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REDACCIÓN 1873
1873
FIRMADO Lima, Perú
Perú
PARTES Bolivia
IDIOMA Castellano
Otra tesis da cuenta que probablemente el gobierno chileno decidió ignorar la existencia de este
tratado, pese a saber de su existencia, ya que el mismo implicaba declarar la guerra, encontrándose
las fuerzas armadas chilenas en un paupérrimo estado de preparación.
El pacto es sumamente controvertido, algunos historiadores lo consideran legítimo, defensivo y
circunstancial, además de haber sido conocido por el espionaje de Chile poco después de su firma.
Otros historiadores, por el contrario, lo consideran agresivo y causante de la guerra de 1879.4 Los
historiadores difieren también en las razones, extensión y vigencia de su secreto. Las razones de
su secreto, la invitación a Argentina y la razón por la cual Perú no permaneció neutral en
circunstancias que Bolivia no había cumplido el acuerdo de 1873 al firmar el tratado de 1874 sin
informarle,5 son discutidas hasta hoy.
Historia del tratado
La política boliviana de Chile consistía en atraer a Bolivia y deshacer la alianza de Perú y Bolivia.
La caricatura, publicada por El Barbero en Santiago de Chile el 18 de octubre de 1879, muestra
a Hilarion Daza caracterizado como una mujer, siendo cortejada por el jefe de gabinete
chileno, Domingo Santa María, con un ramo de flores donde se leen los nombres de Tacna y Arica.
Por otra parte, el presidente del Perú Mariano Ignacio Prado recibe un sobre de manos de Daza,
por el cual se impone de las intenciones chilenas, a la par que interpela a Santa María por incitar a
la infidelidad de la nación del altiplano.
Contexto histórico.
Tras su independencia, los países de América del Sur acordaron establecer sus fronteras según lo
que habían sido durante la colonia española. Pero las fronteras trazadas en los documentos
coloniales eran imprecisas y a veces contradictorias y los territorios desconocidos. A fines del siglo
XIX la búsqueda de oportunidades económicas en los hasta entonces territorios desconocidos
provocó disputas territoriales entre varios países sudamericanos. Había también casos especiales
como Tarija, que había pertenecido durante la colonia a (lo que sería más tarde) Argentina, y que
deseaba, tras la independencia, pertenecer a (lo que sería más tarde) Bolivia. En pocas palabras,
las fronteras no estaban firmemente definidas.
Existían, entre otros casos, fronteras imprecisas entre Perú y Bolivia, Bolivia y Argentina, Bolivia y
Brasil, Chile y Argentina, Argentina y Brasil. Perú y Chile no tenían frontera común y la frontera de
Chile y Bolivia había sido definida en 1866 por un tratado que la determinó en el paralelo 24°S, pero
que obligaba a ambos países a compartir por partes iguales los ingresos provenientes de impuestos
a la explotación de metales extraídos desde la llamada “zona de mutuos beneficios” que comprendía
la región entre los paralelos 23°S y 25°S.
Al comienzo de la década de 1870, las relaciones entre Chile y Bolivia estaban tensas, debido a
que ambos países no se avenían en la forma de cobrar, controlar y transferir a Chile la parte de los
impuestos cobrados por Bolivia en la zona de beneficios mutuos. Se sumaban otros desacuerdos
como si el recientemente descubierto mineral de plata de Caracoles estaba dentro o fuera de la
zona de beneficios mutuos y cuales debían ser los “metales” mencionados en el tratado.
Argentina y Chile tenían pretensiones sobre la Patagonia y Tierra del Fuego que no lograban
resolver y que se tensaban cada vez más a medida que los países crecían económicamente y sus
medios de transporte los acercaban más. Brasil tenía discrepancias con Bolivia, Perú y Argentina,
pero no con Chile, por lo cual era posible que dadas ciertas circunstancias ambos países podrían
tener intereses comunes.
