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GUÍA TEÓRICA PARA LA SESIÓN 9


EL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO

INTRODUCCIÓN
La presente sesión de aprendizaje propone abrir la discusión sobre los alcances y
limites del conocimiento científico. Para ello revisa el concepto de ciencia, su
clasificación y métodos, a la luz del debate contemporáneo propiciado por la filosofía
de la ciencia. En un primer momento se revisan éstos conceptos y finalmente se
realiza una lectura dirigida, que incluye preguntas en torno al debate sobre el
conocimiento científico.

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El CONOCIMIENTO CIENTÍFICO
Desde sus orígenes, la ciencia se ha convertido en la forma de conocimiento más
eficaz que ha desarrollado el ser humano. Su eficacia se debe, como veremos, a la
invención y a la aplicación de métodos rigurosos y apropiados. De ahí la importancia
de estudiar y analizar los métodos de los ciencias, señalando su alcance y sus límites.
¿Qué clases de ciencias hay? y ¿cuáles son los métodos utilizados por las distintas
clases de ciencias? son las dos cuestiones básicas en los que se centrará nuestro
estudio.

1. CLASIFICACIÓN Y ORIGEN DE LA CIENCIA


Lea atentamente los siguientes enunciados:

1. Cuando un rayo de luz incide en un espejo plano, su ángulo de incidencia es


igual a su ángulo de reflexión.
2. La masa de sustancia depositada en un electrón es proporcional al número de
electrones transferidos (electrolisis).
3. En su funcionamiento las neuronas se comportan de acuerdo con la ley de todo
o nada.
4. La cohesión de los miembros de un grupo social aumenta ante la amenaza de
una agresión exterior.
5. Las personas con gran necesidad de rendimiento no escogen tareas ni muy
fáciles ni muy difíciles, sino, tareas de dificultad intermedia.
6. La ambición de los demagogos propició la radicalización de la democracia
ateniense y la derrota final de Atenas frente a Esparta.
7. (a + b)² = a² + 2ab + b²

Estos siete enunciados tienen algo en común: todos ellos son verdaderos. Sin
embargo, entre unos y otros existen notables diferencias en relación con su contenido,
es decir, en relación con aquello que dicen y aquello de lo que hablan. Estas
diferencias nos llevan a establecer ciertas distinciones que proponemos a
continuación.

Ciencias empíricas y ciencias formales


Una primera consideración de los enunciados propuestos nos invita a separar el último
de ellos contraponiéndolo a los seis primeros tomados conjuntamente. En efecto, los
seis primeros enunciados comparten una característica común: todos ellos dicen algo
acerca del modo en que, se comportan cuerpos, organismos o personas; todos nos
informan acerca de algo que pasa en el mundo. Podemos decir que se refieren a
hechos. Por el contrario, el último de los enunciados no se refiere a hechos, no dice
nada acerca de lo que sucede en el mundo; podríamos decir, y suele decirse, que
carece de contenido factual.

1
Tomado de CALVO, T. y Navarro J.M., Filosofía, Madrid: Anaya, 2002.
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Los seis primeros pertenecen a distintas ciencias empíricas (física, química, biología,
sociología, psicología e historia, respectivamente). El último pertenece a las
matemáticas, que es una ciencia formal.

Podemos, pues, dividir las ciencias en: empíricas y formales. Ciencias Empíricas (o
factuales) son aquellas cuyos enunciados se refieren a hechos, afirman o niegan algo
acerca de lo que sucede en el mundo. Por el contrario, Ciencias formales son aquellas
cuyos enunciados no se refieren a hechos, no afirman ni niegan nada acerca de lo que
sucede en el mundo. Las matemáticas y la lógica son ciencias formales.

Ciencias naturales y ciencias sociales o humanas


Los seis primeros enunciados tienen en común el pertenecer a ciencias empíricas, el
referirse a hechos. No obstante entre ellos cabe establecer, a su vez, una nueva
diferencia. En efecto, los tres primeros enunciados se refieren a fenómenos o hechos
de la naturaleza, mientras que los tres siguientes se refieren al comportamiento de los
seres humanos: la física, la química, y la biología son ciencias naturales; sociología, la
psicología y la historia son ciencias humanas o sociales.

