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IlOT

HISTORIA
^ mvmdo
A ntigvo
,
Esta historia obra de un equipo de cuarenta profesores de va­
f im m ,
rias universidades españolas pretende ofrecer el último estado
,
de las investigaciones y, a la vez ser accesible a lectores de di­
HISTORIA versos niveles culturales. Una cuidada selección de textos de au­
, ,
tores antiguos mapas, ilustraciones cuadros cronológicos y
orientaciones bibliográficas hacen que cada libro se presente con
°^MVNDO ,
un doble valor de modo que puede funcionar como un capítulo
del conjunto más amplio en el que está inserto o bien como una
ANTÎGVO monografía. Cada texto ha sido redactado por. el especialista del
tema, lo que asegura la calidad científica del proyecto.

25. J. F ernández N ieto, La guerra 44. C . G onzález R o m án , L a R e­


del Peloponeso. pública Tardía: cesarianos y
1. A. C aballos-J. M . S errano, 26. J. F ernández N ieto, Grecia en pompeyanos.
Sum er y A kka d . la primera m itad del s. IV. 45. J. M. R oldán, Instituciones po­
2. J. U rru ela , Egipto: Epoca Ti- 27. D . P lácido, L a civilización líticas de la República romana.
nita e Imperio Antiguo. griega en la época clásica. 46. S. M ontero, L a religión roma­
3. C . G . W ag n er, Babilonia. 28. J. F ernández N ieto , V. A lon­ na antigua.
4. J. U rru ela , Egipto durante el so, Las condiciones de las polis 47. J. M angas, Augusto.
Imperio Medio. en el s. IV y su reflejo en los 48. J. M angas, F. J. Lom as, Los
5. P. Sáez, Los hititas. pensadores griegos. Julio-Claudios y la crisis del 68.
6. F. Presedo, Egipto durante el 29. J. F ernández N ieto , E l m un­ 49. F. J. Lom as, Los Flavios.
Imperio N uevo. do griego y F Hipa de Mace­ 50. G. C hic, La dinastía de los
7. J. A lvar, Los Pueblos del M ar donia. Antoninos.
y otros movim ientos de pueblos 30. M . A . R a b a n a l, A lejandro 51. U . Espinosa, Los Severos.
a fines del I I milenio. Magno y sus sucesores. 52. J. F ernández U biña, El Im pe­
8. C . G . W agner, Asiría y su 31. A. L ozano, Las monarquías rio Romano bajo la anarquía
imperio. helenísticas. I: El Egipto de los militar.
9. C . G . W agner, Los fenicios. Lágidas. 53. J. M uñiz Coello, Las finanzas
10. J. M . B lázquez, Los hebreos. 32. A. L ozano, Las monarquías públicas del estado romano du­
11. F. Presedo, Egipto: Tercer Pe- helenísticas. II: Los Seleúcidas. rante el A lto Imperio.
nodo Interm edio y Epoca Sal­ 33. A. L ozano, Asia M enor he­ 54. J. M. B lázquez, Agricultura y
ta. lenística. minería romanas durante el
12. F. Presedo, J. M. S erran o , La 34. M . A. R abanal, Las monar­ A lto Imperio.
religión egipcia. quías helenísticas. III: Grecia y 55. J. M. B lázquez, Artesanado y
13. J. A lv ar, Los persas. Macedonia. comercio durante el A lto I m ­
35. A. P iñero, L a civilización he­ perio.
lenística. 56. J. M angas-R . C id, E l paganis­
mo durante el A lto Imperio.
14. J. C . Berm ejo, E l m undo del ROMA 57. J. M. S antero, F. G aseó, El
Egeo en el I I milenio. cristianismo primitivo.
15. A. L ozano, L a Edad Oscura. 36. J. M artín ez-P in n a, El pueblo
58. G . B ravo, Diocleciano y las re­
16. J. C . Berm ejo, E l m ito griego etrusco.
form as administrativas del I m ­
y sus interpretaciones. 37. J. M artín ez-P in n a, L a Rom a perio.
primitiva.
17. A. L ozan o , La colonización 59. F. Bajo, Constantino y sus su­
38. S. M ontero, J. M artín ez-P in ­
gnegtf. cesores. La conversión del I m ­
na, El dualismo patricio-ple­
18. J. J. Sayas, Las ciudades de Jo- perio.
beyo.
nia y el Peloponeso en el perío­ 60. R . Sanz, E l paganismo tardío
39. S. M o n te ro , J. M artínez-P in-
do arcaico. n a, La conquista de Italia y la y Juliano el Apóstata.
19. R . López M elero, E l estado es­ igualdad de los órdenes. 61. R. Teja, La época de los Va-
partano hasta la época clásica. 40. G. Fatás, E l período de las pri- lentinianos y de Teodosio.
20 . R . López M elero, L a fo rm a- meras guerras púnicas. 62. D. Pérez Sánchez, Evolución
ción de la democracia atenien­ 41. F. M arco, La expansión de del Imperio Rom ano de O rien­
se, I. El estado aristocrático. R om a por el Mediterráneo. De te hasta Justiniano.
21 . R . López M elero, La fo rm a­ fines de la segunda guerra Pú­ 63. G . B ravo, E l colonato bajoim-
ción de la democracia atenien­ nica a los Gracos. perial.
se, II. D e Solón a Clístenes. 42. J. F. R odríguez N eila, Los 64. G. B ravo, Revueltas internas y
22. D . Plácido, C ultura y religión Gracos y el comienzo de las penetradones bárbaras en el
en la Grecia arcaica. guerras civiles. Imperio i
23. M . Picazo, Griegos y persas en 43. M .a L. Sánchez León, R evuel­ 65. A. Jim énez de G arnica, La
el Egeo. tas de esclavos en la crisis de la desintegración del Imperio R o­
24 . D . Plácido, L a Pentecontecia. República. mano de Occidente.
WmWum
HISTORIA
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A ntîgvo

ROMA
Director de la obra:
Julio Mangas Manjarrés
(Catedrático de Historia Antigua
de la Universidad Complutense
de Madrid)

Diseño y maqueta;
Pedro Arjona

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©Ediciones Akal, S.A., 1990


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ISBN: 84-7600 274-2 (Obra completa)
ISBN: 84-7600 560-1 (Tomo LIX)
Impreso en GREFOL, S.A,
Pol. II - La Fuensanta
Mósíoles (Madrid)
Printed in Spain
CONSTANTINO Y SOS SUCESORES.
LA CONVERSION DEL IMPERIO

F. Bajo
Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio 5

Indice

Págs.

Introducción ................................................................................................................ 7

I. La época de Constantino (306-337).............................................................. 8

1. De la anarquía m ilitar a la reunificación del Im perio ...................... 8


a) La anarquía m ilita r ................................................................................ 8
b) El levantamiento de M ajen c io ............................................................. 9
c) La batalla del Puente Milvio ............................................................... 12
d) El Imperio de Licinio y Constantino ................................................ 13
e) Constantino, dueño único del Im p e rio .............................................. 16
2. La conversión de C onstantino ................................................................. 17
3. Las disposiciones jurídicas de C onstantino en favor de la Iglesia ... 20
a) Normativa jurídica sobre las d o n a c io n e s......................................... 22
b) La jurisdicción eclesiástica ................................................................... 23
c) La manumissio in eclesia ...................................................................... 23

II. La época de Constancio II (337-361) ............................................................ 25

1. El ascenso al poder de Constancio I I ................................. .................... 25


a) La sucesión de C o n sta n tin o ................................................................. 25
b) La usurpación de M agnencio .............................................................. 26
2. La política religiosa de Constancio II ..................................................... 28

III. La época de Juliano (355-361) ....................................................................... 31

1. Juliano César y Juliano E m p e ra d o r........................................................ 31


a) El acceso al poder de Juliano .............................................................. 31
b) El testimonio de J u lia n o ....................................................................... 32
c) La política exterior de Juliano ............................................................. 34
2. La política religiosa de J u lia n o ................................................................. 36
6 Aka! Historia del M undo Antiguo

a) La religión del Em perador ................................................................... 37


b) Juliano y los cristianos .......................................................................... 39

IV. Economía, administración y sociedad durante la dinastía


constantiniana ...................................................................................................... 43

1. C arácter de la econom ía .............................................................................. 43


a) Agricultura y m inería ............................................................................. 43
b) A rtesanado y c o m e rc io .......................................................................... 44
c) Política m o n e ta ria .................................................................................... 46
2. A d m in istració n .............................................................................................. 48
a) Política impositiva ................................................................................... 48
b) Reform as adm inistrativas ................................................................... 51
c) Reforma del ejército ............................................................................... 54
3. La sociedad durante la época de los co n stan tín id as........................... 55
a) Las clases d irig en tes............................................................................... 55
b) Los hum iliores ........................................................................................... 57
c) La asistencia social de la Iglesia ......................................................... 58

Bibliografía ................................................................................................................... 62
Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio 7

Introducción

La obra política de C onstantino fue, tancio II por su encarnizada defensa


en sí m ism a, de tal im portancia que del arrianism o y Juliano por su res­
perm ite que, a p artir de su ascenso al ta u ra c ió n del p ag a n ism o greco-ro-
poder, pueda hablarse de u n a nueva m ano. Esto nos da una idea de la im ­
e ta p a del Im p e rio R o m a n o . P ero portancia de la religión en esta época,
generalm ente esta consideración se de las enorm es tensiones religiosas
fundam enta tam bién —incluso p rin ­ existentes y, ciertam ente de las estre­
cipalm ente— en su com portam iento chas vinculaciones entre la religión y
respecto al critian ism o . Sí se des­ la política. Así, el factor religioso es
conocen m uchos de los factores de su un elem ento prim ordial a la hora de
conversión: el momento, los motivos e tratar la situación del Im perio en esta
incluso si tal conversión tuvo un carác­ época y el com portam iento político
ter católico o arriano, lo cierto es que de los tres C onstaninidas.
fue C o n sta n tin o q u ien propició la A ñ o s d e sp u é s de la m u e rte de
cristianización del Im perio. En él cul­ C onstantino, un ilustre contem porá­
m inó u n largo proceso de sincretism o neo del E m perador Juliano, el histo­
religioso pagano, cada vez m ás próxi­ riador A m iano M arcelino, se refería a
mo al cristianism o, y un igualm ente la obra político-religiosa de C onstan­
largo proceso de «paganización» del tino en térm inos tal vez algo extrem a­
cristianism o. El cristianism o pasó a dos pero indicativos de las profundas
convertirse en la religión del em pera­ transform aciones que esta había in­
dor y p or extensión posterior, en la troducido en el Im perio: «Por enton­
religión del Imperio. ces, (Juliano) insultaba la m em oria
Es notable que sus dos inm ediatos de C onstantino acusándole de reno­
sucesores en el Im perio, hayan p asa­ var y alterar las antiguas leyes y las
do a ser igualm ente significados por costum bres heredadas desde la an ti­
su com portam iento religioso: C ons­ güedad».
8 Akal Historia del Mundo Antiguo

I. La época de Constantino (306-337)

1. De la anarquía militar a de padres a hijos. E n el caso de D io­


cleciano, al no tener hijos, no hubo
la reunificación problem as, al contrario de lo que su­
del Imperio cedió con los hijos de M axim ino y
Constancio.
La v in cu lac ió n fa m ilia r que los
a) La anarquía militar Augustos establecieron con los C ésa­
Tras la abdicación en el 305 de los res, pudo tal vez, desvirtuar el carác­
dos prim eros Augustos del sistem a de ter objetivo y estrictam ente político
gobierno denom inado tetrarquía, D io­ que debía tener la cooptación, ali­
cletian o y M axim iano, se abrió un m entando, al m ism o tiempo, las espe­
período en el que los problem as suce­ ranzas de sucesión de los hijos del
sorios sum ieron al Im perio en una se­ Em perador. Así G alerio era yerno de
rie de guerras civiles que, con interva­ D iocleciano y C onstancio de su A u­
los m ás o m enos largos, tardaron casi gusto M axim iano. M ajencio, hijo de
veinte años en resolverse. este últim o, se había casado siendo
El final de la crisis coincidirá con aún m uy joven, con una hija de G ale­
la reu n ificatio n del Im perio y la li­ rio, nieta, por tanto, de Diocleciano.
quidación, p or tanto, del sistem a te- O tro tanto hizo posteriorm ente C ons­
trárquico, en m anos de C onstantino, tantino al casarse con Fausta, hija
tras las victorias de A ndrinópolis y de M axim ino.
C hrysopolis (324) en las que Licinio Las pretensiones dinásticas surgi­
fue d esb an cad o com o A ugusto del das de estas fam ilias quedan patentes
Im perio oriental. en el hecho de que posteriorm ente, el
Volviendo al punto de partida, en el hijo de Licinio, Licinio el Joven, es
305, los nuevos Augustos del Im perio, designado com o C ésar (317), al igual
C onstancio C loro y G alerio, tenían que C onstantino y Crispo, hijos de
co m o C é s a re s , p a r a O c c id e n te y C onstantino, y Róm ulo, hijo de M a­
Oriente, respectivam ente, a Severo y a jencio.
M ax im in o D aza, que h a b ía n sido Los principios de transm isión del
elegidos casi al az ar por Diocleciano. poder,- establecidos por el fundador
El sistem a sucesorio, tal com o D io­ de la te tra rq u ía sólo p u d ie ro n ser
c le c ia n o p re te n d ió im p o n e rlo , no aplicados sin problem as u n a vez.
contem plaba la transm isión del poder C onstantino (Flavius Valerius Cons-
Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio 9

ta n tin u s), que h a b ía p e rm a n e c id o N órico y P anonia y añ ad ía a sus do­


prácticam ente toda su vida al lado de m inios la diócesis de H ispania (ante­
D iocleciano y posteriorm ente, de G a ­ riorm ente go b ern ad a p o r C o n sta n ­
lerio, fue reclam ado en el 305 por su cio), m ientras C onstantino ejercía su
padre C onstancio, que entonces p ar­ autoridad sobre B retaña y las G alias.
tía para Bretaña. En O riente la situación no cambió:
H a b ie n d o logrado lib rarse de la G alerio controlaba toda Asia M enor
persecución de los soldados de G ale­ hasta el Taurus m ás Iliria y Grecia.
rio m ediante un a estratagem a consis­ Su residencia preferida fue Sardica
tente en ir m atando a los caballos de (Sofía). A M axim ino D aza le confió
la posta im perial que iba dejando tras el gobierno de lo que se llam aba en ­
de sí (Lact. 24, 6-7; Zos. II, 8, 3), C ons­ tonces Oriente, esto es: Egipto, Siria y
tantino se reunió con su padre en el la parte sureste de Asia M enor. Su ca­
306. C on él participó en un ataque pital fue A ntioquía.
contra los pictos.
E n ese m ism o añ o , C o n s ta n c io b) El levantamiento de
m urió y el ejército a c a n to n a d o en
Bretaña, proclam ó Augusto a su hijo
Majencio
C onstantino. N o obstante, a fin de no Pero la situación se com plicó cuando
cerrar la puerta al diálogo con G ale­ en octubre del m ism o año (306), M a­
rio, se conform ó inicialm ente con el jencio fue proclam ado Augusto por
título de César, m ientras Severo p asa­ los pretorianos, en Rom a. Sin duda
ba a ser designado segundo Augusto. son m últiples las razones que pueden
Este últim o controlaba Italia, Africa, e x p lica r este lev an ta m ie n to ; en tre

¿m

Basílica de Majencio.
10 A k a l Historia del M undo Antiguo

otras, la m erm a de im portancia, no u n a irregularidad. M ajencio siguió


sólo de los pretorianos, sino de la ciu­ te n ie n d o la c o n s id e r a c ió n de u n
d ad (al no residir en ella el E m pera­ usurpador. Y a M axim iano que se h a ­
d o r occidental), el m alestar produci­ bía sum ado al poder ju n to con su
do p o r la aplicación de los nuevos hijo M ajencio, dándose el curioso tí­
impuestos... Tal vez pretendiendo (al tulo de bis Augustus, se le obligó a que
igual que C o n sta n tin o ) ob ten er de dim itiera por segunda vez.
G alerio el reconocim iento com o C é­ En lo referente a C onstantino, tal
sar, M ajencio sólo aceptó inicialm en­ decisión aum entó sin duda el resenti­
te la nom inación de princeps. Com o m iento de éste contra Galerio. De h e­
G alerio no reconociese a su yerno cho C onstantino afirm ó su indepen­
M ajencio, otra autoridad que la de dencia creando para sus estados una
usurpador, ordenó a Severo que orga­ m oneda nueva, el solidus, que venía a
nizase el derrocam iento de éste. Pero sustituir a las m onedas anteriores y
las tropas a las que m andaba Severo desde ese año ya no reconoció a los
eran las m ism as que hab ían obedeci­ dos prefectos del pretorio de Galerio.
do an terio rm en te a M axim iano, el Instalado en Tréveris, capital de sus
padre de M ajencio, y el rechazo a en ­ dom inios, em prendió grandes obras
tab lar com bate contra el hijo de su re­ de am pliación de la ciudad.
ciente Augusto, sum ado a los d o n ati­ M ajencio, por su parte, disgustado
vos en p la ta h e c h o s lle g a r a los p or el hecho de que M axim iano no
soldados por el propio M axim iano, hubiese logrado m odificar a su favor
d ieron com o resultado un desastre las decisiones de G alerio, porque la
m ilitar y la rendición de Severo bajo autoridad de su padre, iba en detri­
p ro m esa —p o sterio rm e n te v io lad a m ento de la suya, y envalentonado
p or M ajencio— de que su vida sería adem ás porque un intento de ataque
respetada. A partir de entonces, M a­ de G alerio se vio frustrado al presen­
jencio pasó a conferirse la categoría tir éste que corría el riesgo de que el
de Augusto, en el 307. ejército repitiese el com portam iento
C o m o hem o s visto, M a x im ia n o que había decidido la suerte de Seve­
Hercúleo decidió salir de su forzoso ro, se sintió lo suficientem ente fuerte
retiro, para inten tar consolidar la si­ com o para p rescin d ir de su padre,
tuación de su hijo frente a Galerio. Es que en el 308 huyó ju n to a C o n s­
entonces cuando el viejo E m perador tantino.
inicia una alianza con C onstantino, a En el 309 tuvo lugar la sublevación
fin de conseguir el respaldo de éste a de la diócesis de Africa contra M a­
la posición de su hijo. jencio (que inicialm ente ésta había
Es sabido, no obstante, que C ons­ retenido, m ientras que H ispania se
tantino no m edió ni intervino nunca había decantado un año antes a favor
en favor de M ajencio. de C onstantino, en gran parte por su
La conferencia de C arn u n tu m del reciente asociación con M axim iano,
308, a la que asistió —p o r presión de que conservaba aún en E spaña una
G alerio— el propio D iocleciano, no gran influencia). El vicario de Africa,
hizo sino agrav ar las tensiones ya A lejandro, se puso al frente del levan­
existentes. C abía esperar que, tras la tam iento y estableció negociaciones
m uerte de Severo, fuese designado con C o n sta n tin o . Pero a u n q u e un
com o A ugusto C o n stan tin o , y ¿poi­ año más tarde M ajencio pudo recu­
qué no? M ajencio com o César. Pero perar la diócesis y sofocar la revuelta,
fue designado A ugusto'de O ccidente en el interim R om a quedó sin provi­
Licinio, un am igo de G alerio, que no siones de grano, cortados los sum i­
había pasado nunca por el cargo de nistros de Africa e H ispania, y, en
César, lo que desde luego constituía consecuencia, el ham bre hizo estra-
Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio 11

EUTROPIA ■*------- ,------ 1 MAXIMIANO

HELENA-
1
>CONSTANCIO CLORO • TEODORA FAUSTA
(Esposa de Constantino)
►CONSTANTINO- «FAUSTA
(Hija de Maxim iano)
CRISPO
M I
T
-♦•JULIO CONSTANCIO GALLA

ΓΓΤΤ ▼
HE LEN A· ►JULIANO GALLO

(/)(/)(/)(/)
>>>>

DALMACIO HANIBALIANO

La familia Constantiniana.

