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El olvido es justamente la plasmación perversa del silencio que el régimen

había impuesto a cuarenta años de agravios, del silencio en que lee Antonio
Gamoneda en Descripción de la mentira, que puede entenderse precisamente
como una profunda lectura del silencio, como una construcción del olvido, como
una poética de la desocupación del espacio, como una construcción de la
oquedad.
El olvido, como modo de supuesta reconciliación nacional, supone el último
triunfo de un régimen dictatorial que se sobrevive a sí mismo, la eliminación de
la memoria histórica, el triunfo del relato de los acontecimientos tal como
machaconamente se había venido repitiendo durante años. Descripción de la
mentira levanta todo un monumento frente al silencio, que se construye
precisamente como silencio; un monumento frente al olvido, que se construye
justamente haciendo
patentes las ausencias. Es otra forma de olvido, que no se caracteriza por la
eliminación de la memoria, sino, más bien al contrario, por la recuperación de
los huecos que deja el recuerdo.

Al fin y al cabo lo que la narración sincopada de Descripción de la mentira nos


testimonia es el
relato de lo que «queda de nosotros»: «Mi boca es fría en las plegarias. Este
relato incomprensible es lo que queda de nosotros. La traición prospera en
corazones inviolables». Es ahí donde cobra radicalidad histórica el relato que se
incardina y subvierte la diégesis del presente histórico, que se narra a sí mismo
la memoria del pasado inmediato para instaurarse en una nueva mentira, de la
que el libro gamonediano descree, y siembra la descreencia, a cada paso.

El señor Suárez, en nombre del Centro Democrático y Social, tiene la palabra.

El Partido Socialista, el 28 de octubre, ha sabido


suscitar la ilusión de una importante mayoría
del pueblo español y ganar su credibilidad. A mi
juicio, en un momento tan delicado no debemos
contribuir al desencanto. Por tanto, no no$ alegrarán
los posibles errores del Gobierno, si los comete;
no participaremos, ni en la Cámara ni fuera
de ella, en operaciones de desestabilización del
Gobierno. No somos partidarios del irresponsable
y peligroso juego de capitalizar en beneficio
propio las dificultades de quien tiene la honrosa
carga de gobernar a España. Deseamos los mayores
aciertos en beneficio de la democracia y de
nuestro pueblo. Contribuiremos, en todo caso
-en el apoyo y en las lógicas discrepancias que
han de plantearse-, a mantener vivo el derecho a
la esperanza de un futuro mejor, que nadie puede
arrebatar al pueblo español.

González Márquez tiene la palabra.


Nuestro voto de confianza es un acto de identificación con la esperanza de esoa millones de
ciudadanos. Pero, ea la esperanza y en la ilusión, queremos ser clarividentes. Este Gobierno,
pese a su gran mayoría, pwde ser el Gobierno más bloqueada, más frenado por poderes de
distinto signo con un peso efectivo en nuestro pdr. Sectores de izquierda de la opinión pública
ert4n ya sorprendidos por su anunciada compo8ición y, ¿por quC no decirlo?, por la
imprecisión del discurso del candidato. Contrarrestar esos frenos y esos bloques va a exigir que
los millones de votantes muestren que son un poder rd, activo y participante, que no se limita
a votar un día, sino que se mantiene en pie como actor del cambio; pero lograr esto exige que
la ilusión y la esperanza no se frustren, que no se produzca una und da oleada de desencanto,
que podría ser peligrosa para el sistema democrático
El señor LAVILLA ALSINA:
Hace bien, sin embargo, el señor González en templar sus palabras y medir sus compromisos,
aunque sólo sea como tributo al realismo, que ahora ya le resulta obligado, y para conjurar el
riesgo de que una nueva esperanza pueda generar -como me temo que pueda generar, como
no deseo que genere- un gran desencanto ulterior.

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