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La Deidad de Cristo

(Capítulo 4, La Co-igual Deidad de Jesucristo con la del Padre Eterno)

La Biblia, prueba de igual manera en el Antiguo y Nuevo Testamento, la co-igual


Deidad de Jesucristo con la del Padre Eterno:

- Por la comparación de los atributos, la majestad, y las declaraciones del


Padre y del Hijo.

- Por las apariciones de Dios a los santos del Antiguo Testamento.

- Por la adoración directa y Divina dada Cristo.

- Por la conjunción de los oficios Divinos del Padre y el Hijo.

- Por las afirmaciones explícitas de que Cristo es Jehová y Dios.

Y aquí le pediré a usted además una aplicación honesta de ese gran principio de la
erudición celestial, "... acomodando lo espiritual a lo espiritual" (1 Cor. 2:13).
Porque exactamente como es en álgebra, de la combinación de dos cantidades
conocidas se encuentra la desconocida; por tanto, en la investigación de las
Escrituras, aquellos estudiantes humildes que devotamente las comparan y
combinan, sabrán "... lo que Dios nos ha concedido" (1 Cor. 2:12-13).

(1) Primero colocaré lado a lado el testimonio de la Escritura para los atributos, la
majestad, y las afirmaciones del Padre y el Hijo. He ejercido una rígida cautela en los
versículos aducidos en el testimonio de Cristo, colocando muchos a un lado porque
creo plenamente que dan testimonio de él. Pero, si después de una investigación
sincera usted piensa que uno, o mas de uno, no son aplicables al Mesías, le pido que
marque con su lápiz aquellos que le pudieran parecer aun ambiguos. Algunos de
estos están discutidos o ilustrados en otras porciones de este libro, y serán
fácilmente encontrados por una referencia al índice. En algunos de los pasajes de la
columna de la izquierda, creo que la referencia primaria no es al Padre sino al Hijo;
pero esto no invalida el testimonio que es derivado de ellos, como en cada caso el
testimonio es dicho que es de Dios, o del Señor Jehová; y nadie que niegue la
Deidad de Cristo, podrá sostener, que un solo pasaje allí aducido designa al Mesías,
sin contradecirse a sí mismo. Honestamente pido su calma a medida que proceda,
para sufrir el completo peso de estas solemnes palabras para que reposen en su
mente y memoria, "Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi
gloria..." (Isaías 42:8).

Testimonio Bíblico de Testimonio Bíblico de Testimonio Bíblico de Testimonio Bíblico de


Dios, el Padre, o de Cristo Dios, el Padre, o de Cristo
Dios Absolutamente Dios Absolutamente

1 1 12 12

"... desde el siglo y hasta el


"... y sus salidas son desde "... su reino domina sobre "... este es Señor de todos" -
siglo, tú eres Dios" - Salmo
el principio, desde los días de todos..." - Sal. 103:19. Hechos 10:36.
90-2. la eternidad" - Miqueas 5:2.
"Y el Señor será rey sobre "Para nosotros, sin embargo,
"Firme es tu trono desde "Mas del Hijo Dice: Tu trono, toda la tierra; aquel día el sólo hay ... un Señor,
entonces; Tú eres oh Dios, por el siglo del Señor será uno, y uno su Jesucristo, por medio del
eternamente" - Salmo 93:2. nombre" - Zacarías 14:9 cual son todas las cosas..." -
"... Yo soy el primero, y yo siglo..." - Heb. 1:8. [Biblia de las Américas]. 1 Cor. 8:6.
soy el postrero, y fuera de
mí no hay Dios". - Isaías "... yo soy el primero y el "Y conozcan que tu nombre "Por lo cual Dios ... le dio un
44:6 último; y el que vivo, y es Jehová; Tú solo Altísimo nombre que es sobre todo
estuve muerto..." - Apoc. sobre toda la tierra" - Sal. nombre" - Filip. 2:9.
1:17-18. 83:18. "... para que en todo tenga
la preeminencia" - Col.
1:18.

2 2 13 13

"... ¿No lleno yo, dice "El que descendió, es el "Sobre los malos hará llover "... cuando se manifieste el
Jehová, el cielo y la tierra?" - mismo que también subió calamidades; fuego, azufre y Señor Jesús desde el cielo
Jer. 23:24. por encima de todos los viento abrasador ..." - Sal. con los ángeles de su poder,
cielos para llenarlo todo" - 11:6. en llama de fuego ... para
"Y Jehová va delante de ti; él Efe. 4:10. dar retribución a los que no
estará contigo ... no temas ni "... Mía es la venganza, yo conocieron a Dios ..." - 2
te intimides" - Deut. 31:8. "... he aquí yo estoy con pagaré, dice el Señor" - Tesal 1:7-8.
vosotros todos los días, Rom. 12:19.
hasta el fin del mundo" - "... y de la ira del Cordero;
Mateo 28:20. "... el día de la ira y de la porque el gran día de su ira
revelación del justo juicio de ha llegado; ¿y quién podrá
Dios" - Rom. 2:5. sostenerse en pie?" - Apoc.
6:16-17.

3 3 14 14

"Porque yo Jehová no cambio "Jesucristo es el mismo ayer, "He aquí que Jehová el Señor "He aquí yo vengo pronto, y
..." - Malaquías 3:6. y hoy, y por los siglos" - vendrá con poder, y su brazo mi galardón conmigo ... para
Heb. 13:8. señoreará; he aquí que su recompensar a cada uno
recompensa viene con él..." - según su obra" - Apoc.
Isa. 40:10. 22:12.

"... porque tú pagas a cada


uno conforme a su obra" -
Sal. 62:12.

