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INTRODUCCIÓN
La presente sesión de aprendizaje propone abrir la discusión sobre los alcances y
limites del conocimiento científico. Para ello revisa el concepto de ciencia, su
clasificación y métodos, a la luz del debate contemporáneo propiciado por la filosofía
de la ciencia. En un primer momento se revisan éstos conceptos y finalmente se
realiza una lectura dirigida, que incluye preguntas en torno al debate sobre el
conocimiento científico.
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El CONOCIMIENTO CIENTÍFICO
Desde sus orígenes, la ciencia se ha convertido en la forma de conocimiento más
eficaz que ha desarrollado el ser humano. Su eficacia se debe, como veremos, a la
invención y a la aplicación de métodos rigurosos y apropiados. De ahí la importancia
de estudiar y analizar los métodos de los ciencias, señalando su alcance y sus límites.
¿Qué clases de ciencias hay? y ¿cuáles son los métodos utilizados por las distintas
clases de ciencias? son las dos cuestiones básicas en los que se centrará nuestro
estudio.
Estos siete enunciados tienen algo en común: todos ellos son verdaderos. Sin
embargo, entre unos y otros existen notables diferencias en relación con su contenido,
es decir, en relación con aquello que dicen y aquello de lo que hablan. Estas
diferencias nos llevan a establecer ciertas distinciones que proponemos a
continuación.
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Tomado de CALVO, T. y Navarro J.M., Filosofía, Madrid: Anaya, 2002.
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Los seis primeros pertenecen a distintas ciencias empíricas (física, química, biología,
sociología, psicología e historia, respectivamente). El último pertenece a las
matemáticas, que es una ciencia formal.
Podemos, pues, dividir las ciencias en: empíricas y formales. Ciencias Empíricas (o
factuales) son aquellas cuyos enunciados se refieren a hechos, afirman o niegan algo
acerca de lo que sucede en el mundo. Por el contrario, Ciencias formales son aquellas
cuyos enunciados no se refieren a hechos, no afirman ni niegan nada acerca de lo que
sucede en el mundo. Las matemáticas y la lógica son ciencias formales.
De acuerdo con estas distinciones, el conjunto de las ciencias suele clasificarse del
siguiente modo:
Lógica
FORMALES Matemáticas
Física
NATURALES Química
(Bioquímica)
CIENCIAS Biología, etc.
EMPÍRICAS
Economía
HUMANAS Sociología
O SOCIALES Psicología
Historia, etc.
La inducción
Inducción y generalización
Las ciencias se caracterizan por establecer enunciados universales. Un enunciado
universal es una proposición que afirma o niega algo acerca de todos los individuos
pertenecientes a una clase. Así, la ley según la cual a temperatura constante, el
producto de la presión por el volumen de un gas, es constante se refiere a todos los
gases en cualquier lugar y en cualquier momento. Del mismo modo, el principio de
Arquímedes se considera aplicable a todo cuerpo en el seno de un fluido y así
sucesivamente.
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Esta propuesta, más que resolver el problema lógico de la inducción, lo que hace es
trasladarlo al principio mismo de uniformidad de la naturaleza. En efecto, ¿cómo
demostrar que la naturaleza se comporta de modo uniforme? ¿Tal vez porque en
algunos casos hemos observado que se comporta uniformemente? ¿No se cae,
entonces, en un círculo vicioso al justificar la inducción recurriendo a este principio y al
justificar, a su vez, este principio recurriendo a la inducción?
La deducción
La deducción es una forma de razonamiento distinta de la inducción. Cuando
deducimos, la mera del proceso es un enunciado (conclusión) que se deriva de modo
necesario de las premisas iniciales. Nada cuenta aquí la observación, nada importa de
dónde han sido extraídas las premisas. Lo que cuenta es la relación lógica entre los
enunciados. La deducción es el modo de proceder característico aunque no exclusivo,
de las ciencias formales, de la lógica y de las matemáticas. La aplicación rigurosa y
exclusiva de la deducción tiene lugar en los sistemas axiomáticos.
a) Las hipótesis pueden ser de lo más variado; no obstante, una hipótesis, para que
sea aceptable como tal, ha de reunir ciertos requisitos: ha de servir para explicar el
hecho y ha de estar formulada correctamente, es decir, sin contradicciones ni
ambigüedades. .
Los procesos mediante los que se llega a estas conjeturas científicas fructíferas no se
parecen a los de la inferencia sistemática. El químico Kekulé, por ejemplo, nos cuenta
que durante mucho tiempo intentó sin éxito hallar una formula de la estructura de la
molécula de benceno, hasta que, una tarde de 1865, encontró una solución a sus
problemas mientras dormitaba frente a la chimenea. Contemplando las llamas, le
pareció ver átomos que danzaban serpenteando. De repente, una de las serpientes se
asió la cola y formó un anillo, y luego giró burlonamente ante él, Kekulé se despertó de
golpe se le había ocurrido la idea – ahora famosa y familiar- de representar la
estructura molecular del benceno mediante un anillo hexagonal. El resto de la noche la
pasó extrayendo consecuencias de esta hipótesis.
HEMPEL. Filosofía de la ciencia natural. Madrid. Alianza 1998.
Supongamos, en el ejemplo trivial del que partíamos, que al ver flotar el objeto
cilíndrico de madera formulamos la siguiente hipótesis “flota porque tiene forma
cilíndrica”. De esta hipótesis cabe deducir una consecuencia: si lo que hace flotar al
tronco es su forma cilíndrica, cualquier objeto cilíndrico (una piedra por ejemplo) habrá
de flotar también.
