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Dykinson S.L.
VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
Profesora Titular de Derecho Civil. Universidad de Alicante
LA RESPONSABILIDAD CIVIL
POR LOS DAÑOS CAUSADOS
POR UN MIEMBRO
INDETERMINADO
DE UN GRUPO
DYKINSON
Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta,
puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia,
grabación magnética o cualquier almacenamiento de información y sistemas de recuperación, sin permiso
escrito del AUTOR y de la Editorial DYKINSON, S.L.
© Copyright by
Virginia Múrtula Lafuente
Madrid
ISBN: 84-9772-694-4
Preimpresión por:
Besing Servicios Gráficos S.L.
e-mail: besing@terra.es
Teléfono (91) 855 14 64
A mis hijos,
Aurelio y Virginia
ÍNDICE
ABREVIATURAS........................................................................................... 15
CAPÍTULO I
PLANTEAMIENTO DE LA CUESTIÓN. CONSIDERACIONES
HISTÓRICAS Y ESTUDIO DE LOS DERECHOS EXTRANJEROS
1. DELIMITACIÓN DEL OBJETO DE ESTUDIO ........................................... 19
2. ANTECEDENTES HISTÓRICOS ..................................................................... 24
2.1. El Derecho romano .................................................................................. 24
2.2. El Derecho intermedio............................................................................ 28
2.3. La Codificación ......................................................................................... 29
2.4. La Codificación en España.................................................................... 32
3. ESTADO DE LA CUESTIÓN EN LOS DERECHOS EXTRANJEROS........ 33
3.1. Derecho francés......................................................................................... 34
3.2. Derecho italiano........................................................................................ 40
3.3. Derecho alemán ........................................................................................ 42
3.4. Derecho holandés ..................................................................................... 49
3.5. Derecho angloamericano ....................................................................... 51
3.6. Derecho latinoamericano ....................................................................... 56
CAPÍTULO II
FUNDAMENTO DE LA RESONSABILIDAD DE LOS MIEMBROS
DE UN GRUPO EN EL CASO DE INDETERMINACIÓN
DEL AGENTE DIRECTO DEL DAÑO
1. LA INTERVENCIÓN PLURAL DE LOS SUJETOS EN LA
CAUSACIÓN DEL DAÑO ................................................................................... 61
1.1. Intervención conjunta o común: la coautoría y la participación ....... 61
1.1.1. En las conductas dolosas .................................................................. 62
1.1.2. En las conductas culposas o imprudentes ........................................... 65
1.2. Intervenciones complementarias y cumulativas o concurrentes ..... 67
8 ÍNDICE
CAPÍTULO III
LOS DAÑOS CAUSADOS POR UN MIEMBRO INDETERMINADO
DE UN GRUPO EN EL ÁMBITO DE LA
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL
1. DELIMITACIÓN DE LOS SUPUESTOS ......................................................... 113
ÍNDICE 9
CAPÍTULO IV
LOS DAÑOS CAUSADOS POR UN MIEMBRO INDETERMINADO
DE UN GRUPO EN EL ÁMBITO DE LA
RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
1. DELIMITACIÓN DE LOS SUPUESTOS ......................................................... 215
2. DAÑOS DERIVADOS DE LA PRÁCTICA DE LA CAZA .......................... 216
2.1. Análisis del artículo 33.5 de la Ley de Caza....................................... 217
2.1.1. Daño producido por un cazador con motivo del ejercicio de la caza............. 219
2.1.2. Desconocimiento del cazador que ha producido el daño....................... 222
2.1.3. Alcance de la responsabilidad solidaria de los miembros de la partida
de caza............................................................................................. 223
2.2. Jurisprudencia del Tribunal Supremo en torno al art. 33.5 de la
LC.................................................................................................................. 225
3. LA RESPONSABILIDAD POR HECHO AJENO Y LA
INDETERMINACIÓN DEL CAUSANTE DEL DAÑO (ART. 1.903
DEL C.C.) .................................................................................................................. 227
ÍNDICE 11
BIBLIOGRAFÍA.............................................................................................................. 381
ABREVIATURAS
AC Actualidad Civil
Ac.P. Archiv für die civilistische Praxis
ADC Anuario de Derecho Civil
AFDUAM Anuario de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de
Madrid
AHDE Anuario de Historia del Derecho Español
AJA Actualidad Jurídica Aranzadi
AP Audiencia Provincial
Ar. C. Aranzadi Civil
ASN Academia Sevillana del Notariado
Aufl. Auflage (edición)
BD Base de Datos
BIMJ Boletín de Información del Ministerio de Justicia
BGB Bürgerliches Gesetzbuch
BGH Bundesgerichtshof
BGHZ Entscheidungen des Bundesgerichtshof in Zivilsachen
BOCG Boletín Oficial de las Cortes Generales
BOE Boletín Oficial del Estado
Bull. civ. Bulletin des arrêts de la Cour de cassation (Chambre civile)
C.c. Código civil
CCJC Cuadernos Civitas de Jurisprudencia Civil
CE Constitución española
CL Colección Legislativa de Jurisprudencia Civil
C.P. Código Penal
D Recueil Dalloz Sirey
Diss. Dissertation (tesis)
DS Diario de Sesiones
EC Estudios sobre Consumo
Foro it. Il Foro italiano
Gaz. Pal. Gazette du Palais
Giust. civ. Giustizia civile
JCP Juris Classeur Périodique
JZ Juristenzeitung
16 ABREVIATURAS
Desde la época romana hasta nuestros días las normas relativas a la llamada
responsabilidad civil extracontractual se han centrado en la responsabilidad indi-
vidual. Los redactores del Código civil, como observa acertadamente VINEY,
dieron a la responsabilidad civil una estructura individualista e interindividual: si
existe o no existe deber de indemnizar y cuál sea su cuantía es algo que solamente
interesa al causante del daño y al perjudicado. La razón de ello hay que verla, si-
guiendo a la autora antes citada, en el modo en que las relaciones sociales se es-
tructuraban a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, en un mundo en
que la actividad económica continuaba siendo principalmente artesanal y agrícola
y donde las relaciones de Derecho privado presuponían la presencia de individuos
y, en caso de daños, entre ellos se resolvía la cuestión. Sin embargo, en tiempos in-
mediatamente posteriores se produjo una transformación radical de estas circuns-
tancias. Uno de los factores que contribuyó directamente a ello reside en el desa-
rrollo de las actividades colectivas1.
En el mundo actual podemos observar que el papel de la persona como indi-
viduo llega a disolverse en importantes sectores de la vida, para pasar a integrarse
en múltiples comunidades más grandes, unidas por los intereses más diversos (de-
portivos, de esparcimiento, vecinales, económicos, de trabajo, etc.). Raros son los
ámbitos en los que el individuo se desenvuelve aisladamente. A través de la inser-
ción grupal, la persona puede llegar a actuar de forma distinta a como lo haría ais-
ladamente, amparada en el anonimato que le da el grupo y bajo el calor de la actua-
ción conjunta.
1
VINEY, G., «De la responsabilité personnelle à la répartition des risques», Archives de Philosophie du
Droit, n.º 22, París, 1977, p. 5.
20 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
2
Como señala PANTALEÓN PRIETO, F., «Comentario a la STS de 8 de febrero de 1983», CCJC,
1983, p. 411.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 21
tada con el hecho. Estamos ante supuestos conocidos por la doctrina como casos
de «culpa anónima»; de causalidad incierta o «causa anónima»; causalidad disyunti-
va o alternativa; o de responsabilidad colectiva, insinuando con esta última expresión
la idea de una obligación de responder que puede pesar sobre el grupo de indivi-
duos implicados en la causación del daño3.
Salvo en el caso del artículo 33.5 de la Ley de Caza de 4 de abril de 1970 y del
artículo 35.6 b) de su Reglamento4, así como recientemente del art. 17.3 de la Ley
38/1999, de 5 de noviembre, de Ordenación de la Edificación5, no existe en nues-
tro Derecho ningún texto legal que afronte de manera expresa el problema del
daño causado por un miembro indeterminado de un grupo y que responsabilice a
un grupo que no tenga personalidad jurídica propia.
El interés del tema suscitado contrasta con la falta de tratamiento doctrinal.
Aunque son muy pocos los autores que han prestado atención a este problema, las
posturas se hallan divididas entre los que miran a la víctima y a la necesidad de repa-
rar el daño causado, admitiendo la responsabilidad de todos los miembros del gru-
po, con base en criterios objetivos del propio riesgo que genera la acción del grupo6;
3
El término «responsabilidad colectiva» ha sido habitualmente utilizado por la doctrina argentina para abor-
dar la cuestión que es objeto de nuestro estudio, de hecho éste ha sido un tema sobre el que existen numerosas apor-
taciones. A título de ejemplo pueden citarse las obras de LÓPEZ CABANA, R.M., «Responsabilidad colectiva. Régi-
men legal en Argentina y Latinoamérica», Cuestiones Modernas de Responsabilidad Civil, Buenos Aires, 1988, p. 225 y ss.;
BUSTAMANTE ALSINA, J., «Responsabilidad colectiva», Teoría General de la Responsabilidad Civil, 7.ª ed., Buenos Ai-
res, 1992, p. 565 y ss. GARRIDO CORDOBERA, L.M., Los daños colectivos y la reparación, Buenos Aires, 1993;
GESUALDI, D. M., «La responsabilidad colectiva», Responsabilidad por daños (Homenaje a Jorge Bustamante Alsina) II, dir.
A. J. Bueres, Buenos Aires, 1990, p. 139 y ss.; LLAMBÍAS, J. J., «Responsabilidad colectiva o anónima», El Derecho, t.
83, p. 783 y ss.; LÓPEZ CABANA, R. M., «Responsabilidad colectiva», Responsabilidad civil objetiva, obra colectiva co-
ord. por el citado autor, Buenos Aires, 1995, p. 177 y ss.; ZAVALA DE GONZÁLEZ, M. M., «El daño colectivo»,
Derecho de daños. Primera Parte, dir. por F. A. Trigo Represas y R. S. Stiglitz, Buenos Aires, 1996, p. 437 y ss.
4
Según dispone el art. 33.5 de la Ley reguladora de la Caza: «En la caza con armas, si no consta el autor del daño cau-
sado a las personas, responderán solidariamente todos los miembros de la partida de caza». En el art. 35.6.b) del Reglamento que de-
sarrolla dicha ley se concreta que «se consideran únicamente como miembros de la partida aquellos cazadores que hayan practicado el
ejercicio de la misma en la ocasión y lugar en que el daño se ha producido y que hubieren utilizado armas de la clase que originó el daño».
5
Dicho precepto eleva a rango legal la reiterada jurisprudencia de nuestro Tribunal Supremo surgida
en torno a la aplicación del artículo 1.591 del C.c. relativo a la responsabilidad por los vicios de la construcción.
El art. 17.3 de la LOE establece que: «cuando no pudiera individualizarse la causa de los daños materiales o quedase debida-
mente probada la concurrencia de culpas sin que pudiera precisarse el grado de intervención de cada agente en el daño producido, la
responsabilidad se exigirá solidariamente».
6
DE ÁNGEL YÁGÜEZ, R., «Indeterminación del causante de un daño extracontractual (Sentencias
de la Audiencia Territorial de Burgos de 4 de diciembre de 1980 y de Palma de Mallorca de 24 de enero de 1981»,
RGLJ, 1983, p. 23 y ss.; Id., «Nota sobre el daño extracontractual causado por el miembro indeterminado de un
grupo», Estudios de Deusto, Bilbao, 1984, vol. 32/1, p. 281 y ss.; Id., Tratado de responsabilidad civil, Madrid, 1993, p.
864 y ss.; Id., «Actuación dañosa de los grupos», RJC, 1997, p. 63 y ss.; Id., «Comentario al artículo 1.902 del Có-
digo civil», Comentario del Código civil, coord. por I. Sierra Gil de la Cuesta, Barcelona, 2000, p. 450 y ss.
22 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
vo que por alguna razón excepcional obligue a dejar al dañado sólo frente al
daño»9.
Bajo nuestro punto de vista, como tendremos ocasión de desarrollar, el Or-
denamiento jurídico ofrece en estos casos al perjudicado los instrumentos necesa-
rios para obtener el resarcimiento del daño causado, bien a través de técnicas de
imputación que responsabilizan a los distintos individuos que han participado en
la causación del daño10; bien sobre la base de los principios de la responsabilidad
por hecho ajeno, si se prueba que el daño ha sido causado por una de las personas
de las que el demandado deba de responder11; bien por la vía de la responsabilidad
patrimonial de la Administración, cuando el daño ha sido producido como conse-
cuencia del funcionamiento normal o anormal de un servicio público12; o simple-
mente cuando existe una obligación de garantía de origen contractual que recae
sobre las cosas o las personas13; o un deudor contractual (como puede ser una so-
ciedad de profesionales) o el propio profesional liberal que ha de responder por la
actuación de sus auxiliares o dependientes, aunque en cualquiera de estos supues-
tos se desconozca la intervención en la producción última del daño.
Configurar el problema de la indeterminación del causante directo del daño
como un nuevo caso fortuito, nos parece que no es la solución más justa, ni de he-
cho la admitida por nuestro Derecho. En caso contrario, llegaríamos a la paradoja
de encontrarnos que la víctima de los daños causados por un individuo no deter-
minando de un grupo no tiene derecho a ser resarcida, pero sí lo tiene cuando
puede identificar al sujeto responsable. Por otro lado, cada una de las personas que
integra el grupo podría actuar impunemente ante la imposibilidad de la víctima de
probar quién ha sido el agente directo del daño. Creemos, por tanto, que el funda-
mento de toda esta temática debe encontrarse en la idea de justicia, tomando evi-
dentemente como base el artículo 1.902 del Código civil.
9
DÍEZ-PICAZO, L., «La responsabilidad civil hoy», ADC, 1979, p. 734.
10
Cuestión que será abordada en el Capítulo II de este trabajo.
11
Como ocurre con la responsabilidad del empresario por los daños causados por sus dependientes con
ocasión de sus funciones; la de los padres o tutores por la acciones de sus hijos menores de edad o la de los titu-
lares de los centros docentes por los daños causados por los alumnos en el desarrollo de actividades escolares o
extraescolares (art. 1903, pfs. 2º, 3º, 4º y 5º del C.c.).
12
Regulada en los arts. 139 a 146 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las
Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común.
13
Es el caso de la responsabilidad del arrendatario por los deterioros causados por las personas de su
casa prevista en el art. 1.564 del C.c.; la responsabilidad de los fondistas y mesoneros por las cosas depositadas
por los viajeros (arts. 1.783 y 1.784 del C.c.) y la responsabilidad de los titulares de los recintos en los espectácu-
los públicos, que serán objeto de un especial tratamiento.
24 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
2. ANTECEDENTES HISTÓRICOS
Los romanos regulaban los actos ilícitos que producían daños en los bienes que
formaban parte del patrimonio de un sujeto (esto es, el damnum iniuria datum), a través
de a la famosa lex Aquilia. Este plebiscito prescribía a cargo del autor de un daño el
pago de una sanción pecuniaria en favor de la víctima. De esta forma, de la realización
del acto dañoso en los bienes de otro (entendiendo como bienes lesionables los da-
ños ocasionados a un esclavo), surgía entre su autor y la víctima una obligatio en virtud
de la cual el primero estaba obligado a pagar al segundo, que a su vez tenía la facultad
de exigir, una suma de dinero a título de poena (que en la concepción romana clásica
no tenía una función de resarcimiento, sino que se trataba, como su propio nombre
indica, de una sanción pecuniaria dirigida a castigar al autor del acto ilícito)14.
La lex Aquilia dio origen a una fecunda labor jurisprudencial que produjo una
ampliación del ámbito de aplicación inicialmente previsto en la ley extendiéndolo,
por medio de acciones pretorias, a otros supuestos distintos15. A través de la solu-
14
Vid. aquí FERNÁNDEZ BARREIRO, A., Fundamentos de Derecho privado romano, Madrid, 1997, p.
427-428.
Como señala VOLTERRA (Instituciones de Derecho Privado Romano, trad. esp., Madrid, 1988, p. 549 y ss.) los
cuatro actos ilícitos que en el ius civile, durante la época clásica, se reconocían como generadores de obligationes
eran: el furtum, la rapina, el damnum iniura datum y la iniura, que eran designados con el término delicta.
15
Gayo (3, 210-219) refiere con detalle el contenido de los tres primeros capítulos de la lex Aquilia: el
primero se refería a la muerte de un esclavo o animal cuadrúpedo ajeno, estableciendo en concepto de pena en
tal supuesto el valor máximo del esclavo o animal en el último año; el segundo capítulo preveía el caso del acree-
dor accesorio (adstipulator) que había extinguido el crédito con la acceptilatio, causando así un daño al acreedor
principal; en el tercer y último capítulo, se aludía a los daños causados en las cosas, animadas o inanimadas, por
el hecho de quemar, romper o deteriorarlas de cualquier manera, y se establecía una pena que había de determi-
narse de acuerdo con el criterio del mayor valor que el bien dañado tuviese en los treinta días anteriores a la co-
misión del delito.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 25
ción de casos concretos, comienza a analizarse la relación entre el acto del agente y
el efecto dañoso del mismo y, por tanto, el nexo de causalidad entre la acción y el
daño.
Es característica en este sentido la cuestión discutida entre los juristas del
barbero que, mientras está afeitando a un esclavo, es golpeado violentamente en
el brazo por una pelota lanzada por unos jugadores próximos, de tal modo que
con la navaja corta la garganta al esclavo. MELA mantiene en este caso que que-
da obligado por la ley Aquilia cualquiera de los que fueran culpables (sin concre-
tar si la culpa correspondía a uno o a otros)16. Sin embargo, PROCULO (que es
un jurista algo más reciente que Mela) dice que la culpa es del barbero, si afeitaba
allí donde era costumbre jugar, o donde el tránsito era frecuente17. ULPIANO,
jurista de la época tardía, coincide con Proculo en tanto hay que reprochar al bar-
bero que no hubiera previsto el riesgo, suponiendo que soliera afeitar en las in-
mediaciones de campos de juego o en lugares muy frecuentados. Sin embargo, se
ha objetado acertadamente contra el deber del barbero, que si alguien se confía a
un barbero que tiene colocada la silla en un lugar tan peligroso, sólo él tiene la
culpa. Con ello ULPIANO niega en la duda un derecho de resarcimiento de da-
ños al dueño del esclavo muerto, pues si era previsible el riesgo para el barbero,
también lo era para el esclavo. De este modo, y a juicio del citado jurista, si la cul-
pa ajena no supera la culpa propia del perjudicado, hay que rechazar la deman-
da18. De ahí que se pueda afirmar a tenor de dicho texto que el elemento funda-
mental para valorar la existencia de una obligatio es la culpa, entendida como
previsión de la producción del daño, cualquiera que fuera el agente último pro-
ductor del daño.
Una de las características de la lex Aquilia era que si el delictum se había co-
metido conjuntamente por varias personas, cada una de ellas estaba obligada a
pagar a la víctima el importe de toda la poena prevista para aquel acto ilícito. Es
16
No está demás señalar aquí que el juez romano del Derecho clásico, debido a la estructura alternativa
de la fórmula procesal «todo o nada» («si paret, condemna, si non paret, absolve»), no podía realizar una minoración
cuantitativa del deber de resarcir, mediante una repartición del daño.
17
D. 9, 2, 11, pr.: «Item Mela scribit, si, quum pila quidam luderent, vehementius quis pila percussa in tonsoris manus
eam deiecerit, et sic servi, quem tonsor habebat, gula sit praecisa adiecto cultello, in quocunque eorum culpa sit, eum lege Aquilia te-
neri. Proculus, in tonsore esse culpam. Et sane si ibi tondebat, ubi ex consuetudine ludebatur, vel ubi transitus frequens erat, est
quod ei imputetur; quamvis nec illud male dicatur, si in loco periculoso sellam habenti tonsori se quis commiserit, ipsum de se queri
debere».
18
Vid. aquí, WACKE, A., «Accidentes en deporte y juego según el Derecho romano y el vigente Dere-
cho alemán», AHDE, 1989, t. LIX, p. 560. Según el citado autor, a tenor de dicho texto (así como del D. 9, 2, 9,
4) un jugador no responde por daños a transeúntes y espectadores, si no rebasa el marco de la práctica normal
del deporte. Sólo responde por las lesiones inferidas voluntariamente o por poner a alguien intencionadamente
en peligro, esto es, si la culpa del deportista o jugador predomina sobre el hecho de que haya sido el espectador
quien se haya puesto en peligro.
26 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
decir, de un mismo acto ilícito surgían tantas obligationes cuantos eran los autores
del delictum, cada una de las cuales tenía el mismo objeto y estaba tutelada por
una actio. El pago efectuado por uno de los coautores del delictum no extinguía la
deuda de los otros19. De ahí que los juristas romanos no duden en afirmar que
cuando la causa del daño se debiera a la acción conjunta de varios sujetos, cuan-
do no se supiera quien ha sido el causante del daño final, todos ellos son respon-
sables del mismo.
Así lo evidencia el supuesto que recogen las fuentes de varios que hieren a un
siervo, y no se sabe realmente de quién procede el golpe que le causó la muerte, «di-
ce Juliano que todos quedan obligados, cual si hubieren matado. Y aunque se ejercite la acción con-
tra uno, los demás no quedan libres, porque en virtud de la ley Aquilia lo que uno paga no releva
al otro, porque es pena» 20. La misma solución se ofrece cuando un grupo de personas
han dejado caer una viga y aplastan a un esclavo, todos serían responsables por la
ley Aquilia21.
Al lado de las obligaciones que nacen del delito, se sitúan por parte de las
fuentes las que nacen quasi ex delicto (D. 44, 7, 5, 4-6), que aglutinan cuatro supues-
tos distintos (iudex qui litem suam fecit; actio de effusis et deiectis; actio de positis et suspensis;
actio in factum contra nautas, caupones, stabularios). En el título 9, 3 del Digesto, bajo la
rúbrica his, qui effuderint vel deiecerint nos encontramos con diversos comentarios
que los juristas hacían a los edictos dirigidos a proteger el tránsito viario, allí donde
la caída de cosas pudiera provocar daños.
Habida cuenta de que en aquella época la falta de instalaciones higiénicas ha-
cían que la necesidad de evacuar residuos y basuras por las ventanas fuera una
práctica frecuente, el tránsito por las calles de sus pueblos y ciudades resultaba en
cierta medida peligroso y, por tanto, necesarios mecanismos de tutela y protec-
ción. Por otro lado, era bastante habitual que en los barrios populares habitaran
juntos en una misma casa varias personas. Estas circunstancias fueron el origen de
la actio de effusis vel deiectis, medida dirigida a la seguridad del transeúnte concedida
por el pretor contra el morador o los moradores de una vivienda desde la que se
19
ARANGIO-RUIZ, V., Instituciones de Derecho romano, trad. de la 10.ª ed. italiana por J.M. Carmés Ferro,
Buenos Aires, 1986, p. 409 y 470.
20
D. 9, 2, 11, 2: «Sed si plures servum percusserint, utrum omnes, quasi occiderint, teneantur, videamus; et si quidem
apparet, cuius ictu perierit, ille, quasi occiderit, tenetur; quod si non apparet, omnes, quasi occiderint, teneri Iulianus ait. Et si cum
uno agatur, ceteri non liberantur, nam ex lege Aquilia quod alius praestitit, alium non relevat, quum sit poena» (trad. de GAR-
CÍA DEL CORRAL, I, Cuerpo del Derecho civil romano, 1.ª parte, t. I, Barcelona, 1889, p. 575). Vid. en este mismo
sentido D. 9, 2, 51: «Idque est consequens auctoritati veterum, qui, quum a pluribus idem servus ita vulneratus esset, ut non
appareret, cuius ictu periisset, omnes lege Aquilia teneri iudicaverunt».
21
D. 9, 2, 11, 4: «Si plures trabem deiecerint, et hominem oppresserint, aeque veteribus placet, omnes lege Aquilia tene-
ri».
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 27
22
En este sentido, el edicto, prescindiendo completamente de quién fuera el autor material del hecho,
establece la responsabilidad del habitator, y no del propietario, por ser habitante de la vivienda desde donde se
produjo la caída o el lanzamiento del objeto, es decir, por encontrarse en una situación de gozar del uso del in-
mueble, con independencia de que la acción proviniera de cualquier miembro de su familia, de un esclavo o de
un visitante ocasional. Vid. aquí, RAMOS MAESTRE, A., La responsabilidad civil por los daños causados por cosas arro-
jadas o caídas (Análisis del art. 1.910 del C.c.), Valencia, 2.001, p. 20 y la bibliografía citada.
23
D. 9, 3, 1, 10: «Si plures in eodem cenaculo habitent, unde deiectum est, in quemvis haec actio dabitur».
24
D. 9, 3, 2: «Cum sane impossibile est scire, quis deiecisset vel effudisset». En este sentido vid. GIMÉNEZ-CAN-
DELA, T., Los llamados cuasidelitos, Madrid, 1990, p. 85.
25
D. 9, 3, 5, 2: «Interdum tamen, quod sine captione actoris fiat, oportebit praetorem aequitate motum in eius potius
dare actionem ex cuius cubilo vel exendra deiectum est, licet plures in eodem cenaculo habitent. quod si ex mediano cenaculi quid
deiectum sit, verius est omnes teneri».
28 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
sentido la tradición romanista. Así, «si muchos omes morassen en la casa, donde fuesse
echada la cosa que fiziesse el daño, quier fuesse suya, o la tuviessen alogada, o emprestada, todos
de so uno son tenudos de pechar el daño, si non supiessen ciertamente qual era aquel por quien vi-
no. Pero si lo supiessen, el solo es tenudo de fazer emienda dello, e non los otros» (Partida 7.ª, tít.
15, ley 25). La obligación de responder de los daños se imputa a «los que moran coti-
dianamente en la casa». Parece, además, que las Partidas aceptan un criterio culpabi-
lista de la responsabilidad en el caso de las cosas arrojadas o caídas por cuanto, se-
gún se afirma en la primara parte de la citada ley, la sanción de estos hechos se
justifica «porque son en culpa, echando alguna cosa en la calle...».
2.3. La Codificación
DOMAT rubrica la sección primera del Título VIII del Libro segundo de sus
Leyes civiles: «De lo que fuere arrojado desde una casa, o de lo que puede caer y causar daño».
En ella recogió la regla contenida en el Derecho romano (D. 9, 3, 1, 10) para el
caso de que varios habitaran la misma casa desde la que se ha arrojado una cosa,
cuando no se puede conocer quien ha causado el daño. En este caso, cada uno de
los habitantes será solidariamente responsable de todo el daño, incluyendo tam-
bién a aquellas personas que responden de los actos de otras. Sin embargo, cuando
su vivienda está separada, cada uno será responsable de lo que se arroje de la mis-
ma28.
La construcción de DOMAT en el caso de daños causados por cosas arroja-
das o caídas desde una casa se asienta, a juicio de RANJARD, en el criterio de cul-
pa: nos encontraríamos en presencia de una presunción de responsabilidad, cuyo
fundamento puede estar, bien en la mala elección, cuando se trata de amigos o de
criados -por no haberse provisto de garantías suficientes al contratar a estos últi-
mos-; o bien en una falta de vigilancia, cuando se trata de personas de su familia.
En cualquier caso, afirma RANJARD -llegando más lejos que DOMAT- la culpa
se presume y esta presunción es irrefutable, puesto que el que habita la casa es res-
ponsable de lo que pasa en su ausencia. La razón de ello es que la presunción se
funda, en este supuesto de responsabilidad, en el interés público, pues se trata de
indemnizar al transeúnte dañado29.
Siguiendo las ideas de DOMAT y la tradición histórica, la primera redacción
del Proyecto de Código civil francés dedicaba a la responsabilidad por los daños
causados por las cosas que fueran arrojadas desde una casa dos artículos, el 16 y
28
DOMAT, J., Les lois civiles dans leur ordre naturel, t. I, París, 1777, p. 300.
29
RANJARD, Y., La responsabilité civile dans Domat, th., París, 1947, p. 68-69.
30 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
30
Vid. aquí, FENET, P.A., Recueil complet des Travaux Préparatoires du Code civil, t. XIII, reimpresión de la
edición de 1827, Osnabrück, 1968, p. 452 y 455.
31
Sí que existieron, sin embargo, referencias de su existencia en el Primer Proyecto de BGB. El § 729 de
este Proyecto decía que: «Cuando, desde un edificio, se arroja o derrama alguna cosa sobre una calle pública o un lugar por don-
de suelen transitar las personas, y a consecuencia de ello se daña a alguien, éste tendrá una pretensión indemnizatoria contra el pro-
pietario del edificio, o si varios fuesen propietarios por partes, contra el propietario de aquella parte de la cual haya surgido el daño,
siempre que el propietario no pueda probar quién es la persona que ha realizado el acto dañoso». Añadiéndose luego que: «El
titular tampoco está obligado a indemnizar cuando pruebe que el daño ha sido ocasionado por una conducta de la que él no tendría
que responder con arreglo a las normas generales sobre responsabilidad por hecho ilícito». Pero este parágrafo como recoge
PANTALEÓN («Comentario a la STS de 12 de abril de 1984», CCJC, 1984, n.º 5, p. 1.608) desapareció poste-
riormente por razones de economía legislativa.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 31
el golpe mortal alguien del grupo que no se puede determinar)35. Con la nueva re-
dacción dada por la Comisión a la segunda frase del § 714 se pasó de aclarar las du-
das que se producían sobre el grado de participación de varios agentes en el daño
total (supuestos llamados de causalidad cumulativa) a regular el daño producido
por un miembro anónimo de un grupo de personas (o lo que se conoce por la
doctrina alemana como causalidad alternativa). Tras la supresión por parte de la
Comisión de Redacción de la frase «cuando varias personas no hubieran actuado en co-
mún», el primitivo § 714 se convirtió en el actual § 830 del BGB.
35
MUGDAN, B., ibid., p. 1095.
36
Concordancias, motivos y comentarios del Código civil español, Zaragoza, 1974, p. 368.
37
Quizás PANTALEÓN (Del concepto de daño..., vol. I, cit., p. 244) apunte en la dirección correcta, pero
en el sentido equivocado, cuando señala que al legislador patrio no le debió satisfacer la idea de reconocer en un
texto legal que en la España de finales del XIX varias familias tenían que vivir juntas en una misma casa o parte
de ella. Probablemente no resulta extraño pensar que a esas alturas del siglo XIX la mayoría de las familias habi-
taban una casa (aunque fuera en alquiler) y resultaba suficiente responsabilizar al cabeza de familia por los daños
causados por las cosas que se arrojasen o cayesen de la misma.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 33
«Todo el que habita, como principal, una casa o parte de ella, es responsable de los daños causa-
dos por las cosas que se arrojaren o cayeren de la misma».
Este artículo ha pasado a ser el actual artículo 1.910, pero la responsabilidad
ya no recae en quien «habita» sino en el cabeza de familia que habita una casa o parte
de ella. Quizás la razón de la supresión de ese indicio de la responsabilidad colecti-
va o del grupo del que hablábamos haya que verlo en el hecho de que al haber un
responsable: el cabeza de familia, el legislador consideró que no era necesario aclarar
más situaciones que se pudieran producir cuando no está determinado el agente
directo del daño, pues parece claro que en todo caso responderá el cabeza de fami-
lia por el daño producido por las cosas que caigan o se arrojen desde su vivienda,
sin importar quién arrojó la cosa. Con ello se solucionan los problemas a los que
pretendía dar respuesta la vieja actio de effusis vel deiectis para los casos en los que la
vivienda era ocupada por varios y cuando el daño procedía de aquellas zonas co-
munes en las que cualquiera de los habitatores podía haberlo causado38.
Así, en cuanto al primer caso encontramos la sentencia del Tribunal de Casación francés de
5 de junio de 195743. Los hechos del caso se desarrollan al final de una partida de caza,
cuando siete cazadores deciden cerrarla con una salva de disparos hiriendo a un octavo
cazador que se retiraba. Los siete cazadores fueron solidariamente condenados a reparar
el daño causado porque, como afirma la sentencia «la causa real del accidente ha residido en la
acción concertada de los siete demandados, que han participado en los disparos no constitutivos de un acto
normal de caza, en condiciones de imprudencia y de torpeza que eran imputables a todos». El Tribunal,
por lo tanto, considera que todo el grupo ha actuado de una forma negligente o culposa
y que en esta actuación está la causa del daño, sin importar -como añade posteriormente
la sentencia- que se trate de una acción concertada o bien espontánea, originada por una excitación
mutua; o de un acto único en el cual todos han participado o bien de una pluralidad de actos co-
nexos que la coherencia en su concepción y ejecución no permite separar44.
La noción de «culpa colectiva» o «común» ha sido igualmente utilizada entre otros
casos para declarar la responsabilidad in solidum de los padres de los niños que habían
participado, en condiciones de imprudencia, en un juego que ha provocado daños45.
En esta misma dirección, pero buscando la responsabilidad en la culpa del organi-
zador del evento en el que tuvo lugar el daño, se encuentra la sentencia de la Corte de Casación
de 25 de julio de 1941. En este caso un grupo de cazadores descansaba en un claro cuando
un tiro, que partió de un fusil no identificado, hirió a una persona. El Tribunal impuso al
organizador de la cacería, y sólo a él, la responsabilidad por el daño producido, funda-
mentándola en la imprudencia que había cometido al no disponer que se descargaran las
armas durante la parada. Comentando este caso, VINEY, señala que, la contradicción
entre el deseo de dar satisfacción a la víctima y la resistencia a abandonar pura y simple-
mente el principio de responsabilidad individual, conduce a la jurisprudencia a remon-
tarse en la cadena de causas del daño a fin de descubrir en ella una que sea individual-
mente imputable: siendo anónimo el disparo, causa directa del accidente, los jueces
computan la causa anterior, en este caso, la falta de precauciones del organizador46.
En otros fallos, la jurisprudencia francesa se ha esforzado en encontrar
una culpa común que sirviera de fundamento suficiente para imponer a todos
43
RTDC, 1957, p. 695, con nota de H. y L. MAZEAUD; JCP, 1957, 2, 10205, con nota de P. ESMEIN.
44
Esta sentencia, junto con otras en el mismo sentido, fueron dictadas antes de la Ley de 11 de julio de
1966, que extendió la competencia del fondo de garantía del automóvil (hoy fondo de garantía contra los acci-
dentes de la circulación y la caza) a la indemnización de los accidentes de caza en los que el autor del daño resul-
ta desconocido. Esto podría dar pie a pensar, según señalan G. VINEY y P. JOURDAIN (Traité de Droit Civil,
cit., p. 207), que con la entrada en vigor de esta disposición daría un giro la jurisprudencia. Sin embargo, no fue
así y sentencias posteriores condenaron in solidum a los cazadores sobre la base de la «culpa colectiva».
45
Sentencia de la Corte de Casación de 6 de marzo de 1975, RTDC, 1976, p. 141, con not. de G. DURRY.
46
VINEY, G., Le déclin de la responsabilité individuelle, París, 1965, p. 369
En este sentido MAZEAUD (RTDC, 1942, p. 61) critica el hecho de que el organizador de una cacería
tenga que hacer descargar los fusiles de los participantes como si de un ayudante se tratara.
36 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
47
RTDC, 1958, p. 88-89, con nota de H. y L. MAZEAUD.
48
RODIÈRE, por ejemplo, comentando la sentencia de 11 de febrero de 1966 (RTDC, 1966, p. 538-
539), en la que dos cazadores que habían disparado al mismo tiempo sobre una banda de perdices habían herido
con uno de los perdigones a un trabajador que se encontraba faenando en un campo vecino, se lamenta de la
construcción artificial y bizantina utilizada por el Tribunal para condenar in solidum a los dos cazadores. Y ello
porque si, como argumenta la Sala, «las escopetas de cada uno de los cazadores que tenían bajo su custodia han intervenido en
la realización del daño», está claro que el solo perdigón que causó el daño sólo pudo partir de las una de ellas. Esta
sentencia, en opinión de RODIÈRE, desborda las condiciones más elementales del art. 1.384 pf. 1.º, pues no
puede decirse que el cazador “A” tenga el control y la dirección de la escopeta de “B”, ni “B” tiene el cuidado de
la escopeta de “A”.
49
A juicio de ABERKANE («Du dommage causé par une personne indéterminée dans un groupe déter-
miné de personnes», RTDC, 1958, p. 532) siguiendo la tesis expuesta serían responsables todos los cazadores que
han participado en una cacería, en cuanto portadores de armas, no solamente los dos de los que se duda la proce-
dencia del tiro que causó el daño. Igualmente serían responsables cuando se causa un daño en un juego de pelota
todos los niños, guardadores comunes del balón, sin tener en cuenta los que se encontraban en aquel momento en
el lugar de donde procedió el daño.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 37
último, se afirma que la guarda común no es una verdadera guarda porque falta
la independencia que caracteriza el papel del guardián50.
iii. Finalmente, los Tribunales franceses admiten la responsabilidad del gru-
po, sustentándola en el hecho de la participación misma en la acción colectiva cau-
sante del daño.
Resulta sumamente ilustrativa la sentencia del Tribunal de Casación de 21 de abril de 1966
que resolvió un caso de la Corte de Riom aplicando directamente la responsabilidad
colectiva a todos los integrantes de una banda de jóvenes que llevaron a cabo una agre-
sión en un campo de scouts, hiriendo a uno de ellos, sin que se supiera quien fue su autor.
El Tribunal sostuvo que si no se condenara al grupo se llegaría a la «situación singular de ver
a la víctima de un hecho dañoso causado por un conjunto de personas peor tratada que si hubiese sido co-
metido por una sola de ellas...; la equidad y el buen sentido quieren que en caso de daño causado a un ter-
cero por uno de los miembros de un grupo, en el curso de una acción colectiva, sin que sea posible determi-
nar con certidumbre el autor del acto dañoso, la responsabilidad incumbe a cada uno de los participantes,
los cuales deben ser considerados como habiendo concurrido a causar todo el daño»51.
Esta línea jurisprudencial pervive con aquella que mantiene la responsabilidad del
grupo basada en la culpa o en la guarda común de la cosa que produce el daño, solven-
tando el problema que se produce cuando existe el anonimato del autor del daño52.
50
MAYER, D., «La “garde” en commun», RTDC, 1975, p. 197.
En esta dirección JOURDAIN («Responsabilité civile», RTDC, 1990, p. 494) se muestra contraria a la
guarda común cuando los participantes de un juego o de un deporte utilizan las cosas, conservando individual-
mente su detentación durante el partido (golf, juego de balón, caza...).
51
Sin embargo, como observa DURRY (RTDC, 1966, p. 808-809) comentando esta misma sentencia,
el Tribunal condena in solidum a los diversos participantes a reparar el daño, haciendo entre ellos un reparto que
deja a cargo de uno de ellos el 3/11 del perjuicio, de dos el 2/11 y a los cuatro últimos el 1/11 cada uno, en fun-
ción de que el primero era el jefe de la banda, los dos siguientes habían sido los que, con el jefe, lanzaron las pie-
dras y los cuatro últimos estaban simplemente en el grupo causante de los daños. La única explicación que en-
cuentra el mencionado autor a esta decisión se halla en el hecho de que el Tribunal ha vuelto a buscar el
fundamento en la culpa en la organización de la expedición colectiva, y no en la misma actividad colectiva.
52
En esta dirección, la sentencia de la Corte de Casación de 15 de diciembre de 1980 (RTDC, 1981, p. 638, con
nota de DURRY) ha considerado, a propósito de una salva de fusiles realizada con motivo de una boda, que ha-
bía habido una acción común por parte de los miembros del grupo, ejecutando acciones conexas e inseparables
con los fusiles que tenían bajo su guarda, lo que conduce al mismo resultado que la doctrina de la guarda común.
También aplican esta teoría de la guarda común a los accidentes ocurridos en el curso de juegos colectivos
realizados por menores: las sentencias de la Corte de Casación de 7 de noviembre de 1988 (Bull. civ., II, n.º 214);
y de 24 de mayo de 1991 (Bull. civ., II, n.º 159).
La jurisprudencia más moderna, sin embargo, ha puesto ciertos límites a la aplicación de la teoría de la
guarda en común, rechazándola cuando uno de los partícipes dispone de un dominio efectivo de la cosa o inclu-
so solamente de un poder predominante sobre ella (vid. Sentencia de la Corte de Casación de 8 de marzo de
1995, Bull. civ., II, n.º 83, JCP, 1995, I, 3893 y II, n.º 22499, con nota de J. GARDACH).
Entre las sentencias que recurren al fundamento de la «culpa colectiva» o «conexa» de los miembros del
grupo vid. las Sentencias de la Corte de Casación de 16 de enero de 1991 (Bull. civ., II, n.º 22) relativa a la respon-
sabilidad de los padres por los daños causados por sus hijos en un juego colectivo; y la de 2 de abril de 1997 (Bu-
ll. civ., II, n.º 112) con ocasión de daños causados por un grupo de jóvenes en actos violentos.
38 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
53
En este sentido, ABERKANE, H., op. cit., p. 538 y ss.
54
Vid. aquí, VINEY, G., Le déclin de la responsabilité individuelle, cit., p. 376-377.
55
POSTACIOGLU, I.E., «Faits simultanés et le problème de la responsabilité collective», RTDC, 1954,
p. 438 y ss., vid. en particular p. 441.
56
VINEY, G., Le déclin...., cit., p. 377.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 39
57
Tesis mantenida por G. VINEY en Le déclin de la responsabilité individuelle, cit., p. 378-379 y reiterada poste-
riormente en su obra con P. JOURDAIN, Traité de Droit Civil. Les conditions de la responsabilité, cit., p. 212-213.
A la misma conclusión que la citada autora llega, tras un extenso estudio sobre el tema, DEMAREZ (L’in-
demnisation du dommage occasionné par un membre inconnu d’un groupe déterminé, París, 1967, p. 220). Entre otras razo-
nes, argumenta este autor que la presunción del nexo de causalidad sirve para proteger un interés superior como
es el de la integridad física de la víctima y encuentra su razón de ser en la evolución misma del derecho de la res-
ponsabilidad civil. Esta solución resulta preferible a aquella otra que mantiene la responsabilidad del grupo en
cuanto que la misma jugaría incluso cuando el autor del daño está determinado.
58
VINEY, G., Traité de Droit Civil, cit., p. 213-214.
59
VINEY, G., Le déclin..., cit., p. 378-379.
60
En este mismo sentido, LÓPEZ CABANA, R.M., op. cit., p. 234.
40 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
miembros del grupo cuando todos ellos han obrado de una manera culposa, pero
si así fuera se trata más bien de una responsabilidad personal, no de una responsa-
bilidad solidaria por culpa del otro. De esta forma - refiriéndose al caso de la caza-
afirma MAZEAUD que cuando los tiradores cacen conjuntamente en condicio-
nes imprudentes, deben ser considerados responsables in solidum, no como tirado-
res, sino en tanto cazadores u organizadores61.
Por último, cabe señalar que la doctrina más reciente ha propuesto diversas
soluciones a favor del criterio de la responsabilidad del grupo basadas fundamen-
talmente en la creación de fondos de garantía para las actividades peligrosas, como
pueden ser la caza (ya creado por la Ley de 14 de mayo de 1975) o los daños causa-
dos por menores62.
El Código civil italiano no contiene ningún precepto que resuelva el problema del
daño causado por un miembro indeterminado de un grupo. De hecho, este ha sido un
tema escasamente tratado por la doctrina italiana y la jurisprudencia de aquel país.
Los pocos autores que abordan la cuestión reconducen el tema hacia la cau-
salidad, inclinándose por una aplicación rigurosa del principio de causalidad, que
lleva a la no condena del grupo por la acción de uno de sus partícipes que no ha
podido ser identificado, por cuanto estaríamos ante un caso de «causalidad pre-
sunta» difícilmente compatible con aquel principio. No obstante, advierte TRI-
MARCHI que en las hipótesis de culpa grave y de notable sospecha de causalidad,
el juez podría en uso de sus facultades discrecionales considerar suficientemente
probado el nexo causal63.
61
MAZEAUD, H. y L. / TUNC, A., Tratado teórico y práctico de la responsabilidad civil delictual y contractual, t.
II, vol. II, trad. esp., Buenos Aires, 1963, p. 578-580.
62
En este sentido, LE TOURNEAU, P., La responsabilité civile, París, 1982, p. 212.
La responsabilidad del grupo fue recogida por el legislador francés en la Ley de 4 de junio de 1970, sanciona-
da bajo la rúbrica de Ley de represión de ciertas formas nuevas de delincuencia, y promulgada a raíz de los disturbios pro-
ducidos en mayo de 1968. Dicha Ley obligó al legislador a agregar al artículo 314 del CP una disposición según
la cual: «Cuando del hecho de una acción concertada, conducida a fuerza abierta por un grupo de personas, resultaren violencias o
vías de hecho contra las personas, o se causaren destrucciones o daños a los bienes, los instigadores y organizadores de esta acción, así
como aquellos que hubieren participado en ella voluntariamente, serán castigados….». Además agregaba que: «Las personas de-
claradas culpables de los delitos definidos en el presente artículo son responsables de los daños corporales y materiales (ocasionados)».
A este respecto son sugestivas las palabras del diputado Mitterand, pronunciadas en el debate parlamentario,
cuando afirma que: «Los que rompen, deben ser quienes paguen. En esto estamos todos de acuerdo», añadiendo que «la ley
quiebra el vínculo directo establecido en el Código civil entre el autor del daño, y entre éste y su reparación». «Es un caso de respon-
sabilidad colectiva», afirmó al concluir su intervención (Texto recogido por J.A. CARRANZA, «Una nueva causa
de daño resarcible: El terrorismo. Ensayo de soluciones jurídicas», ADC, 1978, p. 326).
63
Así, TRIMARCHI, Causalità e danno, Milán, 1967, p. 10-12.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 41
cinda del requisito de la relación de causalidad, sino que ante la dificultad de la prue-
ba de la víctima invierte la carga de la prueba de la relación de causalidad72.
El supuesto que nos ocupa (§ 830,I,2 del BGB) se ha venido calificando por
parte de la doctrina alemana como un caso de causalidad alternativa (o de duda sobre
el autor del daño) que viene caracterizado por la concurrencia de cuatro elemen-
tos que analizaremos a continuación: 1.º) que varias personas hayan cometido con
independencia unas de otras una conducta peligrosa para el círculo jurídico de la
víctima; 2.º) que uno de los actos peligrosos realizado por el grupo de personas
demandado haya producido efectivamente el daño; 3.º) es necesario que el acto de
cualquiera de las personas del grupo pudiera haber causado el daño; 4.º) es indis-
pensable que el verdadero autor del daño no se pueda determinar.
1.º) La razón de la unificación de los posibles autores alternativos en una uni-
dad de responsabilidad de deudores solidarios radica precisamente, como ha seña-
lado DEUTSCH, en que como partícipes han sido todos juntos peligrosos para la
víctima, que se encuentra ante la dificultad de la prueba para ejercer con éxito su
acción indemnizatoria al existir causalidades que se interfieren unas con otras, pa-
reciendo entonces más justo hacer responsables a los diversos sujetos que actua-
ron peligrosamente que dejar a la víctima sin acción73.
Este grupo de personas no debe haber colaborado de una forma consciente y
querida en la producción del resultado lesivo, es decir, no deben ser coautores, in-
ductores ni cómplices, pues entonces sería aplicable el § 830 párrafo 1.º inciso 1.º
y párrafo 2.º del BGB. Además, es necesario que cada uno de los potenciales cau-
santes del daño, de haberlo sido efectivamente, hubiere sido responsable del mis-
mo por cualquiera de los posibles criterios de imputación (culpa o riesgo)74.
72
Como señala MEDICUS (Tratado de las relaciones obligacionales, vol. I, ed. española, Barcelona, 1995, p.
805), la incertidumbre sobre la causación no debe alcanzar al perjudicado, sino al causante del daño.
73
DEUTSCH «Die dem Geschädigten nachteilige Adäquanz -Zur einschränkenden Auslegung des §
830 I 2 BGB durch den BGH», NJW, 1981, p. 2732.
74
Como puntualiza CYPIONKA (Deliktsrechtliche Haftung trotz ungeklärter Schadensverursachung. Zu den
Grundlagen und Voraussetzungen des § 830 Abs. 1 Satz 2 BGB, Münster, 1985, p. 74) no se requiere que para todos
los partícipes exista una misma causa de responsabilidad: así la citada norma se aplicaría si nos encontramos
ante el atropello de una persona y un partícipe debe responder como propietario de un vehículo en virtud de la
correspondiente ley sobre uso y circulación de vehículos a motor (art. 7 StVG) y otro como ciclista que también
pasaba por allí y pudo haber ocasionado el daño en virtud del criterio de responsabilidad por culpa ex § 823 I del
BGB. El alcance de la responsabilidad, no obstante, se regirá conforme a la norma de responsabilidad que afec-
te a cada partícipe. Así, una acción de responsabilidad por riesgo derivada de un accidente de tráfico no crea un
derecho a la indemnización por los daños morales. En otros casos, existirán normas sobre cuantías máximas de
responsabilidad. En definitiva, lo expuesto no es -como afirma el citado autor- sino una consecuencia más del §
830 I 2, que no es una norma independiente de responsabilidad, sino que suministra el contenido material de
otros preceptos del Derecho de daños.
44 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
Llegados a este punto conviene señalar que Reichsgericht negó la aplicabilidad del §
830 I, 2 del BGB a supuestos de responsabilidad por riesgo. Este Tribunal argumentaba
que la facilitación de la prueba suministrada por la norma citada encontraba su justifica-
ción en el carácter delictual del acto, que requiere una conducta antijurídica y culposa del
autor, y no en una responsabilidad que tiene su fuente en los riesgos75. Apartándose de
esta línea jurisprudencial y siguiendo en este punto la opinión general de la doctrina ale-
mana, el Bundesgerichtshof extiende sin embargo el § 830 I, 2 del BGB a los supuestos de
responsabilidad por riesgo, al estimar que su función de liberar a la víctima de la dificul-
tad de la prueba en supuestos de causalidad incierta, puede cumplirse también en actos
conectados con una responsabilidad objetiva. En este sentido se afirma que según la fi-
nalidad de la Ley también debería ser objeto de protección, por ejemplo, quien sufra un
accidente de tráfico por las influencias ilícitas y lesivas de varios automóviles, sin que se
pueda determinar cuál de estas influencias ha causado el daño76.
Doctrina y jurisprudencia coinciden en afirmar, en relación con este primer
requisito, que si cualquiera de los demandados de haber sido efectivamente cau-
sante del daño no hubiera tenido que responder de él por la concurrencia de cual-
quier causa de justificación, deberá absolverse a todos. Esta posibilidad, ajena al
estricto tema de la prueba del nexo de causalidad, favorece a todos los demanda-
dos en la medida en que el § 830 I, 2 del BGB regula un supuesto en donde no
existe ninguna duda de que la víctima tiene una acción de indemnización, siendo
simplemente incierto el causante del daño77.
Este mismo requisito implica también la certeza de la participación de las personas
contra las que se está actuando en la causación del daño. Por regla general, se considera
que la mera presencia física no es suficiente. Por tanto, no se aplicará el § 830 I, 2 del BGB
si no está claro que la persona demandada pudo ser realmente responsable del acto ilícito.
74
cipes que actúa de forma ilícita y culposa tenga conocimiento de la actividad de los
demás87.
La más moderna doctrina, sin embargo, se ha pronunciado en contra de la
exigencia de estos requisitos adicionales en función de distintos argumentos.
En cuanto al elemento de la unidad espacio-temporal, se ha alegado que no
puede convertirse en un elemento limitador de la responsabilidad, en el sentido
de que si no se da no es aplicable el § 830 I 2 del BGB, pues las mismas dificul-
tades de prueba que trata de solventar la citada norma a través de la inversión
de la carga de la prueba de la relación de causalidad se podrían presentar cuan-
do los actos ilícitos estuvieran distantes desde un punto de vista espacio-tem-
poral88. Respecto al requisito subjetivo, se ha afirmado que una participación
consciente en un acto peligroso justifica una corresponsabilidad de todos los
partícipes que no admite una prueba de descargo, aproximando de esta forma
el supuesto del inciso segundo al del inciso primero del § 830 relativo a la auto-
ría89.
Para el éxito de la acción ex § 830 I, 2 del BGB, la víctima tendrá que probar
en relación con cada partícipe la concurrencia de los requisitos mencionados, si
bien -como decíamos- no hace falta probar la relación de causalidad. Además, ten-
drá que demostrar que la acción de todos los partícipes era adecuada para producir
el resultado lesivo. Por contra, cada partícipe podrá eximirse de responsabilidad
probando que no ha podido ser posible causante del daño (por ejemplo, porque la
lesión sobrevino de una cuchillada y el partícipe en cuestión era el único de los que
intervinieron en la riña que no llevaba cuchillo)90; o que ha sido otro quien efecti-
vamente ha causado todo el daño; o bien que en alguno de los partícipes concurre
una causa de justificación o de exculpación o que era inimputable. Incluso puede
probar que fue la propia víctima la que se produjo el daño o fue un potencial cau-
sante del mismo91.
87
WEIMAR, «Die gesamtschuldnerische Haftung Beteiligter nach § 830 I 2 BGB», MDR, 1960, p. 463;
DIECKMANN, W., Voraussetzungen und dogmatische Grundlagen des § 830 I 2 BGB, Göttingen, 1971, p. 61.
88
En este sentido, BELLING, D.W. / EBERL-BORGES, C., Staudingers Kommentar..., cit., RdNr. 102,
p. 29 y 30. Estos autores señalan a su vez que tan sólo en un caso judicial ha sido determinante la concurrencia
de este requisito para no aplicar el § 830. Fue en el proceso resuelto por la sentencia del RG de 9 de junio de
1913, en donde la demandante, que durante un largo período de tiempo había mantenido relaciones sexuales
con varios hombres que tenían la sífilis, se había contagiado también de dicha enfermedad. El Tribunal no apre-
ció la pretensión de la actora al faltar la unidad de tiempo y lugar de los actos.
89
BAUER, M., op. cit., p. 5.
90
Ejemplo tomado de LARENZ, K., Derecho de obligaciones, ed. esp., t. II, Madrid, 1959, p. 625-626.
91
THOMAS, H., Palandt Bürgerliches Gesetzbuch (§ 830), 58. Aufl., München, 1999, RdNr. 12, p. 995.
48 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
Los sujetos responsables en virtud del § 830 del BGB responden frente a la
víctima como deudores solidarios (conforme establece el § 840, I). La función de
esta unidad de responsabilidad, como señala DEUTSCH, consiste en garantizar la
pretensión del perjudicado y posibilitarle la compensación de acuerdo con las nor-
mas de la responsabilidad solidaria97. En sus relaciones internas, se producirá una
compensación entre los deudores por partes iguales, salvo que de los hechos del
caso se pudiera deducir otra distribución atendiendo a la «cercanía de la causación
del daño» de cada partícipe o a su «probabilidad de causación».
En realidad, y a modo de conclusión de todo lo expuesto, podemos afirmar
que el fundamento de responsabilidad del § 830 I, 2 del BGB, tal y como ha sido
aplicado e interpretado por la doctrina alemana y por su jurisprudencia, tiene su
base en la propia conducta antijurídica y culposa (o de incremento del riesgo) de
cada partícipe. Es una responsabilidad individual que parte de la inversión de la car-
ga de la prueba de la causalidad a favor de la víctima del daño, que se encuentra en
estas situaciones ante la dificultad de probar el elemento incierto de la causalidad.
El nuevo Código civil holandés, al igual que el BGB alemán, da una solución
expresa al problema del daño causado por un miembro indeterminado de un gru-
po de personas, y lo hace a través de dos normas.
Por un lado, el art. 99, libro VI establece que: cuando el daño puede ser conse-
cuencia de varios hechos, de cada uno de los cuales es responsable una persona dife-
rente, y consta que el daño se ha originado por al menos uno de esos hechos, enton-
ces pesa sobre cada una de estas personas la obligación de reparar el daño, a menos
que pruebe que el daño es consecuencia de un hecho del que él no es responsable98.
96
Los tribunales alemanes y la doctrina dominante de aquel país consideran que tampoco es aplicable el § 830 I,
2 a los casos en los que cada uno de los agentes causan una parte del daño de forma independiente sobre un mismo
bien jurídico, según se desprende de los juicios decididos por los tribunales durante los saqueos de los almacenes
producidos durante los años cincuenta en Alemania. En estos casos se cuestionó la posibilidad de responsabilizar a
la persona o personas que habían sido sorprendidas realizando actos de pillaje, por el daño total que había sufrido
el comerciante de ese establecimiento, a través de la vía del § 830 I, 2 del BGB. La respuesta negativa se impuso en
la medida en que la citada norma, como hemos tenido ocasión de señalar, se aplica cuando la conducta de cada par-
tícipe ha sido adecuada para producir el daño completo, presupuesto que faltaba en estos casos.
97
DEUTSCH, E., «Die dem Geschädigten...», cit., p. 2733.
98
Art. 99: «Where the damage may have resulted from two or more events for each of which a different person is liable,
and where it has been determined that the damage has arisen from at least one of these events, the obligation to repair the damage
rests upon each of these persons, unless he proves that the damage is not the result of the event for which he himself is liable». Vid. en
HAANAPPEL, P.P.C./MACKAAY, E., New Netherlands Civil Code Patrimonial Law, Deventer-Boston, 1990, p.
269.
50 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
Esta norma ha sido utilizada en diversas ocasiones por los tribunales holan-
deses para solventar el problema de la indeterminación del causante del daño,
cuando éste no forma parte de un grupo cohesionado de personas. Uno de los ca-
sos más conocidos, y que trataremos en el apartado relativo a la responsabilidad
del fabricante por productos defectuosos, es el resuelto por el Tribunal Supremo
holandés en sentencia de 9 de octubre de 1992. El demandante no pudo identifi-
car al laboratorio que fabricó y comercializó el producto que causó el daño, puesto
en circulación entre los años 50 y 60. No obstante, el Tribunal, aplicando el art. 99
libro VI, declaró la responsabilidad solidaria de los nueve laboratorios demanda-
dos, que habían elaborado de forma idéntica dicho medicamento99.
Por otro lado, cuando el o los demandados han actuado en grupo o sólo han
podido causar el daño conjuntamente, resulta de aplicación el artículo 166 de su
Libro VI, que en su párrafo primero dispone expresamente que: si una persona
que forma parte de un grupo causa ilícitamente un daño y el riesgo de causar así el
daño debiera haber reprimido a estas personas a adoptar tal conducta colectiva,
son solidariamente responsables si dicha conducta les es imputable100.
De la redacción de esta última norma se desprende que el legislador holandés
no condiciona en este caso la responsabilidad del grupo al hecho de que el verda-
dero autor del daño no pueda ser identificado, pues simplemente se refiere al su-
puesto donde uno de los miembros de un grupo de personas causa un daño de
forma ilícita. No nos encontramos propiamente ante un supuesto de responsabili-
dad por el daño causado por un miembro indeterminado de un grupo, en tanto la
responsabilidad de las personas que integran el grupo resulta igualmente exigible
aunque se conozca el autor material del daño. Es una responsabilidad que se basa
en la misma actuación de aquellos: la acción imputable es la conducta de cada par-
tícipe, que integra junto con otras una conducta colectiva (tirar piedras, jugar al ba-
lón en una zona de tránsito, participar en una manifestación violenta....), que pre-
viendo el daño no lo evita. No estamos ante un supuesto de causalidad incierta
buscado para liberar a la víctima de la dificultad de la prueba, como ocurre en el
caso del art. 99 libro VI, sino más bien ante un supuesto de coautoría culposa.
99
Vid. sobre el tema PARRA LUCÁN, M.A., «The Proof of a Causal Relationship-Damages Caused by
Identical Products Made by Different Manufacturers (Comments on the Judgment of the Dutch Supreme
Court of 9 October 1992. The possible solution offered by the Spanish legal order)», European Review of Private
Law, 1994, 2, P. 414-430.
100
Art. 166.1: «If a member of a group of persons unlawfully causes damage and if the risk of causing this damage should
have prevented these persons from their collective conduct, they are solidarily liable if the conduct can be imputed to them». Vid. en
HAANAPPEL, P.P.C. / MACKAAY, E., op. cit., p. 300.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 51
101
Art. 166.2: «Among themselves, they must contribute to the reparation of the damage in equal parts, unless in the cir-
cunstances of the case equity requires a different apportionment». Vid. en HAANAPPEL, P.P.C. / MACKAAY, E., ibid.
loc. cit.
102
La bibliografía consultada para redactar este apartado ha sido la siguiente: BUXBAUM, W., Solida-
rische Schadenshaftung bei ungeklärter Verursachung im deutschen, französischen und anglo-amerikanischen Recht, 1965, p. 72
y ss.; CLERK & LINDSELL, On Torts, 16.ª ed., Londres, 1989, p. 179 y ss.; FLEMING, J.G., The Law of Torts,
7.ª ed., Londres, 1987, p. 229 y ss.; JONES, M.A., Textbook on Torts, 3.ª ed., Londres, 1992, p. 392 y ss.; ROGERS,
M.A., On Tort, 15.ª ed., Londres, 1998, p. 185 y ss.; 729 y ss.
103
En el Common Law histórico la acción por joint torts era indivisible y única, lo que significaba, por un la-
do, que sólo podía ser ejercitada por el demandante una vez, de manera que cuando se dictaba sentencia se pri-
vaba al perjudicado de la oportunidad de reclamar frente a otros posibles responsables. Por otro lado, el deudor
que había satisfecho completamente la indemnización al demandante, no tenía ninguna acción de regreso con-
tra los otros posibles responsables (regla conocida como no-contribution). La razón de esta regla hay que verla en
la estrecha relación que entonces existía entre el Derecho de daños y el Derecho penal, lo que impedía que un
acto ilícito del propio demandante pudiera legitimarle para acudir a los tribunales en orden a reclamar una com-
pensación. La severidad de dicha regla, sin embargo, fue modificada progresivamente, primero en el sentido de
limitarla tan sólo a los casos de causación dolosa de un daño, para luego generalizar la posibilidad del ejercicio
del derecho de repetición por parte de cualquier deudor responsable frente a otro, tanto si se trata de deudores
solidarios como si no. También se admitió que la sentencia recaída contra uno de los responsables no privaba al
demandante de la posibilidad de reclamar frente a los demás. Todo ello tuvo su reflejo normativo en la Law Re-
form (Married Women and Totfeasors) Act 1935 y con carácter general para cualquier tipo de responsabilidad en la
Civil Liability (Contribution) Act 1978. Vid. ROGERS, M.A., ibid., p. 733 y ss.
52 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
glas del Common Law, serán solidariamente responsables de un daño los que lo
cometieron conjuntamente en un acción concertada (coautores); los que a través
de una acción autónoma concurrieron a la producción de un daño único e indivi-
sible; aquellos que deban responder de forma conjunta del daño producido (como
el empresario por los actos de sus dependientes o el mandante por los actos del
mandatario); o bien cuando dos o más sujetos no han respetado un deber común
en relación con la víctima104. Sin embargo, no existirá solidaridad cuando cada uno
de los agentes sea responsable de diferentes perjuicios y por distintas causas105. En
estos casos, el perjudicado deberá iniciar tantas acciones cuantos sean los tortfea-
sors, sin ninguna solidaridad pasiva entre los diversos agentes106.
Con algunas matizaciones mínimas, se viene caracterizando a los coautores
como aquellas personas que actúan en común persiguiendo un fin común (concer-
ted action to a common end), sin importar la aportación realizada por cada una de ellas
al resultado lesivo. Para delimitar el concepto de coautor, en el Common Law, más
importante que la causación es la idea de gestión o encargo mutuo (mutual agency),
lo que deja la puerta abierta a la admisión de la coautoría también en el caso de un
acto culposo cometido durante el transcurso de una actuación en común. Cuando
el daño ha sido producido como consecuencia del acto negligente de una sola per-
sona, se ha admitido la posibilidad de imputar a los demás participes el resultado
lesivo cuando hayan participado conjuntamente en la acción potencialmente peli-
grosa, pudiendo y debiendo prever que de la misma se podría derivar el resultado
lesivo. De esta forma, según el Common Law, quien actúa de forma ilícita y culposa,
y permite los actos peligrosos de sus acompañantes, no puede exonerarse de res-
ponsabilidad por el daño causado alegando que él mismo no ha sido el agente di-
recto del daño.
Algunos autores deducen esta responsabilidad de la conocida sentencia del
Derecho inglés que resuelve el caso Brooke v. Bool107 donde se condena al demanda-
do por los daños sufridos por la demandante derivados de la actuación negligente
realizada junto con un tercero (no demandado). Los hechos del caso son los si-
guientes: la actora había encargado al demandante que controlara regularmente el
buen estado de su casa, una noche ante el fuerte olor a gas el demandado, acompa-
ñado de un encargado, se puso a examinar las conducciones de gas con una llama
abierta, provocando una explosión. Según el Tribunal su actuación resulta respon-
sable porque debió haber previsto el daño.
104
Vid. aquí PARISI, F./ FREZZA, G., «Rischio e causalità nel concorso di colpa», Riv. dir. civ., 1999, p. 234.
105
CLERK & LINDSELL, op.cit., p. 181.
106
PARISI, F. / FREZZA, G., op. cit., p. 237.
107
[1928] 2 Law Reports, King’s Bench, p. 578 y ss.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 53
cuando se trata de una acción o empresa no peligrosa, durante la cual ciertas per-
sonas sin plan ni concierto previo causan un daño de un modo imprevisible111.
B) Quizás el mecanismo que más nos puede aportar a nuestro objeto de estu-
dio, y que ha sido utilizado en algunas ocasiones por el Common Law para resolver
el problema que se plantea cuando el daño ha sido causado por un miembro inde-
terminado de un grupo de personas, es la inversión de la carga de la prueba de la relación
de causalidad. Los Tribunales americanos, dentro del reducido número de decisio-
nes que resuelven este tipo de casos, han suavizado el requisito de la prueba de la
relación de causalidad que corresponde al demandante respecto del autor del da-
ño. A través de este expediente se evita, por un lado, la necesidad del elemento de
la empresa o actuación común que se precisaba para hacer responder a los partíci-
pes como coautores, quedando contemplado, por otro lado, como supuesto de
responsabilidad, cuando la propia víctima ha tomado parte de la acción común
que produce el daño.
La primera sentencia que acogió este sistema fue Summers v. Tice112. El deman-
dante y los dos demandados estaban cazando, estos últimos llevaban idénticas ar-
mas y munición. Durante la caza, los demandados dispararon simultáneamente al
mismo pájaro y el demandante, que se había alejado aproximadamente 15 m., fue
alcanzado por el disparo del arma de uno de ellos. Los dos cazadores tenían plena
visibilidad en la dirección del demandante y sabían que se había desplazado hacia
allí. La Corte Suprema de California mantuvo que la negligencia de los demanda-
dos fue la causa del daño y, sobre la base de que existía una incertidumbre en rela-
ción con el demandado que causó el daño, estableció que la carga de la prueba co-
rrespondía a cada uno de ellos, en el sentido de probar que él no causó el daño,
pues de otro modo, como argumenta el Tribunal, ambos demandados podían limi-
tarse a no decir nada, con la consecuencia de que el demandante no sería indemni-
zado. Estamos, por tanto, ante una decisión basada en la equidad: el Tribunal con-
sidera injusto negar al demandante su derecho a la indemnización porque no
puede concretar el autor del daño y puesto que los demandados habían creado la
situación de peligro, les corresponde a ellos la prueba de la liberación de su respon-
sabilidad.
111
Un ejemplo de ello lo tenemos en el caso Haley v. Calef (28 RI 332, 67 A. 323 [1907] recogido por
BUXBAUM, W., op. cit., p. 91), donde el demandante, que se había caído sobre la parte de un puente que unía dos
ciudades -sin poder determinar en concreto a cuál de ellas pertenecía-, vio desestimada su reclamación por los da-
ños sufridos en la acción entablada contra ambas ciudades por la infracción de su obligación legal de asegurar las
vías públicas. El Tribunal consideró que las dos ciudades no podían ser responsables solidarias porque según la ley
reguladora de sus obligaciones con respecto al puente, cada ciudad era responsable sólo por su parte del puente.
112
(1948) 5 American Law Reports, Second Series, 91. Vid. esta cita jurisprudencial en ROGERS, M.A., op.
cit., p. 186.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 55
El principio sentado por la citada sentencia californiana fue seguido por otro
tribunal canadiense en el famoso caso Cook v. Lewis113, donde dos cazadores dispa-
raron simultáneamente hacia la dirección de un tercero, que resultó herido. Al de-
mandante le fue imposible probar cuál de los dos cazadores le había herido. La
Corte Suprema de Canadá, sin embargo, apreció su derecho a ser indemnizado ba-
sándose en el principio de que los dos demandados habían cometido actos de ne-
gligencia, en la medida en que las circunstancias del caso privaban al actor de la po-
sibilidad de probar cuál de ellos había causado el daño. El Tribunal trasladó la carga
de la exoneración de la responsabilidad a cada uno de los demandados que, como
no pudieron hacer el descargo de la misma, resultaron responsables del daño.
A través del mecanismo de la inversión de la carga de la prueba de la relación
de causalidad, los demandados se ven obligados a revelar la identidad del causante
del daño si no quieren responder conjuntamente. El uso de esta doctrina se basa
en la sospecha de que los demandados están en mejores condiciones para obtener
información sobre las circunstancias del daño que el propio demandante. De ahí
que se requiera que todos los posibles causantes del daño hayan sido demanda-
dos114.
Tanto en el caso Summers v. Tice como en el Cook v. Lewis el daño producido
por el demandante se debió a un uso negligente por parte de los demandados de
las armas de fuego. La prueba de la negligencia se constituye como un presupues-
to más para la aplicación por parte de jueces y tribunales de la doctrina de la inver-
sión de la carga de la prueba de la relación de causalidad.
El Derecho californiano ha ido un poco más lejos que los demás Estados que
se encuentran dentro de la órbita del Common Law, facilitando la indemnización de
las víctimas en casos en los que no sólo está indeterminado quién ha causado el da-
ño, sino que además resulta incierto si realmente todos los posibles autores han ac-
tuado negligentemente. Y lo ha hecho a través de la presunción res ipsa loquitur (the
things speaks for itselves), en virtud de la cual se permite deducir de un hecho probado y
evidente la existencia de culpa. El demandante tan sólo tendrá que aportar las prue-
bas indiciarias (circumstantial evidence) suficientes que permitan al Tribunal inferir no
113
(1951) SCR 830, vid. en ROGERS, M.A., ibid. loc. cit.
114
Conviene hacer notar, llegados a este punto, que una de las reglas en materia de prueba en el Common
Law, es llamada «regla de la preponderancia de la prueba» (preponderance of the evidence rule). De acuerdo con ella, la
causalidad se considera probada cuando la probabilidad de que el demandado haya causado el daño es más alta
que la probabilidad de que no (more probable than not). Así, si la víctima no consigue probar que la probabilidad de
que el demandado haya causado el daño es mayor del 50%, no habrá responsabilidad. En cambio, si lo consi-
gue, el causante del daño responderá de todo el daño causado. Si el supuesto de hecho de la norma requiere que
además haya actuado con culpa, deberá también de cumplirse este requisito. Vid. SALVADOR CODERCH,
P., «Causalidad y responsabilidad (Versión actualizada) », InDret, 3/2002, p. 3 y ss.
56 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
119
En este sentido, BUSTAMANTE ALSINA, J., Teoría general de la responsabilidad civil, cit., p. 589; GA-
RRIDO CORDOBERA, L., Los daños colectivos y la reparación, Buenos Aires, 1993, p. 76-77; GOLDENBERG,
I.H., La relación de causalidad en la responsabilidad civil, cit., p. 158, LLAMBÍAS, J.J., «Responsabilidad colectiva o
anónima», cit., p. 786; LÓPEZ CABANA, R.M., «Responsabilidad colectiva....», cit., p. 237 y ss.; LÓPEZ CA-
BANA, R.M. / LLOVERAS, N.L., «La responsabilidad colectiva. Pautas para su aplicación en el Derecho Civil
argentino», El Derecho, t. 48, p. 804; GESUALDI, D.M., «La responsabilidad colectiva», cit., p. 151.
Además del art. 1.119 del Cc argentino, la doctrina de este país encuentra como fundamento de la responsa-
bilidad colectiva el artículo 95 del Código penal. Este precepto (al igual que hiciera nuestro anterior artículo 408
del CP derogado) incrimina al partícipe en una riña o agresión donde tomaren parte más de dos personas, de la
que resultare muerte o lesiones de autor desconocido, si aquél ha ejercido violencia sobre la persona del ofendido.
120
Advierte LLAMBÍAS (op. cit., p. 783) que la denominación de responsabilidad colectiva insinúa la idea de
una obligación de responder que pesa sobre el grupo de los individuos implicados, y en cuanto tal, es falsa por
carecer el grupo de personalidad jurídica. En realidad, cuando se habla de responsabilidad colectiva se alude a
una responsabilidad individual que se le atribuye a alguien por haber formado parte de un determinado grupo o
colectividad. Pero como esta responsabilidad se establece ante la falta de identificación del agente dañoso, el au-
tor citado propone hablar mejor de responsabilidad anónima, en lugar del término generalmente empleado por la
doctrina argentina de responsabilidad colectiva.
121
Así, BUSTAMANTE ALSINA, J., op. cit., p. 592-593, al que sigue el resto de autores citados que ad-
miten la responsabilidad colectiva. En esta misma dirección LÓPEZ CABANA y LLOVERAS (op. cit., p. 805)
precisan que se trataría de una presunción de causalidad fundada en el riesgo.
122
LÓPEZ CABANA, R.M., op. cit., p. 237 y 241.
123
LLAMBÍAS, J.J., op. cit., p. 788-789.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 59
124
Cuyo texto se puede ver en la siguiente dirección electrónica: (http://civil.udg.es/tort/Principles/
text.htm).
125
Como señala GESUALDI, op. cit., p. 154.
126
Vid. aquí, BUSTAMANTE ALSINA, op. cit., p. 590; LÓPEZ CABANA, R.M., op. cit., p. 242-243.
CAPÍTULO II
FUNDAMENTO DE LA RESONSABILIDAD DE LOS
MIEMBROS DE UN GRUPO EN EL CASO DE
INDETERMINACIÓN DEL AGENTE DIRECTO DEL DAÑO
Cuando se pretende abordar un tema puntual como el que nos ocupa, lo pri-
mero que surge a la vista del observador es su infinita complejidad y la dificultad
de acotarlo con éxito. Para ello debemos empezar señalando que el daño, como
elemento fundamental para generar responsabilidad civil, puede derivarse de la ac-
tuación individual de un agente o bien de la confluencia de las actividades de va-
rios sujetos, que pueden concurrir a la producción del daño de diferentes maneras.
Desde esta perspectiva de concurrencia causal de varios sujetos, resulta con-
veniente hacer una serie de distinciones que tienen su origen en el ámbito del De-
recho penal, pero que -en ciertos aspectos y con las debidas matizaciones1- son es-
pecialmente útiles a nuestro objeto de estudio, por cuanto nos van a servir para
asentar las bases de los supuestos donde verdaderamente hay que plantearse el
problema del daño causado por un miembro indeterminado de un grupo. A partir
de aquí estudiaremos las distintas posturas doctrinales existentes sobre esta cues-
tión y la posible fundamentación de la responsabilidad de todos los miembros de
un grupo en el caso de anonimato del autor directo del daño.
2
GOLDENBERG, I.H., La relación de causalidad en la responsabilidad civil, cit., p. 141.
3
MUÑOZ CONDE, F. / GARCÍA ARÁN, M., Derecho penal. Parte General, 6.ª ed., Valencia, 2004, p.
438.
El carácter conjunto de la realización del hecho no requiere la cercanía espacial de las acciones de los
coautores, ni la simultaneidad temporal, pudiendo concebirse hipótesis en que la contribución ejecutiva al he-
cho común, de alguno o algunos de los coautores, tenga lugar a distancia o en un momento distinto de la de los
restantes (COBO DEL ROSAL, M. / VIVES ANTÓN, T.S., Derecho penal. Parte General, 5.ª ed.,Valencia, 1999,
p. 752).
4
Cuando alguno de los copartícipes realiza algún acto no expresamente acordado, que suponga un
aumento de la responsabilidad, como puede ocurrir en el caso de unas lesiones u homicidio producidos du-
rante el desarrollo de un robo con armas, siempre que hubiesen pactado o previamente conocieran el uso de
las mismas, aunque no proyectando las lesiones u homicidio, se ha entendido que han asumido el riesgo de su
uso, apreciando la existencia de un dolo eventual (STS -Sala de lo Penal- de 4 de marzo de1986, -RAJ, n.º
1107-, entre otras).
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 63
Aunque parece criticable la doctrina del acuerdo previo mantenida por la ju-
risprudencia del TS5, afortunadamente en decadencia por la injusticia de las solu-
ciones a las que conlleva su aplicación estricta en algunas ocasiones, importa su-
brayar la necesidad exigida por dicho Tribunal de un mutuo acuerdo para la presencia
de coautoría: si éste no se diese, se estaría ante autorías independientes6. Debe en-
tenderse en este sentido que sólo «realizan el hecho conjuntamente», en el sentido
del artículo 28 del CP de 1995, quienes se inscriben conscientemente en el plan con-
junto, sabiendo que su intervención constituye una parte del mismo7. Atendiendo a la
última jurisprudencia del TS (la del condominio funcional del hecho) el coautor no sólo
actúa sino que deja actuar a los demás coautores a favor del proyecto común y, por ello, en cierto
modo actúa para sí, siendo a la vez autor (en lo que hace a su propia acción) y partícipe principal
(en lo que se refiere a la actividad de los demás)8.
Distinto del concepto de autor, moviéndonos también dentro del ámbito del
Derecho penal, está el de mero partícipe. Esta distinción atiende fundamentalmen-
te a criterios objetivos: a diferencia del autor, que realiza el hecho típico como pro-
pio, el partícipe tiene una posición secundaria en cuanto que interviene en un he-
cho de otra persona. De aquí se desprende que la participación no es un concepto
autónomo, sino depende del concepto de autor, y que sólo con base en éste puede
5
Entre las críticas vertidas por los penalistas destaca la incompatibilidad de dicha doctrina con el prin-
cipio de culpabilidad por el hecho, que debe de regir en un Estado de Derecho, según el cual la responsabilidad
debe de alcanzar exclusivamente a lo efectivamente realizado por el sujeto, y no puede basarse en lo que poste-
riormente otros han llevado a cabo (Vid. en este sentido, RODRÍGUEZ MOURULLO, Comentarios al Código
Penal, Barcelona, 1972, p. 836 y ss.).
6
Vid. en este sentido las más actuales sentencias del TS (Sala de lo Penal) de 2 de julio de 1998 (RAJ,
n.º 6230); y de 25 de marzo de 2000 (RAJ, n.º 3479). Precisamente esta última sentencia en su FD 4.º afirma
que: «El concepto de coautoría que hoy define con claridad el art. 28 del CP vigente, estableciendo que “son au-
tores quienes realizan el hecho (...) conjuntamente”, se deducía de forma igualmente diáfana del art. 14.1 CP/
1973 en que se consideraban autores a “los que toman parte directa en la ejecución del hecho”. El elemento ob-
jetivo de la coautoría -llámese realización conjunta o toma de parte directa en la ejecución del hecho- que apare-
ce en una y otra definición, no consiste en la ejecución de actos que integran el tipo por todos y cada uno de los
coautores, sino en la aportación por éstos, durante la fase de ejecución, de actos esenciales para la consecución
del propósito común».
7
MIR PUIG, S., Derecho Penal. Parte General, 7.ª ed., Barcelona, 2004, p. 393.
8
Vid. en este sentido la SsTS (Sala de lo Penal) de 24 de septiembre de 1997, (RAJ, n.º 7166 -FD 4.º-):
la coautoría no es una suma de autorías individuales, sino una forma de responsabilidad por la totalidad del he-
cho. No puede, pues, ser autor sólo el que ejecuta la acción típica, esto es, el que realiza la acción expresada por
el verbo rector del tipo, en este caso, el que mata, es decir, el que realiza la acción de matar, sino también todos
los que dominan en forma conjunta, dominio funcional del hecho (en el caso de autos los que acorralaron a la
víctima). Rige aquí la llamada imputación recíproca de las distintas contribuciones causales, en virtud de la que, todo
lo que haga cada uno de los coautores es imputable a los demás que obren de acuerdo, con lo que todos respon-
den de la totalidad de lo hecho en común (CONDE-PUMPIDO FERREIRO, C., «Comentario al artículo 28 del
Código Penal», Código Penal. Doctrina y Jurisprudencia, dir. por él mismo, con la colaboración en cuanto a la juris-
prudencia e índices de J.L. Albácar López, Madrid, 1997, p. 935-936).
64 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
9
MUÑOZ CONDE, F. / GARCÍA ARÁN, M., op .cit., p. 441-442. En sentido también, COBO DEL
ROSAL, M. / VIVES ANTÓN, T.S., op. cit., p. 747.
10
Así, a tenor del Código Penal de 1995, son partícipes los inductores y cooperadores necesarios -art.
28, pf. 2.º, letras a) y b)- y los cómplices del artículo 29, los dos primeros «se consideran» autores a los efectos de
concretar su responsabilidad criminal.
11
PANTALEÓN, F., «Comentario a la STS de 8 de febrero de 1983», cit., p. 411.
12
DE ÁNGEL YAGÜEZ, R., «Nota sobre el daño extracontractual...», cit. p. 292-3; ENNECCERUS,
L. / KIPP, T. / WOLFF, M., Tratado de Derecho civil, trad. Pérez González y Alguer, 2º tomo: Derecho de Obligacio-
nes, vol. II (2.ª parte), Barcelona, 1966, p. 1.140-1.141.
13
PANTALEÓN, F., «Comentario a la STS de 8 de febrero de 1983», cit., p. 411-2.
