Cada Día hemos hablado ya del doble saludo con el que concluye la procesión de entrada. La inclinación de todos los ministros, el beso al altar (del sacerdote y el diácono), y la eventual incensación realizada en las misas más solemnes, son gestos destinados a reconocer la dimensión sagrada del altar. De manera semejante, al inicio de la Celebración Eucarística se reconoce la condición sacramental de la asamblea a través del saludo «El Señor esté con vosotros». Como respuesta a ese saludo-declaratoria, la asamblea dice «Y con tu espíritu»; una frase simple, que muchos han interpretado como "también contigo", y por eso la han acompañado de un gesto de saludo... Pero, ¿es realmente ése el sentido de esa breve respuesta? Para contestar a esta interrogante han sido necesarios arduos estudios, entre los que destacan el trabajo realizado por J. A. Jungmann, W.C. Van Unnik y L. Bernhard. Su reflexión ha sido sintetizada por el liturgista belga Paul De Clerck, quien se ha servido incluso de la reflexión de Teodoro de Mopsuestia para aclararnos el significado de la frase que ahora nos ocupa. Cuando la asamblea responde al saludo litúrgico:
«[...] no es el alma [la persona del sacerdote] lo que ellos
quieren decir con ese "y con tu Espíritu", sino la gracia del Espíritu Santo, gracias a la cual aquellos que son confiados al sacerdote creen que él tuvo acceso al sacerdocio [...] según los Padres, esta expresión designa el espíritu que hace de este hombre un sacerdote, más exactamente el Espíritu que él recibió el día de su ordenación, y que lo hace apto de presidir la celebración»1.
Al pedirle a la asamblea que responda «Y con tu espíritu», la liturgia no está
pensando en que diga “también contigo” o “igualmente”. La respuesta habría que entenderla como un reconocimiento de que esa persona, que está presidiendo la Eucaristía, fue carismáticamente capacitada para ese servicio el día en que recibió el sacramento del Orden.
1 Paul DE CLERCK, L´Intelligence de la liturgie, Paris: Éditions du Cerf, 20042, p. 101-102.
Entendemos, entonces, la dinámica extraordinaria de este momento tan simple pero tan importante… La asamblea escuchó un saludo-declaratoria en el que se le recordó su condición, se les dijo que ellos eran manifestación de la Iglesia y por eso presencia de Jesucristo: «El Señor esté con vosotros», es decir, “en ustedes se manifiesta de forma real el Señor”. Luego, como respuesta-declaratoria, la asamblea le recuerda al sacerdote que sin dejar de ser parte de esa comunidad sacramental, él ha recibido un encargo particular, y por eso puede actuar ministerialmente: puede servir a la comunidad bautismal presidiendo la Celebración Eucarística porque ha recibido el carisma para hacerlo, es sacerdote, ha recibido el carisma del Orden sagrado. De hecho, es particularmente significativa la ubicación que ese saludo- respuesta tiene durante las celebraciones litúrgicas. Pero aún más expresivo es el hecho de no encontrar esa respuesta, «Y con tu espíritu», en las celebraciones litúrgicas dirigidas por los laicos, como es el caso de algunas comunidades rurales de nuestro país que se reúnen domingo a domingo para celebrar la resurrección de Jesucristo, aunque no siempre puedan contar con la presencia de un sacerdote que presida la Eucaristía2. En esos casos, hay una verdadera liturgia; es decir, la comunidad se reúne y celebra dignamente la Pascua de Jesucristo. No sólo están santificando el domingo, sino que lo hacen con una reunión sagrada de carácter memorial, como todo acto litúrgico. Pero no se escucha nunca la expresión «Y con tu espíritu», porque dentro de esa celebración no participa ninguna persona que haya recibido el sacramento del Orden. Conscientes -ahora- de la verdadera naturaleza de esa respuesta litúrgica, podremos vivirla con mayor intensidad. Al responder «Y con tu espíritu», los laicos sabrán que están reconociendo la idoneidad sacramental del ministro que les preside. Y el sacerdote podrá recordar que en la Iglesia unos necesitamos de otros: ¡la liturgia pide que el sacerdote sea continuamente reconocido por la Iglesia a la que debe servir!
2 Cf. Celebraciones dominicales y festivas en ausencia de presbítero, Barcelona: Coeditores Litúrgicos, 20003.