? ¿Qué luz? ¿Para qué?

MITCH: ​(Obliga a Blanche a levantarse, la hace retroceder, empujando su rostro


hacia el despiadado resplandor del foco descubierto. Y dice, lenta y amargamente)
No me importa que usted sea menos joven de lo que yo creía. Pero todo lo demás...
(Pausa. Grita) ¡Dios mío! ​(Deja caer los brazos y se aparta un paso de ella) ​¡Toda
esa charla sobre sus ideales a la antigua y toda esa esperanza que me ha estado
prodigando durante el verano! Oh, yo sabía que usted no tenía ya dieciséis años. Pero
fui lo bastante estúpido para creerla honesta.

BLANCHE: ​(Reclinándose contra el tocador, enfrentándola) ¿Quién le dijo que no


era... Honesta? ¿Mi afectuosa cuñado? Y usted le creyó.

MITCH: (Interrumpiéndola) ¿No vivió usted en un hotel...?

BLANCHE: Era allí donde llevaba a esos desconocidos. ​(Pausa) Sí, tuve muchas
intimidades con extraños. Después de la muerte de Allan... Sólo podían llenar el
vacío de mi corazón, al parecer, las intimidades con extraños. ​(Pausa) Creo que era el
pánico... simplemente el pánico lo que me empujaba de uno a otro, buscando alguna
protección... En los lugares más inverosímiles. Hasta la busqué, por fin, en cada uno
y nunca pude encontrarla ​(A Mitch) De manera que vine aquí. No tenía adónde ir.
Estaba liquidada. ¿Sabe qué significa estar liquidada? Mi juventud había
desaparecido repentinamente como el chorro de agua de un surtidor y... Te conocí.
Usted me dijo que necesitaba a alguien. Bueno... Yo necesitaba a alguien, también.
Parecías tan amable... Una grieta en la roca del mundo, una grieta en la cual yo podía
ocultarme! ​(Blanche va hacia Mitch y lo toca. Él retrocede) ¡Pero supongo que pedía
demasiado, que confiaba en obtener demasiado! ​(Se oye acercarse el pregón,
«Flores, para los muertos», se distingue vagamente al principio y luego con más
claridad)

MITCH: ​(Se le acerca)​ Me mentiste.

BLANCHE: ​(Mirándolo)​ No diga que te mentí.

Se escucha vívidamente todos los sonidos mezclados dando la sensación de una


pesadilla, por encima de estos la misma frase: «Flores, para los muertos»

BLANCHE: ¿Qué? Oh, hay alguien afuera… ​(Se lanza al apartamento, cerrando con
un portazo) ¡No, no! ¡Ahora, no! ¡Ahora, no! ​(Acercándose lentamente a la mesa) ​Yo
vivía en una casa donde las viejas moribundas recordaban a sus hombres muertos...

Van y vienen los sonidos


Mitch, mira con asombro y no sabe cómo reaccionar.

BLANCHE: ​(Como para sí) Desmoronamiento y desesperación... Remordimientos...


Recriminaciones... Y otras cosas, tales como las fundas de las almohadas manchadas

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de sangre... ¡Hay que cambiarle la ropa de cama!... Todo ha desaparecido, menos…
La muerte. Yo solía sentarme ahí y ella, allá, y la muerte estaba tan próxima como
usted. La muerte… El deseo.

En un arrebato de incomprensión Mitch se abalanza sobre ella, hay un momento de


quietud, se miran apasionadamente, Mitch hace un intento de soltarla, pero retoma
las ganas, se besan, pueden quitarse o zafarse alguna ropa, parece que están a
punto de tener sexo y Blanche se suelta repentinamente, está contrariada, parece
ofendida.

BLANCHE: ¡No me toques! Me quedé esperando, sentada, aguantando las miradas


de compasión y luego de burla, No me beses, no me toques, vete. ¡No vuelvas a
mirarme! Estuve esperando, sentada, mirando a la puerta una y otra vez, viendo las
sombras entrar hasta que todo al fin todo se puso oscuro... ¡No hables! ¡Vete! Todo
ha desaparecido… Menos la muerte.