14
SANTOS BRIZ, J., La responsabilidad civil, 3.ª ed., Madrid, 1981, p. 421.
15
DE ÁNGEL YAGÜEZ, R., «Indeterminación del causante...», cit., p. 27.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 65
16
BUSTAMANTE ALSINA, J., Teoría general de la responsabilidad civil, cit., p. 569.
17
El delito imprudente se caracteriza porque supone la infracción de un deber de cuidado, precaución o
diligencia; tiene una penalidad menor que el delito doloso; y, además, en relación al mismo existe un sistema de
numerus clausus establecido por el CP de 1995 en consonancia con las legislaciones penales de nuestro entorno, li-
mitándose a seleccionar en referencia a los correspondientes delitos dolosos, cuáles tendrán relevancia en el
caso en el que se produzca su realización imprudente. Vid. aquí FEIJOO SÁNCHEZ, B., «La imprudencia en el
Código Penal de 1995 (Cuestiones de “lege data” y de “lege ferenda”)», Cuadernos de política criminal, 1997, n.º 62,
p. 303 y ss.
18
Con todo, conviene precisar que la jurisprudencia más antigua y cierta doctrina prescinden para deter-
minar la coautoría del requisito de la colaboración dolosa respecto al resultado lesivo. También, según esta opi-
nión antigua, la mera confluencia de varios actos dolosos o negligentes debería ser suficiente para que surgiera la
responsabilidad entre sus agentes, si el daño producido es el resultado de los efectos en conjunto de los actos
probados (RGZ, 58, p. 357 y 359).
La más moderna doctrina requiere, para la coautoría en los delitos negligentes, que cada autor tenga la mis-
ma obligación y que el acuerdo de voluntades abarque el resultado lesivo (vid. en este sentido SCHMIDT, K.,
«Konkursantragspflichten bei der GmbH und bürgerliches Deliktsrecht», JZ, 1978, p. 661 y 666). No obstante,
existen voces discordantes al respecto. Así, a juicio de BELLING y EBERL-BORGES (Staudingers Kommentar...,
cit., p. 7, RdNr. 17 y 18), existiría coautoría aunque no existiera acuerdo sobre el resultado lesivo, siempre que el
actuar de cada agente coincida con el actuar de otros partícipes respecto del acto que causa el daño. En otras pa-
labras, debe existir voluntad en el acto lesivo, no en el resultado lesivo. Con ello el concepto civil de coautoría se
aparta del concepto mayoritario de coautoría mantenido en el ámbito del Derecho penal alemán.
19
JESCHECK, H.-H., Tratado de Derecho Penal. Parte General, trad. y adiciones de Derecho español por S.
Mir Puig y F. Muñoz Conde, Vol. II, Barcelona, 1981, p. 940.
66 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
20
«Comentario a la STS de 8 de febrero de 1983», cit., p. 412-413.
21
En este sentido, vid. entre otros, QUINTANO RIPOLLÉS, A., Derecho Penal de la culpa, Barcelona,
1958, p. 323-335; RODRIGUEZ MOURULLO, op. cit., p. 812; MIR PUIG, S., op. cit., p. 395; COBO DEL RO-
SAL, M. / VIVES ANTÓN, T., op. cit., 753; CORCOY BIDASOLO, M., «Imputación “objetiva” en el delito
imprudente», Cuadernos de Derecho Judicial, Madrid, t. XXVI, p. 55; LÓPEZ BARJA DE QUIROGA, J., «Comen-
tario al artículo 28 del Código Penal», Comentarios al Código Penal, dir. M. Cobo del Rosal, t. III, Madrid, 2000, p.
142; GUTIÉRREZ RODRÍGUEZ, M., La responsabilidad penal del coautor. Fundamento y límites, Valencia, 2001, p.
219 y ss.; LUZÓN PEÑA, D.M., «La “determinación objetiva del hecho”. Observaciones sobre la autoría en
delitos dolosos e imprudentes de resultado», Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales, 1989, 898 y ss., si bien este
último autor, teniendo en cuenta que la participación tiene un carácter ampliatorio de la punibilidad, llega a la
conclusión de que los supuestos de participación imprudente deben quedar impunes.
La jurisprudencia del Tribunal Supremo parece inclinarse -no sin sentencias contradictorias- por esta posi-
ción, admitiendo la participación en los delitos culposos, siempre que haya acuerdo de voluntades en la realización
del mismo acto irreflexivo o imprudente, y no del resultado que se refería a la participación dolosa. Así, STS (Sala
2.ª) de 17 de febrero de 1976 (RAJ, n.º 779), en la que un sujeto deja conducir a otro sin carné, se sienta a su lado
y le va introduciendo las marchas, el conductor pierde el control y arrolla a una niña: el Tribunal califica a ambos
como coautores del hecho; la STS (Sala 2.ª) de 19 de enero de 1979 (RAJ, n.º 122), también sigue esta línea en
un supuesto de caza, donde disparan ambos al ver un conejo, sabiendo que estaba el guarda; la STS (Sala 2.ª) de
10 de abril de 1981 (RAJ, n.º 1.622), señala que existe coautoría culposa si hay un actuar planificado que lleva en
si tal imprudencia.
22
SÁINZ-CANTERO CAPARRÓS, J.E., La “codelincuencia” en los delitos imprudentes en el Código Penal de
1995, Madrid, 2001, p. 32, siguiendo en este punto a QUINTANO RIPOLLÉS, op. cit., p. 330.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 67
Por último existe la llamada intervención disyuntiva o alternativa, que se produce cuan-
do nos encontramos ante diversos hechos que, aunque poseen individualmente apti-
tud para producir un daño, éste ha sido obra exclusiva de uno solo de los partícipes. El
hecho dañoso aparece atribuible a una u otra persona dentro de un conjunto de ellas de manera exclu-
27
GOLDENBERG, I. H., La relación de causalidad... cit., p. 146.
28
Ejemplo este último tomado de INFANTE RUIZ, F, J., op. cit., p. 23-24.
29
GOLDENBERG, I.H., op. cit., p. 151; BUSTAMANTE ALSINA, J., Teoría general de la responsabilidad
civil, cit., p. 568; ALTERINI, A.A., Responsabilidad civil, Buenos Aires, 1992, p. 165.
30
VON THUR, A., Tratado de las obligaciones, T. I, Madrid, 1934, p. 67.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 69
yente. En este supuesto existe una imposibilidad de probar la relación causal indivi-
dual31. Esta dificultad probatoria debe estar referida solamente a la identificación del
autor material del daño, ya que es imprescindible la acreditación de que el daño lo ha
causado alguno de entre varios individuos determinados. Cuestión que no hay que
confundir con el supuesto en el que existen varios responsables que han contribuido
de una forma u otra en la causación del daño, cuando no se pueden deslindar parcelas
separadas del mismo para atribuir individualmente a cada uno de ellos32.
De acuerdo con la redacción de los «Principios del Derecho de Daños Euro-
peo» -que debería de servir como base para el futuro Derecho de Daños Europeo-
realizado por el European Group on Tort Law o «Grupo de Tilburg» (conocido así
por ser el catedrático de esa ciudad holandesa quien, en 1993, reunió a un grupo
de trabajo con el objetivo de analizar las cuestiones fundamentales del Derecho de
daños desde una perspectiva comparada), se propone que: en el caso de múltiples
conductas (o acciones), en donde cada una de ellas por separado hubiera sido sufi-
ciente para causar el daño, pero permanece incierta cuál de ellas realmente lo cau-
só, cada una de esas conductas deberá ser considerada como causa en la medida en
que probablemente hubiera producido el daño (art. 3:103)33. En otras palabras, la
propuesta que hace el European Group es que cada acción de cada partícipe que
pudo producir el daño (en el caso de la causalidad alternativa) entre a formar parte
del elenco de causas que el juez deberá de valorar como productoras del mismo en
el correspondiente juicio de imputación de responsabilidades.
31
BUSTAMANTE ALSINA, J., Teoría general de la responsabilidad civil, cit., p. 569; LÓPEZ CABANA,
R.M. / LLOVERAS, N.L., «La responsabilidad colectiva. Pautas para su aplicación en el Derecho Civil argenti-
no», cit., p. 800; ALTERINI, A., Responsabilidad civil, cit., p. 166.
Quedan fueran de nuestro objeto de estudio los supuestos conocidos como de «causalidad alternativa hi-
potética» que se producen cuando un hecho dañoso es efectivamente desencadenado por la conducta del agen-
te, frente al cual se pretende establecer la obligación de indemnizar, pero se demuestra que igual daño se hubiera
producido por un evento natural o en función de la conducta de un tercero, o bien el comportamiento ilícito y
culpable del sujeto agente que ha causado el daño no hubiera sido evitado por su alternativo diligente (Vid. aquí
INFANTE RUIZ, F.J., op. cit., p. 39 y ss.).
32
Como advierte PANTALEÓN PRIETO, F., «Comentario a la STS de 8 de febrero de 1983», cit., p. 411.
33
Art. 3:103. Alternative causes «(1) In case of multiple activities, where each of them alone would habe been sufficient
to cause the damage, but it remains uncertain which one in fact caused it, each activity is regarded as a cause to the extent correspon-
ding to the likelihood that it may have caused the victim’s damage». Los Principios pueden encontrarse a texto completo
en la página de Internet del European Group on Tort Law, (http://civil.udg.es/tort/Principles/text.htm).
70 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
ma38. Mientras que la primera prefiere prevenir la injusticia en que se incurría en caso
de obligar a indemnizar a quienes no fueron causantes del daño, aunque sí estuvie-
ron vinculados con el evento dañoso, defendiendo la exoneración de los miembros
del grupo. La segunda mira más a la víctima y a la necesidad de reparar el daño, admi-
tiendo la responsabilidad de todos los miembros determinados de un grupo. Parece
pues que hay que elegir entre la condena de los inocentes o el abandono de la víctima
a su suerte, pero esto -como tendremos ocasión de comprobar- no es así.
Sin embargo, bajo nuestro punto de vista, el legislador de 1889, al suprimir la fór-
mula de la responsabilidad de todos los que habitan una casa simplemente ha obviado
un párrafo que consideró innecesario al resolver el problema del daño causado por un
miembro indeterminado de una casa a través de la responsabilidad del cabeza de fami-
lia, sin que se pueda ir más allá a la hora de interpretar el alcance de tal supresión40.
Posteriormente, en el comentario que hizo a la sentencia del TS de 8 de febre-
ro de 1983 para Cuadernos Civitas41, PANTALEÓN PRIETO matizó en gran me-
dida la primera posición que había adoptado sobre el tema del daño causado por
miembro indeterminado y amplió bastante los supuestos en los que cabe la res-
ponsabilidad de los miembros del grupo. Así, advierte que en una hipótesis como
la descrita en la sentencia (que resolvió el caso de un menor que resultó lesionado
en un ojo mientras jugaba con otros menores, hijos de los seis demandados, que
estaban jugando con objetos metálicos punzantes, uno de los cuales realizó el lan-
zamiento y le produjo la herida, sin que se pudiera determinar quién fue), y en ge-
neral respecto del daño causado por miembro indeterminado de un grupo, a falta
de norma legal expresa, sólo se podrá aplicar la solidaridad de todos los causantes
del daño haciendo una interpretación analógica del artículo 33.5 de la Ley de Caza
en actividades cubiertas por seguros obligatorios, siempre y cuando se dieran los requisi-
tos exigidos por la doctrina y la jurisprudencia alemanas, ya que en estos casos no
existe conflicto entre la necesidad de tutelar a la víctima y la de evitar la condena a
quien no causó el daño, pues quien paga es la aseguradora. Podría mantenerse
también dicha solución, aunque de forma más dudosa, para las actividades cubier-
tas por seguros voluntarios, con base en la equiparación que el artículo 76 de la
Ley de Contrato de Seguro establece entre ambos respecto al tercero dañado42.
Fuera de estos casos, de acuerdo con este planteamiento particular, habría que ab-
40
Idea que también apunta CONCEPCIÓN RODRÍGUEZ cuando afirma que «el legislador prescinde
del vínculo de la solidaridad impropia, porque ha encontrado un mejor expediente para sustituirlo: el de señalar
a una persona concreta como responsable del hecho y lo hace atendiendo al mismo objetivo, el de velar por la
protección del perjudicado, en definitiva, dicha postura busca también la salvaguarda del interés social» (Derecho
de daños, Barcelona, 1999, p. 101).
41
CCJC, 1983, n.º 2, p. 405 y ss.
42
YZQUIERDO TOLSADA ha criticado esta postura en cuanto considera que si no hay relación de
causalidad no se le puede hacer responder al seguro: «Tal vez se pueda decir algo así en el terreno del seguro
obligatorio -dice el autor citado-, cuya naturaleza como auténtico seguro de responsabilidad civil o como seguro
de accidentes es discutida (así ocurrirá con el seguro obligatorio del cazador...). Pero si se parte de que el seguro
voluntario es, en efecto, un seguro de responsabilidad civil, cosa que nadie duda, habrá que exigir para que el
asegurador asuma la obligación de indemnizar que se den en el caso los requisitos del instituto, y la relación cau-
sal entre ellos. Proponer que en todo caso pague el seguro voluntario, pero que no paguen los componentes del
grupo cuando no existe tal seguro, es dicho, sea en el leguaje llano, “disparar con pólvora del Rey”» (Sistema de respon-
sabilidad civil, contractual y extracontractual, cit., p. 417, not. 129).
74 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
solver a todos los posibles causantes, salvo que entre ellos existiera coautoría, en-
tendida como un acuerdo de voluntades sobre la actividad en común creadora del
riesgo ilícito, no restringida al campo de los hechos dolosos, sino extensible tam-
bién al ámbito de la responsabilidad por culpa y la responsabilidad por riesgo43.
DE ÁNGEL YAGÜEZ ha sido sin duda el autor que con mayor profundi-
dad ha tratado el tema que nos ocupa44. Tras un análisis ponderado de la situación
en la doctrina y jurisprudencia extranjeras, aborda en primer término la cuestión
desde el punto de vista de la relación de causalidad, como aparece en la doctrina
extranjera. Pero llega a la conclusión de que no es la relación de causalidad la in-
cógnita que hay que despejar en estos casos, pues ésta simplemente aclara si se res-
ponde o de qué se responde, pero no quién responde. La verdadera incógnita está en sa-
ber si el que conocidamente actuó ha de responder de todas las consecuencias que
derivan de su comportamiento, cualquiera que sea su lejanía o proximidad causal
respecto del comportamiento en sí, se trata de un problema de imputabilidad en
sentido amplio. Si se atribuye responsabilidad a todos los miembros del grupo es
porque se ha visto una autoría colectiva: si responden todos será por causa de la
conducta común de todos (queda descartada la única pedrada y será por tirar pie-
dras de forma peligrosa por lo que deban responder los distintos sujetos del gru-
po). Y a partir de ahí es donde se aplica la relación de causalidad. Es aquí donde
entrarían en juego presunciones de causalidad o la «causalidad sospechada».
Para DE ÁNGEL la solución al problema de la responsabilidad civil de todos
los miembros del grupo por el daño causado por un sujeto indeterminado del mis-
mo pasa por lo que el autor ha venido en llamar: «de la actividad colectiva peligrosa» o
«del peligro originado por una colectividad», y que formula en la siguiente idea: «cuando un
grupo de personas desarrolla, bien concertadamente, bien de manera espontánea, una actividad
como consecuencia de la cual se causa daño a un tercero, todos los componentes del colectivo quedan
solidariamente obligados a reparar el mal causado si no puede acreditarse quién fue su autor di-
recto»45. El apoyo técnico de esta solución se sitúa, a juicio de DE ÁNGEL, en la
creación por parte del colectivo de un riesgo para terceros. Aquí radicaría la ilici-
tud o antijuridicidad: «Por dar lugar al riesgo, sus autores quedan sujetos a la res-
ponsabilidad por sus consecuencias. El hecho de disparar con descuido o de tirar
piedras con peligro (el descuido o el peligro vendrían acreditados por la circuns-
43
PANTALEÓN PRIETO, F., «Comentario a la STS de 8 de febrero de 1983», cit., p. 416-417. Postura
que vuelve a reiterar en su «Comentario al artículo 1902», cit., p. 1983-1984.
44
«Indeterminación del causante de un daño extracontractual», RGLJ, 1983, p. 23 y ss., en particular vid.
p. 60 y ss.
45
DE ÁNGEL, R., ibid., p. 74.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 75
tancia de que el daño se causó) constituyen ya el ilícito común -de ahí la responsabi-
lidad de todos-». A esta conducta ilícita, habría que añadir una flexibilización del
elemento causal, pues es evidente que del actuar todos peligrosamente no deriva
de forma directa el daño que con seguridad sólo uno produjo46.
En definitiva, la teoría de DE ÁNGEL descansa en el hecho de que los indi-
viduos a través de una acción concertada o bien espontáneamente pueden entre-
garse a una manifestación en la que cada uno debe compartir las consecuencias
dañosas, en tanto éstas procedan bien de un acto único en el cual todos han parti-
cipado, bien de una pluralidad de actos conexos, que la coherencia en su concep-
ción y en su ejecución no permite separar47. En otras palabras, el calor expuesto en
una actividad colectiva (como es lanzas piedras, cazar, jugar al fútbol), cuando es
causa de una acción que produce un daño, debe ser imputable a todos los partíci-
pes atendiendo al criterio objetivo del riesgo creado con esa acción común. Lo que
viene a consagrar al fin y al cabo R. DE ÁNGEL es un supuesto más de responsa-
bilidad objetiva o por riesgo cuando se produce un daño en una actividad colecti-
va, que debería ser aplicado por los tribunales48.
Frente a esta teoría, DÍEZ-PICAZO señala -con acierto- que los riesgos que
se ubican en la doctrina del riesgo han de ser riesgos de carácter especial que au-
menten de algún modo los riesgos generales de la vida, lo que sólo se justifica cla-
ramente si se trata de riesgos de empresa. Esto limita manifiestamente las posibili-
dades del principio enunciado, aun cuando en algunos casos tenga aplicación (por
ejemplo, cuando haya un grupo de empresarios que emiten agentes contaminan-
tes)49. Pero incluso para estos supuestos, PARRA LUCÁN, opina que la aplicación
46
A DE ÁNGEL le sigue con ciertas matizaciones DE CUEVILLAS MATOZZI, I., La relación de cau-
salidad en la órbita del Derecho de daños, Valencia, 2.000, p. 297 y ss.; también con anterioridad a dichos autores CA-
RRANZA («Una nueva causa de daño resarcible: El terrorismo. Ensayo de soluciones jurídicas», cit., p. 326) ha-
bía dicho que en el caso de la responsabilidad colectiva «se trata de una nueva aplicación del principio de
responsabilidad objetiva».
47
Como resume DE CUEVILLAS MATOZZI, I., ibid., p. 301.
48
Recordamos, llegados a este punto, que la mayoría de la doctrina argentina mantiene la idea de que la
responsabilidad colectiva se funda en el riesgo creado por la acción del grupo: todos los que integran el grupo
contribuyen con su sola participación en él a crear el riesgo que se traduce en el daño anónimo de un tercero
(BUSTAMANTE ALSINA, J., Teoría general de la responsabilidad civil, cit., p. 592-593, al que sigue el resto de auto-
res que admiten la responsabilidad colectiva). En la misma dirección LÓPEZ CABANA y LLOVERAS (op. cit.,
p. 805) precisan que se trataría de una presunción de causalidad fundada en el riesgo.
De hecho, siguiendo el parecer mayoritario de la doctrina argentina respecto al fundamento de la respon-
sabilidad objetiva, el Proyecto de Unificación de la Legislación Civil y Comercial de 1987 propuso modificar la
redacción del artículo 1.119 en los siguientes términos: «El daño proveniente de la actividad de un grupo de individuos que
sea riesgosa para terceros los hace responsables solidarios. Sólo se liberará quien demuestre que no participó en la causación del da-
ño».
49
DÍEZ-PICAZO, L., Derecho de daños, cit., p. 164.
76 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
50
PARRA LUCÁN, M.A., «The Proof of a Causal Relationship-Damages Caused by Identical Pro-
ducts…», cit., p. 422.
51
PARRA LUCÁN, M.A., ibid, p. 415. Opinión que contrasta con la más reciente recogida en su artícu-
lo «La responsabilidad por daños producidos por animales de caza», RDCA, 1999-V, n.º 2, p. 61, donde admite
el derecho de indemnización del perjudicado, tanto en el caso de que los miembros del grupo realicen una acti-
vidad concertada (como participar en una partida de caza o tirar piedras), como si estamos ante un grupo de su-
jetos a los que la ley imputa la responsabilidad por criterios de riesgo o beneficio, siempre y cuando todos los
miembros del grupo hayan sido demandados, en tanto la presunción de la relación de causalidad que fundamen-
ta la obligación de resarcimiento es, precisamente, respecto de todos los miembros del grupo.
Vid., como opinión restrictiva a la imputación del grupo, admisible sólo en los casos legalmente previstos,
ALBALADEJO, M., Derecho Civil II. Derecho de obligaciones, Madrid, 2004, p. 976. Aunque en su artículo «Sobre la
solidaridad o mancomunidad de los obligados a responder por acto ilícito común», ADC, 1963, p. 376, se mues-
tra a favor de la responsabilidad mancomunada (atendiendo a su participación) de todos los que concurrieron a
realizar el hecho con cuyo motivo se produjo el daño.
Vid. igualmente, REGLERO CAMPOS, L. F., Tratado de Responsabilidad Civil, 2.ª ed., Navarra, 2003, p.
336. El autor se refiere a los casos que son de nuestro interés como supuestos de responsabilidad sin imputa-
ción causal, donde el daño es objetivamente imputable al sujeto señalado por la Ley por su contribución a la
creación y desarrollo de una actividad de riesgo –que produce un daño- o por su participación en la misma, no
por haberlo causado materialmente (arts. 33.5 in fine de la Ley de Caza y 72 de su Reglamento, así como el art.
4.2 y 4.3 de la Ley de responsabilidad civil por productos defectuosos).
52
Vid. entre otros, ROCA TRÍAS, E., Derecho de daños. Textos y materiales, 4.ª ed., Valencia, 2003, p. 160-
161, CONCEPCIÓN RODRÍGUEZ, J.L., Derecho de daños, cit., p. 101 y 102; PASCUAL ESTEVILL, L., Dere-
cho de daños. Principios generales, responsabilidad contractual, extracontractual y precontractual, t. II, Barcelona, 1995, p. 956;
DELGADO ECHEVARÍA, J., en LACRUZ BERDEJO, J.L. y otros, Elementos de Derecho Civil II. Derecho de obli-
gaciones, vol. 2.º, Madrid, 2002, p. 471; SANTOS BRIZ, J., La responsabilidad civil, Madrid, 1981, p. 272-273; y
7.ªed., Madrid, 1993, p. 334-339; YZQUIERDO TOLSADA, M., Sistema de responsabilidad civil contractual y extra-
contractual, cit., p. 419; GÓMEZ CALLE, E., «Los sujetos de la responsabilidad civil. La responsabilidad por he-
cho ajeno» en Lecciones de Responsabilidad Civil, coord. por L.F. Reglero Campos, Navarra, 2002, p. 124-125; RE-
GLERO CAMPOS, L. F., Tratado de responsabilidad civil, cit., p. 317-318.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 77
atención a una serie de normas que han adquirido vigencia con posterioridad a los
trabajos de PANTALEÓN y DE ÁNGEL y que acompañan a la norma introdu-
cida por el artículo 33.5 de la Ley de Caza - [como son: el artículo 27.2 de la Ley
General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios; el artículo 7 de la Ley de
Responsabilidad Civil por Daños causados por Productos Defectuosos; y las re-
glas jurisprudencialmente nacidas al hilo del artículo 1.591 del Cc en materia de
responsabilidad por ruina (y que recordemos han sido elevadas a rango legal con
la nueva Ley de Ordenación de la Edificación)], extrae «una regla en virtud de la
cual cuando un daño haya sido causado o haya sido originado en las actividades de
un grupo o conjunto de personas, la responsabilidad de los daños compete a to-
dos solidariamente, a menos que cada uno de ellos se exonere probando la inexis-
tencia de un vínculo de causalidad o de una imputación objetiva en relación con
él»53.
2.2.1. Análisis de la cuestión desde una perspectiva funcional del Derecho de daños
53
DÍEZ-PICAZO, L., Derecho de daños, cit., p. 167.
54
Como apunta DE ÁNGEL YÁGÜEZ, R., «Indeterminación del causante...», cit., p. 68.
55
STARCK, B., Essai d’une théorie générale de la responsabilité civile en sa double fonction de garantie et de peine privé,
París, 1947.
78 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
nal, aunque no exista un precepto legal que expresamente así lo establezca (como
ocurre con el § 830 I, 2 del BGB)56.
Desde esta perspectiva del análisis funcional del Derecho de daños, se ha se-
ñalado con reiteración que las normas sobre responsabilidad civil tienen un aspecto funda-
mentalmente diferente a las normas del Derecho penal, en tanto que aquéllas no participan
del fundamento y fin de la pena, ni éstas compensan a la víctima de los males infli-
gidos, sino que más bien su función es fundamentalmente preventiva y, en su caso,
sancionadora57. Como consecuencia de este diferente carácter y naturaleza, en la
responsabilidad civil no tienen la fuerza que revisten a efectos de la responsabili-
dad penal principios tales como el de identificación o imputabilidad del autor, el
de personalidad de la pena o el in dubio pro reo, que llevan a no imputar el resultado
de una acción cuando su autor es desconocido.
Sirva como ejemplo de lo que queremos decir el caso del artículo 408 del Có-
digo Penal de 1848, suprimido por la Ley de Actualización del Código Penal de 21
de junio de 1989. Según el abrogado precepto: «Cuando riñendo varios y acometiéndose
entre sí confusa y tumultuariamente hubiere resultado muerte y no constare su autor, pero sí los
que hubieren causado las lesiones graves, serán éstos castigados con la pena de prisión mayor». Y
añade en el segundo párrafo: «No constando tampoco los que hubieren causado lesiones gra-
ves al ofendido, se impondrá a todos los que hubieren ejercido violencias en su persona la de prisión
menor». Al homicidio en riña tumultuaria le seguían otros dos preceptos: el artículo
424 que establecía que: «Cuando en la riña tumultuaria, definida en el artículo 408,
resultaren lesiones graves, y no constare quiénes las hubieren causado, se impondrá la pena inme-
diatamente inferior a la correspondiente a las lesiones causadas a los que aparezcan haber ejerci-
do cualquier violencia en la persona del ofendido»; y el artículo 583, n.º 7 referido a las le-
siones menos graves58.
56
En este sentido, el TC en la sentencia del Pleno de 29 de junio de 2000 (BOE de 28 de julio 2000, n.
180) sobre el conocido baremo de daños causados por accidentes de circulación, ha dicho expresamente que:
«La protección constitucional de la vida y de la integridad personal (física y moral) no se reduce al estricto reco-
nocimiento de los derechos subjetivos necesarios para reaccionar jurídicamente frente a las agresiones a ellos in-
feridas, sino que, además, contiene un mandato de protección suficiente de aquellos bienes de la personalidad,
dirigido al legislador y que debe presidir e informar toda su actuación, incluido el régimen legal del resarcimiento
por los daños que a los mismos se hubiesen ocasionado» (FJ, 8.º).
57
Con ello no queremos decir que la función preventiva deba de ser totalmente ajena al Derecho de da-
ños, puesto que si el sujeto conoce que todo comportamiento negligente que produce un daño debe ser repara-
do, su efecto será desmotivador de la realización de estos comportamientos negligentes (Vid. aquí, PEÑA LÓ-
PEZ, F., La culpabilidad en la responsabilidad civil extracontractual, Granada, 2002, p. 203 y ss.).
58
Vid. aquí, GARCÍAS PLANAS, G., «Notas sobre el tratamiento de la riña tumultuaria en el Código
Penal español y en la jurisprudencia», RJC, 1979, p. 845 y ss.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 79
Quizás la erosión más grave producida durante el último siglo en los pilares
de la responsabilidad civil tradicional es la que concierne a la causalidad. La senci-
lla expresión de: el que causa daño está obligado a responder del daño causado,
que probablemente en su origen no determinó graves problemas, desde hace algo
más de un siglo ha atormentado a la jurisprudencia, que ha tenido que ir elaboran-
59
Vid. MORILLAS CUEVA, L., «Participación en riña. Comentario al artículo 424 del Código penal»,
Comentarios a la legislación penal, t. XIV, vol. 1.º, Madrid, 1992, p. 361. Hay que señalar aquí que el artículo 154 del
CP vigente reproduce en su integridad el artículo 424 del anterior CP, con la supresión de la palabra «confusa» y
la sustitución de la palabra «peligrosos» por la «que pongan en peligro».
60
DÍEZ-PICAZO, L., «La responsabilidad civil hoy», cit., p. 734.
80 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
61
Como señala DÍEZ-PICAZO, L, ibid., p. 735.
62
Como ha resaltado el profesor PANTALEÓN el problema de si existe o no relación de causalidad
entre la conducta humana y el resultado dañoso no es un problema jurídico. El legislador no es ni puede ser
quien decida algo que, como en las relaciones entre los efectos y las causas, sucede siempre extramuros de cual-
quier apreciación de tipo jurídico. A lo más que puede llegar la intervención del jurista es a seleccionar de entre
las diferentes concausas aquella o aquellas que, desde el punto de vista jurídico, debe interesar para fundamentar
el juicio de responsabilidad, y a determinar cuántas de las consecuencias que causalmente se encuentran unidas
a la acción del hombre pueden ser puestas a su cargo a través de la obligación de resarcimiento. Pero esto es ya
un problema de oportunidad legislativa o de justicia; en todo caso, de atribución o de imputación objetiva de los
daños causados, y como tal, un problema al que el concepto de causa es totalmente ajeno («Causalidad e impu-
tación objetiva: criterios de imputación», Centenario del Código civil (1889-1989), t. II, Madrid, 1990, p. 1563; «Co-
mentario al artículo 1902 del Código civil», cit., p. 1981 y ss.).
63
Esta teoría fue expuesta por Von Buri en 1860 y domina a partir de 1885. De acuerdo con la misma se
considera suficiente que una persona haya intervenido en alguno de los acontecimientos que han llevado al re-
sultado final para que se le impute la responsabilidad. Por tanto, rechaza las diferencias entre los antecedentes
del resultado y los considera a todos equivalentes en su producción: cada condición es causa de todas las conse-
cuencias, puesto que si se elimina una el resultado no ha de existir (Vid., MOSSET ITURRASPE, J., «La rela-
ción de causalidad en la responsabilidad extracontractual» Revista Latinoamericana de Derecho, 2004, enero-junio, p.
358; ROCA, E., Derecho de daños, cit., p. 155-156).
64
DE COSSÍO, A., «La causalidad en la responsabilidad civil: Estudio del Derecho español», ADC,
1966, p. 528.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 81
68
RJ, n.º 8354.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 83
demandadas, una vez satisfecho el actor se olvida que, si se ha impuesto a las mi-
mas una condena solidaria, en las relaciones internas la acción de regreso del que
haya pagado íntegramente le legitima para exigir de su codeudor la parte que le co-
rresponde en la obligación, pero no para determinar si uno u otro no estaba obli-
gado (art. 1145 CC)»69.
Dentro de esta misma dirección jurisprudencial se observa que en ocasiones
el problema de la causalidad se ha reducido a un modelo estadístico, a la mera pro-
babilidad de su existencia, a la simple aplicación de la teoría more probable than not,
en aquellos casos en que es imposible esperar certeza o exactitud en materia de re-
lación de causalidad. De acuerdo con esta fórmula jurisprudencial norteamerica-
na, es suficiente contar con una probabilidad de más del cincuenta por ciento para
concluir que la causa imputable al demandado es soporte de la relación de causali-
dad del caso que se enjuicia. Dicha jurisprudencia se ha visto reflejada en el emble-
mático juicio de la responsabilidad por la distribución del aceite de colza desnatu-
ralizado, como tendremos ocasión de comprobar70.
Siguiendo con la relación de causalidad, hay que señalar que en el plano dog-
mático una solución adecuada al problema jurídico de la selección o discrimina-
ción de causas, para los supuestos en los cuales resulta difícil relacionar al causante
del daño con el daño causado mediante una simple regla física, la encontramos en
69
De esta sentencia hay que destacar dos cosas, en primer lugar, sorprende el hecho de que el actor haya
basado su legitimación para reclamar en una cláusula bastante frecuente en los contratos de leasing, que con-
templa la posibilidad de que el usuario se subrogue en la acciones que corresponden a la sociedad de leasing
frente al proveedor por vicios de la cosa vendida, y no directamente con base en el art. 1.902 y en virtud de un
derecho propio [vid. con mayor detalle sobre esta cuestión MARTÍN CASALS, M. / RUDA GONZÁLEZ, A.,
«Comentario a la STS de 26 de noviembre de 2003 (RJ 2003, 8354)», CCJC, 2004, n.º 65, p. 849-852]. En segun-
do lugar, aunque no se pueda acreditar la causa del daño (y en este contexto hay que entender el término «hipo-
tética» empleado por el TS), lo procedente hubiera sido la apreciación de responsabilidad de las empresas de-
mandadas, por cuanto no vemos ninguna razón que lleve a configurar el supuesto enjuiciado como caso
fortuito o fuerza mayor, cuando claramente se deduce que ha existido culpa o negligencia de alguna de ellas
(probablemente del taller que instaló los accesorios en la medida en que afectaron a la parte eléctrica del vehícu-
lo –al instalar un aparato de aire acondicionado, una emisora, un auto-radio y un tacógrafo-). Bajo nuestro pun-
to de vista, la solución aportada por los Tribunales de instancia en el caso de autos resulta preferible frente a la
sentencia pronunciada por el TS.
Vid. también un análisis de esta sentencia en SEUBA TORREBLANCA, J.C., «¿Quién ha sido?. Comen-
tario a la STS, 1.ª, 26.11.2003, sobre causalidad hipotética alternativa», InDret, 2/2004 y MARTÍN CASALS,
M. / RUDA GONZÁLEZ, A., op. cit., p. 847 y ss. Precisamente estos últimos autores, por el contrario, mani-
fiestan una opinión favorable a la sentencia comentada por cuanto consideran necesario para que entre en jue-
go las líneas seguidas por el TS en materia de causalidad alternativa que se haya alcanzado «la necesaria indivi-
dualización de la acción u omisión determinante del daño causado». Opinión ésta que no compartimos,
teniendo en cuenta todo lo anteriormente expuesto y sobre todo la jurisprudencia del TS en materia de incen-
dios.
70
En particular, en la STS (Sala 2.ª) de 23 de abril de 1992, RAJ, n.º 6783.
84 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
71
No está demás señalar en este punto que no debemos confundir la llamada «responsabilidad objetiva
o sin culpa» con la teoría de la «imputación objetiva». Así, mientras que esta última resuelve el problema de la re-
levancia jurídica de los elementos causales, una vez verificado el nexo causal (de acuerdo con la teoría de la equi-
valencia de las condiciones), a través de criterios normativos por los cuales un resultado puede ser atribuible a
un comportamiento; la responsabilidad objetiva actuaría a posteriori en el juicio de responsabilidad, atribuyendo
la responsabilidad al sujeto en función del riesgo creado con su actividad, que a su vez le reporta beneficios.
La teoría de la imputación objetiva es mayoritariamente seguida en Alemania, tanto por la doctrina civil como
penal, y en España fue introducida en el ámbito del Derecho de daños gracias a los trabajos de PANTALEÓN
PRIETO («Comentario a la Sentencia del TS (Sala 1.ª) de 4 de octubre de 1982», La Ley, 1983-2, p. 387-388; «Cau-
salidad e imputación objetiva», cit., p. 1561 y ss.) y CAVANILLAS MÚGICA («Comentario a la STS de 11 de mar-
zo de 1988», CCJC, 1988, n.º 17, p. 386 y ss.), aunque ya era conocida y seguida por un gran número de penalistas.
72
Como indica PANTALEÓN PRIETO, «Causalidad e imputación objetiva», cit., p. 1591.
73
Siguiendo a PANTALEÓN PRIETO («Causalidad...», cit., p. 1566 y ss.; «Comentario al art. 1902 del
C.c.», cit., p. 1985-1988), estos criterios, además del criterio de fin de protección de la norma fundamentadora de la respon-
sabilidad («Schutzzweck der Haftungsbegründenen Norm») al que nos referiremos a continuación, serían los siguientes:
• El criterio de riesgo general de la vida («allgemeine Lebensrisiko») según el cual hay que negar la imputación de
aquellos resultados dañosos que sean realización de riesgos habitualmente ligados a la existencia natural del per-
judicado: tanto los vinculados a formas de conducta ordinarias del dañado, como los ligados de manera general
a la existencia humana Por ejemplo, no se puede imputar objetivamente a quien causó heridas leves a otro, los
daños que éste haya sufrido en un accidente de circulación en que se vio envuelto el taxi que le llevaba al hospi-
tal. Otro ejemplo, lo encontraríamos en la cuestión discutida por el Derecho romano -D. 9, 2, 11, pr.- del barbe-
ro que, mientras está afeitando a un esclavo, es golpeado en el brazo por una pelota lanzada por unos jugadores
próximos, el resultado no será imputable a los jugadores cuando éstos lo hacen en un sitio habilitado al efecto y
donde por costumbre se juega, otra cosa será la responsabilidad en la que haya incurrido el propio barbero;
• el criterio de la prohibición de regreso («Regressverbot») niega la imputación objetiva del daño, cuando en el
proceso causal puesto en marcha por el posible responsable, se ha incardinado sobrevenidamente la conducta
dolosa o gravemente imprudente de un tercero, salvo que dicha conducta se haya visto decisivamente favoreci-
da por la actuación del demandado o sea una de aquellas que la norma de cuidado infringida tenía la finalidad de
prevenir (de acuerdo con dicho criterio, por ejemplo, deberá de responder el médico con quien inicialmente
contacta el enfermo y que le prescribe un determinado tratamiento por los daños derivados del mismo, aunque
su ejecución y desarrollo se lleve a cabo por otro, salvo cuando este último incurra en negligencia grave);
• criterio de la provocación («Herausforderung»), este criterio ha sido desarrollado para resolver los problemas de
imputación objetiva relacionados con los casos en los que una persona resulta dañada (o causa daños a un terce-
ro) en un accidente sufrido en la persecución de un delincuente, o de un dañante que huía de la escena del delito
o hecho dañoso (siendo así los daños serán objetivamente imputables al perseguido, cuando la persecución fue-
ra provocada por él); o bien respecto de aquellos otros casos en los que alguien sufre un daño (o causa daños a un
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 85
73
tercero) en su intento de salvar su vida, su integridad física o sus bienes, o la vida, la integridad o los bienes de
otro, de una situación de peligro cierto, creada culpablemente por el posible responsable;
• criterio de incremento del riesgo («Risikoerhöhung») según el cual, 1) no cabe imputar a una determinada con-
ducta un concreto evento dañoso, si dicha conducta no ha incrementado el riesgo de que se produzca el evento
en cuestión; 2) en materia de responsabilidad por culpa, no cabe imputar un concreto evento dañoso a una de-
terminada conducta negligente, si tal conducta, comparada con su alternativa diligente, no ha incrementado el
riesgo de que se produzca el evento dañoso en cuestión;
• el criterio de adecuación que propone negar la imputación objetiva de un concreto evento dañoso a la
conducta causante del mismo, cuando la producción de dicho evento habría sido descartada, como extraordina-
riamente improbable, por un observador experimentado, que además hubiera contado con los especiales cono-
cimientos del dañante.
74
Siguiendo en este punto a CAVANILLAS MÚGICA, «Comentario a la STS de 11 de marzo de 1988»,
cit., p. 387.
86 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
die responderá de aquellos sucesos que no hubieran podido preverse o que pre-
vistos fueran inevitables (art. 1.105). El criterio de previsibilidad, interpretado
de forma objetiva, se equipara al de probabilidad del resultado75. De tal forma
que la acción a la cual denominamos causa sería imputable a un sujeto (o a va-
rios de ellos) cuando era probable que pudiera producir un daño. La cuestión
radicará ahora en valorar el grado de probabilidad del daño exigible para que el
mismo pueda ser imputado objetivamente a los demandados, lo que no resulta
sencillo.
2.2.3. La aplicación del art. 1.902 del Código civil como solución al problema
planteado
En los supuestos de responsabilidad objetiva o por riesgo subyace una cuestión adi-
cional a la hora de aplicar una regla general de responsabilidad de los miembros
del grupo: si, además de prescindir del análisis de la culpa del demandado como
criterio de imputación, también se puede prescindir de la prueba directa de la cau-
salidad del daño. Este obstáculo quedaría salvado si tenemos en consideración que
en los casos de responsabilidad objetiva o por riesgo es necesario para responsabi-
lizar a los miembros del grupo que el perjudicado pruebe que la conducta o acción
de cada partícipe ha aumentado de forma concreta el riesgo de la lesión del bien
jurídico, más allá de lo que se considera el riesgo permitido por la propia actividad,
favoreciendo de esta forma el resultado lesivo80. Sólo así podrá establecerse un
lazo lo suficientemente estrecho entre el partícipe y el supuesto dañoso que justifi-
que la imputación del daño, separándolo del resto de personas que tienen una pos-
tura neutral frente al resultado lesivo81.
De hecho, tanto nuestra legislación (en los arts. 33.5 de la Ley de Caza; 27.2
LCU; 7 de la LRDPD; 17.3 de la Ley de Ordenación de la Edificación; 140 de la
LRJAP-PAC, tras su modificación por la Ley 4/1999), como nuestra jurispruden-
cia, en un extenso ámbito de la vida social (como tendremos ocasión de compro-
bar a lo largo de este trabajo), han optado por la superación del tradicional criterio
80
Como afirma PANTALEÓN PRIETO («Causalidad e imputación objetiva: criterios de imputación»,
cit., p. 1577) es razonable sostener que un evento dañoso no puede ser imputado objetivamente a la conducta
negligente que lo ha causado, cuando, respecto de dicho evento, esa conducta no ha sobrepasado los límites del
riesgo permitido; o dicho de otra manera, un evento dañoso no es objetivamente imputable a la conducta negli-
gente que lo ha causado, cuando, dada la configuración de los hechos a enjuiciar, dicha conducta comparada
con su alternativa diligente, no ha incrementado el riesgo de que se produzca el evento dañoso en cuestión. Por
tanto, a juicio del citado autor, no cabrá imputar objetivamente el resultado cuando se constante con seguridad
o con una probabilidad rayana en la certeza que un resultado sustancialmente idéntico al acaecido se habría pro-
ducido también de haber obrado el dañante diligentemente.
81
De acuerdo con CYPIONKA (Deliktsrechtliche Haftung trotz ungeklärter Schadensverursachung, Münster,
1985, p. 72-73), para responsabilizar al grupo en los supuestos de responsabilidad por riesgo «no se podrá pres-
cindir de la prueba de que en la persona de cada partícipe el riesgo general de explotación (permitido) se ha
transformado en un riesgo concreto para el bien jurídico lesionado, que si bien no ha causado ciertamente el
daño podía haberlo causado».
Valga como ejemplo de lo que queremos decir el siguiente caso: «A», a consecuencia de un desvanecimien-
to se cae en la calle quedándose tendido en el suelo y es atropellado por un automóvil, sufriendo graves lesiones.
Gracias a un control de radar que casualmente se encontraba en el lugar del accidente, puede determinarse que
sólo «B» y «C», habían pasado por allí con sus coches, pero no puede saberse quién de ellos ha atropellado a «A».
Cada uno de aquellos podía alegar que vio con suficiente antelación al sujeto que se hallaba tendido y pasó de-
jando espacio para no arrollarlo con su vehículo. En este caso, «B» y «C» no deberían responder del daño causa-
do por el atropello ante la falta de prueba de la puesta en peligro de «A». Sin embargo, llegaríamos a otra conclu-
sión si el control de radar prueba que los vehículos pasaron a una velocidad claramente excesiva, de modo que
no hubieran podido parar ante un obstáculo. En este caso la acción de cada partícipe ha aumentado de forma
concreta el riesgo de la lesión del bien jurídico y su resultado puede ser objetivamente imputado en la medida en
que entra dentro de la finalidad de protección la norma infringida.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 89
85
En este sentido, también DÍEZ-PICAZO, L., Derecho de daños, cit., p. 167; DE ÁNGEL, R., «Indeter-
minación del causante de un daño extracontractual», cit., p. 74; PANTALEÓN, F., «Comentario a la STS de 8
de febrero de 1983», cit., p. 416-417.
86
Así, DÍEZ-PICAZO, L., ibid. loc. cit.; PANTALEÓN PRIETO, F., ibid. loc. cit.
87
Además, tan sólo en un caso judicial en Alemania, ha sido determinante la concurrencia de este requi-
sito para no aplicar el § 830 del BGB. Fue en el proceso resuelto por la sentencia del RG de 9 de junio de 1913,
en donde la demandante, que durante un largo periodo de tiempo había mantenido relaciones sexuales con va-
rios hombres que tenían la sífilis, se había contagiado también de dicha enfermedad. El Tribunal no apreció la
pretensión de la actora al faltar la unidad de tiempo y lugar de los actos.
92 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
putable cuando derive de la actuación del grupo. Si esto es así, por un lado, la res-
ponsabilidad de los miembros del grupo existiría, incluso cuando se haya identifi-
cado el autor del daño. Por otro lado, tampoco tendría sentido la exclusión de
responsabilidad de aquel de los miembros del grupo que acredite no haber sido el
causante del daño, por cuanto la razón de ser de la responsabilidad de los miem-
bros del grupo radica en la actuación peligrosa común: deben responder todos,
pues todos participan por igual en la creación del riesgo90.
Cuando se produce un evento dañoso y se puede establecer que ha sido cau-
sado por alguna de las personas pertenecientes a un determinado grupo y, además,
que cualquiera de ellas, dado su comportamiento, lo hubiera podido causar, la úni-
ca vía posible para responsabilizar a sus miembros creemos que debe tomar como
base la actuación de cada uno de ellos dentro de la acción productora del daño. De
tal forma que, como hemos señalado reiteradamente, en cada uno de los miem-
bros del grupo deben existir las mismas condiciones de imputación subjetiva u
objetiva, de manera que si la responsabilidad tiene su origen en la culpa, pueda en-
contrarse culpa en todos y si la responsabilidad tiene su origen en el riesgo, todos
han debido de contribuir a crearlo.
92
Señala con buen criterio L. DÍEZ-PICAZO («Culpa y riesgo...», cit., p. 164) que «lo que debe deter-
minar una inversión de la carga de la prueba es más bien la complejidad técnica o tecnológica, si se prefiere ha-
blar así, del proceso factual que ha conducido a un daño, cuando es complejo, resulta inasequible o es muy difí-
cilmente accesible para el perjudicado, que es quien lo tiene que ofrecer como fundamento de su
demanda...Invertir la carga de la prueba significa, por consiguiente, hacer pasar sobre el demandado la prueba
de la concurrencia de una circunstancia de exoneración que incida sobre la causalidad (la causa fue otra) o sobre
la culpabilidad (el causante había actuado diligentemente)».
93
Vid. en este sentido PARISI, F. / FREZZA, G., «Rischio e causalità nel concorso di colpa», cit., p. 260.
De acuerdo con una perspectiva económica del Derecho, se atribuyen las consecuencias desfavorables de
la falta de acreditación de un hecho, en sentido positivo o negativo (como es la autoría directa del hecho), a la
parte que podía haber producido la prueba a menor coste, bien porque disponía de ella, bien porque gozaba de
un más fácil acceso a la misma. De este modo, se induce claramente a la parte demandada a presentar prueba en
estos casos, pues el hecho de no presentarla podría ser considerado el hecho base de la presunción judicial que
permitiría inducir que su acción culposa o negligente fue causa del daño. Así, LUNA YERGA, A., «Olvido de
una gasa durante una intervención quirúrgica. Comentario a la STS, 1.ª, 29-11-2002», InDret 2/2003, abril
(http://www.indret.com), p. 5.
94
GÓMEZ POMAR, F., «Carga de la prueba y responsabilidad objetiva», InDret 1/2001, enero-marzo
(http://www.indret. com), p. 6.
95
Como señala ASENCIO MELLADO, J.M., Derecho Procesal Civil. Parte primera, 2.ª ed., Valencia, 2000,
p. 257.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 95
en estos casos y en aquellos en los que intervinieron más sujetos que no han sido
traídos al proceso inicialmente donde se plantee la cuestión de la existencia o no
de litisconsorcio pasivo.
La Ley 1/2000, de 7 de enero, de Enjuiciamiento Civil parte del principio de
que los defectos que afectan a la falta del litisconsorcio son subsanables, acogien-
do un sistema que permite la integración voluntaria de la litis cuando el demanda-
do haya hecho valer en la contestación la oportuna excepción de falta del debido
litisconsorcio (art. 416. 1. 3.ª). Al objeto de facilitar la integración, es preciso que la
persona frente a la que se ha dirigido la demanda identifique en su contestación las
personas que, a su juicio, deberían también ser demandados y que el actor se mani-
fieste a favor de integrarlas en el proceso (art. 420). En cualquier caso, la voluntad
conforme del actor sobre la conformación de la pluralidad de partes necesitará la
declaración de procedencia del litisconsorcio por el tribunal, ordenando el empla-
zamiento de los nuevos demandados. En el supuesto de que el actor se oponga a la
falta de litisconsorcio aducida por el demandado, corresponderá al juez decidir lo
que proceda. Los comentaristas de la nueva LEC coinciden en afirmar que, aun-
que la Ley no lo diga expresamente, el juez puede también, en uso de sus faculta-
des de dirección, poner de manifiesto el defecto procesal de litisconsorcio para
que participen en el proceso sujetos diversos a los demandados103. Éste resulta ser
un buen instrumento para evitar que el único demandado o algunos de ellos se en-
cuentren en una situación de indefensión en orden a probar la responsabilidad de
otros sujetos participantes.
Por último hay que tener en cuenta que, no obstante lo apuntado, la falta o no
de litisconsorcio pasivo necesario es una cuestión que, si no se revela de una forma
patente o notoria desde un principio, o al menos no coadyuva a revelarla el de-
mandado, no será hasta el final del procedimiento, una vez practicada la corres-
pondiente actividad probatoria, cuando pueda o no ser realmente apreciada, y con
mayor motivo en el caso que nos ocupa, lo cual parece que no ha sido tenido en
cuenta por el legislador al acudir a los defectos del litisconsorcio en la fase de au-
diencia previa al juicio. Pero esto no significa, bajo nuestro punto de vista, que si se
dan los presupuestos de la responsabilidad del grupo en los sujetos demandados
deba desestimarse la demanda por falta de alguno de sus miembros, porque la
103
Vid. aquí, entre otros, DAMIÁN MORENO, J., «Comentario al artículo 420 de la LEC», Comentarios
a la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil (Tomo II), dir. A. M., Lorca Navarrete y coord. por V. Guilarte Gutiérrez,
Valladolid, 2000, p. 2132; BARONA VILAR, S., «Comentario al art. 420 de la LEC», El proceso civil, vol. IV, Va-
lencia, 2001, p. 3111; TAPIA FERNÁNDEZ, I., «Comentario al artículo 420 de la LEC», Comentarios a la Ley de
Enjuiciamiento Civil, vol. I, coord. por F. Cordón Moreno y otros, Navarra, 2001, p. 1417.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 99
condena se basa en que no es posible discernir el agente directo del daño y los de-
mandados han tenido una vinculación acreditada en los hechos de acuerdo con los
criterios de imputación expuestos. Lo contrario podría llevar indudablemente a la
víctima del daño a una falta de tutela judicial efectiva.
Estas consideraciones nos llevan a las siguientes conclusiones. Primera, la re-
lación procesal pasiva estará bien construida aunque no se demande a todos los posibles responsa-
bles del daño (art. 12. 2 de la LEC). Esto es así entre otras razones porque la LEC 1/
2000 facilita la integración al proceso de todas aquellas personas que debieron ser
demandadas inicialmente y no lo fueron como litisconsortes por desconocimien-
to del actor, bien a través de su integración voluntaria por la alegación del deman-
dado y la conformidad del actor, bien a través de la actuación de oficio del juez
(art. 420). Segunda, sólo en aquellos casos en los que durante el procedimiento ju-
dicial se demuestre que el origen o causa del daño estuvo en la actuación de uno o
varios no litigantes, el juez deberá absolver a los demandados, entre otras razones,
porque no se dan los presupuestos de la responsabilidad de los miembros del gru-
po, no porque exista una falta de litisconsorcio pasivo necesario.
3.6. Cuando la víctima del daño forma parte del propio grupo
Por último, hay que tener en cuenta que cuando la víctima del daño forma
parte del propio grupo, el juez deberá de valorar la incidencia de su comporta-
miento en la acción del grupo que produce el daño (como una causa más) en or-
den a determinar una posible reducción de la indemnización o incluso su exclu-
sión, si las circunstancias así lo manifiestan.
De esta forma, si la víctima conoce que la actuación del grupo es potencial-
mente riesgosa o peligrosa (por ejemplo, están tirando piedras o disparando) y aún
así la acepta a través de su intervención, su conducta constituye un elemento más
que puede llevar al juez a no imputar un determinado resultado dañoso a los otros
responsables, cuando se haya producido con la suficiente intensidad. Esta circuns-
tancia se ha configurado como una causa de exclusión de responsabilidad que se
conoce como consentimiento de la víctima, consistente en una recíproca aceptación de ries-
gos (al igual que sucede en la práctica de un deporte peligroso)104.
En los restantes casos, esto es, cuando la víctima con su acción ha contribui-
do a la producción del resultado dañoso, pero no de forma determinante, dará lu-
104
En este sentido vid. DÍEZ BALLESTEROS «La asunción del riesgo por la víctima en la responsabili-
dad civil extracontractual (Un estudio jurisprudencial)», AC, n.º 37, 2000, p. 1380; DE ÁNGEL YÁGÜEZ, R.,
«Comentario al artículo 1.902», cit., p. 452.
100 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
105
SOTO NIETO, F., «La llamada “compensación de culpas”», RDP, 1968, p. 413 y ss.
106
MEDINA ALCOZ, M., op. cit., p. 257 y ss.
107
MORENO FLOREZ, R.M., «¿Concurrencia de culpas o concurrencia de causas?», AC, 1986-2, p.
2293 y ss.; y ss.
108
DE CUEVILLAS MATOZZI, I., La relación de causalidad..., cit., p. 131; MEDINA ALCOZ, M., op.
cit., p. 258.
109
De acuerdo con la opinión de MONTÉS PENADÉS, V., «Causalidad, imputación objetiva y culpa
en la “concurrencia de culpas”», Estudios jurídicos en Homenaje al Profesor Luis Díez-Picazo, T. II, Madrid, 2003, p.
2624-2627.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 101
110
Así lo evidencia el supuesto que recogen las fuentes de varios que hieren a un siervo, y no se sabe real-
mente de quién procede el golpe que causó la muerte (D. 9, 2, 11, 2); o de un grupo de personas que han dejado
caer una viga y aplastan a un esclavo, todos quedarían responsables por la Ley Aquiliana (D. 9, 2, 11, 4).
111
RAJ, n.º 938.
112
Vid. en este sentido, las SsTS de 8 de febrero de 1983; de 13 de septiembre de 1985; de 8 de julio de
1988 -justificada en este último caso pues se produce un daño por parte de uno de los miembros de una partida
de caza y el artículo 33.5 de la Ley de Caza establece expresamente la solidaridad entre todos los miembros de la
partida si no consta el autor del daño causado-.
102 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
Dicha solidaridad viene impuesta no sólo por la debida protección del perju-
dicado, sino por el carácter realmente indivisible de la obligación de resarcimiento
que ha impedido delimitar la actuación de cada uno en la causación de los daños a
indemnizar113.
En materia penal, el carácter solidario de la obligación de resarcimiento viene
expresamente recogido en el artículo 116. 2 del C.P. para los casos de coautoría y
de pluralidad de cómplices. Cada uno está obligado a pagar su cuota, pero respon-
de solidariamente de las cuotas de los demás dentro de su respectiva clase y subsi-
diariamente por las correspondientes a los demás responsables114. En favor del ca-
rácter solidario de esta obligación se alega el hecho de que así se favorece las
reclamaciones de la víctima115. Por tanto, en el ámbito penal no se plantea la con-
tradicción entre el principio general de no presunción de la solidaridad de las obli-
gaciones con pluralidad de obligados (art. 1.137 del C.c.) y la afirmación jurispru-
dencial sobre la solidaridad en las obligacioines culposas.
El problema tiene un carácter distinto en materia de responsabilidad contrac-
tual, que a su vez se traslada al ámbito de la responsabilidad extracontractual. Y
113
SsTS de 13 de noviembre de 1993 (RAJ, n.º 8910); y 1 de octubre de 1994 (RAJ, n.º 7439).
Vid. sin embargo, la STS de 15 de marzo de 1993 (RAJ, n.º 2284) que condena a las entidades demandadas
a que indemnicen al actor los daños y perjuicios ocasionados en la finca propiedad de éste, como consecuencia
de las excesivas emanaciones de gas y polvo arcilloso procedentes de sus fábricas, determinado mancomunada-
mente la forma de resarcimiento de los daños producidos a partir del momento en que cada una de las empresas
empieza su producción. Resulta también de interés dicha sentencia por cuanto afirma la responsabilidad solida-
ria del propietario de una instalación industrial y el técnico a su cargo (no demandado en el caso de autos) por
los daños producidos cuando no queda probado cuál es la causa determinante de la excesiva y perjudicial emi-
sión de gases y polvo de la fábrica.
114
La jurisprudencia del Tribunal Supremo ha venido señalando, con ocasión del derogado art. 107 (que
es igual que el precepto del CP de 1995, con la salvedad de que este último prescinde de la referencia a los encu-
bridores), que cuando en un delito intervienen o participen varios sujetos, los Tribunales deberán establecer la
cuota de indemnización de perjuicios de la que debe responder cada uno, fijando, además de esa porción indivi-
dual, aquella que deben de afrontar los acusados según la índole de su participación (como autores, cómplices o
encubridores), constituyéndose la referida responsabilidad civil como solidaria dentro de cada grupo y como
subsidiaria respecto a los demás grupos, según previene el art. 107, correspondiendo finalmente la acción de re-
petición al que pagó más de lo que le correspondía (STS de 26 de abril de 1988, RAJ, n.º 2881, entre otras).
115
La doctrina penal más autorizada entiende que se trata de una responsabilidad solidaria total o inte-
gral, según la cual el perjudicado puede dirigirse contra uno, algunos o todos los responsables penalmente por la
totalidad de la deuda, sin perjuicio de que luego, el que hubiese pagado más de lo que le correspondía, según la
cuota establecida en la sentencia, pudiera repetir a los restantes obligados lo que le correspondía a cada uno. La
subsidiariedad entre un grupo y otro es una cuestión interna entre los obligados al pago (Vid. CARRILLO VI-
NADER, F.J., «Comentario al artículo 116 del C.P.», Comentarios al Código Penal, T. IV, dir. por Manuel Cobo del
Rosal, Madrid, 2000, p. 404-405). En otras palabras, no existe consorcio en el que sus miembros sean solidaria-
mente «responsables por cuotas», salvo que el legislador penal haya pretendido siempre hacer una nueva cons-
trucción de las obligaciones con pluralidad de sujetos ajena por completo a la dogmática del Derecho civil (YZ-
QUIERDO TOLSADA, M., Aspectos civiles del nuevo Código Penal, Madrid, 1997, p. 178).
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 103
ello porque de acuerdo con los artículos 1.137 y 1.138 del C.c. la solidaridad no se
presume: sólo habrá lugar a la solidaridad cuando la obligación expresamente lo
determine. En el campo de la responsabilidad extracontractual, la responsabilidad
solidaria no aparece impuesta ni en el artículo 1.902 ni en los siguientes, a diferen-
cia de lo que ocurre en tantos códigos extranjeros. Así, establecen expresamente la
responsabilidad solidaria en el ámbito extracontractual el BGB (§ 840. pf. 1.º), el
Codice civile italiano (art. 2.055), el Código Suizo de Obligaciones (art. 50.1º), el Có-
digo civil portugués (art. 497), el Código chileno (art. 2.317), el argentino (art.
1.081) y el de Perú (art. 1.983), entre otros.
Nuestro Código civil sigue al Code francés, que determina de manera clara y
precisa la negativa de solidaridad como regla general: «La solidarité ne se présume point; il
faut qu’elle soit expressément stipulée. Cette règle ne cesse que dans les cas où la solidarité a lieu
de plein droit, en vertu d’une disposition de la loi» (art. 1.202)116. La literalidad de este tex-
to ha dificultado a la doctrina y a la jurisprudencia francesa la aplicación del meca-
nismo de la solidaridad para los coautores de ilícitos civiles y, al igual que han ocu-
rrido con otras materias, han tenido que acudir a construcciones extrañas para
justificar que varios deudores pudieran estar obligados a pagar la totalidad de la
deuda de forma individual. Para ello se acude al mecanismo de la solidaridad im-
perfecta, impropia u obligación in solidum, que constituiría un tertium genus entre las
obligaciones mancomunadas y las solidarias.
La idea de obligación in solidum se basa en que en determinados casos de
pluralidad de deudores, aunque cada uno de ellos responda por entero, su res-
ponsabilidad es autónoma de la de los otros, ya que el vínculo del que la misma
deriva es un vínculo independiente, que ha nacido por sí solo (parte, pues, del
principio de equivalencia de causas -todos aquellos que han participado en el he-
cho dañoso deben ser considerados autores del hecho-). A diferencia de las obli-
gaciones solidarias, donde cada deudor debe la misma prestación, en las obliga-
ciones in solidum se adeuda idénticas prestaciones. Con ello se trata de evitar
determinadas consecuencias propias de la solidaridad pasiva. Así, la parte lesio-
nada para conservar su acción contra cada uno de los coautores, deberá de inte-
rrumpir la prescripción en relación a cada uno de ellos; la sentencia que obtenga
frente a uno no será oponible a los otros; y la apelación interpuesta por uno con-
tra una sentencia común no aprovechará a los demás. No obstante, se le recono-
cen efectos comunes a la obligación solidaria: el acreedor puede reclamar la
116
«La solidaridad no se presume; se precisa que esté estipulada expresamente. Esta regla no cesa sino en
los casos en que la solidaridad tiene lugar de pleno derecho, en virtud de una disposición de la ley».
104 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
117
Vid. aquí, CRISTÓBAL MONTES, A., Mancomunidad o solidaridad en la responsabilidad plural por acto ilíci-
to civil, Barcelona, 1985, p. 34 y ss.
118
LEÓN ALONSO, J. R., La categoría de la obligación in solidum, Sevilla, 1978, p. 208.
119
CRISTÓBAL MONTES ha criticado el carácter artificial de esta nueva figura, que, sin mayor justifi-
cación histórica y legal, trata de excluir la aplicación de una regla jurídica clara y terminante como es el principio
de que «la solidaridad no se presume» (Mancomunidad o solidaridad en la responsabilidad plural..., cit., p. 40 y ss.). Vid.,
también aquí YZQUIERDO TOLSADA, M., Sistema de responsabilidad civil..., cit., p. 407 y ss.; JORDANO BA-
REA, J. B., «Las obligaciones solidarias», Estudios jurídicos en Homenaje al Profesor Aurelio Menéndez, t. IV, Madrid,
1996, p. 4.911-4.912.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 105
120
En este sentido, entre otros, PANTALEÓN PRIETO, F., «Comentario al artículo 1.902», cit., p.
2001.
121
GULLÓN BALLESTEROS, A., Curso de Derecho civil. Contratos en especial. Responsabilidad extracontrac-
tual, Madrid, 1972, p. 491. En similar sentido, DÍAZ DE LEZCANO, I., La no presunción de solidaridad en las obli-
gaciones. Estudio en torno a la jurisprudencia del Tribunal Supremo, Madrid, 1997, p. 119.
106 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
sado», por lo que cada uno de los responsables es deudor íntegro de la reparación
del daño122.
En cuarto y último lugar, se ha llegado a mantener la aplicación analógica del
artículo 107 del Código Penal (hoy artículo 116.2), que establece la solidaridad de
los autores y complices del delito en el pago de la indemnización, a los supuestos
de responsabilidad previstos en los artículos 1.902 y siguientes del C.c.123. Y ello en
tanto que en uno y en otro caso estamos hablando de un hecho ilícito (daño) que
tiene la misma naturaleza y fundamento, no obstante la doble regulación previs-
ta124.
126
CRISTÓBAL MONTES, A., ibid., p. 137; CAFFARENA LAPORTA, J., «Comentario al art. 1.137
del Código civil», Comentario del Código civil. Ministerio de Justicia, t. II, Madrid, 1991, p. 120.
127
YZQUIERDO TOLSADA, M., Aspectos civiles del nuevo Código Penal, cit., p. 191; Id., Sistema de responsa-
bilidad civil...., cit., p. 403.
128
ALBALADEJO, M., «Sobre la solidaridad o mancomunidad...», cit., p. 369. Este argumento, sin em-
bargo, como afirma CRISTÓBAL MONTES (Mancomunidad o solidaridad..., cit., p. 100-101) admite algún que
otro reparo ya que se le podría dar la vuelta con bastante facilidad: así, si de la naturaleza de dicha obligación se
derivase la responsabilidad parciaria, tampoco haría falta recurrir al fundamento de que existe una norma legal
que establece la mancomunidad en las obligaciones plurales cuando los interesados o la ley no hayan dispuesto
otra cosa.
129
GUILARTE ZAPATERO, V., «Comentario a los artículos 1.137 a 1.140», Comentarios al Código civil y
Compilacione forales, dir. por M. Albaladejo, t. XV, vol. 2.º, Madrid, 1983, p. 241.
130
YZQUIERDO TOLSADA, M., Sistema de responsabilidad civil..., cit., p. 404.
108 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
sea ilícito el acto dañoso, sino porque, por ser punible, deben ser tratados con más
rigor sus autores y reforzarse lo más posible los derechos de la víctima, algo que se
consigue mediante la solidaridad. Además, este argumento olvidaría la teoría de las
fuentes formulada en el art. 6 (hoy 1.4º) del Código civil, según la cual, a los princi-
pios generales del Derecho (y entre ellos, la analogía) debe acudirse en defecto de
ley y de costumbre, y la ley aplicable al caso es el artículo 1.137 del C.c., que estable-
ce la mancomunidad, salvo excepción131. Por otra parte, la norma que establece la
responsabilidad solidaria de los coautores de un delito es una norma penal que en-
traría de lleno en la prohibición de aplicación analógica que el Código civil estable-
ce en el art. 4.2, según el cual «las leyes penales, las excepcionales y las de ámbito temporal no
se aplicarán a supuestos ni en momentos distintos de los comprendidos expresamente en ellas»132.
135
Son numerosas las sentencias que afirman este principio de solidaridad cuando no se puede concretar
la responsabilidad individual, entre ellas cabe citar, las SsTS de 21 de diciembre de 1990 (RAJ, n.º 10316); 8 de
junio de 1992 (RAJ, n.º 5168), 1 de octubre de 1992 (RAJ, n.º 7515); y entre las más recientes la de 22 de no-
viembre de 1997 (RAJ, n.º 8097); 20 de noviembre de 1998 (RAJ, n.º 8413); de 19 de octubre de 1998 (RAJ, n.º
7440); de 25 de junio de 1999 (RAJ, n.º 4561).
136
Señala CABANILLAS SÁNCHEZ («La responsabilidad civil por vicios en la construcción en la Ley
de Ordenación de la Edificación», ADC, 2000, fasc. II, p. 456-457) que este sistema de responsabilidad privativa
sería escasamente operativo si la propia Ley de Ordenación de la Edificación no hubiese delimitado el ámbito
específico de intervención de cada uno de los agentes que intervienen en el proceso de edificación, perfilando su
concepto, y sobre todo las obligaciones que recaen sobre cada uno de ellos (sobre el promotor, el proyectista, el
constructor, el director de la obra, el director de ejecución de la obra, las entidades y los laboratorios de control
de calidad de la edificación y los suministradores de productos).
137
Resulta significativo para nuestro objeto de estudio, que algún autor se haya referido ya a este supues-
to expresamente como «Daño causado por sujeto indeterminado de un grupo»; (MARÍN GARCÍA DE LEO-
NARDO, M. T., La Figura del Promotor en la Ley de Ordenación de la Edificación, Navarra, 2002, p. 156; LÓPEZ RI-
CHART, J., Responsabilidad personal e individualizada y responsabilidad solidaria en la Ley de Ordenación de la Edificación,
Madrid, 2003, p. 107); o como «Responsabilidad por hecho desconocido» (CORDERO LOBATO, E., «Artícu-
lo 17. Responsabilidad civil de los agentes que intervienen en el proceso de edificación», Comentarios a la Ley de
Ordenación de la Edificación, en el que también colaboran A. Carrasco Perera y M. C. González Carrasco, Navarra,
2000, p. 328). De hecho, el art. 17.3 de la LOE será objeto de un posterior análisis en el Capítulo III, apartado
5.2.
110 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
ponderán solidariamente todos los miembros de la partida de caza»; y los arts. 33.3 y 35 de
la misma ley y del Reglamento para su ejecución que, en el caso de los animales de
caza, declaran a los titulares de aprovechamientos cinegéticos responsables de los
daños originados por las piezas de caza procedentes de terrenos acotados y, subsi-
diariamente, a los propietarios de los terrenos, y en el caso de que no resulte posi-
ble precisar la procedencia de la caza respecto a uno determinado de los varios
acotados que colinden con la finca, la responsabilidad por los daños originados en
la misma por las piezas de caza será exigible solidariamente a todos los titulares de
los terrenos acotados que fuesen colindantes y subsidiariamente a los dueños de
los terrenos.
El art. 123 de la Ley 48/1960, de 21 de julio, sobre Navegación Aérea es otra
de las normas que debemos traer a colación, por cuanto establece que: «En caso de
colisión entre aeronaves, los empresarios de ellas serán solidariamente responsables de los da-
ños causados a tercero.
Si la colisión ocurre por culpa de la tripulación de una de ellas serán a cargo del empresario,
los daños y pérdidas, y si la culpa fuese común o indeterminada, o por caso fortuito, cada uno de
los empresarios responderá en proporción al peso de la aeronave». Junto a la responsabilidad
solidaria frente a la víctima, el legislador ha previsto un criterio de determinación
interna de responsabilidad en función del peso de la aeronave, cuando resulta in-
determinada la aeronave que causó efectivamente la colisión que produjo el daño.
A los citados preceptos hay que añadir el art. 140 de la Ley de Régimen jurídi-
co de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común
de 26 de noviembre de 1992 que, respecto a la responsabilidad patrimonial de la
Administración por la actuación de sus órganos, dispone que «1. Cuando de la ges-
tión dimanante de fórmulas conjuntas de actuación entre varias Administraciones Públicas se de-
rive responsabilidad en los términos previstos en la presente Ley, las Administraciones intervi-
nientes responderán de forma solidaria. El instrumento jurídico regulador de la actuación
conjunta podrá determinar la distribución de la responsabilidad entre las diferentes Administra-
ciones Públicas. 2. En los otros supuestos de concurrencia de varias Administraciones en la pro-
ducción del daño [esto es, cuando el daño es causado por varias Administraciones
que no actúan de forma conjunta], la responsabilidad se fijará para cada Administración
atendiendo a los criterios de competencia, interés público tutelado e intensidad en la intervención.
La responsabilidad será solidaria cuando no sea posible dicha determinación».
Fuera de los supuestos mencionados, también tenemos que tener en cuenta
otros casos donde el legislador ha previsto expresamente el carácter solidario de la
obligación cuando son varios los responsables del daño, de acuerdo a los criterios
establecidos en la ley, y no es posible determinar el grado de responsabilidad de
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 111
cada uno de ellos. Entre ellos se encuentra el artículo 52 pf. 2.º de la Ley 25/1964,
de 29 de abril, Reguladora de la Energía Nuclear138; el art. 15. 1.º b) de la Ley 20/
1986, de 14 de mayo, de Residuos Tóxicos y Peligrosos (BOE de 20 de mayo de
1986, n. 120)139; y el art. 37. 3.º de la Ley 4/1989, de 27 de marzo, de Conservación
de los espacios naturales y de la flora y fauna silvestres (BOE de 28 de marzo de
1989, n. 74)140.
En el ámbito del Derecho del consumo se encuentran el art. 27.2 de la Ley
26/1984, de 19 de julio, General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios
(BOE de 24 de julio de 1984, n. 176) que, para los daños causados a consumido-
res y usuarios por productos, preceptúa la responsabilidad solidaria ante los per-
judicados «si en la producción de los daños concurrieren varias personas»141; y el artículo 7
de la Ley 22/1994, de 6 de julio, de Responsabilidad Civil por Daños causados
por Productos Defectuosos (BOE de 7 de julio, n. 161), que ordena la responsa-
bilidad solidaria de las personas responsables del mismo daño por aplicación de
dicha Ley.
La conclusión que podemos extraer de este conjunto de normas es que en el
caso del daño causado por un miembro indeterminado de un grupo existe una cla-
ra voluntad del legislador de que la responsabilidad que pese sobre cada uno de los
partícipes del daño sea solidaria frente a la víctima del daño. La razón hay que
buscarla en la esencia misma de los supuestos que nos ocupan, donde no se sabe
en concreto cuál de los agentes dentro de un grupo es el causante material del
evento -no de una porción del mismo-, es decir, concurriendo varios sujetos la
conducta de cada uno tiene entidad suficiente para producir el daño en su integri-
dad, valorada con independencia de la de los demás. Para estos casos, el legislador
ha pensado que cada uno de los partícipes será responsable de la totalidad del
daño frente a la víctima, a la vista de la imprecisión que impedirá probar quién y en
138
«Si la responsabilidad del daño nuclear recae sobre varios explotadores, éstos responderán solidariamente por el daño
acaecido hasta el límite de cobertura que se señala».
139
Dicho precepto establece expresamente que la responsabilidad será solidaria: «cuando sean varios los res-
ponsables de algún deterioro ambiental, o de los daños o perjuicios causados a terceros, y no fuese posible determinar el grado de par-
ticipación de las diferentes personas físicas o jurídicas en la realización de la infracción».
140
Según el cual: «cuando no sea posible determinar el grado de participación de las distintas personas que hubieran in-
tervenido en la realización de la infracción, la responsabilidad será solidaria, sin perjuicio del derecho a repetir frente a los demás
participantes, por parte de aquel o aquellos que hubieran hecho frente a las responsabilidades».
141
Este régimen de responsabilidad solidaria fue añadido durante la tramitación parlamentaria de la Ley,
si bien su inclusión no hace sino recoger una doctrina jurisprudencial afianzada en relación con la responsabili-
dad extracontractual, e incluso de la responsabilidad contractual cuando concurre con la extracontractual y re-
caen sobre una pluralidad de sujetos (BERCOVITZ RODRÍGUEZ-CANO, R., «Comentario al artículo 27»,
Comentarios a la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios, coord. por el mismo autor y J. Salas Her-
nández, Madrid, 1992, p. 710).
112 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
142
En este sentido, vid. entre otros, SOTO NIETO, F., op. cit., p. 90. Sin embargo, ALBALADEJO («So-
bre la solidaridad o mancomunidad...», p. 376), opina que para estos casos difíciles en los que, conocido el daño
y el grupo causante, se ignora la parte atribuible a cada uno, o incluso no está probado que todos los que toma-
ron parte en un hecho con cuyo motivo se produjo otro daño, hayan sido causantes de éste, cabe aplicar la pre-
sunción de igualdad y las facultades de los Tribunales para fijar la cuota de cada uno.
143
LANDES, W.M. / POSNER, R., «Joint and Multiple Tortfeasors: An Economic Analysis», The Jour-
nal of Legal Studies, 1980, vol. 9, p. 517 y ss, especialmente p. 549.
144
Como expresan PARISI y FREZZA en su trabajo («Rischio e causalità nel concorso di colpa», cit., p.
271): «Existiendo una probabilidad de que la responsabilidad venga a recaer en todo o en parte sobre otros suje-
tos, cada sujeto agente afrontará una responsabilidad preventiva inferior a aquella que sea óptima, con obvia
distorsión sobre el sistema de los incentivos».
CAPÍTULO III
LOS DAÑOS CAUSADOS POR UN MIEMBRO
INDETERMINADO DE UN GRUPO EN EL ÁMBITO DE
LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL
3
Siguiendo en este punto a VINEY, G. / JOURDAIN, P., Traité de Droit Civil, cit., p. 205.
4
Sentencias del TS (Sala 1.ª) de 19 de junio de 1984 (RAJ, n.º 3250) y 10 de junio de 1991 (RAJ, n.º
4434), entre otras.
5
El origen de esta teoría se encuentra en un trabajo de STAUB, publicado en 1902 y luego en una mo-
nografía del año 1904, que puso de relieve la gran deficiencia normativa del BGB, al poco tiempo de su entrada
en vigor, en relación con un amplio grupo de casos de incumplimiento que consistían en un comportamiento
positivo (facere) no reconducibles a los dos supuestos que disciplinan la responsabilidad por el incumplimiento:
la imposibilidad imputable (§ 275) y la mora (§ 284). Este autor introduce en el marco contractual los daños que
a través de una prestación no cuidadosa se causen a bienes diversos de los que constituyen el objeto de la pres-
tación (así, por ejemplo, cuando alguien vende a otro manzanas con gusanos y por esta razón el comprador
pierde igualmente otras, junto a las que se situaron las que estaban en mal estado, el vendedor debe responder
de este daño suplementario, que excede del interés de prestación). En relación con la evolución de la doctrina
alemana sobre los deberes de protección vid. CABANILLAS SÁNCHEZ, A., Los deberes de protección del deudor en
el Derecho civil, en el mercantil y en el laboral, Madrid, 2000, p. 147 y ss.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 115
las personas que, para la utilización de los servicios que aquella entidad ofrece, ha-
yan de transitar por los espacios que forman parte de las estaciones construidas
para posibilitar la prestación de los mismos. Espacios que no comprenden sola-
mente los de las vías y andenes, sino también aquellos que ocupan vestíbulos, pasi-
llos, escaleras, etc.» (FD, 3.ª). A esto hay que añadir que la propia entidad prestado-
ra de este servicio de transporte era consciente de la falta de seguridad de algunas
de sus instalaciones, por lo que había concertado los servicios de la también code-
manda PROTECSA para la vigilancia general de los locales de la empresa, si bien
no cuidó de requerir que la prestación de dichos servicios por guardias de seguri-
dad se desarrollase en régimen de presencia continuada en el vestíbulo y en los pa-
sillos de la estación donde se produjo la agresión.
Aquí partimos, con la mejor doctrina, de la configuración contractual de los
deberes de protección, con las consecuencias que ello implica en cuanto a la apli-
cación del régimen jurídico propio de este tipo de responsabilidad. Las razones
para ello hay que buscarlas, en primer término, en el art. 1.258 del C.c. que precep-
túa que los contratos obligan a todas las consecuencias que, según su naturaleza,
sean conformes a la buena fe. La buena fe se presenta aquí como una fuente de de-
beres accesorios que integran a su vez el deber fundamental de prestación. Si ex-
traemos los deberes de protección del ámbito contractual, quedaría prácticamente
sin contenido este precepto cardinal de nuestro Ordenamiento jurídico (limitado
entonces a los solos deberes de información)11. Pero básicamente el fundamento
contractual de los deberes de protección hay que verlo en el hecho de que los de-
beres nacidos de una relación contractual deben tener un tratamiento uniforme en
esa misma sede contractual12.
De esta forma, y siguiendo a CABANILLAS SÁNCHEZ, entendemos que la
responsabilidad contractual de un deudor por la violación de un deber de protec-
ción operaría cuando se produzca un daño en el interés de protección del acreedor
(en su persona o su patrimonio), distinto del de prestación, aunque se hubieran
cumplido por parte de aquél el deber de prestación y los deberes accesorios al mis-
mo13.
11
DÍEZ-PICAZO, L., Derecho de daños, Madrid, 1999, p. 265.
12
En este sentido vid. la monografía de A. CABANILLAS SÁNCHEZ, Los deberes de protección del deu-
dor..., cit., p. 263 y ss. y el Prólogo realizado al mismo por L. DÍEZ-PICAZO.
13
Estas notas revelan, como señala CABANILLAS SÁNCHEZ la naturaleza autónoma de los debe-
res de protección, frente a la prestación principal y sobre todo el carácter contractual del daño producido por
la violación de un deber de protección, lo que lleva necesariamente a ampliar el ámbito de la responsabilidad
contractual: «lo debido no sólo consiste en cumplir el deber de prestación, sino, además, en no causar ningún
tipo de perjuicio, personal o patrimonial, a la otra parte mientras que se ejecuta lo que se debe» (ibid., p. 263 y
265).
118 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
La consecuencia de todo ello es, bajo nuestro punto de vista, que cualquier
intento de fundar la distinción de los dos tipos de responsabilidad sobre la natura-
leza de las obligaciones incumplidas, colocando a un lado las obligaciones dima-
nantes de lo estrictamente pactado, que correspondería al ámbito de la responsa-
bilidad contractual de acuerdo con la jurisprudencia del TS, y a otro, la
extracontractual, formada por la infracción de deberes de conducta que, sin pacto
expreso de las partes y como deberes accesorios se integran en el contrato como
consecuencia de la buena fe, no tiene fundamento alguno en el Código civil.
Dentro de la categoría de deberes de protección se encontraría la obligación
de garantizar la seguridad de las personas que acceden a los recintos en los que se
desarrolla algún espectáculo público, en particular respecto del aficionado de un
espectáculo deportivo, frente a los posibles riesgos que se pudieran derivar de las
concentraciones masivas de personas que se producen en los estadios14.
