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ACERCA DEL CONOCER Y DE LA CIENCIA

ANDER-EGG, Ezequiel. Técnicas de investigación social. El Cid, Buenos Aires, 1980. pp. 17-24

Realidad y conocimiento.

Por el sólo hecho de vivir, el hombre entra en relación con la realidad. Esta es una evidencia que
bien puede servir de punto de partida y base de nuestro análisis. Pero apenas intentamos
profundizar en ella, o lo que es lo mismo, problematizarla, otra serie de cuestiones aparece en
nuestro horizonte de reflexión como problemas o interrogantes:

¿Qué entendemos por realidad?


¿Cuáles son los modos de relación con la realidad?
¿Cuáles son las relaciones sujeto-objeto en la realidad?

El hombre existente está inserto en la trama de la realidad. Pero, ¿Qué es la realidad?...La


realidad es simplemente “lo dado”, “lo existente”. Y lo existente, a su vez, es complicadamente la
totalidad de aquello con que el hombre se relaciona o puede relacionarse en su devenir; es el
mundo en toda su riqueza ontológica.

Lo que para este curso de introducción a la investigación social conviene enunciar como
fundamento de posteriores desarrollos, es la doble dimensión en que esa realidad se manifiesta:
+ La realidad Natural, que se identifica con las cosas (especialmente la naturaleza)
+ La realidad Social, que se identifica con los hombres (especialmente con la sociedad)

Mediante la actividad humana el hombre se relaciona con “lo otro” que no es él. Esta actividad –
que en adelante llamaremos práctica social- se desarrolla en un doble plano: el de las relaciones
de los hombres entre sí y de éstos con la naturaleza exterior.

¿Qué es la práctica social? Se trata de un aspecto esencial del hombre, al punto que puede
afirmarse que el hombre y la humanidad se hacen en esa práctica social. A partir de esto –que los
seres hacen su vida- dos aspectos inseparables aparecen como expresión de la práctica social;
las relaciones del hombre con la naturaleza y las relaciones de los hombres entre sí. Pero, ¿cómo
se expresan estas relaciones? Existe una forma fundamental, la actividad productiva por medio
del trabajo, ya que las relaciones con la naturaleza y con los hombres son fundamentalmente
relaciones de producción. Y como en estas relaciones a lo largo de la historia se han presentado
antagonismos, la lucha de clases aparece como otra forma de práctica social. Pero hay más:
también la ciencia, el arte y la moral son formas de práctica social. Los conocimientos científicos
surgen de esa práctica; sin la prueba de verificación que da esa práctica no pueden ser
considerados como tales. El arte expresa un modo de actividad humana, de aprehensión estética
de la realidad. Y, por último, la moral, como estilo o modo de relacionarse entre los hombres, es
también una práctica que se origina en las condiciones materiales de existencia.
Tenemos, pues, que el hombre concreto es un ser en situación relacional con la realidad. Ahora
bien, ¿cuál es el modo de esa relación? La práctica social nos pone de relieve tres modos de
relación del hombre con la realidad:

- Por los modos de trabajar.


- Por los modos de conocer.
- Por los modos de ser.
El primero de ellos, el trabajo, es la actividad mediadora de las relaciones con la realidad, a la vez
que constituye “la originación” o génesis del conocer y del ser. Formulado de una manera más
rigurosa diremos que las relaciones productivas –las cuales no se reducen a lo económico, sino a
todas las esferas de la actividad humana- son el vínculo fundamental del hombre con la
naturaleza y con los demás hombres.

De este hecho se deriva también una serie de consecuencias para todo lo referente al problema
del conocimiento y del método científico: el conocimiento no se produce en un individuo aislado a
modo de un átomo independiente –tal ser no existe en la realidad- sino en un hombre inserto en
una trama socionatural.

Pero no basta dilucidar las formas de la realidad ni considerar al hombre implantado en esa
realidad. Estos hechos nos enfrentan a otro problema: ¿cómo son las relaciones del hombre con
la realidad? La respuesta a esta cuestión condiciona toda la problemática de la metodología de la
investigación social.

Como la realidad no es constantemente igual a sí misma sino esencialmente dinámica –el ser real
es permanente devenir- las relaciones entre los hombres y de estos con la naturaleza se dan en
un proceso dinámico. El ser humano inserto en el tejido socionatural es un ser en devenir en
unidad dialéctica con la naturaleza y la sociedad también en devenir. Todo el problema de la
metodología de la investigación consistirá, fundamentalmente, en resolver el problema de cómo
captar el movimiento de las cosas cuya forma hecha no es más que una configuración transitoria.

Por otro lado, la ciencia –para ser tal- tendrá que descubrir el movimiento, las leyes del
movimiento y consistirá en “aprehender” ese devenir. En síntesis: la realidad es dialéctica, en
consecuencia el método para “aprehender” esa realidad tendrá que ser concordante con ella. El
método dialéctico no es, entonces, una opción a priori o simplemente ideológica sino una
necesidad derivada de la naturaleza misma de las cosas.

