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BLOQUE 1:
Derecho y poder son órdenes de realidad diversas. El derecho tiene que ver
con la normalidad, con el deber ser jurídico; y el poder tiene que ver con la
facticidad social, con la normalidad social, con el ser.
La especificidad moderna del Derecho Político es su pretensión de vincular,
regular y racionalizar el ejercicio del poder político.
La historia del Derecho Político no puede ser más que la de las luchas
sociales por remover los obstáculos de hechos económicos, sociales y culturales.
El desarrollo del Derecho Político aparece vinculado a las necesidades de
organización normativa del espacio público y a las necesidades radicales de las
personas y de sus agrupaciones sociales.
BLOQUE 2:
Para estos pensadores, todos los aspectos de la vida y la obra del hombre
estaban sujetos a examen crítico. La autocrítica, la comprensión de su actividad,
de la sociedad y la época en que actuaron, constituían una función esencial del
pensamiento.
El progreso intelectual debía servir constantemente para promover el
progreso general del hombre. Los filósofos construyeron su ideal de explicación y
comprensión según el modelo de las ciencias naturales contemporáneas. Se
inspiraban en Newton, cuyo método era el análisis, interesado en los “hechos”, en
los datos de la experiencia. Tenía una base empírica. Al universo se lo descubre
mediante la observación y la acumulación de datos.
Para ellos la razón es la fuerza intelectual original que guía el
descubrimiento y la determinación de la verdad. La razón, junto con la
observación, es un medio para el logro de la verdad.
El Iluminismo creían haber sintetizado los mejores elementos de la corriente
filosófica racionalista y la corriente filosófica empirista.
Adhirieron al materialismo científico, aparecía como un arma ideológica
efectiva contra el dogma de la iglesia.
El conocimiento de la realidad natural o social depende de la unidad de la
razón y la observación en el método científico.
Estatidad:
La formación del estado es un aspecto constitutivo del proceso de
construcción social. El desarrollo relativo de las fuerzas productivas, los recursos
naturales disponibles, el tipo de relaciones de producción establecidas, la
estructura de clases resultante o la inserción de la sociedad en la trama de
relaciones económicas internaciones, contribuyen a que éste se conforme.
Dentro del proceso de construcción social, la formación del estado nacional
supone a la vez conformidad de la instancia política que articula la dominación en
la sociedad, y la materialización de esa instancia en un conjunto interdependiente
de instituciones que permiten su ejercicio. El Estado es relación social y aparato
institucional.
La estatidad supone la adquisición de las siguientes propiedades:
1. Capacidad de externalizar su poder obteniendo reconocimiento como
unidad soberana dentro de el sistema interestatal.
2. Capacidad de institucionalizar su autoridad, garantizando su monopolio
sobre los medios organizados de coerción.
3. Capacidad de diferenciar su control, a través de un conjunto
funcionalmente diferenciado de instituciones públicas, legítimas para
extraer establemente recursos de la sociedad civil.
4. Capacidad de internalizar una identidad colectiva, mediante la emisión
de símbolos que refuerzan sentimientos de pertenencia y solidaridad
social y permiten el control ideológico como mecanismo de dominación
Nación:
La estatidad debe vincularse con el tema del surgimiento de la nación, otro
de los aspectos del proceso de construcción social.
Los constructores del estado argentino no buscaron formar una unidad
política mayor o más fuerte, sino evitar la disgregación de la existente y producir
una transición estable de un estado colonial a un estado nacional. Lejos de
guiarse por propósitos de conquista, aspiraron a extender un movimiento
revolucionario local a la totalidad de las provincias.
La unidad argentina durante las primeras décadas de vida independiente se
asentó más en elementos expresivos y simbólicos que en vínculos materiales
plenamente desarrollados.
Orden y progreso:
La aparición de condiciones materiales para la estructuración de una
economía de mercado consolida las perspectivas de organización nacional, y un
potencial mercado nacional, es el camino para la formación del estado.
Las nuevas tecnologías y los cambios producidos en las condiciones
políticas internas produjeron ajustes y desplazamientos en las actividades
productivas tradicionales.
De todas maneras, esta apertura de la economía se vio limitada por
diversos obstáculos: la dispersión y el aislamiento de los mercados regionales, la
escasez de la población, la precariedad de los medios de comunicación y
transporte, la anarquía en los medios de pago y en la regulación de las
transacciones, la inexistencia de un mercado financiero, las dificultades para
expandir la frontera territorial incorporando nuevas tierras a la actividad productiva,
la ausencia de garantías sobre la propiedad, la estabilidad de la actividad
productiva y la vida.
La distancia entre el “progreso indefinido” y la realidad del atraso y el caos,
era la distancia entre la constitución formal de la nación y la efectiva existencia de
un estado nacional.
“Orden” significa imponer un nuevo marco de organización y funcionamiento
social, coherente con el perfil que iban adquiriendo el sistema productivo y las
relaciones de dominación.
El proceso emancipador había desatado fuerzas centrífugas que
desarticulaban una sociedad que pretendía ser nación, éstas debían solucionarse
para poder encarar el proceso del “progreso”. Encontrar la forma de organización
social constituye el problema de fondo. El “orden” aparecía así como la condición
de posibilidad del “progreso”.
El “orden” excluía a todos aquellos elementos que pudieran obstaculizar el
progreso, el avance de la civilización (indios o montoneras). También contenía una
implícita definición de ciudadanía, no tanto en el sentido de quienes eran
reconocidos como integrantes de una comunidad política, sino más bien de
quienes eran considerados legítimos miembros de la nueva sociedad, de quienes
tenían cabida en la nueva trama de relaciones sociales. Éste permitiría obtener la
confianza del extranjero en la estabilidad del país y sus instituciones, lo que
atraería capitales e inmigrantes.
El desorden expresaba la inexistencia del estado; y podía manifestarse en
enfrentamientos armados, caos jurídico, precariedad institucional, imprevisibilidad
en las transacciones.