De acuerdo con estas distinciones, el conjunto de las ciencias suele clasificarse del
siguiente modo:

Lógica

FORMALES Matemáticas

Física
NATURALES Química
(Bioquímica)
CIENCIAS Biología, etc.
EMPÍRICAS
Economía
HUMANAS Sociología
O SOCIALES Psicología
Historia, etc.

2. LOS MÉTODOS EN LAS CIENCIAS: INDUCCIÓN y DEDUCCIÓN


Inducción y deducción constituyen dos formas o modos generales de razonamiento.
Como tales, los utilizamos continuamente en nuestro pensar cotidiano y común con
más o menos rigor y acierto. Empleados rigurosamente, ambos constituyen
instrumentos indispensables en el quehacer científico. Veamos a continuación en qué
consisten estas formas generales de razonamiento.

La inducción
Inducción y generalización
Las ciencias se caracterizan por establecer enunciados universales. Un enunciado
universal es una proposición que afirma o niega algo acerca de todos los individuos
pertenecientes a una clase. Así, la ley según la cual a temperatura constante, el
producto de la presión por el volumen de un gas, es constante se refiere a todos los
gases en cualquier lugar y en cualquier momento. Del mismo modo, el principio de
Arquímedes se considera aplicable a todo cuerpo en el seno de un fluido y así
sucesivamente.
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Los enunciados empíricos universales son generalizaciones a partir de la experiencia.


En este punto en particular, los científicos no actúan de manera distinta a como actúa
el hombre común, cuya vida y conducta se rigen por generalizaciones. La gente está
convencida de que el pan de trigo alimenta, de que el fuego quema, de que el agua
calma la sed. Todos estos son ejemplos de generalizaciones a partir de la experiencia:
la experiencia pasada ha demostrado que quienes han puesto la mano en el fuego se
han quemado, y de esta experiencia concluimos que el fuego quema siempre y
seguirá quemando en todos los casos. Lo mismo en los demás ejemplos.

La formulación de enunciados generales a partir de la experiencia se denomina


inducción, o bien, razonamiento inductivo. A fin de aclarar la estructura de este tipo de
razonamiento, tomemos un enunciado físico elemental, por ejemplo, el enunciado “El
calor dilata los metales”. Como cualquier generalización a partir de la experiencia, este
enunciado procede de la observación de algunos casos en que se ha verificado que
ciertas porciones de ciertos metales se han dilatado efectivamente al calentarse. Nadie
ha observado (ni es posible observar) todos los casos en que el calor ha afectado a
algún metal, y menos aún los casos en que el calor los afectará en el futuro; sin
embargo, el enunciado se refiere a todos los casos, a todas las porciones de todos los
metales a los que se aplique el calor, sin excepción. La estructura del razonamiento
inductivo es, por tanto, la siguiente:

1) Premisa: en algunos casos (a saber, en los casos observados) el calor ha dilatado


metales.
2) Conclusión: en todos los casos el calor dilata los metales.

El problema lógico de la inducción


El razonamiento inductivo plantea un interesante problema de carácter lógico, como
hemos visto, en él se parte de una premisa particular y se concluye en una afirmación
general o universal que, por tanto, va más allá de la información contenida en la
premisa ¿con qué derecho se concluye qué todos los individuos de una clase poseen
cierta propiedad a partir de hecho observado de que algunos la poseen? Este
problema se ha debatido ampliamente y continúa debatiéndose en la actualidad:

1) Para justificar lógicamente la inducción, algunos filósofos de la ciencia han sugerido


que, en realidad, en todo razonamiento inductivo hay implícita una premisa
generalizadora del tipo: “Todos los individuos pertenecientes a una clase natural se
comportan del mismo modo”, o bien - La naturaleza se comporta de manera uniforme-.
Esta premisa, implícita suele denominarse -principio de uniformidad de la naturaleza-.

Esta propuesta, más que resolver el problema lógico de la inducción, lo que hace es
trasladarlo al principio mismo de uniformidad de la naturaleza. En efecto, ¿cómo
demostrar que la naturaleza se comporta de modo uniforme? ¿Tal vez porque en
algunos casos hemos observado que se comporta uniformemente? ¿No se cae,
entonces, en un círculo vicioso al justificar la inducción recurriendo a este principio y al
justificar, a su vez, este principio recurriendo a la inducción?

