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PAIDÓS ORÍGENES
JACQUES LE GOFF Y NICOLAS TRUONG
_Últimos títulos publicados:

10. M. Friedm an y G. W. Friedland, Los diez mayores descubrimientos de la medicina


11. P. Grimal, El amor en la Roma antigua
l2. J. W. Rogerson, Una introducción a la Biblia
13. E. Zol b Los místicos de Occidente, I
14. E. Zalla' Los místicos de Occidente, II

UNA HISTORIA
15. E. Zalla: Los místicos de Occidente, III
16. E. Zalla, Los místicos de Occidmte, N
17. S. Whi,field, La vida en la rula de la seda , .

DEL CUERPO EN
,.., ·
18. J. Freely, En el serrallo '., .....
19. J. Lamer, Ma rco Polo y el descubn'mienlo del mundo
20. B. D. Ehrman , Jes:ís, el pro/eta judío apoca!�otico
21. J. Flori, Caba lleros y caballería en la Edad Media
LA EDAD MEDIA

'- º·

22. L.-J. Calve,, Histon·a de la escritura


23. W. Tre:idgold, Breve histon·a de Bizancio
24. K. Armstrong, Una histon·a de Dios·
2:5. E. Bresciani, A on'llas del Nilo
26. G. Chaliand y J.-P. Rageau, Atlas de los imperios
27. J.-P. Vcmant, El individuo, la muerte y el amor en la antigua Grecia
28. G. S. Kirk, La natur aleza de los milos griegos
29. J.-P. Vernant y P. Vidal-Naquet, Mito y tragedia en la Grecia antigua, vol. I
30. J.-P. Vemant y P. Vidal-Naquet, Mito y tragedia en ia Grecia antigua, vol. II
31. l. Mereu, Historia de la intolerancia en Europa
32. P. Burke Histon·a social del conocimiento
33. G. Leick, Mesopotamia

..-�
34. J. Sdlier, Atlas de los pueblos del Asia men'dional y on·ental ORJGINAL PROF. S. GÓMEZ
35. D. C. Lindberg, Los inicios de la ciencia occidental
·. 36. D. I. Kertzer y M. Bar bagli (comps.), Historia de !a /amil,c europea, I
37. D. 1. Kertzcr y M. Barbagli (comps.), H,sfóñriJé·la familia europea, JI HISTORIA SOCIOCULTURAL DEL
38. D. I. Kcrtzer y M. Barbagli (comps.), Histon·tl de la familia europe:1, III
39. J. M. Bloom y Sh. S. Blair, Islam ARTE II
40. J., Dugast, La vida cultural en Europa entre los siglas XIX y XX
4 L J. Brotton, El bazar del Renacimiento
42. J. Le Goff, En busca de la Edad Media l\tIATERIAL PARA ALUMNOS
43. Th. Dutour, La ciudad medieval REGULARES,
44. D. Bi.tisserec. La re<Jolución cartográfica en Europ a, 1400-1800
45. F. Seibt, La fundación de Europa SElVUPRESENCIALES Y
4.6. M. Resco.ll, Los siete mitos de la conquista española LIBRES
47. P. Grimal, Historia de Roma
48. J. Sellicr, Atlas de los pueblos de f:frica
49. J. Le Goff y N. Tru ong, Una bislon·a del e-Jerpa en la Edad Media

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Título o ir gimil: U11 , b,s1oire du corpI au Mayen Áye


Publíc odo en fronc6s, en 2003, Éditions Liana Levi, París

Trnducción de Josep M.Pinto

Cubierto de Jonn Bawlé


Sumario
Le Goff, Jacqucs
Una hismria dd cuerpo en la Edad Media / J acques Le Gofí
y Ni.colas Truong
la ed.- Buenos Aires: Paidós, 2005.
168 p.; 23xl5 cm.(Orígenes)

Traducido por: Joseph M. Pinto

ISBN 950-12-8749-1

l.Historia dd Cuerpo-Edad Media.2. Sociología de la


Cultura.l.Truong , Nicolas Prefacio: Las aventuras del cuerpo 11
II.Pinto, Joseph M., trad. II I.Título Introducción: Historia de un olvido 17
CDD 306

l. CUARESN1A Y CARNAVAL: UNA DINÁMICA DE OCCIDENTE ... 33


l' dici611 en Argentina, 2005
La gran renuncia .................................. 34
Esto obro se benefició del P.A.P. GARCÍA LORC A, Progromo de Publicoción del Servicio de El tabú del esperma y de la sangre ............... : .. . 36
Cooperación y de Acción CulLura.l J(; Id Embajad¡¡ de Fr:.nd:i ::.:-i Sp:.ñ:: y dd M.in!ste:--!o fr:mc'.!s
de A!untos Exrcriores. La sexualidad, cumbre de la depreciación ............. 38
Reservados todos los derechos. Qued :i riguros:imentc prohibida, sin la aucoriz.:ición cscrit:1 de los Teoría y práctica ................................. . 41
titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en los leyes, la reproducción parcial o toco! de esta Raíces de la represión: la Antigüedad tardía ........... 43
obr:1 por cu:i!quicr mcd� o procedimiento, incluidos 1:1 reprogr3ffo y c:l trat:imicnto inform�tico.
El cristianismo, operador del gran vuelco ............ . 45
© 2003, Éditions Liona Levi
© 2005 de la traducción, Josep M. Pinto
La mujer, subordinada ........................... . 47
© 2005, de rod as las ediciones en costcllano Estigmas y flagelación ............................ 50
Ediciones Pai<lós Ibérica, S.A.
Mariano Cubí 92 - 08021 Barcelona - E spaña Magro y graso ................................... 51
© deesta edición, para Argentina y Uruguay, La revancha del cuerpo .............................. 53
Edimrial Paidós S.A.I.C.F.
Defcnso 599 - 1065 Buenos Aires - Argentina Serpiente de piedra contra dragón de mimbre .......... 54
c.mail: literaria@editorialpaidos.com.or El trabajo entre pena y creación ..................... 57
www.paidosargentina.com.or El don de las lágrimas ........................... . 61
Tomarse la risa en sen·o .......................... . 65
.
Qued ohecho el de pósito que previene lo Ley l l.i23
Impreso en A:gentina - Printed in Argentina __ Los sueños bajo vigilancia .......................... 69
Impreso en Primera Clase
California 1231, Ciudad de Buenos Aires, en noviembre de 2005
Tirada: 1250 ejemplares 2. VIVIR Y MORIR EN LA EDAD MEDIA .........•.... .. .. .. 77
EÍ camino de la vida ................................ 78
ISBN 950-12-8749-l
Las edades de la vida ............................. 79
Edi c ió n para comercializar exclusivamente en «¿Se acostaban?» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81
Argentina y Uruguay

--
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SUMARIO 9
CUERPO EN LA EDAD MEDIA
8 UNA HISTORIA DEL

. 84 El Estado es un cuerpo ............................ 138


o. ..................
.....

Finalmente aparece el niñ .. 87 La cabeza invertida ............................... 140
,,
1
la vejez ... ... ... ... .....
Prestigio y malignidad de 88 La cabeza sobre los pies ............................ 142
ina ............ . · ......... · .
l' La enfermedad y la medic .... 92 El rey y el santo ........................
· _ ..... _ ... 143
elegido .................
El enfermo, rechazado y s .. 93 El cuerpo de la ciudad ............................ . 144
teoría de los cuatro humore
ll La «mezcla adecuada» y la · · · · · · · · · · · ···· 94 �
...... · .. · · ·
\!
!i
Hermano cue ipo ......
La orina y la sangre ......
......... ... .. · · · .. · · . ··· 96
96
Conclusión: Una historia lenta ....................
Bibliografía ............... __ ...............
......
..... .....
145
151
... ... ... ... .
'i ............ 165
Bajo la máscara de Galeno - ... ... ... .... .
Índice de nombres ........... .........
'
�l . . 98
lástica ..................
1

Límites de la medicina esco



... ... .. . 100
Una sociedad asistencial
..................
· · · · · · · · · · 101
............ · .
.i;

Abrir los cuerpos ......... . . 102 1


... ...
riosos o atormentados
Muertos y moribundos: glo ... ... . . 103 ?.
undos .............
El breviario de los morib
�.
.. . 105
Presencia de los muertos ........................

···· · · · ·· · · ·· 111
....... · · · · · · · · · · ·
.'i

3. CIVILIZAR EL CUERPO
· · · · · · · ········ ···· 112 ',.
mía ......... ·
La gula y la gastrono ..... 112
culturas: un encuentro ... �
Dos alimentaciones, dos ... · 115
.....................
Las buenas maneras ...... , ... 116
rpo ...................
La puesta en escena del cue . -�
.........................
117

¿Desnudo o vestido? ... ..... ... .... ... . 119
y María
La belleza femenina entre Eva · · · · · · · · · · · · · · 120
El baño ......... · · · ·
·············
... ... ... . . 121
...............
Una civilización de gestos ..... . 123
ados .................. -,
El cuerpo en todos sus est · . · · · ·.· · · 124 .,
............. · · ·
La monstruosidad ...... ····· 125 i
............. · · · · · · · ·
¿Y el deporte? .........
·· · ·· · · · · · ·· · · 129
TÁFORA ... · .... · · ·
4. EL CUERPO COMO ME ·········· 130
mos .............. · . · · ·
El hombre microcos
rio ......... .............. 131
El corazón, cuerpo del deli ........ 132 �
gente .. : ............._..
La cabeza función diri ... · . : ....
· ...... 134 í
•.........
El hígad;, gran perdedor ... .. - .......... 134 '
ambigüedad ... .
La mano, instrumento de . ·- 135
orporal ............ : ...
Uso político de la metáfora c ....... .... . 136
..............
¿La cabeza o el corazón? - ... .. . 137
ojos en la cabeza ......
............
Como los
·. -� '

Introducción:
Historia de un olvido

El cuerpo ha sido olvidado por la historia y-por los historiadores,


por mucho que fuera y continúe siendo el protagonista de un drama.
Esta abrupta fórmula ignora la diversidad de los discursos y de los
recorridos, la pluralidad de las i..-i...-estigacio.üeS históricas. El enü.ücia­
do de la regla se mofa de la excepción, ya qúe se han ido dibujando
nuevos enfoques, desde. los trabajos de Norbert Elias sobre la civiliza­
ción de las costumbres, las investigaciones de Marc Bloch y de Lucien
Febvre sobre las mentalidades medievales o las de Michel Foucault so­
bre la locura en la época clásica, el nacimiento de la prisión y de la clí­
nica, a,sí como sus últimas reflexiones sobre la antigua «preocupación
por uno mismo». Hasta entonces, Y. con la notable excepción deJules
Michelet, que en el siglo XIX deseaba «evocar, rehacer, resucitar las
edades».mediante la «resurrección integral del pasado» sospechando
de este modo algo en este ámbito, la historia del cuerpo ha sido olvi­
da_da. A pesar: de algunos saludables redescubrimientos, como el de la
historia de la sexualidad en torno a las décadas de 1960 y 1970-tribu­
tarias, a veces hasta el paroxismo, de la demanda social expresada por
las preocupaciones del tiempo presente, y que ocultarán tanto como
marcarán la historia del cuerpo-, la manera de vestirse, de morir, de
alimentarse, de trabajar, de habitar la carne propia, de desear, de soñar, 11
de ·reír o de llorar no ha accedido al estatuto de objeto digno de interés
histórico

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-- - - .. - -· . - ---···
.

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""""
..
INTRODUCCIÓN
HI I A rll/11> MI llli\
18 UNA HISTORIA DEL C.UERPO
-Y con una int:nsi dad mucho más fuerte que la de sus suc esores, his-
ado la idea . , .
e mucho 11r1111 ,u ha rein
En la disciplin a histórica, durant ., la cult ur a . Ahora
tonadores, etnografos y folkloristas- cuando enun aa que 1as tres fu n-
naturale za, y no c1· ones de la bruja se refieren al cuerpo "Cur ar, hacer amar' hac er re-
de que el cuerpo pertenecía a la . Inc lu la cons­ ··
. Forma parte tic dla so
bien, el cuerpo tiene una historia s la r p resen­
gresar a los muertos".»
. .
conómicas y soc ialc o s e
tituye, tanto como las estructuras e E n su penet rante Michelet (1954) ' Rolan d B--1.ea.rw s insis te en 1 a d 0.

1
algún modo, su p rod ucto y agente .
taciones mentales de las que es, de t ng amos .
1 61 e cara de este «com :dor de �storia», tan sensible a las manifestacio ­
t bl de Michelet mere c e
que nos de e
ne s d el cuerpo a traves de l a hi storia -muy particularmente a la an
L a e xc e pci ó n no a e
y solitaria que le lleva a redactar .
El
Explicando la inic iativa singul ar s t b a­
gre- como trabajado él mismo pl or un cuerpo «enfermo de hiscona».
. . .

pueblo (1837), ob ra destinada a
conocer «la vida del pueblo, su ra
iv.
1'.fi chelet comedor de histori a : «[ vlichelec] la "rumia " , es decir que al
f iesa que los detalles di semi nad os . .
1
jos , sus su frimientos», 1vlichelet con mism o nempo la rec.orre y la inoi "' ere· El "oe sto corporal que ilustra ' me-
ir su empresa no son «ni piedras ni .
que va recopil ando a fin de cons titu ¡or esta dobl e oper�ci ón_ es la marcha», explica Roland Bartb es . Mi-
res». Se trata de un buen ejemplo .
guijarros, sino los huesos de mis pad chelet enferm o de histona : «El cuerpo en tero de Michel et se conv1er-
que se prop one r ésucit ar los cuer­
de un método histórico encamado la
t� en e1 ?reducto de su p ropia creación, y se establece una especie de
.
pe ro también de la i ntu ición de . .
po s d e los hombr es del pasado, ndo crib , La
sunb1 os1 s sorpren den t e entr e el historiador y la His tona», prosigue.
, , .
de las edades , cu a es e en
importancia del cuerp,J a c ravés j as , el mayor
«Las nau seas , los verogos , las opresio nes no proceden tan sólo de las
_
r v luci ón que efectúan las bru estaci ones y de los �a s ; es el hor r or mismo de la historia narr ada lo
bruja (1862), que «la gran e o
drí m os denomi­
Media, es lo que p o a
paso co ntra el espíritu de la Edad stiv ». Y obser­
que los provoca: 1vlichelec tiene ja qu ecas "históricas" · No de be ver se
' ·
las funcio nes dige as
ah i º��una mecaior ,e a , se trata de jaquecas rel es : septiembre de 1792
nar la rehabilitación del vie ntre y de
a

q nobl es , y -
rtes de l cuerpo ue son
va que, e n la Edad Media, había «pa los 1D1c10s de la Convenci ón, el Ter ro r, tantas enfermedades inmedia�
oc ras no, aparentewe nte
plebeyas». .í tas._ concretas co mo d �lo�es de muelas . [ ...] Estar enfermo de la Hi s­
ad y ia mo r al _
nce rraba en la e sterilid to na no es sol o consmu 1r la Hi st oria como un a1un· en to , co mo un
Mie ntras que la escolástica se e a», redescubría . .,
ascética, nos dice, la bruja, «realid
ad caliente y fecund pescado sagrado, smo cambien com o un ob1·eco poseído·, las "1·aq uecas "
en la bruja ot ra .
o. Michelet v e, pues ,
1
la natur aleza, la medicina , el cuerp e la
histonca , · s , por su parte, no uen en otra finalidad que la de fun da r a Mi-
«b ajo el nombre de Satán, persigu
Edad Media. Ya no a quella que, , tan to
chelet como manduca dor, sacerdote y pr opietario de la Historia.»
_
en la que se despliega el cuerpo
libertad», sino una Edad Media e vi a .
S!D embargo, hasta que se sumer ge en las ciencias sociales, la histo­
ent os , e n su pulsión d
d
ravés de sus sufrimi ri a no concede un lugar a las «aventuras del cuerp o» en las que Bloch
en sus e xcesos c omo a t nera
ablar de Sat án era tal vez una ma
y a travé s de sus epidemias. «H n lug ar dis­
recomendaba comprometers e. En las confluencias de la sociol ogía y
. .
d e nombrar un male star
que se sitúa " en otra parte ", en u de la ant ropol ogía, Marcel Mau ss (1872-1950) fue el pnm er o en 1Dte-
, y en prime r lug a r e n el cuerpo», , , de su comumca- .
tinto de la c onciencia o la sociedad 2 ich el t l o presiente
resarse por las «recnicas del cuerpo». En 19)� 4 , a r ruz
., .
Jeanne Favret-Saada; «M
e
según señala la emógrafa
c1o n a la Sociedad de Psicología, el autor del Ensayo sobre el don de­
clara que por esta expresión entiende «las maneras mediante las c al
lanei,c, París, lo: �ombres, sociedad por socie da d, de una manera tradicional s�be�
, bajo la dirección d e Paul Vial
l. Jul es Micbclel, Oeuvm complew nma rion , col. «GF», 1966. Sobr e la ucihza r su cuerpo».3 Partiendo ta nt o d e consider aciones ci e�tífíca s
iere, Parí s, Flru
Flnmmarion, 1971. También La Sorc l en 1833, y luego
i3 pi,,puesra por Jules Michcle
visión maravillosa de 1 3 Edad Med , «Le Moy en Áge d e Mi­
1855, véascJacques Le Goff
sombría y tenebrosa a partir de arto », 199 9.
col. «Qu
r '�:r3�.¡el (1936),en5oc
Mauss, «Les :ech�iques du corps» (19.34), Journal de psyhologie, vol.
c
, París, Gallima rd,
chelet», eo Un autre Moyen Áge
, abril de 1971, retomado en
Corpr pour corpr. En· xx1i :olog:eetanth ologie • París • PUF, 1950·, reed. co I. « Qua-
2. Jeanne Favre c-Saada, Cn'tique . rop
José e Con tr ras) , Parí s, Gallimard, 1981. dnge», 2001.
bocage (co e
quite sur la rorcellen'e ddns le
n
rorl s, Par ís, Gal limard, 1977.
Les Mots, la mort, les
Véase también, del mismo autor,
20 UNA HISTORIA DE.L CUERPO EN LA EDAD MEDIA INTRODUCCIÓN
21
como de observaciones empíricas y personales -la manera de· nadar, frilj;r:?z.as, civilizaciones y soci edad es» en relación con el r esto d e la
de co rrer O de cavar-, Marce! Mauss logra convertir las «técni�as del hiirii'anid�d que sigt.i� adoptand o esta posició n práctica y estratégica.
cuerpo» en la entrada ideal al análisis del «hombre total» a traves d e la «Finalmente», señala, «es preciso saber que la danza en pareja es un
historia y el estudio de las sociedades. ., . producto de la civilización moderna. Lo cual demuestra que una serie
«En el hospital ruve una especie de r evelacion», e:cn�e. «Estaba de cosas r ealment e naturales para nosotros son históricas.» El cu erpo
enfe rmo en Nu eva Yo rk. Me preguntab a dó n de
babia visto antes a tiene, pues, una historia. Y la historia del cu erpo tal vez comenzó con
unas seño ritas caminando como enfermeras. T enía tiempo para pen­ esta conferencia de Marce! Mauss , o en cualquier caso la de l a an'tro­
sarlo . Al fi.a encontré qu e era en el cine. Tras regresar a Fr�cia, ob ser­ pología hiscópca a la qu e se viocula el presente ensayo.
vé, sobre todo en París, la frecuencia de esta marcha ; las J ovenes eran En su «Introducción a la obra d e Marcel Mauss», Claude Lévi­
francesas y también caminaban de este modo . De hecho , los modos de Strauss puso de relieve perfectamente lo que el conjunto de las «ciencia s
marcha americanos, gracias al cine, comenzab� .ª, llegar entre noso ­ humanas» debía al sobrino de Émile Durkheim, y en particular a este tex­
tros. Era una idea que podía generalizar. La p?s.ici�n de �os b�azos, la to sobr e <<las técnicas del cuerpo» en el que se estudia <<la manera en la
de las manos mientras caminamos, forma una 1diosrncrasia social, y no que cada sociedad impone al individu o un uso ri gurosamente determi­
simple mente un producto de no sé qué, ar�eglos y m�c�ismos p� ra­ nado de su cu erpo». 4 No obstante, prosigue Lévi-Strauss, «nadie, en rea­
mente individuales casi enteramente psiquicos .» La tecmca la enuen­ lidad, ha abordado todavía esta tarea inmen sa cuya urgent e necesidad
de aquí Marce! Ma�ss co mo «W1 acto tradicional eficaz», y el cue�po subrayaba Mauss, a sab_er, el inventario y la descripción de todos los usos
como «el primero y más natural instrumento del hombre». Recurnen­ que los hombres, en el curso de la historia y sobr e todo a través del mun­
do a la noció n del «habitus» , término que volveremos a e ncontrar en_la do, han hecho y siguen haciendo de sus cuerpos. Coleccionamos los pro­
esco1,asuc · a me ruevru u.u -r
,. .1 -qu e se0m',n J.'0 ma's de Aquino desio0n a una «dis- . , ductos de la industria humana; recogemos los textos escritos y orales .
ente al «ps1co-
1 ual>>- , y que Mauss toma prestado justam
· ·,on h.abºt
pos1c1 , . . ?ero las posibilidades tan oumeros2s y variadas de las oue es susceptible
lo.go» Aristótel es, el sociólogo muestra que estas tecruc�s q ue ngen el esta herramienta, que n o obstante es universal y de la que puede dispo­
cuerpo «varían sobre todo con las sociedades, las educaciones, las con- ner cada pers ona, como es el cuerpo del hombre, la s seguimos ign oran­
veniencias y las modas, los prestigios». . do, salvo aquellas, siempre parciales y limitadas, que se integran en las
Lo que Marcel Mauss entrevé y gener�a �ara la ��ropolo�ta Y_ la exigencias de nuestras culruras particulares». L a constancia del olvido
sociolo gía también se puede aplicar a la -�stona ! �: dinge al hiStona­ del cuerpo es manifiesta en este sentid o . La historia del cu erpo se apla­
dor. Nacimiento y obstetricia, reproducoon, nutnc10 n, fr otado, lavado, za sin cesar, se programa, se reivindica. Pero apenas se p ractica o asume.
enjabon ado .. . Enumerando todas las «técnicas del cuerpo _ » d_el ho m­ Y sin emba rgo, unos añ os después de las observaciones fundacio­
bre Marcel Mauss muestra que el cuerpo es y tiene una h1sto na . nales de Marcel Mauss , una de las c ontribuciones mayores a la hi storia
'«La noción seoún la cual el acto de acostarse es algo natural es c� m­ del cuerpo se difundía gracias a La civilización de las costumbres y La
»,
pletam ente inexa�ta», escribe a propósito de las «técnicas del su�no dinámica de Occidente, de Norbert Elias (1897-1990), dos entr egas de
.
evoca ndo en particular la maner de d rmir de pie de lo mas s ai o su
a o s
una misma obra consagrada al estudio del «proceso de civilización».5
de
propia experiencia de sueño rudimentario en los campo s de b atall a
la Pnm · era G uerra MW1dial · «La forms de sentar se es fu n dam e ntal»,
,. 4. Claude Lévi-Strnuss, «Introducrion a l'oeuvre de MarceJ Mauss», en MarceJ
observa a propósito de las «técnicas de repos
o». Mauss llegara mcluso
_ Mauss, Sociologie el anhtropologie, París, PUF, 1950.
. ·
a d1stmgwr · <Ja humani'dad en cuclilla s y la humanidad sen tada», y a 5. Norbert Elias, La Civilisation des moeurs (19.39), París, C:ilmann-Lé vy, 1973;
en
deplo rar qu e nosotro s, los occidentales, «ya no � abe?1o_s ponernos
reed. Presses Pocker, col. «Agora», 1976; La Dynamique de l'Occidenl, París, Calmann·
·
cuclillas», signo segun , él de la absurdidad y de la mfenondad «de n ues-
Lévy, 1975; reed. Presses Pocker, col. «Agora», 1990; La Société de co11r, París, Cal­
mann-Lévy, 1974; reed. Flammarion, col. «Champs», 1985.