C) En otro orden de cosas, pero dentro de este mismo ámbito contractual,
conviene llamar la atención, en tercer lugar, sobre el cada vez más frecuente ejercicio
de las profesiones liberales en grupo y la problemática particular que ello puede conlle-
var. La utilización creciente de formas de organización colectiva, como son entre
otras los despachos profesionales, organizados o no a través de sociedades profe-
sionales, favorece que se pierda el contacto personalizado entre el profesional li-
beral y el cliente; o simplemente la participación de un grupo más o menos nume-
roso de personas en la prestación de un servicio, ampara en ocasiones el
anonimato en la actuación. La existencia en estos casos de un deudor contractual
(como puede ser una sociedad) o el propio profesional que ha de responder por la
actuación de sus auxiliares o dependientes minimiza el problema de la indetermi-
nación del agente que directamenta ha causado el daño, pero queda pendiente la
cuestión de qué es lo que ocurre cuando los profesionales no actúan a través de
vinculos asociativos y si, además, en cualquiera de los casos mencionados, existe
una responsabilidad autónoma del grupo de profesionales como consecuencia de
su actuación conjunta cuando no se halla determinada la causa última del daño.
Por los motivos expuestos, pasaremos a analizar con mayor detenimiento los
supuestos mencionados: la responsabilidad del arrendatario por los deterioros o
pérdida de la cosa arrendada y en particular los causados por las personas de su
casa (artículo 1.564 del C.c.); la responsabilidad de fondistas y mesoneros por las
14
En este sentido, vid. FERNÁNDEZ COSTALES, J., «La responsabilidad civil en los estadios de fút-
bol y recintos deportivos», La Ley, 1985-3, p. 952; GARRIDO CORDOBERA, L., Los daños colectivos..., cit., p.
201-202.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 119
cosas depositadas por los viajeros (arts. 1.783 y 1.784 C.c.); la responsabilidad de
los organizadores y titulares de los recintos deportivos en los espectáculos públi-
cos; y, por último la responsabilidad de los profesionales liberales en la actuación
en grupo, como casos donde la obligación de resarcir a cargo del responsable por
el daño causado por un miembro indeterminado de un grupo, tal y como lo he-
mos definido en líneas anteriores (esto es, como daño causado por dos o más per-
sonas que se hallan unidas en el desarrollo de cualquier actividad de forma concer-
tada o bien espontáneamente y en relación con las cuales exista duda sobre quién
fue el autor directo del daño), tiene solución en sede de responsabilidad contrac-
tual, por aplicación de las reglas previstas en el propio Código civil (o en otras le-
yes especiales), y donde la víctima del daño causado no ve impedido su derecho de
resarcimiento ante el anonimato del autor directo del daño.
15
Como señala MANRESA Y NAVARRO, J.M., Comentarios al Código civil español, t. X, vol. II, Madrid,
1969, p. 201, al que siguen LUCAS FERNÁNDEZ, F., «Comentario al artículo 1.564», Comentario del Código civil.
Ministerio de Justicia, t. II, Madrid, 1991, p. 1.120; Id., «Comentarios a los arts. 1.561 a 1.564», Comentarios al Código
civil y Compilaciones forales, dir. M. Albaladejo y S. Díaz Alabart, t. XX, vol. 1.º-B, Madrid, 1997, p. 1015; GON-
ZÁLEZ POVEDA, P., «Comentario al artículo 1.564», Comentario del Código civil, coord. por I. Sierra Gil de la
Cuesta, t. 7, Barcelona, 2.000, p. 576.
16
Vid. STS de 12 de enero de 1928 (CL, t. 180, n.º 45).
17
MUCIUS SCAEVOLA, Q., Código civil comentado y concordado, t. XXIV, Parte I, Madrid, 1.952, p. 576.
120 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
primero, contra quien causó los deterioros. Quedando a salvo, en el caso de que la
acción se dirija exclusivamente contra el arrendatario, el derecho de repetición de
éste frente al autor directo del daño.
24
En este sentido, CABALLERO GEA, J.A., Ley de Arrendamientos Urbanos 29/1994, de 24 de noviembre,
Madrid, 1995, p. 201.
25
SsTS de 10 de marzo de 1971 (RAJ, n.º 1654, 2º. Considerando); de 24 de septiembre de 1983
(RAJ, n.º 4677, 2.º Considerando); 7 de junio de 1988 (RAJ, n.º 4823, FD, 2.º); de 13 de junio de 1998 (RAJ,
n.º 4687, FD, 5.º); de 12 de febrero de 2001 (RAJ, n.º 850, FD, 1.º), entre otras. También llega la STS de 30
de noviembre de 1994 (RAJ, n.º 8639) a la presunción de culpa del arrendatario en caso de incendio, no por
la vía del art. 1.563, sino por la del artículo 1.183 del C.c. «precepto al que se someten los efectos derivados de
la pérdida de la cosa arrendada, en virtud de la remisión que a dicho precepto hace el art. 1.568 del propio Or-
denamiento, a su vez aplicable a la situación arrendaticia del caso (no sujeto a la legislación especial)» (FD,
2.º).
26
Vid. entre otras, STS de 12 de diciembre de 1988 (RAJ, n.º 9435), donde la Sala 1.ª basó en el FD 3.º
la responsabilidad del art. 1.563 del C.c. en la «circunstancia de que por hallarse el arrendatario en posesión de la
cosa, la más fácil demostración de que el evento dañoso se produjo por causas a él no imputables le correspon-
de, sin que ello signifique cuando así no acontece un ataque al principio constitucional de presunción de inocen-
cia». En el mismo sentido, STS de 29 de enero de 1996 (RAJ, 1997, n.º 6365), que además añade que el cumpli-
miento por el arrendador de las cláusulas del contrato en la que se le obligaba a suscribir una póliza contra
incendios no representa ni puede significar exención alguna de responsabilidades que al arrendatario le impone
la ley y concretamente el art. 1.563 del Código civil, pues tampoco asumió el arrendador todas las consecuencias
derivadas del incendio (FD, 4.º).
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 123
27
No se exonerará, por contra, cuando el incendio tenga su origen en un cortocircuito producido por
uno de los puntos de luz que la arrendataria dejaba encendido durante la noche como medida antirrobo, si la
instalación eléctrica fue realizada por la propia arrendataria (STS de 8 de noviembre de 1999 -RAJ, n.º 8008-).
28
RODRÍGUEZ MORATA, F.A., op. cit., p. 506.
29
STS de 6 de mayo de 1994 (RAJ, n.º 3715).
30
Vid. aquí, OLIVA BLÁZQUEZ, F., op. cit., p. 561 y ss.
31
LUCAS FERNÁNDEZ, F., «Comentario a los artículos 1.561 a 1.564 del Código civil», Comentarios al
Código civil y Compilaciones forales, cit., p. 1013-1014.
124 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
La importancia del turismo en nuestro país (España está considerada como una
de las tres principales potencias turísticas del mundo), ha motivado la correlativa
transcendencia del contrato de hospedaje en la práctica contractual, sin que ello haya
vendido acompañado de una adecuada regulación sistemática33. Además de la abun-
dante legislación administrativa aplicable a la materia (en particular las disposiciones
de las distintas Comunidades Autónomas), de las normas mercantiles y laborales al
uso, nuestro Código civil, en los artículos 1.783 y 1.784, recoge la responsabilidad de
los fondistas y mesoneros por las cosas depositadas por los viajeros, con tal de que
se hubiere dado conocimiento a los mismos o a sus dependientes de los efectos in-
troducidos en su casa; y que los viajeros observen por su parte las prevenciones que
dichos posaderos o sus sustitutos les hubiesen hecho sobre el cuidado y vigilancia de
los efectos. Estos artículos se consideran de general aplicación, con independencia
del carácter civil o mercantil atribuible al contrato de hospedaje.
Resulta curioso que el Código, que no se ha preocupado para nada de los da-
ños que pueda sufrir la persona del viajero, se ocupe en cambio con cierto rigor de
32
Vid. en este sentido, la STS de 19 de junio de 1984 (RAJ, n.º 3250). En dicha sentencia, la Sala 1.ª afirma
en el caso del incendio de un edificio, de acuerdo con la jurisprudencia de la vinculación del tribunal al hecho histó-
rico y no a la fundamentación jurídica de la demanda, que aunque la argumentación de la demanda en sus funda-
mentos de derecho vaya por el camino de la responsabilidad extracontractual, la sentencia impugnada que apre-
cia la culpa contractual no es incongruente, ya que la base de hecho de la demanda se refiere expresamente a la
culpa del arrendatario en el cumplimiento de sus deberes y es esa la base de hecho y el suplico, y no la funda-
mentación jurídica, la que determina la congruencia de la resolución judicial. Llegando, incluso a reconducir la
cuestión, cuando así lo plantean las partes, al ámbito de la responsabilidad extracontractual.
33
El contrato de hospedaje ha sido definido como un contrato sui generis, de carácter complejo, consen-
sual, oneroso y bilateral, de discutida naturaleza civil o mercantil, caracterizado desde siempre por una abundan-
te legislación administrativa, que se traduce en la imposibilidad de contratar si no se constata el cumplimiento de
los requisitos previstos reglamentariamente y donde se prevé el cumplimiento de una serie de obligaciones y de-
rechos a cargo de ambas partes, como es la realización de reservas y las penalizaciones por su cancelación, etc.
Esta normativa administrativa puede tener trascendencia jurídico-privada a tenor de lo dispuesto en el art. 1.258
del Código civil y a las consecuencias derivadas de la buena fe y los usos. Vid. en este sentido, BADENAS
CARPIO, J.M., «Sobre la posible publificación del contrato de hospedaje», AC, 2000-2, p. 619 y ss.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 125
los daños que puedan producirse en su equipaje. Sin embargo, esto tiene una ex-
plicación histórica. La responsabilidad de «fondistas» y «mesoneros» tiene su ori-
gen en el Derecho romano (D, 4, 9, 1) debido, entre otras razones, a la inseguridad
de los caminos y los transportes en aquellos tiempos; a la necesidad de que el via-
jero confiase en la buena fe del albergador, en la medida en que no tenía la libertad
de elección en la mayoría de las ocasiones, ni podía defender sus efectos o cosas
contra terceros, por todo lo cual era natural que la ley lo amparase, exigiendo a
aquellos una responsabilidad más rigurosa. Actualmente, este régimen no obedece
a tales planteamientos, sino a la voluntad del legislador de dar al viajero una seguri-
dad que el mismo no puede procurarse y que el hospedero puede y debe garanti-
zar34.
Dicha responsabilidad consiste en la obligación a cargo del albergador de re-
integrar al huésped los efectos que hubiere introducido en el establecimiento, in-
demnizando en caso de sustracción o deterioro y sin que se necesite culpa alguna
para que sea exigible tal responsabilidad, que sólo cesa en caso de fuerza mayor35.
A) Una cuestión discutida por parte de la doctrina ha sido la naturaleza de depó-
sito necesario de la obligación de custodia de los efectos del viajero a cargo del hospedero que le
atribuye expresamente el Código civil. GARCÍA GOYENA al explicar la verda-
dera naturaleza de esta figura, señaló que ni en el Derecho romano ni en el patrio
se consideraba a la misma precisamente como un depósito, sino como un cuasi-
contrato o arriendo36. En este sentido hay que tener en cuenta que la responsabili-
dad del hospedero no exige una entrega efectiva de los efectos, a diferencia de la
del depositario; ni desde luego el huésped es un depositante que no ha tenido po-
sibilidad de elegir “depositario” (fonda u hotel), como es el caso del deposito ne-
cesario37. Por tanto, parece lógico afirmar que en el hospedaje, ni hay depósito ni éste es
34
ENNECCERUS, L./KIPP, T./WOLFF, M., Tratado de Derecho civil, trad. Pérez González y Alguer,
2.º tomo: Derecho de obligaciones, vol. 2.º, 2.ª parte, Barcelona, 1966, p. 660.
35
PÉREZ SERRANO, N., El Contrato de Hospedaje en su doble aspecto civil y mercantil, Madrid, 1930, p. 202
y ss.
36
GARCÍA GOYENA, F., Concordancias, motivos y comentarios del Código civil español, Reimpresión de la
edición de Madrid 1852, Zaragoza, 1974, p. 879.
37
PÉREZ SERRANO, N., op. cit., p. 213 y ss., afirma que la calificación de «depósito necesario» que
hace el art. 1.783 del C.c. se debe a la traslación por parte del legislador de 1889 del art. 1.952 del Code francés,
que precisamente en esos momentos estaba sufriendo una reforma en esta materia, y al intento de justificar
otras consecuencias legales, como la posibilidad de emplear la prueba testifical y el apremio personal, ambas co-
sas posibles por tratarse del depósito necesario, que en realidad no tenían porqué justificarse en nuestro ordena-
miento. No obstante, la equiparación entre receptum cauponum y depósito necesario vino de antes, como conse-
cuencia de la obra de los comentaristas y de los juristas del Derecho común, los cuales falsearon la naturaleza
que la institución tuvo en el Derecho romano, donde no fue considerado nunca como un verdadero y propio
depósito (BONET CORREA, J., Régimen jurídico del hospedaje y hostelería, Madrid, 1955, p. 36).
126 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
un depósito necesario, a pesar del tenor del art. 1.783 del C.c., salvo cuando el huésped deposita
las joyas y demás objetos de valor en la caja fuerte del hotel. En este caso estaríamos ante un
contrato de depósito voluntario para el huésped y obligatorio para el hotelero
(atendiendo a las disposiciones administrativas aplicables) de carácter accesorio
respecto de la prestación hostelera principal38.
B) La responsabilidad por la conservación de las cosas a cargo del fondista y mesonero (expresio-
nes en las que está comprendido todo titular de una industria de hostelería, esto es, todo
establecimiento que bajo distinto nombre se dedique al hospedaje de extraños39) nace de
su «introducción» en un determinado ámbito controlado por el responsable40. Se inicia
tan pronto como llegan a poder suyo o de su personal los objetos del viajero; o desde
38
En este sentido, JORDANO FRAGA, F., «Comentario a la STS de 27 de enero de 1994», CCJC,
1994, n.º 34, p. 361-362; Id., La responsabilidad contractual, Madrid, 1987, p. 499, quien distingue dos hipótesis diversas
en la responsabilidad por los daños sufridos en las cosas del cliente: una primera, referida a las cosas que hayan sido entrega-
das a la custodia del titular del establecimiento (o sus auxiliares), donde estaríamos ante una responsabilidad que
nace de un contrato de depósito accesorio a otro principal, como el de hospedaje, con las consecuencias que ello
conlleva en cuanto a su duración, retribución (comprendida en el precio global de la prestación principal), e in-
tegración de acuerdo con la buena fe del contenido normal de la prestación principal; y otra segunda, relativa a
las cosas introducidas en el establecimiento, pero de las cuales el cliente conserva su posesión, esto es, sin entre-
garlas al mencionado titular, donde sería aplicable el régimen de los arts. 1.783 y 1.784 del C.c.
Vid. también, REPRESA POLO, M.P., Responsabilidad de los establecimientos hoteleros por los efectos introducidos por los
clientes, Madrid, 2004, p. 55 y 65 y ss. La autora considera el contenido de los arts. 1783-1784 del C.c. como una obliga-
ción de custodia integrante del contrato de hospedaje, a la que califica como custodia indirecta. Término tomado de la doc-
trina extranjera y que pretende poner de manifiesto la falta de posesión inmediata de los bienes sobre los que recae por
parte del deudor de la obligación y cuyo alcance de responsabilidad es limitado. La expresión custodia directa, por oposi-
ción a la anterior, comprendería los supuestos en los que el ejercicio de la obligación de guarda se desarrolla mediante la
posesión inmediata de los bienes, mediante la constitución de un estado posesorio típico del contrato de depósito.
39
Cfr. HERNÁNDEZ GIL, F., «Comentarios a los arts. 1.783 y 1.784», Comentario del Código civil, coord.
por I. Sierra Gil de la Cuesta, t. 7, Barcelona, 2000, p. 1.071; SÁNCHEZ HERNÁNDEZ, A., «El depósito de-
rivado del hospedaje y la responsabilidad del hospedero», Boletín de la Facultad de Derecho de la UNED, 1994, n.º 7,
p. 380 y ss., quien señala que, siguiendo el criterio del ejercicio profesional, ha de aplicarse a los hoteles, hoteles-
apartamentos, hospedajes con habitación, pensiones, albergues, moteles, así como a los establecimientos de
agroturismo, campamentos de turismo, campings y empresas dedicadas a ceder el uso y goce de apartamentos,
bungalows o villas, cuando exista conserjería. Quedando excluidos, por contra: el alquiler de pisos amueblados,
sanatorios, clínicas, balnearios y coches-cama.
Para SÁENZ DE SANTA MARÍA VIERNA («Cajas de seguridad en hoteles», RDM, 2001, n.º 240, p.
723), sin embargo, la responsabilidad por los efectos de los alojados sólo opera para las ofertas hoteleras (enten-
diéndose, por tales los hoteles de 1* a 5*; los hoteles-apartamentos de 1* a 5*; los moteles y las pensiones de 1*
a 2*) y no para la oferta extrahotelera (formada básicamente por los “campings”, los apartamentos turísticos y
los alojamientos privados).
Se ha defendido también que los arts. 1.783-1.784 del C.c. son susceptibles de aplicación, no sólo a los es-
tablecimientos hosteleros dedicados al alojamiento de extraños, sino también a todos aquellos alojamientos
abiertos al público con independencia de la actividad empresarial o profesional que desarrollen, siempre que el
cliente deba introducir efectos personales por la actividad allí prestada y sea imposible vigilar los mismos (por
ejemplo, gimnasios, piscinas, balnearios...). Así lo ha sostenido REPRESA POLO, M.P., op. cit., p. 98 y ss.
40
BADOSA COLL, F., «Comentario a los artículos 1.783 y 1.784», Comentario del Código civil. Ministerio de
Justicia, t. II, Madrid, 1991, p. 1.696 y 1.700.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 127
que aquéllos entran en el hotel; o bien desde que se colocan en el sitio establecido para
tales fines; aunque todavía no se haya formalizado el contrato de hospedaje41.
Dar conocimiento de los efectos, como dice el art. 1.783 del C.c., no consiste
en entregar los efectos al hostelero, ni realizar comunicación expresa por parte del
huésped, ni hacer relación detallada de los objetos o del contenido del equipaje;
basta que la introducción se haga a la vista del hostelero o de sus dependientes42;
basta también con dejarlos en el sitio que tales personas hayan señalado o en el es-
tablecimiento para semejantes menesteres, como dice el Código civil alemán; o
cuando los objetos, aun estando fuera del hotel, se hallan en el sitio en el que el
fondista acostumbra a ponerlos. Evidentemente, hay que tener en cuenta que pue-
de haber lugares inadecuados para dejar las maletas (como es el caso del salón de
lectura, o de TV, o el bar) por la posible afluencia o tránsito de extraños, en los que
aun no habiéndose hecho una expresa prevención o prohibición de dejarlos en ta-
les lugares, un mínimo de diligencia del huésped le advertirá del riesgo de hacer-
lo43.
La responsabilidad del hospedero tiene un fundamento objetivo, ya que la prueba
de la diligencia ya sea «in eligendo» o «in vigilando» no le exonera44. Estaríamos
ante un caso en el que, conforme a la autorización genérica del art. 1.105 del C.c.,
una norma particular ha sustituido el criterio general de imputación del régimen
de responsabilidad contractual por culpa o negligencia por otro de naturaleza ob-
jetiva45. Este fundamento objetivo se basa, como señala la mayoría de la doctrina,
en un criterio de riesgo empresarial: estamos ante una actividad generadora de
riesgos, que a su vez produce beneficios, quien ejerce la actividad hostelera debe
de soportar los riesgos que deriven de su ejercicio y que provienen de su esfera de
control, aun cuando en el hostelero o en sus auxiliares no exista culpa46.
41
PÉREZ SERRANO, N., op. cit., p. 236.
42
HERNÁNDEZ GIL, F., op. cit., p. 1072.
43
ROCA JUAN, J., «Comentario a los artículos 1.783 y 1.784 del Código civil», Comentarios al Código civil
y Compilaciones Forales, dir. M. Albaladejo, t. XXII- vol. 1.º, Madrid, 1982, p. 304.
44
BADOSA COLL, F., op. cit., p. 1.700, MARTÍN-GRANIZO, M., «Comentarios a los arts. 1.783 y
1.784», Código civil. Doctrina y jurisprudencia, dir. por J.L. Albácar López, 4.ª ed., Madrid, 1995, p. 837.
45
JORDANO FRAGA, F., «Comentario a la STS de 27 de enero de 1994», cit., p. 366.
46
Precisamente con base en este criterio algunos autores entienden que la admisión de un huésped en el
hogar familiar, aunque medie retribución, no debería equipararse a la actividad del industrial hostelero, ni por
tanto extender su responsabilidad. Así, PÉREZ SERRANO, N., op. cit., p. 220-221; SÁNCHEZ HERNÁN-
DEZ, A., op. cit., p. 381; ROCA JUAN, J., op. cit., p. 303; LÓPEZ PELÁEZ, P., «La responsabilidad en la hoste-
lería», Cuestiones sobre Responsabilidad civil, coord. M.D. Díaz-Ambrona Bardají, Madrid, 2000, p. 164.
Por el contrario, sería aplicable este régimen de responsabilidad cuando, tratándose siempre de profesio-
nales, la prestación principal (hospedaje) hubiera sido de carácter gratuito, aunque esto no sea lo normal (JOR-
DANO FRAGA, La responsabilidad contractual, cit., p. 505-506).
128 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
La responsabilidad alcanzará, por tanto, aquellos actos que vienen a ser prepara-
torios o corolario lógico del propio contrato de hospedaje y se desarrollen dentro del ámbi-
to de control del empresario, como el extravío de efectos confiados al coche del
hotel antes de empezar el contrato o de los introducidos en el establecimiento
mientras se ajusta la habitación, o en los transportados por el ómnibus del hotel
cuando el hospedaje hubiera terminado, como consecuencia del deber de protec-
ción o seguridad a cargo del hostelero, derivado de la propia ley y del principio de
buena fe (art. 1.258 del C.c.). En los restantes supuestos, la responsabilidad del
hostelero por las cosas sustraídas a los viajeros o transeúntes deberá de ir por la
vía extracontractual de los arts. 1.903 pf. 4.º y 1.902 del Código civil; o bien por la
vía contractual del depósito voluntario cuando el cliente abandona el hotel y deja
el equipaje en consigna hasta que pasa a recogerlo más tarde o cuando abandona
47
Entre otros, SÁNCHEZ HERNÁNDEZ, A., op. cit., p. 378; HERNÁNDEZ GIL, op. cit., p. 1071;
DÍEZ-PICAZO, L. / GULLÓN, A., Sistema de Derecho Civil, vol. II, 9.ª ed., Madrid, 2001, p. 417; JORDANO
FRAGA, F., «Comentario a la STS de 27 de enero de 1994», cit., p. 363; ENNECCERUS, L./KIPP, T./
WOLFF, M., op. cit., p. 662; LÓPEZ PELÁEZ, P., ibid., p. 163.
En todo caso hay que pensar que el viajero que entra en un hotel para hospedarse con sus maletas general-
mente ha realizado la correspondiente reserva y, por tanto, ha iniciado la relación contractual con el hotelero.
48
JORDANO FRAGA, F., ibid., p. 363-364.
49
JORDANO FRAGA, F., La responsabilidad contractual, cit., p. 503. En similar sentido, vid., REPRESA
POLO, M.P., op. cit., p. 69.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 129
el hotel pero confía al hostelero parte del equipaje porque va a volver al estableci-
miento50.
En lo que más directamente nos atañe, hay que señalar que según aclara el ar-
tículo 1.784, la responsabilidad del hostelero se extiende a los daños procedentes tanto
de criados o dependientes, como de extraños. La extensión de la responsabilidad del hos-
pedero alcaza los daños de cualquier auxiliar del cumplimiento, ya se encuentre
unido a aquél por una relación laboral o de cualquier otro vínculo, ya actúe como
sustituto o como simple colaborador del deudor, ya haya producido el daño como
consecuencia del cumplimiento de las obligaciones encomendadas o simplemente
éstas fueran aprovechadas como ocasión para producir el daño51. Por extraños cabe
entender tanto los huéspedes estables, como los viajeros o simplemente los que
entran y salen del establecimiento52. Entre los «extraños» no se encontraría indu-
dablemente el propio huésped, ni tampoco una persona recibida voluntariamente
por éste o que le acompañe53.
Por lo tanto, estamos ante un supuesto donde no resulta relevante la identificación
del agente directo del daño para que surja la responsabilidad del fondista, la imputación
de su responsabilidad responde a criterios objetivos. La razón de ello la daba
en cierto modo GARCÍA GOYENA al decir que dicha responsabilidad se
presta porque la fonda «es una casa pública, (y) debe ser mayor la vigilancia de
los amos», ya que de no ser así, no se atendería a la completa seguridad de los
viajeros54.
Estamos ante una responsabilidad que comprende el caso fortuito o la culpa leve del
huésped, excluyéndose sólo la fuerza mayor (una de cuyas manifestaciones es el
robo a mano armada); y, como afirma la mayoría de los autores, el daño causado
por el propio huésped o por persona que deba responder o le acompañe; o bien
por vicios de las cosas introducidas55. La exclusión de estos eventos obedece a que
50
De esta opinión, también vid. REPRESA POLO, M.P., op. cit., p. 129-132.
CEBALLOS MARTÍN (El contrato turístico de alojamiento hotelero, Granada, 2001, p. 83; Id., La regulación jurí-
dica de los establecimientos hoteleros, Madrid, 2002, p. 234), afirma, por el contrario, que incluso cuando el cliente se
encuentra fuera del hotel pero con las maletas entregadas en consigna, existiría una responsabilidad fundada en
el propio contrato de hospedaje celebrado con anterioridad y no tanto en la misma ley.
51
En contra, REPRESA POLO, M.P., op. cit., p. 102-103, que considera necesario para que el hostelero
responda por los daños producidos por sus criados o dependientes en virtud del art. 1.784 del C.c. (responsabi-
lidad contractual), que se haya producido en cumplimiento de las obligaciones encomendadas, pues en caso
contrario estaríamos dentro de la responsabilidad aquiliana del art. 1.903.4 del C.c.
52
BADOSA COLL, F., op. cit., p. 1.700; MARTÍN-GRANIZO, M., op. cit., p. 839.
53
MUCIUS SCAEVOLA, Q., Código civil comentado y concordado, T. XXVII, Madrid, 1952, p. 528.
54
GARCÍA GOYENA, F., op. cit., p. 879-880.
55
Vid. aquí PÉREZ SERRANO, N., op. cit., p. 242 y ss.; LÓPEZ PELÁEZ, P., op. cit., p. 172-173.
130 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
son extraños al riesgo empresarial, al ámbito de control del hotelero, ni los puede
evitar ni prever de acuerdo con la diligencia profesional que le es exigible56. Cuan-
do el hostelero no pueda acreditar un suceso de los mencionados, respondería del
daño o de la sustracción de los efectos.
Por «efectos» introducidos por los viajeros habrá que entender los bienes que
se encuentren en cualquiera de las dependencias del establecimiento y que hasta
allí haya llevado el viajero, siendo indiferente que este sea su propietario o no, el
simple hecho de que se sitúen en el establecimiento hotelero y hasta allí los haya
trasladado el viajero será suficiente para que nazca la obligación de custodia a
cargo del aquél57. No existe en nuestro Ordenamiento jurídico, a diferencia de
otros, un precepto que establezca un límite en la cuantía de las indemnizaciones
de los hoteleros por los daños causados en los objetos depositados, lo cual ha
sido criticado por la doctrina, sobre todo teniendo en cuenta el valor elevado que
pueden tener muchos de ellos y el carácter objetivo de la responsabilidad del hos-
telero58.
Cuando los viajeros no observaren las prevenciones que los hosteleros o sus
dependientes les hicieran sobre el cuidado de sus efectos, por ejemplo a través de
la colocación en un lugar visible de un cartel donde se diga que el establecimiento
no responde de los efectos (joyas, dinero u otros documentos) que no hayan sido
depositados por el huésped en la caja fuerte del hotel (como establece la Orden de
19 de julio de 1968)59, entendemos que no por ello se excluirá la responsabilidad
de hospedero, pues iría en contra de lo dispuesto por los artículos 1.783 y 1.784
56
Uno de los sucesos que constituye fuerza mayor es la colocación de artefactos exposivos u otros ele-
mentos por personas extrañas que contribuyan a propagar el daño. En este sentido es significativa la STS de 11
de marzo de 1988 (RAJ, n. 1961) en relación con lo sucedido en el Hotel Corona de Aragón (vid. Cap. IV, apar-
tado 9.3.2).
57
REPRESA POLO, M.P., op. cit., p. 116.
58
Sobre un estudio comparado del tema entre el Derecho español y el alemán vid. RODRÍGUEZ BU-
JÁN, J., «La responsabilidad de los Hospederos por los efectos portados por los huéspedes según el Derecho
Español y Alemán», RGLJ, 1974, n.º 1, p. 149 y ss.
59
El art. 78 de la citada Orden (BOE de 7 de agosto) se establece que: «1. En todos los establecimientos (ho-
teleros) se prestará el servicio de custodia del dinero, alhajas u objetos de valor que, a tal efecto, serán entregados, bajo recibo, por los
huéspedes, siendo responsables los hoteleros de su pérdida o deterioro, en los supuestos y en las condiciones establecidas en los artículos
1.783 y 1.784 del Código civil.
2. Sin perjuicio de la obligación a que se refiere el artículo anterior, en los establecimientos de cinco y cuatro estrellas existirán
cajas fuertes individuales a disposición de los clientes que deseen utilizarlas, a razón de una por cada veinte habitaciones, salvo que
se encuentren instaladas en éstas. De la pérdida o deterioro de los efectos introducidos en las citadas cajas fuertes no serán responsa-
bles los hoteleros, a no ser que medie dolo de ellos o de sus empleados.
3. En todas las habitaciones, apartamentos o suites, y en lugar que permita su lectura sin dificultad, figurará la indicación, en
los idiomas español, francés, inglés y alemán, de que el establecimiento no responde del dinero, alhajas u objetos de valor que no sean
depositados en la forma establecida en el número primero de este artículo».
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 131
66
La última víctima mortal de la violencia deportiva en España (Manuel Ríos), falleció el martes 7 de oc-
tubre de 2003 en los aledaños del estadio compostelano de San Lázaro por una brutal patada propinada en el hí-
gado por un miembro del grupo radical de hinchas del Deportivo denominado «Riazor Blues». Por desgracia,
hay otros nombres que añadir a la lista de fallecidos con ocasión de encuentros futbolísticos en España. Así, el
13 de enero de 1991, cinco «boixos nois» (seguidores radicales del Barcelona) causaban la muerte del joven fran-
cés Frederic Rouquier e intentaban asesinar a su compañero. Un año después, fallecía un niño de 13 años al ser
alcanzado en el pecho por una bengala lanzada desde el otro lado del antiguo estadio del Sarriá durante el parti-
do Español-Cádiz. El 8 de noviembre de 1998 moría Aitor Zabaleta, aficionado de la Real Sociedad, a causa de
una puñalada asestada por un integrante del grupo neonazi «Bastión» en los aledaños del estadio Vicente Calde-
rón (Diario ABC, jueves 9/10/2003, p. 82).
67
De acuerdo con la nueva redacción del art. 557.2 del CP: «Se impondrá la pena superior en grado a las previs-
tas en el apartado precedente a los autores de los actos allí citados cuando éstos se produjeren con ocasión de la celebración de eventos
o espectáculos que congreguen a gran número de personas. Con idéntica pena serán castigados quienes en el interior de los recintos
donde se celebren estos eventos alteren el orden público mediante comportamientos que provoquen o sean susceptibles de provocar ava-
lanchas u otras reacciones en el público que pusieren en situación de peligro a parte o a la totalidad de los asistentes. En estos casos
se podrá imponer también la pena de privación de acudir a eventos o espectáculos de la misma naturaleza por un tiempo superior
hasta tres años a la pena de prisión impuesta».
68
La masificación como fenómeno social y su relación con el Derecho ya fueron puestas hace tiempo
de relieve por la doctrina patria vid. VALLET DE GOYTISOLO, Sociedad de masas y derecho, Madrid, 1968;
DIEZ-PICAZO, L., Derecho y masificación social. Tecnología y derecho privado, Madrid, 1979, p. 26 y ss.
Es más, desde tiempos del Derecho romano ha existido una preocupación por las consecuencias dañosas
de los deportes. Cabe recordar aquí de nuevo el caso discutido del barbero que mientras estaba afeitando a un
esclavo es golpeado violentamente en el brazo por una pelota lanzada por unos jugadores, de tal modo que con
la navaja corta la garganta del esclavo (D. 9, 2, 11, pr.).
134 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
por cualquiera de las dos vías surge entre el aficionado y el titular o propietario del
recinto deportivo una relación obligacional69.
Aunque en el caso del aficionado-socio del club la problemática jurídica se
complica, al entrar en juego normas más propias del ámbito administrativo (como
aquellas que se refieren a las Asociaciones Deportivas y a los Estatutos elaborados
por los propios Clubes deportivos, que no abordaremos en el presente trabajo por
exceder de su ámbito de estudio), en ocasiones debe adquirir una entrada para ac-
ceder al estadio para determinados actos deportivos en los denominados «días del
Club». Esto permite que nos planteemos la situación desde el supuesto general del
aficionado que acude al estadio provisto de su correspondiente entrada para asistir
al espectáculo deportivo. Situación que es asimilable a la de cualquier otro especta-
dor de un espectáculo público (actuación musical, circense, etc.) y que hay que di-
ferenciar de otros supuestos en los que el tercero lesionado es un mero transeúnte
u observador que carece de la corresponde entrada.
A) La figura contractual a través de la cual el aficionado o cualquier espectador
puede acceder a un estadio deportivo o a cualquier otro recinto de grandes dimen-
siones para contemplar, por ejemplo, un partido de fútbol o una actuación musical,
no se encuentra regulada como tal contrato típico en nuestro Ordenamiento jurídi-
co. De ahí que pueda calificarse como un contrato atípico, asimilable al contrato de
representación teatral y circense o de exhibición de películas70. Incluso podría entrar
dentro de la categoría de «relación contractual de hecho», siguiendo igualmente apli-
cable en este caso la teoría tradicional de la autonomía privada71.
El carácter contractual de la relación que une al espectador con el titular del
recinto deportivo y en general con el empresario de cualquier espectáculo público,
implica que a dicha relación le son aplicables las normas imperativas del Título II,
69
FERNÁNDEZ COSTALES, J., «La responsabilidad civil en los estadios de fútbol y recintos deporti-
vos», cit., p. 951.
70
Como señala FERNÁNDEZ COSTALES, ibid., p. 952.
Vid. también aquí MESSINEO, F., Manual de Derecho civil y comercial, t. IV, trad. de S. Sentis Melendo, Bue-
nos Aires, 1979, p. 451, que menciona entre los contratos atípicos o innominados a los contratos de competi-
ción deportiva y similares; CASTRO LUCINI, F., «Los negocios jurídicos atípicos», RDN, 1974, p. 32 que enu-
mera dentro de la categoría de contratos atípicos, entre otros, al contrato de representación para espectáculos,
cinematográficos (filmación, distribución, exhibición de películas) y de toreo.
71
Haciendo en este punto una interpretación extensiva de los supuestos de «prestaciones del tráfico en
masas», donde determinadas obligaciones surgen del hecho de realizar un comportamiento sin previa declara-
ción de voluntad como ocurre en cualquier contrato (por ejemplo, la utilización de un aparcamiento de vehícu-
los, o bien de un medio de transporte de servicio público o las prestaciones ofrecidas por las máquinas automá-
ticas). Vid. aquí DE CASTRO Y BRAVO, F., El negocio jurídico, Madrid, 1985, reimp. 1991, p. 42 y ss.; DIEZ-
PICAZO, L., Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial, vol. I, Madrid, 1993, p. 135.
136 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
Libro IV del Código civil, relativo a los contratos en general, sin perjuicio de los
pactos, cláusulas y condiciones que las partes hayan acordado dentro de los límites
que para la autonomía privada marca el art. 1.255 del Código civil. Particularmen-
te importante a estos efectos resulta el artículo 1.258 del C.c. que obliga a las par-
tes «no sólo al cumplimiento de lo expresamente pactado, sino también a todas las consecuencias
que, según su naturaleza, sean conformes a la buena fe, al uso y a la ley». Esta cláusula cons-
tituye un instrumento privilegiado, como veíamos, para la integración en el con-
trato de las llamadas por la doctrina francesa obligaciones de seguridad, equivalen-
tes a los deberes de protección de la doctrina alemana.
La obligación de seguridad (o el deber de protección) generará una responsabili-
dad ex contractu cuando se produzca cualquier perjuicio sufrido por el aficionado y es-
pectador, en el estadio deportivo o en el recinto público, derivado de su incumplimien-
to. La infracción de los deberes de protección está sujeta, en cuanto a su indemnización,
al mismo régimen que las infracciones de los deberes principales o accesorios de la pres-
tación: el de la responsabilidad contractual (con su régimen de prueba y plazo), en los
términos previstos en los artículos 1.096, 1.101 y preceptos concordantes del C.c.72
B) En cuanto a la prueba del incumplimiento por parte del titular del recinto don-
de se desarrolle un espectáculo público de la obligación de seguridad que pesa sobre los
espectadores, hay que tener en cuenta que la misma dependerá de la configuración
de aquélla como una obligación de medios o bien, como parece ser más correcto,
como una obligación de resultado.
Si se la configura como una obligación de medios, la víctima del daño corre con la
carga de la prueba de la negligencia o imprudencia de la otra parte, con lo que esta-
ría incluso en peor situación que si se aplicase el régimen de la responsabilidad ex-
tracontractual.
Por ello parece oportuno la configuración de las obligaciones de seguridad
como obligaciones de resultado, por cuanto la existencia de una obligación de seguri-
dad sólo se justifica en los contratos generadores de riesgos, sobre los que el deu-
dor tiene el dominio y el acreedor no acepta73 (como es el caso del transporte de
72
Como señala CABANILLAS SÁNCHEZ, A., Los deberes de protección..., cit., p. 456 y ss.
73
De acuerdo con CABANILLAS SÁNCHEZ ibid., p. 268-269.
La configuración de los deberes de protección como una obligación de medios o de resultado, como reco-
ge dicho autor (p. 205) es una cuestión muy debatida. Así, en Francia la jurisprudencia sólo reconoce la natura-
leza de la obligación de seguridad como una obligación de resultado cuando: el contrato es de adhesión; la pres-
tación no es aleatoria para el deudor (lo cual lleva a excluir gran parte de las prestaciones médicas); el acreedor
sólo desempeña un papel pasivo, estando en manos de un profesional, de los aparatos e ingenios de éste; y, por
último, cuando el deudor tiene el dominio de las cosas que utiliza en la ejecución de los contratos, de los sucesos
que sobrevienen o de las personas de las que está encargado.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 137
personas o de los espectáculos públicos, donde el viajero espera llegar sano y salvo
a su destino o el espectador asistir simplemente a un espectáculo público, sin que
ello implique un riesgo para su persona o sus bienes). En este sentido hay que de-
cir que la misma naturaleza de la obligación de garantizar la seguridad del especta-
dor que pesa sobre el titular de un recinto deportivo, tal y como ha sido configura-
da por la normativa aplicable a estos recintos -que estudiaremos seguidamente-,
impone unos niveles de diligencia exigibles que difícilmente admitirían la prueba
de la exoneración de responsabilidad cuando se produzca un daño.
La configuración de la obligación de seguridad como una obligación de resul-
tado implica que el aficionado o espectador que sufre un daño en su persona o en
sus bienes en un recinto deportivo, o cualquier recinto en que se desarrolle un es-
pectáculo público, tan sólo tendrá que aportar la prueba de que el daño se produjo
dentro de esas instalaciones y el empresario del espectáculo deportivo o público
sólo podrá liberarse de la obligación de indemnizar daños y perjuicios, probando
que el incumplimiento se debe a caso fortuito, fuerza mayor o culpa exclusiva de la
víctima, de acuerdo con el artículo 1.105 del C.c. En otras palabras, la responsabili-
dad del empresario del espectáculo deportivo o público se objetiva por la vía de la
responsabilidad contractual y ve ampliado el plazo de su exigencia a quince años de
acuerdo con lo dispuesto en el artículo 1.964 del C.c. Todo ello con independencia
de que aquél pueda trasladar su responsabilidad por el mecanismo del contrato de
seguro a una entidad aseguradora, práctica que, por otro lado, cada día resulta más
frecuente e incluso en algunas Comunidades Autónomas es obligatoria74.
El hecho de que estemos hablando de una responsabilidad contractual implica
que la partes pueden establecer cláusulas modificativas de esta responsabilidad, te-
niendo presente en última instancia que no se puede eximir de responsabilidad el
club deportivo o empresario del recinto público en caso de incumplimiento doloso.
Cuando el aficionado o espectador sufre un daño fuera del recinto deportivo
o público la obligación de seguridad a cargo del club o del empresario de tal recin-
to dejaría de tener un carácter contractual para poder exigirse, en su caso, por la vía
extracontractual si concurrieran los elementos precisos para ello. Parece evidente
en este sentido que el control del riesgo por parte del empresario del recinto no
puede ser igual dentro que fuera del mismo.
74
Murcia, Cantabria, Canarias, La Rioja, Aragón, Andalucía, País Vasco, Castilla-León, entre otras, dis-
ponen de una ley autonómica donde se exige la suscripción de contratos de seguro por parte del empresario ti-
tular del establecimiento deportivo que cubra su responsabilidad frente a daños ocasionados a terceros. Vid. a
este respecto con mayor detalle, SEOANE SPIEGELBERG, J.L., «Responsabilidad civil en el deporte», La res-
ponsabilidad civil profesional, Cuadernos de Derecho Judicial, VII-2003, p. 596-598.
138 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
75
De hecho, todos los casos que conocemos de sentencias que han resuelto cuestiones de lesiones o da-
ños producidos en recintos deportivos lo han hecho por la vía extracontractual.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 139
76
Esta tesis del TS encuentra su respaldo en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional. Así la senten-
cia de 5 de mayo de 1982 (RTC, n.º 20) se dice que los Tribunales no tienen necesidad ni obligación de ajustarse,
en los razonamientos jurídicos que les sirven para motivar sus fallos, a las alegaciones de derecho de las partes, y
pueden basar sus decisiones en fundamentos jurídicos distintos, pues a ello les autoriza la regla del aforismo iura
novit curia. A esta sentencia le sigue el auto del TC de 16 de mayo de 1984 (RTC, n.º 295).
77
Esto es precisamente lo que se deriva de la nueva LEC, que en su artículo 218.1pf. 2.º establece que: «el tri-
bunal, sin apartarse de la causa de pedir acudiendo a fundamentos de hecho o de Derecho distintos de los que las partes hayan querido ha-
cer valer, resolverá conforme a las normas aplicables al caso, aunque no hayan sido acertadamente citadas o alegadas por los litigantes».
78
Vid. en este sentido entre otras muchas las STS de 16 de mayo de 1988 (RAJ, n.º 4308); de 6 de octu-
bre de 1992 (RAJ, n.º 7529); de 16 de diciembre de 1996 (RAJ, n.º 8971); de 18 de febrero de 1997 (RAJ, n.º
1240); de 6 de mayo de 1998 (RAJ, n.º 2934) y 9 de junio de 1998 (RAJ, n.º 3717).
En alguna de sus sentencias el TS ha respondido que el hecho de que el demandante alegue la aplicación
del art. 1.902, y realice una narración fáctica consecuente con ello, no impide que se pueda aplicar por parte del
Tribunal un régimen objetivo de responsabilidad sin incurrir en incongruencia por alteración de la causa petendi
(en este sentido, entre las más recientes vid. la STS de 21 de mayo de 2001 –RAJ, n.º 6464- donde la Sala reiteró
que es posible el cambio de punto de vista jurídico de la Sala, del art. 1.902 al 1.910, «ya que la elección de la norma
aplicable es función propia del oficio de juzgar»).
79
Así, vid. FERNÁNDEZ COSTALES, J., «Responsabilidad civil en los estadios de fútbol...», cit., p.
952 y ss.; DE CUEVILLAS MATOZZI, I., La relación de causalidad..., cit. p. 314.
140 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
82
c) Los Entes de promoción deportiva de ámbito estatal también constituyen una innovación de la vigente Ley del
Deporte. Son definidos por la misma como «asociaciones de Clubes o Entidades que tengan por finalidad ex-
clusiva la promoción y organización de actividades físicas y deportivas, con finalidades lúdicas, formativas o so-
ciales» (art. 42). Entre ellos destacan los Institutos Municipales del Deporte de los Ayuntamientos españoles.
d) Las Federaciones deportivas españolas son entidades privadas, con personalidad jurídica propia, integradas
por Federaciones deportivas de ámbito autonómico, clubes deportivos, deportistas, Ligas Profesionales, técni-
cos, jueces y árbitros, entre cuyas funciones está organizar las actividades y competiciones deportivas oficiales
de ámbito estatal y de carácter internacional que se celebren en el territorio español (arts. 30 y 33 de la Ley del
Deporte).
e) Las Federaciones deportivas españolas se constituyen en Ligas cuando existe una competición oficial de
carácter profesional y ámbito estatal (como es el caso del fútbol), integradas exclusiva y obligatoriamente por to-
dos los Clubes que participan en dicha competición. Las Ligas profesionales tienen también personalidad jurídi-
ca y gozan de cierta autonomía para su organización y funcionamiento respecto de la Federación deportiva es-
pañola correspondiente (art. 41.1 de la Ley del Deporte). Sus competencias más importantes son organizar sus
propias competiciones, en coordinación con la respectiva Federación deportiva (Vid. aquí, AGUILERA FER-
NÁNDEZ, A., op. cit., p. 111 y ss.).
142 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
prueba, competición o espectáculo deportivo de ámbito estatal o los eventos que constituyan o for-
men parte de dichas competiciones serán responsables de los daños y desórdenes que pudieran pro-
ducirse por su falta de diligencia o prevención, todo ello de conformidad y con el alcance que se pre-
vé en los Convenios internacionales sobre la violencia deportiva ratificados por España... ». Por
otro lado, el artículo 69 atribuye a los organizadores y propietarios de las instala-
ciones deportivas la obligación de garantizar las medidas de seguridad en sus recintos de-
portivos de acuerdo con lo legal y reglamentariamente establecido, asimismo añade
el mencionado precepto la exigencia de responsabilidad por el incumplimiento de
tales prescripciones. En este mismo sentido el «Convenio Europeo sobre la vio-
lencia e irrupción de espectadores con motivo de manifestaciones deportivas y es-
pecialmente de partidos de fútbol» propone como medidas a los Estados: actuar
de suerte que la proyección y la estructura de los estadios garanticen la seguridad
de los espectadores, no favorezcan la violencia entre ellos, permitan un control
eficaz de la muchedumbre, contengan barreras o vallas apropiadas y permitan la
intervención de los servicios de socorro y de las fuerzas del orden83.
En otras palabras, el legislador presupone que el estadio debe ser un lugar se-
guro para el aficionado que acude a presenciar un espectáculo deportivo, que no
debe presentar fallos en su estructura, siendo la naturaleza y entidad de cada disci-
plina deportiva la que aconseje tomar las correspondientes medidas de prudencia
y diligencia en los sistemas protectores para la tutela de los espectadores y, sobre
todo debe quedar suficientemente cubierta la vigilancia de las fuerzas del orden
público o/y la adopción de otras medidas de naturaleza privada84. No vemos que
83
Resulta en este aspecto interesante el artículo de BERMEJO VERA («Violencia y deporte: referencia su-
maria a los condicionantes de tipo urbanístico», REDD, 1993, n. º 2, p. 215 y ss.) donde se pone de manifiesto la
importancia de los elementos urbanísticos en la seguridad de los estadios. A este respecto señala que el Pleno del
Senado aprobó el 14 de marzo de 1990 el informe elaborado por la Comisión especial de investigación de la violen-
cia en espectáculos deportivos, en el que se destacaba la infraestructura inadecuada de los estadios. La Comisión
del Senado constató que los estadios: estaban construidos frecuentemente en el centro de las ciudades, lo que faci-
lita la extensión a este ámbito de cualquier tipo de violencia que se origine en el estadio deportivo; con entradas «de
pie» que favorecen la agresividad y el anonimato entre los espectadores; con ausencia o escasez de pasillos de circu-
lación interna; de lugares para los vigilantes o socorristas y una nula separación del terreno de juego y el graderío.
84
ORTÍ VALLEJO («La jurisprudencia sobre responsabilidad civil deportiva», Ar. C., 2001, n.º 1, p.
29) señala que existe una diferencia de criterio de imputación entre el art. 69 de la Ley del Deporte, donde la res-
ponsabilidad gira en torno a las medidas de seguridad y es culposa por la falta de su adopción; y el art. 63, que es-
tablece de una forma objetiva la responsabilidad del organizador y de los clubes participantes por los daños cau-
sados en los lugares donde se desarrolla la competición. La desarmonía entre ambos preceptos se soluciona, a
juicio del citado autor, a favor de una responsabilidad objetiva o sin culpa, en el entendimiento de que en tanto
se trata es de garantizar la seguridad del espectador en todo caso, el daño que éste sufre en un recinto deportivo
causado por la actividad deportiva o por las instalaciones, debería ser objeto de indemnización por parte del
propietario del mismo, el organizador o los clubes participantes, es decir, quien se beneficie de la actividad de-
portiva, salvo culpa de la víctima.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 143
exista ninguna razón que impida hacer extensiva esta afirmación a cualquier otro
espectáculo público al que se accede a través de la correspondiente entrada.
Cabe señalar también que el art. 64 de la Ley del Deporte establece que las Fe-
deraciones deportivas españolas y Ligas Profesionales deberán de comunicar a la
autoridad gubernativa con antelación suficiente los encuentros que consideren de
alto riesgo. Su declaración corresponderá a la Comisión Nacional contra la Vio-
lencia en los Espectáculos Deportivos, e implicará la obligación de los clubes y so-
ciedades anónimas deportivas de reforzar las medidas de seguridad en estos casos,
que comprenden como mínimo: el sistema de venta de entradas; separación de las
aficiones rivales en zonas distintas del recinto; y un control de acceso para el es-
tricto cumplimiento de las prohibiciones existentes85.
En otro orden de cosas, por lo que se refiere a los profesionales del deporte que fueran
lesionados durante una competición por actos de terceros, debemos tener en cuenta que al
estar ligados a su club por un contrato de trabajo, estarían cubiertos por la seguri-
dad social y serían indemnizados en aplicación de la ley sobre accidentes de traba-
jo, que no distingue, en principio, en función de que haya o no responsabilidad de
un jugador o de un tercero86. Hay que citar también el RD 849/1993, de 4 de junio,
85
La catástrofe del Estadio de Heysel durante la final de la Copa de Europa entre el Liverpool y la Ju-
ventus celebrada el 29 de mayo de 1985 puso en evidencia la insuficiencia de las medidas adoptadas en el senti-
do anteriormente indicado. El partido venía precedido de una serie de actos violentos que habían calentado ex-
traordinariamente el encuentro, lo que debería haber alertado a las autoridades para extremar la presencia de
fuerzas de la policía, no sólo fuera del estadio –como así parece que sucedió- sino también dentro, para separar
ambas aficiones. En cuanto al sistema de venta de entradas, no se hizo un seguimiento correcto de los adquiren-
tes de las mismas. De esta forma, las entradas de la grada Z, destinada a separar los grupos de seguidores italia-
nos (que ocupaban las gradas O y N) y los seguidores ingleses (que ocupaban las gradas X e Y), aunque fueron
vendidas en Bélgica y deberían haber sido adquiridas por belgas, fueron en realidad compradas por italianos que
vivían en Bélgica y por agencias de viajes que las habían revendido a su vez a italianos provenientes del extranje-
ro. La ausencia de separación de las hinchadas provocó que entre los seguidores ingleses de las gradas X e Y y
los italianos de la grada Z se desarrollaran incidentes que acabaron con el balance de 42 personas muertas, la
mayor parte italianos de la grada Z que murieron aplastados al tratar de emprender la huida ante las agresiones
de los hinchas ingleses y desplomarse un muro que bloqueaba la salida. Vid. aquí, FRÉDÉRICQ, S., «The Hey-
sel Tragedy on May 29th, 1985 and insurance coverage of the victims of sporting activities in Belgium», AIDA
Newsletter, 1987, n.º 21, p. 336 y 337.
Precisamente poco después de este triste acontecimiento los Estados miembros del Consejo de Europa
suscribieron, con fecha de 19 de agosto de 1985, el «Convenio europeo sobre la violencia e irrupciones de es-
pectadores con motivo de manifestaciones deportivas y especialmente de partidos de fútbol», que fue ratificado
por España en 1987 y constituyó la base fundamental de la Ley del Deporte de 1990.
El Reglamento para la Prevención de la Violencia en los Espectáculos Deportivos de 21 de mayo de 1993
en sus arts. 5 a 29 concreta de forma pormenorizada todas aquellas medidas que se refieren a la venta de entra-
das (arts. 5 a 14), actuaciones de las Juntas Directivas o Consejos de Administración en cuanto a la colaboración
con las autoridades gubernativas (arts. 15 a 20), separación de aficiones de los equipos contendientes (art. 26) y
acompañamiento de los grupos de seguidores en los encuentros calificados de alto riesgo (art. 27).
86
Como señala DE ÁNGEL YÁGÜEZ, R., Tratado de responsabilidad civil, cit., p. 884.
144 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
87
Sobre el resarcimiento del daño sufrido por el deportista y su valoración vid. DÍAZ ROMERO, M.R.,
«La responsabilidad civil extracontractual de los deportistas», ADC, 2000, fasc. IV, p. 1537-1539.
88
Los Tribunales franceses han considerado recientemente que las asociaciones deportivas son respon-
sables en el sentido del art. 1.384 párrafo 1.º (responsabilidad civil por hechos de otro), no del párrafo 5.º (rela-
tivo a la responsabilidad de los empresarios por las actuaciones de sus dependientes), por los daños producidos
por sus jugadores durante el curso de las competiciones deportivas, sobre la base de que aquéllas tienen por mi-
sión organizar, dirigir y controlar la actividad de sus miembros durante las competiciones deportivas en las cua-
les participan. Con ello se ha creado un nuevo supuesto de responsabilidad por hechos de otro criticado por la
doctrina. Vid. aquí las sentencias de la Corte de Casación de 22 de mayo de 1995 (JCP, Ed. G., 1995, II, n.º
22550, con nota de J. MOULY); y 3 de febrero de 2000 (D, 2000, n.º 42, J, p. 862 y ss., con nota de S. DENOIX
DE SAINT MARC).
89
Así lo advierten FERNÁNDEZ COSTALES, J., «Responsabilidad civil en los estadios de fútbol...»,
cit., p 955; DE CUEVILLAS MATOZZI, I., op. cit., p. 314.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 145
90
Vid. aquí la STS (Sala 3.ª de lo contencioso-administrativo) de 30 de octubre de 1998 (RAJ, n.º 9064).
Durante el partido de fútbol celebrado en el campo del «Sestao Sport Club» entre este equipo y el del «Real Ma-
drid CF» se produjeron varios incidentes que el árbitro del encuentro recogió en su acta, protagonizados unos
de ellos por personas indeterminadas del público asistente que lanzaron diversos objetos a una de las porterías,
lo que motivó que el árbitro suspendiera el encuentro en dos ocasiones. Otro de los incidentes, también recogi-
do en el acta, se produjo por una persona identificada por la policía, que lanzó una botella al jugador del Real
Madrid Hugo S., produciéndole una herida y teniendo que ser retirado del terreno de juego. El TS estimó que
tales hechos eran constitutivos de la infracción prevista en el art. 48 apdos. 1 y 2 del Reglamento General de la
Real Federación Española de Fútbol, que impone importantes multas y demás medidas de cierre del terreno al
club titular de los recintos deportivos en los que se produzcan incidentes de público en los propios recintos o en
sus inmediaciones, considerándose como criterios para determinar la gravedad de los incidentes, entre otros ex-
tremos, aquellos hechos que supongan perturbación o interrupción del juego o, desde luego su suspensión, repu-
tándose como factor determinante de la gravedad de los incidentes la circunstancia de que la actitud violenta no sea individualizada
sino colectiva o tumultuaria. [Vid. también en relación con dicha sentencia el comentario de FERNÁNDEZ ARRI-
BAS, J., «Una ocasión perdida (Reflexiones sobre las sanciones por incidentes de público, al hilo de la STS de 30
de octubre de 1998)», REDD, 1998, n.º 9, p. 79 y ss.].
146 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
venta de un bien91. Parece pues que todas estas condiciones las cumplen los espec-
táculos públicos, donde el organizador de la competición o del espectáculo se
compromete a través de la venta de la correspondiente entrada, a ofrecer al aficio-
nado o espectador el espectáculo que previamente ha sido anunciado en condicio-
nes mínimas de seguridad para su persona y bienes. Incluso cobraría un especial
sentido la aplicación de la citada normativa en aquellos casos en los que resulta di-
fícilmente exigible la responsabilidad contractual del titular del recinto, como
cuando el aficionado o espectador accede al local sin necesidad de comprar ningu-
na entrada.
Cabe señalar en estas líneas, la existencia de una propuesta de Directiva del Parla-
mento europeo y del Consejo relativa a los servicios en el mercado interior (presentada recien-
temente por la Comisión)92 que prevé la obligación de un seguro profesional para
aquellos servicios que entrañen un riesgo especial para la salud o la seguridad (art.
27). El art. 2 define el ámbito de aplicación de la futura Directiva («los servicios
realizados por prestadores establecidos en un Estado miembro») y en el apartado
1 del art. 4 se define «servicio» como «toda actividad económica no asalariada a
que se hace referencia en el artículo 50 del Tratado consistente en realizar una
prestación a cambio de una contrapartida económica». En concreto esta defini-
ción abarca una gama muy amplia de actividades, como son las realizadas en los
centros deportivos y parques de atracciones, la organización de ferias y los servi-
cios recreativos, entre otras. De manera que si esta propuesta de Directiva es apro-
bada finalmente, resulta previsible que en un futuro más o menos próximo el tipo
de actividad de la que estamos tratando deba estar cubierta obligatoriamente, en
cuanto a los daños que puedan derivarse a sus usuarios.
En el servicio o actividad deportiva, la responsabilidad del organizador no en-
cuentra su fundamento en la diligencia o negligencia del mismo, sino en el deber
de celebrar el acontecimiento previamente anunciado y asegurar la integridad físi-
ca de los asistentes, poniendo todos los medios personales y materiales para ello.
Tiene, por tanto, un marcado carácter objetivo que hará responsable al empresario en
todos aquellos casos en los que el espectador sufra un daño durante la celebración
del evento, salvo que éste fuere debido a su culpa exclusiva o a la de las personas de
las que deba responder civilmente (art. 25).
91
QUINTANA CARLO, I., «La responsabilidad del empresario de servicios en la Ley General para la
defensa de los consumidores y usuarios», EC, n.º extraordinario- nov. 1987, p. 51; BERCOVITZ RODRÍ-
GUEZ-CANO, R., «Comentario al art. 25 de la LGDCU», p. 681, Comentarios a la Ley General para la Defensa de los
Consumidores y Usuarios, coord. por el citado autor y J. Salas Hernández, Madrid, 1992, p. 681.
92
DCOM (2004) 2 final, Bruselas 13.1.2004.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 147
la «Real Federación Española de Fútbol» por los daños sufridos por un espectador
al encaramarse junto con otros jóvenes al muro que separaba el graderío del foso.
La Sala, apreciando el recurso de casación interpuesto, argumenta que: «El art.
63 de dicha Ley –refiriéndose a la Ley del Deporte- establece que los organizado-
res y los propietarios de instalaciones deportivas serán responsables de los daños o
desórdenes que puedan producirse en los recintos en que se desarrollan las compe-
ticiones. Por su parte, el art. 69.3.A tipifica, como infracción muy grave, la falta de
previsión o negligencia en la corrección de las anomalías detectadas y se ha com-
probado que la entidad deportiva no adoptó ninguna medida para evitar el riesgo
previsible al encaramarse los jóvenes al muro divisorio, sin desconocer la temeri-
dad que representa esa conducta por parte de los espectadores, por lo que debe ad-
mitirse una concurrencia de culpas, con base en la cual debe moderarse la indemni-
zación solicitada, y habida cuenta de la edad del accidentado, de las secuelas que le
acarrearon las lesiones y del subsiguiente daño moral, ciframos la indemnización a
satisfacer por los responsables solidarios en la suma de cuatro millones de pese-
tas».
Llama la atención en esta sentencia el hecho de que se condene, junto al Club
de fútbol Betis Balompié, a la Federación Española de Fútbol, por cuanto a ésta
tan sólo le corresponde la función de organizar las actividades y competiciones
deportivas oficiales de ámbito estatal y de carácter internacional que se celebren
en el territorio español (arts. 30 y 33 de la Ley del Deporte) y no la vigilancia de la
seguridad de los espectadores en un concreto evento deportivo, como señalará la
posterior STS de 22 de diciembre de 1999.
Otro supuesto donde existe incumplimiento de la obligación de garantizar la
seguridad de los espectadores sería, por ejemplo, el caso resuelto por la SAP de
Madrid de 17 de junio de 199697. En ella se establece la responsabilidad directa de la
sociedad anónima deportiva por los daños sufridos por un aficionado al que al-
guien lanzó una parte de asiento desprendida de su base. Aunque en ese partido
calificado de «alto riesgo» había 149 vigilantes, que según el delegado gubernativo
para la seguridad en el estadio eran más que suficientes, ninguno de esos agentes o
la fuerza pública pudo impedir la conducta que originó las lesiones padecidas por
el actor.
Estos hechos ponen de relieve –a juicio de la Sala- que las medidas adoptadas
fueron insuficientes: «no ya sólo por la aplicación de la teoría de la responsabilidad
objetiva con inversión de la carga de la prueba sino porque la entidad deportiva deman-
dada no cumplió con su obligación de asegurar la integridad física de todos los asistentes y sin po-
97
AC, 1996, @ 2604.
150 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
der aceptar que por tratarse de un partido de alto riesgo no se le podía exigir más,
porque en tales supuestos los encuentros de alto riesgo sólo serían presenciados
por los seguidores radicales de los equipos intervinientes y es hecho notorio que
tales partidos reúnen un gran número de espectadores que con frecuencia colman
el aforo de los recintos deportivos» (FD 4.º).
Dentro de los anteriores postulados se inscribe también la SAP de Madrid de
21 de diciembre de 200098, en la que la actora sufrió fractura de peroné de la pierna
derecha por la agresión de un espectador, cuya identidad no pudo ser determina-
da, cuando repelía otra agresión precedente causada a su sobrino en un encuentro
entre el «Atlético de Madrid CF» y el «Real Madrid, CF».
La Sala consideró que la actuación del Club Atlético, en cuyas instalaciones se
había disputado el encuentro, infringía la Ley del Deporte, y en particular el art. 63,
por cuanto: «no se ha justificado por la entidad deportiva demandada que adoptase
ninguna medida para evitar el riesgo previsible a que se ha hecho mención o que
los pretendidamente adoptados resultasen eficaces, pues la producción del hecho
evidencia por sí sólo res ipsa loquitur –que algo quedó por prevenir y que la diligen-
cia no fue exquisita, procediendo la revocación de la sentencia impugnada y la de-
claración de responsabilidad pretendida».99
Dentro de las medidas de protección a cargo de los organizadores de espectá-
culos deportivos, el art. 67 de la Ley del Deporte prohíbe en las instalaciones en
que se celebren competiciones deportivas la introducción y venta de toda clase de
bebidas alcohólicas, así como de bengalas o fuegos de artificio, impidiéndose la entrada
a todas aquellas personas que intenten introducir tales objetos.
Presenta gran interés al respecto la STS de 22 de diciembre de 1999100, en cuanto
en ella confluyen el incumplimiento por parte de la entidad gestora del recinto
deportivo de las medidas generales contempladas en los arts. 67 a 69 de la Ley del
Deporte. Los hechos del caso que motivaron la sentencia tuvieron lugar durante
el partido de Fútbol Sala entre los equipos Fútbol Sala Toledart y Club Fútbol
Sala Balbull, celebrado el día 4 de mayo de 1991 en el Pabellón de Deportes Salto
del Caballo, cuya titularidad corresponde al Ayuntamiento de Toledo, aunque era
98
AC, 2001, @ 504.
99
En parecidos términos se pronuncia la SAP de Madrid de 11 de abril de 2003 (RJ, n.º 1386), que con-
sidera responsable al Club deportivo de las lesiones sufridas por un espectador, ubicado tras una de las porte-
rías, al recibir un balonazo cuando presenciaba un partido en su asiento; y ello en la medida en que «se produjo
por falta de la debida diligencia al omitir las medidas de seguridad, redes detrás de las porterías, con independen-
cia de las exigencias reglamentarias, que suelen predeterminar garantías mínimas, pudiendo ampliarlas cada club
de fútbol».
100
RAJ, n.º 9206.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 151
104
Vid. GRANADO HIJELMO, I., «Las competencias de las Comunidades Autónomas en materia de
Derecho deportivo», REDD, 1993, n. º 1, p. 51 y ss.
105
Como señala FERNÁNDEZ COSTALES, J., «La responsabilidad civil deportiva», Perfiles de la respon-
sabilidad civil en el nuevo milenio, coord. por J.A. Moreno Martínez, Madrid, 2000, p. 236.
106
CASTILLO BLANCO, F.A. / ROJAS MARTÍNEZ DEL MÁRMOL, P., Espectáculos públicos y activi-
dades recreativas: Régimen jurídico y problemática actual, Valladolid, 2000, p. 17. Estos mismos autores señalan el carác-
ter supletorio que tiene el Reglamento de Policía de Espectáculos públicos y Actividades Recreativas, aprobado
por RD de 27 de agosto de 1982, respecto de toda la normativa específica estatal para determinados espectácu-
los públicos (como los espectáculos deportivos o los taurinos), así como autonómica en general. Las competen-
cias previstas en el citado Reglamento en orden a la efectiva protección de bienes, valores, derechos, intereses y
personas, están atribuidas de modo especial a las autoridades municipales.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 155
tervención de las fuerzas de seguridad, ello se conciba como elemento integrante del
sistema preventivo habitual del control del espectáculo. En suma, la policía de espec-
táculos se caracterizará por el hecho de que sus medidas o disposiciones permitan el
desarrollo ordenado del acontecimiento, según la naturaleza del espectáculo de que
se trate, sin necesidad de recurrir a medidas extraordinarias, pues cuando aquéllas
puedan resultar insuficientes para garantizarlo será necesario arbitrar medidas de es-
tricta “seguridad pública” (STC 54/1990, de 28 de marzo, F. 3)» 108.
Así, son competencia del Estado las disposiciones generales relativas a: las instala-
ciones de los recintos; las condiciones de los billetes de entrada; las actuaciones de las
Juntas Directivas o Consejos de Administración; las condiciones de los envases de pro-
ductos que se introduzcan o vendan en las instalaciones deportivas; los cometidos y
obligaciones del personal al servicio de los organizadores; las funciones de las Fuerzas y
Cuerpos de Seguridad; la determinación de las funciones y cometidos de las autoridades
gubernativas encargadas de la organización y coordinación de los servicios de seguridad.
Centrándonos en la responsabilidad de la Administración pública por los daños causados
a espectadores, debemos señalar que aquélla está obligada a indemnizar cualquier le-
sión que sufre un particular por el funcionamiento normal o anormal de un servicio
público. Por «servicio público» cabe entender el de policía dirigido a garantizar la
«seguridad pública» frente a los riesgos que se pudieran derivar para las personas o
bienes del comportamiento de aquellos que participen o presencien un espectáculo
público. Dicha obligación de seguridad rige con especial rigor en los partidos de fút-
bol profesionales y en aquellas competiciones calificadas de alto riesgo (de acuerdo
con lo establecido por el RD 769/1993 y por la STC 148/2000). Correspondiendo a
la policía de las correspondientes CC. AA velar por el buen orden de los espectácu-
los en general y deportivos no calificados de alto riesgo.
La obligación indemnizatoria a cargo de la Administración tiene un marcado
carácter objetivo, en tanto surge salvo que la lesión sea debida a fuerza mayor, con-
forme preveía en un principio el artículo 40.1 de la Ley de Régimen Jurídico de la
Administración del Estado. Este principio de responsabilidad objetiva y directa a
cargo de la Administración se halla consagrado constitucionalmente en el artículo
106.2 y ha sido desarrollado posteriormente en el Título X de la Ley 30/1992 de
Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Adminis-
trativo Común, cuyos artículos 139 a 146 contienen las normas sobre la responsa-
bilidad patrimonial de las Administraciones públicas, recientemente modificadas
por la Ley 4/1999 de 26 de noviembre. Del conjunto de normas expuesto se infie-
re que no constituyen causas de exoneración de responsabilidad a favor de la Ad-
108
Sobre un mayor estudio del tema vid. GAMERO CASADO, E., Las sanciones deportivas. Régimen discipli-
nario, violencia y espectáculo, dopaje, Barcelona, 2003, p. 487 y ss.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 157
Hemos tenido ocasión de comprobar cómo los titulares de los recintos públi-
cos y en particular de los deportivos responden de los daños producidos a espec-
tadores y terceros cuando su acción u omisión es causa del daño ocasionado por
no tomar las medidas adecuadas para garantizar la seguridad de los asistentes a
este tipo de espectáculos, a la que se le une también la responsabilidad de las fuer-
zas públicas de seguridad. Pero ¿qué es lo que ocurre cuando se puede identificar
al grupo de hinchas o supporters que ha causado materialmente el perjuicio?
Es por todos conocido el hecho de que dentro del grupo de los simpatizantes o
hinchas existe en cada club deportivo un grupo que es especialmente violento. Se ca-
racteriza porque suelen ocupar lugares estratégicos dentro del estadio y son quienes
más disturbios ocasionan, responden a un cabecilla definido, tiene nombres de gue-
109
En este sentido, GARRIDO CORDOBERA, L., Los daños colectivos..., cit., p. 210; DE CUEVILLAS
MATOZZI, I., La relación de causalidad..., cit., p. 316.
110
Así, PALAZÓN GARRIDO («Reflexiones sobre la responsabilidad civil por los actos violentos cometidos
por las masas de espectadores en los espectáculos deportivos», RJD, 2002-2, p. 61) opina también que en el exterior del
recinto deportivo la función de seguridad atañe exclusivamente a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
158 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
rra y roles perfectamente definidos. Estas circunstancias implican que el grupo esté
compuesto por miembros perfectamente determinados o determinables111. La ac-
tuación de sus integrantes, cuando lo hacen dentro del grupo, suele llevarles a perder
la justa apreciación de las circunstancias que los rodean y a adquirir un protagonis-
mo exultante dentro y fuera del campo. Los clubes deportivos conocen su existencia
y tienen muchas veces un peso muy grande dentro de su estructura112.
Cuando de la actuación de estos grupos violentos se derivara algún daño dentro
del recinto deportivo, existiría una responsabilidad personal, directa y concurrente en-
tre los titulares de los clubes deportivos, la Administración del Estado y los miembros
del grupo, a efectos de una posible acción indemnizatoria instada por el perjudicado.
La responsabilidad del grupo de hinchas (también conocidos como supporters, hooligans
o tiffossis) derivaría de la aplicación de las reglas generales anteriormente expuestas en
orden a determinar la llamada responsabilidad colectiva o del grupo: falta de individua-
lización del autor directo del daño y concurrencia en cada uno de los miembros del
grupo de una actuación culposa que haya podido ser la causa del daño113.
La Ley 53/2002, de 30 de diciembre, de Medidas Fiscales, Administrativas y del
Orden Social ha introducido ciertas modificaciones en la Ley del Deporte en orden a
111
Como señala GARRIDO CORDOBERA, L., Los daños colectivos..., cit., p. 211-212.
112
Es interesante en este sentido la solución ofrecida por el art. 6 de la Ley portuguesa num. 38/1998, de 4 de
agosto que forma parte del marco jurídico de prevención y sanción de la violencia en el deporte de aquel país. Así, se-
gún la mencionada disposición, el apoyo a los grupos de seguidores, por parte de los promotores de espectáculos de-
portivos, solamente puede tener lugar si esos grupos se constituyen como asociaciones y se encuentran registrados en
tal condición en la federación o en la liga de la respectiva modalidad, disponen de un registro organizado y actualizado
de sus afiliados y no adoptan señales, símbolos o expresiones que inciten a la violencia, racismo o xenofobia. Significa
este marco legal que al legislador no le parece extraña una cierta relación de los grupos de seguidores con los clubes
deportivos, aprovechándose de esta situación para establecer una primera fórmula de fiscalización de la organización
y actividades de estos grupos de seguidores o supporters (MEIRIM, J.M., «La prevención y sanción de las manifestacio-
nes de violencia asociadas al deporte en el marco jurídico portugués», REDD, 2000, n.º 12, p. 161).
113
Cuando el autor del incidente esté identificado e individualizado, concurriría la responsabilidad de
éste en virtud del art. 1902 y la responsabilidad del club u organizador del espectáculo por incumplir su obliga-
ción de garante de la seguridad (tanto desde una perspectiva contractual derivada de los deberes de protección,
como extracontractual por la convergencia del art. 1.902 del C.c. en relación con los arts. 63 y 69 de la Ley del
Deporte). En similar sentido, PALAZÓN GARRIDO (op. cit., p. 58). Por el contra ORTÍ VALLEJO (op. cit., p.
30-31) entiende que en principio «es indiferente que los alborotadores estén personalmente individualizados o
no. Tanto en un caso como en otro y puesto que el art. 63 no distingue, la responsabilidad por los daños recaerá
en todo caso sobre los sujetos a que se refieren tales preceptos salvo que el daño proceda de actos aislados de
una o varias personas perfectamente individualizadas, en cuyo caso éstas serán las únicas responsables. Los da-
ños que cubre la Ley son los derivados de las conductas violentas de grupos de espectadores, es decir, que se
exigiría una conducta derivada de una pluralidad». Y añade el citado autor que cuando dentro del grupo se pue-
den identificar a los culpables y siempre que no sea un acto aislado, seguirán respondiendo los sujetos que seña-
lan los arts. 63 y 69, como si de un supuesto de responsabilidad por hecho ajeno se tratara. Aunque dicha res-
ponsabilidad no excluye que posteriormente se puedan dirigir contra los alborotadores.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 159
evitar la actuación de grupos violentos de hinchas. Así, por un lado, declara la respon-
sabilidad de los jugadores, técnicos, directivos y demás personas sometidas a discipli-
na deportiva por los actos que puedan ser contrarios a las normas o actuaciones pre-
ventivas de la violencia deportiva –como pueden ser actos que inciten al vandalismo
o calienten el partido- (art. 63.2). Por otro lado, cuando estemos ante individuos que
incumplan las prohibiciones contenidas en el art. 66.2 (relativas a la introducción, te-
nencia o lanzamiento en los recintos donde se desarrollen espectáculos deportivos de
armas u objetos similares, bengalas, petardos, explosivos, etc.) o que hayan participa-
do en actos de exaltación xenófoba, racista o de apoyo y justificación a acciones vio-
lentas o terroristas, se les podrá prohibir el acceso a cualquier recinto deportivo por
un período entre 5 meses y cinco años [art. 69.5 a)]114. Dichas medidas van acompa-
ñadas de otras de carácter penal que sancionan la conductas de aquellos que actúan de
forma violenta en los espectáculos públicos y deportivos, además de con la corres-
pondiente pena, a través de la privación de acudir a eventos o espectáculos de la mis-
ma naturaleza por la que fueron sancionados penalmente (por causar desórdenes pú-
blicos), por un tiempo superior de hasta tres años (de acuerdo con la nueva redacción
del art. 557 del CP operada por la LO 15/2003, de 25 de noviembre, por la que se
modifica la LO 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal).
En fin, y tras todo lo expuesto hasta ahora, solo nos resta señalar que la au-
sencia de una norma legal que contemple el conjunto de problemas y responsabi-
lidades que se derivan de la asistencia a espectáculos deportivos, unido a la magni-
tud de los daños derivados de la violencia en el deporte, ha movido a algún autor a
proponer de lege ferenda la creación de una ley de carácter objetivo, basada en el ries-
go de la actividad por parte de las entidades deportivas, con el correlativo seguro
114
Italia representa actualmente el país que tiene un sistema más completo e integrado de lucha contra la
violencia deportiva. Las diversas disposiciones normativas promulgadas al efecto (contenidas en la Ley de 13 de
diciembre de 1989, n.º 401, posteriormente modificada por las leyes de 24 de febrero de 1995, n.º 45 y por el
Decreto-ley de 20 de agosto de 2001, n.º 336, este último controvertido, con modificaciones en la Ley de 19 de
octubre de 2001, n.º 377) han contribuido decisivamente a disminuir en un 28% en la temporada de la Liga
2001-2002 los incidentes violentos en los estadios italianos. Según datos publicado en el ABC (martes 7/5/
2002, p. 73), el número total de heridos bajó a su vez un 42% (de 1.089 a 723). Por otro lado, aumentaron las de-
tenciones (un 8%) y las denuncias contra aficionados implicados en incidentes (5%). Además, según las autori-
dades italianas esta disminución de la violencia afectó, aparte de los estadios, a lugares de paso de los «tifosi»,
como estaciones ferroviarias (72% menos de daños esta temporada) o áreas de descaso de las autopistas (80%
menos de daños). El mayor control y actuación preventiva de las fuerzas de seguridad, con la utilización de vi-
deocámaras que permiten la identificación de los causantes de los desórdenes, así como la conjunción de una se-
rie de medidas de naturaleza disciplinaria, administrativa y penal, han motivado esta tendencia. En particular,
constituye un eficaz instrumento de prevención de la violencia la obligación de personarse en dependencias po-
liciales en las jornadas en que se encuentre prevista la celebración de algún encuentro a quienes hayan sido de-
clarados culpables de delitos o faltas contra la seguridad en los espectáculos deportivos (Vid. con más detalle,
GAMERO CASADO, E., Las sanciones deportivas, cit., p. 523 y ss.).
160 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
En los últimos tiempos hemos asistido a una evolución del ejercicio de las pro-
fesiones liberales como consecuencia de los cambios producidos en el orden econó-
mico y social. Factores como el gran coste de los utensilios necesarios para el traba-
jo; las nuevas tecnologías, que exigen una cada vez una mayor especialización; la
diversidad de servicios que reclama el cliente; la mayor prevención en cuanto a la in-
certidumbre de los ingresos (particularmente en los jóvenes que empiezan) y la ne-
cesidad de una actualización continua en el saber profesional, han influido de forma
decisiva en la manera tradicional de entender el ejercicio de la profesión liberal, en
donde el asesoramiento aislado del profesional se ha visto sustituido en muchas oca-
siones por una labor de equipo, siendo también cada vez más habitual trabajar por
cuenta de un tercero o la llamada «societarización» del ejercicio profesional116.
Aunque Europa está todavía lejos de alcanzar las cotas americanas, no resultan
extraños los despachos profesionales con un nutrido grupo de abogados, los estu-
dios de arquitectura en los que participan varios arquitectos, arquitectos técnicos y
delineantes, o en el sector médico las clínicas donde intervienen diversos profesio-
nales médicos. La utilización creciente de estas formas de organización colectiva in-
cide en las relaciones entre el profesional liberal y el cliente, en la medida en que en
ocasiones se pierde el contacto personalizado o bien la participación de un grupo
más o menos numeroso de personas en la prestación del servicio favorece el anoni-
mato en la actuación, lo que genera nuevos interrogantes sobre el fundamento y los
límites de la responsabilidad del profesional por su actuación, así como del propio
grupo, dotado o no de personalidad jurídica, frente a la clientela.
Los instrumentos jurídicos a través de los cuales se puede llevar a cabo la in-
tegración o agrupación de profesionales que persiguen una finalidad común, van
desde el contrato de colaboración, la sociedad de medios, o las sociedades de «en-
gineering», pasando por las más tradicionales como la comunidad de bienes, la so-
ciedad civil y las sociedades de capitales, que constituyen la base jurídica de lo que
115
Así lo ha sostenido DE CUEVILLAS MATOZZI, I., La relación de causalidad..., cit., p. 315-316.
116
Sobre los motivos que han inclinado a los profesionales liberales al ejercicio en grupo vid. LYON-
CAEN, G., L’exercice en société des professions libérales en Droit français, París, 1975, p. 27 y ss.; LAMBOLEY, A., La
Société Civile Professionnelle. Un nouveau statut de la profession libérale, París, 1974, p. 6 y ss.; MEZQUITA DEL CA-
CHO, J. L., «Las sociedades de profesionales», ASN, t. VII, Madrid, 1993, p. 346 y ss.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 161
117
Siguiendo los casos señalados por YZQUIERDO TOLSADA, M., «La responsabilidad de los profe-
sionales liberales en el ejercicio en grupo», El ejercicio en grupo de profesiones liberales, eds. B. Moreno Quesada, K. J.
Albiez Dohrmann y J.L. Pérez-Serrabona González, Granada, 1993, p. 474 y ss.
118
En esta línea el art. 21 del Código Deontológico de la Abogacía Española, aprobado por el Pleno del
Consejo General de la Abogacía Española de fecha 27-9-2002 y modificado en fecha 10-12-2003, dispone que
«El abogado deberá tener cubierta, con medios propios o con el recomendable aseguramiento, su responsabili-
dad profesional, en cuantía adecuada a los riesgos que implique». Legislativamente tenemos la LOE que instaura
un régimen de seguros obligatorios para los agentes de la edificación (art. 19). Igualmente en el art. 46 de la Ley
44/2003, de 21 de noviembre, de ordenación de las profesiones sanitarias (BOE 22 de noviembre 2003, n. 280)
instaura el seguro obligatorio para el profesional que actúe en la actividad privada, así como para las personas ju-
rídicas o entidades de titularidad privada que presten cualquier clase de servicios sanitarios.