gos en la ciudad. La situación de ais­ Im perio contaba con cuatro A ugus­


lam iento de Italia, que la había lleva­ tos: G alerio y M axim ino D aza en
do a tan grave situación fue sin duda O rie n te , y C o n s ta n tin o y L icinio,
la causa real de la revuelta del 309 que, en Occidente —el territorio de este úl­
sofocada por los pretorianos, costó la timo, limitado, a causa de Majencio, a
vida a unas 6.000 personas. La p opu­ N órico y P an o n ia—, ningún C ésar y
laridad de M ajencio, a raíz de estos un usurpador, M ajencio.
acontecim ientos, sin duda sufrió un La m uerte de G alerio en el mismo
duro golpe. año, sin duda reforzó la alianza que,
Al m ism o tiem po que M ajencio en­ un año antes se había establecido en­
viaba su ejército a Africa, C onstanti­ tre C onstantino y Licinio y cuyo obje­
no tuvo que hacer frente a las tropas tivo era sin duda la elim inación de
de M axim iano. Este acontecim iento M ajencio y posteriorm ente tal vez la
sirvió para dejar las m anos libres a de M axim ino D aza, ahora com peti­
M ajencio, a fin de que éste soluciona­ dor de Licinio al haberse convertido
ra sus problem as africanos, sin tem or éste (con la sola aceptación de C ons­
a que C onstantino se aprovechase de tantino) en sucesor de G alerio, vulne­
la situación. Algunos autores com o rando el principio de antigüedad que
Piganiol, h an creído ver en este h e­ favorecía a D aza. Licinio se puso al
cho, un restablecim iento de las rela­ frente de Tracia, O riente, Egipto y
ciones entre M axim iano y su hijo. G recia, pero no pudo evitar que M a­
M axim iano hab ía intentado el derro­ xim ino D aza se quedase con Asia
cam iento de C onstantino. La batalla ,M enor. D ada la situación, M ajencio
se libró en las cercanías de M arsella y y M a x im in o e s ta b le c ie r o n e n tre
M axim iano fue asesinado o tal vez ellos ciertas intrigas, cuyo objetivo es
se suicidó. fácil de im aginar.
E n el 311 — p o c o a n te s d e su O b v ia m e n te la situ a c ió n estab a
m u e rte — G a le rio reco n o ció fin a l­ planteada en térm inos de un inevita­
m ente a C onstantino com o Augusto y ble enfrentam iento entre los dos A u­
el m ism o reconocim iento le otorgó a gustos de O riente entre sí y los dos
M axim ino D aza. De form a que el Augustos de Occidente. La colabora­
12 A ka l Historie d el M undo Antiguo

ción y la concordia que debían presi­ Sin em bargo, la realidad dista m u­


d ir la gestión de los tetrarcas se había cho de este planteam iento dualista.
roto definitivam ente. Ni C onstantino era entonces cristia^
no (ver: Paneg. VIII, 21, 4; IX, 2, 5; 24,
c) La batalla del Puente Milvio 4), ni Majencio había demostrado nin­
guna hostilidad a los cristianos. Al
Lactancio (De mort. 43, 4) y Zósim o contrario, había hecho m arcar la cruz
(II, 14, 1), desde posiciones ideológi­ en algunas d é la s m onedas acuñadas,
cas distintas, pretenden que M ajen­ y había, no sólo practicado una polí­
cio declaró la guerra a C onstancio tica de tolerancia, sino devuelto a las
p ara vengar la m uerte de su padre iglesias los bienes confiscados d u ra n ­
(que ap areció ase sin a d o al día si­ te la persecución anterior (Optat. Mil.
guiente de su derrota y cuya autoría I, 18).
atribuían no pocos, a C onstantino). En el 312 C onstantino se convirtió
Sin em bargo, Eusebio (HE. IX, 9, 2), y en el único E m perador de Occidente,
Eutropio (X, 4, 3), parecen confirm ar dándose el título de M áximo Augusto.
la opinión, m ás difundida, de que fue Las primeras medidas que adoptó tras
C onstantino quien tomó la iniciativa. su entrada en Rom a fueron: la disolu­
A com ienzos del 312, C onstantino ción de la guardia pretoriana; la a n u ­
atravesó los Alpes dispuesto a librar lación de las disposiciones acordadas
la batalla decisiva. Se abrió paso h as­ por M ajencio (C. Th. XV, 14, 3); reafir­
ta Rom a después de m antener com ­ m ar las buenas relaciones con Lici­
bates en Turin y Brescia y el 28 de oc­ nio —que se casó en M ilán en el 313,
tubre, en la ribera derecha del Tiber, con la herm ana de C onstantino— y
en u n lugar próxim o a la ciudad lla­ el acuerdo de proclam ar la libertad
m ado Saxa R ubra, se decidió la suer­ religiosa en las dos partes del Im pe­
te a favor de C o n stan tin o , cuando rio, y restituir los bienes que les h a­
gran parte del ejército enemigo, y en ­ bían sido confiscados a los cristianos
tre ellos, el propio M ajencio, cayeron d u ra n te la p ersecución de D iocle-
al río al rom perse un puente de b a r­ ciano. Este acuerdo ha sido mal lla­
cas construido para la batalla ju n to al m ado el Edicto de M ilán, pues el ú n i­
puente Milvio. co edicto d atado en el 313, que se
Esta batalla supuso, sin duda, un conoce, es el que prom ulgó Licinio en
acontecim iento político-m ilitar rele­ N icom edia en ju n io del m ism o año,
vante, pero la im portancia que hoy au n q u e ciertam ente, se hace co n s­
nos evoca se debe a que los autores tar el acuerdo de los dos E m p era­
cristian o s de esta época (Eus. Vil. dores.
Const I, 27-31 y Lact. De mort. 44, 5) Algunos autores, siguiendo la ten­
nos dicen que fue durante esta cam ­ dencia cada vez más aceptada de res­
p añ a cu ando se produjo, de form a ta r el p ro ta g o n is m o a b s o lu to de
m ilagrosa, la conversión de C o n sta n ­ C onstantino en todas las decisiones
tino al cristianism o, y u n a parte de la pro-cristianas, creen que este edicto
historiografía m oderna no duda en no fue prom ulgado por C onstantino
aceptar que tal acontecim iento haya y que Eusebio de C esarea se lo atri­
tenido lugar en esta señ a la d a o ca­ buye a C onstantino por la convincen­
sión. Así pues, la guerra entre C ons­ te razón de que, al term inar su obra
tantino y M ajencio ha sido conside­ en el 324 (tras la derrota de Licinio, al
ra d a tr a d ic io n a lm e n te co m o u n a que se aplicó la damnatio memoriae),
guerra de religión en lasque los perso­ se dedica a traspasar a C onstantino
najes en carn ab an al cristianism o por todos los honores que estaban en el
una parte y a la tradición pagana por «haber» de Licinio (M oreau, 1954 y
otra (Paneg. lat. XII, 14, 3; 16, 3; 18, 1). Gregoire, 1956).
Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio 13

Cabeza de
Museo del C tolio, Roma.

d) El Imperio de Licinio y El Im perio, pues, se encontraba en


Constantino manos de dos Emperadores que, como
aliad o s, in ic ia ro n u n a p o lític a de
En el m ism o año, tuvo lugar el co n ­ concordia, atenta a unas m ismas acti­
flicto entre Licinio y M axim ino. En el tudes políticas y religiosas.
Campus Ergenus, en Tracia, las tropas Esta concordia, no obstante, tuvo
de M axim ino fueron derrotadas y Li­ una vida m uy corta. Las fricciones no
cinio ocupó Asia M enor, reunifican- tardaron en aparecer y com o solu­
do así bajo su autoridad todo el Im ­ ción pacificadora se pensó en elegir a
perio Oriental. un C ésar que se ocupase del gobierno
14 Aka! Historia del M undo Antiguo

Versión pagana de la conversión de curó el mal con un mal mayor: hizo prepa­
Constantino rar un baño más caliente de la cuenta y ha­
Cuando todo el poder estuvo en manos de ciendo entrar a Fausta, la sacó muerta. In­
Constantino, ya no escondió la mezquin­ timamente consciente de sus crímenes así
dad que le era natural. Celebraba aún los como de su desprecio por los juramentos,
ritos ancestrales, no por respeto, sino por consultó a los sacerdotes sobre el modo
interés; por esta razón también obedecía a en que expiar sus fechorías. Pero mientras
los adivinos que, como él mismo había que éstos le habían respondido que no
comprobado, le habían anticipado la ver­ existía ninguna clase de purificación capaz
dad respecto a todo cuanto le había acon­ de borrar tales impiedades, un Egipcio lle­
tecido. Pero cuando volvió a Roma, hen­ gado de España a Roma y que había enta­
chido de arrogancia, decidió que su pro­ blado relación con las mujeres del palacio,
pio hogar fuese el primer teatro de su im­ llegó hasta Constantino y le aseguró que la
piedad. Su hijo Crispo honrado, como se fe de los cristianos perdonaba todo peca­
ha dicho antes, con el título de César, fue do y prometía a los impíos que la adopta­
sospechoso de relaciones culpables con ban la absolución inmediata de toda culpa.
su madrastra Fausta, y él le hizo matar sin Constantino acogió muy favorablemente
tener en cuenta las leyes de la naturaleza. esta exposición y rechazó las creencias de
Además, como la madre de Constantino, los ancestros, compartiendo después las
Helena, se sintiese desolada por tal des­ que el Egipcio le había comunicado.
gracia e incapaz de soportar la muerte del
joven, Constantino, a modo de consuelo, Zósimo, Historia Nueva,, II, 29

de los territorios lim ítrofes entre am ­ G eneralm ente es aceptado por los
bos Im perios. El C ésar designado fue historiadores que la causa de los con­
B assianus, amigo de Licinio y c u ñ a­ flictos que volvieron a plantearse en­
do de C onstantino, que, por instiga­ tre am bos Em peradores a partir del
ción de Licinio, preparó un com plot 320 fueron las divergencias religiosas.
destinado a asesinar a C onstantino y A unque tam bién podría ser que la
este acontecim iento llevó a la guerra nueva actitud de hostilidad a la Igle­
a am bos E m peradores. L icinio fue sia, p o r parte de Licinio, fuera la con­
vencido en Cibalae, en P anonia, en el secuencia y no la causa de otro tipo
314, pero su d errota no le im pidió de diferencias y problem as existentes
n om brar Augusto a uno de sus duces, entre los dos Em peradores. C om o por
Valente, destinado p o r él a suceder a ejem plo el hecho de que la idea de la
C onstantino en Occidente. La segun­ reu n ificació n del Im p erio bajo un
da batalla se libró en el Campus Ar- solo m ando, estuviese presente en los
diensis, en Tracia, y el resultado no fue planes de uno o de am bos príncipes.
decisivo para ninguna de las dos p ar­ La respuesta definitiva no nos es co­
tes. No obstante se llegó a la conclu­ nocida, pero perm anece el in terro ­
sión de un tratado de paz: Licinio gante de por qué Licinio, que había
hizo m atar a Valente, y cedió a C ons­ hecho gala de u n a actitud claram ente
tantino las diócesis de P anonia y M a­ cristianófila, decidió que pronto, tras
cedonia, incluida Grecia. siete años de gobierno, adoptar una
C onstantino, por su parte, ren u n ­ política hostil hacia la Iglesia. Algu­
ció a la prerrogativa que tenía, com o nos au to re s p re te n d e n que fue el
prim er Augusto, de legislar por cuen­ conflicto arriano, que había estallado
ta propia. poco antes en O riente, el que influyó
H asta el 324, el Im perio fue u n a es­ en la nueva orientación religiosa de
pecie de confederación m al avenida, Licinio (Tuillier, 1975). A ún así, resul­
con escasa cohesión* a pesar de las ta difícil de ex p lica r el co m p o rta ­
m uchas analogías que se encuentran m iento de Licinio, teniendo en cuen­
en las gestiones de uno y otro Em ­ ta, adem ás, la enorm e im plantación
perador. que el cristianism o tenía entonces en
Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio 15

Oriente. Sin duda él sabía que cual­ dioses. Es sabido que en el Código
quier disposición contraria a los cris­ Teodosiano se contem plan en los pri­
tianos le atraería un a gran im popula­ m eros años, disposiciones idénticas
r id a d , lo q u e c o n f ir m a E u s e b io de Licinio y C onstantino, pro h ib ien ­
cu an d o nos dice que los cristianos do cualquier dispensa de las obliga­
o r ie n ta le s c o m e n z a r o n a v e r en ciones de los curiales (C.Th. XII, 1, 1 y
C on stan tin o a su defensor y an im a­ 5) y castigando con la deportación a
ron a éste a que les liberase de Licinio los que escapasen a tales obligacio­
(Eus. Vit. Const. IV, 32). Tam poco re­ nes (C.Th. XII, 1, 6).
sulta m uy digna de fe la afirm ación La perm isividad que, en el caso de
de Eusebio y Teodoreto de que los los clérigos, concedió C o n sta n tin o
arríanos fuesen favorcidos por Lici­ poco después, desapareció en el 320
nio y que fueron ellos quienes le im ­ (C. Th. XIV, 41 y 2, 3) al obligar a los
pulsaron a luchar contra C onstanti­ clérigos y laicos curiales a hacer fren­
no (Eus. Vit. Const. I, 56; H.E. X, 8, 8; te a sus obligaciones. N o obstante,
Theod. H.E. I, 19). En prim er lugar, perm itió que no cum pliesen los ri­
porque no consta que Licinio haya tuales religiosos vinculados al acceso
prodigado nunca sus sim patías hacia a las m agistraturas m unicipales (C.
los a rría n o s (a u n q u e sí su esposa Th. XIV, 2,5), puesto que el cum pli­
C o n sta n c ia ), com o tam p o co p a re ­ m iento de estos ritos podría d ar lugar
ce cierto que C o n sta n tin o pudiese a conflictos de conciencia entre los
ser co nsiderado un cam peón de la cristianos. Sin em bargo ninguna ex­
o rto d o x ia a n te s d el C o n c ilio de cepción sem ejante aparece en el C ó­
Nicea. digo Teodosiano para la parte orien­
La hostilidad hacia los cristianos tal del Im perio. Es por tanto, bastante
de Licinio se m anifestó en una serie lógico suponer que puesto que Lici­
de m edidas concretas, puesto que no nio no había em itido ninguna deci­
hubo un edicto general, tales como: sión p artic u la r para los cristianos,
obligar a los funcionarios de la adm i­ aplicase la m ism a disposición a todos
nistración im perial a sacrificar a los sus súbditos, paganos y cristianos. La
dioses o dim itir (Eus. H.E., X, 8, 10; negativa de algunos de estos últimos
Vit. Const. I, 52-54); que las asam bleas a cum plir con los sacrificios rituales,
cristianas fueran mixtas, m edida que, suponía una negativa a integrarse en
probablem ente, tenía com o fin evitar la curia y, en consecuencia, les sería
las querellas dogm áticas entre arria- im puesto el castigo correspondiente;
nos y no arríanos, pues es sabido que así parece confirm arlo la sorprenden­
Arrio tenía un gran núm ero de segui­ te acusación de Eusebio, de que Lici­
dores entre las mujeres. El m ism o in ­ nio persiguió a los cristianos inscri­
terés de zan jar las controversias de­ biéndolos en el álbum de las Curias.
bió inspirar la prohibición de que los La batalla entre C onstantino y Li­
obispos salieran de sus diócesis y ce­ cinio nos es presentada de nuevo por
leb raran sínodos (Eus. H.E. X, 8, 17). los autores cristian o s de la época,
Las infracciones parece que eran se­ com o una segunda guerra de religión.
veram ente castigadas y si hem os de (Además de los autores citados; So-
creer a Eusebio, se llegó en algunos zom. VII).
casos a la aplicación de penas capita­ La prim era derrota de Licinio, en el
les (Eus. H.E. H, 8; Vit. Const. II, 2 y 324, tuvo lugar cerca de A ndrinópolis.
30-34). N o obstante, estos castigos a Licinio se retiró posteriorm ente a Bi-
los que alude Eusebio, debían im po­ zancio y nom bró Augusto a uno de
nerse a la prim era de estas disposicio­ sus funcionarios, M artiniano. En la
nes, la que alude a la obligación de segunda y definitiva derrota, jugó un
los funcionarios de sacrificar a los papel decisivo la flota constantinia-
16 A k a l Historia del M undo Antiguo

na, que estaba dirigida por el joven i n a u g u r a c i ó n — p a s ó a lla m a r s e


C é sa r C risp o . E sta se p ro d u jo en C onstantinopla, o «ciudad de C ons­
C hrysópolis, y, pocos días después, tantino». Esta decisión trasladó de
Licinio —a quien C onstantino había form a definitiva el eje político del Im ­
d ado p alabra de p erd o n ar la vida, y perio hacia Oriente.
que p or cierto, no cum plió— se rin ­ E n el 325 presidió el C oncilio de
dió. Así C onstantino, flanqueado p o r N icea con el que se pretendía zan jar
sus dos hijos n o m b ra d o s C ésares, las disputas teológicas que enfrenta­
reunificó de nuevo el Im perio des­ b an a los seguidores y a los adversa­
pués de cuarenta años de h ab er esta­ rios de Arrio.
do dividido. Poco después de haber celebrado
las vicennalia de su m andato, prim ero
en C onstantinopla y luego en Rom a,
e) Constantino, dueño único tuvo lugar una tragedia que a juzgar
del Imperio por las fuentes de la época, m arcó la
p ersonalidad de C o n stan tin o hasta
U na de las m edidas que m arcaron su muerte. Los detalles no nos son co­
m ás profundam ente la nueva etapa nocidos, pero la culm inación de este
co nstantiniana fue el traslado de la dram a supuso la ejecución de Crispo,
capitalidad del Im perio a la antigua de Fausta y de Licinio II, hijo de anti­
ciu d ad de B izancio, reconstruida y guo rival de C onstantino. Zósim o (II,
enorm em ente am pliada por decisión 29, 2-3) dice que, atorm entada su con­
del E m perador y que desde el 8 de ciencia, y hum illado porque los sa­
n o v ie m b re del 324 — fech a de su cerdotes paganos no le absolvían de

Arco de Constantino.
Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio 17

tales crím enes, fue atraído al cristia­


nism o p o r la prom esa de que el b a u ­
tismo cristiano b orraba todos los pe­
cados. Juliano, en su obra satírica «El
Banquete» (c. 38), expresa la m ism a
opinión que Zósim o sobre las razo­
nes del acercam iento de C onstantino
a la Iglesia. Esta opinión que, tradi­
cionalm ente ha sido poco valorada,
es considerada p or G racco Ruggini
(1980) de cierta consistencia ya que, en
su opinión, fue poco después cuando
C o n sta n tin o rom pió p ú b licam en te
con el n eo p latonism o, en concreto
hacia el 331.
C onstantino asoció a tres de sus h i­
jos al Im perio designándoles Césares:
C o n s ta n tin o II, C o n s ta n c io II y Moneda de Constantino con los polémicos
C onstante. Tam bién nom bró C ésar a signos en el casco (años 314-321).
su nieto D alm acio y H a n ib a lia n o , que fuera E u seb io de N ico m ed ia,
herm ano de este últim o, obtuvo el cu­ obispo arriano, quien le bautizó po­
rioso título de «Rey de reyes de las cos días antes de su muerte.
naciones pónticas». En opinión de
algunos autores (C hastagnol, 1984), el
proyecto constantiniano de división 2. La conversión
del Im perio, preveía el reparto de lo­ de Constantino
tes entre los cuatro Césares, pero sólo
desde el punto de vista adm inistrati­ El p ro b le m a de la c o n v e rsió n de
vo. El m ayor de sus hijos, C onstanti­ C o n sta n tin o al cristian ism o es, tal
no II sería el destinado a m antener a vez, uno de los tem as que mayores
los otros tres supeditados a su volun­ querellas ha desatado, y que, al cabo
tad, esto es, ocupar el lugar predom i­ de m ás de un siglo de haberse p lan ­
nante que el propio C onstantino ocu­ teado el debate, sigue siendo un tema
p ab a entonces respecto a sus Césares. abierto y aún sujeto a m últiples y
Pues, m ientras que en la tetrarquía contradictorias opiniones.
los Césares ocupaban una posición El debate se ha centrado, casi ex­
de m ayor independencia respecto a clusivam ente, sobre la p erso n a de
sus A u g u sto s, los h ijo s de C o n s ­ C onstantino, esto es, sobre su propia
tantino estaban políticam ente som e­ conversión, intentando establecer el
tidos a su padre p or completo. Así m om ento en que ésta se produjo, e in­
d e s c rib e E u s e b io e sta s u m is ió n : cluso deduciendo las razones de la
«N uestro Rey, com o la luz del sol por misma. Pero las fuentes que posee­
sus destellos ilum ina a través de sus mos se prestan a m uy diferentes valo­
rayos que son los Césares...», en el raciones por parte de los estudiosos
discurso preparado por Eusebio con del tema. En síntesis las dificultades
ocasión de los tricennalia de C o n stan ­ más relevantes afectan, en prim er lu­
tino (Triakont. 201, 5-21). gar, a la am bigüedad de los textos que
C onstantino m urió en el 337, en su nos in fo rm an sobre d ich a conver­
villa de Anciro, cerca de N icom edia y sió n , que son p rin c ip a lm e n te las
d urante sus últim os años parece que obras de E usebio de C esarea y de
se acercó hacia las posiciones arria- Lactancio. N o hay coincidencia en el
nas. Así parece indicarlo el hecho de relato que uno y otro nos dan la vi­
18 Akal Historia d el M undo Antiguo

sión celeste que decidió la conversión Pero adem ás, no sólo estos relatos
del príncipe. Eusebio no com enta este sino las obras de am bos autores son
episodio en la Historia Eclesiástica, objeto de m últiples interpretaciones,
silencio sorprendente dada la im por­ al igual que la Historia Eclesiástica de
tancia del acontecim iento, pero sí en Sozom eno. Ya nos hem os referido a
la Vida de Constantino, aunque en dos cóm o, d e lib e ra d a m e n te o no, h a n
pasajes, y, con ciertas variantes. En sido om itidos o falseados en estas
prim er lugar, nos dice que este hecho obras algunos aspectos de la política
trascendental se produjo antes de la de Licinio y del propio M ajencio. O b­
batalla de Puene Milvio y que el E m ­ viam ente son obras de carácter pro­
perad o r vio en el cielo «el lum inoso pagandístico, cuyo fin es ensalzar el
trofeo de la cruz acom pañado de las triunfo del cristianism o y a C o n stan ­
palabras “con éste vencerás11» ( V.C., tino: es el caso del De mortibus persecu­
28, 2). Posteriorm ente, nos dice que la torum, de Lactancio, claram ente pan-
conversión fue el resultado de dos fletario. A ún así, re su ltan im p re s­
apariciones, la antes señalada, m ás la cindibles para el estudio de la época
que tuvo la noche siguiente en la que c o n sta n tin ia n a , sobre todo la VC.
se le apareció C risto con un signo Pero la valoración de esta fuente en ­
confusam ente descrito p o r Eusebio tró en un debate particular a partir de
(VC . 1, 29-31) que m uchos autores los trabajos de Grégoire, en los que
entienden que se trata de un cristo- expone num erosos argum entos cuyo
gram a ^ (Alfoldi, 1948; Vogt, 1949); resultado es que la Vida de Constanti­
para otros se trataría de una cruz, en no, de Eusebio de Cesarea, es el p ro ­
vez de u na rho\ (ver G uarducci, ducto de u n falsificación de época
1980) y para otros se trataría de una teodosina. M uchos de estos argum en­
tau dentro del num eral griego diez, tos al cabo del tiem po han sido des­
esto es, % que habría que interpretar pejados; sin em bargo, subsisten aún
com o tria decennia (Piganiol, 1936), m uchas dudas sobre la obra en sí y
aludiendo a la visión que C onstanti­ so b re los d o c u m e n to s del p ro p io
no tuvo y que nos es descrita p o r el C onstantino insertos en la obra. Al­
p an eg irista del 310, q u ien dice, en gunos autores, aú n aceptando global­
presencia del E m perador, lo que este m ente la autenticidad, adm iten que
m ism o le habí contado: que Apolo se hay interpolaciones en el texto (ver
le h abía aparecido y le había ofrecido H onn, 1940) y todavía hoy los estu­
dos coronas en cuyo interior C ons­ diosos de la época co n tin ú an ofre­
tantino vio un signo que identificó ciéndonos argum entos en contra o a
com o la prom esa del dios de que rei­ favor de la autenticidad de los m is­
naría treinta años (Paneg. lat. VII, 21, mos (así, Pietri, 1983).
4-8). Lactancio, finalm ente, no habla En segundo lugar, y aunque acep­
de visión, sino de un sueño habido la tásem os alinearnos al lado de los más
noche antes de la batalla de Puente fervientes defensores de la autentici­
M ilvio, au n q u e la descripción que dad de estos textos, nos encontraría­
hace del signo que Dios le m ostró en mos con que difícilm ente puede de­
el sueño tam bién se ha prestado a ducirse de ello, que C onstantino haya
distintas interpretaciones: «...ut cae- sido cristiano desde el m om ento en
leste signum Dei notaret in scutis atque que la tradición sitúa su conversión.
ita proelium committeret. Facit ut iussus En los escritos constantinianos que
est transversa X littera, summo capite Eusebio edita en su Vida de Constanti­
circumflexo, Christum in scutis notat. no, el príncipe habla frecuentem ente
Quo signo armatus exercitus capit fe ­ de la «divinidad», del Dios m uy alto,
rrum (De mort. 44, 4 ss). (Véase texto del «Dios omnipotente» términos am-
núm ero 2). bigüos y que son com unes a los paga­
Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio 19