Soberanía externa indisputada, autoridad institucionalizada en todo el
ámbito territorial, control monopólico de la coerción, diferenciación e integración
del aparato institucional centralización jurídico-legislativa y creación simbólica de
consenso son necesarias para ordenar la sociedad y establecer el estado.
Dominium
El triunfo de Pavón confirmó la hegemonía de Buenos Aires sobre el resto
del territorio argentino, el gobierno surgido de Pavón comenzó a desplegar
actividades que afianzarían del dominio institucional del estado.
La existencia y desarrollo de estas instituciones nacionales pueden ser
observados como resultado de un proceso de “expropiación” social. Implica la
conversión de intereses “comunes” de la sociedad civil en objeto de interés
general. El estado subroga intereses y funciones propios de los particulares, de las
instituciones intermedias o de los gobiernos locales, transformándolos en
“públicos” y “generales”.
Esta enajenación de facultades por el estado adopta diversas modalidades:
consiste en adquirir el monopolio de ciertas formas de intervención social
reservadas a la jurisdicción de ls gobiernos locales; también en una invasión por el
estado nacional de ámbitos de acción propios de los “particulares”; en la
delimitación de nuevos ámbitos operativos, lo que implica la apertura de nuevos
espacios de actuación que hace posible la existencia del estado nacional, ésta
exigencia exige replantear los arreglos institucionales vigentes desplazando el
marco de referencia de la actividad social de un ámbito local-privado a un ámbito
nacional-público, y crea la posibilidad de resolver algunos de los desafíos que
plantea el paralelo desarrollo de la sociedad.
Después del triunfo militar, antes de consolidarse como Estado-nación, la
resolución de los asuntos “públicos” siguió en manos de los gobiernos provinciales
y de algunas instituciones civiles. En 1852, la Constitución de 1853, era una formal
declaración de intensiones.
Los mayores esfuerzos del gobierno nacional fueron dirigidos a la formación
de un ejército y un aparato recaudador verdaderamente nacionales.
Establecer su dominio también suponía para el gobierno nacional apropiar
ciertos instrumentos de regulación social hasta entonces impuestos por la
tradición, legados por la colonia o asumidos por instituciones como la Iglesia.
Permitía previsibilidad en las transacciones, uniformar ciertas prácticas, acabar
con la improvisación, crear nuevas pautas de interacción.
Penetración estatal
Luego de la instalación del gobierno de Mitre, las reacciones del Interior no
tardaron en producirse.
El movimiento iniciado en Buenos Aires contaba con aliados de causa en el
Interior, su ejercito fue el argumento más contundente para “ganar la adhesión” de
las provincias y eliminar los focos de contestación armada. La centralización del
poder y los recursos debía ir acompañada por una descentralización del control,
por una “presencia” institucional permanente que fuera anticipado y disolviendo
rebeliones interiores y afirmando la suprema autoridad del estado nacional.
La represión aparecía como condición necesaria para lograr el monopolio
de la violencia y el control territorial, la creación de bases consensuales aparecía
también como atributo esencial de la “estatidad”. Ello suponía la constitución de
una alianza política estable, material e ideológica que soldara relaciones sociales y
afianzara los vínculos de la nacionalidad.
Categorías de la penetración:
1er modalidad, represiva: supuso la organización de una fuerza militar
unificada y distribuida territorialmente, con el objeto de prevenir y sofocar todo
intento de alteración del orden impuesto por el estado nacional.
2da modalidad, cooptativa: incluyó la captación de apoyos entre los
sectores dominantes y gobiernos del interior, a través de la formación de alianzas
y coaliciones basadas en compromisos y prestaciones recíprocas.
3era modalidad, material: propuso diversas formas de avance del estado
nacional, a través de la localización en territorio provincial de obras, servicios y
regulaciones, para el progreso económico.
4ta modalidad, ideológica: creación y difusión de valores, conocimientos y
símbolos reforzadores de sentimientos de nacionalidad.
Resistencias:
Los líderes revolucionarios porteños muy pronto debieron experimentar la
resistencia de sectores sociales sometidos a levas, expropiaciones o
contribuciones diversas; de autoridades locales no resignadas a perder o
compartir su poder; y de aspirantes rivales a monopolizar la soberanía del estado.
A la caída de Rosas, el Litoral, con el apoyo del Interior, intentó asumir el
liderazgo del proceso de organización nacional. A los que resistían desde mucho
antes, empezaron a agregarse fracciones de las clases dominantes de Buenos
Aires.
Autonomía relativa del Estado: un importante número de legisladores y
funcionarios oriundos del Interior comenzó a sostener posiciones no siempre
favorables a los intereses porteños. Esta actitud, de la que a veces participaban
genuinos representantes de Buenos Aires con responsabilidades ejecutivas en el
gobierno nacional, se vio reforzada por la necesidad de este último de extender
sus bases sociales de apoyo ganando la adhesión de sectores dominantes del
Interior. La representación del Interior en el Senado le otorgaba mayoría suficiente
para desbaratar proyectos e iniciativas claramente puestas a sus intereses. Buena
parte de las posiciones de poder fueron ocupadas por miembros de una casta
político-miliar, un verdadero patriciado burocrática, que a pesar de sus lazos con
integrantes de los sectores terratenientes y mercantiles, no se manifestaron
dispuestos a satisfacer pasivamente todas sus reivindicaciones y demandas.
Estado y clases:
En sociedades primitivas, todavía en etapas tempranas de organización, el
valor militar es la cualidad que más rápidamente abre accesos a la clase política o
clase gobernante. A medida que avanza la “civilización del progreso” y aumenta la
renta del suelo, la riqueza pasa a ser el rasgo característico de la clase
gobernante: los ricos en lugar de los bravos son los que mandan.
En Argentina, la clase dominante argentina durante la etapa de las guerras
de la independencia, fue visible el liderazgo ejercido por la casta militar, los
comerciantes criollos, hacendados e intelectuales.
