Sunteți pe pagina 1din 147

LA AYUDA QUE AYUDA

SIRVE A LA PAZ
Servir a la Vida es servir a la Paz

2
LA AYUDA QUE AYUDA
SIRVE A LA PAZ

DEDICATORIA Y AGRADECIMIENTOS
TABLA DE CONTENIDOS
PRÓLOGO
PARA COMENZAR
CAPÍTULO I
¿POR Q UÉ ESTE LIBRO?
¿Por qué un libro para ayudar?
Lo que hay, lo que vemos
¿Cómo nace la ayuda?
El anhelo de ayudar
CAPÍTULO II
UNA MIRADA SOBRE LA AYUDA Q UE AYUDA
¿Qué es ayudar?
Particularidades de la ayuda que ayuda
Ayudar es contener
Ayudar es servir desde un estado de presencia
Ayudar es acompañar
¿A quién ayudamos?
¿Desde dónde ayudamos y cuándo ayudamos?

3
Herenca y destino en Lipot Szondi

4
CAPÍTULO III
¿EN Q UÉ SE CIMIENTA LA AYUDA Q UE AYUDA?
¿La ayuda necesita fundamentos?
¿Qué pretende la ayuda que ayuda?
CAPÍTULO IV
EL TRIÁNGULO DRAMÁTICO EXPRESIÓN DEL DOLOR PRIMARIO: LA
HERIDA BÁSICA Y LA HUELLA SAGRADA

¿Qué podemos decir sobre la herida básica?


Expresiones de la huella sagrada
T riángulo dramático
¿Qué papel juegan los juegos psicológicos?
El niño en supervivencia y el adulto dramático
CAPÍTULO V
DEL TRIÁNGULO DRAMÁTICO AL CREATIVO
¿Qué es el triángulo creativo?
¿Cómo transformar lo dramático en creativo?
Los órdenes del amor y los triángulos de Karpman
Del adulto sabio al niño de luz y genuino
CAPÍTULO VI
LOS ÓRDENES DEL AMOR

De cómo surgen los órdenes del amor y la ayuda que


ayuda
La pertenencia
La jerarquía
La compensación

5
T ranscendencia de los órdenes del amor en la vida
cotidiana

6
CAPÍTULO VII
BASES DE LOS ÓRDENES DE LA AYUDA Q UE AYUDA
De la compensación a la ayuda
¿Cuáles son los órdenes de la ayuda?
CAPÍTULO VIII
MÁXIMAS EN LAS ESTACIONES DE LA AYUDA Q UE AYUDA
Las estaciones de la ayuda
Da solo lo que tienes y toma lo que necesitas
Las circunstancias limitan tu ayuda
Comunicarnos como adultos es el camino
El que ayuda, desde su corazón, actúa con
empatía hacia todos
¿Qué es bueno? ¿Qué es malo? ¿Quién sabe?
Reconciliar es la clave
Asiente al destino y serás feliz
Si quieres ayudar, primero conócete
Destino final
CAPÍTULO IX
DEL AYUDADOR IDÓNEO
¿Todos somos ayudadores?
¿Estamos en capacidad de ayudar?
Cualidades del ayudador
Autocuidado
CAPÍTULO X
LA AYUDA Q UE AYUDA

7
Decálogo
Epílogo
BIBLIOGRAFÍA

DEDICATORIA
A la Unidad para la Atención y Reparación Integral de las
Víctimas, por creer en las metodologías innovadoras para el
autocuidado de las personas que ayudan y, en nosotras para la
aplicación del modelo de intervención planteado en este libro.
Marianela y Rosa Elena

A la vida misma que fluye libremente en quienes albergamos


paz en el corazón.
A mis padres, quienes, con amor, cuidados y guía, me dieron la
vida y mucho más.
A mi familia toda, de hoy y de siempre, que imprime fuerza a
mi vida.
A lo más Grande que nos alberga, contiene y guía.
A quienes expanden su luz al construir la paz.
Marianela

Reconocimiento y honra a mi madre,


la mujer más exitosa de mi universo.
A mi padre, mi respeto y, en él,

8
a todos los hombres.
Rosa Elena

9
AGRADECIMIENTOS
Agradecer desde el corazón es abrirnos a la vida que irradia la
paz.

Gracias a la Doctora Paula Gaviria Betancur por su


solidaridad, respeto, acogida y actitud de especial
colaboración, reflejada en su gestión, el quehacer y en quienes
la acompañan.
¡Paula: promotora de paz!
Marianela y Rosa Elena

“ Gracias a la vida que me ha dado tanto”, en especial, familia,


amigas y amigos. Gracias a Argelia Londoño Vélez y a
Marleny Barrera López por la juiciosa revisión del
manuscrito. Cual faro de luz, nos guiaron para corregir y
perfeccionar esta obra.
Rosa Elena

Gracias a la vida que nos condujo a escribir éstas páginas.


Gracias a quienes con amor impulsaron nuestra labor.
Gracias a Bert Hellinger, inspirador de vida.
Gracias al Grupo CUDEC por su apoyo.
Gracias a Saha, magnífica coautora.

10
Marianela

11
PRÓLOGO

Este libro nace en un momento coyuntural para


Colombia, cuando después de sesenta años de conflicto
armado se pone fin al fuego bilateral y se abre la gran
compuerta de la construcción de un proceso de paz, que inicia
en nuestro ámbito familiar para irradiarse a las escuelas,
colegios y universidades generando la cultura educativa que se
requiere para forjar un futuro social, político y económico
basado en la ayuda que ayuda.
Por ello, con admiración y respeto presento el libro de
las doctoras Marianela Vallejo Valencia y Rosa Elena
Cárdenas Roa, quienes con su experiencia profesional y de
vida han ahondado en un tema de tanta trascendencia y
relevancia personal, social y política.
Las autoras nos invitan, a través de sus líneas, a
descubrir el tema desde dos miradas: los Órdenes del Amor y
los Órdenes de la Ayuda, como los plantea el gran filósofo,
pedagogo, psicoterapeuta y pensador alemán Bert Hellinger;

12
y, la herida básica, huella sagrada o dolor original ineludible en
los seres humanos propuestos por T im Kelley y Carole
Kammen, así como los estudios de Paloma Cabadas y
desarrollados por Stephen Karpman en el triángulo dramático,
determinantes de los juegos psicológicos de Eric Berne, que
empañan nuestra visión a la hora de ayudar.
Con lucidez diáfana, conoceremos y comprenderemos
los Órdenes del Amor de Bert Hellinger. Cada párrafo nos
llevará, como bien lo expresan las autoras, a analizar nuestras
propias estructuras vinculares: la pertenencia que nos hará
comprender el arraigo, la solidaridad, el respeto y la honra de
cada uno de los sistemas iniciando por el familiar, seguidos por
el escolar, laboral y social; la jerarquía que nos permite ver la
organización de dichos vínculos y, la compensación y su
trascendencia en el día a día.
Esta obra, sería vana sin el planteamiento de los Órdenes
de la Ayuda, los cuales se convierten, a mi manera de ver, en
las herramientas básicas y caminos incuestionables para que el
lector profesional, el servidor público, el trabajador, el ama o
amo de casa o la ciudadanía en general, implementen los
procesos de la ayuda que ayuda para construir la paz, tanto en
sus hogares, como en los diferentes ámbitos y regiones en que
sus vidas se desenvuelven.
A través de la lectura descubriremos no solo el ¿qué? sino
el ¿cómo?, para alcanzar el equilibrio, ocupar nuestro lugar y
la humildad que se requiere para pedir y dar ayuda. Al mismo
tiempo nos plantea el reto de trascender las limitaciones
inconscientes. Para “ ayudar a ayudar” es preciso liberarnos

13
de las ataduras que nos atraviesan.
Al lograr nuestra liberación podremos facilitar la
expansión del ser, hacer y tener de otros, desarrollando
potencialidades, autonomía y responsabilidad en quienes
solicitan ayuda, es decir, apoyarlos en transformar el triángulo
dramático en triángulo creativo, en tal forma que se propicia
convertir al perseguidor en un ser empático y confiado; al
salvador en una persona con poder personal, siendo asertivo y
creando límites sanos y a la víctima, en un ser responsable
ante su proyecto de vida.
El libro trasciende las buenas intenciones al concebir una
metodología integradora de los conceptos y planteamientos
de los autores citados, en especial de Bert Hellinger sobre los
Órdenes del Amor y de la Ayuda, partiendo de la premisa de
que el equilibrio entre el dar y recibir se convierte en el
regulador fundamental de los procesos de ayuda. A esto se
aúna la importancia de reconocer en el ayudado sus
potencialidades, capacidades y recursos para que pueda
desplazarse del triángulo dramático al triángulo creativo, en
forma tal, que se permita enfrentar y construir con solvencia
y creatividad su propio sendero.
Para lograr lo anterior las autoras, despliegan, entre
otros, tres fundamentos de la verdadera ayuda, al señalar que
esta implica: Contener, es decir, sentirse comprendido e
incluido. Servir desde el estado de Presencia, confiando en las
fortalezas y valores de quien es susceptible de ayuda.
Acompañar con nuestros cinco sentidos, en sintonía con el
otro, teniendo en cuenta su historia personal, capacidades y

14
sistemas en los que se desempeña o a los que pertenece. Nos
presentan, además, de manera magistral y sencilla los
planteamientos del psicoanalista húngaro Lipot Szondi, para
asentir al destino y, de esta manera poder forjar nuestro
futuro desde la orilla de la consciencia.
Por este sendero nos conducen rastreando mensajes e
historias familiares, mirando la otredad desde su verdadera
dimensión y convirtiendo la ayuda en un intercambio
equivalente, con empatía y, transitando por caminos de
empoderamiento, partiendo de las posibilidades y fortalezas
de quien es objeto de ayuda. La vía propuesta nos aleja de la
limitación, la sobreprotección y, tal vez, lo más importante
nos señala como brindar la ayuda desde la posición de quien la
solicita reconociéndolo como adulto y, no desde la visión
limitada y carencias de quien la brinda.
Las autoras concluyen el compendio, con una pregunta
magistral: ¿Habrá luz que alumbre este sendero y nos conduzca
hasta dónde queremos llegar? La respuesta es acertada,
esperanzadora y objetiva.
Por ello, apreciados lectores los invito a que se dejen
llevar por la pluma magistral de las doctoras Vallejo Valencia
y Cárdenas Roa, porque estoy segura que al final
encontraremos no solo respuestas, sino elementos y
herramientas que nos permitirán llevar a la acción la
verdadera ayuda que ayuda en todos los ámbitos de nuestras
vidas.
Este ejemplar es una verdadera joya para nuestra vida.

15
Gloria A. Valenzuela Becerra
Ph.D en Educación con énfasis en Mediación Pedagógica
Bogotá, junio de 2016

16
PARA COMENZAR
Nacimos para ayudar expandiendo el ser, el hacer y el tener.

Este libro conjuga dos miradas complementarias que


brindan un nuevo abordaje al quehacer de las personas cuya
misión de vida es ayudar y a todos, en general, cuando las
circunstancias del discurrir vital nos colocan en situaciones
especiales en las que necesitamos ayudar o debemos brindar
ayuda.
Nuestra experiencia y vivencia nos hizo ver que, en
general, en nuestro medio circula poca formación e
información respecto de lo que es ayudar y lo que ello
implica; de manera habitual, cuando de ayudar se trata,
actuamos de buena voluntad tratando de hacer lo mejor
posible. Sin embargo, esa ayuda, en muchas ocasiones, es poco
eficaz para lograr que las personas puedan restablecer su
bienestar y asumir la responsabilidad de sus circunstancias de
vida.
Por ello, nos comprometimos en la búsqueda e
integración de las más novedosas herramientas y estrategias

17
de intervención para conocer los supuestos básicos de la ayuda
y aprender sobre los parámetros bajo los cuales nos es posible
brindarla.
Así las cosas, partimos de los conceptos de Bert
Hellinger respecto de los órdenes del amor y de la ayuda, al
verlos como los cimientos esenciales en la conformación de
los vínculos. Estos planteamientos forjan el compromiso y la
necesidad de ayudar en los seres humanos y, de acuerdo a
cómo los integremos en nuestras vidas, la ayuda fortalecerá o
debilitará al ayudado.
Los Ó rde ne s de l Amor con sus tres principios
esenciales de pertenencia, jerarquía y compensación o
equilibrio entre el tomar, dar y recibir, son los hilos que
conforman la red cuyo entramado perfecto nos provee de
solvencia, fuerza y claridad para saber si estamos en capacidad
de ayudar y si nos está permitido brindarla.
Los Ó rde ne s de la Ayuda nos guían paso a paso,
como un tren que va de estación en estación hasta el destino
final, acerca del camino que debemos recorrer y observar para
que la ayuda tenga peso, sea acertada, útil y, realmente, esté al
servicio de la vida, al servicio de la paz.
Mencionamos, en primer lugar, los órdenes del amor y de
la ayuda, porque ellos fueron y son nuestro motor de vida,
hacen parte de nuestro quehacer profesional en el día a día y
conocemos, desde su aplicación y vivencia, la contundencia
en la reparación y la sanación pronta, rápida y eficaz de los
destinos difíciles.

18
Por esto, pensamos en estos órdenes como claves para
descubrir, explorar y reconocer la herida básica inherente a
todos los seres humanos. Dicha herida se expresa en el
triángulo dramático, los traumas nucleares y los mensajes de
infancia, que determinan los juegos psicológicos, y que con un
trabajo serio y consciente podemos transformar en el
triángulo creativo.
Para ilustrar a los lectores expondremos lo planteado por
Stephen Karpman en su triángulo dramático, respecto de la
conjugación manifiesta de las diferentes posiciones de víctima,
victimario y salvador, que los seres humanos asumimos a lo largo de
nuestras vidas y que son dinámicas, en tanto rotan de lugar, y
funcionan como defensas estructurantes de la personalidad en
conexión con la herida básica.
Los planteamientos de Paloma Cabadas relacionados con
los traumas nucleares, en tanto que son resolutivos de las
experiencias primarias del sentirse abandonado, rechazado o
intolerante hacia la autoridad, ligados con el triángulo
dramático. Así mismo, nos referiremos a los estudios de T im
Kelley y Carole Kammen, respecto del dolor primario o
herida sagrada, por su trascendencia en nuestras vidas,
especialmente, cuando no nos hacemos conscientes de su
existencia.
Tomamos de Eric Berne, sus mensajes de infancia,
determinantes de los juegos psicológicos como formas de
evasión específicas en las relaciones para impedir los
encuentros cercanos y conjurar la intimidad. Los
planteamientos de Berne rastrean las historias familiares en

19
tanto mensajes recibidos, tales como: no sientas, no vivas o
complace por encima de todo; estos se convierten en
sustratos motivadores de las tres posiciones del triángulo de
Karpman.
También, por la t rascendencia de su t rabajo del
inconscient e genét ico familiar, int roducimos el est udio de
Lipot Szondi, quien desarrolló el concept o de dest ino como
las huellas que port amos de nuest ros ant epasados y que,
inconscient ement e, afloran en nuest ro quehacer,
especialment e, cuando desconocemos nuest ra herida básica
y nos quedamos inmersos en los juegos piscológicos al
act uar desde las posiciones del t riángulo dramát ico.
Al hacer está revisión, nos propusimos consolidar una
metodología para lograr una ayuda con impacto social, real y
posible de brindar desde el lugar que cada quien ocupa.
En este intercambio plasmamos reflexiones, objetivos y
propósitos para unificar criterios en torno a una ayuda eficaz;
por eso, este libro lo hemos titulado: La Ayuda que Ayuda,
Sirve a la Paz . Unimos la ayuda a la paz, en tanto que la
vida está para servir a la paz como el bien más preciado de la
humanidad y cuando se recibe un apoyo adecuado en
circunstancias difíciles, además de bienestar, se genera paz.
En este sentido, La Ayuda que Ayuda permite una
experiencia innovadora, transformadora, reconciliadora y
constructora de paz.
Esta metodología nos lleva a tomar conciencia de cómo
ayudamos y, hoy, queremos entregártela para enriquecer tu

20
mirada, ampliarla, y acompañarte en el desarrollo de
habilidades específicas, que te permitan ayudar con la certeza
de que tu esfuerzo y tu deseo profundo de acompañar al otro
en su crecimiento puedan llegar, realmente, a tocar su corazón
y puedas construir un intercambio fructífero para ti y para los
otros.
El libro que tienes en tus manos es una suma de
comprensiones y de vivencias, no solamente extraídas de lo
teórico, sino, fundamentalmente, de la experiencia como
ayudadoras y como acompañantes en procesos de crecimiento
humano.
En este momento que atraviesa el país queremos volcar
en estas páginas el camino que hemos encontrado novedoso,
práctico y eficaz para acompañar a quien necesita ayuda y
que, en el fondo del corazón, todos anhelamos brindar. Es el
camino para acceder a una paz interna que irradie a nuestra
familia, nuestra comunidad, nuestras instituciones y nuestro
país.

21
Capítulo I
¿POR QUÉ ESTE LIBRO?
La Ayuda que Ayuda es ciencia que se aprende y
arte que se afina.

¿POR Q UÉ UN LIBRO PARA AYUDAR?


Antes de comenzar a escribir, nos preguntamos: ¿por qué
un libro para ayudar?, ¿la ayuda es natural a nuestra esencia
humana?, ¿la ayuda es algo que se da en cada minuto de
nuestra existencia?, ¿la ayuda es algo que, permanentemente,
estamos brindando y quizás también, permanentemente,
estamos necesitando?
Después de idas y venidas, al pensar sobre qué es ayudar y
después de conclusiones que se nos brindaron en un trabajo
teórico-vivencial con personas dedicadas a ayudar,
observamos que ayudar es un quehacer que requiere destrezas
factibles de implementar; ayudar es un saber mirar al otro en
su verdadera dimensión, quizás más allá de lo humano, con
todas las partes que lo componen, aún aquellas que, por
diversas circunstancias, no haya podido manifestar.

22
Finalmente, ayudar es un arte que, felizmente, se puede
aprender para lograr desarrollar las habilidades especiales que
permitan establecer un vínculo sano en el proceso de ayuda.
La ayuda se brinda y, fundamentalmente, se recibe. En
este sentido, la ayuda genera unos interrogantes esenciales:
¿desde dónde queremos ayudar al otro?, ¿cómo vemos a quien
ayudamos?, ¿qué destrezas desarrollamos para ayudar?, ¿qué
recorrido evolutivo tenemos en nuestra personalidad?, ¿qué
metas o qué peldaños en nuestro propio desarrollo hemos
alcanzado? Las respuestas, entretejidas, a todas estas
preguntas son esenciales para una ayuda que ayuda.
Ayudar hace parte de nuestra vida profesional. Así una de
nosotras comparte su vivencia:
“Hace unos años cuando me enfrenté a elegir el
quehacer profesional, ese que creía mi camino para que
respondiera a la misión que vibraba en mí, lo encontré
en la terapéutica. Ese quehacer, que desde hace tantos
años me acompaña, estaba en el fondo relacionado en
cómo ayudar a otros”.
Tal vez tú también, amigo lector, tienes este libro en tus
manos pensando en: ¿cómo encontrar un camino para ayudar
a otros? Al respecto, una de nosotras, te puede decir:
“Esa fue mi motivación consciente cuando busqué mi
profesión y mi quehacer. Con el correr del tiempo,
muchos caminos fui conociendo, muchas metodologías
fui incorporando y, en medio de toda esa riqueza de
horizontes, descubrí que la ayuda primera, aquella que
era básica y prerrequisito para cualquier otra, era la que

23
yo necesitaba para conocer acerca de mí misma: mis
sombras, mis bloqueos, mi historia, mis ancestros;
solamente al encontrar una salida a estas vivencias, a
estas condiciones personales de las cuales no tenía
registro, podría afinar mi instrumento personal para
brindar una ayuda que realmente ayudara”.
El sendero que hemos transitado y que, probablemente,
es el que también han recorrido con diversos faros y
estaciones, tal vez, contiene para ustedes, amigos lectores,
una pregunta de fondo: ¿cómo ayudar para que esta ayuda
pueda ser útil, efectiva y pertinente?, ¿cómo elegir la via que
conduzca a una ayuda compasiva y cómo lograr ver al otro en
su realidad? Y, ¿cómo comprender que hay un camino que no
ayuda?
Quizás, la primera respuesta está esbozada en líneas
anteriores y tiene que ver con que lo imprescindible de La
Ayuda que Ayuda radica en la necesidad de plantearla desde
la claridad de ver al otro en su justa dimensión, en su
condición real, en sus características y diferencias.
Allá llegamos luego de bucear en nuestro mundo interno
y poner en orden aquellas cosas que, de una u otra manera,
pueden bloquear nuestra plenitud, felicidad y salud. Entonces,
podemos concluir que la ayuda que no ayuda es aquella que
centra la mirada en sí mismo antes de ver al otro.
Cuando la motivación de ayudar está enfocada en uno
mismo, así sea de manera inconsciente, se ayuda al otro desde
la aparente función de acompañarlo, por no tener limpio el
propio espejo interior. Nos proyectamos en el otro y lo que

24
vemos son nuestras partes oscuras que intentamos sanar en el
proceso de acompañar al otro.
¿Por qué un libro para ayudar? Cuando nos formulamos
esta pregunta, una de nosotras decidió compartir la siguiente
vivencia:
“No pude evitar rem ontarm e a la época en la que m i
trabajo m e puso frente a personas que estaban siendo
vulneradas o tenían una vivencia m uy fuerte y yo no
tenía ninguna herram ienta para ayudarlas.
Sim plem ente, de una parte, atenderlas era m i labor,
es decir, la función que tenía que desarrollar; de otra
parte, sentía el im pacto al ver el dolor de las
personas y una responsabilidad m uy grande al creer
que yo tenía la obligación, el deber de ayudarlas,
cuando, en verdad, no tenía ni conocía ninguna
herram ienta para hacerlo, era com o una experiencia
de ´ensayo y error´.
Solo tenía mi propia vivencia para hacer algo, así que
cuando lograba que la persona pudiera salir un poco
más tranquila, con una sonrisa o con una esperanza, me
sentía muy bien. Pero, también, muchísimas veces, me
encontré con que la persona me demandaba más y más
cosas, que lo que me pedía no estaba en mis manos;
entonces, me sentía realmente desbordada y, desde ahí,
me preguntaba: ¿será que lo estoy haciendo bien?, ¿será
que estoy haciendo daño o haciéndolo mal?, ¿será que
existe alguna metodología o alguna manera para
abordar este trabajo?