En agosto de 1872, Quintín Quevedo, político boliviano partidario del depuesto Mariano Melgarejo,
salió con una expedición desde Valparaíso para derrocar al gobierno boliviano, supuestamente con
la anuencia de las autoridades chilenas. Su intento fracasó, pero para el gobierno boliviano fue una
prueba de la animadversión del gobierno chileno. El gobierno peruano, que desde la guerra hispano-
sudamericana tenía una supremacía naval en el Océano Pacífico con sus poderosos navíos de
guerra; la fragata blindada Independencia y el monitor blindado Huáscar, y controlaba el comercio
internacional de Bolivia a través del puerto de Arica, advirtió al gobierno chileno que Perú no toleraría
una intervención extranjera en Bolivia.
Chile, Perú y Bolivia tenían intereses económicos en el salitre depositado en las provincias de
Tarapacá (en Perú) y Antofagasta (en Bolivia). Los depósitos salitreros en Chile eran
económicamente irrelevantes, pero las empresas y el trabajo de chilenos eran importantes en Perú
y Bolivia en la explotación del salitre y Valparaíso era el centro comercial donde se tranzaba el
producto y desde donde se abastecía la desértica zona de explotación. El 18 de enero de 1873, el
gobierno peruano, acosado por el déficit fiscal, decretó el estanco del salitre (el que por ineficaz
nunca fue aplicado), como una medida destinada a aumentar los ingresos provenientes del guano
a través del control del precio y cantidad del salitre exportado y es discutido si ya en ese entonces
Perú intentó controlar el precio del salitre boliviano.
Génesis del tratado.
Frente al ímpetu de las inversiones y trabajo chileno en Tarapacá y Antofagasta, el Perú sintió
amenazada su supremacía en la costa del Pacífico. Por su parte, en noviembre de 1872 y ante la
imposibilidad de resolver los asuntos derivados del tratado limítrofe con Chile de 1866 (las
negociaciones Corral-Lindsay estaban aún en curso), la Asamblea boliviana autorizó secretamente
a su gobierno negociar y ratificar una alianza con Perú sin necesidad de posterior aprobación por la
asamblea.
El plenipotenciario boliviano Juan de la Cruz Benavente comenzó las gestiones para la suscripción
del tratado secreto en los últimos días de 1872, culminando con el trascendental documento firmado
el 6 de febrero de 1873. El congreso peruano, presidido por Francisco de Paula Muñoz, actuando
como secretarios Félix Manzanares y José María González, lo aprobó el 22 de abril, al parecer con
solo nueve votos en contra. Las actas de estas sesiones desaparecieron más tarde del archivo del
Congreso y nunca han vuelto a ser encontradas.
Para fortalecer el pacto contra Chile y como estaba previsto en el pacto, Perú buscó inmediatamente
la adhesión de Argentina al tratado y envió a Buenos Aires a Manuel Yrigoyen (no confundir con el
contemporáneo argentino Bernardo de Irigoyen) para promover sus propósitos. La tarea de M.
Yrigoyen fue coronada inicialmente por el éxito y el 24 de septiembre de 1873 la Cámara de
Diputados de Argentina aprobó la adhesión al pacto y fondos adicionales para el ministerio de guerra
por $6,000,000. El gobierno argentino bajo la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento y
con Carlos Tejedor como ministro de relaciones exteriores, necesitaba aún la aprobación del
Senado argentino.
A pesar de los ingentes esfuerzos de M. Irigoyen, que de paso manejaba la política exterior boliviana
en Buenos Aires, los tres aliados no lograban conciliar sus intereses: Argentina y Perú temían
provocar a Brasil e incitar un eje Chile-Brasil. Para subsanar ese escollo Perú, discretamente,
aseguró al Brasil que el tratado no estaba dirigido contra él ni afectaba sus intereses y más aún, el
presidente peruano Manuel Pardo pidió a Argentina y Bolivia introducir un nuevo artículo,
complementario al tratado, asegurando que el tratado no estaba orientado contra Brasil sino solo
contra Chile.
La alianza no tratará cuestiones que por razones políticas o territoriales puedan ocurrir entre la
confederación y el Brasil, sino que se tratará solamente de cuestiones limítrofes entre Argentina,
Bolivia y Chile y los otros asuntos que puedan suscitarse entre las partes signatarias.
