Sunteți pe pagina 1din 248

LA CONFESION SINCERA EN EL PROCESO PENAL

Y SU TRATAMIENTO EN EL NUEVO CODIGO PROCESAL PENAL


Cesar Jose Hinostroza Pariachi
APECC. 2005. Lima. 261 pp
INTRODUCCIÓN

Esta obra es producto de nuestra labor de magistrado, asumiendo


la doble responsabilidad que como tal tenemos ante la sociedad: la
de administrar justicia y brindar nuestra modesta pero
esc1arecedora opinión sobre algún problema procesal en particular.
Consideramos que tanto los abogados, fiscales y jueces somos
responsables mediatos de la forma como se planifica la persecución
penal, ya que en muchos casos se vulneran los más mínimos
derechos fundamentales de la persona, derechos que son "la más
cercana expresión de justicia", como bien apuntaba Roscoe Pound.
El sistema inquisitivo o sistema mixto del proceso penal que aún
impera en nuestro país depende de una cultura enraizada no sólo
en el Perú, sino en toda América Latina; en la actualidad, sin
embargo, se está dando un viraje en los sistemas procesales, al
pasar de un sistema inquisitoria1 hacia una forma garantista de
búsqueda de la verdad, aunque la manera cada vez más sofisticada
en que la criminalidad afecta a la sociédad, empuja al Estado a
recrear nuevas y temerarias formas de enfrentarlas, 10 que trae
consigo que se creen relaciones peligrosas entre Estado y
ciudadanía.
A nivel probatorio, la obtención de la confesión se da en muchos
casos, sin cumplir un mínimo de garantías constitucionales y de
respeto a los tratados internacionales, los mismos que ya prohíben
casos como la confesión bajo hipnosis, entre otros.
El problema surge cuando se tiene una política de reforma procesal
penal de emergencia, con inclinación inquisitorial, como fueron las
leyes de terrorismo y las de seguridad nacional, que para buscar la
verdad material del delito, vulneraron derechos fundamentales,
cometieron delitos, incumplieron normas adjetivas y hasta normas
administrativas.
Se dieron casos, por ejemplo, en los que se trataba de lograr la
verdad fáctica, por medio de una confesión bajo coacción, cuando
se otorgaba una confesión bajo violencia, cuando se confesaba bajo
fatiga o cansancio, o cuando incluso se requería la confesión del
inimputable. Estas formas de confesión están en contra de un
Estado Social y Democrático de Derecho, sin embargo, con el
incremento de organizaciones criminales, como lo fueron los grupos
terroristas y otros, así como el alto índice delictivo de delitos
considerados "graves", se recrearon de manera material formas
novedosas de investigación policial que admitieron dicho tipo de
confesiones, obviando los más elementales derechos
fundamentales.
Tratándose de la confesión sincera, observamos que con frecuencia
no se otorga:n los beneficios que le corresponden al inculpado por
un indebido entendimiento de lo que ella es, pues se considera que
este beneficio no se debe otorgar a procesados por delitos graves,
ni otorgarse en casos de flagrancia, concepción que es respaldada
por un importante margen de legisladores y magistrados. Sin
embargo, existen circunstancias en las cuales, cumpliéndose con
los requisitos de existencia, validez y con las exigencias específicas
de la confesión sincera, no se otorga tal beneficio en la realidad,
como por ejemplo en el caso de haber sido encontrado en
cuasiflagrancia, a pesar de que el inculpado otorgó nuevos hechos,
nuevas pruebas para incriminar a los cabecillas de su banda
organizada, etc. En este caso, al no otorgarse el beneficio, se
estaría actuando injustamente.
La obra se ocupa, pues, de explicar los criterios de valoración que
aplica el juzgador para determinar cuándo se está o no frente a una
prueba de confesión sincera. En esa búsqueda, determinaremos
cuáles son los límites para la valoración judicial y fiscal de las
pruebas de confesión ilegalmente obtenidas que vulneran la
seguridad jurídica.
Asimismo, trataremos de llegar a una decisión justa de acuerdo a
derecho dando contenido y alcance a la confesión sincera. Para ello
recurriremos a la forma como se resuelven problemas similares en
otros sistemas judiciales. Acudiremos también a los principios y
valores que recogen la ética judicial, los derechos humanos y el
derecht> constitucional para la solución de este problema.
Resumidamente, los principales objetivos de este trabajo son:
contribuir al conocimiento de los principios que rigen la búsqueda de
la verdad en el proceso penal y sus límites para lograr justicia por
medio de la seguridad jurídica; ofrecer un estudio crítico sobre la
valoración de la prueba que hace la administración de justicia;
proporcionar un instrumento de trabajo que ayude a los abogados,
jueces y fiscales y, en general, a todo profesional del derecho, a
tomar decisiones más racionales con respecto a la prueba de
confesión sincera; esclarecer cuándo una confesión es ilegalmente
obtenida, merced al mayor y mejor conocimiento que del presente
se obtengan; así como establecer el origen inquisitorial en que se
erige este problema y darle soluciones alternativas.
Nuestro enfoque de este instituto está circunscrito dentro de una
visión garantista, tratando de establecer sus relaciones dentro del
Estado de Derecho, sabiendo que éste tiene como basamento una
reflexión axiológica de justicia y moral.
En ese esfuerzo, trataremos de establecer qué criterios de
valoración aplica el juzgador para determinar cuándo se está frente
a una prueba ilegal (esto es, determinar si es que se funda en
criterios axiológicos alejados del Derecho, o es que puede coexistir
con una visión del logro de la justicia por medio de la seguridad
jurídica u otro), y propondremos alternativas de solución al
problema; esto último nos llevará a determinar el criterio en que se
fundamenta el Juez para dar el beneficio por confesión Slllcera en
un caso y no en otro caso.
Queremos expresar, finalmente, nuestro agradecimiento y
reconocimiento a quienes de un modo u otro me han brindado su
colaboración para culminar esta obra, en especial a mis colegas
magistrados, por sus valiosos consejos y sugerencias.

CAPÍTULO I

LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL PROCESO PENAL Y DE LA


PRUEBA EN EL PERU

"La causa del utado de crisis de la justicia penal radica en el


sistema mixto adoptado por el Perú desde el Código de
Procedimientos en Materia Criminal de 1920, por más que los
juristas de esa época se entusiasmaron con él considerándolo
avanzado ",
Exposición de Motivos del Código Procesal Penal de 1991
1. INTRODUCCIÓN

La ciencia del Derecho Procesal no nació en América. Fue en el


centro de Europa, con el admirable Código austriaco de Klein,
donde surgió la disciplina procesal que más tarde habría de producir
extraordinarios retoños en el continente americano.
Los Estados modernos han buscado sus modelos en materia de
procedimiento, no en la noble y generosa Francia, ni en la España
de nuestra tradición, que no cultivaron la ciencia del proceso, sino
en Austria y en Italia, país este último, donde figura a la cabeza el
gran Giuseppe Chiovenda, secundado por Carnelutti, Calamandrei y
Redenti, autores los tres últimos del Código Procesal Civil
promulgado el 28 de octubre de 1940.

Pero, esto no obstante, es evidente, que la norma procesal jurídica


existió, en el Perú, bajo el Imperio de los Incas, formado de la
destrucción de Tiahuanacu y de la alianza de las tribus quechuas
para defenderse de los callas.

2. EL DERECHO PROCESAL PENAL EN EL INCANATO

a. ¿Existe el Derecho entre los pueblos llamados primitivos?


Es indispensable establecer, antes de abordar de buena manera la
problemática sobre el Derecho Penal Incaico, cienos parámetros
sobre lo que nosotros consideramos Derecho en cuanto y en tanto
historia. Para ello tentaremos de responder la siguiente pregunta:
¿En qué momento de las diversas etapas del hombre sobre la tierra
aparece el Derecho? Para esta discusión, señala Jorge Basadre1,
el material de estudio más utilizable es el que presentan los pueblos
primitivos de la actualidad2o

Algunos han de sostener que, en realidad, no debe hablarse de


Derecho sino únicamente cuando aparece la formulación escrita de
sus normas o de los actos mediante los cuales dichas normas se
ejercitan; o podrán invocar la vieja opinión, según la cual no existe
en verdad el Derecho, hasta que no surge la defensa técnica de los
intereses individuales amenazados, es decir, hasta que no aparece
la profesión de abogado. Más recientemente, Fernando de T
razegnies Granda discute que lo que existió en las etapas
precolombinas no era Derecho sino formas de regulación social
diferentes del Derecho pero extraordinariamente efectivas}.
Esta actitud es harto discutible, pues como expresa Bronislaw
Malinowski: "Tiene que haber en todas las sociedades un tipo de
normas demasiado prácticas para ser refrendadas por sanciones
religiosas, demasiado complejas para ser entregadas a la siempre
buena voluntad, demasiado importantes en relación con los
individuos para ser puestas en vigor por un agente abstracto. Este
es el dominio de las normas jurídicas ... "4. El hombre es un ser
social. Sólo circunstancias temporales y de excepción, como
comprueba Sidney Hartland en su libro Privatitive LaJV le hacen
vivir solitario, en contraste con lo que ocurre con algunas especies
zoológicas inferioress. En cuanto las acciones del individuo afectan
a la colectividad, ésta demanda una conducta que puede llamarse
el cumplimiento de una ley, pese al hecho de que su vinculación
con prinClplOs religiosos y de otras clases aparezca como
innegable. Los agregados sociales, sean numerosos o escasos,
momentáneos o permanentes, necesitan de normas en las
relaciones de los individuos que los componen; normas para los
individuos entre sí, y normas en cuanto a su conducta frente al
respectivo agregado social.
Es una creencia muy generalizada la que atribuye como móvil
esencial del hombre llamado primitivo el impulso del momento. La
verdad, recogida por los observadores científicos, parece la
opuesta: la fuerza de la tradición actúa entonces decisivamente. Por
otra parte, ninguna sociedad se concibe sin ciertas formas iguales o
semejantes a la familia, a la propiedad ·colectiva o privada y a la
autoridad que, de un modo u otro, preside la vida. La mera
existencia de esas instituciones, por incipiente que sea, ya indica el
alborear del Derecho. En el fundamento de éste se encuentran las
ideas de lo verdadero y de lo justo, si bien el acento o significado
otorgado a esas ideas puede ser distinto de los que nosotros
concebimos. Sea como fuere, cuando una colectividad se rige por
un conjunto de normas exactas o falsas, emanadas de las ideas de
lo verdadero y lo justo; y cuando de la colectividad parten órdenes
para los individuos en general y sanciones contra los remisos o
delincuentes, ya surge un esquema de Derecho. Ello no obstante,
éste no aparece completo y perfecto.
Las apreciaciones críticas sobre si existió o no Derecho en las
etapas precolombinas nos hace recordar aquella gran contienda
entre la historia de los vencedores y la de los vencidos, es decir la
lectura occidental y la americana, pues los primeros siempre
negarán como corolario que existió Derecho en el Incanato y los
segundos fundamentarán lo contrario. Nosotros estamos
convencidos por lo ya dicho, que en el Incanato hubo Derecho y
que éste tuvo una importancia radical.
También puede esgrimirse una prueba que cabe calificar de
negativa, por cuanto se refiere no al régimen inca en sí, sino a la
actitud de sus enemigos y destructores. El colectivismo que ese
régimen mantuvo o extendió fue tan singular que asombró a los
españoles más cultos y lúcidos que de él tuvieron noticias en los
días bélicos de la Conquista; y aun en el siglo XVII, algunos
economistas españoles, como el famoso Murcia de la Llana, lo
presentaron como modelo a aplicarse en su patria. El desarrollo del
régimen colectivista en la tierra en España durante el siglo XVII,
dice Altamira, coincidió con este interés por el colectivismo agrario
peruano o fue favorecido por él. Y el Derecho español aplicado a
América, es decir, el Derecho Indiano, procuró en mucho copiar las
instituciones propias de los indios, como lo evidencian las leyes
sobre tributos, mita, comunidades, etc. Hasta nuestra época
perdura y en ella ha tenido reconocimiento legal (como lo tuvo en la
época colonial) la comunidad6o

b. El orden judicial y la justicia punitiva

Los Incas superaron el derecho de venganza de los ayllus primitivos


y las normas consuetudinarias de los mismos. Impusieron su ley, no
con finalidad simplemente intimidadora, sino con el propósito de que
fuera cumplida. Garcilaso dice que esas leyes debían ser
"observadas punto por punto"7. Es obvio que la norma no pudo
estar desprovista de rezagas religiosos, morales y costumbristas.
No debemos olvidar que el Estado incaico fue teocrático. La ley, de
esta suerte, tenía algo de decálogo divino, desde que los Incas eran
hijos del Sol. La severidad y el rigor de la norma, que destaca
Trimborn, se hace más dura todavía cuando las infracciones se
cometen contra las personas consideradas intangibles, por SU
carácter religioso o divino8. Las relaciones con la "esposa del Sol",
por ejemplo, se consideraba tan grave delito, que la sanción
alcanzaba al pueblo del que era originario el responsable, que podía
ser arrasado.
La severidad de la ley penal se explica, asimismo, porque el Estado
incaico era expansivo. Su carácter de conquistador debió crear
castigos severos para conservar la cohesión y la unidad del Imperio,
frente a los ay/biS rebeldes o a los que se acababa de dominar.
Entre esos medios de defensa, indudablemente, debía figurar, como
principal, la pena de muerte. Este fenómeno social es explicable en
las sociedades antiguas. Basta estudiar el carácter del sistema
penal de los pueblos que no alcanzaron un alto grado de evolución
para ratificar este concepto. El profesor]. Kohler9, cuando habla de
la penalidad del pueblo mexicano, lo reputa "draconiano". Su
calificativo surge por las formas que adopta la pena capital: "desde
el descubrimiento y la cremación en vida, hasta la decapitación y la
estrangulación, el machacamiento de la cabeza con piedras, el
empalamiento, el asaetamiento y otros
mas.
La justicia penal incaica no se aplica igualmente a todos los
infractores. Distinta era para la nobleza y la casta imperial, como
para la gran masa del pueblo. Los primeros tenían el privilegio de
ser sancionados con menos severidad. Los cronistas, sin embargo,
refieren que esa aparente suavidad para los indios de sangre real,
contenía la entraña de un excesivo rigor moral. Bernabé Coba
S. ].10 cuenta que acaso para el Inca de Sangre Noble la
reprobación pública era más terrible que la muerte para un
habitante vulgar. Guamán Pomal!, sin embargo, nos suministra el
dato de que los "señores y principales", allqllicotlas, Incas rebeldes
y capac-apocotlas, eran recluidos en la cárcel -satlcqy- y si en el
proceso se acreditaba su culpabilidad, se les entregaba a los
chtlflchos o salvajes para que se los comiesen vivos.
La función de reprimir correspondía al Estado, que administraba
justicia en nombre de la colectividad, operando de oficio aun cuando
el ofendido abandonara la querella. Ya no actuaba el jefe de la tribu
ni el consejo de ancianos. Tal etapa había sido traspuesta en el
sistema penal inca. Se avanzaba, dentro de ideas indefinidas, hacia
la imputabilidad personal, para destacar circunstancias que
modificaran la responsabilidad del delincuente. Se tomaba en
cuenta la edad del responsable, el carácter de la víctima
-funcionario importante, sacerdotisa o sacerdote del 501Y si el
agente conocía esa situación. La justicia penal incaica, en su
incipiente esfuerzo por comprender la situación personal del
culpable, llegó hasta perdonar el robo por necesidad. Es un hecho
importante, para las investigaciones jurídicas históricas, sobre todo,
en un pueblo organizado socialmente.
Trimborn12 observa que a los cronistas no les podía interesar las
instituciones penales que pertenecen a la parte general de los
códigos; pero, en cambio, debían sentirse atraídos por el catálogo
de delitos. Las fuentes, por eso, son escasas en referencia a la
responsabilidad, la negligencia, la tentativa, la reincidencia, la
complicidad.

El Inca estaba asesorado por el Consejo Supremo de los ApoC/lJla.


Sus cuatro miembros -jueces o consejeros- tenían jurisdicción sobre
las cuatro partes del Imperio. Entre sus atribuciones figuraban
también las judiciales. Horacio Urteagal5 resume con estas
palabras la idea de que la administración de justicia era atributo de
la burocracia jerarquizada del Imperio. "Así, pues, una vasta
jerarquía de funcionarios político-judiciarios constituían la estructura
del Imperio. La concatenación de funcionarios dependiendo de los
superiores jerárquicos, iba desde el jefe o juez de decena, chtmca-
camqjoc, hasta el Inca, pasando por los pachaca, los piccha-
chunca, los huaranga, los htmos, el tUC/liriC/lc, el Tribunal de los
Doce, el Supremo Consqo de los Apo-ama y el Inca".
d. El Juzgamiento en el Incanato
Las penas eran aplicadas por los jueces que siguieron un
procedimiento. No es admisible que el Derecho de los Incas no
conociera, aunque fuera rudimentaria, para discernir la justicia. El
Estado, en este sentido, debió tener una visión más exigente que
los clanes, para imponer sus reglas sancionales. Existen referencias
concretas sobre los medios y formas que usó el juzgador incaico
para imponer la correspondiente pena al infractorl6o
Hernando de Santillán 17, en La historia de los iJlcas y relación de
Stt gobiemo, nos suministra algunos detalles sobre el juzgamiento
de los culpables. "La forma que se tenía -dice- en tiempo de los
incas para averiguar cualquier debate o delito que se imponía a
alguno era ponerle en presencia del jULL. d él Y a todos los que
podían ser testigos en aquella causa, y allí le convencían, sin que
pudiese negarlo o aparecía su inocencia; y si el tal indio era mal
inclinado y de mal vivir, dábanle tormento; y si confesaba era
castigado, y si no, en cometiendo otro delito, quedaba convencido
en todos y era sentenciado a muerte, siendo en casos graves de
muerte, o hurto o fuerza; y una de las principales causas por que los
indios alababan la gobernación inca, y aun los españoles que algo
alcanzaron de ella es porque todas las cosas susodichas se
determinaban sin hacerles costas".
El juzgamiento debió ser, pues, público y de oficio, corriendo a
cargo del Estado las costas del juicio.
El juez incaico, según los datos que nos suministran las fuentes, no
debió ceñir su criterio estrictamente a las penas preestablecidas.
Según los casos, las debió sustituir con cierta libertad.
Los delitos cometidos por miembros del culto caían bajo la
jurisdicción del HlIil/ea-Ul1a y de sus órganos.
Los presos permanecían incomunicados. Estaban protegidos,
según cuenta Guamán Pomal8, por un funcionario llamado
RJl11qyal1apae o HlIaeeqyanapae, protector de la gente y de los
huérfanos. Había alguaciles que custodiaban, alimentaban y servían
al preso. Los nobles eran visitados en la cárcel por los príncipes y
por el lnca mismo. Los pobres no tenían el privilegio de la visita.
Los que oficiaban de verdugos y daban cumplimiento a las
decisiones de los jueces recibieron el nombre de Mqyo 1nea}
Equeeo 1nea.
Para facilitar la justicia, en el Imperio, según Guamán Poma19,
habrían existido un secretario del Consejo Real, un Escribano
Público en cada pueblo y un Escribano Real.
La mujer no podía ser testigo porque se le consideraba "mentirosa,
pusilánime, embustera". Los pobres tampoco podían testificar
porque se admitÍa que podían ser sobornados para decir mentiras.
Como hemos visto, el Derecho Inca creó diversas penas para
mantener el orden jurídico de los conquistadores. A pesar de su
drasticidad las penas se imponían atendiendo al concepto de la
justicia que debieron tener los incas, sin esos excesos, comunes a
los pueblos de civilización poco evolucionada.
e. Reflexiones finales sobre el Derecho Incaico

Todo este material merece sin duda un análisis más cuidadoso que
el intentado en estas páginas. Es preciso, sin embargo, insistir
finalmente en la dificultad permanente de distinguir lo incorporado
por el cronista europeo, de la concepción legal andina. Sólo un
largo trabajo etnográfico orientado hacia este problema, podrá
ayudamos a aclarar el panorama.

Por otro lado, es innegable que el Derecho Penal de los Incas, más
que por consideraciones de carácter moral o psicológico, estuvo
influido por la concepción del Estado absolutista, por su carácter
teocrático, por su organización de tipo socialista.

El Profesor E. Garcon20, hablando del Derecho Penal primitivo


decía: "En el antiguo derecho criminal falta, evidentemente, toda
reglamentación jurídica. Sería ridículo dar con precisión rigurosa, o
intentado, una lista de las incriminaciones. Esta lista nunca existió,
ni fue escrita ni promulgada. Ella dependía ciertamente del arbitrio
del jefe-juez, de los sentimientos que lo animaban, de sus pasiones
y de sus cóleras". La sociedad incaica, como lo hemos demostrado,
superó el estadio pintado por Garcon, ya que las relaciones de los
hombres estuvieron normadas por reglas jurídicas, propias del
ambiente y del momento histórico que las creó. Ese orden jurídico,
superior al de otros pueblos contemporáneos del incaico, fue uno de
los aspectos de aquella hermosa civilización que destruyeron esa
ralea de caballeros, galeotes, hidalgos y mendigos que España
volcó sobre nuestras costas.
Las Ordenanzas del gran Inca constituyen sabias leyes penales,
procesales y administrativas que pueden ser muy útiles a los
estudios del Derecho Peruano Pre- Hispánico, que habrán de
encontrar en ellas a la auténtica mentalidad de la nobleza forjadora
de la cultura jurídica de los antiguos peruanos.
______________________________________________________
_____

LA CONFESION SINCERA EN EL PROCESO PENAL


Y SU TRATAMIENTO EN EL NUEVO CODIGO PROCESAL
PENAL
Cesar Jose Hinostroza Pariachi
APECC. 2005. Lima. 261 pp

3. EL PROCEDIMIENTO EN LA COLONIA

En Europa en la época de la Conquista, surgió el sistema procesal


denominado inquisitivo de origen eclesiástico, que poco a poco se
extendió a la jurisdicción laica. Esta forma de administración de
justicia era necesaria en el siglo XVI, fruto de una serie de actos
ineficientes del sistema acusatorio previo. Así, el sistema
inquisitorial tomó pie en todos los Estados de Europa, entre ellos
España, donde regía el llamado Libro de las Iryes, más conocido
con el nombre de Las Partida11 o Los principales medios
probatorios22 23 son, a decir de Levaggi, seis especies, a saber: la
primera, la que se hace por juramento decisorio, que difiere una
parte a otra; la segunda, por confesión de parte24; la tercera, por
testigos; la cuarta, por instrumentos; la quinta, por vista y evidencia
del hecho; la sexta, por presunción, deviniendo por peritos la
séptima. La excepción fue Inglaterra, mereciendo tal protección que
en el año de 1527 Inocencia IV condenó los Estatutos que impedían
el libre ejercicio de la actividad de los Inquisidores. El sistema
inquisitivo adquirió inusitado vigor en España bajo los Reyes
Católicos mediante las dos organizaciones judiciales, una religiosa
(el Tribunal del Santo Oficio25, que mantenía entre sus principales
medios probatorios26 al testigo y la confesión con tormento 27) y
otra laica (La Santa Hermandad28), y las mismas razones que
llevaron a los gobiernos a adherirse al nuevo método, también
condujeron a la exasperación del instituto y a la adopción ilimitada
de la tortura como medio de prueba, induciendo a algunos autores a
afirmar que la finalidad del proceso en la época no parecía ser más
el esclarecimiento de la verdad, sino el reconocimiento de la
responsabilidad del reo. La instrucción secreta fue el arma más
poderosa de este procedimiento. Y en esa atmósfera es fácil
entender como la defensa estaba reducida a mera formalidad29o La
tortura no pasó a ser considerada más como un medio de prueba,
pero sí un método para confirmar o para eliminar una prueba
semiplena, una serie de indicios; y el valor que se le atribuía era
tanto, que si, en el caso de tortura, el reo se resiste sin confesar su
culpa, se verificaba una especie de improcedibilidad en su favor, por
lo que delante de nuevas pruebas, no podría más ser él juzgado por
el mismo hecho 30.

Así, todo el territorio descubierto en las Indias, y sujeto a España,


fue dividido en doce distritos judiciales, sujetos a otras tantas
Audiencias. Estos distritos estaban divididos en Gobiernos,
Corregimientos y Alcaldías, subordinados a las Audiencias, y tanto
éstas como aquéllas estaban bajo la dependencia del Supremo
Consejo de Indias.

La Audiencia de Lima era considerada de ascenso para los


magistrados y jueces que habían dado pruebas de entereza, saber
y virtud en otros tribunales, o para los abogados distinguidos de los
tribunales superiores.

La Audiencia de Lima era Centinela avanzado que los Reyes de


España tenían en América para defender su patronato; el severo
censor y el vigilante de los Virreyes para contenerlos en sus abusos
y usurpaciones; el celoso guardián de los intereses del Fisco; el
protector de la raza indígena contra el despotismo de los
conquistadores; el depositario de los sellos reales y el Regente a
falta de los Virreyes.

Este Tribunal, con sede en Lima, se componía del Virrey,


Gobernador y Capitán General Lugarteniente del Rey, de ocho
Oidores, cuatro Alcaldes del Crimen, dos Fiscales, un Alguacil
Mayor, un Teniente del Gran Canciller, y los demás Ministros y
Oficiales necesarios. Su jurisdicción se extendía desde Paita hasta
Chile. El Cusca pertenecía en parte a la Audiencia de Lima, y en
parte a la de La Plata; y el Corregidor de Arica, aunque se hallaba
en el distrito de la Audiencia de Lima, debía de cumplir los
mandamientos de la de Charcas (Ley 1 ° a 15°, tÍt. 15°, Lib. 2.,
recopilación de Indias). Mucho más tarde se estableció una
Audiencia en el Cusco por Real Cédula de 3 de mayo de 1787.
Estas Audiencias eran tribunales de justicia pero también cuerpos
políticos. La centralización de los poderes judicial y ejecutivo,
inadmisible en los Estados modernos, era propicia para el abuso y
el despotismo. Pero, para evitarla, se establecieron las reglas
siguientes: 1 ° Aunque el Virrey era el presidente de la Audiencia,
no podía impedir con su falta los acuerdos de esa; 2° Los Virreyes
no tenían voto en materia de justicia, pero debían firmar las
sentencias de los mandamientos del Virrey en cosas de gracia y en
materias gubernativas; 3° Excediéndose los Virreyes de sus
facultades, las Audiencias podían requerirlos y dar cuenta al Rey.
En fin, se dieron otras disposiciones destinadas a asegurar la unión
y la independencia de ambos poderes.
Pero, esto no obstante, la administración de justicia en la Colonia
era muy imperfecta. Seguidos los juicios por una lenta y tardía
tramitación ante los Intendentes y Corregidores, que eran a la vez
funcionarios judiciales y políticos, se necesitaba mucho tiempo y
grandes recursos para mandar los autos a Lima. Establecida la
Audiencia del Cusco se disminuyó el mal, pero no desapareció
totalmente. Después de la decisión de la Audiencia quedaba en
algunos casos, el recurso de nulidad o de revisión ante el Supremo
Consejo de las Indias, con sede en España, y, en virtud del cual, los
juicios pasaban de generación en generación. Había que cruzar los
mares para llegar hasta Europa, y ello contribuía a la dilación
indefinida en los procesos, perturbando el sentido y la función de la
justicia. Las causas iban y volvían del Viejo Mundo, en curiosa
peregrinación de apelaciones, hasta que terminaban por agotarse la
paciencia y los recursos de los litigantes. Una justicia así resultaba
anacrónica dentro de una sociedad en la que no cumplía su destino.
La Audiencia de Lima duró hasta el año 1821 en que se creó una
Cámara de Apelaciones en Trujillo, que después fue trasladada a
Lima; y la del Cusco, hasta la Capitulación de Ayacucho, en el año
de 1825.
En el Perú colonial, es decir, desde principios del siglo XVI, en que
fue conquistado por España, hasta el 28 de julio de 1821 en que el
General argentino don José de San Martín, proclamó la
Independencia, rigieron el país las leyes españolas como la de Las
Partidas y, además, las Ordenanzas Militares, las Ordenanzas
Generales de la Armada, la Ordenanza de Matrículas, las
Ordenanzas de Toledo, Sumario de Recopilación general de leyes,
Recopilación de Leyes de Indias, Ordenanzas de Intendentes,
Ordenanzas de Minería.

4. EL CÓDIGO DE ENJUICIAMIENTO EN MATERIA PENAL DE


1863

Proclamada la Independencia del Perú el 28 de julio de 1821, se


dictaron muchas disposiciones que modificaron el procedimiento en
los juicios y las penas impuestas por los delitos. Las constituciones
políticas de 1823, 1828 Y las subsiguientes introdujeron diversas
innovaciones en el sistema penal que lejos de aclarar el horizonte
de los magistrados, lo nublaron y aumentaron la confusión que ya
se notaba en la legislación española.

Con el advenimiento al poder del general Santa Cruz, Protector de


la Confederación Perú-Boliviana, no había en el Perú Código Penal
ni de Procedimientos Penales. Por orden del Protector se
adoptaron, por eso, entre nosotros, los códigos bolivianos,
incluyendo en ellos el Penal. Desaparecida la Confederación, se
derogaron estos códigos ordenándose que los tribunales y juzgados
actuaran de conformidad con la antigua legislación hasta que la
representación nacional resolviese lo conveniente (Decreto del 31
de julio de 1838). Pero esta legislación era tan escasa e
insuficiente, propicia a la confusión y al desorden, que el
procedimiento penal estaba en su mayor parte detallado, más que
por las leyes, por los tratadistas de derecho. Nuevas leyes y nuevas
modificaciones introducían cada vez más el desorden. Con la
promulgación del reglamento de Tribunales, se adelantó algo más
en el procedimiento de los juicios, pero siempre se notaba un vacío,
porque no se había prescrito el modo de practicar algunas
diligencias. Conocidas las ventajas de los códigos civiles
promulgados en 1852 se hizo más necesario tener códigos penales,
que reemplazaran definitivamente a las leyes españolas y a las que
se dictaran en el Perú desde 1821. Con este fin se expidió la ley del
26 de setiembre de 1853 nombrándose una comisión compuesta de
tres Senadores y cinco Diputados para formar los Códigos Penal y
de Enjuiciamientos en Materia Penal.

Esta comisión, formó el proyecto del Código Penal, pero no el de


Enjuiciamientos, por lo que la Convención Nacional de 1856
resolvió nombrar una nueva Comisión de cinco miembros para que
revisara el Código Penal y formar el de Procedimientos en Materia
Criminal (Resolución Legislativa de 6 de septiembre de 1856).

La Comisión nombrada revisó el Código Penal y formó el de


Enjuiciamiento, presentándolos al Congreso en 1861, junto con
varias observaciones hechas por la Corte Suprema. El Congreso
creyó necesaria una nueva revisión y examen debidos a las
observaciones hechas por la Corte Suprema y a las reformas que la
Constitución de 1860 había hecho en la de 1856. Para esto nombró
una nueva comisión por Resolución Legislativa del 18 de mayo de
1861. Reunido el Congreso en 1862 se expidieron las leyes del 23
de septiembre aprobando los proyectos presentados por la
Comisión, pero como sobrevinieron dificultades para su edición, el
Congreso resolvió que su promulgación se verificase el 10 de marzo
de 1863, rigiendo desde entonces, en el Perú, los Códigos Penales.
El Código de Enjuiciamientos en Materia Penal se dividió en tres
libros: en el primero se trataba de la jurisdicción, de los jueces y
otras personas que intervienen en los juicios, tales como los
acusadores y acusados; en el segundo, de la diligencia del juicio
criminal, explicándolas aisladamente; y, en el tercero, de la
sustanciación seguida de los juicios, señalando el encadenamiento
que debe haber entre las diversas diligencias a que se ha hecho
referencia en el libro anterior; y también las diversas instancias del
juicio, recurso extraordinario, juicio verbal, etc.

El Código de 1863 tuvo el corte del sistema inquisitivo y legalista de


la prueba. Estuvo inspirado en el reglamento provisional de España
de 1835, copia fiel de la doctrina del Código Carolino y del Código
de José n. El Código de 1863 tuvo muchos defectos de forma y
ambigüedad en la redacción de algunos artículos. No hacía
referencia alguna a los delitos de imprenta, ni a la manera de
juzgarlos. Para el juzgamiento de estos delitos existía el jurado y
como el Código de Enjuiciamientos no lo suprimió, el jurado
continuó, produciéndose el hecho insólito de que, al lado de un
sistema nuevo de legislación penal, quedaba una parte del antiguo.
Dentro de este régimen jurídico procesal con pruebas que podían
ser materiales, testimoniales, instrumentales, orales y conjeturales,
según lo disponía el artículo 98, se hizo muy difícil comprobar la
inocencia o la culpabilidad del acusado, resultando imposible la
individualización penal. La confesión estaba descrita en los artículos
105 y 10632, que describía requerimientos muy inflexibles33, no
cuestionado por los doctrinarios de aquella época y esto no era para
menos pues se regían por el sistema de valoración de la prueba
legal, que de alguna manera quería limitar el exceso de los jueces,
y a la vez su muerte, pues qué es un Juez sin criterio, qué es un
juez donde sólo aplica lo que la ley manda, es instaurar su muerte
en vida.

Ya Zavala Loaiza, expresaba su admiración diciendo "( ... ) ¡Cuánta


complejidad, cuantos requisitos, cuántos problemas para obtener la
prueba plena! La confesión obtenida libremente valdría como
semiplena prueba y carecía de valor, como la testimonial, si no
existiera cuerpo del delito. La doctrina romana sobre esta materia
llevada a su límite ( ... ). En ausencia de la prueba plena requerida
no habrá sino que dictar la absolución de la instancia, dejando así
abierto el proceso hasta que llegue la prescripción, desempeñando
aquella institución, nacida" de la dualidad que permite formar un
criterio moral frente al criterio legal -el 11011 fique! de los romanos-
la función de la imaginada y terrible espada de Damocles sobre la
cabeza del absuelto. Nada más inútil e inadaptable en el proceso
penal que la absolución de la instancia. La apelación y el mismo
recurso de nulidad en estas condiciones no ofrecían solución a
tantos males al no poderse oír la voz del acusado y recaer la
revisión sobre la aritmética del juez o sobre las omisiones y
defectos procesales que determinaban las insubsistencias, que
reponían el proceso al estado de carátula, si no se había, por
ejemplo, citado al reo para el sumario, o no se había llenado alguna
otra formalidad de las muchas cuyo incumplimiento acarreaba esa
sanción. Empezar de nuevo después de haber pasado el acusado
en la cárcel muchos y largos meses, si no años, siendo en tantas
ocasiones inocente ( ... )"34.
5. CÓDIGO DE PROCEDIMIENTOS EN MATERIA CRIMINAL DE
1920

Por eso, en el ambiente jurídico del Perú se hizo sentir un necesario


afán de reforma que culminó en el anteproyecto redactado por el
doctor Mariano H. Cornejo, que se tradujo en el Código de
Procedimientos en Materia Criminal. Conforme al Decreto Supremo
del 5 de enero de 1919, el Código de Procedimientos en Materia
Criminal empezó a regir en el Perú el 18 de marzo de 1920, en la
parte aprobada por la Ley 4019, dada por la Asamblea Nacional del
24 de diciembre de 1919. Este Código fue presentado al Congreso
por la Comisión Parlamentaria nombrada en 1915 y su tendencia
fue reemplazar el Procedimiento escrito por el oral, como un medio
de esclarecer fácil, fiel y brevemente la verdad.
En cumplimiento de la Resolución Legislativa del 27 de enero de
1915, que lleva el número 2101, el Congreso eligió una comisión
codificadora, compuesta de tres Senadores y cuatro Diputados,
encargada de formular un proyecto de Código Penal y de
Enjuiciamientos en la materia, y de presentar a la próxima
legislatura los proyectos de ambos Códigos o de aquel cuya
preferencia se acordase. Un año después, el 8 de enero de 1916, la
Comisión presentó el proyecto de "Código de Procedimiento en
Materia Criminal" dividido en cuatro libros y compuesto de 452
artículos, precedido de una breve exposición de motivos, formulada
en su nombre, por su presidente, doctor Mariano H. CorneJo.
Cuando una de las cámaras legislativas pidió opinión a la Corte
Suprema sobre el mérito de este Código, la emitió francamente
adversa, por todos los votos menos el del doctor Juan José Calle,
fundándola en las razones legales contenidas en el informe del 31
de agosto de 191635, habiendo coincidido el criterio de la
Asamblea, con el del Tribunal, únicamente, en cuanto a la
relegación del Jurado. Sin embargo detalló la importancia del Juicio
Oral en el siguiente párrafo:

"El paralelo entre el juicio escrito y el oral, es irresistible. El


descubrimiento de la verdad se debilita u obscurece a través de las
deficientes y mal concebidas o mal redactadas declaraciones de los
comparecientes en los procesos reducidos a la escritura. La
naturalidad o estudio con que éstos responden a las preguntas y
réplicas del juez; los movimientos y gestos que garantizan o
desmienten la sinceridad de su palabra; las sorprendentes
alteraciones del semblante ante versiones abrumadoras distintas o
contrarias; todo ese mundo de impresiones que trasmite la
comunicación directa y personal con los actores o testigos de un
drama, pasa inadvertido para los juzgadores en el procedimiento
escrito, o lo suplen con más o menos aproximación según sea su
personal experiencia".

Consideró la Corte Suprema que el Código de 1920 hacía


impracticable el procedimiento oral para el juzgamiento de todos los
hechos punibles, desde que debe desarrollarse sólo en las ciudades
de Lima, Piura, Iquitos, Trujillo, Huaraz, Cajamarca, Arequipa,
Cusco, Puno y Ayacucho, porque los testigos que residan a gran
distancia de estos centros, no concurrirá a los debates, quedando
impunes la mayor parte de las infracciones, con gran detrimento de
la moral y de los intereses sociales y del prestigio de la ley o jurados
y jueces tendrán que fallar esas causas, por el simple mérito de la
instrucción o del sumario, sin defensa posible del acusado,
desnaturalizándose el sistema y volviéndose al procedimiento que
se intenta sustituir, aunque mal disfrazado y despojado de su
virtualidad y garantías36o El Supremo Tribunal consideró,
asimismo, al Código de 1920, "desigual, onerosísimo para el
Estado, contradictorio, opuesto en algunas de sus disposiciones a la
Constitución y al Código Penal, y en medio de generosas iniciativas,
se resiente de tales y tan monstruosos vacíos, que no podría ser
uniformemente entendido y aplicado en todo el país ni quizá en dos
distritos judiciales".
Los legisladores peruanos que formaron el Código de
Procedimientos en Materia Criminal de 1920, escogieron el sistema
mixto, el juicio oral y el criterio de conciencia, tres novedades que
revolucionaron el sistema procesal del Perú. Simeón Tejeda, autor
del Código de 1863, había optado por el sistema inquisitivo.
Mariano H. Cornejo, autor del Código de 1920, adoptó el sistema
mixto, convencido de que la completa aplicación del sistema
acusatorio, oral y público, sólo ha podido ser adoptado en
Inglaterra, merced a las condiciones especiales de su raza y sus
costumbres37.
Para don M. H. Cornejo, "el remedio más urgente que habría que
poner a la administración de justicia en materia penal consistÍa en
dos cosas: primero, el ver el modo de dar libertad a una porción de
detenidos de los cuales puede presumirse que el delito por el cual
se les acusa no tiene mayor gravedad o no será probado; y
segundo, dictar un procedimiento rápido para terminar esto que se
llama aquí plenario, y que no es sino una repetición enojosa e inútil
del sumario; una repetición donde se vuelven a tomar instructivas
en nombre de confesión, en que vuelven a declarar los testigos y a
pedirse vistas y a recibirse a prueba tachas y se declaran nulidades
e insubsistencias, haciendo del proceso un laberinto de
despropósitos y absurdos"38. Ya en estos primeros textos se
comienza a perfilar una propuesta orientada hacia el predominio de
la ora1idad y la inmediación: "la única garantía eficaz para
esclarecer el hecho y que el Tribunal pueda juzgar con
conocimiento de la verdad es que él mismo oiga la declaración del
acusado, que él mismo escuche a los testigos, que pueda formarse
concepto no sólo del hecho y circunstancias que lo rodearon, sino
también de la psicología del acusado. Sólo así hay posibilidad de
individualizar el hecho mismo y por consiguiente de aplicar la pena
con la justicia que es posible, dentro de 10 humano"J9.
Según la Exposición de Motivos del Proyecto de Código de
Procedimientos en Materia Criminal presentado al Congreso en
191640, las normas del Código de 1863 provocan una situación en
la que el juez, "encerrado en un formulismo que han agravado la
corruptela y la negligencia ( ... ) es la esfinge muda que sólo se
comunica por decretos a través del mediufJl hipnotizado". En la
aplicación de este sistema, el "verdadero juez instructor ( ... ) es el
actuario pagado por querellantes y acusados". Puesto frente al
imperio de las reglas legales, "el buen juez debe renunciar a su
razón y hacer callar su conciencia"41.

Con el Código de 1920 el rol de los jueces, ministerio fiscal y


tribunales superiores cambió radicalmente en los juicios criminales.
La supresión del plenario convirtió a los jueces del crimen en meros
jueces de instrucción cuya labor se redujo a reunir los datos que se
refieren a la investigación del delito y los que habrían de servir para
determinar a los autores, cómplices y encubridores, a fin de llevar al
Tribunal, conciencia plena de los hechos materia del juzgamiento.
Al ministerio fiscal se le asignó la iniciativa de pedir la apertura de la
instrucción, vigilar y exigir el cumplimiento de los plazos legales y
denunciar a los instructores y autoridades políticas negligentes.
Esto en cuanto a los representantes de primer grado,
correspondiendo a los del segundo dictaminar en los artículos,
visitar a los acusados y asistir a las audiencias, acusar verbalmente,
ofrecer nueva prueba o formular las peticiones pertinentes según el
estado y las necesidades de la investigación. Al Tribunal
Correccional competía juzgar el proceso, conforme al criterio de
conciencia de sus miembros, en el mismo día de la audiencia, o a lo
sumo en el siguiente, por el mérito del indispensable debate oral,
bajo la dirección del presidente, quien, además, debía resolver,
inmediatamente, o sea en público, las cuestiones incidentales que
se hubiesen promovido.

La reforma fue, pues, sustancial. Del procedimiento escrito


establecido por el Código de Enjuiciamiento Criminal de 1863,
compuesto de sumario y plenario, y de dos instancias, y en que la
comprobación del delito y culpabilidad de los responsables se
apreciaba en virtud de pruebas de valor determinado, el Código de
Procedimientos en Materia Criminal de 1920, pasó al juicio oral y
público, preparado por una instrucción controlada, y fallada
conforme al criterio de conciencia por magistrados permanentes.
Apenas el juez de primera instancia, el buen juez que pone en la
instrucción del sumario todo celo y calor de su amor profesional, se
halla en condiciones de medir el valor de esos resortes
psicológicos, si la memoria no lo traiciona y llega él mismo a
sentenciar la causa que instruyó; pero, por detallista que sea, no le
será dado reproducir todos los pormenores del acto, con la fidelidad
con que las escenas de la vida exterior impresiona, merced al
adelanto del arte fotográfico, las películas de un cinematógrafo.
Además, el testigo ofrece garantías mayores de veracidad cuando
declara, en presencia de la acusación y de la defensa, y expuesto a
la contradicción y a la expectación pública, que cuando lo hace en
una habitación cerrada, ante el juez que lo mira y escucha y ante el
actuario que suscribe.
La oralidad de los debates envuelve un doble concepto: primero, la
obligación para los testigos y los peritos de deponer oralmente
delante del juez; segundo, la necesidad para éste de apreciar los
elementos de prueba de vis1I y de fl1lditi1l, en la audiencia misma,
en presencia y bajo el control de las partes interesadas. Lo
importante es que los testigos y los peritos llamados a la audiencia
se expresen de viva voz y que todos los otros medios de prueba
producidos, sean expuestos y discutidos oralmente en presencia de
las partes y del público que asiste a la audiencia. La oralidad se
presenta así bajo este primer aspecto, como una consecuencia de
la publicidad de los debates: la una se confunde con la otra.
Para don M. H. Cornejo, "el objetivo de la reforma al Código debía
ser la instauración del criterio de conciencia y de la instancia única,
que es su consecuencia". Tal era la importancia que reconocía este
autor en el criterio de conciencia (Art. 268), que en un fragmento de
la Exposición de Motivos llega a afirmar que su introducción, y no la
del jurado, constituía el aspecto central del Proyecto de 1916. En el
texto, las consecuencias de introducir el criterio de conciencia
alcanzaban hasta el sistema de recursos: Si la determinación de los
hechos probados debía resultar de la convicción formado durante el
juicio, entonces no podría ser revisada en segunda instancia. Por
tanto, el recurso de apelación debía quedar limitado exclusivamente
"a la regularidad del procedimiento y a la aplicación de la pena". En
materia probatoria: "Con el criterio de conciencia la apelación no
tiene objeto, porque la impresión de la conciencia de los jueces que
han oído al reo y a los testigos no puede revisarse"~2 .
En estas condiciones, puede afirmarse que el Proyecto de 1916
aparece construido alrededor de una modificación fundamental en
la concepción de la prueba: "La prueba de un hecho criminal se
deriva de un conjunto de datos, cuya eficacia depende de que todos
se desarrollen a continuación los unos de los otros, equilibrándose
recíprocamente. Esa impresión de conjunto requiere la continuidad
y unidad de la audiencia ( ... ) La instrucción escrita sólo tiene valor
como preparación del proceso oral; cuando es un estudio de los
elementos y los factores requeridos por el drama de la audiencia,
destinado a reproducir la vida ( ... ). El plenario escrito no tiene
explicación de ninguna clase: es la repetición de la instrucción, no
sólo estéril sino dañosa y contraproducente, porque acentúa en una
dirección interesada y sin el control de la realidad los indicios
recogidos, convierte en graves errores los datos de la instrucción"~3
.

