Sociología/Economía

Leslie Sklair
Sociología
del sistema global
El impacto socioeconómico y político
de las corporaciones transnacionales

í ' -'áhii-
5

edisa
1
editorial
Tirulo del original en inglés:
Sociology of the Global System
Published by The Johns Hopkins University Press
© Leslie Sklair, 1995

Traducción: Maria Laura Pardo

Ilustración de cubierta: Alma Larroca
Primera edición, junio del 2003, Barcelona
Derechos reservados para todas las ediciones en castellano
© Editorial Gedisa, SA.
Paseo Bonanova, 9, l ° - la
La sociología de hoy... me recuerda a uno de los visitantes del jardín
zoológico de la fábula de Krilov que le contaba con entusiasmo a su
amigo las maravillas que él había visto: insectos maravillosos, moscas,
mariposas, chinches, mosquitos, y criaturas similares. Pero cuando su
amigo le preguntó qué pensaba de los elefantes, el visitante confesó con
vergüenza que no se había percatado de ningún elefante. Está bien estu-
diar las pequeñas criaturas socioculturales, pero tal investigación no
justifica descuidar el estudio de los elefantes socioculturales (Pitirim
Sorokin, American Journal of Sociology, 1966, pág. 492).

08022 Barcelona, España

Tel. 93 253 09 04
Fax 93 253 09 05
Correo electrónico: gedisa@gedisa.com
http://www.gedisa.com

ISBN: 84-7432-845-4
Depósito legal: B.12371-2003

Preimpresión:
Editor Service S.L.
Diagonal 299, entresol I - 08013 Barcelona
a

Impreso por Limpergraf

Mogoda, 29-31-Barbera del Valles

Impreso en España
Printed in Spain

Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio de

impresión, en forma idéntica, extractada o modificada, en castellano o
en cualquier otro idioma.
 Las experiencias de algunos países socialistas, aquellos que habían esca-
pado de la sujeción del capitalismo global, particularmente la Unión Sovié-
tica y luego China, parecían dar soporte a este argumento. La teoría fue
más exhaustivamente trabajada para los países de Latinoamérica, donde hi-
zo furor entre académicos, políticos, burócratas y militantes durante algún
tiempo bajo la rúbrica general de la teoría de la dependencia. Por un tiem-
po esta teoría parecía explicar las trayectorias de desarrollo y subdesarrollo
en algunos países de Latinoamérica, pero cuando fue aplicada a África y a
Asia resultó mucho menos exitosa. Esto hizo que algunos teóricos sospe-
charan que el Tercer Mundo, como el Primer Mundo, no era homogéneo,
sino que había diferencias sustanciales, como las diferencias obvias de gra-
do entre países. Hay un corto paso desde esta visión a la posición de que
hay muchos Terceros (y Primeros) Mundos y que cada uno de estos Mun-
dos tiene un conjunto específico de relaciones con el capitalismo global, o
incluso que no hay algo tal como el capitalismo global, sino que son mu-
chos capitalismos operando nacional e internacionalmente de diferentes
modos con diferentes Terceros Mundos. Uno de los problemas de la teoría
de la dependencia es precisamente que los que la apoyan a menudo tam-
bién hablan acerca de un país como dependiente de otro de un modo vago
y poco útil.
Para clarificar este tema es necesario comenzar a pensar cómo clasificar
las partes constituyentes del sistema global.
La clasificación del sistema global
Aunque la mayoría de los autores advierten sobre los peligros de explicar
las difíciles sociedades contemporáneas tercermundistas en términos de
experiencias históricas de las sociedades industriales avanzadas, es verdad
que la clasificación de tres Mundos está basada principalmente en estas ex-
periencias históricas. Por ejemplo, la distribución de la fuerza de trabajo
entre agricultura e industria se ha tenido siempre en cuenta como un im-
portante indicador del crecimiento económico, cuando no de desarrollo,
porque la mayoría de las sociedades industriales avanzadas actuales, en
particular el Reino Unido y Estados Unidos, mostraron una marcada ten-
dencia a reducir su fuerza laboral agrícola mientras que incrementaron la
industrial y, recientemente, la fuerza de trabajo dedicada a los servicios.
Esto explica, por supuesto, por qué la industrialización es considerada tan
30
importante por la mayoría de las teorías del desarrollo. El estándar de vida
es otra medida clave que tiene su origen en la misma fuente. Ya sea que se
tome el PBN per cápita, el consumo de calorías, o cualquier otro indica-
dor, proporcionan bases rápidas, aunque no siempre afinadas o significati-
vas con las que clasificar las sociedades.
Es importante estar atento al hecho de que, por más obvias y relevantes
que estas medidas nos parezcan, todas están «cargadas de teoría», en el sen-
tido de que suponen, usualmente sin discusión o justificación, una teoría
particular del crecimiento y/o desarrollo económico. No digo esto para su-
gerir que todas estas teorías están erradas en cada detalle, sino para subra-
yar la importancia de mirar más allá de los criterios aparentemente inocen-
tes en los que se basa mucha bibliografía sobre el sistema global. Cuando
empleamos tales criterios debemos saber que nos estamos comprometien-
do teóricamente. Lejos de sostener que deberíamos evitar tales criterios
(por no decir la investigación empírica en sí misma), este argumento pro-
pone una continua evaluación crítica de ellas, y quizás una advertencia pa-
ra obtener mejores criterios.7
Aunque el sistema global es clasificado la mayoría de las veces en térmi-
nos de Primero, Segundo y Tercer Mundo, y estos son rótulos muy conve-
nientes y para muchos propósitos útiles, es cierto que tal clasificación con-
lleva mucho más de lo que revela. La fórmula de los «tres mundos» se
introdujo en la década de 1950 para distinguir entre los países ricos indus-
trializados (Primer Mundo), los países comunistas de la Unión Soviética y
del Este de Europa (Segundo Mundo) y el resto, los más pobres y relativa-
mente poco industrializados (Tercer Mundo). Como se ha destacado antes,
el intento de juntar los países que parecían estar en muy diferentes estadios
de desarrollo como en el Tercer Mundo fue problemático, y cuando el co-
munismo fue abandonado en el Este de Europa y en la ex Unión Soviética,
la razón para considerar un Segundo Mundo parecía haberse desvanecido.