La terminación de las guerras de emancipación nacional desdibujaron el
papel de los militares como presencia corporativa dentro de la clase dominante.
Surgieron grupos de comerciantes, saladeristas y laneros, cuyo poder económico
llevó a un papel protagónico.
- Papel del Estado en la estructuración de clases dominantes: la apertura
de oportunidades de explotación económica, la creación de valor, la
provisión de insumos críticos para el perfeccionamiento de la relación
capitalista o la garantía, material o jurídica, de que esta relación se
reproducirá, contribuyeron a la configuración de la estructura social
argentina.
Subsidiando a las provincias, el estado promovió la formación de un
importante sector de profesionales y burócratas provinciales, a cargo de
actividades docentes, legales, administrativas y religiosas. Contribuyó a
conformar un estrato de contratistas del estado dedicados a la
construcción de caminos, puentes, diques, o a la prestación de servicios
de transporte, postas, mensajerías, mensura de tierras, etc, mediante la
contratación directa y/o la garantía de las inversiones. La creación y
afianzamiento de un ejército nacional, favoreció el proceso de
institucionalización de las fuerzas armadas. Se abrieron nuevas
oportunidades económicas a través de la conquista de nuevas tierras, su
delimitación, mensura y adjudicación; la atracción y garantía del capital
extranjero; la promoción de la inmigración y el establecimiento de
colonias crearon condiciones propicias para el desarrollo y
homogenización de una burguesía implantada en diversos sectores de
actividad. Elevó las calificaciones técnico-profesionales de diversos
estratos de la clase asalariada, obreros industriales y de la construcción,
empleados, funcionarios públicos.
El panorama educativo:
Los años del régimen rosista significaron para la educación una vuelta al
período anterior a las reformas rivadavianas. El problema educacional se redujo al
fomento de la religión católica.
El bloqueo francés de 1838 quebrantó el erario público provincial. La
instrucción gratuita fue considerada un peso para el estado provincial y se inició
una política tendiente a separar de los establecimientos oficiales a los alumnos
cuyas familias podían solventar una enseñanza paga. El presupuesto destinado a
educación fue reducido y se mantuvieron sólo los establecimientos urbanos.
Los espacios abandonados por el estado fueron cubiertos por la actividad
privada. El sector alcanzó también el sector universitario, lo que se tradujo en
pérdida de prestigio, reducción del plantel de profesores, ausentismo del
alumnado y abandono de la tarea investigadora y científica.
Esteban Echevarría:
La coyuntura argentina de la década de 1830 impulsó a un grupo de
jóvenes a analizar la situación del país y a reflexionar sobre su pasado inmediato.
De aquella generación surgieron las bases para la formación y consolidación del
estado nacional.
La juventud ilustrada comenzó a saciar sus ansias de conocimientos
nuevos en tertulias, grupos de estudio informales y librerías, donde podían
conseguirse los textos europeos que reflejaban el espíritu del tiempo.
El librero Marcos Sastre impulsó a organizar una institución que agrupara a
esa juventud inquieta; y el 23 de junio de 1837 el Salón Literario inauguró sus
veladas.
En el pensamiento de Echeverría confluyen distintas corrientes ideológicas:
racionalismo iluminista francés, historicismo de procedencia alemana, liberalismo
neocatólico de Lamennais, socialismo utópico sansimoniano.
La Revolución permitió la apertura hacia una nueva etapa, la etapa del
avance hacia la superación de las condiciones anteriores. Era por tanto signo de
progreso, sinónimo de civilización porque cortaba los lazos que la unían a la
nación más atrasada de Europa.
1837 era una etapa destinada a destruir vínculos antes que a construir.
La Revolución permitió la entrada del pueblo como uno de los principales
protagonistas del escenario histórico.
Echevarría afirma que con la revolución nació la democracia.
Conjuntamente a la entrada en escena del pueblo se dio el fortalecimiento de una
institución muy cara al ideario romántico: el Cabildo, como poder municipal. En la
medida en que fueron recortando o poniendo en tela de juicio la suprema
autoridad virreinal, la institución municipal fue adquiriendo en forma paulatina un
mayor prestigio. Apareció como la institución ideal para el ejercicio de la
participación y representación democrática.
La revolución de mayo abrió el camino de la emancipación política
estableciendo en el país la democracia e impulsando la participación popular.
Mayo significaba emancipación, ejercicio de la actividad libre del pueblo argentino,
progreso; por medio de la organización de la libertad, la fraternidad y la igualdad,
por medio de la democracia.
La generación joven encontró un país donde todo estaba por hacerse
donde la tarea fundamental consistía en la elaboración de un programa político
global que contemplara la realidad social y económica del país y tratara de sanar
las heridas de una guerra fraticida que había distorsionado el rumbo marcado por
la emancipación.
Pensamiento Alberdiano:
Acerca del derecho: tenía la idea de que el derecho es parte constitutiva del
conjunto de la vida social y forma parte de ella en el mismo rango que lo
económico, lo religioso, lo artístico o lo filosófico de un pueblo. Se relaciona
estrechamente con lo histórico.
Respecto a la idea de progreso, Alberdi parte de la premisa de que por
derecho natural los pueblos, como los hombres, están llamados a seguir un
camino hacia un fin último: el bien. Ese camino se recorre en un orden de etapas
sucesivas (el país se encontraba en esta etapa). En una primera época se
manifiestan tendencias instintivas, irreflexivas, determinadas por la falta de un
motivo claro que presida las acciones. En una segunda época, con el desarrollo de
un estado racional, se llega al estado de plena libertad.
Para los políticos e intelectuales de fines del siglo XIX, no había otra forma
de construir un estado-nación moderno más que ingresando de lleno en la
modernidad, activando procesos de modernización que suponían cambios
profundos, como la inmigración, el ferrocarril, el progreso y el crecimiento
económico.
La batalla de Caseros en 1852 se ha cerrado en 1880 con el triunfo del
estado nacional, liderado por el general Julio Argentino Roca.
