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Las derivas del régimen y las tareas políticas de la
izquierda (artículos de Fernando López Romero y
Federico Robles) ¶ La política y la revolución (artículo
de Ezequiel Martínez Delgado) ¶ Marxismo y
diferenciación sexual (artículo de María Arboleda) ¶
Los nuestros: Denise Comanne y Luis Vitale
R, número 5 - junio-septiembre de 2010
Comité Editorial:
Elis Bethania
Eduardo Castro
Fernando López Romero
Lucho Moreno Sambonino
Elizabeth Rivera
Floresmilo Simbaña
Mario Unda
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en este número
¶ Presentación, p. 4
¶ El primer año de radicalización de la revolución ciudadana
y las tareas políticas de la izquierda, Fernando López
Romero, p. 6
¶ Las dos soberanías (Arqueología de la revolución
ciudadana, III parte), Federico Robles, p. 30
¶ Reflexiones al margen de la política, Ezequiel Martínez
Delgado, p. 38
¶ Implicaciones del marxismo y la diferencia sexual para una
perspectiva de transformación social, María Arboleda, p. 48.
¶ Denise: una voz vibrante entre las otras voces del planeta,
Eric Toussaint, p. 59
¶ ¿Por qué el CADTM es feminista?, Denise Comanne, p. 61.
¶ Vigencia y limitaciones de Mariátegui acerca de los pueblos
originarios, Luis Vitale, p. 67
¶ Arrecia el conflicto de la minería. Violento desalojo en
Zamora Chinchipe, pronunciamientos de Ecuarunari, Acción
Ecológica y Consejo Plurinacional de los pueblos del Sur, p.
80.
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junio-septiembre de 2010
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Presentación
En Ecuador asistimos a un relanzamiento del mito de la modernización de la
nación planeada desde el Estado y dirigido por él. Este mito sigue utilizando la
figura del progreso como centro de su ideología; la fuente de la cual se va a
beber para salir de la pobreza sigue siendo la naturaleza, pero esta vez con
mayor voracidad: la naturaleza vuelta recurso y despojada de sus derechos
reconocidos constitucionalmente en el 2008.
Para viabilizar este modelo, quiere y busca como “aliados estratégicos” a
los empresarios medianos y grandes, sobre todo de capitales externos, quienes,
al decir del presidente en el informe del 10 de agosto de 2010, nos dotarán del
conocimiento y la tecnología que requerimos para ser competitivos en el
mercado internacional.
Al mismo tiempo, se califica como opositores del “objetivo nacional” a
los pueblos indígenas, a sus organizaciones y dirigentes, a los ecologistas y a los
demás “grupos corporativos de la izquierda infantil”, así llamados por Correa.
La revolución ciudadana pone la supremacía de la eficiencia técnica y la
meritocracia como condición en el ejercicio del gobierno y de la acción política,
subordinando a ella la democracia; es decir la gestión por encima de la política.
En este marco, la autodeterminación social y la organización de los pueblos se
convierten en límites de las transformaciones sociales, y no en su contenido.
En este número proponemos debates alrededor de la revolución, la
política y el programa necesarios para la acción en el período.
Se aborda el carácter internacionalista de los procesos de transformación
históricos y actuales desde los textos de Luis Vitale y Denise Comanne. Ambos
nos dejaron hace poco, después de una vida militante durante la cual centraron
su práctica y su pensamiento en el principio de que “Los pueblos no deben ser
liberados, sino que deben liberarse a sí mismos”. Queremos recordarlos ahora
resaltando el aporte que tanto Denise como Luis hicieron al carácter de la
revolución como un proceso permanente, y recobrarlos desde la memoria de
sus luchas por lograr la emancipación en la historia escrita por los pueblos.
Denise Comanne nos propone la actualidad del feminismo para
construir nuevas sociedades, considerando estrategias de emancipación de las
mujeres que superen el debate y las luchas alrededor de la sola inclusión
política, económica, cultural y social. Acompañamos su contribución con un
sentido texto de Eric Toussaint, su compañero de vida y lucha.
Luis Vitale se posiciona sobre las discusiones de los sujetos y el carácter
de la revolución desde una lectura del pensamiento de Mariátegui; esto cobra
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importancia en nuestro continente y en Ecuador, porque en el artículo se
debaten temas de actualidad para nosotros: las alternativas al capitalismo, sus
crisis y secuelas; la cuestión nacional y el Estado; la vitalidad en la discusión
política del problema de los pueblos originarios dentro del proyecto de
construcción de los Estados plurinacionales; la identidad y la unidad
plurinacional de los pueblos originarios; su autodeterminación social, política y
económica; en fin, su proyecto de sociedad y su alternativa al capitalismo.
María Arboleda aborda los contenidos de las propuestas de
emancipación y la actualidad de la teoría marxista para la construcción del
socialismo como paradigma de transformación y no como discurso ideológico
solamente, en donde el cambio en las condiciones de las mujeres mostrará la
profundidad alcanzada por la alternativa.
Ezequiel Martínez Delgado nos propone una profunda reflexión sobre
la relación entre revolución y política, afirmando que la revolución está reñida
con el orden de la política estatizada, alejada de la vida social, y conducida por
el líder. Entre sus dedos, las posibilidades y las condiciones cargadas de las
luchas sociales para una revolución hacen aguas.
Federico Robles nos trae la tercera entrega de su arqueología de la
revolución ciudadana, en la que nos muestra el rostro real del proyecto
gubernativo en marcha: la contradicción entre dos soberanías: la del poder
constituido, encarnado en la revolución ciudadana, y la del pueblo en
movimiento.
Fernando López plantea una caracterización de la revolución ciudadana
como un proceso de modernización capitalista en el que se articula una nueva
hegemonía, alrededor de la cual se conforma un nuevo bloque dominante con
un proyecto a más largo plazo. Por eso, insiste, urge ubicar las tareas políticas y
las perspectivas desde la izquierda, caracterizar el tipo de izquierda ecuatoriana
que se ha construido, sus luchas y apuestas estratégicas, pero también señalar
los límites a superar en este periodo. De esta manera se podrá construir
alternativas a la modernización capitalista desde el socialismo, con los
movimientos sociales y sus luchas por delante.
Elizabeth Rivera
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El primer año de
radicalización de la
revolución ciudadana y las
tareas políticas de la
izquierda
Fernando López Romero
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2. Su poder personal en Alianza País, debido al desplazamiento
definitivo de varios militantes fundadores ubicados hacia su izquierda, y la
subordinación completa de todos los grupos variopintos que lo integran. Digo
grupos por cuanto no es posible identificar con claridad En Alianza País
tendencias políticas e ideológicas.
3. Rafael Correa legitimó su liderazgo ante la mayoría de la población,
especialmente entre la pequeña burguesía y las clases trabajadoras del campo y
la ciudad, capeando con éxito las decepciones de algunos sectores y denuncias
de corrupción. Para esto ha combinado con mucho acierto una intensa
propaganda, políticas sociales, obra pública, y un ataque implacable contra todo
cuanto se haya colocado a la izquierda del proyecto dominante y le dispute
legitimidad ante el conjunto del pueblo.
Un año después de haber iniciado su segundo mandato, Rafael Correa
encarna a la “Revolución Ciudadana”, sin adversarios de peligro, ni por dentro
ni por fuera del proyecto. Lo que algunos ven como derechización de la
Revolución solo demuestra que no comprenden la naturaleza de la misma. La
Revolución ciudadana no es otra cosa que la expresión de un proceso de
modernización capitalista, en el que Rafael Correa parece haber logrado lo que
ninguno de los gobiernos de los últimos cincuenta años: articular una nueva
hegemonía 1 , intento en el que fracasaron el Velasco Ibarra de los años sesenta,
los gobiernos militares de los setenta, Febres Cordero, Durán Ballén, Abdalá
Bucaram. No era posible construir esa nueva hegemonía gobernando con esa
mezcla explosiva de un neoliberalismo ortodoxo y resistencias sociales,
“corporativas”, como dirían los tecnócratas de la SENPLADES. Era
indispensable, para garantizar la continuidad de la acumulación y de la
dominación, una salida económica por arriba del neoliberalismo, así como a
finales de los setenta fue necesaria una salida política por arriba de casi una
década de dictadura militar. Vivimos no solo un momento de salida de un
período, sino la transición hacia uno nuevo.
Sobre esto tratan las siguientes paginas, en las que se describe lo
ocurrido en este último año, se intenta caracterizarlo y establecer las relaciones
íntimas entre las diferentes manifestaciones de la lucha de clases. En el
momento en el que estamos, es indispensable realizar un balance de lo ocurrido
en este último año y plantear las tareas políticas y las perspectivas.
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ataques contra los sectores sociales y la izquierda, y, por otro, de quitarle la
iniciativa política a la derecha tradicional, al mismo tiempo que continuaba el
despliegue de su proyecto:
SOBRE LA REVOLUCION
“Hemos concluido la primera etapa de la revolución ciudadana, y la hemos concluido en paz”.
“La razón de nuestra lucha es esa patria de equidad, igualdad de oportunidades, sin racismo, libre de
analfabetismo”. “Nosotros buscamos el buen vivir, el desarrollo equitativo, la libertad basada en la
justicia y la paz. Para estos objetivos era necesario alcanzar el poder político para transformarlo en poder
popular”.
LA IDEOLOGÍA
“Nosotros, somos bolivarianos y alfaristas, pero también martianos, sandinistas, morazanos. Con
revoluciones auténticas, con el despertar de nuestros pueblos, los próceres recuperan el don de la palabra,
recobran el mando, la calidad fecunda de capitanes libertarios.”
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soberanía nacional, ha sido recibido con un entusiasmo, que crece si está
acompañado de empleos, encargo de discursos, contratos, embajadas,
figuración política u otras pequeñas y grandes delicias del poder, tan
apreciadas por los intelectuales de izquierda provenientes de la pequeña
burguesía, especialmente por aquellos que, luego del derrumbe del llamado
“socialismo real”, ya se habían resignado a no ver por ninguna parte
revoluciones ni algo que se les parezca.
No de otra manera puede entenderse la subordinación irrestricta al
proyecto de Correa de gran parte del Partido Socialista y de sus intelectuales
para estatales; el servilismo de los propietarios de las ruinas de lo que fue el
Partido Comunista del Ecuador; el entusiasmo ciudadano de alfaristas y
bolivarianos; la eficiencia de antiguos maoístas devenidos en altos funcionarios;
y la militancia con boca cerrada de grupos que derivaron al reformismo desde
los años 80, como el caso de una de las corrientes del Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR). La extracción pequeño burguesa de la dirección de la
izquierda reformista explica su diletantismo político y su afición por los cargos
públicos. En su deriva más extrema hacia la militancia directa en la derecha, la
historia ecuatoriana está llena de ejemplos de antiguos dirigentes estudiantiles,
laborales y políticos, que, surgidos en la izquierda, han terminado como fieles
militantes de algún partido burgués, en cargos de secretarios privados,
asesores-informantes, ministros, subsecretarios, embajadores o funcionarios
para todo uso, escritores de discursos y puentes para contactos con los sectores
populares y las fuerzas de izquierda.
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dotada de un programa revolucionario que una la cuestión nacional y la
cuestión social.
Desde esa perspectiva, cualquier alianza política y forma de acción
(electoral, parlamentaria, putchista), ha sido admitida y considerada necesaria y
legítima para concluir la revolución Alfarista, traicionada por la propia
burguesía, como una revolución burguesa democrática, y avanzar a partir de
allí en el camino hacia un rumbo socialista.
Los partidos de la izquierda reformista, en cualquiera de sus variantes,
nunca se plantearon una transformación revolucionaria de la sociedad, y menos
aun, a partir de la acción de los trabajadores. La vocación verdadera de sus
dirigentes fue el compromiso con aquellos sectores políticos que les garanticen
acceder a los gobiernos y al aparato estatal para obtener ventajas personales y
de grupo. Las luchas reivindicativas de trabajadores, estudiantes, maestros,
indígenas y campesinos han sido generalmente utilizadas como un
instrumento para ello, al igual que las posiciones conseguidas en los
parlamentos burgueses. Esta es una de las razones que explican la extendida
despolitización de sectores sociales importantes y el descrédito de la izquierda.
La Revolución Ciudadana aparece como la expresión actual de ese viejo sueño.
A despecho de la paranoia de la derecha, y del entusiasmo de esta
izquierda reformista, aún de sus sectores menos corrompidos y de los creyentes
sinceros en la Revolución Ciudadana, lo que estamos viviendo en Ecuador es
algo muy distinto de un cambio revolucionario. El gobierno de Correa ha
reorganizado la institucionalidad burguesa y se han consagrado derechos
generales por los cuales amplísimos sectores han luchado desde hace décadas;
se han puesto en marcha políticas sociales y políticas públicas en las que
expresa una apariencia de participación democrática; se ha robustecido el papel
del Estado en la sociedad y en la economía. Pero esto no es, por sí mismo,
favorable para un cambio profundo, sino que contribuye a la consolidación del
orden de clases y profundiza y agrava la inserción subordinada del Ecuador en
la mundialización capitalista.
Rafael Correa, cada vez que le es necesario, se solaza al referirse con
agresividad y desprecio a la que llama “izquierda del todo o nada”. Habría que
recordarles a muchos de los todavía fervorosos correistas, provengan o no de la
izquierda y de los movimientos sociales, que sin una transformación en las
relaciones sociales como resultado de modificaciones profundas en las
relaciones de propiedad, y sin cambios en las relaciones de fuerzas entre las
clases. Nada de esto será posible si las clases trabajadoras y los pueblos del
Ecuador no construyen sus propias formas de poder político para destruir el
Estado, instrumento de dominación de la burguesía y de la dominación
imperial, y reemplazarlo por una organización del poder que sea herramienta
transitoria al servicio de los intereses de las clases trabajadoras, y que se extinga
en una sociedad futura sin clases. No estamos, por tanto, en medio de ninguna
revolución. Sin esta comprensión, para retomar las palabras del “todo y de la
nada” del propio Rafael Correa, nos encontraremos, como izquierda y como
pueblos, en medio de la nada.
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Por las características históricas de nuestra sociedad, una transformación
profunda debe unir las tareas sociales, nacionales y democráticas, resolver la
cuestión nacional y la social, como sostenía Mariátegui, no es posible sin
resolver la cuestión del poder. Una revolución significa superar todas las
formas de dominación y de opresión en un proceso prolongado, complejo,
profundo y desde abajo, en el cual los trabajadores se constituyen en sujetos de
su propia emancipación.
La paranoia de ahora de la derecha tradicional, ha colocado en el mismo
saco a Correa, Chávez y Evo Morales. En sus delirios, hasta ha llegado a incluir
en el reparto izquierdista a Cristina Fernández de Kirchner y al reblandecido
tupamaro José Mujica, mientras que ha llenado de alabanzas al liberalismo de
Lula, como en su momento lo hizo con el de la concertadora señora Bachelet.
¿Cuáles son las diferencias entre los procesos que se viven en Ecuador,
Venezuela y Bolivia? Para el presente análisis, las más importantes son que
Evo Morales, impulsando un proyecto económico y político reformista, ha
articulado un gobierno con fuerte presencia de la mayoría de los movimientos
sociales, y que en Venezuela, con Hugo Chávez al frente de un gobierno
nacionalista de izquierda, se han desarrollado procesos de organización
popular. En cambio en Ecuador los movimientos sociales son considerados por
Correa como los enemigos principales de su Revolución, y el gobierno y la
iniciativa política de la tecnocracia correísta, se sostienen en el apoyo de la
mayoría de la gran burguesía, en las viejas clientelas electorales que se han
cambiado de bando, en las políticas sociales, en la persecución a los
movimientos sociales y en la ausencia de una política alternativa desde la
izquierda.
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ordenada de la infraestructura productiva a la vez que la contención de las
luchas sociales a través de políticas sociales y de la cooptación y/o división de
las organizaciones populares.
El ascenso de Correa, visto en perspectiva histórica, fue una conjunción
de dos factores. Por un lado, de una maniobra desde arriba realizada por los
grupos que se articulan en la escena electoral de tiempo en tiempo, en los que se
juntan los reformistas sinceros, los cabilderos de siempre y, por supuesto, los
hombres para cada ocasión y oportunidad. Y, por otro lado, de los rezagos de
década y media de resistencia y movilización social de los trabajadores y de los
indígenas contra el neoliberalismo, pero, al no haber constituido sus propios
instrumentos políticos y organizativos para expresar sus deseos de cambio, se
sumaron de manera subordinada, como apoyo electoral, al final de cuentas para
sostener con su consenso activo la continuidad del orden de dominación.
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imperialista, y, en el caso de América Latina, se ha producido un reforzamiento
y una relegitimación de la presencia imperial.
Para una modificación sustancial en la política del Imperialismo
Norteamericano, los Estados Unidos deberían sufrir un serio revés externo o
producirse un cambio muy importante en la situación política interna, lo que se
ve muy lejano en un sentido democrático. Hasta el momento, una de las
expresiones de la crisis económica es el desplazamiento hacia la derecha de
importantes sectores de la población norteamericana. Las últimas grandes
movilizaciones sociales con matices anti sistema ocurrieron en los años treinta,
en medio de la recesión, y en la década del sesenta, en la lucha por los derechos
civiles y contra la Guerra de Vietnam. El último gran revés norteamericano en
su política externa fue justamente la derrota militar y política sufrida, en la
Guerra de Vietnam. Desde los años 80, el “complejo militar industrial” recobró
con fuerza el timón para los intereses del gran capital, lo que ha significado que
el Pentágono, el gran capital financiero y los fabricantes de armamentos,
continúen al mando de una política exterior que tiene como objetivo estratégico
el control militar del planeta a través del despliegue de todas las formas de
intervención.
La guerra de intervención imperialista, en sus distintos niveles y formas,
no cesó nunca contra Cuba, y no cesará hasta disciplinar o derrocar a los
gobiernos nacionalistas de izquierda en América Latina. En los años sesenta, los
Estados Unidos plantearon su tesis de no admitir en el continente la existencia
de la Revolución Cubana y de ninguna nueva Cuba, y desde entonces su
política exterior ha sido consecuente con esa posición. El Pentágono ha sido el
gran rector de los destinos de América Latina desde el desembarco en Playa
Girón en 1961, la invasión a República Dominicana en 1965, la intervención en
Bolivia, la contrarrevolución organizada en Chile contra el Gobierno de
Allende, los asesinatos de Roldós y de Omar Torrijos, las dictaduras terroristas
del Cono Sur, la Guerra de Baja Intensidad contra el Sandinismo y las
guerrillas centroamericanas, hasta la actual guerra contra el terrorismo y el
narcotráfico ¿Puede, aún el más reblandecido intelectual de ONG, o el más
ingenuo habitante de nuestras tierras imaginar que los Estados Unidos van a
renunciar a su patio trasero sin oponer la más feroz resistencia?
La piedra angular de esta estrategia en América Latina es el Plan
Colombia. La administración Obama mantiene el bloqueo contra Cuba, las
acciones de desestabilización, como en Honduras, y la “guerra contra el
narcotráfico”, que, solo en el caso de México, ha significado casi treinta mil
muertos en los últimos tres años. El control de los recursos naturales,
especialmente de América del Sur, y la derrota de cualquier posibilidad de un
desarrollo de la situación política hacia una salida revolucionaria en Venezuela
y Bolivia, son prioridades en la política de Washington, sin perder de vista la
evolución del ascenso de la burguesía brasileña.
