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“En consecuencia, la imagen de Lacan reflejada por este libro no es la del hombre, sus es-
critos o su estilo, sino la de una lógica, un esquema esencial del pensamiento que me guía
en la práctica con mis pacientes.” (Nasio, 2005, pág. 11)
Esto mismo es lo que pretendo hacer con Kant y su teoría ética: su lógica en tanto
esquema esencial del pensamiento.
Inconsciente
“El inconsciente está estructurado como un lenguaje”. (Nasio, 2005, pág. 15)
Goce
Estos dos conceptos, el inconsciente y el goce, son los pilares de la escucha psicoanalítica,
siendo que la escucha es la tarea de la teoría psicoanalítica, su sentido. Para Kant, por otro
lado, serán el de la libertad y Ley Moral los conceptos que dinamizarán su teoría como dis-
curso del acto moral, siendo la máxima como Imperativo Categórico el acto moral por ex-
celencia (el decir universalizador desde el sí mismo para un otro).
Siempre ante el sujeto debe haber alguien que escuche. La moral, en kantiano, es el proyec-
to de hacer del mismo sujeto su hablador y su escuhador; tal proyecto fracasó, pero la es-
tructura de la formación del sujeto es aun bastante preciso.
“Para guiarme, voy a utilizar un concepto, el de síntoma, que nos llevará primero al princi-
pio relativo al inconsciente y luego, al relativo al goce.” (Nasio, 2005, pág. 15)
El Faktum de la razón nos guía hasta el concepto de Ley Moral solo para darnos los
elementos necesarios para pensar la libertad, y este proceso es la demostración de la
existencia de la razón práctica..
Este es con mayor propiedad el Faktum de la razón, donde el decir (justificante) fa-
lla y demanda un examen desde el espacio de lo trascendental. Esta es la tesis kan-
tiana, que se puede analizar el Faktum desde lo trascendental del sujeto, pero el psi-
coanálisis pondrá, más bien, en el lugar de los trascendental al analista (el analista
se ubica en el lugar del objet-pettit-a). El sujeto no puede acceder por sí mismo a su
inconsciente, pues éste siempre lo sabotea.
“allí donde la palabra falla, aparece el goce”. (Nasio, 2005, pág. 16)
Esto mismo es lo que sucede con el Faktum: allí donde toda justificación cae ante lo
excesivo del acto, aparece la Ley Moral.
Síntoma / Faktum de la razón: metáfora y metonímia
“Pero en psicoanálisis, el síntoma se nos muestra de otro modo, no sólo como un trastorno
que hace sufrir; es sobre todo un malestar que se nos impone, más allá de nosotros, y nos
interpela. Un malestar que describimos con palabras singulares y con metáforas inespera-
das.” (Nasio, 2005, pág. 16)
Uno de los rasgos más importantes del síntoma es su carácter metonímico y metafó-
rico: darle a los significantes contextos inesperados, no adecuados. ¿Por qué no se
adecúan estos significantes a los nuevos contextos? Porque los significantes tienen
sentido en la medida en que se organizan de una forma determinada con otros signi-
ficantes, ese orden es lo que genera contexto. Cuando reagrupamos las relaciones
entre significantes, herimos lo que Lacan llama lo Simbólico y lo que Kant llamaba
el Sistema.
SIGNO / ACTO
La manera de expresar
CARACTERÍSTICAS
mi sufrimiento / Humi-
llación
SIGNIFICANTE (ST) / La teoría sobre las
MÁXIMA SÍNTOMA causa de mi sufrimien-
to / Juicio
El analista forma parte
de mi síntoma / Yo
trascendental
5 FORMULACIONES DEL
IMPERATIVO CATEGÓRICO
MI VOLUNTAD PURA, O
RAZÓN PRÁCTICA, ES IN- (El sentido de la Ley Moral se
CONDICIONADA Y CONDI- desprende de la relación entre
CIONA EL ACTO estas cinco formulaciones,
interpretación que debe dar
cuanta del carácter temporal
del suceder de formulaciones y
de la necesidad del concepto de
Otro en ellas)
Yo-trascendenal / Sujeto-supuesto-saber
LO INCONDICIONADO
HABLA DEL INCONSCIENTE
MÁXIMA
IMPERATIVO - OBLIGATORIEDAD CATEGÓRICO - LEGALIDAD
PLUS DE JOUSSANCE DISCURSO
MORALIDAD
ETICIDAD
RESPETO HUMILLACIÓN
DESEO CULPA
Fig. 1. Esquema del paralelismo de la teoría ética kantiana y la teoría del sujeto lacania-
na.
“Veamos ahora la cara significante del síntoma. De las dos, es la más importante para noso-
tros, ya que nos hará comprender en qué consiste la estructura del inconsciente. La cara
significante nos dice: este sufrimiento que se me impone, fuera de mi voluntad, es Un acon-
tecimiento entre otros acontecimientos que están rigurosamente ligados a él, un aconteci-
miento que, en contraposición con el signo, carece de sentido”. (Nasio, 2005, pág. 22)
El significante es la oportunidad del sujeto para darle sentido al Azar ("Una tirada
de dados" de Mallarmé).
Criterios para identificar un significante / Características del Faktum de la razón como Un
significante
El carácter fáctico de este Faktum, como dice Martínez Marzoa, no es tal realmente,
sino que el Faktum de la razón interpela la legalidad del sentido del acto en curso o
asumido por el sujeto.
“• Un significante está desprovisto de sentido, no significa nada y por lo tanto no entra en la
alternativa de ser explicable o inexplicable. Por lo tanto un síntoma, en tanto acontecimien-
to significante, no llama ni a una suposición del analizante ni a una construcción del psi-
coanalista. En una palabra, el significante es, sin más.” (Nasio, 2005, pág. 23)
En este caso hay una diferencia abismal entre el síntoma como significante y el Fa-
ktum de la razón: el Faktum no se contenta solo con ser sino que es algo que refiere
una carencia de sentido en el acto, sentido que existe más allá del lugar propio de la
consciencia empírica, sentido que se encuentra en el lugar de lo trascendental. El
significante lacaniano, por el contrario, no ofrece ningún sentido trascendental, sino
la oportunidad de reconocer el esencial sin sentido “natural” de todo acto.
• El significante es, sí, a condición de permanecer ligado a un conjunto de otros significan-
tes: es Uno entre otros con los cuales se articula. Mientras que el significante Uno es per-
ceptible por el analizante o por el analista, los otros con los cuales se encadena no lo son.
Estos últimos son significantes virtuales, actualizados antaño o aún no actualizados. La
articulación entre Uno y los otros significante, jamás hay que imaginarlo solo. Un aforismo
lacaniano resume claramente esta relación: un significante sólo es significante para otros
significantes. El alcance de esta articulación formal es práctico: un significante no es signi-
ficante ni para el psicoanalista ni para el analizante ni para nadie, sino para otros significan-
tes. ¿Qué otra cosa quiere decir esto sino que una vez que adviene el significante, recuerda
los significantes ya pasados y anuncia la llegada inevitable del próximo significante? Por
ejemplo, puedo ser sorprendido por un síntoma que supera mi intención significante a la
manera de un "dicho" que digo sin saber, se repite puedo también soportarlo en tanto un
acontecimiento doloroso, puede ser incluso que lo interprete, lo piense, le dé un sentido, y
no obstante, todas mis suposiciones no evitarán que dentro de tres días, un año, pueda re-
producirse semejante a sí mismo o bajo la forma de otro acontecimiento imprevisto y no
controlable. Es entonces cuando 'me pregunto: "¿Pero cómo es posible? ¿Qué hay en mí
para que este síntoma reaparezca siempre incontrolable y se repita tan implacablemente?"