La ciudad de Buenos Aires es federalizada, se sancionan las leyes laicas de
educación y de registro civil, que los colocan en manos estatales.
En el plano económico, a partir de una división internacional del trabajo que
la ubicaba en el rubro productor de bienes agropecuarios, la Argentina
experimentó un espectacular crecimiento. La apropiación de los territorios hasta
entonces ocupados por los indígenas en la llamada “Campaña del Desierto” abrió
para los vencedores un enorme territorio, sobre el cual las inversiones inglesas
desplegarían una extensa red de vías férreas.
Desde los diarios se encargaron de difundir que “la Argentina finalmente
había entrado en una nueva era”, identificada con el arribo del progreso. Se
materializaba en “buenas cosechas, industrias nuevas, empresas que requieren
grandes capitales e ilimitada fortuna”.
Para el roquismo, la paz era el logro mayor del progreso económico, y con
ello la política pasaba a segundo plano.
Las preocupaciones dominantes en la sociedad y en el estado eran de
índole social, nacional, política e inmigratoria. Social, por los desafíos que
planteaba el mundo del trabajo urbano. Nacional, ante el proceso de construcción
de una identidad colectiva. Política, frente a la pregunta acerca de qué lugar
asignarles a las masas en el interior de la “república posible”, la cuestión de la
democracia. E inmigratoria, porque todos estos problemas se encontraron
refractados en torno de la incorporación de extranjeros a la sociedad argentina.
Estos fenómenos eran causa y efecto del ingreso pleno del país en la modernidad.
La modernidad en economía significó el nacimiento y la expansión
planetaria del modo de producción capitalista. En lo social, la aparición de clases
sociales y del proceso de movilidad social. En el ámbito político, la implantación de
un nuevo criterio de legitimidad: la soberanía popular. También es un proceso
cultural, en el que se produce el fenómeno de la “secularización”, gracias a esto el
mundo se torna calculable.
Otro rasgo definitorio de la modernidad es que en esta época del mundo, lo
nuevo se torna bueno. En los estratos tradicionales de una sociedad, lo nuevo, lo
novedoso, es generalmente visto como malo o al menos como una amenaza a un
orden ya establecido, en el que nada debe cambiar. La modernidad impulsa el
cambio, al que llamará desarrollo, evolución, progreso.
Para los miembros de la Generación del 80, la escritura se establecía no
como un ejercicio independiente sino como una continuidad de su posición
sociopolítica.
Entre los intelectuales de esta generación podemos nombrar a Eduardo
Wilde, Lucio V. Mansilla, Miguel Cané y Paul Croussac. Se quejan de que el
avance modernizador destruye los viejos sitios familiares y disuelve las viejas y
sanas costumbres en una sociedad y una ciudad en rápida transformación.
Cané posee un linaje que los conecta con el patriciado y con el exilio
antirrosista. Sus escritos se colman de preocupaciones nacidas de algunos
aspectos de los nuevos tiempos: la modernidad.
Berlín Sarmiento: “una nación puede aparentar todos los signos exteriores
de desarrollo, riqueza, bienestar y gloria, y hallarse sin embargo carcomida por
dentro, inerme, desorganizada e incapaz de defenderse, como la Francia de
1870”.
Una sociedad que tiene al dinero como aspiración fundamental es
incompatible con la construcción de una república, porque el predominio del afán
de riquezas sólo puede generar “un país sin ciudadanos”. Las pasiones del
mercado habían predominado sobre las virtudes cívicas y erosionaban los
sentimientos de pertenencia a una comunidad. También para Cané el consumo
ostentoso era el síntoma de haberse extraviado el rumbo.
La crisis del 90, leída como producto del afán especulativo, revelaba una
ausencia de civismo que fue atribuida a una presencia excesiva de extranjeros. La
solución pasaba por desplegar un proceso destinado a definir e imponer una
identidad nacional.
En la segunda mitad del siglo XIX, la Argentina terminó siendo el país del
mundo que absorbió la mayor cantidad de población extranjera en relación con su
población nativa. Por razones de oportunidades laborales, la mayoría de los
recién llegados se ubicó en las zonas litorales, y dentro de ellas, en Rosario y
Buenos Aires en especial. Los inmigrantes tuvieron una activa participación
sindical y política pero también económica, pronto dominaron el comercio y la
industria.
El papel integrador y nacionalizador quedó fundamentalmente en manos del
estado. Dentro de ese papel estatal, los intelectuales encontraron un espacio
privilegiado de intervención, porque el proceso de nacionalización de las masas
requiere obviamente tener definida una identidad nacional. Es un proceso
fundamentalmente simbólico, aquí el oficio de los intelectuales, sus destrezas y
saberes, resultaron absolutamente necesarios.
Para estos intelectuales, al contrario del pensamiento de la generación del
37, “poblar es apestar, corromper, degenerar, envenenar un país cuando en vez
de poblarlo con la flor de la población trabajadora de la Europa, se le puebla con la
basura de la Europa atrasada o menos culta”. La inmigración que realmente
llegaba a las playas argentinas no era la anglosajona proveniente del norte
europeo, sino sobre todo la que venía del sudeste europeo, especialmente
compuesta por italianos y españoles. A los ojos de la elite la inmigración le
sumaba una doble actitud considerada negativa: era ínfima la cantidad de
extranjeros que tramitaban la nacionalidad argentina, lo que revelaba una actitud
de participación y penetración en actividades y prácticas de los nativos. Para Cané
la “invasión” amenazaba con penetrar hasta los círculos más íntimos y aun
familiares de la elite.