25
Sencillamente la vida me había colocado en ese lugar y
desde mi ignorancia, pero también desde mi profundo
deseo de servir, de ayudar, de crecer como persona, yo
hacía lo mejor que podía. Por eso, cuando encontré
innovadoras metodologías como constelaciones
familiares y los órdenes de la ayuda, comencé a pensar
que era preciso explorar y determinar hasta dónde iba
mi responsabilidad y en dónde empezaba la
responsabilidad del otro.
Esta experiencia me llenó de esperanza, entonces me
dije: he trabajado toda mi vida en relación con ayudar,
sin saber realmente ayudar y ahora veo como existen
metodologías con diversidad de herramientas, que si las
aprendo, me ponen en un camino en donde la ayuda
que quiero brindar, realmente, la puedo brindar, no
solamente con amor y cariño, sino con eficacia y respeto
por el otro, en forma tal que le permita salir del lugar
donde ésta”.
Estas vivencias nos condujeron a diseñar una estrategia
que contuviera una serie de valiosas herramientas para
aquellas personas a quienes la vida, desde su trabajo y la
cotidianidad, las coloca frente a otra persona vulnerada y a
quienes les corresponde o desean realizar alguna acción para
ayudar.
Por su sencillez y claridad esta metodología es válida
para todos los seres humanos en la vida diaria, por cuanto,
de una u otra manera, desarrollamos actividades y hacemos
cosas por lo demás: la vida nos enseña que a veces nosotros

26
necesitamos ayuda y a veces otros necesitan la nuestra.
Por esto, regocijadas por terminar esta tarea de unificar
planteamientos, herramientas y metodologías para aprender a
ayudar en forma efectiva, estamos seguras de que este
libro de La Ayuda que Ayuda Sirve a la Paz será una
fortaleza y una guía para quienes quieren ayudar en forma
real.

27
LO Q UE HAY, LO Q UE VEMOS
Al mirar a nuestro alrededor podemos observar cómo las
personas creen, equivocadamente, que La Ayuda que
Ayuda es aquella en la que nuestras acciones permiten que la
persona salga satisfecha; que La Ayuda que Ayuda es aquella
en la que la persona obtiene de nosotros aquello que necesita;
que La Ayuda que Ayuda es la ayuda en la que esa persona
se restablece completamente.
Pensamos, también, que la ayuda es responsabilidad del
ayudador, que éste tiene la obligación de satisfacer las
necesidades del ayudado, en tanto que esta persona confía en
él, al poner en sus manos aquello que la aqueja.
Sin embargo, con el correr del tiempo y con la sensación
de impotencia de los ayudadores, vemos con claridad que lo
anterior no es cierto. No es posible reparar, ni llenar los
vacíos o hacernos cargo de los asuntos de otros. Si lo
hiciéramos terminaríamos haciéndonos uno más con ellos,
victimizando a quien se ayuda y tornándonos en víctimas. En
lugar de tener una víctima en el escenario aparecerían dos
víctimas.
Entonces, es importante reconocer que si bien la persona
está en una dificultad y que, seguramente, contamos con
recursos para apoyarla a salir de esa situación, solamente nos
corresponde tenderle la mano y brindarle una ayuda para que
haga algo bueno con ella y con sus recursos se responsabilice
de su vida.

28
Esta nueva postura nos libera de la carga del otro, nos
permite hacernos responsables únicamente de lo nuestro y
busca que el ayudado se comprometa con lo suyo. Así,
podemos verlo en su grandeza.
Un caso que ilustra lo anterior: un padre de familia
consultó por diversas y penosas circunstancias familiares. Era
tal su abrumadora narrativa que se mostraba como un niño al
que la vida le había quedado grande. Luego de escucharlo con
atención, el terapeuta le preguntó: ¿cómo quieres que te trate:
cómo un niño o cómo un hombre adulto? Esta pregunta
marca la diferencia entre la ayuda que sobreprotege e impide
el crecimiento al tratarlo como un infante y La Ayuda que
Ayuda orientada a permitirle rescatar sus recursos, al verlo
en su grandeza, como adulto.
El telón de fondo que ilumina el camino hacia el
despertar de los recursos de la persona que busca ayuda es, sin
duda alguna, inducirla hacia el desarrollo de su responsabilidad.

¿CÓMO NACE LA AYUDA?


Te has hecho la pregunta: ¿qué recibí al nacer? Para estar
aquí, en este momento, tú recibiste, a manos llenas y más allá
de la vida, un acompañamiento permanente de tu madre,
durante tu vida intrauterina, y de tu padre o de los adultos que
la contuvieron a ella durante el embarazo.
¿Has reflexionado sobre la ayuda que ellos te brindaron
con los cuidados que tú necesitabas para que pudieras crecer,
para que llegaras a culminar tu ciclo de gestación y lograras

29
nacer? Ellos te lo entregaron todo, con generosidad y un dar
ilimitado.
De todo esto, quizás, no tomamos clara conciencia, pero
así comienza nuestra vida: recibiendo infinita ayuda. Primero,
porque nos dieron el maravilloso don de la vida con el
relicario-cuerpo que la contiene; segundo, porque para que
seamos lo que hoy somos nos cuidaron de tal manera que por
sus esmeros es que estamos aquí y ahora, y, tercero, porque
fue tu crecimiento y tu proceso de convertirte en un ser
autónomo, el que fue limitando cuánta presencia de otros
necesitabas, cuánta ayuda requerías. Cada vez que crecías esa
presencia fue siendo menos necesaria en tanto tú desarrollabas
algunas habilidades específicas que fueron creciendo con la
edad.

30
EL ANHELO DE AYUDAR
Es necesario reflexionar sobre el deseo que tenemos de
ayudar, ya que desde nuestra experiencia profesional
descubrimos que la voluntad no basta para lograr una ayuda
que ayude, por más que el corazón este comprometido en
hacerlo. Por ejemplo, como cuando una pareja enamorada
comienza a tener desencuentros y conflictos se da cuenta de
que el amor que se tienen no es suficiente.
¿Nos pe rmite s acompañarte e n e ste viaje ?
Queremos acompañarte, querido lector, en el camino que
debemos recorrer para profundizar en nuestro ser, para descubrir las
dinámicas que aún no conocemos y que, sin saberlo, pueden limitar la
grandeza de nuestra vida y el bienestar, especialmente, cuando
estamos comprometidos en ayudar, ya sea en nuestra cotidianidad o
en el quehacer laboral.
Sabemos, también, que lo aquí planteado te servirá de
estrategia para abrir puertas e implementar un autocuidado
integral y reducir tus niveles de estrés cuando se presenten
circunstancias difíciles.
¿Q uie re s que te acompañe mos a ampliar la
conscie ncia?
Te guiamos para que revises si al forjar vínculos
fructíferos se presentan alteraciones que afecten los sistemas
a los que perteneces, tanto en lo personal, como en lo
familiar, laboral o comunitario.
Para La Ayuda que Ayuda e s ne ce sario:
Ampliar la conciencia y tener claridad respecto de la

31
pertenencia a los sistemas en los que te desempeñas, respetar
el orden de los lugares y la compensación o equilibrio entre el
dar y el recibir, reguladores de los encuentros entre los seres
humanos, es decir, “la vincularidad” . De esta manera, se te
facilitará reconocer la forma como te relacionas.
Mirar cuánto de la actitud de ayuda y de servicio pueden
estar contaminadas, en algún ámbito, por carencias personales
que atrapan tu atención ignorando las necesidades del otro.
Descubrir la herida básica presente en cada uno de
nosotros cuando te relacionas con las personas a quienes tú
vas a ayudar.
Ampliar tu capacidad de empatía, de auto responsabilidad
y la conciencia de tu propio poder personal.
Incorporar caminos de una ayuda sana, desde la cual
puedas acompañar, auto-responsabilizar y empoderar a
quienes ayudas. Y, al mismo tiempo, partir de que en ti mismo
esos caminos ya estén trabajados.

32
Capítulo II
UNA MIRADA SOBRE LA AYUDA QUE
AYUDA
La ayuda que ayuda siembra y cosecha frutos, paz y
bienestar.

Asimilar La Ayuda que Ayuda conduce a ver la ayuda


limitante para transformarla en la que realmente ayuda y
valida al otro para llegar a “ ser”. La ayuda que limita, aún en
niveles sutiles, niega el derecho del otro e invalida sus
necesidades, puesto que se ven desde el lente personal de quien
ayuda, sin captar la verdadera realidad de quien espera ser
ayudado.

¿Q UÉ ES AYUDAR?
La Ayuda que Ayuda consiste en acompañar en forma
tal que quien es ayudado pueda afrontar su vida y su destino
por duros que sean. Prerrequisito para esto es ver a ese ser
humano en la grandeza de la cual es portador, porque la lleva
consigo; respetar el destino que tiene que enfrentar y
comprender que por severo que parezca, en algún ámbito, es
el que necesita enfrentar según el aprendizaje de su discurrir

33
vital o según el nivel de conciencia alcanzado.
Podemos decir, entonces, que ayudar es un proceso de
acompañamiento, de auto-responsabilidad y de auto-
empoderamiento, que permite aflorar lo mejor de sí mismo y
de quien recibe la ayuda.

PARTICULARIDADES DE LA AYUDA Q UE AYUDA


Para ayudar es preciso entrar en sintonía con el otro, su
destino, la historia recorrida, su sistema, sus capacidades y su alma
para que pueda crecer y descubrir lo mejor de sí. Esto nos lleva a
varias reflexiones en relación con las características particulares
de La Ayuda que Ayuda : ayudar significa, entonces, contener,
servir desde un estado de presencia y acompañar. Veremos más
ampliamente estos significados.

AYUDAR ES CONTENER
Aquí conte ne r significa sentirse comprendido,
abrazado, incluido, cuidado, protegido, es decir, a salvo; es
sentirse aceptado tal cual se es, sin juicios, ni prejuicios, que,
desde luego, sesgan la percepción.
Sentirse contenido cuando se recibe ayuda remite a la
primera experiencia de vida. Permite vivenciar, a quien
protege, de manera incondicional la valía propia de quien es
ayudado.
En su sentido más profundo, el aceptar ser ayudado exige
confianza en quien ayuda. Así, se puede permitir recibir la

34
ayuda, como paso precedente al tomar, es decir, a hacer
propio aquello que se le ha dado. Cuando de ayudar se trata,
este hecho, en más de una ocasión, se pasa por alto. No en
vano, tantas veces escuchamos que es más fácil dar que recibir.
Abrirse a recibir lo que el otro tiene para dar, sólo es
posible desde una actitud de confianza que acceda a sentirse
contenido, es decir, a salvo, protegido, más no
sobreprotegido, ni invalidado.
Recibir implica darse cuenta de la necesidad propia,
además, requiere humildad para poder pedir ayuda.
Ser humilde es permitirnos reconocer que el otro tiene
algo con lo cual podríamos solucionar nuestra urgencia, más
allá de poder expresarle nuestra necesidad.

AYUDAR ES SERVIR DESDE UN ESTADO DE PRESENCIA


Ayudar por ayudar no es ayudar. Cuando la ayuda se da
por conveniencia o por obligación no tiene fuerza y, por
tanto, se pierde. Lo único a lograr, en esta dirección, es la
ingratitud y la dependencia.
Para ayudar se requiere ese vínculo energético creado al
estar presente, es decir, con los cinco sentidos y la total
disponibilidad de escucha y atención para quien requiere
nuestra ayuda. Así, esa persona se puede sentir vista, validada
y valiosa, capaz de sacar lo mejor de sí para sobreponerse a
las circunstancias que la tienen en dificultad.
Al recibir la ayuda, desde un estado de presencia, quien la

35
necesita puede recordar sus logros, sus fortalezas y los valores,
que le han permitido sobreponerse en otras circunstancias de
su vida. Por tanto, puede reconocer sus cualidades, posibles de
potencializar para optimizar los recursos internos y externos
para afrontar los retos que la vida le propone en este
momento.
Solo desde el estado de presencia podemos percibir al otro en
su verdadera realidad. Solo desde este estado percibimos lejos de
juicios y de prejuicios. Solo desde allí podemos captar la verdadera
necesidad del otro. Solo con la presencia que se ha cultivado con el
correr de los días, podemos manifestar la verdadera esencia que
habita en todos.

AYUDAR ES ACOMPAÑAR
¿Por qué la ayuda implica acompañar? Porque cuando
estamos atravesando una circunstancia difícil o un evento frente al
cual nos consideramos incapaces de resolver, sentirnos
acompañados nos permite entrar en un estado de presencia que nos
lleva a observar lo que nos aqueja en ese momento.
Requerimos de la compañía de otro porque el dolor en
soledad es difícil verlo, enfrentarlo y, más aún, transitarlo; el
dolor en compañía es posible afrontarlo para tramitarlo.
En muchos contextos se prefiere hablar
de acompañar como sinónimo o sustituto de ayudar, y se
entiende esta diferencia al resaltar que quien tiene la
responsabilidad de asumir una acción para salir del asunto en
cuestión es quien tiene el problema, no quien acompaña y

36
menos quien ayuda .
En esta misma línea, se lee ayudar como sinónimo de
responsabilizar a quien necesita la ayuda. Al ayudado es a
quien le corresponde hacerse cargo del asunto que lo aqueja.
Ayudar requiere de una actitud despierta, compasiva y
pertinente toda vez que la esencia de la vida es la diferencia.
La ayuda es impulso al crecimiento. En este libro la
significamos de esta manera.

¿A Q UIÉN AYUDAMOS?
Esta parece una pregunta necia, sin embargo, la
consideramos vital; en especial, cuando, de manera coloquial, se
responde: “a las víctimas”, sin tener presente la pesada carga que
conlleva este rótulo para quien desea salir de las circunstancias
difíciles vividas. Genéricamente, se conoce como “víctima” a
una persona impotente, sin capacidad para defenderse o asumir
lo que le ocurre y le corresponde.
Planteamos que quién necesita ayuda es un ser humano
común y corriente, que atraviesa una dificultad y requiere
sentirse visto con buenos ojos para transformarla. Solo el
amor real permite el cambio real, entendiendo el cambio
como un proceso de desarrollo y crecimiento.
Como ya lo mencionamos es preciso que la persona a
más de tener conciencia de su necesidad tenga la capacidad de
solicitar la ayuda, para lo cual requiere de una buena dosis de
humildad que le permita abrirse al otro para solicitar su
presencia y lograr expresarle sus difíciles circunstancias.

37
¿DESDE DÓNDE AYUDAMOS CUANDO AYUDAMOS?
Querido lector, ¿desde dónde ayudas cuando ayudas?
T ómate un momento para responder antes de seguir leyendo.
En general, siempre se ayuda desde la propia vivencia,
desde la propia carencia o desde los recursos disponibles. La
ayuda se da desde nuestro propio ser, por tanto, desde lo que
se percibe, lo que se siente y lo fácil o difícil que, desde
nuestra creencia, representa dicha circunstancia; así que, si
nuestra vivencia fue de carencia, cuando alguien dice, por
ejemplo, que no tiene con qué comer, se puede sentir de
inmediato que tendríamos que brindarle algo para calmar su
necesidad y las posibilidades para que no pase hambre, con lo
cual se responde desde nuestros recuerdos, ante circunstancias
que, salvando diferencias, fueron similares.
En ocasiones, tampoco nos percatamos desde donde nos
están pidiendo la ayuda, resaltamos que es diferente que un
niño necesite ayuda a que sea una persona adulta, quien la
necesite o la pida. Destacamos que en este libro solamente
nos referimos a la ayuda que se le brinda a una persona mayor
de edad.
Para encontrar la respuesta a la pregunta: ¿desde dónde
ayudamos?, conviene explorar si lo hacemos desde nuestras
vivencias y carencias o como adultos que sabemos ocupar
nuestro lugar. Esto lo podemos determinar si trabajamos
nuestra herida básica y sus manifestaciones en el triángulo
dramático y revisamos si estamos alineados con los órdenes

38
del amor y de la ayuda.
La vivencia de sentirnos el centro del universo obedece a
que somos el referente de lo que vemos, de lo que sentimos, de
lo que pensamos, de lo que entregamos, lo que hicimos y, por
tanto, de cómo ayudamos.
Somos el instrumento por excelencia a través del cual
brindamos la ayuda. La posibilidad de conocernos en
profundidad, de saber qué contienen los archivos del alma,
dónde hemos guardado nuestras satisfacciones, dolores,
emociones, carencias o lo que hemos tomado y quizás no
queremos recodar, es esencial. Son esos cajoncitos y la
pujanza que ellos tienen en nuestra alma los que manejan y
determinan nuestra percepción, nuestro ser, nuestro quehacer
y, desde luego, nuestra forma de ayudar.
Entre más descubramos el contenido de esos archivos o
cajoncitos, entre más hayamos trabajado para conocerlos,
explorarlos, honrarlos y convertirlos en fuerza de vida, más
libres estamos de creencias y carencias que matizan y limitan
la percepción del mundo que habitamos.
La limpieza de ellos, determina la mayor o menor
capacidad para reconocer realmente la necesidad del otro y,
en consecuencia, la mayor eficacia en el logro de ayudar.
Ayudar devela el sentir de cuánto valemos, cuánto tenemos y
cuánto podemos compartir y es, también, la manifestación de
cómo experimentamos el mundo y quienes nos rodean: si los
creemos compañeros de camino compartimos el dar con mayor
generosidad y tranquilidad; más, si hemos vivido experiencias
dolorosas, difíciles y traumáticas, muy probablemente han generado

39
una actitud de alerta, una conducta defensiva ante otros y,
probablemente, brindamos la ayuda con recelo; dudamos de cuál
será el destino que nuestra ayuda puede correr en el corazón del
otro.
La vivencia que tenemos de nosotros mismos y de los
vínculos primarios con mamá y papá nos han llevado a
construir la imagen de nosotros ante el mundo. Es una
repetición caleidoscópica de lo guardado en nuestra alma y en
nuestro inconsciente.
El bagaje de las vivencias uterinas, de la infancia y,
también, de todo lo transpersonal que va más allá de lo
transgeneracional, cual equipaje, determina la postura de
nosotros ante la ayuda y matiza si es una ayuda para ganar
reconocimientos; si es una ayuda para acompañar al otro en
el proceso de descubrir las herramientas que impulsen su ser
autónomo, o, si es una ayuda para reforzar nuestro ego o
nuestra autovaloración.