. 'fii
-.··_, t
EN LA EDAD MEDIA INTRODUCCIÓN 23
22 UNA HISTORIA DEL CUERPO

giado en Inglaterra bajó el nazis­ La in corporación de las prohibiciones y de las normas soc1·a1 es
La obra de este sociólogo alemán refu .. a, incomodidad y pudor tienen una hist .a.y el
En esta empresa de sociología his­ ·
evol uc10na: verguenz on
mo no se conoció hasta muy tarde. . . mt .
6

er el «proceso de civifuació n» «proceso de o·vili·za o· o, n» de Occidente' que pretende repnrrur e-


tórica, Norbert Elias intenta comprend ia y la in­ · . .
ocontrol de la violenc n· onz· ar y pnvauzar los "'o-estos que los hombres asimil. a ban a 1a arumali-'
-que descansa, simplificando, en el aut tumbres
avés del esrudio de las d a� pasa �-or un cuerpo igualmente actor y receptor de es te roceso
teriorización de las emociones- a tr
cos
·
ar en la Edad Medi y el Re- _
y de las «técnicas del cuerpo», en particul La mven c10n de la escupidera' del pañuelo O del tenedor, por P eJernp l0
a
.. . . ,
nacimiento. cesum�m · ·a la codif1 cac1on social de las «té cnicas» corporales Poco '
. .ª
fía y s obre todo en la sociolo- p oco, estas se controlan, se disimulan' se a·vili·zan....<u-r n ofundamente m-
Formado en la medicina, en la filoso .
Weimar, en plena revolución psi ­ orp ªd º�_Y sen u�os como naturales, estos sentimie ntos acarrean l a
gía de Max Weber en la República de .
ciones corporales al rango de ;orm:1z
coanalítica, N orbert Elias eleva las fun ac10n de reglas de conducta' que construyen un consen so s o-

o Y no cualquiera de
estas funciones.Re­ bre 1 �s gestos que convie ne o n o convie ne hacer, gestos que a su ve z
ob jeto his tórico y sociológic .
en 19.3 9 cua ndo su autor ya ha­
dactada entre 1936 y 1937, y publicada umbres se toma
contnbuyen a modelar la sensibilidad».7
bía huido de la Alemania naz
i , La civilización de las cost !1ª s �a 1a� aportaciones fundamentale s de la «s ociogénesis» y de la
dores result a fútil: las mane­ .
en serio lo que para numerosos investiga «ps 1cogenes 1s» formuladas por Norbert Elias -<< 1a h1s tona. de una
. .
dos, autorizaci s o prohibicio­
ab
ne . .
so Ci· ed ad se refle¡ a en la histori a inter n a de ca da in di v1 duo » escn-
ras de comportarse en la mesa, los mo - ..
o

de defecar, de orinar, de copular


nes de mocarse, de escupir, de vomitar, be-, so'lo El otono de la Edad Media (1919) de Jo han Hmzmo
.
· ' a en
. .'
de urbanidad, cuya culmina­
o de lavarse.A través de los manuales el s1g1o XX, representa una aproximació n de la disc1·plina h1s tonc
'
,"' a a
Elias muestra a su vez que e'sras una atenc1·on � art:· cular al cuerpo. Com o lo testimonia d capítulo de
ción será el de Erasmo en el siglo XVI, _
s son culturales, es decir, histó-
fun ciones corporales llanrndas naturale es a obra an oenúf� co c m o poético consagrado al «áspero sabor de 1a
� � ?
ricas y sociales. v1 a>> en que el h1stonador neerlandés pide ai lector que «se acuer -
, los vestidos, la expresión del .. . .,
«La actitud del c uerpo , los gestos do es la ex­
de de es ta recepuv1dad ;· esta facilidad de emo ciones, esta propension
or que detalla el trat a
rost ro, todo el co mportamiento exteri as lo sabía:
a l as 1,agnmas, . esto s retornos e spirituales, si que remos concebir la
escribe. N orbert Eli
pr esióÜ del hombre en s u conjunto», la resis­
aspereza de gusto, la violencia de col or: qu e tenía la vida e n aque11os
además de la reducción tr adic
ional del cuerpo a la r. aturaleza, _
uempo s ».s
stos fenómenos , juzgados indig­
tenc ia 0 la repugnancia para estudiar e
.
pero sera, preciso esperar a Lucien Febvre (1878-1956) sobre
ura determinada, tal vez es una de
nos o innobles en el seno de una cult ��� ��
oa c Bloch (1886-1�44) , �� de�ir, a los trabajos de la <:e scuela
_
cuerpo tardó tanto en apa recer.
las razones por las que la historia del os
.,
es», par2 que la 1Dhllc1o n hi s tóri ca disfrute de una auténti-
s capaz de operar un rerorno se­ .
«Nues tra conciencia no siempre e ca atenc1on, y se tran sforme realmente en un pro"'orama de m· ves t1oa -
.
historia», es cribe.«Ya no tenemos , - En s u Apo¡ogia , para la historia,9 texto inacabado y publicado ºor
mejante a la primera fase de nuestra C1on
_
a con la que Erasmo podía dete­
la costumb re de la franqueza ing�nu ; ara nuestra
Luaen Febvre en 1949, Mar c Bloch no desea separar al hombre de �us
ortamie n to humano p
nerse en todos los aspectos del comp
era el um bral de lo to
lerable. Pero éste for­
sens ibilidad, a menudo sup
emas que sQn e,! objeto
de nuestro
ma parte precisamente de los probl
7. Nathalie Heinich La Sociologie de Norb:'t Et·,as, Pans, La Découverte' 1997·
. .
8· Joli an H umnga, L''Automne du ,',[oyen A e (1919) , pans,
, Payoc, 1932. Nueva-,
es tudio.» , preced1·Jo por una entrevista de Claude Mee-
edición col. «Petice bibliotheque Payot>,
era· con Jacques Le Goff, 2002.
e et l'Histoire, bajo la dirección de Alain Garri­ i� �:::¡�����o�:t�::;;f:1:;�1:� ou Métie, d'histon'en, p refacio deJacques
6. Véase Norben Elias, La Politiq11 Le
La Déc ouv erte, 1997.
gou y Bc:rnard Lacrois, París,
ff

\
INTRODUCCIÓN
25
LA EDAD MEDIA
DEL CUERPO EN ente
UNA HISTORIA eñarse e n co ndiciones realm
24
incluso ·:)\iá�Ja h umanjd �, en lugar de emp l os fil ós ofos y
ales10 (1929) escrib e de barbarie »,
anas», se h unde «e� una nueva forma
a,

r de l a revista Ann : hlll;1_


vísceras. El cofun
dad o
de la ley enda .
All donde
í r Wiesengrund A do rn o insi st en
r s e pa r ece al ogro soc10logos M ax Horkheuner y Theodo
qu� «el buen histo ri ado
a su presa».
En efe cto, «de­ o tas y esbo z os », en la «importancia del cuer-
ab e q u e se encuentr también, en una de sus «n
huele carne human a , s
ais aj e, [las herr
amientas o las máqui­ po» en la historia occidental.
e s d el p
trás de los rasgos sen
sibl
fríos y l as institucio
ne s en to de Investigaciones socia-
t s e n ap ariencia más Para los dos representantes delJnsriru
nas), detrás de los escri
o
de quie nes
los han esta­ ropa tiene dos historias : una, bien
compl e ta m en t e desape gadas
na cons­ les de _Frandor:1 (1923-1950), «Eu da por
aparien cia más de captan> . U ea. L a segun da está constitui
es q u e l a his t ori a preten conoc1�a y escnt�, la _otra subterrán
blecido, están los homb
r ar al ho mbre hum an as r e prim id a s, des­
ega a mutil el des�o de los msuntos y d e las pasiones
c Bloch se ni
esa to da su obr a: M ar ado es p reciso 1944 e n Dial éctic a de la
tante atravi bien, si de un l criben en
y de su c u erpo . Ahora
an as un naturalizadas por la civilización», es t», emp e­
de su sensibili dad s hum «escuela d e Fran kfur
al ez a hum ana
y en l as sociedade �ustración. P ara l o_s _fundadores de la
12
l a n a tu r m br e y de g-Ún l a va ra del te­
que exista «en pios nombres de h
o o de la cultura occidental se
n el cual l os pr o nados en releer el conJunt
te , si consta r que
ta que todo a;uello q ue p erma­
fondo permanen da», pr osigu
e , es forz oso rro� nazi, «el régimen fascista actual, en el
an d e ci r ná duda, ta y
socied ad no querrí en su espíritu y, sin ón entre l a historia man es ifi
h a c a mb i ado mu cho : necia oculto sale a la luz, revela la relaci s ta ­
«el h ombre también deli c ados de su
cuerp o . Su atmó sfera la cara oscura, desatendida en las ley
endas oficiales tanto de l os
E
sm o s m ás ta - tican». La histo­
hasta e n l os mecani fu n dame nte; su
higiene Y su alim�n dos nacionalistas como d
e l os p rogresistas que l as cri
ado p r o n oc-
mental se ha transf orm ria del cu erp o sería, de este m odo, lo
no pensado de la civilizació
os (1924), foc
o de l a
ción, no menos». s taumaturg cidental.
r o , L os Reye gestua ­
D esde su pri m er lib y de l a entre el marxismo y el freu-
des y d el c ue
rpo, de l os rituales histo­ Hor�eimer y Adorno, a medio camino
histori a de las me ntal i da
tica hist órica en l a
q ue el . debía rep resentar el mal para
ntr opología polí e l os
dis�o, p�ensan que «el cuerpo expiotado
lida d, cimientos de la a
escrófu las p
or p arte d más tenían t odo el tiemp o
ció n mil agr osa de las os,
los mfenores, y el es�íritu, al q ue los de
est ado de cosas permitió q
a c ur a l as m an ue
. riador estudia l te el s imple t
acto de
para consag�arse; el bien sup remo. Est e
de In gl at err a median est ar su p ero el p re ­
rey es de Francia y de manif es más sublim es,
pa ra la his to n· a , Marc Bloch no dej ó cie da d Eur�p� realizara s us creaciones cultural refo rz ó, al
des de el prin cip io
hasta su Apolo gía as «técnicas
del cuerp o».
En La so
se�tum e�to de l a _superchería evidente
o r a p o d e l os dio
sensibilidad histori ad
a de este nom
bre q u
j ercid o sob re el c uerpo, el amor- o
e u na h ist ori
a «más dig n m1s:rio nempo que el control e
irm a qu str os m edios re­ ens amiento d e las masa en s
feud al 11 af
q e no s red ucen hoy en
día n u e

hacia este cuerpo que h a impr egnado el p -
tímidos ensay os a los
u
uras del cuerp o».
Fusil ado p or l� s al el curso de los siglos y que encontr ó su exp
r esión auténtica en l a l en
al a s a ve nt lego entre
serv aría un luga� par o lla do este proy
ecto , nos lo
gua de Lutero».
aber d e s a rr
manes en 1944 sin h ación» en N orbert Elias
seguir.
. Lugar, sede y agente del «proceso de civiliz '.
as qu e «s um er gidos n H orkheimer y Ador
nu mer osas pist os os int el e ct ual e s
este cuerpo tanto tiempo reprimido l o percibe
id ad , n umer
Ya se a · az ar O neces ar a a Han nah ceso de una barbarie : «En
p a r a re t o m a r la expresión tan c e
no com? la instancia de una venganza, el pro
en tiemp os somb
rí o s», cuerpo . D esd ada por el hombre, la na­
ac o r da d o Ull lugar p
arti cular al
or
esta denigración de su propio cuerpo practic
Arendt, p arecen h a ber an comp render «p lo reduj era al estado de
cuando in tentab tu�al eza se vengá del hecho de que el hombre
t a d os U nidos, de ser cruel
sus e xili o s e n Es eria bruta . Esta necesidad
ob¡et o de l a dominación, d e mat
socia/e, la re­
oire économiq11e et
o el tít ulo Annales d'hist atio ns, y hoy, Annales,
omie, sociétés, civilis
192 9 baj
10. Fundada en
An na/e s, éco n o, La Dialectiq 11e de la raison (1944),
vista se llamó, a partir de
1946, 12. �ax Horkheimer y Theodor W. Adorn
Albin ,
histoire, sciences sociale
s. obert Fossier, París, Pans, Ga)lunard, 197.ti.
été féod ale (1939), prefacio de R
La Soci
p. Mnrc Blo ch,
Michel, 1994.
MEDIA
26 UNA HISTORIA DEL CUERPO EN LA EDAD INTRODUCCIÓN

ción
y de d estruir es el result ado de una represión orgánica de toda rela Foucault pr oporcionó un a continuación inesperad a a esta primera
entre ga de la Historia de la sexualidad, c on El uso de los placeres v La
íntima entre el cuerpo y el espíritu». . . · .
-
L a misma voluntad de interrogar y criticar la raoonalid ad ocoden inq ietu� de sí, donde figura en particular un capírulo s obre el cue�o.

el c p n
tal conducirá a Michel Foucault (1926-1984) a int egrar En él, Ñiichcl Fo ucault estudia -tras la estela del libro de Jackie Pi­
uer o e

una «microfí sica de los poderes». Desde su Histoná de la locura �ea ud sobre l a enfermedad del alma- 14 l as c on cepciones y l as prác­
en la
(19 )Y ncas _ del c� erpo a partir de l a medicin a antig ua. Pero concluye -y
época clásica (1961) pasando por El nacimiento de!ª clínica _ �3
en
hasta su Histon·a de la sexualidad (1976-1984), y m as en parucul convien e citar a quí esta págin a tan escl arecedora-:
«Entre estas reco­
ar
t de
Vigilar y castigar (1975), obra de referencia acerca del «n acimien mendaciones dietéricas y l os preceptos que se p odrán encontrar más
o

c ult int rr g l man r n q ue «el cuerpo se tarde en la moral cristiana y en el pensamie nto médico, l as analogías
la prisión» ' Michel fou a e o a a e a e
, es-
13 puesto que, se gun
sumeroe directament e en un t erreno políuco». son numerosas: priJ:¡cipio de un a economía estricta orientada h acia la
, .

cribe :<las rel acion es de poder operan en él


un efecto inmedi at o, lo rareza; obsesión d e l as desdich as individuales o de los mal es colecti­
.-rnran , oblioan
l a traba¡· os a ce- vos que pued en veni r suscita dos por un desarr e gl
cerca'n, ¡ o marcan, lo enderezan, lo to....... o de l a conducta se­
o o

remonias, exigen de él signos». xual; necesidad de un dominio riguroso de los deseos, de una l ucha
la seg�-
Desde el ritual político del suplicio que se exuende has_ta contra l as imáge nes y de una anulación del placer como fin de las rela­
q mi nza a apli ­
da mitad del siolo XVIII hast a la «ortopedi a social» ue co e ciones sexuales. Esca s analogías no son semejanzas lejana s. En ellas
_
z de l a cual E r p s cubr e pueden detectarse continuidades . Algunas son indir ect as y p asan por
carse en la ref;nna del sist ema penal a ra
í u o a e

d e prisiones, un «saber» del cuerpo, que es t�bién un p o d e r s


�br: el la mediación de las doctrinas filosóficas: la regla del placer que no debe
e tend r m as a
cu er p o , acompan- a al mo·,.; .,1· ento de un a sociedad q
.....,.,.., ser un fin ha transit ado sin dud a p or el cristi anism
o más a causa de
e a
,
u
En unas lín eas
«vigilar» que a «castigar», a enderezar más qu� a p en ::.r. los filósofos qu e d e los médicos. Per o también hav continuidades di­
ue ­
que no d ejan de recordar a Marce! Mauss,. Michel F ouca ult dem � rectas; el trat ado de B asilio de Ancira acerca dé la ·virginidad -de he­
» di­
tra que en E uropa se establece un a «te01ología política d�, cuerp cho su autor pasa por haber sido médico- s e refi
ere a consideracion es
o
. « e ta tr
fusa, irreducible únicament e a las instituciones de coerc10n � manifiestamente médicas. San Agusún se sirve de Soranus en su polé­
a
p1 d
de �ustituir l as técnicas punitivas -ya sea que ést as se apro � � mica contra Juliano de Ecban a [. .. ] Si sólo con sideramos estos rasoos
cuerpo en el ritual de los suplicios o se dirija
n al alm a- en la hi st oria comunes, podemos tener la impresión de que la ética sex ual atribuida
de est e cuerpo político», escribe. al cristianismo o incluso al Occidente m od erno ya esta ba vioente al
.
hacer
lvlientras que los teóricos de la escuela de Frankfurt mtentan
'
men�s en algunos de sus principios esenciales, en la época en la que
o

Eu p , p a t de culmin ab a l a cultura grecorromana. Pero ello representaría descono­


emerger «l a historia subterránea» de �� _: _
ro a articu lar avés

atr cc n y de r pul 10n», M i­ cer diferencias fundamental es que con ci ernen al tipo de relación en sí
l a del c uerpo, sucesivamente «objeto de a 1o e s
en el seno de un
chel Fou"cault se preounta acerca del lug aF del cuerpo Y en consecuencia a la forma de int egración de est os preceptos e n la
má s elev ad a ya n o experienci a que el suj eto hace de sí mismo».
« bio-poder», es decir, de un poder «cuya �ció� _
pued e ser ahora la de matar, sino la de invesur la vid a en su totali�ad», Michel Foucault señal a aquí el corazón del problema que nos pro­
escr ibe en La voluntad de saber. El añ o
_de su muerte, en 1984, Michel ponem os analizar. Al mostrar la contin uidad entre la Antioüedad y el
cristianismo primitivo, insiste en las diferencias y en las nov:dades que
separan la ética corporal �n este caso sex ual- de la relioión de Esta-
ard, 1975 :ambién, Hiitoi- . o
13. Michcl Foucauh, Surveillu el punir, P�rís, Gallim :
· s
Pari· , Pion 1961· Hiitoire de la sexuaÍtte: torno I, La Vo-
re d e l a 1r.o¡·,e a· ¡ age elass,que,
1
' '
romo III, Le· Soua· d e sor,· p am,
·

lonté de savoir (1976); romo IJ, L'Uiage des plaisirs; y 14. Jackie Pigeaud, La Maladie de l'áme. Í:.tude sur la relation de /'ame et du corps
Gallinmd, 1984. dans la tradirion médico-philosophique antigue, París, Les Bdles
Lcccres, 1981.

INTRODUCCIÓN 29
RPO EN LA EDAD MEDIA
28 UNA HISTORIA DEL CUE

la de los óempos greco­ /�� ign o.rar. Tainp�co debe ·d�scartarsé el psicoanálisis, p uesto que su
r opa medieval de eseo,
do q ue se imp o nd rá e n la Eu preocupación p or dar razón al cuerpo, desde el sueñ o basta el d
rromanos. desde l a histeria hasta el placer, fue esencial para que la hist o efec­
ria

los histori adores que, en tuara un giro corporal, como lo testimonian, entre otros, los trabajos
onar aquí a tod os
. Resulta imposible menci oridad, han hus­ de :Nlicbel de Certeau (1925-1986). Un a lista semejante, unas deudas
utores evocados con anteri
17

la estela o ia crítica de los a como decía. Mar c semejantes, relativizan la aserción de p artida. C omo escribía Michel
mo «ogros bist0riadores», Foucault, «la historia del cuerpo la iniciaron l os historiadores hace
meado la carne humana co je, p articiparán
s acompañ arán en este via
Bloch. Much os de ell os no dia. Entre ellos, es pre ­ mucho óempo».
en estas «aventuras
del cue rpo» en la Edad Me Pero, a pesar de est9s tributas y de estas contribuciones, se trata de
z (1895-1968), cuyo libro
Los
st H. Kantorowic seguir reparando este olvido, es decir, de volver a dar razón de ser al
ciso m encionar a Ern m onumen­
(19 57) , aun que discutible, constituye un cuerpo en la Edad Media. ¿Por qué la Edad Media? En primer 1uaar
rey o se
que nos refer ir emos cuand
dos cue rpo s del
stu di d t o logía medieval al porque, sea cual sea la no vedad del gir o en las actitudes con relació�
tO de Media; Mijail
ras corporales de la Edad
e o e e

trate de analizar las metáfo Ed ad Me�za y en a1 cuerpo y la sexualidad que, como bien han demostrado Michel Fou­
n La cultura popular en la cault, Paul Veyne, Aline Rousselle y Pecer Brown, se manifestó en el
Bajtin (1895-1975) que, co , h onentado
Fran�ois Rabelais (1970) a
Imperio Romano incluso antes de la Antigüedad tardía, la Edad Media,
el Renacimiento: el contexto de aresma Y C rna val Y h a
os ición entre C u
la presente obra hacia la op desde el triunfo del cristianismo en los siglos IV y V, aportó una cuasi
a
risa Y de lo
acerca del nacimiento de l revolución en las concepciones y en las prácticas corporales. Y luego,
proporcionado valiosos análisis
a

19-1996), cu apor­ y
públicas ; Georges Duby (19
a
c ómico en la s pl azas mujer y el cura, porque la Edad Media aparece, más que cualquier o tra época -inclu­
las mujeres (El caballero, la so si decidimos que termina a finales del siglo XV-, como la matriz de
tación sobre el feudalismo y y cuyo Mole
1995-1996) es indiscutible nues tro presente.
1981; Damas del siglo XII, bre el lug ar
p r jem plo , alim entará n uestra reflexión so Muchas de nuestras rµentalidades y de nuestros comp ortamient os
s re­
el Occidente medieval. Má
Mo yen Ág e, o e

c pa el cu rp o de la muj er en se concibieron en l a Edad Media. Por ejemplo las actitudes en rel a­


que e
ce sado de aportar �
s s
ete r Brown no han
o u
os gir os mayores en el
cientemente, Paul V eyne y P q ma r a la An u- �ón con e1 cuerp o, pese a que se produjeron d
«renuncia a la carne » siglo XIX ( con el resurgi.mientO del deport e) y en el XX (en el terreno
contribuciones críticas a la
ue c

ella. ·
omana con :u hu
güed ad tardía y la socied ad r il
.
Durk.heim,, que vei a _ el
de la sexualidad). En efecto, en l a Edad Medi a se instal a este elemento
ula r con Em
La sociolo gí -e n par ti fundamental de nuestra identidad colectiva, el cristianismo, atormen­
e
ropolo_gi a -Maunce
c
a
15
uación»-, la ant
cuerpo como «f actor de individ ntemente de tado por la cuestión del cuerp o, a la vez glorificado y reprimido, exalt a­
intentado comprender reae
Godelier y Michel Panoff han del cuerpo hu­ do y rechaz ado.
sociedades «la producción En la Edad Medi a asis timos a la apa rición de la formación del Es­
qué modo se representan las a u­
ue de Platón a Sp
inoza, de Diderot a Merle
-,1 6 la fil fía , q tado y de la ciudad «moderna», de la que el cuerp o será una de las
man» de las rela ciones entre el
oso
eguntarse acerc a metáf�r�s que más se impondrá y cuyas ins tituciones se encargarán
Ponty, no ha dejado de pr tóric a no pue -
linas que la investigación his de modelarlo. Antes de ir más allá en la importanci a del cuerpo en la
alma y el cuerpo, son discip
Edad Media, es prec iso, una vez más, recordar que la Edad Me dia no

rmes ilimentaires de la vie


religieuse, París, PUF, 196
8, !ª
fue ni ép oca de las tinieblas ni una larga transición estancada. Los
15. Émile Durkheim, Les fo c rps, Par ís, PU F, 2002, y Anthrop olo-
Breton, Sociologie d u o
Véanse asimismo David Le
iti, Par ís, PUF, 1990. ster· 17. Mii:hel de Certeau, Hist oire et psychanolyse entre science et/iction, París, Ga­
gie du c orps e t modern La Produc1ton du co rps, Am .
16. Maurice Go deli er y Michd P anoff (comps.), llimard, 1987; reed. aumentada, col. «Folio», 2002.
cmporaincs , 1998.
dam, Édicion s des archives com
..
1

,;.,
INTRODUCCIÓN
IA
CUERPO EN LA EDAD MED
30 UNA HISTORIA DEL
po. Pero también, a partir del siglo XIII, con la Inquisición, hace de la
. , oca fueron d ecisiv os: el nu evo ar ado , la tortura una práctica legítima que se aplica a todos los sospechosos de
progresos t e, cn1c os d e la ep que se pue-
. "ien el rast rillo , por ejemplo, herejía y no sólo a los esclavo s, c omo en la Antigü eda d .
ro tac1. o, n tnenal de cultiv os o b . . .0 d e
. a ta p1c . en,a de Bayeux ' marcan el 11110 , · ¿Por qué el cuerpo en la Edad Media ? P orque el cuerpo es el lugar
de apreciar en concreto en l . rtaroente, la primera maqwna crucial d e un a de las tens iones generadoras de dinámica d e Occiden ­
El m lin e .
s , ae
la agrícultura modema . o o
er-
· i· pal fuent e de ener,.,.,. o'a sürºue siendo el cu te. Ciertamente, el lugar central ac ordado al cuerpo no es una nove�ad
de Oc ciden .. te, pero 1a princ . as revolu-
n , qu p a a ser mas , ef 1caz Y más productivo . L . en Occidente;·b asta para ello recordar el culto de que fu e objeto en la
p o hum a o e as
. an al nacimi ento de la industna: e1 Grecia antigua, p or ejemplo, donde el entrenamient o y la estetización
pr x un . n esta,
,
ciones d e1 artesanadO nos a o
arrolla , la construc
c1o del cu erpo superan ampliamente.la culrura del cuerpo practicada en la
. na, e1 sec tor tex til s e d es
telar se perfeccio . eras rom . as. Edad M edia p or los caballeros en la guerra y en los torneos, o p or los
. , y aparecen las p rim
en expans1on, el auge ur-
Ed d M edia se d espliegan campesinos en los j1'.l egos rústicos. P ero, mientras que en la Ed ad Me­
En el t erreno cultural, en 1 a
pr duc ción (y no
de la :udad, centro de o dia se asiste a un hundimiento de las prácticas corporales, así como a
bano y las nuevas estructuras . n social (el uer p o del bur- la supresión o bien a la releg ación de los lugares del cuerpo d e la Anti­
entro d e diferenci.ac10,
c
sólo de c onsumo) ' c (los ciu. -
en tro po líti c
o o del obr ero), c
o güed ad, el cuerpo se convierte p ar adójicamente en el corazón de la so­
. gués no es el cuerp o del a rt e san no
en el que el cu e rpo ciedad medieval.
centro cultural
dadanos forman un cuerpo ), en el campo (la Edad
M e di a es Como sugier e Jean-Claude Schmitt, gran hist oriad or de los gestos
ocup a el rrusm . o lugar fundaroental que % por cam p e sin os
. - compuesta en un 90 en el Occidente medieval, es preciso sostener que «la cuestión del
una época cuy a socie.dad �stá a práctica d e l a es-

ii
d s r ll l cuerpo ha alimentado a pa rtir del siglo V el conjunto de los aspectos
, co) pero ue e a ro a
que realizan un trabaJO f1s1 is teatro pr ohibido como pagano ideológico s e institucionales d e la Europa medieval». 19 D e un lado,
e la m� o.
critur a , otra práctica d -
primer lu1::,ar · -, '-" ºn l�s conventos y en las igle h ideología del cristi1.njsmo convertido en religión de Esrndo reprime
\ bl sf m t ori. o, renace en . 1
a e a . . l, el dram a d a

l
e
o el dram a pascua el cuerpo, y del otro, con _la e ncamación de Dios en el cuerpo de Cris­
y
relig10 �? s, com
sías, en t orn o a temas n el ju ego del Apoca-
o ' to, hace del cuerpo del hombre «el tabernáculo del Espíritu Santo».
cru ci .f .
1x1o
.,
n y d 1 ª r esur re c c1 0n de Jesucn'st
. de 1os cuerpos masacrad os po r el Anticnsto, y por
e
o e
. l os De un lado, el clero reprime las prácti cas corporales, del otro las glori­
. is,
lips ½.v oc a c1 o, n alv d n la es p e ra
a peste y 1a ou º er ra s a os e fica. D e un la do, la Cuaresma se abate sobre la vida cotidiana del hom­
tres caballer os del hamb re, l n las ciu· dades a partir d e1 si-
.
bre medieval, d el otro el Carnaval retoza e� sus excesos Sexualidad,
Per o ren ace so b re to d e
.
\ del Juicio Fin . al » teatr ales que
e sucºed1· eron «¡ u eoos trabajo, sueñ o, vestimenta, guerra, gesto, risa .. el cuerpo e s en la Edad
De este modo , en Ar.ras s .
O
glo xi;n. . el s1g • 1o X'I'
· de AVlornon m edieval En . Media una fuente de debates, algunos de los cuales han experimenta­
sugieren la un · agen de un fes.uval. nt n espec-
tertos traducen la hi storia sa
a e do re surgimi entos contemporáneos.
frente a las catedral es, los mis alg un ex a gera-
. o ·ruso Ivlijail B ajtin, no sin
a Sin duda no es, pues, por azar que el único fun dador y represen­
táculos corporales . El cn,u� p i nt o de
. . as P1 �z as publicas urb anas en luo°a r de re a cim e tante d e la es cuela histórica llamada de los Anales que se interesó por
don, , conv . iruo ,l .
es de farsas
improvisadas. la cuestión del cuerpo fuera un historiador d e la Eda d Media, al tiem­
la risa , de intercamb10 de chist y o. a , que no es ni neo::,ra ni dorada, po que fue uno de los intelectuales más sensibles a las convulsiones del
an
Esta Edad 1M edi ª de nuestra . . inf
Cr ea
rno al cuer p o m arnn z ado y glorificado de Cristo. mundo contemporáneo: Marc Bloéh. E ste ensayo, modesta tent ativa de
se insta ur a e n to . en su cuer-
es, 1 san t o s, qu ee • n pnmer lucrºar son mártires «hacer un lugar a las aventuras del cuerpo», lleva su huella Y también
.
nuevos hér o os

Moyen A. ge. Temps travail 19. Jean-Claude Schmitr, Le Corps, les n'tes, les réves, le lemps. Essais d'anthropo­
18, Vbse en particular Jacq�
.es L e G ff ·Pour un· autre\, 1. Retomado en U.n logie médiévale, París, Galiimard, 2001.
� col.
e�d. «Te!», 199
el culture en Occi · Gallimard 19º77'.• r
denl, p ans,_
· Qua rto» ' 199 9.
autre Moyen Age, pans, · Gallimar d co ¡'.«
·32 UNA llJSTORIA DEL CUERPO EN LA EDAD MEDIA

lleva su marc� po_r ese precep_t� od ló ico y éti co que le llevó a for­
l : � p:s !te nace fatalmente de la_ ig- . Capítuló 1
mulnr que «s1 a _m co mp
-' .: -

.
rens1on

norancia dd pasado , n o es menos certo que es pr ecis o comprender el


p asado a partir del presente».
E n eEecto, el cuerpo. es hoy 1a s ede de la metamorfosis de 1.os oem- ·
pos nuev os. D e J a d ur� a en . ética a la s arma s b acteri o lógic as , del Cuaresma y Carnaval:

t ratam.iento de la s �p1 em.1_a s �odema a las nu vas fo a de d m.i­
una dinámica de Occidente
s e rm s o

naci?� _en el t raba¡ �� :�s�e;;a de l oda a l os nuev os mod o s de


� l os c
:: nes corporales a la s b ombas
nutnaon, de la gl O
O : c

. eraoón sexu al a las nuevas alienaciones el des vío ha-


h:1111an�s , d � 1a lib
cia la h1s tona del cuerpo en la Edad Media puede permitir compren-
der algo me¡or nues tro uemp0 ' tanto a. trave, s de sus as ombros as con-
. ·
.
vergen oa s como de s us irreductibles divergenaa s .

