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ISSN: 1133-0740
revistas_copm@cop.es
Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid
España
Herrero, Óscar
EL TRATAMIENTO DE LOS AGRESORES SEXUALES EN PRISIÓN: PROMESAS Y DIFICULTADES
DE UNA INTERVENCIÓN NECESARIA
Anuario de Psicología Jurídica, vol. 17, 2007, pp. 43-63
Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid
Madrid, España
ESTUDIOS
Óscar Herrero*
Fecha de Recepción: 26-10-2007 Fecha de Aceptación: 08-02-2008
RESUMEN
Desde el año 2005 se desarrolla en las prisiones españolas el Programa para el Con-
trol de la Agresión Sexual de Garrido y Beneyto (1996) en su versión más reciente. En
el presente artículo se analiza la relevancia de esta intervención mediante la revisión de
la literatura reciente sobre agresión sexual y de la experiencia clínica en su aplicación.
Los contenidos del programa siguen plenamente vigentes en la literatura especializada,
y se los considera aspectos nucleares de la agresión sexual. Se concluye que, pese a sus
dificultades, la intervención psicológica con los agresores sexuales encarcelados es un
programa necesario.
ABSTRACT
Since 2005, the latest version of the Sexual Assault Control program from Garrido
and Beneyto (1996) is being delivered in the Spanish prisons. In the present article, the
relevance of this intervention is analysed, through the review of the recent publications
and the clinical experience in the program. The elements included in the program are
present in the literature, and are considered central to the concept of sexual assault. It
is concluded that, in spite of its difficulties, the intervention with incarcerated sex
offenders is necessary.
mos diferenciar unas de otras en nuestra negativo (d= -0.48), mientras que los
capacidad empática. Dentro de la litera- trabajos sobre empatía afectiva obtenían
tura criminológica la empatía es un con- un tamaño del efecto mucho menor (d
cepto de importancia más que notable. = -0.11). La diferencia entre ambos
Se considera que aquellas personas que tamaños del efecto resultó significativa,
cometen conductas antisociales son por lo que los autores concluyen que la
menos empáticas que aquellas que no empatía cognitiva está claramente más
delinquen. En el caso concreto de la relacionada con la delincuencia que la
delincuencia violenta la relevancia atri- afectiva. Estos resultados se replicaban
buida a este concepto es aún mayor. al considerar exclusivamente los trabajos
Mayoritariamente, los programas de realizados con agresores sexuales.
intervención con delincuencia general y
violenta incluyen módulos orientados a Otro moderador importante en los
aumentar la capacidad empática de los estudios sobre empatía y agresión sexual
participantes. Pero pese a esto, la litera- es si la empatía se entiende como un
tura empírica sobre empatía y delin- rasgo estable o como el resultado de la
cuencia arroja resultados complejos que interacción situacional entre individuo y
matizan esta relación. ambiente. Smallbone, Wheaton y Houri-
gan (2007) señalan que la literatura
Una primera cuestión importante es sobre empatía general en agresores
que la empatía se ha entendido como sexuales ofrece resultados inconsisten-
un proceso cognitivo (pensar sobre las tes. Algunos estudios encuentran menor
emociones de los demás) o emocional capacidad empática en muestras de
(contagiarse de las emociones de otra agresores y abusadores de menores
persona). Jolliffe y Farrington (2004) rea- frente a controles, mientras que otros
lizaron un meta-análisis a partir de 35 no encuentran diferencias. Marshall,
estudios que exploraban la relación Hudson, Jones, y Fernández (1995)
entre empatía y delincuencia. Los auto- señalaban en su revisión de este tema la
res ofrecen la magnitud de la diferencia necesidad de plantear estudios sobre
en empatía entre los grupos de agreso- empatía centrada en la víctima, más que
res y no agresores en términos de tama- en la empatía como capacidad general.
