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Las otras ciudadanías.

El problema de las migraciones

“Escupidos por el mar a las orillas de un territorio que


soñaron cargado de riquezas materiales y promesas de futuro, no son
más que cuerpos inertes sin identidad, sin nadie que los reclame, sin
nadie que los vele” (Zamora, 2005, p. 153)

Heider Leandro Ochoa Giraldo

c.c:1036949557

Introducción

Las ideas de libertad individual, económica y política defendidas por el liberalismo


decimonónico que hunde sus raíces en las ideas de la ilustración del siglo XVIII, plantean
una concepción de ciudadanía apegada a las fronteras territoriales y jurídicas del Estado-
Nación. En el presente texto, me propongo entrar a reflexionar en torno a la manera en cómo
en las sociedades actuales esta concepción se ha transformado a causa de fenómenos como,
siguiendo a Norbert Lechner (2000), la transformación de la política que se da en el cambio
de la creencia en las instituciones a la creencia en las relaciones sociales como posibilidad
para construir políticas alternativas, esto lo que el mencionado autor ha denominado como
una “socialización de la política. Otro aspecto que influye en ese proceso de re
conceptualización de la ciudadanía, es el proceso de globalización que hace que se rompan
en cierta medida las fronteras nacionales gracias al papel que cumplen en términos de
comunicación y asociación política los espacios virtuales como son las redes sociales. Sin
embargo, el fenómeno sobre el que se basarán mis reflexiones en torno a la reconfiguración
de la ciudadanía, es el de la inmigración que, desde la perspectiva de José Antonio Zamora
(2005), nos invita a repensar la ciudadanía entendida exclusivamente desde la pertenencia a
una nación.

Para lograr el objetivo planteado, en un primer momento realizaré una breve


conceptualización acerca de lo que tradicionalmente se ha entendido por ciudadanía y una
diferenciación entre la ciudadanía jurídica y aquello que Lechner (2000), ha llamado
“ciudadanía política” o “ciudadanía activa”. Posteriormente se analiza específicamente la
manera en cómo la oleada migratoria, especialmente de personas provenientes desde África
y Medio Oriente, plantea como ya se ha dicho una transformación de la ciudadanía en las
sociedades occidentales. Finalmente, se plantea una corta reflexión sobre la posibilidad de
construir una ciudadanía cosmopolita como lo plantea Rodrigo Santiago Juárez (2014).

Concepto de ciudadanía

Considero que antes de entrar a analizar el problema de las migraciones y la


ciudadanía, es necesario aclarar qué es lo que se ha entendido tradicionalmente por
ciudadanía. Cabe aclarar que la ciudadanía como la democracia y los valores que de ella
subyacen como la libertad y la igualdad son ideas exclusivas del mundo occidental, si bien
en otras sociedades también se respeta la libertad individual y colectiva sin hablar de esos
conceptos tal y como los entendemos los occidentales.

El concepto de ciudadano surge en nuestras sociedades entre los siglos XVIII y XIX
a través de las ideas de la ilustración que inspirarán las revoluciones democrático liberales
en Europa y en América. Es decir, la idea de ciudadanía, como la de democracia es una idea
relativamente reciente, surge en un proceso de transformación del Antiguo Régimen
monárquico-feudal, en uno nuevo democrático-capitalista. Sin embargo, no se puede pensar
que surge de manera espontánea, pues “sin las bases coactivas que aportaban las Naciones-
Estado predemocráticas hubiera sido imposible desarrollar las infraestructuras económicas,
administrativas y técnico-científicas que caracterizan a los Estados de Derecho modernos”
(Zamora, 2005, p. 142).

Ahora bien, esa ciudadanía liberal, es una ciudadanía circunscrita a los límites
jurídico-territoriales del Estado Nación, pues solo pueden ser nombrados como ciudadanos
de una nación aquellos que han nacido en un espacio geográfico delimitado y solo son ellos
quienes tienen posibilidad de acceder a los derechos y deberes sociales, económicos,
culturales y políticos que establece el marco normativo de un país.