2) A la vista de esta dificultad, no parecen quedar sino dos posibilidades en relación


con el fundamento lógico de la inducción:

a) La primera de ellas consiste en renunciar a justificar lógicamente la inducción,


reconociendo que es lógicamente injustificable.

b) La segunda posibilidad consiste en intentar justificar el -principio de uniformidad de


la naturaleza- por otros procedimientos que no impliquen el recurso a la inducción. Así,
algunos; han propuesto una justificación de carácter práctico: la confianza en que los
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acontecimientos naturales seguirán el mismo curso en el futuro que en el pasado


permite mejor la supervivencia del individuo y de la especie; por tanto, lo más sensato
y lo mas práctico es que sigamos razonando inductivamente y guiándonos por las
generalizaciones correspondientes.

La deducción
La deducción es una forma de razonamiento distinta de la inducción. Cuando
deducimos, la mera del proceso es un enunciado (conclusión) que se deriva de modo
necesario de las premisas iniciales. Nada cuenta aquí la observación, nada importa de
dónde han sido extraídas las premisas. Lo que cuenta es la relación lógica entre los
enunciados. La deducción es el modo de proceder característico aunque no exclusivo,
de las ciencias formales, de la lógica y de las matemáticas. La aplicación rigurosa y
exclusiva de la deducción tiene lugar en los sistemas axiomáticos.

Un sistema axiomático consta esencialmente de dos tipos de enunciados: axiomas y


teoremas. Los Axiomas son enunciados primitivos de los cuales se parte y que, por
tanto; no se demuestran, sino que simplemente se establecen; los Teoremas, por el
contrario, son enunciados derivados lógicamente, que se demuestran deduciéndolos,
bien directamente a partir de los axiomas, bien a partir de otros teoremas previamente
deducidos de los axiomas.

3. LA CIENCIA NATURAL Y EL MÉTODO HIPOTÉTICO-DEDUCTIVO


La inducción, decíamos, es un modo de: proceder fundamental en el ámbito de las
ciencias empíricas. La deducción, hemos dicho también, es un proceder característico
de las ciencias formales, aunque no es exclusivo de ellas. En efecto, la deducción
constituye también una parte esencial en el método de las ciencias naturales. La
combinación de ambos elementos -el recurso a la experiencia y la deducción- tiene
lugar en el método denominado hipotético-deductivo que exponemos a continuación.

El método hipotético-deductivo y sus pasos


El método hipotético-deductivo se desarrolla en los siguientes pasos:

1) Problema: El punto de partida de toda investigación científico- natural se halla en la


observación de un hecho o fenómeno cuya explicación desconocemos (un problema).
Se observa que una piedra cae hacia el suelo; se observa que un proyectil lanzado
horizontalmente no cae en vertical, o bien recurriendo a un ejemplo trivial y conocido,
se observa que un trozo de madera de forma cilíndrica flota en un estanque, y uno se
pregunta: ¿por qué?

2) Formulación de hipótesis: el paso siguiente, con el cual comienza realmente la


actividad científica, consiste en formular una hipótesis capaz de explicar el hecho o
fenómeno observado, Una hipótesis es una conjetura, una posible explicación que
se acepta provisionalmente a fin de comprobar cuáles son sus consecuencias.
Respecto de la formulación de hipótesis, han de tenerse en cuenta las siguientes
observaciones:

a) Las hipótesis pueden ser de lo más variado; no obstante, una hipótesis, para que
sea aceptable como tal, ha de reunir ciertos requisitos: ha de servir para explicar el
hecho y ha de estar formulada correctamente, es decir, sin contradicciones ni
ambigüedades. .

b) En la formulación de hipótesis es especialmente importante el genio imaginativo. En


este momento del método, la imaginación, la inventiva, ocupa un lugar preferente. Es
conocido el modo en que al químico Kekulé se le ocurrió- la fórmula de la molécula de
benceno:
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Los procesos mediante los que se llega a estas conjeturas científicas fructíferas no se
parecen a los de la inferencia sistemática. El químico Kekulé, por ejemplo, nos cuenta
que durante mucho tiempo intentó sin éxito hallar una formula de la estructura de la
molécula de benceno, hasta que, una tarde de 1865, encontró una solución a sus
problemas mientras dormitaba frente a la chimenea. Contemplando las llamas, le
pareció ver átomos que danzaban serpenteando. De repente, una de las serpientes se
asió la cola y formó un anillo, y luego giró burlonamente ante él, Kekulé se despertó de
golpe se le había ocurrido la idea – ahora famosa y familiar- de representar la
estructura molecular del benceno mediante un anillo hexagonal. El resto de la noche la
pasó extrayendo consecuencias de esta hipótesis.
HEMPEL. Filosofía de la ciencia natural. Madrid. Alianza 1998.

