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La frase “¿estas fuera de tus cabales?!

” comúnmente se refiere a alguien


que actúa fuera de los límites de lo que llamamos el sentido común. A mi
me solían llamar el loco cuando era niño. Las mas de las veces por no
seguir el sentido común. Por no huir del peligro o estar ensimismado por
horas mirando una roca o leyendo un libro (crecí en un barrio bastante
marginal donde los libros no eran populares). O por mi rebeldía que no
media la fuerza del oponente. A mi no me gustaba el apodo y casi
semanalmente me iba a los puños con otro chico por llamarme loco.

Con el tiempo me volví cuerdo. Aprendí a calcular y a tener éxito. Trace


planes y los lleve a cabo. Esos planes se convirtieron en pasadizos
invisibles y laberinticos que dictaron cada paso de mi vida. El paso uno
llevaba al dos, el dos al tres, y así las cosas. Como si mi vida fuera una
hilera de domino. Aprendí filosofía, teología, psicología, construí una
carrera, etc. Entonces la gente empezó a llamarme por mi nombre.

Atrevete a saltar
¿Pero sabes qué? Lo mas interesante es que mis mejores recuerdos, la
parte de mi que siento mas mía, no son las vivencias del profesional
exitoso o del teólogo profundo. No son los éxitos académicos o las
pequeñas victorias de la supervivencia diaria. Son los recuerdos del loco
en mi. El loco que a pesar de todo nunca se fue, y que de vez en cuando
asomaba la cabeza para besar o maldecir, para amar y correr libre.

¿Recuerdas lo que pensabas ayer a esta misma hora? ¿Recuerdas tan


siquiera lo que pensabas hace exactamente una hora? ¿Recuerdas lo que
planeabas hace una semana, a esta hora? Tal vez estoy equivocado, pero
dudo mucho que lo recuerdes. Así pasa nuestra vida. Viviendo en un
laberinto de pensamientos que no conocemos y del que no podemos
escapar. Kierkegaard escribió: “El pensamiento puede volverse hacia sí
mismo para pensar sobre sí mismo y dar origen al escepticismo. Pero este
pensamiento sobre sí mismo nunca logra nada “. Porque el rio de la lógica
siempre termina desembocando en el mar de la duda, la duda lleva al
escepticismo y el escepticismo te paraliza.

Por otra parte, ¿Cuándo fue la ultima vez que hiciste algo loco? Tal ves fue
hace tiempo, pero estoy seguro de que lo recuerdas. Aparentemente los
momentos mas vividos de nuestras vidas son aquellos en que actuamos
en rompimiento con las cadenas invisibles que nos atan. Esos momentos
en que hacemos algo solo porque si, no porque nos conviene o nos han
dicho que lo hagamos.

Pero la mayoría del tiempo divagamos. Hipnotizados bajo la ilusión de que


pensamos y actuamos libremente, no somos mas que autómatas.
Marionetas que actúan de acuerdo con un guion escrito por una mano que
no es la nuestra, sino la de un sistema de patrones que llamamos cultura,
y que solo existe para reproducirse a si mismo en beneficio (o maleficio)
de unos pocos.

Estructuras e individuos
Uno de los temas que mas he estudiado en el mundo académico es la
relación entre estructura o sistema, por una parte, y el individuo y su
acción por la otra. Es uno de esos problemas teóricos de los que se han
escrito montones de libros y artículos académicos. Yo lo estudié en Cuba
cuando estudiaba teología de la liberación, y aquí en Australia cuando
hice mi tesis de honor en cibernética, y después, estudiando relaciones
internacionales y teorías antropológicas. Sin meterme demasiado hondo
en teoría una cosa me quedo clara. A no ser que seas capaz de mirar a
cara descubierta tu vida y saltar de la lógica donde estas atrapado,
siempre serás un producto del sistema donde vives (¿o debía decir
mueres?), un producto de tu cultura.

En el año 1971 uno de los experimentos más famosos de las ciencias


sociales y psicológicas fue conducido en la Universidad de Stanford. El
experimento de la prisión de Stanford fue un intento de investigar los
efectos psicológicos del poder percibido, centrándose en la lucha entre los
presos y los funcionarios de prisiones. Se llevó a cabo entre el 14 y el 20
de agosto de 1971, por un grupo de investigación dirigido por el profesor
de psicología Philip Zimbardo utilizando estudiantes universitarios como
voluntarios. Hay mucha información acerca de este experimento
disponible en Internet, que puedes encontrar fácilmente. Aquí solo me
limito a un hecho que me impresiono lo suficiente como para dedicar una
buena parte de mi tiempo al estudio de sistemas.

En el experimento, a una parte de un grupo de estudiantes le fue dado el


rol de prisioneros. La otra parte recibió el rol de carceleros. Estos
muchachos que hasta el día anterior eran estudiantes jóvenes que
celebraban la libertad de los setentas, ahora empezaron a convertirse en
esos roles que le fueron asignados. En muy poco tiempo los ¨carceleros¨
empezaron a practicar torturas psicológicas (no se les permitía maltrato
físico). Parte del comportamiento de los guardias llevó a situaciones
peligrosas y psicológicamente dañinas. Aproximadamente un tercio de los
guardias exhibió “genuinas tendencias sádicas”, mientras que muchos
prisioneros estaban emocionalmente traumatizados; cinco de ellos
tuvieron que ser retirados del experimento temprano. Al sexto día el
experimento tuvo que ser suspendido porque las cosas se estaban fuera
de control.

¿Que paso entonces? Los experimentadores concluyeron que el aspecto


situacional era más influyente sobre el comportamiento humano que el
aspecto disposicional (o resultado causado por características internas de
la persona). La situación, más que sus personalidades individuales,
causaba el comportamiento de los participantes.

El experimento de Zimbardo es un caso bastante extremo. Pero de hecho


demuestra que somos el producto del contexto. De hecho, es posible que
cuando el contexto se siente como algo mas natural (no artificialmente
creado, como en un experimento), seamos menos críticos e incapaces de
ver como estamos siendo moldeados por el sistema.

Pero un momento. ¿Y qué tal de los grandes activistas y revolucionarios?


¿Martin Luther King, Gandhi, incluso Jesús y Buda? Ellos no fueron el
producto del sistema, o si? De hecho, trataron de cambiarlo…. Y lograron
mucho.

Bien por ellos. Pero desgraciadamente la mayoría de los activistas de hoy


en día no son necesariamente visionarios. Como me dijera un hombre
sabio (o loco!) que conocí hace algunas semanas. La razón por la que
muchos movimientos activistas de hoy en día fracasan es que no saben la
diferencia entre ser un rebelde y ser un guerrero. El rebelde sabe en
contra de que esta, pero no por qué hace o dice lo que hace. El guerrero
sabe porque lucha, y esa visión lo guía. El discurso mas famoso de Martin
Luther King jr. no dice ‘abajo el racismo’, sino ‘Yo tengo un sueño’

¿De dónde viene esa visión que no es el resultado del sistema (por
oposición o reproducción)? Esa visión es en si un salto aparte de la lógica
del sistema. Y no un salto rebelde en contra de algo, o huyendo de algo.
No es alienación ni guerrilla urbana trasnochada de intelectualidades
narcisistas. Es un salto encantado con la magia de la inspiración que viene
de percibir algo mas allá de las limitaciones del día, y la lógica del
sistema. ¿Pero cómo hacerlo?

Si hubiera una receta no seria un salto. Pero hay muchas ideas que quiero
compartir contigo, y desarrollare en este blog. También algunas de las
maneras en que puedes invitar un salto cualitativo de conciencia en tu
vida

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