La inmigración causaba problemas, y esos problemas trataron de ser
resueltos desde el estado tanto por vía coercitiva (mediante las leyes de
Residencia y de Defensa Social, del estado de sitio, el accionar policial y
parapolicial) y por medio de la búsqueda de consenso centrada en la
incorporación plena de los extranjeros y sus hijos a una identidad nacional
argentina. Desde el estado y desde la sociedad civil se montó un vasto y capilar
dispositivo nacionalizador. Existen al menos dos formas de concebir la idea
nacional, de “nacionalismo”: el nacionalismo constitucionalista y el culturalista; el
nacionalismo constitucionalista, dice que la identidad nacional se define por
pertenecer y adscribir, a un mismo conjunto de leyes fundamentales; el
nacionalismo culturalista dice que ser argentino o lo que fuere es identificarse con
un conjunto de pautas culturales. Entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX,
se impuso hegemónicamente el nacionalismo culturalista.
La principal finalidad residió en generar fuertes sentimientos de
identificación nacional para incorporar esas masas de manera homogénea a la
nación, y así promover mejores condiciones de convivencia y gobernabilidad. Las
luchas de poder dentro de los diversos grupos sociales pretendieron definir una
posición de supremacía de los criollos viejos ante los extranjeros.
En un mundo donde todo cambia, muchos buscan algo sólido que
permanezca igual, y si ese igual es algo tan íntimo, tan personal como la
identidad, mejor.
Si “ellos nos suprimen por la dinamita, nosotros los suprimimos por la ley”.
Presentó su proyecto de ley de Residencia en 1899, que fue aprobado tres años
después. Establecía que el Poder Ejecutivo, con acuerdo de los ministros, podía
ordenar la expulsión de “todo extranjero cuya conducta pueda comprometer la
seguridad nacional, turbar el orden público o la tranquilidad social”.
La clase dirigente debe autolegitimarse entonces en el linaje, el saber y la
virtud, también debe tener fortuna.
Conservemos en nuestra república la homogeneidad, para disminuir
conflictos que no dejarán de presentarse dentro de ella. Buena parte de las
soluciones a estos conflictos se trasladó a la cuestión nacional; a la construcción
de una identidad nacional capaz de homogeneizar y unificar aquello que la
extranjería, e mercantilismo y la modernidad estaban separando y disolviendo.
La crisis del 80
Los presidente provincianos posteriores a Pavón terminaron sus períodos
gubernamentales combatiendo movimientos de fuerza. Sarmiento concluyó su
presidencia luchando contra el levantamiento de 1874 y Avellaneda se vio
obligado a trasladar al pueblo de Belgrano la residencia del gobierno nacional,
cuando cundía la rebelión del gobernador de Buenos Aires, Carlos Tejedor. El
resultado de estos enfrentamientos fue favorable para el poder central.
Puente Alsina y Los Corrales, en 1880, se enfrentaron el interior y Buenos
Aires en bandos opuestos para decidir, por la fuerza de las armas, la
subordinación definitiva de todas las provincias al poder político nacional.
Entre 1862 y 1880, Roca, antiguo oficial de Urquiza en Cepeda y Pavón,
sirvió el ejército nacional participando en todas aquellas acciones que
contribuyeron a consolidar el poder político central: contra Peñaloza, combatió en
la guerra del Paraguay, enfrentó a Felipe Varela, venció a Ricardo López Jordán,
sofocó el levantamiento de 1874 en el interior, dirigió en 1879 la campaña del
desierto que culminó con la incorporación de 15.000 leguas de tierras nuevas.
Las provincias interiores advirtieron que el camino para adquirir mayor
“peso” político consistía en acelerar el proceso de nacionalización de Buenos Aires
y no retardarlo. Los gobernadores vinculados con Roca, organizados en una
“Liga”, con epicentro en Córdoba con el gobernador del Viso y su ministro Miguel
Juárez Celman, Iriondo en Santa Fe, Almonacid en La Rioja, Rojas en Santiago
del Estero y Sánchez de Bustamante en Jujuy, tejieron una trama electoral que
condujo a Roca hacia la presidencia.
Surgieron dos leyes nacionales: una federalizó la ciudad de Buens Aires
que, desde el 8 de diciembre de 1880, quedó sometida a la jurisdicción exclusiva
del gobierno nacional; la otra prohibió a las provincias la formación de cuerpos
militares bajo cualquier denominación que fuera.
Roca cobijó a su futuro gobierno bajo el lema paz y administración y afirmó:
“necesitamos paz duradera, orden estable y libertad permanente”, “emplearé todos
los resortes y facultades que la Constitución ha puesto en manos del Poder
Ejecutivo para evitar, sofocar y reprimir cualquier tentativa contra la paz pública.
Unión y gobierno ordenado: la unión era sinónimo de intereses, valores y
creencias reunidos en torno de un sistema de poder común. Y gobierno aparecía
como un concepto representativo de implantar una unidad política. Implicaba actos
y procedimientos capaces de edificar instituciones que mantuvieran en existencia
a quienes gobernarían y en virtud de qué reglas unos tendrían el privilegio de
mandar.
La cuestión del régimen político se planteaba como un desafío de crear la
integridad territorial y de comunicar a los grupos en la perspectiva de una
comunidad más amplia. La construcción del régimen emprendida por los hombres
del 80, y la fórmula política que la sustentó, contiene en sus cimientos las
respuestas precarias formuladas al drama de la desintegrción territoial y de la
guerra interna.
La república posible:
Regímenes políticos y legitimidad:
Régimen político puede ser entendido como una estructura institucional de
posiciones de poder, en un orden jerárquico, desde donde se formulan decisiones
autoritativas que comprometen a toda la población perteneciente a una unidad
política.
La constitución de una unidad política asumía, como problema central, el
hecho de subordinar diferentes sectores de poder a un ámbito imperativo más
amplio, el poder político supremo
La estructura institucional refleja la realidad del poder; se asienta sobre
intereses materiales y valores que justifican la pretensión de algunos miembros de
una unidad política de gobernar al resto. Estos intereses y valores deben ser
traducidos en una creencia compartida, que podría dividirse en dos tramos
analíticos:
1) Por una parte es preciso atribuir valor referente a una estructura
institucional en detrimento de otra. Se tratará entonces de consagrar una
fórmula prescriptiva o principio de legitimidad que busca satisfacer
ciertas ideas acerca del régimen mejor adaptado y pretende gratificar
intereses materiales reivindicados por grupos y clases sociales.