4 4 15 15

"... Yo soy el Dios "Yo soy ... el Todopoderoso" "¿A qué, pues, haréis "El es la imagen del Dios
Todopoderoso..." - Gén. - Apoc. 1:8. semejante a Dios ..." - Isa. invisible..." - Col. 1:15.
17:1. 40:18.
"... todo lo que el Padre "... su Hijo Jesucristo. Este
"Todo lo que Jehová quiere, hace, también lo hace el Hijo "... el único Dios verdadero, es el verdadero Dios, y la
lo hace, en los cielos y en la igualmente" - Juan 5:19. y a Jesucristo, a quien has vida eterna" - 1 Juan 5:20.
tierra..." - Salmo 135:6. enviado" - Juan 17:3.

5 5 16 16

"¿Descubrirás tú los secretos "... nadie conoce al Hijo, sino "A Jehová tu Dios ... a él "Permaneced en mí, y yo en
de Dios? ..." - Job 11:7. el Padre ..." - Mat. 11:27. seguirás..." - Deut. 10:20. vosotros. Como el pámpano
no puede llevar fruto por sí
"Así como el Padre me "... yo conozco al Padre ..." - "... de mí será hallado tu mismo, si no permanece en
conoce ..." - Juan 10:15. Juan 10:15. fruto" - Oseas 14:8. la vid, así tampoco vosotros,
si no permanecéis en mí...
"¡Oh profundidad de las "... de las inescrutables porque separados de mí
riquezas de la sabiduría y de riquezas de Cristo" - Efe. nada podéis hacer" - Juan
la ciencia de Dios! ¡Cuán 3:8. 15:4-5.
insondables son sus juicios, e
inescrutables sus caminos!" - "... el amor de Cristo, que
Rom. 11:33. excede a todo
conocimiento ..." - Efe.
"... y tus pisadas no fueron 3:19.
conocidas" - Sal. 77:19.

6 6 17 17

"Porque yo Jehová, Dios "... negasteis al Santo y al "... susténtame según tu "Todo lo puedo en Cristo que
tuyo, el Santo de Israel ..." - Justo..." - Hch. 3:14. palabra" - Sal. 119:28. me fortalece" - Filip. 4:13.
Isa. 43:3.
"... Yo soy ... la verdad ..." -
"... Dios de verdad, y sin Juan 14:6.
ninguna iniquidad en él ..." -
Deut. 32:4. "... sin pecado" - Heb. 4:15.

7 7 18 18

"En el principio creó Dios los "En el principio era el "... Señor ... mi esperanza "... y del Señor Jesucristo
cielos y la tierra" - Gén. 1:1. Verbo ... Todas las cosas por está en ti" - Sal. 39:7. nuestra esperanza" - 1 Tim.
él fueron hechas ..." - Juan 1:1.
"Así dice Jehová, tu 1:1-2. "Bendito el varón que confía
Redentor, que te formó en Jehová, y cuya confianza "... bienaventurados todos
desde el vientre: Yo Jehová, "Porque en él fueron creadas es Jehová" - Jer. 17:7. los que en él confían" - Sal.
que lo hago todo, que todas las cosas, las que hay 2:12.
extiendo solo los cielos, que en los cielos y las que hay en
extiendo la tierra por mí la tierra, visibles e invisibles; "... Cristo en vosotros, la
mismo" - Isa. 44:24. sean tronos, sean dominios, esperanza de gloria" - Col.
sean principados; 1:27.
"Todas las cosas ha hecho
Jehová para sí mismo ..." - todo fue creado por medio de
Prov. 16:4. él y para él" - Col. 1:16.

8 8 19 19

"... tú vivificas todas estas "... todas las cosas en él "Con sus plumas te cubrirá, y "... ¡Cuántas veces quise
cosas..." - Neh. 9:6. subsisten" - Col. 1:17. debajo de sus alas estarás juntar a tus hijos, como la
seguro..." - Sal. 91:4. gallina junta a sus polluelos
"Porque en él vivimos ..." - "... porque yo vivo, vosotros debajo de sus alas..." - Mat.
Hch. 17:28. también viviréis" - Juan 23:37.
14:19.

9 9 20 20

"... Rey de reyes, y Señor de "... Rey de reyes y Señor de "Yo, yo Jehová, y fuera de mí "... Jesús, porque él salvará
señores" - 1 Tim. 6:15. señores" - Apoc. 19:16. no hay quien salve. "- Isa. a su pueblo de sus pecados"
43:11. - Mat. 1:21.
"Tu reino es de todos lo "... su dominio es dominio
siglos, y tu señorío en todas eterno... y su reino uno que "... Cristo Jesús vino al
las generaciones" - Salmo no será destruido" - Dan. mundo para salvar a los
135:13. 7:14. pecadores ..." - 1 Tim. 1:15.

"Antes creemos que por


gracia del Señor Jesús
seremos salvos ..." - Hechos
15:11.

"... vino a ser autor de


eterna salvación para todos
los que le obedecen" - Heb.
5:9.

"... por lo cual puede


también salvar
perpetuamente a los que por
él se acercan a Dios ..." -
Heb. 7:25.

"... a Jesús, quien los libra


de la ira venidera" - 1 Tesal.
1:10.

"... de nuestro Señor y


Salvador Jesucristo ..." - 2
Ped. 3:18.

"Y en ningún otro hay


salvación; porque no hay
otro nombre..., en que
podamos ser salvos" - Hch.
4:12.