Sin embargo, la fórmula de los «tres mundos» aún tiene sus usos. En este
libro los países poscomunistas del Este de Europa y de la ex Unión Sovié-
tica serán llamados «el nuevo Segundo Mundo», y cuando las generaliza-
ciones acerca del Tercer Mundo como un todo puedan ser útiles, dicho ró-
tulo se mantendrá. Claramente, esto es una decisión tanto teórica como
práctica. Teórica en el sentido de que, en términos de la teoría del sistema
capitalista global, la fórmula de los tres mundos implica que aún pueden
hacerse importantes generalizaciones sobre cómo las entidades agregadas
al Primer, Segundo y Tercer Mundo se relacionan con el sistema como un
31
todo. Y en la práctica, en que los muchos propósitos de estas categorías
son útiles más allá de las diferencias regionales, nacionales y locales que en-
mascaran. Sin embargo, si empezamos a describir el sistema global de una
manera teórica más fructífera, tendremos que mirar más allá de estas eti-
quetas. La caracterización puede establecerse sobre la base de los siguien-
tes parámetros:
1) El ingreso.
2) El mercado.
3) Los recursos.
4) La calidad de vida.
5) El bloque (económico y político).
Clasificaciones basadas en el ingreso
Esta es la clasificación más simple y extendida, y en muchos sentidos la
más engañosa. Los economistas e historiadores de la economía se han inte-
resado en medir la pobreza y la riqueza sobre la base del ingreso per cápita
por algún tiempo. Esos datos han estado disponibles sobre algunos países
industriales avanzados durante muchos años. La falta de servicios estadís-
ticos en la mayoría de los países del Tercer Mundo muestra que las cifras
sobre población, con excepción del PBN per cápita, han sido muy escasas y
poco fiables. Esta situación mejoró algo durante la década de 1970, y las
agencias internacionales han ido ordenando sistemáticamente los archivos
de datos. Desde 1978, el Banco Mundial ha publicado un Informe Anual
del Mundo Desarrollado con un número creciente de tablas «indicado-
ras del mundo desarrollado» (18 tablas en 1978, 27 en 1983, 33 en 1994),
basadas por lo general en las fuentes de datos del Banco Mundial y las Na-
ciones Unidas. Esta es ciertamente la compilación de datos más útil, de más
fácil acceso y más actualizada, y es una de las que utilizaré en este libro.
(Otro conjunto de datos de la Universidad de Pensilvania -véase Summers
y Heston, 1991- trata de mejorar los esfuerzos del Banco Mundial.)
El Banco Mundial ordena los países del mundo según su PBI per cápita,
aunque países con poblaciones de menos de un millón de personas (de los
cuales 35 fueron identificados en el Informe de 1988) se excluyen de las ta-
blas principales. Todos los datos financieros del Banco Mundial se con-
vierten en dólares estadounidenses, y esto es, por lo tanto, un problema se-
32
rio respecto de dichos datos como el mismo banco reconoce (véase, por
ejemplo, Informe del Mundo Desarrollado, 1988, págs. 290-291). El infor-
me de 1978 incluye 125 países con un PBI per cápita en los cuadros que van
desde 70 dólares (Bután) a 15.480 dólares (Kuwait). Los países están divi-
didos en seis categorías: bajos ingresos con un PBI per cápita de hasta 250
dólares (34 países); ingresos medios por encima de los 250 dólares per cápi-
ta (58 países); países industrializados (19); exportadores de petróleo con
superávit de capital (3); y economías planificadas, países comunistas (11).
Hay muchas anomalías en esta clasificación. En primer lugar, mientras que
los países listados de 1 a 92 están en un estricto orden según el PBI per cá-
pita, 93, 94 y 95 (Sudáfrica, Irlanda e Italia), tienen unos ingresos per cápita
más bajos que el 92 (Israel). No menos que 14 países de ingresos medios
tienen ingresos per cápita más altos que la «industrializada» Sudáfrica, y
cinco de estos son «más ricos» que Irlanda. Además, los índices per cápita
de los exportadores de petróleo y de las economías planificadas distribui-
rían a los países en estas categorías bastante ampliamente hasta el final de la
lista.
En 1983, las categorías habían cambiado algo, aunque las anomalías se
mantenían. Los 34 países más pobres seguían identificados como econo-
mías de bajos ingresos, los 60 países siguientes fueron divididos en 39 eco-
nomías de ingresos medios bajos y 21 economías de ingresos medios altos.
Cuatro exportadores de petróleo de altos ingresos, 19 economías indus-
triales de mercado y 8 economías no comerciales de Europa Oriental com-
pletaron la lista de 125 países. Las principales diferencias entre las listas de
1978 y las de 1983 fueron de definición (la separación del grupo de ingre-
sos medios) y políticas (Sudáfrica salió del grupo industrial y quedó rele-
gada al grupo de ingresos medios altos y fue reemplazada incidentalmente
por España; Taiwán salió de la lista y la República Popular China integró el
grupo de bajos ingresos con el número 21). Los dos países más populosos
en el mundo, China e India, clasificados dentro del grupo de economías de
bajos ingresos, fueron también separadas del resto de este grupo por razo-
nes de promedios, como lo fueron los exportadores e importadores de pe-
tróleo en el grupo de economías de ingresos medios.
Para 1988 el número total de países había aumentado a 129, divididos
en 39 de bajos ingresos, 34 de medios bajos, 24 de medios altos, 4 de expor-
tadores de petróleo de altos ingresos, 19 industriales de mercado y 9 de
economías de planificación centralizada, reclasificadas como «no miem-
bros, no informados» (oportunamente, dado que había poca información
33
sobre ellos fuera de los indicadores en las tablas demográficas y sociales).
Otra vez, una cierta cantidad de categorías habían cambiado. Por ejemplo,
Hungría, Polonia y Rumania fueron incluidas en grupos de economías de
ingresos medios altos, donde sus aparentes marcas de ingreso per cápita las
localizarían en cualquier caso, mientras que Angola, Cuba y Corea del
Norte fueron trasplantadas de ingresos medios bajos a no miembros, no
informados. Además, todos los grupos de ingresos bajos y medios fueron
también categorizados como «economías en desarrollo» subdivididas en
exportadores de petróleo, exportadores de manufacturas, países muy en-
deudados y África subsahariana (nuevas subcategorías de gran significado
ideológico), con miras al promedio.
En 1994, cuando el polvo había comenzado a asentarse después del co-
lapso del comunismo en Europa Oriental y la Unión Soviética, 132 países
en todo el mundo aparecían en las tablas principales, con otros 75 clasifica-
dos separadamente como «otras economías» por falta de datos. En el Infor-
me (World Bank, 1994) de 1994 hubo 42 «economías de bajos ingresos». La
más pobre era Mozambique, con un ingreso anual per cápita estimado en
60 dólares frente a un promedio de 390 dólares total. Los 67 países de ingre-
sos medios (46 medios bajos y 21 medios altos) promediaban 2.490 dólares
per cápita, mientras que los 23 países de ingresos más altos promediaban
22.160 dólares (el país más rico del mundo según este criterio es Suiza, con
un ingreso per cápita promedio de 36.080). Parece que el Banco Mundial ya
no permite que juicios «ideológicos» influyan en sus categorizaciones.