162 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
119
En este sentido, vid. CAPILLA RONCERO, F., «Sociedades de profesionales liberales. Cuestiones
sobre su admisibilidad», El ejercicio en grupo de profesiones liberales, eds. por B. Moreno Quesada, K. J. Albiez Dohr-
mann y J. L. Pérez-Serrabona González, Granada, 1993, p. 228 y 231; MORENO-LUQUE CASARIEGO, C.,
Sociedades profesionales liberales, Barcelona, 1994, p. 40-41; GARCÍA PÉREZ, R., El ejercicio en sociedad de profesiones
liberales, Barcelona, 1997, p.64-65; CAMPINS VARGAS, A., La sociedad profesional, Madrid, 2000, p. 60.
120
Como señala CAMPINS VARGAS, A., ibid., p. 35.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 163
123
CAMPINS VARGAS, A., ibid.., p. 39.
Sobre la distinción entre sociedades internas y externas vid. PAZ-ARES, C., «Comentario al art. 1.669 del
Código civil», Comentario del Código civil. Ministerio de Justicia, t. II, Madrid, 1991, p. 1352-1354, quien afirma que el
criterio de distinción ha de buscarse en la misma estructura de la sociedad. Así, mientras que la sociedad interna
es la sociedad que se estructura como vínculo (como es el caso de las sociedades profesionales de medios); la so-
ciedad externa es la sociedad que se estructura como organización (para tener relaciones externas). La primera
es una mera relación obligatoria y la segunda es un sujeto de derecho.
124
En este sentido, CAMPINS VARGAS, A., ibid. loc. cit.; PAZ-ARES, C., ibid., p. 1368.
Sin embargo, DÍEZ-PICAZO y GULLÓN (Sistema de Derecho civil, vol. II, cit., p. 471) mantienen, frente a la
postura expuesta, que la responsabilidad regulada en el art. 1.689 del Código civil deberá aplicarse a los socios
de las sociedades internas, de manera que los socios responderían de las deudas de la sociedad, aunque no de
forma solidaria.
Con todo, conviene tener presente que las sociedades de medios pueden estar dotadas de personalidad ju-
rídica, y estar sometidas al derecho especial de sociedades, cuando se constituyen bajo la forma de Agrupaciones
de Interés Económico (que justamente está prevista para el desarrollo de tales fines en el art. 3.1 de la Ley 12/
1991, de 29 de abril, que las regula) o de Cooperativas de Servicios (art. 139 de la Ley General de Cooperativas
de 2 de abril de 1987), resultando más ventajosas, en cuanto a su estructura organizativa (más sencilla) y al régi-
men jurídico aplicable, las primeras respecto de las segundas (como señalan CAPILLA RONCERO, F., «Socie-
dades de profesionales liberales...», cit., p. 219; MORENO-LUQUE CASARIEGO, C., op. cit., p. 35).
También se ha sugerido que, pudiendo constituirse una sociedad civil que tenga por objeto el solo uso de
determinados bienes (art. 1.678 del C.c.) podría considerarse que la sociedad de medios encajaría dentro de este
supuesto de sociedad civil particular (así, ALBIEZ DOHRMANN, K.J., «Las agrupaciones societarias y no so-
cietarias de profesionales liberales», Estudios de Derecho civil en Homenaje al Profesor Dr. José Luis Lacruz Berdejo, vol.
I, Barcelona, 1992, p. 36).
125
En este sentido, vid. CAMPINS VARGAS, A., op. cit., p. 47; PAZ-ARES, C., «Comentario al artículo
1.678 del Código civil», cit., p. 1404; Id., «Las sociedades profesionales (Principios y bases de la regulación pro-
yectada)», RCDI, 1999, n.º 653, p. 1259; MORENO-LUQUE CASARIEGO, C., op. cit., p. 35; GARCÍA PÉ-
REZ, R., op. cit., p. 56-57.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 165
126
Conviene distinguir aquí, como ha señalado FERNÁNDEZ COSTALES («Las sociedades de médi-
cos», El ejercicio en grupo de profesiones liberales, eds. B. Moreno Quesada, K. J., Albiez Dohrmann y J. L., Pérez-Se-
rrabona González, Granada, 1993, p. 357 y ss.) entre sociedades de médicos y sociedades médicas. Así, mientras
que las primeras se refieren a las sociedades estrictamente profesionales, que tienen por objeto el ejercicio en
común de una profesión; las sociedades médicas, serían «sociedades de carácter mercantil, formadas por accio-
nistas de todo tipo o estrictamente por accionistas médicos con una finalidad meramente empresarial o de ca-
rácter mixto, es decir, empresarial y médica en cuanto a su ejercicio» (p. 361). Dentro de estas últimas se encon-
trarían las Sociedades Anónimas, Mutualidades de Seguros; las Mutualidades de Previsión Social, siempre que
su afiliación tenga carácter voluntario; y los Servicios asistenciales organizados por empresas.
127
A este respecto, hay que tener en cuenta la resolución de la DGRN de 2 de junio de 1986 (RAJ, n.º
3837), que se pronunció sobre la nota calificadora del Registrador Mercantil que no procedió a la inscripción de
una sociedad de responsabilidad limitada, que tenía por objeto «prestar toda clase de servicios y asesoramientos
a empresas o personas físicas, contables, fiscales, jurídicas, de administración, gestión y representación», por
cuanto consideraba que la prestación de tales servicios «exige titulación académica incompatibles con la perso-
nalidad jurídica de las sociedades». La Dirección General distinguió al efecto, por un lado, las sociedades mer-
cantiles cuyo objeto es una actividad profesional en sentido estricto, actividad profesional presidida por el per-
sonalismo y la reserva legal a ciertas categorías de profesionales (que han de poseer una específica titulación
profesional), por lo que resultan inadmisibles (y, en consecuencia se niega su inscripción en el registro); y las so-
ciedades mediadoras, que no proporcionan al solicitante la prestación que está reservada al profesional, sino que
sirven de intermediarias para que éste las realice y de coordinadoras de diferentes prestaciones específicas, y
que, en general, resultan admisibles. Con base en estas consideraciones revocó la nota calificadora, interpretan-
do que la cláusula estatutaria donde se describía el objeto social de la sociedad había de entenderse como una
sociedad del segundo tipo. Vid. aquí los comentarios críticos a dicha resolución de CAPILLA RONCERO, F.,
«Sociedades de profesionales liberales...», cit., p. 228; ALBIEZ DOHRMANN, K.J., «Las agrupaciones societa-
rias...», cit., p. 27-28, GARCÍA PÉREZ, R., op. cit., p. 61; CAMPINS VARGAS, A., op. cit., p. 48-49.
Vid. igualmente en este sentido la RDGRN de 23 de abril de 1993 (RAJ, n.º 3.006 y la nota realizada a la
misma por F. VICENT CHULIÁ en RGD, 1993, p. 11972 y ss.).
166 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
143
las formas lícitas en Derecho deberá «estar integrada exclusivamente por Abogados en ejercicio, sin limitación de núme-
ro...Tanto el capital como los derechos políticos y económicos habrán de estar atribuidos únicamente a los Abogados que integren el
despacho colectivo»), así como la necesidad de su inscripción en el Registro Especial correspondiente al colegio
donde tuviese su domicilio (art. 28.3).
Este criterio ha sido también recogido en el texto del Anteproyecto de Ley de Sociedades Profesionales -
art. 7- (vid. GARCÍA MÁS, F. J., op. cit., p. 34 y ss.), donde se hace referencia a la inscripción en el Registro Pro-
fesional de las sociedades profesionales como medio para su integración en dichos colegios profesionales y su
sometimiento a la disciplina deontológica.
144
De acuerdo con FERRI («La società di professionisti», Riv. dir. comm., 1972, I, p. 236) el hecho de que
sea connatural a toda relación profesional el elemento fiduciario, no impide que dicho elemento se desplace del
profesional particular a un grupo de profesionales como tales.
No resulta extraño, en este sentido, que el cliente deposite su confianza en un grupo de profesionales que
integran una sociedad (como es el caso de un bufete de reconocido prestigio o de una determinada clínica). Por
lo tanto, la elección del cliente puede recaer perfectamente sobre un grupo de profesionales que forme parte de
una sociedad, antes que en un profesional concreto.
145
Así, CAPILLA RONCERO, F., «Sociedades de profesionales liberales...», cit., p. 245. ALONSO PÉ-
REZ (Los contratos de servicios de abogados..., cit., p. 265) va más allá afirmando que no «es fundamental en las rela-
ciones contractuales existentes entre los profesionales y los particulares a quienes aquéllos atienden, la confian-
za entre ellos. Aunque la hubiera, resulta indiferente para el Ordenamiento jurídico».
146
PAZ-ARES, C., «Comentario al art. 1.678 del C.c.», cit., p. 1406; Id., «Las sociedades profesionales...»,
cit., p. 1262-1263.
De hecho según el Estatuto General de la Abogacía: «los Abogados miembros de un despacho colectivo tendrán plena
libertad para aceptar o rechazar cualquier cliente o asunto del despacho, así como plena independencia para dirigir la defensa de los
intereses que tengan encomendados» (art. 28.5).
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 171
147
Se ha señalado a este respecto que la actuación de los Colegios profesionales al incluir en sus estatutos
normas relativas al ejercicio en sociedad de las profesiones liberales, supone una extralimitación de sus compe-
tencias respecto a una materia que se halla bajo la cobertura de la reserva de ley del art 36 de la CE, por cuanto
el contenido de los Estatutos debería centrarse en aspectos complementarios de la regulación que establece la
ley, siendo sólo admisible la intervención colegida en cuestiones que afecten a las relaciones internas entre cole-
giados, pero no a las obligaciones sociales de los colegiados con terceros cuando no existe cobertura legal para
ello (así, LECIÑENA IBARRA, A., «Competencia estatutaria en la regulación de los despachos colectivos: el
artículo 28 del Estatuto General de la Abogacía», AC, 2002, n.º 26, p. 857 y ss.)
148
Cabe señalar aquí que en el anterior texto de 1989 se hablaba de asociación, pero se advertía que «en
modo alguno se permitirá el ejercicio de la profesión libre en nombre de a una asociación o sociedad que tenga personalidad jurídica
distinta de la de sus miembros».
149
De forma más vaga y general el nuevo Código de deontología médica, aprobado por la Organización
Médica Colegial el 10 de septiembre de 1999 [información obtenida de la Asociación Española de Derecho Sa-
nitario (AEDS)], regula en su artículo 33 el ejercicio de la medicina en equipo, estableciendo que los Colegios
«no autorizarán la constitución de grupos profesionales en los que pudiera darse la explotación de alguno de sus miembros por parte
de otros».
172 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
jeto «el ejercicio de una profesión o arte» se encamina en la dirección de admitir socieda-
des profesionales150. Además, se encuentran la Ley 19/1988, de 12 de julio, de
Auditoría de Cuentas (art. 10), que constituye el primer modelo de regulación por
ley del ejercicio de una actividad profesional por una sociedad; el Decreto 1005/
1974, de 4 de abril, sobre sociedades consultoras y de ingeniería industrial o el RD
1455/1988, de 28 de mayo, sobre sociedades de agentes mediadores colegiados y
el art. 75.b) de la Ley 43/1995, de 27 de diciembre, del Impuesto sobre Socieda-
des.
b’) Régimen jurídico aplicable
La ausencia hasta el momento presente de una regulación legal expresa en re-
lación con dichas sociedades obliga a acudir, en cuanto al régimen jurídico aplica-
ble, a tipos generales predispuestos por el Ordenamiento jurídico, que básicamen-
te se encuentran en el Código civil y en las leyes mercantiles. En este sentido una de
las cuestiones que se plantea en el ámbito de las sociedades profesionales es si resulta preferible re-
conducir la agrupación de profesionales liberales a determinados tipos societarios o si nuestro or-
denamiento jurídico debe de estar abierto a toda clase de formas societarias, aunque necesaria-
mente condicionadas por las particularidades de la prestación que realiza el
profesional. Cuestión que viene conectada con la dificultad relativa a la armoniza-
ción de los principios imperantes en materia de responsabilidad profesional con el
régimen de responsabilidad propio de los distintos modelos societarios.
En primer término, algunos autores aprecian la dificultad a la hora de encajar
sin más los tipos capitalistas de sociedad dentro de la categoría de sociedades pro-
fesionales en sentido estricto, por cuanto parece que las sociedades personalistas
(como la sociedad civil y las sociedades colectivas) son las que más se ajustan a las
particularidades de la profesión liberal de corte tradicional151. Principalmente,
porque estos tipos de sociedad no comportan una limitación de responsabilidad
para sus socios, preservando de esta forma la responsabilidad individual e ilimita-
150
PAZ-ARES, C., «Comentario al art. 1.678 del C.c.», cit., p. 1404.
Vid. en este sentido, la STS (Sala de lo social) de 23 de enero de 1990 (RAJ, n.º 197) que afirma que «En
realidad el trabajo en común de un grupo de profesionales colegiados, cuando entre sus miembros no existe de-
pendencia laboral con uno de ellos sino sencillamente trabajo en común, en que ellos aportan su propia clientela
cobrando un porcentaje sobre las minutas, debe calificarse como sociedad civil irregular, en que se pone en co-
mún la actividad, y ello aunque la organización del trabajo del grupo determine que un miembro caracterizado
asuma el señalamiento de horario... tareas de minutación y gastos generales del despacho» (FD 3.º).
151
Así, YZQUIERDO TOLSADA, M., «El ejercicio en grupo de profesiones liberales», cit., p. 471 y ya
anteriormente en La responsabilidad civil del profesional liberal, Madrid, 1989, p. 159; CAPILLA RONCERO, F.,
«Sociedades de profesionales liberales...», cit., p. 254; ALBIEZ DOHRMANN, K. J., «Las agrupaciones societa-
rias...», cit., p. 27; MORENO-LUQUE CASARIEGO, C., op. cit., p. 63-64; MEZQUITA DEL CACHO, J. L.,
«Las sociedades de profesionales», cit., p. 397.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 173
da que debe corresponder al profesional por sus actos profesionales152. Otra de las
razones aludidas es la mayor libertad de actuación de cada uno de los socios en las
sociedades personalistas frente a las sociedades de capitales, en las que resulta más
difícil de coordinar el interés de la sociedad (presidido por su ánimo de lucro) y el
interés de cada uno de los profesionales.
Ahora bien, a la vista del art. 1.670 del Código civil, que consagra la apertura
de las formas mercantiles para las actividades civiles; y, sobre todo, de las últimas
modificaciones introducidas en ciertos estatutos profesionales (como es el caso
del Estatuto General de la Abogacía de 2001 o del Reglamento de Normas Deon-
tológicas de Actuación Profesional de Arquitectos de 2000), que reconocen de
forma expresa la posibilidad del ejercicio colectivo de la profesión a través de so-
ciedades mercantiles, junto a la responsabilidad personal e ilimitada del profesio-
nal actuante (arts. 28; y 5 y 10 respectivamente)153; así como de otros ordenamien-
tos que han regulado las sociedades profesionales (fundamentalmente el francés),
el problema no es tanto la admisión o no de formas capitalistas de sociedades pro-
fesionales, como (sobre todo de cara a una futura Ley) la adaptación de aquéllas a
152
Téngase en cuenta en este sentido que la responsabilidad de los socios por las deudas sociales se dilu-
cidará de acuerdo con la normativa societaria que corresponde a cada tipo: si la sociedad personal es una socie-
dad civil, regirá lo establecido en los arts. 1.697 y 1.698 del C.c. de los cuales se desprende que si la sociedad tie-
ne personalidad jurídica responderá primeramente ésta y subsidiariamente los socios de forma mancomunada;
si se trata de una sociedad colectiva, los socios responderán subsidiaria y solidariamente (art. 127 del C. Com.);
pero si estuviéramos ante sociedades profesionales con forma de limitadas o anónimas, el patrimonio personal
de los socios sólo se verá afectado hasta la cantidad que se hubiesen comprometido a aportar (arts. 1 de la LSRL
y 1 LSA).
Con todo, hay que señalar que para algunos autores la responsabilidad del profesional por los daños causa-
dos por su mala praxis no constituye propiamente una deuda social en las sociedades personalistas por su distinta
naturaleza, y en consecuencia no resultaría concluyente la elección de este tipo de sociedades en orden a garan-
tizar la responsabilidad del profesional actuante. En primer lugar, porque cuando el socio-profesional colectivo
o civil de una sociedad profesional responde por las deudas de la sociedad, lo hace por una deuda ajena, una
deuda de la sociedad, y, sin embargo, la responsabilidad del profesional actuante es una responsabilidad por
deuda propia, pues grava al profesional en cuanto tal (y no como reflejo de su condición de socio ilimitadamen-
te responsable). En segundo lugar, porque la responsabilidad del profesional exige la reparación íntegra de la
deuda, mientras que la responsabilidad de la sociedad (en el caso de la sociedad civil profesional), en virtud del
principio de mancomunidad, se cumple tan sólo con una cuota parte que le corresponde al profesional en la so-
ciedad (art. 1.699 del C.c.). Y, en último lugar, porque parece razonable entender que la responsabilidad de los
socios colectivos o civiles por las deudas sociales deriva de la ley (arts. 127 del C. Com., 5 LAIE, 1.698 del C.c.),
siendo pues, de naturaleza legal; por el contrario, la naturaleza de la responsabilidad del profesional es contrac-
tual o extracontractual, según la relación que medie entre el profesional y el perjudicado por el daño generado,
aplicándose las normas generales del Código civil. Así, CAMPINS VARGAS, A., op. cit., p, 311-312 siguiendo
en este punto a PAZ-ARES, C., La responsabilidad del socio colectivo, Madrid, 1993, p. 139 y ss.
153
El art. 1.2 del Anteproyecto de Ley de Sociedades Profesionales determina también que: «Las Socieda-
des Profesionales podrán constituirse con arreglo a cualquiera de las formas societarias previstas en las leyes». No excluye, por
tanto, ningún tipo social para las sociedades profesionales.
174 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
162
De esta opinión, PAZ-ARES, C., «Comentario al art. 1.678», cit., p. 1407.
163
CAMPINS VARGAS, A., op. cit., p. 321 y ss.
164
A juicio de FERNÁNDEZ DEL MORAL DOMÍNGUEZ («La responsabilidad civil de la sociedad
de auditoría en el Ordenamiento jurídico español», AC, 1993, n.º 24, p. 407) se trata de una responsabilidad ob-
jetiva que encuentra su fundamento en la confianza que la víctima ha depositado, no solamente en la persona fí-
sica del auditor, sino en la estructura organizativa compuesta por sus socios (particularmente por todos los so-
cios revisores).
Para PANTALEÓN PRIETO, sin embargo, esta norma «es absolutamente injustificable desde los princi-
pios generales que vertebran, en nuestro ordenamiento y en cualquier otro conocido, la disciplina de la respon-
sabilidad civil», por eso debería poder ser excluida por pacto, incluso en una condición general del contrato de
auditoría (La responsabilidad civil de los auditores: extensión, limitación, prescripción, Madrid, 1996, p. 25-27). Así lo ha
entendido también la Comisión General de Codificación, que en la Disposición Derogatoria única de la Pro-
puesta de Anteproyecto de la Ley de Sociedades Profesionales, deroga expresamente el apartado 2 del art. 11 de
la Ley de Auditoría de Cuentas en lo relativo a la responsabilidad de los restantes socios auditores que no hayan
firmado el informe de la auditoría de cuentas.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 177
1.101 y ss. del C.c.) y entrando en juego los posibles pactos de limitación de la
responsabilidad de la sociedad profesional. En particular, se está abriendo cami-
no en la más reciente doctrina la idea de que estamos hablando de dos responsa-
bilidades contractuales: una la de la sociedad (por la vía del contrato de presta-
ción de servicios profesionales) y otra la del profesional, por virtud de la relación
de «contacto social» entre éste y el cliente que se desarrolla en el desenvolvimien-
to de la prestación, como consecuencia del carácter personal de la relación profe-
sional168.
Con todo, no creemos que el debate suscitado en relación al fundamento con-
tractual o extracontractual de la responsabilidad del profesional resulte tan deter-
minante -en cuanto a sus consecuencias jurídicas- si tenemos en cuenta, por un la-
do, la jurisprudencia de la Sala 1.ª del TS que se ha desarrollado en torno al
concepto de unidad de culpa civil y que permite enjuiciar al profesional desde la lex
artis en cualquier de ambos casos; y, por otro, la Disposición Adicional Primera
añadida a la Ley 26/1984, de 19 de julio, General para la Defensa de los Consumi-
dores y Usuarios por la Ley 7/1998, de 13 de abril, sobre Condiciones Generales
de la Contratación que, en su apartado II. 10, considera como abusiva la estipula-
ción que excluya o limite la responsabilidad del profesional en el cumplimiento del
contrato, por los daños o por la muerte o lesiones causados al consumidor debidos
a una acción u omisión por parte de aquél.
C) Otro de los puntos controvertidos es cómo deben organizarse ambas responsabi-
lidades: la de la sociedad y la del profesional actuante. En el ámbito del Derecho compara-
do, y en particular en el Derecho francés, se ha optado -como veíamos- por esta-
blecer legalmente la responsabilidad directa, personal e ilimitada del socio
actuante, junto con la responsabilidad solidaria de la sociedad a la que pertenece.
En la doctrina española, frente al sector minoritario que defiende que la responsa-
bilidad de la sociedad es siempre subsidiaria respecto de la del socio, pretendiendo
con ello subrayar el carácter individual del ejercicio169; la opinión mayoritaria, a la
168
En este sentido, PAZ-ARES, C., «Comentario al art. 1.678», cit., p. 1407; GARCÍA PÉREZ, R., op.
cit., p. 243-244; CAMPINS VARGAS, A., op. cit., p. 329 y ss.
A nuestro juicio, sin embargo, este argumento resulta un tanto forzado, pues como señala DÍEZ-PICAZO
(Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial, vol. I, cit., p. 135), las llamadas relaciones producidas por un contacto
social pertenecen en rigor a la problemática de la formación de los contratos y se trata de deberes generales de
conducta impuestos por la buena fe entre las partes que realizan tratos sin que pueda darse en tal caso una ver-
dadera relación contractual.
169
En este sentido, YZQUIERDO TOLSADA, M., La responsabilidad civil del profesional liberal, cit., p. 163;
Id., «La responsabilidad de los profesionales liberales», cit., p. 477. Siguiendo este punto de vista, el cliente se
tendría que dirigir primero contra el profesional individual y en su defecto puede exigir responsabilidad a la so-
ciedad.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 179
179
GONZÁLEZ MORÁN, L., La responsabilidad civil del médico, cit., p. 142-143; FERNÁNDEZ COS-
TALES, J., «Las sociedades de médicos», El ejercicio en grupo..., cit., p. 364-365.
El único problema que podría plantearse en el caso del equipo médico entendido en sentido amplio, sería la
producción del daño a un paciente por el mal estado de los aparatos o de las instalaciones. En dicho supuesto
deberán responder aquellos médicos que utilicen o empleen los aparatos o instrumentales productores del daño
y no aporten ninguna causa de exoneración de su responsabilidad, en la medida en que son responsables del
buen estado del material que utilicen. No creemos, sin embargo, como mantiene GONZÁLEZ MORÁN (op.
cit., p. 143), que deban responder todos los médicos asociados porque son los dueños de las instalaciones y de-
ben de responder de forma objetiva.
180
GONZÁLEZ MORÁN, L., ibid., p. 143.
En este mismo sentido LLAMAS POMBO (La responsabilidad civil del médico, cit., p. 260) distingue, a su vez,
entre equipo médico y Medicina de grupo, haciendo referencia esta última al colectivo de médicos que ejercen
su profesión en un mismo centro y se prestan servicios mutuos, estableciendo servicios de guardia, turnos de
sustitución y repartiendo horarios. También en este supuesto se puede plantear el problema de indeterminación
del causante directo del daño.
181
FERNÁNDEZ HIERRO, J. M., Sistema de responsabilidad médica, Granada, 2000, p. 312.
184 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
Estas prescripciones facilitan que llegado el caso puedan separarse las conse-
cuencias dañosas derivadas de la actuación de unos y otros facultativos, debiendo
cada profesional responder frente al cliente por sus actos de forma individual, de
acuerdo con un criterio de competencia186. Hay que tener en cuenta a este respec-
to que el principio de división del trabajo en la actividad médica permite delimitar los
deberes de cuidado o diligencia en la actividad desarrollada por cada uno de los
miembros del equipo, y con ello su ámbito de responsabilidad. Las normas y di-
rectrices técnicas y de funcionamiento que establecen los contratos, estatutos o
Reglamentos de orden interior de la medicina en equipo, y particularmente la nor-
mativa sanitaria sobre la materia, ayudan indudablemente a la individualización de
la responsabilidad187.
No resulta, sin embargo, infrecuente que, junto a la responsabilidad de un
miembro del equipo médico por incumplimiento de sus deberes profesionales,
concurra la responsabilidad del jefe del equipo por incumplimiento de su deber de vigi-
lancia o control que le corresponde respecto de los demás miembros188.
En el caso de que exista un único contrato entre el jefe del equipo y el pacien-
te, cuando aquél los haya hecho intervenir por propia iniciativa, su responsabili-
dad se justifica tanto en el principio de confianza, como fundamentalmente por
aplicación del principio general de responsabilidad contractual del deudor por la
actuación de sus auxiliares (el jefe del equipo, en su condición de deudor de la
prestación de servicios médicos, ha de asumir como propio el incumplimiento
186
Como establece el art. 9.3 de la LOPS: «Cuando una actuación sanitaria se realice por un equipo de profesionales, se
articulará de forma jerarquizada o colegiada, en su caso, atendiendo a los criterios de conocimientos y competencia, y en su caso al de titu-
lación, de los profesionales que integran el equipo, en función de la actividad concreta a desarrollar, de la confianza y conocimiento recí-
proco de las capacidades de sus miembros y de los principios de accesibilidad y continuidad asistencial de las personas atendidas».
187
Vid. sobre el particular FERNÁNDEZ HIERRO, J. M., op. cit., p. 320 y ss.
Así, por ejemplo, en los supuestos de abandono de cuerpos extraños en ciertas intervenciones quirúrgicas, don-
de resulta imprescindible el uso de gasas, compresas, pinzas, etc. hay que tener presente que el recuento del material
quirúrgico utilizado en una operación es, en principio, competencia de las enfermeras (circulante e instrumentista).
El cirujano, antes de proceder al cierre de la herida, contará con la conformidad de las enfermeras circulante e instru-
mentista, en el sentido de que el recuento de gasas, compresas e instrumental utilizado ha sido correcto.
188
Responsabilidad que actuaría, por ejemplo, en los casos de los MIR (Médicos Interinos Residentes),
teniendo en cuenta que se trata de médicos en formación que prestan sus servicios bajo la dependencia del res-
ponsable de la Unidad a la que se encuentran adscritos. De esta forma, y a efectos de responsabilidad, salvo en
los casos de evidente negligencia profesional del MIR, parece lógico hacer recaer la responsabilidad sobre el mé-
dico que tenga encomendada su formación (en este sentido, LLAMAS POMBO, E., La responsabilidad civil del mé-
dico, cit., p. 345).
Por contra no entra en juego la responsabilidad del jefe del equipo médico cuando éste se limita simple-
mente a remitir el paciente al especialista correspondiente, sin que haya una relación de dependencia entre am-
bos, ni esté obligado a supervisar las intervenciones de quien es especialista adecuado (STS, Sala 1.ª, de 16 de
abril de 1991 -RAJ, n.º 2.697-).
186 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
189
JIMÉNEZ HORWITZ, M., «La responsabilidad contractual en el equipo médico», El ejercicio en grupo
de profesiones liberales, eds. por B. Moreno Quesada, K. J. Albiez Dohrmann y J.L. Pérez-Serrabona González,
Granada, 1993, p. 566-567; Id., La imputación al deudor del incumplimiento del contrato ocasionado por sus auxiliares, Ma-
drid, 1996, p. 4-5.
Esta responsabilidad existiría, a juicio GONZÁLEZ MORÁN (op. cit., p. 143), tanto en el supuesto donde
el equipo médico estuviera organizado internamente de forma jerárquica, como también cuando las relaciones
entre sus miembros son paritarias, pues en este último caso es necesario también que alguien actúe de cara «al
exterior» como jefe del equipo en las relaciones con los enfermos.
190
La relación contractual entre el paciente y los concretos miembros del equipo médico existirá también
cuando alguien contrata con un miembro de un equipo médico, establemente constituido como tal y es consciente de
que el tratamiento o la intervención va a ser realizada por los miembros concretos y determinados de ese equipo, dado
que puede oponerse a su intervención [en este sentido, GONZÁLEZ MORÁN, L., ibid., p. 144; GARCÍA BLÁZ-
QUEZ, M. / MOLINOS COBO, J. J., Manual práctico de responsabilidad y defensa de la profesión médica (Aspectos jurídicos y
médico-forenses), Granada, 1997, p. 485-486; ATAZ LÓPEZ, J., Los médicos y la responsabilidad civil, cit. , p. 218].
191
Así, en el caso de situaciones de riesgo que pueden tornar necesaria la cooperación médica, al médico
jefe se le puede imputar la responsabilidad de no haber requerido la intervención o presencia en ese acto médico
de aquellos especialistas que exigían las circunstancias del paciente (por ejemplo, en el caso de un parto comple-
jo como es el gemelar el ginecólogo que asiste al mismo debería procurarse un anestesista, en previsión de posi-
bles complicaciones). Vid. aquí JAMICELI, P., «La responsabilità civile del medico», La responsabilità civile. Res-
ponsabilità Contrattuale, Il Diritto Privato nella Giurisprudenza a cura di P. Cendon, vol. VI, Torino, 1998, p. 390-
391.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 187
cada uno de los miembros del equipo colabora de forma diligente en el acto médi-
co192.
La responsabilidad del jefe del equipo surge también ex lege con la nueva Ley
41/2002, de 14 de noviembre, reguladora de la autonomía del paciente y de dere-
chos y obligaciones en materia de información y documentación clínica. De su ar-
tículo 4 se desprende que el médico responsable del paciente (es decir, «el profesio-
nal que tiene a su cargo coordinar la información y la asistencia sanitaria del paciente o
usuario...» -art. 3 pf. 10.º), responde solidariamente junto a los distintos profesiona-
les que atiendan al enfermo en el proceso asistencial por incumplimiento del dere-
cho a la información, concepto amplio que puede dar cabida a muchos de los da-
ños derivados de la práctica médica y asistencial.
Uno de los problemas que actualmente preocupa a la doctrina es qué es lo
que ocurre cuando no es posible individualizar en un miembro del equipo la auto-
ría del hecho dañoso o bien existe dificultades a la hora de determinar una única
causa en su producción, si en estos casos la responsabilidad ha de ser siempre exi-
gida al jefe del equipo como tal o bien ha de admitirse la existencia de una respon-
sabilidad autónoma del propio equipo médico193.
De acuerdo con GONZÁLEZ MORÁN debería existir una responsabilidad
autónoma del propio equipo médico en la medida en que el tratamiento del enfer-
mo, dentro de ese equipo, tiene una configuración unitaria. Aunque sean distintos
los especialistas, se hallan unidos en la actividad sanitaria, cada uno aporta su espe-
cialización y conocimientos, pero frente al paciente tienen una unidad de obliga-
ción, formando un grupo homogéneo y determinado. Resultaría injusto a este res-
pecto gravar sobre el paciente las consecuencias de no poder determinar quién es
el autor del daño que le afecta como consecuencia del acto médico194.
Puede aportar luz al problema la jurisprudencia del TS en materia de responsa-
bilidad de los intervinientes en el contrato de obra cuando no es posible determinar
con nitidez cuál es la causa concreta de la ruina (que será objeto de un posterior estu-
dio). Y ello porque la complejidad del proceso constructivo que ha llevado en este
192
PENNEAU, J., La responsabilité du médicin, París, 1992, p. 82-83.
193
A juicio de LLAMAS POMBO (La responsabilidad civil del médico, cit., p 329) puede resultar excesiva-
mente gravoso para el jefe del equipo médico hacer recaer sobre su persona todas las consecuencias que se deri-
ven de la falta de individualización en un sujeto del acto determinante del resultado dañoso, ya que éste a su vez
tiene a su cargo la ejecución de actos médicos propiamente dichos, que pueden absorber su atención en deter-
minados momentos de la intervención colectiva. De ahí que resulte más conveniente centrar la carga de la res-
ponsabilidad sobre el equipo médico como tal.
194
GONZÁLEZ MORÁN, L., op. cit., p. 145.
188 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
195
Hay que tener presente que, mientras que la jurisprudencia en relación con la ruina de los edificios parte
tradicionalmente de un criterio de presunción de culpa (con base en el art. 1.591 del C.c.), en el ámbito de la res-
ponsabilidad médica se configura la naturaleza de la obligación del médico como una obligación de actividad (o de
medios), siendo precisa la prueba de la falta de diligencia para apreciar su incumplimiento a cargo del perjudicado.
196
Como pone de relieve GONZÁLEZ MORÁN (op. cit., p. 146-147).
197
En similar sentido, vid. PRINCIGALLI, A., La responsabilità del medico, Napolés, 1983, p. 251 y ss. en
particular p. 260-261.
198
Ahora bien, una cuestión que puede plantearse -y que simplemente queremos dejar apuntada- a la hora de
la determinación del criterio de la culpa en la actividad médica en equipo, es si sobre ciertos miembros del equipo
médico, no sólo del jefe del equipo, puede pesar un deber de prudencia y vigilancia respecto de los actos de otros
miembros y bajo qué circunstancias. En principio parece que existe una cierta unanimidad en la doctrina en admitir
que el único deber de vigilancia y control recae tan sólo en el jefe del equipo y que el mismo debe coordinarse con el
principio de división del trabajo y de la competencia profesional que corresponde a cada facultativo o personal sani-
tario. Sin embargo, pueden plantearse casos dudosos que nos hagan pesar que sobre determinados miembros puede
pesar también ese deber de vigilancia y control (casos como el de la correcta esterilización del instrumental, corrobo-
rar las condiciones físicas del enfermo, etc.), que simplemente puede ser una consecuencia de la propia mala praxis.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 189
199
Vid. aquí, LLAMAS POMBO, E., «Responsabilidad médica, culpa y carga de la prueba», Perfiles de la
responsabilidad civil en el nuevo milenio, coord. por J.A. Moreno, Madrid, 2000, p. 308 y ss., y DÍAZ-REGAÑÓN
GARCÍA-ALCALÁ, C., El Régimen de la Prueba en la Responsabilidad Civil Médica, Navarra, 1996, p. 173 y ss.
Siguiendo a ambos autores, y de acuerdo con la doctrina extranjera más relevante, para que pueda aplicarse
a un supuesto de responsabilidad civil la máxima res ipsa loquitur es necesario la concurrencia de los siguientes re-
quisitos: 1) el hecho evidente o probado debe encontrarse entre los que normalmente no ocurren sin negligen-
cia (la mera rareza o anormalidad del resultado no es suficiente, a diferencia de lo que sucede con la regla de la
“culpa virtual”); 2) dicho hecho no se trata simplemente de un resultado adverso, sino que la negligencia debe
aparecer como la causa más probable o única; 3) el profesional al que se le imputa la responsabilidad debe de te-
ner el control del paciente y del instrumental; 4) no debe haber contribución causal o culposa por parte del pa-
ciente o de un tercero.
200
RAJ, n.º 8938. Los hechos del caso derivan de los acontecimientos ocurridos después de un parto
cuando la paciente presentó una hemorragia intensa y prolongada que exigía una actuación rápida y contunden-
te (como es la histerectomía) que se hizo a destiempo, lo que provocó en la paciente una encefalopatía conse-
cuente a una anoxia cerebral derivada de una hipovolemia por trastorno hemodinámico.
190 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
201
RAJ, n.º 9427.
202
Un caso similar es el resuelto por la STS (Sala 1.ª) de 20 de mayo de 2004 (RAJ, n.º 3249), contra el Servicio
Gallego de Salud. La esposa del actor fue asistida de unas heridas pronosticadas como leves de las que fue dada de alta,
teniendo que ingresar en el mismo centro hospitalario unos días después por presentar la herida síntomas de sufrir
una infección por tétanos (al no haber sido tratada en el primer ingreso para una inmunización antitetánica activa), fa-
lleciendo posteriormente. Por ello –al decir de la Sala- «hay que afirmar que nos encontramos en el típico caso de se-
guir una línea de responsabilidad prácticamente objetiva, que obliga a indemnizar por virtud del resultado nefasto acaecido, sin
tener en cuenta el acreditamiento de la responsabilidad de los facultativos que hayan intervenido en la acción sanitaria» (FD, 1.º).
203
Como precedente de dicha doctrina se cita a la STS de 13 de diciembre de 1997 (RAJ, n.º 8816), don-
de la Sala 1.ª desestima el recurso de casación interpuesto contra la sentencia de la AP de Barcelona que condena
al médico anestesista y al hospital al que pertenecía por el fallecimiento de un paciente que había sido sometido
a una operación de timpanoplastia correctora de una otitis crónica supurada, al no probar el anestesista en el
momento previo a la intervención el sistema de alarma del aparato de anestesia, lo que le impidió detectar una
anoxia cerebral del paciente que posteriormente le causó la muerte, pese a la mayor exigencia de atención que
requiere una operación como la señalada, al ser un tipo de intervención en regiones anatómicas cráneofaciales
configuradas en cavidades de difícil acceso quirúrgico. De los hechos del caso se desprende una falta de diligen-
cia de una persona concreta (el anestesista), sin que fuera preciso recurrir -a nuestro juicio- a la doctrina del daño
desproporcionado, que tan sólo aparece de forma implícita cuando el Alto Tribunal afirma en su FD 2.º in fine
que: «en las obligaciones de actividad, es precisa la prueba de la falta de diligencia, para apreciar incumplimien-
to... Sin perjuicio, claro está, de que la falta de diligencia en la actividad se deduzca de la producción del daño,
cuando éste es desproporcionado en relación de causalidad con la actividad del profesional médico».
204
RAJ, n.º 4895.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 191
apariencia de prueba de ésta (Anscheinsbeweis), una culpa virtual (faute virtuelle)» (FD,
3.º)209. Se da la circunstancia que el ponente de todas estas sentencias es el Magis-
trado D. Xavier O’Calllaghan Muñoz, con el voto particular en las dos primeras
del Magistrado D. Francisco Marín Castán210.
De particular interés resulta la STS (Sala 1.ª) de 8 de marzo de 2004211. El pre-
sente caso trata la exigencia de responsabilidad civil por una pretendida negligen-
cia médica de un grupo (4 médicos), en una atención llevada en coordinación en-
tre especialidades y que se produce en un centro hospitalario de la Seguridad
Social, a partir del ingreso del paciente, tras un grave accidente automovilístico. El
enfermo, que estuvo en la UCI, pasando después al Servicio de Traumatología y
siguió su tratamiento también en Otorrinolaringología y Neumología, fallece por
un cuadro agudo respiratorio, derivado de una estenosis traqueal secundaria como
consecuencia de una intubación traqueal prolongada (14 días) a la que había esta-
do sometido tras su ingreso en la UCI. Atendiendo a las pruebas practicadas y si-
guiendo los razonamientos de la Audiencia Provincial del Madrid, el Tribunal Su-
premo no aprecia el recurso de casación contra la sentencia de instancia, que
considera probada la responsabilidad de los médicos demandados, así como del
hospital público donde trabajaban, condenándoles de forma solidaria al abono de
una indemnización ajustada al baremo de la Ley del Automóvil a favor de la viuda
e hijas del fallecido.
De acuerdo con la Sala 1.ª la relación de riesgo creada por la larga intubación
exigía un mayor cuidado en los medios que debieron emplearse para el cuidado del
enfermo que no se produjo, por lo que se infringió una norma de cuidado funda-
mental (art. 1.902), que «en el ámbito sanitario exige la máxima atención al enfer-
mo, aún en los supuestos de intervenciones precipitadas, de diagnósticos inadecua-
209
A mayor abundamiento vid. STS (Sala 1.ª) de 15 de septiembre de 2003 (RAJ, n.º 6418), donde el TS
declara haber lugar al recurso interpuesto frente a la sentencia de la Audiencia y condena a los demandados (el
médico, INSALUD y la compañía aseguradora) a abonar al actor una indemnización por la lesión parcial del
nervio espinal producida como consecuencia de la intervención para extirparle un quiste en la base del cuello. El
TS declara que incumbe al médico probar que el resultado dañoso no se ha producido por su actuación, dada la
facilitad probatoria por su posición procesal, más ventajosa que la del paciente.
210
Para este Magistrado «la doctrina jurisprudencial del “resultado desproporcionado” como elemento
que justifica una inversión de la carga de la prueba desplazando sobre el médico o cirujano demandado la de-
mostración de su propia diligencia, es necesario precisarla en sus justos términos como una técnica correctora
que exime al paciente de tener que probar el nexo causal y la culpa de aquéllos cuando el daño sufrido no se co-
rresponda con las complicaciones posibles y definidas de la intervención enjuiciada. De ahí que, con arreglo a
esa misma doctrina, no pueda calificarse de “resultado desproporcionado” el daño indeseado o insatisfactorio
pero encuadrable entre los riesgos típicos de la intervención, esto es, entre las complicaciones que sean posibles
aun observando el cirujano toda la diligencia exigible y aplicando la técnica apropiada» (FD 3.º ).
211
RAJ, n.º 1815.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 193
212
En este sentido, afirma LLAMAS POMBO que, aunque la jurisprudencia española no lo diga expre-
samente, los casos resueltos en otros Derechos a través del principio res ipsa loquitur, Anscheinsbeweis o faute virtue-
lle, podrían tener su encuadre en nuestro Derecho dentro de la llamada «distribución dinámica de la prueba»
(que ha sido objeto de nuestro análisis en líneas anteriores como solución al problema de la carga de la prueba
de la relación de causalidad en el caso de indeterminación del agente del daño). Dicha doctrina, como señalába-
mos, es mucho más amplia que las anteriormente citadas y consiste en repartir la carga de la prueba, de manera
que se obligue a aportar cada una de las pruebas a aquella parte que se encuentre en mejores condiciones para
hacerlo. En ocasiones es precisamente el médico el que se encuentra en mejores condiciones para aportar prue-
bas en el proceso que el paciente, porque ya tiene la información de lo realmente sucedido, sabe lo que hizo y
cómo lo hizo, quiénes intervinieron, qué tratamientos y/o aparatos se emplearon, o incluso simplemente por-
que le resulta más barato («Responsabilidad médica, culpa...», cit., p. 314).
La opinión expresada por LLAMAS POMBO resulta mucho más convincente a la luz de la nueva LEC,
que aquella otra que afirma que el carácter que tiene la máxima res ipsa loquitur no es otro que el de una simple
presunción judicial de culpa en un supuesto concreto (en este sentido, DÍAZ-REGAÑÓN GARCÍA-ALCA-
LÁ, C., op. cit., p. 174).
194 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
ción válida al problema de indeterminación del agente causante del daño en el acto
médico, sin que por ello debamos entender que estamos objetivando la responsa-
bilidad médica213.
Esta tendencia jurisprudencial hacia la facilitación de la prueba de la culpa y de
la relación de causalidad en el ámbito médico214, convive hoy día, sin embargo, con
la más tradicional anclada en el principio de culpa. Así la STS de 25 de junio de
2003215, cuyo ponente es D. Luis Martínez-Calcerrada y Gómez, nos vuelve a re-
cordar que «la obligación contractual o extracontractual del médico, es una obliga-
ción de medios, y en la valoración de su conducta queda descartada toda clase de
responsabilidad más o menos objetiva, sin que opere tampoco la inversión de la
carga de la prueba, estando a cargo del paciente la prueba de la culpa y la relación o
nexo de causalidad, ya que a la relación causal material o física ha de sumarse el re-
proche culpabilístico, por lo que no hay responsabilidad sanitaria cuando no es po-
sible establecer relación de causalidad culposa, por depender de la misma el resul-
tado dañoso» –FD. 2.º- 216.
De particular interés resulta la STS (Sala 1.ª) de 22 de junio de 2000217. Según se
desprende de la misma, diversos practicantes (en concreto tres) pusieron a un mis-
mo paciente, que falleció a consecuencia de una gangrena gaseosa, tres inyecciones
de un mismo medicamento en períodos de tiempo casi contiguos. Dos de ellos no
adoptaron los métodos más seguros de desinfección del material (pues simple-
mente hirvieron la jeringuilla y la aguja, cuando se pueden utilizar métodos más ga-
213
Como afirma el TS «esta doctrina no lleva a la objetivación de la responsabilidad sino a la demostra-
ción de la culpabilidad del autor del daño desproporcionado. A no ser, claro es, que tal autor, médico, pruebe
que tal daño no deriva de su actuación, como dice la sentencia de 2 de diciembre de 1996 (RAJ 1996, 8938) rei-
terada por la de 29 de noviembre de 2002 (RAJ 2002, 10404): “el deber procesal de probar recae, también, y de
manera muy fundamental, sobre los facultativos demandados, que por sus propios conocimientos técnicos en la
materia litigiosa y por los medios poderosos a su disposición gozan de una posición procesal mucho más venta-
josa que la de la propia víctima, ajena al entorno médico y, por ello, con mucha mayor dificultad a la hora de
buscar la prueba, en posesión muchas veces sus elementos de los propios médicos o de los centros hospitalarios
a los que, que duda cabe, aquéllos tienen mucho más fácil acceso por su profesión”» (STS, 31 enero 2003, ya ci-
tada, FD 2.º).
214
Vid. en este sentido, O’Callaghan, X., «Nuevas orientaciones jurisprudenciales en materia de respon-
sabilidad civil médica», AC, 2001, n.º 1, p. 1 y ss. así como las sentencias anteriormente citadas.
215
RAJ, n.º 4261.
216
Es importante tener en cuenta que en caso de autos se juzga la responsabilidad del facultativo que va
a visitar a una paciente tras una llamada de «urgencia normal» al presentar dolores abdominales y vómitos. Una
vez en la vivienda, examina en ocho minutos a la paciente y comprueba que los vómitos son normales y sin san-
gre, prescribiéndole un tratamiento adecuado a su dolencia (que diagnosticó como gastritis). Dos horas y media
después se produce la muerte de la paciente por infarto agudo de miocardio.
La diversidad de criterios que coexiste en la Sala 1.ª del TS en materia de responsabilidad civil médica crea
una cierta inseguridad jurídica, pues parece que dependiendo de quien sea el ponente de la sentencia, el deman-
dado verá o no satisfecha su pretensión indemnizatoria.
217
RAJ, n.º 4431.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 195
220
Según señala BARCELÓ DOMÉNECH, J., Responsabilidad extracontractual del empresario por actividades
de sus dependientes, Madrid, 1995, p. 27. No obstante, y como matiza este autor, no debería existir ningún obstácu-
lo para aplicar el art. 1.903.4 del C.c. a aquellos supuestos en los que existe por parte del empleado o dependien-
te una independencia o autonomía para ejercer la profesión (op. cit., p. 214-215).
De hecho, esta última opinión es la seguida por la doctrina más moderna (entre ellos, además del autor cita-
do, vid. YZQUIERDO TOLSADA, M., La responsabilidad del profesional liberal, cit., p. 67), que afirma que la respon-
sabilidad por hecho ajeno, en particular el art. 1.903.4 del C.c., es aplicable a toda situación, sin distinción entre las
esferas de la actividad dependiente e independiente del empleado o trabajador, controlable o no controlable por el
empresario. La tesis contraria llevaría a exonerar de responsabilidad al empresario cada vez que se trata de emplea-
dos con alto nivel técnico y titulaciones académicas, pues en tales casos el empresario nada tiene que decir sobre
cuestiones técnicas (siguiendo a CABANILLAS SÁNCHEZ, A., «La responsabilidad extracontractual del empre-
sario por los daños causados por un dependiente de alta cualificación técnica», ADC, 2003, p. 186).
La última jurisprudencia del TS ha puesto de relieve que el hecho de que el empleado contratado desarrolle una la-
bor de alta cualificación técnica (como la que puede llevar a cabo un piloto instructor contratado por un centro de for-
mación aeronáutica, en el caso de la STS de 19 de junio de 2000 –RAJ, n.º 5291- y, en general, cualquier profesional libe-
ral, como el médico, el arquitecto o el abogado) no impide que exista una relación de dependencia a efectos de la
aplicación del art. 1.903.4 del C.c., lo cual es importante para la protección de la víctima. Bajo nuestro punto de vista, este
precepto debería entrar en juego cuando no exista ninguna relación contractual entre la víctima y el causante del daño.
221
Uno de los argumentos esgrimidos por los partidarios de la naturaleza objetiva de la responsabilidad
del empresario ex art. 1.903.4 del C.c. radica en el escaso sentido que tiene afirmar que en sede contractual la res-
ponsabilidad del empresario por el daño causado por su dependiente es objetiva y, en cambio, en el ámbito ex-
tracontractual es subjetiva o por culpa, máxime en estos tiempos que tienden hacia la unificación de ambos ti-
pos de responsabilidad. No obstante, en este estudio, como hemos señalado al inicio del capítulo, abogamos
por una separación de la responsabilidad contractual y extracontractual, aunque sea por razones sistemáticas o
de orden. Pero tampoco vemos ningún inconveniente en que la regulación de ambas responsabilidades civiles
por hecho ajeno respondan a principios distintos de responsabilidad: una objetiva o sin culpa y otra por culpa o
negligencia. En todo caso, no creemos que sea preciso pronunciarnos sobre el tema para proteger a la víctima
del daño anónimo, pues lo importante es fundamentar la responsabilidad del deudor o empresario en aquellos
casos en los que no está claro el dependiente que causó el daño.
198 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
Los usos del tráfico han llevado desde hace largo tiempo a los profesionales a ser-
virse de otras personas (auxiliares) para el desarrollo de sus funciones. Ninguna obliga-
ción de contenido más o menos complejo podría ser cumplida si no fuera así. El carác-
ter infungible e intuitus personae que es predicable de la prestación profesional no es un
obstáculo para su licitud, cuando así lo permite la obligación, en la medida en que el
profesional asume la supervisión de lo elaborado y ejecutado por aquellos, estando
obligado a dirigir y controlar su labor. De esta forma la confianza del cliente se extien-
de a los dependientes y colegas que el profesional pueda escoger como auxiliares222.
En la mayor parte de los ordenamientos jurídicos de nuestro entorno existe una
norma que viene a consagrar la responsabilidad del deudor por el hecho de los auxilia-
res. Así, según el § 278 del BGB «el deudor responde con el mismo alcance que en la culpa propia
de la culpa de su representante legal y de las personas que utiliza para el cumplimiento de su obliga-
ción». En términos semejantes se pronuncia el art. 800.1 del C.c. portugués y el art.
1.228 del C.c. italiano. En los países del common law la responsabilidad por los auxiliares
se basa en el principio «qui facit per alium, facit per se» o «respondeat superior».
En nuestro Derecho existen preceptos aislados en los que se establece la res-
ponsabilidad del deudor por sus auxiliares223. Sin embargo, y al igual que ocurre con
222
CATTANEO, G., La responsabilità del professionista, Milán, 1958, p. 82.
223
Así, por ejemplo, los arts 1.783 y 1.784 del Código civil (analizados anteriormente y relativos a la res-
ponsabilidad de los fondistas o mesoneros por los daños causados en los efectos de los viajeros por criados o
dependientes); los arts. 1.601 y 1.602 del C.c. (respecto de los «conductores de efectos por tierra o por agua» que
están sujetos, en cuanto a la guarda y conservación de las cosas que se les confíen, a las mismas obligaciones que
determinan los arts. 1.783 y 1.784 para los posaderos); el art. 1.596 también del C.c. que dice que «el contratista
es responsable del trabajo ejecutado por las personas que ocupare en la obra».
Fuera del Código civil, podemos encontrar que conforme al art. 17.5 párrafo segundo de la LOE el proyec-
tista responde de los daños que se deriven de la insuficiencia, incorrección o inexactitud de los cálculos, estu-
dios, dictámenes o informes que contrate con otros profesionales, sin perjuicio de la posibilidad de repetir des-
pués a sus autores; o bien el art. 27.2 del Estatuto General de la Abogacía que, para el caso de abogado titular de
un despacho profesional individual, declara la responsabilidad frente a su cliente por las gestiones o actuaciones
que efectúen sus pasantes o colaboradores.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 199
el Código francés, no se contiene una norma que sancione con carácter general la
responsabilidad del deudor por los hechos de sus auxiliares en el cumplimiento de
sus obligaciones, lo que no ha impedido a la doctrina de nuestro país llegar a la mis-
ma solución ofrecida por otros ordenamientos de nuestro entorno jurídico.
Partiendo de la opinión doctrinal común, el auxiliar se puede definir como un
tercero que interviene en la relación obligatoria por iniciativa del deudor, cuya ac-
tividad se dirige al cumplimiento de la obligación y permanece ajeno a la relación
obligatoria que une a deudor y acreedor, pues desde el mismo momento en que el
auxiliar o colaborador asume una obligación frente al acreedor, dejaría de ser tal y
se convertiría en deudor. A diferencia de lo sucede en la responsabilidad extra-
contractual ex art. 1.903 pf. 4.º del C.c., se consideran como auxiliares, no sólo a
los dependientes y subordinados, sino a cualquier persona que, por iniciativa del
deudor, participa en el cumplimiento de la obligación, incluso aunque actúe en re-
lación de independencia224. Tampoco influye en el ámbito de la responsabilidad
contractual la circunstancia de que el tercero en el desempeño de su función de
auxiliar actúe para fines propios y no por cuenta del deudor, o incluso desobedez-
ca las órdenes o instrucciones que le han sido impartidas225. Eso sí, la actividad del
auxiliar debe estar instrumentalizada al cumplimiento de la obligación226; pues
fuera de este ámbito, la conducta de los auxiliares y dependientes también da ori-
gen a la responsabilidad del principal frente al dañado, pero se trata de una respon-
sabilidad extracontractual (ex art. 1903 pf. 4.º del C.c.)227.
La ajeneidad del auxiliar en la relación obligatoria cuyo incumplimiento ha ge-
nerado el daño es, asimismo, presupuesto de la responsabilidad del deudor por sus
auxiliares. Estos no pueden ser considerados deudores contractuales frente al clien-
te, aunque sí podrán responder por la vía de la responsabilidad extracontractual (art.
1.902 del C.c.) frente a aquél. De esta forma se produciría a favor del cliente un con-
curso de acciones de responsabilidad, contractual (frente al profesional que actúa
por la actuación de sus dependientes o auxiliares) y extracontractual (frente al pro-
224
JORDANO FRAGA, F., La responsabilidad contractual, cit., p. 564; Id., La responsabilidad del deudor por los
auxiliares que utiliza en el cumplimiento, Madrid, 1994, p. 45 y ss.; CARRASCO PERERA, A., «Comentario al art.
1.101 del Código civil », Comentarios al Código civil y Compilaciones forales, dir. M. Albaladejo, T. XV, vol. 1.º, Madrid,
1989, p. 442; JIMÉNEZ HORWITZ, M., La imputación al deudor..., cit., p. 9 y 42-43.
225
Sobre las diferencias en materia de responsabilidad por hecho ajeno en el ámbito contractual y extra-
contractual vid. JIMÉNEZ HORWITZ, M., ibid., p. 65 y ss.
226
Desde este punto de vista, JORDANO FRAGA (La responsabilidad del deudor por los auxiliares...., cit., p.
201 y ss.), siguiendo muy de cerca de la doctrina alemana, distingue entre los casos que la actividad del tercero es
simple presupuesto fáctico de la actividad de cumplimiento, de los casos en que constituye propiamente cumpli-
miento de la obligación.
227
JORDANO FRAGA, F., La responsabilidad contractual, cit., p. 562.
200 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
pio auxiliar). Las dos acciones deberán de ser ejercitadas alternativa o subsidiaria-
mente para obtener de una sola vez el importe del daño sufrido228.
La utilización de auxiliares en el cumplimiento de la obligación da lugar a un
fenómeno bastante significativo como es la disociación entre la condición del su-
jeto llamado a responder del incumplimiento (deudor) y la del sujeto que material-
mente lo ocasiona, hasta el punto que, en nuestros días, prácticamente cualquier
problema de responsabilidad contractual constituye un problema de responsabili-
dad por el hecho del auxiliar229.
A la hora de hacer responder al deudor por las actuaciones de sus dependien-
tes, la doctrina tradicional (amparada en los precedentes romanos y en el clásico
principio de que no ha responsabilidad sin culpa) se inclinaba por admitir la res-
ponsabilidad del deudor cuando él hubiera incurrido en culpa al elegir su auxiliar
(culpa in eligendo) o al vigilarlo (culpa in vigilando). Sin embargo, la doctrina más mo-
derna abandona este sistema y admite la responsabilidad del deudor por las actua-
ciones de sus auxiliares al margen de su culpa.
Esta objetivación en la responsabilidad del deudor constituye una exigencia
económico-jurídica y tiene su base en distintos argumentos. Así se considera, por
un lado, que cuando la prestación no se ha realizado a causa de los auxiliares, la in-
tervención de estos no constituye un caso fortuito (art. 1.105 del C.c.) y, dado que
el deudor sólo se libera por esta causa, continúa obligado a realizar la prestación230.
En segundo lugar, se encuentra la idea de que los auxiliares son instrumentos o
228
JORDANO FRAGA, F., La responsabilidad contractual, cit., p. 563 nota 264; Id., La responsabilidad del
deudor..., cit. p. 609-618.
229
Como pone de relieve JIMÉNEZ HORWITZ, M., La imputación al deudor del incumplimiento..., cit., p.
XVII.
230
TORRALBA SORIANO, O., «La responsabilidad por los auxiliares en el cumplimiento de las obliga-
ciones», ADC, 1971, p. 1154-1156. Para este autor el principio general de la responsabilidad del deudor por los ac-
tos de los auxiliares en el cumplimiento de las obligaciones resultaría del régimen de cada tipo de obligación. Res-
pecto de las obligaciones genéricas, en cuanto juega la regla genus numquam perit que objetiva la responsabilidad del
deudor en la realización de la prestación, la responsabilidad por los auxiliares permanece en la medida en que el
deudor continúa obligado al genus aun cuando el incumplimiento sobrevenga por la actividad de aquellos. Tratán-
dose de obligaciones específicas, según los arts. 1.182 y 1.183, el deudor sólo se libera probando el caso fortuito y
la actividad de sus dependientes o auxiliares no es probable que pueda entenderse como un acontecimiento extra-
ño al mismo, como un suceso «que no hubiera podido preverse o que previsto fuera inevitable». En el caso de las obligaciones
de hacer, deberá de distinguirse si se trata o no de un hacer personalísimo del deudor. En el primer supuesto, en
cuanto el deudor no podía utilizar auxiliares pero, sin embargo, se ha servido de ellos, responde por culpa propia,
incluso si el incumplimiento se debe directamente al auxiliar. En el supuesto de no tratarse de un hacer personalísi-
mo, hay que tener en cuenta que el art. 1.098 del Código prescribe que «si el obligado a hacer alguna cosa no la hiciera, se
mandará ejecutar a su costa», con independencia de que el incumplimiento se deba al propio deudor o a los auxiliares
que haya podido emplear e incluso con independencia de que el incumplimiento fuera o no culpable. A parecidas
conclusiones puede llegarse en relación con las obligaciones de no hacer con base en el art. 1.099 del C.c.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 201
medios de prolongación del propio deudor de los que se sirve para dar ejecución a
los compromisos que ha contraído, en cuanto han sido designados por éste y están
bajo su control y dirección, su actividad no se puede considerar como una «causa
extraña no imputable» que le exonere de responsabilidad231. Otro de los argumen-
tos esgrimidos ha sido que las consecuencias derivadas de la actividad de los auxi-
liares o dependientes resultan contractualmente asumidas por el deudor en virtud
de una voluntad tácita232. Finalmente, se acude a la analogía para solucionar la falta
de una norma general expresa. La fundamentación analógica de la responsabili-
dad contractual del deudor por actos de sus auxiliares tendría su apoyo, tanto en
las normas particulares que, para determinadas relaciones obligatorias, establece
la responsabilidad contractual objetiva del deudor por sus auxiliares, como en los
arts. 1903 pf. 4.º del C.c. y 22 del Código Penal (art. 120.4.º del CP de 1995), que
establecen la responsabilidad extracontractual indirecta del principal por los actos
de sus auxiliares233.
Partiendo de estas ideas, cabe afirmar que la responsabilidad del deudor por
sus auxiliares extiende el ámbito de imputabilidad del deudor, haciéndolo respon-
sable de sus actuaciones, excepto en aquellos casos que no sean imputables ni a él
ni a sus auxiliares (de acuerdo con los arts. 1.101, 1.105, 1.182 y 1.184 del C.c.)234.
Los perjuicios que ocasiona el auxiliar son de cuenta y riesgo del deudor235. De
esta forma, resulta indiferente la identificación del autor material del daño (auxi-
liar) pues es el propio deudor el llamado a responder frente al acreedor.
Cabría preguntarse, finalmente, si sería admisible que mediante pacto el pro-
fesional pudiera liberarse o al menos limitar su responsabilidad contractual por el
incumplimiento derivado de la intervención en su beneficio de auxiliares o cola-
boradores. Nosotros creemos que no sería válido este tipo de pacto por el princi-
pio general de la responsabilidad contractual indirecta (según el cual el deudor res-
231
CRISTÓBAL MONTES, A., «La responsabilidad del deudor por sus auxiliares», ADC, 1989, p. 13.
232
DÍEZ-PICAZO, L., Fundamentos..., vol. II, cit., p. 593.
233
JORDANO FRAGA, F., La responsabilidad contractual, cit., p. 577 y ss.; Id., La responsabilidad del deudor
por sus auxiliares...., cit., p. 488 y ss.
234
JORDANO FRAGA, F., La responsabilidad contractual, cit., p. 567-570.
235
En cuanto a la exigencia de culpa del auxiliar como presupuesto de la responsabilidad contractual por
hecho ajeno, cabe señalar que la presencia de este requisito está estrechamente vinculada con la concepción del
sistema general de responsabilidad contractual que se tenga. Evidentemente su estudio excede de lo que consti-
tuye propiamente objeto este trabajo, pero sí podemos señalar que, aunque la responsabilidad contractual al
igual que la extracontractual tiene su fundamento en la idea de culpa, existe una tendencia, tanto doctrinal como
jurisprudencial, a prescindir de la culpa del auxiliar como criterio de imputación de responsabilidad por hecho
ajeno, incluso en aquellas obligaciones presididas por la idea de culpa, como son las obligaciones de medios.
Vid. una síntesis de las distintas posturas doctrinales en JIMÉNEZ HORWIRTZ, M., La imputación al deudor del
incumplimiento..., cit., p.223 y ss.
202 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
5.2.1. La responsabilidad decenal del artículo 1.591 del Código civil como antecedente
de la Ley 38/1999, de 5 de noviembre, de Ordenación de la Edificación
El artículo 1.591 del Código civil distingue tres clases de vicios en el contrato
de obra, de acuerdo con la diferenciación de tareas profesionales en el proceso de
edificación: ruina por vicio de la construcción, del suelo y de la dirección, atribu-
yendo en el primer supuesto la responsabilidad de los daños y perjuicios al contra-
tista del edificio y los dos últimos al arquitecto236.
236
Es controvertida en la doctrina la naturaleza jurídica de la responsabilidad decenal ex art. 1.591. Aquí
no pretendemos entrar en un debate innecesario en relación con esta cuestión, pues no afecta a nuestro objeto
de estudio y, simplemente siguiendo a la mayoría de la doctrina y por razones de oportunidad expositiva, hemos
optado por configurar la responsabilidad decenal como un supuesto de responsabilidad contractual, sin desco-
nocer con ello que con la nueva LOE este tipo de responsabilidad ha adquirido un marcado carácter legal. Sobre
los argumentos a favor de la naturaleza contractual de la responsabilidad derivada del art. 1.591 vid. la síntesis
ofrecida por CABANILLAS SÁNCHEZ, A., [«La evolución de las responsabilidades en la construcción», Cen-
tenario del Código civil (1889-1989), t. I, Madrid, 1990, p. 361, nota 41].
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 203
237
Entre los autores que califican la responsabilidad decenal como extracontractual vid., entre otros: GARCÍA
CANTERO, G., «La responsabilidad por ruina de los edificios ex art. 1.591 del Código civil», ADC, 1963, p.
1091 y ss.; SANTOS BRIZ, J., «El contrato de ejecución de obra y su problemática jurídica», RDP, 1972, p. 413;
RUBIO SAN ROMÁN, J. I., La responsabilidad civil en la construcción, Madrid, 1987, p. 183 y ss.; RAGEL SÁN-
CHEZ, L.F., «La responsabilidad de los agentes de la edificación después de la entrada en vigor de la Ley de Or-
denación de la Edificación», Carta Civil, 2000, n.º 8, p. 29-30, quien considera que la LOE se ha limitado a regu-
lar la responsabilidad extracontractual de los agentes de la edificación, coexistiendo con la responsabilidad
contractual del art. 1.591 del C.c. en ciertos aspectos.
Y sobre el origen legal de la responsabilidad decenal tras la promulgación de la LOE vid. RUIZ-RICO
RUIZ, J.M., «La responsabilidad por vicios o defectos constructivos en la LOE: sus caracteres básicos», La res-
ponsabilidad civil en la Ley de Ordenación de la edificación, coord. por el mismo autor junto con M.L., Moreno-Torres
Herrera, Granada, 2002, p. 88 y ss.
237
Cfr. SsTS de 1 de octubre de 1991 (RAJ, n.º 7255); de 6 de mayo de 2004 (AC, 2004, n.17, p. 2064 y
ss.).
238
Como señala CABANILLAS SÁNCHEZ («La evolución de las responsabilidades....», cit., p. 363) una
de las notas que caracteriza la responsabilidad en la construcción es la frecuencia de situaciones de responsabili-
dad concurrente de los diferentes agentes que intervienen en el proceso edificatorio (arquitectos, técnicos, cons-
tructores...), lo cual se explica porque todos ellos están conjuntamente vinculados por el deber de cumplimiento
de las obligaciones derivadas del contrato de obra y, en particular, por ejecutar sus prestaciones de acuerdo con
la lex artis de la edificación. Esto evidencia la existencia de un fondo de responsabilidad común a los diversos
profesionales, que hace extraordinariamente difícil cualquier intento de formalizar a priori una plena comparti-
mentación que resulte jurídicamente eficaz.
204 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
nar estos problemas el TS ha optado por aplicar en primer término la presunción iuris
tantum de culpa profesional de los intervinientes en la construcción implícita en el art.
1.591 del C.c. por el solo hecho de la ruina del edificio manifestada dentro de los pla-
zos de garantía239. Y cuando no sea posible individualizar la responsabilidad concreta
de cada uno de ellos, declara la responsabilidad solidaria de todos los agentes del pro-
ceso constructivo (técnicos y constructores)240. Al demandante, por tanto, sólo se le
exige la prueba del hecho de la ruina, y la producción de la misma dentro del plazo
para demandar, sin que se le imponga la prueba de la causa concreta por la que el edi-
ficio se arruinó, ni mucho menos del agente directamente responsable del daño241.
El fundamento de esta solidaridad, calificada por el propio Tribunal Supremo
como impropia o por necesidad242, hay que buscarlo en el aseguramiento de la re-
paración del daño a los perjudicados243; en la salvaguardia del interés social244; y so-
239
STS de 28 de octubre de 1989 (RAJ, n.º 6969, -vid. especialmente FD 2.º-).
240
Un breve repaso de los repertorios jurisprudenciales de los últimos cuarenta años demuestra que en la
mayoría de los pronunciamientos de la Sala 1.ª del TS relativos a la responsabilidad decenal por ruina se acaba
declarando la imposibilidad de individualización de la causa de la ruina, y por tanto, la responsabilidad solidaria
de todos los agentes. Vid. en este sentido las sentencias ya citadas de 21 de diciembre de 1990; 8 de junio de
1992; 1 de octubre de 1992; 22 de noviembre de 1997; 20 de noviembre de 1998; 19 de octubre de 1998 y 25 de
junio de 1999, entre otras.
241
Idea que reitera la STS de 13 de julio de 1995 (RAJ, n.º 6002) al decir que: «la indeterminación de la
causa generadora de los daños no puede actuar como eximente de responsabilidades de aquellos implicados en
el proceso de construcción, las que deben de imputarse en vía de solidaridad» (FD 3.º).
242
Se dice que es una responsabilidad decenal es in solidum o impropia porque, aunque se parece a la soli-
daridad típica en que cada demandado puede ser condenado al todo y en que el condenado que paga puede ac-
cionar en vía de regreso contra los demás, es algo distinto al no hacer efecto de cosa juzgada, esto es, la senten-
cia que condena o absuelve a uno de los responsables no afecta al otro (CADARSO PALAU, J., «En torno a la
condena in solidum de los responsables ex art. 1.591 del Código civil», Estudios jurídicos en homenaje al Profesor Aure-
lio Menéndez, t. IV, Madrid, 1996, p. 4855).
243
STS de 1 de diciembre de 1984 (RAJ, n.º 6021).
EGUSQUIZA BALMASEDA («La responsabilidad solidaria en el ámbito civil: perspectiva jurispruden-
cial», Ar. C., 1994, n.º 12, p. 16), indica que se trata de una medida que pretende proteger a la parte más débil de
la relación, el receptor de la obra. En este mismo sentido, DÍAZ DE LEZCANO (op. cit., p. 66) califica la juris-
prudencia que aprecia la solidaridad en materia de vicios de la construcción como una jurisprudencia de intere-
ses tendente a facilitar la reclamación y subsanación a los adquirentes de viviendas o locales por graves defectos
de la construcción, por cuanto dicho carácter solidario resulta difícil de deducir atendiendo a la interpretación
de la voluntad de los contratantes, conforme al criterio establecido artículo 1.137 del C.c., y a la falta de unidad
e identidad de las prestaciones que se impone para las obligaciones solidarias.
Ese trato de favor hacia la víctima ha sido criticado por algunos autores por cuanto aquella ya se encuentra
favorecida por un desplazamiento de la carga de la prueba que deriva del propio régimen presuntivo del art.
1.591, no precisando, además, verse favorecida con la aplicación jurisprudencial de la regla de la solidaridad
frente al principio de responsabilidad privativa (CADARSO PALAU, J., ibid., p. 4858-4859).
244
Como manifiesta la STS de 5 de octubre de 1990 (RAJ, n.º 7472): «se da la solidaridad impropia, por
salvaguardar el interés social, aun en los casos de responsabilidad contractual y concretamente en el de obra,
cuando la responsabilidad del promotor, constructor, arquitectos y aparejadores no es posible determinar en su
ámbito respectivo» -FD 4.º-.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 205
bre todo «como un medio para evitar que los implicados responsables, debida-
mente acreditados como tales, puedan eludir sus obligaciones»245. Por todo ello,
como señala el TS, «las consecuencias de la falta de prueba, acerca del origen de la
ruina, no recaen sobre el demandante, al que le basta con acreditar que la ruina
existe y que se produjo o manifestó antes del plazo de diez años marcados por la
Ley, sino sobre los demandados, cuya condena solidaria a la reparación, en los su-
puestos en que no se haya logrado establecer suficientemente la causa de los vi-
cios, deviene inexcusable» (STS 29 noviembre 1993)246. En suma, no puede car-
garse a las víctimas de la ruina de un edificio con la difícil prueba de cuál ha sido la
intervención y participación de los agentes de la construcción en la producción
del daño.
En la medida en que opera este principio de solidaridad, no se precisa, según
viene declarando la Sala 1.ª del Tribunal Supremo, la llamada al proceso de todos
los intervinientes en la obra247. El perjudicado puede dirigir su acción contra cual-
quiera de los responsables, entre los cuales no se da situación litisconsorcial. El de-
mandado que es considerado como responsable solidario, debe reparar por com-
pleto frente al reclamante, sin perjuicio de su derecho de poder repetir frente a
otros eventuales responsables solidarios, al no producir frente a ellos la sentencia
recaída efectos de cosa juzgada248. Esta jurisprudencia pretende favorecer al actor
245
STS de 13 de octubre de 1999 (RAJ, n.º 7426, FD 2.º).
246
CL, n.º 1108, FD 4.º
247
Entre otras vid. las SsTS de 5 de julio de 1997 (RdP, 1998, n.º 1, p. 429 y ss., comentada por J. Estruch
Estruch); de 20 de noviembre de 1998 y de 6 de mayo de 2004.
Cfr. sin embargo esta línea jurisprudencial con la STS de 3 de noviembre de 1999, cuyo ponente fue A. Gu-
llón Ballesteros (CCJC, 2000, n.º 52, p. 375 y ss., comentada por E. Cordero Lobato) que casó y anuló la senten-
cia de instancia, que declara (no en el fallo, pero sí en un Fundamento de Derecho) que la ruina se debió a defi-
ciencias constructivas que debieron ser apreciadas y subsanadas por los arquitectos, lo cual les hace
responsables solidarios, junto al contratista, único demandado en este pleito de responsabilidad por ruina. Al
decir de la Sala, cabe la excepción de litisconsorcio pues: «el actor puede traer al proceso a quien estime por con-
veniente, y sólo si se demuestra que en la producción del daño intervinieron además otras personas que no han
sido demandadas y no se puede particularizar en el demandado un concreto daño, sino que obedece el mismo a
una actuación también de los demás extraños, es cuando el litisconsorcio pasivo necesario se impondrá con to-
das sus consecuencias, al no estar integrada correctamente la relación jurídico-procesal sin la presencia como
partes de aquéllos» (FD 4.º).
248
La aplicación del régimen de la solidaridad no impide, como señala la STS de 6 de octubre de 1992,
que en posterior litigio los condenados puedan concretar y depurar sus responsabilidades entre sí, tanto cualita-
tiva como cuantitativamente, incluso su exención, ya que entre ellos ni se dio precedentemente situación de litis-
consorcio pasivo necesario, ni después de la sentencia efectiva cosa juzgada para ellos en sus relaciones como
intervinientes en la construcción en la que tuvieron o no constatada participación.
Sin embargo, la STS de 27 de febrero de 2004 (RAJ, n.º 1648, CCJC, 2004, n.º 66, p. 1167 y ss., comentada
por J. LÓPEZ RICHART), en un caso de acción de regreso del constructor , condenado en un juicio anterior,
frente a otros sujetos responsables, afirma en relación con los efectos de la sentencia del primer pleito que «si al-
guno o algunos de los demandados, quedaron juzgados en lo concerniente a su responsabilidad –caso de Autos- o
206 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
incluso, sin serlo se calificó o apreció su conducta o intervención en el citado ilícito.... la eventual repetición ha-
brá de respetar lo así resuelto o declarado, en una suerte de efecto prejudicial evitatorio de la posible contradic-
ción en las resoluciones o hasta vulneración del “non bis in idem”. Quiere subrayarse, pues, que lo que está en-
juiciando o valorando en anterior proceso, ha de vincular, en concreto en el siguiente contenido en la pretensión
de repetición». Evidentemente la interpretación realizada por la Sala 1.ª en esta sentencia, llevada a sus últimas
consecuencias significaría una vulneración del art. 24 de la CE y del derecho de tutela judicial efectiva que asiste
a toda persona, por cuanto puede ser valorada su culpabilidad y responsabilidad sin que le asista su derecho de
defensa.
249
STS de 3 de octubre de 1996 (RAJ, n.º 7006), entre otras muchas.
250
Siguiendo en este punto a MARTÍNEZ DE AGUIRRE Y ALDAZ, C., «La responsabilidad decenal
del artículo 1591 CC: breve repaso a la jurisprudencia de los años noventa», Ar. C, 1993-I, p. 1911.
251
En este sentido, vid. las SsTS de 18 de enero de 1990 -RAJ, n.º 12-; de 6 de marzo de 1990 -RAJ, n.º
1672-, en estos casos no se acreditó la intervención profesional del arquitecto en la edificación.
252
Lo que ocurrió por ejemplo en la STS de 4 de abril de 1987 - RAJ, n.º 2490- en relación a unas fosas
asépticas deficientemente planeadas o proyectadas y defectuosamente ejecutadas que determinaron la responsa-
bilidad del Arquitecto director de la obra («…una vez determinada la responsabilidad del arquitecto en la comi-
sión de un concreto vicio de dirección, es únicamente a él a quien corresponde la reparación, lo contrario su-
pondría quebrar la recta observancia del meritado artículo 1.591»); STS de 27 de noviembre de 1991 (RAJ, n.º
8510) y de 3 de octubre de 1996 (ya citada).
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 207
• identificación de la proporción en que cada uno de los que han tomado par-
te en la construcción ha intervenido en la causación del vicio ruinógeno, lo que
determina que la responsabilidad no sea solidaria sino mancomunada, en la cuota
parte correspondiente a dicha intervención253. En este último caso, la individuali-
zación de la responsabilidad en la causación del daño tiene incidencia tan sólo en
la cuantía en que cada uno de ellos deberá de indemnizar, no constituye, a diferen-
cia de los otros, una prueba de exoneración de responsabilidad.
253
Entre otras, STS de 30 de abril de 1982 (CL, n.º 195, 4.º Considerando); de 10 de diciembre de 1990
(RAJ, n.º 9902); y de 29 de noviembre de 1993 (ya citada, FD 5.º).
254
En este sentido, entre otros, FEMENÍA LÓPEZ, P. J., Responsabilidad extracontractual por ruina de edifi-
cios, Valencia, 2000, p. 15; Id., La responsabilidad del arquitecto en la Ley de Ordenación de la Edificación, Madrid, 2004,
p.187-192; CABANILLAS SÁNCHEZ, A., «La responsabilidad civil por vicios en la construcción…», cit., p.
408; GONZÁLEZ PÉREZ, J., Comentarios a la Ley de Ordenación de la Edificación, Madrid, 2000, p. 439; GONZÁ-
LEZ POVEDA, P., «Comentario al artículo 1.591 del Código civil», Comentario del Código civil, t. 7, coord. por I.
Sierra Gil de la Cuesta, Barcelona, 2000, p. 629.
El problema, no obstante, como apunta CARRASCO PERERA («La insistente recurrencia a un falso problema:
¿está derogado el art. 1591 Código civil?», Actualidad Jurídica Aranzadi, sept. 2000, n. 454, p. 1 y ss.) se centra en saber si
tras la entrada en vigor de la LOE continúa estando legitimada la doctrina jurisprudencial vertida en torno al art. 1591.
208 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
Uno de los aspectos más relevantes que se desprende de la nueva Ley de Or-
denación de la Edificación es el establecimiento de forma inequívoca de un siste-
ma de responsabilidad privativa de los agentes que intervienen en el proceso de
edificación por los vicios o defectos de la construcción. A tal efecto, dispone ex-
presamente el artículo 17.2 que: «la responsabilidad civil será exigible en forma personal e
individualizada, tanto por actos u omisiones propios, como por actos u omisiones de personas por
las que, con arreglo a esta Ley, se deba responder». Este sistema de responsabilidad priva-
tiva toma como base la delimitación de funciones y obligaciones de cada uno de
los agentes que intervienen en el proceso de edificación (el promotor, el proyectis-
ta, el constructor, el director de la obra, el director de ejecución de la obra, las enti-
dades y los laboratorios de control de calidad de la edificación y los suministrado-
res de productos) que realiza la propia Ley (cfr. arts. 9 a 15)255. Su ámbito de
aplicación se refiere a dos tipos de supuestos: a) aquellos en los que pueda probar-
se que el daño procede del ámbito de atribuciones profesionales de un solo agente
de la edificación; b) cuando el daño se produce dentro del ámbito de las atribucio-
nes profesionales de varios agentes, pero es posible determinar el grado de partici-
pación de cada uno de ellos en la producción del daño (por lo dispuesto en el pro-
pio art. 17.3 LOE)256.
Coadyuva a esta responsabilidad individual la nueva LEC y la necesidad pro-
cesal, por la parte actora, de acreditar que los daños han surgido dentro de los pla-
zos de garantía fijados por el art. 17.1 de la LOE y con ello precisar en alguna me-
dida ad limine litis la naturaleza de los daños y por tanto quién pudo ser el agente o
los agentes productores del mismo257.
255
No obstante, RUIZ-RICO RUIZ (La responsabilidad civil en la Ley de Ordenación de la Edificación, cit., p. 102-
3, 109-110) piensa, no sin razón -teniendo en cuenta que normalmente resulta muy difícil en los procesos cons-
tructivos demostrar el concreto grado de participación de cada agente-, que el valor de dichos preceptos se limita a
la exigencia de la responsabilidad en las relaciones internas, sin que sirvan para fijar criterios de atribución de las res-
ponsabilidades previstas en la LOE; o dicho de otro modo, el demandado, bien cuando use la llamada en garantía
de la DA 7.ª o bien cuando quiera repercutir el todo de la condena, es cuando podrá recurrir a la infracción de las
obligaciones asignadas por los arts. 8 y ss. De esta forma se afirma en la citada obra (p. 117 y ss.) que la regla de la
individualización de la responsabilidad no es tal regla, sino que funciona básicamente como excepción y en las rela-
ciones internas, ya que las relaciones externas están presididas por el principio de presunción de solidaridad, se pre-
sume que es responsable del daño todo aquel que haya participado en la actividad constructiva, salvo prueba en
contrario de una fijación del grado de intervención de los agentes, lo que corresponderá a cada demandado.
256
Como advierte, FEMENINA LÓPEZ, P.J., La responsabilidad del arquitecto..., cit., p. 222.