Pero la guerra no es solo un recurso estratégico para mantener la
dominación, la guerra se ha revelado como la estrategia misma; en ella se
sostiene el desarrollo tecnológico de punta, la investigación científica de punta
y la transformación del Estado norteamericano de imperialista externo en
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estado de Seguridad Nacional en el interior de los propios Estados Unidos. Un
pensamiento estratégico emancipador no puede, bajo ningún concepto hacerse
ilusión alguna y peor pasar por alto esta condición histórica.
Efectos evidentes de la ofensiva imperialista sobre América Latina son el
golpe de Estado contra Manuel Celaya en Honduras y la posterior imposición
en la presidencia de Porfirio Lobo, luego de elecciones cuestionadas por la
oposición popular; la victoria del pinochetista Piñera en Chile; la instalación de
las siete bases militares norteamericanas en territorio colombiano y la elección
fraudulenta de Juan Manuel Santos para continuar con la estrategia de la
guerra, y la ofensiva sobre Venezuela que llevó al gobierno del Coronel Chávez
a romper relaciones diplomáticas con Colombia. Las afirmaciones de Correa el
10 de agosto del 2009, de defensa de la soberanía, han sido solo el preludio y el
camino para someterse luego al Plan Colombia, como en su momento lo hizo el
Coronel Lucio Gutiérrez 2 .
En este último año ha sido evidente que la política externa del Ecuador
ha oscilado entre las declaraciones de soberanía y la búsqueda de nuevos
mercados para las exportaciones y de aliados políticos, como Venezuela,
Bolivia, Irán, Brasil, hasta la subordinación de hecho a los dictados de
Washington (yo no soy anti nada, dijo Correa en su conversación con la enviada
imperial, Hilary Clinton, en días pasados). El nacionalismo de Correa tuvo su
despliegue retórico más alto cuando la crisis en Honduras, pero de entonces
para acá, Ecuador ha entrado de lleno a cumplir con su papel de contención
militar en la frontera sur colombiana. Angostura; la postura poco firme en la
crisis entre Venezuela y Colombia a propósito de las acusaciones colombianas a
Venezuela de ser santuario de las guerrillas de las FARC y del ELN; y su
posible apertura hacia las negociaciones de un Tratado de Libre Comercio con
Europa, cuestión que antes Correa descartó por completo, son señales claras en
esta dirección.
En su relación con el MERCOSUR, liderado por el sub imperialismo
brasileño, Ecuador ha apostado al pragmatismo: cuando es conveniente, ha
hecho declaraciones duras con relación a Colombia, pero ha continuado
aplicando, y con entusiasmo, las estrategias aperturistas del Banco Mundial,
como en el caso del IIRSA.
¿Hasta donde están dispuestas a ir las burguesías nacionales de América
Latina, especialmente la más fuerte de ellas, la burguesía brasileña, que ha
gobernando y se ha consolidado en el plano internacional con el gobierno de
Lula?. Desde hace décadas, Brasil pretende constituirse como un sub
imperialismo en América del Sur, sin descartar aumentar su influencia en
Centro América y el Caribe. Sus intereses se extienden ahora a la cuenca del
2 En su campaña electoral para la Presidencia, Lucio Gutiérrez hizo un acercamiento a las FARC
para luego renegar del mismo y someterse de manera irrestricta a los dictados del Pentágono.
En su momento, Rafael Correa y Alianza País plantearon que las FARC debían ser consideradas
como fuerza beligerante, además de su independencia en la guerra colombiana. El resultado
más evidente del bombardeo de Angostura ha sido que Ecuador acepte el papel de guardián
celoso de la frontera sur de Colombia ante la presencia de grupos insurgentes, y por supuesto,
la salida militar antes que la política en el conflicto colombiano.
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Pacifico, hacia China y la India. Es en ese proyecto donde se debe entender su
comportamiento y hegemonía en el MERCOSUR y la subordinación de
Argentina, y su papel en una UNASUR concebida como instrumento de su
política exterior. En esa perspectiva, Brasil no entrará en confrontación directa
con los Estados Unidos, menos aun liderando una oposición de América latina.
Es más, hasta podría transformase en un intermediario útil de la política
norteamericana, sin llegar todavía a realizar el trabajo sucio, encargado por
ahora al narco estado colombiano.
Desde la asunción de Obama, los Estados Unidos han renovado, y con
éxito, su presencia en América Latina, y ninguna iniciativa integracionista, ni
económica, ni política, podrá desarrollarse si no se producen cambios
favorables al campo popular en las relaciones de fuerza, reales y profundos. La
consolidación de la estrategia guerrerista en Colombia; el reforzamiento del
liberalismo en Chile, resultado directo de la traición de los concertadores; la
traición del PT de Brasil, son evidencias claras de que no estamos aun en ese
momento.
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Permite ver también que el autoritarismo de Correa, y que la aceptación
activa del mismo por amplios sectores de la población ecuatoriana, tiene
profundas raíces históricas y culturales en una sociedad de matriz patriarcal,
clasista y racista, que ha reclamado siempre liderazgos fuertes. Correa es visto y
aceptado por amplios sectores de la población como el hombre ilustrado y
enérgico, y su juventud y formación académica en el extranjero le asignan ante
la gente una condición mesiánica, similar a la que en su tiempo fue atribuida a
José María Velasco Ibarra.
Las principales dificultades y tropiezos del Gobierno en el año
transcurrido desde agosto del 2009, no han sido producidas por la ofensiva
imperial y por las acciones de la derecha tradicional ecuatoriana, la
“oligárquica” y la “chola” 4 . Son el resultado de varios factores: de la resistencia
de los sectores sociales que defienden sus derechos; de los errores políticos del
propio Correa y su círculo; de las pugnas entre sus mismos partidarios, como
en el fallido intento de juicio político al Fiscal Pesantez (amigo íntimo de Rafael
Correa); de las presiones de Washington para insertar al Ecuador en el Plan
Colombia; y de los efectos, limitados todavía, de la crisis capitalista
internacional, que comienzan a sentirse en la economía ecuatoriana. 5
Si algo debe estar claro es que, en el esfuerzo de articular una nueva
hegemonía (Estado-empresarios ciudadanos -gobierno), el enfrentamiento
contra los movimientos sociales y la izquierda es una pieza clave para eliminar
opositores y para conquistar el apoyo al proyecto por parte de la Iglesia, las
Fuerzas Armadas y la población.
El programa económico
Porque la política no es otra cosa que economía concentrada la
rearticulación y fortalecimiento del Estado es la nave insignia del programa
económico del gobierno de Rafael Correa. El principal rector de la economía
continúa siendo el mercado y la ley del valor, pero con un Estado protagonista,
agente activo y piedra angular de la modernización capitalista. Este es un
cambio fundamental en relación con el periodo anterior, cuando el Estado fue
reducido a su papel coercitivo y de garante de los negocios comunes de la clase
dominante. Ahora, en cambio, dicta reglas, rige, regulariza la explotación
capitalista proporcionando el marco en el cual esta se ejerce, y generando, a
4 Para el caso ecuatoriano, diferencio a la derecha tradicional “oligárquica” de la derecha
“chola”, aunque ambas comparten una mentalidad anti comunista heredada de la Guerra Fría.
La derecha “oligárquica” es la vieja derecha tradicional, surgida desde la época colonial,
vinculada a la propiedad de la tierra, las exportaciones agrícolas y la banca, con antecedentes
históricos y familiares de relación con el poder político. La derecha “chola” es aquella que ha
emergido en los últimos años, relacionada con actividades financieras y comerciales, o desde
sectores militares, y que disputa el poder político para beneficiarse del mismo. Es el caso de
partidos políticos como el Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE) en los años 80, o el Partido
Sociedad Patriótica (PSP) en la presente década. La relación con las transnacionales en áreas
como telecomunicaciones, construcción, minería y petróleo es una clave para asociarse o
beneficiarse de comisiones y obtener un rápido ascenso económico.
5 Disminución de los envíos de remesas por parte de los migrantes, baja del precio del petróleo
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través de políticas sociales, la destrucción de las organizaciones sociales, y por
medio de una intensa propaganda, la hegemonía de la clase dominante. Ya no
son los partidos políticos, ni siquiera el de gobierno, y menos los de la oposición
y los grandes medios de comunicación, los principales constructores de
consenso y hegemonía, el gran actor ahora es el propio aparato del Estado.
Rafael Correa gobierna con el beneplácito de la Embajada Americana y
de los grandes grupos empresariales del Ecuador, porque su programa
económico se orienta hacia una modernización capitalista, y de ninguna manera
constituye amenaza alguna de alterar significativamente las relaciones sociales
de producción, ni tampoco representa ningún peligro de insertarse en un marco
de economía complementaria por fuera de la dictadura de la globalización
capitalista neoliberal. El gobierno no descarta mejores condiciones de
negociación en el mercado mundial ni iniciativas integracionistas como la
ALBA, pero no son la apuesta estratégica fundamental, sino solo una carta más
de las varias que manejan los tahúres de la Revolución Ciudadana.
El proyecto de modernización capitalista cuenta con el apoyo activo del
Banco de Guayaquil, el segundo del país, y de grandes grupos económicos
como NOBIS, Eljuri, La Favorita, La Fabril, PRONACA, que tienen diversos
intereses en el mercado interno a la vez que se encuentran integrados en el
mercado internacional 6 . Alrededor de los grandes negocios como la minería, la
construcción, la energía y las telecomunicaciones, se articulan no solo los
intermediarios y cabilderos de siempre, sino aquellos que aspiran a emerger
como nuevos capitalistas a través de los grandes contratos directos y/o el
asocio con transnacionales. El caso, develado, de los negocios de Fabricio
Correa no es más que una evidencia.
Otros grupos, ligados a la construcción, las importaciones, y las
exportaciones tradicionales, continúan haciendo grandes negocios. Algunos,
como Álvaro Noboa, se resisten a pagar sus cuentas tributarias pendientes con
el Estado, dinero es dinero, y no terminan de aceptar ser regulados en el marco
de la nueva estructura jurídica del Ecuador, no aceptan las regularizaciones
estatales: impuestos, regulaciones laborales, incrementos de salarios. Los
grandes medios de comunicación, que se oponen al gobierno, se mantienen
ligados a través de los importantes recursos destinados a la publicidad oficial.
Los negocios, son de todos.
La inserción ecuatoriana en la globalización, como país de tránsito entre
la emergente economía del Brasil y la Cuenca del Pacífico, con el atractivo del
enorme mercado chino, requiere la modernización de la infraestructura de
transporte de carreteras, puertos, aeropuertos. Lo que fue la incorporación de
grandes extensiones de bosques para la producción bananera en los años
6Varios grupos empresariales se han articulado a la “revolución ciudadana” desde los negocios,
desde la participación en políticas públicas, desde una combinación de ambas cosas. Grupos
como Pronaca, La Favorita, Mi Comisariato, La Fabril, Nirsa se encuentran entre los 50 grupos
económicos más poderosos, ingresan en actividades de punta y en la generación de
combustibles, se cuentan entre los grupos de mayor crecimiento y expansión en los últimos 30
años, y están insertos en procesos de transnacionalización, en asocio con capitales de origen
centroamericano, caribeño, peruano, colombiano, venezolano y brasileño.
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cincuenta del siglo pasado por medio de las carreteras construidas en la Costa
por Velasco y los gobiernos posteriores, no llega a compararse con la magnitud
de construcción de obras de transporte en curso. El eje más importante es la
Manta-Manaos, al que se articula el resto de la red de puertos, carreteras y
aeropuertos, y la inversión prioritaria corre a cargo del Estado ecuatoriano.
El esquema institucional para la nueva economía planteada por la
Revolución Ciudadana puede ser visto con claridad en dos de sus
instrumentos. El primero es el Plan Nacional de Desarrollo, que establece una
ruta de varias etapas. En la primera, el extractivismo minero juega el papel
central para la acumulación originaria “socialista”, lo que supone la necesidad
de un Estado-Gobierno fuerte que, asociado con las transnacionales, les
garantice sus derechos para explotar los recursos naturales en nombre del
interés nacional, y por supuesto en las condiciones más ventajosas posibles
para ellas. El segundo instrumento es la Constitución del 2008. En ella se
establecen con claridad cuestiones como: empresas mixtas y propiedad mixta
con mayoría del paquete accionario estatal en asociación con las
transnacionales. Se abandonó la idea de la empresa estatal clásica, que estaba
muy lejos de la empresa socializada bajo control obrero. En este esquema de
asociación, el Estado se transforma en garante del capital extranjero frente a las
demandas de su propia población. Esto implica que, en caso de controversia
por el acceso y control de los recursos naturales, el “interés nacional”,
defendido por el gobierno, se impondrá por sobre los derechos ancestrales de
las clases trabajadoras y los pueblos. Este esquema de empresas mixtas puede
ser delegado por el Estado al capital privado en los sectores estratégicos y
servicios públicos, y se complementa con la prohibición de las huelgas en
sectores y servicios públicos y la criminalización de las luchas sociales.
La economía popular, la sociedad de propietarios, y otras formulaciones
del Gobierno, en caso de concretarse, producirán una capa, posiblemente
extendida, de pequeña burguesía propietaria, que, adscrita al gran capital
globalizado, reducirá los costos de producción y debilitará a las economías
comunitarias.
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campesinas e indígenas expresaron su preocupación ante el peligro de la
presencia de estructuras extrañas en su espacio organizativo y cultural. En
cambio, ante esos anuncios, los sectores sociales y de la izquierda subordinados
al gobierno alentaron mayores esperanzas, y hasta varios invitados
internacionales de izquierda hablaron del discurso de Correa del 10 de agosto
del 2009 como de un discurso histórico por su contenido radical, por su fuerza
simbólica. A un año del anuncio, es fácil afirmar que no se organizaron los
anunciados Comités de Defensa de la Revolución Ciudadana y que Alianza País
se mantiene en términos generales como lo que fue desde el comienzo: una
articulación de grupos políticos y electorales, empresariales, y de cabildeos de
viejo y nuevo cuño.
Cómo funciona por dentro el Gobierno no es algo nuevo en la política
ecuatoriana. Por la corrupción, el ejercicio autoritario del poder y la forma de
tomar decisiones en un círculo cerrado, este gobierno se parece a todos los del
último período, y especialmente al de León Febres Cordero, con un Presidente
autoritario, con muchísimo poder concentrado en sus manos y en la de un
círculo interior de funcionarios y asesores, que controlan las teclas, resortes y
riendas del aparato gubernamental, deciden sobre leyes y contratos, y definen
las líneas políticas, las directivas y la relación del gobierno con el Estado y la
sociedad. A pesar de los anuncios realizados hace un año, Alianza País no se ha
constituido en un partido político con vida democrática interna, y continúa
como una estructura de grupos con diversa fuerza e intereses, pero todos
ligados al Estado y obedientes, especialmente en su actuación parlamentaria, a
la suprema autoridad del ciudadano Presidente. Alianza País está muy lejos de
ser una organización política democrática, y con la depuración de Alberto
Acosta y de otros militantes, no se advierte en relación a las cuestiones políticas
centrales en el futuro y por ninguna parte, una disputa de líneas ideológicas
contrapuestas.
Los aliados políticos del Gobierno y de Alianza País en la Asamblea
Nacional, son fuerzas menores, útiles para cada ocasión y sin capacidad para
salirse de las líneas trazadas por Rafael Correa. Algunas fuerzas, como el
Partido Socialista, se aliaron a Correa en el 2006 mediante un acuerdo
programático, pero todas, sin excepción, son tratadas como subordinadas. La
única agenda permitida es la que impone el Presidente. Esta soledad de Rafael
Correa y sus partidarios ha sido, hasta ahora, cómoda porque le ha permitido
tomar decisiones sin necesidad de consultarlas.
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interno, y sin actuar en las luchas políticas y sociales por sobre sus propios
intereses partidarios específicos, especialmente los que se derivan de su
inserción en el Estado y de la lucha electoral, que al final, son parte de lo
mismo. El dilema es claro: jugar a la institucionalidad significa en este momento
subordinarse a la política del gobierno y de Alianza País, y una política de
oposición no pasa por una alianza con la derecha en la que también serían
subordinados, sino por afirmarse en una política de izquierda…
Entre aquellos sectores sociales y organizaciones no gubernamentales
que creyeron en el gobierno, se extienden la desilusión y la desmoralización.
Todavía no se comprende el carácter de clase y la ideología del proyecto
gubernamental, y se atribuye lo que está ocurriendo a la Personalidad de
Correa o al círculo que le rodea. Además, la rearticulación del Estado limita el
espacio que han ocupado muchas organizaciones no gubernamentales.
Desorientados y dispersos; auto centrados y aislados; sin capacidad para
pasar de la propaganda ideológica a la acción política, no es mejor la situación
de los pequeños grupos de izquierda no institucionalizada.
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político, y todavía está en capacidad de definir, por lo menos internamente, los
escenarios que le sean más favorables.
El descenso del apoyo a Correa se encuentra relacionado con la
inseguridad (eje de la campaña propagandística de los sectores de la derecha
tradicional), el aumento de de los precios, y sobre todo, el incremento del
desempleo.
En medio del enorme vacío de fuerzas políticas, el descontento se ha
dirigido, por ahora, con mayor fuerza hacia la actuación de la Asamblea
Nacional, que, al igual que el antiguo Congreso Nacional, es el órgano de poder
más visibilizado por la población, por lo que ha servido y sirve, con gran éxito,
como cortina para tapar lo demás. Ante el fracaso en su intento de imponer en
la Asamblea Nacional una Ley de Aguas, consensuada con la derecha, Rafael
Correa declaró que no era una ley prioritaria. Los tropiezos posteriores en la
Asamblea con la Ley de Educación Superior, aprobada al final con los votos
justos, y en su proyecto de reformas a la Ley de Hidrocarburos, han llevado a
Correa a plantear la idea de la muerte cruzada. Pero no solo los tropiezos
legislativos están detrás de esta idea, sino la necesidad de concentrar mayor
poder en manos del Presidente, y superar a través de una nueva batalla
electoral, de carácter plebiscitario, la tendencia a la baja de su apoyo político 7 .
Por haber perdido el apoyo de algunos sectores, se agudiza la dificultad
para imponer las reformas legales que requiere el proyecto a través de la
Asamblea Nacional, y esto está llevando al gobierno a una concentración cada
vez mayor del poder en el círculo presidencial, mecanismo previsto en la propia
Constitución, y una característica desde hace mucho tiempo del sistema político
ecuatoriano de República presidencialista.
Para ejecutar el Plan Nacional de Desarrollo, el gobierno se enfrenta a la
necesidad de complementar el esquema constitucional con leyes a la medida de
la visión que Alberto Acosta denuncia en Alexis Mera, principal asesor jurídico
de la Presidencia de la República: “Si la Constitución establece derechos
generales muy elevados, hay que bajar la vara cuando se elaboren las leyes
complementarias en la Asamblea Nacional”.