nos de la época. Sin em bargo no h a ­ tifex (Vettio Agorio Pretextato, noble


b la e s p e c ífic a m e n te de Je s ú s , ni rom ano y defensor a ultranza del p a­
tam poco utiliza el nom bre de Ecclesia ganism o) y el propio Sopatro, com o
en contextos en los que podría acla­ augur.
rarse su afinidad con ella, sino que Esta am bigüedad es considerada
habla —¿tal vez refiriéndose a la Ec­ voluntaria por algunos autores (M c­
clesia o no?— de las «asam bleas de M ullen, 1984). Así pues, las conclu­
los justos» (VC. II, 55, 2), de la «es­ siones a las que los estudiosos de la
tancia santa» (VC. II, 56, 2; 55, 2). cuestión constantiniana h an llegado
Tam poco la iconografía nos sum i­
nistra pruebas contundentes. Así los Visión cristiana de la conversión de
relieves del arco triunfal de C o n stan ­ Constantino
tino en Rom a son considerados por
Se inicia la lucha y, en un primer momen­
m uchos estudiosos com o de clara ins­ to, se imponen los soldados de Majencio,
p ira c ió n p a g a n a y v in c u la r ía n a hasta que Constantino, con ánimo renova­
C onstantino con el culto solar, tres do y dispuesto a todo, movió sus tropas
años después de su pretendida con­ hasta las proximidades de Roma y acam­
versión (ver L ’Orange-V on G erkan, pó cerca del puente Milvio. Constantino
1939). Las m onedas —excepto las de fue advertido en un sueño de que grabase
sus últim os añ o s— ofrecen tam bién en los escudos el signo celeste de Dios y
u n a sim bología equívoca (Schóne- se lanzara de esta forma a la batalla. Hace
beck, 1939). El grafito que aparece en lo que se le había ordenado y, curvando el
rasgo superior de la X, una vez invertida,
u na de las paredes de la iglesia de graba el nombre de Cristo en los escudos.
San Pedro, en Rom a, datada en el El ejército, protegido con este símbolo,
315, y que se com pone de un cristo- toma las armas. El enemigo avanza sin su
gram a y las palabras: Hoc vin (ce), es general y atraviesa el puente. Los dos ejér­
p resen tad o p or la profesora G uar- citos chocan frente a frente y se lucha con
ducci com o confirm ación de los testi­ gran violencia por una y otra parte: «ni
m onios de Eusebio y Lactancio, pero unos ni otros tenían lugar por donde esca­
no es un a prueba definitiva, pues si el par». En la ciudad se produce un motín y
se increpa al emperador por haberse des­
m uro es ciertam ente del 315, el grafito
preocupado de la salvación del estado;
—tosco y hecho por cualquiera— pue­ cuando aparece en público — celebraba
de ser de esa época o posterior (ver en efecto unos juegos circenses con oca­
G uarducci, 1974). sión de su cumpleaños— , el pueblo grita
Por otra parte, el com portam iento con una sola voz que Constantino no pue­
de C onstantino tam poco desvela sus de ser vencido. Afectado por estos gritos,
afinidades religiosas de forma preci­ abandona el circo y, reuniendo a algunos
sa. Es verdad que sus estrechas rela­ senadores, ordena que se consulten los li­
ciones con algunos obispos (sobre bros sibilinos: en ellos se descubre que
ese día habría de morir el enemigo de los
todo Osio de C órdoba y Lactancio),
romanos. Convencido, ante esta respues­
es un hecho probado y puede rem on­ ta, de la victoria, se levanta y se dirige al
tarse a los prim eros años de su m a n ­ campo de batalla. El puente se corta a sus
dato com o E m p era d o r O ccidental. espaldas. Los soldados, al ver esto, recru­
Pero no es m enos cierto que hasta los decen la batalla y la mano de Dios se ex­
últim os años de su vida cultivó tam ­ tiende sobre la lucha. Los soldados de
bién la am istad de num erosos filóso­ Majencio son presa del pánico; él mismo,
fos paganos, sobre todo de Sopatro, iniciando la huida corre hacia el puente,
filósofo neoplatónico. Y que las cere­ que estaba cortado, y, empujado por la
m onias de la fundación de C ontanti- masa de los que huían, se precipita en el
Tiber.
n o pla (324-330), fueron claram en te
paganas y estuvieron presididas por Lactancio, Sobre la muerte
el Em perador acom pañado de un pon­ de los perseguidores, 44
20 Aka! Historia d el M undo Antiguo

Porta Nigra de /eris (hoy Trier).

a través del estudio de las m ism as dor), sino la cristalización de un pro­


fuentes docum entales, no pueden ser ceso que im plicaba a la m ayoría de
más diversas: C onstantino se habría sus súbditos y cuyos orígenes últim os
convertido en un cristiano com pro­ se situarían a finales de la República,
metido, atendiendo al relato de Euse­ coincidiendo con el com ienzo de la
bio (Besnier, 1937; Keresztes, 1981), o crisis de la religión pagana y cuyos
se trataría más bien de un hom bre di­ orígenes más inm ediatos se encontra­
vidido entre el neoplatonism o paga­ rían en las corrientes m onoteístas que
no y el cristianism o (Piganiol, 1936, y se extendieron por todo el Im perio en
el m ism o M cM ullen, 1984), o de un los siglos II-III.
h o m b re ato rm en tad o com o nos lo
m uestra la visión tradicional pagana,
o de un político sagaz que se valió del 3. Las disposiciones
cristianism o para sus fines (Gregoire, jurídicas de
1964). E n c u a lq u ie r caso , no h ay
d u d a de que fue d u ra n te la época Constantino en
co n stan tin ian a cuando se crearon las favor de la Iglesia
co n d icio n e s que tra n s fo rm a ro n al
Imperio rom ano en Imperip cristiano. En nuestra opinión tal vez sean las
La cristianización del Im perio no d isp o sicio n es ju ríd ic a s p ro -c ristia ­
fue el resultado de un a conversión in ­ nas, ju n to con las generosas donacio­
dividual (aunque se trate del Em pera- nes del Em perador, las que m ejot nos
Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio 21

Principales monumentos cristianos de Roma en


los siglos III, IV y V.

1. San Calixto 15. Santa Cruz de Jerusalón


2. San Crlsógono 16. San Pedro ad Vincgla
3. Santa Cecilia 17. Santa Práxedes A Vía Flaminia
4. Santa Sabina 18. Santa María la Mayor B Via Salaria M laniculum
5. San Prisco 19. San Eusebio C Vía Nomentana N Mons Palatinus
6. Santa Anastasia 20. Santa Prudenciana D SAN PEDRO Ñ COLISEO
7. Santa Balbina 21. San Ciríaco E Mons Plnclus 0 Via Aurelia
8. Santos Nereo y Aqulleo 22. Santa Susana F Collis Quirinalis P Mons Aventinus
9. San Sixto 23. San Vidal G Via Tiburtina Q Mons Caelius
10. San Esteban 24. Santos Apóstoles H Collis Viminalis R LETRAN
11. Santos Juan y Pablo 25. San Marcelo I Capitolium S Via Tusculana
12. Cuatro Santos Coronados 26. San Marcos J FORUM T Via Ostiensis
13. San Clemente 27. San Lorenzo K Mons Esquillnus U Via Appia
14. Santos Pedro y Marcelino 28. San Lorenzo L Via Praenestina V Via Latina
22 A kal Historia d el M undo Antiguo

desv elan su po lítica religiosa y su Bases ideológicas del poder imperial


concepción de las relaciones Iglesia- El emperador, el amado de Dios, será des­
Im perio. de ahora partícipe del reinado celestial,
La sistem atización jurídica de las porque está coronado de las virtudes que
nuevas relaciones entre la Iglesia y el son inherentes a Dios y ha recibido en su
Estado rom ano, no fueron el resulta­ alma los efluvios que vienen de Dios. Ha
do de un a m edida concreta sino que llegado a ser razonable por la Razón uni­
su gestación fue gradual y paulatina, versal, ha llegado a ser prudente y sabio
a u n q u e a un ritm o m ás acelerado por su participación en la Sabiduría y ha
llegado a ser bueno por comunión con el
c u a n d o C o n s ta n tin o se vio d u eñ o
Bien.
único del Im perio. M uchas razones
aconsejaban, en los prim eros años, Eusebio de Cesarea. Discurso
prudencia al E m perador en la elabo­ de las tricennalia, II, 3
ración de un estatuto de favor para la
nueva religión cristiana. Entre ellas, Iglesia de Rom a nos son conocidas a
la identificación que siem pre había través del Liber Pontificalis, una espe­
existido en Rom a entre derecho p ú ­ cie de registro o inventario de bienes
blico y derecho sagrado pagano. El de la Iglesia rom ana. A dem ás de la
cristian ism o ofrecía, ad em ás, m uy fu n d ació n de n u m erosas b asílicas,
pocas garantías de respeto a la ley: los (en el 324 C onstantino establece la
num erosos casos —particularm ente concesión de subvenciones, a través
im portantes en época de Dioclecia- de la oficina prefectural, para la repa­
n o — de indisciplina m ilitar hacían ración de iglesias y para la construc­
acreedores a los cristianos de un am ­ ción de otras nuevas), todas ellas do­
plio desprestigio cívico-político. La tadas de un patrim onio propio co n ­
Iglesia, no obstante, dem ostró pronto sistente en fondos suficientes para ga­
su voluntad de colaboración con el ran tizar el m antenim iento de las m is­
E m perador al am en azar con la exco­ mas, así com o de los clérigos a su ser­
m unión, un año después de la p ro ­ vicio, C o nstantino les dotó de objetos
m ulgación del Edicto de M ilán, a los m uebles, generalm ente en plata y oro.
cristianos que desertaran del ejército Sólo para las iglesias de Rom a, las
o com etieran actos de in d iscip lin a donaciones de C onstantino en obje­
m ilitar (Conc. de Arlés, c. 3), m ientras tos litúrgicos, superan los 500 kg de
que hasta entonces estos m ism os de­ oro y se acercan a las seis toneladas
sertores h a b ía n sido c o n sid erad o s de plata. Adem ás, la estim ación de
m ártires por la m ism a Iglesia. las rentas p ercib id as, sólo p o r las
iglesias rom anas, es de m ás de 26.370
sólidos. Estas cantidades son tanto
a) Normativa jurídica sobre las más significativas si se tiene en cuen­
donaciones ta el breve tiem po en que tal p atrim o­
nio se constituyó. A dem ás los bienes
La prim era disposición que expresa­ patrim oniales de las iglesias disfruta­
m ente autorizó a las iglesias (católi­ ron de im portantes exenciones fisca­
cas) a recibir donaciones y herencias les: C onstantino liberó a las iglesias
es del año 321 (C.Th. XVI, 2, 4). El de la obligación de pagar el im puesto
propio E m perador pasó de la teoría a norm al, así com o a las propiedades
los hechos con gran celeridad. C ons­ del E m perador, a las que se concede
tantino concedió a la Iglesia num ero­ el m ism o beneficio {C.Th, II, 1, 1).
sos donativos tanto de su caja priva­ Hay que entender que se trataba del
da com o de los bienes del fisco (So- im puesto de la iugatio, que era el im ­
zom. H.E. V, 5). puesto funciario norm al. Esta dispen­
A lgunas de sus d o n ac io n e s a la sa la extendió, por otra disposición
Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio 23

del 319 (C.77?. XVI, 2, 2) a los bienes En la base de estas restricciones sin
de todos los clérigos, lo que en cierto duda se encontraba la necesidad de
m odo suponía la concesión al ordo organizar esta duplicidad de jurisdic­
clericalis de un estatuto jurídico p arti­ ciones paralelas: la secular y la ecle­
cular, que aparece, con tales privile­ siástica, establecidas sobre la base de
gios, claram ente diferenciado de los m utua independencia. N o debieron
cristianos laicos. ser infrecuentes las contradicciones
entre am bos trib u n ales tales com o
b) La jurisdicción eclesiástica que un clérigo, depuesto p o r el tribu­
nal eclesiástico, fuera declarado ino­
En una disposición del 318, C o n stan ­ cente en el proceso ante los jueces ci­
tin o estab lece que sea el trib u n a l viles, o viceversa.
episcopal quien juzgue a todo aquel
que desee ser juzgado según la ley
cristiana, incluso en el caso de que la c) La manumissio in ecclesia
c a u sa h u b iese sido ya p re se n ta d a
ante los tribunales civiles. Además, La legislación im perial sobre las m a­
declara que la sentencia em itida por num isiones eclesiásticas es significa­
el tribunal episcopal sería inviolable tiva de la im portancia social concedi­
y su ejecución sería asegurada por la da por el poder político a los clérigos.
fuerza pública (C.Th., 27, 1). De una Volterra considera que estas disposi­
sentencia posterior del m ism o E m pe­ ciones suponen un punto de encuen­
rador se desprende que la voluntad tro verdaderam ente notable entre el
de un a sola de las partes en litigio, E m perador y los principios sociales
bastaba para arrastrar a la otra ante
La manumisión en la iglesia (18 de abril
el tribunal episcopal. A ñade que, en del 321)
cuanto a la m ateria a juzgar, incluía
todo tipo de causas y que sus senten­ El emperador Constantino Augusto al obis­
cias eran sacrosantas y sin posibili­ po Hosio.
dad de apelación (Const. Sinnond. I, Que quienes con sentimiento religioso
han concedido en el interior de una iglesia
año 333). Lo extrem ado de tal conce­ la libertad merecida a sus esclavos, se
sión ha hecho que algunos autores considere que la han dado con los mismos
pongan en duda su autenticidad (así efectos jurídicos que cuando es concedida
p or ejem plo, De Francisci). la ciudadanía romana con cumplimiento
Posteriorm ente, a p artir de los su­ de las form alidades; pero ha parecido
cesores de C onstantino, los trib u n a­ oportuno admitir tal efecto sólo para quie­
les eclesiásticos sufrirán u n proceso nes la hayan dado en presencia de los sa­
restrictivo: prim ero, se les conceden cerdotes. Por otra parte, permitimos a los
clérigos que, al conceder la libertad a sus
com petencias para ju zg ar delitos civi­
servidores, no solamente les concedan el
les, pero leves, no de carácter crim i­ pleno disfrute de la libertad, sino también,
nal. M ás tard e se in ten tó que sus cuando dan la libertad por estipulación
com petencias se lim itasen a los asu n ­ testamentaria o deciden darla con pala­
tos de carácter religioso excluyendo bras cualesquiera, que la libertad se ob­
las causas civiles. Pero esta precisión tenga automáticamente desde el día mis­
es extrem adam ente vaga, pues m u­ mo en que se hizo pública la voluntad, sin
chos conflictos de carácter religioso necesidad de te stig o o in té rp re te del
p o d ían ser al m ismo tiem po asuntos derecho.
Dado el catorce de las calendas de
crim inales. No en vano la futura ins­
mayo en el segundo consulado de Crispo
titución de la Inquisición se sustenta, y Constantino (18 de abril del 321).
en gran parte, en las com petencias ju ­
rídicas otorgadas al tribunal episco­ Código Teodosiano, IV, 7, 1;
pal en esta época. trad. J.J. Sayas
24 AkaI Historia del M undo Antiguo

cristianos. Pero no hay que olvidar tatutos diferentes y sum am ente im ­


que tal encuentro ya se hab ía efectua­ precisos com o se desprende de las
do entre la valoración que los estoi­ clasificaciones que de éstos se hace
cos hacían de la esclavitud y los em ­ en los textos jurídicos (C.J., 11, 48, 21,
peradores de la dinastía de los An- 1) y que genéricam ente podríam os
toninos. definir com o colonos. Las condicio­
C o n stan tin o dedicó dos constitu­ nes de vida de los esclavos m anum iti­
ciones al tem a de la Manumissio in ec­ dos no debían, p o r otra parte, experi­
clesia y am bas tienen la form a de res­ m entar una m ejora notable al obte­
puesta a las solicitudes previas de dos ner estos la libertad, pues la situación
obispos. La prim era de ellas es del de los colonos y de los esclavos ru ra­
año 316 (C.J. I, 13, 1) y en ella se con­ les era m uy semejante. Am bos, en la
cede a los dueños la facultad de m a­ práctica, eran siervos que, general­
n um itir a sus esclavos en las iglesias, mente, disponían de un lote de tierra
en presencia de los presbíteros y del que debían cultivr y cuyos productos
pueblo. La segunda disposición es del les pertenecían a cam bio del pago de
año 321 (C.Th. 4, 7, 1 = C.J. 13, 1, 2) y u n a renta al dueño del dom inio, bien
la innovación, respecto a la anterior, en metálico o, más frecuentemente, en
consiste en que, m ientras que en la especies. A m bos estab a n , adem ás,
del 316 se exigía la redacción de un obligados a realizar trabajos en la
acta firm ada por los obispos —segu­ «reserva» del señor. El parecido entre
ram ente con vistas a la elaboración la situación real de unos y otros se
del censo—, en esta segunda constitu­ pone de m anifiesto por la confusión
ción el proceso se sim plificaba: se de am bos estatutos en los textos ju ­
prescinde de la solem nidad del acta y rídicos.
se acepta la m anum isión por la sola
voluntad m anum isora del clérigo, ex­
p resada verbalm ente. En am bas oca­
siones se confería al esclavo la ciu d a­
d an ía rom ana.
De todas formas, para que los cléri­
gos m anum itieran a esclavos pertene­
cientes a un propietario laico, se re­
quería el consentim iento de éste, que
recibía una cantidad en concepto de
pago o in d em n ización. C onstancio
a m p lia rá la co n c esió n d ec id ie n d o
que todo clérigo (incluso fieles laicos)
p o d ía rescatar a cu a lq u ie r esclavo
que hubiera sido m altratado por su
amo, incluso contra la voluntad del
dueño (C.Th. XII, 8, 1).
N o se conoce, ni p o r aproxim ación,
el núm ero de m anum isiones practi­
cadas por las iglesias, pero aún supo­
niendo que hubiera sido m uy eleva­
do, sin duda estas no alteraron la ins­
titución de la esclavitud, ya en crisis
varios siglos de la época >constanti-
niana. Al descender el núm ero de es­
clavos, éstos h ab ía n ido siendo re­ Constantino y Apolo-Helios. Ticinum, 313
em plazados por trabajadores con es­ (según Schünebeck); 316 (según Mattingly).
Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio 25

II. La época de Constancio II (337-361)

1. El ascenso al poder de liano, Julio C onstancio, y todos los


miembros de la familia excepto G alo y
Constancio II Juliano, qu entonces eran unos niños.
Además, fueron ejecutados sus princi­
a) La sucesión de Constantino pales partidarios. El rey H anibaliano
fue asesinado poco tiempo después.
Desde el 22 de mayo del 337, fecha de Elim inados así, de un solo golpe, to­
la muerte de Constantino, hasta sep­ dos estos contendientes, los tres hijos
tiembre del mismo año se dio la situa­ de C onstantino: C onstantino II, C ons­
ción curiosa de que los cuatro Césares tancio II y Constante, fueron procla­
siguieron gobernando sus provincias y m ados Augustos el 9 de septiembre del
tom ando decisiones conjuntam ente en 337.
nom bre del desaparecido C onstanti­ C onstantino II se encargó del go­
no, sin que ninguno de ellos procedie­ bierno del Im perio O ccidental y se
se a proclam arse Augusto. Esta situa­ convirtió en prim er Augusto. C onstan­
ción es m ás bien indicativa de las cio se puso al frente del Im perio de
tensiones latentes que del buen enten­ Oriente y a Constante, el menor, le en­
dimiento. Probablem ente la muerte de com endaron el gobierno del Ilírico,
C o n sta n tin o les h a b ía cogido des­ pero bajo tutela del herm ano mayor.
prevenidos. Los dos años siguientes se caracteri­
M ientras tanto, C onstantino II resi­ zan, en los tres frentes, por las luchas
día en su capital de Tréveris, C onstan­ que los nuevos Augustos hubieron de
cio II en Antioquía, Dalm acio, el so­ llevar a cabo: contra los bárbaros en
brino de C onstantino en C onstanti- Ocidente, y contra el Im perio de Sapor
nopla, H anibaliano estaba en Cesarea II, en Oriente. Pero en ei 339 C onstan­
de C ap ad o c ia y del tercer hijo de te se rebeló contra su herm ano m ayor
C o n stan tin o , C onstante, desconoce­ y ocupó Italia. La guerra entre los dos
mos el paradero, aunque se ha pensa­ herm anos tuvo como escenario Aqui-
do que podría encontrarse en M ilán. leya, donde resultó m uerto C onstanti­
La tensión estalló en C onstantino- no II. En consecuencia, el joven C ons­
pla en septiembre. La tradición y Julia­ tante se convirtió en Augusto de todo
no hacen responsable a C onstancio de el Im perio Occidental.
la m atanza que los soldados llevaron a Desde el 340 al 350, Constancio II y
cabo en C onstantinopla. Fueron asesi­ Constante gobernaron sus respectivas
nados: el C ésar D alm acio, el h erm a­ partes del Im perio sin que hubiera en­
nastro de C onstantino y padre de Ju­ tre am bos una gran arm o n ía, pues
26 A ka l Historia del M undo Antiguo

