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Weber, Max (2002), Economía y sociedad.

Esbozo de sociología
comprensiva, España, FCE (selección).
Concepto de la sociología y del "significado" en la acci6n social. Debe entenderse por
sociología (en el sentido aquí aceptado de esta palabra, empleada con tan diversos
significados): una ciencia que pretende entender, interpretándola, la acción social para de
esa manera explicarla causalmente en su desarrollo y efectos. Por "acción" debe entenderse
una conducta humana (bien consista en un hacer externo o interno, ya en un omitir o
permitir) siempre que el sujeto o los sujetos de la acción enlacen a ella un sentido subjetivo.
La "acción social", por tanto, es una acción en donde el sentido mentado por su sujeto o
sujetos está referido a la conducta de otros, orientándose por ésta en su desarrollo (…)

Por "sentido" entendemos el sentido mentado y subjetivo de los sujetos de la acción, bien a)
existente de hecho: a) en un caso históricamente dado) como promedio y de un modo
aproximado, en una determinada masa de casos: bien b) como construido en un tipo ideal
con actores de este carácter. En modo alguno se trata de un sentido "objetivamente justo" o
de un sentido "verdadero” metafísicamente fundado.

(…) muchos de los "valores'' y "fines" de carácter último que parecen orientar la acción de
un hombre no los podemos comprender a menudo, con plena evidencia, sino tan sólo, en
ciertas circunstancias, captarlos intelectualmente; mas tropezando con dificultades
crecientes para poder "revivirlos" por medio de la fantasía endopática a medida en que se
alejan más radicalmente de nuestras propias valoraciones últimas. Tenemos entonces que
contentamos, según el caso, con su interpretación exclusivamente intelectual o, en
determinadas circunstancias -si bien esto puede fallar-, con aceptar aquellos fines o valores
sencillamente como datos para tratar luego de hacemos comprensible el desarrollo de la
acción por ellos motivada para la mejor interpretación intelectual posible o por un revivir
sus puntos de orientación lo más cercano posible.

(…) La acción social (incluyendo tolerancia u omisión) se orienta por las acciones de otros,
las cuales pueden ser pasadas, presentes o esperadas como futuras (venganza por previos
ataques, réplica a ataques presentes, medidas de defensa frente a ataques futuros). Los
"otros" pueden ser individualizados y conocidos o una pluralidad de individuos
indeterminados y completamente desconocidos.

(…) La acción social, como toda acción, puede ser: 1) racional con arreglo a fines:
determinada por expectativas en el comportamiento tanto de objetos del mundo exterior
como de otros hombres, y utilizando esas expectativas como "condiciones" o "medios" para
el logro de fines propios racionalmente sopesados y perseguidos. 2) racional con arreglo a
valores: determinada por la creencia consciente en el valor -ético, estético, religioso o e
cualquiera otra forma como se le interprete- propio y absoluto de determinada conducta, sin
relación alguna con el resultado, o sea puramente en méritos de ese valor, 3) afectiva,
especialmente emotiva, determinada por afectos y estados sentimentales actuales, y 4)
tradicional: determinada por una costumbre arraigada.
Durkheim, Emile (1928), “Prólogo” de El suicidio. Estudio de
sociología, Madrid, Reus (selección).

El método sociológico, tal y como lo practicamos nosotros, reposa por entero sobre este
principio fundamental: los hechos sociales deben ser estudiados como cosas, es decir como
realidades exteriores al individuo; no hay precepto que haya sido más comprobado, y eso
que no es, precisamente el más fundamental. Para que la existencia de la Sociología sea
posible, es necesario que tenga un objeto que a ella sola pertenezca y al que conozca como
una realidad propia y no obtenida de otras ciencias; cuando no existe nada de real fuera de
las conciencias particulares, se desvanece falta de materia propia. El único objeto a que
puede aplicarse la observación, son los estados mentales del individuo, porque no existe
otro con más realidad, y es misión de la psicología el tratarlo. Desde este punto de vista,
todo lo que hay de sustancial en el matrimonio o en la familia, o en la religión, por ejemplo,
son las necesidades individuales, a las que deben responder obligadamente estas
instituciones; son el amor paternal, el amor filial, el impulso sexual, lo que se ha llamado el
sentimiento religioso (…) No se piensa que no puede haber Sociología si no existen
sociedades, y que no existen sociedades si no hay más que individuos.