3) Deducción de consecuencias a partir de la hipótesis: según se nos cuenta en el


texto, Kekulé se pasó el resto de la noche -extrayendo consecuencias de la hipótesis-.
En efecto, una vez establecida provisionalmente la hipótesis, el paso siguiente
consiste precisamente en deducir sus consecuencias. Se trata de un momento
específicamente deductivo.

Supongamos, en el ejemplo trivial del que partíamos, que al ver flotar el objeto
cilíndrico de madera formulamos la siguiente hipótesis “flota porque tiene forma
cilíndrica”. De esta hipótesis cabe deducir una consecuencia: si lo que hace flotar al
tronco es su forma cilíndrica, cualquier objeto cilíndrico (una piedra por ejemplo) habrá
de flotar también.

4) Comprobación de las consecuencias mediante experimentos: el paso siguiente


consiste en la comprobación experimental de las consecuencias derivadas de la
hipótesis, En nuestro ejemplo, la consecuencia que había que comprobar
experimentalmente era que -cualquier objeto cilíndrico ha de flotar sobre el agua-. La
comprobación experimental se realiza mediante los experimentos pertinentes.
Naturalmente, el experimento que se ha de realizar en nuestro ejemplo no es
complicado: bastará con procurarse una piedra cilíndrica y arrojarla al estanque.

Cuando en el experimento no se cumplen las consecuencias de la hipótesis, esta


queda rechazada y habrá de formularse otra hipótesis. Si, por el contrario, las
consecuencias de la hipótesis se confirman en el experimento, esta resultará
confirmada, reforzada, y se seguirá contando con ella y trabajando a partir de ella. El
objetivo final es la formulación de leyes experimentales y su ulterior integración en
teorías.

Ley y teoría
Una ciencia se compone de teorías. Las teorías constituyen sistemas en los cuales se
Integran las leyes. Aunque a menudo se utilizan estos términos con cierta vaguedad, al
estudiar la estructura de las ciencias suelen establecerse distinciones entre ley y
teoría:

1) En general, las leyes se distinguen de las teorías en que las leyes se expresan en
enunciados aislados, mientras que las teorías se componen de conjuntos de
enunciados.

Las teorías son más generales que las leyes y de mayor alcance que estas. Por su
parte, las leyes se integran en teorías a partir de las cuales pueden deducirse: así, las
leyes del movimiento de los planetas propuestas por Kepler son un caso, particular de
la teoría de la gravitación universal de Newton y pueden deducirse dentro de esta.
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2) Las leyes contienen solamente términos que se refieren a algo observable o


definible operacionalmente (es decir, algo que puede definirse señalando las
operaciones a realizar). Por el contrario, las teorías contienen términos teóricos (al
menos uno), es decir, términos que se refieren a algo no observable ni definible
operacionalmente (términos como electrón, -curvatura del espacio-, etc.). (…)

3) Dado su carácter directamente experimental, las leyes son verdaderas


independientemente de la teoría en que se integren: así, la ley según la cuál a
temperatura constante, el producto de la presión por el volumen de un gas es
constante, una vez interpretada operacionalmente, viene a ser una ley experimental
Independientemente de cómo se expliquen teóricamente los gases.

EJEMPLO DE APLICACIÓN DEL MÉTODO HIPOTÉTICO DEDUCTIVO

EL CASO SEMMELWEIS2
Ignaz Semmelweis, un médico de origen húngaro, realizó esos trabajos entre 1844 y
1849 en el Hospital General de Viena. Como miembro del equipo médico de la Primera
División de Maternidad del Hospital, Semmelweis se sentía angustiado al ver que una
gran proporción de las mujeres que habían dado a luz en esa división contraía una
seria y con frecuencia fatal enfermedad conocida como fiebre puerperal o fiebre de
postparto. En 1844, hasta 260, de un total de 3157 madres de la División Primera –un
8,2%– murieron de esa enfermedad; en 1845, el índice de muertes era del 6,8 %, y en
1846, del 11,4%. Estas cifras eran sumamente alarmantes, porque en la adyacente
Segunda División de Maternidad del mismo hospital, en la que se hallaban instaladas
casi tantas mujeres como en la Primera, el porcentaje de muertes por fiebre puerperal
era mucho más bajo: 2,3%, 2,0% y 2,7% en los mismos años. En un libro que escribió
más tarde sobre las causas y la prevención de la fiebre puerperal, Semmelweis relata
sus esfuerzos por resolver este terrible rompecabezas.