10 10 21 21

"... (porque sólo tú conoces "... y todas las iglesias "... y conocerá todo hombre "... de nuestro gran Dios y
el corazón de todos los hijos sabrán que yo soy el que que yo Jehová soy Salvador Salvador Jesucristo,
de los hombres)" - 1 Rey. escudriña la mente y el tuyo,
8:39. corazón ..." - Apoc. 2:23. quien se dio a sí mismo por
y Redentor tuyo, el Fuerte de nosotros ...
Jacob" - Isa. 49:26.
para redimirnos de toda
"Espere Israel en Jehová ... Y iniquidad..." - Tito 2:13-14.
él redimirá a Israel de todos
sus pecados" - Sal. 130:7-
8.

11 11

"... El Juez de toda la tierra, "... es necesario que todos


¿no ha de hacer lo que es nosotros comparezcamos
justo?" - Gén. 18:25. ante el tribunal de Cristo ..."
- 2 Cor. 5:10.

Examinemos estos pasajes con oración. Aquí la Escritura afirma, que el Padre es
eterno, y al Hijo eterno. Ahora, el que es desde la eternidad, necesariamente debe
ser Dios. Pero no hay dos Dioses. Por tanto, el Hijo es uno con Dios, y es Dios.

De igual forma, la Escritura afirma que el Hijo, igualmente con el Padre, es el


primero y el último; es omnipresente, inmutable, todopoderoso; es incomprensible,
absolutamente santo, indefectible; es el Creador, Preservador y Gobernador de todas
las cosas en el cielo y en la tierra; es el Escudriñador de todos los corazones; el Juez
final, y el Recompensador de la vida y muerte eterna. Ahora, el que posee tales
dominios y ejerce tales funciones, necesariamente debe ser Dios. Pero no hay dos
Dioses. Por tanto, el Hijo es uno con Dios, y es Dios.

Por tanto, de igual manera la Escritura afirma, que para el Hijo, igualmente con el
Padre, Su pueblo está unido, y permanece en él, de él sacan su fortaleza, y en él
reposa su esperanza y confianza; que el Hijo, igualmente con el Padre, es el único
Salvador y Redentor de la humanidad; que mirando al Hijo, igualmente con el Padre,
los pecadores son perdonados y las almas son salvas; que al Padre supereminente, e
igualmente al Hijo supereminente, se doblará toda rodilla; que el Hijo, igualmente
con el Padre, es la justicia, fortaleza y roca, el Pastor y Maestro de su pueblo en la
tierra, y recibirán Su gloria; que el Hijo, igualmente con el Padre, afirma la suprema
confianza de todos, y es para aquellos que creen en El, el Autor de gozo inefable y
de la salvación eterna. Ahora, quien es el objeto de tal confianza fundamental,
homenaje y deleite, necesariamente debe ser Dios. Pero no hay dos Dioses. Por
tanto, el Hijo es uno con Dios y es Dios.

O, ponga la verdad en otra luz, si se le pidiera que nombrara las relaciones más
marcadas que la Escritura presenta del sumo Dios como dirigiéndose a su pueblo,
usted contestaría instintivamente y sin vacilación, aquellas de Creador, Preservador,
Redentor, Salvador, Señor, Pastor, Rey, Juez, y Padre. Y no obstante, leemos de
Jesucristo, como hemos visto en los pasajes anteriores, sosteniendo todos estos
oficios. ¿No es él nuestro Creador, cuando "... todas las cosas, las que hay en los
cielos, y las que hay en la tierra ...", por él fueron creadas? ¿No es el nuestro
Preservador, cuando "todas las cosas en él subsisten"? (Col. 1:16-17). ¿No es él
nuestro Redentor, viendo que "Cristo nos redimió de la maldición de la ley,
hecho por nosotros maldición"? (Gál. 3:13). ¿No son Salvador y Señor sus
nombres distintivos? ¿No es enfáticamente el Príncipe de los pastores? ¿No es el
Cordero nuestro Rey, cuando él es Señor de señores y Rey de reyes? ¿No es él
nuestro Juez cuando "... todos comparezcamos al tribunal de Cristo"? (2 Cor.
5:10). Y, finalmente, no lleva él la relación de Padre con su pueblo cuando ve en
ellos Su semilla, el afán de Su alma, y está satisfecho, cuando los llama hijos; y
cuando los presentará al fin delante del trono, diciendo, "He aquí, yo y los hijos
que Dios me dio"? (Heb. 2:13). Exactamente como si usted tomara solamente
aquellos pasajes que se refieren al Padre bajo estas características, usted podría sin
mucha investigación haber concluido que solo El, sin el Hijo, tiene estos oficios de
amor. Así, de igual manera, si usted fuera a tomar aquellos pasajes que se
relacionan con el Hijo, podría haber inferido prematuramente, que solo Jesucristo,
sin el Padre, era el Creador, Preservador, Redentor, Salvador, Señor, Pastor, Rey,
Juez, y Padre de su pueblo.

Estos pasajes son ampliamente suficientes para llevar el peso de esta solemne
conclusión, y podría con bendecida expectación preguntar - "¿Cree usted ahora en
el Hijo de Dios?". Pero abundante e independiente, la evidencia permanece.

(2) Pero las apariciones de Jehová a los santos del Antiguo Testamento, tomadas en
conexión con la afirmación a Moisés, "No podrás ver mi rostro; porque no me verá
hombre, y vivirá" (Ex. 33:20), y con la declaración paralela del Nuevo Testamento,
"A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha
dado a conocer" (Juan 1:18), indica que el que de esta manera se manifestó a sí
mismo, era el Señor Jesús. Es verdad que en Juan 1:18, la afirmación es general,
nadie. Pero en 1 Timoteo 6:15, es expresado "... a quien ninguno de los hombres ha
visto ni puede ver ..."