En la Edad Media, el cuerpo e s , repitárn os


1o , el lugar de una para­
doja. De un lad o, el cris tianismo no ces a de
reprimirlo. «El cuerpo es
el ab ominable vestido del alma», dice el
papa Gregorio M agno. Del
otro, s e glorifica, en particular a través del
cuerpo s ufrient e de Cris to,
sacralizado en la Iglesia, cuerpo mís tico de
Cris to. «El cuerpo es el ta­
bernáculo del Espíritu Santo», dice Pablo
. La humanidad cris tiana
descansa tanto en el pecado original -tran
s formad o en la Edad Media
en pecado s exual- c omo en la encarna ción:
Cristo s e hace hombre
para s alvar a és te de s us pecados. En las prác
ticas p opulares , el cuerpo
es encauzado por la ide ología anticorporal
del cristianis m o institucio-
nalizado, pero resiste a su represión.
La vida co tidiana de l os h ombres de la Edad
Media os cila entre
Cuaresma y Carnaval, un combate inmonaliz
ad o por Pieter Brueg el, ·
en el célebre cuadro de 1559 El combate
entre carnaval y cuaresma. De
un lado lo magro, del otro l o graso. De
un lado el ayuno y la abs tinen­
cia, del otro la comil ona y la gula. Est
e balanceo está relaci onado
duda con el lugar céntral que ocupa el sin
cuerpo en el imaginario y la rea­
lidad de la Edad Media.
Los tres órdenes que co mponen la soci
edad tripanita medieval,
oratores («los que rezan»), bellatores
(«los que combaten») y laborato­
res («los que trabajan »), se defin
en en pan e por su relación
cuerpo. Cuerpos_ sano s de los s acerdot con el
, es que no deben ser ni mutila-

.. .J
••

l.
CUARESMA Y CARN.W.�L: UNA ::>J:Sl.�MICA DE OCCIDENTE
CUERPO EN LA EDAD MEDIA
UNA HISTORIA DEL
34
z�s xualidad controlada; trabaj o manual menosprecia do ; h omosexualidad
oblecidos por sus proe
. . . de los QUerreros enn
dos ru lisi ados; cuerpos or las l bo r s agn - en primer lugar condenada, luego tolerada y finalmente rechazada;
los traba¡a ':' dores abrum ados p . , .
e

guerreras; cuerpos d e
a

z dia lec uc as, risa y g esticulación repr obada s ; máscara s, disfraces y travestismos con­
ª o son a su v
e el alm Y el cuerp
colas. L as relaciones entr
e

denados ; lujuria y gula asociadas... El cuerpo s e considera la prisión y


nicas.
dinámicas , y no antagó M edi a la que separa
el alma el veneno del alma. A primera vista, pues, el culto al cuerpo de la_ An­
que no-�s l ª Edad
Es preciso recordar del sio-°lo XVII . Ali- tigüedad ce de su lugar en la Edad Media a un hundimiento del cuerpo
n era ra dical,
smo 1a raz o, n da' s1· ca
del cue rp de ma . " ún las cuales el
seo- en la vida social.
o r 1 s co
ncepaones de Platón
o

me ntad a 1 a v z p cuer- So n los Padres de la Iglesia quienes introduc en y fomentan te


esprecio del
. ª o - fil osof'
ia que nutnºrá el «d
a e es

alma pre xi t al c rp 252)-, gran giro conceptual, con la instauración del monaquismo. El «ideal
. .
os com o O
,
ngen es (hacia 185-hacia
e s e ue

asc eta s cnS tlan


po » d e los .
A -istótel es se" o-ún el cual «el ascético» conquista el cristianismo gracias a s u influencia en la Igle­
., da por las tesis de .[).J.
pero tarnbie n p n tr «cada hom- i y convi erte en el zócalo d e la soci edad m onacal qu e , en la alta
o», 1 a Edad
Media concibe que
e e a

rp
s a se

alma es la forma del cue


en·al, cr ead o y
mortal, y de un Edad M e di a, se intentará imp oner como el modelo id eal de la vida
d e un cuerpo, mat .
bre se compo ne, pues, . n indisociables. cristiana. L os benedictinos consideran l a ascesis un «instrumento de
- d
_ e uu n ort ».I Cuerpo y alm a so
alma, lilffiaten·al, cr rio r (intus), y se co- restauración de la libertad espiritual y de retorn o Dios»: «Es la libe­
al
. , 1a segunda es inte
a
.
ea
m)
«El prunero es extenor (jo
a

encias y d e
signos», resume ración del alma de la sujeción y d e la tiranía del cuerp o». Hay dos as­
a un a red de influ
munican me�ante cod vicios y de l a falta or
i- pectos fundamentales: «la renuncia al placer y la lucha contra las ten­
J ean-C1a u de Schmitt.2
El cuerpo vector de los l Bi ºbli a. taciones».4
de salud: «El' Ver
b o se hizo carn e», dice a

!!inal también lo es El ascetismo be nedictino, venido de Oriente y de los Padres del


sufrió.
Com� un h omb re .Jesús edia3 fue en prim er
lugar la Desierto , atenúa el rig or del tratamient o del cuerpo . En él encontr a­
llamar Edad M
Per o lo que se da en mos la premisa de discretio, es decir, de moderación. Frente a la instau­
a al cuerpo.
época de la gran renunci ración del f e udalismo , la �eforma monástica del siglo XI y de principio s
del siglo XII, sobr e todo en Italia, acentuó la represión del placer, y en
prim er lugar del placer corporal. El despr ecio por el mundo -divisa
LA GRAN RENUNCIA de la espiritualidad monástica- es en primer lugar un desprecio por
ulta- el cuerpo. L a reforma acentúa la privación y la renuncia en el terren o
. . ibles, así como las ex
oc1ales más o.stens
L as r::·inifestac1ones s ent . En l a Edad alimentario (ayunos y prohibición de ci ertos alimentos) y imposi­
en ampliam
, , . cuerpo ' se rep run
la
cio nes mas mamas del
e

. rm as y el d e porte '
así com o e1 ción de sufrimientos voluntari os. L os píos la icos (caso por ej emplo del
. arucu1 ar ¡ as t .
Media d esap arecen en P . los anfoea- rey de Francia, san Luis, en� siglo XIII) pueden sujetarse a mortifica­
e

o-neo- y de ¡os romanos · ' e incluso


teatro heredado de los O " a l as justas del
espi- ciones corporales comparabl es a las que se infligen los ascetas: cilicio,
¡uegos del estadio
os

asará de los
.

tros , cuyo n m b r p . d ; se- flagelación, vela, dormir en el suelo...


e r demom
uru. vers1dades. Muj
e

seno de las
o za a

ritu t eoló gic o e n el A partir del siglo Xll, el desarrollo de la imitación de Cristo en la·
e devoción 'introduce entre los laicos prácticas qu e recu erdan la p asión
ues Le Goff y Jean-Claud
ude S chm i�, « C_orps _e - e» en Jacq s, Fay ard , 19: 9. de Cristo. San Luis , devoto de un Dios sufriente, será un rey-Cristo, un
l. Jean-Cla ; ent médiéval, Parí
azre ra1s o�ne 3(:'0,dd l, Fans, Ga-
Schmitt (comos • .), Dictionn. a,so n ;
aer gest es dans /'Occidenl médiéva rey sufriente.
bud e S ch mm , R
La . .
2. Jea n-C
h1sco1r , 990 bor�-
llimard, col. «Bibliothcque des Jacques Le <;:,off (en cqla
«Un !onge:r 1 Áge» en s Audt· 4. Cécilc Caby, «Asccse, ascétisme», en André Vauchez (comp.), Dictionnaire
3. Véuse en particular Ma yen Á e, París, Loui
nuemy), 1, Aºl:cherch'e d
ción con Jcan-Maurice de Mo encyclcpédique du Moyen Áge, vol.!, París, Cerf, 1997.
u g

bert, 2003.


. j·

¡
le:

36 UNA HISTORIA DEL CUERPO EN LA EDAD


MEDIA

CUARESMA Y CARNAVAL: UNA DINÁMICA DE OCCIDENTE 37
� �;: ..·-:r :_· - . �· .
�-

tiva de los hicos


Estas prácticas se manifiestan a menudo por inicia ··· -��bién te�lógic�, p� esto que el Cristo del Nuevo Testamento dice
c so d_e P erugia, en
y en particular de las cofradías de penitentes._ �s el � . que no se debe derramar la sangre.
toria en el curso
1260, do�de los laicos organizan una procesion expia _ Contradicción y paradoja, puesto que la práctica cristiana se basa
La mamfest a ­
de la cual los participantes se flagelan públicam�nte. en el sacrificio de una víctima, santa pero sangrante, Cristo. De hecho,
al Y sep ten­
ción conoce un gran éxito y se difunde por Italia centr , la eucaristía renueva sin cesar este sacrificio: «Éste es mi cuerpo, ést;
los �enodos en
trional. La Iglesia mantiene su control ensanch�do _ es mi sangre», dice J esús a sus disápulos en la Última Cena. La liturgia
restncc10n�s. A
los que la alimentación de los fieles está s�met..1da a fundamental del cristianismo, la misa y la eucaristía, s erá en p arte un
nde la abs�en­
partir del siglo xm, el calendario alimentano compre sacrificio de la sa ngre. De este modo, la sangre se convie rte en el zó­
s d Cuare sma, de AdVIe n­
cia de carne tres veces por semana, ayuno e calo de la jerarquía social. Entre clérigos y laicos, p ero también entre
s y d los vi er ne s. Me ­
to de l as témporas, de las vísperas de fiesta e laicos, ya que la nobleza se convierte poco a poco a esta nueva concep­
rna el cuerp o en el
di�nt e el control de los gestos, la Iglesia gobi e ción, se adopta esta invención que constituye el único elemento per­
es, lo gobie rna en
espacio, mediante los calen darios de las prohibicion man ente y co nsustancial de su grupo social. Desde la alta Edad Me­
el tiempo. dia más remota, aparece la sigui ente antífona: «Nacemos de sangre
noble». 6 La sangre como definición del parentesco entre los nobles, no
obstante, aparece de forma más t ardía. A partir del siglo XIV, los des­
El tabú del esperma y de la sangre cendientes directos de los reyes se llam arán «príncipes de sangre».
Hasta finales del siglo XV, en España, en relación con los judíos, no
en Occide�te,
En el alba de los tiempos se establecer�, � 1:1enos aparece la noción de «pureza de sangre».
- 1 c n-•·r-·-�� qu�0 matenlli-
una religión oficial y un orde n nuevo -c:i Pero el tabú d e la sangr e sigue vigente . Una de ias numerosas ra­
:,w,.ui .: , H,v- -

rales: el sp rma y la san­


za rá la repucrnancia hacia los líquidos corpo zones de la situación de relativa inferioridad él. e la mujer en la Edad
e e
l es un mund o de
o-re. Desde :ste punto de vista, la sociedad medieva Media es imputable a sus me nstruaciones, aunqu e Anita Gueneau­
inclu so qu la_ Edad
;aradojas. En cierto sentido, es posible afirmar � Jalab ert7 ha observado que la teología medieval no retomó las prohibi­
5 Roland Barthes msiste en
Media descubrió la sangre. E n su Michelet, ciones que el Antiguo Testamento dirigía a las mujeres con la r egla. La
s se hunden en los
est a cuestión decisiva y problemática: «Siglos entero transgresión de la prohibición e clesiástica en virtud de la cual los espo­
XIII en la le p ra,
avatares de una sangre inestable», escribió. «El siglo sos no podían copular durante el período de la mujer tenía, se decía ,
el XIV en la peste negra. » . como consecuencia el nacimiento de niños con lepra, «la enfermedad
e de las relaciones
En la Edad Media , la sangre es la piedra de toqu del siglo», como diríamos hoy, que encue�tra aquí su explicación más
res y bel/atores.
entre los dos órdenes superiores de la sociedad: orato corriente. Por su parte, el esperm a también es una mancha. La sexua­
guer r ros, q�e se en­
La característica de la última ca tegoría, la de los lidad, asociada a partir del siglo XII al tabú dé la sangre, es asimismo la
e
te con la �r�era, la
cuentra en competencia y en conflicto permanen _ _ cumbre de la depreciación corporal.
1b1c10n no
de los c1engos,
, · es 1a de derramar la .sano-"re · Aunque la proh El_ cristianismo medieval privilegia el pec ado en relación con la
·· · · -- -- · a, no deben luchar..
se respeta siempre, 1os mon¡ es, guardi' an• es del dogm mancha. Lo espiritual prim a sobre lo corporal. La sangre pura de Cris-
bellatores se e�ectuara,
La distinción social entre los oratores y los
a y.política, pero
pues, en torno a este tabú. R azón social, estratégic

1
6. Véase Andrew W Lcwis, Le Sang royal: la /ami/le capétienne et l'Étal, France X'­
XIV• siecles, París, Gallimard, 1986.
1
es completes, edición p rep arada y
5. Rolan d Barth es, Michelet (1954), en Oet;v,
7. Anira Gueneau-J a!abert, artículo «Sang», en Claude Gauvard, Alain de Libéra
· y Mich e] Zink (comps.), Dictionnaire du Mayen Áge, París, PUF, 2002.
presentada por Éric Marry, París, Seuil, _1993. ·_:.:,

------· --·-· ··- ---·-··


---- ,. - ···-
___ ... . :.. . ..
,'.)
-- :. '
iii. CUARESMA Y CARNAVAL: UNA DINÁMICA DE OCCIDENTE 39
li LA EDAD MEDIA
'I 38 UNA HISTORIA DEL CUERPO EN
Iglesia. S e prescribe así el dominio del cuerpo y las prácticas «desvia­
e l a llama la Precio­
'j to se se para de la sangre impura de los hombres. S das» se prolu'ben.
ía Magdal a rec o gie r on a los pies
sa S angr e , que l o s ángel e s y Mar
en
En l a _ �am�, la �ujer d ebe ser pasiva y el h ombr e activo , pero c on
ndic an num r s igle sias en l a Edad
de la cruz y cuya propiedad reivi
e osa
moderac10n, sm de¡ a rse llevar. En el siglo XII, única.mente P edro Abe -
, Man rua. El culto de la
Media, corno por ejemplo Brujas y, sobre todo lardo (1079-1142), pensando tal vez en su Eloi'sa, , llegara, a de ar · que 1a
liter ari y caballeresco . .,
S angre S ant a llegó a través del éxito del tema
o
do rrunaaon m asculina «cesa en el act o conyugal, en el que el hombre
e gr e no existen
del santo Grial. Y, sin emb argo
, las hermandades d san
y la mu¡er · ostentan un p oder igu al sobre el cuerpo del otro». No ¿bs-
en el Occidente medieval. tant e , para l a mayor part e de los clérigos y d e los laicos, el hombr e es
· ·
un p osee d o r. «El marido es du'eñ o del cuerpo de su mu¡er, uene su
usufruct o», resume Geo rges Duby. Todo intento concraceoriv o es 1.ma
La sexualidad, cumbre de la depreciación falta mo rt� para los te ólogos. La sodomía es una abo mina� ión. La h o­
mosexualidad, d espués de haber sido c ondenada y lueao tolerada
Cie rtame nte , como re cuerda Jacques Rossiaud, 8 los d ocumentos hasta el punto de que , se_gún B oswell, en el siglo XII se c o�stituyó un�
sobre los que se basan los histo ria dor es no r efl ejan otro p ensamiento
c_ultur a «g ay» en el pr o p10 sen o de la Igle sia, se convi ert e, a partir del
que el de los hombr es que ostentan el poder de escribir, de describir siglo .xm, en una perv ersión asimila da a veces al canibalism o . Las pala­
y de criticar, es de cir, lo s m onj es y los eclesiásticos qu e, mediante sus bras dan�º �ª a las cosas. Y n uevos término s que hacen su aparición
votos d e castidad, se han entrega do ampliamente al ascetismo . Cie rta­ -
en la Anug e dad t día y lu ego en la Edad Media, co mo caro (la «car­
� �
mente , las o piniones de los laicos que han llegado hasta nosotr os a me­ n_e»), lu�una («lu¡_ �na»)Jornicatio («fornicación»), forjan el vocabula­
nudo so n las de los tribunales donde acusan, testifican y se defienden,
_
no cnsuan o de la ideología antic o rporal. La naturaleza hum ana des1·00•
inte grando el discurso dorni...,::nte 1 fin de defender su causa. En cuan­ naua _¡ por e.J1 tenruno
, • de c.:.ro se se:�ualiza de es:e modo y abrirá l:i pue:t:i
to a las novelas, cuentos y fábulas, se inspiran para sus historias, farsas al «pecado contra natura».
e intrig as en la cocidianeida d del «hombr e m edie val». Per o com o re­ El ��tema qu edará definitiva m ente ultimado en el siglo x:n con la
cue rda Geo rges Duby, estos ejemplos se inscriben «en una puesta en _
aplicaci on de la r eforma greg oriana. «Greg o riana», ya que su n ombre
escena convencional del am o r y de la sexualidad».
9
pr ocede del del papa Gregari o VII (1073-1083). «Re forma» e sencial
De este modo, es posible afirmar que el cuerpo se xuado de la Edad y¡i que consiste en � gran ��iornam_e�to realizado por la Iglesia crisria�
, Media qu e da mayoritariamente desvalo rizado , y las pulsiones y el de ­ na p�ra p �rgar su msmuc1 _ on del tráfico de funcion es eclesiásticas (sí­
se o carnal so n ampliamente reprimidos. En cuan to al matrimonio cris­ morua), as1 corno de sacerdotes concubinarios (nicolaísmo ). Sobre todo
tiano , que aparece no sin dificult ad es en el siglo Xlll, será un int ento la refo r:na gr egoria_n a sepa�a a l os clérigos de los laic os. L os prim eros '.
de r e mediar la concupiscencia. La copulación sól o s e pr e vé y se t olera
en parncular a parnr del pnmer concilio de Letrán, deberán, en el seno
con l a única finalidad de procr ear. «El adúltero también puede ser el de este nu evo modelo qu e es el monaquismo, absteners e de vert er lo
enamo rado de masiado ardiente de su muj e r», repiten lo s clérigos de la que provoca l a corrupción del alma e impide que el espíritu descien da:
el es��rma Y la sangre. De este modo se instituye � orden , un mundo
8. Jacques Rossiaud, «Se:rualicé», en Jacqu
es Le Goff y J ean-Claude Schmirc te celibes. En cuanto a los s egun�os, deberán emplear su cuerp o d e
_
(comp.), r;p. cit. orma sal�dabl� y salvad or a , en el mten or de una sociedad aprisionada
e Chevalier, la femme, le
prétre. Le man·og e
9. De Georgcs Duby, en panicular, 'L lité, París , Gallimard, col. en el matnm omo Y e l modelo patrimonial, m onogámico e indisoluble.
c, 1981; reed. en Féoda
dans la France féodole , París, H:ichett , !?:iris, Flam marion, 1988; Entre los c�rnpo rt�entos sexuales lícitos se es tablec e una jerar­
ur et autres essais
«Qua reo», 1996; MÚe lv/oyen Áge. De l'amo l Histoire des femmes , ,
«La femmc gardée», en Georges Dub y y Mich ele Perro t (com ps.), qwa. En el veruce supen or está la virginidad, que en su práctica s e d e-
en Occiáent, París, Pion, 1991.

40 UNA HISTORIA DEL CUERPO EN LA EDAD MEDIA
• .,,;,. ' ' • . CUARESilA Y CARNAVAL: UNA DINÁMICA DE OCCIDE
NTE 41
nomina castidad.Luego viene la castidad en la viudedad y, finalmen�e,
la castidad eo el interior del matrimonio. Según el Decreto de Gracia­ .::tii hasta que eité muerto y, después de cocerlo o asarlo», lo dan «a
no, un monje de Bolonia (hacia 1140°1130), «la religión cristiana con­ c_omer a su marido para que arda aún más por ella[s]». Nos encentra·
dena el adulterio del mismo modo en ambos sexos», pero se trata mos todavía en lo que Jean-Pierre Poly ha denominado «los amores
más de un punto de vista teórico que de una realidad práctica: los tra· bárbaros».
tados sobre el coitus hablan casi exclusivamente del hombre. Este control sexual matrimonial, que preconiza asimismo la absti­
Una regltlación sin precedentes de la guerra evitará que la sangre se nencia con ocasión de las cuaresmas normales (Navidad, Pascua, Pen­
vierta de form a pecadora.Pero el pragmatismo es oportuno frenteª las tecostés) y otros períodos de ayuno y de continencia, influirá tanto en
. las mentalidades medievales como en la demografía, fuertemente afec­
amenazas «bárbaras» o «heréticas». Así, el cristianismo, convenido
en religión de Estado, pone en práctica lo que san Agustín denomina tada por aproximadamente ciento ochenta o ciento ochenta y cinco
dias de libertad sexual autorizada. En el siglo XII, el teórico parisino
«la guerra justa» (bellumjustum), que servirá, de hecho hasta nuestros
Hughes de Saint-Víctor (muerto en 1141) llegará a decir que la sexua­
días, para justificar tanto las causas más nobles como las más viles. San
Agustín dirá que la guerra es justa si no viene provocada «por el deseo lidad conyugal es de hecho una fornicación: «La concepción de los ni­
ños no se hace sin pecado», asevera.La vida de los casados acaba sien­
de perjudicar, la crueldad en la venganza, el espíritu implacable no cal­
do de una dificultad inigualada, aunque «la espiritualización del amor
mado el deseo de dominar y otras actitudes parecidas», recomenda­
conyugal», como escribe Michel Sot, 10 «salvará ese cuerpo que la teo­
cione� retomadas y completadas por el Decreto de Graciano, y luego
por el canonista Rufino en la Summa decretorum (hacia 1157). logía iba a eliminarn.Amor del otro cuerpo y amor de Dios se con­
., . funden, en efecto, en numerosos textos, hasta el punto de edulcorar a
Al mismo tiempo, la Iglesia impone a los laicos la «copulaaon ¡us­
ultranza el Cántico de los cánticos, obra bíblica llena de erotismo, en un
i:a» .,. saber el matrimonio. La in.fluencia ideológica y teórica de la
diálogo entre la humanidad pecadora y la santa y sana divinidad. Así,
Igl;sia se m�ifestará en la práctica a través de manuales destinados a
los confesores, los penitenciales, donde aparecen enumerados los pe· según las Sentencias de Pierre de Lombard (hacia 1150), los esposos
cadas de la carne asociándolos con las penas y penitencias que les CO· podrán al fin unirse «según el consentimi ento de las almas y según la
rresponden .El del obispo de Worms, titulado como �tr�s el Decret�, Y mezcla de los cuerpos».
redactado a principios del siglo Xl, preguntará por e¡emplo al mando
si se ha «acoplado por detrás, como los perros». Y, si se da el caso, pe·
Teoría y práctica
dirá que se le condene a hacer «penitencia diez días con pan y agua».
Copular con su esposa durante la regla, antes del parto o bien el día del
¿Cómo se puede interpretar ajustadamente, en el terreno de la mo­
Señor, por ejemplo, conducirá a penas semejantes B:ber �1 e:�e rma
� ral sexual medieval, aquel ;ugar común a propósito del cual Kant apor­
del marido, «para que te quiera más gracias a tus pracncas diabolic�s»,
tó en 1793 una contribución totalmente racionalista y crítica?: «Esto es
prosigue este �ismo Decreto para el uso de la mujer, es suscepnble
bueno en teoría, pero no vale nada en la práctica».Antes del siglo XII
de acarrear siete años de penitencia.Felación, sodomía, masturba­
se puede ver todavía -aunque el fenómeÓo es limitado-- a clérigos
ción, adulterio, desde luego, pero también fornicación con los monjes
combatiéndo, aunque es más frecuente que tomen a mujeres y concu­
y monjas son condenados. Igual sucede con estos supuestos fantasmas
binas que yelmos y armas. En cuanto a los laicos, las riñas y combates
de los esposos -que pueden aprender mucho más en los delirio� de los
abundan, y los placeres de la carne -irreductibles únicamente a la se-
teólogos que en los de los penitentes a quienes se acusa-, por e¡�plo
con estas prácticas supuestas de las mujeres que, según queda e�npu­
lado en el tratado, se introducen un pez vivo en su sexo, «lo manuenen 10. Michel Sot, «Pourquoi se marier a l'église», en Les collectiom de L'Histoire,
nº 5: I:Amour et la sex11alité, junio de 1999.