De hecho, en una carta del ministro de relaciones exteriores del Perú, Riva-Aguero, a su
representante en Bolivia, La Torre, le instruye.
Agosto 6. –Así pues, lo que a ésta [Bolivia] conviene es no perder tiempo en dilaciones inútiles que
a nada conducirán sino a permitir que Chile se arme suficientemente. Si el gobierno de Bolivia
comprende sus intereses, si quiere no perder parte o todo su litoral, debe decir de una vez su última
palabra respecto del Tratado de 1866 i de la Convención Corral-Lindsay: debe romper
definitivamente esos pactos, bien sea haciendo que la Asamblea extraordinaria desapruebe el uno
i resuelva la sustitución del otro por los insuperables inconvenientes que ha encontrado en la
práctica, bien sea adoptando otro medio que conduzca al mismo resultado, pero procurando
siempre que, el rompimiento de relaciones no lo haga Bolivia sino que sea Chile quien se vea
precisado a llevarlo a cabo.
Rotas las relaciones i declarado el estado de guerra Chile no podría sacar ya sus blindados i, sin
fuerzas bastantes para atacar con ventaja, se vería en la precisión de aceptar la mediación del Perú,
la que en caso necesario se convertiría en mediación armada si las fuerzas de aquella República
pretendiesen ocupar Mejillones i Caracoles.
A las anteriores consideraciones puede US. Agregar otras que no dudo acabará de decidir al
Gobierno de Bolivia a adoptar la línea de conducta indicada. Me refiero a la casi seguridad que
tenemos de la adhesión a la alianza por parte de la República Argentina.
José de la Riva Agüero, Ministro de Relaciones Exteriores del Perú Carta del 6 de agosto de 1873
al Embajador peruano en Bolivia Aníbal Víctor de la Torre
Caricatura publicada el 22 de noviembre de 1879 en la revista chilena “El Barbero”. Daza (al extremo
izquierdo), Prado, y Nicolas Avellaneda (con el sombrero de cilindro) se han colocado ellos mismos
en la balanza para contrarrestar, infructuosamente, la supremacía militar chilena durante la guerra,
representada por una inmensa bala de cañón que ha puesto el chileno Santa María, considerado el
cerebro del gobierno chileno durante la guerra.
En realidad, el gobierno chileno cedió sus derechos sobre la Patagonia oriental a cambio del
Estrecho de Magallanes completo, durante la guerra, para evitar una guerra en dos frentes.
Cambio en la actitud boliviana y llegada de la fragata blindada Cochrane.
Mientras Perú y Argentina buscaban la forma de llegar a un acuerdo, ocurrieron dos hechos que
modificaron completamente la situación.
Bolivia se desilusionó del pacto, persiguió sus propios objetivos y decidió sustituir el tratado de 1866.
El 6 de agosto de 1874 los gobiernos de Chile y Bolivia firmaron el tratado de límites de 1874.
El 26 de diciembre de 1874 llegó a Chile la fragata blindada Cochrane que, aun estando sin sus
terminaciones, volcó el balance del poder naval a favor de Chile en el Pacífico. A partir de ese
momento, Perú se percató de que no debía ser arrastrado a un conflicto con Chile por la Patagonia
y que Argentina no deseaba ir a la guerra con Chile por territorios bolivianos.
Según el gobierno de Chile, la existencia del tratado fue una de las causas de la guerra.
Caricatura publicada en Chile durante la Guerra del Pacífico, muestra como Aníbal Pinto, con los
laureles de la victoria, se corta un pedazo de América, Avellaneda abraza la Patagonia. Prado y
Daza deben observar impotentes la pérdida de su territorio.
Su publicación en Chile poco antes del estallido de la guerra, tuvo un enorme impacto sobre la
opinión pública, que obligó al gobierno a considerar Perú no más como neutral sino como un aliado
de Bolivia.