Será entonces con los sectores sociales, que defienden sus intereses
específicos, pero también los intereses de la nación, con quienes el Gobierno
deberá confrontarse en los próximos meses, como lo viene haciendo desde el
año 2007. Ya el 15 de enero de ese año, en el acto de posesión, para referirse a
manifestantes que reivindicaban sus demandas, Correa habló de los
“infiltrados”. En abril y mayo se registraron fuertes choques de la policía con
sectores campesinos que rechazaban la explotación minera, son conocidos los
graves incidentes ocurridos en Molleturo. En diciembre del mismo 2007 se
produjo en Dayuma la brutal represión a los pobladores amazónicos. En los
meses siguientes, Correa insistirá en la existencia, en la Asamblea Nacional
7 De resultados de encuestas revelados hace algunas semanas se desprende una aceptación a
Rafael Correa de alrededor del 38%, mientras que la popularidad de Lucio Gutiérrez rondaría
el 34%. Sin embargo, otras fuentes colocan el respaldo a Correa muy por encima del 50%.
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Constituyente, de asambleístas que tenían “agendas propias”, produciéndose a
mediados de ese año 2008, por la discrepancia sobre el Mandato Minero, la
ruptura con el Presidente de la Asamblea, Alberto Acosta.
La confrontación con los indígenas ha crecido en medio de la anunciada
radicalización de la revolución Ciudadana. En septiembre del año pasado, las
movilizaciones indígenas contra un proyecto de Ley de Aguas que concentra la
autoridad del agua en la autoridad gubernamental de turno y en el Estado,
desconociendo derechos ancestrales de los pueblos indígenas y de los
campesinos, y que además deja intacta la creciente privatización del agua
registrada en periodos anteriores (64% del recursos en manos privadas),
obligaron a Rafael Correa a recibir en el palacio de gobierno a los dirigentes
indígenas y populares, reunión en donde hubo una áspera confrontación de
posiciones. Sin embargo, el proyecto de Ley siguió tratándose en la Asamblea
Nacional, sin mayores cambios en estas dos cuestiones centrales.
La ley de Aguas es una pieza clave para sostener el respaldo de los
grupos burgueses locales ligados a los agro-negocios y a las exportaciones y
para sostener la alianza con las transnacionales para la imposición de la minería
a gran escala, y está ligada a la soberanía alimentaria y a los derechos de los
pueblos indígenas y de las comunidades campesinas y ancestrales.
La contradicción principal entre el Gobierno y los sectores sociales
campesinos e indígenas expresa dos cuestiones importantes. Primero, que por
encima de la compresión de que la anatomía de la llamada sociedad civil hay
que encontrarla en la economía política, se pretende imponernos la ilusión
liberal de que el Estado es el resumen de la sociedad civil. El liberal Rafael
Correa y sus seguidores no pueden aceptar que el Estado tenga un carácter de
clase, pues, de aceptarlo, quedarían revelados los intereses de clase que
defienden. Por eso, el discurso de la ciudadanía, en el que se intentan disolver
los intereses de clase, especialmente de los sectores explotados, en nombre de
derechos civiles y políticos generales expresados en el lema “la patria ya es de
todos”. Enmarcada en esta matriz liberal que atraviesa todo el pensamiento
gubernamental, se encuentra la obsesión de todos los integrantes de Alianza
País, y digo todos porque así lo han confesado, contra lo que llaman “intereses
corporativos”, obsesión que solo se expresa cuando ese “corporativismo” es
identificado con los indígenas, con los obreros, con los campesinos. El otro
elemento es el modelo extractivista primario y minero. La minería a gran escala,
piedra angular del Programa Económico, no podrá desarrollarse sin eliminar en
nombre del interés general que el Gobierno dice defender, derechos humanos y
sociales fundamentales. Y el tiempo corre en contra del Gobierno.
Es importante observar como los intereses y demandas de otros sectores
sociales, como los transportistas, por ejemplo, no son tratados ni de
infantilismo, ni corporativismo, ni bobería, y sus luchas no son criminalizadas.
Estas demandas han sido, casi siempre, asimiladas por la estructura del Estado
a través de concesiones específicas o subsidios.
En forma privada Rafael Correa ha dicho que terminará con la CONAIE,
vieja aspiración de la partidocracia, y que incluso les dejará sin sus locales.
Como en los viejos tiempos del Febres Corderismo y la “larga y triste noche
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neoliberal”, Correa acusa a la dirigencia indígena de corrupta, de recibir fondos
de organizaciones no gubernamentales extranjeras para “desestabilizar” al
gobierno revolucionario, y hasta de ser manipulada por la CIA. Cuando
sectores del movimiento indígena se reunieron con la derechista Junta Cívica de
Guayaquil en búsqueda de una alianza, error gravísimo, Correa y sus agentes
políticos, especialmente funcionarios de la llamada Secretaría de Pueblos, se
apresuraron a poner el grito en el cielo, olvidando la infinidad de ocasiones en
las cuales el Presidente y sus más altos funcionarios se han reunido y pactado
con la derecha social cristiana. En una campaña para criminalizar la lucha
social, las acusaciones contra el movimiento Indígena han ido de la mano con
acciones legales. No se trata de exabruptos, o de “pataletas” debidas a la
personalidad explosiva del Presidente, sino de una expresión de la lucha de
clases que revela la naturaleza de la Revolución Ciudadana.
A un año del nuevo periodo de gobierno, y a tres años y medio de
mandato correísta, la oposición de la derecha tradicional no ha logrado resolver
cuestiones básicas y fundamentales para plantearse un programa alternativo a
la reforma capitalista impulsada por Correa en sus aspectos económicos y
políticos. Solamente los más ortodoxos curas doctrineros del neoliberalismo,
como Oswaldo Hurtado, defienden todavía a la religión del libre mercado y del
total aperturismo. Algunos sectores exportadores, bananeros y camaroneros,
por ejemplo, presionan por un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea
como reivindicación particular. Empresarios como Fidel Egas y el Banco del
Pichincha y el Produbanco, llevan adelante su batalla contra toda forma de
control y por mantener los fondos de la Seguridad Social como colchón para la
dolarización, y los dineros de sus ahorristas fuera de la economía ecuatoriana,
pero, en general, el conjunto de la burguesía acepta la reforma correísta por
cuanto se beneficia de la misma. Por el profundo descrédito de las ideas
neoliberales ortodoxas en el conjunto de la población, no ha sido en el
cuestionamiento al modelo económico donde el discurso opositor de la derecha
tradicional ha concentrado su fuerza. La derecha ultra liberal ha hecho del
autoritarismo de Correa el centro de sus ataques, a la vez que presiona por
políticas duras para frenar la delincuencia, a las que ha cedido el propio Correa
con el apoyo del poderoso Washington Pesantez, su poderoso y leal alfil al
frente de la Fiscalía General del Estado.
La derecha tradicional no ha resuelto tampoco la cuestión de la unidad,
lo que le ha llevado a ir dividida en tres sectores en los últimos procesos
electorales: el PRIAN de Álvaro Noboa, lo que ha quedado del social
cristianismo reencauchado en el Movimiento Madera de Guerrero. (así como
prominentes figuras de la partidocracia se pasaron de la Izquierda Democrática
a las filas de Alianza País, muchos militantes roldosista y social cristianos se
metieron también desde el 2006 en Alianza País), y el Partido Sociedad
Patriótica del Coronel Lucio Gutiérrez. Los opositores como Carlos Vera, por
fuera de las grandes formaciones electorales como el PSP y Madera de
Guerrero, no han crecido lo suficiente y en los hechos le hacen el juego a Correa.
La oposición de Fabricio Correa es en realidad una cortina de humo sobre sus
negocios de hombre “listo”, como se auto calificó, y un gran tongo con su
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hermano menor que ha utilizado muy bien la imagen de Caín del primogénito
de los Correa Delgado. La rancia y reaccionaria derecha tradicional oligárquica
no ha sido todavía capaz de unirse con la derecha chola que comanda el
Coronel Gutiérrez, tan reaccionaria y anticomunista como la primera. Este vacío
ha jugado a favor del fuerte liderazgo de Rafael Correa, quien ha logrado
sostener una iniciativa política permanente.
Esta división de la oposición de la derecha tradicional, expresa el
predominio de intereses económicos particulares, y también los límites de sus
líderes para llegar a la base social regional y de clase de sus competidores.
Caben dos hipótesis sobre la evolución de la situación política. La primera,
aquella catastrofista sostenida por quienes señalan que el Gobierno se está
debilitando rápidamente, que será víctima de sus excesos, que no podrá
tampoco sostener su política económica de inversión agresiva debido a sus
problemas fiscales y a la situación económica internacional. La segunda, que
suscribo, advierte la existencia de un gobierno que, aunque haya perdido ciertas
adhesiones, se consolida. Que por tanto estamos frente a un proyecto que
asegurará su continuidad; que no es transitorio, sino de más largo aliento.
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Este camino exige una acción política general, que supere la mera
propaganda ideológica o las reivindicaciones particulares, a lo que la mayoría
de grupos, sectores y movimientos han dedicado sus esfuerzos. Un programa
de unidad y de acción política no puede dejar de lado los grandes conflictos
para la gente común, como el empleo y la seguridad, copados por la derecha y
los grandes medios.
6 de agosto del 2010.
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En su parte sustancial, el informe del 10 de agosto del 2010 ratificó el
modelo político y económico de modernización capitalista, con el ingrediente
de haber sido más explícito que antes en el carácter aperturista del modelo: que
vengan las transnacionales para que generen empleo, aunque para ello haya
que liberarles de impuestos… Reafirmó su combate a la izquierda y los
movimientos sociales que se le oponen, no como un hecho circunstancial en el
proceso, sino como un elemento programático clave para imponer su proyecto.
La cereza del pastel de esta manera a lo Correa de salir de la “larga noche
neoliberal”… Para continuar, no exactamente en lo mismo, pero sí en algo muy
parecido…
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Movimiento Indígena y el conjunto del campo popular no articularon una
propuesta política alternativa; Rafael Correa y su grupo, lo hicieron.
28 de agosto del 2010.
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país y marca el conjunto de las relaciones entre las clases, además de penetrar
las forma concretas que adopta la política a cada paso.
Solo como ejemplo, se puede mencionar el caso del parlamento, que es el
lugar en donde los segmentos de la sociedad, tanto de las clases como de
diferentes grupos de opinión y de presión, intentan expresarse; sin embargo,
miran hacia dentro, sin buscar la correspondencia externa para la resolución de
sus conflictos. Allí queda consolidada esa separación original entre el poder
constituyente y el poder constituido.
Esa ruptura conduce al desarrollo de dos soberanías confrontadas, en donde
la que radica en el ejercicio directo del pueblo o del conjunto de ciudadanos ha
quedado supeditada a la lógica de la representación:
8Bensaid Daniel, Elogio de la política profana, Ed. Península, Barcelona, 2009, p. 23.
9Ibid., p. 23.
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En el par delegación/inalienable está la otra parte, oculta, dominada,
sometida, que actúa larvadamente: la voluntad popular como origen de toda
soberanía, el poder constituyente que no deja de cuestionar las reducciones
capitalistas del poder constitucional, la sorda lucha de intereses que se expresa
en los órganos del poder del Estado.
Con esto se trata de decir que, a pesar del acto de delegar la voluntad
general en una voluntad particular, la del soberano, la soberanía sigue del lado
del pueblo, no deja de pertenecerle. El acto de elegir solo coloca a alguien para
que gobierne, pero el futuro del pueblo todavía se encuentra en manos del
propio pueblo, quien es el que tiene que hacer su propia historia.
Desgraciadamente, esa soberanía está oprimida y es la principal forma de
opresión política que vivimos los pueblos. Una verdadera dinámica entre la
soberanía en cuanto inalienable y los procedimientos de representación,
obligarían a estos últimos remitirse de manera constante a su fundamento, a su
origen.
Y esto no solo para renovar la delegación del poder, sino para regresar el
poder a sus propietarios, para que el poder se ejerza desde la base
efectivamente.
Sin embargo, dada la dominación, lo que menos quiere el soberano es
recordar que el poder le pertenece al pueblo y le sigue perteneciendo en todo
momento. La forma en que en este momento se resuelve este reconocimiento
perverso de la voluntad general, se da a través de las encuestas de opinión, un
pueblo que solamente es sujeto de las encuestas:
10 Id., p. 41.
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reconocimiento de esa soberanía, de esa voluntad general que está detrás del
poder.
Se trata de decir que el origen de este gobierno es profundamente
popular y que, por lo tanto, lo representa de manera completa, a tal extremo
que hace una revolución en su nombre. Y al mismo tiempo, esta es la máxima
paradoja, sin el pueblo, sin su participación, y ni siquiera es pensable que el
pueblo conduzca su propio proceso revolucionario.
La revolución está colocada para evitar la revolución, como mero gesto
de representación propagandística. Esto tiene consecuencias grandes porque
estamos consumiendo la posibilidad de un proyecto revolucionario en algo que
decididamente no lo es.
Estamos devorando un sustituto: la revolución ciudadana en vez de la
revolución social; un alimento light, posmoderno, en vez de un alimento
completo, con todos los requisitos nutritivos que debería tener.
Y este gesto revolucionario se da en la medida en que es imposible.
Quiero decir que es prácticamente imposible una revolución social en nuestra
época, porque venimos de una larga derrota de los proyectos revolucionarios y
de sus organizaciones. Ni siquiera tenemos idea de cómo serán las revoluciones
en el siglo XXI.
Así que el juego político que se ha armado aquí, consiste en hablar de
revolución porque en este época es algo inofensivo, no remite a procesos de
movilización de masas conscientes y organizadas, sino a un pueblo
desorganizado al cual se recurre como testigo fragmentario de reuniones
parciales o como gente a la que se le consulta a través de un sondeo de opinión
o de una encuesta.
El discurso de la revolución ciudadana reconoce esa otra soberanía
inalienable, únicamente para negarla de forma contundente e impedir que se
realice. El término perverso que se le aplica a estos procesos, enuncia esos
hechos que, al actuar, impiden conseguir aquello que han enunciado como su
meta: el discurso de la revolución para evitar una revolución real.
La opinión pública contra la opinión pública, en cuanto no conduce ni a
su movilización ni se sostiene en la organización social. Esta espacio público
que ha quedado preso de la lógica de los sondeos, de las encuestas, casi como
único elemento de toma de decisiones políticas y que, además, se convierte en
la meta de todos los políticos: finalmente todo se reduce al grado de
popularidad y no al avance real de la resolución de los problemas de la
sociedad y de la nación.
El problema de este secuestro del discurso de la revolución tiene una
doble arista: está en juego tanto este gobierno como una alternativa
revolucionaria de izquierda. Y esto no se da porque en este gobierno se expresa
esa alternativa, sino porque a los ojos de la población se está dando la
experiencia de una revolución, está sucediendo una revolución, aunque
sepamos que ha quedado reducida a un eslogan.
El pueblo deja de pensar en los desafíos históricos que tiene delante y se
convierte en testigo pasivo de lo que está pasando allá afuera sin su
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participación. La política se convierte en un espectáculo que se desarrolla los
sábados o que puede verse del modo más tradicional posible en el parlamento.
La idea de hacer política como el único medio de transformar el mundo
se ha perdido en beneficio de un vago simulacro de política:
“Una política sin partidos es tan inconcebible como una cabeza sin cuerpo, o
como un estado mayor sin tropas, que dirigiera en la pizarra batallas imaginarias
entre ejércitos fantasmas.” 12
Además que su existencia única puede darse en plural, para que tenga
sentido hablar de ellos. Un partido único es la abolición de los partidos, aunque
conserve tal nombre, porque desde la propia palabra enuncia el modo en que
11 Id., p. 351.
12 Id., p. 349.
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los diferentes intereses de clase, e incluso intra-clase, se vuelcan en el terreno de
la lucha por el poder.
“Las máquinas electorales que siguen llevando el nombre del partidos solo son el
partido oligárquico de los elegidos, de los medios de opinión y no de los
verdaderos colectivos, es decir, una forma de neutralización de la política.”
13 Id., p. 350.
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Y nuevamente volvemos a la lógica que ya hemos mencionado: el
privilegio de una forma de soberanía, la que pretende asumir la totalidad de la
representación del pueblo ya sin el pueblo; y la transformación de este en
ciudadanos cuyo derecho fundamental es someterse a algún tipo de sondeo o
encuesta:
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aceptar las peores intransigencias, aturdirse con entretenimientos y pactar
inevitablemente con lo inaceptable.” 17
17 Id., p. 347.
18 Id., p. 352.
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Reflexiones al margen
de la política
Ezequiel Martínez Delgado
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1. La revolución y la política
La revolución y la política parecen ser lo mismo: formas de la acción humana
que producen y reproducen el mundo de la existencia social de los hombres en tanto
que seres concretos. Pero esto es solo una apariencia. En efecto, revolución y política
designan campos de la existencia completamente distintos. El uno hace relación al ser
fluido de la existencia que se resuelve en el plano de la vida como presencia de lo
nuevo bajo la forma de nacimiento. El otro, en cambio, hace relación a la existencia
normada, solidificada, fijada, dominada por las objetivaciones que se abren al mundo
de la vida como poder en el interior del orden social.
En el interior de estos campos, metamorfosis de lo social en la historia, el
hombre, la mujer, el niño, el joven, el adulto, el anciano, el blanco, el negro, el indio, el
mestizo, el sabio, el ignorante, el burgués, el proletario, el honrado, el ladrón, el alegre,
el taciturno y melancólico…, es decir el conjunto general de las existencias individuales
que componen una sociedad determinada, se presentan: 1) como ser para el orden, en
el caso de la política, y, 2) como ser para la vida en el caso de la revolución.
Campos de la existencia no solo distintos en relación al modo de ser de lo social
como unidad en el tiempo global de la sociedad, sino también opuestos en cuanto al
sentido de realidad en el interior del cual se estructuran.
Pero se presentan como si fueran lo mismo. O parte de lo mismo.
Es producto ello del factor de encantamiento que pone en movimiento la
ideología orgánica para asegurarse de ese modo la reproducción del orden social
existente. Se trata, en efecto, del modo cómo la ideología controla la imaginación
creadora en el interior del juego del rostro y la máscara como dimensiones de la
existencia en el plano de la realidad.
La indagación de la diferencia, y del vínculo que los une, resulta de suma
importancia para la comprensión de las contradicciones generales que sostienen la vida
de la sociedad.
Hay en cuanto a esto una idea central que ilumina la reflexión de la existencia
concreta de los hombres y su conexión con la historia. Se trata de la comprensión de la
vida general del hombre y de la sociedad en el interior de la unidad día-noche, donde
se encuentran lo real con la realidad, la historia con el orden social.
El hombre, antes de ser cualquier cosa, es cuerpo que se resuelve en el plano de
la existencia de dos modos distintos: 1.- como ser erguido, parado firmemente sobre
sus pies, la vista y las manos libres, y, 2.- como ser yacente, liberado de la fatiga y de
preocupación. Lo uno corresponde al día, lo otro a la noche.
En el día el hombre resuelve su existencia como ser para el trabajo y la guerra,
por ello la vista y las manos libres. Trabajo como acción creadora de su ser material ya
sea como trabajo propiamente dicho, acción enajenada productora de objetos, de
mercancías, o como labor en tanto que acción productora de bienes en los que afirma
su soberanía frente al mundo de las cosas… Guerra como ejercicio de la fuerza
sistemática que se desarrolla con atención a una estrategia sea en el enfrentamiento con
la naturaleza o en el enfrentamiento con los demás hombres. Guerra en el campo de las
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tensiones múltiples que sostienen la existencia como afirmación en el mundo de la
vida.