257
Otra circunstancia a tener en cuenta es la nueva regulación procesal introducida por la LEC del 2000 y las
normas relativas a la prueba pericial, en concreto los arts. 335 a 352, donde se regula la prueba pericial como una prueba
de parte. Por tanto, como regla general, los informes periciales deben acompañarse en la demanda y, en su caso, en la
contestación, siendo en el acto del juicio cuando los peritos aclaran, amplían o pormenorizan su dictamen con la debida
contradicción de partes. Vid. aquí, COBO PLANA, J. J., «Responsabilidad y solidaridad. Litisconsorcio necesario. Lla-
mada en garantía», Garantías y Responsabilidad en la Ley de Ordenación de la Edificación, AA.VV., Madrid, 2000, p. 83 y ss.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 209
La Ley no ha previsto, sin embargo, el caso de que siendo una la causa sea
ésta imputable a más de uno de los agentes que han intervenido en el proceso de
edificación (piénsese, por ejemplo, en los daños en el inmueble derivados del
empleo en la construcción de materiales defectuosos, que pueden ser imputa-
bles al constructor, aparejador, empresa suministradora de materiales, entidades
y laboratorios de control de calidad, e incluso al arquitecto, según los casos). La
cuestión planteada habrá de resolverse, atendiendo al propio artículo 17.3, por
la vía de la responsabilidad solidaria de los agentes a los que se les pueda imputar
dicha causa, en la medida en que ya en el caso de causa incierta el mencionado
precepto se inclina por la solidaridad de los potenciales agentes causantes del
daño o defecto constructivo. Con mayor motivo, por tanto, cabrá extender di-
cha solución cuando no exista indeterminación de la causa del daño y sí plurali-
dad de autores.
B) La segunda excepción de la regla general relativa al carácter personal e in-
dividualizado de la responsabilidad se refiere a casos de «actos u omisiones de perso-
nas por las que, con arreglo a esta Ley, se deba responder» o lo que algunos autores han
dado en llamar supuestos de «responsabilidad por hecho ajeno». No obstante, es-
tamos, en unos casos, ante supuestos de responsabilidad propia donde la ley atri-
buye directamente la responsabilidad con base en un deber de control del direc-
tor de la obra respecto del proyecto realizado por otro (art. 17.7) o del
constructor en relación con los materiales que emplea en la obra (art. 17.6); y, en
otros, ante supuestos de responsabilidad del deudor en cuanto tal deudor por los
actos realizados por sus auxiliares o personas contratadas por él (como es el caso
del proyectista que contrata con otros profesionales cálculos, dictámenes o estu-
dios -art. 17.5- o del constructor por los hechos u omisiones del jefe de la obra y
de las demás personas que dependan de él o de las partes o instalaciones subcon-
tratadas -art. 17.6-)264.
Junto a estas responsabilidades, la LOE contempla otros supuestos de res-
ponsabilidad solidaria: cuando un proyecto ha sido contratado conjuntamente
con más de un proyectista (art. 17.5 pf. 1.º); y cuando la dirección de obra ha sido
llevada a cabo conjuntamente por varios técnicos (art. 17.7 pf. 3.º); cabiendo en-
tender también que esta regla de la solidaridad es aplicable a otros supuestos de ac-
tuación conjunta. En estos casos la responsabilidad es solidaria siempre que apa-
rezca un vicio imputable al ámbito de las competencias de los agentes contratados
264
Siguiendo en este punto a DÍEZ-PICAZO («Ley de Edificación y Código Civil», cit., p. 18-
19).
212 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
conjuntamente, cualquiera que fuera el miembro del grupo sobre cuya acción pu-
diera recaer la causa última y directa del daño265.
Mención a parte merece la responsabilidad incondicional del promotor que
establece la LOE. Con anterioridad a la misma, y dentro del marco de la responsa-
bilidad solidaria, nuestra jurisprudencia ya había afirmado que, cuando no es posi-
ble establecer una conducta como exclusivamente causal de la ruina, ni cuantificar
su influencia en el resultado, el promotor sería uno de los responsables solidarios,
sin perjuicio de la vía de regreso que corresponda266. Siguiendo estas directrices el
legislador de 1999 ha dispuesto en el artículo 17.3 que: «en todo caso, el promotor res-
ponderá solidariamente con los demás agentes intervinientes ante los posibles adquirentes de los
daños materiales en el edificio ocasionados por vicios o defectos en la construcción»267.
Para entender esta responsabilidad hay que tener en cuenta que el promotor
es el que decide, impulsa, programa y financia, con recursos propios o ajenos, las
obras de edificación (art. 9), encargándose de la recepción de la obra, es decir, de la
aceptación de los trabajos ejecutados (art. 6). El proyecto es realizado por encargo
del promotor (art. 10) y el constructor asume frente al promotor el compromiso
de ejecutar las obras o parte de las mismas con sujeción al proyecto y al contrato
(art. 11). En otras palabras, el promotor es el garante de la buena construcción del
inmueble, lo que implica que recaiga sobre él una obligación de garantía, debiendo
de responder de cualquier tipo de vicio o defecto que presente el inmueble vendi-
265
Sobre el tema vid. LÓPEZ RICHART, J., Responsabilidad personal e individualizada..., cit., p. 130 y ss.
Para dicho autor el art. 17.5 párrafo 1.º de la LOE, parece estar pensando en trabajos de colaboración plena,
pues siempre que la Ley habla de proyectista lo hace para referirse al autor del proyecto (principal) y no a los au-
tores de eventuales proyectos parciales. La solidaridad tendría su razón de ser en la indivisibilidad de responsa-
bilidades que resulta de la misión que compete a cada uno de los proyectistas sobre el conjunto del proyecto. De
esta forma, quedaría excluida la solidaridad del art. 17.5 pf. 1.º cuando en la elaboración de un proyecto intervie-
nen de forma sucesiva diferentes técnicos, bien porque un arquitecto es designado para proseguir con la realiza-
ción de un proyecto inacabado iniciado por otro (recayendo sobre el primero la responsabilidad por los vicios
constructivos); bien porque el arquitecto recibe el encargo de alterar la configuración de un edificio ya construi-
do (ya que la existencia de dos proyectos acabados distintos permite separar responsabilidades).
266
Vid. STS de 6 de octubre de 1992 (RAJ, n.º 7527); de 29 de septiembre de 1993 (RAJ, n.º 6659); y de
20 de junio de 1995 (RAJ, n.º 4934), de 5 de julio de 1997, entre otras muchas.
Dentro de esta línea, algunos autores apuntaron hace ya tiempo que en una futura legislación sobre la ma-
teria el promotor debía estar en la primera línea de la responsabilidad por los vicios de la construcción frente al
usuario, pues es en realidad quien realiza el producto, la obra. En este sentido, CABANILLAS SÁNCHEZ, A.,
«La configuración jurisprudencial del promotor como garante», ADC, 1990, p. 233.
267
Conviene llamar la atención sobre el hecho de que en el Proyecto de Ley 121/43, de 12 de abril de
1994, de modificación del Código civil en materia de contrato de servicios y de obra (BOCG de 12 de abril de
1994, V Legislatura, serie A: Proyectos de ley, n. 58-1), la responsabilidad solidaria del promotor tan sólo tenía
lugar cuando resultaba imposible discernir causalidades, y no como en la LOE, aunque quepa la individualiza-
ción de los responsables (como señala MARÍN GARCÍA DE LEONARDO, M. T., op.cit., p. 137).
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 213
268
En este sentido, CABANILLAS SÁNCHEZ, A., «La responsabilidad civil por vicios en la construc-
ción…», cit., p. 467-468; MARÍN GARCÍA DE LEONARDO, M. T., ibid., p. 135.
269
Existe en este punto una variación importante respecto del Anteproyecto de Ley de Ordenación de la
Edificación de 21 de septiembre de 1998, cuyo artículo 18 hacía responsables a todos los agentes que intervie-
nen en la edificación por vicios o defectos originados por «impericia o falta de capacidad profesional o técnica, por culpa
o negligencia en el desempeño de las correspondientes funciones o por incumplimiento de las obligaciones propias». Quizás la razón
de esta objetivación de la responsabilidad se encuentre en la aplicación de criterios de riesgo empresarial: si la
actividad edificatoria genera grandes beneficios resulta lógico pensar que deben responder del daño causado en
el propio producto aquél que se beneficia con su producción, fundamentalmente el promotor y en menor medi-
da el resto de los agentes de la edificación.
270
Otro ejemplo lo encontramos en el caso de la STS de 31 de diciembre de 1992 (RAJ, n.º 10423) don-
de se utiliza la cubierta-terraza del edificio -construida como no visitable- como pista de tenis, aunque en dicha
sentencia se considera responsables de los daños causados a la promotora que decidió el cambio de destino y al
arquitecto y a los arquitectos técnicos que supervisaron las obras de modificación, sin embargo, se absuelve a la
entidad constructora de la cubierta porque evidentemente cuando la realizó no tenía previsto el uso finalmente
atribuido a dicha cubierta.
214 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
la presente Ley, podrá solicitar, dentro del plazo que la Ley de Enjuiciamiento Civil concede
para contestar a la demanda, que ésta se notifique a otro u otros agentes que también han tenido
intervención en el referido proceso». Estamos ante una «llamada en garantía» que tiende a
facilitar la llamada al proceso de los posibles responsables del vicio o ruina en la
construcción para que entre ellos se puedan depurar responsabilidades e indivi-
dualizar la causa de los daños. Esta medida actuaría como contrapeso de la res-
ponsabilidad solidaria de los agentes de la edificación y la falta de litisconsorcio
pasivo necesario que ha venido declarando la jurisprudencia en relación con el ar-
tículo 1.591 del C.c., llegando a la situación deseable de que en el proceso estén to-
dos los responsables, bien porque hayan sido demandados directamente por el de-
mandante, bien porque el demandado haya provocado su intervención en el
pleito271. La notificación permitiría al demandado introducir a terceros en el pro-
ceso para que les sea oponible la cosa juzgada material, eliminando de esta forma
cualquier duda anterior relativa a los efectos de la sentencia dictada contra un deu-
dor solidario. Máxime teniendo en cuenta que la LEC de 2000 ha suministrado en
este sentido nuevas reglas, pues el art. 542.1 impide que un título ejecutivo judicial
(la sentencia condenatoria) pueda ser ejecutado frente al deudor solidario que no
hubiese sido parte en el proceso.
Por último, sólo nos resta señalar que dentro de la tendencia de las leyes que
declaran la responsabilidad solidaria en caso de indeterminación del agente direc-
to del daño, la LOE acompaña al régimen de responsabilidad de un sistema de se-
guros obligatorios de daños materiales o seguro de caución para garantizar el re-
sarcimiento de los daños materiales causados en el edificio (cfr. art. 19).
271
Parece razonable pensar que en la medida en que ha sido el demandado el que ha traído al proceso a
través de la llamada en garantía a otros agentes, si el demandante ve rechazadas sus pretensiones en relación con
todos o algunos de ellos, las costas originadas por razón de la llamada en garantía deberán ser impuestas al de-
mandado que los trajo al proceso, corriendo a cargo de aquél las costas causadas a su instancia. En este sentido,
vid. CORDERO LOBATO, E., «Comentario a la STS de 3 de noviembre de 1999», cit., p. 390; ATAZ LÓPEZ,
J., «Las obligaciones solidarias en la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil (aspectos sustantivos)», Las obligaciones so-
lidarias. Jornadas de Derecho Civil en Murcia, Valencia, 2002, p. 143.
CAPÍTULO IV
LOS DAÑOS CAUSADOS POR UN MIEMBRO
INDETERMINADO DE UN GRUPO EN EL ÁMBITO DE
LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
El art. 1.902 del Código civil es una norma que se fundamenta en el principio
de culpabilidad (es decir, la indemnización sólo puede exigirse a quien ha causado
un daño por culpa o negligencia) y de responsabilidad individual. Parece exigir,
por tanto, la individualización inmediata del sujeto responsable y la demostración
de la relación de causalidad entre el daño y el hecho de su autor. Ambos extremos
deberían ser, en línea de principios, probados por la víctima conforme a las reglas
generales sobre la distribución de la carga de la prueba.
No obstante, en determinados casos en los que la víctima se encuentra en una
dificultad probatoria, en cuanto no está en situación de determinar el concreto cau-
sante del daño, ya que varias personas han realizado una misma actuación y cual-
quiera de ellas lo podía haber ocasionado, el Ordenamiento jurídico responsabiliza
expresamente a todos los miembros del grupo (como es el caso del art. 33.5 de la
Ley de Caza); o bien simplemente hace recaer la responsabilidad sobre una deter-
minada persona, cuando se fundamenta en los principios de responsabilidad por
hecho ajeno y el daño ha sido causado por una de las personas de las que el deman-
dado debe responder (tal sería el caso de las hipótesis contempladas en el art. 1.903
del C.c.). En estas situaciones, como regla general, no resulta relevante la identifica-
ción del causante material del daño: no importa cuál haya sido, entre varios hijos
bajo la guarda de los mismos progenitores o entre varios dependientes de la misma
empresa, el causante del daño, porque sea cual sea cabrá exigir responsabilidad res-
pectivamente, a los padres o al empresario, conforme al artículo 1.9031.
1
En este sentido, GÓMEZ CALLE, E., «Sujetos de la responsabilidad civil. La responsabilidad por
hecho ajeno», en Lecciones de Responsabilidad Civil, cit., p. 123. La citada autora, afirma también que al mismo re-
sultado cabe llegar por la vía del propio artículo 1.902 del C.c. cuando la causación del daño por persona o per-
sonas indeterminadas revele un defecto en el funcionamiento u organización de la empresa para la que trabajan,
a la que, por ello cabe responsabilizar directamente.
216 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
Existen otros ámbitos, como los daños producidos como consecuencia del
funcionamiento normal o anormal de un servicio público, donde la víctima del
daño anónimo también puede quedar igualmente amparada en su reclamación por
vía de la responsabilidad patrimonial de las Administraciones Públicas (art. 139
LRJAP- PAC), como es, por ejemplo: la responsabilidad del INSALUD o de las
Entidades Gestoras de las Comunidades Autónomas por las actuaciones del per-
sonal médico y sanitario a su servicio; los casos de actuaciones policiales; así como
los daños producidos con ocasión de las actividades o festejos, deportivos, tauri-
nos o pirotécnicos..., organizados por los distintos Ayuntamientos.
Estos supuestos, junto con otros que se pueden presentar en el ámbito de la
llamada responsabilidad civil extracontractual, merecen un estudio más detenido,
en orden a comprender la razón que ha llevado a nuestro legislador a relativizar la
importancia de la individualización del daño como presupuesto para el surgimien-
to de la obligación de resarcir a cargo de aquellos que razonablemente pudieron
producirlo o bien con su acción contribuyeron a su causación.
armas y produzcan lesiones en las personas), deben responder de aquellos, y en forma solidaria, todos quienes inte-
gran la partida de caza, indiscriminadamente, por cuanto ello podría significar en ambos casos el planteamiento de si-
tuaciones no equitativas, ya que en una «partida» pueden intervenir, batidores, secretarios, etc., e incluso de muy dis-
tinta situación económica». Sin embargo, opina con buen criterio MARTÍNEZ PEREDA que no se puede dar al
texto de la Ley una interpretación tan literal, pues aunque el Diccionario de la Real Academia comprende bajo el con-
cepto de partida de caza «excursión de varias personas para cazar», se impone por justicia y lógica una restricción que
viene avalada por la referencia al cazador que se realiza en el primer inciso de este apartado, a quien se exige licencia y
constitución de seguro obligatorio y no a los otros partícipes a los que se prohíbe cazar con cualquier clase de armas.
Por otra parte, la enmienda citada también pretendió justificar la supresión porque «la defensa de la vícti-
ma, cuando el autor de los daños fuese desconocido, quedaba garantizada a través del fondo especial a que se
hacía referencia en el artículo 52, apartado 2.º». Pero el Proyecto, como explica el autor citado, no amparaba con el se-
guro el daño causado por desconocido y por ello se hizo preciso declarar la solidaridad para que el perjudicado pudiera
reclamar frente a cualquiera de los cazadores armados la indemnización, pudiendo repetir el reclamado o su
Compañía aseguradora frente a los demás.
No está demás señalar en este punto que la reglamentación del Seguro Obligatorio de Responsabilidad Ci-
vil del Cazador entró en vigor a través de la Orden de 20 de julio de 1971, esto es, con posterioridad a la Ley de
Caza y con ello el mecanismo del seguro que en ella se preveía así como el Fondo de Garantía.
6
Vid. en este sentido el artículo 18.2 de la Ley de Caza de la Rioja de 2 de julio de 1998 (BOLR, 4-7-
1998); el art. 17.1 de la LC de Castilla y León de 12 de julio de 1996 (BOCL, 22-7-1996) y el art. 74.3 de la Ley de
Caza de Extremadura de 21 de diciembre de 1990 (DOE, 14-1-1991).
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 219
ciona una acción sino una situación personal determinada: ser miembro de una
partida de caza (para el caso del art. 33.5 de la LC)7.
Frente a esta opinión, hay que señalar, sin embargo, que en realidad el art.
33.5 sí que sanciona una acción: la práctica de la caza como actividad generadora
de un riesgo, que a su vez puede producir un daño. Cuando este se materializa, el
hecho de que no conste su autor material no resulta relevante, si el daño proviene
de un cazador perteneciente a una partida determina. En otras palabras, cuando
una actividad de riesgo es ejercida colectivamente y no se sabe quién es el causante
directo del daño, todos serían responsables precisamente por practicar dicha acti-
vidad en las condiciones precisas de imputabilidad. La Ley lo que hace es alterar
en beneficio del dañado la carga de la prueba del nexo causal, o si se prefiere esta-
blece una presunción de culpa colectiva8, a la que -añadiría yo- se le deben unir los
otros presupuestos necesarios para la aplicación del articulo 33.5 de la LC.
2.1.1. Daño producido por un cazador con motivo del ejercicio de la caza
7
GÓMEZ CALERO, J., op. cit., p. 350-351.
8
Como apunta DE ÁNGEL YÁGUEZ, R., «Indeterminación del causante...», cit., p. 37.
9
Llegados a este punto, conviene precisar que a nuestro juicio, la LC al proclamar la responsabilidad
objetiva del cazador está pensando sólo en los daños que se produzcan de la práctica cinegética como actividad
de riesgo, no en otros que tengan lugar con ocasión del ejercicio de la caza, que puedan quedar cubiertos por
otras normas como la Ley sobre Responsabilidad civil y Seguro en la Circulación de vehículos a motor o, en el
caso de los animales de caza, por la vía del artículo 1.905 del Código civil, o simplemente por el criterio general
del artículo 1.902 del C.c. De ahí que no compartamos la opinión expresada por FERNÁNDEZ MARTÍN-
GRANIZO («La deuda legal indemnizatoria...», cit., p. 760-761) cuando afirma que la “obligación legal de in-
demnizar” de los arts. 33.5 y 52 de la LC y 35.6 y 52.1 del Regl. C. surge siempre que por el cazador y con motivo
del ejercicio de la caza se cause algún daño, sea cual fuere el medio u objeto que lo produjere, lo que haría objetiva-
mente indemnizables no sólo los daños causados por las armas, sino también los producidos por otros medios,
objetos o instrumentos, como pueden ser los vehículos a motor, con independencia de que el seguro obligatorio
del cazador sólo cubriera los supuestos de daños producidos por armas.
220 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
del cazador cubiertos por el seguro los producidos en el descanso fuera del terre-
no de caza o cuando haya cesado ya la actividad venatoria, lo que no quiere decir
que queden sin indemnización.
Como el suceso dañoso ha de tener lugar con motivo del ejercicio de la
caza el denominado accidente in itinere, producido cuando el cazador, provisto
de su arma, se dirige al lugar de caza o vuelve de éste, queda excluido de la cate-
goría de accidente de caza. Esta conclusión cabe inferirla del artículo 2 del Re-
glamento de Caza vigente, si bien el Reglamento del Seguro de 1971 era más
explícito al efecto, ya que en su artículo 9.3 excluía de la cobertura del seguro
obligatorio «los daños por accidentes en el desplazamiento a o de los lugares de
caza»10.
Cazador con armas puede ser toda persona mayor de catorce años que esté en
posesión de la licencia de caza y cumpla con los demás requisitos establecidos re-
glamentariamente (art. 3.1 de la LC). Si es menor de dieciocho años precisa ir
acompañado por otro u otros cazadores mayores de edad (art. 3.3 de la LC y del
Regl. C).
En el supuesto de que el menor produjera algunos daños que le fueran imputa-
bles surgiría una acción de responsabilidad a cargo de los padres en el plus no cu-
bierto por el seguro obligatorio, exigible por la vía del artículo 1.903.2 del Código
civil, por cuanto, entre otras cosas, son precisamente éstos los que deben autorizar
al menor para obtener la licencia de caza (art. 3.2 de la LC). Creemos que también
el propio menor, en cuanto agente causante del daño, podría responder de sus ac-
tuaciones culposas ex art. 1.902 del C.c. en lo no cubierto por el seguro obligato-
rio, por cuanto si es capaz de portar armas para la práctica cinegética, también lo
es para el conocimiento de las consecuencias de sus actos. Por último, existiría res-
ponsabilidad por parte de aquél que acompañe al menor, derivada del artículo
1.902 del Cc, cuando su culpa in vigilando haya contribuido a la producción del da-
ño11.
Bajo nuestro punto de vista, deberá responder también como «cazador», den-
tro del ámbito de aplicación la LC, aquél que no posea la oportuna licencia de caza ni
tampoco el seguro obligatorio (por ejemplo, quien ha sido invitado a cazar en el mo-
mento y lugar en el que se produjo el daño, recibiendo una escopeta de alguno de los
10
CABALLERO LOZANO, J.M., «Responsabilidad civil y seguro del cazador», La Ley, 2000, t. 5, D-
170, p. 1943.
11
Cuando los daños son producidos por el menor, que no se encuentra asegurado ni con la oportuna li-
cencia de caza, el TS ha declarado la irresponsabilidad del Fondo (Consorcio) de Compensación de Seguros [vid.
STS (Sala 1.ª) de 25 de mayo de 2000 (RAJ, n.º 5086)].
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 221
12
En este mismo sentido, vid. FERNÁNDEZ MARTÍN-GRANIZO («La deuda legal indemnizatoria...»,
cit., p. 773-774), quien además añade que según se desprende del art. 3.1 de la LC la «licencia de caza» lo único que
hace es conferir a quien la posea el «derecho a cazar legalmente», pero no implica que quien no cumpla dicho requi-
sito administrativo no pueda cazar ni ser cazador, ni -añadiríamos nosotros- responder como cazador.
13
Así, la STS (Sala 1.ª) de 25 de mayo de 2000, afirma que la cobertura del Seguro de Responsabilidad
Civil del Cazador: «implica la garantía al cumplimiento de la obligación de indemnizar los daños de las personas
causados por el asegurado, con motivo del ejercicio de la caza... no por los daños producidos por otra tercera
persona que no está asegurada».
14
Para que actúe es preciso que el causante del daño no esté asegurado, debiendo estarlo; o cuando sea
desconocido. No actuará, por el contra, el Consorcio cuando el causante no podía estar asegurado (por falta de
capacidad de obrar plena, como es el caso de los menores de edad que no tienen licencia de caza y aún así la
practican y causan daños. Vid., aquí la sentencia del TS anteriormente citada de 25 de mayo de 2000).
222 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
rio del arma podrá venir obligado a completar la cantidad que falte sobre el quan-
tum indemnizatorio cubierto por el seguro obligatorio con base también en el pro-
pio artículo 1.902 del C.c.
Siguiendo con los requisitos generales para la aplicación del art. 33.5, hay que
añadir que para que juegue la responsabilidad solidaria de los miembros de una
partida es necesario que no se conozca el autor material del daño; y que los miem-
bros responsables de la partida «hayan practicado el ejercicio de la misma en la ocasión y lu-
gar en que el daño haya sido producido y que hubieran utilizado armas de la clase que originó el
daño» [arts. 35.6.b) del Reglamento de la LC y 6 del Reglamento del Seguro de Res-
ponsabilidad Civil del Cazador].
El desconocimiento del autor material del daño constituye un presupuesto
esencial para la responsabilidad solidaria de la partida de caza, porque si existiera
certeza del agente directo del daño, la responsabilidad será individual por la vía del
párrafo primero del art. 33.5 de la LC. La solidaridad en este caso viene impuesta
por el legislador como mecanismo de garantía de la víctima ante el desconoci-
miento del autor material. Si durante el proceso se depuraran responsabilidades y
los distintos miembros de la partida pudieran demostrar su ausencia de responsa-
bilidad, recayendo ésta tan sólo en alguno de sus miembros, la responsabilidad de
la partida dejaría paso a la responsabilidad individual del autor del daño.
En opinión de SÁNCHEZ CALERO la responsabilidad solidaria del artículo
33.5 ha de aplicarse, no sólo en el caso de que se desconozca la persona a quién
imputar el daño, sino también cuando fueren dos o más los cazadores que conjun-
tamente causen el daño. Esto es, la regla de la solidaridad valdría no sólo cuando
habiendo disparado al mismo tiempo dos cazadores se ha herido a un tercero y se
desconoce quién de los dos lo ha herido, sino también cuando se sabe que los dos
le han herido15. Sin embargo, creemos que la regla de la solidaridad valdría en este
caso sólo para los causantes conocidos del daño, no para los restantes miembros
de la partida, si éstos fueran varios, en tanto que estamos ante un supuesto de
coautoría y no de indeterminación del causante del daño, presupuesto para la apli-
cación de la responsabilidad solidaria de todos miembros de la partida de caza.
Atendiendo a lo dispuesto en los artículos 35.6.b) del Reglamento de la LC y
6 del Reglamento del Seguro de Responsabilidad Civil del Cazador, la solidaridad
15
SÁNCHEZ CALERO, F., «El seguro obligatorio de caza», cit., p. 780.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 223
de los miembros de la partida de caza tan sólo sería exigible respecto de aquellos
cazadores que hubiesen disparado al mismo tiempo, utilizando armas de la misma
clase de aquella que causó el daño. Se ha afirmado por parte de algún autor que
esta restricción del ámbito de aplicación de la Ley de Caza, que responsabiliza a to-
dos los cazadores no sólo a los que utilizaren armas de la misma clase, puede ser perjudi-
cial para la víctima o sus causahabientes, por cuanto el número de sujetos obliga-
dos sería menor y con ello también la cuantía indemnizatoria16. A nuestro modo
de ver, sin embargo, lo que hace el Reglamento de la LC y posteriormente ha con-
firmado el Reglamento del Seguro de Responsabilidad Civil es simplemente con-
cretar el ámbito subjetivo de los posibles causantes del daño, dejando fuera de su
órbita a aquellos que objetivamente se sabe no pudieron producirlo y que, por tan-
to, en un proceso tendrían fácil la prueba de la exoneración de su responsabilidad.
De esta forma se confirma, simplemente, lo que es regla en la materia que nos
ocupa: la exclusión de responsabilidad de aquel de los miembros del grupo que
acredite no haber sido el causante del daño.
tima. Aunque los paralelismos entre el aseguramiento del cazador y el del automo-
vilista son grandes, no creemos a este respecto que el juez se halle obligado a apli-
car los baremos recogidos en el anexo de la Ley sobre responsabilidad civil y
seguro en la circulación de vehículos a motor y deba considerar comprendidos los
daños morales en la cuantía resultante de su aplicación (aunque lo más seguro es
que en la práctica se acuda al mismo)18. Por otro lado, y en cuanto a los daños me-
ramente patrimoniales, éstos irán por la vía ordinaria del artículo 1.902 del Código
civil o del Código penal, en su caso, y podrán ser cubiertos por el seguro volunta-
rio que tenga concertado el cazador.
El juego de los seguros obligatorios de los miembros de la partida de caza nos
sitúa ante el problema de resolver si cada asegurador deberá contribuir hasta el lí-
mite máximo señalado reglamentariamente [que -recordemos- el art. 3 del Regl.
del Seguro de Responsabilidad Civil del Cazador sitúa en 15 millones de pesetas
(90.151 € por víctima)]; o bien sólo en la proporción necesaria para, entre todos
los aseguradores, alcanzar el límite legal. Dado el carácter resarcitorio de la obliga-
ción de indemnizar el daño, lo lógico sería la segunda solución, por cuanto en caso
contrario nos encontraríamos con que la víctima que ha sufrido un daño a manos
de una partida de caza se vería injustamente sobreindemnizada respecto de aquella
que lo fue por un sólo cazador, sufriendo el mismo daño (así, por ejemplo, si la
partida estuviera formada por unos 10 miembros, manteniendo la primera postu-
ra la víctima tendría derecho a cobrar en concepto de reparación del daño 901.510
18
En este mismo sentido, CABALLERO LOZANO («Responsabilidad civil y seguro del cazador», cit.,
p. 1948) señala que, pese a que el Reglamento de 1971 declaraba aplicables a la caza las indemnizaciones previs-
tas para el seguro de circulación de vehículos de motor, actualmente esa equiparación no existe y el Juez no está
sujeto al baremo para la valoración de los daños corporales contenidos en la cita Ley de responsabilidad civil.
En esta línea, la Audiencia Provincial de Badajoz, en sentencia de 7 de junio de 1995 (AC, 1995, @ 1895), antes
de la entrada en vigor del citado baremo, rechazó la aplicación del contenido en la Orden de 5 de marzo de
1991, dado su carácter orientativo y no vinculante.
La jurisprudencia del TS no es clara a este respecto. Así, por un lado, destacamos a la STS de 6 de abril de
2001- Sala de lo Penal- (RAJ, n.º 2019), que admite la indemnización por perjuicios morales a la esposa y los hi-
jos del fallecido en accidente de caza, además de la indemnización recibida antes del juicio por la aseguradora de
15.000.000 de pts. Si bien, la jurisprudencia del TS (Sala 1.ª) ha venido de forma reiterada asimilando a las vícti-
mas de accidentes de caza a las de tráfico. Este es el caso de la STS (Sala 1.ª) de 6 de julio de 2000 (RAJ, n.º
6749), que sujeta las cuantías de las indemnizaciones en el seguro de caza a lo dispuesto para el de automóviles.
Como argumenta la Sala: «Sería contrario a la realidad sociológica, que tiene en cuenta el artículo 3 del Código
civil, reputar de peor condición a quien es víctima por accidente de caza respecto al que lo es por accidente cir-
culatorio, con atentado frontal a la equidad, que faculta buscar la solución justa, que en este caso cuenta con
apoyo legal suficiente...» (FD, 2.º). En el caso de autos se discutía si la cuantía que corresponde a la actora por el
fallecimiento de su esposo, por consecuencia de disparos de una escopeta realizados por el demandado cuando
ambos practicaban la caza, era de 8 millones de pts., que la sentencia de la instancia concede conforme a lo su-
plicado en la demanda, o bien como sostiene la aseguradora recurrente, un millón de pts. por ser ésta la cuantía
efectivamente cubierta por el seguro obligatorio de Responsabilidad civil del cazador.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 225
€, mientras que si lo fue por un sólo cazador el mismo daño sería indemnizable
con sólo 90.151 €), lo que parece ciertamente injusto bajo la perspectiva de la fun-
ción y finalidad del Derecho de daños.
No podemos acabar con el análisis de la Ley de Caza y su Reglamento sin pre-
guntarnos si cabe la extensión analógica de la responsabilidad solidaria del grupo
de caza a otros supuestos distintos en los que se produzca también una indetermi-
nación del agente del daño. A nuestro juicio, la respuesta negativa debe imponerse
y ello por cuanto el legislador de 1970 está pensando en un tipo de actividad muy
específica y de riesgo, como es la práctica cinegética, que requiere también un ma-
yor nivel de responsabilidad, en tanto sólo establece como causas de exoneración
la culpa exclusiva de la víctima o la fuerza mayor. De ahí que, al igual que ocurre en
el ámbito automovilístico, se haya recurrido a la fórmula del seguro obligatorio
como mecanismo de garantía del perjudicado19.
quedando probado, sin embargo, que fueron los autores materiales de los dispa-
ros.
El Juzgado de Primera Instancia de Las Palmas estimó la demanda incoada
por el padre del menor herido, que ejercita la acción por la vía del artículo 1.902 del
C.c., y condenó a los demandados al pago de diez millones de pesetas. Apelada la
anterior sentencia ante la Audiencia Territorial de las Palmas, ésta estimó en parte
el recurso de los demandados, reduciendo la cuantía de la indemnización solidaria
a ocho millones de pesetas, haciendo uso de la facultad de moderación que a los
Tribunales concede el art. 1.103 del C.c21. El TS no apreció el recurso de casación
interpuesto, confirmando la sentencia de la Audiencia.
La solidaridad de los distintos miembros de la partida de caza se produce
«cuando no se demuestre o se den los suficientes elementos conducentes a diferenciar la concreta res-
ponsabilidad de cada uno de los agentes integradores de la pluralidad de sujetos de donde provenga
el daño por la actividad común o concurrente a su acaecimiento» (STS de 8 de julio de 1988).
El Tribunal Supremo basa la responsabilidad solidaria de la partida aplicando
la llamada «inversión de la carga de la prueba», consistente en trasladar a la parte
demandada causante del daño la prueba de la exoneración de su responsabilidad.
De esta forma, serán los cazadores integrantes de la partida los que deban demos-
trar que no fueron los causantes del daño, pues al fin y al cabo se encuentran en
mejores condiciones que el perjudicado para hacerlo. En cambio, éste tan sólo de-
berá probar el daño y su conexión con la actuación de la partida de caza.
Doctrina que queda recogida en el Fundamento de Derecho 3.º de la STS de 8
de julio de 1988, cuando la Sala afirma: «en esta materia de la responsabilidad deri-
vada de la culpa extracontractual, determinada en el artículo 1.902, la carga de la
prueba no gravita como de ordinario...sobre quien ejercita la acción dimanante de
un derecho subjetivo subyacente en una relación equilibrada, del mismo nivel on-
tológico, sino que aquí la acción se dispara a consecuencia de una actividad más o
menos lícita de una de las partes que se proyecta sobre la otra a la que produce un
daño o perjuicio sin una recíproca actividad concurrente....de suerte que cuando
esa actividad se ha producido, según constatación en autos, ha de ser el agente acti-
vo el que por elemental criterio nivelador de derechos e intereses, ha de acreditar el
resultado inocuo de la misma para que quede libre su patrimonio de responsabili-
dad inherente y ello tanto sea por actividad unilateral, como por la posesión de co-
sas que entrañen algún riesgo, máxime si procura lucro o alguna ventaja al posee-
dor, todo lo cual comporta lo que se denomina inversión de la carga de la prueba,
como traducción procesal, de lo que en términos sustantivos culpabilísticos se inti-
tula como teoría del riesgo o de la culpa objetiva».
21
Vid, esta sentencia en RGD, 1987, n.º 513, p. 3495 y ss.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 227
La responsabilidad por hecho ajeno recogida en el artículo 1.903 del C.c., ex-
cepciona en cierto modo la regla general de la responsabilidad por hecho propio
del artículo 1.902, en tanto no se responde por haber causado directamente el da-
ño, sino como consecuencia de una relación de dependencia familiar, profesional
o educativa existente entre los responsables legales y el causante del daño, si bien
la razón de que esas personas deban de responder se fundamenta en última instan-
cia en su propia conducta culposa o negligente, determinante asimismo del daño,
22
RAJ, n.º 4906.
228 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
aunque sea de forma indirecta o mediata. De ahí que algunos autores califiquen
este tipo de responsabilidad como «responsabilidad por hecho propio», vinculada
eso sí a los actos de otra persona.
La acción de responsabilidad por los daños causados por una persona inde-
terminada dentro de un grupo puede llegar a tener éxito cuando se fundamenta
precisamente en los principios de la «responsabilidad por hecho ajeno», si se prue-
ba que el daño ha sido causado por una de las personas de las que el demandado
debe responder23. Por cuanto estamos ante una responsabilidad directa que per-
mite a la víctima demandar directamente al responsable legal, sin necesidad de de-
mandar al autor material del daño.
Cuando la obligación de responder deriva de un daño producido con ocasión de
un delito o falta se produce un desdoblamiento de la regulación del régimen de res-
ponsabilidad civil extracontractual entre el Código civil y el Código penal, por el jue-
go de los artículos art. 1.092 y 1.093 del C.c. Así mientras la responsabilidad de los pa-
dres, tutores o guardadores por los ilícitos civiles cometidos por sus hijos o alumnos
se rige por el art. 1.903.2.º 3.º y 5.º del Código civil, cuando dicha responsabilidad de-
riva de un hecho penalmente tipificado como delito o falta serían de aplicación los ar-
ts. 118.1.º y 120.1.º del CP y 61.3 de la LORPM y en el caso de los empresarios la re-
gulación contenida en los arts. 1.903.4.º y 120.4.º del CP respectivamente.
La dualidad de regulaciones en materia de responsabilidad civil tuvo su justifica-
ción histórica por todos los problemas sufridos por el proceso de codificación civil en
España, que no pudo culminar hasta 1889, mientras que la penal se produjo con ma-
yor rapidez en 1822. Pero su mantenimiento en nuestros días, tras la aprobación de un
Código penal reciente como es el 1995, además de resultar criticable porque induce a
confusión sobre la verdadera naturaleza de la acción reparadora del daño, plantea pro-
blemas cuando existe disparidad de criterios de imputación de los responsables civiles
según que el hecho dañoso esté o no penalmente tipificado (como ocurre en el caso de
los empresarios, de los padres y de los centros docentes).
La situación se complica todavía más si se tiene en cuenta que la víctima del
daño puede iniciar la vía penal y reservarse la acción civil para ejercitarla ante el or-
den jurisdiccional civil, siendo en este caso de aplicación las disposiciones del Códi-
go civil. Por otro lado, está la debatida cuestión del plazo de prescripción de la acción
de responsabilidad civil derivada del delito. El art. 117 del anterior CP remitía en este
punto a las reglas civiles y lo mismo ha de entenderse ahora que el nuevo Código pe-
nal no contiene ninguna regla al respecto, por el carácter supletorio del Código civil
23
Cfr. VINEY, Traité de Droit Civil, cit., p. 205.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 229
(art. 4.3). Por ello, sigue latente el problema de si el plazo para reclamar la responsa-
bilidad civil ex delicto es el de 15 años previsto en el art. 1.964 del C.c. para las acciones
personales que no tengan señalado plazo de prescripción (tesis dominante en la doc-
trina de la Sala 1.ª del TS) o bien el de un año que fija el art. 1.968.2 del C.c. para exigir
la responsabilidad civil derivada de los artículos 1.902 y ss. del C.c.
Nosotros en este trabajo nos centraremos en la responsabilidad civil extra-
contractual regulada en el Código civil, sin perjuicio de hacer referencia a la regu-
lación penal en aquellos puntos que sean de nuestro interés.
25
Como defiende BARCELÓ DOMÉNECH en su monografía sobre el tema (ibid., p. 305 y ss.).
26
Tomando como referencia la síntesis realizada por CAVANILLAS MÚGICA, «Determinación del
sujeto responsable en supuestos de responsabilidad objetiva o cuasiobjetiva (obras, filtraciones, animales...)»,
Cuadernos de Derecho Judicial, 1993-t. XIX, p. 149.
27
En sentido contrario, vid. CABANILLAS SÁNCHEZ («La responsabilidad extracontractual del em-
presario....», cit., p. 197 y ss.), quien aboga por la necesidad del requisito de la culpa del dependiente, ya que, para
que tenga sentido la vía de regreso del art. 1.904 del C.c., cree que es precisa la culpa de acuerdo con lo dispuesto
en el art. 1.902 del C.c., aunque su prueba sea difícil en los casos en los que el dependiente desarrolla una labor
de alta cualificación técnica. En estos supuestos, a juicio del autor citado, deberían aplicarse los expedientes pa-
liativos de la responsabilidad por culpa creados por la jurisprudencia.
28
RAJ, n.º 3792.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 231
precisar la identidad del sujeto físicamente realizador del acto antijurídico y dañoso imputable a la
empresa de que se trata...». Vuelve a reiterar esta idea la STS (Sala 1.ª) de 10 de noviembre de
199029, ahora en relación con la responsabilidad del titular de un centro docente:
«...hubo, por tanto, una conducta culposa en los profesores del colegio, culpa “in vi-
gilando” suficiente para imponer al amparo del art. 1.903, núm. 4, del Código civil y
de la constante jurisprudencia de esta Sala, la responsabilidad civil por culpa “in vi-
gilando” o “in eligendo” a la entidad, ya sea pública o privada, de quiénes los cau-
santes del daño dependían; sin que a ello obste el no haberse determinado personalmente quié-
nes eran los profesores presentes en el lugar en que ocurrieron los hechos...»; en el mismo sentido,
la STS (Sala 1.ª) de 16 de abril de 199330 señala que: «Se trata en este caso de un supues-
to de falta de diligencia, que si bien clara y patente por concurrir en su producción
de los clásicos requisitos que para ello establece la jurisprudencia, aparece en este caso
como subjetivamente difusa o personalmente indeterminada, bien que claramente ínsita en el
marco operativo de la organización a cuyo cargo y explotación se encontraba el ten-
dido de energía eléctrica en el que el accidente se produjo...»31.
Esta línea jurisprudencial resulta especialmente importante en los casos de
negligencias médicas y hospitalarias, cuando no se puede identificar qué concreto facul-
tativo o personal sanitario ha sido el causante del daño. Debemos recordar de nue-
vo que actualmente es muy frecuente la actuación médica en equipo o colectiva,
entre otros motivos por la tendencia hacia la especialización en este campo y la
complejidad y coste de los servicios e instrumental. La dirección del estableci-
miento hospitalario, en principio, responde de los daños causados por sus auxilia-
res y dependientes, entre los que pueden figurar médicos y demás personal sanita-
rio, cuando el paciente no contrató directamente con el médico. En estos casos, la
indeterminación del agente directo del daño no ofrece especiales problemas para
la indemnización de la víctima.
Dentro de los anteriores postulados se enmarca la STS (Sala 1.ª) de 22 de junio de
198832, donde la hija del demandante sufrió graves lesiones en una pierna como
29
RAJ, n.º 8538.
30
RAJ, n.º 2886.
31
Resulta también de interés el caso de la STS (Sala 1.ª) de 16 de diciembre de 2002 (RRCCS, marzo 2003,
p. 134 y ss.) relativa a las graves lesiones sufridas por un niño al servirle en un chiringuito uno de los camareros
un vaso de una botella colocada en los estantes junto con las demás, cuyo contenido en vez de agua era en reali-
dad detergente para lavavajillas. La Sala apreció la responsabilidad de los demandados (los dos hermanos que re-
gentaban el quiosco y los padres de éstos en cuanto dueños del hotel-bar del que aquel dependía), en virtud de
los arts. 1.902 y 1.903 del C.c, aunque no se individualizó en ninguna persona concreta la acción última del daño,
pues «el daño se causó dentro del ámbito empresarial regido por los recurrentes y a causa de un descuido muy
estrechamente enlazado con la forma de almacenamiento del líquido en el hotel-bar, el traslado del mismo líqui-
do al quiosco próximo y su depósito para uso inmediato en botellas de agua mineral que conservaban su etique-
ta de origen».
32
RAJ, n.º 5124.
232 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
33
RAJ, n.º 3717.
34
Vid. en este sentido, también las SsTS (Sala 1.ª) de 30 de enero de 1990 (RAJ, n.º 74) que condenó al IN-
SALUD ex art. 1903 del C.c. por los graves daños causados a un paciente durante la fase postoperatoria y como re-
sultado de una extubación deficiente producida en la UCI de un hospital concertado con la Seguridad Social. Según
manifestó el TS: «....y por otra parte, no han sido identificados los profesionales, al servicio del INSALUD, a quienes
directamente procede atribuir la negligencia causante del daño, pero está dentro de la esfera de competencia de este
último organismo su determinación, a efectos de lo dispuesto en el artículo 1904 del mismo cuerpo legal...».
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 233
ladas. La responsabilidad de que trata este artículo cesa cuando las personas en él
mencionadas prueben que emplearon toda la diligencia de un buen padre de fami-
lia para prevenir el daño (art. 1.903 in fine). Al igual que ocurre con la responsabili-
dad del empresario por los daños causados por sus dependientes, lo que dicha
norma hace es invertir la carga de la prueba de la culpa, de modo que el demanda-
do tenga que probar que actuó diligentemente para quedar exonerado de respon-
sabilidad.
Esa diligencia se concreta, con carácter general, en el caso de los padres y tu-
tores, en una defectuosa vigilancia o educación de sus hijos o pupilos y en el caso
de los centros docentes en la culpa in vigilando del personal al que se encomienda la
vigilancia de los alumnos, así como también en la falta de adopción de las medidas
necesarias para organizar el funcionamiento del centro. No obstante, hay que se-
ñalar que la responsabilidad de los padres por daños causados por sus hijos se ha
convertido por obra de nuestro Tribunal Supremo en la más objetiva de las res-
ponsabilidades por hecho ajeno, en aras del principio pro damnato41. En raras oca-
siones los padres se han podido exonerar de responsabilidad a través de la prueba
de la diligencia debida, a pesar de la redacción del art. 1.903 del C.c., de tal manera
que la tenencia de hijos se ha convertido en un elemento de riesgo sujeto a respon-
sabilidad que los padres tienden a asegurar, generalmente a través de la figura del
seguro de Riesgos del Hogar, que incluye los daños causados por los hijos meno-
res a terceros, o bien por medio de un seguro especial de responsabilidad civil.
En los supuestos en los que un menor o alguno de los menores de un grupo
que causa el ilícito se encuentra bajo la guarda o tutela de la Administración públi-
ca, la responsabilidad va a recaer en la práctica en la persona más solvente, la Ad-
ministración. En este sentido, y sin entrar en mayores consideraciones sobre el
tipo de guarda, tan solo nos interesa señalar en este momento que serán aplicables
las reglas que derivan de la responsabilidad patrimonial de la Administración pú-
blica y la jurisdicción competente para enjuiciar estos hechos, en virtud de las últi-
mas reformas legales, será la contenciosa-administrativa, incluso si junto a la Ad-
ministración se demanda al menor que ha causado el daño (en el caso de que
tuviere suficiente discernimiento) y a la persona física que tenía encomendado el
cuidado y vigilancia directa de ese menor o a una compañía aseguradora que cubra
la responsabilidad civil por los daños causados por el propio menor.
41
Según advierten expresamente, entre otros, LÓPEZ SÁNCHEZ, C., La responsabilidad civil del menor, Ma-
drid, 2001, p. 185 y ss.; LÓPEZ BELTRÁN DE HEREDIA, C., La responsabilidad civil de los padres por los hechos de sus
hijos, Madrid, 1988, p. 96 y ss., en particular p. 105 y GÓMEZ CALLE, E., «Comentario a la STS de 27 de diciem-
bre de 1990», CCJC, 1990, p. 1031 y DE SALAS MURILLO, S., Responsabilidad civil e incapacitación. La responsabilidad
civil por daños causados por personas en las que concurre causa de incapacitación, Valencia, 2003, p. 136 y ss y 138-139.
236 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
44
Entre otras muchas, STS de 30 de junio de 1995 (RAJ, n.º 5272).
45
GÓMEZ CALLE, E., «Los sujetos de la responsabilidad civil. La responsabilidad por hecho ajeno»,
Tratado de responsabilidad civil, cit., p. 458 y 1115.
46
STS, 8 de febrero de 1983, RAJ, n.º 867.
47
STS, 11 de marzo de 2000, RAJ, n.º 1520; STS, 17 de septiembre de 1998, RAJ, n.º 6544. En ambos
casos estaba determinado el autor material del daño. De ahí que estas sentencias no hayan sido objeto de nues-
tro análisis, si bien debemos traerlas a colación por la actividad realizada por los menores.
48
STS, 13 de septiembre de 1985, RAJ, n.º 4259; STS de 11 de abril de 2000, RAJ, n.º 2148.
49
SAP Granada 11 de marzo de 1997, AC, 1997, @ 1137, p. 1747
50
STS, 8 de marzo de 2002, La Ley, 2002, t-3, n. 2997. La víctima se encontraba sentada en un banco del
jardín municipal y recibió un fuerte golpe en el lado derecho de la cara al ser golpeada por un balón de cuero im-
pulsado por un joven de 17 años, Mariano M.Q., que jugaba con un grupo de amigos.
238 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
51
No es infrecuente que nuestro Tribunal Supremo confunda la culpa del menor causante del daño con
la culpa del sujeto responsable. Así, en el caso de la STS de 10 de mayo de 1985 (RAJ, n.º 2265) responsabiliza a
unos padres por la vía del art. 1.902 del C.c. por los daños sufridos por el demandante a consecuencia de un ac-
cidente de circulación que se produjo al colisionar la motocicleta que pilotaba con la caballería que formaba par-
te de un conjunto de animales que conducían varios menores de edad, hijos de los demandados, en tanto que el
siniestro se debió a la culpa «de los menores de dieciséis años precitados, al montar las caballerías, sin atención
por un mayor de dieciocho años, cual viene requerido en el Código de la Circulación, sin luces señalizadoras de
situación, ya anochecido, formando por su invasión conjunta de derecha e izquierda un frente difícil de pasar en
inmediación a curva».
52
De la jurisprudencia del TS se constata que si el menor tenía cierta capacidad de discernimiento y po-
día haber valorado el peligro de su actuación, se le ha hecho responder en algunas resoluciones con carácter ex-
clusivo (sobre un análisis jurisprudencial de la cuestión, vid. con mayor detalle LÓPEZ SÁNCHEZ, C., op. cit.,
p. 314 y ss.).
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 239
Ley de Caza de 4 de abril de 1970 (art. 33.5) contemplan supuestos en que se declara la respon-
sabilidad de ciertas personas por los daños causados por otras desconocidas pero pertenecientes a
grupos determinados (la familia que convive con el responsable, los miembros de la partida de ca-
za, etc.), consecuencia, como pone de relieve la doctrina científica, de matiz objetivista que desecha
por inequitativo exonerar de responsabilidad por esos daños, acudiendo a la fuerza mayor, que de-
jaría sin indemnización a las víctimas, con lo que, además, se orillan las dificultades de prueba
atribuyendo las responsabilidades al grupo a que pertenece el desconocido autor de la infracción da-
ñosa, y a su vez se fundamenta la solidaridad de los responsables personalizando la responsabili-
dad en todos y cada uno de los miembros del grupo a través de sus representantes, en el caso con-
templado, los padres de los menores causantes de los daños; solidaridad que ha declarado esta Sala
en casos en que participando varias personas en la causación de daños a terceros no es posible des-
lindar la actuación de cada una de aquéllas en el evento nocivo –SS., entre otras, de 20 de mayo
de 1968 (R. 2827) 20 febrero 1970 (R. 938) 15 octubre 1976 (R. 4188), 23 octubre 1978
(R. 3220)» (Considerando 4.º).
La sentencia del TS de 13 de septiembre de 1985 plantea también un caso subsumi-
ble en el problema que nos ocupa. Se trataba de un niño que sufrió graves lesiones
en el ojo izquierdo al ser alcanzado por un proyectil cuando otros dos niños dispa-
raban una escopeta de aire comprimido y sin que se pudiera saber cuál de ellos lan-
zó el balín causante del daño, si bien ambos tuvieron una «coparticipación direc-
ta», pues alternativamente uno cargaba y otro disparaba la escopeta con la que
tiraban a los pájaros.
El TS afirma en esta sentencia que es insistente la jurisprudencia en orden a
determinar que: «se produce solidaridad entre los sujetos a quienes alcanza la responsabilidad
por el ilícito culposo, con pluralidad de agentes y concurrencia causal única, cuando no es posible
individualizar los respectivos comportamientos ni establecer las distintas responsabilidades» (4.º
Considerando).
En parecidos términos se pronuncia la STS de 11 de abril de 2000. Dos meno-
res de doce años disparan contra otro menor con una escopeta de aire comprimi-
do, causándole graves lesiones en un ojo al amigo que le acompañaba.
El Tribunal Supremo casa y anula la sentencia de la Audiencia Provincial de
Valencia, manteniendo íntegramente el fallo de la sentencia de Primera Instancia
que condena a los padres de los menores demandados a abonar al actor la cantidad
de 13.372.994 pts., por haber «omitido –en su valoración- los Acuerdos del Juzga-
do de Menores que manifiestan que ambos jóvenes dispararon y por ello fueron
objeto de medidas correctoras, al resultar lesionado en el ojo el hoy recurrente»
(FD 3.ª); y por «incurrir en el olvido del carácter solidario entre los sujetos responsables del ilícito
culposo con pluralidad de agentes y concurrencia causal única cuando no es posible individualizar
los respectivos comportamientos, ni establecer las distintas responsabilidades» (FD 4.º).
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 241
b) Jurisprudencia menor
Un repaso a la llamada jurisprudencia menor en este punto nos muestra que
no siempre se han seguido los mismos criterios o al menos ha sido así hasta la STS
de 8 de febrero de 1983. Con anterioridad a la misma, dos sentencias muy próxi-
mas en el tiempo, la de la Audiencia Territorial de Burgos de 4 de diciembre de 1980 y la de
Palma de Mallorca de 24 de enero de 1981, se ocuparon de casos similares pero en sen-
tidos opuestos54.
En la primera de ellas no tuvo éxito la acción entablada por el padre de un ni-
ño, que fue herido en el ojo izquierdo mientras jugaba con otros, disparando sen-
das escopetas de aire comprimido, una de las cuales alcanzó al hijo del demanda-
do. Como no se pudo probar quién había realizado el disparo que produjo el daño,
aunque era seguro que fue uno de los otros dos niños, la Audiencia Territorial de
Burgos consideró no probada la relación de causalidad precisa entre las conductas
u omisiones culposas y el daño producido. Esta relación no podía ser obviada a
través de mecanismos de presunción en aplicación de la teoría del riesgo u otra
equivalente.
Según señala la AT «no puede olvidarse que el ilícito civil que sancionan los arts. 1.902 y
1.903 del Código civil con la responsabilidad de indemnizar los daños causados, ha de referirse
siempre y en todo caso a conductas u omisiones culposas cualificadas por el resultado dañoso, y
nunca por una situación de peligro...».
La Audiencia Territorial de Palma de Mallorca, en su sentencia de 24 de enero de 1981,
llegó a una solución distinta en un caso parecido. Un niño que estaba esperando
entrar en el colegio, fue alcanzado por la piedra lanzada por uno de sus dos com-
pañeros de 12 años de edad mientras tiraban piedras a un tercero, al que no alcan-
zaron, pero sí lo hacen en el ojo izquierdo del hijo del demandante. También en
este juicio era seguro que uno de los dos niños había sido el lanzador de la piedra
causante del daño, pero se ignoraba su identidad.
La Audiencia Territorial estimó la demanda porque consideró que había «una
evidente culpa conjunta en una acción común, y un resultado que es su consecuencia, por lo que, de
no conculcar los presupuestos lógicos de la culpa extracontractual, a los varios agentes que así ha-
yan participado en el hecho es atribuible su consecuencia». Corresponde a aquel del grupo
que afirme no haber sido responsable la prueba sobre este particular: «en modo algu-
no puede ser exigible que sea el perjudicado el que en un inútil intento probatorio tenga que desha-
54
Vid. el contenido de estas sentencias en el comentario que hace de las mismas R. DE ÁNGEL YÁ-
GÜEZ, «Indeterminación del causante de un daño extracontractual», cit., p. 23 y ss.
242 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
cer un anonimato que de ordinario garantiza, en situaciones como la de autos, una pluralidad de
personas».55
En este caso, a diferencia de la sentencia de la AT de Burgos, nos encontra-
mos ante una autoría en la causación material del daño y por tanto el requisito de la
relación de causalidad entre cada una de las conductas particularizadas y el daño
queda embebido en el acuerdo común. Esto es relevante en orden a determinar
una posible responsabilidad directa de los menores en la causación del daño por la
vía del artículo 1.902 del C.c., pero no -como afirma la Sala- para responsabilizar a
sus padres ex artículo 1.903.
Por otro lado, y siguiendo con las diferencias entre la sentencia de la AT de
Burgos y la de Palma de Mallorca, hay que señalar que en este último caso la vícti-
ma no participa en la acción peligrosa o culposa del grupo productora del daño
(no está jugando con escopetas de aire comprimido o tirando piedras). La acción
de la víctima, por tanto, no excluye la responsabilidad del grupo porque no acepta
el riesgo creado, como pudiera ser el caso de la AT de Burgos.
Tras la sentencia del TS de 8 de febrero de 1983, parece que la línea jurispru-
dencial seguida por las Audiencias se armoniza en conexión con la línea marcada
por el TS. Dentro de estos postulados se enmarca la sentencia de la Audiencia Provin-
cial de Granada de 11 de marzo de 1997. En el supuesto litigioso tres menores se en-
contraban lanzándose piedras los unos a los otros, resultando uno de ellos alcan-
zado por una pedrada con pérdida del globo ocular. La Audiencia, haciéndose eco
de la doctrina establecida por el TS en su sentencia de 8 de febrero de 1983, se pro-
nunció a favor de la responsabilidad solidaria de los padres de los dos menores
que causaron el daño (si bien sólo uno de ellos fue demandado), a pesar de que no
fue posible probar cuál de los dos menores resultó ser el causante de la lesión. La
Audiencia consideró que la víctima también tenía su cuota de responsabilidad en
la producción del daño (1/3) en la medida en que había participado en un juego
peligroso, como es de apedrearse recíprocamente, que está fuera de los límites que
podrían considerarse normales «...pues lo previsible en tan peligroso e impruden-
55
En relación con la sentencia de la AT de Palma de Mallorca de 24 de enero de 1981, PANTALEÓN
PRIETO («Comentario a la STS de 8 de febrero de 1983», cit., p. 415), afirma que el argumento del Tribunal en
torno a la «culpa conjunta en una acción común» no parece muy convincente, ya que el padre responde porque por su
culpa in vigilando (art. 1.903 in fine) ha contribuido a la causación del daño cuya indemnización se reclama. La res-
ponsabilidad del padre es responsabilidad «por hecho propio» (si bien con inversión de la carga de la prueba), no
responsabilidad «por hecho ajeno». Siendo así, resulta peregrino afirmar, como parece desprenderse de la argu-
mentación de la AT al hablar de esa «culpa conjunta», que entre los padres de los lanzadores de piedras existía un
concierto de voluntades de no vigilar a sus hijos.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 243
no está obligado a ello por estar protegida por el Ordenamiento jurídico, llegándose
a la conclusión de que, en casos como el presente, y al solo fin de no dejar solo al da-
ñado frente al daño, se viene predicando una responsabilidad solidaria o in solidum,
haciendo que prevalezca la idea más moderna de que no se quede ningún perjuicio
sin reparar, y en mayor medida cuando este se ha causado por conductas antijurídicas de quienes
han propiciado la ocasión de que el daño se produjese». Parece claro que la Sala considera res-
ponsables del daño a los demandados por su actuación antijurídica (culposa o negli-
gente), que a su vez ha propiciado la producción del daño. De ahí que no se entienda
muy bien porqué se condena a los padres de los menores con base en el art. 1.902 y
no en el 1.903, como hubiera sido lo correcto, pues su conducta antijurídica en este
caso concreto consiste en una culpa in educando o in vigilando respecto a la participa-
ción de su hijo en riñas violentas o bien simplemente habría que haber acudido a ra-
zones de garantía indemnizatoria frente a la víctima del daño que se hallan en la base
propio art. 1.903 cuando el daño es producido por “grandes menores”.
58
Vid. en este sentido la STS de 22 de enero de 1991 (RAJ, n.º 304), donde el Tribunal de instancia con-
dena al menor que provoca el accidente y subsidiariamente a su madre y nuestro Tribunal Supremo confirma las
resoluciones de las instancias inferiores.
59
Particular interés merece el estudio en profundidad que hace sobre el tema LÓPEZ SÁNCHEZ, C.,
op. cit., p. 223 y ss., y p. 252 y ss. especialmente. Vid., también las opiniones en este sentido de NAVARRO MI-
CHEL, M., op. cit., p. 112 y ss.; ABRIL CAMPOY, J.M., «La responsabilidad de los padres...», cit., p. 24 y ss;
GÓMEZ CALLE, E., «Los sujetos de la responsabilidad civil. La responsabilidad por hecho ajeno», Tratado de
responsabilidad civil, cit., p. 430.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 245
esta perspectiva, el menor debería responder por el daño causado frente a la víctima
de forma solidaria con sus guardadores, con el fin de proteger a aquella de la habitual
insolvencia del menor imputable.
En esta dirección hay que situar a la LO 5/2000, de 12 de enero, reguladora
de la Responsabilidad Penal de los Menores (BOE de 13 de enero de 2000, n.11,
en adelante LORPM) que preceptúa con toda claridad que un menor de edad im-
putable responde por sí mismo. De acuerdo con su artículo 61.3: «Cuando el respon-
sable de los hechos cometidos sea un menor de dieciocho años, responderán solidariamente con él de
los daños y perjuicios causados sus padres, tutores, acogedores y guardadores legales o de hecho,
por este orden. Cuando éstos no hubieren favorecido la conducta del menor con dolo o negligencia
grave, su responsabilidad podrá ser moderada por el Juez según los casos»60. Esta Ley regula-
dora de la responsabilidad penal de los menores se aplica a los menores de diecio-
cho años y mayores de catorce (art. 1.1), cuando se trata de daños que se derivan
de hechos calificables como delito o falta.
Los menores de catorce años no serán responsables con arreglo a la LORPM,
sino que se les aplicará lo dispuesto en las normas sobre protección de menores
previstas en el Código civil y demás disposiciones vigentes (art. 3 LORPM). De
este modo, en el caso que de se hayan derivado daños de su actuación, el perjudi-
cado habrá de acudir a la vía civil y basar su demanda contra los padres y, en su ca-
so, contra el propio menor, en los arts. 1.903.2 y 1.902 del C.c. De acuerdo con al-
guna opinión doctrinal, probablemente la edad en que puede comenzarse a
considerar imputables civiles a los menores es la de doce años, entre otras razones,
porque son varios los preceptos del C.c. que establecen que los menores que supe-
ren dicha edad han de ser oídos en todos los procedimientos en los que estén di-
rectamente implicados y que conduzcan a una decisión que afecte a su esfera per-
sonal o familiar (arts. 177 y 173.2 del C.c).
De la LORMP sólo nos interesa destacar los siguientes aspectos. En primer lugar,
la norma viene a declarar una responsabilidad directa del menor por los daños producidos
con ocasión de un delito o falta (por tanto, debe haber responsabilidad penal), siempre
que tenga una edad comprendida entre los dieciocho y los catorce años y haya actuado
60
Como advierte la Exposición de Motivos de la Ley (n. 8): «En este ámbito de atención a los intereses
y necesidades de las víctimas, la Ley introduce el principio, en cierto modo revolucionario, de la responsabilidad solidaria
con el menor responsable de los hechos de sus padres, tutores, acogedores o guardadores, si bien, permitiendo
la moderación judicial de la misma y recordando expresamente la aplicabilidad en su caso de la Ley 30/1992, de
26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo
Común, así como de la Ley 35/1995, de 11 de diciembre, de ayudas y asistencia a las víctimas de delitos violen-
tos y contra la libertad sexual».
246 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
61
Aunque el criterio biológico o de edad para concretar el ámbito de responsabilidad del menor es más
seguro, en ocasiones puede resultar injusto porque no atiende a las circunstancias particulares que pueden ro-
dear un supuesto determinado (en este sentido, LÓPEZ SÁNCHEZ, C., op. cit., p. 408).
62
La responsabilidad civil alcanzará también de modo principal y directo a los menores autores del deli-
to o falta en dos de los supuestos de inimputabilidad del art. 118 en relación con el art. 20 del CP, en los que la
exención de la responsabilidad criminal no comprende la de la responsabilidad civil de los autores del hecho pu-
nible. Así, a) de acuerdo con el art. 118.1.2.ª del CP, cuando el autor del delito o falta en el momento de cometer
la infracción penal se hallare en estado de intoxicación plena (por consumo de bebidas alcohólicas, drogas, estu-
pefacientes, sustancias psicotrópicas u otras que produzcan efectos análogos) o bajo el síndrome de abstinencia,
no existirá responsabilidad penal pero sí civil directa, en su caso; b) conforme al art. 118.2 del CP también será
responsable civil los autores del delito o falta que se haya producido por error invencible en torno a que el he-
cho fuera constitutivo de infracción penal (art. 14 CP). Vid. FONT SERRA, E., Responsabilidad civil del menor en la
Ley de Responsabilidad Penal del Menor, ed. preparada por J.F. Garnica Martín, Barcelona, 2003, p. 86-87.
A juicio de GARCÍA-RIPOLL MONTIJANO, a pesar de la eximente de enajenación mental, el menor
también deberá seguir respondiendo civilmente, entre otras razones, por la aplicación supletoria del art. 118.1.1
y 2 del CP («La concepción tribal de la responsabilidad civil en la Ley Penal del Menor», Estudios Jurídicos en Ho-
menaje al Profesor Luis Díez-Picazo, t. II, org. por A. Cabanillas Sánchez y otros, Madrid, 2003, p. 1932-1933).
63
Conviene apuntar, no obstante, que una de las cuestiones que genera más duda en relación con el art. 61.3
de la LORPM es si los padres deben responder por culpa o negligencia (en este sentido, DÍAZ ALABART, S., «La
responsabilidad de los centros docentes por los hechos dañosos de sus alumnos menores de edad», Responsabilidad de
la Administración en la sanidad y en la enseñanza, junto con C. I. Asúa González, Madrid, 2000, p. 99; Id., «La Responsabi-
lidad Civil en la Ley Orgánica 5/2000, reguladora de la Responsabilidad Penal de los Menores», Responsa Iurisperitorum
Digesta, vol. II, Salamanca, 2001, p. 196-198) o bien de forma objetiva (entre otros, fundamentalmente MORENO
MARTÍNEZ, J.A., ; «Responsabilidad civil en los centros de enseñanza no superior por daños de sus alumnos (Al
amparo de la Ley penal del menor y últimas reformas administrativas), Perfiles de la responsabilidad civil en el nuevo milenio,
coord. por el mismo autor, Madrid, 2.000, p. 421 y 422 y LÓPEZ SÁNCHEZ, C., op. cit., p. 409. 410, 416, a quienes
seguimos en estas líneas. Vid. también en este sentido, ATIENZA NAVARRO, M.L., La responsabilidad civil por los he-
chos dañosos de los alumnos menores de edad, Granada, 2000, p. 152 y 153; ORNOSA FERNÁNDEZ, M.R., Derecho Penal de
Menores. Comentarios a la Ley Orgánica 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la responsabilidad penal de los menores, Barcelona,
2001, p. 445; ABRIL CAMPOY, J.M., «La responsabilidad de los padres....», cit., p. 41 y 42; y GÓMEZ CALLE, E.,
«Responsabilidad de padres y centros docentes», Tratado..., cit., p. 1139 y 1140).
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 247
templó como una medida para mitigar la responsabilidad objetiva de padres, tutores,
acogedores o guardadores64. Esto comporta un régimen más severo en las relaciones
de responsabilidad civil para los progenitores del menor que ha delinquido en relación
con los padres de un menor que simplemente ha producido un daño no punible65; o
los de un incapaz mayor de edad (sujeto a patria potestad o tutela) que viva en su com-
pañía y haya cometido un hecho punible (pues, de acuerdo con el art. 120.1 del CP res-
ponden subsidiariamente «siempre que haya por su parte culpa o negligencia»)66.
La responsabilidad de padres, tutores y guardadores ex art. 61.3 LORPM es
directa y solidaria porque la propia norma lo establece expresamente por el orden indi-
cado en el precepto («responderán solidariamente...por este orden»): el menor responde
solidariamente primero con sus padres, en su defecto con sus tutores y en su de-
fecto con sus guardadores67, con independencia –según se desprende del tenor de
64
BOCG, Senado, Pleno, n. 156, 16 de diciembre de 1999, p. 7658.
Basta con acudir a las distintas fases de tramitación de la LORPM para comprobar el carácter objetivo de
la responsabilidad de padres y guardadores. En este sentido, tanto el Informe redactado por el Consejo General
del Poder Judicial (Informe de 12 de noviembre de 1997, sobre el Anteproyecto de Ley Orgánica Reguladora de la Justicia de
Menores, de 1 de julio de 1997, p. 60); como los trámites parlamentarios de la Ley del Menor, especialmente aten-
diendo a la defensa del texto que realizó el Grupo Parlamentario Popular (DS. Congreso de los Diputados, Ple-
no de 25 de febrero de 1999, n. 217, p. 11609 y 11613), inciden sobre la responsabilidad objetiva de las personas
relacionadas en el art. 61.3 de la LORPM.
65
En este sentido, hay que hacer notar la diferencia de criterio de imputación que existe entre la respon-
sabilidad de los padres tal y como ha sido regulada en el Código civil (art. 1.903.2 y 3), que -como decíamos- tie-
ne su base en una presunción de culpa (aunque por vía jurisprudencial se haya objetivado) y la responsabilidad
civil derivada del delito tal y como ha sido regulada en las normas penales.
66
Culpa que deberá de probar el actor y estar causalmente vinculada al resultado dañoso, de acuerdo
con la Sala 2.ª del TS (S. 26 marzo de 1999 –RAJ, n. 2054-), resultando así más benévolo para los progenitores
que el art. 1.903 del C.c.
67
Por guardadores habrá que entender los casos de tutela automática ejercida por la Entidad pública para
los menores que se encuentren en situación de desamparo o cuando interviene por solicitud de los padres o tu-
tores que por circunstancias graves no pueden temporalmente cuidar al menor, pudiéndose llevar a cabo me-
diante el acogimiento residencial o familiar.
El acogimiento que tiene lugar a solicitud de los padres o tutores, se hace sin que estos pierdan la patria po-
testad o tutela, pero la entidad pública asume temporalmente la guarda del menor y decidirá la forma en la que
se va a prestar (acogimiento residencial o familiar).
En el acogimiento residencial por desamparo la tutela la ejercerá el Director del centro donde esté acogido
el menor y la responsabilidad recaerá sobre la Administración Pública, de la que depende el Director del centro,
aplicándose las normas relativas a la responsabilidad de las Administraciones Públicas (art. 145 de la LRJA-
PAC, modificada por la Ley 4/1999, de 13 de enero). En el caso del acogimiento familiar la situación se compli-
ca, pues nos encontramos que junto con la intervención de la entidad pública, otra u otras personas ejercen de
forma directa la guarda: los acogedores, que a su vez pueden estar en régimen de acogimiento simple, perma-
nente o preadoptivo. Incluso pueden actuar con carácter profesionalizado o no.
En los documentos de formalización del acogimiento familiar se suele incluir un sistema de cobertura de
responsabilidad civil por los daños que sufra el menor o los que pueda causar a terceros (art. 173.2.3.º, b) C.c.).
Este requisito debería ser obligatorio en todos aquellos casos de menores conflictivos, para no desincentivar su
acogimiento por parte de familias y particulares que pretendan ayudarles.
248 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
67
Por guardadores también cabe entender, además, a los guardadores de hecho, esto es, personas que sin
nombramiento legal alguno, actúan de facto como tutores del menor (regulada en los arts. 303 y 304 del C.c.).
68
Este criterio, que es el que se desprende de los debates parlamentarios, llevará en la práctica a reducir
la responsabilidad civil de los centros docentes, lo cual resulta criticable en la medida en que, dada su función de
guarda o medidas organizativas, pueden contar siempre con mayores posibilidades para evitar el daño cuando
en menor se encuentra bajo su guarda, como señala MORENO MARTÍNEZ («Responsabilidad civil en los
centros de enseñanza...», Perfiles..., cit., p. 423 y 424). De ahí que a juicio del citado autor, hubiera sido preferible
y más acorde con la normativa civil, atribuir responsabilidad a los titulares de los centros docentes cuando el he-
cho delictivo del menor se produzca bajo su guarda.
69
Según mantiene ATIENZA NAVARRO, M.L., op. cit., p. 153 y 493. En esta dirección, también SAN
JULIÁN PUIG, V., De la responsabilidad civil de los maestros a la responsabilidad civil del titular del centro docente: evolución
y situación actual (Análisis civil, penal y administrativo de la cuestión), Barcelona, 2000, p. 262 y DÍAZ-ALABART, S.,
«La responsabilidad de los centros docentes...», Responsabilidad de la Administración..., cit., p. 44 y 45.
70
Según ponen de manifiesto MORENO MARTÍNEZ («Responsabilidad civil en los centros de ense-
ñanza...», Perfiles..., cit., p. 423, not., 40) y LÓPEZ SÁNCHEZ, op. cit., p. 423, a raíz principalmente de una inter-
vención del portavoz del Grupo Socialista en el pleno del Senado donde cuestiona la oportunidad del carácter
solidario de la obligación de reparar el daño conectado a un delito cuando se produce bajo la tutela y guarda de
los profesores de un centro educativo.
71
Como afirman MORENO MARTÍNEZ, J.A., ibid., p. 424 y LÓPEZ SÁNCHEZ, C., ibid., p. 413.
72
En los supuestos de ejercicio de la guarda y custodia por uno de los progenitores o en los casos de in-
capacidad o ausencia, la responsabilidad corresponderá igualmente a ambos progenitores (ABRIL CAMPOY,
J.M., op. cit., p. 44).
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 249
Con todo, parece que la interpretación del art. 61.3 de la LORPM que está lla-
mada a imponerse poco a poco en las resoluciones de los juzgados y tribunales,
por ser quizás la más justa y desde luego la más protectora para la víctima que ha
sufrido el daño, además de ajustarse mejor a los criterios del Código civil, es aque-
lla que entiende que la expresión por este orden da cabida a una responsabilidad cu-
mulativa de los diversos sujetos responsables en función de los deberes de educa-
ción, formación y corrección, así como de guarda o vigilancia incumplidos73.
Finalmente, conviene tener en cuenta que cuando los daños causados por
menores con ocasión de algún delito o falta se den entre menores provenientes de
familias humildes, sin patrimonio alguno y con graves problemas de integración
social, la condena por la responsabilidad civil será prácticamente inejecutable74,
salvo –en coherencia con la opinión mantenida en relación con el art. 61.3. LOR-
PM- que el perjudicado haga reserva de acciones civiles para actuar en la jurisdic-
ción ordinaria cuando el daño lo haya causado el menor bajo la vigilancia y el con-
trol de una entidad más solvente (como un centro docente o un empresario). En
los restantes casos lo que ocurrirá en la práctica es que la parte final del art. 61.3 de
la LORPM no tendrá efectos reales, en cuanto lo normal es que el menor sea in-
solvente y entonces el padre, por el carácter solidario de la deuda, deba responder
de toda la indemnización.
Visto el contenido del art. 61.3 de la LORPM y teniendo en cuenta los casos
en los que procede su aplicación, el perjudicado por la acción dañosa de un grupo
de menores que a su vez pueda ser calificada de delito o falta puede:
A) Ejercitar la acción civil ante el Juez de Menores, en cuyo caso se tramitará en pie-
za separada de responsabilidad civil por cada uno de los hechos imputados (arts.
16.4 y 61.2 de la LORPM)75. La Circular 1/2000, de 18 de diciembre, de la Fiscalía
General del Estado, sobre criterios de aplicación de la LO 5/2000, de 12 de enero,
que regula la responsabilidad penal de los menores, entiende que en el caso de que
73
Vid. en particular a este respecto CARRERA DOMÉNECH, J., «¿Por este orden?. Comentario a la
SAP Cantabria, Sec. 4.ª, 23.12.2003», InDret, 3/2004.
74
Como advierte, GARCÍA-RIPOLL MONTIJANO, M., «La concepción tribal...», cit., p. 1929.
75
La acción civil puede ejercitarse tanto por el Ministerio Fiscal como por el perjudicado. En principio, el
art. 61.1 de la LORPM obliga al Ministerio Fiscal a ejercitarla siempre con carácter general (otorgándole la Ley
una legitimación extraordinaria al no ser titular del derecho subjetivo que actúa), salvo que el perjudicado se la
reserve, renuncie a ella o la ejercite por sí mismo en el plazo de un mes desde que se le notifique la apertura de la
pieza separada de responsabilidad civil. En este sentido, la LORPM ofrece al Ministerio Fiscal un menor mar-
gen de iniciativa que la Ley de Enjuiciamiento Criminal, pues en este último procedimiento tan sólo debe abste-
nerse de reclamar la indemnización si el perjudicado ha renunciado a la acción o se la ha reservado (arts. 108 y
112 LECrim.). (DURANY PICH, S., «Responsabilidad civil y Derecho penal de menores», Estudios Jurídicos en
Homenaje al Profesor Luis Díez-Picazo, t. II, org. por A. Cabanillas Sánchez y otros, Madrid, 2003, p. 1752).
250 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
haya varios menores imputados por los mismos hechos en el expediente penal
sólo habrá que incoar una pieza de responsabilidad civil76. El Juez de Menores,
después de dictar sentencia u otra resolución definitiva (respecto a la responsabili-
dad penal), dictará sentencia civil absolviendo a los demandados o declarando los
responsables civiles (art. 64.8 de LORPM). Si aprecia responsabilidad penal en el
agente o agentes, la responsabilidad civil tendrá que basarse en el art. 61.3 de la
LORPM.
Aunque la LORPM no contempla los supuestos en que varios menores han
participado en los hechos delictivos de los que se derivan los daños, en estos casos
deberá aplicarse supletoriamente el art. 116.2 del CP, que prescribe para los distin-
tos autores entre sí y para los distintos cómplices entre sí la regla de la solidaridad
de las cuotas que cada uno está obligado a pagar, de acuerdo con lo determinado
por el Tribunal (si bien entre uno y otro grupo el criterio es el de subsidiariedad),
de modo que los menores responderán solidariamente en el caso de considerarse
coautores del hecho77, junto con sus padres o guardadores (como responsables di-
rectos ex art. 61.3 de la LORPM), procediéndose en el ámbito interno a la distribu-
ción de la responsabilidad.
Cuando los hechos han sido cometidos conjuntamente por mayores de edad
penal y por menores, del art. 16.5 de la LORPM se desprende que estos hechos
darán lugar a dos procedimientos distintos: el criminal para los mayores de edad
no sometidos a esta Ley, y el propio para los menores previsto en la propia LOR-
PM. Esta dualidad de procedimientos que se producirá en estos casos resulta criti-
cable en la medida en que pueden producir sentencias contradictorias y la víctima
del daño puede no resultar adecuadamente indemnizada (bien por defecto, bien
por exceso) ya que se rompe la contienda de la causa78.
De acuerdo con la jurisprudencia del TS, el perjudicado tendría derecho a re-
clamar la totalidad del daño en cada proceso, sin perjuicio de los correspondientes
derechos de repetición que corresponderían a quien ha satisfecho el daño frente a
los otros sujetos responsables. En esta dirección apunta la STS (Sala 2.ª) de 8 de fe-
brero de 198979: «En efecto, toda persona responsable criminalmente de un delito o
falta, lo es también civilmente (art. 19) y en el caso de ser dos o más responsables
civilmente de un delito o falta los tribunales señalarán la cuota de que deba respon-
der cada uno (art. 106). Pero en este caso sólo hay un responsable penal y civil en
76
BIMJ, n. 1884 y 1885, supl. 15 de enero de 2001.
77
DURANY PICH, S., «Las reglas de responsabilidad civil en el nuevo derecho penal de menores», In-
Dret, 5/2000, p. 3-4.
78
En este sentido también, DURANY PICH, S., ibid. loc. cit.
79
RAJ, n.º 1499.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 251
ese momento, porque la referencia a otra persona cuya conducta ya se enjuició ha-
brá de relacionarse entre sí en el momento procesal correspondiente, no entonces.
Por consiguiente, en este momento el “único” responsable enjuiciado en la sentencia debe
ser condenado al pago de todos los daños y perjuicios sufridos, sin perjuicio de que si con la
circunstancia de una anterior condena alguno de los procesados hubiera satisfecho
la totalidad pudiera repetir contra el que no la satisfizo y ejercitar las acciones opor-
tunas de resarcimiento frente al otro coimputado o frente al perjudicado para evi-
tar el enriquecimiento injusto, dado que existe solidaridad entre los autores (art.
107 CP) y que el art. 1.138 del C.c. presume en las obligaciones mancomunadas
(simples o solidarias), que el crédito o la deuda están divididos en tantas partes
como acreedores o deudores haya».
La sentencia dictada por el Juez de Menores podrá ser objeto de recurso ante
la Sala de Menores del Tribunal Superior de Justicia correspondiente, recurso que
se sustanciará por el procedimiento que corresponda a la cuantía (art. 64.9 LOR-
PM). Sin embargo, el art. 64.10 de la LORPM señala que la sentencia dictada en
este procedimiento no tiene fuerza de cosa juzgada, lo que significa que las partes
pueden iniciar un juicio ordinario sobre la misma cuestión, partiendo de la base de
los hechos considerados probados por el Juez de Menores, así como de la partici-
pación del menor. Este extremo ha sido muy criticado por cuanto no se entiende
la razón que lleva a la Ley a poder exigir responsabilidad civil en pieza separada, si
la sentencia obtenida carece de efectos de cosa juzgada, pues puede originar pro-
blemas prácticos80 y de repeticiones innecesarias y va en contra de los principios
de concentración y economía procesal81.
Si no hay responsabilidad penal, por no ser el hecho del menor constitutivo
de un delito o falta, el perjudicado podrá ejercitar la acción de responsabilidad civil
extracontractual en vía civil (art. 64.10 LORPM).
Cuando la falta de la declaración de responsabilidad penal del menor es por-
que el Ministerio Fiscal desistiese de incoar expediente, siempre que se den las circuns-
tancias previstas en el art. 18 de la LORPM (esto es, que los hechos cometidos por
el menor constituyan delitos menos graves o se hubiesen cometido sin violencia o
80
Pues si se ha dictado una sentencia condenatoria, una vez firme, puede ser ejecutada –art. 64.9 in fine
de la LORPM-, con lo que cabe la posibilidad de que mientras se ejecuta una sentencia firme se plantee un nue-
vo procedimiento que enjuicie los mismos hechos ya debatidos. En este caso, el Juez ordinario deberá de tener
en cuenta el fallo de la sentencia en la pieza separada de responsabilidad civil a fin de evitar una duplicidad de in-
demnizaciones y que la víctima resulte enriquecida injustamente (VAQUER ALOY, A., «La responsabilidad ci-
vil en la Ley Orgánica de Responsabilidad Penal de los Menores: una propuesta de interpretación», La Ley,
2001-1, D-11, p. 1637).