HERENCIA Y DESTINO EN LIPOT S ZONDI


Otro aspecto importante a tener en cuenta para
determinar desde dónde ayudamos, nos lo muestra el
psicoanalista húngaro Lipot Szondi, profesor de la doctora
Marianela Vallejo Valencia en la Universidad de Lovaina, con
sus planteamientos del inconsciente familiar.
Szondi nació a principios del siglo pasado en Niyitra,
Hungría, y falleció en 1998 en Suiza, solía describirse
como “el menos conocido entre los más importantes y el más

40
importante entre los menos conocidos” , y es, quizás, el
primer psicoanalista que habló del “destino anankástico o
atenazante” , marcado por las pulsiones; en oposición, al
destino de libre albedrío marcado por la consciencia que libera.
Fue pionero al descubrir el inconsciente genético
familiar como genealogía. En la topografía del psiquismo
humano, la genealogía está ubicada entre el inconsciente
individual freudiano, que constituye la ontología, y el
inconsciente colectivo descrito por Carl Gustav Jung, como
arquelogía del psiquismo humano.
Lipot Szondi investigó cinco mil árboles genealógicos y,
a partir de una observación aguda sobre escritores famosos
como Balzac y Dostoievski, y del comportamiento de las
parejas en relación con las historias de vida de sus
antepasados, formuló y describió, con bastante exactitud,
cinco formas de destino conformadas por las huellas que
portamos de nuestros antepasados y que, de una u otra
manera, pugnan por salir a través de manifestaciones en
nuestros destinos.
La descripción de estos cinco destinos cuya
determinación y elección es inconsciente, los denominó
tropismos, entendiendo por tropismo “ la inclinación hacia”.
Los clasificó de la siguiente manera:
E rototropismo, en virtud del cual elegimos la pareja.
L ibidotropismo, por el cual elegimos las amistades.
Morbotropismo o elección de las enfermedades.
T anatropismo, en virtud del cual elegimos la forma

41
de muerte , y
Operotropismo , el destino relacionado con nuestro
quehacer, que probablemente, en nuestro discurrir, es
el que en estos momentos más nos ocupa y nos
interesa.
Aceptar los planteamientos de Lipot Szondies entender
que, inconscientemente, honramos la historia de nuestros
antepasados a través de la forma de vida que llevamos,
expresada en nuestro destino y, especialmente, desde el
mencionado operotropismo , es decir, con nuestro quehacer.
Por esto, al preguntarnos: ¿qué nos lleva a que busquemos
ayudar?, encontramos que la respuesta evidencia la presencia
de los anteriores descubrimientos. Es que ayudando en el
presente a quienes hoy podemos ver cara a cara,
inconscientemente, ayudamos a nuestros ancestros, aquellos a
quienes, por algún motivo y desde nuestro quehacer, los
reconocemos y honramos en el día a día.
Esto implica una mirada que contempla nuestra
humanidad y, en ella, a los asuntos pendientes
transgeneracionales que hemos recibido a través de nuestros
padres, abuelos, bisabuelos y muchas generaciones atrás.
Desde dónde se ofrece la ayuda determina la motivación
que buscamos en ella. No comprender el entretejido de estos
elementos torna complejo el proceso de ayuda; por el
contrario, comprenderlo, nos brinda una comprensión
multigeneracional.
Si ayudamos desde la herida básica sin reconocerla y

42
desde luego sin sanarla, actuamos desde una de las tres
posiciones del triángulo dramático, bien sea desde una
conducta de salvador, censurador o experimentando nuestro
quehacer como una gran carga, lo cual lo enmarca dentro de
un deber sin escapatoria más que dentro de una consciencia de
servicio. Por el contrario, al actuar desde la empatía y el
empoderamiento, no solo impulsamos la responsabilidad, sino
que además, libres de cargas personales, percibimos con
claridad el presente que condensa lo transgeneracional.

43
Capítulo III
¿EN QUÉ SE CIMIENTA LA AYUDA QUE
AYUDA?
Ayudar se logra viendo al otro en su grandeza,
desde un amor real.

Cuando se trata de ayudar en forma efectiva es preciso ir


más allá de las buenas intenciones, más allá de creer que lo
mejor es lo que sentimos. Incluso, más allá de hacer lo que
nosotros quisiéramos recibir, si estuviéramos en esas
circunstancias. Desde ahí actuamos en forma ciega y sin
ningún norte, ante todo, sin tener en cuenta las reales
necesidades de quien requiere la ayuda. Actuamos desde un
amor ciego, que no honra el amor despierto, no honra a quien
se ayuda ni le permite forjar su espiral del crecimiento.
Por todo lo anterior, a partir de nuestra experiencia nos
lanzamos a la aventura de plasmar una metodología
integradora, como camino a seguir para lograr La Ayuda que
Ayuda .
¿LA AYUDA NECESITA FUNDAMENTOS?
Con certeza, nuestra respuesta es afirmativa: La Ayuda
que Ayuda necesita fundamentos. No se trata,

44
simplemente, de ayudar por ayudar o de hacer lo mejor que
se pueda ante las dificultades de otra persona. Cuando
ayudamos por ayudar, lo más probable es que salgamos no
tan bien librados, ya sea porque nos atribuimos asuntos que
no nos competen, cargándonos o lastimándonos o, incluso,
porque podemos llegar a perder el vínculo con el ayudado
por no satisfacer sus expectativas a causa de no ponerle
límites y terminar viéndolo y tratándolo como un niño.
Entre las fuentes que hemos explorado y a las cuales
hemos recurrido para estudiar los procesos de ayuda,
encontramos formulaciones como los planteamientos de Bert
Hellinger en lo referente a ciertos órdenes que marcan un
derrotero tanto acerca del amor como de la ayuda.
Los Órdenes del Amor descubren los principios básicos
del funcionamiento vincular: la pe rte ne ncia a la familia y,
posteriormente, a los sistemas a los cuales nos integramos; e l
re spe to por e l orde n de lle gada , y la compe nsación que
rige los encuentros humanos expresados en el equilibrio entre
el dar y el recibir. Estos principios signan “la
vincularidad” , develan si nuestra mirada está puesta en la
vida o en la muerte y diseñan un destino difícil o uno fácil y
dador de vida, como lo señala Bert Hellinger.
Los Órdenes de la Ayuda, descritos, también,
por Bert Hellinger, señalan el derrotero a seguir para
brindar La Ayuda que Ayuda . Estos órdenes basados en Los
Órdenes del Amor enfatizan, especialmente, el equilibrio
entre el dar y el recibir, regulador fundamental de los procesos
de ayuda.

45
Los planteamientos de T im Kelley y Carole Kammen
sobre el dolor original o huella sagrada remiten a esa herida
que por su carácter primario se denomina sagrada, en tanto
que determina nuestro destino, es decir, las circunstancias
vividas y las que nos esperan si no nos hacemos conscientes
de ella. Los hechos que hemos atravesado están íntimamente
relacionados con la misión de vida y el propósito de la misma
y, desde luego, caracterizan una determinada y específica
manera de enfocar la ayuda con miras a liberar la energía
atrapada en la huella sagrada. De esta forma, el propósito de
la vida se puede evidenciar más y más en nuestra cotidianidad.
También, más que valiosos, son imprescindibles los
descubrimientos de Paloma Cabadas sobre el trauma nuclear, al
plantear la separación en el momento de la concepción del
neonato y, posteriormente, su nacimiento como fuente
innegable del dolor de separación, núcleo del abandono, del
rechazo o del temor a la autoridad frente a los cuales el bebé
estructura determinadas defensas, según el significado y las
consecuencias de ese dolor primario o trauma nuclear.
Si el bebé se siente rechazado y minusválido genera la
máscara de la víctima para compensar lo que considera que no
recibió. Si se siente abandonado neutraliza su soledad con la
máscara del salvador para distraer sus sentimientos dando a
otros lo que él hubiera querido recibir. Y si experimenta haber
sido ofendido e incomprendido, se protege con la máscara del
perseguidor o victimario para reparar el maltrato que recibió
de niño.
Las reacciones defensivas ante estas heridas primarias

46
fueron sabiamente comprendidas por Eric Berne en el Análisis
T ransaccional y su planteamiento de los juegos psicológicos.
Además, fueron exploradas y sistematizadas por Stephen
Karpman, en lo que se conoce como defensas de víctima,
salvador y victimario o perseguidor que conforman el llamado
T riángulo Dramático. La predominancia o mayor tendencia
de uno u otro determinan el estilo de quien ayuda. El trabajo
para transmutar dicho triángulo en triángulo creativo permite
el pasaje de una ayuda que no ayuda a La ayuda que ayuda.

¿Q UÉ PRETENDE LA AYUDA Q UE AYUDA?


La Ayuda que Ayuda pretende servir apoyando al
ayudado a reconocer y hacer uso de sus habilidades y recursos
para que pueda enfrentar las circunstancias que lo aquejan;
procura buscar, encontrar y llevar a feliz término las
actividades que sean necesarias para solucionar sus asuntos en
forma tal que se sienta empoderado, responsable y libre para
disfrutar de la vida con todo lo bueno y lo que considera no
tan bueno.
Es por esto que La Ayuda que Ayuda actúa desde un
amor claro, despierto y comprensivo, al contrario de la ayuda
que limita y actúa desde un amor ciego. El amor ciego no ve
la realidad del otro, sólo cree percibirlo y lo hace desde la
percepción de sus propias carencias. Es decir, solo se ve a sí
mismo, no al otro.
La Ayuda que Ayuda , la que sí ayuda, pretende
acompañar al ayudado para:

47
Ge ne rar confianz a e n sí mismo
La confianza es la piedra angular para desempeñarnos
con éxito y poder. Quien necesita ayuda puede obnubilarse
ante las circunstancias que está viviendo. Rescatar esa fuerza
de vida, impulsora del crecimiento y necesaria para salir del
estado por el que atraviesa es el camino que el ayudador puede
estimular e implementar.
Cre e r e n las habilidade s propias
Todos en nuestro camino vital hemos desarrollado
habilidades y talentos de acuerdo con nuestros intereses,
nuestra personalidad, nuestro medio de vida y las
circunstancias que nos rodean, como también, ante las
exigencias de la vida. Estas habilidades quedan impregnadas en
nosotros, así en estados de crisis no se perciban. De ahí la
importancia de impulsar a quien necesita ayuda a
revitalizarlas.
De sarrollar las pote ncialidade s
Más allá de habilidades y talentos, el ayudado, como
todos los seres humanos, cuenta con enormes
potencialidades que quizá aún ni ha vislumbrado. De ahí que,
trabajar para que las reconozca y las ponga a su servicio es
fundamental, de tal forma que cuente con mayor solvencia y
capacidad para encarar las circunstancias de aprendizaje que
la vida le ha puesto, con miras al crecimiento que le
corresponde.
Se ntirse útil
Nada más grato para una persona que sentirse útil. Sin

48
embargo, quien se encuentra en un estado de necesidad pierde
su sentido de servicio, dada la generalización e invasión
energética que vive en ese momento. Al enfrascarse en sus
propios problemas pierde de vista otros horizontes. Es
función del ayudador apoyarlo para limitar las circunstancias
que lo aquejan liberando, así, la energía que le permita ver, que
incluso a pesar de sus dificultades sigue siendo útil.
Ge ne rar autonomía
Es de vital importancia velar para que el ayudado sea
autónomo, reconozca que, en última instancia, salir avante de
lo que le sucede depende de él y solo de él, que quienes están a
su lado únicamente le pueden brindar apoyo o soporte para
recuperarse de las circunstancias que lo aquejan.
Hace rse re sponsable de su vida
La responsabilidad como aglutinante de los aspectos
anteriores es imprescindible impulsarla en la persona que
necesita la ayuda, sólo así podrá encontrar las soluciones a su
problemática y tomar las acciones para lograrlo; de lo
contrario, se volverá una carga para quien pretenda ayudarlo,
ya que asumiría la actitud de un niño carente de la fuerza que
se requiere para vivir como un adulto.

49
Capítulo IV
EL TRIÁNGULO DRAMÁTICO EXPRESIÓN
DEL DOLOR PRIMARIO
La herida básica y la huella sagrada
El abandono, la traición y la soledad
son las tres facetas de un destino.

Todos los seres humanos, por el solo hecho de nacer,


albergamos una huella llamada sagrada, que por resonancia
con situaciones similares a las de esa herida básica, nos impide
fluir de manera adecuada, libre, feliz y plena.
Quizás, para muchos de nuestros lectores, esta
afirmación es sorpresiva. Jamás se les ocurrió que esa marca
primitiva e inconsciente condicionara la posibilidad de ser
felices.
Tal vez, les haya llamado la atención la plenitud y
ternura que un bebé irradia, invitándonos a experimentar
alegría, amor y confianza en una vida maravillosa para ese
chiquillo y, también para nosotros, si retomamos el festejo
que se despliega ante nuestros ojos por una nueva vida.
Y luego, surge la pregunta: ¿qué es lo que nos pasa más
adelante, cuándo nos colocamos los lentes de lo insuficiente
de nosotros mismos, de los hombres, de las mujeres? Como si

50
de pronto nuestras vidas ya no fueran maravillosas ni
aceptadas.
Quizás, sin saberlo, estamos descubriendo como esos lentes
son producto de aquella huella sagrada mencionada en líneas
anteriores. Seguramente a todos nos acompaña la herida básica,
que brota desde el momento de la concepción o desde el
momento del nacimiento y que, posteriormente, se refuerza con
nuestro crecimiento y se exacerba ante determinadas
circunstancias. Además de todas estas variables es difícil
reconocerla por ser poderosamente inconsciente. Justamente
porque escapa a nuestra consciencia no sabemos en qué
momento se forjó en nosotros.
Felizmente y para nuestro bienestar, estudiosos en esta
materia nos brindan caminos de exploración y comprensión,
que permiten nuevos discernimientos sobre este tema
fundamental en la vida humana.

¿Q UÉ PODEMOS DECIR SOBRE LA HERIDA BÁSICA?


La herida básica es ese dolor primario profundo que,
desde una visión trascendente de la vida, puede surgir desde el
momento de la concepción. Lectura que nos conecta con el
origen divino del cual venimos o también, con el dolor por la
separación de la madre en el momento del nacimiento, desde
una perspectiva que nos conecta con la separación del útero-
paraíso, en donde todo lo teníamos y nada nos faltaba. Esta
segunda mirada podría equivaler, y de hecho lo hace, a la
situación de haber perdido la fuente nutricia original, la fuente

51
divina.
EXPRESIONES DE LA HUELLA SAGRADA
Esta herida básica la recreamos a lo largo de nuestra vida
a partir de todas las separaciones, de todos los dolores y, de
acuerdo a como la incorporemos puede tener matices de
sentirnos abandonados, traicionados o solos.
El intento para defendernos y poder sobrevivir frente a
esa situación de separación toma varias características y
expresiones especiales, así:
La defensa para sobrevivir por habernos sentido
abandonados genera una postura de víctima, en donde
necesitamos que alguien venga a auxiliarnos, a cubrirnos ese
abandono originario, a arrullarnos porque sentimos que solos
no somos capaces de afrontar el dolor del abandono.
Cuando está herida básica se lee desde haber sido
traicionados, reaccionamos, probablemente, con la sensación de
desconfianza, de no entrega y necesitamos controlar a través de
conductas de sometimiento al otro, con fachada de victimario,
de exigencia, de perpetrador y nos alejamos de la posibilidad de
experimentar al otro desde una comunicación profunda que nos
permita ser empáticos.
Cuando la herida básica se percibe desde una situación de soledad
comenzamos a generar defensas para no mostrar nuestra
vulnerabilidad, para cubrir nuestro dolor y nuestros sentimientos de
incompetencia a través de conductas de poder salvar al otro, de
sentirnos necesitados por el otro. De esa forma intentamos tapar la
soledad interior y la poca auto-valoración que experimentamos y, de

52
manera compensatoria, brindamos una ayuda salvadora que nos nutre
con el reconocimiento externo porque carecemos internamente de él.
Los matices a través de los cuales leemos está herida básica,
en función de las distintas experiencias que han rodeado nuestro
nacimiento, los cuidados que nos fueron brindados y las
circunstancias que nos acompañaron, determinan una u otra
característica especial para sobrevivir.
La dependencia por la necesidad de sentirnos protegidos, porque
nos creemos incapaces de sobrevivir por nosotros mismos provoca
que adoptemos conductas de víctima. La necesidad de ocultar nuestra
vulnerabilidad por el temor enorme de volver a ser traicionados,
propicia control y sometimiento al otro a través de conductas
persecutorias. La posibilidad de encubrir nuestra soledad y nuestra
sensación de poca valía interior provoca sentirnos necesitados con
una conducta de salvadores, con la cual no solamente nos mostramos
a salvo de no necesitar nada, sino que, fundamentalmente, generamos
un reconocimiento externo y una dependencia para llenar los vacíos
de nuestra propia minusvalía.
El eje fundamental de La Ayuda que Ayuda es el
reconocimiento de la herida básica o el dolor primario innato del
ser humano, porque gesta la defensa inconsciente para
protegernos del dolor por la frustración ante la relación ilusoria
que esperamos de unos padres ideales; ya sea porque realmente
hubo maltrato o por la lectura egocéntrica que hacemos de niños
acerca de los procesos naturales de la vida, como sería, por
ejemplo, una hospitalización o el dejar los hijos para ir a trabajar
o dejarlos en el jardín infantil.
TRIÁNGULO DRAMÁTICO

53
Ante la herida básica se crean defensas para sobrevivir,
expresadas a través de las máscaras o comportamientos que
conforman los vértices del llamado triángulo dramático.
Como lo hemos explicado la herida básica induce el rol
asumido en los juegos psicológicos, que en el fondo generan
distancia en las relaciones y una incapacidad para establecer
intimidad. Se expresan desde una de las siguientes posiciones:
víctima, perpetrador y salvador.

Desde cada uno de esos roles se crean defensas para


lograr sobrevivir ante el dolor profundo de la herida básica,
así, las víctimas por temor al abandono se aferran a la

54
dependencia; los perseguidores usan el control para defenderse
del miedo a ser traicionados, y los salvadores sobreprotegen
para defenderse de la soledad.
Las víctimasse experimentan débiles e incapaces y dada su
necesidad buscan al salvador. Dicen: “Pobrecito yo” .
Los salvadore s protegen y excusan a las víctimas,
castigan a los victimarios y dan consejos que no son
solicitados. Dicen: “Yo te protejo” .
Los victimariosculpan, intimidan, etiquetan, descalifican,
abusan del poder y amenazan. Dicen: “Tú eres culpable” .
Estas tres instancias que conforman el triángulo
dramático desde el cual adoptamos diferentes posiciones para
relacionarnos con los demás y, desde luego, como posiciones
rotativas, refuerzan, cada vez más, este triángulo conmovedor
generando la tendencia a perpetuarse infinitamente.
El vínculo que ofrecemos al ayudar está, también,
cargado de estas tres características cuando vivimos aún
presos de nuestra herida básica.
Cuando no hemos podido profundizar en nuestra herida
básica, ni conocerla, explorarla o transmutarla, brindamos la
ayuda, desde:
La actitud de víctima, cuando nos sentimos
recargados, desbordados por nuestro trabajo o por quien pide
la ayuda.
Desde una actitud pe rse cutoria ante quien requiere de
nuestra ayuda, porque sentimos que es excesiva su demanda o

55
ya le hemos dado todo, entonces, la reacción lejos de ser
compasiva, necesaria en el proceso de ayuda, es de
impaciencia, intolerancia y censura.
El ser salvador , cuando a quien pide ayuda lo vemos
como víctima y le brindamos apoyo con una actitud de sobre-
protección, así, lo infantilizamos, llegando a darle mucho más
de lo que necesita; en esta forma, cubrimos sus limitaciones
con creces y generamos una dependencia extrema de parte
nuestra para reforzar la necesidad interna de ser
indispensables. En el fondo, esta intervención, no produce
realmente un cambio en quien necesita la ayuda, el ayudador
perpetúa el sentirse imprescindible para calmar su ansía de
reconocimiento, por lo que está lejos de querer ayudar
auténticamente.
Reconocer el triángulo dramático permite darnos cuenta
de cómo el sufrimiento se hace tácito en cada uno de
nosotros. La introspección nos conduce hacia el camino del
triángulo de la creatividad, de tal forma que, el perseguidor, al
registrar su confianza en el otro, logra soltar el control y va
hacia la empatía; la víctima, al rescatar su capacidad de
realización, puede responsabilizarse de su vida, y el salvador,
al reconocer su poder y su valor personal, experimenta la
interconexión a la cual pertenecemos y se permite sentirse en
comunión con el otro.