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CUARESMA Y CARNAVAL: UNA DINÁMICA
42 UNA HISTORIA DEL CUERPO EN LA EDAD MEDIA DE OCCIDENTE

xualidad- van viento en popa. La aristocracia sigue siendo lo que era �gos concubinarios Y la virginidad voluntaria o impuesta retrocede. El
en su período «bárbaro», es decir, polígama. f mal de la Edad Media_ oscila entre represión y libertad
sexual acepta­
La distinción social determina las prácticas corporales y el cumpli­ da o reenco�trada. El siglo XIV en crisis preferirá repoblar
1a Tierra an-
miento de las prohibiciones. El terreno de la lucha se extiende ya al res que el Cielo, y naturalizará los valores sexuales. Así,
. como escribe
nivel de la sexualidad. Así, las aventuras extraconyugales salpican los �eorges Duby, «la guerra ya no se dirime entre lo camal y lo espiritual,
matrimonios en las familias nobles y grandes. En el lado de los ricos, la smo ent�: lo natuar l y lo que lo contraría». Ello no es óbice
. para que la
poligamia es regla común, y de hecho está admitida. En el lado de los execrac1on_ . de los homosexuales o de los <<_arr.....
,.= .u.u..ia
;� dos», por eJemp·
¡o,
pobres, la monogamia instituida por la Iglesia se respeta más. En cuan­ se 111:ensif1que_ en el siglo XV, salvo en lugares particular
es como Flo-
to a la continencia, como recuerda Jacques Rossiaud, es «una virtud ren�ª- La tensión,_ la �árnica de Occidente todavía es
perceptible a
muy rara» y «reservada a una élite clerical, ya que la mayor parte de los rraves �e estas oscilac10nes. La nueva ética sexual de
la Iglesia se im­
clérigos seculares viven en concubinato, cµando no están abiertamen­ pone, sm embargo, en el imaginario y la realidad del Occid
ente medie­
te casados». El confe sor de san Luis, por ejemplo, insiste .en el escru­ val. Y por mucho tiempo. Tal vez hasta nuestra era, que
conoció en la
puloso respeto de Luis IX por la continencia conyugal justamente a década de 1960 uná liberación sexual sin precede�tes.
causa del carácter excepcional de este comportamiento.
El último rey de Francia que practicó la poligamia fue Felipe
Raíces de la represión: la Antigüedad tardía
Augusto, cuyo reinado (1180-1223) se sitúa en pleno corazón de este
período decisivo. Viudo, casado en segundas nupcias con la danesa
Ingeburge, no puede honrar a su nueva esposa. Este poderoso aban­ A f� de comprender los basamentos de esta «grnn renun
cia», es
dona entonces d lecho conyugal, vive una relación extramatrimonial y c�nvemente volver a sus coinienzos. Esta evolución funda
mental de la
practica de este modo la bigamia. Una actitud inadmisible para la Igle­ h1sto�ia de Occidente que es la represión de la sexua
lidad y «la re­
sia, que lo excomulga. Retoma, pues, a lngeburge de Dinamarca, aun­ nuncia a la carne» se produjo en primer lugar bajo
el Imperio roma­
que sin aceptarla en su cama, endaustrándola en un convento. A pesar no, en el interior de lo que se ha dado en llamar el paoan
. . º ismo ' y que
de que se le conmina a regresar a su país, ésta rehúsa. Adepta de una MJehe1 Foucault fue el pnme ro en descifrar en su Historia de la se-
xualidad.
Francia que la adoptado, lngeburge será honrada no por su marido,
sino por una Corte que le ofrece su deferencia, su confianza, y que la El historiador Paul Veyne11 fecha justamente este cambio
. en los úl­
umos años del si�o II de la era cristiana, a raíz del reinad
venera. Est,i mujer fuera de lo normal suscitará de hecho la ejecución, o del empera­
dor Marco "."urelio, entre 180 y 200. En cualquier caso,
a cargo de un artista anónimo, del salterio más hermoso de la Edad _ resulta cierto
Media, el Salterio de lngeburge, una obra de una fuerza estética y teo­ que � _estoio mo del emperador, bañado de ascetismo
: y basado en el
lógica sin igual en la que se representa roda la historia de la humani­ do�mJO de s1 mismo, siempre en lucha contra la depra
vación de 1as
paswnes, «adopta acencos personales».12 El acoplamien
dad cristiana, desde 1a Creación hasta el fin de la Historia, pasando to, por ejem­
pl_ �, se encu nt a reduci_ �o a «un frotamiento de vientr
por la Encarnación y el Juicio Final. : � e y a la eyacula­
c1on de un líquido pega¡oso acompañado de un espas
En la época del milenio medieval, el sistema de control sexual y mo». u En escas
corporal evolucionará. El triunfo d'; éste con la gran reforma gregoria­
ll. �aul Veyne, «La famille ec l'amour sous le hauc Empire
na en el siglo XI1 marca igualmente la época de su relativo declive. Las E.S.C., 1918. romain», en Annales
.,
práctiq¡s sexuales, heredadas del mundo y del modo de vida grecola­ �2. Les Stoii:iens, cexcos traducidos por fmile Bréhier, editado
s bajo la dirección
tino o pagano, perduran. La castidad de los monjes es objeto de burla de P1 rre-Max1me Sc�uhl. Par s, Gallimard, 1962,
: ! col. «Bibliocheque de Ja PJéiade».
!;. Marco Aure!Jo, «Pensees» VI, 13, en Les Sto ii:iens, op. cit.
en numerosas farsas populares, en)as _que también se mofan de los dé-

- -- ---
44 UNA HISTORIA DEL CUERPO EN LA EDAD MEDIA CUARESMA Y éARNAVAL: UNA DINÁMICA DE OCCIDENTE 45
Meditaciones que se dirige a sí mismo, Marco Aurelio (121-180) ex­ ,itE!,
."�\"' c:,istianismo, op_erador del gran vuelco
..�t.··:..:/; ... !
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plica la razón de semejante depreciación. El sabio debe presentar a su
conciencia una verdad desnuda a fin de desaferrarse mejor de sus pa­ Se precisa un gran operador ideológico, así como estructuras eco­
siones deprav�das: «Así son estas imágenes que van hasta las propias nómicas, sociales y mentales correspondientes para que se lleve a cabo
cosas y las penetran para hacer ver lo que son; y así es como se debe el vuelco. El agente de este vuelco, de esta represión, es el cristianismo.
proceder durante toda la vida; cuando las cosas tengan un valor dema­ De este modo, la religión cristiana institucionalizada introduce una
siado grande, desnudarlas, observar bien su vulgaridad, quitarles to­ gran novedad en Occidente: la transformación del pecado original en
dos los detalles con que se disfrazan». pecado sexual. Un cambio que es una novedad en el propio cristianis­
De algún modo, el terreno ya estaba bien preparado para que el mo, puesto que, en sus inicios, nó aparece rastro alguno de semejante
cristianismo llevara a cabo este gran vuelco del c;uerpo contra sí mis­ equivalencia, del mismo modo que no· figura ningún ténnino de esta
mo. «Los cristianos no reprimieron nada en absoluto, ya estaba hecho», ecuación en la Biblia del Anti guo Testamento. El pecado original que
llega a declarar Paul Veyne. «Las continuidades muy estrechas que se precipita a Adán y Eva fuera del Paraíso es un pecado de curiosidad y
pueden constatar entre las primeras doctrinas cristianas y la f ilosofía de orgullo. Es la voluntad de saber la que conduce al primer hombre
moral de la Antigüedad», escribe Michel Foucault, 14 testimonian que y a la primera mujer, tentados por el demonio, a comer la manzana del
no es «muy exacto» pensar que el paganismo y el cristianismo consti­ árbol del conocimiento, a desposeer a Dios, de algún modo, de uno
tuyen dos antípodas de la teoría y de la práctica sexual. La caricatura, de sus atributos más determinantes. La carne queda fuera de esta caí­
en efecto, está al acecho. En el «paganismo» de los griegos y de los ro­ da. «Y el Verbo se hizo carne», se puede leer en el Eva�gelio de Juan
manos, el culto al cuerpo y la libertad sexual. En el cristianismo, la cas­ (1,14). La carne es, de este modo, poco sospechosa, ya que es rescata­
tidad, la abstinencia y la búsqueda enfermiza de la virginidad. Los tra­ da por el propio Jesús, que en el episodio de la Santa Cena gar antiza
bajos de Paul Veyne y de Michel Foucault muestran perfectamente fa -...ida etem::: a quienes comen su c2me y beb�!l su sangre (el pan y el
que existía un «puritanismo de la virilidad» antes del giro decisivo del vino).
alto Imperio romano (siglos I-Il) hacia el cristianismo. «Entre la época Ciertamente, existen· las premisas de una demonización del sexo y
de Cicerón y el siglo de los Antoninos, se produjo un gr:rn aconteci­ de la mujer en Pablo, sin duda tributario de las angustias de su vida
miento ignorado: una metamorfosis de las relaciones sexuales y con­ personal. «Si vivís según la carne, moriréis» (Romanos, 8,13), ya que
yugales; al salir de esta metamorfosis, la moral sexual pagana aparece «el espíritu da vida» (II Corintios, 3,6), declara. La carne, por su par­
de forma idéntica a la futura moral cristiana del matrimonio», escribe te, «no sirve para nada», ya que Dios ha sometido a la prueba del pe­
Paul Veyne.15 cado a su propio hijo dándole un cuerpo humano, «demasiado huma­
La Edad Media dará un impulso mucho más fuerte a esta deprecia­ no», retom ando la fórmula de Nietzsche. Se introduce de este modo la
ción corporal y sexual por mediación de sus ideólogos, tras la estela de condena del «pecado de la carne» mediante un hábil vuelco ideoló­
Jerónimo y de Agustín, como Tomás de Aquino, así como por media­ gico. Pablo, arrastrado 'por su creencia en la proximidad del fin del
ción de sus prácticos, los monjes, que instalarán para mucho tiempo en mundo, aportará una nueva piedra al edificio doctrinal antisexual:
la soci:edad el elogio y la práctica, globalmente respetada, de la virgini­ «Dígoos, pues, hennanos, que el tiempo es corto. Sólo queda que los
dad y de la castidad. que tienen mujer vivan como si no la tuvieran », declar.a en su Epístola
a los Corintios (I Corintios, 7,29).
La fornicación, que aparece en el Nuevo Testamento, la concupis­
14. Michel Foucaulr, Histoire de lo sexualité, tomo II: L'Usage des plaisirs, París,
Gallimard, 1984,
cencia de la que hablan los Padres de la Iglesia y la lujuria que conden­
15. Paul Veyne, Ú1 Sodété romaine, París, Seuil, 1991. sa todas las ofensas que se hacen a Dios en el siste�a de Ios «pecados
,
.,:,.
46 UNA HISTORIA DEL CUERPO EN LA EDAD MEDIA
CUARESMA Y CARNAVAL: UNA DINÁMICA DE OCCIDENTE

capitales», es tablecido entre los siglos V y XII, s e c�nvierten poco a


( poco en la tríada de la reprobación sexual de los cléngos. Cristo, y «ninguno de los cuales sentía el deseo de instruir al pueblo,
sino de arrebatarlo de admiración, de reprender públicamente a los di­
Si san Pablo no hace más que esbozar este gran vuelco, san Agusun
(354-4.30), testigo y mediador de la nueva ética sexual del c�sti.ani smo sidentes, de enseñar tan sólo cos as nuevas, inbabituales, propias para
en la Antigüedad tardía, le da su legitimidad existencial e mtelecrual. asombrar al vulgo». 16 La impronta de s an Agustín, en particular, será
El autor de las Con/esz·ones y de La dudad de Dios es un converso, grande. Con la notable excepción de Abdardo y sus disópulos, los
i
cuya his toria es bien conocida. Después de años de placeres , de erra­ teólogos y los f lósofos reconocerán que el pecado original es tá vincu­
_ lado con el pecado sexual, por m ediación de la concupi scencia.
bundeo y de transgresión en el África romana del siglo IV, entr� �agas ­
to y «Cartago de Venus», este hijo de la pía Mónica (y de Pat��10, no Al final de un largo recorrido, a costa de ásperas luchas ideológicas
lo olvidemos), este joven bolsis ta convertido en pre�ect� ar�b1_sta s e y de condicionamientos prácticos, el sistema d e conrrol corporal y se ­
orie nta hacia la religión cristiana a raíz de una experiencia rru st.Ica en xual se instala, pues, a partir del s iglo XII. Una práctica minoritaria
se extiende entre la mayoría de lo s hombres y de las mujeres urbanos
un jardín de Milán, donde, enfermo y torturado, oye un a v�z que le
dice: «¡Toma, lee!». Lo que lee es el libro del Apóstol que escnb�: «No de la Edad Media. Y la mu jer s erá la que pagará el tributo más duro.
viváis en los festin es' en los excesos del vino, ni en las voluptuosidades Y durante muchos años .
. ,,..
impúdica s [. . .); revestíos de Nuestro Se ñor Jesucris to Y!: º mtent<:s
contentar a la carne en sus codicias». Antes de su convers1on, Aguson
. La mujer, subordinada
había pres entido ya que «la ley del pecado estaba en [sus] �e1_:1bros».
Helo aq uí confortado, del mismo modo que su madr� esta banad� de
aozo por este hombre nuevo que se dirige ahora hacia e lla y hacia la La derroca doctrinal del cuerpo parece, pues, total.17 D e este modo,
Iglesia. «El hombre ::mevo» del cristianismo adoptará de esta manera la subordinación de la mujer poseerá una raíz espiritual, pero también

1
el camino de Agustín, lejos del ruido de las tabernas , del �ro� del de­ corpor:tl. «13 mujer es débil>�, observa !-Iildegarda de Bingen en d si­
seo y de los tormentos de la carne. Así, la condena de la lu¡ u na (/uxu­
glo XII, «ve en el hombre a quien puede darle fu erza, como la luna re­
na), s e acompañará a menudo por el de la gula (gula) y por el exceso cibe su fuerza del sol. Por ello está sometida al hombre, y debe estar

1
de bebida y de comida (crapula, gastrimargia). siempre lista para servirle.» Segunda y secundaria, la muj er no es ni el
La transformación del pecado original en pecado sex ual, por su equilibrio ni la completud del hombre. En un mundo de orden y de
parte, quedará pos ibilitada por un sistema rn ediev� domin�do por el hombres necesariamente jerarquizado, «el hombre está arriba, la mu­
pensamient-o ·simbólico. Los textos de la Biblia, neos Y polivalente s, jer abajo», e�cribe Christiane Klapisch-Zuber. 18

l
_ El corpus de la interpretación de los textos bíblicos de los Padr es
se prestan a la perfección a interpreca:iones y defo:maaones d_e _todo
tipo. La interpretación tradicional aflrIDa que Ad� y Eva q��1eron de la Iglesia de los siglos rv y V (como Ambros io, Jerónimo,Juan Cri­
_ _ só stomo y Agustín) se retoma incansablemente y se repite en la Edad
encontrar en esta manzana la sustancia que les perm1tma adqumr una
parce del sabe r divino. Dado que era más fácil conven: er al pueblo lla­
no de que el consumo de esta manzana se corr�spon�� con _ la copula­ 16. Spinoza, Traité thiologico-poli1ique, nor:is de Charles Appuhn, París, Garnier
ción más q ue con el conocimiento, el balanceo 1deologico e rnterpreta­ Flamma�ion, 1965.
civo se instaló sin gran dificultad. «No les basto con s acar la razon .ª los
_ _ 17. En Jacques Le Goff, Un au1re Mayen Áge, Paris, Gallimard, 1999, figur3 un
condensado de los estudios sobre d cuerpo en la Edad Media llevados a cabo antes de.
griegos, q1.tis ieron hac er lo mismo con los Profecas . Ello i:rueba �1en a esta nueva síntesis por Jacques Le Goff, y en particular procedentes de sus investigacio­
_
las claras que no vieroo la divinidad de la Escritura», senala �P!�oza, nes sobre L'Imaginaire médiéval (Paós, Ga.llim:ird, 1985 y 1991).
a propó sito de los Oradores de la Iglesütque acapararon la relig1on de 18. Chrisáane Klapisch-Zuber, «Masculin/féminin», en Jacques Le Goff y Jean­
Claude S:hmicc (comps.), op. cil.

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1

48 UNA HISTORIA DEL CUERPO EN LA EDAD MEDIA .-�··> .'. .CUARES,MA Y CARNAVAL: UNA DINÁMICA DE OCCIDENTE 49
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Medía. Así, la primera versión de la Creación presente en la Biblia se ::,fsdti'i.to de la muj�r. Al mismo tiempo, si se puede afirmar que el gran
olvida en provecho de la segunda, más desfavorable para la mujer. Al "-!'a�i� del culto máriano tiene repercusiones sobre una promoción de la
«Díjose entonces Dios: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y a mujer, la exaltación de una fi gura femenina divina no ha podido más
nuestra semejanza"», es decir, «macho y hembra>> (Génesis, 1,26-27), que reforzar una cierta dignidad de la mujer, en particular de la madre
los Padres y clérigos prefieren el modelado divino de Eva a partir de y, a través de santa Ana, de la abuela.
la costilla de Adán (Génesis, 2,21-24). De la creación de los cuerpos La influencia de Aristóteles sobre los teólogos de la Edad Media
nace, pues, la desigualdad original de la mujer. Una parte de la teolo­ no beneficia a la condición femenina. Así, la mujer se considerará a
gía medieval se ajusta al paso de Agustín, para quien la sumisión de partir de entonces como «un macho fallido». Esta debilidad física tie­
la mujer precede a la Caída. Lo humano, pues, está escindido en dos: la ne «efectos directos sobre su entendimiento y su voluntad», «explica
parte superior (la razón y el espíritu) está en el lado masculino, la par­ la incontinencia que marca su comportamiento; influye en su alma y su
te inferior (el cuerpo, la carne), en el lado femenino. Las Confesiones capacidad de elevarse a la comprensión de lo divino», escribe Christia­
de Agustín son el relato de una copversíón, a través de la cual el futu­ ne Klapisch-Zuber. El hombre será, _en consecuencia, el guía de esta
ro obispo de Hipona cuenta asimismo de qué modo la mujer en gene- pecadora. Y las mujeres, grandes mudas de la historia, oscilarán entre
. ral -y la suya en particular- fue un obstáculo para su nueva vida «Eva y María, pecadora y redentora, arpía conyugal y dama cortés». 19
como hombre de Iglesia. La mujer pagará en su carne el juego de manos de los teólogos que
Ocho siglos más tarde, Tomás de Aquino (hacia 1224-1274) se han transformado el pecado original en pecado sexual. Pálido reflejo
apartará en cierto modo del camino trazado por Agustín, sin por ello de los hombres, hasta el punto que Tomás de Aquino, que a veces si­
reintegrar a la mujer en el camino de la libertad y de la igualdad. Pe­ gue el pensamiento común, dirá que «la i.inagen de Dios se encuentra
netrado por el pensamiento de Aristóteles (384-322 a.C.), para quien en el hombre de una manera que no se verifica en la mujer», ésta que­
«el alma es la forma del cuerpo», Tomás de Aquino rehúsa y refuta el da incluso sustraída a su naruraleza biológica, ya que la incultura cien­
argumento de los dos niveles de creación de Agustín. Alma y cuerpo, tífica de la época ignora la existencia de la ovulación, con lo que se atri­
hombre y mu)er fueron creados al mismo tiempo. De este modo, mas­ buye la fecundación únicamente al sexo masculino. «Esta Edad Media
culino y femenino son en ambos casos la sede del alma divina. No obs­ es macho, decididamente», escribe Georges Du_by. «Ya que todas las
tante, el hombre demuestra una mayor agudeza en la razón. Y su si­ palabras que me llegan y me informan proceden de hombres, conven­
miente es la única que, a raíz de la copulación, perenniza el género cidos de la superi�ridad de su sexo. Sólo l�s oigo a ellos. No obstante,
humano y recibe la bendición divina. La imperfección del cuerpo de la los escucho aquí hablando ante todo de su deseó, y en consecuencia de
mujer, presente en la obra de Aristóteles y en la de su lector medieval las mujeres. Tienen miedo de ellas, y para su propia seguridad, las des­
Tomás de Aquino, explica las raíces ideológicas de la inferioridad fe­ precian.» Buena esposa y buena madre; los honores que el hombre
menina, que de ser original pasa a ser natural y corporal. Pese a todo, concede a la mujer se parecen a veces a desgracias, si uno se ciñe al vo­
Tomás de Aquino mantiene una igualdad teórica entre el hombre y la cabulario corriente entre los obreros y los artesanos del siglo XV, que
mujer, señalando que si Dios hubiera querido que la mujer fuera un ser dicen «cabalgar», «justar», .«laborar» o «golpear» a las mujeres. «El
superior al hombre, la habría creado de su cabeza, y si hubiera decidí-_ hombre va a la mujer como quien va al retrete: para satisfacer una ne­
do convertirla en un ser inferior, la habña creado de sus pies. Ahora cesidad»,20 resume Jacques Rossiaud.
bien, la creó del medio de su cuerpo para marcar su íguald�d. También 's_,. -
es preciso señalar que la reglamentación del matrimonio por parte de
19. Chrisciane Klapisch-Zuber, ibid.
la Iglesia reclamará el consentimiento mutuo de los esposos y, aunque 20. Véase, en parricular,Jacques Rossiaud, La Prosti/11/Íon médiévale, reed. París,
esta prescripción no se ha respetado siempre, marca un avance en el Flammarion, 1990.

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CUARESMA y CARNAVAL; UNA DINAMICA DE OCCIDENTE
EN LA EDAD MEDIA
50 UNA HISTORIA DEL CUERPO
da a nivel de devoción y de comportamiento y que se ena.{entran sobre
tentan re frenar las pulsione
s _
Al mismo tiempo, los confesores in ros­
todo en tre las rnu¡eres .
también c ontrolando la p

1
masculinas m ediante prohibiciones, pero rio. .�
icuada �simi��o bajo la invocación a la pasión de Cristo, la flaoe-
o s, e stos lu gares de exuto º
titución en los burdeles y las casas de bañ q g n»,
. lac10? choco casi siempre en la Edad Media con la hostilida d de 1a
rgon zo a y «n lo ue ana r: · ·
Las prost ituta s, cuya «condición es ve
s » o
Iol º esra. Los moVIIlll · ·entos d e ílaoel
o ac i ón, mamr · esrac10n es lrucas · y po-
encuentran pues en burd eles mun icip ales .
escrib e Tomás de Aquino, se
pulares, eran una espe e1e de p eregrinaciones ej ecutadas lle vando la
o privados grandes o pe qu e ños , casas de baños y otros lup anares, pro­ cruz y estandartes, con los pies descalzos, el cuerpo semidesnudd e n
ad es , dond e e j ercen «el
oficio _ .
� cedentes de los alrededores de las ciud viola d por
medw de aclamaciones y cantos sacros · Es tas manifest ac10nes se aca m-
. . _
s de h a b do as
más viejo del mundo», a menudo despué
er si
pan- a_ban con un_nr_o perutenc1al por excelenc ia, la autoflagelación. Se
tan ej ercer y g uzar s u virili­
b andas de jóvenes que, por s u parte , inten
a
consideraban a s1rn1srn o movim ientos de paz - Es tos nlu ·• al es se prod u-
as d e la socie da d, las prost itu ­ , ,
dad. Relegadas, pero también regulador e1 an sobre todo en p ena dos d e crisis social y relioº10sa
.
· , en parac . ular
tas viven e n su cuer po las tens
io nes de la socied ad me dieval. ba¡o · 1a rn - f1uenc1a de los movimientos milenaristas, en concreto, en el si-
gl� XIII, los que se despr endían de las teorías de Joachim de Flore . La
pnmera gran cn.. s1s de f1agelac ión tuvo lucr ar en 1260 a part1·r d e Peru-
_ 0

Estigmas y flagelación g1a y se difundi,o �or el norte de Italia y más allá de los Alpes, en Pro-
venza, h�st a Alsacia, Alemania , Hungría ; Bo hemia y P olonia. E n 1349
de de la teo logía y de la Bi­
Si el do lor (dolor) de l as muj eres proce s� produjo otra gran crisis, desencadenada pa r la p este neora
·
o , en par-
id entif icación con el Cristo tleular en Alem arua y en los Países Ba¡·os• Los flaoel
blia , el dolo rismo conoc�rá, a través de
su an tes se ·e ntre0 oa -
n en l Eda d Media, a tra
vés de 0

sufriente , una breve y relativa expansió


a ron a graves actos de violencia a menudo anticleri·cales Y ant1sem1tas. ·
los estigmas y la flagelación. L � f1. age1acw · , n , �ue no se mtrodujo
. ' entre la s práct icas ascéticas mo-
s de Cristo con ocasión de
Los estigmas son las marcas de las herida nas :1cas de Occid en te , de mue stra, a partir de su fr acas o re lativo ' que
., .
os rastros físicos de los golp
es
la Pasión. S an Pablo aplica el término a l ) y san Jeró­
el e¡ emplo de Cristo -sufri ente n o acarreab a un a mart1·r1·za c1on 1m-
ístola a los Gála ta s, 6, 17
_que sufrió p o r amor al Señor (Ep a un fenó­
portante del cuer po. Es te seguía sien do en Occid ente obje to d e res­
_
cétic . Da rán lugar e n el siglo XIlI peto, e mcluso de placer es que no tenían nada que ver con el sadoma-
nimo les da un sentido as o
estigmati- _
Una de las prim
meno'. n uev� ' voluntario o involuntario .
eras
soqwsmo.
de Oignies (muert en 1213).a
zac iones conocidas es la de la beata María
,

ente
se inscribe espect acularm
La más célebre, la que causó sensación y
de Asís, acontecida en 1224,
en la historia reli oiosa es la de Francisco al­
lVÍagro y graso
as d e la b eat a Isabel d e Sp
dos años antes d; su muerte. Los e stigm
de sangre el viern es, y su cabe­
bech (muerta en 1270) emitían chorros �l gran rechaz_ o �el cuerpo no debe reducirse, sin embargo, a la se­
. mas de santa Catalina de Siena
za lucía pinchazos de espinas Los estig xualidad o al sufnrn1e�to volun tario de una minoría activa de relioio­
n éxtasis en 1375, eran invisibles
(muerta en 1380), recibid os durante u sos. Co1:1o �a hemos V1 sto , la lujuria cada vez se asocia m ás a la ;ula
olores intern os. Los estig
mas
y se ma nifestaban mediante violentos d fi ológ ica
(gula), termmo que a men udo se entiende tan so'lo parc1·a1mente, ya
e de conform idad si
son un a sp ecto del movimiento crecient a con vert irse
que en realidad las recomendaciones de la Iglesia se dirigen tanto a los
. _
e l sigl o XIII , t ien d
con el Crista sufriente que, a partir d
e
1 placeres al1rnentanos com o a l a boca en sí· Pecados de 1a carn e y peca- .
11
efu sión del Espíritu Santo.Pero .
¡,
¡l en un sello de santidad, un sign o de la d os de 1 ª boca camman pa rejos. De este mod o se reprime la e mbria-
n más que u na in ­ _
ueño número y n o· ti ene

sólo co n ciernen a un peq
0uez, de un la do porqu e la s con_ ve rsiones al cristianismo s'e centraban
¡: santidad, que se se guirán rig ien- º _
ll fluencia reducida sobre los criterios de
;i
'i
'l
9