A pesar de lo antes expresado existía aún en la Judicatura


oposición hacia el nuevo sistema. En la apertura del año judicial de
1925 los discursos de crítica son masivos y guardan mucha similitud
de enfoqueHo En 1925 el único discurso que defendió el modelo
básico del Código de 1920, propuso, a la vez, un significativo
recorte en su ámbito de aplicación. Se trata del discurso del Sr.
Augusto Ríos, Presidente saliente de la Corte Superior de
Lambayeque. Para él, que se confiesa "decidido partidario del juicio
oral", "no hay mejor manera de descubrir la verdad y juzgar en
conciencia, que el contacto directo con los hombres, acusados o
testigos, y el fallo inmediato antes de que se borre la impresión que
sus declaraciones han producido en el espíritu del juez"45.
Reconoce él que en la aplicación del Código se han producido
problemas vinculados a la imposibilidad de realizar las audiencias
programadas, pero repone: "¿Está el remedio en la supresión del
juicio oral? De ninguna manera. Está en su limitación. Debe
limitarse a determinados delitos, a todos aquellos, por ejemplo, para
los que la ley impone penas graves como expatriación;
internamiento, relegación y penitenciaría, disyuntivamente a no con
otra pena; limítese sólo a ellos, créense letrados que defiendan
obligatoriamente y sin excusa posible a los reos presentes o
ausentes que no tengan defensor; sean las autoridades políticas
solícitas en hacer concurrir al tribunal a los reos en libertad, a los
testigos y a los peritos y podrá apreciarse, adecuadas para nuestro
medio, todas las enormes ventajas del juicio oral. Vuelva en cambio
el juzgamiento de los otros delitos al procedimiento escrito, tal como
era antes o con muy ligeras modificaciones que subsanen sus
defectos, y quedará así tendido el puente que debe reunir el pasado
y el presente de nuestra legislación penal"46.

Esta última línea de discurso fue seguida por el discurso


pronunciado en la Apertura del año judicial de 1926 por los señores
Lizardo Alzamora, entonces Vocal Decan047 y Mariano Velarde
Alvarez, Presidente reelecto de la Corte Superior de Lima48o El
mismo parecer se aprecia en las Memorias de 1930 del Presidente
de la Corte Suprema, Sr. Ulises Quiroga49 y de 1933 del Presidente
de la Corte Suprema Sr. Leoncio Elías50o
En la Memoria del Presidente saliente de la Corte Superior de Lima,
Celso G. Pastor leída en 1934 se lee el siguiente fragmento: "La
enorme importancia de los juicios orales ya no es materia de
discusión, todos la admiten y sólo se auspician algunas reformas
para que los resultados de tal procedimiento jurídico llenen el doble
fin: de ser lo suficientemente firmes para impedir que el delincuente
eluda su castigo y al mismo tiempo lo bastante flexible para evitar
especialmente la condena del inocente". Sin embargo, en el mismo
texto, Pastor propuso que las atribuciones de los Tribunales
Correccionales se limitaran al conocimiento de los crímenes
mayores, y que se concediera a los Jueces de Instrucción
atribuciones para fallar las causas por delitos menores. Afirma que
"sólo así conseguiremos mayor celeridad". En su opinión, si esa
reforma no se introducía "habrá todos los años un gran número de
instrucciones cuyas audiencias no se podrán realizar por muchos
esfuerzos que hagan los tribunales. En la misma sesión el
Presidente entrante, Neptalí Chávarri calificó esta propuesta como
urgente. Afirmó en esa oportunidad que "el juzgamiento de los
delitos en los que no está de por medio la vida, el honor, patrimonio
o la integridad del Estado debe ser resuelto por jueces instructores
de primera instancia"51.

6. EL CÓDIGO DE PROCEDIMIENTOS PENALES DE 1940

Con la inauguración del año judicial de 1940 entró en vigencia en el


Perú el Código de Procedimientos Penales, promulgado por la Ley
del 23 de noviembre de 1939, con el número 9024.

Los vacíos y deficiencias que la Corte Suprema, observó en el


Código de 1920, se sintieron tan pronto como los Juzgados y
Tribunales comenzaron a aplicarlo. Era inadaptable e inconexo en
el ambiente de las Cortes y en el medio social. Y esa inconexión y
falta de unidad en la orientación con los preceptos del Código Penal
sustantivo, se hizo sentir aún más cuando se promulgó el Código
Penal, en 1924, uno de los que por ser más avanzados del mundo,
produjo una innovación absoluta desde el punto de vista de la
orientación punitiva legal del Perú.
Doce años transcurrieron, sin embargo, sin que viniera la reforma,
hasta que el 5 de mayo de 1936 el Gobierno nombró una comisión
encargada de la reforma del Código de Procedimientos en Materia
Criminal y sus concordancias con el Código Penal. Esta comisión
estuvo presidida por el Vocal de la Corte Suprema, doctor don
Carlos Zavala Loaiza. Acierto indiscutible el nombramiento, qlle
vinculó tarea tan ardua a un hombre en quien concurrían y se
aúnaban la experiencia forense del Juez y la cienc;ia jurídica del
universitario, y junto a ellas un sentido certero para zanjar las
diferencias entre el ideal teórico de escuela, y las posibilidades de la
realidad nacional. La actuación del profesor Zavala dentro de la
Comisión Reformadora ha sido por ello preponderante y decisiva; y
bien merece que el Anteproyecto sea denominado con su apellido.
Esta unidad de dirección -y acaso también de ejecución- ha
asegurado la armonía y la continuidad del conjunto, que habrían
sido imposibles de alcanzar si el Anteproyecto hubiese surgido por
yuxtaposición de fragmentos redactados por vocales distintos y tras
enojoso forcejeo entre tendencias discrepantes52o
Fue abrumadora y digna del mayor elogio la labor que desarrolló
este eminente jurisconsulto y profesor de la Universidad Mayor de
San Marcos, en cuyas aulas dictaba, desde tiempo, magistrales
lecciones de procedimiento penal. El doctor Zavala Loaiza preparó,
en un solo año, el proyecto que se le encomendara, llamado por los
comentaristas Anteproyecto Zavala, el que fue enviado al Ejecutivo
con la nota de 12 de agosto de 1937 53. El Anteproyecto y su
brillante Exposición de Motivos54 fue remitido por Decreto Supremo
del 27 de agosto de 1937 al estudio e informe de una comisión de
jurisconsultos y de magistrados que estuvo presidida por el hábil y
dinámico Fiscal de la Corte Suprema doctor don Fernando E.
Palacios, e integrado por los doctores don Marco García Arrese y
don Alberto Benavides Canseco, Fiscales de la Corte Superior de
Lima; por el doctor don Diómedes Arias Schreiber, Catedrático de la
Facultad de Derecho de la Universidad Mayor de San Marcos y ex
Ministro de Justicia, y por el doctor don Lino Cornejo, Decano del
Colegio de Abogados de Lima. .

El 23 de noviembre del mismo año, el General de División,


Presidente Constitucional de la República, don Oscar R. Benavides,
en uso de las facultades legislativas que el Congreso Constituyente
concedió al Poder Ejecutivo, por Ley N° 8463, promulgó el Código,
expidiendo la Ley N° 9024, en virtud de la cual se dispuso, que
comenzaría a regir en todo el territorio de la República del Perú, a
partir del 18 de marzo de 1940, inclusive; quedando derogado el
Código de Procedimientos en Materia Criminal, promulgado por Ley
N° 4019, el 2 de enero de 1919. Elaborado sobre la base del Código
de 1920, y con la finalidad de adaptar su estructura y contenido al
Código Penal de 1924 y la Constitución de 1933.

Se orientó a corregir los errores y contradicciones del Código


anterior, y a solucionar los problemas que éste había acarreado
entre ellos, el de la excesiva dilación de los procesos. Con tal
propósito, se creó el Ministerio de Defensa y se instauró un
juzgamiento especial para reos ausentes.

Se sostuvo que, en el afán de despojarse de todo rezago del


sistema inquisitivo, los legisladores del Código de 1920 exageraron
en lo oral y públicoss, privilegiando en demasía la etapa del juicio
oral en desmedro de la fase de instrucción, de manera que este
Código se orientó a reforzar la importancia de la instrucción. En tal
sentido intenta corregir el inconveniente del sistema inquisitivo,
representado por el Código de 1863, que reunía investigador y Juez
en una sola persona; al tiempo que corregía el desacierto del
Código de 1920, que desvalorizaba la instrucción.

Conforme a ello, se instauró el procedimiento ordinario, el mismo


que en su diseño original dividía el proceso en dos fases:
instrucción y juzgamiento. Si bien no existÍa la figura del Ministerio
Público investigador, dentro del proceso ordinario las fases de
investigación y juzgamiento recaían sobre órganos jurisdiccionales
distintos, puesto que la instrucción recaía sobre el Juez Instructor,
mientras que el juzgamiento recaía sobre el antes denominado
Tribunal Correccional.
Introduce nuevos títulos, como Embargo, Liberación Condicional,
Ministerio de Defensa, Policía Judicial, Rehabilitación de los
condenados. Asimismo, elimina el Jurado, que en el Código anterior
había resultado inoperativo. Con respecto a la Prueba, se mantuvo
el criterio de conciencia como sistema de valoración de la prueba
(Art. 283). El criterio de conciencia, expresa Zavala Loaiza, "sin
limitaciones en ese orden, se levanta sobre las inferencias y
generalizaciones que le permite establecer la prueba indiciaria, la
prueba penal por excelencia. Es arma sin duda de dos filos, que no
puede entregarse a quien no sepa manejarlo o no se ponga en
condiciones de emplearla con acierto. Es indispensable procurar por
lo mismo, siguiendo las reglas procesales, que las materias queden
separadas, los funcionarios sean diversos y especializados en cada
una de las etapas del proceso. Introducida la institución por el actual
Código, ha venido aclimatándose entre nosotros, quién sabe si con
exagerada despreocupación por no repararse en sus peligros.
Insustituible, empero, el Código la inscribe y la amplía, rodeándola
de las mayores garantías. La administración de la prueba para
responder a ese sistema, debe alejar todo lo que guarde o reviva
arcaicos principios o términos técnicos del sistema legal y jurídico.
Requiere por eso prescripciones tendientes a asegurar su mejor
desarrollo evitando en lo posible definiciones o limitaciones
inconducentes o peligrosas. Es preciso no estorbar o perturbar al
juez para que pueda moverse espontáneamente ejercitando todas
sus capacidades y disponiendo de los más variados medios
probatorios, entre los que figuran en primer término los indicios.
Descubrir y construir esos indicios, que nunca podrán dejar de
existir, es la obra difícil y grave del instructor, para cuyo efecto
cuenta con las pericias científicas y técnicas, a condición de
aprovecharlas oportunamente. No cabe por ello mismo cortar el
vuelo de las hipótesis ni fijar los medios de su verificación, que día a
día se acrecientan paralelamente con el progreso de la ciencia.
Cualquier disposición legislativa que quisiera abarcar los indicios o
señalar el campo de su desarrollo estaría llamada al fracaso"56.
Como podemos apreciar el talante del Código de 1940, para
continuar con la tradición de la forma de apreciar las pruebas con
criterio de conciencia, que sigue el Código anterior del 20, es a
nuestro parecer un acierto, más por que sería un error eliminar una
institución que está arraigado en el inconsciente colectivo de la
magistratura, y nunca trajo dificultades, más bien lograba dar mayor
flexibilidad al juez, al cumplir con su trabajo.
De otro lado, se señala como uno de sus aciertos el haber
adecuado su texto al Código Penal de 1924 y la Constitución de
1933.

Ahora bien, debido a la privación de la facultad de fallo a los jueces,


los procesos se tornaron cada vez más ·lentos y engorrosos, y
surgieron dos consecuencias que se han venido arrastrando
durante décadas: por un lado la acumulación de procesos, y por
otro, el incremento de detenidos, causados por la irrestricta facultad
de los jueces para dictar mandato de detención, así como por las
numerosas restricciones para la liberación.
Fue por ello que se adoptaron diversas medidas que en teoría
implicaban devolver la celeridad al proceso penal para de esa
manera descongestionar los establecimientos y Salas Penales, y
que en la práctica trastocaron el diseño original del Código de 1940.

Así tenemos que el Decreto Ley N° 14605, Ley Orgánica del Poder
Judicial, faculta a los jueces instructores a sentenciar en procesos
de querellas. Luego en el año 1968, durante el gobierno del General
Velasco, se aprueba el Decreto Ley N° 17110, que establece el
procedimiento penal sumario. Para perfeccionar el anterior decreto
se promulga el Decreto Ley N° 18060, llamado de Reorganización
Judicial, que en su artículo 6° crea los Tribunales unipersonales.
El legislador peruano ha tenido siempre la idea de que el principal
motivo de la morosidad e ineficacia del sistema se encuentra en la
fase del juicio oral. En los considerandos del Decreto Ley N° 17110
se sostuvo que la congestión procesal se debía a que los Tribunales
Correccionales se encargaban de todos los delitos, 10 cual
motivaba que muchos procesos se dilatasen, de manera tal que les
alcanzaba la prescripción y sobrevenía la impunidad. A pesar de
ello, la devolución de la facultad de juzgar a los jueces originó con el
tiempo más sobrecarga y con ello más morosidad.
En la época del segundo gobierno de Fernando Belaunde Terry se
expide el Decreto Legislativo N° 124 (12 de junio de 1981), que
extiende la aplicación del proceso sumario a aproximadamente
cincuenta y dos modalidades adicionales de delitos, y ordena
sentenciar inmediatamente después de la instrucción. Esta norma
luego fue adecuada al Código Penal de 1991 mediante el Decreto
Ley N° 26147.

Toda esta política legislativa no resultaba coherente desde ningún


punto de vista con la promulgación de la Constitución de 1979, la
misma que obligó a replantear el proceso desde el punto de vista
garantista. En ese sentido, se hizo necesario modificar la legislación
dada por el Gobierno Revolucionario a partir del 03 de octubre de
1968, con el fin de adaptar las normas procesales a los nuevos
principios constitucionales proclamados por la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, recogidos por la Carta de
1979.

Sin embargo, los despropósitos de nuestros legisladores tuvieron su


punto más crítico con el Decreto Ley N° 26689, que insistiendo una
vez más amplía a 79.02% el número de delitos cuyo trámite debería
desarrollarse a través del proceso sumari057.
En cuanto a la confesión, se trasladó la rigidez del artículo 89° del
Código de 1920, al obligar al juez buscar otros elementos de
prueba, pero no seguía la exageración de requisitos del artículo
105° del Código de 1863, que pedía sea acompañada cuando
menos con prueba semiplena y otros requisitos, pero nunca sólo a
indicios. De todas maneras, habría que plantearle limitaciones al
artículo 136° del Código de 1940, que a la letra expresaba: "La
confesión del inculpado no releva al Juez Instructor de practicar
todas las diligencias necesarias para comprobar la existencia del
delito y la veracidad de esa misma declaración"58, pues en muchos
casos no era indispensable solicitar mayores diligencias para la
admisión de la confesión probada, y más aún cuando tal
interpretación de la norma procesal desde una vertiente positivista y
exégeta, trajo consigo la extensión de procesos sin sentencia fija,
haciéndolo engorroso y tedioso, casi irracional e inconsciente, al
contrario de lo que pregonaba su sistema de valoración. Es por ello
que en diciembre de 1985, se promulgó la Ley N° 24388, de
Excarcelación, que modificaba el citado artículo, de la siguiente
manera: "La confesión del inculpado corroborada con prueba, releva
al Juez de practicar las diligencias que no sean indispensables,
pudiendo dar por concluida la investigación siempre que con ello no
se perjudique a otros inculpados o que no pretenda la impunidad
para otro, respecto del cual existen sospechas de culpabilidad. La
confesión sincera debidamente comprobada puede ser considerada
para rebajar la pena del confeso a límites inferiores al mínimo legal".
De esta manera para la confesión se instaura el derecho penal
premial, donde se estimula a la confesión sincera, como muestra de
su arrepentimiento y su resocialización antes de la pena, en el
proceso, este punto será ahondado cuando se trate la confesión
sincera en la parte última de la confesión, en un capítulo posterior
de este trabajo.
7. EL CÓDIGO PROCESAL PENAL DE 1991
La década de los 90 marcó la consolidación del movimiento de
reforma del proceso penal surgido en Latinoamérica así como en
Europa. Dicha corriente se consagró a la implantación del modelo
acusatorio. El Código Procesal Penal de 1991, promulgado por el
Decreto Legislativo N° 638 del 27 de abril de ese año, adoptó la
orientación de dicha reforma, separando las funciones de
persecución y juzgamiento, que junto con la ineludible necesidad de
una acusación previa (nemo ittdex procedat ex oficio) constituyen
las ideas esenciales del modelo acusatorio 59.

En el mencionado texto procesal se diferencia de manera clara las


funciones persecutoria y de juzgamiento: se delimita la función del
Ministerio Público concediéndole la dirección de la investigación, la
responsabilidad del ejercicio de la acción penal, el deber de la carga
de la prueba y la acusación; de manera que la función jurisdiccional
se reserva a los jueces de las diversas
. .
lnstanclas.
En otras palabras, el Fiscal, frente a la comisión de un hecho
tipificado como delito, ejercitará acción penal, dirigirá la
investigación y requerirá al órgano jurisdiccional se pronuncie sobre
el mérito de su acusación y los elementos probatorios que la
sustentan.
Se valora la etapa del juzgamiento, constituida por la actuación de
la prueba admitida en la etapa de los actos preparatorios, la
oralización de los medios probatorios, y el examen del acusado.
En materia probatoria se regula la confesión y la prueba indiciaria.
La primera como bien manifestaremos y fundamentaremos con
mayor profundidad en esta obra, no había sido desarrollada
debidamente como institución en el Código de 1940, y la segunda
carece de un marco legal propio.

Pese a las ventajas que implica60, el CPP 1991 no tuvo una


existencia definida. La oposición de algunos sectores del gobierno
disfrazando sus argumentos con el nombre de inconvenientes
técnicos, consiguieron suspender su vigencia, condenándolo a una
vacatio /egis indefinida, con la excepción de algunos artículos que
se aplican complementando las disposiciones del anterior código.
Con la promulgación del nuevo Código Procesal Penal de 2004,
coexisten tres ordenamientos con orientaciones diferentes: el ya
citado, (del cual nos ocuparemos exclusivamente en un capítulo
posterior) el Código de 1940, predominantemente inquisitivo, y el
Código de 1991, de corte acusatorio, con algunos artículos
vigentes. Ello sin duda, constituye una de las crisis más complejas
por la que ha pasado nuestro proceso penal.

Entre los artículos del Código de 1991 que están vigentes, tenemos
el que incorpora el principio de oportunidad (Art. 2), pensado como
un mecanismo de simplificación procesal y dirigido a racionalizar las
formas de selección penal, de modo que el Estado pueda
concentrar sus esfuerzos en los delitos más graves, incluso a costa
de dejar de lado, al menos en parte, la persecución de los delitos de
mediana y mínima lesividad. Sin embargo, luego de más de trece
años de vigencia, existen determinadas barreras que han impedido
su adecuada aplicación en nuestro sistema: de un lado, la falta de
información suficiente a los operadores jurídicos, y de otro lado, la
arraigada cultura del conflicto que ha caracterizado a nuestra
sociedad (expresión de una cultura inquisitiva).

No obstante, el mayor mérito del Código de 1991 consiste en haber


valorado la tesis acusatoria, y haber aceptado la hipótesis de que la
crisis penal tiene como causa la estructura misma del sistema
procesal penal. A este respecto, citamos la declaración contenida
en la Exposición de Motivos del texto de 1991, según la cual la
causa del estado de crisis de la justicia penal "radica en el sistema
mixto adoptado por el Perú desde el Código de Procedimientos en
Materia Criminal de 1920, por más que los juristas de esa época se
entusiasmaron con él considerándolo avanzado".

La reforma anunciada luego del golpe de 1992 sólo consistió en la


adopción de medidas que mostraban las mismas limitaciones de
procesos anteriores: destitución de jueces, creación de tribunales
especiales (en este caso, para el terrorismo) y modificaciones sobre
el proceso de selección de magistrados. En medio de esta
indefensión, la política judicial del gobierno parece impregnada más
por los aspectos autoritarios del régimen que por aquellos de base
liberal que orientan su actividad en lo económico.

Lo último puede explicar que las únicas propuestas sobre 10 judicial


a las que se muestra receptividad sean, precisamente, aquellas de
diversificación que están directamente vinculadas con la actividad
productiva y comercial. A diferencia de ellas, las reformas al
proceso penal han estado desde 1991, virtualmente paralizadas. A
pesar de contar con un perfil que las hace sostenibles desde
cualquier punto de vista liberal, estas últimas reformas inciden
directamente sobre el sector de la actividad pública fuertemente
integrado a los aspectos más autoritarios del régimen. Como ya he
sostenido, estos aspectos, fundamentalmente vinculados a los
temas de seguridad, no están inspirados en el programa liberal que
rige lo económico, sino que responden al modo en que el entorno
más cercano al Presidente define su estrategia para estabilizar el
orden interno.

En estas condiciones, no es posible encontrar un patrón uniforme


que dé coherencia objetiva a las acciones del gobierno vinculadas a
la seguridad, justicia penal incluida. Las coyunturas en esta área,
más que cualquier otra, parecen claramente marcadas por los lob/
¿ys desarrollados en las cúpulas por las corporaciones de
seguridad, que hasta ahora han dado claras señales de oponerse a
su implementación.

En estas condiciones, la reforma a la justicia penal en el Perú no


parece tener un destino claro. Tal como ha sido descrita, la postura
del gobierno en este tema muestra inconsistencias suficientes como
para pensar que la apertura del debate al público podría quebrar la
resistencia que vienen haciendo las corporaciones de seguridad a la
implementación del proceso.

8. EL PROYECTO DEL CÓDIGO PROCESAL PENAL DE 1995

La postergación sucesiva de la vigencia total del CPP de 1991


determinó que por Ley N° 26299 se creara una comisión encargada
de la revisión de dicho texto procesal con el fin de adecuado a la
Constitución de 1993. El texto revisado fue publicado el 06 de abril
de 1995 en el diario oficial El Pemano.

El texto procesal de 1995 (así como el Proyecto de 1997), al


margen de algunos retoques que se hicieron, mantuvo en 10
fundamental el modelo acusatorio diseñado por el Código de 1991.
Sin embargo, pese a toda la dedicación y el esfuerzo consagrados a
la conquista de esta reforma, expresados en 10 que podrían
denominarse tentativas de evolución (CPP 1991, CPP 1995, CPP
1997), no pudo extirpar la mentalidad inquisitiva arraigada en el
inconsciente colectivo de nuestros legisladores.

En lo que respecta a la prueba y a la confesión dentro del nuevo


Código Procesal Penal de 2004, serán tema de esta obra en los
Capítulos posteriores, motivo por el cual nos remitimos a sus
páginas.

CAPÍTULO II

TEORÍA GENERAL DE LA CONFESIÓN

"Yo, Galileo Galilei, hijo del difunto Vincenzo Galilei de Florencia, de


setenta años de edad, siendo citado personalmente a juicio y
arrodillado ante vosotros, los eminentes y reverendos cardenales,
inquisidor es generales de la República universal cristiana contra la
depravación herética, teniendo ante mi los Sagrados Evangelios,
que toco con mis propias manos, juro que siempre he creído y, con
la ayuda de Dios, creeré en lo futuro, todos los articulos que la
Sagrada Iglesia Católica y Apostólica de Roma sostiene:, enseña y
predica. Por haber recibido orden de este Santo Oficio de
abandonar para siempre la opinión falsa que sostiene que el Sol es
el centro e inmóvil siendo prohibido el mantener, defender o emuzar
de ningún modo dicha falsa doctrina y puesto que después de
habérseme indicado que dicha doctrina es repugnante a la Sagrada
Escritura, he escrito y publicado un libro en el que trato de la misma
condenada doctrina y aduzco razones con gran fuerza en apoyo de
la misma, sin dar ninguna solución, por eso he sido juzgado como
sospechoso de herejia, esto es, que yo sostengo y creo que el Sol
es el centro del mundo e inanovible y que la Tierra no es el centro y
es móvil deseo apartar de las mentes de vuestras eminencias y de
todo católico cristiano esta vehemente sospecha, justamente
abrigada contra mi, por eso, con 1m corazón sincero y fe verdadera,
yo adjuro, maldigo y detesto los errores y herqías mencionadas, y
en general todo error y sectarismo contrario a la S agrada Iglesia y
juro que mtJ1ca más en el provenir diré o afirmaré nada,
verbalmente o por escrito, que pueda dar lugar a Ima sospecha
similar contra mi, asimismo, si supiese de algún herde o de algllien
sospechoso de herqía, lo denunciaré a este Santo Oficio o al
inquisidor y ordinario del lugar en que pueda encontramle. Juro,
además, y prometo que cumpliré y observaré fielmmte todas las
penitencias que me han sido o me sean impuestas por este Santo
Oficio. Pero si sucediese que yo violase algunas de mis promesas
dichas, juramentos y protestas ú Que Dios no quieran, me someto a
todas las pmas y castigos que han sido decretados y promulgados
por los sagrados cánones y otras constituciones generales y
particulares contra delincuentes de este tipo. Asi, con la ayuda de
Dios y de sus Sagrados Evangelios, que toco con mis manos, yo, el
antes nombrado Galileo Galilei, he adjurado, prometido y me he
ligado a lo antes dicho y m testimonio de ello, con mi propia mano
he suscrito este presente esm"to de mi ao/uración, que he recitado
palabra por palabra.

En Roma, en el convento de la Minerva, 22 de julio de 1633 yo,


Galileo Galilei he abjurado conforme se ha dicho antes con mi
propia mano (GAULEO, His life and Work, por]' J. Fahie, 1903, pp.
313).
No es verdad que después de recitar esta ao/uración dijese entre
dientes: "(Eppur si ",uove". Fue la gente quien dijo esto, y no
Galileo".

Bertrand Russel161

1. El CONCEPTO DE CONFESIÓN

El concepto de confesión judicial se halla establecido por límites


claramente discrepantes de los meramente semánticos. Decir que
la confesión es declaración que uno hace de lo que sabe,
espontáneamente o preguntado por otro es tratar de comprender
con generalidades lo que la doctrina científica ha definido más
detalladamente como confesión judicia162.

El insigne procesalista Angel Bonet y Navarro trata de dar una


definición conceptual de la confesión judicial, expresando que ésta
es una especie de testimonio y expresa: "es el testimonio prestado
en juicio ante el juez competente, por una parte o
extraordinariamente por tercero a instancia de la otra sobre hechos
personales y perjudiciales al confesante para conocer la certeza de
los mismos o de otros que dependen de ellos y fijarlos
definitivamente en la sentencia"63. Si bien es cierto que, como más
adelante precisaremos, la confesión es un medio de prueba, y que
comparándola con el testigo, la confesión es una simple declaración
de ciencia, la distinguimos del testimonio, en cuanto el
objeto de la declaración y a la posición procesal del declarante: la
confesión es un acto de parte y recae siempre sobre un hecho
perjudicial a ésta o favorable a la parte contraria; el testimonio es
obra de un tercero (procesalmente considerado) y el hecho puede
serle indiferente, favorable o perjudicial (el hecho declarado puede
resultar perjudicial al testigo en otro proceso, en cuyo caso allí su
acto puede ser calificado de confesión; también puede favorecerlo
extrajudicialmente o en otro proceso, y entonces su testimonio será
parcial, carecerá de mérito probatorio, pero por esto no pierde su
naturaleza de tal). Por otra parte, así como el testimonio no pierde
su naturaleza porque esté reñido con la verdad, cualquiera que sea
la causa de ese desacuerdo (error, dolo o violencia), así también la
confesión conserva su naturaleza propia a pesar de que no
corresponda a la realidad, por error o dolo del confesante, o por la
coacción que sobre él se ejerza sin destruir su voluntariedad. En
estos casos la confesión puede perder su valor de convicción y
resultar ineficaz, desde el punto de vista probatorio, pero sin dejar
de ser confesión, y lo mismo ocurre cuando el juez la desestima por
estar en contradicción con un hecho notorio o por dar por cierto uno
metafísicamente imposible o contrariar a una presunción de
derecho o una cosa juzgada64 o
Así como las anteriores definiciones se pueden plantear, teniendo
estas como corolario sus críticas respectivas, es que con respecto a
la confesión se han plasmado diversas definiciones que se han
dado sobre la institución, y que pueden agruparse en torno a dos
referencias dentro de las cuales habrá que establecer también otras
matizaciones, pero fundamentalmente las definiciones o responden
a la idea de que se trata de una declaración de ciencia o de un
negocio jurídico.

a. Definiciones que implican el presupuesto de declaración de


ciencia

Todas ellas reconocen que el confesante no desarrolla otra


actividad en el proceso que dar a conocer algo que sabe, bien que,
según los autores, los efectos de esta declaración son diferentes. Y
así algunos resaltan en la declaración de ciencia lo meramente
manifestatorio: la confesión es simple prueba65 . Otros introducen
en sus definiciones el recuerdo de la tasa probatoria; la contra u
prommtiatio de Quintiliano y la relevatio ab onere probandi:

a) De entre los primeros, Silva Melero opina que confesión es


"cualquier declaración o manifestación de las partes que
desempeñe una función probatoria, esto es, que tienda a convencer
al juez de la existencia o no existencia de un dato personal
determinado" 66. Prieto Castro dice que la confesión es la
"declaración que una parte hace sobre puntos de hecho relevantes
en el proceso"67. Prieto Castro ha manifestado sus deseos de que
la confesión judicial in lettera legis sea lo que es en la práctica,
simple expediente investigatorio de la certeza y por eso reclama la
posesión de un genus de la ParleivemehJJllmg austríaca O del
interrogatorio 10m/ale delle parli italiano. Y no es extemporáneo
este deseo cuando la doctrina jurisprudencial ha dado a la antigua
regil1a probatortl!J/ un lugar común junto a las demás pruebas, sin
concederle efectos diferentes.

b) También como declaración de ciencia es considerada la


confesión por aquellos autores68 que primeramente ven la contra
se protl/mtiatio69 con valor fijatorio de los hechos en la sentencia o
la relevación de la carga de la prueba, la vinculatoriedad en suma,
para el juez en el momento de resolver el pleito. La definición más
clásica e incansablemente citada de la confesión es la de
Lessona70o Este autor recogió en su definición una exposición
descriptiva de los elementos que debe tener esta institución: "La
confesión es la declaración judicial o extrajudiciaFI, en que una
parte capaz de obligarse72, con ánimo de suministrar a la otra una
prueba73 que redunda en un perjuici074, reconoce, total o
parcialmente, la verdad75 de una obligación o de un hecho que es
susceptible de producir efectos jurídicos76". La definición de
Lessona, por su carácter enumerativo, recoge los elementos
fundamentales de la confesión en general y por ello en casi todas
las obras que versan sobre la prueba se recoge aquélla como
clásica77.

Un concepto más moderno de confesión dentro de los que


consideran como presupuesto de éste la declaración de ciencia, lo
brinda Hernando Devis Echandía, la define de manera más precisa:
"confesión es un medio de prueba judicial, que consiste en una
declaración de ciencia o conocimiento, expresa, terminante y seria,
hecho conscientemente, sin coacciones que destruyen la
voluntariedad del acto, por quien es parte en el proceso en que
ocurre o es aducida, sobre hechos personales o sobre el
conocimiento de otros hechos perjudiciales a quien la hace o a su
representado, según el caso, o simplemente favorables a su
contraparte en ese proceso"78.

b. Definiciones que connotan la naturaleza negocial de la confesión

Ugo Rocco no da otra definición que la legal recogida por Costa o


Zanzucchi, es decir, la del artículo 2730 del Codice Civile. No
obstante, dice que en ella hay que ver "un negocio jurídico unilateral
pero no declaración de ciencia, sino declaración de voluntad,
teniendo por contenido el reconocimiento de la existencia de un
hecho jurídico en el que el Derecho reconoce el nacimiento,
modificación o extinción de una relación jurídica "79.

2. NATURALEZA JURÍDICA DE LA CONFESIÓN

Aunque mucho se ha discutido acerca de la naturaleza jurídica de la


confesión, sin embargo, hasta el presente no existe sobre ella
acuerdo en la doctrina. El concepto que se tenga respecto al
anilJlus confttendi como requisito para la existencia de la confesión,
influye decisivamente sobre este punto. En lo sucesivo tratamos
diversas teorías que se han planteado al respecto:

a. Primera tesis
No han faltado quienes consideran la confesión como dularación de
voluntad, de naturaleza sustancial y flegocial de derecho privado,
como consecuencia de exigir para la existencia de la confesión, que
tenga el animus conjitendi, entendido como renuncia al derecho
sustancia180o

Pero ni la confesión es un trato, ni para su eficacia se requiere la


aceptación de ella por el adversario; por otra parte, la confesión
prueba el derecho, pero no lo crea ni modifica y tampoco lo
extingue8!, pues es un instrumento para la convicción del juez sobre
los hechos del proceso, y por tanto su naturaleza sustancial, de
derecho privado, es desconocer su función, su valor y sus efectos.
No se mejora esta teoría porque se le reconozca a la confesión el
carácter de declaración unilateral, pero asignándole naturaleza
sustancial y negocial de derecho privado.

b. Segunda tesis

Algunos la consideran como un acto de voluntad y, por lo tanto,


negocio, pero de naturaleza procesal 82. Sólo se diferencia esta
tesis de la anterior, en que le asigna a la confesión una naturaleza
procesal y no sustancial, lo cual constituye un progreso hacia la
adecuada explicación de su naturaleza, pero le son aplicables las
críticas expuestas contra la pretendida naturaleza de acto de
voluntad y de negocio jurídico.

Algunos consideran que no existe oposición entre el carácter de


negocio procesal y de medio de prueba. Es la tesis adoptada por
Carnelutti y acogida r or Couture83, pero creemos que ese doble
carácter encierra una contradicción evidente, porque el efecto o
valor probatorio de todo medio de prueba emana de la ley (si rige la
tarifa legal) o del libre criterio del juez, no de la voluntad de quien
suministra la prueba, sea documento, testimonio o confesión. Por
último, esta tesis implica exigir el animus confitendi para la
existencia de la confesión, como intención de suministrade la
prueba a la parte contraria.

c. Tercera tesis

Ciertos autores la consideran de naturaleza sustancial pero no


negocial,y le reconocen el carácter de medio de pmeba 84. La
eliminación del concepto de negocio jurídico en el acto confesorio y
el reconocerle simultáneamente el carácter de medio de prueba,
representa un notable progreso· en el camino de estructurar
correctamente la noción jurídica de confesión. Pero al asignarle una
naturaleza sustancial y no procesal, se incurre en uno de los errores
en que inciden las dos primeras tesis.

d. Cuarta tesis

Algunos le reconocen a la confesión naturaleza procesal no


negocial; pero· niegan que sea un medio de pmeba. En el primer
aspecto representa otro notable avance en la doctrina moderna
sobre la confesión, su defecto consiste en negar que la confesión
sea un medio de prueba85 y en el fondo se le asigna el carácter de
presunción legal, al otorgarle el efecto de exonerar al contrario de la
carga de la prueba, por lo cual le son aplicables las críticas
formuladas a la tesis anterior. Como observa Lessona, se incurre en
el error de considerar que sólo es prueba la que proviene de la
parte que la invoca, lo cual agregamos nosotros, significa
desconocer los principios generales de la comunidad y la unidad de
la prueba.

e. Quinta tesis

Una más avanzada considera la confesión como una declaración de


verdad, de naturaleza procesal y un medio de pmeba. Al asignarle
el carácter de declaración de verdad, se niega que sea un acto de
voluntad que persiga necesariamente producir determinado efecto
jurídico sustancial o procesal y se le asigna como única función la
de comunicarle al juez la verdad de los hechos, como un acto
puramente procesal, declarativo y no dispositivo 86.

Esta tesis constituye un gran progreso en la evolución del concepto


de confesión y con ella se elimina los defectos e inconvenientes de
las anteriores. Pero al otorgarle carácter de declaración de verdad,
deja sin explicar los numerosos casos en que puede no
corresponder a la verdad por error' o dolo; además, equivale en el
fondo a darle el efecto de una presunción de verdad, lo que está
muy lejos de corresponder a su genuina naturaleza.

f. Sexta tesis

La correcta, que considera la confesión como una declaración de


ciencia o conocimiento, de naturaleza procesal y un medio de
pmeba. Esta tesis conserva los progresos obtenidos con la anterior
y únicamente se separa de ella en que sostiene que la confesión es
uná simple declaración de ciencia o conocimiento, como la del
testigo, y no una declaración de verdad. Es ésta, sin duda, la tesis
que goza de mayor aceptación en la doctrina procesal moderna87.
Nuestra opinión ya la hemos expresado de alguna manera al
rechazar las cinco primeras tesis. Acogemos la última, porque es la
única que entiende correctamente la naturaleza jurídica de la
confesión.

Muy especial es el caso de la confesión extrajudicial que ocurre


fuera del proceso y de diligencia judicial extraprocesal, en
conversaciones o documentos; es similar al de documento
extraprocesal que no se requiere para la existencia o validez de un
acto sustancial: ambos son actos extraprocesales, pero no
sustanciales. La confesión judicial es una simple declaración de
ciencia, es un acto de parte y recae siempre sobre un hecho
perjudicial a ésta o favorable al contrario.

Silva Melero concluye que "las controversias a que han sido


sometidas todas estas teorías abren la puerta a admitir que una
confesión es una declaración de conocimiento, cualificada por el
objeto y el sujeto, y en virtud de la cual la parte afirma hechos, que
el juez ha de admitir porque la Ley les concede el valor de prueba
plena, con la fijación de sus consecuencias (preclusión de otros
medios de prueba y admisión irrevocable de los hechos)"88.

En la actualidad, Claus Roxin, citado por José María Asencio


Mellado, plantea que la confesión no es un medio. técnico de
prueba en puridad, pues tiene derechos constitucionales como los
relativos al silencio, a la libre declaración y a la no autoincriminación
(garantías subjetivas)89. Sin embargo, es menester señalar, que la
mayoría de codificaciones por criterios de especialidad, lo mantiene
como un medio de prueba en particular. El CPP 1991 incorporó la
institución de la confesión dentro del Capítulo IV, reservado a la
declaración del imputado (arts. 127129), pero con acierto el
legislador nacional en el nuevo Código Procesal Penal del 2004 lo
incluyó dentro del Título II como un medio de prueba (arts. 160-
161), esto con el fin de darle mayores límites y garantías normativas
a su utilización.

3. CLASIFICACIÓN DE LA CONFESIÓN

a. Confesión divisible e indivisible

El profesor Hernando Devis Echandía aclara magistralmente que la


confesión siempre es indivisible y que lo divisible puede ser la
declaración que la contiene90. Sobre este punto estamos
totalmente de acuerdo, sin embargo, por cuestiones didácticas
muchas veces se habla de divisibilidad o indivisibilidad de la
"confesión", así expresaremos con la mayoría de la doctrina, que en
principio toda confesión es indivisible, sobre todo cuando en ella se
reconocen una serie de circunstancias y hechos que guardan Íntima
relación entre SÍ91.

La confesión indivisible es llamada también por Cabanellas


"individual", cuando no puede separarse así sin destruir la
confesión92. La indivisibilidad de la confesión significa que sólo
puede invocarse la declaración de la parte en su totalidad, es decir,
con el hecho confesado y sus circunstancias, y no aprovecharse lo
favorable e ignorarse o desecharse lo desfavorable, lo cual importa
destacar que se deben combatir a través de pruebas en contrario
las calificaciones o adiciones vertidas93, de esta misma opinión es
José de Vicente y Caravantes, quien expresa que: "en la confesión
individual no puede admitirse una parte y rechazarse la otra".
Siendo la clasificación de la indivisibilidad una más genérica que las
demás clasificaciones de la confesión se considera que la confesión
es indivisible cuando la contestación es simple, por que no hay
alternativa: o lo es por sí o lo es por n094.

Por otro lado, la confesión es divisible cuando existe pluralidad,


cuando se está frente una confesión calificada95, compleja96 o
compuesta97, por cuanto la circunstancia o modificación que se
añade, a cualquiera de las confesiones antes citadas, puede
separarse del hecho confesado.

b. La confesión simple, especial, calificada y compleja

Es simple cuando quien la formula declara lisa y llanamente un


hecho, interrogado por la parte contraria o por el juez. Es especial
cuando un sospechoso o procesado admite que es autor, cómplice
o encubridor del delito que se le imputa; y más aún cuando concreta
circunstancias o detalles. Aquella que se circunscribe a un solo
hecho o no agrega los motivos. Se contrapone entonces a la
confesión compleja. Es calificada, por el contrario, la confesión que
al reconocimiento de los hechos suma los motivos, que pueden
atenuar o exculpar en lo penal y liberal en lo civil 98.
La que sigue, es la definición amplia de confesión compleja, que
desde la perspectiva civilista brinda Cabanellas, expresando que se
trata de similar a la calificada, pero el autor plantea su diferencia: "el
reconocimiento sucesivo, y casi siempre conexo, de dos o más
hechos; como la admisión de deuda y el agregado de haberla
pagado. Como norma general, cuando no existe independencia
entre los hechos confesados, la manifestación compleja tiene que
admitirse o rechazarse en su conjunto. En el ejemplo citado por
constituir dos actos distintos, excepto en negocios al contado
estricto, el concierto de la deuda y su posterior cumplimiento, la
admisión obligacional es indudable; en tanto que la circunstancia
del pago requiere alguna constancia o indicio comprobatorio.
También se considera esta locución sinónima de confesión
calificada, por sumar, a veces al hecho su causa"99.

Con respecto a esta confesión se expresa que es divisible1oo, pues


partiendo de la base que la confesión es compleja cuando,
reconociendo el hecho, se añade otro distinto o separado, el
enunciado normativo cubre todas aquellas adiciones de datos
fácticos que pueden considerarse independientes del hecho
confesado y que por lo tanto no conforman con éste una unidad
jurídicalol. Así se considera que la confesión compleja puede, como
no incluir a los hechos su causa, este hecho no es indispensable.

c. La confesión expresa y tácita

La hecha con palabras o señales que clara y positivamente


manifiestan lo confesado. En forma verbal y por escrito van desde
un simple sí o no hasta cualquier expresión que no deje duda
alguna acerca de lo reconocido. Es la forma habitual de confesar en
juicio y se opone a la cotifesión tácita 102.

La confesión tácita es aquella que se infiere de algún hecho o se


opone por la ley 103.

d. La confesión judicial o extrajudicial

La confesión judicial y la extrajudicial se diferencian por el lugar en


que se presta. Lugar significa existencia o no de ámbito
jurisdiccional, el cual atañe a la esfera del concepto jurídico.
Concordamos con Carlos Machado Schiaffino, al conceptualizar la
confesión extrajudicial como la realizada fuera del proceso, de
cualquier modo, ante el juez que no es competente o faltando
alguna de las formalidades legales 104; es por ello que
consideramos que tal confesión, no es una confesión jurídicamente
aceptable y menos dentro del ámbito penal que requiere de ciertos
requisitos, más aún consideramos que podría quebrantar este tipo
de confesiones principios básicos que debe conservar toda
actividad probatoria y todo elemento de prueba, como son los de
legalidad y los de liberalidad. Ya Jeremías Bentham, expresaba que
"puede dividirse en tres principios todas las consideraciones
encaminadas a invalidar las consecuencias incriminativas que se
pueden desprender de las [ ... ] confesiones extrajudiciales: 1 ° el
testimonio puede haber sido mal interpretado; 2° puede ser
incompleto; 3° puede ser engañoso"105. Para que tal cosa no
suceda se plantea que esta clase de confesión debe estar sometida
a los mismos requisitos que la confesión judiciall06, Ricardo
ReimundÍn se expresa en el mismo sentido, ampliando que necesita
del requisito de voluntariedad, así: "La confesión extrajudicial debe
tener, en principio, los mismos elementos constitutivos que la
judicial: a) capacidad; b) objeto; y c) voluntad; pero ella puede
efectuarse ante el adversario o ante un tercero. Será ineficaz
cuando provenga de un incapaz o se refiera a un objeto prohibido
por la ley o cuando falte el animo conJitmdi (elemento intencional)
[ ... ]"107. Sin embargo, a nuestro parecer los requisitos para la
validación de la confesión extrajudicial deben ser mayores que los
dados en sede judicial, por la simple razón de que esta prueba debe
ser probada, y debe ser ratificada a nivel judicial.
Con respecto a que debe probarse esta pmeba, así lo expresa
Devis Echandía: "La confesión extrajudicial debe probarse siempre
por otros medios (testimonios, documentos privados o públicos), es
decir, es indispensable probar la prueba: cuándo ocurrió, en qué
lugar, ante quiénes, de qué manera: por esto se dice que es una
probado pro banda o prueba por probar. Es indispensable examinar
críticamente las dos fases de esta prueba: los otros medios que
demuestren plenamente haber ocurrido la confesión extrajudicial y
el contenido de ésta en relación con el hecho que se quiere
demostrar con ella" 105. También consideramos que toda
declaración extrajudicial debe ser corroborada en juicio, por ejemplo
la declaración prestada ante la autoridad policial (confesión en sede
policial, que es una de las clases de confesión extrajudicial) que,
según César San Martín Castro, dentro del sistema acusatorio
garantista, "tiene que ratificarse judicialmente para que tenga
validez probatoria 109".
En materia civil sólo tendrá valor probatorio y relevará a la parte de
la carga de producir otros medios probatorios si es que no ha sido
efectuado por error u otros vicios que anulen el consentimiento, más
aún se considera que de cualquier manera tiene que ser valorada
de acuerdo al sistema de libre convicción, por el juez.
Al poder ser las confesiones judiciales o extrajudiciales, complejas,
compuestas o calificadas, las declaraciones de las mismas pueden
ser divisibleslloo Como corolario de lo anterior la confesión
extrajudicial puede ser hecha por escrito (instrumento público o
privado) y verbalmente; el problema más importante es el que se
relaciona con la prueba de la producida verbalmente. Así, la
confesión extrajudicial si bien es cierto puede ser expresa y
espontánea, puede también ser tácita o provocada, empero estas
diferenciaciones de la manera como se presta la confesión por parte
del declarante no deben ser tomadas de manera extrema111, pues
las declaraciones pueden versar de diferente forma, y sólo tendrá
efectos negativos si estos han sido obtenidos por la violencia o
amenaza, como bien se explicará más adelante.

e. La confesión condicional

Desde una perspectiva exclusivamente civilista, Cabanellas define


esta confesión, como: "la figura admitida por algunos, en el sentido
de formular la posibilidad de confesar contra una actitud requerida
de la otra parte. Se pone como ejemplo la de estar dispuesto a
confesar la deuda si la parte contraria renuncia a la garantía actual;
por ejemplo, un embargo. No es frecuente, y aduce indicio de ser
exacto lo que se condiciona, que se pretende explotar para su
transacción" 112 o
4. EVENTUALES DIFERENCIAS ENTRE LA CONFESIÓN EN EL
PROCESO CIVIL Y EL PROCESO PENAL

Y a habría expresado Bramont Arias, que la prueba civil y la penal


se pueden diferenciar por el procedimiento. Por el procedimiento de
la prueba, o sea por la forma según la cual debe desarrollarse y
manifestarse la actividad de prueba, y según la cual deben obrar los
medios de prueba para que una y otros sean procesalmente
idóneos y utilizables. El procedimiento de prueba es distinto: en el
proceso penal, según los principios de la organización general a
que obedezca, acusatorio o inquisitivo, tiene profundas variaciones
y se manifiestan los actos de prueba de distinto modo, con
exigencias sustanciales y formales diversas.