¿Q UÉ PAPEL JUEGAN LOS JUEGOS PSICOLÓGICOS?


Las manifestaciones de la herida básica se dan a través de

56
juegos psicológicos como una forma específica de
vinculación, surgen del entramado de recursos y defensas para
evitar relaciones profundas y encuentros íntimos, así:
El pe rse guidor aprovecha las debilidades o
equivocaciones de los demás para ocultar su vulnerabilidad,
deseos, frustraciones y anhelos. Abusa de su poder con
sentimientos hostiles y utiliza cualquier ocasión para soltar
sus resentimientos. Proyecta en otros la rabia y la culpa
contenidas en él. Desde la venganza y la soberbia provoca en
los demás humillación y desde su necesidad de mostrarse
fuerte, busca dominar y controlar. Esto lo hace en secreto,
puesto que teme ser desenmascarado e inconscientemente
cobra su dolor y lo sufrido en la infancia vengándose desde la
víctima que un día fue.
Desde su temor a la intimidad y a volver a ser
traicionado no se permite relacionarse desde la compasión, el
amor, y la paz. Responde al mandato de infancia: “No te
acerques”, “No sientas”.
La víctima no tiene confianza en sí misma, tiene miedo
de existir por ella misma, de afirmarse, de fracasar, de ser
abandonada. El inmenso vacío interior la lleva a sentirse
incapaz de hacerse responsable de sus retos vitales y al anular
su capacidad de generar recursos propios frente a lo que le
aqueja, no toma decisiones, ni asume responsabilidades ni
crece, dada su insaciabilidad se deja sobreproteger por el
salvador.
De cara al perseguidor se apoca, se auto-compadece y busca
salvadores que ataquen al perseguidor en su nombre. Lloros,

57
incredulidad y rebelión son sus modos de expresión, en cuanto
responde al mandato de infancia: “No vivas” .
El salvador , mientras se ocupa de los otros, evita cuidar
de sí y al no valorarse necesita reconocimiento de los demás
en quienes busca aprobación, respeto y poder. Al conseguir
reconocimiento y gratitud complace a los otros sometiéndose
a su autoridad. Le cuesta establecer límites por temor a dañar.
Se siente obligado a ayudar y, desde la culpa, da más de lo
justo; desde el orgullo y la arrogancia, compensa sentimientos
de inferioridad.
Para existir como salvador necesita de una víctima a la
cual salvar, así inconscientemente, no está interesado en
ayudar, ya que sería el final de su rol. Sobreprotege y genera
dependencia, puesto que responde al mandato de
infancia: “Complace” . Termina como perseguidor de quien
pretende salvar.

58
59
EL NIÑO EN SUPERVIVENCIA Y EL ADULTO DRAMÁTICO
La herida básica se expresa a través de las conductas del
llamado “niño en supervivencia” desplegadas,
posteriormente, por “el adulto en supervivencia” . Cómo
esta denominación se refiere a los roles del triángulo
dramático, aquí lo llamamos: el Adulto Dramático.

NIÑO EN SUPERVIVENCIA ADULTO DRAMÁTICO

Se auto-compadece Culpabiliza enviando mensajes TÚ

Se devalúa a sí y a los demás Egocéntrico, narcisista

Rebelde, terco Controlador, enjuiciador

Resignado y mentiroso Crítico y racionalizador

Berrinchudo, desconfiado Seudo-independiente

Se compara con otros Se defiende ante el dolor

Anhela algo de manera continua Peleonero, vengativo

Inconsolable Quejumbroso

Hipersensible al dolor Demandante

Defensivo, evasivo, avergonzado Autoritario

60
61
Capítulo V
DEL TRIÁNGULO DRAMÁTICO AL
TRIÁNGULO CREATIVO
Lo creativo y el drama coexisten como las dos caras de una
misma moneda.

Los humanos somos seres sociales, nos necesitamos


entre sí para vivir y nos relacionamos en formas complejas.
Según el nivel de conciencia nos vinculamos de forma sana
hacia el crecer o de manera poco constructiva hacia la
involución.

¿Q UÉ ES EL TRIÁNGULO CREATIVO?
El triángulo creativo implica la realización del proceso
de transformación de los roles limitantes del triángulo
dramático hacia la elaboración de los mismos, la liberación de
las restricciones y su cambio en cualidades que permiten la
expansión del ser, del hacer y del tener.
Puesto que ayudamos desde el rol que habitamos es
preciso pasar del drama a la creatividad, evolucionar del
triángulo dramático al triángulo creativo. Este último se
conforma por la transformación del perseguidor en empático,

62
de la víctima en responsable y del salvador en
empoderamiento personal.
Así, el salvador, al encontrar en su interior la fuente de
poder, renuncia a la búsqueda externa de reconocimiento y
entra a la arista del pode r pe rsonal, con capacidad para ser
asertivo y establecer límites sanos, en forma tal que puede
decir: “Me auto valoro y auto-reconozco”.
El pe rse guidor transforma su agresividad en fuerza para
crear, al descubrir que impera un poder superior que lo
protege, pierde el temor a ser traicionado, se permite sentir
con el otro y al experimentar empatía, puede decir: “Confío y
puedo soltar el control”.
La víctimadescubre la fuente de amparo y protección en
su interior y de ahí deriva su fuerza para tomar la vida.
Descubre el goce de dar y recibir equitativamente y se hace
responsable, así logra decir: “Puedo con mi vida”.

¿CÓMO TRANSFORMAR LO DRAMÁTICO EN CREATIVO?


T ramitar ese triángulo exige contactarnos con el núcleo
de abandono para transformar la pasividad infantil de la
víctima en responsabilidad de su propia vida; el control del
perpetrador causado por el dolor de la traición, en el
desarrollo de la empatía frente al otro. La soledad del salvador
con la consecuente búsqueda de reconocimiento externo, en la
conquista de su valía y de su poder interior.

63
64
65
Responsabilidad, empatía y empoderamiento conforman
el llamado triángulo creativo, desde el cual se puede brindar
una ayuda saludable que impulsa al crecimiento, en lugar del
estancamiento del triángulo dramático, limitante e
infantilizante.
En ocasiones, se realizan intervenciones de ayuda a
partir de las injusticias vividas en la infancia y, por
consiguiente, se pretende reparar, inconscientemente, el
propio dolor a través del quehacer del ayudador, con lo cual se
proyectan los propios sentimientos en quien solicita la ayuda.
En otros momentos, se ayuda desde una igualdad
simétrica, reflejo de una ayuda en un equilibrio de pares y no
desde la obviedad de la jerarquía que el ayudador puede
contener en esa circunstancia.
Resaltamos que sólo desde la humildad se puede brindar
La Ayuda que Ayuda, asintiendo a la historia y a las
circunstancias tal como fueron y a los recursos con los que se
cuenta tal como son.

66
LOS Ó RDENES DEL AMOR Y LOS TRIÁNGULOS DE KARPMAN
Los regalos y los dones en la vida se pueden presentar
con fachadas de obstáculos, como sucede en el triángulo
dramático. Sin embargo, dichos impedimentos son gestores
del triángulo creativo. Cuando nos hacemos conscientes de las
dinámicas inconscientes, impulsoras de conductas repetitivas
y sin aparente salida, podemos salir, cambiar la posición de
víctima, perseguidor o salvador.
Pues bien, la sensación de incapacidad frente a las
situaciones que puede estar viviendo una persona necesitada
de ayuda desde el rol de víctima, probablemente se relaciona
con un lugar no claro o equívoco dentro de su sistema al no
haber reconocido y honrado a todos aquellos a quienes ha
correspondido incluir en su sistema. En consecuencia, se
siente débil e incompleto, sin raíces profundas al contravenir
el orden de pertenencia.
T rabajar sistémicamente los tres órdenes del amor y la
sensación de abandono primario permite un re-ordenamiento
que impulsa la integración y la inclusión con la consecuencia
de propiciar el advenimiento de su propio lugar. Desde allí, se
puede responsabilizar de su vida para acceder, así, a uno de los
vértices del llamado triángulo creativo y emprender la
transformación de los aspectos que le corresponden.
El rol de pe rse guidor tiene que ver con la alteración en
el orden jerárquico deslizado hacia lugares ancestrales,
probablemente desde un amor ciego, pretende apropiarse del

67
lugar de un antecesor. El proceso sistémico brindado por los
órdenes del amor y la revisión de conductas de control y
defensivas de traiciones vividas para someter a otros, libera al
perseguidor del profundo miedo por haber asumido un lugar
que no le correspondía y por el control ejercido para poder
sobrevivir. Esta nueva dinámica despliega tranquilidad ante los
vínculos y propicia un encuentro empático con el otro.
En el último matiz referido al salvador , se hace
referencia a una alteración en el principio de compensación,
con lo cual se experimenta la culpa que lo induce a dar más de
lo justo para granjearse el lugar necesario para pertenecer, ser
y hacer. Al explorar y honrar la sensación de soledad
determinante de dinámicas para ser indispensable puede
expresar su propia valía interna, sin necesidad de depender del
reconocimiento externo.
Desde el triángulo creativo circulamos por la empatía, el
empoderamiento y la responsabilidad y, de esta manera, es
posible emprender un proceso de ayuda que libere al otro de
ataduras inconscientes para apoyarlo en el encuentro de su
propia responsabilidad, valía y capacidad empática frente al
otro.
Para acceder al triángulo de la creatividad, el perseguidor
trasforma su agresividad en fuerza para creer, experimenta un
poder superior que lo protege y pierde el temor a ser
traicionado, se permite, así, sentir con el otro y desarrollar
empatía.
La víctima descubre la fuente del amparo y la protección
en su interior y, de ahí, deriva la fuerza para tomar la vida,

68
expresar el goce de dar y recibir equitativamente y hacerse
responsable.
El salvador, al encontrar en su interior la fuente de poder,
renuncia a la búsqueda externa de reconocimiento, entra al
anhelado poder personal con capacidad para ser asertivo y
establecer límites sanos.

69
DEL ADULTO SABIO AL NIÑO DE LUZ Y GENUINO
En la familia, un adulto en supervivencia cría niños en
supervivencia; mientras que los padres sabios generan niños de
luz y genuinos.

NIÑO S DE LUZ Y
PADRES SABIO S
GENUINO S

Protectores Llenos de amor

Escucha activa Viven plenamente

Amorosos, abiertos Abiertos y curiosos

Dispuestos a vincularse Receptivos y alertas

Sociables, con humor Dispuestos a aprender

Capaces de sentir dolor Reconocen sus sentimientos

Justos en sus acciones Auténticos

Libres en su voluntad Sensibles

Fuertes y despiertos Alegres

70
Guía y ejemplo Veraces

71
Capítulo VI
LOS ÓRDENES DEL AMOR
Inclusión, orden y equilibrio son los gestores del destino
y de la felicidad.

DE CÓMO SURGEN LOS ÓRDENES DEL AMOR


Los llamados Órdenes del Amor de Bert Hellinger fueron
encontrados, descritos y sistematizados por él como rectores
del funcionamiento vincular armónico de las personas en
todos los ámbitos y en todos los sistemas que conforman.
Bert Hellinger, filósofo, pedagogo, teólogo, terapeuta y
notable pensador de nuestro tiempo, nació en Alemania en
1925. Con la vitalidad que lo caracteriza y la lucidez que
siempre lo acompaña sigue entregándonos enseñanzas y
hallazgos profundos en los procesos de comprensión de la
existencia humana. Plantea los Órdenes del Amor, como
determinantes de la urdimbre sobre la cual se desarrolla
nuestra vida.
Gracias a su fina observación y cualidades investigativas
encontró y descubrió estos órdenes; no fueron creados ni
inventados por él. Agrupados como él nos los entregó, los
Órdenes del Amor son los principios del funcionamiento

72
armónico vincular, como elementos interrelacionados
permanentemente entre sí, que marcan la calidad de nuestra
vida.
Bert Hellinger dice que cuando uno de estos órdenes se
altera, los demás también se trastocan, pues se encuentran
interrelacionados. Felizmente, por ser dinámicos e
interactuantes, así mismo, cuando uno de ellos comienza a
alinearse, los otros dos también lo hacen.
La implementación de ellos conduce a la forma como
abordamos la vida y la vivenciamos dentro de un destino fácil o difícil;
de esta manera, avanzamos en la vida con una misión acorde con
nuestro propósito o alejada de nuestra esencia.
Los movimientos de la vida son generadores de más
salud, más bienestar, más plenitud, más éxito y más logros o
sus opuestos, que marcan menos salud, menos felicidad, menos
logros, menos fluidez.
Como determinantes, los Órdenes del Amor marcan la
pauta de la vida: si va en vía de la expansión y la realización o
en la vía de los bloqueos y los obstáculos por doquier. Si la
vida va hacia más o hacia menos.
Estarás preguntándote: ¿existen sistemas que van hacia la
expansión y otros que, por alteraciones, generan dificultades
específicas? Exactamente, así como las personas enferman y
necesitan revisar lo pendiente, lo que sucede y lo que se debe
hacer para reorientar la vida hacia la salud, los sistemas
también se enferman.
En efecto, se enferman cuando los principios del

73
funcionamiento vincular están en desorden; cuando hay
exclusiones, de una u otra manera, se altera no solo la
pertenencia, sino también el orden de origen y los principios
del dar y del recibir.

LOS Ó RDENES DEL AMOR Y LA AYUDA Q UE AYUDA


La Ayuda que Ayuda se sostiene en los Órdenes del
Amor y la mejor manera de conocerlos y de dar cuenta de lo
que son y de cómo integrarlos en nuestra vida está en los hilos
que se entretejen para formar una red.
Los Órdenes del Amor se constituyen en el entretejido
que sostiene la red de La Ayuda que Ayuda . Podemos decir
que existe una red invisible, como si fuera una atarraya que
desde el fondo del mar estuviera conteniendo a todos los seres
humanos y, a su vez, dentro de ella existieran redes
determinadas, desde luego invisibles, para sostener cada
sistema, incluso los más inmediatos que tenemos: nuestro
cuerpo físico, nuestro cuerpo energético y el funcionamiento
neuro-fisio-biológico, que nos acompañan y que nos permiten
estar en este trozo de existencia humana.
A la vista, se resaltan unas redes mayores de sostén de los
sistemas familiares, laborales o comunitarios. Son sistemas en
crecimiento, en donde cada uno contiene al siguiente, redes
tejidas entre sí, en colores y texturas diferentes.
Cuando esta red está completa se plasma el impulso de
vida, de lo expansivo, de lo añorado, de más felicidad, más
bienestar, mayores logros, más encuentros, más vínculos

74
creativos y fructíferos, y todo esto atravesado por la única y
real fuerza de la vida presente en todos los seres: la fuerza del
amor, aglutinante de un bien común, de Algo más Grande. El
amor como fuerza creativa.
Si observamos los hilos de esa red bien organizada, tal vez la
primera imagen que se nos revela es la del orden regulador del
bienestar, que atraviesa la red con un color especial. Nos
preguntamos, quizás: ¿orden de qué?, el orden de las características
de los sistemas, expresados en tres diferentes colores: la
pertenencia, la jerarquía y la compensación.

75
La Pe rte ne ncia
El primero de estos principios se
denomina pe rte ne ncia y quiere decir que todos, por el hecho
de estar dentro de esa red, como la vida misma, tenemos
derecho a pertenecer y esto es inherente a nuestra existencia.
La pe rte ne ncia es un derecho inalienable, indivisible e
imprescriptible, es un derecho humano fundamental. Todos
por el simple hecho de existir tenemos derecho a pertenecer,

76
inicialmente a la familia en la cual nacimos y,
posteriormente, a los sistemas en los cuales nos
desempeñamos. La pertenencia, como su nombre lo indica, es
sentirse parte de un sistema.
La vida de la humanidad ha sido posible gracias a la
pertenencia, ya que solamente podemos existir en tanto otros
nos dieron la vida y, además, la cuidaron. Pertenecer genera
arraigo, confianza y seguridad, y, desde el inter-juego con el
orden y la jerarquía, produce la certeza del lugar que
ocupamos, desde donde surge nuestra identidad y
experimentamos el derecho de ser.
Si uno de los nudos de la red se soltara, veríamos cómo se
escaparían elementos y características, haciéndose un agujero
cada vez mayor, por donde se esfumarían muchos de los
aspectos y las situaciones esenciales del ser humano. La
completud del sistema contiene e impulsa la fuerza unificante
que existe en esa red, es decir, contiene a la pertenencia.
Cuando observamos uno de esos nudos ya deshecho, es
como si por allí se escapara algo que consideramos no
pertenece, algo que hemos olvidado porque no ha sido
reconocido o, por prejuicios sociales o morales, le negamos su
existencia; a esto lo denominamos e xclusión .
La e xclusión se considera el mayor pecado de la
pertenencia, porque por el vacío que deja, por ese espacio, se
escapa la fuerza vital, el impulso para construir y,
paradójicamente, al buscarla comenzamos a extrañar aquel
faltante, aquello que fue excluido.