Cabe aclarar, siguiendo a Juárez (2014), que esta ciudadanía se puede ejercer desde
dos perspectivas: una es una ciudadanía que el mencionado autor denomina como
instrumental, que solo espera de la política la solución de los problemas sociales y
especialmente los relacionados con las necesidades de carácter económico y la otra es una
ciudadanía política o activa, que es aquella en la que los ciudadanos no hacen un llamado
directo a las instituciones sino a sus conciudadanos para el ejercicio de la política y buscar a
la solución de las problemáticas sociales de manera colectiva sin esperar la ayuda de entes
gubernamentales.

El problema de las migraciones

Hecha esta breve aclaración de carácter conceptual, hablaremos ahora del problema
de las migraciones (especialmente desde África y Medio Oriente) y su impacto en las
concepciones de ciudadanía que tenemos en las sociedades occidentales y en el espectro
político en general, no solo en términos de las políticas estatales para la atención a los
inmigrantes, sino en las relaciones que establecemos en el día a día, en eso que desde mi
perspectiva podríamos llamar “política cotidiana”.

Al interior de la mayoría de autores del siglo XIX y XX convergen en la idea de que


el concepto de ciudadanía está de forma relacionada y específicamente con el Estado Nación,
cosa que a mi juicio y atendiendo a las necesidades del nuevo silgo XXI debe transformarse
y re adaptarse a las necesidades contextuales actuales, con el objetivo de construir una
sociedad que sepa afrontar los problemas globales de manera satisfactoria, debido a que “el
Estado liberal está encontrando demasiadas dificultades para evitar que su estatuto de
ciudadanía, siempre intencionadamente exclusivo, se convierta en estatuto de exclusión y en
barrera de discriminación” (Juárez, 2014, p. 65).

Uno de estos problemas que son de carácter global, que no deben ser afrontados solo
por el país receptor (debido a que involucran en ocasiones casi que continentes enteros, como
en el caso europeo) y que plantea la necesidad de repensar la ciudadanía es sin duda el de las
migraciones, en este caso específicamente desde África y Medio Oriente. Las causas de este
fenómeno pueden ser múltiples; las guerras, las hambrunas o el deseo de una vida mejor
podrían ser algunas de ellas, pero ese no es el objetivo del presente texto.

Lo cierto es que, sin duda, este fenómeno lleva a reconstruir nuestras concepciones
acerca de lo que es la ciudadanía, debido a que si se sigue pensando “al Estado como la
comunidad en la que conviven los individuos y dentro de la cual tendría que reconocerse la
ciudadanía”, se estaría ignorando una problemática que afecta gran parte de Europa y los
EEUU y por ende negando los derechos de seres humanos que en cierto sentido son
despojados incluso de su condición humana porque

si bien intuitivamente percibimos al inmigrante como ser humano, persona como no-
sotros, existen un conjunto de categorías (“extracomunitario”, “clandestino”,
“irregular”) que lo despojan de esa condición y lo estigmatizan negativamente como
no ciudadano, como no europeo, como no nativo, etc. (Zamora, 2005, p. 147).

Es necesario mencionar que quien ha debido salir de su territorio por razones ajenas
a su voluntad es un sujeto que llega a otro territorio es situación de total vulneración de
derechos, ha perdido todos aquellos elementos que nos permiten decir que se tiene una vida
digna. La dificultad para el restablecimiento de esos derechos aumenta cuando percibimos
que, cuando en el mejor de los casos no son víctimas de la xenofobia, si lo son de la
explotación laboral mediante el acceso a empleos informales e incluso ilegales (prostitución)
o a empleos formales mal remunerados y en los que no se les garantizan los derechos que se
les deberían garantizar a los “trabajadores nacionales”.