Nos encontramos aquí ante el problema de la repetición sobre el cual vamos a volver con
frecuencia, en particular a lo largo de la segunda lección. Por el momento, retengamos de
esto la idea esencial: una cosa es la realidad concreta e individual de un síntoma —la fobia
a los puentes, por ejemplo—, y otra es el estatuto significante del mismo síntoma —la
misma fobia, pero considerada esta vez bajo el ángulo de los tres criterios que definen al
significante—. Desde el punto de vista de su realidad individual, todos los síntomas son
diferentes y jamás se repiten idénticos a sí mismos. Mientras que, por el contrario, desde el
punto de vista de su valor formal y significante todos los síntomas son idénticos porque
todos se manifiestan uno por uno en el lugar del Uno. Esta es, entonces, la idea esencial en
el núcleo del concepto lacaniano de repetición: todos los acontecimientos que ocupan el
lugar del Uno se repiten formalmente idénticos, sean cuales fueren sus diferentes realidades
materiales. Volveremos sobre ello.” (Nasio, 2005, págs. 23-25)
Esta idea es una de las más interesantes respecto del significante: el significante es
Un lugar donde algo acontece, o sea que tal acontecer no tiene posibilidad de ser
fuera de este lugar. ¿Qué lugar es éste? El lugar de la posibilidad de la interpelación
moral, donde el sujeto empírico puede preguntarse el por qué / para qué del acto del
que participa.
“El síntoma en tanto significante no es un sufrimiento que padecemos pasivamente, por
decirlo así. No, es un sufrimiento interrogante y, en el límite, pertinente. Pertinente como
un mensaje que nos enseña hechos ignorados de nuestra historia, nos dice lo que hasta ese
momento no sabíamos.” (Nasio, 2005, pág. 26)
Quisiera pensar que el espacio agujereado al que llama Lacan Goce es el espacio
que Kant designaba como yo-trascendental. Lo trascendental es un lugar indesigna-
ble en el sujeto, la marca del Otro en el cuerpo del sujeto, en su habla, que no puede
sino sr rodeado por los significantes que definen el deseo del sujeto. Sin embargo,
Kant tomaba el Faktum de la razón como signo y no como significante, por lo que
se haría imposible hablar del Goce mismo como el significante puro (pura formali-
dad, puro espacio sin anda dentro). Sin embargo, me parece que Kant por lo menos
rosa esta idea al hablar del yo-trascendental como la forma pura de todo sujeto, o
sea su formalidad.
Goce / Bien Supremo
“En suma, para no alcanzar el goce del Otro, sin embargo soñado, lo mejor es no cesar de
desear y contentarse con sustitutos y pantallas con síntomas y con fantasmas.”. (Nasio,
2005, pág. 45)
Aunque entendía de esta forma errónea la cita de Lacan (no ceder en el deseo), fi-
nalmente comprendía bien lo que significaba permanecer en el deseo, o sea realizar
una y otra vez el acto de imperar categóricamente sobre el goce sosteniendo el de-
seo que en Kant se entiende como el "respeto a uno mismo" (entiendo que para La-
can esto sería una versión del goce narcisista).
“Así, el goce del Otro es un sueño paradisíaco que se presenta al neurótico de maneras di-
versas y contradictorias: ante todo, es un sueño que le es querido y al cual aspira: luego, es
un sueño que sabe irrealizable, quimérico y fuera de su alcance; y finalmente, es también y
sobre todo un sueño del cual sabe que, si por "desgracia" o por "fortuna" llegara a realizarse
un día, entonces su ser estaría en peligro. En efecto, teme el riesgo extremo de ver desapa-
recer su ser. Es evidente la contradicción flagrante que, por otra parte, es confirmada coti-
dianamente por la clínica: quiere el goce del Otro, sabe que no puede alcanzarlo, y simultá-
neamente, no quiere ese goce. Lo ama, le es imposible, pero de todos modos, le da miedo”
(Nasio, 2005, pág. 46)
¿Esto no se parece al caso que expone Kant sobre el ser determinados en nuestra vo-
luntad por un móvil patológico, definiendo de forma heterónoma nuestra voluntad?
“Por lo tanto, estaríamos en presencia de una graduación. Primer grado: somos seres ha-
blantes; es un grado empírico que no corresponde al pensamiento del análisis. El análisis va
más lejos y afirma que más allá, estamos habitados por el lenguaje y estamos expuestos a
su incidencia. El segundo grado nos sitúa, entonces, como estando expuestos al lenguaje e
incluso atravesados por él. Ahora bien, es allí cuando interviene el tercer grado. Cuando el
lenguaje, o más exactamente, cuando un significante adquiere la forma de un "dicho" que
se dice por fuera de mí, a pesar de mí, entonces se agrega un elemento suplementario: es
que el cuerpo es afectado” (Nasio, 2005, pág. 47)
Digamos que Kant llega al segundo grado aquí señalado. Aceptamos que el sujeto
está atravesado por el lenguaje, pero Kant ya no aceptará que el sujeto está superado
por el lenguaje, por lo que no puede sostenerse en la teoría ética kantiana el ingreso
del inconsciente, pero sí el del goce, y puede tomarse el Goce como parte de la teo-
ría ética kantiana porque es la expresión de lo imposible buscado.
Deseo – Lo Simbólico / Deber – Lo formal
“Le responderé diciendo que allí donde el deseo no alcanza su fin, quiero decir, allí donde
el deseo fracasa, surge una creación positiva, se afirma un acto creador. Siendo así, usted
me pregunta: ¿Por qué el deseo debe fracasar necesariamente? El deseo jamás será satisfe-
cho por la sencilla razón de que hablamos. Y mientras hablemos, mientras estemos inmer-
sos en el mundo simbólico, mientras pertenezcamos a este universo donde todo adquiere
mil y un sentidos, jamás lograremos la plena satisfacción del deseo, ya que de aquí a la sa-
tisfacción plena se extiende un campo infinito, constituido por mil y un laberintos.” (Nasio,
2005, pág. 48)
En función a esto, en la dimensión del goce la ética demanda del sujeto que actúe, y
por ello el sujeto debe dar sentido al acto, volverlo inteligible ante sí (ponerle pala-
bras, el mandato del Imperativo Categórico), volver a la dimensión del placer desde
el del goce. El Deber es la estrategia kantiana para no transgredir al sujeto, para que
el sujeto vuelva a tomar el cuerpo.
No hay sujeto del Goce / No hay sujeto heterónomo (sujeto sin libertad) / Tesis de Alenka
Zupancic
“En teoría lacaniana, el sujeto está siempre enlazado a un significante; para Lacan no hay
significante sin sujeto y, recíprocamente, no hay sujeto sin significante. En consecuencia
diremos: no hay sujetos del goce porque no hay significantes que puedan decir el goce. En-
tonces su pregunta en realidad se formula: ¿Cuándo hay goce, quién goza? Y bien, yo res-
pondería que nadie goza, que no gozamos de algo sino que algo goza en nosotros, por fuera
de nosotros.” (Nasio, 2005, pág. 54)
Esto es importante. En la dimensión del goce, el sujeto no goza, pues el goce no tie-
ne significante y el sujeto, precisamente el sujeto, está en la búsqueda del sentido de
su significante. En este sentido, quien goza no es el sujeto, sino "nadie": que nadie
goce significa que el goce no se le puede adjudicar como propio al sujeto, sino que
se le ha de atribuir a algo más allá de su alcance y responsabilidad (heteronomía). El
Goce como lo patológico en el sujeto es muestra de la escisión fundamental en el
sujeto, la que permite que el sujeto se haga cargo de sí por medio de máximas como
Imperativos Categóricos.
¿Cómo entender la tesis de Zupancic, quien afirma que lo ético habita en la dimen-
sión del goce, en lo excesivo? Pues sólo me imagino esta afirmación desde la oposi-
ción límite/exceso: dónde el sujeto encuentra su límite (el goce, lo patológico), en-
cuentra también la demanda de hacerse cargo de sí (persistir en el Deseo, respetar la
Ley Moral).
o “… el placer es decididamente transitorio mientras que el goce es tan radi-
calmente permanente que se vuelve intemporal. El placer pasa y desaparece
mientras que el goce es una tensión adherida a la vida misma. Mientras haya
goce habrá vida, porque el goce no es más que la fuerza que asegura la repe-
tición, la sucesión ineluctable de los acontecimientos vitales.” (Nasio, 2005,
pág. 54)
El motor de la cura / La Ley Moral como única motivación del sujeto moral
“Primero y ante todo, el goce, y en particular su modalidad de plus-de-goce, es decir, ese
excedente que mantiene sin cesar el alto nivel de la tensión interna, pues bien, ese goce es
el motor de la cura, el núcleo en torno del cual gravita la experiencia analítica.” (Nasio,
2005, pág. 55)
Esto es importante para mi tesis, pues sostengo con Zupancic que la ética está del
lado del goce. Para Kant, a decir de Zupancic, lo que motoriza la decisión ética es la
misma Ley Moral transmutada en motivación, o sea materializada.