En la noche, en cambio, el hombre resuelve su existencia como ser para el
sueño, el amor y la muerte. Sueño no en el sentido freudiano del dormir, sino como
momento de liberación del inconsciente que encuentra la posibilidad de escapar del
dominio de la realidad atormentadora… Amor no en la acepción bernardiana que
captura el contenido del deseo en el campo de la metafísica del alma, sino como
momento de la reconciliación de los hombres consigo mismos y con los demás…
Muerte no en el sentido cristiano vulgar de fin de la existencia terrenal del hombre que
transita con su vida por el siempre torturante valle de lágrimas, sino más bien como
apertura radical hacia lo nuevo más allá de las determinaciones de lo establecido.
Día entonces como espacio de la existencia en el que el hombre se resuelve
como ser para los otros. Noche como espacio de la existencia en el que se resuelve
como ser para sí mismo. Día como espacio de los valores de socialidad en los que es ser
para los demás. Noche como espacio de los valores de intimidad en los que es ser para
sí mismo. Día como espacio de la existencia iluminado por la luz de Apolo, que es
razón y autoridad. Noche como espacio de la existencia iluminado por la luz de
Dioniso, que es fiesta y bacanal. Día como espacio de la existencia contenida, fijada en
el mundo de las presencias solidificadas. Noche como espacio de apertura del ser
hacia lo fluido de la existencia donde se resuelve como ser de imaginación, de
ensoñación, de deseo. Día como espacio de lo positivo, aquello que se muestra como
dictadura de la realidad que sujeta y delimita, fija y define. Noche como espacio de lo
negativo, aquello que existe como provocación y promesa al mismo tiempo y que abre
la existencia hacia lo distante y lejano. Día como espacio de la abstracción y del dinero
que sostienen y reproducen el mundo de la explotación, del dominio, de la
subyugación del hombre en la relación con el mundo de las objetivaciones enajenadas
y enajenantes: el dinero, el capital, el mercado, la familia, la moral, el derecho, la lógica,
la razón. Noche como espacio de la emoción, del sentimiento, de la voluntad y del acto
liberador que la lógica, la razón, la moral, el derecho buscan someter y controlar.
Sentido de día y sentido de noche, diferentes y opuestos. Lo uno corresponde a la
política, lo otro a la revolución.
Pero se presentan como si fueran lo mismo. O parte de lo mismo.
Herederos de la cultura occidental, que valora el trabajo y la guerra por encima
de todo, pensamos la existencia desde lo solamente positivo, desde la iluminación de la
realidad que nos viene de la existencia como día. De ese modo perdemos la noche. De
ese modo perdemos el espacio de la imaginación, de la ensoñación, del deseo. En la
pérdida de la noche de la existencia nos volvemos realistas, positivamente realistas,
súbditos de la realidad que se levanta como dictadura. De ese modo nos volvemos
políticos. De ese modo nos volvemos seres para el orden.
En la constelación de las palabras olvidadas, expulsadas del mundo de la vida
por efecto de la presión del orden de la realidad que se levanta como dictadura,
encontramos construcciones de sentido que claman por la recuperación de aquello que
la tradición positiva ha malogrado. Mirando el cielo estrellado de Matagalpa, uno de
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los cielos más hermosos por su profundidad y cercanía, Ernesto Cardenal, sacerdote-
poeta de la revolución, dice ante la multitud congregada: “El hombre moderno está
perdido porque le ha sido arrebatada la noche…”. Baja la vista y continúa: “…la noche
que se abre al infinito, más allá de las cosas dadas, la noche que hace posible la
reconciliación entre los hombres”.
Así, pues, la política, esa condición de existencia del hombre como ser realista,
anclado en un espacio histórico social dominado por las objetivaciones que sostienen el
orden: del dinero, del capital, del mercado, de la familia, de la razón, de la lógica, de la
moral, del derecho, del pensamiento positivo (única forma de ser realista), no es otra
cosa que el relato de la vida en la iluminación de la luz que surge del poder.
La revolución, por el contrario, en ese espacio de la existencia del hombre que
contraría el mundo de lo dado, de lo establecido, de lo normado, del ser contenido,
sometido a la explotación, al dominio, a la subyugación, espacio de la imaginación, de
la ensoñación y del deseo, no es otra cosa que el argumento aun no relatado de aquello
que está por nacer y se anuncia con la fuerza de un parto.
No es lo mismo lo uno y lo otro, pero se presentan como si fueran lo mismo. O
parte de lo mismo.
En el interior de la ideología orgánica, espacio del poder que se abre como
sentido común, el encantamiento que da forma y contenido al mundo de la apariencia
se presenta en el interior de una ecuación (visión positivista de la realidad) donde
revolución y política dan la impresión de que fueran haz y envés de una misma hoja. O
mejor, como continente y contenido. Es el efecto de la apariencia. La derecha orgánica
sostiene que la política, y no la revolución, constituye lo esencial del ser social. Es la
metáfora aristotélica del hombre como animal político. Cualquier acontecimiento por
medio del cual el poder se reconstruye en atención a las circunstancias que atraviesan
el orden, circunstancias por lo demás siempre cambiantes, se muestra como
revolucionario. Revolucionarias son así, en su nivel más reiterado, las prácticas de
remozamiento del estado como aparato general de dominio: remozamiento de la
función pública, de la legislación, de la administración, de lo que sea. La revolución
deja de ser sustantivo para convertirse en adjetivo, aquello que adorna a la política. La
izquierda, establecida también en ese mismo territorio del mundo de la apariencia, dice
en cambio que el ser que se abre paso por medio de la política es la revolución. De allí
la ilusión de constatar cómo la acción de las masas se recoge en la constitución, en la
constituyente... Quien piensa con atención a lo primero defiende su existencia en el
interior del orden. Quien dice lo segundo defiende el orden en el interior de la
existencia. Quien piensa con atención a lo primero lo hace en el interior de un espacio
de sentido que lleva como signo el cinismo. Quien piensa con atención a lo segundo lo
hace en el interior de un espacio de significación que lleva como sentido la quimera. De
allí el desconcierto de la madre frente al deseo manifiesto del hijo.
Mirando desde fuera del espacio de la ideología orgánica se puede observar que
las dos ecuaciones resultan ser modos distintos de enunciación de lo mismo. Modos
distintos de enunciación de lo mismo sostenidos por la lógica del poder que opera
como sentido común en el campo del pensamiento.
41
R, número 5 - junio-septiembre de 2010
En efecto: ¿qué tiene que ver la revolución renacentista de los monjes escapados
de los conventos medievales, de los juglares y trovadores que cantan a la vida en el
ímpetu exaltado por destronar los cielos con la política que se establece cuando el
orden burgués ha triunfado sobre los hombres? ¿Qué tiene que ver la revolución
burguesa de los Marat, de los Robespierre, de los Sade, de los Danton, que destronan
los tronos de la tierra y derriban las murallas del mundo feudal europeo con la política
que se establece cuando el capital industrial ha tomado presencia indiscutida en el
interior de los estados y de las naciones modernas que comprimen la existencia de la
sociedad por medio de la competencia y la guerra? ¿Qué tiene que ver la revolución
rusa de los obreros de las barriadas de Orlov, de los campesinos de las comunas Mir,
de los soldados de las trincheras levantados en armas en contra del régimen zarista con
la política que se establece en el interior del régimen stalinista? ¿Qué tiene que ver la
revolución de los campesinos, de los Zapata, de los Pancho Villa, de las Adelitas con la
política del régimen de los charros que se establece luego de que la energía de las
masas ha sido confiscada?
Y si de mirar la realidad nuestra se trata (expresión fallida porque lo nuestro –
nuestra realidad– no se agota en el interior de la parcela que la conciencia fetichista del
poder oligárquico designa como nación, patria, estado), ¿qué tiene que ver la
revolución de Alfaro de las guarichas y los montoneros con la política que se establece
en el interior del estado liberal controlado por la oligarquía de los Plaza Gutiérrez, de
los Aspiazu, de los Seminario? ¿Qué tiene que ver la revolución de los trabajadores de
la llamada Gloriosa del 44 con la política que se establece después del 45?
Se dirá que lo uno es consecuencia de lo otro. ¿Será? ¿No será?
Será solo a condición de que el entendimiento de la realidad sea puesto en un
plano de pensamiento dominado por el tiempo judeocristiano que se abre en un
proceso continuo, infinito, carente de rupturas esenciales, plano del pensamiento que
cobra cuerpo en la metáfora aquella de que dios escribe recto con líneas chuecas. ¿El
pensamiento de la revolución utiliza por acaso este plano teleológico-teológico para
pensar la existencia de lo humano? ¿Es acaso la historia un relato continuo? ¿No será
este pensamiento mismo el pensamiento del orden que en su omnipresencia somete a
los hombres a la ley de la continuidad? ¿El sentido de continuidad no estará presente
en el ser realista que compromete la existencia del ser con la realidad como dictadura
de la que el hombre no puede escapar?
Desde el sesgo izquierdista de la ideología orgánica se dirá que el ser de la
revolución se expresa, vive, existe en la política. Es la intuición del revolucionario que
quiere estar como sea en el poder. Esta intuición va por el lado de la expresión: ser
relista. Ser realista equivale a mimetizarse con el poder. Desde este punto de vista su
deseo es por lo demás correcto. Pero ser realista en el campo de la revolución es una
estupidez.
Desde el otro sesgo de la ideología orgánica, es decir desde el sesgo de la
derecha ideológica, se dirá que el ser de la política se abre paso por medio de la
revolución, entendida ésta como circunstancia lamentable de la sociedad de la que no
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se puede escapar, revolución que, para los fines del poder, se metamorfosea de
inmediato en dimensión caricatural.
Lo uno es lo quimérico, que en su degradación se muestra obsceno. En efecto,
no hay nada más obsceno que la presencia en el escenario de la vida del poder del
poeta coronado. Lo otro es lo cínico, que en su degradación se muestra como mentira.
No hay nada más mentiroso que la revolución conducida por la mano del poder… No
hay nada más mentiroso que la imagen del buen burgués considerado que comprende
las urgencias de los de abajo.
La intuición del riesgo que desmorona la revolución en la política se muestra de
cuerpo entero en la película Ilusión. La narración se desarrolla en el contexto de la
revolución búlgara fracasada. El destino del poeta, personaje central que no se sabe de
dónde viene, aunque se intuye su origen pues hay referencias permanentes que
insinúan que lo hace desde lo más profundo de la existencia social, ese espacio siempre
clandestino donde moran los campesinos oprimidos y explotados, se hace patente en el
acto consagratorio de su amigo pintor, compañero de andanzas, que termina cediendo
a la presión del régimen establecido donde el fulgor de antaño queda ahogado para
siempre en el resplandor ficticio del reconocimiento oficial. Es la historia de la
revolución que se desmorona en la política. No es la historia de una traición, aunque
algo hay de ello, es la historia de una paradoja. Lo mismo podemos ver en la novela de
Ya-Din: Juegos de Fuegos y Agua, que se desarrolla en el contexto de transición de la
revolución al orden. Consecuencia de ello es la represión ocurrida en la plaza de Tien-
An-Men. Gago Gao, pintor también, expulsado de su patria y despreciado por París, a
donde ha ido a dar con su existencia, pregunta a su amigo Liang, coterráneo suyo y
filósofo, mientras deambulan en la noche en la ciudad inhóspita: ¿Por qué los chinos
somos tan feos? La respuesta es contundente: lo feo viene de lo indefinido de la
existencia en el mundo de las formas hechas. Indefinido en el sentido de aquello que
no se ha dejado definir y que se presenta por lo mismo como una excrescencia. Lo feo
es lo inasible, lo misterioso, aquello que no se ha dejado aprehender, integrar a la
existencia normada. Es lo incomprendido, aquello para lo cual no existen las categorías
suficientes en el campo del lenguaje y que transita por la vida como algo y no como
alguien. (Como lo indio en el caso nuestro). Feo es aquello que no se deja leer porque es
fugaz y esquivo, movedizo en el interior de una gramática que lo condena al oprobio.
Todo eso es lo feo, resultado de la mirada política del orden en el interior de una
estética particular.
En el contexto de la revolución posiblemente lo feo para el orden se muestre
como bello. En efecto, bello es lo transitivo, lo cambiante, lo fluido, lo fugaz, lo que no
se deja definir, aprehender, normar, aquello que no cancela el movimiento de la vida
sino que lo abre.
Para América Latina del siglo XX, América Latina de los mil novecientos
reconocida en el famoso tango Cambalache, el desmoronamiento de la revolución en la
política podemos encontrarlo retratado de cuerpo entero en la novela de Carlos
Fuentes: La Muerte de Artemio Cruz. Novela desgarradora debido a que se ubica en ese
justo punto en el que la revolución se desmorona en la política. El personaje principal,
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Artemio Cruz, transita con su existencia del un campo hacia el otro. De teniente de las
fustas libertarias, joven y enamorado, termina convertido en un asqueroso hombre de
negocios, infame e indolente, sostenido por el aparato charro. Lo uno es la revolución.
Lo otro es la política.
La intuición del riesgo del desmoronamiento de la revolución en la política
atraviesa la tradición de la izquierda de épocas revolucionarias de la humanidad,
riesgo de someter lo fluido de la existencia a lo sólido del poder. Lo fluido de las
masas, lo fluido de los colectivos humanos, lo fluido de la historia. Lo fluido de la vida,
en suma, que se muestra en el campo del lenguaje bajo la forma de palabras que fluyen
en la resonancia de la voz. Haga usted la prueba, amigo lector, pronuncie lentamente la
palabra proletario, en la medida de lo posible hágalo en ese espacio propio de la
existencia relacionado con la intimidad, es decir fuera de los discursos oficiales y de la
política, del mundo agobiante de la competencia que impone el mercado, de las
tensiones propias de la vida cotidiana, y advertirá que detrás de ella late algo, algo más
que el mero juego del yunque y del martillo del oído como dispositivo del tímpano que
atrapa el sonido, sino más bien algo como aquello que late en la palabra bien lograda
del poeta que señala, más allá de la palabra, pero por intermedio de ella, el camino
oculto de la vida que abandona el mundo de las sombras. No es lo mismo decir obrero,
o trabajador asalariado, que siendo cercana a la realidad que designa (el hombre
atrapado en los engranajes del capital), no vibran con la misma emoción de la anterior.
Y no pueden vibrar con la misma emoción porque corresponden a otros lenguajes que
no son de la vida, vida del hombre simple que va con su existencia por el mundo en
busca de libertad, sino de la vida como economía, como sociología. Lenguajes de la
vida fijada, normada, capturada. Lenguajes que no son de la revolución sino de la
política. De allí su ausencia en el territorio del análisis que pone en movimiento la
academia, de los discursos de las ciencias sociales, de los discursos del poder. De allí su
existencia proscrita y silenciada. De allí su ubicación en un tiempo que no es el
presente. En la palabra proletario late aquello que afirma o vuelve patente lo fluido de
existencia, lo fluido de la vida, aquello que no se deja definir, atrapar, aprehender,
aquello que busca el espacio de la sombra en la intimidad de la noche de la existencia,
aquello que mirando la profunda cercanía del cielo estrellado es promesa de
reconciliación entre los hombres, aquello que va por el mundo del orden de ilegal y
clandestino. Igual otras palabras: compañero, amigo, hermano, comunismo, que no son
palabras petrificadas, solidificadas, sino fluidas, no solo en la pronunciación sino
también en la cadencia de la voz.
Hay algo de nocturnidad en los personajes de la revolución, algo que habita en
los espacios profundos del ser más allá del orden como realidad sujetadora (arnés y
bozal de la existencia), algo que está en los dominios de lo propiamente humano, que
es pasión por la vida y compasión con los demás. Pasión como vida que sigue el
camino del deseo… Compasión, no en el sentido cristiano vulgar de reconocimiento de
la debilidad del otro, sino como vivencia de la pasión con el otro.
En el recuerdo que la memoria colectiva hace del Che, su humanidad no se
encuentra a gusto en la imagen de cuando se desempeñaba como ministro de
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economía. Ni siquiera en la figura presente en la famosa reunión en Punta del Este,
donde su conducta fue ejemplarmente provocadora al enrostrar la inhumanidad de los
políticos que controlan el mundo. Su humanidad no está en el campo de las
realizaciones logradas que abandonan el mundo de la vida para establecerse en el
campo del orden. Los seis días del Génesis gritan en contra del séptimo, que impone
orden sobre lo creado bajo la mirada vigilante de Dios, que es poder y autoridad. La
humanidad del Che se pone de manifiesto más bien en el relato de su vida errabunda,
de su ser para el mundo, en la que el sentido de su existencia toma el camino del
Quijote. Luego vendrán, como referentes de ese caminar: Pinar del Río, Santa Clara, El
Congo, Mozambique, Vietnam, América Latina, donde termina sus días. En el retrato
de su cuerpo en la escuelita de La Higuera, la cámara ha captado el instante supremo
donde lo esencial como verdad de la existencia se hace patente. Recostado sobre su
cuerpo, su humanidad, en la que se eleva más allá de la muerte, compite en
profundidad y cercanía con la humanidad del Cristo de Mantegna.
Y lo mismo se puede decir de otros revolucionarios: de Augusto Blanqui,
personaje de la Sociedad de las Estaciones, con la que se abre el ciclo de las
revoluciones modernas... De Flora Tristán, personaje de los obreros ingleses insurrectos
(peruana de nacimiento y feminista, a quien corresponde la divisa aquella de:
Proletarios del Mundo Uníos), hombres de carne y hueso del siglo XIX con quienes la
revolución toma el camino de la utopía comunista... De León Trotsky y de Lenin,
personajes de las dos revoluciones rusas, de la de 1905 y de la de 1917, que terminan
desmoronándose en la política del régimen de Stalin… De Rosa Luxemburgo,
personaje de los sindicatos y de las masas organizadas... De Vera Zasulich, personaje
central de las discusiones con Marx acerca de los contenidos y de las formas de la
revolución moderna en los países no industrializados… Del propio Marx de El Capital
y de los Manuscritos, personaje fundamental de la Sociedad de los Justos, de la Liga de
los Comunistas, del Partido Comunista europeo… De Mao de la China, personaje de la
Gran Marcha... De Fanon, médico jamaiquino, autor de Los Condenados de la Tierra,
llevado por los vientos de la vida allende los mares, personaje de los procesos de
liberación del África y de la Revolución de la Negritud… De Zapata de los campesinos
del sur…, de Pancho Villa de los campesinos de Sonora…, de Maceo de los negros
cimarrones de Cuba…, de Allende de las comunas, de las minas y las barriadas en
Chile… En fin, presencias vivas de la revolución que con su existencia gritan en contra
del séptimo día del mundo del capital.
Por lo demás, el riesgo del desmoronamiento de la revolución en la política ya
fue advertido en su momento por un conjunto bastante amplio de intelectuales de
izquierda, muchos de los cuales, en el contexto de los procesos desatados por Stalin,
fueron a morir en los campos de Siberia. Se atribuye la matanza al temperamento del
dictador, formado en el espíritu del llamado despotismo asiático. Pude ser ello así, no
cabe la menor duda, la historia sabe elegir sus personajes a partir de lo que los
individuos son en la vida real. Pero se trata más bien de florescencias humanas en el
momento justo en el que la revolución empieza a ser desplazada hacia el campo de la
política. El riesgo no proviene del temperamento de los personajes, como normalmente
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se interpreta desde el sentido común asentado en la hegemonía del individuo, esa
religión moderna en la que se expresa el fetichismo del hombre aislado, sino de las
propias contradicciones en la que se resuelve la vida de la sociedad. Lo fluido de la
revolución ha de ser absorbido lamentablemente en lo sólido del poder. Es el momento
trágico de la existencia de los hombres, de la sociedad, en el que la revolución cede el
paso a la política.
