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Todos los seres humanos hemos experimentado en algún momento de nuestras vidas la
sensación de ser inadecuados o poco aptos para alguna circunstancia. Dicha situación suele
vivenciarte como una perturbación que inhibe nuestra actividad. Muchas veces no entendemos
totalmente el sentido de esta perturbación, sin embargo intentamos evitarla a toda costa, lo que
se traduce en intentos por eludir circunstancias similares a las que la desencadenaron. En muchas
ocasiones puede ser solo una experiencia anecdótica que se supera de manera más o menos
rápida, no obstante en determinados contextos pueden ser un importante elemento en la
configuración de nuestra manera de contactar con el mundo.
El método dialogal, consistirá el en facilitar el encuentro de dos personas como personas, donde
cada una es impactada y responder a la otra. Es decir, la práctica del método dialogal, evitaría el
intento de mantener una posición vertical en la relación terapeuta-paciente en la que la el
terapeuta no debe ser afectado por el consultante, y en su en lugar, prestaría mucha atención a
la mutua afectación, es decir al proceso de contacto y retirada, entre terapeuta y cliente. Según
Yountef (2017) el dialogo tendrá como características más relevantes: la inclusión, que implicará
el experimentar lo que el otro experimenta sin perder el sentido de otredad, la presencia
autentica, es decir tomar consciencia de nuestras reacciones como terapeutas y saber ponerla en
palabras o actos y el compromiso con el dialogo que implica permitir que el contacto ocurra y no
manipularlo.
La teoría del campo es la teoría científica desarrollada por Kurt Lewin que plantea una visión del
mundo en la que sus elementos se encuentran en relación de interdependencia. Esta visión se
contrapone a la concepción individualista del mundo, en el que se lo piensa como múltiples de
entidades separadas que conforman un mecanismo mayor. Resulta importante señalar que el
concepto de “campo” no resulta sinónimo de conjunto de elementos o mundo externo, sino que
siempre implicará un espacio donde existe interrelación entre elementos.
Esta interrelación de los organismos y el mundo, resulta evidente cuando prestamos atención a
que todo organismo necesita del entorno para la satisfacción de necesidades y por tanto para su
supervivencia. Asimismo, cuando hablamos de procesos superiores del organismo como los son
la creación de significados y articulación de pensamientos, dichos procesos siempre harán alusión
a algún elemento del mundo, es decir, alguna referencia concreta con la que he podido establecer
algún tipo de relación.
Es así que la teoría del campo, como concepción del hombre interdependiente del entorno,
tendrá repercusiones a nivel de la psicoterapia modificando su foco de atención pasando de un
énfasis por la exploración de los procesos intrapsíquicos desde una mirada individualista, a una
mirada hacia lo emergente entre la persona y su entorno. Siguiendo este nuevo enfoque es que
en el libro fundador de la Terapia Gestalt, Goodman, Perls y Hefferline (1951) referirán desde el
inicio que el sujeto-objeto de la psicología será “la operación frontera-contacto en el campo
organismo/entorno” y nunca harán referencia a un individuo u organismo aislado. Como
podemos ver la teoría de campo brinda a la Terapia Gestalt el sustento para definir su sujeto-
objeto de estudio a partir del cual complementará señalando que una función del campo seria la
operación frontera-contacto, la cual será el espacio donde emergerá la experiencia que no le
pertenece al organismo ni al entorno, es, como se mencionaba antes, lo que sucede entre ellos.
La vergüenza es el sentimiento que acompaña la experiencia de no ser totalmente apto para algo
y/o estar fuera de lugar (Yontef, 2002). A diferencia del sentimiento de culpa que acompaña la
experiencia de “actuar mal” por haber roto un código moral o haber dañado a alguien, la
vergüenza no sólo involucra un comportamiento no deseable sino que envuelve a toda la
identidad de la persona como alguien indeseable, inepto e indigno. (Baier, 2016). Asimismo, la
vergüenza será sentida no en la medida de nuestro “fracaso” objetivo, sino en proporción a
cuánto nos importa la relación en cuestión, aquello que tratábamos de lograr (Wheeler, 2005).
Por otro lado, los estudios neuropsicológicos del desarrollo infantil refieren que la respuesta de
vergüenza se disparará a partir de la inhibición de los anhelos del infante por parte de los padres,
sin embargo esta será regulada y metabolizada cuando el cuidador sintonizado advierte de esta
inhibición y reestablece el vínculo. Desde ahí plantearan que la importancia de estas experiencias
de vergüenza y reparación radica en que contribuirá al desarrollo de la autorregulación de la
excitación del infante cuando no reciba soporte de otros significativos (Lee, 2011). Otro aspecto
relevante en este nivel de análisis es que en el cerebro la vivencia de vergüenza emerge mediante
la producción de corticoesteroides que activan el proceso de retiro o inhibición del infante,
cuando esta descargas de corticoesteroides se prolongan en el tiempo y no existe una debida
reparación, la vivencia será descrita como trauma (Shore, 1998).