Quiero llamar a atención no sólo sobre las anomalías en estas tablas si-
no también sobre los supuestos en los que se basan. Estos son:
1. El PBI per cápita puede ser determinado para todos los países involu-
crados de tal manera que se pueden establecer comparaciones significa-
tivas.
2. El ingreso per cápita es el mejor criterio simple para establecer compa-
raciones.
3. En algunos casos otros criterios se pondrán por encima de la base de in-
greso per cápita de esta clasificación.
Los economistas del Banco Mundial, y otros, han trabajado mucho e inten-
samente para obtener datos internacionales y las «Notas Técnicas» que si-
guen a las tablas en los informes están llenas de reconocimientos de las difi-
cultades involucradas. Estas dificultades, sin embargo, no son simplemente
34
técnicas, en el sentido de traducir un PBI o un PBD a términos que puedan
soportar la comparación con estos otros países. Son también un problema
de economía política, en el sentido de que algunas medidas representan me-
jor algunos sistemas socioeconómicos mientras que discriminan, quizás
por medio de la devaluación de sus productos, otros sistemas socioeconó-
micos o clases dentro de un sistema (Rich, 1994). Un ejemplo esclarecedor
es cómo se ignoran los productos de los granjeros (particularmente muje-
res) que se consumen domésticamente en el Tercer Mundo. Tal actividad
económica tiende a ser omitida en los datos del Banco Mundial.
El trabajo de las mujeres en los países del Tercer Mundo se vuelve gene-
ralmente invisible por los procedimientos nacionales comunes de recuento
porque usualmente tiene lugar fuera de la esfera convencional del trabajo
asalariado, en su mayoría en granjas familiares y en el hogar. Esta invisibili-
dad tiene como resultado una seria subestimación del enorme significado
económico del trabajo femenino, especialmente en la producción, recolec-
ción, preparación y procesamiento del alimento. De este modo, las organi-
zaciones dominadas por hombres como los servicios estadísticos naciona-
les y el Banco Mundial subvaloran la actividad económica real de los países
del Tercer Mundo (véanse Boserup, 1970; Elson, 1991). 8
No es accidental que el estándar global utilizado por el Banco Mundial
y la mayoría de las organizaciones sea el dólar estadounidense. Es simple-
mente un indicador de que la economía de Estados Unidos es la más pode-
rosa del mundo (a pesar del hecho de que está en una relativa declinación)
y de que la actividad económica global tiende a ser medida en comparación
con las clases de actividades económicas en las que Estados Unidos está
principalmente involucrado. Detrás de estas medidas, por lo tanto, se ocul-
tan un montón de teorías de crecimiento y/o desarrollo económico princi-
palmente aplicables a la economía de Estados Unidos y a otras economías
industriales similares.
Las clasificaciones de economías como «en vías de desarrollo» y como
no de mercado que se basan en el ingreso son, por lo tanto, inherente-
mente problemáticas. Donde se usan como base de comparaciones entre
países, que es, por cierto, el uso más común que se hace de estas clasifica-
ciones, predisponen los resultados de tales comparaciones a ciertas con-
clusiones usualmente sesgadas por supuestos teóricamente orientados. Sin
embargo, en tanto tratamos de estar atentos a estos condicionamientos, y
somos capaces de corregir la mayoría de las tendencias toscas en el nivel
empírico y en el conceptual, claramente aparece un uso que puede adjudi-
3}
carse a estas clasificaciones. Por ejemplo, los países del mundo pueden ser
divididos en grupos de acuerdo con la población tanto como por el ingreso
per cápita. La lógica que está por detrás de esto es obvia. Una base impor-
tante de comparación entre los países es su tamaño, y es muy significativo
para una apreciación de los niveles relativos de crecimiento económico y
del desarrollo alcanzado por un país saber más o menos rudimentariamen-
te entre cuánta gente debe dividirse el producto social, ya sea grande o
pequeño. El tamaño absoluto de un país es una cuestión relativamente de-
satendida en el estudio del sistema global.9
Si correlacionamos las categorías de población (1-20 millones, 20-50
millones, 50-100 millones y más de 100 millones) con las categorías de PBI
per cápita según el Banco Mundial encontramos que dos tercios de los paí-
ses son muy pobres (PBI per cápita menor de 1.750 dólares), mientras que
casi la mitad de los países relativamente ricos (PBI per cápita de más de
8.000 dólares) tienen poblaciones relativamente grandes. La única conclu-
sión real que podemos esbozar a partir de tal ejercicio es que no parece tan
simple la relación entre la población de un país y su riqueza per cápita. Es-
to podría imponer una pequeña pausa a quienes dogmáticamente creen
que la pobreza es una consecuencia directa de la «superpoblación». Las
medidas promedio del PBI per cápita también oscurecen el hecho de que a
menudo las diferencias dentro de los países son tan importantes como las
diferencias entre ellos, un principio clave de la teoría del sistema global.
Aunque el Banco Mundial trata de construir algunas medidas de ingreso y
de distribución de la riqueza dentro de los países, los datos son difíciles de
obtener y no siempre son fiables. Analizaremos mejor este asunto en el
apartado sobre calidad de vida.
Clasificaciones basadas en el mercado
Aunque muy importantes, el ingreso y la cantidad de población no son las
únicas características importantes de los países. La estructura de la econo-
mía y de la sociedad puede ser quebrada de diversas formas para una varie-
dad de propósitos. Aquellos que han investigado los factores que parecen
acompañar el crecimiento económico y el desarrollo en la segunda mitad
del siglo XX a menudo han observado las experiencias históricas de las so-
ciedades industriales avanzadas contemporáneas como evidencias y gene-
ralmente se han encontrado con que los patrones del comercio extranjero
36
son muy importantes. La cantidad, el valor, el tipo de bienes y servicios
tradicionalmente exportados e importados por la mayoría de las naciones
ricas contemporáneas cayeron, por lo tanto, en patrones razonablemente'
claros. En síntesis, ellos exportaron bienes manufacturados y capital e im-
portaron materias primas; los llamados términos del mercado, frecuente-
mente descriptos como «intercambio desigual» (véase Edwards, 1985, ca-
pítulo 4), aseguraron que, en su mayor parte, los precios de las materias
primas cayeran en relación con los precios de los bienes manufacturados. 10
Otro rasgo central de este sistema de comercio era que mientras esos países
que exportaban manufacturas generalmente diversificaron sus líneas de
negocios, los exportadores de materias primas fueron a menudo compro-
metidos en la producción de uno o dos productos básicos mayores. Las
economías monocultivo son particularmente vulnerables a las inestabilida-
des en el mercado mundial dirigidas, no por la mano oculta del mercado,
sino, con diferentes grados de éxito, por las acciones de un conjunto global
de capitalistas que maximizan sus ganancias, generalmente asentados en
los países hegemónicos y que con frecuencia actúan al unísono.