La intuición de este hecho, propio del acontecer humano (la historia al fin y al
cabo es dramática y paradojal), puso en la mente de León Trotsky la idea de la
revolución permanente. Idea genial en un tiempo de estancamiento de la historia que
recupera lo fluido de la existencia como horizonte de vida del hombre y de la sociedad,
terminará ahogada en sangre. Una arqueología de la muerte de Trotsky nos mostraría
los momentos distintos del drama en el que la política devora a la revolución, ni más ni
menos como en el relato de Goya, donde Saturno devora a su hijo.
De un modo igualmente dramático, aunque menos brutal, la dialéctica de la
historia se hace presente en otros contextos donde el enfrentamiento sigue el camino de
la lucha teórica: Lenin versus Kautsky, Rosa Luxemburgo versus Bernstein, Mariátegui
versus Haya de la Torre…
Para el mundo actual, mundo de la globalización y de la revolución cibernética,
mundo de la sociedad del espectáculo, la caída del muro de Berlín se ha constituido en
el hito referencial que separa la época de la revolución de la época de la política. Marca
un momento de quiebre en relación al modo de ser de lo social: lo social cerrado en sí
mismo, omnisciente y omnipresente, y lo social abierto al mundo de la vida. Pero la
cancelación de la revolución del siglo XX hay que ir a encontrarla más bien atrás en el
tiempo, allá por la década de los treinta, cincuenta años antes, cuando la Tercera
Internacional asumió como divisa suya la tesis del socialismo en un solo país. Con esa
tesis, expresión pragmática del pensamiento positivo, la revolución ingresa en el
camino de su degradación. Ya no expresa lo fluido de la existencia de los hombres en el
campo de la aventura de su existencia, sino el lado cosificado, normado, fijado,
detenido de la sociedad. Lo que vino después no fue otra cosa que el estrepitoso
desmoronamiento de los residuos que aún quedaban de aquella época de la acción de
las masas organizadas. Residuos petrificados, solidificados, como los restos del propio
muro después de ser abatido. Residuos enquistados en el interior de las burocracias de
los estados socialistas. Por eso el derrumbe del socialismo real en dominó.
La época actual de la humanidad, época de realismos y no de deseos, tiene su
partida de nacimiento por esos años. La verdad contenida en la leyenda de la caída del
muro de Berlín, porque leyenda ha pasado a ser, más allá de señalar el momento de
inflexión de la historia moderna, es argumento de legitimación del mundo de la
política como modo de la existencia de lo social. Argumento que positivó la acción de
las personas, de las masas, de los sindicatos, de los partidos de izquierda. Argumento
que los volvió realistas. Lo peor de todo ello es que positivó también el pensamiento.
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2. La degradación de la política
La política, a diferencia de la revolución, que es un hecho natural en el plano de
lo humano, es una construcción histórico-social. Una de las tantas que han existido a lo
largo de la historia. Se funda (la política, quiero decir) en un mito que da lugar al
surgimiento de la modernidad: la idea de que la sociedad en tanto que comunidad de
destino descansa en la razón. Razón que encuentra su expresión lograda en el derecho.
En la sustentación de la política, es decir, en la reproducción del orden social, razón y
derecho van por el mundo de la existencia de la vida de los hombres tomados de la
mano.
1.- La razón se despliega hacia el estado como razón política, que es razón
pragmática y dominio en el interior del mundo burgués: razón pragmática del capital.
2.- La razón se despliega hacia el individuo como derecho, que es servidumbre
ante el mundo de las abstracciones en las que se resuelve el poder.
En ese ir tomados de la mano por los caminos de la existencia social, razón y
derecho se sostienen mutuamente en el interior de un mismo relato en el que se
presentan como sujeto y predicado. Relato del poder que encubre el mundo de la
dominación. De ese relato surge el individuo, solo y aislado, carente de sostén, perdido
en el interior de la multitud amorfa, necesitado de auxilio y de protección, menesteroso
e íngrimo. Y surge también el que le ha de sostener, el que le ha de proteger, el que le
ha de sacar del mundo de la insignificancia. Surge el estado como el Gran Otro. La
política es así la realidad de la existencia en la que el individuo se encuentra con el
estado. La política es estado más derecho, capital más contrato social. Ese el ser de la
política: construcción histórico-social de la modernidad capitalista.
Toda construcción histórico-social está sujeta a la erosión ineludible que impone
el tiempo, a su degradación, a su decadencia, a su declinación irremediable. La época
actual de la humanidad, época de la globalización, de la revolución cibernética, de lo
post-todo, corresponde a ese momento de decadencia de la política, decadencia del
mundo del capital, momento tercero de su existencia en el plano de la dialéctica de la
historia antes de precipitarse definitivamente en su muerte. Resultado de ello son los
signos de los tiempos en los que se hace evidente: en la degradación de la vida social,
en la degradación de la vida de los hombres, en el cinismo de los contenidos y en lo
obsceno de las formas… Pero el poder la quiere joven y bella, maquillada y con afeites,
vieja remitida a la edad de sus quince años... Es el recurso de su actualización en la que
el poder pretende volverla eterna.
Para fines de la emancipación humana quizá sea preciso, en este momento de
decadencia de la civilización fundada en la abstracción y el dinero, pensar los
problemas de la sociedad y de los hombres en el campo de la revolución y no en el de
la política.
R
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19 Socióloga (UCE), Especialista Superior en Gestión Local (UASB), Maestra en Filosofía China
(USFQ), Coordinadora Académica del Programa CILA del Higher Consortium Of Urban
Affaires (USA) en Ecuador.
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elementos sustanciales en torno a una teoría crítica de la subordinación femenina
como base de la generación de plusvalía –por tanto, como base del funcionamiento
del sistema capitalista en su conjunto e integralidad—.
La develación de este fenómeno, en la obra central de Marx, El Capital, el
rol de las mujeres en los encargos domésticos como un factor central que sostenía
la generación de plusvalía y por tanto, factor central de la propia reproducción del
capital invita a reflexionar acerca de los contenidos de las propuestas de
emancipación de mujeres y hombres. Me apoyaré, en relación con desarrollos
posteriores de estas nociones, en proposiciones de algunas autoras y autores
feministas contemporáneos.
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asegurada por el trabajo sin pago de las mujeres (y muchas veces los niños) y tras
los velos de la privacidad (la domesticidad), es la clave tras la plusvalía.
¿Cómo ocurre esto? Como sabemos, al convertirse en mercancía, los seres
humanos pueden ser comprados por el capital para ser usados en la producción.
La mediación de esta compra, como la de toda mercancía, es un pago en dinero, el
salario.
Marx establece que este salario en realidad no paga el “trabajo” de un obrero,
como pretende la apariencia de la transacción compra-venta. Lo que el empresario
paga es la “fuerza de trabajo”, la capacidad del trabajador para realizar un trabajo
productivo en un tiempo determinado, el valor social que se precisa para producir
la mercancía “fuerza de trabajo”, es decir lo que cuesta reproducir al trabajador en
su vida misma. Lo que permite al capital obtener ganancia, son las tareas
reproductivas y domésticas impagas, en su mayoría a cargo de mujeres y niños. La
existencia segura de este trabajo impago y barato es el que hace posible la
reproducción continua y ampliada del proceso de acumulación. [En el caso de la
economía capitalista a escala mundial, también la explotación de la naturaleza cumple con
este papel invisible para la reproducción continua y ampliada del proceso de acumulación –
Nota del Editor.]
Develar cómo el trabajo reproductivo no reconocido de las mujeres sostiene
la conversión del trabajo en mercancía fuerza de trabajo, y permite que el salario ---
subsidiado por este trabajo impago --, pague las horas socialmente necesarias para la
reproducción básica, al mínimo, del trabajador y de su familia --en pobreza, y cada
vez más en pobreza extrema—pone en evidencia el centro, la lógica de un sitema
de explotación social, donde la jerarquía de clase se enanca sobre el género.
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Si bien Marx y Engels reconocen a las economías domésticas como una forma de
organización social común a todas las sociedades, uno de cuyos encargos centrales
ha sido la reproducción de los individuos, establecieron a la economía doméstica
moderna como subsumida económica e ideológica y políticamente al modo de
producción capitalista. 20
Según Claude Meillasoux, en las Formen (“Elementos fundamentales para la
crítica de la economía política, 1857/1858) Marx aún consideraba a la comunidad
como constituida de modo “espontáneo” y a la familia como un fenómeno
“natural”, eludiendo el examen de las condiciones históricas y materiales que
contribuyeron a la aparición de estas formas específicas de organización social. Sin
embargo, ya en El Capital, Marx introduce el concepto de reproducción social como
un fenómeno económico / político donde se reunen lo productivo y lo reproductivo
y que expresa siempre la lógica de un modo de producción determinado. 21
Como afirma Meillasoux, cuando Marx asume esta noción de la
reproducción social es cuando puede salirse de una visión naturalista de la
comunidad y de la familia. Así, “Marx señala.... el lugar que ocupan las relaciones
de producción en su constitución [en el capitalismo]” (Meisllasoux: 1987: 15). Para
Meillasoux, esta develación de Marx sobre la unidad de producción –
reproducción, ha sido negada por los diversos cánones marxistas, que
establecieron la “primacía” de lo productivo sobre lo reproductivo en el
funcionamiento social, mientras para este autor Marx y Engels colocaron “en el
mismo plano la producción de los medios de existencia y la producción de los
hombres”. Personalmente, sin embargo, sostengo que Marx dotó de un mayor
20 Para Marx, las comunidades domésticas de carácter precapitalista se basaban en la división
del trabajo, la posesión común de la tierra, la producción de autosubsistencia y el énfasis en los
valores de uso. Su fin era la producción de valores de uso y la reproducción del individuo al
interior de las relaciones determinadas por cada comunidad (Formen, trad. Balibar p.8, citado
por Meillasoux: 87).
21 Cuestionamos sin embargo, la apreciación de Meillasoux de que “en el modelo de Marx todo
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significado sistémico a aquellos factores que garantizan la reproducción social y
uno de ellos a mi juicio, es la subordinación de las mujeres y de lo doméstico y su
función en la existencia del sistema del capital donde el análisis del sitio y la
función del trabajo de las mujeres “sigue velado” [Ver. Tomos II yIII de El Capital).
En este punto, a mi juicio, no solo el marxismo tiene pendiente una revisión
— sino que el feminismo marxista tiene una tarea pendiente que cumplir: una
relectura de El Capital, en especial de los tomos 2 y 3, donde se desarrollan las tesis
relativas a la reproducción del sistema. Esto tiene implicaciones centrales tanto
para analizar el capitalismo como las formulaciones sobre el socialismo como
paradigma de transformación: habría que mirar juntas la organización económica y
la social, no separadas como se lo hecho hasta ahora en el pensamiento de la
izquierda, lo que conlleva incluir el análisis de las familias y el trabajo doméstico
no solo en la reproducción ampliada y global del capital sino en una sociedad
donde no exista explotación, subordinación ni exclusión para las mujeres.
La noción de las relaciones de género como relaciones sociales tiene una génesis,
en la obra de Marx y de Engels, cuyos hitos han sido establecidos por autoras
como Friga Haug. 22 Haug señala que los autores pasaron de concebir las
relaciones hombre-mujer como relaciones personales, a hablar de la relación entre
los sexos y la situación/condición de las mujeres como “un problema” y
posteriormente como "relaciones sociales".
“En La situación de la clase obrera en Inglaterra, escribe Haug, Engels (1846)
desarrolla la idea según la cual la propiedad privada resulta ser la base de la
dominación del hombre sobre la mujer” y que, por tanto, “en el regimen socialista
no habría opresión de la mujer.” Según la autora, Engels descubre que la división
entre trabajo asalariado y trabajo doméstico promueve un patrón de dominación
en las relaciones de género, aunque analiza el tema desde una perspectiva moral
(por ejemplo, en torno a las terribles consecuencias que tiene para los niños el
trabajo de la mujer en la fábrica), sin lograr abordar el carácter constituyente
propio de las relaciones de género bajo el capitalismo. Será en El Capital (Marx,
1986: Tomo II, citado por Haug) donde Marx establecerá el “entrelazamiento de la
explotación capitalista y una específica división del trabajo en relaciones de género
históricas (lo que) muestra que, entre otros tipos de opresión, la producción
capitalista se basa en la opresión de la mujer. Marx se acerca a esto, cuando en El
Capital argumenta que la reproducción de los trabajadores en el modo de
producción capitalista es condicionada por otros modos de producción exteriores
a su fase relativa de desarrollo.”
22Haug, Frigga, “Hacia una teoría de las relaciones de género” en La teoría marxista hoy.
Problemas y perspectivas. Parte Tres. Nuevos temas de reflexión en el capitalismo
contemporáneo, (marxismo.html).
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Haug concluye que “las relaciones de género son relaciones sociales de
producción” y que “los diferentes modos de producción en la historia moldean
relaciones de género”. De este modo, provocar la emancipación de las mujeres –al
estar ellas sosteniendo muchas tramas de subordinación históricas— sería el
rasero con qué medir la profundidad de cualquier transformación. En La Sagrada
Familia, señala Haug, Marx afirma: “El cambio de una época histórica puede
determinarse siempre por la actitud de progreso de la mujer ante la libertad, ya
que es aquí, en la relación entre la mujer y el hombre, entre el débil y el fuerte,
donde con mayor evidencia se acusa la victoria de la naturaleza humana sobre la
brutalidad. El grado de la emancipación femenina constituye la pauta natural de la
emancipación general” (Marx y Engels, 1962: 261, citados por Haug).
23Grynspan, Rebeca, op- cit., pág. 85.
24Según Grynspan, el coeficiente de Gini oscila entre .42 y .63 en América Latina lo que significa
que, en el primer caso, el 10% más rico de la población tiene ingresos 15 veces mayores que el
10% más pobre y en el segundo caso, que el 10% más rico tiene ingresos 84 veces mayores que el
10% más pobre (Grynspan: 1998).
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familiar [y] sufrieran en forma desproporcionada los recortes al gasto
gubernamental que les condujo a aumentar sus cargas de trabajo” 25 .
Entonces, no solo que el salario no paga más la reproducción básica del
trabajador y su familia, sino que el neoliberalismo ha provocado el traspaso de
servicios públicos del Estado hacia actores privados y a familias, en buenos
términos, a los hombros de las mujeres. El Estado neoliberal lleva mucho más allá
que las anteriores modalidades la sobreexplotación del trabajo y de los cuerpos de
las mujeres al despojarlas de recursos (las convierte en fuerza de trabajo flotante
por excelencia), al asignarles beneficios (bonos) en función de otros y al contar con
su trabajo no pagado, reproductivo, para funciones que el Estado neoliberal ya no
cumple en los ámbitos de la salud, educación, construcción de viviendas e
infraestructuras. Las mujeres cargan también con responsabilidades en la
generación del “salario” social que antes pagaba el llamado Estado de Bienestar.
De este modo, las mujeres --en el pliegue neoliberal del capital--, han sido
instrumentalizadas como productoras / reproductoras no solo del mercado sino
también del Estado (a través de los servicios sociales, los subsidios y la
focalización).
Por otro lado, si la imposibilidad de separar la fuerza de trabajo encarnada
en la mercancía “trabajador”, es lo que permite que la interpretación errónea,
fetichizada, sobre la plusvalía se produzca, es necesario también analizar la visión
política que actorías de mujeres, en diversas partes del mundo, han adoptado en
torno a reivindicar el Estado Laico como el Estado deseado, un Estado de derechos, de
separación de las dimensiones políticas y religiosas, que impidan la persistencia (o
el retorno) de fundamentalismos que pongan en riesgo los derechos de las
mujeres.
¿Es posible garantizar realmente los derechos en el Estado del capital? El filósofo
Bolívar Echeverría pone en duda el carácter emancipatorio de la noción de Estado
laico. El laicismo, para este filósofo, es uno de los pliegues más profundos del
discurso del capital en el Estado (Echeverría: 2006: 41).
“La secularización, afirma Echeverría, es central del liberalismo. En Europa
se inició con la reforma protestante y se completó en el Siglo de las Luces.
Consistió ilusoriamente en la creación de un aparato estatal puramente funcional,
ajeno a toda filiación religiosa e indiferente a todo conjunto de valoraciones
morales; tolerante de cualquier toma de partido en política y depurado de toda
tendencia ideológica que no sea la propensión abstracta a la defensa del mínimo de
los derechos que corresponden a la dignidad humana, en el caso de todos los seres
25 Braidotti, Rosi, “Mujeres, Medioambiente y Desarrollo Sustentable”, en Vásquez García,
Verónica & Velásquez Gutiérrez, Margarita, comp., Miradas al Futuro, Hacia la construcción de
sociedades sustentables con equidad de género, PUEG / CRIM / CP (Universidad Nacional
Autónoma de México) / IDRC, México, 2004, pág. 28.
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humanos por igual. Un dispositivo absolutamente neutral ante todo contenido
(Echeverría: 2006: 43).”
El marxismo, para Echeverría, miró siempre con ironía y como una ilusión
la pretensión liberal de haber desacralizado e inaugurado una nueva forma para lo
político, justamente por creer en la posibilidad de un Estado incontaminado, por
creer que pueden existir estructuras vacías, que un continente –en este caso, el
Estado-- puede ser neutral respecto de su contenido. Como ha recordado Borón, la
crítica de Marx a Hegel va en el mismo sentido. Marx, dice Echeverría, consideró a
la ideología liberal como cínica porque condenaba a la vieja política como
sometida a la religiosidad pero escamoteaba la religiosidad propia del Estado
liberal, la cual es “una religiosidad moderna y de nuevo tipo, la religiosidad del
fetichismo de la mercancía”, categoría central que permite discutir que el laicismo
capitalista sea “una secularización de lo político”. Siguiendo a Marx, Echeverría
advierte: “nos alejamos de Dios pero seguimos presos del Mercado tanto como del
Estado”.
Echeverría recuerda que la crítica de Marx a la “pretensión progresista,
emancipadora o racionalizadora del liberalismo capitalista en la esfera política”,
nació “de la experiencia cotidiana de la vida social moderna, en especial la que de
ella tenían los trabajadores, cuyo sentido consistía en volver invivible la vida
humana y cuyo rumbo era la barbarie” (Echeverría: 2006: 44). Para Amaia Pérez
(2005) 26 , se trataría de una modalidad de reconocimiento de los sujetos en una
sociedad que sitúa a los mercados en el epicentro y que niega la existencia de una
responsabilidad social en la sostenibilidad de la vida, lo que requiere la existencia
de trabajos y agentes sociales invisibles [y como ha mostrado la literatura,
remunerados por debajo de su valor], para la pervivencia del sistema (2005: 31-
32).
26 Pérez Orozco, Amaia, “Amenaza tormenta: la crisis de los cuidados y la reorganización del
sistema económico”, Departamente de Economía Aplicada I (Internacional y Desarrollo),
Universidad Complutense de Madrid, 2005, pág. 31 y 32.