77
El orden de la pertenencia avala el de la jerarquía; por
eso, la exclusión revierte la mirada hacia el pasado, lo cual
altera este otro orden. Al quedarnos buscando lo perdido en el
pasado, dejamos de mirar el presente y no podemos construir
el futuro.
En general no somos conscientes de pertenecer aunque
nacemos en el seno de una familia con unos padres que a más
de transmitirnos la vida, como precioso don depositado en el
relicario sagrado de nuestro cuerpo, nos entregaron sus
cuidados y, como seres, crecimos y adoptamos su postura ante
la vida, siendo ésta la base de nuestra pertenencia.
A medida que crecemos y nos relacionamos con otras
personas comenzamos a pertenecer a otros siste mas , a
otros espacios y según cómo nos comportemos, estos
sistemas nos permiten estar ahí si cumplimos algunas reglas
implícitas o, de lo contrario, somos excluidos; esto lo
podemos ver a través de la vida. Al pertenecer a otros
sistemas afloran varios matices del primer color.
Efectivamente, la vida comienza a mostrarnos otros
espacios y, al hacer uso de nuestra libertad y nuestra voluntad,
en ocasiones, no acatamos esos patrones, esas reglas. Cuando
observamos que alguien ha dejado de cumplir las reglas, nos
creemos con el derecho de excluir, de negar su pertenencia,
con lo cual, entorpecemos el derecho humano, inalienable,
indivisible e imprescriptible a pertenecer. Olvidamos que
reconocer plenamente la pertenencia genera una vida amable,
liviana y feliz.
Cuando me doy cuenta de que surgen trabas por mis

78
razonamientos, mi lógica o mis justificaciones para excluir a alguien,
puedo reversar la exclusión para recobrar la calma, la paz y la
integridad. Entonces, simplemente, me permito honrar lo que es, tal
cual es. Y, desde este asentimiento, la vida fluye.
En nuestras indagaciones de corte socio-emocional y
conductual en el ámbito laboral verificamos el impacto de
pertenecer. Nosotras confirmamos que quienes reconocían su
origen al colocar imaginariamente a sus padres detrás de ellos,
se sintieron con más peso, más seguridad y más cohesión que
quienes no lo hicieron.
Para corroborar nuestra observación destacamos lo
expresado por algunos de los participantes en un taller
sobre La Ayuda que Ayuda :
“Me pareció muy importante afianzar los sentimientos de
respeto y admiración hacia los padres en las relaciones
humanas, con ello se experimenta el pertenecer y se va al
interior y a lo más profundo que tiene el ser humano
para que mejore en su comportamiento familiar y
laboral”.
Otro asistente señaló:
“El principio de la pertenencia conduce a no excluir y a
evitar no ver a los otros o al otro”.
Otro participante, además, dijo :
“Fue muy reconfortante toda vez que compartimos
sentimientos de solidaridad, sentido de pertenencia,
integración laboral, compromiso mutuo, alegría y
orgullo de hacer y ser parte de esta entidad. Se vivió un

79
momento de compañerismo y necesidad de trabajar en
equipo”.
De esta manera se resalta la importancia del
reconocimiento de nuestro origen, de tener en el corazón a
quienes nos dieron la vida, a nuestros padres y, en la medida
en que tomamos su fuerza, llega la vitalidad a nuestro diario
vivir. La inclusión de las personas excluidas en nuestro
sistema, también, genera dinamismo y fuerza vigorizante
hacia nuestra completud.
La Je rarquía
El orden llamado jerarquía implica ver, reconocer y honrar
nuestro origen y nuestra historia como impulso hacia la
construcción del mañana anhelado a partir del momento en el que
llegamos y desde el lugar que ocupamos en el sistema.
Este orden impulsa nuestra vida para construir un futuro
apoyado por la fuerza de los ancestros.
En esa red aparece un segundo color nítido o no, según
como se conserve el principio de la pertenencia. Al observar
la red y los nudos que la conforman nos damos cuenta de que
unos aparecieron primero y otros después. La secuencia de
aquellos quienes surgieron antes que los posteriores constituye
el llamado orde n de orige n y connota el orden de llegada,
quien arribó antes tiene prelación sobre el que lo hizo después.
La je rarquía es el orden que organiza los vínculos; por
ejemplo, entre padres e hijos sin importar edad,
conocimientos de los hijos, haberes o saberes la realidad
incuestionable es que los padres llegaron primero y ellos,

80
independiente de cualquier circunstancia, son los mayores,
cómo tales merecen reconocimiento y honra.
Cuando la pertenencia se completa, así sea con el recurso
de incluir en nuestra mente a todos aquellos que fueron
excluidos, el orden de origen se alinea, por tanto, los vacíos
de los pendientes por las exclusiones del sistema vuelven a
llenarse y, en consecuencia, reaparece el orden entre los
primeros en llegar y quienes, posteriormente, fueron
apareciendo.
Esta jerarquía o respeto por el orden de origen arroja,
con claridad, el lugar que nos corresponde dentro del sistema
al que pertenecemos y en donde existieron muchos seres en el
escenario antes de nuestra aparición, nuestros antecesores y,
probablemente otros, cuya llegada fue posterior y se
constituyen en nuestros descendientes.
En este sentido, somos una cadena inagotable y nosotros
sólo un eslabón, que alcanza a recibir la influencia de muchas
generaciones atrás y, también, a muchas generaciones que
continuarán con nuestro legado.
Apreciar el orden de la jerarquía en acción es realmente
valioso e interesante. Por ejemplo, cuando se trabaja con
mujeres madres cabeza de familia, en general, se percibe como
ellas se sienten orgullosas de sus hijos, en especial, de sus hijos
varones, quienes al ver a sus mamás solas,
independientemente de la causa por la cual no están en pareja,
adoptan, en forma inconsciente, el papel o el rol de padre de
sus hermanos y de pareja de ellas.
En una ocasión escuchamos a una madre cabeza de

81
familia decir:
“Yo soy muy feliz, pero no puedo tener ningún otro
hombre, porque mi hijo no me lo permite, no me deja
salir con nadie, es muy celoso”.
Y cuando le preguntamos si esa era una función o el rol
de un hijo, respondió:
“Pues no, pero como él es el hombre de la casa, porque
como me abandonaron y estoy sola, para mí está bien
que así sea”.
Con este ejemplo vemos de manera diáfana como se
rompe este principio de la jerarquía por amor y en aras de
brindar un servicio y de ayudar a llenar ese vacío de soledad de
la madre, en aras de suplir las dificultades, muchas veces
económicas; frente a los otros hermanos, el mayor se cree el
grande y toma el lugar que no le corresponde.
En situaciones como esta, con el tiempo, se observa
cómo el hijo que, inconscientemente, se desplazó de su lugar,
no consigue pareja o los hermanos no agradecen su ayuda y,
por el contrario, están enojados y furiosos por haber usurpado
el rol paterno.
Quien así ayuda sin comprender esas reacciones, se pregunta:
¿qué pasa, sí lo que hice fue ayudar? Sí, justamente lo hizo por ellos, de
hecho, probablemente, sacrificó sus sueños para sacarlos adelante. Sin
embargo, la potencia de los principios es inexorable. Aquí vemos la
fuerza de este orden, independientemente de las circunstancias se
torna incuestionable respetar el lugar. Así, el grande es el grande y el
pequeño es el pequeño, el padre es el padre y el hijo es el hijo.

82
El trabajo realizado con mujeres cabeza de familia ilustra
el efecto respecto de este orden. Después de las
intervenciones realizadas en el programa, se percibió que
comenzaron a entender la importancia del lugar
correspondiente de cada uno de los miembros de la familia.
Comprendieron cómo sus hijos estaban realizando una labor
no pertinente y si bien, ellas se sentían orgullosas de eso, lo
evidente era que al interior de su familia, eso estaba generando
inconformidad, ruido, peleas y descontentos.
Confirmamos el cambio cuando algunas mujeres
comentaron que a raíz de lo aprendido en el programa
pudieron plantearlo y conversarlo con sus hijos. Acá el relato
de una de ellas:
“Le dije a mi hijo: tú no eres mi pareja, ni el papá de tus
hermanos; está bien que me ayudes desde donde tú
puedas, sin reemplazar a tu padre; no te corresponde
opinar sobre si salgo o no salgo”.
Narró cómo, ante esto, su hijo mirándola hizo una
exhalación de alivio y cómo empezaron a mejorar las
relaciones con sus hermanos, a tener un clima diferente
dentro del ámbito familiar.
Si se ha respetado la pertenencia, poner en práctica el
orden de la jerarquía se torna fácil y hasta obvio. Se comienza
tomando conciencia del lugar ocupado, en qué momento
llegué a este sistema, quién, realmente, dadas las
circunstancias, ocupa un lugar más grande o de mayor y, al
contrario, quién ocupa un lugar de pequeño o de menor y, con
ello, a tomar acciones desde el lugar correspondiente.

83
El orden de jerarquía aplica en todos los sistemas, no
solamente al interior de la familia, también, en la empresa uno es el
jefe, otra la secretaria, otro el coordinador, otro el operador y, así,
cada quien desde su propio lugar tiene su propia función. Si cada quien
tiene conciencia de: ¿a dónde llegó?, ¿cuándo llegó? y ¿cuál es su
labor? y respeta ese lugar su vida comienza a fluir tanto como sus
relaciones. Desde allí, igualmente, comienza a hacerse consciente de
cuál es su lugar para ayudar y a quién compete ayudar. Y, con ello,
tiene claridad respecto de: ¿a quién puede ayudar? y ¿cómo lo puede
hacer?
El inter-juego de la pertenencia y el respeto por la
jerarquía se materializa en el lugar desde el cual
experimentamos el pleno derecho de ser y el poder para hacer
y, a la vez, asumimos la responsabilidad que nos corresponde
desde ese lugar determinado.
La Compe nsación
Esa red sostén invisible de los sistemas impulsa nuestra
expansión, cuando está completa, respetada y ordenada. Con
ella, aparece un tercer color, el color significante del cómo se
intercambian los hilos, de cómo se entrelazan en el dar y el
recibir para poder seguir construyendo la red e ir entretejiendo
los nudos que la sostienen y la consolidan. Símil reflejo del
intercambio vincular a partir del cual construimos relaciones
y encuentros.
De esta manera, se constituye el tercero de los órdenes,
denominado compe nsación o e quilibrio e ntre lo que
damos y re cibimos. En el recibir incluimos lo que nos
permitimos tomar.

84
Empezamos la vida al tomar lo entregado por la madre y
el padre en la concepción y de los cuidados y las provisiones
recibidas al nacer. Tomar el alimento es, quizás, el primer acto
de recibir del neonato que incorpora para luego dar. Así, el
bebé satisfecho llena de alegría a sus padres al verlo placido,
así, su sonrisa se graba en sus corazones con el gozo de tener
en sus manos esa vida que comienza.
El equilibrio entre lo dado, lo tomado, lo recibido y lo
entregado marca el encuentro vincular y el entretejido social
forjado desde ellos para continuar nuestro crecimiento.
Si este dar y recibir se gesta entre personas de la misma
jerarquía, como los hermanos, los socios, las parejas o los
amigos, tenemos una relación de pares, simétrica. Si
observamos con cuidado nuestro comportamiento en esos
vínculos veremos cómo, una vez que entregamos algo, nos
sentimos en libertad de recibir de vuelta, sin culpa, ni
obligación.
La imagen del péndulo en su movimiento de ir y regresar
de un lado al otro, impulsado con la misma energía en
reciprocidad, refleja la calidad de nuestros intercambios
marcados por un equilibrio armónico y simétrico, cual reflejo
del orden del universo.
La espiral del crecimiento se forma dando cosas
maravillosas al otro y recibiéndolas de vuelta; así,
experimentamos la profundidad del vínculo con un piso sólido
para reforzarla. Cuando, por el contrario, se presenta un
desequilibrio comenzamos a sentir que el vínculo se
resquebraja y algo extraño sucede, la energía ya no fluye de la

85
misma manera, vemos el vínculo ir hacia la disolución, cada
vez los intercambios son más espaciados y más distantes y,
entramos en la espiral del desamor.
Cuando el encuentro vincular se da en relaciones
asimétricas, por ejemplo, entre padres e hijos, docentes y
alumnos, jefes y subalternos, los órdenes del equilibrio y del
dar y del recibir son diferentes.
Lo que prima es que el mayor dé y el pequeño reciba. Lo
vemos, así, en una madre que cuida a su criatura recién nacida;
durante el periodo del crecimiento de nuestros hijos; en el
proceso de aprendizaje del chiquillo cuando empieza a realizar
sus primeros palotes o a aprender las primeras letras, o con el
nuevo empleado que comienza a incorporar los aprendizajes
específicos de su nuevo trabajo.
Este es un equilibrio en donde quien recibe siente gratitud
y devuelve lo recibido de otra manera, al ser imposible
restituir a nuestros padres la vida recibida a través de ellos o
devolver a nuestros maestros lo enseñado.
Sin embargo, es posible entregarlo progresivamente a
quienes dependen de nosotros y, en esta forma, la cadena del
dar y del recibir va de la mano de la cadena del orden de
aparición en cada sistema. Recibimos la vida de nuestros
padres y la entregamos a los hijos; recibimos la formación
académica y la transmitimos en el quehacer profesional;
recibimos las instrucciones en el trabajo y hacemos algo
bueno con ellas al desempeñarnos de manera eficiente.
Este equilibrio asimétrico, también, se armoniza con unas
profundas gracias de corazón: gracias por lo que me has

86
entregado, gracias y gracias por todo lo recibido. Cuando
realmente nos permitimos recibir y tomamos lo que nos es
dado surge la gratitud; cuando la ayuda se toma y, con eso se
hace algo bueno ya se compensa lo recibido, en especial,
cuando se asume la responsabilidad de la propia vida surge la
espiral del crecimiento, la evolución y la expansión.
TRASCENDENCIA DE LOS Ó RDENES DEL AMOR EN LA VIDA
COTIDIANA

Te estarás preguntando: ¿qué trascendencia tienen estos


tres órdenes del amor en la vida cotidiana?
El intercambio libre y liviano dentro del cual damos y
recibimos inocentemente es el que construye la profundidad
de los vínculos y permite que la ayuda se entregue a quien
realmente la necesita para que pueda tomarla con humildad y
gratitud.
Si estos órdenes están alineados o no, marcan la calidad
de nuestras realizaciones y de nuestra ayuda. Hellinger habla
de situaciones vitales que constituyen el destino, que puede ser
difícil cuando nos pesa, nos quita la paz, la salud, la alegría, las
ganas de vivir.
En general, los destinos difíciles contienen
manifestaciones como enfermedades crónicas, muertes
tempranas, separaciones conyugales, suicidios, adicciones,
quiebras empresariales, rupturas y dificultades en los vínculos,
alteraciones en el manejo de la autoridad. Estos destinos
difíciles son síntomas y expresiones de asuntos
transgeneracionales pendientes, es decir, de generaciones

87
anteriores y, como tales, contienen alteraciones en estos
principios del funcionamiento vincular.
En este sentido, los síntomas tienen una nueva
dimensión, en tanto son mensajeros de los Órdenes del Amor
alterados y, como voz presente, develan a quien fuera
proscrito para ser visto, reconocido y honrado, en tal forma
que no sólo la generación actual quede cubierta, sino también
aquellas en las cuales sucedió el hecho. Así se genera alivio en
esas generaciones y en las posteriores.
Justamente el entretejido vincular y único de esa red
familiar alcanza generaciones atrás y pone en evidencia que
cuando uno de los nudos del sistema se modifica, se organizan
los demás.
Bert Hellinger, también, menciona caminos amables de
expansión de conciencia y crecimiento. Estos son los destinos
de plenitud, esas vidas llenas y felices con lo alcanzado y con
lo que se tiene. La gratitud en su corazón, les permite darse
cuenta de lo recibido y abrirlo para dar con generosidad y
entregar lo posible. Significan el premio por haber honrado la
vida que desde lo ancestral fue trasmitida y por haber mirado
el amor desde un orden que recuperase abre el abanico de
posibilidades creativas.
Entonces, vemos cómo el bienestar en nuestra
cotidianidad está atravesado por el respeto de los órdenes del
amor, mientras que su inobservancia genera circunstancias
nefastas, así:
Cuando no nos percatamos de la exclusión como desorden de
la pertenencia, les pasa una factura costosa a las generaciones

88
posteriores. Si las conductas de aquellos excluidos, rechazados social
o moralmente no fueron aceptadas, vistas o incluidas, aparecen en
generaciones posteriores, a través de un síntoma o conducta similar
a la del proscrito como recordatorio de la exclusión y llama la
atención al sistema, para que el expulsado en generaciones
anteriores y su implicado en el presente, puedan ser incluidos.
Cuando el orden de jerarquía está alterado lleva de la
mano a la exclusión. En efecto, cuando un faltante aparece en
un sistema, una persona menor pretende llenar ese espacio y
se implica con alguien de diferente jerarquía, ocupa su lugar
con la consecuente alteración del orden de origen.
El orden de origen influye en los órdenes de la ayuda, así,
observamos cómo al alterarse el orden de origen perdemos la
fuerza para ayudar. La capacidad de entregar una ayuda que
fortalezca y que no debilite requiere estar parados en el propio
lugar; solo, así, logramos el arraigo necesario, solo desde unas
profundas raíces que den cuenta de nuestra historia,
encontramos respuestas para vincularnos sanamente.
En ocasiones, el dar y el recibir también surgen desde la
culpa, es un dar forzado y es un recibir obligado, y eso es una
alteración del orden de la compensación. Cuando devolvemos
por una exigencia externa, por una presión de la sociedad
estamos devolviendo desde la imposición y, justamente, no es
esto lo que construye. Cuando recibimos desde la
obligatoriedad estamos haciendo lo mismo y esto es lo que
evita el fluir en los vínculos.
Esta mirada liberadora invita a darnos cuenta de los
principios de este funcionamiento que necesitamos revisar,

89
incluir y honrar. También, permite preguntarnos: ¿cómo
damos e implementamos la ayuda?, ¿cómo es nuestro dar y
recibir? Así, podemos revisar y mirar lo que necesita
atención, en tal forma que pueda volver a fluir el amor, esa
energía que todo lo construye y que va dejando huellas
amables por donde ejerce su función y su poder.

Capítulo VII
BASES DE LOS ÓRDENES DE LA AYUDA
QUE AYUDA
Quien ayuda en sintonía respeta los límites,
la grandeza y el sistema del otro.

En este capítulo nos adentramos en el núcleo esencial de


lo que es La Ayuda que Ayuda . Partimos de la visión de
Bert Hellinger y la llevamos a la práctica en la vida cotidiana,
al considerar que, en la medida en que entendemos,
comprendemos, incorporamos y actuamos bajo esos
parámetros, vamos a brindar una ayuda eficaz que redundará
tanto en la autonomía del ayudado -que no es víctima- y su
bienestar, como en la satisfacción personal y el cuidado de
nosotros mismos al lograr hacernos responsables, únicamente,
de lo que nos corresponde: ayudar sin perder nuestro norte y
nuestra paz.

90
Para e nte nde r la ayuda
La ayuda, tal como la plantea Bert Hellinger, también
tiene un orden, unos parámetros mínimos que, de no ser
observados, generan el desorden que matiza el proceso de la
ayuda para convertirla en acompañamiento sobreprotector,
limitante y sesgado, nacido de las propias carencias
inconscientes de quien la brinda y olvida la real necesidad de la
persona que busca la ayuda.
Quien recibe la ayuda precisa ser escuchado en su dolor,
visto en su grandeza y en sus recursos para abrirse a las
posibilidades de responder a las exigencias de su vida a partir
de asentir su destino, su dolor y la riqueza de su ser, que, sin
duda alguna, sigue presente aun cuando a simple vista no sea
perceptible para él.

¿CUÁLES SON ESOS ÓRDENES DE LA AYUDA Q UE AYUDA?


Los órdenes de la ayuda desde su inicial planteamiento
por Bert Hellinger han tenido diversas aplicaciones prácticas
y un desarrollo amplio; por ello, presentamos a continuación
un compendio de estos.

91
PRIMER ORDEN
Solo dar lo que se tiene y tomar solo lo que se necesita
El balance entre el tomar y el dar permite tomar lo que
se necesita y dar desde lo que se tiene
El orde n

92
El dar y el tomar tiene límites: percibir esos límites y
respetarlos forma parte de La Ayuda que Ayuda.
Precisa de humildad y renuncia a las expectativas ante el
dolor.
El de sorde n
Cuando se da lo que no se tiene y el otro quiere tomar lo
que no necesita.
Cuando se espera y se exige de otro lo que no puede dar
porque no lo tiene.
Cuando no se debe dar. Implica asumir lo que le
corresponde a otro.
Cuando me aproximo al otro para dar desde la
comunicación empática basada en el amor puedo reconocer
los propios límites, los del otro y los de la situación, así como
descubrir cuál es la justa medida. De esta manera, impulso el
crecimiento de quien pide la ayuda y favorezco su
independencia y su autonomía.
Al contrario, cuando me aproximo al otro para dar sin
reconocerlo actúo desde el sentir del ego compensando mis
carencias y reafirmando mi creencia de superioridad. Todo
esto motivado por la envidia, el control, la arrogancia y la
omnipotencia, generalmente, inconscientes.

S EGUNDO O RDEN
Las circunstancias determinan el límite de la
intervención

93
El contexto determina la bondad y efectividad de La
Ayuda que Ayuda
El orde n
La ayuda eficaz está al servicio de la vida en su desarrollo
y crecimiento, y asiente a las circunstancias internas y
externas.
La ayuda eficaz fluye con la misión personal de quien
pide ayuda, con las implicaciones del destino de otros
miembros de la familia y con los efectos que sobre el sistema
tiene La Ayuda que Ayuda.
El de sorde n
Negar o ignorar las circunstancias del contexto o la del
mundo interno, sin confrontarlas directamente con la persona
que busca ayuda.
La pretensión de ayudar en contra de dichas
circunstancias debilita tanto a quien da la ayuda como a la
persona que espera la ayuda.

TERCER O RDEN
Establecer una relación y comunicación de adulto a
adulto
Solo desde el lugar correspondiente, el ayudador puede
asumir su rol de una manera adulta
El orde n
Ante quien solicita ayuda corresponde al ayudador

94
comportarse como adulto, solo así refuerza la autonomía de
quien necesita la ayuda.
En consecuencia, es preciso no ubicarse en el lugar de sus
padres.
El de sorde n
Consiste en permitir que el ayudado demande del
ayudador tal como un niño lo hace con sus padres.
En consecuencia, quien ayuda lo trata como si fuera un
niño y asume, en su lugar, asuntos cuyas responsabilidades
debe asumir quien pide y necesita la ayuda dentro de su
proceso de responsabilizarse de su vida.