ños del efecto (d). Este estadístico refleja
la diferencia entre la media de los dos El PCAS-R aborda la empatía desde
grupos comparados. Un tamaño del un punto de vista cognitivo, lo que
efecto menor de .2 es considerado parece ser un acierto a la luz de la lite-
pequeño, mientras que un tamaño del ratura revisada. Se les ofrece a los inter-
efecto de .5 es considerado medio, y a nos abundante información acerca de
partir de .8 es considerado grande las consecuencias físicas y psicológicas
(Cohen, 1988). Considerados todos los de la agresión sexual. Los participantes
estudios en conjunto, la relación entre han de plantearse también cómo será la
empatía y delincuencia era negativa (d = vida de sus víctimas pasados unos años
-0.28). Los estudios sobre empatía cog- desde la agresión. Se extiende el con-
nitiva obtenían un tamaño del efecto cepto de víctima hasta los familiares y
ria de 84 hombres que la probabilidad sión del tema. Dado que los usuarios
autoinformada de implicarse en un del PCAS-R ya han cometido de hecho
comportamiento sexualmente coercitivo una agresión sexual, parece pertinente
estaba relacionada con su nivel de exci- abordar el tema de la pornografía con
tación tras leer una historia en la que ellos, aunque habitualmente manifies-
una mujer mostraba inicialmente recha- tan un bajo interés (real o fingido) en
zo a mantener una relación sexual, tras este tipo de material. Con todo, es pro-
lo que era agredida. En una de las con- bable que el papel de la exposición a
diciones reaccionaba con sufrimiento pornografía en los comportamientos
ante la agresión, y en la otra con placer. sexualmente violentos evolucione en
La mitad de los participantes tenían que los próximos años. Hasta tiempos muy
consumir alcohol previamente a escu- recientes, acceder a material pornográ-
char la historia. El mayor nivel de excita- fico era expuesto, caro y para algunos
ción (y la mayor probabilidad de com- contenidos difícil y peligroso. Con la
portarse como el hombre de la historia) aparición de Internet esta situación ha
se dio en aquellos participantes que cambiado. Actualmente se puede con-
habían consumido alcohol y que leían la seguir casi cualquier tipo de material en
historia en la que la mujer consentía a la cuestión de minutos, de forma anóni-
agresión. ma y en la mayoría de los casos gratui-
ta. La mayor disponibilidad de este
Si bien pornografía y agresión pare- material puede tener en el futuro un
cen estar relacionadas, es difícil esta- efecto significativo en su relación con
blecer la dirección de esa relación. El la agresión sexual. Personas vulnerables
uso de pornografía puede ser un ele- a cometer una agresión e interesadas
mento causal de la violencia sexual, o en consumir pornografía podrán expo-
ser consecuencia de la vulnerabilidad nerse a cantidades mayores de este
del individuo a las conductas sexual- material con muy bajo coste. El papel
mente coercitivas. Vega y Malamuth de la pornografía se hará más patente
(2007) estudiaron una muestra de 102 y la naturaleza de su relación con las
estudiantes universitarios varones, a los conductas sexualmente agresivas estará
que clasificaron como de alto o bajo más definida.