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el género es un subtexto –noción introducida por Nancy Fraser (1998)--, carácter
que expresa los problemas políticos e ideológicos que existen para visibilizar las
luchas de las mujeres, como parte de las resistencias anticapitalistas y levantar al
interior de las comunidades de izquierda proyectos de resignificación del género,
las sexualidades y las sociedades (Carrión: 2008).
Para Nancy Fraser, las formas de dominancia masculinas o patriarcales no
son una persistencia de formas pre-modernas de desigualdad. Son formas
“plenamente modernas incluso en la manera como separan / invisibilizan los
asuntos de género en la economía, el trabajo remunerado, el estado y la
reproducción doméstica. Así, sin una mirada crítica de género, el Estado incluso
en sus versiones postcapitalistas, estarían convalidando el consenso normativamente
asegurado referente a la dominancia masculina y la subordinación femenina (Fraser:
98)”.
Estas modalidades de explotación y cruce de formas de dominio han puesto
en cuestión temas como el “sitio” de las mujeres en el capitalismo y en los
proyectos de emancipación, llevan a preguntarse por la necesidad de reflexionar
sobre los temas de la domesticidad, los encargos productivos y reproductivos de
las mujeres y las propuestas de transformación social si ellas velan las dimensiones
económicas, políticas, sexuales, ambientales y culturales que poseen las vidas y el
estatus de las mujeres (Braidotti: 2005). Una transformación emancipatoria de las
sociedades capitalistas de dominancia masculina demanda un correlato de
transformación de los papeles de género en las esferas privadas y públicas y en las
instituciones que las sostienen “sin lo cual seguirá siendo muy difícil incluir y
garantizar los derechos de las mujeres de una forma plena” (Fraser: 1992).
Para un proyecto de emancipación que cuente con las mujeres y sus
intereses de transformación como aliados del conjunto de sectores explotados y
dominados, los temas de género deben dejar de ser subtextos o funcionar como
barreras políticas ya que siempre son pospuestos considerándose de “segunda”
importancia.
Amaia Pérez (op. cit.) recuerda que las mujeres de comunidades
subordinadas, como las indígenas y afros y las empobrecidas o excluidas, siguen
organizadas en sujeción a las desigualdades de clase, de etnia y a los remanentes
poscoloniales del poder. Este enfoque nos regresa al carácter contradictorio del
discurso liberal de los derechos de cara a la contradiccion entre los postulados de
la democracia liberal con su matriz, el sistema capitalista.
Braidotti relieva la posibilidad de pensar en visiones alternas de
transformación desde una perspectiva feminista que conduzcan a la
transformación de las sociedades patriarcales donde el desarrollo de la autonomía
de las mujeres (medio para recuperar el control sobre sus vidas, su cuerpo y su
sexualidad frente a las instituciones y los varones) sea un prerrequisito (Lycklama
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a Nijeholt, 1987: 33, citada por Braidotti: 29). Este, dice Braidotti, es un enfoque
para dar a las mujeres el poder de transformar el género y las demás relaciones,
incluidas las Norte/Sur (Braidotti: 2005: 29)
Estas corrientes, gestadas por mujeres de organizaciones base, han
permitido alejarse de una “conceptualización depreciadora” del capitalismo
patriarcal, “donde solo lo público o lo mercantil es valioso” (Thomas Slayter et al:
2005), y acercarse a la “función medular del papel de la división sexual del trabajo”
en el trabajo no remunerado (e invisible) de las mujeres y las familias. La ecología
política feminista, en palabras de Rocheleau, Thomas-Slayter y Wangari (2004:
350), “a partir de las voces de mujeres populares” 27 , pone en valor el conjunto de
prácticas y saberes, sobretodo en manos de mujeres, con que sostienen sus roles
“como productoras, reproductoras y consumidoras” y en base a los cuales han
desarrollado “habilidades [..] para manejar sistemas complejos de hogares,
comunidades y paisajes”, “levanta la mirada despreciativa sobre la domesticidad y
las producciones que las mujeres realizan en sus hogares, los campos y los
paisajes”.
Desde este concepto las autoras abren el enfoque para pensar otra
politización de lo doméstico y las economías familiares por vías que no son las de
la matriz occidental capitalista del género, donde lo doméstico está cargado de
negatividad, donde es el otro lado del ideal, el espacio a rechazar.
Reconceptualizar la dimensión doméstica como una de producción y creatividad
para mujeres y hombres. Otros caminos, son posibles.
Para este trabajo hemos entendido género como el conjunto de
determinaciones, estatus y poder diferentes atribuidos a mujeres y hombres a
partir de sus diferencias biológicas, los que establecen sus identidades y
condicionan sus papeles, expectativas y oportunidades sociales y los ubican en
posiciones de poder o subordinación que marcan sus opciones de vida. El género
es un elemento constitutivo de las relaciones sociales fundado en las diferencias
entre los sexos y una forma básica de significar relaciones de poder –
subordinación entre hombres y mujeres. Todas las sociedades han construido
diferencias entre los sexos y convertido esa diferencia en desigualdad.
Debido a que la noción de género, viene siendo muy criticada política y
teóricamente por su funcionalización a los sistemas de poder vigentes, sobretodo
desde ingenierías de reforma de las gubernamentalidades y a su inscripción en el
discurso liberal de los derechos, 28 la noción de diferencia sexual (Braidotti, Rossi:
27 Rocheleau et al, “Género y Ambiente, una perspectiva de la ecología política feminista”, en
Miradas al Futuro, Hacia la construcción de sociedades sustentables con equidad de género,
UNAM, México, 2004: 350.
28 Cuestionamiento que también es sostenido por algunas actorías del movimiento de mujeres
en Ecuador.
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2005), ha sido introducida como una via para hacer emerger las múltiples posiciones
de género que se derivan de procesos de subjetivación atravesados por relaciones de
poder asimétricas, relativas a la etnicidad, la raza, la clase, la edad, la orientación
sexual, entre otras (Bonder: 2006: 20 y siguientes) 29 .
Braidotti (citada por Bonder: 2006), plantea la noción de diferencia sexual
para afirmar la centralidad de la división sexual en la formación de la cultura
humana, sustentada en un orden simbólico de primacía fálica que “ha expulsado lo
femenino, salvo como objeto fantasmático del deseo masculino”. Braidotti aclara
que hablar de diferencia sexual en lugar de género tiene el sentido de evitar caer
en las trampas de la lógica falocéntrica que exige de las mujeres soportar la carga
de la inexistencia, la falta, o en el otro extremo, alcanzar la posición de sujeto a
partir de su homologación con el varón.
Esta invisibilidad de las mujeres por fuera del deseo masculino –y aún allí
alienadas— señalada por Braidotti, es uno de los registros más comunes de nuestras
luchas centenarias. Sin embargo, al ser mirada tras la penumbra o los velos y en las
resonancias de la materialidad de las condiciones de vida del capital, o en la
sujeción de las relaciones de parentesco, sociales, culturales, políticas y estatales
(de la ciudadanía), viene haciendo posible con-llevar otros modos de afrontar la
emacipación de las mujeres. Que, según Marx, es y será de toda la sociedad.
R
29 Bonder advierte sin embargo, que aunque esta perspectiva plantea una crítica al
sustancialismo y universalismo hacia el que se habría deslizado la noción de género, otras
corrientes del pensamiento feminista ven con ojos críticos a quienes estarían listos por "tirar el
bebé con las aguas del baño", privando así al movimiento feminista de una de sus más potentes
herramientas a nivel teórico y político, es decir el concepto de género. En su opinión, se ha
llegado a este extremo como corolario de la retracción del movimiento feminista, la
"academización" de la teoría feminista y el afán de ganar prestigio intelectual en las
universidades y, consecuentemente, la separación de las vidas y sufrimientos del conjunto de
mujeres
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Ahora ha comenzado una nueva vida, la que corresponde a la jubilación.
Como muchos jubilados, no se apartará de las luchas. Permanecerá muy activa
y todavía hará una gran aportación a la reflexión y a la acción. Denise tiene
todavía muchas cosas que recibir y que dar.
Fue parte, de manera activa y creativa, de esta Autres Voix de la Planète,
cuya responsabilidad asumió con mucho éxito durante dos años.
Traducido por Griselda Pinero
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cancelación de la deuda implican de forma implícita la emancipación de las mujeres.
Para el CADTM, la cancelación de la deuda no es más que un medio tendiente a un
claro objetivo: la liberación de los seres humanos —hombres y mujeres— de todo tipo
de opresiones.
En cambio, la Declaración de Principios del CADTM establece claramente que
la igualdad que reivindicamos entre hombres y mujeres debe garantizarse tanto en el
ámbito privado (y esto incluye todas las relaciones personales, como las existentes
entre una mujer y su compañero, su familia, o su comunidad) como en la esfera pública
(como las relaciones laborales, el acceso a servicios públicos de calidad, la inserción en
la esfera económica, o la posibilidad de acción en todos los niveles del poder político).
Para el CADTM, las mujeres deben liberarse por sí mismas y por lo tanto deben
trabajar para construir el tipo de organizaciones que consideren adecuadas para
alcanzar esa meta. El CADTM colabora especialmente con aquellas organizaciones,
como la Marcha Mundial de las Mujeres, que se identifican con su misma línea política,
o sea, las que enfatizan la movilización popular como método de lucha.
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• Abandonar el sistema capitalista basado en la búsqueda del máximo beneficio
privado, el crecimiento económico y el individualismo para de construir una sociedad
en la que las necesidades sociales y ambientales guíen las decisiones políticas.
Para lograr estos cambios y alcanzar la emancipación social, el CADTM
Internacional considera que son los propios pueblos los que deben asumir el reto del
cambio. Los pueblos no deben ser liberados, sino que deben liberarse a sí mismos. [...]
El fortalecimiento de los movimientos sociales es una prioridad para el CADTM, que,
partiendo de un enfoque internacionalista, participa en la construcción de un
movimiento popular amplio, consciente, crítico y movilizado. Convencido de la
necesidad de la convergencia de las luchas emancipadoras, el CADTM Internacional
apoya a todas las organizaciones y coaliciones que luchen por la igualdad, la justicia
social y la preservación de la naturaleza y de la paz.
En otras palabras, siguiendo la misma la lógica de que son los propios pueblos
los que deben liberarse, también las mujeres tienen que liberarse a sí mismas. De ahí la
importancia de que los movimientos y las organizaciones feministas autónomas
mantengan esta reivindicación en el orden del día. Esto no debería obstaculizar la
convergencia con otros movimientos sociales, como el CADTM, para seguir adelante.
Los Estatutos (http://www.cadtm.org/Estatutos) incluyen aspectos un poco más
concretos sobre esta buscada igualdad entre mujeres y hombres dentro de la red,
aunque todo esto se podría mejorar en futuras asambleas mundiales del CADTM:
10 - Respeta la paridad entre hombres y mujeres dentro de la organización y lucha para
que la igualdad reine en la sociedad. Las organizaciones miembro de la red actúan de
manera consciente tanto en el seno de la red como en la sociedad para poner fin a toda
forma de opresión sobre la mujer.
14 - La exclusión de un miembro de la red internacional se decide en la asamblea
mundial en caso de violación de la carta política, de comportamiento racista, sexista o
de cualquier otra actitud o acción que contradiga el espíritu de la carta política. La
exclusión se debate y se propone en las secciones regionales antes de que la asamblea
mundial tome la decisión definitiva.
El CADTM se considera feminista, aunque, como ha señalado Jules Falquet,
«los movimientos mixtos que cuentan con la participación de muchas mujeres y
feministas, a pesar de declararse progresistas, con frecuencia reproducen una división
sexual del trabajo, patrones familiares y de identidad cultural más bien tradicionales
desde el punto de vista de las relaciones de género. [...] Dichos movimientos han
presentado pocos proyectos concretos para transformar estas relaciones de género» /1.
Si ser feminista es tomar consciencia de la opresión del patriarcado,
independientemente del sexo al que se pertenece, como víctima o testigo solidario, y
siendo consciente de que es un sistema que necesitamos destruir para permitir la
emancipación (liberación) de las mujeres, entonces el CADTM es feminista.
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como asociación de mujeres (el CADD en Benin, el Colectivo Feminista en Ecuador)
antes de unirse a la red para la anulación de la deuda. Esto significa que la perspectiva
feminista y / o de género varía según las asociaciones miembros del CADTM.
Pero en general debemos matizar el anunciado feminismo de los miembros de
la red internacional CADTM.
Sin duda podemos decir que, en el plano internacional, los cuatro enfoques
analizados por la ONG belga Le monde selon les femmes los encontramos en nuestra
red /2:
1. Se tiene en cuenta el punto de vista de género, siempre y cuando sea posible (el tema
es marginalizado);
2. se considera como un tema particular tratado por una persona o un grupo de
«expertos» (el problema se trata, pero no se integra en el conjunto del trabajo ni del
equipo);
3. se considera la desigualdad de género como una desigualdad más entre muchas
otras (el problema de género se diluye);
4. y, finalmente, el tema de género se inscribe en los fundamentos de la política de la
ONG (el peligro radica en aplazar la aplicación de este enfoque debido a la «magnitud
de la tarea»).
De cualquier manera, la consciencia de la opresión patriarcal en una
organización es el punto de partida para lograr avances significativos en este ámbito,
ya sea dentro de la misma ONG o en las acciones que conduce hacia el exterior.
Respecto a los individuos que componen el CADTM, la situación es igualmente
complicada y refleja todos los comportamientos contradictorios que afectan a las
sociedades del Norte y del Sur.
En el caso de las mujeres del Norte, la dimensión feminista está fuertemente
acentuada a pesar de que las luchas feministas no se encuentran en el centro de las
luchas sociales desde el advenimiento de la ola neoliberal en la década de 1980, y que
las reivindicaciones del movimiento se han instaurado más en un nivel institucional
que en el de la calle. Sin embargo, las mujeres jóvenes que no conocieron las luchas
específicamente feministas de la calle (despido de mujeres, el derecho al aborto, etc.)
son conscientes de que el feminismo es una parte muy importante de la emancipación.
Ellas perciben el riesgo de que las sucesivas crisis erosionen los derechos que fueron
conquistados por la lucha.
En el caso de las mujeres del Sur, muchas organizaciones miembro del CADTM
internacional son feministas o se constituyeron bajo el impulso o la presión de
organizaciones feministas. Estas organizaciones, más allá del trabajo específico con las
mujeres, tienen por lo tanto una visión política amplia y sólida de lo que debe ser la
emancipación de las mujeres... y de cómo alcanzarla.
Un seminario celebrado en junio de 1998 en Amsterdam, «Sinergias contra la
violencia sobre las mujeres», dejó patente esta realidad. Puso de relieve la enormidad
del reto al que se enfrentan las y los que luchan por esta emancipación. También fue
una oportunidad para resaltar la valentía y la determinación de todas aquellas mujeres
que luchan por un cambio fundamental de sociedad /3.
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En cuanto a los hombres del Norte y del Sur, el discurso es decididamente
feminista, pero pueden aparecer grietas que reflejan la dificultad de apartarse del
modelo dominante social y cultural. Un ejemplo significativo: durante una
conversación informal entre varios miembros de la red CADTM, dos mujeres del Norte
mostraron su oposición a la mutilación genital femenina. Un hombre del Sur y otro del
Norte se unieron para emprenderla contra ellas señalando que las compañeras del
Norte no entendían la situación de sus hermanas del Sur y que las arrastraban —con
ideas occidentales inadecuadas— hacia un infierno de soledad social, de exclusión, etc.
Este ejemplo muestra que la tarea es compleja y que las alianzas no están
necesariamente en este caso en el eje Norte / Sur, sino en el eje hombre / mujer.
En resumen, en el CADTM, como en todas partes, hay trabajo por hacer. No
ocultar la realidad ya es una manera de avanzar. Todas las organizaciones sociales que
conforman el movimiento altermundialista deberían llevar a cabo este tipo de trabajo
de introspección, con el fin de construir y/o consolidar la alternativa feminista.
27/5/2010
Traducido por Daniel Munevar y Griselda Pinero
Notas
1. Jules Falquet, «Une analyse du mouvement féministe latino-américain et caribéen dans la
mondilisation», en Le volcan latino-américain, bajo la dirección de Frank Gaudichaud, Les
Editions Textuel, Paris, 2008, p.151.
2. Claudine Drion y Poupette Choque, Le genre dans les ONG, Bruselas, noviembre 1999, pp 15
a 18.
3. Femmes, enfants face à la violence. Résistances du Nord au Sud, obra coordinada por Denise
Comanne y Estela Retamoso.
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Vigencia y limitaciones de
Mariátegui acerca de los
pueblos originarios
Luis Vitale
Santiago, 1997. Ponencia al Simposio Internacional AMAUTA y su Época, Lima, 3 al 6
septiembre 1997.
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conformado por el marxismo y la nación hace que la vida de Mariátegui sea a la vez una
página en la historia peruana y una página en la historia del socialismo (...)
Precisamente, a partir de su peculiar articulación entre marxismo y nación, Mariátegui
acabó elaborando una manera específica -peruana, indoamericana, andina- de pensar a
Marx y, como siempre, precisamente por ser más peruano se convirtió en universal”, en
palabras de Tito Galindo 30 .
Sin decirlo explícitamente, Mariátegui planteó un problema
epistemológico revolucionario para su época, aún vigente para quienes
queremos transformar de raíz el actual sistema capitalista, más neoconservador
que liberal: ¿América Latina desde Marx o Marx desde América Latina? Es
sabido cuál era el punto de vista de los marxistas eurocéntricos
latinoamericanos de aquel tiempo, a quienes criticó el Amauta con la frase: “Ni
calco ni copia”.
La Cuestión Nacional incluía, para Mariátegui, no sólo la lucha nacional-
antiimperialista, sino también la problemática indígena, innovación que sacudía
la ortodoxia de quienes seguían al pie de la letra las tesis de Marx. Aunque
Mariátegui no llegó a sistematizar una teoría, sí dejó sentados algunos criterios
sobre la cuestión nacional en la época ascendente de la burguesía, en la etapa en
la que ya se habían formado varios Estados-naciones de Europa. De América
Latina, Asia y África no hay una sola palabra en el Manifiesto Comunista y en
otros escritos posteriores sobre la cuestión nacional, porque se consideraba que
ésta sería resuelta cuando triunfara la revolución socialista en los países
altamente industrializados. En Europa, Marx acertó en los casos de la
autodeterminación de los pueblos polacos e irlandés, pero no en Europa
Oriental, por ser “pueblos sin historia”, al decir de Hegel. También se equivocó
sobre la cuestión nacional latinoamericana al referirse a la Independencia, y en
particular a Bolívar y a la invasión francesa de México, encabezada por
Maximiliano. Lenin significó un salto cualitativo con sus tesis sobre la
autodeterminación de los pueblos, pero no hizo ninguna referencia a nuestra
América, preocupado por “las cuestiones de Oriente”, discutidas en el II
Congreso de la Internacional Comunista (1922).
José Martí, sin ser marxista, comprendió mejor que cualquier marxista el
alcance de la cuestión nacional puesto que notó que ésta no se limitaba a la
opresión imperialista. Junto a su compañera guatemalteca, recorrió las
comunidades, herederas del esplendor maya, e hizo apreciaciones tan originales
sobre nuestros pueblos, que él puede ser considerado como el precursor de la
Cuestión Naciona. Queda también por investigarse la influencia que pudieron
ejercer sobre Mariátegui los pensadores de la naciente y vigorosa corriente
30A. FLORES G.: La agonía de Mariátegui, Int. de Apoyo Agrario, Lima, 3ª edición, 1989, p.22 y
23.