CUARTO O RDEN
La empatía del ayudador es fundamentalmente sistémica.
En la totalidad del sistema, el ayudador ocupa la
posición final, solo así, su actitud de ayuda concuerda
con el Orden Más Grande.
El orde n
Todo individuo como perteneciente a un sistema debe ser
visto y recibido dentro de su contexto sistémico.
El orden se encuentra en trabajar de manera sistémica.
Solo cuando el ayudador ve y recibe al ayudado dentro del
sistema social y familiar al que pertenece puede darse cuenta
de su compromiso y necesidad de ayudar para compensar, en
su propia historia, la deuda sistémica y ancestral que

95
inconscientemente carga.
El de sorde n
No mirar ni reconocer a otras personas decisivas, que, por así
decirlo, pueden tener en sus manos la clave para la solución. Por
ejemplo: los excluidos del sistema familiar o social.
Ver a la persona que solicita ayuda en un contexto
personal únicamente y olvidar el sistema al cual pertenece.
El trabajo sistémico se inicia en el alma de cada quien, esto
significa que no solo corresponde ver al ayudado, sino siempre
también a su sistema. Si ese sistema recibe un lugar honroso en el alma
del ayudador, se está listo y en plena concordancia para respetar el
orden y se tendrá la fuerza para servir.
La empatía sistémica contiene el Orden Mayor: el
proceso de la ayuda tiene en cuenta el Todo Mayor que
sistémicamente engloba al ayudador, al ayudado y sus
circunstancias difíciles. Al Todo Mayor pertenecen los padres,
las familias de origen, las familias actuales y los destinos
resultantes del sistema al que se pertenece.

Q UINTO O RDEN
Asentir a la vida y al sistema del ayudado hacia la
reconciliación
La Ayuda que Ayuda incluye pertenecer y reconciliar
El orde n
Reconciliar e integrar: se opone a la distinción entre

96
buenos y malos.
El ayudador incluye al otro y a su sistema, así se torna
parte suya.
Lo que se ha reconciliado en su corazón, también puede
reconciliarse en el corazón de todos los implicados.
El de sorde n
Juzgar al ayudado y/o a los miembros de su sistema.
Dar soluciones según las propias creencias, valores y/o
teorías psico-sociales.
Reconciliar o integrar se opone a la distinción entre
buenos y malos. Negarnos a hacer esa diferencia es
importante cuando ayudamos a alguien, ya que casi que de
manera inconsciente, cotidiana o natural, tendemos a aliarnos
con él como si fuera el bueno y quien propició su situación el
malo o el victimario.
En realidad, en el corazón de todas las personas no hay
diferencia, no puede haber oposición. El buen logro y el
desarrollo de nuestra vida como seres humanos es la
reconciliación hacia la paz y, cuando estamos en una
situación de ayuda, no podemos hablar de víctimas ni de
victimarios, todos nos hacemos cargo de lo sucedido, a todos
nos corresponde trascender esta diferenciación e ir hacia la
reconciliación, si en verdad queremos vivir en paz.

S EXTO O RDEN
Asentir al destino tal como fue y tal cual es

97
En La Ayuda que Ayuda, lo que corresponde es servir a
la vida tal y como es, sin deseo de que sea diferente a lo
que es
El orde n
Entrar en el campo del sistema del ayudado mirando la
situación tal como fue y como es y de una manera solidaria.
En destinos difíciles rendirse ante un orden superior y
asintiendo a lo que fue, tal cual fue.
El de sorde n
Compadecerse con la situación de los ayudados o de
miembros del sistema desde una conducta de lástima.
Negar lo que el campo presenta a causa del dolor o
establecer alianzas para entrar en juegos psicológicos.
La plenitud de la vida significa llevar al corazón lo que es
tal cual es y lo que fue tal como fue, en tanto que lo que es, es
Lo Más Grande, así:
A los padres tal y como son.
A las parejas tal y como son.
A los hijos tal y como son.
Al pasado tal y como fue.
A la historia del país tal y como fue.
A los ayudados tal como son.
Y a las circunstancias difíciles del ayudado tal y como
fueron y tal y como son.

S ÉPTIMO O RDEN

98
El compromiso del ayudador con su crecimiento y la expansión de su
conciencia para pasar del deber al servir a la vida
Solo está en capacidad de ayudar quien ha tomado a la
vida y a sus padres. Sólo así, se sintoniza con el destino
del ayudado
El orde n
Compromiso permanente del ayudador de avanzar en el
conocimiento de sí mismo.
La resolución de creencias falsas para lograr un servicio
honesto, respetuoso y amoroso con quienes han vivido
situaciones victimizantes o difíciles.
Restituir la conexión con lo excluido y con el dolor no
reconocido.
Esto solo es posible para el ayudador cuando está en
contacto con su dolor, su sombra, sus temores y su destino, es
decir, con lo que le ha sucedido y lo que es tal cual es.
El de sorde n
Entrar en juegos psicológicos de salvador, perseguidor o
víctima.
Ignorar el sistema del ayudado en tanto reflejo de
problemáticas propias no resueltas.
Este orden nos muestra el valor real de la humildad y el
compromiso con nuestro crecimiento dentro de una mirada
sistémica para ayudar desde la esencia de nuestro ser y no
desde nuestras carencias.

99
Así, cuando ayudamos lo hacemos desde el amor
compasivo que mira al otro en su grandeza y desde la
humildad que no impone criterios. Esto implica cuidarse
primero así mismo, verse a sí mismo, de tal manera que pueda
ver al otro.

100
Capítulo VIII
MÁXIMAS DE LAS ESTACIONES DE LA
AYUDA QUE AYUDA
La ayuda en sus varias estaciones nos conduce con
seguridad a la luz que ilumina el sendero para llegar a
donde queremos arribar.

Al recorrer este camino que te estamos planteando,


quizás, te puedes preguntar: ¿habrá una luz que ilumine ese
sendero y que nos conduzca con certeza a dónde queremos
llegar?
Claro que tenemos una luz, es la luz que desde su sabiduría
nos ha entregado Bert Hellinger y que desde nuestra
experiencia la hemos adaptado a los diferentes quehaceres y
caminos que nos depara la vida.
Así como la urdimbre que sostiene nuestros vínculos, la
red que conforma los Órdenes del Amor, Bert Hellinger
exploró, observó y señaló un camino del cómo ayudar para
responder a nuestros deseos más profundos y lograr una ayuda
que ayuda.
Los Órdenes de la Ayuda tienen siete estaciones y vamos
a recorrerlas una por una con el tren que lleva la luz y
haremos unas paradas especiales.

101
Este camino lo hacemos para liberarnos o protegernos de
aquella ayuda que limita y que no ayuda y que termina
frustrándonos no sólo a nosotros como ayudadores, sino
también a quienes reciben la ayuda, porque termina frenando
su crecimiento, su responsabilidad y sus posibilidades de ser.

¿CUÁLES SON LAS ESTACIONES DE LA AYUDA Q UE AYUDA?


El recorrido tiene en total siete estaciones, cada una se
distingue con una máxima, a saber:
1. Da solo lo que tie ne s y toma solo lo que
ne ce sitas
En esta estación encontramos que solo podemos entregar
aquello que tenemos y solo debemos tomar lo que realmente
necesitamos.
Dar solo lo que se tiene nos restringe a ayudar únicamente
con las herramientas, los medios y lo que realmente contamos y
depende de nosotros, es insano desbordarse en aras de querer
satisfacer en su totalidad las carencias del ayudado, si no se
cuenta con la debida solvencia.
Tomar solo lo que se necesita hace relación con la
persona que viene a solicitar la ayuda e impide el abuso de
nuestra buena voluntad al colocar límites precisos; de lo
contrario, el ayudador termina debilitándose y haciéndose
víctima quedando atrapado en las circunstancias que afectan al
ayudado.
El desorden se presenta cuando se da lo que no se tiene y

102
el otro quiere tomar lo que no necesita; cuando se espera y se
exige del otro lo que no puede dar porque no lo tiene. Actuar
de esta manera, surge de un lugar que no corresponde, de la
carencia y, en consecuencia, se genera el desorden.
También hay desorden cuando “ no se debe dar”, porque
esto implica asumir el lugar de otro. Esto se presenta cuando
otra persona es quien tiene que actuar o resolver el asunto,
pero nos conduele ante la inactividad, la tardanza o
negligencia de ese otro y hacemos lo que no nos corresponde.
De ahí, la importancia de tener total claridad de nuestro lugar.
De otra parte, cuando conocemos nuestra sombra
estamos en capacidad de brindar ayuda y, también, de permitir
que esa ayuda se desplace, se deslice por los canales más
adecuados para generar abundancia y prosperidad, para
hacernos gestores de la alegría y la responsabilidad.
Ahora que conoces los caminos del triángulo dramático y
los del triángulo creativo puedes darte cuenta de la interacción
y su entretejido con los Órdenes de la Ayuda.
Podrás comprender que cuando actuamos desde el
salvador omitimos este orden; y que solo cuando el salvador
ya no necesita reconocimiento externo comienza a dar solo
lo que corresponde; cuando el salvador ha llegado a desarrollar
su propio poder interno y su valía puede tolerar y acogerse a
los límites externos que la realidad ofrece, pide y exige.
2. Las circunstancias limitan tu ayuda
Pasamos, ahora, a la segunda estación que nos muestra la
necesidad de mantenernos dentro de las posibilidades que nos

103
brindan las circunstancias externas y, sobre todo, el contexto
dentro del cual nos desenvolvemos.
Estos límites se relacionan con un aspecto personal. En la
medida en que tú representas para el ayudado “su tabla de
salvación” , conscientemente o no, tienes poder e influencia
ante ella, por tanto, lo correspondiente es actuar desde la
conexión con lo que haces y desde el lugar que ocupas.
La ayuda eficaz está al servicio de la vida y tiende hacia
el desarrollo y el crecimiento. Solamente asintiendo a las
circunstancias internas y externas podemos reconocer qué es
lo que necesita el otro y cuáles son las necesidades que lo
motivan para solicitar la ayuda. No someternos a esas
circunstancias y querer intervenir más allá, es condolernos,
estar dentro del triángulo dramático y no ocupar nuestro
lugar.
Es necesario tener en cuenta el contexto para evitar
generar un desorden e ir más allá de lo que podemos realizar;
por lo cual, para fluir con la vida, antes de ayudar, es preciso
conocer las respuestas a las siguientes preguntas:
¿Qué fue lo que sucedió realmente?
¿Quiénes más están involucrados?
¿Cuáles son los recursos de quien pide la ayuda?
¿Qué sistema social está implicado?
¿Qué lugar ocupo en esas circunstancias?
La Ayuda que Ayuda nos permite dar solo lo que
podemos dar y ayudar a la persona que está frente a nosotros
a que haga lo mejor con lo que tiene, actuar desde el ser

104
interno y el reconocimiento de la capacidad para salir avante.
El desorden se relaciona con negar o ignorar las
circunstancias del contexto o del mundo interno de la
persona. No es lo mismo, quien se crio en el interior del país
y que ha incorporado una forma especial de familia, a aquella
que nació en la Costa Caribe, por ejemplo.
Si desconocemos el contexto, comenzamos a ayudar
desde lo que nosotros sabemos y concebimos, pero no desde la
necesidad del otro, como si no fuéramos capaces de verlo,
experimentarlo, sentirlo, reconocerlo y honrarlo. Así que,
cuando pretendemos ayudar a una persona más allá de los
límites que nos corresponden y de su contexto, en lugar de
ayudar debilitamos, porque de una u otra manera lo vemos
como víctima y desconocemos su dignidad, su fuerza y su
capacidad para hacer algo bueno con su vida.
La Ayuda que Ayuda ofrece un apoyo como impulso
para que el ayudado solvente su dificultad. Como dijo
Arquímedes: “Dame un punto de apoyo y mover é el
mundo”.
Este orden invita a reflexionar sobre la trascendencia de
los límites, pues son ellos los que nos permiten crecer. El
contexto y la realidad bio-psico-emocional nos llevan a
integrar unos límites, a respetarlos y a asentirlos para poder
crecer.
Aceptar los límites implica asentir a las exigencias
impuestas por el contexto: ir al colegio nos exige dejar a
nuestra familia por un ratito; dejamos el colegio y los

105
compañeros y, con esa contención básica que nos permitió
soltarnos de nuestro hogar, seguimos a una educación
intermedia y, luego, a una educación de adultos como es la que
nos brinda la universidad. T uvimos que tener un límite para
acceder a una educación más formal, autónoma y más
exigente.
Justamente, estas estaciones nos hablan de que solo al
respetar los límites inherentes a la propia evolución de la vida
podemos acceder a ayudar. De esta forma, la ayuda se
convierte en La Ayuda que Ayuda a nuestro propio
crecimiento y evolución, así como a los del ayudado.
3. Comunicarnos como adultos e s e l camino
Al llegar a esta estación vemos que para poder realmente
impulsar el crecimiento es necesario estar en una posición de
adulto y ver al que recibe la ayuda, al que la pide o quien la
necesita desde su ser adulto.
Ante quien pide ayuda nos corresponde comportarnos
como adultos y tratarlo como adulto, solo así, se refuerza la
autonomía de quien necesita la ayuda.
Tenemos que ser conscientes de que al aceptar ayudar
nace para nosotros una responsabilidad que es necesario
asumirla desde lo que nos corresponde. Es preciso no
ubicarnos o no desplazarnos hacia el lugar de los padres de la
persona que pide ayuda y entender que los padres son quienes
tienen la obligación de satisfacer la totalidad de las
necesidades de los niños: el niño pide y el padre se afana por
cubrir sus necesidades, más no la de las personas adultas y

106
capaces.
Esta tercera estación nos invita a estar más livianos en el
proceso de ayuda al ver al otro en su dimensión real para
ayudarle a abrir puertas a su responsabilidad, a redescubrir y
usar los recursos que la situación le exige. Así, nosotros como
ayudadores, al actuar desde el ser adulto, tenemos menos
desgaste y compromiso emocional porque dejamos con el
ayudado la responsabilidad para que descubra el camino a
seguir y para que haga algo fructífero con su vida.
La tendencia a deslizarnos de nuestro lugar ubicándonos
en el lugar de los padres del ayudado produce un efecto
nefasto, pues infantilizamos a quien pide la ayuda, ya que no
solamente queremos darle todo desde un ámbito de
asistencialismo, sino que también omitimos los límites que la
realidad nos impone.
4. El que ayuda , de sde su coraz ón, actúa con
e mpatía hacia todos
Al llegar a esta estación nos damos cuenta de que no
debemos mirar al ayudado desde su herida básica de víctima,
sino desde su sistema, porque es la totalidad de su sistema la
que requiere una visión compasiva y una ayuda integral. Si
percibimos a quien pide o necesita ayuda como un individuo
solo, probablemente nos aliamos con él inconscientemente y
no nos acercamos a la posibilidad de ser correspondientes
con La Ayuda que Ayuda y de llegar a la siguiente estación.
Todo individuo, como perteneciente a un sistema, se
debe percibir dentro del contexto sistémico y no en el

107
contexto individual o personal.
Esto quiere decir que no podemos olvidar que la persona
viene no solamente de su contexto familiar o núcleo primario
básico, sino de su familia extendida y su población, de esos
lugares donde nació su dificultad y corresponde verlo dentro de
su sistema total, de lo contrario, podríamos excluir personas
vitales y necesarias en la solución.
Mirar todo el sistema permite darnos cuenta de quien
realmente necesita nuestra empatía; a veces, no es
precisamente quien pide la ayuda, quien la requiere, al
contrario, en ocasiones tenemos que confrontarlo para que
pueda mostrar empatía hacia otros en lugar de esperarla del
ayudador y de su entorno.
Aunque las circunstancias sean muy dolorosas, solamente
dentro del sistema en el cual ocurrieron los hechos que lo
afectan, se encuentra, también, lo que se debe ver. Así que, si
no apoyamos al ayudado para ampliar la mirada, se quedará
con los ojos cerrados y creyendo que nada puede hacer y
terminamos quitándole la fuerza y el poder para que reconcilie
su alma con lo sucedido. Se trata de acompañarlo para que
pueda tener una mirada que abarque no solamente el
problema, sino también la solución.
Efectivamente, ampliar la mirada para comprender que
estamos inmersos en un sistema es parte de la tarea que nos
convoca. Cuando ayudamos, no ayudamos solamente a un
individuo y solo a él, pues detrás de él están sus padres, detrás
sus abuelos y, así, de generación en generación; y delante de
esa persona están sus hijos y, vale decir, todos los

108
pertenecientes a su sistema.
Hacer esto conlleva una enorme diferencia: ver al otro
en su individualidad y en su sufrimiento, habitualmente nos
lleva, inconscientemente, a aliarnos con su dolor y a sentir
como persecutorios a aquellos o aquello que lo colocó en esa
situación de vulnerabilidad; lo cual quiere decir que nos
aliamos con los mecanismos de exclusión del sistema y de la
persona misma y la exclusión debilita en lugar de fortalecer.
Solo cuando podemos ver a un individuo, que por sus
circunstancias consideramos una víctima, dentro de su
sistema, podemos comprender que la víctima y el victimario
no son más que polaridades dinámicas del mismo sistema y
que, en este momento, la víctima está en uno de los polos y
pronto puede estar en el otro polo.
Justamente, el desarrollo de la conciencia de Algo Mayor
al sistema al cual pertenecemos es lo que puede llevarnos a
comprender esas polaridades más fácilmente. Cuando vemos a
los individuos como parte de un sistema, las contradicciones
se van disolviendo en una conciencia superior que integra los
opuestos; por eso, un paso vital es comenzar a ejercitarnos en
percibir al ayudado desde lo sistémico.
¿ .5Q ué e s bue no? ¿Q ué e s malo? ¿Q uié n sabe ?
Re conciliar e s la clave
Está estación nos llama a la reconciliación. Solo podemos
ayudar a quien pide la ayuda si lo conducimos a reconciliarse con
su historia, su destino y su sistema; cuando lo vemos en la
totalidad del sistema al que pertenece, su pasado y su futuro sin
hacer distinciones entre buenos y malos.

109
Acompañarlo en el proceso de reconciliación significa
ser capaz de integrar los diferentes puntos de vista y tener la
capacidad de respetar las discrepancias. Este es un paso
definitivo en el crecimiento.
De esta manera, al ayudar incluimos al otro y su sistema,
y nos hacemos parte de él; nos ponemos en sus zapatos. Lo
que se reconcilia en el corazón de quien ayuda, también puede
ser reconciliado en el corazón de quien necesita ayuda o la
pide.
Es necesario aclarar algo en este punto: cuando hablamos
de no hacer distinción entre buenos y malos, no estamos
diciendo que quien causa un daño intencionalmente queda
eximido de ser sancionado. De hecho, una de las necesidades
fundamentales del alma de los seres humanos es la de recibir
una sanción o reproche cuando ocasiona un daño o lesiona a
alguien.
Así, se hace responsable de sus acciones y se siente
incluido dentro del sistema, de lo contrario, se siente no visto,
no tenido en cuenta, como si le dijeran: “no haces parte”.
Por ejemplo, en la época victoriana, uno de los castigos más
fuertes aplicados a los niños era hacer caso omiso de su
existencia, no tenerlos en cuenta para nada.
Al respecto, queremos resaltar la importancia de
reconocer el lugar que ocupamos y la misión que desde este
tenemos, para asentir a los límites que nos impone la vida, tal
como lo señala Bert Hellinger en esta cita:
“Si miro el mundo en serio veo que no puedo penetrar ni
solucionar el misterio de la justicia y de la injusticia, tal

110
como nosotros las entendemos. Y eso es duro. Encarar
este hecho es más profundo que clamar que todo sea
justo”.
El desorden en esta estación se presenta cuando juzgamos
a quien pide ayuda o a los miembros de su sistema y, esto nos
ocurre, inconscientemente con facilidad y, generalmente, con
la mejor de las intenciones y en aras de ayudar, por ejemplo,
cuando decimos: ¿por qué no hiciste tal cosa? y ¿qué estabas
haciendo ahí?
Otro ejemplo clásico lo encontramos en los casos de
agresión sexual, en donde nos compadecemos con la persona
violentada. Sin embargo, al consolarla, le decimos: ¿y por qué
te fuiste tan tarde?, ¿para qué ibas vestida así¿ ,?por qué le
sonreíste?Desde un nivel inconsciente le estamos
diciendo: “tuviste la culpa”, “te pusiste en ese lugar”, “te lo
buscaste”. Con estas preguntas, la juzgamos.
También, se presenta esta situación cuando comenzamos
a dar soluciones según nuestras propias creencias, valores y
teorías desde lo social, desde lo psicológico o desde el ser.
Hacer esto es dejar de mirar a la persona, de verla en su
dimensión y en su historia.
Cuando le decimos a otra persona: “si yo hubiera sido tú,
habr ía hecho tal cosa,”ignoramos su historia, su sistema, su
ser, sus vivencias. Al contrario, estamos hablando desde
nuestra historia, sistema, ser y vivencias y, cuando vemos al
otro desde nosotros, no hay reconciliación. La verdad es que,
lo que podríamos decir, sería: “ si yo fuera tú, haría y sentiría
exactamente lo que tú estas haciendo y sintiendo”.