2) Los actores procuran traducir las fórmulas prescriptivas en una creencia
compartida con respecto a la estructura institucional del régimen y en un
acuerdo acerca de las reglas de sucesión. De ésta resulta una fórmula
operativa o sistema de legitimidad que vincula las expectativas, valores
e intereses de los actores con las instituciones del régimen y las reglas
de sucesión.
Un régimen puede ser analizado a través de políticas específicas que
permiten medir los resultados de la acción de un grupo gobernante. Otro punto de
vista trata de entender el marco que produce dichas decisiones dentro del cual los
actores se enfrentan para determinar quiénes ejercerán el poder político.
La oligarquía política:
Ante una propuesta prescriptiva había que legitimar a través de los hechos
una estructura de papeles políticos dominantes y una regla de sucesión, era
necesario diseñar una fórmula operativa que permitiera a los actores construir una
base de dominación efectiva.
La república distingue entre la esfera pública y la esfera privada; ambos
órdenes de actividad permanecen protegidos por toda una red de derechos y
garantías que se estipulan de modo explícito. El soberano, o entidad donde reside
el poder de designar a los gobernantes, es causa y no efecto de la elección de los
magistrados. El elector tiene una naturaleza política diferente de la del
representante; este último depende del elector, el cual, por una delegación que va
de abajo hacia arriba, controla al gobernante que él mismo ha designado. Los
electores serán los gobernantes y no los gobernados, el poder electoral residirá en
los recursos coercitivos o económicos de los gobiernos y las elecciones
consistirán en la designación del sucesor por el funcionario saliente y el control lo
ejercerá el gobernante sobre los gobernados antes que el ciudadano sobre el
magistrado.
A Alberdi no le preocupaba asegurar un régimen normal de delegación del
poder, sino alcanzar un gobierno efectivo que centralice la capacidad electoral en
toda la nación. El control gubernamental se ejercerá sobre todos los habitantes y a
la escala nacional. Si las elecciones eran oficiales, el poder electoral residía en los
gobiernos y el control se ejercía sobre los gobernados, los únicos que podían
participar en el gobierno eran aquellos habilitados por la riqueza, la educación y el
prestigio.
Surgimiento de la oligarquía: a partir del 80 el extraordinario incremento de
la riqueza consolidó el poder económico de un grupo social cuyos miembros
fueron “naturalmente” aptos para ser designados gobernantes. El poder
económico se confundía con el poder político. Desde tiempos de Platón y
Aristóteles, oligarquía significa corrupción de un principio de gobierno. En
Argentina es una clase social determinada por su capacidad de control económico;
es un grupo político, en su origen representativo, que se corrompe por motivos
diversos; es una clase gobernante, con espíritu de cuerpo y con conciencia de
pertenecer a un estrato político superior, integrada por el tipo de hombre político
de notables. Puede ser entendida como un concepto que califica un sistema de
hegemonía gubernamental.
BLOQUE 3:
José Ingenieros:
Aparece como uno de los primeros intelectuales en el sentido moderno del
término, por lo que se entiende a aquel sujeto que legitima su actividad y obtiene
su sustento del ámbito estrictamente intelectual.
Él, producirá una síntesis que denominará “bioeconomismo”. De Spencer
adopta que la experiencia empírica determina el conocimiento. Sostenía que el
positivismo debía mantener una relación conflictiva con el liberalismo. Se opondrá
“desde la ciencia” al triple dogma de la Revolución Francesa (libertad, igualdad,
fraternidad): a la libertad, porque la ciencia muestra que en el universo impera un
rígido determinismo; a la igualdad, dado que el darwinismo señala con evidencias
que los organismos vivientes de cualquier índole son naturalmente desiguales, y
que esas desigualdades son las que explican el triunfo de unos y el fracaso de
otros en su adaptación al medio; a la fraternidad, porque lo que impera entre los
individuos es la lucha por la supervivencia.
Sostiene que la clase gobernante debe entender que, ante los conflictos
que se producen en el mundo del trabajo, no debe implementarse una política
coercitiva sino consensual. Atender a la educación de la clase obrera y al
mejoramiento de sus condiciones de vida, cuando más civilizada es una sociedad,
más se desarrolla la solidaridad social.
- Texto: “Socialismo”
Autor: Cesare Panciola
- Texto: “Marxismo”
Autor: Norberto Bobbio
- Texto: “Anarquismo”
Autor: Angel Cappelletti
Anarquismo:
Como filosofía social
El anarquismo nace en la primera mitad del siglo XIX. Con representantes
como Bakunin y Kropotkin.
Ésta ideología tiene absoluta confianza en la ciencia como fuente de
conocimientos incontrovertibles acerca del mundo y sólido fundamento de la
sociedad ideal.
Como ideología:
Ha sido y es una de las alternativas ideológicas de la clase obrera. Es una
ideología de todas las clases oprimidas y explotadas en cuanto tales, mientras
sean capaces de liberarse sin oprimir o explotar a otras clases, si bien halla ante
todo en la clase obrera su protagonista, corresponde asimismo a otras clases
sometidas e inclusive puede extenderse a minorías discriminadas
Como contrario está el marxismo, que encuentra sus mejores adeptos
sobre todo en las capas medias y altas de la clase obrera, entre los obreros
especializados y alfabetizados, entre los semitécnicos y los cuasiletrados y entre
quienes renuncian a la opción pequeño-burguesa por la aspiración más o menos
consciente al funcionariado en el presunto Estado “socialista”.