(…)
Nos parece difícil que no se desprenda, de cada página de este libro, la impresión de que el
individuo está dominado por una realidad moral que lo supera: la realidad colectiva.
Cuando se vea que cada pueblo tiene una cifra de suicidios que es propia de él; que esta
cifra es más constante que la de la mortalidad general; que si evoluciona, lo hace siguiendo
un coeficiente de aceleración, que es peculiar de cada sociedad; que las variaciones porque
pasa en los diferentes momentos del día, del mes, del año, no hacen más que reproducir el
ritmo de la vida social; cuando se compruebe que el matrimonio, el divorcio, la familia, la
sociedad religiosa, el ejército, etc., influyen en ella según leyes definidas, y que algunas de
ellas pueden ser expresadas en forma numérica..., se renunciará a ver en estos estados y en
estas instituciones, imaginarias fórmulas ideológicas sin virtud y sin eficacia. Por el
contrario, se tendrá la sensación de que se trata de fuerzas reales, que viven y que obran y
que por el modo que tienen de determinar al individuo, testimonian suficientemente que no
dependen de él o, cuando menos, que si él entra, como elemento, en la combinación que de
estas fuerzas resulta, acaban por imponerse, a medida que se van desenvolviendo. En estas
condiciones, se comprenderá mejor cómo la Sociología puede y debe ser objetiva, puesto
que dirige sus investigaciones a realidades, tan definidas y consistentes como aquellas de
que tratan el psicólogo y el biólogo.
Ricouer, Paul (2004), “Criteriología del símbolo” en Finitud
y culpabilidad, Madrid, Trotta (selección).
Por mito, se entenderá aquí eso que la historia de las religiones distingue hoy en él: no una
falsa explicación por medio de imágenes y de fábulas, sino un relato tradicional referido a
acontecimientos ocurridas en el origen de los tiempos y destinado a fundar la acción ritual
de los hombres de hoy y, de modo general, a instaurar todas las formas de acción y de
pensamiento mediante las cuales el hombre se comprende a sí mismo dentro de su mundo.
Para nosotros, que somos modernos, el mito es solamente mito, porque ya no podemos ligar
aquel tiempo con el de la historia tal y como nosotros la escribimos según el método crítico;
ni tampoco vincular los lugares del mito con el espacio de nuestra geografía; por eso, el
mito ya no puede ser una explicación (…) Pero al perder sus pretensiones explicativas, el
mito revela su alcance exploratorio y comprensivo, lo que denominaremos más adelante su
función simbólica, es decir, su poder descubrir, de desvelar el vínculo del hombre con lo
que para él es sagrado.

(…) el empleo reflexivo del simbolismo [solo se entiende] remontándonos hacia sus formas
ingenuas, donde el privilegio de la conciencia reflexiva se subordina o bien al aspecto
cósmico de las hierofanías, o bien al aspecto nocturno de las producciones oníricas, o bien,
finalmente, a la creatividad del verbo poético…

El hombre lee lo sagrado primero en el mundo, en algunos elementos o aspectos del


mundo, en el cielo, en el sol y la luna, en las aguas y la vegetación; el simbolismo hablado
remite de esta forma a las manifestaciones de lo sagrado, a las hierofanías, donde lo
sagrado se muestra en un fragmento de cosmos que, en contrapartida, pierde sus límites
concretos, se carga de innumerables significaciones, e integra y unifica el mayor número
posible de sectores de la experiencia antropocósmica; por lo tanto, el sol, la luna, las aguas,
es decir unas realidades cósmicas, son las primeras que son símbolos (…) ser símbolo, para
esas realidades, es reunir en un nudo de presencia un conjunto de intenciones significativas
(…); la manifestación simbólica, como cosa, es una matriz de significaciones simbólicas
(…) De esta forma, el símbolo-cosa es potencia de innumerables símbolos hablados que se
anudan en una manifestación singular del cosmos…

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