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El feudalismo llega a WhatsApp

Los Rodríguez Saá, eternizados en el poder, se aseguran impunidad en una


administración discrecional de los recursos públicos de San Luis
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11 de junio de 2018
Lo nuevo, lejos de nutrir lo nuevo, puede terminar alimentando lo viejo. Por
ejemplo, la innovación tecnológica puede servir para virtualizar sistemas feudales
dignos de épocas en las que ni se soñaba con Internet y regar de populismo
cibernético las redes sociales y las aplicaciones móviles. Así quedó demostrado con
el lanzamiento, a través de un mensaje de audio vía WhatsApp, de la precandidatura
a gobernador de la provincia de San Luis del actual senador nacionalAdolfo Rodríguez
Saá .
Este lanzamiento anticipado del Adolfo, como se conoce al hermano del actual
mandatario provincial, Alberto, responde a motivaciones institucionales,
necesidades familiares e intereses personales que, combinados, pueden terminar en
un nuevo mandato de uno de los miembros de la familia que, desde 1983, mantiene
el control institucional y el liderazgo político de San Luis, perpetuando la negación
de uno de los principios más saludables de la democracia: la alternancia en el poder.

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Legislar para la vida

No faltan motivaciones institucionales, que no se ligan al fortalecimiento de los


principios democráticos ni a la plena vigencia de los preceptos republicanos, sino
que, por el contrario, la permanencia en el poder de los hermanos Rodríguez Saá se
vincula a la necesidad de tener que eternizar una administración absolutamente
discrecional de los recursos públicos, un aparato policíacamente clientelar sostenido
sobre la base de becas, pensiones y subsidios cuyos beneficiarios son celosamente
vigilados por punteros políticos y un esquema de avasallamiento del Poder Judicial
que en algún momento mereció una intervención federal que nunca se concretó. La
rotación endogámica de Alberto y Adolfo como mandatarios provinciales evita que
un gobierno de otro signo investigue la fortuna acumulada por el binomio, ponga la
lupa sobre las cuentas públicas y eche luz sobre los métodos de coerción sobre la
Justicia.

Un juicio pesa sobre dos altos funcionarios acusados de exigirles a los postulantes a
jueces provinciales la firma de una renuncia en blanco como condición para ser
nombrados. Esa renuncia, en manos del Poder Ejecutivo, se convertía en una
herramienta disciplinadora, pues, ante fallos que desagradaran al gobernador de
turno, solo bastaba completar la fecha para que el juez dejara de serlo. Este juicio,
luego de casi 15 años, espera fecha para que un tribunal oral federal haga justicia.

Hay necesidades familiares, pues según allegados al clan los hermanos y sus
respectivas familias mantienen marcadas diferencias. Adolfo sospecha que Alberto
quiere impulsar para la gobernación a un hombre de su confianza, el actual ministro
de Obras Públicas, Felipe Tomasevich. Tampoco coinciden con respecto a la alianza
con el kirchnerismo, pues Adolfo no está de acuerdo con seguir esa línea en una
provincia donde casi el 65% del electorado votó en 2015 por Mauricio Macri. En la
oposición sostienen que estas diferencias son excusas para poder ocupar más
espacio político y concentrar atención mediática en detrimento de Claudio Poggi -el
candidato de Pro derrotado en las últimas elecciones legislativas tras obtener en las
PASO casi 20 puntos de ventaja y Enrique Ponce, actual intendente de la ciudad
capital con fuerte caudal de votos propios sostenido en una prolija gestión. Por
separado no son un riesgo electoral, pero juntos pondrían en jaque la fortaleza
feudal. Las rencillas familiares no ponen en riesgo el blindaje del régimen, pues en
la práctica los hermanos se siguen cuidando las espaldas: en caso de que Adolfo
asuma la provincia y deba dejar su rol de legislador nacional, quien asumiría es su
propio hermano Alberto, senador suplente. Uno de los principios del régimen feudal
es que todo quede en familia.
Existen intereses personales que tienen que ver con la consolidación del estilo
caudillista de Adolfo, que con 70 años de edad fue cinco veces consecutivas
gobernador de la provincia puntana, entre 1983 y 2001, por lo que busca su sexto
mandato. Posicionar su persona tempranamente como candidato no solo condiciona
la interna del Partido Justicialista, sino que también debilita la candidatura de Poggi
si se adelantaran las elecciones a gobernador a junio de 2019.

Los Rodríguez Saá necesitan ordenar una transición que le permita al régimen
mantener en el poder a sus delfines por muchos años más para garantizar la
impunidad. Las amenazas que enfrentan tienen que ver con la imposibilidad de
instalar a las nuevas generaciones que los sucedan, mientras que desde la vereda
opositora se comienzan a perfilar dirigentes de una nueva generación con
posibilidades de disputarles el poder. Por ello, la candidatura anticipada de Adolfo
tal vez termine siendo el anticipo del fin de uno de los feudos más antiguos. No sería
descabellado esperar que un moderno mensaje enviado por el eterno candidato en
reclamo del apoyo de su electorado termine sucumbiendo ante otro mensaje de la
democracia moderna en apoyo de la alternancia en el poder, la renovación política y
el cambio de un sistema feudal por un auténtico Estado de Derecho.
Aborto: falacias repetidas.