Esto sin duda debe llevar a replantear los fundamentos de la ciudadanía y, en general,
de las sociedades democrático liberales, debido a que “la conexión entre nacimiento,
territorio y Estado, que constituye la base de la soberanía moderna desde la declaración de
los Derechos del Hombre de 1789, es cuestionada permanentemente por la presencia de los
inmigrantes” (Zamora, 2005, p. 146). Esa concepción estatal del ciudadano no resulta
pertinente para atender a las necesidades del mundo, aún si ignoramos el problema de las
migraciones, por el solo hecho de vivir en una sociedad globalizada. Pero en lo referido a los
inmigrantes, es necesario pensar la ciudadanía más allá de las fronteras del Estado Nación
del siglo XIX.

Conclusión

Después de lo expuesto anteriormente, considero que no solamente debe pensarse a


los inmigrantes como sujetos que deben ser atendidos y para quienes se deben generar
políticas específicas que atiendan a sus necesidades. Si bien esto es necesario, solo quedarse
en esto es aceptar una lógica de inclusión excluyente en el que se acepta que los inmigrantes
están ahí, que deben ser atendidos y que pueden ser buena mano de obra barata. Considero
que se debe ir un poco más allá y trabajar, además, por el restablecimiento de los derechos
de carácter político.

Para esto, debemos superar dos sesgos: el primero, ya mencionado, de entender la


ciudadanía no como circunscrita únicamente a los límites del Estado Nación y el segundo,
ampliar la concepción de “ciudadanía instrumental” hacia una noción de “ciudadanía activa”,
tal y como lo menciona Lechner (2000). Esto conlleva la transformación de la ciudadanía y
una readaptación a las necesidades del mundo actual, en este caso referido específicamente
al asunto de las migraciones, en el sentido de que desde mi perspectiva se deben generar las
condiciones de posibilidad para que los inmigrantes tengan no solo voz, sino también
derechos mínimos laborales en esa sociedad de la que hacen parte porque “cuando los
ciudadanos participan en la toma de decisiones colectivas (mediante su voto u otra
manifestación de opinión) no sólo defienden sus intereses personales o corporativos; también
deciden sobre el tipo de sociedad que desean” (Lechner, 2000, p. 7).

Para lograr esto, se hace necesario pensar en la posibilidad de plantear una ciudadanía
planetaria, o cosmopolita, el pensarnos como habitantes del mundo, una “ciudadanía que no
se corresponda con límites espaciales claros, sino que se defina de acuerdo a intereses y
lealtades de muy distinto tipo” (Juárez, 2014, p. 74). Para esto, según Juárez (2014), se
necesita: entender la ciudadanía más allá de los límites estatales, más allá de los límites
culturales y lingüísticos, al tiempo que se reconocen las características comunes de grupos
humanos separados por las fronteras nacionales o invisibilizados por la globalización y
atendiendo a las complejas vinculaciones que se han establecido como consecuencia del
proceso de globalización (a través de internet, por ejemplo).

Lo anterior, significa sin duda una reconfiguración no solo de nuestras concepciones


de ciudadanía, democracia e incluso del Estado Nación tal y como los entendimos en el siglo
XIX, sino una apertura del mundo occidental hacia otras formas de entender nuestras
relaciones con esos otros que por tanto tiempo se han entendido como salvajes, bárbaros e
incivilizados. Es hora de que el mundo occidental se abra hacia nuevas formas de entender
las relaciones humanas, que acepte que sus valores no pueden ser tan universales como se
pretenden y que la democracia tal y como la entendemos en nuestras sociedades no debe ser
una imposición para las demás.
Bibliografía

 Juárez, R. S. (2014). La ciudadanía cosmopolita y" el derecho de gentes" de John


Rawls. Revista Chilena de Derecho y Ciencia Política, 5(1), 59-79.

 Lechner, N. (2000). Nuevas ciudadanías. Revista de estudios sociales, (5), 25-31.

 Zamora, J. A. (2005). Ciudadanía e inmigración. Las fronteras de la democracia. A.


Pedreño & M. Hernández (coords.). La condición inmigrante. Exploraciones e
investigaciones desde la región de Murcia (141-158). Murcia: Universidad de
Murcia.

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