Ahora, Jacob dice: "... Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma" (Gén. 32:20), y
esto después de luchar toda la noche en tangible conflicto con Uno ahora llamado
hombre, ahora el ángel, ahora Dios, ahora Jehová Dios de los ejércitos. Los ancianos
vieron al Dios de Israel. A Moisés, el Señor le habló cara a cara, como habla un
hombre con su amigo. Josué conversó con el adorable capitán del ejército de Jehová.
Manoa temió, diciendo, "Ciertamente moriremos, porque a Dios hemos visto" (Josué
5:15; Comp. Ex. 3:5; Jueces 13:22). Isaías clamó, "... ¡Ay de mí! que soy muerto ...
han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos" (Isaías 6:5). Del mensaje luego
registrado, nos es dicho expresamente - "Isaías dijo esto cuando vio su gloria, y
habló acerca de él" (Juan 12:41).

Estos son solamente pasajes seleccionados. Hay muchos otros (compare Génesis
18:1-2 con 17; Gén. 31:11 con 13; Gén. 48:15 con 16; Exodo 3:2 con 4:6; Exodo
13:21 con 14:10; Jueces 6:12 con el 14 y el 22 con el 23) en los cuales el que
aparece bajo la forma de ángel o de hombre, es declarado, en el contexto inmediato,
que es Dios, o Jehová. ¿Quién, pregunto, era este ser misterioso? El Angel, o el
Enviado; a quien el Señor llama "mi presencia" (Ex. 33:14); la visible similitud de
Jehová; un Angel de quien el Señor dice: "... Guárdate delante de él, y oye su voz;
no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está
en él" (Exodo 23:20-21). Este claramente no podría ser el Padre, porque ningún
hombre lo ha visto en ningún momento, o puede verlo y seguir viviendo. Pero el que
apareció es declarado que es Jehová y Dios. ¿No estamos obligados a reconocer que
él era el Verbo Divino, el Hijo, la brillantez de la gloria de Su Padre, la imagen misma
de Su persona? Por tanto, el Verbo es Jehová Dios.

(3) Esto es establecido además por la consideración de las Escrituras que ratifican la
oración a Cristo, y los mandamientos de la más alta adoración son dados a El.

Con respecto a lo que ha sido el argumento de la sección anterior, podemos concluir


que no era claramente Dios el Padre, sino Dios el Hijo ante quien Abraham intercedió
por Sodoma y Gomorra. Fue Dios el Hijo con quien Jacob luchó, porque nos es dicho
- "... luchó con Dios. Sí, luchó con el ángel y prevaleció ..." (Oseas 12:3-4 - Biblia de
las Américas), cuando clamó, "... no te dejaré, si no me bendices" (Gén. 32:26). Era
Dios el Hijo, cuya bendición imploró por sus nietos, cuando oró, "... el Dios que me
mantiene desde que yo soy hasta este día, el Angel que me liberta de todo mal,
bendiga a estos jóvenes..." (Gén. 48:15-16). En todos estos casos, ahí la oración es
dirigida a Cristo.

Nuevamente, era Dios el Hijo, llamado el Angel de Jehová, a quien Moisés adoró en
la zarza, era Dios el Hijo, quien se apareció como hombre delante de quien Josué se
postró sobre su rostro y adoró. Era Dios el Hijo cuya gloria Gedeón temió, y a quien
le edificó un altar el cual registra esa oración viva, Jehová-Shalom. Era Dios el Hijo,
el ángel de Jehová, cuyo nombre era Admirable, quien ascendió en la nube de humo
del sacrificio de Manoa. Era Dios el Hijo, porque "... sobre la figura del trono había
una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él ... Esta fue la visión de la
semejanza de la gloria de Jehová. Y cuando yo la vi, me postré sobre mi rostro ..."
(Ez. 1:26-28). Ezequiel se postró sobre su rostro. En todos estos casos, tenemos una
adoración directa dada a Cristo.

Además, leemos expresamente en los Evangelios, que el Señor Jesús fue adorado
una y otra vez y nunca encontramos que rehusara esta adoración. No puedo
consentir por un momento que se renuncie a esta palabra "adoración" sobre la
demanda de algunos escritores Unitarios, de que esto era solamente un saludo
reverente, como era por costumbre ofrecido a aquellos en autoridad. Pero al mismo
tiempo esta demanda requiere que investiguemos cuidadosa y honestamente los
casos de su aparición. No niego que la palabra traducida adorar (proskuneo) es
usada a menudo en los escritos clásicos para el saludo humilde y postrado. Pero
permanece la gran pregunta, ¿cuál es su uso en el Nuevo Testamento? Confieso que
no estaba preparado, cuando empecé mi investigación, porque tal prueba
predominante es casi una aplicación universal al homenaje Divino. La palabra
aparece sesenta veces, de las cuales arribe a este resultado, que hay veintidós casos
en que es usada de la adoración ofrecida a Dios el Padre, o absolutamente a Dios; y
cinco de adoración usada intransitivamente; quince casos (incluyendo dos casos
excepcionales) de adoración a Jesucristo; diecisiete de adoración idólatra condenada;
y dos de saludo permitido a los hombres. De estos dos últimos, además, en uno
(Mat. 18:26), el rey a quien la adoración es dada es en su realeza un tipo de Dios; e
inmediatamente después, cuando la historia representa una transacción semejante
entre los compañeros, la palabra adoraba es cambiada por suplicaba. Nosotros,
por tanto, virtualmente reducidos a un solo caso; y todo el Nuevo Testamento por
nuestra guía, sería tan contranatural negar, que la adoración Divina es dada a Cristo,
como si simplemente nos acusaran de ofrecer solamente un saludo humano a Dios,
cuando confesamos adorarle en Su casa.