Desde la década de 1940, el mercado mundial ha estado regulado infor-
malmente por gobiernos que en su mayoría están integrados por países
económicamente importantes y formalmente por el Acuerdo General so-
bre Aranceles y Comercio (GATT), en una encarnizada serie de rondas de
negociaciones en las que los países pobres del Tercer Mundo generalmente
se consideraron mal tratados por los países ricos del Primer Mundo (véase
Brown, 1993, capítulo 7). En abril de 1994, ciento veinticinco gobiernos
firmaron un tratado de comercio global en Marruecos para fundar la Or-
ganización de Comercio Mundial, la OMC (WTO en inglés), para reem-
plazar al GATT en 1995. La OCM tiene el propósito de liberalizar el co-
mercio de los servicios y de proteger los derechos de propiedad intelectual.
Se espera con esto tener poderes para establecer disputas-acuerdos más
fuertes que en el GATT, como, por ejemplo, que no haya una sola nación
que tuviera poder de veto en la OCM. Los efectos sobre los países más po-
bres y sobre grupos vulnerables en los países más ricos quedan por ver, pe-
ro parece improbable que el dominio de la mayor parte de las CTN en el
mercado mundial vaya a debilitarse (véase Dunkley, 2000).
Aun los autores que advirtieron contra el uso de las experiencias histó-
ricas de los países ricos contemporáneos como una guía para el Tercer
Mundo no pudieron resistirse a delinear algunas conclusiones desde las es-
feras del comercio exterior. Parecía muy obvio, ante todo, que un país no
37
se vuelve rico importando bienes manufacturados si puede manufacturar-
los él mismo. Este truismo fue elevado al rango de teoría y de estrategia pa-
ra el desarrollo, particularmente en Latinoamérica, y comenzó a ser cono-
cido como «industrialización como sustitución de importaciones» (ISI).
Pero aunque no importaran algunos productos terminados, muchos ma-
nufactureros del Tercer Mundo encontraron que estaban importando en
cambio los componentes, materiales y tecnología para esos productos.
Cuando la ISI comenzó a fracasar, o al menos a traer aparejados tantos
problemas como los que resolvía, comenzaron a emerger una teoría y una
estrategia nuevas, basadas esta vez no en las importaciones sino en las ex-
portaciones. La idea que estaba por detrás de esto era la imagen en espejó
de la ISI. Lo que había enriquecido a los ricos no era su aislamiento de las
importaciones (los países ricos de hecho importan masivamente toda clase
de bienes), sino su éxito en la exportación de productos manufacturados,
donde pueden exigirse precios más altos que para las materias primas del
Tercer Mundo. Este pensamiento se apoya en la teoría y la estrategia de la
«industrialización orientada hacia la exportación» (ELI).
Diferentes tipos de ISI y ELI se usaron como estrategias de desarrollo
complementarias y contradictorias (Gereffi y Wyman, 1990). Es suficiente
decir, en este punto, que a pesar de las críticas que se han hecho a los supues-
tos sobre los que se basan tanto las teorías de la ISI como las de la ELI, la es-
tructura de exportación-importación es ahora una característica clave del
crecimiento económico y, por implicación, de las perspectivas de desarrollo
de países del Tercer Mundo. Que esto sea así no es simplemente un proble-
ma de elección de teoría cognitiva, sino también de los intereses económicos,
poü'ticos e ideológico-culturales de los teóricos y de los actores prácticos en
los países ricos y pobres. Esto no se halla completamente desconectado de
otro rasgo de las economías de muchos países del Tercer Mundo que ha ad-
quirido mucha importancia en los años recientes: la llamada deuda externa y
los efectos que el pago de la deuda acarrea, particularmente en tiempos de
tasas de intereses impredecibles, sobre la planificación económica y social.
Clasificaciones basadas en los recursos
Ningún país en el mundo es enteramente autosuficiente en todos los mate-
riales que usa. Aun los países dotados con los recursos más amplios y más
abundantes, tales como Estados Unidos y Rusia, deben importar algunas
38
materias primas, por ejemplo metales raros. Estados Unidos es particular-
mente vulnerable a este respecto, tanto por su carencia de algunos recursos
valiosos como porque sus vastas máquinas productivas utilizan mucho de
todo. En un libro significativamente titulado American Multinationals and
American Interests, Bergson y sus colaboradores calcularon los porcenta-
jes de minerales claves y minerales obtenidos por importaciones en 1976
(Bergson etal, 1978, tabla 5.1).
Esta lista incluye columbio, mica, estroncio (100%), manganeso, cobal-
to, tantalio, cromo (90% más), asbesto, aluminio, flúor, bismuto, platino
(80% más); y estaño, mercurio, níquel (70% más). No sorprende que Esta-
dos Unidos mantenga una armada tan grande patrullando las rutas de co-
mercio del mundo. Estados Unidos aún depende de recursos hasta un pun-
to apreciable."
La lista deja afuera lo que muchos consideran que es la importación
más significativa de Estados Unidos, el petróleo. Esta es al menos la visión
de Gail (1978), quien señala que una encuesta de Gallup de mayo de 1978
mostró que el 40% de los estadounidenses desconocen por completo que
Estados Unidos impona petróleo, y que casi ninguno de ellos sabía que se
importaba alrededor de la mitad de su petróleo crudo y de productos refi-
nados al mismo tiempo. El conocimiento de este asunto aumentó con la
crisis de 1979-1981 causada por la toma de rehenes en Irán y los eventos
subsiguientes, pero sigue siendo un hecho que la «economía estadouni-
dense es absolutamente dependiente del petróleo que importa y ha aumen-
tado su dependencia de las importaciones de petróleo árabe desde 1973»
(pág. 18). Esto explica que Estados Unidos pague un buen precio por el
petróleo mexicano.