Por último, y como derivado de los problemas de las relaciones del hombre con la realidad y las
formas de relacionarse con la realidad, se nos plantea el problema de la relación sujeto-objeto
como los dos miembros o elementos de la relación cognoscitiva. La cuestión de la relación sujeto-
objeto es un problema básico de la teoría del conocimiento y decisivo en la formulación de las
ciencias y las prácticas sociales.

No hay pensamiento ni conocimiento sin la exterioridad de aquel que conoce. Sin embargo,
¿puede el sujeto ponerse frente a la realidad con total prescindencia de ella?, ¿el sujeto se
mueve con total independencia del objeto?, ¿existe plena autonomía del sujeto frente al objeto?,
¿todo lo que no es sujeto constituye objeto de conocimiento?, ¿el conocimiento tiene su centro de
gravedad en el sujeto o en el objeto?

Decíamos que el hombre no escapa de la realidad por la especulación filosófica o científica; en


consecuencia, el sujeto está siempre implicado en esa realidad. En cuanto sujeto; el hombre nace
y se desarrolla en una matriz sociocultural, de ahí que la creatividad, la producción del
conocimiento y aún el trabajo son expresión social, o si se quiere, son un producto histórico.

Sin embargo, el hecho de que el hombre –el sujeto cognoscente- esté implicado en la realidad no
significa que la sociedad y la naturaleza se reflejen mecánicamente en el pensamiento y que el
pensamiento sea totalmente pasivo frente a la realidad. El hombre, por sus modos de trabajar, de
conocer y de ser, es capaz de trascender las circunstancias, aunque éstas siempre constituyan
un condicionamiento.

Y aquí se nos plantea una nueva cuestión: si el sujeto está implicado en la realidad, ¿hasta qué
punto es posible conocer sin actuar?... Esta manera de comprender las relaciones del hombre
con la realidad (naturaleza y sociedad), y de mediación de los modos de conocer, nos lleva a un
nuevo nivel en nuestro análisis: la dicotomía del conocer y del actuar, de la teoría y la práctica o
bien la dualidad sujeto-objeto parecen ser sujetos inadecuados para el abordaje de la realidad.
Por el contrario, el conocer y la ciencia se nos aparecen como insertos o como parte de las
formas y de las relaciones del hombre con la realidad. Sujeto-objeto no están simplemente uno
frente al otro: se implican y se exigen mutuamente. Constituyen momentos dialécticos de un
mismo proceso.

Esta manera de comprender al hombre en su relación con la realidad, con frecuencia exige una
ruptura con los modelos tradicionales de conocer en los cuales la razón humana ocupa el centro;
y las leyes y categorías mentales se convierten en leyes y categorías del ser. Nos cuesta mucho
incorporar un modelo con preeminencia del ser sobre el pensamiento, habituados como estamos
a atribuirle al pensamiento un papel predominante en el conocimiento.

Como resulta bastante claro en este análisis, el problema del conocimiento está por nosotros
estrechamente ligado al problema de la realidad o, para ser más precisos, de cómo nos
relacionamos con esa realidad. Aquí, a modo de conclusión del problema de las relaciones sujeto-
objeto, resumiremos la cuestión en dos proposiciones:

El sujeto de conocimiento es el hombre social en las condiciones reales de existencia.


Sujeto-objeto son dos polos de una realidad en relación dialéctica.

Ahora bien, las cuestiones desarrolladas hasta aquí nos llevan a otro problema: ¿con qué criterios
se establece la validez del conocimiento? Obviamente, a partir de los supuestos aquí explicitados,
el conocimiento no puede estar garantizado por la pura inteligencia ni consistirá en la simple
armonización con la razón. Esta tendencia que lleva necesariamente a la especulación abstracta
y dogmática nada tiene que ver con nuestra formulación.

Si la realidad es punto de arranque del pensamiento, al tiempo que existe una unidad dialéctica y
dinámica entre el ser y el conocer, de esta formulación surge el criterio que garantiza la verdad
del conocimiento. Tal criterio puede sintetizarse en los siguientes enunciados:

La práctica es criterio de verdad.


La validez del conocimiento viene dada por la confrontación con la realidad a través de la praxis.

No se dirime la validez del conocimiento por una apreciación subjetiva –una validación dentro del
pensamiento mismo- sino por los resultados de una práctica.

Pero el problema que más importa para la metodología de la investigación social es el problema
de la producción de conocimientos. A él le dedicaremos un análisis más amplio.
La producción del conocimiento.

La producción del conocimiento está históricamente condicionada: ninguna producción cultural


nace y se desarrolla con prescindencia de su contexto que, a modo de una matriz sociocultural,
constituye la fuente donde se engendra y se desarrolla el pensamiento. El conocimiento no es
algo existente en sí mismo, ni puede desarrollarse escindido de las condiciones materiales de
existencia; un pensamiento desvinculado de lo real funciona en el vacío de la especulación
desencarnada y abstracta.