“en mi opinión, si bien el inconsciente existe, sólo puede existir en el interior del campo del
psicoanálisis y, más precisamente, en el interior del campo de la cura.” (Nasio, 2005, pág.
61)
Por eso Kant no llegará a conocer el inconsciente sino como lo extraño que pasa
fuera de nosotros. Al llegar al punto hueco de la cadena significante/causal del acto,
Kant no tendrá otra salida sino poner la máxima en tal hueco tratando de llenarlo o
que baste con la convicción de "persistir en el deseo" o sostener el deber por el de-
ber mismo. Pero tal insistencia, tal repetición del "deber por el deber" es lo que He-
gel ha criticado de Kant y que posibilitó la problematización del sujeto como agente
libre hasta la idea hegeliana del Espíritu Absoluto (necesariamente intersubjetivo o
transubjetivo, pero nunca solitario).
“Ante todo el inconsciente se revela en un acto que sorprende y supera la intención del ana-
lizante que habla. El sujeto dice más de lo que quiere, y al decir revela su verdad.” (Nasio,
2005, pág. 62)
Así como para Kant, la máxima como Imperativo Categórico no existe sino hasta
que el sujeto la invoca en demanda del acto que es enjuiciado.
“Ese acto, más que revelar un inconsciente oculto y ya allí, produce el inconsciente y lo
hace existir.” (Nasio, 2005, pág. 62)
Este "otro sujeto" es lo que Kant trata de hacer aparecer con la Razón. Claro, no es
más que un pre-sujeto, aquello que todo sujeto trae consigo, pero que no logra cons-
tituirse como "otro" o lo "diferente de sí". Kant hace un simulacro de análisis, peor
su simulacro abre la puerta a la dimensión ética, donde el sujeto encuentra su con-
cepto: ponerse en cuestión de existencia.
“Ahora bien, para que efectivamente ese acto haga existir el inconsciente, es indispensable
que otro sujeto escuche y reconozca el alcance del inconsciente; siendo ese sujeto el psi-
coanalista: "… ¿implica el inconsciente que se lo escuche? En mi opinión, sí", responde
Lacan” (Nasio, 2005, pág. 62)
Este "otro sujeto" es lo que Kant trata de hacer aparecer con la Razón. Claro, no es
más que un pre-sujeto, aquello que todo sujeto trae consigo, pero que no logra cons-
tituirse como "otro" o lo "diferente de sí". Kant hace un simulacro de análisis, peor
su simulacro abre la puerta a la dimensión ética, donde el sujeto encuentra su con-
cepto: ponerse en cuestión de existencia.
El inconsciente sólo aparece entre-dos / La Ley Moral sólo aparece en la mediad en que el
sujeto se piensa como otro, o sea desde la mirada del Otro
“Para reconocer que el acto del analizante es una producción de inconsciente, es preciso
entonces otro acto, el del analista” (Nasio, 2005, pág. 63)
Esto es lo que le falta a Kant: el acto del otro. En la ética kantiana, el simulacro de
acto que ejecuta el otro (la razón) no es más que la demanda de espontaneidad, de-
manda que se formula como Ley Moral. Pero esta demanda es silente, no dice sino
que agujera al sujeto exigiéndole su re-composición; aquí, solo el sujeto ético inter-
preta, mientras que en el análisis psicoanalítico el sujeto actualiza el síntoma y el
"otro" sujeto (el analista) actualiza la interpretación. En pocas palabras, Kant inven-
ta un simulacro de otro y se encuentra con el Gran Otro, la formalidad que demanda
la estructura y que obliga al sujeto a configurar máximas como Imperativos Categó-
ricos.
Como decía más arriba, el sujeto ético kantiano no acepta a nadie más que al simu-
lacro del otro como partineire ético, o sea a la razón práctica, lo cual provoca que lo
que adviene como lo desconocido no sea realmente desconocido, sino aquello que el
mismo sujeto no sabía que sabía, su decisión original (como la apropiación original
de la que habla Kant en la Metafísica de las costumbres).
Estructura del inconsciente / Estructura de la causalidad de la libertad
“Primeramente, hay que comprender que el inconsciente es un conjunto bordeado por un
elemento que ha sido extraído de su trama. Si admitimos el par de un conjunto y de un ele-
mento extraído del interior del conjunto y que reaparece en su borde podemos definir la
estructura del inconsciente como un conjunto menos 1, bordeado por ese sí, se tratará de un
conjunto agujereado en el interior, pero limitado por un borde.” (Nasio, 2005, pág. 76)
Esta idea del borde formado por el elemento faltante de la cadena significante es la
idea que trato de hallar en Kant, no en la teoría moral sino en la estética, en la idea
de sistema de la naturaleza y el juicio reflexionante.
“¿Qué quiere decir en más o en menos? Quiere decir que el 1 está siempre fuera del conjun-
to. Ahora bien, que el 1 sea en más o en menos depende del ángulo desde el cual encaremos
el conjunto. Si lo encaramos observando su trama interior, diremos que le falta un elemen-
to: entonces el 1 es en menos. Si, por el contrario, lo encaramos como visto desde el cielo,
es decir, según su extensión y sus bordes, diremos que el 1 que falta en el interior de la
trama se sitúa ahora como un borde que rodea y delimita al conjunto: entonces el 1 es en
más, como un límite que bordea la red o como un trazo de escritura (figura 3).” (Nasio,
2005, pág. 77)
Leyendo la Metafísica de las costumbres me parece que este 1 que rodea el conjunto
limitándolo y formándolo es el concepto de contrato social rousseaureano. ¿Qué es
lo que no se halla inscrito en cada transacción jurídica? Un sustrato común a todos,
pues toda transacción jurídica trata precisamente sobre las diferencias entre los in-
dividuos como entidades jurídicas (yo y tú somos distintos jurídicamente, pero obre
la base de que compartimos un mismo sustrato metajurídico). ¿Por qué digo que las
transacciones jurídicas se inscriben en las diferencias entre los individuos? Porque
tratan, por ejemplo, sobre las diferencias entre los individuos sobre la adquisición de
posesiones: un individuo vende un carro a otro (he ahí la diferencia entre los indivi-
duos), y tal transacción se hace sobre la base de una comunidad jurídica (he ahí lo
metajurídico que introduce el contrato social). La pregunta es cómo así el contrato
social se hace el 1 del conjunto. Creo que ahí entra la estructura del juicio reflexio-
nante en la Crítica de la facultad de juzgar.
“Los hijos de la horda deben matar al padre primitivo y devorarlo solemnemente para "con-
sistir" como clan. Es preciso poner al Uno afuera para seguir juntos bajo su égida. Ahora
bien, aquel que se excluye, es precisamente el padre.” (Nasio, 2005, pág. 78)
Aquí debo comenzar a pensar la relación entre la Ley Moral y el Contrato Social. Si
el Contrato Social es el Uno que mantiene unido el conjunto, entonces no sería más
que el otro nombre de la función ética de la Ley Moral como la forma de interpela-
ción universal del sujeto como sujeto ético, como aquel que debe “recomponer los
tiempos” de su no-saber el sentido del acto moral; no me queda sino pensar en el
Contrato Social como el “más Uno” (aquello que le da ex-sistencia a la Humanidad
como especie de la razón práctica) y la Ley Moral como el “menos Uno” (aquello
que le da con-sistencia al sujeto como uno entre los humanos).
o “Por lo tanto, en la lógica del inconsciente tenemos dos términos, la ex-
sistencia del Uno y la consistencia de los otros.” (Nasio, 2005, pág. 78)
Entiéndase, la ex-sistencia del Contrato Social y la con-sistencia de
los sujetos de la razón práctica.