Un ejemplo palpable será el caso de la confesión. Antonio


Dellepianel13, al reflexionar sobre la prueba de confesión en
materia civil y criminal, expresa que la mayor parte de las
diferencias fluyen del hecho de que el juicio civil reviste, en cierto
modo, el carácter de una lucha entre los contendores; lucha en que
las partes gozan de la misma libertad de acción e iguales medios de
ataque y defensa, estándoles permitido, hasta cierto punto, recurrir
a ciertos ardides y hasta coacciones morales para obligar al
adversario al reconocimiento total o parcial de la obligación que se
persiguen judicialmente. El uso de esta especie de extorsiones no
tiene peligro alguno en las causas civiles; lo que no ocurre, por
cierto, en las criminales.
Por otra parte, el juez de lo civil no tiene por qué averiguar si la
confesión prestada es o no sincera. En efecto, como en esta clase
de juicios no está, por lo general, comprendido el interés público,
sino meramente el privado, es perfectamente admisible el principio
del desistimiento, en cuya virtud una parte puede legítimamente
hacer renuncia de derechos que le pertenecen, y que, sin embargo,
no quiere discutir. Muy distinto, sin duda, es el caso de un asunto
criminal, puesto que la sociedad no le es indiferente el que castigue
a un inocente, aun queriéndolo él mismo, mientras el verdadero
culpable escapa a la represión. Tales son los principios orientadores
que permiten comprender las modalidades especiales observables
en la legislación de la confesión, como medio de prueba, según se
trate de su empleo en causas civiles o en causas criminalesl14o

A su turno, planteando su ya conocida propuesta similar a la Fairén


Guillén, el profesor colombiano Devis Echandía115, expresa que
"cualquiera que sea la jurisdicción en que ocurra y el sistema
legislativo que regule el procedimiento, la naturaleza jurídica de la
confesión es la misma e iguales en general son los requisitos para
su existencia y su validez". Existen, sin embargo, expresará más
adelante, algunas diferencias en materia de confesión, en los dos
procesos116:

1. En cuanto a la capacidad para disponer del derecho O contraer la


obligación que surge del hecho confesado, que se requiere en
materias civiles y está fuera de lugar en el proceso penal, por lo
cual existe una importante diferencia en la capacidad jurídica del
confesante: mientras que en lo civil el incapaz relativo sólo puede
confesar válidamente en casos especiales, en el proceso penal, por
regla general, la confesión del incapaz relativo por edad tiene el
mismo valor que la del capaz y las otras incapacidades relativas
(del quebrado o concursador, de~ interdicto por dilapidación) no
tienen eficacia alguna.
2. En materia civil, los represmtantes legales o contract/lales y
los apoderados pueden confesar por sus representados o
mandantes, con ciertas limitaciones, mientras que en materias
penales la confesión debe ser siempre personal y aquéllos
únicamente pueden declarar como testigos, con la limitación que
consagra la ley a favor de los parientes dentro de cierto grado de
consanguinidad o afinidad.
3. Algunos de los requisitos para la eficacia probatoria de la
confesión en materias civiles, no tienen aplicación en lo penal, como
la disponibilidad objetiva del derecho O de la obligación que se
deduce del hecho confesado, la legitimación del representante o
apoderado que confiesa por su representado o mandante, la
alegación del hecho por la parte favorecida por la confesión si es
principal, la preclusión de su oportunidad o a lo menos un menor
rigor de ésta en el proceso penal.
4. La confesión extra.;ifdicial que en la vía civil tiene un
importante valor y puede llegar a ser plena prueba, en lo penal
apenas puede tener el mérito de indicio.
5. En lo civil, la confesión puede ser incond¡lcentc, cuando la ley
exige una prueba distinta para el hecho confesado, y en lo penal, en
cambio, es conducente para toda clase de actos que por sí mismos
sean ilícitos (si lo confesado es un hecho de naturaleza civil o
comercial, cuya prueba es solemne de acuerdo con la ley que lo
regula, la confesión hecha en un proceso penal no sirve para
demostrado, aun cuando pueda configurar un delito, como un
segundo matrimonio, un embargo o una hipoteca; la absoluta
conducencia del medio se refiere únicamente a los hechos ilícitos
por naturaleza).
6. En lo penal, a pesar de que una confesión reúna todos los
requisitos para su existencia, validez y eficacia probatoria, 110 sirvt
por sí sola para cOl1dmar al cOl1fesal1lt, sin que se requiera
prueba en contrario, pues para ello hace falta que además esté
probado el cuerpo del delito; en lo civil en cambio, una confesión de
esas condiciones conduce a un fallo desfavorable al confesante,
cualquiera que sea el sistema legal de valoración, libre o tasado el
principio se aplica a determinar su eficacia probatoria pero una vez
que el juez la admite, no puede desconocer el hecho confesado a
menos que aparezca prueba en contrario. Como dice Dellepiane, en
lo penal sólo es convincente cuando inquiridas todas las
suposiciones no queda ninguna duda razonable sobre su verdadll7
o
7. En el proceso penal el confesante tiene libertad para retraerse
y el juez aprecia entonces el valor de la confesión anterior de
acuerdo con los demás elementos de prueba en contrario, sin que
haga falta alegar, y menos demostrar, el error subjetivo; en lo civil,
algunas legislaciones exigen la eficacia del retracto o revocación, no
sólo la prueba del hecho contrario, sino la del error del confesante
(sin embargo, la doctrina contemporánea se inclina a aceptar como
suficiente la prueba de la falsedad objetiva del hecho confesado, en
materias civiles, porque repugna al criterio jurídico que se tenga por
cierto lo que está probado que no lo es).

8. En el proceso civil, el interrogatorio de las partes es


fundamentalmente una fuente de prueba, (algunos lo califican de
medio de prueba, pero en realidad, la prueba está constituida por la
confesión, cuando aparece en las respuestas); en lo penal, en
cambio, se considera el interrogatorio del sindicado principalmente
como un medio de defensa de éste, además que de fuente de
prueba.
9. Desde un punto de vista puramente legislativo (por que en la
doctrina no tiene razón de existir tal diferencia), en el proceso penal
el juezpl/ede provocar la confesión oficiosamente, por medio de
interrogatorio del mismo, y tiene libertad para valorar su mérito de
interrogatorio del mismo, para valorar su mérito probatorio, en tanto
que en algunos Códigos de Procedimiento Civil anticuados, se les
niegan esas dos libertades fundamentales, pero en los modernos
procesos civiles estas diferencias han sido eliminadas.

10. En algunos países, expresa Cardoso Isaza, la apreciación de


la confesión judicial está regulada en lo civil por la tanJa legal; en lo
penal, en cambio, no se concibe este sistema, porque el juez debe
gozar siempre de libertad para apreciarla118o En nuestro país
ambos son de libre apreciación o de sana crítica.

Por otro lado, y más garantista, Mittermaier expresa que: "las


diferencias sustanciales entre ellas se resumen con respecto
principalmente a los siguientes puntos:

1. El circulo de las pruebas está más restringido en lo penal, y


así no podría admitirse en él el juramento que descansa en el
principio del desistimiento. El mismo motivo explica los escrúpulos
de tantos legisladores enemigos declarados de la condena basada
en solo indicios, por la creencia de que no podrían por sí solos ser
el fundamento de la certeza.

2. Los mismos medios de pruebas admitidos en el proceso civil y


en el criminal, en el caso de la cotlftsiótl, llevan en sí en ambos un
principio del todo diferente. Allí la c01ifesiótl judicial de la parte hace
fe, porque en definitiva tenía el poder de renunciar a su derecho;
aquí no sucede 10 mismo, y la confesión del acusado, su
comparecencia voluntaria, el hecho, en fin, de denunciarse él
mismo no podría satisfacer plenamente. Es preciso en todos los
casos que del examen de los motivos que le han impelido a este
modo de obrar, de su conducta anterior, de la relación existente
entre los hechos circunstanciados comprendidos en la confesión y
en las demás pruebas descubiertas en los autos, de la verosimilitud
de la confesión y de la probabilidad, en fin, del crimen cometido por
el acusado, resulte una certeza completa para el Juez; entonces, y
sólo entonces, es cuando la confesión puede motivar la condena.
3. El duistimimto del acusado tampoco tiene influencia, en
materia criminal, sobre los procedimientos y la administración de la
prueba. En lo civil, una parte puede eximir a un testigo de prestar
juramento; un testigo sospechoso puede no ser tachab1e por el solo
hecho de que la parte contra quien declaró nada haya objetado a su
veracidad; pero en materia penal, en que predominan los más altos
intereses de la justicia, la voluntad del acusado no puede tener
influencia, mucho menos cuando, sin presentarse excepción contra
un acto de procedimiento contrario a la ley, haya declarado, por
ejemplo, que tiene por válidos los dichos de un testigo no
juramentado, o por ilegal una visita local del Juez.
Por último, en lo civil hay ciertas prescripciones de la ley que
derivan del principio del desútifJ1iento, las cuales no podrían tener
aplicación en el procedimiento criminal. En este no hay términos
perentorios fijados para tales y cuales actos, porque la
manifestación de la verdad, objeto final del proceso, no puede
ligarse a determinado espacio de tiempo, al señalarse al acusador o
a su defensor el término dentro del cual debe articular la prueba de
descargo. Por la misma razón, también la cosa juzgada no puede
entenderse en lo penal en el sentido que se le da en lo civil. En fin,
mientras en éste el defecto de prueba lleva en sí la condenación, no
sucede así en materia penal. El condenado en rebeldía, o el que
rehúsa responder, no puede ser obligado a contestar dentro de un
término dado, so pena de ser tenido por confeso, puesto que es
cosa reconocida que la misma confesión explícita no puede hacer
plena prueba por sí sola, y que no es bastante a los ojos del Juez
sino cuando está revestida de ciertas cualidades que se requieren y
cuando se halla en perfecta armonía con las circunstancias que
constan, por otra parte, justificadas"119.

5. DIFERENCIA ENTRE CONFESIÓN E INTERROGATORIO DEL


INCULPADO

A los fines del presente estudio, es preciso distinguir entre


confesión e interrogatorio, que son cosas distintas, aunque la
primera pueda obtenerse a través del segundo.

Sabido es que en el proceso inquisitorio de tipo histórico el


interrogatorio estaba fundamentalmente destinado a obtener una
confesión, que, documentada por un notario especial, se
incorporaba en un registro, y aunque la doctrina de la época solía
establecer que no se trataba de obtener una prueba, sino que
tendía a descubrir la verdad, por medio de este juego de palabras
se privaba al interrogatorio del carácter de ser un medio de
información y de defensa para el inculpado, que es el que
modernamente se ha proclamado. Para el Juez parece que es un
medio que puede contribuir al descubrimiento de la verdad, ya que
en todo caso puede significar en sus resultados, un término de
comparación con otras declaraciones y con el material probatorio
recogido o que pueda posteriormente reunirse.

Desde un punto de vista formal, el interrogatorio puede ser


considerado como un acto procesal, oral, consistente en el examen
del inculpado en relación a su identificación, para hacerle conocer
los cargos y oír las eventuales contestaciones que tenga a bien
hacer en relación a la inculpaciónl20o

El hecho de que el interrogatorio no sólo se realice ante la autoridad


judicial, sino también ante otras autoridades, Policía Judicial y
Ministerio Público, en algunos países, pone a debate el problema de
cuál sea el valor de estos interrogatorios no procesales y en qué
forma han de ser practicados. Las actuaciones de la Policía Judicial,
sin intervenciones del Juez, se distinguen de las realizadas ante el
Magistrado porque las primeras sólo tienen carácter de mera
información; se trata de actos extraprocesales, sin valor jurídico
definitivo en lo que respecta a su ulterior valor probatorio. Las
aseveraciones de la Policía de haber ocurrido determinados hechos
en su presencia no prejuzgan la valoración libre por parte del
órgano jurisdiccional, y en todo caso deben ser ratificados o
confirmados por el juez en cuanto sea posible. Este carácter
meramente informativo del atestado, y la exigencia de que la Policía
Judicial debe atenerse estrictamente, en cuanto al modo de
interrogar, a las prevenciones de orden procesal, con exclusión de
cualquier clase de coacción, física o moral, debiera ser proclamado
de un modo reiterado, para evitar equívocos, que hagan
comprender lo inútil de pretender una confesión, que en todo caso
no tendría el carácter de prueba, salvo que sea reiterada y ratificada
ante el juez instructor, sin que, por otra parte, se trate en su
valoración más que de un mero indicio. De este modo se evitaría,
quizá, que muchas veces se abandonen pistas y orientaciones
investigadoras que contribuirían a la averiguación de la verdad, y
que quedan cortadas ante confesiones más o menos espontáneas,
y que al ser después sistemáticamente negadas ante el juez de
instrucción determinan una desorientación inicial en la instrucción
sumarial, difícilmente reparable después, conforme al aforismo "El
tiempo que pasa es la verdad que huye". Al mismo tiempo se
evitaría que el posible exceso de celo de la Policía Judicial, pueda
llevarla a quebrantar aquellas normas que regulan el interrogatorio,
y que no serían jamás olvidadas si se conociera exactamente el
valor meramente informativo, incluso de la eventual confesión ante
la Policía.

El interrogatorio ante el Juez instructor (hoy Juez Penal) ha de ser


recibido por éste, y mantiene aquellas características que hemos
señalado de ser medio de defensa y no de pruebal21, aun cuando
pueda llegar a ser fuente de prueba que contribuya al
convencimiento del Juez. No deben considerarse como un hecho
excepcional, por ser normal que todo inculpado se defienda y no se
acuse122.

Se prohíbe el juramento del procesado, que tiene la facultad de no


responder sin ser sometido a ninguna coacción, y sin que sea lícito
deducir del silencio ningún elemento positivo de prueba. Que no se
castigue el silencio no quiere expresar más que la prohibición de
emplear medios coercitivos para obligar a una puesta y no se trata
de proclamar la existencia de un derecho subjetivo o interés
legítimo a no contestar a la autoridad judicial. Desde luego, todo
inculpado puede faltar a la verdad, sin que ello le irrogue ninguna
consecuencia punitiva. En todo caso quedan prohibidos los medios
coactivos de carácter físico, el uso de estupefacientes y similares
(narcoanálisis), los engaños, las preguntas tendenciosamente
sugestivas o capciosas, las presiones psíquicas de cualquier clase,
y no sólo por respeto a la persona humana, sino en interés de la
verdad y de la justicia, evitando contestaciones viciadas por la
violencia o fraude de quien interroga, con el riesgo de estructurar
todo el proceso sobre una ficción.
Por lo que se refiere al contenido del interrogatorio, y después de la
identificación de la persona que comparece ante el Juez, debe
versar en torno a los hechos que motivan a la instrucción sumarial,
informando al interesado de los fundamentos de la prueba de cargo;
y si se trata de elementos materiales, deben serle exhibidos para
que los reconozca, pero sin dar a conocer las fuentes de los
elementos de prueba si pueden derivarse perjuicios para la
instrucción. El inculpado, por lo demás, debe ser invitado a
disculparse y a señalar las pruebas de descargo, salvo en el caso
de que permanezca en silencio, negándose a responder.
Aunque un sector doctrinal, al referirse a los recursos psicológicos
que el Juez puede arbitrar, admite el empleo de determinados
expedientes, como el aprovecharse de la impresión que la
perpetración del delito ha dejado en el ánimo del interrogado, o de
valores de asociaciones de ideas o de palabras, debe tenerse en
cuenta que las declaraciones así obtenidas ni son voluntarias ni
espontáneas, y sus resultados nada tienen que ver con la
confesión, que debe estar orientada por el animus conjetendi. En
todo caso el Juez ha de tener en cuenta que las conclusiones de
tales recursos psicológicos han de ser sometidas a una crítica
rigurosa, por ser fácil de error, considerándolas no como prueba,
sino como elementos aptos para orientar la investigación, y
teniendo en cuenta que personas honorables, por ejemplo,
fácilmente impresionables, pueden presentar fenómenos psíquicos
parecidos al del verdadero culpable, como temblores,
enrojecimiento del rostro, alteraciones del pulso y respiración, etc.
En este aspecto el interés de la justicia exige proclamar la
necesidad de una extraordinaria cautela al obtener las
conclusiones.

CAPÍTULO III

LA CONFESIÓN Y SUS LÍMITES

1. REQUISITOS DE LA CONFESIÓN
Ante todo, es preciso advertir que los requisitos de la confesión
pueden clasificarse en tres categorías, a saber: a) requisitos para su
existencia; b) requisitos para su validez; y e) requisitos para su
eficacia probatoria. Una cosa es saber cuándo existe confesión, otra
cuándo tiene valor y otra su eficacia probatoria y el grado de ésta.
Es frecuente la confusión de unos y otros, en perjuicio de una
debida comprensión de la naturaleza de este instituto.

2. REQUISITOS PARA LA EXISTENCIA DE LA CONFESIÓN

De la distinción entre actos jurídicos inexistentes y actos jurídicos


nulos surge la necesidad de señalar los requisitos atinentes a la
existencia y los referentes a la validez de la confesión.
Examinaremos a continuación los requisitos para la existencia de la
confesión en general, es decir, judicial y extrajudicial.

a. La confesión es la declaración de parte

Existen autores que tratan de considerar la declaración, siempre


como testimonio, empero consideramos nosotros que no toda
declaración es testimonio, tratando así de diferenciar de primera
intención la confesión con el testimonio, sin embargo, de la/u
Se1lSll, se puede hablar de confesión como testimonio.
Consideramos el mismo, puesto que se suele denominar testimonio
a la declaración de terceros, y calificar de confesión la declaración
de las partes; pero ninguna de las dos expresiones es cierta porque
la parte que declara rinde en verdad un testimonio y no todas las
veces hace confesión.
Uno de los actos procesales que emanan de las partes es su propia
declaración. Éste es el género y la confesión una de las especies;
es decir, toda confesión es una declaración de parte, pero éste
puede contener o no confesión 123. Toda confesión es una
declaración de parte, pero ésta no es siempre una confesión.
Así la declaración debe provenir de quienes están reconocidos
como partes en el proceso en que se aduce 124o

b. Debe ser declaración personal

En el derecho penal, la confesión debe ser personal del imputado o


sindicado y jamás por conducto de apoderado o representante. La
existencia de autorización legal o convencional para hacerla a
ombre de otro, se aplican a lo civil, laboral y contencioso
administrativo específicamentel25o

c. Debe tener por objeto hechos

Este requisito es consecuencia natural del carácter de medio de


prueba que tiene la confesión 126. Estos hechos son in genere
objeto idóneo de prueba127o Por esta razón, el carácter propio de
la confesión da lugar a algunas aclaraciones sobre el carácter de
los hechos que son su objeto. Ricci128 sostiene que los hechos
permanentes no son objeto propio para la confesión, porque se
puede conocer y apreciar su existencia mediante el propio
reconocimiento judicial o pericialmente. Esta opinión es inexacta.
Verdad es que si con un interrogatorio se quiere probar un hecho
permanentemente, el juez podrá negarle potencialidad específica y
ordenar el reconocimiento o la prueba pericial; pero podrá también
admitir interrogatorio. Así, pues, la confesión de un hecho
penalmente parece perfectamente posible129 o

Por otro lado también consideramos que la confesión puede versar


sobre una relación jurídica 130, como un arrendamiento, un mutuo,
una compraventa celebrada por el confesante, materia del cual se
está discutiendo en el proceso y base de la cual se cometió el ilícito,
pero entonces en realidad existe una confesión abreviada de
hechos que se suponen implícitos en la denominación jurídica
empleada por el confesante. Es decir, con la denominación jurídica
se están relatando los hechos que la configuran, como se explicó al
tratar el objeto de la prueba en general. El reconocimiento de
argumentos jurídicos favorables a la parte contraria o desfavorable
a quien lo hace, no es confesiónl31o

d. Los hechos sobre los que versa deben ser favorables a la parte
contraria o perjudiciales al confesante

Sólo existe confesión cuando el hecho reconocido es desfavorable


al declarante, o desfavorable a la parte contraria, porque si fuese
contraria a un tercero o a una de las partes en la causa, que no sea
aquella a cuyo favor se emite, no se trataría, como es evidente, de
una confesión 132. Debe tenerse en cuenta que existen algunos
procesos en los que el hecho invocado por el denunciante como
fundamento de su pretensión, puede ser favorable al resultado
jurídico que el denunciado también desea se obtenga con el
proceso, y sin embargo, existe confesión del segundo, cuando
espontáneamente o por el interrogatorio declara ser cierto ese
hecho (cuando el denunciado también desea la consecuencia. de lo
denunciado).

Como se ve, no es indispensable que el hecho confesado sea


realmente perjudicial al confesante, caso en el cual existe sin duda
confesión y por eso los autores suelen hablar de él133o Es
suficiente que resulte favorable a la contraparte, aun cuando
también favorezca el confesante. En materia penal bastará, con
precisión anota Devis Echandía, que sea desfavorable o perjudicial
al imputado o sindicado en la etapa del sumario, al procesado
durante el proceso o juicio, y a la parte civil cuando ésta
confiese134o

Consideramos sin embargo que si bien es cierto debe ser


desfavorable para el confesante, esto no obsta que sea beneficiosa
o favorable a la otra parte en lo penal. Lo que dejamos anotado es
que el debate doctrinal es nulo al respecto.

e. Debe versar sobre hechos personales del confesante o sobre su


conocimiento de hechos ajenos

Algunos autores limitan la confesión a los hechos personales. Otros


la extienden a los hechos conocidos por el confesante, sean de
terceros o simplemente naturales; igual desacuerdo existe en las
legislaciones. En realidad, en el segundo caso lo confesado es el
conocimiento personal que se tiene del hecho ajeno o simplemente
natural cuando no es obra del hombre, pero la aceptación que de
éste hace la parte tiene el valor de confesión, siempre que sea
desfavorable a dicha parte o favorable a la contraria. Creemos que
se deben aceptar ambos casos.

f. La declaración debe tener SIempre una significación


probatoria
Es decir, si la declaración no tiene contenido probatorio alguno, no
puede ser confesión, por que no podrá favorecer a la contraparte o
perjudicar a su autor135 o No implica que necesariamente pruebe el
hecho, sino que desempeñe alguna función probatoria en el caso de
ser aducida como prueba. Es requisito obvio.

g. Debe ser consciente (el problema de la voluntariedad de la


confesión y del llamado animus confitendi y sus diversos
significados)

El ani1Jms conjitendi pertenece a la potencia interior del sujeto


confesante, mientras que la declaración es la manifestación externa
de la confesión. El ani1JlI/S cOfifitendi supone una disposición
interior del confesante para rendir la confesión. Ciertamente, por
corresponder al fuero interno de la persona, puede resultar difícil
descubrir directamente cuándo existe esta disposición. La mera
declaración formal en el acto de prueba conlleva la presunción de la
existencia de esta disposición. Y sólo puede combatir esta
presunción con la correspondiente prueba de que, al rendir la
confesión, se incurrió en error de hecho sin que sea suficiente para
negar esa disposición la mera apreciación del tribunal sentenciador.
Practicada la prueba del error en la confesión quedará ésta sin
efecto136o
Sin embargo, la problemática más sustanciosa en torno al tema del
animus confitendi no proviene de la consideración de cuándo existe
esa disposición o intención de confesar, sino de la afirmación de lo
que sea el concepto, contenido y definición del animus confitendi.
Por otro lado, si se entiende este requisito en un sentido amplio,
esto es que el acto no sea el producto involuntario de un estado de
inconsciencia debido a enfermedad o producido artificialmente (por
hipnosis o drogas u otros procedimientos similares), resulta, sin
duda indispensable para que haya confesión, porque jurídicamente
sin él no puede existir declaración (toda declaración debe ser
consciente, sea que provenga de parte o de terceros) y la doctrina,
la jurisprudencia y legislaciones son unánimes en cuanto a la
necesidad de exigirlo137o
Pero cuando se dice que la confesión tiene que ser un acto de
voluntad, comienzan las dificultades y surgen los desacuerdos,
especialmente si se habla de animus confitendi. Expondremos a
continuación algunas opiniones para luego expresar la nuestra.

g.l. La que exige el animus confitendi, entendido como la intención


de renunciar al derecho material que se genera del hecho sobre el
que versa

La sostienen incardinados los autores iberoamericanos Amaral


Santos, Moacyr y Becerra.
Rechazamos esta tesis, en primer lugar, porque quien declara no
tener un derecho, a nada está renunciando, además, la intención de
renunciar al derecho es un factor subjetivo imposible de comprobar
cuando aquélla no aparece expresamente declarada 138 o
T al intención puede presentarse en los casos de falsa confesión,
pero sólo excepcionalmente en las confesiones serias y veraces.

g.2. La que exige animus confitendi, entendido como la intención de


renunciar al derecho procesal de probar en contra del hecho
confesado
Entre los defensores de esta tesis podemos mencionar Pescatore y
Planck139o Con esta tesis se evita el grave inconveniente de
suponer una necesaria renuncia al derecho material, que es el error
principal de la anterior; pero al conservar la idea de una renuncia
consciente al derecho de defenderse y de probar, se apoya en una
ficción, por que el confesante generalmente no tiene tal intención e
inclusive es frecuente que después pretenda desconocer los efectos
legales de su acto y discuta el hecho mismo confesado.
g.3. La que exige el animus confitendi, pero limitado a la intención
de suministrarle o allanarle la prueba del hecho al adversario
Defienden esta tesis, Lessona140, Ricci141, Wach142 y Alsina 143.
En esta tesis se suprime la idea de renuncia intencional, tanto del
derecho material como del derecho procesal de defenderse y probar
en contrario, lo cual significa un notable avance en la depuración
conceptual del instituto; pero como sucede en las teorías anteriores,
se basa en una ficción que en la mayoría de los casos no se
presenta y que implica un elemento subjetivo incomprobable, a
menos que aparezca expresamente declarado, lo cual en la práctica
ocurre muy raras veces.

g.4. La que exige un animus confitendi reducido a la intención de


reconocer la verdad del hecho o de darlo por cierto en un proceso
actual o futuro
Defienden esta tesis, entre otros, Eduardo Bonnier1H y
Carnelutti145o Esta tesis significa un paso más hacia la correcta
comprensión del instituto. Sin embargo, la exigencia por vía general
de tal animus conifitendi sigue siendo un error, porque si bien es
cierto que puede presentarse en muchos casos, en otros, también
numerosos, hay confesión judicial sin que se tenga otra intención
distinta de la de hacer una declaración sobre el hecho, sin
consideración alguna sobre las consecuencias jurídicas de su acto y
sin intención de darlo por cierto para efectos· procesales; es decir,
es necesaria la plena conciencia de lo que se declara, pero no hace
falta pensar que se está haciendo un reconocimiento del hecho para
que sea considerado verdadero en el proceso en que
ocurre O en un futuro, ni con ningún fin específico. Por estas
razones tampoco es aceptable esta tesis, no obstante ser
indudablemente mejor que las anteriores.

g.5. La que elimina el requicito del animus confitendi como voluntad


de obtener un fin especial y sólo exige la conciencia o el
conocimiento del carácter desfavorable del hecho confesado
Entre quienes aceptan esta tesis recordaremos a Vicenzo
Panuccio146, von Bulow147, Montesano, Pugliatti, Betti148,
Salvatore Satta149 y Enrico Redenti150o Para estos autores, el
animus conjitendi es un concepto irreal y ficticio, que no aparece en
los textos legales antiguos o modernos y que por lo tanto, reposa en
una falsa idea que le asigna al confesante una supuesta voluntad,
que no es solamente la de declarar sino la de obtener con su
declaración un resultado, o el de renunciar a un derecho, o el de
suministrar una prueba, o el de comprometerse a no discutir un
hecho, o el de fijarlo y darle certeza para efectos del proceso. POr
eso proponen que se elimine el concepto. La jurisprudencia ita~
liana exigió durante algún tiempo el oni1Jlus conjitendi calificándolo
de diversas maneras; pero a partir de 1956 se decidió por exigir
solamente la conciencia del carácter favorable para la parte
contraria, con o sin la voluntad de· reconocer la verdad del hecho e
independiente del conocimiento de las consecuencias jurídicas de la
declaración. Esta tesis representa un imporrantÍsimo avance en
relación con las anteriores, y únicamente le hacemos la observación
de que ese conocimiento o esa conciencia de lo desfavorable del
hecho o lo favorable al adversario, es una cuestión puramente
sicológica, que pertenece al fuero interno del confesante y que no
es susceptible de comprobación, excepto cuando se declare
expresamente, lo que ocurre muy raras veces; por lo que hay que
presumirlo. Por otra parte, esta conciencia de lo desfavorable del
acto no existe en la práctica en la mayoría de las confesiones
judiciales y extrajudiciales, y nunca en las confesiones fictas por
incomparecencia, ni en las tácitas por la no impugnación o negación
por el denunciado del hecho alegado en la denuncia, cuando la ley
le da ese efecto a su silencio.

g.6. La que prescinde igualmente del animus confitendi y exige


solamente la 'Voluntariedad genérica de todo acto jurídico, sin
intención espedfica alguna

Esta tesis es acogida por muchos autores contemporáneos y por


algunos de épocas menos recientes, como Jaime Guaspl51,
Franc;:ois Gorphel52, Garraudl53, Scardaccionel54, Chiovenda
155, Furno156, Cappelletti157) Andrioli158) Natoli y Ferrucci159.
Comparte con la anterior el mérito de prescindir por inútil y ficticia
de la idea de un al1iJJl1/s especial y para fines específicos, que
exigen en cambio las cuatro primeras expuestas en este número, y
además evita el defecto de exigir esa conciencia de lo desfavorable
del acto. Panuccio y Scardaccione, como ya lo exprese en su
respectiva nota, citan una docena de sentencias de casación
italiana de los últimos años, en las cuales se acepta que puede
existir confesión "con o sin la voluntad de reconocer la verdad de tal
hecho, independientemente del conocimiento de las consecuencias
jurídicas que puedan derivarse".

En realidad en nuestro concepto es importante observar que en los


códigos procesales modernos no se habla de animus confitendi. Su
exigencia por muchos autores fue un error de interpretación de
textos romanos que lo exigían sólo para la confesión in iure o fuera
de proceso, con el ánimo de evitar y de concluir el litigio.

En lo anterior se ha estudiado el anillJus confitendi tomando como


base su nacimiento y desarrollo a lo largo de la historia de la
confesión. Fija su principio en aquella cOfifmio in iure del derecho
romano. Y posteriormente seguimos su trayectoria hasta verlo ínsito
en la confesión judicial del derecho moderno. Si la conjessio in iure
en el proceso de la legis flCti011eS y en el formulario fue una
institución distinta a la actual confesión tal como se ha expuesto en
otra parte de esta tesis, no es de extrañar que el flntlll1lS, intención
de confesar en el seno de aquella cOl1jessio también fuera distinto,
en su contenido y alcance, el antlll1fS que se halla en la confesión-
prueba. No ha de sorprender que la intención en aquella conjessio
in iure connotara matices reconocibles en la imención que muestran
las partes en cualquier negocio jurídico.
Sólo por un error padecido por los prácticos del siglo VI y siguientes
se originó la confusión de aplicar el concepto romano del afliflJUS
cOfljitmdi a la confesión que era prueba en el derecho común. y aun
en épocas bien recientes ha ocasionado perplejidad a algún sector
doctrinal que el anillJus cOflfitmdi siguiera exigiéndose en la
confesión. Por eso al detectar la presencia de tal elemento,
precipitadamente se ha concluido que la confesión era un negocio
jurídico.
Pero es necesario advertir que el anifll1lS cOflfitendi de la confesión
judicial moderna no tiene otros límites que aquellos señalados ya
por Guasp, porque no otra cosa supuso tal intención en la conjessio
in iudicio romana, más próxima a nuestra prueba.

N o vacilamos en acoger la última tesis expuesta, por ser la única


que comprende la totalidad de los casos prácticos con sus diversas
modalidades y al mismo tiempo se ajusta a la noción teórica de
confesión. El artículo 160, inciso 2, del nuevo Código Procesal
Penal del 2004, la consagró al exigir que la confesión: "Sea
prestada libremente y en estado normal de las facultades
psíquicas", texto aplicable a lo civil, laboral y contencioso-
administrativo.

Es decir, para que se cumpla el requisito que estamos examinando


y exista confesión, basta que sea un acto consciente, por
encontrarse el declarante en condiciones de saber lo que hace y no
en situación de inconsciencia producida por causas naturales o
artificiales, transitorias o permanentes, tal como se exige para todo
acto jurídico procesal o extraprocesal. No importa que no se
conozcan los efectos procesales y extraprocesales de la
declaración, ni el carácter desfavorable del hecho declarado o de
sus efectos, y menos aún que se deseen esos efectos o que se
tenga la intención de producirlos, lo cual en muchas ocasiones no
ocurre, no obstante existir confesión, y en otras es imposible
conocerlo.

Así, el animus confitendi, al cabo no es otra cosa que lo que la raíz


latina pone de relieve: intención de confesar, es decir intención de
ejecutar ese acto y no otro cualquiera. Con esto sólo se exige la
deliberalidad: las afirmaciones que fugazmente pueden escaparse a
una de las partes en el curso del juicio o en cualquiera otra
circunstancia -como la inducción que se quiere obtener de la
conducta, de una de las partes, de sus dudas, del silencio o de sus
contradicciones- no merecen propiamente el nombre de verdadera
confesión. Se expresa que en el animus confitendi se presume
siempre en la confesión judicial.

Al margen de estas teorías sobre el momento en que existe ani!


JJlIs, éste es siempre el requisito subjetivo interno que califica a la
confesión como tal acto de la parte y no como otro, aun dentro del
genero prueba testimonial. Por lo tanto en él es irrelevante la
observancia de la naturaleza negocial o meramente probatoria. Esta
temática ya expuesta en otro apartado podrá ser resuelta de una u
otra manera, pero en cualquier resultado puede considerarse el
animus confitendi como intencionalidad de confesar.
Y así se habrá de admitir incluso en la ficta confessio por negativa o
por evasivas o imprecisiones en la que el mecanismo de la
valoración probatoria de la confesión funciona legalmente.

h. Debe ser expresa y terminante (¿existe confesión en los


interrogatorios?)

Significa este requisito que no hay confesiones implícitas, esto es,


que sólo resulten por razonamientos inductivos de la interpretación
de las declaraciones escritas u orales de la parte. Es indispensable
que no haya dudas acerca de la declaración misma y de su
contenido, razón por la cual debe ser expresa y cierta o terminante;
no vaga, ni genérica, ni implícital60o En su momento expresaba
Mittermaier que: "Las consecuencias de la confesión son tan
graves, que importa que sea articulada con extremada precisión;
sólo ésta puede dar los medios de hacer verídico su contenido con
el auxilio de las demás pruebas; y viene además a atestiguar que el
inculpado que conoce la extensión de los riesgos a que se expone,
quiere, no obstante, obrar y hablar seriamente. No sería bastante
venir simplemente diciendo: Yo he cometido tal crimen, yo he dado
1lJuerte a tal sldeto; a más del hecho principal, deben también ser
llanamente declarados los accesorios. Lo mismo puede decirse de
toda confesión no explícita, en que el acusado se limitase a
declarar: Creo haber hecho esto; puede ser esto; desde el momento
en que la justicia tenga conocimiento de ello, me conformaré. En
una palabra, desde que para hallar el sentido exacto de las
respuestas del inculpado, se vea el Juez obligado a recurrir a la
interpretación oficial, gramatical o lógica, no puede haber confesión
que haga plena fe"161.
Se relaciona con este requisito la interesante cuestión de saber si
existe confesión en los interrogatorios a testigos o a las partesl62.
Creemos que quien se limita a formular unas preguntas o un
interrogatorio, no confiesa por ello el hecho interrogado, porque no
formula una declaración de ciencia o conocimiento, sino que
inquiere acerca del conocimiento que el interrogado tenga sobre tal
hecho, que bien puede ser desconocido para el primero (no siempre
se pregunta sobre lo que se conoce, sino frecuentemente sobre lo
que no se conoce). Sin embargo, puede ocurrir en la práctica que
quien interroga formule simultáneamente declaraciones afirmativas
o negativas de hechos personales o de los cuales tiene
conocimiento y que no se limite a inquirir del interrogado su
conocimiento de taleshechosj en este caso nada impide reconocerle
a esas declaraciones el carácter de confesión, si reúnen los otros
requisitos. En los demás casos no habrá confesión, salvo norma
legal 163.

1. La capacidad jurídica relativa del confesante


El tema de la capacidad para confesar hay que estudiarlo en la
misma sede que se analiza el tema de la capacidad para
comparecer en juicio164o Y para ello se debe tener capacidad legal
para hacerla. Y si se buscan las razones de esta exigencia, estimo
que no se han de rastrear por aquellos caminos marcados por
quienes ven en la confesión un negocio jurídico para el que
lógicamente no se podía exigir menos que la capacidad de
disposición, ni tampoco por aquellos otros que ven en la confesión
una renuncia abdicativa que impone la virtualidad de una suficiente
capacidad negocia!' La única razón hay que encontrarla en que la
confesión es un acto procesal de parte y que ésta para hallarse en
el proceso realizando válidamente actos, debe tener una
determinada capacidad.

Un primer nivel de referencia es la denominada capacidad para ser


par/e. Se señala al respecto que la persona o personas que ocupan
el lado pasivo de la relación jurídico procesal penal, son,
precisamente, los que aparecen como sujetos activos del delito
imputado165o En tal sentido, y según el Código Penal, esta
capacidad sólo puede atribuirse a las personas físicas vivas, no así
a las cosas y animales, a los fallecidos y a las personas jurídicas
(en este caso la imputación se formula a las personas físicas que
integran sus órganos de representación).

Un segundo nivel es la llamada capacidad procesal, esto es, la


aptitud para realizar válidamente actos procesales. Se expresa que
tienen capacidad los que pueden participar conscientemente en el
proceso, todos los que tienen de hecho posibilidad de ejercitar los
derechos procesales que la ley reconoce al imputado166. Este
concepto, como se ve, está desvinculado de la imputabilidad penal
y de las causas de incapacidad de obrar civil (quien es menor de
edad podrá alegar esa calidad y reclamar los efectos legales que
corresponden, esto es, el corte de secuela del proceso, arts. 18° del
Código de 1940 y 74° del Código del 2004). Este hecho nos revela
que podría existir la confesión por ser consciente el menor, mas no
podrá ser válida para el proceso. Así, creemos que la capacidad, al
menos relativa, es un requisito para la existencia de la confesión,
porque su falta implica un estado de inconsciencia; mientras que la
capacidad plena lo es generalmente tan sólo para su validez,
porque su falta no impide que el acto sea consciente, aunque lo
vicia de nulidadl67.

J. Que la declaración no sea resultado de métodos violentos o


artificiales que destruyan la voluntariedad del acto
Este requisito es también consecuencia lógica del carácter
consciente que debe tener toda confesión, judicial o extrajudicial, es
decir, de la llamada voluntariedad de la confesión. Todos los
autores aceptan que la coacción o violencia vicia de nulidad la
confesión; pero nosotros creemos que si causan una situación de
inconsciencia, de manera que el sujeto no pueda conocer lo que
dice o hace, no existe jurídicamente confesión 168.

k. Debe ser sena

Esto significa que no hay confesión en las declaraciones formuladas


en broma, o para dar una excusa o disculpa simulada a la negativa
de prestar un servicio, pues en estos casos carece de significación
probatoria. Este requisito es importante para la confesión
extrajudicial, ya que la judicial necesariamente es seria (aun cuando
puede ser falsa o simulada) 169.

Probada la declaración extrajudicial corresponde a quien la hizo


desvirtuarla con la prueba de que fue obra de una broma o una
disculpa social, para que el juez le niegue el carácter de confesión,
porque debe presumirse seria, especialmente si consta en
documentos públicos o privados (por ejemplo: que se dijo deberle
dinero a una persona, para excusarse de prestárselo a otra). No se
trata, en estos casos, de disminuir su eficacia probatoria o de
negarle validez, sino de excluir la existencia misma de la confesión.

3. REQUISITOS PARA LA VALIDEZ DE LA CONFESIÓN

La falta de requisitos ahora examinados vicia de nulidad la


confesión, pero no es necesario que el juez declare tal nulidad,
pues le basta negarle valor como medio de prueba en el momento
de valorarla, y lo mismo ocurre cuando falte alguno de los requisitos
para su existencia. En estos casos, si la confesión se efectuó en
diligencia de interrogatorio por el juez u otra parte, debe ordenarse
repetirla oficiosamente o a solicitud de parte, sin que importe que el
término para pedir pruebas haya vencido, si todavía es posible su
práctica.

También se podrá pedir la repetición de la prueba en la segunda


instancia, porque equivale a haberse dejado de practicar
válidamente, sin culpa del interesado, siempre que éste no sea
autor del vicio que la haya invalidado.

La confesión, según Nicola Framarino Dei Malatesta, es una prueba


muy genenal !70 , por ende, el legislador ha querido rodearlo de
singulares requisitos para poder darle credibilidad a la
espontaneidad o sinceridad de lo confesado por el inculpado!71.
El valor probatorio de la confesión, como bien manifiesta Luigi
Ferrajoli, "la confesión que en el sistema inquisitivo es arrancada
por cualquier medio pero vinculada legalmente al juicio, en el
sistema acusatorio y garantista está sujeta a una larga serie de
reglas de formación, como la espontaneidad, la no incidentalidad, la
univocidad, etc., y, sin embargo, carece de todo valor decisorio,
más exactamente, no puede tener ningún valor probatorio sino va
acompañada de otro elemento de juicio"!72.

En el código de 1940, atento a una concepción muy amplia del


criterio de conciencia, no incorpora una regulación específica de su
valor probatorio, aunque del conjunto de sus disposiciones es
posible extraer algunos requisitos para considerar a la confesión
como tal (ver su Art. 136). Es por ello, que el probatorio de la
confesión ha sido regulada en el Art. 1600, inciso 2, del CPP del
2004, el cual manifiesta, que la confesión tendrá valor probatorio
cuando:

a. Esté debidamente corroborado por otros medios probatorios

Situándonos en el terreno de la lógica, debemos admitir, que pocas


pruebas tienen tanta fuerza de convicción como la confesión del
imputado o acusado. Al mismo tiempo el sistema procesal mira con
cierta desconfianza la confesión espontánea que no sea
contrastada en la realidad con una serie de pruebas o datos
objetivos173o Es por ello, manifiesta José Asencio Mellado, que se
impone para apreciación de la confesión su confirmación por otros
extremos, este precepto tiene una doble pretensión: por un lado,
impedir que el Juez centre toda su actividad en la obtención de la
confesión obviando la búsqueda de otros medios de prueba; por
otro lado, obligar a que se practique, tras la confesión, el resto de
pruebas allegadas174o En ese sentido entiende Leo Rosenberg a
la confesión, y la presenta como secundaria y que sólo sirve para
"esclarecer las circunstancias de hecho"; es decir para la afirmación
de hechos y con los fines de eliminar lagunas, obscuridades y
contradicciones en la alegación de la partel75o
El artículo 217 del Proyecto del CPP 1996 (Art. 128 CPP 1991),
mencionaba que la confesión no releva al Fiscal a practicar las
diligencias que fueran necesarias para precisar las circunstancias
del hecho delictuoso, el número de personas que intervinieron en su
perpetración y los verdaderos motivos o móviles de su comisión, así
como de cualquier otra averiguación que acredite la veracidad de la
confesión 176.

b. Sea prestada libremente

Suele hablarse de la espontaneidad de la confesión, como requisito


para su validez, en el sentido de que debe estar libre de coacción
física, sicológica o moral que perturbe la libre voluntad de declarar.
Pero esta denominación tiene el inconveniente de que se presta a
confusiones con la llamada confesión espontánea, por oposición a
la provocada con interrogatorios del juez o de la otra parte.
Preferimos hablar de muencia de coacción.
Puede decirse que existe unanimidad en la doctrina acerca de este
requisito elemental para la validez de la confesión, aunque no
alcance a producir inconsciencia. La confesión obtenida por medios
violentos o mediante graves amenazas por los modemos medios de
coacción sicológicas, con o sin ayuda de drogas especiales, es una
prueba ilícita 177 o

No es posible obligar al imputado a brindar información sobre lo que


conoce; dependemos de su voluntad, expresada libremente y sin
coacción de ninguna naturaleza. Ello es lo que expresa, muy
claramente, la garantÍa que reza: "Nadie puede ser obligado a
declarar contra sí mismo" (NcJllo !CflC!J(r sc ipSlIJIl accJ(sarc)178.
De estas afirmaciones no se debe deducir que el imputado no tenga
facultad de confesar. Sí la tiene, pero esta facultad de confesar es
personalísima, se funda exclusivamente en la voluntad del
imputado-y no puede ser inducida por el estado en ningún modo.'