Al comienzo de la guerra, Perú y Bolivia proyectaron entregar los territorios chilenos entre el 24°S
y el 27°S a Argentina a cambio de su entrada a la guerra. Más tarde la oferta fue repetida por Manuel
Irigoyen al presidente argentino Avellaneda, pero fue rechazada por Argentina por falta de una
escuadra adecuada para enfrentar a la chilena.
Ya en guerra, Perú y Bolivia acordaron las normas sobre subsidios y contingentes de fuerzas de
mar y tierra que debería aportar y costear cada una, según el tratado secreto, y que tras la guerra
le serían cobrados a Chile como indemnización de guerra. En Bolivia fue muy criticado el acuerdo
porque hizo cargar el costo de la guerra sobre Bolivia.
Durante la conferencia de paz en Arica sobre el buque de guerra estadounidense USS
Lackawanna en octubre de 1880, Chile exigió la abrogación del tratado. La conferencia no tuvo
éxito.
Tras la batalla de Tacna en 1880, las tropas bolivianas no volvieron a luchar contra Chile (aunque
si continuaron algunos soldados) y el aporte de Bolivia se restringió a material de guerra entregado
al Perú.
Invocación del tratado por el Perú en 1879.
Según Basadre, tras el fracaso de la adhesión de Argentina y el tratado de límites de 1874, Perú
mantuvo una actitud pasiva. Perú no buscó problemas con Chile, ni hizo un ataque preventivo antes
de que Chile alcanzara la supremacía, ni se rearmó para igualar a Chile, ni rescindió el pacto secreto
para no provocar una alianza Chile-Bolivia.
H. Pereyra considera roto el artículo VIII del pacto de 1873 (“no concluir tratados de límites o de
otros arreglos territoriales sin conocimiento previo de la otra parte contratante”) y con ello nulo el
tratado. Otros como J. Basadre piensan que “El tratado quedaba silenciosamente en reserva, como
recurso extremo…”. Según Querejazu, quien cita un informe de Serapio Reyes Ortiz, por lo menos
al inicio de la crisis, el gobierno peruano no consideraba vigente el tratado de 1873 debido a la
inconsulta firma de Bolivia en el tratado de 1874.
Las razones dadas por los historiadores para la declaración peruana del casus foederis han sido el
honor, la defensa de una república hermana, la presión de la política interna, la creencia de que
Chile avanzaría de cualquier manera sobre Tarapacá y el temor de empujar a Bolivia a los brazos
de Chile.
El historiador chileno Mario Barros asegura que Carlos Walker Martínez (embajador chileno en
Bolivia) sabía de su existencia, que Joaquín Godoy (emb. chileno en Lima) lo memorizó casi
correctamente, y que Guillermo Blest Gana (emb. chileno en Buenos Aires) supo de las líneas
generales poco después de ser tratado en la Cámara de Diputados y que Brasil lo publicó
íntegramente en su Boletín de Pactos Internacionales y posteriormente los Estados Unidos de
América lo habrían publicado en la revista Foreign Relations en la edición del 15 de enero de 1874.
Sin embargo, comenta Manuel Barros, pese a la gravedad y evidencia de la información, solo cuatro
personas creyeron a Blest Gana cuando personalmente le informó al gobierno.
Por su parte, el historiador peruano Basadre hace notar que Walker Martínez (vinculado
familiarmente al canciller boliviano Baptista) aludió a la existencia de la alianza en su libro Páginas
de un viaje a través de la América del Sur (Santiago, 1876, p. 217); y que Blest Gana compró el
texto completo del tratado a través de la legación brasileña en Buenos Aires, hecho que fue revelado
por el publicista chileno Anselmo Blanlot (mencionado también por Mario Barros). El historiador
Percy Cayo afirma también que Blest Gana llegó a presenciar parte de la discusión sobre el tratado
en el senado argentino.