m ientras el prim ero se había converti­ b) La usurpación de Magnencio


do en cam peón de la ortodoxia, C ons­
tancio era el sostenedor del arrianism o En enero del 350 tuvo lugar en Autún
en Oriente. C uando el obispo católico la proclam ación com o Augusto del
Atanasio de A lejandría fue expulsado conde M agnencio. Este era un oficial
de nuevo de su sede episcopal y se re­ m edio b árbaro que contaba con el
fugió en Rom a, las relaciones entre respaldo del ejército acantonado en
am bos am enazaron con romperse; no las G alias, con el prefecto del pretorio
obstante Constante logró de su herm a­ local, un aristócrata rom ano, y con el
no, poco después, que fuese repuesto de M arcelino, conde de la adm inis­
en su sede de A lejandría a cam bio de tración privada del Emperador. C ons­
otras contrapartidas. tante se dirigió hacia el sur de las G a ­
La situación, mientras tanto, era di­ lias a fin de prepararse para el com ­
fícil en Oriente pues el eterno Sapor II bate, pero fue alcanzado por las tro­
—que se enfrentó con los tres em pera­ pas de M agnencio y asesinado. Así,
dores de la dinastía constantiniana— en febrero del m ism o año, M agnen­
había reanudado la guerra en el 343. cio fue proclam ado Augusto y pasó a
La cam paña, que duró tres años, im pi­ controlar todo el Im perio Occidental.
dió que los persas se apoderasen de Parece que M agnencio era pagano,
Nísibis. Pero tras un paréntesis de dos se desprende de la ley que prom ulgó
años, se reem prendió en el 348 y, aun­ inm ediatam ente después de su p ro ­
que de nuevo Nísibis pudo ser m ante­ clam ación, por la que restablecía la
nida, las tropas de Constancio II su­ libertad a los paganos de celebrar sa­
frieron una grave derrota en Singara. crificios nocturnos (C.Th. XVI, 10, 2).
Constante, mientras tanto prosiguió Tam bién los prefectos de Rom a de­
sus cam pañas en la frontera del Rhin. signados por él eran paganos. Tal vez
D urante estos años se produjeron tam ­ este golpe de estado tuvo una raíz re­
bién grandes desórdenes en Africa ligiosa y fuera alentado por la oligar­
do n d e los católicos, ap oyados p o r quía rom ana, que era m ayoritaria-
Constante, llevaron a cabo una dura m ente pagana. Pero es significativo
cam paña contra los donatistas. Se pro­ que M agnencio hiciera acuñar m one­
hibieron sus celebraciones religiosas, das en las que aparece representado
se clausuraron sus iglesias y fueron de­ el cristogram a y a am bos lados de él
tenidos m uchos donatistas. El propio las letras alfa y omega. Es evidente
D onato m urió durante la travesía que que las tensiones religiosas del Im pe­
le llevaba al destierro. Pero esta actitud rio eran muy frecuentes y que para
hostil hacia el donatism o tuvo como m antenerse en el p o d er necesitaba
consecuencia que todos los elementos granjearse tam bién el apoyo de los
de oposición a la clase poseedora, al cristianos.
gobierno de Roma y/o a la Iglesia ca­ C onstancio tardó casi un año de
tólica, se aglutinaran entorno a la sec­ intervenir puesto que se encontraba
ta donatista. Entre ellos los circumce­ en plena cam paña contra los persas.
lliones —obreros tem porales indígenas Pero, a la espera de C onstancio, algu­
y poco rom anizados—, que sem bra­ nos m iem bros de su fam ilia im pulsa­
ron el pánico en las aldeas. En virtud ron nuevas u su rp a cio n es a fin de
de estas «adherencias» extra-religio­ crear frentes de resistencia co n tra
sas, el donatism o fue adquiriendo un, M agnencio. Así C onstantina, h erm a­
cada vez mayor, com ponente separa­ na de C onstancio y viuda de H aniba-
tista y antirrom ano, doblelnente preo­ liano, establecida en P anonia, hizo
cupante por la enorm e im plantación p roclam ar E m perador al general Ve-
del cism a en las provincias africanas tranion en m arzo del m ism o año. Eu-
(ver: Frend, W HC, 1952). tropia, una h erm an a de C onstantino,
Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio 27

suscitó una revuelta en Italia C entral El intervencionismo de Constancio en


e h izo p ro c la m ar E m p era d o r a su los asuntos teológicos
hijo N epociano, que consiguió hacer­
se m om entáneam ente con el control He confesado a Cristo en la persecución
que Maximiano, vuestro abuelo, suscitó
de R om a en ju n io del 350. N o o bstan­
contra la Iglesia. Si vos queréis renovarla,
te, apenas un mes después, u n ejército me encontraréis dispuesto a sufrirlo todo
enviado desde las G alias por Mag- antes que traicionar a la verdad y derramar
nencio y a cuya cabeza iba M arcelino la sangre del inocente, consintiendo en su
e n ta b ló c o m b a te co n N e p o c ia n o . condena. Yo no me he conmovido ni con
Este fue asesinado, al igual que su vuestras cartas ni con vuestras amenazas;
m adre y algunos de sus partidarios. es inútil, pues, que continuéis con ellas...
Se tom aron m edidas de confiscación No os comprometáis más, os conjuro. Re­
y persecución contra los senadores cordad que sois un hombre mortal. Temed
el día del juicio. Preparaos a comparecer
rom anos que h ab ían apoyado a N e­
puro e irreprochable. No os inmiscuyáis en
p ociano; algunos de ellos lograron los asuntos eclesiásticos. No nos prescri­
llegar hasta P anonia y ponerse bajo báis nada al respecto. Aprended mas bien
la protección de Vetranion. de nosotros lo que debéis creer. Dios os
A finales del m ism o año, C o n stan ­ ha dado el gobierno del Imperio y a noso­
cio se dirigió hacia O ccidente. Fue tros el de la Iglesia. Quien ose atentar con­
para poder reconquistar el Occidente tra nuestra autoridad, se opone a la orden
del Im perio, por lo que, en m arzo del de Dios. Guardaos de haceros culpable de
351, C onstancio designó C ésar a su un gran crimen usurpando la autoridad de
prim o G alo, herm anastro de Juliano, la Iglesia. Se nos ha ordenado dar al César
lo que es del César y a Dios lo que es de
al que en co m en d ó el g o b iern o de
Dios. No nos está permitido atribuirnos au­
Oriente. toridad imperial. Vos tampoco tenéis poder
M ag n e n c io p o r su p a rte , h a b ía a lg u no en el m in is te rio de las cosas
nom brado C ésar a su herm ano D e­ santas.
centius y le h abía encom endado la ta­
rea de rechazar a los alam anes que, Carta de Osio de Córdoba
a Constancio II (año 356)
em pujados por C onstancio, sem bra­
b an el pánico en las fronteras.
E l e n fre n ta m ie n to e n tre am b o s pensado por una propiedad de Biti-
ejércitos tuvo lugar en M ursa en sep­ nia, en donde vivió retirado de la po­
tiem bre del 351. Pese a la victoria de lítica hasta el fin de sus dias.
C onstancio, la batalla fue probable­ M ientras tanto, el C ésar G alo y su
m ente la m ás sangrienta de todo el si­ esposa C onstancia, herm ana del E m ­
glo. Parece que los 80.000 hom bres de perador, h a b ía n im puesto un régi­
C onstancio m urieron m ás de treinta men de terror en Oriente. C onstancio
mil y de lo 36.000 de M agnencio, cer­ inform ado de su pésim a gestión, le
ca de 24.000. U na pérdida que afectó hizo venir a M ilán, pero antes de lle­
gravem ente a la capacidad m ilitar del gar a la ciudad, fue detenido y ju zg a­
e jé rc ito ro m a n o d u ra n te m u c h o s do en un proceso regular que le con­
años. Pero M agnencio, con los restos denó a muerte a finales del 354.
de su ejército, consiguió escapar y d u ­ Poco tiem po después, el c o m an ­
rante casi todo un año se m antuvo en dante de las tropas im periales, Sil­
las G alias, hasta la nueva victoria de vano, se hizo proclam ar E m perador
C onstancio, en Mons Seleuci, a resul­ por sus soldados, en C olonia. A un­
tas de la cual tanto M gnencio com o que la revuelta pudo ser sofocada en
D ecentius se suicidaron. pocas sem anas, el am biente de ines­
Vetranion, por su parte, abdicó en tabilidad política decidió a los fran­
favor del E m perador C onstancio vo­ cos v alam anes a penetrar en el Im pe­
luntariam ente. Este gesto fue recom- rio donde ganaron casi toda la m ar­
28 Akal Historia d el M undo Antiguo

gen izquierda del Rhin. Pero adem ás, 2. La política religiosa de


el rey S ap o r am en a zab a de nuevo
con reem prender la guerra con los ro­ Constancio II
m an o s. A n te la im p o s ib ilid a d de
m antener los dos flancos del Im perio C uando C onstancio se convirtió en
protegidos, se decidió a no m b rar un E m perador único de O riente y O cci­
nuevo César. La elección era fácil: Ju­ dente, tras la m uerte de su herm ano
liano era el único superviviente varón C onstante, procedió con entera liber­
de la fam ilia constantiniana. tad y gran em peño en su tarea de reu-
Los deseos de C onstancio de nego­ nificar la Iglesia, pero sobre la base
ciar la paz con el rey Sapor, fracasa­ de la a c e p ta c ió n de las fó rm u la s
ron ante las excesivas exigencias de. arrianas. M ientras vivió C onstante,
éste. Así, en el 359 Sapor invadió la com o hem os visto, am bos E m perado­
M esopotam ia rom ana llegando hasta res procuraron m antener un equili­
la fortaleza rom ana de A m ida, en el brio en sus actitudes religiosas a fin
alto Tigris, a la que destruyó. Un inten­ de que los problem as religioso-polí­
to de C onstancio de recuperar al año ticos que pudieran derivarse no rom ­
siguiente la ciudad de Bezabdé, fraca­ pieran el frágil entendim iento que se
só. Fue entonces cuando a b a n d o n a n ­ había instaurado entre los dos A u­
do la cam paña persa se preparó para gustos del Im perio.
salir al encuentro de Juliano que, h a­ E n el 351 C o n s ta n c io a c u d e al
biendo sido proclam ado Augusto, se C oncilio de Sirm ium donde se co n ­
dirigía con su ejército a O riente para d en an los postulados trinitarios de
dirim ir por m edio de las arm as las los ortodoxos y el propio obispo de la
hostilidades entre am bos. N o ob stan ­ ciudad, Fotino, fervoroso defensor de
te no hubo necesidad de llegar a la la u n id ad de la substancia, es depues­
guerra, pues C onstancio enferm ó du­ to y reem plazado por el a m a n o Ger-
rante el trayecto y m urió en noviem ­ m inio (Socr. II, 29).
bre del 361. En el 353, C onstancio convocó en

Visión de Mambré. (Mediados del siglo IV),


catacumba de la Vía Latina, Roma.
Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio 29

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San Atanasio. Miniatura de un manuscrito griego
del siglo XII. Biblioteca Nacional. Paris.

Arlés un concilio p residido p o r el desterrado. Las sesiones conciliares


obispo de la ciudad, Saturnino. El ob­ se celebraron en el propio palacio del
jetivo prioritario era ju zg ar y conde­ Em perador, donde éste podía seguir
n ar a A tanasio de A lejandría al que los debates, instalado detrás de una
el nuevo papa Liberio no se había tre- cortina. En el mismo, se sancionó de
vido a ex com ulgar pese a que los nuevo la condena de A tanasio y todo
obispos orientales le h ab ían dirigido aquel que protestó contra la decisión,
u n a carta en la que se le presionaba fue exiliado a Tracia y sustituido por
para que A tanasio fuera depuesto y el diácono Félix.
expulsado de la Iglesia. La ofensiva Tam bién el anciano obispo Osio de
a m a n a contaba ahora con un valiaso C órdoba, que tan activam ente había
aliado, el E m perador, y la excom u­ defendido el credo ortodoxo en el
nión de A tanasio era el paso obligado C oncilio de Nicea, fue m andado al
p ara reducir a la facción ortodoxa. exilio a Sirm ium , después de haber
C om o el obispo de Rom a, Liberio, escrito una carta al E m perador en la
exigiese la celebración de u n concilio que se atrevió a negarle todo derecho
ecum énico, C onstancio organizó en a que éste se m ezclase en los asuntos
M ilán la celebración del mismo. Este de la Iglesia (ver sobre el particular,
concilio supuso el punto álgido de los De Clercq, 1954).
enfrentam ientos entre am bas iglesias. Atanasio, pese a las reiteradas con­
El E m perador intervino en térm inos denas y solicitudes del E m perador a
tales de coacción que a los ortodoxos que com pareciese en la corte, consi­
les resultaban ahora intolerables: su guió m antenerse com o obispo en Ale­
opinión hab ía de ser considerada por jandría hasta febrero del 356, apoyado
los obispos com o si se tratara de un p or los ortodoxos de la ciudad. Se re­
canon y quien no la suscribiese, sería currió a provocar una revuelta popular
30 Aka! Historia del M undo Antiguo

—instigada p o r C o n stan cio — a re­ ron el exilio de H ilario a Frigia.


sueltas de la cual, Atanasio fue deteni­ A p artir del 357, esta política de
do. En su lugar, se nom bró obispo a coacciones parece que com enzó a d ar
Jorge de Capadocia, instrum ento fiel resultados y convencidos o no, los
del príncipe y antiguo instructor de obispos se replegaron dócilm ente a
Juliano. La aceptación de éste no dejó las fórm ulas tan violentam ente de­
de tener problemas: entronizado en el fendidas por el Em perador.
357, fue depuesto en el 358 por una En co n trap artid a, C onstancio no
sublevación popular. Los ortodoxos le sólo m antuvo, sino que aum entó m u­
acusaron de o rganizar un m onopolio chas de las concesiones de C onstanti­
de p o m p as fúnebres, de esp ecu lar no a la Iglesia.
con la sal, con el papiro, etc. Pero fue Adem ás, proscribió el culto paga­
repuesto tres años después. no, tanto los sacrificios com o la ado­
Otro exiliado notable fue el obispo ración a los dioses (C.Th. XVI, 10, 6) y
de Poitiers, H ilario, cuyos ataques a p a ra hacer m ás eficaz su voluntad
la introm isión del E m perador en los de abatir el paganism o, ordenó que:
asuntos eclesiásticos, nos son cono­ «todos los tem plos sean cerrados y
cidos a través de su obra (M igne, P. L. que se prohíba el acceso a ellos a fin
IX-X). Fue Jualiano, entonces C ésar de que los hom bres perdidos no ten­
en las G alias, quien, por orden del gan ocasión de pecar. Que el que co n ­
E m perador, convocó un concilio de travenga esta Ley sea castigado con una
Béziers, donde los obispos decidie- espada vengadora» (C. Th. XVI, 10, 4).

Sobre las inmunidades de los clérigos En lo que respecta a los clérigos que po­
(30 de junio del 360) seen propiedades fondarias, sin embargo,
Vuestra Sublime Autoridad decretará no
El mismo Augusto (Constancio) y César solamente que de ninguna manera ellos
(Juliano) a Tauro, prefecto del Pretorio. puedan eximir a las unidades de tierras im­
En el sínodo de Ariminum (359), cuando ponibles de otros hombres del pago de las
se sostuvo una discusión relativa a los pri­ tasas, sino también que dichos clérigos
vilegios de las iglesias y los clérigos, se sean obligados a realizar pagos fiscales
elaboró un decreto a este efecto, a saber, por las tierras que ellos mismos poseen.
que las unidades de tierra sometidas a tri­ Pues, en verdad ordenamos a todos los
buto que resulten pertenecer a la Iglesia clérigos, en la medida en que son terrate­
sean liberadas de cualquier servicio públi­ nientes, que asuman los pagos provincia­
co obligado y que se vean libres de cual­ les de los débitos fiscales, especialmente
quier entorpecimiento. Nuestra sanción, desde el momento en que en la Corte de
dada anteriormente, viene a rebatir este Vuestra Tranquilidad otros obispos proce­
decreto. dentes de zonas de Italia, así como los ve­
Pero a los clérigos y a aquellas personas nidos de Hispania y Africa, han estimado
a quienes un uso reciente ha empezado a que esta regulación es muy justa y que,
llamar «sepultureros» debe ser concedida además de esas unidades imponibles de
exención de servicios públicos obligato­ tierra y de la declaración fiscal que corres­
rios de naturaleza baja y del pago de tasas, ponde a la Iglesia, todos los clérigos de­
si, por razón de llevar un negocio de muy ben de ser requeridos para realizar todos
pequeña escala, tuvieran que adquirir co­ los servicios públicos obligatorios y para
mida y ropas pobres para sí mismos. Sin proporcionar transporte.
embargo, aquellos otros cuyos nombres Dado como carta la víspera de las ca­
estaban incluidos en el registro de comer­ lendas de julio, en Milán, en el año del dé­
ciantes en el momento en que los pagos cimo consulado de Constancio Augusto y
de tasas fueron oficialmente hechos, asu­ el tercer consulado de Juliano César (30
mirán las tareas y pagos de tasas de los de junio del 360).
comerciantes en la medida en que entra­
ron con posterioridad en la condición de Código Teodosiano, XVI, 2, 15;
clérigos. trad. J.J. Sayas
Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio 31

III. La época de Juliano (355-361)

1. Juliano César y donde su situación era muy parecida


a la de un prisionero. Esos años fue­
Juliano Emperador ron decisivos en la form ación religio­
sa de Juliano (ver: Bidez, 1930), pues
a) El acceso al poder de Juliano los sacerdotes arríanos encargados de
su educación le facilitaron un p ro ­
Flavius C laudius lulianus, el últim o fu n d o c o n o c im ie n to de los textos
E m perador de la dinastía constanti- sagrados.
niana, era hijo de Julio C onstancio, El nom bram iento de su herm ano
herm ano consanguíneo de C o n stan ­ com o César, en el 351, le concede una
tino, y, p o r consig u iente, nieto de libertad de m ovim ientos desconocida
C onstancio Cloro y prim o de C ons­ anteriorm ente por él. Frecuenta a re-
tancio II. N ació en C onstantinopla tores y filósofos paganos de Asia M e­
en el año 332. C u ando tenía 5 años la n o r y parece sentirse en esta época,
m atanza dinástica a la que ya nos h e­ especialm ente atraído por las doctri­
mos referido pro p iciada por C o n s­ nas del neoplatónico Jám blico. Pero
tancio II le privó de su padre, de su en el 354, G alo es condenado a m uer­
herm anastro m ayor y otros fam iliares te y Juliano es obligado a presentarse
directos. Sólo él y su otro herm an as­ en la corte de M ilán. Tal vez hubiera
tro, G alo, escaparon a esta m asacre, sufrido la suerte de su herm ano, pero
el prim ero por su corta edad y el se­ el favor de la E m peratriz Eusebia, es­
gundo porque tal vez se esperaba que posa de C onstancio, no sólo le libró
la en ferm edad que entonces sufría de la posible prisión sino que le valió
pusiera fin a su vida. la autorización del E m perador para
H asta el 355, año en el que cam bió que Juliano prosiguiese sus estudios
su destino al ser nom brado C ésar por en Atenas. D urante los pocos meses
su prim o, la vida de Juliano es una se­ que perm aneció allí, Juliano estrechó
rie de exilios y reclusiones, siem pre sus vínculos con los filósofos ncopla-
lejos de C onstancio pero siem pre es­ tónicos sobre todo con Prisco, y se
trecham ente vigilado por éste. P rim e­ inició en los misterios eleusinos. No
ram ente es educado en N icom edia, hay duda, ya en esta época, acerca de
posteriorm ente es trasladado a C ons­ sus creeencias religiosas, aunque tal
tantinopla donde continúa sus estu­ vez por respeto al E m perador tardó
dios; en el 344, de nuevo N icom edia y varios años en hacerlas públicas.
un año después, hasta el 351, es en ­ En octubre del 355 fue de nuevo
viado, ju n to con G alo al dom inio im ­ obligado a partir hacia M ilán, donde
p e ria l de M ac ellu m (C a p a d o c ia ), esperó durante casi un mes hasta co­
32 Akal Historia d el M undo Antiguo

nocer la decisión que C onstancio h a ­ gados de trigo para abastecer a estas


bía tom ado acerca de él. Este, influi­ ciudades.
do tal vez p o r la E m peratriz, pero Tal vez la envidia y el tem or de
tam bién obligado p o r las circunstan­ C onstancio ante los éxitos del joven
cias, decidió nom brarle C ésar y en ­ C ésar (punto en el que coinciden to­
viarle a las G alias, después de cele­ dos sus cronistas) expliquen que el
brarse el m atrim onio de Juliano con E m perador, que preparaba en el 359
Helena, h erm ana del E m perador. Sin una de sus cam pañas contra los per­
duda el h o n o r de tal nom bram iento sas, diese la orden a Juliano de que
era m uy poco al lado de las dificulta­ éste le envíase a sus mejores tropas.
des de la em presa que le encom enda­ El ejército se negó a obedecer esta or­
ba y de los pocos m edios y m enos po­ den y provocó u n levantam iento en
deres que se le co n cedieron, pues, favor de Juliano, que se vio obligado
según nos dice el propio Juliano, no a tom ar el título de Augusto en el 360
se le concedió la autoridad suprem a en Lutecia.
sobre el ejército, sino que la dirección A unque C onstancio, entonces en
de las operaciones incum bía a los ge­ Oriente, se negó a reconocer tal nom ­
nerales, todos ellos hom bres de C ons­ bram iento y ni siquiera le reconoció
tancio (Epist. Aten., 7). ya com o César, Juliano no se decidió
Ese m ism o año se había levantado hasta el 361 a solucionar la crisis con
un nuevo usu rp ad o r en Occiente, Sil­ las arm as, esperando, sin duda, que
vano, y las fronteras del R hin hab ían C onstancio cam biase de opinión. Es
sido devastadas p o r los bárbaros, que significativo a este respecto, que Ju ­
h ab ían incluso penetrado en el Im pe­ liano, en el 361, celebrase aún, la fies­
rio. Juliano con u na escolta de 360 ta de la Epifanía. A unque tal vez el
soldados, todos cristianos, y u n a total no haber cortado ya sus vínculos for­
carencia de form ación m ilitar, fue en ­ males con el cristianism o no se expli­
viado para las G alias. que sólo por lealtad a C onstancio,
No obstante, du ran te los años que sino porque la presencia cristiana en
allí perm aneció (355-361), se reveló, su ejército era m uy im portante.
—lo que no deja de ser sorprendente En el interim llevó a cabo una nue­
en un joven que había dedicado su va cam paña contra los francos y otra
vida an terio r a la m editación y al contra los alam anes, a los que C ons­
estudio— com o excelente estratega, ta n c io h a b ía a r r o ja d o c o n tra él.
un sabio ad m inistrador y un hábil ge­ C uando ya Juliano se encontraba en
neral. La prim era cam paña supuso la N aissus, p rep arad o para la batalla
recuperación de Colonia y una derrota con C onstancio, le llegó la noticia de
para los alam anes (356-7). La batalla que el E m perador había m uerto en
de Estrasburgo contra los alam anes, Tarso, a consecuencia de una enfer­
fue, sin duda, un triunfo m em orable m edad. No obstante, antes de morir,
que devolvió la confianza a las po­ había decidido que la dinastía cons-
blaciones fronterizas y le valió una tan tin ian a continuara en la persona
gran popularidad (ver: Zosim . III, 3, de su brillante prim o, el ahora E m pe­
3-4; A m m . 16, 11-12). D u ra n te los rador Juliano.
años siguientes, desde Lutecia (París),
donde h abía instalado sus cuarteles b) El testimonio de Juliano
de invierno, continuó con éxito sus
victorias contra los pueblos bárbaros; Juliano es, sin duda, uno de los perso­
al m ism o tiem p o re c o n stru y ó las najes de la antigüedad que conoce­
ciudades fronterizas e hizo venir des­ m os con m ayor precisión. Esto se
de B retaña a un contingente de b ar­ debe a la propia actividad literaria
cos (800 según Zósim o, III, V, 2), car­ del Em perador, hecho bastante insó­
Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio 33