Lee (2011) nos dice: “La vergüenza es la manera natural en la que nuestro cuerpo retroflecta
cuando estamos fuera de balance, sin suficiente apoyo, cuando tenemos un deseo/anhelo de
conexión con algo o alguien, y creemos que no lograremos que este deseo de conexión se realice.
Así el camino potencial de la vergüenza está entrelazado con cada ocasión en la que contactamos.
La experiencia de vergüenza, de este modo, nos ayuda a identificar los lugares en los que nuestra
necesidad de conexión no es posible y nos tenemos que movilizar y encontrar lugares en los que si
podamos contactar […] Irónicamente, experimentamos la vergüenza como información acerca de
nosotros mismos (estar siendo inadecuados, sin valor, inapropiados, demasiado o muy poco, etc.)
cuando en realidad es información sobre el medio ambiente”
Siguiendo a Lee (2011) podemos señalar que la vergüenza no siempre resulta toxica, pues cumple
una función orientadora en el campo en relación a dónde y dónde no encontramos apoyo a
nuestras necesidades. Desde la perspectiva de campo comprendemos que existe una relación
recíproca entre vergüenza y apoyo que consistirá en que el incremento de uno implicará la
disminución del otro. Es así que cuando la vivencia de falta de apoyos en el campo es muy severa
o constante en el tiempo emergerá la vergüenza de manera más profunda. Esta situación limitará
las posibilidades creativas en los ajustes, caracterizándolos con poca flexibilidad y propensión a
constituirse como pautas caracterológicas (Wheeler, 2005). De esta manera, la vergüenza se
activara inmediatamente evitando que nos movilicemos hacia la satisfacción de nuestras
necesidades (Lee, 2011). Este campo de vergüenza se configurará como un introyecto en el que
el movimiento de la excitación queda estancado y se torna en deflación dado que introyectamos
la falta de soporte ambiental a la satisfacción de nuestra necesidad, como una inadecuación de
nuestra necesidad. A este campo de vergüenza (Lee, 2001) Kaufman lo llamara vergüenza
internalizada y Baier (2016) lo referirá como cronificación de una percepción de un campo
fenomenológico vacío de soportes.
Hemos señalado previamente como es que la falta de apoyo en el campo propiciara la emergencia
de vergüenza y derivará en ajustes de carácter inflexible y restringido. Asimismo, se mencionó
como la vergüenza se configura como un introyecto de inadecuación debido a la experiencia de
un campo que no contaba con los apoyos para sostener o satisfacer la necesidad de la persona.
En esta parte del trabajo pretendemos dar algunas luces que brinda la Terapia Gestalt sobre el
abordaje de la experiencia de vergüenza.
Yountef (2002) inicia mencionando que el objetivo del trabajo terapéutico no implica el eliminar
la vergüenza, sino de propiciar en el paciente un sentido afectuoso, razonable y productivo de sí
mismo. Dicho autor considera que la sanación de la vergüenza solo puede darse en “contexto de
contacto persona-a-persona”. Por lo que resultara fundamental que el consultante pueda saber
que el terapeuta también experimenta sentimientos de vergüenza, lo cual exige que el terapeuta
tenga el suficiente apoyo para poder autorrevelarse. De esta manera resultará de suma
importancia la consideración de las actitudes del terapeuta que podrían gatillar la vergüenza en
el consultante, una actitud común cuando se trabaja la vergüenza es la tentación del terapeuta a
tratar de disuadir al paciente de sus sentimientos que, en lugar de brindar apoyo al consultante,
puede contribuir en la activación de sentimientos de inadecuación por sus propios sentimientos.
El inicio del trabajo terapéutico relativo a la vergüenza, inicia usualmente en el terapeuta que
podrá identificar signos que sugieren esa posibilidad e ira explorando para aclarar la experiencia
con el consultante. Luego, cuando el consultante puede reconocer sus sentimientos de vergüenza
es que podrá ir identificando las condiciones del campo que le desencadenaron esta reacción en
el momento presente. Cuando exploramos la reacción de vergüenza usualmente se evidencia una
contracción indiscriminada y una agresión contra el self, que desencadenan una autodefensa
inmediata en el consultante, que surge de un ajuste rígido ante la falta de apoyos. En este
momento resultara fundamental la actitud comprensiva del terapeuta que podrá brindar soporte
hacia un ajuste diferente.