El proceso penal acusatorio garantista, no es un proceso que


busque la confesión. No obstante nuestros sistemas procesales,
dice Alberto M. Binder, predominantemente inquisitivos, sobre todo,
en la fase de instrucción, no se rigen por este principio y siguen
buscando la confesión como uno de los objetos del proceso.

Sin embargo, no puede haber de parte del Estado ningún tipo de


mecanismos, argucia o presión tendiente a provocar la confesión
del imputadol7:

Analizaremos separadamente el caso de la confesión violentada, el


de la confesión comprada y la confesión fraudulental80
Estas formas ilegítimas de confesión, en puridad, constituyen
condiciones subjetivas de invalidez de la confesión:

b.l. Confesión violentada: las violencias y amenazas

Con todo, antes que en la ley jurídica la libertad de los medios de


prueba encuentra un límite en la ley moral y en la conciencia
pública, razón por la cual no pueden aceptarse medios de prueba
inmorales u obtenidos con procederes violentos (amenazas, golpes,
etc.).

b.l.l) Los maltratos fisicos y las violaciones

Estos son métodos ilícitos de obtener declaración, así lo expresa


Erich Dohring, que: "La prohibición de los malos tratos (§ 136a del
StPO) es tan amplia que en este punto no hay dificultades serias de
deslinde. Abarca no solamente los porrazos, los puntapiés contra la
tibia y otros golpes similares, sino también vejámenes tales como
tirarle al reo de los pelos, hambrearlo, hacerle pasar frío, aplicarle
gases lacrimógenos, encandilarlo con focos luminosos y
cualesquiera otros que puedan haber excogitado funcionarios para
'ablandar' al imputado, fatigarlo y doblegarlo"181.

De lo anterior colegimos que se entiende por maltrato también a las


vejaciones. Empero existe vejación específicamente ilícita en el
sentido que aquí contemplaremos cuando, con el fin de arrancarle
al imputado una determinada declaración, se lo somete a serias
inclemencias que le provocan extremo sufrimiento. Debe tratarse de
sufrimientos que, o bien no son exigidos por el fin de la
investigación, o que, si bien pueden servir para descubrir la verdad,
presionan excesivamente al imputado. Como la mayoría de los
medios aptos para atormentar (malos tratos, amenazas, etc.) están
prohibido como tales, la prohibición de las vejaciones alude más
que nada al empleo de. medidas de investigación en principio
lícitas, para hacer sufrir al sospechoso de una manera desmedida
182. Se entiende por sí solo que no todo lo que signifique para el
imputado alguna vejación es, de por sí ilícito. Las preguntas
desagradables deberán ser toleradas, en cuanto sirvan a la causa y
el funcionario no mortifique al declarante innecesariamente,
violando sus deberes al formularlas.
Tampoco pueden objetarse otras medidas, lícitas en principio,
aunque quizá causen gravísima pena al imputado: a) Cuando deba
estimárselo necesario para esclarecer el asunto; b) Cuando sean
adecuadas a la importancia de la causa; y c) Cuando, por último,
guarden la debida consideración a los justos intereses del imputado.
El caso siguiente es bien ilustrativo: el imputado era sospechoso de
haber matado a su hijo, al que quería entrañablemente. Aunque
confeso, se había negado a suministrar detalles. El funcionario
pesquisador le manifestó entonces que, si no quería circunstanciar
su relato, tendría que conducirlo ante el cadáver. El imputado le
pidió llorando que no lo hiciera. Cuando, no obstante ello, se lo llevó
en presencia del cadáver, se desplomó dando gritos y terminó
haciendo una confesión escrita que contenía nuevos datos sobre el
desarrollo del hecho. Erich Dohring explica que: "La Corte Federal
de Justicia sostuvo que dicha confrontación del imputado con el
cadáver de la víctima (en principio lícita) constituía, dadas las
circunstancias, una vejación en el sentido previsto por la ley, y que
la libertad de decisión del imputado, quien no estaba obligado a
declarar si no quería hacerlo, había sido ilícitamente
menoscabada"183. Nosotros somos del mismo parecer pues en
nuestra legislación, el Art. 71.2 del Cpp 2004, literal e, detalla que el
imputado tiene derecho a:

"Que no se emplee en su contra medios coactivos, intimidatorios o


contrarios a su dignidad, ni a ser sometido a técnicas o métodos
que induzcan o alteren su libre voluntad o a sufrir una restricción no
autorizada ni permitida por Ley", lo cual determina que para el caso
peruano, tampoco dicha confesión debió de tomarse en cuenta.

b. 1.2) Las amenazas

Por otro lado, lo que caracteriza a una amenaza es que con ella el
funcionario trata de presionar al imputado, exponiéndole la
perspectiva de algún mal para el caso de que siga negando el
hecho, mal que le puede inferir el mismo funcionario (por ejemplo, la
detención) o producirse sin intervención de éste.
Una amenaza ilícita no necesita ser expresada siempre con
ademanes terribles. Puede igualmente estar ataviada de bien
intencionada información. Por otro lado, es lógico que no todos los
avisos del funcionario que pudieren preocupar al imputado tienen
que considerarse incorrectos. De lo contrario, ni siquiera sería
posible enrostrarle al sospechoso elementos acusadores e incitarlo
a que oponga las correspondientes defensas. No pocas veces hay
que hacerlo también en el interés de un imputado demasiado
optimista, para que tome conciencia de lo comprometedor que es
para él el estado de las pruebas y aprecie su situación con criterio
realista. En este sentido el artículo 87.1 del CPP 2004 describe:
"Antes de comenzar la declaración del imputado, se le comunicará
detalladamente el hecho objeto de imputación, los elementos de
convicción y de pruebas existentes, y las disposiciones penales que
se consideren aplicables [ ... ]".

Puede incluso ser necesario decirle en qué sentido su


comportamiento actual podría perjudicarle más adelante. Entre
otras cosas, está permitido señalarle en la forma adecuada, que el
tribunal al dictar el fallo fir.d posiblemente tendrá en cuenta la
conducta que él ha observado durante la pesquisa; que si niega
pertinazmente su culpa, no obstante ser las pruebas abrumadoras,
esto podrá eventualmente acarrear una pena más severa; que si es
culpable, tiene en buena medida en sus manos la posibilidad de
mejorar su situación mediante una confesión tempestiva, etc.184
Así las cosas, contrario setlStI, el Fiscal podrá exhortar al imputado
a que se defienda con la verdad, indicándole los beneficios legales
que puede obtener si coopera al pronto esclarecimiento de los
hechos delictuosos. Si el imputado se niega a declarar, se dejará
constancia en acta. En caso que rehúse firmar el acta, se hará
constar la abstención y se consignará el motivo, si lo expresare (Art.
71.3 del CPP 2004).
En muchos casos, la licitud de relevaciones que se hacen al
imputado sobre los eventuales perjuicios que le esperan, tiene buen
apoyo si se trata sencillamente de destacar circunstancias fundadas
en las condiciones extrínsecas que el imputado mismo debería
haber tenido en cuenta, de haber hecho una ponderación objetiva.

b.l.2.1) Proceder correcto al señalar prospectivos perjuicios:

Señalamiento de una inminente detención

Por supuesto que todos estos aleccionamientos y advertencias, tal


como son dados, deben tener asidero real. El receptor de la
declaración no debe pintarle al imputado perjuicios que en realidad
no caben en las perspectivas o cuya posibilidad es muy remota.
Aun cuando la advertencia dada sea correcta en cuanto a su
contenido, dependerá mucho de la forma en que se hace
concientizar al imputado el peligro a que se expone. Un mismo
revelamiento puede ser unas veces una medida lícita y otras un
apremio psíquico ilícito, según que el funcionario lo exponga con
calma y objetividad o en tono de amenaza y con un semblante
tendiente a intimidarl85o

El funcionario deberá adecuar a las circunstancias su proceder


calculando para producir un efecto psíquico, y cuidar de no
excederse. No debe llegar a ejercer un terror que amilane al
imputado. Cuanto más tenaz sea el sospechoso, tanto más pesada
podrá ser la artillería que se emplee para doblegarlo, sin tomar
nunca dudosa su libertad de declarar. Cuanto más sensible sea el
imputado, tanto más deberá limitarse el receptor de la declaración a
medios suaves.

Cabe especial cautela cuando se comunica al imputado que si no


confiesa tiene que contar con ser detenido. No es ilícito, en
principio, señalarle esto, siempre que estén dados efectivamente los
presupuestos para detenerlo. Mas por lo común, el imputado mismo
está al tanto de esa posibilidad, siendo por ende superfluo
recalcarlo. Si, no obstante, el receptor de la declaración se la
señala, se expone muchas veces innecesariamente a la sospecha
de haberse excedido en los apremios que las circunstancias
permitían. De cualquier manera, las confesiones logradas sin
aumentar la presión psíquica sobre el interrogado están más a salvo
de ser desvalorizadas por una posterior revocación que las
prestadas tras una monición intimidatoria. Esto justifica la
advertencia de ser parcos en el empleo de esos métodos.
Cuando, pese a todo, parezca necesaria mencionar la posibilidad
de una detención, si el imputado persiste negativo, esto no debería
señalársele nunca en forma drástica y atemorizadora, sino con
calma y desapasionamiento.

Si en el plenario corresponde examinar si el sospechoso ha sido


sometido a alguna presión ilícita, tal vez no se adelante mucho
haciendo testificar al funcionario que en su oportunidad lo interrogó,
sobre cómo tomó la declaración y qué advertencias hizo al
imputado. Porque en tales casos, 10 que cuenta es, a la postre, el
tono en que esas advertencias fueron formuladas.
Faltando un registro magnetofónico del interrogatorio, que podría
haber aclarado el punto, o cuando se oponen dudas procesales a
su USOI86, serán de ayuda para juzgar si al imputado se le ha
tomado declaración en regla, las experiencias generales recogidas
en los interrogatorios policiales. Cuando se descubra que los
órganos pesquisidores habían buscado arrancar confesiones
mediante malos tratos o amenazas, por lo común se deberá asignar
poco valor probatorio a una confesión prestada ante ellos, si el
imputado luego la revoca. En algunos países, como en la India,
existe algo así como una presunción natural de que las confesiones
prestadas en el procedimiento de pesquisa han sido obtenidas con
el auxilio de apremios ilícitos, por lo cual los tribunales sólo pocas
veces las consideran un medio probatorio útil. Hasta se ha dado el
caso de que interviniera el legislador y declarara indignas de
contemplación las confesiones de un imputado prestadas ante un
funcionario de la policíal87o
Son, en cambio, mejores las perspectivas de que el tribunal
reconozca confesiones hechas en el procedimiento previo, si los
funcionarios pesquisidores han sido habituados, mediante una
intensiva enseñanza, a comportarse correctamente para con el
imputado, y los abusos son raros.

En el caso concreto, cuando se trata de ponderar si el imputado, al


confesar, fue sometido a una presión psíquica excesiva, no interesa
tanto saber hasta qué punto las advertencias formuladas por el
receptor de la declaración habrían privado de su libertad de declarar
a una persona natural, sino el efecto que habrán tenido
precisamente sobre ese imputado. Es posible que una advertencia
que los más habrían interpretado como bien intencionada, arranque
completamente de su equilibrio a un sospechoso sensible y fácil de
conmover, o a alguno con estado de ánimo deprimido. Lo que de
ordinario se pregunta en el plenario es, por ende, si las advertencias
del funcionario, tal como fueron proferidas en su momento, eran
aptas o no para ejercer una presión ilegal sobre ese imputado en
esa situación del procedimiento.

El derecho peruano admite que el Fiscal informe al imputado en


relación con los cargos que se atribuyen en la comisión del hecho
que es materia de la investigación, haciéndo1e conocer también las
pruebas que existen en su contra (Art. 87.1 del CPP 2004).

b.I.3) Momento de omrrencia de la violencia o amenaza


En general el camino de determinación de la violencia o amenaza
para sacar la confesión, nos trae dos problemáticas precisas que
son, a saber, el momento de ocurrencia de la violencia y/o amenaza
con respecto a la confesión y la otra es la forma de probanza de
dicha violencia o amenaza. En este punto trataremos el primer
punto.
En cuanto a esto conviene observar:

1° Si la confesión es posterior al empleo de los medios de coacción


l88; es indudable que la confesión es nula, porque no es la
expresión de una voluntad libre, y hay siempre motivo para temer
que el inculpado, antes de exponer a intolerables dolores, haya
aceptado falsamente sobre si la responsabilidad del crimen.
2° Si después de haber cesado toda coacción ilegal, y cuando era
completamente libre en hablar o callar, el inculpado, de propio motll,
ha vuelto a principiar sus declaraciones, puede temerse igualmente
que al repetir sus declaraciones haya creído ser puesto por
segunda vez en la violencia o tormento, en caso de retractación.
Puede sostenerse que esta nueva confesión haya sido prestada
durante la impresión de la violencia y coacción 189. Puede suceder
también que la coacción anterior haya dejado de ejercer su acción
sobre el espíritu del inculpado: entonces su confesión sería libre, y
no debería desecharse por razón de la nulidad de las primeras
declaraciones. Sin embargo, tampoco tendrá fuerza, si no puede
probarse: a) que el temor de un nuevo acto coactivo I90 ha sido
disipado de hecho por el Juez instructor 191; b) que el inculpado no
es hombre que se deja dominar tácitamente por un temor
semejante, y que su voluntad ha permanecido libre; y c) que los
pormenores contenidos en la confesión son completos y están
demostrados como exactos por las demás pruebas que aparecen
en la causa.
En resumen, lo descrito por el Código anterior argentino sobre los
hechos que justifican son, según nuestro entender, aquellos hechos
antecedentes que por sí indican algo, es decir que permiten que
sobre ellos se asiente el punto de partida de un proceso reflexivo
que finiquita en una conclusión presuncional. En otras palabras,
estos hechos que justifican son ni más ni menos que los indicios.

b.IA) Forma de probanza de la violencia o amenaza: Las


presunciones Ante todo debemos puntualizar que la problemática
de estos casos es, en primer lugar, de carácter probatorio. Este
aspecto de la cuestión nos parece de extrema importancia pues de
nada vale proclamar una garantía constitucional si su efectividad
naufraga en un pantano de imposibilidad probatoria. En
consecuencia, es del caso señalar que debe distinguirse
cuidadosamente la existencia de la causa con potencia como para
viciar la voluntad -es decir, la existencia de la intimidación o de la
violencia-, de la existencia del vicio en la voluntad. Esto último
presupone que ha habido una relación causal entre aquella y la
prestación de la confesión, y que incidió de tal modo en la voluntad
del sujeto que de no haber existido todo esto, no habría confesado.
La existencia de la causa potencialmente viciante es algo exterior a
la psiquis del sujeto, y por tanto de más fácil prueba (piénsese por
ejemplo que la pericia médica que acredita que el imputado sufrió,
mientras estaba detenido, una lesión eléctrica, es pmeba directa de
que sobre él se ejerció violencia). En cambio, la existencia de la
relación causal y su incidencia determinante sobre la voluntad del
sujeto, es algo interior a la psiquis del mismo.
Por lógica conclusión, tenemos que una cosa es la prueba de lo
primero, y otra muy distinta ha de ser la demostración de lo
segundo. En tanto que la existencia de la violencia o de la
intimidación es un problema de prueba común, la existencia del
vicio volitivo implica un problema muy especial de prueba.

En consecuencia, si con respecto a lo primero los jueces pueden


ser restrictivos, con respecto a lo segundo deben ser amplios, y
debe bastarles la prueba indirecta, bajo pena de poner a los
administrados ante una demostración imposible o, lo que es lo
mismo, bajo pena de reconocerles una garantía constitucional en
abstracto y negársela en concreto.
Porque conviene señalar desde ya que esta exigencia legal de que
la confesión no haya sido violentada, es reglamentación directa e
inmediata de la garantía contenida en el Art. 2., inc. 24, h; de la
Constitución Nacional según la cual: "Carecen de valor las
declaraciones obtenidas por la violencia. Quien la emplea incurre en
responsabilidad".
Entendemos que la amplitud que los jueces deben tener y a la que
nos hemos referido, está exigida por la propia ley. En efecto, ella
está redactada de tal forma que resulta evidente que está
mandando a los magistrados conformarse con una demostración
mínima, que es la prueba indirecta. En la legislación y en la doctrina
argentinas se expresa que para que sea admisible la retractación de
la confesión, que se produzca prueba sobre hechos decisivos que
justifique haberse producido la confesión por medios violentos, por
amenazas.
y no podría ser de otra forma, puesto que el estado actual de la
ciencia y del sistema de pruebas en derecho no otorga al juez otro
medio de conocimiento respecto de lo que ocurre en el alma
humana que la presunción. Las presunciones que debe manejar el
juez, una vez probada la existencia de la violencia o de la
intimidación al tiempo de prestarse la confesión, o en un período
más o menos anterior, son, según nuestra convicción, las
siguientes:
a) Si no existe en los autos ningún indicio que permita presumir
que el declarante confesó por motivos distintos de la violencia o de
la intimidación (como sería por ejemplo, el arrepentimiento, o la
intención de atenuar su situación), entonces debe presuponer que
aquél no deseaba confesar. Esta presunción es de cajón, pues,
salvo que el imputado tenga un motivo especial para confesar, el
normal acontecer, la realidad, demuestran que no quiere hacerla
por la muy sencilla y humana razón de no querer perjudicarsel92.
b) En consecuencia, debe presumirse, que la violencia o la
intimidación han viciado de tal modo su voluntad que lo han
determinado a confesar. La cuestión no es meramente académica.
Cafetzóglus nos narra una causa polémica al respecto: "En la causa
4817 que tramitara por ante el Juzgado Penal 6, Secretaría 12, de
San Isidro, se demostró que el imputado, en tanto sufría detención
prevenciona1, inmediatamente antes de prestar su confesión, había
recibido aplicación de corriente eléctrica. El juez interviniente,
entendió que si bien esto pudo haber ocurrido, no se había
demostrado quiénes habían sido los autores, y tampoco que por
causa de ello se hubiese prestado la confesión, valorándola en
consecuencia como prueba de cargo, máxime teniendo en cuenta
que ella reflejaba la realidad de lo acontecido desde que
concordaba con todas las demás piezas del proceso. Esta
resolución fue confirmada por la Cámara de San Isidro, y no fue
recurrida por recursos extraordinarios por cuanto el imputado se
acogió a los beneficios de la libertad condiciona1"193. Este fallo es
un claro ejemplo de una apreciación restrictiva que impuso al
confesante la obligación de demostrar extremos absolutamente
imposibles de probar. Así tenemos que es evidente que en casos de
aplicaciones eléctricas a un detenido, debe bastarle al juez la
comprobación de la etiología y que, por ello, por razones obvias, no
pudo ser la lesión autocausada. Lo demás, esto es, qué persona,
quién de entre los que custodiaba al imputado causó la lesión o
prefirió la amenaza, resulta, la más de las veces, algo de imposible
de prueba. También es claro ejemplo de que impuso al confesante
la carga de demostrar que no había tenido otros motivos distintos
de la violencia sufrida para prestar la confesión. En suma, este fallo,
dejando de lado las presunciones a que nos hemos referido (que
reiteramos, son la única prueba de la que normalmente se dispone
para acreditar el vicio volitivo), impuso al confesante una prueba
negativa sobre cuestiones anímicas, por ello absolutamente
imposible de concretar.
El criterio amplio para la apreciación de la prueba que estimamos
deben tener los jueces en este aspecto del problema, surge
también, según nuestro modo de ver, del parágrafo h, inciso 24, Art.
2 de la Constitución que expresa: "Nadie debe ser víctima de
violencia moral, psíquica o física, ni sometido a tortura o a tratos
inhumanos o humillantes [ ... ]".
Basta que se haya demostrado que ha mediado violencia o
intimidación en forma más o menos concomitante con la prestación
de la confesión, para que el juez deba presumir la existencia de un
vicio volitivo si se da, además como hemos visto, la condición
negativa según la cual nada autorice a presumir que el imputado
quería confesar por otro u otros motivos.
Estudiada la problemática de la prueba, debemos resolver la
restante incógnita, esto es, qué valor tiene la confesión cuando se
ha demostrado la existencia de un vicio volitivo en su prestación. En
otras palabras: ¿debe desechársela completamente, o no obstante
conserva algún valor como semiplena prueba, como indicio, o como
cualquier otra cosa?
Hablando de las condiciones objetivas y subjetivas de la validez de
la confesión, dice Julio C. Ledesma: "ninguna de éstas es, pues, de
acuerdo con los propios términos de la ley "presupuesto" de las
demás y no tienen otro alcance, de conformidad a su exégesis y a
su contenido teleológico que el de "controlar" y "contraprobar" la
versión suministrada por el confesante, inclinando el ánimo a la
convicción con el carácter de plena prueba en cuanto fluya de dicha
verificación la realidad objetiva del hecho investigado ... "194.
Conforme esta opinión, pareciera que las exigencias legales no
tienen otra misión que "contraprobar" la versión proporcionada por
el confesante, de tal modo que ella pueda ser invocada como plena
prueba. Contrario sensu, por tanto, pareciera que si falta alguna o
varias de esas condiciones, la prueba confesoria se tornaría
imperfecta y sospechosa, aunque tal vez podría ser tenida en
cuenta, sin el valor de "plena prueba", como simple elemento
corroborante.

Nosotros entendemos que esto puede admitirse quizá, con respecto


a las restantes condiciones de validez. Así, por ejemplo, puede
darse el caso de una confesión prestada por alguien que no tenía el
completo dominio de sus facultades, y sin embargo surgir del resto
de la prueba la verdad de la misma, en cuyo supuesto el juez, si
bien no podrá tenerla por sí sola como prueba de la culpabilidad,
podrá no obstante hacerla valer como elemento corroborante si ésta
surge de otros elementos de juicio.

La exigencia es dada por la Constitución, la misma es


reglamentación directa de la garantía, según la cual nadie puede
ser obligado a declarar contra sí mismo.

En consecuencia, demostrado el vicio volitivo, el acto cae en el


ámbito de las nulidades sustanciales. Sabemos que las nulidades
sustanciales son las que surgen de la violación de una ley de fondo.
Al tratar las nulidades, dice Clariá Olmedo: "[ ... ) la violación o
inobservancia de otras normas procesales o de proyección procesal
contenidas en cuerpos distintos al Código Procesal Penal, son
traídas generalmente por éste en forma directa o indirecta para
prever su sancionalidad. Pero cuando se trata de previsión expresa
de una ley de fondo o constitucional, de respeto obligatorio por la
cual, debe ser considerada no obstante su omisión en el Código
Procesal .

Cuando se producen estos casos, es decir, cuando determinados


actos procesales se llevan a cabo con violación de garantías
constitucionales, la jurisprudencia ha decretado lisa y llanamente la
nulidad de ellos.

b.2. Confesión comprada


Cuando la confesión se presta por dádivas o promesas, nosotros
entendemos que, aunque ello se demuestre acabadamente, no
podrá afirmarse que ha habido un vicio volitivo. En consecuencia, la
garantía constitucional del Art. 2.24 literal h, no resultaría afectada.
Para mayor fundamento, el Art. 87.4 del CPP 2004 describe: "Sólo
se podrá exhortar al imputado a que responda con claridad y
precisión las preguntas que se le formulen. El Juez, o el Fiscal
durante la investigación preparatoria, podrán hacerle ver los
beneficios legales que puede obtener si coopera al pronto
esclarecimiento de los hechos delictuosos". Los beneficios de que
se hablan son los descritos en el artículo 161 del CPP 2004,
llamado "beneficio de confesión sincera", que tiene como obstante
conserva algún valor como semiplena prueba, como indicio, o como
cualquier otra cosa?
Hablando de las condiciones objetivas y subjetivas de la validez de
la confesión, dice Julio C. Ledesma: "ninguna de éstas es, pues, de
acuerdo con los propios términos de la ley "presupuesto" de las
demás y no tienen otro alcance, de conformidad a su exégesis y a
su contenido teleológico que el de "controlar" y "contraprobar" la
versión suministrada por el confesante, inclinando el ánimo a la
convicción con el carácter de plena prueba en cuanto fluya de dicha
verificación la realidad objetiva del hecho investigado ... "194.
Conforme esta opinión, pareciera que las exigencias legales no
tienen otra misión que "contraprobar" la versión proporcionada por
el confesante, de tal modo que ella pueda ser invocada como plena
prueba. Contrario senSII, por tanto, pareciera que si falta alguna o
varias de esas condiciones, la prueba confesoria se tornaría
imperfecta y sospechosa, aunque tal vez podría ser tenida en
cuenta, sin el valor de "plena prueba", como simple elemento
corroborante.

Nosotros entendemos que esto puede admitirse quizá, con respecto


a las restantes condiciones de validez. Así, por ejemplo, puede
darse el caso de una confesión prestada por alguien que no tenía el
completo dominio de sus facultades, y sin embargo surgir del resto
de la prueba la verdad de la misma, en cuyo supuesto el juez, si
bien no podrá tenerla por sí sola como prueba de la culpabilidad,
podrá no obstante hacerla valer como elemento corroborante si ésta
surge de otros elementos de juicio.

La exigencia es dada por la Constitución, la misma es


reglamentación directa de la garantía, según la cual nadie puede
ser obligado a declarar contra sí mismo.

En consecuencia, demostrado el vicio volitivo, el acto cae en el


ámbito de las nulidades sustanciales. Sabemos que las nulidades
sustanciales son las que surgen de la violación de una ley de fondo.
Al tratar las nulidades, dice Clariá Olmedo: "[ ... ] la violación o
inobservancia de otras normas procesales o de proyección procesal
contenidas en cuerpos distintos al Código Procesal Penal, son
traídas generalmente por éste en forma directa o indirecta para
prever su sancionalidad. Pero cuando se trata de previsión expresa
de una ley de fondo o constitucional, de respeto obligatorio por la
cual, debe ser considerada no obstante su omisión en el Código
Procesal [ ... ]"195.
Cuando se producen estos casos, es decir, cuando determinados
actos procesales se llevan a cabo con violación de garantías
constitucionales, la jurisprudencia ha decretado lisa y llanamente la
nulidad de ellos.

b.2. Confesión comprada

Cuando la confesión se presta por dádivas o promesas, nosotros


entendemos que, aunque ello se demuestre acabadamente, no
podrá afirmarse que ha habido un vicio volitivo. En consecuencia, la
garantía constitucional del Art. 2.24 literal h, no resultaría afectada.
Para mayor fundamento, el Art. 87.4 del CPP 2004 describe: "Sólo
se podrá exhortar al imputado a que responda con claridad y
precisión las preguntas que se le formulen. El Juez, o el Fiscal
durante la investigación preparatoria, podrán hacerle ver los
beneficios legales que puede obtener si coopera al pronto
esclarecimiento de los hechos delictuosos". Los beneficios de que
se hablan son los descritos en el artículo 161 del CPP 2004,
llamado "beneficio de confesión sincera", que tiene confesar,
simplemente para recuperar la libertad. No obstante ello, una
confesión especificada lograda mediante promesas ilícitas puede
tener valor en cuanto suministre datos para ulteriores pesquisas. A
veces se logra probar la culpabilidad del imputado con otros medios
probatorios, de modo tal que las confesiones obtenidas con el
auxilio de promesas ilícitas terminan por contribuir, en forma
indirecta, al esclarecimiento del asunto.
Esto explica también, en última instancia, por qué los órganos
investigadores, sin dejarse perturbar por la exclusividad legal que se
da sólo al beneficio de confesión sincera, suelen intentar aún hoy
mover al imputado, mediante promesas, a abandonar la resistencia
o a indicarles determinados datos que pueden servir a la
averiguación, fundamentada más aún por el hecho de que nuestra
legislación no prohíbe de manera explícita el ofrecimiento de otro
tipo de beneficios. Partiendo de esta premisa se hace necesario
distinguir dos situaciones distintas:

b.2.!) Cuando las promesas son reales

Cuando el receptor de la declaración ha hecho al imputado una


promesa que puede cumplirse sin violar los preceptos legales,
debería cumplirla aunque le pese. La misma regla rige cuando se
ha asegurado algo a un testigo o peritol97o
En algunos países se estima lícito, dadas ciertas circunstancias, en
causas penales graves no esclarecibles de otra manera, ofrecer a
uno de los varios partícipes del delito la impunidad, a cambio de
datos sobre el escondrijo del botín, los nombres de los demás
cómplices, etc. Estas promesas son luego normalmente cumplidas.
Con el consenso de todas las autoridades intervinienteso También
en la historia judicial alemana se recurno ocasionalmente a este
expediente, hasta el siglo XIX, especialmente en los casos de robos
cometidos por bandasl98o
Puede a su vez suceder dos situaciones:
1. Que la confesión no obstante sea real en este supuesto
resulta obvio que, a pesar de probarse que la confesión ha sido
prestada por dádivas o promesas, puede ser tenida en Cuenta. Y
ello porque aquí sí cabe reflexionar que, como bien señala
Ledesma, esta condición al igual que la mayoría de las otras, tiene
por misión contraprobar el relato al solo efecto de verificar si el
mismo es real o no. Así, cuando se está frente a un vicio anímico,
esto nos afirma en la convicción de que sólo en ese supuesto la
confesión real es dl!Sl!chable.

2. Que la confesión no sea real. En cambio, si como


consecuencia de esta contraprueba se demuestra que se ha
comprado una confesión no real, resulta evidente que ella debe ser
desechada.

b.2.2) Creando las pro1JlUOS no pueden ser cumplidas por el


receptor de la confesión o no son real.

b.2.2.1. Promesas que el receptor de la declaración no pllede


cmnplirlas por sí solo. La confesión puede ser el resultado de un
error: A veces, el receptor cree poder cumplirla, pero más tarde
tiene que comprender que no le es posible. Si promete al imputado
que, si confiesa, no se le tomará declaración a su mujer, sabiendo
que el imputado tiene interés en que no se la interrogue, estará
normalmente excediéndose en lo que está en su poder garantizar.
Porque el funcionario muy pocas veces podrá afirmar con certeza
que otras secciones policiales o tribunales que se ocupen del
asunto no considerarán necesario más adelante, por cualesquiera
motivos, que se interrogue a esa testigo. Si el funcionario quiere
hacer promesas, lo máximo que podrá decir en ese caso será que,
por su parte, hará todo lo que esté en su poder para que suceda
según los deseos del imputado.
De ordinario, el que dirige la investigación tampoco podrá afirmar
con certeza que será posible evitar la publicidad de determinados
datos que el imputado, por razones comerciales, no desea que
lleguen a ser de dominio público. Debe saber que las autoridades
que más adelante se ocupen del asunto podrán reconocer esa
limitación de sus facultades discrecionales. Por lo tanto, su promesa
deberá contener, por lo menos, esa salvedad.

Pero también cuando se abra la perspectiva de favores que el


funcionario está facultado para conceder (permiso de fumar y de
recibir visitas; la promesa de que no se registrará el domicilio del
imputado), es aconsejable cautela. Aun cuando el funcionario tenga
motivo para creer que el registro del domicilio no será necesario,
puede ocurrir más tarde algo imprevisto que lo haga arrepentirse de
su promesa. En las instrucciones más amplias, en las cuales
intervienen muchos funcionarios y cada uno de ellos actúa sólo en
una determinada sección del procedimiento, el funcionario individual
apenas tiene la posibilidad de prever todo el ulterior desarrollo de
las pesquisas.

b.2.2.2. Criando el acusado se ha entregado a promesas o


esperanzas quiméricasl99o Por otro lado, se da lugar a serias
objeciones si aparece que el error ha podido determinar por sí solo
una confesión totalmente falsa, e impulsado al inocente a aceptar la
responsabilidad del crimen. Así es que, se han visto acusados
estipular entre sí la impunidad, antes de denunciar a un tercero
como su cómplice; así también se han visto Magistrados que hacían
concebir a aquéllos la esperanza de aminorárseles la pena, con la
condición de que hablaran; y los acusados, a su vez, preferir,
confesándose culpables, incurrir en un castigo que creían menos
riguroso, a sufrir por más tiempo las dolorosas dilaciones de la
información200 o
Pero, puede muy bien suceder que aun cuando el instructor haya
usado de ardides, de promesas falsas o de cualesquiera otros
medios reprensibles, la confesión no deje de tener por eso un valor
incontestable: porque el error la haya ocasionado, no la vicia201,
cuando no ha hecho hablar a un inocente.

b.3. Confesión fraudulenta

Es la arrancada mediante una celada o con artificios o disimulo que


lo llamó a engaño tendido por la propia autoridad202o En fin, en
esta perspectiva podemos detallar que para que exista una
verdadera confesión es necesario que la confesión tenga su origen
en una actitud correcta del funcionario al obtener la confesión (sin
engaños), que se sustente en la voluntad misma del inculpado y en
tercer lugar, que las preguntas no hayan sido capciosas.

b.3.!) El deber de rectitud de los funcionarios: las confesioncs por


engaño Al receptor de la declaración se le exige que tenga seria
voluntad de ejercer su oficio de una manera correcta y moralmente
irreprochable. No le es lícito trabajar con métodos indignos de un
funcionario íntegro y que, de ser concedidos, perjudicarían la
reputación de la policía o, en su caso, de la justicia. Sobre todo, no
debe valerse de engaños, como decirle al imputado que se ha
encontrado un testigo, si esto no es verdad.

Este principio debe conservarse impertérritamente como línea


rectora, aun en los casos límite, de los cuales hablaremos más
adelante, que a veces pueden provocar dudas a un funcionario
honorable. Si uno de los partícipes del hecho ya ha confesado, esto
puede serle enrostrado al imputado en cuanto parezca conducente.
Pero, tanto el juez como a los funcionarios pesquisadores les está
prohibido hacer tales indicaciones si son falsas203. Esas burdas
trápalas 'tendrían muchas veces consecuencias engorrosas, y, a fin
de cuentas, perjudiciales para la averiguación: el imputado se
sentiría engañado y haría luego todo lo imaginable para sacar
ventaja de ello.
Esos medios tan cuestionables no son tampoco necesarios.
Los métodos de investigación permitidos, bien aplicados, posibilitan
normalmente indagar los hechos a fondo. Aun cuando el receptor
de la declaración crea que para esclarecer el caso no le queda otro
camino que una mentira, el aprieto en el que se supone es muchas
veces sólo aparente.

Tampoco aquí el buen fin puede justificar el empleo de medios


insidiosos. Es cierto que muchas veces se podrá obtener una
importante pieza de prueba, y lograr así esclarecer un caso que de
otra manera no habría podido aclararse, si se atrapa al imputado
mediante un ardid. No obstante, el receptor de la declaración debe
renunciar a tales prácticas204o El grave daño que con la aplicación
de esas tretas sufriría la confianza en la intachable labor ae los
órganos pesquisidores no se vería compensado de ninguna manera
por la posible utilidad de un engaño en un caso aislado. La
indagación de los hechos está confinada a ciertos límites. Por
empeñoso que sea nuestro afán de determinar la verdad, no debe
exhumársela con cualesquiera métodos imaginables, sino
exclusivamente con los medios procesalmente lícitos.

Si bien el receptor de la declaración no debe valerse del engaño, no


está obligado, por el otro lado, a corregir una idea equivocada que
el imputado se formó sin su intervención. Si ese error facilita el
averiguamiento, puede ser lícito, tal vez, que el funcionario lo
aproveche para los fines de la pesquisa. Pero no debe nunca
alimentarlo. Y violaría aún más gravemente su deber si lo
acrecentara y ahondara con adiciones.
Si al imputado lo desasosiegan ideas supersticiosas, el funcionario
no tiene necesariamente que iluminarlo. Y si el imputado
sobreestima, en su perjuicio, el valor probatorio de determinados
indicios técnicos que podrían probar su culpabilidad, el interrogador
no está obligado a advertirle que está equivocado.
Hay que hacer la excepción de los casos en los cuales el error se
refiere al proceso, aunque sea sin culpa del funcionario, y esto
impide al reo cuidar debidamente sus intereses. Así, por ejemplo, si
pese a habérselo instruido, como es norma, de que se le tomará
declaración como imputado, cree que se lo está interrogando como
testigo, o cuando pese a habérsele señalado expresa y claramente
cuál es el delito que se le imputa, está en el error al respecto.
Aquí nuestro análisis se limita a los errores a que se induce al
imputado durante el acto de la toma de declaración. No trata como
han de juzgarse los engaños empleados durante la pesquisa y con
la colaboración de los funcionarios investigadores, antes o después
del interrogatorio. Piénsese en el caso de un policía que, disfrazado
de preso, es dado como compañero de celda a un imputado, para
arrancarle confidencias. Otro caso es el del triple asesinato de
"Chifast", sucedido en Lima, donde uno de los policías de la División
de Homicidios de la Dinincri-PNP se vistió de sacerdote, con sotana
y estola incluida, para 'quebrar' (vencer la voluntad) del ex
seminarista Abdel Coronado Gutiérrez, con una voz suave y
religiosa que le solicitaba se arrepintiese de sus pecados y hablara
la verdad, puesto que no deseaba declarar en la sede de policías ya
que se sentía presionado (expresándolo llorando y agarrándose la
cabeza) y obteniendo del mismo su autoinculpación205o Muchos
sostienen que esas tretas, usadas fuera de la toma de declaración,
son lícitas206o Mas esto abriría la vía a los más increíbles abusos.
Todo lo que signifique engañar al imputado está vedado, tanto fuera
del interrogatorio como durante el mismo.

Requieren mención especial ciertas medidas tácitas que no son en


realidad engaños sino auxilios inocuos que cierran al imputado toda
escapatoria. Estos medios inocentes no son necesariamente
ilícitos207o Claro está que el funcionario no debe llegar a emplear
tretas que sorprendan demasiado groseramente la fe del imputado.
Tiene que evitar embaucamientos que deban considerarse
desleales, como asimismo las medidas inconciliables con la
dignidad de su función. Quien observe estos criterios no tendrá
mayores dificultades en hallar el límite. Veamos un ejemplo de un
proceder lícito de esta Índole.

El acusado dice llamarse A. Pero se sospecha que ese nombre es


ficticio y que en realidad se llama Z. El juez, que desde el comienzo
del plenario ha venido llamándolo A, lo llama de repente e improviso
por aquel apelativo. La reacción del acusado es inequívoca y
entonces, al verse descubierto, confiesa llamarse Z.

o durante un interrogatorio, la imputada cae súbitamente de la silla y


queda tendida en el suelo, como desmayada. Para comprobar si
está fingiendo, el oficial que le toma la declaración dice a su colega:
"Mire Ud. que enagua sucia". Ante lo cual la imputada da un tirón a
su vestido para cubrirla. Quien sea de buen juicio difícilmente tendrá
algo que objetar a este procedimiento porque: a) la estratagema
sirvió al esclarecimiento; b) no se afectaron intereses dignos de
tutela; y c) la conducta del funcionario no fue ruin ni desprestigió a
las autoridades.

b.3.2) Es necesario que la confesión tenga su origen en la voluntad


misma del inculpado: las confesiones sugeridas

Puede muy bien la confesión ser provocada por algunas preguntas


generales, pero nunca sugerida. No obstante, si el Juez hubiera
empleado incidentalmente la sugestión en los interrogatorios, la
confesión no debe ser por esto sólo desechada, pues podría ser
muy bien aclaradas por el Fiscal y dejar constancia del hecho en
acta (Art. 124 CPP 1991). Conviene entonces indagar si la
sugestión ha podido ser la causa determinante de una confesión por
la que el inculpado haría pesar sobre su cabeza la responsabilidad
de un crimen supuesto; si ha tenido bastante poder sobre ella para
decidir a su inocente a declararse culpable. Es, pues, muy cierto
que exponer simplemente al acusado lo que hay necesidad de
saber de él, no bastaría para excitarle a contestarse culpable de un
crimen imaginario. y para aprovecharse en cierto modo de la
ocasión que se le presenta con la pregunta dirigida a que dé una
respuesta afirmativa; antes bien, será más prudente, caso de que la
confesión falsa haya sido provocada por una sugestión, ir desde
luego a buscar los motivos en otra parte que en la sugestión misma.
El disgusto de la vida y la exaltación que puede ser su
consecuencia, la esperanza de alcanzar ciertas ventajas
declarándose autor del crimen supuesto, la violencia, en fin, cuando
ha sido empleado, y el paciente, vencido por el dolor, prefiere, por
librarse de un mal presente, echar sobre sí una inculpación
infundada: todos estos motivos, y aún otros, pueden manifestarse
en la causa. En lo concerniente a la violencia, la ley romana208 y la
Ley Carolina prohibían expresamente las sugestiones, por el temor
de que, incluyendo en ellas, no sólo los cargos principales de la
inculpación, sino también todos los pormenores especiales y
características, el paciente, respondiendo afirmativamente a todos
los puntos, pudiera hacer creer en la culpabilidad verdadera, aun
cuando sólo hubiera tenido conocimiento de las circunstancias
accesorias por las preguntas detalladas del interrogatorio. En el
procedimiento moderno no hay tormento ni tampoco penas
decretadas por causa de desobediencia, y, por consiguiente, no
serían aplicables las prohibiciones precedentes en materia de
sugestión. Si el instructor ha empleado la sugestión en los
interrogatorios, el acusado, que no puede tener interés en
confesarse falsamente culpable, se apresurará a responder con una
pura y simple denegación; en caso contrario, podría dudarse si
había manifestado una exaltación extranatural o había obrado
impedido por motivos evidentes; pero, aún así, las sugestiones no
serían de ningún modo peligrosas, puesto que el Juez reconocería
al punto que el estado mental del inculpado no permitía dar fe a sus
palabras.