Entrega de la ley a S. Pedro y S. Pablo


(fines del siglo IV). Abside del Mausoleo de
Santa Constanza, Roma.

lito entre los em peradores rom anos y la barba». Esta parece que fue escrita a
que no siem pre fue apreciado por sus raíz del incendio del tem plo de Apolo
súbditos. Gregorio N azianzeno le lla­ en D afne (Antioquía), del que el E m ­
m a «sofista coronado» y ciertam ente perador culpó a los cristianos y en
las pretensiones intelectuales de Ju ­ ella se refleja el pesim ism o del autor
liano —que le confirieron un estilo de ante la incom prensión existente entre
gobierno tan diferente al de C ons­ él —y su obra religiosa— y los antio-
tan cio — es objeto de burla para el quenos. Pero, adem ás, poseem os dis­
obispo cristiano (Greg. Naz. D.V., 30, cursos y cartas del E m perador a n u ­
IV, 112). m erosos personajes así com o m uchas
La m ayoría de las obras de Juliano de las respuestas de algunos de éstos.
que se h an conservado son de carác­ Tal vez entre todas sus cartas, sea la
ter filosófico-religioso: Contra Hera- dirigida a Temistio, poco después de
clios, La Madre de los dioses, Helios-Rey su nom bram iento com o Em perador,
y C o n tra los c ín ic o s ig n o r a n te s . no sólo la más bella y espontánea,
O tras, sin ab a n d o n a r esta tem ática sino tam bién u n a de las m ás intere­
que le obsesionaba, se centran en la santes, puesto que nos desvela la con­
fam ilia im perial: Elogio de Eusebia, cepción del poder de Ju lian o y las lí­
Elogio de Constancio y El banquete. Se neas generales de su program a de go­
conservan tam bién algunos fragm en­ bierno. En ella se m anifiestan sus de­
tos de u na obra que pretendía ser una seos de tolerancia religiosa.
refutación del cristianism o: Contra los Adem ás de los escritos de Juliano,
Galileos. U na obra de difícil clasifica­ poseem os los testim onios excepcio­
ción es el Misopogon o «el enemigo de nales de A m iano M arcelino y de Li-
34 A ka l Historia d el M undo Antiguo

banio, contem poráneos del E m pera­ de J u lia n o —s u p rim id a p o r él la


do r y testigos de prim er orden de su ab u ndante y poderosa burocracia de
vida y su obra. A éstos h ab ría que su antecesor y debilitada, por ende,
añ a d ir los de G regorio N azianzeno com o fuerza político-social— y, ade­
que vendrían a ser el negativo de Ju ­ más, a su entender, fue el instrum ento
liano, y que nos inform an sobre la vi­ con el que m ayor gloria había conse­
sión que del E m perador tenían algu­ guido en el pasado el pueblo rom ano;
nos sectores cristianos. así, co n tin u an d o esta trad ició n ex-
Pero a pesar de toda esta docum en­ pansionista, él espera «restituir a la
tación, o tal vez a causa de ella, la fi­ m ajestad rom ana el h o n o r que le es
gura de Juliano h a sido, y aún es, una debido» (Amm. M arc. 16, 12, 31).
de las m ás controvertidas y fascinan­ Juliano no sólo pretendió restable­
tes de la A ntigüedad. C o n sid erad o cer la antigua religión vinculada a la
p o r los cristianos de su época com o el época gloriosa de R om a, sino reto­
E m perador A póstata, fue hasta el fin m ar tam bién su política. N o es casual
del m undo antiguo celebrado y recor­ que en sus discursos y harengas al
dado por los paganos com o «Juliano ejército estén siem pre presentes las
el G rande». Pocas veces un personaje evocaciones al som etim iento de Car-
histórico ha sido objeto de tal canti­ tago, de Veyes, de N um ancia... (Amm.
dad de estudios y m enos veces aún, M arc. 23, 5, 20) y a personajes com o
ha conseguido sobrepasar el m arco los Curtii, los M ucii, los Decii... (Amm.
de la h isto ria p a ra co n v e rtirse en M arc. 23, 5, 19). Fue sobre este ideal
una leyenda. —anacrónico p o r otra p arte— de de­
volver al Im perio las virtudes y la
c) La política exterior grandeza de la época republicana, so­
bre el que se m ontó la p ropaganda de
de Juliano su c a m p a ñ a o fe n s iv a c o n tr a los
La guerra contra los persas fue un persas.
punto de coincidencia de los tres Em ­ Las incidencias de esta cam paña
peradores de la dinastía constantinia- nos son m uy bien conocidas a través
na. C onstantino h ab ía ido dem o ran ­ de A m iano (23-25), L ibanio (Disc. 18,
do esta em presa que pretendía que 204-274) y Zósim o (III, 12-29), quie­
fuera la culm inación de su obra polí­ nes seguram ente consultaron el d ia­
tica, pero la m uerte le sobrevino antes rio de guerra que escribió O ribaso,
de que pudiera realizarla. m édico del E m perador, y que sin em ­
Tam bién C onstancio II, com o he­ bargo nosotros no conocem os.
mos visto, tuvo que hacer frente al E n m arzo del 363 tuvo lugar la p a r­
m ism o enemigo, au n que sus cam p a­ tida del ejército h ac ia el Eufrates.
ñas fueron defensivas y ciertam ente U na parte del ejército, al m ando de
la idea de la conquista de Persia re­ Procopio, siguió desde N ísibis la ruta
sulta in co n ciliab le co n su política del este, m ientras el E m perador, con
m oderada y realista. Juliano, p o r el el grueso de su ejército y u n a flota de
contrario, considera u n deber inelu­ cien barcos, atravesó prim ero el E u­
dible del E m perador som eter al ene­ frates y luego el Tigris y avanzó p ri­
migo que ha actuado durante siglos m ero hacia Seleucia, a la que som e­
com o verdugo del pueblo rom ano: tió, y luego hacia Tesifonte. D urante
«Es nuestro deber —dice— destruir a su avance las victorias se h ab ían su­
esta odiosa nación, en cuyas espadas cedido ininterrum pidam ente, e inclu­
aún no se ha secado la s,angre de los so ante Tesifonte hab ía conseguido
n u estro s» (A m m . M arc. 23, 5, 19). a p la s ta r al enem igo; pero Ju lian o ,
H ay que tener tam b ién en cuenta, sorprendentem ente, decidió destruir
que el ejército fue el principal sostén la flota y reunirse con Procopio, que
Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio 35

entonces se encontraba en el norte. _ D espues de su m uerte, el ejército


Esta decisión precipitada y difícil de acantonado en Persia, eligió com o su­
entender, (según Arniano, Juliano no cesor a Joviano, un oficial cristiano
creía poder doblegar el sitio de Tesi- de origen pan o n io que, ansioso de
fonte) de retirarse, sin duda desm ora­ llegar a suelo rom ano y confirm ar su
lizó al agotado ejército a quien habían n o m b ra m ie n to , co n clu y ó u n a p az
co m en z ad o a escasear los víveres. vergonzosa con los persas, a los que
E n este am biente, Juliano fue asesi­ entregó las cinco satrapías situadas
nado, durante un com bate, por una m ás allá del Tigris y u n a parte de la
lanza que m uchos creen que pertene­ M esopotam ia, incluyendo a N ísibis
cía a un o de sus propios soldados. y Singara.

Juliano el Apóstata.
36 Akal Historia d el M undo Antiguo

m ente com patible con una reacción


2. La política religiosa sem ejante y m ás aún si tenem os en
de Juliano cuenta que la religión de C onstancio
fue tam bién la de su m adre, B asilina
El m om ento en que Juliano rom pió —m uerta poco después del nacim ien­
sus vínculos con el cristianism o y m a­ to de su hijo Ju lia n o — y la de su
nifestó públicam ente sus convinccio- abuela, Teodora. Además, el m ism o
nes religiosas fue, com o hem os visto, Juliano reconoce, ya siendo E m pera­
tras la m uerte de su prim o C o n stan ­ d o r —p o r consiguiente cu a n d o no
cio y su consiguiente proclam ación h a b ía ra z ó n p a r a f in g ir — h a b e r
com o E m p erad o r en diciem bre del sido cristiano.
361. Sabem os tam bién p o r el propio La segunda teoría es tam bién Julia­
Juliano, cuándo se convirtió ín tim a­ no quien la rebate, pues a través de
m ente al paganism o: «No perderéis distintos pasajes se puede ver cóm o
el buen cam ino si me seguís —escribe prim ero su curiosidad, luego su incli­
a los alejandrinos que intervenían en nación, hacia el paganism o, hab ían
favor de A tanasio—. Igual que voso­ ido despertándose en él. Así, en un
tros yo he seguido ese cam ino hasta pasaje de su obra Helios-Rey, dice:
los veinte años; ahora, con la ayuda «H acia su luz etérea —la del Dios
de los dioses, voy p o r este otro desde son— elevaba, siendo m uy joven, tan
hace once años» (luí. Ep. 111, 21, 3). com pletam ente mi pensam iento que
N o hay, en realidad, ninguna ra­ no me bastaba con m irarlo, sino que,
zón para negar que fuera así; pero el incluso durante mis salidas noctur­
tem a de su apostasia es u n a de las nas, bajo la pura claridad de un cielo
cuestiones que m ás ha preocupado a sin nubes, in d ifere n te a c u a lq u ie r
los estudiosos de Juliano. U na teoría otra cosa, sólo ponía interés en las
m uy antigua pero que aún hoy se en ­ m aravillas del cielo, sin oír lo que se
cuentra en algunos m anuales es la de me decía, sin poner atención en lo
que Juliano no fue sinceram ente cris­ que hacía... Se me tenía ya por u n as­
tiano nunca, aduciendo com o móvil trólogo, cuando ni siquiera tenía b a r­
de su rechazo al cristianism o el re­ ba. Por otra parte, pongo a los dioses
sentim iento de éste hacia C onstancio p o r testigos, nunca había tenido entre
y, p o r extensión, h acia su religión las m anos un libro sobre tal m ateria»
(M artha, C. 1883). Otros autores, por (Iul. H e l I, t. II, 2).
el contrario, le atribuyen unas fuertes Sabem os que M ardonio, el eunuco
convicciones cristianas d u ra n te los sirio que fue su pedagogo hasta el
prim eros años —incluso el propósito 341, año en el que G alo y Juliano fue­
de convertirse en obispo— y, en con­ ron recluidos en M acellum , era un
secuencia, su ruptura con el cristia­ gran conocedor de los clásicos y que,
nism o h ab ría sido el resultado de una gracias a él, Juliano aprendió a am ar
profunda crisis religiosa (Bidez, 1930; las obras de H om ero —cuyas citas
Festugiére, 1959). Por últim o se h a in ­ son constantes en sus cartas— y H e­
tentado explicar su apostasia en ra­ siodo, y a través de ellas, a la cul­
zón de la m ala form ación teológica tura helenística.
recibida por ser arríanos los precep­ G regorio N azianzeno dice que en
tores a los que C onstancio le había los ejercicios de retórica y filosofía en
encom endado (Allard, P., 1900; Ric- los que el preceptor oponía a los dos
ciotti, G., 1959). herm anos, Juliano siem pre prefería
C ontra la prim era podfía argum en­ defender la causa de los griegos, que
tarse que la corta edad de Juliano —5 Gregorio identifica, seguram ente con
ó 6 añ o s— cuando se produjo la m a­ razón, con los paganos (Greg. Naz.
sacre de C o n stan tin opla, es difícil­ Orat IV, 30).
Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio 37

El tem a de la conversión al paga­ descendiente del Sol, filiación que Ju ­


nism o, o de la apostasia, si se prefiere, liano desarrolla en su discurso sobre
de Juliano, se ha desorbitado b astan ­ Helios-Rey (cap. 44).
te, en nuestra opinión. En el fondo de Por otra parte, el paganism o rom a­
m uchos estudios se percibe el interés no había iniciado claram ente, desde
p o r com prender esta extraña decisión la época de M arco Aurelio u n a evolu­
de Juliano. Pero hay que desconfiar ción hacia el m onoteísm o que a lo
de los argum entos sicológicos. Por el largo del siglo III se h ab ía ido inspi­
contrario n ad a tiene de extraño que rando cada vez m ás en la filosofía
Juliano o cualquier otro contem porá­ neoplatónica. Plotino, Porfirio y Jám -
neo suyo, educado en un am biente blico —a quien Ju lian o califica de
cristiano, pudiese posteriorm ente h a ­ «d aim o n io s» o div in o en su o b ra
cerse pagano. A unque no poseam os Helios-rey, cap. 26—, fueron los p rin ­
estadísticas, es sabido que el cristia­ cipales elaboradores de esta filosofía
nism o aún no era u na religión total­ religiosa —inspirada en P lató n — que
m ente im plantada en O riente y era aportó una dim ensión racionalista al
aú n m inoritaria en O ccidente. A ún paganism o clásico. Adem ás de la in ­
aceptando que C onstantino se hubie­ fluencia neo-platónica, tam bién las
ra convertido al cristianism o durante religiones orientales h ab ían im preg­
los p rim ero s añ o s de su gob iern o nado al paganism o de un m isticism o
com o em perador de Occidente, y que nuevo que rom pía con el form alism o
tal co n v ersió n h u b iera tenido u n a tr a d ic io n a l de la re lig ió n g reco -
trascen d en cia p ú b lica —lo que no rom ana. Así, el paganism o había ido
está en absoluto probado, com o he­ pareciéndose cada vez m ás al cristia­
mos visto—, apenas h ab ría n pasado nism o que, a su vez —y com o religión
treinta años hasta la época en que Ju ­ sincrética que era— había ido asu­
liano sitúa su conversión al paganis­ m iendo, desde la época de Pablo, m u­
mo. E n trein ta años el p aganism o chos elem entos filosóficos y religio­
pud o ser oficialm ente relegado, pero sos tanto del helenism o com o de las
era m uy poco tiem po para desarrai­ otras religiones orientales. La dife­
gar u na religión de siglos. Por consi­ rencia objetiva fu n d a m e n ta l entre
guiente no creemos que este asunto am bas, fue sin duda el m onoteísm o
de la apostasia de Juliano tenga nada riguroso y exclusivo del cristianism o,
de sorprendente ni m erezca m ayores m ientras que las religiones orientales
reflexiones. y el paganism o greco-rom ano se p u ­
d iero n c o m p a tib iliz a r sin m ayores
a) La religión problem as. H ay varios casos de sa­
del Emperador cerdotes de religiones orientales que
lo son adem ás de otros dioses: en CIL
Pese a su actitud política de defensa VI se m enciona a un sacerdote de M i­
del tradicionalism o rom ano, Juliano tra, de Hécate y de M agna M ater (cf.
es sobre todo un oriental, un helenis­ P ig an io l, 1936). Este ac ercam ien to
ta, tanto en el aspecto cultural com o entre el paganism o y las religiones
en el religioso. Pero es el propio Ju lia­ orientales, enriqueció, com o hem os
no quien concilia helenism o y roma- dicho, la dim ensión espiritual y m ís­
nitas cuando dice: ¿No es acaso R om a tica del prim ero, pero desvirtuó el ca­
u n a ciudad griega «por su origen y rácter de las religiones orientales, y,
p o r su constitución»? ¿no son los ro­ en nuestra opinión, explica que n in ­
m anos u na «raza helénica»? {Helios- guna de ellas tuviera la fuerza sufi­
Rey, cap. 39), aludiendo evidentem en­ ciente para configurarse com o alter­
te a la E n e id a . In c lu s o R ó m u lo - nativa a la antigua religión greco-
Q uirino, el fu n d ad o r de Rom a, era un rom ana.
38 A ka l Historia del M undo Antiguo

Las obras de Juliano —pagano fer­ similar a la que describe los libros her­
v o ro so y d ec id id o a re v ita liz a r el méticos.
p a g a n is m o — nós in fo rm a n a b u n ­ U no de los rasgos de la religiosidad
dantem ente sobre su. filosofía, religio­ de Juliano que m ás pábulo ha dado a
sa. La m ayoría de sus reflexiones se los ataques verbales de los cristianos,
insp iran directam ente en los «libros fue seguram ente su afición a los cul­
herm éticos», com pendio del p aganis­ tos mágicos. Esta afición —sin atre­
mo neoplatónico de la época, aunque vem os a afirm arlo— pudo deberse a la
los autores que h a n estudiado p ro ­ influencia que sobre Juliano tuvieron
fu n d am en te las obras religiosas de Prisco y sobre todo M áxim o de Efeso.
Juliano coinciden en que hay en ellas Este extraño personaje que, p ro b a ­
elem entos filosóficos que son ap o rta­ blem ente con razón, ha sido presen­
ción del propio Juliano (especialm en­ tado tradicionalm ente com o uno de
te, Bidez, 1930). los mayores charlatanes de todos los
Juliano define las relaciones entre tiem pos, inició a Juliano, en torno al
el Dios Suprem o y el Sol com o los 352, en no se sabe qué m isterios (de
cristianos de su tiem po definían los
vínculos entre Dios Padre, y el Hijo: Desventuras del Emperador Juliano
El Dios Suprem o ha creado a Helios- Que nuestra línea paterna arranca del mis­
Sol con su propia substancia; así H e­ mo origen que la de Constancio es cosa
lios es sem ejante y consusbstancial al conocida, pues nuestros padres fueron
Dios C reador (.Helios-Rey, c. 31). H e­ hermanos nacidos de un mismo padre. Y a
nosotros, que éramos sus parientes tan
lios es un dem iurgo o m ediador entre
cercanos, ese clem entísim o em perador
el Dios C reador y la creación. Pero ¡cómo nos ha tratado!: a seis primos míos,
adem ás es Helios quien ha orientado que eran también suyos, a mi padre, que
la colonización griega, a través de su era tío suyo, y además a otro tío común por
oráculo, en Delfos, y tam bién la fun­ parte de padre y a mi hermano mayor los
dación de Rom a y su esplendor son hizo matar sin juicio, y a mi y a mi otro her­
obra suya (c. 39, 40). Helios es general­ mano, aunque quiso matarnos, finalmente
m ente identificado con Apolo, pero nos envió al exilio, del que a mi me llamó,
otras veces lo es con M itra, con M ar­ mientras que a él lo salvó el título de César,
aunque fue degollado poco después...
te, con Serapis o con Júpiter. O tal vez
¿Cómo podría hablar de los seis años que
no se trate sino de m anifestaciones pasamos en una propiedad exraña, igual
distintas del m ism o dios Sol. que los que son encerrados en fortalezas
De la carta que le escribe Salustio entre los persas, sin que ningún extraño se
en el 362 y que es resultado de las nos acercara y sin que se permitiera a
conversaciones religiosas entre éste y nuestros antiguos conocidos-visitarnos, vi­
Juliano, se desprenden algunas ideas viendo apartados de todo estudio serio, de
interesantes sobre los mitos y los ri­ toda conversación libre, educados en me­
tos. Así, por ejem plo, los mitos se ju s ­ dio de una brillante servidumbre? De allí
tifican, entre otras razones, porque fui sacado a duras penas gracias a los dio­
ses, por fortuna, pero mi hermano fue en­
im piden que la gente inculta tenga, al cerrado en la corte por una mala fortuna
contacto con los dioses, em ociones como ningún otro hombre ha sufrido ja­
brutales. Los ritos son im portantes más. Pues si él mostró un carácter duro y
porque se debe otorgar a los dioses violento, sin duda aumentó con su educa­
algo de lo m ucho que se les debe, ción montaraz. Creo que es justo que esta
pero son las p alabras de la oración responsabilidad recaiga sobre el que nos
las que d an vida al sacrifico y las proporcionó a la fuerza semejante educa­
que hacen posible que 'éste adquiera ción, de la que a mí los dioses me purifica­
un c a rá c te r m ágico. En la m ism a ron y salvaron gracias a la filosofía, pero
de la que a él nadie le liberó.
carta se habla de la transm utación
de las a lm a s q u e es, en e se n c ia , Juliano: Discurso, IV, 3-4
Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio 39

Daniel entre los leones, sarcófago de


época de Constantino.
Museo Arqueológico de Córdoba.