81
Vid. entre otros, LÓPEZ SÁNCHEZ, C., op. cit., p. 440; ORNOSA FERNÁNDEZ, M.R., op.cit., p.
443-444 y 462-463; GIMENO SENDRA, V., «El proceso penal de menores», La Ley, 2001-6, D-208, p. 1419.
252 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
enerva la acción penal) y quedan daños por reparar, el perjudicado podrá exigir la
correspondiente compensación por el procedimiento y conforme a las reglas de la
LORPM o bien acudiendo a la jurisdicción ordinaria y de acuerdo con la normati-
va del C.c, teniendo en cuenta que, al menos, una parte de la responsabilidad civil
queda satisfecha con la actuación del menor o menores84. Hay que subrayar, sin
embargo, que si el perjudicado optó solamente por la reparación a través de la ac-
tividad del menor y esta fue correctamente cumplida, no podrá promover un jui-
cio ordinario sobre la misma cuestión, pues se trata de un acuerdo entre particula-
res que ha sido adecuadamente cumplido y respecto del cual no cabe reclamación
posterior.
B) En el caso de que el perjudicado se reserve la acción civil para ejercitarla en el or-
den jurisdiccional civil, tendrá que esperar a que la acción penal se resuelva en sen-
tencia firme y serán de aplicación los preceptos del C.c. y de la LEC (art. 61.1 in fine
LORPM). Creemos que esta vía resulta preferible en todos aquellos casos en los
que el menor se encuentra bajo el control o vigilancia de un guardador en el mo-
mento de producir un daño (en el colegio, en situación de acogimiento o trabajan-
do) y los padres no puedan hacer frente a la indemnización por los daños causados
por sus hijos sujetos a patria potestad.
Habrá que entender que la reserva de acciones cuando se demanda a la Admi-
nistración sólo podrá hacerse para reclamar posteriormente ante los Tribunales
contencioso-administrativos (tras las últimas reformas de la LRJA-PAC en co-
nexión con el art. 9 de la LOPJ, sobre todo a partir de lo dispuesto en la DA 14.ª de
la LO 19/2003, de 23 de diciembre, de modificación de la LOPJ) y de acuerdo con
las reglas previstas en los arts. 145 y ss. de la LRJA-PAC85. La Ley está pensando
aquí en la posible responsabilidad de las entidades públicas de protección de me-
nores. La jurisdicción contencioso-administrativa también será competente inclu-
so cuando junto con la Administración es demandado el menor o el grupo de me-
nores causante del daño.
84
Sobre estas cuestiones, vid., con detalle, LÓPEZ SÁNCHEZ, C., op. cit., p. 442-444; DÍAZ ALA-
BART, S., ibid., p. 82 y ss.; GÓMEZ CALLE, E., «Responsabilidad de padres y centros docentes», Tratado..., cit.,
p. 1143-1144.
85
Como advierte DÍAZ-ALABART, S., «La responsabilidad civil en la LO 5/2000...», cit., p. 214, not.
98 y 220.
El art. 61.4 excluye la aplicación del art. 121 del CP, conforme al cual las Administraciones Públicas res-
ponden subsidiariamente del hecho del funcionario. En el caso de la responsabilidad del funcionario público se
tendrá que demandar a la Administración correspondiente, que responderá directamente, sin perjuicio de la ul-
terior acción de regreso contra el funcionario causante del daño (en este sentido, GARCÍA-RIPOLL MONTI-
JANO, M., «La concepción tribal...», cit., p. 1930).
254 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
3.2.3. La responsabilidad de los centros docentes por los daños causados por sus
alumnos
Cuando los menores de edad se hallan bajo el control o vigilancia del profeso-
rado de un centro docente, desarrollando actividades escolares, extraescolares o
complementarias (por ejemplo, viajes, excursiones, visitas culturales, etc.), entra en
juego la responsabilidad de los centros docentes por los daños causados por sus
alumnos menores de edad. Conforme al criterio general sentado por nuestra juris-
prudencia, los padres no responden de los hechos dañosos de sus hijos mientras se
encuentren (o deberían encontrarse) bajo la guarda del centro escolar86, incluso
cuando hayan observado una actuación negligente de su parte que haya contribui-
do a la producción del daño, lo que ocurre al permitirles, por ejemplo, llevar al cen-
tro docente objetos o artefactos que pueden ser susceptibles de causar daños87.
El análisis del régimen de responsabilidad aplicable a los centros docentes re-
quiere distinguir cuando la educación se presta en un centro privado o concertado; o
bien como un servicio público en centros de enseñanza de titularidad pública88. Así
como también si el hecho del que deriva el daño causado por el alumno es o no ti-
86
En este punto hay que señalar que cuando el daño tiene lugar fuera del centro docente porque el
alumno o alumnos causantes del mismo se han escapado, existe responsabilidad del centro si la fuga se hubiera
podido evitar con vigilancia y control adecuados (STS, 15 de diciembre de 1994, RAJ, n.º 9421; SAP de Valencia
de 20 de noviembre 1995, Ar.C., 1995-III, n. 2056). Por otro lado, para el TS «Si es habitual en el Centro que los
alumnos se queden en el patio de recreo un corto espacio de tiempo después de terminada la jornada lectiva an-
tes de ser recogidos o trasladarse a sus domicilios, es obligado deducir que los padres cuentan con que hasta en-
tonces están en el Centro y vigilados por su personal» y, en consecuencia, el Centro es responsable de los actos
de sus alumnos (STS, 3 de diciembre de 1991, RAJ, n.º 8910).
87
Así, en la STS de 3 de diciembre de 1991, daños causados por una menor que con una ballesta hiere a
otro menor y en STS de 10 de diciembre de 1996 (RAJ, n. 8975), daños causados por una menor (de 4 años) con
un broche de alfiler, fueron absueltos los padres de la menor que causó el daño y portaba el elemento peligroso.
88
Los llamados a responder por los daños causados por sus alumnos son los titulares de los centros docentes,
que corresponde a la persona física o jurídica que conste como tal en el registro de centros de la correspondien-
te Administración educativa (como se desprende de los arts. 10.2 pf. 2.º y 13 de la LO 8/1985, de 3 de julio, Re-
guladora del Derecho a la Educación y del art. 64.2 la Ley Orgánica 10/2002, de 23 de diciembre, de Calidad de
la Educación -BOE del martes 24 de diciembre, n. 307-).
De acuerdo con el modelo contemplado en ambas leyes de enseñanza, los centros docentes se clasifican
en públicos y privados. El centro es público cuando su titular es un poder público y privado cuando el titular es
una persona física o jurídica privada. El centro es concertado cuando el titular es una persona física o jurídica pri-
vada, pero está sostenido con fondos públicos. Aunque los centros concertados sufren grandes limitaciones en
su poder de actuación, asemejándose en muchos aspectos a los centros públicos, a efectos del régimen de su
responsabilidad habrá que asimilarlos con los centros privados, porque esa parece ser la intención del legislador
al equiparar los centros privados a los concertados y clasificar los centros docentes en dos grandes categorías:
públicos y privados (De acuerdo con la opinión manifestada por MORENO MARTÍNEZ, J.A., «Responsabili-
dad civil en los centros...», cit., 401-402 y seguida entre otros por ATIENZA NAVARRO, M.L., op. cit., p. 41-
42).
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 255
pificable como delito o falta. Así, cuando se trata de un centro privado, entraría en
juego el art. 1.903.5 del C.c. y la jurisdicción competente sería la civil, mientras que
cuando son centros públicos serían de aplicación las reglas relativas a la responsa-
bilidad patrimonial de la Administración y la jurisdicción competente es la conten-
cioso-administrativa. La conjunción de todas estas normas, como veremos, gene-
ra en ocasiones una disparidad de criterios de difícil justificación.
Si el hecho realizado por el menor es punible será de aplicación la LORPM, ya estudia-
da. De ella se desprende que si el que realiza el acto tipificado como delito o falta es
un alumno o un grupo de ellos menores de 14 años, no responderán penalmente y
las posibles responsabilidades civiles, tanto del centro docente como, en su caso, la
que al menor o menores o bien a sus padres les pueda ser exigible, tendrán que sol-
ventarse en vía civil y de acuerdo con las reglas del C.c. (art. 3 LORPM). En cambio
si el alumno o alumnos ya han cumplido 14 años, el Juez de Menores conocerá de
sus responsabilidades penales conforme a la LORPM, siendo competente también
para conocer la responsabilidad civil derivada del delito o falta (salvo que el perjudi-
cado hubiera renunciado a ella o bien hubiera hecho reserva de acciones civiles).
En la enumeración realizada por el art. 61.3 de la LORPM de las personas que
deben responder civilmente junto al menor de forma solidaria solamente se men-
ciona a «padres, tutores, acogedores y guardadores legales o de hecho, por este orden». De
acuerdo con una interpretación literal del precepto, difícilmente responderán los
titulares de los centros docentes por los hechos dañosos de sus alumnos cuando
constituyan hechos punibles, salvo que se entienda –como hacen algunos autores-
que la Ley pretende hacer recaer la responsabilidad sobre aquel que ostente la
guarda del menor en el momento de ocasionarse el daño y, además, consideremos
que como «guardadores de hecho» a los centros docentes89. Interpretación que no se
ajusta al tenor literal de la norma. Nosotros creemos, como apuntábamos en lí-
neas anteriores, que resulta preferible para el perjudicado hacer reserva de accio-
nes civiles en el caso de que el menor haya producido un daño estando bajo la
guarda o vigilancia de un centro docente.
do (artículo 1.903 párrafo 5.º del C.c., modificado por la Ley 1/1991 de 7 de enero,
de reforma de los Códigos civil y penal en materia de responsabilidad civil del pro-
fesorado, BOE de 8 de enero, n. 7). La principal novedad introducida por la Ley
1/1991 fue el traslado de la responsabilidad por los daños causados por los alum-
nos menores de edad de los profesores a los titulares de los centros docentes. De
manera que el perjudicado por la acción de un alumno puede obtener sentencia
favorable sin necesidad de demandar al profesor o profesores que se encontraban
vigilando a los escolares en el momento de la producción del daño. La razón social
de este cambio se halla en ciertas sentencias condenatorias de profesores que ha-
bían generado gran malestar en este colectivo, motivando movilizaciones en el
sector que acabaron con los acuerdos suscritos entre el Gobierno y los Sindicatos,
que cristalizaron finalmente en la Ley 1/1991 de 7 de enero 90.
La doctrina mayoritaria entiende que la responsabilidad del centro se justifica
por la culpa in vigilando o in eligendo del personal al que se encomienda la vigilancia
de los alumnos menores de edad 91; así como también respecto de aquellos su-
puestos en los que el daño deriva de los defectos organizativos imputables al cen-
tro y en relación con los cuales el personal puede ser completamente ajeno (como
son negligencias en el cuidado de las instalaciones o material del centro o la falta
de profesorado para vigilar una actividad)92.
La responsabilidad de los centros docentes es directa (no subsidiaria) y el crite-
rio de imputación por culpa o negligencia se presume iuris tantum (art. 1.903 in fine) 93.
90
Cfr. aquí, MORENO MARTÍNEZ, J.A., Responsabilidad de centros docentes y profesorado por daños causados
por sus alumnos, Madrid, 1996, p. 115 y ss.
91
En este sentido, MORENO MARTÍNEZ, J.A., Responsabilidad de centros docentes...., cit., p. 123 y 131;
Id., «Responsabilidad civil en los centros de enseñanza...», cit., p. 406, 411 y 412. La razón de este fundamento
hay que buscarla, a juicio del autor, en la similitud que guarda la responsabilidad de los centros docentes con la
responsabilidad del empresario por hechos de sus dependientes, así como también en la reforma operada por la
Ley 1/1991, que trasladó el centro de imputación de la responsabilidad de los docentes al titular del centro. De
esta forma, estima que deberían quedar excluidos del ámbito de aplicación del art. 1.903.5 del C.c. y ser subsu-
midos en el art. 1.902 del C.c. los casos en los que los daños fueran imputables directamente a la acción u omi-
sión del titular del centro y sin que la intervención o no del profesor hubiera tenido incidencia alguna en la pro-
ducción del daño.
92
Así lo afirman claramente DE ÁNGEL, R., «Comentario al art. 1.903 del Código civil», Comentario del
Código civil. Ministerio de Justicia, t. II, Madrid, 1991, p. 2030; GÓMEZ CALLE, E., «Responsabilidad civil de pa-
dres y centros docentes», Tratado..., cit., p. 1153; ATIENZA NAVARRO, M.L., op. cit., p. 65; DÍAZ ALA-
BART, S., «La responsabilidad de los centros docentes...», cit., p. 85.
93
A este respecto DÍAZ ALABART («La responsabilidad de los centros docentes...», cit., p. 121, nota
176) señala que la diligencia que han de observar los centros docentes en el desarrollo de sus funciones con res-
pecto a sus alumnos menores es rigurosa, como viene repitiendo nuestra jurisprudencia, pero no imposible de
prestar, pues, aunque alguna sentencia la pueda aplicar como si se tratara de una responsabilidad absolutamente
objetiva, no lo es.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 257
94
En este sentido, MORENO MARTÍNEZ, J.A., Responsabilidad de centros docentes..., cit., p. 127.; Id., «Res-
ponsabilidad civil en los centros de enseñanza no superior...», Perfiles..., cit., p. 405 y ss.; DÍAZ ALABART, S., «La
responsabilidad de los centros docentes por los hechos dañosos de sus alumnos menores de edad», cit., p. 85.
95
Pero lo peor del «bullying» no son las acciones en sí mismas, sino los efectos que producen en las pro-
pias víctimas, pues pueden afectar profundamente a su equilibrio emocional y a su autoestima, llegando en ca-
sos extremos como el que recientemente ocurrió en el Instituto Talaia de Hondarribia al suicidio del joven que
sufría las vejaciones y acoso de sus compañeros.
96
Como señala la STS de 10 de noviembre de 1990, ya citada.
258 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
97
RAJ, n.º 9667.
98
Vid. por el contrario la STS 10 de abril de 2000 (RAJ, n. 2358), a la que nos referimos más adelante.
99
Ar. C., 1997, n.º 1993.
100
STS, 10 de noviembre de 1990, que contempla el caso de un menor que, jugando en presencia de va-
rios profesores en el patio de recreo de un centro escolar público, se lesiona en el ojo izquierdo al clavar en la
tierra una “lima”.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 259
101
STS, 18 de octubre de 1999 (AC, 2000-1, n. 78 y CCJC, 2000, n. 52, p. 309 y ss. comentada por S.
DÍAZ ALABART). En ella se establece la responsabilidad de la Generalitat por los daños sufridos por un me-
nor y ocasionados por otro menor cuando jugaban con palos en un centro de colonias de verano. La Sala estima
la culpa de los cuidadores que pudieron y debieron haber impedido el juego y del órgano de la Administración al
no haber previsto una mayor intensidad en la vigilancia de los menores.
102
STS, 20 de mayo de 1993 (RAJ, n.º 3718). En el caso resuelto por esta sentencia, varios alumnos que espe-
raban el inicio de la clase de baloncesto solicitaron a un profesor que les facilitara un balón, entregándoles uno que se
encontraba en su despacho, de plástico duro y que según alegaba el demandante se hallaba pinchado. Mientras juga-
ban, uno de los menores recibió un impacto en la cara con dicho balón, causándole graves lesiones que determinaron
la pérdida de la visión del ojo. El TS no apreció el recurso de casación contra la sentencia de apelación, que acuerda re-
vocar la de primera instancia estimatoria de la demanda, pues no apreció culpa del profesor ni del director del centro,
aun cuando ésta se presume iuris tantum por el art. 1.903, apreciando «que la práctica del juego al que se dedicaban los
alumnos el día de autos, no era una actividad ilícita, ni peligrosa, ni que el medio empleado puede considerarse con-
causa del resultado por su carácter de elemento inocuo (estuviera o no suficientemente hinchado)».
103
STS, 28 de diciembre de 2001 (RAJ, 2002, n.º 3094). Los hechos de la reclamación planteada traen su
causa en la lesión en un ojo causada por una menor de 5 a otra compañera de la misma edad al soltar el extremo
de la comba cuando saltaban con otras niñas durante el recreo en el centro escolar. El TS negó cualquier res-
ponsabilidad de los padres de la menor que soltó la comba y del propio colegio, pues el recreo se hallaba debi-
damente vigilado y se trataba de una «actividad lúdica inocua y de general práctica entre las niñas de esa edad»,
por lo que el accidente se debió a caso fortuito.
104
STS, de 27 de septiembre de 2001 (RAJ, n.º 8155). Los hechos enjuiciados se produjeron cuando una
fila de niños (de edades aproximadas de 6 años) se desplomó cuando jugaban al «tren chu-chu», resultando le-
sionada una de las niñas. Los niños se encontraban en ese momento bajo la supervisión de dos profesoras no
docentes, en un recinto cerrado de su colegio, por estar lloviendo, y a la espera de acceder al comedor. Para el
TS el daño se produjo durante un juego inocuo, del que no cabía esperar un resultado como el que se produjo,
sin que en su producción tuviera nada que ver las cuidadoras.
105
Vid. el resumen jurisprudencial aportado en este sentido por GÓMEZ CALLE, E., «Responsabilidad
de padres y centros docentes», Tratado..., cit., p. 1164-1166.
260 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
109
Auque los casos de acoso escolar o «bullying» han existido toda la vida, es ahora cuando parece que se
está tomando más conciencia de este problema y del tremendo daño moral (a parte del físico que en muchos ca-
sos se produce) al alumno acosado. Si bien las sentencias sobre la materia son prácticamente inexistentes, debe-
mos traer a colación la sentencia de la Audiencia Provincial de Burgos de 5 de diciembre de 2002 (El Derecho,
BD 2002/69605). Los hechos del caso traen su causa de la reclamación formulada por la madre de un alumno
contra el centro de enseñanza privado donde cursaba su hijo los estudios y los padres del menor que le golpeó
en el ojo izquierdo con una gorra de visera durante una excursión, causándole importantes lesiones. Como reco-
ge la sentencia, de la prueba practicada se pone de manifiesto que el alumno agresor era un alumno conflictivo y
que mantenía una actitud de enfrentamiento con algunos compañeros, entre ellos el hijo de la demandante,
quien se había quejado en varias ocasiones a su profesor de que estaba siendo agredido por aquel y otros com-
pañeros suyos, no sólo verbal sino también físicamente, sin que éste se molestara en hacer una mínima investi-
gación acerca de estas quejas.
De las manifestaciones realizadas por el Tribunal (donde se afirma expresamente que «el Colegio es res-
ponsable del daño sufrido por D. Jesús Rubén, en virtud de lo dispuesto en el párrafo quinto del artículo 1.903
del Código civil, pues en modo alguno puede incardinarse lo ocurrido en el caso fortuito contemplado en el ar-
tículo 1.105 del mismo Texto Legal, pues para ello habría sido necesario que el Centro hubiese acreditado que
agotó todas las medidas de vigilancia y precaución tendentes a evitar una agresión como la que se produjo, y de
todo lo hasta ahora expuesto se deduce que no adoptó ninguna al respecto», además «el acoso al que venía so-
metiendo D. Javier Eduardo a D. Jesús Rubén, dentro y fuera del Colegio, que, a la vista de las pruebas practica-
das, debe estimarse acreditado...»); así como de lo elevado de la indemnización concedida (75.000 €) –bastante
por encima de la superior prevista por el baremo de la LRCSCVM para estos casos que asciende a 12.500 €
aprox., porque al decir de la Sala es justa «teniendo en cuenta su edad, el acoso al que estaba siendo sometido y
el padecimiento moral que ello habría de producirle al desencadenar un daño tan grave como el que se hizo... »-,
cabe interpretar que el juzgador valoró el daño moral sufrido por el alumno acosado y derivado de la negligencia
del centro que no hizo nada para remediar esa situación de acoso que terminó en un daño físico.
En relación con la indemnización del daño moral padecido por una conducta arbitraria de un Colegio –en
el caso de autos por expulsar de forma injustificada a un alumno adolescente-, vid. la STS (Sala 1.ª) de 9 de di-
ciembre de 2003 (en InDret 2/2004, comentada por F. GÓMEZ POMAR).
110
En este sentido, también, MORENO MARTÍNEZ, J.A., Responsabilidad de centros docentes..., cit., p.
147; LÓPEZ SÁNCHEZ, C., op. cit., p. 275-276; DÍAZ ALABART, S., «La responsabilidad de los centros do-
centes...», cit., p. 127; LÓPEZ BELTRÁN DE HEREDIA, C., op. cit., p. 147; GÓMEZ CALLE, E., La respon-
sabilidad civil de los padres, cit., p.410; Id., «Responsabilidad de padres y centros docentes», Tratado..., cit., p. 1171;
ATIENZA NAVARRO, M.L., op. cit., p. 476 y ss., si bien esta autora mantiene que no se debería en estos casos
presumir la culpa de los padres ex art. 1.903.2 del C.c., sino que sólo sería exigible la responsabilidad de los pa-
dres cuando se prueba que su comportamiento ha contribuido a la causación del daño por la vía del art. 1.902
del C.c. (porque en esos momentos no tienen la guarda del menor y no existen motivos para presumir que si
aquéllos hubieran actuado diligentemente, el menor no habría causado el daño).
262 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
En el supuesto de que los padres participaran junto con los profesores del co-
legio en las actividades educativas del centro, como son las excusiones o visitas,
podría existir una responsabilidad compartida entre el centro docente (art. 1.903.5
del C.c.), pues los menores no han dejado de estar bajo su guarda y dirigidos por
sus normas, y los propios padres, que con su participación aceptaron asumir un
deber de vigilancia que de otra forma no les hubiera correspondido. Pero en este
caso su responsabilidad es exigible, no como padres sino como colaboradores del
centro docente en aplicación del art. 1.902 del C.c., por los daños causados por su
propia actuación culposa o negligente111.
Incluso, como mantenemos en este trabajo, es exigible la responsabilidad de
los propios menores que, actuando de una forma culposa, fueran capaces de dis-
cernir las consecuencias de sus actos, por la vía del art. 1.902 del C.c., respondien-
do frente al perjudicado de forma directa y por culpa propia. Creemos, además,
que tal responsabilidad es concurrente, en relación con la de los titulares de cen-
tros docentes (ex art. 1.903.5 del C.c.) y profesores (art. 1.902 C.c.), y dependiendo
de la actividad con ocasión de la cual se produce el daño, con la que pudiera co-
rresponder a los padres de los menores (ex art. 1.903.2 C.c. ó 1.902 C.c.), configu-
rándose como solidaria, siendo a este respecto extensible las reglas generales de la
solidaridad112.
El artículo 1.903. 5 del C.c. precisa que el centro docente responde cuando se
trata de uno de sus alumnos menores de edad. Esto implica, de un lado, que los
alumnos deben de pertenecer al propio centro113. En los casos en los que un cen-
tro de enseñanza realice actividades conjuntas con otro/s centros que impliquen
111
Así, DÍAZ ALABART, S., ibid, p. 133-134; ATIENZA NAVARRO, M.L., ibid., p. 482.
112
Así también, MORENO MARTÍNEZ, J.A., Responsabilidad de centros docentes...., cit., p. 232; Id., «Res-
ponsabilidad civil en los centros de enseñanza...», cit., p. 416; ATIENZA NAVARRO, M-L., op. cit., p. 540;
GÓMEZ CALLE, E., «Responsabilidad de padres y centros docentes», Tratatado..., cit., p. 1170.
Avala esta postura el nuevo artículo 61.3 de la LO 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la Responsabili-
dad Penal de los Menores, que establece que junto al menor de dieciocho años responderá solidariamente por
los daños causados con ocasión de actos delictivos, entre otros, los guardadores de hecho, pudiéndose entender
por tales los centros docentes. Sobre las razones de dicha exclusión vid. MORENO MARTÍNEZ, J.A., «Res-
ponsabilidad civil en los centros de enseñanza...», cit., p. 420-421.
113
Resulta interesante a este respecto la STS (Sala 3.ª) de 28 de junio de 2004, que declara la responsabi-
lidad patrimonial de la Junta de Andalucía por los daños causados a un menor como consecuencia de la caída de
una canasta de baloncesto mientras practicaba este deporte en las instalaciones ubicadas en un colegio público.
Son datos relevantes del caso que el menor lesionado pertenecía a otro centro educativo (privado) y que incum-
plió su deber de asistencia al mismo. Sin embargo, el TS consideró que existía el deber de indemnizar por cuan-
to ha quedado acreditado que «la entrada y salida del alumnado al centro se hace sin control adecuado. Un con-
trol que, por lo demás, no tiene nada que ver con la vigilancia del edificio que corresponde al Ayuntamiento. Se
trata de saber quien entra y sale del mismo, deber que incumbe a la Administración educativa, sean los profeso-
res, sean los conserjes o sean los porteros del Colegio».
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 263
puesto por los padres de un menor que había fallecido al ser aplastado por un mon-
tacargas situado en un inmueble industrial cercano al colegio, cuando era accionado
por alguno de los dos compañeros con los que se encontraba en ese lugar durante el
horario de la comida. Aunque el daño se produjo fuera del centro escolar «la con-
ducta del personal del Colegio, claramente culposa, por omisión de no guardar y
cuidar al alumno interno y por acción de permitir su salida extemporánea, sin pre-
ocuparse si la llevaban a cabo sólo los que estaban autorizados para ello, integra ac-
tos iniciales decisivos, que si bien no provocaron directamente el suceso, ya que
tuvo lugar en instalaciones distintas y no dependientes, sí lo favoreció con categoría
de intensidad decisiva». Se da la circunstancia de que el menor ostentaba la condi-
ción de mediopensionista y tenía ciertas carencias y deficiencias mentales, que de-
bían haber llevado al centro a extremar su deber de vigilancia. Razones que llevan al
TS a afirmar la responsabilidad del centro con base en el art. 40 de la Ley de Régi-
men Jurídico de la Administración del Estado, en relación con el art. 1.902 del C.c.
Otro ejemplo lo encontramos en la sentencia del Tribunal Supremo (Sala 1.ª) de 10 de
abril de 2000118. El hecho generador de la reclamación que por responsabilidad civil
extracontractual se dirime en este asunto, fue el balonazo recibido por un menor de 7
años mientras se encontraba en el patio del Colegio Público «G.A.», dependiente del
Ministerio de Educación y Ciencia. La falta de atención procurada por el profesora-
do del menor, que ni se apercibió del suceso, ni adoptó las medidas adecuadas para
prevenir el daño, motivó que el TS considera responsable al Ministerio de Educación
y Ciencia y exonerara al Director del Colegio por cuanto no cabe descargar en él «una
especie de responsabilidad genérica por todo lo que ocurra en el mismo, con riesgo
de convertir la culpa in vigilando en un expediente que conduzca a la responsabilidad
objetiva pura, que la regulación positiva no admite y la jurisprudencia rechaza».
Resulta igualmente ilustrativa la sentencia del Tribunal Supremo (Sala 1.ª) de 31 de enero de
2003119. Los hechos del caso se derivan de los daños sufridos por un alumno de un cen-
tro público al clavarse unos cristales en la mano durante la clase de gimnasia. Estos cris-
tales se encontraban en el pabellón de gimnasia desde hacía 7 días, como consecuencia
de la rotura de los cristales del aula por personas desconocidas. Aunque las clases se ha-
bían suspendido durante tres días, para proceder a su retirada, la directora del centro or-
denó su reanudación tras ser informada de que el aula estaba en condiciones. La res-
ponsabilidad en todas las instancias se hace recaer en el Centro de enseñanza, y por
tanto en el Ministerio de Educación y Ciencia del que dependía (arts. 43 y 40 de la Ley
de Régimen Jurídico de la Administración del Estado de 1957), así como en la asegura-
dora del riesgo de responsabilidad civil; si bien no se apreció responsabilidad alguna en
la profesora demandada, sino en otro profesor de Educación Física, no demandado,
que fue el primero en iniciar las clases de gimnasia y quien se apercibió de la existencia
118
RAJ, n.º 2358.
119
RAJ, n.º 854.
266 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
de unos paneles de cristal de 50 por 50 cm². En cualquier caso, el TS consideró que de-
bía responder igualmente la aseguradora pues otorga cobertura a las responsabilidades
civiles de todo el personal dependiente del Ministerio de Educación y Ciencia en los
centros públicos radicados tanto en el territorio español como extranjero.
Un breve análisis jurisprudencial de los Tribunales de lo contencioso-admi-
nistrativo, y sobre todo la Sala Tercera del Tribunal Supremo, nos muestra que en
la práctica (al igual que ocurre con la mayoría de las sentencias de la Sala 1.ª) se acu-
mula el criterio de negligencia y el de responsabilidad objetiva a la hora de exigir
responsabilidad patrimonial a la Administración demandada, cuando en puridad,
la regla de la responsabilidad objetiva de la Administración obviaría entrar en con-
sideraciones sobre la posible negligencia de la aquélla.
En este sentido podemos citar la STS (Sala 3.ª) de 24 de julio de 2001120. Un escolar de
ocho años de edad estaba jugando al fútbol en el patio del colegio público S.R. de Hues-
ca durante el recreo, cuando recibió de un compañero una patada en el ojo derecho, que
originó la pérdida de visión irreversible. A juicio del Tribunal, no hubo negligencia algu-
na, y por tanto no cabe imputar lesión a la Administración docente «habida cuenta que la
lesión causada, exclusivamente deriva y trae causa directa e inmediata del golpe fortuito
–patada involuntaria- recibido de un compañero del juego en un lance del mismo, sin
que, por ende, pueda, desde luego, afirmarse que la lesión fue consecuencia del funcio-
namiento de los servicios públicos docentes, so pretexto de encontrarse los alumnos en
el recreo, en el interior del patio, dedicados a la práctica de los habituales juegos, pues ta-
les circunstancias, no denotan falta del debido control por el profesorado del Colegio, ya
que la lesión se habría producido, cualquiera que hubiera sido la vigilancia».
Por el contrario, la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valen-
ciana de 2 de junio de 1998, concede parcialmente la indemnización solicitada por la
actora dado que «tuvo su origen y causa en la caída sufrida a consecuencia del balo-
nazo que recibió procedente del patio de un colegio público donde sus alumnos ju-
gaban al baloncesto»121.
En suma, cuando un grupo de alumnos causa un daño a otro alumno, o a uno
de los profesores del centro o a un empleado o bien a personas ajenas al mismo,
los titulares de los centros docentes serán responsables de los daños causados en
las condiciones previstas en el artículo 1.905.3.º C.c. (cuando se trata de centros
privados o concertados) o bien en los arts. 139 a 146 de la Ley 30/1992, tal y como
han sido concretadas por la jurisprudencia, con independencia de la identificación
del autor material del daño o de la acreditación de la culpa del profesorado que de-
bía vigilar en ese momento a los alumnos.
120
RAJ, n.º 5410.
121
Repertorio Sentencias de los Tribunales Superiores de Justicia, t. I-1999, n. 130.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 267
así como también por las de uno de los actores, hermano de la víctima -asegurado igual-
mente por la misma entidad- y que se encontraban estabuladas junto con las de su em-
pleador en concepto de «excusas». El Juzgado de Primera Instancia desestimó la deman-
da acogiendo la excepción de culpa exclusiva de la víctima. La Audiencia revocó la
sentencia de instancia, condenando a la demandada al pago de 2 millones de pesetas a
cada uno de los siete demandantes. El TS, estimando parcialmente el recurso de casación
interpuesto por la aseguradora, niega el derecho a la reparación al hermano propietario
de parte (aunque fuera pequeña) del total de las reses causantes del daño, «por ser igual-
mente responsable» y estar «asegurado por la misma entidad demandada y recurrente».
En ocasiones, la responsabilidad de los poseedores de los animales se puede sol-
ventar simplemente a través de su consideración como coautores del daño, cuando el
comportamiento de uno no se hubiera producido sin la colaboración del otro o bien
simplemente todo el grupo ha sido la causa del daño (como es el caso de dos perros,
cuyos propietarios los sacan a pasear y al perseguirse uno a otro derriban a una señora,
aunque uno de ellos no hubiera entrado en contacto con la víctima, parece claro que el
daño no se hubiera producido sin la colaboración del otro125; o cuando el accidente se
ocasiona por la irrupción en la calzada de una manada de vacas y terneros, aunque la
causa última sea la de evitar la colisión contra uno de esos animales126).
La nueva Ley 50/1999, de 23 de diciembre, sobre el Régimen Jurídico de la Te-
nencia de Animales Potencialmente Peligrosos (BOE de 24 diciembre, n. 307), no
afecta a la vigencia del art. 1.905 del C.c., pero obliga al tenedor de un animal calificado
como potencialmente peligroso, al amparo de dicha Ley, a formalizar un seguro de res-
ponsabilidad civil por los daños a terceros que puedan ser causados por sus animales,
por la cuantía mínima que reglamentariamente se determine [art. 3.1. d)]127. La exis-
125
Ejemplo extraído de la sentencia de la Cour d’appel de Besançon de 28 de junio de 1955 (Gaz. Pal., 1955,
II, 148), citado por RAMOS MAESTRE, A., La responsabilidad extracontractual del poseedor de animales, cit., p. 227.
126
Este es el caso de la SAP de Segovia de 19 de enero de 2001 (Ar. C., 2001-I, n.º 234). Los demandados alega-
ron para eximirse de responsabilidad por el daño causado que no eran propietarios del ternero alcanzado por el vehículo
siniestrado, aunque sí de las otras nueve reses que formaban la manada que en esos momentos cruzaba la calzada. La Au-
diencia consideró que este dato no era relevante en la medida en que: «El siniestro no se origina exclusivamente por el ter-
nero que resultó muerto, sino por la travesía de las diez reses; conforme a los criterios de imputación objetiva, el incre-
mento del riesgo del que se derivan luego los daños proviene no de una sino de las diez reses; y por tanto los titulares de
todas ellas deben responder de los daños que se originan en el vehículo; como resulta fácil de colegir, las posibilidades de
sortear o evadir los animales en la carretera, difieren notablemente de que sean una o diez las reses que se cruzan».
127
Mediante RD 287/2002, de 22 de marzo (BOE de 27 de marzo, n. 74) se regulan determinados as-
pectos concretos de la Ley, estableciendo además los perros que tendrán la consideración de potencialmente
peligrosos. Entre ellos se encuentran los de las siguientes razas: pit bull terrier; staffordhier bull terrier; american staffor-
dhire terrier; rottweiler; dogo argentino; filoa brasileiro; tosa inu; akita inu. También tendrán la consideración de potencial-
mente peligrosos los perros de otras razas que posean todas o la mayoría de las características que determina el
RD. En algunas Comunidades Autónomas se ha legislado sobre la materia, regulando diferentes aspectos de los
perros potencialmente peligrosos, como es el caso de la Comunidad Valenciana que reguló mediante Decreto
145/2000 la tenencia de animales potencialmente peligrosos sobre la base de la Ley estatal.
270 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
tencia de este seguro obligatorio facilita que la víctima del daño pueda dirigir su
acción frente a todos los tenedores de animales que hayan intervenido en la causa-
ción del daño. Todos ellos estarán obligados a indemnizar, haciendo una interpre-
tación analógica del artículo 33.5 de la Ley de Caza (en la medida en que se dan los
presupuestos para ello), salvo que alguno de ellos pueda demostrar que su perro
no intervino en la acción que produjo el daño (porque, por ejemplo, iba provisto
del correspondiente bozal -al que obliga la Ley- y controlado con una cadena y,
además, la actuación no fue agresiva).
128
A tenor de lo dispuesto en el Reglamento de la LC (art. 35.3), que establece expresamente que: «Res-
pecto a los daños producidos por la caza procedente de terrenos de aprovechamiento cinegético común, se estará a lo dispuesto en el Có-
digo civil», algunos autores defendieron en su momento que la Ley de Caza sólo es aplicable a los terrenos cinegé-
ticos de aprovechamiento especial (como son los cotos de caza, los cercados, Refugios de caza, Reservas
Nacionales de caza, Parques Nacionales y zonas controladas de caza –art. 8.2 de la LC-), mientras que, por el
contrario, para los terrenos de aprovechamiento cinegético común, donde la caza es libre, debía regir el art.
1.906 del C.c. (en este sentido, DÍEZ-PICAZO, L./ GULLÓN, A., Sistema de Derecho civil, vol. II, 7.ª ed., Ma-
drid, 1995, p. 629-630; sin embargo, debemos hacer notar que en la última edición de su obra, que es la que ma-
nejamos, de 2001, 2.ª reimpresión de 2002, se ha suprimido toda referencia a este comentario y a la vigencia del
art. 1.906).
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 271
129
En la medida en que la imputación de la responsabilidad del propietario de la heredad la basa el art. 1.906 en la
culpa («no ha hecho lo necesario para impedir su multiplicación», «o cuando haya dificultado la acción de los dueños de dichas fincas
para perseguirla» ), algunos autores, en contra de la opinión anteriormente expresada, han apuntado con mejor crite-
rio que dicho precepto tampoco sería aplicable a los terrenos de aprovechamiento común, y ello por cuanto los
particulares están privados de toda posibilidad de controlar la caza en dichos terrenos. De acuerdo con la normati-
va autonómica, la gestión y administración de la caza en los terrenos de aprovechamiento común corresponde a la
Administración y, por tanto, ésta sería la única responsable (Vid. aquí, GALLEGO DOMÍNGUEZ, I., op. cit., p.
201; PARRA LUCÁN, M.A., «La responsabilidad por daños producidos por animales de caza», cit., p. 48-49)
129
Como advierte PARRA LUCÁN (ibid., p. 24-25), existen diferencias importantes de régimen jurídico entre
el art. 1.906 del C.c. y el art. 33 de la Ley de Caza, si bien hay que entender derogado el primero por aplicación del cita-
do principio lex posterior derogat anterior. Así, mientras que el art. 1.906 establece una responsabilidad por culpa (aunque
invierte la carga de la prueba), el art. 33 de la LC, para los daños causados por la caza procedente de terrenos acotados,
es objetiva. Tampoco coinciden los sujetos responsables en una y otra disposición: el art. 1.906 del Código imputa la
responsabilidad al «propietario de una heredad de caza», mientras que la LC establece que la responsabilidad ha de re-
caer en primer término en quien tenga atribuido el aprovechamiento cinegético, sea o no su propietario.
130
Sorprende, por tanto, que el Tribunal Supremo se refiera a este tipo de responsabilidad como «una res-
ponsabilidad por culpa ya que dichos titulares (los de los aprovechamientos cinegéticos) deben de adoptar las medi-
das precisas y necesarias para evitar que los animales abandonen los espacios acotados, lo que representa negli-
gencia decidida por incumplimiento de cargas de vecindad». En el caso de autos, el TS casa y anula la sentencia
de instancia por considerar que los propietarios de los terrenos donde procedían los animales salvajes que pro-
dujeron el daño (los Ayuntamientos de Villanueva del Arzobispado, Sorihuela de Guadalimar y la Agencia de
Medio Ambiente), responden de forma subsidiaria y solidaria (no directa y solidaria como establecía la sentencia
recurrida), mientras que lo harán de forma directa y solidaria los arrendatarios de los aprovechamientos cinegé-
ticos (STS, de 30 de octubre de 2000, -FD, 1.º- RAJ, n.º 8489).
272 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
condenar al demandado, aunque sólo fuera uno de los posibles sujetos que legal-
mente estaba llamado a responder131.
En este sentido, la ya citada STS de 7 de enero de 1978, en relación con los daños
causados por la reses procedentes de un coto sin determinar, afirma que la solidari-
dad «lleva consigo que el acreedor pueda dirigirse contra cualquiera de ellos (art. 1.114 del C.c.)
y que como declara con acierto la sentencia recurrida, el hecho de dirigirse contra sólo dos de los pro-
pietarios de los terrenos acotados, no implica la falta de litisconsorcio denunciada en el motivo
quinto del recurso, cuyos requisitos determina abundantísima jurisprudencia, pues cada deudor
solidario en la relación externa con el acreedor se reputa único y exclusivo obligado por la totali-
dad, sin perjuicio de que en la relación interna lo sea sólo por su parte»132.
La razón que justifica jurídicamente la solidaridad de los titulares de los apro-
vechamientos cinegéticos colindantes no es otra que la presunción de que cada
uno de ellos pudo producir el daño a través de su acción u omisión133. Aunque no
se trata de una acción concertada, entre todos los miembros del grupo de cotos
colindantes existe una conexión, una vinculación: todos realizan una actividad a la
131
La solidaridad de todos los colindantes tiene como presupuesto que no se pueda conocer la proce-
dencia de la caza. Por tanto, probado que los daños han sido causados por conejos procedentes de una finca de-
terminada, que forma parte del coto del que es titular el demandado, «es obvio que en modo alguno puede ha-
cerse recaer sobre cualquier otro titular de aprovechamiento cinegético la responsabilidad de indemnizar unos
daños que, por haber sido ocasionados por la caza procedente de la finca del demandado Sr. O.C., sólo a él in-
cumbe» (STS, de 17 de mayo de 1983, 2.º Considerando–RAJ, n.º 2843-).
132
La llamada jurisprudencia menor se muestra en este punto variable. Así, de acuerdo con la línea mar-
cada por el TS en la sentencia citada, cuando se ha demandado sólo a alguno de los titulares de los cotos próxi-
mos de donde podía proceder el animal causante del daño, se ha condenado a su titular (SAP de Girona de 17
de abril de 2002 -AC, BD 386240/2003-; SAP de Huesca de 10 de marzo de 2000, -AC, BD 184185/2001-);
mientras que en otras ocasiones, por el contrario, se mantiene la existencia de un litisconsorcio pasivo necesario
entre todos los posibles responsables, de manera que decae la pretensión de la parte cuando falta alguno de ellos
en el proceso (SAP de Cuenca de 29 de noviembre de 1986, La Ley 1987-1, p. 298). Incluso en otras ocasiones,
se absuelve al demandado por entender que el art. 33 de la LC impone la carga de la prueba de que el animal cau-
sante del daño procede realmente de la finca de la que el demando tiene el aprovechamiento cinegético o la pro-
piedad (SAP Orense de 31 de marzo de 2000 -AC, BD 109240/2001-).
133
En este sentido, CABALLERO LOZANO, J.M., «Aspectos civiles de la caza desde la perspectiva de la
Ley de Castilla y León», RGLJ, 2001, p. 529. Este autor, además, añade que la responsabilidad recae sobre quien os-
tenta una relación de preferencia o ventaja respecto de las piezas de caza, derivada del derecho a cazarlas en exclusiva
o de la obligación de velar por ellas, lo que encuentra su justificación en la idea de riesgo-beneficio, esto es, quien pue-
de cazar (excluyendo a terceros), debe afrontar la faceta negativa de su derecho; quien ostenta una posición jurídica
preeminente debe soportar, proporcionalmente, los inconvenientes que acompañan a la misma.
Vid. también PARRA LUCÁN, M.A., «La responsabilidad por daños producidos por animales de caza»,
cit., p. 64. Afirma la autora citada que la única razón que puede justificar jurídicamente la condena de todos los
posibles responsables (y, por tanto, posibles no responsables) es la presunción de que cada uno de ellos puede
serlo. Pero para mantener esta presunción en términos razonables, es imprescindible a juicio de la autora que to-
dos ellos sean llevados al proceso.
Para GALLEGO DOMÍNGUEZ (op. cit., p. 215-216), aunque la solución del reglamento es justa, en cuan-
to busca a toda costa la protección del dañado, resulta discutible que una norma reglamentaria establezca una ex-
cepción al principio de mancomunidad previsto en el art. 1.138 del C.c.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 273
un edificio sin que se pueda identificar el piso del que procede la cosa que ha pro-
ducido el daño, la víctima del daño anónimo puede acudir al propio artículo 1.910
del C.c. para ver satisfecha su pretensión resarcitoria. Con ello quiero decir que es
posible extender analógicamente la solución que el mismo precepto consagra para
los casos de «indeterminación relativa» del causante directo del daño en relación
con una vivienda concreta, haciendo responder al «cabeza de familia» del edificio,
esto es, a la comunidad de propietarios en una casa por pisos.
La razón de esta extensión habría que verla en el fundamento de esta respon-
sabilidad de naturaleza objetiva, como afirma la mayoría de la doctrina, basada en
el riesgo que entraña para los transeúntes los objetos suspendidos o puestos de un
modo peligroso o los arrojados a la calle y en la necesidad de indemnizar a las per-
sonas que resulten dañadas por ellos138. Corrobora esta interpretación la circuns-
tancia de que el destinatario de la imputación legal («el cabeza de familia») no pue-
de liberarse acreditando una adecuada diligencia139. En este sentido, el art. 1.910
del Código civil es claro: «el cabeza de familia que habita una casa o parte de ella, es respon-
sable de los daños causados por las cosas que se arrojen o cayeren de la misma». No habla en
ningún momento de culpa o negligencia del sujeto responsable. Aunque posible-
mente detrás de cada acción donde se caiga o arroje algo pueda detectarse un
comportamiento negligente, bien del «cabeza de familia», bien de cualquier otra
persona que conviva con él o esté transitoriamente en la vivienda140.
Por otra parte, la responsabilidad se atribuye al «cabeza de familia» (en nues-
tro caso, a la comunidad) porque tiene la posibilidad de controlar el riesgo genera-
do por la cosa, adoptando las medidas pertinentes al efecto141 (apercibiendo, por
ejemplo, a los propietarios que tienen colocadas las macetas en lugares peligrosos
138
Vid. sobre los orígenes de la norma, RAMOS MAESTRE, A., La responsabilidad civil por los daños causa-
dos por las cosas arrojadas..., cit., p. 19 y ss.
139
A esta misma solución llega SALANOVA VILLANUEVA («Responsabilidad por daños causados
por cosas arrojadas o caídas, en Derecho español y francés», RDP, 1999, p. 395) con base en criterios puramente
subjetivistas: así, mientras que la responsabilidad del cabeza de familia se fundamenta en su deber y en su poder
de supervisar las actividades que tienen lugar en su morada, del mismo modo la comunidad de propietarios pue-
de y debe organizar la convivencia dentro del inmueble a través de sus estatutos y normas de régimen interior.
Vid. igualmente GÓMEZ CALLE, E., «Los sujetos de la responsabilidad civil. La responsabilidad por he-
cho ajeno», cit., p. 124.
140
Vid. aquí, PANTALEÓN PRIETO, «Comentario a la STS de 12 de abril de 1984», CCJC, 1984, n.º 5,
p. 1610; FUENTESECA, C., «El artículo 1.910 del Código Civil es aplicable a los daños negligentes causados
por cosas que se arrojaren o cayeren dentro de un recinto (discoteca) (Comentario a la Sentencia del Tribunal
Supremo de 21 de mayo de 2001)», AC, 2001, p. 1582.
141
RAMOS MAESTRE, A., «La responsabilidad civil por daños causados por cosas...», cit., p. 59; PAN-
TALEÓN PRIETO, ibid., p. 1611; PEÑA LÓPEZ, F., «Comentario a la STS de 21 de mayo de 2001», CCJC,
2001, n.º 57, p. 873.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 275
que las retiren, etc., en resumidas cuentas, organizando la convivencia dentro del
inmueble a través de reglas de régimen interior). Además, cada uno de los copro-
pietarios disfruta y se aprovecha de las cosas comunes, como son los elementos
que componen el edificio, pudiendo entrar en juego el conocido aforismo «cuis est
commoda eius et incommoda». En último lugar, hay que tener en cuenta que la mayoría
de las comunidades de propietarios tienen un seguro de responsabilidad civil por
daños que el edificio pueda causar a terceros y en estos casos no existiría conflicto
de equidad entre las víctimas y los posibles responsables (o no responsables), pues
quien paga es la aseguradora.
Aunque no hemos encontrado ninguna sentencia que solucione de forma ex-
presa el caso que contemplamos inicialmente (daños causados por cosas que se
caigan o arrojen desde un edificio sin que se pueda identificar el piso del que pro-
cede el daño), nuestra propuesta se enmarca dentro de los postulados seguidos
por el Tribunal Supremo, que desde hace algún tiempo viene interpretando los
distintos presupuestos del art. 1.910 C.c. de manera muy amplia142. Resulta suma-
mente ilustrativa la conocida sentencia del TS de 5 de julio de 1989143, que condenó a
pagar la indemnización a los arrendatarios de una vivienda y a la aseguradora de la
comunidad de copropietarios (absolviendo por contra a estos últimos) por la
muerte de la hija de los actores, debido a las heridas que le produjo un cristal des-
prendido al cerrarse violentamente una las ventanas de la vivienda habitada por
los arrendatarios demandados.
Para llegar a esta solución, nuestro Alto Tribunal argumentó que: «si el daño
deriva del uso o contacto con las cosas, el autor dueño de esas cosas debe respon-
der, como si estuviesen las mismas vivificadas y fuesen causantes de aquel daño; y
es claro que si acontece el traslado de esa responsabilidad de/por las cosas median-
te el instrumento del seguro, la entidad subrogada asume igual posición frente a los
142
En este sentido, encontramos, por ejemplo, la STS de 17 de julio de 2003 (RRCCS de noviembre de
2003, p. 554), que se refiere a un caso de un señor de 65 años de edad, que sufre lesiones como consecuencia de
haber resbalado a la salida del ascensor de una vivienda, por la existencia en el suelo de una mancha de un pro-
ducto resbaladizo y deslizante de origen desconocido. El TS no apreció el recurso de casación interpuesto con-
tra la sentencia de la AP que, revocando la sentencia de instancia, absuelve íntegramente a las demandadas (la
Comunidad de Propietarios y la Compañía de Seguros Mapfre SA). Entre otras razones, la Sala argumenta que
«no existe explicación plausible alguna a la invocación del artículo 1.910 del Código civil: “El cabeza de familia
que habita una casa o parte de ella es responsable de los daños causados por las cosas que se arrojen o cayeren
de la misma”. Ya se ha manifestado la falta de prueba sobre el origen de la presencia de la mancha determinante
de la caída del actor, por lo que resulta de todo punto arbitrario presumir la posibilidad de que un comunero hu-
biera sido el autor de la presencia de la misma» (FD 2.º). El TS parece dar a entender que si el origen del daño es-
tuviera en la acción de algún comunero, aunque éste fuera desconocido, la Comunidad sería responsable del
daño en virtud del art. 1.910 del C.c.
143
AC, BD 1032/1989.
276 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
terceros que resultaron dañados o por la actividad o por el uso o contacto de tales
cosas». En definitiva, el objeto del seguro de «responsabilidad civil del contenido
de las viviendas», incluye todas las circunstancias que por el uso o disfrute de tales
viviendas produzcan un resultado dañoso144.
Una de las recientes sentencias del TS que nos ha llamado más la atención en
relación con la aplicación del art. 1.910 del C.c. es la sentencia de 21 de mayo de 2001
145
. El hecho generador de la reclamación que por responsabilidad civil se dirime
en este asunto, fueron las lesiones causadas al cliente y demandante de una disco-
teca cuando bailaba en la pista, originadas por el lanzamiento de un vaso de vidrio
u otra cosa del mismo material (como pudo ser un cenicero), que impactó en su
ojo derecho determinando la pérdida total del mismo. No obstante la evidencia de
que tal lanzamiento se produjo dentro del local, se desconocen los datos referen-
tes a la trayectoria seguida por el objeto arrojado, así como a la identidad de la per-
sona que realizó la acción y si la acción fue intencionada o negligente (FD. 1.º).
El Juez de Primera Instancia condenó a los demandados (compañía asegura-
dora y sociedad titular de la discoteca) con base en el art. 1.910 del C.c., y no en los
arts. 1.902 y 1.903 del C.c. tal y como se solicitaba en la demanda, apoyándose en el
principio «iura novit curia», entendiendo que el supuesto es de responsabilidad ob-
jetiva o por riesgo. La Audiencia Provincial revoca la sentencia de primera instan-
cia por considerar que existía una incongruencia en su fundamentación jurídica,
estimando aplicables los arts. 1.902 y 1.903 del C.c. ya que entiende que concurre
culpa por parte del titular de la discoteca, a través de las deficiencias y carencias del
servicio de recogida (que supone también vigilancia) de objetos (vasos, copas, bo-
tellas, ceniceros ya usados), que agrava el riesgo de producción de un daño.
El Tribunal Supremo declaró no haber lugar al recurso interpuesto, pero ad-
mite en su Fundamento 4.º que la sentencia se debería haber fundamentado,
como así hizo el Juzgado de Primera Instancia, en el art. 1.910 del C.c., sin que por
ello se deba entender que exista incongruencia:
144
Como señalábamos en líneas anteriores, la responsabilidad de los propietarios de la vivienda puede
derivar de la omisión del deber de cuidado que les corresponde en la conservación y estado del edificio. En este
sentido, la SAP de Madrid de 12 de julio de 2000 (AC, 2001, @ 291), en un caso donde la víctima falleció como
consecuencia de la caída de una maceta desde el balcón de un 5.º piso, estimó no sólo la responsabilidad de la in-
quilina del piso (con base en el art. 1.902 del C.c.), sino también la de los copropietarios del inmueble, según el
mismo precepto, porque al estar en el balcón colgadas hacia fuera las macetas eran visibles desde el exterior y
constituían un riesgo adicional, o añadido por un acto humano, al riesgo potencial que entraña el inmueble en su
conjunto por las partes que tienen vuelo al exterior (desprendimiento de cornisas, aleros o trozos de fachada) y,
por ende, debieron haber advertido a la inquilina sobre tal peligro.
145
RAJ, n.º 6464.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 277
«El citado artículo 1.910 que consideramos plenamente aplicable al caso, está
pensado para situaciones que son homologables a la presente, tomando en cuenta,
según sus antecedentes históricos, la “necesidad social del tiempo en que han de
ser aplicadas, atendiendo fundamentalmente al espíritu y finalidad de la norma”
(art. 3.1 del C.c.)....El “supuesto de hecho” anuda la responsabilidad al “cabeza de
familia” “por los daños causados por las cosas que se arrojaren o cayeren de la casa
que habita”. Y tal figura, se interpreta por la doctrina referida a la persona (o enti-
dad) que como titular jurídico, utilice la vivienda o local y tiene el deber de contro-
lar lo que ocurre en su recinto. Ninguna regla impone, además, que la cosa arrojada
tenga necesariamente que proyectarse fuera del recinto, esto es, impactar en la calle
o en casa o local vecino»(FD, 5.º).
Uno de los aspectos más destacables de la sentencia citada, es la afirmación
realizada por nuestro Alto Tribunal de que la falta de identificación del causante
material del daño no puede considerarse como un supuesto de caso fortuito o
fuerza mayor que pueda exonerar de responsabilidad a quien ha actuado de una
forma culpable (FD, 6.º).
Entrando propiamente en el examen de dicha sentencia, creemos en primer
lugar, que para que entre en juego el art. 1.910 del Código, atendiendo a su ratio y a
sus precedentes históricos, el daño debe de proceder de una edificación habitable
(un piso, una casa individual, un chalet, una oficina, etc.) por arrojar o verter algo a
una calle o lugar donde pasa la gente, no resultando aplicable, por contra, cuando
las cosas caigan o se arrojen dentro de un mismo recinto cerrado146. Por eso no
podemos compartir la opinión manifestada por algún autor, que siguiendo la am-
plitud con que nuestros tribunales vienen aplicando el art. 1.910 del C.c.147, entien-
de que es posible extender analógicamente el citado precepto a los supuestos de
caída, desprendimiento o lanzamiento de cualquier objeto o sustancia desde cual-
quier lugar que por su entorno determine un riesgo de que se produzcan daños a
terceros (como es el caso de los objetos caídos o arrojados desde un vehículo, pa-
146
En este mismo sentido, RAMOS MAESTRE, A., La responsabilidad civil por daños causados por cosas...,
cit., p. 61 y ss.
147
El TS no deja de sorprendernos a la hora de hacer uso del art. 1.910 a diversos supuestos. Así lo de-
muestran, entre otras, la STS (Sala 4.ª) de 12 de marzo de 1975 (RAJ, n.º 1798) que contempla el caso de un ena-
jenado que se arroja por la ventana de un hospital dependiente de la Diputación Provincial de Granada, produ-
ciéndole la muerte a un transeúnte que iba con su novia; o de las numerosas sentencias que aplican el precepto
citado a los casos de filtraciones de agua. Pero la originalidad de la sentencia que comentamos estriba en que en
esta ocasión los daños se producen por el impacto de un objeto arrojado dentro de un recinto cerrado. De tal
manera que parece que lo importante para el TS a la hora de aplicar el art. 1.910 es sólo la acción de arrojar o
caer, sea lo que sea y caiga donde caiga («sin que proceda hacer distinción entre objeto o persona», STS 12-3-
1975 –Cdo 3.º in fine).
278 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
los productos defectuosos. A estos efectos se entiende por fabricante, el que pro-
duce un producto; el que produce un elemento integrado en un producto; y, en ge-
neral, «cualquier persona que se presente al público como fabricante, poniendo su nombre, deno-
minación social, su marca o cualquier otro signo o distintivo en el producto o en el envase, el
envoltorio o cualquier otro elemento de protección o de presentación». Además del fabricante,
también responde quien introduce un producto en la Unión Europea para su ven-
ta. Si el fabricante no puede ser identificado, dice el artículo 4.3 que será conside-
rado como fabricante quien hubiere suministrado o facilitado el producto, a me-
nos que, dentro del plazo de tres meses, indique al perjudicado la identidad del
fabricante o de quien le hubiera suministrado o facilitado a él dicho producto151.
Para el éxito de la acción en un régimen basado en la responsabilidad objetiva,
como es el de la Ley del 94, la víctima tendrá que probar tres extremos fundamen-
tales: el defecto, el daño y la relación de causalidad entre ambos (art. 5). La Ley, si-
guiendo en este punto a la Directiva, no concreta que el perjudicado deba probar
que el producto es del fabricante. Sin embargo, esta omisión no significa que se
pueda prescindir de la identificación del fabricante que causó el daño. En la mayo-
ría de las ocasiones este extremo no plantea conflictos graves por cuanto, si no
puede aportar la prueba sobre la identidad del fabricante real o aparente del pro-
ducto o el importador comunitario, el perjudicado puede probar que cualquier
distribuidor al que demande lo ha sido del producto, siendo en principio fácil de-
mandar al minorista final a través de la prueba de la factura. Entonces será éste el
que deba probar para verse liberado de su responsabilidad quién fue el fabricante,
aparente o real, o el importador o cualquier distribuidor anterior, no reportándole
tampoco gran dificultad la prueba debido a las facturas o albaranes152. Por tanto, la
imposibilidad de identificación del fabricante o del importador no significa que la
151
Una de las características fundamentales de la Directiva 85/374 es la de canalizar la responsabilidad
por productos defectuosos hacia el productor o fabricante y sólo de manera subsidiaria, para el caso de que el
productor no resulte identificado, se establece la responsabilidad del suministrador. Según señala M.ª Ángeles
PARRA LUCÁN (ibid, p. 738) los autores de la Directiva se inclinaron por esta opción atendiendo, en primer
lugar, al hecho de que generalmente es el productor el causante de los defectos de los productos y por tanto está
en mejores condiciones para prevenirlos y evitarlos; y, en segundo lugar, porque se consideró preferible que no
se multiplicaran los seguros de responsabilidad entre los distintos miembros de la cadena de elaboración y dis-
tribución de productos, cuando en realidad es el fabricante quien está en mejores condiciones de absorber el
daño a través de los precios y de la repercusión del seguro que concierte.
De ahí que estemos de acuerdo con DE ÁNGEL YÁGÜEZ («Actuación dañosa de los grupos», cit., p.
1000), cuando afirma que la responsabilidad del suministrador entra en juego solamente cuando el fabricante
del producto no puede ser identificado, porque el objeto mismo no permite conocer su identidad, no cuando el
perjudicado hubiere pasado por alto u olvidado cuál era el fabricante del objeto que causó el daño. Vid. en este
mismo sentido, JIMÉNEZ LIÉBANA, D., ibid., p. 279.
152
Como advierte ALCOVER GARAU, G., La responsabilidad civil del fabricante, Madrid, 1990, p. 130-131.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 281
tendrá que probar el concreto fabricante que elaboró el producto defectuoso que
le produjo el daño, sino que serán precisamente los fabricantes demandados quie-
nes, acreditado el daño y la lesividad del producto, deban de probar que ellos no
fabricaron el producto potencialmente causante del daño.
157
El principio seguido por la citada sentencia californiana había sido aplicado con anterioridad en
otros casos. El más conocido es el caso Cook v. Lewis [1951] SCR 830, y como precedente del mismo está
Summers v. Tice (1948) 5 ALR 2d 91. Vid. ambas sentencias en el apartado correspondiente al Derecho anglo-
americano.
284 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
o volumen del riesgo creado)158. Pero cabría preguntarse qué es lo que ocurre en
supuestos en los que el producto de que se trate no sea uniformemente dañoso,
como es el caso, por ejemplo, de los productos hemoderivados, como puede ser el
Factor VIII. Al contener sangre humana en su preparación, la falta de medidas
adecuadas para el control de la sangre que los compone, bien porque no se cono-
cieran en ese momento bien porque aún conociéndose se omitieron, ha llevado en
muchos casos a un contagio masivo del virus VIH, sobre todo durante los años
80. Resulta claro, sin embargo, que no todas las unidades de Factor VIII están
contaminadas o pueden ser nocivas para la salud, sin embargo, podemos encon-
trar cierta jurisprudencia norteamericana que ha hecho uso en estos casos para
apreciar la responsabilidad del fabricante de la «market share theory»159.
La responsabilidad por cuota de mercado, pese a poder ser una solución justa
en casos como los estudiados de causalidad meramente probabilística, sin embar-
go, no se encuentra plenamente consolidada y ha sido muy criticada por la doctri-
na, entre otras razones por apartarse de las normas del product liability, que exigen
un nexo entre el demandado y el producto causante del daño; por lo difícil que re-
sulta fijar la «market share» y, también, por el coste social que en última instancia re-
percute en el consumidor160.
158
Como recoge RUDA GONZÁLEZ («La responsabilidad por cuota de mercado a juicio», InDret, 3/
2003, p. 6-10; Id., «Problemas de identificación del causante del daño y responsabilidad por cuota de mercado»,
Revista de Responsabilidad civil y seguros, 2004, n.º 19, p. 9-11), la aplicación del expediente de la responsabilidad por
cuota de mercado ha quedado condicionada por parte de los tribunales americanos al cumplimiento de determi-
nados requisitos, como son: a) que el producto dañino tenga carácter fungible, es decir, que todas las unidades del
mismo producto generaren el mismo riesgo de sufrir el daño; b) que la imposibilidad de identificar al causante
del daño no fuera imputable a la víctima (pues estamos ante lo que también se ha venido en llamar “teoría del úl-
timo recurso”); c) que el fabricante del producto demandado haya generado el riesgo de sufrir el daño que la víc-
tima padece (en este sentido, el demandado sólo puede exonerarse de responsabilidad si prueba que su produc-
to nunca se puso en circulación para su utilización); d) que la víctima traiga al proceso a los fabricantes que
representen una cuota sustancial del mercado (con el objeto de asegurar que existe una probabilidad alta de que
los demandados produjeron efectivamente el daño); e) que el producto sea intrínsecamente peligroso; f) que
produzca una serie concreta de síntomas o una enfermedad típica; y g) que la víctima haya estado expuesta al
DES.
159
Smith v. Cutter Biological, Inc., 72 Haw. 416; 823 P. 2d 717 (Haw.1991); Ray v. Cutter Laboratories, Division
of Miles, Inc.,, 754 F. Supp. 193 (M.D.Fla. 1991).
No obstante, en materia de contagio del virus del SIDA la tendencia que parece extenderse con mayor
fuerza en el Derecho americano actualmente es precisamente aquélla que tiende a excluir la strict liability, esto es,
la responsabilidad del productor o fabricante en aquellos casos en los que no se ha podido evitar que subsistan
en la sangre virus contaminantes. De hecho, en 49 de los Estados Federales se ha legislado sobre la materia en el
sentido de considerar que la responsabilidad por riesgo acaba allí donde a los productores y suministradores de
productos hemoderivados les es imposible producir el producto exento de todo riesgo (vid. aquí, STRUCKS-
BERG, M., «Gefährdungshaftung für aus Humanblut hergestellte Arzneimittel?», Die Rechtsprobleme von AIDS,
dir. por B. Schünemann/G. Pfeiffer, Baden-Baden, 1988, p. 297 y ss.).
160
Vid. PARRA LUCÁN, M.A., Daños por productos y protección del consumidor, Barcelona, 1990, p. 587, not. 281.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 285
les murieron más de 1.000 y otras muchas quedaron inválidas o con graves secuelas,
según los datos publicados. En los primeros momentos las autoridades sanitarias,
atendiendo a los síntomas advertidos, pensaron que se trataba de una modalidad de
neumonía, transmisible por vía respiratoria. Pero también se manejó la posibilidad
de que estuviese relacionado con algún tipo de accidente con armas bacteriológicas
producido en la base militar americana de Torrejón de Ardoz (debido a que el brote
fue inicialmente localizado en esa zona). Siendo otra de las primeras hipótesis de tra-
bajo la de una intoxicación alimenticia (procedente de las hortalizas). Realizados tra-
bajos epidemiológicos e interrelacionados con otros clínicos, anatomopatológicos,
toxicológicos y químicos, va tomando consistencia, a comienzos de mes de junio de
1981, la sospecha de que la enfermedad se encontraba asociada a la ingestión de
ciertos aceites sin marca, distribuidos a través de la venta ambulante.
Las investigaciones policiales revelaron que entre los años 1980 y 1981 se ha-
bía distribuido para el consumo humano aceite de colza desnaturalizado con anili-
na. Este aceite era importado mayoritariamente de Francia desde la década de los
setenta, pero para proteger la producción nacional de aceite de oliva, el gobierno
español exigió que el aceite importado no fuera destinado a la alimentación huma-
na, sino a otras actividades industriales que resultaban ser casi exclusivamente si-
derúrgicas. Para este destino, el aceite de colza debía de ser desnaturalizado con ri-
cino. Su carestía, movió a unos industriales del sector a pedir a la Administración
en 1973 que les autorizara a sustituir el ricino por aceite mineral nafténico o bien
aceite de anilina (producto tóxico, pero más barato que el ricino). El Laboratorio
Central de Aduanas no vio inconveniente en el cambio, pues los nuevos desnatu-
ralizantes podían identificarse fácilmente y hacían el aceite de colza igualmente in-
apropiado para la alimentación (sin que se realizasen en el Laboratorio comproba-
ciones experimentales para averiguar las reacciones químicas y resultados tóxicos
derivados de la combinación del aceite de colza con el aceite de anilina). A pesar de
ello, a ciertos industriales se les ocurrió invertir el proceso de desnaturalización del
producto importado y vender el aceite resultante para consumo humano, a través
de revendedores ambulantes y en otros casos de forma directa172.
La gravedad de los hechos dio lugar a un primer proceso penal, que fue enjui-
ciado por la Audiencia Nacional (en sentencia dictada el 20 de mayo de 1989),
donde las víctimas demandaron a los industriales que habían desnaturalizado el
aceite de colza (causa que se manejaba como probable del daño) y lo habían desti-
172
Vid., SALVADOR CODERCH, P., «Causalidad y responsabilidad...»,cit., p. 2; PAREDES CASTA-
ÑÓN, J.M. / RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, T., El caso de la colza: responsabilidad penal por productos adulterados o de-
fectuosos, Valencia, 1995, p. 42 y ss.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 289
173
RAJ, n.º 6783.
174
RAJ, n.º 6366.
175
Sobre la ejecución de la sentencia de la colza vid. con mayor detalle, JIMÉNEZ APARICIO, E., «La
ejecución de la sentencia de la colza I», InDret, 1/2003. Este autor concluye en su trabajo que de las prestaciones
satisfechas por el Estado las únicas que no habrán de ser descontadas del total de las indemnizaciones que hayan
de ser satisfechas son las relativas a gastos sanitarios, gastos de farmacia y, sobre todo, la ayuda económica fami-
liar complementaria y la ayuda domiciliaria. Las restantes prestaciones deberán ser descontadas de las indemni-
zaciones concedidas en la STS de 26 de septiembre de 1997.
290 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
uno en el proceso productivo. En esencia, aunque resultó probado que todas las
víctimas habían consumido aceite de colza desnaturalizado, no pudo demostrarse
científicamente cuál fue el concreto agente causante del daño (nos encontramos
ante lo que se conoce como cursos causales no verificables científicamente). Es
más, de acuerdo con ciertos investigadores independientes, no existe ningún tipo
de dato, ni epidemiológico, ni toxicológico, que demuestre que el aceite de colza
fue la causa de este síndrome tóxico176.
La cuestión de la existencia o no de la relación de causalidad suficientemente
probada entre la adulteración del aceite y las muertes y lesiones producidas salió a re-
lucir durante todo el proceso, tanto en su desarrollado ante la Audiencia Nacional,
como ante el Tribunal Supremo. En concreto, en el recurso de casación de la prime-
ra sentencia penal, las alegaciones de las defensas de los principales encausados ale-
garon la falta de prueba de la relación de causalidad entre el daño y alguna concreta
«molécula con significación toxicológica». Pero el Tribunal Supremo rechazó los ar-
gumentos de la defensa, considerando probada «la correlación existente entre el an-
tecedente de la ingestión y las consecuencias de la muerte o las lesiones», entre otras
razones porque los peritos «no han podido proponer ninguna causa alternativa que
explique razonablemente el suceso» (FD 2.º, STS de 23 de abril de 1992).
En otras palabras, para el Tribunal Supremo resultó más probable la hipótesis
del envenenamiento por aceite de colza que cualquier otra no demostrada de for-
ma indubitada (aplica simplemente la teoría jurisprudencial norteamericana del
«more probable than not», para aquellos casos en que es imposible esperar certeza o
exactitud en materia de relación de causalidad)177. La solución jurídica ofrecida por
176
Por el contrario, este grupo apunta que la causa de la intoxicación fue debida a la mala utilización de
productos organofosforados, que se utilizaron en una plantación de tomates en Almería (entre los cuales había
muy probablemente Nemacur y Oftanol, productos de la casa Bayer). Vid., el artículo de CABA SERRA, G.,
«La gran farsa de la colza», publicado en The Ecologist, octubre de 2000.
177
La jurisprudencia alemana tuvo también ocasión de pronunciarse en una serie de supuestos pareci-
dos, tenidos en cuenta por el TS en la resolución del caso que nos ocupa. Uno de ellos es el caso «Contergan»
(Sentencia del Tribunal de apelación de Aquisgrán, de 18 de diciembre de 1970, JZ, 1971, p. 507 y ss.). En él se
planteaba la responsabilidad penal de algunos directivos de la empresa farmacéutica alemana «Grünenthal» por
la comercialización de un medicamento de efectos sedantes (denominado «Contergan»), recetado con frecuen-
cia a las mujeres embarazadas entre 1957 y 1961. Muchas de ellas dieron a luz niños con graves malformaciones
genéticas, que morían poco después del parto. Aunque existía una relación importante entre las mujeres que ha-
bía consumido el fármaco y las graves deformaciones padecidas por sus hijos, algunos informes de expertos
cualificados resultaban contradictorios en cuanto a la etiología y a la patogénesis de la enfermedad (y si ésta tenía
su origen en la talidomida, componente del citado medicamento). No obstante, el Tribunal de Aquisgrán llegó
al convencimiento de que ese medicamento era el causante del daño, a pesar de la existencia de discrepancias
entre los científicos, afirmando al efecto que: «La única prueba determinante para la emisión de un juicio penal
se produce en el punto y hora en que el Tribunal está plenamente convencido de los hechos sometidos a prue-
ba».
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 291
178
DE ÁNGEL YAGÜEZ, R., «Actuación dañosa de los grupos», cit., p. 998 y ss. Vid. en este mismo
sentido, MARÍN LÓPEZ, J.J., Daños por productos.., cit., p. 103-8.
179
No creo en este sentido, como mantiene PARRA LUCÁN («The Proof of a Causal Relationship-Da-
mages...», cit., p. 424), que si no se produce una demanda contra todos aquellos que pudieron haber causado el
daño deba desestimarse la reclamación del demandante por parte de los Tribunales, en la medida en que la pro-
pia LRDPD establece un sistema de responsabilidad solidaria entre las personas responsables del daño (art. 7),
correspondiendo a las mismas el ejercicio del derecho de repetición frente a otros posibles fabricantes no de-
mandados que pudieran también ser responsables del daño.
292 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
se actuaría en función de la cuota de mercado (criterio que nos parece quizás más
justo que el igualitario que para estos casos se desprende del art. 1.138 del C.c.).
La aplicación de la teoría de la cuota de mercado en nuestro Derecho ha sido, sin
embargo, rechazada por algunos autores basándose, entre otros argumentos, en la exi-
gencia por parte del 5 de la LRDPD de que la víctima pruebe la existencia de un nexo
de causalidad180. Por otro lado, se dice que de acuerdo con su origen y sus presupues-
tos, la market share liability americana se emplea por vía externa o en su relación frente a
la víctima, no como régimen de distribución interna de responsabilidad (pues, la cuota
de mercado actúa como criterio de imputación de responsabilidad basado en una pre-
sunción de causalidad que toma como base el riesgo creado en la producción del daño
por el fabricante concreto, que no responde por la cuota de mercado -o el riesgo - que
crean los demás). Por tanto, a juicio de algún autor como sistema de responsabilidad
probabilística que es, la responsabilidad por cuota de mercado no parece encajar en
sistemas como el español, basado en la imputación individual 181.
Lo cierto, sin embargo, es que no resulta preciso acudir en nuestro Derecho a la
responsabilidad por cuota de mercado si lo que se quiere es proteger a las víctimas de
los daños causados por productos defectuosos. La responsabilidad solidaria de todos
los posibles fabricantes que elaboraron el mismo producto que causó el daño sería de-
fendible simplemente por aplicación del artículo 7 en relación con el art. 4.3 de la LR-
DPD, con los presupuestos de la responsabilidad de los miembros de un grupo ante-
riormente expuestos al hilo de la opinión de DE ÁNGEL. La cuestión se traslada en
un segundo término al ámbito de distribución interna de responsabilidad, pero no ve-
mos especiales inconvenientes en utilizar aquí los criterios sentados en la teoría de la
cuota de mercado, en defecto de la regla general de la distribución en partes iguales.
Es más, creo que llegaríamos a la misma solución desde esa otra perspectiva
doctrinal que mantiene la responsabilidad solidaria de todos los posibles causantes
del daño en los casos de actividades cubiertas por un seguro obligatorio182. Convie-
180
En este sentido, ALCOVER GARAU, G., op. cit., p. 131, nota 297; RUDA GONZÁLEZ, A., «La res-
ponsabilidad por cuota de mercado...», cit., p. 16; Id., «Problemas de identificación del causante...», cit., p. 12; CA-
VANILLAS MÚGICA, S., «Las causas de exoneración de la responsabilidad en la Ley 22/1994, de 6 de julio, de res-
ponsabilidad civil por los daños causados por productos defectuosos», Iniuria, 1995, n.º 5, p. 42. Para este último
autor, la solución al problema de los daños probablemente causados por un producto sólo genéricamente determi-
nado que es fabricado bajo distintos nombres y particularidades por varios productores, hay que buscarla en el «uso
alternativo» de la teoría de la causalidad adecuada, que es posible identificar en nuestra jurisprudencia civil, y que
consiste en considerar que la adecuación no es un requisito añadido a la eficacia causal, como en el Derecho penal,
sino indicio de que la misma permite asignar al demandado la carga de la prueba de la falta de nexo causal efectivo.
181
RUDA GONZÁLEZ, A., «La responsabilidad por cuota de mercado...», cit., p. 14-16.
182
Desde esta perspectiva, vid. PANTALEÓN PRIETO, «Comentario a la STS de 8 de febrero de
1983», cit., p. 417; Id., «Comentario al artículo 1.902 del Código civil», cit., p. 1984.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 293
ne advertir en este sentido que el artículo 30 de la LCU, según la redacción dada por
la DF 2.ª de la LRDPD, tiene previsto establecer un sistema de seguro obligatorio de
responsabilidad civil derivada de daños causados por productos o servicios defec-
tuosos y un fondo de garantía que cubra, total o parcialmente, los daños consisten-
tes en muerte, intoxicación y lesiones personales. Una vez que el Gobierno desarro-
lle esta previsión legal, la responsabilidad de los fabricantes se trasladaría a los
seguros obligatorios y, en su caso, al fondo de garantía (eso sí, hasta ese momento,
según la doctrina expuesta y, en defecto de seguro voluntario, habría que absolver a
todos los posibles causantes, por falta de prueba del nexo de causalidad).
Dicho de otro modo, para llegar a la responsabilidad solidaria de los fabrican-
tes potenciales causantes del daño, los Tribunales, al calor del principio pro damna-
to, deberían invertir la carga de la prueba del riesgo creado a cargo de cada uno de
aquellos, respecto de los cuales el actor demuestre que pudieron producir el daño
a través de la fabricación de un producto potencialmente dañoso; o si se prefiere
establecer una presunción de causalidad. Esta solución, a nuestro juicio, no con-
tradice la exigencia del nexo de causalidad entre la acción y el daño, en la medida
en que el fabricante puede probar para eximirse de responsabilidad que él no ela-
boró el producto causante del daño183. Debe entenderse dentro de este contexto
que el problema de causalidad a que se refiere el artículo 5 de la LRDPD es una
cuestión de hecho, esto es, si, de acuerdo con la experiencia científica, el resultado
sucedido –el daño- tiene su explicación en el carácter defectuoso del producto184.
No una cuestión de causalidad jurídica o imputación del daño.
Al ser la relación de causalidad una cuestión de derecho, revisable en casación
(que debería quedar -según creemos- centrada en la correcta aplicación de los cri-
183
GÓMEZ LAPLAZA, M.C., «Situación actual de la responsabilidad civil por daños causados por pro-
ductos defectuosos en la Unión Europea», Estudios de responsabilidad civil en homenaje al Profesor Roberto López Cabana,
coord. por R. De Angel Yágüez y M. Yzquierdo Tolsada, Madrid, 2001, p. 161, apunta también en esta dirección.
El Libro verde de responsabilidad civil por productos defectuosos plantea la opción de poder establecer la
presunción del nexo causal cuando la víctima demuestre el daño y el defecto [Bruselas, 28 de julio de 1999,
COM (1999) 396 final, p. 19].
184
PARRA LUCÁN, M.A., «La responsabilidad civil por productos y servicios defectuosos. Responsa-
bilidad civil del fabricante y de los profesionales», Tratado de Responsabilidad Civil, coord. por L.F., Reglero Cam-
pos, Navarra, 2003, p. 1306.
Vid. también en este sentido, BUSTO LAGO, J.M., La antijuridicidad del daño resarcible en la responsabilidad civil extra-
contractual, Madrid, 1998, p. 225-226, que entiende que «Una interpretación gramatical de este artículo [refiriéndose al
art. 5] supondría un gravísimo retroceso respecto de la situación inmediatamente anterior a la entrada en vigor de la
Ley pues obligaría al perjudicado a probar el “defecto” del producto, carga que, como se ha puesto de relieve en repe-
tidas ocasiones, ha sido superada por la vía jurisprudencial hace más de tres décadas. Lo que el perjudicado ha de pro-
bar es el fenómeno defectuoso, el fenómeno o acontecimiento revelador o expresivo de la existencia del defecto del pro-
ducto, de forma que, en este contexto, los conceptos de “defecto” y de “daño” estarían muy próximos».
294 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
187
RAJ, n.º 2443.
188
No creemos que constituya un obstáculo para reconocer la responsabilidad solidaria de los fabricantes la
exigencia por parte del TS de que se demuestre la «causa originadora del accidente» para condenar en determinados ca-
sos de estallidos de bombona de butano. Como ocurre con la sentencia de 13 de junio de 1996 (RAJ, n.º 4.763), que
versa sobre la posible responsabilidad de Repsol-Butano SA por la explosión producida por la fuga de gas de una bom-
bona suministrada por la empresa citada. La Audiencia estimó que no existían elementos probatorios sobre la anormal
salida del gas, ni que fuese debida al deficiente estado de una junta de caucho del recipiente, como alegaba el deman-
dante. El TS argumenta que: «no se trata en realidad de que se aprecie una falta de diligencia de la empresa demandada,
sino de que se desconoce la causa originadora del accidente, que no puede concretarse sobre la base de conjeturas, con
olvido de que se precisa la existencia de una prueba terminante relativa al nexo entre la conducta del agente y la produc-
ción del daño, de tal forma que haga patente la culpabilidad que obliga a repararlo». Y añade la Sala que «esta necesidad
de una cumplida justificación no puede quedar desvirtuada por una posible aplicación de la teoría del riesgo, la objetiva-
ción de la responsabilidad o la inversión de la carga de la prueba, aplicables en la interpretación del art. 1902, pues el cómo
y el porqué se produjo el accidente constituyen elementos indispensables en el examen de la causa eficiente del evento dañoso».
En el mismo sentido, vid. la más reciente sentencia del TS de 30 de junio de 2000 (RRCCS, oct. 2000, p.
505; RAJ, n.º 5918), que vuelve a exonerar a Repsol-Butano por la explosión de una bombona al no quedar proba-
da la existencia de una relación de causalidad entre la conducta de los demandados y el daño producido. De
acuerdo con la Sala «Es cierto que por los demandados se proporcionó la bombona de butano del que salió el
gas, cuya explosión produjo el daño, pero no fue la bombona la causante de la explosión, dado que no se apre-
ció en la misma ningún defecto...En el juicio de imputación objetiva, que es presupuesto previo del de imputación subjetiva
(culpa), no se aprecia la creación del riesgo relevante atribuible a los demandados...».