En resumen, las sugestiones no contaminan siempre la confesión


con un vicio que la deba hacer desechar absolutamente; además,
muchas veces es imposible el interrogatorio si no se echa mano de
ellas, por ejemplo, cuando el acusado rehúsa toda respuesta
categórica a las preguntas que se le dirigen. Es, por lo tanto,
necesario, para apreciar la confesión así obtenida, atender a las
reglas siguientes:

1. Si se han empleado medios ilegales de coacción análogos a la


violencia, no puede hacer fe la confesión, porque aparece tan sólo
como consecuencia de los medios de sugestión empleados cuando
duraba la violencia;
2. Lo mismo sucederá cuando, no constando el hecho principal sino
tan sólo por la confesión, el instructor provoca, con el auxilio de
sugestiones, una confesión detallada en cuanto a las circunstancias
accesorias209;
3. Cuando el inculpado manifiesta un profundo disgusto de la vida, o
parece obrar bajo la influencia de motivos de la misma naturaleza;
4. Ha lugar, en fin, a dudar cuando las preguntas del instructor
recaen sobre los cómplices, sobre sus nombres o sobre la parte que
han tomado en el crimen. Aquí el inculpado no es otra cosa que un
testigo, y pudiera creerse que, respondiendo por una simple
afirmación a las preguntas hechas, no tratándose para nada de \u
propio interés, haya podido hablar con demasiada ligereza, o
tarpbién que, para favorecer a sus cómplices verdaderos, haya
aprovechado la ocasión presentada por el Juez y respondiendo
afirmativamente sin más pormenores.
Pero en todos estos casos no hay más duda; duda que, por otra
parte, puede ser disipada, y jamás nulidad absoluta. Así es que
renacería la confianza en el ánimo del juez, si en lugar de un sí puro
y simple, la respuesta contuviera pormenores diversos de los
contenidos en la pregunta dirigida; si los detalles sugeridos no
recayeran más que sobre accesorios no esenciales; si la confesión
espontáneamente obtenida, sin haber el Juez recurrido a la
sugestión, comprendiera numerosas circunstancias que sólo ha
podido conocer el culpable; y, en fin, si no era el inculpado hombre
capaz de dejarse arrastrar a confesiones tan graves por disgusto de
la vida, por ligereza o sin haber pensado con madurez el sentido de
las preguntas que se le han dirigido.
b.3.3) El caso de las confesiones obtenidas por preguntas
capciosas o ambiguas
Cuando se han hecho preguntas capciosas, conviene distinguir:
1 ° La respuesta del inculpado está concebida de modo que no
puede razonablemente inferirse de ella la confesión de una
participación cualquiera en el crimen210o En este primer caso, la
confesión no tiene ningún valor probatorio; será tácita cuando más,
y como tal, no podría producir por sí una condena.
2° Compelido y envuelto en la red de preguntas capciosas, ha
hecho una confesión formal y completa. En este caso se le debe
entera fe, a menos que no existan fundadas razones para temer
que, sorprendido por las preguntas hechas, o por no haber
comprendido bien su sentido y tendencia, pueda haber prestado en
cierto modo, sin saberlo, la confesión de un crimen, de que él no es
autor. Pero una ley tomada de la naturaleza humana viene en este
caso a disipar todas las dudas: no es de suponer que un inocente
se presente como culpable y vaya a arrojarse delante del castigo; y
además, ¿por qué ver en estas preguntas un motivo para que el
acusado cambie de voluntad y de lenguaje? Si, por otra parte, esta
confesión reúne condiciones requeridas, si está confirmada por las
demás pruebas, no debe verse en las preguntas capciosas211 más
que un medio de hacer salir al acusado del silencio en que se ha
encerrado calculadamente, y de obligarse a escuchar la voz de su
conciencia. No hay pues nada aquí que pueda a primera vista hacer
mirar como dudosa una confesión que, sin esta circunstancia,
merecería entera confianza; no basta una pregunta capciosa para
inducir a un hombre a llamarse culpable cuando no lo es. Sería
necesario, para que pudiera existir duda, que el instructor hubiera
hablado de circunstancias sobre las que tal vez el inculpado no
tuviera más que ideas confusas212; en su sorpresa y turbación ha
podido entonces decir más que quería, y la desconfianza deberá
aumentarse si es tímido o débil de espíritu.
El artículo 124 del CPP 1991, describe que: "Si las preguntas fueran
estimadas ambiguas, capciosas o sugestivas por el abogado
defensor, serán aclaradas por el Fiscal y se dejará constancia del
hecho en acta".

hA. La exhortación de decir la verdad en contra del principio de no


auto-incriminación
Se llama la atención sobre lo que a nuestro parecer es
contradictorio, con respecto a la exhortación a decir la verdad que
se le hace al acusado prevista en la norma procesal y lo dispuesto
en el artículo 2.24, literal h, de la Constitución, que detalla la
prohibición de violencia para la obtención de la declaración. Para
algunos este parecer nuestro resultaría extremo, sin embargo,
consideramos que es concordante con lo dispuesto en el Art. 2, 24,
literal a, que prohíbe la coacción, y con lo señalado por el Art. IX del
T.P. del c.P.P. 2004 que dispone que nadie puede ser obligado o
inducido a declarar o a reconocer culpabilidad contra sí mismo, es
que podemos expresar que en muchos casos la exhortación a decir
la verdad puede configurar una coacción a dar una confesión
encubierta o sugerida. El Derecho Comparado lo ha entendido
así213o
En resumen, consideramos que la abstención a declarar, el derecho
a no declarar contra sí mismo y no confesarse culpable son
garantías del acusado, y el que va a declarar como imputado a un
Juzgado tiene que ser instruido de sus derechos y ha de ser
informado del derecho que tiene a no declarar y a no confesarse
culpable.
Sin embargo y a pesar de lo antes dicho, existen quienes expresan
que tal vicio procesal carece de trascendencia en el caso de la mera
exhortación a decir la verdad, pues en nada limita la libertad de
declarar.
Por otro lado, el acusado no puede incidir en falso testimonio
alegando el derecho que implícitamente se le reconoce de ocultar la
verdad en defensa de su posición en el proceso.
c. En estado normal de las facultades psíquicas
c.l. Como cuestión previa: necesidad de plena capacidad del
confesante
La doctrina está de acuerdo en que, por regla general, la confesión
de un incapaz carece de valor probatorio, por ejemplo, en materias
penales, la del menor púber; es decir, hay unanimidad en exigir la
capacidad como requisito para la validez de la confesión.
La Corte Suprema ha establecido que tratándose de una agraviada
menor de edad, al no poder ejercitar por sí sus derechos civiles
tampoco puede apersonarse en juicio, salvo por sus personeros
legales214 . La plena capacidad para confesar es la misma
capacidad civil general o la procesal para ejecutar actos procesales
válidamente. En doctrina general, la capacidad especial se refiere a
los casos en que la ley le reconoce valor a la confesión de los
incapaces relativos, como al menor emancipado, al púber en
materias penales. El menor adulto habilitado de edad tiene
capacidad jurídica plena en materia penal, motivo por el cual podrá
confesar. En el caso de menor adulto no habilitado de edad su
confesión puede ser aceptada por el juez, siempre que esté
plenamente probado el cuerpo del delito con otros medios, requisito
que rige también para la confesión de los capaces215. El quebrado
o concursado que pierde la administración de sus bienes, su
confesión es válida si versa sobre cuestiones ajenas a disposición
de bienes, en materias penales, en los cuales puede comparecer
por sí mismo 216. El interdicto por lapidador es un incapaz relativo,
cuya confesión tiene valor en materia penal 217.

c.2. Estado normal de las facultades psíquicas

Este requisito de validez tiene que ver sobre manera con el requisito
de existencia denominado de capacidad. Como la falta de
capacidad procesal está en relación con aquellas causas que
impiden tener actitud mental y corporal necesaria para actuar en
juicio y para confesar, es de entender, siguiendo el An. 20°.1 del
Código Penal, que se refiere a los supuestos de anomalía psÍquica,
de alteración de la conciencia o de alteración de la percepción, que
afectan gravemente la conciencia de la realidad e impiden
comprender al sujeto el carácter delictuoso de su acto o
determinarse según esa comprensión. Estas causas pueden ser
anteriores y determinantes al hecho delictiv0218 o
sobrevenidas219o

En cualquiera de estas formas de aparición, la confesión que se da


es inválida. Existen autores, sin embargo, que expresan que no es
necesario, que la enajenación advertida implique una incapacidad
procesal; basta la parcial disminución de la libertad y el
entendimiento, para que sea inválida y carezca de condiciones
subjetivas la confesión220o Así, se requiere que el confesante
cuando confiese ha de estar en perfecto uso de sus facultades
mentales, concretamente intelectivas y volitivas221o Su facultad de
memoria, conjuntamente con las de comprender y querer, deben
estar intactas, en la medida en que el declarante debe relatar,
reconstruir mentalmente, un hecho del pasado, su accionar
pretérito222o

Los interdictos por demencia o sordo mudez son incapaces


absolutos y no pueden confesar en ningún caso.

c.3. Confesiones obtenidas bajo técnicas modernas y


procedimientos sicológicos para la averiguación de la verdad judicial

Estos métodos y técnicas sicológicas para conseguir la confesión


del reo pueden agruparse en tres categorías, según que consistan
en provocar en el sujeto que se ha de· examinar una considerable
disminución del control conscimte de sí mismo, de· suerte que se le
disminuyan las facultades de autodefensa (p.e.: el narcoanálisis); o
qlle tiendan a controlar pura y simplemente la verdad de Iqs
declaraciones del sujeto, aprovechándose de sus reacciones
sicológicas ante estímulos síquicos (p.e.: el polígrafo); o que se
valgan de fenómenos asociativos, expresamente provocados con
palabras estímulo, a fin de deducir conclusiones que sirvan de
indicios (p.e.: diagnosis judicial con el método de la asociación).
Estos son, en síntesis, los métodos más importantes de
sicodiagnóstico que tiene interés en el campo de las investigaciones
judiciales. El problema que debe plantearse al jurista se refiere a la
posibilidad y a la licitud de utilizarlos actualmente en el proceso
penal. En el campo doctrinario es muy agitada la polémica acerca
de su licitud.

c.3.1) El narcoanólisis

c.3.1.1. Forma de suministrar el narcótico y sus ifectos. A la primera


categoría pertenece el narcoanólisis, que consiste en poner al
sujeto en estado de subnarcosis223, suministrándoles por vía
endovenosa preparados como pentothal, escopolamina, mescalina,
evipán y narcover, eunacor, narconumal.

La persona sometida al experimento se libera de muchos temores y


frenos creados por la educación social y, la mayoría de las veces
parece que revela todo su ser interior, ya que no rehuye la narración
de los detalles más difíciles y escabrosos, no oculta su propia
naturaleza reprimida por algún esquema creado por la convivencia
social.
En ocasiones el paciente trasmite sin freno ni pudor la costumbre
social, disminuye en medida considerable el sentido y la idea misma
de la autodefensa, y, en tal estado, es fácil que la persona sometida
al narcoanálisis haga una confesión completa.

c.3.1.2. Críticas al narcoanólisis. Sea como fuere, el sistema está


muy lejos de ser seguro. La persona colocada en estado de
subnarcosis puede convertirse en instrumento de la sugestión
ajena, precisamente por hacer perdido toda capacidad de crítica
razonable.

Además, es muy frecuente que la narración de la persona sometida


a narcoanálisis resulte deformada por fenómenos de alucinación,
por errores de percepción, o por disminución en la capacidad de
ubicar exactamente en el tiempo los acontecimientos. También
puede ocurrir que el sujeto se confunda y represente una acción
simplemente deseada, esperada o querida, como hecho realizado,
o que mezcle los sueños con la realidad.

Por otra parte, ha ocurrido que, no obstante el poderoso influjo del


narcótico, el sujeto ha logrado conservar el propio secreto, o
también mentir. Por otra parte, es muy dudoso que el narcoanálisis
sea el mejor medio para el examen profundo de la personalidad del
reo, si se tiene en cuenta que puede llegarse a iguales, sino a
mejores resultados, con otros procedimientos, como el empleo de
tests proyectivos o pruebas sicológicas proyectivas (Rorschach,
T.A.T. etc.) y la exploración sicoanálitica. Además, debe notarse
que no se admite que se puedan realizar peritaciones para
establecer el carácter, la personalidad del acusado, y en general,
las cualidades psiquicas independientes de causas patológicas.

Sea de ello lo que fuere, el obstáculo principal para la utilización


concreta de ese medio en relación con el proceso, no es de índole
teórica sino práctica. Como queda dicho, las declaraciones de un
individuo en estado de subnarcosis pueden verse mezcladas con
detalles fantásticos y mentirosos, y esto necesariamente les quieta
valor para el juicio de fondo. Dichas declaraciones a lo sumo
pueden constituir "indicios", y cuando más, fuentes de "indicios"
utilizables en la instrucción preparatoria.
No hay duda de que el progreso científico y el perfeccionamiento de
los métodos de investigación lograrán disminuir la intervención de
estos factores negativos. De todos modos, en la actualidad debe
descartarse que el narcoanálisis sea un medio seguro para la
comprobación de hechos cuya prueba no puede obtenerse de otra
manera en el procedimiento penal.

c.3.1.3. Prohibición de poner en estado de subnarcosis sin


consentimiento: vulneración de la confesión libre y en estado
tlOmJal de las facultades psíquicas. La posibilidad de emplear el
narcoanálisis como medio de investigación judicial debe
considerarse ante todo con referencia a las prohibiciones,
constitucional (derecho a la integridad moral, psíquica y física, Art. 2
inc. 1 de la Const. y en la prohibición de declaraciones obtenidas
por la violencia, Art. 2 inc. 24, literal h, de la Const.) y penalmente
sancionadas (delito de coacción, Art. 151 del c.p .). Sin duda
alguna, se prohíbe tanto al juez como al perito poner en estado de
subnarcosis, sin consentimiento previo (Art. 2 inc. 24 a), al acusado
o a otra persona cuyas declaraciones sean útiles para el
proces0224o

y no es dable sostener que las finalidades de orden general que


orientan el proceso penal y la evidente utilidad social que se
consigue al valerse de los modernos aportes de progreso científico
en el campo judicial (p. e., de acuerdo al principio de libertad
probatoria), hacen lícita la adopción del narcoanálisis, porque este
problema puede encontrar solución sólo con base en el derecho
positivo, y este, mientras no sea modificado no permite poner en
estado de incapacidad de entender y de querer a quien no 10
consienta. Así 10 establece el Código Procesal Penal del 2004 Y la
mayoría de los Códigos Procesales Latinoamericanos. También el
Código Procesal Penal Tipo para Iberoamérica y los Tratados
Internacionales de los cuales el Perú es parte.
El artículo 160.2, literal b, del CPP 2004 describe que la confesión
tendrá valor probatorio cuando sea prestada en estado normal de
las facultades psíquicas. El artículo 88.4, literal e, determina que en
ningún momento se ejercerá contra la persona del imputado medio
coactivo alguno para obligarlo, indllcido o determinado ya sea a
declarar contra su voluntad, ni se le hará cargos o reconvenciones
tendientes a obtener su confesión. En efecto, el Art. 2. 24.h, de la
Constitución de 1993 prescribe que nadie puede ser obligado a
declarar.
Cualquiera comprende que si se emplea el narcoanálisis con el
objeto de burlar la voluntad del acusado de no hacer declaraciones
que les son perjudiciales o cualquiera otra declaración,
irremediablemente se violarán el espíritu y la letra de las citadas
normas.

c. 3. 1.4. El narcoanólisis consentido debe limitarse mando atente la


personalidad humana. Además, la mayor parte de la doctrina
considera ilícita la adopción de esa técnica, aun cuando el que
tenga derecho consienta en ello y aunque el tratamiento se realice
en forma tal, que no implique peligro para la persona.
En la República Federal Alemana, la antigua ley procesal fue
modificada precisamente con el fin de excluir, de modo explícito,
que el acusado pueda ser sometido a cualquier tratamiento dirigido
a limitar su libertad de responder (§ 136a de la Ley de
procedimiento criminal). Además, el § 343 de esta misma ley
castiga al juez que emplee medios coercitivos, durante la
instrucción, con el fin de obtener la confesión del reo. Por lo tanto, la
doctrina alemana es contraria al uso del narcoanálisis, aun en el
caso de que el examen narcoanalístico sea permitido por el
acusado, y por los mismos motivos rechaza también el empleo del
detector de mentiras.
Acerca de este asunto se pronunció también el V Congreso
Internacional de Derecho Comparado, que se efectúo en Bruselas
en agosto de 1958, y en el cual se adoptó la siguiente resolución:
"Todos los procedimientos de investigación científica que
constituyan un atentado contra la personalidad humana, como el del
narcoanálisis, deben excluirse de entre los medios de instrucción
judicial".

c.3.1.5. El narcoanólisis no es permitido por las medidas de


coerción personal y no vale para evitar el rigor de la norma el hecho
de que el ordenamiento procesal autorice algunas formas de
coerción personal, por ejemplo, la detención preventiva, las
inspecciones personales y del domicilio, o el secuestro, formas que
pueden lo mismo que el narcoanálisis, sacrificar en igual medida
algunos derechos esenciales del ciudadano. En estos casos la
actividad de los órganos judiciales se rige por normas de índole
excepcional, que mientras por una parte hacen lícita la limitación
específica de los derechos del particular, por ellas prevista, por otra
parte señalan claramente los límites hasta donde puede llegar la
potestad de coerción vinculada a la actividad procesal.
Lo cierto es que, como ya se ha dicho, el ordenamiento procesal no
contempla la posibilidad de utilizar el narcoaná1isis, en la
investigación penal, de la persona. Y ese vacío no puede llenarse
permitiéndose extender ana1ógicamente el número y la clase de las
formas de coerción procesal previstas por el c.P.P.

c.3.1.6. Diferencia del narcoanólisis con el testimonio y el


interrogatorio.

El recuerdo que el episodio criminoso deja en la psiquis del reo no


puede confundirse con el objeto principal de estas comprobaciones
inve~tigativas. Por el contrario, el narcoaná1isis se asemeja, según
el sujeto sobre el cual se verifica, al interrogatorio del acusado o al
examen del testigo, pero de estos actos se diferencia
profundamente, por razón del estado en que se coloca a la persona
que se examina.
Lo mismo debe decirse respecto a los testigos, a los denunciantes y
a las partes lesionadas, cuyas declaraciones sean necesarias para
la investigación. Los testigos, a diferencia del acusado, tienen el
deber de decir toda la verdad; pero esto no puede autorizar que se
adopten en contra de un testigo sospechoso, sanciones o medios
de coacción que la ley no instituye. Como ya explicamos, no se
puede ofrecer promesas ilegales para obtener de ellos declaración.
Por consiguiente, el juez podrá hacer arrestar al testigo mendaz o
reticente, más nunca podrá ob1igarlo a someterse al narcoanálisis
sin realizar un acto pena1mente ilícito.

c.3.2) El polígrafo

c.3.2.1. El puntaje de polígrafo examina hechos internos y


subjetivos. A la segunda categoría de técnicas pertenece el empleo
del polígrafo, mal llamado lie-detecto (detector de mentiras). Este
aparato, construido y ensayado por primera vez en los Estados
Unidos, es un instrumento capaz de revelar objetivamente algunas
manifestaciones orgánicas significativas, relacionadas con
fenómenos neuro-siquicos, y también las que se verifican cuando se
disimula una emoción. Por esta función suya, los instrumentos de
esta clase han recibido el nombre de "lectores del alma", o
"máquinas de la verdad" o "reveladores de mentiras" y en realidad
pueden revelar hasta el estado de inquietud que acompaña a la
mentira, pero nunca esta225o

En términos generales, el polígrafo lo constituye un conjunto de


aparatos medidores226, capaces de traducir en un cuadro gráfico la
relación entre la duración de las inspiraciones y la de las
expiraciones, las contradicciones, el tono, las palpitaciones del
corazón, las modificaciones volumétricas de los vasos y las
variaciones de estos datos fisiológicos en relación con estímulos .
síquicos previamente determinados. El peritaje con polígrafo debe
equipararse al peritaje psicológico, por explorar ambos hechos
internos o subjetivos227o
En el proceso penal tiene por objeto registrar los movimientos
respiratorios del imputado durante el interrogatorio, como también
las variaciones de la presión arterial, el pulso y la secreción
transpiratoria en las distintas fases de la toma de declaración. Con
esto se pretende determinar si el declarante se está apartando
conscientemente de la verdad. Esto se basa en la experiencia de
que la marcha de la respiración corporal, el grado de la
transpiración, etc., suelen cambiar cuando el declarante 'dice
conscientemente falsedades.

c.3.2.2. El polígrafo no verdadera el principio de libertades públicas


y de noautoeliminación. Todo lo dicho respecto al narcoanálisis
realizado sobre un individuo que presta su consentimiento, no vale
en lo referente al uso del polígrafo y de otros medios de
sicodiagnóstico que no consiste en poner al sujeto en estado de
incapacidad de entender o de querer, pues no tiende a compeler la
declaración en contra de sí mismo, sino a aportar elementos de
juicio, por ello, bajo esta fundamentación no se podría prohibir la
utilización del polígrafr0228, pues sólo se trata de una pericia que
en nada vulnera la integridad del ser humano como se ha
manifestad0229o El Licenciado Mariano Granadas aFina al
respecto: "Las censuras lanzadas por los espíritus liberales contra
el empleo de ciertas drogas para provocar la confesión, lo que en
criminalística se denomina 'narcoanálisis', son irrelevantes contra el
detector de mentiras, porque no se trata de una efracción de la
personalidad, sino de una investigación psicológica. Cuando el
sujeto se presta al examen lo hace de un modo voluntario. Sus
respuestas son libres, con conciencia absoluta de cuanto dice, sin
coacciones ni temores. Podrán traicionarle sus reflejos fisiológicos,
pero ello no se relaciona con la condicionalidad de su confesión.
Uno de los requisitos necesarios para la validez de la prueba, es
que se lleve a cabo sin coacción ni sugestión alguna [ ... ] en
síntesis no deben atribuirse efectos mágicos a la prueba practicada
por medio del Detector de Mentiras. Este aparato no provoca la
confesión de los inculpados [ ... ]: su función se limita a señalar las
perturbaciones inconscientes del interrogado ante ciertas preguntas
[ ... ]"230.
Creemos que la adopción de estas técnicas no puede impedir una
disminución de las libertades individuales protegidas por la ley en sí
misma, tanto más cuanto el sujeto siempre es libre de someterse o
no al examen. Sin embargo, cuestión aparte es si se puede objetar
el polígrafo alegando cualquiera de los vicios de voluntad; la
respuesta es afirmativa, el método del polígrafo debe ser totalmente
voluntario, no sólo por razones de justicia y libertad personal, sino
por ser imposible de aplicar a base de violencia física. La
invalidación del método del polígrafo por vicios de voluntad es
plenamente aplicable; así, si el sujeto fue amenazado para tomada,
o se hicieron falsas promesas, o se le engañó haciéndole creer que
se trata de otra cosa, este debe ser desechado. Así, debe dejarse
establecido que es absolutamente ilícita la adopción de cualquier
método coercitivo que tienda a constreñir a un acusado a someterse
al examen con el detector de mentiras (el Art. 160.2, literal b del
CPP 2004 expresa que para que la confesión tenga valor probatorio
debe ser prestada libremente). La ley, así como no prevé la
posibilidad de recurrir a esta técnica de investigación
obligatoriamente, pues se rige por el principio de libertad probatoria,
tampoco obliga a someterse a ese examen y más bien los limita si
estos están en contra de la Constitución, los Tratados aprobados y
ratificados por el Perú, y la ley expedida conforme a ellos (Art. 17
del CPP 2004).

Pero si media el consentimiento del interesado, la adopción de


estos métodos de investigación debe considerarse permitida; es
recomendable que el sujeto ponga por escrito su asentimiento de
tomar la prueba, y es obligación instruir ampliamente al sujeto sobre
la prueba, su significado y consecuencias, así como leerle las
preguntas por anticipado para evitar malos entendimientos o
reacciones de sorpresa; tomando estas precauciones, la prueba se
podrá considerar como libre de vicios231o De lo que podemos
concluir, que el Polígrafo puede ser un gran auxiliar de la justicia,
siempre y cuando esté convenientemente reglamentado232o

e.3.2.3. Los resultados no obligan su aprobación por parte del juez.


Es muy conveniente analizar las relaciones entre la confesión y el
polígrafo, ya que algunas personas confunden la situación y nos
hablan de una "confesión" obtenida con el "detector de mentiras", y
consideran que el presentar el técnico poligrafista la gráfica y su
informe, se pretende que el juez tome éste como una confesión.
Consideramos que el resultado de 1m examen con polígrafo no
debe considerarse como confesión. El error está en equiparar el
polígrafo al narcoanálisis, en el que sí se obtiene contra la voluntad
del sujeto una verdadera confesión, en lugar de considerarlo como
prueba pericial. Las objeciones lanzadas contra el narcoanálisis no
son válidas en el caso del polígrafo por tratarse de dos cosas
esencialmente diferentes.

Porta233 , Richard S. Cain234, y los mexicanos Ernesto Abreu


Gómez235, José Campos Garmendia, Antonio Reguer Noriega y
Jorge Sergio Tico Alvarad0236, se declaran a favor de la utilización
del polígrafo, a condición de que la prueba sea confiada a un
especialista237, y de que sea corroborado por otros medios
psicométricos. De lo que concluimos que dentro de los defensores
de esta técnica de investigación admiten que por una indebida
preparación del técnico poligrafista se pueda llegar a errores en la
apreciación del resultado, lo cual exigiría una preparación
cuidadosa y adecuada del mismo, posible tal vez, de obtenerse en
un laboratorio de psicología, pero imposible de lograrse en una
oficina de policía en donde el imputado, difícilmente dejaría de
registrar profundas reacciones emotivas, sabiéndose acusado de un
crimen. Por ello consideramos, al igual que el Dr. Francisco
Laplaza, que: "hay que tener siempre presente que estaríamos en el
terreno de las pericias. Si estas tareas técnicas se llevan a cabo en
la esfera de la actividad policial, podrían valer, a lo sumo, como
meros indicios. Si se llevan a cabo en el ámbito judicial, nunca
podrá afirmarse que la prueba de la culpabilidad de la inocencia
reside en la pericia, y menos todavía que la sentencia pueda
apoyarse válidamente en ella, sin necesitar de otros fundamentos.
La razón consiste en que la seriedad de la sentencia, está en razón
directa de su conformidad con las pruebas directas y seguras sobre
la que se construya. Elevada sobre elementos de convicción
falaces, la sentencia será infundada y carecerá de seriedad"238
239. Para mayor ahondamiento de datos, Dohring expresa: "Una de
las objeciones más importantes que se hacen al uso del detector es
que dificulta al juez apreciar la prueba fundándose en sus propias
fuerzas y que lo impele a apoyarse enteramente en las ideas del
técnico criminalística interviniente"240.

En última instancia, los hechos pueden ser, como hemos visto,


objeto de prueba, y el perito debidamente preparado que utiliza el
polígrafo dará su dictamen cuando así sea necesario por requerirse
conocimientos técnicos o especializados, pero dicho dictamen u
opinión, no obliga al jue:v pues éste debe jomJar su opinión
personal de las circunstancias,y bqo criterio de concimcia. Esta
aseveración tiene en esta tesis particular importancia, pues se
pugna, no porque el juez acepte incondicionalmente el resultado de
una máquina (en este caso el polígrafo), sino porque el juez esté de
acuerdo en analizar el informe del técnico poligrafista para formarse
una idea más general del problema que jurídicamente le toca
resolver, esto se fundamenta puesto que es necesario que el juez
tenga a su alcance el mayor numero de elementos para formarse un
criterio acertado y poder dictar una sentencia justa, a fin de cuentas
si bien es cierto que se puede llegar a errores mediante los
resultados del polígrafi 241, esto no obsta para que el juez puede
valorados, pero sin ninguna obligación. La regla solución para
nosotros es que las personas que atendieron el aparato deben
prestar declaración como testigos o, en su caso, informar como
peritos. El hecho de que su labor presuponga una pericia especial,
no excluye que el juez se forme sobre la base de sus declaraciones
un juicio propio.

En doctrina comparada, por ejemplo en Alemania los tribunales


penales no pueden valerse de los resultados obtenidos con el
auxilio de un detector de mentiras, sin embargo, en cuanto la policía
no tenga el propósito de presentar los resultados obtenidos con el
detector en el proceso, y lo emplee simplemente para el servicio
interno, para determinar en qué dirección pueden prosperar las
pesquisas, expresa Dohring, el procedimiento no puede merecer
reparos en ninguna parte242o En la Unión Soviética el invento es
mirado con desconfianza243o En muchos otros países, en cambio,
se ha intentado, con variado éxito, aprovecharlo para la
averiguación244o

c.3.3) Diagnosis judicial con el método de la asociación


Al tercer grupo pertenecen las técnicas que se fundan sobre el
fenómeno de la asociación de ideas o, más particularmente sobre la
asociación de palabras. El principio sobre el cual se basan estos
métodos reside en el hecho de que cualquier acontecimiento,
especialmente si es de importancia como el delito, deja en la psiquis
una huella indeleble, que se manifiesta en las evocaciones
asociativas. El más importante de estos sistemas se denomina
diagnosis constelatona o Tatbestandsdiagnostil o diagnosis jlldicial
con el método de la asociación, y consiste en presentar al sujeto
cierto número de palabra a las cuales éste deberá contraponer otras
a elección suya.
Algunas de estas palabras estímulo están desprovistas de
importancia, pero otras, llamadas "críticas", conceptualmente
evocan detalles del acontecimiento en torno al cual se adelanta la
investigación. Teniendo en cuenta el tiempo empleado en dar cada
una de las respuestas y el significado de las palabras utilizadas por
el sujeto, a veces es posible obtener un cuadro que suministre
indicios.

La utilidad de este método es mayor cuando la espontaneidad de


las respuestas y la reacción emotiva del sujeto a las palabras
críticas sean controladas con un detector de mentiras, o mando se
combine con la narcosis. En este último caso puede dar resultados
de cierta importancia, no sólo por la significativa pertinencia de las
palabras asociadas, sino porque a veces el sujeto asocia la
narración de hechos muy importantes a una palabra-estímulo.

Consideramos importante lo descrito por Mittermaier, con respecto


a la libertad de admitir medios nuevos: "no se debe desconocer la
peligrosidad de la multiplicidad de pruebas y del riesgo que
representa el que un juez pudiera darle excesiva credibilidad a talo
cual prueba, haciéndose factible a condena de un inocente"245.
c.3A) Confesiones btijo hipnosis y en la condición de medium
y aquí surge precisamente un problema que no puede pasarse por
alto, esto es, si entre los medios de prueba, o mejor, entre las
operaciones mediante las cuales se llevan a la práctica los medios
de prueba, en especial el de la confesión, se permite el empleo de
hipnotismo. ¿Puede admitirse que se someta a una persona al
sueño hipnótico? ¿Puede aceptarse que se despierte en otra
persona la psicosis hipnótica con fines probatorios? ¿Se puede
recurrir a una experiencia hipnótica como medio de investigación de
la verdad, en relación con el proceso? Naturalmente, la persona
puede ser el acusado mismo, como también la parte ofendida, un
testigo o también un tercero. Aunque en la ciencia las opiniones son
vacilantes e inseguras y aunque no se ha formado esa conJllJ1mis
opinio que, aunque a veces empíricamente, puede constituir el
presupuesto de disposiciones legislativas o de medidas judiciales
nos parece que en el estado act,ual de las investigaciones es muy
remota la posibilidad de que la experiencia hipnótic a suministre una
ayuda para obtener que una persona diga la verdad. En efecto, la
proporción de los hipnotizables entre los sanos es muy baja, y, por
otra parte, la persona hipnotizada también puede oponer en el
estado hipnótico, casi inconscientemente y hasta diremos
instintivamente, resistencia al influjo de la sugestión y al imperativo
de la verdad.

Entre los neurópatas ciertamente es muy alta, casi absoluta, la


proporción de los hipnotizables; pero esta gran facilidad no está
acompañada por una igual probabilidad de conseguir el fin, ya que
el enfermo también puede fantasear en el sueño hipnótico, y en
este puede igualmente surgir la mentira. De manera que, en todo
caso, será muy raro un resultado verdaderamente útil.
Tal vez puede obtenerse un resultado menos dudosa cuando ese
medio se emplee para evocar en el sujeto antiguos recuerdos que
permanecen dormidos, pues casi con certeza puede ser útil como
instrumento para exploración de la personalidad del individuo,
especialmente cuando se trata de sujetos anormales (por ejemplo,
histéricos), o para comprobar sus aptitudes o tendencias, o para
otros fines especiales. Por ahora consideramos a esta posibilidad
de efectuar hipnosis para obtener confesión como un medio no
permitido en el caso peruano.

d. Sea recibida por la autoridad competente

La confesión se produce durante la investigación, ante el Fiscal


competente, sin embargo, se puede producir en la etapa de
juzgamiento246 o

e. Con las formalidades legales pertinentes


Esta se debe desenvolver dentro de las formalidades legales
pertinentes, y se deberán limitar cuando resulten manifiestamente
excesivos.
e.l. Sobre la prohibición del [atigamiento del imputado y la teoría de
"las fuerzas del imputado"
El artículo 88.6 del CPP 2004, que suspende momentáneamente el
interrogatorio del inculpado por fatiga, no debe ser entendida como
una prohibición al exceso de manera inflexible247o Sin embargo
consideramos que poco se gana con principios tan generales como
el que dice que está prohibido al funcionario pesquisador fatigar de
algún modo al imputado. Reglas tan simples serían sin duda
deseables para clarificar las condiciones, pero, así formuladas, no
son utilizables, porque simplifican demasiado y no consideran
circunstancias especiales. Una pauta como la que acabamos de
mencionar, aplicada con toda consecuencia, haría generalmente
imposible el esclarecimiento de los delitos en los casos más
complicados. Cuando se formula un principio, hay que tener en
consideración las muy diversas configuraciones de los hechos que
pueden darse en este terreno. Además, el principio debe formularse
en tal forma que a la autoridad pesquisidora le quede abierta la
posibilidad de indagar intensivamente los hechos, por lo menos en
las situaciones que en la práctica son las más importantes.
Sin embargo consideramos importantes ciertos criterios rectores
para la suspensión o prohibición:

1. Es cierto que el imputado no debe ser agotado más de lo


debido mediante tomas de declaración excesivamente largas. No
obstante ello, en las causas penales mayores puede ser necesario
fatigar con interrogatorios prolongados a un sospechoso sano y
nervudo que, desafiando el peso de los cargos, niega pertinazmente
su culpa, al punto de que pueda comprobarse si su relato resiste
cierta prueba. Esto en el fondo está reconocido en todos los países
y sólo podrán discrepar teóricos totalmente divorciados de la
realidad. Incluso en aquellos países en los cuales la opinión pública
empicota toda restricción innecesaria de los derechos
procedirhentales del imputado, se aprueba, dentro de ciertos
límites, que se lo canse con las tomas de declaración en el
procedimiento previ0248o En los países del derecho
angloamericano se lo permite también en amplia medida en el
plenario, si el acusado pide que se le tome formalmente declaración
como testigo, y es sometido entonces al interrogatorio cruzado.
2. Dondequiera que se le tome declaración a un sospechoso de
una manera que lo fatigue considerablemente, debe haber claros
motivos reales que justifiquen ese procedimiento que, de cierto
modo, es penoso para el imputado. Cuanto más duro y agresivo sea
el procedimiento aplicado, tanto más contundentes tienen que ser
los argumentos esgrimibles para justificado. Las tomas de
declaración prolongadas, que implican para el imputado cierto
desgaste de energías, pueden ser necesarias, no solamente para
esclarecer homicidios y robos, sino también incendios
intencionados, en los cuales el autor muchas veces adopta la
táctica de negar su culpa con pertinencia extrema. Rara vez serán
necesarias, en cambio, en las causas penales medianas y menores.
Una táctica realmente pulverizadora sólo será admisible en casos
excepcionales2~9 .
3. Como ya se señaló, el receptor de la declaración deberá
adecuar la medida de la fatiga producida por el interrogatorio al
estado de fuerzas del imputado. Si este mismo aduce que no puede
continuar y necesita una pausa, la toma de declaración tendrá
normalmente que interrumpirse, siempre y cuando no se trate de
una simple maniobra táctica del imputado para proporcionarse un
respiro en el momento decisivo. Así deberá ser entendido el artículo
88.6 del CPP 2004: "Si por la duración del acto se noten signos de
fatiga o falta de serenidad en el imputado, la declaración será
suspendida, hasta que ellos desaparezcan".

e. 1. 1) Dificultades de la prueba

Cuando en un plenario haya que examinar si en el momento en que


el imputado confesó el hecho había sido fatigado por la policía más
allá de lo lícito, tal comprobación resultará no pocas veces
problemática. Pero la superación de las posibles dudas no es de
ordinario más penosa que en muchos otros casos que, al final,
terminarán esclareciéndose definitivamente. Con frecuencia las
dificultades de la prueba pueden desde un comienzo evitarse, o por
lo menos mitigarse, si el receptor de la declaración anota
inmediatamente en el acta las medidas tomadas para evitar un
cansancio prematuro del imputado y, sobre todo, la duración de los
intervalos observados. En las causas mayores, la mejor precaución
que puede adoptar el funcionario es cuidar de que estén presentes
testigos imparciales, a fin de que más adelante no esté expuesto
inerme, pese a haberse comportado inobjetablemente, a los
ataques arbitrarios del imputado. El Art. 119 del CPP 1991, primer
párrafo, señalaba: "La declaración del imputado se recibe con
asistencia del secretario titular o habilitado, quien registrará la
diligencia y dará fe de su realización. Si el caso lo requiere, el Fiscal
podrá asesorarse por un experto en criminalística u otra disciplina
científica o técnica. El asesor no podrá intervenir directamente en la
diligencia, debiendo constar en acta su presencia y las
observaciones que los sujetos procesales hagan con respecto a su
participación".

Si no se han adoptado esas previsiones, queda aún en el plenario la


posibilidad de formarse una idea del estado físico y nervioso del
imputado, practicando un examen ocular y sacando de ahí
deducciones sobre un posible cercenamiento ilícito de su libertad de
declarar en la toma de declaración anterior. En esto, sin embargo,
habrá que tener en consideración, más que nada, fuera de los
elementos objetivos (duración del interrogatorio, si se lo practicó en
horas de día o en horas de la noche), la personalidad del
funcionario policial que tiene que deponer sobre el desarrollo de
aquel acto. El aporte de ese testigo en el plenario, puede tal vez
brindar puntos de apoyo para saber cómo se desenvolvió en aquel
entonces la inquisición. En esto, hay que considerar que el testigo
policial se conducirá quizá de otro modo -en más de un aspecto-
ante el tribunal penal que cuando estaba dirigiendo la investigación.
Empero este problema no debe impedir absolutamente el trabajo
del juzgador, como expresa Dohring: "Pues hasta el tribunal de
casación, que normalmente no dispone de una impresión personal
de las personas que intervinieron, cuenta con diversas posibilidades
de proporcionarse el necesario material indiciario, en cuanto éste no
se desprenda de los autos, por vía de la llamada prueba libre. No
pocas veces, la experiencia general le dará también referencias que
le permitan formarse un juicio acertado"250.
Nosotros consideramos que lo expresado por Dohring, no puede ser
aplicado a casos que sean de perfil eminentemente inquisitivo,
como son los de terrorismo (en cualquiera de sus clases) o TID,
pues en los últimos tiempos, la justicia peruana, en leyes
verdaderamente inconstitucionales ha prohibido que policías sirvan
como testigos de las formas como se interrogaban a inculpados por
terrorismo, motivo por el cual en dichos casos el juez tendrá
limitadas posibilidades para fundamentar alguna actitud ilegal de
obtención de la verdad y específicamente si es que se tomó la
declaración en agotamiento del interrogado. Así lo estipulaba el
Decreto Ley N° 25475, del 06 de mayo de 1992, en su artículo 13
inc. c: "En la Instrucción y en el Juicio no se podrán ofrecer como
testigos a quienes intervinieron por razón de sus funciones en la
elaboración del Atestado Policial". Este artículo fue copiado por el
Decreto Legislativo N° 897 del 26 de mayo de 1998, "Ley de
Procedimiento especial para la investigación y juzgamiento de los
delitos agravados que tipifica el Decreto Legislativo N° 896", que en
su Art. 4 expresaba: "En la instrucción y en el juzgamiento no se
podrá ofrecer como testigos a quienes intervinieron por razón de su
cargo o función en la elaboración del Atestado Policial, el que
tendrá valor pro batorio"151, de tal forma que en la práctica el Juez
peruano, por múltiples variables externas (principio de jerarquía, la
provisionalidad, la dependencia remunerativa, etc.), no trataban de
inclinarse a defensa del reo o en la búsqueda de indicios para
determinar las inconductas en el interrogatorio o en la formación del
atestado, muy por el contrario bajo una mal entendida defensa de la
sociedad ante el terrorismo, se vulneraron principios básicos como
el de inmediación, y nunca aplicaron el poder difuso, lo que trajo
consigo muchos sentenciados inocentes, y la creación de
comisiones ad hoc para "indultar" a los ·mismos.

e.l.2) Agotamimto exisiste al comienzo de la toma de declaración


El imputado puede estar fatigado ya desde el comienzo, sin que a
ello haya contribuido el receptor de la declaración (quizá por haber
sido perseguido largo rato por la policía antes de ser capturado).
Como en el caso anterior, todo dependerá de si es libre aún de
hacer actuar su voluntad y capaz de prestar una colaboración útil.
Caso contrario, no deberá tomársele declaración hasta que se haya
recuperado un tanto.

Erbs y Lowe-Rosenberg sostienen que el receptor de la declaración


no tiene por qué mostrar consideración ante la fatiga que él mismo
no haya provocad02s2o Mas la causa de la fatiga es irrelevante. Si
ésta ha llegado a un grado en que el imputado no puede seguir con
atención las preguntas que se le formulan, habrá que abstenerse,
por el momento, de tomarle declaración. Para juzgar si está en
condiciones de prestar una colaboración cabal, no interesa
solamente el grado de su eventual fatiga, sino también las
exigencias que le plantea el tema y la manera en que se lo indaga
en el caso concreto. Si el objeto sobre el cual tuvo que declarar era
muy simple y el funcionario se mostró considerado, habrá más
sostén para afirmar que el interrogatorio se cumplió en regla que en
el caso inverso.

Por lo demás, no se piense que es raro el interrogatorio de


personas que están de cierto modo fatigadas. En los delitos de
tránsito, sobre todo los ocurridos de noche y que la policía investiga
al punto, ello es frecuente. Pero también en otros casos es muchas
veces necesario tomar declaración a imputados que por
agotamiento, enfermedad o mal estado de nervios están
relativamente en condiciones de aportar datos, y a los cuales el
funcionario tiene que guardar consideración si quiere obtener una
declaración cabal y no entrar en conflicto con la ley. La utilidad de
esas declaraciones depende en buena medida de que se hayan
respetado las fuerzas del imputado y no se le haya hecho un juego
desleal aprovechando su momentáneo debilitamiento.
e.I.3) Interrogatorios noctllmos
¿Es lícito tomar declaración al imputado en horas de la noche?
Cabe aplicar el mismo principio. La cuestión no puede resolverse
categóricamente por sí o por no. Es indudable que un interrogatorio
iniciado de día puede prolongarse hasta entrada la noche si las
necesidades están para soportarlo. Pero despertar a un imputado
en medio de la noche para tomarle declaración sólo podría
justificarse si la premura del caso lo exige. Las causas aducidas no
deben saber a excusa, sino ser convincentes. A menudo, el motivo
en tales casos no será tanto la urgencia, sino el deseo de
aprovechar la somnolencia del imputado y arrancarle declaraciones,
que no habría prestado de haber estado bien despierto. Donde se
compruebe en esos casos un abuso, la jurisprudencia debería
destacarlo con la suficiente claridad. Cuando apenas se den casos
de investigación de delitos graves en los que el sospechoso bajo
custodia no sea arrancado del sueño e interrogado durante horas
(quizá por tandas de funcionarios), hay señal de que muchas veces
no hubo necesidad real de hacerla, sino que se está aplicando
abusivamente un método de investigación admisible por principio.

Es por ello que consideramos de especial situación el caso de los


Juzgados de turno permanente, cuya materia a conocer son las
denuncias formalizadas por el Ministerio Público con reos en cárcel
o cuando el denunciado está presente (Art. 4 inc. b, de la
Resolución Administrativa N° 068-CME-PJ); en tales casos el Juez
de turno permanente necesariamente deberá calificarlas y si decide
dictar el auto de apertura de instrucción, iniciará, y de ser posible,
culminará las instructivas de los inculpados (inciso 6 del artículo
primero de la Resolución Administrativa N° 61-96-P-CSJL, Norma
para el adecuado funcionamiento del juzgado penal de turno
permanente y de la mesa de partes única del 15 de mayo de 1996).
En dichas actividades como es obvio se podrá solicitar
declaraciones al inculpado, las mismas que como ya expresamos
deben estar con .las garantías del abogado defensor, con la
presencia del Ministerio Público, etc., las declaraciones nocturnas
en este caso, en principio son admisibles como se puede
desprender del espíritu de esta norma, sin embargo en todo caso se
debe tener a lo dispuesto por el inciso lo del mismo artículo que
señala que: "al dictarse el auto de apertura de instrucción no se
debe programar fechas para la actuación de las diligencias
solicitadas por el Ministerio Público, la continuación de la instructiva
se suspende hasta que el Juzgado Penal ordinario al que se remita
la denuncia calificada se avoque a su conocimiento y programa la
fecha". Así consideramos que debería evitarse el abuso de la
declaración nocturna y esperar nuevo turno o turno diurno.

CAPÍTULO IV

LA CONFESIÓN SINCERA

1. SOBRE LA SINCERIDAD DE LAS CONFESIONES, SUS


MÓVILES Y EL CASO DE LAS FALSAS CONFESIONES

Normalmente, una confesión se presume sincera, porque así


sucede en la mayoría de las veces, si se presta o se recibe en
condiciones regulares y por que se requiere una razón grave para
que una persona sana de espíritu y consciente de sus
declaraciones se reconozca culpable sin motivo, no es natural
mentir en contra de uno, y resulta contrario al instinto de
conservación el acusarse falsamente. Sin embargo, fuera de los
casos patológicos o de los supuestos de violencia, se encuentran
confesiones mendaces, por razones diversas: interesa
diagnosticadas.
La técnica del interrogatorio, que es el arte policiaco ha llevado a
fondo este tema y permite distinguir diferentes factores de
confesión, aparte de las ya mencionadas, de indispensable
conocimiento para apreciar el valor de esa declaración obtenida, de
acuerdo con los medios que la han sugerido y con los móviles que
la han determinad0253o

a. Confesión por laxitud

Libera al acusado del estado de ansiedad creciente suscitado por la


pesquisa y de la tensión nerviosa exacerbada por un prolongado
interrogatorio.
En la base constituye un sentimiento natural que vuelve a
encontrarse en el origen de la confesión espontánea o de simples
confidencias hechas a un amigo o a una mujer. El interrogatorio se
ciñe a acrecentar el estado de inquietud y de tensión que
predispone a la confesión y que resulta penoso de sostener largo
tiempo.

b. Confesión por necesidad de explicarse

Simple variante del anterior, y más especial de los crímenes


pasionales. Frente a la acusación, el culpable experimenta el deseo
de exponer su propio punto de vista y de explicar el móvil particular
que lo ha empujado, a fin de justificar su acto. Esta confesión
supone una acusación ya establecida sobre lo esencial. Como en el
supuesto precedente, sobreviene en condiciones que hagan
presumir la sinceridad, pero está más sujeta a caución cerca de la
veracidad del móvil invocado. Declarar por qué se ha matado o
robado es, aún reconociendo la culpa, intentar atenuarla, al dar de
ella una explicación favorable.

c. Confesión por lógica

El procesado que se siente estrechado, o metido en un callejón sin


salida, experimenta mayor o menor repugnancia por seguir en esa
situación: aspira a salir de una actitud absurda e indefendible. Aquí
también la confesión se suscita por un sentimiento natural
desenvuelto por el interrogatorio y que normalmente se encuentra
en culpables o, por lo menos, en los culpados que ocultan algo.

d. Confesión por orgullo

Ciertos delincuentes, sienten vanidad al narrar sus hazañas, y se


trata de una posibilidad que el hábil interrogador no debe dejar de
explotar. Pero, habiendo penetrado en ese camino, ¿de qué no
llegará a ufanarse? La vanidad conduce fácilmente a la
fanfarronería con detrimento de la veracidad.

e. Confesión por esperanza o temor

Última clase de confesión y la menos segura. Quien confiesa con la


esperanza de mejorar su suerte, o por el temor de empeorarla, no
muestra demasiada convicción. El interrogador que haya hecho
vibrar esa cuerda podrá desde luego sacar provecho inmediato,
pero, salvo que consiga corroborar esa confesión con otras
pruebas, la ventaja estará expuesta a perderse, si el culpado, luego
de reflexión, llega a retractarse. El juez tendrá entonces que
preguntar de qué vale poseer tal confesión retractada, viciada en su
origen: la solución dependerá de la influencia que haya podido tener
la esperanza o el temor sobre el espíritu del imputado.
Las falsas conjésionu, más todavía que las verdaderas, pueden
provenir de motivos muy diversos. Dejando aparte los supuestos de
constreñimiento físico o moral y de auto acusación patológica, se
encuentran confesiones por interés (real o supuesto), y otras por
abnegación, algunas por desesperación o por jactancia, etc. Se
conocen también las confesiones llamadas penitenciarias, hechas
con el propósito de procurarse un traslado, un cambio de prisión, o
en los emigrantes y hasta en los vagabundos, una detención
durante la estación mala. Finalmente, los psiquiatras criminalistas,
han demostrado recientemente que los criminales pueden
experimentar un sentimiento turbador, y hasta angustioso, de
culpabilidad y una necesidad inconsciente de castigo o expiación y
ser empujados así, por la fuerza de las tendencias reprimidas, a
acusarse hasta de cosas más graves que las cometidas. A ese
respecto se citan casos de criminales que han pedido por sí mismos
su condena a muerte, como si la hubiesen merecido. Se han
analizado esos estados internos de angustia y de depresión por los
cuales el culpable, aterrorizado por su crimen, termina por
refugiarse en la confesión, como su salvación única., al igual que
otros se acogen a la protesta, o bien a una enfermedad o a una
psicosis. Se ha observado el caso de un psicópata que, tras haber
intentado suicidarse, confesó, con fin de expiación, su doble crimen
de violación y asesinato. Sucede además que ese impulso interior
hacia la confesión, por poco psicópata que sea el individuo, lo lleva
a inexactas confesiones.
2. TÉCNICAS PSICOLÓGICAS UTILIZADAS PARA EL
CONTROL DE LA SINCERIDAD DE LOS DECLARANTES: CÓMO
SE INVESTIGA LA SINCERIDAD DEL SUJETO

En lo sucesivo trataremos de diseñar las técnicas existentes a nivel


de la psicología forense para determinar cuándo una declaración es
sincera o no, sin embargo tales técnicas siempre deberán ser
corroboradas y utilizadas de manera crítica, pues lo que se debe
tentar es de que no se vulnere ni la Constitución, ni las leyes, ni los
principios que rige la teoría de la prueba.