Hécate, según Piganiol y de M itra se­ representativas de la opinión niayori-


gún Bidez), en el interior de un gruta taria que los cristianos tenían de su
poblada de fantasm as. Posteriorm en­ Em perador, pero algunas de ellas al
te, a los 24 años, se hizo iniciar en los m enos sí debían ser com partidas por
m isterios de Eleusis. un sector cristiano que se acom odaba
mal a la idea de ver evaporarse los
b) Juliano y los cristianos privilegios que les habían acordado
los dos prim eros constantínidas.
Las invectivas de Gregorio N aziance- Lo que sorprende sobre todo en los
no contra Juliano, no son, sin duda, dos discursos de Gregorio N aziance-
40 A ka l Historia d el M undo Antiguo

no es la vehem encia de sus im preca­ cinado (Fontaine, J., 1982). En la épo­


ciones e incluso el desprecio hacia ca en que am bos se conocieron Ju ­
Juliano, sorpresa justificada p o r tra­ liano hacía pública confesión de cris­
tarse del obispo de u n a religión que tianism o. ¿Qué ra zó n p o d ía h a b e r
se b asab a en el am or universal. para que Gregorio hiciese tan funes­
Gregorio com puso estos discursos tos pronósticos, sino la parcialidad y
poco tiem po después de la m uerte de el rencor con el que escribe? Com o
Juliano, durante el invierno del 363- pone de m anifiesto B ernardi, G rego­
64. El estilo parcial y carente de in ­ rio h a g u a rd a d o , d u ra n te to d a su
dulgencia queda patente en el relato vida, una anim adversión innegable
que hace de la prim era im presión que hacia Juliano. En diversas hom ilías
tuvo de Juliano cuando éste era un es­ evoca de nuevo la figura del E m pera­
tudiante en Atenas, en el 355: «No d or m uerto y siem pre con las m ism as
presagiaba n ad a bueno ese cuello va­ tintas: Juliano com o un instrum ento
cilante, esas espaldas inquietas y so­ de S atán, com o un rebelde co n tra
bresaltadas, esos ojos agitados que se Dios y contra el soberano legítimo,
m ovían sin cesar, esa m irada de exal­ que era C onstancio en el 361 (Dis.
tado, esos pies inquietos, esa nariz XXI, 32), com o un castigo divino,
que resp irab a in so lencia y desdén, com o aquel que «después de conocer
esas m uecas ridiculas que m anifesta­ a Cristo ha vuelto su furor contra él;
b a n los m ism os sen tim ientos, esas aquel que ha odiado a Cristo porque
carcajadas sin m edida, convulsivas, C risto le hab ía salvado; aquel que
esos signos de aprobación o de nega­ cam bió los libros santos por los sacri­
ción que no tenían sentido, esa p ala­ ficios de los ateos» (Dic. XLII, 3).
bra entrecortada p or la respiración y Pero antes de co ntinuar conviene
cuyo relato se detenía bruscam ente, ver cuales fueron las m edidas que Ju ­
esas preguntas incoherentes e ininte­ liano acordó contra los cristianos.
ligibles, esas respuestas que no eran Com o ya hem os dicho, la prim era
mejores, que se entrem ezclaban las actitud de Juliano fue la tolerancia
u nas con las otras sin regularidad, a hacia todas las religiones del Im pe­
despecho de las reglas de la com posi­ rio. Bidez cree que Juliano se lim itó a
ción. ¿Qué necesidad hay de d a r m ás proclam ar la libertad de culto a los
detalles? Yo le he visto antes de que dioses paganos anu lan d o las disposi­
hiciera aún nada, tal com o su con­ ciones de C onstancio sobre la p ro h i­
ducta lo ha m ostrado después. Si es­ b ició n de sacrificar a los dioses y
tuviese cerca de mi alguno de los que abriendo los antiguos tem plos clau­
me aco m p añ ab an entonces, y que me surados. M am ertino dice en el p an e­
oyeron, darían sin ninguna duda tes­ gírico al E m perador del 362: «Ahora
timonio. C u ando vi este espectáculo, se puede m irar al cielo y, con com pler
les dije: “¡Qué m onstruo alim enta el ta seguridad, levantar los ojos para
Im perio R om ano!“; se lo había a d ­ c o n te m p la r los a stro s » (Ραπ. X I,
vertido solem nem ente m ientras d e­ 23, 5).
seaba ser mal profeta» (Dis. V, 23-24, M ás aún, sab em o s p o r A m iano,
cf.: B ernardi, J., 1978). Que Juliano que Juliano reunió en su palacio de
fuera nervioso es posible, pero que C onstantinopla a los jefes de las dos
fuera un exaltado lleno de «tics» no iglesias divididas: el arriano y el cató­
es creíble. N in g u n a descripción se­ lico y los exortó a que solventaran sus
m ejante nos ha llegado por otra fuen­ querellas y se reconciliaran (Amm.
te. ¡Qué diferente o p inión la de Am ia- XXII, 5, 2). Cierto que A m iano term i­
no M arcelino, cu an d o recuerda los na su relato avanzando que Juliano
ojos «terribles y encantadores» de Ju ­ sabía que la libertad de culto no haría
liano cuyo m agnetism o le hab ía fas­ más que m ultiplicar los cism as, pues
Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio 41

«nullas infestas him inibus bestias, ut dieron una serie de arreglos de cuen­
sunt sibi ferales plerique Christiano­ tas y desórdenes graves: el obispo
rum, expertus». arriano Jorge fue m asacrado en Ale­
C onocem os de esta época una anéc­ ja n d ría con otros dos funcionarios
dota m uy significativa de la benevo­ cristianos. Gregorio de N azianzo nos
lencia de Juliano: un obispo arriano relata el caso del obispo M arcos de
de C alcedonia, viejo y ciego, salió al A retusa que había destruido un tem ­
paso del E m perador cortándole el ca­ plo pagano y que fue condenado —
m ino y se puso a insultarle delante de p o r la com isión judicial nom brada
la m uchedum bre porque iba a sacrifi­ por Ju lian o — a construirlo de nuevo;
car a u n a estatua de la Victoria de com o se negara a hacerlo, fue entre­
C onstantinopla. Juliano se conform ó gado a la población, que le castigó
con burlarse de este obispo al que el d u r a m e n t e ( O r a t. IV , 88-89; cf:
G alileo, dijo, no h ab ía devuelto la Braum , 1978).
vista (Socr. III, 12 y Sozom. V, 4). C om o era previsible la Iglesia per­
C iertam ente, aunque las pretensio­ dió algunas de las ventajas que había
nes de tolerancia de Juliano hayan logrado de C onstantino y C onstan­
sido ciertas, bien pronto se com probó cio: supresión de la jurisdicción epis­
que el deseo de venganza de los paga­ copal en m ateria de delitos civiles;
nos y la intransigencia de los cristia­ restitución a sus curias de los curiales
nos no iban a hacer viable una convi­ que h ab ían escapado de ellas para
vencia sin problem as. Así se suce­ hacerse clérigos y abolición de las ge­

Adán y Eva llevando ofrendas con Caín y Abel


(mediados del siglo IV).
Catacumba de la Via Latina, Roma.
42 Aka! Historia del M undo Antiguo

n erosidades económ icas que había nom bre de M azaca. Además, enroló
iniciado C onstantino. en el ejército a los clérigos de la ciu­
C iertam ente —y com o parece que dad y le im puso una m ulta de 300 li­
el propio Juliano su p o n ía— la liber­ bras de oro (Piganiol, 1939). Por el
tad de culto y pro p ag anda concedida contrario, a G aza, que había conti­
a todas las religiones y sectas no hizo nuado siendo pagana, la recom pensó
sino avivar las querellas entre los ca­ concediéndole el puerto de Constantia
tólicos y los donatistas, los arríanos, (M aioum m a). Sócrates tam bién dice
los melecianos..., y, consiguientem en­ que excluyó a los cristian o s de la
te, el cristianism o se debilitaba m ien­ guardia pretoriana y del gobierno de
tra s el p a g a n is m o se ib a fo r ta le ­ las provincias ya que su propia ley,
ciendo. decía, les p ro h ib ía u sar la esp ad a
E n ju n io del 362 Juliano prom ulgó (Socr. III, 13, 15).
la fam osa ley de enseñanza, en virtud Pero no puede en absoluto soste­
de la cual los profesores de gram áti­ nerse, en contra de lo que afirm a G re­
ca, retórica y filosofía serían en ade­ gorio de N azianzo, que Juliano persi­
lante nom brados por el poder central, guiera a los cristianos. Y es otro escri­
previa propuesta de los m unicipios to r c ristia n o , n a d a so sp ec h o so de
que atestiguarían la «m oralidad» del sim patías hacia Juliano, quien lo re­
candidato (C. 77?. XIII, 3, 5). Esta ley conoce: «Juliano rechazó la excesiva
discrim inatoria seguirá en vigor bajo crueldad de la época de Diocleciano,
los sucesores de Juliano con la dife­ sin d ejar por ello de perseguirnos;
rencia de que los candidatos en vez pero yo llam o persecución al hecho
de ser preferiblemente paganos, serían de inquietar de alguna m anera a las
cristianos (Braum , 1978; M arrou, H. gentes de paz» (Socr. III, 12). Si he­
I., 1963). Juliano explica en u n a carta mos de creer a Libanios, algunas de
las razones que le h ab ían im pulsado estas gentes de paz hab rían sido auto­
a tom ar tal decisión: «H om ero, H e­ res de com plots contra el E m perador
siodo, Dem óstenes, H eródoto, Tucídi- (Liban, Ep. 1120; Or. XII, 85; XVIII,
des... ¿es que no creían ellos que los 110).
dioses eran los guías de toda educa­ La realidad es que en este corto
ción? Yo encuentro absurdo que el tiem po —veinte m eses— que duró el
que com ente sus obras desprecie a los gobierno de Juliano, se puso de m an i­
dioses que ellos h a n h o n rad o . N o fiesto la im posibilidad de conviven­
obstante y por absurda que me parez­ cia pacífica entre estas dos religiones.
ca esa inconsecuencia, yo no exijo de Las tensiones y rencores desatados
los educadores de la ju v en tu d que rom pieron el equilibrio de la balanza
cam bien de opinión, sino que les dejo y Juliano, lógicam ente, tom ó partido
elegir: o que dejen de enseñar lo que p o r el p ag a n ism o . D esp u és de su
no tom an en serio, o bien, si quieren m uerte no volvió a h ab er ningún otro
c o n tin u a r sus lecciones que p re d i­ E m perador pagano, por lo que este
q u e n p rim e ro co n el e je m p lo ...» efím ero m andato de Juliano fue la úl­
(Epist. 61. c.). tim a oportunidad del paganism o; un
Es verdad que a p artir de esta fecha paganism o que por otra parte, no h a ­
la disposición de Ju lian o hacia los bía logrado fortalecerse su ficien te­
cristianos se tornó m enos benevolen­ mente, pues el proyecto de Juliano de
te. Algunos ejem plos característicos reorganizar el clero pagano —tal vez
de estas agrias relaciones son: el cas­ la tarea m ás necesaria— in sp irán d o ­
tigo que aplicó a C esarea de C apado- se, en opinión de Labriolle (1934), en
cia, que había destruido sus tem plos la organización eclesiástica, no pudo
y a la cual Juliano borró de la lista de llevarse a cabo antes de la m uerte
c iu d ad es y le devolvió su an tig u o del Em perador.
Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio ¿J3

IV. Economía, administración y sociedad


durante la dinastía constantiniana

1. Carácter de la economía directo y que no son propiedad esta­


tal, las controla y utiliza de dos for­
Los principios económ icos de la di­ mas: a través de las Corporaciones es-
nastía co n stan tin ian a son los m ismos tatalizadas y a través de las requi­
—con pocas y poco transcendentales siciones. El interés del Estado es prio­
m odificaciones— que los que dirigie­ ritario (aunque a veces sea contrario
ron la econom ía en el período de la a los intereses de los particulares) y,
tretarquía y que, en su m ayor parte, se en virtud de esta prioridad, el Estado
b asan en las reform as de Dioclecia- puede requisar no sólo productos ela­
no, que incidieron en todos los aspec­ b o ra d o s, sin o ta m b ié n m ed io s de
tos de la econom ía y en el conjunto transporte, e incluso horas de trabajo
del sistema financiero. N o es nuestra gratuitas de los ciudadanos (munera
tarea exam inar las líneas económ icas sordida) para el m antenim iento de las
gen erales d eriv ad as de la reform a vías u otras ocupaciones.
diocleciana cuyas com plicaciones sin Este intervencionism o se m anifies­
d uda el cuaderno precedente, habrá ta tam bién en la organización de la
logrado solventar, sino constatar las actividad laboral del Im perio que se
reform as introducidas por los E m pe­ asienta sobre un principio inm ovilis-
radores de la época que nos ocupa o ta: la adscripción del individuo a su
por el contrario la co ntinuidad de de­ oficio, que adem ás es hereditaria.
term inadas situaciones; no obstante
hay que tener en cuenta que no siem ­ a) Agricultura y minería
pre existió u n a especificidad en el
com portam iento económ ico de estos En contra de la opinión de algunos
E m peradores respecto al período pre­ autores sobre la crisis agraria del si­
cedente. glo IV se podría oponer el argum ento
D urante los constantínidas persiste de que los senadores y los curiales si­
el dirigism o económ ico estatal inicia­ guen obteniendo sus ingresos del cul­
do con D io clecian o : el E stado no tivo de la tierra, enorm es ingresos en
sólo posee m onopolios —entre ellos m uchos casos.
la im portación de objetos de lujo, fa­ Esta pretendida crisis agrícola se
cultad exclusiva del comes commercio­ basa fundam entalm ente en dos su­
rum (CJ. IV, 40, 2), o las m in as— sino puestos. U no de ellos, m antenido por
que controla directam ente sus p ro ­ M azzarino (1951) habría que buscar­
pias em presas: tintorerías, fábricas de lo en el auge de las ciudades durante
arm as, talleres m onetales. Pero aque­ el siglo IV, superpobladas y en cierto
llas a las que no alcanza su control m odo responsables del peso excesivo
44 A ka l Historia del M undo Antiguo

de los im puestos a los que se som etía Es u n a idea aceptada que durante
al campo. Sin em bargo y aunque ya este período hay u n a tendencia, d en ­
se ha ab an d o n ad o la vieja idea del tro de las distintas regiones, hacia el
d esp o b lam ien to de las ciu d ad e s a policultivo, lo que les perm ite tener
p artir del siglo III, la teoría de M az- u n a cierta autarquía sin perjuicio de
zarino ha sido contestada p o r otros las exportaciones que d istrib u irían
estudiosos que se in clinan a pensar los excedentes. De este policultivo
que hubo u na notable decadencia de puede ser un indicio las representa­
las ciudades durante el siglo IV (Piga- ciones figuradas de algunos m osai­
niol, 1955). cos, sobre todo los africanos.
La segunda teoría se basa sobre C om o dijim os antes, las m inas h a ­
todo en las fuentes literarias general­ bían pasado a ser un m onopolio del
m ente pesim istas sobre la situación Estado y los metallarii h ab ían sido
del campo. Entre varios textos, elegi­ reducidos a un estado de servidum ­
mos uno que se sitúa en época de bre com parable al de los colonos de
C onstantino, en el 312, y donde el a u ­ los grandes dom inios. Este m onopo­
tor anónim o del panegírico a C ons­ lio, ratificado p o r C onstancio, se opo­
tantino presenta un a situación de d e­ ne al principio de liberación intro d u ­
solación en el com arca de los Eduos: cido por Juliano quien restableció la
«En Arebrignus... ya no se cultiva la libertad de explotación de las m inas,
vid sino en un solo lugar; el resto son al m enos las de oro. Las leyes del 365
b o sq u es y rocas in accesibles... E n y 367 (C.J. IV, 40, 2) determ inaban el
cuanto a la llanura que se extiende a estatuto de los buscadores de oro,
sus pies y que llega al Saona fue en considerándola una profesión inde­
otros tiempos, así me h an dicho, cul­ pendiente. La única condición que se
tivada sin interrupción... pero hoy las les im ponía era la obligación de en­
devastaciones h an obstruido los ca­ tregar una cantidad de polvo de oro
nales, las tierras bajas... se h an tran s­ (balluca) a título de tasa. No obstante
form ado en tierras pantanosas». (Pa- este régimen liberal no sobrevivió a la
neg. Lat. VIII, 6, 7). Tam bién según el época de Juliano: las leyes del 369-70
autor, en dirección a Bélgica, las tie­ prohibieron a los particulares buscar
rras tienen el m ism o aspecto de a b a n ­ oro y ordenaron que los metallarii o
dono y p o breza. Pero a ú n así, las m ineros fuesen conducidos de nuevo
fuentes literarias no inform an gene­ a sus m inas (ver, Piganiol, 1945).
ralm ente, sino sobre zonas concretas
que, efectivamente, en razón de las b) Artesanado y comercio
invasiones, de cam bios clim áticos u
otros factores, h an podido llegar a Los artesanos c o n tin u a ro n siendo,
ab an d o n arse; pero en n in g ú n caso durante esta época, obreros libres en
tienen un valor general. su gran m ayoría. Así parece confir­
Por lo dem ás, la única innovación m arlo una ley de C onstantino (C.T.
que se constata para este período fue XIII, 4, 2) donde hace una enum era­
la gran im plantación del m olino de ción de los artesan o s que estaban
agua, en sustitución del m olino m a­ exentos de los munera sordida y donde
nual. En época de C onstantino sabe­ al m ism o tiem po se constata la gran
mos que una aldea llam ada Orcistos diversidad de oficios existentes tanto
hab ía incorporado num erosos m oli­ en las ciudades como en los pueblos.
nos de agua, puesto que en su entorno M ucho m ás dura debía de ser sin
había agua ab u n d a n te /G rac ias a este em bargo, la situación de los obreros
avance técnico el sitio progresó hasta de los talleres estatales cuyo rendi­
el punto de dejar de ser un vicus (al­ m iento era estrecham ente vigilado a
dea), para convertirse en una ciudad. través de una severa disciplina. Por
Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio 45

Escena de vendimia, en una bóveda del


Mausoleo de Santa Constanza, (siglo IV). Roma.

su trabajo recibían un salario perió­ dad determ inada que a una corpo­
dico determ inado. ración en sentido estricto. Por la polí­
En lo referente al com ercio tam po­ tica de requisiciones a la que antes
co se aprecia ningún cam bio sensible nos hem os referido, el Estado podía
respecto a la época inm ediatam ente obligarles eventualm ente al transpor­
anterior ni posterior. Según el autor te de m ercancías generalm ente desti­
de la Expositio totius mundi, a m edia­ nadas al abastecim iento de las dos
dos del siglo IV el com ercio era muy grandes capitales del Im perio. La ne­
intenso en el M editerráneo oriental, cesidad de asegurar el panis gradilis, o
donde destacaban por su prosperidad distribuciones gratuitas de pan a los
los puertos de: Tiro, Seleucia, L aodi­ ciudadanos, es sin duda una de las
cea, A lejandría, Efeso, C orinto. razones p rin cip ales que explica la
En el M editerráneo O ccidental — política de requisiciones y la estatali-
m enos conocido por el autor— pare­ zación de determ inadas corporacio­
ce que la actividad m arítim a era m u­ nes, así com o la p ro m u lg ació n de
cho m enor. Al igual que en la época edictos fijando el m axim um de los
an terio r la m ayoría de los grandes p ro d u c to s a lim e n tic io s. M e d ia n te
barcos eran propiedad de navicularii uno de estos edictos logró Juliano h a­
o arm adores organizados en corpora cer s a lir de los g ra n e ro s el trigo
vinculados a un puerto o a una p ro ­ alm acenado.
vincia. Según Rougé (1966) estos cor- En lo referente al transponte por
pora aludirían más bien a una activi­ tierra, cabe destacar el em peño, tanto
46 A ka l Historia del M undo Antiguo

de C o n stantino com o de C onstancio gar a requisar los bueyes con los que
p or m ejorar la posta pública. Esta no un cam pesino estaba arando (Liban.
sólo servía para el desplazam iento de XVIII, 143).
los funcionarios sino para el traslado Las soluciones que aporta C ons­
de los im puestos pagados en especias tan tin o son: la institución de unos
y otras m ercancías estatales. En una agentes in rebus que inspeccionarían
disposición del 339 (C.Th. VIII, 5, 3), los perm isos para circular y la crea­
dirigida al prefecto de O riente, C ons­ ción de un scrinium u oficina encar­
tantino alude al m al estado en que gada de los desplazam ientos im peria­
este servicio se en co n trab a: en ese les. C onstancio legisló en el m ism o
año apenas se le p o dían ofrecer al sentido: vigilando la entrega de per­
E m perador un a veintena de anim ales misos oficiales de circulación e im pi­
de tiro. Los perm isos para viajar en la diendo que los gobernadores siguie­
posta pública debían concederse con ran com etiendo abusos en la utili­
ex cesiva fa c ilid a d . A d em ás d e s d e ' zación de la posta (C.Th. VIII, 5, 8, 9,
C o n stantino los clérigos y los obispos 10). Pero los problem as no parecen
req u erían co n stan tem ente perm isos re su elto s a ú n b a jo J u lia n o (C.Th.
de viaje para asistir a sus frecuentes VIII, 5, 12). Las propias leyes nos in ­
concilios. Así esta desorganización fo rm a n so b re los a b u so s q u e se ­
era penosa para los m unicipios cerca­ guían com etiéndose.
nos que se veían obligados a incesan­ Juliano prohibió las requisiciones
tes prestaciones. Se dio el caso de lle- que sobrepasaban lo perm itido; pro­
hibió tam bién que se utilizaran los
Consecuencias de la política monetaria carros de la posta para el traslado de
de Constantino m ercancías privadas, y retiró al clero
Fue en época de Constantino cuando una cristiano el derecho de viajar con car­
excesiva prodigalidad asignó el oro, en lu­ go al Estado.
gar del bronce — hasta entonces muy
apreciado— a los comercios viles, pero el
origen de una tal avidez es, según se cree, c) Política monetaria
el siguiente. Cuando el oro, la plata y gran
La lla m a d a reform a m o n etaria de
cantidad de piedras preciosas deposita­
das en los templos fueron confiscadas por
C onstantino se basa en que a diferen­
el Estado, aumentó el deseo que todos te­ cia de los tetrarcas que h ab ían conse­
nían de poseer y regalar. A consecuencia guido inspirar confianza en la m one­
de esta abundancia de oro, las casas pri­ da de cobre, a fin de proteger el poder
vadas de los poderosos se enriquecieron y adquisitivo del pueblo, a p a rtir de
aumentaron su nobleza en detrimento de C onstantino la estabilidad y la ab u n ­
los pobres, los más débiles, que se encon­ dancia de los solidi aureos redujo rá­
traron oprimidos por esta violencia. Así los pidam ente el valor de las m onedas de
pobres, en su aflicción, se veían empuja­
bronce que hasta entonces eran de
dos a diversas tentativas criminales y no
mostrando ningún respeto hacia el dere­
uso corriente en las com pra-ventas y
cho, ningún sentimiento de piedad, confia­ en el pago de im puestos. De aquí re­
ban su venganza al mal: frecuentemente sultó una gran inestabilidad en los
ocasionaron al Imperio graves daños, des­ precios, y la m ina de los tenuiores cu­
poblando las campiñas, perturbando el or­ yos salarios e ingresos se pag ab an
den con sus saqueos, suscitando el odio y, co n e sta m o n e d a in f la c c io n a d a ;
de una iniquidad a otra, favorecieron a los m ientras que la m oneda de oro salió
tiranos, que son mucho menos producto
pronto de este circuito com ercial para
de la audacia que de los tizones encendi­
dos para hacer valer la gToria de sus
utilizarse sólo en las transacciones
méritos. entre los potentiores o tesaurizarse. En
este com portam iento m onetario ha
Anónimo, De rebus bellicis, 2 visto M azzarino u n a de las causas de
Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio 47