111
Existen dos movimientos en la vida que determinan el
camino hacia la opacidad o el camino hacia la plenitud de
nuestra existencia:
En e l camino de la opacidad nos apreciamos
infravalorados, devaluados, pobres, sin darnos cuenta de la
cantidad de recursos que tenemos. Nos sentimos con un peso
en la historia, cuando hemos excluido partes nuestras. Esto
nos quita la fuerza, no sólo en nosotros mismos, sino en el
sistema de arraigo, el sistema en el cual corresponde que nos
arraiguemos.
Por su parte, en e l camino de la ple nitud nos
integramos. Se trata de ver nuestra vida en la totalidad del
escenario, de lo que nos ha correspondido vivir y asentirlo tal
cual fue para integrarlo, vale decir, reconciliarnos como un
principio básico para el logro de aquello que deseamos, para
ser felices.
Tomar a nuestros padres tal cual fueron para poderlos
hacer parte nuestra y reconocer en ellos el origen de nuestra
vida es reconciliarnos con ellos; asumir nuestras partes
oscuras es reconciliarnos con ellas; asumir a aquel que hemos
sentido victimario, perpetrador o enemigo es reconciliarnos
con él en nuestro corazón.
Nada de esto nos exige o nos obliga a amarlos, es,
simplemente, reconocer el vínculo que tenemos con todo lo
que hemos segregado, escindido o excluido; es darnos cuenta
que son parte nuestra para integrarlos cada vez con mayor
plenitud. El proceso de reconciliación es recorrer el camino
de la vida que nos lleva a mayor expansión, mayor amor,

112
mayor plenitud, mayor ser, mayor conciencia.
6. Asie nte al de stino y se rás fe liz
Las anteriores paradas nos conducen a la sexta estación y
nos permiten comprender los hechos, que aquejan a quien
solicita la ayuda, tal cual fueron y tal cual son. Esto significa
que podemos acompañarlo a ver su destino tal cual es, su
historia tal cual fue y su vida actual tal cual es; su destino
como una sumatoria de las circunstancias que ya fueron y,
como tales, así nos produzcan dolor, son incuestionables
porque lo que quedó escrito en la historia así fue.
De la historia pode mos cambiar nue stra
pe rce pción, pe ro no los he chos e n sí mismos. De l
futuro todo lo pode mos hace r.
Asentir a lo que sucedió es, generalmente, un asunto
bastante difícil, entre más grave sea la vulneración, el daño, la
lesión o las circunstancias de quien pide ayuda, más nos
resistimos a aceptar los hechos. Por esto, entrar en el campo
de su sistema mirando la situación tal como fue y como es, de
una manera solidaria, nos permite rendirnos ante estos
destinos difíciles y, también, rendirnos ante un orden superior.
Es fundamental rendirnos ante una circunstancia que está
en el pasado y, por tanto, imposible de modificar. Solamente
nos debilita el decir: “eso no debió ser”, es un inaceptable
familiar, un inaceptable de la sociedad, un inaceptable de la
humanidad.
Recordemos que solamente podemos hacer algo de ahora
en adelante y la queja, lo único que hace es quitarnos fuerza

113
para agradecer que estamos con vida, que en nosotros existe
un impulso que nos permite recuperarnos de eso que sucedió.
Por tanto, es un desorden el compadecernos de la
situación de la persona que pide ayuda desde una conducta
caritativa, de lástima o de dolor. Cuando hacemos esto,
estamos viendo a la persona como pobrecita y contrariamos,
inconscientemente, el deseo de ayudarla a que se recupere, a
que sane las heridas sufridas ante las circunstancias que la han
colocado en situación de necesidad o vulnerabilidad.
Mirar fijamente lo que el campo presenta a causa del
dolor nos hace cómplices del dolor. Y con La Ayuda que
Ayuda se trata de que seamos mensajeros de una nueva luz y
de las infinitas posibilidades de crecer y sanar.
Asentir al destino y a la historia tal cual fue, asentir a lo
que hemos vivido tal y como nos acompañó, implica dos
elementos básicos: uno, ocupar nuestro lugar; el otro,
rendirnos ante lo que fue.
El primer aspecto, ocupar nuestro lugar. Cuando lo
hacemos nos damos cuenta de que hay Algo Más Grande que
nosotros; registramos los sistemas en expansión, además, de
ver con claridad nuestra pertenencia inicialmente a nuestra
familia, después a nuestro sistema educativo, al laboral, a una
comunidad que nos contiene, un Estado, un país, un
continente, un planeta, el universo.
Indefectiblemente nos damos cuenta de que pertenecer a
Algo Más Grande nos cubre a todos y al darnos cuenta de que
existe un Orden Mayor, comprendemos, que también lo

114
protestado hace parte de ese Orden Mayor.
El segundo aspecto es rendirnos con humildad al darnos
cuenta que lo que es, es. Filósofos y maestros de todos los
tiempos nos han contado desde una profunda sabiduría que la
felicidad en la vida radica en asentir y tomar la vida que
hemos vivido tal cual fue y tal cual es para tomar nuestro
presente en la plenitud de lo que nos brinda, es decir, tal como
es ahora y como lo deseamos construir.
7. Si quie re s ayudar, prime ro conóce te
Así, llegamos a la séptima estación, que desde la
academia y nuestra experiencia personal es importante incluir
y podemos llamar: proce so de transformación pe rsonal.
Se trata de integrar no solamente aquello más grande a lo
cual todos pertenecemos, sino también, lo más íntimo de
nuestra humanidad: nuestra sombra, nuestra historia, nuestro
destino y los sentimientos que afloran cuando pensamos en
nuestra muerte.
El compromiso permanente del ayudador de avanzar en
el conocimiento de sí mismo es el mayor reto de cualquier
persona, porque el crecimiento, la evolución y la expansión
de la conciencia van hasta el infinito. En el día a día, en cada
momento y cada acción podemos lograr más sabiduría y un
mejor bienestar.
Cuando olvidamos trabajar en esta parte de nuestro ser
entramos en los juegos psicológicos de salvar en lugar de
ayudar, perseguir en lugar de acompañar, victimizarnos ante el
agobio del deber ser. Así, terminamos reflejándonos en el otro

115
o reflejando en él nuestra herida básica, por tanto, prestando
una ayuda que no ayuda.
Dentro de la secuencia de estaciones recorridas, la
séptima, de alguna manera, reúne todas las anteriores, pues,
implica la humildad para reconocer y asentir la humanidad que
nos habita. Es decir, la humildad para reconocer nuestra
sombra, honrar nuestra historia, nuestro destino y nuestro
sistema para estar al servicio de la persona que pretendemos
ayudar.
De esta manera, tendremos la certeza de que, también,
pertenecemos a Algo Más Grande y de que lo que nos
corresponde es dar lo mejor de nosotros, y esto sólo es
posible cuando asentimos plenamente a la oscuridad de
nuestra humanidad: somos bue nos y, tambié n, humanos.
Así, al aproximarnos al otro para dar, respaldados por el
amor y el reconocimiento humilde de quienes somos y lo que
hemos vivido, podemos aceptar los propios límites y los del
otro, y, además, someternos a la situación, conocer la justa
medida en la que podemos entregar, favorecer la
independencia y la autonomía de quien la recibe y estimularla
hacia el crecimiento.

DESTINO FINAL
Estas siete estaciones son los mandamientos que pueden
guiarnos para culminar el proceso de ayudar dentro del marco
referencial de La Ayuda que Ayuda.
Si reflexionas sobre estas siete estaciones descritas puedes

116
darte cuenta que van de la mano de dos circunstancias
fundamentales en nuestro crecimiento:
La primera es la humildad y consiste en asentir a las
restricciones que tenemos para dar solo lo que podemos;
adaptarnos a las circunstancias, al contexto que fija el límite;
trabajar desde lo que podemos dar al adulto que nos pide
ayuda; ver el sistema en su totalidad para reconciliarlo; asentir
a que la vida es lo que es y no diferente, y, finalmente,
integrar que somos pequeños en relación con nuestro sistema
y que cada sistema está incluido en uno más grande hasta
llegar a un sistema de Algo Mayor que nos cobija a todos.
Igualmente, la humildad implica asentir y reconocer no
solamente nuestras partes buenas, sino también, nuestras
partes humanas: nuestra sombra y nuestra historia; aquellos
sentimientos que hemos excluido porque nos pesan y que,
paradójicamente, incluyéndolos pesan menos y pueden
convertirse en fuerzas aliadas; y, por último, los temores que
tenemos ante la muerte y lo que hemos hecho con nuestra
vida.
El segundo factor consiste en acompañar e l proce so de
cre cimie nto. Este proceso tiene como finalidad que cada
quien descubra sus principales recursos, ver al otro en su
grandeza, en las posibilidades de su desarrollo y aceptar las
limitaciones del momento evolutivo que atraviesa para seguir
caminando y poder expandir su conciencia.
También, aceptar y asentir a las circunstancias limitantes
del contexto del otro, viéndolas con respeto para que pueda
tomarlas y crecer. Igualmente, corresponde verlo con

117
capacidad para responsabilizarse y no sobreprotegerlo como a
un niño, así puede dar el siguiente paso en la construcción de
su vida.
Ver a quien requiere ayuda, nos lleva a permitirle salir del
egocentrismo primario de los niños para que pueda ver a los
otros y comprenda que todos pertenecemos a un sistema y
que su presencia e interacción produce los resultados que
tenemos en cada uno de nosotros.
Al recorrer estas siete estaciones te invitamos a observar
aquello que resuena contigo y, desde esa conciencia,
disponerte a abrir tu corazón. Al abrir tu corazón se amplía tu
conciencia y, con ello, se tiene un radio de acción más
expandido, más potente y, con certeza, más satisfactorio en
la realización de la ayuda que quieres brindar.

118
Capítulo IX
DEL AYUDADOR IDÓNEO
Más allá del contexto, solo es posible ayudar desde el lugar
correspondiente, con equilibrio y dentro del sistema al cual se
pertenece.

Llegó la hora de mirar en profundidad lo que se requiere


para ser un ayudador desde los planteamientos de La Ayuda
que Ayuda .

¿S OMOS TODOS AYUDADORES?


Es una pregunta interesante porque a veces se dice: “no,
yo jamás ayudo a nadie”, “eso no me corresponde” ; sin
embargo, si reflexionamos sobre nuestra cotidianidad y la
forma como hemos vivido, nos percatamos que en todo
momento ayudamos a alguien y alguien nos ayuda, aunque,
generalmente, usamos diferentes acepciones para nombrar a
la ayuda.
En realidad, las relaciones humanas se fundamentan y se
mantienen con el intercambio, se dan, justamente, cuando
ayudamos y cuando nos ayudan.
Nuestras vivencias nos permiten generar el modo

119
mediante el cual desarrollamos la capacidad y el arte de
ayudar. Remontarnos a la niñez nos permite recordar cuando
nuestros padres y los adultos que nos cuidaban decían: “tráeme
eso”, “haz esto, haz lo otro”; así, sin darnos cuenta, desde
esos momentos comenzamos a ayudar.
En principio, podemos creer que solo estábamos
cumpliendo órdenes, sin embargo, la forma como aprendimos
a ayudar la encontramos en esos hechos tan simples. Es decir,
cuando nos piden algo y respondemos a lo que nos solicitan;
cuando nos agradecen o agradecemos lo que hacen por
nosotros.
Todo esto se entrelaza con la manera como establecemos
los vínculos y el contexto en el cual nos relacionamos.
Algunas veces empezamos a ayudar sintiéndolo como un
deber, al decir: “tengo que”, “debo realizar”, “debo darle
gusto” ; otras, lo hacemos desde el placer de responder a lo
solicitado o a lo recibido.
En este mundo en donde tomamos, recibimos y
aprendimos a dar, vivenciamos que la ayuda es algo natural en
el intercambio de las relaciones, allí donde se da algo y se
recibe algo se marca la calidad del encuentro humano que se
establece con el otro.
En ese devenir del encuentro humano se comienza a
desarrollar la necesidad de devolver inocentemente, es decir,
de ayudar, de compensar naturalmente; el otro, también y de
una manera inocente, con una sonrisa en el corazón quiere
devolver lo recibido. Se establece así, un espiral de
crecimiento humano en el dar y en el recibir, en el ayudar y

120
en el recibir la ayuda.
Desde la experiencia humana, todos tenemos esta marca
profunda del intercambio a partir de los vínculos. La relación
establecida entre el dar y el tomar parte del hecho básico de
haber recibido la vida, inicialmente del encuentro de nuestros
padres y, posteriormente, de vínculos que nos han nutrido
para ser lo que somos. Esta reciprocidad nos enriquece y
permite expandirnos y crecer.
Esta es la semilla del dar y el recibir ayuda, que vibra en
el fondo de nuestro ser y palpita en cada una de nuestras
células. Desde luego, también, en ti que has llegado hasta estas
páginas en este libro sobre cómo ayudar.
Más allá de estas circunstancias naturales a todos, las
ciencias humanas han ido enriqueciendo su mirada sobre la
ayuda, al punto de que hoy podemos formular caminos con
los cuales se facilita ayudar cuando el otro puede recibir la
ayuda, en el entendido que la ha pedido y tiene conciencia de
su necesidad.

¿ESTAMOS EN CAPACIDAD DE AYUDAR?


Podemos generar una matriz, cual urdimbre invisible,
dentro de la que todos nos creemos con la capacidad de ayudar.
Esta se crea a partir de nuestra esencia básica, desde la cual nos
construimos en un intercambio del dar y recibir, al darnos cuenta
de que lo recibido lo tomamos y, a su vez, lo entregamos a otros
honrando lo que nos fue dado.
Sin embargo, con el correr del tiempo observamos que

121
ayudar es todo un arte y, por qué no decirlo, una ciencia. Si
bien se apoya en el proceso natural de donde todos surgimos
como producto de un intercambio entre un hombre y una
mujer y como resultado de los cuidados que nos fueron
brindados, nos damos cuenta que aquello que creíamos que era
de nuestra naturaleza básica no siempre logra el fin que
pretendemos.
Tal vez ante un encuentro desafortunado o una
frustración, cuando hemos querido ayudar, comenzamos a
reflexionar sobre cómo es esto de ayudar.
En el camino recorrido para conocer metodologías,
procesos y técnicas acerca de cómo implementar una ayuda
que realmente pueda llegar a su objetivo, nos dimos cuenta de
que más allá del deseo profundo de hacer feliz a otro, se
requiere equilibrar la ecuación de lo recibido en pro de nuestro
bienestar.
Entendimos que ayudar exige que miremos con
honestidad y profundidad nuestra historia para limpiar lo
pertinente, es decir, nuestras heridas y nuestras sombras, para
dejar el ensayo y el error al ayudar.
En efecto, en ocasiones, recibimos o damos una ayuda
inadecuada, que va por la línea del bloqueo y las limitaciones
del crecimiento; en otras, podemos recibir una ayuda que
conduzca a superar obstáculos, a ampliar la visión que
tenemos de la realidad, a ser cada vez más nosotros mismos, a
generar responsabilidad y a desarrollar las virtudes que están
dormidas.
Y ahora te estarás preguntando: ¿cómo es eso de que

122
para ayudar tengo que mirar mi sombra? Cuando aceptas
ayudar a una persona es necesario que mires más allá de lo que
te está pidiendo porque, quieras o no, estás comprometiendo
tu vida, tus recursos, tu ser; además, si el objetivo es que la
persona salga de las circunstancias difíciles en las que se
encuentra, eso exige lograr que actúe con responsabilidad para
que no se torne dependiente de ti y para lograrlo necesitas
saber en dónde estás tú, quién realmente eres.
Si nos hubieran preguntado hace cinco o diez años si
estábamos en capacidad de ayudar, la respuesta inmediata
hubiera sido: “sí, claro que sí, de hecho todos
ayudamos”. Pero, ahora luego de reflexionar, nos
preguntamos: “ ¿de verdad estamos en capacidad de hacerlo?,
¿es cierto que cuando brindamos alguna ayuda es válida esa
ayuda?, ¿en realidad tenemos todos los recursos para brindar
ayuda? ” La respuesta, ahora, no es tan sencilla.
Todo lo visto y estudiado y las vivencias y experiencias
en diferentes talleres nos hacen concluir que un asunto es que
todos deseemos ayudar, que siempre estemos dispuestos a dar;
y otro, totalmente, diferente es que, de verdad, hayamos
desarrollado esa capacidad de ver y de comprender qué es la
ayuda, de ver y de comprender qué es lo que estamos
aportando a quien busca en nosotros un soporte para salir de
las circunstancias que lo agobian.
También, podríamos decir que hay diferentes
posibilidades de ayuda: algunas que surgen de la cotidianidad,
del simple hecho de convivir o de vivir en sociedad; otras
mucho más complejas, por ejemplo, cuando ocurre un

123
desastre natural que a todos nos desborda y nos lleva a ver
cómo podríamos ayudar, qué podríamos hacer para apoyar a
los sobrevivientes y, aún, otras más graves que surgen de las
acciones de los hombres como guerras y conflictos armados.
Un tema específico que nos muestra cómo se da el
proceso de ayuda colectiva, lo podemos observar en los casos
de desplazamiento masivo, tan común en el mundo actual. Un
ejemplo contundente, lo encontramos en el episodio en el
cual Venezuela deportó muchos colombianos y los dejó en la
frontera con Cúcuta. Ante el impacto de las imágenes de los
noticieros, mucha gente quiso ayudar enviando alimentos,
frazadas y vestuario; sin embargo, las personas que
organizaban la ayuda humanitaria en ese lugar, dijeron:
“Por favor, por favor, sabemos que ustedes nos quieren
ayudar, pero no nos envíen más comida, no nos envíen
ropa, estamos saturados”.
Así, podemos ver cómo nos volcamos a ayudar, dando
por sentado qué es lo que necesita quien requiere la ayuda,
cuando, realmente, no lo sabemos, es una presunción basada
en nuestras creencias y circunstancias, no en la realidad del
otro.
Por esto, ante la pregunta de si estamos en capacidad
para ayudar, creemos que si bien, todos tenemos ese deseo
natural de servir, de dar, sobre todo cuando alguien está en
dificultades, es necesario y sería nuestro deber mirar un poco
más allá de las suposiciones y hacer una reflexión respecto de
lo que realmente se necesita para que esa ayuda sea efectiva y
bien recibida por el ayudado.