Semmelweis empezó por examinar varias explicaciones del fenómeno corrientes en la


época; rechazó algunas que se mostraban incompatibles con hechos bien
establecidos; a otras las sometió a contrastación.

Una opinión ampliamente aceptada atribuía las olas de fiebre puerperal a “influencias
epidémicas que se describían vagamente como ‘cambios atmosférico– cósmico–
telúricos’, que se extendían por distritos–enteros y producían la fiebre puerperal en
mujeres que se hallaban de postparto”. Pero, cómo –argüía Semmelweis– podían esas
influencias haber infestado durante años la División Primera y haber respetado la
Segunda? Y, ¿cómo podía hacerse compatible esta concepción con el hecho de que
mientras la fiebre asolaba el hospital, apenas se producía caso alguno en la ciudad de
Viena o sus alrededores? Una epidemia de verdad, como el cólera, no sería tan
selectiva. Finalmente, Semmelweis señala que algunas de las mujeres internadas en
la División Primera que vivían lejos del hospital se habían visto sorprendidas por los
dolores de parto cuando iban de camino, y habían dado a luz en la calle; sin embargo,
a pesar de estas condiciones adversas, el porcentaje de muertes por fiebre puerperal
entre estos casos de «parto callejero» era más bajo que el de la División Primera.

Según otra opinión, una causa de mortandad en la División Primera era el


hacinamiento, pero Semmelweis señala que, de hecho, el hacinamiento era mayor en
la División Segunda, en parte como consecuencia de los esfuerzos desesperados de
las pacientes para evitar que las ingresaran en la tristemente célebre División Primera.

2
HEMPEL, C. Filosofía de la ciencia natural. Madrid: Alianza, 1983, pp. 16-20
7

Semmelweis descartó asimismo dos conjeturas similares haciendo notar que no había
diferencias entre las dos divisiones en lo que se refería a la dieta y al cuidado general
de las pacientes.

En 1846, una comisión designada para investigar el asunto atribuyó la frecuencia de la


enfermedad en la División Primera a las lesiones producidas por los reconocimientos
poco cuidadosos a que sometían a las pacientes los estudiantes de medicina, todos
los cuales realizaban sus prácticas de obstetricia en esta División. Semmelweis
señala, para refutar esta opinión, que (a) las lesiones producidas naturalmente en el
proceso del parto son mucho mayores que las que pudiera producir un examen poco
cuidadoso; (b) las comadronas que recibían enseñanzas en la División Segunda
reconocían a sus pacientes de modo muy análogo, sin por ello producir los mismos
efectos; (c) cuando, respondiendo al informe de la comisión, se redujo a la mitad el
número de estudiantes y se restringió al mínimo el reconocimiento de las mujeres por
parte de ellos, la mortalidad, después de un breve descenso, alcanzó sus cotas más
altas.

Se acudió a varias explicaciones psicológicas. Una de ellas hacía notar que la División
Primera estaba organizada de tal modo que un sacerdote que portaba los últimos
auxilios a una moribunda tenía que pasar por cinco salas antes de llegar a la
enfermería: se sostenía que la aparición del sacerdote, precedido por un acólito que
hacía sonar una campanilla, producía un efecto terrorífico y debilitante en las
pacientes de las salas y las hacía así más propicias a contraer la fiebre puerperal. En
la División Segunda no se daba este factor adverso, porque el sacerdote tenía acceso
directo a la enfermería. Semmelweis decidió someter a prueba esta suposición.
Convenció al sacerdote de que debía dar un rodeo y suprimir el toque de campanilla
para conseguir que llegara a la habitación de la enferma en silencio y sin ser
observado. Pero la mortalidad no decreció en la División Primera.

A Semmelweis se le ocurrió una nueva idea: las mujeres, en la División Primera,


yacían de espaldas; en la Segunda, de lado. Aunque esta circunstancia le parecía
irrelevante, decidió, aferrándose a un clavo ardiendo, probar a ver si la diferenciade
posición resultaba significativa. Hizo, pues, que las mujeres internadas en la División
Primera se acostaran de lado, pero, una vez más, la mortalidad continuó.