Mitch, se aparta con absoluto desconcierto, va arreglando su ropa mientras se va.


Un intenso ruido del tren y luego el viento. Blanche va a sentarse temblorosa, busca
desesperadamente un trago de alcohol, encuentra muy poco, bebe ávidamente,
sigue temblorosa, sentada se derrumba sin perder cierto ataque de pánico y dolor
que la inunda. hay una música lejana durante todo este momento.

ESCENA 10

Esa noche, pocas horas después. Entra Stanley. Blanche está algo más tranquila.

STANLEY: ¿Todavía despierta?

BLANCHE: ​(Adelantándose)​ ¿Cómo está mi hermana?

STANLEY: Ya mejor, solo tuvo, un shock, estará sedada hoy y mañana iré a buscarla.

BLANCHE: ¿Significa eso que estaremos solas aquí?

STANLEY: Yo estoy en mi casa…

BLANCHE: No hace falta que lo diga, ya tengo todo casi listo… Se cierran unas
puertas y se abren las del cielo.

STANLEY: Así lo creo.

Hay un silencio tenso, no saben que hacer ni decir, Stanley ha traído una botella
envuelta en papel, la desenvuelve, bebe, Blanche se siente tentada, pero se resiste a
mirar o pedir bebida. Stanley pone música en la radio o un viejo tocadiscos, bebe un
gran trago, quizá tose un poco, reacciona ante el sorbo. Unas miradas entre ambos.
Blanche nerviosa pero sin decir palabra. Stanley empieza a desabotonar la camisa
que trae.

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BLANCHE: ​(Moviéndose con indecisión) Vaya a su habitación antes de seguirse
desvistiendo.

STANLEY: Por ahora, no me quitaré más que eso. ¿Qué me dice, hermanita?
¿Tomamos un trago?

BLANCHE: ​(Evidentemente nerviosa e incómoda) ​No. Gracias.

STANLEY: Me sorprende…

BLANCHE: Prefiero no beber, necesito descansar, ha sido un dia muy largo…

STANLEY: No, no hablo de la sorpresa que haya rechazado un trago. Aunque de paso
le digo, la verdad me sorprende… Pero no hablaba de eso. Me refiero a que estoy
sorprendida por ese repentino enamoramiento, no sabía que le gustaban también los
mayores.

BLANCHE: Me voy a dormir, si me disculpa…

Puede haber un intento de ambos de moverse a otro sitio, pero no lo hacen, hay un
silencio tenso, se oye la música.

STANLEY: ¿No le gusta que le pregunte?

BLANCHE: No tengo por qué hablar mis cosas con…

STANLEY: A mi no puede escandalizarme nada de lo que me cuente, bueno no sé. Lo


digo por lo que aparenta. Aunque, igual va y me sorprende. Nunca se sabe que hay
detrás de una apariencia frágil y tranquila…

BLANCHE: ​(Se acerca a Stanley) ¡Se atrevió a venir a verme! ¡Y a repetirme


calumnias, malignas fábulas oídas de usted! ¡Y le dije que se fuera!

STANLEY: ¿Ah, si?

BLANCHE: Y luego, volvió. Volvió con una ramo de rosas a pedirme perdón. Imploró
mi perdón. Pero hay cosas imperdonables. La crueldad deliberada es imperdonable.
(Stanley se aleja un poco) Es lo único imperdonable. Y así se lo dije. Le dije: Gracias,
pero he cometido una estupidez al creer que podríamos amoldarnos algún día.
Nuestras maneras de vivir son demasiado distintas. Nuestro modo de pensar y el
ambiente en que nos hemos criado son incompatibles. En esas cosas, tenemos que
ser realistas. ¡De modo que adiós, amiga mío! Y que no haya rencores...