Por la proporción de los casos presento solamente una parte de la evidencia. Cuando
este homenaje, descrito por la palabra (proskuneo) fue ofrecido a un hombre o un
ángel, donde posiblemente pudo ser mal entendido, como por Cornelio a Pedro, o
por Juan a su guía profético, la acción fue reprendida inmediatamente, y la adoración
fue desviada inmediatamente de la criatura al Creador.

Ni esto es todo; no es solamente que Jesús fue adorado, sino que las devociones y
peticiones, que acompañaban esa adoración, manifiestan Su verdadera Deidad. Tal
dependencia humilde en su ayuda, como ayuda Divina, que si él no fuera Dios, de
necesidad debía haber rectificado tan peligrosa aproximación a la idolatría. El leproso
no solamente lo adoró, sino que le suplicó la ayuda sobrehumana: "Señor, si
quieres, puedes limpiarme" (Mat. 8:2). El gobernante no solamente lo adoró, sino
que le imploró su intervención Divina: "Mi hija acaba de morir; mas ven y pon tu
mano sobre ella, y vivirá" (Mat. 9:18). Fue después que hubo manifestado su poder
semejante al de Dios al calmar la tormenta, que los discípulos lo adoraron diciendo:
"Verdaderamente eres Hijo de Dios" (Mat. 14:33; Juan 9:35-38). Demandó la
implicada confianza del ciego, y aquí recibió su adoración. El amor natural se
encontró en esa penetrante oración, cuando la mujer de Tiro lo adoró, diciendo:
"¡Señor, socórreme!" (Mat. 15:25). Su poderosa resurrección retó y obligó a la
adoración por parte de las Marías y los apóstoles (Mat. 28:9); y la gloria de la
asunción garantizó el homenaje que ellos le ofrecieron en los Olivos.

Ni estamos limitados a la palabra adorar. Qué fue esto sino una oración llena de
confianza, cuando los discípulos en la tormenta cumplieron la descripción del
Salmista de los marineros agitados por la tempestad, quienes "...claman a Jehová en
su angustia ..." (Sal. 107:28), cuando acuden a Jesús: "¡Señor, sálvanos, que
perecemos!" (Mat. 8:25). Qué fue esto sino una oración, cuando los dos ciegos
imploraron una bendición que ningún poder humano podía conferir, clamando: "¡Ten
misericordia de nosotros, Hijo de David!" (Mat. 9:27). El lector fácilmente
multiplicará los ejemplos de estas suplicas de los evangelios históricos.

Además, Jesucristo inculcó la oración para sí mismo. ¿Qué petición pudo abarcar un
don más glorioso, que ese que persuadió a la mujer Samaritana a ofrecer? "Si
conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber agua; tú le
pedirías, y él te daría agua viva ... agua que salte para vida eterna" (Juan 4:10,14;
Mat. 11:28). Nuevamente él invita a los cansados y fatigados para que reposen en
él. ¿Cómo podemos llegar, sino por la oración? Por eso reconvino a los Judíos: "Y no
queréis venir a mí para que tengáis vida" (Juan 5:40). ¿Cómo podían venir ellos sino
por la confiada oración? Si, confianza en una vida, seguridad en un poder,
dependencia en la sabiduría, más allá que en esa de nuestros compañeros y más allá
de la nuestra propia - esto es el alma de la oración, esta es la esencia de la
adoración. Pero esta confianza él la solicita para sí mismo. "No se turbe vuestro
corazón; creéis en Dios, creed también en mí" (Juan 14:1). Usted admite el
homenaje Divino al Padre, del canto angélico, "¡Gloria a Dios en las alturas ..."
(Luc. 2:14). También debe admitir el tributo eucarístico rendido, aunque por labios
humanos y humildes, cuando las multitudes clamaban: "¡Hosanna al Hijo de David!
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!" (Mat.
21:9). Pero, cuando los escribas y principales sacerdotes estaban resentidos y
disgustados, en lugar de reprenderlos por esta acción de gracias, les dijo: "Os digo
que si éstos callaran, las piedras clamarían" (Lucas 19:40). "... ¿nunca leísteis: De la
boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza!" (Mat. 21:16).

Nuevamente, ¿qué fue el acto moribundo del proto-mártir Esteban, sino la más
verdadera adoración del Hijo de Dios? Comprenda esa escena, se lo pido, Esteban,
lleno del Espíritu Santo, miró con resolución al cielo y vio la gloria de Dios, y a Jesús
a la diestra de Dios, y dijo: "He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre
que está a la diestra de Dios" (Hch. 7:56). Luego ellos dando grandes voces ...
apedrearon a Esteban mientras invocaba y decía, Señor Jesús, recibe mi espíritu
(v.58-59). "Y puesto de rodillas clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta
este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió" (v.60). El Espíritu Santo, quien inspiró
la devota confianza de David - "En tu mano encomiendo mi espíritu; tú me has
redimido, oh Jehová, Dios de verdad" (Sal. 31:5) - y quien había dictado la
declaración de Salomón - "... y el espíritu vuelva a Dios que lo dio" (Ec. 12:7) -
ahora, en la plenitud de Su gracia, incitó al mártir moribundo a orar no a Dios el
Padre solo, ni al Padre por medio de Cristo, sino a orar a Cristo, adorándole con su
último aliento como el mismo Dios y Dios eterno.

Una vez más, Pablo dirige su oración a Dios el Padre, y al Señor Jesucristo, sin
consideración del orden de los nombres:

"Mas el mismo Dios y Padre nuestro, y nuestro Señor Jesucristo, dirija nuestro
camino a vosotros" - 1 Tes. 3:11.