Sociedad y Estado:
Anarquismo no significa en modo alguno ausencia de orden o de
organización. Los pensadores se opusieron al orden inmanente, surgido de la vida
misma de la sociedad, de la actividad humana y del trabajo, a el orden
trascendente, externo, impuesto desde afuera por la fuerza física, económica o
intelectual. Se han pronunciado contra cualquier organización artificiosa, impuesta
y vertical. Niegan el poder permanente y de la autoridad instituida, NIEGAN EL
ESTADO, NO EL PODER.
No pueden aceptar que los gobernantes, por el hecho de haber sido
elegidos por el sufragio popular o impuestos por la fuerza del dinero o de las
armas, decidan permanentemente sobre cualquier cosa, sustituyan a la voluntad
de cada uno, determinen el destino y la vida de todos.
Los anarquistas aspiran a una sociedad no dividida entre gobernantes y
gobernados, a una sociedad sin autoridad fija y predeterminada, a una sociedad
donde el poder no sea trascendente al saber y a la capacidad moral e intelectual
de cada individuo.
La sociedad es una realidad natural. Mientras el Estado es la organización
jerárquica y coactiva de la sociedad. Este último supone siempre una división
permanente y rígida entre gobernantes y gobernados, esa división se relaciona
con la división de clases e implica el nacimiento de la propiedad privada
Para el anarquista, el Estado es el órgano de la clase dominante y el poder
económico genera el poder político.
Estado y Gobierno
El principal centro de los ataques del anarquismo es el Estado, porque éste
representa la máxima concentración del poder
Formación del Estado: los hombres (individuos y grupos) ceden a
determinados individuos el derecho de defenderse y de usar su energía física, a
cambio de ser eximidos del deber de hacerlo. Nace así el poder militar. Ceden
también el derecho de pensar, de usar su capacidad intelectual, de forjar su
concepción de la realidad y su escala de valores, a cambio de ser relevados de la
pesada obligación y del duro deber de hacerlo. Nace entonces el poder intelectual
y sacerdotal. Guerreros y sacerdotes exigen al mismo tiempo una partición de los
bienes económicos y, ante todo, de la tierra. Y para hacer respetar los derechos
que se les han cedido y las propiedades que ipso facto han adquirido, instituyen el
Estado y la Ley, y eligen de su propio seno al gobernante o los gobernantes. Nace
así, junto con las clases sociales y la propiedad privada, el Estado, que es
síntesis, cifra y garantía de todo poder y de todo privilegio.
Burocracia y parlamentarismo:
La burocracia nace del Estado y se desarrolla con él. Los pensadores
anarquistas suelen señalar la irracionalidad de la estructura burocrática, su
naturaleza mecánicamente opresiva y su carácter antieconómico.
En los llamados “países democráticos”, la burocracia como clase comparte
el poder con los capitalistas, inclusive se sobrepone a los mismos capitalistas,
como “clase empresarial” o como “clase política”
Siempre se han opuesto a la democracia representativa y al
parlamentarismo porque consideraban que toda delegación del poder por parte del
pueblo lleva infaliblemente a la constitución de un poder separado y dirigido contra
el pueblo. Propusieron siempre como última alternativa la democracia directa.
Democracia representativa supone burocracia, manipulación de la voluntad
popular por parte del gobierno y de las clases dominantes, quiere decir gobierno
de los menos aptos y decisión en manos de los que no saben. Sólo la democracia
directa (en forma de consejos, soviets, asambleas comunales, etc.) es democracia
auténtica y merece el nombre de democracia popular
La revolución
La autenticidad de una revolución está dada por la real y efectiva liquidación
del poder político y del aparato estatal desde el mismo instante en que la
revolución se produce. Es entendida por los anarquistas no como conquista del
Estado sino como supresión del mismo.
Se debe iniciar la liquidación del Estado junto con y no después de la
demolición de la estructura clasista de la sociedad.
Sistemas económicos:
Tres doctrinas:
1) Mutualismo (Proudhon): niega la propiedad, pero no niega la posesión.
Se basa en la idea de que siendo el trabajo la única fuente de toda riqueza, nadie
tiene derecho sino a lo que ha producido. La propiedad privada implica el robo o
apropiación ilegítima y genera el despotismo y la noción de la legítima autoridad
estatal. Se basa en la asociación de productores y consumidores. Propone la
creación del Banco del Pueblo, que tendrá por meta fomentar el crédito gratuito y
mutuo y el intercambio de productos equivalentes entre los trabajadores.
- Niega la propiedad privada, afirma la posesión individual.
- El derecho de ocupar la tierra debe ser igual para todos.
- Como todo trabajo humano resulta de una fuerza colectiva, toda propiedad
se convierte en colectiva e indivisa.
- Los trabajadores tienen iguales salarios.
- No hay lugar alguna para el lucro y la ganancia.
- La libre asociación es la única forma justa de organizar económicamente
la sociedad.
- Todo gobierno del hombre por el hombre debe desaparecer.
2) Colectivismo (Bakunin): la tierra y los instrumentos de producción deben
ser comunes, pero el fruto del trabajo debe ser repartido en proporción al esfuerzo
y la calidad del trabajo de cada uno. Conserva el régimen del salariado.
3) Comunismo (Kropotkin): “de cada uno según su capacidad, a cada uno
según sus necesidades”. Aspiran a suprimir por completo cualquier forma de
salariado. La tierra y los medios de producción deben ser comunes y también los
productos.
Internacionalismo y nacionalismo:
El anarquismo es esencialmente internacionalista, fundándose en que no
hay unidad más real que la de la especie humana. Ésta posición deriva de un
hecho biológico y de una exigencia ética.
El antinacionalismo anarquista deriva de su antiestatismo y genera, a su
vez, el antimilitarismo y el pacifismo.
Pacifismo y violencia:
El anarquismo repudia las guerras entre Estados, ante todo porque repudia
al Estado. Toda guerra de este tipo tiene por fin afirmar y expandir el poder de un
Estado en detrimento de otro. Son antibelicistas y antimilitaristas. Consideran a
cualquier Ejército una institución basada en la obediencia absoluta y estructurada
vertical y jerárquicamente.