Esta premisa epistemológica no es un a priori arbitrario o dogmático; tiene una base real que se
deriva de los hechos que analizamos en el parágrafo anterior, el sujeto del conocer está implicado
en la realidad y de ella no puede separarse ni por la especulación científica ni por la especulación
filosófica. El hombre que se constituye en la historia y en la praxis está inmerso en una realidad
de cuya totalidad forma parte también como sujeto cognoscente.

Las formas de conocimiento, según esta premisa, están ligadas a las formas del ser social, lo que
equivale a afirmar que el sujeto que conoce no se separa de su existencia objetiva y ello
condiciona la producción del conocimiento.

A partir de esta posición epistemológica adoptada, se derivan dos conclusiones principales:

- La relación dialéctica e inescindible entre el ser y el conocer


- El condicionamiento de la realidad sobre el conocimiento.

Nuestra tesis no va más allá de esta afirmación. De ningún modo sostenemos que el pensamiento
sea un “reflejo” de la realidad material. Si esto fuera así, el pensamiento sería puramente pasivo,
un simple epifenómeno de la realidad social, incapaz de actuar transformadoramente sobre ella.
En este caso las ciencias fisiconaturales y las ciencias sociales serían furgón de cola de la
realidad, pero nunca germen de nuevas realidades. La historia nos revela más que
suficientemente que esto no es así.

Sin embargo, ciertos resabios de la tesis epistemológica del “pensamiento como reflejo de la
realidad” han conducido a una visión mecanicista de las relaciones entre la realidad (naturaleza y
sociedad) y la producción de conocimiento. Según esta tesis, los conocimientos quedan reducidos
a ser simples reflejos mecánicos o fotográficos de la realidad. Tal concepción, con frecuencia
ligada a formulaciones dogmáticas, hoy ha sido totalmente desechada.

Retomamos nuestro discurso: la realidad es la base y el punto de partida de las ideas; el


conocimiento es producto de condiciones históricas; el objeto influye sobre el sujeto, este asimila
y se modifica con esta influencia pero a su vez también actúa sobre el objeto. Estos son puntos
de coincidencia para toda una amplia corriente de pensamiento contemporáneo. Las diferencias
provienen cuando damos un paso más y nos planteamos de manera más específica la
articulación de la producción de conocimientos con la base material de la sociedad, o bien la
correlación entre el proceso social y el proceso mismo de las ciencias.

A nivel de este curso introductorio lo que es necesario tener presente como primera aproximación
global y al mismo tiempo rigurosa del problema son los condicionamientos en la producción del
conocimiento. El enraizamiento del sujeto en las condiciones de su sociedad y el carácter
histórico de la producción científica nos revelan un triple condicionamiento del conocimiento en
cuanto producto cultural.

- La situación contextual, o sea, las circunstancias históricas, sociales, económicas, culturales y


políticas en que aparece y se desarrolla ese conocimiento: las relaciones existentes entre los
hombres que se dan en un contexto determinado, establecen y condicionan una determinada y
peculiar manera de leer la realidad.

- De los marcos referenciales apriorísticos, entendiendo por tales las categorías e instrumentos de
los que se vale un determinado enfoque o teoría científica para el abordaje científico de la
realidad y la ideología a través de la cual se “lee” esa realidad; nuestra lectura de la realidad sufre
siempre una selección condicionada por la ideología que tenemos y el enfoque científico desde el
que interrogamos la realidad.

- De los factores personales, en los que se incluye la biografía del que conoce, su posición de
clase hasta las características de su personalidad que se proyectan sobre el conocer, dándole, a
veces, una cierta tonalidad. La posición del individuo en la sociedad determina una cierta manera
de “ver” la realidad y la formulación de sus ideas lleva un sello, más o menos modificado, de su
personalidad.

Puestos en la perspectiva de las tareas propias de la investigación social y habida cuenta de lo


que ya hemos examinado acerca de que el conocimiento no se produce prescindiendo del
contexto, cabe formularse cuatro preguntas:

¿Desde dónde se conoce? Esto incluye desde la biografía personal, la posición de clase, el país
donde se vive, la institución desde la que se trabaja, la coyuntura política, la situación económica,
etcétera.

¿Cómo se conoce? Es decir, desde qué a priori científicos e ideológicos se aborda la realidad.

¿Con qué se conoce? O sea, qué instrumentos o procedimientos operativos se van a utilizar para
abordar la realidad que es motivo de estudio.

¿Para qué se conoce? El conocer no es neutro en su intencionalidad, siempre se conoce para


algo. Aquí no entendemos la intención como acto del entendimiento dirigido al conocimiento de un
objeto sino la intención en cuanto finalidad del conocer: ¿para qué se conoce?, cuestión que no
se agota con sólo indicar la finalidad de ese conocer (verificar hipótesis, diagnosticar una
situación problema, etc.) sino el para qué alcanza también la cuestión, a quién sirve el
conocimiento. Las ciencias sociales no son avalorativas ni apolíticas.

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