Aquí está una suplica directa y expresa, de manera que no necesitamos


maravillarnos de que el suyo fuera el nombre distintivo de los Cristianos creyentes -
"... con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor
Jesucristo ..." (1 Cor. 1:2).

El testimonio de aquí, y generalmente traducido "invocar", es de lo más


convincente, cuando es comparado con el uso de la Versión de los Setenta de la
palabra; porque este es el término común para la invocación sagrada de Dios;
tomemos un ejemplo de los muchos: "Cercano está Jehová a todos los que le
invocan, a todos los que le invocan de veras" (Sal. 145:18). Este es empleado en el
Nuevo Testamento para la oración a Dios el Padre: "Y si invocáis por Padre ..." (1
Ped. 1:17). Este describe tal adoración espiritual, que, si se ofreciera al Padre o al
Hijo, la salvación está indisolublemente conectada con: "Y todo aquel que invocare el
nombre del Señor, será salvo" (Hch. 2:21). Y aún es, sin sombra de duda, aplicada a
la invocación del Señor Jesús: "... todos los que invocan tu nombre", "... a los que
invocan este nombre ..." (Hch. 9:14,21), y, (por el contexto nos obliga a interpretar
las siguientes palabras de Cristo), "... pues el mismo que es Señor de todos, es rico
para con todos los que le invocan ..." (Rom. 10:12-13).

Cuando con una mente imparcial usted lee: "... Levántate y bautízate, y lava tus
pecados, invocando su nombre" (Hch. 22:16), no cuestionara que la adoración
Divina está determinada aquí. O cuando usted escucha el mandamiento práctico: "...
sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al
Señor" (2 Tim. 2:22), ningún recelo incomodará su mente, que por esto se quiere
decir a los verdaderos adoradores espirituales. Recurramos a la descripción citada
arriba de los santos, "... a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con
todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo,
Señor de ellos y nuestro" (1 Cor. 1:2). ¿No es esto explícito? ¿No es esto adoración
Divina? ¿No son estos adoradores espirituales? Usted debe admitirlo. Y TODOS LOS
SANTOS EN TODO LUGAR de esta manera están adorando a Jesucristo. Considere
esto, se lo pido.

Antes de continuar, examinemos la declaración de Pablo con respecto a su Señor


crucificado - "Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y el dio un nombre
que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de
los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua
confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre" (Fil. 2:9-11).
Considere esta verdad como usted desee, clarifíquela como pueda, espiritualícela
hasta el máximo, si Jesús era solamente hombre, prefigure la exaltación universal de
una criatura. La persuasión poderosa del nombre de una criatura, traerá a todos el
ser inteligente a sus pies, desde el más sublime arcángel hasta el santo más débil; el
nombre de una criatura envanecería el curso de la adoración celestial, y estremecería
los labios del penitente arrepentido; y la supremacía de una criatura eclipsaría el
cielo, y la tierra y el infierno. ¿Podría esto servir a la gloria de Dios el Padre? De
ningún modo. Ese nombre, que es por encima de todo nombre, es el de Cristo, con
enfática propiedad, "Dios, nuestro Salvador".

La revelación final de la Escritura confirma esta verdad, más allá de la contradicción.


Es la adoración Divina del Padre, cuando Pedro, habiendo orado al Dios de toda
gracia para que perfeccione, afirme, fortalezca y establezca a su pueblo, cierra su
solemne oración con una doxología igualmente solemne, "...A él sea la gloria y el
imperio por los siglos de los siglos. Amén" (1 Ped. 5:10-11). Usted lo admite e
invoca la "adoración al Dios infinito". Solamente sea consecuente. Juan, en Patmos,
clama: "... Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos
hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea la gloria e imperio por los
siglos de los siglos. Amén" (Ap. 1:5-6). Las palabras, tanto en Griego como en
Español, son idénticas; la adoración es la misma; y los Seres adorados - el Dios de
toda gracia, y el bendito Salvador - son Un Jehová indivisible.

Y cuando el velo es retirado en el templo celestial, le pregunto, ¿quién es la


naturaleza de su adoración? ¡Que el Espíritu del Dios vivo, grave esta transparente
evidencia en cada corazón desconfiado!

"Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos
se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de
incienso, que son las oraciones de los santos; y cantaban un nuevo cántico,
diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tu fuiste
inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y
pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y
reinaremos sobre la tierra. Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del
trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de
millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el
poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. Y a
todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra y en el
mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y
al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.
Los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron
sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos" - (Ap. 5:8-14).

El testimonio está protegido en cada lado. Usted tiene primero, a los redimidos
adorando solamente al Cordero. Los millones de ángeles adoran igualmente al
Cordero. Luego, todo el universo, en adoración similar, bendice a ambos, al Padre
eterno y al Cordero. Y, finalmente, hay el expresivo eco de alabanza solo al Padre
eterno. Usted no puede decir que esta no es la adoración sublime, porque una vez
siquiera es ofrecida al Eterno solo. Usted no puede decir que es ofrecida al Padre
solo, porque al fin el Cordero está unido con el Padre. Usted no puede decir que esta
es ofrecida al Padre solamente a través del Hijo, porque dos veces es ofrecida sólo al
Cordero que fue inmolado. Este es el homenaje más grande que el cielo puede
ofrecer. Los espíritus de los justos hechos perfectos no tienen un tributo más grande
para dar. Los ángeles de la luz no pueden ofrecer una atribución más exhaustiva de
su devoción. Ninguna visión que usted pudiera haber concebido, ningún lenguaje que
pudiera haber empleado, podría autorizar más claramente nuestro rendir a Cristo
nuestra adoración más alta y más profunda, nuestra confianza crédula, y la alabanza
eterna.