“El agujero puede ser definido como el puesto que el Uno —convertido ahora en borde
exterior— ya no ocupa. El agujero es la falta dejada por el Uno que "fue" a situarse en el
límite de la red (figura 3). En este punto, recordemos que el agujero permite el movimiento
y el desplazamiento de las unidades de la red. Así como el Uno asegura la consistencia del
conjunto, del mismo modo el agujero asegura su dinámica. Para completar realmente este
esquema lógico, debería agregar aún un cuarto término —tal vez el más importante de to-
dos—, a saber, el sujeto del inconsciente,* que es, en términos generales, el efecto que se
produce cuando toda la estructura está en movimiento.” (Nasio, 2005, pág. 78)
“Lacan no se pregunta, a la manera del metafísico, acerca de la naturaleza del pasado, del
futuro o del tiempo en general; procede como se procede frecuentemente en la ciencia. Sus-
tituye la pregunta del "dónde" por la del "cómo", y al preguntarse cómo, nombra y formali-
za. Aparece un problema que se revela insoluble, entonces se lo bautiza con una letra y se
le da un nombre. Y con ese nombre, continúa el trabajo hasta que, progresivamente, la opa-
cidad se esfuma.” (Nasio, 2005, pág. 81)
“Pero ya los escucho preguntarme: "Si el síntoma-significante resiste a todo sentido, inclu-
so al de la más correcta de las interpretaciones y perdura así fuera de todo alcance, ¿cómo
se podría esperar algún alivio en nuestro paciente? Respondería diciéndoles que la manera
de tratar un síntoma significante es reemplazarlo por otro significante, y que la mejor inter-
pretación que un analista pueda pronunciar no opera en modo alguno por el sentido que
revela sino por el lugar de significante que ocupa. Así como la sorpresa en el analista es el
índice indiscutible del impacto en él del alcance significante de un síntoma, la sorpresa en
el paciente es del mismo modo el índice indiscutible del impacto significante de una inter-
pretación.” (Nasio, 2005, pág. 90)
“desde un estricto punto de vista, la función analítica consiste en sostener y asegurar la mo-
vilidad de la repetición.” (Nasio, 2005, págs. 90-91)
El carácter autónomo del significante / La Ley Moral siempre ha de ser interpretada, pero
nunca agotada por la interpretación
“No quiero decir que el significante cese de ser intrínsecamente un significante por ser in-
terpretado. No. El significante sigue siendo ineluctablemente significante, pero a partir del
momento en que lo interpretan, lo transforman en signo para ustedes. Ya que desde el mo-
mento en que un significante es significante para alguien, ya no es significante, es signo.”
(Nasio, 2005, pág. 92)
“¿Se trata del individuo? No. Ya les he mostrado que la unidad yoica del individuo ha sido
subvertida por el concepto de inconsciente. Entonces, hay que pensar otro estatuto de "indi-
viduo" diferente del individuo tal como lo concebimos habitualmente, como una persona
que tiene un nombre y un cuerpo determinados. ¿Cuál es este otro estatuto de "individuo"
que no es ni la persona ni el yo, y del cual afirmo que está en el centro de nuestro trabajo de
analistas y ausente del discurso de la ciencia? Es el "sujeto del inconsciente introducido por
Lacan.” (Nasio, 2005, págs. 100-101)
El sujeto del inconsciente nace de la privación / El sujeto ético kantiano proviene de una
demanda de ser sí-mismo
“Allí donde Freud se pregunta cómo puede nacer el yo de la incorporación del cuerpo del
padre por sus hijos, Lacan, por su parte, se pregunta cómo puede nacer el sujeto de un pro-
ceso lógico muy particular. Es así como podemos preguntarnos: ¿cómo se engendra el suje-
to del inconsciente? Es un problema difícil cuya respuesta exige que nos hagamos otra pre-
gunta: ¿cómo puede nacer un sujeto de la nada? ¿Cómo hacer para que en un planeta abso-
lutamente vacío de todo ser, algo advenga? Para responder debemos utilizar la palabra "pri-
vación".” (Nasio, 2005, pág. 101)
“Por lo tanto, ¿cómo en un planeta vacío de toda cosa, germina un ser? ¿Cómo puede surgir
un ser de la nada, de lo real? Pues bien, para que un ser surja de lo real, es preciso que en lo
real se abra un agujero, que en lo real haya algo en menos o, si prefieren, que lo real sea
privado de algo. Toda la fuerza del pensamiento lacaniano está allí: para concebir el surgi-
miento positivo de un sujeto en lo real, hay que pensar primero lo real como un todo del
cual se extrae un elemento.” (Nasio, 2005, pág. 102)
Como en este agujero lacaniano para explicar el nacimiento del sujeto del incons-
ciente, Kant hace uso del concepto de Faktum de la razón para dar cuenta de algo
que hace falta en el sujeto y que lo obliga a emprender una búsqueda que terminará
en el signo que el sujeto construya para-sí (sentido del acto).
“Si en ese lugar donde Todo es posible, se comprueba una —y sólo una— imposibilidad,
un solo obstáculo, un sólo menos, entonces habrá allí nacimiento de un ser positivo. El ser
positivo, es decir nuestro sujeto del inconsciente, sólo aparece como el correlato de un agu-
jero abierto en lo infinitamente pleno.” (Nasio, 2005, pág. 102)
Interesante que Nasio plantee así la aparición del sujeto, pues Kant plantea la prime-
ra aproximación al concepto de libertad como algo negativo, algo que horada la
causalidad natural.
Kant diría que el sujeto ético es quien puede darle, finalmente, sentido a la causali-
dad natural, puede hacer de ella un sistema.
Como para Lacan, Kant piensa en el sujeto como quien ha de relacionarse con lo
imposible para la naturaleza, darle sentido (finalidad) al acto.
La función del analista / La función de la Ley Moral a través del Faktum de la razón
“Hoy quería estudiar con ustedes el concepto lacaniano de objeto a, pero voy a responder
antes a su pregunta recordando que, en efecto, la función analítica consiste en mantener
viva la actividad del inconsciente.” (Nasio, 2005, pág. 107)
“Creo que el análisis crea las condiciones para que el sujeto se vuelva extraño a sí mismo.”
(Nasio, 2005, pág. 107)
El procedimiento del análisis (alejar lo cercano o cuando lo más íntimo viene de fuera) /
Juicio del sujeto ético (alejar lo más propio, el Deber, o cuando la enunciación se hace des-
de la autonomía (Imperativo Categórico))
“El psicoanalista, más que querer inducir transformaciones en el paciente y situar la finali-
dad del análisis en términos de cambio o de cura, apuntaría a crear las condiciones para que
el sujeto encuentre, como si viniera de afuera, como si fuera extraña a él, la cosa más íntima
de su ser.” (Nasio, 2005, pág. 107)
¿Qué estructura lleva lo que consiste en lo más íntimo del ser del sí mismo del suje-
to? Creo que el "lugar de su lejanía", enajenar-se es lo propio del sí mismo del suje-
to. ¿No es eso el efecto de la existencia de la razón práctica kantiana? Pero hay
otra cosa. Para Lacan lo más propio del sujeto es el Deseo, el lugar donde el Objeto-
pequeño-a se instala, pero para Kant el lugar más propio es la Ley Moral, el lugar
donde la máxima como Imperativo Categórico se instala. ¿Qué diferencia al Objeto-
pequeño-a de la máxima como Imperativo Categórico? Tal vez la diferencia más
importante sea que el Objeto-pequeño-a sea un significante, mientras que la máxima
como Imperativo Categórico es un signo (un significante con sentido). En otras pa-
labras, el significante del análisis es una oportunidad para encontrar una interpreta-
ción aún desconocida, la máxima como Imperativo Categórico es una ley por siem-
pre válida a la espera de ser descubierta (enunciada); la genialidad de Zupancic fue
darle vuelta al concepto de Imperativo Categórico haciéndolo efecto de la esponta-
neidad del sujeto como agens universalis.