Así, el propósito de engañar a la justicia en las declaraciones, en las


dos formas, por acción u omisión, es decir, por afirmación de
mentira u ocultación de verdades, es tan general, por desgracia,
que desde hace años ha preocupado a los juristas el medio de
obtener una prueba objetiva del grado de sinceridad en los
testimonios. En la remota antigüedad, los jueces persas empleaban
una prueba que llegó a hacerse célebre: "la prueba del arroz",
consistente en hacer tragar rápidamente cierta cantidad de ese
cereal inmediatamente después de terminada una declaración.
Decían ellos que por voluntad de los dioses todas las personas que
hubiesen declarado en falso se verían imposibilitadas de tragado, y
consecuentes con tal criterio, anulaban las declaraciones otorgadas
por tales.
A pesar de su aparente ingenuidad, esta prueba tiene un
fundamento científico, y es que todo estado emocional intenso
inhibe la secreción salival, sin la cual es evidentemente imposible
tragarse un puñado de arroz seco. Fácilmente se adivina, sin
embargo, que las diferencias personales de emotividad son lo
suficientemente intensas para secar la garganta de un "inocente
ingenuo y no alterar en cambio la de un delincuente o taimado
declarante. Se trata, pues, de una prueba que permitía, en el caso
más favorable, conocer si la persona se hallaba o no emocionada al
declarar, pero no si era o no sincera en su testimonio.
No obstante, desde tan remotas fechas precisa trasladarse a una
década de nuestros días para encontrar algo que represente un
avance técnico en este sentido: hace 15 años, en efecto, Jung
propuso su prueba de asociaciones determinadas, asociada al
registro del tiempo de reacción y a las particularidades de esta
última como medio indicador de los "complejos", es decir del
conjunto de experiencias o "vivencias" (Exlebnis) que un sujeto
cualquiera quisiese ocultar. El fundamento de la técnica de Jung es
el siguiente: si en una lista de palabras se intercalan unas cuantas
directa o indirectamente relacionadas con lo que el sujeto trata de
ocultar, se verá cómo este vacila algo antes de contestar (buscando
una palabra que sirva para disimular su reacción primitiva) o su
contestación exhibe alguna anormalidad. En tal caso la
comparación entre las reacciones a las palabras-estímulos
"específicas" y las "neutras" da una base para diferenciar la
influencia de la emotividad general y la de la emoción despertada
por el miedo a ser descubierto; la primera es un factor constante,
que interviene en todas las asociaciones (contestaciones), mientras
que la segunda sólo se re activa en determinado número de ellas
que no conocemos a priori. Siempre es posible formar una lista que
contenga palabras que sean "neutras" para cualquier sujeto menos
para el que trata de engañamos, y así se comprende que Jung
pudiese, con el empleo de esta prueba, reconocer entre nueve
enfermeras sospechosas de un hurto en su clínica la que lo había
realizado, a pesar de que dos de sus compañeras inocentes, eran
mucho más emocionables y nerviosas que ella.
La importancia psicológica de esta prueba es enorme, pues no
solamente sirve para poner en evidencia el "complejo" que el sujeto
trata de ocultar, sino que nos informa mucho acerca de su
personalidad; por ello nos parece justificado el intento de exponer
con detalle su técnica y los resultados que pueden obtenerse.

a. Mediante la prueba psicoanalítica de Abrahamsen-


RosanoffJung
El examinador coloca al sujeto cómodamente tendido y le venda los
ojos para evitar toda distracción. Se sienta a su lado con la lista de
palabras-estímulos, que habrá sido objeto de una cuidadosa
elaboración previa. En una mesita a su alcance dispone de la hoja-
registro especial para la prueba, un par de lápices y un cronógrafo
que marque quintos de segundo. A continuación da las
instrucciones en la siguiente forma:

"Voy a decirle una serie de palabras, de una en una. Usted tendrá la


bondad de fijarse bien en cada palabra de las que le diré y
responderme con lo primero que se le ocurra después de haberla
oída. Se trata, pues, de que usted se coloque en una actitud pasiva,
sin pensar en nada, se deje impresionar su cerebro por las palabras
que le iré diciendo, de una en una, y me comunique lo primero que
se le ocurra, por extraño y absurdo que le parezca; unas veces será
un recuerdo, una imagen; otras será un comentario, una palabra o
una frase; sea lo que fuere, dígalo con toda ingenuidad, sin pensar
si está bien o mal".
Si la persona nos dice que no ha comprendido tales instrucciones,
procuraremos ampliárselas hasta hacerle entender lo que queremos
de ella, pero en ningún caso le pondremos ejemplos prácticos de
los resultados obtenidos con otros sujetos, porque entonces nos
expondremos a que tome al pie de la letra tales ejemplos y nos dé
solamente asociaciones del mismo tipo que ellos.
El examinador debe registrar durante la prueba: 1°, las décimas o
quintos de segundo transcurridos entre la enunciación de la
palabra-estÍmulo y la obtención de la respuesta consiguiente; 2°, la
respuesta en cuestión, copiada ad litteraJJl; 3°, todos los signos
objetivos que la han acompañado (cambio de la voz, repetición de
la pregunta, titubeos, movimientos de impaciencia, etc.). Una vez
terminada la prueba, se deja descansar al sujeto breves instantes y
se le invita seguidamente a escuchar nuevamente la lista de
palabras-estímulos y a repetimos las mismas contestaciones que
nos ha dado en la experiencia original. En esta segunda parte de la
prueba se anotan igualmente el tiempo que tarde en producirse la
contestación, la reproducción correcta o incorrecta de la misma y la
conducta de la persona durante el tiempo de la evocación.
Cuando se trata de explorar a un sujeto sin ningún propósito
concreto o predeterminado, se utiliza la lista clásica establecida por
Jung, de cien palabras, en la cual se encuentran contenidos los
estímulos más propios para despertar conflictos de la vida. Pero
para los fines de la práctica forense convendrá siempre preparar
"específicas" en sustitución de otras neutras. Como hemos dicho,
entendemos por estÍmulo específico el que se halla directa o
indirectamente relacionado con la situación delictiva. La necesidad
de proceder así se comprenderá fácilmente si tenemos en cuenta
que la prueba de Jung no es en definitiva otra cosa que un
interrogatorio disimulado y comprimido. En efecto, es decir a un
sujeto que nos comunique lo que primero se le ocurra frente a la
palabra "honradez", por ejemplo, equivale a invitarle a que nos
manifieste cuál es la impresión dominante que ésta le produce. Las
palabras-estÍmulos vienen a constituir símbolos de la realidad, y por
ello la persona que se encuentra defectuosamente adaptada a la
situación, persona u objeto que aquéllas representan, no sabrá
adaptarse tampoco a la experiencia asociativa. ¿Cuáles son los
signos de tal desadaptación? Más claro, ¿cuáles son los signos
reveladores de que la persona oculta sus verdaderos sentimientos
respecto a la cuestión implícitamente planteada mediante la
palabra-estímulo? Helos aquí:
1 ° Retraso de la contestación. La duración media del tiempo que
transcurre entre la pronunciación de la palabra-estÍmulo medio,
según los sujetos y según la naturaleza de los estímulos (mayor en
los abstractos y menor en los concretos), pero no acostumbra a
exceder de dos a tres segundos. Por esto, todos los tiempos de
reacción superiores a cuatro segundos son indicios de que el sujeto
se halla preocupado en ocultamos su primitiva intención de
respuesta.
2° Ausencia de respuesta. Es una exageración del fenómeno
anterior y, cuando se observa, trunca el indicio en seguridad de que
el examinado no es sincero. Nunca deben esperar más de treinta
segundos para pasar a la palabra siguiente de la lista.
3° Reacción absurda. Este signo acostumbra darse junto con el
primero, y supone, como se adivina, un cambio de dirección
voluntariamente introducido por la persona examinada en el curso
de sus asociaciones. Es enteramente análogo a lo que hacemos en
el curso de una conversación cuando cambiamos bruscamente de
tema para rehuir el ser interrogados respecto a algo que queremos
ocultar.
4° Asociación superficial anormal. Cuando el sujeto nos da una
asociación superficial vulgar (una asociación tonal, por ejemplo) en
medio de una serie de asociaciones intrínsecas correctamente
establecida, hemos de sospechar que ello sea debido a un deseo
de ocultamos la asociación primitiva por considerarla demasiado
expresiva.
5° Repetición de la palabra-estímulo. A veces la persona, antes de
responder, repite la palabra estímulo. Es éste un modo de
asegurarse un poco más de tiempo para preparar una respuesta
que juzga difícil. Tal conducta debe, por consiguiente, considerarse
sospechosa de insinceridad.
6° Repetición de las palabras-respuestas. Cuando una misma
palabra es repetida varias veces por el sujeto en la prueba, es
indudable que tiene para él una significación especial, que precisa
averiguar.
7° Persistencia. La misma significación tiene este hecho semejante,
en virtud del cual una asociación persevera, más o menos
deformada, como respuesta a las palabras-estímulos siguientes.
(Ejemplo: odio-padre; suerte-pared; honradez-padrastro).
8° Cambio de sentido de la palabra-estímulo. Es posible que el
sujeto dé una respuesta aparentemente absurda y después
explique diciendo que ha confundido la palabra-estímulo con otra
más o menos semejante. Tal actitud es debida casi siempre a la
acción perturbadora de la respuesta que se acaba de ocultar.
9° Repetición defectuosa de la reacción. Cuando una vez terminada
la experiencia se pide al sujeto que vuelva a damos las mismas
respuestas al leerle por segunda vez la lista de estímulos, sucede a
veces que el sujeto afirma, frente a algunos de éstos, que no los ha
oído antes, o bien nos asegura que ha respondido de otra manera.
Si esto sucede con palabras que ya han despertado nuestras
sospechas en la primera parte de la experiencia, servirá para
acabar de confirmarlas.

Hay que advertir que, por regla general, los signos reveladores de
complejo, que acabamos de exponer, se presentan asociados, de
suerte que en la práctica es siempre fácil el diagnóstico de la
reacción "reveladora".
Con el fin de que se pueda apreciar mejor la diferencia de los
resultados obtenidos con esta prueba cuando se opera sobre
sujetos que pueden sernos sinceros y cuando no, Emilio Mira y
López254 realizó un trabajo aplicativo donde se observaban tres
fragmentos de hojas-registros de la misma, pertenecientes a un
sujeto normal, a una muchacha que ha sufrido un desengaño
sexual, y a un joven acusado de robo, ulteriormente comprobado, a
pesar de ser corto el fragmento, contiene todos los signos que antes
hemos descrito como esenciales del deseo de ocultación
(reveladores del "complejo", como dice Jung), a saber: la
desmesurada duración del tiempo de reacción (que asciende a siete
segundos frente al estímulo más específico), la ausencia de
reacción acompañada de repetición del estímulo (honradez), la
equivocación en la reproducción de las contestaciones y, lo que es
más típico, la asociación carta-pelota, producida porque hallándose
el sujeto sensibilizado para la palabra "cartera", la palabra "carta" le
ha despertado la idea de su acto y ha tratado de disimularlo dando
una respuesta sin relación con ella. Son asimismo bastante
elocuentes las otras asociaciones Gusticia-mito, castigo-estúpido).
En cuanto a la primera (dinero-antipático), la desmesurada duración
del intervalo que precedió a la contestación, nos demuestra
asimismo que se trata de una elaboración secundaria realizada por
el sujeto con el fin de dar a entender que "no gustándole el dinero,
mal podía ser el autor del robo".

Como hemos dicho antes, en casos de duda hay que tener un


singular cuidado en la elaboración de la lista de estímulos. Lo mejor
es intercalar en el transcurso de la lista tipo una media docena de
ellos, seguidos, que se refieran, desde distintos puntos de vista, al
acto motivo de la investigación. Pocos son los sujetos que hayan
intervenido en él directamente y que sean entonces capaces de
contestar normalmente, es decir, con asociaciones corrientes, ante
una lista de este género. En la jerga psicoanalítica se denomina
esta técnica el método de la ametralladora, porque se basa en el
mismo principio que ésta, es decir, el de dirigir rápidamente sobre el
sujeto una serie de proyectiles (verbales) cuya acción se asuma
hasta conducir finalmente al efecto deseado.
a.l. Perfeccionamientos técnicos de la prueba de
AbrahamsenRosanoff-Jung
El valor de esta prueba aumenta extraordinariamente si a la
inscripción gráfica de las reacciones verbales se asocia el registro
de algunos de los fenómenos somáticos concomitantes del shock
emocional despertado por las palabras-estímulos específicas.
Comprendiéndolo así, diversos investigadores (Bleuler, Rosenthal,
etc.) han propuesto asociar a dicha prueba la inscripción de las
alteraciones circulatorias (de volumen o de presión, por medio de
pletismógrafos, esfigmógrafos u oscilógrafos), respiratorias
(valiéndose del neumógrafo) o ec1écticas (el denominado reflejo
psicogalvánico). De todas las técnicas propuestas, la mejor es, sin
duda, la que consiste en obtener el registro gráfico de las
oscilaciones de tensión arterial en el tobillo durante la prueba,
marcando con un estilete sobre el papel ahumado el momento en
que se pronuncia la palabra-estímulo: aún es mejor si se asocian a
esta gráfica la de la respiración y la del tiempo medido en quintos
de segundo mediante un cronógrafo de J aquet. Como quiera que
los resultados obtenidos son esencialmente análogos a los del
procedimiento que describimos a continuación, nos parece
innecesario insistir ahora cerca de ellos.

b. El control de la sinceridad mediante el denominado "detector


de mentiras" (lie detector) de Larson y sus derivados
En el mes de diciembre de 1923, el psicólogo norteamericano J. A.
Larson, adscrito al laboratorio de investigaciones de la Escuela de
Policía de Berkeley, publicó en el JOllmal of Expen1JJel1tal
Psychology un interesante trabajo, "The cardio-neumo-
psychologram in deception" ("El cardioneumopsicograma del
engaño"), en el cual proponía utilizar el registro gráfico de la presión
arterial y de la respiración asociado al interrogatorio judicial
corriente, para comprobar el grado de sinceridad de los declarantes.
Basándose en las anteriores investigaciones de Benussi, Burt y
Martson, acepta desde luego la superioridad del interrogatorio
directo, a condición de que las preguntas interesantes sean hechas
distraídamente, intercaladas entre otras inofensivas, es decir,
siguiendo la idea central de la prueba de Jung-Bleuler o la de Kent-
Rosanoff. En tales condiciones, el dispositivo constituido por el
oscilógrafo o el esfigmomanómetro (de Tycos o Ernalger) y el
neumógrafo (de Ellis) merece, según Larson, el nombre de "detector
de mentiras", porque siempre que el sujeto dice una, si es algo
importante, se registra en las curvas de los trazados una
irregularidad marcada, según puede verse en las gráficas que
exponemos a continuación, tomadas del trabajo original del autor.
Dicha irregularidad no sólo se observa en la amplitud y el ritmo de la
respiración y la circulación, sino que en el curso de varias
respiraciones que pueden aparecer normales a primera vista es
posible, si se observan con detenimiento sus registros gráficos,
descubrir la inversión de los tiempos relativos de la inspiración y la
espiración, según han puesto de manifiesto Benussi y Burt255 o

Comprando el promedio de la relación 1.: E. (duración inspiración


dividida por duración espiración) cuatro o cinco respiraciones antes
y después del estímulo provocador de la mentira, se obtiene una
respuesta positiva en el caso de sinceridad y negativa en el caso de
falsedad de la respuesta.
Los éxitos proporcionados en el "Iie detector" de Larson en distintos
procesos criminales en los Estados Unidos impulsaron a un gran
número de investigadores a perfeccionar la técnica de registro, y no
tardaron en surgir varios otros dispositivos, todos ellos basados en
la inscripción gráfica y simultánea de las curvas de respiración,
tensión sanguínea y volumen de extremidades. De todos ellos, el
más completo es el de A. Wo1mer, profesor de crimino10gía de la
Universidad de Chicago. Con él se obtuvo éxito rotundo en un
asunto que apasionó en 1929 a la opinión pública estadounidense:
la desaparición del secretario del almirantazgo norteamericano en
Manila (Eugenio Basset). Fue acusado como presunto responsable
Earl Mayer, y el Fiscal Edwing D. Ca1vin (de Washington) propuso
el empleo de dicho aparato para ayudar a la investigación
criminológica.

c. El método de la "expresión motriz" de A.R. Luria


U n positivo avance -por tratarse de un principio origina1 representa
el método preconizado recientemente por el psicólogo ruso Luria
para comprobar el grado de sinceridad de los declarantes en
función de las alternativas que una serie de movimientos
musculares ordenados experimentan en el curso de su declaración.
Sostiene este autor que cuando resulta imposible la observación
directa de un fenómeno, se encuentra justificada su observación
indirecta sobre la base de asociarlo artificia1mente en el tiempo (por
coexistencia temporal) con otro que resulte fácilmente registrab1e.
La marcha del fenómeno invisible se estudiará entonces en función
de los cambios que determine en el visible o registrab1e. Claro está
que este último ha de cumplir determinadas condiciones de
regularidad y sencillez de registro, a la vez que debe hallarse en
dependencia directa con el primero. Luria formula así su
pensamiento: "Para encontrar una expresión fenomeno1ógica
adecuada de los procesos centrales hay que utilizar un sistema que
se encuentre en conexión directa con ellos, y éste no puede ser otro
que el de los movimientos voluntarios. Se hace necesario, pues,
crear una técnica metodo1ógica que una dinámicamente las
actividades centrales y las periféricas hasta hacerles constituir un
sistema tlflitano".
Veamos ahora cómo ha procedido para hallar la solución de este
problema: si a un sujeto no entrenado e ignorante de los fines de la
experimentación se le pide que efectúe durante largo tiempo una
presión digita1 rítmica sobre una membrana neumática (en
comunicación con un tambor de Marey), observaremos que la curva
de las presiones ejercida adopta una forma sensiblemente idéntica,
o sea, que es uniforme, difiriendo "en todo caso, muy levemente la
intensidad o altura de las elevaciones, pero conservándose, en
cambio, el contorno de las mismas.
Esta constancia de la forma se observa también cuando se trata de
movimientos de mayor extensión y complicación (movimientos
circulares de la mano, presión de un objeto, etc.) en tales casos el
ciclo grama demuestra la constancia del "esquema" motor,
independiente, como hemos dicho, de su mayor o menor intensidad.
Por consiguiente, la forma del movimiento puede ser un indicador
que nos dé la posibilidad de observar directamente (a través de sus
cambios) las alteraciones que se produzcan en el aparato nervioso,
a condición de que sepamos aislar las influencias endógenas
ajenas al sistema neuromotor.
Luria empezó sus experiencias simultaneando la clásica prueba de
las asociaciones libres con el golpeteo digita1 rítmico sobre la
membrana neumática. Para elegir dicha prueba tuvo dos motivos:
10 la reacción asociativa tiene siempre un contenido psíquico
(central) y se encuentra en relación determinable con la naturaleza
del estímulo, siendo además medible en su duración y complejidad;
2° la reacción asociativa, de otra parte, se halla influenciada del
modo más directo por la afectividad y sobre todo por las tendencias
subconscientes o reprimidas (complejos) de suerte que constituye,
por así decido, el más fino reactivo de las conmociones afectivas.
En este sentido sirve la maravilla para provocar trastornos de la
actividad central normal, capaces de ponernos de manifiesto sus
características mecanismos. Este proceso asociativo -debido a tales
condiciones- había sido ya utilizado (así como el de las
asociaciones determinadas) con fines de exploración psicoanalítica
criminológica, pero los investigadores se habían limitado a notar
solamente los extremos del mismo (estímulo y reacción) sin poder
disponer los extremos del mismo (estímulo y reacción) sin poder
disponer de un medio que les permitiese seguir -aunque
indirectamente- las fases intermedias (que por razones fáciles de
comprender no pueden ser tampoco exploradas por la
heterointrospección).

Los resultados obtenidos en esta primera serie de experiencias


aconsejaron a Luria utilizar también la prueba de RosanoffJung
(asociaciones determinadas), con el fin de poder precisar mejor los
estímulos desencadenantes de la conmoción afectiva. En tales
condiciones, el sujeto era invitado a dar el golpe digital en el mismo
momento de pronunciar la palabra de reacción; los resultados eran
bien evidentes: cuando la palabra estímulo no había despertado la
actividad de un "complejo" y por consiguiente la respuesta había
sido sincera, se obtenía una curva de "expresión motriz"
completamente regular, pero cuando el estímulo verbal se hallaba
relacionado con algo que el sujeto deseaba reprimir (es decir,
ocultar), entonces la inhibición (activa) que el sujeto efectuaba
sobre sus reacciones ideoverbomotoras se traducía inmediatamente
en una irregularidad manifiesta de la curva de expresión motriz. La
diferencia entre la reacción correspondiente a una respuesta
sincera y a otra falsa esta en que la primera resulta coordinada
(organizada) y la segunda incoordinada (desorganizada). Un punto
muy interesante es la falta de correlación perfecta entre el tiempo
de reacción o la originalidad de la respuesta verbal (signos hasta
ahora admitidos como indicadores seguros del "complejo") y la
irregularidad de la curva de "expresión motriz". Ello se explica
porque en realidad esta última sólo se altera en los casos en que
surge en el interior del sujeto un conflicto entre dos tendencias
afectivas potentes, mientras que los demás se presentan
simplemente a consecuencia de alteraciones intelectuales (no
afectivas) provocadas por la complejidad o dificultad asociativa de la
palabra estímulo, o por un súbito "vacío" o paralización del proceso
del pensamiento, independiente de toda influencia afectiva y ligado
solamente a las fluctuaciones de la atención y del funcionamiento
cerebral (ondulaciones de Mayer) ¿Qué diferencia existe entonces
en la curva de "expresión motriz" cuando se presente una
alteración, en el curso asociativo, de orden intelectual y cuando ésta
es de orden afectivo (por insinceridad)? La respuesta es bien
sencilla; el curso de la respuesta motriz no se desfigura en el primer
caso y sí en el segundo. Véanse, por ejemplo, otras dos curvas
donde se podrán apreciar una anormal duración del tiempo de
reacción asociativa. No obstante en los ejemplos se podrán
observar eventualmente en la primera curva la "expresión motriz" es
enteramente normal (organizada) y en la segunda no.

Este hecho se comprende fácilmente si se tiene en cuenta que la


persona examinada había cometido un crimen y se había tenido
que secar las manos -aún ensangrentadas- con una toalla.
Sostiene Luria que para ligar de un modo directo el proceso central
a su expresión motriz se hace necesario imprimir la máxima
actividad posible a ambos, hasta integrarlos en el mismo sistema
dinámico. Así, si en vez de hacer coincidir la respuesta digita1 con
la emisión de la respuesta verbal asociativa nos limitamos a decir al
sujeto que mantenga la mano aplicada sobre la membrana
neumática durante todo el tiempo de la experiencia, no se registran
cambios en la expresión motriz, aunque las palabras estímulos
desencadenen un choque afectivo.
Ello hay que atribuido a la pasividad de la reacción motriz
(expresada entonces solamente por una variación de tono
muscular). Y lo mismo ocurre si, inversamente, obligamos al sujeto
a un tableteo ininterrumpido mientras escucha (sin reaccionar
verbalmente) la lista de estímulos. En ambos casos hemos
introducido un factor de pasividad en uno de los extremos del arco
funcional y el resultado ha sido romper la continuidad del mismo.
Un detalle de importancia es el de que en determinados sujetos las
reacciones llegan a ser inhibidas (voluntariamente) con la práctica
en la mano derecha, pero entonces se traducen aunque de modo
más atenuado- en alteraciones de la mano izquierda (sincinesias),
por lo que el autor aconseja obtener cinegramas de ambas manos,
si bien siempre la mano derecha es la activa, es decir, la que golpea
la membrana. En general hay variaciones individuales respecto a la
facilidad de expresión motriz de los conflictos psíquicos y por
consiguiente Luria parece dispuesto a aceptar la existencia, cuando
menos de dos tipos extremos que se denominan mololábiles y
motoestábiles; en este último el método conduciría a resultados
menos brillantes.

Nos parece, desde luego, que Luria se muestra un poco


excesivamente entusiasmado con su método, pero no hay duda que
éste representa un positivo avance en la investigación
comprobatoria de la sinceridad de los declarantes. Su principal
defecto es el de necesitar la cooperación voluntaria del sujeto para
poder efectuarse; por consiguiente, si el declarante es
medianamente listo, puede voluntariamente deformar todas sus
respuestas matrices, o unas cuantas de ellas, en tal caso podemos
llegar a creer que nos dice mentiras cuando nos dice verdades y
desorientar igualmente al Juzgado.

d. Modificación a la técnica de Luria, elaborada por Emilio Mira y


López
Mira y López, expresa que: "con objeto de perfeccionar la técnica de
Luria, hemos ideado un dispositivo que permite la cómoda
inscripción -con lápiz o tinta- de un movimiento de vaivén fácilmente
automatizable, de la mano. He aquí nuestra técnica "256 o
Así, se dice al sujeto: "Deseamos saber el tiempo en que usted es
capaz de aprender un movimiento. Para ello le vamos a rogar que
coja usted la manivela de este aparato y la desplace de derecha a
izquierda y de izquierda a derecha, siguiendo el compás de este
metrónomo, de modo que cada golpe del metrónomo corresponda
al principio de un nuevo movimiento de ida y vuelta. Precisa que
usted se fije bien en la velocidad de ese movimiento, porque al cabo
de un minuto pararemos el metrónomo y usted deberá seguir su
trabajo con el mismo ritmo, es decir, sin hacer los movimientos más
deprisa ni más despacio.

"Para comenzar le ponemos estos dos topes a derecha e izquierda,


que sirven para enseñarle la extensión del desplazamiento de la
manivela, pero también al cabo de un minuto se los quitaremos, y
usted deberá procurar entonces seguir moviéndola en la misma
extensión, de modo que se detenga ni antes ni después del sitio en
que antes lo hacía. Todo esto quiere decir que debe usted procurar
hacer el movimiento lo más regular y monótono posible,
conservando siempre la misma velocidad y la misma amplitud, de
modo que la gráfica no señale ninguna alteración de él".

d. Modificación a la técnica de Luria, elaborada por Emilio Mira y


López
Mira y López, expresa que: "con objeto de perfeccionar la técnica de
Luria, hemos ideado un dispositivo que permite la cómoda
inscripción -con lápiz o tinta- de un movimiento de vaivén fácilmente
automatizable, de la mano. He aquí nuestra técnica"256.
Así, se dice al sujeto: "Deseamos saber el tiempo en que usted es
capaz de aprender un movimiento. Para ello le vamos a rogar que
coja usted la manivela de este aparato y la desplace de derecha a
izquierda y de izquierda a derecha, siguiendo el compás de este
metrónomo, de modo que cada golpe del metrónomo corresponda
al principio de un nuevo movimiento de ida y vuelta. Precisa que
usted se fije bien en la velocidad de ese movimiento, porque al cabo
de un minuto pararemos el metrónomo y usted deberá seguir su
trabajo con el mismo ritmo, es decir, sin hacer los movimientos más
deprisa ni más despacio.

"Para comenzar le ponemos estos dos topes a derecha e izquierda,


que sirven para enseñarle la extensión del desplazamiento de la
manivela, pero también al cabo de un minuto se los quitaremos, y
usted deberá procurar entonces seguir moviéndola en la misma
extensión, de modo que se detenga ni antes ni después del sitio en
que antes lo hacía. Todo esto quiere decir que debe usted procurar
hacer el movimiento lo más regular y monótono posible,
conservando siempre la misma velocidad y la misma amplitud, de
modo que la gráfica no señale ninguna alteración de él".

La primera gráfica nos dará idea del grado general de emotividad


del sujeto en aquel momento. Nos señala también particularidades
muy interesantes de su tipo temperamental (según que se observe
la tendencia a la disminución paulatina o al aumento insensible de
la velocidad) que ahora no hacen al caso. Acto seguido se para el
metrónomo, se retiran los topes (que se colocaron distantes 8
centímetros entre si y se invita al sujeto realizando el movimiento en
la misma forma durante otro minuto.
La segunda gráfica confirmará los resultados de la primera en
cuanto al grado de emotividad y particularidades temperamentales,
y nos da, además, una muestra de la capacidad de control motor
que el sujeto tiene en aquel momento. Una vez que el trazado ha
adquirido una regularidad satisfactoria, se advierte al sujeto que sin
dejar de realizar el mismo movimiento debe contestamos
verbalmente las preguntas que le iremos haciendo. Insistimos en
que procure no alterar su trabajo y a la vez procure contestamos
con absoluta sinceridad y franqueza todo cuanto le preguntemos.
Aclaramos enseguida que tales preguntas se le hacen para
distraerle de su trabajo y ver cómo prosigue éste en malas
condiciones. Si el sujeto percibe el verdadero significado de la
experiencia y se prepara, tanto mejor, pues cuantos más esfuerzos
realice en el momento oportuno para evitar que sus mentiras se
traduzcan en la gráfica, tanto mayor será la alteración de ésta. Es
un hecho sabido, en efecto, que la intervención de la voluntad en la
marcha de los procesos automáticos sólo consigue perturbarlos
(esfuerzos para reprimir el estornudo o la tos, para andar
displicentemente, para respirar "con naturalidad", etc.).
Comienza entonces la tercera parte de la experiencia mediante
preguntas triviales y precisas (edad, estado, naturaleza, profesión,
tiempo de residencia y domicilio, etc.). Si éstas son contestadas sin
alteraciones notables en la gráfica, se deduce que el movimiento
está lo suficientemente automatizado para intentar el experimento
propiamente dicho, al cual se pasa sin advertir al sujeto, pues basta
para ello con intercalar en las preguntas neutras las que nos
interesan y de las que sospechamos que no hemos de tener
contestación sincera Como es natural, la confección del
cuestionario de preguntas debe realizarse con singular cuidado, no
sólo para dar la máxima efectividad a éstas, sino para evitar que su
intención resulte tan clara que pueda determinar un azoramiento en
el sujeto, incluso en el caso de ser espontáneo y responder a la
verdad. Las preguntas deben, por consiguiente, ser formuladas de
tal manera que solamente resulten emocionantes para el sujeto si
es el autor circunstancia, se ha de ver obligado a deformarlos en su
respuesta. Esto quiere decir que la forma como deben hacerse
dichas preguntas ha de ser una gran ingenuidad aparente, entre
otras cosas para no justificar la interrupción de la experiencia, que
fatalmente tendría lugar si acusásemos de falsedad al sujeto.
Además, como hemos dicho antes, conviene mezclar con dichas
cuestiones específicas otras de carácter neutro, como las que
constituían el núcleo de la experiencia precedente. Gracias a ello
podemos descubrir el retorno del sujeto a la normalidad cuando
siente alejarse el peligro del interrogatorio que desea evitar. La
índole especial de estas investigaciones, inéditas hasta ahora, nos
veda extendemos en la exposición de los protocolos
experimentales.

Preferimos que las personas a quienes interese nuestra técnica nos


consulte acerca de ella privadamente o la pongan en práctica por sí
mismas, cosa fácil. Sólo advertiremos que el sujeto se ha de colocar
en el lado opuesto al de la inscripción -con el fin de que no tenga el
control visual de la misma- y que precisa la presencia de un
ayudante, que, sentado ante el cilindro, registre la coincidencia de
las anomalías de la gráfica con las preguntas que las originen.
Para que se vea con cuánta claridad se acusa mediante esta
técnica la respuesta falsa -siempre que se refiere a hechos de cierta
trascendencia- publicamos dos trozos de gráfica indicado-

res de la misma, en dos sujetos que contestaron falsamente a


preguntas relacionadas con su conducta.
De un modo general podemos decir que los métodos expuestos se
complementan en vez de excluirse, y por consiguiente no hay
ningún inconveniente en utilizados seriada o combinadamente. De
otra parte, quizá su principal eficacia se deba a la coacción moral
que para el declarante representa el mero hecho de saber que se
puede llegar a conocer cuándo miente.
e. La obtención de la verdad por los métodos basados en
suprimir la censura consciente de los dec1arantes
He aquí un segundo grupo de métodos de conocimiento más
antiguo que los precedentes, cuya finalidad es la de suprimir el
dominio consciente de los declarantes, de tal suerte que sus
respuestas sean dictadas de un modo automático, es decir, sin
deformación voluntaria alguna. El antiguo proverbio: in vino veritas,
y la no menos antigua costumbre de hacer emborrachar a los
prisioneros antes de obtener sus declaraciones, nos ponen de
manifiesto que nuestros antepasados conocían empíricamente el
fundamento de estos métodos. No obstante, hasta hace poco más
de dos decenios no habían adquirido categoría científica, pues los
ensayos para obtener las declaraciones bajo el estado hipnótico
habían quedado reducido más bien a experiencias -más o menos
teatrales- de laboratorio. Tales experiencias se habían
desacreditado por el prurito de quienes las realizaron de extender
su acción hasta pretender aplicarlas al descubrimiento criptestésico
de los delincuentes y de las circunstancias delictivas por medio de
"videntes" profesionales, que auxiliarían a la policía de un modo
parecido a los sabuesos; pero en 1905 la posibilidad de utilizar el
hipnotismo de un modo científico, con las necesarias limitaciones,
para conseguir una máxima veracidad en las contestaciones fue
planteada y resuelta en sentido afirmativo por las investigaciones de
Sánchez Herrera.

De entonces acá han aparecido numerosos trabajos en revistas y


monografías257 favorables al empleo circunstancial de la hipnosis
como auxiliar de la investigación de la verdad jurídica en los
delincuentes.
Mas no hay duda que -dejando aparte otras consideraciones- este
método no podrá generalizarse por exigir, además de un buen
hipnotizador, unas condiciones de receptividad especial en la
persona que va a ser objeto de la hipnosis; téngase en cuenta, en
efecto que mientras en los ensayos de hipnotismo terapéutico se
cuenta generalmente con la voluntad del enfermo, que espera un
bien de su sumisión al hipnotizador, aquí es todo lo contrario, o sea
que el presunto delincuente o testigo ha de oponerse con todas sus
fuerzas psíquicas a ser hipnotizado, desviando su atención y su
mirada, o fingiéndose dormido sin estarlo, para eludir la confesión
de lo que desea ocultar. Por ello, la mayoría de autores han dirigido
recientemente sus investigaciones al empleo de substancias
estupefacientes que como el éter, la morfina, la hioscina, los
preparados barbitúricos (somníferos, dial, luminal, etc.), permiten
obtener en cualquier persona, y aun en contra de su voluntad, un
estado de obnubilación suficiente para oscurecer el poder de su
voluntad sin suprimir por completo su capacidad de expresión o
reacción automática. Así, un médico norteamericano House lanzó
en 1918 su famoso Trutserum (suero de la verdad), con el que
pretendía obtener declaraciones de un 100 por 100 de sinceridad,
aun en los más astutos e hipócritas delincuentes. La técnica
consistía en inyectar dicho suero (que en realidad no era más que
una solución al 2 por 100 de clorhidrato mórfico y al 1 por 1.000 de
bromhidrato de escopolamina) cada media hora, a la dosis de uno o
dos centímetros cúbicos (según el peso y la edad del sujeto), hasta
obtener el estado de semiconciencia que el autor designaba con el
nombre de automatismo onírico". Los resultados iniciales obtenidos
y publicados por el autor con dicho procedimierito hicieron concebir
grandes esperanzas respecto a su eficacia práctica, pero éstas
disminuyeron rápidamente en cuanto su técnica fue puesta en
manos de investigadores más imparciales o quizá menos hábiles.
Posteriormente se han utilizado otras substancias, tales como el
éter (Claude), el cloroformo (Herrera), el pentothal (Grinker) pero
todos estos procedimientos tienen el inconveniente de que en la
mayoría de los casos no se puede llegar a conseguir con ellos lo
que se busca, es decir, que en tanto el sujeto conserva su
conciencia, la tiene lo suficientemente clara para no responder con
la sinceridad deseada, y cuando ya no es dueño de sí, es decir,
cuando su conocimiento se obnubila, entonces no responde
absolutamente nada. En los casos en que se ha obtenido un
resultado brillante, éste ha llegado hallándose aún el sujeto
consciente, por el miedo a que la experiencia determinase su
muerte (en cuyo caso ha declarado la verdad para hacer interrumpir
la experiencia y salvar su verdad). De todos modos, aun contando
con tal limitación, este tipo de técnicas puede ser útil cuando se
trate de delincuentes de delitos graves y se hallen en buen estado
de salud más aún si la edad avanzada del sujeto es, por
consiguientemente una contraindicación normal para su empleo).
Debido al empleo del "electroshock" (método de Cerletti y Bini) con
fines terapéuticos en psiquiatría, hemos comprobado que tras la
pérdida de conciencia en los choques frustrados (con paso de
corriente entre 0,1 y 0,4 de segundos y voltajes oscilantes entre 50
y 80 voltios se produce frecuentemente una "liberación" o
abreacción emocional de complejos por la transitoria debilidad de la
autocrítica). Por ello juzgamos interesante el empleo de esta técnica
en su aspecto forense, pero carecemos de experiencia personal en
este campo. Su inocuidad justificaría su ensayo, en los casos
contumaces.
f. El empleo del reflejo psicogalvánico para el control de la
sinceridad
Mucho más humana e inofensiva resulta la utilización del
denominado reflejo psicogalvánico para comprobar el grado de
sinceridad del declarante. En este método se presupone que toda
declaración forzada, es decir, falsa, entraña un aumento de la
resistencia eléctrica de la piel al paso de una corriente galvánica de
intensidad conocida (débil), tal como propuso Feré en 1888, o bien
la producción de una fuerza electro motriz cuando no se usa
ninguna corriente externa (método de Tarchanoff). El primer
procedimiento es el mejor; generalmente se utiliza la técnica de
Waller en la que el sujeto es colocado en el cuarto brazo de un
puente de Wheastone y su resistencia se determina compensándola
con el tercer brazo. Como es natural, el punto esencial es la
posesión de un buen galvanómetro (que puede ser el de D'
Arsonval, el de cuerda de Einthoven, con las modificaciones de
Prideaux, o bien el galvanómetro "unipivot" de Paul, que tiene una
resistencia interna de 830 ohmios, asociado al dispositivo
fotográfico de A. H. Hill); además se necesitan un par de buenos
electrodos no polarizables. Se puede operar con corriente directa
inferior a 5.000 períodos; la frecuencia óptima es para Prideaux de
400 por segundo.
Con el fin de simplificar la técnica un tanto engorrosa del método
clásico, Wecshler258 propuso un aparato simplificado en 1924 y
que ha sido modificado por Hathaway (Ohio University) y que
proporciona resultados excelentes.

El psicogalvanoscopio de Hathaway resulta fácilmente portátil y


manejable, pero tiene el inconveniente de no dar un registro gráfico
de las reflexiones galvanométricas; por ello, teniendo en cuenta la
necesidad de que en cualquier momento pueda comprobarse la
reacción del acusado o del testigo, nos parece preferible el
psicogalvanógrafo de Wechsler (servido por la casa Stoelting de
Chicago), de cuya simplicidad de idea la adjunta fotografía.
De todos modos, a pesar de que el reflejo psicolgavánico constituye
sin duda uno de los medios más sensibles para conocer el grado de
emoción que en una determinada persona despierta una pregunta,
una declaración o una situación o estímulo cualquiera, no nos
proporciona datos acerca de la clase o naturaleza de dicha emoción
(miedo, cariño, rabia, etc.) y de la otra parte, se encuentra
demasiado influenciado por factores locales (cutáneos), lo que hace
que no sea igualmente útil su investigación en todas las personas.
En síntesis, nos parece que la aplicación de uno u otro de los
procedimientos señalados hasta ahora debe ser cuestión de
oportunidad, y que en cada caso particular habremos de estudiar a
cuál de ellos será conveniente dar la preferencia, siempre teniendo
en cuenta que de ser posible deberían emplearse todos con el fin
de poder establecer con mayor seguridad un juicio acertado.
h. Posible empleo de la técnica "electroencefalográfica"
El rápido perfeccionamiento del registro electroencefalográfico
(E.E.G) nos hace pensar que no pasarán muchos años sin que
pueda ser aplicado al control de la sinceridad de los testimonios (así
como ahora ya resulta aplicable para demostrar la objetividad de
diversos trastornos mentales).
Ello no obstante, aún se está por publicar -que nosotros sepamos-
un trabajo de investigación serio acerca de esta cuestión.

3. PARA QUE EXISTA CONFESIÓN SINCERA


JURÍDICAMENTE, SE DEBEN DAR LOS REQUISITOS DE
VALIDEZ
Todo lo expresado con respecto a la confesión en el apartado
anterior demuestra que la confesión para que sea sincera no debe
ser falseable, en ese sentido se entiende la sinceridad de la
confesión como sinónimo de verifieabi!idad, lo que no es lo mismo
que la confesión sea verdadera259, sino que tal sinceridad pueda
ser corroborada mediante el cumplimiento de los requisitos ya de
existencia, de validez de la confesión y de otros requisitos
particulares. Así, la Corte Suprema, en reiterados
pronunciamientos, ha fijado un concepto de la sinceridad de la
confesión, en tanto requisito para una atenuación excepcional de la
pena y sostiene que: " ... la confesión sincera es la declaración del
imputado en la que reconoce ser autor o partícipe de un delito o
falta, prestada espontánea, veraz y coherente, ante una autoridad
competente y con la formalidad y garantías correspondientes" (Exp.
N° 264-98-Arequipa, Ejecutoria Suprema de 16 de marzo de 1998).
Es por ello que cuando se cumplan todos los requisitos de validez,
el efecto ha sido por lo general la atenuación de la pena por debajo
del mínimo legal.
Ahora bien, en la exigencia de espontaneidad, que solicita el nuevo
Código, afirma que sólo resulta admisible una disminución de la
pena cuando se trata de una confesión prestada fuera de los
supuestos de delito flagrante260 o cuando no exista abundante
prueba de cargo contra el imputado261 , también descrito en el
C.P.262. La diferencia existente entre la norma sustantiva y la
adjetiva es que en la segunda se puede bajar del mínimo legal y el
primero sólo dentro del marco del mínimo y máximo de pena
legalmente establecido para el delito. Sin embargo, consideramos
que la confesión es eminentemente procesal, en esto no debe
haber discusión.
La judicatura en varias oportunidades expresó que si carece de
espontaneidad, por lo tanto el beneficio de atenuación de la pena no
se aplicará: "si el procesado recién confiesa su autorÍa en el acto
oral, y a insistencia del Colegiado"263. Sin embargo la
jurisprudencia no es específica. Así, se expresa que "cuando los
autores se declaren confesos en el juicio oral y existan pruebas que
lo corroboren, deben aplicarse una pena por debajo del b. La
uniformidad de la confesión
La jurisprudencia suprema ha establecido, como requlSlto para la
dación del beneficio la uniformidad desde un inicio de 10
confesad0269o Sin embargo consideramos que la interpretación de
la norma procesal debe analizarse desde ·la perspectiva del
acusatorio, por 10 que consideramos también en este extremo que
muy bien se puede dar el beneficio, si existen dentro del juzgador la
posibilidad de valorar las causas que argumenta el inculpado tuvo
para la no-uniformidad de su confesión; así, si antes había
declarado un hecho X (falso) por temor o presión270, y la
oportunidad es propicia ahora para aclarar y/anegar X, describiendo
Y hecho, siendo justificado, sustentado, corroborado y
fundamentado dicha nueva declaración, consideramos que se debe
dar el beneficio, más aún cuando la sinceridad demostrada lo
amerita, más si es que tiene en su poder el juez valorarla con
criterio de conciencia y si es que los fines preventivos no son
quebrados. Otro requisito que en ordinario pide el juzgador es el del
arrepentimiento, lo cual es cuestionable271o

c. Proporcionar identidad de los demás agentes delictivos


Asimismo, ha establecido el Tribunal Supremo que si el acusado
omite proporcionar en forma sistemática la identidad de los demás
agentes delictivos no puede otorgarle a su declaración la calidad de
una confesión sincera272o El caso es una confesión de hecho
ajeno, más identificable con el testimonio medio de prueba, por esta
razón consideramos que el juez puede condicionar el beneficio a la
entrega de mayores datos, sin embargo este no debe caer en una
injusta instrumentalización y si ya se declaró por hechos propios
debe aplicarse la pena teniendo en cuenta su grado de culpabilidad
y los fines preventivos del mismo.