Finalmente, en 1847, la casualidad dio a Semmelweis la clave para la solución del


problema. Un colega suyo, Kolletschka, recibió una herida penetrante en un dedo,
producida por el escalpelo de un estudiante con el que estaba realizando una
autopsia, y murió después de una agonía durante la cual mostró los mismos síntomas
que Semmelweis había observado en las víctimas de la fiebre puerperal. Aunque por
esa época no se había descubierto todavía el papel de los microorganismos en ese
tipo de infecciones, Semmelweis comprendió que la “materia cadavérica” que el
escalpelo del estudiante había introducido en la corriente sanguínea de Kolletschka
había sido la causa de la fatal enfermedad de su colega, y las semejanzas entre el
curso de la dolencia de Kolletschka y el de las mujeres de su clínica llevó a
Semmelweis a la conclusión de que sus pacientes habían muerto por un
envenenamiento de la sangre del mismo tipo: él, sus colegas y los estudiantes de
medicina habían sido los portadores de la materia infecciosa, porque él y su equipo
solían llegar a las salas inmediatamente después de realizar disecciones en la sala de
autopsias, y reconocían a las parturientas después de haberse lavado las manos sólo
de un modo superficial, de modo que éstas conservaban a menudo un característico
olor a suciedad.

Una vez más, Semmelweis puso a prueba esta posibilidad. Argumentaba él que si la
suposición fuera correcta, entonces se podría prevenir la fiebre puerperal destruyendo
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químicamente el material infeccioso adherido a las manos. Dictó, por tanto, una orden
por la que se exigía a todos los estudiantes de medicina que se lavaran las manos con
una solución de cal clorurada antes de reconocer a ninguna enferma. La mortalidad
puerperal comenzó a decrecer, y en el año 1848 descendió hasta el 1,27% en la
División Primera, frente al 1,33% de la Segunda.

En apoyo de su idea, o, como también diremos, de su hipótesis, Semmelweis hace


notar además que con ella se explica el hecho de que la mortalidad en la División
Segunda fuera mucho más baja: en ésta las pacientes estaban atendidas por
comadronas, en cuya preparación no estaban incluidas las prácticas de anatomía
mediante la disección de cadáveres.

La hipótesis explicaba también el hecho de que la mortalidad fuera menor entre los
casos de “parto callejero”: a las mujeres que llegaban con el niño en brazos casi nunca
se las sometía a reconocimiento después de su ingreso, y de este modo tenían
mayores posibilidades de escapar a la infección.

Asimismo, la hipótesis daba cuenta del hecho de que todos los recién nacidos que
habían contraído la fiebre puerperal fueran hijos de madres que habían contraído la
enfermedad durante el parto; porque en ese caso la infección se le podía transmitir al
niño antes de su nacimiento, a través de la corriente sanguínea común de madre e
hijo, lo cual, en cambio, resultaba imposible cuando la madre estaba sana.

Posteriores experiencias clínicas llevaron pronto a Semmelweis a ampliar su hipótesis.


En una ocasión, por ejemplo, él y sus colaboradores, después de haberse
desinfectado cuidadosamente las manos, examinaron primero a una parturienta
aquejada de cáncer cervical ulcerado; procedieron luego a examinar a otras doce
mujeres de la misma sala, después de un lavado rutinario, sin desinfectarse de nuevo.
Once de las doce pacientes murieron de fiebre puerperal. Semmelweis llegó a la
conclusión de que la fiebre puerperal podía ser producida no sólo por materia
cadavérica, sino también por “materia pútrida procedente de organismos vivos.

ORGANIZADOR VISUAL PARA LA SESIÓN 9

EL CONOCIMIENTO

CONOCIMIENTO VULGAR CONOCIMIENTO CIENTÍFICO

CIENCIAS FORMALES CIENCIAS EMPÍRICAS

NATURALES
HUMANAS
9

HOJA DE TRABAJO PARA LA SESIÓN 9

1. ¿Qué se entiende por conocimiento científico? ¿En qué consiste el problema lógico
de la inducción?

2. ¿Cuáles son pasos del método hipotético deductivo? Presenta tu respuesta en un


organizador visual.

3. Elabora un esquema en base a la lectura del caso Semmelweis, donde se aprecien


los pasos del método hipotético deductivo.

4. Propone un caso con los pasos del método hipotético deductivo.

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