Por el contrario, Sergio Villalobos argumenta que los conocimientos de Blest Gana eran vagos e
imprecisos (informó de la sesión secreta como sesión para la compra de armas) y que J. Godoy no
pudo haber sabido del pacto ya que el 28 de enero de 1874 escribió que un proyecto tal había
quedado en mera tentativa. Walker Martínez, escribe Villalobos, no habría dado crédito a los
rumores y por eso había comenzado las negociaciones que dieron como resultado el tratado de
límites con Bolivia. Villalobos ve en la aceptación chilena de una mediación peruana en el conflicto
con Argentina, en 1877, una prueba de que el gobierno chileno no sabía (o no tomaba en serio los
rumores) acerca de un tratado secreto entre Bolivia y Perú. También asegura Villalobos que ni la
supuesta edición brasileña ha sido jamás encontrada y la estadounidense era solo una nota que
concluía en que el tratado no había sido aprobado.
El diplomático peruano Antonio de Lavalle asegura en su informe acerca de su mediación, que hasta
su salida hacia Chile en marzo de 1879 él personalmente desconocía el tratado y que, además,
durante un encuentro con el entonces presidente del Perú Pardo, le preguntó su opinión sobre las
dos fragatas blindadas que Chile había mandado a construir en Europa y que la respuesta del
presidente había sido “Yo también tengo dos acorazados, uno se llama “Bolivia” y el otro “Buenos
Aires”, pero que él, Lavalle, no había deducido de la respuesta la existencia de un tratado. Así
mismo, el historiador boliviano Querejazu afirma que el dictador boliviano Daza fue informado de la
existencia del tratado solo en diciembre de 1878.
Consecuencias y apreciación del tratado.
De acuerdo a Jorge Basadre Perú descuidó sus defensas militares por su desmedida confianza en
el tratado. A pesar de que no logró la adhesión de Argentina siguió confiando en sus
blindados Bolivia y Buenos Aires, en referencia a la frase de M. Pardo.
Bolivia, confiada en su alianza militar con Perú, afrentó a Chile con la violación del tratado de 1874.
Jorge Basadre señala que fue un error que fuera firmado con carácter de secreto, ya que un
documento de ese tipo, que debía pasar forzosamente por tres cancillerías y tres parlamentos para
su aprobación, era imposible que se mantuviera secreto. Modesto Basadre escribió sobre el
tratado: “unos cuantos combatimos la tal alianza; yo el más encarnizado… se aprobó el Tratado de
Alianza a las tres de la mañana. Pedí la palabra y dije: …que tenía pleno convencimiento que
nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos maldecirán la aprobación de ese fatal Tratado”
Interpretación histórica del tratado.
Los historiadores concuerdan en los hechos básicos que hacen el tratado pero difieren sobre el
cómo se debe interpretar su contenido y origen.
Todos coinciden en que el propósito del tratado era aislar y obligar militarmente a Chile a
modificar sus fronteras de acuerdo a los intereses de Argentina, Bolivia y Perú mientras Chile
fuese militarmente débil, es decir antes de la llegada de las fragatas
blindadas Cochrane y Blanco Encalada.
Gonzalo Bulnes, escribe:
La síntesis del Tratado secreto era ésta: la ocasión, el desarme de Chile: el pretexto para producir
el conflicto, Bolivia: utilidad del negocio, la Patagonia i los salitres
La alianza al crear el eje Lima-La Paz con ánimo de convertirlo en un eje Lima-La Paz-Buenos Aires,
pretendió forjar un instrumento para garantizar la paz y la estabilidad en las fronteras americanas
buscando la defensa del equilibrio continental como había propugnado “La Patria” de Lima.
Anteriormente (Cap. 1, pág. 6) y en vísperas de que fuese suscrito el tratado, Basadre había
expuesto lo explicado por “La Patria”:
El Perú, según este articulista, tenía derecho para pedir la reconsideración del tratado de 1866. La
anexión de Atacama a Chile (así como también la de Patagonia) envolvía una trascendencia muy
vasta y conducía a complicaciones muy graves contra la familia hispanoamericana. El Perú
defendiendo a Bolivia, a sí mismo y al Derecho, debía presidir la coalición de todos los Estados
interesados para reducir a Chile al límite que quería sobrepasar, en agravio general del uti possidetis
en el Pacífico. La paz continental debía basarse en el equilibrio continental.