No sólo Estados Unidos se ha vuelto dependiente de la importación de
petróleo. La suerte puso reservas masivas de petróleo dentro de los límites
nacionales de algunos reinos desolados y desérticos, y la voluntad política,
a través del poder organizado de la OPEP, convirtió a sus gobernantes en
los hombres más ricos del mundo. Pero, por muy importante que sea la
posesión de petróleo para un país, algunos exportadores de petróleo, como
Nigeria, México y Egipto demuestran que el petróleo no es por sí mismo
garantía de prosperidad general. El efecto de la dependencia de la importa-
ción del petróleo es de gran importancia para el desarrollo. Esta cuestión se
tornó tan evidente después de la crisis de la década de 1970, cuando co-
menzó la espiral ascendente de los precios del petróleo, que las agencias in-
ternacionales inventaron una nueva categoría de país: las naciones más se-
39
 I
ñámente afectadas, es decir aquellos países, principalmente en África, que
no pudieron seguir comprando petróleo. La imposibilidad de comprar pe-
tróleo es interpretada, en general, como imposibilidad de sostener aun el
más bajo nivel de industrialización ya alcanzado. La perspectiva de tales
países es extremadamente desoladora.
El petróleo y el carbón cubren cerca del 70% del consumo global de
energía, casi el 90% en el Tercer Mundo importador de petróleo, aunque
las fuentes tradicionales como la leña, normalmente, no figuren en tales
cálculos. Si bien se llevó a cabo algún trabajo sobre fuentes de energía alter-
nativas, de costo más bajo y menos destructivas del medio ambiente, es le-
gítimo preguntarse por qué los prestamistas globales han inundado el Ter-
cer Mundo con préstamos más que con fondos para desarrollar estas otras
fuentes de energía y por qué se ha puesto tan poca atención a tales alterna-
tivas en el resto del mundo. Es también significativo notar que, sobre el
promedio, cada persona en Estados Unidos consume tanta energía como 2
suecos, 3 griegos, 33 indios o 295 lánzanos (World Resources Institut,
1992, pág. 114). Por supuesto, la persona promedio no es una persona real
y hay ciertamente algunos tanzanos, pero no muchos, que consumen más
energía que algunos suecos o estadounidenses.
Aunque es claramente un recurso natural importante en el estado mun-
dial en el presente y para el futuro previsible por la ausencia de un desarro-
llo serio de fuentes de energía alternativas, el petróleo no es el único recur-
so natural importante. Otro es el alimento, infinitamente más importante
para el hambriento que el petróleo. Algunos países optaron por importar
alimentos que podían cultivar fácilmente por sí mismos porque encontra-
ron comercialmente ventajoso producir materias primas industriales para
exportar e importar el alimento que necesitan, que tiende a ser menos cos-
toso en relación con sus exportaciones. Pocos países optan por depender
de la importación de cereales básicos (trigo, arroz, etc.) si pueden evitarlo.
Casi todos los países en el mundo que son fuertemente dependientes de las
importaciones de cereales sobre una base per cápita son países pobres, o
países ricos con relativamente pocas tierras cultivables (como el Japón).
Sería, por lo tanto, instructivo clasificar las naciones del mundo en tér-
minos de sus recursos petroleros y cerealeros, midiendo el grado en que
son autosuficientes o seriamente dependientes de otros para su provisión.
Debemos cuidarnos de hablar de necesidades de petróleo y cereales, que
puede ser muy diferente del consumo. Esta afirmación no está hecha por
pedantería, sino porque alude directamente a las críticas de las corrientes
40
actuales del sistema global que constituyen el centro de este libro. Para an-
ticipar un poco el argumento, mi opinión es que los patrones de consumo
de la mayoría de la gente (no sólo en el Tercer Mundo) están mal vincula-
dos a sus necesidades porque ambos, usos y necesidades, son dictados ge-
neralmente por las prácticas transnacionales. Cuando comenzamos a apre-
ciar más claramente y con mayor precisión cómo y por qué tantos países
del Tercer Mundo están encerrados en un sistema global que parece ser tan
patentemente contrario a los intereses de la mayoría de sus pueblos, en-
contramos una de las claves del rompecabezas del desarrollo, y una clave
valiosa de cómo el sistema global funciona actualmente. Una clasificación
de los países del mundo basada en los recursos representa un paso hacia esa
meta (véase Colé, 1988).
Calidad de vida
La estructura de la economía es sin duda una de las bases sobre las que se
construye la clasificación de los países del mundo en términos de si hay o
falta crecimiento económico. El desarrollo en el sistema global implica al-
go más. Por muchos años las agencias nacionales e internacionales estuvie-
ron recogiendo datos sobre algunos indicadores socialmente importantes,
y ahora es posible, con todos los reparos que ya hice acerca de la naturale-
za de los datos, hacer algún ranking, aunque sea rudimentario y preliminar,
de las naciones del mundo a partir de los criterios sociales y de bienestar
más ampliamente aceptados. El objetivo de este ejercicio es comenzar a
obtener un cuadro de cómo el crecimiento y el desarrollo económico, tal
como generalmente se los ha definido, están relacionados hasta tal punto
que las medidas disponibles nos permiten delinear algunas conclusiones
acerca de las posiciones relativas de los diferentes grupos de países en una
escala mundial. Los indicadores de bienestar social sobre cuya relevancia
hay mayor acuerdo son los grados de alfabetización, la distribución de la
salud y los servicios educacionales, la tasa de mortalidad infantil y la espe-
ranza de vida de la población. Sería muy deseable agregarle a esta lista el es-
tatus de la mujer y la distribución de los ingresos, vivienda y consumo du-
rables, pero no hay todavía mucha información al alcance sobre esto para
los países pobres del mundo.
Investigadores de varias disciplinas han estado trabajando en estos pro-
blemas desde mediados de la década de 1940. Los primeros esfuerzos sus-
41
taneiales provinieron de las organizaciones internacionales, particular-
mente de las agencias de las Naciones Unidas y la OCDE (véase por ejem-
plo, UNESCO, 1976). Morris (1979) publicó un «Index de la calidad física
de vida», pero, como está exclusivamente basado sobre criterios de salud y
educación, tiene una utilidad limitada. En un intento de extender el marco
metodológico de calidad de vida, Estes (1988) construyó un «Index de
Progreso Social» basado sobre'44 indicadores sociales de bienestar rele-
vantes, que incluyen ítems normalmente ignorados por las medidas que se
basan en lo económico (como el estatus de la mujer y de los niños, la polí-
tica, los efectos de catástrofes, la diversidad cultural y los gastos de defen-
sa). Las distribuciones cambiantes entre 1970 y 1980 sobre este índex se
calcularon para más de 100 países, con algunos resultados sorprendentes.
Por ejemplo, algunos de los países de Europa Oriental (antes del colapso
del comunismo) y Costa Rica se posicionaron más alto que el Reino Uni-
do y los Estados Unidos (Estes, 1988).