Esto mismo es lo que, finalmente, estipula la Ley Moral como Imperativo Categórico
(la formalidad de la moralidad): en la carencia de todo sentido del acto, el sujeto debe
enunciar la máxima de su ser (en el tiempo en que se encuentra, o sea la consciencia).
Como para Kant, la felicidad del acto moral es un efecto in-significante respecto del
valor ético de la máxima como Imperativo Categórico. Es muy fácil realizar el para-
lelismo Deseo-Objetopequeñoa-RelaciónSexual y LeyMoral-Felicidad-
SupremoBien; tal vez no correspondan completamente (sobre todo porque la felici-
dad para Lacan se halla del lado del Deseo y no del Goce), pero uno siente que La-
can y Kant andaban por el mismo sendero.
“Si, por el contrario, refrena su deseo —convencido de que la cura es un beneficio por aña-
didura que no depende de él—, entonces habrá alguna posibilidad de que el sufrimiento
cese.11 En el fondo, estamos aplicando un artificio de la razón en relación con la verdad:
para que la verdad advenga, hay que aparentar apartarse de ella, incluso olvidarla.” (Nasio,
2005, pág. 109)
Este es precisamente el proceso que ejecuta la razón: alejarse de sí mismo (un acto
absolutamente ficticio) para verse mejor.
“Ahora bien, si la cura no puede y no debe ser un fin perseguido por el analista, entonces
¿qué puede esperar? ¿Qué espero? Espero la aparición de un fenómeno muy simple. No
espero ni el cambio ni la cura de mi analizante. Espero que la experiencia advenga, que
sobrevenga un acontecimiento inesperado en el análisis. Me dispongo al asombro. Lo mejor
que puede esperar un analista es que su paciente lo sorprenda. Por supuesto, no se trata de
que el paciente quiera sorprenderlo deliberadamente; en general, cuando es algo calculado,
fracasa. No, la sorpresa debe impactar simultáneamente al paciente y al clínico.” (Nasio,
2005, pág. 109)
¿Qué potencia tiene la sorpresa como para hacer aparecer el inconsciente? Precisa-
mente, el que sea la expresión del cuerpo que habla y no la del sujeto consciente; en
la sorpresa es el inconsciente quien expresa lo que desea decir. Para Kant, lo que se
dice como Faktum de la razón es esta sorpresa, el síntoma y su repetición, pero la
máxima como Imperativo Categórico está más allá, en el lugar de la convicción o la
persistencia en el Deseo.
“"Leí Duelo y melancolía—dice Lacan— y bastó con que me dejara guiar por ese texto
para que encontrara al objeto a." Esto no significa que el otro desaparecido se llame objeto
a, sino que el objeto a responde a la pregunta: "¿Quién es el otro?" ¿Por qué? A fin de ha-
cernos entender mejor, descompongamos la pregunta sobre el otro y preguntémonos:
"¿Quién es el que está ante mí? ¿Quién es? ¿Es un cuerpo? ¿Es una imagen? ¿Es una repre-
sentación simbólica?" pongámonos en el lugar del analizante que, acostado en diván, se
pregunta: "¿Qué es esta otra presencia detrás de mí? ¿Es una voz? ¿Un aliento? ¿Un sueño?
¿Un producto del pensamiento? ¿Quién es el otro?" El psicoanálisis no responderá "el otro
es...," sino que se limitará a decir: "Para responder a esta pregunta, construimos el objeto
a". La letra a es una manera de nombrar la dificultad; ocupa el lugar de una no respuesta.”
(Nasio, 2005, pág. 113)
“¿Qué es el objeto a? El objeto a es tan sólo una letra, nada más que la letra a, una letra
cuya función central consiste en nombrar un problema no resuelto, o mejor aún, en signifi-
car una ausencia. ¿Qué ausencia? La ausencia de respuesta a una pregunta que insiste sin
cesar.” (Nasio, 2005, pág. 114)
Tan kantiano: en vez de decirnos "si actúas así o asá, serás moral" nos dice "Actúa,
pero actúa bien (justificadamente)". Parecería, más bien, que el Objeto-pequeño-a
se identifica más con el carácter enigmático de la Ley Moral: es un espacio en el
que hay que construir un decir que interpele, una máxima que funcione como Impe-
rativo Categórico.
El rasgo unitario como respuesta a la pregunta generada por el Objeto-pequeño-a (el objeto
perdido soy yo) / El sujeto trascendental como la idea que acompaña todas mis representa-
ciones
“La idea genial de Freud consistió en revelar que esta marca, que persiste y se repite en el
primero, en el segundo y en todos los otros sucesivos partenaires de una historia, es un
rasgo, y que este rasgo no es cosa alguna sino nosotros mismos. El sujeto es el rasgo común
de los objetos amados y perdidos a lo largo de una vida. Esto es, precisamente, lo que La-
can denominará el rasgo unario.” (Nasio, 2005, pág. 115)
¿El objeto a acaso sería el yo ideal que en la superación del estadio del espejo per-
demos al atravesar la castración?
¿En Kant, el yo trascendental? ¿En Ricoeur, el narrador-narrado?
El Objeto-pequeño-a es el “otro amado” (lo deseado que goza) / El Deber es mi deber como
sujeto ético y ninguna máxima, por más imperativa o categórica, podrá satisfacer su de-
manda
La pregunta del analista y del analizante no tiene respuesta, por eso Lacan escribe a / El
Faktum de la razón sólo puede entenderse (Entshuldigung) hasta lo incondicionado
“¿Cuál es la causa que anima nuestros deseos?” (Nasio, 2005, pág. 116)
“Para comenzar, definiré formalmente el objeto a como aquello que es heterogéneo a la red
del conjunto significante. Es decir, que el sistema produce algo en exceso que es heterogé-
neo o extraño a él.” (Nasio, 2005, pág. 117)
El a es dinamizante de significantes / -
“En efecto, el objeto a es el agujero de la estructura si lo imaginan como la fuente de una
fuerza aspirante que atrae a los significantes, los anima y da consistencia a la cadena. Ahora
bien, cuando se llega a imaginar el objeto de este modo, como un agujero viviente, lo que
se nos presenta es la figura del goce (plus-de-goce).” (Nasio, 2005, págs. 118-119)
Desde aquí se hacen imposibles las analogías y paralelismos con la teoría ética kan-
tiana, pues para Lacan y el psicoanálisis la idea del análisis es seguir mostrando sig-
nificantes –y que el analizante trate de hallar su cura-, mientras que para la ética
kantiana la finalidad es eso que en el análisis se le deja al analizante, o sea la cura
(la máxima como Imperatico categórico que dé sentido al acto). Pero esto no quiere
decir que la teoría kantiana sea refutada, sino más bien refundada. ¿Quién no se ha
visto en la necesidad de modificar una y otra vez el sentido del acto en cuestión para
darle consistencia? Consistencia, eso es lo que Kant busca en la determinación del
sentido del acto, y la consistencia, como dice Nasio, no se encuentra sino a costa de
este otro heterogéneo de los Sinbólico que se halla por fuera de lo simbolizable por
el sujeto y que lo tensa y dinamiza. Aunque Kant no lo diga, el concepto de Ley
Moral hace las veces de este hueco absorbente que no se satisface con nada de for-
ma definitiva.