Como advierte DE ANGEL («Actuación dañosa de los grupos», cit., p. 1001), los casos que han dado lugar
a esta doctrina jurisprudencial no son comparables con el que ahora nos ocupa, pues mientras que en aquellos
no se conocía la «causa» del accidente, en estos últimos sí se conoce, lo único que se ignora es la identidad del fa-
bricante a quien atribuir esa «causa». Por otra parte, hay que señalar que existe una abundante jurisprudencia que
declara la responsabilidad de la empresa suministradora de gas cuando queda acreditada la concurrencia de algu-
na causa en la producción del daño que le resulta imputable [vid. en este sentido, las Ss TS (Sala 1.ª) de 23 de di-
ciembre de 1999 -RAJ, n.º 9363- y de 25 de octubre de 2000 -RAJ, n.º 8550-].
296 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
En esta dirección podemos situar la sentencia del Tribunal Supremo (Sala 1.ª) de 11
de febrero de 1998189, en un caso de diversas transfusiones de sangre realizadas a una
paciente en un hospital dependiente del INSALUD, durante el mes de noviembre
de 1988. La sentencia del Tribunal de apelación, no modificada en casación, decla-
ró la responsabilidad de la entidad pública porque no se pudo identificar a los do-
nantes de las cuatro bolsas de plaquetas empleadas en la transfusión, lo que impi-
dió descartar que los mismos tuviesen sangre infectada con el virus del SIDA que
tiempo después había contraído la paciente transfundida. Estos hechos ponen de
manifiesto, a juicio de la Sala, que el servicio de transfusiones del Hospital no fun-
cionaba correctamente, por lo cual debió de ser de aplicación el artículo 28 la LCU
de 1984 (si bien la Audiencia aplicó los arts. 1.902 y 1.903 del C.c.). Es más, como
quedó probado en la instancia, la actora no pertenecía a ninguno de los grupos
convencionales de riesgo, lo mismo que su esposo.
De acuerdo con la jurisprudencia expuesta, es posible entender que si el de-
mandante aporta un principio de prueba que demuestre la probable concurrencia
de los distintos fabricantes en la realización del evento dañoso (esto es, que la con-
ducta o acción de cada productor ha aumentado de forma concreta el riesgo de la
lesión del bien jurídico, más allá de lo que se considera el riesgo permitido por la
propia actividad, favoreciendo de esta forma el resultado lesivo), la acción de re-
clamación resulta viable.
En apoyo de este criterio podemos citar la sentencia del TS (Sala 1.ª) de 5 de octu-
bre de 1999190. En ella se condena por primera vez a un laboratorio farmacéutico
por los daños causados por la fabricación de un producto al que se puede calificar
como defectuoso en cuanto contenía virus portadores de la hepatitis C, debido a
la materia prima empleada, plasma sanguíneo infectado de dicho virus, que había
sido suministrada por Bancos de sangre, que a su vez la obtenían de los donantes.
El TS aplica para resolver el recurso planteado el artículo 28 de la LCU, que
impone un régimen de responsabilidad objetiva a los productos farmacéuticos,
posteriormente consagrado en la Directiva 85/374/CEE, de 25 de julio y en la Ley
22/1994, de 6 de julio, de responsabilidad civil por los daños causados por produc-
tos defectuosos, normas inaplicables al presente caso. Los llamados «riesgos de de-
sarrollo» no sirvieron aquí como causa de exoneración de la responsabilidad del fa-
bricante, por cuanto como argumenta la Sala, el uso y consumo de un producto
farmacéutico en fase de investigación clínica «debe estar rodeada de requisitos, ga-
rantías y consentimiento informado, con un régimen de responsabilidad reforzada,
189
RAJ, n.º 707.
190
RAJ, n.º 7853. Vid. también el comentario a la misma realizado por PARRA LUCÁN, M. A., en
CCJC, 2000, n.º 52, p. 223 y ss.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 297
191
Vid. a este respecto la STS de 15 de noviembre de 2004 (RAJ, n.º 7233) que trata de la acción de repe-
tición al amparo del art. 1.902 de la Mutualidad de Previsión Social, contra el banco de sangre de la Cruz Roja,
por la cantidad que aquella había tenido que abonar a una paciente contagiada por el virus de la hepatitis C
como consecuencia de las transfusiones realizadas con ocasión de una operación quirúrgica practicada en un
centro hospitalario de la citada entidad. La pretensión de la demandante fue estimada en primera y segunda ins-
tancia y el TS no apreció el recurso de casación interpuesto por la demandada. Son datos relevantes del caso la
circunstancia de que el banco de sangre de la Cruz Roja era el proveedor exclusivo de hemoderivados y plasma
del centro hospitalario donde se produjo el contagio y que no probó durante el proceso la total diligencia en las
labores de extracción, procesamiento, preparación, control de calidad, envasado y etiquetado del producto
transfundido conforme establecen las normas reglamentarias al efecto.
298 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
sante material del daño en cuestión, que en estos casos resulta difícil de demostrar,
para señalar que estamos ante un supuesto de responsabilidad directa basada en la
omisión de la diligencia atribuible a los promotores u organizadores a la hora de
organizar, planificar y preparar la actividad concreta, determinada y propia de ese
acto de reunión o manifestación; lo que vendrá concretado en función de la natu-
raleza de cada acto de reunión y corresponda a las circunstancias de las personas,
del tiempo y del lugar (art. 1.104 del C.c.)197. No se trata de una responsabilidad
por hecho ajeno porque entre el causante del daño y los organizadores o promo-
tores de la reunión no existe ninguna relación de subordinación o dependencia
que justifique ese tipo de responsabilidad, pero, a semejanza de aquel grupo de ca-
sos, la ley revierte sobre el patrimonio de personas diferentes a las que efectiva y
materialmente produjeron el daño las consecuencias del evento dañoso198.
El problema sin embargo se halla, como apunta el autor citado, en que el per-
judicado corre con la carga de la prueba de la falta de diligencia de los organizado-
res y promotores en la causación del daño (pues «...sólo responderán civilmente...cuando
hayan omitido la diligencia razonablemente exigida...»), lo que parece contrario a la mis-
ma evolución jurisprudencial y doctrinal en materia de responsabilidad extracon-
tractual, que en casos como el descrito, donde existe un riesgo para las personas y
que a su vez puede derivar un beneficio (la mayor parte de las reuniones o mani-
festaciones públicas suelen corresponder a reclamación de fondos para una deter-
minada finalidad), al menos establece una presunción de responsabilidad a favor
de la víctima del daño199.
La actual redacción del art. 4.3.º, tras la Ley Orgánica 4/1997, establece ex-
presamente la responsabilidad civil subsidiaria y por culpa de los organizadores y
promotores de reuniones y manifestaciones por los daños causados por los parti-
cipantes en la manifestación, alterando el régimen de responsabilidad que ante-
riormente se establecía para aquellos. De acuerdo con el citado precepto: «Los par-
197
YZQUIERDO TOLSADA, M., «La responsabilidad civil por los daños producidos en el ejercicio del
derecho de reunión», RGLJ, 1983, p. 123-125.
198
YZQUIERDO TOLSADA, M., ibid., p. 125.
199
YZQUIERDO TOLSADA, M., ibid., p. 125 y ss.; Id., «Daños causados por grupos en el desarrollo
de una manifestación violenta», Revista Jurídica de Buenos Aires, 1998, III, p. 87-88.
En los debates parlamentarios el grupo socialista se opuso a la pretensión del grupo popular, que presentó
una enmienda al apartado 3 del art. 4, sosteniendo que el resarcimiento de tales daños se hiciera en todo caso a
cargo de los organizadores o promotores si no demostraban que habían puesto la diligencia razonable. Es decir,
lo que pretendía el grupo popular es establecer una presunción de culpa a cargo de los organizadores de reunio-
nes o manifestaciones en el caso de que se produzcan daños a terceros, enmienda que no prosperó porque se
entendió que con ello se restringía el ejercicio del derecho a reunirse o manifestarse (DS. Congreso de los Dipu-
tados, Comisión Constitucional, jueves 24 de marzo de 1983, n. 14, p. 456; Ministerio del Interior, El derecho de
reunión, Secretaría General Técnica, Madrid, 1984, p. 97-99).
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 301
cuando las circunstancias del caso permiten deducir que el daño no se hubiera
producido de haber observado los organizadores y promotores de la reunión la di-
ligencia debida202. Dicha doctrina encuentra su sentido y apoyo legal en el art. 217
de la LEC y en la regla de la distribución dinámica de la prueba que obliga a apor-
tar cada una de las pruebas a aquella parte que se encuentre en mejores condicio-
nes de hacerlo. De esta forma resulta más sencillo que el organizador concrete las
medidas que adoptó para prevenir y evitar el daño (como el número de personas
que garantizaban el buen orden de la reunión, la solicitud a la autoridad competen-
te de efectivos policiales, la indicación por parte de los organizadores de las ins-
trucciones pertinentes a los manifestantes, etc.), que sea la propia víctima quien las
aporte.
En este sentido hay que recoger la sentencia de la Audiencia Provincial de Ali-
cante, Secc. 4.ª, de 2 de junio de 1999203. Trata del daño sufrido por el demandante
al recibir el impacto en el ojo de uno de los objetos lanzados por uno de los ca-
miones festeros de la cabalgata durante el acto conocido como «retreta». Aun-
que no se pudo identificar desde cuál de los camiones se realizó el lanzamien-
to, la Sala consideró responsable del daño a la sociedad organizadora de las
fiestas.
Para ello la Sala argumentó que: «En la línea de los argumentos inoperantes se
halla la identificación de la persona que lanzó el objeto. Dada la cantidad de perso-
nas que viajaban en el camión resulta materialmente imposible, y para el caso de
que la persona del camión no fuera festero, alguien dentro de la organización del
acto debía encargarse de controlar quién subía y quién no subía al vehículo, y de
darle a los que subieran las instrucciones pertinentes, y asegurarse que las personas
eran responsables e iban a cumplir con las instrucciones. En definitiva es la culpa in
vigilando e in eligendo lo que determina la responsabilidad de la Sociedad festera y la
de sus responsables.
La propia evidencia y objetividad del daño ocasionado, que es obvio no res-
ponde a fuerza mayor extraña al festejo, nos está indicando que no se adoptaron
todas las previsiones debidas o que las adoptadas fueron deficientes o insuficien-
tes.
Desde el momento que se dan estos desfiles sin que se produzcan accidentes
de esta naturaleza es que es posible hacerlos con mayor diligencia y escrupulosi-
dad.
202
En similar sentido, YZQUIERDO TOLSADA, M., «Daños causados por grupos...», cit., p. 90.
203
RRCCS, oct. 2000, p. 538.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 303
209
Diario ABC, 21/8/2002, p. 11-14; 26/8/2002, p. 13-16 y 27/8/2002, p. 3-22.
La ilegalización de la coalición proetarra HB es hoy una realidad que se fraguó por la acción de los tres po-
deres: el judicial, con el auto de 26 de agosto de 2002 dictado por el juez del Juzgado de Instrucción n. 5 de la
AN Baltasar Garzón de suspender las actividades de Batasuna por tres años prorrogables a cinco, al amparo del
art. 129 del Código Penal; el ejecutivo, por su empeño en sacar a delante la Ley Orgánica 6/2002, de 27 de junio,
de Partidos Políticos, que establece que los partidos en su actividad deberán respetar los valores constituciona-
les expresados en los principios democráticos y los derechos humanos; y el legislativo, con la proposición no de
ley aprobada en el Congreso de los Diputados, el mismo 26 de agosto de 2002, para que el Gobierno inste la ile-
galización de la coalición ante la Sala Especial del Tribunal Supremo. Con la ilegalización de HB la coalición
proetarra carece de personalidad jurídica y no puede convocar actos públicos, ni manifestaciones, sus locales,
además, son clausurados, sus vías de financiación (tanto públicas como privadas) congeladas, etc.
El Tribunal Constitucional en su sentencia de 16 de enero de 2004 –109/2004- (El Derecho, n. 1956, miér-
coles 10 de marzo de 2004) ha desestimado el recurso de amparo interpuesto por Batasuna contra dos resolu-
ciones dictadas por la Sala especial del TS sobre ilegalización de partidos políticos. Declara el Tribunal que, des-
de la perspectiva constitucional que le compete y desde el respecto a la jurisdicción ordinaria en el ejercicio de su
respectiva función, la subsunción de los hechos judicialmente probados en un proceso con todas las garantías
en las causas de ilegalización previstas en la LOPP, cuya inconstitucionalidad in abstracto quedó descartada en la
STC 48/2003, de 12 de marzo, no ofrece visos de irracionalidad o error patente, lo que excluye toda posible le-
sión del art. 24 de la CE, ni se ha llevado a cabo con infracción de derechos fundamentales sustantivos, en par-
ticular del derecho de asociación política, ni los derechos de libertad ideológica y libertad de expresión.
306 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
drá hacer responder de esos daños. Pero el participante que opta por acudir a
cierta manifestación o contramanifestación (organizada, por ejemplo, por la
coalición abertzale Herri Batasuna o por ETA) y participa en actos violentos
(como el lanzamiento de «cócteles Molotov»), será responsable, junto con el res-
to de partícipes del grupo, cuando no se pueda individualizar la responsabilidad
del agente directo del daño, si se le identifica (a través de testigos o por la utiliza-
ción de videocámaras) como miembro del grupo de personas que causaron o
pudieron causar los daños que se reclaman. Sólo aquél que pruebe la ausencia de
causalidad entre su acción y el resultado producido, o si se prefiere la falta de im-
putación objetiva, quedará exonerado de responsabilidad (por ejemplo, proban-
do quién ha sido el autor del daño, la culpa exclusiva de la víctima o fuerza ma-
yor).
Especial consideración merece el supuesto del daño causado en una manifes-
tación por menores de edad, por la creciente participación de éstos en acciones del
llamado terrorismo urbano. En este caso responderán los padres y tutores, de
acuerdo con el art. 1.903 del Código civil o el art. 61.3 de la LORPM (si el hecho es
tipificable penalmente)210, sin perjuicio de la responsabilidad directa que se les
pueda exigir a los propios menores cuando sean plenamente conscientes de las
consecuencias de sus actos y actúen de forma culposa o negligente (ex art. 1.902
C.c. ó 61.3 LORPM).
Respecto a los delitos en que pueden incurrir los asistentes de cualquier re-
unión o manifestación hay que tener en cuenta los delitos de desórdenes públicos
tipificados en los arts. 557 y 560 del CP, en particular el art. 557.1 del CP, modifica-
do por la reciente LO 15/2003, de 25 de noviembre (BOE de 26 de noviembre),
según el cual: «Serán castigados con la pena de prisión de seis meses a tres años los que, actuan-
do en grupo, y con el fin de atentar contra la paz pública, alteren el orden público causando lesio-
nes a las personas, produciendo daños en las propiedades, obstaculizando las vías públicas o los
accesos a las mismas de manera peligrosa para los que por ellas circulen, o invadiendo instalacio-
nes o edificios, sin perjuicio de las penas que les puedan corresponder conforme a otros preceptos de
este Código».
210
La LO 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la Responsabilidad Penal de los Menores ha sido modi-
ficada por la LO 7/2000, de 22 de diciembre (BOE, de 23 de diciembre, n. 307) para los menores implicados en
los delitos de terrorismo, estableciendo en la Audiencia Nacional un Juez Central de Menores para conocer los
delitos previstos en los arts. 571 a 580 del CP y se alarga el periodo de internamiento para los responsables de
este tipo de delitos en los establecimientos y con el control del personal especializado que el Gobierno ponga a
disposición de la AN.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 307
212
La doctrina ha puesto de relieve que esta reforma comporta el establecimiento en nuestro ordenamiento
jurídico de una dualidad de regímenes en relación con los riesgos del desarrollo, según que el producto defectuoso
en cuestión provenga de un fabricante privado o cuando es la propia Administración quien actúa como fabricante
(importador o suministrador), pues en el primer caso sí responderían de acuerdo con el art. 6.3 LRDPD (en el caso
de que afecten a medicamentos, alimentos o productos alimentarios destinados al consumo humano), mientras
que en el segundo no (por aplicación del art. 141.1 de la Ley 30/1992). En este sentido, MARÍN LÓPEZ, J.J., Da-
ños por productos..., cit., p. 283-285 y SEUBA TORREBLANCA, J.C., Sangre contaminada..., cit., p. 267.
213
Como señala DÍEZ-PICAZO, L., Derecho de daños, cit., p. 61-62.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 309
214
En cuanto a qué se debe entender por lesión, como daño que el particular «no tenga el deber jurídico de
soportar de acuerdo con la Ley» (art. 141.1 Ley 30/1992), actualmente se baraja por parte de algunos autores una
interpretación más amplia, que consideraría no indemnizable el perjuicio producido cuando concurra un título ju-
rídico que lo imponga y que haya sido querido o al menos eventualmente aceptado (como ocurre con el cumpli-
miento de las obligaciones legales, los contratos...). En este sentido, ASÚA GONZÁLEZ («Responsabilidad civil
médica», Tratado de Responsabilidad Civil, coord. por L.F., Reglero Campos, Navarra, 2003, p. 1070), quien -si-
guiendo esta interpretación- recuerda que una gran parte de las actuaciones sanitarias de las que derivan daños
se realizan previo consentimiento informado del paciente o sus representantes y que podría llevar a la no res-
ponsabilidad de la Administración en estos casos.
214
Así, PANTALEÓN PRIETO y cierto sector de la doctrina administrativista mantienen que la responsabi-
lidad objetiva de la Administración puede llevar a resultados excesivos, destinando una parte desproporcionada de los
ingresos públicos a estas finalidades en detrimento de otras. Idea que aquél autor ha vuelto a retomar, apoyando la pri-
macía de la culpa como criterio de imputación de la responsabilidad patrimonial de la Administración, en su artículo
«Cómo repensar la responsabilidad civil extracontractual (También la de las Administraciones Públicas)», Perfiles de la
responsabilidad civil en el nuevo milenio, coord. por J.A. Moreno Martínez, Madrid, 2000, p. 439 y ss.
PANTALEÓN propone a lo largo de su trabajo («Los anteojos del civilista: hacia una revisión del régimen
de responsabilidad patrimonial de las Administraciones públicas», Documentación Administrativa, 1994, n. 237-
238, p. 245 y ss.; Responsabilidad médica y responsabilidad de la Administración, Madrid, 1995, así como en el artículo
anteriormente citado) una reinterpretación del régimen legal de la responsabilidad, de acuerdo con el cual la Ad-
ministración respondería de los «daños producto de accidentes» cuando éstos sean consecuencia del funciona-
miento «anormal» de los servicios públicos, mientras que la responsabilidad por el «funcionamiento normal de
los servicios públicos» debe restringirse a lo que el autor ha venido en llamar «daños cuasiexpropiatorios o de sa-
crificio», entendiendo por tales aquellos que son consecuencia inmediata o directa de actuaciones administrati-
vas lícitas de las que los daños aparecen como secuencia connatural, como realización de un potencial dañoso
intrínseco a la actuación administrativa en cuestión. Las Administraciones públicas sólo deberían responder ob-
jetivamente de los daños que sean realización de determinados riesgos típicos o de aquellas lesiones respecto de
las que las leyes especiales prevean una responsabilidad sin culpa de la Administración.
310 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
215
Vid. también, MIR PUIGPELAT, O., La responsabilidad patrimonial de la Administración. Hacia un nuevo sistema,
Madrid, 2002, p. 196 y ss., así como el análisis que hace de la cuestión desde la perspectiva del Análisis Econó-
mico del Derecho: DESDENTADO DAROCA, E., «Reflexiones sobre el artículo 141.1 de la Ley 30/1992 a la
luz del Análisis Económico del Derecho», REDA, 2000, n. 108, p. 533 y ss.
216
A este respecto creemos que resulta de utilidad el criterio apuntado por BELADÍEZ ROJO (Respon-
sabilidad e imputación de daños por el funcionamiento de los servicios públicos, Madrid, 1997, p. 103 y ss.) para la imputa-
ción del daño al funcionamiento de un servicio público, en la medida en que se ajusta a los postulados manteni-
dos en este trabajo a la hora de imputar responsabilidad a los miembros de un grupo en los supuestos de
responsabilidad objetiva. De acuerdo con la autora citada para que exista responsabilidad objetiva sería preciso, entre
otros requisitos, que el daño sea la materialización de un riesgo jurídicamente relevante creado por el funcionamiento del
servicio. Esto es: a) ha de tratarse de un riesgo general, que incida sobre todas las personas o bienes a los que el
servicio puede afectar o sobre grupos de personas perfectamente identificadas; b) debe ser un riesgo inherente
al servicio, es decir, creado por él, de suerte que el riesgo sea propio y exclusivo de su funcionamiento y no exis-
ta con independencia del mismo; y c) que no se trate de riesgos asumidos socialmente (como la existencia de aire
acondicionado en los edificios públicos o la de bordillos de las aceras con los cuales cualquiera puede tropezar),
para que el riesgo no se considere socialmente asumido es preciso que los eventuales perjuicios que el funciona-
miento del servicio origine sean superiores a los que su funcionamiento normal pueda ocasionar, así, el riesgo
no estaría socialmente asumido cuando las deficiencias en el aire acondicionado o en la calle, por ejemplo, exce-
den de lo que normalmente viene considerándose como tolerable.
217
BUSTO LAGO, J.M., «La responsabilidad civil de las Administraciones Públicas», Tratado de responsa-
bilidad civil, coord. por L.F., Reglero Campos, 2.º ed., Navarra, 2003, p. 1544; MARTÍN REBOLLO, L., «Ayer
y hoy de la responsabilidad patrimonial de la Administración: un balance y tres reflexiones», AFDUAM, 2000,
n.º 4, p. 295-296.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 311
sonal al servicio de las Administraciones Públicas (salvo la derivada del delito) por
los daños producidos en el desempeño del servicio, clarificando de esta forma el
régimen instaurado por la Ley 30/1992 de exigencia directa de responsabilidad a
la Administración (lo que implica que no resulta relevante la identificación concre-
ta del causante del daño)218. De este modo, salvo la responsabilidad civil derivada
del delito, la única afectación patrimonial del personal al servicio de la Administra-
ción será la responsabilidad que de oficio (en vía de regreso) les exija la Adminis-
tración si han incurrido en dolo o culpa grave (art. 145.2 LRJA-PAC), desapare-
ciendo la acción directa del perjudicado frente al funcionario 219.
Así las cosas, la víctima de un daño causado como consecuencia del funciona-
miento normal o anormal de un servicio público tiene a su disposición dos posi-
bles caminos para que su perjuicio sea indemnizado: demandar a la Administración
correspondiente, una vez agotado el procedimiento administrativo establecido al
efecto; demandar a esa Administración y a su aseguradora en el supuesto, cada vez
más frecuente, de que tuviera asegurada su responsabilidad (previa reclamación ad-
ministrativa, también). Existiría una tercera posibilidad, muy dudosa a mi juicio -
sobre todo tras las últimas modificaciones legales-, de reclamar judicialmente sólo
frente a la aseguradora de la Administración. Cuestiones éstas que trataremos al es-
tudiar la jurisdicción competente. En cualquier caso, volvemos a repetir que de
acuerdo con la normativa aplicable el perjudicado no tiene que demandar al fun-
cionario o personal al servicio de la Administración que ha causado el daño. Por lo
tanto, su identificación no resulta relevante a efectos resarcitorios.
218
Idea que ya había aparecido en numerosas sentencias. Así, como afirma el TS (Sala 3.ª) en su sentencia
de 28 de octubre de 1986 (RAJ, n.º 6635), recogiendo jurisprudencia anterior: es «inoperante tener en cuenta
quién fuera el autor material de los daños y perjuicios» (STS, 2 febrero de 1982 –RAJ, n.º 536-), cuando lo cierto
es que los mismos «tuvieron su origen en la pasividad administrativa» del titular del servicio público, con tal de
que medie «una causalidad próxima o una causalidad razonablemente previsible», de suerte que ha de responder
la Administración cuando se aprecie «una falta de servicio» (STS, de 12 de julio de 1985 -RAJ, n.º 4209-, todo
ello porque «la acción de la Administración Pública ha de estar siempre regida por criterios de congruencia,
oportunidad y proporcionalidad» (STS, de 18 de enero de 1982 -RAJ, n.º 346-), factores todos ellos integrantes
de una total adecuación y eficacia del servicio que se presta (FD, 5.º).
219
Hay que señalar que la acción de regreso de la Administración frente a las autoridades o personal a su
servicio que hubieran incurrido en responsabilidad por dolo o culpa grave, que antes era facultativa, ha pasado a
ser imperativa. En concordancia con ello, en la disposición derogatoria prevista en la Ley de reforma se deroga ex-
presamente la Ley de 5 de abril de 1904 (Ley Maura) y el RD de 23 de septiembre de 1904 relativos a la responsabi-
lidad civil de los funcionarios públicos. Vid. aquí ROCA GUILLAMÓN, J., «La responsabilidad del Estado y de
las Administraciones Públicas por los delitos de sus funcionarios», Perfiles de la responsabilidad civil en el nuevo mile-
nio, coord. por J.A. Moreno Martínez, Madrid, 2000, p. 489 y ss; HERRERO DE EGAÑA ESPINOSA DE
LOS MONTEROS, J.M., «La responsabilidad patrimonial de las autoridades y del personal al servicio de las
Administraciones Públicas», InDret, 4/2004, p. 11 y ss.
312 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
220
En cuanto a las distintas formas de estructuración de los servicios sanitarios de salud, vid., MIR PUIG-
PELAT, O., La responsabilidad patrimonial de la Administración sanitaria. Organización, imputación y causalidad, Madrid,
2000, p. 83 y ss. De acuerdo con dicho autor, los distintos entes del Sistema Nacional de Salud (incluidas las
personas jurídico-privadas que prestan servicios sanitarios por concierto con la Administración pública) quedan
sometidos a la responsabilidad objetiva de la LRJA-PAC, aun cuando ajusten su actividad al Derecho privado.
A este respecto cabría señalar, sin embargo, que no procede la responsabilidad patrimonial derivada de
acto médico prestado en centro sanitario concertado por un instituto público, cuando el particular ha decidi-
do libremente fuera del cuadro de especialidades establecido [STS (Sala 3.ª) de 3 de julio de 2003 (RAJ, n.º
5431)].
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 313
la jurisdicción civil en los que se afirma su competencia para conocer este tipo
de asuntos221.
La atribución a los Tribunales de lo contencioso-administrativo del conoci-
miento de las cuestiones relativas a los daños producidos en la asistencia sanitaria
pública, debería eliminar la disparidad de criterios actualmente existentes en la
materia, centrando el fundamento de la responsabilidad patrimonial del INSA-
LUD y de las demás Entidades Gestoras en la aplicación de la LRJAP-PAC (arts.
139 y ss.).
De acuerdo con dichas reglas, la responsabilidad del personal médico y sani-
tario al servicio del INSALUD o de las entidades gestoras de la Seguridad Social
(que podría constituir un supuesto más de actuación en grupo) quedaría desplaza-
da por la responsabilidad directa del propio INSALUD. Se atribuirá, además, a la Ad-
ministración una responsabilidad objetiva, siempre que se acredite una relación de
causalidad entre la actividad administrativa y el daño ocasionado222.
El análisis jurisprudencial sobre la responsabilidad de la Administración sani-
taria muestra que el protagonismo que tradicionalmente ha correspondido a la
culpa en el sector médico -particularmente en la jurisdicción civil-, aliviado recien-
temente a través de la doctrina jurisprudencial del daño desproporcionado («res
ipsa loquitur») y las presunciones de culpa, no ha jugado, sin embargo, en determi-
nados ámbitos sometidos a responsabilidad objetiva, como son los daños producidos por
virus y bacterias intrahospitalarias; o por el empleo de productos defectuosos
(sangre y productos hemoderivados o material médico)223.
Si bien en ocasiones se emplea como criterio de imputación el elemento subje-
tivo de la culpa [como es el caso de la STS (Sala 1.ª) de 24 de febrero de 1992224, que se-
ñala que existe culpa del INSALUD, directa y exclusiva, por retraso en el tratamien-
to de un virus intra hospitalario, con base en el art. 1.902 del C.c., siendo imposible
221
Vid. aquí STS (Sala 1.ª) de 8 de marzo de 2004 (ya citada), en relación con un proceso iniciado por vía
penal en 1988 y por la civil en 1994, como continuación de aquél. Dada la larga duración de este proceso, y en
pro del principio de tutela judicial efectiva, la Sala declaró la competencia de la jurisdicción civil, porque parecía
injusto demorar todavía más el asunto, obligando a las víctimas a iniciar un tercer proceso de reclamación, pri-
mero por la vía administrativa para proseguir por la contencioso-administrativa.
222
Vid. en sentido contrario a la objetivación de la responsabilidad de la Administración sanitaria, entre
otros, PANTALEÓN PRIETO, F., Responsabilidad médica y responsabilidad de la Administración, Madrid, 1995.
223
Vid. aquí, MÚRTULA LAFUENTE, V., «La responsabilidad patrimonial de la Administración por
contagio del virus del SIDA a través de transfusión de sangre [Comentario a la STS (Sala 1.ª) de 28 de diciembre
de 1998]», ADC, 1999, p. 1713 y ss.; Id., «La responsabilidad por los daños causados por contagio del virus del
SIDA o de la Hepatitis C a través de transfusiones de sangre u otros productos hemoderivados», Homenaje a
Don Antonio Hernández Gil, vol. II., coord., por L. Martínez-Calcerrada y Gómez, Madrid, 2001, p. 1573 y ss.
224
RAJ, n.º 1427.
314 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
228
RAJ, n.º 8618.
229
En este sentido, la STS (Sala 4.ª) de 22 de diciembre de 1997 (RAJ, n.º 737), fue una de las primeras
resoluciones que se apartó de la línea jurisprudencial objetiva y confirma la sentencia de primera instancia, que
había desestimado la pretensión de indemnización de la recurrente por la transmisión del virus de la hepatitis C
con ocasión de una transfusión sanguínea, que precisó en una intervención quirúrgica que se le practicó en un
centro del INSALUD en el año 1985, año en el que todavía no se había aislado ese virus ni se conocían medios
para su detección y prevención. La Sala parte del carácter objetivo de la responsabilidad de la Administración,
pero considera que el caso en cuestión es un supuesto de fuerza mayor que excluye el derecho a la indemnización,
ya que se trata de «un suceso extraordinario que no puede comprenderse dentro del proceso ordinario de un tra-
tamiento, salvo que se califique como de procedencia interna y se atienda exclusivamente al mecanismo material
de la transfusión». Considerar en este caso que existe un simple caso fortuito y no una fuerza mayor, significaría
«que en estos momentos se están produciendo actuaciones correctas del INSALUD, prescribiendo tratamien-
tos, que por su misma naturaleza tienen no sólo virtudes curativas sino también en muchos casos efectos perju-
diciales, que en un futuro darían lugar a poder exigirle responsabilidades, con la consiguiente indemnización
compensatoria, si se descubren nuevas dolencias, tratamientos, o efectos negativos de los medicamentos, como
pueden ser efectos cancerígenos que pongan de relieve una actuación errónea a la luz de esos nuevos avances
científicos, y que en el momento del tratamiento era correcta» (FD, 3.º in fine).
En la misma línea, vid. STS (Sala 4.ª), de 3 de diciembre de 1999 (RAJ, n.º 9349), relativa igualmente a un caso de
transmisión de la hepatitis C por una transfusión sanguínea realizada en 1984 durante una intervención quirúrgica.
229
Entre las más recientes destacan la SsTS (Sala 3.ª) de 12 de julio de 2004 (RAJ, n.º 4562); la de 2 de
abril de 2004 (RAJ, n.º 2446): «hasta el año 1985 no se comercializaron los marcadores o reactivos para detectar
el VIH en la sangre, por lo que las contaminaciones por este virus producidas por transfusiones de sangre prac-
ticadas con anterioridad al año 1985, como pudo suceder en el caso enjuiciado, no generan responsabilidad pa-
trimonial para la Administración sanitaria en cuyo centro se realizó la transfusión»; la de 15 de abril de 2004
(RAJ, n.º 2630): «“hasta octubre de 1989 no se publicaron en la revista Science los trabajos que permitieron el re-
conocimiento serológico del virus C de la Hepatitis y hasta el inicio de 1990 no se dispuso comercialmente de
los reactivos que posibilitaron la detección de anticuerpos frente a dicho virus”. Por ello, las contaminaciones
producidas por transfusiones de sangre practicadas con anterioridad no generan responsabilidad para la Admi-
nistración sanitaria ya que el daño sufrido no es antijurídico según establece el art. 141.1 de la Ley de Régimen
Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, modificada por la Ley
4/1999, de 13 de enero»; y la de 23 de febrero de 2004 (RAJ, n.º 2236) respecto a una transfusión realizada en
octubre de 1983, en relación con el virus VIH.
316 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
230
En sentido favorable a la reclamación del demandante por quedar probado que la transfusión se realizó con
posterioridad a las fechas señaladas, cabe señalar la STS (Sala 3.ª) de 11 de mayo de 2004 (RAJ, n.º 2701), donde
las transfusiones de sangre que originaron la hepatitis C tuvieron lugar entre el 2 de noviembre y el 24 de diciem-
bre de 1991; STS (Sala 3.ª) de 31 de mayo de 2004 (RAJ, n.º 3895), de los hechos del caso se desprende que el
hijo de los actores era un niño hemofílico nacido en 1971 y al que desde los cuatro años (es decir, desde 1975) se
le han practicado transfusiones en un mismo centro hospitalario de titularidad pública y en el curso de los años
se le diagnosticaron tres tipos de enfermedades: hepatitis A, SIDA y hepatitis C. En el informe pericial se afirma
que no puede precisarse si el acto determinante del contagio tuvo lugar en 1992 o un año antes (debido a los ele-
vados niveles de transaminasas asociados a dicha infección que no habían aparecido antes). Con base en dicho
informe el Tribunal considera probado el contagio transfusional con posterioridad a octubre de 1990 y, por en-
de, considera que existe responsabilidad de la Administración sanitaria; y finalmente la STS (Sala 3.ª) de 15 de
abril de 2004 (RAJ, n.º 4048) anuda la responsabilidad de la Administración por contagio del virus VIH en junio
de 1985, ya que en esa fecha era posible la detección del virus citado mediante pruebas analíticas.
231
RAJ, n.º 3605.
Dentro de la misma línea jurisprudencial se encuentran también la STS (Sala 1.ª) de 18 de marzo de 2004 (ya cita-
da); que condenó al médico y al centro médico por la infección causada a un joven paciente en el curso de una inter-
vención quirúrgica. A su vez la STS (Sala 1.ª) de 11 de abril de 2002 (RAJ, n.º 3382) que contempla el caso de hepatitis
contraída tras transfusiones de sangre, imputa responsabilidad al centro médico y dice al respecto: «la hepatitis tuvo su
causa en las transfusiones de sangre practicadas en el centro médico. Ciertamente, es hecho demostrado que el pa-
ciente carecía de hepatitis, sufrió transfusiones y apareció la enfermedad, de lo que se deduce, con enlace preciso y di-
recto, que la hepatitis tuvo por causa aquellas transfusiones. Hay, pues, nexo causal entre éstas y la enfermedad, de lo
que deriva la apreciación de la culpabilidad, pues de no darse éste, no se habría producido el daño».
232
Como afirma RIVERA FERNÁNDEZ, M., «El conflicto jurisdiccional en materia de responsabili-
dad patrimonial de la Administración Pública derivada de la asistencia sanitaria», ADC, 2002, fasc. IV, p. 1627-
8, recogiendo a su vez la opinión de LEGUINA VILLA «Responsabilidad patrimonial de la Administración y
unidad jurisdiccional», Justicia Administrativa, número extraordinario, 1999, p. 7.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 317
233
Vid. las Ss.TS ya citadas –cuando analizábamos la responsabilidad del empresario ex art. 1.9043.4 del
C.c.- (Sala 1.ª) de 30 de enero de 1990 (RAJ, n.º 74); de 10 de diciembre de 1997 (RAJ, n.º 8775); de 9 de marzo
de 1998 (RAJ, n.º 1270); de 9 de junio de 1998 (RAJ, n.º 3717); de 11 de noviembre de 2002 (AC, 2003, n.º 111)
y 18 de febrero de 2004.
En cuanto a la jurisprudencia de la Sala 3.ª vid. en este mismo sentido, STS de 24 de octubre de 1995 (RAJ,
n.º 7155) –responsabilidad de la Administración debido a «una descuidada vigilancia, y la carencia de un servicio
adecuado de extintores», por los daños sufridos por un enfermo ingresado en un hospital psiquiátrico al sufrir
diversas lesiones al incendiarse la cama donde se hallaba sujeto-; y la STS de 9 de marzo de 1998 (RAJ, n.º 2656),
-responsabilidad de la Administración al demostrarse que no se realizó al paciente las pruebas suficientes para
evitar el daño (pérdida de visión en un ojo por haberle saltado una esquirla metálica mientras trabajaba)-, entre
otras.
234
RAJ 2003, n.º 47.
318 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
Hay que tener en cuenta llegados a este punto que la información –completa
y continuada, verbal y escrita sobre el proceso clínico, incluyendo diagnóstico,
pronóstico y alternativas de tratamiento- es un derecho del paciente y, por lo tanto,
una obligación establecida tanto en el ámbito de la medicina pública como en la
privada, cuyo incumplimiento puede dar lugar (atendiendo a las circunstancias del
caso) a un funcionamiento anormal de los servicios públicos (arts. 10.5, 10.6 y
10.15 de la Ley General de Sanidad y arts. 4 y 5 de la Ley 41/2002, de 14 de no-
viembre, reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones en
materia de información y documentación clínica)235.
La responsabilidad de la Administración pública no está presente sólo en re-
sultados por funcionamiento anormal de los servicios, sino que, por el contrario,
el resultado dañoso e indemnizable puede surgir como consecuencia de un funcio-
namiento normal de los servicios sanitarios. La jurisprudencia en esta materia es cier-
tamente escasa, pero en los casos donde se ha planteado existe una mayor exigen-
cia por parte de los Tribunales en la valoración de la causalidad entre el daño
producido y la actividad administrativa, entre otras razones porque nos encontra-
mos frecuentemente que una de las concausas que concurre a la producción del
daño es el estado de salud del paciente.
La STS (Sala 3.ª) de 14 de junio de 1991236, es emblemática en este sentido, por
llevar a sus máximas consecuencias la naturaleza objetiva de la responsabilidad
de la Administración. En ella, la Sala confirma la obligación de la Administración
de indemnizar a la paciente por las secuelas de la intervención quirúrgica que se
le practicó en un centro hospitalario de la Seguridad Social para reducir los aneu-
rismas gigantes que presentaba en ambas carótidas. Dada la extrema gravedad de
la paciente, se intervino inmediatamente, aunque en el transcurso de la opera-
ción se optó por reducir primero el aneurisma de la carótida derecha, al parecer,
el aneurisma más grave era el izquierdo, circunstancia que el cuadro médico ja-
más habría podido determinar. La sentencia reconoce que la actuación sanitaria
ha sido irreprochable desde la perspectiva de la «lex artis», pero sin embargo afir-
ma que la «ausencia de dolo o culpa, impericia o negligencia resulta intranscen-
dente» y que no es necesario «profundizar en las concretas acciones u omisiones
de los intervinientes, porque, en definitiva, es la realidad que se está en presencia
de un supuesto de responsabilidad patrimonial de la Administración que... tiene
carácter objetivo» y que obliga a la Administración a indemnizar todo resultado
235
ASÚA GONZALEZ, C. I., «Responsabilidad sanitaria», Responsabilidad de la Administración en la sanidad
y en la enseñanza, Madrid, 2000, p. 236; RODRÍGUEZ LÓPEZ, P., Responsabilidad médica y hospitalaria, Barcelona,
2004, p. 334-335.
236
RAJ, n.º 5115.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 319
lesivo que sea consecuencia del funcionamiento de los servicios públicos y que
no sea fuerza mayor237.
En estos casos, un criterio válido para determinar cuándo se puede imputar el
daño efectivamente causado al funcionamiento del servicio público, podría ser
cuando el riesgo del daño ha sido creado por parte del mismo centro hospitalario
o del personal sanitario a su servicio. Por el contrario, no se le podrá atribuir a la
Administración los daños que constituyan la realización del riesgo que entraña el
estado de salud del paciente238.
240
En líneas generales cabe señalar que cuando los policías están de servicio y utilizan las armas de fuego,
cumple un papel fundamental el principio de proporcionalidad que permite valorar la reacción policial ante deten-
ciones policiales, registros, identificaciones, etc.
Vid. aquí con mayor detalle, LLOVERAS i FERRER, M.R., «Policías que disparan. Los daños causados
por armas de fuego utilizadas por la policía», InDret, 1/00; ALONSO PÉREZ, F., «La utilización de armas de
fuego por las fuerzas de seguridad. Apuntes jurisprudenciales», La Ley, 2002, D-132,p. 1695 y ss.; MIR PUIG-
PELAT, O., La responsabilidad patrimonial de la Administración. Hacia un nuevo sistema, cit., p. 340-344; BUSTO LA-
GO, J.M., «La responsabilidad civil de las Administraciones Públicas», cit., p. 1566-1568.
241
Repertorio Sentencias de los Tribunales Superiores de Justicia, t. I-1999, n. 413.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 321
242
RAJ, n.º 6964.
322 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
Por ende, en los casos de actuaciones policiales, el carácter directo de esta respon-
sabilidad conlleva que, en caso de indeterminación del agente público causante del
daño, el Estado deba responder siempre que la actuación del grupo de agentes
haya aumentado el riesgo de producción del daño y no concurra ninguna causa de
exoneración de responsabilidad.
243
Cfr. la situación precedente y la nueva en GONZÁLEZ PÉREZ, J./GONZÁLEZ NAVARRO, F.,
Comentarios a la Ley de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y Procedimiento Administrativo Común, 2.ª ed.,
Madrid, 1999, p. 2898 y ss.
244
En este sentido, lo único que ha hecho el legislador al introducir este último punto ha sido elevar a
rango legal la regla contenida en el apartado tercero del art. 18 del RD 429/1993, de 26 de marzo, que aprueba
el Reglamento de los Procedimientos de las Administraciones Públicas en materia de Responsabilidad Patrimo-
nial. Como señala MIR PUIGPELAT («La reforma del sistema de responsabilidad patrimonial de las Adminis-
traciones públicas operada por la Ley 4/1999, de 13 de enero, de modificación de la LRJPAC », RJC, 1999, n.º
4, p.1002-1003), pues entender lo contrario comportaría un retroceso respecto del anterior artículo 140, que no
admitía excepción alguna a la regla de la solidaridad.
Además, agravaría la situación del eventual perjudicado por cuanto, por un lado, tendría que acceder al ins-
trumento jurídico de actuación conjunta –lo cual no resulta sencillo en la generalidad de los casos- y, por otro, si
del mismo se derivara un régimen de responsabilidad mancomunado, deberá formularse reclamación adminis-
trativa previa frente a todas las Administraciones implicadas, existiendo la posibilidad de resoluciones contra-
dictorias, para luego poder recurrir ante la jurisdicción contencioso-administrativa.
245
RAJ, n.º 10115.
324 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
246
Este es el caso, por ejemplo, de la sentencia ya citada de 15 de noviembre de 1993, donde el TS consi-
deró que debía de matizarse el privilegio de la decisión previa de un Ayuntamiento declarado finalmente respon-
sable solidario, bastando el mero traslado a este organismo de un recurso de reposición, planteado ante otra Ad-
ministración (autonómica) solidariamente responsable, en el que se contenía la reclamación de la
indemnización.
247
En este sentido, MUÑOZ MACHADO, S., La responsabilidad civil concurrente de las Administraciones pú-
blicas (y otros estudios sobre responsabilidad), Madrid, 1998, p. 181 y MIR PUIGPELAT, O., «La reforma del sistema
de responsabilidad patrimonial de las Administraciones públicas ....», cit., p. 1005.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 325
249
Vid. en el caso que nos ocupa la STS de 25 de octubre de 1989.
328 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
253
Este importante Auto ha sido comentado entre otros por MIR PUIGPELAT, O., «La jurisdicción
competente en materia de responsabilidad patrimonial de la Administración: una polémica que no cesa», InDret,
3/2002.
254
Publicado en Diariomedico.com el 30 de octubre de 2002.
255
Vid. el comentario realizado por GÓMEZ LIGÜERRE, C., «Dos veces en la misma piedra. Comen-
tario al Auto de la Sala especial de Conflictos de la Competencia del Tribunal Supremo de 21 de octubre de
2002», InDret, 1/ 2003.
330 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
ra que sea la naturaleza de la actividad o el tipo de relación de que derive, no pudiendo ser demanda-
das aquellas por este motivo ante los órdenes jurisdiccionales civil o social, aun cuando en la produc-
ción del daño concurran con particulares o cuenten con un seguro de responsabilidad» (conforme a
la nueva redacción dada al art. 2.e) de la Ley 29/1998, de 13 de julio, reguladora de la
Jurisdicción Contencioso-administrativa, por la DA 14.ª de Ley citada).
A tal fin, se añade también, por parte de la misma LO 19/2003, al art. 21.1 de
la Ley 29/1998 una letra c) que considera como parte demandada a «las asegura-
doras de las Administraciones públicas, que siempre serán parte codemandada junto con
la Administración a quien aseguren» (configurando de esta forma un litisconsorcio pa-
sivo necesario que exigiría demandar a la Administración y a su aseguradora y, en
su defecto, los jueces estarían obligados a emplazar de oficio a dicha entidad ase-
guradora). Además, se da una nueva redacción al apartado 4.º del art. 9 de la LOPJ,
consistente en adicionar un nuevo inciso al párrafo 2.º y un nuevo párrafo 3.º,
conforme a los cuales a la anterior competencia de los juzgados y tribunales del
orden contencioso-administrativo se adiciona el conocimiento de las reclamacio-
nes de responsabilidad «cuando el interesado accione directamente contra la aseguradora de
la Administración, junto a la Administración respectiva». «También será competente este orden
jurisdiccional si las demandas de responsabilidad patrimonial se dirigen, además, contra las per-
sonas o entidades públicas o privadas indirectamente responsables de aquéllas»256.
256
GARBERÍ LLOBREGAT [«La última reforma del artículo 9.4 de la Ley Orgánica del Poder Judicial
(LO 19/2003, de 23 de diciembre). Una mala nueva para las compañías aseguradoras que cubran la responsabi-
lidad patrimonial de las Administraciones públicas», AJA, 2004, n.º 623], hace notar que no estamos ante dos
nuevas categorías de sujetos legitimados en el orden jurisdiccional contencioso-administrativo, sino que en rea-
lidad lo que se pretende en ambos casos es la intervención de las aseguradoras en los procesos administrativos
de reclamación de responsabilidad patrimonial, pero debido a un descuido o falta de diligencia del legislador, de
la redacción dada parece apreciarse otra cosa.
Así, los trámites parlamentarios de la Ley revelan que, en el inicial Proyecto de Ley Orgánica de reforma de
la LOPJ remitida por el Gobierno al Congreso, no se preveía reforma alguna del art. 9 de la LOPJ. Fue la apro-
bación de una enmienda presentada por el Grupo catalán Convergencia i Unió en el Congreso la que añadió al art.
9.4 LOPJ el siguiente párrafo «También será competencia de este orden jurisdiccional, si las demandas de responsabilidad pa-
trimonial, se dirigen además, contra las personas o entidades públicas o privadas o indirectamente responsables de aquéllas», en or-
den a solucionar el problema surgido cuando la pretensión se dirigía contra las compañías aseguradoras a fin de
lograr la unidad jurisdiccional. En el Senado se introduce una nueva enmienda, esta vez propuesta por el Grupo
Popular, que proponía incluir al final del segundo apartado del art. 9.4 LOPJ un nuevo párrafo que dice: «Igual-
mente conocerá [el orden administrativo] de las reclamaciones de responsabilidad cuando el interesado accione directamente con-
tra la aseguradora de la Administración, junto a la Administración respectiva». La justificación de la referida enmienda, fi-
nalmente aprobada, era la misma que la de CiU. De manera que un propósito común ha dado lugar a la
introducción en el Congreso del actual párrafo 3.º del art. 9.4 LOPJ, mientras que en el Senado se introdujo el
actual último inciso del párrafo 2.º del art. 9.4 de la LOPJ. Otros argumentos que avalan esta interpretación son,
por un lado, la reforma de la legitimación pasiva operada por el art. 21.1 de la LJCA, referida sólo a las asegura-
doras de las Administraciones públicas (y no a los otros sujetos); y, por el otro, el análisis jurisprudencial de es-
tos últimos años.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 331
257
Vid. sobre esta cuestión DE LAS HERAS GARCÍA, M.A., «Procedimiento en reclamación por res-
ponsabilidad médica contra hospitales públicos (I). En las reclamaciones por responsabilidad civil sanitaria en
centros públicos: ¿resulta idóneo el orden contencioso-administrativo?», NJBoch, oct-nov. 2004.
332 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
258
En el sentido expresado, vid. DÍAZ ALABART, S., «La responsabilidad de los centros docentes...»,
cit., p. 65 y ss.
258
Como es bien sabido, la acción de responsabilidad ha de ejercitarse previamente y de forma directa ante la
Administración responsable del daño indemnizable a través del correspondiente procedimiento administrativo [or-
dinario o abreviado (en supuestos claros de responsabilidad)], caracterizado por la exigencia de dictamen preceptivo
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 333
del Consejo de Estado u órgano consultivo autonómico equivalente y por la posibilidad de que termine de forma
convencional, por acuerdo entre la Administración y el interesado (art. 145 LRJA-PAC y 19 del Reglamento de los
Procedimientos de las Administraciones Públicas en materia de responsabilidad patrimonial, aprobado por RD
429/1993, de 26 de marzo –en adelante RPARP-). Constituye, en principio, la reclamación administrativa un pre-
supuesto procesal necesario para acudir después a la vía judicial. En el caso de la responsabilidad penal del personal
al servicio de las Administraciones públicas, la LRJA-PAC (art. 146) se remite a la legislación correspondiente. El
plazo para resolver los procedimientos de responsabilidad civil es de seis meses desde su inicio, pudiendo añadirse
el período extraordinario de prueba (art. 3.3 del RPARP). Si transcurre ese plazo sin haberse notificado resolución
expresa, se podrá entender desestimada la reclamación por silencio administrativo (arts. 43.1 y 142.7 LRJA-PAC y
13.3 RPARP), (sobre la tramitación del procedimiento administrativo, vid. con mayor detalle RAZQUIN LIZA-
RRAGA, J.A., «Procedimiento y jurisdicción en materia de responsabilidad patrimonial de la Administración: Aná-
lisis jurisprudencial y recientes novedades legislativas», RJ, 2004, n.º 6, p. 14 y ss.).
Por otro lado, el art. 76 de la LCS reconoce a los perjudicados la acción directa frente a la aseguradora del sujeto
obligado a indemnizar. Dicha acción está concebida para ser ejercitada ante el orden civil (dada la naturaleza jurídi-
co-privada de las compañías de seguros) y obviando cualquier otro trámite preliminar. Las dificultades de concilia-
ción entre la reclamación administrativa y la acción directa son evidentes y no han pasado inadvertidas por nuestra
doctrina, que ha llegado a mantener, incluso tras la aprobación de las últimas modificaciones legislativas operadas
por la LO19/2003, que la jurisdicción civil sigue siendo competente para conocer de las demandas entabladas por
el perjudicado sólo frente a la aseguradora de la Administración (en este sentido, GARBERÍ LLOBREGAT, J.,
«Una mala nueva...», cit., p. 6; DE ÁNGEL YÁGÜEZ, R., «Acción directa del perjudicado...», cit., p. 1946-1947;
BUSTO LAGO, J.M., «La responsabilidad civil de las Administraciones Públicas», cit., p. 1604-1606; ROMERO
REY, C., «La responsabilidad patrimonial de las Administraciones Públicas y el contrato de seguro: una inagotable
fuente de conflictos acerca del orden jurisdiccional competente», rc, 2004, n.º 8, p.10-11).
260
A este respecto señala DÍAZ ALABART que no existe ningún problema en que un tribunal conten-
cioso-administrativo aplique normas civiles por imposición del principio de aplicación integral del Derecho
(«La responsabilidad de los centros docentes por los hechos dañosos de sus alumnos menores de edad», cit., p.
64).
334 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
146.1. LRJA-PAC), de acuerdo con las previsiones contenidas en los arts. 109 a
122 del CP (como viene declarando de forma reiterada la jurisprudencia)264. La re-
gla del art. 121 del CP supone, por tanto, una excepción al régimen general de res-
ponsabilidad directa de la Administración por los daños causados por sus funcio-
narios, pues implica que del daño causado responde personal y directamente su
autor material –personal al servicio de la Administración- y sólo subsidiariamente
-cuando el responsable principal es insolvente- el Estado.
Esta regla, sin embargo, no ha impedido que en determinadas ocasiones se
haya buscado la responsabilidad penal de algún funcionario o empleado público
con el fin de obtener una indemnización por parte del Estado, como responsable
civil subsidiario, en supuestos de autoría incierta que se han producido con motivo
de alguna tragedia de importantes dimensiones, como el conocido caso del aceite
de colza desnaturalizado; el incendio de la «Discoteca Alcalá 20» (STS, Sala 2.ª, de
17 de julio de 1995)265; o las inundaciones producidas por la rotura de la presa de
«Tous» (STS, Sala 2.ª, de 15 de abril de 1997)266, que terminaron con la condena pe-
nal de varias personas, algunas de ellas funcionarios y por esa vía entró en funcio-
namiento la responsabilidad subsidiaria del Estado.
La declaración en los casos mencionados de la responsabilidad civil subsidia-
ria del Estado ante delitos leves o simples faltas cometidas por sus funcionarios,
nos sitúa ante una de las dudas que surge en torno a la interpretación del art. 121
del CP de 1995. De acuerdo con su tenor literal, la responsabilidad de las Adminis-
traciones Públicas existirá de forma subsidiaria cuando su personal dependiente y
autoridades sean «responsables de los delitos dolosos o culposos», pero no hace mención a
las faltas. Nuestro Tribunal Supremo, sin embargo, ha interpretado que la comisión
de simples faltas, aunque no se contemplen de acuerdo con la literalidad del pre-
cepto, «no implican necesariamente su exclusión a efectos de responsabilidad civil
subsidiaria por tales infracciones criminales leves», pues el vocablo «delito» ha de
entenderse como sinónimo de «infracción criminal» (como hace el CP vigente en
otros varios preceptos –arts. 130, n. 4.º y 5.º en relación con el 639; y 80.4 y 86-),
264
Si hubiera reserva de acciones civiles (arts. 109.2 CP: «El perjudicado podrá optar, en todo caso, por exigir la
responsabilidad civil ante la Jurisdicción civil» y 112 LECrim), la cuestión de la responsabilidad civil al servicio de la
Administración se complica. Por un lado, de seguro que el orden civil se seguiría declarando competente para
conocer estos casos, como lo ha venido haciendo hasta ahora, aunque la única jurisdicción competente, de
acuerdo con la voluntas legis, sea la contenciosa-administrativa [arts. 2.e) LJCA y 9.4 LOPJ]. Bajo nuestro punto
de vista, entender que la jurisdicción civil es competente en estos asuntos puede llevar a una clara instrumentali-
zación de la vía penal para eludir la jurisdicción contencioso-administrativa.
265
RAJ, n.º 6827.
266
RAJ, n.º 2986.
336 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
267
STS (Sala 2.ª) de 11 de enero de 1997 (RAJ, n.º 1128) –FD, 7.º-, citada a su vez por la STS de 26 de
septiembre de 1997 (RAJ, n.º 6366), relativa al caso del envenenamiento por aceite de colza, donde la Sala reco-
ge obiter dicta dichos razonamientos ante el recurso planteado por el Abogado del Estado (ya que el TS casó la
sentencia de la AN en el sentido de calificar los hechos como constitutivos de delito y no de simple falta).
Postura asumida también por algunos autores como SOTO NIETO, F., «La responsabilidad civil subsidia-
ria del Estado y entes públicos en general (artículo 121 del Código Penal)», La Ley, 1996-I, D-30 p. 1660; MON-
TÉS PENADÉS, V., «Comentario al art. 121 del CP», Comentarios al Código Penal de 1995, coord. por T.S. Vives
Antón, Valencia, 1996, vol. I, p. 645-646; DÍAZ ALABART, S., «La responsabilidad de los centros docentes...»,
cit., p. 71-72; y ROCA GUILLAMÓN, J., «La responsabilidad del Estado y de las Administraciones Públicas
por los delitos...», cit., p. 522-526, entre otros.
Para otros, en cambio, se trata de una omisión intencionada por parte del legislador, debido a que los jueces
tenderían sino a condenar penalmente a un funcionario por la comisión de una falta al objeto de obtener una in-
demnización por parte del Estado. Dicha intención resulta del estudio de la tramitación parlamentaria del art.
121 del CP y, por tanto, no procede la aplicación de la citada norma cuando se produzca una conducta del agen-
te tipificada como falta. Así, PANTALEÓN PRIETO, F., «Responsabilidad patrimonial de las Administracio-
nes Públicas: Sobre la jurisdicción competente», REDA, 1996, n.º 91, p. 406 y nota n. 4; YZQUIERDO TOL-
SADA, M., Aspectos civiles..., cit., p. 316 y 317; Id., Sistema de responsabilidad civil..., cit., p. 285.
268
En este sentido, ROCA GUILLAMÓN, J., ibid., p. 525.
269
Como señala HERRERO DE EGAÑA, J.M., op. cit., p. 19, lo que se pretende con el ofrecimiento de
esta vía alternativa es que el perjudicado exija la responsabilidad patrimonial frente a la Administración Pública
en el procedimiento administrativo, pues de no seguir este camino sugerido se encontrará, además de las dificul-
tades de todo proceso penal, con la transformación de la responsabilidad de la Administración Pública, que ya
no será directa sino subsidiaria. De manera que para obtener la indemnización pretendida deberá de pasar por la
condena penal y el agotamiento de los bienes del funcionario.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 337
cial reacción de solidaridad con las víctimas270. Mientras que el sistema de respon-
sabilidad extracontractual cumple una función indemnizatoria del daño por parte
del o de los sujetos responsables del mismo.
Por otro lado, nuestro legislador tiene establecido ciertos mecanismos de
compensación, a través de una ayudas públicas, como respuesta a graves proble-
mas a los que un Estado social debe hacer frente, como son los casos de las vícti-
mas del terrorismo o de las personas contagiadas por el virus VIH y VHC, antes
del establecimiento de la obligatoriedad de las pruebas de detección de los citados
virus en la sangre humana. Estos mecanismos se relacionan de forma diferente
con las indemnizaciones derivadas de la responsabilidad civil, de tal manera que en
algunos casos se complementan y en otros se presentan de forma alternativa. Sea
como fuere, el establecimiento de estas ayudas pretende evitar dejar sola a la vícti-
ma frente al daño sufrido, cuando difícilmente podría hacer efectiva una indemni-
zación ejecutando la sentencia favorable de responsabilidad civil, ya sea por impo-
sibilidad de dirigirse contra el causante del daño, ya sea por su insolvencia y,
además, revela el constante crecimiento del papel del Estado en las relaciones de
responsabilidad civil.
rando vehículos oficiales u otros que hayan sido rechazados por las entidades ase-
guradoras privadas) 271.
Como fondo de garantía, nos centraremos en su función de indemnizar den-
tro del ámbito nacional y hasta el límite cuantitativo del seguro obligatorio «a quie-
nes hubieran sufrido daños en sus personas, por siniestros ocurridos en España, en aquellos casos
en que el vehículo causante sea desconocido» [art. 11.1.a) del RD Legislativo 8/2004, de 29
de octubre, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley sobre responsabili-
dad civil y seguro en la circulación de vehículos a motor (BOE de 5 de noviembre
de 2004, n. 267), a partir de ahora LRCSVM]. Su antecedente en este campo co-
rresponde al Fondo Nacional de Garantía de Riesgos de la Circulación, creado
por la Ley de 24 de diciembre de 1962, sobre Uso y Circulación de vehículos a Mo-
tor, que debía «cubrir la responsabilidad de los conductores de vehículos... en los casos en los
que el vehículo o el conductor sean desconocidos» (art. 45 de la citada Ley de Uso y Circula-
ción de Vehículos de Motor).
En estos casos, el perjudicado tiene una acción directa contra el Consorcio
para reclamar los daños personales sufridos por vehículos desconocidos (arts. 76 de
la LCS y 11.3 de la LRCSCVM), pudiendo este organismo repetir con posterio-
ridad contra los terceros responsables del daño272. La razón de excluir los daños
materiales de la cobertura del Consorcio reside en la necesidad de evitar fraudes,
como indica la Exposición de Motivos de la Segunda Directiva del Consejo de
30 de diciembre de 1983 (84/5/CEE), relativa a la aproximación de las legisla-
ciones de los Estados miembros sobre el seguro de responsabilidad civil. Estos
fraudes se podrían producir cuando los propietarios que sufren daños en sus ve-
hículos por causas a ellos imputables reclamen al Consorcio, alegando que los
mismos fueron ocasionados por un vehículo desconocido. En cuanto al alcance
de la cobertura de los daños personales, el Consorcio se ajustará al sistema de
baremos que figura en el anexo de la LRCSCVM. En virtud de su aplicación,
esta entidad cubriría tanto los daños corporales en sentido estricto (incluyendo
dentro de los mismos a los morales), como los patrimoniales que hayan sido
271
BARRERO RODRÍGUEZ, E., El Consorcio de Compensación de Seguros, Valencia, 2000, p. 146 y ss.; y
398 y ss.
272
Vid. aquí, GAYO LAFUENTE, J.L./ESTELLA LÓPEZ, A., El Consorcio de Compensación de Seguros y
la responsabilidad civil de la circulación, Granada, 1997, p. 28 y ss.
Como se desprende del Estatuto del Consorcio, la jurisdicción competente para el ejercicio directo de las
acciones contra el Consorcio es la civil, pues de acuerdo con su artículo 21 del RD Legislativo 7/2004: «Sin per-
juicio de lo establecido en el artículo 20, para el ejercicio de acciones civiles contra el Consorcio no será precisa la reclamación previa en vía
administrativa ni le serán aplicables las normas contenidas en los artículos 7.3, 10.2, 15, 16, 21, 23 y 24 de la Ley 47/2003, de 26
de noviembre, General Presupuestaria».
340 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
consecuencia directa de aquellos (como los ingresos que se han dejado de obte-
ner o lucro cesante)273.
La regulación introducida por la Disposición Adicional Octava de la Ley
30/1995 de Ordenación y Supervisión de Seguros Privados eliminó en su día la
referencia al conductor desconocido que se establecía en la anterior redacción
de la Ley de Uso y Circulación de Vehículos a Motor, condicionando la inter-
vención del Consorcio al solo caso en el que el vehículo no sea conocido y la producción
del daño tenga lugar en España. Por tanto, si el vehículo causante del daño es un ve-
hículo identificado con conductor desconocido responderá la compañía asegu-
radora, a menos que dicho vehículo no se halle asegurado o haya sido robado [en
cuyo caso responde el Consorcio en los términos del art. 11.1. b) y c) LRCS-
CVM].
A este respecto, la jurisprudencia del TS ha señalado con carácter general que
no todo siniestro en el que eventualmente hubiera intervenido la presencia de un
vehículo desconocido debe llevar como corolario la responsabilidad indemnizato-
ria del Consorcio de Compensación de Seguros, sino que la intervención del vehículo
desconocido ha de haber tenido una influencia decisiva o eficiente en la producción del evento
dañoso y ello resulte indudablemente acreditado274.
La participación decisiva de un vehículo desconocido en la producción del
daño constituye un hecho constitutivo de la pretensión del demandante que de-
berá ser probada por éste. En este sentido, puede ser suficiente el atestado de la
policía donde se contengan datos sobre la intervención del vehículo anónimo,
acompañados por la declaración del propio perjudicado. Sin embargo, existe un
grupo de casos donde resulta especialmente difícil probar la intervención de un
vehículo desconocido en la causación del daño. Estos se producen cuando no
existe una colisión directa, sino que el daño es fruto de la conducta imprudente
de un conductor cuyo vehículo no ha podido ser identificado y que ha provocado
que la reacción de otro conductor sea la causa última de la colisión. Es aquí preci-
samente donde el juez, atendiendo a los elementos del caso, deberá apreciar el de-
recho indemnizatorio de la víctima frente al Consorcio en virtud del principio de
273
REGLERO CAMPOS, L.F., «Responsabilidad civil y seguro en la circulación de vehículos de mo-
tor», Tratado de Responsabilidad Civil, coord. por el mismo autor, 2.ª ed., Navarra, 2003, p. 914.
274
STS de 7 de mayo de 1993 (RAJ, n.º 3448). Los hechos del caso se refieren a un accidente de circula-
ción producido por la existencia de hielo en el firme de una autopista. Se estimó la responsabilidad de la empre-
sa concesionaria al haberse demostrado que no existía en el momento del accidente señalización alguna al res-
pecto. La intervención de un vehículo desconocido, que aparece a través de una vaga referencia del
demandante, sin apoyadura de prueba alguna, no implica –según la Sala- que proceda llamar al pleito también al
Consorcio de Compensación de Seguros.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 341
resarcimiento del daño y de la propia función que corresponde a esta entidad pú-
blica275.
Con motivo de la adaptación de nuestra legislación a la Directiva 2000/26/
CE, de 16 de mayo, por la Ley 44/2002, de 22 de noviembre, de Medidas de Re-
forma del Sistema Financiero, se han asignado nuevas funciones al Consorcio de
Compensación de Seguros en este ámbito de reparación de daños por vehículos
desconocidos. Así según la nueva redacción del art. 29 de la LRCSCVM, cuando
un residente en España sufra daños como consecuencia de un accidente de circu-
lación acaecido en territorio de un Estado miembro del Espacio Económico Eu-
ropeo o adherido al sistema de Carta Verde, y no fuera posible identificar al vehí-
culo o a la entidad aseguradora, el perjudicado podrá solicitar la indemnización de
los perjuicios causados a la Oficina Española de Aseguradores de Automóviles
(Ofesauto), en su calidad de organismo de indemnización, por los límites estable-
cidos para el seguro obligatorio por la legislación del país en que acaeció el sinies-
tro. Una vez pagada la indemnización, Ofesauto pasará a ser acreedor y podrá re-
petir del fondo de garantía del Estado miembro en el haya ocurrido el accidente
(en el caso de que no pueda identificarse el vehículo).
En reciprocidad, nuestro Consorcio de Compensación deberá de rembolsar
las indemnizaciones satisfechas a los perjudicados residentes en otros Estados del
Espacio Económico Europeo por los organismos de indemnización correspon-
dientes, cuando el accidente haya ocurrido en España, en el caso de que no pueda
identificarse el vehículo causante del daño [art. 11.1. f).2.º de la LRCSCVM].
276
De acuerdo con la anterior regulación (RD 2022/1986, de 29 de agosto, que aprueba el Reglamento
de Riesgos Extraordinarios sobre las Personas y los Bienes -BOE, de 1 de octubre, n. 235-), sólo eran indemni-
zables los daños directos en las personas y los bienes, no así las pérdidas.
277
En similar sentido, BARRERO RODRÍGUEZ, E., op. cit., p. 196.
278
El Derecho BD 2000/38873.
279
El Derecho BD 1993/5960.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 343
La especial sensibilidad que existe en nuestro país en relación con los delitos
de terrorismo ha supuesto que las víctimas de los mismos hayan sido contempla-
das desde hace años por el Estado como sujetos con derecho a ser resarcidos
cuando han sufrido daños en los que no es posible determinar qué personas con-
280
El Derecho BD 1993/4295.
281
Vid. también la STS (Sala 1.ª) de 5 de febrero de 1991 (El Derecho BD 1991/1136). La Sala considera
procedente la reclamación de cantidad realizada al Consorcio de Compensación, por la mercantil propietaria de
unos autobuses que habían sido incendiados de forma intencionada en el curso de unos incidentes y disturbios,
de clara significación político-social, protagonizados por grupos de trabajadores que protestaban contra la re-
conversión de algunos sectores industriales.
344 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
282
Como recoge la Exposición de Motivos del RD 288/2003, de 7 de marzo, que aprueba el Reglamento
de ayudas y resarcimientos a las víctimas de delitos de terrorismo, el conjunto de medidas a favor de las víctimas
del terrorismo comenzó en 1979, con el RD-ley 3/1979, de 26 de enero, de Protección de la Seguridad Ciudada-
na, cuyo artículo 7 declaró, por primera vez, indemnizables los daños sufridos a consecuencia del fenómeno te-
rrorista, precepto que fue desarrollado reglamentariamente por el RD 484/1982, de 5 de marzo. El citado RD
vino así a integrar en el Presupuesto del Estado las ayudas a las víctimas promovidas desde 1975 por la propia
sociedad civil, a través de una suscripción popular, posibilitando reforzarlas económicamente y reglar la norma-
tiva para su otorgamiento.
En un primer momento las ayudas se limitaron a los casos de fallecimiento y lesiones corporales, pero pau-
latinamente la regulación legal y reglamentaria sobre la materia ha ido ampliando el marco de cobertura del sis-
tema asistencial a los daños materiales derivados del terrorismo (incluyendo los daños causados a las viviendas
de personas físicas o los producidos en establecimientos mercantiles e industriales, sedes de partidos políticos,
sindicatos, elementos no esenciales de las viviendas habituales, vehículos particulares e incluso a los experimen-
tados en viviendas no habituales).
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 345
283
Dentro de las compensaciones de pérdidas derivadas de acontecimientos extraordinarios a cargo del
Consorcio de Compensación de Seguros, se encuentran las pérdidas por actos de terrorismo [art. 1 b) del RD
300/2004]. A este respecto, no existiría ningún problema en que quien ha sufrido daños corporales con ocasión
de un acto terrorista reciba tanto la indemnización del Consorcio como el resarcimiento estatal. No obstante, a
nivel de daños materiales, las ayudas estatales previstas en el RD 88/2003, de 7 de marzo, tendrán un carácter
subsidiario y por la diferencia.
284
En este sentido podemos citar la Ley 1/2004, de 24 de mayo, de la Generalitat, de Ayudas a las Vícti-
mas del Terrorismo (DOGV, de 27 de mayo de 2004) que, para los actos terroristas que se perpetren en la Co-
munidad Valenciana, concede una indemnización por daños físicos o psíquicos a las víctimas o en caso de falle-
cimiento a sus familiares más allegados. La cuantía de esta ayuda consiste, de acuerdo con el art. 12 de la Ley, en
el incremento del 30% sobre las indemnizaciones y compensaciones solicitadas y concedidas por la Administra-
ción General del Estado para los supuestos previstos. Si la solicitud presentada a la Administración estatal no
fuera atendida, la administración de la Generalitat puede hacer efectivas las ayudas solicitadas en el ámbito esta-
tal e incrementarlas igualmente en un 30%.
285
En este sentido, DÍAZ ALABART, S., «La responsabilidad estatal por los actos de bandas armadas y
terroristas», ADC, 1990, p. 468.
286
En el mismo sentido, DOMÍNGUEZ LUIS («Responsabilidad patrimonial y acción terrorista: con-
currencia de nexo causal por inactividad de la Administración», REDA, 1996, n.º 90, p. 292-293), señala que la
cadena causal necesaria para atribuir responsabilidad a la Administración por el funcionamiento de un servicio
público (dirigido a proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades y garantizar la seguridad ciudadana), se
rompe cuando no es la Administración, sino un tercero –el terrorista- el causante directo del daño, a él única y
exclusivamente imputable.
346 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
mente, porque no existe ninguna gestión pública razonable que pueda evitar la
producción de un cierto número de aquellos eventos dañosos existen, atendiendo
a principios de solidaridad y de justicia distributiva, estas ayudas.
A esta cuestión que nos ocupa se refirió la STS (Sala 4.ª) de 3 de junio de 1985287,
dictada en reclamación formulada por «Ediciones A. S.A.» para que el Estado le in-
demnice los daños y perjuicios sufridos por dicha mercantil, como consecuencia
de la explosión de un artefacto en un edificio de su propiedad en Barcelona, donde
se editaba la revista «El Papus». La Sala argumentó en contra de la responsabilidad
patrimonial del Estado que: «no puede confundirse la responsabilidad patrimonial
del Estado que es consecuencia del funcionamiento de los servicios públicos con
la indemnización de daños y perjuicios sufridos por una persona por la realización
de una conducta delictiva, aunque se trate de un acto terrorista, pues en este caso la
indemnización debida recae sobre la persona criminalmente responsable y no so-
bre toda la comunidad, salvo que el Estado por razones de solidaridad con las víc-
timas decida, mediante una disposición con rango suficiente, asumir en todo o en
parte la expresada indemnización» (6.º Considerando).
En igual sentido, como señala la STS (Sala 3.ª) de 28 de septiembre de 2000 288, que
resuelve la reclamación de un transportista extranjero por los daños sufridos por
su vehículo como consecuencia de un atentado terrorista en las dependencias del
Servicio Fiscal de Aduanas del puerto de Barcelona: «No se oculta a esta Sala los
avances que desde el punto de vista jurisprudencial se han venido produciendo en
cuanto a no estimar necesario el carácter exclusivo y directo de la relación entre el
funcionamiento de la Administración y sus servicios y el resultado dañoso produ-
cido, de tal manera que la intervención de terceros no exime sin más de responsa-
bilidad a la Administración, pero ello no implica en modo alguno que el Estado
deba constituirse en asegurador de los resultados dañosos de toda actividad delicti-
va, ya que ésta cuando se produce y no concurre un funcionamiento anormal de la
Administración rompe el nexo causal exigible para que pueda hablarse de respon-
sabilidad patrimonial del Estado».
No obstante, cuando el acto terrorista se puede derivar de una acción o de la
pasividad de la Administración Pública al no adoptar las medidas adecuadas para
eludir la efectividad de la acción terrorista; o para aminorar el alcance de los daños
provocados por ésta, nacerá la responsabilidad patrimonial de aquella. Es perfec-
tamente aplicable en estos supuestos la regla de la compatibilidad de prestaciones
derivadas del RD 288/2003 y una posible indemnización de daños, por cuanto «la
primera se concede, con carácter general, a todas las víctimas de bandas armadas y
287
RAJ, n.º 3202.
288
RAJ, n.º 8024.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 347
La idea de la solidaridad con las víctimas del terrorismo que lleva al Estado a
hacer frente a este tipo de daños queda claramente reflejada en la normativa ex-
traordinaria integrada por la Ley 32/1999, de 8 de octubre, de solidaridad con las
víctimas del terrorismo (BOE de 9 de octubre, n. 242)290. Dicha Ley atribuye al
Estado el deber de pagar las indemnizaciones que corresponden o pudieran co-
289
RAJ, n.º 2942. La Sala 3.ª del TS, confirmando la sentencia dictada por la AN, en relación con el aten-
tado llevado a cabo mediante carta-bomba contra el Comisario de la Expo 92 (Sr. Olivencia Ruiz) y que causó
graves lesiones a su secretaria, hace derivar la responsabilidad administrativa de la pasividad de la Administra-
ción al no tener instalados los equipos técnicos de seguridad adecuados de detección de explosivos que hubie-
ran podido evitar el atentado (siendo previsible el evento, pues tanto los «Juegos Olímpicos de Barcelona 1992»
como la «Exposición Universal de Sevilla 1992» representaban sendos objetivos para la organización terrorista).
Además, declara la compatibilidad de la prestación reconocida en el RD de ayudas a las víctimas del terrorismo
y la indemnización fijada por responsabilidad patrimonial.
En el mismo sentido se pronuncia la STS (Sala 3.ª) de 31 de enero de 1996 (RAJ, n.º 474), ante la reclama-
ción del actor de una indemnización, en concepto de responsabilidad patrimonial de la Administración, por el
fallecimiento de su esposa y sus dos hijas en el atentado terrorista de HIPERCOR perpetrado en Barcelona el
19 de junio de 1987. La Sala, tras recordar los requisitos necesarios para exigir el reconocimiento y declaración
de la responsabilidad patrimonial, declara que procede la misma, al producirse una conducta omisiva de las
Fuerzas Armadas que guarda cierta relación de causalidad con el daño causado, en cuanto que la Policía no
consideró conveniente o factible la evacuación del edificio ni se impidió la entrada de vehículos al aparcamien-
to, a pesar de que se había producido una llamada telefónica a la Guardia Civil, al diario AVUI y al propio esta-
blecimiento HIPERCOR, avisando de que existía una bomba, media hora antes del mismo instante de la ex-
plosión.
290
Junto a esta Ley se encuentra la Ley 35/1995, de 11 de diciembre, de ayudas y asistencia a las vícti-
mas de delitos violentos y contra la libertad sexual (BOE de 12 de diciembre de 1995, n. 296). Esta regulación
se enmarca dentro de un amplio conjunto de normas europeas que tratan de proteger efectivamente a la víc-
tima de todo tipo de delitos y no solamente de aquellos cometidos con violencia. Un ejemplo de ello lo tene-
mos en el Convenio núm. 116 del Consejo de Europa, de 24 de noviembre de 1983, sobre la indemnización a
las víctimas de delitos violentos, así como la recomendación del Comité de Ministros del Consejo de Europa
a los Estados miembros de 28 de junio de 1985, sobre la posición de la víctima en el marco del Derecho penal
y del proceso penal (como ha señalado PUYOL MONTERO, «Noticia de la Ley 35/1995, de 11 de diciem-
bre, de ayudas y asistencia a las víctimas de delitos violentos y contra la libertad sexual», La Ley, 1996-3, D-
188, p. 1356).
348 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
291
Aunque todavía no hay un concepto jurídico de terrorismo unánimemente aceptado por la doctrina,
parece, en concordancia con lo dispuesto en los arts. 571 y siguientes del CP de 1995, que lo que determinaría la
aplicación de la Ley 33/1999 sería la existencia por parte del grupo de la «finalidad de subvertir el orden consti-
tucional o alterar gravemente la paz pública». Sobre el concepto de terrorismo vid. LAMARCA PÉREZ, C., Tra-
tamiento jurídico del terrorismo, Colección Temas Penales, Serie A N.º 3, Madrid, 1985, p. 95.
292
Como apunta, FUSTER-FAVRA TORRELLAS, J.M., Responsabilidad civil derivada de actos de terrorismo,
Barcelona, 2001, p. 174.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 349
293
Queda fuera del objeto de esta indemnización a cargo del Estado los daños materiales y los daños
morales sufridos por las víctimas (art. 2 del Reglamento de ejecución de la Ley 32/1999 -BOE de 22 de diciem-
bre, n. 305-). Los daños materiales causados en la vivienda habitual de las personas físicas, los producidos en es-
tablecimientos mercantiles e industriales, o en elementos productivos de las empresas y los producidos en vehí-
culos serían indemnizables por el Estado con los requisitos y limitaciones establecidas en el Reglamento de
ayudas y resarcimientos a las víctimas de terrorismo de 7 de marzo de 2003 (arts. 24 a 29).
294
Otros aspectos problemáticos de la Ley son su ámbito de aplicación espacial y subjetivo. En cuanto al
primero, se cuestiona si la Ley de 1999 puede ser de aplicación a los actos terroristas cometidos en el extranjero.
A este respecto y para compensar a las víctimas del 11-S, la Ley 2/2003, de 12 de marzo, de modificación de la
Ley 32/1999, de solidaridad a las víctimas del terrorismo ha previsto la introducción de una DA 2.ª que estable-
ce que: «Cuando los actos descritos en el apartado 1 del art. 2 se hayan cometido fuera del territorio nacional, por personas o grupos
cuya actividad terrorista no se desarrolle principalmente en España, el Ministerio del Interior podrá conceder ayudas excepcionales a
los españoles víctimas de tales actos, en los términos que reglamentariamente se determinen. Lo previsto en esta disposición será apli-
cable a los actos ocurridos a partir del 1 de septiembre de 2001».
En cuanto al ámbito de aplicación subjetivo de la Ley 32/99, la Ley no especifica si sólo los españoles o
también los extranjeros tienen derecho a beneficiarse de las ayudas establecidas; si bien el RD 1912/1999 que la
desarrolla admite la posibilidad de que las víctimas beneficiadas por la Ley sean no residentes en España (arts.
20.5 y 24.2) y también que los solicitantes del resarcimiento puedan tener nacionalidad distinta de la española
(art. 5.2.a). Vid. MIR PUIGPELAT, O., «Indemnizaciones a las víctimas del terrorismo. La Ley 32/1999, de 8
de octubre, de solidaridad con las víctimas del terrorismo, y su Reglamento de desarrollo», InDret, 1/00.
350 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
295
El diario catalán «La Vanguardia» publicó en fecha 26 de abril de 2001, una serie de datos sobre las
consecuencias de la aplicación de la Ley 32/99, que han sido recogidos por FUSTER-FABRA TORRELLAS
(op. cit., p. 234). Así, según la noticia publicada, el número de muertos por atentado terrorista sucedidos en Espa-
ña es de 1.049 (incluidos los del hotel «Corona de Aragón» y los del restaurante «Scala»), de los cuales 798 fue-
ron causados por ETA, 83 por el GRAPO, 34 por la extrema derecha, 27 corresponden a un capítulo general de
bandas armadas entendidas como delincuencia común organizada con pretensión de alterar el orden constitu-
cional, 26 a los Comandos Autónomos Anticapitalistas, 20 a grupos terroristas islamistas, 17 al GAL, 5 al
FRAP, 2 al Exercit Popular del Cantalunya, 2 al Exercito do Pobo Gallego y, con un muerto cada uno el MPAIAC, Te-
rra Lliure, Front d’Alliberament de Catalunya y otros.
A estos datos hay que unir los 192 muertos del terrible atentado del 11 de marzo de 2004 perpetrado en
Madrid por un grupo islamista.
296
RAJ, n.º 1961.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 351
297
Vid., SEUBA TORREBLANCA, J.C., «Breve presentación de la Ley francesa 2002-303, de 4 de mar-
zo, relativa a los derechos de los enfermos y a la calidad del sistema sanitario», InDret 2/2002.