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nacional-antiimperialista, encabezada por el colombiano José María Vargas Vila
en su obra antiyanqui Ante los Bárbaros, publicada en 1912, y sus reiterados
llamados a la Unidad Latinoamericana, en oposición a la Unión Panamericana.
Asimismo, sería extraño que Mariátegui, bien informado, no conociera los
escritos de Manuel Ugarte, en ruptura con el Partido Socialista argentino de
Justo, con su libro de 1910, El Porvenir de la América Española (o de América
Latina), iniciando en 1911 una prolongada gira por nuestra América. En 1927,
Ugarte dirigió un Manifiesto a la Juventud: “América Latina para los
latinoamericanos”, escritos compilados más tarde en La Nación
Latinoamericana (Ed. Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1978).
A los trabajos de investigación de los compañeros peruanos sobre el
contexto nacional y continental, quisiera sumarme con estudios que he
condensado en mi tomo V de la Historia General de América Latina (1890-
1930). En este libro, no sólo estudio los pensadores y las agresiones yanquis,
sino también, analizo la estructura social y económica, especialmente el
desarrollo del movimiento obrero y la evolución de las capas medias y las
luchas del campesinado y movimientos indígenas de los tiempos de la praxis de
Mariátegui.
Probablemente, el ciclo revolucionario de 1910 a 1930 fue un segundo
aire para el Amauta. En Ecuador, las luchas indígenas los años 20’ y 30’, que
fueron el punto de partida de la movilización por la tierra y por la dignidad y el
origen de la primera organización indígena y que, además, coincidieron con el
movimiento Juliano anti-oligárquico. Estos fueron los años de la “columna
Prestes” en Brasil y, en Colombia, de los combates del PSR, dirigido por María
Cano, las huelgas triunfantes de petroleros y ferroviarios (1926-27), las luchas
indígenas orientadas por Quintín Lame entre 1914 y 1924 y, sobre todo, la
huelga bananera de 1928, rememorada por García Márquez en “Cien años de
Soledad”. Tampoco pudo pasar inadvertida para Mariátegui la huelga general
venezolana (1928) contra la prolongada dictadura de Juan Vicente Gómez y,
particularmente, la gesta de Sandino.
La heterodoxia del Amauta fue un punto a su favor al permitirle iniciar
su ruptura con la concepción eurocéntrica de la política socialista y de la
historia unilineal, signada por la idea positivista de “progreso”. Un día dijo algo
muy fecundo: “La unanimidad es siempre infecunda” (Temas de Nuestra
América, Lima, 1900, p. 19. La palabra “nuestra” pudo haberla tomado de
Martí, quien fue el primero en emplearla para diferenciarla de Estados Unidos
de Norteamérica y reafirmar la identidad latinoamericana). Si el Mariátegui
heterodoxo escuchara hoy a sus apologistas acríticos diría, parafraseando a
Marx: “Yo no soy mariateguista”.
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Partiendo del reconocimiento histórico y del papel de los pueblos
originarios contemporáneos, Mariátegui pudo vislumbrar, antes que ningún
otro pensador lo hiciera, una sociedad alternativa al capitalismo, acorde con las
especificidades latinoamericanas, no previstas por los teóricos del marxismo: el
Socialismo Indoamericano. Así, en palabras del Amauta: “El socialismo aunque
haya nacido en Europa, como el capitalismo, no es específica ni particularmente europeo
(...). Indoamérica, en este orden mundial, puede y debe tener individualidad y estilo”.
De ahí sus afanes por buscar las raíces socialistas en el “Comunismo” de
las ancestrales comunidades indígenas y su novedoso planteo del Mito como
fuerza social de la historia, aunque cayera en una idealización del imperio
incaico, que claramente se basaba en un Estado con manifiestas desigualdades
sociales y regido por una casta burocrática militar y sacerdotal. Lo importante,
para Mariátegui, consistía en que el Incario se constituyó en un mito social para
un pueblo oprimido tras la invasión española. Este mito social fue levantado
con las mejores fuerzas de la historia por la rebelión de Túpac Amaru, que
curiosamente no es analizado a fondo por el Amauta.
Mariátegui pudo también replantear un nuevo tipo de socialismo,
basado en las especificidades de la revolución latinoamericana, porque supo
analizar al Perú, un país dependiente y básicamente agrario, en el que los
indígenas y campesinos se constituían, junto al proletariado, en fuerza motriz
de la revolución; o en la terminología sociológica actual en “nuevos sujetos
sociales”, según Flores Galindo 31 .
Su herejía intelectual lo condujo a incorporar a su filosofía de la historia
algunos conceptos de ideólogos tan dispares como Bergson, Nietzche y Sorel.
Incluso, se dijo que el Amauta no leyó a Sorel sino hasta su viaje por Europa,
pero Guillermo Rouillón y Alberto Flores Galindo demostraron lo contrario.
Mariátegui incorporó de Sorel algunos de sus aportes, como su dimensión del
mito social y la crítica de la idea del progreso y, sobre todo, la fuerza anti-
sistema del sindicalismo revolucionario, sin ninguna reserva pese a ser acusado
de anarquista. Los ortodoxos, especialmente los de la Internacional estalinista
de la década de 1930, pretendieron calificar o encasillar de soreliano a
Mariátegui. También le acusaron de haber hecho una amalgama de las ideas de
Marx con las de Sorel, aparentando ignorar que, en la década de 1910, éste fue
uno de los precursores, junto a Rosa Luxemburgo, de la crítica sin concesiones a
la burocracia sindical y al reformismo de la socialdemocracia parlamentarista;
cuestionador de la concepción verticalista de partido y, fundamentalmente,
motor del sindicalismo revolucionario, tomando distancia del acratismo puro o
del anarquismo abstracto. Es por esto por lo que, desde nuestro punto de vista,
31 Ibid., p. 191.
70
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Sorel llevó hasta las últimas consecuencias planteos de Marx, que nunca se
atrevieron a llevar “jusq’au bout” los marxistas connotados de su época. Aún
está pendiente investigar si Sorel, en ciertos puntos claves, fue más marxista
que mucho de los epígonos. Y, precisamente, por haber enriquecido el
materialismo histórico con los aportes de Sorel y otros pensadores iconoclastas,
Mariátegui fue el marxista más preclaro y hereje de América Latina.
Sin embargo, este proceso de creatividad ininterrumpida de Mariátegui,
tronchado drásticamente a los 36 años, tenía algunas limitaciones que nos
permitimos plantear ante esta selecta audiencia de peruanos, más informados
que yo sobre el pensamiento del Amauta.
El interés por las ideas de Mariátegui se reactualizó con la frustración
que surgió a raíz de la crisis del socialismo, una de las categorías que, para la
mayor parte del espectro de izquierda, era casi santa. El centenario del natalicio
de Mariátegui coincidió con el momento culminante de la crisis y acicateó la
necesidad de búsqueda de una nueva alternativa. Hasta ciertos europeos de
izquierda -casi siempre indiferentes y negadores de los pensadores que no sean
de su continente- se preocuparon de comentar a Mariátegui y de temas, tan
alejados de su realidad antropocéntrica y etnocéntrica, como la de los pueblos
originarios de nuestra América. De un largo período de ocultamiento se pasó a
la apología y al aplauso acrítico. Algunos comunistas argentinos llegaron a
decir en abril de 1994 que “así como nos quitaron a Gramsci también nos
quitaron a Mariátegui”, sin tener en cuenta que su antiguo líder, V. Codovilla,
fue el artífice de ese entierro intelectual.
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Autodeterminación y nacionalidad
Anótese que, a pesar de esta originalidad para su época, Mariátegui
argumentaba que el socialismo debía solidarizarse con las reivindicaciones
indígenas, sin decir explícitamente que los pueblos originarios podían, de forma
autónoma -sin delegar el poder en el partido-autogestionar su proceso de
32 ALBERTO SANCHEZ: Ideología y Política, Lima, 1969, p. 233
33 Ibid., cap.”El problema de las Razas”, p. 32
34 J. MARIATEGUI: Peruanicemos al Perú, Lima, 1970, p.33.
35 J. MARIATEGUI: Intermezzo Polémico, Publicado en Revista “Mundial”, Nº350, febrero 25 de
1927.
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socialismo. Por eso, su programa carece de un objetivo estratégico para las
comunidades indígenas, salvo el problema de la tierra, el respeto a su lengua y
cultura; Mariátegui no reconoce el derecho de una nacionalidad a la
autodeterminación: un pueblo-nación, como el quechua, aymara o mapuche
cohabita en varios de los Estados-”naciones”: Perú y Bolivia (quechuas), Chile,
Argentina, Bolivia (aymaras), Chile y Argentina (mapuches). Esto no podía ser
visualizado por Mariátegui, pero no podemos seguir omitiendo sus omisiones,
para bien de los Pueblos Originarios y, sobre todo, para rescatar algunos de los
restos de esa izquierda “ortodoja” que todavía trata de imponer su terrorismo
ideológico a quienes se atrevan a poner en un pie de igualdad (aunque quizá no
con tanta fuerza) al proletariado con los pueblos originarios, campesinos, otros
asalariados de capas medias, movimientos de mujeres, ecologistas, pobladores
de las zonas urbano-periféricas pobres, estudiantes, juventud en general,
cristianos por la liberación, jubilados, tercera edad, homosexuales, lesbianas y
otros movimientos sociales.
Mariátegui no alcanzó a explicitar que los pueblos originarios deben ser
autónomos para vivir de acuerdo con su propia política y su sociedad
comunitaria, heredada del pasado y anterior a la colonialización española y,
obviamente, anterior al Estado y la sociedad peruana. En rigor, los pueblos
originarios no son peruanos ni bolivianos, ni chilenos, ni mexicanos, etc; esta
cuestión tampoco fue abordada por Mariátegui, que no comprendió que los
quechuas no son peruanos, sino pre-existentes al Estado peruano. Detrás de
esta omisión de Mariátegui estaba su concepción no sólo del Estado-nación sino
su deseo de formular un proyecto político-nacional, liderado por el proletariado
(representado por el partido único) que, como es sabido, nunca respetó la
autonomía indígena, con excepción de los sandinistas, luego de su autocrítica
de 1982 con respecto a los errores cometidos al con los miskitos.
La Cuestión de la Identidad
Al no reconocer claramente que los quechuas y otros pueblos originarios
son una nacionalidad o un pueblo-nación dentro del Estado peruano,
Mariátegui, emprende una búsqueda infructuosa de la identidad peruana y
llega a decir que la conquista española “frustró la única peruanidad que ha
existido” 36 .
Error: los quechuas no expresaban obviamente “peruanidad” antes de la
conquista ibérica ni ahora, aunque hayan tenido que sacar documentos de
identidad. De todos modos, Mariátegui lamenta que los quechuas sean
mantenido al margen: “los elementos de la nacionalidad en elaboración no han podido
36 J. MARIATEGUI: “Realismo y futurismo”, en Peruanicemos al Perú, op. cit., p.26.
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aún fundirse o soldarse. La densa capa indígena se mantiene casi totalmente extraña al
proceso de formación de esa peruanidad que suelen exaltar o inflar nuestros sedicentes
nacionalistas” 37 .
Mariátegui no planteó con claridad el derecho a la autodeterminación de
los pueblos originarios porque no entendió que los quechuas constituían desde
hacía siglos una nacionalidad, quizá por la presión ideológica de quienes
temían a un supuesto separatismo de los pueblos originarios. Con este confuso
substratum ideológico era imposible que abordara con claridad el problema de
la identidad.
Ante todo, hay que constatar, sin reservas, que los pueblos originarios,
en su mayoría, tienen una identidad que no han consolidado los peruanos ni
otros habitantes latinoamericanos no indígenas, sean mestizos o blancos. Ni
siquiera los negros y mulatos han afianzado tanto su identidad como los
pueblos originarios.
Mariátegui se da cuenta de las dificultades para lograr la identidad y
unidad nacional: “En el Perú, el problema de la unidad es mucho más hondo, porque
no hay aquí que resolver una pluralidad de tradiciones locales o regionales sino una
dualidad de razas, de lenguas y de sentimientos, nacida de la invasión española y
conquista del Perú autóctono por una raza extranjera que no ha conseguido fusionarse
con la raza indígena, ni eliminarla ni absorberla” 38 . No obstante, Mariátegui seguía
insistiendo en varios de sus escritos en la necesidad de la unidad nacional con
los quechuas y de conformar con ellos la identidad peruana: “El indio es el
cimiento de nuestra nacionalidad en formación” 39 .
La conformación de nuestra identidad de mestizos o blancos
latinoamericanos es un proceso en desarrollo permanente. No tiene sentido que
busquemos en el pasado indígena una identidad que nunca tuvimos, aunque es
posible encontrar ciertas raíces. La identidad se construye en la continuidad
histórica: la pertenencia a una región, los modismos lingüísticos, la vida
cotidiana, la cultura e, incluso, la pertenencia a una clase social. La identidad se
forjó con la revolución por la Independencia y con el rechazo hacia las
agresiones europeas y norteamericanas; se gestó también en la lucha
antiimperialista y anticapitalista y, más tarde, se reafirmó en los movimientos
contestatarios a la dependencia cultural. En todo caso, en América Latina no
hay una sola identidad: hemos forjado una identidad latinoamericana y
nacional que coexiste con las identidades indígena, negra y está relacionada
con clase y género, de territorio, ya sea de provincia, región comuna o ciudad,
37 Temas de Nuestra América, op., cit., p. 24.
38 J. MARIATEGUI: Siete Ensayos, p. 261.
39 “Realismo y Centralismo”, en 7 Ensayos....p.206.
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identidades que nunca son cerradas o acabadas en este proceso con avances y
retrocesos.
Tierra y Territorio
Mariátegui no hace la diferenciación entre tierra y territorio, al igual que
la izquierda latinoamericana hasta el día de hoy, pues sigue insistiendo en que
el problema indígena se soluciona con la entrega de tierras o la recuperación de
parte de las que les pertenecieron antes de la invasión hispano-lusitana.
La categoría de territorio para los Pueblos Originarios es clave para
comprender que va más allá de la reivindicación de la tierra para los pueblos
originarios. El territorio es, en términos actuales, el Ambiente, es decir, la íntima
relación entre sociedad global humana y la naturaleza; territorio es el hábitat
del pueblo nación originario, que sigue luchando por reconquistarlo; es la zona
donde se hace la vida cotidiana, comunicándose en una misma lengua; es
donde se trabaja y produce colectivamente, integrándose armónicamente a la
naturaleza, sin deteriorarla irreversiblemente.
La tierra para los campesinos, mestizos o blancos, significa la propiedad
individual. En cambio, para los pueblos originarios es posesión (no propiedad)
colectiva; territorio es el espacio físico del pueblo-nación originario y contiene,
asimismo, identidad y cultura, que es no sólo actividad intelectual sino también
canto, baile, comida específica, juegos, deportes y formas de sexualidad. En tal
sentido, la cosmovisión de los pueblos originarios puede contribuir a superar el
dualismo entre sociedad y naturaleza, el criterio dicotómico de los ideólogos de
la llamada “civilización occidental”, como si los seres humanos estuvieran fuera
del Ambiente, no del “medio ambiente”, término popularizado por los
ecologistas, ya que si el Ambiente es la totalidad de naturaleza y sociedad, no
puede ser “medio”. En todo caso, sólo puede hablarse de “medio geográfico” o
“medio natural”. Ya lo había dicho -¡cuando no!- Marx en una de sus tantas
genialidades: “No hay que dividir la historia en historia de la naturaleza e historia de
la humanidad: mientras existan hombres, la historia de la naturaleza y la historia de la
humanidad se condicionan recíprocamente (...) Mi relación con el ambiente es mi
conciencia” 40 . Y agregaba: “La sociedad es, pues, la plena unidad esencial del hombre
con la naturaleza, la verdadera resurrección, el naturalismo realizado del hombre y el
realizado humanismo de la naturaleza” 41 . Demás está decir que los sabelotodo
marxólogos europeos no le prestaron atención, porque la ecología podría
“desviar” el eje de la lucha de clases. Hacemos esta digresión porque, como
dijimos [antes], queremos no sólo discutir Mariátegui sino aportar a los Pueblos
Originarios.
40 C. MARX: Ideología Alemana, Ed. Pavlov, México, s/f.
41 C. MARX: Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, Ed. Austral Ltda., Santiago, 1960.
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Estado-nación
Mariátegui no alcanzó a desentrañar la ideologización que había detrás
del concepto Estado-nación. No digo que haya hablado de Estado-nación, sino
que a la base de su argumentación no tenía otra concepción del Estado que la
manejada por la izquierda de su época. Mariátegui intentó una ruptura con el
eurocentrismo, pero no alcanzó a romper con la concepción eurocéntrica del
Estado.
En aquella época no se hizo la distinción necesaria entre Estado-nación y
nacionalidades. Ahora, hemos profundizado en la diferenciación, ya que es
obvio que dentro de un Estado pueden existir varias nacionalidades oprimidas,
como es el caso del Estado español, donde habitan nacionalidades como la
vasca, catalana, gallega, andaluza, que tienen su propia identidad, lengua y
costumbres ancestrales; algo similar sucede con los corsos del Estado francés,
los serbios, bosnios y musulmanes de la ex-Yugoeslavia y de otros países de
Europa Oriental, especialmente en la ex-URSS con los chechenos, ucranianos y
demás nacionalidades, problemas insolutos por el denominado “socialismo
real”. Ni qué hablar de los conflictos armados de la etnia tamil en Ceylán, de los
kurdos en Irán y, sobre todo, de las guerras étnicas en el corazón de África.
No por azar, los ideólogos de la clase dominante acuñaron el término de
Estado-nación, que permitió sojuzgar a las nacionalidades pre-existentes con la
formación del Estado, mal llamado nación, como ocurrió con los sicilianos y
otras nacionalidades en el momento de la denominada “unificación” de Italia a
mediados del siglo XIX. El concepto de Estado-nación surgió en la Europa
moderna, en consonancia con un modo de producción específico con fuerte
base industrial, agrícola y un mercado interno en expansión, donde la cuestión
agraria estuvo estrechamente ligada con la cuestión nacional. Según Pierre
Vilar, hasta principios del siglo XIX había confusión entre Estado, como forma
política, y nacionalismo, como ideología 42 .
Por lo demás, el Estado-nación -fundado con las armas en la mano y
magnificado por la mayoría de la izquierda, sobre todo en el poder- no es un
valor supremo o principio absoluto, como pensaba Hegel, sino un producto
histórico que, así como apareció, también se extinguirá cuando no existan las
clases. Hasta el momento, ninguna sociedad en transición al socialismo ha
tomado medidas para la desaparición gradual del Estado, salvo en las
apreciaciones teóricas planteadas por Lenin, Rosa Luxemburgo, Trotsky y Che
Guevara con sus consideraciones sobre la teoría del valor, la consolidación de la
conciencia socialista y la mujer y el hombre nuevo.