Se atribuye al macabro Joseph Goebbels la expresión "miente, miente que algo quedará". A sabiendas o por ignorancia
se escucha repetir falsedades en materia de aborto que pecan de claro oportunismo ante la proximidad de la votación
en el Congreso, que pone en juego el derecho a la vida.
Se sostiene falazmente, por ejemplo, que el aborto en caso de violación, siempre y desde muy antiguo, había sido
permitido y practicado legalmente en la Argentina. No es cierto. El único caso de aborto legalmente permitido por un
embarazo causado por violación es aquel practicado por un profesional diplomado, cuando la violación recae sobre lo
que el Código Penal llamaba "mujer idiota o demente", definición tan antigua como impropia al día de hoy, y en tal caso
disponía que el consentimiento de la víctima de la violación fuera prestado previamente por su representante legal.
Nuestro máximo tribunal solo puede pronunciarse y dictar fallos sobre casos concretos e individuales, careciendo sus
sentencias del alcance general que se pretende imponer en un reiterado error.
Pretender imponer términos como "interrupción de embarazo" o "aborto seguro" encierra la intención de transmitir una
idea disfrazada y edulcorada respecto de un procedimiento que no es inofensivo y que es falsamente desprovisto de
riesgos y de secuelas. Como si se tratase de un mero trámite, ignorando que, en la práctica, resulta todo lo contrario.
En el debate, ha cobrado fuerza el argumento de que oponerse a la despenalización del aborto está ligado a una
cuestión dogmática o religiosa de cada persona exclusivamente, tanto que se la asimiló incluso al divorcio. No deja de
ser otro intento de negar las múltiples evidencias científicas sobre el comienzo de la vida desde la concepción, y de
reducir una práctica claramente criminal a una cuestión de fe que pierde peso para quienes no la comparten.
La despenalización del aborto no puede asimilarse a una política de salud dado que el embarazo no es una enfermedad y
el aborto no es su cura.
En el camino de estas construcciones falaces, muchas de ellas malintencionadas y propias de posiciones ideologizadas,
se encuentra la insostenible afirmación de que en la Argentina se practican 500.000 abortos ilegales por año, con un
saldo de 100 mujeres muertas en ese lapso. La realidad y las estadísticas se dan de bruces con esta reiterada mentira;
cuando la vida está en juego, incluso, resultan inmorales. Por otra parte, está comprobado que la primera causa de
muerte materna no es el aborto, sino la desnutrición, junto a otras como tuberculosis y mal de Chagas, que se
relacionan con la pobreza y la falta de adecuada atención sanitaria.
Con el fin de alimentar tendencias en boga para sumar adeptos, se argumenta que las muertes de mujeres en abortos
clandestinos constituyen femicidios indirectos, pasando por alto que en toda práctica abortiva, clandestina o legalizada,
hay una víctima indefensa: la persona por nacer. No se puede imponer un criterio sobre otro, pues nada justifica que
para defender una vida haya que cercenar otra.
No menos tendencioso es insistir, contra las evidencias que la ciencia moderna y la tecnología confirman de manera
indubitable, en que el embrión es solo una parte del cuerpo de la mujer, extirpable como una muela, y no un ser
absolutamente diferente, que se gesta dentro del cuerpo al punto de tener incluso un ADN distinto.
Tampoco es posible que con inhumana liviandad se nieguen los traumáticos efectos físicos y sobre todo psicológicos que
las prácticas abortivas tienen en las mujeres que, muchas veces forzadas por circunstancias indeseadas, han recurrido a
ellas por falta de la debida contención y acompañamiento que hasta aquí como sociedad no hemos sabido brindarles de
manera efectiva. ¿Por qué no aprobar una ley de asistencia a la mujer en conflicto con su embarazo?
No menos lamentable y preocupante resulta que los cinco proyectos en consideración propongan la interrupción de la
gestación de bebes discapacitados o malformados, un retroceso de proporciones para una sociedad que se ufana de
defender los derechos humanos y, en especial, los de los diferentes, pisoteando con esto precisamente los de los más
desamparados.
Legitimar el aborto no nos hace progresistas, como muchos sostienen, sino que, por el contrario, nos hace retroceder
peligrosamente como sociedad.
El doctor Jerôme Lejeune, afirmó que "la calidad de una civilización se mide por el respeto que le profesa al más débil de
sus miembros".
En los próximos días, distintos proyectos que proponen una eventual reforma a nuestras leyes civiles, que incluso
contraría el texto constitucional, se tratarán en el Congreso. Es importante en estas instancias que no se pretenda seguir
confundiendo o engañando a la población con informaciones inexactas y tendenciosas. Es tiempo de llamar a las cosas
por su nombre y de aceptar el desafío de cuidar las dos vidas, porque toda muerte es una tragedia.

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