González (1988, tabla 4.2) hace una comparación útil de cuatro índices
diferentes de una gran muestra de países. Encuentra, no sorprendentemen-
te, que los dos basados sobre todo en indicadores económicos tienden a
ubicar a Estados Unidos en muy altos puestos (primero y segundo), mien-
tras los otros dos, basados en clasificaciones más amplias, lo sitúan más bajo
(lugares sexto y vigesimocuarto). Esta es sin duda una cuestión controver-
tida y ha sido muy discutida en el contexto de un enfoque del desarrollo
sustentado en las «necesidades básicas». Los teóricos de las necesidades bá-
sicas argumentan que es más fructífero poner el acento en los resultados
que en los ingresos para medir la adecuación de las políticas de desarrollo.
Por ejemplo, la esperanza de vida es una medida mejor de los servicios de
salud que el número de médicos por persona, y el abastecimiento calórico
per cápita es una medida mejor de nutrición que el total de la producción
de alimentos. Así, la teoría de las necesidades básicas desplazó la atención de
«cuánto se está produciendo a qué está siendo producido, en qué modos y
para quiénes y con qué impacto» (Hicks y Streeton, 1979, pág. 577). 12
Ese enfoque ha sido muy eficazmente desarrollado por el Programa de
Desarrollo de las Naciones Unidas en su Informe para el Desarrollo Hu-
mano (publicado anualmente desde 1990). El equipo del PDNU ha ido
construyendo un índice del Desarrollo Humano (IDH) sobre la base de
tres indicadores principales: longevidad (medida por la esperanza de vida
al nacer), conocimiento (alfabetización adulta u años de escolarización
promedio) e ingreso (ingreso real per cápita). Este índice es así más amplio
42
que la simple medida del PBI per cápita del Banco Mundial y más restrin-
gido que los índices de calidad de vida discutidos antes. Aunque tiene sus
problemas, considerados cuidadosamente por sus creadores (United Na-
tions Development Programme (UNDP), 1993, págs. 100-114), en térmi-
nos de datos disponibles constituye sin duda un avance significativo en re-
lación con los intentos previos de empezar a medir el desarrollo humano.
Otros refinamientos del I D H son sus intentos de ser sensibles al género
y a las diferencias dentro de los países tanto como a las diferencias entre paí-
ses. El Informe declara sin ambigüedades: «Cuando el I D H es desagregado
calculando el I D H específico para grupos o regiones en un país, puede em-
pezar a haber divergencias respecto de los promedios nacionales» (UNDP,
1993, págs. 17-18). Por ejemplo, en promedio, los estadounidenses blancos
están apenas por encima de todos los japoneses, los estadounidenses negros
se posicionan mucho más abajo, a la par con Trinidad y Tobago, y los esta-
dounidenses hispanos se sitúan aun más abajo, aproximadamente en el mis-
mo lugar que los estonios. Teniendo en cuenta el género, las mujeres blan-
cas estadounidenses se posicionan en el lugar más alto del índice, seguidas
muy de cerca por los hombres blancos, con las mujeres negras un poco más
atrás y los hombres negros detrás de ellas. Disparidades significativas se en-
cuentran también entre estados separados en India y México (ibid, págs. 17-
19, passim). Esto es de esperar, por supuesto, pero los promedios nacionales
tienden a oscurecer este modo de observar el mundo. En tal sentido puede
verdaderamente decirse que el índice del Desarrollo Humano del PDHNU
es la primera tabla de posiciones del desarrollo a gran escala transnacional
tanto como internacional y es por lo tanto de un valor particular para la teo-
ría del sistema global.13
Como lo sugería al comienzo de la discusión sobre las clasificaciones
del sistema global, todas las medidas están sesgadas por la teoría. Este es
particularmente el caso de la calidad de vida: los modos en los que se mide,
y específicamente el papel y la definición de las necesidades básicas, defi-
nen virtualmente nuestras concepciones de desarrollo dentro del sistema
global.
Clasificaciones basadas en bloques
El tipo final de clasificaciones es el de los bloques socioeconómicos. La
clasificación principal basada en bloques de la era posterior a 1945 reflejó
43
la lucha económica, política e ideológico-cultural entre el capitalismo y el
comunismo por controlar el sistema global. Esta fue tan importante que
el período 1945-1990 es comúnmente conocido como la época de la guerra
fría entre capitalismo y comunismo.
Es interesante notar que en el informe de 1978 del Banco Mundial se les
dio a algunos países comunistas una categoría especial, «economías de pla-
nificación centralizada». En el informe de 1983 esto cambió a «economías
sin mercado de Europa Oriental» y hacia 1988 los países comunistas o se
esparcieron en los grupos de «economías en desarrollo» o bajo la anodina
etiqueta de «no miembros no informados». Estos cambios se debieron par-
cialmente al intento de manejar la populosa, aunque pobre República Po-
pular China, incorporada a las «economías de bajos ingresos», y la caída de
la referencia geográfica fue un gesto de reconocimiento dirigido a los paí-
ses africanos y asiáticos y a otros que se decían socialistas.
En la década de 1990 todos los países de Europa Oriental habían
abandonado el comunismo y estaban tratando, de diversas maneras, de
insertarse en el capitalismo global. La amplitud y el volumen de las prácti-
cas transnacionales de estos países con los países e instituciones del sistema
capitalista se incrementaron drásticamente en la última década. El capítulo
8 analiza en más detalle algunas de las causas y consecuencias de esta trans-
formación extraordinaria y las perspectivas para el Segundo Nuevo Mun-
do en el sistema capitalista global.
El comunismo encontró sus primeros medios de expresión en varias de
las organizaciones internacionales (las Internacionales) que fueron fun-
dadas por Marx y Engels y sus seguidores a partir de 1860. Sin embargo,
no es sino hasta que el Partido Bolchevique, el primer partido comunista
que toma el poder del Estado, anuncia el nacimiento de la Unión Soviética
que podemos hablar de manera realista de un bloque comunista. En 1949,
la Unión Soviética organizó el Consejo de Ayuda Económica Mutua (CO-
MECON), en paralelo a la Organización para la Cooperación Económica
Europea, que había sido creado en 1948 como un marco en el cual Estados
Unidos podía distribuir ayuda para reconstruir economías de Europa Oc-
cidental destrozadas por la guerra. Este cuerpo fue rebautizado Organiza-
ción para la Cooperación y el Desarrollo Económico en 1961, y su miem-
bros y funciones se extendieron para promover el liderazgo global de las
democracias capitalistas occidentales. Tiene la reputación de un club de
«países ricos», aunque algunos países pobres, como México, se han incor-
porado ahora.