riesgo de agresión sexual dependiendo
de sus puntuaciones en una batería de
instrumentos relacionados con la hosti- Modificación del impulso sexual
lidad interpersonal y sexual. Además se
les aplicaba una encuesta en la que se Parece lógico pensar que un com-
evaluaba la historia de comportamien- portamiento sexual desviado se corres-
tos sexualmente agresivos. El consumo ponde con una preferencia sexual tam-
de pornografía contribuía a predecir la bién desviada. Cuando este plantea-
presencia de estas conductas única- miento se ha intentado contrastar con
mente en aquellos participantes consi- datos empíricos los resultados han sido
derados de alto riesgo. Seto et. al. complejos y el método para evaluar la
(2001) concluyen lo mismo de su revi- preferencia sexual influye intensamente
les permita tomar decisiones durante el efectiva estos estresores (Ennis y Horne,
programa (especialmente las referentes 2003). Entre los elementos protectores
a iniciarlo y continuar en terapia). Creo más efectivos se encuentran la forma-
que las personas que estén aplicando el ción continuada, la supervisión clínica y
PCAS-R estarán de acuerdo con estos el apoyo de compañeros implicados en
planteamientos. En las primeras sesiones la misma tarea. Los profesionales impli-
del programa, cuando el grupo aún está cados en la aplicación del PCAS-R no
en formación, apenas hay comunicación contamos actualmente con un sistema
entre los internos, que tienden a dirigir- de supervisión clínica que permita con-
se exclusivamente al terapeuta. Con el sultar sobre casos o situaciones de difícil
avance del programa, los internos abordaje. Tener la sensación de no saber
comienzan a hablar entre ellos y a anali- manejar una situación o desarrollar
zar sus aportaciones. En este punto es algún aspecto del programa puede ser
cuando hay que valorar la necesidad de fuente de estrés. En un futuro sería posi-
mantener la estructura de la sesión o tivo que se estudiase la posibilidad de
permitir un cierto debate. Un exceso de designar a los terapeutas con mayor
directividad o laxitud es valorado negati- experiencia como referentes a los que
vamente por los participantes. consultar. El elemento de apoyo más
importante con el que se cuenta es el
Existe un interés creciente por los trabajo en equipo. Es muy poco reco-
efectos que tiene la intervención con mendable afrontar el PCAS-R en solita-
agresores sexuales en el bienestar psico- rio. Algunos módulos con alta carga
lógico del terapeuta. Si bien las conse- emocional, como mecanismos de defen-
cuencias personales de trabajar con vícti- sa o empatía con la víctima, pueden ser
mas están bien caracterizadas, los efec- verdaderos calvarios para un profesional
tos de trabajar con agresores han sido que los afronte sin ayuda. La confronta-
objeto hasta la fecha de un número limi- ción de los internos con los hechos y las
tado de estudios. Ennis y Kadambi reacciones defensivas que esto suscita se
(2007) señalan como una parte de los manejan más efectivamente cuando
profesionales que trabajan con agresores acude más de un profesional al grupo, y
sexuales pueden experimentar embota- su impacto emocional es menor. Tras
miento emocional, pesimismo con res- cada sesión, el mero hecho de hablar
pecto a los efectos de su trabajo, sensa- sobre lo ocurrido permite ventilar emo-
ción de vulnerabilidad a la violencia, ciones y descargar tensión. El trabajo en
hipervigilancia, o sobreprotección a sus equipo ayuda también a solucionar
hijos. La exposición crónica a contenidos dudas técnicas y aporta múltiples solu-
violentos, la hostilidad de los clientes y ciones ante cualquier problema. Los
los sentimientos de rechazo hacia ellos, equipos que se están creando en las pri-
la responsabilidad ante el fracaso del tra- siones son mayoritariamente multiprofe-
tamiento y el doble papel terapéutico y sionales, con la participación de psicólo-
forense contribuyen a este malestar per- gos, trabajadores sociales y educadores.
sonal. Pese a todo esto, la mayoría de los Esto es también una fuente de enriqueci-
profesionales parece afrontar de manera miento del trabajo.
sías sin recurrir al abuso de un niño real, conducta y la red de cogniciones que la
por lo que son un tipo de terapia. defienden pueden ser muy intensas,
quizás más que las de un agresor con-
A primera vista parece que el uso de vencional. Es preciso intervenir con estos
pornografía infantil es un problema internos, y muchos de los contenidos
complejo con algunos rasgos distintivos del PCAS-R serán útiles, pero la adapta-
con respecto a la agresión o abuso ción a la complejidad psicológica de
sexual. De los motivos recogidos por estos delitos es imprescindible si se quie-
Taylor y Quayle (2003), emerge clara- re llegar a una intervención eficaz.