STANLEY: ¿Y si no le gustan los de clase baja? ¿Por qué todo esto? Los paseos, los
besos, las insinuaciones...

BLANCHE: No tengo que darle explicaciones de mis sentimientos…

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STANLEY: ¿Entonces se va a casa de un “amigo”?

BLANCHE: Si, hay gente amable aún en este mundo.

STANLEY: ¿Y por qué no avisó antes a su amigo, en vez de venir aquí?

BLANCHE: Quería estar con mi hermana, pensé que aún me vería como su familia…

STANLEY: Si, claro… la familia.

BLANCHE: Ya le dije que necesito descansar… Por favor…

STANLEY: ¡Mentira!

BLANCHE: ¡Deje de gritarme…!

STANLEY: ¡No hay tal amigo millonario y Mitch no volvió con rosas, porque yo sé
dónde está!

BLANCHE: (Sorprendida, descolocada) Cuando venga Stella…

STANLEY: ¡No hay nada, nada más que imaginación y mentiras y engaños y más
mentiras! ​(Aferrándose al vestido de Blanche) ¡Y mírese! ​(Puede que le rompa
alguna parte) ¡Mírese a sí misma en ese disfraz de carnaval, alquilado en algún
trapero ¿Qué Reina cree usted ser?

BLANCHE: ¡No tiene ningún derecho a …!

STANLEY: ​(Siguiéndola) Le he adivinado el juego desde el primer momento.


(Blanche huye, Stanley, mirándola con ira.) ¡Usted no consiguió engañarme ni una
sola vez!

BLANCHE: ¡Déjeme salir... Déjeme salir...!

STANLEY: ​(Empujando la silla debajo de la mesa)​ Ya le sobra espacio para pasar.

BLANCHE: ¡No pasaré si se queda ahí!

Stanley hace un amago de atraparla.

BLANCHE: ¡Atrás! No se adelante hacia mí o...

STANLEY: ¿O qué?

BLANCHE: ¡Le advierto que no se acerque!

Mientras, aferra la botella que está sobre la mesa, la rompe y esgrime la parte rota
hacia ella. Se escucha el Tren muy cerca, como si atravesara la casa, hay un

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forcejeo, Stanley le quita la botella a Stella, la tira al suelo, comienzan una pelea.
Terminan en el suelo tras la mesa y algunas sillas para no ver explicitamente el
resto del acto. Hay un cambio de luz drástico. Stanley se levanta. Puede ponerse la
camisa que está regada por el suelo, cerca de allí. Se va. Hay sonido de lluvia que
va apareciendo y se hace más fuerte. Blanche, desde el suelo se le oye llorar. Se
levanta tambaleándose y va al teléfono.

ESCENA 11

Aparece Stella, quiza con algun bolso, viene cansada. Las hermanas se miran.
Blanche intenta decir algo, según lo intenta, cambia de parecer, mira el teléfono y
luego a Stella, está perdida, divaga, a punto de un momento de llanto. Ha
amanecido.

BLANCHE: ¡Mi hermanita!

STELLA: ¿Cómo te sientes?

BLANCHE: Si alguien me llama por teléfono mientras me baño, anota el número y


dile que le llamaré.

STELLA: Sí.

BLANCHE: ​(Con débil vivacidad histérica)​ Acabo de lavarme el cabello.

STELLA: ¿De veras?

BLANCHE: No estoy segura de haberme quitado el jabón.

STELLA: ¡Un cabello tan hermoso!

BLANCHE: ¿No me llamaron por teléfono?

STELLA: ¿Quién, Blanche?

Silencio.

BLANCHE: ¡Qué raro! Yo...

STELLA: ¡Todavía no, querida!

Se escucha vagamente <summertime> Mezcla de autos y las voces de <Flores para


los muertos> Entra Mitch. Blanche rápidamente le quita la mirada, intenta llamar
o escuchar el teléfono al mismo tiempo. Finalmente, termina por colgar.