·,

52 UNA HISTORJA DEL CUERPO EN .LA EDAD MEDIA CUARESMA Y CARNAVAL: UNA DINÁMICA DE OCCIDENTE
,,.. 53
·
en muchos casos en campesinos y «bárbaros», bastante dados a las be­ pror.úbici?nes. En _efecto, la Iglesia prohibía de forma muy estricta ha­
bidas, y a los que se debía contener; por otro lado, porque los pecados ·cer el amor durante estos días de penit en cia.
de la carne, es decir, la carne para comer y el sexo, se encuentran mez­ Lo graso opuesto a lo magro, Carnaval que come contra Cuaresma
clados en la embriaguez. La indigestión también se asimila al pecado. que ayuna, la tensión que atraviesa el cuerpo medieval es, en conse­
La abstinencia y el ayuno marcan el ritmo del «hombre medie val». El cuencia, �a que ilustra Pieter Bruegel en EL combate entre carnaval y
dominio del cuerpo se acompaña con el dominio del tiempo que, como cuaresma.
el espacio ' es tm-a cateooría
o fundamental de la sociedad jerarquizada de
la Edad Media.
Este nuevo mundo, este nuevo modo de inscripción corporal se LA REVANCHA DEL CUERPO
concentra en la Cuaresma, esos cuarenta días de penitencia y d e ayuno
que, desde su difusión en el siglo IV, preceden y preparan la fiesta de Así pues, la Iglesia logra ahogar al paganismo. Pero aquello que los
Pas cua, y que luego se extienden a Navidad y Pentecostés. En las r epre­ doctrinarios cristianos consideran 1a «anticivilización» sobrevive y re­
sen taciones sociales, el martes de Carnaval, o graso, es el día que p rece­ nace. Las eflorescencias populares del cuerpo bordean en efecto las
de al miércoles de Ceniza que inaugura el período de ayuno. Carnaval flagelaciones y mortificaciones de ciertos celadores. «Ignoramos lo
se llega a personificar y se convierte en un personaje popular, como su que puede el cuerpo», e..""<clamará Spinoza en su P.tica.22 Desde d pun­
contrario, la «vieja Cuaresma» y su cortejo de penitentes. Con ocasión to de vista histórico, al me..,os podemos constatar que se resiste a su re­
de los períodos de cuaresma, la abstinencia es prece ptiva, aunque el probación; incluso bajo el yugo y el control ideológico más poderoso
consumo de pescado o de productos lácteos, por ejemplo, e stá pe rmi­ del momento.
tido. Otros períodos, más reducidos y fragmentados, la acompañan o Las prácticas paganas, difundidas sobre todo en el medio rural
ree mplazan. · · -que constituye, recordémoslo, el 90 % del territo rio y de la pobla­
r -· . D esde un cierto punto de vista, se puede considerar que, para los ción europeos-, perduran y se enriquecen. Las ilusiones nos informan
�- .. .,, clériºos ' la existencia se resume
o en una cuaresma perpetua. Numero- a veces más que las prácticas. Así, el país de Cucaña, una de las raras
sos conventos, aunque también ciertos pueblos establecen, pue s, es- utopías de la Edad Media, que aparece concretamente en un cuenco de
tanques anif iciales en las inmediaciones, que todavía se pued en ob­ 1250, desc ribe un territo rio imaginario en el que no se trabaja, don­
servar hoy en día. Charcas y estanques constituyen de este modo una de codo es lujo y voluptuosidad. Los campos de hierbas listas para con­
verdade ra reserva de pescados de agua dulce para los días de ayuno Y sumir, secos fo rmados por salchichas que, apenas se han arrancado y
para la vida de cada día. engullido, vuelven a crecer, hechizan a los habitantes de este país ima­
El ayuno se respeta relativamente, incluso entre los laicos, como lo ginario. Las alondras caen, ya perfectamente asadas, en la boca de los
ha ·demostrado Jean-Louis Flandrin,21 antes de cuyos trabajos se so�a felices mortales, y en la semana hay cuatro juev es, ese día de reposo
afirmar que los períodos de cuaresma no se observaban . Jean-Lou1s vinculado a nuestras e scuelas, anees de que pasara a ser el miércoles/
· Flan drin demuestra -aunque los datos que analiza se vinculan mayo­ día de descanso de los colegios en la actualidad.
ritariamente con las categorías más favore"cidas de la sociedad- que la Comilonas opu e stas a los cuerpos atenazados, desenfreno contra
curva. de concepciones tiene una tendencia a la baja nu�ve._ mes_es des­ ascesis, las fiestas del Carnaval que come, con sus bailes, los caro/es,
pués de los períodos de ayuno, cosa que prueba el segwm1 e nto de las considera.dos obscenos por el clero, se oponen a la Cuaresma que ayu-

21. Jean-Louis F) an drin, Un temps po11r embrasser. Aux on�ines de la mora/e se­ 22. Spinoza, l:.1hiq11e, III, 2, escolio, París, Flnmmarion, GF, 1965.
xuelle (VI'-Xl' siec/e), París, Seuil, 1983. "En Frahcia, los miércoles por la tarde no son lectivos. (N. del 1.)
_
54 UNA HISTORIA DEL CUERPO EN LA EDAD MEDIA l'.:UARES.MA Y CARNAVAL: UNA DINÁMJCA DE OCCTDENTE

na . La civilización del Occidente medieval es, a nivel del súnbolo, el con la tristez a medieval, mientra s que el C arn a val se alinea con la r isa
fruto de la t ensión entr e Cuaresma y Carnaval. L a Cuaresma, según y el Renacimiento . En cualquier caso, este enfoque es ca ricaturesco.
hemos visto, es este período de ayuno surgido de la nueva religión,_ el De un lado, porque el Renacimiento como tal no ha existido .25 Del
cristianismo. y la cultura de est a «anticivilización» se expresa me¡or o tro, porque l a opo sició n entre Cuaresma y Carn aval ya está presente
que n unca a tra vés del Carnaval, que se esta blece ver d a d�ramente en la Edad Media, com o lo prueba la historia del pórtico de Notre­
en el siglo xn, es decir, en pleno triunfo de la reforma gregonana, p ara Dame, en el que es conveniente detenerse.26 En efect o , este pórtico es
culminar en el siglo XIII, en el pr opio corazón de las ciud des.
a Carna­ doble. U na p arte del mismo está consagrada a san Marcel o , la o tra a
val significa comil ona, exaltación de l a c omid a , d e l a buen a mes�. san Dionisia.
A pesar de los trab ajos sobre el mundo rural, c�recem_os de �or­ San Marcelo (muerto en 436) desempeñó el papel de primer obis­
maciones acerca de estos cuerpos liberados en estas mtemuna bles fies­ po de la ciud ad de P arís, el de santo protector. De su humilde origen
t as de la bo ca y de l a carne. En cualquie r caso, el aspect o sexual, sin a su p opula r s antidad, la hist o ria de su sorprendente ascens ión social

duda , no había adopt a do la importancia que ostenta en � ca:11aval de y episcopal la cuenta Venancio Fortunato, su biógrafo y hagióg rafo.
Río de Janeiro, por ejemplo. No obstante, el tiempo de D1orus o regre­ Da do que el reclutamiento de las autoridades religios as en l a alta Edad
sa por Carnaval. Al hilo de l os trabajos de etnólogos fundadores, Em­ Media se hacía principalm ente en el sen o de la aristocracia, el de san
23
manuel Le Roy La duri e demostró que el carnaval de Romans, esa Marcelo fue, p or así decirlo, un mil agro . Una serie de milagros, jus­
oran f iesta de invierno del siglo XVI que se desarrolla desde l a Cande­ tamente, permit ieron que este santo literalmente sin par alcanz ara el
laria hasta el miércoles de Ceniza, es, para los habitantes de esta pobla­ co razón de l os parisino s. El más determinant e de todos se rá el de ex­

ción del Delfina do, la ocasión de «enterrar la vida de pag ano», de «en­ pulsar a un m onstruo -una serpiente-dragón- que sembrab a el páni­
tregarse a un último desenfreno paganizante antes de penetrar en l os co en l os alrededores de París, la futura capital de los Capetos, más en
tiempo s de la ascesis» f ijados por la Iglesia, es d_ecir, 2-�tes de la «entra­ concreto en el ville bajo del Bievre, que resigue el actual boulevard de
da en la triste Cuaresm a» . To do lo que la Iglesi a reprune se expresa a Saint-Marcel, lugar del milagro. Ante el pueblo reunido, san Marcelo
lo largo de este período de mascaradas, donde los valores_ se invierten expulsa en efecto a este· animal considerado por los clérig os com o el
y se ej erce la sátir a. «El cuerpo que digiere es rey», p ros1?u� �mma­ símbol o d el dia blo y de S atán, como lo indican los text os del Génesis.
nuel L e Roy La durie, a imagen del Bonachón, ese
persona¡e np1co del Este acto es la cumbre de su carrera ta umatúrgica y social. A pesar de
país de Cucaña, que distribuye los manj ares más etitoso �p s ant� el al­ devociones locales por otros Marcelos (como las del santo pap a M ar­
_
y luego sacrificad en la VlSp era celo, m artiriz a do baj o el re in a do de Ma jencia en 309, o san M arcelo
borozo ooeneral- ' antes de ser fustigado
o

de la entrada en el período de ayuno. de Chalan), el culto de «san M arcel o que expulsa al dragón» parece,
pues, bien instalado. Entr e los siglos X y XII, sus reliquias se transpor­
tan incluso a Notre-Dame de P arís y se emparejan con las de santa
Serpiente de piedra contra dragón de mimbre Gen o veva.
Ahora bien, en el curso de la historia, san Marcelo será destronad o
El crítico ruso lvlijail B ajtin, en su famoso estudio sobre Rabelais, 24 por o tro santo prot ector: san Dionisio, en cuyo honor el rey Dagoberto
ha demostrado de manera interesante que la Cuaresma se emparenta
25. Véase Jacques Le Goff, con la colaboración de Jean-lvfaurice de Montrémy, ·
«Un long Moyen Age», en A la recherche d11 Mayen Áge, París, Audiberc, 2003.
Gallimard, !979 .
23. Emmanuel Le Roy-Ladurie, Le Car,¡aual de Ramans, P:irís, 26. Jacques Le Goff, «Culcure ecclésiascique et culture folklorique au Moyen Age:
et la cu/t,ire papula,re au May en
· · L'(Euvre de Franfais Rabelois
24 . Ivli.JaiJ Ba1tm, . saint Marce! de París et le Dragon", en Paur un a11trt: Mayen Áge, Pa'rís, Gallimard,
Áge et saus 'fa Renaissance, París, Gallimard, l 9i0: 1977., retomado en Un a111re M ayen Áge, París, Gallimard, col. «Quarto», 1999.
56 UNA HISTORIA DEL CUERPO EN LA EDAD MEDIA
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CUA J}fSMA Y CARNAVAL: UNA DINÁMICA DE OCCIDENTE 57

(muerto en 638) hizo construir una abadía, la actual basílica de Saint­ ·:�:��- apoyan en el recuerdo de san Márcelo para recordar, fr ente a la Cua­
Denis, que se convertirá en el centro del culto de la monarquía capeta -·, fésm.á, la figura contestataria de la civilización: Carnaval. Serpiente de
y de la ideología nacional francesa. De este modo, el culto de san Mar­ piedra de la Iglesia contra dragón de mimbre popular: el combate
celo retrocedió, principalmente en torno al siglo XIII, hasta quedar de Cuaresma y Carnaval constituye enteramente la realidad y el imagi­
completamen te olvidado. Y su dragón fue objeto de una desgracia y de nario del Occidente medieval.
una reinterpretación que se puede observar en el pórtico de Notre­
Dame. En efecto, el san Marcelo esculpido en 1270 en la puerta de
Sainte-Anne mata al dragón hundiendo su báculo en la boca del ani­ El trabajo entre pena y creadón
mal, mientras que en el milagro contado por Fortunato, el protector se
limita a expulsarlo fuera de la ciudad. La explicación de este retroce­ La tensión entre el cuerpo glorificado y el cuerpo reprimido se ex­
so, de este reflujo, se justifica enteramente en la tensión entre Cuares­ tiende por todos los terrenos de la vida social, como lo ilustra el lugar
ma y Carnaval que atraviesa la larga Edad Media, ya que el dragón me- asignado al trabajo manual, sucesiva, alternativa y a veces simultánea- ·
. rovingio de san Marcelo no puede ser el símbolo diabólico forjado por mente despreciado y valorado. La historia lingüística de la Edad Me­
la Iglesia. dia es un b �en tesúrnonio de este hecho. Las dos palabras que desig­
En efecto, el sentido de la victoria del santo sobre el dragón, fenó­ nan el traba¡o son opus y labor. Opus («la obra») es el trabajo creador,
meno legendario real en cuanto que revela las mentalidades colectivas, el vocablo del Génesis que define el trabajo divino, el acto de crear el
es más social, popular, psicológico y material que espiritual. El santo mundo y al hombre a su imagen. A partir de este término se derivará
. sauróctono -matador de reptiles- vence al enemigo público, pero no operare («crear una obra»), operarius («quien la crea») y dará más tar­
al mal evangélico. Mediante este gesto, consigue el manto de jefe de de el francés ouvnér [«obrero»], es decir, el trabajador de la era indus­
una comunidad urbana, no sus hábitos de obispo. Es el cazador, no el trial. A las palabras laudatorias «obra maestra» y «maestro de obras»
pastor. De hecho, es más el domador que el matador, ya que Marcelo se opondrá la peyorativa.mano de obra, destinada a los engranajes del
no maca al animal, como san Jorge sí acaba con el dragón, sino que lo maquinismo. Labor («la pena»), la labor agrícola, el trabajo laborioso,
dorna pasando su estola en tomo a su nuca, según precisa su biografía. se alinea al lado de la falta y de la penitencia. Convien e añadir el tér­
El dragón, personificación de las fuerzas fertilizadoras y destructoras mino y la noción de ars («el oficio»), que se declina en particular con
del agua en Egipto, símbolo del sol en China, conlleva numerosas am­ el de artiflex («artesano»), positivo pero limitado al terreno técnico.
bivalencias, como lo demuestra su estudio antropológico. La serpiente­ En su acepción moderna, la palabra «trabaj�» no se impondrá verda­
dragón de san Marcelo aparece más bien como la del folclore que re­ deramente hasta los siglos };."VI y XVII. Su origen procede del bajo lati­
nace. Louis Dumont demostró (La Tarasque, 1951) que en el siglo XV, no tripalium, nombre de aquella máquina de tres estacas destinada a
en la procesión de la tarasque en Tarascón, hay una domesticación se­ herrar a los animales reacios, que se convirtió en la form a corriente de
mejante de un monstruo. designar un instrumento de tortura.
En efecto, la instauracion del carnaval en París en el siglo XIl se ar­ Los oficios de la Edad Media no escaparán a este doble movimien­
ticulará en torno a las procesiones de las rogativ_as, esas liturgias pú­ to de valoración y desvaloración. El libro de los oficios, que hizo -redac­
blicas orientadas a expulsar una plaga, con ocasión de 1-as c9ales el tar el preboste real parisino Étienne Boileau hacia 1268, enumera más
pueblo jovial lanza frutas y pasteles a la cara de una gran serpiente de de cientb treinta. Pero el tabú del sexo, de la sangre y del dinero separa
mimbre. Esta serpiente es la de san Marcelo, pero bien alejada de la los oficios autorizados de las profesiones ilícitas. Prostitutas, médicos y
representación clerical de Notre-Dame. Se trata de ritos folclóricos, de mercaderes serán las víctimas de la condena de estas 'distintas formas de
manifestaciones de la cultura pagana que perduran. Estas procesiones mancilla.. Los textos bíblicos proporcionan muchos ejemplos de repro-
MEDIA CUARES�!A Y CARNAVAL: UNA DINÁMICA DE OCCIDENTE
58 UNA HISTORIA DEL CUERP O EN LA EDAD 59
de la
· . _ la
de Marta la trabajadora. Las órdenes monásticas crean incluso un
b ación del trabajo, aunque con algunos matices notables. �t�s_
le p so n el J rdin de ti�o ?e socied�d escindida entre los monjes con dedicación completa,
Caída, «Tomó, pues, Yavé Dios al hombre, y u e a
(2, ). Luego el orientados hacia la vida espiritual, y los frailes l egos o conversos, reli­
Edén p ara que lo cultivase y guardase», dice el Génes is 15
el sudor de tu ros­ giosos de segundo orden, qu e garantizan la subsistencia del oruoo me­
hombre pecador será castigado con el trabajo: «Con
e Edén, diante trabajo man ual. De hecho, existen todavía herman�s ]�gos 0
tro comerás el pan» (3,19). Así, «le arrojó Yavé Dios del jardín �
eciend o de conversos en I as órdenes mendicantes actuales, auténtico desafío para
a labr ar la tierra de que había sido tomado» (3 ,23 ), establ _
íac . muc�o s franc1scanos y dominicos con temporáneos que abordan hoy
paso un paralelismo entre el trabajo terrestre y el trab�jo paradi� � _
Genes 1s en día este delicado probl=a que perpetú a una especie de <<l uch a de
Junto al hombre condenado al trabajo manual, la mu!er del
(3,16) , será co n denad a al tr abaJO del alumbra­ clases» en el interior d el cat0licismo. A partir d e ahí se encuentra ya W1
dará a luz «con dolor»
e salas compromiso semántico: el abandono del término <<lego» [laz], que es
mien to. En l as maternidades actuales se pue d e o bserv ar qu las
«sal s d tra jo», sup e rviven ci a de la forma medieval de «laico» [laic], en provecho del de «monje coope­
de parto todavía se llaman a veces a e ba

retad en a época m e di val. rante», estimado más conveniente en este inicio del siglo XXI.
esta caída original cristiana reinterp �
a l
con ­ A partir del siglo XI y hasta el xm, se produce una re volución men­
En l a alta Edad Media, es decir, del siglo V al XI, el trabajo se
p cado origin al. El mu n­ tal: el trabajo se revaloriza, se promueve, se justifica. Y d e hecho, para
sidera una penitencia, una consecuencia del e
baja or s a l s p ro­ lo bue no y p ara lo malo. De un l ado, los vagabundos son expulsados o
do grecorromano que separa.ª los esclavos tra d o a �
� �
qu s entr gan al otium , es decir, al o cio y � la o c10s1dad �ttum bien se les asigna al trabajo forzado. Del otro, lo s oficios viles o ilícitos
nos e e e
ajO ma­ prohibidos hasta entonces a los clérigos y desaconsejados a los laicos
cum dignitate, ociosidad honorable, como lo sera, frente al :rab
1entos de l a se rehabilitan, como los que precisan la efusión de sangre, como el de
nual la ociosidad monástica-, pesa sobre los comportaID
rior (o bis­ carnicero o el de cirujano, o bie n la vecindad de la suciedad, como los
soci�dad feudal, en la que los eclesiásticos de un rango s:1 p e
_
. Lis tintoreros, o aquellos para lo s cuales s e debe conocer a forastero s y
pos, canónigos, abates) proceden, en su mayoría, de la ansto crac1a
_ un­ personas d esconocidas, como los mesoneros, que por su parte son sos­
prácticas de los «bárbaros» y de los grupos g�erreros que v1ve_
n ab
as infl en y pechosos de frecuentar a l as prostitutas. Sólo la prostitución, cumbre
dantemente del botín arrancado a las poblac10nes sa quead
u
así como la de la concupiscencia, y los titiriteros y malabaristas, arquetipos de una
asimismo en l a de svalorización social del trabajo manual,
i udeo­ práctica gestual asimilada a la posesión demoníaca, seguirán estando
prim acía-aco�dada a la vida contemplativa po� la civilización _
s so esenc ialme nt e bened _
ictino s. proscritos en principio durante el siglo XIII.
cristiaña. Hasta' el siglo XII, los monje n
l práct ic del trab a jo m n u al El Ren acimiento del siglo XII q ue, más allá del retorno a los clási­
La Regla de san Benito fija ciertamente a a �
xpiado­ cos de la Antigüedad, se basa en la razón y convierte a los contemporá­
en los monasterios, pero como penitencia, obediencia a la ley e
Lo s labo­ neos en «modernos» innovadores y creadores (el impulso escolástico,
ra impuesta al hombre a raíz de la caída del j ardín del E�én.
tr ba¡ad ores de los que se manifestará en las universidades, surge de esta id ea), se apoya
ratores son lo s campesinos (agricolae, rustici), los a
p tes de 1 p en una concepción del hombre creado a imagen de Dios. El hombre
campos. A partir del siglo VIII, los tériinos proceden
alabr a

q la que trabaja está concebido más como un c_ooper ante de Jo divino, un
labor, como labores, que des.ignan más los frut os del tr abajo
ue
abajo agríco - «hombre-Dios», que como un pe cador. C ada ind ividuo, cada cateooría
pena, son los signos tangibl es de una revaloración del tr 0

. . reivindica su estatuto de trabajador, hasta el propio san Luis, que ejer­


la y rural. .
su'c ráct r noble e mnob le, es d _ eor, ce su «oficio de rey»: rey justiciero, rey pacificador y rey guerrero. 27
El trabajo oscila, pues, entre a e
_ 1esta _
amf
confo rm e a la etimo lo gía, «n o noble». Existe una t:nsión m
los_ t��tos
entre la espiritualidad y la actividad, como lo testimonia, en 27. Jacques Le Goff, Saint Louir, París, Gallimard, col. «BibJiochegue des hiscoi-
s) Ja fioura de María la conte mplat iv a en opos1 c10n a res», 1996. ·
de los Evanoelio
z:, o . . .·, �-

• 1
60 UNA HISTORIA DEL CUERPO EN LA
ED�D MEDIA CUARESMA Y CARNAVAL: UNA DINÁMICA DE OCCIDENTE
_ 61

Una verdadera moda se apodera del trabajo.


Hasta el punto de que se _'Ei..i.on de las lágri��s
proez a»- que sign ifica
populariza un proverbio -«labor supera a
,•;, ,· .'•

ro que se entrega al «Tenia una magnifica enfermeda d que ensombreció mi juventud,


claramente que las acciones del valiente caball� _
comb ate y al amor cortés vienen des
pués de l a dignidad y el valor del pero muy propia del historiador. Am aba l a m uerte. Había vivido nue­
ve años en la puerta del Pere-La chaise, que por enton ces e ra mi único ·
trabajo. _
ís (ha cia 1181-1226), un a de paseo. Lu ego viví cerca del Bievre, en medio de grandes j ardines de
· En este contexto, san Francisco de As
Media ev?cador a de mo­ c�nventos, otros sepulcros. Llev aba una vida qu; el mun do habría po­
· las figuras más impresi9nantes de una E dad
, considerada vergon­ dido ll amar enterrada, mi úni ca sociedad era l a del pasado, y mis ami­
dernidad duda entre el trab ajo y la mendicidad
ajando o �i: n mendig ar gos, los pueblos enterrados. Reh aciendo su l eyenda, despe rt ab a en
zos a por los laicos. ¿Qué es mejor: vivir �rab
r la me ndicid ad, porque ellos mil cosas des ap arecidas. Ci ertos cantos de nodriza cuyo secre to
recibiendo limosna ? San Francisco optara po
«Pob rez a en la ale gría» , este yo poseía eran de un efecto seguro. Ante mi acento, creían que era uno
ve en ell a una forma de devoción superior.
o p ra segu ir « desnudo a de lo s s uyos. El don q ue san Luis dem anda y no obti ene , yo lo tuve:
será su precepto, su divisa, su compromis
a
"el don de l as lágrimas ".»
Cristo desnudo».28
jo manual se organiza. Este hermoso texto es de Jules Michelet. Este extracto del prefacio
Pero la resistencia a la revaloración del traba
tebeuf;29 Un a � anera de de 1869 que redactó para su May en Áge nos cuenta el métod o, insepa­
«No soy obrero manual», declara el poet a Ru
» e babia conqU1stado sus rabl e de esa «enfermed ad» de j uventud, d e este historiador romántico,
retomar por su cuenta el término «obrero qu
cartas de nobleza , r ecuperando
para su provecho l a �cotomí a de _l a «resucitadov> de muertos y enderezador de errores, pero también una
antigua je rarquía. Soy un cre·ador, pero no m � 3:
anu , _ a.
irrn a en esenci especi e de graci a que obtuvo, el «don d e las lágrimas». Michelet acen­

El trabajo intelectual queda así prom ovido y plebisc1tado,_ en p a r:ncu­ túa un he�ho comprobado del rey c2peto, revela un püiito sensible,
del trab a¡o prosigue, un a especie de talón de Aquiles: a san Luis l e c"osta ba llorar, pero le
lar en el seno de l as universidades. L a div isión
30

que el g a al obrero Y al cam- gustaban los llantos. Am a'!:,a l as lágrim as, y a que para él eran el signo
en beneficio de una clase de propietarios r e
del reconocimiento divino de su vid a de obediencia y de penitencia, la
pesino a la tierr a y a l a herramienta. . .
es serviles s; encon- prueba de que le gratifi cab a por su devoción haciendo bror.a r sobre su s
La res puest a a esta swnisión a las ocupacion
que, desd e el prus de Cu­ mejill as el agua purific adora. Y, sin· embargo, nos di ce su confes or
trará una vez más en el imaainario medieval,
ad de oro Y el id eal de l a Geoffroy de Beaulieu, «el rey bendito deseaba m aravillosam ente l a
caña 1hasta El libr� de la ros;, resucitará la ed
s inclinaciones revolucio­ gracia de las lágrimas, y se la.m entaba a su coi:fes�i de que no le llega­
pereza . Un imagin ario, sí, pero también una
la revuelt a d e !0 s campe ­ ban, y le decía, bonachona y humildemente, en privado, que cuando
narias,' cuando un predi cador partidario de
decla rará: «Cuando Adan
cav ab a Y alguien pronunciaba en l a letanía estas palabr¡s: "Bello señor Dio s, re
sinos de la Inglaterr a del siglo XIV
Una mane ra de rehusar rogamos que nos des l a fuen te de lágrimas ", el rey santo decía devot a­
Ev a hilaba, ¿dónde estab a el gentilhombre?».
n hum_ana r eposa s��re mente : "¡Oh!, Señor Dios , oo oso re clama r la fuente de lágrimas, pero
la jerarquía social y de sugerir que la condició
P r su mayo r beneficio. me bastarían unas pequeñas gotas para regar la sequedad de mi cora­
el trab ajo, cuya noblez a se ha corrompido.
a a
zón". Y alguna s veces reconoció a su confesor en privado que �l Se ñor
'
arís, Gallimard, col. «Bibliocheque le concedía a veces un as lágrimas en la plegaria; cuando las sentía fluir
28. Jacq ues Le Goff, Saint Fran,ois d'Arsire,.P / �
. sobre sus _ mejillas suavemente h asta su boca, las s aboreab a muy lenta­
des histoires», 1999.
rado por .Michel Zink, 2 vols., pans, mente no sólo en su corazón, sino t ambién con su gusto».
_
29. Rucebeuf, O�uvrer completes, texto prepa ·
Bordas, 1989 y 1990. • Pans
n Age, , , Se uil , 1 957 ; reed , co1 · Voluptuosidad de las lágrimas acord adas a veces a un rey desarm a­
30. Jacques Le Goff, L er [n t ellect11els a11 Maye
- · · . do frente a lo que se puede califi car de arrepentimi ento seco. Ya que si
«Points», 1985.