Sin embargo, la acción directa (bajo la forma de acción violenta y terrorista
contra el Estado y contra la burguesía) es un medio lícito y el único medio posible
en muchas circunstancias para alcanzar los fines propuesto: la sociedad sin clases
y sin Estado.
El delito y la pena: una sociedad que haya eliminado la propiedad privada
no dará ocasión para esta clase de acciones delictivas. Aunque suelen considerar
la culpa como pena y la pena como culpa. Sostienen que el factor determinante
decisivo en la criminalidad es el factor social y no el biológico.
Educación:
Es el factor principal de la transformación social y el medio más importante
para llegar a una sociedad sin Estado. La base de toda pedagogía anarquista es la
libertad; considera indispensable la integración del trabajo intelectual con el trabajo
manual, insiste en el valor de la experimentación personal y directa, considera el
juego como excelente medio educativo, tiende a suprimir los exámenes, las
calificaciones, las competencias académicas, los premios y castigos.
El carácter universal del sufragio tenía límites, dejó fuera a las mujeres,
extranjeros en tanto no se naturalizaran. La reforma sólo tendría vigencia en la
Capital Federal y las 14 provincias, quedando fuera todos los habitantes de los
territorios nacionales. La reforma estableció una ampliación limitada de la
ciudadanía política. La reforma electoral garantizó el derecho de votar libremente
al ciudadano (varón nativo o naturalizado), no importa la clase social a la que
perteneciera. Todos los partidos o agrupamientos políticos tuvieron que crear
estructuras partidarias a nivel nacional, redactar programar partidarios (convencer
a las masas a través de sus discursos), nuevas formas de liderazgo y de
interpelación a los votantes. Se trataba ahora de ajustar los mensajes y las
propuestas partidarias para convencer a los diversos sectores sociales y/o
territoriales que tenían distintos intereses y aspiraciones sociales.
Los partidos de masas (UCR – PS) establecían decenas de locales
partidarios en los barrios e intentaban articular una fluida relación con sus
asociaciones vecinales y culturales. Conservadores y radicales se disputaban los
votos de los peones rurales en las provincias extrapampeanas, socialistas y
radicales competían por el voto obrero de las áreas urbanas y de los trabajadores
rurales y los pequeños productores de la Pampa húmeda.
En 1912 había dos cuestiones centrales que estimulaban la creencia
socialista de que su partido era el único representante de la clase obrera:
- Por una parte, su larga preparación en las lides electorales con el objeto
de atraer a los trabajadores, enfrentando y luchando contra la manipulación y el
fraude. En 1906 se constituyó un Comité Electoral Central cuyo objetivo era
centralizar la acción y propaganda electoral, el Comité asumió la premisa
partidaria de llevar adelante a través de sus bibliotecas y locales la función de
educar cívica y políticamente a la ciudadanía.
- Por otra parte, la auto confianza en la representación obrera se basaba en
que era el único partido cuyos programas mínimos partidarios siempre reclamaron
el mejoramiento de la clase trabajadora a través de la reglamentación legal del
trabajo (salario mínimo, jornada de ocho horas, supresión de las multas, creación
de una Oficina para la defensa de los trabajadores).
El socialismo debía desempeñar un doble rol: integrar a los trabajadores al
sistema político y servir de freno a la acción anarquista. Los socialistas se
consideraban como el partido de los trabajadores. Aspiraban a representar
también a los sectores medios tanto urbanos como rurales. Era el partido de
trabajadores y de consumidores, de pequeños propietarios rurales y de
profesionales.
Anarquismo:
Los anarquistas cumplieron durante los primeros años del siglo XX un rol
relevante en la organización de los trabajadores y en la lucha por sus derechos
inherentes a vivir dignamente. Estos derechos eran interpretados como derechos
individuales y no como derechos sociales o políticos.
El concepto anarquista de no gobierno se apoyaba en la idea de orden
natural “porque en la naturaleza todo es anárquico” y en ese contexto los
individuos nacen iguales, tienen los mismos derechos y deberes pero a medida
que transcurre su vida en sociedad se le iban imponiendo las condiciones de
desigualdad que perturbaban el orden natural.
La circunstancia de votar implicaba un acto de delegación de un individuo
hacia otro y de esta forma el representado perdía su libertad política en tanto
quien lo representaba concentraba el poder de sustituir la voluntad de aquel por la
propia. El acto de votar era un acto de renuncia del individuo de sus derechos y de
entrega a sus representantes. En Argentina el tema central que preocupaba a los
anarquistas era la postura electoralista del socialismo pues estaba destinada a
captar a los trabajadores.
Los socialistas fueron duramente criticados por el anarquismo porque,
sostenían, era imposible derrotar el sistema burgués a través de la acción política
parlamentaria. En los momentos de campaña electoral los anarquistas militaban
activamente perturbando e interrumpiendo los mítines de sus adversarios (los
socialistas), aunque nunca lo hicieron con los radicales o los conservadores a
quienes no consideraban sus rivales en este campo.
Tras las elecciones de 1906, donde gana el socialista Alfredo Palacios, los
anarquistas publicaron numerosos artículos y panfletos en los que se criticaban el
sistema electoral, el clientelismo y a los propios trabajadores que se dejaban
convencer por dádivas como “dinero, cerveza, caña, empleos”, llamaban a los
trabajadores a no concurrir a las urnas y a apoyar una “huelga general de
electores”, se produjo una fuerte declinación de votantes en las dos elecciones
siguientes (1908 y 1910).
En los años cercanos al Centenario se profundizó la crítica al intento de
representar electoralmente a los trabajadores.
“El voto obligatorio constituye un atentado contra la libertad individual, una
afrenta para el país que lo soporta. Es el colmo pretender que por la fuerza los
ciudadanos se acerquen a las urnas para elegir a individuos que mañana serán
sus represores”. La reforma electoral amplió el marco de participación política de
los trabajadores y favoreció la estrategia socialista.
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