124
Con la experiencia descubrimos que cuando alguien brinda
un acompañamiento que alcanza los objetivos de una ayuda
eficaz, es porque conoce y sigue un lineamiento específico y
sistemático para implementar la ayuda.
Por esto, tendremos la solvencia para ayudar
adecuadamente, cuando desarrollemos el poder de ver al otro
en su verdadera dimensión, en sus diferencias, en su ser, en sus
características particulares, en su inteligencia; es decir, en lo
que él es y en nuestra capacidad de respetar esas diferencias.
La Ayuda que Ayuda es aquella que se puede brindar a
un otro realmente visto y, la que no ayuda es aquella que se
brinda respondiendo a las fantasías y a los deseos que tenemos
sobre las necesidades del otro.
CUALIDADES DEL AYUDADOR
Vamos a describir las cualidades o características básicas
de un ayudador que brinda una ayuda que ayuda.
Re conoce r la pe rtine ncia
La Ayuda que Ayuda implica un darse cuenta y reconocer
cuándo es posible y adecuada brindar la ayuda, y cuándo se debe
retirar. Como dijimos, no toda ayuda en realidad ayuda. Es
necesario tener claro nuestro lugar y nuestras posibilidades, así
como las de quien recibe la ayuda.
De sarrollar de stre z as
La Ayuda que Ayuda requiere de destrezas que se
pueden aprender y ejercitar. Esta ayuda implica una
comunicación que valida sentimientos para que el ayudado

125
pueda vislumbrar nuevos caminos. Esto es: compre nde r el
motivo que aqueja a la víctima y que, al mismo tiempo, la
desborda; lo que hace necesario apre ciarla en su grandeza y
verla con compasión, no con lástima.
Sintoniz arse e mpáticame nte
Para ello es necesario establecer rapport , es decir,
sintonizarse empáticamente; validar al otro; apoyarlo en
ampliar su mirada; recibir su mensaje como si fuese nuevo y
único; respetar el valor de cada quien; tener en cuenta sus
necesidades y reconocer su desempeño y logros.
Expansión de concie ncia hacia una ple na
inclusión
La Ayuda que Ayuda requiere fuerza y un amor tan
amplio, que no haya lugar a exclusiones de ninguna
naturaleza, ni se tome partido por una u otra parte. Desde
luego, esta nueva postura solo se alcanza dentro de un proceso
de expansión de conciencia, que, en su evolución, acceda a un
peldaño más para trascender los juicios que separan y
excluyen.
La ayuda contiene la inclusión que integra opuestos y
respeta diferencias. En un mundo unificado abre puertas hacia
la reconciliación consigo mismo y con el otro, y forja, así, el
camino hacia la paz.
Re spe to por e l lugar ocupado
La Ayuda que Ayuda también exige el claro respeto
por el lugar desde el cual se brinda dicha ayuda. Solo se puede

126
ayudar sin afectar el bienestar propio cuando se hace,
exclusivamente, desde el lugar que tenemos frente a quien
solicita la ayuda.
Por ejemplo, una amiga viene a contarnos que su hijo
está muy rebelde y le damos consejos como si fuéramos su
mamá. Aquí, de una parte, nos desplazamos a un lugar que no
nos corresponde (la mamá de la amiga) y de otra, no la
vemos como una persona adulta, sino como una niña.
Re spe tar al ayudado
A un adulto que no respetamos lo infantilizamos; lo
incapacitamos para que realice por sí mismo sus sueños; no le
permitimos que asuma la responsabilidad de su vida y lo
mantenemos en sumisión.
Actuar sin juicios ni pre juicios
Una de las formas más nocivas para ayudar es hacerlo
desde los juicios y prejuicios del ayudador, pues estos no le
permiten ver el abanico de posibilidades que la vida brinda y le
impiden ver al ayudado en su grandeza y con sus propias
posibilidades y sueños.
Re conoce r la grande z a de l ayudado
Este es un factor definitivo para establecer una ayuda que
si ayude.
En relación con este aspecto, las universidades de
Columbia y Wisconsin-Madison llevaron a cabo una serie de
estudios acerca del llamado Efecto Pigmalión , referido a la
manera cómo las creencias sobre una persona pueden influir

127
en su rendimiento y desempeño. En consecuencia, la imagen
que el docente, en este caso el ayudador, tiene del alumno, es
decir, del ayudado, es un elemento anticipatorio del
desempeño y el rendimiento del educando.
Nuestras creencias generan lo que vivimos. Creamos lo
que creemos. Así que ver y creer en las capacidades de quien
pide ayuda es una condición imprescindible para impulsarlo a
ser quien verdaderamente es, sin las limitaciones que han
frenado su ser y su quehacer.
Asumir e l lugar que se tie ne fre nte al ayudado
Solo desde el lugar correspondiente de quien ayuda es
posible apoyar el crecimiento y la expansión de quien recibe
la ayuda, esto es ser solidario con su esencia y no con sus
limitaciones humanas. Deslizarse al lugar de los padres en el
proceso de ayudar es perder la objetividad frente al ayudado.
Percibirlo como un niño limita su crecimiento.
Validar los se ntimie ntos de l ayudado
Validar es asentir en nuestro corazón plenamente al otro.
Un camino para lograrlo es volver a escuchar o repetir lo que
nos dice sin juzgar, como si fuéramos un espejo. Por el
contrario, cuando se hacen comentarios, tales como: ¿has
debido?, ¿tienes qué¿ ,?si hubieras hecho?, aún con el ánimo
de ayudar, se invalidan los sentimientos y conduce a que el
otro se cierre, se distancie y se coloque a la defensiva, lo cual
genera que no pueda recibir la ayuda.
Sentirnos validados provoca bienestar y abre el corazón
para continuar el diálogo en un encuentro humano y, en

128
ocasiones, íntimo. Validar los sentimientos del otro no
significa que estamos de acuerdo con la forma como el hecho
lo afecta, ni con la manera como lo gestiona, sencillamente,
lo aceptamos y respetamos como ser humano.
Validar los sentimientos tiene que ver con el lenguaje que
usamos para comunicarnos y el giro que le demos. La
siguiente anécdota ilustra lo que queremos plantear:
“Un faraón soñó que se le caían los dientes y al pedir a
sus magos que le interpretaran el sueño, uno le dijo: ‘Va
a morir toda tu familia’, ante está respuesta lo mandó
decapitar. El otro le dijo: ‘Vas a sobrevivir a toda tu
familia’, a él le regalo 20 monedas de oro”.
La idoneidad del ayudador contiene la sumatoria de todos
los factores que hemos planteado y, en esa medida, su vida
será cada vez más placentera, coherente y fructífera.

CONSECUENCIAS DE LAS CUALIDADES DEL AYUDADOR

CUALIDADES CONSECUENCIAS

Sintonizarse empáticamente con la Contiene y acompaña, desde un estado de


ay uda solicitada. presencia.

Responder con pertinencia a lo Genera responsabilidad, fuerza, bienestar


solicitado. y autonomía.

Respetar el lugar de quien ay uda y Genera un vínculo de adulto a adulto

129
de quien se ay uda. hacia el crecimiento.

Consciencia expandida sin Establece plena inclusión sin juicios,


diferencias y total inclusión. siempre excluy entes.

130
AUTOCUIDADO REFLEJO DE UNA AYUDA SANA
El autocuidado implica cuidarse primero a sí mismo y
sanar la herida básica.
Todos los seres humanos y, especialmente, quienes
asumen como misión de vida la ayuda, se exponen en forma
permanente al dolor, a la cruda realidad de los destinos
difíciles, que, quiérase o no, impactan la vida emocional. Por
eso, tener en cuenta y aplicar los planteamientos compartidos
en este libro, sirve de escudo protector, para cuidar la salud.
Así:
Los Órdenes del Amor son la llave hacia la felicidad.
Funcionan cuando quienes conforman nuestro sistema tienen
un lugar en nuestro corazón, respetamos el orden de origen y
el equilibrio entre el dar y el tomar. Cuando así lo hemos
incorporado, lo podemos poner en acción en cada una de
nuestras realizaciones.
Los Órdenes de la Ayuda son el camino para hacer
realidad La Ayuda que Ayuda , desde una postura adulta,
saludable, sin expectativas, generosa, con libertad y seguridad,
al respetar el propio destino y el del ayudado, su sistema y su
grandeza para desarrollar sus habilidades.
Se acompaña desde lo que se tiene, acorde con las
posibilidades; se asiente a lo que fue tal cual fue; se conduce
hacia la reconciliación y la paz. Quien ayuda con integridad
ha transformado su triángulo dramático en triángulo creativo,
es decir, ha pasado del perseguidor a la empatía, del salvador al

131
poder personal, de la víctima a la responsabilidad.
Tomar responsabilidad en la aplicación de estrategias de
autocuidado implica integrar cuatro aspectos:
Tomar conciencia de la misión de vida.
Implementar los Órdenes del Amor.
Respetar los Órdenes de la Ayuda.
T ransformar el triángulo dramático en triángulo creativo.

132
Capítulo X
LA AYUDA QUE AYUDA
Cuando sirves a los demás, la vida te sirve a ti.

La Ayuda que Ayuda cree en las personas, en sus


potencialidades y habilidades; es solidaria, observa el orden,
genera autonomía, confianza e integridad; se coloca en el
lugar del otro; reconoce su grandeza, honra y respeta su
sistema, sus circunstancias y su destino.
Al contrario, vimos que existe una ayuda que no ayuda,
porque genera dependencia, asistencialismo y desorden; crea
subordinación nociva que anula al ayudado al impedirle
desarrollar sus potencialidades y criterios; es permisiva, no
propositiva ni incluyente.
Para llegar a La Ayuda que Ayuda hicimos un
recorrido por los órdenes del amor, de la ayuda, la herida
básica y pasamos del triángulo dramático hacia el triángulo
creativo, que en su conjugación y en su aplicación generan un
cambio en la forma de ayudar y transforman la vida del
ayudador y del ayudado. Así vimos como:
Los Órdenes del Amor son la llave hacia la felicidad,

133
funcionan cuando quienes conforman nuestro sistema tienen
un lugar en nuestro corazón, respetamos el orden de origen y
el equilibrio entre el dar y el tomar.
Los Órdenes de la Ayuda son las estaciones que debemos
transitar en el camino de La Ayuda que Ayuda desde una
postura adulta, saludable, sin expectativas, generosa, con
libertad y seguridad, que respeta el propio destino y el del
ayudado, su sistema y su grandeza para desarrollar habilidades.
Acompaña desde lo que se tiene, acorde con las posibilidades y
asiente a lo que fue tal cual fue, hacia la reconciliación.
Así, sanamos la herida básica o sagrada con su expresión
dentro del triángulo dramático de víctima, perseguidor y
salvador para dar paso al triángulo creativo hacia la
responsabilidad, la empatía y el poder personal,
respectivamente.
Este modelo, llevado a la práctica en varios seminarios,
les permitió a los participantes llegar a niveles profundos en
poco tiempo y les facilitó darse cuenta de los eventos
guardados en el inconsciente, tanto en lo individual como en
lo colectivo del grupo, que les impedía desempeñarse con
mayor solvencia. También, alcanzó a transformar aspectos
personales y del equipo para lograr una vida con más bienestar
y una gestión más eficiente.
La combinación de los enfoques que conforman esta
metodología y su aplicación permiten descubrir, elaborar e
integrar las dinámicas inconscientes que afectan los ámbitos
personal, familiar, laboral y comunitario para acceder a una
mirada amplia y expansiva, integrativa y compasiva sobre la

134
sociedad con miras a la construcción de Paz.
Para culminar el trabajo aquí presentado y como
conclusión de lo aprendido proponemos el siguiente Decálogo
como guía para el ayudador que aplica La Ayuda que
Ayuda .

135
DECÁLOGO DE LA BUENA AYUDA

Q uie n re alme nte ayuda:


1. Asiente a las limitaciones propias y del
contexto.
2. Asiste al ayudado como adulto y asume
su rol como tal.
3. Actúa desde una empatía sistémica
incluyendo todas las partes que confluyen en la
necesidad del ayudado.
4. Propicia la reconciliación de los
opuestos o participantes en el conflicto.
5. Asiente a la vida tal y como es y tal y
como fue, sin lamentar los hechos.
6. T rabaja para restituir la conexión con lo
excluido y con el dolor no reconocido, tanto en el
ayudado como en sí mismo.
7. Reconoce su destino y mira su sombra
para actuar con responsabilidad y comprensión
compasiva.
8. Honra la pertenencia de todos, el lugar
de cada quien y la necesidad de compensar lo
entregado con lo recibido.
9. Impulsa la transformación de las

136
manifestaciones de la herida básica -v í ctima,
victimario y salvador-, en responsabilidad, empatía
y poder personal.
10. Ayuda para servir a la vida y al servir a
la vida construye la Paz.

137
EPÍLOGO

La Ayuda que Ayuda conjuga la misión de vida hacia la paz,


con la realización del ser y el quehacer.
Cuando actuamos desde los parámetros de La Ayuda
que Ayuda , estamos cuidando tanto de la persona que
ayudamos como de nosotros mismos, en tanto que su
aplicación nos lleva a un plano más profundo. De esta
manera:
Cuando actuamos desde los Órdenes del Amor estamos al
servicio de la vida y, así, cuidamos nuestra propia vida y
conservamos el equilibrio en todas las áreas.
Cuando actuamos desde los Órdenes de la Ayuda estamos
al servicio del crecimiento y, así, apoyamos la expansión del
otro sin afectar nuestro bienestar.
Cuando actuamos desde el triángulo creativo estamos al
servicio de la paz y, así, acrecentamos nuestra capacidad para
vivir en una paz responsable, empoderada y con empatía
sistémica, en donde todos tenemos cabida, sin excepciones.
Así, podemos vivir en consonancia con lo planteado por
Bert Hellinger en la siguiente frase:
“El corazón de aquel que comprende lo presente en
resonancia con el pasado, tanto en lo bueno como en lo

138
malo, está en plena sintonía con el mundo”.

“Los Órdenes del Amor


al servicio de la vida.
Los Órdenes de la Ayuda
al servicio del crecimiento.
La integración de lo creativo
al servicio de la paz”
MARIANELA VALLEJO VALENCIA

139
BIBLIOGRAFIA

Berne, Eric Juegos en los que participamos. México,


Editorial Diana, 1964.
Díaz, Luis Ángel. La memoria en las células. Cómo
sanar nuestros patrones de conducta . Buenos Aires, Kier,
2007.
Drive Solutions , Rodriguez Marcela y Peña
Angela Programa de Formación en Diálogo de Voces,
Cuaderno de Apuntes, Bogotá, 2016.
Cabadas, Paloma. Trauma nuclear de la
Conciencia. Madrid, Editorial Irreverentes, 2013.
FeldmanGonzález, Rubén. La Psicología del Siglo
XXI. Grafos S.A. España. 2da. Edición, 1993.
____________________ El nuevo paradigma en
psicología . España, Editorial Grafos S.A. 2da. Edición, 1993.
Franke, Ursula. Cuando cierro los ojos te puedo ver.
Constelaciones Familiares en la consulta individual. Un
manual para la práctica. Buenos Aires, Alma Lepik. 2005.
Frank-Gricksch, Marianne. Eres uno de nosotros.
Buenos Aires, Alma Lepik, 2004.
Giraldo Ángel, Jorge. El inconsciente genético Familiar y

140
proyecto Vital Profundo. Rev. De Psicologia, Facultad de
Psicologia, Universidad Nacional, Bogotá, Vol. VIII No. 2,
1963.
Hellinger, Bert. Órdenes del amor: Cursos seleccionados
de Bert Hellinger. Barcelona, Herder. 2da. Edición en español,
2002.
____________________ Si supieran cuánto los amo .
México, Herder, 2003.
____________________ La paz inicia en el alma.
México, Herder, 2006.
____________________ Raquel solloza por sus hijos.
México, Herder, 2006.
____________________ Los órdenes de la ayuda –Un
libro didáctico - Buenos Aires, Alma Lepik, 2006.
____________________ Un largo camino. Buenos
Aires, Alma Lepik Editorial. 1era. Edición en español, 2006.
____________________ Viajes Interiores. Barcelona,
Alma Lepik y Rigden Institut Gestalt, 1ra. Edición en
español, 2007.
____________________ Felicidad que permanece .
Barcelona, Rigden, 2007.
____________________ Después del conflicto, la paz.
Buenos Aires, Alma Lepik, 2da. Edición, 2008.
____________________ Constelaciones Familiares
para la Paz. México, Hellinger Sciencia, Ed. Grupo CUDEC,
2015.

141
____________________ y Hellinger, Sophie. Amor,
trabajo, éxito y sus órdenes secretos. Memorias del evento
internacional organizado por el Centro Bert Hellinger de
Argentina, Buenos Aires, agosto 27 al 2 de septiembre de
2007.
Karpman, Steve. El triángulo dramático. Edit.
Gaia. España, 2011.
Lara Olvera García. La Biología del Amor . México, Ed.
Grupo CUDEC 1era. Edición, 2016.
Prekop Jirina y Christel Schweizer. Pautas para los
padres de hoy. México, Herder, 2007.
Shützenberger, Anne Ancelin. ¡Ay mis ancestros!
Buenos Aires, Omeba, 1era. reimpresión en español, 2002.
Szondi, Lippot. Experimentelle Triebdiagnostik . Traduccion
francesa: Bejarano-Pruschy, Ruth. Diagnostic Experimentaldes
Pulsions. Paris, Presses Universitaires de France, 1952.
St. Just, Anngwyn. Equilibrio relativo en un mundo
inestable. La búsqueda de nuevos modelos para la
capacitación y recuperación en traumas. Buenos Aires,
Alma Lepik, 2007.
Vallejo Valencia, Marianela y su grupo de estudios en De lo
intrapsíquicoa lo intersubjetivo. “Configuraciones edípicasy
estructuras de pareja”. Ponencia presentada en el 12° Congreso
Internacional de Psicoterapia Vincular, Buenos Aires, 1995.
____________________ y Robl Ingala. “Arqueología del
inconsciente. Estructura familiar inconsciente y constelaciones

142
familiares”. Ponencia presentada en el 12° Congreso de Psicología y
Psicoterapia de Grupos, Buenos Aires, agosto de 1996.
____________________ Constelaciones Familiares.
Para liberar la energía del amor y de la vida. Bogotá,
Aguilar, 2008.
____________________ Realizando nuestros sueños.
Experiencias de Pedagogía Sistémica, Colombia. Ed.CUDEC,
2010.
____________________ El coraje de emprender. Si yo
pude, tú también puedes. Bogotá, Amazon, 2015.
____________________ y Maria Esther Jandette. Un
modelo de supervisión en constelaciones familiares. Bogotá,
Amazon, 2016.
Yárritu, Soto F. El Destino humano, como problema
científico. Pamplona, Navarra, Ed. Gómez, 1953.

143
SOBRE LAS AUTORAS

MARIANELA VALLEJO VALENCIA con una vida rica


en experiencias y salpicada de duelos, hoy, como madre y
abuela feliz abraza en amor y plenitud el don de la vida. Como
profesional, al servicio de la psicología, en su aplicación
terapéutica, investigación, docencia e innovación, ha
brindado nuevas miradas, con desafíos a los planteamientos
clásicos convencionales para la comprensión e intervención
terapéutica en las ciencias psicológicas.
En la actualidad es conferencista y docente
internacional de su Modelo de intervención en
Neopsicología Sistémica en Constelaciones Familiares. Está
dedicada a la práctica psicoterapéutica privada en el
contexto individual y vincular, dentro del modelo de
intervención terapéutica de Neopsicología, del cual es
creadora. Plantea nuevos caminos de investigación con
miras a comprobar clínica y experimentalmente
intervenciones de vanguardia.

144
Entre sus libros se destacan: Realizando nuestros sueños.
Experiencias de Pedagogía Sistémica en
Colombia ; Constelaciones Familiares. Para liberar la
energía del amor y de la vida ; El coraje de
emprender, Bestselleren Amazon en 2015; Si yo pude tú
también puedes, Bestselleren Amazon en 2015; Un modelo
de Supervisión en Constelaciones Familiares, Bestseller en
Amazon en 2016.

RO SA ELENA CÁRDENAS RO A , una profesional


integral, además de graduarse en Ciencias Penales y
Criminológicas, Derechos Humanos y Psicología, realizó
estudios en Pedagogía Sistémica, Constelaciones Familiares,
Cellular Memory Release y es maestra de meditación Ishaya.
Su gran pasión ha sido la investigación, en especial, en
violencia sexual e intrafamiliar desde la perspectiva de los
derechos humanos y la búsqueda de alternativas y terapias
innovadoras para abordar, tratar y superar estos flagelos de la
humanidad. Se ha destacado como conferencista en temas de
derecho, de talento humano, manejo del estrés y meditación.
Ha escrito varios artículos sobre delitos sexuales y
violencia intrafamiliar, destacándose sus “Comentarios a la
Ley 360 de 1997, Avances y dificultades de la nueva Ley”, de
la cual fue impulsora dentro del Proyecto de Asistencia del
Fondo de Población de Naciones Unidas, en su calidad de Jefe
de la Unidad de Delitos contra la Libertad Sexual y la Dignidad
Humana de la Fiscalía General de la Nación y “Violencia
intrafamiliar: sin víctimas ni victimarios” , como coautora.

145
146
CONTACTOS

Para obtener más información sobre el tema y para la


programación y realización de seminarios y talleres de La
Ayuda que Ayuda sirve a la Paz , entra en contacto con:

Fundación Mariane la Valle jo. Ne opsicología


Se de principal Bogotá - CO LO MBIA

www.marianelavallejo.com
www.marianelavallejo.org

info@marianelavallejo.com
info@marianelavallejo.org

147

S-ar putea să vă placă și