- --- ·-··-
� . - --.. - -·- -
CUARESMA Y CARNAVAL: UNA DINÁMICA DE OCCIDENTE
UNA HISTORIA DEL CUERPO EN LA EDAD MEDIA
62
una cierta corporeidad. Las lágrimas se convertirán en el sümo º de 1a
san Luis no llora a lo largo de las biografías, no ceja de im,plor ar «una
·�·tac1on,·, de 1 a encarnación de Cristo en el hombre. Jesús llora tres ve-
fuente de lágrimas», es decir, un signo de la gracia divina, y no sólo lo . . _
ces en la Biblia. La primera vez, a raíz de 1a muerte de su amigo Láza­
que la tradición monástica considera como un mérito, una recompen­
ro. Justo antes de resucitarlo, trastornado por su emoción, la de Mana
sa, una sanción de la penitencia.
y s� hermana Mar�a, la del pueblo judío reunido en lágrimas, «lloró
¿ De qué manera la manifestación más ostensible del dolor y de la Jesus» (Ju�, 11,3 )). La segunda vez fue cuando entró en Jerusalén
tristeza humana se ha convertido en un valor? La operación ideológi­
y se lamento de 1a suerte de esta ciudad abocada a la destrucción,«y
ca de este gran vuelco es, una vez más, el cristianismo. Como recuerda ,
cuand? lleg� cerca de 1a ciudad, al verla, lloró sobre ella, dicien.do:
la historiadora Píroska Nagy en su estudio sobre el don de las lágrimas ,
¡Oh, s1 tamb1en tú conocieses, a'lo menos en este tu día' lo que es parª
en la Edad Media, la nuev a religión de Estado procede a una «inver­
tl·1� paz.1 Mas ah ora está oculto a tus ojos», podemos leer en el Evan-
sión de los valores preconizada por Cristo».31 Valorizadas en el An­
gelio de Lucas. El otro momento en el curso del cual Cristo llora se si­
tiguo Testamento -«Bienaventurados los que lloran, porque ellos
túa en la víspera de su crucifixión, en el monte de los Oliv�s, mientras
serán consolados», dice Cristo en el Sermón de la montaña:_, las lágri­
se encuentra en ?lena plegaria . Ese episodio es particularmente impac­
mas se inscriben en «la renuncia a la carne», la cual tiene lugar a r a íz
tante, ya que Cnsto llora por él mismo (Hebreos, 5,7). Se trata en cier­
de la nueva historia occidental del cuerpo que se escribe en la Edad
to modo de un momento de «depresión» en el curso del cual Jesús llo­
Media.
ra sobre su prqpia Pasión, pensando que puede ser abandonado por su
Los Padres del Desierto de Siria y de Egipto son los primeros en _
padre. El Evangelio de Lucas presenta otra versión, donde Cristo «lle­
convertir los llantos en uno de los centros de la vida espiritual. Par a es:
no de angustia, oraba con más instancia; y sudó como gruesas oo;as de
tos cristianos militantes, se tr ata de «reconstruir completamente la
sangre, que corrían hasta la tierra» (22,44). La simbología de l�.s líqui­
estructur a de la personalidad humana actuando directamente sobre el
dos c�rporales es una vez más i..rnpacta.flt'e. Y el cuerpo se convierte en
cuerpo».32 Este ideal ascético, promovido por Antonio hacia 270 y por
el veh1culo entre lo divino y lo humano.
otros monjes eremitas del siglo m al N, se convirtió poco a poco en el
De las lágrimas �e Cristo a los llantos proféticos de Juan, el Nuevo
modelo del monaquismo medieval. Como señala Piroska Nagy, «la va­
T�stamento proporc10na una materia importante para conferir a las lá­
loriza c�ón de los llantos y el sentido de las lágrimas están estrechamen­
grrn:as una positividad que la Iglesi a explotará ampli am ente. El don de
te viné�ados con el destino que el cristianismo concede al cuerpo. Si _ a se convertir� incluso en un criterio de san tidad a p artir del
l�s lagrun �
la exhortací6n a llor ar participa de la renuncia a la carne en el cristia­ _ o don, virtud o graci a, habitus (es decir, seoún Tomás
siglo XI. Mento
nisriio di'! la Antigüedad tardia, es ante todo porque los llantos se inscri­ _
de Aqumo, una «disposición habitual») o carisma, les ho;bres píos
ben en la economía de los líquidos del cuerpo que el asceta debe domi­
van en busca de las lágrimas.
nar. Beber poco reduce la cantidad de líquidos presentes en el cuerpo,
Y, sin embargo esto no sucede en la alta Edad Medi a -a pesar de
y en consecuencia la incitación al pecado; del mismo modo, llor ar ev a­ '.
l� regla de san Bemto que prescribe ll antos penitenciales-, que no se
cua estos lí'quidos y evita de este modo su uso pecaminoso por parte _
_f1Ja �ucho en el don de las lágrim as. Una situación que se explica «a
del cuerpo en la sexualidad».
partlr del grado d � cri��anizac�ón e� la época: la preocup ación prin­
Pero las lág rimas adoptarán otro significado en el medio monásti­ _ _
cipal ra la cnst1�1zac1on extenor, ntual y colectiva más que ]a imros­
co de la reform a gregoriana . La tensión entre el rechazo del cuerpo y _�
pecoo� a l � que mduso sus especialistas, los monjes, no acordaban su
la encarnación hará bascular la signif icación del llanto en beneficio de
atenc1on ma s que poco a poco».33

J l. Piroska Nagy, Le Don der larmer au Moy en Áge, París, Albin Míchel, 2000. 3 3. Piros ka N ag,;, op. cit.
32. Alaín Boure3u, prefacio a Piroska Nagy, op. cit.
65
.,..-
CUARESMA Y.CARNAVAL: UNA DINAMICA DE OCCIDENTE
LA EDAD MEDIA
64 UNA HISTORIA DEL CUERPO EN

n los· refor­ _p�s». 34_ Y Rolan� �anh es, como fino sabueso de los sentimientos y de
El giro se producirá en los alrededores del año 1000, c o los sedimentos históricos y biográficos, no se equivoca cuand o inter­
Damián (1007-1072), monj e
m adores del monaquismo, como Pedro ). preta la importancia en Michelet del don de las lágrimas neg ado a san
e remita y lue go cardenal de Ost
i a, y J ean de Fécamp (muerto en 1078
po l g de l s Luis. «Otro me dio d e incubación: las lágrimas», escribe .l� «Las láari­
u Oración
a a
Este último escribirá, p or ejemplo e n s
r a raci

itual cuy a amb ival e nci a d e mas son un don; san Luis lo pedía a Dios en van o; Michelet, p o; su
lágrim as, una invocación to tal.menee espir parte, conoció el poder genninante de los llantos; ya no lágrimas men­
r n d cir s ex u ales, n o dejará indifer ente
los aspectos corporales, po o e
tales, lágrimas de metáfora, sin lágrimas de aguá y de sal, que acuden a
J esús, así com o yo t e deseo,
al lector moderno : «Dulce Cristo, buen as­ los ojos, a la boca, al rostro... » No obstante, las lágrimas de la E dad
dam e ru amor santo y c
así c omo yo te ruego con cod o � espíritu, sign Medi a no son sólo espiritual es: permiten que Dios pase al cuerpo,
po r enter o. Y dame el o
to, que me llene, me sostenga, me posea an ofrecen la posibilidad, ci ertamente caprichosa y aleatori a, de movilizar
de lágrimas que ch orr e
evidente de cu amor, la fu ente abundante el cuerpo para alcanzar lo divino. «Gozo, llantos de g ozo...», escribirá
lágr imas probarán tu amor
continuamente, de modo que estas �smas Pascal en el siglo XVII. «Pobr ez a en el gozo», repite, en el siglo XIII,
por mí». san Francisco, y Chiara Frugoni p udo llamar a Francisco «el s anto
izar apresuradam ente es-
Guardémonos sin embargo de psicoanal edu­ que sabía reír». La risa franciscana es una excepción, ya q ue la risa, en
de la Edad M edi a son irr
tas palabras, pues las categorías mentales s. Lo cier to la Edad M edia, es desterrada , apartada, posterg ada . Está del lado del
ciones simbólica
cibles a sus h uellas históricas, a sus inscrip ori­ demoni o . Es la part e del Di ablo .
specie de fecundid ad de
es que las lágrimas se perciben como una e
Bart hes, un «poder germinan­
gen divino. P oseen, como dice Rolan d
de lágrimas y lágrim as de gra­
ce» del que esta rá dotado Michelet. Don de Tomarse la nsa en serio
otro tanto las lágrimas
cia SOil, pues, apreciadas y premiad as. Y
la E dad M edi a, el monj e s e
pl egaria y de penitenci a. Is qui luget: en r sus «La risa es lo propio del hombre.» Esc a definición de Aristóteles
define, pues, como «aq uel que
llora>>. Y «aquel que no puede llora autor t� célebr� y celebrado en l a Edad Media -sobre codo a partí;
a al mon j Wal ter q ue de­
pecados no es un monje», responde una sant
e
de los siglos XII y XIll-, al que a menudo se le llama rá «el Filósofo» a
se a adquirir c on ella la gracia
de las lágrimas.
e q ue con las lágrimas se
pesar de las reticencias de la Iglesia, no bastará para sacar a la risa del
Así, Michelet tie ne razó cuando escrib
n oprobio en el q ue fue lanzada al m enos hasta el siglo XII.
Me dia». Y cuando ve en ellas
comprend e «todo el misterio de la Edad En la Edad M edia no se d eben buscar las causas de la reprobación
e dad gótica: «Una lágr
ima , una sola ,
u na caracte rística mayor d e la de la risa en l a especi e, sin o más bi en en el espaci o. Ya que e l cuerpo
ca, basta para evocarla», es­
lanzada en los cimie ntos de la Iglesia góti los no escapa a una visión del espacio dividida entre lo aleo y lo bajo , la
eron más que inundar
cribió también. Ya que las lágrim as no hici g ci a de cabeza y el vientre. Corrigiendo la tradición filosófica antigua, la E dad
ncos toc s p o r l a ra
cu e rpos d e lo s más devotos y de los sa
ado
M�dia �esc�s a en efecto más so bre la oposición entre lo alro y lo
i as leye nd a s, e n maravillosos poemas, amon­
Dios, «fluyeron en límp d
ba¡o, lo mteno r Y lo e xte ri o r, que en la división de la derecha y la iz-
n gigantescas c atedrales que ,
t onándos e hacia el ci elo, cristalizaron e r J o­
año 1919, el bist0ri ado
qu erían ascende r hast a el Señ or». En el d s futu ras,
de las se nsibilid a e
h an Huizinga, pr efigurando la historia' t faci li­ 34. �oh Huizinga, L'Automne du Mayen Áge (1919), París, Payot, 1932; reed.
esta r ec eptivi dad, e s a
no se eq uivo caba cu ando recordaba « col. «Peme b1büothi:que PayoD>, precedido por una entrevista de Claude Mettra con
:m

s lágrimas» propia de l a E d ad
d ad de emociones, esta propensión a la
Jacques Le Goff, 2002.
rapi dez a la «asp ereza del 35. �ol an d Barth�, Mic�elet, en Oe11�res completes, edición preparada y presenta­
M edia, qu e atribuye tal ve z c on e xcesiva tiem- da por É.nc Marry, Pans, Seuil, 1993.
enía la vid a en a quellos
gusto», a la «vi ole nci a de color que t

- - ··.. -·.
66 UNA HISTORIA DEL CUERPO EN LA EDAD MEDIA CUARESMA Y CARNAVAL: UNA DINAMICA DE OCCIDENTE 67

quierda, pese al hecho de que Cristo, al final de los tiempos, hará sen- be en las Grandes reglas que redacta entre 357 y 358. «Se ha revestido
. tarse a los justos a su derecha. El gesto de Clemente de Alejandría de_ los séntimientos que dan testimonio de la virtud de una persona,
(muerto hacia 215), que en un texto pionero y fundacional, El pedago­ por ejemplo la manifestación de la pasión por los afligidos. De todos
go, expulsa a los que promu·even la risa, recuerda al de Platón, que en modos, y los relatos evangélicos lo atestiguan, nunca cedió a la risa. Al
La República expulsa al poeta fuera de la ciudad. Ya que la risa con­ contrario, proclamó desdíchados a quienes se dejaban dominar por la
duce .a las acciones «bajas». El cuerpo está separado en partes nobles risa.» La cuestión no es anecdótica. En el siglo XIII, la Universidad de
(la cabeza, el corazón) e innoblés (el vientre, las manos, el sexo). Dis­ París acordó a esta cuestión una de sus sesiones de discusiones abier­
pone de filtros que pueden servir para distinguir el bien del mal: ojos, tas al gran público llamadas quodlibet, a través de la cual los partida­
orejas y boca. rios de la definición del Filósofo -«la risa es lo propio del hombre»-­
La cabeza está en el lado.del espíritu; el vientre, en el lado de la car­ se oponían a la actitud que la vida de Cristo -que no rió jamás- pare­
ne. Y la risa viene del vientre, es decir, de una parte mala del cuerpo. ce inducir. Pero, frente a la amenaza de la risa que rompe la humildad
Todavía hoy, de hecho, la risa vdgar se declara «por debajo de la cintu­ del silencio (taciturnitas) de la vida monacal, la Regla del Maestro se
ra». La Regla del Maestro en la que se inspiró san Benito en el siglo VI aplicará a partir del siglo VI.
es muy clara en este caso: la risa camina a través del cuerpo desde las Seguirán otras reglas, a veces más matizadas. «El monje sólo debe
partes bajas del cuerpo, pasando del pecho a la boca. De esta última reír raramente», dicta la de san Ferréol de Uzes. La de Colombano
tanto pueden salir palabras de devoción, de piedad y de plegaria como (muerto en 615) estipula que «aquel·que ría a escondidas en la asam­
palabras procaces y blasfematorias. La boca, en la Regla del Maestro, es blea, es decir, en el oficio, será castigado con seis golpes. Si rompe a
un <<cerrojm>; los dientes, una «barrera» que debe contener la oleada reír, ayunará, a menos que lo haya hecho de manera perdonable». La
de locuras que pueden ser conducidas mediante la risa. Ya que la risa Regla del Maestro inscribe por mucho tiempo la represión de la risa
es una «mancilla de la boca». Er:i este caso el cuerpo debe ser una !!'.U­ en una antropologfa y una fisiología cristiana: «El instrwnento del gé­
ralla frente a esta gruta del Diablo. nero humano es nuestro pobre cuerpecito», dice el maestro. A este
El historiador John Morreall tiene razón: es preciso tomarse la risa «cuerpecito» Je queda la posibilidad de cerrar 1a puerta de la boca a la
en serio. 36 Pues la risa nace del cuerpo e informa con singular fuerza risa diabólica sobre la que se focaliza el clero. «En cuanto a las bufo­
acerca del lugar que el Occidente medieval le consagra. Y su rechazo, nerías, a las palabras ociosas que inducen 1a risa, las condenamos a la
seguido de sti integración progresiva a través del proceso de civiliza­ reclusión perpetua, y no permitimos que el discípulo abra la boca para
ción que se d <:spliega en Occidente, sigue los mismos caminos crono­ pronunciadas», prosigue. La Regla de san Benito pone el acento en el
lógicos y sunb6licos que el sueño. Así, en un primer tiempo, desde el riesgo de romper el silencio, de poner trabas a la humildad del monje,
siglo r:v hasta el siglo x aproximadamente, la risa queda ahogada. que es uno de los fundamentos de los padres del monaquismo.
Las raíces de esta desvalorización son numerosas. En primer lugar, Pero, hacia el siglo XII, la risa va a quedar poco a poco rehabilitada,
si Cristo llora tres veces en el Nuevo Testamento, no ríe. San Basilio, ya que se controla más. Tomás de Aquino sigue los pasos de su maes­
gran lecrislador
º arieao cristiano que recomendaba al monje un uso mo- tro Alberto el Grande, que consideraba que la risa terrestre era una
derado de la hilaridad insistió ampliamente en este hecho. «El Señor, prefiguración de la felicidad paradisíaca, y da un estatuto teológico
l:> l:>

según nos. enseña el Evangelio, se ha cargado con todas las pasiones positivo a la risa. En particular porque la Biblia proporciona tantas :¡_
corporales inseparables de la natur-al�za humana, como la fatiga», escri- razones de recomendarla como de condenada. Una alternativa que
bebe de las fuentes de las dos especies de risa que describe la lengua
hebraica. La primera es sákhaq, la risa gozosa; la segunda, ldag, la risa
36. John Morreall, Taking Laughter Sen·ously, Albany, Srace Uni�ersity of New
York, 1983. de la burla.
�• .¿_·.�.• -.·�...·-'·-:·:-·."'··. ...
-

IA
CUARES �A Y CARNAVAL: UNA DINÁMICA DE OCCIDENTE 69
RPO EN LA EDAD MED
UNA !IISTORIA D1!1, CUE
68 .:'-¡,: .. .

ue Sara, compañ er
a del �ejo �bra­ ' · f1s_ s;teños bajo. vigilancia .
El Antiguo Testamento cuenta q
.
iban a
.

le anunció que ella y su �ar_:do


ham, se puso a reír cuando Dios y seis an�_s y a � �n la Antigü e d�d, la interpretación de los s ueñ os era una práctica
a mujer de ochenta
tener un lújo. Este anuncio a un . C and o n a c10 el hi¡o
com�_te. �n l as fenas, en los merc ados, los adivinos popular es eje rcen
su hilari dad
hombre centenario dese ncadenó
u
s� of100, mt erpr etan los sueños de los ciudadanos por un a suma mó­
Isaac, que si?nif ic « �sa», según un_
prometido se le dio un nombre ,
a
l ns a g ozosa y no
. dica; un p oco �orno las m�j�es q ue leen la buena ventura y l as perso·­
haq, es de ru, de
vocablo heredado del término sák
a
bíblic a que nas q ue se dedican a las disoma s mancias. En s u domicilio O incl uso
nte positivo, es una fig
burlona. Isaac, personaje totalme
ura
e � templ o, una s eri e de inté rp ret es de oficio, com o auténticos esp e ­
sa. Así, la risa pued e
pe rcibirse com o �
permit e la rehabilitación de l a ri estado al q ue el
oalistas, daban a los hombres de l a Ciudad la cl ave del significado de
onsiderado co mo un
el atributo de los eleoidos , aser c esia, alejándo­
sus s ueños . L os onirománticos no son tal vez tan estimados corn o los
s q ue reprimirla, la Igl
hombre debe tende r; aspirr. Má re l o ª��res o los arúspice s, esos sacerdotes que Icen en la s entrañas d e la s
trolará la risa. Y seleccionará ent
se de la presión monástica, con , l a risa de los sa­ vi�as o en el vuelo de los pájaros, ·pero se los escucha y consulta co ­
abólico . La risa lícit a
bueno y lo malo, lo divino y lo di un inv ento de la Eda_d mentemente.
decirse q ue fue
bios, es la sonrisa, q ue puede u sin gularidad, mas Ap ariciones, so mbras o fantasmas, los sueños del paganismo gri e ­
os considerar en
Medi a, pero que también podem
s
go Y romano provien en del mundo de los mue rtos. L os sueños «falsos»
q ue como una risa mitigada . . . , Y los «v erd ade ros» se distingue n cuid adosam ent e, como hace Hom e ­
to l ri aho g ada reside ya en la p
rácuc a, a u _ aves de
El'con tr pun sa
en la ro en l a Odisea, donde Penélope percib e las dos p uert as del sueño, la
nacorum), esas broma s escnt as
a a a
_
los «juegos de monjes» (joca mo no s q ue­ de marfil de do�d e sal en l os sueños engañ osos, la de cu erno de la qu e
terios. Los señores feudales
e
Biblia que circulan en los monas en el que emanan los suenos �u� se cumplen. O Vi rgilio, q ue en la Eneida y en el
:! bs historias ma rsellesas ,
dan atrás con el gaó, que re.::uerd lus un sur co de Hom e ro disungue s ueños engañosos y s ueños premo nit orios.
zas guerreras. San Luis se rá inc
o
los c aballeros exaoeran sus proe riq e N ume ros�s �e orí as º:cil� entr e valorización y denigr a ción. Pitágo­
facetus), como lo_ habí� si_do E� �
r ey ridente, un re; bromista (rex �1 se ne
ras, Democnto y Pl aton creen en su vera cid ad. Diógenes y Aristóteles
antes, según ref1er�Jom�e.
II de Inglaterra cerca de un siglo ra a par­ l s dev�úan Y ac onsejan la increduli dad respecto a ellos. Se establ ecen
parte porque el lat:1n declina
mejor en lengua vernácula es en
?
jtin , un «�tura upologias, como la �e Cicerón, qu e en De divinatione (I, 64) distingue
o mo dic e Mijail B
tir del siglo XIII. De este modo , c
a a
edi eval tres fuentes del sue n o : el hombr e, los espíritu s inm ortales y los diose s.
des en las que el hom b m _
de la risa» se instala en las ciuda
re

,m zcl do con la Los an nguos clasificaban asimismo los sue ños según su naturaleza
a en la pl aza pública
a
«siente la continuidad de la vid
e
t ct con los Y establ ecían una jerarquía entre los s oñadores. A finales del siolo rv
de su cu e rpo está en con o
muchedumbre del Carnaval, don
a
. p ­ Macrobio (haci a 360-422) proporciona a la cultur a pa oan a su t;a tad�
y condiciones». Ant es �e los
erío
de personas de roda s las edad es p ­ de los sueñ os más _ logrado. En su Comentario del sueñ; de Es ipión, el
c
los días gozosos de las fies�as � _
o u
dos de ayuno , la risa resonaba en avales y ¡olgo no . poligr�o � encicl opedista, mie mbro de un grupo d e vulga rizad o res
a del a sno y otros carn
s
lares, fi estas de los lo cos, fiest t aba brutalroent_e � e l a Gena_a y de la filosofía anti gua, distingue Clllco �a tegorías de s ue­
erpo» que «contras
Una «liberación de la risa y del cu a tesu­ � os: som�zum, visio, oraculum, insomnium y visum. D os d e ellas no
», prosigue Bajtin. a lite ratur
L _
con el ayuno pasado o inminente t sco ». L n n enen «rungun a utilidad ni significación». La primera es el insomnium
ción de este «cue rpo gr
a sa
monia esta liberación, la exalta
o e
d res el R e- el �ueño turbado, q ue se convertirá con ErnestJones, 37 psicoanalista;
sal
XVI es, mal que pese a los en _
za o d
de Rabel ais en el siglo b10grafo de Freud, en la pesadill a. La segunda es el visum, forma de
nacimiento, una risa medieval.
• 37. ErnesrJones, Le Cauchemar, París, Payot, 1973 .

·-
70 UNA HISTORIA DEL CUERPO EN LA EDAD MEDJA
CUARESMA Y CARNAVAL: UNA DINÁMICA DE OCCIDENTE

sueños; pa r a
fantasma ' de vaoa o b undeo onírico ilusorio. Son «falso s» llos, corno en la época del paganismo, sino a Dios, el
Virgili . Los tr s tres anun- úni co que sabe:
reto mar la s t í
ca e oor a s de H o m er o y d e o o o «Que aquellos que obs ervan los augurios o los auspicios,
o los sueños
cian el futuro. D; forma vela d a en el caso del s ue ñ o enigm ático , el som­ ¡ o cualquier otro tipo de adivinación, según la c ostum
bre de los paga­
nium; de manera seg ura e n la profé t ica visio; p or m e dia ción �e l os nos, o que introd ucen en sus casas a hom bres para que
inclu d l di dad qu p lleven a cabo
· parientes, de los sacerdotes o so e a � e r
� V1enen investiga ciones p or arte de magia.. , que se confiese
n y hagan peni­
c laramente al durmiente acerca d e un aconteC1ID1e nto por venir en el tencia durante cinco años», impone un canon de l p rime
r c oncilio de
sueño oracular (oraculumJ Ancira en 314. La demonización del sueño es una res
En el período en e l que las interpretaciones pa g a s y cri:tian s puesta hábil a
:m � u na c ultura pagana de la interpretación
de las verdades ocultas del más
se mezclan 1 es decir del siolo II al IV, los hom bre s oscilan entre mteres allá, que debe hacerse ahora c�n la media ción y el control
de las auto­
manifiesto (sueños de con;ersión, de contacto con Dios o de martirio), ridades eclesiásticas.
inquietud paciente e in certidumbre. U n «semiherético», Tertulian�, Finalmente, el sexo constituye uno de los motivos de sos
pecha más
propone entre 210 y 213 el primer Tratado sobre los sueños del Oc�­ importantes de la Iglesia en relación con los sueños. P
_ or la noche, la
dence cristia no. Fiel a las interrogaciones de su tie mpo , este no man s carne se despierta, cosquillea, aguijonea e1 cuerpo lujuri
oso. Tentacio­
land en el que se encuentran un alma y un cuerp? perdido entre :1 nes de las que san Antonio será víctima ejemplar y triunfant
e. Y males­
sueño y la muerte lo inquieta. Pero rehúsa convertufo en algo pr ?p10 tar general frente a los sueños en los que san A ustín, p rot
agoni sta, no
del hom bre, ya que e l sueño es para él un fenómeno humano �:11 ver ­ obstante, del primer sueño de conversión en el céle bre
g
episodio del
sal del que no están exentos ni los niños ni los bár baros: «¿QU1en p os jar dín de Milán, será una de las fo¡uras indiscutibles . De
sde lue oo en
dría ser lo suficientemente ajeno a la condición huma na como para no la práctica, el pueb lo recur re ciertamente a los intér rete
- t) )

s, ma gos -y
haber percibido una vez una visión fiel?», se pregunta en s� De anima. char lata nes en s u gran mayoría-, a fin
p
de dar sentid o a este desarreglo
Terruliano elabora a con tinuación una tipología de los suenos que cla­ sensori21. Pero la noche de los sueño s vigilados se aba te
sifica según s u fuente: los demonios, Dios, el alma Y el cuerpo. Los s ue­ sob¡e Occi­
dente durante mucho tiempo. El francés medieval, que
j u ega con la
ños que se producen según él al finalizar el su: ño est � vinculados con cercanía entre «songe» [sueño] y «mensonge» [mentira], refleja
_ esta
la posición del durmiente, así como con su alimentaoon. U na V1da so­ sospech'<I.
bria favorece incluso los sueños de éxtasis. Condena moral, pero también distinción social. La igualdad
Cuando el cristianismo se impone como la id eología dominante a anee el
sueño no existe. Sólo una élite tiene «derecho» a soñar:
los reyes y los
partir del siglo rv, la cuestión del sueño, uno �e los fenó�:� os más santos y luego, como máximo , los mon¡·es. En el Antüruo
Testamento '
eni omáticos de la humanida d, no puede ya evitarla la relig10n en el donde se sueña m u cho más que en el Nuevo, el faraón s e ent
o
er a por un
po der. La herencia de la cultura pagana inquieta y angustia :111te todo . sueño de que de be dejar partir a los judíos si quiere deshacer
se de las
En efecto, ya no hay demonios buenos y malos, como en la ep�� ª gre­ siete plagas de Egipto. Constantino y Teodosio el Grande, los
- dos fun­
c orromana. Sólo ángeles y demonios, es decir, de un lado la �cia de dadores de la cristiandad, descifran las líneas de su s enemi
gos con la
Dio s, del otro, la malicia del Diablo. Y es Satán en persona quien, con mediación de los sueños. «Por este signo vencerás», oye C
onstantino
mayor frecuencia, envía estas «poluc iones noctui:nas>� a los ho� b �: s, antes de li brar batalla contra Majencia en el puente de lvlilvio
, cuando
interfiere así entre Dios y la humanidad, co rtoctrcillta la med1�c1on ve en el cielo la cruz de Cristo y sueña por la noche que Dios
le conmi­
eclesiásti ca. Indisociablemente relacionado co n el cuerpo, el sueno se na a hacer representar la cruz sobre una enseña. De la misma
situará se <>ún el cristianismo triunfante del lad o del Diablo. manera,
el Carlomagno de La canción de Rolando sueña de manera
pro fética
Otro �otivo para relegar lo : con la religión de C1sto instituida, el en cuatro ocasiones, que son otr os tant
os momentos decisivos. Sueños
futuro ya no pertenece a los hom bres ávid? s de conocer ·sus desarro- reales, pero tam bién sueños de santos se elevan al rango div
in o. Toda