44
La presencia pública más visible de los bloques comunista y capitalista,
sin embargo, se concretó a través de sus alianzas militares. El Pacto de Var-
sovia de los países comunistas de Europa Oriental era una alianza militar
dominada por la Unión Soviética, establecida en 1955 en respuesta a la en-
trada de la entonces Alemania Occidental en la Organización del Tratado
del Atlántico Norte (OTAN), de dominación estadounidense. La OTAN
había sido creada después de la Segunda Guerra Mundial para unir a Esta-
dos Unidos y a Europa Occidental en una alianza militar contra la amena-
za de dominación mundial de la Unión Soviética que percibían. La oposi-
ción de estos dos bloques tuvo un efecto profundo sobre la geopolítica del
sistema global en la segunda mitad del siglo XX. Mientras el Pacto de Var-
sovia desapareció con el fin de la Unión Soviética, la hegemonía militar de
la OTAN, basada ampliamente sobre su fenomenal capacidad destructiva
nuclear, permanece insuperable. Otros bloques han surgido para desafiarlo
respecto de una variedad de asuntos estratégicos.
Uno de estos bloques alternativos identificado por el Banco Mundial y
el resto del mundo es el de los exportadores de petróleo, organizados a
través de la OPEP. Merecen estar listados en este contexto, ya que a menu-
do operan al unísono aunque no siempre lo hagan así. Esta idea de acción
económica y política colectiva es exactamente lo que se quiere decir cuan-
do hablamos de bloques. Hay también muchas uniones económicas que
operan más o menos a la manera de un bloque. La principal entre estas en
la presente coyuntura histórica es la Unión Europea (UE), cuyos progre-
sos hacia la integración económica y política han sido lentos, un hecho que
no desalienta a sus competidores en el mercado mundial. Otras uniones
económicas, algunas de corta vida, en África, Asia y las Américas han teni-
do una influencia módica localmente, pero ninguna puede decirse que ha-
ya tenido una influencia mayor en términos globales, por ahora. Esto se
explica generalmente por medio de la constatación de que la mayoría de
estas uniones, si no todas, comienzan desde una posición de debilidad eco-
nómica y política.H
Dos excepciones, una real y la otra potencial, son el Tratado de Libre
Comercio Norteamericano (NAFTA) y el que empieza a conocerse como la
«China Mayor». El NAFTA es un pacto comercial pero con acuerdos
laterales sobre medio ambiente y empleo, que unen a Estados Unidos, Ca-
nadá y México (véanse Grinspun y Cameron, 1993; Robinson, 1993).
Otros países de Centroamérica y sudamericanos podrían incorporarse en
un futuro cercano. El segundo bloque sustancial es el más conocido como
4}
 «China Mayor» aunque Harding (1993) encontró 41 variaciones diferen-
tes sobre la idea general en las esferas económica, cultural y política. La
China Mayor incluye a la República Popular China, Hong Kong y Tai-
wán, que tendrán en conjunto un potencial económico formidable, una
vez que desaparezcan las restricciones políticas. Un volumen especial de
China Quarterly (número 136, diciembre de 1993) dedicado a la «China
Mayor» documenta, con detalles impresionantes, que se está produciendo
un grado muy importante de formas de cooperación económicas y de
otras clases entre estas tres comunidades chinas como también con otras
en el resto de Asia, con Estados Unidos y otras regiones (véase Hamilton,
comp. 1991).
Sin embargo, la mayoría de los bloques, como se acaba de notar, co-
menzaron desde una posición de debilidad, no de fuerza. Los poco con-
vincentes éxitos del Movimiento de los No Alineados (MNA) y del Gru-
po de los 77 confirmó esto en la esfera política. El M N A se creó en el
Congreso de Bandung de 1955, donde un gran número de países pobres
africanos y asiáticos reclamaron un mejor trato económico por parte de
los países ricos del mundo. El Grupo de los 77, llamado así por 77 países
subdesarrollados del sur, no alineados con los campos soviético ni norte-
americano, se juntaron en 1964 a través de su pertenencia común a las Na-
ciones Unidas (Sauvant, 1981). El grupo, ahora con alrededor de 100
miembros, también presiona por una negociación mejor con los países ri-
cos, principalmente en el norte. El único interés común de estos países del
«sur» es la visión general de que están siendo más o menos explotados pol-
los países ricos del «norte». Una expresión de esto fue la exigencia de un
«Nuevo Orden Económico» en 1970 (véase Brown , 1993), lo que produ-
jo un torrente de palabras pero poca acción efectiva. Tales fracasos prácti-
cos hacen difícil sostener la solidaridad económica, la unidad política o la
simpatía ideológico-cultural.
Los bloques se consideran en el presente como cada vez más problemá-
ticos, porque el sistema capitalista global se percibe cada vez más promi-
nente. En tanto los países del mundo, más allá de los bloques, parecen vin-
cularse en medida creciente unos con otros a través de la extensión de las
prácticas transnacionales, algunas de las cuales se identifican directamente
como prácticas del capitalismo global y otras no, el sistema global se hace
más obvio para cada vez más gente, aunque la naturaleza del sistema global
puede todavía parecer extremadamente difícil de asir.
46
Conclusión
Estas cinco clasificaciones basadas en clasificaciones del Estado nación se-
gún ingreso-población, mercado, recursos, calidad de vida y bloques, sir-
ven a diferentes propósitos en la teoría y en la práctica. Pueden usarse, por
ejemplo, para organizar, fundamentar y justificar moralmente una u otra
teoría del desarrollo o de la ausencia de desarrollo. Como enfaticé, es muy
importante tener presentes los presupuestos que subyacen en estas clasifi-
caciones y las teorías que se basan en ellas. Estas teorías a menudo guían las
prácticas de aquellos que crean y llevan a cabo las políticas que han condu-
cido a tal desarrollo y crecimiento económico desiguales en la mayoría de
los países del Tercer Mundo.
Estas clasificaciones, aunque nos proporcionan abundantes datos em-
píricos, llevan a un resultado de confusión conceptual y falta general
de conclusiones cuando tratamos de explicar cualquier cosa en términos de
tales categorías estadocéntricas. La variación extraordinaria en las expe-
riencias de los países del Primero, Segundo y Tercer Mundo en términos
de ingreso, población, comercio exterior, recursos, calidad de vida y blo-
ques podría permitir al medroso concluir que el sistema global o bien no
existe o bien es tan desesperanzadamente complejo que no tiene sentido si-
quiera intentar conceptualizarlo. Esta es precisamente la limitación de los
enfoques centrados en el Estado y a ello se debe que todos los análisis
que comienzan y terminan con los Estados nación tienen tal dificultad en
encontrar explicaciones de lo que está pasando en el sistema global. Para
ilustrar este punto permítasenos retornar al fenómeno que motiva tanta in-
vestigación sobre el sistema global, esto es la brecha entre ricos y pobres.