Wheeler (2005) referirá, desde la perspectiva de campo, que todo cambio implicara la necesidad
de nuevos apoyos. Desde su punto de vista estos nuevos apoyos se referirán a una resonancia del
terapeuta que habilite un campo conectable del cual careció el consultante en la situación que
desencadenó su vergüenza. Es así que trabajar la vergüenza implica involucrarnos en el campo
de vergüenza, sin pretender distanciarnos o arreglar la experiencia del consultante. De esta
manera hemos de cuidar los intentos por arreglar al otro o cuestionar de alguna forma el sentir
del consultante, pues esto hará que este cuestione la sinceridad del terapeuta, quedándose sola
con su experiencia. Pero si el terapeuta pueda avanzar aceptando el contenido de la experiencia,
escuchando y reconociendo la realidad de su malestar, entonces desaparecerá la duda del
consultante sobre la recepción del terapeuta. Aquí la intervención consistirá básicamente en
generar condiciones de campo que apoyen directamente el apropiarse del sentir y dar voz a la
vergüenza. Luego de lo cual se iniciara la exploración de cuánto se ha podido comprender “desde
adentro”, lo cual implica el establecimiento de la intimidad. Esta, permitirá al consultante un
mejor acercamiento a su mundo interior, superando la angustia y vergüenza que aparecen en la
exploración.
Es así que el apoyo intersubjetivo en el campo, dará los soportes necesarios para que se retome
el proceso y crecimiento del sí mismo. De esta manera el testigo íntimo, que será ese otro
interesado en conocer el mundo interior del consultante desde adentro, brindara condiciones
para mayores procesos integrativos. Entonces, si entendemos la vergüenza como una señal
afectiva de falta de apoyo, la intimidad representa el restablecimiento de ese campo de conexión
con nuestro mundo interno, la reparación vivencial de la vergüenza que permite retomar el
proceso creativo del yo. Estos planteamientos coinciden con lo mencionado por Lee (2011) en
relación a la importancia de la reconexión después de experiencias de vergüenza.
De forma similar Francisco Díaz (2017) planteará que “el terapeuta necesita promover un
contacto profundo en el aquí y ahora donde se promueva la expresión afectiva por parte de la
persona y el psicoterapeuta emplee la auto-revelación y la aprensión fenomenológica para crear
una experiencia nutricia que ayude a sanar los miedos y las heridas del pasado”. En este sentido,
la intervención terapéutica se centrará en la presencia del terapeuta que permita cocrear un
campo en el cual el consultante pueda contactar y nutrirse, actualizando los ajustes anacrónicos.
Manifestando una mirada compasiva, que implica disposición para escuchar y comprender la
experiencia del otro, el terapeuta gestalt, facilitara que el consultante logre la excitación
suficiente para trascender a la vergüenza y los ajustes que la encubren, y movilizarse haca la
satisfacción de sus necesidades.
CONCLUSIONES
Como hemos podido apreciar a lo largo del ensayo, a pesar de que la vergüenza resulte un
proceso de fondo del cual usualmente tanto terapeuta como consultante no consideran figura o
foco de interés, resulta de significativa importancia en el trabajo terapéutico debido al significado
que cobra en las posibilidades de integración del campo y, por tanto, en la flexibilidad o rigidez
de los ajustes creativos.
Los aportes de la Terapia Gestalt, si bien pueden mostrar sutiles divergencias en la forma de
abordaje, coinciden en que resulta imprescindible la aparición de un otro que facilite el proceso
de integración de la experiencia de vergüenza. Es así que la vergüenza permanecerá como un
asunto inconcluso y persona irá por la vida en busca de un campo seguro que le permita procesar
su vergüenza y, serán la intimidad, la relación compasiva y el contacto persona-persona, los que
brindaran ese campo propicio para que la persona se reconecte con sus aspectos rezagados
logrando una existencia más plena e integrada
REFERENCIAS
BAIER, A (2016) Abordaje de la vergüenza en Terapia Gestalt Relacional. Pacific Gestalt Institute.
28 de Octubre de 2016
GINGER, S & GINGER, A (1993) La Gestalt una terapia de contacto. México: El Manual Moderno
LEE, R & HARRIS, N (2011) Relational Child, Relational Brain: Development and Therapy in
Childhood and Adolescence. Routledge/GestaltPress
SCHORE, A. N. (1998). Early Shame Experiences and Infant Brain Development. In P. Gilbert & B.
Andrews (Eds.). Shame: Interpersonal Behavior, Psychopathology, and Culture (pp. 57-77). New
York: Oxford Press University.
WHEELER, G (2005) Vergüenza y soledad. El legado del individualismo. Editorial: Cuatro Vientos.
YONTEF, G (2002) Proceso y dialogo en psicoterapia Gestalt. Santiago de Chile. Editorial: Cuatro
vientos.