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Comercialización guanera: (1840 – 1869)

El guano peruano fue comercializado a través de múltiples sistemas, desde su


aparición en 1840 (gobierno de Gamarra) el Estado peruano decidió alquilar las
islas guaneras a Francisco Quiroz, al año siguiente, al evaluar el progresivo
incremento en la exportación, el Estado optó por la comercialización directa,
donde destacan comerciantes como Francisco Quiroz (peruano), Aquiles de Allier
(francés), Myers (inglés). No es sino hasta el arribo al poder del mariscal Castilla
que se estableció el sistema de consignatarios. En 1851 Castilla decidió entregar
el guano al capital inglés representado por la casa Gibbs. Los ingleses se
convirtieron así en los intermediarios entre el Estado y el mercado internacional.
De esta manera, por diez años la comercialización del guano fue manejada con
capitales extranjeros; hacia 1860 llegaba a su fin el contrato con la casa inglesa,
aprovechando esta coyuntura, un grupo de terratenientes y comerciantes
nacionales, desde el congreso, reclamaban para sí la comercialización guanera y
materializaron una propuesta a través de la casa peruana Zaracondeguí, quien a
cambio de la consignación del guano, había ofrecido al Gobierno un adelanto de
tres millones de pesos al 4% de interés, en mensualidades de 150 000 pesos, por
la consignación a Inglaterra; por la consignación a EE.UU., por otra parte, se
comprometió a entregar

1 500 000 pesos en tres mensualidades. Esta casa contaba con el respaldo de
adinerados limeños como: Ugarte, Barreda, Oyague y el gran capitalista chileno
Candamo. Esta propuesta superaba ampliamente a la de la casa Gibbs, por ello,
el presidente Castilla (segundo gobierno) decidió entregar la consignación del
guano a capitalistas nacionales. Aunque, según informes de viajeros, se sabe que
en Lima circulaban comentarios como: “en caso de no entregar el guano a los
capitalistas nacionales se desencadenaría una revolución”.

Así en menos de diez años de comercializar este fertilizante los nacionales habían
logrado amasar una gran fortuna y constituirse como una burguesía insipiente,
pero sus cuantiosos capitales no fueron invertidos en la industrialización del país,
sino por el contrario aseguraron su capital haciendo préstamos al mismo Estado o
comprando propiedades -grandes estancias-, es decir, se convierten en una clase
rentista y propietaria. Por otro lado, la falta de inversión en la comercialización
guanera, había conllevado a la pérdida del gran mercado controlado por el inglés
Gibbs entre 1847-1861.

La causa por la cual debía quitarse la comercialización del guano a los nacionales
estaba clara, los consignatarios se habían convertido en una clase rentista
(prestamista), que con el paso de los años había acumulado jugosas ganancias y
múltiples críticas, pues era escandalosa la forma como los comerciantes peruanos
y las casas comerciales extranjeras se llenaban de dinero a costa del Estado. A
pesar de ello, el Estado peruano no pudo hacer mayor exigencia de justicia porque
debía enormes cantidades de dinero a los consignatarios. Lo más que consiguió
fue rescindir contratos, pero continúo pagando su deuda a dichos empresarios.
Hacia el año 1869, durante el gobierno de Balta, se experimentó una terrible crisis
económica, lo que obligó al Estado ir en busca de un mejor postor para el guano,
es así, que el ministro de hacienda Nicolás de Piérola suscribe en París un
contrato a través del cual se entregó el monopolio del guano a la casa Dreyfus,
poniendo fin al sistema de consignatarios y desplazando a los capitalistas
nacionales

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