Es posible que una pregunta mas aceche en algún corazón, ¿por qué se habla aquí
de que el Padre es el único que está en el trono, y por qué el Cordero siendo Dios
no es representado "en el trono de Dios?" Las palabras del Salmista se presentan
de nuevo: "Jehová estableció en los cielos su trono..." - "... se sentó Dios sobre su
santo trono" - "... te has sentado en el trono juzgando con justicia" (Sal. 103:19;
47:8; 9:4). Estos pasajes tienen su propio peso. El poseedor del trono celestial es
Dios mismo. El ocupante del trono es el Altísimo. Que sea así. Luego, el último
capítulo de la Revelación Divina provee la última prueba de la una e igual supremacía
del Padre y el Hijo, porque allí, repetido con solemne énfasis, encontramos dos veces
el trono del Eterno descrito, como EL TRONO DE DIOS Y DEL CORDERO (Ap.
22:1,3).

He espaciado el tamaño de esta porción de mi argumento, porque este es, de sí


mismo, suficiente para esclarecer la pregunta y descansar para siempre, cuando
recordamos que Jesucristo mismo, reuniendo el testimonio de la Escritura, dice: "...
escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás" (Mat. 4:10). Pero hemos
visto que la adoración y servicio más alto en la tierra, y en el cielo, es rendido al
Hijo. Por tanto, él es el Señor nuestro Dios.

(4) Una vez más esta verdad es probada, por la unión del nombre del Señor Jesús
con el de nuestro Padre celestial en oficios donde la asociación del Creador con su
criatura, confundirían la distinción infinita entre Dios y el hombre.

Esta evidencia, aunque de algún carácter circunstancial e incidental, es de


extraordinaria solemnidad por su uso en el Nuevo Testamento, peculiarmente
conclusivo. La combinación del nombre del Altísimo con un empleado subordinado en
la evidente capacidad de su siervo, es de fácil explicación; aunque aun esto es raro
en las Escrituras; pero la conjunción del Dios infinito, con uno igualmente
comprometido en manifiesta igualdad de rango, es completamente inexplicable para
la hipótesis Unitaria. Los ejemplos muy rápidamente ilustrarán mi sentido:

"... id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre,
y del Hijo, y del Espíritu Santo" (Mat. 28:18). ¿Es por un momento, concebible, que
él que ve el fin desde el principio, y sabía que esté sería el dechado del bautismo
Cristiano, consintiera que, en este acto tan solemne, el nombre de una criatura con
un ser derivado se juntara con Su propio nombre, el cual solo es Jehová, el Padre
increado?

"... el que me ama, será amado de mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a


él ... El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y
haremos morada con él" (Juan 14:21,23). El amor del Padre y el Hijo es
representado como un privilegio igual, el acceso del Padre y del Hijo al alma del
creyente obediente es un acceso común, y la morada del Padre y del Hijo es una
habitación combinada. ¿Qué ser creado podría usar tal lenguaje? Esto certifica la
declaración paralela de la carta de Juan, "... y nuestra comunión verdaderamente es
con el Padre, y con su Hijo Jesucristo" (1 Juan 1:3), pero nos obliga, al mismo
tiempo, a confesar que Jesús, al decir que Dios era Su Padre, se hizo a sí mismo
igual a Dios.

"Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a
Jesucristo, a quien has enviado" (Juan 17:3). Compare este con - "Gracia y paz os
sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús" (2 Ped.
1:2). ¿Si Jesucristo fuera solamente un profeta angélico o humano, revelando al
Padre, es creíble que el profundo conocimiento del expositor lo pusiera al mismo
nivel del conocimiento de Dios, como esencialmente igual para la vida del alma, e
igualmente indispensable para el mantenimiento de esa vida?

Nuevamente, incluyo las Epístolas. Los prefacios son más sugerentes, ya sea que
usted considere la embajada de los escritores, o la designación de la iglesia a la que
se dirigió, o la bendición implorada.

En cuanto a la comisión por virtud de la cual ellos actuaban, usted encuentra casi
todas las combinaciones empleadas:

"Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo ..." (Tito 1:1).

"Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo" (Stg. 1:1).

"Pedro, apóstol de Jesucristo ..." (1 Ped. 1:1).

"Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo" (2 Ped. 1:1).

"Judas, siervo de Jesucristo ..." (Judas 1).

"Pablo, apóstol ... por Jesucristo y por Dios el Padre que lo resucitó de los
muertos ..." (Gál. 1:1).

¿Si Cristo fuera solamente hombre, esta intercambiable variedad, no confundiría


toda distinción reverente entre el Creador y la criatura? Aunque aquí la diferencia
entre el más encumbrado monarca y su más bajo súbdito se sumerge en la nada,
¿puede usted imaginarse a un plenipotenciario terrenal enviado, ahora nombrándose
a sí mismo "siervo del emperador y un embajador del canciller"; ahora "siervo del
emperador y del canciller;" ahora "embajador del canciller"; ahora "siervo y
embajador del canciller"; ahora "siervo del canciller"; ahora "embajador (enviado)
por el canciller y el emperador"? ¿Quién no pensaría que la supremacía imperial
estaba grandemente comprometida por este lenguaje? Y sin embargo, allí la
distinción a ser observada es solamente entre dos hombres de igual naturaleza,
aunque de rango desigual. Pero ninguna distinción es trazada en esta comisión
celestial: ¿No es entonces igual la autoridad original?

La designación a las iglesias a quienes se dirigió, está también perfectamente sin


trabas:

"A la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo


Jesús..." (1 Cor. 1:2).