Yrigoyen explica:
Tan profundamente convencido estaba el gobierno peruano de la necesidad que había de
perfeccionar la adhesión de la Argentina al Tratado de alianza Peru-boliviano, antes de que recibiera
Chile sus blindados, a fin de poderle exigir a este país pacíficamente el sometimiento al arbitraje de
sus pretensiones territoriales, que, apenas fueron recibidas en Lima las observaciones formuladas
por el Canciller Tejedor, se correspondió a ellas en los siguientes términos…
Todos coinciden que el tratado fue concebido y firmado secretamente y que nunca fue
comunicado oficialmente a Chile sino hasta unos días antes del inicio de la Guerra del Pacífico.
Los historiadores difieren en cuanto sabía Chile sobre la existencia, contenido y validez del
tratado.
Los historiadores difieren si un control peruano sobre las salitreras bolivianas fue inspiración del
tratado. Jorge Basadre niega esa intención pero Gonzalo Bulnes y Hugo Pereyra la consideran
posible, el último en base también a un escrito del historiador contemporáneo Pietro Perolari–
Malmignati que menciona el control del salitre como causa principal para la suscripción del
tratado secreto. Asimismo, es sabido que el ministro de RR.EE. del Perú Riva Agüero informó el
9 de enero de 1873 al plenipotenciario chileno en Lima, J. Godoy, que Bolivia y Perú formarían
un estanco del salitre en Bolivia y que Perú se comprometía a comprar el salitre del estanco al
mayor precio.
El historiador peruano Jorge Basadre asegura que fue una alianza defensiva acordada para
proteger las salitreras de Tarapacá, vecinas de las salitreras bolivianas en Antofagasta y también
para prevenir un eventual pacto chileno-boliviano que persiguiera la entrega de las provincias
peruanas de Tacna y Arica a Bolivia. Basadre niega cualquier interés económico peruano en las
salitreras bolivianas, por lo menos en 1873 y argumenta que la ley del estanco del salitre del 18 de
enero de 1873 fue una iniciativa del poder legislativo peruano y no del ejecutivo, que era partidario
solo de un impuesto a la exportación; además, de que en 1876, cuando el Perú comenzó a
interesarse en la compra de licencias de explotación del salitre boliviano, ya no tomaba iniciativas
militares y diplomáticas para cercar a Chile, habiendo descartado la entrada de Argentina en el
pacto.
Otro historiadores peruanos consideran el tratado legítimo, inofensivo, y mal entendido porque dio
a Chile un pretexto para la guerra, y que las negociaciones peruanas en Buenos Aires era solo una
actitud de defensa.
El historiador chileno Gonzalo Bulnes argumenta que el tratado obligaba más a Bolivia y menos a
Perú. Dado que Perú no tenía frontera con Chile, el único conflicto territorial que podía emerger era
uno entre Chile y Bolivia y que por eso Perú podía permanecer neutral acogiéndose al artículo III
(derecho de decidir si la ofensa recibida por la otra es un casus foederis), al contrario de Bolivia que
estaba atada a Perú por el artículo VIII que restringía el derecho de los signatarios a celebrar
tratados que afectaran las fronteras. El Perú no debía temer por sus territorios de Tarapacá, porque
las pretensiones chilenas llegaban solo al paralelo 23°S y en cualquier caso una franja de territorio
boliviano, que incluía Cobija y Tocopilla, permanecería entre Perú y Chile, acusa Bulnes.
José Antonio de Lavalle, quien encabezó la mediación peruana en Chile durante la crisis
del Impuesto de los 10 centavos, considera que haber rechazado el casus foederis en 1879 hubiese
exitado la más intensa indignación en los bolivianos y el desprecio más profundo en los chilenos y
hubiese duplicado a los enemigos de Perú. Finalmente, ve el tratado como una gravísima falta de
Pardo, y escribe:hay en política faltas inevitables, que son consecuencia , no de una pretendida
fatalidad, sino de una serie natural de causas y de efectos.
POR BOLIVIA
Evo Morales Ayma
Presidente del Estado