)
·�

/
·'·:
72 UNA HISTORIA DEL CUERPO EN LA EDAD MEDIA
CUARESMA Y CARNAVAL: UNA DINÁMICA DE OCCIDENTE
73
la vida de san Martín está, según sus hagiógrafos, marcada por los.sue­ una mujer, dijera y mostrara en imágenes que no había soñado, para
ños. El primero será el de su conversión. La noche que sigue al repar­ que estas palabras fueran recibidas como auténticas, a pesar de ser una
to de la mitad de su manto con un pobre, Cristo se le aparece: «Lo que mujer».38
has hecho a un humilde, me lo has hecho a mí», le dice. El segundo De todos modos, la nueva interpretación de los sueños se vincula a
marca el de su acción de misionero. Otro, contado por Sulpicio Seve­ la teoría de los humores y a la fisiología de los soñadores. Contra los
ro, será el anuncio de su muerte, a fin de que pueda prepararse para «fant�smas diabólicos», Hildegarda de Bingen aconseja a los soñado­
ella. Los santos y, muy pronto, los monjes, esos héroes que intentan res que «ciñan en cruz el cuerpo del paciente con una piel de arce y
imitarlos, se benefician también de sueños significativos. Pero para el una piel de corzo, pronunciando palabras de exorcismo que ahuyenta­
resto de la humanidad el sueño se desaconseja. rán a los demonios y reforzarán las defensas del hombre».39 Sueño y
Sueños vigilados y-cuerpos controlados: los hombres deben abste­ medicina, psicofisiología y psicopatología quedan así imbricados. «In­
nerse de beber en exceso, ya que la embriaguez favorece las visiones cluso los sueños que parecen ilusorios enseñan mucho al hombre acer­
pecadoras. Clérigos y laicos también deben evitar ingerir demasiados ca de su estado futuro», avanza Pascal le Romain en su Livre du trésor
alimentos, ya que la indigestión alimenta las tentaciones. La forma cor­ caché, que testimonia el giro adoptado por el cristianismo en materia
poral de la tentación es la visión, uno de los cinco sentidos más esen­ de interpretación de los sueños. La renaciente Edad Media enlaza de
ciales en la Edad Media, ya que un sueño es un acto, un relato en el que nuevo con el sueño, sin duda bajo la influencia de la cultura y la cien­
uno ve. De hecho, la doctrina cristiana distingue la categoría inferior cia antigua transmitidas por los bizantinos, los judíos y los árabes. «Los
de los sueños, designados por el sust antivo somnium, que procede de hombres cuyos sueños son verdaderos son, sobre todo, los de una
la raíz latina sommus («sueño»), de las nobles «visiones» (visiones) complexión templada», dice por ejemplo el filósofo árabe Averroes,
que dejan entrever una verdad oculta, en estado de vela o de sueño. retomado en lengua latina. Un mestizaje cuyo testimonio es la flora­
Por su parte, el francés medieval sólo conoce para designar al sueño ción de «claves de los sueños» que vienen de Oriente.
la palabra «songe», a la que se añade la palabra «reve» a parcir del Se traca de un renacimiento cuyo agente y testigo será la literatura.
siglo XVII. Así, el El libro de la rosa 'de Guillaume de Lorris y Jean de Meung,40
A partir del siglo XTI se produce un giro decisivo, cuando se efectúa best-seller indiscutible de la Edad Media, es una novela onírica, que
una democratización de los sueños. Revolución urbana y reforma gre­ descansa en el sueño de un joven que desarrolla el hilo en primera per­
ooriana debilitan el aislam iento y el prestigio monásticos. Los sueños
o sona: «En el vigésimo año de mi edad, en esa época en la que el amor
se esc;apan del recinto del claustro, se desacralizan, se conVIerten en� reclama su tributo a los jóvenes, me acosté una noche como de cos­
fenómeno humano. Los sueños vuelven a tomar cuerpo y basculan m­ tumbre, y dormía profundamente cuando tuve un sueño muy hermo­
cluso del lado de la psicología y de la medicina. Es un renacimiento so y que me agradó mucho, pero en este sueño no hubo nada que los
que se acompaña de teorías e interpretaciones nuevas. hechos me hayan conf irmado punto por punto. Os lo quiero contar
Hildegarda de Bingen, a la vez monja visionaria y médico, indica para alegraros el corazón... ». Se trata de un artificio literario, pero sig­
en su tratado titulado Causae et alrae (Causas y remedios), que el sue­ nificativo de un cambio de cono, de estatuto, de concepción.
ño es el atributo normal del «hombre de buen humor». Portadora de
una concepción del hombre y de la muje!'en la que el espíritu no está 38. Jean-Claude Schmitt, Le Corps des images. Essais sur la culture 11isue!le au Mo­
separado del cuerpo, la abadesa rechaza sin embargo en su retórica la yen Áge, París, Gallimard, col. «Le cemps des images», 2002.
corporeidad del sueño, y a veces incluso el onirismo. Jean-Claude 39. Jean-Claude Schmitt, Le Corps, les rites, les ri11es, le temps. Emris d'anthropo­
Schmitt ha inferido a la perfección el origen de este «rechazo del sue­ logie médié11ale, París, Gallimard, col. «Bibliothi:que des histoires», 2001.
40. Guillaume de Lorris y Je:in de Meung, Le Roman de la rose, versión de Armand
ño» que figura en ciertos textos: «Era preciso que Hildegarda, al ser Scrubel, París, Le Livre de Poche, col. «Lemes gothiques», 1992.
CUARESMA y CARNAVAL: UNA DJ:Si.�!JCA DE OCCIDENTE
MEDIA
CUERPO EN LA EDAD
UNA HISTORIA DEL
74
�o ad� � o�t::a l as imp osturas del cuerp o desa tado: el g esto del so­
ue aparece en la
Antigüedad y el mundo .
La autobi ografí a oní rica, q e su eclosión na;m or esta cwdad osamente c odificado por 1a imad ería medí . eval, que
nfesiones de san Agustín, hac
:::::::f:�
.
as
cristian o naciente con las Co l s de las con­ expresa l a espera de l a intervención divina S l s gin l
osos relat os, com
avés de numer ' ª
o
autobiograffas de los soñadores abundan, �a�r�
o
en la E dad Me ia a tr . 1
(hacia 10 1070) y el
10-
d
e San Emerando
d
nj Ot l h d l u re l d Albert D r r (1525) p r q ap r zc na unaoe
v ersiones el m n en los sue­
u n
t (hacia 1055-1125). O bie
d o e o a ac a a e o u e o a a ue a e a

j ov en oblato Guibert e N ogen onírica ' la de una . p esa dilla en la que el pintor vio un dil uvi de : u
l a eratur a ale ­
d
lit
ese campesino mo elo d e .
egión. «Cuando la primera tromb a de ao:a ba:t'e- n�
ños d e Helmbrecht padre,
d
abaurse so br r
a r ec onducir a su
hij o delincuente hacia
e su 0

mana del sigl o XIII, que intent (es decir, enig­ dose contra e su l l 11 g - m y c r a, s pl stó c u na tal r a pidez
uatro sueñ os «alegóric os»
e O e o u e c e a a on

el rect o camin o a través de c un eal estru endo , l e vantand un tal b rrasca, que q dé t r ori�
eo remátic os» .
interpretación culta), o «t
o a o ue a er

mátic os si n el recur so de una 41 La introspección oní ­


::�o y al despertar temblaba todo mi cuerpo, y tarde, mueh o tiemp o en
o que anuncian). . .
(que hac en ver directamente l d el suj e to hu- recuperarme. Al levanta rm e p or la mañana 'pmte, l o q ue se ve enclIDa
da literari a» se afirma y .
tal lo vi En cad cosa, _Dios es pe�ect�», an ota en la parte baj a de su
ric a se extiende , la «subj etivi
42

man o accede al reconocimient .


el s
o
ue ñ o no signif i
ca sin emb arg o el
fin de dibul· o_· Incl uso � �an12ado y rao onalizado entre el sigl o XIl y el XIII
L n ev at cci ó p or
El libro de la el s��no es - Gnal,_ �uya finalidad sign e siendo Dios. De hech o ser1
receptáculo del alma . Y
a u a ra n

un cuerpo concebido como el a c ntra el alma vag a­ dec1S1vo _en � a mvenc1 on del purgatori o, interm ediari o entre el infiern o
o una adverte nci
rosa tambié n puede leerse c om y � paraiso.' el tercer lugar inventado por el cristianismo en Ja segunda
o
, muchas p er­
dormido: «De este m
d
bunda que abandona el cuerpo m1tad del srglo XII ' en el que una visión arrebata a los fiel es.
o o
n ch e con Dame
bruj as que yerran por la
sonas, en su locura, creen ser
o
d d e ir con ella
terceros tienen la facult
Abonde ; cuentan que los hij os
a

casas, sin te er llav


m es ni
an por c odas las
eres veces a la semana ; se lanz a tr vés de ca­
didur:i.s, orificios y gateras
a
barrores, y entran por las hen ue l as e xt ra ñezas a
las
eban diciend o q
sas y lugares extrañ os, y lo pru qu us
vinieron en sus cam as , sin o
e son s
que han asistido no les sobre n creer a l g ­
así por el mundo. Y hace
a en
almas las que actúan y corren cuerp o, el alm a
cturno se les devolviera el
t e _que si durante este viaj e no a h rrib l y un a c osa im­
o es una l ocu
no podría v olver a él. Pero est
r o e
do no
u rp o humano no
es más que un c adáver c uan
p osi ble , y a qu e el c e

lleva c onsigo un alma». del paga-


a enlazar con el onirismo
El Occide nte medieval vuelve se v in stauran­
dificándolo. P oco a p o
a
nismo, modernizándolo y co
co
imá g s medie­
n la mayor parte de las
ene
do una gestualidad onírica. E s br su l a do
acostado en un a cama
vales, el soñador se encuentra
o e

stur a d l cu rp o
o bajo la cabeza. La p o
e e
derecho, con el brazo derech
d siglo xn, d op úsculo sobre
a de demostrar q ue, en
41. Jean-Claude Schmitt acab re ato c n el s u eño: véase La Converrion
o encaden'a el
l o
la conversión de Hermann el Judí Seuil, 2003.
bisloire et/iction, París,
d'Hermann le Juif Au1obiograpbie, e. Autour du siecle-de Sa_int Louis, París,
i1é /iJtérair
42. Michel Zink, La Subjectiv
PUF, 1985,
EN LA EDAD MEDIA
128 UNA .HISTORIA DEL CUERPO

países germáni­
1' .
_ -_..• ·_ Capítulo 4
sen cialmente e n los
El desarrollo de la aimnasia, e », acompañará la
e la «gimnasia sueca
cos y escan dinavos con°el auge d del siglo XIX, respon ­
a ideolo gía del cue
rpo
n uev a cultura y la nuev a otr a ideo­
e . Al higienis m o se sum
diendo a los principios de la higien
logía co rporal: la capacidad o rendim
iento, que se rá má s individual
r et om o a
El cuerpo como metáfora
o- que c o le ctiv a. El
-en particular en el marco del atletism
·"C.

a ideología antigu a : men s sana in


un contexto muy diferente de la viej
corpore sano (mente sana en un cuer
po sano).
Todo este conjun to de facto r es e conó micos y sociales, simb ólicos
el siglo XIX una ideología que,
y poiíticos, contribuye a desarrollar en
Edad M edía, pretendió enla­
saltándose hacia atrás en el tie mpo a la
Antigüedad grecorromana y que
za r con la práctica y la ideología de la 6. En este
os Olímpicos, en 189
dese mbocó en la creación de los Jueg
en antecesor a.
caso, pues, la Edad Media no se erige
... el cuerpo se
Estado, ciudad, Iglesia, universidad, humanidad
e rtamen te, esto n o es
convierte en la Edad Media en una metáfora. Ci
había impuesto ya un
novedad en Occidente. En la República, Plató n
endo y separando la
modelo organicista a su «ciudad ideal», distingui
or es) y de los pies (los
cabeza (el filó sofo rey) del vientre (los agricult
t o mará en Levia tán (1651) la i;:-;i.;­
guardianes). Más tarde, Hobbes r e
cue rp o de un gigante , u n sobe­
gen de un Estado simbolizado por el
d e la mult i t ud de la sociedad
rano formado él mismo por los cu erpos
humana.
raiga el uso de la
Es en la Edad Media, de todos modos, cua ndo ar
. La Iglesia como
metáfora del cuerpo para designar una institución
cuerpo cuya cabeza es
comunidad de f ieles está considerada como un
de las conjuraciones y
Cristo. 1 Las ciudades, en particular con el auge
o un «cuerpo mís­
de las comunas urbanas, tienden a formar asimism
como verdaderos
tico».2 Las universidades, por su parte , funcionan

pionero de Marie-Chriscine Pouchelle,


l. Sobre esto, véase el notable escu&o
rgie a l'apogée d ,'v!oye;, Áge. Sauoir el imaginaire du c orps chez Henri de
Corp s et chi ru 11
e le Bel, París, Flamm arion, 1983. Una visión general
Mondeuille, chirurgien de Ph,Hpp
ith Schhnger, Les lv[étaphores de l'orga-
de las metáforas corporales se encuentra enJud
nisme, París, Vrin, 1971.
2 .. Jean-Claude Schmitr, Le Corp s, !es n"tes, les
réu es, le temps. Essais d'anthropolo-
gie médiévale, París, Gallima rd, 2001.
1.30 UNA HISTORIA DEL CUERPO EN LA EDAD MEDIA EL CUERPO COMO METÁFORA 131

«cuerpos de prestigio».3 Pero tal vez es en torno a la cuestión política po el papel de coordinación y al que los miembros deben obedecer, ya
donde se articula la metáfora corporal en la Edad Media, mientras se que tr ansforma la alimentación en sangre, que se envía mediante las
desarrolla la analogía entre el mundo y el hombre. El hombre se con­ venas a todo el cuerpo. De este modo, la Edad Media hereda metáfo­
vierte en un universo en miniatura. Y en un cuerpo desnudo, como ras antiguas.
en una soberbia miniatura de un m anuscrito de Lucca del Libro de las
obras divinas de Hildegarda de Bingen (Liber divinorum operum), del
siglo XII, que reproduce en pequeño el mundo en el centro del cual El corazón, cuerpo del delinó
está él mismo.
Del siglo XIII al XIV, la ideología del corazón se desarrolla plena­
mente y prolifera a favor de un imaginario que confina a veces con el
EL HOMBRE MlCROCOSMOS delirio. A f ines del siglo XII,_el teólogo Alain de Lille exalta ya «el co­
razón sol del cuerpo».
El tema del «hombre-microcosmos» se desarrolla plenamente en la Como ilustra en particular el tema del corazón comido que se insi­
filosofía del siglo XII, en el seno de la escuda de Chartres, con el trata­ núa en la literatura francesa del siglo XIII. Del Lai d'Ignauré, amante.de
do de Bernard Silvestre De mundi universitate sive megacosmus et mi­ doce damas, asesinado por los doce maridos engañados después de ha­
crocosmus (Del universo del mundo o megacosmos y microcosmos), con berlo castrado y arrancarle el corazón, dándolo de c�mer (con el falo)
la extraordinaria abadesa Hildegarda de Bingen y la no menos sorpren­ a las doce infieles, al Roman du chtitelain de Couci et de la dame de Fa­
dente Herade de Lan dsberg, con Hughes de Saint-Víctor, con Hono­ yel, en el que una mujer también es víctima de una cruel comida en el
rius Augustodunensis. Este tema lo heredará la literarura enciclopédica curso de la cual debe comerse el corazón de su amante,4 los relatos eró­
y didáctica del siglo XIII. En el mundo sublunar procedente de Aristó­ ticos y corteses testimonian esta presencia obsesiva. En la melancolía
teles y bajo la influencia de los astros desarrollada por una astrología sa_turniana del otoño de �a Edad Media, en el siglo XV, la alegoría del
triunfante, el cuerpo se ha convertido en la metáfora simbólica del cuerpo inspira al buen rey René el libro de El corazón enamorado.5 En
unJverso. este siglo XV se exaspera el tema del martirio del corazón, lugar privi­
Las metáforas corporales se articularon principalmente en la Anti­ legiado dd sufrimiento.
güedad en torno a un sistema caput-venter-membra (cabeza-entrañas­ Es preciso ir más allá de los límites cronológicos de la Edad Media
miembros), aunque, evidentemente, el pecho (pectus) y el corazón tradicional, el siglo XV, para gozar de una vista de conjunto de la evo­
(cor), en tanto que sedes del pensamiento y de los sentimientos, se han lución de la imagen del corazón. A finales del siglo XVI y sobre todo
prestado a usos metafóricos. en el XVII, un lento «progreso» de la metáfora del corazón conducirá
Entre las entrañas, el hígado (hepar, en griego, o más a menudoje­ a la devoción del Sagrado Corazón de Jesús, avatar barroco de la mís­
cur o jocur) desempeñó un papel simbólico particulannente importan­ tica del corazón preparada ya a partir del siglo XII con el «dulcísimo
te. En primer lugar en la adivinación heredada de los etruscos, que lo corazón de Jesús» de san Bernardo y la transferencia de Cristo crucifi-
convertía en una especie de órgano sagrado, y a continuación en su
función de sede de las pasiones. 4. Le CCl!ur mangé". Récilr éroliquer el courtoir des Il' et XII[' riecler, adaptado al
En el apólog¿ de Menenio Agripa, según Tito Livio, es el vientre fr ancés moderno por Danielle Régnier-Bohler, prefacio de Claude Gaígnebet, posfaáo
de Danielle Régnier-Bohler, París, Stock, 1979.
(que designa al conjunto de las entrañas) el que desempeña·en el cuer- 5." Marie-Thérese Gousset, Daniel Poirion y Franz Unrerkircher, Le CCl!ur d'amour
éprir, París, Philippe Lebaud, 1981. «Le "cuer" au Moyen Áge (Réalfré et signifiance)»,
3. Jacques Le Goff, Un aulre Moyen Áge, París, G:illimard, 1999. Aix-en-Provence, Cuerma, Sénéfiance, nº 30, 1991.

1
1
132 UNA HISTORIA DEL CUERPO EN LA EDAD MEDIA
EL CUERPO COMO METÁFORA 133
cado desde el lado derecho hasta el lado izquierdo, el lado del corazón. de cabezas se vio animada por el deseo de aniquilar y a menudo de
Al mismo tiempo, en el siglo XV, el corazón de-la Virgen aparece atra­ apropiarse �por la posesión del cráneo- de 1a personalidad y el poder
vesado por las espadas de los siete dolores. 6 de un extraño, de una víctima o de un enemigo. 9
A partir del siglo XVI escalla en la espiritualidad mística, en el fran­ El valor simbólico de la cabeza se refuerza singularmente en el sis­
ciscano Jean Vitrier y en el ·cartujo Juan Lansperguis, la importancia Y tema cristiano, ya que se enriquece con la valoración de lo alto en el
la polisemia del vocablo «corazón». La devoción al Sagrado Corazón subsistema fundamental alto/bajo, expresión del principio cristianó de
de Jesús se desarrolla en la época «barroca» de 1a Edad Media en los jerarquía: no sólo Cristo es la cabeza de la Iglesia, es decir, de 1a socie­
escritos de santa Gertrudis de Helfta (muerta en 1301 o 1302) y de dad, sino que Dios es la cabeza de Cristo. «[... ] la cabeza de todo va­
Juan ·Lansperguis, maestro de los novicios de la cartuja de Colonia rón es Cristo, y la cabeza de la �ujer, d varón, y la cabeza de Cristo,
de 1523 a 1530.7 Dios», dice Pablo en su Epístola I a los Corintios (11,3 ). De este modo,
E; llam ativo ver que, en las instrucciones dejadas por san Luis an­ la cabeza, de acuerdo con la fisiología antigua, es el principio de cohe­
tes de su muerte a su hijo, el futuro Felipe ill, así como a su hija Isabel, sión y de crecimiento (Epístola a los Colosenses, 2,19).
la pareja cuerpo/alma no aparece jamás, y 1a metáfora antitética que El.refuerzo metafórico dd corazón todavía es más grande. No sólo,
expresa la estructura y el funcionamiento del individuo .cristiano es el corno señala Xavier-Léon Dufour, el corazón es, en el Nuevo Testamen­
de la pareja cuerpo/corazón. Éste ha absorbido codo lo que de espiri­ to, «el lugar de las fuerzas vitales», sino que, generalmente empleado
tual hay en el hombre. 8 en un sentido metafórico, designa también la vida afectiva y la i.nte-
rioridad, «la fuente de los pensamientos intelectuales, de la fe, de la
comprensión». Es «el centro de las elecciones decisivas, de la concien­
La cabeza, /unción dirigente cia moral, de 1a ley no escrita, del encuentro con Dios». 10
Aristóteles define d corazón como el origen de la sensación, y el
La cabeza (caput) era para los romanos -{;Orno para la mayor par­ aristotelismo medieval retoma el tema. San Agustín, por su parte, con­
te de los pueblos- la sede del cerebro, órgano 9ue contiene el alma, la vierte al corazón en la sed.e del «hombre interior». En el siglo Xll, si­
fuerza vital de la persona y que ejerce en el cuerpo la función dirigen­ glo de la proclamación del amor, se afiiman paralelamente el amor sa­
te. El historiador Paul-Henri Stah! ha demostrado que las prácticas de cro, exaltado en particular en numerosos comentarios del Cántico de
decapitación -muy presentes en las sociedades arcaicas y medieva­ los cánticos, y el amor profano, que adopta las formas del amor cor­
les- testimonian estas creencias en las virtudes de la cabeza. La caza tés. En el terreno de la simbología política del corazón, la costumbre
de los reyes y poderosos de repartir los cuerpos después de 1a muer­
6. Louis Réau, lconographie de l'art chrétien, tomo II, vol. II, P�rís, PUF, 19�7. te multiplica la erección de «Tumbas del corazón». Felipe el Hermo­
_
7. Karl Richstiitter, Die Heri.-Jesu Verehrung des deulschen M1ttelalters, Munich, so, en su conflicto con el Papado, practica una auténtica «política del
1919. Pierre Deborignic: , «Commencemenr et recommenccm�c de la dévo�on au C°:ur corazón».
_ .
de Jésus», en P.tudes ca,mé!itaines, nº 29, 1950. André Godm, Spmtualrte Jranascame
en Flandre au XVI' sii:c:c?, i'Homéliaire de Jean Vitrier, Ginebra, Droz, 1971. Gérald
· Chaix, «La place et ]a :.:: �,,�::on du cceur chez le charueux Jean Lansperge», en Jean­
Claude Margolin (comp.:. _..¿_::a conventus neo-u¿tini Tu:onensis, París, Vrui, 1980.
_
8. Antes que el cex:,, :...·,�glado que preparó Jomvillc en su V1e de Saint Lou1s, pre­
feriremos el de los «Ené-::;:::erncncs de Saint Louis a son fils et asa filie» publicados en
su forma original po r J. _:.·c·connell, The Teachings o/Saint Louis a· cn"tical lext, Cha­
:
pell Hill, 1972; y, en un� ,_-3ducción en fr:mcés moderno, DaVJd O Connell, Les Propos 9. Paul-Henri Stahl, Histoire de la décapitalion, París, PUF, 1986.
de Saint Louis (con un pdacio de J. Le Goff), París, G:J.limard, 1974. 10. Xavíer-Léon Dufour, Dictionnaire du Nouveau Testament, París, Scuil, 1975 .

.. 1!