Ley y teoría
Una ciencia se compone de teorías. Las teorías constituyen sistemas en los cuales se
Integran las leyes. Aunque a menudo se utilizan estos términos con cierta vaguedad, al
estudiar la estructura de las ciencias suelen establecerse distinciones entre ley y
teoría:
1) En general, las leyes se distinguen de las teorías en que las leyes se expresan en
enunciados aislados, mientras que las teorías se componen de conjuntos de
enunciados.
Las teorías son más generales que las leyes y de mayor alcance que estas. Por su
parte, las leyes se integran en teorías a partir de las cuales pueden deducirse: así, las
leyes del movimiento de los planetas propuestas por Kepler son un caso, particular de
la teoría de la gravitación universal de Newton y pueden deducirse dentro de esta.
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EL CASO SEMMELWEIS2
Ignaz Semmelweis, un médico de origen húngaro, realizó esos trabajos entre 1844 y
1849 en el Hospital General de Viena. Como miembro del equipo médico de la Primera
División de Maternidad del Hospital, Semmelweis se sentía angustiado al ver que una
gran proporción de las mujeres que habían dado a luz en esa división contraía una
seria y con frecuencia fatal enfermedad conocida como fiebre puerperal o fiebre de
postparto. En 1844, hasta 260, de un total de 3157 madres de la División Primera –un
8,2%– murieron de esa enfermedad; en 1845, el índice de muertes era del 6,8 %, y en
1846, del 11,4%. Estas cifras eran sumamente alarmantes, porque en la adyacente
Segunda División de Maternidad del mismo hospital, en la que se hallaban instaladas
casi tantas mujeres como en la Primera, el porcentaje de muertes por fiebre puerperal
era mucho más bajo: 2,3%, 2,0% y 2,7% en los mismos años. En un libro que escribió
más tarde sobre las causas y la prevención de la fiebre puerperal, Semmelweis relata
sus esfuerzos por resolver este terrible rompecabezas.
Una opinión ampliamente aceptada atribuía las olas de fiebre puerperal a “influencias
epidémicas que se describían vagamente como ‘cambios atmosférico– cósmico–
telúricos’, que se extendían por distritos–enteros y producían la fiebre puerperal en
mujeres que se hallaban de postparto”. Pero, cómo –argüía Semmelweis– podían esas
influencias haber infestado durante años la División Primera y haber respetado la
Segunda? Y, ¿cómo podía hacerse compatible esta concepción con el hecho de que
mientras la fiebre asolaba el hospital, apenas se producía caso alguno en la ciudad de
Viena o sus alrededores? Una epidemia de verdad, como el cólera, no sería tan
selectiva. Finalmente, Semmelweis señala que algunas de las mujeres internadas en
la División Primera que vivían lejos del hospital se habían visto sorprendidas por los
dolores de parto cuando iban de camino, y habían dado a luz en la calle; sin embargo,
a pesar de estas condiciones adversas, el porcentaje de muertes por fiebre puerperal
entre estos casos de «parto callejero» era más bajo que el de la División Primera.
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HEMPEL, C. Filosofía de la ciencia natural. Madrid: Alianza, 1983, pp. 16-20
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Semmelweis descartó asimismo dos conjeturas similares haciendo notar que no había
diferencias entre las dos divisiones en lo que se refería a la dieta y al cuidado general
de las pacientes.
Se acudió a varias explicaciones psicológicas. Una de ellas hacía notar que la División
Primera estaba organizada de tal modo que un sacerdote que portaba los últimos
auxilios a una moribunda tenía que pasar por cinco salas antes de llegar a la
enfermería: se sostenía que la aparición del sacerdote, precedido por un acólito que
hacía sonar una campanilla, producía un efecto terrorífico y debilitante en las
pacientes de las salas y las hacía así más propicias a contraer la fiebre puerperal. En
la División Segunda no se daba este factor adverso, porque el sacerdote tenía acceso
directo a la enfermería. Semmelweis decidió someter a prueba esta suposición.
Convenció al sacerdote de que debía dar un rodeo y suprimir el toque de campanilla
para conseguir que llegara a la habitación de la enferma en silencio y sin ser
observado. Pero la mortalidad no decreció en la División Primera.
Una vez más, Semmelweis puso a prueba esta posibilidad. Argumentaba él que si la
suposición fuera correcta, entonces se podría prevenir la fiebre puerperal destruyendo
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químicamente el material infeccioso adherido a las manos. Dictó, por tanto, una orden
por la que se exigía a todos los estudiantes de medicina que se lavaran las manos con
una solución de cal clorurada antes de reconocer a ninguna enferma. La mortalidad
puerperal comenzó a decrecer, y en el año 1848 descendió hasta el 1,27% en la
División Primera, frente al 1,33% de la Segunda.
La hipótesis explicaba también el hecho de que la mortalidad fuera menor entre los
casos de “parto callejero”: a las mujeres que llegaban con el niño en brazos casi nunca
se las sometía a reconocimiento después de su ingreso, y de este modo tenían
mayores posibilidades de escapar a la infección.
Asimismo, la hipótesis daba cuenta del hecho de que todos los recién nacidos que
habían contraído la fiebre puerperal fueran hijos de madres que habían contraído la
enfermedad durante el parto; porque en ese caso la infección se le podía transmitir al
niño antes de su nacimiento, a través de la corriente sanguínea común de madre e
hijo, lo cual, en cambio, resultaba imposible cuando la madre estaba sana.
EL CONOCIMIENTO
NATURALES
HUMANAS
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1. ¿Qué se entiende por conocimiento científico? ¿En qué consiste el problema lógico
de la inducción?