la decadencia del Im perio: «la revo­ p erm itió a C o n s ta n tin o to d as sus


lu c ió n c o n s ta n tin ia n a del sistem a prodigalidades.
m onetario perm ite el nuevo orden je ­ H asta el 318 siguió utilizándose el
rárquico de la sociedad... los poseso­ follis diocleciano com o m oneda de
res de oro se han convertido en los vellón. A p artir de ese año fue susti­
dueños de esta sociedad y los poseso­ tuido por otra m oneda revalorizada
res de la m oneda de vellón h an sido llam ad a num m us que in icialm en te
arruinados» (M azzarino, 1951). equivalía 25 denarios, y que fue deva­
El solidus creado por C onstantino luándose progresivam ente. Así en el
en el 310 pesaba 4,55 g. Inicialm ente O riente de Licinio, la nueva m oneda
se im puso en las G alias, H ispania y equivalía a 12,5 d en ario s sólo tres
B retaña; a p artir de la derrota de M a­ años después, lo que nos da una idea
jencio, en el Im perio O ccidental, y del ritm o de inflacción. E n el 337 se
posteriorm ente, en todo el Im perio. A dism inuyó el peso del num m us de 2,6
p artir del 320, creó dos m onedas de a 2 g.
plata: la miliarensis de m ayor peso (1/ Así, a la estabilidad constante del
60 parte de libra) y otra m ás ligera (1/ solidus se opone la creciente deprecia-
72 parte de libra) que equivalía a 1/14 cipon de la m oneda de vellón.
parte de solidus. Adem ás continuó en Los sucesores de C onstantino han
curso el argenteus de D iocleciano. intentado rem ediar los inconvenien­
Piganiol constata el hecho de que tes del sistema constantiniano procu­
las com pras de seda, perfum es y de­ rando revalorizar la m oneda de ve­
m ás productos de lujo que se exporta­ llón y por tanto, au m en tar el poder
b an desde O riente y Extrem o O riente adquisitivo de los pobres. En el 348
eran pagados en oro; tam bién a los C onstante y C onstancio II acuñaron
germ anos reclutados com o soldados dos nuevas m onedas que pasaron a
m ercenarios se les pagaba en oro e sustituir al num m us desvalorizado de
incluso cuando se com praba la paz, C onstantino. La m ayor de plata y co­
el precio se pagaba en oro. Esta he­ bre pesaba 5,20 g y se llam ó la maiori-
m orragia, sin com pensaciones m one­ na o maior pecunia. La segunda, de
ta ria s, h a sido ta m b ié n in v o c a d a cobre, pesaba 2,60 g y se llam ó num ­
com o una causa de la crisis del m un­ mus centenionalis. N o obstante y en
do rom ano (Piganiol, 1945). contra de sus previsiones, los precios
Es verdad que las reservas de oro no bajaron y la maiorina tendió a de­
im periales debían ser m uy cuantio­ saparecer de la circulación.
sas, tras m uchos siglos de confisca­ C onstancio II tras la caída de M ag­
ciones. A dem ás el E stado percibía nencio reorganizó de nuevo el siste­
en oro —y a veces en plata— un buen ma m onetario y creó u n a nueva m o­
núm ero de tasas: la chiysargira o im ­ neda de plata, el silicum cuyo peso era
puesto de los m ercaderes, la gleba de de 2,27 g y que valía en torno a 1/24
los senadores, el can on de las vastísi­ parte de solidus.
m as tierras im periales cedidas m e­ Pero fue Juliano quien con m ayor
diante un contrato eufiteútico o p er­ ten acid ad luchó p o r re v alo rizar la
petuo, los donativos con ocasión de m oneda de vellón. Siguió acuñando
los aniversarios de los em peradores la maiorina y el centeninalis. Para au­
que se exigían a los senadores (oro m entar su valor reajustó la política de
oblaticio) y a los decuriones (oro co­ precios y de im puestos. Por A m iano
ro n ario), adem ás, lógicam ente, del sabem os que dism inuyó el im puesto
oro extraído de las m inas. canónico obligatorio en las G alias de
El autor anónim o del de rebus belli­ 25 solidi por u n idad im ponible a 7 so­
cis dice que sólo la confiscación de lidi (Am. XVI, 5, 14). Pero esta m edida
oro y plata de los tem plos paganos tenía com o finalidad evitar los ab u ­
48 Akal Historie del M undo Antiguo

sos com etidos p or los funcionarios o com enzó a pagar al ejército en m e­


curiales perceptores de la adaeratio. tálico.
Esta práctica fue instituida desde el La política m onetaria de Juliano
324, en época, pues, de C onstantino, y ha tenido, ciertam ente, una orienta­
consistía en que los contribuyentes, ción muy distinta a la de C onstanti­
que trad ic io n a lm e n te p a g a b a n sus no. M azzarino habla de u n a «polari­
im puestos en especies, pudieran p a ­ d ad C o n stan tin o -Ju lian o » , op in ió n
garlos en dinero si así querían. Pero que nosotros com partim os.
los funcionarios traducían a dinero la Es cierto que Juliano no transfor­
contribución valorada en especies fi­ mó el sistema económ ico constanti-
jan d o para éstas u n precio m ás alto niano, sino que su labor se lim itó a
que el del m ercado. C u an d o estos in tro d u cir u n as cu a n ta s sabias re­
m ism os burócratas tenían que pagar formas.
a los soldados su sueldo en especies, Pero el resultado de estas reform as
las adquirían en el m ercado a un pre­ fue que Juliano logró en poco tiem po
cio m ás bajo. Así la d iferencia de establecer un gran equilibrio entre los
precio entre estas dos o p eracio n es posesores de oro y los perceptores de
s u p o n í a u n b e n e f i c i o p a r a el vellón, m ientras que bajo C onstanti­
intem ediario. Es contra esta form a de no los pobres y los ricos form aban, en
robo contra la que actuó Juliano: b a ­ razón de la m oneda, dos sociedades
jan d o el im puesto percibido por u n i­ superpuestas y distintas.
dad fiscal, reajustando los precios ofi­
ciales con los del m ercado e inten­
tando que estos b ajaran (C. TH. 4, 3). 2. Administración
P ara que los fraudes no se hicieran
en el peso de los productos hizo dis­
a) Política impositiva
tribuir pesos m arcados con el sello es­ La reform a fiscal de D iocleciano des­
tatal, de los que debían dejar cons­ cansaba sobre el im puesto canónico
tancia (C. Th. XVII, 4, 4). Adem ás obligatorio llam ado annona o iugatio-

Llegada a una casa de postas, relieve de un


sarcófago cristiano, Museo Nacional. Roma.
Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio 49

La diosa Demeter (mediados del siglo IV).


Catacumba de la Via Latina, Roma.

capitatio. Este im puesto pesaba sobre vincia entera. Además, estim aban el
la población agrícola y sobre los pro­ núm ero de unidades —caput (varia­
pietarios de tierras, fuesen estos ple­ ble según el sexo o la edad de los
beyos o clarissimi (ver Deléage, 1945). tra b a ja d o re s)—. El im p u esto final
El sistema de la iugatio-capitatio supo­ descansaba sobre la sum a de las dos
nía la existencia de dos im puestos clases de u n id ad es im ponibles. Se
distintos superpuestos y equivalentes. daba a conocer a las curias locales el
U no de ellos afectaba a la cantidad núm ero total de las unidades fiscales
de tierra considerada una u n idad (iu- de su com unidad y se las hacía res­
gum) im ponible. El otro afectaba al ponsables del cobro de los impuestos.
rendim iento de trabajo del hom bre Adem ás de estos im puestos, los se­
(caput). El sistema consistía en que los nadores y los d ecu rio n es p ag a b an
funcionarios del fisco —en base a los otro im puesto enm ascarado bajo for­
catastros, a evaluaciones y encues­ m a de donativos generosos —pero
tas— estim aban el núm ero de u n id a­ obligatorios—, el aurum oblaticium y
des, iugera, de un dom inio, de las tie­ el aurum coronarium.
rras de u n a ciu d ad o de u n a p ro ­ C onstantino com pletó la reform a
50 A ka l Historia d el M undo Antiguo

fiscal de D iocleciano creando unos nes de los clérigos no les aum entaría
nuevos im puestos, llam ados de clase, las inm unidades. Pero, adem ás, se re­
que afectaban a un am plio espectro fiere de form a expresa a los clérigos
social. negotiatores o com erciantes que esta­
— A los senadores les im puso una b an inscritos en el registro. Estos p a ­
contribución escalonada en tres cate­ rece que, bajo pretexto de ayudar a
g o rías —según la fo rtu n a que p o ­ los p o b re s, h a b ía n c o n se g u id o la
seyeran— que se elevaba a: 1/4 libra exención del im puesto llam ado chry­
de oro, 1/2 libra y 1 libra. Este im ­ sargira, com o lo indica la ley del 353
puesto se llam ó la collatio glebalis o {C.Th. XVI, 2, 10), por la que conce­
gleba senatorial. día: la exención del im puesto obliga­
— El otro im puesto desansó p rin ­ torio y de todos los im puestos ex­
cipalm ente sobre los com erciantes y traordinarios, no sólo a los clérigos,
artesanos y se llam ó auri lustralis co­ sino «a las m ujeres de los clérigos y
llatio y chrysargira en Oriente. Pese a tam bién a sus hijos y a sus servidores,
su d esig n ació n parece que no era los de sexo m asculino, y fem enino,
obligatorio que se pagara en m oneda así com o a los hijos de éstos». Esta
de oro. A este im puesto se encontra­ c o n c e s ió n h a b ía d e s p e rta d o u n a
ban tam bién obligadas las prostitutas oleada de vocaciones religiosas entre
e incluso cam pesinos que iban a ven­ los com erciantes y artesanos; de ahí
der sus productos directam ente a las la contrariedad expresada por C ons­
aldeas. tancio cuando contesta a los obispos
Este últim o im puesto fue tal vez el de R ím ini: decide que se retire a los
m ás im p o p u lar. Los escritos de la clérigos negotiatores la posibilidad de
época nos han dejado el relato de las negarse a pagar las cargas fiscales in ­
desgracias que el cobro de este im ­ herentes a su trabajo.
puesto provocaba (Zosim. II, 38). Sin em bargo la política fiscal de
Ya nos hem os referido a las exen­ C onstancio, tan severa con los p arti­
ciones fiscales que C onstantino con­ culares, fue muy generosa con los clé­
cedió a las propiedades eclesiásticas. rigos. En el 349 (C.Th. XVI, 2,9) exime
C o n sta n cio , cuya av aricia fiscal a los clérigos de las cargas curiales, lo
nos confirm a A m iano cuando, con que decidió la huida de num erosos
palabras muy duras habla de la flagi­ curiales a las filas del clero.
tatorum rapacitas inexpleta (XXI, 16, La política fiscal de Juliano fue sin
17), suprim ió casi todas las exencio­ duda el m ayor m érito de este E m ­
nes concedidas a título individual, a perador.
personajes im portantes del Im perio A las reducciones fiscales que co n ­
[C.Th. XI, 1,1), pero m antuvo consi­ cedió a la G alia, cuando aún era C é­
derables inm unidades a favor de las sar, hay que sum ar las concedidas a
iglesias cristian as y de los propios m uchas otras ciudades del Im perio,
bienes personales de los clérigos. entre ellas A ntioquía (Jul. Misop. 37,
En el 360, los obispos reunidos en 4; Lib. Oral. 16, 53).
el C oncilio de R ím ini acuerdan pedir Además, al im puesto del oro coro­
al E m perador que tanto sus bienes nario le devolvió Juliano su antiguo
com o los de la Iglesia fuesen libera­ carácter cerem onial y voluntario de­
dos de toda publica functio. C o n stan ­ ja n d o de considerarle un im puesto
cio, a las excesivas exigencias de es­ (C.Th. 12, 13, 1). Esta m edida fue una
tos, les contesta con una ley {C.Th. más de las m uchas que adoptó para
XVI, 2, 15) de la que se desprende: fortalecer a las curias: obligó a que
que los bienes de las iglesias perm a­ volvieran a ellas todos los que las h a ­
necerían exentos de casi todos los im ­ b ían dejado para ingresar en el clero,
puestos (Vogler, 1979) y que a los bie­ en época de C onstancio; les devolvió
Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio 51

La política económica de Constantino a sus hijas, y, de las ganancias que saca­


ban, tenían que aportar el dinero a los pre­
Constantino continuó derrochando el pro­ ceptores del chrysargyrum. Por otra parte,
ducto de los impuestos en larguezas, que como quería igualmente imponer alguna
otorgaba sin darse cuenta a individuos in­ carga a los miembros de la aristocracia,
dignos e inútiles, mostrándose odioso cara cada vez que llamaba a uno de ellos al ho­
a los contribuyentes y enriqueciendo, por nor de la pretura, tomaba como pretexto
el contrario, a aquellos que no servían de esta dignidad para exigir de él una gran
nada; porque confundía prodigalidad y li­ cantidad de dinero. Es por lo que, cuando
beralidad. Impuso, además, la contribu­ llegaban a las ciudades las propuestas
ción del oro y la plata a todos aquellos que para esta colecta, se veía a cada uno huir y
transportaban las mercancías a través del dejar su patria por temor de verse gratifica­
mundo, lo mismo que a los comerciantes do con este honor en detrimento de su for­
establecidos en las ciudades, incluidos los tuna. Además, hizo recensar los bienes de
más modestos sin permitir siquiera que los clarísimos y les impuso una contribu­
las desgracias cortesanas fueran exonera­ ción, a la que dio el nombre de follis. Tales
das de este im puesto. Así, cuando se tasas agotaron completamente a las ciuda­
acercaba cada cuatro años el momento de des. En efecto, como se continuó exigién­
percibir este impuesto, se podía ver la ciu­ dolas todavía largo tiempo después de
dad llena de lamentaciones y quejas, y, Constantino, y las riquezas de las ciudades
cuando llegaba el vencimiento, el espectá­ disminuyeron poco a poco, la mayor parte
culo de los latigazos y las torturas infligidas se vaciaron de habitantes.
a aquellos cuya extrema indigencia impe­
día pagar su deuda; entonces las madres Zósimo, Historia Nueva, II, 38;
vendían a sus hijos, los padres prostituían trad. J.J. Sayas

tam bién las tierras y bienes que h a ­ form a constitucional y adm inistrati­
bían pasado a ser propiedad de p arti­ va del Im perio, que no su frirá ya
culares, del Estado o de la Iglesia; exi­ grandes m odificaciones hasta el final
m ió a los curiales de la chrysargyra o de la historia del Im perio O ccidental
lustralis collatio, salvo en el caso de y h a s ta el sig lo V II en la p a r te
que se entregasen a operaciones de oriental.
gran envergadura (C.Th. 12, 1, 50 y 13, N o es fácil precisar el sentido de to­
1, 4). Perdonó tam bién m uchos de los das y cada una de las reform as em ­
im p u esto s atrasad o s. E sta d isp o si­ prendidas pero, aun a riesgo de sim ­
ción, no obstante, sólo puede confir­ plificar el problem a, en su conjunto
m arse para el caso de Africa, puesto ob ed eciero n a dos razo n es fu n d a ­
que es al vicario de Africa a quien el mentales: la necesidad de acercar la
E m perador dirige el contenido de la a d m in is tra c ió n al p u e b lo y sobre
ley (C.Th. 11, 28, 1). N o obstante ha todo, de asegurar y controlar la per­
sido interpretada p o r m uchos autores cepción de los im puestos.
com o una ley de carácter general (ver: Respecto a la adm inistración cen­
Stein-Palanque, 1959). tral, C onstantino m odificó el anterior
L am en tab lem en te la m ayoría de consilium principis que pasó a desig­
estas m edidas fiscales tan benévolas narse sacrum consistorium y a cuyos
no sobrevivieron a su autor. m iem bros C o n stan tin o concedió el
título de comes. Com o posteriorm ente
b) Reformas administrativas este título se extendió a otros m uchos
funcionarios civiles y m ilitares, los
L as re fo rm a s a d m in is tr a tiv a s de m iem bros perm anentes del C onsejo
C onstantino son un com plem ento de del E m perador fueron llam ados co­
la gran o b ra refo rm ad o ra de D io ­ mites consistorii y el resto de los comi­
cleciano. tes divididos en tres categorías en vir­
C on C onstantino se term ina la re­ tud de su im portancia. Al frente del
52 A ka l Historia del M undo Antiguo

consistorio puso al quaestor sacri pala­ ciorum, que era, por tanto, el jefe de la
tii que con ayuda de los scrinia u ofici­ C ancillería imperial.
nas imperiales, redactaba las leyes y Era, en cierto modo, el m aestro de
respuestas del Em perador. cerem onias de la corte, aunque, com o
Creó tam bién una schola notario­ decim os, ejercía tam bién el control
rum, a cuyo frente estaba el primice­ sobre los despachos u oficinas de la
rius notariorum , g e n e ra lm e n te el corte, y por extensión, sobre la adm i­
miembro más antiguo. Estos notarii nistración local y provincial.
además de actuar com o secretarios en A dem ás de la «escuela» de n o ta­
el c o n sisto rio , a c tu a b a n ta m b ié n rios existía otra schola de agentes in re­
como com isarios im periales en las bus que parece fue creada por Diocle-
provincias, investidos con poderes ciano pero que sólo bajo C onstancio
extraordinarios. A dem ás u surparon II a d q u ir ió u n m a y o r au g e. Sus
algunas de las funciones que ante­ m iem bros constituían una especie de
riormente habían sido competencia de policía o confidentes del E m perador
los magistri scriniorum. Tam bién tue («los ojos y los oídos del E m pera­
creado por C onstantino (Crook, 1955) dor»). C ontrolaban la gestión de los
la figura del quaestor Sacri palati. Este, altos fu n c io n a rio s p ro v in ciales, el
actúa como portavoz del E m perador servicio de la posta pública, etc.
en el seno del consistorio, redacta sus D entro del servicio palatino, la lis­
discursos y p rep ara el program a a ta de los diferentes servidores es real­
discutir en el consistorio. m ente im presionante: los que aten­
Al frente de los magistri scriniorum d ían la m esa y la alcoba del E m ­
(esto es, los jefes de los distintos des­ perador, a cuyo frente estaba el Cas­
pachos) se encontraba el magister offi­ trensis sacri p a la tii (q u e A m ia n o

Basílica de Constantino en Tréveris.


Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio 53

Representación de una dama cristiana


(siglo lll-IV). Museo del Louvre, París

XXVI, 8, 5) llam a «m inistro del vien­ tre ellas, el propio Juliano. La aporta­
tre y de la garganta»); la guardia im ­ ción más importante de Constantino y
perial com puesta por palatini y protec­ Licinio en el ám bito de la adm inistra­
tores domestici; el servicio de la C á­ ción provincial se refiere a las prefec­
m ara im perial o cubiculum a cuyo turas del pretorio.
frente se encontraba el G ran C h am ­ N o se conoce el proceso seguido
belán (praepositus sacri cubiculi); tanto por esta institución desde la época de
éste com o el personal a sus órdenes C o n s ta n tin o -L ic in io h a s ta el 337,
eran eunucos. C abe señalar el enor­ cuando, ya bajo los hijos de C onstan­
me poder que llegó a adquirir bajo tino, la institución prefectoral apare­
C o n stan cio II el G ra n C h am b elán ce claram ente configurada en núm e­
Eusebio, co n denado a m uerte bajo ro y com petencias. A partir de este
Juliano (D unlap, 1924). m om ento, los prefectos del pretorio
La estructura ad m inistrativa p er­ serán tres (tal vez en relación con la
m aneció durante el m andato de Ju ­ existencia de tres A ugustos): uno,
liano, aunque el núm ero de notarii, de Leontius, en esa época, para Oriente,
agentes in rebus y sobre todo de perso­ y dos para Occidente. De estos dos,
nal dom éstico fue rebajado en una uno estaba al frente de la prefectura
p ro p o rc ió n enorm e, tal com o nos constituida por las diócesis de H ispa­
confirm an las fuentes literarias y, en­ nia, Bretaña y las dos G alias; el otro,
54 A ka l Historia del M undo Antiguo

al frente de la diócesis de Italia, de carios de diócesis y de los gobernado­


Africa y el Ilírico. Así quedaba com ­ res de provincia y el interm ediario
pleta la p irám id e jerá rq u ico -a d m i- entre estos y el E m perador para .todos
nistrativa iniciada p or Diocleciano: los asuntos adm inistrativos. Poseía su
provincias, diócesis, prefecturas pre- propia caja, arca praetoriana, que se
torianas. alim entaba de la m ayor parte de los
El Ilírico se constituyó com o pre­ ingresos de los im puestos, y que le
fectura independiente del 347 al 361, servía para pagar a los funcionarios,
p o r lo que durante estos años, hubo los burócratas y los soldados acanto­
cuatro prefectos, hasta que el Ilírico nados en su prefectura. Para el cum ­
se reintegró de nuevo en la prefectura plim iento de tantas y tan diversas ta­
de Africa e Italia. reas, los prefectos tenían su propia
C h astagnol ha in ten tad o recons­ oficina de servicios y un im portante
truir la evolución de estas prefecturas núm ero de burócratas.
desde la época de C onstantino. Así,
con b ase epigráfica, se com prueba c) Reforma del ejército
que en el 318 seguía habiendo —al
igual que en época de D iocleciano— En lo referente a las profundas refor­
dos prefectos de pretorio: uno de Lici­ m as de las que fue objeto el ejército
nio, en O riene y otro de C onstantino durante esta época, es difícil separar
en O c c id e n te (C h a s ta g n o l, 1962). las que fueron obra de D iocleciano y
Pero ya debían de haber perdido p a r­ los tetrarcas y las que decidió poste­
te de sus atribuciones m ilitares, pues­ riorm ente C onstantino. Van Berchem
to que C onstantino suprim ió las co­ cree que C onstantino se limitó a de­
hortes pretorianas a finales del 312. sarro lla r y sistem atizar la labor de
Varios textos epigráficos parecen con­ D iocleciano y a d a r u n a m ayor cohe­
firm ar que hasta el 336 había cinco sión al ejército así organizado, sobre
prefectos destacados en O riente y en todo en lo referen te al c u a d ro de
Occidente, sin poder establecer m u­ m andos (Van Berchem D., 1952). Al
chas m ás precisiones. retirar de las tropas acantonadas en
La diócesis de Africa sabem os que las fronteras —llam adas ripenses y pos­
se constituyó en prefectura ya en este teriorm ente limitanei— una parte de
m om ento, conociéndose el nom bre las legiones y de las vexillationes para
de tres p refectos: V alerio P ró cu lo engrosar las tropas de cam paña, lla­
(331-333), Félix (333-6) y G re g o rio m a d a s com itatenses, fue en cierto
(336-7). m odo responsable de la m ayor vulne­
E stos p refectos eran v erd ad ero s rabilidad del limes o frontera del Im ­
vice-em peradores, au nque C onstanti­ perio. Este cierto ab andono de la de­
no les quitó su poder m ilitar, tal vez fensa del limes es criticado duram ente
en el 317 ó 318, cuando envió al joven por A m iano, Zósim o y el autor del De
C ésar Crispo a las G alias en com pa­ rebus bellici.
ñía de un prefecto de pretorio. Palan- C onstantino reorganizó el m ando
qu e c o n s id e ra qu e al E m p e ra d o r del ejército continuando su política
pudo parecerle peligroso hacer acom ­ de separar los poderes civiles de los
p añ a r al C ésar p o r este elevado fun­ militares. La pirám ide jerárquica m i­
cio n ario que deten taba u n enorm e litar contem plaba que los jefes m ilita­
poder a la vez civil y m ilitar. Así, sus res dependieran de los duces provin­
funciones m ilitares q uedaron reduci­ ciales; estos a su vez dependían de los
das al control de los depósitos de ar­ comites m ilitares de las diócesis. E n el
mas y a la vigilancia del orden de los vértice de la m ism a se encontraban
ejércitos en su jurisdicción. Pero en el dos nuevos personajes: el magister pe­
aspecto civil era el superior de los vi­ ditum, jefe de infantería y el magister
Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio 55

equitum, jefe de la caballería. Desde gos m ás novedosos el papel que el


m ediados del siglo IV se nom braron nuevo elem ento cristiano, a través de
nuevos magistri militum para Oriente, la institución eclesiástica, va a jugar
para Iliria y las G alias en función de en el cam po de la asistencia social y
las nuevas necesidades defensivas. su constitución com o gran propieta­
A lo largo del siglo IV, la propor­ ria de bienes, aspectos am bos que
ción de los germanos integrados en las c o n el t i e m p o n o h a r á n s i n o
tro p a s ro m a n a s fue en a u m e n to . aum entar.
C o n sta n tin o co n trib u y ó a este a u ­
m ento a través de las scholae palatinae a) Las clases dirigentes
donde se adiestraba a guerreros de
élite, m ayoritariam ente germánicos. D u ra n te el B ajo Im p erio los altos
funcionarios se reclutan, bien entre
los senadores p o r nacim ien to —la
3. La sociedad durante vieja aristocracia—, o bien entre los
la época de « h o m b re s n u ev o s» , g e n e ra lm e n te
los constantínidas procedentes del ejército e incorpora­
dos posteriorm ente al senado, los ad ­
Tampoco, ciertam ente, la sociedad de venedizos o nueva aristocracia.
esta época presente particularidades Respecto a la prim era categoría, los
notables respecto a la sociedad de la senadores por nacim iento quisieron
época inm ediatam ente precedente y acceder a los puestos m ás elevados de
m enos aú n respecto a la de la época gobierno: vicariato de diócesis, pro­
posterior. Tal vez sea uno de los ras- consulado de provincia, prefecturas