“Seamos claros, ya que la relación del objeto a con el agujero tiene muchos matices. Dire-
mos que el objeto a es el agujero en la estructura del inconsciente si admitimos tres condi-
ciones previas: el agujero es ante todo el polo atrayente que anima el sistema (causa); la
fuerza de este agujero se denomina goce (plus-de-goce); y finalmente, el goce, más que un
torbellino de energía en el centro del crisol, es un flujo constante que recorre los bordes del
agujero.” (Nasio, 2005, pág. 119)
“Ahora bien, estos bordes palpitan si están animados por el flujo de una energía que los
recorre, una energía llamada goce. A esto queríamos llegar. Habíamos partido de una visión
formalista del agujero localizado en la estructura del inconsciente (figura 3), para ahora
llegar al enigma de los orificios del cuerpo, hasta deducir que los que producen y crean el
agujero son los bordes animados por el goce. No hay agujero sin goce que haga palpitar sus
bordes. En suma, en la vida erógena y, en consecuencia, en nuestra vida psíquica incons-
ciente, sólo hay agujeros engendrados en la tensión y el movimiento. Observen que nues-
tras consideraciones acerca de los orificios sólo tienen fundamento a condición de pensar
los bordes orificiales y el flujo de goce que los recorre como estando movidos por la pre-
sencia de otro cuerpo, también él deseante.” (Nasio, 2005, págs. 120-121)
Aquí profundizamos la distancia entre Kant y Lacan: mientras que el primero inten-
ta asir una máxima para el acto de una vez para siempre (nunca dice esto, pero se
entiende), el otro afirma que el orificio (lo que en Kant es la Ley Moral) solo tiene
sentido en la medida en que palpita o sea en la medida en que atrae y aleja signifi-
cantes (esto es lo que trata de dinamizar el analista, la aparición de significantes
uno tras otro sin importar cuántos se muestren, todo para que el analizante tenga su-
ficientes elementos para hacer su propia interpretación de sí mismo).
“Luego de estas formulaciones sobre el agujero, está claro que el objeto a debe ser conside-
rado en su esencia como el flujo de goce que recorre el borde de los orificios del cuerpo y,
en calidad de tal, como la causa local que mueve y hace trabajar al inconsciente. Pero en la
teoría lacaniana, existe sobre todo otro enfoque de a según el cual el objeto no sólo es el en
sí del goce sino una serie de partes separables del cuerpo. Veremos que estas entidades cor-
porales no son, propiamente, fragmentos materiales del cuerpo, elementos orgánicos, sino
más bien fantasmas, figuras, simulacros que envuelven lo real del goce.” (Nasio, 2005, pág.
121)
“De acuerdo con el desarrollo de la sexualidad infantil expuesto por Freud en los Tres en-
sayos, el niño se separa sucesivamente de una serie de objetos caducos que, luego de haber
estado al servicio de una función del cuerpo del niño y de haber sido consumidos, han sido
expulsados. Según los distintos períodos de su evolución, el sujeto "consume" y pierde su-
cesivamente la placenta, el pecho, luego los excrementos, y también la mirada y la voz. Son
estas cinco figuras de la separación que Lacan destaca entre las numerosas variedades cor-
porales de objeto a.” (Nasio, 2005, pág. 122)
Condiciones para la separación del objeto y que se convierta en el a, lo faltante: dos condi-
ciones simbólicas y una imaginaria
“En cuanto a la primera condición simbólica, ésta consiste en el hecho de que los lugares
del cuerpo destinados a la separación —en particular el pecho en el destete y los excremen-
tos en la defecación— están en relación directa con los orificios naturales que palpitan,
tales como la boca para el pecho y el ano para las heces. Justamente, calificamos esta con-
dición de simbólica porque los relieves anatómicos, los bordes de los orificios son, propia-
mente, significantes. Significantes que recortan el objeto y lo parcializan.” (Nasio, 2005,
pág. 125)
“Veamos por fin la segunda condición simbólica. Consiste en el hecho de que los objetos
sólo se recortan y sólo se separan del cuerpo al precio de la acción de la palabra. Lo que los
separa del cuerpo es siempre una palabra. Ahora bien, ¿qué palabra puede, por ejemplo,
separar un pecho del cuerpo? ¿Qué palabra puede tener el poder de hacer una marca en un
cuerpo? La primera palabra, la palabra más primitiva que separa al mismo tiempo el pecho
del cuerpo de la madre y ese mismo pecho de la boca del lactante, es fundamentalmente el
grito. “ (Nasio, 2005, pág. 126)
“Para nosotros, el grito tiene el valor de una significante demanda, y como toda demanda,
implica una de un grito palabra a cambio. Porque ¿quién demanda a quién? En realidad, se
trata de una doble demanda: la demanda del sujeto al Otro —en este caso, el Otro con A
mayúscula, aquí, la madre—; y, recíprocamente, la demanda del Otro al sujeto, de la madre
al niño. Solamente bajo la condición simbólica de una doble demanda del sujeto al Otro y
del Otro al sujeto se separa el pecho. Pero ¿por qué decir que la demanda es corte? ¿Cómo
comprender que una palabra pueda hacer marca en el cuerpo? Es una manera de decir que
la demanda, por ser palabra, jamás logra designar exactamente el objeto anhelado. Sabemos
de la inadecuación fundamental entre cosa y lenguaje, entre lo que quiero y la palabra que
enuncio para obtenerlo, entre el pecho que reclamo y el grito de mi llamado. Cuando el
niño grita su hambre, la madre cree que tiene frío, y así sucesivamente se suceden los ma-
lentendidos. En suma, decir que la demanda es un corte significante equivale a decir que no
alcanza su objeto, que transforma el objeto real al cual apunta en una abstracción mental, en
una imagen alucinada. Precisamente, a esta imagen la denominamos objeto del deseo u
objeto a.” (Nasio, 2005, pág. 17)
El objeto pequeño a está en el entre-dos / La libertad es algo que solo puede aparecer en la
relación de los sujetos (la libertad de un sujeto es su autonomía respecto a otro sujeto)
“El niño alucina el pecho, o mejor dicho, el niño alucina el objeto del deseo. ¿Del deseo de
quién? De la madre y del niño. En realidad, el niño alucina un objeto que no pertenece ni a
su madre ni a él mismo, sino que se encuentra entre ambos. A este respecto, formulémonos
la pregunta: ¿a quién pertenece el pecho que se pierde? ¿A la madre o al niño? Ni a uno ni
al otro, es un objeto que cae en el entre-dos como todo objeto a.” (Nasio, 2005, pág. 131)
Demanda – deseo
“En primer lugar, subrayemos una vez más que la demanda del niño apunta al cuerpo nutri-
cio y no lo alcanza, mientras que el deseo, por su parte, apunta al incesto imposible y en-
cuentra el pecho erótico. Podemos afirmar, entonces, que la demanda queda insatisfecha
porque jamás obtiene el objeto real al cual apunta, mientras que el deseo queda insatisfecho
porque jamás obtiene el fin imposible al cual apunta, a saber, el incesto.” (Nasio, 2005, pág.
133)
“existe aún otra diferencia: la demanda no alcanza su objeto y queda decepcionada, mien-
tras que, por su parte, el deseo no alcanza el incesto pero encuentra un sustituto, el objeto
alucinado.” (Nasio, 2005, pág. 134)
“Como saben, Lacan distingue la tríada necesidad, demanda y deseo. Cuando el niño de-
manda comer ¿cuál es la necesidad? El hambre. Pero haya o no comido, esté saciado a nivel
de su necesidad o siga insatisfecho, el niño, por ser un ser humano hablante y sexuado, verá
su demanda decepcionada e, inevitablemente, alucinará el objeto del deseo. Es decir que,
más allá de la demanda, el pequeño ser desea. ¿En qué consiste el hecho de que desea? Na-
da más que en alucinar. La alucinación del pecho es el deseo, tal vez sea la forma más pura
de la realización de un deseo. ¿Por qué? Porque este pecho alucinado objeto del deseo es
una cosa, por decirlo así, íntegramente creada por los deseos conjugados de la madre y del
niño.” (Nasio, 2005, pág. 134)
Aquí hay una relación conceptual entre el ideal de la máxima y la ficcionalidad del
deseo: ambos se desprenden de la representatividad del objeto, pues son producción
de los faltante en el sujeto; en otras palabras, lo deseado como la máxima no son re-
presentaciones de la cosa en sí que se desea (el pecho) o el deber trascendente, sino
que son representaciones del sujeto mismo como ser que carece de eso que proyecta
en la representación (el sujeto es la cosa que carece del pecho, el sujeto es la cosa
que carece del sentido del acto).