42 P. VILAR : Iniciación al vocabulario del análisis histórico, Ed. Grijalbo, Barcelona, 1982, p.171.
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Al adherir acríticamente a la categoría de Estado-nación, Mariátegui
estuvo limitado ideológicamente para reconocer a los quechuas como pueblo-
nación dentro del Estado peruano. De todos modos, en la época de Mariátegui,
era casi imposible que él, o algún teórico pudiera vislumbrar un Estado
multinacional, multiétnico o pluriétnico o de pluralidad de nacionalidades,
como lo han conquistado los sandinistas y, en fecha más recient, los
movimientos sociales de Colombia. Concepto que aún no agitan los zapatistas,
a pesar de que tienen clara su identidad: no utilizan la categoría de pueblo-
nación, pero se comportan como tales. Cabría preguntarse si es una nueva
jugarreta de desinformación del subcomandante Marcos para no provocar un
mecanismo de reacción en el pueblo mexicano ante un eventual separatismo de
los chiapanecos.
Si bien es cierto que no vislumbró todos los matices de la Cuestión
nacional 43 , Mariátegui fue el primer marxista latinoamericano en incorporar
esta problemática, aunque pusiera el acento en la cuestión agraria. Y terminaba
con una frase para la historia: “La comunidad indígena conserva aún una vitalidad
suficiente como para convertirse gradualmente en la célula del Estado socialista
moderno (...) La doctrina socialista puede dar un sentido moderno, constructivo, a la
causa indígena” 44 .
A la luz de los fracasos del llamado “socialismo” entrecomillas o “real”
sin comillas, hay que preguntarse si se debería integrar los aportes de
Mariátegui y de los nuevos movimientos sociales al proyecto
latinoamericanista. No se trata de hacer una amalgama de las contribuciones de
Mariátegui -que va más allá de lo indígena- con las de los movimientos sociales,
sino de integrarlos en una teoría del cambio social revolucionario; esto nos
obliga plantearnos que, si la concepción revolucionaria fue creada hace un siglo
y medio (en 1998 se cumple el 150 aniversario del Manifiesto Comunista) ¿es
preciso “refundar” la teoría de la transformación radical de la actual sociedad
43 Para poder entendernos utilizamos “cuestión nacional” como se maneja corrientemente en la
sociología política y en la izquierda. Pero en mi opinión es uno de los tantos conceptos de
origen eurocéntrico, del cual no pudieron escapar los clásicos del marxismo, que adhirieron a la
categoría de Estado-nación al igual que nuestros teóricos latinoamericanos en su gran mayoría.
En rigor, tratar de aplicar la categoría estado-nación a Latinoamérica, poblada secularmente de
millones de indígenas, es un grave error porque tenemos varias nacionalidades entre los
pueblos originarios. Además, el Estado-nación de cada país fue el que precisamente les arrebató
sus tierras y avasalló sus lenguas y culturas, salvo el caso de los guaraníes. (ver Aníbal Quijano:
“Raza, “etnia” y “nación” en Mariátegui: cuestiones abiertas, Ed. Amauta, Lima, 1993; del
mismo autor: “Colonialidad del poder y democracia en América Latina”, Rev. Debate, marzo-
mayo 1994. Estos dos Ensayos, como otros de Aníbal, son para platicar largo, como dicen los
mexicanos. Es urgente, entonces, hacer un análisis crítico de parte de la conceptualización y
terminología tradicional sociológica, histórica, política y cultural, como lo están haciendo las
feministas respecto de las Ciencias Sociales, cruzada por una semática machista.
44 J. MARIATEGUI: Obras, Tomo II, p.312 y Obras, Tomo I, p. 213.
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capitalista, al incorporar los aportes de Mariátegui, el Che Guevara y de los
nuevos y antiguos movimientos sociales para dar cuenta de la especifidad del
Socialismo Indoamericano?
Si Mariátegui se atrevió a enriquecer el marxismo con los aportes de
Sorel y de la praxis indígena, nosotros también debemos atrevernos a
incorporar al materialismo histórico -no como agregado o complemento sino
formando parte “de- al feminismo anti-patriarcal anti sistema, el ecologismo
subversivo, los cristianos por el socialismo, el sindicalismo clasista, los
trabajadores de la contracultura y las ideas estratégicas de los pueblos
originarios hacia el Estado multiétnico o de plurinacionalidad.
Hoy, más que nunca, está vigente aquella frase que Mariátegui
pronunció en 1925: “Y de la crisis de este escepticismo y de este nihilismo nace la
ruda, la fuerte, la perentoria necesidad de una fe y un mito que mueva a los hombres a
vivir peligrosamente” 45 .16 (...) “En la nueva generación arde el deseo de superar la
filosofía escéptica. Se elaboran en el caos contemporáneo los materiales de una nueva
mística” 46 .
Es la deuda que tenemos pendiente con el Amauta.
Luis Vitale
Nacido en 1927 en Argentina, llegó a Chile en 1954. Según el historiador chileno Marcelo Segall,
Vitale “Venía para hacer una historia comparada de Chile y Argentina. Pero se quedó aquí. Se enamoró
de una chilena de ojos negros, de la tierra roja del cobre, blanca del salitre y verde de los campos”.
Como otro argentino, el Che Guevara, que se hizo cubano, Vitale se nacionalizó chileno,
pensando que la tierra que da cariño es la patria. Se empleó en una fábrica de jabón (1954) y
luego en dos laboratorios (1955-1957).
El investigador con cursos de doctorado en Historia de la Universidad de La Plata, pasó
a ser dirigente de la Federación de Química y Farmacia (1958) y dirigente nacional de la CUT
(1958-1962).
Se le vio -sigue Segall-, con líderes obreros como Clotario Blest y Humberto Valenzuela.
Su solapa se le veía su actividad de trabajador gráfico (1960-1964). En las revistas Vea y Ercilla
apareció en 1961 defendiendo a Clotario Blest, el heredero de la pureza de Recabarren, cuando
era golpeado por los carabineros.
En la fotografía, Vitale está sin sus lentes y luce profundas ojeras, resultado de sus
interminables noches en vela, tras las interminables reuniones de la Central Única de
Trabajadores (CUT) y de su Partido Obrero Revolucionario (POR). Cuando Einsenhower visitó
Chile en 1961 y se paseó frente a la CUT, Clotario y Vitale hicieron flamear la bandera de Cuba.
“Es un hombre de las misma generación del Che”, termina el artículo de Segall.
En 1963-64 es condenado a un confinamiento en Curepto (Talca), una localidad ubicada
a 300 kilómetros de Santiago, por haber promovido, junto a Clotario Blest, una huelga general
para que Chile no rompiera relaciones diplomáticas con Cuba...
45 J. MARIATEGUI: “Dos concepciones de la vida”, 9-01-1925, en Obras Políticas, selección y
notas de Rubén Jiménez R., Ed. .ERA, México, 1979, p. 398.
46Ibid., p. 398.
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Fue uno de los fundadores del Movimiento de Izquierda Revolucionaria en 1965, labor
que conjugó con sus cátedras de Historia en la Universidad Técnica del Estado (1967) y en las
Universidades de Concepción y de Chile (1968-1972). Fue candidato a Rector de la Universidad
de Chile en 1972, institución en la que trabajaba cuando sobrevino el golpe militar. Vitale
sobrevivió a 9 casas de tortura y campos de concentración (1973-1974), hasta que Pinochet le
quitó su carta de nacionalidad chilena...
Nunca ha abandonado su viejo amor por el marxismo, aunque siempre renueva su
compromiso; no lo hace para acomodarse a las modas ideológicas -que tantos frutos materiales
brindan- sino para servir mejor a la causa de los oprimidos. Por eso, a Vitale le cae a la medida
lo que dijera Rosa Luxemburgo: "Fuí, soy y seré”.
[Extractos biográficos de la “Interpretación Marxista de la Historia de Chile”, de Luis Vitale]
R
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Y como una paradoja burlesca, dos de los funcionarios gubernamentales
que más defienden la medida: la Secretaria de Pueblos y Movimientos Sociales
y el Ministro del Interior, con sus pronunciamientos no hacen más que
demostrar dos realidades que hemos venido denunciando: que el actual
gobierno recogió a individuos “de izquierda de palabras pero conservadores en
sus acciones” y a tecnócratas con poco conocimiento de la realidad ecuatoriana;
la una, escudándose en su pasado militante, y el otro, en su título de Derechos
Humanos de La Sorbona, intentan justificar la acción gubernamental
argumentando actuar bajo ley y contra “sujetos violentos”, manipulados por
agentes extranjeros y contaminadores de la naturaleza, que en el conflicto de
Paquisha la fuerza pública es la víctima porque cumplen su deber desarmados,
que los violentos son los “mineros”. Pero los hechos demuestran lo contrario:
del lado de los manifestantes existen seis heridos de bala e impactos de bombas
lacrimógenas, del lado de las fuerzas públicas, un policía golpeado por piedras;
solo falta que digan que los “perdigones” fueron disparados por los mismos
manifestantes, tal cual ya hicieron en otras ocasiones. Con esto demuestran que
sus títulos y pasado político sólo sirven para la publicidad mediática.
Como organización de los Pueblos Kichwas y campesinos denunciamos
estos hechos de violencia estatal contra ecuatorianos, pequeños mineros y
campesinos agricultores. Ratificamos nuestra oposición a la explotación minera
a gran escala subordinada al capital internacional. Ratificamos todas nuestras
críticas a la ley minera y nuestras propuestas, que son:
1. Que un modelo económico basado en la extracción de los recursos
naturales, especialmente en la minería a gran escala, terminará anulando
cualquier posibilidad de un modelo económico endógeno, convirtiendo
al Sumak kawsay en una mera ficción constitucional, hecho para la
propaganda internacional; igual sucede con la propuesta Yasuní-ITT: es
la “realidad” que se muestra pero que está lejos de ser la verdad.
2. Que una política extractivista, como la sostenida en la Ley Minera,
causará graves conflictos sociales, como desplazamientos de las
comunidades, pequeños agricultores, de las economías comunitarias, etc.
El actual caso de la provincia de Zamora Chinchipe solo es una parte de
la violencia levantada por la ascendente actividad de las transnacionales
mineras.
3. Que las pésimas condiciones de la explotación minera pequeña y/o
artesanal, afecta a las personas que se dedican a estas actividades y
ocasiona fuertes daños a la naturaleza. Por eso nuestra posición es la
urgente organización y regulación de ésta actividad, que en los casos
donde sea necesario cerrar toda actividad minera, se debe apoyar
procesos de transición productiva. Todo esto en un marco de democracia
y paz. Esta fue y sigue siendo nuestra posición.
4. Denunciamos la actitud demagógica del gobierno, pues, cuando se
tramitaba la Ley Minera, prometió a este sector garantías de
funcionamiento, todo con tal de obtener su apoyo; pero. una vez en
vigencia la Ley, se les declara “ilegales” y, sin más, se los desaloja
aplicando toda la fuerza y violencia del Estado.
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Esta es la verdad. Cuando se actúa sin más objetivos que los sociales y
colectivos de los pueblos, guiados por principios y coherencia histórica, tarde o
temprano, y aunque se intente desvirtuar desde el poder, los hechos concretos
se encargan en demostrar que es auténtico y justo. Ese es el caso de nuestra
posición y propuesta frente al modelo extractivista del gobierno. Por eso, y con
el peso de la realidad y de los argumentos, ratificamos nuestra oposición a la
minería a gran escala y a cielo abierto. Denunciamos la violación de los
derechos humanos de las comunidades y personas afectadas por el desalojo
efectuado en Zamora Chinchipe y advertimos del peligro de aumento de
violencia si el gobierno insiste en la represión y la judicialización de los
dirigentes.
Por el Consejo de Gobierno de la ECUARUNARI,
Delfín Tenesaca
PRESIDENTE
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nacientes de agua, que estén en bosques protectores, áreas protegidas y sus
zonas de amortiguamiento, o que en un número mayor de tres estuvieren
controladas por un solo titular.
Zamora Chinchipe sufre de una larga historia de actividades mineras, y
enfrenta preocupantes indicadores de salud. Muchos pobladores consideran
que es su única posibilidad de sobrevivencia pues la agricultura no cuenta con
apoyo y las zonas mineras tienen un alto deterioro ambiental. En aquellas zonas
donde aún no hay actividades mineras, se cierne la amenaza de la explotación
de nuevos proyectos, esta vez de escala industrial.
El proyecto Mirador de la empresa Ecuacorriente, actualmente en manos de las
empresas China Railway Construction Corporation (CRCC) y Tongling
Nonferrous Metals Group Holdings Co. Ltd tendrá impactos negativos sobre la
cantidad y la calidad de las aguas, sobre la calidad del aire, la fauna y la flora
(...), por lo que en la fase operativa, 83% de las actividades del proyecto tendrá
un impacto negativo. Incluso existen actividades que implican una perturbación
irreversible del medio socio-ambiental (William Sacher, Revisión critica del
estudio de impacto ambiental del proyecto Mirador). Este proyecto tiene 11
concesiones dentro de la provincia de Zamora Chinchipe.
El proyecto Fruta del Norte, también en Zamora Chinchipe, está controlado por
la empresa canadiense Kinross Aurelian, la misma que tiene un historial
cuestionable en otros países, como Congo.
Irónicamente, la reacción contra la minería del cantón Paquisha, no es una
respuesta ni para evitar la minería a gran escala, ni para facilitar la transición
necesaria a actividades sustentables con el ambiente y con la salud. Por el
contrario estaría justificando la minería a gran escala, que a pesar de los
anuncios de minería responsable, aumentará los impactos tal y como se verifica
en las zonas mineras del continente.
Una transición del modelo extractivista a uno que construya el Sumak Kawsay
se logra construyendo alternativas de subsistencia, recuperando las áreas
agrícolas seriamente degradadas por las actividades mineras para posibilitar
procesos de fortalecimiento de la soberanía alimentaria, abandonando
finalmente el símbolo de la dominación colonial y la extinción de los pueblos y
la naturaleza: la fiebre del oro.
ACCION ECOLOGICA
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han sido acusados del delito de sabotaje y terrorismo por participar en las protestas por
la defensa de la soberanía y la naturaleza, y
Frente al violento e injustificable operativo policial de desalojo a pequeños mineros en
la zona de Conguimi (Kenkuim), del cantón Paquisha, provincia de Zamora
Chinchipe, que interrumpió un diálogo en curso que estaba dando salidas a los
problemas generados por la pequeña minería informal, en gran medida controlada por
ciertos sectores de poder económico de la provincia, y causante de graves daños socio
ambientales. Dada la inoperancia gubernamental, la organización local de los shuar
(Asociación Nankais) estaba exigiendo a los pequeños mineros la recuperación del
suelo y la reforestación de las partes intervenidas hacia un ordenamiento de la
actividad minera y la legalización de la concesión a favor de la Asociación Shuar, en
cuyo proceso estaba actuando como facilitadora la gobernadora de la provincia de
Zamora Chinchipe. Dentro de ese marco había un diálogo abierto, que si bien tenía
dificultades, entre otras cosas operaban todavía retroescavadoras en Kenkuim, fue
interrumpido por el uso de la fuerza.
¿Qué pretende con este tipo de política el Gobierno Nacional?
¿Acaso seguir limpiando de obstáculos el impulso de la actividad minera de gran
escala controlada por empresas transnacionales, generando un ambiente de terror y
zozobra?
En la Cordillera del Cóndor, en Morona Santiago y Zamora Chinchiipe, entre Aurelian
Kinross (59%) y ECSA (21%) tienen el control de más del 80% de las concesiones.
Además están Condormining Corporation S.A. (5,3%), Midasmine (3,7%), Cia.
Miningsources S.A (3.43%), Cia. Condor Gold (1.63%), y otras como Elipe,
Minerpacific.
El gobierno no ha tomado acciones en contra del control monopólico de las empresas
transnacionales en la Cordillera del Cóndor, a pesar de que había un mandato minero
cuya estricta aplicación pudo revertir todas esas concesiones al estado ecuatoriano.
No hay sabotaje ni terrorismo en acciones como las de quienes están defendiendo su
territorio, sus formas de vida, su cultura, y la soberanía de su país.
Por otro lado, la actividad minera a gran escala, en territorios frágiles como los bosques
de la Cordillera del Cóndor, o como los páramos de Quimsacocha, es una actividad
impulsada, con proyección estratégica por este gobierno y su secretaría de
planificación y generará impactos intensivos, extensivos e irreversibles, como lo han
planteado, incluso, los propios estudios de impacto ambiental de proyectos como el de
Mirador - ECSA, con su proyecto de minería de cobre a cielo abierto.
En ese marco nos preguntamos si las preocupaciones ambientales o legales del régimen
son genuinas.
Advertimos al país, la irresponsabilidad con la que el gobierno nacional, y
específicamente, el Presidente, el Ministerio de Gobierno, de Política, de Ambiente, de
Recursos No Renovables, la Secretaría de los Pueblos, Senplades, están tratando este
delicado tema.
Estamos convencidos que todas estas decisiones del gobierno son parte de un plan
perfectamente delineado para dejar el camino libre a la explotación de la minería de
gran escala en la zona, y otras del país, para beneficio de extranjeros, sin reparar en sus
efectos irreversibles de tipo ambiental, social, cultural, económico que dejará para
pueblos y comunidades.
Apoyamos la estrategia de diálogo y construcción conjunta de opciones frente a la
gravedad del conflictivo tema de la minería informal que desde el gobierno provincial
de Zamora Chinchipe se impulsaba y se propone en la actualidad a partir de la
reconstrucción de un proceso participativo de desarrollo basado en el buen vivir a
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través de un ordenamiento territorial entre las organizaciones campesinas, indígenas,
mineras informales de la provincia y todos sus pobladores.
La minería de pequeña escala debe regularse, controlarse y se debe evitar su
expansión. Para ello, el gobierno está obligado a generar políticas y estrategias de
transición de esta actividad económica hacia alternativas de producción sustentables.
Denunciamos al gobierno de Rafael Correa por los brotes de violencia que causa,
exigimos el cese inmediato de la represión contra las comunidades de Zamora
Chinchipe y la conducción de un verdadero proceso de ordenamiento territorial
participativo en la Cordillera del Cóndor y en toda la región sur del país.
Exigimos al gobierno, y a las autoridades judiciales vinculadas que se archiven los
procesos penales en contra de los dirigentes de las organizaciones sociales acusados de
sabotaje y terrorismo por el hecho de participar en las luchas de defensa de la vida, el
medio ambiente, sus fuentes de trabajo y la soberanía del país.
Expresamos en este pronunciamiento nuestra solidaridad con la dirigencia de la
Federación Interprovincial de Centros Shuar, con sede en la provincia de Morona
Santiago, provincia en la que se lleva a cavo este encuentro, demandamos el archivo
del proceso por terrorismo y sabotaje, nos declaramos vigilantes de este proceso y otros
levantados en contra de miembros de comunidades y líderes cuyo único delito ha sido
la defensa de la Naturaleza.
Exigimos al gobierno, que se archive las concesiones mineras en manos de las
transnacionales,
Ratificamos nuestro propósito por construir un Ecuador libre de minería a gran escala.
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R, número 5 - junio-septiembre de 2010
Las derivas del régimen y las tareas políticas de la
izquierda (artículos de Fernando López Romero y
Federico Robles) ¶ La política y la revolución (artículo
de Ezequiel Martínez Delgado) ¶ Marxismo y
diferenciación sexual (artículo de María Arboleda) ¶
Los nuestros: Denise Comanne y Luis Vitale
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