CAPÍTULO V

LA CONFESIÓN SINCERA EN EL NUEVO CÓDIGO PROCESAL


PENAL

1. LA CONFESIÓN

El tema de la confesión constituye, a su vez, un sub-tema en el


estudio de la prueba; para el presente caso de la prueba penal, así
es enfocado por la doctrina y previsto en los diferentes
ordenamientos jurídico-penales. Por lo tanto, como tal, deberá
tenerse en cuenta para su consideración procesal, una serie de
elementos señalados tanto en la doctrina como en la propia norma
procesal penal 73. Como bien nos dice Reátegui "la finalidad de la
actividad probatoria no es otra cosa que el logro de la convicción
judicial sobre la credibilidad o veracidad de las afirmaciones
realizadas por las partes involucradas. En este sentido el profesor
español Miranda Estrampés sostiene que la prueba no tiene por
objeto la probanza de los hechos; en tanto realidad histórica son
inalcanzables. El objeto de la prueba y por ende objeto de
valoración -agrega el autor- será, entonces, las afirmaciones o
proposiciones que las partes realizan en torno a determinados
hechos" 274, dentro de las cuales se encuentra obviamente, la
confesión.

Sin lugar a dudas, "en la exposición del acusado, es [ ... ] la


confesión la manifestación que más se espera en el proceso penal.
La confesión es la que atrae hada sí mayor interés, pero ni ésta se
produce frecuentemente, ni tampoco es dable que cuando esto
ocurre, que la confesión por sí sola pueda inducir a pasar por alto
otros importantes aspectos, dignos de ser tomados en
consideración, bajo riesgo inminente de perder objetividad o llegar a
conclusiones que se apartan de la verdad"275. Efectivamente, lo
que hace importante a la confesión es el hecho de que se trate de la
manifestación de quien está siendo procesado, en tanto que su
participación como sujeto procesal involucra también el
reconocimiento de una serie de derechos, que van desde "el
derecho a guardar silencio" e inclusive "el derecho a mentir"276, a
ello se debe también que tanto la doctrina como la norma procesal
penal peruana haya considerado una serie de requisitos para
determinar su valoración como prueba.
En este sentido, es interesante la opinión de Tschadek, para quien
a "primera vista, la prueba más simple y clara parece ser la
confesión. Cuando el procesado mismo admita haber cometido un
delito, dé a conocer sus móviles, cuente y reconstruya lo que
sucedió, por regla general se puede decir que queda resuelto el
caso en cuanto atañe a la cuestión de la prueba. Empero, la
solución resulta ser solo aparente cuando no es posible respaldar la
confesión con los demás resultados del procedimiento probatorio.
Hay confesiones incompletas, otras que no se limitan al relato de
los hechos y otras que son falsas" 277. Efectivamente, tal como es
conceptualizada por la doctrina y desde un punto de vista
eminentemente práctico, dicha declaración, de ser sincera y ser
corroborada con otros elementos de juicio, coadyuva a los fines del
proceso penal. Demás esta mencionar, los múltiples factores o
consideraciones que involucran el solo hecho de prestar una
"declaración" de tal naturaleza, una "autoinculpación" por parte "del
imputado de haber ejecutado el hecho punible y de asumir las
consecuencias jurídicas del delito", la misma que se encuentra
debidamente normada y a su vez "tendrá un efecto ulterior,
atenuante y privilegiada en la sentencia278, diferente tratamiento
será lo regulado en el artículo 46 del Código Penal279, que es un
arrepentimiento posterior al del{to, es una especie de
autodenuncia"280.

El tema referido a la confesión como medio probatorio, en nuestro


país, se encuentra previsto en el Libro Segundo, "La Actividad
Procesal", sección segunda II, "La prueba", título II "Los Medios de
Prueba", Capítulo I: "La Confesión" en el nuevo Código Procesal
Penal, debidamente normado en sus artículos 1600 y 1610,
referidos al valor de prueba de la confesión y a los efectos de la
confesión sincera, respectivamente.

Debemos mencionar en primer lugar, sobre el tema, que el nuevo


Código Procesal Penal no define qué es la confesión, siendo
necesario en este punto del apoyo de la doctrina y de la
jurisprudencia al respecto. De tal manera que sobre la confesión en
materia penal, y de conformidad con lo previsto en los artículos
precitados, podemos decir que "es el reconocimiento efectuado por
el imputado ante la autoridad facultada a recibirle declaración, de
haber participado como agente principal o como copartícipe, en un
accionar objetivamente típico, pudiendo dicho reconocimiento
abarcar o no la admisión de la antijuricidad y la culpabilidad y
pudiendo o no en el primer supuesto contener circunstancias
calificantes atenuantes, genéricas o específicas281. Mientras que
desde el punto de vista jurisprudencial son numerosas las
sentencias de los tribunales peruanos que repiten el siguiente texto
o tendencia jurisprudencial, entendiendo que: "[La] confesión
sincera es la declaración del imputado en la que reconoce ser autor
o partícipe de un delito o falta, prestada espontánea, veraz y
coherentemente, ante una autoridad competente y con la formalidad
y garantÍas correspondientes"282.
"De esta manera, la confesión penal se nos presenta como la
expresión voluntaria y libremente determinada del imputado, por la
cual reconoce y acepta ante el juez su participación en el hecho que
se le atribuye. La aceptación puede ser total o parcial; simple o
calificada, y referirse a cualquiera de los elementos integrado res de
la conducta incriminada o a otro cualquiera del cual ella pueda
inferirse (indicio). Lo que se acepta no es propiamente la pretensión
penal o delictiva, sino los hechos que sirven para justificar su
sentido incriminador, hayan sido o no afirmados por el
acusador"283.
Sin embargo, deberá tenerse en cuenta que "la confesión
debe reunir determinadas condiciones que se clasifican en objetivas
o subjetivas según se refieran al hecho o a la persona del
confesante"28\ y por otro lado "el examen de la confesión, así
parezca lógicamente inobjetable, forma parte de las obligaciones
absolutas de un juez concienzudo"285.
2. VALOR DE LA PRUEBA DE LA CONFESIÓN
En términos generales, afirma Cubas Villanueva que la valoración
de la prueba "es la operación intelectual o mental que realiza el juez
destinada a establecer el mérito o valor -eficacia conviccional- de
los elementos de prueba actuados en el proceso". Por su parte, Oré
Guardia dice que: "La valoración de la prueba consiste en el análisis
crítico del resultado del examen probatorio. Es decir, se trata de un
análisis razonado del resultado de la prueba introducida
definitivamente en el proceso"286. Por lo tanto, todo fallo judicial,
necesariamente ha de basarse en comprobaciones. Efectivamente,
deberá darse entonces, la comprobación de ciertos hechos y contar
con los suficientes fundamentos acerca de cuál es la figura delictiva
por la que se procesó y de ser el caso, sentenció a determinada
persona. En consecuencia, la base de tal fundamento se encuentra
en la actuación de los diversos medios probatorios establecidos por
la norma procesal penal, uno de ellos la confesión, de manera tal
que contribuyan al esclarecimiento de los hechos y por lo tanto a los
fines del proceso penal.
Sobre el tema de la valoración de la prueba, y en este caso, por
ende aplicado a la confesión, el mismo texto del Código Procesal
Penal en el inciso 1 de su artículo 1580 señala: "En la valoración de
la prueba el juez deberá observar las reglas de la lógica, la ciencia y
las máximas de la experiencia, y expondrá los resultados obtenidos
y los criterios adoptados"287. En este sentido, manifiesta Mixán
Mass "que la valoración de la prueba como una condición del
debido proceso requiere que ese acto cognoscitivo sea integral,
metódico, libre, razonado e imparcial, que refleje independencia de
criterio al servicio de la solución justa del caso. Además, de la
ciencia; de la experiencia, de la independencia de criterio, debe
constituir un ingrediente especial el conocimiento adicional (la
vivencia) adquirida por el juzgador. .. "288.
Al respecto, opina Marcone: "La confesión tiene un valor que está
en relación directa con el contenido que ella encierra. No es una
verdad formal; ese criterio ya es anacrónico. El juez tiene que ser
libre. No puede' estar sometido a lo que pueda encerrar una
confesión, porque tiene que analizarla, descomponerla en sus
partes, actuar como quien efectúa una bisección y, luego de un
minucioso proceso de maduración y serenidad intelectual,
apreciarla con la mayor ponderación"289. De tal manera que para
los fines del proceso penal, la confesión deberá ser valorada por el
juzgador, quien orientado por lo prescrito en la norma procesal
penal, determinará la utilidad o validez de la confesión en un
proceso penal determinado.
Sobre el punto debemos tener bien en claro que: "La confesión no
es más que un medio de prueba entre otros, que no predomina
sobre los demás, ni da lugar a pretensiones de exactitud
absoluta"290. Efectivamente, debemos tener en cuenta que la
confesión, como tal, es sólo un medio de prueba, el mismo que está
considerado también en relación con los demás, tales como la
declaración de testigos, el peritaje, etc.

Respecto a la valoración de la prueba de la confesión, el nuevo


Código Procesal Penal dispone, en su artículo 160.1, lo slgUlente:.
"La confesión, para ser tal, debe consistir en la admisión de los
cargos o imputación formulada en su contra por el imputado".
A partir de las definiciones doctrinarias que, sobre la confesión, nos
han brindado diversos tratadistas, acertadamente es descrita, en
cuanto a su contenido por parte de nuestro nuevo Código Procesal
Penal: "Es muy claro que la confesión importa admisión de un
hecho tipificado como delictivo en la ley penal. Por consiguiente,
debe estimarse que no ha habido confesión si el imputado no ha
reconocido ser autor o partícipe de hecho alguno tipificado por la ley
penal. En rigor, no existe la denominada confesión parcial, pues
toda confesión por definición siempre es total. El reconocer haber
actuado de determinada manera, pero no el hecho típico objeto del
proceso, no constituye en puridad confesión"291.

En este sentido, como dice Cafetzogluz: "Resulta obvio que si la


confesión es el reconocimiento de la propia participación en el
hecho delictuoso que se imputa, no queda más que admitir que el
objeto del reconocimiento no puede ser otra cosa que una acción
que encuadre dentro de la noción de delito con todos los elementos
que la integran, es decir, voluntariedad, tipicidad, antijuricidad, y
adecuación a las condiciones objetivas de una figura del Código
Penal"292.

Una vez admitidos, por parte del mismo imputado, tales cargos, la
tarea procesal se encamina a partir de tal declaración a corroborar
conjuntamente con otros medios probatorios la veracidad de tales
afirmaciones y su concatenación con todo el proceso penal.
Por otro lado, como señala Marcone, "la confesión -tal como
algunos creen- no lleva implícita en ella una condena, porque podría
ocurrir que el acusado confiese un delito y que resulte absuelto,
porque existen causas de justificación que lo eximen de
responsabilidad penal".
Mientras que el artículo 160.2 del Código Procesal Penal señala con
claridad, que la confesión:
"2. Sólo tendrá valor probatorio cuando:
a) Esté debidamente corroborada por otro u otros elementos de
convicción;
b) Sea prestada libremente y en estado normal de las facultades
psíquicas; y,
c) Sea prestada ante el Juez o el Fiscal en presencia de su
abogado".
Tales requisitos de valoración probatoria, constituyen una especie
de "límites legales para el convencimiento del juzgador", los mismos
que "imponen examinar, aunque más no sea someramente, las
condiciones y circunstancias que la ley enumera para que el
reconocimiento del imputado surta los efectos legales de la
confesión"293.

Vista de esta forma y parafraseando a Clariá, sobre la confesión, "el


acto que la contenga debe estar premunido de todos los recaudas
legales; por tanto, deben satisfacerse las formalidades que la ley
imponga bajo sanción de nulidad".
A continuación desarrollaré una explicación acerca de los requisitos
o elementos a tener en cuenta, para la valoración probatoria de la
confesión:
a. Esté debidamente corroborada por otro u otros elementos de
convicción
Efectivamente, la confesión deberá ser corroborada en cuanto al
contenido o alcance de la misma, para ser considerada como tal a
efectos del proceso penal. En este sentido, el requisito normativo
exige la presencia de "otro u otros elementos de convicción", siendo
que, acompañada de tales elementos permita determinar el valor de
la misma. Al respecto, William Rabanal afirma: "[Cuando]
señalamos que la confesión debe ser corroborada con otros medios
de prueba, hay que entender que dichos medios de prueba que
acreditan la responsabilidad penal tienen que haber sido recabados
con posterioridad a la confesión, caso contrario no proceden los
efectos de reducción de pena"294.
Según San Martín, este "requisito significa que la confesión no es
una prueba autónoma. La confesión puede intervenir en la prueba
del hecho objeto del proceso y de la participación del imputado en
él, esto es, tiene entidad para contribuir a su acreditación, pero por
sí sola no puede cumplir la función de probar el hecho delictuoso.
La confesión debe concordar con una fuente probatoria distinta, que
puede estar representada por testimonios, pericias, documentos,
etc."295. De la concatenación y coherencia lógica entre tales
pruebas resulta una conclusión, la misma que es tomada en cuenta
por el juzgador al momento de valorar la confesión.
Al respecto nos ilustra Rabanal: "Si se da el caso de que un
imputado confiese la comisión de un ilícito penal sin que existan
otros medios de prueba que lo corroboren y cuando la confesión
dejare cierta duda, el Juez Penal está en la obligación de continuar
con la investigación destinada a precisar: 1) las circunstancias del
hecho delictuoso; 2) el número de personas que intervinieron en su
perpetración; 3) los verdaderos motivos o móviles de su comisión; y
4) cualquier otra averiguación que acredite la veracidad de la
confesión"296.
Sobre el tema nos dice Cubas Villanueva: "la confesión del
inculpado por sí sola no constituye prueba suficiente que releve al
juez de practicar otras diligencias, para que ello ocurra, la confesión
deberá ser corroborada con otras pruebas"297. En tal sentido,
también se ha pronunciado de manera reiterada la jurisprudencia
nacional.
Por tanto, "la simple confesión del inculpado, como 'prueba' única
del delito, no es suficiente para condenarlo"298. En dicho sentido, y
a manera de alegoría, refiere Marcone: "Se considerará por tanto
que la confesión aparece vestida cuando las circunstancias que la
acompañaron han sido verificadas. De otro modo se considerarán
como desnudas cuando es el único elemento probatorio de la
existencia del delito, sin que las circunstancias del hecho aparezcan
confirmadas o no contradichas"299.

Efectivamente, la mera confesión o lo que comúnmente se conoce


como "auto incriminación", no basta para los fines del proceso, se
hace necesario entonces que tal declaración sea de alguna manera
objeto de un complemento indispensable que coincida y concuerde
con la actuación de otros medios de prueba.
En la misma orientación, el mismo Marcone nos dice que, "la
técnica de investigación judicial, aconseja que se certifiquen los
hechos, por cuanto estos hechos constituyen el objeto de la
confesión que, naturalmente, no puede versar sobre el derecho,
porque si tal cosa ocurre ésta se convertiría en intrascendente y
lógicamente carecería de valor en absoluto"3°O.
"Al analizar la credibilidad de lo que diga el acusado, el juez tendrá
en cuenta sus antecedentes, y menos inclinado se sentirá a creer
en las palabras del expenado que en las de una persona de
conducta irreprochable. Mientras que, en cuanto concierne al
primero, no tendrá inconveniente en considerarlo capaz de haber
cometido otro acto delictivo, en el caso de una persona sin
antecedentes penales vacilará en ir al extremo de una sentencia
condenatoria basada en pruebas indiciarias. Tal principio, empero,
no es calificable de rigurosamente correcto. Hay toda una serie de
argumentos que permiten llegar a una apreciación distinta de las
deposiciones del acusado. Hasta me inclino a decir que mayor es la
tentación de negar la culpa en el individuo incriminado por primera
vez que en el que haya cumplido varias condenas. Así lo enseña la
experiencia"30I. En fin, existen una serie de criterios, incluso extra
normativos, fundamentalmente la experiencia del magistrado, que
son y deben de ser aplicados al momento de valorar la confesión.

b. Sea prestada libremente y en estado normal de las facultades


psíquicas
Según Clariá Olmedo, la "manifestación del imputado debe ser libre
y espontánea, vale decir no provocada por medio coactivo
alguno"302. No deberá ser entonces, producto de procedimientos
prohibidos por la ley, tales como la formulación de preguntas
capciosas o sugerentes, lesiones físicas, o coacción, en tanto que la
libertad y espontaneidad del confeso, constituyen los elementos de
valoración de tal declaración.
De lo que se trata es de lograr el fin procesaP03, por lo tanto tal
confesión no deberá realizarse en una situación de enfrentamiento
con el declarante, ni poniéndolo en situaciones límites que lo
inclinen o lo hagan proclive a autoinculparse, sin más razón que la
de terminar de una vez por todas con la instancia procesal. De lo
que se trata, en todo caso, es que el procesado confiese con
sinceridad, sin ánimo de desorientar al juzgador y por ende en
beneficio de los fines del proceso penal, habida cuenta que dada su
connotación pueden presentarse, como sucede, el caso de
confesiones falsas o tendenciosas.
Sobre lo mencionado al final del párrafo anterior, y a manera de
ampliar lo dicho sobre la confesión, se puede afirmar que existen
diferentes móviles que pueden determinar falsas confesiones, bien
afirma Tschadek, en los siguientes párrafos:
"Las confesiones que se rinden de golpe y porrazo, bajo la
impresión del arresto y tras largo interrogatorio, tienen poco valor y,
a lo sumo, pueden apreciarse en conexión con otros indicios".

"Aún más tentador se torna el impulso de rendir una falsa confesión


cuando se le dice al acusado (como sucede con frecuencia) que
podrá ser puesto provisionalmente en libertad con tal que confiese"
"La perspectiva de recuperar la libertad, asegurar la existencia
económica y preparar la defensa en condición de hombre libre, o de
conservar la libertad y eludir la vergüenza del arresto, pinta tan
halagüeña que nada tiene de raro que en tales casos se rinda una
confesión discrepante con la verdad".
Tal mención constituye, una descripción de realidades que deben
ser consideradas al momento de valorar la confesión y su utilidad
procesal. Demás esta decir que una confesión obtenida por la
fuerza o por medio de algún mecanismo extra-procesal, no siempre
será ajustada a los hechos e involucrará la posibilidad de una
retractación por parte del confeso o quizás, en el peor de los casos,
un desgaste de la actividad procesal al tratar de corroborar tal
declaración con hechos que no sucedieron en la realidad.

Por otro lado, en lo referido a las plenas facultades psíquicas del


procesado, se considera que "debe gozar del perfecto uso de sus
facultades mentales en el momento de producir la confesión. No es
necesario, por cierto, que la enajenación advertida implique una
incapacidad procesal; basta la parcial disminución de la libertad y el
entendimiento"304.

c. Sea prestada ante el Juez o el Fiscal en presencia de su


abogado
Efectivamente, no se trata de una declaración cualquiera, la
confesión reviste un carácter especialÍsimo a partir de las
connotaciones que su contenido puede revestir para el proceso
penal.
Señala Clariá Olmedo que: "Queda excluida, [.00] la confesión
extrajudicial, sin perjuicio de que la expresión confesoria del
imputado, vertida en forma oral o escrita, pueda introducirse al
proceso por vía testifical o documental; pero en estos casos no
regirá los criterios de valoración correspondientes a la prueba
confesional" .
La presencia del Juez o el Fiscal, más que necesaria, para su
realización, constituye una especie de garantía y cumplimiento
efectivo del debido proceso, en estos casos, tal como esta previsto
en el nuevo código procesal penal.
Dice Cafetzoglus: "lo que la ley ha querido es que la confesión sea
prestada con las garantías que sólo puede acordar la declaración
efectuada ante el juez"J05o A manera de complemento y como una
forma de darle más fuerza o garantía a la confesión, el legislador ha
previsto la presencia del fiscal provincial.
Similar opinión es la de César San Martín, para quien se "presta,
como corresponde, ante el juez del debate o del juicio, en el acto
oral, de suerte que, como tal, cumple todos los requisitos propios
del acto de prueba: inmediación del juez, publicidad del debate,
información sometida a contradicción, con la observancia de los
requisitos que se derivan del derecho de defensa. Así lo ha
estipulado la Corte Suprema, al señalar que "no constituye
confesión lo que testigos o autoridades hubieran oído decir, sino la
legalmente prestada ante' el magistrado que conoce el juicio"306.
Finalmente, en cuanto a este punto, debemos mencionar el tema
referido a la retractación con respecto a lo manifestado por el
procesado en su confesión, situación que puede presentarse y en la
que entendemos deberá acreditarse con las mismas exigencias de
valoración probatoria, previstas para el caso de la confesión.

3. EFECTO DE LA CONFESIÓN SINCERA

Lo referido al efecto de esta confesión está debidamente previsto en


el artículo 161 del mismo texto del nuevo Código Procesal penal, en
los siguientes términos:

"Si la confesión, adicionalmente, es sincera y espontánea, salvo los


supuestos de flagrancia y de irrelevancia de la admisión de los
cargos en atención a los elementos probatorios incorporados en el
proceso, el Juez, especificando los motivos que la hacen necesaria,
podrá disminuir prudencialmente la pena hasta en una tercera parte
por debajo del mínimo legal".

Señala Tschadek que "el jurista práctico observará que son escasas
las falsas confesiones. Pero ignoramos cuantas falsas confesiones
se rinden en realidad, porque en muchas ocasiones no se practica
el examen riguroso de la confesión y en otros muchos casos el
acusado sin duda puede tener interés en despistar al tribunal
confesando un delito que no cometió"307. Efectivamente, en la
práctica diaria se presentan una infinidad de casos en los que el
confeso, actúa con la intención de eludir la instancia procesal y
motivado por diversas circunstancias, no siempre ofrece la
denominada confesión sincera, sino que por el contrario, manifiesta
diferentes hechos o circunstancias que no se ajusten a la realidad
de lo acontecido.
Se exceptúan de la denominación de "confesión sincera", aquellos
casos de flagrancia y de irrelevancia de la admisión de los cargos
en atención a los elementos probatorios incorporados en el proceso
penal. En el primer caso, sobre la exclusión de la flagrancia, ésta
"se fundamenta en el hecho que el procesado ha sido sorprendido,
lo que en el argot popular se llama con "las manos en la masa", y
por tanto no se requiere de otros medios probatorios para acreditar
el delito y su responsabilidad"308. Mientras que en el segundo caso
nos encontramos frente a lo que se denomina suficiencia probatoria,
la misma que se presenta "cuando existen suficientes medios de
prueba que han sido recabados con anterioridad a la confesión del
imputado y que acreditan tanto el delito como la responsabilidad del
mismo, la posterior confesión dada por el procesado no tiene el
valor de sincera, ya que en estos casos no se necesita de la
confesión del imputado o acusado para llegar a descubrir la verdad
como fin del proceso penal"309.

Sobre tales temas, refiere César San Martín: "En esta perspectiva
ha precisado el Supremo Tribunal que "no puede calificarse como
confesión sincera a la admisión de los hechos motivada por las
circunstancias, o sea que, como ha sucedido en autos, los
acusados fueron descubiertos y perseguidos, luego de sustraer los
artefactos que se incautaron con motivo de su detención y donde no
tenían otra alternativa que admitir tales hechos"; de igual manera no
se está frente a un supuesto de confesión sincera cuando "habiendo
sido capturado el procesado en poder de la especie robada; su
sinceridad en la que basa la Sala Penal Superior para imponer pena
inferior al mínimo legal", menos cuando se acredite que pretendió
exculpar a sus coacusados y lograr la impunidad del hecho"310.

Finalmente, debe considerarse que "si la confesión es sincera, esto


es, veraz y compatible con los recaudo s probatorios de la causa, se
convierte en factor de atenuación excepcional de la pena. La pena
puede disminuirse hasta límites inferiores al mínimo legal, aunque
como dice la Corte Suprema la discriminación de la pena debe
hacerse en forma prudenciaPll. De igual manera es señalado en la
última parte del artículo 1610 del nuevo Código Procesal Penal,
tomando como base lo ya prescrito por el artÍculo 136 del Código de
Procedimientos Penales y el 127 del Código Procesal Penal de
1991. Asimismo, acompaña a dicho fundamento, abundante
jurisprudencia312 nacional.

CAPÍTULO VI

DESCRIPCIÓN DE LA VALORACIÓN DE LA
CONFESIÓN CONFORME A LA MUESTRA
CONFECCIONADA:

ANÁLISIS DE JURISPRUDENCIA
Se ha procedido a examinar las Sentencias expedidas por las Salas
Especializadas en delitos de TID, teniendo acceso a los archivos,
siendo el resultado el siguiente:
Exp. N° 126-99-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADA Roxana Rosario Rojas Pacheco

Exp. N° 522-99-Sala Penal Especializada en T .LD.


ACUSADA Rosa Victoria de la Lama Solano y otros

DELITO AGRAVIADO

Tráfico ilícito de Drogas (T.LD.) El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: SÉPTIMO


CONSIDERANDO "Que, para la graduación de la pena es de
considerar, las condiciones personales de las acusadas, su entorno
socio-cultural, la magnitud del injusto, la confesión y arrepentimiento
mostrado por cada una de las acusadas, su grado de participación,
sin perder de vista el principio de proporcionalidad de la pena".
Si111J1encio11ar al Arto 136 del c.P.PO) que regula la COtifeSiÓl1
sincera) la Sala Penal condena a las aCJ(sadas a 6 atl0S de pena
privativa de libertad, por el delito de TID tipo base) previsto y
penado en el Art. 296 del c.P.) es decir le aplicaro11 una pena por
debeyo del mínimo legal que es de 8 atl0S de pena pnOvativa de
libertad) entendiéndose que para la Sala hubo cotifesión sincera
aunque no la desarrolla.

Exp. N° 595-97-Sala Penal Especializada en T.LD.


ACUSADA Victoria Salazar Rodríguez
DELITO Tráfico ilícito de Drogas (T.LD.)

AGRAVIADO El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: ÚNICO


CONSIDERANDO "Que, al momento de graduar la pena a imponer
se debe tener en consideración las condiciones personales de la
acusada, la CONFESIÓN SINCERA de la misma, las circunstancias
que rodean los hechos materia de investigación, las carencias
sociales del agente infractor, su grado de cultura, la
proporcionalidad de la pena, la misma que tiene función preventiva
y resocializadora".

DELITO AGRAVIADO

Tráfico llícito de Drogas (T.LD.) El Estado


CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: TERCER
CONSIDERANDO "Que, la acusada desde un primer momento
acepta tibiamente su accionar criminoso y que reconoce de manera
contundente en el acto oral, declarándose arrepentida ... ".
En base al Art. 136 del c.P.P. que regllla la confesión sincera,
condma a la aC1fsada Roxana Rosario Rojas Pacheco por delito de
TID, tipo base, previsto y penado en el Art. 296 del c.P., a 7 atlOS
de pena privativa de Libertad, pena por debt!Jo delmíni1lJo legal
que es de 8 años de pena privativa de libertad.

Sin mencionar el Art. 136 del c.P.P. qm regula la confesión sincera


y slil explicar el concepto de ella) la S ala condena a la amsada por
el delito de TID tipo base) previsto y penado en el Art. 296 del c.P,)
a 7 al/os de pena privativa de libertad) es decir por debC!Jo del
mínimo legal que es de 8 al/os de pena privativa de libertad.
Exp. N° 2031-98-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Abel Sánchez Esteban

DELITO
AGRAVIADO

Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.) El Estado


CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: CUARTO
CONSIDERANDO "Que, estando a los hechos descritos se acredita
plenamente la responsabilidad penal del acusado, a quien no le
alcanza el beneficio procesal de la confesión sincera por la forma y
circunstancias de cómo ha reconocido su protagonismo dentro del
evento delictivo; tanto más, que se aprecia de sus declaraciones
que encubre a sus proveedores al no identificarlos debidamente,
como el caso de Eva Luz MartÍnez que pese conocerle treinta años
atrás y habiendo sido vecinos por un tiempo de veinte años
aproximadamente desconozca su identidad; por otro lado de su
propia versión se deduce claramente que con anterioridad a los
hechos ya venía dedicándose a ésta ilícita actividad".
La Sala 110 toma en conszderación el Art. 136 del c.P.P) que
regu~a la confesión sincera) y condena al amsado por el delito de
TID tipo base) previsto y penado en el Art. 296 del c.P.) a 8 años de
pena privativa de la libertad, es decir solo la pena mínima sáialada
por el tipo lega/.
Exp. N° 1377-98-5ala Penal Especializada en T.LD. ACUSADO J
osé Luis Córdova Cavieses y otros

DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)

AGRAVIADO : El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: ÚNICO
CONSIDERANDO "Que, al momento de graduar la pena a imponer
se debe
tener en consideración las condiciones personales del acusado, su
CONFESIÓN SINCERA, las circunstancias que rodearon los
hechos materia de investigación, las carencias sociales del agente
infractor, su grado de cultura, la proporcionalidad de la pena, la
misma que tiene función preventiva y resocializadora".
En base al Art. 136 del c.P.P., la Sala condena al aCllsado José
Luis Córdova Cavieses por delito de TID, tipo base, previsto y
penado en el Art. 296 del c.P., a 6 al/os de pena privativa de la
libertad, es decir por debqjo del mínimo legal que es de 8 arios de
pena privativa de libertad.
Exp. N° 90l-98-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADA Gerrit de Bie

DELITO AGRAVIADO

Tráfico Ilícito de Drogas (TLD.) El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: ÚNICO


CONSIDERANDO
"Que de la compulsa de las diligencias y pruebas actuadas durante
la secuela del proceso, se establece que se ha acreditado la
responsabilidad penal del referido encausado; quien en el acto oral
resulta confeso de los cargos que se le incriminan y arrepentido del
delito cometido, 10 que evidencia y demuestra su participación y
culpabilidad en el evento sub-materia".
Sin mencionar al Art. 136 del c.P.P, la Sala condena al aCllsado por
delito de TID ttpo base, previsto y penado en el Art. 296 del c.p., a 8
años de pena privativa de la libertad, es decir no aplicó la atenuante
por confesión sincera, entendiéndose que el Colegiado no comidera
la confesión del acusado como smcera.

Exp. N° 1616-98-Sala Penal Especializada en T.LD.


ACUSADA Esmelda Anel Olivares Paz y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)
AGRAVIADO El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: SEXTO
CONSIDERANDO "La acusada admite a nivel policial la auto ría del
hecho punible, sin embargo durante la instrucción al rendir su
declaración instructiva niega los cargos que se le imputan, para
luego en el acto oral admitir su responsabilidad en los hechos,
encontrándose arrepentida de su accionar ilícito, por lo que la Sala
considera: "Que, para efectos de graduarse la pena se tiene en
cuenta el modo, forma y circunstancias de la ocurrencia de los
hechos, su grado de participación, así como la CONFESIÓN
SINCERA prestada por la acusada Olivares Paz, a quien le alcanza
el beneficio del Art. 136 del c.P.P., también se tiene en cuenta las
condiciones personales de ambos acusados, la magnitud del injusto
que tiene consecuencias pluriofensivas, sin perder de vista el
principio de proporcionalidad de la pena"".
En base al Art. 136 del c.P.P, que regula la c01!ftsiólI sincera,
condena a la aCllsada por delito de TID, Izpo base, previsto y
penado en el Art. 296 del c.P., a 6 atios de pena privativa de la
libertad, es decir por debcgo del mínimo legal que es de 8 alios de
pena privativa de libertad. Debe anotarse que la Sala comidera qm
la c01!ftsión sincera p1tede darse en el acto ora/, ya que dicha
aCtuada negó los cargos a nivel de la instmcdón, resaltando
también el hecho de q1te no es necesario que el procesado declare
1mijomunwlte desde la etapa polida/, ya que como se ha visto en la
inveslzgadóll polidal admite los cargos, en el J1tif,ado los niega pero
en el acto oral los reconoce y se arrepiente.
Exp. N° 9663-97-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Julio Abel Burga Morey y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)

AGRAVIADO : El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: ÚNICO
CONSIDERANDO "El acusado Julio Abel Burga Morey, tanto en su
declara-
ción instructiva así como en los debates orales resulta confeso de
los cargos que se le imputan, manifestando que reconoce dedicarse
a la comercialización de clorhidrato de cocaína, por lo que la Sala
considera: "Que, al momento de graduar la pena a imponerse se
debe tener en consideración las condiciones personales del
acusado mencionado, las circunstancias en que se produjeron los
hechos sub-materia, la CONFESIÓN SINCERA del mismo respecto
de la comisión del ilícito penal imputado, su grado de cultura, las
carencias sociales del agente infractor, la proporcionalidad de la
pena, la misma que tiene función preventiva y resocializadora"" o
En base al Art. 136 del c.PoP, que contiene Ima circtmstancia
atelwante genérica por confesión sincera, la S ala condena al
acusado por delito de TID, tipo base} previsto y penado en el Art.
296 del c.P.} a 7 aiios de pena privativa de la libertad, es decir por
debqjo del mínimo legal que es de 8 aiios de pena privativa de
libertad. Nótese que el procesado admite los cargos tanto en SIl
instructiva como en el juicio ora~ perp la Sala 110 hace ningún
razonamiento sobre la jlagrancia y SIl implicancia para la confesión
sincera.
Exp. N° S03-97-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Evert Manuel García Quijano y otros
DELITO Tráfico ilícito de Drogas (ToLDo)

AGRAVIADO El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: TERCER


CONSIDERANDO
"El acusado quien tenía la condición de reo ausente admite los
cargos que se le imputan en el juicio oral, ya que se trataba de un
proceso reservado, no habiendo declarado a nivel policial ni judicial,
reconoce su participación en el hecho punible y se encuentra
arrepentido, por lo que la Sala considera "Que, para la imposición
de la pena debe tenerse en cuenta la SINCERA CONFESIÓN del
encausado para hacerla beneficiario de lo previsto en el Art. 136 del
C. P. P.; Y además, de que es necesario para el caso que la
aplicación de la pena debe basarse en las disposiciones del
principio de proporcionalidad y la lesividad del bien jurídico
afectado, a fin de que la sanción resulte adecuada con equidad a la
comisión del delito y a las circunstancias de ejecución de la
infracción penal, teniendo en cuenta además, las limitaciones de la
escala de valores del justiciable, producto de sus carencias sociales
y culturales"".
En base al Art. 136 del C.P.P) que contiene una atenuante genérica
por cotifesión sincera) la Sala condena al amsado por delito de TID)
tipo base) previsto y penado en el Art. 296 del c.P.) a 7 atlas de
pena privativa de la libertad, es decir por debqjo del mínimo lega4
debiendo resaltar el hecho de que el procesado solo declaró a nivel
del juicio oral y SIl confesión se tildó de sincera.
Exp. N° 1579-98-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Leonardo Ricardo Quispe Moreno y otros
DELITO Tráfico ilícito de Drogas (T.LD.)

AGRAVIADO El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: ÚNICO


CONSIDERANDO
"Que, el acusado Leonardo Quispe Moreno en el acto oral resulta
confeso de los cargos que se le imputan, reconociendo haber
poseído la droga incautada, aduciendo con el fin de atenuar su
responsabilidad que dicha droga se la dio para que la guardara un
sujeto que tiene el apodo de "Cholo", negando dedicarse a la venta
de pasta básica de cocaína [ ... ] que, para la graduación de la pena
a imponerse, debe tenerse en consideración las condiciones
personales de los referidos acusados, quienes no registran
anotaciones en sus antecedentes penales conforme se aprecia de
los boletines de condena que obran a fajas cuarenta y cuarenta y
uno, la CONFESIÓN SINCERA del acusado Quispe Moreno
respecto de los cargos que se le imputan en este proceso, las
carencias sociales de los agentes infractores".
En base al Art. 136 del c.P.P. condena al amsado a 7 atlOS de
pet1a privativa de la libertad, por debqjo del mínimo lega~ sin
embargo llama la atet1ción el razollamiet1to de la Sala ya que si
dice que el amsado trata de atenuar S1I responsabilidad
manifestando un hecho presuntamente falso, ¿cómo es que
considera la confesión del amsado como sincera? Realmente la S
mtel/cia es contradictoria en manto a la difinición de la confesión
sincera.
DELITO AGRAVIADO
Tráfico ilícito de Drogas (T.LD.) El Estado

Exp. N° 1915-98-Sala Penal Especializada en T.LD.


ACUSADO Julio Ernesto Rodríguez Delgado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: ÚNICO
CONSIDERANDO
"Que, se ha acreditado la responsabilidad penal del acusado
Rodríguez Delgado en la comisión del Delito de Tráfico Ilícito de
Drogas, por cuanto el mismo, tanto en su declaración instructiva
como en el acto oral acepta la tenencia de la droga incautada en su
domicilio el día de la intervención policial [ ... ] que, al momento de
graduar la pena a imponérsele se debe tener en consideración las
condiciones personales del acusado, la CONFESIÓN SINCERA del
mismo, las circunstancias en que se produjeron los hechos sub-
materia, las carencias sociales del agente infractor, el grado de
cultura, la proporcionalidad de la pena: la misma que tiene función
preventiva y resocializadora".
En base al Art. 136 del c.P.P. condena al amsado por el delito de
TID, tipo base previsto en el Art. 296 del c.P., a 6 aTIOS de pena
privativa de la libertad, es decir por debqjo del mínimo legal que es
de 8 alIOS; sin embargo, no se eftctúan ningún razonamiC!Jto
sobre la flagrancia y SIl implicancia para la confesión sincera.
Exp. N° 8620-97-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO William Edwar Bester y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)

AGRAVIADO

El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: ÚNICO


CONSIDERANDO "Que, al declarar instructivamente, el acusado
reitera el haber sido intervenido en posesión de la droga comisada;
empero, al ampliar su declaración judicial refiere que lo consignado
a nivel policial no lo ha dicho, tratando así de exculpar a sus
coacusados y de esta forma atenuar su responsabilidad penal; en el
acto oral, el acusado Edwar Bester varía sus versiones anteriores,
negando haber conocido a su coacusado Paul Wilson, a quien
sindicó conocedo durante la investigación policial porque la Policía
le prometió liberado; que, estando a los hechos anteriormente
descritos la no uniformidad en las versiones prestadas por los
acusados [ ... ] que, para efectos de graduarse la pena se tiene en
cuenta el modo, forma, y circunstancias de la ocurrencia de los
hechos [ ... ], que las versiones vertidas por el acusado Bester no
han sido coherentes por lo que es de colegir que no le alcanza los
beneficios tipificados en el artículo ciento treinta y seis del c.P.P.;
asimismo es de tener en cuenta el grado de participación de cada
uno de los acusados en los hechos ilícitos".
La Sala Penal condenó al amsado a 8 años de pena privativa de la
libertati por el delito de TID previsto y penado en el arto 296 del
Código Penal es decir le aplicó la pena mínima, ddando como
precedente que mando un procesado declara en jomJa incoherente
no hqy confesión sincera.
Exp. N° 108-96-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Próspero Pongo Aponte y otros

DELITO
AGRAVIADO

Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.) El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: QUINTO


CONSIDERANDO "Que, la responsabilidad penal del acusado
Pongo Aponte, se acredita con su aceptación vertida en este acto
oral, la misma que se corrobora con las pruebas materiales
obrantes en autos, acreditándose la propiedad de los trescientos
dos gramos de pasta básica de cocaína hallada en su domicilio;
pero no descartando las imputaciones vertidas por su primo y ahora
sentenciado Severo Serva, quien lo sindicó como la persona que
guardaba droga en su domicilio, hecho negado por dicho
procesado, siendo así no resulta de aplicación el artículo ciento
treinta y seis del c.P.P."
La Sala condmó al aClisado a 8 atl0S de pma privativa de la libertad
por el delito de TID, previsto y pmado m el arto 296 del Código
Pma4 es decir le aplicó la pma mínima, llamando la atmción que el
Colegiado desvirtúe la confesión del actuado para descalificada de
sincera sólo m base a la imputación de tm coprocesado no
corroborada con otro medio probatorio.
Exp. N° 1107-97-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Segundo M. T afur Meléndez y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)
AGRA VIADO El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: CUARTO y QUINTO
CONSIDERANDOS
"Que el acusado Segundo Medardo T afur Meléndez en su
manifestación policial, instructiva así como en el juicio oral,
reconoce su participación en el delito que se le incrimina [ ... ]
resultando procedente la conceSlOn a favor del acusado T afur
Meléndez, el derecho premial penal previsto en el artículo ciento
treinta y seis del c.P.P., por la sinceridad demostrada desde la
etapa preliminar [ ... ]".
La Sala condmó al amsado por el delito de TID, tipo base previsto
en el Arlo 296 del c.P., a 7 años de pma privativa de la liberlad, es
decir, por debqjo del mínimo legal, conceptllando qtte hqy confesión
sincera Cl/ando el procesado confiesa tmijormemmte desde la
etapa preliminar aceptando los cargos,
Exp. N° 174-96-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADA Gladys Orihuela Cárdenas de Huaynate y
otros
DELITO AGRAVIADO

Tráfico Ilícito de Drogas (T.I.D.) El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: NOVENO


CONSIDERANDO "Que, para los efectos de graduarse la pena se
tiene en cuenta el modo, forma y circunstancias de la ocurrencia de
los hechos, las calidades personales de la acusada, sin perder de
vista el principio de proporcionalidad de la pena y que si bien en su
afán de atenuar su responsabilidad penal ha sindicado a sus
coacusados concurrentes en el juicio oral, sin prueba corroboratoria
alguna; sin embargo por su ACEPTACIÓN en la comisión del
evento delictual, así como su arrepentimiento mostrado, el
Colegiado conceptúa que le alcanza el beneficio del artículo ciento
treinta y seis del c.p oP o"
La S ala Penal condenó a la actuada por delito de TID, tipo base
previsto en el arlo 296 del c.P., a 7 años de pena privativa de la
liberlad, es decir por debajo del mínimo legal, sin embargo llama la
atención qlle no le dm credibilidad a la imp1itación formulada por la
confesa respecto a los otros coacusados, entonces ¿es o no es
sincera?

Exp. N° l071-97-Sala Penal Especializada en T.LD.


ACUSADA Carmen Rosa Vargas García y otros
DELITO AGRAVIADO

Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.) El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: ÚNICO


CONSIDERANDO "Que, a fojas doscientos treinta y cuatro corre la
declaración instructiva de la encausada Carmen Rosa Vargas
García, quien manifiesta que se dedica a comercializar droga desde
un año y seis meses por estar atravesando una situación
económica muy precaria, teniendo que mantener a sus dos
menores hijos, encontrándose muy arrepentida [o .. ), que para la
graduación de la pena a imponerse debe tenerse en consideración
las condiciones personales de la acusada Carmen Rosa Vargas
García, la CONFESIÓN SINCERA de la misma respecto de los
hechos sub-judi-
"
ce o
En base al Arl. 136 del c.P.P. la S ala condenó a la aCllsada por el
delito de TID) tipo base previsto en el Arl. 296 del c.P,) a 6 al/os de
Pena pn'vativa de la liberlad, es decir por debqjo del mínimo lega~
debiendo resaltarse que el Colegiado considera confesión sincera a
la declaración twijorJJ1e prestada ante el Jtt:<gado y ante la Sala y
el a"epentimiento mostrado por la amsadao
Exp. N° 6S0S-97-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO J osé Carlos Gavidia Mercado
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (ToLD.)
AGRAVIADO El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: TERCER y CUARTO


CONSIDERANDOS
"Que, el acusado José Carlos Gavidia Mercado al declarar en este
acto oral ha aceptado su participación delictual, sin embargo con el
ánimo de atenuar su responsabilidad penal señala que el dueño de
los insumos químicos fiscalizados incautados son de propiedad de
Julio Orihuela Díaz [ ... ], que para la graduación de la pena se tiene
en cuenta la forma, modo y circunstancias de cómo se produjo el
evento delictivo, las cantidades y variedades de los insumos
químicos fiscalizados comisados, el reconocimiento de su ilícito
accionar del acusado, aun cuando no puede considerarse una
confesión sincera el arrepentimiento mostrado, por haber cometido
el delito sin medir las consecuencias y de haber perjudicado a su
hermano ya condenado en autos".
La Sala considera qlle no le alcanza los bmificios del Art. 136 del
C.P.P} qlle regIda la coTJjesión sincera, y condena al aCluado a 8
a1los de Pena privativa de la libertad, es decir la pena mínima
establecida por el Art. 296 del c.P. Sin embargo, debe llamar la
atención qlle en este caso los llleces 110 le dan valor de confesión
sincera a la aceptación de los cargos y el arrepentimimto mostrado
por el aCl/sado, con el argumento itifeliZ de qlle "no midió las
conseCllencias de SIl accionar y de haber petjlldicado a Sil
he17lJano': elementos que no plleden destmir la c01ifesión sincera.
Exp. N° 0406-99-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO José Manuel Luján Criollo y otros
DELITO Tráfico ilícito de Drogas (T.LD.)
AGRAVIADO
El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: TERCER
CONSIDERANDO "Que, el acusado José Manuel Luján Criollo al
rendir su manifestación policial y declaración instructiva negó los
cargos formulados en su contra señalando que el propietario de la
droga es su coprocesado Mario Julio Sánchez Gutiérrez; al ser
interrogado en el juicio oral, éste en un primer momento se ratifica
en lo señalado anteriormente, o sea niega los cargos, sin embargo
al ser nuevamente exhortado por la Sala, refirió que SE VA A
SINCERAR, indicando que sí tenía pleno conocimiento del
contenido de la mochila que le dio a guardar su coacusado, la
misma que contenía Pasta Básica de Cocaína, siendo ésta la
primera vez que aceptaba dicho encargo, ya que en ese momento
se encontraba en una crisis económica y tenía que alimentar a
nueve menores hijos, encontrándose muy arrepentido".
En base al Arl. 136 del c.P.P, la S ala condenó al actuado por el
delito de TID, tipo base previsto en el Arl. 296 del c.P., a 7 atlOS de
pena privativa de la liberlad, es dedr por debajo del mínimo legal
qtle es de 8 atlos, debiéndose anotar que el Colegiado consideró
sincera la confesión prestada CfJ el juido ora~ no prommdándose
sobre la negativa del aCJ{sado sostenida tanto en SI{ manijestadón
polidal como CfJ SI{ instmctiva.
Exp. N° 000110-97-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Juan Ángel Zeha Góngora y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (TLD.)
AGRAVIADO El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: SEXTO
CONSIDERANDO
"Que, no existe posibilidad de rebaja por debajo del mínimo legal
por cuanto no ha confesado en forma sincera ya que hasta el final
ha negado haberle entregado la droga al sentenciado Suzaníbar
Manel".
No alcanza los benejidos del Arl. 136 del c.P.P. condma al acusado
a 8 atlOS de pena privativa de la liberlad, o sea, la pena mínima del
tipo legal previsto en el Arl. 296 del c.P.
Exp. N° 2157-98-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Edgar Meza Falcón y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (TLD.)