134 135
UNA HISTORIA DEL CUERPO EN LA EDAD MEDIA EL CUERPO COMO METÁFORA

El hígado, gran perdedor d�beres del monje, bajo el prisma doblemente contradictorio de la
redención y de la humillación, sin que contribuya a la rehabilitación
Hay, en cambio, un «perdedov> en esta configuración metafórica: general del trabajo. Como ya hemos visto, el poeta Rutebeuf afirma or­
el hígado. No sólo su papel en la adivinación -ya arcaica y siempre gulloso, en el siglo XIII: «No soy obrero manual».
«extraña» entre los romanos- había quedado borrado por completo Esta ambigüedad de 1a mano se vuelve a encontrar en el gesto sim­
por el rechazo cristiano de todas las formas de adivinación pagana, bólico del vasallaje, el homenaje, que se sitúa en el corazón del sistema
como hemos visto a propósito de 1a interpretación de los sueños, sino feudal. El vasallo coloca sus manos en las del señor en señal de obe-
que su estatuto «fisiológico-simbólico» había sufrido una fuerte desva­ di�cia pero también de confianza.
lorización. Según Isidoro de Sevilla, representante del saber «científi­ ¡
1 Otra parte del cuerpo sella la entente simbológica del señor y del
co» de base, en el que se mezclan fisiología y simbolismo moral en el i vasallo: 1a boca, con el beso simbólico de 1a paz. y este beso es un beso

1 en la boca. Se desliza ya hacia el terreno del vasallaje cortés: es el sím­


1

terreno "de las metáforas corporales de la cristiandad medieval, In je­


1

core autem consistit voluptas et concupiscentia («el hígado es la sede de bolo del amor cortés ent!e el caballero y su dama.
la concupiscencia»). Esca frase concluye 1a definición de 1a función fi­ ii
�iológica de este órgano: «El nombre del hígado procede del hecho de
ser la sede del fuego que sube al cerebro (etimología extraída dejacio Uso POLfTICO DE LA METAFORA CORPORAL
y jeci, que significa "lanzar" o "enviar"). De ahí se difunde a los ojos y·
a los otros sentidos y miembros y, gracias a su calor, transformá el jugo Las concepciones organicistas de la sociedad basadas en metáforas
que se extrae dela alimentación en sangre que ofrece a cada miembro corporales en las que se utilizan al mismo tiempo partes del cuerpo y el
para que se alimente de ella». funcionamiento del cuerpo humano o animal en su conjunto se re­
El hígado -también se dice «vientre» o «entrañ2S>'- es de este montan a la más alta Antigüedad.
modo rechazado hacía abajo, por debajo de la cintura, en el lado de las El apólogo de los miembros y del estóm::go que desemboca en una
partes vergonzosas del cuerpo. Y se convierte en la sede de ,la lujuria, de las fábulas más célebres ºde La Fontaine se remonta al menos a Eso­
de esta concupiscencia que, desde san Pablo y san Agustín, el cristia­ po· (fábulas 286 y 206) y fue puesta en escena en un episodio tradi­
nismo persigu e y reprime. cional de la historia romana: 1a secesión de la plebe en el monte S :.icro
(que relatos más tardíos sustituyeron por el Aventino) en 494 a.C. Se­
gún Tito Livio (II, XXXII), el cónsul Menenio Agripa p uso fin a la
La mano, instrumento de ambigüedad misma recordando al pueblo, con la ayuda de esta fábula, no sólo la ne­
cesaria solidaridad entre la cabeza (el senado romano) y los miembros
En el sistema de la simbología corporal, la mano adopta en la Edad (la plebe), sino la obligatoria subordinación de éstos a aquélla.
Media un lugar excepcional, representativo de las tensiones ideológi­ Es probable, pues, que el uso político de las metáforas corporales
cas y sociales del período. En primer lugar es signo de la protección y sea un legado de la Antigüedad grecorromana al cristi an ismo medie­
del mando. Éste es el caso, ante todo, de 1a mano de Dios que surge del val. Se puede descubrir en éste uno de esos cambios de confiºoura-
cielo para guiar a la humanidad. TambiéIJ es la operadora de la plega­ ción de los valores que siguen utilizando premisas paganas modifican-
ria que define al clérigo y más ampliamente al cristiano, cuya figura do el sentido, desplazando los acentos, sustituyendo ciertos valores
más antigua es la del orante. Cumple los gestos por excelencia .. por otros, infligiendo a los usos metafóricos devaluaciones y valoriza­

1
_
Pero también es el instrumento de 1a penitencia, del trabajo infe­ c10nes.
rior. San Benito inscribe el trabajo manual en el primer rango de los

1 f
EL CüERPO COMO METÁFORA
136 UNA HISTORIA DEL CUERPO EN LA EDAD MEDIA

Como los ojos en la cabeza


c1.A cabeza o el corazón?

El uso metafórico de las partes del cuerpo se esboza durante la

1
El sistema cristiano de las metáforas corporales descansa sobre
Edad Media, y se politiza posteriormente en la época carolingia, a raíz
todo en la pareja cabeza/corazón. Lo que da toda su fuerza a estas me­
de l� reforma gregoriana, y finalmente en el siglo XII, a la que agradó
táforas en este sistema es el hecho de que la Iglesia en tanto que co­
parncularmence esta comparación.
munidad de fieles se considera un cuerpo cuya cabeza es Crista. Esta
Un texto ciertamente interesante a este respecto es el tratado titu­
concepción de los creyentes equiparados con miembros múltiples,
lado ���tra los simoníacos (1057), eSCiito por un monje lorenés que se
conducidos por Cristo a la unidad de un solo cuerpo, fue establecida
conVIrtlo en cardenal, Humbert de Moyenmoutier, uno de los princi­
por san Pablo. 11 «Pues a la manera que en un solo cuerpo tenemos mu­
pales promotores de la reforma llamada «gregoriana.>>. En efecto com­
chos miembr os, y todos los miembros no tienen la misma función, así
bina el famoso esquema trifuncional de la sociedad que con�ce su
nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada
primer periodo de éxito en el Occidente medieval 14 -funciones de lo
miembro está al servicio de los otros miembros», afirma Pablo en su
sagrado, del guerrero y del laborioso- con una imaginería oroanicista.
Epístola a los Romanos (12,4-5). Pablo establece incluso un paralelis­
Según la ideología de los sacerdotes reformadores del mom;nto este
mo entre el dominio del hombre sobre la mujer y el de Cristo sobre la
monj� insiste en la superioridad de los clérigos sobre los laic�s así
Iglesia: «(. .. ] el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza
como en la subordinación de las masas populares en relación con los
de la Iglesia y salvador de su cuerpo. Y como la Iglesia está sujeta a
Cristo, así las mujeres a sus maridos en todo» (Epístola a los Efesios, �érigos y los n�bles laicos: «El orden clerical es el primero en 1a Igle­
sia, como los OJOS en la cabeza. De él habla el Señor cuando dice:
5,23-24). En este caso se trata de dominación y sujeción. Nos encon­
"(. .. ] porque el que os toca a vosotros, toca a la niña de mis ojos" (Zaca-.
tramos claramente en el dominio del poder, awique se trate tan sólo de
rías, 2,8). El poder laico es como el pecho y el brazo, cuya potencia
poder marital.
está acostumbrada a obedecer a la Iglesia y a defenderla. En cuanto a
Esca concepción domina con la del cuerpo mítico de Cristo, es de­
las masas, asimilables a los miembros inferiores y a las extremidades
cir, la edesio logía medieval. 12 Se insinúa en la ideología política en la
del cuer�o, est�n sometidas a los poderes eclesiásticos y seculares,
época carolingia: el imperio, 1a encarnación de la Iglesia, forma un solo
pero al rrusmo uempo son indispensables para éstos».1.5
cuerpo cuyo jefe es Cristo, y que él dirige en la cierra por mediación
de dos personas, «la persona sacerdotal y la persona real», es decir, el
papa y el emperador o el rey. 13 14. Sobre � esquema trifuncional en la Edad Media definido por Georges Dumé­
.
zil como herencia culrural indoeuropea, véanse en parcicular Georges Duby, Les Tro is
O rdr�r ou '.'lmaginaire du/éodalisme, París, Gallimard, 1978;Jacques Le Goff, «Les trois
foncu �n� indo-européennes, l'hiscorien ec l'Europe féodale», en Annales E.S.C., 1979,
11. !bid. Y Dorrun,que Iogna-Prar, «Le "bapreme· du schérna des rrois ordres fonctionnels. L'ap­
12. Henri dé Lubac, Corpus mysticum. L'eucbarútie et l'Egliu au Mayen Áge, Pa­ port de l'école d'Auxerre dans la secoade moicé du L"'I'.' siecle», en Annaler E.S.C., 1986.
rís, 1944. Miri Rubin, Corpus Christi. Tbe Eucharist in Late Medieval Culture, Cam­ Las tres funciones son, esquemácicameme, las de lo sagrado, el guerrero y d laborioso.
�ridge, Cambridge Universiry Press, 1991. Yves Congar, L'Ecclésiologie du haut Mayen Es '.án encarnadas por los que oran (oratorer), los que luchan (bellatorer) y los que rra­
Age, París, Cerf, 1968; y L'Église de rain/ Augurtin d l'époque moderne, París, Seuil, ba¡an (/aboratores). Cada función implica al cuerpo: mediante la plegaria el combare 0
1970. '
el trabajo.
13. Por ejemplo, d canon 3 del concilio tle París de 829: Quod ejurdem eccleriae
15. Humberc de Moy enmoucier, cardenal de Silva Candida. Adversus Simoniacor
corpur in duabm principaliter diuidotur personis («Que el cuerpo de la Iglesia se divida
(PL, 143, Monumenca Germ:iniae Hisrorica. Libelli de lice, I). Traducción de André
principal.menee en dos personas»), texm redactado por el obispo Jonás de.Orleans y re­ Vauchez, «Les Laics dans l'É �lise a l'époque féodale» Notre histoire, n º 32, 1987, reto­
tomado por él en su cr3tado De institutione regia, uno de los más antiguos rr;nados po­
mado en Les Laii:r au 1',foyen Age, París, Cerf, 1987.


líticos llamados «espejos de los príncipes». Véase Yves Congar, op. ai..
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138 UNA HJSTORIA DEL CUERPO EN LA EDAD MEDIA EL CUERPO COMO METÁFORA 139
El Estado es un cuerpo Pero otros comentaristas tienen tendencia a pensar que se trata de
un pastiche de texto antiguo forjado por el propio f ilósofo cartujo. En
La utilización política de la metáfora organicista alcanza su defini­ cualquier caso, el texto llamado Institutio Traiani (La institución de
ción clásica en el Policraticus de Juan de Salisbury (1159). «El Estado Trajano) es a la vez la expresión del pensamiento político de una co­
(Respublica) es un cuerpo», escribe. «El príncipe ocupa en el Estado el rridit�·hwnariista; caracterizada por lo que se denomina el Renacimien­
lugar de la cabeza; está sometido al Dios único y a quienes son sus lu­ to del siglo XII, y la exposición de un tema a menudo retomado por los
gartenientes en la tierra, ya que en el cuerpo humano la cabeza tam­ espejos de los príncipes del siglo Xlil y de la baja Edad Media. Poco im­
bién está gobernada por el alma. El senado ocupa el lugar del corazón, porta aquí la atribución de este texto, que de hecho emana de uno de
que da sus impulsos a las buenas y a las malas obras. Las funcion_es de los grandes pensadores políticos de la Edad Media, que es interesante
los ojos, de las orejas y de la lengua la.s llevan a cabo. los jueces y los como testimonio del funcionamienco medieval de la metáfora organi­
gobernadores de las provincias. Los "oficiales" y los "soldados" (offi­ cista en el terreno político.
ciales y milites) pueden compararse a las manos. Los asistentes regula­ Las funciones superiores están repartidas entre la cabeza, el prínci­
res del príncipe son los costados. Los cuestores y los escribanos -no pe (o, más concretamente, en los siglos XII y XIII, el rey) y el corazón,
hablo de los directores de prisiones, sino de los "condes" del tesoro ese hipotético senado. En la cabeza se alojan los hombres honorables
privad0-», precisa, «evocan la imagen del vientre y de los intestinos,
1 de la sociedad, como los jueces y otros representantes de la cabeza
1

que, si se llenan de w:ia avidez demasiado grande y si retienen con ex­ frente a las provincias simbolizadas por los ojos, las orejas o la lengua,
cesiva obstinación su contenido, engendran innumerables e incurables súnbolos expresivos de lo que se ha dado en 1lam2r b monarquía ad­
enfermedades y a través de sus vicios pueden acarrear la ruina de todo ministrativa o burocrática. Todas las demás categorías socioprofesio­ ¡
el cuerpo. Los pies qúe se adhieren siempre al suelo son los campesi­ nales están representadas por partes menos nobles. Funcionarios y i
nos. El gobierno de la cabeza les es tanto más necesario cuanto que

1m
guerreros se asimilan a las manos, porción del cuerpo de estatuto am­
se ven enfrentados a u'umerosos vuelcos en su marcha sobre la tierra al biguo, entre la poca consideración hacia el trabajo manual y el papel
servicio del cuerp� y necesitan del apoyo más justo para mantener todo honorabie de brazo secular. Los campesinos no se escapan a la compa­
en pie, apoyar y mover la masa entera del cuerpo. Separad del cuerpo ración con los pies, es decir, con la parte más baja del-cuerpo humano
más robusto el apoyo de los pies y no avanzará con sus propias fuerzas, que, en cualquier caso, lo mantiene en pie y le permite caminar.
sino que o bien se arrastrará de forma vergonzosa, pesadamente y sin El texto insiste asimismo en el papel fundamental de esta base del

1
éxito sobre las manos, o bien se desplazará a la manera de las bestias cuerpo social, al hilo de los escritores eclesiásticos de los siglos XI y XII, !
brutas.» que han subrayado la situación dramática de las masas rurales alunen­
Estas líneas sorprenden por su carácter arcaico, mal adaptado a las

1
tando las órdenes superiores y atrayéndose su desprecio y sus exaccio­
realidades institucionales y políticas de la Edad Media. El senado y los nes. Pero los peor localizados son los representantes específicos de la �:!
cuestores, por ejemplo, son anacrónicos.Juan de Salisbury presenta en tercera función, los que encaman h economíá y, ·más en particular, el
efecto este texto como una parte de un tratado de educación política manejo del dinero. El pensamiento antiguo y el pensamiento cristiano
que al parecer Plutarco habría redactado para el emperador Trajan�. . se unen en este desprecio hacia la acumulación de riquezas, situada en .$
Esta atribución es, desde luego, falsa. Los exégetas de este texto pien­ -�
los pliegues innobles del vientre y de los intestinos, definitivamente de­
san en general que se trata de un texto griego posterior traducido a oradados ' ·caldo de cultivo de las enfermedades y de los vicios, sede de
o
continuación al latín, y que Juan de Salisbury lo habría incluido en su un obsceno e:;treñimiento de los stocks amasados por un Estado parsi-
tratado conservando la falsa atribución a Plutarco que circulaba. en monioso, avaro, sin generosidad ni esplendidez.
los ambientes letrados del siglo XII.
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1.
.
140 UNA HISTORIA DEL CUERPO EN LA EDAD MEDIA EL CUERPO COMO METÁFORA

La cabeza invertida que parece p;oceder de basis. En consecuencia, el rey es la base que
sostiene la sociedad. El autor de Rex Pac:ficus no se apura con este jue­
El episodio más interesante relacionado con la utilización política go de manos que hace pasar al príncipe de la cabeza al corazón y del
de las metáforas corporales se sitúa en el paso del siglo XIII al siglo XIV, corazón a la base. Cuando hay poder, la prioridad está en el príncipe o
en el marco del violento conflicto que opuso al rey de Francia Feli­ el Estado.
pe IV el Hermoso con el papa Bonifacio VID. Como en la época de Y sin embargo, la conclusión es un compromiso. La jerarquía en­
los Libelli de Lite, es decir, de los Opúsculos sobre las querellas (entre tre el corazón y la cabeza se borra en beneficio de una cohabitación en
el papa y el emperador), los opúsculos nacidos de la querella de las la autonomía: «De todo ello re�ulta, según toda evidencia, que del mis­
Investiduras en los siglos XI y XII, la polémica propició el nacimiento, mo modo que en el cuerpo humano hay dos partes principales, que tie­
bajo una forma más moderna (ya que se vio implicada la opinión públi­ nen funciones distintas, la cabeza y el corazón, de manera que una no
ca, más allá de los grandes laicos y eclesiásticos), una caterva de trata­ interfiere en el oficio de la otra, en el universo hay dos jurisdicciones
dos, de libelos y de panfletos. La metáfora del «hombre-microcosmos» separadas, la espiritual y la temporal, que tienen atribuciones bien mar­
se empleó de una forma particularmente interesante en un trar..1do anó­ cadas». Por consiguiente, príncipes y papas deben mantenerse, unos y
nimo, Rex Paczficus, redactado en 1302 por un partidario del rey. otros, en su lugar. La unidad del cuerpo humano se sacrifica en el altar
Serun este tratado el hombre microcosmos de la sociedad tiene de la separación entre lo espiritual y lo temporal. La metáfora organi­
dos órganos principales: la cabeza y el corazón. El papa es la cabeza cista se difumina. 16
t, ' •

que da a los miembros, es decir, a los fieles, la verdadera doctrina y los La concepción de un doble circuito que habitaría en el cuerpo del
conmina a cumplir las buenas obras. De la cabeza parten los nervios, hombre, el de los nervios que parten de la cabeza y el de las venas y ar­
que representan la jerarquía eclesiástica que une los miembros entre sí terias que parten del corazón, concepción que permite el uso metafó­
y con su jefe, Cristo, cuyo lugar ocupa el papa y que garantiza la uni­ rico de estas dos partes del cuerpo para explicar la estructura y el
dad de la fe. funcionamiento del cuerpo social, se corresponde a la perfección con
El príncipe es el corazón del que parten las venas que distribuyen la la ciencia fisiológica de la Edad Media, legada por Isidoro de Sevilla y
sangre. Del mismo modo, del rey proceden las ordenanzas, las leyes, reforzada por la promoción simbólica y metafórica del corazón en la
las costumbres legítimas que transportan la sustancia nutritiva, es de­ Edad Media. En el caso de la cabeza, así se pronuncia Isidoro: «La pri­
cir, la justicia, a todas las partes del organismo social. Dado que la san­ mera parte del cuerpo es la cabeza, y ha recibido este nombre, caput,
gre es el elemento vital por excelencia, el más importante de todo el porque todos los sentidos y los nervios (sensus omnes et nervi) tienen
cuerpo humano, las venas son más valiosas que los nervios y el corazón en ella su origen (t'nitium capiunt) y toda fuente de fuerza surge de la
domina sobre la cabeza. El rey es, pues, superior al papa. rnisrna».17 En cuanto al corazón: «El corazón (cor) procede de una de­
Tres argumentos acaban completando la demostración. El primero nominación griega a la que llaman kardian, o de cura (cuidado, aten­
se ha tomado prestado de la embriología y prolonga la simbología cor­ ción). En efecto, en él reside toda solicitud y la causa de la ciencia. De
poral. En el feto, el corazón aparece antes que la cabeza, y en conse­ él parten dos arterias, la izquierda con más sangre, la derecha con más
cuencia la realeza precede al sacerdocio. Por o'tro lado, las autoridades espíritu," y por ello observarnos el pulso en el brazo derecho». 18
confirman la superioridad del corazón sobre la cabeza. Y el a�tor del
tratado enrola en su campo a Aristóteles, a san Agusún, a san Jeróni- 16. Víctor Martín, Les Origines du gallicanúme, 2 vols., París, BJoud et Gay, 1939,
mo y a Isidoro de Sevilla. vol. I.
Finalmente, hay una prueba etimológica, que obedece a una lógica 9 17. Isidoro, f.tymologies, XI, 25, PL 82, col. 400.
que no es la de la lingüística moderna. El rey se lláma en griego basileus, 18. !bid., XI, ll8, PL 82, col. 411.
..· .. . .. .. ..

UNA HISTORIA DEL CUERPO EN LA EDAD MEDIA EL CUERPO COMO METÁFORA 143
142
Lt1 cabeza sobre los pies también diráJean Gerson. 20 Así, osaremos decir, he aquí 1a cabeza de
nuevo sobre sus pies.21
Para Henri _de Mondeville, cirujano de Felipe el Hermoso, más o
menos contemporáneo del autor anónimo del Rex Paczficus, y autor él
mismo de un tratado de cirugía, redactado entre 1306 y 1320, al que El rey y el santo
Marie-Christine Pouchelle ha dedicado un hermoso libro ya citado, 19
el corazón ha adoptado una importancia primordial, pues se ha con­ Un uso simbólico del cuerpo sirve para reforzar el poder de los
vertido en el centro metafórico del cuerpo político. La posición central dos «héroes» de la Edad Media:_ el rey y el santo. El rey de Francia ha
atribuida al corazón expresa la evolución del Es�ado monárquico, conquistado en la Edad Media un poder tawnatúrgico, el de curar a los
donde lo que más importa no es tanto la jerarquía vertical expresada enfermos de una afección cutánea, las escrófulas, nombre de 1a adeni­
por la cabeza, y aún menos el ideal de unidad, de unión entre lo espi­ tis tuberculosa. Esta curación se obtiene con ocasión de una ceremo­
rit1.,1al y lo temporal característico de una cristiandad superada que nia organizada ciertos días en ciertos lugares (por ejemplo en el claus­
estalla en pedazos, sino la centralización que se re!Uiza en torno al tro de 1a abadía de Saint-Denis): el «tacto de las escrófulas», mediante
príncipe. el cual el rey curaba el cuerpo del enfermo.
Henri de Mondeville apuntala esta nueva fisiología política en una El santo medieval también tiene un poder que pasa por el cuerpo
ciencia del cuerpó humano que prolonga el saber isidórico pero lo des­ y se dirige a menudo a los cuerpos. Como ha reconocido Peter Brown,
vía a favor de este corazón gracias al cual es posible pensar metafórica­ el santo es un «muerto excepcional»: son su cadáver y su tumba los
mente el Estado naciente: «El corazón es el órgano principal por exce­ que curan a los enfermos que se acercan a ellos y logran tocar o bien
lencia, que da a todos los otros miembros del cuerpo entero la sangre una parte de su cadáver convertida en reliquia corporal o bien su tum­
vital, el calor y el espíritu. Se encuentra en medio de todo el pecho, ba. Su eficacia se ejerce sobre todo en los cuerpos: curación de las en­
como su papel requiere, como el rey en medio de su reino». ¿Quién es fermedades, recuperación de los lisiados, y en particular de los cuer­
el soberano del cuerpo?, pregunta Marie-Christine Pouchelle a la obra pos débiles y amenazados:" niños pequeños, mujeres que acaban de dar
de Henri de Mondeville. La respuesta es inequívoca: el corazón, es de­ a luz, ancianos.
cir, el rey. Más aún, en el siglo xm, la devoción a Cristo, el deseo de identifi­
Pero de manera general, la cabeza sigue siendo o vuelve a ser el jefe cación con él conduce a san Francisco de Asís a recibir en su cuerpo las
del cuerpo político. A principios del siglo XV, un jurista de Nimes,
J ean de Terrevermeille, teórico de la monarquía en sus tres Tractatus 1
l 20. Jean Barbey, La Fonction royale, essence et légitimité d'apres les Tractacus de
escritos en 1418-1419 para apoyar la legitimidad del delfín Carlos (el ! Jean de Terrevermeille, París, Nouvdles édicions latines, 1983°.
futuro Carlos VII) y que servirán al final del siglo XVI la causa de Enri­ i
1 21. Recordemos los trabajos pioneros de Paul Veyne, Michel Foucault y Afine
l
que de Navarra (el futuro Enrique IV), sostiene que «el cuerpo místi­ Roussdle en cuanto a la Antigüedad (Afine Rousselle, Porneia. De la maitrise du corps a
- j
1
la pn·vation senson·elle. Il'-N' siecles de /'ere chrétienne, París, PUF, 1983), de Danidle
co o político del reino» debe obedecer a la cabeza, que representa el
Jacquart y Claude Thomassec en lo referente a la Edad Media (Sexualité et savoir médi­
principio de unidad esencial y garantiza el orden en la sociedad y en

1
ca/ au Mayen Áge, París, PUF, 1985), y para una legitimación filosófica del cuerpo como
el Estado. Es el miembro principal al que los otros deben obedecer. medio de pen�ar el origen del Estado, el hennoso libro de José Gil, Métamorphoses du
Y como una sociedad con dos cabezas sería monstruosa y anárquica, el corps, París, La Différence, 1985. La ilustroción de la cubierta, una imagen del siglo XIV
que represema al hombre zodíaco, muestra la adaptabilidad del cuerpo humano a la
papa no es más que una cabeza secundaria (caput secundan·um), como • evolución del simbolismo. Ya conocemos el éxito de la astrología y de sus aplicaciones
en la política del siglo XIV. Véase Maxime Préaud, Les Astrologues a la fin du Moyen
19. Marie-Christiñe Pouchdle, op. cit. Áge, París, J.-C. Lactes, 1984.
144 'JNA HlSTORJA DEL CUERPO EN LA EDAD MEDIA

marcas de Jesús crucificado: los estigmas. A partir del siglo XIII, el de­
sarrollo de m1a devoción laica mórbida asocia m1a élite penitencial lai­
ca con la herencia del ascetismo monástico de la alta Edad Media: ello
se refleja en las prácticas de flagelación que se manifiestan en 1260 y
durante el siglo XIV.
Conclusión:
El cuerpo de la ciudad
Una historia lenta
La.ciudad no se presta tan fácilmente como la Iglesia o la Respttbli­
ca a la simbología corporal. Pero ciertas concepciones medievales de la
ciudad favorecen metáforas anatómicas y biológicas subyacentes.
En primer lugar está la afirmación, proc;edente de la Antigüedad Y
releva�a por san Agu stín, según la cual no son las piedras -las de las
murallás, de los monumentos y de las casas- las que hacen la ciudad,
sino los hombres que las habitan, los· ciudadanos, los cives. La idea la La historia del cuerpo ofrece al historiador y al amante de la histo­
retoma con fuerza el dominico Alberto el Grande a mediados del si­ ria una ventaja, un interés suplementario. El cuerpo ilustra y alimenta
glo XIlI en una serie de sermones pronunciados en Augsburgo que una historia lenta. A esta historia lenta que es, en profundidad, la de las
constituyen m1a especie de <cteología de la ciudad». ide:i.s, de fas mect:ilid:i.des, de las ínsátuciones e incluso de las téc1.icas
La otra concepción que arrastra a la ciudad hacia una metáfora de y de las �conomías, le da un cuerpo, el cuerpo.
tipo corporal es la de la ciudad como «sistema» urbano. 22 La metáfora No sólo desde la prehistoria, sino desde los tiempos históricos a los
· corporal aflora también a propósito de ciertos componentes esenciales que nos podemos remontar, el cuerpo cambia, en su realidad física, en
de la ciudad. La ciudad medieval es un centro económico y, más que sus funciones, en su imaginario. Pero conoce pocos acontecimientos y
un mercado, es un centro de producción artesanal, los artesanos urba­ todavía menos revoluciones, como la que h medicina de los siglos XlX
nos se organizan en gremios o «corporaciones». 23 La ciudad medieval y XX, por" ejemplo, le aportará. Ciertamente, la elaboración bastante
también es un centro religioso, y más que en el campo, donde el pue­ rápida de una dietética monástica y la aparición fulgurante d� la pes­
blo y la parroquia se identifican, la parroquia urbana, a menudo vincu­ te negra en 1347 -1348 constituyen acontecimientos de una historia «rá­
lada con el barrio, es un «cuerpo de fieles», dirigido por un cura. pida» del cuerpo. En cambio, las consecuencias de acontecimientos
En todas estas aproximaciones lo que se afirma es la idea de la ne­ fundamentales como la desaparición del deporte y del teatro o bien
cesaria solidaridad entre el cuerpo y los miembros. La ciudad, a ima­ de la proscripción, ya antigua, del desnudo, fueron muy lentas. Del
gen del «cuerpo social», es y debe ser un conjunto funcional de solida- mismo modo, la lenta «revolución agrícola>> de los siglos X-XII, la in­
ridades, cuyo rnoddo es el cuerpo. • troducción de nuevos cultivos y nuevas maneras de cultivar, la evolu­
ción de los gustos culinarios y el auge de la gastronomía fuer on acon­
22. Esta concepci6,·. : :1 ha puesto en evidencia en particular Yves Bard en La Ville tecimientos lentos en su repercusión sobre el cuerpo.
médiévale. Systeme soc:c ;, :�s,;me urbain, Grenoble, Presses universitaires de Greno- Vemos cómo en la Edad Media se desarrolla un fenómeno que in­
ble, 1975.
23. El término «cor¡;�� ;ción», de origen inglés, no se difundió en Francia hasta la • troduce mayor rapidez en sus efectos sobre el cuerpo: la moda. Si dis­
época moderna. ponemos de una_ buena documentación, en particular iconográfica, y

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