“No se satisfacen ni con una necesidad saciada ni con una demanda burlada ni con un in-
cesto que les es imposible. Desear el pecho equivale a evitar la vía de la necesidad y la vía
del incesto.” (Nasio, 2005, pág. 134)
“Sin duda, el deseo es intolerable pero protege al sujeto contra la tendencia, humana, por
decirlo así, que habita en todos de buscar el límite extremo, el punto de ruptura, la satisfac-
ción absoluta del incesto; para decirlo todo, el goce del Otro. El deseo con su alucinación es
sin duda intolerable pero sabe protegernos deteniéndonos en el camino de un goce mil ve-
ces más intolerable.” (Nasio, 2005, pág. 135)
“El niño jamás poseerá el cuerpo entero de la madre, sino tan sólo una parte. Y esta parte
sólo la poseerá, por decirlo así, en su cabeza, en la alucinación o a través de la otra produc-
ción psíquica que aún no hemos estudiado, el fantasma.” (Nasio, 2005, pág. 135)
Ésta es la idea de la imposibilidad de lo finito por identificarse con lo infinito (pro-
gresión a lo infinito): la máxima jamás podrá identificarse con la Ley Moral, la ma-
teria no puede identificarse con la forma, pero uno puede hacerse pasar por la otra
(idealidad, ficcionalidad).
“Tener” y “ser” del objeto a / La autonomía es efecto de la relación entre el sujeto con su
posición como “el que carece de sentido”
“"Tener y ser en el niño. El niño gusta de expresar la relación de objeto por medio de la
identifica- "El pecho es ción: soy el objeto. El tener es la relación ulterior, un pedazo recae
en el ser luego de la pérdida de objeto. de mí, Modelo: pecho. El pecho es un pedazo de mí,
yo soy yo soy el ej pecho. Sólo más tarde: lo tengo, es decir que no p e c h o ° lo soy..."”
(Nasio, 2005, pág. 139)
“Primer tiempo: El pecho es una parte de mí. Es la relación de parasitismo del lactante en
relación al cuerpo de la madre, cuando está adherido al pezón.
Segundo tiempo: Pierdo el pecho. Pérdida que correspondería a la etapa que describimos a
lo largo de nuestros desarrollos sobre la constitución del objeto a.
Tercer tiempo: Soy el pecho que pierdo. Proceso de identificación del sujeto con el objeto,
resorte fundamental de la estructura del fantasma.
Cuarto tiempo: Tengo el pecho, es decir que ya no lo soy (autonomía).” (Nasio, 2005, pág.
139)
Esta interpretación de Nasio es muy sugerente, sobre todo porque se emparenta mu-
cho con mi interpretación de las cinco formulaciones del Imperativo Categórico. La
relación entre el “tener” y el “ser” en esta interpretación es parecida a la relación
que hago entre el alienarse y apropiarse del espacio de enunciación de la máxima
como Imperativo Categórico. Recordemos que la primera formulación (I) sugieren
que el espacio de enunciación de la máxima se encuentra fuera del sujeto que la
enuncia (el carácter de ley universal es un rasgo que se quiere-tener, no que se quie-
re-ser), prosigue con la asignación de la voluntad como motor de la máxima para
que alcance el carácter de ley universal de la naturaleza (Ia) y se entiende que la vo-
luntad de la que se habla es mi voluntad, cosa que no es del todo correcto. Aquí
cambia la dirección de la formulación (II), pues se demanda desde fuera (obliga-
ción, “obra como si tu voluntad…”) que se haga uso de algo que al sujeto le es pro-
pio (su humanidad), o sea que el sujeto está en la obligación de tomar como punto
de partida moral lo que le es más propio de sí; curiosamente, lo más propio de sí no
le es exclusivo sino que lo comparte con el resto de la humanidad: lo más propio,
entonces, es lo más extraño (el Otro habita en lo más profundo del Sí Mismo); aquí
el carácter de “tener” (querer) subyace al de “ser”. Aquí aparece la pregunta psicoa-
nalítica “¿quién es el Otro?”, a lo que el Imperativo Categórico (III) responde: tu
voluntad (tu Deseo); así, la voluntad debe considerarse universalmente legisladora
(su ser es enunciar la ley de un querer-tener). Finalmente, el Imperativo Categórico
(IIIa) da cuenta de la soberanía del Otro sobre el Sí Mismo al obligar al sujeto a
obedecer las máximas de esa Voluntad tal como si estuviera en un Reino de los Fi-
nes (espacio donde ya no hay espacio de enunciación sino solo espacio de lo enun-
ciado). ¿Dónde está el sujeto autónomo en todo esto? Realmente está en cada una de
las formulaciones: es al sujeto a quien el Otro demanda que actúe en su nombre, pe-
ro no le dice qué hacer en su nombre; lo que el sujeto debe hacer en nombre de la
Voluntad Universalmente Legisladora lo decide el mismo sujeto (máxima como
Imperativo Categórico), y es a esa voluntad a la que deberá rendir cuentas de sus
decisiones. ¿Pero no es esto, precisamente, lo contrario a ser autónomo? No, es pre-
cisamente esto en lo que consiste ser autónomo: uno decide por sí mismo porque es-
tá uno mismo interpelado por el Otro (hace de la Ley Moral un motor para su ac-
ción) sin que por ello pueda designar la responsabilidad (autoría) del sentido del ac-
to al Otro (finalmente, el Otro es lo más propio del Sí Mismo); la Ley Moral es el
espacio de enunciación (me obliga a decir el sentido del acto), pero no me dice qué
decir (no hay sentido del acto hasta que el sujeto lo enuncie) sino solo que debe
existir algo dicho (la idealidad de los fines, el Reino de los fines, como si el sentido
ya hubiera estado dicho desde siempre; esto es lo retroactivo de la interpelación de
la Ley Moral como espacio de enunciación).
“Por ser la palabra del niño una palabra, no alcanza su objeto: el pecho alimenticio. Perma-
nece insatisfecha, pero abre la puerta al deseo. En cuanto a la demanda de la madre, en-
cuentra los mismos avatares que la del niño.” (Nasio, 2005, pág. 140)
“En el orden del deseo, hay ante todo una condición previa: el deseo incestuoso de poseer
el cuerpo total de la madre y luego la imposibilidad de lograrlo. El resultado de esto es la
insatisfacción.
Esta insatisfacción del deseo incestuoso se traduce mentalmente por la alucinación, no del
cuerpo total de la madre sino de una parte de ese cuerpo, en nuestro ejemplo: el pecho.”
(Nasio, 2005, pág. 140)
“Si empleamos el vocabulario lacaniano del concepto de goce, debemos decir que el goce-
Otro que corresponde al cuerpo total es sustituido aquí por el plus-de-goce (objeto a) que
corresponde al cuerpo parcial.” (Nasio, 2005, pág. 141)
“El Otro se reduce al objeto a. En rigor, el sujeto también se reduce y se identifica a este
objeto del deseo. Esta doble reducción de la madre y del niño al objeto a, reducción alter-
nada, es la operación nodal generadora de la formación psíquica denominada fantasma.”
(Nasio, 2005, pág. 141)
Cuando el sujeto kantiano se sabe en el lugar del vacío y se le interpela para que di-
ga el sentido del acto, es este momento cuando aparece la máxima o el deber que
define al sujeto, en términos lacanianos aparece el fantasma del sujeto.
LECCIÓN 4. El fantasma
“Ahora bien, en ese lugar único, especie de aparato psíquico único en que se convirtió la
relación entre dos personas, el rol del analista puede ser comprendido como el de la pulsión
en el funcionamiento mental. En otras palabras, una vez admitido que el lazo entre analista
y analizante se organiza como un inmenso y único aparato psíquico, el lugar del psicoana-
lista correspondería entonces al lugar reservado al objeto de la pulsión. Así, Freud habría
identificado el rol del psicoanalista con el del objeto de la pulsión al servicio del Ello, nom-
bre que, justamente, designa el reservorio pulsional.” (Nasio, 2005, pág. 149)
Interesante e importante: el arbitrio (la voluntad) solo puede reconocerse como arbi-
traria en la medida en que se enfrenta a otra arbitrariedad, pues en su soledad en-
cuentra siempre razón para la sin-razón. Por eso, el uso público de la razón es su ca-
rácter esencial y no derivado o secundario.