AGRAVIADO : El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: CUARTO
CONSIDERANDO "Que del examen exhaustivo de los hechos y las
pruebas actuadas en el proceso se concluye el acusado Edgar
Meza Falcón es responsable del Ilícito Penal de tráfico ilícito de
drogas [ ... ], que si bien ha cometido un hecho penado por ley se
debe tener en cuenta que en todas las etapas del proceso ha
demostrado su arrepentimiento, aunado que no tiene antecedentes
penales ni judiciales, habiendo manifestado que es la primera vez
que se involucra en esta clase de delitos".
En aplicación del Art. 136 del c.P.P. la Sala condenó al amsado por
el delito de TID, tipo base previsto en el Art. 296 del c.P., a 7 atlOS
de pena privativa de la libertad, es decir por debqjo del mínimo
lega~' nótese que en este caso el procesado declaró uniformemente
desde la etapa policia~ cOfifesando su accionar delictivo.
Exp. N° 944-99-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Greggory Brent Pontrelli y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)
AGRAVIADO El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: ÚNICO
CONSIDERANDO
"Que, el acusado Gregory Brent Pontrelli tanto en su manifestación
policial como en su declaración instructiva y en el acto oral
reconoce haber cometido el delito instruido, quien RESULTA
CONFESO de los cargos que se le incriminan al mismo que al ser
intervenido se le halló que la droga la llevaba adherida al cuerpo
con vendas elásticas [ ... ] cabe resaltar que el acusado no ha
aportado ningún dato fehaciente para lograr la plena identificación
de los sujetos "Andy" y "Carlos", lo que evidencia que trata de
proteger a personas vinculadas al tráfico ilícito de drogas".
La S ala Especializada, sin mencionar como fundamento de
derecho el Art. 136 del c.P.P.} condenó al aCJ/sado por el delito de
TID, tipo base previsto en el Art. 296 del c.P., a 7 atlOS de pena
privativa de la libertad, es decir por debajo delmíl1imo legaL Cabe
anotar en este caso que el Colegiado no tiene 1m concepto preciso
de lo que es la confesión sincera para poder rebqjarle la pena al
amsado} solo se menciona en la Sentencia qm el aCtlsado es
COl1feSO pero 110 se dice si la confesiól1 es sincera} más bim
pareciera que el mcallsado no fue sincero ya qlle} según la S ala}
este tíltimo trata de proteger a personas vinculadas al
Tráfico Ilícito de Drogas.
DELITO
Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.) El Estado

Exp. N° 605-99-5ala Penal Especializada en T.LD.


ACUSADA Feliza Huamán Donato
AGRAVIADO
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: TERCER y QUINTO
CON SIDERANDOS
"Que, en el acto oral la acusada admite el transporte de la droga
encontrada el día del descubrimiento del evento, a ella y a su menor
hijo, arrojando un peso neto de tres kilogramos con veintinueve
gramos de pasta básica de cocaína, sosteniendo siempre que la
sustancia prohibida es de propiedad de "Eli", la misma que entregó
la droga a su menor hijo y por el transporte iba a recibir cien nuevos
soles, esta vez se declara culpable y arrepentida de su ilícito
accionar [ ... ], que de 10 anteriormente descrito se acredita la
participación de la acusada en la comisión del evento delictivo, tanto
más que fue descubierta "ü¡ fraganti" habiéndose verificado que el
transporte de la droga 10 realizó conjuntamente con su menor hijo,
10 que le da una circunstancia agravante, prevista en el inciso
quinto del Art. 297 del c.P. [ ... ], que para la medición de la pena es
de considerar su reconocimiento y aceptación como transportista de
la droga comisada, a ella y a su menor hijo; su arrepentimiento, su
estrato social, la magnitud del injusto, sin perder de vista el principio
de proporcionalidad de la pena, el principio de humanidad [ ... ]".
La Sala no toma su confesión como sincera, ya que no hace alusión
a la atenuante genérica prevista en el segundo párrafo del Art. 136
del c.P.P, sin embargo condena a la acusada a 12 años de pena
privativa de la libertad, ya que su conducta se subsume en el tipo
penal agravado previsto por el inciso 5° del arto 297 del Código
sustantivo; es decir, por debajo del mínimo legal que es de 25 años.
Más bien, pareciera que es de aplicación para la graduación de la
pena los principios de proporcionalidad y humanidad expuestos en
la Sentencia.
Exp. N° 670-99-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADA Liliana Marcelina HuamanÍ Paredes y otros

DELITO AGRAVIADO

Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.) El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: SEGUNDO y OCTAVO


CONSIDERANDOS
"Que de la manifestación policial y declaración instructiva, la
encausada Liliana Marcelina HuamanÍ Paredes ha admitido
plenamente su responsabilidad, esto es, el de ingresar droga al
Establecimiento Penal de Lurigancho en la cantidad de 181 gramos
de pasta básica de cocaína, versión que ha reiterado en el acto oral,
encontrándose tipificada su conducta en el inciso 4° del Art. 297 del
c.P. [ ... ] Finalmente, para la graduación del qllantJl1Jl de la pena
debe merituarse que la procesada ha colaborado con el
esclarecimiento del ilícito incriminado, conducta procesal asumida
que aunado a su arrepentimiento, debe procederse a una rebaja
sustancial de la pena a imponerse".
La S ala, sin hacer mención a la conjésiól1 sincera de la aCJIsada
ya qlll! no expone como fundamento de derecbo para gradllar la
pma el Arl. 136 del c.P.P, condena a la aCl/sada por delito de TID,
tipo agravado, previsto en el inciso 4' del Art. 297 del c.P., a 12 atlos
de pena privativa de la libertad, es decir, por debajo del mínimo
legal que es de 25 años, por lo que se infiere que en el criterio
judicial habría primado no solo la confesión sincera sino además la
atenuante por la peqlmia cantidad de droga y el principio de
proporcionalidad.
Exp. N° 342-97-5ala Penal Especializada en T.I.D.
ACUSADA Natividad Beatriz Quille Flores y otros

DELITO AGRAVIADO

Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.) El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: SEXTO


CONSIDERANDO "Que, ahora bien, para los efectos de la
imposición de la pena dentro del margen punitivo que señala el tipo
legal incriminado, el colegiado aprecia que la acusada Natividad
Beatriz Quille Flores es una persona de condición humilde con
carencias sociales y que se vio obligada a cometer el ilícito por
razones económicas seguramente para costear sus estudios en la
universidad, advirtiéndose un hecho muy singular en su conducta
procesal cuando ESPÓNTANEAMENTE DECLARÓ QUE HABlA
TRANSPORTADO DOS PAQUETES en una fecha no precisada
que contenía droga [ ... )".
No mencionan el Art. 136 del c.P.P., condena a la amsada a 6 atios
de pena privativa de la libertad, es decir la S ala toma en
consideración la CONFESIÓN SINCERA de la aCllsada y le da una
condena por debajo del mínimo legal.
Exp. N° 571-99-5ala Penal Especializada en T.I.D.
ACUSADO Marcelino Abal Mory
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)
AGRAVIADO El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: QUINTO
CONSIDERANDO
"Que, para efectos de graduarse la pena se tiene en cuenta el
modo, forma y circunstancias como ocurrieron los hechos, la
magnitud del injusto, su CONFESIÓN SINCERA Y arrepentimiento".
Se time en cuenta el Art. 136 del c.P.P.} condet1a al aCJIsado a 7
aliaS de pena pn"vativa de la libertar¿ por debqjo del mínimo legal.
Exp. N° 00070S-99-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Jesús Araujo Quispe
DELITO Tráfico ilícito de Drogas (T.LD.)

AGRAVIADO

El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: QUINTO


CONSIDERANDO "Que, no existe posibilidad de rebaja por debajo
del mínimo legal por cuanto no ha confesado en forma sincera ya
que hasta el final ha negado el destino de la droga".
No obtiene el beneficio del Art. 136 del c.P.P. La Sala condena al
aCllsado a 8 atlaS de pena privativa de la libertar¿ previsto y
penado en el Art. 296 del c.P.
Exp. N° 000427-99-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADA Shirley Luque Scamarone

DELITO AGRAVIADO

Tráfico ilícito de Drogas (T.LD.) El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: QUINTO


CONSIDERANDO "Que, no existe posibilidad de rebaja por debajo
del mínimo legal por cuanto NO HUBO CONFESIÓN SINCERA de
parte de la acusada, ya que no solamente estuvo negando su auto
ría en el ilícito sino además no proporcionó ningÚn dato para
identificar y eventualmente capturar a los dos sujetos implicados en
estos hechos confesado en forma sincera ya que hasta el final ha
negado el destino de la droga; la pena llega al mínimo ya que la
encausada carece de antecedentes penales y padece una
enfermedad que requiere intervención quirúrgica" o
No obtiene el benificio del Arto 136 del C. Po P. Condena a la
aC1fsada a 8 mlos de pena privativa de la libertad, tzpo base
previsto y penado por el Art. 296 del c.P.
Exp. N° 00041-99·Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Jhony Pérez Huaylupo y otros
DELITO Tráfico llícito de Drogas (ToLDo)

AGRAVIADO El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: DÉCIMO SEGUNDO
CONSIDERANDO
"Que, para los efectos de la individualización judicial de la pena, el
juzgador tiene en consideración los principios de proporcionalidad y
lesividad que pregonan los artículos cuarto y octavo del tÍtulo
preliminar del Código Penal, que son, entre otros, los grandes
pilares de nuestra dogmática penal y de nuestra política criminal
que no deben ser soslayados por el juzgador por un criterio legalista
sino debe imponerse el sentido humanista de la justicia penal; por lo
que en base a este razonamiento resulta equitativo rebajarle la
pena por debajo del mínimo legal previsto en el numeral doscientos
noventa y siete ya acotado, con mayor razón para el acusado Pérez
Huaylupo, quien a pesar de que fue sorprendido en flagrante delito
HA SIDO SINCERO en sus declaraciones al haber mantenido
uniformidad sobre la forma y modo en que ocurrieron los hechos,
sobre todo en la imputación contra el vendedor de la droga".
Sin JlJencionar el Arto 136 del c.P.P. condena al acusado a 12 mlos
de pena privativa de la libertad (Art. 297 del C.P)o

Exp. N° 1449-99-Sala Penal Especializada en T.LD.


ACUSADO Reineiro Hidalgo Carbajal y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)

AGRAVIADO

El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: OCTAVO
CONSIDERANDO "Que, para los efectos de la graduación de la
pena se tiene en consideración que sólo el acusado Reineiro
Hidalgo Carbajal CONFESÓ SINCERAMENTE por lo que cabe
rebajar la pena por debajo del mínimo legal; que los otros tres
coacusados en todo momento trataron de evadir su
responsabilidad; sin embargo le alcanza la atenuante de ser
cómplices secundarios, además se tiene en cuenta sus condiciones
personales, la forma y circunstancias en que se perpetró el hecho
ilícito, la naturaleza del delito, su magnitud y sus carencias sociales
del encausado".
Sin mencionar el Art. 136 del c.P.P. condena al aCllsado a 5 aiios
de pena privativa de la libertad (Art. 296 del C.P).
Exp. N° 1436-99-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Pedro Llajahuanca Huamán y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)

AGRAVIADO El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: QUINTO


CONSIDERANDO "Que estando acreditada la comisión del delito
así como la responsabilidad penal de los procesados, tan solo
queda razonar para la graduación de las penas; al respecto, para la
determinación del quantJIfl de la pena, dentro del margen punitivo
que señala el tipo legal incriminado el juzgador tienen en cuenta
que los encausados han reconocido en todo momento la auto ría
del hecho ilícito y han colaborado con la justicia (CONFESIÓN
SINCERA), por lo que funciona la atenuante contenida en el
segundo párrafo del Art, 136 del c.P.P."
CONDENA AL ACUSADO A 4 AÑOS DE PENA PRIVATIVA DE LA
LIBERTAD
Exp. N° 439·99·Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Ronal Amasifuen Paredes y otros

DELITO
AGRAVIADO

Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.) El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: SÉPTIMO


CONSIDERANDO "Que para los efectos de la imposición de la
pena se tiene en consideración que la confesión del acusado Ronal
Amasifuen Paredes no tiene la calidad de sincera ya que fue
sorprendido in jragallti, pero además ha tratado de exculpar en todo
momento a su co-acusado Rodríguez Caballero, por lo que no cabe
ninguna atenuante" .
No obtiene beneficios del Art. 136 del c.P.P. condena al acusado a
10 años de pena privativa de la libertad.
Exp. N° l048·98·Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Percy Cancho T omaylla y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)

AGRAVIADO El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: QUINTO


CONSIDERANDO "Que acreditada la comisión del delito materia de
juzgamiento, así como la responsabilidad penal del acusado
Cancho Tomaylla, tan solo queda razonar para la imposición de la
pena; al respecto se ha podido observar de la conducta procesal
desenvuelta por el referido acusado que ha CONFESADO EN
FORMA SINCERA, confesión que ha quedado debidamente
corroborada en autos, e incluso fue espontánea y que no obstante
no habérsele comisado droga alguna le confesó a los ronderos que
minutos antes había transportado parte del total de la droga; por lo
que cabe rebajarle la pena por debajo del mínimo legal en
aplicación de la facultad conferida al juzgador por el segundo
párrafo del Art. 136 del c.P.P., modificado por la Ley 24388, pero
esta rebaja debe ser prudencial, sin colisionar con el principio de
proporcionalidad de la pena, ya que la cantidad de droga comisada
es considerable".
Condena al acusado a 7 a,ios de pena pn"vativa de la libertad.
Exp. N° 2047-98-5ala Penal Especializada en T.I.D.
ACUSADO Gaudencio Chaupis Rivera
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)

AGRAVIADO
El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: QUINTO


CONSIDERANDO "Que se desprende de autos que se encuentra
acreditada debidamente la responsabilidad penal del acusado
Chaupis Rivera quien se encuentra confeso y ha admitido su
participación en los hechos investigados, relatando
pormenorizadamente la forma como efectuó el transporte de la
droga, por lo que estamos frente a una CONFESIÓN SINCERA que
a criterio del Colegiado se beneficia con una disminución de la
pena".
En base al Art. 136 de c.P.P. condena al aC1lsado a 6 a,ios de
pena privativa de la libertad.
Exp. N° 955-99-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Rolando Eusebio Isidro Retis

DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)

AGRAVIADO : El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: QUINTO
CONSIDERANDO "Que para efectos de graduar la pena se tiene en
cuenta el modo, forma y circunstancias en que ocurrieron los
hechos, la magnitud del injusto, las calidades personales del
acusado, sin perder de vista el principio de proporcionalidad de la
pena, su entorno social; también es de considerar su CONFESIÓN
SINCERA de su protagonismo en el evento delictivo [ ... ]".
Sin 1Jlencionar el Art. 136 de c.P.P. Condena al aCllsado a 7 af/os
de pena privativa de la libertad.
Exp. N° 976-99-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADA Kerstin Geb Liebing Willert
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)
AGRAVIADO
El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: CUARTO


CONSIDERANDO "Que para los efectos de la sanción a imponerse
debe tenerse en cuenta la SINCERIDAD mostrada por la acusada a
lo largo del proceso, el arrepentimiento que se ha podido apreciar
en el presente juicio oral, que no tiene antecedentes penales en
nuestro país ni registra antecedentes en Interpol, la cantidad de
droga incautada (800 gr. de clorhidrato de cocaína
aproximadamente)".
En base al Art. 136 de c.P.P. condena a la aCllsada a 8 al/os de
pena priz'ativa de la libertad.
Exp. N° 38-99-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Alejandro Agurto Flores
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)
AGRAVIADO
El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: TERCER


CONSIDERANDO
"Que el acusado declara que se encuentra arrepentido
reconociendo su participación delictual en el hecho criminoso
materia del examen, por lo que solicita se tenga en cuenta su
Confesión prestada en el acto oral, y que antes y durante la
investigación no lo hizo, por que era amenazado por las personas
indicadas."
No menciona al Art. 136 de CP.P. condena a la amsada a 7 0110S
de pma privativa de la libertad (Art. 283 y 285 del CP.P.).
Exp. N° 2125-98-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Francis Anthony Peter
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LDo)

AGRAVIADO

El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: QUINTO


CONSIDERANDO "Que, para efectos de imponer la pena es
necesario tener en cuenta la conducta asumida por el acusado en el
desarrollo del acto oral, quien en forma categórica y SINCERA HA
CONFESADO la comisión del ilícito, se ha arrepentido e incluso ha
colaborado con la justicia, identificando a Rahen Niyi como la
persona que lo contrató para que realice el viaje transportando la
droga, por lo que es merecedor al derecho premial a que hace
referencia la segunda parte del Arto 136 del c.P.Po".
Condena a la amsada a 9 atlOS de pena privativa de la libertad.
Exp. N° 0658-99-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO DELITO AGRAVIADO

Walter Jhonny Damian Montero y otros Tráfico Ilícito de Drogas


(T.LD.)
El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: TERCER


CONSIDERANDO "Que al rendir su declaración policial, instructiva
y en el juicio oral, ACEPTÓ LOS CARGOS FORMULADOS EN SU
CONTRA. Encontrándose muy arrepentido, solicitando que se le dé
una nueva oportunidad, por 10 que el acusado se encuentra
CONFESO".
-
En base al Art. 136 del c.P.P. condena al acusado a 7 allOS de
pena
privativa de la libertad.
Exp. N° 1192-98-Sala Penal Especializada en T.I.D.
ACUSADA Amanda Rosa Zevallos de Laura

DELITO
AGRAVIADO

Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.) El Estado


CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: SEXTO
CONSIDERANDO
"Que, para la medición de la pena se tiene en cuenta la confesión
sincera de la acusada, quién ha mostrado en el acto oral su
arrepentimiento por su inconducta, por 10 que le alcanza el
beneficio procesal previsto en el Art. 136 del c.P.P,"
En base al Art. 136 del c.P.P. conde11a a la amsada a 14 allOS de
pe11a privativa de la libertad (Art. 287 c.P.).
Exp. N° 1350-98-$ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADA Celia Malpartida Celis y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)
AGRAVIADO El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: ÚNICO
CONSIDERANDO "Que toda vez que la referida acusada resulta
CONFESA de los
cargos que se le imputan, la misma que fue intervenida en
circunstancias en que se trataba de complementar los datos sobre
la encomienda conteniendo droga (clorhidrato de cocaína) con
destino a Canadá, admitiendo ésta haber participado en la Comisión
del delito de T.LD que se le incrimina".
No aplican el Arto 136 del c.P.Po condena a la amsada a 9 01/0S
de pena privativa de la libertad.
Exp. N° 1615-98-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO León Shadrach Pillay y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)
AGRA VlADO El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: QUINTO
CONSIDERANDO "Que, por su parte, el acusado León Shadrach a
través de su manifestación policial con la declaración prestada en el
juzgado se advierten notorias contradicciones con el pueril afán de
evadir su responsabilidad penal; por lo que no le alcanza el
beneficio de la confesión sincera".
No alcanza el beneficio del Arto 136 del c.P.P. condena al amsado
a 7 O1los de pena privativa de la libertad.
Exp. N° 690-96-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Juan José Picón Illtopa y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)
AGRA VlADO El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: CUARTO
CONSIDERANDO
"Que para los efectos de la imposición de la pena el Colegiado
deberá tener en cuenta la CONFESIÓN SINCERA del acusado, por
lo que la pena a imponerse será por debajo del mínimo legal,
además carece de antecedentes penales y judiciales".

Sin mencionar el Art. 136 del CP.P.} condena al aC/lsado a 7 atios


de pena privativa de la libertad.

v.
Exp. N° 9224-97-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADA Milagros Vilma MartÍnez Vera y otros
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: DÉCIMO CUARTO
CONSIDERANDO "Que para la graduación de la pena hay que
apreciar que las acusadas son personas que se involucraron en
este proceso por la necesidad económica en la que estaba pasando
a ello hay que sumar la SINCERIDAD mostrada a lo largo de todo el
proceso tanto en su manifestación primigenia, instructivas así como
en el desarrollo del acto oral de manera uniforme".
DELITO AGRAVIADO

Tráfico ilícito de Drogas (T.I.D.) El Estado

En base al Art. 136 del CP.P. condena a la aC/lsada a 7 alios de


pena privativa de la libertad, es decir por debqjo de/mínimo legal
que es de 8 alios.
Exp. N° 72-99-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Ronald M. Jacobus Maaskant y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)
AGRAVIADO El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: QUINTO
CONSIDERANDO "Que de la compulsa de los hechos y pruebas
glosadas en autos se ha llegado a materialidad del delito así como
la responsabilidad penal del encausado, quien desde un inicio ha
reconocido durante el juzgamiento ha confirmado ser el responsable
de los hechos que se le incriminan, toda vez que afirma que vino
específicamente al Perú con la finalidad de adquirir y transportar
droga hasta Holanda".

Sin mencionar el Art. 136 del c.P.P., condena al act/Sado a 6 m/os


de pena privativa de la libertad, es decir por debqjo del mínimo legal
que es de 8 m/os.
Exp. N° 1686-98-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Herbert Andrés Estela Cuba y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)

AGRAVIADO

El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: DÉCIMO


CONSIDERANDO "Que, para la graduación de la pena del acusado
hallado responsable es menester tener en cuenta la naturaleza del
evento, las condiciones personales del acusado, la consecuencia
pluriofensivas del injusto, LA CONFESIÓN SINCERA del acusado."
En base al Art. 136 del c.P.P., condena al acusado a 7 m/os de
pena privativa de la libertad, es decir, por debqjo del mínimo legal
que es de 8 m/os.
Exp. N° 2005-98-5ala Penal Especializada en T.I.D.
ACUSADO J osé Antonio Arrayza Peña y otros
DELITO Tráfico llícito de Drogas (T.LD.)

AGRAVIADO El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: TERCER


CONSIDERANDO "Que, el acusado en su Manifestación Policial e
Instructiva ha negado ser el propietario de la droga, y recién en el
Acto Oral se sincera confesando los hechos considerándose
culpable y manifestando el nombre completo de la referida persona
que le proporcionó la droga. Pero su autoinculpación resulta
incompleta e interesada en dejar impune a su pariente ea-
encausado".
Por tanto, esta m¡foinculpación no puede reprobarse como Ima
CONFESIÓN SINCERA, por tanto no siendo procedente conceder
le el beneficio previsto en el Art. 136 del c.P.P. condena al acusado
a 10 años de pena privativa de la libertad.

Exp. N° 1487-98-Sala Penal Especializada en T.LD.


ACUSADA Clara U rrutia Rodríguez y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: TERCER
CONSIDERANDO "Que en su manifestación primigenia, con el fin
de exculpar de responsabilidad penal a su ea-encausado y cargar
con toda la responsabilidad penal señaló ser la única responsable
del ilícito".
Sin mencionar al Arl. 136 del c.P.P., la Sala condma a la ac/{sada
por delito de TID, tipo base previsto y penado en el Arl. 296 del c.P.,
a 7 allOS de pena pn·vativa de la libertad, es decir 110 aplicó la
atenuante por confesión sincera, entendiéndose que el Colegiado
110 considera la confesión de la amsada como Slf1cera.
AGRAVIADO

El Estado
Exp. N° 273-97-Sala Penal Especializada en T.I.D.
ACUSADO Alberto Torrejón Manchay y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)

AGRAVIADO El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: ÚNICO


CONSIDERANDO "Que, al momento de graduar la pena a
imponerse se debe tener en consideración las condiciones del
acusado, sU CONFESIÓN SINCERA respecto de los hechos
incriminados".
Menciona el Arl. 136 del c.P.P, la Sala condena al amsado por
delito de TID, tipo base prelisto y penado en el Art. 296 del c.P., a 8
allOS de pena pril'atil'a de la liberlad, es decir 110 aplicó la
atenuante por confesión sincera.
Exp. N° 1934-97-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Robalino Grandez García y otros
DEUTO
AGRAVIADO

Tráfico ilícito de Drogas (T.LD.) El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: DÉCIMO TERCER


CONSIDERANDO
"Que, al momento de graduar la pena a imponerse se debe tener en
cuenta que el Derecho Penal Premial en que está inspirado el
último párrafo del artículo 136 del c.P.P. permite la rebaja de la
pena por debajo de sus límites inferiores cuando el acusado ha
colaborado con la administración de justicia coadyuvan do así a que
ésta sea ágil, eficaz, eficiente y oportuna".
Menciona el Arl. 136 del c.P.P.) la Sala condena al amsado por
delito de TID) tipo base previsto y penado en el Arl. 297 del c.P.) a
20 atlaS de pena privativa de la liberlad.
Exp. N° 95-96-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Wilfredo Arias Fabián y otros
DELITO Tráfico ilícito de Drogas (T.LD.)
AGRAVIADO El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: ÚNICO
CONSIDERANDO "Que cabe mencionar que el acusado acepta su
responsabi-
lidad por el hecho de haber sido intervenido en posesión de la
droga, hecho de que de ninguna manera puede considerarse como
CONFESIÓN SINCERA".
Por lo tanto no obtiene los benificios del Arl. 136 del C.P.P) la Sala
condena al actlSado por delito de TID) tipo base previsto y penado
en el Ar1. 296 del c.P,) a 8 años de pena privativa de la libertad.

CAPÍTULO VII

CONCLUSIONES
1. La confesión sincera es un instituto que surge con la finalidad
de otorgar a la administración de justicia un instrumento para hacer
de ésta una administración más rápida, eficaz, eficiente y oportuna,
puesto que la misma, brindada en las condiciones de seguridad
jurídica, respeto de los derechos humanos y debidamente
corroborada con las pruebas de autos, en muchos casos va a
coadyuvar a la simplificación de los procesos, evitando la
realización de una serie de diligencias destinadas a demostrar lo
que por boca del propio acusado se ha llegado a determinar.

2. En los casos de flagrancia de delitos, es necesario hacer una


clara distinción acerca de los alcances de la flagrancia, cuasi
flagrancia y presunción de flagrancia, a efectos de aplicar un
correcto y uniforme criterio con relación a la aceptación de la
confesión sincera y la aplicación de sus beneficios; ya que los
Magistrados han venido aplicando criterios errados de interpretación
del instituto de la confesión sincera, debido a que confunden los
fines de ésta con los fines del proceso penal, decimos esto porque
como se aprecia de la jurisprudencia revisada durante la
investigación, en especial en las variantes de la flagrancia,
encontramos que en muchos de los casos los magistrados no
aceptan la confesión sincera, entendiéndola a ésta como aquella
que busca esclarecer la responsabilidad, siendo éste el objeto del
proceso penal y no el de la confesión sincera, cuya finalidad y razón
de ser es la de colaborar con la justicia penal para hacerla más
rápida y efectiva, tan es así que el hecho de existir confesión
sincera por parte del procesado no implica la suspensión del
proceso, si es que no se ha logrado corroborar dicha confe-
./
SlOn.
3. Si bien es cierto el Código Procesal Penal, que entrará en
vigencia próximamente, no faculta al Organo Jurisdiccional a aplicar
el beneficio de atenuación de pena en los casos de flagrancia,
también es cierto que ello colisiona con los grandes principios que
regulan el instituto, en todo caso, la Jurisprudencia de los
Tribunales se encargará de su interpretación correcta.
4. Es necesario hacer una distinción entre la confesión sincera y
la "confesión" (reconocimiento de un acto), debido a que si bien es
cierto en ambas se reconoce la comisión de un hecho delictuoso en
el transcurso del proceso penal, es la primera la que se realiza de
manera voluntaria y con el afán de colaborar con la justicia y el
esclarecimiento de los hechos, en cambio la segunda se da como
resultado de las habilidades del interrogador, quien no deja otra
salida al procesado al haberse desbaratado su coartada.
5. La exhortación hecha por el Ministerio Público o, en su caso,
por el Juez al procesado a decir la verdad, entra en conflicto con el
principio de no autoinculpación y de inocencia, toda vez que al
hacer dicha exhortación, se está invitando al procesado a renunciar
a dichos derechos e inculparse sin otorgársele la opción de salir
airoso del proceso penal si es que el Ministerio Público no logra
demostrar en un proceso regular la culpabilidad o responsabilidad
del procesado, a quien se le considera inocente hasta que quede
demostrado indubitablemente lo contrario y sea así dictado por un
Juez.
6. La confesión sincera encuentra el fundamento básico para su
validez, en que ésta sea un acto voluntario del procesado, el mismo
que debe ser una persona que goce de todas sus capacidades
físicas, mentales y legales; manifestación de voluntad que reviste
las mismas características que las de un acto jurídico.
7. Como ya se ha afirmado, el objeto del proceso penal es la
determinación de la responsabilidad de un procesado, sin embargo,
la concurrencia de la confesión sincera no reviste la culminación del
mismo, sino que por el contrario, y en aras del respeto a la garantía
de no autoinculpación y presunción de inocencia, se buscará en el
proceso el corroborar lo afirmado por el confeso, sin embargo, dicho
proceso será más simple dada la colaboración que brinda el
procesado.
8. El arrepentimiento si bien es un factor que otorga al juzgador
mayores criterios para reducir considerablemente la pena de un
confeso, no constituye un requisito para que se aplique el beneficio
que la confesión otorga, consecuentemente no es indispensable su
concurrencia -como erróneamente ha sido considerado por algunos
tribunales- basta con que el procesado haya confesado el hecho
voluntariamente y en el momento oportuno y esta confesión pueda
ser corroborada con las demás pruebas de autos.
9. La conducta del procesado y su potencial de reinserción no
debe constituir requisito para el otorgamiento del beneficio, sino que
debe tomarse como criterio en la aplicación del beneficio, pues
como ya se ha dicho, éstas no obedecen a los fines de la confesión
sincera ni son requisitos para su observancia por parte de los
magistrados, quienes deben de observar la voluntad del procesado
en colaborar con la justicia, tomándose en cuenta su conducta y
probable reinserción como criterios única y exclusivamente, para la
mesura de los beneficios a otorgarse una vez aceptada la confesión
sincera como tal.
10. Consideramos que la uniformidad de las declaraciones del
beneficiario deben tomarse en cuenta observando las
circunstancias que originaron cada una de éstas, intentando
establecer si en el fondo existe la voluntad de colaborar con la
justicia y no lo contrario, dado que puede darse el caso de que por
presiones o causas exógenas, el procesado no haya podido antes
manifestarse voluntariamente y reconocer su responsabilidad,
haciéndolo en la primera oportunidad que tiene, pudiendo ser ésta
en el alegato final del proceso, pudiendo el magistrado aplicar el
beneficio de la confesión sincera, siempre que se hayan
comprobado los supuestos descritos.
11. La oportunidad de la confesión sincera resulta de importante
observancia para los magistrados, ya que si bien es cierto puede
darse en cualquier momento del proceso ésta no puede ser
admitida si se da como consecuencia del avance de las
investigaciones o si el imputado ya se ha visto descubierto, puesto
que estaría yendo contra su esencia misma que es la de colaborar
con la justicia en la búsqueda de una mejor y más eficiente
administración de la misma, por lo que una confesión ad portas de
la sentencia cuando el procesado se ha visto perdido, no resulta
valedera a los fines que la inspiran, máxime si pudo haberla hecho
con anterioridad.
12. La confesión sincera es un instituto de carácter procesal
debido a que su fin está dirigido principalmente al proceso penal en
lo que respecta a su procedimiento, es más, la norma vigente,
Código de Procedimientos Penales, incluso el que entrará en
vigencia próximamente, enmarca el ámbito de aplicación del mismo
y sus alcances con relación al proceso, indicando inclusive la
suspensión de diligencias innecesarias debido a la confesión
corroborada, y de ser esto así, prevé la fijación de la pena por
debajo del mínimo legal inclusive, es pues recién en este momento
en donde entra a tallar el aspecto sustantivo del instituto en análisis,
ya que es cuando se comprueba la veracidad y la validez de la
confesión sincera que se le toma la importancia de derecho
sustantivo, en especial en la determinación de la pena; es decir, el
instituto de la confesión sincera reviste un carácter de derecho
adjetivo en su aplicación pero con consecuencias de derecho
sustantivo en relación a los beneficios que trae consigo para el
procesado confeso.
13. En los casos en que se haya determinado en un proceso
penal que se ha obtenido una declaración o "confesión" por parte
del procesado mediante violencia o amenaza, no solo nos
encontraremos ante una figura pasible de interposición de acción de
Habeas Corpus, sino que además los sujetos responsables serán
pasibles de ser procesados penalmente por delito de coacción y de
abuso de autoridad.
14. La confesión sincera para ser valorada como tal, tiene
necesariamente que ser corroborada en su contenido durante el
proceso o con las pruebas obrantes en el mismo, ya que puede
darse el caso de "confesos" que buscan asumir toda la
responsabilidad con el fin de liberar de ésta a sus cómplices, casos
en los que aun existiendo la confesión de la responsabilidad de
parte del confeso, ésta no debe tomarse en cuenta para otorgársele
los beneficios que establece la ley debido a que en el fondo no está
colaborando con la justicia sino que la obstruye con relación a sus
co-inculpados, atentando en tal sentido contra la razón de ser de la
confesión sincera como instituto procesal.
15. Como se ha determinado de la jurisprudencia revisada y de la
muestra de estudio, el instituto de la confesión sincera es
perfectamente aplicable a los delitos que revisten mayor gravedad,
sin embargo, los beneficios a otorgarse deben ser siempre en
observancia del principio de proporcionalidad y lesividad con
relación al ilícito penal y la participación del confeso.

CAPÍTULO VIII

RECOMENDACIONES

1. En principio, y por obvias razones, la primera recomendación


es la de dar un efectivo cumplimiento a la realización de los Plenos
Jurisdiccionales con el objetivo de brindar a los operadores penales
judiciales y en general a todos los magistrados del país, la
orientación necesaria para la resolución de las causas aplicando
criterios similares, garantizando de dicha manera una
administración de justicia equitativa e igual para todos los
ciudadanos.
2. La exhortación a decir la verdad hecha por el representante
del Ministerio Público o en su caso por el Juez a un procesado o
investigado debe ser desterrada de nuestro ordenamiento procesal,
en vista de que resulta siendo inconstitucional, en la medida en que
induce al imputado a autoinculparse renunciando a su derecho de
no hacerlo y es desde ese momento en donde se inicia el proceso
bajo la presunción de culpabilidad, pues dicha exhortación implica
que el procesado o investigado va a mentir para eximirse de culpa.
3. Se deben descartar como confesión sincera todas aquellas
confesiones que no resulten de la libre expresión de la voluntad del
confeso en goce de todas sus capacidades, es decir, no pueden
considerarse confesiones sinceras aquellas que se dan como
consecuencia de las habilidades del interrogador.
4. La aplicación de la figura de la confesión sincera y el ámbito
de la misma debe ser delimitada dentro de los alcances de la
naturaleza propia de dicho instituto, es decir, debe ser aplicada
observando el cumplimiento del objetivo de su implementación que
no es otro que el de colaborar a la eficacia y eficiencia de la
administración de justicia, colaboración que se ve reflejada en la
admisión voluntaria de los hechos materia de investigación o
proceso, coadyuvando de esa manera a la celeridad en la
culminación del proceso.
5. Tanto el arrepentimiento como el grado de reinserción a la
sociedad del confeso deben ser tomados en cuenta para la
aplicación del beneficio otorgado por la confesión sincera, pudiendo
ser cada vez mayor éste, empero, de ninguna manera la ausencia
de éstos debe ser motivo para privar al confeso del beneficio por
confesión sincera.
6. Debe tenerse claramente establecido entonces que la
naturaleza de la confesión sincera obedece al Derecho Penal
Premial, en donde basta la colaboración para obtener el premio, sin
embargo los operadores penales judiciales deben tener muy
presente el grado de veracidad y colaboración al proceso de la
confesión sincera, de tal manera que una confesión que no se
ajusta plenamente a la verdad no debe ser considerada como
sincera y aquella que se realiza cuando no tiene ya injerencia
alguna en el resultado del proceso o cuando éste ya ha cumplido
sus objetivos, tampoco debe ser pasible de los beneficios de ésta.
7. El operador penal judicial debe tener en cuenta, en tanto no
entre en vigencia el nuevo Código Procesal Penal, que bajo ninguna
circunstancia, la flagrancia de delito es motivo para que se le niegue
al procesado los beneficios que una confesión sincera acarrea,
pues como ya se ha visto, la confesión busca la agilización del
proceso penal, el mismo que por más flagrancia del delito que haya
existido, puede ser entrampado por una serie de recursos
interpuestos por un procesado que no acepte su responsabilidad, es
decir, en caso de flagrancia igual se aplican los beneficios puesto
que lo que se busca con la confesión sincera es la colaboración con
la administración de justicia, y no determinar la responsabilidad del
procesado, que viene a ser la finalidad del proceso penal.
8. Al momento de los beneficios derivados de la confesión
sincera, el operador penal judicial no debe dejar de observar en
ningún caso los principios de proporcionalidad y le si vidad, puesto
que así va a poder emitir un fallo justo y legal.
9. En los casos en los que la confesión sincera se da ad portas
de la culminación del proceso penal, el operador penal judicial
deberá tener en cuenta las circunstancias que ocasionaron la tardía
reacción del imputado y de ser éstas justificables, podrá aplicársele
el beneficio que la confesión sincera conlleva de manera
proporcionada; pero si ésta se ha dado por verse el procesado
perdido, no operará de ninguna manera.
10. En el caso de varios procesados, consideramos que el
beneficio alcanza a un confeso cuando éste se ha pronunciado así
sobre su participación, no debiendo exigírsele el señalamiento de
sus cómplices o coautores, debido a que la confesión acerca de
actos de terceros no existe, sino que en dichos casos -"confesión"
con relación a terceros- lo que se está dando es un testimonio,
debiendo tomarse en ese extremo y calidad dichas declaraciones,
no afectando en consecuencia el derecho al beneficio por confesión
sincera del procesado declarante.
INDICE

Introducción.
Presentación.

TÍTULO I

DE LA DENUNCIA PENAL AL AUTO APERTORIO DE


INSTRUCCIÓN

I. LA DENUNCIA PENAL Y EL AUTO APERTORIO DE


INSTRUCCIÓN 21
E. Breves consideraciones respecto a la inclusión de una
lectura constitucional de la investigación penal............. 21
B. El artículo 77 del Código de Procedimientos Penales.. 25

Il. LA INVESTIGACIÓN COMO ELEMENTO ESENCIAL DE LA


DENUNCIA PENAL.................................................... 31

IIl. PRINCIPIOS QUE INFORMAN LA ACTIVIDAD FIS-


CAL Y JURISDICCIONAL........................................................
38
A. El principio de interdicción de la arbitrariedad 38
i. Actividades caprichosas 39
11. Las decisiones despóticas, tiránicas y carentes de
toda fuente de legitimidad 41
111. La actividad investigatoria contraria a los princi-
pios de razonabilidad y proporcionalidad jurídica 43
B. El principio de legalidad 47
C. El principio de debido proceso 54
D. El principio de motivación 57
E. El principio acusatorio 63
F. El Derecho de defensa 65
IV PRESUPUESTOS ESENCIALES DEL AUTO APERTO-
RIO DE INSTRUCCIÓN..........................................................
67
A. Indicios suficientes 67
A.l. Diversas acepciones del término indicios 70
A.2. Clases de indicios 73
A.3. Diferencias entre indicios y prueba indiciaria 74
AA. Elementos de la prueba indiciaria 75
a. El indicio................................................................ 75
b. La inferencia.......................................................... 77
c. La conclusión inferida......................................... 78
i. Los hechos base............................................... 79
ii. La pluralidad de indicios.............................. 82.
A.s. Elementos excluyente s de la prueba indiciaria...... 90
a. Los contraindicios................................................. 90
B. Elementos de juicio reveladores de la existencia de
delito 93
a. La prueba preconstituida 93
C. Que se haya individualizado al presunto autor o partí-
cipe 99
D. Que la acción penal no haya prescrito 102
E. Que no concurran otras causas de extinción de la ac-
ción penal.............................................................................. 103
a. Que se necesite de un pronunciamiento prejudicial
b. El caso de las cuestiones previas 104
c. El caso que el imputado haya sido objeto de
amnistía......................................................................... 105
d. Que la denuncia se pronuncie sobre hecho que han sido
objeto de un proceso anterior en donde
haya adquirido la calidad de cosa juzgada 106
e. Cuando el imputado falleciera 107
TÍTULO 11
BREVES APUNTES SOBRE LAS NULIDADES PROCESALES EN
CASO DE INOBSERVANCIA DE LAS FORMAS PROCESALES
V LA DECLARATORIA DE NULIDAD EN CASO DE IN-
CUMPLIMIENTO DE LOS PRESUPUESTOS DEL
AUTO APERTORIO 111
VI. BREVES CONSIDERACIONES RESPECTO A LAS
NULIDADES.. 114
a. Nulidades absolutas 122
b. Nulidades relativas o anulabilidad del auto de apertura
de instrucción 123
VII. LAS NULIDADES DE OFICIO Y LAS DE PARTE 124
A. Las nulidades de oficio 124
B. Las nulidades de parte 128
a. Las nulidades sin sustanciación 128
b. Las nulidades con sustanciación 128
VIII. LAS NULIDADES PROCESALES ¿RECURSOS, O RE-
MED I OS?............. 129
LY CLASES DE NULIDADES 131
A. La nulidades expresas o específicas.................................. 131
B. La nulidades genéricas y el auto de apertura de instrucción
133 B.l. Interpretación Constitucional de las nulidades ge-
néricas 135
B.2. Clases de nulidades genéricas 143
a. Las nulidades genéricas sistematizadas o con-
centradas 143
b. Las nulidades genéricas no sistematizadas o no
concentradas 143
C. Las nulidades virtuales, tácitas o implícitas 144
X. EFECTOS DE LA DECLARATORIA DE NULIDAD.....
144
XI. FUNDAMENTOS CONSTITUCIONALES DE LAS NU-
LIDAD ES........ 145
A. EL DEBIDO PROCESO 146
A.l. GARANTÍAS DEL DEBIDO PROCESO 154
A.l.l. La garantía formal del debido proceso.... 154
a. El juez natural............................................................. 154
b. El procedimiento establecido................................... 157
c. El derecho de defensa............................................... 158
c.l. La indefensión 164
d. El principio de debida motivación........................... 170
d.l. Elementos constitutivos del princIpIO de debida
motivación.......................................... 174 d.1.1 La motivación
fáctica........................... 174 d.1.2. La motivación
jurídica......................... 175 A.l.2. La garantía sustantiva del
principio de debido proceso............................................... 177
a. El principio de proporcionalidad.............................. 177
a.1. Sub-principios de la proporcionalidad 180
a) El sub-principio de idoneidad o adecuación 180
b) El sub-principio de necesidad de intervención
núnima........................................... 181
c) El sub-principio de proporcionalidad en sentido
estricto............................................. 183
b. El principio de razonabilidad................................... 185
XII. FUNDAMENTOS PROCESALES DE LAS NULIDADES 190
A. El principio de especificidad o de legalidad 190
B. El principio de trascendencia 194
C. El principio de convalidación 196
D. El principio de protección 199
E. El principio de preclusión 201
XIII. BREVES APUNTES SOBRE LAS CAUSALES DE
NULIDAD EN EL PROCESO ORDINARIO 204
XIV: ÍNDICE JURISPRUDENCIAL................................................
208
A. El principio de proporcionalidad 208
B. El principio de razonabilidad 212
C. El principio de legalidad 213
D. El principio de seguridad jurídica 217
E. El principio de debida motivación 218
F. El principio de tutela judicial efectiva 221
G. El principio de debido proceso 223
H. El derecho de defensa 227
I. El principio pro homine..................................................... 232
J. El principio pro libertatis 232
K. El principio de dignidad humana 232
L. La denuncia penal y el principio acusatorio 233
M. La libertad individual y el derecho de locomoción 234
N. Las oobligaciones del Poder Judicial................................ 235
O. El juez natural...................................................................... 235

S-ar putea să vă placă și