BLANCHE: ​(Con repentina histeria) ¿Qué ha pasado aquí? ¡Quiero que me


expliquen qué ha pasado aquí!

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STELLA: ​(Dolorida) ​¡Calla! ¡Calla, tesoro! Por favor.

Entra Stanley.

BLANCHE: ​(Mirándolos)​ ¿Por qué me miran así? ¿Tengo algo de raro?

STELLA: ¡Estás maravillosa, querida! ¿Verdad que está maravillosa?

Mitch y Stanley en silencio, se hace evidente <summertime>

BLANCHE: ​(Escuchando repentinamente, un sonido lejano, y aspirando un olor


distante) Huelo el aire del mar... El agua... Lo más hermoso que creó Dios. Pasaré en
el mar el resto de mis días. Y cuando me muera, moriré en el mar. Y me sepultarán
en el mar, me arrojarán por la borda a mediodía... ¡Y en un océano tan azul como...
como el azul de los ojos de mi primer amante!

Sonido del Tren muy fuerte, ruidos de ciudad.

BLANCHE: ¿Qué es eso?

MITCH: ​(Turbado)​ Discúlpame, iré a ver quién es.

Blanche advierte a Stanley y se aparta de forma brusca de él. Stella sorprendida


intenta acercarse a Blanche, ​é​sta también la evita.

MITCH: Alguien pregunta por Blanche.

BLANCHE: ¡De modo que es para mí! ¿Es él… el amigo que espero?

MITCH: ​(Mirando a Stella)​ Creo que sí...

BLANCHE: ​(Volviendo a arreglarse)​ Me parece que no estoy lista, aún.

STELLA: Pídele que espere fuera...

BLANCHE: ​(A Stella)​ ¿Qué tal estoy?

Stanley y Mitch se acercan levemente a ella.

BLANCHE: ​(Retrocediendo lentamente, con pánico) ¡Yo no lo conozco! ¡Yo no lo


conozco! ¡Quiero... Que me dejen en paz... Por favor!

El mismo ruido de ciudad, ahora en tonos altos, como si atormentara a Blanche,


como si sólo ella escuchara semejante escándalo.
Mitch y Stanley se acercan más.

STELLA: ​(Precipitándose) ​¡Oh, Dios mío! ¡Ayúdame! ¡Oh, por favor, no le hagan
daño! ¿Qué le están haciendo? ¿Qué le están haciendo?

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STANLEY: ​(En voz baja, mirando hacia la puerta) ¡Eh! ¡Eh! Doctor, más vale que
entre.

MITCH: ​(Acercándose a Stella)​ Quédate conmigo y no mires.

STELLA: ¡Qué le he hecho a mi hermana! ¡Oh, Dios mío! ¡Qué le he hecho a mi


hermana!

MITCH: ​(Reteniéndola aún) Has hecho lo que debías, lo único que podías hacer. Ella
no podía quedarse aquí, no tenía adónde ir.

STELLA: ​(A Stanley)​ ¡Tú! ¡Tú hiciste esto, maldita seas...!

Leve forcejeo Entre Stella y Stanley, Mitch ayuda a desapartar.

Blanche, se recupera algo nerviosa y como quien vive una alucinación, su maleta
está por alguna parte, sin llamar mucho la atención, en la trayectoria de salida de
Blanche, coge su maleta y continúa camino. Va al vacío, como quien camina hacia
la muerte.

BLANCHE: ¿Qué tal estoy? ¿Si? Bueno, gracias… ¿A dónde me lleva? Gracias... Que
gentil... Siempre he confiado en la amabilidad de los extraños…

Va saliendo hasta perderse, mientras se pierde el ruido y aparece <summertime>


Stella se aparta de todos, Stanley desaparece, Mitch ve regada alguna ropa de
Blanche que se quedó por descuido, intenta dársela pero se queda inmóvil y
mirando en vestido en su mano. Blanche a punto de perderse, sube la música,
desaparece la luz.

Telón

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