"... a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Efeso" (Efesios 1:1).

"... a la iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor


Jesucristo ..." (1 Tes. 1:1).

"... a la iglesia de los tesalonicenses en Dios nuestro Padre y en el Señor


Jesucristo" (2 Tes. 1:1).

Es a estas dos últimas descripciones de la iglesia en Tesalónica que especialmente


dirigiré su atención. ¿Fue entonces su estado espiritual igualmente indiscriminado
consistente con el Padre y el Hijo? Entonces, para esa iglesia, el Padre y el Hijo eran
igualmente la Roca de su salvación.

Y para completar la evidencia, la bendición implorada por el gran apóstol de los


Gentiles es casi invariable en estas palabras: "Gracia y paz sean a vosotros, de Dios
nuestro Padre y del Señor Jesucristo" (1 Tes. 1:2; Comp. 2 Tes. 1:1).

¿Por qué esta mutua derivación de la bendición del Padre y el Hijo? Ciertamente,
porque igualmente en el Padre y el Hijo tenemos vida eterna.

Podría también aducir las oraciones, donde, sin hacer caso de la prioridad de
nombres, las bendiciones son imploradas de Dios el Padre, y del mismo Señor
Jesucristo, como coiguales en su poder para conceder la petición urgida.

Pero me apresuro a esa maravillosa bendición que ha descendido, como el benévolo


rocío del cielo, sobre la iglesia de Cristo por 20 siglos - "La gracia del Señor
Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos
vosotros. Amén" (2 Cor. 13:14).

Considere, se lo pido, en el bautismo y en esta fórmula de gracia, el significado por


el cual contienden aquellos que insisten en la simple humanidad de Jesucristo. El
primero, así expuesto por ellos, se desliza de esta manera:

"Bautizándolos en el nombre del Padre, y de un hombre exaltado, y de una cierta


influencia del Padre".

La segunda sería interpretada de esta manera:

"La gracia de una criatura, y el amor del Creador, y la comunión de la energía


creativa sean con todos vosotros. Amén".

Su razonamiento y conciencia de igual manera, rehusan creer que esta intrincada


confusión entre Dios y el hombre, entre una persona y una abstracción, esté
sancionada por la Escritura. Y luego, en 2 Cor. 13:14, ¿por qué este notable cambio
del orden observado en Mat. 28:19, si no muestra que "en esta Trinidad, ninguno
está antes o después del otro, ni es mayor o menor que el otro"? Estos dos
versículos, examinados y orados, me parecen suficientes para resolver la
controversia para siempre.

Pero si testimonio adicional es necesario, tenemos que todo lo creado en el cielo, y


en la tierra, y debajo de la tierra, y como tal las que están en el mar, y a todas las
cosas que en ellos hay, quienes claman sin descanso y sin pausa, y por tanto, sin la
posibilidad de alguna distinción, son atraídas en su adoración - "... Al que está
sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por
los siglos de los siglos" (Ap. 5:13).

O aun, si una prueba extraña que fuera posible, leemos de ciento cuarenta y cuatro
mil, no solamente tocando sus arpas y cantando un cántico nuevo que ninguno podía
aprender, siendo a sí mismos un sacrificio vivo, santo y agradable; - un sacrificio,
¿para quién? ¿para el Padre solamente? no, ellos son "... redimidos de entre los
hombres como primicias para Dios y para el Cordero" (Ap. 14:4).

Y, finalmente de la gloria de la Jerusalén celestial, leemos: "Y no vi en ella templo;


porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. La ciudad no
tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la
ilumina, y el Cordero es su lumbrera" (Ap. 21:22-23).

Y cuando al final damos una mirada al trono de la gloria divina, del cual fluye un río
limpio resplandeciente como cristal por siempre, es llamado, como hemos visto, "...
el trono de Dios y del Cordero" (Ap. 22:1,3).

¿Por qué (presiono la pregunta sobre su conciencia) esta gloria co-igual y


cooperadora del Cordero con el Dios omnipotente? ¿Podría usted sustituir algún
hombre creado o ángel por su Nombre excelente? Nunca. Porque solo el, en la
unidad del Espíritu Santo, es uno con Dios, y es Dios. El Señor, de Su infinita
misericordia, conceda que lo que yo escribo, y a aquellos que leen estas páginas,
puedan estar con aquella multitud con palmas en las manos de los redimidos, que
han lavado sus ropas y las han emblanquecido en la sangre de Jesús, y que claman a
gran voz siempre: "La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el
trono, y al Cordero" (Ap. 7:10).

Y finalmente, 1 Juan 5:20 - "... y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo.


Este es el verdadero Dios, y la vida eterna". "La circunstancia que, en mi mente,
coloca la cuestión más allá de la disputa es, que la misma persona de la cual muy
evidentemente se habla aquí, se habla como `el verdadero Dios y la VIDA ETERNA'.
Debe ser concedido que un escritor es el mejor intérprete de su propia fraseología.
Observe, entonces, la expresión que él usa en el principio de su Epístola. `Porque la
vida fue manifiesta, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la VIDA
ETERNA, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó' (1 Juan 1:2). Compare,
entonces, los dos pasajes. ¿No es la conclusión de la Epístola una clara explicación
de su principio?" - Wardlaw's Discourses, Pág. 59.

Quisiera pedirle que compare con esto, la confesión del profeta, "Mas Jehová es el
Dios verdadero; él es el Dios vivo ..." (Jeremías 10:10). Y aquí tenemos otro
argumento invencible de que Jesucristo es Jehová, el mismo Dios y el Dios eterno.

Por Jaime Restrepo


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