297
Algunas Comunidades Autónomas, en el ámbito de sus respectivos territorios, fueron las primeras en
tomar medidas generales de control de la sangre donada para detectar los anticuerpos asociados al virus del SIDA,
352 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
El Real Decreto 9/1993 fue fruto del acuerdo al que llegaron la Federación
Española de Hemofilia y el Ministerio de Sanidad, dadas las altas tasas de afecta-
ción por el citado virus (cercanas al 50%) que se presentan en este colectivo. Aun-
que el ámbito de la norma incluye a cualquier persona contaminadas por el VIH
como consecuencia de una transfusión sanguínea efectuada dentro del sistema sa-
nitario público, a los cónyuges de ambos grupos o personas que hayan formado
una unidad familiar debidamente acreditada e hijos contaminados y, por último a
los hijos y adultos dependientes de los anteriores (art. 1).
Esta medida se encuentra justificada en razones de solidaridad social frente a
los enfermos contagiados, necesitados de dinero con carácter urgente para hacer
frente a los costes personales y económicos de su enfermedad frente a un proceso
judicial de resultado incierto299. Como también en el propio sistema de abasteci-
miento de sangre y de productos hemoderivados, que debe continuar funcionan-
do sin que los productores encarezcan las mercancías o dejen de suministrarlas
ante la proliferación de demandadas indemnizatorias300. No obstante, resulta criti-
cable, por un lado, que estas ayudas no se extiendan a las personas que hayan sido
contagiadas en centros privados, pues concurren aquí también las mismas razones
que justifican su concesión en centros públicos301. Y que, por otra parte, queden
excluidas de estas ayudas las personas que hayan contraído el virus como conse-
cuencia de una relación sexual más o menos esporádica con una persona infectada
en el sistema sanitario público cuando no forman con ella una pareja estable, esto
es «unidad familiar debidamente acreditada»302.
298
como es el caso del País Vasco (Orden de 10 de septiembre de 1985); Navarra (Decreto Foral de 23 de octubre de
1985, n. 205/85); Aragón (Orden de 3 de diciembre de 1985) y Cataluña (Orden de 10 de octubre de 1986). Sin
embargo, la obligatoriedad de practicar en todo el territorio español estas pruebas se produjo con la citada Orden
de 1987. Hasta este momento (y por aplicación de la Orden de 4 de diciembre de 1985, del Ministerio de Sanidad y
Consumo, que desarrolla el RD 1945/1985, de 9 de octubre, regulador de la hemodonación y los Bancos de San-
gre–BOE de 24 de octubre, n. 255-), se hizo uso de la llamada técnica de la anamnesis, donde los donantes se limi-
taban a rellenar un cuestionario para saber si presentaban síntomas o signos de padecer o haber padecido la enfer-
medad del SIDA o bien si pertenecían a alguno de los grupos de población con riesgo de su transmisión
(toxicómanos, homosexuales y hemofílicos). Vid. con mayor detalle MÚRTULA LAFUENTE, V., «La responsa-
bilidad por los daños causados por contagio del virus del SIDA o de la Hepatitis C...», cit., p. 1561 y ss.
299
Como manifestó el Ministro de Sanidad y Consumo en funciones, Sr. Griñán Martínez, en el Congre-
so (BOCG, Diario de Sesiones, n. 265, de 23 de junio de 1993, p. 13457).
300
SEUBA TORREBLANCA, J.C., Sangre contaminada..., cit., p. 358-359.
301
Razones como: la solidaridad social, el problema de abastecimiento de sangre y productos hemoderivados,
así como también la responsabilidad de la Administración por no haber puesto en marcha las debidas medidas de or-
denación y control sobre la sangre humana que afectan a todo el sistema sanitario español, ya sea público o privado
(como recoge SEUBA TORREBLANCA, J.C., ibid., p. 376, haciéndose eco de las críticas realizadas sobre este punto
por la Diputada Martínez Saiz, del Grupo Popular, en la discusión parlamentaria sobre la convalidación del RD-Ley).
302
MARÍN LÓPEZ, J.J., Daños por productos..., cit., p. 67.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 353
tario público; y, por otro, la tramitación de las ayudas está supeditada a la inclusión
de los beneficiarios –personas con hemofilia- en un censo previamente redactado
por una Comisión Gestora (creada por la Orden del Ministerio de Sanidad y Con-
sumo de 21 de marzo de 2000), aunque reglamentariamente se abre la posibilidad
de que puedan solicitar las ayudas previstas en la Ley otras personas que no figu-
ren en este censo.
Los beneficiarios que reúnan los requisitos establecidos recibirán una ayuda a
tanto alzado de 18.030 € (equivalente a 3 millones de pesetas) –art. 2-, inferior a la
prevista por la normativa del SIDA, que asciende a 10 millones de pesetas si hay
fallecimiento de la víctima, y en general a las indemnizaciones otorgadas por los
Tribunales para estos casos. Nos parece igualmente criticable el criterio seguido
por la Ley de que la cuantificación de la ayuda se realice sin tener en cuenta la gra-
vedad de los casos o la agravación de la situación de la víctima.
Tampoco consideramos acertado que, al igual que ocurre con las ayudas para
los contagiados por el virus VIH, para acceder a las mismas sea necesario la renun-
cia previa del ejercicio de todo tipo de reclamaciones por contaminación por el vi-
rus contra cualquiera de las Administraciones públicas sanitarias, cuya finalidad
última no es otra que la de blindar a estas últimas frente a posibles reclamaciones
indemnizatorias a través del mecanismo de la responsabilidad civil305. A este res-
pecto hay que tener en cuenta que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha
declarado, con ocasión de las reclamaciones de responsabilidad civil formuladas
por dos ciudadanos franceses infectados por el virus VIH que habían optado por
acudir al sistema de ayudas públicas previsto en la Ley francesa de 1991, que estas
ayudas no deben de convertirse en limitaciones que restrinjan el derecho de acce-
so del individuo a los Tribunales306.
305
Vid. con mayor detalle la opinión manifestada en Diario Médico, viernes 28 de junio de 2002, p. 6. Bajo
nuestro punto de vista, la renuncia de acciones contra la Administración que debe de hacer el perjudicado, no
significa también una renuncia a la posible reclamación en vía civil contra los laboratorios que elaboraron el
producto hemoderivado.
Este mismo sistema ha sido seguido también por el RD-Ley 4/2003, de 20 de junio, sobre actuaciones para el
abono de indemnizaciones en relación con los daños ocasionados por el accidente del buque «Prestige» (BOE de
21 de junio de 2003, n. 148), en el que se prevé un sistema de pago de indemnizaciones para los afectados por
los daños ocasionados por el buque siniestrado, exigiendo la renuncia previa a todo tipo de reclamaciones. Vid.
sobre este particular BUSTO LAGO, J.M., «Pago de “indemnizaciones” por el Estado español a los afectados
por el siniestro del “Prestige” y renuncia de acciones (algunos aciertos del legislador y algunas dudas de consti-
tucionalidad)», RRCS, 2004, n.º 18, p. 6 y ss. Para este autor, el sistema de indemnizaciones previsto en el citado
RD supone una vulneración del principio de reparación íntegra del daño sufrido imputable a la Administración
pública, de dudosa constitucionalidad bajo el punto de vista de los arts. 24 y 106.2 de la CE.
306
Caso Bellet v. Francia (21/1995/527/613, de 4 de diciembre de 1995), y otras posteriores.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS CAUSADOS ... 355
307
RAJ, n.º 7254.
356 VIRGINIA MÚRTULA LAFUENTE
bien por aplicación de los principios de responsabilidad por hecho ajeno (art.
1.903 C.c.), cuando se prueba que el daño ha sido causado por una de las personas
de las que el demandado deba responder; o simplemente cuando se ha producido
como consecuencia del funcionamiento normal o anormal de un servicio público
(art. 139 y ss. LRJAP-PAC). Por último, existen unos fondos de garantía y unas
ayudas estatales que tienden a socializar el daño y no dejar sola a la víctima frente
al daño anónimo.
ÍNDICE CRONOLÓGICO Y RESUMEN DE LA
JURISPRUDENCIA CITADA
DERECHO ESPAÑOL
• STS, 12-1-1928, CL, t. 180, n.º 45 (responsabilidad del arrendatario por los daños cau-
sados por las personas de su casa).
• STS, 20-5-1946, RAJ, n.º 568 (exoneración de la responsabilidad del arrendatario por
pérdida de la cosa arrendada por actos propios del arrendador).
• STS, 17-5-1967, RAJ, n.º 2422 (responsabilidad del arrendatario en materia de arren-
damientos urbanos).
• STS, 20-2-1970, RAJ, n.º 938 (carácter solidario de la obligación de indemnizar cuan-
do el daño es producido por un grupo de personas cuyas responsabilidades persona-
les no es posible determinar).
• STS, 10-3-1971, RAJ, n.º 1654 (presunción iuris tantum de culpabilidad del arrendata-
rio ex art. 1.563 del C.c. por destrucción de la vivienda o local arrendado debido a un
incendio).
• STS, 7-1-1978, RAJ, n.º 9 (daños causados por reses de caza procedentes de cotos co-
lindantes, sin que resulte posible precisar la procedencia de la caza. Sobre el carácter
solidario de la obligación de indemnizar).
• STS, 14-3-1978, ADC, 1979, p. 267 y ss. (Incendio de unos alminares por el paso de
un tractor. Inversión de la carga de la prueba de la relación de causalidad).
• STS, 30-4-1982, CL, n.º 195 (responsabilidad mancomunada del arquitecto y cons-
tructor demandado, por ser imputables los defectos constructivos al proyecto y a la
realización y dirección de las obras, actos en los que medió distinto grado de negligen-
cia por parte de los interesados).
• STS, 8-2-1983, RAJ, n.º 867 (lesión causada a un niño en un ojo por un grupo de ni-
ños. Indeterminación del causante del daño. Responsabilidad solidaria de los padres
de los menores).
• STS, 28-4-1983, RAJ, n.º 2195 (daño causado por una res perfectamente diferenciable
del resto del ganado. No aplicación del régimen de la solidaridad).
• STS, 17-5-1983, RAJ, n.º 2843 (daños causados por conejos procedentes de una finca
determinada. No procede la responsabilidad solidaria del resto de los colindantes).
• STS, 24-9-1983, RAJ, n.º 4677 (presunción iuris tantum de culpabilidad del arrendatario ex
art. 1563 del C.c. por destrucción de la vivienda o local arrendado debido a un incendio).
358 ÍNDICE CRONOLÓGICO Y RESUMEN DE LA JURISPRUDENCIA CITADA
• STS, 19-6-1984, RAJ, n.º 3250 (determinación del ámbito de la responsabilidad con-
tractual).
• STS, 3-7-1984, RAJ, n.º 3792 (responsabilidad del empresario -art. 1.903.4 del C.c.- Da-
ños en instalación telefónica subterránea, supuestamente causados al inyectar cemento
en obras de consolidación de un puente. No es necesario precisar la identidad del sujeto
físicamente realizador del acto antijurídico y dañoso imputable a la empresa).
• STS, 1-12-1984, RAJ, n.º 6021 (responsabilidad solidaria del promotor-constructor,
del arquitecto y del aparejador por defectos en la construcción. Fundamento: asegura-
miento de la reparación del daño a los perjudicados).
• STS, 10-5-1985, RAJ, n.º 2265 (responsabilidad de los padres por los daños causados
por un grupo de menores mientras montaban a caballo sin ir acompañados de un ma-
yor de edad, invadiendo ambos lados de la calzada y sin ningún tipo de alumbrado.
Aplicación del art. 1.902 del C.c.).
• STS, 13-9-1985, RAJ, n.º 4259 (daños causados a un menor en el ojo izquierdo al ser
alcanzado por un proyectil cuando otros dos niños disparaban una escopeta de aire
comprimido, sin que se pudiera saber cuál de ellos lanzó el balín causante del daño.
Coautoría. Responsabilidad solidaria de los padres de los menores).
• STS, 4-4-1987, RAJ, n.º 2490 (responsabilidad del arquitecto director de la obra por
unas fosas asépticas deficientemente proyectadas y defectuosamente ejecutadas).
• STS, 11-3-1988, RAJ, n.º 1961 (irresponsabilidad de la mercantil propietaria del hotel
Corona de Aragón, por el fallecimiento del marido de la demandante como conse-
cuencia del incendio originado en la cocina del hotel. Interrupción del nexo causal por
la intervención de un tercero: colocación por personas desconocidas de un elemento
que pudo ser pirogal o napalm).
• STS, 16-5-1988, RAJ, n.º 4308 (responsabilidad de la entidad bancaria por los daños
causados a un empleado al no concederse finalmente el traslado ofrecido, por los ac-
tos preparatorios al mismo. No obsta que la acción se ejercitara en el ámbito de la cul-
pa contractual y resultare infringido el art. 1.902 del C.c.. Concepto de unidad de cul-
pa civil).
• STS, 7-6-1988, RAJ, n.º 4823 (presunción iuris tantum de culpabilidad del arrendatario
ex art. 1563 del C.c. por destrucción de la vivienda o local arrendado debido a un in-
cendio).
• STS, 22-6-1988, RAJ, n.º 5124 (responsabilidad del INSALUD ex art. 1.903.4 del C.c.,
por los daños causados a una menor como consecuencia de la inyección de determi-
nados medicamentos por una ATS que no logró ser identificada).
• STS, 8-7-1988, RAJ, n.º 5681 (daños causados a un menor al recibir impactos de dis-
paros de escopeta de caza por un grupo de cazadores. Práctica de la caza a escasos
metros de distancia de un grupo de niños. Indeterminación del causante del daño.
Responsabilidad de la partida de caza por la vía del art. 1902 del C.c.).
• STS, 12-12-1988, RAJ, n.º 9435 (el art. 1.563 del C.c. y el principio constitucional de
presunción de inocencia).
ÍNDICE CRONOLÓGICO Y RESUMEN DE LA JURISPRUDENCIA CITADA 359
• STS, 5-7-1989, AC, BD 1032/1989 (daños causados a una niña debido a las heridas
que le produjo un cristal desprendido de una vivienda al cerrarse violentamente una
de las ventanas. Aplicación del art. 1.910 del C.c. Responsabilidad de los arrendatarios
de la vivienda y de la aseguradora de la comunidad).
• STS, 11-7-1989, RAJ, n.º 5598 (responsabilidad del hotelero por los efectos deposita-
dos por los viajeros. Entrega para su custodia en caja fuerte).
• STS, 25-10-1989, RAJ, n.º 6964 (responsabilidad solidaria del Estado, funcionarios
del Cuerpo de policía, herederos y causahabientes de los atracadores, por los daños
causados al actor, herido por los proyectiles de una de las armas de los policías duran-
te una refriega entablada con los delincuentes con ocasión de un atraco. Culpa levísi-
ma de los agentes. Imposibilidad de individualizar los respectivos comportamientos.
Competencia de la jurisdicción civil cuando la demanda se dirige contra la Adminis-
tración y particulares).
• STS, 28-10-1989, RAJ, n.º 6969 (responsabilidad solidaria de técnicos y contratistas:
presunción iuris tantum de culpa profesional de los intervinientes en la obra implícita
en el art. 1.591 del C.c.).
• STS, 18-1-1990, RAJ, n.º 12 (responsabilidad solidaria del aparejador y contratista de-
bidos a cambios en el proyecto determinantes de vicios ruinógenos. No responsabili-
dad del arquitecto desconocedor del comienzo de la obra y que no consta la dirigiera).
• STS, 30-1-1990, RAJ, n.º 74 (responsabilidad del INSALUD ex art. 1.903.4 del C.c.,
por los graves daños causados a un paciente durante la fase postoperatoria. Irrelevan-
cia del hecho de que no hayan sido identificados los profesionales, al servicio del IN-
SALUD, a quienes directamente procede atribuir la negligencia causante del daño).
• STS, 6-3-1990, RAJ, n.º 1672 (responsabilidad por defectos en la construcción. De-
terminación de los vicios y defectos en la construcción y de las personas a quienes son
imputables. Irresponsabilidad del arquitecto por falta de intervención).
• STS, 15-3-1990, CCJC, n.º 23, p. 525 y ss. (exoneración de la responsabilidad del hote-
lero en caso de fuerza mayor: robo a mano armada).
• STS, 8-6-1990, RAJ, n.º 4747 (exoneración de la responsabilidad del arrendatario por
pérdida de la cosa arrendada por actos propios del arrendador).
• STS, 5-10-1990, RAJ, n.º 7472 (fundamento de la solidaridad del art. 1591 del C.c.
cuando no es posible determinar la responsabilidad del promotor, constructor, arqui-
tecto y aparejadores en su ámbito respectivo: la salvaguardia del interés social).
• STS, 10-11-1990, RAJ, n.º 8538 (responsabilidad del centro docente ex art. 1903.4 del
C.c., por los daños sufridos por un menor en el patio de recreo de un centro escolar
público, sin que para ello obste el no haberse determinado personalmente quiénes
eran los profesores presentes en el lugar en que ocurrieron los hechos).
• STS, 21-11-1990 (RAJ, n.º 9014) (inexistencia de responsabilidad de la directora de
una guardería por el daño sufrido por un niño de seis años al ser agredido por otro
con un tenedor mientras comían. Calificación del hecho como caso fortuito).
• STS, 10-12-1990, RAJ, n.º 9902 (responsabilidad mancomunada del aparejador, ar-
quitectos y constructor por defectos constructivos).
360 ÍNDICE CRONOLÓGICO Y RESUMEN DE LA JURISPRUDENCIA CITADA
• STS, 21-12-1990, RAJ, n.º 10316 (responsabilidad solidaria de los agentes de la cons-
trucción cuando no se puede concretar la responsabilidad individual).
• STS, 21-1-1991, RAJ, n.º 304 (responsabilidad directa de un menor de 15 años y sub-
sidiaria de su madre, por los daños causados por su motocicleta al incorporarse de
forma indebida a una vía principal).
• STS, 5-2-1991, El Derecho BD 1991/1136 (acción de reclamación de cantidad contra
el Consorcio de Compensación de Seguros, por la mercantil propietaria de unos auto-
buses que habían sido incendiados de forma intencionada en el curso de unos inci-
dentes y disturbios de clara significación político-social. Tumulto popular).
• STS, 8-3-1991, RAJ, n.º 2200 (carga de la prueba. Relatividad del principio procesal in-
cumbit probatio ei qui dicit, non qui negat. La prueba de la falta de entrega de la cosa vendi-
da corresponde al comprador).
• STS, 25-3-1991, RAJ, n.º 2443, (responsabilidad del fabricante de un cohete -junto al
Ayuntamiento organizador de las fiestas, la Comisión de Fiestas y la aseguradora-,
por las graves lesiones producidas al encargado de encender la mecha. Inversión de la
carga de la prueba del defecto del producto en aquellos casos en que no se puede ob-
tener una prueba directa).
• STS, 16-4-1991, RAJ, n.º 2697 (responsabilidad médica: no entra en juego la respon-
sabilidad del jefe del equipo médico cuando éste se limita a remitir el paciente al espe-
cialista correspondiente).
• STS, 10-6-1991, RAJ, n.º 4434 (accidente en telesquí por funcionamiento defectuoso
de las instalaciones. Determinación del ámbito de la responsabilidad contractual).
• STS, 1-10-1991, RAJ, n.º 7255 (responsabilidad del promotor-constructor ex art.
1591 del C.c. –delimitación de esta figura-).
• STS, 27-11-1991, RAJ, n.º 8510 (responsabilidad de los arquitectos proyectores de la
obra por los vicios originados en el subsuelo de la construcción y en no haberse con-
siderado en los planos circunstancias que debieron serlo).
• STS, 3-12-1991, RAJ, n.º 8910 (responsabilidad del centro docente público por los
daños causados por una menor a otro alumno en el ojo derecho al disparar una balles-
ta en el patio del colegio una vez terminada la jornada y antes del cierre. Inexistencia
de responsabilidad de los padres).
• STS, 24-2-1992, RAJ, n.º 1427 (responsabilidad del INSALUD, directa y exclusiva,
por retraso en el tratamiento de un virus intra hospitalario, con base en el art. 1.902
del C.c., siendo imposible precisar el elemento personal causante directo del defec-
tuoso funcionamiento del servicio).
• STS, 8-6-1992, RAJ, n.º 5168 (responsabilidad solidaria de los agentes de la construc-
ción cuando no se puede concretar la responsabilidad individual).
• STS, 1-10-1992, RAJ, n.º 7515 (responsabilidad solidaria de los agentes de la cons-
trucción cuando no se puede concretar la responsabilidad individual).
• STS, 6-10-1992, RAJ, n.º 7527 (responsabilidad del promotor por vicios constructi-
vos cuando no es posible establecer una conducta como exclusivamente causal de la
ruina, ni cuantificar su influencia en el resultado).
ÍNDICE CRONOLÓGICO Y RESUMEN DE LA JURISPRUDENCIA CITADA 361
• STS, 6-10-1992, RAJ, n.º 7529 (accidente de trabajo. Concepto de unidad de culpa civil).
• STS, 31-12-1992, RAJ, n.º 10423 (responsabilidad por ruina del edificio. Defectos en una
cubierta cuya causa se encuentra en el cambio de destino producido con posterioridad a
la construcción. Responsabilidad de la promotora que decidió el cambio de destino, del
arquitecto y de los arquitectos técnicos que supervisaron las obras de modificación).
• STS, 15-3-1993, RAJ, n.º 2284 (responsabilidad mancomunada de las empresas pro-
pietarias de unas fábricas de azulejos por el deterioro causado en la finca del deman-
dante derivado de las emanaciones de gas y polvo arcilloso. Responsabilidad objetiva
de las empresas propietarias –aplicación del art. 1.908. n. 2.º del C.c.–. Inexistencia de
litisconsoricio pasivo necesario al no ser demandado el técnico que diseñó las fábricas
y dirigió su construcción).
• STS, 16-4-1993, RAJ, n.º 2886 (responsabilidad del empresario ex art. 1.903.4 del C.c.
La indeterminación del dependiente que causó el daño no resulta relevante, cuando
está claro el marco operativo de la organización donde se produjo el daño. Daños cau-
sados por muerte por electrocución de una persona que intentaba arreglar una avería
del tendido eléctrico, al ser reanudada la corriente si aviso previo).
• STS, 7-5-1993, RAJ, n.º 3448. (accidente de circulación producido por la existencia de
hielo en el firme de una autopista. Responsabilidad de la empresa concesionaria al ha-
berse demostrado que no existía en el momento del accidente señalización alguna al
respecto. Falta de influencia en la intervención de un vehículo desconocido. Innecesa-
riedad de demandar al Consorcio de Compensación de Seguros).
• STS, 7-5-1993, El Derecho BD 1993/4295 (acción de reclamación de cantidad contra
el Consorcio de Compensación de Seguros como indemnización por siniestros ex-
traordinarios. Tumulto popular con motivo de una huelga de estibadores que, inva-
diendo la zona portuaria de Villanueva y la Geltrú, procedieron a prender fuego a las
mercancías allí depositadas).
• STS, 20-5-1993, RAJ, n.º 3718 (inexistencia de responsabilidad del profesor y del di-
rector del colegio por los daños sufridos por un alumno al recibir un balonazo en la
cara con una pelota de baloncesto. No estamos ante una actividad ilícita ni peligrosa).
• STS, 18-6-1993, El Derecho BD 1993/5960 (responsabilidad del Consorcio de Com-
pensación de Seguros por los daños causados por trabajadores pertenecientes a una
empresa que se manifestaban en protesta de los planes de reestructuración del sector.
Tumulto popular).
• STS, 29-9-1993, RAJ, n.º 6659 (responsabilidad del promotor cuando no es posible
establecer una conducta como exclusivamente causal de la ruina del edificio).
• STS, 13-11-1993, RAJ, n.º 8910 (solidaridad obligacional cuando el daño es producido por
un grupo de personas cuyas responsabilidades personales no es posible determinar).
• STS, 26-11-1993, RAJ, n.º 9142 (responsabilidad solidaria de los demandados por los
daños sufridos por el demandante como consecuencia de un accidente laboral, cuan-
do el supuesto generador de la indemnización deriva de culpa imputable a más de un
sujeto, sin que existan elementos conducentes a diferenciar la concreta responsabili-
dad de cada uno. Inexistencia de litisconsorcio pasivo necesario).
362 ÍNDICE CRONOLÓGICO Y RESUMEN DE LA JURISPRUDENCIA CITADA
• STS, 29-11-1993, CL, n.º 1108 (responsabilidad por ruina. Inversión de la carga de la
prueba ex art. 1.591 del C.c.).
• STS, 27-1-1994, CCJC, 1994, n.º 34, p. 357 y ss. (responsabilidad del hotelero por los
efectos depositados por los viajeros. Prueba del alcance de la sustracción o pérdida
padecida).
• STS, 6-6-1994, RAJ, n.º 4894 (deficiencias en la insonorización de un local donde se
ejecutaron las obras de acondicionamiento como bar-restaurante: falta de prueba de
su imputabilidad al contratista y aparejador a quienes se encomendaron. Carga de la
prueba).
• STS, 27-9-1994, RAJ, n.º 7307 (responsabilidad médica. Conducta negligente de los
médicos que actuaron bajo la dependencia laboral de la Cruz Roja).
• STS, 1-10-1994, RAJ, n.º 7439 (solidaridad obligacional cuando el daño es producido por
un grupo de personas cuyas responsabilidades personales no es posible determinar).
• STS, 30-11-1994, RAJ, n.º 8639 (presunción iuris tantum de culpabilidad del arrendatario por
destrucción de la vivienda o local arrendado debido a un incendio ex art. 1.183 del C.c.).
• STS, 15-12-1994, RAJ, n.º 9421 (responsabilidad de centro docente de titularidad pú-
blica por la muerte de un alumno interno ocurrida fuera del mismo pero antes del ho-
rario de salida reglamentario).
• STS, 8-2-1995, RAJ, n.º 1630 (daños producidos por estallido de dos botellas de tónica
«Schweppes». Responsabilidad de la empresa fabricante del producto con base en los ar-
ts. 1.902 y 1.903 del C.c., cuando lo correcto hubiera sido acudir a la Ley 26/1984).
• STS, 20-6-1995, RAJ, n.º 4934 (responsabilidad del promotor cuando no es posible
establecer una conducta como exclusivamente causal de la ruina del edificio).
• STS, 13-7-1995, RAJ, n.º 6002 (responsabilidad solidaria del constructor, del arquitec-
to y del aparejador. La indeterminación de la causa generadora de los daños no puede
actuar como eximente de responsabilidades de aquellos implicados en el proceso de
construcción).
• STS, 29-1-1996, RAJ, n.º 6365 (responsabilidad del arrendatario ex art. 1.563 del C.c.).
• STS, 2-4-1996, RAJ, n.º 2984 (daños causados por un incendio como consecuencia de
la caída de un cable de alta tensión, del que no se ha podido determinar su titularidad.
Responsabilidad de HUNOSA por negligencia en su instalación, y posterior manteni-
miento al no adoptar las medidas de seguridad reglamentariamente exigidas).
• STS, 13-6-1996, RAJ, n.º 4763 (daños causados por explosión debida a la pérdida de
gas contenido en una bombona de butano. Irresponsabilidad de la empresa Repsol-Bu-
tano SA por falta de prueba de la relación de causalidad entre la conducta del agente y
la producción del daño).
• STS, 28-6-1996, RAJ, n.º 4906 (accidente de caza. La responsabilidad solidaria de los
miembros de la partida de caza –art. 35.6.b) Regl. LC- sólo entra en juego cuando no
consta el autor del daño, no cuando sí se puede acreditar).
• STS, 3-10-1996, RAJ, n.º 7006 (responsabilidad individualizada, personal y privativa
del constructor y de los aparejadores por vicios de la construcción y del suelo).
ÍNDICE CRONOLÓGICO Y RESUMEN DE LA JURISPRUDENCIA CITADA 363
• STS, 4-10-1996, RAJ, n.º 7034 (responsabilidad del fabricante del producto. El perju-
dicado no puede dirigir ope legis la acción de reclamación por daños y perjuicios que
confieren la LCU y la LRDPD conjunta y simultáneamente contra el fabricante, im-
portador, vendedor o suministrador del producto defectuoso, salvo que aporte un
principio de prueba que demuestre la concurrencia de todos los presuntos demanda-
dos en la realización del evento dañoso).
• STS, 2-12-1996, RAJ, n.º 8938 (responsabilidad médica. Carga de la prueba: desplaza-
miento de la carga hacia la parte que se halla en mejor posición probatoria por su li-
bertad de acceso a los medios de prueba. Presunción de negligencia fundada en un re-
sultado desproporcionado).
• STS, 10-12-1996, RAJ, n.º 8975 (responsabilidad de un centro de enseñanza privado
por las lesiones causadas por una menor de 4 años en el centro escolar a otro menor al
clavarle un broche durante el transcurso de una disputa. Inexistencia de responsabili-
dad de los padres).
• STS, 16-12-1996, RAJ, n.º 8971 (responsabilidad del abogado que dejó transcurrir el
plazo de un año sin efectuar requerimiento que habría interrumpido la prescripción
de la acción por culpa extracontractual. Concepto de unidad de culpa civil).
• STS, 18-2-1997, RAJ, n.º 1240 (responsabilidad del Instituto Catalán de la Salud por
contagio vírico por transfusión sanguínea. Concepto de unidad de culpa civil).
• STS, 5-7-1997, RAJ, n.º 5507 (responsabilidad por vicios constructivos. Litisconsor-
cio pasivo necesario: inexistencia).
• STS, 22-11-1997, RAJ, n.º 8097 (responsabilidad solidaria de los agentes de la cons-
trucción cuando no se puede concretar la responsabilidad individual).
• STS, 10-12-1997, RAJ, n.º 8775 (responsabilidad del INSALUD ex art. 1.902 del C.c.
La carencia de asistencia sanitaria, que no es susceptible de individualización ni de ins-
trumentalización particularizable, es imputable al INSALUD, como responsable en
último grado de los defectos y negligencias en el funcionamiento de las actividades
hospitalarias).
• STS, 13-12-1997, RAJ, n.º 8816 (responsabilidad médica: procedencia del Centro Sa-
nitario y del anestesista por fallecimiento de un paciente que había sido sometido a
una operación de timpanoplastia).
• STS, 11-2-1998, RAJ, n.º 707 (responsabilidad del INSALUD por contagio del virus
del SIDA por transfusión de sangre infectada ex arts. 1902 y 1903 del C.c. -aunque el
aplicable debió ser el art. 28 de la LCU-. Inobservancia de la normativa reguladora de
la hemodonación y de los bancos de sangre -falta de identificación de los donantes-.
Presunción de la relación de causalidad).
• STS, 9-3-1998, RAJ, n.º 1270 (responsabilidad del INSALUD ex art. 1902 del C.c. Sui-
cidio de paciente ingresado en centro hospitalario para ser tratado de sus tendencias
suicidas. Culpa in eligendo o in vigilando, abstracción hecha del personal individualizado).
• STS, 6-5-1998, RAJ, n.º 2934 (responsabilidad del INSALUD por los daños causados
por la estancia de un menor en la incubadora durante un largo plazo con insuficiente
vigilancia oftalmológica. Concepto de unidad de culpa civil).
364 ÍNDICE CRONOLÓGICO Y RESUMEN DE LA JURISPRUDENCIA CITADA
• STS, 9-6-1998, RAJ, n.º 3717 (concepto de unidad de culpa civil. Responsabilidad de
la entidad titular del centro hospitalario por la muerte de una paciente como conse-
cuencia de un schock anafiláctico tras la administración de productos anestésicos. La
responsabilidad del art. 1.903.4 del C.c. no está subordinada en su aplicación a la pre-
via determinación e individualización de un responsable dependiente).
• STS, 13-6-1998, RAJ, n.º 4687 (presunción iuris tantum de culpabilidad del arrendata-
rio ex art. 1.563 del C.c. por destrucción de la vivienda o local arrendado debido a un
incendio).
• STS, 17-9-1998, RAJ, n.º 6544 (responsabilidad de los padres por los daños causados por
los menores. Lesiones causadas a otro menor en un juego con un instrumento peligroso).
• STS, 19-10-1998, RAJ, n.º 7440 (responsabilidad solidaria de los agentes de la cons-
trucción cuando no se puede concretar la responsabilidad individual).
• STS, 20-11-1998, RAJ, n.º 8413 (responsabilidad por vicios constructivos. Litiscon-
sorcio pasivo necesario: inexistencia).
• STS, 9-12-1998, RAJ, n.º 9427 (responsabilidad médica. Doctrina sobre el daño despro-
porcionado -regla «res ipsa loquitur»- del que se desprende la culpabilidad del autor).
• STS, 29-12-1998, RAJ, n.º 9980 (responsabilidad del centro docente y de la Asociación de
padres de alumnos por los daños sufridos por una menor durante el transcurso de una
fiesta organizada por la APA al manipularse el encendido de un globo con alcohol).
• STS, 25-6-1999, RAJ, n.º 4561 (responsabilidad solidaria de los agentes de la cons-
trucción cuando no se puede concretar la responsabilidad individual).
• STS, 29-6-1999, RAJ, n.º 4895 (responsabilidad médica. Responsabilidad del INSA-
LUD por aplicación de la doctrina sobre el daño desproporcionado -regla «res ipsa lo-
quitur»- del que se desprende la culpabilidad del autor).
• STS, 5-10-1999, RAJ, n.º 7853 (responsabilidad del laboratorio farmacéutico por los
daños causados por la fabricación de un producto defectuoso en cuanto contenía vi-
rus portadores de la hepatitis C. Aplicación del art. 28 de la LCU).
• STS, 13-10-1999, RAJ, n.º 7426 (responsabilidad del promotor y del arquitecto por vi-
cios ruinógenos. Fundamento de la solidaridad impropia: es un medio para evitar que
los implicados responsables puedan eludir sus obligaciones).
• STS, 18-10-1999, AC, 2000-1, n. 78 (responsabilidad de la Generalitat por los daños
sufridos por un menor y ocasionados por otro menor cuando jugaban con palos en
un centro de colonias de verano. Culpa de los cuidadores que pudieron y debieron ha-
ber impedido el juego y del órgano de la Administración al no haber previsto una ma-
yor intensidad en la vigilancia de los menores).
• STS, 3-11-1999, CCJC, 2000, n.º 52, p. 375 y ss. (responsabilidad solidaria por ruina: su-
puestos en que existe litisconsorcio pasivo necesario entre los partícipes en la edificación).
• STS, 8-11-1999, RAJ, n.º 8008 (responsabilidad del arrendatario por la destrucción de
la vivienda o local arrendado en caso de incendio).
• STS, 19-11-1999, RAJ, n.º 8291 (responsabilidad de la propietaria de las instalaciones
deportivas y de la Federación organizadora de la competición por los daños sufridos
por un espectador al encaramarse al muro que separaba el graderío del foso).
ÍNDICE CRONOLÓGICO Y RESUMEN DE LA JURISPRUDENCIA CITADA 365
• STS, 22-11-1999, RAJ, n.º 8618 (responsabilidad del INSALUD ex art. 1.903 del C.c.
por los daños producidos por la rotura de un catéter que queda en el interior del cuer-
po de la paciente).
• STS, 9-12-1999, RAJ, n.º 8173 (responsabilidad médica. Responsabilidad del Servicio
Andaluz de Salud conforme a la doctrina sobre el daño desproporcionado -regla «res
ipsa loquitur»-, del que se desprende la culpabilidad del autor).
• STS, 22-12-1999, RAJ, n.º 9206 (daños causados a un espectador al explosionar diver-
sos petardos dentro de un recinto deportivo. Responsabilidad del Patronato Deporti-
vo Municipal y del organizador).
• STS, 23-12-1999, RAJ, n.º 9363 (responsabilidad de la empresa distribuidora de gas
propano por los daños causados tras la explosión de gas en una de las viviendas del
edificio. Falta de revisión de las instalaciones y fisura en el anillo de ajuste del regula-
dor de la bombona explosionada. Aplicación de los arts. 1.902, 1.903 y 28 de la LCU)
• STS, 11-2-2000, RAJ, n.º 819 (exoneración de la responsabilidad del arrendatario en la
conservación de la cosa por caso fortuito o fuerza mayor).
• STS, 11-3-2000, RAJ, n.º 1520 (responsabilidad de los padres por las lesiones y secue-
las sufridas por un menor en el ojo al dispararle otro con un tiragomas fabricado por
él).
• STS, 10-4-2000, RAJ, n.º 2358 (responsabilidad del Ministerio de Educación y Cien-
cia por los daños sufridos por un menor al recibir un balonazo en el patio del colegio,
que le produjo graves consecuencias lesivas).
• STS, 11-4-2000, RAJ, n.º 2148 (responsabilidad de padres y tutores por los daños cau-
sados por menores. Pérdida de la visión del ojo izquierdo por disparos provocados
por dos menores. Vinculación de la jurisdicción civil a los Acuerdos del Juzgado de
Menores que manifiestan que ambos jóvenes dispararon).
• STS, 25-5-2000, RAJ, n.º 5086 (accidente de caza. La cobertura del Seguro de Res-
ponsabilidad Civil del Cazador se extiende exclusivamente a la persona asegurada. No
responde el Consorcio de Compensación de Seguros cuando el causante del daño es
un menor que no estaba asegurado ni podía estarlo).
• STS, 19-6-2000, RAJ, n.º 5291 (responsabilidad de la empresa por los actos de sus em-
pleados. Fallecimiento de un alumno cuando pilotaba una avioneta en vuelo de ins-
trucción junto al piloto instructor contratado por el centro de formación aeronáuti-
ca).
• STS, 22-6-2000, RAJ, n.º 4431 (irresponsabilidad del practicante demandado y la
compañía aseguradora por el fallecimiento de un paciente como consecuencia de la
infección sufrida tras ser inyectado con jeringuilla y aguja desinfectadas por ebulli-
ción. Concurrencia con la práctica de dos inyecciones más realizadas por otros dos
practicantes. Falta de prueba de la relación de causalidad).
• STS, 30-6-2000, RAJ, n.º 5918 (irresponsabilidad de la empresa Repsol-Butano por la
explosión de una bombona, al no quedar probada la existencia de una relación de cau-
salidad entre la conducta de los demandados y el daño producido. La prueba del nexo
de causalidad incumbe al actor).
366 ÍNDICE CRONOLÓGICO Y RESUMEN DE LA JURISPRUDENCIA CITADA
• STS, 6-7-2000, RAJ, n.º 6749 (accidente de caza. La cobertura del Seguro obligatorio
de caza es la misma que la del seguro obligatorio de vehículos a motor).
• STS, 25-10-2000, RAJ, n.º 8550 (responsabilidad de «Repsol Butano SA» por la explo-
sión de gas butano. Aplicación de los arts. 25 y ss. LCU. La falta de la oportuna salida
en la pared de la cocina es imputable a la empresa suministradora, que no ha consegui-
do probar la culpa exclusiva de la víctima).
• STS, 30-10-2000, RAJ, n.º 8489 (responsabilidad por los daños causados por animales
en libertad. Responden por culpa los arrendatarios de los aprovechamientos cinegéti-
cos de los montes por los daños que causen los animales que abandonen los espacios
acotados. De forma subsidiaria y solidaria responden los Ayuntamientos propietarios
de los terrenos).
• STS, 22-11-2000, El Derecho BD 2000/38873 (responsabilidad del Consorcio de
Compensación de Seguros por los daños causados en motines y tumultos populares:
con el objetivo de conseguir mejoras socio-económicas, un amplio gentío produjo
cuantiosos daños en la vivienda del director de la empresa).
• STS, 12-2-2001, RAJ, n.º 850 (presunción iuris tantum de culpabilidad del arrendatario ex
art. 1.563 del C.c. por destrucción de la vivienda o local arrendado debido a un incendio).
• STS, 21-5-2001, RAJ, n.º 6464 (responsabilidad de la sociedad titular de la discoteca por
los daños causados a un cliente por el lanzamiento de un objeto de vidrio dentro del local,
ignorándose la trayectoria y la autoría de la acción. Aplicabilidad del art. 1.910 del C.c.).
• STS, 27-9-2001, RAJ, n.º 8155 (inexistencia de responsabilidad de los maestros y
guardadores de la menor por los daños sufridos por ésta en el centro escolar durante
la práctica de un juego que no implica riesgo alguno como es el del «tren chu-chu»).
• STS, 17-10-2001, RAJ, n.º 8639 (fallecimiento del hijo del demandante con ocasión
de practicar una actividad deportiva de «rafting». Las circunstancias del caso hubieran
aconsejado recurrir a los deberes de protección –Schutzpflichten-).
• STS, 28-12-2001, RAJ, 2002, n.º 3094 (inexistencia de responsabilidad de los padres y
del centro docente por la lesión en un ojo causada por una menor al soltar el extremo
de la comba cuando saltaba con otras niñas en el recreo del centro escolar. Actividad
lúdica inocua y común entre las niñas desarrollada por las alumnas bajo la vigilancia
de una profesora).
• STS, 8-3-2002, La Ley, 2002, t-3, n. 2997 (responsabilidad solidaria de un menor de 17
años y sus padres por las lesiones causadas a una joven, que se encontraba sentada en
un banco de un jardín municipal, al recibir un balonazo).
• STS, 11-4-2002, RAJ, n.º 3382 (responsabilidad del INSALUD por el contagio de he-
patitis vírica con probabilidad de degenerar en cirrosis, consecuencia de las transfu-
siones de sangre aplicadas. Del nexo causal entre las transfusiones y la enfermedad
deriva la apreciación de la culpabilidad a los efectos del art. 1.902 del C.c.).
• STS, 11-11-2002, RAJ, n.º 9640 (responsabilidad del centro hospitalario ex art. 1.903 del
C.c. por las deficiencias mostradas en sus servicios, aunque no sean imputables a personas
determinadas. Suicidio de una paciente ingresada por una enfermedad psiquiátrica).
ÍNDICE CRONOLÓGICO Y RESUMEN DE LA JURISPRUDENCIA CITADA 367
• STS, 29-11-2002, RAJ, n.º 10404 (responsabilidad médica. Responsabilidad del ciru-
jano conforme a la doctrina del resultado desproporcionado -regla «res ipsa loquitur»-
del que se desprende la culpabilidad del autor).
• STS, 16-12-2002, RRCCS, marzo 2003, p. 134 y ss. (responsabilidad de todos los integran-
tes de una familia que explotaba el quiosco donde se produjeron los hechos: lesiones sufri-
das por un niño al servirle uno de los camareros un vaso de una botella que contenía deter-
gente para lavavajillas en vez de agua. Aplicación de los arts. 1.902 y 1.903 del C.c.).
• STS, 18-12-2002, RAJ 2003, n.º 47 (responsabilidad del INSALUD por los daños
causados a una paciente tras una intervención por no utilizar el ecocardiógrafo del
que disponía el centro hospitalario y que pudo haber evitado el daño producido.
Daño desproporcionado entre la intervención médica y el resultado final).
• STS, 23-12-2002, RAJ, n.º 914 (responsabilidad médica. Responsabilidad de la gine-
cóloga que asistió al parto al no aportar prueba que le exonerara de responsabilidad
sobre las lesiones sufridas por la recién nacida por sufrimiento fetal agudo -causa pro-
bable del daño-. Doctrina de la facilidad o disponibilidad probatoria).
• STS, 31-1-2003, RAJ, n.º 646 (responsabilidad médica. Responsabilidad del cirujano
conforme a la doctrina del resultado desproporcionado -regla «res ipsa loquitur»- del
que se desprende la culpabilidad del autor).
• STS, 31-1-2003, RAJ, n.º 854 (responsabilidad del Ministerio de Educación y Ciencia
y del seguro concertado por el mismo para todo el personal docente de sus centros de
enseñanza, por las lesiones sufridas por un alumno al clavarse en la mano unos crista-
les que se hallaban en el aula de gimnasia).
• STS, 18-2-2003, RAJ, n.º 2114 (daños causados por un vehículo al colisionar con ca-
ballería en la calzada. Responsabilidad de la empresa contratista que derribó las vallas
protectoras en el curso de unas obras. Aplicación de los principios de disponibilidad y
facilidad probatoria. La distribución dinámica de la carga de la prueba).
• STS, 21-2-2003, RAJ, n.º 2133 (daños causados por la explosión de una botella de ga-
seosa «La Casera» en un supermercado. Responsabilidad de la empresa titular de la
marca y de la empresa embotelladora y distribuidora en aplicación de la LRDPD).
• STS, 27-2-2003, RAJ, n.º 2152 (daños causados por incendio. Incumbe al actor pro-
bar la realidad del incendio, pero no la causa concreta que lo causó).
• STS, 8-5-2003, AC, 2003, n.º 515 (responsabilidad médica. Responsabilidad del médi-
co que interviene varias veces a una paciente que se rompe la rodilla como consecuen-
cia de un accidente de esquí, quedando como secuela una cojera irreversible. Aplica-
ción de la doctrina del resultado desproporcionado).
• STS, 25-6-2003, RAJ, n.º 4261 (responsabilidad civil médica. La obligación contrac-
tual o extracontractual del médico es una obligación de medios. Responsabilidad por
culpa, quedando descartada toda clase de responsabilidad más o menos objetiva).
• STS, 17-7-2003, RRCCS, nov. 2003, p. 554-555 (daños causados como consecuencia
de haber resbalado a la salida del ascensor de una Comunidad por la existencia en el
suelo de una mancha de un producto resbaladizo y deslizante de origen desconocido.
El art. 1.910 del C.c. no resulta aplicable por falta de prueba de que un comunero hu-
biera sido el autor de la misma).
368 ÍNDICE CRONOLÓGICO Y RESUMEN DE LA JURISPRUDENCIA CITADA
• STS, 15-9-2003, RAJ, n.º 6418 (responsabilidad del médico demandado, del INSA-
LUD y la compañía aseguradora por los daños causados al demandante por la lesión
parcial del nervio espinal producida como consecuencia de la intervención realizada
para extirparle un quiste en la base del cuello. Doctrina del daño desproporcionado.
Inversión de la carga de la prueba. Art. 1.902 C.c.).
• STS, 26-11-2003, RJ, n.º 8354 (daños causados a un tractocamión como consecuencia
de un incendio producido por causas desconocidas no externas al propio vehículo.
Falta de prueba de la relación de causalidad entre el daño y la acción de las demanda-
das: empresa fabricante del vehículo y taller autorizado concesionario de vehículo.
Necesaria individualización de la acción u omisión determinante del daño. Inadmisi-
bilidad de una condena solidaria en condiciones de causalidad hipotética alternativa).
• STS, 9-2-2004, RAJ, n.º 454 (responsabilidad de la entidad patrocinadora de una ca-
rroza por los daños sufridos por la actora al desprenderse parte del decorado de la
misma. Falta de prueba de la culpa exclusiva de la víctima. Se presume que las medidas
adoptadas para prevenir el daño no fueron suficientes).
• STS, 18-2-2004, RRCS, 2004, n.º 18, p. 65 (responsabilidad extracontractual del IN-
SALUD por el conjunto de posibles deficiencias asistenciales. Irresponsabilidad de
los facultativos demandados. Reclamación previa en vía gubernativa: facultad del juz-
gador para subsanar de oficio este tipo de defecto procesal).
• STS, 27-2-2004, RAJ, n.º 1648 (acción de repetición del constructor -condenado ex-
clusivamente en anterior pleito por ruina del edificio- frente a todos los intervinientes
en el proceso edificatorio. Extensión de los efectos de la cosa juzgada material del pri-
mer pleito al proceso donde se conoce sobre la acción de regreso).
• STS, 8-3-2004, RAJ, n.º 1815 (responsabilidad solidaria del equipo médico y del pro-
pio centro hospitalario de titularidad pública ex arts. 1902 y 1903 del C.c., por el falle-
cimiento de un paciente por un cuadro agudo respiratorio, derivado de una estenosis
traqueal secundaria como consecuencia de una intubación traqueal prolongada. Falta
de atención adecuada por parte de los profesionales médicos, en atención al riesgo
producido; y falta de coordinación por parte del propio Centro hospitalario. Compe-
tencia de la jurisdicción civil en estos casos).
• STS, 18-3-2004, RAJ, n.º 1823 (responsabilidad del centro hospitalario de titularidad
privada y del médico cirujano por los daños causados a la demandante que fue opera-
da de una hernia discal y tras la operación sufrió una infección que le ha causado una
minusvalía del 50%. Aplicación de los arts. 1.902 del C.c. y 28 LCU. Tendencia a la
objetivación en el ámbito médico).
• STS, 6-5-2004, AC, 2004, n.17, p. 2064 y ss. (responsabilidad solidaria de los distin-
tos intervinientes en el proceso de edificación. Aplicación del art. 1.591 del C.c.
Equiparación del promotor al contratista. Inexistencia de litisconsorcio pasivo ne-
cesario).
• STS, 20-5-2004, RAJ, n.º 3249 (responsabilidad del Servicio Gallego de Salud por el
fallecimiento de la esposa del actor. Ingreso para ser tratada de unas heridas leves en
un centro sanitario, donde volvió a ingresar a los pocos días por presentar la herida
ÍNDICE CRONOLÓGICO Y RESUMEN DE LA JURISPRUDENCIA CITADA 369
síntomas de sufrir una infección por tétanos Resultado desproporcionado, sin tener
en cuenta el acreditamiento de la responsabilidad de los facultativos que han interve-
nido en la acción sanitaria. Aplicación del art. 1.902 C.c.).
• STS, 10-6-2004, RAJ, n.º 3605 (responsabilidad del centro hospitalario de titularidad
privada por los daños causados al actor como consecuencia del contagio de una hepa-
titis C tras una transfusión realizada, aunque el virus no se descubrió sino en tiempo
posterior a la intervención del actor. Inversión de la carga de la prueba y creciente ob-
jetivación del ámbito médico).
• STS, 2-11-2004, RAJ, n.º 6864 (Responsabilidad de los dueños de una vacada ex art.
1.905 del C.c., por el fallecimiento de una persona que fue embestida por una de esas
reses mansas dentro de un cercado. Falta de identificación del animal causante del da-
ño).
• STS, 15-11-2004, RAJ, n.º 7233 (acción de repetición contra la entidad titular del ban-
co de sangre de la cantidad pagada por la Mutualidad de Previsión Social a una pacien-
te contagiada de hepatitis C como consecuencia de una transfusión realizada en el
curso de una operación. Responsabilidad extracontractual del banco de sangre por
falta de prueba de la diligencia en la extracción y preparación del producto transfundi-
do conforme a las reglas reglamentariamente establecidas).
• STS, 20-12-2004, RAJ, n.º 8132 (responsabilidad de la entidad prestadora del servicio
de transporte subterráneo por la agresión mortal sufrida por una mujer en los pasillos
interiores de la estación del metro. Aplicación del art. 1258 del C.c. y de los deberes de
protección en el contrato de transporte de viajeros por ferrocarril. Irrelevancia de su
acaecimiento antes de traspasar el control electrónico del billete. Omisión de la ade-
cuada vigilancia continuada en el lugar de los hechos, a pesar de tener constancia de su
inseguridad y del peligro que presentaba).
• STS, 17-7-1995, RAJ, n.º 6827 (responsabilidad penal y civil por los daños causados
en el incendio de la Discoteca «Alcalá 20». Conductas concurrentes de los socios pro-
pietarios y de los técnicos del Ayuntamiento de Madrid que debían haber inspecciona-
do las deficiencias técnicas del local. Responsabilidad civil subsidiaria del Estado).
• STS, 11-1-1997, RAJ, n.º 1128 (responsabilidad civil subsidiaria del Estado por las fal-
tas cometidas por sus funcionarios. Interpretación amplia del art. 121.1 del CP de
1995).
• STS, 15-4-1997, RAJ, n.º 2986 (responsabilidad penal y civil por los daños causados
por el derrumbe de la Presa de Tous. Responsabilidad del responsable de la explota-
ción como autor de una falta de imprudencia simple con infracción de Reglamento.
Responsabilidad civil subsidiaria del Estado).
• STS, 24-9-1997, RAJ, n.º 7166 (doctrina del condominio funcional del hecho).
• STS, 26-9-1997, RAJ, n.º 6366 (responsabilidad penal del director del Laboratorio
Central de Aduanas por un delito de imprudencia temeraria con resultado de muerte y
lesiones, al haber autorizado la desnaturalización del aceite de colza con anilina; y del
ex jefe de la Sección de la Dirección General de Policía Arancelaria e Importación por
despacho de importación de aceite de colza desnaturalizado. Responsabilidad civil
subsidiaria del Estado).
• STS, 2-7-1998, RAJ, n.º 6230 (requisito del mutuo acuerdo para la presencia de coau-
toría).
• STS, 26-3-1999, RAJ, n.º 2054 (responsabilidad civil subsidiaria de la Consejería de
Salud, Consumo y Bienestar de la Comunidad Autónoma de la Rioja derivada del
robo cometido por un menor bajo su tutela).
• STS, 25-3-2000, RAJ, n.º 3479 (requisito del mutuo acuerdo para la presencia de coau-
toría).
• STS, 6-4-2001, RAJ, n.º 2019 (responsabilidad civil por muerte en accidente de caza.
Indemnización de perjuicios morales a la esposa e hijos del fallecido, además de la in-
demnización pagada por el Seguro de Responsabilidad Civil).
• STS, 3-6-1985, RAJ, n.º 3202 (inexistencia de responsabilidad patrimonial del Estado
por los daños sufridos por una editorial en un edificio de su propiedad a consecuencia
de la explosión de un artefacto terrorista. Falta de nexo de causalidad entre el funcio-
namiento normal o anormal y el daño producido).
• STS, 28-10-1986, RAJ, n.º 6635 (responsabilidad patrimonial del Estado por el fun-
cionamiento normal o anormal de los servicios públicos. Daños ocasionados en las
instalaciones de megafonía de los organizadores de una manifestación por contrama-
nifestantes. Defectuosa acción preventiva de la policía).
• STS, 7-3-1988, RAJ, n.º 1787 (responsabilidad patrimonial de la Administración Lo-
cal por los daños causados a un inmueble como consecuencia de las filtraciones de
agua procedentes seguramente de la rotura de una tubería por el paso frecuente de ca-
ÍNDICE CRONOLÓGICO Y RESUMEN DE LA JURISPRUDENCIA CITADA 371
miones del servicio municipal de recogida de basuras. Se apunta como otra posible
causa la rotura de una arteria de la conducción del Canal de Isabel II).
• STS, 14-6-1991, RAJ, n.º 5115 (responsabilidad patrimonial de la Administración sa-
nitaria por el funcionamiento normal de los servicios públicos. Lesiones producidas a
una paciente durante una intervención quirúrgica en un centro de la Seguridad Social
para reducir los aneurismas gigantes que presentaba en ambas carótidas. Actuación
médica adecuada desde la perspectiva de la «lex artis». Responsabilidad objetiva).
• STS, 15-11-1993, RAJ, n.º 10115 (responsabilidad solidaria de la Administración local
-junto a la Administración autonómica, no demandada-, por los gastos realizados
para desarrollar las actuaciones del Plan Urbanístico posteriormente revisado. Difi-
cultad del ciudadano en apreciar la imputación de una u otra Administración).
• STS, 24-10-1995, RAJ, n.º 7155 (responsabilidad del Servicio Andaluz de Salud por las
graves lesiones sufridas por el actor ingresado en un hospital psiquiátrico al incendiarse
la cama donde se hallaba sujeto. Funcionamiento anormal de los servicios públicos, de-
bido a una descuidada vigilancia, y la carencia de un servicio adecuado de extintores).
• STS, 31-1-1996, RAJ, n.º 474 (responsabilidad patrimonial de la Administración, por
el fallecimiento de la esposa de actor y sus dos hijas en el atentado terrorista de HI-
PERCOR, al producirse una conducta omisiva de las Fuerzas Armadas que guarda
cierta relación de causalidad con el daño causado. Compatibilidad de la prestación re-
conocida en el RD de ayudas a las víctimas del terrorismo y la indemnización fijada).
• STS, 20-10-1997, RAJ, n.º 7254 (responsabilidad patrimonial del Estado por los da-
ños producidos el 20 de octubre de 1982 como consecuencia del desmoronamiento
de la presa de Tous. Diferencias entre la responsabilidad civil subsidiaria del Estado
derivada de delito y la responsabilidad patrimonial de la Administración. Requisitos
para que proceda la indemnización por los daños sufridos como consecuencia del
funcionamiento normal o anormal de los servicios públicos. Derecho de reparación
del daño causado a todos los perjudicados -incluidos los que intervinieron en el pro-
ceso penal que finalizó con la sentencia del TS de 15 abril de 1997 y quienes transigie-
ron con el Estado al amparo del RD-Ley 4/1993-).
• STS, 9-3-1998, RAJ, n.º 2656 (responsabilidad patrimonial de la Administración por
defectuoso funcionamiento del servicio sanitario, al demostrarse que no se realizó al
paciente las pruebas suficientes para evitar el daño -pérdida de visión en un ojo por
haberle saltado una esquirla metálica mientras trabajaba-).
• STS, 27-3-1998, RAJ, n.º 2942 (responsabilidad patrimonial de la Administración por
el atentado llevado a cabo mediante carta-bomba contra el Comisario de la Expo 92 y
que causó graves lesiones a su secretaria. Pasividad de la Administración al no tener
instalados los equipos de seguridad adecuados de detección de explosivos. Compati-
bilidad de la prestación reconocida en el RD de ayudas a las víctimas del terrorismo y
la indemnización fijada).
• STS, 30-10-1998, RAJ, n.º 9064 (responsabilidad disciplinaria del club titular del re-
cinto deportivo por los incidentes del público protagonizados por personas indeter-
minadas).
372 ÍNDICE CRONOLÓGICO Y RESUMEN DE LA JURISPRUDENCIA CITADA
• STS, 31-5-1999, RAJ, n.º 6154, (responsabilidad del INSALUD por contagio de he-
patitis C como consecuencia de una transfusión sanguínea que el recurrente recibió
durante una intervención quirúrgica en 1975. Carácter objetivo de la responsabilidad
patrimonial de la Administración pública: examen (obiter dicta) de los conceptos de
«técnica» y «ciencia» a los efectos de lo previsto en el art. 141 en su actual redacción de
la LRJA-PAC).
• STS, 28-6-1999, RAJ, n.º 6330 (responsabilidad de la Administración por las lesiones
causadas a una paciente como consecuencia de una intervención quirúrgica realizada
con objeto de extirparle un quiste sebáceo en el brazo derecho. Responsabilidad obje-
tiva: inversión de la carga de la prueba a cargo de la Administración. Antijuridicidad
del daño).
• STS, 28-9-2000, RAJ, n.º 8024 (inexistencia de responsabilidad patrimonial de la Ad-
ministración por los daños sufridos por un transportista extranjero en su vehículo,
como consecuencia de un atentado terrorista. Falta de nexo de causalidad entre el
funcionamiento normal o anormal y el daño producido).
• STS, 24-7-2001, RAJ, n.º 5410 (inexistencia de responsabilidad patrimonial de la Ad-
ministración por los daños sufridos por un menor en su ojo derecho, al recibir una pa-
tada involuntaria mientras jugaba al fútbol en el patio de un colegio público).
• STS, 3-7-2003, RAJ, n.º 5431 (no procede la responsabilidad patrimonial de la Admi-
nistración como consecuencia de una deficiente prestación de asistencia sanitaria por
una entidad sanitaria concertada con un instituto público, cuando el particular ha de-
cidido libremente fuera del cuadro de especialidades establecido).
• STS, 23-2-2004, RAJ, n.º 2236 (no procede la responsabilidad patrimonial de la Admi-
nistración sanitaria por contagio del virus VIH como consecuencia de una transfu-
sión realizada en octubre de 1983, ya que es doctrina jurisprudencial consolidada que
hasta el año 1985 el estado de conocimientos de la técnica no permitía detectar la exis-
tencia de VIH en sangre).
• STS, 2-4-2004, RAJ, n.º 2446 (no procede la responsabilidad patrimonial de la Admi-
nistración sanitaria por contagio del virus VIH al transfundirle al paciente un produc-
to hemoderivado en un momento anterior a la existencia en España de la comerciali-
zación de marcadores o reactivos para detectar el VIH en la sangre –esto es, a partir de
1985-).
• STS, 15-4-2004, RAJ, n.º 2630 (no procede la responsabilidad patrimonial de la Admi-
nistración sanitaria por contagio de la hepatitis C a través de una transfusión de sangre
efectuada en un momento anterior a la existencia en España de conocimientos científi-
cos suficientes de su existencia –octubre de 1989- y detección –inicio de 1990-).
• STS, 15-4- 2004, RAJ, n.º 4048 (responsabilidad de la Administración por contagio
del virus VIH en junio de 1985, ya que en esa fecha era posible la detección del virus
citado mediante pruebas analíticas).
• STS, 11-5-2004, RAJ, n.º 2701 (responsabilidad patrimonial de la Administración por
contagio de la hepatitis C a consecuencia de unas transfusiones de sangre que tuvie-
ron lugar entre el 2 de noviembre y el 24 de diciembre de 1991).
ÍNDICE CRONOLÓGICO Y RESUMEN DE LA JURISPRUDENCIA CITADA 373
• Auto, 27-12-2001, RAJ, 2002, n.º 4086; Diariomedico.com el 4 de marzo de 2002 (resuel-
ve el conflicto de competencia planteado entre el Juzgado Central de lo Contencioso-
Administrativo y el Juzgado de Primera Instancia de Barcelona, en el sentido de decla-
rar competente, para conocer de la reclamación formulada por un ciudadano contra
un ente público –RENFE– y su entidad aseguradora, al orden civil).
• Auto, 21-10-2002, Diariomedico.com el 30 de octubre de 2002 (reitera la doctrina sobre
la competencia del orden jurisdiccional civil cuando se demanda conjuntamente a un
organismo público y su compañía aseguradora en virtud de la vis atractiva de aquella ju-
risdicción, ya que la aseguradora no es coautora del daño, sino que es demandada en
virtud de un contrato de seguro -que ofrece una acción directa al perjudicado- y no
cabe bajo la previsión de los arts. 9.4 LOPJ y 2.e) de la Ley 29/1998).
• SAT Burgos, 4-12-1980, RGLJ, 1983, p. 23 y ss. (daños causados a un niño en su ojo
izquierdo mientras jugaba con otros disparando escopetas de aire comprimido. Irres-
ponsabilidad de los padres al no quedar probada la relación de causalidad entre las
conductas culposas y el daño producido).
• SAT Palma de Mallorca, 24-1-1981, RGLJ, 1983, p. 23 y ss (daños causados a un me-
nor por la piedra lanzada por uno de dos de sus compañeros que pretendía alcanzar a
un tercero. Responsabilidad de los padres de los dos menores).
• SAP Cuenca, 29-11-1986, La Ley, 1987-1, p. 298 (daños causados por animales de ca-
za. Cuando la caza puede proceder de cotos cuyos representantes no fueron llamados
al proceso, procede apreciar la situación de listisconsorcio pasivo necesario).
• SAP Badajoz, 7-6-1995, AC, 1995, @ 1895 (accidente de caza. No es aplicable el con-
tenido de la Orden de 5 de marzo de 1991 en materia de caza, dado su carácter orien-
tativo y no vinculante).
ÍNDICE CRONOLÓGICO Y RESUMEN DE LA JURISPRUDENCIA CITADA 375
• SAP Valencia, 20-11-1995, Ar. C, 1995-III, n. 2056 (responsabilidad del centro docente de
titularidad pública por las lesiones causadas a un menor por un compañero fuera del cen-
tro durante el tiempo de recreo. Falta de autorización de los padres de los alumnos impli-
cados para salir del centro. Responsabilidad personal del menor causante del daño).
• SAP Madrid, 17-6-1996, AC, 1996, @ 2604 (lesiones producidas por actos vandálicos
en estadio de fútbol. Responsabilidad de la sociedad anónima deportiva).
• SAP Zaragoza, 11-7-1996, AC, 1996, @ 1572 (lesiones producidas por avalancha de
público en espectáculo deportivo. Responsabilidad de la entidad deportiva organiza-
dora del evento).
• SAP Granada, 11-3-1997, AC, 1997, @ 1137 (responsabilidad del padre del menor de-
mandado que jugaba junto con la víctima y otro menor a lanzarse piedras recíproca-
mente. Desconocimiento del autor material de las lesiones. Concurrencia de causas).
• SAP Navarra, 24-10-1997, Ar. C., 1997, n.º 1993 (ausencia de responsabilidad del
centro docente por las lesiones sufridas por un menor al ser arrollado por otros alum-
nos en el patio del colegio).
• SAP Alicante, 2-6-1999, RRCCS, oct. 2000. p. 538 (responsabilidad de la sociedad or-
ganizadora de las fiestas por culpa in vigilando o in eligendo ex art. 1.902 por el daño sufri-
do por el demandante al recibir el impacto en el ojo de uno de los objetos lanzados
por uno de los camiones festeros de la cabalgata).
• SAP Vizcaya, 18-1-2000, Ar. C., mayo 2000, n. 284, p. 459 (responsabilidad de los pa-
dres de un grupo de menores que causa daño a otro niño al impedirle el acceso mien-
tras jugaban con la puerta del portal).
• SAP Huesca, 10-3-2000, AC, BD 184185/2001 (responsabilidad por los daños pro-
ducidos por un animal de caza mayor. Cuando no se puede determinar de forma exac-
ta de dónde procede el animal, responden solidariamente de los daños todos los cotos
próximos al lugar en que sucedió el siniestro, y cuando sólo hubiera sido demandado
uno de ellos, éste luego podrá repetir contra los propietarios de los demás cotos colin-
dantes).
• SAP Ourense, 31-3-2000, AC, BD 109240/2001 (daños causados por un animal. La
existencia de un jabalí en la calzada, contra el que colisiona el turismo del actor, no
presupone automáticamente su procedencia del coto de caza propiedad del demanda-
do, sino una simple probabilidad. Improcedencia de la indemnización).
• SAP Madrid, 12-7-2000, AC, 2001, @ 291 (daños por caída de una maceta desde una
vivienda. Responsabilidad de la arrendataria del inmueble y de los copropietarios de-
mandados con base en el art. 1.902 del C.c.: falta de previsión y evitabilidad en la pro-
ducción del daño).
• SAP Madrid, 21-12-2000, AC, 2001, @ 504 (lesiones producidas por un tercero des-
conocido en un estadio de fútbol. Responsabilidad de la sociedad deportiva por los
actos producidos en sus instalaciones).
• SAP Murcia, 10-1-2001, Ar. C., 2001-I, n.º 184 (daños causados durante el transcurso
de un partido de fútbol al explosionar un petardo. Responsabilidad de la entidad de-
portiva organizadora del evento).
376 ÍNDICE CRONOLÓGICO Y RESUMEN DE LA JURISPRUDENCIA CITADA
• SAP Segovia, 19-1-2001, Ar. C., 2001-I, n.º 234 (daños causados por la irrupción de
una manada de vacas en la calzada. Responsabilidad de sus titulares).
• SAP Barcelona, 2-2-2001, AC, BD 186045/2001 (lesiones sufridas a una espectadora
al ser arrollada por el público a la salida de un partido de fútbol. Responsabilidad de la
entidad deportiva propietaria del campo).
• SAP Córdoba, 19-9-2001, El Derecho, BD 2001/76416 (lesiones sufridas como conse-
cuencia de una agresión tumultuaria. Inexistencia de excepción de listisconsorcio pa-
sivo necesario cuando falta alguno de las personas que participaron en la agresión, al
darse un vínculo de solidaridad entre los corresponsables. Aplicación del art. 1.902
del C.c. a todos los miembros del grupo, aunque no se haya podido demostrar cual de
los demandados fue el autor material de las lesiones infringidas al actor).
• SAP Girona, 17-4-2002, AC, BD 386240/2003 (responsabilidad del titular del coto
de caza más próximo al lugar del accidente, cuando no se puede determinar de cuál de
los cotos procedía el animal, por los daños materiales en el vehículo del demandante
al atropellar a un jabalí).
• SAP Burgos, 5-12-2002, El Derecho, BD 2002/69605 (responsabilidad del centro do-
cente privado por los daños causados a un alumno por otro al ser golpeado en el ojo
izquierdo con una gorra de visera durante una excursión. El acoso al que venía some-
tido el alumno dañado por parte de dañante y otros compañeros quedó acreditado y
ha sido valorado a la hora de determinar la indemnización correspondiente).
• SAP Madrid, 11-4-2003, RJ, n.º 1386, (responsabilidad ex art. 1902 del C.c. del Club de-
portivo por las lesiones sufridas por un espectador, ubicado tras una de las porterías, al
recibir un balonazo cuando presenciaba un partido en su asiento. Falta de la adecuada
adopción de medidas de seguridad en forma de redes detrás de las porterías).
• STC, 5-5-1982, RTC, n.º 20 (alcance del aforismo iura novit curia).
• Auto 16-5-1984, RTC, n.º 295 (alcance del aforismo iura novit curia).
• STC, 28-4-1988, RTC, n.º 85 (el derecho de reunión es una manifestación colectiva de
la libertad de expresión, cuyos elementos configuradores son, el subjetivo -una agru-
ÍNDICE CRONOLÓGICO Y RESUMEN DE LA JURISPRUDENCIA CITADA 377
• RDGRN, 2-6-1986, RAJ, n.º 3837 (no es inscribible la sociedad de responsabilidad li-
mitada cuyo objeto social es «prestar toda clase de servicios y asesoramientos a em-
presas o personas físicas...»).
• RDGRN, 23-4-1993, RAJ, n.º 3006 (es nula y no inscribible la sociedad limitada cuyo
objeto social es «la actividad propia de los arquitectos», mientras que es válida la que
tiene por objeto ser intermediaria y coordinadora de la prestación de servicios de ar-
quitectos).
DERECHO FRANCÉS
• Cass. civ., 25-7-1941, RTDC, 1942, p. 61 (responsabilidad del organizador de una ca-
cería por el daño sufrido por una persona, al dispararse un fusil no identificado duran-
te el descanso de los cazadores).
• Cass. civ., 29-9-1941, RTDC, 1942, p. 60 (ausencia de responsabilidad de tres cazado-
res que habían disparado al mismo tiempo hiriendo a una mujer por falta de prueba de
la relación de causalidad).
• Trib. de Ap. del África Ecuatorial francesa, 5-4-1957, RTDC, 1958, p. 88-89 (respon-
sabilidad de los miembros de una partida de caza por los daños causados por las cosas
«que se tienen bajo su guarda» -art. 1.384 pf. 1.º del Code-. Teoría de la «guarda en común»)
• Cass. civ., 5-6-1957, RTDC, 1957, p. 695; JCP, 1957, 2, 10205 (responsabilidad solida-
ria de los miembros de una partida de caza. Existencia de «culpa colectiva» de todos
los individuos que forman el grupo).
• Cass. civ., 11-2-1966, RTDC, 1966, p. 538-539 (responsabilidad in solidum de dos caza-
dores por los daños causados por las cosas «que se tienen bajo su guarda» -art. 1.384 pf. 1.º
del Code-. Teoría de la «guarda en común»).
• Cass. civ., 21-4-1966, RTDC, 1966, p. 808 (responsabilidad in solidum de una banda de
jóvenes por la participación en la acción colectiva–agresión en un campo de scouts-, sin
que fuera posible determinar con certidumbre el autor del acto dañoso).
378 ÍNDICE CRONOLÓGICO Y RESUMEN DE LA JURISPRUDENCIA CITADA
• Cass. civ., 6-3-1975, RTDC, 1976, p. 141 (responsabilidad in solidum de los padres de
unos niños que habían participado en juegos que provocaron un daño).
• Cass. civ., 15-12-1980, RTDC, 1981, p. 638 (responsabilidad por «culpa colectiva» o «co-
mún» de los integrantes de un grupo. Salva de fusiles realizada con motivo de una boda).
• Cass. civ., 7-11-1988, Bull. civ., II, n.º 214 (responsabilidad de los padres por los daños
causados por sus hijos en un juego colectivo. Teoría de la «guarda en común»).
• Cass. civ., 16-1-1991, Bull. civ., II, n.º 22 (responsabilidad de los padres por los daños
causados por sus hijos en un juego. Doctrina de la «culpa colectiva»).
• Cass. civ., 24-5-1991, Bull. civ., II, n.º 159 (responsabilidad de los padres por los daños
causados por sus hijos en un juego colectivo. Teoría de la «guarda en común»)
• Cass. civ., 8-3-1995, Bull. civ., II, n.º 83; JCP, 1995, I, 389 y II, n.º 22499 (responsabili-
dad del propietario-patrón de una embarcación por los daños causados por el naufra-
gio de la misma en una carrera. Abandono de la noción de «guarda común» en la utili-
zación colectiva de una máquina de transporte).
• Cass. Civ., 22-5-1995, JCP, Ed. G, 1995, II, n.º 22550 (responsabilidad de las asociaciones
deportivas por los daños causados por sus miembros durante el desarrollo de una compe-
tición deportiva en la cual participan. Aplicación del art. 1.384 pf. 1.º del Code civil).
• Cass. civ., 2-4-1997, Bull. civ., II, n.º 112 (daños causados por un grupo de jóvenes en
actos violentos).
• Cass. Civ., 3-2-2000, D, 2000, n.º 42, J, p. 862 y ss. (responsabilidad de las asociaciones
deportivas por los daños causados por sus miembros durante el desarrollo de una
competición deportiva. Aplicación del art. 1.384 pf. 1.º del Code civil).
DERECHO ALEMÁN
• BGH, 1-10-1957, BGHZ, 25, p. 271 y ss. (daño causado a un transeúnte en una zona
fronteriza entre dos solares a consecuencia del hielo y del mal estado de la calzada.
Responsabilidad de los propietarios de ambos solares).
• BGH, 15-11-1960, BGHZ, 33, p. 286 y ss. (daño causado a un transeúnte por atrope-
llo de dos vehículos en la misma noche, sin que se puedan atribuir las distintas lesiones
a cada uno de los vehículos implicados. Aplicación del § 830 I, 2 del BGB a los casos
de causalidad cumulativa: responsabilidad de los conductores de ambos vehículos al
no ser exigible la colaboración conjunta culposa).
• BGH, 15-12-1970, BGHZ, 55, p. 86 y ss. (aplicación del § 830 I, 2 del BGB a los casos
de causalidad cumulativa. Accidente de una ambulancia que transportaba un herido
de un anterior accidente).
• BGH, 30-1-1973, BGHZ, 60, p. 177 y ss. (exclusión de la aplicación del § 830 I, 2 del
BGB cuando la propia víctima es una de las posibles causas del daño. Atropello de un
conductor en la autopista tras haber tenido éste un accidente).
• BGH, 22-6-1976, BGHZ, 67, p. 14 y ss. (accidente en el que se ven implicados varios
vehículos. No se aplica el § 830 I, 2 del BGB cuando uno de los copartícipes aparece
como uno de los posibles causantes del daño).
ÍNDICE CRONOLÓGICO Y RESUMEN DE LA JURISPRUDENCIA CITADA 379
• BGH, 24-1-1984, BGHZ, 89, p. 383 y ss. (daños causados en manifestación realizada
en contra de la construcción de una central nuclear en el Norte de Alemania. Respon-
sabilidad de los organizadores y de los que se habían unido a los manifestantes violen-
tos. Irresponsabilidad del resto de manifestantes).
• BGH, 27-5-1987, BGHZ, 101, p. 106 y ss. (daños causados en un inmueble por las
obras realizadas en los inmuebles contiguos. Aplicación del § 830 I, 2 del BGB cuan-
do existen causas de responsabilidad diversas).
• LG Aachen, 18-12-1970, JZ, 1971, p. 507 y ss. (responsabilidad penal de algunos di-
rectivos de la empresa farmacéutica alemana «Grünenthal» por la comercialización de
un medicamento denominado «Contergan» que contenía talidomida, posible causa de
la producción de graves malformaciones genéticas en los fetos de las mujeres que lo
ingirieron. Curso causal no verificable científicamente).
DERECHO HOLANDÉS
• S. Tribunal Superior de Justicia de 9 de octubre de 1992, en PARRA LUCÁN, «The Proof
of a Causal Relationship-Damages Caused by Identical Products Made by Different Ma-
nufacturers (Comments on the Judgment of the Dutch Supreme Court of 9 October
1992. The possible solution offered by the Spanish legal order)», European Review of Private
Law, 1994, 2, p. 414 y ss. (responsabilidad solidaria, por aplicación del art. 99, libro VI del
Código civil holandés, de nueve laboratorios demandados por los daños causados por un
producto puesto en circulación en los años 50 y 60, aun cuando el demandante no fue ca-
paz de probar qué laboratorio había fabricado el producto que le causó el daño).
DERECHO ANGLOAMERICANO
Derecho Inglés
• Brooke v. Bool [1928] 2 Law Reports, King’s Bench, p. 578 y ss. (daño causado a una vivien-
da por explosión como consecuencia de la actuación negligente del demandado, que
junto con un tercero examinó las conducciones de gas con una llama abierta).
• Morris v. Winsbury-White [1937] 4 The All England Law Reports, p. 494 y ss. (daño causa-
do a un paciente al que se le había dejado una conducción de plástico tras una opera-
ción de próstata. Irresponsabilidad del facultativo demandado. No aplicación de la
doctrina res ipsa loquitur -the things speaks for itselves-)
Derecho Americano
• Haley v. Calef 28 RI 332, 67 A. 323 [1907] (daño causado al demandante como conse-
cuencia de su caída en un puente que unía dos ciudades. Irresponsabilidad de ambas
ciudades al no poder determinar la parte del puente donde se produjo el daño).
• Oliver v. Miles, 144 Miss. 852, 110 So. 666, 50 American Law Reports, p. 357 [1927] (daño
causado a un niño cuando caminaba por una carretera, como consecuencia de un dis-
paro realizado por una partida de caza. Responsabilidad solidaria de los coautores).
380 ÍNDICE CRONOLÓGICO Y RESUMEN DE LA JURISPRUDENCIA CITADA
• Reyer v. Mayne, 90 Colo. 586, 10 Pacific Reporter, Second Series, p. 1109 y ss. [1932] (daño
causado a un cazador que cazaba legalmente en su finca por el disparo de uno de los
cazadores furtivos que se hallaba en la misma. Responsabilidad solidaria de los coau-
tores, aunque se conozca quién había sido el autor material del disparo).
• Ybarra v. Spangard 25 Cal. 2d 486, 154 P. 2d 687 [1944] (daño causado en el hombro de
un paciente durante una operación de apéndice. Aplicación de la presunción res ipsa lo-
quitur -the things speaks for itselves-, en virtud de la cual se permite deducir de un hecho
probado y evidente la existencia de culpa. Responsabilidad de las personas involucra-
das en la causación del daño).
• Summer v. Tice (1948) 5 American Law Reports, Second Series, 91 (daños causados a un ca-
zador por otros dos cazadores, sin que se pueda determinar cuál de ellos produjo el
daño. Uso negligente de las armas de fuego. Corresponde a los demandados la prueba
de la exoneración de su responsabilidad).
• Cook v. Lewis, (1951) SCR 830 (daño causado a un cazador por otros dos cazadores, sin que
el demandante pudiera probar cuál de ellos le había herido. Uso negligente de las armas de
fuego. Corresponde a los demandados la prueba de la exoneración de su responsabilidad).
• Schoening v. Claus 362 Mo. 119, 249 South Western Reporter, Second Series, p. 361 y ss.
[1952] (daño derivado de la práctica de la caza causado al demandante cuando analiza-
ba un nido que se encontraba en un árbol. Irresponsabilidad de los cazadores).
• Sindell v. Abbott Laboratories, 26 Cal. 3d 588, 607 P. 2d 924 y 163 Cal. Rptr. 132 (1980)
(responsabilidad de los fabricantes del medicamento conocido como DES por los da-
ños causados a la demandante, en proporción a la parte de mercado dominada por su
medicamento en el momento de la ingestión del producto «market share liability»).
• Murphy v. E.R. Squibb and Sons, 40 Cal. 3d 672, 710 P.2d 247, 221 Cal. Rptr. 447 (1985)
(falta de responsabilidad de los fabricantes del producto conocido como DES porque
la cuota de mercado del producto representada por los demandados –el 10%- fue
considerada insuficiente).
• Brown v. Abbott Laboratories, 44 Cal.3d 1049, 751 P.2d 470 (1988) (falta de responsabili-
dad de los laboratorios fabricantes del producto conocido como DES por los defec-
tos que no eran conocidos, ni científicamente cognoscibles en el momento en el que
el medicamento fue puesto en circulación).
• Enright v. Eli Lilly and Co., 77 N.Y.2d 377, 570 N.E.2d. 198, 568 N.Y.S. 2d 550 (1991),
(falta de responsabilidad de los laboratorios fabricantes del producto conocido como
DES por los daños causados a la nieta de una mujer que tomó dicho producto, porque
la imposición de responsabilidad pondría en peligro la existencia del mercado de fár-
macos benignos).
• Ray v. Cutter Laboratories, Division of Miles, Inc., 754 F. Supp. 193 (M.D.Fla. 1991), (res-
ponsabilidad del fabricante por el contagio del virus del SIDA a través del Factor
VIII. Aplicación de la «market share theory»)
• Smith v. Cutter Biological, Inc., 72 Haw. 416; 823 P. 2d 717 (Haw.1991), (responsabilidad
del fabricante por el contagio del virus del SIDA a través del Factor VIII. Aplicación
de la «market share theory»).
BIBLIOGRAFÍA
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déterminé de personnes», RTDC, 1958, p. 516 y ss.
ABRIL CAMPOY, J.M., «La responsabilidad de los padres por los daños causados por sus
hijos», RCDI, 2003, n. 675, p. 11 y ss.
AGUILERA FERNÁNDEZ, A., Estado y deporte. Legislación, organización y administración del
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ALBALADEJO, M., «Sobre la solidaridad o mancomunidad de los obligados a responder
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