mente un interés sexual desviado. Estas
personas muestran un arousal sexual
significativo ante las imágenes de niños. Otras posibilidades: El modelo
Alrededor de estas imágenes, la persona de las “buenas vidas”
parece organizar una red de creencias
distorsionadas sobre el alcance del daño Aunque la efectividad de los progra-
causado al niño y sobre la intencionali- mas de prevención de recaídas parece
dad sexual de este. La preferencia por ser cada vez más clara, algunos autores
fotos de niños sonrientes es una clara han señalado deficiencias en este
evidencia de esto. Además, con la impli- modelo. Ward y Gannon (2006) seña-
cación sexual con estas imágenes se lan que centrar la atención en los fac-
está evitando el mal mayor de una agre- tores de riesgo y las técnicas de afron-
sión real. Estos pensamientos favorecen tamiento es un objetivo necesario pero
el no experimentar sentimientos empáti- no suficiente. El tratamiento debería de
cos hacia las personas recogidas en las incluir también la promoción de com-
fotografías o en los vídeos. La pornogra- portamientos positivos junto con técni-
fía se vuelve además una forma de cas de manejo del riesgo. Además, los
afrontar el malestar emocional y de modelos de prevención de recaídas no
establecer nuevas relaciones desde una tienen en cuenta el contexto del agre-
identidad distinta. sor o las variables ecológicas en su pro-
ceso de rehabilitación. Estas personas
Se puede concluir que en estas perso- se incluyen en un contexto social y cul-
nas aparece un impulso sexual desviado, tural que ha de tenerse en cuenta.
distorsiones cognitivas, dificultades para Como alternativa plantean un modelo
manejar las emociones negativas y falta teórico de intervención distinto, el
de empatía. Muchos de los contenidos modelo de las “buenas vidas” (Good
del PCAS-R pueden ser útiles para inter- Lives Model). Para estos autores, los
venir con este problema. Con todo, no agresores, al igual que todas las perso-
hay que olvidar que se trata de personas nas, buscan de forma natural una serie
que dedicaban una cantidad significati- de objetivos primarios que cubran
va de tiempo en la búsqueda y visión de necesidades básicas de los humanos.
este material, y que se implicaban psico- Los autores destacan entre estos valo-
lógicamente de una forma intensa con res la supervivencia, conocimiento,
él. Su motivación por mantener esta excelencia en el trabajo, independen-
de los internos al programa son muy cias similares hacen que tengamos espe-
diversas .Algunos participantes tienen ranza en su futuro.
problemas para comprender los conteni-
dos y se pierden en un mar de concep- Ennis y Kadambi (2007) señalan que
tos psicológicos. Existen también perso- junto a los problemas derivados para el
nas para las que el programa es sola- terapeuta por intervenir con agresores
mente un instrumento para intentar sexuales, existen también beneficios. El
obtener determinados beneficios peni- principal es la sensación de estar reali-
tenciarios. Otros aprovechan la oportu- zando un trabajo útil para la comuni-
nidad de comprender mejor su compor- dad. No debemos olvidar que el objetivo
tamiento pasado y afrontar el futuro último del PCAS-R es reducir la reinci-
con mayores garantías de no volver a dencia sexual y por lo tanto evitar que
dañar a nadie. más personas sean víctimas de agresio-
nes en el futuro. Las evaluaciones de
Con todas sus dificultades, el PCAS-R este tipo de programas indican una
es una respuesta seria a un problema reducción de la reincidencia de entre el
tan grave como el de qué hacer con los 8% y el 14% (Hanson y cols., 2002;
agresores sexuales encarcelados. Por Marshall, 2001). Ningún sistema peni-
encima de posturas ideológicas, la revi- tenciario avanzado puede permitirse el
sión de la literatura nos dice que esta lujo de ignorar el enorme sufrimiento
intervención apunta a los objetivos más humano que está por detrás de estas
apropiados. Los resultados de experien- cifras.
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