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Científicos lanzan teoría de que plantas tienen olfato y modo de

comunicarse

Las plantas se están revelando como organismos más complejos e


inteligentes de lo que creíamos. No tienen capacidad para pensar,
pero sí exhiben un tipo de conciencia anoética. Eso es lo que se
deduce de investigaciones más o menos recientes que nos han
dicho cosas como:

Que las plantas tienen “olfato”, entendido como la capacidad de


detectar un químico en el aire, cuya información entonces es
interpretada de una cierta manera.

Que se comunican entre ellas, y puede que no sólo a través de


señales químicas. Hay científicos que lanzan la hipótesis de una
comunicación vía ondas acústicas.

Que exhiben mecanismos sofisticados para sentir y prepararse de


manera anticipada para condiciones de sequía, o para generar
respuestas direccionales en busca del agua.

Que algunas especies, como la mimosa pudica o la pisum sativum,


tienen capacidad para aprender por repetición o asociación, de
una manera similar a los animales, y exhiben memoria a largo
plazo.

Ahora, a todo eso se suma un estudio de investigadores de la


Universidad de Birmingham que aseguran haber descubierto un
grupo de células en semillas de Arabidopsis thaliana que actúan
de manera similar a un muy rudimentario “cerebro”. Su función
sería determinar cuándo debe germinar la planta.

El citado grupo de células actuaría como un centro de toma de


decisiones. Dentro de ese conjunto, los investigadores han
localizado dos tipos de células que compiten entre sí. Unas
promueven la germinación, y las otras la inactividad. Ambos
grupos se guían, aunque de manera distinta, por las condiciones
del entorno.

Esos dos equipos de células andan liados en una especie de pulso


constante con el otro —los científicos aluden al juego de tirar de la
cuerda como metáfora— , intercambiando hormonas de una
manera que recuerda a lo que sucede en las células nerviosas del
cerebro humano mientras decidimos, por ejemplo, si nos movemos
o no, si nos levantamos del sofa para ir a la cocina o seguimos
tumbados renunciando a esa cerveza que tanto nos apetece.

“Nuestro trabajo revela una separación crucial entre componentes


dentro de un centro de toma de decisiones de la planta”, explica
George Bassel, el investigador jefe del estudio. “En el cerebro
humano, esa separación se cree que introduce un retardo
temporal, suavizando señales ruidosas del entorno y aumentando
la precisión con la que tomamos decisiones. La separación de
estos componentes en el ‘cerebro’ de la semilla también parece
ser un elemento central en la manera en que funciona”.

El proceso sería algo parecido a tener a dos personas con


opiniones iniciales diferentes discutiendo sobre un mismo asunto
(las condiciones del entorno). Cada uno analiza esas condiciones y
lanza sus argumentos al otro (en forma de señales hormonales). El
otro rebate con más argumentos resultantes de su propio análisis.
La germinación solo se produce cuando las posturas de uno y otro
se acercan lo suficiente.

El momento de germinar de una planta no es una cuestión baladí.


Puede ser una ventaja brotar antes que las otras semillas con las
que uno tendrá que competir por los nutrientes, pero una
germinación demasiado temprana puede resultar en muerte por
helada. De un modo similar, una germinación demasiado tardía
puede dar lugar a complicaciones debido a condiciones climáticas
adversas.

El duelo hormonal que se produce en el centro de decisión de la


Arabidopsis thaliana trata, a su manera, de optimizar el análisis de
esas variables del entorno, para dictar el mejor momento de
asomar la cabeza.

“La separación de los elementos del circuito permite una paleta


más amplia de respuestas ante estímulos del entorno. Es como la
diferencia entre leer una misma crítica de una película cuatro
veces, o leer cuatro críticas distintas de una película”, explica el
doctor Iain Johnston, biomatemático implicado en el estudio.
Juntos, esos dos grupos serían el Rotten Tomatoes de la
germinación seminal. La planta brota cuando la nota media
alcanza una determinada cifra, por así decirlo.

En el caso del estudio que nos ocupa, el equipo creó un modelo


matemático de esa toma de decisiones. Es decir, trataron de
modelar la manera en que esos dos grupos de células separadas
trabaja para controlar el cómo de sensitiva es la planta a las
condiciones de su entorno.

El modelo predijo que a mayores variaciones en las condiciones


del entorno, mayor sería el número de semillas que germinaría. Las
pruebas en laboratorio demostraron que así era.

Más allá de la sorpresa por el hallazgo de ese centro de toma de


decisiones, el estudio puede tener claras aplicaciones prácticas.
“Nuestro trabajo tiene importantes implicaciones a la hora de
entender cómo crecen las cosechas y las malas hierbas”, explica
Bassel. “Existe el potencial de aplicar este conocimiento a plantas
comerciales para mejorar la germinación sincronizada,
aumentando las cosechas y disminuyendo, de paso, el uso de
herbicidas”.

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