Cambios administrativos realizados por como Chipre y las Cicladas, salvo Lem­
Constantino nos, Imbros y Samotracia. Dio al segundo
prefecto Macedonia, Tesalia, Creta, Grecia
Cambió enteramente las funciones admi­ con las islas que la rodean, los dos Epiros,
nistrativas establecidas desde hacía largo el llírico, la Daia, el país de los Tribales, la
tiempo. Había, en efecto, dos prefectos del Panonia hasta Valeria y finalmente la Mesia
pretorio que ejercían en común su cargo, Superior. El tercer prefecto tuvo toda Italia,
de tal manera que dependían de sus cui­ Sicilia y las islas vecinas, Cerdeña, Córce­
dados y de su poder no solamente los ga y la Libia desde Sirtes a Cerne. Al cuar­
cuerpos de tropas afectos al Palacio, sino to le correspondió la Galia Transalpina y
también los que estaban encargados de la España, así como la isla de Britania.
seguridad de la Ciudad y los que estaban Después de haber fraccionado de este
establecidos en todas las fronteras. Por modo la función prefectoral todavía se es­
otra parte, la función del prefecto, conside­ forzó en dism inuirla por otros procedi­
rada como la segunda después de la fun­ mientos adicionales. Mientras que, por
ción imperial, comportaba el suministro de ejemplo, los soldados estaban por todas
subsistencias y la represión, gracias a cas­ partes mandados no sólo por centuriones
tigos apropiados, por faltas com etidas y tribunos, sino también por los que se lla­
contra la disciplina militar. man duques y que ocupaban en todas
Ahora bien, Constantino, al modificar partes el puesto de generali, creó jefes de
esta notable organización, dividió en cua­ soldados puestos al frente uno de la caba­
tro esta función única. Atribuyó al primer llería y otro de la infantería y le s transfirió la
prefecto todo Egipto con la Pentápolis de facultad de mandar a los soldados y de re­
Libia, el Oriente hasta Mesopotamia, Cili­ primir sus faltas, privando igualmente de
cia, Capadocia, Armenia, todo el litoral este poder a los prefectos. Indicaré a con­
que va de la Panfilia hasta Trapizonte y a tinuación los inconvenientes que se deri­
las guarnicio nes dispuestas cerca del varon de ello...
Faso, confiándole igualmente la Tracia li­
mitada por la Mesia hasta Hemo y por el Zósimo, Historia Nueva, II, 32-33;
Rodopo hasta la ciudad de Topero, así trad. J.J. Sayas
56 Akal Historia del M undo Antiguo

u rb an as e incluso prefecturas preto- grandes latifundios cuyas rentas de­


ria n a s, d e b ía n p re v ia m en te h a b e r b ían ser enorm es, si consideram os,
sido elegidos, entre sus colegas sena­ por ejemplo, que a Sym m aco le per­
to riales, cuestores y pretores. Sólo m itían gastarse enorm es sum as de
después de h ab er accedido a am bas oro —2.000 libras oro— para celebrar
m agistraturas p odían aspirar a m a­ la pretura de su hijo. Y M áxim o se
gistraturas m ás elevadas. g astó 2.500 p o r el m ism o m otivo.
Los advenedizos u hom bres nue­ Olym piodoro, a com ienzos del siglo
vos, procedían, com o hem os dicho, V, describe con gran asom bro el tipo
generalm ente de la militia, esto es, de de vida que llevaban los riquísim os
la carrera burocrática, civil o militar. senadores rom anos y dice que sus
En su caso, para aspirar a las m agis­ grandes casas —dom us— eran casi
traturas m ás elevadas, debían recibir com o ciudades.
previam ente del E m perador una ad­ M uchos de estos grandes latifun­
lectio entre los pretores o entre los distas vivían fuera de la ciudad, en
cuesto res y ser in scrito s en el Se­ sus dom inios. N o obstante hay que
nado. señalar que el m odelo de vida del Oc­
Así pues los senadores, por naci­ cid en te no es ig u al al de la p arte
m iento o p or adlectio, siguen siendo la oriental del Im perio. M ientras en O c­
clase m ás poderosa y los hom bres cidente, la crisis m unicipal determ inó
más ricos del Im perio son los hones­ un paulatino deterioro de la vida ciuda­
tiores, los que poseen divitias atque ho­ d an a —baste recordar que cuando en
nores militares, com o se dice en el Que- el siglo V las tropas de Atila invadie­
rolus, u n a com edia satírica del 410. ron las G alias, varias ciudades sólo
Estos «hom bres nuevos» que debían, tenían com o defensor a su obispo—,
en gran parte, su condición de sena­ en Oriente, por el contrario, la econo­
dores al E m perador, eran el sector mía ciudadana continuó siendo sóli­
más vital y más leal al E m perador. da durante varios siglos aún.
De hecho, su núm ero no dejó de cre­ Los curiales continúan, en ap arien ­
cer a partir de C onstantino. E n este cia, d eten tan d o el m ism o prestigio
sentido es ineresante constatar que en que en siglos anteriores: en cada ciu­
el Liber Pontificalis se señala el hecho dad la curia es a m áxim a autoridad;
de que varios pesonajes hicieron do­ entre ellos se eligen los m agistrados
nación de tierras — massae o posse­ de la ciudad, inclusive el curator civi­
ssio— a C onstantino para que éste las tatis que en el siglo IV será la m ás im ­
donase a la iglesia rom ana. Al reali­ portante y la m ás efectiva de las m a­
zar conjuntam ente con el E m perador gistraturas ciudadanas. De los últi­
sus donaciones, lógicam ente preten­ mos años de Juliano (hacia el 363) se
dían asegurarse la voluntad im perial. conserva el album m unicipal de la
Pietri pretende que dos de ellos son ciudad de Tim gad, en N um idia. En él
senadores por adlectio y el tercero es se recoge el nom bre de los patronos
praepositus sacri cubiculi, esto es, fun­ de la ciudad; después, los distintos
cionario im perial (Pietri, 1976). m agistrados en ejercicio; a co n tin u a­
M uy por debajo de estas dos cate­ ción, u n a lista de cincuenta decurio­
gorías sociales están los curiales, los nes que h ab ían ejercido sus cargos en
abogados y los burócratas. la ciudad, clasificados según la im ­
La posesión de la tierra es durante p o rta n c ia : duumviralicii, aedilicii y
el Bajo Im perio la base de la riqueza quaestoricii. Pero entre los patroni de
y, ciertam ente, los senadores son los la ciudad se encuentran —adem ás de
mayores propietarios de tierras, junto varios clarissimi y perfectissimi— va­
con el E m perador y, posteriorm ente, rios sacerdotes provinciales y m unici­
la Ig lesia. Los se n a d o re s p o se ía n pales (flamines) y un obispo. Entre
Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio 57

otras co n clu sio n es, podem os co m ­


p ro b ar cóm o pese a que, m aparien­
cia, todos los decuriones tienen la
m ism a consideración, en la práctica,
los sim ples decuriones están más pró­
ximos a la plebe que a los clarissimi,
en virtud de las distinciones introdu­
cidas por los Em peradores en el inte­
rior de la clase curial, m ientras que
los sacerdotales recibían incluso la de­
signación, honorífica, de ex comitibus
y eran designados com o principales
(Gagé, 1964).
La m ayoría de los curiales son pro­
pietarios rurales, hasta el punto de
que, en el siglo IV, el térm ino posses­
sor es utilizado frecuentem ente en los
textos jurídicos para designar a los
curiales. Pero sus tierras están en cier­
to m odo hipotecadas al Estado. Ya
hem os visto cóm o pesaba sobre ellos
la responsabilidad de que se recauda­
sen todos los im puestos de la ciudad;
ellos eran avales forzosos ante el Es­
tado de los im puestos a recaudar en
sus ciudades. Así, C onstantino p ro h i­
bió que los curiales abandonasen o
vendiesen sus tierras y —al convertirse
en un cargo hereditario— su hijo le
sucedería com o curial con las m is­
mas propiedades, com o garantía.

b) Los humiliores
Cubículo pintado. Catacumbas de
D entro de este título genérico se, in ­ S. Sebastián, (siglo IV). Roma.
cluyen diversas categorías cuya situa­
ción, ciertam ente, era bastante dife­ hereditarias. Sin duda las más nece­
ren te: co m e rc ia n te s, a rte sa n o s, la sarias son las que perm iten el abaste­
plebe u rbana y rústica, los colonos y cim iento de víveres y útiles: los p a n a ­
los esclavos. En la polarización social deros, los que aseguran el transporte
del Bajo Im perio, las clases interm e­ de los alim entos, los talleres im peria­
dias no tienen u na consideración es­ les donde los artesanos fabrican ar­
pecial: por debajo de los curiales, en mas y objetos esenciales para los ejér­
las ciudades, sólo está la plebe o, lo citos, los talleres m onetales o cecas;
que es lo mismo, los que no poseen tam bién los objetos de lujo que con­
tierras. sum e la corte y los senadores, deben
El nuevo régim en corporativo de ser asegurados por las corporaciones
los artesanos y com erciantes es muy de negotiatores. Es sobre estos sobre
diferente al de los collegia del Alto los que el Estado ejerce un control
Im perio. Las profesiones útiles al Im ­ m ucho m ás férreo.
perio se convierten en obligatorias y La pérdida de libertad profesional
58 Akal Historia del M undo Antiguo

y en cierto m odo personal de los arte­ tran en inferioridad de condiciones


sanos es paralela a la pérdida de li­ frente a estos expoliadores de p u e­
bertad de los trabajadores agrícolas. blos. En esto, han alargado la m ano y
El nuevo sistema im positivo de D io­ hecho el gesto de arrebatar; pero los
cleciano fue un factor decisivo para otros les h an hecho ver que tienen
que, a partir de com ienzos del siglo piedras. Así, lo único que han recogi­
IV, los pequeños trabajadores agríco­ do los perceptores han sido golpes y
las, hasta entonces libres, prefiriesen se vuelven a la ciudad dem ostrando a
poseer su parcela sólo en «precario» través de la sangre que cubre sus ves­
a cam bio de la prom esa de protec­ tidos, los sufrimientos que han aguan­
ción, contra los perceptores de im ­ tado» (Lib. Or. XLVII, 7-8).
puestos, de un potentior. Es el origen La división de los dom inios de los
del régim en de los patronatos rurales potentiores, en este siglo IV, general­
que se desarrolló sobre todo en la se­ m ente se com pone: de las pequeñas
gunda m itad del siglo IV y que fue parcelas fam iliares que trabajan los
d u ra e in ú tilm en te co m b atid o p o r colonos y del indominicatum, la tierra
los Em peradores. reservada al señor y que es cultivada
Los cam pesinos entregaban sus tie­ p o r los p ro p io s colonos m ed ian te
rras a aquellos patronos que ofrecían prestaciones.
mayores garantías de defensa frente La situación de opresión a la que,
al fisco. De este m odo se producía en general, estaban som etidos estos
una evasión fiscal que no hizo sino colonos queda de m anifiesto en los
aum entar a m edida que el régim en de frecuentes levantam ientos de los ba-
p a t r o n a t o se fu e e x te n d ie n d o y gaudas en las G alias y de los circum-
consolidando. celiones en el N orte de Africa. En am ­
Libanio, en su discurso «Sobre los bo s caso s, se tra ta de b a n d a s de
Patronatos» atribuye exageradam en­ insurrectos y desheredados: pastores,
te a los m ilitares el m onopolio de es­ trabajadores tem poreros, colonos fu­
tos p atro n ato s, pues es sabido que gitivos cuya única salida es la deses­
otros m uchos com partieron con los perada actuación de saquear y hosti­
m ilitares la responsabilidad de esta gar a sus opresores.
evasión fiscal. E n un pasaje de su
obra describe cóm o un vicus de cam ­ c) La asistencia social de
pesinos, gracias a la protección de un la Iglesia
jefe de una de las pequeñas guarni­
ciones extendidas por las cam piñas D u ran te el Alto Im perio existieron
sirias, hace frente a los colectores de u n a serie de vías de asistencia social
impuestos: «Estos se dirigen hacia los cuyos fines eran, obviam ente, aliviar
pu eb lo s en cu estió n —los m ism os las tensiones sociales. Estas fueron
que la presencia de los strategoi prote­ principalm ente: la institucipon de los
ge como con una m uralla— los que se alimentarii pueri et puellae, —especie
disponen a cobrar el im puesto: es su de fundaciones para asegurar la m a­
obligación y su función. Entonces re­ nutención de los niños huérfanos o
clam an lo que se les debe; prim ero sin recursos—, los evergetismos de los
con suavidad y con un tono m odera­ senadores y m agistrados m u n icip a­
do; después, fingiendo desprecio y les, el patronato m unicipal y el repar­
sarcasm o; ahora con acento indigna­ to de la annona,llam ado en el Bajo
do y levantando la voz, com o es lógi­ Im perio panis popularis o panis gra­
co en los que no alcanzan sus justas dilis.
reivindicaciones. A m enazan con re­ La quiebra del sistem a m unicipal
currir a las autoridades m unicipales, conllevó la crisis de m uchas de estas
pero es inútil, ya que éstas se encuen­ instituciones que, en el m om ento de
Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio
59

su creación, estaban vinculadas a la ciudacianos nacidos en Rom a —origo


vida m unicipal y a la ideología ligada Roma , sino a todos los m iem bros
al sistema. Así, por ejem plo, la insti­ del mísero proletariado rom ano ur­
tución de los alimentarii desapareció bano de R om a y otras ciudades del
a lo largo del siglo III. En este caso, la Im perio, supuso que el increm ento
causa no fue sólo la crisis m unicipal, del n ú m e ro de p e rc e p to re s fuera
sino la creciente depreciación de las enorm e y esta dificultad, sum ada a
tierras, fenóm enos am bos vinculados las que ya arrastraba el sistem a ano­
con la form ación de los latifundios nado, hizo que el panis popularis de­
(ver: Sirago, 1958). sapareciera a finales del siglo IV y co­
Tam bién el tradicional evergetismo m ienzos del siglo V.
de los senadores y m agistrados rom a­ En definitiva, el sistem a asistencial
nos sufrió una serie de alteraciones heredado del Alto Im perio, ya no era
sustanciales. Esta práctica de d onati­ eficaz ni se adecuaba a la nueva es­
vos y generosidades hacia sus conciu­ tru ctu ra ció n social y a las nuevas
d ad a n o s co m p o rtab a: regalos para condiciones políticas del Bajo Im pe­
los amigos y familiares, sportulae, m o­ rio. De ahí la necesidad de organizar
nedas de plata y otra serie de d o n ati­ un sistema asistencial alternativo.
vos p ara la plebe. Estos donativos A partir de C onstantino se fue es­
eran consid erad o s un elem ento de tructurando, dentro del m arco jurí-
prom oción social inherente al cargo. dico-político bajoim perial, el sistema
Pero, a partir de C onstantino, sabe­ asistencial eclesiástico, concretando
mos que la m ayoría de los cuestores, en un serie de resoluciones:
al recibir el nom bram iento, se sus­ — En prim er lugar, las propias do­
traían al h o n o r de celebrar los juegos n acio n es im p eriales a favor de la
que tra d ic io n a lm e n te se o fre c ía n Iglesia y las disposiciones jurídicas
(ver: M arcone, 1981). Y respecto a los sobre las donaciones y sobre la inm u­
juegos pretorianos, sabem os que es­ nidad patrim onial de las iglesias y de
tos se convirtieron en una especie de los clérigos, que posibilitaron la con­
im puesto encubierto, en una carga centración de num erosas p ropieda­
onerosa que frecuentem ente era esca­ des en m anos de la Iglesia.
m o tead a p o r los nuevos p reto res, — En segundo lugar, la considera­
com o se desprende de las disposicio­ ción que el Estado otorgó al patrim o­
nes co n stan tin ian as que castigan a nio eclesiástico de bienes de utilidad
los que se sustraían a esta obligación pública (C.Th. XIII, 1, 5; XI, 27, 1).
(C.Th. VI, 4, 7). De hecho, la celebra­ Así se p re te n d ía que el sistem a
ción de estos juegos desapareció a fi­ asistencial eclesiástico suplantase o
nales del siglo IV. com pletase los vacíos que tenía en
Respecto al p atro nato m unicipal: esta época el sistem a tradicional de
el declive del sector curial, la p au lati­ asistencia social.
na decadencia de las ciudades y la El E m perador obtenía adem ás otra
aparición de una nueva aristocracia c o n tra p a rtid a de tip o político. La
rural alejada de las ciudades hicieron alianza con la Iglesia sirvió para ali­
que la institución del patronato m u­ viar las tensiones sociales que las co­
nicipal perdiera su antiguo carácter m unidades urbanas en crisis genera­
p ro p ag an d ístico y honorífico y, en ban y, en consecuencia, contribuyó a
consecuencia, se debilitara. la pacífica sustitución del anterior
Sólo el panis popularis c o n tin u ó m odelo m unicipal p o r otro diferente.
distribuyéndose periódicam ente, ase­ Así, la Iglesia contribuyó a m antener
gurado por el Estado. Pero el hecho el consenso social que todo poder po­
de que ya no se distribuyera, como lítico necesita.
durante el Alto Im perio, sólo a los El éxito de este nuevo sistema asis-
60 Akal Historia d el M undo Antiguo

Cripta de S. Sebastián, en las catacumbas


de este santo, Roma.

tencial se apoya fu ndam entalm ente a los gastos culturales. Así, m ientras
en su a d a p ta c ió n a la nueva re a­ que en el sistem a asistencial anterior
lidad bajoim perial: no había interm ediarios —y cuando
— La Iglesia se adecuó perfecta­ los había, éstos eran funcionarios que
m ente a la nueva organización social no percibían ninguna parte de la ca n ­
polarizada, sin establecer considera­ tidad global destin ad a a ser d istri­
ciones de tipo jurídico-político: los ri­ b u id a—, en el nuevo sistem a asisten­
cos eran benefactores de la Iglesia, ya cial cristiano, la Iglesia encontró el
fuesen senadores o libertos y los po­ m edio de asegurar e increm entar su
bres eran incluidos entre los b en e­ propio patrim onio, adem ás de hacer
ficiarios. frente al quehacer asistencial que se
— El sistem a de entregar d o n ati­ le encom endaba: rescate de prisione­
vos a la Iglesia p ara que ésta los desti­ ros —a m anos de los b árb aro s—, m a­
nase a fines benéficos, resultaba, ade­ nutención de huérfanos y viudas, au ­
m ás, m ucho m ás económ ico a los xilio a los enferm os y ocasionales
potentiores que las d o n a c io n e s d i­ m edidas de distribución de víveres en
rectas. ciudades coyunturaím ente en estado
— Por últim o, la Iglesia actuaba de extrem ada carestía.
com o interm ediaria entre los b en e­ Así pu es, el siste m a a s is te n c ia l
factores y los beneficiarios. Pero, en eclesiástico se im puso sobre el paga­
función de las reglas adm inistrativas no, no en razón de su m ayor eficacia
eclesiásticas, la Iglesia retenía u n a caritativa, sino en función de que se
parte su stancial de estoS donativos conform ó en el contexto político-so­
que se destinaba: al salario del obis­ cial bajoim perial y, p o r tanto, estaba
po, al salario del clero y al m an ten i­ más capacitado para dar respuesta a las
m iento de los edificios eclesiásticos y necesidades planteadas en esta época.
Constantino y sus sucesores. La conversión del Imperio 61
62 A ka l Historia del M undo Antiguo

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