El fantasma es la identificación del sujeto con el a / La tarea no puede ser la esencia del
sujeto kantiano, pues lo trascendental del sujeto es la constatación de la imposibilidad de lo
trascendente o la esencialidad de lo inmanente
“El principal mecanismo organizador de la estructura fantasmática es la identificación del
sujeto vuelto objeto.” (Nasio, 2005, pág. 156)
Kant diría que el sujeto se quiere identificar con su máxima, lo cual se hace imposi-
ble: el sujeto no puede ser su tarea. ¿Qué significaría que un sujeto encuentre su ta-
rea como su esencia? Significaría que ha podido identificarse con lo trascendente,
que su tarea no es la tarea que él se ha elegido (lo cual correspondería a su condi-
ción de sujeto, de voluntad limitada) sino la tarea de Dios.
“En realidad, no hay verdadera pérdida sin que el sujeto se identifique con lo que pierde.
Desde el punto de vista psicoanalítico, somos, en el fantasma, lo que perdemos.” (Nasio,
2005, pág. 157)
Es un paso previo donde llega Kant: Kant no pregunta cómo se goza (exceso de pla-
cer) sino por qué se goza, o sea por qué un sujeto siente la obligación/necesidad de
hacer algo. Kant encuentra la respuesta en la Ley Moral instanciada en el ser hu-
mano como Imperativo Categórico y experimentada como Respeto/Humillación. En
este caso, Kant no trata de encontrar la lógica de lo excesivo, sino ubicar su función
como interpelación al sujeto; Kant describe cómo funciona el sujeto, no por qué
funciona como funciona (en el momento en que intenta realizar esta pesquisa, Kant
vuelve a soluciones pre-cartesianas: alma, unidad metafísica entre felicidad y virtud,
Dios).
“Precisamente, la teoría analítica concibe el goce del cuerpo en este estado de un cuerpo
que se gasta.” (Nasio, 2005, pág. 163)
El gasto del cuerpo es de lo que se cuida Kant con el principio moral de lo posible
en equilibro con el deber: solo se debe lo que se puede. Esto no quiere decir que uno
entiende qué puede hacer antes de saber qué debe hacer, sino que lo uno y lo otro se
determinan mutuamente en el Imperativo Categórico: en la medida en que sé qué
debo hacer (virtud), sé también cuánto puedo hacer al respecto (prudencia). Como
se ve, lo que determina prudencialmente qué debe hacerse es la virtud; sin virtud no
hay prudencia.
“Interrogarme acerca de la localización del goce en un espectáculo de danza me sirvió mu-
cho para comprender lo que significa perder cuando se ha vivido. En nuestro ejemplo, la
pérdida no se sitúa al nivel primario de la relación bebé-madre, sino en un orden relativo a
la sublimación y al arte. Para comprender el goce, utilizamos aquí el mismo "dispositivo"
conceptual, pero en un nivel diferente. En nuestro ejemplo, el corte significante está repre-
sentado, no por la demanda, sino por la disciplina del cuerpo del bailarín, por la extrema
flexibilidad, por las mil y una veces que hubo de forzarse ese cuerpo a fin de alcanzar el
punto exacto y armonioso en que el pie roza el suelo con arte. Gracias a este ejemplo del
bailarín, se darán cuenta de que la incidencia significante en el cuerpo no necesariamente
adopta la forma de una palabra enunciada o de una demanda formulada. La incidencia sig-
nificante está representada aquí por la disciplina a la cual debe ser sometido el cuerpo del
artista. La repetición significante reside en las horas incontables, los días pasados, el trabajo
incesante que produjeron la pérdida del pie del bailarín.” (Nasio, 2005, pág. 167)
Es justamente esto lo que había pensado respecto de la transformación del deber pu-
ro en motivo del acto moral: el corte significante en Kant (la obligatoriedad de la
Ley Moral) no pasa por la demanda (demanda de un otro heterónomo) sino por la
persistencia del sujeto mismo en hacerse, por medio de la máxima como Imperativo
Categórico, en su deber mismo (la repetición significante es la esencia del deber). El
sujeto realiza el acto imposible de hacerse guardián de su deber, no identificándose
con él, sino haciéndose en su amante (desea esa forma de desear, está obligado a
respetar esa forma de obligación, debe realizar esa forma de “hacer” una y otra vez
sublimándola en Deber).
LECCIÓN 5. El cuerpo
La función de la teoría / La autonomía de la voluntad
“El valor de la teoría es un valor de verdad a condición de concebir la verdad como una
causa eficiente. La verdad en psicoanálisis no se define de acuerdo con la adecuación de
una palabra a la cosa. No es el enunciado el que diría la esencia de una cosa. No, el valor de
la verdad para nosotros, analistas, reside en su poder de determinación de un acto en la cu-
ra.” (Nasio, 2005, pág. 176)
Esto es lo que me lleva a comprender el acto como el lugar donde tiene significati-
vidad la búsqueda de la teoría ética kantiana: no se busca adecuar la máxima como
Imperativo Categórico (concepto) al acto (fenómeno), o sea decir al esencia de la
cosa, sino darle contenido moral al acto del sujeto que se cuestiona sobre su lugar
(lo más propio del sujeto, su lugar). En este caso, la teoría es verdadera en la medida
en que haga hablar a la cosa, al acto, para que nos diga algo que no sabíamos que
sabíamos o que no sabíamos que no sabíamos.
Hablar con el cuerpo – habla del inconsciente / Las inclinaciones son esenciales a lo ético
“El análisis se distingue (...) porque enuncia esto, que es la médula de mi enseñanza: hablo
sin saberlo. Hablo con mi cuerpo, y esto sin saberlo. Por lo tanto digo siempre más que lo
que sé.” (Nasio, 2005, pág. 180)
¿Será también Kant un apostador por la parte en vez del Todo siendo el caso que era
Ilustrado? Pareciera que Kant identifica el todo con el Alma, mientras que deja al
Sujeto con la parte (cuerpo, en parte alma y en parte Cuerpo).
Creo que esto mismo, que el Todo es tomado como ficción, es lo que el mismo Kant
quiere dar a entender en la KU con que la idea de la Naturaleza es siempre eurística
y necesaria.
El falo regula el goce / La Ley Moral regula la otredad del sujeto ético kantiano, o sea cuán
“otro” puede ser el sujeto
“Como si el analista intentara por distintos medios —incluida la posición de amo— asumir
la función de esclusa del falo para evitar que el goce sea demasiado mórbido y destruya o
devore al cuerpo orgánico.” (Nasio, 2005, pág. 195)
Justo, la posición de exclusa del falo es lo que entiendo en Kant es la búsqueda por
parte del sujeto de seguir siendo sujeto para otro sujeto; el sujeto kantiano no busca
ser sujeto únicamente para sí, sino también -y con la misma importancia- ser sujeto
para otro. Esto es lo que da prudencia al sujeto, lo que le da oportunidad de ponerse
entre-dos.
La interpretación analítica / La demanda por la universalidad es la exigencia del par sujeto-
otro
“No obstante, el gesto analítico más típico que permite al analista relanzar la cadena sigue
siendo la interpretación.” (Nasio, 2005, pág. 200)
Para Kant, la razón práctica en todas sus funciones da sentido, mientras que la razón
teórica interpreta. Esto no significa que la razón práctica y teórica no se sirvan mu-
tuamente de sentidos e interpretaciones, sino que en tanto que dan sentido deciden
(son el objeto) y en la medida en que interpretan se ubican en la diferencia con el
objeto (no-son el objeto). El concepto de distancia es fundamental para comprender
esto.
El lugar del significante y el lugar del falo / La Ley Moral es inaprensible, pero opera al
generar la carencia en el sujeto
“Decir que el analista está en lugar de un significante que relanza la cadena o decir que el
analista está en lugar de falo que regula el goce son expresiones equivalentes.” (Nasio,
2005, pág. 196)