Lo que algunos autores llaman ahora «el ensanchamiento de la brecha»
entre la riqueza y la pobreza, tanto dentro de los países corrió entre el Pri-
mer y Tercer Mundo puede tentarnos a suscribir pesimistamente el punto
de vista de que los países del Tercer Mundo son víctimas pasivas del ejer-
cicio del poder de los países hegemónicos del Primer Mundo. Esta concep-
ción es una consecuencia directa del enfoque estadocentrista y ha sido
rechazada por ser teóricamente mecánica y empíricamente falsa. Llay indi-
viduos y grupos no privilegiados en el Primer Mundo, tanto como en el
Tercero y el Segundo. No es un accidente geográfico de nacimiento el que
determina si un individuo o grupo será rico o pobre, sino una cuestión de
ubicación de clase. Por supuesto que en términos relativos y absolutos,
hay muchos más pobres en el Tercer Mundo que en el Primero, pero esta
47
no es sólo una cuestión de geografía sino también de ubicación de clase
transnacional.
Los pobres en todos los países luchan contra las fuerzas domésticas y
globales que los oprimen y su resistencia adopta muchas formas. Donde
está involucrada la oposición a aquellos que conducen el sistema global en
pos de sus propios intereses, esto naturalmente involucrará prácticas trans-
nacionales en las esferas económica, política e ideológico-cultural. Es im-
portante reconocer cómo el sistema capitalista global emplea el Estado na-
ción algunas veces en la forma de ideologías nacionalistas reaccionarias
para desviar la crítica y la oposición a su control hegemónico del sistema
global hacia reclamos de las naciones en competencia. Dividir el mundo en
Estados naciones, como se hace para la mayoría de los propósitos prácti-
cos, para mucha gente es, por lo tanto, una profunda estrategia ideológica.
Esto no es de sentido común, y el hecho de que para la mayoría de la gente
constituye uno de los supuestos fundamentales de la vida cotidiana es una
prueba del gran éxito y poder del proyecto del sistema capitalista global.
En contraste, las ideologías que no se basan en el Estado nación tienden
a ser más genuinamente transnacionales en su perspectiva. Son principal-
mente de dos tipos: aquellas que necesariamente excluyen a los de afuera y
crean un grupo interno, y aquellas que son globales inclusivas y promueven
las características humanas comunes de quienes comparten el planeta. Un
buen ejemplo del primer tipo es el exclusivismo étnico, cuya forma extrema
se encuentra en la idea fascista del «orgullo de la raza». De modo similar, al-
gunos fundamentalismos religiosos clasifican a todos los no creyentes (ge-
neralmente un estatus atribuido más que alcanzado) como demoníacos.
El segundo tipo incluye varias versiones de socialismo democrático
(como opuesto al chauvinismo burocrático comunista). Una parte integral
de este proyecto global es su objetivo feminista. Por lo tanto su mejor cla-
sificación es la de socialismo democrático feminista. Su ideal de camarade-
ría global se basa en la creencia de que la supervivencia de la humanidad es
incompatible con la explotación capitalista, el imperialismo y el Estado na-
ción patriarcal. Muchas diferencias tácticas y estratégicas separan a quienes
sostienen estas posturas, particularmente entre mujeres y hombres, y entre
libertarios y aquellos que le otorgan una importancia mayor a la construc-
ción de organizaciones e instituciones. Ciertamente el proyecto capitalista
global es mucho más consistente en este momento que cualquier proyecto
socialista feminista. Es también cierto que el sistema capitalista global ha
traído a cientos de millones de personas un nivel de vida que sus padres
48
nunca habrían creído posible. En este sentido esto es un éxito comproba-
do, mientras que el socialismo democrático feminista es, para la mayoría
de la gente en el mundo, un oscuro embrollo de aspiraciones. Un rasgo
central de este libro es mostrar cómo el capitalismo global produce las con-
diciones materiales para el socialismo, pero cierra su espacio político e ideo-
lógico-cultural.
En los próximos dos capítulos se introducirá una teoría del sistema glo-
bal basada en las prácticas transnacionales económicas, políticas e ideoló-
gico-culturales para explicar esto.
Notas
1. Las Relaciones Internacionales son, por supuesto, una disciplina crecientemente com-
pleja y multifacética. Los párrafos siguientes tratan solamente de trazar algunas implicacio-
nes sociológicas de los desarrollos en el área.
2. Véase también el volumen especial del International Social Sríence Journal (1974, vol.
26, n 1), «Challenged paradigms in internacional relations». jVIansbach y Vasquez(1981), en-
0
tre otros, anuncian el final del viejo paradigma y sostienen la necesidad de establecer uno nue-
vo. Para un panorama autorizado sobre la Teoría de las Relaciones Internacionales contem-
poráneas, véase Groom y Light (2000). Sin embargo, este libro fracasa al intentar dar cuenta
adecuadamente del desafío de la globalización, y reproduce muchos de los problemas de las
«relaciones internacionales» sin llevarnos más adelante a los de la «práctica transnacional».
3. Además de la multitud de contribuciones a esta bibliografía estadounidense y centro-
europea, véase la interesante «visión de África» de Chan (19S7), y el prometedor aunque aún
tentativo «nexo local global» de Alger (1988). Los escritos de ciencias sociales sobre la glo-
balización son también en su mayoría estadocentristas, aunque esto se ve cada vez como más
problemático (véanse las colecciones editadas por Albrow y King 1990; Featherstone, 1990;
y Mlinar, 1992). Para una excelente reseña de esta bibliografía véanse McGrew (1992) en
Hall et al. (1992) y Lechner y Boli (2000) son colecciones útiles. Dos manuales recientes
multidisciplinarios sobre globalización son Scholte (2000) y Held et al. (1999). Para mi pro-
pia interpretación, véase Sklair (2002).
4. Dos estudios interesantes que concluyen en contra de la primacía del Estado son
Biersteker (1980) sobre Nigeria, y Moaddel (1989) sobre Irán; ambos ilustran qué difícil es
escapar al estadocentrismo.
5. Para una mayor elaboración de este argumento véase el capítulo 3, págs. 109-112; y el
capítulo 5,passirn.
6. Se puede objetar que un libro «sobre el sistema global» debería dar al «orden militar
mundial» un papel central (Giddens, 1990).
7. Polly Hill convincentemente señala que la «mala calidad de las estadísticas oficiales»
en su crítica iconoclasta de las economías desarrolladas (Hill, 1986, capítulo 3), y yo seguiré
su ejemplo contradictorio en hacer uso de ellas; ¡aunque expreso escepticismo!
49